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TEMA 2.

FILOSOFÍA DEL LENGUAJE I

1. PRIMERA FILOSOFÍA ANALÍTICA DEL LENGUAJE. FREGE. ............................................. 2

1.1. PRIMERA FILOSOFIA ANALÍTICA DEL LENGUAJE. ........................................................ 2

1.2. FREGE. BÚSQUEDA DE UN LENGUAJE LÓGICO PERFECTO. SENTIDO Y REFERENCIA;


ORACIONES DE ACTITUD PROPOSICIONAL; PROPOSICIONES Y JUICIOS. ............................... 3
1.2.1. ORACIONES SUBORDINADAS EN CONTEXTOS INTENSIONALES. ......................... 6
1.2.2. TÉRMINOS CO-REFERENCIALES EN CONTEXTOS INTENSIONALES. ...................... 7
1.2.3. PROPOSICIONES Y JUICIOS. .................................................................................. 8

1.3. ALGUNOS PROBLEMAS PARA LA TEORÍA. ................................................................. 10

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TEMA 2. FILOSOFÍA DEL LENGUAJE I

1. PRIMERA FILOSOFÍA ANALÍTICA DEL LENGUAJE. FREGE.


1.1. PRIMERA FILOSOFIA ANALÍTICA DEL LENGUAJE.
La denominación de filosofía analítica surge para designar el tipo de método filosófico que
se desarrolló en la primera mitad del siglo XX, inicialmente en países de habla alemana y el
Reino Unido y, a partir de la segunda guerra mundial, también en Norteamérica, el resto de
Europa y en otros muchos países. El primer método de la filosofía analítica consistió en utilizar
la lógica simbólica y los métodos lógico-formales para el análisis de los conceptos, problemas
y argumentos filosóficos. Por análisis se entendió la identificación de otros conceptos más
simples o básicos a partir de los cuales los conceptos compuestos o complejos se habían
construido, hasta llegar a un último nivel no ulteriormente analizable que pudiera verse como
el nivel básico o fundamental. Este primer momento está unido a los nombres de G. Frege, B.
Russell, y L. Wittgenstein; y es preciso también mencionar a G. E. Moore, por su importante
influencia posterior.
Pronto también adquirió impulso el positivismo lógico del Círculo de Viena y su proyecto
de vincular el significado de contenido empírico con el lenguaje descriptivo de la ciencia. A los
problemas y críticas que se formularon internamente pronto se unió un desacuerdo filosófico
de fondo respecto a cuál era el método y cuál podía ser la contribución de la filosofía al
conocimiento, muy en particular en relación con el lenguaje.
Sin embargo, el impulso inicial de la primera filosofía analítica del lenguaje no puede
considerarse una etapa superada. Las propuestas teóricas de esta primera filosofía analítica
del lenguaje introdujeron conceptos y formas de análisis que siguen siendo fundamentales
hoy en día para estudiar el significado en su dimensión semántica. Para la primera filosofía
analítica del lenguaje, el significado debía explicarse a partir de las relaciones del lenguaje con
la realidad, primariamente y en el punto de partida en términos de las relaciones de las
oraciones enunciativas con los hechos. Hacía falta explicar, además, cómo un enunciado podía
presentar un estado de cosas posible, incluso antes de que se conozca si ese hecho se da en
el mundo. Esta visión era anti-psicologista: no consideraba que los significados fueran
contenidos mentales, ni que los significados lingüísticos estuvieran constituidos por las
relaciones de las expresiones lingüísticas con las ideas en la mente. La preocupación filosófica
que motiva las primeras teorías semánticas del significado, tal y como se encuentran en los
escritos de Frege, Russell y el primer Wittgenstein, es la de cómo explicar la función
representacional del lenguaje, su capacidad para representar los hechos del mundo o los
estados de cosas posibles y referir a las entidades y relaciones que los componen.
Se ha podido hablar de la ‘abstracción semantista’, en referencia al modo en que la primera
filosofía analítica del lenguaje propuso explicar el significado, en su dimensión semántica,
haciendo abstracción de la mente y del uso del lenguaje. Si se prescinde del posible valor
descalificatorio que en algunas ocasiones aparece unido a este modo de expresión, cabe
considerar que describe correctamente el enfoque común a las teorías semánticas de la
primera filosofía analítica. Esta idea es importante para entender correctamente sus
propuestas.

