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pablo kreimer
el científico también es un ser humano
¡Cuidado, científicos! Ustedes mismos están siendo
estudiados... Sí, los sociólogos de la ciencia investigan
a esos bichos raros, que suelen aparecer despeinados,
de guardapolvo, con moscas en la cabeza y un pizarrón
en el bolsillo por si se les ocurre alguna idea genial
mientras viajan en el colectivo. Se trata, en definitiva,
de entender un poco a los científicos y a la ciencia, esa
mirada tan especial que tenemos para conocer el mundo.
Lo cierto es que este libro es, tanto para los que quieran
saber qué es esa cosa llamada ciencia como para
quienes estamos del otro lado del mostrador-
o del microscopio, en este caso - verdaderamente
sorprendente y necesario. Por lo menos, salimos
bastante bien parados: el libro llega a la conclusión ¿
de que el científico también es un ser humano.
Lo que no es poco.
ISBN 000-000-000-000-0
m ___________________________________________________
siglo veintiuno editores s.a.
G uatem ala -1S24 ( c i.} i; iu i‘), Bueno* Aire*. A rgentina
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
C erro d el agua 248. D elegación C o y n a rin (n J^ in ). D.F., M éxico
Kreimer, Pablo
El científico también es un ser humano. - 1 a ed. - Buenos Aires :
Siglo XXI Editores Argentina, 2009.
128 p . ; 19x14 cm. - (Ciencia que ladra... / Diego Golombek)
ISBN 978-987-629-084-5
CDD 001.42
ISBN 978-987-629-084-5
Publicar y castigar
El papel de los papeles y breve paso de comedia, 93.
Publicar y publicar, 97. Pero ¿qué es un p a pe rl, 99.
La fabricación del paper, 104. Última revisión del
modelo lineal, 108
Ciencia y periferia
Un breve cuentito, 113. Barreras a romper, 118.
Ciencia y periferia, 121. Las tradiciones científicas en
la periferia, 124. CANA, 126. Integración subordinada.
¿Una nueva división internacional del trabajo
científico?, 131
Epílogo
Este libro (y esta colección)
DIEGO GOLOMBEK
Acerca del autor
logia p orque eran ricos, o si am bos motivos son las dos caras de
la m ism a m o n ed a (vamos a discutir algo de esto en el próxim o
cap ítu lo ). En todo caso, lo que sí queda claro es que el papel del
conocim iento nunca fue tan crucial com o en la actualidad, y en
particular el conocim iento científico.
Así, el desafío de m ostrar el carácter profano-social de la cien
cia es in teresan te ju stam en te p o rq u e es riesgoso: si realm ente
vivimos e n u n a sociedad d el conocim iento, in te n ta r d esn u d ar
sus bases sociales p o d ría p o n e rn o s en el lugar de rebeldes o de
herejes. Por suerte, la cosa no llega tan lejos: como las bases de la
cien cia no se so stien en sólo e n su e n o rm e p o d e r social, sino
tam bién en la “d em o stració n ” de su eficacia com o sistem a de
p en sam ien to y e n el “co n v en cim ien to ” de los p ro fan o s desde
su m ás tie rn a in fan cia (p o r ejem plo, p o r m edio de la e d u ca
ción científica), quienes indagan sus cim ientos sociales sólo co
rre n el peligro de la polém ica y el debate, que, p o r cierto, son
form as m ucho m ás civilizadas que la g u e rra p a ra d irim ir los
desacuerdos.
Algunas preguntas
ados p ara tal fin, bajo la dirección de científicos exp erim en ta
dos, verdaderos “m aestros”, si querem os h acer u n paralelo con
los profesionales y los artesanos de la época feudal.
Los m edios de ascenso y el reconocim iento a lo largo de la
carrera tam bién se van estableciendo de u n m odo gradual hasta
conform ar un conjunto de reglas bien definidas, que se van incor
p o ran d o luego com o verdaderos reglam entos en las institucio
nes dedicadas a la investigación científica. E ntre todas ellas, la
que va a d q u irien d o u n a im portancia cada vez m ayor es el m an
dato de publicar los resultados de la investigación. Esto llega a
tal p u n to que hoy es co m ú n que la evaluación del trab ajo de
los científicos se realice, sobre todo, a través del análisis de los
artículos (de su c a n tid a d y de su “im p a c to ”, es decir, cuán to s
los leen) publicados p o r los investigadores en las revistas espe
cializadas.
