Está en la página 1de 30

EJERCICIOS ESPIRITUALES BACHILLERES 2021

25 y 26 de marzo
Ángel López (Pancho)

¿ACASO ALGUIEN NOS HA PROMETIDO ALGO?


¿ENTONCES POR QUÉ ESPERAMOS? (C. PAVESE)

San Juan y San Pedro en la tumba de Cristo, Giovanni Francesco Romanelli, Los Ángeles County Museum of Art.

1
INTRODUCCIÓN (viernes 25 de marzo de 2021)

INTRODUCCIÓN
A) Venimos necesitados

Es necesario estar con los ojos abiertos. Si yo voy al Museo del Prado y voy con los ojos
vendados, no veo los cuadros. Puede que no haya, pero desde luego si voy con los ojos vendados
no los veo. Lo importante es querer ir, ir con los ojos abiertos, y si hay cuadros los veré. Estamos
aquí, estemos con los oídos abiertos y escuchemos a ver qué provoca en nosotros. Luego cuando
podamos estar más tranquilos dejemos que salga el eco de lo que hayamos escuchado y vemos
qué provoca en nosotros.
¿De qué vamos a hablar? Fundamentalmente del ser humano, de nuestro corazón, de la
insatisfacción que tantas veces experimentamos, de la tristeza, de la nada, de la felicidad, del
deseo de plenitud de la vida, de todo lo que nos inquieta. Es decir, queremos hablar del ser
humano, de lo que somos nosotros.
Por eso vamos a escuchar ahora una canción que es El hombre es una flecha.
El hombre, es decir tú y yo: duda, anhelo, perdón, deshielo, una flecha dirigida al cielo, un deseo
infinito que tenemos en el corazón. Eso somos nosotros, lo podemos comprobar todos los días,
todas las noches cuando nos vamos a la cama, cómo nuestro corazón anhela, desea, espera sufre.
Y eso es lo que somos nosotros, define nuestro ser.
¿Cómo vamos a hacer en esta introducción? Vamos a hacer algo que hemos hecho en la pandemia
muchos de nosotros. Estar solos muchos de vosotros en la habitación y escuchar música. Yo
muchas veces me doy cuenta de que escucho música mal, es decir, que la tengo de fondo. Bueno,
me acompaña y luego me dedico a hacer otras cosas. Pero la idea hoy es que escuchemos música
para ver qué nos dice, qué me dicen de las canciones que vamos a escuchar. Es decir, es una
escucha atenta. Yo haré alguna sugerencia pero lo más importante es lo que os diga a vosotros.

Vamos a empezar con Rigoberta Bandini, que se ha hecho conocida en la pandemia. Ha sacado
cinco canciones que se han hecho muy famosas, entre ellas esta: In Spain we call it soledad.
Hi, I just wanna say hello Hi, I just wanna say hello
I was just taking a walk I was just taking a walk
In this deepness we belong to In this deepness we belong to
In Spain we call it soledad In Spain we call it soledad

In Spain we say "it's amargura" In Spain we say "it's amargura"


In Spain we say "ay, me desangro" In Spain we say "ay, qué desastre"
In Spain we say "qué coño hago" In Spain we say "ay, me desangro"
In Spain we say "joder qué largo" "Llama a alguien, que me muero
In Spain we call it soledad Que te quiero, pero, ay, que me muero"
In Spain we call it soledad
And now I'm in a plane to New York
And I don't know how do they name those In Spain we don't know where to go
feelings In Spain our feeling are so strong
And I don't know how to be on a plane Sometimes our hearts look like bombs
Without thinking you are not coming with Bombs, bombs…
me
In Spain we call it… soledad

2
Soledad, amargura, joder qué largo, qué coño hago. Son cosas que provoca la soledad, y ella lo ha
visto en la pandemia, estando encerrada haciendo estas canciones. Nosotros vemos esto en tantas
situaciones que vivimos. Cuántos de nosotros podemos decir que hemos pasado o estamos en un
momento de soledad, acompañados de mucha gente, pero en el fondo percibimos soledad, o que
no nos gusta la situación. Nosotros si nos miramos nos damos cuenta de que todas estas cosas las
tenemos. No es gente extraña, esto pertenece a nuestro ser. El darnos cuenta de que tantas veces
el corazón anhela, encuentro algo que no me satisface, vuelvo, me desespero... Nosotros
pensamos que cuando estamos tristes es que hay algo que me va mal, y normalmente podemos
pensar esto porque no hemos conseguido lo que habíamos deseado. Pero es curioso, ¿y qué pasa
cuando conseguimos lo que deseamos? Que también uno percibe que es insatisfactorio, que no
llena del todo.
Ahora vamos a escuchar otra canción que se llama Días grises y que habla precisamente de esto.
Es decir, “si lo tengo todo ¿por qué no puedo sonreír? Si lo tengo todo, ¿por qué siento el hueco
que hay en mí?” Es tremendo. Escuchamos:

Días grises – Gritando en silencio


La imagen del disco es un corazón echando llamas y con rayos.
Si lo tengo todo, ¿por qué sufro? Aparentemente lo he conseguido todo.
Es tremendo porque cuando uno piensa que está triste porque no ha
conseguido lo que desea piensa, le hace pensar: “bueno a ver si lo
consigo”. Pero si una vez que lo consigue no le llena puede llegar a la
desesperación. Por eso se pregunta: “¿pero merece la pena
continuar?”.
Dice Rosalía en una canción: “antes de morir quiero el cielo, el ciento por ciento”. No hay nadie
que no quiera el TODO, a veces lo pone en cosas pequeñas pero una vez que lo consigue ya desea
más.

• ¿Qué significa estar atentos, con los ojos abiertos?


• ¿Cómo podemos mantener esa atención en el día a día?
• ¿Reconocemos en nosotros ese corazón que describe el texto?

3
INTRODUCCIÓN
B) “Señor, envíame a alguien”

Justin Bieber – Lonely


Es tremendo, sale expectante y está solo, solo él de mayor. Qué soledad se puede experimentar
aun teniéndolo todo. Pero fijaos que esto no es en sí algo malo, está indicando la grandeza de
nuestro corazón, que no es cualquier cosa, no se conforma, necesita encontrar algo, busca
siempre. Esta grandeza está indicando que, aunque tengamos todo, todo, todo, montañas de oro,
el corazón sigue diciendo necesito todo. Indica la grandeza de nuestro corazón. Nunca es
suficiente para mí, puedo tener todas las estrellas del cielo pero nunca será suficiente. Fijaos
cómo grita, el grito del corazón.

Never enough – Loren Allred


Me impresiona mucho este grito del corazón, “nada me es suficiente”. ¿Y si sucediera en nuestra
vida algo que lo llenara? Porque si no, es imposible vivir siempre este vértigo, y al final
reducimos el deseo; incluso intentamos no desear, te tumbas en un sofá para olvidarte de lo que
pasa, no quieres sentir este dolor, este grito. Incluso quieres ser un animal, quieres ser un perro.

Quiero ser una perra – Rigoberta Bandini


Tremendo. Que me den algo para “que se me quiten todos estos miedos”, algo que me permita
“vivir en armonía y libertad”, “para que mi existencia sea más amable”, “dejadme que me
apalanque en el sofá”, “así no tendría problemas de ansiedad”. Quitad lo provocativo de ser perro,
pero el resto no me digáis que casi no os sentís identificados. El deseo de que me quiten los
problemas y preferir ser perra. Pero dice: “sin embargo, soy humana”. Haced cuentas con esto.
¿Yo qué prefiero? ¿Ser un animal que no siente ni padece o un ser humano que siente y padece,
pero que se reconoce vivo y debe recorrer la aventura de la vida (que se siente vivo, es decir, que
quiere buscar y encontrar lo que busca su corazón)? ¿Qué preferís? Pensadlo. Sin embargo,
Rigoberta es madre, tiene un hijo y le hizo una canción en la que dice: “ojalá que te encuentres un
mundo entero para que crezcas libre y seas feliz”. Ante la evidencia de un ser querido, qué dice,
no quiere que sea un perro, sino que sea feliz. O sea que lo humano está ahí. Todos podemos
tener un arrebato de “paso de todo” y sin embargo el corazón está ahí latiendo. Ojalá que estemos
atentos a nuestro corazón.
Dice uno de vosotros: «al llegar a la cama por la noche me siento vacío, como si ansiara algo
más de lo que puedo tener hasta en el mejor día de mi vida. Siempre deseando». Otro dice: «A
raíz de enterarme de cuál era el lema de los ejercicios (“¿acaso alguien nos ha prometido algo?
¿Entonces por qué esperamos?”) se me ha hecho presente un deseo que lleva mucho tiempo
creándome un dolor increíble. A lo largo de mi vida he conocido a muchas personas, he
compartido cantidad de momentos. Hemos reído, llorado, compartido inquietudes y deseo de ser
querido de verdad. Pero en cierto punto de nuestras vidas esa relación ha acabado, se ha
terminado. Esto siempre me ha causado un dolor inmenso porque esta circunstancia aumenta
aún más mi deseo de que las relaciones duren para siempre». Fijaos, sucede algo que no le gusta,
se rompe una relación y sin embargo aumenta el deseo. Dice: “yo quiero que dure para siempre y
no solo en las relaciones sino en todo lo que vivo, quiero y deseo que nada se acabe”.

«Todo esto me pesa enormemente porque la realidad se presenta totalmente contraria a lo que mi
corazón me exige, por desgracia todo termina y una enorme decepción me invade. Por lo que no
hago más que preguntarme ¿realmente hay algo en la realidad que perdure en el tiempo? ¿Mi
deseo puede ser correspondido o es que estoy mal hecha? ¿Acaso alguien me ha prometido que

4
las cosas tengan que ser para siempre? ¿Pero por qué mi corazón me exige cosas que no se
encuentran en la realidad? ¿De qué manera puedo yo ver lo infinito? ¿Es posible verlo?».

Ojalá con la lección de mañana de los ejercicios podamos ayudar a entender que sí. Porque sería
terrible con esta angustia, que no hubiera respuesta. Otro de vosotros dice: «últimamente me
cuesta todo. Solo quiero estar en mi cama leyendo o haciendo cualquier cosa, porque es mi sitio,
mi zona de confort. Al salir de este sitio lo único que siento como una pérdida que no es real, o
algo físico sino más bien emocional en la que siento que soy incapaz de arreglar la situación de
mi casa de peleas continuas o del colegio que voy de suspenso en suspenso porque no puedo
concentrarme en nada. Lo único que soy capaz de pensar es que me estoy quedando cada vez
más sola y no sé qué hacer». Y otra dice: «si soy sincera no estoy segura de qué cosas realmente
me ayudan o qué significan para mí las cosas que me pasan. Sé que me siento sola, que estoy
estancada, que no sé cómo avanzar. Siento que no tengo realmente cosas que me definen y que
me hacen diferente a los demás, que estoy perdida y no tengo algo o alguien que me redirija y me
ayude a avanzar. Soy consciente de que hay gente a mi alrededor, pero eso solo me hace sentirme
más abandonada. Algunas personas intentan ayudarme pero yo me cierro, no quiero esa ayuda,
no siento que esa sea la ayuda que necesito. Siento que no significo nada para el resto de la
gente, que no hay impacto de ninguna forma en su vida y que sería lo mismo para ellos si yo
estuviera o no estuviera. Siento que mi vida es simplemente la misma rutina todos los días, que
no hay nada que destaque o que merezca la pena contar y que yo no encuentro nada que me
saque de eso. Cada día es más difícil pretender que no me importa lo que la gente piensa de mí y
eso condiciona muchas de las decisiones que tomo, desde no ir a la escuela hasta qué ponerme
para salir a la calle. Al final estas cosas son las que más me impiden hacer lo que me gustaría y
las que no me dejan tener las amistades que realmente quiero».