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TEMA 2. FILOSOFÍA DEL LENGUAJE I

1.2. FREGE. BÚSQUEDA DE UN LENGUAJE LÓGICO PERFECTO. SENTIDO Y


REFERENCIA; ORACIONES DE ACTITUD PROPOSICIONAL; PROPOSICIONES Y
JUICIOS.
En su obra Conceptografía (Begriffsschrift, 1889), Frege declara su pretensión de hallar las
“leyes del pensamiento puro”. Frente al psicologismo de algunos de sus contemporáneos,
Frege creyó que era posible estudiar el razonamiento correcto y la validez de las inferencias
atendiendo únicamente a reglas y procedimientos lógicos, capaces de garantizar una única
exigencia esencial para la validez de la inferencia o el razonamiento: la de que, si se partía de
premisas verdaderas, la conclusión alcanzada no pudiera ser falsa. Este estudio era esencial
para su proyecto logicista, por el que Frege pretendía poder expresar las teorías matemáticas
a partir, y sólo, de nociones y procedimientos lógicos.
Cuando los mismos procedimientos y las mismas reglas se utilizan en el lenguaje natural,
sin embargo, Frege observó dificultades adicionales para garantizar la corrección de los
razonamientos. Estas dificultades no atañían meramente a las reglas formales de deducción,
sino que tenían que ver con el contenido de significado de las expresiones que aparecían en
ellos, o con tipos especiales de enunciados (como los enunciados que atribuyen creencias).
Estas dificultades motivaron la reflexión que se encuentra en el ensayo de Frege titulado
Sobre sentido y referencia y que da inicio, en el paso al s. XX, a la filosofía del lenguaje
contemporánea. El ensayo Sobre sentido y referencia se inicia con la paradoja de la identidad.
Los enunciados “a=a” y “a=b” parecen ser trivialmente verdadero y falso, respectivamente,
cuando la igualdad se considera establecida entre los signos, pero ambos parecen hacer la
misma afirmación (y tener por tanto el mismo valor de verdad) si la igualdad se establece,
como es correcto considerar, entre los objetos designados por esos signos. Ahora bien, en
este último caso, el segundo enunciado tiene un valor cognitivo añadido que no tiene el
primero. Esta diferencia en el valor cognitivo de los enunciados se hace aún más visible si
tomamos un ejemplo similar del lenguaje natural: “El lucero de la mañana es el lucero de la
mañana” y “El lucero de la mañana es el lucero de la tarde”.
El estudio de esta paradoja permite a Frege establecer un primer resultado, que pasa a
formar parte de su teoría semántica: al estudiar el significado de un nombre es preciso
diferenciar su referente, es decir, la entidad u objeto nombrado y el modo de darse ese
referente mediante el nombre, su modo de presentación. A este modo de presentación Frege
lo llama el sentido del nombre, y es este aspecto del significado el que aporta la diferencia en
contenido o valor cognitivo añadido por ese nombre.
Puede considerarse que a esta tesis de Frege le subyace una intuición fundamental: la de
que es lo que sabemos de una entidad, nuestro conocimiento de ella, lo que nos permite
identificarla y nombrarla para hablar de ella. Por este motivo, los seguidores de Frege han
considerado apropiado asociar el sentido de un nombre con un conjunto de descripciones
verdaderas de una entidad, y tales que permiten identificarla. Más precisamente, el sentido
de un nombre podría identificarse con un contenido descriptivo asociado con ese nombre.
Esta asociación tiene la ventaja de evitar el problema que Frege ya veía en el caso de los
nombres propios gramaticales del lenguaje natural: en ellos se dan “oscilaciones del sentido”,
de forma que distintos hablantes pueden asociar distintos contenidos o valores cognitivos con

