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Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC)

Centro Universitario del Sur (CUNSUR)


Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales Lic.
Edgar Rolando Rojas Alemán
Derecho Civil IV

Diferencia entre Negocio Jurídico e instrumento Público

Boniek Gabriel Ramirez Torres


Carne:201946230
6º. Ciclo
Introducción

“Todo hecho o fenómeno jurídico que trasciende de la esfera intelectiva, que se exterioriza, tiene
una forma. La forma es el requerimiento exigido por diversas corrientes doctrinarias y legislaciones
en general para que cualquiera de las actividades del ser humano pueda comprobarse a futuro sobre
los hechos o actos acontecidos; y el documento es la creación material perfecta para alcanzar la
perpetuidad de los mismos.

“Documento es, pues, el objeto o materia en que consta, por escrito, una expresión del
pensamiento; y también “el pensamiento expresado por escrito”

La valoración que se le pueda dar a los documentos depende de la persona que lo emite. Pueden
ser los propios autores quienes lo emiten sin la ayuda de personas técnicas o especializadas, o bien
ser elaborados por otras personas que carezcan de capacidad técnica, y peor aún sin el
revestimiento de alguna autoridad. Ante lo anterior, nos encontramos frente a un documento
privado.

Cuando el documento lo realizan terceras personas, investidos de fe pública como respaldo jurídico
de su creación, nos encontramos frente a un documento público. Y cuando ese documento público
debe estar autorizado por notario en el ejercicio de su función pública se denomina instrumento
público. Con esa reseña doctrinaria podemos afirmar que los documentos en general se dividen en
documentos privados y documentos públicos.

Los documentos privados son aquellos que se pueden elaborar en cualquier clase de papel, es decir
de cualquier naturaleza en su elaboración física, con o sin membrete de individualización o
identificación; además son elaborados y suscritos por cualquie r persona; y contienen aspectos de
orden comercial o privativo de cada individuo, es decir poseen escritura y redacción propia de su
entorno social, económico, cultural, personal y se elaboran en el ejercicio de su libre albedrío y
surten efectos y son válidos entre los particulares; y frente a terceros constituyen un principio de
prueba por escrito. Estos documentos no admiten una división especial. Los documentos públicos
son aquellos que para su elaboración requieren de un papel especial y poseen un memb rete oficial
o características propias que cualquiera de los poderes del Estado les confiere, o en su caso los
requisitos que la Ley les exija. Deben ser elaborados y suscritos por funcionario o empleado público
en el ejercicio de su cargo, y contienen actuaciones o aspectos de orden oficial y legal que son
propios de cada cargo o función y surten efectos legales frente a cualquier persona. Poseen, en cada
caso una redacción propia y constituyen prueba pre constituida, producen fe y hacen plena prueba
dentro o fuera de juicio, salvo el derecho de las partes de redargüirlos de nulidad o falsedad.
EL INSTRUMENTO PÚBLICO

No existe uniformidad doctrinaria para definir el instrumento público. Con anterioridad indicamos
el punto de vista de Giménez Arnau. Al diferenciar el instrumento público con el documento público,
es importante proporcionarle un mayor valor probatorio al instrumento público en cuanto a la
preparación técnica y la credibilidad de la persona que lo autoriza unido a la investidura de f e pública
que la ley le aporta.

Para José María Sanahuja y Soler “el instrumento público es: “una de las clases de documento
público; específicamente, el autorizado por notario ”. Miguel Fernández Casado lo define como “el
documento notarial autorizado a instancia de parte, y en el que consta un hecho jurídico o una
relación de derecho. “Carlos Emérito González indica al respecto “el instrumento es el que se
prepara de acuerdo con formalidades que la ley establece y debe ser autorizado por un escribano
público”. Luis Carral y de Teresa y Enrique Giménez Arnau haciendo una interpretación e integración
también presentan su definición al respecto. En nuestro país, las definiciones anteriores se
interpretan e integran con el respaldo legal que nos proporciona el Código de Notariado en sus
artículos 1, 8, 9, 13, 29, 31, 32, 33, 42, 43, 44, 60, 61 y 62.

EL NEGOCIO JURÍDICO

Previo al desarrollo sustancial de la investigación es necesario hacer referencia a que todas las
normas jurídicas contenidas en un ordenamiento jurídico regulan escenarios, circunstancias o
condiciones de distinta naturaleza que la sociedad misma va transformando por voluntad propia o
ajena de los habitantes. La realización de esas condiciones de manera efectiva y real crean el
presupuesto necesario para que las normas puedan y deban aplicarse produciendo los efectos
jurídicos para los que fueron emitidas. De ahí, que la afirmación de Giorgio del Vecchio, citado por
Guillermo Ospina Fernández y Eduardo Ospina Acosta, resulta acertada, al afirmar que: “la norma
jurídica es un imperativo hipotético”. A lo cual agregan los referidos autores, para explicar su
contenido que: “el derecho, por su esencia, es imperativo, pero que solamente actúa cuando se dan
las hipótesis previstas para su aplicación ”. Recordando los aspectos primordiales de lógica jurídica,
agregan que: “el funcionamiento de las normas jurídicas y la producción de sus efectos puede
compararse – naturalmente que solo a manera de imagen- al desarrollo de un silogismo, cuya
premisa mayor es una norma jurídica, cuya premisa menor es la situación de hecho gobernada por
esta y cuya conclusión es un efecto jurídico que puede consistir en la adquisición de un derecho real,
en el nacimiento de una obligación, en la imposición de una sanción, etc. ” De ello, inferimos
entonces que los efectos de una norma jurídica pueden originarse de actos voluntarios lícitos o
ilícitos; ya que tendrán un efecto jurídico tanto la realización de un acto, declaración de voluntad,
negocio jurídico como la comisión de un delito.

