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CAPÍTULO IV

EL TEXTO
143

Jaime Sanín Echeverri

Una mujer de 4 en conducta1


o La quebrada2 de Santa Elena a

a
Primera: “La quebrada de Santa Elena”. En adelante, todas las notas filológicas para la fijación de la novela
están referenciadas con base en la Edición Príncipe, ésta se abreviará con la letra (P) alusiva a la primera
edición de la obra editada por la Imprenta Departamental de Antioquia en 1948.
144

Cualquiera semejanza que se advierta


entre este libro y una novela, es mera
coincidencia. b

a
P: Cualquiera
b
Sobre el epígrafe se debe advertir que no ha habido un criterio claro sobre su ubicación a lo largo de las
diferentes ediciones, debido a que algunas lo ubican al final de la obra y otras lo suprimen completamente.
145

CAP. I ◊LA MUERTE DEL LECHÓN a◊

Helena no era aún una mujer, pero ya había dejado de ser una niña. Sus grandes ojos
claros pudieran ser de colegiala si hubiera conocido aulas distintas de la Escuela Rural de
Santa Elena:3 aún no se había fugado de ellos la inocencia, pero ya les aparecía no sé qué
tímida coquetería. Eran además vivaces mientras no miraba que la mirábamos, y suaves,
quietos, distraídos cuando se sentía observada.
Los ojos de Helena fueron como el canto del gallo para mi alma de solterón tenaz.
Los coronaban cejas abundantes y arqueadas que en mis versos —Oh desocupación— eran
flabelas de palmeras reales. En realidad, fuera de abundantes, eran un poco gruesas, según
reflexiono ahora fríamente, pero a mí me parecían perfectas. El cabello era también
abundante y grueso, dejado al desgaire unas veces, trenzado en su bifurcación otras, y caía
en bucle sobre la sien izquierda. De seguro que en su infancia fue rubia, pero el sol de los
altos montes le dio un color de pan a su cabello, de suerte que en zonas parecía quemado y
en zonas dorado. Y su tez se me parecía a un pan, asimismo. (No tengo la culpa de que no
se me hiciera semejante a las manzanas ni a los duraznos). Está de sobra decir que era
morena, porque desde que se escribió El Cantar de los Cantares4 b nadie ha osado pensar
en que la protagonista de una historia de amor pueda no tener tostada por el sol la
epidermis. El resto del cuerpo tenía ya toda la gracia naciente que adquieren las campesinas
cuando acostumbran portar cestas en la cabeza. Era, además, limpia y descalza. Las uñas
del pie mejor conservadas que las de la mano, un poco negras de tierra de capote.5 Pero
entrambas6 extremidades eran firmes como caobo torneado.
Se trataba de sacrificar el cerdo navideño. En lugar del voluminoso y solemne de
años anteriores, Roque Alfaro trajo en 1930 un lechón. El helecho abunda en las cercanías,
y la pira está lista para chamuscarlo. Yo he dictado la sentencia con un largo discurso,
muchos trozos de él en rima, y Roque le ha dado la puñalada feliz con el garbo de un
torero.
“Villa Clara” está situada a 2.600 metros sobre el nivel del mar, y el frío nos hace
dar diente contra diente. Pero, por debajo de la ruana de los mayores, circula con profusión
la cantimplora, colmada de “tapetusa”7 de los Loaizas, que hemos encargado a la tienda de
Mazo.8 ¡Bendito frío que tantas veces nos sirves de pretexto para el aguardiente!9
Es la noche de San Silvestre.10 Han pasado ya la novena del Niño con sus musgos,
su pesebre, sus faroles y sus globos; el día grande de Navidadc con la escondida y hallazgo
del niño, la pólvora y el aguinaldo debajo de la almohada para los pequeñuelos;11 y el día

a
P: LECHON
b
P: El Cantar de los Cantares
c
P: navidad. Se actualiza según la norma ortográfica vigente que establece mayúscula inicial para la
designación de fiestas o días festivos.
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de los Inocentes,a con sus mentiras maliciosas. Sólo falta para una Navidadb completa el
degüello del lechón, y para él escogió Roque este último día del año. Quiere así obligar a
sus hijos a permanecer en el frío de la montaña hasta pasada la media noche, en que el año
nuevo mostrará su faz menos hosca que el trágico viejo de 1930. Por fortuna la noche no
fue de lluvia, por más que cendales de nubes cubrieron la luna repetidas veces, con
beneplácito de los novios que estaban alejados de la hoguera.
Susana había invitado un grupo selecto de temperantes medellinenses, con notable
sobra de elemento femenino. Estas casas de Santa Elena eran entonces el temperadero12
elegante de Medellín.13
—Vienen muchachas preciosas, me dijo. La flor y nata de la sociedad. Creo que esta
noche empezarás a escribir tu Comedia Sentimental. c La mayor de las Restrepos estudió en
Europa y tiene una hijuela pingüe.14 Es el mejor partido de Medellín... y dice que no se casa
si no es con un profesional. Los antioqueños le parecen, en general, muy ásperos y muy
ordinarios.
La mayor de las Restrepos me pareció exageradamente nariguda y de un hablar
gangoso y bachiller. Lástima de su hijuela, porque más tarde le tocó a otro dilapidarla con
tanto gusto como lo hubiera hecho yo. Se llamaba Katherine. Dijo que era una preciosidad
mi discurso sobre la muerte del marrano, y yo todo un orador. Nos besamos largamente
cuando empezó el nuevo año, porque así dizque15 se acostumbraba en Chicago. En ese
dulce beso, largo como su filuda nariz, no supe a ciencia cierta si ella tenía perfumado
aliento o tufo de alcohol.
Un poco alejados, al pie de la hoguera, estaban Helena y Rodrigo, uno de los hijos
de Roque, friendo sendos chicharrones16 en un improvisado fogón de estilo.
Despreocupados aparentemente el uno del otro, la doncella y el doncel virtuosos eran un
grito solo de esperanza para esta raza prolífica de la montaña antioqueña. 17
Mientras yo besaba a Katherine en la sombra, miraba a Helena, que estaba en la luz.
Sin embargod no era la concupiscencia lo que empezaba a roerme el alma al contemplar de
hito en hito aquella núbil campesina. Todo su aire inspiraba candor. Su boca llamaba más a
ofrecerle fresas que besos. Las líneas apenas parecían bosquejadas, y despedía un olor
agreste, por completo alejado de la lascivia.
Helena era el noveno vástago de Marco Antonio Restrepo, peón de Roque en una
siembra de rábanos que habíamos resuelto establecer al norte de “Villa Clara”. Mientras
Susana invitaba a las personas de la high life,18 e Roque hacía venir a sus peones con sus
familias al martirio del cerdo.
—Mira, Roque— le dije en un momento en que dejé con alguien a Katherine—
cómo Rodrigo te ha heredado la desprevención de razas: sabe convivir con las negras
delante de todos y a plena luz. Porque a la sombra te aseguro que yo estaría de mil amores
con Helena.

a
P: inocentes
b
P: navidad
c
P: Comedia Sentimental
d
P: Sinembargo. Se actualiza la ortografía de esta palabra a lo largo de la novela.
e
P: “high life”. Se eliminan las comillas y se cambia a cursiva por ser una expresión en otra lengua.
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—¿Negra?,a me interpeló Roque. Ni tú, ni yo, ni mucho menos Katherine Restrepo


es la mitad de lo blanca que es Helena. Si tú hubieras conocido en Abejorral19 al abuelo de
esta niñita sabrías por qué lo aseguro. Gran señor, de barba al ombligo, severo, de afable
conversación, alto y derecho como un maguey, magro y ceñudo a su hora. Era un patriarca,
padre de dieciocho hijos. La mucha prole hizo que varios de sus descendientes vinieran a
menos, y Marco Antonio es aparentemente un mero jornalero. Pero mira cómo ha sabido
infundir a su familia los modales distinguidos, y sobre todo la discreción, que es el
patrimonio privativo de las altas estirpes.
—Por lo visto —le dije— a tib no te gusta menos Helena que a mí. Pero la tenemos
perdida porque tú eres casado, Roque, y sin ninguna aptitud para el adulterio; y yo soy un
viejo al lado de Rodrigo, que la solicita muy mañosamente.
—Marco Antonio sabe —repuso Roque con severidad— que Helena está tan segura
con Rodrigo como Rodrigo está con ella; y si estuviera en solicitudes amorosas, lo vería
casado con una Restrepo muy a mi gusto.
Algo alcanzó a oír Susana, que se acercaba a nosotros envuelta en un vistoso capote
pastuso,20 con ceñido capuchón para evitar el enfriamiento de las orejas:
—¿Con quéc estás enamorado de Katherine Restrepo? —me dijo— ¿No te decía yo
que era la muchacha más encantadora de Medellín? Sus estudios en Europa y Norteamérica
la capacitan para ser una mujer poco común...
—La Restrepo de que hablábamos, hija —contestó Roque— es Helena.
—¿Helena Restrepo? ¿Cuál Helena? ¿La de don Vidal? ¿La de don Oliverio?
—¿No sabes quién es Helena Restrepo, Susana? —le dijo muy despacio su marido.
—Conozco tantas Helenas Restrepos que no sé cuál será. Si es la de don Vidal te
felicito de una vez. No tiene tan buena hijuela como Katherine, pero tal vez es más sencilla
y más hacendosa.
—Es esta Helena, concluyó Roque sonriente, señalándola. Los ingenieros saben que
el oro está en las montañas y no en las hijuelas. A este le gusta la niña de Marco Antonio.
Susana sonrió con la inteligencia que siempre admiré en esa mujer franca y audaz.
—¿De suerte que no es señora lo que está buscando nuestro solterón, sino amores
montañeros? Me da mala espina esa coquetería con una niñita. Lo que no sabía yo es que
fuera también Restrepo Marco Antonio. Aquí definitivamente todos somos Restrepos...
—No son amores montañeros, le respondí a mi afable huésped. Tú sabes que yo no
puedo ver la belleza sin admirarla. Me parece hermosa la chiquilla esta que juguetea con
Rodrigo. Y tu marido, que es un monógamo empedernido, cree que por ello voy a casarme
con la montañerita.21 Yo sé admirar la belleza en el paisaje, en la mujer y en el agua, como
obras de Dios y reflejo de sus perfecciones. Me gusta ver a mujeres como Helena
plácidamente, castamente, sin el menor arrebato de aventura. Mis treinta y cinco de vida y
setenta de experiencia van dejándome un rescoldo amargo.
¿Por qué hacía yo tantas protestas? En realidad era porque no me sentía muy seguro
de mí mismo. Había mirado demasiado a Helena. Me había repugnado Katherine, a pesar

a
P: —Negra?,
b
P: tí. A lo largo de la novela aparece tildado el monosílabo “ti” usado como posesivo, se actualiza con la
norma vigente.
c
P: que
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de tener unos modales de ciudad que solían agradarme, porque me alejaba de ella. Para mí
Katherine representaba al mundo, y Helena era un hálito sobrenatural. Katherine se me
aparecía con la palidez del clima cálido del Cañón de Aburrá,22 mientras Helena era la niña
sonrosada de la cordillera. Katherine era el fruto insípido, mientras Helena era la fruta en
sazón. Katherine era la bachillera casquivana,23 mientras Helena era la ignorancia
inteligente. Katherine era la mujer de pantalones largos, el marimacho,24 mientras Helena
era la dama agreste y la encarnación de la pureza femenina. En la cabeza de Katherine
estaba una diadema de artificio, y en la de Helena una rosa. Katherine era la simpatía
repelente y Helena la timidez llamativa. Katherine, la sirena, y Helena, la virgen. La voz de
Katherine era el pito gangoso de los barcos y el estridente de las locomotoras. La de
Helena, el silbido del viento libre de las sierras. Katherine, en una palabra, era la ciudad.
Helena, la montaña. ¡Si lo estaban pregonando así los senos aplanados y urbanizados de la
una y los altivos e intactos de la otra!
Tropel de imágenes numerosas me dejaron ver que estaba borracho. El aguardiente
de Guarne25 sabe agarrar.26 Susana adivinaba mis pensamientos, decía yo, cuando advertí
que no eran pensamientos sino palabras. Todo este libelo contra Katherine se me había
derramado por la boca, como de una botella volcada.
—Si no fuera —concluí— porque Rodrigo ya la tiene comprometida, yo te aseguro,
Susana, que me casaría con esa montañerita.
La paciencia de Susana, que no era corta, se agotó.
—Creo que ustedes deben acostarse ya. El año nuevo ya está viejo. Hace demasiado
frío, y el trago se acabó. Katherine Restrepo es mi amiga, y yo no puedo sufrir que tu
borrachera te dé por insultarla. De una muchacha sucia, hija de un peón, has hecho una
diosa. Y de una mujer distinguida, ilustrada y buena, has dicho hasta que es un marimacho,
y le has analizado su cuerpo delante de una señora. Por eso yo me opuse a que trajeran
contrabando.27 La fiesta de año nuevo nos hubiera quedado bien trayendo unos guitarristas
y bailando dentro de la casa. Estos amaneceres con aguardiente al aire libre se vuelven
demasiado cursis. ¡Se les ocurre hasta pensar en que Rodrigo pueda tener amores con una
muchacha descalza!...
—Susana —dijo Roque con cierta sorna alcohólica—, no se te olvide que yo te
conocí descalza…a
—Claro. Me conocerías a los dos años —contestó Susana con displicencia.
—Yo me calzaba los domingos para ir a donde mi novia, agregó Roque. Toda la
semana la pasaba descalzo. Susana era más pobre que Helena, y casi tan bonita como ella.
El papá de Susana era descalzo y de ruana, como Marco Antonio. Así era mi papá también.
¡Cómo se nos olvida de pronto la historia patria! ¿Recuerdas que me bajé los pantalones
para casarme, y esto porque me prestaron los de mi hermano?
—Pero tú nunca fuiste un peón. Esos tiempos eran más sencillos. No puede perderse
el trabajo de veinte años para que ahora resulten los hijos más pobres que nosotros, y
Rodrigo casado con una montañera peor que yo. Un muchacho que ya casi es bachiller. La
excelencia del Colegio de los Jesuitas,28 b que es el de la aristocracia de Medellín. Preferiría
picárselo a los marranos a verlo casado con una desgraciada de estas. Y a propósito, tú

a
P: descalza.....
b
P: Jesuitas. Se actualiza según la norma vigente de no tildar diptongos llanos.
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deberías llamarle la atención a Rodrigo. Que respete su posición. Y que respete a las
pobres. No faltaba más sino que siguiera en esas intimidades con una negra, que lo único
que les falta es partir de un confite.29
La airada Susana se retiró a donde Katherine estaba en la penumbra con el que
después fue su marido, la tomó del brazo y ambas se fueron a la casa. Al entrar exclamó:
—Helena, venga con los trastos30 que están por ahí regados para que no amanezca todo
vuelto un reguero.31 Al pasar Helena con los platos de peltre por frente a nosotros le dije
mis primeras palabras de amor:
—Feliz año nuevo.
—Feliz año, viejo —me contestó.
—Mira cómo te insulta tu amada —observó Roque.
—No es a mí a quien dice viejo. Es al año porque ya no es nuevo. Han pasado varias
horas y suena el toque de queda.
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CAP. II ◊UN PRÓLOGO Y DOS DISCURSOS◊

El día de los Santos Reyes volví a ver a Helena, mi regalo de año nuevo. A nadie le
había querido preguntar dónde era la casa de Marco Antonio para evitar comentarios que
me mortificaban, y suspicacias que aun llegarían a perjudicarla. Confieso paladinamente
que durante estos seis días deseé verla, y aun declaro que pensé, serio, en casarme con ella.
Pero he de agregar que ya para entonces había deseado vehementemente casarme con
centenares de mujeres que no eran Helena. De seguro tengo un parentesco con Lope,32
quien se hizo fraile ante la imposibilidad de casarse con todas las mujeres del mundo.
Mas es menester que por estas palabras no se me crea un tenorio.33 Como tampoco
un santo. Soy y era entonces un pecador común y corriente, sin ninguna aspiración a pecar
más que mis congéneres. Mas lo curioso, a mis 35, es que Helena no me había inspirado
ningún mal pensamiento. A veces la comparaba, en el entresueño, con las jóvenes vírgenes
de Sanzio, y luegoa pedía mil perdones a Rafael.34 No. Yo no había reñido aún con el arte.
No era capaz de profanarlo. La figura de Helena era grácil, ágil, esbelta, tierna, pero no se
trataba tampoco de un dechado de perfecciones capaz de hacer salir de quicios a un
renacentista.
Realmente Helena bien vestida, me preguntaba a mí mismo en largos soliloquios
mentales, ¿sería capaz de deslumbrar en los salones de la buena sociedad? Cuando yo
saliera del teatro, con mi joven esposa, no bien pasara la crisis, ¿no es cierto que luciría
mejor la pareja que si la formara con Rosalía, ese amor viejo y rubio como el
champagne,35 b semiolvidado ya en un pueblo del suroeste antioqueño?
—Buenos días, Helena, le dije cuando me llegué hasta ella, que aporcaba extensas
eras de claveles. (¡Ohc la figurad rolliza de Dulcinea!).
—Muy buenos días, doctor, dijo levantando su cabeza de la tierra. Tenga la bondad
de seguir. Mi papá está en el corral. ¿Quiere usted que se lo llame?
Se vinieron a mi mente aquellas palabras de Benjamín Jarnés,36 cuando Merlín; el
sabio Merlín, mucho más doctor que yo, está enamorado ya de Viviana, la bruja de los
hechizos: “Una sola palabra de su boca tenía para él más sentido que todas las frases de los
filósofos del mundo”.
—Sí, Nena; llámame a tu papá, que quiero hablar con él sobre su negocio de flores.
Correteando, saltando, bailando casi, llega a la casa, la atraviesa, y suelta las
espuertas37 e de su voz dulce, como la miel en el trapiche.38

a
P: luégo. Se actualiza la ortografía de esta palabra a lo largo de la novela.
b
P: champagne. Se cambia a cursiva por ser un extranjerismo tomado del inglés.
c
P: (Oh
d
P: f gura. Se corrige error tipográfico de ausencia de la letra i al interior de la palabra
e
P: expuertas
151

—Papá, papá, vino el doctor a proponerle un negocio con el jardín. Que le haga el
favor y venga.
Larga, muy larga fue la conversación con Marco Antonio Restrepo. Tuve que
admirarle cada color, cada variedad, cada una de las matas de clavel innumerables que tenía
sembradas en esas irregulares dos puchas39 de tierra. Le dije que en otras ciudades las
floristerías eran un negocio de ricos. Helena no intervenía en nuestra conversación, por no
interrumpir a los mayores, sino cuando yo me atrevía a preguntarle algo, tan simple como
esto:
—¿De modo que tú misma, Helena, bajas todas las semanas a Medellín con tu gran
manojo de claveles, a ofrecerlos de puerta en puerta?
—Perdóneme que le diga, doctor, pero en estas montañas las niñas no están
acostumbradas a que las tuteen, —fue la respuesta de este áspero suegro mío en agraz,40
mientras Nena enrojecía—. Sí, —agregó, como si tal cosa no hubiera dicho— la niña baja
los martes en el bus de la Transportadora. Pero la situación está tan mala que ya nadie
quiere comprar flores. Antes le hacíamos hasta sesenta centavos a cada viaje, pagando los
treinta de los pasajes, pero ahora la poca gente acomodada está en el campo. El último viaje
fue perdido. Le di los quince centavos para bajar, y no pudo completar siquiera los quince
para subir. Tuvo que regalarle las flores a la sacristana de la capilla de Buenos Aires41 y
empeñarse a subir a pie por esta loma. Me la cogió una noche oscura y yo ya me deshacía
de esperarla, porque el último carro hacía horas que había pasado. Por eso no volverá a
bajar nunca. Yo necesito quien me compre las flores por cualquier cosa, y las mando con el
bus, para no perder el trabajo. O si no, que la niña se las ponga todas a la gruta, y la Virgen
verá si lo que quiere es que comamos flores, que vivamos de flor, como la gente dice.42 ¡Si
es que ya no se levanta ni la comida!
(Me convencí de que con estos campesinos había de ser más circunspecto. El trato
de tú en Antioquia, en la verdadera Antioquia que ni es Medellín ni se parece a Medellín,
sólo se usa para seducir a las mujeres. La cordialidad de camaradería se usa con el vos.43
Pero el usted es la forma respetuosa, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Usted le
dicen los padres a los hijos y los hijos a sus padres. Usted los patrones a sus asalariados y
los asalariados a los patrones. La señora de la casa trata de usted a la sirvienta, y la sirvienta
a ella de usted. Cuando el Gobernador llega a un pueblo, los campesinos lo ustedean.44 El
político que los trata de tú les parece amanerado y maricón.45 Se ustedean los novios serios.
En realidad el de usted es el trato de la democracia, tan cómodo como el you 46 a de los
ingleses y el vous47 b de los franceses. Porque viven en Medellín muchos forasteros, y
porque los mismos vecinos viajan con frecuencia por tierras lejanas recogiendo lo peor de
todas ellas para traerlo a la suya, llegó a Medellín el uso del tú, que antes de 1925 era
amaneramiento. Pero tan circunscrito está al centro de la ciudad, que en las mismas aldeas
suburbanas, cerca de los ejidos coloniales, aún repugna ese trato. Para Marco Antonio ello
era cosa novísima y grave irrespeto. Posiblemente una de tantas innovaciones
revolucionarias como los liberales querían imponer. Yo que en ese entonces aún me
esforzaba por hablar correctamente sin advertir que esto es una vanidad de mal gusto,
consideraba que la reacción del peón era ignorancia, oscurantismo como decíamos

a
P: “you”
b
P: “vous”
152

entonces. Si cedí, pues, en tratar de usted a Nena no fue porque entonces pensara como hoy
pienso, sino porque la entereza de un presunto suegro hace temblar hasta al más cínico
mortal. Resolví, por ello, volverme todo buenos modales, que es lo único que los
campesinos admiran en la gente de la ciudad. Por algo la palabra urbanidad deriva de urbe).
—¿Y a usted, señorita Helena, le gustó Medellín? —dije con sincera cortesía.
—A mí sí me encanta Medellín, doctor. Conozco todo el centro. Aquí me paso los
días y las noches viendo esa extensión de ciudad y pensando en todas las maravillas que
hay en ella: la Catedral a y tantísimas iglesias, las fábricas tan admirables, los colegios y la
Universidad, b los parques y las avenidas, esos edificios tan altos y esas casas tan
primorosas...c ¡Qué dicha tener plata y poder vivir en Medellín! Lo malo es que a los
medellinenses les debemos dar mucha risa las montañeras.
—¡Cállesed esa boca, m'hija, por Dios, no sea ridícula —la interrumpió Marco
Antonio con imponente severidad— usted es una niña y no sabe lo que vale el campo!
—Ha hablado usted admirablemente, señor Restrepo, le dije conciliador. Sus
palabras parecen traducidas del poeta Horacio,48 que expresa esa misma idea en uno de sus
más celebrados poemas. Pero debe apreciar también la inteligencia de la niña. En realidad
el campo ha desarrollado en ella un admirable espíritu de observación, que la ha capacitado
para discurrir con excelente juicio lo que verdaderamente es halagüeño en nuestra ciudad.
Considere, señor mío, cómo la Catedrale es lo primero que admira. Y es que en realidad
nuestra Catedralf de Villanueva constituye el primer orgullo de la raza. Es una obra colosal
que, según los más reputados estetas,49 debe ser contada entre las maravillas arquitectónicas
del mundo. Su inmenso tamaño hace que sea la primera mole en adobe cocido de todo el
universo. La pureza del estilo románico, ajeno a toda suntuosidad, la torna a la vez tan
majestuosa como severa, digna casa de Dios. La proporción acertada en todas sus partes
hace que no advirtamos que es alta siendo el edificio más alto de la ciudad; ni que es
grande, siendo incomparablemente mayor que cualquier otro edificio. Pero vista a distancia,
como la ven ustedes, en esta altura desde donde se domina a Medellín como de ninguna
otra parte, puede apreciarse cómo la Catedralg de Villanueva emerge desde la entraña
misma de la ciudad católica y levanta su pináculo domeñadora.50 Nada llama tanto 1a
atención al más desprevenido de los pasajeros, como esa inmensa mole rosada, levantada
hacia el cielo como una plegaria, no como la voz de una aguja, sino como el clamor de toda
la plebe a Dios. Nuestra Catedral,h según Eduardo Ospina, el mejor de nuestros estudiosos,
tiene títulos bastantes para figurar en la historia universal del arte. Ningún templo de los
que ostentan en Colombia el título pomposo de basílica puede comparársele ni

a
P: catedral. Se unifica la alusión a la Catedral Basílica Metropolitana de Medellín con letra capital en esta
palabra, tal como lo establece la norma ortográfica.
b
P: universidad. Se cambia con letra capital a partir de la norma ortográfica por la generalización del nombre
de la Universidad de Antioquia.
c
P: primorosas....... Se unifica a lo largo del texto el uso de los puntos suspensivos con sólo tres, según la
norma ortográfica vigente.
d
P: —Cállese
e
P: catedral
f
P: catedral
g
P: catedral
h
P: catedral
153

remotamente en belleza arquitectónica. A nuestra Catedrala le falta solamente el orín


prestigioso de los años, para que adquiera fama tan dilatada como la de la Catedralb de
México.51 Cada vez que comparo lo que es nuestra excepcional Catedralc a nuestra ciudad
modesta, considero que otro tanto sería el templo de Salomón para la ciudad de Jerusalén.52
En Sión ninguna de las maravillas de Roma y Atenas podía admirarse. Pero en Roma y
Atenas tampoco podía verse nada comparable con el Templo de Salomón.
—Todo eso era lo que quería decir un antioqueño sin tener tantas leyes como usted,
repuso Marco Antonio. Resulta que, al mostrarle a Medellín a un inglés, éste se quedó
horas enteras pasmado ante la Catedrald de Villanueva. El antioqueño no sabía explicarle
nada, pero al fin le dijo esto: “Ahí donde la ve tan grande y tan buena, no la trajimos del
extranjero, sino que la hicimos aquí mismo en Medellín”.
El breve discurso de Marco Antonio me pareció mucho más elocuente que el largo
mío, que aún no tenía trazas de concluir,e sobre nuestra Catedral.f Y me dejó sin ánimos
para ponderar la inteligencia de Nena, que había admirado los demás templos, de los cuales
podía yo hablar un buen rato, creyendo con ello abrumar a mis interlocutores con mi
erudición, que al fin y al cabo no era otra cosa que los conocimientos demasiado
rudimentarios de arquitectura que obtenemos en la Escuela de Minas. Se me quedó para
otro día, también, lo que pensaba hablar sobre la Universidad de Antioquia, sobre el
Ferrocarril, sobre las grandes cosas del espíritu y de la materia que hay que admirar en
nuestra ciudad de Medellín, cuya alma, dije, es mucho mayor que su cuerpo. Quise
ponderar el tesón de los industriales, la audacia de los comerciantes y la inspiración de
nuestros poetas y cuentistas. Pero todo se me quedó trunco ante el pequeño y sabio chiste
de Marco Antonio. De veras esta Catedral,g que todos mirábamos desde la lejanía en
aquella clara mañana de Reyes, valía más que todo cuanto hemos importado, y sin
embargoh era producto de la industria nacional, tan despreciada por entonces. La voz de
Helena vino a consolarme brevemente:
—Y usted, doctor, ¿se aburrirá de lo lindo en Santa Elena,i acostumbrado a vivir con
todas las comodidades en Medellín?
—¿Cuáles son las comodidades de la ciudad que no las tenga en la montaña? —le
dije.
—¿Qué le parece, papá? ¿Que cuáles son las comodidades? Pues estar conversando
con todo el que uno quiera, sin moverse de su casa, por el teléfono. Así no hay que hacer
mandados, sino que todo lo que se desea se pide a la casa. Y si uno quiere moverse, miles
de automóviles están a la disposición, o sino los tranvías y los buses eléctricos.53 Y no hay
que cargar leña, ni encender candela,54 sino conectar el fogón; o hacer funcionar la tina

a
P: catedral
b
P: catedral
c
P: catedral
d
P: catedral
e
P: concluír. Se actualiza con la norma ortográfica vigente.
f
P: catedral
g
P: catedral,
h
P: sinembargo
i
P: Santa Helena, . Se corrige el error porque tanto el nombre de la vereda Santa Elena, que hoy alcanza el
título de corregimiento, como el nombre de la quebrada que baja de la montaña, se nombran sin “H”.
154

eléctrica, si uno quiere bañarse en agua caliente. Ni hay que lavar y limpiar y planchar, sino
entregar los vestidos sucios a la lavandería y recibirlos como nuevos. En lugar de andar uno
todo el día con el balde de agua, se mueve una llave y tiene toda la que necesite. Si se
quiere leer, se va a una biblioteca. Si se quiere uno instruira sin libros, se va a una
conferencia. Si se quiere reír un rato, se va a ver una película de Chaplin,55 en ese silencio y
en esa oscuridad de los teatros. No me diga nada, doctor, que yo no me explico cómo la
gente que vive en Medellín resuelve venirse a pasar dos meses en estas montañas, donde
todo son inclemencias. Sin luz eléctrica siquiera. Y sin sociedad... Que hagamos esto los
pobres, porque no tenemos más remedio, pero los ricos...
—Esas comodidades que ha enumerado usted, señorita Helena, son muy verdaderas
—le contesté—.b Pero ojalá no le toque sufrir las incomodidades que también tienen las
urbes. Empezando por la sociedad. En el campo están más dispersos, pero saben que el
deber del vecino es ayudar al vecino, y el del prójimo ayudar al prójimo. En las ciudades se
olvidan todas estas reglas. El mejor vecino duerme en su casa, a un metro de mi cama. Yo
estoy solo y puedo estar agonizando, mientras el otro está bailando, sin saber que yo existo.
Yo tengo hambre, y él le está dando a su perro diariamente la carne que me serviría a mí
para toda una semana. Me puede oír llorando y no interrumpe su canto. La única
comodidad digna del hombre no es la electricidad, sino la amistad, la solidaridad humana,
la caridad. Esta la tienen en el campo y no la tenemos en la ciudad. La electricidad es una
inmensa fuerza bienhechora, invisible pero material. Al lado del amor al prójimo, esa otra
fuerza invisible pero real que se pasea por los campos, la electricidad es una nadería.56
En todo esto había más que sinceridad —yo me aburría soberanamente en Santa
Elena— el anhelo de adular a mi campesinita, de hacerla sentir la cercanía de mi
admiración, de hacerla creer tal vezc que en las ciudades ninguna mujer había tan noble y
generosa como ella, y por consiguiente ninguna que pudiera agradarme como ella; y que no
era para mí un simple pasatiempo de montaña, distinto del eterno juego de parqués57 con
los niños de Roque. Como si estos pensamientos me los escuchara el peón de mi suegro,
espetó esta sentencia de muerte contra nuestros amores:
—Es exactamente lo que tantas veces le he dicho yo a la niña. Medellín es mejor
visto de lejitos, como lo vemos aquí. Sirve cuando más para ir a pasear un rato, pero volver
presto a la montaña. Las ciudades yeden58 a aglomeración. En ellas hay muchos hombres y
muy pocos pajaritos. Lo mismo le tengo dicho con los cachacos de Medellín.59 Parecen
muy formales, muy buenos mozos, muy sinceros. Pero ¡ay de la campesina que les crea! A
Medellín y a los medellinenses, muy bien todo, pero de lejitos.
Tamaña desautorización de mi señor suegro me dejó casi sin alientos para la
defensa. Por fin logré reponerme, y fingiendo una gran serenidad, le dije:
—Hace bien, señor don Marco Antonio. Los cachaquitos de Medellín son una plaga
repugnante, como las titinas.60 Hay muchos negros de saco en esa ciudad. Lo que llaman
centros sociales son una verdadera mazamorra de negros. Si viera usted qué apellidos los

a
P: instruír. Se actualiza con la norma ortográfica vigente.
b
P: contesté. — . Se realiza modificación tipográfica, colocando el punto después del guión, según norma
ortográfica vigente
c
P: talvez. Se actualizan estas dos palabras con la norma ortográfica y se realiza la separación de ambas.
155

que integran esas cuevas de la burguesía, donde no se le rinde el menor culto a la


inteligencia ni siquiera a la urbanidad. Hasta tienen biblioteca en ellos, pero se mantiene
desierta. Usan los libros como mero adorno, por la piel de sus pastas. En cambio los
periódicos del día son devorados con avidez. Y de los periódicos no leen sino la feria de
ganados y el movimiento de las acciones. Pero esas son unas cuantas familias parásitas en
una sociedad de millares y millares de familias buenas. No se debe hablar contra los
medellinenses sino contra los que explotan a los medellinenses. Usted, por ejemplo, tal veza
no ha advertido que sus propios hijos son de Medellín. El límite con Rionegro61 dista aún
de aquí varios kilómetros. La señorita Helena es de Medellín, mientras que muchas de esas
titinas son gentes de los pueblos.
—De los pueblos o de Medellín, es lo mismo. En todo caso —concluyó
lapidariamente Marco Antonio— son gentes venidas a más. Personas a quienes uno
conoció arriando una recua, y ahora resuelven que el aguardiente les sabe muy maluco,62
que no pueden tomar sino brandy... ¡Carajob con la suerte, que a unos les da plata y a los
otros nos da talento! Yo odio la alta suciedad de Medellín.
Dije por fin a Marco Antonio que estudiaría la posibilidad de comprarle
semanalmente sus claveles, me despedí de mano de él y de su inquietante criatura, y regresé
paso a paso, solitario, hacia “Villa Clara”. Al fondo me hería con su luz agresiva la ciudad
de Medellín, al pie de esta montaña majestuosa. Allá, donde unos cuantos amigos buenos y
muchos malos amigos tenía yo, allá donde la fortuna me sonrió una vez para luegoc
volverme la espalda, ¡cuántos esfuerzos míos quedaban sin fruto, cuántas ilusiones se
habían tornado polvo menudo! Medellín la de los espejismos. Muchas veces, sonriente, me
había mostrado la riqueza, me había elevado casi hasta ella, por el solo placer de soltarme
luegod y ver cómo me golpeaba contra su cemento indiferente.
Así fui avanzando por el caminito de vereda que trae de Mazo a Santa Elena,
deteniéndome un rato ante la policromía de un sietecueros63 y la fronda de un arrayán64 o
admirando los cestos de un amarraboyo.65 ¿Por qué, me preguntaba yo, somos tan prosaicos
los americanos que a un vegetal tan bello le ponemos un nombre tan torpe como amarra-
boyo? Los poetas de Antioquia han luchado por hacer una revolución de la lírica americana
hacia la épica, y principalmente hacia la égloga. Gutiérrez González hizo su “Memoria
sobre el cultivo del maíz en Antioquia”, que es obra incomparable. ¡Pero cuántas
dificultades técnicas! Cómo el alto poeta se halló con que el idioma castellano no tenía
palabras para cantar estas cosas de nosotros, y decidió escribir en antioqueño. ¡Y qué feo
idioma es el antioqueño! El buen loco de Epifanio66 siguió la revolución. Le cantó a la
ceiba de Junín,67 pero la ceiba no es árbol privativamente nuestro. Le cantó a la dulce
mirla,68 y al “uvito”.69 Pero cuando recordó los tesoros estéticos que están contenidos en
este árbol, cantó también al amarraboyo y al editar sus versos no fue capaz de mancharlos
con palabra tan fea, y tuvo que quitarle la a inicial. Pero “marraboyo” no es nada. Yo vi la
tachadura en los manuscritos de Epifanio que conservan sus hijas Emilia y Margarita.
a
P: talvez
b
P: Carajo. A lo largo de la novela se incluirán numerosas aperturas de signos de puntuación, de admiración e
interrogación, porque en la época de la edición príncipe la usanza era no marcar la apertura, según la forma de
la gramática inglesa. Se actualiza según la norma española para las expresiones a que de lugar.
c
P: luégo
d
P: luégo
156

Tachadura de su propia mano. ¡Laa mano del esteta que lucha contra una herramienta
inadecuada, el idioma pobre de palabras ante la riqueza de la flora! Y recordé después al
titán que entonces escribía poemas perfectos con idéntico fin revolucionario: Porfirio Barba
Jacob.70 Se duele de que a nuestras florecillas les falten cantores, les falte clasicismo. Y
habla en versos perfectos de los maizales y de las teresitas71 y de los astromelios72 de
Sopetrán.73 Nuestra geografía y nuestra flora se van así matriculando en la lírica universal y
rememoré, a propósito de nuestra geografía, cómo Horacio supo inmortalizar lugares
insignificantes de Italia con el donb de su verso. Y cómo nuestro León de Greiff,74
antioqueño también, descubrió y llevó a poemas musicales la musicalidad de nuestros
corregimientos exiguos, como Bolombolo. Pero me desconsolaba yo pensando en que para
la culta Europa un pájaro se llama ruiseñor, y aquí lo llamamos cucarachero.75 ¡Y el
cucarachero canta mejor que el ruiseñor! Recordé también de memoria a don Juan Valera,76
extático ante la bahía de Río de Janeiro, haciendo esfuerzos por describirla como superior a
la de Nápoles, pero chocando con la fealdad de las palabras: El Corcovado, Pan de
azúcar...77 c
Todas estas cosas me fueron convenciendo de la imposibilidad de los poemas que
soñaba escribir. Porque a nuestras florecillas no les faltan sólo cantores, ni solamente
clasicismo. Les falta simbolismo. Esta azucena hedionda que se llama “borrachero”,78 más
grande y más blanca que cualquiera otra azucena, ¿por qué no ha de ser el símbolo de la
impureza, como la otra azucena es el símbolo de la castidad? ¿Por qué no es este
borrachero despreciable una de las flores del mal de mi amigo Baudelaire?79 Tan bella
como una mala mujer. Tan mal oliente como un perfume barato.
Y estos bellos yarumos80 que crecen a pesar de la aridez, con sus grandes hojas
plateadas, ¿por qué no son el símbolo de los nuevos ricos? Plata en abundancia, y
esterilizan todo el terreno que los circunda. Al lado de ellos no crece planta alguna que no
sea de su propia familia. Y no producen frutos. Sus semillas para ser fecundas tienen que
pasar por el estómago y estar revueltas con el estiércol. Por algo los yarumos, como los
nuevos ricos, son huecos por dentro.
¿Por qué fueron tan ignaros nuestros abuelos que a este otro arbusto dieron el
nombre de nigüito?81 ¿Es creíble que no se les pareciera a una perla su fruta breve y grata?
Pero sólo se les pareció a las niguas gordas de sus pies.82 ¿Será posible llevar a la poesía
este nombre de nigüito? Y sin embargod Dios quiso crearlo no para que nadie se alimentara
de él ni se enriqueciera con su poca madera inútil, sino para que lo admirásemos, lo
llevásemos a los jardines, y aprendiésemos de él algotro83 signo grande. Si en lugar de
nigüito lo hubiesen llamado “daliló” o “záquita” hubiera estado bien para un soneto. Si lo
hubieran nominado “salulcro” vendría a las mil maravillas para rimar con pulcro.
No. ¡Definitivamentee América está por descubrir! Tenemos que descubrirla. Que el
aguardiente tenga posición social como el vino. Que los señores académicos de la lengua
reconozcan nuestros derechos soberanos para darles nombre a nuestras cosas, para bautizar

a
P: La
b
P: don. Se actualiza ortografía en monosílabos, los cuales no van acentuados.
c
P: Pendeazúcar...
d
P: sinembargo
e
P: Definitivamente
157

a nuestros hijos. Pero sobre todo que nos civilicen. Que no llamemos, por Dios, totuma84 a
la totuma, ni cuyabra85 a la cuyabra, cuando ellos llaman odre al pellejo. Que nos prohíbana
las palabras feas, como hacen los padres con los: hijos.
¡Gentes de México hasta la Tierra del Fuego:b démosle a nuestra América un
nombre americano porque ya éste se lo llevaron los yanquis! El que encuentre un nombre
bello para esta tierra será su descubridor y podrá enseñorearse de ella por el sagrado
derecho de conquista. Todas estas tribus dispersas, que somos dizque soberanas en nuestros
cacicazgos86 minúsculos, seremos sus pecheras.87 Buscad para esta tierra un nombre, un
nombre mágico como el de Bolivia y Colombia, y venid a gritar ese nombre a nuestros
loros y a nuestros ríos. ¡Necesitamos quien nos conquiste! ¡Quiénc nos enseñe a cantar
nuestros dolores y nuestras dichas en idioma de América! No nos sirve ya el español,
porque es monopolista e ignorante, metropolitano e incapaz. Pero tampoco nos sirve el
antioqueño. ¡Hagamos un idioma, y un símbolo, y un ideal, y marchemos sobre España a
enseñarles a hablar!
Estas locuras las decía yo a voz en cuello en aquellas soledades, luchando no por
ejercitar la dialéctica, que nadie oía mis disparates, sino por fortalecer mis pulmones con la
oratoria, tratando de dominar el ruido locato88 como el de un jazz: del arroyuelo de Santa
Elena, que se despeñaba a mis pies, buscando proceloso la ciudad.
Así es Helena, me dije, como esta quebrada de Santa Elena,d loca por llegar a la
ciudad, buscando la línea más recta de hacerlo, sin reparar en los saltos pavorosos de peña a
peña. Así es su alma transparente, como el agua pura de esta quebrada bulliciosa. (En esto
iba cuando recordé que no podemos decir quebrada sino riachuelo, porque quebrada es
americanismo, y nosotros somos de Castilla. En adelante va la grande para la Real
Academia cada que se atraviese. Ya no me deja ni pensar en Helena. No he podido saber si
es con H o sin H. Santa Elena, la montaña, es sin H. Helena, la novia mía montañera, es con
H. Y esta quebrada que tanto se le parece, es sin H.).
Sí. Me gusta el ímpetu de esta quebrada joven que huye de la montaña nativa y ama
la ciudad, la humanidad, porque el agua es generosa y quiere servirnos. También en esta
cascada está el símbolo de mi brío. ¡Recogerée toda la juventud que me queda, me casaré
con Helena, desafiaré a la sociedad y le daré a mi vida la marcha acelerada de estas aguas
que huyen de los prejuicios montañeros para acercarse a la ciudad sin prejuicios, a la ciudad
de Medellín que todos nos soñamos jubilosa, cuando acabemos de asesinar al pueblecito, la
Villaf de la Candelaria que aún quiere supervivir en ella! Mi matrimonio con Helena será la
fundación de esa nueva ciudad, en que todos nos ayudaremos como los campesinos, pero
nadie sabrá cómo se llama su prójimo, ni de qué vive, ni quiénes fueron sus padres.
Despreciaremos a los ricos y amaremos a los poetas y a los pintores. No habrá más negros
que aquellos cuyas almas son negras: los que empobrecen al pueblo, los que estimulan sus
pasiones, los que ahondan las diferencias de fortuna, los que se enriquecen de muchas

a
P: prohiban
b
P: tierra del fuego:
c
P: ¡Quien
d
P: Santa Helena.
e
P: Recogeré
f
P: villa. De acuerdo al título designado en su momento histórico para la ciudad de Medellín, se cambia a
letra capital al inicio de la palabra.
158

pobrezas creadas por ellos. Sí. Helena será mi heroína para imponer este orden social
cristiano de que tanto hablamos y del cual estamos tan alejados. Helena y yo
descenderemos un día de la montaña a convertir a Medellín, ciudad pagana, que adora el
lucro y el lujo, y les da una limosna a los mismos que redujo a la miseria, creyendo que con
ello aplaca la ira de Dios.
Y la imagen gigantesca de Gregorio Gutiérrez González, trepado sobre esta misma
cordillera, como un Zeus tronador,89 maldiciendo a Medellín como Cristo a la ciudad
deicida,90 contrastó en mi ánimo sobresaltado con aquella otra imagen de Jerusalén con su
templo, y Medellín con su Catedral,a que minutos antes le expusiera a Helena, a mi dulce
Nena, tocaya de mi quebrada Santa Elena, ambas puras, ambas impetuosas y turbulentas,
ambas marchando a la ciudad para servir a la ciudad.
(Se parecen también la Jerusalén de entonces y la Medellín de ahora en que allá
había muchos israelitas y aquí hay muchos antioqueños. Allá y acá son pocos los fariseos,91
pero mandan la parada).92
Con todas estas locuras en el majín, especie de morral que tengo sobre los hombros,
me llego a “Villa Clara”, a jugar parqués con Rodrigo y con Graciela, la hija de Roque que
le lleva un año a Rodrigo. Al escribir mi diario desisto de hacer una bella descripción de
Medellín visto desde Santa Elena por dos motivos: el primero porque este idioma castellano
ya no me sirve; y el segundo porque la descripción de paisajitos sólo hace falta para llenar
una novela cuando son incapaces sus autores de presentar los personajes, como ocurre con
Jorge Isaacs,93 con José Eustasio Rivera94 y con mi admiradísimo Tomás Carrasquilla,95
cuyo principal defecto literario es el de ser el escritor más correcto de España y América.
Escritor moderno era sí Efe Gómez,96 cuya novela chocó a los señores críticos. Este
maestro admirable, que sacrificaba un verso para pulir un mundo, describió ya a Medellín
visto desde Santa Elena o desde cualquier otro sitio de donde Medellín se divise. Dijo que
era como la batea del minero...
¡La batea del minero! A Efe Gómez no le importó que batea97 fuese palabra fea,
—mucho más fea que las palabras feas las cuales a mí me parecen muy bonitas— no tuvo
empacho98 en que batea fuera palabra fea, y dijo esa descripción corta y exacta de lo que yo
estoy viendo en esta noche oscura, alumbrada sólo por la planta de Piedras Blancas, que
ilumina la ciudad allá en el abismo, profusión de estrellas que se mirasen en un espejo
mágico.
¡La batea del minero! ¡Brillan abundosas las arenas selectas! La batea no deja salir
su riqueza indecible porque los bordes están calculados para el bamboleo. Y el peso del oro
lo va separando de lo que no es oro. Así los ricos de Medellín se separan del pobre cobre
—cacofonía éstab perfectamente provocada—. El minero mece su batea con el mismo ritmo
con que aquí se mueve todo: la feria, la bolsa de valores, la política, el salario, la propiedad
raíz... Lo único que queda de la batea son los ricos, es el oro en arenas diminutas de
mazamorreo, de barequeo.99 c Se pierde lo demás. Los profesionales son mica100
despreciable. Los músicos son cuarzo brillante y barato. Los poetas son pura arena que
vuelve al río. ¡La batea del minero! Sus bordes son las colinas que no dejan salir el oro de

a
P: catedral,
b
P: esta
c
P: baharequeo. Se cambia de acuerdo con el criterio del Diccionario Folklórico Antioqueño.
159

la ciudad. En las colinas vivimos los pobres hombres que les ganamos el oro a los ricos
para que ellos se lo gasten. El cobre sirve para olletas.101 Pero es cobre y es barato. El oro
no sirve para nada, absolutamente para nada. Para sacarlo de un socavón en que está
escondido y meterlo en las cavas del Banco de la República,102 a que es un socavón peor.
Así lo dice Villa Moreno. Hasta ahora servía de bonito, como las coquetas virtuosas: nos lo
daban en libras esterlinas. Ya se va a esconder en las cavas sombrías del Banco de la
República.b La maldita economía del oro fue lo que nos trajo esta crisis. Esta engañosa
batea del minero, que brilla mucho y en últimas ni aun oro tendrá, todo es especulación, es
lo que nos tiene en la ruina. Esta Medellín de los espejismos. Esta maldita ciudad del oro.
Esta segunda Jerusalén deicida. Todo está igual. Hay el mismo maíz, la misma papa, las
mismas fábricas, los mismos trapiches, el mismo café, las mismas minas, el mismo oro.
¡Peroc estamos más pobres porque les dio la gana a los banqueros de Norteamérica! Porque
no usamos el oro para calzarnos los dientes y para inyecciones contra la tuberculosis
pulmonar, sino que lo usamos como moneda. ¡Oh terror!d ¡Creemose en la estabilidad del
oro, en la estabilidad de la moneda, como si ésta no fuera una mercancía igual a cualquieraf
otra, sujeta a la maldita ley de la oferta y la demanda, que no pueden derogarla ni el
Congreso en pleno ni el mismísimo Olaya Herrera!
“La batea del minero”. Esta es una descripción económica de don Efe Gómez. Para
decir menos que eso Jorge Isaacs hubiera gastado una página, Rivera un capítulo y
Carrasquilla un libro. Yo, que soy ingeniero de minas y sé apreciar cuánta es la belleza de
esta descripción de Medellín, no digo una palabra más. Sería desautorizar el concepto de mi
colega, Efe Gómez, que tampoco se graduó. No describo a Medellín. Nada de paisajes. Si
se atraviesa la frase ocasional que los describa, bien está. Esta es la época, 1931, en que los
paisajes deben atravesar la novela con la velocidad de un automóvil en la carretera. Mañana
será en Colombia el avión.103 Pasado mañana será el transporte-cohete,104 en que el paisaje
aparezca ante el pasajero tan rápido que la pupila no sea capaz de captarlo. Están bien las
descripciones de Rousseau,105 cuando se andaba a caballo como mucha cosa. Pero eso hay
que borrarlo de la novela o borrar la novela del tiempo actual.
Y escribiendo en mi tal diario íntimo sobre la batea me extendí largas páginas
hablando de ese artefacto cocineril. No era sólo la batea del minero la que me atormentaba.
Era que yo había visto de lejos una figura juvenil lavando en batea al pie de la naciente
quebrada de Santa Elena. Para lavar su ropa sacaba con la batea agua de la quebrada, para
no enturbiarla. Lavaba con jabón en la batea y arrojaba el agua jabonosa en el jardín, o
lavaba ciertas hojas infectadas por el pulgón,106 una por una. Esa figura adolescente, a
quien de lejos había contemplado escondido yo tras un pinar, era Helena Restrepo.
Y la segunda razón por la cual la batea, y no la del minero ni la imagen de Efe
Gómez, ni la de la lavandera, me atormentaba, era porque había oído que Helena Restrepo
era “criada en batea”... Nada de olanes. Nada de cascabeles y juguetes preciosos. Nada de

a
P: banco de la República,. Según la norma ortográfica el nombre de las instituciones oficiales incluye la
mayúscula inicial.
b
P: banco de la República.
c
P: Pero
d
P: Oh terror!
e
P: Creemos
f
P: caulquiera
160

cunas, sino la batea. ¡Y una canasta la meció en su niñez, colgada de la viga central de la
salita que linda con la alcoba en que nació!
Definitivamente yo era hombre al agua. Al agua de Santa Elena. Fuera de Helena,
de mi Nena, no podía pensar en más.
161

CAP. III ◊UN NOVIO CHAPADO A LA ANTIGUA◊

Pocas veces la vi y muchas la espié. La vi en la misa que el padrea Carvajal celebró


en “Villa Clara”. Oraba con una piedad visible, al lado de su padre, de su celoso padre que
nunca la dejaba sola. Llegué a odiar a Marco Antonio. Supe que la oprimía. Helena, queda
dicho atrás, era la última de sus hijas y había perdido a su madre al nacer. Marco quedó con
nueve hijos, cinco varones y cuatro hembras. De los varones, Octavio tenía un camión y
trabajaba con carga de Medellín a Rionegro; Carlos era un andarín profesional y un bebedor
indomable; Felipe pagaba el servicio militar en Bucaramanga; Marco se había casado
también, y labraba la tierra en el Quindío; y Enrique había salido de Santa Elena, a los 16
años, una mañana clara, y nunca más habían vuelto a saber de él. Tres de las muchachas
eran casadas: Flora, Romelia y Carlota. La una vivía en Medellín; la otra en las minas del
Zancudo y la última en San Carlos.107 “Se me llegó la dispersión —decía el peón en tono
judaico y con el ademán de un patriarca bíblico— y me quedé sólo con la niña, con la niña
de mis ojos”. Esta tonta expresión infantil era para el peón algo así como para nosotros es
un poema. Y de ahí que tuviera a su hija tan cohibida que nunca más pude hablar por
entonces con ella. Yo miré a la salida de la misa sus ojos de candor que me miraban a
porfía, y advertí que me pedía protección contra su padre. No nos hablamos una palabra, y
sin embargob yo adiviné que le daba castigos de dolor, que no la dejaba ponerse el traje un
poco más alto, ni un centímetro más largo el escote,108 que nunca la dejaba calzar, que la
reprendía si miraba a un hombre, así fuera al que la quería bien, como yo. La actitud del
labriego para conmigo fue especialmente hostil desde el primer momento. Para ese hombre
ignorante el hecho solo de ser yo de Medellín representaba un peligro para la virginidad de
su hija. ¡Tonto! Cuando tenía la suerte en su casa. Cuando una hija suya podía casarse con
un profesional, con un hombre conocido en la sociedad, se rebelaba contra la suerte,
vencido por sus propios complejos de inferioridad.
Para mí, que leía entonces diariamente un capítulo del Quijote, la mirada suplicante
de Helena no sólo exaltó la divina pasión que en mí inspiraba ya, sino que fue
convenciéndome cada día más del papel providencial que yo, y fatalmente yo, tenía que
jugar en la suerte de esa criatura. No era ya simplemente el admirador, ni siquiera el novio,
sino su libertador. El protector de la doncella. El desfacedor109 de todos los agravios que un
padre cruel hacía continuamente en las carnes ingenuas de la más tierna de las huérfanas.
En mis largos insomnios muchas veces formulé el voto ante mi honor de casarme
pronto, muy pronto con Helena. A veces me parecía que esperar el amanecer era mucho
esperar. Y estaba seguro de que ella pensaba en mí, llenas de lágrimas las albercas de sus

a
P: Padre. Según la norma ortográfica en los cargos y nombres que invisten dignidad la palabra que los
designa va en minúscula si va acompañada del nombre propio.
b
P: sinembargo
162

ojos, que en su pobreza se enjugaría con la trenza. ¡Oh!a Y qué descanso cuando me sentía
dueño de mí, capaz de desafiar esta sociedad tonta que se burla de las campesinas. Cómo se
agigantaba ante mí la figura fecunda de estas madres montañeras, que paren hijos sin tregua
y sin tasa, para el cielo y para el mundo. La casa es pequeña, la arepa110 escasa, y los
hombres tienen que tomar pronto su camino: el camino de las aventuras fecundas. Así se
fundan aquí las haciendas y los pueblos. Así Antioquia va realizando la conquista del
Quindío.111 Así el suroeste se está poblando de gentes blancas y sencillas. Tenemos una
tierra estéril y arriscada, para que los cuerpos en lucha con ella se habitúen a los esfuerzos
superiores. Esta Antioquia es la escuela del sacrificio. Salimos luegob de Antioquia, y con
el mismo esfuerzo que aquí es menester para vivir, logramos acaudalar algún dinero.
Sabedores todos de que para el padre es carga superior a sus fuerzas la crianza de prole tan
numerosa, desde mozos contribuimosc en los gastos del hogar, y llegada la hora del
matrimonio sabemos ya lo que es sobrellevar la carga semanal del mercado. Mujeres como
Helena han hecho grande a Antioquia. Lloran aún cuando les sobreviene un aborto, y
cargan luto porque es un hijo menos.
He despreciado los mejores años de mi juventud coqueteando y trabajando por
nonadas.112 Lo repararé todo casándome con la que me dará hijos sanos y fuertes como esta
sierra. Treinta años de gravidez se le esperan. Esta es mi vaquera. Esta es mi serrana. No
necesito más fantasmas de mi corazón, con Darío.113 Ni más pretextos de mis rimas. Pero,
como en la opereta Los Gavilanes, d “en mi cabeza... los hilos de plata ya veo brillar”. ¡No!e
No seré derrotado como ese solterón ridículo, que en su riqueza fiaba todo el éxito de su
amor. El autor de la opereta no quiso derrotar al viejo, sino al rico. En estas andanadas no
ha de haber un mocetón que haya desafiado los celos de Marco Antonio para enamorar a
Nena. Estoy solo. Llego el primero al campo. La he visto pocas veces aquí en estas
soledades donde Dios me la tenía escondida. Pero también don Alonso Quijano vio una
sola vez a Dulcinea. O mejor, no la vio nunca...
En Helena he descubierto a América virgen, a la poesía desnuda, a mi destino
heroico. ¿Solo? ¿No podrá Rodrigo Alfaro ser mi enemigo? ¿Pero es posible que un
estudiante de bachillerato, criado en el mimo de Roque, pueda pensar en serranas y en
vaqueras, en lugar de estar soñando con las estrellas de cine? Sin embargof la juventud se
atrae. De seguro que esta Helena, si Rodrigo le ha dicho una palabra sola de amor,
preferiría esperarlo largos años a obtener un pronto matrimonio conmigo, con un doctor ya
consagrado.
Yo estoy pobre, pero no tan pobre como ella. Puedo ser inclusive la solución de su
problema económico. Por escasos que sean mis recursos podré darle una vida menos
miserable que la que tiene en su rancho, jardineando114 bajo el sol inclemente. Y la llevaré a
Medellín, a la ciudad de ella y la mía, la ciudad a la que ella ama sin saber que es porque
Medellín es su patria chica. La llevaré y será una señora. Helena bien vestida, Helena de
García, Helena Restrepo de García, la señora del doctor García. ¡Y qué estímulo para mi
a
P: Oh!
b
P: luégo
c
P: contribuímos
d
P: Los Gavilanes. Se cambia a la forma cursiva por corresponder a título de obra.
e
P: No!
f
P: Sinembargo
163

reconstrucción económica y moral haber vuelto a su medio a una mujer dignísima, venida a
menos solamente por la ignorancia y la neurastenia de ese viejo tonto de Marco Antonio,
atravesado como un cuerpo muerto en contra de la felicidad de su hija!