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un mismo nombre. (Por ejemplo, ‘Aristóteles’ estaría asociado con las muy distintas
descripciones que distintos/as hablantes darían o los muy diversos grados de conocimiento
que podrían tener sobre el gran filósofo clásico, y esto último es también otra descripción).
A esta dificultad se añade una segunda, casi más importante: es posible que un nombre
carezca de referencia, o posea referencia múltiple (en ambos casos se habla entonces de
referencia impropia), sin que la comunidad de hablantes llegue a darse cuenta de ello. Frege
muestra una cierta condescendencia ante el primer problema (la oscilación del sentido), pues
acepta que esto pueda ocurrir en el lenguaje natural mientras no impida que éste sirva para
su fin fundamental, el de la comunicación entre los hablantes. Pero, afirma, ninguno de los
dos problemas debería darse en un lenguaje lógicamente perfecto. En este lenguaje lógico
ideal, todas las expresiones que funcionen como nombres deberían ser nombres propios en
sentido lógico: es decir, nombrar uno y sólo un referente. Además, debería cumplirse una
condición adicional: conocido un referente, y dado un sentido, deberíamos poder decir si ese
sentido le corresponde o no, si es o no verdadero del referente. (Como comentario
provisionalmente marginal, pueden observarse ya algunos problemas que se presentan en la
teoría de Frege y que serán motivo de crítica posterior. Un mismo hablante podría, por
ignorancia o error, creer que las descripciones: ‘el día 1 de octubre de 2013’, y ‘el primer
martes de octubre de 2013’ refieren a dos días distintos, y no al mismo).
Por este motivo, seguramente, Frege estipula que el sentido de un nombre ha de
diferenciarse de la representación subjetiva que cada hablante puede tener de su referente.
Haciendo uso de una famosa comparación un poco engañosa, compara a la luna con el
referente de un nombre; la imagen de la luna reflejada en las lentes de un telescopio serían el
sentido, es decir, el mismo para todas las personas que observen a su través; finalmente, la
imagen que se refleja en la retina de cada observador/a sería la representación subjetiva,
posiblemente distinta para cada persona. Y afirma, además, que el sentido es algo objetivo,
algo “susceptible de ser propiedad común de muchos” y que conoce el conjunto de los/las
hablantes competentes de una misma lengua.
La noción de nombre propio en sentido lógico permite a Frege avanzar en un análisis
semántico de las estructuras lingüísticas que se independiza del análisis de la gramática
tradicional. Pues, desde un punto de vista semántico, pueden ser nombres propios tres tipos
de expresiones: los nombres propios gramaticales, las descripciones definidas (como ‘el
descubridor de las órbitas planetarias elípticas’), y las oraciones subordinadas nominales
(como “El que descubrió las órbitas planetarias elípticas...”). Esta misma independencia del
análisis semántico con respecto a la gramática tradicional permite a Frege, como veamos a
ver inmediatamente a continuación, distinguir otros dos tipos básicos de expresiones (los
enunciados completos, que junto con los nombres son expresiones saturadas, y las
expresiones funcionales o no saturadas) que conjuntamente proporcionan una tipología
completa, para finalmente extender su teoría al establecer cuáles son los sentidos y las
referencias en estos otros casos.
Pero, para llevar a cabo esta extensión de la teoría, Frege se apoya en un presupuesto que
él no llega a justificar, y que ni siquiera es completamente explícito: se trata del principio de
composicionalidad, que afirma que el significado de un enunciado (de una oración

