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La mentalidad del mundo industrial da por sentado que existe una clave para la previsión y
el control
. La teoría de sistemas permite comprender que para moverse en este mundo integrado por
sistemas complejos se necesita algo más que la tecnocracia. Los sistemas que se
organizan de manera autónoma, los sistemas no lineales, sometidos a procesos de
retroalimentación, son intrínsecamente imprevisibles. No se pueden controlar. Solo se
pueden comprender de una manera general. Predecir el futuro acertadamente y
prepararnos para lo que nos pueda deparar es un objetivo absolutamente irrealizable. Solo
podemos conseguir que un sistema complejo se comporte exactamente como nosotros
queremos temporalmente, en el mejor de los casos. Nunca llegaremos a entender el mundo
por completo
Si tomamos el comportamiento del sistema como punto de partida, nos resultará más
sencillo desarrollar un análisis dinámico, en lugar de un análisis estático. De esa forma, no
nos limitaremos a intentar averiguar «¿Qué es lo que falla?», sino también «¿Cómo hemos
llegado a esta situación?», «¿Qué otras formas de comportamiento son posibles?», «Si no
cambiamos de dirección, ¿dónde terminaremos?». Y si observamos los puntos fuertes del
sistema, podemos preguntar: «¿Qué es lo que funciona bien aquí?». si empezamos por la
historia, podremos contrarrestar nuestra tendencia habitual y fastidiosa a ignorar la
conducta real del sistema y definir el problema por oposición a nuestra solución predilecta
Sacar a la luz los modelos mentales
No es imprescindible presentar nuestros modelos mentales con diagramas y ecuaciones,
pero resulta bastante práctico. Podemos utilizar palabras, listas, dibujos o flechas que
muestren las relaciones hipotéticas entre los distintos elementos. Cuanto más insistamos en
ese tipo de procedimientos, más se aclararán nuestras ideas.reconoceremos nuestras
incertidumbres, corregiremos nuestros errores y aprenderemos a comportarnos de una
manera más flexible. La flexibilidad mental —la disposición a redibujar las fronteras, a
reconocer que el sistema ha cambiado de forma, a considerar la posibilidad de rediseñar su
estructura— es imprescindible para movernos en un mundo de sistemas flexibles.
En lugar de defender a capa y espada una única explicación, teoría o modelo, debemos
recopilar las que podamos y considerar que todas pueden ser plausibles hasta que
encontremos una prueba que nos obligue a descartarlas. De ese modo, estaremos
preparados emocionalmente para aceptar las pruebas que contradicen una hipótesis que
podría llegar a confundirse con nuestros propios intereses. Sacar los modelos a la luz,
dotarlos del máximo rigor, contrastarlos con las pruebas y estar dispuestos a echarlos por
tierra cuando dejan de ser viables no es más que poner en práctica el método científico
Honrar, respetar y difundir la información
Hemos visto que la información hace que los sistemas se mantengan unidos, y que los
retrasos, la manipulación, la dispersión o la pérdida de información pueden provocar un
funcionamiento defectuoso de los bucles de retroalimentación. la mayor parte de los fallos
de los sistemas se pueden atribuir a la manipulación, al retraso o a la pérdida de
información. Podemos conseguir que un sistema enloquezca si ensuciamos sus canales de
información. Podemos mejorar el funcionamiento de un sistema de una manera
increíblemente sencilla con una información más puntual, precisa y completa.
Ejemplo → Se aprobó una nueva ley federal, el Inventario de Emisiones Tóxicas, que
obligaba a las compañías estadounidenses a elaborar un informe anual en el que detallaran
la totalidad de las sustancias contaminantes que emitían sus fábricas. Gracias a la Ley de
Libertad de Información (una de las leyes más importantes que se han aprobado en esta
nación, desde el punto de vista de la teoría de sistemas), esa información se convirtió en
una cuestión de dominio público. En julio de 1988 se publicaron los primeros datos de
emisiones químicas. Según los informes, las emisiones estaban dentro de la legalidad, pero
empezaron a aparecer en los periódicos listas de «las diez empresas locales que más
contaminan», que no favorecían precisamente la imagen de esas corporaciones. Y con eso
fue suficiente. No hubo demandas, no se exigieron reducciones ni se impusieron multas ni
sanciones. Pero dos años después las emisiones químicas de la nación (al menos las que
se publicaron en los informes, y es de suponer que también las emisiones reales) se habían
reducido en un 40%. Algunas compañías pusieron en marcha medidas para reducir sus
emisiones en un 90%, y todo eso se consiguió gracias a la difusión pública de una
información que hasta entonces había permanecido oculta
Utilizar el lenguaje con precisión y enriquecerlo con conceptos sistémicos
El elemento fundamental de nuestros flujos de información es el lenguaje. Nuestros
modelos mentales son en esencia modelos verbales. Para ser fieles a la información
debemos, en primer lugar, evitar la contaminación del lenguaje: utilizar el lenguaje de la
manera más clara que podamos. Y, en segundo lugar, ampliar nuestro lenguaje para poder
expresar la complejidad. Una sociedad que habla incesantemente de «productividad», pero
que apenas entiende la palabra «resiliencia», y la utiliza aún menos, se acabará
convirtiendo en una sociedad productiva y no resiliente. Una sociedad que no comprende ni
utiliza el término «capacidad de carga» acabará sobrepasando su capacidad de carga. Una
sociedad que habla de la «creación de empleo» como si fuera algo que solo las empresas
pueden hacer, no animará a la mayoría de sus miembros a crear empleo, para ellos o para
otras personas. Lo primero que debemos hacer para respetar el lenguaje es lograr que
conserve la máxima concreción, elocuencia y veracidad Lo segundo, ampliar el lenguaje
para que pueda adaptarse a la expansión del conocimiento que favorece la teoría de
sistemas.Capacidad de carga, estructura, diversidad e incluso sistema son palabras
antiguas que empiezan a adquirir un significado más rico y preciso.retroalimentación,
transflujo, sobreexplotación, organización autónoma, sostenibilidad.
Prestar atención a lo importante, no solo a lo que se puede cuantificar
Nuestra cultura, obsesionada con los números, nos ha transmitido la idea de que lo que
podemos medir es más importante que lo que no podemos medir
Si fingimos que algo no existe porque es difícil de cuantificar obtendremos un modelo
defectuoso.cuando se fijan los objetivos en torno a algo que resulta sencillo cuantificar, en
lugar de tener en cuenta lo importante, acabamos cayendo en una de las trampas de los
sistemas. Debemos convertirnos en detectores de calidad, en ruidosos contadores Geiger
que registran la presencia o la ausencia de calidad. ni medir la justicia, la democracia, la
seguridad, la libertad, la verdad ni el amor. Nadie puede definir ni medir un valor moral. Pero
si no somos capaces de darles voz, si no diseñamos los sistemas para favorecerlos, si no
hablamos de ellos ni indicamos su presencia o su ausencia, dejarán de existir.
Crear políticas de retroalimentación para los sistemas de retroalimentación
No es difícil imaginar por qué un sistema de retroalimentación dinámico, capaz de regularse
a sí mismo, no puede someterse a una política estática, inflexible. Es más fácil, más efectivo
y por lo general mucho más barato diseñar políticas que cambian dependiendo del estado
del sistema. Las mejores políticas son aquellas que no solo contienen bucles de
retroalimentación, sino bucles de retroalimentación: bucles que alteran, corrigen y amplían
otros bucles. Se trata de políticas que introducen el aprendizaje en el proceso de gestión.