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UNIDAD N°3

FORMACIÓN HISTÓRICA DEL ESTADO EN AMÉRICA LATINA: ELEMENTOS TEORICO-


METODOLOGICOS PARA SU ESTUDIO - Oscar Oszlak

En este trabajo pretendo ofrecer algunos lineamientos teórico-metodológicos para el


estudio del proceso histórico a través del cual se fue conformando en los países
latinoamericanos un estado nacional.

No obstante, no eludiré la oportunidad de avanzar algunas hipótesis sobre el proceso


formativo del estado en tanto ellas sirvan para ilustrar la perspectiva desde la cual sugiero
abordar su estudio.

I) ESTADO, NACION, ESTADO NACIONAL: ALGUNAS PRECISIONES

Buena parte del debate en estas últimas dos disciplinas ha girado en torno a sí el estado
constituye o no un principio universal de organización social, si es posible la existencia de
sociedades sin estado o si su origen se halla o no asociado al surgimiento de naciones,
clases sociales, mercados, etc.
Si nuestra intención es identificar los determinantes sociales del proceso
de formación estatal, debemos preguntarnos cuál es el grado de desarrollo de otras
manifestaciones de organización y funcionamiento social (v.g. existencia de una nación,
difusión de relaciones de producción e intercambio económico, concepciones ideológicas
predominantes, grado de cristalización de clases sociales) con las cuales aquel proceso se
halla interrelacionado. El surgimiento del estado está asociado e estadios
diferentes en el desarrollo de estos diversos fenómenos.
Con esto estoy afirmando que a partir de
la existencia de un estado, se asiste a un proceso de creación social en el que se originan
entidades y sujetos sociales que van adquiriendo rasgos diferenciables. Una de ellas es
que al intentar reconstruir analíticamente el proceso de creación social extensivo a la
formación del estado, tendemos a manejarnos con conceptos que presumen el pleno
desarrollo de los atributos o componentes que definen a esos conceptos. Una segunda
dificultad deriva del hecho de que los conceptos empleados para analizar estos procesos
no son mutuamente excluyentes sino que, por el contrario, se suponen recíprocamente
como componentes de su respectiva definición.
Este complejo entrecruzamiento categorial, que no hace sino expresar una
compleja realidad, señala la dirección que debe seguir el análisis pero a la vez entraña un
desafío: el proceso de formación del estado no puede entenderse sin explorar,
simultáneamente, la emergencia de esos otros fenómenos que no sólo convergen en la
explicación de dicho proceso sino que encuentran en el mismo un factor determinante de
su propia constitución como realidades históricas.
Por otra parte, la dinámica de esta verdadera construcción social no se ajusta a un
patrón normal, en el sentido que sus componentes se desarrollen respetando
necesariamente proporciones, secuencias o precondiciones. En un sentido ideal-abstracto
concibo al estado como una relación social, como la instancia política que articula un
sistema de dominación social. Este doble fundamento de la nacionalidad no implica, claro
está, que el surgimiento de intereses y valores haya sido simultáneo, ni su desarrollo
simétrico.
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Más aún, es probable que su desigual arraigo y vigencia en diferentes momentos y


experiencias nacionales podría explicar parcialmente los variados ritmos y modalidades
que históricamente observara el proceso de formación del moderno estado-nación. Es
decir, las condiciones de constitución de una dominación estatal habrían sido diferentes
según el predominio relativo que en el proceso de construcción nacional hubieran tenido
sus componentes materiales e ideales. Por ejemplo, parece cierto que el desarrollo de
una economía de mercado territorialmente delimitada precedió, en buena parte de las
experiencias europeas, al desarrollo de una ‘‘comunidad de sentimiento‘‘ (Gemeinschaft)
basada en la autoconciencia de un destino compartido, de una nacionalidad común.

Una opinión generalizada sostiene que la construcción de las naciones europeas se


produjo después de la formación de estados fuertes8.

Definido el estado como instancia de articulación de relaciones sociales, es difícil pensar


en relaciones más necesitadas de articulación y garantía de reproducción que las
implicadas en una economía de mercado plenamente desarrollada, es decir, en un
sistema de producción capitalista. La existencia del estado presupone entonces la
presencia de condiciones materiales que posibiliten la expansión e integración del
espacio económico (mercado) y la movilización de agentes sociales en el sentido de
instituir relaciones de producción e intercambio crecientemente complejas mediante el
control y empleo de recursos de dominación.
Esto significa que la formación de una economía capitalista y de
un estado nacional son aspectos de un proceso único -aunque cronológica y
espacialmente desigual-. Pero además implica que esa economía en formación va
definiendo un ámbito territorial, diferenciando estructuras productivas y
homogeneizando intereses de clase que, en tanto fundamento material de la nación,
contribuyen a otorgar al estado un carácter nacional. Al contrario, esa dinámica se ve
marcada por largos períodos de estancamiento, saltos violentos, hipertrofia de algunos
de sus componentes o desarrollo contradictorio de otros que tienden a negar y
transformar la naturaleza del conjunto. Más concretamente, me interesa estudiar la
formación del estado como proceso que presupone la existencia o paralela constitución
de una nación formalmente independiente La existencia de una nación es, al igual que en
el caso del estado, el resultado de un proceso y no de un formal acto constitutivo.

Ello hace difícil precisar no sólo un momento a partir del cual puede afirmarse su
respectiva existencia sino, además, aquél en que nación y estado coexisten como unidad.

¿Cuál es el carácter de los estados surgidos del proceso de emancipación nacional?

¿Qué significación diferencial tuvieron los aparatos burocráticos heredados de la colonia y


en qué sentido podrían considerarse objetivación institucional del estado?

¿Respecto de qué patrón de relaciones sociales se conformó dicho estado?

Entretanto, quisiera resumir lo expresado hasta ahora señalando que la formación del
estado nacional es el resultado de un proceso convergente, aunque no unívoco, de
constitución de una nación y de un sistema de dominación. La constitución de una nación
supone -en un plano material- el surgimiento y desarrollo, dentro de un ámbito
territorialmente delimitado, de intereses diferenciados generadores de relaciones
sociales capitalistas; y en un plano ideal, la creación de símbolos y valores generadores de
sentimientos de pertenencia que -para usar la feliz imagen de O` Donnell- tienden un arco

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de solidaridades por encima de los variados y antagónicos intereses de la sociedad civil


enmarcada por la nación.

Este arco de solidaridades proporciona a la vez el principal elemento integrador de las


fuerzas contradictorias surgidas del propio desarrollo material de la sociedad y el
principal elemento diferenciador frente a otras unidades nacionales. Por su parte, la
constitución del sistema de dominación que denominamos estado supone la creación de
una instancia y de un mecanismo capaz de articular y reproducir el conjunto de relaciones
sociales establecidas dentro del ámbito material y simbólicamente delimitado por la
nación

DETERMINANTES SOCIALES DE LA FORMACION DEL ESTADO

Quizás sea apropiado hablar de ‘‘estatidad‘‘ (‘‘stateness‘‘) para referirnos al grado en que
un sistema de dominación social ha adquirido el conjunto de propiedades -expresado en
esa capacidad de articulación y reproducción de relaciones sociales- que definen la
existencia de un estado Conceptualmente, sería entonces necesario determinar en qué
consisten estas diferentes capacidades, es decir, desagregar las propiedades que
confieren ‘‘estatidad‘‘ al estado. Caracterizadas estas propiedades, el estudio del proceso
de formación estatal consistiría en la identificación empírica de su presencia y forma de
adquisición, lo cual implica vincular el proceso formativo con una serie de fenómenos
sociales a los que pueden atribuirse efectos determinantes en dicho resultado.
Entretanto, quisiera resumir lo expresado
hasta ahora señalando que la formación del estado nacional es el resultado de un proceso
convergente, aunque no unívoco, de constitución de una nación y de un sistema de
dominación. La constitución de una nación supone -en un plano material- el surgimiento y
desarrollo, dentro de un ámbito territorialmente delimitado, de intereses diferenciados
generadores de relaciones sociales capitalistas; y en un plano ideal, la creación de
símbolos y valores generadores de sentimientos de pertenencia que -para usar la feliz
imagen de O` Donnell- tienden un arco de solidaridades por encima de los variados y
antagónicos intereses de la sociedad civil enmarcada por la nación. Este es el
procedimiento propuesto por Schmitter y otros en un reciente trabajo 10. Preocupados por
establecer la especificidad del proceso de formación estatal en América Latina, frente a la
más conocida experiencia europea, esto autores comienzan por distinguir, como
atributos del estado, su capacidad de:

(1) externalizar su poder;


(2) institucionalizar su autoridad;
(3) diferenciar su control,
(4) internalizar una identidad colectiva.

La cuarta cualidad consiste en la capacidad de emitir desde el estado los símbolos que
refuercen los sentimientos de pertenencia y solidaridad social que señalaba como
componentes ideales de la nacionalidad y aseguren, por lo tanto, el control ideológico de
la dominación. Vistos desagregadamente, estos atributos de la ‘‘estatidad‘‘ permiten
empezar a distinguir, comparativamente, momentos y circunstancias históricas en que los
mismos fueron adquiridos en las diversas experiencias nacionales, lo cual facilita la
detección de conexiones causales con otros procesos sociales. Por ejemplo, es evidente
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que la gran mayoría de los países latinoamericanos adquirió -como primer atributo de su
condición de estados nacionales- el formal reconocimiento externo de su soberanía.

Este desfasaje, que en algunos casos perduró por varias décadas, contribuyó
precisamente a crear la ambigua imagen de un estado nacional asentado sobre una
sociedad que retaceaba el reconocimiento de la institucionalidad que aquél pretendía
establecer. Si aceptamos la idea de que la formación del estado es un gradual proceso de
adquisición de los atributos de la dominación política, los que suponen la capacidad de
articulación y reproducción de cierto patrón de relaciones sociales, la pregunta que surge
naturalmente es: ¿qué factores confluyen en la creación de condiciones para que dichos
atributos se adquieran?. Lo cual equivale a plantear el tema de los determinantes sociales
de la formación del estado. Esto no implica dejar de reconocer el indudable peso que
factores tales como el positivismo, el liberalismo, la dependencia económica o la difusión
de relaciones capitalistas de producción tuvieron sobre las características que fue
adoptando el estado. El verdadero problema teórico consiste en hallar condensaciones de
fenómenos sociales que históricamente puedan vincularse causalmente al proceso de
adquisición y consolidación de los atributos de ese estado. Si
recordamos la relación estipulada entre el desarrollo de una economía capitalista y la
estructuración de los estados nacionales, podríamos explorar hasta qué punto aquel
proceso puede proporcionarnos algunas claves para entender las alternativas de este
último. Por su parte, la constitución del sistema de dominación que denominamos estado
supone la creación de una instancia y de un mecanismo capaz de articular y reproducir el
conjunto de relaciones sociales establecidas dentro del ámbito material y simbólicamente
delimitado por la nación. Los efectos de arrastre de formas precapitalistas,
el surgimiento o no de posibilidades para una efectiva incorporación al mercado mundial,
los fluctuantes flujos de inversiones foráneas o la diversificación de la producción frente a
cambios profundos en la estructura de la demanda Internacional, son factores que en
distintos momentos y con diferente intensidad afectaron el desarrollo económico
nacional. Por lo tanto, en lugar de colocar el acento en el carácter capitalista de estas
economías, quizás sería más apropiado referirse a sistemas de acumulación de
excedentes11, cuyo dinamismo -dada su inserción en un mercado capitalista a escala
mundial- permitió la consolidación de una clase dominante y la generación de una fuente
relativamente estable de recursos fiscales que hizo viables a los nuevos estados de la
región. Sería discutible, por ejemplo, calificar como capitalismo al sistema económico
peruano vigente durante el boom exportador del guano, pese a haberse constituido una
clase dominante y un estado cuya capacidad de movilización de recursos no fue igualada
durante décadas. Estas circunstancias sugieren la necesidad de observar la relación
economía-política distinguiendo fases o etapas en las que se fueron definiendo los rasgos
de un modo de producción y un sistema de dominación que con el tiempo adquirirían una
adjetivación común. En su ya comentado trabajo, Schmitter y otros proponen tres
‘‘modelos‘‘ o ‘‘imágenes‘‘, claramente vinculados a fases diferentes del desarrollo
histórico, mediante los cuales podría conceptual izarse la relación entre las dimensiones
económica y política del proceso de formación estatal. La transición del estado colonial al
estado del período independentista, memento en el que se centra la atención de este
enfoque, no consigue eliminar las tradiciones localistas ni la influencia de instituciones
típicas de la colonia, tales como la Iglesia, los Ayuntamientos, las corporaciones de
artesanos y comerciantes, las pautas educacionales o las viejas prácticas administrativas.
Es decir, este modelo observa una clara correlación entre el

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surgente orden neocolonial y los atributos del estado que se iba conformando al compás
del afianzamiento de la relación dependiente. El tercer modelo, al que denominan
‘‘intervencionismo‘‘, reconoce los estímulos ‘‘externos‘‘ implicados en la relación de
dependencia, pero otorga especial relevancia a los procesos derivados, en primer lugar,
de ciertas cualidades ‘‘expansivas‘‘ (o ‘‘partogenéticas‘‘) del estado mismo, y en segundo
término, de aquellas resultantes de las interacciones estado-sociedad.

Es decir, se tienen más en cuenta los procesos internos a un aparato institucional más
burocratizado, a una sociedad más compleja y a un estado mucho más ínter penetrado
con la misma. A partir de este momento observa que los procesos ‘‘internos‘‘ al estado o
aquellos resultantes de una mucho más diversificada red interactiva con la sociedad civil,
tendieron a reforzar su autonomía, peso institucional, capacidad extractiva e imbricación
con actores sociales crecientemente diferenciados. Para usar otra imagen, la mayor
complejidad del estado y la sociedad tendieron a ‘‘filtrar‘‘-en direcciones y con resultados
dispares- los estímulos ‘‘externos‘‘ la actividad de las unidades estatales.
Como intento de identificación de los determinantes
sociales del proceso formativo del estado, es evidente que estos modelos no son
alternativos sino complementarios. No cabe duda de que el legado colonial, la relación
dependiente establecida en la etapa de ‘‘expansión hacia afuera‘‘ y la dinámica interna
propia del estado nacional explican, parcial pero concurrentemente, buena parte de las
características que fue asumiendo el estado en los países de la región.
En parte, estos modelos
se diferencian por el hecho de centrar su atención en distintas etapas del proceso de
adquisición de los atributos de ‘‘estatidad‘‘. Cada una de las fuentes de determinación
que respectivamente destacan no se corresponden con etapas distintas, aun cuando
indudablemente tienen peso y repercusiones diferenciales en cada momento.

EL APARATO INSTITUCIONAL DEL ESTADO

Sin embargo, a efectos analíticos es preciso diferenciar ambas formas de


conceptualización, ya que mientras una alude a una relación social abstracta, la otra se
refiere a actores concretos -organizaciones burocráticas- que son su objetivación
institucional. Es decir, la aparente correspondencia entre las mismas (resultante de ser
una materialización de la otra) expresa una relación teórica que en los hechos se vio a
menudo alterada por la relativa autonomización del estado ‘‘aparato‘‘ respecto del
estado ‘‘relación social‘‘.

Recordamos, en este sentido, que el desarrollo de instituciones estatales constituye solo


uno de los atributos de la ‘‘estatidad‘‘.
Por lo tanto, el perfeccionamiento del estado como relación social, que
puede asociarse más directamente con la imposición de una cierta estructura de
relaciones de poder y el control ideológico de la dominación, constituye un fenómeno
analíticamente distinguible del proceso formativo de un aparato institucional.
Corresponde entonces indicar, porque no es obvio, en qué sentido me refiero al aparato
institucional del estado y de qué manera pretendo vincular su desarrollo a otros
fenómenos sociales que pueden explicarlo. El
término, o sus imprecisos equivalentes14, aluden vagamente a un conjunto heterogéneo
e interdependiente de organizaciones ‘‘públicas‘‘ que, en atención a los fines generales
que las agrupa y a la frontera que las ‘‘separa‘‘ de la sociedad civil, conforman una unidad
susceptible de análisis particularizado. Las instituciones que componen el aparato estatal
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presentan notorias diferencias en términos de autonomía, funciones, tamaño, clientela,


jurisdicción y recursos, lo cual dificulta la atribución de rasgos genéricos al conjunto. Por
otra parte, la nítida frontera que buena parte de la literatura ha tendido a establecer
entre el dominio de ‘‘lo privado‘‘ y ‘‘lo público‘‘, debe ser reexaminada a la luz de una
realidad que muestra diversas y sutiles formas de interpenetración entre actores civiles y
estatales, en las que se diluye el carácter de las relaciones formalmente establecidas. En
su objetivación institucional, el aparato del estado se manifiesta entonces como un actor
social diferenciado y complejo, en el sentido de que sus múltiples unidades e instancias
de decisión y acción traducen una presencia estatal difundida -y a veces contradictoria-
en el conjunto de relaciones sociales.

A pesar de las ambigüedades que no resuelve, y quizás por mantenerlas, esta forma de
conceptualizar al aparato estatal puede proporcionar algunas claves para entender su
dinámica interna y la trama de relaciones que históricamente establece con la sociedad
civil.

El proceso histórico a través del cual estas cuestiones se problematizan, plantean y


resuelven, da lugar a contradictorias relaciones entre sociedad civil y estado que,
aumentan la heterogeneidad del aparato institucional de este último, y tornan imprecisos
los límites entre ambas esferas. La interpretación precedente sugiere que el origen,
expansión, diferenciación y especialización de las instituciones estatales, reflejan intentos
de resolución de la creciente cantidad de cuestiones que va planteando el desarrollo
contradictorio de la sociedad. Como expresa O`Donnell, ‘‘tal como el individuo
'factorea' problemas, atendiéndolos 'uno por vez' y aislándolos mediante la cláusula de
ceteris paribus de dimensiones ajenas al rudimentario esquema causal que utiliza, el
crecimiento y diferenciación e instituciones estatales son el colectivo de cuestiones y
crisis. En otras palabras, la ampliación del aparato estatal implica la apropiación y
conversión de intereses ‘‘civiles‘‘, ‘‘comunes‘‘, en objeto de su actividad, pero revestidos
entonces de la ilegitimidad que le otorga su contraposición a la sociedad como interés
general. La expansión del aparato estatal deriva entonces del creciente involucramiento
de sus instituciones en áreas problemáticas (o ‘‘cuestiones‘‘) de la sociedad, frente a las
que adoptan posiciones respaldadas por recursos de dominación, que expresan variable
grados de coerción o consenso. Estos
actos de involucramiento suponen al estado como parte, lo cual implica reconocerle
potestad para

(1) invocar un interés superior que subordina a los de las otras partes

2) extraer los recursos que posibilitarán sus intentos de “resolución” de las cuestiones
planteadas.