______________________

Estos pensamientos silenciosos, que eran los de todas mis frías noches en “Villa
Clara”, se hacían un poco menos violentos con la luz del día. Entonces consideraba yo que
todo podía ser una ilusión, muy natural en aquella montaña inhóspita,a en la que me pasaba
días sin ver a más mujeres que a las de mi casa.
Pero lo que se me hacía insoportable es que cada vez que yo estaba silencioso,
Roque y Susana y su hija Graciela habían de chancearme115 largas horas por mis amores
silenciosos con Helena. Para nadie era este un tema serio. Me arreglaban la vida. Me decían
con grandes risas que yo me había buscado una mujer al alcance de la crisis, estilo 1931. Y
yo tenía que soportarles largas charlas y pesadas bromas todo el día y todos los días sobre
lo único serio y trascendental de mis noches. Y tenía que reírme de sus ruindades. Y trocar
yo mismo en pasatiempo indiferente lo único que era duradero y definitivo en mi vida.
Todos estaban convencidos de que se trataba de otro de tantos embelecos de solterón, por el
solo placer de dejar enamorada a una pobre mujer... Yo la negaba, como Pedro a Jesús,
queriéndola ya casi, casi como Cristo amó a su Iglesia.
Muchas veces quise ser confidente con Roque, mi amigo con quien todo lo había
comunicado en la vida, y otras tantas advertí que él no era ya quien me inspiraba confianza.
Yo requería hablarle a Helena. Lo haría. Pero tampoco estaba yo en edad de exponerme al
ridículo con todos. Ni de espiar para burlar la vigilancia de un peón. Mis amores esta vez
habían de ser serios y rápidos.
Le escribí una carta.
No soy, eso sí, capaz de publicarla. Ni tú, lector, serías capaz de sufrirla... Le decía
hasta que la había escogido para madre de mis hijos entre 1.500.000.000 de mujeres... y que
estaba dispuesto a pedir su mano a don Marco Antonio...
Le hice llegar la carta con el encerrador116 de “Villa Clara”. Y me la devolvió
Helena con este cordialísimo saludo: “Que le agradece mucho, pero que no sabe leer. Que
si quiere se la entregue a su papá...”. ¡Qué horror!b También Helena era mentirosa. Porque
yo sabía de cierto que había estudiado en la Escuela Rural de Santa Elena, y sido allí
discípula muy aprovechada. Definitivamente yo era un vejete, que estaba chochando117 ya
con infantinas.118 Pretexté un negocio urgente, me despedí de todos, y me vine a Medellín.
No me creí capaz de tolerar las burlas de Roque y de Susana cuando el encerrador les
contara, a pesar de haberle pagado yo para que guardara el secreto.
Y sobre todo no era capaz de sufrir la presencia de Rodrigo. Estaba seguro de que él
era el afortunado.

a
P: inhóspite
b
P: Qué horror!
164

CAP. IV ◊LAS PENAS CON PAN SON MENOS◊

Medellín me reconfortó. Volví a mis vicios amados. Vi a muchas mujeres hermosas


y deseables. Pronto volví a dormir. Dejé de escribir el tal diario íntimo. No volví a pintar. Y
me convencí de que todo aquello había sido una psicosisa incipiente, creada por la soledad
de la montaña. Yo estaba enamorado allá no solamente de Helena, sino del monte. Me
pasaba largas horas meditando en la pureza de las aguas de aquel arroyo de márgenes
musgosas.119 ¡Qué cuento de pureza! Era la mismísima quebrada de Santa Elena,
depositaria de todas las aguas negras de Medellín. Así era Helena. Muy bella y muy pura
porque aún no había tenido quien la ensuciara. Si la ciudad me inclinaba a mí, viejo ya, a
todo lo muelle, a todo lo vicioso, ¡qué sería a una jovencita excitable e ingenua como ella!
Por fortuna yo no había cometido el dislate irremediable de casarme. Para estas horas ya me
estaría afilando los cuernos.120 No. Para mi temperamento estaban bien las barbas del chivo,
¡perob no sus cuernos! Así terminaron entonces mis amores con Helena, pero no mi
curiosidad por su suerte. En todo caso yo, un solterón respetable, no podía exponerme de
nuevo a que una campesina descalza me devolviera una carta mintiendo no saber leer. ¡Tan
poco interés revestía yo para las mujeres honestas!
En febrero regresaron los Alfarosc a Medellín para asistir a los colegios. Yo, que
estaba otra vez en el “Palacio de Amador”,121 donde me habían recibido con el mismo
cariño que cuando les pagaba puntualmente sus cuentas, fui a visitar a Roque y a Susana.
Toco la campanilla, y abre... una criada. Era Helena. Ahora fríamente, ahora cuando no
estaba en la montaña donde fatalmente tenía que enamorarme de la única mujer de los
contornos, aprecié más aún que se trataba de una mujer hermosa...
—Bien puede entrar, doctor. Voy a llamarle a don Roque. Y desapareció presurosa,
indiferente, sin sonrojarse, sin darme una sola mirada furtiva, aunque no fuera la mirada de
ruego de aquella mañana en que el padred Carvajal celebró misa en “Villa Clara”. Pero todo
esto poco me preocupó. Simplemente observé que se trataba de una mujer hermosa y me
sentí ufano de que, a pesar de todo, no me hubiera equivocado. Además, esa indiferencia
total era la mejor prueba de que algo había representado yo para la quinceañera.
Pronto el tema de la conversación fue Helena. Pero ya no se trataba de bromas como
las de “Villa Clara”, donde la carcajada aturdía inútilmente los aires puros y los campos
poblados de pájaros. En Medellín todo se habla en serio y nadie se ríe a carcajadas por no
importunar al vecino.

a
P: sicosis. Ambas formas de esta palabra son correctas, pero se conserva la forma ps por recomendación de
la norma ortográfica vigente.
b
P: pero
c
Los Alfaros: la norma ortográfica no permite la pluralización de los apellidos, sin embargo, se conserva la
forma original y de uso coloquial propuesta por el autor.
d
P: Padre
165

—Por fin logramos traernos a Helena, para irla enseñando y para que nos ayude
aquí, en esta casa tan grande, donde hay tanto qué hacer, comentó Susana. Fue una
cruzada122 convencer a Marco Antonio. Al fin y al cabo, el hombre se queda solo en
grima,123 a un padre de nueve hijos. Pero el pobre debe estar sufriendo tales necesidades,
que por fin nos la entregó. Lo malo es que exige que no la dejemos salir a la calle si no es
con una de nosotras. Yo le tengo miedo a la responsabilidad, y más tratándose de una
muchacha que tiene la cara bonita. Pero ella estaba loca de gana de venirse para Medellín.
Quedándose allá sin nosotros se le esperaban muchas hambres en Santa Elena. Un plato de
comida, por mala que esté la situación, no le hace peso a nadie. Siempre es mucho lo que
ayuda para pagar su comida y cualquier vestidito que le podamos dar. Además la
muchachita es como bien inclinada. Si empieza a darme brega, pues se la despacho al papá
para que responda por ella, que harta lucha tengo yo con los hijos míos para ponerme a
responder por muchachas ajenas.
Así, por la mera comida, Helena trabajaba alegremente de cuatro de la mañana hasta
las ocho de la noche. No le hacía mella el encierro. Iba a la iglesia, mañana tras mañana,
delante de la señora, de modo que ésta la pudiera vigilar con tanto celo como el que
empleaba vigilando a sus hijas. Lo curioso es que Roque y Susana estaban íntimamente
convencidos de que realizaban con ella una meritoria obra de caridad. La muchachita estaba
aprendiendo. Pasados los años podría ser una cocinera de ricos, después de que a ellos les
había tocado la ímproba labor de enseñarla y soportarla. Aunque no estaban en condiciones
de pagarle por el momento, la muchacha se aseguraba la comida. ¡Y cuántos había en 1931
que, trabajando mucho, no se ganaban la comida! Díganlo los comerciantes riquísimos que
estaban en quiebra, y llevaban al concurso de acreedores hasta las argollas de matrimonio.
Esta curiosa obra de caridad, de las que las almas buenas hacían en esa época no
permitiendo que una niña pasara hambres y estuviera expuesta por ahí en la calle, se
prolongó por muchos meses. Helena era una muchacha guapa en el sentido que la palabra
tiene en España, ya lo hemos dicho. Y guapa,124 también, porque hacía arepas de mote125
para toda la familia, pilaba dos puchas diarias de maíz126 y hacía mazamorra.127 La comida
de la casa de Roque era la misma de los campos de Antioquia. Los frisoles128 y el plátano129
asado eran, además de lo dicho, parte esencial del menú diario. La monoalimentación a
base de maíz, heredada de los indios, nos ha dado a los antioqueños el nombre de
maiceros.130 A este cereal, que en la subsistencia de todos nos reemplaza el trigo,
atribuimosb la tan cacareada superioridad racial. Y la fuerza física creemos deberla al dulce
macho o dulce en tronco, trozo de panela131 con que suplimos, a menudo, el dulce de los
postres. Usamos además agua de panela132 como sobremesa del almuerzo. Todo esto somos
los antioqueños, como Roque y yo. Los medellinenses, cuyas cocineras no tienen los
alientos de Helena, comen ya lo mismo que en cualquiera ciudad del mundo. Por eso van en
decadencia.
Yo volví a habitar en casa de Roque y de Susana, sin que ya se hicierac una sola
alusión a mis amores con Helena, que al fin y al cabo no eran más que una manera de matar
los largos días de la montaña. En Medellín no se hablaba sino de crisis y política a

a
P: solo engrima
b
P: atribuímos
c
P: hiicera
166

desayuno, almuerzo y comida. Y la crisis triunfante y punzadora, como si no tuviera


enemigos.
Pocos incidentes recuerdo en la vida rutinaria de una aprendiz de cocinera, que me
era ya absolutamente indiferente. Un día Graciela se quejó de que había desaparecido su
pendiente de oro con perlas, preciosa joya en forma de corona de laurel, herencia de su
abuela materna. Se le exigió reserva y se le ordenó que fuese al rezo de la Vera Cruz133 con
Helena. No bien abandonaron la casa, Susana se fue derechamente al baúl de la cocinerita y
empezó afanosamente la búsqueda del prendedor. No lo halló, ciertamente. Pero su ira
rebasó los lindes ordinarios con un hallazgo macabro: en el baúl de Helena estaba el retrato
de Rodrigo. Susana olvidó el prendedor de pedrería, y la ira y la duda hicieron una tropa
marcial en su cerebro. ¡Sí!a Rodrigo tenía amores con Helena. No podía dudarlo. Un
muchacho tan serio en su casa, tan piadoso, al que nunca sus padres le habían notado la
menor predilección por esa jovenzuela vivaracha y pícara, ¿cómo podía estar cometiendo el
crimen de sostener amoríos con la criada? ¿Sería posible cinismo igual, en las barbas
mismas de su padre, al pie del aliento de su madre? ¿Sería verdad que su hijo cometía
acción tan vergonzosa y desusada en su familia, donde el respeto por la servidumbre había
sido tradicional? Pero... ¿Cómob el alma trasparente de Rodrigo, que todo se lo dejaba
conocer, podía tener en sus dieciséis años semejante pecado oculto?
Susana, toda presteza, llamó por teléfono a la tienda de Roque. Lo hizo tomar un
“canario”134 —nombre con que distinguíamos los taxis de cierta empresa por su color
amarillo— y a los pocos minutos estaba el marido en casa. Impuesto de la situación, con
total dominio de su temperamento, escuchó Roque a su exaltada señora:
—¿Y qué? ¿No crees? ¿No está la plena prueba en este retrato, encontrado en el
baúl de la Helena?
—¿Tiene el retrato alguna dedicatoria —interrogó Roque— o algo que haga
presumir la donación de él hecha por Rodrigo a Helena?
—No. Dedicatoria no tiene.
—¿Hay argollas, cartas, libros con dedicatoria u objetos que puedan presumirse
obsequiados por Rodrigo a Helena?
—No, Roque, nada de eso hay. Pero está ese retrato que vale por todo. Ustedes los
hombres son insufribles. Y éste comenzó demasiado joven.
—Mira, hija. Seamos realistas. Puede ocurrir una de tres cosas: o que Rodrigo ha
abusado de su autoridad de patrono para granjearse el uso carnal de Helena; o que Helena
está enamorada de Rodrigo; o que ambos se quieren bien. Si lo primero, se trata de un
delito. Expulsaré a Rodrigo de la casa, porque ha cometido una indignidad contra el hogar.
Si lo segundo, es decir, si es Helena la que está enamorada de Rodrigo, debo entregarla a
Marco Antonio antes de que ocurra algo que nos abochorne. Y si es que están enamorados
como Dios manda, internaré a Rodrigo en el Colegio de los Jesuitasc si quiere permanecer
soltero, o le ayudaré a casarse si es esa su voluntad. Como ves, todas las soluciones son
claras, y deben afrontarse con entereza.

a
P: Sí!
b
P: ¿cómo
c
P: Jesuítas
167

—No —exclamó la madre resueltamente—. Yo creo en la inocencia de Rodrigo. La


que tiene que salir de aquí, inmediatamente, es la cocinera. No faltaba más sino que
echáramos de la casa al hijo para conservar en ella a una mujer mala.
—¿Qué pruebas tienes tú —la interrumpió serenamente Roque— para afirmar la
inocencia de Rodrigo, y decir de Helena que es una mala mujer? Hace poco, cuando me
llamaste, creías en la responsabilidad de Rodrigo.
—Aunque todo esto no sea cierto, yo no haré lo que tú dices. Aunque Rodrigo haya
perdido a Helena, yo no tengo por qué arrojarlo de mi casa a que se pierda más, ni permitiré
que se case con una sirvienta por un pecado de juventud. Aunque Helena sea la inocencia
misma tiene que irse, porque al menos ya se ve claro que es un peligro para mi hijo.
Además, si Rodrigo perdió a Helena, la culpa no es de él solamente, sino de la otra que
consintió y se dejó. Cuando una mujer quiere conservarse, no hay fuerza ninguna que la
derrote.
—En eso es preciso que distingamos. Realmente no hay fuerza física, en
condiciones normales, que pueda forzar a una virgen, eso lo creo yo. Pero la fuerza moral
que un señorito puede ejercer sobre una mujer que trabaja a su servicio, es inmensamente
superior a la fuerza física. En ese caso nuestro Rodrigo habría cometido un delito contra el
honor, y debería estar en la cárcel. Es claro que sus padres no estamos obligados a
entregarlo a la justicia, ni lo haremos. Pero dentro del hogar sí estamos obligados a darle el
mayor de los castigos. El único que veo proporcionado es separarlo indefinidamente de
nuestra presencia, y negarle todo apoyo, para que la adversidad le enseñe a ser más bueno y
más responsable.
—Tendrías que expulsarme a mí con él —repuso Susana llena de entereza—.
Dondequiera y cuando quieraa que mi hijo me necesite, allí estaré yo. Mientras la vida más
lo golpee, más tierna debe ser su madre con él. Ustedes los hombres no entienden la
regeneración sino por el castigo, mientras las mujeres la entendemos por el amor.
A todas estas escenas asistía yo, como amigo íntimo de entrambos. Pero ni se me
pedía opinión, ni yo estaba dispuesto a darla. Admiraba ambos criterios, el paternal y el
maternal, pero en lo íntimo de mi conciencia no sabía a cuál darle la razón. Sufría yo
viendo sufrir a cada uno de mis amigos a su modo. Pero no sé qué íntima y cobarde
satisfacción experimentaba viendo que yo había adivinado desde el primer momento cómo
la preciosa campesinita de Helena acabaría por ser de Rodrigo, y cómo la ciudad daría en
breve cuenta de su inocencia, del mismo modo que las aguas limpias de la quebrada de
Santa Elena se tornan inmundas desde que llegan a Medellín, y más inmundas cuanto más
penetran en la ciudad. Se me representaban las desgracias que la pobre Helena iba a sufrir,
pero ya no sentía yo más que una conmiseración superficial. En el fondo tal vezb veía
vengado el desaire que me hizo cuando la pretendí sinceramente, y ella creyó que yo no
pasaba de ser un viejo verde. Tampoco puedo negar cierto desaliento de derrota porque con
breve lucha había ganado Rodrigo la campaña que yo ni siquiera tuve valor para
emprender.
En estas discusiones estábamos, cuando apareció Rodrigo, quien se caracterizaba
siempre, cosa rara a su edad, por la puntualidad en llegar a casa, exactamente un cuarto de

a
P: cuandoquiera
b
P: talvez
168

hora después de la salida del colegio. Claro —me dije yo en mis adentros— se da prisa
porque tiene el amor dentro de casa... Lo que a otros retiene fuera, a éste lo impulsa
adentro.
Roque lo llamó y de nuevo me rogaron que estuviera presente. Yo representaba en
el hogar el papel del tío, y nunca permitieron que ignorara nada para que no me sintiera
arrimado. Roque tomó la palabra, severo.
—Vas a hablarnos, Rodrigo, de hombre a hombre. Susana —dijo dirigiéndose a
ella— déjanos solos.
Rodrigo estuvo sereno y como extrañado de ver el tono dramático, perfectamente
desusado, en que su padre le hablaba.
—Deseas casarte, sí o no.
—¿Cómo así, papá? ¿Casarme yo? ¿ Y con quién? ¿Estás loco?
—¿Tienes novia?
—Tú sabes, papá, que no tengo novia, ni me provoca por ahora tenerla.
—¿Cómo que no te provoca? ¿No te importa la`mujer? El que no tiene novia tiene
algo peor. ¿No sabes que para todo hombre bien formado la mujer es el primer amor y el
primer problema en la vida, y mucho más a los dieciséis años? ¿No sabes que el que no
tiene un amor grande es un degenerado? Necesito saber inmediatamente cuál es la mujer a
quien quieres, en quien piensas por la noche, aunque nunca le hayas dicho una palabra.
—Papá. No sé qué decirle. Dígame degenerado o lo que quiera, pero le aseguro que
yo no pienso en ninguna mujer. Me siento enamorado, pero no sé de quién, como leí en una
novela francesa. Francamente yo no me creo ningún degenerado pero creo que no soy para
esas cosas.
—Le voy a hablar más claro, Rodrigo —dijo Roque cambiando él también el trato
de tú por el de usted, porque el antioqueño renace en el subconsciente del medellinense—.
Aquí en esta casa trabaja una mujer bonita, que es Helena Restrepo. Dígame qué clase de
relaciones tiene usted con esa mujer.
—Papá. ¡Eso si no se lo tolero yo a usted ni a nadie —dijo el muchacho
irguiéndose— que me meta en enredos con la sirvienta! Diga claro qué le dijeron, quién se
lo dijo y tráigame aquí al que sea para voltearle el mascadero.135
Un hombre iracundo como estaba Rodrigo, descompuesto de indignación y de
entereza, desarma al más valiente. Roque se sonrió y le dijo que se trataba simplemente de
una broma, por verlo reaccionar. Que solamente deseaba darle ese susto para prevenirlo, de
una vez por todas, sobre la conducta que debía guardar enfrentea del servicio. Sale Rodrigo
aún disgustado.
Roque y yo quedamos solos y perplejos. También a mí me había convencido la
inocencia de Rodrigo.
—O este muchacho es inocente, —me dijo— o es el mejor farsante que he visto en
mi larga vida de aficionado al teatro.
—Ese muchacho —le comenté yo que era como el asesor psicológicob de la
familia— nada tiene qué ver con el lío ese del retrato.

a
P: en frente
b
P: sicológico
169

—¿Entonces cómo se explica que haya ido a dar el retrato de Rodrigo al baúl de
Helena?
—Muy sencillo, contesté yo dogmático. Yo, que soy un viejo lidiado en muchas
plazas, me sé de memoria estos pequeños achaques del corazón. Si a mí me tocó
enamorarme profundamente de Helena en “Villa Clara” porque era la única mujer extraña a
quien veía, ¿qué será esto mismo para Helena, una mujercita de quince años? Ustedes le
guardan aquí su virginidad en conserva. Helena te ve a ti,a me ve a mí y ve a Rodrigo. La
escogencia es lógica. De alguien tiene ella que enamorarse, y ese alguien no puede ser sino
Rodrigo. La pasividad de la mujer y la condición de inferioridad de Helena la obligan a
guardar silencio y compostura. Pero no pueden obligarla a no amar. Mínimo desahogo es
tomar un retrato para contemplarlo en las largas noches de su soledad con todo el amor y
con toda la pureza de que es capaz el corazón de una virgen, y más el de una virgen
campesina. Yo tuve lástima por Helena cuando la creí perdida, hace pocos minutos. Pero le
tengo más lástima ahora, cuando la veo enamorada de un imposible. ¡Pobrecita! ¡Cuáles
serán sus duelos de amor, atada a la desgracia de amar a quien tiene tan cerca, pero
separado por la muralla inexpugnable de la diferencia de clases! ¡Cuánto tiene de bello para
mi espíritu ese amor de pura benevolencia, sin esperar siquiera ser correspondido! Ahora
entiendo por qué esa niña, sin un centavo de salario, saca fuerza de flaqueza para madrugar
todas las mañanitas, y para tratar de ser agradable a todos en esta casa, que es el único
centro de sus dilecciones.
—En realidad toda la tragedia que veíamos Susana y yo —dijo Roque— no pasa de
ser una bobería romanticona. Ahora entiendo por qué la arepa mejor tostada era la de
Rodrigo, y por qué el chicharrón más grande caía fatalmente en su plato. Todo esto, en
realidad, no tiene la menor trascendencia.

______________________

Susana era más avisada. Estuvo de acuerdo con nosotros en tales apreciaciones, pero
consideró prudente echar a Helena un discurso en tono mayor sobre la fealdad de su
pecado, y viajar a Santa Elena muy temprano a recuperar su depósito fulminante en las
manos callosas del peón.
Me levanté temprano y vi salir a Helena llorando. Cuando le dije adiós, me contestó
entre sollozos. Y me miró con la misma mirada suplicante de aquella mañana, a la salida de
la misa del padre Carvajal. Esa mirada suya no me convirtió tal vezb en su amador de meses
antes, pero sí tuvo la virtud de recobrarme en mi carácter de protector suyo, desfacedor de
sus entuertos y vengador de sus desaguisados. Aquella noche tampoco dormí pensando en
Helena.

a
P: tí
b
P: talvez
170

CAP. V ◊¿ANABAPTISMO?136 a◊

La cual no podía contener las lágrimas en las tres leguas largas del viaje en bus.
Entre sollozos le confesaba a Susana su profundo amor por la familia toda, y cómo
el hecho de haber retenido el retrato de Rodrigo no era otra cosa que una manifestación de
afecto por toda la familia, sin especialidad por nadie. Ojalá hubiera podido tener más bien
un retrato de todos.
Ni siquiera podía Helena volver los ojos sobre la ciudad, cubierta aún por la neblina,
como una gran señora perezosa entre sus finas sábanas bordadas. Se escuchaba el tañido
fuerte de las campanas de la Candelaria.137 Pero ya no se oían otras, que para Helena eran
familiares: las de San José138 que son dulces, las de San Ignacio139 que son piadosas, las de
Buenos Aires que son infantiles, las del Sufragio que son como un canto de pajaritos.
Ascendía de la ciudad un rumor de colmena. Pero no se veía a Medellín. Se oyeron sí, con
intervalo de unos minutos, el pito de la locomotora y la sirena de una fábrica. Cada uno de
ellos fue para el corazón diminuto de Helena un adiós dramático, “eco de lo que acaba,
grito de lo que empieza...” como en el estremecido verso de Rivera.
¡Cómo de fácil se habían fugado sus ilusiones, y qué sencillamente había sido
sorprendida en su trampa! Su único secreto, ese inefable consuelo que experimentaba
contemplando el retrato de Rodrigo a la clara luz de una bujía eléctrica, supremo lujo de su
cuartucho de fámula,140 llenándose su almita montañera de ensoñaciones imposibles, ya no
era un secreto para nadie. La tenían por ladrona por haber sustraído ese retrato, del cual
ellos podían sacar cuantas copias quisiesen. Ladrona ella que había trabajado meses enteros
por la comida, sin dejarse llevar del sueño una sola mañana, y sin dejarse rendir por la
fatiga una sola noche. ¡Nob sabían cuánto era su sacrificio y cómo todo lo daba por bien
servido, gracias al mero placer de haber estado cerca de él muchas veces, sin que él la
mirase siquiera, pero presenciando el deleite con que él saboreaba los manjares de su mano!
Toda esa historia, tan íntima y tan bella, ya era adivinada por todos. Quizás, quizás el
mismo niño Rodrigo habría pensado mal de ella. Todos habían profanado su secreto.
Seguramente hasta ese solterón entremetido, que al fin y al cabo no era sino un arrimado,141
como ella, pero mucho menos útil que ella. Y a él, a ese doctor, a ese solterón que no quería
a nadie, a quien no le importaba nadie, no lo arrojaban de la casa. En cambio a ella, tan útil,
tan sumisa, tan servicial, después de haber trabajado como una esclava, sencillamente la
traían otra vez a la montaña, lejos de Medellín, y lejos de todos sus sueños. Desgraciada
huérfana, venía a sufrir las iras y las exageraciones de un padre caprichoso y cruel, que no
la entendía, que no podía, bronco y grueso, apreciar las fibras sentimentales de su corazón
de quince años...

a
P: ANABAPTISMO?
b
P: No
171

Lagrimeaba y lagrimeaba Helena cuando llegaron al kilómetro 17, Hizo alto el bus.
Ateridas casi, Susana y Helena se apearon, y anduvieron unas cuadras más por la
empolvada carretera. Lloviznaba cuando se internaron en el camino de atajo que había de
llevarlas a la choza de Marco Antonio, remanso de soledad muy adecuado para un
anacoreta,142 pero absolutamente insoportable para quien, como Helena, había conocido ya
los encantos de la ciudad.
Llegadas por fin a la pobre estancia, nada quedaba del jardín de claveles que otrora
diéranle contorno de policromía y aroma. Es que las cuarteadas y milagreras manos de
Helena no estaban ya allí. Más allá, en el corral, tampoco las gallinas de lento paso
estimulaban la lascivia del gallo. Y estaba sola, además, la choza pajiza. Nadie respondió a
los golpes inútiles. Nadie a los lloriqueos de Helena, ni a sus anhelantes llamadas al papá.
Si no croaran las ranas, diríase que ningún ser viviente había quedado en la comarca.
Aquello era un yermo,143 y un yermo casi helado.
—¿Y quien podrá damos cuenta de Marco Antonio? —inquirió Susana, sorprendida,
mientras le temblequeaban los dientes por el intenso frío matinal.
—El pobre viejo de seguro madrugó a jornalear como todos los días. No es hora de
encontrarlo aquí. ¡Pobrecito!a ¡Tanto como gozaba con las flores cuando creía que de ellas
sacaríamos la vida para él y para mí! ¡Tanto como le ayudaban las gallinas a mejorar su
almuerzo! ¡Ya no le queda nada!
—¿Pero con quién podemos averiguar dónde está trabajando ahora?
—Tal vezb donde mi madrina Ana María, que es donde él toma los alimentos, pero
eso cae de aquí como media legua.
La animosa Susana, a pesar de sus callos y del cierzo insistente, emprendió el
camino ascendente hacia donde Ana María. Cinco minutos habrían caminado penosamente,
por entre helechos empinados y raíces salientes, cuando toparon con el primer hombre en el
trayecto.
—Buen día, mi señora. ¡Santosc días, Helenita! ¿Qué vientos las traen por aquí, tan
de mañana y con este frío que corta?
—Buscando a Marco Antonio —le repuso Susana ansiosa.
Y el campesino, que llevaba al hombro un asta, y en su extremo una olla de barro:
—¿A cuál Marco Antonio? ¿Al taita de esta niñita? Pues ahí tienen de seguir
buscando hasta que venga su alma a espantarlos. A mi compadre se le metió el diablo
después de anciano, y alzó para arriba con la hija de ña144 Hermenegilda. De esos nada se
volvió a saber por estos montes. Unos dijeron que allá en la tierra caliente se habían casado,
y otros que se habían juntado no más, porque la ñata145 esa ya estaba quedada...146 Yo vide
cuando cogieron juntos la Transportadora, y ojos que te vuelvan a ver...
El campesino siguió andando, como quien narraba la cosa más natural del mundo, y
el llanto de Helena no fue ya el suave ojo de agua, sino cascada despeñada. Claro. Lo único
que le quedaba en el mundo era ese viejo brutal y beato y sin sentimientos. Y ahora
resultaba que tampoco. El pobre hombre se había sentido solo, y hambreado, seguramente.
No tenía quien le guisara un plato, ni quien le remendara unos calzones, ni quien le lavara

a
P: Pobrecito!
b
P: —Talvez
c
P: Santos
172

la ropa. Después de que se bajó don Roque —pensaba Helena— ya de seguro ni encontró
trabajo el pobre viejo. Lo único que le quedaba en el mundo, lo único por lo cual tenía que
responder, que era ella, la había entregado por la comida, en la seguridad de que quedaba
en mejores manos que las suyas, las suyas torpes de peón viudo, que habían trabajado por
ella hasta bañarse en sangre muchas veces, sin ver jamás compensado su esfuerzo. ¿Qué le
restaba ya? Ir a aventurar donde la tierra fuera menos estéril. Huir, huira de su fracaso y de
sus recuerdos. Huirb de la memoria de sus padres, que habían sido gente acomodada y
distinguida, sin pensar que él iba a ser un infeliz peón, ¡elc pobre papá de una cocinera
bonita!... Por eso se fue.d Se fue con una mujer que también necesitaría irse, para huire de la
montaña sola que jamás le deparó un compañero. Se fueron a aventurar. A estar ambos
lejos de su propia vergüenza. A poblar otras comarcas donde el pan se produce y no hay
que vivir de la venta de claveles... donde no haya que vivir de flor, como el viejo decía.
Ante la pronta inteligencia de Susana, el caso de conciencia se resolvió
prontamente. Ella era, en verdad, la única persona obligada a responder ante Dios por esta
muchacha bonita que aún no llegaba a los dieciséis años, llena de pasión ya, y estimulada
además por el mal ejemplo de su padre. Pero en su casa no podía estar un momento más. El
camino era recomendársela, con las mismas precauciones que ella había recibido de su
desnaturalizado padre, a otra señora como ella, de conciencia delicada.
Vuelven a Medellín, llama Susana de un almacén a varias amigas, y a la hora de
almuerzo está ya en casa de doña Leocadia Madrid de Madrigales:
—Éstaf es la niña de quien te hablé. Hace buena arepa y es guapa a más no poder.
—¿Cómog se llama la muchacha? —interrogó doña Leocadia, mujer de unos
cincuenta años, canosa y de gafas.
—Helena.
—El inconveniente está en que mi hija se llama Helena también. ¡Ahora como les
ha dado por ponerse nombres iguales a los de nosotras! Yo bendigo a Dios porque el
nombre mío no será muy bello, pero al menos es poco común. Bueno —dijo reponiéndose
del justo y rudo golpe obtenido por el hecho de que una aspirante a servir llevara el mismo
nombre de su acrisolada hija—. Esto tampoco es un inconveniente. Aquí usted se llamará
María. ¿Y a cómo trabaja?
Ofrezca usted, señora, —contestó Helena—. Odiaba ya a su nueva patrona.
Solamente a esta vieja dura podía ocurrírsele quitarle de un tajo el nombre que Dios le dio
en el santo bautismo. Y todo porque le iba a pagar. Eso de sentirse cotizada, calculada, era
otra ofensa terrible para ella, que había pasado los meses más felices de su vida trabajando
gratis, pero donde estaba su gusto y su alegría. Si hubiera libertad de trabajo, por ninguna
plata le trabajaría un solo minuto a esta vieja hinchada y engreída.
—No —contestó doña Leocadia—.a Gracias a Dios tenemos aquí con qué pagar, y
siempre nos hemos esmerado en pagar bien el servicio. Hasta enemistades me he granjeado

a
P: Huír, huír
b
P: Huír
c
P: el
d
P: fue.
e
P: huír
f
P: —Esta
g
P: —Cómo
173

yo con esto, porque así las mejores sirvientas siempre se vienen conmigo. Y las señoras
dicen que yo se las he enseñado mal. La teoría mía es pagar bien para poder exigir. Así la
que no me sirve se va, y no me da trabajo conseguir otra.
Susana se avergonzó con este discurso, pensando en que Helena pudiera contar que
nada, ni un centavo, había ganado en su casa, pero descansó cuando la muchacha,
advirtiéndolo, dijo:
—Pues doña Susana me pagaba diez pesos. Yo creo que a usted, tan rica, no sea
exagerado pedirle doce.
—¿Doce pesos? ¡Yb la comida! ¿Yc el trapito que sobra? ¿Yd la ayudita? ¡Nie
riesgo! ¿No sabe usted que estamos en crisis? No me da pena pagar menos que Susana. Ya
se ve que por algo tiene qué salir de usted. Le pago siete pesos. Diga si le conviene así, o si
no rebúsquese. No hay en Medellín, hoy en día, quien le pague más. Eso era hace dos años,
cuando la plata no valía nada. No digo doce. Pagábamos hasta veinte y veinticinco... Así
despilfarramos el dinero, y por eso estamos en lo que estamos...
—Quédese, Helena, quédese, que esta casa es muy buena. Doña Leocadia la va a
cuidar mucho. Manéjese usted bien con ella y verá cómo consigue una casa donde la tengan
mucho tiempo. Trabájele como me trabajó a mí y verá cómo se hace a la protección de esta
familia, que es una de las mejores de Medellín. Y tú, Leocadia, repréndela y exígele
cumplimiento, porque es una muchacha enteramente sola en la vida, que no tiene otra
manera de vivir si no es por su honradez, y el trabajo de sus brazos. Si por alguna
circunstancia no te sirve, llámame, que yo ninguna obligación tengo con ella, pero me
gustaría verla trabajando en casas buenas como la tuya.
—Pues sí, Susana, —contestó Leocadia— desde que ella se ayude a cuidar. Yo ya
crié mis hijas, y estoy muy vieja para ponerme a responder por pepas. Les pago su plata, y
que ellas se cuiden. Te llamo si ella da tiempo, pero estas locas de ahora, el día que uno
menos pensó se fueron con el policía de la esquina, y no hay más que dejarlas ir. ¡Bienf a su
gusto que lo hacen!
Cuando Susana regresó a casa, a la hora de almuerzo, Graciela había preparado la
mesa. Al describirnos aquella en el comedor los pormenores de su viaje, se le veía un
sedimento de tristeza por la separación de Helena. En realidad, todos nos habíamos
encariñado con la muchacha, hasta yo que no era más que su protector en potencia. Pero
Susana, intrépida, sentía cierto alivio por haberla alejado de su hogar, en el cual era un
peligro para la inocencia de Rodrigo. Eso no se podía negar. Había cortado por lo sano,
decía. “Yo oigo crecer la yerba.147 Cuando otros van, yo vengo”.
—Estás un poco sanchopancesca con esa cantidad de refranes —le comenté a
Susana por guasa.148 Pero ella, como sin pensar en lo que yo le decía:

a
P: Leocadia—
b
P: Y
c
P: comida! Y
d
P: sobra? Y
e
P: ayudita? Ni
f
P: Bien
174

—¡Quéa horror! —exclamó sobresaltada—. Ahora advierto que la Helena se quedó


con el retrato de Rodrigo. Tan advertida como dizque soy, y de todo me acordé menos de
sacarle el retrato del baúl! Ya mismo voy donde Leocadia, y lo traigo.
Esto que dice la volcánica Susana, aparta el plato, y se pone en marcha; cuando la
toma por el brazo Roque, y le dice muy quedamente:
—Hija, si no tuvo peligro con el muchacho, ¿qué peligro va a tener con el retrato?

a
P: —Qué
175

CAP. VI ◊OTRO DISCURSO Y UN MATINÉEa◊

Algunas veces, pocas veces, vi a Helena por los años de 1932 y 1933. Más espigada,
más hermosa, los senos más agresivos, la guedeja149 mejor peinada, los ojos más incitantes,
pero descalza todavía y pura, la vi en la procesión del Corazón de Jesús, en 1932, enfilada
en la segunda sección de las Hijas de María.150 La segunda sección es la de gentes sencillas,
porque hasta las congregaciones piadosas tienen en Medellín diferencia de clase. Qué digo
las congregaciones piadosas. ¡Hasta los muertos! Aquí hay cementerio de los ricos, que es
el de San Pedro;151 y cementerio de los pobres, que es el de San Lorenzo.152 Se está
construyendo, con dineros del municipio, el Cementerio Universal,153 b que es el de la clase
media. En los teatros hay luneta, palco y galería. En los trenes hay primera, segunda y
tercera.
La procesión avanzaba, imponente por la avenida de La Playa.154 Era este un
homenaje que Medellín rendía al señor Arzobispo Cayzedo,155 quien salía al frente de su
Palacio156 c a contemplar aquella prieta muchedumbre piadosa. Nadie había logrado jamás
en Medellín reunir tanta gente como el Corazón de Jesús. Ni el doctor Olaya Herrera
cuando vino como candidato. Ni las manifestaciones patrióticas de estos días por el
conflicto con el Perú.157 Sólo al Señor son debidos estos actos de pleito vasallaje. La ciudad
entera marcha al compás de alegres músicas piadosas, medio litúrgicas y medio bailables,
ejecutadas por todas las bandas.
Helena iba allí. Yo, que soy un católico practicante pero poco amigo de andar en
procesiones, alcancé a verla desde La Bastilla,158 cuando la procesión, en el puente de
Junín,159 torció sobre su izquierda, para ascender por la avenida derecha. Jadeante casi, me
abrí paso por entre la multitud que hacía la travesía por la avenida izquierda, ya que son
tantos los que marchan fuera de ruta por curiosear como los que efectivamente cumplen el
itinerario de la procesión. Yo era uno de aquellos, y me llegué pronto al puente Baltasar
Ochoa.160 Allí formaban apretujadas filas de observadores, entre los cuales la juventud sin
colegio, era lo más abundante. Querían ver el desfile de las comunidades, en las cuales de
seguro cada cual tenía su novia, o la mujer que debiera ser su novia. O simplemente
deseaban presenciar esa marcha incomparable de mujeres hermosas que forman los
colegios y las escuelas, y que sólo el último domingo de junio es posible contemplar
reunidas en Medellín, rindiendo el homenaje al Sagrado Corazón.
Por entre todos ellos, estrujando como si fuera yo el más joven, me abrí paso,
desafiando sus comentarios airados, hasta colocarme en la primera fila. Sí. Era Helena la
a
P: MATINEE. Se conserva la forma original francesa. Se cambia a cursiva por recomendación de la norma
ortográfica española para las voces de otras lenguas.
b
P: cementerio universal. Se actualizan las mayúsculas iniciales de acuerdo con la norma ortográfica vigente
para nombrar instituciones o lugares públicos.
c
P: palacio. Se actualiza con letra capital debido a que nombra al Palacio Arzobispal, lugar de residencia del
clérigo rector de Medellín para la época.
176

que iba, camándula en mano, los ojos bajos, contestando en voz alta, con su voz
incomparable, el santo rosario. No me vio. Pasó. Se alejó.
Y yo me fui de prisa hasta el puente Mejía,161 por volver a verla, por interrumpirla
en sus rezos para que me mirara una vez más, como aquella mañana después de la misa del
padrea Carvajal, como aquella otra mañana cuando salió despedida de la casa de Roque, de
mi casa.
Pero tampoco me miró la humilde hija de María. Quise desafiar todos los prejuicios
sociales, como lo había deseado en “Villa Clara”, y esperar a que se disolviera la procesión
para preguntarla muchas cosas. Porque sabía yo que había cambiado varias casas. Que en
ninguna parte duraba. Susana lo comentaba de vez en cuando porque nunca olvidó del todo
a su protegida. Ya Helena dizque no era la mujer activa de antes. Ni la mujer sumisa, sino
altanera y voluntariosa. Para mí, estas no eran tachas. Eran nuevas revelaciones de su
personalidad poderosa. Donde no tenía el aliciente del amor, no tenía por qué trabajar como
una esclava. Se veía que aún era la mujer buena, cuando andaba descalza en plena gran
procesión. Descalza y piadosa esta cristiana vieja y esta joven cristiana.
Al disolverse la procesión, después de la bendición solemne en la plazuela de San
Ignacio, busqué por doquier a Helena. Nada. En medio de aquella muchedumbre que
deambulaba en todas direcciones, el dulce rostro de Helena no apareció. A veces creía
verla, media o una cuadra alejada de mí. Corría en pos de ella, y al alcanzarla advertía que
se trataba de otra mujer, siempre fea, sin que yo alcanzara a explicarme por qué la había
confundido con la gentil mucama.162 Desde que se inventó el rizo todas las mujeres se
parecen por detrás.
La busqué otra vez por La Playa, aquella majestuosa avenida de largas calles a lado
y lado de la quebrada de Santa Elena, rodeada de añosos árboles. Ante un guayacán
amarillo,163 florecido por estos junios, me detuve un rato, frustrado en mi búsqueda,
fatigado de andar y meditabundo.
El aire fresco de la quebrada me reconfortó, pero me hizo pensar más aún en
Helena, en la tocaya de esta quebrada de Santa Elena, a la cual arrullabab de niña, en su
batea o en su canasta de mimbre, la voz dulce de este mismo arroyo.
La infantil parábola del arroyo puro que se despeña en busca de la ciudad, como
Helena, para en ella ensuciar sus aguas, volvió a taladrarme. ¡Quéc bello estaba en la
procesión mi amor montañero de años antes! Pero qué linda también esta quebrada
bullanguera, que corría a mis plantas, y hasta la cual caían, como guirnaldas de triunfo, las
flores del guayacán, en profusión innumerable. ¡Quéd irisaciones formaba el sol en cada
intersección de sus saltos, en cada prisma formado al chocar con una piedra! Cómo era
alegre y diáfana, al parecer, esta quebrada, admiración de todos los turistas.
“La quebrada arriba” fue el orgullo de Medellín,164 y lo más digno de verse en
cuanto a barrios residenciales hasta muy entrado el siglo. Espaciosas casasquintase de
jardines umbríos y tupidas enredaderas dábanle un sabor españolísimo en cuanto a la

a
P: Padre
b
P: arruyaba
c
P: Qué
d
P: Qué
e
P: casa-quintas
177

arquitectura, pero incomparablemente tropical en cuanto a la flora abundosa. Más tarde, en


la inflación de Ospina, construyóse al norte de Medellín el barrio de El Prado,165 petulante
y lleno de snobismo. Era el nuevo-rico que venía a introducir inadecuados estilos ingleses,
suizos, nórdicos, en una ciudad española y tropical. Hacían furor los tejados de gran
pendiente, hechos en otros climas para que ruede la nieve. A mí me había tocado construira
varios de estos tontos edificios, que eran la vanidad de los ricos. Les había ganado unos
pesos con ello, pero en mi interior maldecía su mal gusto y su pedantería. Se abolió en el
suntuoso barrio de El Pradob el claustro de las casonas españolas, que es la luz y el aire y la
alegría. Se construyeron casas como para no tener hijos. Y pasó de moda la ventana
arrodillada, única creación de nuestra arquitectura. Y estas casonas de claustro, y estas
extensas casasquintas,c fueron relegadas a la condición de casas viejas, que era cosa tan
despreciable en 1932, como el hierro viejo, como el scrap...166 d No eran casas. Eran lotes
por edificar. Llegué hasta bendecir la crisis que, paralizando las construcciones, había
detenido la pica demoledora del mal gusto. ¡Pobrese de los ricos! ¡Susf casas construidasg a
la moda pronto serían las legítimas casas viejas e inservibles! Ahora mismo estaban
perdiendo dinero. Nadie les pagaba su presuntuosa casa al costo de la obra. Pasaría la
moda, y ellos se quedarían con sus casas viejas recién construidas.h Y Medellín seguiría con
ellos el ritmo de la moda, llenando de remiendos su estructura de urbe: acá una casa
inglesa, más allá una suiza, acullá una noruega, más allá una rectilínea norteamericana.
¿Símboloi de la ciudad cosmopolita? No. Babel de la arquitectura. Símbolo de una edad en
que los hombres no guardan relaciones de unos con otros. Dislate urbanístico
imperdonable. Pero expresión cabal de lo que es el egoísmo de la ciudad moderna.
¿Noj son bellas nuestras viejas ciudades españolas? ¿Lask calles mismas de
Medellín, tan despreciadas, anteriores a esta edad de la locura, no tienen —en su pobreza—
la armonía que a éstas les falta? Las casas sin patio, ¡quél despropósito! ¡Sim el patio, en la
concepción familiar, en la concepción cristiana de la arquitectura, era lo más esencial! (Y
recordaba yo las casas campesinas de Santa Elena, y las de toda Antioquia, con su claustro
central, a pesar de tener por los cuatro costados su manga y su aire libre. Y hasta la misma
choza de Helena era construidan en siete para dejar un campo sagrado que era el patio). o El

a
P: construír
b
P: Pardo
c
P: casas-quintas
d
P: scrap
e
P: Pobres
f
P: Sus
g
P: construídas
h
P: construídas
i
P: Símbolo
j
P: No
k
P: Las
l
P: qué
m
P: Si
n
P: construída
o
P: patio. Se cierra el signo de paréntesis, el cual tiene apertura tipográfica en la primera edición pero que no
tiene final que lo delimite. El criterio para este lugar es la unidad textual en la reflexión sobre las casas
campesinas de Santa Elena que incluye la casa de Helena.
178

patio que es el lindero de los niños que gatean, hasta el cual pueden ir sin peligro. Cuando
las casas son hechas para que en ellas habite un matrimonio, el cual debe tener hijos. Estas
otras son construidasa para situar una cama estéril, donde en todo se piense menos en la
procreación.
¿Elb patio? ¿Sabéisc lo que ahora entienden en Medellín por patio? ¡Und minúsculo
cajón de barandas en el cual se ven obligadas a criar sus hijos, como otrora lo hicieran en el
patio de verdad, las mujeres que cometen el error contra las costumbres modernas de
tenerlos! Es un patio sin aire y de proporciones tan exiguas como las que la gente de verdad
usaba para los muñequeros. Y así son las casas de hoy: verdaderas casas de muñecas, como
la comedia de Ibsen.167
No es sólo el patio lo que yo añoro en la arquitectura del cristiano viejo que vino a
América. Id por nuestros viejos caminos y deteneos ante la portada de una hacienda. Tiene
techumbre bajo la cual puedan guarecerse los viandantes. Es el sentido de la función social
de la propiedad a la manera de los godos,168 que no andaban pregonando este principio, ni
escribiéndolo en las constituciones, porque era una verdad de Perogrullo.169 Techumbre
tenían también los puentes. Y alero los muros de cada hogar. Y las casas tenían zaguán, y
quicio en la puerta, para que se sentaran los mendigos. Y esto cuando no eran portales
completos, todos para servir al prójimo sin beneficio alguno del dueño de la propiedad.
Todo aquello era tender la mano amiga al peregrino, era darle posada, conforme a la obra
de misericordia. Porque el concepto cristiano imperaba.
Hoy nada de eso queda. La ciudad moderna se edifica sobre el individualismo. Lo
que importa es que haya buena cocina, buen comedor y buen sanitario. Para los muros de
las cocinas traen baldosín de Norteamérica. Para los sanitarios usan arabescos. La sala, en
cambio, está poblada de asientos incómodos, para que el prójimo se aburra, y se vaya
pronto, en lugar de los viejos sillones de Castilla. Si la cocina tiene baldosín en los muros,
la sala debería estar por lo menos revestida de mármoles. Pero no. En Norteamérica se
estila así, y ese es el argumento definitivo. Sin reparar que lo que ocurre es que en Nueva
York no tienen cocineras, y es la cocina la estancia en la que la señora pasa las más horas
del día, y donde recibe a sus invitados.
¡Ohe no! ¡Todof va bien, divinamente, me corregía yo mismo! ¡Log que ocurre es
que Medellín está poseído de la misma mística por las cocineras que a mí me anima por
Helena! Está bien que las cocinas se revistan de baldosín blanco para ella, mientras la
alcoba matrimonial está cubierta de papel de colgadura. Todo te lo mereces tú, cocinera de
Antioquia, tan buena, tan abnegada, tan madrugadora, tan mal pagada y tan mal
entendida.170 Para la cual no hay domingos de descanso ni salario doble los domingos. No
puedes tener novio, cuando estás en edad de tenerlo, porque no te lo dejan recibir en la
casa, ¡quéh irrespeto!, ni en la calle, porque serías una callejera. ¡Ya así te condenan a una

a
P: construídas
b
P: El
c
P: Sabeís
d
P: Un
e
P: Oh
f
P: Todo
g
P: Lo
h
P: qué
179

soltería sin vocación, hasta que llega el día trágico en que te arrojan de la casa porque te
enamoraste de un miembro de la familia, platónicamente!
Bullían estas cavilaciones de dilettante171 b en mi cerebro, recostado al guayacán de
la avenida izquierda, mirando la quebrada ya sucia pero aún bella y más bella que nunca,
cuando alcancé a ver por la avenida derecha, enganchada con una negra chocoana,172 a
Helena Restrepo, esa Helena que tan ansiosamente buscaba. El clima de Medellín le había
dado alguna palidez a su semblante, antaño sepia por los soles del alto monte. Pero era la
perfección con delantal de servidumbre.
Quise perseguirla con los pies, pero me sentí incapaz de acercarme, no a ella, sino a
su colega de crespo prieto, blancos dientes y tez de azabache. ¡Yoc que no creo en la
diferencia de colores ni de razas, no fui capaz de hacerlo! La seguí con la mirada.
Descendieron hasta el Teatro Junín.173 Allí Helena dio su mano fina a un mozalbete bien
vestido, y los tres penetraron en “preferencia”, localidad media del teatro.
En aquel tiempo había en el Junín galería (o gallinero), a cinco centavos, para la
clase obrera, y los estudiantes que hemos sido siempre los compañeros de la clase obrera;
luneta, para la gente de pro como los matrimonios ricos, la clase media y las mujeres
públicas; y “preferencia”, a treinta centavos, lugar inventado para que el rico fuera con la
pobre halagando su vanidad al pensar que había salido de galería, y sin que los demás ricos
de luneta los viesen en su aventura.
Todo esto me lo sabía yo, y desde que vi que, a la salida de la congregación de Hijas
de María, Helena entraba en “preferencia” con un jovencito, me dije que con ésted ya no
eran tan inocentes sus amores como lo habían sido con Rodrigo.
Ahora bendigo a Dios porque los teatros han quitado ese rincón de hipocresía que
eran las “preferencias”. Y porque los trenes han suprimido su segunda clase. Que seamos
más francos. Si nos consideramos más que la plebe, vamos a la luneta del teatro,
transportémonos en primera del tren. Si nos consideramos miembros de la plebe fecunda,
no nos desdeñemos en estar con ella. Y si lo que queremos es realizar aventurillas de amor
con las muchachas de “media petaca”,174 e hagámoslo a vista y contemplación de todos,
tengamos el valor civil de afrontar el desdén de los unos, que se compensa con la envidia y
la admiración de los otros.
Pero en todo caso, ese jovencito elegante fue capaz de entrar con Helena y con la
chocoana. ¡Yf yo, que no tenía intenciones proclives con ella, que soy un hombre sin
prejuicios, no fui capaz siquiera de saludarlas! Deseaba sólo con ansia cristiana amparar a
la que con sus ojos me había pedido protección, a la que necesitaba protección mía. Pero no
fui capaz. Ese otro, que anda tras los halagos demoníacos de la lascivia, a quien se le ve que
es más elegante que yo, ese sí lo desafía todo. O casi todo, porque no es capaz de llevarla a
luneta.

a
P: Y
b
P: dilettanti. El autor lo utiliza como un extranjerismo tomado del italiano, se actualiza la forma correcta en
la lengua original, en español su forma es “diletante”. Se cambia a cursiva por recomendación de la norma
ortográfica española para las voces de otras lenguas.
c
P: Yo
d
P: este
e
P: “mediapetaca”
f
P: Y
180

CAP. VII ◊CON PALABRA DE MATRIMONIO◊

—¡Ena la cárcel debería estar ese cachifo!,175 —exclamó la iracunda Susana—. Lo


malo es que en esta república liberal no hay leyes, y si hay leyes, no hay quien las haga
cumplir. Lo que ese William hizo con usted, Helena, no tiene nombre. Que se haga con una
mujer mayor de edad, es un crimen. Pero usted es una niña inexperta. Que lo haga un
extraño, malo. Pero uno de los señores de la casa con su sirvienta, eso es imperdonable. Y
que lo hagan sin engaños, no tiene disculpa. Pero que lo hagan con promesa de matrimonio,
eso ya no tiene nombre. Pero usted, Helena —ya en el ápice de la oratoria y en el cenit de la
elocuencia— ¿cómo es que me lo viene a contar cuando ya todo ha pasado? ¿Cuando la
deja sola y se va para el extranjero, y por añadidura, la arrojan de la casa? ¿Y cómo pudo
usted creer que un titino de Medellín iba a casarse con una campesinita de Santa Elena? Lo
que falta ahora es que le haya dejado un muchacho...
Pero ya no era la descalza muchacha de mis ensueños. La pobre Helena, vestida de
seda azul, calzada de brillante charol, suelta la guedeja undosa, no daba vagar al llanto:
—¡Brutas que somos las mujeres! —fue cuanto exclamó...
—Pero anímese, Helena, y coja experiencia. Que no la vea ahora llorando y después
cayendo otra vez con más gusto. No les crea a los ricos cuando le prometan maravillas a
cambio de que les pruebe que está señorita. Pero busque un hombre sencillo, un hombre de
su misma posición social, al cual no le importe mucho que usted esté perdida o no, y
cásese. Esté segura de que muchas de su clase lo han hecho. Si usted fuera una muchacha
de posición, su caso no tendría remedio. El todo es que usted se regenere. Y que deje de
estar pensando en casarse con un blanco. Los blancos saben de sobra que a ustedes las
consume el deseo de mejorar de condición, y por eso las persiguen, y les buscan la caída.
Dios hizo las clases, y usted no debió rebelarse contra sus santos designios. Recuerde que
para su mal tuvo alas la hormiga. Ya ve lo que me hizo sufrir cuando se me guardó el
retrato de Rodrigo. Creímos que el muchachito tenía la culpa, y estuvo Roque a punto de
echarlo de la casa. Hoy ya no nos queda la menor duda contra él. Rodrigo, que siempre fue
como un santo, está de novicio de los jesuitasb hace año y medio. Vea lo que es la virtud
hasta en los hombres que tienen pasiones más fuertes que nosotras, y muchas más
oportunidades.
Este recuerdo de Rodrigo, esta noticia sobre su paradero, acabó por tronchar de un
tajo todas las ilusiones que a Helena le quedaban en la vida. Su retrato era aún la compañía
de su pobre cuarto de sirvienta vencida. Una sola ilusión le quedaba de su amarga
experiencia. Helena sabía que ya no era para casada. No había qué pensar en ello. Pero si al
menos pudiera volver a ser la sirvienta del niño Rodrigo. Y si, con el tiempo, pudiera

a
P: —En
b
P: jesuítas
181

servirle como antes, sin cobrarle un centavo, por la mera comida, pero a él solo...a aunque
no fuera sino servirle. Pero ya tampoco aquello era posible. Sin duda a Dios le había
gustado también el alma de Rodrigo, como a ella, y había resuelto llevársela consigo para
siempre... en ese místico matrimonio del alma religiosa con Dios, ¡queb ella había oído
nombrar, que ella admiraba, que ella casi entendía! ¡Dios mío! ¡Rodrigoc tan bueno y ella
tan pecadora! Y haberse ido de jesuita,d que nunca tienen sirvienta, en vez de haberse
entrado en el Seminario.
—¿Ye dónde está el niño Rodrigo? —se atrevió a indagar, casi suplicante.
—En Santa Rosa de Viterbo, que queda en el departamento de Boyacá.176
Sumamente lejos —repuso empinada Susana.
—¿Y allá no les dan vacaciones?
—¿Vacaciones? Las vacaciones de los jesuitasf son en el cielo. Nunca vuelven a la
casa. Para las madres este es un desprendimiento total, como muertos en vida, que tiene
mucho mérito ante Dios. Dicen que nosotras las madres de los jesuitas,g necesitamos tanta
vocación como ellos.
Y Helena pensó en que ella también necesitaba vocación. Y además, vocación
cartujana, porque tenía que guardar silencio en torno a la inmensa orfandad, a la soledad
indescriptible en que quedaba sumida. Sola en medio de la multitud... Ya no le pediría
puesto a Susana. Ya esta casa era para ella lo mismo que cualquiera otra. Peor, porque la
humillarían más por su caída.
—Helena —dijo Graciela, que hasta ese momento había permanecido muda,
hierática, visiblemente conmovida por la desgracia de aquella que fue sirvienta de su casa.
Yo soy muy amiga de las Madres del Buen Pastor. Estoy segura de poderle conseguir un
puesto en la Escuela Tutelar.177 Allá estará usted protegida, siquiera mientras cumple los
veintiún años. Es una vida sencilla de trabajo y de oración que la fortalecerá para el
combate de la vida.
Susana aprobó entusiasmada el plan de su hija. Era esta familia eminentemente
misionera, capaz de voltear el mundo por salvar un alma. ¿Y qué trabajo les daba a ellas
arreglarse en un dos por tres, tomar con Helena el tranvía de Buenos Aires, hacerlo detener
en el crucero con Nariño,178 apearse, y halar de la cuerda para que sonara la esquila?
Pronto se abrió el torno, y una religiosa de las de manto negro —de pocas palabras,
por la rutina de la portería— les dijo: —A la orden, señorita Graciela. Buenas tardes,
señora. ¿Les llamo a nuestra reverenda Madre?
—Háganos el favor, —repuso Susana imperiosa.
Dos minutos de espera, en que Helena lloraba sin cesar. Le daba ya lo mismo que
este fuera un manicomio o el cementerio. ¡La Escuela Tutelar del Departamento! Como el
Ángelh Tutelar, a pesar del cual ella había caído en este abismo de miseria y abyección.

a
P: sólo
b
P: que
c
P: Rodrigo
d
P: jesuíta
e
P: —Y
f
P: jesuítas
g
P: jesuítas,
h
P: Angel
182

¿Por qué el Ángela de la Guarda no le habría dicho que William no se casaría con ella?
Noches y noches de esperanza, hasta que la familia lo envió a especializarse en Europa,
porque un médico sin especialidad no tiene porvenir en Medellín.
Apareció por el torno la Madre Superiora, simpática y robusta. Susana y Graciela la
impusieron brevemente de lo acontecido. Viendo tan llorosa a Helena, la Madre, habituada
a peores desgracias, la hizo acercar al torno, y le dijo con gran dulzura:
—Nada te ganas ya con llorar, si no es que lloras de arrepentimiento sincero ante
Dios. Todas las mujeres estamos expuestas a lo mismo que a tib te pasó. Hasta las monjas
de clausura, que nos encerramos aquí de por vida, de huída del mundo. ¿No has oído decir
cómo los rojos de España están violando los conventos,179 y haciendo de las suyas con las
monjitas? Los mismos cadáveres de las religiosas han sido allá profanados. Entra, hija
mía...
Se abrió una puerta. Luegoc se hizo luz en el locutorio, y se cerró otra. La hermana
portera fue encargada de conducirla hasta el patio de las reservadas, y Susana y Graciela
prometieron visitarla cada dos meses.
¿Dos meses? ¿Quién dijo dos meses? Cuatro días más tarde timbró el teléfono.
—A la orden —contestó Graciela.
—Con una religiosa del Buen Pastor. Si me hace el favor de llamar a la señora
Susana.
—No está aquí, hermana, habla con Graciela.
—Señorita Graciela. La reverenda Madre Superiora me encomienda que les haga
saber que la protegida que nos encomendaron resultó insufrible. No hubo forma de hacerla
obedecer el reglamento. Ni se confesó, ni quiso ir a la capilla siquiera a visitar el Santísimo.
Decía que aquí la querían hacer trabajar para explotarla. Que, con menos trabajo, ganaba
mucha plata y mejor comida en cualquier parte. Que ella tenía libertad de salir como todos
los colombianos, y que nadie dizque la podía obligar a estarse encerrada. Que ustedes no
tenían ningún derecho sobre ella, porque era hija legítima y tenía su padre vivo. Que en
Antioquia metían a la cárcel a las mujeres inocentes en vez de meter a los hombres
abusivos. La tuvimos castigada, encerrada, hasta que le pasara la rabieta, y nos dijo que eso
no era caridad sino crueldad. Escandalizó de tal manera a las niñas, que tuvimos que
aislarla. Y por último se nos fugó, escalando las tapias de atrás. Que nuestra Madre siente
mucho, pero que como no está detenida, ni a órdenes del juez de menores, la ley no permite
perseguirla.
—Por Dios, hermana, nos morirnos de pena. Nosotras creímos que esa muchacha
tenía buena condición, como hace años cuando trabajaba aquí.
—Encomiéndenla a Dios, porque esa sí tiene alientos de ser muy mala.
Susana y Graciela habían hecho cuanto estaba de su parte por salvarla. Si ella metía
la cabeza, suya era la culpa. Que después no dijera que nadie había habido que le extendiera
una mano caritativa.

