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Introducción:

Nos dice nuestra Madre Teresa:


“Miren, se puede honrar a Nuestro Señor, haciendo Vía Crucis… Es una devoción
que podemos instalar: unirnos al silencio de Jesús en su Pasión.”
Queremos en este primer día de Triduo Congregacional, unirnos a Cristo, quien
desde la cruz nos enseña el verdadero sentido del amor que no tiene límites. El
Crucifijo es un gran abrazo, un abrazo que Jesús le da al Padre, un abrazo que
nos da a nosotros. Un abrazo de amor infinito que Jesús da al Padre y nos da a
nosotros.

Decimos juntas:
Padre santo y misericordioso, concédenos recorrer con fe y amor
el camino de la cruz, para que participando de la pasión de Cristo, podamos
llegar con Él a la gloria de tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ingresamos al misterio del Vía Crucis

Cantamos: Ideal, Modelo y Amor


Tú eres Jesús el camino, que me conduce a la paz, quiero seguirte cerca llevando tu
nombre anunciando tu voz.
Es tu palabra la fuerza que llena todo, mi ser que me lleva a proclamar, la alegría y
el gozo de un Cristo que ama y nos da su amistad.
Allí levantando en la Cruz, tu silencio me grita Señor, si quieres un ideal, modelo y
amor. Aquí me tienes Señor (2).

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PRIMERA ESTACIÓN
Jesús en el Huerto de los Olivos

Guía: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


Todas: Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Marcos 14,32-34:

Meditemos
El Padre calla. Es fácil obedecer cuando Dios responde, pero cuando calla… Por
eso nos dice nuestra Madre Teresa:
“Todas las angustias, todos los pecados, todos los sacrilegios de los hombres,
afligían su Corazón”
Y en este momento sus amigos duermen, ajenos, insensibles a su dolor. Cristo
nos dice que hay una manera de vivir este momento: la confianza en Dios.

Preguntémonos
En los momentos de tristeza ¿Dónde busco la fuerza para superarme?

Canto: Tierra firme mp3

Oremos
A ti, Jesús, postrado en tierra, con el rostro bañado de sangre, el honor y la gloria con
el Padre y con el Espíritu, por los siglos de los siglos. Amén.

Nos dirigimos a la siguiente estación

SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús, traicionado por Judas, es arrestado

Del Evangelio según san Marcos 14,43.45-46:

Meditemos
Tras este rato de angustia, Jesús se levanta, libre y decididamente, y camina
hacia el colmo de nuestra miseria. Judas traiciona a Jesús porque conserva en el

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corazón el pensamiento del mundo. Uno que se ha convertido, razona como
razona Cristo. No basta con dormirnos, también le hemos traicionado con
Judas. Recapacitemos a la luz de lo que nos dice nuestra Madre Teresa:
“Mientras más fiel se es, más gracias se reciben”

Preguntémonos
¿Soy sincera en mis relaciones respetando los sentimientos y derechos de los
demás?

Oremos
A ti, Jesús, que al amigo que te traiciona le muestras tu rostro benigno, la alabanza y
el honor, con el Padre y con el Espíritu, hoy y por los siglos de los siglos. Amén.

En esta situación de traición y de nuestras contradicciones, en silencio, con el corazón


arrepentido, dirijámonos a la 3° estación.

TERCERA ESTACIÓN
Jesús es condenado por el Sanedrín
Del Evangelio según san Marcos 14,55.60-62.64:

Meditemos
Jesús delante del sanedrín se encuentra encadenado, en situación de humillación
personal, social, se encuentra sólo. Pero de sus labios salen palabras de verdad
y libertad y da testimonio de su ser divino. Es necesario tener claridad en la
inteligencia para saber tomar la posición correcta, por eso nos dice nuestra
Madre Teresa:
“Lo que es cruz en la imperfección, es dulzura en la perfección. Acostumbrémonos a recibir
el sufrimiento. Eso se alcanza cuando ha penetrado en todo el ser, el amor de la perfección”

Preguntémonos
Y yo ¿acepto a Jesús?
¿Reconozco su presencia en las personas con quienes vivo?

Oremos
A ti, Jesús, Pastor bueno y Señor de nuestras vidas, Amigo de rostro clemente, la
alabanza pura y grata, con el Padre y con el Espíritu, en el tiempo y en la eternidad.