El grado de consenso o coerción implícito en estos actos de apropiación depende de la


particular combinación de fuerzas sociales que los enmarcan. Como principal articulador
de esta estructura de dominación y como arena fundamental para dirimir el contenido y
las formas de resolución de las cuestiones que integran la agenda, el aparato institucional
del estado tiende a expresar las contradicciones subyacentes en el orden social que se
pretende instituir. La metamorfosis del aparato del estado se ajusta así a los ritmos,
instancias y modalidades que asumen las formas de resolución de tales cuestiones.

CUESTIONES SOCIALES Y ATRIBUTOS DE LA "ESTATIDAD"

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Las cuestiones originan decisiones y respuestas del estado, que a veces toman la forma
de actos de obtención o disposición de recursos, otras de imposición de sanciones, de
producción de símbolos, de cristalizaciones institucionales, en suma, de manifestaciones
objetivas de su presencia en la trama de relaciones sociales. ¿Cómo discernir entonces
cuáles son -por su significación y alcances analíticos- las cuestiones cuyo examen puede
arrojar luz sobre el proceso formativo del estado? Para responder a estos interrogantes
podríamos apelar una vez más a los atributos de la ‘‘estatidad. En otras palabras,
propongo concentrar el análisis en el proceso social desarrollado alrededor de la
problematización y resolución de cuestiones que no sólo tuvieron en el estado nacional a
un actor central, sino que además su propia inserción en el proceso contribuyó a
constituirlo como tal o a modificar sensiblemente algunos de sus atributos.

Esta propuesta involucra una parcial respuesta metodológica a los interrogantes


planteados. La propuesta postula una relación de determinación recíproca entre adquirir
ciertos atributos de ‘‘estatidad‘‘ y resolver ciertas cuestiones sociales. El procedimiento
analítico obvio sería entonces definir atributos y cuestiones, establecer teóricamente sus
conexiones causales y verificar empíricamente las circunstancias y modalidades con que
se manifiesta la relación estipulada. Y aun cuando el tratamiento separado de cuestiones
y atributos que efectuaré en las próximas secciones sea un recurso analítico casi
inevitable, recuperar la complejidad y riqueza explicativa de los engarces requerirá,
adicionalmente, una interpretación -aunque sea rudimentaria- del juego recíproco entre
las cuestiones examinadas y los atributos adquiridos. Como ilustración de esta abstracta
propuesta, las asignaciones de recursos destinadas a fortalecer el aparato represivo de los
nuevos estados nacionales en América Latina, tendieron en numerosos casos a disminuir
su viabilidad institucional (en tanto comprometían el desempeño de otras funciones
irrenunciables); pero en la medida en que ese fortalecimiento se tradujo en la creciente
legitimación de un poder central, con efectivo dominio territorial y manifiesta capacidad
para crear un orden estable, aumentaron en el largo plazo las posibilidades de asignar
recursos a apoyar el proceso de acumulación capitalista. Si el conjunto de cuestiones
sugerido cubre satisfactoriamente el espectro de condiciones fundamentales de la acción
estatal, la dinámica generada por la simultánea atención de las mismas debería explicar
buena parte del proceso de formación del estado. Una segunda ventaja de este enfoque
deriva de su posibilidad de superar las típicas argumentaciones ‘‘funcionalistas‘‘21 del
estado, en las que éste aparece desempeñando un conjunto de tareas o actividades que,
o bien resultan ‘‘naturalmente‘‘ de su condición de estado capitalista (posición en la que
se ubica una porción no despreciable de la literatura marxista sobre el estado) o bien
responden a cierta noción de necesidad histórica cuyo fundamento no consigue evitar
razonamientos teológicos. En cambio, pensar la acción estatal como parte de
un proceso social tejido alrededor del surgimiento, desarrollo y resolución de cuestiones
que una sociedad (y ese estado) consideran cruciales para la reproducción del orden
social que se va conformando, constituye a mi juicio una concepción más sensible a las
alternativas de la historia que materializaron sus protagonistas. Si tenemos en cuenta la
vertiginosidad de los cambios operados en estos parámetros especialmente durante la
segunda mitad del siglo XIX, advertiremos la ventaja de relacionarnos con las diversas
cuestiones y sus respectivos engarces. Esto se vincula con la posibilidad de detectar fases
y ciclos en el proceso, es decir, momentos de condensación de las diferentes cuestiones
en que su peso relativo frente a las otras, y sus efectos sobre las mismas, varían
significativamente.
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Demás está decir que una historia de la formación del aparato estatal es
precisamente la historia de los cambios producidos en este tipo de variables y su relación
con un conjunto de factores determinantes. En mi propuesta, estos últimos serían
identificables en el proceso de surgimiento, desarrollo y resolución de las que
consideremos como las cuestiones más relevantes que el estado en América Latina debió
enfrentar durante su etapa formativa. Si tomamos, por ejemplo, las cuestiones del
“orden” el “progreso” -sobre las que me extenderé más abajo-, sería fácil asociar la
intervención del estado en el proceso de resolución de las mismas con el relativo
desarrollo de las instituciones centralmente involucradas en dicho proceso. Es decir, es
indudable que los ministerios de guerra constituyeron el principal mecanismo
institucional para la imposición del ‘‘orden‘‘; los de interior, obras públicas o sucedáneos,
los más directamente vinculados al ‘‘progreso‘‘22.

La tentación es mayor por cuanto las series estadísticas de gastos, de personal, de


organismos creados, permitirían “medir” el peso relativo, los ciclos de atención, que cada
cuestión recibió en diferentes momentos. Dado el carácter especulativo y la intención
esencialmente metodológica de este ensayo, no intentaré una interpretación global que
muestre los engarces entre las diferentes cuestiones y la adquisición, por parte del
aparato institucional del estado, de sus atributos fundamentales. Tal interpretación
debería ser más bien el epílogo de un concertado esfuerzo de investigación comparada,
basado en un análisis profundo de diferentes experiencias nacionales.

II) EMANCIPACION, ORGANIZACION Y ESTADOS NACIONALES EN AMERICA LATINA

Al ubicarnos en el plano concreto de los procesos históricos, se nos vuelve a plantear un


problema ya discutido desde un punto de vista más abstracto: la dificultad de precisar un
momento a partir del cual podamos advertir la existencia, aún embrionaria, de un estado
nacional. Ciertamente, el proceso de emancipación constituye un punto común de
arranque en la experiencia nacional de América Latina, pero el acto de ruptura con el
poder imperial no significó la automática suplantación del estado colonial por un estado
nacional. En parte, ello se debió a que en su origen, la mayoría de los movimientos
emancipadores tuvieron un carácter municipal, limitados generalmente a la localidad de
residencia de las autoridades coloniales. el fracaso se debió a la escasa integración
territorial, derivada de la precariedad de los mercados y agravada por la interrupción de
los vínculos con la vieja metrópoli. La integración política de las colonias con la metrópoli
-que el proceso emancipador interrumpió- había sido una condición necesaria de su
explotación económica. El período independentista se caracterizó así por tendencias
secesionistas que desmembraron los virreynatos y modificaron drásticamente el mapa
político de América Latina. En tales circunstancias -como señala Furtado- la estructuración
de los nuevos estados se vio condicionada por dos factores: la inexistencia de
interdependencia real entre señores de la tierra, que se ligarían unos a otros o se
someterían a uno de entre ellos en función de la lucha por el poder; y la acción de la
burguesía urbana, que mantendría contactos con el exterior y exploraría toda posibilidad
de expansión del intercambio externo al cual se irían vinculando segmentos del sector
rural. Como gruesa
generalización, podríamos aceptar al menos que la efectiva posibilidad de creación de
una economía más integrada y compleja, sumada -en algunos casos- a la preservación de
ciertas instituciones coloniales como instrumentos de control político, suministraron el
cemento que amalgamaría a la sociedad territorialmente asentada y al incipiente sistema

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de dominación, en un estado nacional. Esto explicaría porqué, en casos como los de


Argentina o Colombia, la precariedad de las economías regionales, la extensión territorial,
las dificultades de comunicación y transporte, el desmantelamiento del aparato
burocrático colonial y las prolongadas luchas civiles que reflejaban la falta de predominio
de una región o de un sector de la sociedad sobre los otros, demoraron por muchos años
el momento en que tal amalgama se produciría. Los largos períodos de guerras civiles en
la experiencia latinoamericana, que se extendieron entre la independencia y la definitiva
organización nacional, pueden visualizarse así como aquella etapa en la que se fueron
superando las contradicciones subyacentes en la articulación de los tres componentes -
economía, nación y sistema de dominación

CUESTIONES CENTRALES EN LA ETAPA FORMATIVA DEL ESTADO

Hacia mediados del siglo pasado tenían lugar en Europa profundas transformaciones
sociales. El continente vivía la era de las nacionalidades. También se han estudiado
extensamente las consecuencias de estos procesos sobre el desarrollo de las economías y
sociedades latinoamericanas. La extraordinaria expansión del comercio mundial y la
disponibilidad e internacionalización del flujo e capitales financieros, abrieron en América
Latina nuevas oportunidades de inversión y diversificación de la actividad productiva.
Lo que es menos conocido es el papel que los nuevos estados
nacionales desempeñaron frente a estas transformaciones; bajo qué condiciones y
empleando cuáles mecanismos afrontaron e intentaron resolver sus múltiples desafíos. Es
indudable que la propia existencia de dichos estados no fue ajena. Para los sectores
económicos dominantes que encontraban en la apertura hacia el exterior creciente
terreno de convergencia para la homogenización de sus intereses, la superación de tales
restricciones pasaba por la institución de un orden estable y la promoción de un conjunto
de actividades destinadas a favorecer el proceso de acumulación. "Orden y progreso", la
clásica fórmula del credo positivista, condensaba así las preocupaciones centrales de una
época: aquélla en que comenzaban a difundirse en América Latina relaciones de
producción capitalista. El
"orden" aparecía entonces, paradójicamente, como una drástica modificación del marco
habitual de relaciones sociales. No implicaba el retorno a un patrón normal de
convivencia sino la imposición de uno diferente, congruente con el desarrollo de una
nueva trama de relaciones de producción y de dominación social. En consecuencia,
durante la primera etapa del período independentista los esfuerzos de los incipientes
estados estuvieron dirigidos a eliminar todo resabio de poder contestatario, extendiendo
su autoridad a la totalidad de los territorios sobre los que reivindicaban soberanía. La
reiterada y manifiesta capacidad de ejercer control e imponer mando efectivo y legítimo
sobre territorio y personas, en nombre de un interés superior material e ideológicamente
fundado en el nuevo patrón de relaciones sociales, es lo que definía justamente el
carácter nacional de estos estados. Por supuesto, los ritmos que observaron en los
diversos casos nacionales tanto el desarrollo capitalista como la expansión y
diferenciación del aparato estatal, fueron muy diferentes.
Los factores que contribuyeron a plasmar un particular sistema de instituciones
estatales estuvieron estrechamente asociados al tipo de producción económica
predominante, a la forma de inserción en los nuevos mercados internacionales y a la
trama de relaciones sociales resultante. En general, los estados que emergieron del
proceso de internacionalización de la economía mostraron una débil capacidad extractiva
y una fuerte dependencia del financiamiento externo.
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Naturalmente, el desarrollo de esta capacidad extractiva y la


estructura de su aparato burocrático se ajustaron, en cada caso nacional, a la importancia
relativa de las diversas fuentes de recursos existentes y al tipo de mecanismos requerido
para su apropiación. Sin embargo, es posible observar ciertos rasgos comunes en la
estrategia de viabilización generalmente empleada, resultantes de la subordinada
incorporación de los países latinoamericanos al nuevo orden capitalista mundial. Las
condiciones de funcionamiento de una economía abierta, cuyas actividades productivas e
intermediadoras debían alentarse sin gravar excesivamente el excedente económico,
imponían parámetros bastante rígidos. Los recursos "genuinos", derivados de rentas
ordinarias, resultaban a menudo insuficientes para superar los apremios creados por la
fuerte vulnerabilidad de una economía dependiente, y por lo tanto, inestable como
fuente regular de recursos. De este modo, consiguió apropiar una moderada (aunque
creciente) proporción de este excedente a medida que se expandía la actividad
económica, lo cual le permitió atender el servicio de la deuda pública. Ello reafirmó su
capacidad de crear y garantizar las condiciones de tal expansión, afianzando sus
posibilidades de nuevo endeudamiento externo. Ambas condiciones aseguraron la
reproducción y crecimiento del aparato estatal.

CUESTIONES DOMINANTES EN LA ETAPA DE CONSOLIDACION DEL ESTADO

En el nivel de generalidad en el que nos hemos colocado hasta ahora, no es casual que
"orden" y "progreso" hayan aparecido como las cuestiones centrales del período
formativo del estado. En cierto modo, ni los problemas del "orden" ni los del "progreso"
acabaron por resolverse nunca. Lo fueron sólo en el estricto sentido de que -con la
intervención protagónica del estado durante una crucial etapa histórica- se eliminaron las
diversas fuentes de contestación a la implantación de un sistema capitalista, se
regularizaron y garantizaron las condiciones para que las relaciones implicadas en este
sistema se desarrollaran y se asignaron recursos a la creación del contexto material que
facilitara el proceso de acumulación. No lo fueron en el más amplio sentido de que
reproducción del capitalismo como sistema implicó, recurrentemente, nuevas
"intervenciones"37 estatales para resolver otros tantos aspectos problemáticos de las
mismas cuestiones, planteados por el contradictorio desarrollo de ese sistema.
Sucesivamente rebautizadas, estas cuestiones reemergieron en la acción e ideología de
otros portadores sociales, pero en su sustrato más profundo seguían expresando la
vigencia de aquéllas dos condiciones de reproducción -admitidamente metamorfoseada-
de un mismo orden social. En este sentido, los sucesivos sinónimos del
"orden y progreso" no serían más que eufemísticas versiones del tipo de condiciones que
aparecen como necesarias para la vigencia de un orden social que ve amenazada su
continuidad por las mismas tensiones y antagonismos que genera. Pero su utilización en
el discurso político está expresando, además de su necesidad, el carácter
recurrentemente problemático que tiene el mantenimiento de estas condiciones. Por
eso, no parece desatinado erigirlas en cuestiones sociales dominantes también durante la
etapa de consolidación de los estados nacionales en América Latina.
Lo dicho completa una necesaria instancia de reflexión sobre el tema. Al señalar
la centralidad y generalidad de ciertas tensiones permanentes del capitalismo, su
manifestación a través de cuestiones socialmente problematizadas y su íntima vinculación

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con la adquisición de ciertos atributos por parte del estado en América Latina, sólo me
propuse sugerir una promisoria forma de abordaje analítico de un tema poco explorado.
No fue mi intención proporcionar una explicación definitiva del mismo sino algunos
lineamientos para comenzar a estudiarlo. Será necesario contar con un conjunto de serios
estudios de casos nacionales para empezar a distinguir, más allá de sus especificidades
históricas, aquellos elementos generalizables que pueden contribuir a la reflexión teórica
sobre el estado latinoamericano

SAFFORD – CAPÍTULO II - POLÍTICA, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD (1810 – 1850)


En 1825, terminada la guerra de independencia con España, que perdió casi todos sus
territorios, excepto Cuba y algunas islas de las Antillas menores, se abre un periodo de
gran inestabilidad política en Hispanoamérica, que no está bien claro cuando concluye,
pero se comienza a acomodar a partir de 1850.

La incógnita de cómo construir un orden político estable es la que marca este período.
Safford dice que existen un grupo de dificultades que hay que tener en cuenta para
pensar a nivel regional este proceso.
 El autor define las dificultades para trazar las líneas generales que caracterizaron la política
hispanoamericana: diferencias en la composición étnica, geográficas, etc.

Diferencias étnicas entre regiones: los países no tenían una composición étnica igual.
México, Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala tenían mucha población india, asimilada sólo
en parte por la cultura hispánica dominante. En resto de los países predominaban
mestizos y casi toda la población estaba culturalmente integrada en la sociedad hispánica.
Esto repercutía en la vida política (menos participación activa donde la clase más baja
era distinta culturalmente a la hispánica).

Diferencias geográficas: los países eran muy distintos geográficamente. Mientras que las
poblaciones nativas normalmente habitaban las tierras altas del interior (México,
Guatemala y países andinos), una proporción importante en la región costera (Río de la
Plata, Venezuela y Chile). Consecuencias en la economía y vida política. Los países con
población y recursos en la costa, tenían desde hace años relaciones comerciales con
Europa y gracias a los ingresos aduaneros, tenían bases financieras más firmes y mayor
estabilidad política.

Diferente herencia colonial: Por un lado, principalmente en las zonas centrales históricas
del Imperio, México, Perú y América Central, la presencia de la cultura y de las
instituciones españolas era mucho más fuerte, principalmente el peso que tenían dos
actores que serán claves en este período, como el Ejército y la Iglesia, mientras que, en
zonas históricamente más periféricas, como Venezuela o el Río de La Plata, su peso era
mucho menor. En México la Iglesia tenía una preponderancia institucional y económica
no comparable con otras regiones.

Cómo afectaron las guerras de independencia: mientras que en América Central casi no
afectaron, en territorios como Colombia, Venezuela y el Río de La Plata fueron muy
importantes. En México y Perú, oficiales criollos instruidos en la carrera militar por los
españoles, antes de la independencia, continuó casi intacto luego de la misma 
militares profesionales se conformaron como un grupo de interés (grupo corporativo)
más o menos coherente con peso en la vida política. En los otros países, la organización
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militar de fines del período colonial, fue liquidada luego de las guerras de la
independencia.
 El aspecto más importante de la historia política fue la dificultad para establecer nuevos
estados una vez lograda la separación de España.

Establecimiento de nuevos Estados


El común denominador del período es la dificultad que encontraron, a partir de 1825,
para establecer nuevos Estados.