a
P: Angel
b
P: tí
c
P: Luégo
183

CAP. VIII ◊DOÑA SOLEDAD◊

Helena sin embargoa no era tan mala como creyeron las excelentes carceleras del
amor de Dios que son las religiosas de Nuestra Señora de la Caridad y el Buen Pastor de
Angers. Era sí una campesina que había nacido libre. No fueron diseñadas para ellas estas
casas de protección.
Con su retrato de Rodrigo en el seno, sin más ropa que la que tenía en el cuerpo, el
ruedo de la falda roto por el escalamiento, y con el uniforme de la Escuela Tutelar, llegóse
Helena a la fábrica cercana, y enfiló en una larga hilera de niñas y mujeres que buscaban
trabajo. Sería ya una obrera independiente y no una esclava doméstica. La fábrica siempre
la había atraído con su sirena, como a los navegantes de antaño los atraían las sirenas de
curvas incitantes a los escollos de Caprea.
La crisis se iba resolviendo con base enb trabajo. Estos hombres de Antioquia, a
quienes tan rudamente golpearon los reveses económicos, volvían a ansiar convertir a
Medellín en la Manchester180 colombiana. La fábrica anunciaba sus telas en vistosas
etiquetas con la bandera tricolor por fondo. La producción iba en aumento, y estaban
enganchando obreras para trabajar en el segundo turno, de dos de la tarde a diez de la
noche. Los salarios no eran altos, pero remediaban la necesidad de centenares de familias.
Dar trabajo era la necesidad del país, y pagar salarios, por bajos que fuesen, era una
aventura aún. Para Helena, los cincuenta centavos con que la emplearon, representaban el
doble de lo que ella ganaba en una cocina, trabajando muchas más horas. Aquí descansaría
los domingos. Le alcanzaría de sobra para comer y para vestirse. Como ella no tenía
obligación con nadie...
Era sábado, y el lunes había que llegar a la fábrica a las dos de la tarde. Helena no
cabía en sí de gozo. No podía creer en la felicidad, lograda tan fácilmente, de haber
obtenido su independencia. Ya no habría para ella Susanas solícitas, ni Gracielas
misioneras, ni Leocadias despreocupadas, ni Williames falsos...
Se trataba simplemente de conseguir dónde dormir, y dónde comer, por diez pesos
mensuales.
Pronto halló Helena su alojamiento ideal. Le habían venido las buenas juntas, como
las malas antes. Una cariñosa señora, cuya casa quedaba cerca de la fábrica, en La Toma,181
había puesto, con singular ortografía, este letrero, en un tablerito de hule negro, a la puerta:
“Se alcila una piesa”.c Helena, que sí sabía leer todo, menos mis cartas, entendió a la
maravilla. La anciana, de más de sesenta años en todo caso, regordeta y mofletuda, vestida

a
P: sinembargo
b
P: a base de
c
La forma correcta de la expresión sería “se alquila una pieza”, equivalente al arriendo de una habitación. Se
conserva la forma original para dar cuenta del carácter coloquial que el autor expresa en esta frase.
184

de algodón del país en color parduzco y de fondo entero —aún no se producían aquí
estampados— la recibe con los brazos abiertos.
—Yo quisiera ver, mi señora, la pieza que usted tiene para alquilar.
—Éntrese,a mi hijita. La casa es grande, y tenemos qué cuadrarnos con un inquilino
o una inquilina como usted. Aquí somos muchos. Vivimos en esta casa cuatro familias,
pero todos hacemos por ayudarnos y servirnos. En este cuartico vive una madre con cuatro
angelitos: el marido se fue con otra, y la pobrecita les enseñó a pedir limosna. Desde
antoncesb viven mejor. Son los únicos cumplidos en el arrendamiento, y cuando yo me veo
mal de plata, ella me la presta a interés. En este otro cuarto se mantiene encerrado un
solterón. Hay que traerle la comida, y solamente yo puedo llevársela. No paga casi nunca.
Jamás sale, porque empeñó toda la ropa que tenía. Hay que conseguirle cuadernos con
pentagrama, y tinta china, pero a nadie molesta. Y a nosotras nos entretiene mucho, porque
a la nochecita toca violín: las piezas más raras, de seguro compuestas por él mismo. En
aquel otro cuarto vive una muchacha, que tampoco la verá usted casi nunca. Noche por
noche viene un hombre, que dizque es su marido, no saluda a nadie, se está un ratico, y
vuelve a salir. Y este otro cuarto es el mío, que soy la que pago el arrendamiento, y tengo
que conseguir con el inquilinato la comida.
—¿Entonces,c dónde está, pues, el cuarto que usted alquila?
—Este es, señorita. Yo me paso a la cocina a dormir, porque de noche la cocina está
desocupada. Es la única forma de que pueda seguir el negocio, porque don Jorge, el
músico, hace años que no me paga, y yo le tengo que dar la comida.
—Pero, señora por Dios, ¿cómo es que usted no le pide el cuarto a ese don Jorge,
me lo alquila a mí, y se queda usted en el suyo? ¿Cómo es posible que la señora de la casa
se vea reducida a dormir en la cocina? ¿Dónde se ha visto, que se le dé cuarto a un señor y
se le encima la comida? ¿Es de la familia suya?
—No. Ni siquiera le sé el apellido. Sé que se llama don Jorge y no más. Pero él me
ha mostrado su cariño porque me permite entrar en su cuarto, cada que es hora de comida, y
me pide papel rayado de música, cada vez que se le acaba. Ese es otro gasto. Al fin y al
cabo, yo me doy cuenta de que don Jorge no tiene más en la vida que a mí, porque nunca
pregunta por él ni un amigo, ni una mujer, ni un hijo, ni un paisano, ni siquiera un acreedor.
Y como yo soy sola en la vida, pues me hago la ilusión que es hijo mío, y que estoy
obligada con él, y por eso lo atiendo y lo venero. Nunca me habla una palabra, pero se ríe
muy dulcemente conmigo. Yo me doy cuenta de que si llega a hablarme, pierde el hilo de la
música triste que está componiendo. Éld es un artista, y vive concentrado en su arte. Para él
no hay otro mundo fuera de su violín. Si fuera en otra parte, de seguro que don Jorge estaría
coronado de gloria. Pero en Medellín nadie lo debe entender. Tal veze se reían todos de él,
y el hombre se fue encerrando en su caparazón, como una tortuga. Quizás algún día le
reconocerán sus méritos, y vendrán a sacarlo de aquí para oírle su música... Es la esperanza
que yo tengo. Porque le pagan al embolador, al zapatero, al talabartero, al carpintero, a todo
a
P: —Entrese,
b
Si bien no es común el uso de formas coloquiales en la novela, se conservan en este capítulo para dar cuenta
del nivel sociocultural del personaje de “Doña Soledad”. La forma correcta de la palabra sería “entonces”.
c
P: —Entonces,
d
P: El
e
P: Talvez
185

el mundo le pagan, menos al que hace música. Y la gente no cae en la cuenta de que una
composición musical produce más alegría que unos zapatos bien embolados o una silla
cómoda. Eso es lo que le hace falta a Medellín: música, alegría espiritual, algo que llegue al
alma. Aquí no piensan sino en el lujo, en la comodidad, en la riqueza... como si eso fuera la
felicidad. Feliz este hombre que no gana un centavo, que no habla con nadie, que no se
cambia su bata de baño nunca, que no se afeita, que no sale. Su mundo es la música. La
música triste nos produce tanto consuelo. Esa música es lo mejor que tenemos en esta casa.
Cuando todos estamos pobres, el violín nos hace olvidar la pobreza. Cuando hay un chisme,
la música lo disipa. Cuando hay una pelea, las notas nos vuelven a traer la paz. Por eso
podemos vivir aquí cuatro familias diversas, sin que nunca haya ocurrido nada grave entre
nosotros, como ocurre en tantos otros inquilinatos.
Helena escuchaba de labios de doña Soledad esta apología de don Jorge, pero no
reparaba tanto en la extraña personalidad del músico escondido cuanto en la apasionante
caridad de esta vieja sencilla y noble. El pensamiento en su madre, por no decir el recuerdo
de su madre a quien no conoció, se le impuso con un poder avasallante. Sí. Esta vieja que
había adoptado a un mudo, a un loco, a un pobre melómano incurable, tenía un corazón
grande y buenazo, como debió ser el de su mamá. Allí iba a encontrar ella por fin un cariño
sin protección, un cariño sin lucha de clases. Doña Soledad no tenía por qué sentirse más
que ella. Era otra que luchaba contra los imposibles por la subsistencia. Hablaba de los
mendigos con cariño. Le parecía natural que los pordioseros ganasen. No se escandalizaba
de que los que piden limosna vivan un poco mejor que algunos de los que trabajan en otras
cosas. No creía que mendigar fuese picardía. Ni que a los pobrecitos, porque sólo podían
vivir de lo que pedían, se les debiera encerrar en la “Casa de Pobres”, que era otra especie
de cárcel, lo mismo que la Escuela Tutelar del Departamento. No. Medellín es una ciudad
grande y allí todos debemos caber y ser libres. Nada de encarcelar a los pobres y dejar
libres a los ricos que los empobrecieron. Nada de encerrar a las muchachas perdidas y dejar
libres a los hombres que las perdieron. Casi estaba de acuerdo con el raciocinio de un
médico alienista, en visita que hizo a William, el cual sostenía que no había razón para
meter a los locos en el manicomio. Esa casa grande la debían desocupar, y permitir que
voluntariamente se encerrasen en ella todos aquellos que les tuviesen miedo a los locos. Lo
mismo ocurre con los leprosos. Debieran andar libremente por el país. El hecho de estar
enfermos no es para quitarle la libertad a nadie. Podían prohibirles la entrada a tres o cuatro
ciudades en las cuales, —Agua de Dios, Contratación, Caño del Oro—se podían asilar
todos aquellos que le tuvieran especial temor al contagio de la lepra. ¡Oh libertad!
Sí. Esta casa era su casa. Podía entrar después de la salida de la fábrica, a la hora
que le quedara fácil. Le daban llave del portón y llave de la pieza. Podía usar la cocina para
hacer su almuerzo y su desayuno. Pagaba solamente tres pesos mensuales por el
arrendamiento. Le quedarían doce para vestirse bien y comer. Si conseguía novio, podía
recibirlo de día en su cuarto, con la puerta abierta, o en el portón de la casa, a voluntad.
Este era todo el reglamento del inquilinato. ¡Qué distinto del terrible reglamento de la
Tutelar, de donde acababa de huir!a

a
P: huír!
186

Como esa pobre niña no traía ni baúl ni cama, doña Soledad le prestó la suya,
mientras podía conseguir. Entre tantoa ella, de mil amores, dormiría en la estera sobre el
suelo de tierra de la cocina.

a
P: Entretanto
187

CAP. IX ◊418◊

El administrador la condujo personalmente hasta su salón, el de hilados. Hombre


afable, llano y respetuoso, al paso por las distintas secciones de la fábrica textil le iba
explicando el proceso fabril desde el algodón desmotado hasta la trama y la urdimbre
unidas, que son la tela. Llegados al salón le hizo solemne entrega formal de este lindo
ejemplar hembra de la raza humana al señor vigilante:
—Éstea es el número 418. Espero que dará buen rendimiento.
Esto del número no estaba en el programa de Helena. Y francamente cuando oyó
hablar de buen rendimiento, pensó en que era exactamente el término que ella había oído
emplear en Santa Elena a don Carlos, el dueño de la lechería, cuando hablaba de sus vacas.
Con el agravante de que el hacendado conocía todas las vacas por su nombre, mientras las
cristianas en las fábricas son conocidas por su número.
En el bautismo ella había sido Helena Restrepo Giraldo. Creyó que esto era
imperecedero, que perduraría después de su muerte en una humilde lápida funeraria. Al
servir donde doña Susana, ya era Helena simplemente. Nunca se volvió a hablar de sus
apellidos. Una vez el propio niño Rodrigo recibió un sobre dirigido a la señorita Helena
Restrepo Giraldo y lo devolvió diciendo que no la conocían en la cuadra. Tal vezb esa carta
que nunca llegó sería la despedida de su pobre papá Marco Antonio, derrotado y vencido,
antes de huirc al Cauca con una mujer que le supliera los cuidados de su hija, la que se
había marchado a la ciudad. O tal vezd la llamaba en esa carta, para no tener que huir...e
Después en la odiada casa de doña Leocadia, habían resuelto que ella no era Helena,
sino María... porque Helena era nombre de blanca, y así se llamaba la hija de la señora. Una
vez llamaron a Helena, contestó ella y la trataron mal por eso. Cuando reclamó, le dijeron
que María era el nombre de la Virgen, que no tenía por qué quejarse...
William, el pérfido, de cuyo amor no dudó, jamás le dijo por su nombre, sino “mi
Nena”...
En la Escuela Tutelar le dieron un número, el 13, y ella se dio cuenta del mal agüero
que este número fatídico traía. Reclamó y le dijeron supersticiosa. En vano alegó, colérica,
que en la última cena estaban trece, los doce apóstoles y el Señor, y al otro día ya habían
muerto a Jesús y Judas ya se había ahorcado. Eso del trece era superstición, y la religión
católica prohíbef las supersticiones. Por eso se tuvo que fugar de la Tutelar, por no ser más
el número 13. Nadie le entendía sus razones allá.

a
P: —Este
b
P: Talvez
c
P: huír
d
P: talvez
e
P: huír...
f
P: prohibe
188

Pero ahora era otra vez un número. Creía ella que ya, libre, viviendo por sus brazos,
obrera digna, podría volver a llamarse Helena Restrepo Giraldo. Mentira.
—¿Cuála es su ficho?,b hágame el favor, para anotar en el reporte de tiempo,c dijo el
vigilante del salón, simpático.
—¿Mid ficho? ¿Cómoe así?
—El número que se le asignó aquí en la fábrica.
Helena gagueó. Estaba obsedida por la idea de que ella era un número, una ficha
despreciable, como una vaca en el potrero extenso, mucho menos que esas máquinas de
hilar que acababa de conocer, pero no sabía cuál número era. La timidez se asomó a sus
mejillas, otrora sonrosadas y ya pálidas de calentana palúdica.182 El vigilante adivinó su
turbación, y le dijo con dulzura:
—Usted es el 418. Grabe ese número y no se duerma, porque camarón que se
duerme, se lo lleva la corriente.183
El vigilante, ese hombre de más de cuarenta años, con la argolla matrimonial en la
derecha, le clavó una mirada profunda como un par de banderillas, una sola mirada
perspicaz, a hurtadillas de todas las demás obreras del salón. Helena entendió muchas
cosas. Era ella la más joven y la única bonita. Esta sola mirada sin una palabra quería decir
todo lo que William le había dicho cuantas veces se quedaba solo en la casa con ella...
Nunca más haría caso de las solicitudes de los superiores. Pero tampoco tenía por qué
despreciarlo, ya que el vigilante daría un mal informe de ella, y perdería su puesto, su
ansiado puesto de obrera que por fin había conseguido... Aunque ahora, siendo ya obrera,
se daba cuenta de que tampoco ésta era la dignidad que ella ambicionaba, lo que llenaría su
vida... Al fin y al cabo ella, tan bonita y todo, no era más que un número, el 418...

a
P: —Cuál
b
P: ficho. Se cierra la pregunta inicial, cambiando el signo de interrogación que se encuentra más adelante.
c
P: tiempo?. Se suprime este signo de interrogación y de acuerdo con la estructura gramatical se ordena la
puntuación de este párrafo. Ver la nota anterior.
d
P: —Mi
e
P: Cómo
189

CAP. X ◊DON BENIGNO Y PABLO◊

Para la conservación del personal las obreras salían antes que los obreros, a las 10.
Los hombres salían a las diez y media. Con eso las mujeres ya habían llegado a las casas y
se evitaban perjudiciales relaciones entre los sexos. Además se les inculcaba la virtud a las
trabajadoras en todas las formas posibles, y casi inconscientemente. La atmósfera era de
una gran moralidad. Jamás una obrera de este salón salía sola ni transitaba en la noche por
calles oscuras. De a tres, de a cuatro, se iban regando por los barrios de la ciudad,
silenciosamente, estas buenas mujeres que tenían necesidad de trabajar de noche. De
ninguna de ellas se murmuraba. Medellín en realidad no estaba acostumbrada a que sus
mujeres anduvieran de noche, pero las obreras se ingeniaban para no estar solas, y con ello
el respeto se imponía. Es claro que las damas que iban al cine se acostaban más tarde, y no
por necesidades de trabajo. Con este argumento se refutaba el escándalo farisaico de los
profetas del desastre, para los cuales un turno nocturno femenino no era otra cosa que una
escuela superior de prostitución.
Sin embargoa tampoco en este trabajo estaba la mujer lejos de todo peligro, como en
ningún otro. Don Benigno, el vigilante, que desde el primer día la miró con ojos solícitos y
solicitantes, sentía crecer en su ánimo, mientras pasaban las semanas, un deseo irresistible
por Helena. Grande hubo de ser la lucha de este hombre probo,184 que había logrado una
posición de confianza gracias a su caballerosidad nunca desmentida. Se acercaba don
Benigno a los cincuenta años, y era un hombre moreno, grueso, bajo y vigoroso. Cada vez
que pasaba frente al huso de Helena, su corazón perdía el ritmo y sentía como si las rodillas
se desmadejasen, como esas madejas que a veces oprimía Helena con sus gráciles dedos, ya
no sucios de tierra de capote ni manchados por las cortezas de papa, sino tersos y
sonrosados como el pétalo de una catleya.185 Ya para don Benigno no eran las telas de la
fábrica lo que importaba en su vida. Eran las entretelas de su corazón. Si en Santa Elena fue
para mí tan duro el encuentro con una montañerita que apenas era mujer, para don Benigno
el encuentro con una obrerita que era ya toda una real hembra tuvo que ser un colapso
catastrófico, como el que tuvieron los mundos al principio de las edades. A su edad los
hombres recobran todos los arrebatos de la adolescencia.
Don Benigno resistió largos días a la tentación de Helena, inconsciente de parte del
número 418. Pensaba él en su mujer, que le había dado once hijos, y ya estaba caduca,
imposibilitada para darle más. Una profunda lealtad para con la compañera que antaño fue
hermosa lo inhibía completamente para empeñarse en ninguna aventura. Pensaba luegob en
su larga trayectoria de fiel cristiano, que había sobrellevado con éxito todas las
tribulaciones y sorteado todos los peligros. Su edad no era ya para atreverse en amoríos. Su
posición de vigilante, además, de encargado de responder por el respeto debido a cada

a
P: Sinembargo
b
P: luégo
190

obrera de su salón, impedíale más que a otro cualquiera el menor intento de coqueteo con
Helena. Así se le pasaron a don Benigno seis semanas, sin decirle a nadie nada. No decía
una palabra sola de amor, pero todas las obreras lo notaban distinto. A veces se alelaba
mirando al número 418. Otros días pasaba por frente a cada obrera, y a cada una le decía
una palabra, menos a Helena. Las obreras adivinaron que el número 418 representaba algo
para don Benigno, y una de ellas, como quien no quiere la cosa, le dijo un día que Helena
tenía amores con Pablo Pérez, obrero joven del salón de punto: sábados y domingos lo
recibía en su pasaje de La Toma, a veces salían a pasearse por la placita de Boston,186 y
hasta iban juntos a cine donde los salesianos.187
Don Benigno no volvió ya a pensar en resistir la tentación. La pasión de los celos se
apoderó de él con la misma vehemencia que si fuese su propia mujer la que estuviera
jugándole infidelias.188 La cólera luchaba en el interior de su alma gruesa de capataz
pujando por salir a los ojos y a la voz. Lanzó aquella noche contra Helena una mirada de
furia, quemante, perfectamente distinta de sus miradas frecuentes de coqueteo. Salió del
salón de hilados, dirigióse al de punto, miró a Pablo Pérez largamente y en su interior midió
sus fuerzas con las de aquel palúdico obrero y supo que sus puños eran capaces de
estrangularlo.
Haciendo incalculables esfuerzos por serenarse, don Benigno regresó a su salón.
Dio varias vueltas sin mirar a Helena, y por fin, después de haberles dicho a una y otra
obrera unas cuantas palabras, se llegó al número 418, y le dijo: “Nenita, usted con esa cara
no tiene necesidad de trabajar. Lo que necesita usted es un hombre de verdad, como yo”.
Helena, mujer enamorada al fin y al cabo, sintió todo el rechazo de su sangre hacia
una propuesta indigna. La tragedia de su vida con William, un superior, ahogó las primeras
voces de su ira. Don Benigno alcanzó a notar el rechazo instantáneo y dio dos pasos
adelante, hasta llegar al telar próximo y luchó por disimular su turbación hablando con la
obrera siguiente. Pero, pronta como un gamo, Helena se llegó a él y, dándole un bofetón en
la mejilla derecha, “Canalla, canalla” —le repitió— y rompió a llorar.
—¿Quéa es esto?, dijob don Benigno reaccionando con dignidad.
Las obreras se agolparon en torno. Helena arrojó su delantal, frenética, y abriéndose
paso por entre las compañeras, abandonó el salón.
—Me voy a donde sepan respetar a las mujeres, dijo por toda despedida.
—Ustedes son testigos, dijo don Benigno ante sus obreras, de que nada le he hecho.
Le fui a dar una indicación para que no desperdiciara tanta materia prima, y la tomó a mal.
Lo que ocurre es que a una obrera de cara bonita no se le puede voltear a ver porque pone
los gritos en el cielo. Esa está mejor para señorita que para trabajadora.
La aprobación fue unánime. La frase demagógica de don Benigno contra la cara
bonita de Helena despertó en la legión de sus compañeras feas todo un tácito sentimiento de
envidia que las venía mortificando desde que ella entró en el salón.
Don Benigno paró el telar que Helena había dejado funcionando, cada cual regresó a
su puesto, y se reanudó con más brío la labor.

a
P: —Qué
b
P: esto? dijo. Se adiciona la coma (,) para justificar la minúscula después de cierre de signo de puntuación,
además, la estructura de la frase así lo requiere.
191

Sobre todo trabajaron más cuando el señor administrador penetró en el salón. Con el
rabillo del ojo cada una quiso espiar las palabras que le dirigió al vigilante. Las más
cercanas oyeron que le ordenó pasar por la administración.
El administrador salió precipitado. Don Benigno quedó reflexionando un breve rato.
Luegoa salió también.
En la administración estaba Helena, sobreexcitada y llorosa.
—¿Esb verdad, Benigno, que esta obrera le dio un puñetazo en la cara?, preguntóc el
administrador.
—¿Quiénd se lo dijo?, repreguntóe el vigilante.
—Una obrera de su salón acaba de contármelo, y a esta señorita la he hecho venir
del salón de punto, donde se entró sin permiso a conversar con un obrero.
—¿Conf Pablo Pérez?, preguntóg una vez más el vigilante.
—Sí. Con Pablo Pérez, mi novio, contestó Helena, altiva.
—Sí, señor administrador, me pegó en la cara delante de todo el personal del salón,
por haberle dado una indicación relacionada con su trabajo.
—No, señor administrador. Le pegué porque me dijo que yo no necesitaba trabajar.
Que lo que yo necesitaba era un hombre. Que me saliera de la fábrica y me amancebara con
él y que me iría mejor. Por eso le pegué...
—La señorita está en un error. Le dije que, por estar pensando en hombres,
descuidaba su trabajo, y así no le iría bien en la fábrica. Se le nota que está muy enamorada
de ese obrero del salón de punto, y olvida por completo sus deberes. Yo ya voy
completando mis bodas de plata en la fábrica, y aquí todo el mundo sabe que no le he
llegado a faltar al respeto a una obrera. Allá está todo el salón que lo diga.
El administrador dejó en manos del vigilante la sanción que debía ponerse a Helena.
Generosamente don Benigno resolvió suspenderla por diez días, después de los cuales la
volvería a incorporar a su trabajo, siempre que pidiese excusas públicamente ante las
obreras del salón.
A las once de la noche, Pablo Pérez llegó al pasaje, a la salida del trabajo. Helena le
tenía chocolate caliente y arepa con queso. Se repitieron la historia hasta en sus más nimios
detalles. Pablo mostraba, a ratos, su ira. Por fin le aconsejó esto a Helena:
—Con los patrones no se puede pelear. Si quieren que uno se humille, hay que
humillarse. Al fin y al cabo yo no soy celoso y confío en que usted tampoco lo sea. Siquiera
la cosa se puede arreglar así. Pídale excusas y sígale trabajando a don Benigno a ver si para
el fin del año ya hemos podido comprar el ajuarcito189 para que nos casemos.
Esta sencillez de Pablo Pérez era lo que fascinaba a Helena. No era bello como
Rodrigo. Ni elocuente, como William. Pero la palabra de matrimonio empeñada así, con
esta naturalidad sin condiciones, tenía que cumplirse. Pablo iba a ser el borrador de su
deshonra, y eso bastaba para que Helena sintiese por él no ya tan sólo cariño, ni pasión

a
P: Luégo
b
P: —Es
c
P: cara? preguntó. Se adiciona la coma para justificar la minúscula inicial de la palabra siguiente.
d
P: —Quién
e
P: dijo? repreguntó
f
P: —Con
g
P: Pérez? preguntó
192

simplemente, sino una verdadera idolatría. Pero no la celaba. En realidad tal veza no la
quería. Ella creyó que, comunicándole este desplante de don Benigno, Pablo acaso
intentaría matarlo. Pero no. Así estaba bien. Ese obrero de veinte años, pálido y
melancólico, aspiraba a casarse con ella, y a tal fin enderezaba todos sus actos. Por eso
tenía que trabajar él y por eso también ella.

a
P: talvez
193

CAP. XI ◊EL MESTIZAJE◊

Un miércoles de agosto se cumplieron los diez días de suspensión. Don Benigno


había pasado intranquilo en su alma de comunión diaria por la injusticia cometida con
Helena. Cuando ella entró, tímida y encogida, en el salón de hilados, salió a su encuentro y
le dijo bondadosamente:
—Señorita Helena, he resuelto perdonarle las satisfacciones que usted estaba
obligada a darme en presencia de todas las obreras del salón. Usted con su sentimiento y yo
con mi palmada en la cara, quedamos en paz.
Era terrible la lucha interior de este vigilante. Por un lado estaba el principio de
autoridad, base del orden. Aunque él hubiera cometido una falta individual execrable, ello
no justificaba que el superior del salón fuera escarnecido en público. El principio de
autoridad quedaba por el suelo. Esta ofensa no era irrogada a él, Benigno Argáez, sino a la
empresa misma. Pero de otra parte admiraba él más aún ese amor difícil, ese amor a
puñetazo limpio. Los hombres despreciamos a la mujer fácil, pero nunca nos resignamos a
ser derrotados por la mujer imposible. Mas ese mismo amor nacido tan ridículamente para
él, era además ilícito. Pugnaba con todo su ser,a excepto con la voluptuosidad, pasión que
apenas ahora, a las puertas de la ancianidad, venía a atormentarlo y a deleitarlo. Si él dejaba
cobrar alas a ese amor difícil, adiós vigilante, adiós padre de familia, adiós esposo ejemplar,
adiós caballero, adiós cristiano, adiós toda una vida que lo llenaba de orgullo para legar a
sus hijos, adiós Benigno Argáez total y definitivamente... Mas desistir de su empeño era
también sacrificar su orgullo, matar ese hombre tenaz que era el que le había dado su
relativo triunfo en la vida, doblegar la cerviz que hasta entonces siempre estuvo tiesa y
erguida, y por sobre todo matar aún niño lo único que le estaba renovando los bríos de la
juventud, el contacto con el mundo, el testimonio de que aún en él ardía la carne. Don
Benigno no se hizo ningún propósito definitivo, sino que resolvió dejar para después,
cuando pudiera pensarlo serenamente, la resolución de este nudo psicológico.b Sin saber
que donde Helena aparecía la serenidad desaparecía.
Helena, por su parte, debería estar triunfante. Se había vengado por su mano del
patrón irrespetuoso, sin consecuencia grave. Había obtenido un verdadero triunfo. Ya podía
en su interior sentirse superior a su superior. Pero la abatía el pensamiento de que, con todo
y haber sido don Benigno y no ella quien se humilló, era ella la humillada. En el orgullo de
otros años Helena no hubiera estado dispuesta a dar satisfacciones. Y sin embargoc ahora,
aunque no había llegado el caso, estuvo resuelta a pedir perdón de rodillas, por lo que no
era una falta, si hubiera sido preciso hacerlo para conservar su puesto en la fábrica.

a
P: sér
b
P: sicológico.
c
P: sinembargo
194

En los diez minutos que la empresa les daba, a las seis de la tarde, para tomar el
algo, las compañeras estuvieron menos hostiles que de costumbre. Nunca en una reunión de
mujeres se le perdona a la más bella, sino cuando la ven humillada. Las compañeras sabían
que los diez días de suspensión eran una simple instancia antes del despido. Sabían que el
bofetón en el rostro de don Benigno traería fatalmente sus consecuencias. Y la
consideraban, además, derrotada por la magnanimidad del vigilante. Una generosidad como
la de él era la única forma en que un varón podía vencer los puñetazos de una mujer
hermosa.
Además sabían que Helena tenía matrimonio arreglado con Pablo Pérez, con el feo
de Pablo Pérez a quien todas conocían por el remoquete190 de “Palillo”, hombre dado a los
menesteres ancilares, de temperamento servil y de miedo cerval a los patrones. Así, como
la torre de Babilonia, así cayó el orgullo, la belleza, la gloria de Helena Restrepo. ¡Cona
Palillo!
Doña Juana, la mayor de las obreras, mujer acatada por su virtud y por su edad en el
salón, dejada del marido veinte años atrás, le ofreció a Helena el traje de su matrimonio con
una sola postura, precioso traje de reina, en la suma de quince pesos, que le hacíanb falta
para cuadrar las mensualidades de sus hijas en el internado de la Presentación en La
Estrella. Helena le entregó así, pasados dos días, los nueve pesos que tenía ahorrados, y le
quedó debiendo tres, porque doña Juana rebajó hasta doce después de dos días de regateo.
Que fuera de una sola postura el traje era increíble. Estaba ajado y sucio, no
solamente viejo. Pero era increíble tambiénc que tuviera varias posturas porque doña Juana
solamente se había casado una vez. Después entendió Helena que las mujeres, cada que
tienen oportunidad de no ser vistas, vuelven a ponerse su traje de novias, como un torero
solitario viste, en las noches de esperanzas, su traje de luces. Desde que el traje de reina
entró en el pasaje de La Toma, Helena lo tuvo puesto todas las noches. Cómo echaba de
menos un espejo de cuerpo entero para poder solazarse a espacio en la contemplación de su
silueta. Cuántas veces ensayó el garbo con que iba a subir al altar, en compañía de su
enclenque novio.
Una dificultad nubló este cielo claro. Su traje de reina estaba comprado,
efectivamente. Mas para tal traje de triunfo correspondía al bueno de Pablo Pérez, a ese
juguete suyo predilecto, vestir de dorsay. Y tamaña exigencia era a todas luces
desproporcionada. Con lo que se obtiene un traje de etiqueta se compra el mobiliario
íntegro de una casa obrera. Así lo comunicó a su prometido, y éste, feliz como unas
pascuas, desató el lío. En su larga carrera de mandadero mil y una veces había arreglado
con los sastres más reputados de Medellín el arrendamiento para los blancos de fraques191
con los cuales asistían a los bailes de gala del club y a los matrimonios elegantes. La
deslumbradora elegancia de Medellín, como la de Bogotá, radica ya en asistir a las fiestas
de traje prestado o alquilado. Aclarada éstad que fue angustiosa situación, a Helena le quedó
solamente la duda de que a un negro también le alquilasen trajes de ceremonia que más

a
P: Con
b
P: hacía. Se pluraliza verbo, teniendo en cuenta el referente al que se alude.
c
P: tamién
d
P: esta
195

tarde habían de vender los sastres como nuevos. Y la fecha de la boda se fijó para el doce
de octubre, día de la patria.
Así vinieron a participárnoslo Pablo y Helena a mi casa, la de Roque y Susana, con
los cuales Helena conservaba aún el vínculo que los peregrinos de la antigua Roma tenían
con sus patrones. Les recibimos la visita con toda circunspección, y Roque, que fraterniza
con la gente humilde sin perder la naturalidad, les sirvió un trago de ron viejo de Caldas y
brindó en honor de la joven pareja.
Yo hubiera querido, en lugar del brindis altisonante y plagado de lugares comunes
de Roque, ofrecer la copa con palabras que dijesen lo que pensaba en ese momento. Nada
de “blanca yedra192 momposina del Magdalena risueño”, según la cita que mi amigo
comerciante hizo de su colega al almacenista loco Epifanio Mejía. Para mí el día de la raza
se iban a juntar la blanca de Helena y el negro de Pablo para producir el mestizaje de que
estamos sedientos en América. Sólo entonces podremos hablar de una raza nuestra. Sólo
entonces los iberoamericanos, cuando se hayan amalgamado blancos, indios y negros,
seremos respetables en el mundo. Sólo entonces, sobre la unidad racial, podremos
construira esa república ideal, de México a las Filipinas, de que habla Barba Jacob, y en la
cual sólo gobernamos los poetas. Somos una sola nación, porque una es la santa religión
católica que mal profesamos, una la lengua de Castilla que mal hablamos, una la madre
España de que mal nacimos, unas las malas costumbres que tenemos. Y una sola también es
la confusión de razas, peor que la de lenguas, que nos atormenta. Son unos los blancos ricos
engreídos y perseguidores, como un encomendero colonial. Unos los negros nuevos ricos
que hablan perfectamente el inglés. Unos los blancos pobres que coleccionan pergaminos y
sirven de empleados públicos estirando la americana para que no se les vean los rotos del
pantalón. Y otros son los agricultores, hijos de arrieros193 y muchachas de fonda,194 de esos
que Maritornes hubiera querido que nacieran de Don Quijote, pero hubieron de nacer del
arriero, porque los hidalgos son castos.
Por vuestros hijos, Helena blanca y violada; Pablo negro e ingenuo que no reparas
en los agujeros que pueda tener tu mujer porque no vas a ser su marido sino su vasallo.
Salud, Helena que te doblegas y Pablo que te levantas. Helena que llegas al matrimonio
cuando ya, por tu pecado, lo creías imposible; y Pablo que llegas a casarte sin inquirir por
el pasado de tu esposa, porque tú tampoco tienes pretérito. ¡Vuestrob es el porvenir! ¡Dec
vuestros hijos, del mestizaje americano, es la patria, la patria grande de México a las
Filipinas!

a
P: construír
b
P: Vuestro
c
P: De
196

CAP. XII ◊SIN APELLIDO◊

Nunca había recibido Helena carta alguna de su padre. Era, en realidad, una mujer
abandonada, sola en el mundo. Las gentes del pueblo en Colombia aún no aprecian el dona
de la escritura, aunque sepan escribir. Teniendo muchos ausentes, son muchos los ancianos
que mueren sin haber depositado la primera vez una carta en la estafeta.
Marco Antonio, en realidad, le había escrito una carta cuando trabajaba en la casa de
Roque y Susana, pero Rodrigo tuvo la torpeza de no advertir que Helena Restrepo era esa
misma Helena que lo idolatraba. A los señoritos no se les ocurre que una sirvienta pueda
tener apellido, y mucho menos que pueda ser Restrepo.
Pero aquí en la fábrica sí le entregaron una carta de Marco Antonio, su padre, traída
por uno de sus hermanos que trabajaba como chofer de Medellín a Rionegro. La carta era
simple, seca, fría, como ese viejo aspérrimo:
“Sé que está trabajando en Coltejer, ganando buena plata. Sepa usted que su padre
está necesitado en la vieja casita del alto, imposibilitado ya para luchar más y casi tullido.
Venga a verlo, y si puede, ayúdele. Su papá que tanto la quiere, Marco”.
Helena no cabía en sí de gozo. Otra vez su papá en la vieja casita. Añoraba los
jardines y el corral, limpios de nuevo como la memoria de su madre no conocida, pero cuyo
perfume remoto embargaba aún todosb los rincones de la estancia.
Consiguió permiso con don Benigno para faltar al otro día, jueves, porque ya no le
negaba nada.
Tempranito anudó en el pañuelo sus ahorros, algo así como doce pesos, tomó el
camión de pasajeros —ya no existían los excelentes buses de la Transportadora
Colombia— y se dirigió a la sierra de los aires frescos, donde todos los recuerdos de
infancia se apiñaban, donde cada árbol, cada piedra, cada barranco estaba plagado de
buenas memorias de su infancia dulcísima.
Presurosa llega a la casa del peón, a su casita. La puerta está ajustada. Toca, y sale,
entre huraña y tímida, esa mujer que le quitó a su padre, ya viejo, para llevarlo, en el último
desvarío amoroso de su vida, a climas deletéreos, en los cuales el paludismo terminó de
minar su cansado físico.
—Marco Antonio, aquí está la señorita Helena, su hija, gritó.
De la antesala, temblón pero luchando por corretear apoyado en su rudo bastón de
guayacán, el viejo se abalanzó sobre Helena, la abrazó y la besó con ternura que parecería
increíble en Marco Antonio, que era la rudeza hecha carne negra.c

a
P: dón
b
P: todo
c
carne negra: En la edición perteneciente a Editorial Bedout (1973) se cambia arbitrariamente esta expresión
como “carne magra”, que es incluso más precisa que la forma original, sin embargo, se conserva según la EP.
197

Se apartó luego,a entre sollozos, para mirarla mejor. Helena estaba más bella que
nunca. Lucía un traje azul pálido de seda, escotadob y amplio. Estaba bien calzada, con
medias sutiles, enguantada, la cabellera peinada con gracia sin par. Era lo que se llama una
señorita. A Marco Antonio se le representó su madre abejorraleña,195 con la cual tenía
Helena una impresionante semejanza física.
De pronto se quedó mirándola fijamente y no al rostro.
Enrojeció.
—Te casaste, m'hijita (dijo en arrebato para él tan dramático, que resultó tratándola
de tú).
—No, papá, me caso, contestóle ella. Voy a traerle a Pablo Pérez; para que nos dé
usted la bendición, si no se opone...
—¿Cómo? ¿Noc se ha casado? Y se casa —dijo Marco Antonio con el mismo brío
que empleaba con ella de niña, para azotarla— ¡Maula!196 ¡Yd tiene ya trabajo adelantado!
—Sí, papá, respondió Helena tontamente. Estoy haciendo el ajuar. Pero si usted
quiere... ¡Trabajarée para ayudarle!
—¡Sinvergüenza! ¡Fueraf de aquí, perra!197 En esta casa nunca se ha visto tal cosa.
Jamás una mujer de mi familia... (Y alzó, diabólico, el bastón, capaz de molerla a palos).
Helena retrocedió. Miró su pobre vientre grávido y se encogió sobre él en un
extremo ademán de defensa para su hijo.
—Pero papá —lo requirió dulcemente— tambiéng usted cayó y se llevó a esa
muchacha... Yo lo supe todo... Quedé sola...
—¡Quéh papá ni qué pan caliente! ¡Fuerai de mi casa, mala mujer! ¡Losj hombres
podemos hacer lo que nos dé la gana! Yo estaba solo porque usted resolvió irse a que la
perdieran en Medellín. No más papá.k No nos conocemos. Piérdase antes de que la mate.
Agradezca que estoy inválido... Fuera, fuera...
Cuando, al impulso del padre, Helena iba abandonando su casa materna, alcanzó a
ver en la penumbra de la alcoba a la manceba de su padre, que sonreía ante su desgracia
con una felina risa histérica.
Sintió Helena de inmediato la estrecha atmósfera del campo, donde sólo el aire es
libre, amó más aún la ciudad que aparecía en lontananza, y descendió a ella, rápida como
desciende el riachuelo.

a
P: luégo
b
P: encotado
c
P: —Cómo? No
d
P: Maula! Y
e
P: trabajaré
f
P: Sinverguenza! Fuera
g
P: dulcemente— También. No podría ir mayúscula inicial después del guión largo si no existe un punto
seguido que cierre la expresión. Además, como la expresión tiene continuidad semántica se cambia la letra
capital de “También” en vez de colocar el punto para respetar su mayúscula.
h
P: —Qué
i
P: Fuera
j
P: Los
k
En las siguientes ediciones se repite doblemente la afirmación “No más papá” como una adición que se
realiza editorialmente. Se conserva la forma de la EP. Recuérdese, además, que la única edición que es fiel a
la primera es la tercera de Editora Popular Panamericana (1960).
198

¡Ah!a El primero en adivinar su secreto, su gran secreto, había sido su padre, con ese
sentido fino de los montañeros. Ya no sería un misterio para nadie. Su cintura no era la
grácil de otros días. Por holgados que usase los vestidos, su hijo, ese hijo dulce que iba a
tener, la delataría dondequiera.
Acababa de perder a su padre, en verdad. La arrojaba de su casa. Pero no se sentía
ya sola, como siempre. Porque era verdad que iba a tener un niño, un niño suyo, suyo
solamente porque él no tendría padre. No era, pues, una ilusión. No eran nervios este
secreto a nadie comunicado. Su padre lo había visto ya. Ya no sería, no podría ser un
secreto para nadie, ni siquiera para Pablo Pérez.
Helena caminaba despacio por el caminito de vereda, aunque creía que el rengo198
de su padre venía tras ella, blandiendo su gran bastón, para matar a su hijo. No para matarla
a ella, que a la postre no era sino una insignificante mujer desgraciada. ¡Parab matar a su
hijo, que era lo único grande que había en su vida!
¿Qué era, pues, su padre que acaba de renunciar a la paternidad al lado de su hijo
que iba a nacer, al lado de su propia maternidad? ¿Qué era Pablo Pérez al lado del niño?
¿Qué era ese William ingrato que había huidoc al extranjero por evitar la dicha de ser
padre? ¡Infame!d Helena hacía el gesto puro de acunar a su hijo. Buscaba en el camino las
tierras más blandas donde asentar su planta para que el niño no se maltratase. Tomaba aquí
y allá moras verdes y las llevaba a su boca, segura de que agradarían al delicado paladar de
su hijo. Y se horrorizaba de pensar en que hay mujeres, hasta casadas, que evitan esta dicha
sin nombre de ser madres; y hasta otras que, después de engendrado, luchan por expulsarlo.
Y otras que, después de nacido, lo matan. ¡No!e Mejor perder los dos ojos y los dos brazos
y las dos piernas que perder este ser,f mucho másg importante que el propio ser.h Helena
lucharía, cueste lo que cueste, por su hijo. Si era preciso trabajar mucho, trabajaría. Si no le
daban trabajo, se casaría. Si nadie se casaba con ella, pecaría. Si fuera necesario aún,
robaría, mataría, pero su hijo tenía derecho a vivir por sobre todo.
¡Sí!i Y ya no se avergonzaría más de su hijo, ni lo guardaría más en secreto. Esa
misma noche se lo iba a decir a Pablo Pérez. Al otro día lo contaría a cualquier amiga para
que toda la fábrica lo supiese. Tanta dicha, tanto orgullo como tener un hijo, pagaría la
vergüenza de que no fuera legítimo, y el ser arrojada de la casa y amenazada de muerte por
su padre.
Ella, que nunca se había sentido digna y satisfecha, experimentaba por primera vez
un lleno inefable en el alma: iba a ser madre. Le provocaba gritarlo a los cuatro vientos en
aquellas hirsutas soledades, decirlo a las bandadas de pájaros que a ratos interrumpían el
solemne silencio del monte.

a
P: Ah!
b
P: Para
c
P: huído
d
P: Infame!
e
P: No!
f
P: sér
g
P: muy más. Se reemplaza el adverbio “muy” por “mucho”, para darle mayor cohesión a la expresión.
h
P: sér
i
P: Sí!
199

CAP. XIII ◊LOS RESPONSABLES◊

Helena consultó el caso con su confesor. Le dijo que varias veces había estado a
punto de decirle todo a Pablo Pérez, pero que las palabras no le salían. No era ella capaz de
dictar con su propia boca, en dos palabras, su sentencia terrible. En realidad no lo quería.
Sin embargoa era el único hombre que la había querido sinceramente. Yo había sido el
primero en requerirla de amor inocente, pero ella no me había correspondido. Rodrigo
había sido su primer amor, y se había ido de jesuita.b A William no lo quiso tal vez,c ni
William la quiso, pero supo engañarla: quería ella la felicidad, la gloria de William, y por
eso se le entregó. En realidad el primer hombre que la había querido era Pablo Pérez. Don
Benigno seguía molestándola, pero ella bien entendía cuáles eran sus intenciones.
El confesor se enteró de todo y le dijo, como mero consejo, que procurara contarle a
Pablo todo, con todos sus pormenores, luchando por ablandar su corazón enamorado del
inmenso choque que sufriría con tal noticia. Los pobres —agregó— tienen mejor corazón.
Saben entender mejor las flaquezas, y tal vezd le perdonará su falta. En realidad —agregaba
el buen sacerdote— los ricos no exigen que su mujer sea virtuosa, sino que sea virgen. Y lo
hacen más con sentido mundano que por apreciar la belleza espiritual que tienen los
corazones virginales, cuando de veras lo son. Porque hay corazones de mujeres
desgraciadas, como usted, que aún conservan toda la bondad que agrada a Dios. En cambio
en muchas vírgenes se albergan corazones perversos, y no perversos en general, sino
también en cuanto atañe al sexto mandamiento. Para muchas la conservación de su
virginidad es un mero negocio y no una virtud. Saben que —perdida esta condición—
perderán mucho ante el mundo, se cotizarán más baratas o no se cotizarán. Nada les
importa Dios sino el mundo. Cuántas veces la santidad del sacramento se resiente porque
en los contrayentes hay una venta del cuerpo de la mujer, tan vulgar, tan material en su
intención como la paga que reciben las prostitutas.
—Pero, Padre, repuso la penitente —según ella me lo contó muchas veces— ese
muy fácil dar consejos, pero cumplirlos es muy difícil. Le digo que yo he querido lo
mismo. Mil veces me he propuesto contárselo todo a Pablo, pero nunca he sido capaz. No
es que yo quiera engañarlo, pero póngase su reverencia en mi caso...
—Está bien. En conciencia no está usted obligada a decírselo. Yo se lo aconsejo,
pero no se lo mando. Convendría para su propia felicidad que Pablo lo supiera por usted
misma, tal como pasó, para que aún no se imagine cosas peores. Considere que tarde o
temprano va a saberlo. Si lo sabe después del matrimonio, que ya va a ser el mes entrante,
a
P: Sinembargo
b
P: jesuíta
c
P: talvez
d
P: talvez
e
P: veces— Es. La expresión tiene continuidad semántica, por lo tanto se cambia a minúscula la letra capital
de “Es”.
200

su rabia será inmensa contra usted por habérselo ocultado. Naturalmente el matrimonio no
será nulo. La Iglesia no exige la virginidad en los contrayentes para la validez del
matrimonio.
—Padre —le dijo Helena llorosa—. Si su reverencia quiere decírselo todo, yo lo
autorizo. Tal veza así él sepa que yo no le seré infiel. Tal vezb así yo pueda darle a mi hijo
un apellido distinto del mío y es que, francamente, yo ni el apellido mío se lo puedo dar,
porque mi papá me lo quitó, y porque no quiero que haya Restrepos hijos naturales...
—Piénselo despacio. Usted no está obligada en conciencia a decirle nada a su novio,
si él no se lo pregunta. Si todo se lo decimos, aunque sea yo el que se lo diga, corremos el
riesgo de que Pablo se vuelva atrás. En caso de que usted me lo pida, yo se lo contaré todo,
pero no le respondo por lo que él resuelva. Ni siquiera le puedo decir que le aconsejaré el
matrimonio, porque la Iglesia es muy respetuosa de la libertad de los contrayentes. Élc
podrá hacer lo que mejor le parezca. Aunque fuera el mismo que la perdió a usted, y que
tiene gravada su conciencia por una mala acción y por una promesa de matrimonio, la
Iglesia respeta la libertad. Matrimonio sin libertad ese sí es nulo.
—Padre. Lo mejor es que salgamos de una vez de ese taco.199 Pase lo que pase,
dígaselo a Pablo. Dios verá qué hace conmigo.
El sacerdote buscó a Pablo en la fábrica, lo llevó a su casa y con prudencia lo
impuso del estado de su prometida. A Pablo no pareció impresionarlo esta revelación. Dijo
que ésted era uno de los males de ser pobre, y que la culpa no era de Helena sino del rico.
Que los pobres nos tenemos que dar la mano cuando caemos. Y que él se imaginaba ya que
si Helena estuviera señorita se hubiera casado con otro. “Los negros —concluyó— tenemos
que escoger. O comemos en loza del Carmen,200 o si queremos comer en porcelana tiene
que ser de segunda mano. A mí, mi Padre, me gusta comer fino, aunque sean sobrados”.
Pero ya hemos dicho que Pablo era ingenuo. Y no puede negarse que la revelación
hecha por el sacerdote le produjo un inmenso choque moral, un vacío, un desfalco en el
alma. Cuando él solamente se lo imaginaba, estaba bien. Pero todo el mundo ignoraría la
verdad. Para todos sería un triunfo el suyo, casado con la obrera más bonita de la fábrica, a
quien deseaban hasta los patrones. Ahora la verdad era otra. A lo mejor don Benigno
seguiría persiguiéndola después de casada, halagándola con trapos finos y con perfumes,
hasta amarrarle a él unos bonitos cuernos...
Pablo Pérez bebió aguardiente desde las diez y media, salida en la fábrica, hasta el
amanecer. Volvió a donde las malas mujeres que antaño, cuando aún no conocía a Helena,
había frecuentado. Y entre copa y copa de aquel blanco licor que enardece el ánimo,e relató
a todos y a todas su desgracia, lloriqueó como un niño, se lamentó como un miserable. “Yo
que no le he tocado una uña —gritaba— yo que nunca le he dado la mano para que me
tocara a mí solo su doncellez, y saber que ya los ricos se la habían bebido toda, como una
copa, para después buscar otra copa, y otra y otra...”.

a
P: Talvez
b
P: Talvez
c
P: El
d
P: este
e
P: ánima,
201

Un hombre sincero jamás hace el ridículo. Su relato de angustias era escuchado por
cortesanas y borrachos con profundo respeto.
—Eso le pasa a cualquiera, negrito, comentó una. ¿Túa crees que los ricos se casan
con vírgenes? ¡Nada!b Unas veces son ellos losc que las desfloran y otras veces son otros,
pero las vírgenes son todos los días más pocas. Lo que pasa es que el dinero todo lo tapa.
Una se tuvo que entregar a la vida porque no tenía más de qué vivir. Pero la que tiene plata
escoge los hombres. Cuando uno no tiene plata lo escogen. Esa es la única diferencia. Las
unas somos pobres mujeres públicas que tenemos que ir al profiláctico.201 d Las otras son
damas muy esclarecidas, y por eso cobran más caro. ¿Creese tú que todas esas señoras y
señoritas que se emborrachan los sábados, que juegan toda la noche, que hacen largos
paseos en auto con sus novios, son muy señoritas? Lo que pasa es que saben no tener hijos,
como sabemos nosotras. La bisoñada está en tener un muchacho, y la bisoñada se paga.202
—A mí —exclamó Pablo Pérez que tenía su cabeza inclinada sobre una mesa de
loza, en un rictus de suprema angustia— no me choca203 el muchacho. Lo que me choca es
que Helena no sea virgen. El pecado no está en tener un hijo. Lo malo es no tenerlo; como
no lo tienen ustedes. Esa es la diferencia que existe entre Helena y cualquiera de las
mujeres de la vida.
Levantó su cabeza y exclamó:
—¡Nof más comparaciones de Helena con ustedes! ¡Meg caso con ella porque ya di
mi palabra!
Un hombre, a quien esa misma noche había conocido, pero cuyo nombre nunca
supo, un simple compañero ocasional de farra,204 dándole unas palmadas fuertes y cariñosas
en la espalda, le dijo:
—Está bien, compañero. Cásese con la que ha de ser concubina de otro. Yo siendo
usted la dejaba más bien para compañera. Eso de casarse es cosa de ricos. Los pobres
apenas podemos juntarnos.
Pablo, al fin, se quedó dormido sobre aquella mesa de lupanar. Allí lo encontró la
mañana burlona del 25 de septiembre. Faltaban diecisiete días para su matrimonio. —¿Quéh
hora es?, preguntó.i —Las ocho y cinco, le contestó una anciana que barría, desdentada y
sucia. Entonces —pensó— faltan diecisiete días y cincuenta y cincoj minutos.
Pero ya no pensaba en el matrimonio como en esa copa ancha de la champaña, sino
como en un vinagre que tuviera que apurar a la fuerza, amargo como el aliento sabor de
pólvora que se apostaba detrás de su lengua.

a
P: Tú
b
P: Nada!
c
P: las
d
P: Profiláctico
e
P: Crees
f
P: —No
g
P: Me
h
P: —Qué
i
P: es? preguntó. Se adiciona coma (,) después del signo de interrogación para justificar la minúscula de la
palabra precedente y para realizar la pausa necesaria.
j
P: cincuenticinco
202

Pablo anduvo de café en café tomando bebidas frescas para saciar esa sed inmensa,
mientras llegaba la hora de entrar en la fábrica. Se le veía taciturno y huraño a él que
siempre había sido risueño, aunque silencioso. Su mirada, siempre fugaz, era hoy fija y
severa.
Así, sin saber a dónde dirigir sus pasos, cuando menos se percató de estar al frente
de la casa del sacerdote que le había dorado la píldora,205 como él decía en la embriaguez
de la víspera. Toca el timbre, pregunta por él y a poco es recibido bondadosamente en la
sala del levita. Una modesta casa de la clase media, pero para Pablo Pérez era la única
“casa rica” que había conocido. El Padre era el único que le había recibido en la sala. Los
patrones, cuando él les hacía mandados, lo hacían entrar por la puerta cochera. {Lo que hoy
se llama garaje,a pero esto dizque es un galicismo. ¡Qué horror!).b
—Padre —le dijo— yo tengo empeñada mi palabra de matrimonio, pero ya me
estoy gastando, en el desengaño, la platica que tenía para el casorio. ¿Dígamec si yo falto
dejándolo para más luego,d cuando ya la criatura haya nacido, para que la gente no crea que
yo fui el malvado que perjudiqué a Helena?
—Sí, Pablo —respondió el presbítero—. Todoe está bien. El sacerdote solamente
presencia el matrimonio. Los verdaderos ministros son los contrayentes. Si tú te quieres
casar antes o después, ya o nunca, es cosa tuya. Cosa tuya es también con quién debas
hacerlo.
—Y cuénteme, Padre, ¿ustedf no me puede decir quién fue el rico que perjudicó a la
muchacha?
—No, hijo, eso no te lo contaré, ni creo prudente que se lo preguntes a la única que
podría decírtelo. ¿Quég sacas con eso? O le perdonas o no le perdonas. Si le perdonas, hazlo
de una vez, y así tienes la seguridad de que el perdón será completo porque no te quedará
rencor contra nadie. Y si es para no perdonarle, para vengarte matándolo o haciéndole o
deseándole algún mal, no te lo puedo decir porque sería yo cómplice. Nada de odio está
permitido a los cristianos. Perdónale con la misma generosidad con que Helena, que tanto
perjuicio tuvo, le perdonó. ¡Esah sí es una verdadera cristiana!
Pablo fue a su trabajo.
Enguayabado206 y desengañado, trabajó sin embargo.i
Al otro día quiso ir a donde Helena, caminó varias cuadras hacia el inquilinato de La
Toma, y, con todo, no llegó.
Ni volvió nunca.

a
P: garage. Este galicismo está expresado en su grafía original según el idioma francés, sin embargo, se
actualiza su ortografía según la norma vigente.
b
P: Qué horror!).
c
P: Dígame
d
P: luégo
e
P: presbítero— Todo. Se adiciona el signo de punto seguido por la pausa que marca el diálogo. Además, se
toma en cuenta la letra capital de la palabra “Todo”.
f
P: usted
g
P: Qué
h
P: Esa
i
P: sinembargo.
203

Los primeros días fueron duros. Unas veces quería ir a casarse con ella, otros días
quería ir a castigarla por sus faltas y por haberlo engañado, otros deseaba coquetearle para
cumplir el diabólico consejo de su cofrade: dejarla para compañera.
Nunca fue capaz de lo uno ni de lo otro. Como yo, que también estuve enamorado, y
tanto,a de Helena, dudamos mucho y al fin la perdimos... Sí. La perdimos nosotros también.
Somos casi tan responsables como el que la perdió, ese William que está especializándose
en Europa para ejercer la obstetricia, cuando no es capaz siquiera de cumplir los deberes del
padre para con su hijo.

a
P: tánto,
204

CAP. XIV ◊PILATOS207◊

Con la ausencia de Pablo Pérez, Helena sintió deshacerse, como un tronco de hielo
al calor de su propia mano, la última esperanza de su redención social. Pero, intrépida
mujer, nadie le notó en la fábrica su profundo desengaño.
Lo que sí le notaron presto fue el embarazo. Ya no podía disimularse.
Y, en un principio, se dividió la opinión. Cuáles decían que era don Benigno el
culpable; cuáles que era Pablo Pérez. No hubo obrera en el salón de hilados que no deseara
conocer la criatura: si resultaba blanco —decían— no cabe duda quea es del vigilante; si
moreno, claro que el padre es Pablo Pérez.
Pero mientras sostenían estas regocijadas pláticas, alguien lanzó la idea de poner en
conocimiento del señor administrador hecho tan vergonzoso como el de que una obrera
soltera estuviera esperando familia. Qué horror en una fábrica tan cristiana, donde todas
eran señoras y señoritas distinguidas.
Cuatro de las menos tímidas fueron al despacho del administrador: —Doctor —le
dijo la 3l3— nos da mucha pena, pero en el salón de hilados hay un escándalo que pone en
tela de juicio el buen nombre de la empresa. Usted sabe que nosotras con todo transigimos,
nunca elevamos una solicitud, sino cuando se trata de la dignidad y la moral.
La airada protesta de estas trabajadoras, que nunca realmente saben protestar, puso
al administrador temeroso de que algo muy grave acaecía. Las invitó a tomar asiento,
porque las obreras que hablan de pies parecen revolucionarias, y escuchó el fin del
discurso:
—Nosotras veíamos con recelo, desde que entró, a esa obrera nueva, Helena
Restrepo, número 418. Nada habíamos dicho porque no nos gusta hablar sobre conjeturas,
sino sobre hechos.
—¿Cómo?b —interrumpió desconcertado el administrador— ¿Helenac Restrepo?
¿El número 418? ¿Lae misma que le pegó a don Benigno?
d

—La misma.
—¿Yf cosas de moral? ¿Perog cómo no lo habían dicho antes? ¡Ellah está por
clemencia trabajando, porque yo dije que la expulsaran, pero don Benigno invocó los

a
P: de que. Se suprime el dequeísmo.
b
P: —Cómo?
c
P: Helena
d
P: El
e
P: La
f
P: —Y
g
P: Pero
h
P: Ella
205

peligros que tenía y lo buenoa que era para perdonar la falta más grave que nunca ha
cometido aquí ninguna obrera! Lo creo —agregó— porque ustedes me lo dicen. Yo me
había tomado el trabajo de averiguar por la conducta de esa señorita, y todos me habían
dicho que era impecable. En general, todas las obreras de ese salón son buenas, pero
ustedes mismas salen de noche y esperan por ahí la salida de los obreros, y más de una vez
se han emparrandado con ellos. De ella ni aun esto se cuenta.
—La mayor parte de las veces son chismes —dijo la portavoz—. La prueba está en
que ninguna de las obreras solteras ha llegado a tener un hijo. Y a la 418 no es sino mirarla
para saber que le faltará más o menos, pero que ya el hijo está muy crecido. Nosotras
también la creíamos una santica hasta que nos convencimos... Convénzase de que esas
taimadas son las peores... Eso de pegarle a don Benigno tampoco es cosa que pueda hacerlo
una muchacha de bien.
—Bueno —dijo el administrador. Les agradezco el informe, y tendré mucho gusto
en estudiar el caso. Ustedes saben que en materia de moral no son ustedes más celosas que
yo.
—Y mientras tanto —dijo otra de las querellantes— ¿seguirá allí Helena Restrepo al
lado de niñas tan distinguidas como son las obreras del salón de hilados? Convénzase,
señor administrador, de que si llevamos esta razón a todas las compañeras que nos
comisionaron, no queda bien el nombre suyo ante ellas.
—¿Perob creen ustedes que una empresa de este tamaño puede exigir virginidad en
todas las obreras a su cargo? ¿Noc se les hace que esta exigencia está bien que la haga el
marido o el confesor, pero no la fábrica?
—Claro que tiene qué escoger. O las escoge a todas dignas, o a todas sinvergüenzas
—respondió otra de las cuatro, con inimitable elocuencia—. Lo que no puede tolerarse es
que estemos revueltas. Usted ha oído eso de “Junté yo buenas manzanas —con otras ya
enmohecidas: —no mejoré las podridas— mas pudriéronse las sanas”.
—Con todo el respeto que ustedes me merecen, y contando desde luegod con su
perdón —dijo el administrador ya con cierta altivez— permítanme afirmarles que tengo
seguridad de que no todas las señoritas de su salón se conservan vírgenes y mientras yo sea
el administrador de Coltejer exigiré que todas las obreras sean buenas, pero no que todas
hayan sido siempre buenas. La mujer que cayó una vez puede regenerarse en la fábrica, si
quiere. Este ha sido mi principio siempre, y ha dado excelentes resultados. Allá en ese
salón, sin que haya riesgo de que yo dé un solo nombre para que sirva de pasto a la
chismografía, hay más de una obrera dignísima a quien su salario le ha permitido recobrar
la dignidad que antes la miseria le había arrebatado.
—Francamente le decimos —argumentó la cuarta— a nombre de todas las obreras
católicas del salón, que si supiéramos los nombres de las demás mujeres malas a quienes
tienen mezcladas con nosotras, pediríamos que las despidieran, como hacemos ahora con la
número 418. ¡Es el colmo que mientras hay tantas muchachas buenas por ahí necesitadas de

a
P: buena. Se realiza el cambio de género porque al tomar como referente a “Don Benigno” se hace necesario
esta variación para aclarar semánticamente la oración.
b
P: —Pero
c
P: No
d
P: luégo
206

trabajar, se les niegue el puesto que se les da a las sinvergüenzas! De mí le sé decir


