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2022

PARROQUIA DE SAN FELIPE DE JESÚS


VIERNES SANTO
Abril de 2022
VIACRUCIS
Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios
nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y redentor
mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas
las cosas, me pesa de todo corazón de haberte ofendido; también me pesa
porque puedes castigarme con las penas del infierno. Ayudado de tu divina
gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, y cumplir la
penitencia que me fuere impuesta. Amén.

PRIMERA ESTACIÓN JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Lectura bíblica
«Viendo entonces Pilato que nada conseguía sino que el tumulto crecía
cada vez más, tomó agua y se lavó las manos delante de la
muchedumbre, diciendo: “Yo soy inocente de esta sangre, allá ustedes”. Y
todo el pueblo contestó diciéndole: “Caiga su sangre sobre nosotros y
sobre nuestros hijos”. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran».
(Mt 27, 24-26)
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Reflexión
El camino de la cruz lo iniciamos al lado de Jesús con la condena a muerte
por parte de Pilato. Jesús la acepta con una actitud de humildad, la misma
humildad que necesitamos nosotros para caminar juntos en la vida. La
humildad es la que nos ayuda a obedecer cada uno de nosotros la
voluntad de Dios, como Cristo, que obedeciendo al Padre se entrega a la

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muerte por nosotros. El apóstol Pablo nos dice «lleguen a acuerdos, para
que no haya divisiones entre ustedes y puedan vivir en armonía tanto en
su manera de pensar como de sentir» (1 Cor 1, 10). En su humillación,
Cristo realiza en la forma radical su obediencia al Padre; esto es lo que
debemos aprender de él.
Oremos
Te pedimos, Dios nuestro, que nos enseñes a caminar como pueblo de
Dios nuestro propio camino hacia el Calvario, aceptando hacer en todo tu
voluntad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

SEGUNDA ESTACIÓN JESÚS ES CARGADO CON LA CRUZ

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.


R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura biblica
«Los soldados le llevaron dentro del atrio y convocaron a toda el batallón,
le vistieron una púrpura, le ciñeron una corona tejida de espinas y
comenzaron a saludarle: “Salve, Rey de los judíos”. Y le herían en la
cabeza con una caña y le escupían, e hincando la rodilla le hacían
reverencias. Después de haberse burlado de Él, le quitaron la púrpura, le
pusieron sus propios vestidos y le llevaron a crucificar».
(Mt 15, 16-29)
Reflexión
Jesús carga la Cruz e inicia su camino al calvario. Caminemos juntos,
unidos a él, todos nosotros los miembros del Pueblo de Dios, sabiendo que
él mismo es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6), y enfrentemos con
fe, puesta la confianza en Dios, todas las agresiones a la verdad cristiana:
atentado contra la vida humana desde el seno materno, la verdad sobre el
ser humano, sobre el matrimonio y sobre la familia. Caminemos en la vida
como «los discípulos del camino» que somos.
Oremos
Concédenos, Señor, serte fieles no sólo en el momento de la prosperidad,
cuando la fidelidad no es difícil, sino también en las horas amargas de la
vida, viviendo como verdaderos discípulos del camino. Te lo pedimos, por
el mismo Cristo, Nuestro Señor. Amén
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

TERCERA ESTACIÓN JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Lectura biblica
«Jesús dijo a sus discípulos: “Recuerden la palabra que les dije. El servidor
no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también los
perseguirán a ustedes; si han guardado mi palabra, también guardarán la
suya. Pero todo esto les lo harán por causa de mi nombre”».
(Jn 15, 20-21)
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Reflexión
En nuestro caminar por la vida, es necesario reconocer siempre las
propias fragilidades y aprender a pedir perdón cuando caemos por esta
fragilidad humana; sólo así podremos buscar y encontrar la reconciliación
con los demás. La reconciliación es el camino para vivir unidos, en paz y
en armonía, como una verdadera familia. El reconocimiento del propio
pecado es expresión del amor misericordioso del Padre y expresa tambien
la voluntad de no seguir el camino de la división causada por el pecado,
sino el de la unidad.
Oremos

Concédenos, oh Dios, la gracia de levantarnos ante las caídas de la vida,


reconocer ante nuestros hermanos el pecado y buscar la unidad. Te lo
pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

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CUARTA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE.

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.