Cantamos: Piedad, Señor, piedad


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Piedad, Señor, piedad, piedad, Señor, piedad. (bis).
Por las veces en que yo no perdoné, por las veces que evité colaborar, por las veces
que en el miedo me escudé, por las veces que he ocultado la verdad.

CUARTA ESTACIÓN
Jesús es negado por Pedro
Del Evangelio según san Marcos 14,72:

Meditemos
Mientras llevaban a Jesús, se cruzó su mirada con la de Pedro, quien asustado,
niega a Jesús a quien antes dijo daría la vida por Él. Que mirada profunda la de
Jesús, que hizo brotar lágrimas de arrepentimiento. Nuestra Madre Teresa nos
cuestiona acerca de las lágrimas que derramamos:
“Sabemos por la fe que su mirada penetra hasta el fondo de mi corazón. Él sabe qué es lo
que me pasa... Si son los sufrimientos de Él, o es mi amor propio el que me hace sufrir...”

Preguntémonos
Pedro negó al Señor pero después fue uno de los más fieles seguidores. ¿Sabes
reconocer tus errores y enmendar tu vida?

Oremos
A ti, Jesús, que miras al amigo con rostro sereno, la alabanza y la gloria con el Padre y
con el Espíritu, por los siglos de los siglos. Amén

Camina pensando con cuantas miradas te has cruzado en la vida y qué han dejado
en los demás.

QUINTA ESTACIÓN
Jesús es juzgado por Pilato
Del Evangelio según san Marcos 15,14-15:

Meditemos
El grito de la multitud agitada es apremiante: "¡Crucifícalo!". Grito de todos los
tiempos, en el que cada uno reconoce su propia voz. Envidia de los sacerdotes,
hostilidad del pueblo manipulado, cobardía de un político que no asume su
responsabilidad: así Jesús es entregado a la muerte y Barrabás, el asesino, es
liberado. Muy al contrario de esta realidad, nuestra Madre Teresa nos pide que:
“La influencia que debemos tener, sobre las almas, está ligada a la santidad, a la
penitencia, a la humildad de la religiosa”

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Preguntémonos
¿soy capaz de renunciar a mis intereses para ser justa y solidaria con los demás?

Oremos
A ti, Jesús, el condenado de rostro inocente, la alabanza pura y agradecida, junto con
el Padre y el Espíritu, en el tiempo y en la eternidad. Amén

Cantamos: En la cruz nos das la vida


Tus heridas nos han curado, y tu muerte nos trae la salvación.
En la Cruz nos das la vida, por tu Sangre el perdón.
Te condenan a muerte por ser fiel, inocente, testigo del amor, y te cargan el peso de la Cruz,
olvidado en tu pena y tu dolor.

SEXTA ESTACIÓN
Jesús es flagelado y coronado de espinas
Del Evangelio según san Mateo 27, 29-30:

Meditemos
Jesús, coronado con el dolor de la humanidad, azotado por el pecado del mundo, sabe
lo que es el sufrimiento físico, el dolor y ese pedacito de sufrimiento que
experimentamos en la vida, no es nunca inútil, es lo que permite Jesús vivamos para
unirnos a su pasión. Nos iluminan las palabras de nuestra Madre Teresa al decirnos:
“Nuestro Señor se ahogaba después de la flagelación. Es de muy poca virtud ir a buscar
que nos den la razón... es como uno de esos brillantes de poco valor..., falsos..., eso no sirve.”

Preguntémonos
¿Qué relación tiene este texto con nuestra realidad de hoy?

Oremos
A ti, Jesús, Rey coronado de espinas, de rostro sereno y pacífico, honor y gloria, con
el Padre y el Espíritu, en el tiempo efímero y en el día sin fin.

Caminemos pensando en las múltiples ocasiones que Dios nos da de experimentar su


flagelación y su corona de espinas.

SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús es cargado con la cruz
Del Evangelio según san Juan 19, 16-17:

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Meditemos
Inmediatamente lo agarraron con furia para llevarlo a ser crucificado en el
Calvario, un lugar destinado a la muerte de los malhechores. Jesús abraza la
cruz, y con ella a todos nosotros y nos llama a cargar nuestra propia cruz, con
fe y no con rencor, con libertad y no por imposición. Que el encuentro con la
cruz sea deseado por nosotras, como nos lo dice nuestra Madre Teresa:
“la cruz es la cita que da Jesús a las almas que ama”

Preguntémonos
¿Cómo estoy llevando la cruz que es propia de la tarea que el Señor me ha
confiado?

