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Comentarios 2º Trimestre 1ºFIL
Comentarios 2º Trimestre 1ºFIL
Filosofía
1º Bachillerato.
COMENTARIOS DE TEXTO:
1.- Lectura inicial y comprensión: Haremos una o dos lecturas del texto subrayando
los aspectos más importantes y marcando con otro color los conceptos fundamentales de
las ideas que consideramos fundamentales en el autor.
4.- Desarrollo del tema: En este punto haremos lo que se conoce como desarrollo del
tema. Tendremos que desarrollar lo que hemos mencionado en el punto 2 a modo de
introducción. Esto significa que debemos relacionar lo que se dice en el texto con otros
aspectos importantes de la filosofía del autor, estableciendo conexiones y elaborando un
hilo argumental en el que se vea que conocemos el pensamiento global del autor.
B. TEXTOS
PRESENTACIÓN
Teoría y texto sobre los dos mundos: el mundo suprasensible o mundo de las ideas
y el mundo sensible
- La explicación de las realidades sensibles (del mundo real) que imitan a las ideas
- La explicación de cómo podemos acceder al conocimiento real: si las cosas del
mundo están en constante cambio solo podemos acceder a ellas a través de los
sentidos, por lo tanto, no nos dan un conocimiento seguro. En cambio, las ideas
no cambian por lo que podemos acceder a ellas a través del entendimiento puro.
- Afirmación del dualismo ontológico: hay una separación entre el mundo sensible
y el mundo inteligible; el primero es el que consideramos real por nuestros
sentidos, pero es solo una apariencia de la verdad, mientras que el segundo no es
evidente para nuestros sentidos pues solo podemos acceder a través de la
inteligencia, pero nos permite acceder a la verdad.
- Todas las ideas forman un sistema jerarquizado: En la cima está la Idea de Bien,
que les da unidad a todas las demás. Es la idea dispensadora de verdad e
inteligencia.
-
Para Platón, cuando conocemos estamos estableciendo una relación directa con el objeto
conocido. Esto quiere decir que hay otra forma de conocer que es indirecta y esta hace
referencia a la vía de la opinión. Esta otra forma de conocer podría considerarse como si
fuera de “oídas” y, al no conocer el objeto directamente, estamos conociendo a un
objeto derivado de otra cosa de la que depende. Por eso diferencia entre los objetos y las
cosas del mundo real (o mundo sensible porque accedemos a las cosas que hay en él a
través de los sentidos) que como son cambiantes conocemos de manera imperfecta, y las
ideas, que se encuentran en el mundo inteligible (o mundo de las ideas) que son
inmutables, imperecederas y eternas, es decir, que nunca cambian, y por eso podemos
conocerlas de manera perfecta.
Además de esta distinción entre mundo sensible e inteligible, Platón hace una distinción
epistemológica (esto quiere decir acerca de nuestra forma de conocer). y entre la vía del
conocimiento y la vía de la opinión. Como hemos dicho, la opinión (en griego, Doxa)
pertenece al conocimiento imperfecto de los objetos cambiantes, mientras que la ciencia
(episteme) pertenece al conocimiento fundamentado de las ideas:
Platón concibe la ciencia como un saber infalible y objetivo: el error sólo es posible en
el ámbito de lo opinable, pues la creencia no tiene un fundamento en la verdadera
naturaleza de los objetos y la opinión es cambiante. En el símil de la línea vemos que
hay diferentes grados de conocimiento, desde eikasía (imaginación), pistis (creencia),
dianoia (razonamiento discursivo) hasta la nóesis (intelección). En el MITO DE LA
CAVERNA Platón presenta alegóricamente (mediante la narración de un mito) la
dimensión liberadora del conocimiento. Muestra también el esfuerzo y la dificultad que
supone el ascenso dialéctico (el esclavo asciende desde que se desencadena a través de
caverna hasta ver el mundo y por último el sol). Esta complicación está vinculada a la
dificultad que prevé para su proyecto de una polis gobernada por filósofos (los
prisioneros rechazarán al prisionero liberado en su regreso).