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declarativa) es función de, o está determinado por, los significados de las expresiones
componentes más su modo de composición sintáctico. Este principio de composicionalidad
encuentra aplicación tanto en el nivel del sentido como en el de la referencia. En este último
caso, en el nivel semántico puede enunciarse diciendo que el valor de verdad del enunciado
es función de las referencias de las expresiones que componen el enunciado y de su modo de
composición. Frege apela a este principio, en la forma de un corolario suyo, cuando aplica
tácitamente el principio de sustitución uniforme para estudiar el sentido y la referencia de un
enunciado completo. El principio de sustitución uniforme (o sustitución salva veritate)
establece que es posible sustituir, dentro de un enunciado, dos expresiones co-referenciales
sin que el valor de verdad del enunciado se vea afectado. Al constatar que la sustitución de
nombres de distinto sentido, pero co-referenciales en un enunciado sí afecta al pensamiento
expresado por el enunciado, pero no al valor de verdad final, concluye que el pensamiento
expresado por un enunciado (la proposición expresada) es el sentido del enunciado, y decide
estipular que el valor de verdad del enunciado (“el hecho de que sea verdadero o falso”) se
tome como su referente. De este modo, los dos valores de verdad, lo verdadero y lo falso, son
considerados objetos y pasan a formar parte del plano ontológico donde se sitúan los
referentes de las expresiones lingüísticas.
Para completar su teoría, extendiendo la distinción sentido/referencia al conjunto de las
expresiones lingüísticas, Frege se fija en lo que va a llamar expresiones funcionales o no
saturadas, y que contrapone a los dos tipos de expresiones estudiadas hasta ahora: los
nombres propios en sentido lógico y los enunciados, ambos tipos caracterizados por ser
expresiones saturadas: pues en estos dos casos la expresión no necesita completarse con
otras expresiones para poder referir a un objeto. El otro tipo de expresiones van a ser las
expresiones funcionales o expresiones de función, y que son no saturadas: son aquéllas que
poseen espacios vacíos de manera que, al completar estos espacios vacíos con nombres,
arrojan como resultado un enunciado completo. Lingüísticamente estas expresiones
funcionales van a venir representadas, típicamente, por expresiones predicativas o
incompletas. Así,
a. “El hijo de Yocasta mató a [...]”

es una expresión no-saturada, expresa una función; si completamos el espacio vacío con un
nombre, por ejemplo “el padre de Edipo”, obtenemos un enunciado completo: “El hijo de
Yocasta mató al padre de Edipo”, acerca del cual podremos preguntarnos si es verdadero o
falso. Así mismo,
b. “[...] mató al padre de Edipo”

es una expresión no saturada, que puede completarse con el nombre “Edipo”, por ejemplo,
para arrojar como resultado un enunciado completo (“Edipo mató al padre de Edipo”)
susceptible de recibir un valor de verdad.
A la distinción entre expresiones saturadas (nombres y enunciados) y expresiones no
saturadas (expresiones funcionales) le corresponde, en el plano ontológico, la distinción entre
objetos (referentes de expresiones saturadas) y funciones, que pasan a ser los referentes de
las expresiones funcionales. Esta estipulación no debería verse como algo por completo

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extraño si se tiene en cuenta que una función es un tipo especial de relación (es una relación
que cumple una condición adicional de unidad en el resultado arrojado para un mismo
argumento). Pero Frege se fijó además en un subconjunto del conjunto de las funciones: el de
las funciones unarias, a las que dio el nombre de conceptos. Un concepto, por tanto, es una
función unaria; y constituye por tanto el referente de la correspondiente expresión funcional
unaria, o expresión conceptual.
Por consiguiente, y en correspondencia con el análisis semántico que ha propuesto, en el
plano ontológico Frege ha de admitir, junto a los objetos (entidades físicas individuales,
valores de verdad, clases y otras entidades matemáticas), las funciones (que pueden verse
como relaciones que cumplen una condición de unicidad) y, entre ellas y como un subconjunto
especial, los conceptos, que son los referentes de las expresiones conceptuales.
Tanto el principio de composicionalidad como su corolario, el principio de sustitución
uniforme, presuponen que el lenguaje es extensional (es decir, que podemos sustituir
términos co-referenciales sin alterar el valor de verdad del enunciado en el que se integran).
Pero el lenguaje natural no lo es: en los llamados contextos intensionales, la sustitución de
expresiones co-referenciales entre sí altera el valor de verdad del enunciado. Esto se
manifiesta, de una manera típica, en el caso de las oraciones de actitud proposicional (aquéllas
que atribuyen un estado psicológico con un determinado contenido a alguien). Se plantea
entonces el problema de cómo extender la teoría a estos contextos intensionales.

