Está en la página 1de 6

Alicia : yo terminé COU en... 1975.

Sí, porque el cambio de régimen me cogió ya en


Madrid. Conocí a Tomás como un par de años más tarde, al empezar tercero, en la
Universidad. Yo tenía 21 años; él, dos más que yo. Antes, yo no trabajaba en nada... Bueno,
estaba estudiando COU. Era bastante flojita. Me había retrasado un año. Pero me di cuenta
que, si quería conseguir estudiar fuera de casa, tenía que aprobar, y lo hice. Entonces, mis
padres no tuvieron otro remedio que dejarme ir, porque Periodismo no podía estudiarse en
Soria... En Soria, viven mis padres. Bueno, es un pueblo. Yo estaba harta y quería irme.

Amigo: ¿Cómo eran las relaciones con tus padres?

Alicia: Ahora, me parecen una pareja admirable. Bueno, tienen un estilo que no me va.
Pero, entonces, yo no les podía ni ver, me sentía siempre asfixiada. Mis padres son muy
religiosos; siempre que te hablan, te suena a reprimenda de moralina. Todo en casa tenía
que estar en su sitio... ¡Oh, el orden, el llegar a la hora..., y qué horas! No podías hacer
nada a tu aire. Te obligaban a explicarlo todo: dónde habías estado, con quién, qué
pensabas, qué ibas a hacer..., y ellos ya te tenían previsto las respuestas buenas, y, así, no
podías ni respirar. Como yo quería hacer otras cosas, pues..., ¡ya está!, yo era la mala, o
todo lo hacía mal o de todo había que corregirme.

Amigo: ¿Te reñían mucho? Quiero decir, ¿Te castigaban o te amenazaban si llegabas tarde
a casa?

Alicia: ¿Llegar tarde a casa? Es que yo no llegaba nunca tarde. No me atrevía.Mis padres
no gritan, no riñen, jamás me han levantado la mano. Pero es casi peor. ¡Créeme! Me
bastaba con la mirada de mi padre. Siempre viendo en mí algo que no le gustaba, que no
estaba hecho como él quería. Yo, entonces, le contaba mil embustes, me inventaba las
excusas más alucinantes para pasar..., bueno..., lo que yo llamo... el examen.

Amigo: De modo que lograste salir de casa estudiando Periodismo.¿Te gustaba la carrera?

Alicia: En aquellos años, estaba indecisa. No me gustaba especialmente. Lo hice porque


algunas amigas mías del colegio la eligieron, y, para mí, tenía la ventaja de poder irme a
Madrid. Aunque perdí un año en el colegio porque las monjas me tenían manía.

Amigo: ¿Tus padres eran muy religiosos? ¿Y tú?

Alicia: iba a misa, me confesaba y todo lo demás, con mis padres o en el colegio, cuando
decían las monjas. Luego, fue distinto... De pronto, todo me pareció una comedia porque las
monjas eran unas hipócritas y se portaban fatal conmigo, diciéndoles embustes a mis
padres y haciéndome la vida imposible. Hasta que me fui a Madrid, opté por hacer el paripé.
Sin enfrentarme a nadie. Empecé a faltar algún domingo a misa, pero lo ocultaba y nadie se
enteraba. Luego, ya en Madrid, fue distinto. Podía hacer lo que quería, nadie me fiscalizaba,
ni me pedía cuentas. Dejé de practicar por completo. Además, en Madrid, todo el grupo de
mis amigos respiraba de otro modo. ¡Madre mía, qué diferencia! Y Tomás, en esto, era muy
libre. Quiero decir, que ni creía. La religión sólo se me convertía en un trago cuando tenía
que regresar por vacaciones a mi casa... Entonces, las pasaba moradas. Yo no practicaba y
me veía obligada a aparentarlo ante mis padres, para que no hubiera disgustos, para que
no me preguntasen por mi vida o por lo que hacía en Madrid. Así, les tenía confiados. Para
mí, era la solución más cómoda y la que menos problemas planteaba... Ahora, casi es lo
mismo, pero mis padres ya saben que no practico nada.

Amigo: ¿Cómo fueron tus primeros años en Madrid?

Alicia: Simplemente, que hacía mi vida, me divertía mucho, salía con un grupo de amigos y
amigas nuevos... En fin, la vida que no había podido llevar en Soria por mis padres, la
familia... ¿Está claro, no?

Amigo: Y Tomás ..¿Fué tu primer novio?

