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Hable"
Alejandra Rodrigo
La letra del poeta no cesa de escribir un nuevo texto cada vez que compromete una mirada a
la lectura.
Esa letra que en el corazón de la escritura inaugura lo inaudito de la palabra sin la cual no
habrá sujeto por venir.
Para que se deje escribir, habrá sido, en esa juntura lógica que traspone la inspiración de una
voz y la evocación de una mirada , una letra propia, ahora nueva.
Les propongo balizar, a través de la letra escrita, un escueto recorrido, que nos conducirá a su
articulación significante y desde allí avanzar a su escritura en el síntoma. Para ello me referiré
a la letra de un paciente que hace escritura sintómatica en la consulta.
Cuando Lacan inicia la obertura a la recopilación de sus Escritos (2), escribe: "el estilo es el
hombre mismo", cita que más adelante interroga al preguntarse, ¿ para qué dirigir al hombre
un mensaje si él no es más que el lugar desde donde nos retorna el nuestro bajo su forma
invertida ?
El texto anticipa al final su conclusión : a la pregunta por el estilo, responde con el objeto, cuya
caída releva para un sujeto la causa de su deseo.
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Pero, ¿ cuál será la relación que nos plantea la letra con la función del deseo ?
La palabra designa al sujeto en su verdad. Pero sabemos, que la palabra es mediadora del
Otro, en cuyo campo se constituye.
Freud nos ha enseñado a escuchar, en aquellas palabras aprisionadas por las rejas del
inconciente, los juegos homofónicos de los giros del lenguaje, a descifrar las imágenes que el
sueño escribe, a prescribir, con la risa, un viraje en el sentido para admitir la novedad que una
creación aporta.
Y eso habla, en el síntoma. Síntoma que sobreviene fulgurando con su sentido una respuesta
al enigma del deseo.
Freud escribía, al tematizar el síntoma, (6), que éste, resulta necesariamente solidario a
aquellas escenas o fantasías que conllevan una fijación extraordinaria, "algo sorprendente y
maravilloso", nos dirá.
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Tal como Lacan lo leyera en Freud, esa realidad psíquica que anuda la estructura borromea
del sujeto, no es otra realidad que la del fantasma, siendo éste el modo particular y singular
cómo el neurótico responde a la pregunta por su existencia, (7), y que abreva en aquel goce
que en el síntoma se resiste hablar.Fantasma, de cuya vacilación o derrumbe colapsado,
podrá dar cuenta la escritura de las distintas presentaciones de la estructura que los
neuróticos nos dan a leer en la consulta.(8).
Duplicidad que metaforiza con su presencia al Otro en [de] la transferencia, acudiendo por el
desciframiento, a la disipación de su pregnancia. Pregnancia que acusa el recibo de la palabra
cuando el sujeto se pregunta a quién se la dirije si su discurso, que no es sin el semblante, es
el discurso del Otro.
Sostén del deseo de reconocimiento con su demanda, será por la vía acreditada de la
transferencia, como podrá advenir al reconocimiento de su deseo.
La lectura del síntoma comportará, la escritura historizada del sujeto. Lugar de la letra,
instancia del significante, Lacan nos recuerda que, decir [que] "el síntoma es simbólico no es
decirlo todo".(9).
¿ Qué, entonces, de ese real, más allá del síntoma? ¿ Qué, de ese espacio ensombrecido en
el que habita en la oscuridad, el horror del silencio ?
Pero sabemos, que no hay lectura del síntoma sin análisis, que su envoltura implica al analista
en una nueva neurosis.(10) Lo implica como el destinatario de una ficción que transportará
esa letra que remite a un goce, apremiado a declinar. Su función como analista consistirá en
la destitución de un saber para que, con su acto , se escriba la fórmula vacía de la alienación.
Si hay una apuesta de la que el analista participa es la que precisamente se dirige a convocar
a que eso, hable y eso habla en el síntoma.(11).