Los negocios jurídicos pueden clasificarse en:

1. Contratos unilaterales. Son aquellos en los cuales comparece a crear, modificar o extinguir
derechos y obligaciones solamente una persona, y excepcionalmente pueden comparecer dos
personas; en el último caso solamente una de ellas se obliga o contrae obligaciones con la otra.
Ejemplos adecuados de estos contratos pueden ser: la donación entre vivos, el reconocimiento de
deuda, etc. Este tipo de contratos no deben confundirse con las declaraciones unilaterales de
voluntad, que no son contratos sino actos jurídicos. Entre estas podemos señalar: el mandato, la
carta de pago, el reconocimiento de deuda, etc
2. Contratos bilaterales. Son aquellos contratos en los cuales dos personas son las partes
contratantes y comparecen a crear, modificar o extinguir derechos y obligaciones recíprocamente.
Algunos autores les denominan también sinalagmáticos, no por el origen del vocablo, sino por el
compromiso mutuo de cumplimiento de obligaciones y creación de derechos con vínculos de
interdependencia. Ese vínculo de interdependencia es consecuencia directa de que, si alguna de las
partes contratantes incumple con las obligaciones que tiene bajo su responsabilidad, la otra
automáticamente puede hacer lo mismo con las suyas. Ahora bien, si una de las partes ya ha
realizado las obligaciones que le competen, puede pedir a la otra la restitución de las mismas. En
este tipo de contratos pueden ubicarse la mayoría de contratos civiles.

3. Contratos multilaterales. Son aquellos contratos en los cuales las partes contratantes son más de
dos personas las que comparecen a crear, modificar o extinguir derechos u obligaciones colectivas.
El ejemplo clásico de este tipo de contratos lo constituyen las sociedades me rcantiles, las
asociaciones civiles y las fundaciones civiles.

4. Contratos gratuitos. Son aquellos contratos en los cuales solamente una de las partes resulta
favorecida o con utilidades económicas o reales. Por eso mismo algunos autores civilistas los llaman
de beneficencia. La donación remuneratoria sería el ejemplo adecuado en esta clase de contratos.

5. Contratos onerosos. Son aquellos contratos en los cuales las partes contratantes resultan
favorecidas o con utilidades económicas o reales. Son pre dominantemente utilitarios porque la
naturaleza de los mismos es satisfacer intereses económicos individuales de aquellos que
comparecen a celebrarlos. Podemos afirmar que en este apartado pueden encontrarse todos
aquellos contratos que estén destinados a crear, modificar o extinguir derechos u obligaciones
económicas, dinerarias o reales.

6. Contratos conmutativos. Quizás sean Ospina Fernández y Ospina Acosta quienes, en lugar de
definirlos, ilustran de mejor manera su contenido al decir: “…un contrato e s conmutativo cuando
reúne tres condiciones, a saber: a) que sea oneroso o útil para todas las partes que en él intervienen;
b) que no sea aleatorio, es decir, que dicha utilidad pueda ser apreciada desde el momento mismo
de la celebración del acto, y c) q ue produzca prestaciones que “se miren como equivalentes” entre
sí, o sea, que determinen un cierto equilibrio en la economía del contrato. Por lo tanto, la
compraventa, por su naturaleza, es conmutativa, porque generalmente reúne los tres preciados
requis itos, aunque eventualmente puede dejar de serlo al carecer de alguno ellos”. Con lo anterior,
podemos definirlos como aquellos contratos onerosos en los cuales todas las partes contratantes
obtienen utilidades económicas o reales que pueden apreciarse desd e el momento de su
celebración y que las mismas sean equivalentes en calidad, cantidad y beneficios para todos. Son
predominantemente beneficiosos para los contratantes porque la naturaleza de los mismos es
satisfacer intereses económicos individuales de aquellos que comparecen a celebrarlos. La
compraventa puede ser el ejemplo adecuado para ilustrarlos.

7. Contratos aleatorios. Son aquellos contratos que pueden ser gratuitos u onerosos en los cuales
todas las partes contratantes tienen la expectativa de obtener utilidades económicas o reales por la
eventualidad o incertidumbre de la ganancia, beneficio o pérdida que pueda obtenerse del mismo
y que no depende de los contratantes, del contrato o de la finalidad del mismo, sino de
circunstancias ajenas a los sujetos contractuales. La posibilidad de obtener ganancias no se puede
estimar desde la celebración del contrato, por depender del albur o contingencia que conllevan. En
esta clase de contratos podemos situar aquellos que dependen de una actividad producto directo
de la naturaleza como la compraventa de productos provenientes del mar en un día, y que
dependen del estado climático o de la época del año, etc.