No sé si habéis escuchado la canción de Demi Lovato, Anyone. Es una mujer que aparentemente
lo tiene todo. Una artista reconocida mundialmente, sin embargo eso no le satisface tampoco. Se
mete en las drogas, alcohol, todo. Cuatro días antes de ser ingresada por sobredosis compone la
canción que vamos a oír. Cuando sale de la rehabilitación el año pasado le invitan a los premios
Grammy y canta esta canción, de hecho la vemos llorando. Grita: ¡envíame a alguien! ¡Necesito a
alguien!

Any One – Demi Lovato


Yo me siento identificado con esta mujer gritando “Señor, envíame a alguien”. Envíame a alguien
que me acompañe en la vida, en el que pueda reconocer que todo lo que anhela mi corazón se
cumple. Envíame a alguien, porque si no la vida es tremenda.
Pues bien, nosotros lo que afirmamos es que sí existe ese Señor al que Demi Lovato grita
“envíame a alguien”. Alguien que responda a nuestro grito. Que ha venido Uno que ha
respondido. No solo me ha prometido algo, sino que ha cumplido la promesa. En estos ejercicios
vamos ver cómo podemos hacer un camino para descubrirlo juntos.

• ¿Tienes esa experiencia de soledad que describe Justin Bieber?


• ¿Tienes esa experiencia de insatisfacción, de que “nada es suficiente”?
• ¿Qué haces cuando nos pasa eso? ¿A veces intentas dejar de sentir, como dice Rigoberta
Bandini en la canción de “quiero ser una perra”?
• ¿Alguna vez has tenido el mismo deseo de Demi Lovato, de que venga alguien a
salvarte?

5
LECCIÓN (sábado 26 de marzo 2021)

1.- YO SOY TÚ QUE ME HACES

Mañana es mi cumpleaños. Cumplo, dirían los jóvenes, 62 palos. Aunque yo diría cumplo 62
caricias. ¿Habéis pensado, alguna vez, al miraros al espejo, quién es ese? ¿De dónde viene? ¿A
dónde va? ¿Por qué está ahí? ¿Quién es? ¿No os impresiona el hecho de que antes (depende de la
edad de cada uno; yo hace 63 años) no existíamos? No estábamos. Nada. Nadie. Y de repente: tú,
yo. Existimos.
Dice uno de vosotros: «El otro día estábamos en clase de filosofía y el profesor nos preguntó
quién de nosotros se estaba dando la existencia en aquel momento, quién estaba decidiendo que
su corazón estuviera latiendo. Sí, una pregunta muy absurda pero tengo que decir que me ha
costado dieciocho años caer en la cuenta de esto. Algo tan absurdo o aparentemente lógico, pues
yo no caí en la cuenta de esto hasta hace unas semanas. No estoy decidiendo que mi corazón esté
palpitando ahora permitiéndome vivir». Y sigue: «Deseo aprender a mirar la vida entendiendo
que cada segundo no es algo que me haya ganado ni un derecho por el simple hecho de estar
viva sino que, en cada latido, Alguien me regala la vida. En este instante no estoy decidiendo que
mi corazón lata, pero aun así, late».
Es curioso. Nuestra existencia es algo que damos por supuesto. Abrimos todas las mañanas los
ojos y no somos conscientes de ello. Alguien me regala la vida.

Algunos habréis leído (o visto en Instagram) el testimonio que escribió Paula Seghers que titulaba
El latido1. Decía ella que cumplía 20 años y que había calculado cuántos latidos había dado su
corazón en esos 20 años: 800 millones de latidos. Estaba estudiando un tema de Medicina sobre el
funcionamiento del corazón. Se queda realmente sorprendida y de repente ella hace esta
reflexión: “¿te asfixias, estás agobiada en la vida? ¡Tómate el pulso! Porque aproximadamente 70
veces por minuto late tu corazón, es decir 70 veces por minuto hay uno que se acuerda de ti, más
de una vez por segundo. Que este latido persevere indica que en cada circunstancia el Misterio,
ese desconocido Señor nos interpela, nos provoca a su designio misterioso, es decir al
cumplimiento de la vida. Cada pulsación como la voz del Señor gritando su presencia, cada
bombeo como el signo audible de que soy hecha cada segundo, cada latido como el signo
palpable de que soy hecha en cada instante. Y yo ya llevo 800 millones de latidos. ¡Cómo no dar
gracias!”.

¿Quién de nosotros se está dando ahora mismo la vida? ¿Qué estamos haciendo nosotros para
estar vivos? No puedo negar que la evidencia mayor y más profunda es que yo no me hago a
mí mismo, que no me estoy haciendo ahora mismo. Yo no me doy el ser, no me doy la realidad
que soy, soy algo «dado». Es el instante adulto, adulto, en que descubro que yo dependo de otra
cosa distinta.

Y sigue Giussani:
«Se trata de la intuición, que en todo momento de la historia han tenido siempre los espíritus
humanos más agudos, de esa misteriosa presencia que es la que permite que el instante —el yo—
tenga consistencia. Yo soy «tú-que-me-haces». Solo que este «tú» es algo absolutamente sin
rostro. […] «Tú que me haces» es, por tanto, lo que la tradición religiosa llama Dios; es aquello
que es más que yo, que es más yo que yo mismo, aquello por lo que yo soy. […]Así, pues, ya no

1
Se puede ver el vídeo aquí: https://www.instagram.com/tv/CMNV09uJLnP/?utm_medium=copy_link

6
diré «yo soy» conscientemente, de total acuerdo con mi estatura humana, sino identificándolo
con «yo soy hecho». De lo dicho depende el equilibrio último de la vida. Pues ya que la verdad
natural del hombre, como hemos visto, es su carácter de criatura, el hombre es un ser que
existe porque continuamente es poseído. Por eso solo respira abiertamente, solamente se siente
en forma y esta alegre, cuando reconoce que Otro le posee»2.

• ¿Alguna vez te has sorprendido por el simple hecho de estar vivo?


• ¿Alguna vez has estado agradecido por el solo hecho de estar vivo?
• ¿Qué cosas nos ayudan a caer en la cuenta con mayor frecuencia esto?
• ¿Alguna vez te has preguntado por qué existes o quién te hace existir?

2
Luigi Giussani, El sentido religioso, pp.151-153.

7
2.- YO SOY TÚ QUE ME LLAMAS
A) El corazón: un deseo infinito

Seguimos adelante. Estoy vivo. Mi corazón late, entendiendo el corazón como un órgano de
nuestro cuerpo. Pero también podemos entender el corazón como ese conjunto de preguntas,
deseos, exigencias que también todos nosotros tenemos. Ese lugar dentro de nosotros que no
nos deja en paz, que permanentemente nos pincha. Ayer lo veíamos en las diferentes canciones
que escuchamos. Es el lugar donde percibo la soledad, la amargura, el deseo de amar y ser amado,
el deseo de que las cosas y sobre todo las personas permanezcan, duren para siempre. El deseo de
ser feliz. De que algo o alguien lo sacie. Nuestro corazón no para. Todo lo que pensamos y
hacemos, todas nuestras decisiones, todas, seamos conscientes o no, buscan responder a ese deseo
de ser felices.
Todo es expresión del deseo infinito que tiene nuestro corazón de ser feliz. La cuestión es que
muchas veces, muchísimas veces percibimos que hay un desfase entre este deseo de ser feliz y el
cumplimiento del mismo. O bien porque no conseguimos aquello que pensamos que nos va a
satisfacer o bien porque una vez conseguido el corazón no se queda satisfecho.
Escuchamos estas canciones: Lonely. Never enough.
A este desfase lo llamamos tristeza. Mi corazón está triste porque no alcanza lo que desea. ¡Y
cuánta gente vive triste en la vida!

Testimonios vuestros:
«Me doy cuenta de mi deseo infinito. Lo noto mucho en mi relación con el fútbol y los estudios.
En el fútbol yo tenía desde siempre mi “futuro perfecto” planificado. Siempre este ha sido firmar
un contrato con el Tenerife. Cuando veía que no llegaba la hora me notaba bastante ansioso y
esperaba que llegara la hora cada momento. Finalmente llegó el día. Firmé el contrato y pensé
que esta ansia y espera de algo más grande ya se acabaría, pero no: al día siguiente volvió a
aparecer. Con las clases ocurre más de lo mismo. Cuando llega el final de la evaluación y tengo
todas las notas sobresalientes, que se supone que ya lo tengo todo por lo que he luchado durante
el curso, siento igualmente esa ansia y esa espera de algo. A mí antes me ocurría bastante que
como esperaba mucho más de lo que tenía, pero no sabía cómo conseguirlo pues me callaba.
Esperaba algo más grande, pero por vergüenza o porque a lo mejor mis amigos/familia pensaran
que estaba loco pues me lo callaba. Nadie me prometía nada pero aun así no sé por qué yo
esperaba algo».

«El camino con la escuela de comunidad es un camino acompañado que me permite reconocer
Algo que está más allá de mí y que yo soy hecho en este instante por Otro. Me ha ayudado mucho
para afrontar el día a día de manera diferente, como un regalo y eso me permite vivir en un
constante “viernes por la tarde” incluso teniendo que levantarme cada mañana para ir a clase.
En mí urge una necesidad de totalidad, de que las relaciones con mis amigos, con mi novia
incluso con mi familia sea total en todos los sentidos».

«Esta es probablemente la primera vez que me expongo tanto, pero lo necesito, me irá bien
hacerlo un poco ahora. Necesito ayuda y encontrar una solución. No quiero sobrevivir, necesito
empezar a vivir. Tengo esa enorme necesidad. Mi corazón me pide a gritos que le dé lo que
quiere. ¿Acaso estoy hecha para buscar toda la vida una felicidad que nunca voy a ser capaz de
alcanzar? La anhelo. ¿Qué tengo que hacer, entonces, para poder disfrutarla? No creo que sea
algo propio del hombre poder darse ese placer de otorgarse la felicidad a uno mismo. Quiero esa
felicidad, quiero vivir, quiero ser amada y amar, quiero tomar riesgos y quiero obedecer. ¿No es

8
algo que cada uno de nosotros deseamos? Si fuera así, se podría dudar perfectamente sobre lo
bien que estamos hechos. ¿Cómo vamos a estarlo si nos falta lo que más necesitamos y lo que nos
mantiene más vivos? ¿Y si es ese, el misterio de la vida? ¿Acaso estamos hechos para eso? ¿Para
descubrir esa felicidad nosotros durante este periodo limitado?».

«Quiero ir más allá. Más allá de lo que mis ojos pueden alcanzar a ver, o más allá incluso de lo
que mi corazón percibe. ¿Es posible? Siento que estoy llamada para esto».

«No quiero llegar a mis 30 años mirando hacia atrás y arrepintiéndome de la manera en la que
miraba al mundo. No quiero echar a perder nada de lo que se me da regalo hoy mismo».

«Y tengo la sensación que estoy empezando a tomar las riendas de ese trayecto. Noto como esto
me ayuda a ser consciente de todo lo que amo, quiero y necesito. No es coincidencia que esos
lugares y esas personas sean las que más cerca de Dios están. Tanto esto como el Camino me
hacen consecuente de lo que vivo. Doy las gracias por la oportunidad que se me ha sido
otorgada escribiendo esto. Nunca habría sido consciente de lo mucho que he sido socorrida en
solo un día, durante solo una hora».

«Llevo muchas inquietudes en mi interior: Quiero ser consciente de la búsqueda de la felicidad


que necesito hacer. ¿Lo olvidaré? ¿Lo intentaré resolver con vicios? ¿Por qué se me hace tan
difícil olvidar cosas del pasado? ¿Por qué miro a mi alrededor en el día a día y la gente no se
para a pensar este tipo de cosas? ¿Por qué me cuesta tanto explicar mis malestares más
profundos e importante a la gente que quiero? ¿Por qué es tan difícil encontrar esta felicidad
deseada? Y lo que más que inquieta: ¿Qué hago para conseguirla?»3.

«Llevo un tiempo un poco enfadada, tanto con mi corazón como con el Señor, que al final es
quien lo maneja. ¿Por qué se me pone en el corazón un deseo y luego no se cumple? ¿Por qué
luego no basta? Hay algo que siempre me provoca esta duda, y por mucha vergüenza que me dé
contarlo, es el amor. El ser querida con esa pureza y libertad como la que he visto yo misma en
ciertos noviazgos. Un deseo que nunca cesa, pero que tampoco se cumple».