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Se trata de un hombre de setenta años que consulta por una pérdida. Hace un mes y medio,
muere de cáncer su segunda mujer, M, de cincuenta y seis años, quien era la flor de su vida.
Llega visiblemente turbado, triste, doblegado por la fatalidad. Los ojos, durante bastante
tiempo enrojecidos, lagrimean desconsoladamente intentando abjurar, sin conseguirlo, la
impotencia en la que se encuentra.
Perdió todo...varias veces se le cruzó...la ventana...no le interesa nada..., sólo, que llegue la
muerte. Una de sus hijas, psicóloga, le pidió que consultara, pero lo que lo terminó de decidir,
fue, que una empleada, lo mandara a hacerlo.
Fue todo muy rápido, empezó a estar mal y en dos meses se murió. (Parecido a lo de su
yerno de treinta y cinco años que murió de cáncer, hace cuatro años).
Poco a poco, al interrogarse, Augusto comienza a hablar, me dice que ya sabe que debe
contar todo. Al relato conmovedor de una pérdida que casi lo deja perdido, le sucede, el
intento minucioso del armado de esa escena que los mantiene juntos al precio del
padecimiento de su cuerpo y, aunque intentara imaginarizar su ausencia, la línea de una
partida, le anticipa el tiempo de la llegada : "Siempre pensé que yo, moriría antes que ella...",
comenta.
Los detalles del dolor de su enfermedad, los momentos de la agonía, el instante de su muerte,
verla morir...y verla vivir, en la foto de su almohada a la que todas las noches le habla. Aunque
regaló su ropa , encontró una valija llena; pensó en llamarme pero no lo hizo, no quería volver
a depender...de una mujer...quiere ver si puede sólo.
A una pérdida le suceden otras pérdidas. Si para la producción de un síntoma hace falta que
un conflicto actual resignifique uno anterior, avancemos en el tiempo del inconciente, para que
un síntoma se anude a la tansferencia.
Hijo de inmigrantes , nace en España, al año de morir su hermanita de cuatro años; a él, le
sucede un hermano cuatro años menor.
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Al llegar a la Argentina, cuando Augusto tiene seis años, su padre pierde todo el dinero que
tenían, en un cabaret... una mujer, se lo robó. Después, el trabajo de su padre, de toda la vida
y su madre que estaba siempre enferma, aunque no tenía nada. No obstante, a los dieciocho
años, Augusto ya tenía un trabajo. Abandona la carrera de Ciencias Económicas en segundo
año, carrera que no retomó, porque tenía que trabajar y comenzó a ganar mucho dinero. Una
carrera por otra carrera... Inicia su carrera laboral en una empresa norteamericana de
comercialización y distribución de películas extranjeras, renovando sus funciones con
empresarios argentinos.Luego, ocupando cargos gerenciales financieros hasta que, al
dedicarse al negocio de videos, pierde con el cambio...uno a uno.. del dólar hace cuatro años,
cuando se retira.
Con su primer mujer estuvo casado quince años y tuvo tres hijos. El primero, un varón, que
fallece por negligencia médica, a las doce horas de nacer; la segunda , una mujer, nace al año
de esta muerte y la tercera, a los cinco años de su hermana.
La mamá de Augusto muere hace quince años, el papá de noventa y cinco años hace cuatro y
desde entonces, por motivos sucesorios, inicia un juicio a su hermano, que los distancia desde
hace dos años. Su hermano perdió a su hija pequeña hace quince años, y ésta según él, fue
también una dura pérdida.
Entre tantas pérdidas, comenta al pasar, que además...apuesta, apuesta a las carreras de
caballos, a veces a punto y banca...M, era su freno, pero ahora que ella murió, ha vuelto a
jugar.
"Sabe, [me dice], yo podría haber tenido el doble de lo que tengo, pero lo perdí". Entonces, me
pregunto, ¿cómo perder lo que podría haber tenido ? . Si efectivamente lo perdió, ¿cómo
perder lo que no tiene? ¿ Cómo comenzar a perder esa flor que [ lo] tenía?