Existen dos cuestiones centrales para esta dificultad:

- Desorganización de las estructuras coloniales españolas (sociales, políticas o


económicas).
En términos políticos, no hubo un paso de la monarquía a una república, sino más
bien un colapso de estructuras de control centralizadas bajo la forma de sistemas
federales, Se produjo así un debilitamiento de un poder central que, a su vez,
quedó minado del poder de grupos corporativos y distinciones de castas.

- Desintegración de las estructuras coloniales fueron consecuencia de las guerras


de la independencia pero también de la ideología liberal dominante, importada
de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Las élites liberales aceptaron de forma
generalizada aspectos de la concepción liberal individualista de la sociedad,
economía y de los ideales liberales de igualdad jurídica. Procedieron a abolir o
debilitar estructuras coloniales de las corporaciones y castas ya que entraban en
contradicción con los principios liberales.

 Abolición jurídica de la diferencia entre castas

 Abolición de la esclavitud concluida en 1850

En lo económico, la propiedad comunal se consideraba incompatible con la


concepción liberal individualista de la sociedad.

 División de tierras comunales (muchas en manos de los pueblos originarios) en


parcelas individuales privadas para su aprovechamiento (en este punto también
se discutirán las tierras eclesiásticas, que tampoco estaban siendo aprovechadas
por el mercado).

 Proceso de apropiación de tierras de indios y destrucción de comunidades,


culminó después de 1850.

Tres fases o períodos de la liberalización en Hispanoamérica


1- Primer período reformista (1810-1827): principalmente en el Río de La Plata, Nueva
Granada y Venezuela. Bolivia década del 20. México y Guatemala primeros años de la
década del 30. Reformas políticas, jurídicas, sociales, económicas, fiscales y
educativas.

Esta fase se puede enmarcar en cómo instaurar una autoridad legítima sin el rey como
cabeza del Estado y controlar los resabios del poder colonial, materializados en la Iglesia
y el Ejército. Por un lado era necesario construir sistemas políticos que ejercieran

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autoridad duradera, y que permitieran reconciliar la cultura política española,


conservadora, centralista, estamental con la ideología anglo francesa liberal,
constitucionalista, individualista y científica. A su vez, poder controlar a los grupos
corporativos de la sociedad hispanoamericana como la Iglesia y el ejército ya que en el
sistema español, el rey podía exigir lealtad y obediencia, pero en ausencia del rey, se
presentaba el problema de cómo se ejercería una autoridad efectiva sobre los mismos.

Las élites van a buscar crear constituciones liberales limitadas (inspiradas en los modelos
republicanos de EEUU y de la Revolución Francesa) creyendo que la sola instalación de
normativas produciría un cambio en la sociedad y el respeto hacia ellas. En este sentido,
la instalación de las primeras constituciones, sumamente liberales y progresistas fue un
fracaso porque no se pudieron adaptar a las estructuras existentes en América.

Por los fracasos que se producen, a partir de 1815 hubo una tendencia general a crear
gobiernos con poderes ejecutivos más fuertes que puedan de algún modo asegurar el
orden social para luchar contra España y, para que las economías europeas se viesen
tentadas de invertir en el país. En algunas ocasiones se llegó a plantear la instalación de
monarquías constitucionales (Argentina 1814-1818 y Chile 1818) para lograr la estabilidad
interna, pero fueron propuestas con muy poco sustento. Luego de las revoluciones
norteamericanas y francesa, el republicanismo era la única opción consensuable y que
parecía representar el futuro y no el atraso del sistema monárquico. La influencia del
liberalismo constitucional moderado europeo constituía la base intelectual de las elites
entre 1820 a 1845.

Modelos constitucionales
En el período 1819-1845 se implantaron dos tipos de constituciones: la de las Repúblicas
centralizadas parecidas a la Constitución de Cádiz (1812) y la del estado napoleónico que
defendía Simón Bolívar.

 C onstituciones de Cádiz (1812): Influencia entre los años 1820-1830. Gran Colombia
(1821), Nueva Granada (1830 y 1832), Venezuela (1830), Perú (1823 y 1828), Argentina
(1826), Uruguay (1830) y Chile (1828), México (1824). Era el tipo de constituciones
defendidas por las elites liberales y letradas, ya que representaba una aplicación de la
ideología liberal a la cultura y la sociedad española. Tenían como inspiración el escrito
que se había sancionado en esa misma ciudad, aunque la de Cádiz tenía como uno de sus
objetivos primordiales limitar el poder del rey en España; por el contrario, en América, y
luego de los fracasos de las primeras constituciones, el objetivo era reforzar el poder y la
legitimidad del ejecutivo, para intentar lograr el orden social. Sistema centralista con
adornos del constitucionalismo.

Argumentos centralistas: la gente no tenía experiencia político para adoptar un tipo de


gobierno democrático y republicano externo, las masas populares no tenían instrucción y
responsabilidad cívica. Se debía sacrificar un poco de libertad para poder tener orden y las
libertades cívicas se protegerían por la división de poderes. Establecieron el derecho a
participar en la vida política en base a la propiedad. Excepción, la Constitución federalista
de Chile (1826-1828).

 C onstituciones napoleónicas (1799 y 1802): Influencia entre los años 1820-1845. De


gran influencia entre la élite política, sobre todo militares. Simón Bolívar es su máximo
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exponente. Coincidían en el peligro de la anarquía y la inexperiencia política de las masas,


pero consideraban que mientras no se pudiera confiar en la población, había una élite lo
suficientemente amplia e ilustrada como para establecer repúblicas centralizadas.
Trataban de establecer una república de tipo paternalista (monarquía constitucional con
apariencia de república). Si bien establecían elecciones, una vez en los cargos lo estaban
sujetos a elecciones (presidente vitalicio y senado hereditario o vitalicio). En décadas de
1830 y 1840, este modelo volvió a aparecer en manos de generales, aunque fracasó
porque para muchos componentes de la élite civil, se parecía demasiado a la monarquía y
violaba principios liberales de alternancia en los cargos como medio para evitar la tiranía.

En lo que respecta a la cuestión de federalismo y centralismo, queda claro que el


liberalismo apoyaba la primera opción, ya que lo consideraban como el único camino
contra la tiranía del poder central.

2- Segundo período pesimista conservador (1830-1840): periodo de pesimismo y de


conservadurismo debido a las crisis económicas, los rebrotes de inestabilidad política
y, en algunos lugares, las reacciones sociales contra las reformas.

Durante todo el proceso desde el fin de las guerras de independencia hasta la


consolidación de los Estados modernos, aparecen en la escena social, política y
económica nuevos actores, americanos y criollos. Estos son los militares, caudillos
regionales, comerciantes y propietarios. Militarización y ruralización del poder:

Para Tulio Halperín Donghi, durante las guerras de independencia, aparecieron,


principalmente en el interior, muchos militares criollos que ganaron importancia durante
estos conflictos, mientras que las élites civiles que habían dominado en el régimen
colonial (funcionarios civiles y alto clero), sufrieron la decadencia de su poder, así como la
Iglesia sufrió la pérdida de sus recursos financieros requisados en tiempo de guerra. Por lo
que si bien en muchos sitios las élites urbanas influyeron de forma dominante en la
política nacional, los gobiernos nacionales eran débiles y su control sobre las provincias
era incompleto. Por ello las élites urbanas dirigían un aparato cuyas decisiones a menudo
podían frustrarse a nivel provincial por los propietarios y comerciantes locales
importantes. Paralelamente, durante la guerra, los lugares más golpeados y que más
riquezas y fortunas perdieron fueron las grandes ciudades (normalmente portuarias), por
lo que el interior de los territorios serían los lugares donde fue más sencillo mantener el
orden y las riquezas de los propietarios, ya que no fueron centros críticos de lucha. Esto
produce que las diferentes regiones ganen importancia y que el poder real recaiga en los
caudillos provinciales. En este sentido, Halperín sostiene que se produjo a la vez una
militarización y una ruralización del poder.

Safford amplía la interpretación de Halperín y sostiene que se puede pensar en dos


modelos de militarización de la política:

 México y Perú: países donde España deja una fuerte estructura militar y
eclesiástica. Por esto los caudillos tenían su base de apoyo en las unidades del
ejército regular y logran aliarse con la clase alta civil. En algunos casos gracias a
estas relaciones llegan a ocupar lugares de importancia y controlar el gobierno

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nacional. Se combina así la ambición individual con el interés corporativo y la


instigación de la clase alta civil.

 Provincias de Río de la Plata: los caudillos tenían su principal apoyo en la milicia


local y contaban con el respaldo de los propietarios y comerciantes de la región.
Se plantea una relación entre clientes entre caudillo y las grandes oligarquías,
basadas en acuerdos para que uno gobernase el territorio manteniendo el orden
de la región, de esta manera, la clase alta podía ocuparse de sus negocios. En
términos weberianos, se puede aplicar el concepto de dominación carismática
para los caudillos de la época, pero también por el temor y el autoritarismo que
practicaban.

Caudillos
La autoridad se encarnaba más bien en personas concretas antes que en las instituciones
formales establecidas en las constituciones. De esta manera, esta autoridad estuvo en
manos de líderes fuertes que tendían a ponerse por encima de las leyes. Eran hombres
cuya fuerza personal les permitía obtener la lealtad de un importante número de
seguidores a los cuales movilizaba para enfrentarse a la autoridad constituida o para
hacerse con el poder por medio de la violencia o la amenaza de violencia. Hasta 1840, la
mayoría de los caudillos, sobre todo en las primeras décadas de este periodo, eran líderes
militares que habían alcanzado renombre durante las guerras de la independencia. Luego
de esta fecha, este papel fue asumido en parte por hombres que habían empezado su
carrera política como civiles (abogados, periodistas, comerciantes y propietarios) y que
fueron empujados al liderazgo militar debido a la violencia política de aquel entonces.

La mayoría de los enfrentamientos luego de romper con España fueron por el control del
Estado y sus recursos, además de si el Estado debía ser centralista o federalista. Este
conflicto quedó sumergido entre 1835 y 1845 cuando las fuerzas centralistas triunfaron
definitivamente (incluye a Rosas como centralizador de poder dentro de una estructura
federalista).

En general en la región hubo una tendencia al consenso en los proyectos de


reedificación de la sociedad y en materia económica entre los grupos políticos bajo los
principios liberales. Esto se hizo aún más fuerte después de 1845, cuando la mayor parte
de Hispanoamérica se incorporó más estrechamente al sistema comercial atlántico por
lo que hubo casi unanimidad en los aspectos comerciales del liberalismo económico. La
creciente demanda europea y norteamericana de materias primas hispanoamericanas
permitió que la mayoría de estos países pudieran equilibrar su comercio con el exterior,
por lo que parecía justificada la fe económica liberal en el libre comercio.

3- Tercer período del nuevo reformismo o Nueva Generación (1840-1860) : Nueva


generación llena de optimismo y empujada por circunstancias económicas más
favorables, reemprendió el proceso de liberalización con renovado vigor.

Después de 1845 el consenso de la élite empezó a fracturarse ya que apareció una nueva
generación de políticos que se enfrentó a las personas y a la política de los que habían
ocupado el poder desde finales de la década del 20. Esta fase de renovación liberal es
principalmente fuerte en México, Nueva Granada, Venezuela y Perú. Aunque la dinámica
del periodo se puede entender como el resultado de la presión de una nueva generación
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dentro de la clase alta, el enfrentamiento también tuvo carácter de lucha de clases en


varios lugares por el nuevo origen social de la nueva generación. La composición de la
nueva generación de liberales estaba formada mayoritariamente por hombres ambiciosos
de provincia que no había participado en las guerras contra España y que más ilustradas.
Venían, por decirlo de algún modo, a terminar la tarea que se había iniciado hace décadas
en lo que respecta a la aplicación de la ciencia en la sociedad, al ataque sistemático a los
privilegios de la Iglesia y a la insistencia de la democracia social (menos en Argentina).

Empezó también a figurar otro grupo social: el de los artesanos urbanos. La expansión del
comercio exterior hispanoamericano significó la llegada masiva de productos de consumo
que amenazó con hundirlos. Perjudicados por el aumento de las importaciones que se
produjo entre 1845 y 1855.

En algunos países de Hispanoamérica la nueva generación tendió hacia la retórica


democrática (no necesariamente hacía la práctica democrática), por el contrario en
Argentina, tras el derrocamiento de Rosas en 1852, la nueva élite intelectual dominante
se inclinó hacia actitudes más conservadoras en cuanto a la democracia política por lo que
el conservadurismo se desarrolló de forma más articulada en este periodo.

Los reformadores de 1845-1870 (al igual que los liberales de los años 20), defendían
concepciones individualistas del Estado, la sociedad y la economía, fueron
constitucionalistas libertarios.

- Reclamaron las libertades individuales, también libertad de conciencia, prensa,


educación y comercio. Sistema judicial de tribunales y la abolición de la pena de
muerte, sino también que la constitución reconociera el derecho a la
insurrección.
- En la política económica y social, insistieron en el individualismo liberal y en el
ideal de la igualdad ante la ley. Buscaron racionalizar la economía de sus países de
acuerdo a las concepciones liberales decimonónicas. Se opusieron de forma
bastante dogmática a la intervención del gobierno en la economía ya fuera
mediante empresas públicas, otorgando privilegios monopolísticos a empresas
privadas o bien decretando tarifas aduaneras proteccionistas.
- Defensa de la igualdad ante la ley significó eliminar los privilegios jurídicos de la
Iglesia y el ejército. Abolición de la esclavitud y de la incorporación de las
comunidades indias en la sociedad dominante y capitalista.

Lo que caracterizó a los reformadores de 1810-1825 fue su intención de racionalizar el


sistema que habían heredado. En cambio, la generación de 1845-1870 (en Nueva
Granada, Perú y Chile) se concibió a sí misma como realizadora de una revolución. O, tal
como Echeverría prefería decir en Río de la Plata, de una «regeneración».

Al final del texto problematiza el grado en que los grupos americanos podían llamarse
partidos según las regiones.

Antes de 1870, el grado en que los grupos se podían llamar partidos variaba de una región
a otra. En general, partidos entendidos como aquellas organizaciones que reúnen
individuos de similar ideología, clase social o intereses en general, no se los puede
encontrar específicamente. En los países en los que dominaban los caudillos (Provincias

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Unidas de Río de la Plata, Bolivia o Perú), no había lugar para que se desarrollaran los
partidos cuya finalidad era ganar las elecciones. Pero, en las repúblicas donde las
elecciones jugaban un papel importante en la vida política, los partidos, entendidos como
grupos políticos organizados con el propósito de ganar las elecciones, se desarrollaron
bastante temprano (1825 Nueva Granada, 1826 México, 1830 Uruguay). Las facciones
políticas se formaban para lograr el control del gobierno y los cargos que emanaban de
ese control, lo que generaba que los individuos se adherían a los líderes o grupos políticos
que con más probabilidad les iban a recompensar. Esto implicaba vincularse a líderes o
grupos con quienes compartían un origen regional u otro tipo de conexión personal. En
este período, hay muchos grupos políticos que parecen tener como eje de su existencia
este tipo de vinculación personal, más que una consistencia ideológica, principalmente en
los grupos formados en torno a los caudillos o de otros líderes políticos dominantes. Estas
redes regionales, o de otro tipo de asociación personal, también fueron importantes para
cimentar grupos políticos conformados por convicciones ideológicas.

¿Qué puede decirse sobre las características de la diferenciación social de los grupos
políticos enfrentados? Se puede asociar a los conservadores con los tradicionales grupos
poderosos de la economía y a los liberales como las nuevas clases económicas en ascenso.

El análisis de dividir a las facciones por posición social o su función económica es


impreciso y poco claro. Sí es posible apreciar divisiones políticas donde la distribución del
poder y el status juega un importante papel. Un individuo se inclinaba a ser conservador
si, en términos sociales, ocupaba una ubicación centra que podía deberse a cuestiones de
tipo institucional, esto es haber nacido y crecido en ciudades que funcionaron como
centros administrativos o universitarias en la colonia. Tenían un ethos más aristocrático,
una jerarquía social más rígida que las ciudades provinciales de menor importancia.
También procedían de ciudades donde el poder económico estaba concentrado o bien
pertenecían a familias de propietarios o económicamente importantes. Profesionales de
la capital o provincia, a menudo eran captados por las filas conservadoras donde servían
como agentes políticos (periodistas, legisladores, etc.)

Por su parte, los liberales solían ocupar una posición social más periférica y procedían de
ciudades provinciales que en la colonia habían tenido menos importancia económica,
administrativa o cultural donde la estratificación era menos pronunciada. Se trasladaban
de las provincias a las ciudades a estudiar. Pasaron a formar parte de la élite política
gracias a su talento, más que a su nacimiento, es probable que se inclinara por las ideas
liberales de igualdad ante la ley y la capacidad individual y que no tuvieran interés en
proteger estructuras coloniales del poder y privilegio. También había comerciantes y
propietarios de posición social secundaria que se deberían ver a sí mismos luchando para
acabar con la estructura comercial oligopolista, a menudo estaban en peor situación que
los provincianos que iban a los centros a estudiar.

Dos interpretaciones sobre la inestabilidad política hispanoamericana entre 1810 y 1870:


1- Visión de los modelos culturalistas de
Richard Morse.
2- Las variables sociales y económicas de Halperín
Donghi y J. Bazant.
La visión tradicional o visión culturista: Le otorga una gran importancia a los modelos
culturales e institucionales coloniales que estaban fuertemente enraizados en américa.
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More sostiene que el peso de la tradición monárquica en la época republicana conduce a


la dictadura presidencial, a la tiranía, y que esto lleva inexorablemente a la rebelión.
Considera que esta tendencia al autoritarismo y al anarquismo son características
inherentes al legado español y que se reforzaron con las ideas liberales constitucionalistas
importadas del extranjero, el proceso de la independencia reforzaba estas tendencias.

