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EL LLAMADO A PASTOREAR.
15. Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan,
¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le
dijo: «Apacienta mis corderos.» 16. Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de
Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas.» 17. Insistió Jesús por tercera vez: «Simón
Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le
preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú
sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.»
Jn 21, 15-17
que alimentar a las ovejas, cuidar de ellas, amarle a Él, buscando siempre en su
palabra y en su Presencia Viva, la fuerza para seguir el camino sin mirar atrás. Dios
no ve las apariencias sino los corazones.
El mejor plan de pastoreo está condenado al fracaso si no cuenta con las personas
idóneas para llevarlo a cabo, a pesar que se existen grupos maduros de hermanos
comprometidos, ya que el pastoreo no consiste en un actividad o servicio más para
quien lo realiza, es algo que lo compromete, porque le abre las puertas de su
corazón a otros hermanos, por quienes se siente en gran parte responsable y por
consiguiente alguien que ame de verdad a su hermano podrá hacerlo con éxito. Por
tanto, el pastoreo compromete de alguna forma toda la persona de quien lo
realiza, veremos cómo esto ocurre.
a. El corazón.
Como dice la Palabra de Dios en Jn 10, 11-13, para realizar el pastoreo uno ha de
tener antes que nada un corazón de pastor, sin él, corremos el riesgo de
convertirnos en “asalariados” a los que Jesús hace mención cuando nos regaló su
enseñanza sobre el Buen Pastor. Nosotros no queremos eso de quienes ejercerán
la tarea de pastorear, lo que buscamos encontrar es a personas que tengan ese
corazón de pastor, que amen realmente a las personas que el Señor les
encomendó para su cuidado. Para esto, se necesita mucha empatía, si está feliz
yo me alegro con Él, si está triste compartiré su emoción, si se asombra con las
cosas nuevas del caminar en Cristo, yo también compartiré ese asombro. Pero mi
corazón debe estar sano, para no caer en la tentación de adueñarme de la
personalidad de mi hermano, ni de sentirme más que él. Asimismo, mi corazón
debe estar conectado con mis manos, mis oídos, mis ojos … para que con ellos
transmita el amor misericordioso de Dios.
11.Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12. Pero el
asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo,
abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, 13.
porque es asalariado y no le importan nada las ovejas.
Jn 10, 11-13
b. Las manos.
El pastor debe ser una persona de oración, que haya vivido experiencias y
superado pruebas en base a su fe, esto será un poderoso testimonio para su
hermano pastoreado, quien tendrá en su pastor a su primer maestro de oración.
Por ello lo primero que tiene que hacer un pastor es orar por la persona que el
Señor le encomendó, estando siempre abiertas y dispuestas a dar apoyo que su
hermano necesite.
31. ¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a
ustedes como trigo que se limpia; 32. pero yo he rogado por ti para que tu
fe no se venga abajo. Y tú, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a
tus hermanos.»
Lc 22, 31-32
c. Los oídos.
El pastor debe saber escuchar, en primer lugar, la voz de Dios y también la del
hermano. El buen Pastor reconoce a sus ovejas, debe hacer lo posible por conocer
realmente a cada uno de los hermanos que el Señor le confió, sus oídos tienen
que estar entrenados a escuchar lo dicho entre líneas por el pastoreado. En
ocasiones cuando el hermano cuenta sus angustias puede estar pidiendo a gritos,
ayuda, atención y amor. El pastor que conoce a cada una de sus ovejas por su
nombre se interesa por cada detalle de la vida de sus ovejas. Un pastor cuya única
preocupación sea el bienestar propio de su persona sin importarle nada de los
miembros de la comunidad, no podrá ser un buen pastor (Jn 10, 14). Es por eso
que el Pastor de una comunidad debe ganarse la confianza de las ovejas y así el
resto le seguirán hasta que los lleve a los verdes pastos y al manantial de agua
fresca.
3.A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama
una por una y las saca fuera. 4.Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de
ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. 5.Pero no seguirán a un
extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jn 10, 3-5
d. Los ojos.
17. ¡Ay del pastor que no sirve para nada, que deja abandonado su rebaño! ¡La
espada le cortará su brazo y le alcanzará el ojo derecho! ¡Que se seque su brazo y
que su ojo derecho no vea más!
Za 11, 17
e. La boca.