Oremos
A ti, Jesús, cargado con la cruz y con el rostro cansado, nuestro saludo lleno de gratitud
y estupor, con el Padre y el Espíritu, por los siglos de los siglos.

Cantamos: Pasión de Cristo


En la mañana del viernes, ante Pilatos juzgado fue, y aquel se lavó las manos, y ordenó:
crucificadle. Pusieron una corona llena de espinas sobre su sien, camino al monte Calvario,
que estaba cerca de Jerusalén.
Fue por ti que Cristo lloró, Fue por mí que Cristo murió. (bis).

OCTAVA ESTACIÓN
Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz
Del Evangelio según san Marcos 15,21:

Meditemos
No había voluntarios, obligan a uno a llevar la cruz, a veces nos sentimos
obligados a afrontar responsabilidades de cosas que no hemos elegido y en esa
constricción estamos llamadas a alcanzar la santidad, Dios nos tiene preparadas
muchas gracias, llamadas a acompañar a los hombres en su camino de cruz.
Nuestra Madre Teresa nos recomienda unirnos a la cruz del Señor:
“Veamos el camino de Dios. Hay que estar atentas a las orientaciones de la Providencia.”

Preguntémonos
¿Cuál es mi actitud ante el sufrimiento de los demás?

Oremos
A ti, Jesús, abatido por la fatiga, el rostro sellado por el cansancio, nuestro amor
solidario y agradecido, con el Padre y el Espíritu, con los que eres un solo Dios, en este
tiempo que pasa y en la eternidad inmutable.
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Caminemos a la 9° estación pensando en cuantas personas hemos podido ayudar y
consolar en nuestro camino

NOVENA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
Del Evangelio según san Lucas 23,27-28:

Meditemos
Mientras los discípulos huyen, las mujeres en silencio se hacen presente; delante
al dolor debemos estar como aquellas mujeres, estar para manifestar nuestra
comunión y amistad, así nos dice nuestra Madre Teresa:
“No está en nuestra mano tener el consuelo... pero el buscar a Nuestro Señor y el llamarlo,
y el preocuparse, sí.”

Preguntémonos
¿Voy al encuentro de quien sufre? ¿Valoro, respeto y promuevo la dignidad de
la mujer?

Oremos
A ti, Jesús, en cuyo rostro resplandece la luz del Padre y la ternura de la Madre,
alabanza y gloria con la Luz eterna y el eterno Amor, en el tiempo de la espera y en el
cumplimiento eterno.

Canto: Flores del calvario


Y por Él fueron fieles y constantes, sin reclamar ante el dolor, el desprecio y la burla por
Él sufrían, por Él callaban y morían.
Descubrieron que el camino hacia Jesús, encierra sacrificio, humillación y muerte, más al
final: ¡Vida y gloria¡
Flores del calvario, flores del jardín de la cruz. La sangre del Redentor cual savia de
su amor. Fue manantial de vida que en árbol las convirtió.
Flores del calvario, flores del jardín de la cruz y el árbol fruto dio, sus frutos somos
hoy, y al pie del madero,… seguimos hoy.

DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es crucificado
Del Evangelio según san Marcos 15, 34. 36

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Meditemos
Levantaron la cruz en alto y el cuerpo de Cristo quedó entre cielo y tierra,
pendiente de los clavos. Siempre ha sido difícil entender la locura de la cruz,
necedad para el mundo y salvación para el cristiano. Jesús continúa a estar en
cruz, en la vivencia de cada hombre, sabemos que no estamos solos. Por eso
reconozcamos el valor de la cruz, como nos dice nuestra Madre Teresa:
“La cruz para que lleve con verdad su nombre, ha de crucificar, herir y doler,
sino no sería cruz”

Preguntémonos
¿Estoy dispuesta a perder, a crucificarme para disminuir el sufrimiento de los
demás?

Oremos
A ti, Jesús, crucificado, en cuyo rostro resplandece la misericordia, nuestra adoración
perenne y agradecida con el Padre y con el Espíritu, hoy y en los siglos eternos.

Caminemos a la 11° estación, poniendo nuestra mirada en lo alto con Cristo en cruz,
para comprender las cosas de este mundo.

UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús promete su reino al buen ladrón
Del Evangelio según san Lucas 23,33.39-43:

Meditemos
Un cristiano no niega sus miserias, el buen ladrón mira sus miserias y mira el
valor que tiene Cristo, reconoce lo que ha hecho, mientras que al otro ladrón,
el odio lo ciega y sólo se mira a sí mismo y su historia. Uno cambia de vida,
cuando reconoce que Cristo es más grande que nuestra propia miseria.
Tengamos el criterio que nos propone nuestra Madre Teresa:
“La gloria de los hombres es subir, dejando a los otros abajo. Nuestro Señor es, al
contrario, su gloria es abajarse hasta nosotros”

Preguntémonos
¿Cómo aprovecho la posibilidad de ser perdonada y de cambiar de vida?

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Oremos
A ti, Jesús, el Condenado del rostro acogedor, la alabanza y el agradecimiento perenne,
con el Padre y con el Espíritu, hoy y por los siglos eternos.

Cantamos: Piedad, Señor, piedad


Piedad, Señor, piedad, piedad, Señor, piedad. (bis).
Por las veces en que yo no perdoné, por las veces que evité colaborar, por las veces
que en el miedo me escudé, por las veces que he ocultado la verdad.

DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús en la cruz, su Madre y el discípulo
Del Evangelio según san Juan 19,25-27:

Meditemos
María, en este misterio de salvación, se mantiene al pie de la cruz, y con su Hijo,
nos acoge a todos como acogió a Juan como hijo, y todos somos engendrados
en el dolor, preciosa herencia en nuestro camino de fe.
Confiemos a María su ayuda para mantenernos al pie de la cruz, como hacía
nuestra Madre Teresa:
“Cuando estoy triste, pienso en el Cielo. Cuando me creo abandonada, María es mi Madre.
Cuando me veo pobre y afligida, la Cruz es mi herencia...
esa es mi riqueza.”

Preguntémonos
¿Cómo es mi relación con María, Madre de Jesús y Madre mía?

Oremos
A ti, Jesús, cuyo rostro resplandece en la hora de las tinieblas, como rostro de Maestro,
de Hijo, de Amigo, nuestro amor y nuestra gratitud, con el Padre y con el Espíritu, en
el tiempo que pasa y en la perenne eternidad.

Caminemos hacia el centro, delante de la cruz, pidiendo a María el ser testimonio


del rostro materno de Dios y supliquémosle cada día que esté a nuestro lado en la
hora de nuestra muerte.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
Se desvela la cruz que está con una tela púrpura

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Del Evangelio según san Marcos 15,34-37:

Meditemos
Si pensamos en la razón de la muerte de Jesús sólo vemos una adhesión extrema
de amor y fe a Dios, su Padre, de quien había recibido tanto amor infinito y de
cuyo Amor Él mismo era parte. Acudamos como nuestra Madre Teresa a morir
en cruz para alcanzar nueva vida:
“La cruz es para morir a todo lo humano”

De rodillas y en silencio agradezco a Jesús el amor que me tiene al morir por mí

Oremos
A ti, Jesús, con la cabeza inclinada sobre la cruz y el rostro ya apagado, la alabanza
adorante y perenne, en el día que no tiene ocaso y en el día de la luz inextinguible.

Canto: La cruz es vida es la victoria


La cruz es vida es la victoria, es el camino, la certeza de la gloria, signo de amor y
misericordia, con ella el mundo ha alcanzado salvación
Nos dejaste al morir la cruz como herencia y no hay mejor camino a la gloria, bajo el signo
de la cruz seguimos anunciando que Jesús tú no estás muerto y derrotado: ¡Glorioso estas¡.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es puesto en el sepulcro
Del Evangelio según san Marcos 15,46:

Meditemos
La sepultura fúnebre de Jesús, es uno de los momentos más intensos del Triduo
Pascual, este rito es una devoción popular todavía en uso, en algunas regiones del
mundo y hoy queremos hacerla nuestra.
Revivamos el cortejo fúnebre de Jesús y acompañémoslo junto con nuestra Madre
Santísima, con su discípulo Juan, con José de Arimatea, María Magdalena y las santas
mujeres que estuvieron en el descenso de la Cruz.

Este rito de la sepultura de Jesús lo haremos en tres momentos:

En un primer momento: haremos el descenso del Señor de la Cruz,


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En un segundo momento: como las santas mujeres lo ungiremos con oleo perfumado
Y en un tercer momento: le rociaremos flores y lo depositaremos en el sepulcro
Y todo en memoria y con la esperanza de que al tercer día el Señor resucitará y vencerá
a la muerte.

