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INTRODUCCIÓN

Partiendo de la base que el territorio y el orden se expresan en términos tales como, la


búsqueda de un crecimiento balanceado o armonizado del territorio, de una adecuada
distribución de la población en función de los recursos naturales y su localización, o la
identificación o descubrimiento de áreas con vocación para el crecimiento, e incluso, el
control y ordenación de los recursos naturales, aportando de este modo, un elenco de
manifestaciones en las cuales, los territorios, los espacios geográficos, las regiones o los
recursos naturales, se expresan como el objeto central de las decisiones y actuaciones
públicas, llegando a sustituir a las agrupaciones humanas en la posición de objeto de
atención, y hasta en la posición de receptores en la aplicación de principios y valores
tales como “equidad” o “justicia”

Se considera que la ordenación del territorio en Venezuela constituye una política


pública y una práctica administrativa actualmente debilitada por un conjunto de
problemas cuya resolución es una de las claves para el desarrollo nacional. Ello es
evidente al comparar con detenimiento el «deber ser» en esta materia, establecido en
leyes e instrumentos de gestión, con el «ser» o situación actual. ¿Cómo se sustenta una
afirmación de este tipo? Disponiendo de las evidencias que comprueben que las
decisiones que se toman y las acciones que se llevan a cabo no se corresponden con
dicho «deber ser». En consecuencia, este ensayo se centra en la búsqueda de esas
evidencias y en mostrar de manera crítica, que la ordenación del territorio se encuentra
actualmente signada por incoherencias y contradicciones.

DESARROLLO

La ordenación del territorio en Venezuela, está claramente expuesto en el marco


jurídico venezolano, particularmente en la Constitución de la república (2000) y en la
Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio. La Constitución, en su artículo 128,
incorpora la ordenación del territorio en el capítulo de los derechos ambientales, y la
enmarca en un escenario de actuación pertinente al contexto y proyecto de desarrollo
nacional. La Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio establece competencias
para la regulación y promoción de los asentamientos humanos, las actividades
económicas y el desarrollo físico espacial (art. 2), en el marco de un sistema de planes
diseñado a diferentes escalas (art. 5), que debe velar por el desarrollo integral del país
(art. 8), y que es de obligatorio cumplimiento por parte de los órganos de la
administración pública y de particulares (art. 42), con posibilidad de establecer
limitaciones legales a la propiedad en función del interés público nacional (art.
68).Aproximarse al estudio de la situación actual de la ordenación del territorio en
Venezuela conduce a sistematizar el universo de aspectos involucrados en esta temática,
de manera que el examen sea lo más riguroso y exhaustivo posible. Por ello, en la
búsqueda de tal sistematización, se aborda el análisis de cinco debilidades que se
consideran claves en el tema de la ordenación del territorio, tanto por sus causas como
por las consecuencias que tienen para la gestión territorial. A continuación se desglosan
tales debilidades.

Así, el término ordenación del territorio, refiere a un proceso tanto de planificación


como de gestión. De planificación porque conduce a prever cómo se dispondrán sobre el
territorio los asentamientos humanos, las actividades del hombre y la infraestructura, y
cómo, en esa disposición o arreglo, deberán manejarse los espacios naturales y sus
recursos. De gestión, porque define la política nacional que regirá la función pública en
materia de control y promoción de la ocupación y aprovechamiento del territorio, de
acuerdo a los intereses del desarrollo nacional. De esta forma, como proceso de
planificación debe preceder toda acción dirigida a intervenir en el territorio, su
configuración y sus recursos, y como proceso de gestión enmarca las actuaciones de los
funcionarios públicos, cuyas decisiones tienen un impacto territorial.

A tal efecto, La ordenación del territorio debería tener un enfoque, que atienda al uso de
las tierras con vocación agrícola, el derecho de los venezolanos a alimentos nutritivos y
culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su
derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que
producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas
alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende
los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. Nos ofrece una estrategia para
resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo y el régimen alimentario actual, y
para encauzar los sistemas alimentarios, agrícolas, pastoriles y de pesca para que pasen
a estar gestionados por los productores y productoras locales.

Ahora bien, el Plan Nacional de Ordenación del Territorio vigente fue aprobado por
decreto presidencial en 1998, y aunado al hecho de que no se ha implementado, no se
dispone de otro actualizado que responda a la realidad territorial del país; sólo existe un
proyecto que data del 2006 elaborado por el Instituto Forestal Latinoamericano, que se
encuentra en revisión y ajuste por parte del MPPA para adecuarlo a los principios del
Plan Simón Bolívar 2007-2013 (plan nacional de desarrollo económico y social).

