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Final de Psicología Laboral - 2021

Módulo I
Unidad 1: Interdisciplinariedad y Campo de la Psicología del Trabajo
Introducción al área de la psicología del trabajo. Epistemología y objeto estudio del área disciplinar-
Interdisciplinariedad. Ética profesional. Transformaciones en el mundo del trabajo. Factor humano y
organización. Sindicatos y movimientos sociales. Trabajo y género.
Pulido Martínez, H. C. & Sato, L. (2013). ...Y entonces ¿esto de la crítica qué es? De las relaciones
entre la psicología y el mundo del trabajo. [En TP 1]
Pulido-Martínez, H. C. (2004). En búsqueda de una psicología crítica en los ámbitos laborales. [En
TP 1]
Sénen Gonzalez C. (2006) “Teoría y práctica de las relaciones industriales. Reflexiones sobre los
cambios recientes de las relaciones laborales en Argentina” en Políticas de trabajo y empleo. [En TP
3]
Schlemenson, A. (1990) La Perspectiva ética en el análisis organizacional. Un compromiso reflexivo
para la acción. Cap. 6 [En TP 2]
Scott, J.W. (1993). La mujer trabajadora en el siglo XIX. [En TP 4]
Soto, M., Filguera, F. y Genta, N (2020). Empoderamiento económico de las mujeres: tendencias y
desafíos en América Latina [En TP 4]
Pulido Martínez, Hernán Camilo (2017) De la relación entre la Psicología y el trabajo a la luz de sus
dimensiones coloniales.
Las herramientas propuestas en los marcos poscoloniales y/o decoloniales no han sido de mayor interés
para los investigadores que se ocupan de examinar críticamente la interrelación entre el conocimiento
psicológico y el mundo del trabajo. Resulta asombroso que se hayan dejado de lado estos marcos críticos
cuando se hace necesario interrogar, tanto los problemas relacionados con el viaje de la Psicología a
través de los ámbitos laborales globalizados, como las contribuciones de esta disciplina a la constitución
del orden internacional del trabajo y de las subjetividades que lo acompañan. La incorporación de los
marcos poscoloniales y decoloniales es indispensable para dar respuestas simultaneas acerca del
lugar que ocupa y de las operaciones que cumple la Psicología en los países del Atlántico Norte, en
donde se producen los objetos psicológicos, como en las sociedades del Sur global, en donde estos
objetos son fundamentalmente replicados, adaptados, e hibridados para su uso local.
Posibles explicaciones de esta situación de carencia hacen referencia tanto a la manera en que se presenta
la Psicología como un conocimiento científico sobre el trabajo que tendría, mediante procedimientos
adaptativos, una aplicabilidad universal, como al supuesto compartido por la comunidad de psicólogos de
que el conocimiento que se produce no puede tener unas dimensiones coloniales, en la medida en que
sirve para el mejoramiento del trabajo y para el progreso de la sociedad. Se afirma que si la aplicación de
la Psicología significa bienestar y modernización de los ámbitos en donde se labora, no habría razón para
tener vinculación alguna con la colonialidad. Por el contrario, tal como se hace hasta la fecha en los
países en donde no se produce Psicología, se argumentaría más bien que habría que celebrar con más
ahínco la llegada de las herramientas psicológicas para intervenir y modernizar las organizaciones en
donde se trabaja.
En este panorama, se propone como objetivo de este articulo presentar algunas de las dimensiones
coloniales de la Psicología en su especifica relación con el mundo laboral que han sido olvidadas
por la crítica. Para esto, se parte de examinar los señalamientos que en la década de los años setenta
hicieron los psicólogos en América Latina acerca de las implicaciones que tiene la importación de la
Psicotecnología laboral. Se consideran en seguida las posibilidades de la constitución de una Psicología
autóctona del trabajo como alternativa para salir de las relaciones de colonialidad. A partir de ahí, se
examinan las implicaciones que tiene el conocimiento psicológico en términos de la constitución de la

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subjetividad laboral subordinada y, finalmente, se discute la relación entre la Psicología y el trabajo en
referencia a sus imbricaciones con la geopolítica del conocimiento.