Sitúa la clave de su explicación en el Estado patrimonial que existía en España donde los
diferentes grupos de intereses no formaron núcleos de poder autónomo sino que
dependían del Estado, el cual estaba corporizado en el poder patrimonial del rey como
fuente de patronazgo y árbitro de disputas. La organización del poder dependía del rey y
en ausencia del mismo, el sistema se deshizo. Al no existir en América grupos de intereses
económicos desarrollados que participaran en el proceso constitucional, los nuevos países
quedaron en lucha para hacerse el Estado patrimonial (imperio original fragmentado). Los
líderes hispanoamericanos del siglo XIX trataron de reconstruir la autoridad patrimonial
pero los caudillos fueron incapaces de institucionalizar su poder en una legitimidad
suprapersonal aceptada por la mayoría. (A excepción de Chile con Portales). Las ideas
constitucionalistas liberales occidentales (anglo-francés) con énfasis en la división de
poderes, controles sobre la autoridad fue una contradicción con los valores y formas de
vida que se encontraban. De esta manera, la estabilidad sólo se podía conseguir cuando
se lograra una síntesis donde el modelo tradicional dominara y los principios
constitucionales quedaran como fachada. Esto fue lo que ocurrió de manera excepcional
en Chile.

Esta interpretación tiene un par de problemas que se señalan, entre ellos que toma a la
cultura como algo demasiado estático que no tuvo modificaciones; le da poca importancia
a los que profesaron sinceramente las ideas liberales importadas de la época y, por
último, no toma en cuenta factores sociales, económicos, políticos y estructurales
geográficos.

La visión económico social estructural: Esta visión, que comparten tanto Halperin Dongui
como Safford, ligan la inestabilidad política a causas sociales y económicas.

Esta interpretación subraya la no existencia de una clase fuerte y unida dedicada a


sostener al Estado junto con una debilidad financiera de los nuevos gobiernos. La falta de
fondos hizo difícil conseguir la fidelidad del ejército. México tenía una inmensa deuda
extranjera (1920) y tuvo que escoger entre cobrar impuestos para pagar deuda
(alentando la rebelión interna), o pagar evitando una intervención externa. Halperín
atribuye la debilidad financiera de los nuevos estados en parte a las consecuencias de la
relación de Hispanoamérica con la economía atlántica y los desequilibrios mercantiles, y
sostiene que, al mismo tiempo, la burguesía urbana quedó debilitada por la invasión de
comerciantes extranjeros. Durante estos años, la escasa integración internacional en la
economía mundial evitó la aparición de una burguesía dominante que pudiese tejer
alianzas hacia el interior y el exterior del territorio para garantizar el orden. A partir de
1870, cuando la creciente demanda europea aumentó el volumen de las exportaciones y
comienza a equilibrar su balanza de pagos con el de las potencias, es posible sostener una
mayor estabilidad política, ya que eran gobiernos económicamente más fuertes.

Entre 1870-1910 se dan los años de consolidación y centralización política bajo gobiernos
de tipos seculares y modernizadores pero más o menos autoritarios y no democráticos.

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Se tendieron a poner de relieve las bases económicas del nuevo orden ya que la creciente
demanda de materias primas latinoamericanas conllevó a una afluencia de prestamos e
inversiones extranjeras en ferrocarriles, minas y sector agrícola de exportación, así como
la llegada de inmigrantes europeos. Los ingresos aduaneros suministraron recursos para
cooptar a posibles opositores con puestos en el gobierno o con concesiones o contratos.
A su vez permitió mantener un ejército nacional moderno con el que reprimir. Estos
gobiernos centrales eran más fuertes en lo fiscal y, por lo tanto, más capaces de contener
a los disidentes. Para los sectores altos de la sociedad esta etapa se caracterizaba por la
posibilidad de hacer dinero más que por la conflictividad política.

“Historia Económica de América Latina” Tomo II Economías de exportación y desarrollo


capitalista.

Capítulo: 4, desde página a 8 a 103

“La transición al capitalismo periférico”

a- Las bases de la transición

Economía atlántica y revolución industrial

La independencia de las trece colonias en 1776, la revolución industrial de Gran Bretaña,


la agitada política y las guerras europeas en período 1792-1815, constituyen tres
determinantes esenciales en la evolución del mundo colonial americano del siglo XVIII.

La Independencia de Estados Unidos, reconocida en el tratado de Versalles de 1783,


muestra una exitosa ruptura con el orden colonial; ofreciendo a su vez, un modelo de
sociedad y de instituciones, a las clases dominantes de América Latina.

La Revuelta de Haití (1791), consolidada en 1804, sigue de cerca este ejemplo


norteamericano.

En el viejo continente, por los avatares de las guerras, nos encontramos con una
metrópoli exhausta en el poderío militar y desgarrada en las confrontaciones internas.
Trafalgar (1805), mucho más que Bayona (1808), sellará la suerte de las Indias; el
aislamiento político y económico será ahora mucho más permanente que en la década
anterior.

La revolución industrial provocará transformaciones fundamentales en el comercio y en


las relaciones internacionales. Los mercados coloniales, y en particular los de América
Latina, desempeñarían un papel primordial en el consumo. El algodón, será también un
producto de la periferia: el sur de los Estados Unidos, Las Antillas, La India, etc.

Así se van configurando los elementos esenciales de una nueva división internacional del
trabajo, que tendrá como centro neurálgico a la industria británica.

Estos aspectos, exigirán todavía dos componentes que aparecen más tarde: la industria
del free trade, después de 1846 y la influencia masiva de inversiones a los países de la
periferia.

El auge americano del siglo XVIII


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Para América latina en su conjunto, la segunda mitad del siglo XVIII es una época de
prosperidad general, observándose en: el crecimiento de la población, la expansión de la
producción y el comercio, sobre todo en las áreas periféricas: el norte de México, la
Florida y Louisiana, el Río de la Plata, el sur de Chile, ciertas regiones de Nueva Granada y
Venezuela. La vocación de las economías coloniales tiene ahora, a través de un tráfico
cada vez más diversificado, de muchos más puertos y rutas, un abanico de posibilidades
insospechadas.

Los reajustes imperiales que acompañaron a este auge económico se conocen, con el
nombre de reformas borbónicas y reformas pombalinas.

El propio marqués de Pombal hablará, años más tarde, de un Portugal reducido a una
estrecha dependencia de Inglaterra sin los inconvenientes de la conquista militar. Los
Borbones en cambio estuvieron animados sólo por la ambición de renovar estructuras
administrativas vetustas e ineficientes sino también por la idea de conservar y
engrandecer el imperio, frente a las ambiciones inglesas.

La conclusión a la que derivan estudios complejos indican que, a pesar de los intentos
reformistas, estos acabaron fracasando, ya en la última década del siglo, trayendo
además, aparejado, los odios y rencores que los grupos sociales implicados, difícilmente
llegarían a olvidar después.

John Lynch ha propuesto una hipótesis estimulante, que ha sido retomada por autores
como Brading y Bakewell: “La reformas borbónicas habrían implicado la segunda
conquista de América”.

El gobierno colonial consistía, en realidad, en un verdadero compromiso entre la


soberanía imperial y los intereses de los colonos. En esta perspectiva las reformas
borbónicas pueden verse entonces como un supremo esfuerzo español por reencontrar el
camino de la prosperidad a costa de las colonias.

Las bases estructurales que impulsan a todos los países latinoamericanos, durante el siglo
XIX, a integrarse al mercado mundial como productores de materias primas, resultarían
mucho más un legado de los reajustes imperiales del siglo XVIII que de la siglo XVIII que
de la situación colonial anterior.

El progreso de cambio social: características básicas

La transición al nuevo orden colonial quedará completada, en casi todos los países
latinoamericanos, hacia fines del siglo XIX.

En el proceso de vinculación al mercado mundial se distinguen dos fases diferentes. La


primera se extiende desde la independencia hasta mediados del siglo XIX y se caracteriza
por la apertura al libre comercio, la entrada masiva de manufacturas británicas y la
pérdida, de la masa de metal precioso circulante.

En estas condiciones sólo fueron viables unos pocos: con la afluencia masiva de capitales
extranjeros que se invierten en obras de infraestructura y en empréstitos a los gobiernos;
y una fuerte demanda, en los países industrializados, para los productores primarios.

El proceso de transición puede caracterizarse como un conjunto de cambios a nivel de la


economía y la sociedad nacionales, exigidas para hacer posible la expansión en gran

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escala de las actividades exportadoras. Estas Transformaciones se efectuaron a través de


tres procesos básicos: la abolición de la esclavitud, la reforma liberal y la colonización de
áreas vacías.

En los países con poblaciones indígenas densas el proceso de reforma liberal girará sobre
todo en torno a la cuestión de la tierra.

Los casos de colonización en un área vacía se definirán ante todo por la necesidad de la
inmigración masiva.

B) LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD

Nos limitaremos a aquellas regiones que tuvieron en la esclavitud negra el fundamento de


las relaciones de producción.

1-LA DISOLUCIÓN DEL SISTEMA ESCLAVISTA: FACTORES CENTRALES

Fernando Henrique Cardoso define en tres puntos los límites de la elasticidad del
esclavismo americano

1. Que la trata negra pueda seguir efectuándose, para que el mercado de mano de
obra sea abastecido adecuadamente y a precios aceptables;

2. Coyunturas económicas que propician grandes ganancias sin que se necesite


cambiar las estructuras productivas,

3. Que no se ejerza la competencia de una producción cuya mano de obra sea libre,
asalariada: al desarrollarse, el capitalismo lleva a la destrucción del sistema
esclavista.

Podemos tomar a Max Weber, y a, anteriormente a esté, Karl Marx una base para nuestro
análisis.

a- Teniendo en cuenta las características del movimiento demográfico natural, resulta


lógico considerar que la abolición de la trata, a la larga, asestaría un golpe irremediable al
esclavismo americano.

El punto de vista tradicional es el de Ragatz y de Eric Williams, o sea la tesis que vincula el
fin de la trata y posteriormente el fin de la esclavitud.

Con la revolución industrial, el mercado inglés pasó a ser cada vez más amplio, con
tendencia a abarcar el mundo entero.

Los intereses industriales ascendentes pasaron a combatir el mercantilismo en todas sus


formas, chocando con los privilegios monopolistas antillanos y con el esclavismo colonial
en su conjunto. Este contexto histórico global explicaría el éxito, en 1807, del movimiento
abolicionista de la trata.

Seymour Drescher lanzó un ataque demoledor contra ella, aunque limitándose a la etapa
de la abolición de la trata. Apoyándose en curvas y cuadros estadísticas elocuentes,
demostró: 1- que los intercambios entre la Gran Bretaña y las Antillas, aumento mucho en
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los siglos XVIII; 2- el valor de la propiedad y de la producción esclavistas, aumentó


sustancialmente; 3- el comercio de esclavos, llegó a su auge en vísperas de la abolición de
la trata; 4- el algodón bruto antillano fue más importante en las importaciones británicas
que el norteamericano; 5- la producción y el comercio azucarero del Caribe británico
conocieron su apogeo en 1788-1815, ampliando Gran Bretaña su potencial esclavista con
nuevas conquistas coloniales (1793-1806)

Drescher busca las causas de la abolición de la trata en los argumentos mismos de los
debates parlamentarios británicos al respecto, entre 1788 y 1806.

No cabe duda de que el trabajo de Drescher constituye una respuesta adecuada a la


demostración economicista que Williams ofreció a sus tesis. Pero, nos parece, con todo,
que el autor comparte la incapacidad demostrada por la escuela econométrica
norteamericana en todos sus trabajos históricos, de vislumbrar un proceso en toda su
amplitud.

La trata británica fue abolida en1807, y desde entonces la Gran Bretaña pasó a ejercer
presiones sobre las demás potencias, y después sobre los nuevos países americanos para
que hicieran lo mismo. Las presiones variaron desde la diplomacia hasta el envío de la
flota británica a patrullar las costas de África.

Es cierto, también, que si bien la presión británica fue una variable central, otras
intervinieron en cada país que abolió la trata, por lo que el proceso de abolición del
comercio de esclavos pudo ser diferente en cada caso.

En Brasil, una de las soluciones intentadas después del cierre de la trata africana hacia ese
país en 1850 fue la compra de esclavos de las provincias entonces menos prósperas del
norte y del nordeste por los exitosos hacendados de café.

b- La segunda condición de supervivencia mencionada por F.H. Cardoso apunta


hacia las características de “despilfarro” e “irracionalidad” del sistema esclavista, y la
imposibilidad de racionalizar una economía sin abolirlo previamente.

Sea como fuera, se ha exagerado la imposibilidad de efectuar cambios técnicos y


organizacionales en una economía esclavista de tipo colonial.

c- LO ESENCIAL, es aquí, la afirmación de que el desarrollo del capitalismo lleva a la


destrucción del esclavismo de tipo colonial. Pero tendremos ocasión de verificar que el
fin de la esclavitud no significó necesariamente el triunfo del trabajo asalariado.

Este “desarrollo del capitalismo” debe entenderse de dos maneras diferentes, si bien
ligadas entre sí. Por una parte, tenemos la constitución fuera de América de un núcleo
capitalista dominante.

Por otra parte, en el interior de los países de América, el siglo XIX vio el desarrollo gradual
de sectores económicos progresivos, “modernos”, que terminaron por chocar con las
estructuras esclavistas.

Así, en los Estados Unidos la abolición resultó fundamentalmente del juego de las
contradicciones internas; en el Caribe Británico, francés y holandés fue, en lo esencial,
impuesta por las metrópolis; en Brasil y en Cuba, podemos recibir el equilibrio de ambos
tipos de factores en el proceso de destrucción del esclavismo.

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2-DIFERENTES TIPOS DE PROCESOS DE ABOLICIÓN DEL ESCLAVISMO:

Las notables diferencias entre los procesos de abolición de la esclavitud no se explican por
distintos sistemas esclavistas, sino por los grados de dependencia política y vulnerabilidad
a presiones externas, por la evolución interna y externa de las estructuras económicas,
por las coyunturas locales e internacionales.

Podemos distinguir –dejando de lado el caso norteamericano que no nos interesa abordar
aquí- tres tipos fundamentales de procesos abolicionistas de la esclavitud americana.

a- En un caso únicamente –Haití- el fin de la esclavitud resultó directamente de una


revolución social y nacional, entre 1790 y 1804; pero en Haití la abolición e independencia
no significaron, un pasaje al capitalismo dependiente: en un país aislado en que se
mantuvieron por mucho tiempo las estructuras económicas y sociales extremadamente
arcaicas.

b- Una segunda forma de abolición puede ser encontrada en el Caribe Británico,


francés y holandés (Antillas y Guyanas). El fin de la esclavitud fue ahí impuesto a
territorios todavía coloniales por las metrópolis respectivas, que vivían todos sus procesos
de advenimiento o consolidación del capitalismo.

c- Finalmente, en Cuba y en Brasil la abolición fue un proceso muy lento, vinculado a


la vez a las presiones británicas contra la trata, y a la pérdida gradual de importancia y
viabilidad del sistema esclavista.

3.-EL MERCADO DE MANO DE OBRA DESPUÉS DE LA ABOLICIÓN

La abolición de la esclavitud ocurrió en fechas a veces separadas por un largo tiempo: más
de cuarenta años separan al inicio de la revolución haitiana de la abolición del Caribe
Británico, y esta se dio cincuenta años antes de que se produjera la abolición en Brasil.

La disolución del sistema esclavista en diversos países americanos muestra sin embargo
algunas similitudes notables.

a-Primera similitud: En todos los países o colonias, el fin de la esclavitud fue seguido por
una tendencia a la expansión de la economía campesina.

La expansión de un campesinado negro asumió formas diversas. En Haití, esta tendencia


chocó con los intereses de la clase dominante negra y mulata, de crear grandes
propiedades con mano de obra dependiente.

En todo el Caribe es posible verificar la expansión de un campesinado negro


“reconstituido”, en la expresión de Mintz. En las Antillas y Guayana británicas, con
frecuencia un gran número de ex esclavos juntaban sus parcos recursos para comprar en
conjunto una plantación arruinada.

La En Brasil, la tendencia a la expansión campesina fue limitada por el monopolio sobre la


propiedad de la tierra ejercido por la clase dominante rural, apoyada en las disposiciones
de la ley de 1850, que entre otras cosas volvía difícil el acceso a los terrenos baldíos.
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b-Segunda similitud: En todos los casos, la esclavitud no cedió lugar predominantemente


al trabajo asalariado, sino sobre todo a formas que implicaban grados variables de
dependencia personal como por ejemplo: aparcería, arrendamiento.

En el Caribe británico, fue la aparcería la forma de contrato de trabajo predominante,


juntamente con acuerdos entre plantadores y campesinos negros para que estos
plantasen caña.

En Haití, el sistema de trabajo en las plantaciones bajo Toussaint-Louverture, en las


haciendas públicas de la época de Dessalines, y tal como lo definía el código rural de
1826, no era mucho mejor que la esclavitud. Lo mismo podríamos decir del sistema de
patronato cubano.

En el nordeste de Brasil, ya antes de la abolición, con la exportación creciente de esclavos


hacia el sur, formas de arreglo de trabajadores dependientes no propietarios con los
dueños de los ingenios de azúcar se hicieron importantes, preparando el sistema de
trabajo al que los ex esclavos se incorporarían después de 1888.

c-Tercera similitud. Los ex esclavos fueron abandonados a su suerte. Cuando, como en


Brasil, existía otro tipo de movimiento que pretendía lograr una verdadera integración de
la población de color en la comunidad nacional, sencillamente no prevaleció.

*Evidentemente la esclavitud no había preparado a la población negra para una eventual


competencia con trabajadores más calificados. Así que, cuando la competencia se
planteó, causo un grado variable, pero importante en todos los casos, de desempleo,
subempleo, y marginalidad de los ex-esclavos, que tendieron con frecuencia a
concentrarse en barricadas cercana a los centros urbanos.

C- EL SIGNIFICADO ECONÓMICO DE LAS REFORMAS LIBERALES:

El proceso político de la reforma liberal, llamada a veces “organización nacional”,


caracteriza la fase de consolidaciónde los estados nacionales.

NUESTRA HIPÓTESIS es que, en un grupo de naciones latinoamericanas, es a través de


este proceso de reforma liberal que se opera definitivamente la transición al capitalismo
dependiente.

1-Caracterización general:

La primera constatación que resulta, al comparar las economías de Hispanoamérica con


las de Brasil y el Caribe, es la de su relativa heterogeneidad.

La constatación de un mercado de tierras connota todos los problemas básicos de la


transición en los casos que nos ocupan.

Esto implica que antes de la reforma existieron grandes extensiones de territorio.

La llamada desamortización consistirá en volcar esos bienes inmuebles a la circulación


económica.