1.2.1. ORACIONES SUBORDINADAS EN CONTEXTOS INTENSIONALES.


Podemos analizar los siguientes ejemplos como un caso en que se compone el significado
de la oración enunciativa subordinada con el de otras expresiones para obtener el significado
total del enunciado compuesto que las integra. El análisis se mantiene, inicialmente, en el
nivel semántico de la referencia de los dos enunciados, es decir, lo que toma en consideración
son sus valores de verdad. Lo que el principio de composicionalidad exige es que el valor de
verdad final del enunciado compuesto sea función del valor de verdad de la oración
subordinada. Veamos tres ejemplos y su correspondiente análisis semántico. (Convención
notacional: E representa el enunciado principal, y entre paréntesis se indica el valor de verdad
de la oración enunciativa subordinada; tras el signo de igualdad se indica el valor de verdad
que resulta para el enunciado completo).
1. Copérnico creía que [las órbitas de los planetas son circulares].
E ([Falso]) = [Verdadero]

2. Copérnico creía que [el sol ocupa el centro del universo].


E ([Verdadero]) = [Verdadero]

3. Copérnico creía que [las órbitas de los planetas son elípticas].


E ([Verdadero]) = [Falso]
Los casos 1 y 2 ponen de manifiesto que un cambio de valor de verdad en la oración
subordinada no impide que el valor de verdad final del enunciado compuesto se mantenga

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constante, en contra de lo que intuitivamente podríamos esperar del principio de sustitución.


Pero aquí, en realidad, aún no podríamos decir que el principio no se cumple. Donde la
dificultad se hace “letal” es en los casos 2 y 3, pues aquí el valor de verdad final del enunciado
compuesto ha dejado de ser función del valor de verdad de la oración subordinada
componente: la función de significado que define el valor de verdad ha dejado de cumplir la
exigencia de unicidad que define a una función, pues al tomar idéntico argumento,
[Verdadero], arroja dos resultados distintos, [Verdadero] en el caso 2 y [Falso] en el caso 3.
Esto es lo que no debería ocurrir, de cumplirse el principio de composicionalidad y el principio
de sustitución uniforme en los contextos subordinados.
Frege postula entonces que, en estos contextos intensionales, las oraciones subordinadas
no tienen como referencia un valor de verdad, sino su referencia indirecta, que consiste en lo
que sería el sentido habitual de la oración si apareciese como enunciado independiente. La
referencia indirecta de una oración enunciativa en un contexto intensional es el sentido de
esa misma oración en un contexto extensional directo.

1.2.2. TÉRMINOS CO-REFERENCIALES EN CONTEXTOS INTENSIONALES.


Un problema similar se presenta en los contextos intensionales que involucran nombres
co-referenciales de distinto sentido, como en el ejemplo siguiente. Imaginemos a un joven
estudiante que desconoce que Pablo Neruda era el pseudónimo literario del poeta y
diplomático chileno Neftalí Reyes. En ese caso, afirmará que el enunciado 4 es verdadero, pero
que 5 es falso:
4. Pablo Neruda escribió Los versos del capitán.
5. Neftalí Reyes escribió Los versos del capitán.
Y, por consiguiente,
6. El joven estudiante cree que [Pablo Neruda escribió Los versos del capitán].
E(p)= [Verdadero]

7. El joven estudiante cree que [Neftalí Reyes escribió Los versos del capitán].
E(n)= [Falso]
(Aquí, junto a las convenciones notacionales anteriores hemos adoptado la de abreviar
mediante n el nombre propio Neftalí Reyes, y mediante p el nombre propio Pablo Neruda).
Sin embargo, si el valor de verdad del enunciado compuesto sólo fuese función de las
referencias de las expresiones componentes, ese valor de verdad final no debería verse
afectado por la sustitución de nombres co-referenciales (cuando sustituimos p por n).
De nuevo aquí, la solución de Frege consiste en postular una referencia indirecta para
nombres co-referenciales que se intersustituyen en contextos intensionales como los de las
oraciones de creencia. Esta referencia indirecta de los nombres consiste en su sentido
habitual. El problema queda así salvado para estos casos, y pendiente de extensión a otros
posibles similares.

