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Entre los frutos del Espíritu hay una hermosa cualidad que en algunas Biblias
es traducida como “longanimidad” y en otras como “paciencia”.
Estas dos palabras castellanas están estrechamente relacionadas, y ambas se
asocian con la resistencia. Más importante y fascinante aún es aprender el
significado de las dos palabras griegas correspondientes que aparecen en el
Nuevo Testamento.
El príncipe que puede dominar sus pasiones es el Rey, no sólo para sus
súbditos, sino también para si mismo. Dios es tardo para la ira porque es
grande en poder. El no tiene menos poder sobre si mismo que sobre sus
criaturas.”
El Dios de la Paciencia
“El Dios de la paciencia” (Rom. 15:5) es uno de los títulos divinos. La Deidad
es así denominada porque, en primer lugar, Dios es el autor y el objeto de la
gracia de la paciencia en la criatura. En segundo lugar, porque esto es lo que
El es en sí mismo: la paciencia es una de sus perfecciones. En tercer lugar,
como modelo para nosotros: “Vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y
amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de
mansedumbre, de tolerancia” (Col. 3:12). “Sed, pues, imitadores de Dios como
hijos amados” (Efe. 5:1). Cuando seamos tentados a sentirnos disgustados con
alguien o a vengarnos del que nos ha ofendido, recordemos la paciencia y
longanimidad de Dios para con nosotros.
Del mismo modo, más tarde, cuando los gentiles no sólo adoraban más a la
criatura que al Creador, sino que cometían las abominaciones más viles,
contrarias incluso a los dictados de la naturaleza (Rom. 1:1926), llenando así la
medida de su iniquidad, Dios, en lugar de usar su espada para exterminarlos,
dejó “a todas las gentes andar en sus caminos”, y dio “lluvias del cielo y
tiempos fructíferos” (Hech. 14:16,17).
¡Qué maravillosa es la paciencia de Dios para con el mundo de hoy día! Por
todos lados las gentes pecan audazmente. La ley divina es pisoteada, y Dios
mismo es despreciado. Es verdaderamente asombroso que no fulmine al
instante a quienes le retan tan descaradamente. ¿Por qué no extermina de
golpe al arrogante infiel y al blasfemo vociferante, como hizo con Ananías y
Safira?
Conclusión