R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura biblica
«Cuando lo vieron en el templo, en medio de los doctores, quedaron
sorprendidos y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira
que tu padre y yo angustiados, te andábamos buscando”. Él les dijo: “¿Por
qué me buscaban? ¿No saben que yo debía estar en las cosas de mi
Padre?”».

(Lc 2, 48-49)

Reflexión
Como Pueblo de Dios que somos, vivimos nuestra propia peregrinación
por el mundo, y al igual que Jesús, encontramos en nuestra madre un
poco de consuelo en el camino al calvario. Como pueblo creyente, en
caada aflicción que vivimos acudimos a nuestra Santísima Madre, la
Virgen de Guadalupe, y encontramos en ella, ayuda y defensa. Ella, que
nos ha dicho: «¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi
resaguardo?» nos acompaña, nos consuela y nos da seguridad. Todos
caminamos como Pueblo de Dios, hacia la casa eterna del Padre
acompañados por la intercesión de María Santísima.
Oremos
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de
tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos
conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia,
muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia
que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe
de la paz. Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la
lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos
en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos
como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz
de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de
avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos
dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos
preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la
agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos
custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado
con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón
de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos
vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con
vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el
misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos
recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con
amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha
entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio
para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con
nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos
conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus
hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión.
En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno
de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes
cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro
tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú,
sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas
y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la
intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando
la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,
3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el
vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la
fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos
hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción.
Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

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Acoge, oh Madre, nuestra súplica. Tú, estrella del mar, no nos dejes
naufragar en la tormenta de la guerra. Tú, arca de la nueva alianza, inspira
proyectos y caminos de reconciliación. Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer
la armonía de Dios al mundo. Extingue el odio, aplaca la venganza,
enséñanos a perdonar. Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la
amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la
fraternidad. Reina de la paz, obtén para el mundo la paz. Que tu llanto, oh
Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que
has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha
secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos
disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y
huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los
que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón
afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a
hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al
discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19, 26), y así nos
encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí
tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra
vida y en nuestra historia.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el
dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí,
sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de
Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de
nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de
nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros
caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

QUINTA ESTACIÓN JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO A


LLEVAR LA CRUZ
Lectura biblica
«Tomaron a Jesús y lo llevaron fuera para crucificarlo. Mientras salían,
encontraron a un transeúnte, un cierto Simón de Cirene, y le obligaron a
tomar la cruz, detrás de Jesús».
(Mc 15, 20-21)
Reflexión
En algún punto del camino el cireneo se topa con Jesús y, sin
proponérselo, termina caminando con Cristo y ayudándole a cargar la cruz.
Ese espíritu de apertura hacia los que sufren en el camino por la vida, es
signo de nuestra apertura como Iglesia católica hacia las otras iglesias con
quienes debemos aprender a caminar juntos hacia la plena unidad, para
poder ayudar a todos los hermanos que tienen necesidad de seguir su
camino en la vida superando el dolor, la adversidad, la necesidad. Es
necesario abrir el corazón y la mente hacia los hermanos y hermanas de
las diversas religiones, convicciones y culturas que buscan la verdad y se
empeñan en construir la justicia, con el fin de que reconozcamos todos la
presencia de Cristo que camina a nuestro lado.
Oremos
Señor Jesús, en el camino de la cruz, repentinamente llegan esas cruces
que no pensabamos que tendríamos que cargar. Danos el entusiasmo y la
constancia para acompañarte en el camino del Calvario. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén. Padre Nuestro. Ave María.
Gloria.

SEXTA ESTACIÓN LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE


JESÚS
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura biblica
«“Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado
para ustedes desde la creación del mundo, porque tuve hambre, y me

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dieron de comer; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me
vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme”».
(Mt 25, 34-36)

Reflexión

La verónica no solamente es una mujer con un pañuelo, la Verónica en el


camino es aquella que ha escuchado el clamor de los profetas del Antiguo
Testamento que inculca en el Pueblo de Dios la exigencia de caminar a lo
largo de las travesías de la historia manteniéndose fieles a la alianza,
invitando a la conversión del corazón hacia Dios y a la justicia en las
relaciones con el prójimo, especialmente con los más pobres, los
oprimidos, los extranjeros, como testimonio tangible de la misericordia del
Señor (cf. Jr 37, 21; 38, 1). No debemos ser indiferentes ante quienes
sufren por la vionencia al interno de su familia, ante quienes lloran la
pérdida de un ser querido porque la delincuencia se los mató, ante quienes
han enfermado gravemente, ante quienes han perdido su trabajo o ante
quienes han tenido que abandonar su patria, su familia y emigrar a otras
tierras en busca de mejores oportunidades de vida.