Un inicio para la crítica de la relación de la Psicología con el trabajo
Cabe entonces partir de una pregunta para precisar el carácter de la relación de la Psicología con el
mundo laboral. ¿Tiene el conocimiento psicológico sobre el trabajo dimensiones coloniales? La
respuesta que se ha formulado por parte de algunos psicólogos ha sido afirmativa. Por ejemplo, ya en
1978 Castaño y Sánchez argumentaban que la Psicotecnología laboral responde, o mejor, se diseña para
resolver los problemas específicos del trabajo de los países en donde esta se produce. Razón por la cual,
cuando la Psicología viaja para su aplicación a otros contextos sociales, conlleva como consecuencia que
los problemas derivados de las condiciones laborales locales se subordinen, o dejen de considerarse, en
las intervenciones psicológicas. Apoyándose en las propuestas elaboradas dentro de los estudios sociales
de la ciencia, Castaño y Sánchez describen una serie de consecuencias debidas al uso de instrumentos
psicológicos foráneos, entre las que se cuentan el estancamiento del desarrollo de un pensamiento
psicológico autóctono y la obstaculización del diseño de tecnologías adecuadas para intervenir los
asuntos laborales propios. En términos generales, se podría decir que Castaño y Sánchez muestran que, a
la par de la utilización de la Psicología como herramienta de intervención en ámbitos laborales
localizados en el Sur, se contribuye al mantenimiento de relaciones de dependencia económica y cultural,
al punto que se está cambiando la dominación militar por la subordinación tecno-científica.
Para acudir a la solución de este tipo de impases, la situación de subordinación ha sido traducida, por
algunos investigadores, al conocido debate acerca de la relevancia de las herramientas psicológicas para
su uso en diferentes ámbitos culturales. De manera genérica, esta discusión asume que las técnicas
psicológicas necesitan de mejoras constantes a través de los procedimientos de adaptación cultural, los
cuales permitirán hacer pertinente a la Psicología. Por supuesto, se considera que, por medio de las
adaptaciones culturales, las dimensiones coloniales anteriormente descritas se mitigarán o desaparecerán,
pues la naturaleza del conocimiento psicológico, en su calidad de saber científico, tarde o temprano
eliminará los sesgos que lo atan a los centros de producción localizados en las sociedades del Atlántico
Norte al incluir las debidas variaciones culturales.
Sin embargo, está bien descrito que esta forma de concebir que, con el tiempo y los debidos
procedimientos adaptativos, el conocimiento psicológico y sus prácticas derivadas encajarán
perfectamente en el sitio a donde llegan, abre nuevos problemas a este respecto más que solucionar las
vinculaciones de la Psicología con las dimensiones coloniales. Esto ocurre en la medida en que se asume
en estos procesos de adaptación que los problemas del trabajo en el norte y en el sur son
cuantitativamente diferentes, pero cualitativamente iguales. Así, por ejemplo, se supone que los
pequeños cambios en la forma de los instrumentos apropian las variaciones de las condiciones laborales
locales. En esta forma de concebir el lugar y las operaciones de la Psicología está implícita una
continuación de las categorías que dan origen a la técnica, puesto que el cambio en las categorías
implicaría la pérdida de la identidad del instrumento. Esto da como resultado un efecto en el que los
problemas de los lugares en donde se produce conocimiento psicológico y aquellos que lo adaptan,
replican o apropian, parecerían sólo una variación en la intensidad de las categorías propuestas. Por este
motivo, las diferencias culturales, económicas, sociales, históricas y, por supuesto, las diferencias que se
concretan en las organizaciones particulares, desaparecen ante los resultados de la aplicación de los
instrumentos psicológicos ahora adaptados. En estas condiciones está vedado, entonces, que categorías
propias del mundo del trabajo en el Sur transformen o invaliden las formas de concebir el papel del
conocimiento psicológico.