«Si ya de normal me enfado con el mundo, ahora vivo enfadada. Siempre me han hablado de la
tristeza, podría tener incluso un máster en este tema y siempre he visto que es algo que le pasa a
muchísima gente y en mí nunca había estado tan presente como ahora».

• ¿Reconoces en algún momento de esta semana ese grito del corazón que describe el
texto?
• ¿Ves en ti ese “desfase” entre todo lo que deseas y lo que encuentras en la vida muchas
veces?
• ¿Te reconoces en algunos de los testimonios?

3
Me ha recordado a lo que dice Amaral, en su canción El universo sobre mí: «Necesito alguien que comprenda / que
estoy sola en medio de un montón de gente / ¿Qué puedo hacer? / Quiero vivir / Quiero gritar / Quiero sentir / El
universo sobre mí / Quiero correr en libertad / Quiero encontrar mi sitio».

9
2.- YO SOY TÚ QUE ME LLAMAS
B) El corazón: un potente detector

¿Qué hacemos con la tristeza? No la queremos, La vemos como algo que va en contra de
nosotros, y por eso intentamos ocultarla, taparla. Y al final eso lleva a la desesperación. Ejemplo:
alarma contra incendios. Sería irracional taparla con una manta.
La tristeza es un sistema de alarma. Es para nuestro bien. Nos avisa de que lo que tengo entre
manos, lo que estoy viviendo, no responde al deseo de mi corazón. Muchas veces no porque sea
malo sino porque es insuficiente. No falla.
Decíamos que este corazón es un potente detector: cuando es mirado con una ternura que
abraza todo tu yo, se da cuenta enseguida. Todos tenemos la experiencia de haber sido mirados
con absoluta indiferencia, y nos damos cuenta, vaya que si nos damos cuenta. Y también de haber
sido mirados de un modo en el que hemos reconocido que era una mirada verdadera. Es nuestro
corazón quien lo detecta. Solo hay que estar atentos a nuestro corazón y ser honestos con nosotros
mismos.
Prueba del algodón: cuando uno está solo en la cama por la noche, al final del día y miramos un
momento nuestro corazón: ¿qué nos dice? Es un momento en el que no tenemos que aparentar
nada. Estamos nosotros solos y nos podemos decir con verdad cómo estamos, cómo ha ido el día.

Leopardi – La noche del día de fiesta Karmelo Iribarren – Esos días


«¡Ay, por la calle «Hay días
oigo no lejos el solitario canto en los que levantarse de la cama
del artesano que regresa tarde suele terminar siendo
después de sus solaces, a su pobre hogar; más que un acto rutinario
y cruelmente me oprime el corazón un gesto épico.
al pensar que en el mundo todo pasa, Y no me refiero ahora a las resacas
y apenas deja huella. Ya ha pasado ni a que caigan
el día festivo, y al día festivo chuzos de punta ahí fuera
el día ordinario sucede, y así se lleva el tiempo ni a que hayas roto con ella.
todo humano accidente. ¿Dónde está el eco Me refiero
de los antiguos pueblos? ¿Dónde está el grito a cuando te quieren y hace sol
de nuestros antepasados famosos, y el gran y no te duele nada,
imperio a cuando tienes el mundo
de aquella Roma, y las armas, y el fragor rendido a tus pies,
que recorrió la tierra y el océano? y no te basta».
Todo es paz y silencio; todo lo acalla
el mundo, y ya de aquello ni se habla siquiera.
En mi temprana edad, cuando se espera
ansiosamente el día festivo, o luego,
cuando ya apagado, yo, doliente, despertaba,
estrujaba la almohada; y avanzada la noche,
un canto que se oía en los senderos
y lejano, moría poco a poco,
parecidamente, ya, el corazón me oprimía».

10
Y yo me pregunto y os pregunto: mi corazón, nuestro corazón, ¿es enemigo o aliado? Yo digo: es
aliado. Porque ese deseo infinito imposible de saciar está gritando nuestra grandeza, está
diciendo: ¡pero qué grande eres! Es signo de nuestra grandeza.

La amplitud del deseo, el desear sin fin, forma parte de la dignidad del ser humano, como
reconoce Leopardi en Pensamientos:
«El no poder estar satisfecho de ninguna cosa terrena, ni, por así decirlo, de la tierra entera; el
considerar la incalculable amplitud del espacio, el número y la mole maravillosa de los mundos,
y encontrar que todo es poco y pequeño para la capacidad del propio ánimo; imaginarse el
número de mundos infinitos, y el universo infinito, y sentir que nuestro ánimo y nuestro deseo son
aún mayores que el mismo universo, y siempre acusar a las cosas de su insuficiencia y de su
nulidad, y padecer necesidades y vacío, y, aun así, aburrimiento, me parece el mayor signo de
grandeza y de nobleza que se pueda ver en la naturaleza humana».

• ¿Podrías poner algún ejemplo darte cuenta de que el corazón te dice que algo corresponde
o no corresponde?
• ¿Estás de acuerdo con la frase “el corazón no falla”?
• Por lo que tú vives, ¿también dirías que el corazón es un aliado (en vez de un enemigo)?
• ¿El trabajo de la escuela de comunidad y el camino con los amigos de bachilleres te
ayuda a mirar con más ternura tu corazón?

11
2.- YO SOY TÚ QUE ME LLAMAS
C) Nuestro corazón es espera de alguien

Veíamos cómo esa insatisfacción habla de nuestra grandeza. Pero, además, esa insatisfacción o
esa ausencia, me habla de alguien.

«¿De qué es ausencia esta ausencia,


corazón, que de repente te llena?»4.
«¿Es que alguien nos ha prometido algo?
Entonces ¿por qué esperamos?»5.

La realidad nos despierta una promesa que nos hace esperar. La espera (¡qué compañera ha sido
en este tiempo de confinamiento!) atestigua la estructura de nuestra naturaleza, la esencia de
nuestra alma. Nosotros esperamos porque la promesa está en el origen, es el origen de nuestra
hechura, de cómo estamos hechos. Quien ha hecho al hombre lo ha hecho como promesa. Y
esto lo sabemos justamente porque esperamos. Pero, ¿quién ha hecho esa promesa? Este gritar
de mi corazón es el eco de alguien que me pueda colmar.

Dice Pär Lagerkvist (Premio Nobrel Literatura 1951):


«Un desconocido es mi amigo, uno a quien no conozco.
Un desconocido lejano, lejano.
Por él mi corazón está lleno de nostalgia.
Porque él no está cerca de mí.
¿Quizá porque no existe?
¿Quién eres tú que llenas mi corazón de tu ausencia,
que llenas toda la tierra de tu ausencia».

Este “ausente” ha querido hacerse presente. Y para ello se ha ido desvelando a lo largo de la
historia. Con la llamada a Abrahán y la elección de un pueblo, el Tú misterioso que se insinúa en
la dinámica de nuestro deseo toma la iniciativa, se desvela como un Tú presente, incidente que
empieza a dialogar, en la historia, con los hombres.
El pueblo de Israel empieza a tener conciencia de a quién anhela su corazón:
«Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti» (Is 26,1-9).
«Oh Dios, Tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti
como tierra desierta, árida, sin agua» (Salmo 63,1).
«Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Mi alma está
sedienta de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?» (Salmo 42,1-2).
«Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro»
(Salmo 27,8-9).

Decía Julián Carrón en unos Ejercicios para universitarios, en 2012:


«Imaginaos al Misterio: está tan contento, tan feliz que, como sucede cuando dos personas están
felices (imaginad dos personas casadas que quieren difundir su plenitud, y de esa alegría surge
el deseo de comunicársela a un hijo), quiere comunicarlo. Así surgió la creación, de esta
explosión de felicidad que Dios vivía en esa relación única, misteriosa, entre el Padre, el Hijo y

4
Mario Luzzi, Sotto specie umana.
5
C. Pavese, El oficio de vivir.

12
el Espíritu Santo; por eso quiso crear a los hombres, para poder compartir con ellos Su felicidad.
¿Y qué método utilizó para llevarlos hasta esa felicidad?
Cuando empezamos a mirar las cosas con más atención, […] empezamos a entender por qué el
Misterio nos ha hecho con un deseo ilimitado, infinito: para compartir Su plenitud con nosotros.
Pero este deseo tiene que ser constantemente despertado, constantemente educado. Y, ¿cómo
puede el Misterio abrir una y otra vez nuestro deseo, educarnos para que brote la urgencia que
tenemos de plenitud? La única forma posible es servirse de realidades concretas; no basta con un
discurso, porque un discurso no nos cautiva lo suficiente, no dilata, no abre nuestro deseo. Nos
ha puesto delante cosas concretas que nos atraen, que nos abren, que abren toda la capacidad de
nuestra razón, de nuestro afecto, todo el deseo ilimitado que tenemos y que es necesario
despertar continuamente. Y esto sólo puede suceder a través de algo concreto que, al mismo
tiempo, no puede satisfacernos plenamente.
Esta insatisfacción, que permanece en cada cosa o relación, es la modalidad con la que Él dice:
“Pero ¿no te falto Yo?”. Por eso me ha impresionado siempre una frase de don Giussani: en
cada insatisfacción que nos deja cualquier experiencia de la realidad, es como si el Misterio
nos dijese: “Soy Yo lo que te falta en cada cosa que tú gustas, ¡soy Yo!”».

En el deseo y en la espera ya está la promesa. Yo soy nostalgia de un Tú que me promete. Yo soy


Tú que me llamas.

Lo que hemos encontrado en la fe cristiana es que, efectivamente, Alguien nos ha prometido algo,
y por eso esperamos. Decía San Agustín: «Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en Ti».

• ¿Tienes la experiencia de que Dios te va mostrando lo que quiere de ti a través del


detector del corazón?
• ¿Ves que las cosas que tienes delante te despiertan el deseo de Dios? ¿Tienes la
experiencia de que Dios te va atrayendo hacia Él a través del detector del corazón?

13
3.- YO SOY TÚ QUE ME AMAS
A) Un encuentro excepcional

¿Quién nos podrá arrancar de esta situación, de esta nada en la tantas veces vivimos, de esta
reducción del deseo cuando queremos olvidar, censurar, distraernos, o incluso queremos ser como
un animal?
¿Qué me arranca de la nada? Sólo una compañía real, carnal, histórica. Solo una carne salva
nuestra vida. No mis pensamientos, no mis fantasías, no un discurso, no lo virtual, sino una
carne: «rostros precisos en donde encuentro esta mirada positiva y tierna que me reclaman a Otro,
a un Tú vivo, presente aquí y ahora, y que me han devuelto a la vida».
¿Será esto posible? ¿Es posible encontrarnos con Dios? Si es así ¿qué rostro tiene? Sucedió hace
dos mil años con Jesús de Nazaret, pero sigue sucediendo hoy en día también. Vamos a ver
ejemplos de los dos momentos.

El evangelista Juan nos cuenta el primer encuentro:


«Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:
“Este es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús
se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscáis?”. Ellos le contestaron: “Rabí
(que significa Maestro), ¿dónde vives?”. Él les dijo: “Venid y veréis”. Entonces fueron, vieron
dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús;
encuentra primero a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías (que significa
Cristo)”. Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan;
tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)”» (Jn 1,35-46).

Testimonio
«Llevo meses teniendo miedo. Miedo a todo. A levantarme y cagarla, a que me pase algo. Soy
vulnerable y frágil, no soy capaz de controlar mi vida. Y hoy en la salida de bachilleres de
Navidad he vivido Algo alucinante, Algo fuera de mi alcance, que va más allá de cualquier
capacidad humana. El otro día por un comentario que me dolió, me dijo mi hermano: “es que no
tienes tolerancia, las cosas te tienen que afectar menos”. Ser de alguna forma más piedra que
corazón. Y acabo de verificar que no, que vence el que abraza más fuerte. Me he sentido más que
nunca protegida, me he sentido más que nunca hija. Como cuando voy por la calle en la
oscuridad de la noche y sé que no me va a pasar nada porque tengo a mi padre al lado. Así me
quiero sentir en cada instante. Si tengo la certeza de que soy querida, ya no tengo miedo. Y
necesito vivir así siempre. ¡Que alegría que haya Alguien eternamente!».