Para el desarrollo nacional, esta situación de la ordenación del territorio y su falta de


seguimiento y evaluación, representa un grave problema, especialmente porque además
de que el plan vigente fue olvidado, lleva desactualizado muchos años, lo que cuestiona
su pertinencia como instrumento para organizar y armonizar las acciones y proyectos de
la administración pública en el territorio nacional como un todo orgánico.

En este sentido, siendo que la soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales
y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la
agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción
alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad
medioambiental, social y económica. La soberanía alimentaria promueve el comercio
transparente, que garantiza ingresos dignos para todos los pueblos, y los derechos de los
consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición. Garantiza que los
derechos de acceso y a la gestión de nuestra tierra, de nuestros territorios, nuestras
aguas, nuestras semillas, nuestro ganado y la biodiversidad, estén en manos de aquellos
que producimos los alimentos.

En el país, en muchas regiones hasta hace poco lograban un cierto equilibrio en el


abastecimiento de sus bienes más necesarios, en particular de los agroalimentarios, se
encuentran ahora en una situación cada vez más precaria. Si ayer contribuían a un uso
inteligente de los recursos naturales, complementándose con los territorios próximos en
un intercambio de bienes que beneficiaban al conjunto de habitantes, con escasos
residuos, los procesos de globalización y los intereses especulativos actuales han
cambiado radicalmente el modelo, y por tanto, las dependencias externas son cada vez
más costosas tanto social como ambientalmente.

Ahora bien, es necesario destacar lo expuesto en materia de ordenación territorial, por


la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, Expediente N° 10-0250 Caso
Inversiones Camelamar C.A-INTI, de fecha 14 de Noviembre 2012, bajo la Ponencia de
Luisa Estela Morales Lamuño, que se dice:
Que “(…) aunque cualquier porción de tierra, a priori, pueda estar
ociosa, o incluso, tener una vocación agrícola, si por diversas
circunstancias no es apta para un desarrollo agrícola sustentable, teniendo
como fin la seguridad agro-alimentaria, carecería de sentido por su
imposible realización, que se procediera al rescate de las mismas. Por otra
parte, debe indicarse qué (sic) según la doctrina, para que se pueda
declarar ocioso un fundo, es necesario que ello resulte de una
determinación del Plan de Seguridad Agroalimentaria y Desarrollo
Sustentable correspondiente al terreno donde esté ubicado el fundo”.

Que “(…) Por tanto, dichos planes sobre la base de un


ordenamiento sustentable de las tierras de vocación agrícola para asegurar
su potencial agroalimentario, conforme lo exige la parte final del
encabezamiento del Artículo 307, del mismo Texto Fundamental, deben
adoptarse teniendo en cuenta, entre otros criterios, los recursos naturales
existentes y las actividades que se realizan en la zona, la capacidad de uso
de los suelos y su zonificación por causas ecológicas y productivas. Para
cuya elaboración es primordial la participación y consulta de los
ciudadanos, según lo establecen los Artículos 299 y 128, de la Constitución,
y 136 y 137 de la Ley Orgánica de la Administración Pública. La
concepción, pues, del desarrollo sostenible de la agricultura, o de
agricultura sustentable, como la denomina el Artículo 305, de la vigente
Constitución, y algunos autores, ha de ser el contenido de los planes de
seguridad agroalimentaria, que determinan el cumplimiento de la función
agroalimentaria de la propiedad. No obstante, en el presente caso el acto
administrativo objeto del presente recurso de nulidad no se fundamentó en
Plan de Seguridad Agroalimentaria”.

Análisis de la Ausencia de instrumentos de seguimiento y evaluación de la


ordenación del territorio

El seguimiento y la evaluación de los resultados de la ordenación del territorio


constituyen dos labores que, por ley, deben cumplir los entes y órganos de la
administración pública competentes. A tales efectos la Ley Orgánica para la Ordenación
del Territorio, en su artículo 4, expresa claramente que las actuaciones de los órganos
públicos en materia de ordenación del territorio comprenden, entre otras, el control de
los planes.

Esta necesidad es puesta también de manifiesto en diferentes publicaciones (Méndez,


1992; Méndez y otros, 2002) que plantean reiteradamente la necesidad de hacer
seguimiento a la gestión de los planes de ordenación del territorio. No obstante, no se
dispone de referencia alguna sobre un sistema, programa o instrumento que se haya
ejecutado o aplicado con fines de control de tales planes. Existen sí, algunos planes de
ordenación del territorio con planes de gestión adjuntos, pero no se conoce de su
cumplimiento y efectividad para el seguimiento y evaluación de los resultados, aciertos
y desaciertos del proceso.

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