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Extractos de los diarios del doctor Edmundo Zylean:

Enero, 2879 - Nuestros sueños de inmortalidad habían fracasado. Hacía ya 450 años
que los avances médicos de la humanidad habían alcanzado su límite: alcanzar los trescientos
años de edad era lo máximo a lo que podía aspirar un hombre sano.
En los tiempos que corren, cincuenta años dura la infancia y cincuenta la
adolescencia. Luego, cien años de trabajo incansable para que pueda uno llegar a jubilarse a
la edad de doscientos años en una magnífica celebración. Los años siguientes son de ensueño,
a partir de los doscientos nos dedicamos a estudiar, a meditar y a filosofar. La ciencia
moderna ha descubierto que la estructura neuronal de una persona de más de doscientos años
es mucho más rígida y tensa que en la juventud, lo que convierte al cerebro en un escenario
ideal para las actividades de pensamiento abstracto.
Febrero, 2879 - Mi destino lo decidí a partir de mí natalicio número doscientos. Si el
ser humano se encuentra atado a su mortalidad, al menos debía ser capaz de vivir en más de
una forma. Los traslados en el tiempo habían obsesionado a la humanidad desde el principio
del conocimiento, y fue el destino quien me eligió para cumplir ese objetivo.
Las teorías habían estado siempre equivocadas, pues es meramente imposible cruzar
materia y temporalidad; resulta inadmisible para las leyes de la física conseguir que un
cuerpo vuelva a un punto en el pasado donde las partículas que componen su estructura
material se encuentran desparramadas por el universo. No, sólo se puede observar aquello
que ya sucedió. Y he descubierto que la mejor forma de ver el pasado es a través de los ojos
de quienes lo vieron.
Mayo, 2879 - Mis recientes investigaciones me han llevado a la conclusión de que
en el código genético de un ser vivo quedan registradas todas sus experiencias. En el ácido
desoxirribonucleico de los individuos queda grabado aquello que viven, así como el correr
del agua graba su recorrido en las rocas a lo largo del tiempo.
Noviembre, 2879 - Eureka. Luego de una inmensidad de proyectos he desarrollado
una máquina que me permite reproducir aquello grabado en el ADN, un dispositivo similar a
las arcaicas reproductoras de discos compactos. Con sólo unas gotas de la sangre que he
conseguido en los reservorios médicos puedo presenciar en primera persona las experiencias
vividas por quienes me precedieron en el tiempo.

Bitácora de viaje:
29 de Junio, 2027: Padme Parvati.
Me encuentro en un lugar al cual antiguamente llamaban Pakistan. Existo en una
joven de 22 años. En el futuro, a esta edad, sería considerada una pequeña infante, pero aquí
soy una adulta. Las luchas por la liberación femenina habían arribado a este pueblo hacía
mucho tiempo, pero entraban en conflicto con la religión y las tradiciones dominantes del
lugar. En esta existencia es un orgullo para mí conservar puesto el hijab, pero se me ha dicho
hasta el hartazgo que aquella vestimenta que me enlaza a la historia de mí pueblo y mi
familia no es nada más que un símbolo de opresión y una costumbre machista. No quiero
quitármelo, ya que si me lo quito seré juzgada por mis padres y mí pueblo. Pero si no lo hago
siento que le estoy fallando a la inminente ola revolucionaria que promete igualdad y
derechos. ¿Soy el símbolo de mí tradición por lo que llevo puesto? ¿Qué debo hacer si ser fiel
a mis ideales me obliga a traicionar mis creencias?

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