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I.

La Edad Moderna fue abriéndose paso a través de esa época,


incierta por clásica y renovadora a la vez, que fue el Renacimiento. Para lo
que a nuestro tema ocupa, podemos señalar el hecho de que poco a poco
fue perdiéndose aquella idea fundamental que ha atravesado los siglos
anteriores; idea que se resume en el principio de que tanto el mundo como
el hombre y lo producido por él –ciencia, cultura y arte– obedecen a una
teleología ínsita y se constituyen, según ello, en orden a un fin entendido a
la vez como causa y término. De ahí que tanto el orbe de lo creatural como
el de lo cultural no pudiesen ser comprendidos sin, además, la ejemplaridad
de la causa, que les dotaba de contenido y de sentido. Desde aquí, si
quisiéramos, con una frase, resumir el significado de este nuevo inicio -el
Renacimiento como comienzo de la nueva era- diríamos sin duda alguna
que la modernidad se erige allí donde el hombre declara que no hay
modelo, para él y su acción, si no es el prefijado por él mismo.

El Renacimiento se va a constituir en la medida en que este


principio vaya adentrándose en el espíritu humano.

¿Puede descubrirse en el texto de Pico que de alguna manera la libertad


está orientada hacia el bien propio del hombre?

II. De un modo u otro, los grandes estudiosos de esta época han puesto de
manifiesto lo que acabamos de decir; a saber, que desde que las tendencias
disgregadoras de la Baja Edad Media se insinúan (comienzo del
Renacimiento y del Humanismo), hasta que llegan a imperar en el modo de
vida de la cultura Europea (inicio de la modernidad), lo que ha ido
ocurriendo, en el ámbito intelectual, es la exaltación de la excelencia
humana. Y ello no porque en la Edad Media no se hubiera afirmado la
dignidad del ser humano –todo lo contrario, pues éste se consideraba como
"imagen" del mismo Dios–, sino porque ahora esa excelencia se presenta
vinculada a la actividad humana dirigida a la conquista autónoma de los
conocimientos.

¿Puede entenderse la excelencia humana como la capacidad de


contemplación? ¿Se puede apreciar esto en el texto de Pico?

III. De un modo u otro, los grandes estudiosos de esta época han puesto de
manifiesto lo que acabamos de decir; a saber, que desde que las tendencias
disgregadoras de la Baja Edad Media se insinúan (comienzo del
Renacimiento y del Humanismo), hasta que llegan a imperar en el modo de
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vida de la cultura europea (inicio de la modernidad), lo que ha ido
ocurriendo, en el ámbito intelectual, es la exaltación de la excelencia
humana. Y ello no porque en la Edad Media no se hubiera afirmado la
dignidad del ser humano –todo lo contrario, pues éste se consideraba como
"imagen" del mismo Dios–, sino porque ahora esa excelencia se presenta
vinculada a la actividad humana dirigida a la conquista autónoma de los
conocimientos.

¿Cómo se muestra en el texto de Pico esa “conquista autónoma de


conocimientos”?

IV. En el texto de Pico se destaca la idea de libertad como eje de la


dignidad humana; pero, atención, es una libertad otorgada por la divinidad,
y, por lo tanto, no completamente autárquica.

¿En qué sentido estaría dirigida u ordenada la libertad en Pico?

V. El nuevo Renacimiento (Carolingio y el del siglo XII) que


comienza a delinearse en el siglo XIV posee un carácter diverso a los
anteriores, e implica en la historia de la filosofía una fisura más profunda
que los precedentes. Se trata, ciertamente, de una vuelta, de un renacer del
espíritu clásico; pero ahora quiere ser además una regeneración del hombre
mismo, que se considera como renaciendo a una nueva forma de vida, es lo
que se denomina humanismo renacentista. Del mismo modo que se
descubrían nuevas tierras, se avizoró que también podían descubrirse
nuevos mundos en el orden del pensamiento. Nace un nuevo clima
espiritual en el que se habla de un “nuevo descubrimiento del hombre”.

Este nuevo descubrimiento del hombre y su afán de dominio,


¿puede verse vinculado a las tesis de Ockham: voluntarismo divino-
omnipotencia?

