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Da la sensación de que Euphoria ha sido diseñada para que una parte de los
espectadores adultos se alarmen contemplando cuánto se coloca su progenie
y que abominables costumbres sexuales tienen, y para que otra respire aliviada
por no tener hijos adolescentes. Es una serie tan obviamente desesperada por
provocar que, al final, todo cuanto logra provocar es tedio.
Abogó por un arte interpretativo que abandonara las preguntas más típicas y
arcaicas –¿Qué quiere decir? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué significa? — y que se alejara de
la búsqueda de significados ocultos tras la forma. Para Sontag, la importancia
interpretativa y crítica debía recaer en transitar sobre las obras, mostrando “como es lo
que es” y no “que significa”. En consecuencia, la misma ensayista propuso que <<en
lugar de la hermenéutica se desarrollara una erótica del arte>> (KOTTOW: 258).
Por último, y para dar sentido a esta afirmación teórica-estética [el arte como lo
erótico] podríamos asociar la interpretación y la crítica moderna a un negocio tan sucio
y siniestro como es la pornografía:
Uno de los accesos que Sontag empleó para elaborar su teoría estética fue la imagen,
tanto en su manifestación fotográfica como en su exteriorización cinematográfica.
La última, más vinculada a la idea del presente trabajo, fue analizada desde el
concepto de cinefilia y desde la idea de mecanismo crítico. En su elaboración teórica-
cinéfila, Sontag presentó una importante antítesis con relación a la imagen fílmica:
Como reconocida lectora de Roland Barthes –quién propuso la distinción entre texto y
obra— Sontag fundamentó gran parte de su teoría estética-cinéfila desde una
perspectiva contraria: <<toda tendencia taxonómica nunca es estética>>.
La llegada del cine impactó tanto en la figura de Sontag como al resto de su sociedad. El
ahora proclamado Séptimo Arte acabaría repercutiendo, asimismo, en otras artes –tales
como el Teatro, la Fotografía y la Literatura—junto a todas aquellas formulaciones
teóricas que estaban en camino. Por consiguiente, los teóricos empezaron a buscar la
posible unión entre lo hipotético y lo cinematográfico, un ejercicio en el que Sontag
acabaría ensayando. Desarrollando su concepto más cinematográfico, razonó a cerca de
la posible existencia de una cinefilia experimental y una cinefilia crítica. De ambas
perspectivas, Sontag presagió la posibilidad de que dimanaran hacia una cinefilia más
crítica, teórica y política.
Sontag comprendió este trágico trance cuando se percató que: el gusto por el cine estaba
empezando a ser moldeado (incluso manipulado) por las manos mecánicas del
capitalismo:
Es por eso que en la mayor parte del metraje tenemos la sensación de que
estamos inmersos en un mundo de ensueño, con la cámara realizando movimientos que
no son tan habituales en series de televisión: girando alrededor de los actores, flotando
sobre un personaje en concreto en un plano cenital y descendiendo poco a poco a un
primer plano para entrar en su hilo narrativo, o acercándose a toda velocidad desde el
otro lado de la habitación, expresando la distancia emocional a la que están los
personajes en la escena, en contraposición a su distancia física.
ELOY FERNÁNDEZ PORTA
Y SU TEORÍA AFTERPOP
La Cultura de Masas –de principios del S. XX—surgió como resultado de los medios
modernos de distribución de imágenes (y sus casi infinitos desarrollos) y redefinió: <<el
modo de consumo, el estatuto del arte y las maneras de percepción de su sociedad de
forma irrecuperable>> [TARANCÓN: 253]. Además, con el apogeo de internet
vinculada esencialmente a la Cultura de Masas— y el creciente fraccionamiento de los
movimientos culturales, la cultura popular se expandió poniendo en riesgo <<su
reconfiguración institucional y comercial>> al vincularse –de forma casi inevitablecon
el capitalismo más feroz. (TARANCÓN: 253)
En el año 2007, las cenizas del Pop y el afán reivindicativo de Eloy Fernández
Porta engendraron la denominada Teoría Afterpop. Lo Afterpop –en palabras de Eloy
Fernández— nace <<como un manifiesto de la alta cultura Pop>> y <<como la
necesidad de establecer un nuevo lenguaje que pueda dar cuenta del presente>>.
(TARANCÓN: 257)
Del mismo modo que existe incautación del Pop por parte del Afterpop [el
vocablo ya nos sugiere esta idea], hallamos también –entre ambos—una evocación
reverente o díptica que, en palabras de Eloy Fernández, da lugar a una experiencia
manifestada en tres rasgos:
La liberación (la segunda obra “libera” a la primera de un presupuesto
cultural que se había adueñado de ella), la reflexividad (la obra original era
“buena”; la versión es “interesante”) y el anacronismo (el efecto estético
que resulta de trasladar la obra a un nuevo marco de referencia histórico).
(TARANCÓN: 269)
La primera vez que vi Euphoria llegué a pensar que había presenciado la serie más
original –tanto desde una perspectiva formal como temática—de los últimos veinte
años. Más tarde, y tras varios días de análisis, me di cuenta de que, a pesar de ser una
mayúscula y cautivadora obra cinematográfica, no podía preponderarla por su
originalidad. El caso es que yo había presenciado –a nivel cinematográfico— algo
parecido, y aunque los primeros días no lograse dar con la respuesta, finalmente vino a
mí la reminiscencia. Yo había visto una serie parecida, y esta era Skins, estrenada en
España el año 2007. Ahí me di cuenta de que Skins es para Euphoria lo que el Pop fue
para el Afterpop. En palabras de Eloy Fernandez, entre Skins y Euphoria podemos
presenciar: <<La liberación (la segunda obra “libera” a la primera de un presupuesto
cultural que se había adueñado de ella), la reflexividad (la obra original era “buena”; la
versión es “interesante”) y el anacronismo (el efecto estético que resulta de trasladar la
obra a un nuevo marco de referencia histórico)>>. (TARANCÓN: 18)
Euphoria es arte visual porque cumple con la idea del arte como un trajín
siempre ritual: promueve un descenso al infierno, un viaje a lo imaginario y al horror,
pero ese viaje reconduce de nuevo a lo cotidiano, de manera que el sujeto queda, a
través del recorrido, transformado. No desde luego, fortalecido, pero sí probado: el arte
conduce a la verdad, no a la realidad; y conforma esa verdad con la misma realidad.