Oremos
Ante el ejemplo de la Verónica que honra a Cristo y le rinde el homenaje
sincero de su amor y gratitud, danos tu fortaleza, Señor Todopoderoso,
para que seamos hombres del Reino que no se acobardan ante una
perspectiva de la cruz y el sufrimiento; concedenos la generosidad
necesaria para limpiar el rostro sufriente de tantas personas que tenemos
cerca. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

SÉPTIMA ESTACIÓN JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ


Lectura biblica
«Jesús comenzó a enseñarles a sus discípulos, diciendo:
“Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra;
bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados;
bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo
es el Reino de los cielos”».
(Mt 5, 4-5. 10)
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Reflexión
Si caminamos juntos como Pueblo de Dios, podemos darnos la mano unos
a otros cuando sintamos desfallecer. La sinodalidad manifiesta el carácter
peregrino de la Iglesia. La imagen del Pueblo de Dios, convocado de entre
las naciones (Hech 2, 1-9; 15, 14), expresa su dimensión social, histórica y
misionera, que corresponde a la condición y a la vocación del ser humano
como «hombre en camino». El camino es la imagen que ilumina la
inteligencia del misterio de Cristo como el Camino que conduce al Padre.
Jesús es el Camino de Dios hacia el hombre y de los hombres hacia Dios.
El acontecimiento de gracia con el que Él se hizo peregrino, poniendo su
morada en medio de nosotros (Jn 1, 14), se prolonga en el camino sinodal
de la Iglesia. Si hemos caído en la indiferencia religiosa, si hemos caído en
la división como Pueblo de Dios, es necesario que nos levantemos de
nuestras caídas, para seguir el camino hacia Dios, juntos como hermanos
que somos.
Oremos

Somos un pueblo peregrino, Señor, mira con agrado nuestro afán de gastar
la vida por ti y por nuestros hermanos, sin cálculo y sin medida, y sé la
garantía de nuestro triunfo final. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

OCTAVA ESTACIÓN JESÚS CONSUELA A LAS SANTAS MUJERES

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V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Lectura biblica

«Y les decía: “El que los recibe a ustedes, a mí me recibe; y el que me
recibe a mí, recibe al que me envió. El que diere de beber a uno de estos
pequeños aunque sólo fuera un vaso de agua fresca, en verdad les digo
que no perderá su recompensa”».
(Mt 10, 40-42)
Reflexión

Al leer los evangelios nos damos cuenta que muy pocos fueron los
suficientemente valientes para acercarse a Jesús. En el camino, algún
desprevenido como el cireneo que fue obligado a ayudar, pero es
admirable ver que las mujeres fueron valientes. Para poder caminar juntos
como Pueblo de Dios, es necesario superar algunas maneras de pensar y
de actuar: el machismo, el maltrato a la mujer, el insuficiente aprecio de la
vida consagrada y de los dones carismáticos; la escasa valoración del
aporte específico cualificado, en su ámbito de competencia, de los fieles
laicos, y entre ellos, de las mujeres. Las mujeres son, dentro de la Iglesia,
valientes como María, decididas como Verónica, sufrientes como las
mujeres de Jerusalén.

Oremos

Señor, bendice a todas las mujeres por las que Tú nos diste la vida y que
son nuestras madres; cuida a todas las mujeres que corren peligro en este
mundo violento que vivimos; recompensa los desvelos y sufrimientos de
tantas madres por sus hijos; rescata a las mujeres que viven en una hogar
lleno de violencia. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
NOVENA ESTACIÓN JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Lectura biblica
«Y Jesús les dijo: “Velen y oren para que no caigan en tentación; el espíritu
está pronto pero la carne es débil”. Y decía: “Padre mío, si esto no puede
pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”».
(Mt 26, 41-42)
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Reflexión
Las caídas de Cristo nos animan a levantarnos cada vez que caemos. La
Caminamos con Cristo, por medio de Cristo y en Cristo. Él, el Caminante,
el Camino y nuestra Meta, nos otorga su Espíritu de amor (Rom 5, 5) para
que en Él podamos avanzar por el «camino más perfecto» (1 Cor 12, 31).
Estaamos llamados a seguir sobre las huellas de nuestro Señor hasta que
Él vuelva (1 Cor 11, 26). Somos el Pueblo del Camino (Hech 9, 2; 18, 25;
19, 9) hacia el Reino celestial (Flp 3, 20). Para lograr este objetivo, es
necesario aprender a caminar en comunión hasta el descanso eterno (Heb
3, 7-4, 44). La fe, la esperanza y la caridad guían y le dan forma a nuestra
peregrinación «en vista de la ciudad futura» (Heb 11, 10). Los cristianos
somos «gente de paso y extranjeros» en el mundo (1 Pe 2, 11), marcados
con el don y la responsabilidad de anunciar a todos el Evangelio del Reino.
Oremos