U n p u n to de inflexión fu n d a m e n ta l p a ra el pasaje de u n a
ciencia amateur a una profesional es el surgim iento de un a rela
ción contractual: el científico, com o consecuencia de este p ro
ceso, va a com enzar a recibir un salario p o r su trabajo. Esto, que
leído desde el presente p uede parecer com ún, no lo era en abso
luto en épocas pasadas. De hecho, d urante el período de institu-
cionalización, en particular en las academias, los investigadores
solían recibir u n a cantidad de recursos variable, de acuerdo con
la influencia que p u d iera ejercer cada u n o de ellos sobre quie
nes detentaban el p o d er político y económ ico. Se trataba de u n
m odelo que -trazando un paralelo con el cam po del a rte - se ba
saba en algo parecido al mecenazgo, y no en una relación de tipo
profesional.
A partir del establecim iento de un salario, se cristaliza u n a re
lación contractual: cada parte tiene derechos y obligaciones. El
Estado b rin d a recursos p a ra los laboratorios y asigna sueldos
para los investigadores. Estos, a su vez, se com prom eten a dedi
carse únicam ente a generar conocim ientos y a darlos a conocer
públicam ente, es decir, a divulgarlos, a interactuar con otros co
legas y a fo rm ar a las nuevas g e n erac io n es de científicos. En
22 El científico también es un ser humano
Las ideas surgen alguna vez; luego, cuando las incorporam os, pa
recen “naturales”. En este caso, alguien se puso a pensar que la
em ergencia de la ciencia, el desarrollo de la tecnología y la socie
dad industrial ocurrieron a lo largo de un período que coincide
en el tiem po. Y fue el sociólogo estadounidense R obert M erton
quien propuso, p o r p rim era vez, la asociación de estas tres pala
bras, de estos tres conceptos, en su tesis doctoral publicada en
1937: Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII.
En los años treinta, M erton era u n joven sociólogo form ado
en la “escuela funcionalista” que tenía en la cabeza (o d onde sea
que se alm acenen las ideas sociológicas) u n conjunto de concep
tos muy novedosos para la época:
El contexto cambia...
¿Ciencia y sociedad?
Así, el interrogante que surge es: “¿y entonces, para qué sirve la
ciencia?”. La cuestión no es nueva: ya se planteó desde la em er
gencia de la ciencia m o d ern a, allá p o r el siglo XVII. Y hubo,
desde entones, dos debates -m u y relacionados e n tre sí- que se
fuero n desplegando a lo largo de todos estos años. Y, lo m ejor de
todo: aún no están resueltos. El prim ero se refiere a la au to n o
m ía de los científicos versus la intervención del Estado (o de al
guien) para orientar las investigaciones. El segundo, al carácter
público o el interés privado de esas investigaciones.
En realidad, los dos debates form an p arte de la m ism a cues
tión. Si a la p regunta “¿para qué sirve la ciencia?” respondem os
“p ara acrecentar nuestros conocim ientos sobre el m undo físico,
tiem po, fue muy discutida p o r dos motivos: en p rim er lugar, p or
que supone u n a suerte de “cam ino ú n ic o ” que todos d eb erían
seguir (es lo que pasa muy a m enudo con los “m odelos” que di
vierten tanto a los econom istas); en segundo lugar, porque p re
senta al subdesarrollo como si se tratara de u n “atraso histórico”,
u n a etapa que, luego de superada (según los diferentes esta
dios), llevará naturalmente al desarrollo.
Preguntarán: ¿pero qué tiene que ver esto con la ciencia? T en
gan u n poco de paciencia, que en los próxim os párrafos volvere
mos sobre el te m a ...
RECURSOS
El Intruso o la “mosca en la pared” 35
X
Generación de conocimiento
Q
9 En realidad, la sociedad nunca tiene soluciones únicas, pero eso es
otra historia...
10 El Insecto que transmite el parásito puede ser diferente en cada
país: en Brasil es el “barbelro’’ (triatoma infestaos, al Igual que la vin
chuca), en Colombia y Venezuela es el “chipo" o “pito" (cuya deno
minación es Rhodnius prolixus).
38 El científico también es un ser humano
Este esquem a tiene dos problem as: el prim ero es que considera
que la producción de conocim iento es la única estrategia posi
ble. El segundo es que supone que el problem a social es algo
“d a d o ”. Veamos qué se puede responder al prim er problem a de
u n m odo provocador, teniendo en cuenta las diversas alternati
vas que existirían para lu c h a r contra esta enferm edad:
\
Evaluación de alternativas:
f Generación de un \ • quemar ranchos
I determinado tipo I • hacer edificios de cemento
V de conocimiento J • ciencia para crear vacunas
^ ciencia para crear insecticidasJ
El Intruso o la “mosca en la pared” 39
en erg ía”, ni “produce más agua p o table”, ni “m ejó rala alim enta
ció n ”. Para que ello ocurra, es decir, para que un conocim iento
tenga u n a utilidad social efectiva, es necesario que se “objetive”,
que se pu eda encarnar en u n producto, proceso o práctica social
(y, en general, tam bién económ ica).