• ¿Te ha sucedido que a través de una carne (personas concretas) has empezado a vivir la
salvación? En caso afirmativo, ¿cómo ha sido ese encuentro?
• ¿Ese encuentro ha cambiado algo en tu forma de vivir el día a día?

14
3.- YO SOY TÚ QUE ME AMAS
B) Una mirada de perdón

La adúltera (Jn 8, 1-11)


«Por su parte, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el
templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le
traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las
adúlteras; tú, ¿qué dices?”. Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero
Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó
y les dijo: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. E inclinándose otra vez, siguió
escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y
quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le
preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?”. Ella contestó:
“Ninguno, Señor”. Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”».

Testimonio
«En mi vida si tuviera que hablar de una persona que haya sido un punto de inflexión para mí
hablaría de un amigo mío el cual me hizo una persona presente. Me recuerdo hace unos años,
allá por 3º de la ESO y me recuerdo triste, tenía bastantes problemas en casa y andaba muy
perdida. De repente, sin mucho sentido, llega una persona que de alguna manera me acoge. Me
acoge llorando, siendo un cuadro y, como toda adolescente, cuesta abajo y sin frenos. Es la
primera persona que me exige seriedad, me exige que me tome en serio a mí misma. Me pone
delante todo lo que a mí me hacía sufrir y me ayuda a mirarlo. Me doy cuenta de que se me
puede querer con eso, me deja flipando. De repente él me exige seriedad ante mí día a día, me
invita a escribir y a sentir. Soy de repente un objeto viviente, estoy hecha para mucho más que
para pasar de puntilla por las cosas y él lo sabe. Ve en mí un marco infinito de posibilidades, un
potencial enorme. Recuerdo esos seis meses con un cariño que aún conservo, los días empiezan a
ser más largos. Más largos porque ahora no me son indiferentes, escribo sobre lo que me pasa y
flipo, ya no soy una ameba. Veo en mí un cambio brutal. Envidio cómo él habla de las cosas, él
es capaz de ver en lo que le rodea algo más. Me encuentro desde ese entonces viendo de otra
manera. Ese cariño con el que él me mira es como empiezo yo a ver a mis amigos, a la gente
que me rodea. Da la casualidad que donde estudio hay otros alumnos y otros profesores que ven
así, empiezo a cuidar y maravillarme por el lugar donde paso 8 horas al día. Esa carne por
donde empieza todo, empiezan a ser muchas personas que me enseñan a ver así, porque me ven
así ellos. Y de vez en cuando vuelvo a donde me quieren de esa manera; cuando creo que puedo
sola y me encabezono acabo apática perdida, porque yo sola no puedo. Sobre todo me veo ahora,
a mí misma, dos años después recordando todo con un inmenso cariño. Me veo más sonriente y
me encuentro presente. Presente, atónita y agradecida por muchas de las cosas que pasan a mi
alrededor. También esto me ha supuesto tener mucho más respeto por mí misma, porque sé
cuánto odio la apatía, porque prefiero ir a un sitio donde lloro el doble y siento el doble que a
quedarme donde no toco suelo. Entiendo que yo estoy hecha para estar presente en las cosas,
que el ser humano en su propia naturaleza está hecho para sentir, que es maravilloso todo lo
que nos trastoca. Y porque lo entiendo, me tomo a mí misma con más respeto y me sincero ante
situaciones que no son para mí, que no me funcionan. Muchas gracias por tomarte la molestia de
leer esto, muchas gracias».

15
Testimonio
«Llevar un dolor encima, una profunda herida que se te va haciendo más pesada cada día es
realmente un sufrimiento difícil de soportar. Cuando me topé con el cristianismo este peso salió
cada vez más a la luz, al principio era posible esconderlo, hacer como que no existía, pero
cuanto más fui conociendo al Señor, la compañía, más salió a la luz, más se me hacía evidente mi
límite y que necesitaba ser perdonada con eso necesitaba saber que yo era querida así, o así o de
ninguna manera. De pronto decidí hablar con un amigo perteneciente a la compañía y
contárselo, recuerdo que según lo solté después de muchos años sin que nadie lo supiera me
sentía absolutamente vulnerable y empecé a decirle que no dijera nada y que no quería ni que me
mirase a la cara, su respuesta fue tan humana y con semejante ternura, que a su vez no podía
ser de este mundo, jamás nadie por sus propias fuerzas por ser bueno o por simplemente
quererme podría haberme mirado así en todo momento, día tras día, no por un momento de
emotividad, sino por una presencia que es tan real como que él me estaba mirando y diciéndome
que era perdonada. Esto que me ocurrió, cómo él me miro, resultaba imposible para mí. Ante
esta nueva mirada seré totalmente clara, mi primera reacción fue enfadarme con él, repetirle una
y otra vez lo que ya le había dicho buscando que se escandalizara o que me juzgara como llevaba
yo haciendo conmigo misma tanto tiempo, tantos años. Y cuanto más le gritaba y más buscaba
escandalizarle y que me odiara, con más ternura me miró y me preguntó si realmente percibía
en su mirada algo que me juzgara, a lo que respondí que no, porque por muy imposible que
pareciera era cierto, no estaba siendo juzgada. Por primera vez en muchos años sabía aunque
me parecía imposible que estaba siendo querida con todo, incluso con lo que más miedo me daba
sacar a la luz. Desde este momento la escuela de comunidad y la compañía me han sorprendido
absolutamente, porque pese a coincidir siempre con mi experiencia lo que se decía durante estos
años, las últimas escuelas se han hecho carne en mí todas. Todas ellas hablaban de una
presencia carnal que nos rescata, del vernos perdonados ante alguien, de dónde se encuentra
verdaderamente a Cristo y sobre todo de si nos habíamos visto rescatados a través de la carne, a
través de alguien identificar la mirada de Cristo. Esto es lo que estoy viviendo yo ahora y sobre
todo después de haber sido mirada así a estos niveles de ternura, estoy haciendo un camino de,
habiendo identificado que esa mirada iba más allá de mi amigo y que pertenecía a Cristo, pedirle
al Señor poder tener esa mirada también en mí para saber yo mirarme así y por tanto poder
mirar así también al que tengo al lado, ya que por mucho que seamos perdonados y mirados así
no es inmediato el aceptar ese perdón, y más aún cuando no nos basta que suceda un solo día y
vivir del recuerdo, como estuvimos hablando en la escuela, necesitamos ser mirados así todos los
días, perdonados todos los días y más aún cuando la herida llevaba abierta tanto tiempo y de
pronto ha aparecido una esperanza, una promesa que rescata».

Yo me pregunto: ¿no son estos testimonios expresión de la misma mirada que miró a la mujer
adúltera?

• ¿Reconoces tú también esa mirada sobre ti mismo? ¿Alguien te ha mirado así?


• ¿Cómo reconoces una mirada así?
• ¿Qué cambia en ti cuando alguien te mira así?

16
3.- YO SOY TÚ QUE ME AMAS
C) Un camino que seguir

Dice don Giussani:


«El Misterio, el Destino se comunica al hombre a través de una carne, de una realidad
hecha de tiempo y espacio, asumiendo la materialidad de las cosas, identificándose con
circunstancias concretas, que mantienen toda su fragilidad y la aparente poca importancia que
tienen las circunstancias naturales, como lo fueron ante los ojos de los fariseos Cristo, su familia,
lo que hizo y lo que dijo. Reconocer este modo de comunicarse del Misterio, obedecer a este
método, se llama fe; pues la inteligencia del hombre reconoce, bajo determinadas apariencias, la
gran presencia»6.

Los diez leprosos (Lc 17, 11-19)


«Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en
una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le
decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Al verlos, les dijo: “Id a presentaros a los
sacerdotes”. Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que
estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro
en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: “¿No han
quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar
gloria a Dios más que este extranjero?”. Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”».

Testimonio
«Muy buenas, soy polaco y vivo en España desde hace casi tres años, vivo en Torrelodones con
una familia española. En principio vine a España con la intención de mejorar en baloncesto para
poder hacer una carrera deportiva más adelante. Pero al final encontré aquí algo mucho más
grande. Primero tuve la suerte de conocer a todas las personas que hoy mismo estoy orgulloso
de poder llamar mis amigos. Fueron mi única fuente de alegría en la vida, gracias a ellos podía
realmente empezar a disfrutar de mi vida, cada día me despertaba con ganas de empezar el día
siguiente. Eran muy buenas amistades te lo puedo asegurar, pues pensaba que no me faltaba
nada más. Pero llegaban momentos donde no me podían salvar, necesitaba algo más pero en
aquella época no era consciente de ello porque no me imaginaba que podía haber algo más.
Entonces, ¿qué pasó?, ¿por qué te lo estoy contando? Ahora lo explico todo.
Soy católico y uno de los miembros de la Escuela de Comunidad desde septiembre del año
pasado, gracias a que vi en las personas de mi rededor, sobre todo en mi profesor de Religión y
Filosofía, una mirada y modo de vivir que me ilusionó tanto que se despertó dentro de mí un gran
deseo de conocer lo que ellos estaban viviendo. No entendía de dónde venía toda esa energía,
toda esa alegría por la vida, todo ese cariño que ponían en cada cosa que hacían, todo el amor
que llevaban dentro. Entonces una noche pensé: “Joe, ¿a lo mejor la fe sí que tiene algo que
estoy buscando en la vida?” Solamente me gustaría añadir que mi familia de Polonia es un poco
anti-iglesia, por lo tanto yo mismo hasta un cierto lo era por la educación que recibí de ellos.
Entonces, intenta por favor comprender qué cosa más grande tenía que ver yo para poder
empezar a creer en Señor.

6
L. Giussani, La familiaridad con Cristo. Meditaciones sobre el año litúrgico, Encuentro, Madrid 2014, pp. 103-104,
citado en la Jornada de apertura de curso, septiembre 2020.

17
Aunque al principio no era capaz de comprender todos los temas que surgían en la Escuela,
sabía que mi camino está allí. Ahora mismo intentar a volver a yo de antes de conocer a Señor es
algo inimaginable. Me encontré con un modo de vivir la realidad que jamás olvidaré. De hecho,
no pudiera dejar como que fuera nada ese camino que estoy haciendo ahora. Como decía al
principio, pensaba que con mis amigos ya tenía todo, que me ayudaban a ser la mejor versión de
mí y sí que es verdad, sin ninguna duda. Pero ahora con la fe todo esto que antes recibía de mis
compañeros se multiplicó infinitamente, no sé exactamente qué cosa tan grande hice para
merecerlo, pero hay algo que no puedo negar: existe una fuente de esa gran energía, el amor de
Dios, que siempre estará aquí entre nosotros y que siempre nos llenará de nuevo. Se podía
decir que mi confusión del principio aún se aumentó, antes no comprendía de dónde estas
personas sacaban ese gran amor y ahora no entiendo por qué lo estoy recibiendo yo, ¿qué cosa
tan especial hice yo para tenerlo?
Esto sería más o menos mi magnífico recorrido, ahora me gustaría contarle todas mis preguntas
y dificultades que llevo. Desde hace bastante tiempo la relación entre mi madre y yo no va muy
bien. No me parece bien su modo de vivir, cómo nos trata a mis hermanos y a mí y mucho más.
Me da mucha rabia, no lo soporto. Me encantaría ser capaz de acogerle con el mismo amor que
vi en esas personas, pero no puedo, me cuesta, pero vi ya varias veces que no es imposible, no
con Señor. Quiero aprenderlo porque es lo que me salvó a mí, otra cosa es que por acumularme
dentro todas esas emociones negativas hacia mi madre porque es lo que me impide observar la
bonita realidad que se pone delante de mí y que es lo que estamos aprendiendo en nuestra
Escuela».