Padre Santo, haz que comprendamos que no importa caer mil veces
cuando se ama la lucha y no la caída; danos fuerza para luchar
continuamente seguros de que esto le agrada más a Cristo que la posesión
pacífica y cómoda de una victoria fácil. Te lo pedimos por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

DÉCIMA ESTACIÓN JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.


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R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Lectura biblica
«Llegando al sitio llamado Gólgota, que quiere decir lugar de la calavera, le
dieron a beber vino mezclado con hiel, mas en cuanto lo gustó no quiso
beberlo. Después, los soldados se dividieron los vestidos echándolos a
suertes, y sentados, hacían allí la guardia».
(Mt 27, 33-36)
Reflexión

El silencio de Jesús en todo el camino y mientras es despojado de sus


vestidos nos está hablando, nos invita al discernimiento comunitario que
implica la escucha atenta y valiente de los «gemidos del Espíritu» (cf. Rom
8, 26) que se abren camino a través del grito, explícito o también mudo,
que brota del Pueblo de Dios: «escucha de Dios, hasta escuchar con él el
clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la
que Dios nos llama». Siempre será una injusticia despojar de aquello que
legítimamente le pertenece al otro, y no podemos ser cómplices de la
injusticia, y no debemos convertinos en aquellos que cometen la injusticia,
robando los bienes de los demás, pretendiendo después seguir como si no
hubiera pasado nada. Para vivir en un mundo más justo, es necesario que
nosotros mismos dejemos de hacer injusticias a los hermanos.

Oremos
Señor nuestro, despojado de todo, vestido de nada, todo lo entregaste
hasta compartir la miseria y desnudez más profunda del ser humano, haz
que sepamos ver la dignidad de cada uno más allá de su destrozada
apariencia. Ayudanos a no ser injustos con nuestros hermanos. Te lo
pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.
DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ.
Lectura biblica
«Allí lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado y en medio a
Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo sobre la cruz. Estaba
escrito: “Jesús el Nazareno, Rey de los judíos”. Muchos judíos leyeron
este letrero, pues el lugar donde Jesús fue crucificado estaba muy cerca
de la ciudad. Además, estaba escrito en hebreo, latín y griego».
(Jn 19, 18-20)
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Reflexión
Caminar juntos hasta el final del camino, es la condición para seguir al
Señor Jesús y ser siervos de la vida en este tiempo herido. Sólo en este
horizonte podemos renovar la vida de nuestras familias y la vida de
nosotros como Iglesia, siendo signo creible para el mundo que vivimos
hoy; solo así podemos afrontar la complejidad de este tiempo,
agradecidos por el recorrido realizado y decididos a continuarlo con
valentía, sin miedo a decir la verdad y a vivir en la verdad.
Oremos

Padre lleno de amor, ¿donde están ahora las ovejas? Han herido al pastor
y éstas se han descarriando. Ilumina el interior del Pueblo de Dios para
que con valentía anunciemos el sacrificio de la cruz para cumplir tu
voluntad. No permitas que nos dispersemos y perdamos la unidad. Te lo
pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

DÉCIMO SEGUNDA ESTACIÓN JESÚS MUERE EN LA CRUZ

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.


R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura biblica
«Uno de los malhechores crucificados le insultaba diciendo: “¿No eres el
Mesías? Sálvate, pues, a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le increpaba:
“¿Ni tú, que estás sufriendo el mismo suplicio temes a Dios? En nosotros
se cumple la justicia pues somos dignos de castigo, pero éste nada malo
ha hecho”. Y decía: “Acuérdate de mí, Señor, cuando llegues a tu Reino”.
Él le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Después, dando una gran
voz, gritó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y habiendo
dicho esto, inclinó la cabeza y expiró».