—agregó— que sufro un desengaño profundo al saber lo que usted acaba de afirmar. Ya
voy a desconfiar de muchas de mis compañeras. Ya no voy a sentir por la fábrica ese
respeto que siempre le he tenido, como a un templo santo. Pero cuando las cosas son
simplemente dudosas, cuando el señor administrador puede creer eso porque se lo dijeron,
está bien que no obre. En cambio cuando ya no se remite a duda, cuando se produce un
escándalo en el salón que perjudica al trabajo y a las trabajadoras, estoy segura de que el
administrador no le dará largas al asunto, sino que de inmediato cortará la raíz del mal. De
lo contrario todas, absolutamente todas las compañeras del salón sentiríamos como un
bofetón el rechazo de una solicitud tan justa. Nosotras no seríamos capaces de atajar a todo
el salón si viene a pedírselo, para que el escándalo sea más grande, se entere la prensa, se
desacredite la empresa y ya nadie quiera trabajar aquí.
No sabemos cómo se llamaba este doctor, pero de seguro se llamaba Poncio:
—Dejo constancia de que mis puntos de vista son los que dije; y de que me creo
más católico que ustedes cuando pienso en ayudar al prójimo. Pero por respeto a la mayoría
del salón, a la inmensa mayoría del salón, voy a despedir al 418. Conste, pues, que no la
despido por estar embarazada. Conste también que no sé si está o no embarazada, porque
ningún médico me lo ha dicho. Vayan tranquilas y díganle al vigilante que venga por la
boleta de desempleo para el 418.
Realmente, pensó el señor administrador, la situación de la fábrica todavía está
mala. Yo tengo la atribución de emplear y desemplear a mi talante, a quien me parezca.
Pagándole una semana de salario, conforme a la orden del código civil, cumplo la ley y
hasta le ayudo mientras se coloca en otra parte. En cambio si la dejo aquí hay que estarle
guardando el puesto mientras nace la criatura. Y obreras con niño pequeño no sirven para
nada.
En estas llegó don Benigno, el doctor puso la firma en la boleta, y se la entregó:
—Mejor hubiera sido —le dijo— despedirla cuando le pegó a usted. Se hubiera
salvado así el principio de autoridad. Estas obreras se están soliviantando.208 Aquí vinieron
ya no como quien pide sino como quien manda. Tránqueles un poco más ahora que nos
impusieron el despido de ésta.a Al fin y al cabo estaba pasada de echar. Pero que le paguen
la semana para que se vea que aquí cumplimos la ley. No ocurre con nuestros obreros lo
que con los agricultores, para los cuales ni hay ni habrá en muchos años, descanso
dominical, ni jornada de ocho horas, ni desahucio, ni auxilio prenatal... La ley se queda
escrita en Colombia para que la cumplamos los industriales de Antioquia, mientras
millones y millones de colombianos ni la conocen ni la cumplen...
—¿Y van a despedir a estas horas a Helena Retrepo por la palmada que me dio hace
por lo menos ya dos meses? A mí hasta se me pasó ya la rabia.
—No, repuso el administrador. Realmente se me olvidó poner en la boleta la causa
del despido.
Y de su puño y letra escribió: “Por malas costumbres, según solicitud de todas sus
compañeras”. El inri.
Don Benigno salió con la boleta apretada nerviosamente entre los dedos pulgar e
índice de su mano derecha. Mientras se acercaba al salón, dos ideas taladrantes lo

a
P: esta.
207

obsesionaban: el cumplimiento del deber, del duro deber de entregar esa boleta a la mujer
amada; y la realidad de que la mujer amada era una mujer fácil, a la cual podía hacer suya,
ya sin trabajo, sin el remordimiento de violar una virgen, sin el de ser un jerárquico superior
y sin necesidad, seguramente, de empobrecer a su familia. Con quince pesos mensuales
Helena sería feliz y quedaría en la misma situacióna económica que si trabajara en la
fábrica. Además no todo tendría que darlo él. No exigía monopolio, ni le convenía. De
seguro otros amantes contribuirían también...
Con paso lento pero firme llegóse hasta el telar de Helena. “Señorita Helena, le dijo.
Créame que no tengo personalmente la menor parte en su despido. Cumplo una orden
superior entregándole su boleta. Personalmente lo siento mucho, y ya la buscaré en la calle
para que usted vea el gusto que tengo en serle útil”.
Helena fijó sus ojos medio garzos, de un azul inefable, en el papel, miró luegob a
don Benigno con indiferencia y desprecio, la ira asomó a su rostro todo, pero el silencio
selló sus labios pulidos. Rasgó la boleta, la arrojó al sueldo (contra el reglamento) y fuesec
a cambiar de traje en el desvestidero.209
—Señorita Helena —volvió a decirle don Benigno—. Usted tiene derecho a una
semana de salario. Bien puede reclamarlo.
—De usted no quiero nada, viejo verde. Ojalá no me busque en la calle porque allá
no será un puño lo que se gana, sino una puñalada.
Cambió de ropa y salió sin despedirse de nadie y sin ver las feas caras alegres de sus
compañeras las virtuosas, las que hacían —muchas de ellas— acciones más malas que ella,
pero no tenían el valor ni la dignidad de tener un hijo. O las que se creían perfectas por ser
vírgenes, acaso por falta de oportunidades para no serlo, y sin embargod calumniaban y
odiaban y envidiaban, pecados éstos que tal veze repugnaban más a la faz serena y severa
del buen Dios.

a
P: stiuación
b
P: luégo
c
P: fuése
d
P: sinembargo
e
P: talvez
208

CAP. XV ◊LA CESANTÍA a◊

Volvió Helena a donde Susana y le contó toda esta historia de pocos meses, desde
que ella la dejó en la Escuela Tutelar. Vino a rogarle que la volviera a internar, o que le
diera trabajo, o que se lo consiguiera. La habíamos visto poco antes, cuando vino a
participarnos su matrimonio con el negro Pablo Pérez, y creímos que allí acabaría esta
pobre novela de amor. Pero aquella visita fue protocolaria y no descriptiva. Vino más que
todo a mostrarnos su gloria, vanidosa de haber hallado marido cuando la habíamos creído
irremediablemente perdida. Pero sólo en las tribulaciones el hombre o la mujer se muestran
como son.
Graciela había entrado en el convento. En eso tenían que parar sus íntimas
relaciones con las monjas del Buen Pastor. Allá estaba ya en el noviciado, con lo cual eran
dos, Rodrigo y Graciela, los que Roque y Susana, gustosos, le habían entregado al Señor.
Susana hablaba de que ya había pagado el diezmo y la primicia. Roque se ufanaba de ser
suegro de Cristo.
La impertérrita Susana volvió a llamar a la Escuela Tutelar. Rogó, pero todo en
vano. Ni tenían puesto. Ni la obra era para mujeres que iban a dar a luz. Ni la ordenanza
departamental les permitía recibir a quien las religiosas desearan.210 Ni convenía para el
orden de la casa persona tan rebelde e incorregible. Ni, finalmente, se creían capaces de
bregarla...
Susana llamó a otro y otro y otro convento, pero en ninguna parte había puesto.
Nada.
Susana comenzó a llamar a todas sus amigas a ver cuál no tenía sirvienta. Con el
aliciente de las fábricas, ya las domésticas empezaban a escasear en Medellín. Por fin dio
con una, llamó a Helena al teléfono y arreglaron: mucho aseo, mucho orden, levantada a las
cinco, acostada cuando termine su trabajo, nada de calle, nada de novio, quince pesos
mensuales.
—¡$ 15b mensuales! ¡Loc mismo que en la fábrica! Pero aquí tiene alimentación y el
patrocinio de una familia.
Helena confió una vez más en su buena estrella y fuese a la dirección indicada, en la
calle del Palo211 arriba.
Se abre la puerta, segundos después de oprimido el timbre, sale la señora, la mira de
pies a cabeza:
—Yo soy la que arregló con usted ahora por teléfono, la recomendada de doña
Susana...
—¿Ya dónde está su marido?

a
P: CESANTIA
b
P: —$ 15
c
P: Lo
209

—No lo tengo.
—¿Yb cuántos meses lleva?
—Seis.
—¿Yc cómo se llama?
¿Cómod se llama? Helena ya veía el rechazo. Ella ya no se llamaba Helena
Restrepo, ni María, ni 13 como en la Tutelar, ni 418 como en la fábrica, ni Nenita como
William le decía. Se volvería a llamar con su nombre de cocinera, con su nombre de guerra,
y sin apellido, porque su padre también le había quitado el apellido y Pablo Pérez no le
había querido dar el suyo:
—María.
—Pues siento mucho, María, pero usted no deja de comprender que es un
inconveniente estar cambiando de servicio cada rato. Por alentada que usted se sienta, el
trabajo aquí es mucho, y en su estado es imposible que me cumpla. Para saber que de aquí a
tres meses estamos en las mismas...
Este episodio se repitió en una puerta y en otra, uno y otro día. La grávida se sentía
rendida de andar. Nadie, nadie la socorría. ¡Ye no tener un arte! ¡Nof saber zapatería, o
carpintería, o costura! Qué buena era la suerte de la artesana, que pasaba sus trabajos y su
trabajo en la casa.
¡Yg haber perdido el campo! Ella se sentiría capaz de convivir inclusive con esa
mujer odiada y fea que “enyerbó”212 a su padre, si el viejo la dejara dormir en un rincón,
donde duerme el perro, como el hijo pródigo de la parábola. Si el padre la estuviera
esperando, como esperan todos los padres a todos los hijos. Pero no hay parábola de la hija
pródiga. Para la hija no hay sino dureza exagerada cuando cae y blandura exagerada cuando
no ha caído. Ella podría allí cultivar sus claveles y cocinar como antes, sin ser carga para
nadie. Restaurar el jardín y el corral abandonados. Bajar a la ciudad de paso para traerle
flores de la montaña, algo de alegría y de belleza, en lugar de haberse venido a llenar su
cuerpo de miseria y su alma de pesadumbre.
¿Ah dónde ir, pues? ¿Quéi camino tomar?
¿Otrasj fábricas? Inútil empeño. En ninguna fábrica o taller reciben a una mujer
encinta.
No hubo restaurante, café, hotel en donde Helena no ofreciese su trabajo, cuando se
convenció de que en las casas era imposible.
Todas las puertas estaban cerradas para ella, como las de Belén para la Virgen
cuando el niño Dios nació. Ella siquiera estaba ya en vísperas y tenía consigo a San José, y
era la pureza misma y la Madre de Dios. A Helena le faltaban tres meses para un

a
P: —Y
b
P: —Y
c
P: —Y
d
P: Cómo
e
P: Y
f
P: No
g
P: Y
h
P: A
i
P: Qué
j
P: Otras
210

alumbramiento doloroso, y era la vergüenza de sí misma, el escarnio de la familia, el


desecho de la sociedad.
Subiendo un poco más allá del puentea de Hierro,213 en el barrio de Sucre que hace
poco era escenario de sus castos amores con Pablo Pérez, vio, honda, la quebrada de Santa
Elena. Al otro lado era la fábrica, que para ella representó un día su modo de esperanza,
algo así como un novio amado. Hasta allí el agua de la quebrada, aunque sucia ya, era bella
aún y blanca. Por una amplia tubería descendía hasta ella el chorro de diversos colores,
teñido en anilinas exóticas, después de haber cumplido su labor en la tintorería. Así, otra
vez, como la quebrada, era ella. Ciertamente al llegar a la fábrica ya no era pura e intacta
como en su montaña nativa, pero aún conservaba la virtud de rebelarse, como las ondas del
riachuelo. Ahora ya no. Ya deseaba volver a la Tutelar. Ya no había sido capaz de pegarle a
don Benigno, teniendo más razones que antes. Ya su cara misma estaba manchada por los
estigmas de la maternidad. Y en su cuerpo estaba de relieve su propia impureza.
Mirando en la quebrada, pensando en que iba a quedarle mal esa semana a doña
Soledad, que la expulsaría inmisericorde, famélica y extenuada de recorrer calles
inútilmente pidiendo trabajo, Helena tuvo por un momento la tentación del suicidio. Ella
sería una excelente muerta. Nadie, absolutamente nadie, la lloraría. A nadie le servía. A
nadie le haría la menor falta. El vértigo de la quebrada la llamó. Su hondura, por entre un
par de altos muros de piedra, la atrajo. Algo se acordó de Dios, pero una fuerza irresistible
la llamaba a su propio aniquilamiento. Iba a morir por asfixia en su propio dolor, en su
propia soledad. “¡Oh!b ¡Cómoc está de sola la ciudad llena de pueblo!”, ese trágico alarido
del profeta, que un sacerdote les había explicado en los ejercicios de la fábrica, era el grito
desolado que se le venía a los labios.
Tantasd casas a las cuales ella les había servido tanto,e y ni una mano bondadosa que
la recogiera, que le aceptara su trabajo a cambio de poderse conservar siquiera hasta ver a
su hijo.
Sí. Antes de este día ansiado en silencio, ella no podía morir. Así se disipó la
macabra tentación del suicidio, para dejar el paso a dulces imágenes infantiles y al
interrogante eterno de si iría a ser niño o niña...
Y así llegó a su casa de La Toma, donde la recibió doña Soledad con semblante
cetrino:
—M'hijita, hoy me toca pagar la casa, o nos la quitan a todos. Falta usted por su
cuota.
—Doña Sola, espéreme un poquito que yo me coloque. Usted sabe que me echaron
de la fábrica cuando menos pensé... Pero yo tengo muy buena esperanza de una colocación.
—La espero hasta mañana, o si no me desocupa, porque tengo muchas solicitudes, y
yo no estoy aquí para hacer más obras de caridad. Con el músico tengo bastante y usted
déjese de estar pensando en colocación, que en ese estado, loco estaría el que le diera un

a
P: Puente
b
P: “Oh!
c
P: Cómo
d
P: Tántas
e
P: tánto,
211

puesto. Rebúsquese la vida de algotro214 modo, que para eso tiene cara bonita, pero déjese
de estar creyendo en puestos...
Nunca Helena se sintió tan herida como esta vez. Era ella una mujer honrada, que
había caído, pero no por dinero. Viviría de sus manos y no de su cara bonita. Pero ya era
incapaz de contestar.
Apremiada, llena de miedo, tuvo que ceder. Fuese a la fábrica, buscó al odiado
vigilante, toleró las risas de quienes fueron sus compañeras de trabajo:
—Usted me dijo, señor, que me pagarían una semana de cesantías...
—Si, señorita Helena, la estaba esperando. Si necesita algo más usted sabe lo que yo
la he querido. Estoy seguro de que algún día podré servirle. Dígame dónde quiere que nos
encontremos y a qué horas. No se preocupe, que usted no tiene por qué sufrir. Teniéndome
a mí, no tiene por qué sufrir.
—¿Usteda no necesita, don Benigno, una sirvienta en su casa? ¿Tienenb carguera215
sus niños? Yo hago muy bien de comer y soy muy cariñosa con los chiquitos.
—Vamos a ver, Helenita. Allá sí está completo el servicio, pero yo voy a tratar con
maña la cosa con mi mujer, y estoy seguro de que dentro de unos días hacemos algún
arreglo. Dígame dónde la encuentro.
—¿Cuántoc me van a pagar aquí, don Benigno?
Depende de lo que me paguen.
—¿Lad empresa o yo? —dijo simpático el viejo.
—La empresa que es la que me debe. ¡Ustede no me debe nada!,f contestó Helena
malhumorada.
—Ah —dijo don Benigno— ¿perog no se está ofreciendo para trabajar en mi casa?
—Fue un acto de desesperación, creyendo que yo de veras le importaba algo a
usted. Pero ya veo que es imposible. Su señora sabe que yo le pegué en la cara. ¿Qué diría
ahora si usted fuera a decirle que echara a otra para colocarme a mí? Dígame cuánto me
van a pagar y dónde, porque necesito esa plata de urgencia.
—En la caja está dada la orden. Se le paga una semana, que es lo que manda la ley.
Helena recibió los tres cincuenta y se los entregó esa misma tarde a doña Soledad,
con lo cual quedó pagada su deuda y asegurada la permanencia en el inquilinato por cuatro
días más. Retiró fiado en la tienda de la esquina algo de revuelto y pidió prestado a su
compañera, la de los hijos mendigos, un poco de carbón. Así pasó el hambre y se retiró al
lecho, a planificar su vida, su estrecha vida futura.
Después de dar vuelta en su cabeza a todas las soluciones, la única que halló factible
fue la mendicidad. Su plan era de tres meses, mientras nacía el niño o la niña. Después, con
él, ya no habría problema. Como si desde el primer día el niño la fuese a sostener. “Cada
hijo trae la arepa debajo del brazo”216 repetía con un decidor refrán antioqueño, y de esa
arepa comeremos los dos. La prueba estaba en su vecina, la que hacía préstamos, que vivía

a
P: —Usted
b
P: Tienen
c
P: —Cuánto
d
P: —La
e
P: Usted
f
P: nada!
g
P: pero
212

exclusivamente de la mendicidad de sus hijos, y era la que mejor comía y la única que
nunca se atrasaba en la cuota con doña Soledad. Por la mañana los untaba de carbón, a
veces les rompía más aún los vestidos, y los echaba a la calle a pedir una limosna por el
amor de Dios, bien ensayados en lo que habían de decir: “Estamos sin desayunar, no
tenemos papá y mi mamá está en la cama, gravísima”. Solamente los domingos
descansaban, y entonces les ponía los vestidos buenos, los bañaba bien y salían al campo a
gozar del aire libre. ¡Qué dicha salir con el niño!
Pidió instrucciones en el arte, y se las dieron de buen grado. Los pordioseros son el
único gremio generoso, que no cree en que la competencia de los colegas pueda perjudicar
el negocio. Ojalá supieran así de colegaje los médicos o los odontólogos, los abogados o
nosotros los ingenieros. Tienen razón los sociólogos cuando definen como burgueses a los
mendigos, porque viven de la boca y no de las manos. Ningún trabajo tan intelectual como
el suyo. Vivir de limosna es vivir de elocuencia. La competencia entre los pobrecitos de mi
Dios se hace con base ena competencia, meramente. El que dice mejor las cosas, gana más.
Matilde, que tal era el nombre de la madre de los mendigos, esa mujer abandonada
por el marido que supo sobrevivir, virtuosa y feliz, a su tragedia, se mostró aquella noche
como la única bienhechora de Helena, iluminándole el camino de la mendicidad,
enseñándole su ejercicio, alegándole que tenía excelentes condiciones para el arte.
Realmente era esto lo único que se podía hacer por Helena.
Así llegó a mi nueva oficina de ingeniero, astroso el traje, los pies descalzos otra
vez y sucios, aunque todavía con la seña de los zapatos, el traje de Oxford b oscuro lleno de
tizne, y la crespa cabellera en desorden. Estaba yo atendiendo a uno de mis clientes más
importantes, y por ello no pude siquiera saludarla ni departir con ella un trecho. Le alargué
un níquel y leí en su rostro aquella cosa inexplicable que se llama abyección.
—¿Reparastec qué bella es esa pobre? díjome mi interlocutor.
—No. Pensando en estos planos no me detuve a mirarla.
—Parece increíble que en Medellín dejemos mendigar a mujeres tan lindas,
—observó— y seguimos hablando de técnica en las construcciones de hormigón.
Esa tarde, en el Club Unión,217 mientras jugábamos cacho alegremente (el cacho y
el dado son los únicos juegos decentes, porque dejan conversar o pensar en otra cosa), el
tema de la mendicidad se ocurrió:
—Definitivamente aquí no hay autoridades. En la propia puerta del Club se ven ya
las figuras más repugnantes de mendigos. Gented moza, apta para el trabajo, en un país
donde los brazos hacen tanta falta, dedicada a pedir por el amor de Dios. Esto afea la
ciudad y da un vergonzoso aspecto a los turistas. No dejan trabajar en las oficinas. No dejan
caminar por las aceras. Muestran sus úlceras malolientes con un exhibicionismo sardónico.
Así hablaba uno de mis contertulios.
—El Señor dijo que los pobres siempre los tendríamos con nosotros, le repuse. No
sé por qué nos repugna tanto dar una limosna, cuando somos capaces de gastar en la vida

a
P: a base de
b
P: óxford. Se conserva en su versión inglesa y se pone en cursiva por recomendación de la norma ortográfica
española para las voces extranjeras.
c
P: —Reparaste
d
P: mendigos .Gente
213

social tanto dinero en aquellos que no lo necesitan. Dondequiera que haya ricos habrá
mendigos, porque la riqueza del mundo está bien calculada por Dios, y así donde a alguno
le sobra, fatalmente a otro le falta. Así lo único que existe para remediar la miseria es dar lo
superfluo. Jugamos aquí cacho. Allá jugamos en el hipódromo. Allí en la lotería.218 No
sabemos qué hacer con lo que nos sobra. Pero no reniegue usted, mi querido millonario, de
los mendigos, porque ellos son los que tienen la culpa de sus millones...
—¡Yoa no le he robado a nadie un peso! —dijo mi compañero de juego ya
amostazado.
Y mientras esto decía arrojaba el poker-dado y recogía de la mesa más de
ochocientos pesos. Pesos que eran el fruto del trabajo mío o del trabajo de otros, dividendos
de sociedades anónimas que eran el trabajo de los obreros... Sin embargob estábamos en
sociedad, en un club social, donde no tiene por qué haber discusiones de ningún género. Yo
caí en la cuenta de que había hecho mal en discutirle lo de los mendigos, le pedí excusas
recordándole que yo era uno de esos locos a quienes las gentes llaman social-cristianos, y
seguimos jugando cacho.

a
P: —Yo
b
P: Sinembargo
214

CAP. XVI ◊LA JOVEN MENDIGA◊

—Cuéntame cómo te fue, Helena —díjole Matilde.


—Francamente, Matilde querida —dijo Helena— entre pasar hambre y pedir
limosna, es mejor pasar hambre. Eso de pedir limosna se dice muy fácil, pero otra cosa es
hacerlo. No hay trabajo más duro que este... ¿Túa has mendigado alguna vez?
—Yo propiamente no. Pero en cambio los niños están mendigando hace ya dos años
largos, y yo vivo de limosna... Nada me ha faltado, bendito sea Dios.
—Para pedir es necesario que lo eduquen a uno desde chiquito, como has hecho tú
con los niños. Pasa como con tantas otras profesiones. Bien se dice que “loro viejo no
aprende a hablar”.219
—Eso es falta de costumbre, Helena. Claro que el cambio es muy brusco, pasar de
obrera a pordiosera. Pero la caridad de Medellín es mucha. Le coges el juego a la
mendicidad y ya no volverás a hacer otra cosa. Hablando en contante y sonante dimeb cómo
te fue. Por lo demás el primer día es duro en todo trabajo. No hagas caso de eso. ¿Cuánto
sacaste hoy?
—Algo de ropa, estas cosas de comida, y esta menuda. Contémosla. Veinte...
treinta... treinta y cinco... y siete y nueve, cuarenta y uno... y dos... y cuatro... ¡cincuentac y
nueve centavos!
—¿Ves?d Más que un jornal. No tienes hambre. Te alimentaste por cuenta ajena, y
con seguridad mejor que aquí... Tienes ropa y mercado... y un jornal mayor y libre de
comida. Pero esto es el primer día. Poco a poco vas aprendiendo y te pones un sueldo
mejor. Allá verás.
—¿Pero crees tú por un momento, que yo voy a ser capaz de volver a salir? Las
mujeres no le dan a una nada, la miran con ira, con un desprecio satánico. La miran a los
ojos y se percatan de que una no es ciega. La miran a las manos y se enteran de que una no
es manca. La miran a los pies y se convencen de que una no es coja. Entonces le dicen que
no sea sinvergüenza. Las más maliciosas le notan a una a pesar de estos trapos tan anchos,
que está preñada, y se les nota más la rabia. Una me dijo que si andaba buscando limosna o
macho. Otra me dijo que me sostuviera gorda el que me había engordado. A la una le dije
que era viuda y me preguntó, sarcástica, si había empeñado la argolla. A otra le dije que el
marido me había abandonado, y me dijo que fuera a donde el abogado de los pobres para
que lo demandara por alimentos. A la otra le dije la verdad, y me dijo que si no me
contentaba con pecar de noche por plata, para salir a mendigar de día. Una vieja que me dio
dos centavos me dijo que lo que me hacía falta a mí era un baño. Otra me dijo que si estaba

a
P: Tú
b
P: díme
c
P: cincuenta
d
P: —Ves?
215

pidiendo para sostener algún concubino paralítico. En fin, no sé ya contarte la cantidad de


infamias que me han dicho todas las señoras a quienes les he pedido por el amor de Dios...
y como una es una mendiga, ¿cómo puede ponerse brava? ¿Qué piensa la sociedad de la
que quiere sacarle plata sin trabajar, y por añadidura insulta a la gente de bien? Sabe Dios si
así, por las buenas, me regañaron más de tres policías, y según me dicen me está
persiguiendo el detectivismo...
—Por Dios. Hiciste mal en meterte con las mujeres. Pero entonces los hombres
fueron los que te dieron la limosna. Ya aprendiste que una pordiosera joven no debe pedirle
a las mujeres. Con los hombres puedesa hacer hasta fortuna.
—¿Losb hombres? Hubo dos que no me hicieran malas propuestas: un padrecito que
me dijo: “Tenga su limosna, pero tiene más peligro pidiendo que el que tendría trabajando”.
El otro fue un señor que ahora años dizque era novio mío, y con tal de no tenerme qué
saludar, me alargó cinco centavos sin mirarme. Los demás, todos, absolutamente todos, me
hablaron con todo descaro de que no pidiera, que ellos me daban lo que necesitaba con que
yo les diera un ratico; que en vez de pedir, yo debiera dar; que en lugar de pesos pidiera
besos. Unos estudiantes se empeñaron en seguirme. Otros me ofrecieron su cuarto en un
edificio, con alimentación, para que viviera con ellos. Otros me decían que cambiara de
ropa y me dedicara al teatro. En definitiva, Matilde, es imposible pedir. Mejor, mucho
mejor es pasar hambre. De razón que no haya una sola mendiga joven, fea ni bonita, en
Medellín. Ya veo por qué tú no has pedido nunca. Si tuviera yo ya un hijito para que
pidiera...
Helena rompió a llorar, y concluyó entre sollozos:
—Aquí no entienden la necesidad. No le dan trabajo a una, y la obligan a pecar. No
queda otro remedio. Después dicen que una es la mala. Y los malos son ellos, son todos.
Yo, Matilde, no soy capaz de entregarme a la vida. Voy a tener que dejarme morir de
hambre... Si doña Soledad no me echara de aquí, porque en un parque, cuando uno se esté
ya muriendo, todavía irán a arrastrarlo a la vida por la fuerza.

a
P: puede. Se pluraliza el verbo debido al uso de la segunda persona y por la familiaridad en el diálogo de
ambos personajes.
b
P: —Los
216

CAP. XVII ◊AGENCIA DE SIRVIENTAS◊

Nunca me ha gustado servirme de mujeres derrotadas. Sean cuales fueren mis


pecados, no tengo entre ellos haber violado a una mujer. Y tampoco el de no haberla
complacido.
Me sorprendió verla llegar a mi oficina, ya no en el traje astroso de pocos días atrás,
ni descalza y desmelenada como entonces, sino con traje limpio, elegante en su holgura y
sencillez, bien calzada, con aretes sencillos, toda ella llena de la dignidad que embarga a
una mujer de la clase media cuando va a ser madre. Estaba yo solo en mi oficina, y me
levanté, entusiasmado, a recibir su visita y a oír el relato de sus cuitas. Lo que atrás queda
escrito es la transcripción fiel de aquellas confidencias que me llegaron al alma.
Especialmente me emocionó saber que un sacerdote y yo éramos los dos únicos hombres
que, al menos, no habíamos herido el pudor de esta pobre mujer. De ahí su agradecimiento,
y el honor de venir a consultarme su caso, como hubiera podido hacerlo con un confesor.
No, me explicó, en ese estado de pecado ella no podía entrar en los templos. Sentía la mano
de Dios que la rechazaba, que la castigaba. Mis consuelos hubieron de ser por ello de índole
espiritual. Le hablé del buen Jesús que era amigo de las prostitutas, como la Samaritana y la
Magdalena220 y la adúltera. Le conté que cuando el Señor estaba, sentado en el brocal del
pozo con esa mala mujer samaritana, sus mismos discípulos empezaron a murmurar y a
preguntarse qué podía estar haciendo un caballero como él con una mujer de muchos
maridos, a solas, hablando largamente y señalando, conmovidos, la profundidad del pozo.
Descendiendo luegoa a cosas no tan prácticas como el cristianismo, pero sí más
materiales, le aseguré que las condiciones de trabajo en Medellín estaban cambiadas
fundamentalmente, que la crisis ya estaba conjurada, que había hecho bien en abandonar la
mendicidad porque en Medellín había, por el contrario, escasez de brazos, y cualquiera
persona que no fuera inválida hallaría qué hacer. Cuando me relató todas sus largas
peregrinaciones, de puerta en puerta, pidiendo trabajo, le dije que este no era el sistema
indicado para lograrlo. Le advertí que había agencia de sirvientas, y le indiqué la dirección
de una.
A esa agencia de sirvientas fue a dar con sus huesos Helena. Trabajar era su única
ambición. Hallar un techo bajo el cual guarecerse hasta el día en que su hijo naciera. Tenía
el presentimiento, la esperanza, de morir en el trance. Sólo hasta ese día amaba la vida.
Morir en el momento en que naciera de ella un niño o una niña era saldar su deuda con el
tiempo y con la sangre. Digno telón para su drama breve.
Sentadas en dos escaños opuestos, a lado y lado de un zaguán, ocho mujeres
esperaban también colocación. Eran viejas unas y descalzas. Otras negras y jóvenes y
pintarrajeadas.221 b Otras mestizas, vestidas de seda en colores planos estrambóticos. Las

a
P: luégo
b
P: pintorrejeadas. Se cambia al uso aceptado por la Real Academia, sin que deje de ser un uso coloquial.
217

unas tenían rostros de malas mujeres. Las otras caras de mujeres mártires. Pero todas
estaban taciturnas, porque no tenían trabajo.
Todas eran feas también, menos ella.
—Otra pollita desgraciada, fue el comentario de una vieja bonachona y regordeta,
ensortijada y de pañolón.
Helena le contestó el saludo con una sonrisa.
—No se afane, hija. Todas pasamos por ahí. ¿Esa primeriza?222
—Sí —contestó Helena, tímida—. Y mi marido se fue con otra, agregó, tratando de
vencer ese complejo inexpresable de la mujer que siente en sí la vergüenza del pecado que
va a torturar los días todos de su hijo inocente.
Varias largaron una carcajada atrevida que punzó los pechos de Helena cual daga
emponzoñada.
—Todas tenemos marido —agregó la vieja, conciliadora—. Las que son casadas lo
tienen en la casa. Las pobres nos tenemos que resignar con que el marido sea de otra.
Antiguamente esto no tenía nada de inmoral. Sabíamos que entre varias mujeres apenas
podíamos tener un solo marido, y vivíamos con tanta naturalidad como las gallinas con el
gallo. Pero después Nuestro Señor Jesucristo resolvió elevar el nivel del matrimonio a la
categoría de sacramento y la maldad de los hombres hizo que la señora fuera una sola, y las
demás, que tampoco las dejaron, fuéramos una partida de desgraciadas. Cuando se dice,
pues, que el cristianismo levantó el nivel de la mujer, debe entenderse que fue el de las
buenas, pero rebajó el nivel de la mayoría. Las que antes éramos mujeres legítimas de un
solo marido, ahora somos las barraganas223 de él. Ni nos tiene que alimentar, ni vestir, ni
darnos techo. Todo eso es para la rica. A las pobres, que nos coman las chinches...
—¡Alabadob sea Dios! —dijo enérgicamente otra vieja, delgada y de tez; clara—.
¡Estásc blasfemando! ¡Rayosd y centellas nos pueden partir! Se ve que repites como un
papagayo lo que oíste decir a cualquier masón. Eso tiene de malo esto de servir, que oye
uno todas las herejías y hasta la fe la pone en peligro. ¡Jesús!e Vea lo que es la ignorancia.
No saber que en la antigüedad la mujer, por el hecho de ser mujer, era esclava. Así se lo he
oído decir a gentes muy ilustradas en casas que he servido. Además piensen ustedes, en esa
vagabundería de que cada hombre tuviera las mujeres que le diera la gana. Diablos, carajo.
Lo que soy yo, que soy mujer de bien y fui casada y quedé viuda, no le largaba mi macho a
nadie. Y éramos pobres pero ningún hogar más bien constituidof que el de nosotros. Si para
ser buenos no se necesita plata. Para pecar es para lo que se necesita. Digan ustedes si no es
mucho mejor la garantía que nos dio Nuestro Señor de que cada mujer tuviera su hombre y
cada hombre su mujer, y que como Dios los unió nadie los separara, sino Élg sólo con la
muerte. Pues que si el hombre se va con otra, allá él que es un sinvergüenza y que no sigue
a Dios sino al diablo. Pero es lo mismo que si la mujer se deja arrastrar y se va. La

a
P: Es
b
P: —Alabado
c
P: Estás
d
P: Rayos
e
P: Jesús!
f
P: constituído
g
P: El
218

prohibición es para los dos. Antes era para una sola. Válgame las cosas que dices por esa
boca de Lucifer.
—Yo no he dicho nada contra Nuestro Señor —replicó la primera de las viejas—.
He dicho de los cristianos de la hora, o de los que se dicen cristianos, y llevan una vida de
perros. Pero déjate tú de ser tan letrada, y decir que las garantías de la mujer son las mismas
del hombre. O si no di:a ¿hayb un solo hombre que se case doncello? ¿Yc hay una sola que
sin ser doncella se case? ¿Sond muchos los maridos fieles? ¿Ye las mujeres infieles tienen la
misma suerte de los otros? Esas son bobadas. Desde que nacimos mujeres estamos jodidas.
Escriben y escriben, y mientras más escriben más nos jodemos. Véanos a nosotras aquí
esperando a la que no ha de llegar.
—¿Cómof ha de ser lo mismo, mujer, una mujer mala que un hombre malo? ¿Nog
tienes cuatro dedos de frente? No ves que la voluntad de Dios es que el niño tenga padre y
madre para que lo alimenten y lo eduquen. Mientras la mujer tenga un solo macho siempre
sabrá quién es el padre de la criatura, aunque éste tenga más mujeres que el rey Salomón.
En cambio una mujer con dos maridos, ni ella misma sabe de quién tiene un hijo.
Viejas y mozas asintieron y le dieron la victoria a la flaca.
A conversaciones tan ilustradas como esta seguían silencios de horas enteras, largos
bostezos de la una, toses prolongadas de la otra, sueños de la de más allá.
Por fin llegaba una señora. Repasaba una por una las caras y los cuerpos de las
candidatas, les miraba las manos y los pies.
—Esta negra tiene buena laya. ¿Cómoh se llama usted?
—Josefa.
—¿Quéi sabe hacer?
—De todo.
—¿Esj capaz con una obligación pesada? ¿Unak casa de quince personas?
—Sí, señora. A mí el trabajo no me amedrenta.
—¿Al cómo sirve?
—A quince.
—¿Nom tiene parientes en Medellín?
—No, señora. A nadie.
—Eso sí, porque yo no tolero que estén sacando comida. ¿Tienen novio?
—No le faltan a una amores, señora.

a
P: nó dí:
b
P: hay
c
P: Y
d
P: Son
e
P: Y
f
P: —Cómo
g
P: No
h
P: Cómo
i
P: —Qué
j
P: —Es
k
P: Una
l
P: —A
m
P: —No
n
P: Tiene
219

—Entonces no,a porque mi casa es de mucho respeto. Lo que necesito es una mujer
seria y de juicio.
—Si quiere, señora, yo le digo que nunca asome por su casa, y déjeme salir los
domingos a recibirlo en alguna parte.
—¿Domingos?b Ya están como las obreras de las fábricas, con el embeleco224 del
descanso dominical. Nosotras no descansamos nunca. El domingo es el día de mayor trajín
en mi casa.
—Bueno, señora, si desea yo dejo el novio. Cuando una necesita trabajar, no tiene
sino que dar gusto a sus patrones.
—Yo me llevo éstac —dijo por fin la linajuda dama, mientras las ocho compañeras
miraban con envidia la suerte de aquélla.
—Vale un peso la comisión. Ensáyela tres días, señora. Si no le sirve, devuélvala,
que se la cambiamos por otra. Ahora hay buen surtido. (Este fue el comentario de la dueña
de la agencia de cocineras de San Pascual Bailón).
—Ven ustedes —comentó la vieja gorda y parlanchina, para sacarse el clavo de su
derrota anterior—. Esto en que estamos es lo que se llama un mercado de esclavas. Tal y
conforme me contaba mi bisabuela que la habían vendido a ella en Cartagena. Las sentaban
en unos escaños y esperaban horas y horas a que viniera el cliente. Ésted preguntaba
primero por la edad, se fijaba en la que le parecía más bonita o de mejor fuerza. El
vendedor le garantizaba las cualidades de la esclava, y le ofrecía cambiársela por otra
cualquiera si no resultaba a satisfacción. Se fijaba bien en la pinta y en la duración, y se
llevaba por fin la mercancía: “Yo me llevo ésta”,e como dijo esta señora.
El orgullo de Helena no pudo resistir esta comparación cínica e infamante. Era ella
blanca, y no nieta de esclavas. Repasó concienzudamente sus conocimientos de historia
patria, aprendidos de viva voz en la escuela rural de Santa Elena, y saltó a la palestra:
—Ahora habló usted mal de Nuestro Señor Jesucristo, que nos libertó a las mujeres
de la esclavitud. Cuando se sintió derrotada viene a hablarnos mal de don Juan del Corral225
y de Simón Bolívar,226 que libertaron a los esclavos y a la patria. No es lo mismo cuando
vendían a su abuela en Cartagena, que se tenía que ir sin que le pagaran a ella un solo
centavo, quisiera o no quisiera. Si nos tratan mal, adiós el día que nos dio la santa gana. No
es lo mismo, mi señora.
—¿Nosf libertaron? Mi bisabuela cuenta que los amos eran de lo más cariñosos con
ellas. Las alimentaban bien para que pudieran trabajar. Les hacían fiestas, porque alegres
trabajaban mejor. Las vestían bien, para que no dijesen en el pueblo que el amo era un
miserable. Les buscaban con quien casarse, para que les dieran más esclavitos, que
trabajaran las minas y las fincas. Cuando la libertaron, ella no quiso irse. Los negros que se
fueron, se morían de hambre y no querían sino volver a ser esclavos. Ya no tenían quien los
alimentara ni quien les diera trabajo, y trago y vestido, que nada de eso les faltaba. Ahora
nos morimos de hambre aquí esperando. Ya ni siquiera dan nada por nosotras, sino un peso
a
P: nó,
b
P: —Domingos?
c
P: esta
d
P: Este
e
P: esta
f
P: —Nos
220

de comisión que le dan a la dueña del negocio de esclavas. No nos dejan tener parientes,
porque dizque robamos. Cuando la esclavitud, el amo alimentaba a toda la familia. No lo
podían echar a uno a la calle, como lo echan ahora, a pasar hambre. Si estaban aburridos
con uno o uno con ellos, que es lo mismo, lo vendían. En ese tiempo siquiera valía uno
algo. Ahora ya no hay que gastar capital para tener esclavos. Nos venden por el sistema de
club. Con pagar una cuota cada mes, tienen esclavos toda la vida. Los cambian cada vez
que les provoca y tienen más en donde escoger. Ya no nos dejan ni tener novio, ni casarnos,
ni tener hijos legítimos ni ilegítimos, porque todo es un estorbo. Apenas estamos enfermas,
nos echan. El amo nos curaba porque así le podíamos servir más años. Y si nos morimos,
no tenemos ni para el entierro. Ni nadie reza por uno. Había que oírle contar a mi bisabuela
los velorios que hacían cada que se moría un esclavo. Eso era trago va, trago viene.
Después su buen entierro, al pie de la tumba de la familia. Y los nueve días, todos los
esclavos, encabezados por el amo, a rezar la novena de las ánimas. ¿Ya creen ustedes que
había esclavo que trabajara domingo? Ni riesgo. Eso era pecado para el amo.
Ante los sofismas de la vieja gorda, ni Helena ni nadie quisieron replicar. Para
remate de sus sandeces dijo:
—¿Creenb ustedes que si tuviéramos la infinita desgracia de ser esclavas tendríamos
el hambre que tenemos siendo libres? Son las tres de la tarde y ninguna ha almorzado. Si
esta señora de la agencia fuera la dueña de nosotras estaría afanada dándonos qué comer,
porque si no se le averiaba su mercancía. Sí. En ese tiempo los negros éramos una
mercancía. Pero ahora todos los pobres, negros y blancos, no llegamos a ser mercancía:
somos una simple basura.
Esto fue el miércoles, y nadie se llevó a Helena. Lo mismo el jueves, y el viernes, y
el sábado. El domingo cerraron la agencia. Casi todas habían conseguido colocación, pero
habían venido otras nuevas. Al lunes se asomó Helena muy temprano a la agencia, a
sentarse en su escaño, pero la dueña le dijo: —¿Ustedc está loca? ¿Creed que habiendo
tantas mujeres alentadas se la va a llevar a usted alguna señora? Lo mejor es que me
desocupe, porque estar ofreciendo mujeres en el estado en que está usted desacredita mucho
mi negocio.
Helena no respondió nada. Pero, recordando a la vieja gorda que ya se había
colocado, pensó para sus adentros: ¡Qué bueno ser esclava! ¡Qué bueno que el amo
estuviera gozoso porque este chiquito que llevo dentro iba a ser otro esclavito suyo! Ahora
nadie, sino yo, quieree que nazca. No tiene padre, ni abuelo, ni tíos. Este pensamiento la
volvió a apegar a la vida, a la intensa vida que le tenía reservado el placer de conocer a su
hijo, al hijo de ella sola. Del cual ella sería la madre y el padre y los cuatro abuelos y los
tíos: todo ella sola.
Se llegó a la casa, se metió en su cuarto, volvió a repasar el retrato amado de
Rodrigo, el único amor puro y verdadero de su vida. Los grandes ojos inocentes del

a
P: Y
b
P: —Creen
c
P: —Usted
d
P: cree
e
P: quiera. Se realiza el cambio en la conjugación verbal debido a que corresponde a la tercera persona del
singular.
221

muchacho. Su franca sonrisa buena. Sus cejas tupidas y generosas. Sus dientes separados y
alegres. Ese era su modelo. La vocación religiosa de Rodrigo le transformó a Helena, lo que
primero fue amor puro, en cierta supersticiosa veneración, como el culto de dulía,227 que es
debido a los santos. Y durante su embarazo, la pobre veía más que nunca aquel sagrado
retrato, su primer amor y su primera tragedia, y deseaba para su hijo que fuera semejante,
no al elegante William, sino al sencillote de Rodrigo. Al menos que tuviera su misma
naricilla festiva.
¿Ya si era una niña?
Ah, pues que se pareciera entonces a ella, a Helena, su pobre madre. Pero que no le
fuera a recordar al falsario de William, porque así ni sería capaz de quererla, tanto como la
deseaba.

a
P: Y
222

CAP. XVIII ◊LA PRENDERÍAa◊

Dos meses y tres semanas le faltaban, según las cuentas que Matilde le había
enseñado a hacer... Dos meses y tres semanas. Dos meses, dos semanas y seis días, y cinco
días... cada momento repasaba las cuentas.
¿Yb cómo, y de qué vivió Helena estos días? De la esperanza.
Empeñó el anillo que William le había dado.
Y la argolla que Pablo le había ofrecido como prenda de bodas...
¡Yc el traje de reina! (¡Ohd triunfo soñado, pero qué dulce y grande!).
Y los demás trajes que le sobraban, los que no le servían ya... y los zapatos, porque
ya los pies hinchados no los resistían... Y la cartera, y el espejo... porque ella no estaba ya
en condiciones y figura de salir a la calle. Y una colcha.228
También Matilde le prestaba dinero, en centavos y monedas de dos, del que los
niños recogían. La buena de Matilde no cobraba intereses, ni fijaba plazos. Sabía que
Helena no tenía sueldo embargable, ni firmaba letras de cambio, ni podría darle nada en
prenda ni en pago. Pero en nada de eso pensaba. Era una mendiga limosnera. Y tenía la
gracia de dar en préstamo, por no humillar a la pobre Helena diciéndole que era limosna
sacada de su limosna, de su colosal negocio de limosna... Ese negocio de ficción, que
repugna tanto a los cristianos señores de Medellín... Esos mendigos que ganan más
pidiendo que ganarían trabajando... Esa cosa horrible contra la cual hablan los comerciantes
que ganan el quinientos por ciento, y siguen siendo tan honorables...
Helena no sólo atendió cumplidamente a las “cuotas” de doña Soledad sino que
compró unas telitas, de las que ella había hecho en la fábrica, para hacer camisas para su
niño... o niña. ¡Ohe curiosidad irresistible de saber si sería hembra o macho! Diablos con la
medicina tan ufana, y no haber sido capaz de satisfacer esa elemental curiosidad de la
estirpe.
Sí, mientras se desnudaba la madre, dejando todo bien ordenado en su ropero de la
prendería, iba vistiendo a la criatura aún no nacida. Helena era feliz con su costura. Hacer
un hilván229 o una randa230 era tanto para ella como si le fuera dado pintar el color de los
ojos de su niño... o niña, igual al azul puro de los ojos de Rodrigo, sin nada de la malicia
del descastado papá William...
—¿Pero,f Helena, qué te pasa, por qué estás tan demacrada?
—Siento unos dolores... Pero se me pasan pronto. Sin duda son nervios. De tanto
pensar...
a
P: PRENDERIA
b
P: Y
c
P: Y
d
P: (Oh
e
P: Oh
f
P: —Pero,
223

—¿Ya cómo van esas cuentas?


—Faltan dos meses largos todavía.
Como los indicios eran a cada hora más claros, Matilde y Helena tomaron primero
el camión de La Toma hasta el Parque de Berrío,231 después allí el tranvía de Aranjuez,232 y
Matilde entregó a Helena en manos de una hermana de la Presentación, en el Pabellón de
Maternidad del Hospital de San Vicente de Paúl:
—Aquí mismo es donde nacen ya todos los hijos de las ricas. Solamente que a ellas
les cobran hasta el alma para podernos atender gratis a las pobres...

a
P: Y
224

CAP. XIX ◊EL HOSPITAL◊

Al volver en sí, dos horas después de haber regresado de la sala de operaciones,


Helena se halló en un salón inmenso. Poco a poco movió la cabeza y vio que había otras
camas en torno suyoa y que ella estaba acostada, sol medio día, por primera vez en su vida.
Oyó llorar a un niño, y sólo entonces recordó por qué estaba tan feliz. ¡Yab era
madre!
—Señora, señora, gritóle a la vecina que alimentaba a su recién nacido. ¿Dónde
estará mi niño?
Y no viéndolo en su regazo le cruzó por la mente un hondo temor de que su hijo, o
su hijac (nadie le había dicho qué era, ni se lo habían mostrado), estuviese muerto.
—¿Ustedd sabe si es niña o niño?
—No sé, señora. A usted la trajeron hace poco. El niño está en su cunita de hierro, a
los pies suyos. No vaya a moverse que en esto viene la enfermera o la hermana. Yo creo
que les oí decir que era niñito.
—¡Ah!e ¡Perof yo tengo qué verlo! ¿Cómo es posible que ni siquiera se lo muestren
a la madre? Apuesto a que con las ricas del pensionado sí no hacen lo mismo.
—Cálmese, por Dios. Déjese hacer la caridad, siquiera. Piense en tantas infelices
que tienen a sus hijos por ahí en cualquier parte, sin atención médica, sin una partera
siquiera, a merced de la persona que les quiera hacer la caridad. ¿Qué nos falta aquí?
Solamente la mamá de una puede desvelarse como una de estas hermanas. Fíjese que es una
fortuna encontrar puesto en el hospital. Todos los días tienen que devolver a varias mujeres,
ya con los dolores, porque no hay camas.
—De veras. ¿Quién fundaría este hospital?
—Un señor don Alejandro Echavarría. Espere que venga la hermana y verá cómo la
pone a rezar por él y por los bienhechores del hospital.
—¿Don Alejandro Echavarría? ¡No!g Ese fue el que fundó la fábrica donde yo
trabajé.
—Es que estos ricos de Medellín le jalan a todo. Estos ricos de Antioquia son tan
buenos negociantes que no pierden ni el alma.
—Sí, como cuentan que dice Fernando González.233 Esos que tienen prendería,
como el que me quitó toda mi ropita y mis cosas buenas, conseguidas en años enteros de

a
La forma correcta sería “en torno a ella”, porque la expresión “en torno suyo” es de carácter coloquial. Sin
embargo, se respeta la expresión original consignada por el autor.
b
P: Ya
c
P: hija, . Se suprime la coma, debido a que este signo se repite después del paréntesis de la misma expresión.
d
P: —Usted
e
P: —Ah!
f
P: Pero
g
P: No!
225

trabajo, dizque se van a rezarle al Señor Caído de la Candelaria y le dicen: “Aquí vengo
donde Vos, Señor, que pagáis el ciento por uno, y a mí la gente me dice usurero porque
cobro el diez por ciento”.
—¡Quéa cosa horrible, de veras! Yo los veo comulgando todos los días. Y cobran el
diez por ciento mensual. Tiene más rebaja una guía. El diez por ciento, asegurado en letra,
con los intereses por dentro, ¡yb dejando la cantidad en blanco! ¡Siemprec es que hay
conciencias muy negras!
—Y lo que piensa uno es que la sociedad no castiga sino los pecados de los pobres.
A una le ocurre una desgracia, por cosas de la vida, y no queda valiendo un palo de tabaco.
En cambio las hijas de los usureros, y los usureros, y los dueños de las prenderías son en
Medellín lo más acatado. Pensar en que a este pobre muchachito o muchachitad le van a
ocurrir tantas desgracias porque su papá no quiso casarse conmigo. (Y la alegre Helena
rompió, de súbito, a llorar).
A poco llegó la enfermera.
—Vea su niñito, señora. Déle un poquito de calor con su cuerpo.
—¡Peroe qué tan chiquito es!,f fueg la primera tonta expresión de Helena, quien,
acunándolo contra su pecho, comenzó a recorrer ávidamente su cuerpecito endeble para
cerciorarse de que nada le faltaba.
—¿Yh las uñitas?
—Ellas le van creciendo, señora. Como no es de tiempo...
Helena lo ocultaba a las miradas curiosas de las otras madres. Realmente era el más
pequeño del salón, a fuer de sietemesino.234 Pero ella podía asegurar que, hijo natural y
sietemesino, no había otro más blanco, más noble que él, y por tanto había de ser el más
bonito. El peor mal estaba en que no abría los ojos para saber ella si eran azules o no.
—Quítele ese trapo y póngale la camisita que yo le bordé.
Helena casi no podía hablar. Era inmensa su dicha, su satisfacción, su orgullo. La
enfermera le dijo que en el primer día los niños no probaban alimento ninguno. Helena
sentía por ello un miedo invencible de que el niño muriera de hambre.
Dígase lo que se dijere, el niño se parecía a Rodrigo. Gracias a Dios había tenido
ella ese retrato que le sirviera de modelo. La misma frente amplia y bien curvada. La misma
gracia en los pómulos. Hasta iría a tener hoyuelos.
Cuando el niño abrió los ojos, ya la madre los había cerrado en un letargo amable de
fatiga y de alegría inconmensurable, semejante a la vista de Dios porque habían visto al
niño, hecho a su imagen y semejanza.

a
P: —Qué
b
P: y
c
P: Siempre
d
P: esta pobre muchachita o muchachito. Se reordenan los elementos de esta oración para darle más
coherencia al párrafo, dado el predominio del género masculino según la norma ortográfica española.
e
P: —Pero
f
P: es!
g
P: —fue. Se suprime el guión de apertura por considerarlo inoportuno y poco funcional en la estructura de
este párrafo, además, no se cierra en la construcción del párrafo para indicar un inciso.
h
P: —Y
226

CAP. XX ◊MI COMADRE◊

Aún estaba yo acostado, porque los domingos acostumbro quedarme hasta tarde en
la cama, para ir a misa de once a la Catedral, cuando el teléfono llamó. Era una hermana de
la Presentación a decirme que Carmen Bedoya me pedía el señalado favor de ser padrino de
un niño que le había nacido en el Hospital de San Vicente, y qué hiciera el servicio de
ofrecerlo muy especialmente a don Roque y a doña Susana. Le dije a la voz dulce de la
religiosa que yo no recordaba haber conocido nunca a ninguna Carmen Bedoya: —Con
seguridad que sí la conoce, doctor. Hágale la caridad de cargarle el muchachito.235 No vaya
a humillar a la pobre. A lo mejor se llame de otra manera y resolvió cambiarse el nombre.
Véngase lo más pronto posible, que el Padre no puede bautizar hoy después de las diez, y el
niñito está muy débil para dejarlo hasta mañana.
Le conté a Susana el ofrecimiento y el nombramiento de padrino, pero convinimos
en que de veras no conocíamos a ninguna Carmen Bedoya. Por fin Susana recordó a Helena
y dijo que posiblemente se trataba de ella:
—Pero tiene ojo —agregó—. ¡Dejar uno de ser Restrepo para ser Bedoya!
—Hasta allá llevan las mujeres el pudor, y hacen bien, comentó Roque. En el fondo
no quiere desacreditar la familia. Puedo asegurarte que en el futuro ninguno de los sobrinos
sabrán que una tía suya dio el brazo a torcer.
Con cierta curiosidad y no sin cierta amargura lleguéme al salón de maternidad, en
que el número 42 era Carmen Bedoya.
—Buenos días, Helena, díjele con la más dominguera de mis sonrisas. ¡Con que ya
te tenemos de mamá! A ver. Muéstrame el retoño, a ver si es de tan buena pinta como la
cepa.
—Perdóneme, doctor por Dios, que lo haya hecho venir hasta aquí, siendo usted un
señor tan ocupado. Pero yo repasé y repasé la lista de los conocidos, y solamente me acordé
de ustedes. Dije que don Roque y misiá Susana, pero me dijeron que cuando no son
legítimos tienen un solo padrino los hombres, y las niñas madrina. Yo como no sé nada de
estas cosas.
—Te agradezco mucho el honor que me hiciste, Helena. Pueda ser que este
muchachito no herede de pila,236 porque si me saca a mí el genio es capaz de sacarte a tia
los ojos. De todas maneras tengo mucho gusto en cargarlo. Lo grave es que contraigo la
obligación de enseñarle la doctrina cristiana si tú no lo haces. Y en buen apuro me
comprometerías. Imagínate que yo no me he casado porque hay que presentar examen de
doctrina cristiana, y de eso es de lo único que no sabemos los ingenieros.
—Pues les falta lo único preciso doctor. Pero esté tranquilo —dijo poniéndole cierta
tragedia a mi charla— que ese muchachito tiene madre que le enseñe la doctrina.

a
P: tí
227

La enfermera acercó el niño a Helena, para que lo besara. Y ésta, poniéndole la


mano sobre la frente, dijo:
—He ofrecido no besarlo hasta que venga bautizado, porque mientras tanto es hijo
del pecado y no de Dios. Así nos leyeron, en los ejercicios, de no sé qué reina.
—Venga, pues, el padrino, dijo la enfermera mientras andaba deprisaa y festiva, por
entre los catres, con el bebé en los brazos. Hay mucho qué hacer.
Atravesamos la avenida central, la hermosa fuente,237 pasamos junto al busto del
fundador, hasta que llegamos al templo, entonces en construcción. Con sobrepelliz238 y
estola,239 el capellán salió a recibirnos a la puerta del templo, hizo que yo pusiera mis
manos sobre la cabeza del catecúmeno240 y lo bañó en la divina piscina, con el ritual
romano, así:
—¿Québ nombre le van a poner?
La enfermera no respondió palabra.
—¿Quec qué nombre le van a poner?, volvió a interrogar el sacerdote, dirigiéndose
ya más directamente a mí.
—Yo no sé, Padre, contesté. No me dijo nada la mamá.
—¿Yd entonces? ¿Loe vamos a dejar sin nombre? ¿Of lo dejamos sin bautizar?
—Su Reverencia verá, Padre, qué hacemos.
—¿Cómog se llama el papá?
—William —contesté con certeza.
—Eso no es nombre de cristiano.
—Es Guillermo en inglés, Padre —díjele.
—Dios en inglés, perro al revés, contestó simpático. ¿Cuándoh nació? ¿Quéi nombre
trajo?
—No sé, Padre, cuándo nacería precisamente. Debe hacer dos o tres días, según
cuentas.
—Los santos de hoy son San Dionisio, San Rústico y San Eleuterio.241 ¿Quéj
nombre quiere que le pongamos?
Temblé de pensar que el Padre estaba resuelto a imponerle uno de estos tres
nombres:
—Padre, este pobre muchachito ya es hijo natural, sietemesino y ahijado mío. No le
agregue más desgracias con un nombre de esos. Póngalo más bien... Rodrigo. (Fue el
primer nombre español y sonoro que se me vino a la memoria).
—¿Ruderice,k vis christianus esse?

a
P: de prisa
b
P: —Qué
c
P: —Que
d
P: Y
e
P: Lo
f
P: O
g
P: —Cómo
h
P: Cuándo
i
P: Qué
j
P: Qué
k
P: —Ruderice
228

—Volo.
…….
—Perdóname, Helena, dije al devolverle su niño para que lo besara ya ampliamente,
¿tú qué nombre habías pensado?
—No, doctor. Yo le había reventado mucha cabeza. Un nombre sólo me gusta, pero
no se puede... ¿Cómo lo pusieron? Yo lo dejé para que lo resolviera usted, que tiene tan
buen gusto.
—Rodrigo.
—¡Esea era el nombre que a mí me provocaba! —dijo llena de entusiasmo—. ¡Elb
único nombre! A ver si resulta un curita como el niño Rodrigo, el de misiá242 Susana. ¿Pero
no le irá a chocar a ella?
—Ahora venía pensando en otro olvido, Helena... Olvido no, sino que me avisaron a
última hora, hoy domingo, con todo cerrado. Yo estoy obligado como padrino a darle algún
regalito... Se acostumbra que el padrino le regale a su ahijado una ternera, para que cuando
esté grande ya tenga ganadito... Pero como yo no soy ganadero, no tengo ternera. He
pensado en darle una de mis acciones de Coltejer. Eso, tal como va, va a tener más crías
que una vaca cualquiera.
Helena recordó su fábrica. Y dijo:
—¿Por qué no le da más bien una acción del Hospital, que es del mismo señor
Echavarría?
Me hizo gracia la ingenua petición de Helena, y le expliqué:
—Es que Coltejer es una sociedad anónima, y el hospital es una fundación, que no
tiene acciones. Coltejer es para dar ganancias y el hospital para dejar pérdidas.
—Eso —dijo Helena— ya me lo explicó la vecina. Don Alejandro fundó a Coltejer.
Se dio cuenta de que iba a perder el alma, por rico, y resolvió salvarla fundando el hospital.
El que peca y reza empata.243
—En vez de agradecer a nuestros bienhechores —comentó la Hermana— hablamos
mal de ellos. Este hospital deja pérdidas. No es un negocio. Hablan de los que construyen
un hospital después de haber hecho los pobres, pero no se acuerdan quec los demás hacen
pobres y no hacen hospitales. ¿Cuál otro rico de Medellín ha hecho una obra como ésta?d
—Helena, no te vuelvas repelente244 —le dije yo un poco severo. Las ganancias de
Coltejer tampoco son para don Alejandro. Son para los accionistas. Por ejemplo para este
Rodrigo, a quien le voy a dar una acción, que andando el tiempo podrán ser muchas
acciones.
—Bueno, doctor, yo le agradezco mucho. En esta forma, cuando Rodrigo crezca, no
querrá que les paguen lo justo a las obreras, porque lo que les aumenten a ellas se lo quitan
a los accionistas... Y yo no puedo olvidar que fui obrera de Coltejer.
Yo estaba extrañado de que en tan corta permanencia en una fábrica hubiera
aprendido tanto de economía esta campesina.

a
P: —Ese
b
P: El
c
P: de que. Se cambia por ser un caso de dequeísmo.
d
P: esta?
229

—¿Quéa quieres, entonces, que le dé?