Ese proceso de transform ación de un conocim iento p uede lla
marse “industrialización”, in dependientem ente de si lo lleva a
cabo una industria vivita y coleando, un program ador de software
o u n a institución: podría ser un hospital, u n m unicipio que po
tabiliza el agua o u n a em presa industrial. C uando se ignora el
proceso de industrialización del conocim iento estamos frente a
u n a suerte de “pensam iento m ágico” que cree -o les hace creer
a los d em ás- que el desarrollo de conocim ientos puede ser una
condición suficiente p a ra resolver u n pro b lem a social. A ese
pensam iento mágico lo podem os llam ar “ficción”, y m uchas ve
ces el sentido com ún está im pregnado de él. Esto no es tan grave
en la vida cotidiana, pero sí lo es cuando las acciones para resol
ver problem as sociales (y las políticas públicas orientadas a pro
d u cir conocim iento p a ra atenderlos) se sustentan en la ficción
de u n a relación directa entre conocim iento y sociedad.
Capítulo 2
¿Ratones que hablan?
Los laboratorios y los científicos
como objeto
Imagen I
Desde lejos vemos un conjunto de personas con
guardapolvo blanco, rostro enjuto, como quien se ocupa
de cosas realmente importantes. A su lado, un montón de
aparatitos esotéricos, tubitos, calentadores, cintitas con
gráficos, algunas computadoras y muchos, pero muchos
frasquitos.
Esa imagen se parece mucho a la que nos muestran los
dibujos animados: nos hace pensar en tipos especiales,
locos, geniales, en Albert Einstein cuando saca la lengua,
en el laboratorio de Dexter o en todas las películas y
dibujos animados que nos muestran a gente muy
particular.
Imagen II
De cerca vemos, tal vez en la televisión, personas muy
serias (pueden estar con guardapolvo blanco o de corbata,
eso depende), que opinan “en nombre de la ciencia” , es
decir, “certifican” algo que se debe creer, que es “serio” , o
sea, que es científico. Veamos rápidamente algunas frases
que provienen de estas personas “serias” (podemos
imaginarlas detrás de los “globitos”):
42 El científico también es un ser humano
11 Estos principios (a los que hay que sumar otros dos: causalidad y
reflexividad) fueron enunciados por Bloor como parte del menciona
do “Programa Fuerte”.
¿Ratones que hablan? 45
los laboratorios p ara m eter las narices allí y “ver qué h acen los
científicos”:
15 Salk murió en 1995, dos años antes que Albert Sabin, un polaco-
estadounidense que literalmente endulzó el célebre descubrimiento,
con un desarrollo de la vacuna en forma oral, que en general se
administraba a los niños sobre un terrón de azúcar.
¿Ratones que hablan? 51
Enunciado 1
¿Qué hace falta p ara refu tar este p rim e r enunciado? Sim ple
m ente que alguien frunza el seño y diga “estos tipos están chifla
d os”, como dijo, efectivam ente, Rosalind Franklin en 1952.
El en u nciado siguiente debe, p o r lo tanto, in te n ta r fortale
cerse. El m odo de lograrlo es trabajar a partir dos estrategias:
a) Fabricar pruebas.
b) Convencer a los otros.
Enunciado 2
“Según podemos observar en la fotografía de difracción (en
la figura), y en los valores que han sido calculados en la
tabla anexa, hemos podido establecer que la hipótesis de
una doble hélice tiene sustento empírico.”
Enunciado 3
MOLECULAR STRUCTURE OF
NUCLEIC ACIDS
A Structuro for Dooxyriboso Nucióle Acid
Un cacho de cultura
Problemas de método
17Sería mejor ser una mosca que un sociólogo, aunque por el momen
to se Ignoran las Indagaciones que han hecho las moscas sobre la
sociedad y, también sobre la ciencia.