(Lc 23, 39-43. 46)

Reflexión

Cristo crucificado atrae hacia él a todos sus discípulos, como se los había
advertido: «“y, cuando yo sea levantado sobre la tierra, atareré a todos
hacia mí”» (Jn 12, 33). Junto a Cristo está la Madre de Dios, figura de la
Iglesia que recoge el agua y la sangre que brotan del costado traspasado
de su Hijo, símbolo de los sacramentos. Sólo mirando a Cristo crucificado,
seremos capaces de mantenernos unidos para caminar juntos como
hermanos por los caminos que la vida nos ofrezca, sin perder nunca de
vista que nuestra meta es llegar, unidos en comunión, a la casa eterna del
Padre.

Oremos
Padre Santo, del costado abierto y traspasado de tu Hijo en la cruz, brota
la vida para tu pueblo santo, y que llega a nosotros a través de los
sacramentos. No permitas que vivamos separados de ti; antes bien,
concedenos permanecer unidos a ti y a nuestros hermanos, mientras
caminamos por los caminos de este mundo, hasta que lleguemos en la
comunión contigo y con toda la Iglesia, a contemplar etenamente tu rostro.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.
DECIMO TERCERA ESTACIÓN JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ

Lectura bíblica
«Y uno de los soldados atravesó con su lanza el costado, y al instante
salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es
verdadero; él sabe que dice la verdad para que ustedes crean, porque
esto sucedió para que se cumpliera la escritura: “No romperán ninguno de
sus huesos”. Y otra que dice: “Mirarán al que traspasaron”. Después, José
de Arimatea rogó a Pilato que le permitiera tomar el cuerpo de Jesús, y
Pilato lo permitió. Vino, pues, y tomó su cuerpo».
(Jn 19, 34-38)
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Reflexión
«Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y
Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido y él se
humilló y no abrió la boca. Como un cordero fue llevado al matadero» (Is
53, 6-7). El gesto de José de Arimatea es signo de la gloria que merece el
Cordero de Dios que ha sido sacrificado por nosotros: «Digno es el
Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el
honor, la gloria y la alabanza» (Ap 5, 12). Cristo que ha muerto en la crus,
es el Cordero sacrificado, pero vivo, recto y orientado radicalmente hacia
el Padre. Su herida nos sigue recordando que si podemos caminar juntos
es gracias al corazón abierto de Cristo, en la cruz. Por él, que murió por
nosotros, todos son bienvenidos a la mesa del Cordero.
Oremos
Haz, Señor, que nuestros sufrimientos no nos alejen de ti, sino que nos
hagan comprender mejor los sufrimientos de la pasión de tu Hijo
Jesucristo y nos acerquen más a Él y al sufrmiento de nuestros hermanos.
Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

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DECIMOCUARTA ESTACIÓN JESÚS ES COLOCADO EN EL
SEPULCRO

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.


R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura biblica
«Le envolvieron en una sábana y lo depositaron en un monumento,
cavado en la roca, donde ninguno había sido aún sepultado. Movieron la
piedra sobre la entrada del monumento. Era el día viernes y estaba para
comenzar el sábado. María Magdalena y María de José, miraban dónde
se le ponía».
(Lc 23, 53-54; Mc 15, 46-47)
Reflexión
La valor que nos da el Espíritu de Dios, nos exige caminar como Pueblo
de Dios, siempre juntos en la confianza, la franqueza y el valor «para
entrar en la amplitud del horizonte de Dios» para «asegurar que en el
mundo hay un sacramento de unidad y por ello la humanidad no está
destinada al extravío y al desconcierto». La experiencia de caminar unidos
y juntos en la vida, como Pueblo de Dios, es fuente de la alegría
prometida por Jesús, fermento de vida nueva, pista de lanzamiento para
una nueva fase de compromiso cristiano en el mundo.
Oremos
Ayúdanos, Padre, a meditar y desentrañar el misterio de la cruz, porque
en ella están nuestra confianza y nuestra grandeza; y que al morir y
sepultarnos con Cristo, nuestra existencia pobre y débil se transfigure y
resucite con Él. Que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.
Conclusión
Que tu bendición, Señor, descienda con abundancia sobre esta tu
camunidad que camina como pueblo de Dios y ha conmemorado la
muerte de tu Hijo con la esperanza de su santa resurrección; venga sobre
ella tu perdón, concédele tu consuelo, acrecienta su fe y consolida en ella
la redención eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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