—Yo no le he pedido nada, doctor. Pero ya que usted insiste, sí me parece mejor la
ternerita, porque es del campo. Estas cosas de Medellín son muy enredadas. Con una
vaquita nadie peca, y quién sabe si eso de las acciones, con lo que juegan tanto, hasta
prohibido estará por la Iglesia. Al fin y al cabo eso como que no se distingue de jugar dado.
—Tú eres una santa con un hijo natural al rincón, Helena. El miércoles en la feria le
compro la ternera a Rodrigo y la mando a crecer al Cauca donde unos parientes. Adiós,
pues, Helena.
—Usted no puede volver a decirle Helena —comentó la enfermera, campesina
también—. De hoy en adelante son comadre y compadre.245 Tienen parentesco. Y no olvide
—dijo risueña— a la comadre de la cumbamba para arriba, todo lo que pida; de la
cumbamba para abajo, ni pensarlo... Ese es el parentesco espiritual...
A la salida me esperaba el sacristán para exigirme que fuera a dar los datos sobre el
bautismo, porque era menester pasarlos para su inscripción en los libros parroquiales de la
Vera Cruz. Respondí a la serie de preguntas sobre los años de edad de Helena y otras
pequeñeces, pero el diablo se me entró en la cabeza a mandarme que hiciera registrar el
nombre de William, como padre que era de la criatura. Aunque los hijos naturales no
tuvieran entonces derechos en Colombia si no eran reconocidos, al menos se debería dejar
constancia de quien los engendra para abandonarlos. La sanción social que recae sobre
estas buenas madres naturales, que cumplen sus deberes para con sus hijos a veces
heroicamente, debería caer, al revés, sobre esos hombres sin nobleza que son capaces de
llamar hijos a la vida y no de acompañarlos en ella...
El sacristán, que asentaba la boleta, se puso temeroso de cumplir mi orden, y llamó
al Padreb capellán.
—Eso sí se puede hacer —dijo el Padre— pero firmando la partida el padre natural.
Si usted es amigo de él, tráigalo, que me parece una buena obra.
—Es que está en el exterior, Padre.
—A eso nada le podemos hacer, entonces, respondió el levita.
—¿Yc por qué no estampa la Iglesia lo que afirman las madres?
—Porque los pecados del hombre no los contabiliza la Iglesia sino Dios. La Iglesia
se limita a perdonarlos.
—¿Y puede perdonarse un pecado como éste,d de dejar abandonado toda la vida a
un hijo, de no dejarle siquiera saber quién es su padre, de no cumplir los deberes
elementales que la naturaleza impone a la paternidad?
—“Todo lo que desatares en la tierra, será desatado en el cielo” dice el Señor.
—Pero, Padre, está bien que se perdone el pecado de la fornicación, aunque tenga
todos los agravantes. ¿Peroe no es un pecado mortal permanente eso de que uno, siendo
padre todos los días, deje todos los días a su hijo abandonado? ¿Nof considera Su
Reverencia que el que tiene un hijo natural no reconocido vive y muere en pecado mortal?
a
P: —Qué
b
P: padre
c
P: —Y
d
P: este,
e
P: Pero
f
P: No
230

—La Iglesia mira con muy buenos ojos que los hijos naturales sean reconocidos.
Hasta ahí puedo yo afirmar. En cuanto a lo demás no puedo hacer afirmaciones rotundas.
Es cosa muy delicada y no se puede dar regla fija sino estudiar cada caso. —¿No será,
Padre, que los que tienen hijos naturales consideran que, habiéndose acusado una vez de la
fornicación, perdonado ya ese pecado, desaparecen por ese perdón las obligaciones de
padre? De mí sé decirle que si tuviera un hijo natural jamás tendría la conciencia tranquila
si no lo tratara al menos como a los hijos legítimos, tratando a éstos como Dios manda. La
doctrina habla de obligaciones de los padres para con los hijos, y no distingue entre padres
naturales y legítimos. Cuando Dios, en el Sinaí, mandó honrar padre y madre, tampoco
distinguió...
—Me gusta ver que estos ingenieros estudian doctrina cristiana... Es éste, de veras,
un buen caso de estudio. Se lo voy a decir al señor Cura para que lo lleve al caso, o consulta
de moral. Por su puesto que si hay intereses de índole superior, como no dar escándalo, no
desorganizar la familia bien constituida,a etc., creo que el reconocimiento no sea obligatorio
en conciencia. Pero la ayuda material, a la medida de las capacidades de cada uno, y la
herencia... en fin, como le digo el caso es delicado...
—Anotemos en esa partida el nombre del padre. Su Reverencia ve que la Iglesia, en
lugar de ser enemiga del reconocimiento, casi parece que lo manda. No pongamos a la
misma religión a alcahuetear tantas infamias que ella misma prohíbe.b
—No es posible, doctor, porque para ello hay normas claras y terminantes. Si viene
el padre y firma la partida, santo y bueno... Y déjese de criticar tan ligeramente a la Santa
Madre Iglesia. Ella tiene veinte siglos y usted tendrá cuarenta años. La Iglesia es más sabia
de lo que nosotros suponemos...
Regañado y todo, corrí a misa de doce en la Candelaria. La iglesia, por dentro, tenía
espacio disponible. Sin embargoc en la puerta del perdón y en el atrio se apiñaba
muchedumbre de hombres. Charloteaban, curioseaban a las mujeres que oían la misa, y
ellas también coqueteaban un poco. Yo recordé mi inolvidable misa campal, celebrada por
el padred Carvajal, cuando vi a Helena, a mi comadre de ahora, rezando con un fervor como
no he visto que ore otra mujer. Y ahora había caído. Y en su caída, conservaba para mí la
misma aureola de bondad, de piedad sincera y honda, de mansedumbre grata al Señor. Era
una mística pecadora.
Llegado a la casa a almorzar, narré sin pormenores lo ocurrido. Susana se molestó
visiblemente porque se le había dado el nombre de su hijo a un hijo natural. Y más con los
antecedentes de que Helena había tratado de corromper al niño, según afirmaba ella.
Roque comentó:
—Si Dios te da más niños, hija, haz registrar los nombres en el Ministerio de
Industrias, e como las marcas de fábrica.
Yo quedé feliz de que no se supiera que el nombre lo había dado yo, y así todo el
resentimiento era contra Helena.

a
P: constituída
b
P: prohibe
c
P: Sinembargo
d
P: Padre
e
P: ministerio de industrias
231

CAP: XXI ◊LA HERMANA DE LA CARIDAD◊

Lo único que extrañaba Helena era que Matilde no la hubiese visitado. Porque doña
Soledad estaba ya muy vieja, y era fría e insensible. Con excepción del mudo músico, en
nada pensaba distinto de exigir sus cuotas para pagar la casa y comer de la diferencia.
Mientras el domingo, por la tarde, en la visita de los enfermos de caridad, casi todas
las madres del salón fueron visitadas por mucha parentela y por muchas amistades, Helena
y otras dos se quedaron solas.
Nadie quería conocer a su hijo.
¿Pora qué su papá, Marco Antonio, era tan duro con ella?
¿Cómob querían sus ocho hermanos y hermanas que no hubiese caído, cuando nunca
les mereció la menor atención: ni un saludo, ni un regalo, ni un consejo?
Generalmente a los tres días de nacida una criatura, la madre se iba. La sacaban en
una camilla hasta la ambulancia.c
Helena veía entrar rostros nuevos al salón, y ya no quedaba ninguna de las que
habían llegado antes que ella.
Por fin se le acercó una de las hermanas:
—La señora que vino con usted quedó de volver a llevársela. Pero no ha aparecido.
Dígame la dirección para ver si consigo con quién mandarle decir.
Helena dio la dirección, apenada. Sentirse favorecida es sentirse víctima de la
caridad. Pero cuando ya se sobrepasan los términos ordinarios, el favorecido no es
solamente víctima: quiere aniquilarse para no estorbar.
A la tarde volvió la hermana y dijo que ya Matilde no vivía en esa casa. Que
resolviera Helena si la llevaban allá mismo o a dónde, porque muchas estaban pidiendo
cama, y, como ella veía, no quedaba una sola en el pabellón.
Helena repasó en su mente tantas casas conocidas, a las cuales ella había servido
con tanto esfuerzo. Creía que su hijo la había de reconciliar con la humanidad. Que ahora
su dignidad de madre ablandaría los corazones. Que esa dulce claridad de unos ojos
infantiles alumbraría todos los caminos: porque nadie, que no haya endurecido ya del todo
su corazón, puede resistir al atractivo de la inocencia que sufre.
No tenía Helena miedo a la vida. Con el hijo en los brazos ya podría mendigar, sin
que nadie la irrespetase. Por la maternidad se redimía así de su propio pecado.
La angustia económica era severísima. Se le esperaba una larga dieta, y ya no tenía
a Matilde, su único apoyo. Ni tenía un centavo ahorrado, ni le quedaba nada que empeñar.
—Hermana, ¿sua reverencia no puede prestarme siquiera un peso, mientras va
pasando esta dieta? Yo después empiezo a trabajar y se lo pago con mucha puntualidad.

a
P: Por
b
P: Cómo
c
P: Ambulancia
232

—Ah, hijita, ojalá pudiera. Pero usted sabe que nosotras hacemos voto de pobreza y
no podemos volver a disponer de un centavo. Nosotras no ganamos nada. Procuramos
trabajar el día y la noche, con la totalidad de nuestro esfuerzo, para servir al prójimo. Cada
una de nosotras es como una moneda que se diera de limosna. Hay monedas grandes y
monedas pequeñas. El prójimo puede gastarnos hasta consumirnos, pero desgraciadamente
tenemos ese límite. No podemos ser útiles más allá de nuestro propio valor.
—¿Yb el Gobierno no dizque les paga su trabajo?
—Sí, pero todo entra en la comunidad.
—¿Yc la comunidad no podría prestarme un peso?
—No. La comunidad tiene muchas obras en todo el mundo. Aquí en Colombia
tenemos hospitales de caridad, leprocomios, manicomios, colegios, casas de beneficencia y
protección de jóvenes en todas las poblaciones de alguna importancia. Sin embargod
necesitamos que haya más religiosas, porque las necesidades del prójimo crecen más todos
los días. Mientras más pobres haya por la mala distribución de la riqueza, más pobres por
su propia voluntad debe haber, por amor a Dios. Usted sabe que la mayoría de estas
religiosas y de las de todas las congregaciones o eran ricas o podían esperar serlo, y
prefirieron ser pobres, más pobres que usted; y no tener hijos, y dejar a sus padres y a sus
hermanos, y a sus novios. Nosotras las religiosas somos como la basura, que no nos reciben
ni dadas. Le regalamos a la comunidad nuestras personas y nuestro trabajo de toda la vida,
y tenemos que pagar para que nos reciban. Esa es la dote, con la cual se construyen los
hospitales, los templos, los colegios...
—Pero, hermana, en esos colegios de ricas, como el del centro, se gana mucha plata
la comunidad...
—Esa es la excepción. El Colegio del Centro246 en Medellín es buen negocio. Pero
naturalmente lo que se gana debe gastársele también en construcciones, en material
pedagógico, en finca de recreo para las niñas...e Porque el gobierno gasta el dinero del
presupuesto en sus colegios, que no siempre son los más morales, mientras a nosotras, que
le ayudamos a formar buenas mujeres y no menos instruidasf que las de ningún otro
instituto, no nos ayuda para nada. Tenemos que competir, pues, desfavorablemente, y por
eso tenemos colegios para ricas, que paguen bien. Pero al lado de esos colegios tenemos
otros que son el peor negocio del mundo. Ni el gobierno con toda la plata del pueblo es
capaz de sostenerlos tan baratos. Salga de Medellín y encontrará Colegios de la
Presentación en Envigado,247 en La América,248 en La Estrella,249 en Itagüí,250 en Rionegro,
en Marinilla,251 en Sonsón,252 en Abejorral, en casi todas partes. Son colegios tan buenos
como los del centro, y las niñas pagan si pueden lo que puedan, y si no no pagan nada. Hay
internados baratísimos para la gente de clase media, que es nuestra predilecta en educación.
Y aquí mismo en Medellín vea este hospital enorme, el manicomio253 con mil locos, el
orfelinato con centenares de huerfanitos, la Gota de Leche, la Casa de Pobres... Váyase a

a
P: su
b
P: —Y
c
P: —Y
d
P: Sinembargo
e
P: niñas.... A partir de este momento la EP presenta arbitrariamente en los puntos suspensivos la presencia
de cuatro puntos, tomando el final como punto seguido o aparte. Se corrige a tres según la norma vigente.
f
P: instruídas
233

Agua de Dios, y allá nos verá también. Y aquí, en el Hospital de La María,254 con los
tuberculosos. Estas casas son el orgullo de la comunidad. Aquí es donde nos sentimos más
felices.
—¿Ya cómo se llama su reverencia?
—Hermana San Andrés.
—No. Dígame qué familia es. ¿Cómob se llamaba en el mundo?
—Ya no me acuerdo. Nosotras dejamos el padre y la madre y a nosotras mismas
para servir a Dios. Pero estoy perdiendo mucho tiempo. Dígame qué hacemos con usted.
Me muero de lástima de echarla a la calle, pero aquí hay reglamentos, y no se puede dejar
perecer a las que están de parto por ayudarle a usted, que ya está tan alentada.
—Es que yo no tengo casa. Si no encuentran a Matilde francamente me tengo que
levantar ya a ver si trabajo o pido limosna. Tal vezc lo mejor es que me dejen en una acera.
Yo cobijaré bien al niño para que no le pase nada. Me estaré allí quieta para que no me
haga daño. El que quiera darme una limosna, me la deja ahí. Lo malo es que para
alimentarlo sí se necesita estar sola...d Quiere decir que si les estorbo allí, a alguna parte me
han de llevar. Aunque sea a la cárcel. Yo estoy bien en cualquier parte.
—No diga eso, por amor de Dios. El Señor no desampara a nadie. Vamos a ver
cómo le arreglamos la vida. ¿Cuántoe le hace falta para pasar la dieta en esa casa?
—Yo me defiendo con unos diez pesos, hermana. Me da pena, después de tantas
molestias, estarle pidiendo plata.
A Helena la dejaron ahí, violando todos los reglamentos, cinco días más. La
hermana San Andrés, entre tanto, se puso de acuerdo con otra religiosa, la encargada del
pensionado, y solamente cuando tuvieron recogidos quince pesos se fueron, juntas, donde
Helena, y le dijeron:
—Hemos pedido la ambulancia para que la lleve a su casa. Para que esté tranquila,
aquí tiene estos centavos.
Después de darle muy precisos consejos sobre su pobre higiene y la del niño,
encareciéndole que de vez en cuando volviera al Hospital a mostrarles los progresos de
Rodrigo, la entregaron, en una camilla de dócil cuero, para ser conducida a la ambulancia.
Llegada a la casa, doña Soledad no la quería recibir. No. La casa estaba llena. Sería
preciso echar al músico, y ella no tenía corazón para ello. Al fin propuso:
—Si me paga la cuota de estos días en que no vino, la recibo. Pero ni crea que le
voy a volver a dar el cuarto mío. Ahora se va usted para la cocina. Vea si le conviene así o
no le conviene. Ahora hay gente nueva en la casa, porque la Matilde y los muchachos no
volvieron, y se fueron sin pagarme la última cuota. Ya sabe que la ley aquí es pago
adelantado. Vea si le conviene o no.
Helena le entregó un bonito y limpio billete de diez pesos:
—Aquí tiene estas dos libras para que me atienda y se pague sus cuotas. Bien puede
pedir al granero, de cuenta mía, lo que se necesite.

a
P: —Y
b
P: Cómo
c
P: Talvez
d
P: sola....
e
P: Cuánto
234

La buena vieja Soledad puso el billete contra el sol para ver la cara de Bolívar. Se le
iluminó el rostro:
—Al fin se ve que usted consiguió quién la quiera. Viene en un carro de ambulancia
muy elegante y con buena plata en el bolsillo. Vea si quiere pagarme los seis pesitos al mes,
y le vuelvo a dejar mi cuarto.
—Pero con la condición de que mientras esté en la cama me haga de comer,
pidiendo, como le digo, por cuenta mía, lo que haga falta en la tienda.
La transacción se verificó, la cara de doña Soledad se suavizó, Helena fue colocada
en su cama, y la vieja aun gruñó que le iba a arreglar al niño una canasta de mimbre.
—¿Quéa le pasó a Matilde? Esperar y esperar que fuera por nosotros, como había
prometido, y nada.
(Al decir la palabra nosotros, Helena sintió un descanso inmenso. Ya se trataba,
efectivamente, de una familia. Matilde no valía la pena ya, ni nadie en el mundo. La vida
estaba para abrírsela ya en compañía de Rodrigo).
—¿Matilde?b Pues no volvió. Yo la esperé dos días, con clientes listos a tomar el
cuarto. Por fin recogí los trebejos255 y los guardé en un rincón de la cocina. A veces
pensaba que se habría suicidado. Compraba “El Colombiano” pero no veía nada. Otras
veces me ponía a pensar en que, como los niños no aparecían, tal vezc el marido habría
venido por todos. En últimas se supo que en una batida de la policía; por la mañana, cuando
ella iba a llevar a los niños para que pidieran en la estación del Ferrocarril, los cogieron a
los cinco.
—¿Yd qué tenía que ver Matilde con la policía?
—Es que están recogiendo a los mendigos. A ella se la llevaron para la Casa de
Pobres. A los niños para el Orfelinato de San José.256 Y a la niña para no sé qué otra de esas
casas. Aquí vinieron por la ropita, y se admiraron quee tuvieran tanta ropa buena.
—¿Def suerte que los separaron?
—Sí, pero eso por un tiempo. A los niños algo les enseñan allá. En la calle tienen
muchos peligros. La niña quedó en un internado. Al fin y al cabo las ricas también se
separan de sus hijos para educarlos. Eso nada tiene de particular.
—No —dijo Helena—.g Si lo impresiona a uno que se lleven a un padre de familia
por ladrón para la cárcel, al ver que lo separan de sus hijos, hay que pensar lo que es
separar a una mamá como Matilde, la más contempladora y la más apegada. Y meterla en
una casa de pobres, sin libertad de salir, sin más relaciones que las demás recogidas. Eso no
es beneficencia ni es nada. Por buena que fuera la educación que les den a los niños, nada
les suple el afecto y los cuidados de una madre. Había que oírla dándoles consejos todas las
noches y rezando con ellos el rosario. No. La sociedad debía recoger a los usureros y a los

a
P: —Qué
b
P: —Matilde?
c
P: talvez
d
P: —Y
e
P: de que
f
P: —De
g
P: Helena—
235

acaparadores que empobrecen el pueblo. Quedaba más fácil que recoger todo el pueblo,
empobrecido por ellos...a
—Eso es lo malo que tienen los pobres, que ni siquiera se dejan ayudar, repuso
Soledad.
—¿Y hasta cuándo tienen allá a Matilde y los niños?
—Eso es en las cárceles donde dicen hasta cuándo. Esto es indefinido. Hasta que
dejen de ser pobres. Cuando una rica vaya por ella, se la entregan.
—¡Caramba!257 b Eso es lo que yo llamo, dijo Helena energúmena, eso es lo que yo
llamo esclavitud. Separar a una madre de sus hijos indefinidamente, privarla de toda
libertad de salir, de pedir, de conseguir...c ¡yd de por vida!
—La sociedad tiene que defenderse —dijo doctoralmente Soledad—.e A mí también
me hace falta Matilde, pero —como dijo el comisario que vino por los trebejos— los
mendigos son unos parásitos sociales, que van comiendo —sin producirla— la savia de la
economía nacional. Es necesario recogerlos.
—¡Quéf inhumanidad la de este gobierno! —repuso Helena—.g Si a mí me van a
quitar a Rodrigo, aunque sea para educarlo en la casa del rey, me tienen que volver primero
añicos con sus bayonetas.

a
P: ellos....
b
P: —Caramba!
c
P: conseguir....
d
P: y
e
P: Soledad.
f
P: —Qué
g
P: Helena—
236

CAP. XXII ◊“YO NO QUIERO DELINQUIR”◊

Desde el décimo día se levantó Helena y estuvo ya ayudándole a doña Soledad en el


menaje. Estarse más en la cama eran cismas de las blancas y de las ricas.258 Ya Helena ni se
acordaba de que ella también, según su papá, era blanquísima, como una reina de Castilla.
Y a los dieciocho días, la pobreza la lanzó a la calle a pedir trabajo. Cada tres horas,
con precisión de cronómetro, venía a alimentar a Rodrigo, cuyos progresos se advertían a
simple vista. Doña Soledad, encariñada con la criatura, le prometía ponerle cuidado. Por
fortuna el niño, tirado en la cama o colocado en la canasta, no tenía el menor peligro.
Helena vuelve a la casa de Roque. La recibe Susana con glacial frialdad.
—Con recién nacido es imposible, Helena.
Esta misma respuesta recibe en todos los portones.
Se asoma a la agencia de sirvientas, y la señora le dice de una vez que es locura
soñar en colocarse mientras tenga un niño de días.
Así pasan diez, doce, quince.
Ya Rodrigo tiene más de un mes.
Ya está, otra vez, atrasada con doña Soledad.
Va a la fábrica, se humilla pidiéndole puesto a don Benigno, y éste le manifiesta que
no hay puestos, que antes están despidiendo personal. También está frío, indiferente con
ella, como Susana, como todos.
Se llega a mi oficina y se ofrece para lavar pisos.
Hablo con el dueño del edificio, le describo muy a lo vivo la necesidad, y me
responde:
—Esa tiene un hijo no más. La que asea aquí tiene siete.
Helena ha quedado más hermosa que nunca con la maternidad. La tersura adquirida
por su piel ya se la quisieran para sí las titinas que gastan dinerales en cultivar la suya. Y el
fulgor de sus ojos nace de una luz extraña y cautivante: es, sin duda, la alegría de sentirse
madre.
De ahí que los hombres la sitien.
Invitaciones a comer, a bailar, a cine.
Ella procura desasirse de todos. Pero pedir trabajo y hallar por toda respuesta una
invitación, un piropo es dura cosa para la mujer que desea conservarse buena, o purificarse
por el trabajo, si es que alguna vez no fue buena.
Cuando volvió a mi oficina a solicitar si había sido posible conseguirle la plaza de
barrendera, resolví darle en efectivo lo que podía valer una ternera entonces.
—¿Seráa pecado gastarme lo de Rodrigo?, meb preguntó ingenuamente.

a
P: —Será
b
P: Rodrigo? me. Se adiciona coma (,) para justificar la minúscula después de cierre de interrogación y para
marcar la pausa luego de la pregunta.
237

—No, Helena, eso es tuyo. Cuánto vas a tener que gastar, de donde no lo tienes,
para levantar ese muchacho. Ojalá yo pudiera ayudarte con algo más.
—¿Entoncesa puedo desempeñar mi ropa, que la tengo empeñada en quince pesos, y
ya no tengo chiros259 con qué salir?
—Claro está, le dije. Saca, ante todo, tus cosas de la prendería. ¿Tienesb muchas
deudas más?
—Sí, doctor, desgraciadamente. Debo en la tienda ya casi otro tanto. A doña
Soledad le debo una mensualidad. Y a la pobre Matilde le quedé debiendo lo menos veinte
pesos.
—¿Cuántac es la mensualidad?
—Seis.
—Son, entonces, cincuenta pesos en números redondos. Yo no quiero estimularte la
mendicidad, a la que te estabas aficionando el otro día. Te presto los treinta y cinco que te
faltan, para que me los vayas pagando con tu trabajo, cuando lo consigas. Así empiezas
vida nueva, pero cuidado con pedir limosna.
—¿Yd qué me pongo a hacer entonces? En la fábrica no me reciben con chiquito, ni
aún me reciben sin tenerlo, porque dizque se escandalizan las señoritas obreras. En las
familias no me reciben como sirvienta. Lo único que he visto es barrer un edificio, y
tampoco lo he podido conseguir. Lo que me hacen todos son malas propuestas, y a mí no
me provoca. Ya ve usted que yo estaba resuelta a casarme con el último negro, pero ni a él
le serví. Yo no le encuentro lado a la vida. A veces he llegado a creer que la solución es que
me lleven a la Casa de Pobres, como a Matilde. Si a una la recibieran allá con el
muchachito, me iría feliz. ¿Porquee qué se le espera a una desgraciada en esta Medellín?
—¿Laf familia de William no te ha ayudado?
—De esos infelices no quiero ayuda. Sería como si me pagaran por el pecado, y yo
no pequé por la paga... g
—Pero hay que ver que no es a ti,h sino a Rodrigo, con quien están obligados, a
quien le deben dar...i
—Ni se les ha ocurrido a ellos ayudarle, ni yo lo deseo. Líbreme el cielo de lo que
digo, pero no sé que será más duro si ver morir al niño de hambre o ver que ese
badulaque260 le ayuda. Yo espero en Dios que al fin me ha de dar trabajo honrado, y me
mato trabajando para que el muchachito coma.

a
P: —Entonces
b
P: Tienes
c
P: Cuánta
d
P: —Y
e
P: Porque
f
P: —La
g
P: paga....
h
P: tí
i
P: dar....
238

CAP. XXIII ◊EL SALÓN DEL MEDIODÍAa◊

Mi amigo Eladio Contreras tenía un café central, en el cual servían unas feas
mujeres. Ese era el trabajo para Helena, me dije. Lo llamé por teléfono y le pregunté si
tenía puesto. Me dijo que no. Le dije que si no podía despedir a cualquiera de esas feas para
colocar a una muchacha bonita.
—Lo malo es que aquí llegan bonitas, y al mes están vueltas unos rejos, me dijo por
teléfono Eladio. Mándamela a ver. Si de veras vale la pena, yo le hago el puesto.
Cuando pasé por la prendería de don Pacho Herrera, allí estaba Helena.
La esperé y salió llorando.
—Viejo ladrón, me dijo. Le dejé toda mi ropa buena, mi cartera, mis botines, mi
colcha, empeñados en quince pesos que me dio no completos. Ahora voy a ver y me dice
que la boleta es por $ 18,50.b Que la diferencia son los intereses de un trimestre. Pero que
como el trimestre se venció ayer, le tengo que dar los $ 18,50c y además $ 1,85d más, por el
mes que ya empezó a correr. Y que eso por caridad conmigo, porque ya las cosas son de él.
Que yo dizque se las vendí con pacto retroventa y plazo de tres meses. Pero que ya todo
está vencido. Que él, porque le gusta ayudarles a los pobres, me hace esa concesión y me da
plazo hasta mañana. Al fin le dejé los quince pesos que usted, doctor, le dio al niño, y lo
único que me dio fue uno de mis vestidos, el que más quiero yo y el que no quería dejar
perder. Es el que compré para casarme, cuando me iba a casar.
—Hemos convenido en que yo te presto para que empieces una vida nueva. Voy a
sacarte eso de la prendería.
—¿Peroe con qué interés me va a prestar usted, doctor?
—Sin interés.
—Yo le dejo en prenda todas mis cositas.
—No necesito prenda, le dije. Yo sé que tarde o temprano me pagarás.
Don Pacho Herrera es hombre honorable, cumplidor como ninguno de sus
obligaciones, exacto en sus cuentas. Así, sin que Helena tuviera recibo alguno, me dijo
haber recibido de ella los quince pesos, me exigió $ 5,35f más, no me dio recibo porque ello
no era necesario, y me devolvió en buen estado los demás vestidos, la cartera, los zapatos y
la colcha de Helena.
—No le digo, señorita. Cada uno tiene su santo bienhechor. Usted creyó que esto
estaba perdido, y aquí vino el doctor a salvárselo.

a
P: EL SALON DEL MEDIODIA
b
P: 18.50. Se cambia la división en centésimas de los números con el signo de la coma (,) según la norma
ortográfica vigente.
c
P: 18.50
d
P: 1.85
e
P: —Pero
f
P: 5.35
239

Helena no cabía en sí de alegría. Con sus paquetes que la agobiaban, se despidió de


mí.
—Vaya lleve eso a la casa y vuelva a la oficina, que creo que la tengo colocada.
Un cuarto de hora más tarde, Helena estaba en mi oficina. Me gustó verla tan feliz.
La alegría agrega hermosura a todas las mujeres. Venía, además, vestida con un traje a
rayas verticales, rojas sobre blanco, que le agregaban exquisita gracia, y le disimulaban
admirablemente la naciente obesidad de una mujer lactante.
—¿Quéa me tiene un puesto, doctor?
—Sí. Creo que te consigo un puesto, de portera del infierno, mal pagada y mal
tratada. Pero si tú sigues empeñada en ser mujer decente, no pasarás de la portería, y ya
sabes que es mejor casi condenarse que casi salvarse.
—No le entiendo, doctor.
—Vas a trabajar en el café del Mediodía, aquí en el centro de la ciudad. Allí tendrás
hombres impertinentes, borrachos vulgares, todos los peligros que quieras, todas las malas
propuestas que te repugnan, pero no tendrás más peligro que en la calle, con hambre.
—No, doctor, no me diga más. Me parece excelente. Es mucho mejor ser sirvienta
de un café, donde todo es abierto y nada le pueden hacer a una, que servir en una casa,
donde la encierran para hacerle exigencias. Y si no puedo alimentar al niño, me dicen que
ya se puede criar con tetero.
—Vamos allá. Tú caminas adelante y yo voy detrás, para que las malas lenguas de
Medellín no te calumnien.
—Quién va a imaginarse nada, doctor. Si fuera con una señorita de su clase, claro
que sí podían sospechar. Pero yo me doy cuenta de que no debemos ir juntos. No faltaba
más que todo un doctor anduviera por ahí con una mujer desgraciada. Si no sabe todo lo
que sufrí ese momentico que hablamos al frente de la prendería de don Pacho. No por lo
que digan de mí, que ya desgraciadamente nada tengo que perder, sino por lo que hablen de
usted. Bueno, yo me voy adelante y lo espero ahí al frente del Salón del Mediodía. Ese
puesto de salonera me fascina. Ahí está mi Dios que pueda conseguirlo. No les vaya a decir
que tengo niño, porque entonces no me colocan.
El trato con Eladio Contreras fue rápido. Hábil negociante, le bastó ver la cara de
Helena para comprender que su negocio era emplearla:
—Bueno, le dijo. Yo no necesito ahora saloneras, ni tengo alma para despedir a
estas que no me han cometido ninguna falta. El sueldo aquí es de catorce pesos. Si quieren
alimentarse en el café, se les rebaja el diez por ciento en los precios. Hay que estar aquí de
las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. Pero el trabajo es muy sencillo, y
discontinuo. Ustedes mismas se turnan para sus salidas a alimentarse. Aquí somos muy
amplios. Eso sí. Hay que tener mucho cuidado. Ser muy honradas porque estos negocios
dejan muy poco, pagando locales tan caros. Si dejan ir a un cliente sin pagar, se les
descuenta de su sueldo. Si quiebran los envases o los vasos, se les cobran a precio de costo.
Si dejan perder algo de las cucharas, se les descuenta también.
—¿Yb sí alcanzan los catorce pesos —dijo Helena tímidamente— para pagar todas
estas cosas?

a
P: —Que
b
P: —Y
240

—Pierda el miedo, niñita, contestó Eladio. A usted le va a ir muy bien. Usted podría
trabajar aquí gratis, y ganar mucha plata con las propinas.
Llamó después a la más antigua de las saloneras y le dijo que le explicara su oficio.
La salonera jefe no le hizo buena cara. El fino instinto de las mujeres vio en la belleza de
Helena a la que había de reemplazarla.
Helena se incorporó así a una vida de trabajo, perfectamente nueva para ella.
Por la mañana, al ir a mi oficina, me detuve a tomar tinto en el Mediodía. A esta
hora el salón estaba aún casi desierto. Las saloneras sentadas en sendos asientos, charlando
alegremente. En el lavadero, Helena fregando un alto arrume de vasos y platillos.
Una de las feas muchachas vino a atenderme, sucia y desgarbada.
—¿Quiéna es esa que está allí lavando?, leb pregunté.
—Según dicen, esa es la señora de don Eladio. Ayer resultó trayendo a trabajar en
un café de estos a esa señorita. Todas creemos que es por disimular que tiene amores con
ella. Cualquiera va a creer que por catorce pesos va a trabajar un mes una muchacha con
esa cara. Dicen que tiene un hijo y que es de don Eladio. En todo caso ella le guarda muy
bien la espalda porque no nos afloja una palabra. Asegura que dizque no lo conocía.
Helena, entre tanto, siguió lavando sus trastos, y yo me di cuenta de que,
nuevamente, como en la fábrica, esta muchacha tenía la desgracia de su cara bonita.
Adondequiera que fuera, los hombres la perseguirían, y las mujeres no le perdonarían este
crimen. Ni siquiera me miró.
Por la tarde volví a tomar el tinto. Hasta me inquietaba un poco pensar tan
frecuentemente en Helena. Tal vezc no había olvidado aún del todo mi enamoramiento loco
de “Villa Clara”.d Tal veze estaba ayudándole más de lo que acostumbraba, a mi comadre...
Pero ya se interponía entre nosotros, además de mi sincero cariño por Helena, el
parentesco espiritual de que había hablado la enfermera. Una sola palabra liviana que yo le
dijera derrumbaría en Helena todo el prestigio de que yo, para ella, estaba investido,
solamente por haber callado siempre mis pensamientos.
Helena era ya por la tarde una mesera exquisita. El salón estaba dividido entre las
criadas convenientemente. Y toda la zona por ella atendida estaba llena de jóvenes y otros
que ya no lo eran tanto. Hasta seis asientos por mesa. Las zonas de las restantes no estaban
vacías, pero distaban mucho de estar colmadas. A mí, que no encontré espacio en el sitio
atendido por Helena, me atendió la mesera jefe. Tan poco trabajo tenía que se sentó a mi
lado.
—¿Cómof va Helena?, leg dije.
—¿Cuálh Helena?

a
P: —Quién
b
P: lavando? le. Se adiciona coma (,) para justificar la minúscula después de cierre de interrogación y para
marcar la pausa luego de la pregunta.
c
P: Talvez
d
P: Villa Clara. Se usan las comillas para unificar las referencias que se han realizado de este espacio a lo
largo de la novela.
e
P: Talvez
f
P: —Cómo
g
p: Helena? le.
h
P: —Cuál
241

—Pues esta muchacha que entró ayer tarde.


—¡Ah!a Esa no se llama Helena sino Carmen. Hoy es el día de su éxito. Cada vez
que entra una mesera nueva, todos los borrachos la rodean, la halagan, le hacen propuestas.
A los pocos días ya se han familiarizado con una, y ni se dan cuenta si es hombre o mujer el
que les sirve. Esa muchacha hasta podía levantar plata saliéndose de este salón, porque no
tiene fea cara. Pero lo que dicen es que tiene amores con don Eladio, y que él la quiere
tener aquí todo el día para vigilarla y para probarla. Yo no sé que eso sea cierto. Pero me
parece una aventura traer la querida a que se la manosee todo el mundo. Además de pronto
le gusta más otro y se va con él.
Nos saludamos de lejos. Yo admiraba la simpatía y la actividad de esta mujer,
aprendiz en el oficio. A cada uno le repartía cerveza, anís, ron y sonrisas.
—Carmen, Carmencita linda —le gritaba un borracho— unab cuba libre.261
Carmen se llegó hasta mí, se puso roja de vergüenza al verme, y preguntó a Lola, la
jefe:
—¿Quéc es cuba libre?
—Eso no es tan fácil como usted cree, Carmen.
Se levantó y se fue a ayudarle.
—Me hacen la guerra en todas las formas —me dijo Helena—.d Pero yo estoy
segura de triunfar. Pueda ser que no me roben mucho y quede alcanzada. Las otras son
sentadas conversando, y a mí me dejan todo el público.
—A mí me han dicho que vas muy bien.
—..........
El éxito de Carmen como salonera fue estupendo. Las ventas de Eladio, según
confesión que él me hizo, aumentaron en cerca de un veinte por ciento en el primer mes.
Me dijo que encargara muchachas de este estilo, que si teníamos que pagar comisión, se
justificaba perfectamente.
—Pero me estás ofreciendo un negocio parecido al de trata de blancas. ¿Crees que
yo tengo agencia de muchachas bonitas?
—No es a tie a quien te ofrezco comisión. Es a la persona que te traiga a tif
muchachas bonitas y despiertas y simpáticas y de buen genio, como Carmen. Déjate de
estarme interpretando mal todas las cosas.
—Te entiendo.
—¿Sabesg lo que representa esto para un negocio? Los precios en el Mediodía son
mucho más altos que en los demás cafés. Pero los clientes abundan por ver a las
muchachas. Si fueran hombres, los precios serían los comunes. La clientela, mucho menor.
Habría que pagar de sesenta a ochenta pesos a cada mesero. Se le robarían a uno la plata y
los víveres, y todo estaría sucio. Las meseras han resultado un éxito.

a
P: —Ah!
b
P: Una
c
P: —Qué
d
P: Helena—
e
P: tí
f
P: tí
g
P: —Sabes
242

—¿Peroa a tib te parece eso muy bueno? —le increpé a ese desalmado
comerciante— ¿Túc no ves que pagar catorce pesos a una madre de familia es
perfectamente inicuo? Tienen que pagar diez pesos, lo menos, por un cuarto. Tienen que
comer y alimentar a los hijos. Tienen que vestirse, porque tú no las admites mal vestidas.
En una casa les dan más, dándoles alimentación, ropa, ayudas y no cobrándoles los daños.
Fíjate que si un hombre cobra ochenta pesos por ese trabajo, eso mismo le debes pagar a
una mujer, por lo menos. En justicia más, porque te sirve mejor, no te roba, te atrae
clientela, justifica tu especulación con los precios...d
—Déjate de bobadas —me respondió Eladio—. La prueba es que ninguna se queja,
todas se mantienen gordas, coloradas, bien vestidas. No dejan este puesto por ningún otro.
Lo que yo digo es que les encimo esos catorce pesos, porque en realidad ellas viven de las
propinas y de las horitas libres por ahí en la calle, con los clientes que consiguen en el café.
En realidad lo que hago yo es pagarles a ellas el local para su negocio.
—Convengamos, pues, en que tú tienes allá un negocio de mujeres, en pleno centro
de Medellín, mimetizado con un café. Allá se hace el trato carnal, se toman el trago y te
dejan a tie la utilidad. Después se van tus pobres esclavas y se ganan la vida pecando. Tú las
obligas a pecar. La propina no es sino un anticipo de la paga que dan por el pecado. Tus
muchachas se van con el que mejor propina deje. Te enriqueces tú con sus fornicaciones.
—Déjate de bromas pesadas. Ahora te enfureciste porque yo dizque te estaba
ofreciendo un negocio de trata de blancas, cuando era una simple comisión por el trabajo. Y
luegof vienes a decirme que yo tengo un lupanar en pleno centro de Medellín. Tú sabes que
yo soy un hombre distinguido, bien acatado por la sociedad, mejor recibido que tú que eres
doctor, socio del Campestre262 y del Unión, que tengo un negocio honrado de cafés
centrales, perfectamente morales y serios. Si una mujer de esas llega a hacer un escándalo
en el café, la despido. Ellas lo saben bien. Si hacen sus tratos con reserva y prudencia, no
podría evitarlo yo aunque fuera el papá de ellas. Yo simplemente soy el patrón. No me
puedo meter en su vida privada. Les pago su trabajo puntualmente. Si les parece poco,
pueden irse. Pero no se van. A nadie le digo que les dé propinas. Hasta tengo letreros en
que dice que no se les den. Muchas mujeres de esas tienen sus amantes, que las sostienen.
Las otras puede que pequen. No las puedo vigilar, porque me parece una iniquidad que los
patrones lleven su vigilancia a las horas libres. Esa sí sería una esclavitud y la propina no es
el pago del pecado, como tú dices. La que quiera pecar, peca. La que no quiera pecar, no
peca. Por ejemplo de esa Carmen que tú me llevaste he oído decir que con nadie se va
nunca. A mí es lo que más me gusta, porque la mujer buena es mejor trabajadora y más
honrada. Sin embargog está feliz. Y le debe ir muy bien, porque ni fea se ha puesto.

a
P: —Pero
b
P: tí
c
P: Tú
d
P: precios....
e
P: tí
f
P: luégo
g
P: Sinembargo
243

CAP. XXIV ◊MUJER DE CIUDAD◊

Realmente a Helena le va bien en el café. Su misma presencia de mujer honesta la


hace más atractiva. Llueven las propinas, y así puede sostener el cuidado de doña Soledad,
que vela solícitamente por Rodrigo, y las caras drogas que la salud del niño ha requerido, y
las visitas médicas.
En realidad los borrachos la tocan, la acarician, la provocan, pero ella se defiende
con la pureza de su continente digno y señorial.
Ha conseguido, además, la amistad, pudiera decirse la protección, de varios señores
serios. Van a tomar su tinto. Se sientan indefectiblemente en una de sus mesas, y le dejan
una moneda de veinte. Cuando les va a devolver, extienden severamente la mano. Esto un
día y otro día aumenta grandemente sus fuentes de ingreso. Nunca le hablan una palabra,
pero se ríen cortésmente con ella, y le hacen una urbanísima venia de agradecimiento. Tal
don Arturo Puentes. Las propinas complican mucho la rudimentaria contabilidad de
Helena. En un bolsillo del delantal lleva lo que es del café. En el otro lo que es suyo. Por
fortuna el cajero le muestra gran simpatía y nunca le ha glosado una cuenta, como siempre
se las glosa a las otras. Estas la miran con mal ojo, pero ya se han convencido de que
Helena se impone en su trabajo.
El único vicio que ha adquirido es el del cigarrillo. Don Eladio mismo le dijo que
debía aceptar los cigarrillos que le ofreciesen, y esto la obliga a fumar continuamente. Al
principio le dio arcada. Pero ya el organismo le pide el cigarrillo. Medio los fuma, y los
arroja casi enteros. Así puede aceptar cuantos le ofrecen. Solamente en la mañana, cuando
hay poca gente, fuma por su cuenta. Pero el cajero casi todos los días le regala un paquete
de cigarrillos nacionales. Lo grave es que estos le gustan, y los extranjeros le saben a paja.
Sin embargoa tiene que aceptar de todas las marcas, y principalmente de los extranjeros,
porque esto es mejor negocio para el café. La lealtad con el Salón del Mediodía es su
principal mística. Aquí le ha sido posible vivir por su trabajo honrado, por su esfuerzo, por
su lucha de estarse dieciséis horas de pie, porque sus muchos clientes casi no la dejan sentar
un momento. Termina la noche desfallecida. Pero al otro día saca fuerzas de flaqueza al
alimentar a su hijito, y vuelve a empezar.
Sin embargo,b después de dos meses, la fatiga la fue abatiendo. Eladio, hombre en el
fondo de buen corazón, le dijo que durmiera hasta más tarde, que podía venir a la una y
estarse hasta que cerrara el café, a las doce de la noche. En la mañana el trabajo era más
fácil, y él tenía saloneras de sobra, a las cuales no despedía por sensibilidad social. (Le
tenía pavor a que se les ocurriera cobrar eso que llaman horas extras, y por ello insistía en
que el trabajo era discontinuo, y podían hacer sus salidas, poniéndose de acuerdo para que
otra las reemplazara. Esto era un consejo de su abogado, uno de los profesionales más

a
P: Sinembargo
b
P: Sinembargo
244

distinguidos de Medellín, incansable defensor de los obreros y especialista en derecho


social).
Las demás compañeras salen con frecuencia, realmente, muchas veces en
automóvil, con un hombre, y regresan pronto, más o menos a la hora. Helena no sale nunca.
Eladio, con muy buen sentido, previo concepto de su abogado, le sube a Helena el
sueldo a veinte pesos, le exige trabajar solamente de cuatro de la tarde a doce de la noche, y
la nombra jefe de personal. Para dar a las otras en qué morder. Eso sí. Las demás pueden
salir, pero Helena no. Además puede comer en el establecimiento, hasta por valor de
cuarenta centavos diarios.
Helena ha triunfado. Se ha impuesto sobre sus compañeras, con base ena mera
eficacia. Ha logrado aun disipar las sospechas de que era la querida de don Eladio, porque
nadie nunca los ha visto juntos. Eladio, por su parte, se cuida muy bien de no tener
escarceos263 con sus trabajadoras, para no perder el principio de autoridad y no desacreditar
su establecimiento. No en vano tiene un certero ojo comercial.
Esta categoría, este pomposo título de jefe de personal, acabó por vencer en Helena
los últimos restos de complejos de inferioridad y de timidez montañera: un fino tacto social
le permitía ya tratar con cortesía a todos los clientes, a cada uno según sus modales. Lo que
más admiraban sus viejos amigos, los señores encopetados que no la saludaban al principio
pero le dejaban la propina siempre, era ese señorial y dominante aspecto. A don Arturo
Puentes le agradaba mucho.
Cuando vino, una tarde, a pagarme los treinta y cinco pesos y a encargarme que
comprara unas acciones para garantizar la deuda con Rodrigo, le pregunté:
—¿Perob no odiabas tanto las acciones?
—Es que a mí se me ha quitado un velo. Yo no podía entender a Medellín. Lo
odiaba como lo odian todos los que no lo conocen, los que no saben vivir su vida, agitada
pero amable. Uno puede conocer las calles de Medellín en pocos días, pero el alma de la
ciudad tarda mucho en conocerla.
—¿Dec suerte que ahora no te volverías para Santa Elena?
—¿Ad Santa Elena? Nada mejor para bailar un rato y tomarse uno sus anisaditos.
Pero antes de que se enfríe el cuerpo, ya tiene uno el alma helada. Creo que si vuelvo al
campo soy capaz de decir lo que aquel niño: “Mamá, allí está un señor acabando de hacer
un caballo. Cuando yo lo vi le estaba terminando una pata trasera”. Cuando la mamá se
asomó vio que, efectivamente, lo estaban herrando.
—¿Recuerdase que ahora años, la primera vez que hablamos, estabas tú también
encantada de Medellín, y yo te dije pestes de la ciudad?
—Es que cada uno habla de la feria como le va en ella.264 Cuando yo no hacía otra
cosa que mendigar un empleo de puerta en puerta, sin que nadie me diera nada, renegaba de
la ciudad. Así le pasaba a usted en ese tiempo: estábamos en la crisis, y rajábamos de la
ciudad, porque estábamos muy pobres. Ahora le va muy bien a usted con su profesión. Y

a
P: a base de
b
P: —Pero
c
P: —De
d
P: —A
e
P: —Recuerdas
245

yo no me puedo quejar. Veo que la plata está aquí a rodo, y la gente la gasta a manos llenas.
Por eso hablamos bien de la ciudad.
—¿Y has cambiado mucho de modo de ser, o es parecer mío, comadre?, lea dije con
cordialidad, llamándola a la confidencia.
—En realidad no soy una mujer más mala que antes, pero sí soy mucho menos
hipócrita. Ya no me escandalizan fácilmente. Me dejo invitar a bailes, y me fascina bailar.
Me tomo de vez en cuando mis copas con los amigos, y no me siento menos que ningún
doctor ni que ningún ricacho. Me he dado cuenta de que en el fondo los pobres somos los
que nos humillamos, y no los ricos que nos humillan. Hay que ver cuando unab trata de tú a
un burgués de estos cómo se porta en realidad como un amigo.
—¿Yc no se te ha vuelto a presentar ningún novio?
—Novio no. Pero si de pronto logro enlazar a un viejo de estos en una rasca,265 me
caso con él, como les ha pasado a tantos. En todo caso ya no me vuelven a coger con
palabra de matrimonio. La intención es que si alguno me quiere, se tiene que casar
conmigo. Una se vuelve espuelona266 con los años.
—¿Yd el niño? ¿Quée hay de mi ahijado?, lef dije para cambiar de tema.
—Está muy grande y muy vivo el pobrecito. Se ríe que es una belleza y se sienta.
Lo terrible es que sabe decir papá, y se lo dice a todo el que ve. Parece que se diera cuenta
de que es de padre desconocido el pobrecito. Por fortuna yo tengo esperanza de formarle un
porvenir. Yo sigo siendo una mujer económica. Fumo porque me dan los amigos. Bebo lo
que me dan los amigos. Y es mucho lo que voy a economizar de propinas. Soy la más de
buenas para eso. Las compañeras se mueren de envidia.
—¿Yg crees que vas a tener propinas toda la vida?
—Pero es que yo siempre creo que si no consigo marido, por lo menos sí me
consigo un amigo rico.
—¿Yh qué haces con el niño cuando se dé cuenta de que vives con un hombre que
no es su padre?
—Ese es el problema mío. Yo pienso en ese muchachito y no me deja tener vida.
Pero al fin y al cabo él fue el que me trajo la buena suerte. Acuérdese cómo era yo de
desgraciada antes de que Rodrigo naciera. Nada más cierto que eso de que cada niño trae la
arepa debajo del brazo.267

a
P: comadre? le
b
P: úna
c
P: —Y
d
P: —Y
e
P: Qué
f
P: ahijado? le
g
P: —Y
h
P: —Y
246

CAP. XXV ◊LA SINVERGÜENZAa◊

Por años no volví a ver a Helena. Supe que había abandonado el nombre de
Carmen, escogido por devoción a la Virgen y por hacer quedar bien a la familia. Cuando
tuvieron que despedirla del Café del Mediodía porque ya era una borracha, que no atendía
sino que se sentaba a la mesa con los clientes, volvió a llamarse Helena Restrepo. Perdido
el pudor, figuró mucho entre estudiantes livianos y entre gentes de vida licenciosa.
Por fin supe que había sentado sus reales en un lupanar, cerca del Cementerio de
San Pedro. Se la conocía por La Nena.
No quiero investigar sobre estos años porque la vida de La Nena fue la de una
cualquiera de estas pobres esclavas de la sociedad, arrojadas de las fábricas, de su propia
familia, de toda suerte de trabajo, de toda manera de ganarse la vida honradamente...b
Como a esta quebrada de Santa Elena,c centro de Medellín, desembocan todas las
inmundicias, así a la celda de una meretriz.
Cada día lleno de amargura, lleno de desengaño por la noche anterior.
Cada noche llena de embriaguez brindada por el gobierno.
Cada hora llena de pecado, que ya ni es el pecado personal, sino el fruto de un
pecado colectivo, de no haberle dado la mano a tiempo a una mujer en peligro, luegod a una
mujer desgraciada, después a una madre...e
Así va formándose la ciudad este cinturón de miseria, que acabará por ahogarla.
En el prostíbulo se engendran todas las rebeliones. Allí se fraguan todos los
crímenes. Allí se derrumban todos los hogares, al grito locato de una radio, de un
traganíquel,268 de un jazz y del romperse de unas copas.
No son las mujeres malas. Cuántas de ellas son buenas, pero no tienen otra cosa de
qué vivir.
La sífilis las va devorando, y la propagan por doquier.
De allá los locos, y los ciegos, y los criminales natos.
Pero no es el lenocinio la causa de la corrupción social: es simplemente uno de sus
frutos.
Lo único que no era bajo, y vulgar, y horripilante, lo único que le recordaba a
Helena algo de sus antiguos impulsos de altura, algo de sus nativas altas brisas, era la
sesión que los intelectuales —periodistas, pintores, poetas y músicos— celebraban de vez
en cuando en las cómodas butacas del hall. f

a
P: SINVERGUENZA
b
P: honradamente....
c
P: Helena,
d
P: luégo
e
P: madre....
f
P: hall.
247

En lugar de bailar inmundicias y decir procacidades,269 estos hombres se tomaban


sus copas, eran cariñosos con las mujeres, las recreaban con una conversación variada y
cordial, les decían que el periodismo y la prostitución tenían el colegaje de ser profesiones
nocturnas.
Generalmente llegaban pasadas las cuatro de la mañana, cuando ya las mujeres con
sus amantes estaban retiradas en sus habitaciones.
Hablaban largas horas en el lupanar, al calor de la cerveza, sobre cosas que ella
nunca había oído allí: San Juan de la Cruz, Santaa Teresa, el padreb Isla, Frayc Luis de
León, Frayd Luis de Granada... e
Recitaban poemas. Hablaban de arte.
Le parecía recordar al niño Rodrigo, cuyo retrato adornaba ahora, descaradamente,
la pared de su cuarto de pecado, como si se tratara de su amante.
Cuando Rodrigo, el suyo, estuvo de cuna, Rodrigo Alfaro estuvo a su cabecera,
como un ángel guardián. Ahora doña Soledad había muerto, y otra señora, doña Ascensión,
explotaba la vieja casa de La Toma: allá estaba Rodrigo, y Helena pagaba generosamente
los cuidados que por él se tenían. Diariamente le daba vuelta, y sólo venía al lupanar
cuando lo dejaba dormido. ¡Qué bueno que nunca supiera lo que era su madre! ¡Qué bueno
poderle dejar una fortuna y morir! (Don Jorge, el músico, había sido llevado al manicomio).
—¿Yf por qué ustedes, los periodistas y los poetas y los intelectuales —díjoles
Helena— celebran sus tenidas por aquí, en lugar de hacerlas en algún lugar de academia?
—Si te estamos estorbando, Nena, dínoslo de una vez, para desocupar.
—No, doctor —contestó la prostituta—.g Sólo que muchas veces he estado por
hacerles esa pregunta. Me llama la atención que, habiendo tantos salones donde
francamente hay ambiente más digno de la inteligencia, escojan ustedes una casa de estas
para instruirnosh sobre cosas tan bellas como las que ustedes hablan.
—Es que Medellín rechaza a las mujeres caídas y a los hombres caídos. Los
hombres caídos somos los que pensamos en cosas que no producen dinero. Se nos
desprecia, se nos arroja de la sociedad. Cuando la sociedad nos oye diciendo versos, se
cubre los oídos. La policía nos lleva a la cárcel, en prevención, por riña, si discutimos las
excelencias de las escuelas modernas de poesía sobre la escuela romántica. Si citamos a
Shakespeare, creen que se trata de una conspiración contra el régimen, con extranjeros
complicados, y nos llaman a rendir indagatoria. Nadie nos ha ofrecido nunca unas butacas,
un salón, y la paciencia de oírnos o de dormirse y dejarnos hablar. Como nuestro negocio
no produce, como el de ustedes, no podemos levantar a Minerva270 templos como estos que
ustedes edifican a Venus.271 Y entonces tenemos que invocar el derecho de asilo, y
guarecernos de la persecución bajo estas estatuas del amor.

a
P: santa
b
P: Padre
c
P: fray
d
P: fray
e
P: Granada....
f
P: —Y
g
P: prostituta—
h
P: instruírnos
248

Nena se hizo así al cariño de muchos jóvenes periodistas y poetas, que también
pecaban a menudo, pero que raras veces se amancebaban. Sin embargoa eran el consuelo en
estas celdas del pecado, porque, frescos o borrachos, conservadores o liberales, hablaban de
temas altos, a veces hasta de temas divinos, con valor, con dignidad, con elevación. Parecía
que fueran allá guiados por el cerebro, mientras todos los otros iban guiados por los
instintos solamente. Los diputados y concejales, por ejemplo; y toda esa caterva de
politiqueros de todos los partidos.
Así fue como Helena consiguió un álbum de romances y sonetos en su honor, ya
que los poetas muchas veces no les dan a las mujeres un billete, pero creen pagarles bien
con una estrofa. Algunos de ellos corren por ahí publicados, y los señoritos los regalan a
sus novias.
De sus largos años en el lupanar sólob estos episodios de los intelectuales me fueron
después narrados por ella.
Lo demás era la melancolía. La pérdida total de la personalidad. La angurria272 del
dinero para compensar la dignidad perdida.
Y el crimen que rondaba.
Y la mentira de quienes decían amarla.
Y el lujo.
Y la explotación inicua hecha por la patrona, que no las dejaba acostar cuando
tenían sueño, ni abstenerse cuando no deseaban beber, ni salir con un amigo generoso que
estaba gastando en la cantina, ni beber cosa distinta de ron y cobrar whiskey.
Todos los días más relajada, todos los días más desmejorada físicamente, todos los
días más enferma y amargada, más despreciada de todos. Ya no le daba ni vergüenza ni
miedo.
Solamente de su Rodrigo le daba miedo y vergüenza.
Nada había podido siquiera ahorrarle, porque una vida de desorden, de embriaguez
continua, de lujo estrambótico, nada permite ahorrar.
Y se llegaba ya el día de la primera comunión.
Qué pronto se iba a percatar este niño de la vergüenza de ser hijo de...c ¡No!d Cuánto
diera ella por remediarle ese mal.
Rodrigo la iba a despreciar.
Se iba, con razón, a avergonzar de ella.
Esta era la reflexión que se hacía en cada amanecer, y ésta la pena que nuevamente
pretendía ahogar en licor.
Un día se mudó Helena de casa...e se tiñó el pelo, le quedó dorado, se pintarrajeó
más aún para cubrir las manchas y las nacientes arrugas de junto a los ojos, se acentuó más
aún las ojeras, y resolvió llamarse en adelante Doris…f Doris de la Fontaine…g

a
P: Sinembargo
b
P: solo
c
P: de....
d
P: No!
e
P: casa....
f
P: Doris....
g
P: Fontaine....
249

Que no la conociera nadie. Ella era hija de un francés que había venido a la
minería...a Sus artes eran hijos de París... b
Estaba cierta de cambiar así de suerte.
Pero fue donde Rodrigo, y no la conoció. Le habló, y el niño se sintió tímido...c Se
le fue a acercar, y Rodrigo huyó de sus brazos...d
Doris de la Fontaine. ¿Por qué están en Medellín juntos el lupanar de los ricos y el
cementerio de los ricos?
¿Quién le ha contestado a don Epifanio Mejía por qué hay aquí cementerio de los
ricos y cementerio de los pobres?