I MOMENTO: DESCENSO

Guía: En este momento el cuerpo de Jesús muerto pende de la cruz, haremos el


descenso y le daremos santa sepultura.
Lo desclavaremos y lo depositaremos sobre las sábanas
La superiora. tocará 3 veces con el martillo detrás de la cruz en cada mano y lo
desclavará
Y las demás hermanas sostendrán la sábana donde se colocará el cuerpo de Jesús y
será llevado sobre una mesa con un mantel

Oración:
Coro I: Madre Dolorosa, que sostienes en tu regazo a Jesús muerto, con el mismo
amor con que lo sostenías cuando era niño. Sostenme en mis desfallecimientos y
titubeos. Tú lo presentaste a su Padre, en el Templo, hace muchos años, llena de alegría.
Ahora se lo vuelves a presentar, sin vida, cuando tu alma está atravesada, con los
mismos sentimientos de ofrenda, con el mismo deseo de cumplir su voluntad.

Coro II: Enséñame a sufrir con paciencia las contradicciones y la soledad. Enséñame
a amar la penitencia voluntaria con que pueda expiar mis pecados y los del mundo; con
que pueda asociarme, también yo, a la gran obra de la Redención.

Todas: Y después de este destierro, muéstranos al fruto bendito de tu vientre, Jesús.

Canto: Mater dolorosa


Mas no estás sola con tus pesares; mas, no estás sola con tu dolor * ¡No, no estás sola; no,
porque a mares llora contigo la creación (bis).
Vuelve esos ojos que inunda el llanto, sobre estos hijos que engendras hoy, *mientras
espada de doble filo cruel atraviesa tu corazón (bis)

II MOMENTO: UNCIÓN

En este momento como las santas mujeres, ungiremos con oleo perfumado el cuerpo
santo de Jesús.

Hna: Te ungimos Señor, como te ungió María en Betania, preanunciando tu sepultura,


te ungimos como las santas mujeres y te manifestamos nuestro amor.
2 hermanas ungen el cuerpo de Jesús

Guía: Guardamos un momento de silencio


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III MOMENTO: SEPULTURA

En este momento le rociaremos flores y lo depositaremos en el sepulcro, como gesto


de veneración y amor al Maestro, con Él queremos morir y resucitar.

Antes de que ingrese al sepulcro lo incensaremos.

Oremos juntas
Señor Jesucristo, al ser puesto en el sepulcro has hecho tuya la muerte del grano de trigo, te has
hecho el grano de trigo que muere y produce fruto con el paso del tiempo hasta la eternidad.
Te das a ti mismo a través de la muerte del grano de trigo, para que también nosotros tengamos el
valor de perder nuestra vida para encontrarla
Al encontrarnos Jesús con tú vida de entrega y sacrificio, queremos que tú vida y enseñanzas entren
en nuestro corazón para así poder donarnos completamente a ti y a nuestro hermano para que
juntos podamos alabar tu nombre.
Tú no has conocido la corrupción. Has resucitado y has abierto el corazón de Dios a la carne
transformada. Haz que podamos ale-grarnos de esta esperanza y llevarla gozosamente al mundo,
para ser de este modo testigos de tu resurrección.

Nos dice nuestra Madre Teresa:


“La única felicidad sólida, de un género de felicidad que no sufre interrupción ni con la
muerte, es la de buscar sólo la gloria de Dios trabajando en la propia perfección. Entre
todas las cosas que pasan, ésta no pasa: poner nuestra felicidad en la gloria de Dios. Eso
da eternidad a nuestro ser”

Que éste sea nuestro interés, ganarnos el cielo desde ya.


En este ambiente de silencio y esperanza nos unimos a Cristo en el sacrificio y
el amor, sintiendo cerca a María que serena y valiente espera el momento de la
resurrección

Oremos
A ti, Jesús, del rostro sereno en la rígida solemnidad de la muerte, nuestro amor y
nuestra adoración, en esta hora tardía y en el día que no conoce ocaso.

Cantamos: No es la Cruz un final


No es la Cruz un final, es el principio de la gloria, de la resurrección. Nuestro Dios no es
un Dios fracasado, Jesucristo es un Dios triunfador, Nuestro Dios no es un Dios fracasado,
Jesucristo es un Dios triunfador,
Triunfó convirtiendo el dolor, en divino temblor, y en premisa divina.
Pasó del dolor al Amor, de la Cruz a la luz, de la muerte a la vida. (bis).
No es la muerte un final, sólo es la puerta, que nos lleva a los brazos del Señor. *Tras la
muerte comienza la vida, que Jesús en la Cruz conquistó. (bis).

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