8. Contratos principales. Son aquellos contratos que para su validez formal y legal no requieren de
otro acuerdo de voluntades, y subsisten por sí mismos. Aunque muchos civilistas difieren de la
existencia de esta clase de contratos, en nuestro medio si podemos afirmar que la mayoría de
contratos civiles desde su creación pueden subsistir por sí mismos sin la realización previa o
simultánea de otro contrato paralelo. Lo anterior, siempre y cuando el contrato principal haya
cumplido con todos los requisitos generales formales y de fondo, así como especiales en cuanto a
la materia de la que se trate.

9. Contratos accesorios. A diferencia de los anteriores, estos son aquellos contratos que para su
validez formal y legal si requieren de otro acuerdo de voluntades previo o simultáneamente
elaborado, y no subsisten por sí mismos. Para ilustrar estos contratos, el contrato de
subarrendamiento es un buen ejemplo, en virtud de que para su eficacia y cumplimiento debe existir
previa o simultáneamente un contrato principal de arrendamiento. Podemos agregar que en el
contrato principal de arrendamiento debe haberse autorizado expresamente al arrendatario para
celebrarlo con terceras personas, y que el contrato de subarrendamiento no puede superar los
requisitos, condiciones y plazo del principal.

10. Contratos consensuales. Son aquellos contratos que se perfeccionan con el simple
consentimiento de los otorgantes para su validez formal y legal. Para que el consentimiento se
perfeccione es necesario que exista absoluta relación entre la voluntad interna del sujeto
contractual (tener la intención de realizar el acto o contrato) y la exteriorización de esa voluntad
(manifestación escrita) plasmada en un documento que llene los requisitos formales y legales que
general y especialmente se requieran para su validez. Obviamente todos los actos, declaraciones de
voluntad o negocios jurídicos deben ser consensuales.

11. Contratos solemnes. Son aquellos contratos que para su perfeccionamiento se deben observar
ciertas formalidades especiales que el propio acto, declaración de voluntad o negocio jurídico
requieran conforme a la ley, de tal manera que sin ellas no produce ningún efecto jurídico.
Doctrinariamente “la distinción entre el contrato consensual y el solemne, atendiendo a si los
contratantes tienen libertad en la escogencia de las formas de expresión de su voluntad, co mo lo es
la regla general en el derecho moderno, o a si, por el contrario, y excepcionalmente, deben
manifestar dicha voluntad mediante formalidades absolutas y predeterminadas por el legislador,
cuya observancia repercute directamente sobre la existencia y la eficacia del acto o contrato de que
se trate. ” En nuestro medio, los actos o declaraciones de voluntades individuales y personalísimas
que requieren para su validez una solemnidad ampliamente establecida en el Código Civil vigente
es el testamento y la donación por causa de muerte. Luego de ellos, hay variedad de contratos que
exigen requisitos muy especiales para su perfeccionamiento, entre estos podemos mencionar: los
contratos de sociedades mercantiles, aquellos que en su objeto incluyan inmuebles, etc.

12. Contratos reales. Son aquellos contratos que para su perfeccionamiento es necesaria la tradición
o transferencia de la cosa objeto principal del contrato. Como podemos darnos cuenta, para el
perfeccionamiento de estos contratos no es suficiente el consentimiento expresado por escrito, sino
que además es indispensable la entrega de la cosa objeto del contrato. La doctrina moderna civil al
respecto señala que: “…los motivos que determinaron la creación de los contratos reales en el
derecho romano y a no existen en la actualidad. El principio general de que “la simple convención
no produce obligaciones” (nuda pactio obligationes non parit), que informó a aquel sistema positivo,
ha sido reemplazado en el derecho moderno por el postulado diametralmente opuesto de la
consensualidad de los contratos, en virtud del cual la sola convención de las partes tiene fuerza
obligatoria (solus consensus obligat), salvas excepciones. ” Entonces, su interpretación se vuelve
histórica, en virtud de que los contratos solemnes los han atraído.

Conclusión

Para concluir entendemos que El “negocio jurídico” es una expresión de voluntad, en cualquiera de
sus manifestaciones, que conlleva un interés económico o de utilidad y cuyos efectos jurídicos son
reconocidos por la ley. Los sujetos contractuales tienen pleno conocimiento de la actividad que
pretenden desarrollar cuando está regulada en la ley con una denominación específica (contratos
típicos); y aun cuando no esté regulada expresamente en la ley, su implementación debe
enmarcarse dentro del entorno legal, aunque no posea una denominación (contratos atípicos). Y La
escritura pública es el instrumento público que elabora y autoriza el notario a requerimiento de
parte, y que contiene actos jurídicos, declaraciones de voluntad o negocios jurídicos, con las
formalidades y requisitos que la ley exige para su existencia y eficacia, o bien porque sin exigirlo, las
partes interesadas quieran hacerlo.

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