La irresponsable mezcla entre polarización y guerra está
multiplicando los delitos de odio en todo el mundo La guerra entre Israel y Hamás está teniendo un peligroso efecto en numerosos países de todo el mundo, donde el conflicto palestino-israelí, más allá de lo que sucede sobre el terreno, se ha incorporado a la discusión local. La brutalidad del ataque de Hamás el pasado 7 de octubre y la despiadada respuesta israelí que se prolonga hasta el día de hoy han llegado —gracias principalmente a las redes sociales— con total crudeza a grandes audiencias, exacerbando los ánimos y sirviendo de caldo de cultivo para que los extremismos hagan crecer dos intolerables fenómenos de odio: el antisemitismo y la islamofobia. Durante estas semanas numerosas sociedades están asistiendo a delitos de este tipo cometidos a rebufo de las reacciones que provocan los hechos ocurridos en Oriente Próximo. Resulta alarmante que los ejemplos sean numerosos y sigan creciendo. En Estados Unidos, el 14 de octubre, Wadea Al Fayoumi, un niño de seis años de origen palestino fue apuñalado 26 veces por el casero de la vivienda en la que habitaba. El asesino, de 71 años, declaró haberlo hecho como reacción a la guerra entre Israel y Hamás. En Francia, ciudadanos de religión judía han sido agredidos, varios cementerios han sido vandalizados y diversas viviendas han aparecido marcadas con la estrella de David, hecho este último que se ha repetido en Alemania, donde una sinagoga ha sido atacada con cócteles molotov, con las desgraciadas connotaciones históricas que esto tiene en ese país. Las agresiones contra la comunidad judía se cuentan por cientos, también las que sufren las comunidades islámicas. En Austria fue incendiado un sector del cementerio judío y en São Paulo un centro de refugiados de religión musulmana tuvo que ser protegido después de que fuera rodeado al grito de “terroristas”. En Londres los episodios islamófobos han aumentado un 140% desde el 7 de octubre mientras que en todo Reino Unido los ataques antisemitas han alcanzado su cifra más alta desde 1984, cuando comenzaron a registrarse. En España, la sinagoga de Melilla sufrió un intento de asalto el 18 de octubre y un hotel de Barcelona fue ocupado por el hecho de que su propietario es un ciudadano israelí. Son solo algunos ejemplos. En este contexto resulta imprescindible una decidida acción política que impida que la creciente polarización desemboque en acciones antisemitas o islamófobas. Acierta pues el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al anunciar estos días la primera ley contra la islamofobia en la historia de su país, que ha justificado con un principio inapelable: la democracia es incompatible con el odio. Del mismo modo, acierta el vicecanciller germano, Robert Habeck, perteneciente a la izquierda ecologista, al lanzar a través de las redes sociales un mensaje en el que proclama una total intolerancia con el antisemitismo y advertir de que no lo permitirá en suelo alemán. Ninguna causa, por justa que parezca a quien la defiende, puede servir de excusa para atentar contra grupos étnicos o religiosos. En estos momentos, la lucha contra el odio a los judíos y a los musulmanes precisa de un posicionamiento contundente por parte de los responsables públicos que evite un clima descontrolado. La guerra entre Israel y Hamás está creando ya demasiado sufrimiento como para fomentar o permitir que el extremismo se extienda al resto del mundo. El nuevo móvil de Google altera la percepción de la realidad: la IA ya hace nuestras fotos cada vez más falsas El Google Pixel 8 Pro ha llamado la atención de muchos usuarios porque agrega y elimina elementos a las imágenes, lo que plantea dilemas sobre su autenticidad
El editor mágico del móvil Google Pixel 8 Pro parece hacer
precisamente eso: magia. Permite modificar en cuestión de segundos lo que aparece en una foto —del cielo al agua del mar—, eliminar a gente que sobra en la imagen, cambiar el tamaño de cualquier elemento e incluso modificar las caras de los protagonistas. La inteligencia artificial generativa aspira a revolucionar la edición de fotografías, pero también conlleva algunos riesgos y plantea algunos dilemas éticos, como si nuestras fotos son cada vez más falsas. La mayoría de móviles en el mercado permiten editar fotografías al alterar, por ejemplo, la luminosidad, el contraste o el brillo. Pero los Google Pixel 8 van un paso más allá: los usuarios pueden añadir o quitar cualquier elemento de una imagen. Jennifer S. Mills, psicóloga de la Universidad York (Canadá), explica que incluso antes de la edición de fotografías, la mayoría de personas optaban por conservar o mostrar fotografías que les mostraban desde un ángulo más favorecedor o con mejor iluminación. “Siempre hemos seleccionado nuestras fotos. Pero esta nueva tecnología [de los Pixel 8], sin embargo, nos aleja bastante de la realidad del momento. Estamos inventando cosas que nunca existieron”, afirma Mills, que ha realizado varios estudios sobre el impacto de las redes sociales y la apariencia física en la salud mental. “Elimina las distracciones, mueve los sujetos o mejora los fondos”, sugiere Google al utilizar el editor mágico por primera vez. Las opciones de edición cambian dependiendo de la fotografía. Por ejemplo, si hay cielo en la imagen, la herramienta ofrece una función específica para editarlo y añadir o quitar nubes. Otra opción llamada “hora dorada” permite cambiar la iluminación. Si hay un río o el mar, el editor mágico sugiere la opción “agua”, que sirve para modificar el caudal, generar oleaje o cambiar el color del mismo.
1. Teniendo en cuenta las características de la modalización objetiva y la modalización
subjetiva que hemos trabajado en clase, indica qué texto es objetivo y qué texto es subjetivo. Para ello, señala los ejemplos que aparecen e indica qué tipo de mecanismo presentan.