La constitución de un verdadero mercado de tierras fue un proceso generalmente


violento. La Iglesia logró estructurar, en muchos casos, una sólida resistencia
conservadora, pero la mayoría de las veces fue vencida en un plazo corto.

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Una consecuencia mayor de los cambios en la estructura agraria fue la formación de un


mercado de trabajo adaptado a las necesidades de la economía de exportación. Pero el
asalariado típico, el proletariado completamente desposeído de medios de producción no
fue, en la América latina del siglo XIX, la forma de trabajo predominante.

El asentamiento de colonos europeos fue una meta perseguida por todos los gobiernos
de la época.

Su significación es importante, en cambio, desde el punto de vista empresaria ya que los


inmigrantes cumplieron un rol descollante como activos promotores de las actividades
agrícolas y comerciales de exportación, las artesanías urbanas, la educación, etc.

2-LOS TIPOS BÁSICOS DE REFORMA LIBERAL:

Pueden clasificarse según el grado de predominio alcanzado por la propiedad privada de


la tierra hacia fines del siglo XIX.

Podemos distinguir dos situaciones fundamentales: 1)una, en la cual esas formas


comunales son eliminadas casi por completo al punto que de persistir no constituyen un
sector clave para el funcionamiento de la economía de exportación como lo es el caso de
México, El Salvador, Colombia, Venezuela y Chile; 2)otra, en la cual las comunidades
subsisten masivamente articuladas a la expansión del sector exportador: Ecuador, Perú,
Bolivia y Guatemala.

MÉXICO: El monopolio comercial, la concentración de poder político y económico en la


ciudad de México, fueron borrados, durante las guerras de independencia y las luchas
subsiguientes.

Tres décadas posteriores, se denota la persistencia mediocre de prácticas y rasgos


heredados de la colonia, dado la imposibilidad de haber logrado un poder central lo
suficientemente fuerte como para intentar cambios radicales. Estas cuestiones acabaron
produciendo la fragmentación del país en múltiples economías regionales poco
significativas.

México poseía un sistema financiero arcaico, basado en la usura y el agiotismo,


practicadas por comerciantes y la Iglesia; siendo esta última, aún, rica.

Durante el proceso de reformas liberales –digamos entre 1854 y 1862 y después del
interludio imperial los años 1867 a 1876-, el liberalismo adquirió un carácter de clase
bastante definido: era el instrumento eficiente de una transformación de la sociedad
mexicana según los intereses de algunas clases dominantes: la burguesía agraria, minera,
comercial y ferrocarrilera (pero no así industrial).

Desde el punto de vista económico, lo esencial de la reforma liberal mexicana está


constituido por las medidas y procesos siguientes: 1-la ley Lerdo completada por la ley de
nacionalización de los bienes del clero, como instrumentos de disolución y apropiación
del patrimonio eclesiástico y del de las comunidades indígenas. 2- la intensificación en la
construcción de ferrocarriles 3- una serie de medidas financieras parcialmente eficaces; 4-
los intentos en el sentido de reanimar la minería; 5- establecimiento de un sistema de
estadísticas públicas., etc.
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En lo concerniente a las medidas agrarias –venta de las tierras eclesiásticas-, puede


afirmarse que en todas partes fortalecieron el latifundio, y generaron la expropiación de
tierras indígenas privadas junto con parcelas comunales.

El Salvador: La expansión del añil en El Salvador, desde época colonial, fue un proceso
lento, que pudo combinarse con la producción de subsistencia de las comunidades
indígenas posteriormente ladinizadas.

Como la grana, el añil conoció desde mediados del siglo pasado los efectos de la
competencia (en este caso, de las Indias occidentales) y del descubrimiento de colorantes
químicos. La crisis del añil sin embargo, parece haber sido más lenta agudizándose recién
en 1879-1882.

En lo que refiere al cultivo del café, se observa que, el verdadero “despegue” de la


industria cafetalera salvadoreña, se dio entre 1864 y 1880. Pero hay indicios de que desde
los años 1850, los propietarios de fincas añileras importantes estaban convirtiéndose en
cafetaleros.

Las tierras adecuadas para el café estaban situadas en los altiplanos centrales, justamente
la zona más poblada del país, cubierta de pueblos y aldeas que poseían tierras comunales
y ejidos. Esto limitaba la oferta de mano de obra y de tierra para el café, y como en
Guatemala, sólo una decidida y drástica fase de reformas liberales pudo remover tales
obstáculos.

Como en Guatemala, las tierras y otros bienes eclesiásticos fueron confiscados; pero la
Iglesia salvadoreña no era poseedora de grandes extensiones de tierra.

Desde las leyes de 1881 y 1882, el acceso a la tierra se volvió casi imposible para los miles
y miles de campesinos desposeídos lanzados al mercado del trabajo. La abolición de
ejidos y comunales les fue acompañada de leyes que trataban de controlar a los
campesinos, expulsados de tierras ocupadas sin título de propiedad y forzándolos a
cumplir con sus trabajos en las fincas que los empleaban.

Colombia: Entre 1847 y 1854 ocurre la primera fase de la reforma liberal colombiana. La
abolición de la esclavitud (1851), de los diezmos y los censos (1850) y de los resguardos
indígenas (1850) constituyeron las medidas fundamentales.

La expropiación de las tierras comunales de los indígenas proveyó en seguida la fuerza de


trabajo necesaria. La concentración de la propiedad terrateniente se completa con la
desamortización de las tierras de la Iglesia.

Aunque no existe ningún estudio detallado sobre este proceso puede afirmarse que
benefició básicamente a comerciantes y terratenientes.

Las continuas guerras civiles dominan la historia de Colombia, contribuyendo a la


concentración de la propiedad de la tierra, ya que aparte de los secuestros de bienes, la
deuda pública, cada vez más grande, sólo podía solventarse con la venta de terrenos
baldíos.

La Constitución de 1886 opta por un Estado centralizado y un modelo liberal matizado.

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Venezuela: En el caso de este país las guerras de independencia contribuyeron a generar


una secuela de vastas destrucciones. La ruina afectó no sólo a las plantaciones de la costa
sino también a la ganadería de los llanos.

En medio de estas convulsiones se delinea cada vez con más claridad la consolidación del
latifundio.

En la década de 1830 el gobierno conservador de Páez disfruta de la prosperidad


económica derivada de las exportaciones de café, y en menor grado del cacao, el azúcar y
la ganadería.

Pero entre 1842-1844, el derrumbe de los precios del café precipitó la crisis de muchos
hacendados, reveló lo efímero de un desarrollo basado en la reconstrucción de los
patrones coloniales.

En el año 1870, con el triunfo de Guzmán Blanco, el estado liberal se consolida. El “ilustre
americano” logra instaurar un sólido poder oligárquico basado en la alianza con caudillos
regionales, que tenía sus principales engranajes en subsidios del gobierno central,
derivado del monopolio estatal de las minas y un programa de obras públicas que
acentuó la dependencia ante el gobierno nacional.

El progreso material se afianza con la prosperidad de las exportaciones en los años


18721875 y con la afluencia de capital extranjero a partir de 1880. Se extienden los
telégrafos, se inaugura el ferrocarril.

Chile: Se observa que la configuración de la propiedad de la tierra se produce durante la


época colonial en la zona central.

El único cambio importante que se denota en esta región, se denota en la expulsión de los
jesuitas en 1767. Ellos eran los mayores terratenientes en Chile y sus propiedades
pasaron, con el tiempo, al dominio privado.

El inquilinaje, que se extiende ampliamente en el siglo XVIII, resulta de una evolución de


la encomienda de servicios y de la esclavitud indígena.

La independencia no modifica esta estructura agraria; sólo consagra la hegemonía de los


terratenientes criollos.

Las medidas liberales no tienen un gran significado en cuanto a cambios importantes en la


estructura agraria.

Perú: Los veinte años que siguen a la independencia se caracterizan por la ruptura de las
articulaciones básicas de la economía colonial, el fracaso de la Confederación
Peruanoboliviana (derrota frente a Chile en 1839), y una postración económica.

Lo más parecido a un proceso de reforma liberal que conoció Perú del siglo XIX fueron las
políticas aplicadas bajo la égida del mariscal Ramon Castilla (1845-1862). En medio de las
guerras civiles de los años 1854-1856, Castilla suprime los mayorazgos y los fueros de la
Iglesia, pone fin a la esclavitud y elimina el tributo indígena. En la visión de los liberales
limeños estas medidas acabarían con las persistentes estructuras coloniales, pero, el
resultado concreto difirió profundamente de esos propósitos.

Bolivia: La independencia sellada por Sucre en 1825 fue en el alto Perú más que en
ningún otro lado el resultado directo de la expedición libertadora. En los tres años que el
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mariscal Sucre intenta aplicar un amplio programa de reformas liberales. Los cambios sólo
tienen efecto duradero en el ámbito de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En 1825
se confiscan las propiedades del clero regular, se suprimen las cofradías, las capellanías y
sacristías.

En el proceso de cambio agrario durante la segunda mitad del siglo XIX, Melgarejo,
decreta en 1866 la compra obligatoria de las tierras comunales, pasado un plazo estás
entrarán a remate público. El despojo de los indios es notable sobre todo en La Paz, pero
acaba produciendo una insurrección masiva que termina con el gobierno de Melgarejo. A
partir de entonces la estrategia terrateniente cambia, nos encontramos con la expansión
de las haciendas y la expropiación parcial de las comunidades, constituyéndose, en
consecuencia un requisito esencial para la articulación entre los intereses terratenientes y
mineros.

Ecuador: La reforma liberal ecuatoriana es, como proceso político, el más largo de toda

La historia de América latina. Desde el intento de Vicente Rocafuerte (1834-1839) hasta la


era de Eloy Alfaro (1895-1911) se escalonan un período reformista a mediados del siglo
(manumisión de los esclavos, supresión del tributo indígena, Código civil) y una férrea
ofensiva conservadora que culmina en la autocracia de García Moreno (1859-1875). El
norme poder de la Iglesia constituirá el problema fundamental de la reforma ecuatoriana.

La expropiación de las tierras de la Iglesia tuvo, como efecto adicional, una liberación
progresiva de la mano de obra.

Guatemala: Después del fracaso de la Federación centroamericana y su intento liberal


(1839), el régimen conservador de Rafael Carrera y posteriormente de Vicente Cerna
estuvo basado en una alianza de los burócratas y comerciantes de la capital, la Iglesia y
una masa rural numerosa dedicada al cultivo del nopal y a la explotación de la grana o
cochinilla, cuyo auge fue alcanzado en 1854, y cuya zona de producción se extendía sobre
todo en los alrededores de la capital.

En la época del primer intento liberal, algunos cafetales se habían plantado en Santa
Lucía,
Escuintla, Zacapa y Antigua. La Sociedad económica de los amigos del país hizo mucho por
la difusión del producto y de las técnicas necesarias para su cultivo y beneficio, las cuales
eran al principio absolutamente desconocidas.

Los tres procesos que cambiaron el sistema de tendencia de la tierra en un sentido


favorable a la expansión del café, y que constituyen la llamada reforma agraria liberal,
son: 1-la nacionalización de las propiedades eclesiásticas; 2- la abolición del censo
enfitéutico; 3-la política de venta y distribución de baldíos.

La revolución liberal trató de dotar a Guatemala de un sistema financiero moderno. El


diezmo eclesiástico fue abolido. Los bienes de la Iglesia, confiscados en 1873, sirvieron de
respaldo a la creación de un banco nacional que acabo fracasando, y otorgando su
espacio vació a los bancos privados.

El Código Civil (1877) reglamentó los préstamos hipotecarios sobre las tierras y volvió
obligatorio el registro público de propiedades e hipotecas.

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El sistema de ferrocarriles, empezado con capitales nacionales y tecnología foránea,


terminó bajo el control total de capitales norteamericanos (proceso que se completó en
1912).

D-LA COLONIZACIÓN EN ÁREAS VACÍAS: La transición al capitalismo dependiente se


produce a través de un proceso de colonización en una región vacía que, durante el auge
exportador, adquirirá un rol dominante en el conjunto de la economía nacional.

LOS TIPOS BÁSICOS DE COLONIZACIÓN:

Argentina: la región pampeana: La economía del virreinato del Río de La Plata tenía dos
centros de gravedad: el alto Perú, y Bueno Aires.

La hegemonía económica y política del litoral argentino comenzó con la creación misma
del virreinato en 1776, pero adquirió forma definitiva hacia fines del siglo XIX cuando el
ferrocarril integró las economías del interior en un verdadero mercado nacional.

Se denotan en esta región dos procesos de expansión, que implicaron un avance


creciente de la frontera sur y el oeste de la pampa. La primera expansión, notoria en los
años 1820, culmina con la campaña al desierto de Rosas en 1833.

La segunda expansión, vinculado al ovino, culmina con la campaña al desierto de Roca en


1879 y el extermino de los indios.

Puede afirmarse que entre 1820 y 1830 se constituyen las principales fortunas
terratenientes de la campaña de Buenos Aires.

La inmigración europea cobrará auge recién hacia 1880. En una primera fase, iniciada
hacia 1840, arriban cantidades moderadas de inmigrantes.

El gran propietario ganadero procedió a ceder parcelas de campo a los colonos


inmigrantes, a través de un contrato de arrendamiento o aparcería.

El modelo de asociación entre agricultura y ganadería permitió, por la abundancia y


fertilidad de las tierras, una expansión sin precedentes de los saldos exportables de
cereales y lino, por una parte, y de productos ganaderos por otra. Conservó la hegemonía
del sector terrateniente y determinó un desarrollo agrícola caracterizado por escasas
inversiones.

La afluencia de capital extranjero, particularmente británico fue esencial en este proceso


de expansión agrícola.

El ferrocarril integró definitivamente las economías del interior en un verdadero mercado


nacional. La hegemonía política de los terratenientes de Buenos Aires se asentó entonces
sobre bases más duraderas, con un poder que a escala nacional implicó acuerdos con las
oligarquías provinciales.

Uruguay: Hasta 1811, la Banda Oriental era una inmensa estancia ganadera que giraba en
torno al puerto de Montevideo.

Logró la independencia en 1828.


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Artigas promovió una “verdadera reforma agraria”. En el “Reglamento provisorio”,


redactado en 1815, se promovía la colonización disponiendo la adjudicación de los
terrenos disponibles.

Recién bajo el gobierno del coronel Latorre (1875-1880) se logra cierta estabilidad
institucional que no acabará de completarse hasta 1904.

La apropiación efectiva del suelo ocurrirá, después de la guerra Grande, con la difusión
del alambrado, y alcanzará su ritmo más intenso después de 1871.

Con la penetración creciente del capital británico, muy notoria después de 1870 se
enlazan: terratenientes y comerciantes, puerto y campaña, Londres y Montevideo, en un
círculo estrecho, que puede considerarse completo con la aparición del frigorífico hacia
fines del siglo XIX.

La inmigración europea jugó un papel preponderante en la configuración del Uruguay.

Muchos se integraron a las faenas ganaderas (sobre todo a la cría del ovino) y acabaron
formando parte de la clase terrateniente.

Brasil: Sao Pablo y Amazonia: La crisis final del sistema esclavista coincidió, con la
decadencia de las plantaciones de café en el valle de Paraíba.

Zona de frontera por largos siglos, las famosas Bandeiras cedían ahora el paso al frente
pionero de la agricultura de exportación, que penetraba primero por el sur del valle del
Paraíba y desde mediados del siglo XIX ganaba el interior de la región paulista.

La región paulista ofrecía condiciones ideales para el desarrollo de una agricultura de


exportación de carácter intensivo.

A pesar de la ley de tierras de 1850, el predominio de la gran propiedad fueron datos


constantes en todas las regiones del país durante este período.

En realidad la política agraria oficial fue siempre funcional a los intereses de los
terratenientes y comerciantes.

La expansión cafetalera requirió, en cuanto a la mano de obra, del aporte inmigratorio. El


período de llegadas más intensivo se sitúa entre 1885 y 1900, con un promedio anual de
casi 100.000 personas.

El grueso de la migración fue aportada por la Europa mediterránea.

La masa de pioneros no tenía otra alternativa que establecer un contrato más corriente
que establecía una relación de “colonato”. El colono recibía la autorización para efectuar
cultivos de subsistencia.

En muchos aspectos la expansión paulista resulta comparable a la región pampeana. Pero


al considerar el impacto de ambos procesos de colonización en la sociedad global las
diferencias son notorias.

En Brasil, por ejemplo, los ferrocarriles paulista tuvieron un rol limitado a su región, y
Brasil no dispuso de una red ferroviaria de alcance nacional como en la Argentina.

Las inmensas reservas brasileñas de seringueiras resultaron económicamente atractivas


desde que hubo utilizaciones industriales del caucho en gran escala.

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La selva amazónica constituyó, en esta época, una pujante zona de frontera.

La organización económica de la recolección del látex era primitiva como la técnica


empleada.

El agotamiento de las reservas y la competencia de las plantaciones de Ceylán y Singapur


llevaron la producción brasileña de caucho al colapso.

En suma, debido a factores geográficos e históricos, la colonización paulista tuvo, en el


contexto brasileño global, un impacto moderado.

Colombia: la colonización antioqueña El occidente colombiano será modificada


profundamente a lo largo de los siglos XIX Y XX por la colonización antioqueña.

Antioquia era una provincia aislada, poco poblada, donde dominaban la agricultura de
subsistencia y la extracción de oro.

Los patrones coloniales eran aquí dominantes: grandes haciendas con mano de obra servil
en el altiplano; minas y haciendas trabajadas por esclavos en el sur.

Hacia 1880-1890 la colonización agrícola avanzaba en función de la expansión de un


cultivo comercial: el café.

La colonización antioqueña generó un paisaje agrario peculiar, extraño en el contexto


colombiano global, pero que incidirá notablemente en la evolución del país.

La región antioqueña se convirtió, a través de un fenómeno intenso de colonización


interna, en una pujante región cafetera, que concentro muy pronto la industria incipiente.

La masiva influencia de inversiones extranjeras (1910-1930), localizada en ferrocarriles,


bancos y empréstitos, contribuirá también a esa relativa unificación del país.

Costa Rica: Alcanzó la independencia, con el resto de Centroamérica (1821), como una
zona casi vacía.

La expansión del cultivo de café permitió asegurar, desde la década de 1830, una rápida y
temprana integración al mercado mundial. La agricultura de exportación se desarrolla a
través de un lento proceso de ocupación de nuevas tierras.