El último objeto que conocemos es la Idea de Bien que es el origen de todas las demás
ideas. La idea de bien, de igual manera que el sol, ilumina la realidad. Por eso Platón en
el mito la identifica con el sol.
Es importante mencionar la dimensión ética y política que para Platón tiene conocer.
Por una parte, es fundamental obrar bien y saber qué es el bien. Esto se conoce como
intelectualismo moral. Si no conocemos el bien, no es posible que hagamos el bien.
Por el contrario, si conocemos el bien es imposible que hagamos el mal. En el ámbito
político, el buen gobernante es el que conoce el bien y basa sus decisiones en este
conocimiento infalible de lo que sabe que es bueno.
Para Platón, la dialéctica parece que supera, por tanto, los límites del método socrático
de las definiciones: no sólo busca la precisión en los términos, sino que directamente
nos sirve para ascender hacia el conocimiento verdadero de realidades que tienen
una existencia propia (las ideas). Por eso se entrecruzan en su obra la dialéctica y el
Eros (que no es sino el deseo natural del hombre por conocer, el amor por el
conocimiento).
Podemos distinguir dos fases en el proceso dialéctico: una ascendente, en la cual se
llega hasta el conocimiento puro de las ideas, y otro descendente, en el que se hace una
recapitulación y comprobación de todo lo conocido. Platón emplea un método de
definición que llama diáiresis (división). Consiste en dividir un concepto (género) en
sucesivas dicotomías, descartándose una y dividiéndose a su vez la siguiente, de tal
modo que la definición completa del término viene a ser la resultante de aquella cadena
de oposiciones. En el Fedro habla Platón de este procedimiento, junto con su
opuesto, la unión o synagogé que consiste en la reunión de todo lo que se había
separado, una vez que ya se tiene conocimiento de ello por separado.
PRESENTACIÓN:
Tanto Aristóteles como Platón, su maestro, forman parte esencial del periodo ático de la
filosofía griega, llamado así porque se desarrolla fundamentalmente en Atenas.
Aristóteles nació en Estagira, una polis griega próxima a Macedonia, un reino
expansionista y tribal. Su padre fue el médico de la corte y de ello sacó Aristóteles su
afán por el conocimiento de la experiencia.
Buena parte de la educación de Aristóteles se realizó en la Academia platónica, y,
aunque era amigo de Platón, eso no impidió que estuviera en desacuerdo con él. Entre
sus diferencias destaca que, mientras que Platón consideraba la observación empírica
algo secundario para el conocimiento y se decantaba por las matemáticas como as
ciencias más relevantes, Aristóteles concedía gran importancia al mundo sensible.
Tras varios viajes relacionados con la docencia y con sus investigaciones y después de
su periodo como profesor de Alejandro, Aristóteles volvió a Atenas y fundó su propia
escuela, el Liceo. Permaneció allí hasta poco antes de su fallecimiento, cuando se
marchó tras la muerte del emperador influido por la hostilidad de los atenienses contra
los macedonios.
Si Platón tomó conciencia de la crisis del modelo político de Atenas debido a los
enfrentamientos entre las polis griegas, Aristóteles vio peligrar la existencia misma de la
polis, síntesis de la cultura griega, debido al imperialismo de Macedonia, que
diluía los rasgos helénicos por el mestizaje con otras culturas.
Estamos, por tanto, en el final del esplendor ateniense y ante las puertas de la expansión
de la cultura griega por el norte de África y buena parte de Europa y del Próximo
Oriente. Con ello, Aristóteles tuvo más éxito en la transmisión de su visión científica
que en convencer a su alumno de las ventajas de gobernar y habitar estados pequeños.