Alicia: Bueno, es que las cosas no fueron así... Ni con Tomás. Él no cree en el matrimonio,
sino en la relación de pareja, en que dos están bien, si se quieren y se entienden, y, si no...,
¡puerta! Entonces, creo que pensaba lo mismo que él, pero no lo tenía tan claro, tan
racionalizado como Tomás. Lo mío siempre es más... intuitivo. Además, cuando le conocí,
yo lo estaba pasando muy mal…Mis padres no saben nada... Me moriría si llegasen a
enterarse... Tuve una mal rollo... Aborté... ¡Jo, qué infierno fue aquello...! Tomás se portó
genial, la verdad.

Amigo: ¿Te quedaste embarazada de Tomás?

Alicia: No fue así exactamente...Es que... Bueno, salí con algunos y..., sin más... Luego,
conocí a Paco. Empezamos muy fuerte..., en lo sexual, quiero decir, ¿me entiendes? Para
mí, fue muy fuerte. Me creó una necesidad enorme. Vivía angustiada por verle. Además,
todo fue muy rápido... Le conocí a la vuelta de unas navidades, hacia enero de 1978. Lo
recuerdo porque, poco antes de las vacaciones de Semana Santa, descubro que estaba en
estado... Me ilusioné..., sí... Me acuerdo yendo por la acera de Retiro pensando en dejarlo
todo y casarme con Paco... ¡Jo, qué golpe...! Le llamé, se puso nervioso, violentísimo, me
dijo que si le creía tan idiota como para endosarle el cuento, que yo salía con muchos, y que
él estaba casado... Creí fundirme al oírle aquello... ¡Casado! Yo no lo sabía... Me encerré en
mi habitación... No quería ni levantarme de la cama... Mis compañeras se asustaron...
Entonces, fue cuando Tomás me ayudó. Yo le conocía del comienzo de curso, de una fiesta.
Él tocaba el piano en un conjunto... Bueno, estudiaba medicina, pero, lo que le gustaba, era
la música. Mucho caso no le había hecho, pero habíamos salido algo juntos. Me llamó de
casualidad aquellos días... Bueno, puso el dinero..., todo..., me llevó a Londres... Cuando
empecé el tercer trimestre, todo había pasado... Me pareció salir de un mal sueño... Luego,
todo se había arreglado…

Amigo: ¿Y entonces empezaste a salir con Tomás?

Alicia: Sí. Todo ocurrió sobre esa Semana Santa. Pero, lo del noviazgo..., no sé. ¿Cómo
diría? Nosotros no nos llamábamos novios... Tampoco lo éramos... Yo le conocía de
comienzo de curso y, nada de nada, ni me gustaba. Fue después de todo aquello..pero no
éramos novios, porque Tomás pasaba de estas... definiciones. Yo pensaba como él, me
gustaban sus ideas, me sentía libre con él. Así, estuvimos hasta el final de la carrera. Tomás
me mostraba mucho interés. Iba detrás de mí, lo contrario de Paco. Yo iba detrás de Paco.
Me alegré de volver a ver a Tomás. Me gustaba que estuviera tanto por mí, me cuidaba...
Pensé, quizás le quieres. Comenzamos a salir juntos, y así fue. Sin altos ni bajos, fue
pasando el curso. Los amigos sabían que manteníamos una relación fuerte, y, vale, no nos
pedíamos más. Para mí, el noviazgo es como tener una obligación de mantenerse juntos,
sin libertad de tener otros amigos, como teniendo que darse justificaciones de todo lo que
haces al día, o tenerle que pedir permiso al novio si quieres hacer un viaje..., no sé..., como
si fueras propiedad de alguien..., eso. ¿Me explico?

Tomás decía que el matrimonio era una estructura pasada de moda, que servía para
mantener intereses ideológicos y económicos, pero que asfixiaba el amor y los sentimientos
individuales. Él siempre decía que lo más importante entre una pareja es el amor, que,
mientras dura, los dos le tienen que ser fieles y vivirlo a tope, pero que, a veces,
desaparece o te puedes destruir con una mala relación, y, luego, te surgen sentimientos
hacia otra persona, y que tienes que ser libre para ello, que con el matrimonio eso es
imposible, porque no puedes obligarte a estar con alguien si no le quieres o es un infierno
vivir con él... Todo eso... Bueno, me ponía de ejemplo cuando alguien le decía que eso no
era quererse de verdad. Entonces, Tomás, mirándome, le decía: “Oye,Alicia,este tío dice
que no te quiero de verdad”. Y me preguntaba delante de todos: “¿A que te parece más
auténtico y menos hipócrita?”. Yo le decía que sí. Todo el mundo sabía que era muy progre
en esto. Me llevó a la casa que sus padres tenían en la sierra de Madrid... Solos claro... Yo
le dije que sí.