Dios ha querido pasar a través de circunstancias “precisas y cercanas”. Pero es necesario que
nosotros lo sigamos para poder hacerlo nuestro, para poder estar cada vez más seguros de quién
cumple nuestra vida. No esperemos un milagro, sino un camino. El camino de la vida.
Efectivamente, alguien nos ha prometido algo, no algo, sino todo, el ciento por uno en esta vida y,
después, la vida eterna. Y por eso esperamos, esperamos que suceda. Y de hecho si estamos aquí
es que ya algo nos ha sucedido. Poco o mucho, pero ya algo nos ha sucedido. Por eso demos
gracias.

Solo nos queda seguirlo.

• ¿Podrías poner ejemplos de “circunstancias precisas y cercanas” de cómo el Señor ha ido


entrando en tu vida?
• ¿Ves que a pesar de haber vivido ciertos hechos excepcionales sigues viviendo mal
muchas veces? ¿O que no siempre consigues vivir de esta manera?
• ¿Ves que desde que encontraste la fe (o desde que frecuentas esta compañía) has podido
ir caminando, dando pasos?
• Fíjate a tu alrededor en los que llevan más tiempo caminando. ¿Qué ves en ellos? ¿Cómo
puedes llegar a tener lo que tienen ellos? (Si no lo sabes, ¡pregúntaselo!).
• ¿Qué puedes hacer en el día a día para seguirlo?

18
TESTIMONIOS (sábado 26 de marzo 2021)

PAULA SEGHERS

Me llamo Paula, tengo 20 años y estudio Biotecnología. Vengo de una familia en la que
nunca se ha vivido la fe. Lo que os quiero contar es mi historia como un camino de conocimiento
del Misterio. En primero de bachillerato (año en el que encontré el movimiento) en el trabajo de
religión de final de curso escribía: “Jesús tenía autoridad por lo que decía, por cómo miraba a los
demás. Cómo tenía que ser esa mirada para que tantos dejasen todo por seguirle. Me gustaría
haber estado allí, que me hubiese mirado así”. Lo que no sabía es que no hacía falta inventar una
máquina del tiempo para ser mirada así porque esa mirada era posible en el presente. De hecho,
cuando escribía eso ya había sido mirada así, pero no sabía de Quién venía esta mirada. Don
Giussani en el punto 6 del capítulo 1 de Crear huellas en la historia del mundo dice: “El
encuentro, que marca el comienzo de un camino, es un momento de tiempo y espacio, tiene lugar
en una hora precisa, que se puede señalar en el reloj. Y la vida se nos da para profundizar en ese
momento”. Siempre pienso que a mí me ha pasado lo mismo que a César y a Julián solo que ellos
se han dado más cuenta. Os pongo también en antecedentes y os digo que mi historia está
marcada por una exigencia grande de que la fe sea profundamente razonable. Por lo tanto, tres
puntos: 1) El encuentro con algo para lo que estoy hecha, 2) La necesidad de entender qué es lo
que he encontrado, 3) La realidad como signo de uno al que he encontrado.

1) El encuentro con algo para lo que estoy hecha


Si es un conocimiento histórico, tiene un tiempo y un espacio: año 2016, colegio San
Ignacio de Loyola en Torrelodones. Me encuentro con un profesor, él me daba clase de religión.
A mí siempre me había dado una pereza tremenda la clase de religión, me parecía un cuento. No
tenía nada que ver conmigo. Iba a clase y como quería sacar buenas notas estaba atenta. Me
sorprendía que durante los dos primeros trimestres no hablásemos de Dios en ningún momento.
No estaba acostumbrada a ese tipo de clases de religión. Hubo una clase en la que Javi, este profe,
nos preguntó qué era la tristeza para nosotros. Él nos dijo “es el deseo de un bien ausente” citando
a Santo Tomás. Y empezó a hablar de la tristeza como algo sagrado, el momento que más
teníamos que cuidar. Me acuerdo de que pensé: “Sí claro, muy bonito pero eso no se lo cree
nadie. Cuando estás triste te pones una serie y esperas a que se te pase”. Había algo en ese
profesor de religión que captaba toda mi atención, yo nunca había escuchado a nadie hablar así,
¿por qué podía afirmar con certeza todos aquellos imposibles para mí? Hablaba de la tristeza
como un bien, de una vida realmente intensa, de un amor que acoge todo lo que somos, de un
Dios que hace que la muerte no sea el fin, que cumple nuestro deseo, que hace la vida grande. Y
empezaba a creerme que era verdad que él vivía eso que contaba, solo había que verle entrar los
martes por la mañana a clase. Un día vino Nico Pou a contarnos la historia de su hermano
Marcos. Yo no podía parar de llorar por ver que lo que nos había contado Javi en clase era
verdad. Unas semanas después al escuchar a Javi me preguntaba ¿por qué yo no? ¿es que vivir así
solo es posible para unos pocos y a mí no me ha tocado? Recuerdo que en un momento de
incomprensión levanté la mano en clase y le dije: “Claro, es que tú hablas del lado de los
preferidos”. Los preferidos por Dios. ¿Por qué solo unos pocos? ¡Qué injusticia! Solo sabía que si
yo no podía estar en ese lado de los “preferidos” por lo menos quería estar cerca.
Después de los Ejercicios, a los que, por supuesto no fui (ni se me ocurría pensar que yo
iba a ir a un sitio que se llamaba “Ejercicios espirituales”), Javi me envió los apuntes de la
lección. Los leí enteros esa noche y después no podía dormir. No me acuerdo de nada de lo que
ponía la verdad, pero al día siguiente en el cambio de clase fui a la clase de al lado a decirle a Javi

19
que tenía preguntas. Comimos en la cafetería del cole y después me invitó a Escuela de
Comunidad esa misma tarde. Yo llegué a ese colegio en segundo de la ESO de rebote, mis padres
nos cambiaron porque mi hermana mediana tenía dislexia y nos dijeron que en este cole la podían
ayudar. Entras ahí por la dislexia de tu hermana y sales diciendo “aquí he encontrado algo por lo
que quiero vivir”.
Es eso lo que me pasó en la primera escuela, recuerdo estar allí y pensar “¿qué es este
lugar? No sabía que existía algo así. Es esto lo que buscaba”. En ese momento yo no sabía que
existía el movimiento, ni que había escuela fuera de este colegio. Ni siquiera que la
excepcionalidad que yo veía tenía su origen en un hombre que vivió hace 2000 años. Yo sabía
que eran cristianos, pero como una característica más de este grupo de gente. Aquella tarde de
escuela volví a casa como quien ha descubierto un tesoro, el mayor de los tesoros. Llegué a casa,
a la hora de cenar mis padres veían “Cuéntame”. Empecé a contarles entusiasmada lo que era
Escuela y lo que habíamos hablado. Como no me estaban escuchando les apagué la tele. Su cara
era de incomprensión absoluta, les decía que vivir era mucho más que existir, ahora entiendo que
de primeras pensasen que estaba loca. Me dijeron que estaban cansados, que no pensase tanto y
que le diese al “play”. Se quedaron viendo su serie y yo ¡no entendía nada! ¿Por qué algo que
para mí había sido el mayor descubrimiento de mi vida a ellos les daba igual? Al principio les
daba igual, pero durante todo segundo de bachillerato me prohibieron ir a escuela, a todas las
salidas y a Ejercicios. Yo les mentía para ir a escuela. Fue un año de lucha total con ellos. Me
veían cambiada, sacaba mejores notas que nunca, disfrutaba del estudio, contaba mil cosas del
colegio, de los profes, las amistades se intensificaban...Incluso mi madre me preguntó una vez si
me había enamorado por cómo me veía. Yo no iba a escuela porque generaba mucha violencia en
mi casa pero Javi tomaba apuntes de todas las escuelas y después yo en mi casa por la noche me
ponía la canción que hubiesen cantado ese día. Leía los apuntes y al día siguiente les hacía
preguntas de lo que no había entendido. Yo ya no me podía separar de aquel lugar, veía además
que solo siguiendo ese lugar podía mirar a mi madre llena de ternura. En la salida Navidad, a la
que tampoco me dejaron ir, escribía a los profes diciéndoles que estaba llena de alegría en mi casa
solo por saber que existía ese lugar. Me mandaban vídeos y me contaban lo que estaba pasando y
yo me conmovía porque no dejaba de suceder una y otra vez con la misma potencia. ¿Qué era este
lugar, esta casa? ¿Qué sucedía allí para que yo me alegrase solo por saber que existía? Todavía no
sabía que tenía que ver este lugar con aquel deseo inicial de ser mirada con la mirada de Jesús, sin
embargo, ya me sabía preferida por saber que existía. Pero ya me había sucedido y me había
cambiado. Un ejemplo de este cambio es la mirada de ternura hacia mi madre, cuando sucede
reconozco que esta mirada no es mía porque la relación con ella me cuesta por todo el rechazo
hacia mí desde que empecé a seguir al movimiento. Os cuento un episodio de hace un par de
veranos:
“He notado rara a mi madre. Como si se hubiese bebido un vinito de más. Le pregunto. Me
dice que no es nada que se ha tomado una pastillita para relajarse que la ha dejado un poco
atontada. Me dice que lleva ya tres días triste. Que hoy no ha podido entrar en el supermercado
porque tenía el corazón hecho un nudo y se ha echado a llorar en el coche mientras mi padre hacía
la compra. Me cuenta que hoy cuando se ha ido a dar un paseo sola era para no encontrarse con
sus amigos en la playa porque la ahoga tener que estar siempre contenta y que solamente puede
estar triste cuando está sola. Estamos en la terraza mientras mi padre termina de hacer la cena y se
acerca mi perro. Mi madre se dirige a él diciendo: “tú estás tranquilo, solo necesitas una caricia y
que te rellenemos el cuenco de comida y agua. Me gustaría ser como tú. No sé qué más necesito”.
Le recuerdo a mi madre el poema del Pastor Errante de Asia de Leopardi, la parte en la que el
pastor se dirige a sus ovejas preguntándoles por qué no sienten tedio. Le digo que estar triste no
es una patología que tenga que curar. Ella le dice a mi padre: “ves, no pasa nada por estar triste”.

20
Pero lo dice poco convencida. Mi padre le dice que cuando a él le pasa intenta distraerse con algo
y piensa en que mañana será un día mejor y ya no le pesará esa tristeza. Mi madre le pregunta que
qué pasa si al día siguiente te vuelves a despertar exactamente igual que ayer y pensado “otra vez
no”. Que qué pasa si cada día tienes que hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarte de la
cama y tirar pa’lante. Mi padre se queda en silencio.
Le digo a mi madre que yo he encontrado un sitio donde la tristeza es sagrada, donde se
mira y no trata de arrancarse o disimularse. Me dice que igual tiene que venir a mis “reuniones”
(como llama ella a Escuela, la misma Escuela a la que me ha prohibido ir tantas veces). Me dice
que cuando vuelvo de estar con ellos estoy radiante, como si pudiese iluminar todo lo que hay a
mi alrededor. Me dice que ella también quiere eso. Terminamos de cenar. Mi madre me da un
abrazo y me da las gracias. Y yo me voy a la cama profundamente conmovida por el corazón de
mi madre que lo pide todo. Ojalá algo pueda responderle”.

