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“¡AY DE MÍ SI NO ANUNCIARE EL EVANGELIO!


1 Corintios 9:16
¿Porque hay de mí?
Por: Juan Ramón Chávez
Introducción
Hablar del evangelismo personal a algunos les emociona y a otros les incomoda.
Hemos conocido hermanos que, el evangelismo de casa en casa es su pasión. No se
sienten contentos si no van a las calles. Tienen la habilidad de entablar conversación
inmediatamente con las personas y no les avergüenza hablarles de la Biblia. Hay
otros hermanos que tan solo hablar del evangelismo les da miedo. Quieren evitar el
tema y prefieren que otro lo haga. Y a veces dicen: “Ese no es mi don”. Cada
hermano tiene una opinión diferente sobre el evangelismo. ¿Pero si le preguntáramos
al apóstol Pablo que nos diría? ¿Cuál sería su opinión sobre el evangelismo? Pablo
fue el primero casi en todo. Fue el más grande pecador y el más grande perseguidor.
Luego el más grande pecador convertido, el más grande escritor, el más grande
instructor, y el más grande evangelizador. Pablo recorrió más territorio que todos los
apóstoles predicando en evangelio, porque la opinión que tenia del evangelismo era
esta: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es
impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”. Y es precisamente
de esta última frase, es que hablaremos: “¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”.

Según el Diccionario Ilustrado de la Biblia de Wilton M. Nelson dice que “ay” es


una “Exclamación muy común que expresa lástima, pena, o conmiseración”. El
Nuevo diccionario Bíblico Certeza dice que significa “pobre de”. ¿Por qué seria
pobre de mí?

I). PORQUE SI NO PREDICO NO OBEDEZCO AL SEÑOR.


A. Porque el Señor nos ha llamado para predicar el evangelio.
Obviamente nosotros no hemos sido llamados del mismo modo que Pablo a través
de una visión, pero si hemos sido llamados por Dios con el mismo propósito,
anunciar el evangelio. Todos los cristianos hemos sido llamados por Dios. Pero
no a dar testimonios personales, no a dar conferencias sobre superación personal y
no para hacernos famosos a nosotros mismos. Sino para predicar el evangelio de
Cristo. Pedro dice que fuimos hechos “linaje escogido, real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os
llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Se trata de dar a conocer
todo lo que Cristo ha hecho por nosotros. Pues, la esencia del evangelio es la
muerte, sepultura y resurrección de Cristo (1 Corintios 15:1-5). Quizás hubiera
sido más fácil, más efectivo y más rápido comunicar el evangelio a través de los
ángeles, visiones o sueños. Pero Dios quiso que fuera compartido de hombre a
hombre. Por eso el ángel no pudo decirle a Cornelio que hacer para ser salvo
(Hechos 11:13-14). Por eso “ay de mi” o pobre de mí, si no anuncio el evangelio.
Porque no estoy obedeciendo a Dios, ni honrando su llamado.
B. Porque el Señor nos ha capacitado para predicar el evangelio.
Noé fue capacitado por Dios para hacer el arca no siendo carpintero. Moisés fue
capacitado para ser un libertador después de ser un pastor de ovejas. David
también fue capacitado para ser rey, después de ser pastor de las ovejas de su
padre. Pablo después de ser un perseguidor de la iglesia fue capacitado por Dios
para ser uno de los más grandes predicadores. El punto es que, si Dios nos llama a
realizar un trabajo, es porque él nos dará todo lo que necesitamos para realizarlo.
Dios nos da la capacidad para llevarlo a cabo. Porque Dios no exigirá algo de
nosotros que no nos haya dado primero. La parábola de los talentos lo ilustra
perfectamente (Mateo 25:14). Dios no llama a los capacitados, sino a los que no
lo están, para poder capacitarlos.

Por eso Pablo dice: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois
muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino
que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del
mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de
que nadie se jacte en su presencia”. (1 Corintios 1:26-29). Dios quiere preparar a
los que el mundo considera poco prometedores y hacerlos útiles sirviendo a la
causa de Cristo. Dado que Dios nos da dado todas las herramientas necesarias
para realizar el trabajo de la predicación del evangelio y si no lo hacemos, “ay de
nosotros” o pobre de nosotros. Porque estamos echando a la basura toda la
inversión que Dios hizo en nosotros.