Amigo: ¿A pasar el día?

Alicia: Quería tener relaciones íntimas conmigo. Le parecía que era lo normal entre dos que
se querían y salían juntos. Pero quería dejarme claro sus ideas, que él no quería un
noviazgo, quería que, mientras nos quisiéramos, saliéramos entre nosotros. Me dijo que él
no quería comprometerse a más, que no pensaba casarse, porque no creía en los
papeles..., que, si éramos felices, luego, nos pondríamos a vivir juntos..., que, hasta el final
de la carrera, ése era el plan..., que si yo lo aceptaba así..., que no quería engañarme...
Todo eso... Yo le dije que me parecía bien, que creía que le quería... Y, así, desde entonces
hasta..., bueno..., hasta que yo tuve una crisis y le dejé un poco tirado…

Amigo: ¿Y tus padres le conocían?

Alicia: Un amigo, no sé cómo, dio por supuesto que mis padres conocían que salía con
Tomás y se fue de la lengua... La verdad es que no lo hizo con ninguna intención. Al volver
a casa, mis padres me preguntaron alarmados. Yo no sé qué me pasa con ellos. El caso fue
que, no sé si por evitarme más preguntas, o porque no supusieran otra cosa (porque si
saben la verdad ¡menudo disgusto!), me angustiaba sólo pensarlo, bueno, les dije que era
mi... novio... Les hablé maravillas, lo típico. Aunque eso no les tranquilizó del todo. Mi padre
me preguntó con qué propósitos estaba saliendo Tomás conmigo. Yo le dije que salíamos
totalmente en serio, que le faltaba un año para terminar Medicina, y que, si todo iba bien,
pensábamos casarnos, que era muy buen chico, y que yo estaba muy enamorada... Bueno,
todo eso. Mi padre me dijo que quería conocerle. Yo hice como que me mostraba
entusiasmada y, así, pasé el examen.

Amigo: ¿ Y Tomás que dijo?


Alicia: Bueno, es que Tomás es muy especial. Otro se habría enfadado como un mono.
Tomás nunca dramatiza nada. Cuando le conté lo que había pasado en Soria... Mire..., yo
se lo expliqué diciéndole que estaba angustiada, que mis padres me marcaban mucho y
que no tenía otra salida si no quería provocar un disgusto, un continuo controlarme, incluso
el que no pudiera salir con él con la libertad con que lo hacíamos... El me vio con mucho
agobio, muy apurada... Me dijo que a él, las fórmulas sociales le daban igual... A ver si me
explico. Tomás no se ponía violento contra los que opinaban o vivían de forma opuesta a
sus ideas. Él es un hombre muy tolerante y pacífico en esto. Bueno, y en todo. Con tal que
le dejen hacer, pasa de todo. Me dijo algo así: “Bueno, si te van a amargar la vida, que hay
que pasar por novio, pues se pasa y fuera problemas”. Me dijo: “Si con este teatro, tu no
sufres, y nadie lo pasa mal, pues vale. Pero, entre tú y yo, las cosas como han sido
siempre. Quiéreme, y lo demás no importa”.

Amigo: Entonces tus padres pensaron que os íbais a casar, ¿no?

Alicia: Daban por hecho que íbamos a casarnos tarde o temprano, al situarse Tomás
profesionalmente... Tomás sabía salirse de los temas espinosos, de los ideológicos o
religiosos, o de lo que hiciéramos al terminar la carrera, o cuando pensábamos casarnos, de
todo eso sabía salir bien parado, sin comprometerse demasiado y sin perder el humor. A mí,
esas conversaciones me daban pavor. Por ejemplo, Tomás no practicaba la religión porque
no creía en nada, con toda claridad y punto, no hacía ningún teatro. No sentía aversión ni
odio a lo religioso, simplemente pasaba de ello. Yo, en cambio, cuando estaba en Soria, iba
a misa con mis padres. Prefería pasar por ahí a tener un disgusto o verme examinada y
tener que justificarme. En mi casa no me hubieran permitido la relación que yo tenía con
Tomás, pero nadie se iba a enfadar conmigo si yo tenía novio, y, luego, se rompe por lo que
sea, y el noviazgo no acaba en boda. Eso era legal; lo otro, no.