¿Ratones que hablan? 63
de las “intim idades” que se podían divulgar, sobre todo ten ien d o
en cu en ta que estaban trabajando con u n a em presa que fin an
ciaba varias líneas de investigación y que exigía confidencialidad
(todos los artículos -in clu so los que no te n ían relación directa
con los tem as fin an ciad o s- d eb ían ser aprobados previam ente
p o r la em presa antes de ser enviados a las revistas científicas). Le
ex p liq u é que el “p ú b lic o ” que le e ría mis textos estaba com
puesto sobre todo p o r sociólogos, y que, com o de costum bre, yo
resguardaría el anonim ato del instituto, de sus actividades, etc.
C uando hice la presentación en el sem inario, tratando en ex
trem o de evitar toda alusión a las cuestiones “sensibles” en rela
ción con las relaciones industriales, noté que los investigadores
sénior estaban muy atentos. Sin em bargo, cuando concluí, el di
rector, que parecía entre relajado y divertido, cerró el debate di
ciendo: “¡Pero todo lo que usted nos cu en ta es obvio! No veo
cuál p uede ser el interés de contar muy ord en ad a y sistemática
m ente lo que todos sabem os...”.
c) ¿El psicoanalista?
La tercera historia ocurrió en la Argentina. En realidad sucedió
m uchas veces, en casi todos los laboratorios que visité en mi país,
de m odo que lo que presento es una selección de diversos episo
dios. Luego de u n tiem po de observación en el laboratorio, mi
“lugar de distancia” com o sociólogo se había resentido u n poco,
ya que se había entablado cierta com plicidad con los investiga
dores, tanto con los veteranos, que querían discutir conm igo so
bre las políticas científicas en la A rgentina, com o con los más jó
venes, que querían saber acerca de la sociología de la ciencia,
cóm o in te rp re ta r su papel “social” com o p ro d u cto res de cono
cim iento, etc. (los jóvenes suelen ser m ás idealistas). N atural
m en te, yo sabía que esa situación p o d ía o c u rrir en mi país,
donde la proxim idad iba a ser m ucho mayor que, p o r ejem plo,
en Francia, Brasil o Inglaterra. Así, sugerí la organización de u n
sem inario p ara p resen ta r algunas observaciones sobre la diná
¿Ratones que hablan? 67
La Comunidad
^X.
A. Comte
1 A.
M. Weber É. Durkheim
Z
R. Merton Th. Kuhn
X
K. Mannheim
Z A
B. Latour K. Knorr J. J. Sabmon R Bourdieu
p ara este autor, uno más entre los espacios sociales que constitu
yen u n objeto de análisis para la sociología.
Para B ourdieu, u n cam po científico se puede definir como:
biar radicalm ente las bases según las cuales se valora el trabajo
científico y, p o r lo tanto, se otorga el capital.
A hora bien, ¿qué h acen los científicos con el capital que po
seen? En p a rte , com o vimos, lo usan p a ra a d q u irir a u to rid ad
política, es decir, p o d e r p a ra intervenir en el cam po. Sin em
bargo, u n a parte im p o rtan te de la actividad científica consiste
en invertir e\ capital científico. Para ello, los investigadores in
ten tan convertir su capital científico (simbólico) acum ulado en
capital m aterial (económ ico).
Así, cuando piden recursos para la investigación, están “in
v irtien d o ” su capital, ya que de ese m odo p o d rá n com prar n u e
vos y más eficientes aparatos para la investigación, co n tratar
asistentes, d irig ir becarios, etc., y e m p re n d e r investigaciones
que sin esos equipos no p o d rían hacer. Y, si g e n eran nuevas in
vestigaciones y o b tien en resultados valorados p o r sus pares,
p u e d e n entonces reconvertir el capital m aterial (los recursos)
en nuevo capital científico. Y así sucesivamente, porque el campo
científico obliga, de algún m odo, a realizar inversiones p erm a
nentes.
Sin em bargo, la inversión, ta n to e n el m u n d o de la ciencia
com o en las finanzas, im plica c o rre r u n riesgo. O, en realidad,
dos. El p rim e ro , y m ás evidente, es no llegar a n in g ú n resu l
tado. P odríam os llam arlo “riesgo de in c e rtid u m b re ”, ya que los
procesos de investigación tie n e n g rados d e c ertid u m b re m uy
variables: hay casos en que es seguro que se o b ten d rá n los re
sultados esperados, y otros en los que no se p uede saber de nin
g u n a m a n e ra m ás qu e in te n tá n d o lo . El seg u n d o riesgo es el
tiem po: se sabe que en algunos tem as se lograrán resultados en
el co rto plazo, y qu e o tro s son m uy largos o b ien no se sabe
cu án to tiem po insum irán.