En la segunda entrevista, comenta, ante mi sorpresa, que tal como yo le había dicho, él tenía
dos problemas: uno, tenía solución; el otro, ya no. Ahora está, muy ocupado, con el juicio de la
indemnización que cobrará por la muerte de M. Para ello deberá tramitar un certificado de
convivencia, que acredite su lugar al lado de su mujer (con la que no estaba casado), durante
veinticinco años. Lugar que lo ha dejado con un lujoso departamento que ha puesto en venta,
ya que no podrá mantenerlo con su jubilación.
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"Debo reducirme", me dice. "¿ Reducirme?", le pregunto. Me confiesa que teme, si cobra la
pequeña fortuna que le espera con el seguro de vida que M le dejó, perderla, en las carreras.
Una nueva pérdida en lo real le ofrece ,de pronto, una ganancia, ésta vez, la del seguro de
vida...
¿ Escribirá con ésta vuelta, otra apuesta, la que ahora le reserva la vida ? ¿ Escribirá en esta
apuesta, esa vuelta que permita que lo intramitable de un goce se empiece a perder?
Augusto sabe, aunque no lo sabe, que se trata de que esa pérdida le haga falta, sabe que
deberá jugar esa apuesta a una ausencia pero con la presencia de la palabra, que lo convoca
a que eso, hable. Sabe que no saltará por el balcón buscando la flor que se le cayó un
día...pero lo que no podrá desconocer que será él, quien deberá faltarle a la pérdida, para
poder empezar a ganar.
Se pregunta, si en su trabajo podría haber tenido otro lugar...y al mismo tiempo, dice,
preocuparle que desde que lo perdió [su trabajo], cuando se jubiló, sufre de impotencia sexual.
Seguidamente, detiene su acto, una vez más, en la línea de una largada, pero sin poder,
ahora, anticipar el tiempo de su llegada.
Si por el acto del analista que sostiene su función deseo en la ética que le corresponde,
emerge el discurso analítico, el acto del analizante,con su demanda [de análisis], inaugura su
efectuación. A este último le tocará con su responsabilidad, el hacerse cargo de su propio
destino y este acto, [el del analizante], está desde el comienzo de un análisis, aunque a veces,
no resulte acorde al tiempo de su lectura.
En el libro de los nombres propios, encontré Augusto, cuyo significado es maestro.Me pareció
oportuno para reemplazar al que realmente lleva, que significa de oro, dorado.
Allí, en el libro de los nombres leía: Apostar, se trata de pactar una pérdida.
Por alguna razón, que en parte puedo anticipar, la apuesta de escribir para la oportunidad de
este coloquio se enlazaba al presente material clínico y me permitió repensar el síntoma en su
anudamiento a la transferencia.
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Será después, en otro tiempo, con el deslinde que dicha operatoria efectúa en el fantasma
que adviene un resto, cuyo vacío se bordea con esa letra, que en su homonimia, franquea un
salto y suscribe una h, muda, para el sint[h]oma.
¿ Se tratará , al final, de la escritura de esa letra, que testimonia y localiza con su silencio, el
lugar signado donde la palabra cesa y se detiene, en-callada ?
REFERENCIAS TEXTUALES :
(1) Baldomero Fernández Moreno , "Setenta balcones y ninguna flor", 26 Poetas Argentinos,
EUDEBA, 1960
(2) Jacques Lacan, "Obertura de esta Recopilación", Escritos 1, SIGLO XXI, 1988
(4) Sigmund Freud, "Lección XXVII", Lecciones Introductorias al Psicoanálisis, T II, BN,
Madrid, España
(8) Eva Lerner, "Cuando no se trata del síntoma: la arbitrariedad del signo", Cuadernos
Sigmund Freud 19, Nueva Visión
(10) Rolando Karothy, Clase dictada en la EFBA, del 28-11-96, en el Seminario. "La
transferencia y los resortes de su poder"
(11) Jacques Lacan, "De un discurso que no sería del semblante", Biblioteca de la EFBA
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