De la boca del pastor tienen que salir las palabras que el Espíritu de Dios ponga,
debemos tener unos labios ungidos para que nuestro hermano sienta que, de
alguna forma, es el Señor quien le está hablando, nuestras cálidas palabras
estarán siempre para fortalecer, exhortar, animar y hasta para sanar, procurando
siempre que lo que digamos favorezca el diálogo, las preguntas y comentarios
buscarán profundizar, llegar a la raíz, nuestras palabras serán las suficientes,
dejando que sea el hermano quien hable con libertad. En la mente del hermano
al que pastoreamos siempre debe estar el recuerdo de nuestra sonrisa sincera,
más que nuestra cara de preocupación
f. Los pies.
Los pies del pastor siempre han de estar dispuestos a ir en busca de su hermano,
sobre todo cuando se halla o siente extraviado. Es alguien que está presente en
el momento oportuno, cuando más lo necesitan. El pastor estará a su lado,
compartiendo el camino, las primeras luchas y también los logros iniciales, en la
oración, en la práctica de leer la Palabra de Dios.
11. Porque esto dice Yahvé: ¡Aquí estoy, soy yo! Vengo en busca de las
ovejas, yo me ocuparé de ellas. 12. como el pastor que se ocupa de su
rebaño el día en que se encuentre en medio de sus ovejas en libertad. Yo
también me ocuparé de mis ovejas y las sacaré de todos los lugares por
donde se dispersaron ese día de negras nubes y tinieblas.
Ez 34, 11-12
2.2. El perfil del pastor
En definitiva, el pastor debe ser abierto y confiable. Llevar una vida intachable que
lo que se dice se refleja en el diario vivir. Llevar una vida de oración, frecuentando
los sacramentos. Ser constantes en el acompañamiento de las ovejas (hermanos).
Conocer, caminar delante de ellas y dar la vida.
TEMA 3:
LO QUE DEBE Y NO DEBE HACER EL PASTOR
La labor del pastor tiene sus límites. Es mucho lo que puede y debe hacer, pero
nunca hay que olvidar que no tiene licencia para hacer con su hermano lo que
quiera. A continuación, vamos a reflexionar aquí sobre lo que nos corresponde
hacer como pastores, para saber, llegado el momento, hacia dónde debemos
apuntar nuestros esfuerzos
b. No tener discernimiento.
El pastor necesita de la luz del Espíritu Santo, para tener cuidado en lo que
dice, de actitudes y gestos sobre todo en el comienzo del pastoreo, porque
cualquier cosa realice será tomada muy en cuenta. El discernimiento aplica
cuando se debe aplicar normas o enfrentar desórdenes morales. En general
tenemos que evitar los reproches, pues pueden cortar la confianza y la
comunicación, más bien será útil hacerle ver al hermano las consecuencias
negativas de sus actos, lo cual puede ser peligroso para él mismo. El dominio
propio es fundamental para todo pastor, porque en ocasiones la respuesta
apática o irresponsable por parte de los pastoreados invitan a perder la paciencia.
d. Paternalismo / maternalismo.
Cuando el pastor trata al hermano (a) como “mi hijito”, “mi hijita”, “mi
bebé” o “mi ovejita”, está generando un problema grande, esto lleva a que el
pastor vea a la persona que se le encargó no como un hijo de Dios capaz de
tomar decisiones maduras y responsables, sino como alguien en quien no puede
confiar porque no está a su nivel. El pastoreado quizás no tenga nuestra
experiencia y formación religiosa, pero eso no debe llevarnos a verla y tratarla
como un infante, hacerlo sería una falta de respeto. También ocurre que en
ocasiones el pastor exagera en su celo pastoral y en su afán de cuidar de su
hermano y no exponerlo a posibles peligros, no incentiva que dé pasos de fe y
asuma riesgos y responsabilidades, como consecuencia la persona pastoreada no
progresa en su vida de fe, cuando lo que debe adquirir con el tiempo es una
mentalidad de pastor y no de oveja.
e. Crear dependencias.
