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nuestra visión para la tarea de penetrar en una obra de arte hasta los límites de lo
en última instancia impenetrable”. El autor concibe la obra de arte con
características propias, con una validez objetiva que requiere de aprender a
“percibir debidamente”, respondiendo a una dimensión “objetiva” de la experiencia.
En su libro, expone los “mecanismos perceptuales que explican los hechos
visuales”.
También esta concepción propició, y a su vez se alimentó de los desarrollos
teóricos sobre el color y la luz, de corte cientificista, estudiados como unidades
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independientes, sobre la base del principio de descomponer la obra en sus
elementos constituyentes para comprender mejor el conjunto, otorgándole
significados lineales, absolutos y universales.
Asimismo profundizó la lectura y el análisis de aspectos formales de las obras,
desde parámetros surgidos de principios compositivos propios de las producciones
visuales del arte europeo, legitimado por la sociedad occidental capitalista.
También, a partir de los desarrollos provenientes de la lingüística, hubo un
tendencia a extrapolar principios propios de esos análisis al campo de la imagen.
También priorizó la enseñanza de factores técnicos, buscando el virtuosismo para
la fiel reproducción de lo observado.
Todo esto trajo como resultado enaltecer lo que se consideraba como contenidos
duros propios de la disciplina, definiéndolo como un campo de conocimiento
enseñable, a diferencia del vaciamiento de sentido que el área de artística había
ganado tanto con la concepción propia de las Bellas Artes (por estar destinada a
unos pocos talentosos), como en la concepción de libre expresión, en la que no
había nada que enseñar. Pero a su vez, implicó la reducción de la complejidad de
la imagen, como neutral, sin intencionalidad y descontextualizada, disociada de la
vida cotidiana,como si se pudiera responder a un ordenamiento previo, con
aspiraciones de universal, manteniéndose en la reproducción del orden
establecido.
Antes de continuar con el desarrollo de esta clase, les sugerimos la lectura de los
siguientes textos:
ARNHEIM, R. (1993). Arte y percepción visual. Madrid: Alianza. (Pp.15 a 19 y 52 a
56).
DONDIS, D.A. (1976). La sintaxis de la imagen. Barcelona: Gustavo Gili. (PP. 5-6;
9-12; 13-14; 23 a 25; 33 a 35 y 53 a 58).
¿En qué niveles impactó esta concepción en el sistema educativo argentino
avanzada la segunda mitad del siglo XX y aún en nuestros días?
En escuela primaria se privilegiaron las propuestas de enseñanza en base a la
variación de técnicas y materiales. Y, por otro lado, las propuestas centradas en la
discriminación visual. Ambas basadas en la importancia que tenían dichas premisas
en sí mismas.
En los niveles secundario y superior, fue marcada la influencia en la enseñanza de
la alfabetización en términos exclusivamente formales (gramática y sintaxis visual),
fragmentando el estudio de los componentes de la imagen visual. Asimismo, se
buscó desarrollar la agudización de la percepción “neutral” y de la discriminación
de los aspectos fomales y su clasificación. La tendencia a asociar significaciones
universales a los elementos visuales resultó en una simplificación reduccionista y
estereotipada de la realidad.
En los niveles superiores también se usaban los mapas estructurales, organizados
en base al principio de la búsqueda de armonía y belleza propias del arte clásico,
como el parámetro de análisis de otro tipo de producciones que en realidad,
responden a otras lógicas de producción.
Como dato de color, recordamos que la materia que actualmente se denomina
Lenguaje visual en nuestra facultad, en la década del ‘50 se llamaba Fundamentos
visuales, y en la década del ’60 pasó a nombrarse “Visión”.