En la dimensión de subordinación que se produce ante la expansión de la Psicología, la producción que
se lleva a cabo en el "resto del mundo" se limita, como demuestran los investigadores en los campos de
la historia y de los estudios sociales de la ciencia, a hacer el aporte "exótico" al cuerpo de conocimientos
existente, o a unas contribuciones que no rebasan las fronteras nacionales. En esta misma línea, en
términos generales, y por medio de las adaptaciones culturales, se consigue un efecto insospechado: la
adaptación de la Psicotecnología laboral conlleva una validación local de los marcos conceptuales,
metodológicos e ideológicos presentes en las sociedades en donde se producen los objetos psicológicos.
De este modo, la Psicología creada en las sociedades foráneas entra a través del interjuego con los

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procesos de adaptación locales, a construir y confirmar la superioridad de la ciencia importada que ahora,
y a través de los procedimientos estadísticos, se torna en ciencia validada interculturalmente.
La producción del conocimiento autóctono y la cuestión colonial
Hasta aquí entonces se ha establecido de manera general que, en los países en donde se produce la
Psicología, esta resulta adecuada en la medida que aporta soluciones convenientes a los problemas del
trabajo. Por el contrario, en los lugares en donde la Psicología se consume como producto importado, en
la medida en que subordina los problemas locales a soluciones ajenas, representa una manera en que se
reproduce la colonialidad. Hay que resaltar que, aun con este lastre, está aceptado por los profesionales e
investigadores que el conocimiento psicológico tiene un potencial para entender e intervenir en los
problemas del trabajo.
Así, al igual que en otras formas de ejercer la crítica, al señalar los "horrores y errores" de la Psicología
en su relación con el trabajo, están abiertos los caminos para su mejoramiento. Dos alternativas se han
propuesto en esta situación para producir un conocimiento psicológico mejor. Por una parte, la ya
mencionada serie de adaptaciones para hacer relevante a la Psicología; y, por otra, la producción de una
Psicología autóctona que considere como centro los problemas locales del trabajo. Esta última opción
busca optimizar la relación entre la Psicología y el trabajo a través de una "autoctonización" o
"indigenización" para el Sur. Esta empresa ha llevado, por ejemplo, a las múltiples propuestas que
constituyen la Psicología del trabajo de América Latina. Con esta operación de hacer pertinente este
conocimiento, se han trazado soluciones a los problemas que habían dejado planteados Castaño y
Sánchez en la década de los setenta, y Martín-Baró en los años ochenta, en referencia a la constitución de
una Psicología liberadora que considerara las condiciones locales de trabajo y el papel de los menos
favorecidos en el mundo laboral.
Los intentos por tener en cuenta las características del trabajo en Latinoamérica se han concentrado
alrededor de incluir las condiciones objetivas de trabajo específicas de la región. De este modo, se ha
dado lugar no solamente a versiones de la disciplina "autoctonizadas" o "indigenizadas", sino que, por su
extensión y relevancia, han emergido verdaderas "contra-psicologías". Es decir, han surgido perspectivas
psicológicas sobre el trabajo que entran en franca lucha con el conocimiento hegemónico buscando como
objetivo su reemplazo definitivo. En este horizonte se han formulado propuestas que, si bien
explícitamente no se nombran como tentativas poscoloniales o decoloniales, sí se constituyen en una
serie de Psicologías que tratan de entender, a partir de las condiciones propias de la organización del
trabajo, lo que acontece con los seres humanos que laboran. Por lo común, la mayoría de estas
perspectivas hacen apropiaciones de marcos que consideran las condiciones laborales construidas en las
sociedades del Atlántico Norte, especialmente de los países de Europa, para elaborar posiciones hibridas
o apropiaciones particulares. Las obras colectivas editadas por Soto Roy y Stecher que contemplan los
procesos de construcción de la identidad y de la subjetividad; los estudios sobre el desgaste del
trabajador llevados a cabo por Laurell, así como los análisis conducidos por otros autores sobre las
formas de trabajo presentes en América Latina son muestras de esta variante del conocimiento
psicológico que busca superar los desaciertos para el Sur de la relación entre la disciplina psicológica y el
mundo laboral.