El aporte poblacional europeo, se redujo, a un puñado de empresarios y comerciantes


que llegarían a dominar, precisamente, en los negocios del café.

Hubo tres mecanismos básicos en la conformación de la propiedad territorial: la


disolución de ejidos y comunales de los pueblos criollos y de las poquísimas comunidades
indígenas; la apropiación de baldíos, y las compraventas de terrenos en la zona de
colonización más antigua.

El rasgo más notorio de la estructura agraria generada por el café es la ausencia de


concentración en la propiedad de la tierra.

En resumen, en el caso de Costa Rica las transformaciones por el auge cafetalero se


dieron de forma paulatina.

E-OCUPACIÓN EXTRANJERA Y ECONOMÍAS DE ENCLAVE:


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Puerto Rico pasa, sin interrupción, de una situación colonial a otra. España cede la isla a
los Estados Unidos por el tratado de París (1898). El auge agro-exportador vendrá después
de la anexión y estará centrado en el azúcar.

La evolución de la República Dominicana es rica en vicisitudes. La Revolución Haitiana


arrastró a la pobre y estancada colonia española, convirtiéndola en campo de batalla y
tierra ocupada hasta 1844.

La agricultura de subsistencia retrocedió sustancialmente y aparecieron trabajadores


migrantes de Haití y de otras Antillas; la subida de precios de los alimentos fue otro
corolario, que mostró los primeros signos de la implantación del monocultivo. El azúcar
originó fuertes vínculos comerciales y financieros con Estados Unidos.

La ocupación militar de norteamericana estuvo lejos de limitarse a la República


Dominicana. La vecina Haití, atrasada, superpoblada, escasamente integrada al mercado
mundial y políticamente inestable, soportó los marines entre 1915 y 1934. Nicaragua, por
su parte, conoció una reforma liberal tardía y frustrada.

Las ocupaciones norteamericanas tuvieron en estos tres países efectos parecidos:


reorganización de la administración y las finanzas públicas; aseguraron importantes
ventajas para los inversionistas extranjeros; formaron cuerpos militares que
proporcionaron, al terminar la ocupación, no sólo la garantía del orden interno, sino
también en la base de sustentación del poder político.

El caso de Honduras es muy diferente. Este país no se integró plenamente al mercado


mundial sino hasta los últimos años del siglo XIX, a través de enclaves mineros y
bananeros, controlados por poderosas compañías extranjeras.

Panamá ilustra una situación especialísima: la de una economía estructurada, desde los
tiempos coloniales, en función del tránsito. Es, la “zona” constituida en un enclave
comercial y militar de importancia vital para Estados Unidos.

La historia de Paraguay está dominada por un aislamiento plurisecular con la


independencia (1811) no interrumpida.

La larga dictadura del doctor Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) se caracterizó por
el aislamiento total del país.

Las cuantiosas tierras del Estado fueron arrendadas y el comercio exterior convertido en
monopolio estatal; la exigua burguesía mercantil de Asunción, diezmada; se entiende así
que los pocos observadores de la época caractericen a la sociedad.

Los astilleros, que existían desde 1545, fueron, por ejemplo y sin embargo, reactivados en
1854. Entre 1861 y 1865 se tendieron las líneas del ferrocarril Asunción-Paraguarí (72km).
Por la misma época se tendieron líneas telegráficas. La tecnología utilizada en la
metalurgia combinaba el trabajo artesanal con procedimientos más modernos. La
carencia de personal adecuado y relaciones difíciles entre los técnicos extranjeros y los
empleados paraguayos constituyeron problemas permanentes.

La guerra de la Triple Alianza (1865-1870) no sólo puso fin a esta fase de progreso
material; arrasó el país entero reduciendo su población de más de un millón de escasos
300.000 habitantes. Así, el Paraguay desapareció como potencia con alguna gravitación.
El Paraguay post-bélico asistió a una privatización masiva de las tierras públicas.

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F- CONCLUSIÓN: ¿UN PROCESO DE ACUMULACIÓN PRIMITIVA DE CAPITAL?

Hemos estudiado los diferentes casos de transición al capitalismo periférico en función de


ciertas variables.

Podemos decir entonces que, la transición al capitalismo periférico plenamente


caracterizada se dio allí donde una clase dominante emergente (o fracciones
“progresivas” de la clase dominante), potencialmente capaz de organizar alrededor suyo
una economía nacional más dinámica para responder a las demandas crecientes de
productos primarios en el mercado mundial, pudo romper previamente la resistencia de
estructuras, intereses y actitudes heredados de la colonia, o fue capaz de controlar un
proceso de poblamiento y ocupación agrícola de una región vacía.

Aunque la ideología liberal y las nuevas instituciones aparecen como una importación de
ideas y de instituciones similares de Europa o los Estados Unidos, no existe sino una
similitud formal entre los procesos liberales europeo y latinoamericano.

Las propuestas de construir un Estado liberal, generó en Am Lat ideas políticas que
acaban diferenciándose con las prácticas reales que se oponen a las primeras de manera
tajante.

La transición significó, desde el punto de vista económico, un reordenamiento profundo


de las estructuras de cada país, para adecuarlas a las necesidades y a la visión del mundo
de los sectores dinámicos de las clases dominantes; en el complejo y difícil camino de
organizar la producción, en gran escala de ciertos productos de exportación. Hemos
distinguido tres mecanismos básicos en este proceso de reestructuración: la abolición de
la esclavitud, la reforma liberal en sentido económico, y la colonización de áreas vacías,
agregando luego algunos de los casos en los cuales la ocupación extranjera fue
absolutamente determinante en este proceso de reordenamiento. A modo de conclusión
puede denotarse que, a través del examen comparativo de los casos estudiados,
predominaron diversas gradaciones de campesinado dependiente, y no el trabajo
asalariado típico.

-Halperín Donghi,T: Historia Contemporánea de América Latina Cap. 4 y 5.

Capitulo Cuarto “Surgimiento del orden neocolonial”

A mediado del siglo XIX para toda la región de Iberoamérica comenzara la fijación
de un “nuevo Pacto colonial” este nuevo pacto va a transformar a Latinoamérica en una
productora de materia primas para centros de la nueva economía industrial, a la vez que
de artículos de consumo alimenticio en las áreas metropolitanas; la hace consumidora de
la producción industrial de esas áreas, e insinúa al respecto una transformación, vinculada
en parte con la estructura productiva metropolitana.

Este proceso va a estar facilitado debido a un cambio de coyuntura de la economía


mundial, cambio que comenzó hacia 1850 y que durara hasta aproximadamente hasta
1873. Se produce una unificación creciente del espacio económico, que anterior mente
estaba organizado entorno a un sistema de intercambios con la metrópolis que era poco
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voluminoso. Esta unificación es facilitada por la renovación de los transportes, unificación


de las rutas oceánicas y de las rutas de cabotajes costero por ejemplo las costas de Perú y
chile, mejorías con la maquina a vapor. Se modifica el tono de la diva urbana, que se hace
más europeo, con la introducción de avances técnicos que irrumpen en las ciudades como
el gas que va a remplazar al aceite y a la maloliente grasa vacuna o equina como medio de
iluminación por ejemplo en Buenos Aires.

Para mediados del siglo XIX y como parte también del proceso que fija el nuevo
pacto colonial, comienza en casi todas partes el asalto a las tierras indias, proceso que en
algunos casos avanza con junto con la expansión de cultivos para el mercado mundial,
más allá de que en otros de se totalmente separados de ésta.

Pero las innovaciones más importantes y de mayor relevancia van a ser


básicamente dos: “La mayor disponibilidad de capitales” Y “La mayor capacidad por parte
de las metrópolis para absorber exportaciones hispanoamericanas”. La primera se vuelca
en inversiones y créditos a gobiernos. Esta innovación es rica en consecuencias políticas y
contribuye a producir la consolidación del estado que es uno de os hechos dominantes de
la etapa. Estos préstamos adoptaron fórmulas de amortización a largo plazo apoyándose
en una visión de futuro latinoamericano.

Las inversiones aseguran un flujo variable de bienes de capital, productos de la


renovada metalurgia, como también de combustibles (carbón), para el desarrollo de las
redes férreas y los productos complementarios que de ella de desprenden.

Esto no es que se genera de forma espontáneas y por casualidades históricas, si no


que va a dar la adopción de políticas librecambistas. El librecambio ofrece a las áreas
metropolitanas un admirable instrumento ideológico de penetración económica en estas
últimas, sino también por que promete cumplir dentro de aquellas una función de
reconciliación social en el marco del orden capitalista. El librecambio va a ser un proceso
de aceleración para Latinoamérica, que se amplía también –el proceso- gracias a los
nuevos hábitos de consumo de los sectores urbanos en expansión, que hace depender de
la importación a masas humanas cada vez más amplias.

¿Quiénes van a ser las víctimas de este nuevo orden?

Una de las principales víctimas van a ser los sectores rurales, el comienzo de la
expropiación de las comunidades indias en las zonas que estas habían logrado sobrevivir
hasta mediados del siglo XIX. Esa expropiación no lleva consigo la necesaria incorporación
de estos sectores a las nuevas clases asalariadas, ya que para ello sería necesario una
incorporación plena de las áreas rurales a la economía de mercado.

La citación del campesinado rural no era mucho mejor, el sistema de


endeudamiento, facilitado por que el hacendado a heredado del antiguo corregidor un
derecho no escrito de repartimiento que le permite fijar precios y cantidades de artículos
consumidos por sus peones, se revela más eficaz para disciplinar a la mano de obra, un
campesino con dinero debe creerse más libre y por ende abandonar la hacienda. El
sistema se apoya en una acepción forzada de la plebe rural que es la gran derrotada sin
haber casi ofrecido lucha. La modernización le impone a la fuerza de trabajo rural, la

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capacidad de convertir al trabajador en un híbrido que reúna las ventajas del proletariado
moderno.

Este cuadro ofrece excepciones y características particulares, en la costa peruana


en Panamá o en Cuba los “Coolíes” chinos parecen ser una respuesta a la clausura
definitiva de la fuente Africana. La inmigración europea tendencia que se acentúa para
mediados de siglo, solo se dio en algunas regiones de la costa atlántica, Argentina,
Uruguay, Brasil central y meridional.

Los más beneficiados de este nuevo orden, van a ser las clases propietarias locales,
que aumentaban a su vez sus rentas (gracias a una gran expansión de la producción
facilitada por el nuevo clima económico) y su capital.

No hay que dejar de lado que las confidencias logradas en este periodo por los
grupos dirigentes no se lograron sin lucha, ejemplo de esto serán la segunda guerra del
pacifico, las guerras civiles que se transforman en interminables - como los ciclos de lucha
argentinas y uruguayas que desembocan en la guerra del Paraguay – otras guerras civiles
que llevan a intervenciones de potencias ultramarinas – la mexicana de la reforma, que
continua contra la intervención francesa. No es extraño que en esta primera etapa de
afirmación de un orden nuevo abunden las luchas.

La expansión latinoamericana se acompaña, en efecto, de una ampliación del


comercio, que se orienta ahora en parte hacia regiones nuevas. Gran Bretaña va a ser el
principal comprador en chile, Perú, Brasil, Uruguay, Argentina y hasta el café suave de los
países caribeños. UK va a tener un predominio no diputado de los mecanismos bancarios
y financieros, para Latinoamérica, se instalan bancos ingleses que proporcionan y son el
principal agente financiero de los gobiernos latinos. Países como Francia también van
poco a poco teniendo un predominio significativo, especialmente en la época del segundo
imperio. Solo cuando 1929 las metrópolis no podrán mantener la relación que en esta
etapa se consolido, países como Argentina o Brasil descubrirán que han tenido que
soportar un imperialismo Británico.

Elementos decisivos de la implantación del nuevo orden han sido dos: la


disminución de la resistencia que los avances de ese orden encuentra, la identificación
con ese orden de los sectores dominantes económica y socialmente, reorientada por la
ideología dominante del liberalismo al progresismo y de una simpatía por las soluciones
políticas de tipo autoritarias.

Capitulo Cinco - Madurez del Orden Neocolonial

Ya para 1880 el avance en casi toda Hispanoamérica de las economías primarias y


exportadoras es una situación finalmente consumada que implica la sustitución del pacto
colonial impuesto por las metrópolis Ibéricas.

El nacimiento de este nuevo orden neocolonial ya desde sus primeras etapas


parece mostrar y nos revela también los límites que sus logros obtenidos tienen, es decir,
se hace visible ya un agotamiento de este orden, que llegara muy pronto. El nuevo pacto
colonial comienza a modificarse a favor de las metrópolis.
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Las economías metropolitanas, se desarrollaran en actividades vinculadas con el


trasporte y la comercialización, multiplican la presencia de su economía en toda el área
latinoamericana. Ferrocarriles, silos cerealeros, haciendas azucareras, frigoríficos, que
pasan a ser enclaves de las economías metropolitanas, que se lanzan de forma agresiva a
la conquista de las economías dependientes.

América latina va a pasar de ser cada vez, una zona reservada a la influencia
británica, a constituirse en teatro de luchas entre influencias viejas y nuevas, que con
estilos propios intentan repetirla conquista económica con tanto éxito llevada adelante
por Inglaterra luego de 1810.

A partir de la etapa de preguerra, fines del XIX, comienzos del XX, EEUU comienza a
jugar un papel de gran importancia en toda la región, esta actividad de intervencionismo
norteamericana se va a consumar en el llamado “corolario Roosevelt” a la doctrina
Monroe, a través del cual EEUU sostenía que en caso de que la escasa voluntad de
ordenar sus finanzas hiciese a un estado latino deudor crónico, correspondía a EEUU, y
aclaro solo a ellos, a adoptar las reformas necesarias para regularizar la situación,
utilizando la fuerza ya se para beneficiar a acreedores europeos como EEUU. De este
modo EEUU asumía el papel de gendarme el servicio de las relaciones financieras
establecidas en la etapa de madurez del neocolonialismo; los hechos de los siguientes
treinta años van a demostrar esta situación.

En este marco se va a identificar el esfuerzo por imponer una imagen de la relación


entre EEUU y su área de influencia americana que refleja sin duda sus tradiciones
ideológicas, pero a la vez tiene como feliz consecuencia prácticas que la ruptura del
vínculo de dominación se hace impensable.

El movimiento difundido en Estados Unidos en pleno triunfo de la política


proteccionista con que se identifica el partido republicano, tiene como primer inspirador a
Blaine, en ese fin de siglo el proyecto de unificación aduanera de las América y el
ferrocarril panamericano tenían un decidido aire de época; eran la réplica, en clima de
afirmación de los imperialismos, de proyectos como el Berlín-Bagdad y el Cairo –
Copetonw. La influencia de la economía EEUU se daba solo en zonas restringidas de
Latinoamérica en estas el triunfo de las nuevas y viejas metrópolis económicas europeas
era demasiado grande para que fuese fácil barrerlo en beneficio de un indisputado
predominio EEUU, hay que pensar que el ordenamiento de tipo jurídico internacional se
había fijado en la etapa anterior bajo el signo de la hegemonía mercantil británica.

Este proyecto panamericano iba a en contra una resistencia abierta y eficaz


capitaneada por argentina cuya expansión extremadamente rápida se acompañaba de un
estrechamiento de la dependencia comercial y sobre todo financiera de UK. En la
conferencia panamericana de Washington, en 1889-1890, un miembro de la delegación
argentina Roque Sáenz Peña, opuso a la formula EEUU de América para los americanos.

Las tendencias en las relaciones de tipo unilaterales entre la potencia del norte y
Latinoamérica, se van a operar recién en la década del veinte y con la crisis mundial, que
dejara solo ruinas aisladas del anterior orden económico centrado Europa y aumentar la
dependencia latinoamericana respecto de EEUU. Solo después de las tensiones de la
segunda guerra mundial ese sistema volvería a ser, como cuando Blaine lo proyecto, uno
de los instrumentos esenciales de la política latinoamericana de EEUU.

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Si encontramos ya desde mediados del siglo XIX en el área del caribe y América
central está atravesada por una de las líneas de mayor influencia. Las influencias políticas
por ejemplo para cuba comienzan con la guerra hispanoamericana en que desemboco en
1898 la segunda guerra de independencia en cuba, comenzada en 1895. Esto le dejo a
EEUU un conjunto de posesiones ultramarinas y le permitió adquirir una experiencia
nueva en la administración colonial de tierras antes españolas.

El tratado de Paris dejo a EEUU dueño de Puerto Rico y dominante en la nueva Cuba
independiente. El paso siguiente (la creación de Panamá) sobre el territorio ismico
perteneciente a Colombia, causo más inmediata alarma. En el Istmo existía, desde
mediados del siglo XIX un ferrocarril de propiedad norteamericana, cuya prosperidad está
vinculada con el oeste de EEUU.

Teodoro Roosevelt hallaba en la sinceridad de la política su mérito principal:


Siendo el quien bautizo “la política del Garrote” (BIG Stick) en donde EEUU no debía
vacilar en usar el garrote para imponer su disciplina a las repúblicas del sur.

Hacia 1914 las influencias EEUU se afirmaban sobre todo sobre el área del caribe y
centro América, entre la guerra y la depresión el avance se esa influencia iba a ser muy
rápido, a su vez también los países del pacifico serian ganados por ella.

A pesar de esto las tradiciones prerrevolucionarias va a despojar a la nueva


potencia de la posibilidad de ganar sobre la vida y la cultura de Hispanoamérica, el influjo
cultural no puede ser comparable al alcanzado por Europa occidental en la segunda mitad
del siglo XIX.

Una de las consecuencias más importante, del oren colonial de la última década del
siglo XIX es la aparición de un movimiento obrero urbano en México, Buenos Aires,
Santiago de chile y de la formación de los primeros movimientos políticos que recusan la
dirección de la elite tradicional, Ej.: el radicalismo Argentino y el partido demócrata
peruano o el partido colorado en Uruguay. Unos y otros se oponen antes que al lazo
colonial de nuevo estilo, que es la base de el orden latinoamericano, a la situación
privilegiada dentro de ese orden que ocupa la oligarquía.