C. Porque el Señor nos ha mandado a predicar el evangelio.


El mandamiento de Cristo a los apóstoles de “Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Fue entendido por la iglesia
primitiva, no como un mandamiento exclusivo para los apóstoles, sino para todo
aquel que es discípulo de Cristo. Ejemplos:
1. Porque la iglesia en Tesalónica no se quedó con el evangelio, sino que
comunico el evangelio a través de la palabra de Dios. Pablo dice: “Porque
partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en
Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha
extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada” (1
Tesalonicenses 1:8). La iglesia se convirtió en reproductora del mensaje de
salvación.
2. También la iglesia en Roma. Pablo dice: “Primeramente doy gracias a mi
Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se
divulga por todo el mundo” (Romanos 1:8).
3. Y también de la iglesia en Jerusalén: “Y crecía la palabra del Señor, y el
número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también
muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hechos 6:7).
“La Palabra de Dios se propagaba como ondas en un estanque, desde un centro
único, cada una tocando la próxima, con mayor amplitud y alcance” (Comentario de la Biblia
de Estudio Diario vivir). Para estas iglesias, el evangelio era patrimonio de la humanidad y

no exclusivo de ellos. Es por eso que no podían quedarse con él. Ellas estaban
cumpliendo el mandamiento de Cristo de predicar el evangelio. Por eso “ay de
mi” o pobre de mí, si no predico el evangelio. Porque ser parte de la iglesia de
Cristo me obliga hacerlo.

II). PORQUE SI NO PREDICO NO PAGO MI DEUDA.


A. La deuda que tengo con Cristo.
Pablo lo dice si: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que
vivamos conforme a la carne” (Romanos 8:12). Pablo dice que los cristianos no
le debemos nada a la carnalidad. Ya no tenemos que vivir de acuerdo a los deseos
egoístas de la carne. No le debemos nada a la vida vieja viciada con el pecado. Al
contrario, somos deudores a Cristo y a su Espíritu que nos sacaron de eso (1
Corintios 6:19-20). Porque Cristo se hizo humano por nosotros. Vivió como
humano por nosotros y murió como humano por nosotros. Si Cristo no nos
hubiera salvado, la carnalidad nos hubiera arrastrado cada vez más a la perdición
y a la condenación eterna. Así que, no tenemos ninguna obligación con aquella
que nos arrastraba al infierno. Nuestra deuda, es decir, nuestra obligación es con
el Espíritu de Cristo. Es una deuda de gratitud, es una deuda de lealtad, es una
deuda de amor y es una deuda de vivir de acuerdo a él. Porque nos ha librado de
“de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2). Por eso que, “ay de mi” o
pobre de mí, si no anuncio el evangelio, porque no estoy pagando mi deuda con
Cristo, que me ha dado todo.

B. La deuda que tengo con la gente.


Un cristiano que tiene a Cristo se ha dado cuenta que tiene la respuesta a la
necesidad del mundo. Que tiene la solución al problema del pecado. Que tiene el
medio de escape de la condenación eterna. Y que tiene el camino para llegar al
cielo. Y todo esto lo pone en la obligación de compartir el evangelio de Cristo a la
gente que aún no lo tiene. Por eso Pablo dijo: “A griegos y a no griegos, a sabios
y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el
evangelio también a vosotros que estáis en Roma” (Romanos 1:8-9). Pablo
enseña que tenemos la obligación de compartir el evangelio con personas de todas
las culturas (griegos y no griegos) y con personas de todos los conocimientos
(sabios y no sabios), porque Dios no hace acepción de personas. El evangelio es
para todos sin importar las barreras culturales, sociales, raciales ni económicas.