a
P: minería....
b
P: París....
c
P: tímido....
d
P: brazos....
250

CAP. XXVI ◊UN VIEJO AMOR...◊

Don Arturo Puentes. Este hombre llegó a tener importancia en la vida de Helena, en
la vida de la que, por huira de sí misma, de su iniquidad, pasó a ser la esclarecida ramera
Doris de la Fontaine, experta en excentricidades a lo parisiense. La de los cabellos
ardientes, como la llamaban sus poeticas, imitando a Barba y a todos los otros viejos.
Don Arturo Puentes conoció a Helena en el Salón del Mediodía. A la salida de misa,
recién entrada ella al servicio del café, don Arturo iba a tomarse un tinto,
indefectiblemente. Y era uno de esos caballeros de vestido negro y cuello suelto con botón
de metal, de riguroso chaleco, que cotidianamenteb le dejaba veinte centavos y nunca le
decía una palabra. Era un señor cortés a carta cabal. Desde entonces Helena le cobró cariño,
por la asiduidad inigualada en las propinas. Cuando Helena dejó de ir por la mañana, don
Arturo dejó de venir por la mañana. Llegaba a las cinco y media de la tarde, solo, a la salida
de su oficina, se sonreía afablemente con ella, tomaba el tinto y dejaba los consabidos
veinte centavos. ¡Cuántas fueron las pesetas que así consiguió ella!
En el prostíbulo sí llegaron a ser amigos. Llegaba en su carro, hacia las cuatro de la
tarde, todos los días, miraba que nadie lo viese, entraba cautelosamente en el cuarto de
Helena, éstac se iba a recibirlo, cerraba la puerta y...d se sentaba en un taburete, a dos
metros de distancia, a recibirle la más estirada de las visitas de cortesía. Dejábale los
mismos veinte centavos y volvía a salir. Jamás ni la sombra de una insinuación amorosa,
pero siempre la misma perseverancia.
Las compañeras de casa bromeaban con Helena por sus amores con don Arturo. A
Helena la intrigaba más y más este elegante personaje extraño, y su curiosidad llegó al
colmo cuando un día la dueña de casa le dijo:
—Usted acabará por quitarme a don Arturo.
—Pero si el viejito es como un hermano mío.
—Y como un papá mío, respondió la dueña. ¿Sabes que esta casa es de él?
Tardó años aún en descubrir el por qué de estos celos perfectamente injustos.
Pero un día don Arturo le dijo:
—Nos vamos de aquí, Nena o como te llames...e Asómate,f el carro negro que está
en la puerta. Es tuyo. El chofer, hombre de mi absoluta confianza, te lo va a enseñar a
manejar. Es necesario que te vuelvas juiciosa y que no vuelvas a tomar trago. A tig se te
reserva un porvenir brillante. Vas a ser rica conmigo. Pero guárdate bien guardado este

a
P: huír
b
P: coutidianamente. Si bien es aceptado por el DRAE, se cambia a la forma de uso común.
c
P: esta
d
P: y....
e
P: llames....
f
P: Asómate. Se adiciona la coma (,) como una pausa necesaria para la cohesión de la oración.
g
P: tí
251

secreto. Todo este tiempo en que te he observado ha sido para ver si eres honrada y
discreta. Si eres capaz de guardar un secreto. Puedes decir que el carro es tuyo. Pero que lo
compraste con tus ahorros...a o que te lo dio tu papá, el señor marqués de La Fontaine.b Yo
no voy a dejarte envejecer.
Helena comprendió que había llegado para ella, al fin, el período de progreso. Y se
extrañaba de que lo que no le habían dado tantos pecadores se lo viniera a dar este
admirador casto, este bondadoso e incomparable e incomprensible don Arturo.
Se empeñó en no beber, según la orden del bienhechor. Y en aprender a manejar ese
suntuoso sedán negro, envidia de las mismas ricas.
Entre tanto recibía las visitas de don Arturo.
El día que recibió su pase de chofer, Helena tuvo la sorpresa más grande que pueda
haber tenido mujer alguna. Don Arturo le dio orden de ir en su carro a la Notaría Tercera c
y firmar la escritura de un inmueble que ella dizque había comprado. Que firmara sin
emoción, se enterara del texto de la escritura, y luegod fuera a conocer el solar273 comprado
por ella. ¡Cuidado con mencionarlo a él para nada!

a
P: ahorros....
b
P: Fontaiine.
c
P: tercera
d
P: luégo
252

CAP. XXVII ◊LE CABARET DE LA FONTAINE◊

Un espacioso solar en esquina, en una esquina elegante, muy cerca del Barrio del
Prado, que todavía era el mejor barrio residencial de Medellín. Ese era el lote que Helena
acababa de comprar a Juan Rico, quien declaraba recibido el precio a satisfacción. Doce mil
pesos.
Esa tarde, por primera vez en la vida, don Arturo Puentes vino acompañado. Un
extranjero rubio, como de treinta años, de aspecto distinguido y bigote ensortijado.
—Nena, le presento al doctor Giuseppe.
—Doris de La Fontaine.
—Se trata de un famoso arquitecto italiano, reputado como uno de los más
sobresalientes que hayan llegado a Medellín. Una comunidad religiosa lo hizo venir para
diseñar y dirigir la construcción de un templo. Para ello ha logrado reunir bajo su comando
a un excelente pintor de frescos, que ejecutará una Inmaculada y un Señor Resucitado en
los muros del presbiterio; a un ebanista especializado en obras de talla en ébano, que está
encargado de labrar el sagrario,a el altar y el púlpito, y a un hermano, Nicolaob Giuseppe,
músico famoso, que estudia la acústica y prospecta lo relativo a la futura instalación del
órgano. Yo estoy muy interesado en la construcción de ese templo, al cual le estoy
ayudando con grandes limosnas, y he hecho muy buenas relaciones con él y con los artistas
que lo acompañan en esa obra, que será orgullo para la ciudad.
—Usted siempre tan piadoso, don Arturo, apuntó Helena.
—He procurado siempre cumplir mis deberes de católico, repuso don Arturo. Usted
sabe mejor que nadie cómo soy un hombre que no bebo sino tinto de vez en cuando; jamás
frecuento casas malas, si no es en la administración de mis negocios, y no tengo relaciones
ilícitas de ninguna clase.
Los visitantes habían tomado asiento en las butacas del hall, y a Helena le pareció
muy corriente que la visitara este arquitecto famoso de Giuseppe, acostumbrada como
estaba a la amistad de los artistas.
—La permanencia de estos distinguidos italianos en Medellín será breve, dijo don
Arturo. Yo he querido aprovechar su amistad para que le diseñen a usted la casa que piensa
construir.c Haga usted el favor, doctor, de mostrarle los diseños.
De su papelera empezaron a salir los proyectosd de un palacio magnífico. Un gran
tablado para baile, pista redonda con sillería al fondo. Allí el bar. Románticos rincones.

a
P: Sagrario
b
P: Nicolás. Se realiza modificación del nombre por “Nicolao”, para unificar la mención del nombre italiano
en este capítulo. Además, esta modificación cuenta con la aprobación del autor, quien consultado sobre el
caso anota que traducir los nombres en Antioquia era común, pero sostuvo que en este caso es mejor
conservar el nombre en su idioma original (Gallego, 2006).
c
P: construír
d
P: proyects
253

Artísticas fuentes. En los muros, exuberantes desnudos. Aquí y allá las habitaciones.
Puertas excusadas para automóviles...a Suntuosos salones de espejos. Solamente una
fantasía oriental pudo soñar algo semejante para el harén.
—Aquí va la orquesta. La acústica ha sido escrupulosamente estudiada por mi
hermano Nicolao y garantiza que es magnífica, dijo el italiano.
—Tiene usted excelentes ideas, doctor, contestó Helena.
—Todas son ideas de don Arturo. Nunca había conocido hombre de más buen
gusto.
—Efectivamente, yo he venido actuando como su apoderado, madame de La
Fontaine. Siempre he creído que este cúmulo de negocios pequeños deben refundirse en un
solo gran negocio. Vea usted las tallas en madera que han sido diseñadas por el artista que
está tallando el sagrario. Irán en el espaldar de su cama. Es un tálamo digno del rey
Salomón. El mismo hombre que está dorando los capiteles del templo va a dorar los
arabescos superiores del hemiciclo, con estas admirables figuras griegas al centro, a modo
de friso. Es necesario que usted vaya al nuevo templo de San Xb para que advierta la
perfección de este trabajo. La Inmaculada que está terminando en el muro izquierdo el
pintor suizo Gonberg, copia de una de las de Murillo,274 es increíblemente hermosa.
Supongo que aquí no estará menos afortunado copiando las majas de Goya.275 Le aseguro
que nuestro salón va a ser el orgullo de Medellín. Agrégueme usted que las mujeres fijas
que han de ocupar el ala izquierda del edificio sean todas extranjeras, ni una sola de ellas
una mujer vulgar, y le aseguro que nuestros sueños de tantos años van a ser una realización
feliz. ¡Ah!c El Maestro Nicolao Giuseppe ha de volver a inaugurar el órgano del nuevo
templo, y se ha comprometido conmigo para dirigir aquí el estreno de nuestra propia
orquesta. Porque se trata de un ejecutor de música de una gran información: ejecuta con
unción devota un motete gregoriano en el órgano, y con inigualable pasión erótica la más
sensual de las rumbas. Tiene el alma de la música, y vibra con emoción pareja a la del
compositor. ¿Y qué opina usted de aquel baño con azulejos incomparables, comunicado
con las puertas secretas? En realidad yo pude estar acertado en la concepción, pero este
Giuseppe estuvo logrado en el diseño.
—Realmente —comentó Helena— es un hombre muy de este siglo. Diseña con el
mismo gusto templo y un cabaret. Como Gonberg pinta con la misma finura una
Inmaculada y una maja. Como el ebanista Carmona talla un altar y la cama de una ramera
al mismo tiempo. Como Nicolao Giuseppe ejecuta un motete y una rumba con semejante
emoción. Como usted, mi querido don Arturo, comulga todos los días y negocia trayendo
del exterior mujeres elegantes para carne de cañón. Únicamented nosotras solamente
podemos ser lo que somos. Yo sería feliz pudiendo estar una noche aquí y la siguiente
haciendo penitencia. Pero no. A las pobres de nosotras ya ni nos absuelven los sacerdotes.
Mil veces he tratado de hacer propósito de enmienda, pero la enmienda es imposible. Ahora
al menos Dios me ha deparado alguna fortuna para poder dotar a Medellín de lo que más
falta le hace: de un lugar elegante de esparcimiento al cual tenga acceso el público decente,

a
P: automóviles....
b
P: san X.
c
P: Ah!
d
P: Unicamente
254

en general, sin las odiosas limitaciones de los clubes. Una casa de citas galantes donde
verdaderamente quede a cubierto la reputación de las damas que quieran usar de nuestros
servicios, en lugar de estar expuestas a la maledicencia y a la curiosidad de los
impertinentes. Una casa distinguida para los turistas, en donde cada cual pueda hablar con
una mujer hermosa su propia lengua. Una pista de baile en donde puedan celebrarse
verdaderas fiestas de danza. Un salón de espejos cerrado. Un baño de natación tibia para las
parejas. Fuentes y surtidores rodeados de hermosas palmas. Creo que pocos sitios de
Medellín quedarán tan hermosos como este. Y por sobre todo un bar, en el cual no se sirvan
jamás cervezas y licores nacionales. Todos cuantos han pretendido hacer en Medellín un
cabaret para la gente de bien, han fracasado, es cierto. Pero es porque nadie se ha atrevido a
planear en grande. Esto es lo que Medellín necesita, como necesita el gran hotel. Sólo así
podremos aspirar a ser un centro turístico de importancia.
La precisión y la inteligencia fina de Madame de La Fontaine dejaron prendado al
doctor Giuseppe. Ya don Arturo sabía hasta dónde la que fue ingenua campesina había
logrado capacitarse en su frecuente trato con los intelectuales y en su ocasional contacto
con los libros. Por algo la había escogido, tras larga formación, para ser el socio
confidencial, el testaferro,276 de su anhelado negocio de toda la vida. Había captado por
completo sus planes. Se había hecho intérprete fiel de su colosal civismo, de su
obsesionante proyecto de dotar a Medellín de un cabaret digno de la ciudad industrial de
Colombia.
Todos los cálculos comerciales estaban perfectamente estudiados. Con él, y todos en
mera fiducia, entraban otros fuertes capitalistas, gentes todas altruistas también, duchas en
negocios y discretas. Unas simples letras de cambio firmadas por Helena Restrepo, que por
el momento nadie sabía quién era, garantizaban que la sucesión de estos bienes sería para
ellos. Para evitar la prescripción, la fecha se les pondría más tarde. (En aquella época feliz
no existía el registro de instrumentos negociables).
Madame de La Fontaine, la hechizante rubia que antes era morena, estaba en la flor
de los treinta años, y era más cautivadora que nunca. Todo Medellín la conocía y más de
medio Medellín masculino la adoraba. Ella sería la dueña de una serie de beldades
internacionales que vendrían a adornar nuestra pobre ciudad sin pasatiempos, y a convertir
“Le Cabaret de La Fontaine” en el primer atractivo de la ciudad. Con entrada cara, licores
caros, bailes caros y todos los servicios caros, no habría negocio comparable. El Hotel
Nutibara que se estaba construyendo valía diez veces más y no era la mitad del negocio que
esto representaba.
Eran principios de 1944 y no había tiempo que perder. Con febril entusiasmo se
emprendió la construcción. La única reforma que Madame de La Fontaine exigió, contigua
a sus habitaciones, fue un piadoso oratorio, igual al que se acostumbra en todos los
prostíbulos, con un lampadario.277 La capilla, decía ella, no puede faltar en ninguna casa
mala, ni en ninguna plaza de toros. La muerte está más cerca de nosotras que de ningún
otro cristiano.
255

CAP. XXVIII ◊POR CIVISMO◊

Los trabajos del “Cabaret de La Fontaine” se iniciaron febrilmente.


Helena había triunfado en la vida. Era rica, famosa. Su nombre estaría vinculado
siempre a la única casa de placer digna de Medellín.
Mujeres de todas las naciones dependerían de ella, serían sus esclavas, sus
instrumentos de adquisición. Para ella y para ese buenazo de don Arturo, enamorado de ella
con amor casto desde tantos años atrás.
Porque al hacerse los arreglos pertinentes, en los cuales quedaba claro que una
cuarta parte del producido colosal de este negocio sería para Helena, y las otras tres cuartas
partes para don Arturo y sus socios, se revelaron interesantes circunstancias sobre la vida
ejemplar de don Arturo.
Pertenecía él a una de esas familias rancias de Antioquia, para la cual la riqueza
consistía en los bienes inmuebles. Nunca en su familia se habló de acciones ni de ganado.
Casas de arrendamiento solamente, préstamos hipotecarios con usura moderada, esta era la
riqueza de su gente.
Al morir su padre, uno de los patriarcas más beneméritos de Medellín, les dejó por
herencia, ante todo, una piedad sincera y sólida, unos modales modestos y distinguidos y
una oficina de compra y venta de propiedad raíz, de administración de propiedades y de
negocio de arrendamientos.
Hecho cargo de este negocio don Arturo, se dio cuenta de que la mayor parte de los
bienes raíces estaban situados en zonas de tolerancia. Así que sus inquilinas eran siempre
las prostitutas, más o menos afortunadas.
La administración de estos bienes era fácil. Con las abundantes entradas del negocio
de cantina, ninguna de ellas se atrasaba en sus cuotas. Eran poco exigentes. Las
reparaciones locativas muchas veces las hacían por su cuenta para no estarlo molestando.
Cuando a sus clientas se les ocurría una refacción de importancia, siempre lo
llamaban a él. Por ello don Arturo, en medio de su virtud intacta, llegó a ser uno de los
hombres más entendidos en construcción de burdeles. Y de ahí salió su proyecto altruista
de dotar a Medellín de un gran cabaret, mejor que el de cualquiera de las grandes ciudades
americanas que él había visitado, y a cuyos burdeles había asistido por mero ánimo de
estudio, como para complementar los conocimientos necesarios a un negocio que había
adquirido por herencia.
Esta idea de unificar tanto negocio disperso en un solo gran negocio chocaba con un
inconveniente que en un principio le pareció insalvable: la conciencia.
Mientras simplemente era un dueño que arrendaba sus casas, él no tenía por qué
responder de los pecados que en esas casas se cometieran. Es claro que el arrendamiento
era más alto que si fueran alquiladas a una familia honorable. Pero no debe perderse de
vista que, en primer lugar, la valorización en estos barrios es más lenta y dudosa; en
segundo lugar, él corría graves riesgos contratando con mujeres de poca solvencia
256

económica y de ninguna moral, sin el respaldo siquiera de un marido; y en tercer lugar, el


inmueble sufría un deterioro natural superior al ordinario, por albergar no a una familia sino
a cuantos quisieran venir allí.
Don Arturo jamás se confesó de esto, porque bien sabía que no era pecado. Ojalá
hubiera barrios modelos, alejados de la ciudad, para aislar a las malas mujeres y librarnos
de escándalos.278 Y sobre todo el mal estaría en alquilar a una familia buena, tal veza con
niñas, una casa situada en medio de las peores vecindades: el peligro sería para la familia.
Lo que sería tonto negar es el enamoramiento —platónico si se quiere— que don
Arturo tuvo por Helena, desde que la vio en el Salón del Mediodía. Tal vezb ni pecó —sóloc
Dios lo sabe— porque aquello era más bien una tentación áspera y tenaz que un
consentimiento pleno. Pero obsérvese que, a sabiendas de que esa muchacha de café le
inspiraba tanto cariño y tales pensamientos, el bueno de don Arturo insistió por años
enteros en frecuentar su compañía, primero con simples miradas y sonrisas, luegod con
palabras dichas a solas, últimamente con espléndidos regalos. Pero don Arturo consideraba
que todo esto era asunto de negocios, que él le daba a ella una oportunidad digna de su
condición, pero con el ánimo de ganar él mucho más. La plata gastada en compra de
automóvil, solar y construcciones estaba asegurada en letras de cambio. Nada más
comercial que letras de cambio. Y la renta que había de percibir por el cabaret en marcha,
era el fruto de estos dineros prestados sin interés. Por tanto el negocio de su familia, hecho
por él y sus dos hermanas solteronas, en nada se diferenciaba del que habían tenido su papá
y su mamá toda la vida, alquilando casas. Eso de que las casas fueran las chozas miserables
de ahora años destinadas a la prostitución o el palacio del “Cabaret de La Fontaine”, en
nada alteraba la sustancia de los hechos. Hasta eso que en el nuevo cabaret sóloe podrían
estar los ricos, mientras esas modestas casas de lenocinio estaban al alcance de los pobres,
para que la gente fuese a gastarse lo que no tenía, a gastarse el mercado de su casa, su
jornal miserable.
Si sus negocios, pues, estaban ajustados a las más severas normas de moral, lo que
era verdaderamente edificante y sabido de todos eran sus estupendas obras de caridad como
miembro activo de la conferencia de Sanf Vicente de Paúl que tantos y tantos beneficios
hace cotidianamenteg a las familias vergonzantes. El templo que se estaba construyendo se
levantaba sobre un solar que él había cedido gratuitamente. Por cierto que este solar estaba
rodeado de propiedades suyas que antes de la donación valían a veinte centavos la vara, y
ahora, con los muros ya altos del templo, valían a cuatro pesos. Pero él en nada se había
beneficiado porque no había vendido ni una sola vara. Cuando valiera a diez pensaría en
vender.
Helena, por su parte, había enviado a Rodrigo a estudiar, requinterno, en un colegio
que los Padres jesuitash tenían aún recién establecido en Tunja: el instituto José Joaquín

a
P: talvez
b
P: Talvez
c
P: —solo
d
P: luégo
e
P: solo
f
P: san
g
P: cuotidianamente
h
P: jesuítas
257

Ortiz.279 Todos le habían dicho que en Colombia sólo había dos ciudades de ambiente
moral inmejorable: Tunja280 y Pasto.281 De allá escribía el muchacho con frecuencia,
ignorante en un todo de las amarguras y triunfos de su madre.
Helena había abandonado por completo los vicios. Se decía que ella era una
prostituta, porque esta es una de las profesiones que imprimen carácter, y porque aún
habitaba en esa casa de lupanar. Pero el día se lo pasaba estudiando inglés y francés, con
profesores extranjeros pagados sigilosamente por don Arturo. En las tardes solía dar
agradables paseos en automóvil. Por la noche iba a cine, al teatro o a un baile. Vestía lujosa
y elegantemente. Todos la admiraban y con todos era simpática, pero se portaba como una
dama. Así —mil veces se lo había dicho don Arturo— convenía para 1os altos intereses del
“Cabaret de La Fontaine”. Nada de trago, ni una palabra descompuesta jamás, la mejor
educación y la más vasta instrucción posible.
Para ser franco, un solo amor tenía Helena, tal veza el único serio y hondo de su
atormentada vida: era don Arturo. La cautivaban su generosidad sin límites, su delicadeza,
su afabilidad. Amén de los incontables favores que le había otorgado, y que parecen
increíbles.
Increíbles sobre todo porque de los sellados labios de don Arturo ni una palabra sola
de amor se escapó nunca. Muchas de afecto, de conmiseración, de simpatía, de lo que se
quiera. Pero tal como si ese señor no fuera hombre o Helena no fuera mujer.
Sin embargob Helena estaba cierta, y mal no podía estarlo, de que don Arturo la
quería, y la quería como pocos hombres han amado jamás a mujer alguna.
A veces pensaba que, hombre de finos modales aristocráticos como los de un
monarca, la humildad de su condición hasta entonces no le había permitido unión con ella.
Pero que al terminar su palacio, con el extremo de decoración que a su cama o tálamo le
estaba poniendo, sería para unirse a ella definitivamente, públicamente, desafiando ya todo
prejuicio y todo miramiento social, o tal vezc hasta casándose con ella, ¡Diosd lo permitiera!
Sí. En realidad la formación social y estética de don Arturo no le permitía el
amancebamiento vulgar ni el matrimonio con una prostituta. Sería vergonzoso que después
de cincuenta años de escrúpulos de conciencia y costumbres impolutas, resultara
amancebado. ¡Peroe también sería una ofensa cruel a la sociedad que, después de haber
despreciado a las mejores damas de Medellín, dejándolas muchas veces enamoradas y
solteronas, resultara casándose con la Nena o con Doris, como ahora éstaf se llamaba! Este
era el problema grave en la psicologíag ya senil de don Arturo, pero vibrante aún de pasión.
Porque para él la Nena era cuanto había de amable en su vida: toda su ternura, toda su
conmiseración, todo su deseo volcánico, pero controlado más cada día, por la fuerza del
hábito en luchar contra las tentaciones, aun sin huirh de las ocasiones.

a
P: talvez
b
P: Sinembargo
c
P: talvez
d
P: Dios
e
P: Pero
f
P: esta
g
P: sicología
h
P: huír
258

CAP. XXIX ◊CRÓNICAa ROJA◊

Leyendo la última página de “El Colombiano” una mañana en ayunas, esa deliciosa
página de quince o veinte crímenes por cinco centavos que publicaba en esa época el
decano de los diarios de Antioquia, me hallo esta noticia: “Helena Restrepo, o Carmen
Bedoya, o María Restrepo o Doris de La Fontaine, mujer de vida airada, ha sido detenida
como sospechosa por el asesinato del distinguido y acaudalado comerciante don Arturo
Puentes, acaecido en la mañana del 17, en circunstancias misteriosas, de las cuales dimos
cuenta pormenorizada en nuestra edición de ayer.
LAS PISTAS
El carro de placas particulares número...,b en el cual apareció muerto el distinguido
caballero en un garajec central de la ciudad, resultó ser de la mencionada Restrepo o La
Fontaine, la cual sólod registra en la seguridad antecedentes de riña y heridas leves con
desistimiento del actor. Se afirma además que esta mujer maneja siempre en persona un
sedán negro.
LAS CAUSAS
Sin embargoe el más denso misterio rodea aún la investigación. No se ha logrado
esclarecer ni siquiera que el distinguido comerciante don Arturo Puentes tuviera relaciones
de ninguna clase con la Doris, conocida por algunos con el nombre de La Nena. Pero se
sabe que don Arturo compró personalmente en la agencia Zf el automóvil de placa
particular que ahora aparece matriculado a nombre de su presunta asesina. Por esta
circunstancia puede colegirse que existiera alguna deuda, por venta del automóvil, la cual
puede haber sido el móvil de la tragedia que tan conmovida tiene a nuestra cristiana
sociedad.
LA AUTOPSIA
Aunque la diligencia de necropsia no dio los resultados definitivos, sin embargog fueron
remitidas a Bogotá282 las vísceras del difunto para establecer así, sin lugar a dudas, el
cuerpo del delito, y tratar de establecer la cualificación de asesinato que la opinión pública
le ha dado unánimemente.
ES RICA
Una circunstancia que llama especialmente la atención, y que parece descartar como
móvil del asesinato la presunta deuda del automóvil, es la de que Doris de La Fontaine (o
Helena Restrepo o Carmen Bedoya) es una mujer acaudalada, con fama de cumplir

a
P: CRONICA
b
P: número....,
c
P: garage
d
P: solo
e
P: Sinembargo
f
P: Z.
g
P: sinembargo
259

puntualmente sus obligaciones civiles y comerciales. De su propiedad es el suntuoso


edificio de “Le Cabaret de La Fontaine” que Medellín ha visto, con admiración, erigirse en
los últimos meses, obra del profesor Giuseppe, el famoso arquitecto italiano.
¿INOCENTE?a
Para algunos observadores, que vienen siguiendo muy de cerca el asesinato del rico
comerciante don Arturo Puentes, la circunstancia de haber aparecido asesinado, al parecer,
en el carro de la mujer Doris de La Fontaine prueba el interés que el verdadero asesino
tiene en complicarla en este monstruoso crimen, pero en ningún caso puede ser tenido
como prueba de la responsabilidad de esta damisela, cuyos antecedentes no denotan una
peligrosidad que pueda hacer presumir su capacidad para delito tan excepcional como
éste”.b
Hasta aquí la noticia de “El Colombiano”.
Me impresionó de manera singular, tal como si fuera un miembro de familia quien
estuviera en la cárcel. Tal vezc en el fondo de mi endurecida alma de solterón se
removieron los escombros de lo que fue un amor puro, lo cierto es que, de inmediato, tuve
la impresión de que Helena era inocente.
En Medellín no se comentó, por entonces, otra cosa que la muerte del solterón
millonario.
Y, lo que más me dolía a mí, todas estas gentes que ayer no más hablaban
maravillas de Helena, todas la consideraban hoy autora del delito. Cuál le añadía y le
quitaba circunstancias. Yo, sobra decirlo, ni tenía la más remota idea de que existiera
ninguna suerte de relaciones entre mi amigo Arturo Puentes y la que fue mi novia, Helena
Restrepo. Más aún, me parecía inverosímil que se conocieran. Era don Arturo un solterón
mojigato, incapaz siquiera de oír que en su presencia se nombrara una palabra
descompuesta.
El entierro del solterón millonario fue una apoteosis. Colegios, congregaciones pías,
la sociedad entera se movilizó para rendirle el último homenaje de admiración a quien fue,
de veras, un caballero filántropo y un hombre cristiano. La indignación social salía de
madre contra la autora de tan execrable delito. Vox populi, vox Dei, pensé. Con dolor en el
alma tuve que reconocer que era posible el hecho de que Helena fuese la autora del ilícito.
Recordando mis deberes de padrino, me dispuse a enseñarle la doctrina cristiana a
Rodrigo. Le escribí una carta afectuosa, en la cual no le mencionaba a su madre ni para
bien ni para mal. Al Padre Rector de los jesuitasd de Tunja le di cuenta de lo ocurrido para
lo que estimara prudente.
Día a día aumentaba la curiosidad colectiva, medio histérica, por conocer los
pormenores de la investigación. La prensa en Colombia es el vehículo regular por el cual
puede conocerse la reserva de los sumarios. Todos los días hallaban un nuevo indicio
contra Helena: en los papeles del difunto, el nombre de Nena, con que la conocía todo
Medellín, estaba repetido centenares de veces, como si, distraídamente, lo escribiera hasta
la saciedad. En su oficina, entre las muchas copias de escrituras por las cuales se

a
P: INOCENTE?
b
P: este”.
c
P: Talvez
d
P: jesuítas
260

constituían hipotecas a su favor, había aparecido una serie íntegra de letras de cambio
firmadas por Helena, sin fecha y sin anotación de la cantidad líquida por ella debida. El
profesor Giuseppe declaró haber conocido a madame de La Fontaine por presentación que
le hizo don Arturo, en su calidad de apoderado de ella. El examen de las vísceras dio como
resultado envenenamiento indudable. Carlos Montoya, chofer de plaza cuyo cliente fue don
Arturo por muchos años, declaró haberle enseñado a manejar automóvil a Doris por orden
de don Arturo. Rico, el vendedor del solar, declaró haber recibido el pago de este inmueble
de manos de don Arturo, en su calidad de comisionista en propiedad raíz. Las compañeras
de Helena declararon haber existido relaciones por muchos años entre ella y don Arturo.
Por fin se supo, de remate, que Helena en su indagatoria confiesa haber estado con él
paseando en su carro, timoneado por ella misma, ocho horas antes de que la policía hallara
su cadáver en el garaje,a dentro del vehículo. Los médicos conceptuaron que había fallecido
ocho horas antes de ser hallado. La dueña de la casa en que Helena vivía declaró, además, y
así lo confirma la escritura respectiva, que dicha casa, donde Helena habitaba, era de
propiedad de don Arturo y de sus dos hermanas solteras, pro-indiviso.
Por el momento la sociedad y sobre todo la familia de don Arturo, esclarecidísima,
se disgustaron un poco por el curso de la investigación y por las publicaciones de la prensa,
debido a que lanzaban conjeturas e interrogantes contra la vida privada del envenenado, que
había sido tenida siempre como ejemplar. Pero todo eso calmó cuando fue abierto el
testamento: instituía herederas en dos terceras partes a sus hermanas solteras; y la tercera
parte restante la distribuía, por iguales cuotas, entre la sociedad de Sanb Vicente de Paúl, los
Padresc jesuitas,d la Universidad Católica Bolivariana, el templo de Sane X y responsos por
su alma.
De los apuntes espirituales del viejo, que fueron llevados al juicio y aparecieron en
un vespertino de fuera de Medellín, aparecen afirmaciones tan íntimas como ésta:f “Muchas
veces he querido comprar acciones. Pero tiemblo al pensar que las de cine, producen más
pecados y más corrupción que dividendos: esos dividendos son el fruto del pecado; las de
tabaco, son el fruto del vicio; las de cervezas, lo mismo. En realidad parece más honesto
seguir viviendo de modestos arrendamientos”. En estos apuntes espirituales sobresalen,
principalmente, la admiración por la castidad y las grandes tentaciones que por esta virtud
le tocó afrontar al buen señor. Pero a veces pide perdón a Dios por no haber abrazado la
carrera eclesiástica o el matrimonio, diciendo que en realidad tiene la impresión de que la
soltería no es estado, si no se trata ya de excepcionales casos de santidad.
Un defensor famoso se hizo cargo del negocio de Helena o Doris de La Fontaine.
Vino a mí para pedirme que declarara sobre la certeza moral que yo tenía de que mujer tan
distinguida no podía haber cometido tan atroz y abominable delito. Así lo juré,
manifestando que éramos compadres, por si esto es de lo que los abogados llaman

a
P: garage
b
P: san
c
P: padres
d
P: jesuítas
e
P: san
f
P: esta:
261

generales de la ley. Lo que sí me callé fue que muchas veces hubiera estado enamorado de
ella, lo cual tal veza podría constituirb el fenómeno de amistad íntima.

a
P: talvez
b
P: constituír
262

CAP. XXX ◊LA HERMANA SAN ILDEFONSO◊

En los primeros días de prisión preventiva en la cárcel del Buen Pastor, Helena
estuvo taciturna. Cuando algo hablaba era sóloa para ponderar su inocencia y para encarecer
el cariño purísimo que la unía, desde años atrás, con don Arturo. Sus compañeras de prisión
se mofaban de que una mujer pública, de reconocida avilantez,283 estuviera hablando de
amores puros. Y llegaban al colmo de la burla cuando, tratando de consolarla, Helena
respondía que sus lloros eran por la muerte de su bienhechor y no por verse presa.
Afirmaba que la justicia humana vive a caza de pobres mujeres, de hombres sencillos, de
gente humilde, para encubrir los actos cobardes y sanguinarios de los grandes.
Pero no era Helena ni la sombra de aquella niña rebelde y altiva que había estado un
par de días en la Escuela Tutelar del Departamento, bajo el cuidado de las mismas
religiosas. Por el contrario era una reclusa melancólica y sumisa. Su abogado le había
aconsejado observar buena conducta en el penal, afirmando que ello podría ser útil aun para
la defensa.
La única emoción que tuvo fue encontrarse con la niña Graciela, convertida ya en
religiosa profesa, de las de hábito blanco, coro y clausura, con el nombre de madreb María
de San Ildefonso. Con la misma dulzura de aquellos años en que Helena sirvió en casa de
Roquec Alfaro, la madred San Ildefonso tuvo largos ratos de charla espiritual con esta
sindicada de asesinato. Como si el alma purísima de una monja, encarcelada por amor a
Dios, y el alma depravada de una prostituta encarcelada por homicidio cualificado fueran
iguales, pronto fueron realmente amigas la madre y la detenida. En la clausura lograron la
amistad que no fue posible en la casa de Roque, que era la casa de ambas, por las
diferencias sociales insalvables. Ahora la monja ya no tenía vanidad alguna de clase. La
virginidad de la religiosa era ya virtud y no vanagloria, como en el mundo. La penitencia y
el renunciamiento a sí misma habíanle dado la naturalidad del amor al prójimo, mayor amor
cuanto más desgraciado fuese este.
Helena se sintió estimulada, confortada con esta amistad. Eso de que en las calles
toda mujer decente volviera los ojos iracunda cada vez que la veía, constituía para su alma
de mujer uno de los latigazos más aviesos284 de su mala ventura. Quién más dama que esta
monjita, santa desde sus años mozos como a ella le constaba: y sin embargoe como la
amistad afloraba espontánea entre sus almas.

a
P: solo
b
P: Madre
c
P: Raquel. Con base en los referentes anteriores de la historia de la novela, no existe el personaje de Raquel
Alfaro, sino el nombre de Roque Alfaro, por esto se realiza el cambio, por considerarse un error de edición.
d
P: Madre
e
P: sinembargo
263

Para Helena tenía además la madre de Sana Ildefonso un atractivo irresistible —que
tardó mucho en decírselo— y era la fraternal semejanza entre éstab y su hermano Rodrigo,
el que había representado, a través de todos sus peregrinajes de angustia, su único gancho
de unión con el ideal. Rodrigo, el que —por fuerza del subconsciente mío— había dado el
nombre a su hijo.
Helena creyó que esta amistad perecería el día en que la madre San Ildefonso
supiera que ella llevaba consigo, aun en su prisión, el retrato de Rodrigo, causa de que la
hubieran despedido de la casa de Roque, sin lo cual tal vezc su vida sería todo lo contrario
de lo que desgraciadamente resultó ser. Pero tan íntima fue la amistad trabada entre estas
dos almas dispares, que un mes después de presa le mostró a la madre San Ildefonso el
retrato de Rodrigo. También le mostró el de Rodrigo Restrepo, muchacho de doce años,
que estudiaba en el colegio Ortiz de Tunja.
La Madred tuvo una sincera emoción a la vista de un retrato viejo, casi de infancia,
al cual ni siquiera recordaba. Como tampoco recordaba el incidente del robo de este retrato.
En el fondo quizás sí hubo un choque en el alma pura de la religiosa al pensar que su
hermano sacerdote reposaba en efigie en el baúl de una ramera. Pero la caridad suavizó más
aún su semblante. Se sintió humillada e inclusive pensó en que algo así como una santa
imagen había sido mil veces profanada, tal veze expuesta en lugares de pecado, y un
sacerdote tal vezf calumniado. La madreg San Ildefonso tomó el retrato con ambas manos,
lo contempló largamente, y se lo acercó a los labios, pero no lo besó. De sus ojos claros,
por fuerza de las emociones encontradas que la embargaban, salieron dos hilos muy
delgados de lloro. Cuando la madreh San Ildefonso cuenta esta escena, afirma que es la más
dura de su vida religiosa. Porque no estaba bien que ella tuviera afectos según la carne, así
fueran tan nobles y puros como el de la familia, pero como la carne es flaca, le parecía
imposible soportar que una mala mujer tuviera el retrato de su hermano sacerdote, cuando
ella, por las costumbres de su comunidad, no podía tenerlo. Por fin hizo el sacrificio de
dejárselo a Helena, sin el menor reproche que pudiera humillarla, ofreciéndolo por la
salvación del alma de esta mala mujer.
La madre San Ildefonso quiso un día hacer algo más positivo por la salvación del
alma de esta meretriz asesina. Le preguntó si llevaba el santo escapulario:285
—Siempre lo llevé, recordando que quien muere con él salva su alma. Pero cuando
llegué a la primera casa mala, la patrona me dijo que me tenía que quitar ese trapo. Desde
entonces, por fortuna, un amigo me regaló esta medalla de oro, escapularia, que tiene los
mismos méritos, y la he cargado siempre.
—¿Yi usted la cargaba siempre por fuera de la ropa, como ahora? En realidad si se
lleva con devoción tiene los mismos méritos del santo escapulario. Pero es tan bella esa

a
P: san
b
P: esta
c
P: talvez
d
P: madre
e
P: talvez
f
P: talvez
g
P: Madre
h
P: Madre
i
P: —Y
264

medalla de oro que mucho temo que se lleve por ostentación y no por piedad. Dígame, ¿laa
llevaba como adorno exterior de su persona o como íntima devoción?
—En realidad no la llevaba ni por fuera ni por dentro. El largo de la cadena me daba
siempre la medida del escote.
La madreb San Ildefonso vio aún los ímpetus perversos en el alma de esta presa
sumisa. Resolvió encarecerle más aún a Dios, en sus oraciones, la conversión de esta alma,
y aun tuvo aflicciones espirituales pensando en que tal vezc catorce años atrás había tenido
oportunidad de encauzarla bien, y por omisiones suyas se había perdido.

a
P: la
b
P: madre
c
P: talvez
265

CAP. XXXI ◊¡LAa IMPENITENTE!◊

Hablando estaban la madreb San Ildefonso y Helena en un rincón del patio de


detenidas. Helena era reputada en la prisión como la predilecta de esta monja bondadosa, y
se la miraba con envidia por muchas de las reclusas. Le narraba la Madre cómo un mes
antes había sido elevado a la dignidad de presbítero su hermano Rodrigo en Bogotá. La
religiosa ansiaba volver a verlo, y tendría esa dicha cuando viniera a cantar la primera misa.
Luegoc tenía que regresar a la Universidad Javeriana, facultad de ciencias eclesiásticas,
donde estudiaría aún un año más para coronar sus estudios teológicos y doctorarse. Sólod
entonces podría saberse si lo destinaban a Medellín o a otra de las residencias de Colombia,
o a China, como había sido su ambición de toda la vida. Pero aún le quedaba faltando
después de esto un nuevo año de pruebas, que se llama la tercera probación. Y sólo después
sería llamado a su profesión solemne.
La Madre Superiora envió a llamar a Helena. Fue ésta,e presurosa y temerosa.
—Por orden del señor Juez, usted queda libre incondicionalmente. Ha dictado
sobreseimiento286 definitivo. Su defensor la espera en la puerta. Puede salir, y cuando usted
quiera irse, puede hacerlo.
El primer movimiento de su alma fue de una inmensa gratitud para con su abogado.
En la portería del convento, sin que nadie pudiera atajarla, lo colmó de besos.
Salieron a saludar al juez y a dar una vuelta por la ciudad. En el juzgado pudo
Helena ver por sus propios ojos la prueba plena de su inocencia: una carta de don Arturo
Puentes, en la cual afirmaba sin lugar a dudas que había decidido suicidarse por considerar
que su vida a nadie le servía, ni a Dios ni al diablo, sino para atormentarlo a él mismo...f
Por la noche, Helena regresó a la cárcel. Pidió permiso a la Madre Superiora para
hablar con la madreg San Ildefonso, y le fue concedido. Las religiosas, con sincera amistad,
se regocijaron de su libertad y, sobre todo, de que su inocencia hubiera quedado
resplandeciente.
—Madre, me pasa una cosa muy rara. Ya pagué al abogado, ya estoy libre, pero
estuve en la calle y me aburro más que en la cárcel. Todos vuelven a mirarme con
curiosidad. Todo me vuelve a llamar a la vida. Una casa mala se está construyendo por mi
cuenta. Yo me veo libre y no creo. Pero le aseguro que si esta vez apareció mi inocencia,

a
P: LA
b
P: Madre
c
P: Luégo
d
P: Solo
e
P: esta
f
P: mismo....
g
P: madre
266

tarde o temprano vendré aquí, condenada quién sabe por qué crímenes. En la calle yo no
soy sino una mujer mala, no tengo más que hacer...a
—Entonces, ¿porb qué no te quedas aquí con nosotras? Yo hablaré con nuestra
Madre y podrás entrar en la clase de las penitentes.
—Pero, Madre, es que yo no me siento tampoco con alientos para seguir pagando
cárcel. Yo ya sé lo dura que es la vida aquí y pienso en mi cama blanda con somier,287 c en
mi baño tibio, en eso de quedarme en la cama hasta la hora que me provoque...d
—¿Por qué no haces el esfuerzo, Helena, de vivir sin ofender a Dios? En el fondo lo
único que te atrae a tie de la cárcel misma, es la dignidad de la vida. Casi que prefieres la
cárcel llena de incomodidades y miserias como desgraciadamente la tiene el gobierno, a tu
vida muelle y rica, solamente porque esa vida no es digna. Aquí podemos invitarte, pero no
forzarte a la penitencia. Si quieres gozar de tu libertad, ¿por qué, en el mundo, no procedes
en adelante como una persona buena, sabiendo que Dios olvida todos los antiguos pecados?
Tendrás una gran paz en el alma. Dedícate al bordado, a la costura, a la lectura útil y
piadosa, y verás cómo Dios no se esconde: lo encontrarás sin dificultad, y te llenará de
consolaciones.
—Madre. Usted dice que Dios olvida todos los pecados, pero la sociedad no los
olvida. Yo seguiré siendo para todo Medellín la Nena o Doris de La Fontaine. Despreciada
por todas las mujeres y amada por todos los hombres. En eso pasa lo que con la quebrada
de Santa Elena. Hay una fuerza invencible que la hace avanzar más y más hacia el abismo,
desde que nace. Es la fuerza de la gravedad por una parte. Pero también es el peso de cada
gota de agua; de cada molécula de agua que queda atrás. Así es la vida pasada. Mientras
uno esté dentro de la sociedad, o fuera de ella pero sujeto a la sociedad como lo estamos las
mujeres públicas, tenemos que marchar de grado o por fuerza. La sociedad dice que nos
rechaza porque somos indignas de ella. En el fondo lo que hace es señalarnos un sitio
dentro de la sociedad misma, porque considera que las prostitutas somos un servicio
público, una necesidad pública, como las alcantarillas, como la quebrada de Santa Elena.
Hoy la he vuelto a ver y la están cubriendo. Eso es lo que hacen conmigo. Me cubren. Unas
veces me envían a la casa de lenocinio, otras a la cárcel. Pero dondequiera que estemos las
mujeres malas, somos mujeres malas. Perdóneme la comparación, con esta vida ocurre lo
mismo que con el sacerdocio: imprime carácter.
—De todo eso lo único que saco en claro, Helena, es que tu no quieres ser mala,
pero no encuentras, en el mundo, donde ser buena. Y no quieres ser penitente, porque no te
sientes llamada a una vida de perfección. Quisieras ser una buena cristiana, como
cualquiera buena cristiana lo es en el mundo. Pero no hallas el sitio apropiado para serlo.
Voy a darte un consejo. Abandona a Medellín, donde tienes tantas amistades que te incitan
al mal, y vete por donde nadie sepa quién eres tú. Tienes dinero para vivir. Puedes juntarte
con tu hijo, y formar con él un hogar modelo. No abandones las prácticas de piedad y
dedícate a formarle un buen corazón.

a
P: hacer....
b
P: por
c
P: somié
d
P: provoque....
e
P: tí
267

—Sí, Madre. Vuestra Caridad ha dicho la última palabra. Me voy al campo, de


donde vine. Allí volveré a encontrar, ya que no la juventud pura que se fue para no volver,
al menos la paz del alma y el olvido de los hombres. Le enseñaré a Rodrigo lo que vale la
montaña, a la que miro yo como pudiéramos ver el Paraíso Terrenal, desde una ciudad
amarga. Cultivaremos rosas y leeremos versos.
Al otro día, muy de mañana, Helena salió del Buen Pastor.
Anduvo por la carrera de Mon y Velarde288 hasta Pichincha.289 Un niño le llevaba la
maleta.
Volvió por la misma carrera hacia Bomboná.290 Miró repetidas veces al oriente, a su
montaña nativa. Luegoa al norte, residencia de sus pecados y al occidente, barrio de
maldad.
Desorientada, indecisa, medrosa, Medellín estaba para ella cercada de alambradas
punzantes, para los demás invisibles, palpables para ella.
¿Qué camino tomar?
¿Dónde recomenzar la vida?
¿Dónde poder ser buena?
Helena meditaba y meditaba, como tantas veces, y sólob hallaba un sitio en donde
seguramente tendría acogida: el lupanar.
Repasando tantos conocidos, tantos amigos, tantos que con ella habían pecado,
tantos hogares a los cuales, años atrás, había servido; tantos otros hogares que, luego,c
habían sido destrozados por ella, sin más aliciente que unos cuantos pesos, sin amor ya y
sin esperanza, vagaba, deambulaba como una sonámbula por estas calles de Dios y del
diablo, triste porque había salido de la cárcel, melancólica porque era rica, desengañada
porque era...d mala.
¿Mala?
¿Mala una mujer a quien la sociedad había calumniado, había encarcelado por el
asesinato de un suicida? El juez ni le pidió excusas por esta equivocación, sino que aceptó
los agradecimientos que esta sencilla mujer hermosa le ofrecía. ¿Mala una mujer que
siempre buscó el amor, que siempre dio el amor, pero que jamás recibió amor de nadie? Sí.
Mala. La sociedad es la buena.
Así la encontré al frente de mi oficina, con su maleta al lado, llorosa, vestida de
negro, con una cachirula de beata que le velaba casi del todo el rostro para no ser conocida.
—¡Comadre!, fuee la palabra emocionada que me salió por todo saludo.
—Doctor. Aquí me tiene.
—Helena, acabo de enterarme por la prensa de tu libertad. Fue una suerte que al fin
se hubiera conmovido la conciencia de esas solteronas y hubieran entregado al juez la carta
del suicida.
—Pero yo me siento como una viuda desamparada con la muerte de don Arturo. Ya
todo Medellín lo sabe. Ya no puedo ni seguir guardándole el secreto, el gran secreto del

a
P: Luégo
b
P: solo
c
P: luégo,
d
P: era....
e
P: —Comadre! fue
268

pobrecito. Como para despedirse de mí me dijo las únicas palabras de amor que le oí en
quince años largos de verlo casi todos los días. Y de quererlo, porque yo lo quise. Era un
hombre tan bueno. Debió ser un acto de locura. Vea usted que vivir bien cincuenta años, y
después envenenarse. A mí me pareció raro que me pidiera mi carro dizque para un viaje
largo, muy largo, relacionado con el Cabaret. Me pareció raro porque todos sus negocios
me los contaba y de este no me contó nada. Tal veza estaba pensando en darle cuenta a Dios
de ese negocio...
Entramos. Helena admitió sentarse en una poltrona antigua y allí permaneció cerca
de dos horas sin despegar los labios.
Cuando yo le hablaba, movía la cabeza en ademán de negación.
Por fin se levantó y salió sin despedirse, por la escala, desde el quinto piso. Noté
que no deseaba ver ni al ascensorista.
Desde el balcón la seguí con la mirada, temeroso de que el contagio del suicidio la
poseyera, y en el momento menos pensado se arrojara a las ruedas de un automóvil. Pero el
bulto negro que hacía una sombra, ya encorvada, sobre el asfalto, desapareció lentamente
entre los viandantes. Ya ni se distinguían. Su maleta había quedado en mi oficina. Tal vezb
volvería.
Y volvió, efectivamente, dos horas después. Yo temía su regreso, por considerar que
estaba loca. ¡Buenc cambio, de la cárcel al frenocomio!
Ahora ya no me quedó duda.
Helena, que una vez había transformado su estampa siempre bella de morena en
rubia incitante, se me aparece bien envuelta en su cachirula. Al verme se descubre la
cabeza, otrora rubia sortija de ensueños imposibles, y allá en su infancia, doble trenza con
bucle sobre la frente: estaba rapada a barbera.291 Una risa de locura floreció en su rostro sin
adorno: los dientes, esos dientes parejos y firmes y esmaltados como otros tantos marfiles
del oriente, habían caído todos. ¿Quién sería el dentista, quién sería el peluquero infame
que tamañas lesiones habían hecho en su rostro aún joven y pleno? ¿Dónde habrían caído
aquellos cabellos incomparables, color de pan? ¿Quién pudiera, como los indios, ensartar
esos dientes para llevar al pecho el mejor de los collares?
Pero Helena estaba, además, descalza. Sus blancos pies, sus delicadas uñas sí
conservaban aún el brillo y la hermosura, tal vezd aumentados, de los días en que yo la amé
locamente.
Y, en lugar del perfume sensual que otra vez sentí, Helena olía nuevamente a
virginidad.
Sus ojos tenían un reflejo de cielo, de ese cielo límpido que queda cuando ya ha
llovido tanto que no queda qué llover.
No pude verle, sí, la mano que un día le pedí a Marco Antonio y él me negó.
Jugueteando, aún graciosamente, con su pequeño manto negro, supo esconderla.
¿Marcoe Antonio?

a
P: Talvez
b
P: Talvez
c
P: Buen
d
P: talvez
e
P: Marco
269

En él estaba pensando también Helena, porque me dijo:


—¿Creea usted, doctor, que así sí me recibirá mi papá?
—Creo, Helena, que llorará de alegría cuando llegues.

a
P: —Cree
270

CAP. XXXII ◊ABANDONADA DEL DIABLO◊

Había ido Helena a Santa Elena, a la vieja casita del alto. Allí había encontrado
sóloa a la mujer que un día huyó con Marco Antonio, su padre. Temerosa de que Helena
fuese a reclamar la herencia, ese rancho caído con dos fanegadas de tierra sin capa vegetal,
tan pronto como pudo reconocerla detrás de su rostro desdentado y su calva cabeza, le dijo
desafiante:
—Pues aquí no entra usted. Si nos tenemos que dar cuchillo, nos damos.
¡Sinvergüenza!b Usted fue la que mató de la pena moral a Marco Antonio y ahora viene a
quitarle a su hermanito menor el único rancho que le dejó su viejo. Los otros hermanos, que
pudieran tener derecho, nada han dicho.
Helena había llegado tarde esta vez. Poco después en el vecindario, la vieja Jacobita
Lopera le contó que la agonía de Marco había pasado llamándola: “Helena,c Helenita. Ven
que yo no te voy a pegar con este bastón. Todo era por charlar. Tráeme tu chiquito para que
juegue con el que vamos a tener aquí mi mujer y yo...”d Murió, efectivamente, y a los dos
meses nació un niño a su compañera. Las malas lenguas dicen que no es de Marco Antonio.
Lo cierto es que la muchacha vive ya con otro en la casa que fue de ellos...e
Desde la montaña veía a Medellín con asco. Ciudad del lucro y del lujo, del pecado
y de la hipocresía, de la riqueza y de la ignorancia, del mérito sin estímulo y de la injusticia
social.
Ella era una víctima de Medellín.
Como ella habíanf miles y miles...g
Todas con la misma historia simple...h Habían caído por amor, o por temor
reverencial, o por otros temores...i siempre por indigencia. Las ricas en lugar de caer se
encumbraban más el día en que perdían la virginidad...j y no tenían hijos...k Se aseguraban
un viaje al exterior. O se hacían tratar de un médico que les llamase el aborto. ¿De quién
serían los huérfanos de los orfanatos? ¿De quién tantosl niños expósitos? ¿Dónde, en qué
país lejano, estarían los demás hijos? Si es que eran tan bisoñas todavía de tenerlos...m

a
P: solo
b
P: Sinvergüenza!
c
P: ‘Helena,
d
P: yo....”
e
P: ellos....
f
P: había
g
P: miles....
h
P: simple....
i
P: temores....
j
P: virginidad....
k
P: hijos....
l
P: tántos
m
P: tenerlos....
271

En el crucero de Ayacucho292 con Nariño hizo detener el camión, tomó aire,


atravesó el barrio rico de La Macarena que ella había conocido como mangas cuando la
tuvieron allí, en la Tutelar y cuando trabajó allá al frente, en la fábrica. Cruzó por una de
estas callejuelas y llegó a La Toma, a la vieja casa grande que primero explotó doña
Soledad con ella y después doña Ascensión con su niño. Allí habían de estar una cama
suya, la camacuna de Rodrigo y algunos muebles más. ¡Mentira!a Caras extrañas por
doquier, y al fondo, cerca de la cocina, al frente de su antiguo cuarto, el mostrador de la
cantina. También esto era ya un lenocinio. Pero en alguna parte había ella de refugiarse, en
algún cuarto se podría encerrar siquiera a llorar a solas.
—¿Tienen un cuarto para alquilarme?
—Sí hay —contestó una gordísima dueña— pero este es un burdel.
—Este es un burdel y yo soy una mujer pública. Vengo a tomar un cuarto en
arrendamiento.
—No, niña, no sea ingenua. Usted ya no se levanta la vida. Le pasa lo que a mí. Si
fuera a vivir de mi cuerpo ya no levantaba ni cinco. Por fortuna tengo un amigo rico que
explota el negocio en compañía. O si no estaría pidiendo limosna. Usted se ve que no es
vieja, pero sí está ya muy fea. Déjese crecer el pelo, póngase una caja de dientes293 bien
buena —de esas que ponen ahora—, píntese bien, cálcese, vístase de alguna sedita decente,
y vuelva para que hablemos. Pero así es imposible. Sería el descrédito del establecimiento.
Todos los días los hombres son más exigentes.
—Voy a buscar, entonces, posada en otra parte, contestó Helena humildemente. (En
la cárcel, al lado de las religiosas, había aprendido las excelencias casi divinas de la
humildad).
Volvió a la calle. Ya no era su casa sola la que la arrojaba. Ni las casas en que
servía. Ni la fábrica. Ni el café. Eran también la cárcel y el prostíbulo mismo los que la
rechazaban. Era la ciudad de Medellín, con tantos habitantes, la que no tenía un sitio para
ella. Como la madreb San Ildefonso le había dicho, su solución era irse al campo, regresar
al campo. Allá había ido y el campo también la expelía. ¿Dónde, pues, ni cómo esta mujer
podía vivir? El horrible pensamiento del suicidio volvió a torturarla, como antes de nacer
Rodrigo. Ahora más acentuado con la evidencia, que ella había sospechado
silenciosamente, de que su grande amigo don Arturo Puentes había sido un suicida...c lo
que llaman un cobarde.
Era rica, ciertamente. Pero más rico era don Arturo. Y a ella su única riqueza, —una
construcción paralizada por falta de dineros y de quién la activara— le parecía que no era
suya. Eso, en justicia y ley de Dios, era de los herederos de don Arturo. De esas hermanas
suyas santurronas y solteronas, y de esos templos y esos colegios y esas comunidades
religiosas y esas familias vergonzantes. No podía ella robarse eso. Había sido mala, la
habían creído asesina, pero nadie la había tenido jamás por ladrona. Ya los dineros que
tenía en efectivo, íntegros, los había entregado a su abogado, y había tenido que encimarle
el sedán negro en el cual se encontró el cadáver de don Arturo. Lo que por agua viene por

a
P: Mentira!
b
P: Madre
c
P: suicida....
272

agua se va...294 a El mismo don Arturo había tenido culpa de que recayeran sospechas sobre
ella. Pero no. ¿Para qué profanar la memoria de su bienhechor? La culpa era de esas
solteronas que habían ocultado tantos meses la carta del suicida. Si su abogado no las
amenaza con acusarlas de ser las autoras de este crimen, con el móvil de heredar, no
entregan al juez la prueba...b
Andando, andando desolada, cubierto el rostro para no ser reconocida por nadie, el
caliente asfalto en sus plantas ya habituadas por largos años al zapato, vuelve al Convento
del Buen Pastor, toca la campanilla, sale la tornera y llama a la madrec San Ildefonso.
Horror sintió la buena monja al ver en esta figura a la que ayer no más era centro de
envidia para las mujeres y de concupiscencia para los varones.
—¡Helena!d ¿Quée te pasó?
—Casi que no accede el dentista a echarme abajo los dientes. Que hasta lo podían
encausar. La cabeza me la motilé yo misma, y un peluquero de Guayaquil, vecino del
dentista, me la afeitó.
—¿Y para qué hiciste eso? ¿Y por qué estás descalza y con esa hilacha de vestido?
Esta mañana no más saliste de aquí perfecta.
—Si así de fea hubiera sido siempre, tal vezf nada me habría pasado. Voy a ver si
así me defiendo en el mundo.
—Helena, ¿has hecho todo eso por penitencia?
—No, reverenda Madre, no he pensado siquiera en la penitencia.
—Es un acto de humildad que si lo has hecho por Dios resulta heroico, sublime.
Ojalá yo pudiera hacer la mitad. Nosotras también nos recortamos el cabello y nos lo
cubrimos, pero es duro. Ahora raparse y quedarse sin toca, en la calle. ¡Yg un pelo como el
tuyo! ¿Por qué hiciste todo esto? ¿Por deseo de ser buena?
—Sí, suh Caridad. No lo hice por buena. Lo hice por simple deseo de ser buena.
Pero ni aun así se puede.
—Mira, hija mía, la mujer que ha hecho este acto de penitencia heroica ha ganado
más cielo que las más perfectas religiosas tal vezi en una larga vida de penitencia. Dios te
está llamando a gritos a la vida perfecta, como llamó a María Magdalena, que era más
pecadora que tú. ¿Por qué no te quedas con nosotras? ¿Por qué no me dejas llamar a nuestra
Madre para que vea tu arrepentimiento y te reciba entre las penitentes?
—No, Madre,j no haga tal cosa. ¿Cree su Caridadk que en una casa tan santa como
esta van a recibir a la que echaron de su casa porque, de niña, se robó un retrato; a la que
echaron de todas las familias donde serví, por altanera; a la que echaron de donde William

a
P: va....
b
P: prueba....
c
P: Madre
d
P: —Helena!
e
P: Qué
f
P: talvez
g
P: Y
h
P: Su
i
P: talvez
j
P: madre
k
P: caridad
273

porque ese señor la había perdido; a la que encerraron en un calabozo en la Tutelar, porque
era insufrible; a la que echaron de la fábrica, porque era un escándalo para las obreras; a la
que nadie recibió en ninguna parte porque iba a tener un hijo o porque tenía un recién
nacido; a la que echaron de un café, por borracha; a la que acaban de echar de un
prostíbulo, por fea? ¿A una desgraciada que hasta de la casa la echaron por mala; y de la
cárcel la echaron por inocente? ¿Van a hacerse a una carga de estas cuando para recibir a
una virgen de la buena sociedad exigen dote? No, madrea San Ildefonso, no llame a nuestra
Madre para que me rechace otra vez. Yo ya no soy capaz de más humillaciones. Es
imposible que la que no encuentra cabida ya ni en las casas malas, vaya a tenerla en un
convento. Estaba pensando ahora que Medellín me manda para el campo; y el campo me
manda para Medellín. Soy como un balón a quien todos le dan la patada, y el que ponga su
mano sobre mí tiene castigo. Hasta el demonio se cansó ya conmigo. ¿Qué voy a poder
ofrecerle a mi Dios cuando ya me acabé en los vicios y en los pecados?
Mientras estos desahogos de un alma en trance desesperado salían de los ardientes
labios de Helena, que a su tiempo supieron declinar las voces del amor, la Madre Superiora,
que actuaba como escucha, tras el torno, dejó ver su cara entocada, y díjole:
—Hija mía. Tú eres una ovejita descarriada del aprisco del Buen Pastor. Sabes que
hay mayor alegría en esta casa cuando vuelve una que cuando las noventa y nueve
permanecen en el aprisco. Si en el mundo dicen vulgarmente que “la hija buena vuelve a
casa aunque sea preñada”,295 mucho más a la majada del Buen Pastor, que es más bueno
que todos los padres del mundo. Hija mía. Entra en esta casa. Vamos a abrirte la puerta.
Ojalá nunca vuelva a abrirse para darte salida. Formarás parte de la clase de las penitentes
en que muchas como tú han llegado a tal grado de perfección que dan envidia a las más
santas religiosas. Y si Dios te llama a la vida de perfección, entonces más tarde pedirás
ingreso en la comunidad de las Magdalenas, y serás una religiosa de pleno derecho, tan
religiosa como nosotras, con la regla de Santa Teresa y con el hábito del Carmen... b
Helena entró así en el patio de las arrepentidas.

a
P: Madre
b
P: Carmen....
274

CAP. XXXIII ◊RODRIGO ALFARO◊

Sin embargoa los negocios del mundo fueron a perturbarla aún en su retiro.
El abogado que adelantaba el juicio sucesorio de don Arturo Puentes la visitó. Le
dijo que en poder suyo estaban numerosas letras de cambio firmadas por ella, sin cantidad
ni fecha, a favor de Arturo Puentes, el de cuius. Si él no fuese un profesional escrupuloso
podría con ellas, llenando arbitrariamente el sitio destinado a las cifras, ejecutarla y rematar
a la postre todos sus bienes. Pero él era, ante todo, un abogado honesto, que prefería un
arreglo amigable. Quería saber cuánto consideraba ella deber a don Arturo.
—Todo lo que tengo es de él, dijo Helena. Simplemente me lo dio a guardar.
Solamente tengo algo que no es de don Arturo: un hijo, que está en Tunja, requinterno, sin
que se haya podido volver a cubrir la pensión de él. Ese niño tiene quince pesos que le dio
su padrino al nacer, y no más. Sáqueme esos quince pesos, y llévese todo lo demás.
—Eso se dice muy fácilmente, señora —repuso el abogado— pero en la práctica
ofrece grandes dificultades. No pretendemos extorsionarla, ni mucho menos abusar del
estado de abatimiento y depresión en que usted se halla, porque esto se volvería contra
nosotros, ya que más tarde usted misma podría anular lo hecho, pretextando su actual
estado. Se trata no de quitarle los bienes que le pertenecen, y que en justicia corresponden a
su hijo, sino de tratar de arreglar una deuda que usted tiene con don Arturo. Partiendo, por
ejemplo, del hecho de que la casa en construcción en el norte de la ciudad es suya, como
consta en escrituras públicas, nosotros no le podemos quitar, ni usted nos puede regalar, ni
nosotros le podemos recibir esa casa. A lo que sí tiene derecho la sucesión es a que usted le
pague lo que le debía a don Arturo, es decir lo que él le prestó para comprar el solar o para
construirb la casa.
—Todo era de él.
—No me hago entender, señora. Cuando usted compró ese lote, valió doce mil
pesos. Suponiendo que don Arturo se los hubiera prestado, usted le debe esos doce mil
pesos, con los intereses que hubieran convenido. Pero si, como ocurre en realidad, el solo
lote vale hoy más del doble, toda esta utilidad es suya, y nosotros no se la podemos quitar.
Exactamente lo mismo ocurre con la construcción. Según los apuntes se han gastado en lo
que va construidoc cerca de quince mil pesos. Con todo hay clientes interesados en comprar
la obra, tal como está, y ofrecen cuarenta mil. Usted pagaría los intereses y el capital, y lo
demás sería suyo. Algo más de doce mil pesos. Eld resto entraría en la herencia para las
hermanas de don Arturo, su alma, y las mejores obras sociales de Medellín.

a
P: Sinembargo
b
P: construír
c
P: construído
d
P: pesos El
275

—¿Usteda cree que yo quedo tranquila en conciencia con esto?