Plazo
Largo o incierto Corto
Alta 1A 2A
1B 2B
Baja 3A 4A
3B 4B
Los tem as A son los más im portantes, y los tem as B, los m enos,
es decir, aquellos que te n d rá n u n m en o r reconocim iento p o r
p arte de los pares.
¿Quiénes p o d rán dedicarse a los temas del cuadrante 1A (alta
incertidum bre y largo plazo)? Si alguien m e dice: “los que ten
gan u n gran capital científico”, le doy la razón: si hay que espe
rar m ucho tiem po y el resultado es incierto, sólo se justifica m e
terse en esos temas si el capital que se p uede ob ten er es alto (por
ejem plo, ¡una vacuna contra el cáncer!). Pero, si lo analizamos
bien, no son los únicos que se p u ed en aventurar en estos temas.
Tam bién lo p u ed en hacer los “m arginales” o los m uyjóvenes, es
decir, aquellos que no tienen “m ucho que p e rd e r”.
De más está decir que los temas IB, es decir, con m ucho riesgo
y poco aporte de prestigio, serán los que nadie, o casi nadie, es
tudiará (descartam os a los masoquistas en nuestro análisis).
Los tem as 4A, es decir, aquellos que tie n en baja in certid u m
b re y plazo muy corto, serían, a sim ple vista, los que co n cen tra
rían a “casi todo el m u n d o ”. Pero en realidad, si lo pensam os
un poco, m uchos desisten de entrada, p orque allí la com peten
cia suele ser feroz (en el m u n d o de la ciencia no hay m uchos
giles) y, e n definitiva, los grupos de investigación más fuertes y
com petitivos serán los que estarán en m ejores condiciones de
ab o rd ar estos temas.
Comunidades, campos, arenas y playas 85
ción con otros grupos, y se negocian los propios tem as con los
“m ecenas” de ocasión.
De u n m odo sim ultáneo, el escenario se desplaza hacia otros
terrenos: hay que conseguir u n a serie de reactivos (m ateriales de
laboratorio) específicos p a ra p o d e r llevar ad elante el proyecto
p ro p u esto a los que p o n e n la plata. Esos m ateriales im plican la
in teracció n con otros científicos, pero tam bién con em presas
que los fabrican y los venden (algunas de ellas dirigidas p o r ex
investigadores que tienen mayores deseos de lucro que de publi
car artículos y o b ten er celebridad, o bien que equilibran ambas
aspiraciones igualm ente h u m an as).
P o r o tra p arte, los investigadores necesitan algunos equipos
(“aparatos”) determ inados. Si son muy caros, intentarán conven
cer a otros investigadores p ara com prar los aparatos en conjunto
(hay dispositivos que en la actualidad pued en costar hasta millo
nes de dólares, pesos, euros o rupias). O bien negociarán con las
autoridades de la institución (que pued en ser m iem bros de un a
universidad, de un centro público de investigación, etc., p ero
que no siem pre son investigadores) p a ra conseguir u n lugar fí
sico d onde ubicar el aparato en cuestión.
En algunas investigaciones se p u e d e n necesitar anim ales: los
famosos ratoncitos de laboratorio, aunque tam bién suele usarse
u n a fauna m ucho más amplia, como perros, ratas, moscas, h o r
migas, gatos, conejos, cangrejos, etc. A veces, se consiguen en
em presas que los crían (fabrican); otras veces, es necesario criar
los en el p ro p io laboratorio (en lugares ad hoc que se llam an
“bioterios”) . En ambos casos, es preciso establecer relaciones de
recursos (en arenas) con otros sujetos. Pero hay otras form as de
conseguir la fauna necesaria. Veam os u n ejem plo ilustre que
cuenta el historiador Barrios Medina: B ernardo Houssay, el fisió
logo y u n a suerte de p ro ce r de la ciencia arg en tin a (fu n d ad o r
del Conicet y m aestro de toda un a generación de investigadores
en el cam po biom édico) trabajaba con animales (perros), a un a
p arte de los cuales había que extraerles la hipófisis. Necesitaba
u n a b u e n a cantidad de perros, sin los cuales la investigación
Comunidades, campos, arenas y playas 91
25 Este capítulo está Inspirado (es decir, copia varias partes) de otros
textos del mismo autor (yo mismo). Aunque es poco probable que el
lector ya los conozca, éstos son: “Publicar y castigar’’, publicado en
REDES, Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, n° 12,1998;
“Sobre el nacimiento, el desarrollo y la demolición de los papers”,
Introducción al libro Demoliendo papers, compilado en 2005 por
Diego Golombek en esta misma colección, y “El rol de las revistas
científicas en la estructuración de un campo’’, publicado en el libro
Revistas científicas en América Latina (México, Fondo de Cultura
Económica, 1999).