Pablo estuvo dispuesto a predicar sin descanso para saldar la deuda que tenía con
su prójimo. Sabía que debía, sabía que tenía con que pagar y lo hizo. No fue
moroso. Todos los que somos cristianos tenemos la misma deuda. Le debemos a
la gente la oportunidad de escuchar el evangelio. Les debemos el darles la
oportunidad de que conozcan otra alternativa que el pecado. Por eso “ay de mi” o
pobre de mí, si no anuncio el evangelio, porque si alguien se levantara en el día
del juicio a reclamarnos de que no le hablamos del evangelio tendría razón. Como
dice el himno 229 del Himnario cantos espirituales: “Tu andabas junto a mí, ya
sabias que andaba mal y nunca hablaste a mí de él”.

C. La deuda que tengo conmigo mismo.


Para el cristiano la predicación del evangelio no es algo opcional, sino
obligatorio. Pero más que una obligación impuesta, es un privilegio autoimpuesto.
Porque sabemos que la predicación del evangelio es una necesidad. Por eso, ni
Pablo ni ningún otro cristiano se va a sentir cómodo guardando silencio, cuando
tiene que hablar. Su conciencia no le permitirá estar en paz. Sentirá que se ahoga
si no habla. Por eso Pablo como muchos predicadores del pasado y del presente
no pueden quedarse callados.

Jeremías dijo: “Y dije: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre;
no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos;
traté de sufrirlo, y no pude”. (Jeremías 20:9)
Amos dijo: “Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién
no profetizará?” (Amos 3:8)
Pedro y Juan dijeron: “porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y
oído”. (Hechos 4:20).

Pablo, como estos hombres estaban dominados por la urgencia de dar a conocer el
evangelio de salvación a los perdidos. No se puede concebir ser cristiano y no
predicar el evangelio. De hecho, el cristianismo es el resultado de la predicación
del evangelio. Por tanto, el cristianismo y la predicación no se pueden separar.
Por eso “ay de mi” o pobre de mí, si no anuncio el evangelio, porque no podré
vivir en paz.

III). PORQUE SI NO PREDICO NO AYUDO A LA GENTE.


A. Porque el evangelio produce creencia.
Nadie nace siendo creyente, cada uno a su debido tiempo y con conciencia debe
decidir si creer en Cristo o no. Pues algo que nos va a ayudar a tomar la decisión
correcta. Es decir que nos ayudar a inclinarnos a creer, es el oír el evangelio de
Cristo. Pablo lo dijo: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?
¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien
les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? ...” (Romanos 10:14).
Pablo presenta una cadena aquí. La gente invocara al Señor, si cree en él. Pero
creer en él depende oír de él. Pero oír de él depende que alguien le predique. Pero
predicarle depende de ser enviados por el Señor. Ya que nosotros somos
enviados a predicar, tenemos el privilegio de darles a las personas la oportunidad
de que crean. La realidad es que nosotros somos creyentes ahora, porque alguien
nos permitió oír el evangelio. Por eso “ay de mi” o pobre de mí, si no anuncio el
evangelio, porque les estoy quitando a las personas la oportunidad de creer en
Cristo.

B. Porque el evangelio produce paz.


La triste realidad es que no vivimos en un mundo de paz. La paz no prevalece en
el mundo y muchas veces tampoco en el corazón de las personas. Por una u otra
razón hay mucha gente que no vive con tranquilidad en su espíritu. Pero es
Satanás quien no quiere que tengamos, ni paz social ni paz espiritual. Pero la paz
si es posible. Pero necesitamos primero alcanzar la paz espiritual, para luego
poder alcanzar la paz social. Y eso se hace solamente a través de la aceptación
del evangelio. Porque la esencia del evangelio es la paz a través de nuestro Señor
Jesucristo. De allí que la Biblia dice: “anunciando el evangelio de la paz por
medio de Jesucristo; éste es Señor de todos” (Hechos 10:36). Es por eso que la
Biblia reconoce aquellos que predican el evangelio. Porque al predicar están
llevando paz a la gente. Pablo escribió: “¡Cuán hermosos son los pies de los que
anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:15). Por eso
“ay de mi” o pobre de mí, si no anuncio el evangelio, porque estoy evitando que
la gente tenga paz con Dios y paz con sus semejantes y que los llevaría a tener
paz consigo mismo. No predicar el evangelio seria como contribuir a la guerra.