2. La necesidad de entender qué es lo que he encontrado. La nostalgia que se me da para


buscarLe.
Picos de Europa es el lugar al que vamos en las vacaciones del movimiento que hacen los
bachilleres. En Picos de ese año la necesidad de entender el origen de la excepcionalidad que veía
se hizo más grande. Se acababa el colegio y yo necesitaba saber qué iba a pasar con lo que
vivíamos en el colegio. Recuerdo hablar con Rocío Andreo preocupadísima por esto, diciéndole
que yo no me quería ir del cole, ella siempre me decía: “Te prometo que la vida va a más”. Yo no
me lo creía, el cole era el paraíso y abandonarlo me llenaba de nostalgia. Lo mismo me pasó en
Picos, recuerdo que 10 minutos antes de que acabase cada acto me invadía una tristeza enorme
por pensar que se iba a acabar. Allí empecé a escribir esto que os voy a leer aunque en realidad no
terminé de escribirlo hasta noviembre de ese mismo año cuando ya estaba en el CLU y entendí
por qué me pasaba eso:
“Ante cosas bellas, ante momentos bellos como una noche de cantos, el campamento de
Picos, una Escuela, una puesta de sol, una conversación, un acto... me siento un colador. Toda la
belleza entra en mí pero sale en cuanto se acaba ese momento, se escapa por los agujeros de este
colador y me quedo vacía. Me convierto en una yonki de la belleza constantemente necesitada de
momentos bellos hasta que se "gastan" y vuelvo a necesitarlos. Es como si tratase de sostener
agua en las manos y se resbalase entre mis dedos. Estos últimos meses he sufrido la incapacidad
de custodiar la belleza. Me duele especialmente que las cosas se acaben y quede solo de ellas un
recuerdo borroso. ¿Por qué me sucede esto? ¿Dónde está el origen? Hoy he entendido que el
problema es no verificar la divinidad que hay en esas cosas bellas. Me explico con un ejemplo
que he oído muchas veces al que he añadido una última parte. Imagina que un día llegas a casa y
encuentras en la mesa de la cocina un ramo de flores precioso y enorme, en un primer momento
uno solo piensa en la belleza del ramo, en lo bien que huele... pero instantes después se cuela una
pregunta ¿Quién me ha hecho este regalo? ¿Quién lo ha pensado para mí? Empiezas a imaginar
con ilusión quién podría ser... En ese momento, ves una pequeña tarjetita atada con un lacito al
tallo de las flores. La abres y lee“: "¡Enhorabuena! Ha sido usted seleccionada al azar por nuestra
floristería para recibir este hermoso ramo." ¡Al azar! ¿A que ya no es tan hermoso? El ramo es el
mismo que hace unos segundos pero parece que su belleza se marchita de pronto ¡No da igual lo
que está detrás de ese regalo! Al principio me bastaba que las cosas fueran bonitas, pero se
empieza a escuchar un susurro que pide que las cosas bellas duren, que no se acaben.
Precisamente, sin una verificación sincera de que hay Alguien que ha pensado este regalo para ti
(ha ido a la tienda a elegir las flores, ha pensado en cuales te gustarían más, ha planeado el día

21
que deben llegar...) el regalo, que sigue siendo el mismo, pierde belleza o se queda como un mero
recuerdo. Algo es bello y duradero en la medida en la que uno esta cierto de que ha sido pensado
por Otro, que no es fruto de casualidades, del azar, de la arbitrariedad. Necesito verificar la
divinidad que hay entre nosotros, la divinidad que hay en la realidad que con un "pensador del
regalo" se llena de sentido”.
Que en ese lugar pasase algo excepcional, no era suficiente, necesitaba entender de dónde
venía eso. En Picos de ese año la lección que había sido la de Ejercicios de ese año tenía como
lema: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Hablaba de 9 signos que nos ayudan a responder a
esta pregunta: Tú haces posible que diga yo, Tú haces posible que todo sea nuevo, que me
interese el mundo entero, que mis limites no tengan la última palabra... el caso es que yo podía
poner ejemplos de todo eso, de hecho, mi contribución la habían partido en trocitos y estaba en
muchos de los puntos, pero yo no podía decir Cristo. ¿Por qué tenía que decir Cristo? Yo veía
algo excepcional y me decían que ellos no lo hacían, señalaban a ese hombre que había vivido
hace 2000 años. Javi me decía “yo soy un 1% de lo que te ha pasado”. O al año siguiente Nacho
me decía algo parecido: “Mi mirada participa de la mirada del Misterio sobre ti”. Me acuerdo de
que en la asamblea de Picos pregunté esto: “¿Por qué si son signos de Él, no tengo certeza de Él?
¿Por qué la fe no es el paso inmediato después de haber visto estos signos?”. César me respondió
con el ejemplo del ramo de flores (que estaba harta de escuchar) y yo salí super enfadada. Parecía
evidentísimo para todos y para mí no lo era. Sin embargo, yo no me podía ir de ese lugar y me
urgía entender el origen de la mirada de Javi, de la certeza de César, de lo que sucedía en Escuela,
de lo que vivía en el cole.
Empecé el CLU con esta pregunta: ¿qué tiene que ver lo que he visto con Cristo? Y con la
promesa de Rocío “la vida va a más”. En la vida del CLU veía que la promesa que nos hacía
Rocío se cumplía. Yo iba a todo, a escuela, al sentido religioso, a caritativa, la exposición de Job,
las salidas de estudio porque era ahí donde vivía la verdadera correspondencia. Con esos amigos.
Todo se jugaba en seguir este lugar. Una vez en escuela dando los avisos Nacho dijo: “Dios está
en todas partes pero Cristo no. Y Cristo se va el día 24 al centro comercial Arturo Soria a cantar
Villancicos para la campaña de CESAL”. Por esto yo iba a todo porque en ese lugar me
encontraba con lo excepcional. El movimiento es el lugar en el que para mí, con mi tozudez, mi
necesidad de razonabilidad, y mi empanamiento, Cristo se ha hecho accesible. Porque ves
continuamente, te encuentras continuamente con algo que no puedes explicar, con una diferencia,
algo que no has visto en ningún otro sitio y preguntas de dónde nace y la hipótesis a verificar es
que Dios se ha hecho hombre y ese hombre que se llamaba Jesús murió y resucitó. Solo si eso es
cierto puedo encontrarme con su mirada aquí y ahora. En el segundo año de carrera tuve una
experiencia definitiva para entender esto, escribía esto a Javi a quien veía cada tres meses como
mucho (cuando estaba en el colegio le veía todos los días):
“Estos días en los que todo me cuesta y la realidad está como desteñida siempre hay manos
tendidas a las que me puedo agarrar y me salvan una y otra vez. Lo hacen sin darse cuenta, sin
esforzarse, pueden hacerlo porque viven de Otro. Acepto esa dependencia, acepto necesitar esas
manos. Pero me veo como una niña pequeña que si se suelta de la mano, aunque sea un segundo,
se pierde. Y con todo eso no puedo evitar que se me cuele una pregunta: ¿quién me va a cuidar así
siempre, quién me va a preferir así toda la vida sin cansarse? La preferencia ha entrado en mi vida
a través de ti, nunca nadie se había tomado tan en serio una pregunta mía o un dolor. Jamás me
habían mirado como tú lo haces, nadie me había hablado como tú. Cuando estoy delante de ti a
veces me conmuevo solo por mirarte y oírte hablar de cualquier cosa. Cuando imagino cómo
miraba Jesús a sus discípulos veo tu mirada. Y ahora que te veo poco y te echo tanto de menos me
pregunto: ¿qué echo de menos cuando te echo de menos? Porque lo que me ha sucedido no ha
sido un “Javi Andreo a secas” como me decía hoy Nacho. Y sé que tengo que ser leal con lo que

22
me ha pasado pero es que ha pasado a través de ti y no de otro y es a ti a quien echo de menos (...)
¿A quién echo de menos cuando te echo de menos? No eres solo tú, lo sé porque incluso estando
contigo, dándote un abrazo te echo de menos. Necesito conocer a Ese que echo de menos cuando
te echo de menos”.
Le contaba esto a Nacho y a Juan un día en el local de Atlántida en la facultad de Historia y
Nacho me decía: “Pues nada tienes que ir al colegio y colgar una pancarta en la que ponga: “Toda
preferencia acaba en tragedia”. Porque tienes que irte del colegio, otros alumnos se encuentran
con el mismo profesor y empiezan a hablar de él como tú, ósea tienes que compartir la
preferencia, cada vez os veis menos...”. Y después me ayudaba a llegar al fondo de la cuestión
diciéndome: “Tienes que entender quién es Javi y por qué cuando te lo encuentras después de tres
meses sin verle y le das un abrazo haces la experiencia de que en ese mismo instante le echas de
menos. ¿A quién echas de menos cuando le echas de menos?”. Estos años de CLU han sido un
estar continuamente (y subrayo continuamente) delante de la excepcionalidad que te hace ponerte
de rodillas y decir: ¿Quién eres Tú? ¿Por qué a mí? ¿Por qué tanto? Una y otra vez. Se me
ocurren muchos días en los que he vuelto llorando de alegría en el bus, con las preguntas de la
correspondencia: ¿por qué a mí? ¿por qué tanto? Probablemente estas hayan sido las preguntas
que más haya repetido durante los últimos años. Por eso empiezo a “sospechar gravemente que
Cristo ha resucitado” como decía mi amiga Sofía.

3. La realidad como signo de Uno que he encontrado


Durante el confinamiento, sola en mi habitación estudiando sin parar, sin hacer la vida
normal del CLU, sin ver a mis amigos, los rostros en los que uno ve el misterio de Cristo
presente, surgió una nueva pregunta urgentísima, lo que Nacho llamó el problema de la
habitación: ¿Puedo decir que no estoy sola entre las cuatro paredes de mi habitación? ¿Puedo
decir que las circunstancias son vocación, el lugar privilegiado en el que el Misterio me llama a
mí, a Paula Seghers? Los meses de confinamiento estuvieron llenos de estas preguntas y de
agradecimiento por tener una casa, a Julián los lunes en diaconía uno que nos ayuda a mirar la
experiencia y nos reclama a vivir una vida grande. El 5 de mayo, ya al final del confinamiento
escribía esto el texto sobre el latido que algunos ya habréis escuchado (lo tenéis en el Instagram
de Atlántida en forma de vídeo).
“Ayer cumplí 20 años. Equivalen a unos 800.000.000 de latidos aproximadamente. Un
ocho y ocho ceros. Ochocientos millones.
Hoy una pregunta no me deja en paz: ¿Hay algo en la realidad tan interesante que no me
quiero perder? La realidad de hoy es que me tengo que estudiar el tema 5 de Fisiología: el sistema
cardiovascular ¿Hay algo tan interesante en estas hojas de apuntes, entre las cuatro paredes de mi
habitación que no me quiero perder?
Una sorpresa me esperaba en los apuntes: el milagro del latido. La sangre oxigenada llega
desde los pulmones a la aurícula izquierda por las venas pulmonares, la válvula mitral se abre y
permite que se vierta la sangre al ventrículo izquierdo. A la vez la aurícula derecha recibe la
sangre desoxigenada que llega desde los tejidos por las venas cava inferior y cava superior y fluye
pasivamente a través de la válvula tricúspide hasta el ventrículo derecho. Una vez llenos los
ventrículos, las dos válvulas mencionadas se cierran. Comienza el espectáculo de la contracción
ventricular: por el aumento de presión se fuerza la apertura de las válvulas semilunares (aórtica y
pulmonar) que permiten la eyección de la sangre. La del ventrículo derecho retorna a los
pulmones fluyendo por las arterias pulmonares para volver después oxigenada. Y la sangre del
ventrículo izquierdo sale con fuerza por la aorta para llegar a cada célula que demanda oxígeno.
Esto y mucho más ocurre en un solo latido. En menos de un segundo. Me viene a la cabeza una
frase que Nacho y Julián repiten con frecuencia: “¿Te asfixias? Eres positivista. Te faltan

23
factores”. Creo que es la versión actualizada y abreviada de la respuesta de Dios a Job. Mi versión
sería: “¿Te asfixias? Tómate el pulso en la carótida”. Porque aproximadamente 70 veces por
minuto late tu corazón. Es decir, 70 veces por minuto hay Uno que se acuerda de ti. Más de una
vez por segundo. Que este latido persevere en cada segundo indica que en cada circunstancia “el
Misterio, ese «desconocido “señor”», nos interpela, nos provoca a su designio misterioso, es
decir, al cumplimiento de la vida”. Cada pulsación como la voz del Señor gritando su presencia.
Cada bombeo como el signo audible de que soy hecha en cada segundo. Cada latido como el
signo palpable de que soy amada en cada instante. Y yo ya llevo 800.000.000. Un ocho y ocho
ceros. Ochocientos millones de latidos”.
Por esto el confinamiento no ha sido un problema, tampoco las clases online, ni estas 6
últimas semanas que llevo confinada porque se convierte, en el escenario, en el lugar en el que el
Misterio se desvela. El problema de mi vida es conocer a Aquel para el que estoy hecha y durante
el año 2020 que muchos han titulado “un año de mierda”, esto no ha dejado de suceder, todo lo
contrario.
Mi relación con el Misterio ya no pasa por la intuición, el horóscopo, invocaciones, mirar
las estrellas [de este modo yo nunca habría llegado a hablar de Cristo] sino que pasa por hablar
por Zoom, una llamada, ir a estudiar con estos, ir a comer con el otro. Que sea ocasión de decir
gracias, que podamos decir “es el Señor”, solo esto hará que aumente vuestra certeza. Estos años
desde aquel encuentro han sido un “caer en la cuenta” de lo que me ha pasado, de lo que he
encontrado, de quién era aquel profesor, quiénes son mis amigos, Quién sucede en este lugar. Con
el tiempo veo que grandes deseos como el deseo inicial de ser mirada con la misma mirada de
Cristo o “estar en el lado de los preferidos”, como decía en aquella clase, se van cumpliendo.
Entonces empiezo a mirar mis preguntas o todo mi deseo de ser querida con vértigo pero sin
angustia porque empiezo a tener hechos en el rabillo del ojo que hablan de que la vida se cumple.