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1.2.3. PROPOSICIONES Y JUICIOS.


En la distinción entre sentido y referencia ha quedado ya establecido que el sentido de una
expresión es el modo de darse su referencia, y que este ‘modo de darse’ tiene por tanto valor
para el conocimiento de esa referencia. Frege también afirma que los sentidos son objetivos,
como algo distinto de las representaciones subjetivas de la mente individual. Esta afirmación,
que puede considerarse difícil de aprehender, está vinculada históricamente con la posición
que hoy se conoce como proposicionalismo. De acuerdo con ella, las proposiciones, lo que
Frege llama pensamientos, son entidades abstractas con realidad ontológica propia,
independiente tanto de los fenómenos mentales como de las expresiones lingüísticas. Las
proposiciones, o pensamientos en la terminología de Frege, son entidades complejas,
compuestas por constituyentes independientes de la mente (los sentidos en la terminología
de Frege). Contemporáneamente se habla de proposiciones fregeanas para hacer referencia
a estas entidades abstractas, constituidas por sentidos estructurados, que presentan dos
rasgos fundamentales:

• en primer lugar, son representaciones, cumplen una función representacional


• y, en segundo lugar y, por consiguiente, son susceptibles de ser verdaderas o falsas.
En el debate contemporáneo, a veces se expresa esto último diciendo que las proposiciones
son portadores de verdad. Y se acepta que las proposiciones, en tanto que objetos teóricos,
cumplen tres funciones fundamentales y difícilmente prescindibles para una teoría semántica
satisfactoria:

• son los significados (o contenido semántico) de las oraciones declarativas o


enunciados
• son unidades de representación capaces de ser declaradas verdaderas o falsas
• constituyen el objeto o contenido de las oraciones de actitud proposicional (tanto
en el lenguaje como en el pensamiento)
Unos años después de haber publicado Sobre sentido y referencia, en otro ensayo titulado
El pensamiento (1922), Frege hacía explícito en qué consisten los pensamientos (las
proposiciones fregeanas en el debate contemporáneo). Declara que, aunque permanezcan
inactivos sin la actividad de alguien que los piense, los pensamientos como tales no son
creados por la mente individual de quien los piensa; y, tomados en sí mismos, pueden ser
verdaderos o falsos con independencia de que se lleguen a realizar en alguna mente
individual. Esta concepción se ha considerado, no sin razón, una forma de platonismo en la
comprensión actual de esta posición. Cabe cuestionar, sin embargo, que esta visión fuera la
que estaba desde el inicio en la teoría de Frege y en su concepción del significado. En Sobre
sentido y referencia, al introducir la tesis de que la referencia de un enunciado es su valor de
verdad, advierte de que esta idea puede parecer extraña, y observa que no deberían sacarse
consecuencias fundamentales de ella. Con esto, parece querer tomar distancia respecto al
tipo de compromiso metafísico que después se le ha podido atribuir, cuando se habla de
platonismo. Esta observación de Frege permite una interpretación que descargue a su teoría
de ese fuerte compromiso filosófico y la aproxime a un recurso técnico, cuya finalidad es
permitir un análisis sistemático de las relaciones de significado entre enunciados y sus

