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El evolucionismo como explicación del hombre

La conducta humana, en toda la complejidad manifiesta, con todo lo que es capaz de generar y
transformar sobre la tierra, es básicamente un producto de la evolución.

De hecho, desde que las ideas de Lamarck, Darwin y Spencer se generalizaron, ya no se discute
a nivel científico que el Hombre es la culminación de un proceso de desarrollo de la materia
viva que comienza con las formas biológicas más elementales. La Morfología, la Embriología, y
la Fisiología comparadas; la Genética, la Ecología, la Taxonomía, la Geografía, la Paleontología
y la Geología; arrojan todas abrumadores indicios y evidencias al hecho у de la evolución.

Origen de la vida

La formación de la corteza terrestre se calcula que se produjo hace más de 4,000 millones de
años, debido acaso a la ulterior condensación de una parte de la atmósfera solar desprendida
las rocas de mayor antigüedad que se conocen carecen de rastros causa del paso y gravitación
de una estrella fugaz. Sin embargo, de vida. Las primeras huellas de seres vivientes tienen una
antigüedad de unos 1,500 millones de años. Existen varias teorías para explicar el origen y
variedad de la vida. Algunas son idealistas y se basan en la existencia de poderes
sobrenaturales (dioses) que generan actos de creación; y otras son materialistas y tratan de
explicarlos a través de procesos materiales. Sin embargo, hoy en día ambos enfoques tratan de
conciliar sus ideas con el hecho de la evolución, es decir, con la aparición progresiva de las
especies que culmina con el surgimiento del hombre actual. Una de las teorías más aceptadas
se debe al ruso Oparin consideró que la vida tuvo su inicio hace unos dos mil millones de años,
tras un largo proceso de transformación química en el cual los carburos y nitruros del centro
de la tierra, al exponerse al contacto con la atmósfera, generaron hidrocarburos simples y
amonio; los que combinados con el vapor de agua produjeron con el tiempo otras moléculas
orgánicas: las cetonas, aldehídos, alcoholes, ácidos orgánicos, amidas y aminas. Tal como ha
podido comprobarse experimentalmente, estos procesos químicos son capaces de producir
constantemente moléculas más complejas: azúcares y aminoácidos, como los cuerpos
coloidales llamados coacervados, por un proceso de polimerización y condensación que
culminó con la aparición de enzimas y de los ácidos nucleicos: el ARN (ácido ribonucleico) y el
ADN (ácido desoxirribonucleico), con capacidad para reproducirse por sí mismos. Todo parece
indicar que los primeros seres vivientes, fruto de estas transformaciones químicas, aparecieron
en las aguas tibias de las playas de los mares, en un período en el cual la temperatura de la
tierra era bastante superior a la actual
El desarrollo de la vida

De estos seres, acaso virus o protozoarios sumamente simples, se desarrollaron por ulterior
adaptación las plantas, con capacidad de sintetizar la energía solar con la clorofila; y
posteriormente los animales primitivos que absorbían las materias orgánicas que estas plantas
producían. Las especies vivas no son pues productos del azar o de actos de creación separados.
En realidad, éstas han surgido por transformación de las que existieron previamente, debido a
las causas más diversas. Estas variaciones, al fijarse genéticamente con la herencia, han dado
lugar a nuevas especies que a su vez pueden generar otras; sea por variaciones bruscas
(mutaciones), sea por modificaciones lentas que se manifiestan a través del paso de
numerosas generaciones (fluctuaciones). Características De esa manera surgen
constantemente nuevas formas de vida y se modifican las existentes, pero manteniendo entre
sí comunes de índole genética, morfológica y funcional, que permiten clasificarlas en grupos
cada vez más amplios; estando las especies reunidas en géneros, éstos en familias, las familias
en órdenes, los órdenes en clases, las clases en filos, los filos en los grados de protozoarios y
metazoarios y éstos a su vez en los reinos animal y vegetal.

