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Entrada:

El reto que marca el camino de los orantes de todos los tiempos es ser fieles a Dios.
En este domingo, se nos habla de la oración y de la justicia. Jesús nos propone orar
siempre, sin desanimarnos. Por muy difícil que sean las situaciones del presente, orar
aunque sea en sequedad y no sintamos escuchadas nuestras súplicas o peticiones.
Pues nuestra vida misma depende de la oración, como también depende la vida de la
justicia y del amor en el mundo.
Regocijados en este nuevo día, recibamos a nuestro celebrante y cantemos todos con
el coro, el canto de entrada.

Primera Lectura (Ex 17,8-13):


En esta extraña y pintoresca historia, que la liturgia emplea para acentuar nuestra
perseverancia en la oración, Moisés alza su bastón en el nombre del Señor y conduce
a su pueblo a la victoria. Escuchemos atentamente la primera lectura.

Segunda Lectura (2 Tim 3,14 – 4,2):


Dice San Pablo a Timoteo, únete a Dios y a su mensaje, y compártelo con otros, ya
que este mensaje está inspirado por el Espíritu Santo. Escuchemos la segunda
lectura.

Evangelio (Lc 18,1-8):


La justicia y el amor de Dios son más grandes que las del hombre. Él escuchará las
súplicas de los que claman a él con confianza y perseverancia. Dispuestos a escuchar
el santo evangelio, cantamos el aleluya.

Ofertorio:
En este momento, en que dos niños hacen la presentación del pan y del vino,
presentamos también, los momentos de flaqueza en nuestra oración y unimos
nuestras súplicas a las de él. Mientras cantamos el canto del momento.

Comunión:
Jesús nos enseñó a orar continuamente, sin desanimarnos nunca. Con una oración
constante y confiada, que nos ayude a guiarnos con justicia. En este momento nos
invita a recibirle en su cuerpo y divinidad.
Los que están preparados se acercan a la santa comunión; los demás hacen la
comunión espiritual y cantamos fervorosamente

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