La ampliación de las bases sociales del estado aparece como una necesidad
urgente; mientras la democratización, que promete satisfacerla en el marco liberal
constitucional avanza tanto en Uruguay como en argentina, como en Perú y chile, done
esta ampliación se intenta dentro e un marco autoritario y en el caso de México en uno
revolucionario

Los episodios expansivos de América Latina se relacionan con la división


internacional del trabajo que en cuanto, a la producción de alimentos acelera la expansión
de: la ganadería, la agricultura y de ciertos cultivos tropicales. Avances industriales y
técnicos (La minería andina del cobre y el estaño, la expansión del henequén en Yucatán),
la difusión del motor a explosión y el transporte automotor, el boom del caucho, el
desarrollo de la explotación petrolera y el reemplazo del carbón como fuente de energía

Ej. La expansión argentina (santa fe y el sur de Córdoba, la pampa ganadera en la


provincia de Bs. As donde se difunde el frigorífico, el alambrado de los campos, la red de
ferrocarriles, la construcciones del puerto artificial de Bs. As y el de La Plata Ensenada) y
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uruguaya apoyadas en la lana, la carne y el cereal que son tan rápidas como la expansión
del Brasil cafetero.

Booms agrícolas y mineros se dan también en otras partes, estos implantan islotes
económicos mejor vinculados a la metrópoli que al resto del país imponiendo una
dependencia de carácter estricto capas de afectar a toda la nación. En Cuba, Puerto Rico y
Perú se da lugar a una concentración de la propiedad en mano de las empresas
industrializadoras, Ej. Los ferrocarriles privados de las grandes centrales azucareras que
son en su mayoría de EE.UU. permitiendo se así un monopolio de gran relevancia.

Lo importante de esto es la capacidad devastadora de transformación que estas


producciones tienen como por ejemplo en Ecuador las plantaciones de banana que es
ampliado por un conjunto de empresas EE.UU. que se fusionan en la UNITED FRUIT
COMPANY. El boom cauchero cuyos lucros se orientan a la metrópoli que transforma y
genera ciudades de tipo fantasmagórica en el medio del amazonas como Manaos en Brasil
e Iquitos en Perú también es afectada la Amazonía colombiana, ecuatoriana, venezolana y
peruana donde la explotación es aún más primitiva y destructiva. En Perú se a la
expansión del cobre en el cerro de Pasco donde La Copper Coorpration (EE.UU.) utiliza la
más alta ingeniería y traza una línea férrea desde el Callao hasta el cerro. La expansión
petrolera y la recuperación de metales preciosos en Bolivia

Esta etapa de madures del neocolonialismo tiene el mayor rasgo común en: la
tendencia al monopolio o al oligopolio. Creación de empresas insólitamente poderosas
que pueden moverse con una gran libertad debido a que tienen un mayor poderío
financiero en algunos casos mayor que el de los propios estados en las cuales estas
operan.

Ej. De esto es la guerra del Pacifico (donde compañías salitreras afectadas, en su


mayor parte Inglesas se proclaman chilenas y exigen la intervención del gobierno de
Santiago. En esta guerra en la primera en donde los capitales europeos y en mayor o
menor medida EEUU, toman abiertamente partido a favor de chile y contra la alianza
Perú-Bolivia. La conquista del norte salitrero significa una ventaja importante para los
sectores dominantes de la vida chilena) que nos muestra la consecuencias que tiene en las
áreas marginales la identificación de los intereses económicos de los países
metropolitanos.

Más allá de estas cuestiones, de que las fuerzas dominadoras del orden colonial que
producen la creación de islas económicas mal soldadas con el conjunto de la nación, los
estado Latinoamericanos no podían sobrevivir sin los aportes de impuestos y regalías, que
pueden ser por veces insignificantes en comparación con los lucros privados de las
industrias extractivas, hacen la diferencia entre el equilibrio presupuestario y una
indigencia que lo expondría al descontento popular y a la colerazas inmediata de las
fuerzas armadas. Estos ingresos a su vez son los que permiten mantener un nivel de
importaciones para el consumo interno.

La evolución Política Y sus rasgos regionales:

La evolución política presenta en hasta etapa de preguerra tres aspectos distintos:


La revolucionaria en México, la democratización pacifica de la vida política, acompañada

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por el triunfo de partidos populares (Argentina, Chile Y Uruguay) y situaciones intermedias


entre oligarquía y autoritarismo militar.

México: Elabora en las últimas décadas del siglo XIX el ejemplo más maduro de
dictadura progresista que se conocerá en Latinoamérica. Porfirio Días es el restaurador
del hombre y el tirano honrado que pone su poder al servicio de la causa del progreso. A
esto le seguirá la opción revolucionaria que toma como excepción en todo
Hispanoamérica la nación mexicana.

Uruguay: La democratización de la base política se logra de un modo menos


violento. Se da el retorno del gobierno civil del predominio del sector colorado lo cual
permitió que adquiera relevancia la división de partidos. Uruguay ofrece el ejemplo de
democratización, política y moderación social que se dio en esta etapa en Latinoamérica.
Por comparación las experiencias argentina y chilena parecen menos logradas.

Argentina: La etapa de democratización se logra con la incursión de la unión cívica


radical que en ruptura total con el orden conservador proclama la necesidad de una
verdad constitucional y electoral. El radicalismo se apoya en clases medias urbanas, pero
que a pesar de su incursión estos movimientos más de tipo populares se van a revelar
ligados a un caudillo que sería el caso de Irigoyen.

En el resto de Latinoamérica seguía dándose, de modo más puro, la alternativa


entre el predominio oligárquico y la hegemonía militar.

Cuba y Puerto Rico van a estar sometidas a la tutela de EE.UU. y el resto del
caribe y centro América van a sufrir también la hegemonía norteamericana. Otro
elemento en común para esta zona va a ser las abundancias de las crisis productivas y la
aparición tardía y debilitamiento de los grupos oligárquicos tradicionales ante la conquista
de tierra por parte de los grupos inversores extranjeros.

En el caso de Brasil la instauración de la republica había significado un aumento de


poder del ejército. En sus momentos más exitosos la republica brasileña no había
conocido la relativa solidez de la argentina. La democratización era solo una posibilidad
que solo se daba a medias y de forma parcial. El federalismo arraigado en las clases
terratenientes y las oligarquías eran la confirmación de falta de democratización y
sufragio.

En Colombia se observa con pureza como la republica oligárquica se arraigó en esta


etapa con gran vigor, donde la conservación de Núñez había dado un jefe y un programa
al conservadurismo.

En Paraguay la afirmación de una clase terrateniente poderosa (que si tiene raíces


coloniales y postcoloniales) que se da sobre todo luego de la derrota de 1870; a partir de
ella Paraguay se orienta hacia el mercado externo, destinado a Europa y al mercado Rio
platense, tabaco, yerba, cueros.
En Bolivia a partir de la guerra del pacifico, se da un renacimiento minero, que
tiene como reflejo político la instalación de una oligarquía que se proclama conservadora,
encabezada por los grandes bolivianos.

Casos como el de Bolivia (república oligárquica ejemplar) o el de Venezuela (claro manual


de dictadura militar), tanto uno como el otro, pese a todas las oposiciones y diferencias,
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el eje de un cambio atraviesa a toda Hispanoamérica en esta etapa: dictaduras y


oligarquías son cada vez más las emisarias políticas de las fuerzas que gobiernan a
Latinoamérica, y que cada vez la gobiernan cada vez mas de afuera. Se a señalado ya
como la continuación del crecimiento Latinoamérica tuvo como precio una redistribución
del poder entre los sectores dominantes locales y extranjeros, en beneficio de estos
últimos. Pero esa redistribución no era sino un aspecto de la transformación más amplia:
a medida que Latinoamérica se incorpora como área dependiente al sistema económico
que se estaba haciendo mundial, se hacía más vulnerable a la más devastadora de todas
esas crisis; de ella y sus consecuencias el lazo neocolonial no iba a recuperarse nunca;
agotado en sus posibilidades, no por eso ha sido reemplazado por un nuevo modo de
inserción de Latinoamérica en el mundo

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AMERICA LATINA Y LA ECONOMÍA INTERNACIONAL 1870 – 1914William Glade.

Introducción

El medio siglo que siguió a las guerras de independencia en América Latina, es el periodo
comprendido entre el decenio de 1820 y el de 1860/70, había sido, en general, decepcionante
en lo que se refiere al crecimiento económico. En el conjunto de la región, la desigual difusión
de la comercialización, durante el periodo colonia, había dejado un complejo mosaico de
relaciones de producción capitalista y no capitalistas, que iban desde las redes de trabajo
reciproco, la esclavitud, otros regímenes de trabajo obligatorio y la remisión de deudas por
medio del trabajo, hasta la aparcería y diversas formas de terrazgo, el trabajo asalariado y la
producción de artículos básicos en pequeña escala por parte de artesanos y pequeños
campesinos. La propiedad comunal de la tierra seguía existiendo al lado de propiedades
privadas, tanto grandes como pequeñas. Poco a poco, sin embargo; a lo largo de varios
decenios ganaron terreno relaciones más compatibles con los modos de interacción capitalista,
a medida que iban cayendo en desuso los antiguos mecanismos coloniales de distribución de
recursos y tenía lugar la expansión del sistema capitalista mundial. Medio de siglo de cambio
incremental no había bastado para transformar la organización económica de América Latina,
pero si produjo una alteración suficiente de las condiciones que harían posibles los avances
institucionales y tecnológicos de tipo más extenso que hubo en el periodo de 1870 – 1914.

La fuerte atracción gravitatoria de las economías en expansión del Atlántico norte reorientaba
la vida económica hacia una participación paulatinamente mayor en un intercambio mundial
que ya no se veía determinado por la política comercial ibérica.

Además de brindar nuevas e importantes oportunidades de crecimiento, esta reorientación


trajo consigo una dislocación del comercio que entraño costes para varios elementos de la
economía de la región: la mengua de la producción artesanal y la extinción virtual de los
talleres manufactureros u obrajes, la decadencia económica de algunas regiones. La
integración de la región en la economía mundial y la correspondiente facilidad de obtener
préstamos del extranjero contribuyeron a sofocar el potencial para la producción local de
tecnología que pudiera existir aun después de los intentos de modernización que la corona
española hiciera en los últimos decenios de la época colonial, así como obstaculizar el
crecimiento de la experiencia manufacturera en el continente. Debido a la relación coste-
beneficio, a corto plazo, era mucho más fácil y más racional adquirir nuevos métodos de
producción en Europa que crear la clase de ambiente social, que hubiera estimulado la
generación local de tales métodos.

Por desgracia, los trastornos institucionales posteriores a las guerras de la independencia


habían sido un obstáculo para América Latina durante un periodo en el cual el volumen real del
comercio mundial fue en aumento; después de 1850, creció a un ritmo posiblemente más
rápido e incluso que entre 1870 y 1914. El crecimiento demográfico en Europa y América del
Norte, los efectos aceleradores de las inversiones que indujo dicho crecimiento, junto con los
cambios en la tecnología de la producción y el transporte, obraron recíprocamente en las
economías metropolitanas e incrementaron la capacidad de exportar e importar. Con el paso
del tiempo, esto ofrecería oportunidades comerciales cada más atractivas para América Latina
cuando mejorase su ambiente político. Nuevas rutas marítimas conectaban a América Latina a
los medios que hacían falta para explotar los mercados de capital y dinero europeos y, en
menor medida estadounidense.
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Al entrar América Latina en el último tercio de siglo XIX, el clima económico, que desde la
independencia se había visto trastornado en su mayor parte por la inestabilidad política,
empezó a adquirir un carácter más sosegado.

Brasil, Chile, Argentina y México se destacaron de la mayoría de las otras naciones


latinoamericanas en la medida que la estabilización de la vida política nacional permitió que la
maquinaria del Estado se dedicara a afianzar la base normativa de la prosperidad material. En
otras partes de América Latina la historia de este periodo fue desigual. Donde existió cierta
apariencia de orden político lo más frecuente era que ello se debiese a la tutela de los
dictadores, alguno de los cuales duraron mucho (en Venezuela y Guatemala).

No obstante, incluso en los Estados donde reinaba mayor desorden político, es evidente que
las tasas de rendimiento que se esperaban en, como mínimo algunas empresas comerciales y
algunas emisiones de bonos alcanzaban el nivel necesario para inducir a empresarios e
inversionistas, tanto nacionales como extranjeros, as cargar con la tarea de crear nuevas
empresas comerciales y agrícolas, aunque solo fueran empresas destinadas a satisfacer las
necesidades de los consumidores ricos de las capitales y otros centros urbanos principales.

Dicho de otro modo, en el decenio de 1870, zonas importantes de América latina ofrecían un
clima mucho más hospitalario para la inversión de capitales extranjeros que el que habían
ofrecido hasta entonces, reforzando la afinidad cultural básica que les daba vínculos más
estrechos y más amplios con los países exportadores de capital.

La mayor estabilidad de la estructura institucional de los negocios no solo hizo que América
latina resultara más atractiva a ojos de los inversionistas extranjeros, sino que, además,
contribuyo a la acumulación de capital y a las inversiones privadas en los propios países
latinoamericanos.

Conviene no pasar por alto que estas grandes transferencias de recursos también se
efectuaban a través del mecanismo de préstamos del gobierno, con una mejora importante de
la infraestructura de la región (y el crecimiento de su deuda exterior) como resultado.

Aunque las condiciones políticas más estables contribuyeron al crecimiento de las inversiones,
la producción y el comercio, la relación no era solo unidireccional, sino también interactiva por
cuanto el crecimiento de los ingresos de exportación y, por ende, de la capacidad ce importar
facilito la recaudación de gastos corrientes. La subida a largo plazo de los impuestos
comerciales, principalmente de los derechos de importación, dio a los gobiernos una base
fiscal mucho más amplia de la que tenían antes, tanto directamente, bajo la forma de los
ingresos propiamente dichos, como indirectamente, bajo la forma de un mayor volumen de
empréstitos que podrían emitirse en el extranjero gracias a la recaudación impositiva que se
preveía.

A la larga, fue la complementariedad de los recursos con el mercado lo que influyo de modo
importante en la repuesta de que las distintas economías latinoamericanas dieron a las
oportunidades que ofrecía el crecimiento del comercio internacional. La totalidad del siglo XIX
se caracterizó por la expansión general de las exportaciones y el comercio mundial de
productos básicos creció más rápidamente que el de manufacturas hasta el último cuarto de
siglo. Los efectos de estas tendencias en la región fueron grandes, aunque tan diversos, sin
embrago, una heterogeneidad creciente ya caracterizaba a la región a medida que iba
acercándose al último cuarto de siglo. Las condiciones institucionales dentro de las repúblicas
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también contribuían a configurar sus diferentes resultados económicos. En este sentido, la


estabilidad y la continuidad políticas constituían factores muy influyentes.

En cierto sentido, lo que ocurrió en América latina entre 1870 y 1914 fue irrefutable. El motor
principal de crecimiento en este periodo fue la producción industrial en países del centro
económico, con los cambios sociales y económicos que la acompañaban. La tasa total de
crecimiento en estas economías avanzadas la determinaba en gran parte la tasa de
crecimiento de la producción industrial, que a su vez determinaba la tasa de incremento de la
demanda de exportaciones procedente de las economías periféricas, incluyendo las
latinoamericanas. Al mismo tiempo, los aumentos de superávit económico del centro, así como
los cambios en su composición, daban a las regiones industrialmente avanzadas los medios
técnicos y económicos que hacían falta para que las regiones periféricas se introdujeran cada
vez más en el campo de gravedad económico, el mercado mundial capitalista.

Como parte de ese proceso mundial América latina se vio cada vez más integrada en la
estructura de articulación subordinante que proporcionaba el sistema de mercado mundial.

La expansión económica de América Latina en este periodo continuo siendo inducida


abrumadoramente por las exportaciones y, por ende, por la atracción de las demandas en las
economías industriales avanzadas. Las economías latinoamericanas reaccionaron de diversas
maneras ante estos estímulos, y el resultado fue la diferenciación estructural entre los países y
las regiones del hemisferio.

Los mercados de exportación


Al verse América Latina atraída hacia al interior de la economía atlántica, tuvieron lugar
cambios trascendentales en la pauta y, en algunos casos el mercado geográfico de producción
en repuesta a la demanda extranjera de los minerales de la región, así como de sus productos
agropecuarios. Por consiguiente, creció el volumen de artículos de consumo y de materia
primas para la industria que se enviaban la exterior.

En el Río de la Plata la apertura de Argentina y, en menor escala, de Uruguay dio por resultado
un torrente de productos propios de zonas templadas, en especial productos derivados de la
ganadería y los cereales. Se dio un crecimiento abrupto de la exportación de lana a partir de la
segunda mitad del siglo XIX en adelante. El crecimiento iba continuamente en aumento.

En Argentina otras industrias exportadoras también estaban experimentando un crecimiento


considerable. Los cueros que eran un producto tradicional, ganaron alrededor de dos tercios
del valor de las exportaciones de lana durante la mayor parte del periodo, y casi doblaron el
valor total desde mediados del decenio de 1870 hasta 1914. El avance que supuso el
transporte en los barcos refrigerados en el decenio de 1870 fue lo que preparo el camino para
la rápida subida de los envíos de carne desde Argentina.

Europa era el punto de destino de todos los cargamentos de carne que salían tanto de Uruguay
como de Argentina, así como de diversos productos derivados de la ganadería. Fue durante las
postrimerías del decenio de 1870 cuando la Argentina se convirtió en exportadora neta de
cereales, actividad que comenzó en pequeña escala pero aumento rápidamente. Entre 1872 y
1895 la extensión de terrenos pamperos dedicados a diversos cultivos, especialmente cereales,
aumento 15 veces, y durante el decenio siguiente la extensión dedicada solo al cultivo de trigo
y maíz se multiplico por más de dos. Entre 1880 – 1884 y 1890 – 1894, el trigo fue la principal
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fuente de ganancias y el valor de sus exportaciones aumento 23 veces. En el decenio siguiente,


el valor de las exportaciones de maíz creció más rápidamente y se sextuplico. El crecimiento
rápido continúo a partir de entonces.

Las exportaciones de maíz ya casi alcanzaban las de trigo y, juntos, los dos productos eran casi
tres veces más valiosos como las ventas de lana en el extranjero.

Poco antes de la primera guerra mundial, las exportaciones principales de la Argentina, en


orden de importancia de mayor a menor, eran: trigo, maíz, carne de buey congelada, lana,
cueros y linazas.