Por otra parte, la variación de las especies no es un resultado del azar, sino que sigue una
dirección determinada, desde las formas más simples a las más complejas, capaces de alcanzar
modalidades de adaptación más elaboradas y en las que a influencia del aprendizaje es más
determinante.

Lamarck, el iniciador de la teoría de la evolución, trató de explicar este proceso por la


influencia del medio y del régimen de vida; mientras que Darwin, su continuador y principal
divulgador, lo comprendía como un resultado de la lucha por la vida y la selección natural de
los más aptos. Es probable que los dos factores influyan sobre el desarrollo de nuevas
especies, así como otros de la más diversa naturaleza.

El hecho es que
la Tierra, luego de traspasar la era Azoica (sin
vida), va poblando sus mares paulatinamente de formas
vivientes muy simples (eras Arqueozoica y Proterozoica),
que luego van adquiriendo cada vez mayor dimensión,
complejidad y consistencia en el curso de un largo proceso
que dura unos 1,500 millones de años. El estudio de los fósiles (Paleontología), y
de las rocas que componen la Tierra (Geología), nos permiten seguir a grandes rasgos la
cronología de las diferentes formas de vida según el período de su aparición y de su mayor
auge.

El hombre en el reino animal.


La Taxonomía, ciencia que clasifica a los seres vivientes de
acuerdo a los rasgos que los caracterizan a partir de
troncos comunes, permite ubicar al hombre dentro del reino
animal, no obstante las cualidades que hacen de este un
fenómeno único sobre la tierra. Los rasgos taxonómicos del
hombre y su nomenclatura figuran en la Ilustración No. IV-
2.

El comportamiento de los seres vivos


Paralelamente a la evolución biológica se va manifestando
la evolución del comportamiento de los seres vivientes, así
como de las estructuras y funciones orgánicas que les
sirven de base.
La materia viva no cambia sustancialmente en el curso de
su desarrollo y su conducta sigue también pautas
generales comunes, no obstante la progresiva complejidad
que ésta va adquiriendo con su transformación filogénica.
Así, la supervivencia, y la adaptación al medio como
mecanismo para lograrlo, son tendencias generales de la
conducta que están presentes en todos los seres vivientes,
desde los protozoarios hasta el hombre.
Estas tendencias generales del comportamiento de los
seres vivos: supervivencia y adaptación; se manifiestan
dentro de un principio integrador que es el "yo biológico" o
núcleo ego-vital que constituye la identidad psicológica de
la vida dentro de cada individuo. De esa manera, en cuanto
una sustancia orgánica alcanza vida propia y comienza a
deslindarse de cuanto le rodee, adquiere una noción
irracional de su propio contorno fisico junto a una
motivación de su comportamiento dirigida a conservar y
expender su propia forma de vida.
Esa identidad psicológica, ese "yo biológico", organiza el
comportamiento de cada ser viviente en torno a
determinados objetivos específicos de la supervivencia y la
adaptación al medio de la especie a que pertenece, bajo la
forma de ciertas tendencias finalistas denominadas
instintos.
Los instintos suponen formas de comportamiento más o
menos complicadas y estereotipadas, específicas para
cada especie y fijadas por la herencia, que se realizan sin
participación del aprendizaje, y en los cuales intervienen
tanto una condición orgánica como estímulos específicos
desencadenantes.
Este comportamiento instintivo está organizado en torno a
objetivos biológicos diferentes, susceptibles de ser
contradictorios en una situación cualquiera de la realidad.
La preservación de la vida, en el presente o a través del
tiempo, individual o colectivamente, supone motivos
instintivos diferentes, que pueden actuar reforzándose o
antagonizándose mutuamente, dependiendo de los fines
biológicos que estos representan, como son la nutrición, la
defensa de la integridad física, la reproducción, la
protección de los críos, el control de un territorio o hábitat,
la actividad gregaria, la construcción de un nido o
madriguera, las migraciones, etc.
Pero la conducta de los seres vivos está determinada
también por la capacidad de aprendizaje, es decir, de
registrar y utilizar posteriormente sus experiencias para
modificar su comportamiento, también en función de su
supervivencia y adaptación al medio circundante.