26 Eugene Garfleld, fundador y director del famosísimo Instltute for
Sclentlflc Information (ISI), escribió un artículo en la no menos céle
bre revista The Scientist, en donde rastreaba el origen de esta
expresión. Encontró que el famosísimo teórico de la comunicación
Marshall McLuhan la utilizaba en una carta al poeta Ezra Pound, en
1951. Sin embargo, el propio Garfleld siguió buscando y encontró la
94 El científico también es un ser humano
Los que no perten ecen a la peq u eñ a fauna que puebla los labo
ratorios, se preg u n tarán de qué estaban hablando estos tipos...
¿Qué co rno es eso del “factor de im p acto ”? ¿Cómo decidieron
darle la prom oción a la categoría superior? Intentarem os expli
car algunos de estos temas en los párrafos que siguen.
Pero antes vale recordar que, desde el p unto de vista de la so
ciología de la ciencia en particular,27 los papers, los artículos cien
tíficos, p u eden ser muchas cosas pero, sobre todo, son instrum en
tos retóricos, es decir, piezas discursivas destinadas a convencer.
Publicar y publicar
Pero ¿qué es un p a p e r?
Parece propicio entonces que nos form ulemos una pregunta que
ap u n ta al sentido com ún y que, com o todas aquellas cuestiones
que de pronto cuestionan aquello que todo el m undo da p o r sen
tado, nos so rp ren d en : ¿por qué los científicos publican papers?
Si le hacem os esta preg u n ta a cualquier investigador, e incluso a
u n joven becario, nos m irará com o si estuviéramos locos o en es
tado avanzado de borrachera. Es posible que, incluso, nos tom e
la presión, observe la dilatación de nuestras pupilas y, si todos los
signos externos parecen norm ales, se p re g u n te calladam ente de
qué p lan eta acabam os de llegar. Pasado el sofocón, y luego de
convencerse de que “realm en te” esperam os u n a respuesta, nues
tro in te rlo c u to r va a resp irar h o n d o y nos resp o n d erá algo así
(dep en d iendo del casete que ese día tenga puesto):
Diagramas 1 a 3
China: Distribución del consumo de alimentos por grupo etario
De 0 a 7 años
Chupetines
35%
Arroz
42%
106 El científico también es un ser humano
De 7 a 18 años
Mamadera
12 %
Arroz
65 % Chupetines
23 %
De 19 años y más
Mamadera
Chupetines
5%
9%
Arroz
86 %
M apa 1
China y sus regiones
Publicar y castigar 107
Tabla 2
C om posición quím ica y valores energéticos del arroz
Por 100 gram os
Integral Blanco Parboiled
C rudo C o cid o C ru d o C o cid o Crudo Cocido
Agua % 12,00 70,30 12,00 72,60 10,30 73,40
Energía alimentaria 360,00 119,00 363,00 109,00 369,00 106,00
Proteínas (gr.) 7,50 2,50 6,70 2,00 7,40 2,10
Gordura 1,60 0,60 0,40 0,10 0,30 0,10
Carbohidratos 77,40 25,50 80,00 24,20 81,30 2 3,30
Fibras 0,90 0,30 0,10 0,20 0,20 0,10
Calcio 32,00 12,00 24,00 10,00 60,00 19,00
Fósforo 221,00 73,00 94,00 28,00 200,00 57,00
Hierro 1,60 0,50 0,80 0,20 2,90 0,80
*** *** ***
Sodio 9,00 5,00 9,00
Potasio 214,00 7 0 ,00 92,00 28,00 150,00 43,00
Tiamina 0,34 0,09 0,07 0,02 0,44 0,11
*** ***
Riboflavina 0,05 0,02 0,03 0,01
Niacina 4,70 1,40 1,60 0,40 3,50 1,20
*** *** *** ***
Tocoferol (vitamina E) 29,00 8,30
Fuente: “Composition ot foods”, FAO, 2003.