VI. En todas las épocas se ha realzado la libertad y la dignidad


humana. Esta importancia de la dignidad fue alertada por los griegos, ya
que el hombre con su capacidad creadora y sin traspasar sus límites
humanos, constituye la adquisición del mundo helénico. Esta inspiración
fue recogida en la Edad Media donde fue explicada desde los elementos de
la religión cristiana. El realce de la dignidad humana forma parte de la
tradición intelectual de Occidente. Esta es una idea central de la
modernidad donde se ha invertido el fundamento: la dignidad humana no

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proviene del especialísimo lugar del hombre en la naturaleza por su
relación con la trascendencia, sino que procede de que es él mismo quién
de un modo activo y libre conquista su posición en el mundo, que en sí
mismo no posee finalidad y donde el fin de las cosas es impuesto por él
mismo. El ideal de felicidad del hombre moderno está situado en el
progreso racional indefinido. Este principio ha olvidado que el entorno
natural es la casa del hombre donde habita sin que pueda crearla. En el
medioevo se tenía el convencimiento de que la divinidad era límite y
modelo, un fin éticamente significativo para el hombre.

¿Puede verse en el texto de Pico a la divinidad como modelo a


imitar?

VII.El Renacimiento nace de una inspiración en lo clásico. ¿Supuso


una continuidad con la Edad Media? ¿O más bien una ruptura? Por una
parte es el final de la Edad Media, por otra supone el pórtico a la Edad
Moderna. Existen sin duda relaciones y lazos profundos entre una época y
otra, pues no existe una ruptura completa con el pasado.

No obstante, los humanistas del Renacimiento se concibieron a sí


mismos como antítesis de la Edad Media, a la que veían como una época de
letargo intelectual. Pero el Humanismo fue más un movimiento cultural y
literario dentro del Renacimiento. Frente a esto, el estudio profundo de la
Edad Media ha mostrado su riqueza intelectual. Normalmente, la tesis de la
continuidad se señala desde la línea neoplatónica, como ha suscrito
Clemens Baeumker.

¿En qué sentido la idea de microcosmos conlleva la idea de


dignidad humana, o no?

VIII. Ese especial lugar del hombre, esa dignidad por ser imagen de
Dios, en el Renacimiento se conquista por la autoafirmación. La libertad no
nace de la Naturaleza sino de la ausencia de leyes naturales.

Relación entre naturaleza y libertad

IX y X. El orden divino y el pensamiento religioso

La pregunta principal es la siguiente:

¿Hay algo que suceda al margen del cuidado de los dioses?, ¿se oculta
realmente Dios ante el quehacer humano?, o, antes bien, ¿se muestra y
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manifiesta -de algún modo. De la respuesta a esta pregunta depende gran
parte de la orientación de la vida humana hacia un sentido global.
Pertenece, sin duda, al marco más ancho referido a la relación que
mantiene el que es el Absoluto con lo contingente. Siempre, por lo menos
en el orbe de lo religioso, se ha admitido esa actividad esencial de lo divino
consistente en providere, esto es, en ver de antemano y, por lo tanto,
atender y cuidar del mundo. En los racionalismos esa fundamental
manifestación de la divinidad ha quedado oculta.

El racionalismo del que hablamos en este momento no es nuevo.


Antes bien, como actitud antropológica fundamental se halla representado
ya en esta época antigua. Para ponerlo de manifiesto, podemos traer a
colación un ejemplo tomado de una de las tragedias más sobresalientes
pertenecientes a la misma época platónica. Me refiero a la negativa del
joven e intrépido Ayax a seguir el camino marcado por los dioses -en la
tragedia de Sófocles que lleva por título el nombre de nuestro personaje. El
escritor clásico narra ahí el siguiente suceso. La figura del Mensajero se
presenta ante el Corifeo advirtiendo que, en ese día, Ayax debe ser retenido
y no salir a luchar, según la orden de Teucro; y ello a causa de la sentencia
del vidente Calcante de que "durante ese día le acosará el enojo de la divina
Atenea". El motivo de tan severo dictamen, según el adivino, es que "a
cuerpos desmandados y sin provecho los derriban con funestas calamidades
los dioses, siempre que, nacidos por naturaleza hombres, se olvidan de
sentir como hombres".