Genero de vida y comportamiento.

El comportamiento instintivo no es sin embargo igual en


todos los seres vivos. Su número, fuerza y desarrollo
relativos obedecen a una fórmula peculiar para cada
especie que depende del grado de evolución filogénica
alcanzado por cada una de éstas y de las características
del medio ambiente que deben enfrentar para sobrevivir.
Así, el comportamiento instintivo no obedece
exclusivamente al nivel de desarrollo filogénico de cada
especie, sino también a las condiciones de vida que le toca
vivir y a la interacción de todas las funciones biológicas que
desempeña.

Por ejemplo, el comportamiento de una especie con


respecto a la reproducción, (reproducción sexual o asexual,
monogamia, poligamia, promiscuidad, etc.), tiene que ver
no sólo con su desarrollo filogénico relativo, sino con otros
factores relacionados con su género de vida, tales como su
fecundidad, duración de la gestación y la infancia, la
vitalidad y morbilidad de la especie; su hábitat, modos de
nutrición y agrupamiento, participación de los padres de
ambos sexos en la protección y alimentación de los críos,
el clima, la existencia de especies antagónicas en la zona,
etc., etc. De manera que el género de vida condiciona en
gran medida el comportamiento y el psiquismo de las
especies, del mismo modo que éstos influyen
poderosamente sobre aquel. Así, un cambio en las
condiciones de vida puede modificar la influencia relativa
de los factores instintivos y aprendidos en la conducta
dentro de una especie; y al mismo tiempo, la modificación
de esos factores puede determinar un cambio progresivo
en su género de vida.

Desarrollo de las funciones y las estructuras del psiquismo.

El rasgo fundamental de la evolución filogénica del


psiquismo es el aumento progresivo en la posibilidad de
captar la realidad objetiva y de reaccionar adecuadamente
frente a ésta en función de sus fines de supervivencia.
En ese sentido, debemos considerar que el desarrollo del
psiquismo se debe a un proceso evolutivo que modifica
progresivamente tanto las estructuras orgánicas como las
funciones que determinan el comportamiento de los
individuos.

Llamase irritabilidad a la capacidad que tienen todos los


seres vivos de responder frente a estímulos provenientes
del medio ambiente. Dentro de la irritabilidad caben
distinguirse dos cualidades distintas: la sensibilidad, que
permite al organismo captar determinadas formas de
energía del medio ambiente; y la reactividad, que produce
respuestas específicas a esos estímulos.

Estas respuestas, como vimos, son de base instintiva y


sirven a la supervivencia y a la adaptación de las especies;
pero varían en su intensidad de acuerdo al tipo de vida de
que se trata. Cuando son seres simples que reaccionan a
los estímulos físico-químicos, se habla de taxias, cuando se
trata de plantas, son simples tropismos, que orientaciones
del organismo de acuerdo a las necesidades están
vinculadas a los estímulos; y en los animales hablamos de
impulsos, mecanismos psicodinámicos de respuesta activa
a los suponen que estímulos.

Asimismo, el comportamiento va adquiriendo nuevas


posibilidades, caracterizadas por la incorporación de pautas
de conductas aprendidas; primero a través de hábitos
adquiridos tempranamente y luego en virtud de procesos
de condicionamiento cada vez más largos y complicados,
que van a culminar con la aparición del pensamiento y la
conciencia humanas.
El desarrollo del comportamiento hacia formas cada vez
más complejas sólo es posible gracias al progresivo
desarrollo de las estructuras orgánicas, particularmente del
sistema nervioso, por ser éste el que sirve principalmente a
la transmisión y análisis de los estímulos, así como a la
integración y orientación de la conducta.

Así, podemos observar la evolución del sistema nervioso,


desde los gradientes de que se valen los protozoos. Dicho
sistema nervio- so es aún difuso en los celenterados; está
agrupado en nódulos en los gusanos; más tarde
organizado como escala de cuerda; y luego aparecen los
nódulos principales o cefálicos en los artrópodos.