—Se lo garantizo bajo la fe de mi profesión y del juramento que presté al
graduarme.
—Déjemelo consultar con mi confesor, y vuelva.

______________________

Su confesor. ¿Sabenb ustedes quién era el confesor de Helena, y de muchas más de


las arrepentidas, en esta época?
Su confesor era el todo para Helena. El vínculo entre el abismo de su maldad y el
trono de Dios. Su consuelo en las amarguras sin tasa que la poseían. El que había ido
labrando esa áspera roca de su alma, para tallar en ella la imagen de Dios, borrada por
tantos años. Ese era un amigo. Ese era otro Cristo. El dedo de Dios señalándole, a cada
paso, el camino.
Para aprovechar la cercanía del convento con el Colegio de la Compañía de Jesús,
uno de los confesores ordinarios de la comunidad y de las distintas clases era el hermano de
la madre Sanc Ildefonso, recién destinado a Medellín: el padre Rodrigo Alfaro, S. J. Joven,
serio, de una profunda vida interior, lleno del espíritu de San Ignacio: sano, sabio y
santo,296 según las tres eses que los jesuitasd exigen para obtener el grado de profeso de
cuatro votos. Quién sabe si a él le tocaría este grado o el más humilde de coadjutor
espiritual. De todos modos aceptaría, llegada la hora, el grado que le viniese, sin apelación
ni amargura, conforme a su santa promesa hecha desde los primeros votos simples y
perpetuos, en 1933.
Este reverendo padree Rodrigo Alfaro era aquel cuyo retrato aún conservaba Helena
en su baúl de penitente...f

a
P: —Usted
b
P: Saben
c
P: san
d
P: jesuítas
e
P: Padre
f
P: penitente....
276

CAP. XXXIV ◊EL MAR◊

Celebróse la transacción conforme a lo convenido. Helena tuvo que salir a firmar en


una notaría. Tuvo que hacerse retratar para obtener la cédula de identidad, sin la cual no le
daban el certificado de paz y salvo. Las hermanas de don Arturo resolvieron convertir en
mansión para su vivienda lo que iba a ser el “Cabaret de La Fontaine”, y hoy es una de las
más elegantes residencias del barrio del Prado, donde aún vive una de estas ancianas, y
donde la otra murió.
Recibió Helena algo más de doce mil pesos en un cheque. Por consejo de su
confesor, entrególos a la sección fiduciaria de un banco, con destino a la educación de
Rodrigo, hasta que llegara a la mayor edad. Los jesuitas,a por su parte, se harían cargo de su
instrucción, mientras ella no les revocara esta orden. Por lo pronto bien estaba allí en el
Colegio Ortiz de Tunja, donde cursaba cuarto año de bachillerato.
El día 24 de septiembre de 1946 fue recibida Helena en la comunidad de las
Magdalenas, en calidad de postulanta.
Poco a poco el rumor de que esta famosa pecadora, esta inquietante sindicada, era
ejemplar en la penitencia, se fue extendiendo por Medellín. El hastío, decían los incrédulos.
La gracia de Dios, pensaban los cristianos. Las visitas que iban al convento, hombres y
mujeres, preguntaban indefectiblemente por ella, y oían que las monjas respondían siempre
con sencillez que iba muy bien, pero el mismo semblante de las religiosas se iluminaba de
admiración. Así fue extendiéndose por la ciudad esa fama que todos oímos, y que a mí me
conmovió bastante, de que Helena era una verdadera santa...b
Por carta del superior de los jesuitasc en Tunja supe que Rodrigo aspiraba
vehementemente, desde años atrás, a ingresar en la Compañía. Había tenido la orden ciertos
reparos, a pesar de las excelencias del aspirante, por la ilicitud de su origen. Pero en vista
de que ya no era el hijo de una...d sino el hijo de una monja, accedían a recibirlo como
hermano coadjutor, que tal era su voluntad, a pesar de sus aptitudes para escolar...297 e
Como yo estaba nombrado curador, solicitaban el permiso. Regocijadamente se lo di.
El padref Rodrigo, mi amigo desde que él era niño, ha guardado siempre gran
reserva cuando le hablo de Helena, como compete a su calidad de confesor. Sin embargog
desde el primer momento no oculta su admiración por esa que, dice, es un alma volcánica,
y ahora, es un volcán del amor divino.

a
P: jesuítas
b
P: santa....
c
P: jesuítas
d
P: una....
e
P: escolar....
f
P: Padre
g
P: Sinembargo
277

Me cuenta que Helena pasa largas horas ante el sagrario, inmóvil, en actitud que
poco dista del éxtasis.
Que la atormenta solamente pensar en que sus pobres compañeras de infortunio no
conocen las consolaciones de Dios, el único amigo capaz de colmar el vacío inmenso del
alma de una mujer caída.
Sobre la vida de las Magdalenas me dice el padrea Rodrigo que no tienen entre sí
superiora alguna. Todas son iguales. La maestra de novicias es una monja del Buen Pastor.
La jerarquía es toda de esa comunidad.
Pero son contemplativas dentro de estos conventos admirables. Tienen en la capilla
su coro independiente.
En la casa, su refectorio independiente.
En la vida interior, sus reglas distintas y sus propias costumbres canónicas.
Nada se sabe de ella. El 24 de marzo de 1947 díjome Rodrigo —siempre se me
olvida llamarlo padreb Rodrigo— que había tomado el santo hábito. Me impresionó saber
que una vez más, por virtud de su regla, había cambiado de nombre. Se llamaba ahora la
hermana Magdalena y dizque en sus apuntes íntimos —hasta ahí me cuenta Rodrigo—
firma: H. Magdalena (aún sin convertirse). Cree que esta aspérrima penitencia es poco para
desagraviar a Dios por tantos pecados, cometidos con tantos hombres...c Aquel viejo traje
de reina, ajado ya por los muchos años, que adquirió para casarse con Pablo Pérez, luciólo
este día para desposarse con el Señor.
Reza siempre por la conversión de los pecadores, y principalmente porque Dios les
presente a las pecadoras ocasiones de conversión. Dice que entre estas mujeres hay
verdaderas almas ávidas de Dios, que sin embargod no tienen, en lo humano, una sola
oportunidad adecuada para conocerlo y amarlo. Y dice que esta vida del convento, de
castidad absoluta, pobreza completa, obediencia pronta y ciega, penitencia sin cuartel, es
amena, dulce, amable, si se la compara con las amarguras que nadie entiende en que vive
una pecadora de profesión: como si el demonio les exigiera el voto de pecar sin placer, de
tener dinero inútil, sóloe aprovechable en la embriaguez y en los demás vicios; y de ser no
ya obedientes, sino esclavas de todo el que les da una miserable moneda. Esclavas sí.
Mercancía averiada. Esclavas en sentido más horripilante que cuantas esclavitudes ha
reconocido el derecho. Esclavas del capricho y de la locura que el diablo infunde a los
hombres para tormento de sus pobres esclavas. Esclavas del sadismo y de las aberraciones
de cualquiera que desee llegarse hasta ellas. Esclavas del hombre que no les agrada, del
monstruo humano que les repugna, y al cual tienen que servir de buenos modales, fingiendo
placer, so pena de perecer por hambre.
Qué bueno para esta Helena Restrepo, sorf María Magdalena, esclava de Dios y por
fin libre de los hombres: libre de los hombres que la aherrojaron para exprimirla, que la
explotaron para poseerla, que la redujeron a la nada para sorbérsela, como a una fruta en
sazón.
a
P: Padre
b
P: Padre
c
P: hombres....
d
P: sinembargo
e
P: solo
f
P: Sor
278

Oh maldad de los hombres que las amamos y maldad de las mujeres que las odian.
Qué, ¿estas pecadoras cristianas que oran a escondidas y encienden a Dios sus
lámparas vacilantes, son más pecadoras que nosotros?
No.
Son sí más desgraciadas.
Y por eso están más cerca de Dios que los avaros, que los hipócritas, que los que
cercenan el jornal del pobre. Con qué elocuencia salían del Verbo los denuestos contra esta
raza maldita. Y cuánta era la dulzura con la María Magdalena arrepentida, y con la
Samaritana, que no se arrepintió...a
Dios mío: debemos pedir por la conversión de las mujeres públicas, ¿o acaso son
ellas las que están pidiendo por nuestra propia conversión?
¿Pecaron ellas? ¿Pero no las obligamos a pecar nosotros? A seres que tenían
derecho a vivir, les negamos otro medio de vida distinto del pecado.
Sí. Medellín es un barrio malo. Malas mujeres son aquí las señoras y las señoritas,
las matronas piadosas y las que juegan bridge,298 blas señoritas que beben y las que nunca
han bebido, las niñitas que van a cine con sus novios y las que no ven cine. Porque no
tienen caridad. Y la caridad es más importante que la pureza, siendo tan importante la
pureza.
La quebrada de Santa Elena sigue, por dentro de la ciudad, ya cubierta por su
fetidez,299 recibiendo a cada paso más excrementosc humanos, y a cada día mayor cantidad
de excrementosd humanos. Es impura. Es despreciable. Son aguas negras, como el alma de
las prostitutas; pestilentes como el pachulí; repugnantes de aspecto, como sus coloretes.
Aguas impuras hasta que desembocan en el río Medellín,300 que tiene más caudal y mejor
posición social. A nadie se le ha ocurrido aún cubrirlo. Aún es adorno de la ciudad, como
las mujeres que ya son malas, pero casi nadie lo sabe aún. En el río ya las aguas de la
quebrada de Santa Elena no son aguas negras. Ni fétidas. Ni repugnantes. Ya son las
mansas, las puras, las dulces aguas juguetonas entre sauces que se miran en sus espejos, y
alargan sus cabelleras acariciadoras sobre ellas, como linfas enloquecidas de amor. Así
entre tantas almas buenas del convento, la de Helena dejó de ser alma negra y la
despreciable ramera, a quien no podían recibir ya en un lupanar, fue la reverenda madre
María Magdalena, de quien hablamos.
Pero aún quedaba, bajo el áspero hábito café, más honda aún que el cilicioe fiero,301
la carne. En el templo, en el lecho de dura tabla hostil, en el mismo cielo puro, en la lectura
santa, en los paseos por el jardín que le hacía añorar el paternal de los claveles, Helena veía
aún la sombra del hombre amado y nunca conocido, del que la había de recrear sin susto,
del que la habría de poseer sin límites, sin miedo, sin angustia de que el rictus de amor se
iba a acabar...f

a
P: arrepintió....
b
P: bridge
c
P: escrementos
d
P: escrementos
e
P: silicio. El mismo autor señaló esta corrección y reconoce una falla ortográfica en esta palabra que altera el
sentido del texto. Se cambia por la forma correcta.
f
P: acabar....
279

Rechazaba Helena, como si fuera desde la infancia casta, los malos deseos, las
malas imágenes que hasta los almos nimbos302 formaban sobre el cielo azul. Pero esa
ansiedad perduraba. Ese deseo de ser poseída plenamente, de darse sin reserva, de perderse
en las inconmensurables simas del amor, de desaparecer para que el Amado apareciera más
honrado, más contento de su holocausto, eso sí no desapareció jamás: era el anhelo que ese
río tiene por llegar al río caudal, y el río caudal a la mar insondable, y de ahí elevarse al
cielo puro de Dios y descender en lluvia bienhechora de gracia y de favores sobre la tierra.
Sí. Ese era el hálito de amor infinito que hacía transfigurarse el alma buena de la hermana
María Magdalena antes y después de sus extenuantes accesos de tos, mientras oprimía el
crucifijo entre sus dedos, aún delgados y ágiles, y ahora más blancos y finos que nunca,
bellos como un cristo de concha nácar...a
Sí. Esta buena novicia, madre de un novicio jesuita,b no alcanzó a hacer su profesión
solemne.
El padrec Rodrigo oraba de rodillas ante el lecho de la agonizante, en la enfermería.
La comunidad asistió con respeto hondo y ceras encendidas.
—Rodrigo... Rodrigo...d Dios esté contigo...e Rodrigo.
—Aquí estoy, hermana.
—Sí. Es Rodrigo el mío. No. Mío no. De mi Dios...f
“De profundis...” g rezó el sacerdote, y la comunidad le hizo coro.
Sonaron las campanas del convento.
Un entierro rezado y una cruz de madera más en el cementerio...h
Se supo en Medellín, poco a poco, la muerte de Helena.
Sus viejos amigos los poetas y los periodistas hasta le hicieron elegías y notas
necrológicas que no incluyo aquí porque son versos casi tan malos como los que Cervantes
inserta en el Quijote, y prosas como la mía.
Se comentó en los cafés y en las casas de placer la muerte de esta vieja camarada.
Me encontré con mi amigo el doctor William, fumando su ancha pipa, y me dijo,
duro como para que lo oyeran, echando una bocanada densa:
—¡Sii no es por mí, se quedan ustedes sin la primera santa colombiana!
Pensé darle un bofetón, pero recordé que ya a los muertos es imposible ofenderlos.
¡Masj juro que no era humo de picadura lo que ese hombre arrojaba por la boca, sino azufre
del averno!
P. S. La antigua y blonda cabellera que en esta semana santa de 1949 lució la
antigua estatua de María Magdalena, es la de la hermana María Magdalena.k Al abrir los
a
P: nácar....
b
P: jesuíta
c
P: Padre
d
P: —Rodrigo.... Rodrigo....
e
P: contigo....
f
P: Dios....
g
P: profundis....”
h
P: cementerio....
i
P: —Si
j
P: Mas
k
P: “Esa antigua estatua de María Magdalena que en esta semana santa de 1949 lleva tan blonda y luenga
cabellera, la heredó de la H. María Magdalena”. El fragmento anterior era el inicio del párrafo final de la EP.
280

paquetes que mi comadre dejó en mi oficina,a hallé su guedeja color de pan, a trozos dorada
y a trozos quemada.

Seb non é ben trovato, é vero.

Por disposición del autor se modificó éste, según la reelaboración que del mismo párrafo se hiciera para la
segunda edición (1949), y que como voluntad manifiesta de Jaime Sanín Echeverri, durante una entrevista
concedida en febrero de 2006, debe tomarse esta última versión.
a
P: oficina. Se adiciona la coma (,) que por voluntad del autor se cambia según anotación anterior.
b
P: Si: según el autor incurrió en este error inicial por su poco conocimiento del latín al momento de escribir
la novela, se corrige según la voluntad y anotación de mismo autor.
281

NOTAS EXPLICATIVAS

1
Una mujer de cuatro en conducta:
Roberto Cadavid Misas, Argos, referencia en su libro Refranes y dichos la locución “ser de tres en conducta”
como un sinónimo de comportamiento reprobable y anota, además, que se aplica a las muchachas más alegres
de la cuenta (RYD). Se debe recordar que la expresión “ser una mujer de cuatro en conducta” la escuchó el
autor a una solterona que se cuestionaba a sí misma el comportamiento reprobable que podría tener al estar
sola en la calle. Para ampliar la escogencia del nombre de la novela por parte del autor se sugiere remitirse al
apartado “Génesis textual” del capítulo Historia del texto.
2
quebrada:
Se acostumbra nombrar de esta forma en Antioquia al arroyo, torrente o riachuelo (DFA).
3
Escuela Rural de Santa Elena:
Santa Elena es una comunidad rural que está situada en el extremo oriental del municipio de Medellín, sobre
la carretera a Rionegro, a 18 kilómetros de la ciudad y a 2550 metros de altura sobre el nivel del mar. La
primera capilla de la región fue la de Mazo, la de Santa Elena fue edificada en 1945 y dependió de la
parroquia de Buenos Aires hasta 1961. En su momento fue vereda de Medellín y elevada a la categoría de
corregimiento. El campesino de Santa Elena es el típico silletero, cultivador de flores, símbolo de la capital de
Antioquia (MEB).
4
El Cantar de los Cantares:
El título de este libro de La Biblia traduce literalmente un hebraísmo que significa “el mejor (o el más bello)
de los cantares” o “el cantar por excelencia”. Está dividido en seis poemas o cantos y bajo la forma de un
diálogo entre el amado y la amada, con ocasionales intervenciones de un grupo de acompañantes o “coro”, su
tema es el amor sencillo, puro y transparente (DHH).
5
tierra de capote:
Tierra vegetal (DFA).
6
entrambas:
Es una adjetivo proveniente del latín inter ambos y que significa “ambos” (DFA).
7
“tapetusa”:
Aguardiente de contrabando, fabricado por lo general a base de fique. (RYD).
8
Mazo:
Los valles de Medellín y Rionegro se comunicaban antiguamente por el mismo camino que tenían los indios
antes del descubrimiento; fue mucho después que surgió la vía de La Bocana para subir a Santa Elena. La
montaña se trepaba por el barrio Enciso hasta el alto de Piedra Galana y por allí se empalmaba con la vía
actual. Era una jornada dura que pedía pausa; fue así, al amparo de los caminantes que surgió el caserío de
Mazo. La capilla de la vereda de Mazo está dedicada a Santa Ana y data de 1889, es dependiente de la
parroquia de Santa Elena. Su nombre proviene de los herederos de esas tierras de apellido Mazo Atehortúa
(MEB).
9
¡Bendito frío que tantas veces nos sirves de pretexto para el aguardiente!:
El aguardiente es un licor de anís (NDC). En Antioquia es una bebida embriagante tradicional que acompaña
al antioqueño en su vida cotidiana. Es definido como “licor bendito del pícaro paisa” (DFA).
10
la Noche de San Silvestre:
282

En el año 325, siendo papa el que luego sería San Silvestre, el emperador de Roma estableció el cristianismo
como religión oficial del imperio. Desde entonces, San Silvestre se asocia con la abolición del paganismo. La
noche de San Silvestre, se celebra el 31 de diciembre, con fiestas a medianoche y fuegos artificiales (BCE). El
31 de diciembre era tradicional la elaboración de un muñeco de pólvora -“el año viejo”- que se quemaba al
filo de la medianoche, para representar la esperanza de cambios en el nuevo año. Sin embargo, en Antioquia
las celebraciones del 31 de diciembre y del 6 de enero, día de Reyes, nunca alcanzaron a igualar la
significación de la noche de Navidad (VCM).
11
la novena del Niño con sus musgos, su pesebre, sus faroles y sus globos; el día grande de Navidad con
la escondida y hallazgo del niño, la pólvora y el aguinaldo debajo de la almohada para los pequeñuelos:
La Navidad en Medellín era una fiesta religiosa de gran importancia. Desde el principio del mes de diciembre,
las clases altas y medias abandonaban la ciudad y se iban a “temperar” a sus fincas en El Poblado, Santa
Elena, El Picacho, Bello, San Cristóbal y La Estrella. La elaboración del pesebre, el rezo de la novena, la
pólvora en exceso, los “traídos” del Niño y las ricas viandas tradicionales hacían de las noches y los días de
Navidad un recuerdo imborrable de la memoria de los niños, que esperaban ansiosos esta época. Abundaban
en las casas la natilla, los buñuelos freídos en una gran paila y ensartados con palitos de naranjo, las hojuelas
con miel y el manjar blanco en su tradicional batea de madera (VCM).
12
temperadero:
Es un lugar de clima apropiado para temperar, ésta es la acción de cambiar temporalmente de clima, ya sea
por vacaciones o por motivos de salud (NDC).
13
Medellín:
Ciudad situada en la franja central de Colombia, capital del departamento de Antioquia, está ubicada en un
valle de montaña a unos 1.500 m de altitud. Con una extensión de 382 km2, es la segunda ciudad en tamaño y
población del país después de Bogotá, y un centro industrial y de distribución de mercancías de primer orden.
Su temperatura media es de 20 ºC. No se convirtió en un centro industrial de primer orden hasta la década de
1930 (BCE)
14
hijuela pingüe:
Dentro de las múltiples acepciones de “hijuela”, la más acertada es un conjunto de bienes que tocan en la
partición de la herencia de un difunto (DRAE). La expresión “pingüe” deriva de la palabra “pinga” que
significa cantidad ínfima o pedazo muy pequeño de una cosa (NDC), sin embargo, esta última definición no
concuerda con el sentido completo de la expresión que le da el autor a la alusión de una herencia atractiva y
nada despreciable, sentido último que se adopta aquí.
15
Dizque:
Aceptado por la Real Real Academia Española, incluido en su vigésima segunda edición (2001), forma
coloquial del uso del habla en Antioquia. Según el Diccionario Folklórico Antioqueño esta forma coexiste en
Antioquia con el uso de quizque (DFA). Su uso proviene de dice que y denota una versión no confiable por
asociarse con indicio, murmuración, reparo (DRAE).
16
chicharrones:
El chicharrón es la parte del cerdo que comprende la piel del animal, grasa y carne; una vez frito, el
antioqueño lo consume frecuentemente en sus comidas. Fríjoles con chicharrón es uno de los platos preferidos
de la Montaña (DFA).
17
raza prolífica de la montaña antioqueña:
Con respecto al debate establecido sobre “la raza antioqueña”, el mismo Jaime Sanín Echeverri, establece que
no existe tal supremacía en el origen del pueblo antioqueño. El escritor atribuye el nombramiento a la ciudad
de Santa fe de Antioquia como “cuna de la raza” al periodista Fernando Gómez Martínez, exdirector del
periódico El Colombiano. Además, se sustenta en el estudio del profesor Emilio Robledo del cual concluye
283

que “los antioqueños no somos una raza, ni pertenecemos a raza distinta de la mezcolanza étnica que goza o
padece el resto de los colombianos. El alarde de ser de una raza nos trae la justa reacción de los
conciudadanos no antioqueños, y no pasa de ser una tontería”. Finalmente, concluye diciendo que para
distinguirnos de los demás pueblos sólo debemos nombrarnos como “el pueblo antioqueño” (CM).
18
high life:
Literalmente traduciría del inglés “la vida de lujo” (DOP), sin embargo, en el sentido utilizado en Antioquia
alude a la alta sociedad de Medellín.
19
Abejorral:
Municipio de Antioquia, fue fundado el 15 de enero de 1811 por José Antonio Villegas quien repartió lotes
para la fundación y la construcción de la iglesia, las viviendas y la plaza. En 1814 recibió el nombre de
“Mesenia” y ascendió a la categoría de municipio. Su nombre actual procede de la abundancia de abejorros,
insectos que se encontraron en las orillas del riachuelo “Las Yeguas”, donde se fundó el caserío (DFA).
20
capote pastuso:
El capote es una capa de abrigo hecha con mangas y con menor vuelo que una capa común (DRAE). En este
caso el adjetivo se refiere a una prenda de vestir realizada en Pasto, sur de Colombia, lugar famoso por la
fabricación de finos y elaborados elementos de protección contra el frío debido a las bajas temperaturas del
sitio.
21
montañerita:
Diminutivo de Montañero (a), es un apelativo que se les da a los habitantes de Caldas y Antioquia en algunas
regiones del país por vivir en territorio montañosos; o en sentido despectivo, rústico, falto de civilidad (DFA).
22
Cañón de Aburra:
Medellín, al inicio del siglo XX, se inscribe en una unidad territorial más amplia, el Valle de Aburra, que
reúne otros municipios aledaños con los que establece y mantiene una fuerte interdependencia. El Valle, en sí,
es un cañón escondido en medio de montañas y atravesado por el río Medellín. Hacia el sur, el valle se inicia
con una planicie donde se asienta el municipio de Caldas; siguiendo de Caldas hasta el oriente, donde se
explaya el cañón, se establecieron Envigado e Itagüí; y hacia el occidente se fundó La Estrella. En el centro
hallamos a Medellín y a los poblados de San Antonio de Prado, Santa Elena y Piedras Blancas. Hacia el norte
el cañón vuelve a ensancharse, dando origen a las poblaciones de Bello, Copacabana y Girardota (VCM).
23
casquivana:
Se define como mujer que no tiene formalidad en su trato con el sexo masculino (DRAE). Es una mujer que
se desenvuelve con desparpajo y coquetería en la sociedad.
24
marimacho:
Es una palabra de uso coloquial que sirve para aludir a la mujer que en su corpulencia o acciones parece
hombre (DRAE).
25
Guarne:
Municipio de Antioquia, ubicado en el oriente del departamento. Guarne era un sitio de minas desde 1640. Su
municipalización tuvo lugar el 24 de diciembre de 1817. El gentilicio de sus habitantes es guarneño (DFA).
26
agarrar:
En su acepción como adjetivo, la referencia a “agarrador” se dice de un licor que emborracha fácilmente
(NDC).
27
contrabando:
Comercio o producción de géneros prohibidos por las leyes a los particulares (DRAE).
284

28
Colegio de los Jesuitas:
Los Jesuitas sobresalieron en Medellín como la comunidad religiosa masculina más dinámica en la labor de
“civilizar”, “moralizar” y “cristianizar” la ciudad. En el Colegio San Ignacio se educó gran parte de la élite
masculina que figuró en la vida económica y política de Antioquia que figuró en los cincuenta primeros años
del siglo XX. Los jesuitas instauraron prácticas religiosas que moldearon la vida cotidiana de los habitantes
durante largo tiempo, algunas de ellas fueron la celebración de los primeros viernes, los ejercicios
espirituales, el rosario en familia y la entronización de Sagrado Corazón de Jesús (VCM). Se debe recordar el
estrecho vínculo entre el autor Jaime Sanín Echeverri y esta comunidad, en cuanto su educación fue regida
por sus preceptos, varios de sus hermanos fueron ordenados sacerdotes jesuitas y, adicionalmente, participó
activamente en la publicación de la revista Juventudes Ignacianas.
29
les falta es partir de un confite:
Locución verbal que tiene varias formas de expresión, como “estar que parten un confite”, significa tener gran
amistad y confianza (DLHA).
30
trastos:
Se designa a cualquier mueble, utensilio de cocina o utensilios en general de una casa (NDC).
31
reguero:
Uso coloquial en algunas partes de América que alude a un conjunto de objetos esparcidos desordenadamente
en cualquier lugar (DRAE).
32
Lope:
Lope Félix de Vega Carpio (1562-1635) nació y murió en Madrid. Estudió con los jesuitas en la Universidad
de Alcalá, pero no llegó a obtener título alguno. Su vida fue azarosa, llena de pasiones violentas y de ardor
literario. En ella, las ruindades más mezquinas se alternan con los arrepentimientos más sinceros y profundos.
Al morir su segunda esposa se ordenó sacerdote, pero otros efímeros amores zarandearon su equilibrio
espiritual. Es el escritor más fecundo de la literatura española, su producción abarca todos los géneros como
prosa narrativa (La dorotea), sonetos (Rimas humanas y Rimas sacras), epístolas, elegías, églolas, romances,
entre otras. Entre su poesía narrativa figuran epopeyas históricas (La Dragontea), religiosas (El Isidro),
mitológicas (La Circe), novelescas (La hermosura de Angélica) y burlescas (La Gatomaquia) (LYL).
33
no se me crea un tenorio:
Esta alusión hace referencia a las obras de Tirso de Molina y José Zorrilla, sirve para calificar la conducta de
un hombre como mujeriego, galante, frívolo e inconstante (DRAE).
34
las jóvenes vírgenes de Sanzio, y luego pedía mil perdones a Rafael:
Rafael (1483-1520), pintor renacentista italiano considerado como uno de los más grandes e influyentes
artistas de todos los tiempos. Su nombre completo era Rafael Sanzio (o Santi) de Urbino. Su evolución
durante el periodo florentino puede seguirse a través de sus numerosas madonnas (vírgenes). El primer
ejemplo es la Madonna del Granduca (1504-1505, palacio Pitti, Florencia) (BCE)
35
champagne:
Champán (DOP) o champaña, vino espumoso, blanco o rosado, originario de Francia (DRAE).
36
Benjamín Jarnés:
Autor español (1888-1950), cultivó el ensayo y la novela. Abandonó su carrera eclesiástica para incorporarse
al movimiento literario de los seguidores de Ortega y Gasset. Se caracterizó por su aguda sensibilidad y por la
elegancia de su estilo. Es el novelista más importante de la llamada “generación de la poesía pura”. Entre sus
obras están El convidado de papel (1929), Locura y muerte de nadie (1930) y Teoría del zumbel (1930)
(LYL).
285

37
suelta las espuertas:
“A espuertas” es una locución que significa a montones, en abundancia (DRAE).
38
la miel en el trapiche:
El trapiche es un molino para extraer el jugo de algunos frutos de la tierra, como la aceituna o la caña de
azúcar (DRAE). En Antioquia se nombra también como molienda y es el sitio en donde los campesinos
muelen la caña de azúcar (DFA), de ésta se extrae la miel y la panela.
39
puchas:
Pucha es una medida de capacidad para líquidos y sólidos, equivale a la botella o 220 gramos (DFA).
40
agraz:
La expresión “en agraz” significa antes de sazón y tiempo. También tiene otras acepciones sin la preposición
“en” como amargura, sinsabor, disgusto (DRAE), este último sentido se ajusta más a la oración completa en
la cual está ubicada la palabra en cuestión.
41
la capilla de Buenos Aires:
La iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Buenos Aires se edificó en un lote donado por la señora
Mercedes Saldarriaga de Botero, contiguo al “Castillo de los Botero”, familia que en gran parte financió la
obra. Los planos fueron hechos por el arquitecto Francisco Navarench en 1902 y el estilo escogido para la
edificación fue el gótico (CHM).
42
que vivamos de flor, como la gente dice:
Expresión coloquial que significa sobrevivir después de haber sufrido un accidente o una enfermedad grave
(NDC).
43
vos:
Es un pronombre personal, muy utilizado en el habla antioqueña, que equivale a la segunda persona del
singular.
44
ustedean:
El pronombre personal “usted” corresponde a la segunda personal del singular, en Colombia se emplea para
dirigirse a personas con las que se tiene un tratamiento exclusivamente de respeto (NDC). El término
“ustedean” alude al trato de “usted” en las situaciones cotidianas.
45
maricón:
Hombre afeminado (NDC).
46
you:
Pronombre del idioma inglés, es la segunda persona del singular y del plural, es equivalente en español a tú,
usted, ustedes y vosotros (DOP).
47
vous:
Pronombre del idioma francés, es la segunda persona del singular y del plural, es equivalente en español a tú,
usted, ustedes y vosotros (DOP).
48
Horacio:
Poeta romano (65 a 8 A. de C.), nació en Venusa, colonia militar romana. Su padre fue un liberto que
consiguió reunir una pequeña fortuna con el cargo de recaudador de contribuciones. Fue a estudiar a Roma y
después a Atenas. Murió después de una vida poética intensa que comprende la producción de los géneros
286

satírico, didáctico y lírico. Sus obras más representativas son Sátiras, Epodos, Epístolas, Arte poética, Odas,
entre otras (CBL).
49
estetas:
Término que hace referencia a las personas versadas en estética y que consideran el arte como un valor
esencial (DRAE).
50
domeñadora:
El verbo domeñar significa someter, sujetar y rendir (DRAE).
51
la Catedral de México:
La catedral de México se levanta en uno de los flancos del Zócalo junto a las ruinas del templo mayor azteca.
Iniciada en 1573 e inspirada en los templos españoles de Valladolid, Málaga y Jaén, aunque muestra ya
algunos rasgos propios, como la altura desigual de sus tres naves (BCE).
52
el templo de Salomón para la ciudad de Jerusalén:
Salomón, tercer y último soberano del bíblico reino unificado de Israel (c. 970-931 a.C.). Segundo hijo de
David, rey de Judá e Israel, y Betsabé (2 Sam. 12,24). En la literatura judaica e islámica posterior aparece no
sólo como el más sabio de los sabios, sino también como un personaje capaz de dirigir los espíritus del mundo
invisible. Ocupa un lugar destacado en la historia y la literatura como constructor del Templo de Jerusalén
(BCE). En el libro primero de “Reyes”, en La Biblia, se encuentra la historia y la descripción de la
construcción del templo de Jerusalén, específicamente sus detalles se encuentran a partir del capítulo 6, en él
se dice: “Salomón comenzó la construcción del templo del Señor en el cuarto año de su reinado en Israel, en
el mes Ziv, que es el segundo mes del año (...) El templo que el rey Salomón construyó para el Señor tenía
veintisiete metros de largo, nueve de ancho y trece y medio de alto” (DHH). La descripción detallada continúa
desde el versículo 1 al 38, según el mismo texto lo construyó en siete años.
53
los tranvías y buses eléctricos:
Por treinta años, de 1921 hasta 1951, el Tranvía estuvo en la ciudad, éste recorría en varios sentidos el Parque
de Berrío, pues allí era el punto de partida y de llegada de las líneas de Buenos Aires, Sucre, Manrique y
Aranjuez. Además, a partir de la década de los treinta se implementó el sistema de trolebuses, con mayores
ventajas por su flexibilidad en el parque automotor. Cuando ya se le acusaba de insuficiente para el tamaño de
la ciudad, los rieles del tranvía fueron levantados en 1951 ante la aparición de otras formas de transporte
masivo como los buses de gasolina, que desplazaron tanto al tranvía como a los trolebuses, este nuevo sistema
ya circulaba con mayor autonomía para 1948 (MTM).
54
encender candela:
Encender el fuego (NDC).
55
Chaplin:
Charles Chaplin (1889-1977) fue actor y director cinematográfico, creador del personaje cómico más popular
en la historia del cine: “Charlot”, un vagabundo romántico y sentimental, un individuo burlesco y a menudo
corrosivo que tiene la virtud de ponerse a sí mismo y a los demás en situaciones ridículas. Su primer
largometraje de éxito fue El chico (1921) y en 1925 rodó La quimera de oro, considerada una de las mejores
películas de la historia. En 1972 se le otorgó el premio Oscar honorario en reconocimiento a la importancia de
su obra (ECJ).
56
nadería:
Tontería o cosa de poca importancia (DRAE).
57
juego de parqués:
287

Juego que se practica en un tablero, generalmente con cuatro salidas, en el que cada jugador, provisto de
cuatro fichas del mismo color, trata de hacerlas llegar a una casilla central. El número de casillas que se ha de
recorrer en cada jugada se determina tirando un dado (NDC).
58
yeden:
Forma coloquial del verbo “heder”, es decir, despedir un olor muy malo y penetrante (DRAE). En Antioquia
se usa comúnmente la palabra “hedentina” o “jedentina” que se asocia a hedor o pestilencia (DFA).
59
los cachacos de Medellín:
Cachaco es la denominación dada a una persona bien vestida, bien educada, de buenos modales (DFA).
60
las titinas:
Titino (a): Elegante, pisaverde, lechuguino (DFA).
61
Rionegro:
Es el municipio del cual es originario el escritor Jaime Sanín Echeverri y que siempre ha recordado con
añoranza, mucho más que a la ciudad de Medellín, según su propia declaración concedida en una entrevista.
Rionegro es un municipio del oriente antioqueño que nació como una dependencia de la ciudad de Santiago
de Arma, hacia 1663. El caserío se consolidó en el traslado que hubo de la gente de Arma a Rionegro a partir
de 1783 y en 1786, mediante una Real Cédula fechada en San Ildefonso el caserío pasó a ser Santiago de
Arma de Rionegro. El nombre del municipio proviene del descubrimiento de las tierras por Álvaro de
Mendoza., quien en 1541 le dio el nombre de Río Negro a las aguas de un riachuelo que atraviesa actualmente
estas tierras. Esta ciudad siempre ha representado momentos importantes para la historia del departamento,
citando sólo un caso, allí se dictó en 1863 la Constitución de Rionegro, que definió el destino político de la
nación en el siglo XIX (DFA).
62
maluco:
En Antioquia tiene dos acepciones, la primera significa indispuesto, enfermo, “sentirse maluco”. La segunda,
que aplica en este caso, es algo desagradable, desabrido, insípido (DRAE).
63
sietecueros:
Arbusto de la familia de las melastomatáceas. Tiene copa globosa y follaje denso. En épocas de floración se
cubre de hermosas flores de color violeta o morado. Crece silvestre en clima frío (NDC).
64
arrayán:
Bot. Myrcia popayanensis. Planta andina cuyas ramas utiliza el pueblo en infusión para dolores de muela
(DFA).
65
amarraboyo:
Amarrabollo. Bot. Meriania nobilis. Arbolillo melastomatáceo de jardín, de hermosas flores moradas en
racimo. Rafael Uribe Uribe clama por un nombre menos vulgar en su Diccionario abreviado (DFA). Tiene
como variación el nombre “marraboyo”, se cultiva como planta ornamental en climas fríos (NDC).
66
El buen loco de Epifanio:
Epifanio Mejía nació en Yarumal el 10 de abril de 1838 y murió en Medellín el 31 de julio de 1913. Poeta
bucólico que utilizó el seudónimo de Emilio. Sobre su poema Canto del antioqueño se tomó el himno oficial
del departamento de Antioquia. Otras de sus obras son Historia de una tórtola, La muerte del novillo, la
paloma del arca (DFA).
67
la ceiba de Junín:
La ceiba es un árbol gigantesco de la familia de las bombacáceas, de copa muy abierta, tallo cubierto de
espinas, hojas palmeadas, profundamente divididas, flores blancuzcas poco llamativas y frutos en cápsulas
288

con numerosas semillas envueltas en una lana blanca. Adorna las plazas de ciudades y pueblos de climas
cálidos y templados (NDC).
68
la dulce mirla:
También se conoce como mirlo, su nombre científico es Turdus fuscater, es un pájaro negro parecido al tordo
y que apetece mucho las moras (DFA).
69
“uvito”:
Es un arbusto de la familia de las solanáceas. Sus flores, amarillentas, moradas o blanco verdosas, están
dispuestas en racimos compuestos. El arbusto crece en todos los climas; algunas especies se cultivan como
ornamentación (NDC).
70
Porfirio Barba Jacob:
Su nombre verdadero era Miguel Ángel Osorio (1883-1942), nació en Santa Rosa de Osos (Antioquia) y
murió en México. Siempre utilizó seudónimos como Maín Jiménez, Ricardo Arenales, Raimundo Gray, Juan
sin tierra. Fue un poeta rebelde y un escritor irreverente, su obra se fue perfeccionando con el tiempo y las
experiencias. Ha sido llamado “El poeta maldito” y “El poeta de América”. Sus obras principales son
“Canción de la vida profunda”, “Acuarimántima”, Balada de la loca alegría”, “Nueva canción de un azul
imposible”, “Los desposados de la muerte”, La parábola del retorno”, entre otras (CBL).
71
las teresitas:
Hierba de la familia de las solanáceas. De poco follaje, en cada una de sus ramas lleva una florecita discoidal
de color azul. Es maleza de cafetales (NDC).
72
los astromelios:
Conocida también como “astromelia”, es un arbusto de la familia de las malváceas. Las flores, solitarias, son
de color rojo y tienen un manojo de estambres rojos que sobresalen de la flor. Originario de Asia, este arbusto
se cultiva en Colombia como ornamental (NDC).
73
Sopetrán:
Municipio del occidente antioqueño, fundado por Francisco Herrera Campuzano en 1616. Se erigió como
municipio en 1814. Existen dos versiones sobre su nombre: la primera atribuye al nombre de un santuario y
monasterio de España su denominación y la segunda al nombre del cacique Petrán, del cual no existe certeza
histórica (DFA).
74
León de Greiff:
Poeta nacido en Medellín el 22 de julio de 1895, de ascendencia europea y tenaz autodidacta. Murió en
Bogotá el 11 de julio de 1976. Perteneció al grupo de intelectuales “Panidas”. En 1925 fue cofundador de la
revista “Los Nuevos”, perteneciente a un movimiento literario. Entre sus obras se cuentan Tergiversaciones
(1925), Libro de los signos (1930), Prosas de Gaspar (1937) y Nova et vetera (1974) (CBL). Tuvo varios
seudónimos como Leo Legris, Sergio Stepansky, Gaspar Von Der Nacht, Vongislao Von Greiff, Matías
Aldecoa, entre otros (DFA).
75
cucarachero:
Conocido científicamente como Troglodytes aedon, es un pájaro común en Antioquia que se alimenta de
insectos, llamado el ruiseñor americano (familia dentirrostros) (DFA).
76
Juan Valera:
Su nombre completo fue Juan Valera y Alcalá Galiano (1824-1905), nació en Cabra, Sur de España. Estudió
Filosofía y Derecho en las Universidades de Granada y Madrid. Se desempeñó como diplomático, diputado,
embajador, miembro de la Academia Española; estuvo vinculado a la corte, hecho que lo condujo a una
brillante vida pública. Escribió Pepita Jiménez (1974), Las ilusiones del doctor Faustino (1875), Pasarse de
289

listo (1877), El comendador Mendoza (1877), Doña Luz (1879), Juanita la Larga (1895), Genio y Figura
(1897) y Morsamor (1899) (CBL).
77
El Corcovado, Pan de azúcar...:
Los habitantes de Río de Janeiro, conocida como la “Cidade Maravilhosa”, se arraciman en un espacio
reducido debido a lo abrupto del relieve sobre el que se alza la ciudad brasileña, que hasta 1960 fue la capital
del país. Es imprescindible visitar los dos puntos de observación desde donde se pueden disfrutar varias de las
vistas más maravillosas del mundo: El Corcovado y el Pan de Azúcar. La mano izquierda de la estatua de
Cristo Redentor que se encuentra sobre el monte Corcovado señala al norte, el área comercial y de negocios
de la ciudad. En dirección opuesta está la montaña de Pan de Azúcar y entre ella y el Centro de la ciudad el
elegante barrio de Flamengo. Al Corcovado y al Pan de Azúcar lo separa la Bahía de Botafogo, mientras que
la playa de Copacabana queda hacia la derecha (BCE).
78
Esta azucena hedionda que se llama “borrachero”:
Esta planta es conocida científicamente como Datura arborea y Datura sanguinea, es una planta de
propiedades alucinógenas debido a la escopolamina, que produce graves transtornos mentales. En Antioquia
se le conoce como borrachero y como “cacao sabanero”. Sus semillas se usan como narcótico y es
supremamente venenoso (DFA).
79
una de las flores del mal de mi amigo Baudelaire?:
Charles Baudelaire (1821-1867), fue un poeta francés, nacido y muerto en París. Atrajo la atención general
cuando, en 1857, tuvo que defenderse ante los tribunales por un libro de versos publicado el mismo año
llamado Las flores del mal, muchos de cuyos poemas fueron considerados inmorales. Dejó una obra poética
que, por su musicalidad, su refinada simplicidad, su extrema disciplina formal y la riqueza de sus imágenes,
forma parte de la poesía más importante del siglo XIX (LYL). La crítica ha coincidido en afirmas que en Las
flores del mal se halla el núcleo de lo que ha sido la poesía hasta hoy. A pesar de la censura, es el mismo
Baudelaire quien resalta los dos aspectos de su obra: “este libro está revestido de una belleza siniestra y fría,
se ha hecho con furor y paciencia” (CBL).
80
yarumos:
Es un árbol de la familia de las moráceas, que crece hasta 20 metros. De copa abierta y extendida, tiene hojas
grandes y palmeadas, y flores poco vistosas. Sus diversas especies crecen en todos los climas (NDC).
81
nigüito:
Conocido también como “nigüitas”, es un arbusto ramificado de la familia de las rosáceas. Sus hojas son
pequeñas y delgadas, sus frutos blancos y globosos. Crece en climas fríos. Las partes aéreas de la planta se
emplean para preparar infusiones (NDC).
82
las niguas gordas de sus pies:
La nigua es conocido científicamente como dermatophilus penetrans. Voz caribe. Es un insecto díptero
originario de América que penetra en la piel del hombre, principalmente en los pies, y ocasiona una picazón y
úlceras graves (DFA), a éstas se les denomina “niguas”.
83
algotro:
Variante por “algún otro” (DFA).
84
totuma:
Es una americanismo con el cual se nombra a la fruta del totumo (Crescentia cujete), también se denomina así
a las vasijas hechas con ese fruto (DRAE).
85
cuyabra:
Es un utensilio doméstico hecho de calabaza (DFA).
290

86
cacicazgos:
El cacicazgo es un territorio que está bajo la autoridad de un cacique, quien es el regidor de vasallos en alguna
provincia o pueblo de indios (DRAE).
87
pecheras:
En el sentido que alude el contexto de esta palabra, se interpreta como aquellos que están obligados a pagar o
contribuir con pecho, es decir, con tributo (DRAE).
88
locato:
Esta palabra es un adjetivo que se utiliza como atributo, generalmente para personas, en este contexto
significa alocado, de poco juicio (DRAE), y aplicado al referente del riachuelo de Santa Elena, con sonoridad
y fuerza incontenible.
89
Zeus tronador:
Zeus es el máximo dios de la mitología griega, se convirtió en la divinidad suprema del Olimpo, dios de la luz
del día, del cielo y de los fenómenos atmosféricos, soberano de dioses y de hombres, que lo conoce todo,
tanto el presente como el porvenir. Luchó contra su padre, el dios Cronos y libertó a sus hermanos, los cuales
habían sido devorados por su progenitor al nacer para preservar su absoluto dominio. Zeus también ayudó a
los Cíclopes y a los Hecatónquiros, los cuales habían sido castigados por Cronos, quienes forjaron para los
dioses las terribles armas forjadas en su encierro, de esta forma a Hades le entregaron un sólido casco, a
Poseidón lo armaron con un tridente y a Zeus con el rayo. También se complementa el poderío de Zeus con
sus otras armas de combate que eran el trueno y el relámpago (MG).
90
deicida:
Adjetivo que sirve para calificar a aquellos que dieron muerte a Jesucristo (DRAE).
91
fariseos:
En el uso cotidiano se usa para denominar a un hombre hipócrita (DRAE).
92
mandan la parada:
La locución verbal “mandar la parada” significa ser el dominante o el mejor en determinado asunto (DLHA).
93
Jorge Isaacs:
Escritor colombiano nacido en Cali en 1837 y fallecido en Ibagué en 1895. Sus primeros años transcurrieron
en la Hacienda “El Paraíso”. Estudió en Bogotá sin llegar a terminar carrera alguna. Combatió en la guerra
civil de 1860 y se dedicó si éxito a la política, además, viajó por varias regiones del país y hacia el final de su
vida su salud fue deteriorada por el paludismo. La obra que lo inmortalizó en las letras colombianas es María
(1867), novela representante del romanticismo en América y en la cual se reconoce la calidad prosística y la
representación del mundo patriarcal de Colombia en el siglo XIX (CBL).
94
José Eustasio Rivera:
Este escritor nació en Neiva en 1889 y murió en Nueva York en 1928. Cantó a la naturaleza en dos formas:
una, en la poesía, con los sonetos Tierra de promisión y a través de la narrativa con La vorágine, novela a la
que debe su lugar en la literatura colombiana (CBL).
95
Tomás Carrasquilla:
Este representante antioqueño en las letras colombianas nació en Santo Domingo, un pueblo definido por él
como “feo, frío y faldudo”, en 1858. Fue enviado a Medellín a completar sus estudios cuando tenía quince
años y en 1874 inicia estudios en la Universidad de Antioquia, los cuales no finaliza por el cierre de la
institución. Se dedica a la sastrería en su pueblo natal, desempeñándose además como concejal, juez
municipal y empleado público. En 1895 publica su primera novela Frutos de mi tierra y en adelante su obra
291

estaría enfocada en la narrativa, la crítica y la poesía, en menor grado. Sus obras más representativas son
Grandeza, La Marquesa de Yolombó, Hace tiempos, Simón el mago, Dimitas Arias, A la diestra de Dios
Padre, entre otras. Falleció en Medellín en 1940 (CBL).
96
Efe Gómez:
Seudónimo de Francisco Gómez Escobar. Cuentista, novelista y poeta antioqueño. Nació en Fredonia en 1867
y murió en Medellín en 1938. Sus obras más representativas son Guayabo negro, La tragedia del minero, Un
héroe de dura cerviz, además de numerosos cuentos y relatos (DFA).
97
batea:
Es voz taína, es decir, proviene del grupo lingüístico arahuaco, grupo amerindio de la zona del caribe. Esta
palabra pasó al Caribe insular bajo la forma francesa bataya (pronunciada bateá). Algunos le suponen una
etimología arábiga, y otros de procedencia maya. El Diccionario Folklórico Antioqueño, citando la definición
de Rafael Uribe Uribe, quien la diferencia funcionalmente como “instrumento cóncavo de madera, en forma
circular u oblonga, provisto de dos asas para su manejo; la vetadora tiene un pie de diámetro; la lavadora mas
de un pie; la cortadora, igual diámetro, pero perfectamente pulida en la parte cóncava; y la zambullidora, de
forma oblonga y de un diámetro” (DFA). En Antioquia la batea es referente de los principales pilares de la
cultura paisa: la minería, la alimentación a base de maíz y como instrumento de la vida hogareña.
98
empacho:
La acepción para este caso es dificultad, estorbo (DRAE).
99
el oro en arenas diminutas de mazamorreo, de barequeo:
El mazamorreo y el barequeo es el arte de extraer el oro por el sistema de la batea, el primero se utiliza en los
ríos y el segundo en las minas de aluvión antioqueñas. La palabra mazamorreo remite a que dicho trabajo
proporciona la mazamorra diaria (DFA).
100
mica:
Palabra que comúnmente reemplaza a Bacinilla o recipiente para orinar (NDC).
101
olletas:
Son los recipientes que sirven para batir el chocolate (DFA).
102
Banco de la República:
Fue fundado en 1923 con capital del Estado, de los bancos privados y del público. Surgió por la necesidad de
monopolizar la emisión de monedas y billetes, acción que hasta entonces podían ejecutar tanto los bancos
comerciales como el gobierno de Colombia. Ejerce las funciones del banco central. Entre sus principales
funciones se encuentran emitir la moneda de curso legal; regular la moneda, los cambios internacionales y el
crédito; administrar las reservas internacionales y conceder créditos a la banca privada (BCE).
103
Mañana será en Colombia el avión:
A pesar de esta referencia, para el momento histórico en el que se ubica la novela (1931), la aviación en
Colombia ya no era un tema desconocido. En Medellín, particularmente, en enero de 1913 ya había aterrizado
el avión del canadiense George Schmitt con gran sensación por parte de los medellinenses. El antioqueño
Gonzalo Mejía impulsó desde 1912 la utilización de hidroplanos para operarlos sobre el río Magdalena y
logró su proyecto en 1916. Posteriormente se fundó la empresa Scadta que para 1924 cubrían la mayor parte
del territorio nacional y el transporte de pasajeros funcionaba regularmente desde 1923 (CAV). Todo este
recuento sirve para ilustrar que el avión, como medio de transporte, no era novedad para la época en
Colombia y posiblemente tampoco para Sanín Echeverri.
104
el transporte-cohete:
292

El cohete es un sistema propulsado que funciona al escapar el combustible por uno de los extremos de una
cámara de gases producidos en gran cantidad en el interior de ésta. Este sistema fue utilizado para crear las
“astronaves”, las cuales son vehículos que abandonan la órbita de nuestro planeta. Las astronaves tripuladas
deben conservar en su interior un espacio habitable durante un viaje a través del vacío absoluto que se
encuentra más allá de la atmósfera. El primer viaje tripulado por el hombre ocurrió en 1961, en una misión
soviética (ECJ), esto sucedió trece años después de la escritura de la obra de Sanín Echeverri.
105
Rousseau:
Célebre pensador francés (1712-1778). Nació en Ginebra, fue descendiente de protestantes franceses
emigrados. La muerte de su madre y el abandono de su padre lo afectaron profundamente convirtiéndolo en
una persona inestable y errante; realizó largos viajes a pie para estar en contacto con la naturaleza. Sus
principales obras son La nueva Eloísa (1761), El contrato social (1762) y Emilio o la educación (1762)
(CBL).
106
el pulgón:
Insecto hemíptero, de uno a dos milímetros de largo, color negro, bronceado, verdoso. Las hembras y sus
larvas viven parásitas, apiñadas en gran número sobre las hojas y las partes tiernas de ciertas plantas, a las
cuales causan gran daño (DRAE).
107
San Carlos:
Municipio antioqueño, se inició como un caserío llamado Santa Águeda de la Teta que se instauró allí por
orden del visitador Juan Antonio Mon y Velarde, sus primeras calles se trazaron en 1787. La población
recibió el nombre de San Carlos de Priego en homenaje al res de España, Carlos III.
108
escote:
Se define como escotadura de un vestido, especialmente la que deja descubierta parte del pecho y de la
espalda (DRAE).
109
desfacedor:
Deshacedor; más adelante en la novela, al final del capítulo IV, aparecerá la expresión “desfacedor de sus
entuertos” esto es la persona que se convierte en una especie de vengador o directamente definido como
“deshacedor de agravios” (DRAE).
110
la arepa:
Es una de las bases de la alimentación del antioqueño. Es un pan de maíz, de forma circular, cocido, molido y
asado a la parrilla o en vasija de barro (NDC).
111
Antioquia va realizando la conquista del Quindío:
El Quindío es un departamento de Colombia situado en la parte centro-occidental del país. La superficie del
departamento es de 1.845 km², que representan tan sólo el 0,2% de la extensión total del país. La disminución
de los habitantes indígenas y el poco interés que el lugar despertó en los españoles hicieron que el territorio
quindiano fuera abandonado hasta mediados del siglo XIX, cuando distintas colonizaciones de antioqueños
fueron poblando y transformando el paisaje selvático por cultivos de café (BCE).
112
nonadas:
Palabra compuesta proveniente de no y nada. Significa cosa de insignificante valor (DRAE).
113
Darío:
Poeta nicaragüense (1867-1917). Su obra es la expresión más perfecta del modernismo, movimiento literario
fraguado en Hispanoamérica por influencia de los poetas parnasianos y simbolistas franceses. Gracias a
Darío, el nuevo movimiento triunfó también en España, y la perfección rítmica, la musicalidad y la riqueza
métrica de sus poemas produjeron una auténtica revolución en la poesía española. Tres son las obras más
293

importantes de este poeta: Azul (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905). Las tres
señalan importantes momentos en la evolución del modernismo (ECJ).
114
jardineando:
Jardinear es un verbo intransitivo que significa trabajar en el jardín por afición (DRAE).
115
chancearme:
Expresión que en el contexto se interpreta como burlarse, mofarse de alguien. Proveniente posiblemente de
“chanza” que significa broma pesada (NDC).
116
encerrador:
Nombre que se da en el campo al muchacho encargado de recoger los terneros y separarlos de las vacas
(DFA).
117
chochando:
La acción de chochear significa tener debilitadas las facultades mentales por efecto de la edad (DRAE). En
Antioquia es común expresar este verbo como “chochar” que también está relacionado con los errores que se
cometen por los muchos años vividos (DFA).
118
infantinas:
Infantina. Diminutivo de infanta (DRAE).
119
musgosas:
Cubiertas de musgo. El musgo es cada una de las plantas briofitas, con hojas bien desarrolladas y provistas de
pelos rizoides o absorbentes. Crece abundantemente en lugares sombríos sobre las piedras, cortezas de
árboles, el suelo y aun dentro del agua corriente o estancada (DRAE).
120
afilando los cuernos:
Esta frase está relacionada con la locución verbal de “poner cuernos” o “poner los cachos” que significa faltar
a la fidelidad en asuntos de sexo (DLHA).o engañar una mujer a su marido (DFA).
121
“Palacio de Amador”:
El Palacio Amador se encontraba ubicado en el cruce de la carrera Palacé y la calle Ayacucho, se había
acondicionado como un lujoso hotel, conocido como Hotel Brístol, y fue administrado a comienzos de los
años treinta por el suizo José Jaegui. Sus precios oscilaban en 1932 entre $2.50 y $6 pesos. En una publicidad
de la época se hacía alarde de su servicio: “Este hotel reúne todas las comodidades para satisfacer al viajero
más exigente. Habitaciones con baños fríos y calientes, modernos sanitarios, agua corriente y teléfonos.
Espléndida cocina europea y americana. Bello salón especial para banquetes con electrola, pianola y radio.
Las principales personalidades de la república se han hospedado en el Brístol en sus visitas a Medellín” p. 18.
(M1932).
122
cruzada:
Las Cruzadas fueron una serie de expediciones militares que, desde finales del siglo XI hasta el XIII,
emprendieron los pueblos cristianos de Europa contra el poder musulmán en Oriente (ECJ). En sentido
figurado una cruzada es una tarea o empresa difícil de lograr.
123
solo en grima:
Locución adverbial, significa sin ninguna compañía, solitario (DFA).
124
guapa:
294