Amigo: ¿Entonces os casastéis?

Alicia: En ese momento, no..Él se dejó la carrera y se fue a Marbella y yo quería viajar, mi
padre me regaló un viaje a Estados Unidos y a la vuelta, prácticamente me había olvidado
de él.

Amigo: ¿Y él que hizo?

Alicia: pues estuvo con otras chicas.Yo, no. Lo más que hice fue salir algunos meses con
un amigo. Nada serio.

Amigo: ¿ Y entonces por qué os casásteis?

Alicia: Porque me había acostumbrado a la vida de Madrid y volver a Soria era como caer
en el túnel del tiempo. ¿me comprendes? ¡Y las salidas....! Si ibas con alguien, al día
siguiente lo sabía todo el mundo. Tenía que dar explicaciones a otro de dónde iba, dónde
había estado, qué iba a hacer por la mañana, por la tarde... Me entró una depresión mortal.
Así pasó todo el año. En las navidades del 82, no pude más... Me acordaba de la vida que
llevaba Tomás. Bueno, no lo pensé dos veces. Dije en mi casa que Tomás se impacentaba,
que quería casarse, que me había dicho que me decidiera. Bueno, todo eso…que me iba a
preparar las cosas para casarnos; que, como Tomás trabajaba en Marbella, y allí íbamos a
vivir, era lógico que fuese a ver sobre el terreno: la futura vivienda, un trabajo para mí...
Todo, vamos. A mis padres, no les hizo mucha ilusión verme tan decidida por Tomás porque
tenían la idea de que él, profesionalmente, era un poco bohemio. Pero me veían a mí tan
segura y tan entusiasmada. Yo daba todo tipo de seguridades, lo que fuese. No sé qué
llegué a prometer. Supongo que el oro y el moro. Yo quería escapar de Soria como fuera.

Amigo: ¿Y como se lo dijiste a Tomás?

Alicia: . Le llamé el día de fin de año, le dije que no aguantaba más en Soria, que me
ayudase, que si podía ir a verle, que ya le contaría... No le dije más. Nos encontramos la
víspera de mi cumpleaños. Al día siguiente, hizo una fiesta monstruo para mí en el hotel
donde trabajaba. Fue muy romántico todo. Sentí que volvía a respirar. Se lo conté todo a
Tomás. Es que me angustiaba. La reacción de Tomás fue muy suya. No le dio la menor
importancia. Él pensaba que yo exageraba, que, una vez pasado algún tiempo, mis padres
se tranquilizarían, y punto. Él no había cambiado nada, me refiero a sus planteamientos. Me
dijo: “Tranqui, Alicia, aquí no pueden controlarte, aquí podemos hacer lo que queramos, hay
muchos kilómetros de por medio.Tu y yo,de lo único que tenemos que preocuparnos,es de
ser felices...”. Yo no lo veía así. El tiempo me dio la razón.

Amigo: Pero si estabais ya juntos como quería Tomás…¿Por qué os casásteis?

Alicia: Por algo que no previmos ni Tomás ni yo. Para que te hagas una idea, Tomás no
podía atender el teléfono, y era su propio piso. Es que, si sonaba el teléfono, no sabíamos si
podían ser mis padres..., y, entonces, ¡imagína que contestaba una voz de hombre! Total,
tenía que responder yo, y, si yo no estaba, Tomás lo dejaba sonar. Luego, se hartó, claro.
Pero lo peor fue cuando mis padres me anunciaron que venían a verme... Cada vez que
venían y empezaron a venir con frecuencia, Tomás tenía que hacer todo el equipaje, pero...
todo entero..., ¿sabes lo que quiero decir? Toda la ropa, sus cosas de afeitar, todas sus
cosas personales... Y, el tiempo que mis padres estaban en Marbella, tenía que irse con
algún amigo. Aquello complicó todo entre nosotros; yo tenía una ansiedad insoportable. La
última vez, sobre septiembre de 1983, se pasaron en Marbella un mes de vacaciones
conmigo... Aquello fue la guinda…mis padres no entendían que no fijásemos una fecha...
Uno de aquellos días, le dije a Tomás que, así, no podía seguir, que no soportaba más
aquella tensión. Le dije que, si a él no le importaban nada los papeles, qué más le daba
casarse, ya que, así, yo resolvía todos mis problemas con mi familia Tomás me vio tan
angustiada! Además, aquello no podía continuar, era de sainete... Total, que aceptó. Al día
siguiente, les dijimos a mis padres que nos casábamos el día de mi cumpleaños.
Tomás, al final, me entendió. ¡¿Cómo iba yo a contarles todo a mis padres!? Me habrían
estado vigilando para siempre; nunca más podría vivir contando con su confianza. Además,
habría tenido que volver a Soria o romper con ellos, porque ellos no habrían aceptado que
viviese con Tomás. Me habría quedado en la calle, sin dinero, sin nada... Y es lo que le dije
a Tomás: “Bueno, al fin y al cabo, ¿qué te cambia a ti con casarte? Nada, unos documentos.
Si, luego, no eres feliz, no te vas a sentir más atado que sin ellos. Tú, que pasas de todo”.
Era la verdad. ¿Qué más le daba a Tomás casarse si, a mí, me resolvía toda aquella
angustia?