Los puntos centrales de la filosofía de Aristóteles son:
• Su visión TELEOLÓGICA del mundo, del hombre y de la acción. Toda
sustancia viene definida por el fin al que tiende, porque la naturaleza es
tendencia o disposición hacia un fin (telos).
• Su base biológica, que le lleva a una concepción ORGANICISTA de la
sociedad. Aristóteles no es sólo un filósofo sino un biólogo que traslada a la
realidad lo que observa en sus investigaciones sobre los seres vivos.
• El enfoque EMPIRISTA: el conocimiento se basa en datos de la experiencia
puesto que la mente es como una tabla rasa, vacía de todo contenido previo.
Partiendo de su enfoque teleológico (cada ser natural tiene un fin y este es alcanzar su
propia perfección), Aristóteles se pregunta: ¿qué objetivo o meta perseguimos siempre
al actuar? A lo que responde, la felicidad. En lo que no nos ponemos tan fácilmente de
acuerdo es en cómo definir esa felicidad. Sin embargo, Aristóteles saca partido de su
idea de que la naturaleza no hace nada en vano: si tenemos un alma racional, para
realizarnos como personas y ser felices como seres humanos, y no solo como animales,
tenemos que hacer lo que nos caracteriza: utilizar el logos, la razón.
Para poder dedicarse a pensar, hace falta tener resueltas las necesidades elementales y
disfrutar de tiempo libre, lo cual solo es posible si vivimos en sociedad, repartiéndonos
las tareas y poseyendo esclavos. Solo habitando en la polis podremos desarrollar las
capacidades que nos son propias. Por eso, Aristóteles define al hombre como “zoon
poitikon”, como animal social. Aunque hay animales, como las abejas, que viven en
Comunidades, no viven en sociedades, puesto que lo que caracteriza a la sociedad es la
búsqueda de la virtud.
La búsqueda de la virtud se hace especialmente relevante desde el momento en que
somos capaces de distinguir los actos voluntarios de los involuntarios. Solo somos
responsables de los primeros y solo por ellos merecemos honores y castigos.
Los políticos deben animarnos a elegir correctamente y estimularnos mediante premios
y castigos en función de nuestro comportamiento. Actúan justamente cuando
distribuyen los bienes en función de los méritos, aunque en las relaciones personales lo
que hay que buscar es la igualdad.
Esa virtud se identifica con un justo equilibrio, es un punto intermedio entre dos
extremos opuestos; por ejemplo, el valor está entre la temeridad y la cobardía; la
generosidad, entre el derroche y la avaricia; etc. Ese equilibrio lo encontramos gracias a
la prudencia, y esta la adquirimos poco a poco mediante el ejercicio de la virtud: no
nacemos siendo buenos, sino que tenemos que esforzarnos para legar a serlo.
El estudio de la sociedad, la política, ocupa un lugar fundamental en el pensamiento
aristotélico. Si, en ocasiones, señala que la ciencia más importante, debido a su objeto,
es la teología, en otras subraya que la política es la ciencia más arquitectónica: el ser
humano ni siquiera existe sin la polis, sin la que son imposibles la felicidad y la justicia
humanas.
Aristóteles había llegado a la conclusión de que la polis es necesaria para la vida
auténticamente humana, es decir, la vida feliz. Al contrario de lo que mantenían los
sofistas, no se trata de una mera convención, sino de una agrupación, por un lado,
natural y, por otro, necesaria para nuestra existencia como seres humanos. Lo que nos
ha impulsado a convivir es la naturaleza, no un acuerdo voluntario.
Pero solo en la polis se puede comenzar a hablar de seres humanos. Antes de la
existencia de este tipo de comunidades, autosuficientes para el desarrollo de la vida feliz
y virtuosa, los individuos eran como animales, dedicados a trabajar únicamente para
sobrevivir. En cambio, en la polis los ciudadanos pueden dedicarse a la actividad
política y tienen una constitución que les permite participa, a diferencia de lo que
ocurría entre los pueblos bárbaros de los alrededores.