Esto está relacionado con el punto anterior, cuando el pastor crea vínculos
tan fuertes que terminan convirtiéndose en ataduras, los hermanos pastoreados
pierden toda iniciativa y no hacen nada sin la opinión y consentimiento de su
pastor, quien se convierte en su “oráculo”. Los pastoreados se vuelven incapaces
de decidir por sí mismos, porque cada vez que tienen una disyuntiva, acuden al
pastor para que les diga qué hacer, y él comete un gran desatino al satisfacer esa
demanda, por eso no es bueno tener presente que el pastoreo ha de durar un
tiempo limitado, porque no es bueno para nadie que un pastoreo se convierte en
un proceso interminable.
Se presentan 4 niveles
Personas de buena fama, llenos de fe y del Espíritu Santo, llenos del amor
de Dios y permanente comunión con Dios que transmitan seguridad y
confianza. Sin dudas del obrar de Dios en los demás.
Darán la bienvenida y transmitirán el Kerygma.
Acompañarán, guiarán y le harán seguimiento.
Responsables a servidores
El contenido de la sesión
Deberá combinar, en las medidas aconsejadas en cada caso por el discernimiento,
la oración, una reflexión, un momento de diálogo y también de revisión de los
propósitos o compromisos asumidos en la sesión anterior.
El saber hacer las preguntas adecuadas es un arte que el pastor irá aprendiendo
con la práctica y la disposición de ser un instrumento del Señor. Pero no
olvidemos que no debemos preguntar por mera curiosidad, sino con el afán de
profundizar en la conversación para así conocer mejor la situación de nuestro
hermano. Siempre es bueno y eficaz una buena retroalimentación, es decir que el
pastor con mucho discernimiento haga ver a su hermano cómo es percibido por
él y por los demás. Asimismo, fomentando la confianza, hará que disminuya
aquello que no quiere o no se atreve a comunicar y no se cierre tanto a los demás.
Como pastores siempre debemos estimular a nuestro hermano a dar pasos de fe.
Por ello, nos toca estar atentos a si en aquello que hace el pastoreado hay una
presencia de fe, o si hizo las cosas confiando únicamente en sus propias
capacidades, la tentación de la autosuficiencia siempre estará presente, lo mismo
que la de la inseguridad que paraliza, ambas son peligrosas. Para ello, ante los
retos que se presenten, el pastor siempre debe animar a su hermano a responder
con fe, confiando en la gracia divina y también, por qué no decirlo, en las propias
capacidades. Conocer historias bíblicas, o de santos o cristianos de nuestro
tiempo, e incluso cuentos con un mensaje de fe, serán un recurso que muchas
veces servirán para lograr este objetivo.
Un recurso que podría servir, si el pastor lo estima útil, es contar con un formato
de preguntas referentes a aspectos de la vida espiritual del hermano y en
determinado momento de la sesión se le entrega esa ficha para que él la
responda y le entregue luego al pastor, quien puede iniciar un diálogo con el fin
de saber el porqué de sus respuestas. Otro elemento que se recomienda es el uso
de un cuaderno o libreta que nos sirva para hacer un seguimiento de cada
hermano pastoreado, sería una especie de Diario del pastor, donde podemos
plasmar los avances y dificultades en nuestro pastoreo, el cual podemos llenar y
revisar en casa.
La distribución del tiempo
Un pastor informado.
Sin embargo, este afán por estar convenientemente informado no tiene que llevar
tampoco al pastor a considerar que debe tener respuestas para todo, la cual
podría ser una situación peligrosa, porque fomenta la dependencia hacia la
persona del pastor. Para evitar esto, se recomienda que en el diálogo debería ser
la persona pastoreada la que más hable, y el pastor quien haga las preguntas.
Una pregunta bien planteada puede ser más inteligente que una buena
respuesta, porque a través de una pregunta generamos las respuestas que
motivan que nuestro hermano abra su corazón, profundice, se cuestione y busque
soluciones.
Cuestionar a la persona pastoreada diciéndole, por ejemplo, “¿a qué crees que se
deba lo que te pasó?”, “¿Cómo te sentiste?”, “¿Cómo hubieras podido hacerlo
mejor?”, “¿a dónde crees que te llevará esto?”, “¿Cómo crees que se sintió la otra
persona?”, puede generar en ella todo un movimiento, que pueda sacarle del
punto de vista en que se encontraba y vea las cosas desde otra perspectiva.
TENEMOS 4 ETAPAS.
Sesiones:
9a sesión: Motivarle a orar. Expresar las dificultades que tienen para hacerlo. El
hermano puede libremente orar diario un tiempo y forma que decida.