Amigo: Pero uno no se casa solo para librarse de una angustia. Normalmente es para tener
hijos y formar una familia…
Alicia: No, no. Ninguno quería exponerse a tener hijos. Tal como estaban las cosas, sólo
me hubiera faltado eso. Lo tuve claro desde el principio. Tomás lo mismo. Él me presentó a
Magda, la ginecóloga. Me colocó un DIU.

Amigo: Y después de la boda ¿Qué pasó?

Alicia: Muchas cosas. Yo sufrí mucho, creo que como nunca. Quizás, aquel casamiento nos
cambió. A mí, en parte, sí. Yo empecé con entusiasmo: me quise tomar la casa en serio,
hacía cortinas, empapelaba yo misma, me compré un libro de recetas... A Tomás, quizás le
pedí que fuera un marido. Me hacía ilusión que me acompañara a comprar las cosas para
nuestra casa, que se sentara conmigo a discutir la decoración. No sé, Tomás quería seguir
viviendo como antes. Yo no me había dado cuenta de que, antes, cada uno entraba y salía
de aquel apartamento sin..., ¿cómo le diría yo?, sin informar de dónde iba, cuándo volvería,
con quién iba a estar... Tomás seguía haciendo su vida. Él me decía que vivía como
siempre, y quizás tuviera razón. Yo le estaba pidiendo otra cosa, que se ocupara de mí, que
viviese para mí..., no sé. Yo hacía la comida o la cena, me esmeraba, y él no aparecía.
Venía a las tantas; a veces, con un montón de amigos y amigas... Comenzamos a discutir, a
enfadarnos. Así fue como empezó el fin…

Él decía que me quería, pero era más importante su modo de vivir, su libertad, que yo
misma. A mí, en cambio, me amargaba que no viniera, y estaba siempre dispuesta a lo que
exigía una vida en común. Me di cuenta que estaba sola. Salí un día a buscarle. Estaba en
la disco del hotel, bebiendo con una turista y haciendo el tonto... No puede evitarlo y le
monté una escena allí mismo: perdí los nervios, estuve ridícula; cuanto más me veía así,
más lloraba y le gritaba delante de todos... A partir de ese momento, algo se nos rompió; a
mí, al menos. Tomás empezó a ocultarme cosas, como dónde iba, con quién salía.
Comenzó a quedarse algunos días en su apartamento, y yo me enteré que iba con
algunas... En fin, nada fijo, muy al estilo de Tomás. Yo estaba pasándolo muy mal. No le
podía contar a nadie lo que me pasaba. La gente de nuestro grupo, Magda, por ejemplo, me
decía que hiciera yo lo mismo, que no había para tanto, que ya sabía cómo era Tomás. Yo
no podía decirles que quería otra cosa... Me di cuenta, entonces, que quería un marido,
alguien que viviese para mí, y yo para él. Entonces, apareció Juan... Tenía cuarenta y
muchos, y estaba de vacaciones con su mujer y los hijos. Empezamos contándonos las
penas... Nos teníamos que ver a escondidas... Acabé yendo detrás de él, como a quien le
dan un poco de cariño... Cuando volvió a Madrid, fui a verlo alguna vez... Mal, muy mal...
Era como andar de querida, en hoteles, escondiéndome, horroroso…

Aquello de Juan me destruyó mucho. Se lo conté a Tomás, llorando, y le pedí que me


ayudase, que volviésemos a intentarlo. Tomás se me quedó mirando. Me dijo suavemente:
“¿Intentar...? Sí..., pero... ¿qué, Alicia..., qué?”. Busqué dentro de mí algo que proponerle.
Me oí decir: “Nada...”.

También podría gustarte