Un breve cuentito
Barreras a romper
Ciencia y periferia
Según la prim era afirm ación (sostenida, p o r ejem plo, por el his
to ria d o r p e ru a n o M arcos C ueto), hab lar de u n a ciencia perifé
rica im plica que el conocim iento científico de los países atrasa
dos es m arginal al acervo del co n o cim ien to en térm in o s de
recursos, n ú m ero de investigadores y calidad de los tem as estu
diados. Por el contrario, pro p o n e los térm inos de “ciencia en la
periferia” y, sobre todo, de “excelencia científica en la p eriferia”
p a ra resaltar que el trabajo científico en estos países tiene sus
propias reglas, que no d e b en ser en ten d id as com o síntom as de
atraso o m odernidad, sino com o parte de su propia cultura y de
las interacciones con la ciencia internacional. Así, es necesario
reco rd ar que la distancia actual que existe entre la ciencia de los
países desarrollados y la de algunos países subdesarrollados no
fue tan am plia en el pasado, y que esta separación h a ten d id o
más bien a crecer en los últim os cuarenta años.
Es interesante la reflexión de Cueto acerca de la distinción de
u n a excelencia científica en la periferia, puesto que p one de ma
nifiesto el carácter hetero g én eo de las com unidades científicas
locales. El atributo de “excelencia” es m ás discutible. Es cierto
que Cueto analiza algunos grupos que han sido am pliam ente re
conocidos po r la com unidad internacional (el más em blem ático
es, sin dudas, el prem io N obel B ernardo Houssay en la A rgen
tina) , pero considerar dicho reconocim iento com o la dim ensión
fundam ental para la distinción particular de u n a tarea “exitosa”
o “m o d ern a”, y p o r ello m enos periférica, puede resultar un a in
terpretación sesgada.
Veamos la segunda perspectiva: algunos estudiosos intentaron
analizar la “naturaleza periférica” y el contexto sociocultural del
conocim iento científico para com prender cuáles son las razones
d e esa “cienciaperiférica”.L a antropólogaargentino-venezolana
H ebe Vessuri propuso distinguir tres niveles de análisis: el nivel
de los conceptos científicos, el de los temas de investigación y el
de las instituciones. El desarrollo conceptual tiene m enos posibi
lidad de o c u rrir en A m érica Latina, p o r los riesgos que supone
la creación de conocim iento verdaderam ente nuevo, tanto en
Ciencia y periferia 123
térm inos de su costo económ ico com o intelectual. Adem ás, las
com unidades científicas de la periferia son más conservadoras
que las de los centros, trabajan casi exclusivamente d en tro de los
parám etros de la ciencia “no rm al”, en la resolución de rom peca
bezas o enigm as cuya concepción fun d am en tal se da e n otras
partes.
Para Vessuri, en el plano de los temas de investigación, de las
disciplinas básicas, el aporte que están en condiciones de hacer
los científicos de la periferia, en especial en disciplinas “m adu
ras”, está más en la aplicación de una ciencia, orientada p o r nece
sidades sociales, que en u n a verdadera “ciencia p u ra ” percibida
com o “más científica”. Finalm ente, el nivel de las instituciones
científicas se sitúa en la consideración de sus relaciones con la
sociedad, e im plica el m odo en que se p o n e n en ju e g o relacio
nes de p o d e r e n tre los hom bres, la determ inación de los m éto
dos de trabajo, los m odos de transferencia y la difusión de la in
form ación. Son la expresión con creta de las estructuras y las
m entalidades sociales que en gran m edida d an form a al m odo
de producción de los conocim ientos científicos. En definitiva, el
contexto sociocultural de la periferia parece o p e ra r com o u n a
restricción para la investigación.
T enem os, pues, dos m iradas b ien diferentes sobre el tem a:
u n a enfatiza que, bajo ciertas condiciones, el conocim iento pro
ducido en la periferia p u ed e ser considerado “de excelencia”
p o r los líderes de la com unidad científica internacional. Esto es
cierto, y hay varios ejemplos que lo dem uestran. La otra m irada
enfatiza ciertas m arcas “estructurales” que nos señalan las limita
ciones p ara g en erar espacios locales de p ro d u cció n de conoci
m ientos que sean realm ente innovadores en relación con lo que
o cu rre en la ciencia internacional. Eso tam bién es cierto, y hay
m uchos ejemplos que lo confirm an.
Sin em bargo, ninguna de las dos m iradas term ina de confor
m arnos. Por este motivo, com o el lecto r ya h ab rá advertido, va
mos a presentar otro p u n to de vista en la próxim a sección.
124 El científico también es un ser humano
Veamos aquí algunas pistas que nos perm iten in terp retar el
cuentito con el que com enzam os el capítulo: el estudio (realista,
em pírico, de cerca, “m icro ”) de las tradiciones científicas en los
contextos periféricos nos m uestra algunos aspectos que vale la
pena reorganizar.