24
GERMÁN FAÑANÁS

Buenas tardes a todos. Soy Germán Fañanás, de Barcelona, estudiante en primero de


Máster de Ingeniería Industrial. Voy a intentar contar de la mejor forma posible y sin extenderme
mucho mi historia, qué ha sucedido para que hoy esté aquí con vosotros.
Nací el 25/09/1998 en Barcelona, tengo 22 años, soy el mayor de 4 hermanos, hijo de una familia
del movimiento que sin duda es el mayor regalo que se me ha concedido. Mis padres son
esenciales en cada etapa de mi vida como veréis.

Infancia-Adolescencia-Inicio de búsqueda
En la escuela yo era de los mejores alumnos de la clase y un apasionado por el fútbol. Se
podría decir que gran parte de mi esperanza residía en esto. Hice la comunión y la confirmación
fruto de la fe que se me educaba en casa y en el colegio. Puedo decir que siempre iba a misa los
domingos, en ese periodo me consideraba un chico afortunado y encima cristiano. Mi vida
controlada se rompió en último año de secundaria (15 años) cuando haciendo el Camino de
Santiago me enamoré perdidamente de una chica con una personalidad inmensa y con una sonrisa
maravillosa. Recuerdo que durante los meses que nos conocimos fue la primera vez en mi vida
que después de perder un partido muy importante estaba más nervioso porque no me hacía caso
que por esa derrota. Algo se había introducido en mi vida. Al cabo de tres meses, inicié una
relación de noviazgo con ella. Muy joven. Con sus pros y sus contras. Esos dos últimos años de
escuela estuvieron gobernados por una inmensa dualidad. Iba a misa y seguía rezando, pero no
tenía ningún tipo de incidencia donde lo más atractivo eran las fiestas, los besos de mi novia, el
fútbol y la autorrealización en el estudio, donde no dejaba de ser de los primeros. Recuerdo
especialmente lo duro que fue para mí la vuelta del viaje de fin de curso con mis amigos del
colegio. Fuimos a Ibiza. Desmadre asegurado. Pero yo jamás, nunca percibí ningún atisbo de
cumplimiento en ninguna fiesta y mucho menos ahí. Entendí que mi motivo de estar ahí era
exclusivamente estar con mi novia. Ni siquiera estar con mis amigos. No os imagináis lo que
llegué a sufrir en ese viaje, dónde veía una apariencia brutal y mi relación con Isa era totalmente
nefasta, una relación muy posesiva de la que no lográbamos separarnos.
Cuando volví a Barcelona, me esperaba un mes entero viajando por Europa porque me
habían dado una beca para visitar junto a una selección de alumnos españoles destacados las
mejores universidades europeas. No tenía ganas de ir. Me pasé una tarde entera llorando porque
reconocía cómo yo ponía toda mi esperanza en Isa y haciendo todo lo humanamente posible, ella
no estaba feliz. Es decir, el cumplimiento de mi vida pasaba por la felicidad de Isa. En ese último
año había llegado a hacerle de chófer cada mañana solo con la esperanza de que su sufrimiento
con la escuela se viese disminuido por este mini gesto que ofrecía. Sin embargo, viendo como
había estado en el viaje de fin de curso entendí que era un horizonte falso pues cuando ella estaba
contenta a mí no me bastaba y en los momentos en los que ella no lo estaba yo estaba
completamente a su merced. Qué gracia más grande fueron esos dos viajes: el primero para
reconocer un problema real y el segundo para percibir con claridad que en el mundo había una
infinidad de cosas atractivas que no pasaban por Isa. Cuento esto, porque ese verano acabó con la
JMJ, encontrándonos los dos ahí con otro grupo de amigos, decidimos seguir luchando por una
relación que necesitaba claramente aire fresco, una novedad.
Después de este verano importantísimo en mi vida para percibir el propio abismo que abría
mi relación con Isa y reconocer tantas heridas, inicié la carrera universitaria, ingeniería industrial.
Paralelamente no dejaba de jugar a fútbol sala a máximo nivel y también inicié a ser entrenador
de fútbol. Ese primer año y medio de universidad aparentemente fue fantástico, conocí a amigos
nuevos con los que hacía planes geniales, barbacoas, mucha fiesta, esquiada. Además en el fútbol

25
me iba genial y con mis amigos de la escuela no perdía relación. Dejé de poner mi esperanza
exclusivamente en Isa y la puse en una vida de éxito, según el mini horizonte de éxito que me
vendía mi círculo social. Sin embargo, no había ni una fiesta que me dejase indiferente. No
conseguía sacarme siempre este deseo que me atizaba, de hecho, muchas noches bebía en exceso
solo para poder desinhibir este pensamiento que me atizaba constantemente: ¿es esta la vida que
deseas? ¿Realmente es esto todo?
Muchas veces cuando volvía a casa a las 7 de la mañana me cruzaba con mi padre que me
preguntaba: “¿Estás contento? ¿Has disfrutado? ¿Cómo ha ido la noche?”. Esas preguntas me
salvaron la vida, pero me hacían mucho daño. Hubo una época que entraba corriendo y de
puntillas para no cruzarme con él. Mi madre se reía siempre. Es algo que siempre me ha
sorprendido, ellos dejaron libremente que yo escogiese, ellos presenciaban una cagada detrás de
otra. De hecho, yo siempre he reconocido en ellos una relación excepcional. No conozco un
matrimonio como el de mis padres y os aseguro que no los tengo idealizados porque sus límites
no son escasos. Como os he dicho en esta etapa de mi vida la felicidad pasaba por un equilibrio
de cosas, eso sí, siendo el mejor en todas ellas. Veía que ellos me ganaban en una cosa claramente
y era en su relación, su relación era más atractiva y verdadera que la mía con Isa. Un día les pedí
ir a comer juntos solo para preguntarles la fórmula. Salí jodido porque no entendí cuál era su
fórmula secreta. Ellos siempre hablaban del movimiento y de Cristo. Pensaba no me entienden,
yo debo hacer mi camino y siempre les decía que no pasaría por CL. De hecho, en gran parte, este
rechazo venía de unos celos grandes, de no entender cómo mi padre que viajaba mucho por
negocios muchas veces en vez de cenar en casa estaba en cenas con gente del movimiento. Creía
entonces que no era un buen padre porque no me dedicaba todo el tiempo que yo necesitaba -que
ya os adelanto que sería poco cualquier tiempo o plan juntos-. Él me repetía siempre que lo más
importante para mí era que lo viese feliz. Me tocaba los huevos verlo feliz. En todos estos años,
solo había presenciado 3 puntos interesantes en la vida del movimiento:

1. Unos Picos de Europa a los que fui bastante forzado: descubrí sorprendido una relación de
amistad entre los chicos de Madrid que yo no había visto nunca. Que yo no tenía con mis amigos.
También escuché el testimonio de una chica de mi edad hablando de la enfermedad de su madre
de una forma inhumana. Y sobre todo cómo un profesor se interesaba por mí y por un amigo que
habíamos ido literalmente a pasar de todo. Su interés por nosotros despertó la posibilidad de algo
en esas vacaciones que me permitió reconocer esto que contaba.
2. Conocer a Julián de la Morena en el Meeting. Estoy seguro de que él no sabe quién soy.
Recuerdo pensar: yo quiero ser como este tío. No sabía que existía gente tan apasionada por la
vida y mucho menos un cura. Tengo ganas de conocerlo mejor, todavía no he tenido la ocasión.
3. Marcos Pou. Sin duda el culpable de mi presencia hoy aquí. Marcos, era un chico quizá 7-8
años mayor que yo que vino un día a cenar a casa. Yo debería tener 15-16 y él 22. No tuvo mejor
idea que venir a buscarme a mi cuarto y ponerse a juguetear conmigo, preguntarme cómo estaba y
repetirme “Tú necesitas un hermano mayor que tire de ti, que te dé caña, necesitas un hermano
mayor”. Me dejó alucinando. “¿Qué coño hace hablando conmigo? ¿Por qué pierde el tiempo de
esta forma? Que diferencia enorme con mi primo mayor al que siempre molestaba si me dirigía a
él. Este tío era distinto. Además, más tarde me enteré que aun siendo un tío súper atractivo se iba
al seminario. Siempre me he sentido muy identificado con él por su pasión por la vida, por su
pasión por el fútbol y por la ciencia.
Aun con todos estos hechos, siempre rechazaba el movimiento. No lo necesitaba y me
parecía más atractiva la vida de éxito y exceso que al mismo tiempo empezaba a probar.
Funcionaba con retos, cada vez que llegaba a uno, me ponía otro, no me daba tiempo a masticarlo
porque siempre quería más. Hasta que llegó el final de este periodo de un año y medio de