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expresiones componentes. Este recurso técnico permitiría preservar el principio de


composicionalidad, algo que sin duda está implícito en su discusión y su tratamiento teórico.
Una contribución adicional de la teoría de Frege es la clara distinción que establece entre
los pensamientos (proposiciones) y los juicios. Al discutir el problema de cuál es la referencia
de un enunciado u oración declarativa, observa que el enunciado expresa un pensamiento; y,
al declarar a ese pensamiento verdadero o falso, se ha dado el paso de los pensamientos a los
juicios. Un pensamiento o proposición es una representación de un hecho; como tal, es
susceptible de verdad o falsedad, pero aún no se ha afirmado nada sobre este valor de verdad.
En el juicio, se hace una atribución de verdad o falsedad a una proposición o pensamiento.
Proposiciones (pensamientos) y juicios no son, por tanto, entidades del mismo tipo. Un juicio
es un pensamiento afirmado (o negado) y, en cuanto tal, está constituido por un tipo de
acción: precisamente, la acción de asignar a ese pensamiento un valor de verdad. Ya en
Conceptografía, Frege utiliza un operador lógico para indicar cuándo una proposición se
presenta con la fuerza de una afirmación. Esta idea se ha considerado precursora de
desarrollos teóricos que solo tendrán lugar después, a través de la teoría de actos de habla.
Un aspecto adicional que tiene interés mencionar es el problema de cómo se identifican o
individualizan las proposiciones, a las que Frege llama también contenidos enjuiciables (o
judicables). En la Conceptografía escribe una declaración que se ha podido interpretar del
siguiente modo: en la concepción de Frege, lo que permite identificar a una proposición no es
su relación representacional con un hecho o un estado de cosas posible, sino las relaciones
inferenciales que esa proposición establece con otras proposiciones. Esta es la interpretación
inferencialista que ha propuesto el filósofo Robert Brandom (Making it explicit, Cambridge,
Mass.: Harvard University Press, 1994), y que ha defendido también la profesora María José
Frápolli (“Reivindicando el proyecto de Frege”, Disputatio 6(7): 1-42, 2017). Se trata de una
interpretación original y bien argumentada, aunque debatible, pues no está claro que resulte
completamente consistente con el conjunto del trabajo de Frege y, en especial, con su
preocupación por lo que consideraba imperfecciones del lenguaje natural: la referencia vacía,
y las oscilaciones del sentido. Estos dos problemas afectan, directamente, a la función
representacional de los enunciados, pues impiden o dificultan la determinación de su valor de
verdad.
La alternativa teórica a esta propuesta estaría alineada con la noción de proposición que
se ha presentado más arriba, y que atribuye a las proposiciones el carácter de objeto teórico
con las tres funciones fundamentales enunciadas. De acuerdo con esta interpretación, lo que
permite identificar o individualizar a las proposiciones es su valor cognitivo. Puede
determinarse que dos enunciados diferentes significan o expresan la misma proposición (por
ejemplo: “Arquímedes murió violentamente durante el asedio a Siracusa”, y “La violenta
muerte de Arquímedes durante el asedio a Siracusa es un hecho”) porque quien entienda
competentemente el lenguaje, y considere a la primera verdadera, no puede considerar a la
segunda falsa, y viceversa. Cabe considerar, sin embargo, que este criterio también está
disponible para la interpretación inferencialista, por lo que el debate quedaría abierto.

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1.3. ALGUNOS PROBLEMAS PARA LA TEORÍA.

▪ Problemas para la teoría descriptiva de la referencia. Se han señalado varios: el