Este proceso está caracterizado por la progresiva


centralización, cefalización y jerarquización. Es decir, una
progresiva concentración de elementos en determinados
puntos llamados ganglios, con un aglutinamiento mayor en
la parte anterior o superior de la cadena de ganglios así
formada y por la supeditación de los niveles inferiores a los
superiores.

En los vertebrados se produce una diferenciación entre un


sistema nervioso central y otro periférico, a la vez que una
progresiva especialización de las funciones de las
diferentes estructuras. El cerebro va adquiriendo una mayor
prominencia y la cefalización da origen al neopalium, que
alcanzará su máxima expresión en la corteza cerebral del
hombre.

Junto al sistema nervioso central van evolucionando y


diferenciándose los órganos sensoriales, desde la
sensibilidad general de los seres inferiores, a los órganos
especializados, capaces de captar formas variadas de
energía físico-química: mecánica, química,
electromagnética, etc. También se pasa de la percepción
por contacto directo a diversas formas de percepción a
distancia.

A eso se debe que de la sensibilidad por contacto se


pasara a al captar las vibraciones y luego los sonidos; del
gusto se pasara olfato y de las cualidades térmicas a las
lumínicas, con lo que significan para el animal como
capacidad para captar las cualidades de los estímulos más
variados desde lejos; pues posibilita la gene- ración de
respuestas adecuadas con mucho mayor antelación y
conductas más elaboradas que en los animales poco
desarrollados.

La hominización.

se produce probablemente durante el primer período de la


llamada era Cuaternaria, en el pleistoceno, que se inició
hace cerca de un millón de años, o poco antes, al final del
terciario, en el plioceno.

El ancestro del hombre: un antropoide, vivía en los árboles,


pero los cambios climáticos del pleistoceno (glaciares e
interglaciares) provocaron la selva, que era su hábitat,
desapareciera progresivamente, por lo que tuvo que
desplazarse por el suelo. Al ser pesado y grande tuvo que
cambiar sus hábitos para defenderse, por lo cual comenzó
a mantenerse erguido para atisbar mejor desde lejos, correr
más rápidamente con solo las extremidades inferiores e
impulsarse y tomar un palo o piedras para defenderse o
agarrar sus presas.

La estación bípeda le permitió aumentar la capacidad


craneal y el mayor cerebro le confirió mayor inteligencia.
Con la ayuda de ésta descubrió el fuego, gracias al cual se
calentaba y pudo habitar regiones antes inhóspitas para él.
Además el fuego permite cocinar los alimentos, con lo que
aumentó su variedad; reduciendo de paso las mandíbulas y
el sistema olfativo, que dieron origen al desarrollo de la
cara de aspecto humano y a un ulterior crecimiento de la
capacidad cerebral, sobre todo en las zonas frontal y
temporal, así como de sus órganos vocales. La liberación
de las manos permitió a su vez una mayor sensibilidad y
destreza, requisitos previos para la fabricación de
utensilios. Así, las cualidades básicas del hombre se
hicieron presentes.

El hombre como expresión de vida.

El hombre es la especie más evolucionada, producto de la


más reciente síntesis que ha alcanzado la materia en el
curso de su desarrollo dialéctico que la enfrenta al medio
circundante. Pero la materia viva no cambia esencialmente
al alcanzar la etapa humana, sino que adquiere nuevos
rasgos que hacen su comportamiento algo tan peculiar y
trascendente.

Los rasgos biológicos que caracterizan al hombre y lo


diferencian de los demás animales son pues: la estación y
locomoción bípedas; su extensa corteza cerebral, sobre
todo en las amplias zonas ricas en neuronas asociativas de
los lóbulos frontales y temporales; el desarrollo de los
órganos vocales, que le permiten articular los más variados
sonidos y la liberación y desarrollo funcional de la mano.