Pero ¿puede decirse que "realmente" se superan las dimensiones coloniales por medio de la producción
de una Psicología con características más autóctonas? La respuesta puede ser positiva si se considera que
las Psicologías propuestas son apropiaciones e hibridaciones que introducen las condiciones laborales
como foco de análisis, las cuales, consecuentemente, persiguen proponer caminos liberadores para los
trabajadores, tal como propuso la crítica de corte marxista universalista de la Psicología. Sin embargo,
también se podría dar una respuesta negativa en la medida en que las Psicologías "autoctonizadas"
mantienen una relación de dependencia con los conceptos y prácticas propuestos en las metrópolis, en
donde igualmente se producen ambos, el conocimiento psicológico crítico y el hegemónico sobre el
trabajo. Las versiones "autoctonizadas", resultantes de marcos críticos, están ubicadas en los márgenes de
la disciplina y responden a formas alternativas de producir el conocimiento psicológico; sin embargo,
continúan manteniendo relaciones particulares de dependencia con el conocimiento, ahora crítico, que se
produce en las sociedades del Atlántico Norte. En este sentido, las versiones críticas, al igual que el
conocimiento psicológico hegemónico sobre el trabajo, suponen también un carácter universal, así como
un resultado particular que ha sido llamado como la integración subordinada al conocimiento
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internacional. Por tanto, los profesionales e investigadores con tintes críticos expanden, en una relación
de negativo y positivo con el conocimiento hegemónico, las formas de pensar psicológicas sobre el
trabajo, contribuyendo de esta forma a la expansión de la empresa psicológica al nivel universal. De este
modo, se logra dejar sin analizar minuciosamente el lugar que tiene, y las operaciones que cumple, el
conocimiento psicológico y sus prácticas derivadas en las sociedades de Sur.
Las dimensiones coloniales y la producción de la subjetividad
Ahora bien, si tanto la versión hegemónica de la Psicología como las versiones críticas forman parte de
la empresa psicológica universal, resultan, entonces, de muy diversas maneras complementarias a la hora
de expandir las formas de pensar psicológicas. Es precisamente esta complementariedad de las formas
que asume la relación de la Psicología con el trabajo uno de los aspectos que le imprime su plasticidad
para adaptarse a los cambios en la organización del trabajo y producir al sujeto trabajador que se
demande. Como sugieren una pléyade de investigadores, contemporáneamente, las maneras de concebir
e intervenir al trabajo y a los trabajadores pasan por algún tipo de Psicología. Entonces, si se tiene en
cuenta que la Psicología construye al sujeto cuando habla de este, no habría que preguntarse si la
producción de la subjetividad entra dentro de las dimensiones coloniales de la Psicología, sino más bien
hasta qué punto esas dimensiones son constitutivas de la relación de la Psicología con el trabajo.
Se puede señalar, que la producción de subjetividad mediante la aplicación de los discursos y prácticas
psicológicas ocurre independientemente de los tipos de Psicologías que se pongan en circulación, de lo
pertinentes que ellas resulten y de la variedad de instrumentos que se utilicen. El resultado es un efecto
de subjetividad consistente en que la práctica psicológica, en el caso que fuere, contribuye a la
construcción del sujeto psicológico moderno que la producción y reproducción de la sociedad liberal
capitalista requiere.
No se trata, entonces, de establecer los casos afortunados en donde se hizo la aplicación de la Psicología
que dieron como resultado el alcance de los objetivos para los que fue propuesta. Es en cada aplicación
de la Psicología que se produce y reproduce al sujeto psicológico indispensable para que el capitalismo y
la sociedad liberal se perpetúen. Las incoherencias que frecuentemente se señalan en las actividades de
los departamentos de recursos humanos, la "tropicalización" de las estrategias psicológicas, la
trivialización del trabajo y la cualificación constante del trabajador en términos psicológicos, adecuados
a las transformaciones del mundo laboral, son todas contribuciones del "complejo psi" a la constitución
del sujeto psicológico contemporáneo.