problema de la ignorancia y el error, que da lugar a las oscilaciones del sentido y al
problema visto en los enunciados de identidad; el problema de la analiticidad de estos
enunciados de identidad, que va unido a un problema de necesidad no deseada en el
caso de los nombres propios; y el problema de la recursión al infinito. (En relación con
estos problemas, en el tema posterior sobre teorías de la referencia se volverán a
discutir las principales críticas a la teoría descriptiva, y veremos las alternativas teóricas
que se han defendido junto con el debate suscitado.)
▪ El problema de la objetividad del sentido, así como el de la objetividad del plano
ontológico de lo “objetivo no real”. Aunque es importante distinguir los dos ámbitos,
los sentidos también pertenecen para Frege a ese plano ontológico que postula, para
a continuación situar en él los referentes de las expresiones, incluidos objetos tales
como los valores de verdad, los conceptos, o las clases matemáticas. Esta manera de
proceder le ha sido reprochada por algunos autores (C. Thiel, por ejemplo, en un
estudio ya clásico sobre Frege habló de ‘contaminación’ entre ontología y semántica).
En realidad, este problema se había planteado ya antes de que Frege escribiera su ensayo
Sobre sentido y referencia (1892). En sus trabajos sobre fundamentación de las matemáticas
(en particular en Los fundamentos de la aritmética, 1884) concluye que la objetividad y la
aprioricidad de las verdades matemáticas entrañan que los números no puedan considerarse
ni entidades físicas ni ideas en la mente o entidades mentales, pues las leyes de la aritmética
no son ni generalizaciones empíricas, ni leyes psicológicas. Más tarde, en su ensayo El
pensamiento (1918), asigna el mismo estatuto de objetividad a lo que él llama pensamientos,
es decir, los sentidos de las oraciones enunciativas, y consiguientemente también a los
sentidos de las expresiones suboracionales. Afirma entonces que estos sentidos pertenecen a
un tercer ámbito, el de lo objetivo no real, que es diferente tanto del mundo externo sensible
como del mundo interno de la mente consciente.
La pregunta acerca de en qué consiste la objetividad del sentido puede recibir distintas
respuestas filosóficas. El anti-psicologismo de Frege no permite considerar a los sentidos como
meras representaciones subjetivas individuales, y su propia respuesta parece haber sido la de
postular un tipo de idealismo (a veces también llamado realismo platónico) difícil de defender.
Para algunos filósofos, sin embargo, los sentidos son contenidos intencionales de la mente,
representaciones mentales que cabe identificar con los significados del lenguaje del
pensamiento (antes hemos mencionado esta hipótesis). Para otros, son contenidos que se
obtienen por abstracción a partir de los usos de las expresiones lingüísticas en contextos
particulares, pero de tal forma que cumplen, entre otras exigencias, una de
intersustituibilidad, que no permite verlos como meras generalizaciones empíricas. Bajo
cualquiera de estas concepciones filosóficas u otras posibles, puede considerarse que los
sentidos son entidades abstractas, representaciones completas (con condiciones de verdad
completas en el caso de los pensamientos o proposiciones) y no subjetivas, susceptibles de
ser comunicadas a través de distintos soportes (por ejemplo, el mismo pensamiento puede

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TEMA 2. FILOSOFÍA DEL LENGUAJE I

ser expresado por una oración en voz activa y su correspondiente pasiva) y por parte de
distintos hablantes.
▪ El principio del contexto, que Frege nunca llegó a enunciar como tal principio,
pero sí como una declaración relativa a enunciados sobre números, y el
problema de cómo se articula con el principio de composicionalidad, un principio
tampoco enunciado explícitamente por Frege, pero sí tácitamente presupuesto
por él. En Los fundamentos de la aritmética (1884) se puede leer: “nach der
Bedeutung der Wörter muss im Satzzusammenhange, nicht in ihrer Vereinzelung
gefragt werden” (= “se debe preguntar por el significado de las palabras en el
contexto de un enunciado, no aisladamente”). En la misma obra hay otras
formulaciones semejantes. Esta afirmación es lo que se conoce como el principio
del contexto.
La crítica especializada ha puesto de manifiesto que el principio de composicionalidad
permite comenzar con el significado de las palabras o expresiones individuales para construir
a partir de ese significado la interpretación de los enunciados (este enfoque se conoce como
atomista), mientras que otros han resaltado que el principio del contexto permite considerar
al enunciado o a la proposición como unidad básica de significado (enfoque holista). De ello
parece seguirse una tensión, respecto a la prioridad relativa de uno respecto al otro, o
respecto a cómo conciliarlos entre sí. (Entre los y las especialistas parece haber más
controversia respecto a que Frege asumiera este principio del contexto que el de
composicionalidad, y parece haber evidencia textual que sugiere que, en todo caso, tendió a
abandonarlo; en el caso del principio de composicionalidad sí podría encontrarse reflejado, en
alguna versión de este, en sus declaraciones o formulaciones teóricas).

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