La psicología, la psicología aplicada y las profesiones psicológicas
Es interesante señalar que en la práctica
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impusieron a las tareas evaluativas y en
muchos de esos esfuerzos investigativos
reciben el nombre de “psicología” o de
“sociología” o de “antropología” depen-
diendo de si el investigador es psicólogo,
sociólogo o antropólogo y si está adscrito
a una u otra unidad académica.
En el caso particular de la que prefie-
ro llamar “psicología práctica” la situación
tiene complicaciones adicionales. Sin lu-
gar a dudas, la psicología profesional sur-
gió históricamente ligada al desarrollo de
“técnicas de medición e intervención rela-
cionadas con la actividad de los seres hu-
manos en los campos de la salud [mental],
la educación y las organizaciones” (Ribes,
2009). En estos campos, el encargo pro-
fesional de los psicólogos (en algunos
países se llamaron “psicotécnicos”) fue
fundamentalmente el de ser evaluadores
de distintos rasgos y capacidades huma-
nas como la personalidad, la inteligencia,
las actitudes, las aptitudes y los intereses,
especialmente. La estadística y la psico-
metría se convirtieron en los saberes de
fundamento del profesional, junto con sa-
beres específicos de los campos mencio-
nados y que no necesariamente provenían
de la psicología. Un ejemplo característico
de ello es la psicopatología, proveniente
de la psiquiatría y que se ha convertido
en un saber necesario para todo aquel que
trabaje en el campo clínico. En los cam-
pos de la educación, los saberes relevantes
tienen que ver con teorías sobre la educa-
ción y sobre las organizaciones, que tam-
poco son directamente provenientes de la
psicología.
Con el desarrollo profesional, gene-
rado tanto por las demandas externas
como por el propio desarrollo intrínseco
del gremio, se fueron añadiendo otras
funciones que en algunos casos se sobre-
otros, las reemplazaron. Tal es el caso de
la psicoterapia en el caso de la psicología
clínica. La psicoterapia nació en la psi-
quiatría ligada de manera especial con el
psicoanálisis. Los psicólogos solo empe-
zaron a ser formalmente entrenados y li-
cenciados como psicoterapeutas después
de la II Guerra Mundial en los Estados
Unidos de América. Dada esa historia,
no es de extrañar entonces que primara
durante mucho tiempo (y aún lo es así en
muchas partes) una visión psicodinámica
de lo psicológico y una aproximación a la
psicoterapia consistente con esa manera
de concebir el comportamiento humano.
A mi juicio, el problema de los “enfo-
ques” se presenta de manera especial en
la psicología clínica cuando los psicólo-
gos empiezan a usar y difundir algunos
principios derivados de la investigación
experimental para explicar la llamada
“conducta anormal” y para generar técni-
cas de modificación del comportamiento
inspiradas ya sea en los procedimientos
de condicionamiento o, posteriormente,
en el cognoscitivismo. Esto surge como
una alternativa “psicológica” a la psicote-
rapia de inspiración psicodinámica. Más
tarde, surgen otros movimientos psicote-
rapéuticos de orientación humanista (p.
ej., la terapia centrada en la persona de
Carl Rogers) y con clara inspiración en
la filosofía fenomenológica. Sin lugar a
dudas, esto ha generado una especie de
torre de Babel en el campo psicoterapéu-
tico: hay múltiples enfoques y hay cien-
tos de técnicas que prometen efectividad.
En los últimos años se ha desarrollado un
movimiento, que podríamos denominar
como particularmente “tecnológico” y
por lo tanto pragmático, de las “terapias
empíricamente validadas”. Bajo el su-