Aristóteles escribió dos tipos de obras: esotéricas y exotéricas. Las primeras servían
como apuntes que elaboraba para impartir sus clases. Las segundas, que se han perdido,
esta- ban destinadas al público en general y eran más sencillas.
Para redactar la Política recogió abundantes materiales (datos, estudios teóricos,
constituciones de muchas polis, etc.), que presenta para proponer sus ideas.
Pero la inquietud aristotélica por los asuntos políticos no fue algo simplemente teórico.
Contaba con experiencias políticas importantes, como haberse hecho cargo de la
educación de Alejandro Magno, que introdujo un nuevo modelo político
diferente al de la vida en las polis.
Todo debate político plantea el problema de quién debe gobernar y cómo deben
repartirse las tareas. Tanto Platón como Aristóteles pensaban que en una sociedad es
más importante el bien común que los intereses de cada uno. Por ese motivo, a la hora
de distribuir los trabajos no les interesaba tanto que cada persona hiciera lo que
escogiera según sus preferencias como aquello que era capaz de hacer mejor.
Aristóteles no considera ciudadanos ni a los esclavos ni a los que se dedican a tareas
mercantiles, mecánicas o a la agricultura. Solo son ciudadanos quienes disponen de
tiempo libre para hacerse más virtuosos y preocuparse de los asuntos de gobierno.
Mientras son jóvenes deben defender la ciudad, y cuando dejan de serlo deben gobernar.
En cuanto al sistema de gobierno o régimen político conveniente, Aristóteles no
considera que lo fundamental sea su forma: no se trata de que las órdenes las dé uno,
unos pocos o muchos, sino de que se haga de una manera justa. Por tanto, lo importante
es la finalidad que persiguen los que gobiernan. Así, distingue unas formas de gobierno
correctas (la monarquía, la aristocracia y la república), en las que los gobernantes
buscan la justicia, y otras malas (a tiranía, la oligarquía y la
democracia), en las que persiguen su propio interés.
PRESENTACIÓN
prueba, o bien que esa prueba no es posible y solo por la fe podemos saber que Dios
existe. Pero otros intentaron elaborar diferentes pruebas, basadas en la necesidad de un
Creador, de un Organizador o de un ser que mantenga el mundo en funcionamiento.
Tomás de Aquino cree que es posible alcanzar algunas verdades metafísicas mediante la
razón. Una de esas verdades es la existencia de Dios, que es demostrable mediante cinco
vías.
Antes de proceder a esa demostración, santo Tomás debe aclarar dos problemas: ¿es
evidente que Dios existe?, y si no es evidente, ¿es posible demostrar su existencia? Sus
respuestas serán las siguientes:
1) La definición de Dios como ser necesario, es decir, como un ser que no puede no
existir, podría levarnos a afirmar que es evidente. Pero hay que demostrar que existe ese
ser necesario, lo que no es evidente para todos nosotros. Solo lo es para quienes saben
que existe y conocen qué es: únicamente ellos comprenden qué significa ser necesario.
2) Aunque no se puede demostrar la existencia de Dios par- tiendo de las causas de ese
Dios, sí puede hacerse partiendo de sus efectos, de la Creación.
Una vez aclarado este punto describe las cinco vías para la demostración de la
existencia de Dios:
- Las vías tomistas tienen una estructura común: (1) parten de hechos observables;
(2) muestran cómo esos hechos no encuentran una explicación en sí mismos
(principio de causalidad) y, (3) tras rechazar la posibilidad de un regressus ad
infinitum, (4) concluyen que Dios es la explicación última de esos hechos.
- La 1a vía parte del movimiento; la 2a de la causalidad eficiente; la 3a de la
contingencia de los seres; la 4a de los diferentes grados de perfección y la 5a del
carácter ordenado del mundo.