Estos rasgos biológicos típicos del hombre, producto


básicamente de avances cuantitativos de rasgos ya
presentes en especies subhumanas, dieron origen sin
embargo en el hombre a ciertos rasgos psicológicos que
son cualitativamente diferentes a los tienen los demás
animales.

Estos rasgos psicológicos son: el pensamiento, o


capacidad de comprender la realidad a partir de la
captación de sus cualidades generales; el lenguaje, en
virtud del cual puede comprender y trasmitir a los demás
experiencias pasadas a través de sus símbolos o
representaciones; la habilidad instrumental o tecnológica,
que le permite fabricar herramientas y transformar el medio
que le rodea de acuerdo a sus propios fines; y finalmente la
conciencia que le confiere una comprensión de conjunto de
la realidad y de sí mismo como parte de ésta, al tiempo que
le permite organizar la conducta voluntaria y la vida en
sociedad.

Evolución socio-histórica de la conducta humana.

El hombre, gracias al desarrollo de la corteza cerebral, al


lenguaje simbólico y a la capacidad instrumental de la
mano, genera la sociedad humana, la que abandona el
círculo cerrado que significa la vida animal, idéntica de una
generado a otra, y se abre el camino hacia nuevas
condiciones de existencia que se modifican
constantemente con el devenir del tiempo.

Así, el pensamiento, la conciencia, el trabajo social y la


cultura, son productos de la sociedad humana, debido a su
capacidad de acumular, reorganizar y transmitir a través de
símbolos la experiencia colectiva, con lo que el hombre
logra no sólo una más rápida adaptación al medio, sino una
transformación permanente de la realidad misma.

Por esos cambios significativos que se producen con el


fenómeno humano, podemos afirmar que en el hombre, la
evolución de la materia hacia formas más perfectas de
organización, cambia su dirección fundamental del orden
biológico al socio-cultural, que se rige a su vez por sus
propias leyes. De manera que los cambios genéticos ceden
en importancia como mecanismo de adaptación al medio,
con respecto al progreso cultura; o lo que es lo mismo: la
evolución biológica se continúa con la evolución histórico-
social.

Puede concluirse pues, que el hombre no sólo ha logrado


adaptarse mediante el aprendizaje a las situaciones más
diversas y complejas, sino que ha alcanzado a modificar
esas condiciones de vida por otras que son el producto de
su actividad conscientemente dirigida hacia determinados
fines.

La facultad de acumular experiencias históricamente y la de


transformar voluntariamente a la realidad con la mano y las
herramientas que ésta fábrica, permite al hombre organizar
y modificar constantemente sus formas de producción, sus
normas de convivencia social y sus modos de vida, por lo
que éstos revisten una gran diversidad en todo el orbe,
todos en continua transformación dialéctica.

Así, la Humanidad, de simple recolectora de los recursos y


alimentos naturales renovables, desarrolla poco a poco
técnicas la caza y la pesca con la ayuda de los palos y
piedras talladas en el pleistoceno (paleolítico); luego, en el
holoceno, se hace criadora de animales y cultivadora de la
tierra, utilizando novedosos utensilios de piedra pulida y
barro, con los animales domésticos y la rueda como medios
de locomoción y protección (neolítico); para más tarde
fabricar instrumentos y técnicas cada vez más
complicados, utilizando metales y muchos otros recursos
naturales no renovables (edades de bronce, de hierro y del
átomo).

Esta transformación histórica de los modos de producción


va aparejada con modificaciones progresivas de las formas
de organización social que hacen posible tales
innovaciones y que son a la vez productos de éstos; como
son el comunismo primitivo, el sistema esclavista, el
feudalismo, el capitalismo y el socialismo.

Asimismo, tanto las formas de producción como la


organización social corren parejas y se influyen
recíprocamente los sistemas políticos y jurídicos existentes,
así como con la ideología y los modos de vida de los
individuos, incluyendo las creencias religiosas, los valores
éticos y estéticos, las actitudes, las costumbres de todo
género, etc.

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