Texto bíblico: 1 Pe 2, 9
Meta: Luego de seis semanas, el hermano será consciente para ordenar su vida
como persona.
Observaciones:
Sesiones:
13a sesión: Empezamos aquí a conocernos para valorarnos. Por eso, la primera
reflexión es: “Soy un hijo de Dios”. Lo que se busca aquí es que el hermano se
valore y se vea con los ojos de su Padre, Dios. Así el mundo lo rechace o
menosprecie, que nunca olvide aquella verdad que el Espíritu le revela
constantemente al corazón (Rom 8, 14-16). Que descubra su extraordinaria
dignidad proveniente de su bautismo. Se aprovecha la oportunidad para
cuestionarle si piensa que está viviendo como un auténtico hijo de Dios.
17a sesión: Empezamos una secuencia de dos semanas en que se trata aspectos
importantes de la persona: “Áreas de mi vida”. En esta sesión el pastor se enfocará
en dos de ellas: Física e Intelectual. En el área Física, le exhortará a que cuide su
cuerpo, que lo valore, porque es obra de Dios y es parte de su ser, a través de la
práctica de ejercicios, atención médica, el descanso, actividades recreativas. En el
área Intelectual, le animará a cultivar su formación humana, a través de las
lecturas de libros formativos o el asistir a espectáculos culturales o ver una buena
película de cine. En este caso, el pastoreado tendrá que fijarse un propósito sobre
cada una de estas áreas para cumplir durante la semana y, si es posible, de manera
permanente.
18a sesión: Es la segunda parte de las “Áreas de mi vida”. Esta vez se dirigirá el
pastor a las áreas Afectivo / Sexual y Laboral. En el área Afectivo / Sexual, tema
algo delicado, el pastor buscará que el hermano tenga en orden este aspecto y
lo viva conforme a la voluntad de Dios. Igualmente, para que se abra, si lo
requiere, a la posibilidad de amar y ser amado por alguien de manera especial. El
área Laboral lo enfocará buscando también que el pastoreado atienda este
aspecto importante. Si encuentra el pastor que hay un descuido en esta parte, le
animará a ocuparse de ello. Esta área puede tener diversas variantes: trabajo
remunerado, estudios o el atender el hogar, para el caso de las amas de casa. Hay
que resaltar como el trabajo nos dignifica y nos hace ser más personas. Como en
la semana anterior, el pastoreado establecerá un propósito para cada una de
estas dos áreas.
Texto bíblico: 1 Pe 4, 10
Sesiones:
19a sesión: La vocación cristiana. Este compartir se enfocará en resaltar que, como
bautizados, hemos recibido un llamado de nuestro Señor a cumplir una misión,
que es original, insustituible e indelegable. Puede el pastor exponer casos bíblicos
de vocación o de la vida de los santos. Viviendo según nuestra vocación concreta,
nos realizaremos como personas y como cristianos.
20a sesión: El apostolado es otra área importante del cristiano, por eso aquí se
reflexiona sobre el Servicio, Esta exhortación buscará hacer ver al pastoreado que
el servicio es una vocación propia del cristiano y es a la vez la mejor forma de vivir
en libertad. Puede hacerle una exposición de muchas necesidades que hay
actualmente en la Iglesia y el mundo. Sería interesante que el hermano se fije
como propósito el empezar a cuestionarse sobre la voluntad de Dios para su vida.
21a sesión: Aquí se inicia una secuencia sobre los carismas, en la que el pastor
hará una primera exposición de cuáles son los dones, remarcando sus
características y diferencias. De lo que se trata es que el hermano tenga un
panorama de las maneras como el Señor capacita a los suyos para realizar su
obra. Aquí el pastor puede darle un formato en el que se aprecien la mayoría de
los dones espirituales, para que durante la semana el hermano se pregunte cuáles
dones considera que pueda haberle dado Dios.
24a sesión: En esta segunda parte de los ministerios, el pastor revisará con el
pastoreado lo que éste pudo avanzar en su discernimiento durante la semana.
Juntos buscarán descubrir la voluntad del Señor para el hermano. En el caso de
que el pastor perciba que el pastoreado ya ha asumido diversos compromisos en
su grupo hasta el punto de saturarse de actividades, deberá orientarlo para que
sirva sólo en aquello a lo cual el Señor le haya llamado.
Bibliografía