PRESENTACIÓN:
Desde el punto de vista histórico, el siglo XVII vio la división religiosa y cultural de
Europa. Italia y España defendieron el catolicismo, mientras que los países protestantes
empezaron a aumentar su fuerza militar y política. La guerra de los Treinta Años, que
comenzó por motivos religiosos, dejó un continente empobrecido y azotado por el
hambre.
El Imperio español cedió ante la consolidación del poder de Francia, de Inglaterra y de
Holanda, que fueron también los lugares donde se concentraron los mayores talentos
filosóficos de Europa tras apagarse Italia y antes del gran florecimiento intelectual de
Alemania. El Renacimiento, desde el punto de vista del conocimiento, fue una época
que favoreció un escepticismo humanista, tambaleante por el debilitamiento de las
viejas convicciones religiosas mientras que las científicas apenas se encontraban en un
estado inicial. Tras ese movimiento, Descartes abrió el período de la filosofía moderna,
que abarca hasta Kant. Para él, el problema principal es el del conocimiento, el de la
fundamentación del saber. Los racionalistas, como Descartes, defendieron que el
conocimiento es posible gracias a la razón, mientras que los empiristas situaron su
origen en los sentidos. Para los racionalistas, la cuestión decisiva era la firmeza y la
fortaleza del saber: ¿cómo podemos alcanzar un conocimiento seguro? Para los
empiristas, el problema era, más bien, averiguar cómo surge nuestro conocimiento.
En España e Italia la Iglesia católica mantuvo el control sobre lo que se pensaba y se
escribía. La Inquisición detuvo durante mucho tiempo el progreso científico en el sur de
Europa. Así, por ejemplo, el papa Urbano VII, en 1633, juzgó y condenó a Galileo.
Descartes escribe el Discurso del método en forma de autobiografía. En la primera parte
encontramos referencias y valoraciones sobre sus estudios en el colegio de los jesuitas
de La Flèche. A pesar de tratarse del mejor centro de Francia, Descartes quedó
defraudado y convencido de que nada de lo que se estudiaba en aquella época podía
considerarse seguro. Por ese motivo, decidió abandonar los estudios para viajar por
Europa e instalado en Holanda en 1629, compuso un Tratado del mundo que no vio la
luz.
Pero ni en los estudios ni en los viajes encontró la verdad segura que buscaba
obsesivamente. La tercera vía que se le ocurrió fue indagar en el interior de sí mismo.
Para hallar lo indudable, decidió prescindir de todo aquello que le parecía dudoso y,
durante el período en que se encontraba sin convicciones firmes, se propuso a sí mismo
unas reglas que le permitieran saber cómo actuar y que nos orientan sobre cuáles eran
las ideas morales de Descartes.
La duda metódica:
Descartes se pregunta: ¿de qué podemos dudar? Para alcanzar un concepto certero de
verdad debemos primero delimitar aquellas cosas de las que no podemos estar del todo
seguros; entre ellas:
- Que las cosas sean tal y como nos muestran los sentidos
- Que nuestros razonamientos no sean erróneos
- Que existan cosas fuera de nuestra mente: quizá lo soñamos
- De nuestra propia razón: quizá todo sea fruto de un genio maligno omnipotente
que nos engaña.
Después de dudar de todas estas cuestiones, Descartes se pregunta ¿queda algo seguro?
Efectivamente, no hay duda de que pienso. Pues tanto para poder dudar como para ser
engañado por un genio maligno, tengo que existir y tengo que pensar, por lo tanto:
pienso, luego existo (Cogito, ergo sum).
- Ideas innatas: nacemos con ellas, son conceptos como la idea de nuestra propia
mente, de nuestra alma, de Dios… que la implanta en nuestra mente como si
fuera un sello.
- Ideas adventicias: surgen de la experiencia anterior
- Ideas facticias: Son producidas por la imaginación. Nos permite reproducir y
combinar ideas. Por ejemplo, si combinamos la idea de hombre con la de caballo
podemos concebir un centauro.