C. Porque el evangelio produce salvación.


El apóstol Juan enseña la cruda realidad de que la gran mayoría del mundo está
bajo condenación. Y lo está por una mala preferencia de su parte. El apóstol lo
dice así: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19).
Juan está diciendo que la gente prefiere vivir en su pecado y es por eso que están
bajo condenación. Pero afortunadamente las cosas no están perdidas, si hay
solución. Pero solo una solución. Y esto es importante mencionarlo porque hay
algunos que enseñan diferentes caminos de salvación. Por ejemplo:
1. El solo hacer buenas obras. La gente piensa que haciendo buenas obras se va
a ganar la salvación. Pero Pablo dice que “no por obras, para que nadie se
gloríe” (Efesios 2:9).
2. Realizar la oración del pecador. Pero no es cierto porque Saulo ya estaba
orando cuando llego Ananías y de todas maneras Ananías le dice que se
levantara y se bautizara para lavar sus pecados (Hechos. 9:9, 22:16). Porque
la oración no sustituye la obediencia.
3. Tener una experiencia espiritual, al estilo Pablo. Pero según Hechos 2:36-38,
los convertidos en el pentecostés no se salvaron por lo que sintieron, sino
porque se convencieron por la predicación de la palabra. El Espíritu Santo los
convenció no directamente, sino a través de la palabra predicada.

La gente puede inventar muchos medios o métodos de salvación, pero la Biblia


enseña que solo existe un método, el evangelio. Pablo lo enseñó: “Porque no me
avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel
que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Por eso
“ay de mi” o pobre de mí, si no anuncio el evangelio, porque les estoy quitando a
la gente la oportunidad de que se salven.

D. Porque el evangelio produce esperanza.


Lo que prevalece en los noticieros por lo general son puras desgracias, puras
malas noticias. Estamos viviendo un tiempo difícil. La pandemia (Covid 19) ha
causado miles de muerte alrededor del mundo. Hay crisis económica. Se ha
agudizado el desempleo y la pobreza. Hay golpes de estado en diferentes partes
del mundo. Ha aumentado la migración de personas y también el narcotráfico. La
trata de personas y también ha aumentado la violencia intrafamiliar. Los
divorcios y niños abandonados son cada vez más común. El futuro es incierto. El
mundo necesita buenas noticias y saber que hay esperanza, que no todo está
perdido, que podemos esperar tiempos mejores. Es por eso que el mundo necesita
el evangelio. Porque el evangelio son las buenas nuevas o las buenas noticias. Y
desde el tiempo de Pablo se está predicando el evangelio que es la esperanza del
mundo Pablo dijo: “si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin
moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en
toda la creación que está debajo del cielo…” (Colosenses 1:23). El evangelio
trae esperanza porque nos enseña que el Señor cuida a los suyos. Que a su lado lo
mejor esta aun por venir. Que nadie nos arrebatara de su mano. Por eso “ay de
mi” o pobre de mí, si no anuncio el evangelio, porque no estoy dando esperanza
a un mundo caído y desesperanzado.

Conclusión
Hemos hablado sobre la declaración de Pablo: “¡ay de mí si no anunciare el
evangelio!”. Y hemos dicho que, 1. Si no predico no obedezco al Señor. 2. Si no
predico no pago mi deuda. 3 Si no predico no ayudo a la gente. Pablo dijo “ay de
mi” porque sabía el castigo del silencio. Si nos quedamos callados, no tendremos
paz, ni gozo, ni satisfacción, ni comunión con Cristo. Porque quedarse callado sin
dar a conocer el evangelio, sería como negar la encomienda que nos ha dejado.
¿Es usted un pregonero del evangelio? ¿Forma usted parte de la línea de
predicadores del pasado y del presente que han honrado a su Señor cumpliendo
su misión? Si no lo es, usted puede convertirse en uno. Si usted ya es cristiano,
empiece a predicar el evangelio. Pero si usted aun no es cristiano, primero
necesita ser bautizado para el perdón de pecados como lo hizo Saulo de Tarso
para luego convertirse en predicador. Lo invitamos. Que Dios le bendiga.

Juan Ramón Chávez


monche91@hotmail.com

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