Uno de los usos coloquiales de esta palabra se usa para definir a un individuo animoso, bizarro y resuelto, que
desprecia los peligros y los acomete (DRAE), en pocas palabras, es una persona valiente (DFA), uso
generalizado en Antioquia.
125
arepas de mote:
Una de las variedades de la arepa es la “arepa de mote”, que es de maíz cocido, pelado con lejía, molido, y
asada (NDC). Como anécdota con este tipo de alimento, se puede decir que es una de las debilidades de la
gastronomía paisa del autor Jaime Sanín Echeverri.
126
pilaba dos puchas diarias de maíz:
Pilar es la acción de descascarar los granos en el pilón, golpeándolos con una o dos manos o con majaderos
largos de madera o de metal (DRAE). En Antioquia el pilón es una especie de mortero de madera o de metal,
que sirve para machacar granos u otras cosas (DFA); esta actividad era cotidiana para triturar el maíz y
fabricar alimentos como la mazamorra.
127
mazamorra:
Al parecer el origen de este nombre proviene de las costumbres moriscas, a la tierra de los infieles se les llama
mazamorres o masa de moros. La mazamorra en el pueblo antioqueño hace parte de la tradicional tríada de la
comida paisa: fríjoles (coloquialmente “frisoles”), mazamorra y arepa (DFA). Su definición es comida
semejante a las gachas, hecha a base de maíz, y preparada de diversas formas, según los lugares de América
(DRAE). En Colombia es un alimento de maíz cocido en agua que sirve también como bebida.
128
frisoles:
El fríjol, o coloquialmente llamado “frisol” en Antioquia, es una planta papilonácea de origen americano
(phaselous vulgaris). Es definido como la comida predilecta del pueblo antioqueño, tiene las siguientes
variedades: panameño, uribe, bala, cargamanto, y liborino.
129
plátano:
Planta de la familia de las musáceas que alcanza de tres a cinco metros de altura. Tiene hojas grandes,
alargadas, de color verde claro y brillantes. Sus flores crecen en racimos colgantes. El fruto, alargado, de
cáscara verde y pulpa amarilla, es parecido al banano, pero a diferencia de éste sólo puede ser consumido una
vez sometido a cocción, ya sea frito, hervido o asado. Es una planta de climas cálidos y templados; se cultivan
numerosas variedades (NDC).
130
maiceros:
Que come maíz. Apodo que le dan a los antioqueños (DFA), todo esto porque basan su economía y
alimentación con base en el maíz.
131
dulce macho o dulce en tronco, trozo de panela:
El dulce macho se define como la panela, raspadura o chancaca, esta última es una especie de cocada. La
panela específicamente es un producto acabado en forma de pan que se elabora mediante el cocimiento del
jugo de la caña de azúcar (DFA).
132
agua de panela:
Es una cocción de agua y panela, conocida también como aguadulce, la usa el pueblo antioqueño para tomar
generalmente después de las comidas (DFA). En Antioquia se usa como una bebida dulce que puede ser
refrescante si se sirve fría o como forma de combatir el frío si se sirve caliente.
133
La Vera Cruz:
Es considerado el templo colonial más representativo de Medellín. Su construcción se inició en 1682 y tomó
treinta años en tomar su primera forma. Al fundarse la ciudad se señalaron sitios para edificar varias ermitas,
entre ellas una dedicada a la Santa Cruz y que serviría para depositar el Santo Sepulcro en Semana Santa. Otra
295

intención al construir este templo era que sirviera de “asiento y sepultura” a todos los forasteros, por eso se
llamó “Ermita de la Veracruz de los forasteros”. En 1791 se inició una reedificación total que fue inaugurada
en 1809. En 1883, La Veracruz fue la segunda parroquia del casco urbano de Medellín. Se dice que una de sus
campanas fue utilizada por el Sabio Caldas para hacer un cañón destinado a las luchas de la Independencia
(MEB).
134
lo hizo tomar un “canario”:
Hacia 1932 ya existía en Medellín el servicio de taxis, éstos se caracterizaban por su color amarillo, cuyo
servicio era catalogado como “muy económico y muy bueno”, además, el viajero encontraba “carros lujosos
de marcas caras, como Lincoln, Packard, entre otras. El pasajero tenía varias estaciones para tomar un auto
para servicios por horas o viajes especiales: en la Plaza Berrío, Parque de Bolívar, Avenida 1 de mayo, Puente
de Junín, Plaza de Cisneros y otros sitios principales del centro de la ciudad (M1932).
135
voltearle el mascadero:
Locución verbal que significa golpearlo en la boca (DLHA).
136
¿ANABAPTISMO?:
Es la doctrina que sigue el anabaptista, la cual consiste en una enseñanza protestante que no admite el
bautismo de los niños antes del uso de razón (DRAE).
137
las campanas de la Candelaria:
La Basílica Menor de nuestra señora de La Candelaria de Medellín es la primera parroquia de la ciudad. Su
origen se remonta a 1649. Al principio la edificación fue muy pobre en solidez, fue reformada y reedificada
varias veces hasta obtener su forma definitiva. En 1858 fue construida la cúpula toscana que corona su
presbiterio. En 1888 se inauguraron, juntamente con el reloj, las torres actuales y el 1 de febrero de 1880
sonaron por primera vez para anunciar las fiestas de la patrona, las campanas traidas de Nueva York y
fundidas con las tonalidades do, mi, sol. La Candelaria fue Catedral entre 1868 y 1931 (MEB).
138
las de San José:
En las proximidades donde se levanta el templo de San José existió desde 1720 una capilla dedicada a San
Lorenzo, que había sido una conjunción de elementos y elementos de la primitiva capilla de El Poblado y de
la que existió con igual advocación en el cementerio de Los Pobres. En 1847 se ordenó por el obispo de
Antioquia la erección de una iglesia en honor a San José y con la veneración a San Lorenzo. La obra fue
encomendada a los padres de la Compañía de Jesús. Su estilo es catalogado como renacentista moderno
(MEB).
139
las de San Ignacio:
La iglesia de San Ignacio es el antiguo templo de San Francisco que edificaron los Padres de esa comunidad
juntamente con el convento y el colegio que fundó fray Rafael de la Serna. Su construcción se inició en 1803
y fue concluido prontamente. Fue ocupado militarmente, profanado y clausurado, se puso en servicio
nuevamente en julio de 1886 y confiado a la Compañía de Jesús. Su estructura actual se debe a una
reconstrucción casi en su totalidad con respecto a la edificación original, con base en los planos del arquitecto
belga Agustín Goovaerts (MEB).
140
fámula:
Término que se refiere a una criada o empleada doméstica (DRAE).
141
arrimado:
Es aquel que se establece en casa ajena para vivir y comer de balde (DFA), es decir, vivir a costa de los
demás. .
142
anacoreta:
296

Persona que vive en un lugar solitario, entregada enteramente a la contemplación y la penitencia (DRAE).
143
yermo:
Terreno inhabitado e incultivado (DRAE).
144
ña:
Expresión abreviada de señora. Haciendo referencia a la explicación de Antonio José Restrepo se cita que “En
Antioquia se aplica a las gentes del pueblo que no les cuadra el don” (DFA).
145
ñata:
Americanismo, significa de nariz corta y aplastada, chato (DFA).
146
ya estaba quedada...:
“Quedarse” se refiere a quedarse solterona. (RYD). Usualmente se alude al término “quedarse” para asociarlo
con el estado de permanecer soltera una mujer y existe el refrán popular “Bien casada o bien quedada” (DFA).
147
yerba:
Hierba (DRAE).
148
guasa:
Expresión coloquial que significa chanza, burla (DRAE).
149
guedeja:
Cabellera larga (DRAE).
150
la procesión del Corazón de Jesús, en 1932, enfilada en la segunda sección de las Hijas de María:
Uno de los eventos más importantes en la ciudad era la procesión del Sagrado Corazón. En ella desfilaban los
colegios de la ciudad, autoridades civiles , asociaciones y gremios (VCM).
151
cementerio de los ricos, que es el de San Pedro:
Originalmente llamado de San Vicente, se construyó por iniciativa de don Pedro Uribe, y se llamaba así
porque lo auspició la sociedad del mismo nombre. Se llevó a término a partir del 8 de julio de 1842, cuando se
reunió la primera junta que dispuso comprar un terreno localizado en el Camellón del Llano, se terminó en
1844, cuando se distribuyeron los locales. En algún tiempo fue llamado “La ciudad de mármol” por lo
valiosos mausoleos que se encuentran allí. En este cementerio se encuentran las tumbas de varias
personalidades como Pedro Justo Berrío, Jorge Isaacs, Mariano Ospina Rodríguez y distinguidos empresarios
antioqueños de finales del siglo XIX y principios del siglo XX (SMA). Actualmente, el cementerio de San
Pedro es considerado patrimonio de la ciudad y es administrado por una fundación de conservación
arquitectónica como parque cementerio.
152
cementerio de los pobres, que es el de San Lorenzo:
Está situado al borde del viejo camellón de Guanteros, que conducía en otra época de Medellín hacia El
Poblado. No existen planos del mimo, porque al parecer la construcción fue adelantada por maestros de obra
que tenían el proyecto imaginariamente en su cabeza y lo iban desarrollando por partes. Se inauguró
solemnemente el 7 de enero de 1928. En este cementerio se enterraban los cadáveres de toda la población,
cualquiera que fuera su condición económica, hasta el año 1844, cuando se inició el Cementerio de San
Pedro, que con el tiempo fue denominado “de los ricos” y el de San Lorenzo como “el de los pobres” (SMA).
Actualmente está fuera de funcionamiento y existe el proyecto de convertirlo en un parque.
153
el Cementerio Universal:
297

Este cementerio fue construido por el municipio en 1933, en 1965 la Curia de Medellín compró parte de esta
necrópolis para hacer el cementerio de La Candelaria (MEB). El objetivo del Cementerio Universal era
enterrar allí personas de todas las religiones sin discriminación (SMA).
154
la avenida de La Playa:
A lo largo del cauce de la quebrada Santa Elena, que desciende desde lo alto de las montañas del oriente de
Medellín, se estableció una de las primeras “urbanizaciones” de la ciudad, entendiendo por ello la venta de
lotes que realizó el señor Modesto Molina en el camellón de Santa Elena hacia 1874. A lo largo de la
quebrada se construyeron lujosas quintas con frondosos árboles que por su frescura y belleza, hacían del
“Paseo La Playa” uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad (MTM).
155
Arzobispo Cayzedo:
Monseñor Manuel José Cayzedo nació en Bogotá en 1851, luego de realizar sus estudios en Roma, y
desempeñar algunos cargos importantes en las diócesis de Pasto y Popayán, fue trasladado a Medellín y tomó
posesión de la arquidiócesis de Medellín en agosto de 1906. Este prelado concluyó, dotó y puso en
funcionamiento la Catedral de Villanueva el 12 de agosto de 1931, con motivo de sus bodas de plata como
arzobispo de Medellín. Murió en esta ciudad en 1937 (MEB).
156
salía frente a su Palacio:
Esta referencia es del Palacio Arzobispal ubicado en la Avenida Derecha (La Playa) con la calle San Félix,
fue construido en 1892 por don Coroliano Amador, un acaudalado personaje de la ciudad, quien trajo al
arquitecto francés Carlos Emile Carré para el diseño y construcción de varias mansiones, entre ellas el palacio
que iba a ser obsequiado a su hijo José María. Con la muerte de éste la mansión fue vendida a la arquidiócesis
y acondicionada como Palacio Arzobispal. Era una casa amplia, rodeada de árboles y jardines, protegidos por
una reja de hierro y cemento y amplios ventanales. En 1970 fue demolido para el paso de la Avenida Oriental
y luego en este sitio se levantó la construcción del edificio Vicente Uribe Rendón (MTM).
157
el conflicto con el Perú:
El tres de septiembre de 1932 se difundió la noticia que “trescientos comunistas peruanos” se habían
apoderado de Leticia, lo que en realidad resultó ser una invasión planeada del ejército peruano según lo
dispuesto por el Gobierno de Sánchez Cerro. Frente a las evidencias no le quedó al presidente Olaya Herrera
otra alternativa que declarar el estado de guerra con el Perú y adoptar las disposiciones militares para
recuperar el territorio usurpado, medidas que contaron con la aceptación y apoyo generalizado del pueblo. El
conflicto se solucionó por la vía diplomática a través del protocolo de Río de Janeiro firmado el 24 de mayo
de 1934 (LGP).
158
La Bastilla:
En la primera mitad del siglo XX en Medellín era común acudir a establecimientos públicos llamados “cafés”
para establecer tertulias o sitios de encuentro en los cuales se sostenían discusiones al calor de unos tragos de
licor. Uno de éstos famosos sitios fue el café llamado en sus inicios “Puerta del Sol”, cambiando más tarde
por el nombre compuesto “La Toma de La Bastilla” y, finalmente, llegó a ser nombrado simplemente como
“La Bastilla”. En 1943, el edificio localizado en la esquina de Junín y la Avenida primero de Mayo, frente a la
calle de Boyacá, fue derribado y una moderna estructura erigida en su lugar continuó alojando el mismo café
renovado (SMA).
159
puente de Junín:
Este puente fue uno de los más antiguos de la población, considerado incluso como el primer puente en
tenderse a poco de la fundación, alrededor de 1676. En su ultima época de funcionamiento, el puente se
construyó con materiales y adobe de barro cocido y unas barandas altas y anchas que la gente utilizaba para
sentarse a conversar. Era muy apetecido por los estudiantes para mirar a las colegialas que pasaban. También
eran muy típicas en este sitió y en el puente Mejía, en la carrera el Palo, las ventas de frutas variadas (CHM).
298

Actualmente corresponde a la carrera 49 y se llamó de acuerdo con la Batalla de Junín, dirigida por el propio
Libertador Simón Bolívar el 6 de agosto de 1824 (CHM).
160
puente Baltasar Ochoa:
Este puente ubicado a la altura de la carrera Sucre, recibió también el nombre de esta vía. Fue diseñado y
construido por uno de los más interesantes arquitectos y dibujantes de la ciudad, Félix Mejía, quien firmaba
con el seudónimo de Mexía, quien estuvo vinculado al grupo de intelectuales Los Pánidas. La obra del puente
era armoniosa, bella y verdaderamente digna del conjunto que integraban las viviendas vecinas y los árboles
de la avenida. Recibió el nombre de Baltasar Ochoa, para honrar la memoria de un distinguido galeno, cuya
casa quedaba en la esquina suroriental del cruce de la avenida con la carrera Sucre (CHM).
161
puente Mejía:
Como todos los puentes de la quebrada Santa Elena, sus inicios fueron rudimentarios, pero éste durante
mucho tiempo, y gracias a la profundidad del lecho de la quebrada, tuvo una duración extraordinaria cuando
no era más que simples palos redondos cubiertos con una capa de cascajo apisonado y con barandas hechas de
madera, formando rombos sostenidos por sus esquinas. Tuvo distintos nombres: Puente de La Palencia,
Puente de la Palestina, Puente de El Palo, y finalmente, Puente de Liborio Mejía para recordar al héroe de la
campaña libertadora y primer presidente antioqueño que tuvo el país (CHM). Su ubicación era el actual cruce
de la carrera El Palo con la Avenida La Playa (Carrera 55 con calle 51).
162
mucama:
Americanismo de países diferentes a Colombia, término referido a denominar a la criada o empleada del
servicio doméstico (DRAE). Esta palabra generó una de las críticas a la obra por parte de Abel Naranjo
Villegas, el cual argumentaba que Sanín Echeverri fue poco cuidadoso con el lenguaje en la novela, porque
utilizaba “el argentinismo “mucama” cuando allá decimos tan expresivamente “sirvienta” y hasta “camarera””
(CAJS).
163
guayacán amarillo:
El guayacán es conocido científicamente como tabebuia rosea y tabebuia pentaphylla. Es un árbol originario
de América, de bellas flores amarillas, moradas o blancas, llamado comúnmente “palo santo” por sus usos
medicinales (DFA).
164
“La quebrada arriba” fue el orgullo de Medellín:
Alrededor de la quebrada Santa Elena se formaron inicialmente los barrios Quebrada Arriba y Quebrada
Abajo. El denominado barrio “Quebrada Arriba” era el más extenso y referencial. Empezaba en el punto
denominado “Las Estancias o Salados” (Puente de La Toma) y terminaba en el llano (Carrera Carabobo). Este
barrio a su vez se dividía en la Avenida Izquierda y la Avenida Derecha, correspondientes al trayecto de la
quebrada (MTM). La mejor descripción de la “Quebrada arriba” la realizó Tomás Carrasquilla quien escribió:
“fue ella alborotosa y levantisca en la parte alta; fastuosa y aristocrática en la céntrica. De tiempo atrás tuvo
en ésta quintas majestuosas y señoriales, tuvo juegos de agua, jardines y arboledas a la vista y contemplación
del transeúnte” y, finamente, anota sobre el ocaso de esta parte de la ciudad “la cesantía por mora es la
claudicación, la muerte, el olvido, el desprecio: es... ¡lo pasado! (MED).
165
barrio de El Prado:
El empresario antioqueño Ricardo Olano citó como ejemplo de buenas urbanizaciones al barrio El Prado de
Barranquilla, que sería el modelo seguido para la realización, en Medellín, del barrio del mismo nombre. En
1926 se firmó el contrato para su construcción. Fue El Prado el barrio clásico y residencial de la burguesía de
medellín, durante la primera parte del siglo XX; tenía casasquintas rodeadas de jardines y árboles, calles
amplias y arborizadas y fue donde mejor pudo Olano plasmar el modelo de barrio elegante al que aspiraba
para la ciudad (MHU).
166
scrap:
299

Palabra de lengua inglesa, significa para este caso chatarra (DOP).


167
verdaderas casas de muñecas, como la comedia de Ibsen:
El dramaturgo Noruego Henrik Ibsen (1828-1906) escribió obras para teatro que fueron presentadas en
diversos países europeos. Cultivó el teatro de ideas y problemas morales considerados en una síntesis
simbólica. Su obra más representativa, estrenada en Italia y una de las piezas teatrales más famosas de la
segunda mitad del siglo XIX, es Casa de muñecas (1879), se considera un drama de conciencia sobre el tema
de la mujer en el matrimonio y la historia de su emancipación. La obra muestra a través de los personajes
cómo las equivocaciones sociales han constreñido el papel de la mujer hasta tal punto que le es negada toda
participación en actividades publicas y comerciales, por lo cual su educación debería estar encaminada
exclusivamente para desempeñar labores domésticas (CBL).
168
godos:
Despectivamente se da este nombre a los individuos de filiación conservadora y a cuanto pertenece a este
partido político (RC). Se debe anotar que la filiación política de Jaime Sanín Echeverri siempre ha sido
conservadora. En la época que se ambienta la novela se daba una gran rivalidad entre los dos partidos
tradicionales colombianos (liberal y conservador), debido a la alternancia irregular del poder, lo que
desemboca en una confrontación civil, conocida en el país como la época de la Violencia a partir de 1948
hasta mediados de los años sesenta.
169
una verdad de Perogrullo:
Expresión de origen español que significa verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o
simpleza el decirla (DRAE).
170
cocinera de Antioquia, tan buena, tan abnegada, tan madrugadora, tan mal pagada y tan mal
entendida:
Según las estadísticas de las primeras décadas del siglo XX, en ciudades como Medellín y Bogotá, la mayoría
de la población femenina se ocupaba en oficios domésticos. Aun entre los sectores medios no era extraño
contar con cocinera, “dentrodera”, niñera, y algunas veces hasta con una carguera, que tenía bajo su completa
responsabilidad al recién nacido. Además, semanalmente se contrataban los servicios de lavandera,
aplanchadora y lavadora de pisos. Muchas de estas eran mujeres migrantes que eran entregadas por sus padres
campesinos como sirvientas, a veces ni siquiera recibían salario por sus servicios y cuando se les pagaba éste
era el 50% más bajo que el de las obreras, el cual ya era bastante menguado. Sin libertad, ni tiempo propio, su
mundo afectivo se reducía a la familia donde trabajaban (CVF).
171
dilettante:
Es un adjetivo que se aplica a quien cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, como aficionado y no
como profesional, generalmente se aplica al conocimiento de las artes (DRAE).
172
negra chocoana:
Habitante del departamento del Chocó (NDC).
173
Teatro Junín:
El edificio del Teatro Junín era denominado “Gonzalo Mejía”. Fue construido por una sociedad anónima
encabezada por Don Gonzalo y denominada “Consorcio de Fomento”; el diseño de los planos los realizó el
arquitecto belga Agustín Goovaerts. El interior del edificio estaba casi ocupado en su totalidad por el teatro y
se complementaba con el Hotel Europa. El teatro contaba con 100 lunetas, 37 palcos, 800 puestos de
preferencia y 2000 entradas de galería. Su inauguración fue el 24 de octubre de 1924 y se mantuvo hasta 1968
cuando fue demolido para dar paso a la construcción del Edificio Coltejer (MTM).
174
muchachas de “media petaca”:
300

La locución “ser de media petaca” se utiliza para resaltar el origen plebeyo del individuo (DFA). En un
sentido despectivo está referido a personas que aparentan pertenecer a una clase social más elevada que
aquella de la que realmente provienen (NDC).
175
cachifo:
Forma léxica coloquial y despectiva que significa “muchacho” (NDC).
176
Boyacá:
Departamento de Colombia localizado al noreste del país. Tiene una extensión de 23.189 km² y una gran
diversidad geográfica y climática que oscila desde las altas cumbres de la sierra Nevada del Cocuy y el
páramo de Pisba hasta las tierras bajas del valle medio del Magdalena o Territorio Vásquez. Existe también
un área árida conocida como el desierto de La Candelaria. El territorio lo bañan las hoyas hidrográficas de los
ríos Magdalena, Arauca y Meta. Fue creado en 1821(BCE).
177
la Escuela Tutelar:
La Escuela Tutelar era un híbrido entre taller, convento y prisión. Su lema podría resumirse en virtud, honor y
laboriosidad. Las internas, tanto niñas como jóvenes, era levantas a las cuatro de la mañana y trabajaban hasta
las cinco de la tarde, hora en que se retiraban a los servicios religiosos. Para ingresar a la tutelar podían
haberse cometido infracciones, pero en ningún momento haberse perdido la doncellez (VCM). Según este
último criterio, la reclusión de Helena, la protagonista de la obra carecería de verosimilitud, si nos atenemos
al criterio histórico. Sin embargo, para subsanar este problema, funcionaba anexa a la Tutelar la Escuela de
Reforma, para aquellas jóvenes menores de diecisiete años que se hubieran iniciado en la prostitución o que
han perdido la honestidad, y que no pueden ser admitidas en la Tutelar (VCM).
178
Nariño:
Es la actual carrera 37. Se nombró en honor al héroe y recursor de la Independencia Antonio Nariño, Tradujo
los derechos del hombre, murió en 1823 (CHM).
179
los rojos de España están violando los conventos:
Estos hechos están referenciados con base en la Guerra Civil española, conflicto bélico que dio comienzo en
julio de 1936, a raíz de la sublevación de un sector del Ejército contra el gobierno de la II República española,
y que concluyó el 1 de abril de 1939 con la victoria de los rebeldes. El triunfo de éstos permitió la
instauración de un régimen dictatorial encabezado por el general Francisco Franco, principal dirigente militar
y político de los sublevados, que sustituyó al sistema parlamentario republicano (BCE).
180
Manchester:
Ciudad de Gran Bretaña. Está situada al noroeste de Inglaterra, a orillas del río Irwell. Es el centro comercial
y bancario de la región de South East Lacanshire, conurbación industrial de ciudades satélites. Ciudad
medieval de lanas y linos, es desde el siglo XVIII el primer núcleo industrial algonodero del mundo, se ha
constituido desde la revolución industrial en un gran centro industrial y portuario (ECJ).
181
La Toma:
El sector de La Toma fue llamado así por encontrarse en el lugar donde comenzaba la acequia sobre la
quebrada Santa Elena que surtía de agua la población. En este sitio se encontraba uno de los primeros puentes
sobre la quebrada, cuya estructura inicial era de mampostería, con barandas de madera y techo de tejas de
barro cocido. Las continuas crecientes de la quebrada y los daños que causaron obligaron a la reconstrucción
del puente en más de una ocasión. El último, levantado en concreto por José Joaquín Tirado, desapareció con
la cobertura de la quebrada Santa Elena (RM).
182
calentana palúdica:
301

La primera palabra hace referencia a algo proveniente de tierra caliente (NDC), en este caso, se asocia al
paludismo que es una enfermedad tropical, transmitida por el mosquito anofeles (DRAE). En resumen, la
expresión compuesta sirve para manifestar el estado de turbación del personaje.

183
camarón que se duerme, se lo lleva la corriente:
Es una refrán que se aplica para advertirles a los individuos descuidados o perezosos el riesgo que corren de
perder las buenas oportunidades (RC).
184
probo:
Alude a la honradez, calidad de honrado (DRAE).
185
como el pétalo de una catleya:
La catleya es del género de plantas de la familia de las Orquidáceas, propias de la América tropical y cuyas
flores son de gran belleza (DRAE).
186
la placita de Boston:
La primera urbanización del barrio Boston data de 1888 y fue promovida por la familia Villa. En marzo de
1911 se aprobó la petición de la Sociedad de Mejoras Públicas para realizar el parque Sucre, antigua plaza de
Boston, a cambio del derecho a “explotar éste con festividades”. A comienzos del siglo XX la Sociedad
Propietaria, entidad de empresarios de la ciudad, construyó casas en el sector occidental de barrio (MHU).
187
los salesianos:
Salesianos es el nombre por el cual son conocidos los miembros de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales,
así como, por extensión, esta congregación religiosa de la Iglesia católica (también conocida como Sociedad
Salesiana de San Juan Bosco). Fue fundada a mediados del siglo XIX por San Juan Bosco en la ciudad
italiana de Turín, con el objetivo de educar y formar a la juventud, especialmente a la más desfavorecida.
Apoyada e impulsada por el papa Pío IX, recibió la aprobación apostólica definitiva de éste en 1869. En 1874
fue aprobada su Constitución (o reglas) (BCE).
188
jugándole infidelias:
Es una locución verbal humorística, alude al engaño en asunto de sexo (DLHA).
189
el ajuarcito:
Expresión diminutiva de ajuar, éste se define como el conjunto de muebles, enseres y ropas de uso común en
la casa (DRAE).
190
remoquete:
Apodo, nombre dado a una persona (DRAE).
191
fraques:
Forma españolizada del francés frac. Éste es un vestido de hombre, que por delante llega hasta la cintura y por
detrás tiene dos faldones más o menos largos y anchos (DRAE).
192
blanca yedra:
Hiedra. Planta trepadora, siempre verde, de la familia de las Arialáceas, con tronco y ramos sarmentosos, de
que brotan raíces adventicias que se agarran fuertemente a los cuerpos inmediatos. Aunque la hiedra no es una
parásita verdadera, daña, y aun ahoga con su espeso follaje a los árboles por los que trepa (DRAE).
193
arrieros:
Personaje que desempeñaba el oficio de la arriería. Comerciante paisa cuyo oficio era llevar los productos a
los centros mineros. El transporte adecuado, recuas de mulas y bueyes. El oficio de arriero daba posición
social (DFA).
302

194
fonda:
Establecimiento rural donde se venden comestibles y también se despachan bebidas alcohólicas (NDC).
195
abejorraleña:
Gentilicio de los oriundos de la población antioqueña de Abejorral.
196
¡Maula!:
Uno se sus significados es cosa inútil y despreciable. Se utiliza como calificativo de individuos en el sentido
de persona tramposa o mala pagadora (DRAE).
197
perra:
En su acepción literal es tomado como prostituta (DRAE). En su uso común sirve como insulto para una
mujer de comportamiento promiscuo y poco decoroso.
198
rengo:
Es una persona coja por una lesión de las caderas o de un pie (DRAE), en este caso no hay un dato exacto
sobre el origen de la renquera del padre de la protagonista.
199
salgamos de una vez de ese taco:
Esta expresión está relacionada con la locución “tener un taco”, es decir, tener una idea que atormenta (RYD).
200
loza del Carmen:
Hace alusión a El Carmen de Viboral, municipio del oriente de Antioquia. Hacia 1806 hacía parte de la
municipalidad de Marinilla y su creación como distrito fue en 1841. Su nombre se debe a Nuestra Señora del
Carmen, y el “Viboral” sigue siendo un enigma (DFA). La “loza” es definida como barro fino, cocido y
barnizado, de que están hechos platos y tazas (DRAE), de esta forma, la referencia completa remite a la
tradición alfarera de este municipio, en donde se consiguen vistosos utensilios de cocina fabricados
artesanalmente.
201
profiláctico:
Alude al sitio que puede preservar de la enfermedad (DRAE).
202
la bisoñada se paga:
Es una locución que significa sufrir las consecuencias de la falta de conocimiento o experiencia (DLHA).
203
no me choca:
La expresión “estar chocado” significa estar contrariado (NDC), en este caso, es todo lo contrario, alude a que
le agrada la idea.
204
farra:
Juerga, parranda (DRAE).
205
le había dorado la píldora:
“Dorar la píldora” es una locución que significa hacer preámbulos relajantes antes de dar una mala noticia
(RYD).
206
Enguayabado:
Enguayabao, uso coloquial. Quien sufre el malestar de una borrachera al otro día. (DFA), Argos define al
“Enguayabado” como aquel que tiene “guayabo” y éste es resaca o malestar que el que ha bebido en exceso
padece al día siguiente (RYD).
303

207
PILATOS:
Poncio Pilatos (siglo I d.C.), procurador (gobernador) romano de la provincia imperial de Judea (26-36). El
historiador judío Flavio Josefo lo retrató como un administrador duro que no supo entender las convicciones
religiosas ni el orgullo nacional de los judíos. Es famoso por su intervención en el juicio y ejecución de
Jesucristo. El grado de culpabilidad que tuvo en estos hechos ha sido objeto de debate desde entonces (BCE).
208
soliviantando:
Soliviantar es una acción que indica mover el ánimo de alguien para inducirle a adoptar alguna actitud rebelde
u hostil (DRAE).
209
desvestidero:
Expresión relacionada con una forma más común como el colombianismo “vestier” para designar el cuarto
pequeño que sirve para desvestirse o cambiarse de ropa (NDC).
210
Ni la ordenanza departamental les permitía recibir a quien las religiosas desearan:
Esta referencia hace alusión a la creación de la institución mediante la Ordenanza No. 4 de 1914, que dispuso
la fundación de una Casa de Corrección para mujeres menores de edad o Escuela Tutelar. Por medio de esta
misma ordenanza departamental, la dirección de esta institución se entregó a la congregación religiosa del
Buen Pastor, ajena a toda tendencia pedagógica moderna (VCM).
211
la calle del Palo:
En realidad es la carrera 55, según la nomenclatura actual de Medellín.. Su nombre se debe a la Batalla del río
Palo, la cual estuvo al mando del capitán antioqueño Liborio Mejía (CHM).
212
“enyerbó”:
Enyerbar: idiotizar a alguien con brebajes de hierbas. “Estar enyerbao” (DFA).
213
puente de Hierro:
Este puente se originó por una concesión que realizó la administración municipal al señor Miguel Gómez,
quien hábilmente contrató la construcción de un puente a cambio de explotar el material de playa del lecho de
la quebrada para utilizarlo en construcciones de la Villa. Este asunto estaba prohibido a fin de evitar la
profundización excesiva de la quebrada, sin embargo, se le concedió la autorización y se montó allí una
empresa proveedora de piedra, cascajo y arena. Construyó un puente de madera relativamente seguro, pero no
cumplió con el de mampostería. Posteriormente, debido a la profundización del lecho de la quebrada por la
explotación, se encargó al ingeniero José María Escobar la construcción de un puente de concreto, quien lo
entregó con unas barandas o pasamanos de tubo de dos pulgadas de hierro galvanizado, sumamente sólidas, y
en la parte del lecho de la quebrada tuvo que hacer “una llave de concreto” para evitar que la labor previa de
Gómez provocara el descalce de los estribos y derrumbara el puente (CHM).
214
algotro:
Algún otro (DRAE).
215
carguera:
Era un oficio que ejercían las empleadas domésticas, consistía en el cuidado y crianza de los niños más
pequeños. Según datos de los historiadores, en las casas de élite, y en algunas de clase media, existía un
número alto de criadas, donde no era raro encontrar una carguera, una cocinera, dos “dentroderas” (las que
ejercían oficios diferentes a la cocina y al lavado de ropas) y un paje. Además, existían las lavanderas y
aplanchadoras que realizaban sus tareas por fuera de la casa de la familia (VCM).
216
“Cada hijo trae la arepa debajo del brazo”:
El refrán “Todo hijo nace con su arepa debajo del brazo” contribuyó mucho a la explosión demográfica en
Antioquia, pues era creencia que con el número de hijos se iba incrementando el patrimonio familiar (RYD).
304

217
el Club Unión:
Hacia 1932 el Club Unión estaba ubicado en la carrera Junín. Se describía como un club muy bien instalado,
con toda clase de servicios. Canchas de tenis, billares, servicios de comedor, bar, etc. Té bailable los sábados,
Bridge party los viernes y bailes de gala con frecuencia (M1932). Actualmente, sus instalaciones fueron
convertidas en un centro comercial de la zona céntrica de Medellín.
218
la lotería:
Es un juego público de azar en el que se premian con diversas cantidades varios billetes o números sacados a
la suerte entre un gran número de ellos que se ponen a la venta. Es una forma de especulación porque se
pueden ganar grandes sumas de dinero con una mínima inversión inicial, y no hay que realizar ninguna
actividad (BCE)
219
“loro viejo no aprende a hablar”:
Refrán antioqueño (RYD). Se emplea escépticamente en el sentido de que las personas mayores no suelen
estar capacitadas para emprender el aprendizaje de alguna ciencia u oficio (RC).
220
la Magdalena:
Santa María Magdalena, mujer originaria de Magdala (ciudad cercana a la costa occidental del lago
Tiberiades, hoy en Israel) así llamada en el Nuevo Testamento. Jesús la libró de los malos espíritus (Lc. 8,2) y
se le apareció tras su resurrección (Mt. 28,9), y después de la vigilia de María Magdalena al pie de la cruz
(Mc. 15,40). Desde el principio se ha identificado a María Magdalena con una mujer pecadora que ungió los
pies del Señor (Lc. 7,37-38) y con María, hermana de Marta, que también ungió a Jesús (Jn. 12,3) (BCE).
221
pintarrajeadas:
Esta palabra proviene del verbo “pintarrajear” que significa pintarse o maquillarse mucho y mal (DRAE).
222
¿Es primeriza?:
Se dice especialmente de la mujer que pare por primera vez (DRAE).
223
barraganas:
Concubinas (DRAE).
224
embeleco:
SU significado directo es embuste o engaño, aunque también puede aplicarse la acepción de enredo, montaje
o complicación (DRAE) por el contexto que maneja la palabra.
225
don Juan del Corral:
Don Juan del Corral nació en Mompox en 1778. Desde muy joven se trasladó a la ciudad de Antioquia. Su
ilustración, su probidad y gran energía se hicieron presentes en la junta de “Seguridad Pública” destinada a
promover entusiasmo por la independencia. Fue electo dictador por la Legislatura del Estado y gobernó
Antioquia desde julio de 1813. Entre sus grandes decisiones se cuentan la proclamación de la Independencia
de Antioquia de España el 11 de agosto del mismo año de su posesión; otorgar a Medellín y a Marinilla el
título de ciudad el 21 de agosto de 1813, para igualar estas dos villas con Santa Fe de Antioquia y Rionegro;
finalmente, redactó con José Félix de Restrepo la ley de libertad de los esclavos. Murió en 1814, a la edad de
35 años (MEB).
226
Simón Bolívar:
El Libertador de cinco repúblicas latinoamericanas nació en Venezuela el 24 de junio de 1783. Fue el hombre
más grande de América por su genio militar, sentido político de nacionalidad y estoicismo para soportar las
inclemencias de la naturaleza y las miserias de los hombres. En su honor en Medellín se bautizó uno de los
parques principales de la ciudad y la denominada carrera 51 (CHM).
305

227
el culto de dulía:
Es el culto que se tributa a los ángeles y a los santos (DRAE).
228
colcha::
Cobertura de cama que sirve de adorno y abrigo (DRAE).
229
un hilván:
Costura de puntadas largas con las que se une y prepara lo que se ha de coser después de otra manera
(DRAE).
230
una randa:
Guarnición de encaje con que se adornan los vestidos, la ropa blanca y otras cosas (DRAE).
231
el Parque de Berrío:
Guarda realmente, la mayor parte de la historia de Medellín, ya que en ella se cumplieron y aún se siguen
cumpliendo los principales actos demarcadores del proceso y desarrollo de Medellín. Fue trazada esta vieja
plaza por el alarife Agustín Patiño en el año de 1675, cuando recibió el nombre que mantuvo por mucho
tiempo de Plaza Mayor. Era el verdadero centro de la ciudad y, por lo tanto, el sitio más importante de la
misma. Siguió su transcurso histórico hasta el año de 1850 cuando cambió su nombre por el de Plaza de Zea y
desde 1890, por medio de Ordenanza, se nombró como Parque en honor a Pedro Justo Berrío, cuya estatua,
obra del italiano Giovani Anderlini, se encuentra instalada en el centro del mismo. Durante su historia ha
sufrido diversas transformaciones de acuerdo con las necesidades urbanísticas de cada momento histórico,
cuya única construcción sobreviviente es la Iglesia de la Candelaria (SMA).
232
Aranjuez:
El empresario Manuel José Álvarez Carrasquilla fue uno de los principales urbanizadores de la zona
nororiental de Medellín; poseedor de grandes terrenos fundó los barrios Majalc (iniciales de su propio
nombre), Berlín y Aranjuez. Los predios en los cuales se ubicó Aranjuez fueron una finca del mismo nombre.
En 1922 se inició la construcción de la línea del tranvía de Aranjuez y en 1925 se adjudicaron las primeras
casas para obreros de este barrio (MHU).
233
Fernando González:
Nació en Envigado el 24 de abril de 1895 y jurió el 16 de febrero de 1964. Fue llamado “el filósofo de las
ceibas”. Tiene múltiples obras como Don Mirócletes, La tragicomedia del padre Elías y Martina la Valera,
Los negroides, Viaje a pie, Cartas a Estanislao, Pensamientos de un viejo, El libro de los viajes y de las
presencias, El maestro de escuela, entre otros (DFA).
234
a fuer de sietemesino:
Es una preposición que significa en razón de, en virtud de (DRAE). En este sentido, la oración original se
interpreta como “en razón de haber nacido antes de tiempo”.
235
cargarle el muchachito:
Expresión utilizada para designar el apadrinamiento de un niño (DFA). Servir de padrino de bautismo
(DLHA).
236
no herede de pila:
La expresión “sacar de pila” está referido a ser padrino de una criatura en el bautismo (DRAE). En este caso,
la expresión puede significar que no obtenga un legado de carácter con el hecho del padrinazgo.
237
la hermosa fuente:
306

Se hace referencia a la fuente de bronce ubicada al interior del Hospital San Vicente de Paul. Originalmente
esta fuente adornó el parque de Bolívar desde el año 1900 y había sido traída de Nueva York por Alejandro
Echavarría, el fundador del Hospital. Fue sustituida en el parque por la estatua del Libertador (MTM).
238
sobrepelliz:
Vestidura blanca de lienzo fino, con mangas perdidas o muy anchas, que llevan sobre la sotana los
eclesiásticos, y aun los legos que sirven en las funciones de la iglesia, y que llega desde el hombro hasta la
cintura poco más o menos (DRAE).
239
estola:
Ornamento sagrado que consiste en una banda de dos metros aproximadamente de largo y unos siete
centímetros de ancho, con tres cruces, una en el medio y otra en cada extremo, los cuales se ensanchan
gradualmente hasta medir en los bordes doce centímetros (DRAE).
240
catecúmeno:
Persona que se está instruyendo en la doctrina y misterios de la fe católica, con el fin de recibir el bautismo
(DRAE).
241
Los santos de hoy son San Dionisio, San Rústico y San Eleuterio:
San Dionisio (?-258?), santo patrón de Francia y primer obispo de París. Según el relato de san Gregorio de
Tours, Dionisio partió de Roma hacia el año 250 para predicar el Evangelio a los galos y, tras instalarse en
una isla cerca de la actual ciudad de París, realizó numerosas conversiones. Su arresto fue ordenado por el
gobernador romano de esta parte de la Galia, y Dionisio y dos compañeros, un sacerdote y un diácono, fueron
torturados y decapitados. Su festividad se celebra el 9 de octubre en la Iglesia católica.
San Eleuterio (fallecido en el 189), papa (175-189). Probablemente nacido en la ciudad griega de Nicópolis,
sucedió en el solio pontificio a Sotero. Su pontificado coincidió con los respectivos imperios de Marco
Aurelio Antonino (161-180), que no sentía gran simpatía por los cristianos, y de su hijo Lucio Aurelio
Cómodo (180-192). La festividad de San Eleuterio se celebra el 26 de mayo (BCE).
Sobre San Rústico no se encontraron datos y puede ser un santo ficticio. En Antioquia existía la tradición de
bautizar a los infantes con el nombre del santo del día de su bautismo o de su nacimiento.
242
misiá:
Forma reducida de “mi señora” (DFA). Tratamiento de respeto que se usa , antepuesto al nombre, para
dirigirse a una mujer adulto (NDC).
243
El que peca y reza empata:
Se advierte con este refrán la conveniencia de reconocer los defectos propios y el firme propósito que se debe
formar el individuo en no reincidir en sus faltas (RC).
244
repelente:
Se usa para nombrar a una persona antipática (DRAE).
245
compadre y comadre:
En la relación que se estable a partir del bautismo de un niño se crea un lazo entre la familia y los padrinos, de
esta forma, el compadre es el padrino de bautismo con respecto a la madre, el padre o la madrina de la
criatura, mientras que a la madre del infante se le llama comadre con respecto al padrino o madrina del mismo
niño (DRAE).
246
El Colegio del Centro:
Se hace referencia al Colegio de La Presentación que quedaba ubicado en el centro de Medellín. Este colegio
se abrió el 1880 con 130 alumnos de ambos sexos y con dos clases gratuitas para niños pobres. Su primera
Superiora fue la reverenda madre Chantal. Por sus aulas pasaron las principales damas y señoritas de
307

Medellín, según las crónicas, “después de nutrir su inteligencia con las sabias lecciones de sus maestras y de
aprender de ellas el ejercicio de las más hermosas virtudes cristianas”. El colegio estuvo ubicado en un local
propio en el cruce de la calle Pichincha con la carrera San Félix (desaparecida hoy ante la Avenida Oriental),
tenía como anexo una escuela infantil y el Pensionado Francés para internas que estaba ubicado en la colina
de Los Ángeles (MCT).
247
Envigado:
Municipio cercano a Medellín. Su fundador fue el señor José Antonio Isaza, quien regaló los terrenos.
Envigado fue poblado por gente de Medellín, en 1770; erigido en parroquia el 13 de julio de 1774 y
oficializado como distrito en 1814. El nombre del municipio proviene de “envigar”, porque era el sitio donde
los constructores de Medellín conseguían sus vigas (DFA).
248
La América:
El barrio La América fue una de las poblaciones aledañas que tuvo Medellín después de la segunda mitad del
siglo XIX. Hacia 1870 se construyó su primera capilla para facilitarle a sus pobladores la asistencia a los actos
religiosos, siendo creada como parroquia hacia 1898, desmembrándose los territorios parroquiales de Belén y
Robledo (MEB).
249
La Estrella:
Municipio de Antioquia fundado en 1690 con el nombre de Ancón y erigido municipio en 1833 (DFA).
250
Itaguí:
Municipio cercano a Medellín. El origen de su nombre proviene de nombres indígenas, algunas versiones
sostienen que del chibcha y otras del catío. Fue fundado en 1743 y erigido en municipio en 1832 (DFA).
251
Marinilla:
Municipio ubicado en el oriente de Antioquia, se desconoce su origen toponímico. Fue dependencia de la
provincia de Mariquita y se agregó a la provincia de Antioquia. En 1787 la población se erigió en villa por
Cédula real de Calos IV (DFA).
252
Sonsón:
Municipio de Antioquia sobre cuyo nombre original no existe un consenso histórico. La población fue
fundada en 1787 con el nombre de San José de Ezpeleta de Sonsón por José Joaquín Ruiz y Zapata, no hay
una fecha cierta de su municipalización (DFA).
253
el manicomio:
En 1892 se construyó el manicomio departamental en la colina del Bermejal, en cuyas instalaciones fue
recluido el poeta Epifanio Mejía. La mayoría de las mujeres que ingresaron a este centro eran trabajadoras
domésticas, jóvenes y solteras, y muchas de raza negra y mulata. Este hecho nos recuerda la gran cantidad de
población femenina dedicada al servicio doméstico y las duras condiciones afectivas y económicas que
enfrentaban estas trabajadoras a principios de siglo (VCM).
254
Hospital de La María:
El Hospital “La María” fue fundado en 1923 por el Concejo de Medellín. En sus inicios estaba destinado a
atender exclusivamente a enfermos de tuberculosis (MOPD). Actualmente está ubicado en el noroccidente de
la ciudad.
255
trebejos:
Utensilios, instrumentos (DRAE).
256
el Orfelinato de San José:
308

Este orfelinato fue creado para el servicio de los niños huérfanos hasta los ocho años, se dio al servicio en
1915. Las Hermanas de la Caridad se encargaron de su dirección; en 1925 contaban con 114 niños. A esta
institución se le acusó muchas veces de discriminar a los huérfanos que no fueran de uniones legítimas,
además, según los reglamentos, no se recibían ni enfermos contagiosos ni anormales. Estos niños
permanecían allí hasta que estuvieran en capacidad de ganarse la vida, o hasta cuando “una familia honorable
los acogiera” (VCM). Está localizado en un costado del Parque Obrero entre los barrios Boston y Los
Ángeles.
257
—¡Caramba!:
Interjección con que se denota extrañeza o enfado. En tal sentido su uso es muy frecuente entre las gentes de
Antioquia (DFA).
258
eran cismas de las blancas y de las ricas:
Expresión que posiblemente deriva de la palabra “cismatiquería” que significa delicadeza excesiva o afectada
que se manifiesta a través de actitudes o gestos exagerados (NDC).
259
chiros:
Uso común para determinar la ropa vieja, andrajos (DFA). En el contexto que está ubicada la palabra se
utiliza para denominar cualquier tipo de prenda de uso diario.
260
badulaque:
Se usa para nombrar a una persona necia o inconsistente. Es aquel que es impuntual en el cumplimiento de
sus compromisos (DRAE).
261
una cuba libre:
Bebida usualmente compuesta por ron y refresco de cola (DRAE). Se respeta la forma escrita por el autor en
la obra, no obstante en el DRAE aparece como “cubalibre”.
262
socio del Campestre:
Esta referencia hace alusión al Club Campestre, fundado en 1924 como un club de deportes, para la década de
los años treinta era promocionado como uno de los exclusivos centros sociales de Medellín y que aún persiste
en la actualidad. Para 1932 estaba a las afueras de la ciudad, 6 kilómetros que se recorrían en tranvía o
automóvil. Entre sus servicios se contaban “campos de golf, canchas de tenis, campos de polo, football,
basketball y criket”, también contó con piscina, billares servicios de comedor y bar, así como “Bridge parties,
tés bailables y bailes de gala” (M1932). Por mucho tiempo ha sido el lugar exclusivo de concentración de la
alta sociedad medellinense.
263
escarceos:
Se refiere a establecer o iniciar una relación amorosa superficial (DRAE).
264
cada uno habla de la feria como le va en ella:
Este refrán alude en forma despectiva o laudatoria del lugar en que se habita, según la forma como el
individuo haya sido tratado, o el provecho que haya sacado de sus negocios (RC).
265
rasca:
Borrachera (DFA).
266
una se vuelve espuelona:
Locución que también se expresa como “tener mucha espuela” o “ ser muy espuelón”, significa tener mucha
experiencia (RYD).
267
cada niño trae la arepa debajo del brazo:
309

Este refrán también tiene la variación más común de “cada hijo trae su pan debajo del brazo”. Es aplicable a
los padres de numerosa prole, se da a entender que los cuidados dispensados a los hijos en su crianza y
educación luego serán retribuidos por ellos (RC).
268
traganíquel:
Es un aparato que en España se llama “tragaperras”, es decir, funciona al introducirle una moneda (RYD), al
recibir el dinero toca automáticamente un disco (NDC); generalmente se encuentra en las cantinas para
animar con la música seleccionada por el cliente.
269
procacidades:
Dichos o hechos desvergonzados, insolentes (DRAE).
270
Minerva:
Nombre romano otorgado a la divinidad griega de Atenea, diosa de la sabiduría y el ingenio. Es hija de Metis,
diosa de la inteligencia, la reflexión y la meditación, a quien Zeus se tragó entera cuando estaba embarazada
de él para evitar su derrocamiento, según un oráculo. Atenea nació directamente de la cabeza de Zeus y surgió
ya adulta armada de coraza, lanza y casco (MG).
271
Venus:
En la mitología romana se identificó con este nombre a Afrodita, diosa del Amor. Según una de las versiones
sobre su origen, ésta emergió de la espuma del mar fecundada por los órganos de procreación de Urano,
cortados por Cronos. La bella diosa salió de una concha nacarada empujada por el dios Céfiro a las orillas de
la isla de Chipre, allí fue cuidada por Las Horas, hasta ser llevada al Olimpo (MG).
272
angurria:
Expresión coloquial que denota ambición o apetito desmedido (NDC).
273
solar:
El solar en el sentido que se expresa es un sitio sobre el cual se construye una casa (DFA), es una porción de
terreno donde se ha edificado o se destina a edificar (DRAE).
274
La Inmaculada que está terminando en el muro izquierdo el pintor suizo Gonberg, copia de una de
las de Murillo:
Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), pintor español nacido en Sevilla, cultivador de una temática
preferentemente religiosa. A partir de sus primeras obras, representaciones de la Virgen María o la Sagrada
Familia, de espíritu algo distante, evolucionó hacia un tratamiento de los temas en un tono más humano y
sencillo. Murillo es el artista que mejor ha definido el tema de la Inmaculada Concepción, del que nos ofrece
numerosas versiones que destacan por la gracia juvenil y el rostro amoroso de la Virgen y el vuelo de los
ángeles que la rodean. En el Museo del Prado se pueden contemplar algunos lienzos que tratan este tema
(BCE). Coincidencialmente, en la Catedral Basílica Metropolitana de Medellín existe una copia de la
Inmaculada de Murillo, justo en el ala izquierda del templo.
275
las majas de Goya:
Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), pintor y grabador español considerado uno de los grandes
maestros de la pintura. Marcado por la obra de Velázquez, habría de influir, a su vez, en Édouard Manet,
Pablo Ruiz Picasso y gran parte de la pintura contemporánea.Dos de sus cuadros más famosos, obras maestras
del Prado, son La maja desnuda (1800-1803) y La maja vestida (1800-1803) (BCE).
276
testaferro:
Persona que presta su nombre en un contrato, pretensión o negocio que en realidad es de otra persona
(DRAE).
310

277
lampadario:
Es un candelabro que se sustenta sobre su pie y está provisto en su parte superior de dos o más brazos con
sendas lámparas (DRAE).
278
Ojalá hubiera barrios modelos, alejados de la ciudad, para aislar a las malas mujeres y librarnos de
escándalos:
En el suroccidente de la ciudad se conformó el barrio Antioquia, después de la década de los treinta. En sus
inicios fue un asentamiento de familias trabajadoras y obreras, pero por una decisión arbitraria del Concejo
municipal, y a pesar de la protesta de sus habitantes, se convirtió en los años cincuenta en un barrio de
prostitución (VCM). En este sentido Sanín Echeverri manifestó por anticipado un deseo que se hizo realidad
en los planes de reordenamientro de la ciudad posteriormente.
279
El instituto José Joaquín Ortiz:
José Joaquín Ortiz (1814-1892), escritor colombiano. Estudió humanidades en el Colegio del Rosario. Junto a
José Eusebio Caro y Julio Arboleda constituyó la tríada de mejores poetas románticos de la Nueva Granada.
Escribió teatro y novela. Cultivó el periodismo con éxito y habilidad, en especial en temas políticos. Fundó y
colaboró como redactor en El Correo de los Andes, El Porvenir, La ciudad, El Conservador, El Día, El
Cóndor, El Catolicismo y La Estrella Nacional, éste último el primer periódico literario de Colombia,
redactado con José Eusebio Caro (BCE).
280
Tunja:
Ciudad y capital del departamento colombiano de Boyacá, ubicada en una pequeña meseta que se extiende en
la cordillera Oriental. Situada a una altitud de 2.782 m y con una temperatura cuyo promedio es de 13 C, la
ciudad dista 135 km de Bogotá. La región estaba habitada por los aborígenes muiscas a la llegada de los
españoles. El 6 de agosto de 1539 fue fundada por Gonzalo Suárez Rondón (BCE)
281
Pasto:
Ciudad del suroeste de Colombia, capital del departamento de Nariño, se sitúa en una región agrícola andina
de mayoría indígena y actúa como centro comercial y distribuidor de mercancías entre el valle del Cauca y
Ecuador a través de la carreterera Panamericana (BCE).
282
Bogotá:
Ciudad y capital de Colombia situada en el centro del país; constituye el Distrito de la Capital de Bogotá, al
norte del ecuador. Es, asimismo, la capital del departamento de Cundinamarca. Se encuentra a unos 2.640 m
de altitud, en un altiplano al pie de los cerros de Monserrate (3.152 m) y Guadalupe (3.250 m) en la cordillera
Oriental de los Andes. El clima es templado con una temperatura media anual de 14 °C. Bogotá es la ciudad
más grande de Colombia y una de las zonas metropolitanas de más rápido crecimiento de Sudamérica, fue
fundada en 1538 por el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada, cerca del emplazamiento de un
populoso asentamiento de indios chibchas llamado Bacatá (BCE).
283
avilantez:
Audacia, insolencia (DRAE).
284
aviesos:
Torcidos, malos o mal inclinados (DRAE).
285
el santo escapulario:
Objeto devoto formado por dos pedazos pequeños de tela unidos con dos citas para echarlo al cuello (DRAE).
En Antioquia su uso era bastante común para “proteger de todo mal y peligro”, en su forma básica presentaba
imágenes de la Virgen del Carmen.
286
sobreseimiento:
311

Término jurídico, establece que por ser evidente la inexistencia de delito o la irresponsabilidad del inculpado,
pone términos al proceso con efectos análogos a los de la sentencia absolutoria (DRAE).
287
en mi cama blanda con somier:
El somier se define como un soporte de tela metálica sobre el que se coloca el colchón (DRAE).
288
la carrera de Mon y Velarde:
La carrera 41 lleva el nombre del Oidor español Juan Antonio Mon y Velarde, quien nació en 1747 y aceptó
venir a Antioquia en 1785. Realizó importantes reformas en los sistemas económicos y sociales de Medellín y
Antioquia (CHM).
289
Pichincha:
Como tantas otras calles y carreras de Medellín debe su nombre a una de las contiendas de la época de la
Independencia. En la de Pichincha se definió la suerte de Quito y Pasto y comenzó a perfilarse la
independencia del Perú. Por nomenclatura es la calle 48 (CHM).
290
Bombona:
Es la calle 47, su nombre se debe a la Batalla de Bomboná, última confrontación entre criollos y chapetones
en la campaña libertadora del sur. La contienda se libró entre Simón Bolívar y las fuerzas del coronel Basilio
García (CHM).
291
rapada a barbera:
La barbera es la navaja de afeitar del antioqueño (DFA). De acuerdo con lo anterior, y apoyados en la
definición oficial de rapar (DRAE), la expresión significa cortar el pelo hasta la raíz.
292
Ayacucho:
En la Batalla de Ayacucho se definió la libertad definitiva de los países bolivarianos. Esta vía de Medellín es
la calle 49 (CHM).
293
una caja de dientes:
Pieza artificial compuesta de dientes postizos, que sustituye la dentadura natural (NDC).
294
Lo que por agua viene por agua se va...:
Refrán que se asocia con “lo mal habido se pierde también por la mala fe de otros”. También significa que, a
veces, lo adquirido sin dificultad se pierde con facilidad (RYD).
295
“la hija buena vuelve a casa aunque sea preñada”:
Refrán que también se conoce como “La hija agradecida vuelve. Puede ser preñada, pero vuelve” (RYD).
296
lleno del espíritu de San Ignacio: sano, sabio y santo:
San Ignacio de Loyola (1491-1556), sacerdote español fundador de la Compañía de Jesús, orden religiosa de
la Iglesia católica más conocida por el nombre de jesuitas que reciben sus miembros. Ignacio de Loyola fue
canonizado por el papa Gregorio XV en 1622 y, debido a su obra Ejercicios espirituales, que ha servido como
modelo para la mayoría de las misiones y retiros católicos, es patrón de los retiros espirituales. Su festividad
se conmemora el 31 de julio (BCE).
297
accedían a recibirlo como hermano coadjutor, que tal era su voluntad, a pesar de sus aptitudes para
escolar...:
La preparación que requiere todo aspirante a la orden de los Jesuitas, especialmente si quiere ser sacerdote
más que hermano (coadjutor), es bastante más larga que la necesitada para el sacerdocio secular o para
ingresar en otra orden religiosa. Después de permanecer dos años como novicio, alejado del mundo y
dedicado a la oración, el candidato emite los votos simples de pobreza, castidad y obediencia, y se convierte
312

en escolástico. Después de cuatro años más de estudios teológicos, y de un año de retiro y oración, el
candidato recibe su titulación, convirtiéndose en coadjutor o en profeso perpetuo. Los últimos votos de los
coadjutores son simples, de pobreza, castidad y obediencia, pero para los profesos estos votos son solemnes, a
los que agregan uno más, que es el aceptar ir al lugar que decida el papa. Más tarde, los profesos emiten cinco
votos simples, entre los que se incluye la renuncia a todo oficio eclesiástico ajeno a su orden, a menos que lo
determine la autoridad de la Compañía (BCE).
298
bridge:
El bridge es un juego de cartas en el que participan 4 jugadores. Se juega con baraja francesa y se emplean las
52 cartas de la baraja. Los jugadores se distribuyen por parejas. Actualmente se emplea únicamente el término
bridge como abreviatura del contract bridge, que ha desplazado a todas las variantes de este juego. Todas las
modalidades de bridge tienen su origen en el whist. El bridge whist, la modalidad original, se introdujo en el
Reino Unido a finales del siglo XIX (BCE).
299
La quebrada de Santa Elena sigue, por dentro de la ciudad, ya cubierta por su fetidez:
La cobertura de la quebrada Santa Elena se hizo necesaria, porque a medida que crecía la ciudad ésta se
convirtió en recipiente de todos los desechos y basuras y en un creciente foco de contaminación. Además,
había otra razón que tenía que ver con la noción de progreso, porque este tipo de elementos naturales no tenía
cabida en la modernización de la ciudad. Esta obra generó gran polémica entre la sociedad medellinense, pero
hacia 1924 la oficina de Ingeniería Municipal inició el cubrimiento de la quebrada, finalmente, terminó de
cubrirse en todo su trayecto de oriente a occidente en 1940 (MTM).
300
el río Medellín:
El río Medellín surca el Valle de Aburrá de sur a norte. A pesar de la belleza de su entorno natural, este río no
alcanzó a tener el encanto que tuvo la quebrada Santa Elena entre los medellinenses. En él no fueron
frecuentes las escenas de grupos de familias y amigos que se reunían a disfrutar de los encantos de la
naturaleza, los paseos de olla y el baño en sus aguas mansas. A sus mejores y más hondos charcos, que los
tenía en abundancia, acudían generalmente los muchachos y los vagos. No fueron pocos los estragos de las
crecientes y las consecuentes inundaciones que causó el río, por lo cual se hizo necesario rectificarlo en su
cauce para habilitar tierras y crear un corredor vial en sus riberas (RM).
301
cilicio fiero:
Faja de cerdas o de cadenillas de hierro con puntas, ceñida al cuerpo junto a la carne, que para mortificación o
penitencia usan algunas personas (DRAE).
302
almos nimbos:
Se caracteriza a los nimbos o nubes bajas y grises con un adjetivo poético que simboliza alimentador,
vivificador (DRAE), en síntesis, las nubes inspiradoras.

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