26
equilibrio y éxito que contaba. Terminó el primer cuatrimestre de segundo de carrera y yo fui de
los más o menos 20 sobre 300 alumnos que aprobaron todo. Ese año además estaba marcando
muchos goles, con Isa estaba muy contento, tenía unos amigos geniales y mi familia era anormal.
Después del último examen me iba a casa conduciendo mi moto eufóricamente, como si
fuese Jordan Belfort. Cuando me metí en la ducha para prepararme para salir de fiesta, rompí a
llorar como un bebé. Otra puta vez está sensación de incumplimiento volvía a abordarme, esta
sensación de que faltaba algo. Me senté y empecé a pensar en que quizá tenía algún problema.
Tenía una vida que habría gente que pagaría por ella y no era feliz. No podía ser. Decidí mirar a
ver quién era más feliz que yo. Cómo no, mis padres. Reconocí que la diferencia entre ellos y yo
era que vivían de la fe. Perfecto, vayamos a por ello, aunque insisto yo era cristiano, rezaba, me
confesaba e iba a misa. Hablé con ellos y en lo único que hice caso a mi madre fue empezar a
pedirle a Marcos cada noche por esto que me pasaba.
Evidentemente busqué por otro lado y no por CL, empecé a quedar con curas de mi colegio
y cuando le conté a uno qué me pasaba, me indicó que me faltaba una cosa esencial a mi súper
lista de cosas a hacer: darme a los demás. Solo me faltaba esto, será fácil pensé. Empecé a probar
muchos voluntariados en Barcelona: comedores, bocatas, Cottolengo… Pero siempre volvía
asqueado y me rallaba porque veía que los voluntarios y las monjas no fingían una sonrisa
mientras que yo sí. Parecía que estaban felices mientras hacían esas tareas. Por eso, decidí dejar
de ir a todos. Eso sí, ese verano destiné casi 2 meses a voluntariados. Me fui a Filipinas con Isa y
con unos amigos del colegio a ayudar en colegios subdesarrollados y a ayudar en comedores de
las Hermanas de la Caridad y a Benin con mi familia a ayudar en una asociación de enfermos
mentales. En Filipinas, siempre les preguntaba a las monjas: “¿Por qué eres más feliz que yo, si
no tienes nada?” y me respondía una riéndose “lo que hago es rezar y servir”. Qué mierda de vida
pensaba yo, pero a la vez es innegable que ella estaba más contenta y apasionada que yo. En
África, sin embargo, fue el momento de percibir mi límite. Llegué y vi un país en ruinas, sin
carreteras. Y yo como soy ingeniero pensé que sería la ocasión de construir, de añadir mucho
valor… Sin embargo, se nos pidió acompañar a los enfermos mentales. Nunca he sido tan inútil
como ahí. No sabía cómo hacerlo, porque además como están locos a veces te contestan lo que les
da la gana, se juntaba mi incapacidad con la suya. Lo peor fue el día que una chica desnuda llena
de llagas me pidió un abrazo. No fui capaz de dárselo. Me había recorrido 3600 km para eso y no
era capaz. ¡Mierda!, no solucionaba mi problema. Se lo conté al responsable de los centros y me
dijo que yo tenía que entender que la vida no consistía en un hacer, sino que consistía en un amor.
Frase impactante pero que no entendía. Además, si me hablaba de este Amor con mayúscula, qué
se creía: yo ya conozco a Cristo, rezo y voy a misa. Ese no es mi problema.
Me daba cuenta de que jugaba con todos los factores que conocía dando más peso a uno,
menos al otro pero no, nada me sacaba este vacío. Empecé a pensar que quizá este factor lo
desconocía, pero no sabía cómo encontrarlo. Empecé a seguir las catequesis de los Legionarios de
Cristo. Aún hoy me recuerdan las ganas que tenía de encontrarme con algo que me hiciese vivir
como lo hacían mis padres o las misioneras de la caridad.
Volví de África con la pregunta más a flor de piel, mucho más provocado y necesitado que
nunca. Continúe con mi vida igual. Pero cada vez acusaba más el que las cosas no tenían
continuidad, no tenían peso, no tenían conexión. Ese año, en febrero de 2019 quedé con Lluís, un
amigo con el que había estado en África y me dijo que seguramente se apuntaba a los Ejercicios
Espirituales de CL (palabra prohibida para mí). Le dije que muy bien, que ya me contaría. En
ningún momento pensaba en ir. Pensaba “no estoy tan mal”. Sin embargo, a mitad de mes, mi
madre me despertó un sábado después de una noche de fiesta a las 11 de la mañana pidiéndome
que la acompañase a la misa del 4 aniversario del fallecimiento de Marcos, a quien rezaba cada
noche. Le pedía que me encontrase, lo que yo definía una “amistad total”, lo que en principio me

27
salvaría: gente con la que salir de fiesta, ver el fútbol, hablar de Cristo, jugar a fútbol, estudiar…
Le dije que no a mi madre porque estaba cansado. Ella, que nunca más lo ha vuelto a hacer y
nunca antes recuerdo que lo hiciese, vino otra vez a insistirme diciéndome que “iba sola y no
sabía cómo ir” –falso: tiene coche y no son pocos los amigos que la prefieren–. Fui por puro
afecto a mi madre que quiero con locura, me senté en el último banco y me fui al acabar. Cuando
estaba en la moto me acordé de que tenía que dejar unas bebidas. Esto lo cuento porque hasta de
este detalle se sirvió el Señor. Al volver, me encontré a Lluís que me dijo que era justo hoy el
último día para apuntarse a lo Ejercicios y que él finalmente iba. Era un día después de fiesta,
donde yo acusaba de una forma más pronunciada esta falta. Era el día del aniversario del
fallecimiento de Marcos. Empezaba a pensar que había un factor que era incapaz de desvelar.
Estaba muy necesitado. Era el último día para inscribirme. Pensé todo esto y estuve a punto de
decir que “sí”. Pero, pensé: “coño, me falta una excusa para librarme”. Le dije para sacármelo de
encima, si tengo partido no vengo, pero si no tengo, vendré. Era un fin de semana que no era
puente, no era nada especial, aún hoy no sé porque ese finde no teníamos partido. Accedí, estando
seguro de que era ahí donde se me pedía estar.
El problema es que yo fui pensándome que con todos estos hechos, se me iba a avalar con
la respuesta que yo esperaba: la compañía total. Recuerdo salir de Barcelona con vergüenza,
íbamos 5 tíos distintos de los que en principio no nos unía nada. Esperaba no cruzarme con nadie.
Al llegar a Madrid, al sentarme, recuerdo que flipé: por fin alguien habla de este deseo, quizá no
estoy mal hecho. Ahora, me provocó muchísimo Nacho, curioso porque yo soy un tipo más bien
exaltado, impulsivo, intenso. Él me provocó sin armar ningún show, simplemente cuando cogió
una botella de agua y sacudiéndola dijo que Cristo era más concreto que la botella –ahí tuve que
parar y decir, “frena, yo conozco a Cristo y no es así”–. Debo deciros que no se lo pude decir
porque parecía que se lo creía. Sin embargo, no todo era coser y cantar, con la gente fatal, no
conocí a nadie y los que venían conmigo de Barcelona aprovecharon para salir de fiesta. Otra vez
solo en la habitación, otra vez la misma propuesta que en Barcelona. Escribí lo que me pasaba
pero es verdad que no podía dejar de recordar lo que había visto y escuchado. De todas formas
estaba puteadísimo y preguntaba “¿Qué quieres de mí? ¿Por qué vengo hasta Madrid y no me das
esta compañía total?”.
Volví a Barcelona y se lo conté a mis padres. Muy bonitos, pero no me merece la pena ir
porque la gente es como mis amigos, para eso me quedo con mis amigos. Me propusieron
decírselo a Nacho, por otra casualidad más, justo ese fin de semana Nacho estaba en Barcelona -
aún tengo los WhatsApp; “Nacho no sé cuándo estarás en Barcelona pero me gustaría comentar
los ejercicios…”. Dos días más tarde “estoy en Barcelona…”. Me concedió de 15.30 a 16.25 en la
estación de tren, antes de su tren. Le expliqué y también le dije que los jueves que era cuando
tenían EdC yo justo tenía un partidito con amigos y entonces complicaba más las cosas –mentira,
yo entrenaba y si no entrenaba no jugaba, innegociable para mí. Pero estaba tan necesitado que
dejaba la puerta entreabierta por si sacaba algún argumento que me convenciese–. Toda la
conversación giró en torno a que si yo había visto algo que me despertaba tenía que seguirlo,
pegarme a eso… Si fuese por eso, jamás hubiese empezado a seguir la escuela. Sin embargo,
cuando nos despedíamos se quedó conmigo: “De todas formas, has dicho que tienes un partidito
los jueves, si no puedes ir a EdC no vayas, pero júntate con algunos para prepararla y cuando
puedas ve. Sería injusto que para seguir a Cristo tuviéramos que dejar de hacer las cosas que nos
gustan”. Nunca nadie me ha mirado y abrazado como lo hizo Nacho. Nunca más. En ese
momento al llegar a casa me vino un pensamiento a la cabeza y fue el siguiente: quizá me faltas
Tú. Cuando se lo conté a mis padres, a mi padre le pareció poco lo que me había dicho Nacho. A
mí me cambió la vida, esa misma noche fui a la cama de mis padres a comentárselo y con la
ayuda de mi madre entendí que por primera vez en la vida el cristianismo no era un menos sino

28
un más. Los otros sacerdotes siempre me decían: que va antes Dios o el fútbol. Ahora ya no. El
fútbol cobra más interés porque es lugar de relación con este Tú. Lugar para poder verlo vencer
otra vez.
Esto, fue el inicio del cambio, evidentemente NO inmediato. Empecé a preparar EdC y me
cambió por completo, no de forma de ser. Soy igual de impulsivo y la cago tantísimas veces como
antes. Pero sí cambió mi mirada en primera instancia sobre mí y el horizonte se ha cuadriplicado.
Es como si antes solo viese un 1% y ahora cada vez veo más y disfruto más de las cosas. Aunque
de forma idéntica el sufrimiento también se ha visto aumentado. Sufro por cosas que antes no
porque no me puedo permitir la indiferencia. Las cosas penetran en mi mucho más que antes y me
hieren más. La vida se hace grande. Estamos juntos para verificar si la vida se hace más grande.
Ese mismo verano en el que yo apenas había podido ir 3-4 veces a EdC por los entrenos,
María me invitaba a unas vacaciones en Italia con Julián. Recuerdo aceptar lleno de una gratitud
enorme. Recuerdo llamar a Isa y qué ella me preguntase: ¿Cuándo, dónde y qué se hace? Me
sorprendí en acto sin tener respuesta. Estaba fiándome de una propuesta. Esto iba contra mi
naturaleza de cómo yo me movía. Ahí volví a sorprender la potencia de lo que me había
alcanzado. De forma idéntica, cuando Julián me propuso dar mi testimonio, recuerdo que después
de colgar accediendo me daba cuenta de que no sabía ni cuando lo daba.
Ese verano, en el Equipe, Julián abría diciendo: “El tiempo es Uno que te sorprende”. Y
más adelante afirmaba. Tenéis que verificar todo lo que yo digo. La verificación se ve en la
explosión de la vida. Esto sin duda, es lo que puedo afirmar yo hoy aquí sentado, sería difícil
repasar uno a uno porque digo que mi vida ha explosionado a través de la pertenencia a este lugar.
Solo me gustaría remarcar que yo tengo ahora amigos que me sostienen en lugares insospechados.
También ha permitido que la relación con mis amigos de la universidad creciese, no con todos
pero sí por fin puedo también sorprenderlos como compañeros hacia el destino. Mis amigos de la
universidad, mi relación con Isa, mis amigos de entreno siempre son puntos candentes, donde se
juega toda la unidad de mi vida muchas veces. Este año, después de acceder con un vértigo
terrible a la responsabilidad del CLU, me he tomado más en serio las propuestas del movimiento
y sumándose al COVID prácticamente no he podido ver a mi grupo de amigos de la universidad
de siempre. Yo siempre he pensado mil tácticas para no desprenderme de ellos, acudir a los
planes, proponer cosas… Pero siempre he reconocido que hay una forma de estar juntos que no
me corresponde y decidí dejar de ir a ciertos planes donde yo era menos yo. Extrañamente, este
año, no yendo a casi ningún plan, dos amigos de la universidad me han comenzado a llamar y
muy disimuladamente ha comenzado un tipo de amistad que no existía durante estos 4 años de
carrera. Una de estas chicas me decía “gracias por ser un punto de esperanza en esta vida
monótona que llevo”. Esto jamás me lo había dicho antes, creo que es evidente que genera una
postura distinta en mí. Me sorprende mucho esto, porque percibo en acto cómo este Tú sin llegar
a poseerlo a conocerlo del todo se vale de mí para sorprender a ciertas personas.
Podría poner más ejemplos, mil, también del fútbol o de mi relación con Isa. Pero quizá me
extiendo.
Con Isa está siendo muy bonito percibir como poco a poco también se introduce una
dinámica nueva en el estar juntos. Ella, ha notado como la que más esta extraña compañía que ha
entrado en mi vida. Ella es una chica muy detallista y le encanta cuidar ciertos gestos y
evidentemente reclama una preferencia por mi parte. El año pasado, el día que hacíamos 6 años
yo decidí irme a una salida de estudio con el CLU, recuerdo que ella lo pasó fatal, no entendía y
se enfadó mucho. Algo que ha arrastrado mucho tiempo. Hace pocas semanas me decía que
empezaba a entrever por qué yo le decía que mi forma de decirle que sí era pegarme a este lugar.
Ella ahora con menos tiempo juntos se percibe mejor querida que antes. Sobre todo porque
también ella empieza a hacer un camino con este Misterio.

29
30

También podría gustarte