En este fragmento y según la obra trágica de Sófocles, los hombres


"se olvidan de sentir como hombres" cuando se enfrentan al "sentir" de los
dioses sobre ellos, como se explica a continuación. En efecto, se nos relata,
Ayax, "en el momento de salir de casa se mostró insensato cuando tan
verdaderamente le hablaba su padre: 'Hijo, procura vencer en la guerra y
con la lanza, sí, pero vencer siempre con la ayuda de la divinidad' ". A lo
que "altanera y fatuamente" repuso él: "Padre, al amparo de los dioses
incluso el que nada es podría conseguir triunfos, pero yo cierto estoy de
que aún sin ellos he de conquistar tal gloria". Este su altivo lenguaje le hizo
granjearse la enconada ira de la diosa, pues, parafraseando el lenguaje de
Sófocles, no "sintió" como hombre frente a la divinidad, sino que pretendió
equipararse a ella al ocultarla o pretenderla ausente de sus actos.

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La vivencia de nuestro joven héroe queda justificada en el marco del
pensar antiguo. El mundo aquí es eterno, sujeto a un movimiento circular
en el que todo ha de retornar. Dentro de este ciclo y permanente devenir
aparece, en la práctica, la noción de inmortalidad; pues hay un ser que
puede escapar al laberinto del eterno retorno y este es el héroe trágico en su
grandeza: él no pertenece a "los mortales", pues su vida permanecerá a
través de los siglos, y ello en la medida en que sus gestas queden siempre
ante la mirada de los demás hombres. Por ello nuestro Ayax aspira a una
igualdad con respecto a la diosa y así reconquistar él solo el privilegio de la
inmortalidad; pero esta conciencia es, a su vez, lo que le propina el castigo
de la divinidad.

Es verdad -incluso en este mundo antiguo- que, como señaló Platón,


la divinidad debe ser la medida de la conducta humana, es más, del hombre
mismo, y que, por lo tanto, el hombre debe hacerse a sí mismo y en la
medida de sus propias fuerzas semejante a ella. Pero esto no significa que,
sabedor de su vínculo con los dioses, haya de pensar que están ausentes o
resultan superfluos cuando él realiza sus hazañas, sean éstas grandes o
pequeñas.

Esta reflexión es a la vez una experiencia religiosa por la


confrontación de los dos elementos: la grandeza y sabiduría de los dioses
frente a la debilidad de la razón humana. Se desprecia la autonomía de la
razón, que defienden los sofistas. Hay una desconfianza de un aspecto
racional desmesurado que quiere crear un estilo en la vida individual y
política.

Hay en su obra una experiencia religiosa y un presentimiento de la


soledad en que va a quedar el hombre en una época de crisis. El hombre va
a quedar sin la divinidad, que es expulsada por los sofistas. Esta crisis
coincide con la caída de Atenas, momento en el que se desploman los
valores colectivos.

El tema del gran héroe caído es el de estas tragedias, en las que el


héroe es criticado en su debilidad, ya que pensaban que los dioses no
tendrían interés en asuntos humanos. Este héroe no es tranquilizante, lo que
tranquiliza es la grandeza de la razón humana, que al final resulta ser la
tragedia de la razón. Paralelismo entre acción humana y divina. Esta última

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guía a la humana. Ante esta guía, el héroe caía, Calicles defiende que el
héroe se puede mantener.

Al ideal de hombre que Sófocles propone, esta guía de la acción


divina no le perturba, no se rebela. El hombre intuye que el dramatismo de
la vida humana entra dentro de una armonía superior, un ordenamiento
divino del mundo, que produce armonía, aspecto que está dentro de la
religiosidad griega.

Frente al antiguo ideal heroico (Homero) se nos presenta el nuevo


ideal de medida, límite, que coincide con el de justicia y nueva moralidad.
Las obras literarias hasta su culminación en Platón proponen un ideal de
hombre nuevo, en conexión con la tradición, eliminando la arbitrariedad.
Un hombre que reconoce las leyes no escritas y su propia limitación. La
obstinación autónoma choca con las leyes no escritas, con el orden divino,
lo que supone el castigo de los dioses. La obra de Sófocles muestra un
nuevo ideal.

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