Dentro de país, la distribución geográfica de la actividad económica había cambiado de forma


casi total. La región del N.O -que en los tiempos coloniales era la zona principal para la
agricultura, la ganadería y loas oficios artesanales- había sufrido un gran descenso de su
importancia relativa a pesar de una industria azucarera que atendía las necesidades del
creciente mercado nacional y paso a ser el principal sostén económico de parte de la región. En
su lugar, las pampas y regiones situadas al Oeste y al Norte de BS. AS eran ahora las principales
zonas de colonización, a la vez que el cultivo del trigo pasaba de las zonas de colonización
agrícola a las pampas situadas al Sur y al Oeste de BS AS, la producción de lana se trasladaba
de las pampas a la Patagonia.

Más que cualquier otro país latinoamericano, Argentina estaba entregada de modo casi total a
la economía de exportación, gracias a la cual, los argentinos alcanzaron una media del nivel de
vida notablemente superior a la de los ciudadanos de las demás repúblicas latinoamericanas.

La participación de Chile en la economía internacional también experimentó grandes cambios


entre 1870 y 1914. Al empezar el periodo, la plata, el trigo y el cobre encabezaban las listas de
exportación del país, procedentes en su mayor parte de empresas de propiedad nacional. En el
caso del cobre Chile fue el mayor productor del mundo hasta 1880. Desde 1880 en adelante
Chile registró un abrupto descenso de la exportación de cobre. Se habían agotado los
yacimientos de mineral de cobre de calidad superior y la modesta capacidad técnica de las
compañías mineras pequeñas y medianas de Chile resultó insuficiente para remediar la
situación. Poco después de empezar el siglo XIX, ingenieros de mina y capital extranjeros
habían llegado a Chile e inaugurado una nueva época de la industria del cobre: la época de las
técnicas de extracción masiva en gran escala. Bajo los nuevos administradores se abrieron
inmensos yacimientos de minerales de calidad inferior y la moderna industria de cobre chilena
se puso en marcha.

Pero los recursos del país brindaron otras opciones. Las exportaciones de trigo no eran
insignificantes a mediados de siglo. Pero fueron los nitratos los que más contribuyeron a que el
sector exportador chileno mostrara una expansión tan acentuada como la del cobre.

La experiencia brasileña entre 1870 y la Primera Guerra Mundial, se centró principalmente en


el auge de la exportación de café, que había empezado en los decenios de 1820, 1830 y 1840.
Existía una superabundancia de tierra apropiada, junto con un clima igualmente apropiado, en
un estado relativamente poco poblado,

Desde el decenio de 1870 hasta 1911, la exportaciones de café supusieron más de la mitad del
valor de todas las exportaciones brasileñas, alcanzando casi dos tercios del total en el decenio
de 1890.
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Durante este periodo se exportaron otros productos brasileños cuyo valor y volumen
aumentaban y descendían según los casos. Sin embargo la repercusión que todo ello tenía en
Brasil era muy limitada si la comparamos con la posición delantera que el país ocupaba en el
mercado mundial del café. El azúcar fue uno de los productos que perdieron, su importancia
fue desplazada por la producción de azúcar caribeña, en especial la cubana, que habían
conquistado una posición ventajosa en los principales mercados mundiales. Otras
producciones importantes fueron: el cacao, el tabaco, el algodón, el caucho, los cueros y
ganado vacuno.

Con los extraordinarios cambios económicos que experimento durante el porfiriato, México
nos ofrece el otro caso notable de participación nacional en los mercados de productos básicos
de exportación. Este crecimiento que es atribuible a los abundantes recursos del país y a su
ventajosa ubicación, también debía mucho a las medidas de apoyo que tomo el porfiriato.
Situado en el hemisferio norte, México se encontraba relativamente cerca de importantes
rutas marítimas que llevaban a Europa, mercado de alrededor del 22% de sus exportaciones.
Se hallaba al lado de un mercado en expansión, el norteamericano, que suponía bajos costes
de transporte, por lo que dicho mercado absorbía las tres cuartas partes de las exportaciones
mexicanas. Sin duda, el tamaño y la tasa de crecimiento de ese mercado y la diversidad de los
recursos mexicanos eran factores que se influían mutuamente y explicaban el rasgo más
sobresaliente de la pauta de la exportación mexicana: a saber, el gran número de productos
que la componían.

Las exportaciones de plata, durante este periodo, subieron hasta llegar a representar un tercio
de las exportaciones mexicanas. La producción de oro alcanzo a representar la sexta parte, la
de cobre y la de henequén la décima parte cada uno. Pero una amplia y variada gama de
productos aportaba individualmente entre el 1% y el 5% del valor total de las exportaciones:
caucho, cueros, café, plomo, ganado vacuno, vainilla, garbanzos, maderas, etc.

En el primer decenio de siglo XX empezó un crecimiento fenomenal de las exportaciones de la


industria petrolera, hasta llegar a ocupar el tercer lugar de las naciones exportadoras de
petróleo.

La diversidad misma de las exportaciones mexicanas tendía a proporcionar algo más de


estabilidad para el sector exterior en su conjunto de la que hubiera dado una pauta de
exportación más concentrada. Desde el decenio de 1870 hasta 1910 el volumen y el valor
totales subieron acentuadamente.

Perú emprendió la expansión de sus exportaciones en el siglo XIX basándose en el guano y,


más adelante en los nitratos. Interrumpida bruscamente por la ineficacia de la política nacional
y por la Guerra del Pacifico, a esta primera fase siguió un segundo y más largo periodo de
expansión que empezó a comienzos del decenio de 1880 y duro hasta bastante después de la
Primera Guerra Mundial. En esta segunda fase exportadora, la base de productos fue más
amplia. Las sierras proporcionaban lana (de oveja y de alpaca) junto con plata, oro, cobre y
otros minerales; el interior, café, coca y caucho; la costa, azúcar y algodón.

En otras partes de América Latina, la economía exportadora de las postrimerías del siglo XIX
tendió a crear una estructura más sencilla, basándose con frecuencia en una pauta de
desarrollo monocultural. En Colombia, por ejemplo, el café era el sostén principal del sector
exterior desde fines del decenio de 1880. A principios de siglo también los plátanos habían
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hecho su aparición en escena, gracias a la organización de la empresa extranjera en ese campo


(la United Fruit empezó sus operaciones en Colombia en 1901)

Desde el decenio de 1830, en que sustituyo al cacao, hasta el de 1920 en que fue sustituido por
el petróleo, el café fue también el principal producto de exportación de Venezuela.

Los sectores de exportación de las economías de América Central y el Caribe se hallaban


dominados por diversos productos agrícolas de tipo tropical, entre los que se destacan los
plátanos el café, el azúcar y el tabaco.

Los mercados nacionales


En todos los países estos mercados acusaron la influencia de cambios pronunciados de los
hábitos de consumo (fruto, sin duda de la disponibilidad de nuevos productos) entre la
población urbana que se encontraba en rápida expansión. A ello hay que sumar, en el caso de
la América del Sur meridional, las nuevas preferencias de consumo que llegaron con la
inmigración en escala relativamente grande, fenómeno que introdujo gustos europeos
también entre la población rural, lo cual contrastaba con la notable separación cultural entre lo
urbano y lo rural que predominaba en la mayor parte de América Latina.

Los mercados urbanos de manufactura de consumo eran abastecidos en gran medida por
exportadores británicos, aunque con fuerte competencia por parte de Alemania y los EE.UU y
con aportaciones de Francia. Muchos productos o bien aparecieron por primera vez o
empezaron a consumirse en volúmenes notablemente superior al de antes.

Sin embargo no todos estos productos manufacturados procedían del extranjero. En las
antiguas colonias las industrias artesanales no se extinguieron del todo, en especial como
fuente de abastecimiento de los mercados interiores, tanto rurales como provinciales. Desde
luego la industrialización local era a la vez limitada y dispersa. Y la producción no aumentaba
de forma continua.

Los cambios sufridos en los métodos de producción eran origen de más cambios en los
mercados de productos interiores: provoco el aumento de los mercados de bienes de capital.
La mayor parte de estos bienes de producción llegaban del extranjero, principalmente de
Inglaterra, Alemania, Francia y EE.UU. La creciente preeminencia de los bienes de producción
en el comercio de importaciones es uno de los rasgos más distinguidos del periodo.

Los mercados de factores


La tierra
Los cambios trascendentales hubieran sido impensables de no haberse registrado
transmutaciones igualmente extensas en los mercados de factores.

A pesar de todas las alteraciones de la estructura económica, la tierra, en su sentido más


estrecho agrícola, siguió siendo el medio de producción básico para la mayor parte de la
población en todos los países, y todas la exportaciones latinoamericanas (productos agrícolas,
ganadería y minerales) podrían calificarse como productos intensivos de la tierra.
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El más notable cambio económico de todo el periodo fue el enorme incremento en la provisión
de la tierra como móvil principal para el desarrollo capitalista. El incremento salió de tres
fuentes principales y estuvo en función de la demanda de productos de la tierra como de una
extensión y una mejora igualmente considerables de las redes de transporte nacionales e
internacionales.

Gran parte de la nueva provisión de tierra tenía su origen en apropiaciones particulares del
inmenso dominio público. En el Norte de México y en la América del Sur meridional, la
población indígena había sido marginada al comenzar el periodo, a veces recurriendo para ello
a la fuerza de las armas, con el fin de que fuera posible usar tierra de un modo que armonizara
más con las exigencias de las condiciones del mercado. Entre estos dos extremos de América
Latina la frontera de la apropiaciones económica se ensancho de modo parecido hacia regiones
que o bien solo estaban escasamente pobladas o que antes de aquella época estaban poco o
nada integradas en la estructura institucional capitalista.

En cuanto a la superficie de la tierra parte del dominio público se repartió en forma de


concesiones a las compañías ferroviarias para ayudar a las construcciones de líneas, parte se
usó para pagar a las compañías agrimensoras, parte fue para los proyectos de colonización de
la tierra. Otras porciones del dominio público se enajenaron por medio de concesiones de
tierra o venta de la misma a precios nominales: en forma de parcelas de tamaño medio o en
forma de grandes concesiones a individuos y compañías agrarias. La concesión de la tierra se
hacia con la esperanza de fomentar nuevos cultivos, especialmente productos de exportación.

La segunda fuente principal de expansión de la tierra era el uso de un modo más eficiente,
desde el punto de vista comercial, de tierras que pertenecían a las tradicionales haciendas o
fincas. Lo más frecuente era que esto se hiciese cuando el tendido de ferrocarril alcanzaba
nuevas regiones, a veces cuando mejoraba la navegación de cabotaje o se abrían nuevos
mercados regionales o nacionales.

El proceso tendía a concentrarse en las partes del continente que estaban colonizadas desde
hacía mucho tiempo. Una tercera fuente de tierra agrícola para el mercado de tierras fueron
las propiedades corporativas en las regiones más tradicionales: tierras que pertenecían a la
iglesia o a diversas organizaciones de beneficencia y tierras pertenecientes a comunidades
indígenas. Reformas jurídicas de inspiración liberal prepararon el terreno para la enajenación
de muchas de estas propiedades que pasaron a amanso de particulares.

La compra en el mercado, las maniobras jurídicas o la simple apropiación fueron métodos que
se usaron para que tierras pertenecientes a instituciones cuya principal razón de ser no era el
afán de lucro pasaran a poder de empresas capitalistas, y allí donde los títulos de propiedad
seguían en manos de estas instituciones, el arrendamiento era generalmente el método que se
empleaba para colocarlas bajo gestión comercial. En gral. Las condiciones daban ventaja a los
grandes terratenientes, del mismo modo que las concesiones para explotar los yacimientos de
minerales mayores y geológicamente más complejos, los minerales cuya extracción exigía de
tecnologías más avanzadas, iban a parar de forma de forma creciente a empresas extranjeras.
Los ricos y los influyentes podían conquistar el poder de los estamentos oficiales cuando los
gobiernos procedían a repartir las mayores concesiones agrarias y minerales. Cuando se
vendían grandes bloques de tierra o cuando tierras caras salían al mercado eran ellos los que
podían obtener créditos hipotecarios o contaban con otro respaldo financiero para adquirirlas.
Donde las oportunidades las ofrecía el mercado de exportación, el recurso a la ganadería
moderna o a una agricultura más avanzada creaba una demanda de tierra y hacia que subiera
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el valor de esta, expulsando del mercado a los agricultores más modestos, los campesinos y los
trabajadores sin tierra, empujándolos hacia tierras submarginales situadas en los márgenes de
la economía agraria.

El trabajo
La participación de América Latina en las masiva emigraciones de Europa en el siglo XIX
principios del siglo XX fue considerable y surtió un efecto profundo en la ubicación y el carácter
de ciertos mercados de trabajo de la región. Fue después de 1870 cuando las corrientes
verdaderamente fuertes de inmigración europea empezaron a tener repercusiones
importantes en los principales mercados de trabajo latinoamericanos. Estas repercusiones se
distribuyeron por toda la región de forma sumamente desigual. Argentina fue el país que más
se benefició de este aspecto de la economía internacional. El segundo país beneficiario fue
Brasil. Los líderes públicos veían la inmigración y la colonización como medios de ocupar
regiones clave de sus respectivos territorios nacionales que se encontraban despobladas o
escasamente pobladas y, al parecer, ambos países eran muy conscientes de que los
inmigrantes traerían a su nueva patria habilidades superiores y hábitos y actitudes
europeizadas. Se consideraba a la mano de obra inmigrante como un factor clave para la
edificación de la economía basada en la producción de productos básicos.

Las medidas de movilización de mano de obra abarcaban todo un espectro. En algunos lugares,
tales como Guatemala y las tierras altas de Perú y Bolivia, seguía recurriéndose a las
prestaciones laborales obligatorias, principalmente para las obras publicas locales, pero, sobre
todo en Guatemala, como medio de reclutar mano de obra para agricultores particulares
durante los primeros tiempos de este periodo. En Perú y Bolivia no era desconocida la antigua
costumbre colonial.

Las medidas de movilización de mano de obra abarcaban todo un espectro. En algunos lugares
tales como Guatemala y las tierras altas de Perú y Bolivia, seguía recurriéndose a las
prestaciones laborales obligatorias, principalmente para las obras públicas locales, pero sobre
todo como medio de reclutar mano de obra para agricultores particulares durante los primeros
tiempos de este periodo. En Perú y Bolivia no era desconocida la antigua costumbre colonial de
destinar trabajadores a las minas, mientras que en algunos países donde había una nutrida
población indígena, las leyes relativas al vagabundeo se utilizaban para obligar a trabajar.

Más común era la remisión de deudas por el trabajo que permitía obligar a los indígenas que
no tenían dinero a trabajar de peones hasta que saldaran sus deudas. El control por partes de
lo terratenientes de la “tienda de raya”, el economato de la empresa en haciendas y
plantaciones, así como los prestamos usurarios se empleaban para tratar de garantizar que el
nivel de peonaje por deudas concordase con los requisitos de mano de obra de la mano de
obra. El sistema de enganche servía principalmente para reclutar trabajadores entre los nativos
con tierras propias.

En algunas localidades, no era necesario, dada la limitada movilidad interregional de la mano


de obra; la expansión de los latifundios dio a las grandes haciendas el control de la mayor parte
de los medios de producción disponibles, y permitió que los terratenientes excluyeran de la
mayoría de las opciones de empleo más prometedoras a la población de los alrededores.
También en regiones más antiguas y más pobladas existía esta apropiación de los puestos de
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trabajo opcionales al apoderarse los latifundistas de los medios de producción, especialmente


al absorber las haciendas las tierras de las aldeas.

Aldeas
La evolución de las relaciones de América Latina con la economía mundial fue el rasgo central
del periodo posterior a 1870, en ninguna parte se manifestó más claramente que en los
mercados de capital de le región. La conexión del centro industrial con América Latina fue la
fuerza motriz del proceso de acumulación de capital en todo el continente, las transferencias
de capital internacional alimentaron el proceso pero en modo alguno constituyeron su
totalidad. Quizás fueran aún más significativas como catalizadoras de la formación de capital
local.

Los cuatro o cinco decenios que precedieron a la Primera Guerra Mundial, la era del alto
capitalismo, fue una edad de oro para las inversiones extranjeras en América Latina. Las
condiciones para la recepción de capital extranjero mejoraron mucho en los decenios
anteriores y el movimiento de capital que cruzaba las fronteras nacionales todavía se hallaba
casi totalmente libre de restricciones oficiales. Aprovechando las condiciones que iban
manifestándose en los mercados de productos, el capital extranjero penetro en América Latina
en cantidades que no tenían precedentes.

Durante la totalidad del periodo, Gran Bretaña suministró la mayor parte de estas
transferencias de capital, a la vez que otras economías europeas, sobre todo Francia y
Alemania también desempeñaron un papel significativo.

Hasta el decenio de 1890 las inversiones norteamericanas fueron pequeñas y principalmente


se realizaron en ferrocarriles, minas de oro y plata en México, en ingenios de azúcar en Cuba,
en unas cuantas líneas ferroviarias y en plantaciones en América central.

Las inversiones europeas en América Latina, aparte de haber comenzado antes y de haber
ascendido hasta una cantidad total mucho mayor en 1914, se diferenciaban de las
estadounidenses en: la dispersión geográfica era mucho mayor: para la mayoría d los países,
durante buena parte de este periodo, Europa fue la principal proveedora de capital. En
segundo lugar una porción mucho mayor correspondía a inversiones de cartera:
especialmente, en instalaciones tipo infraestructura, tales como ferrocarriles, puertos,
tranvías, compañías de fuerza y de luz y de otros servicios públicos. Además casi un tercio se
había invertido en títulos del Estado, por lo que sumas considerables de capital eran
transferidas al sector público a pesar de la preeminencia de la empresa privada en la
organización macroeconómica de la época.

Fue esta afluencia de capital, desde los mercados relativamente bien organizados del centro
capitalista hasta los casi inexistentes mercados de capital de América Latina, lo que permitió
que la región respondiera como lo hizo a las nuevas oportunidades de vender en los mercados
de productos de exportación.

Los efectos tecnológicos beneficiosos de las transferencias de capital internacional fueron muy
amplios, toda vez que se introdujeron nuevos métodos de producción del extranjero en todos
los sectores exportadores de América Latina, y en no pocos casos también se mejoró
técnicamente la producción destinada a los mercados interiores.
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