¿Qué es u n a “tradición científica”? La ciencia está gobernada
p o r tradiciones concretas de investigación, p o r “leyes de vida”, más
que p o r reglas, valores o esencias abstractos. A unque m uchas ve
ces se ha opuesto “trad ició n ” a “racio n alid ad ”, la ciencia insti
tuye “racionalidades”, lógicas apropiadas a determ inados contex
tos y, si avanzam os en esta d irecció n , p o d em o s su p o n e r con
razón que estas racionalidades son, finalm ente, un com ponente
más de las tradiciones, de esas “leyes de vida”.
U na tradición reposa sobre un con ju n to de identificaciones
culturales (como la elección de los temas de investigación) que
condicionan ciertos m odos de c o m p re n d e r la ciencia y la p rác
tica científica. Así son im portantes las relaciones con otros la
b o rato rio s localizados en d ifere n te s contextos, los in tereses
exteriores a los laboratorios que p u ed en ser movilizados para el
desarrollo de investigaciones (organism os públicos, actores pri
vados) , la im plicación de lo investigado en la resolución de pro
blem as sociales, la evolución de las técnicas, etc. El peso de la
tradición puede resultar, p o r lo tanto, crucial: cuando un inves
tigador se inscribe en un a corriente particular, debe reivindicar
el “lin aje” de sus predecesores con el objeto de p o n e r en prác
tica cierto tipo de investigaciones, para ponerse él (o ella) mis
m o com o “c o n tin u a d o r” de esa estirpe. U na tradición no se ex
presa sólo en u n a relación de co n tin u id ad con los trabajos de
los predecesores. El investigador “h e re d e ro ” debe m ostrar sus
propios aportes específicos como m odo de legitimación, al mismo
tiem po que su pertenencia al m encionado linaje. U na tradición
no implica, así, la idea de u n a linealidad carente de rupturas que
adopta el supuesto del carácter acumulativo de los conocim ien
Ciencia y periferia 125
CANA
Integración subordinada.
¿Una nueva división internacional del trabajo científico?
Sin em bargo, no son sólo los m edios de com unicación -lo que
se llam a en la je rg a “industria cu ltu ral”- los que arm aro n esas
im ágenes idealizadas (para bien y para mal) de la ciencia y de los
científicos. Desde el p ropio m u n d o académ ico, historiadores,
filósofos de la ciencia y otras especies tam bién contribuyeron a
m ostrar que había una cosa llam ada “ciencia”, otra llam ada “co
nocim iento”, y cuestiones tales com o “teorías” o “m étodos” que
p arecían surgir p o r arte de m agia o com o el fruto del trabajo
de personalidades excepcionales que actuaron con heroísm o (o
m aldad) fu e ra de to d o co n tex to social, económ ico, cultural,
religioso, ideológico.
Por eso, el objetivo que perseguim os con este libro es doble.
Por u n lado, hum anizar todas esas imágenes, que suponen ideali
zaciones ficticias, y m ostrar, p o r el contrario, que los científicos
tam bién hacen pis, se resfrían, am an y odian, tejen alianzas y se
pelean, y trabajan en instituciones tan “norm ales” de la sociedad
como las compañías de seguros, los talleres mecánicos o las agen
cias que venden autos. Es decir que son sujetos sociales com o to
dos los demás. Así, si entendem os a la ciencia como una actividad
social, no la podem os imaginar como una cosa “n eutra” y objetiva
respecto de los valores, intereses, necesidades y conflictos de las
sociedades: está com pletam ente atravesada por ellos.
Por otro lado, queríam os m ostrar la perspectiva que u n a co
rrie n te de estudios en p a rtic u la r fue a rm a n d o a lo largo del
tiempo: los llam ados “estudios sociales de la ciencia y la tecnolo
g ía”. Estos estudios p re te n d ie ro n , desde el ám bito académ ico,
estudiar los diferentes aspectos que conform an a la ciencia m o
d ern a y a su papel dentro de las sociedades. Dado que sus traba
jos sobre las dinám icas de las ciencias sólo circulan para u n pú
blico “iniciado”, que escribe en u n lenguaje propio - a m enudo
ininteligible-, pretendim os elegir algunos de sus ejes principales
p ara llevar la discusión a u n público más am plio. Desde ya, los
que nos dedicam os a estos estudios no somos privilegiados ni es
tamos exentos de lo mismo que les cabe a nuestros colegas “cien
tíficos de veras”: estam os atravesados p o r los mismos valores e
Epílogo 141