Algunos estudios que se han hecho acerca de las articulaciones amplias del "complejo psi" muestran las
maneras de producción de subjetividad laboral en el interjuego de las Psicologías. Así,
contemporáneamente, las condiciones asociadas al empleo se han vuelto problemáticas ante el avance de
las prescripciones neoliberales que proponen la eliminación de las certidumbres sociales que cobijaban a
los trabajadores. Por medio del examen de la articulación entre las formas psicológicas de concebir al
trabajador, su salud, el riesgo en el trabajo y al trabajo como riesgo, Pulido-Martínez y Carvajal-Marín
describieron cómo en la actualidad el empleo y las condiciones que lo acompañan se convierten en
factores patologizantes, mientras que las condiciones flexibles de trabajo y los riesgos a los que se
compele al trabajador para que los asuma se tornan en factores promotores de salud. El ensamblaje que
se efectúa se lleva a cabo entre las Psicologías de corte humanista y positivista con aquellas de matices
constructivistas que, como ha sido señalado en la literatura, responden a las formas fordistas y
posfordistas de organización del trabajo. Entre las consecuencias que vienen de la mano con estas formas
en las que se ensambla la relación de la Psicología con el trabajo se cualifica y homogeniza al trabajador
alrededor del mundo y se facilita, de esta forma, el ejercicio de gobierno de la fuerza laboral a los niveles
internacionales.
Se debe anotar aquí que desde que la Psicología estableció su relación con el mundo del trabajo, tomó
implícitamente, como centro de su reflexión e intervención, a la figura del trabajador libre que emergió
dentro de la economía política. A lo largo de la historia, la Psicología ha calificado esta figura,
inicialmente, como un trabajador libre y sentimental; y en tiempos de flexibilización y precarización
como los que corren, ha vuelto a cualificar a este trabajador libre no solamente en los términos
humanistas, sino ahora también lo concibe como aquel trabajador "corcho", "portafolio" o "disponible"
que las formas de organizar el trabajo que requiere la geocultura liberal.

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La producción de la subjetividad del trabajador en referencia a las dimensiones coloniales por supuesto
no se detiene aquí. También está involucrada la producción del "otro" de este trabajador ideal que, en
términos psicológicos, se construyó en las sociedades del Atlántico norte. En esta línea, mediante el uso
de la Psicología, y en una relación de cara-contracara, emergen diferentes versiones del sujeto que
trabaja, las cuales conectan los procesos locales del trabajo con las prescripciones globales que se
formulan para su regulación. En términos de ilustrar esta manera de operar de la Psicología, es posible
mencionar cómo los trabajadores que no están vinculados con las organizaciones que responden a la
organización del trabajo que impera, se les ubica fácilmente en la posición de aquellos que tienen que
cambiar, pues son calificados en términos psicológicos como retrógrados, subdesarrollados, atrasados,
tradicionales, negados al cambio o carentes de criterio para aceptar la modernización. En ultimas, se les
constituye como sujetos que deben ser intervenidos en términos psicológicos para mejorar su bienestar y
restablecer su humanidad.
A este respecto, de cómo con base en la Psicología se producen efectos de subjetividad entre diferentes
regiones del planeta, se ha examinado cómo han sido prescritas las formas de ser y de comportarse de los
trabajadores alrededor del mundo. En esta vía, Pulido-Martínez mostró que, mientras que en los Estados
Unidos, durante los años del desarrollismo, los psicólogos crearon en la jerga psicológica al ciudadano
trabajador, en América Latina los psicólogos construyeron como contracara, en los términos psicológicos
opuestos, a la figura de los pobres de la región. A partir de aquí se formularon una serie de acciones a
nivel internacional que tenían como objeto la transformación de la "mente" de los habitantes del Sur,
pues se consideró que la falta de desarrollo radicaba de manera fundamental en las características
psicológicas que les eran atribuidas a los habitantes pobres de las sociedades del Sur. Sobra anotar que,
apoyadas en este tipo de construcciones duales de la subjetividad, las entidades regulatorias
internacionales vehiculizan políticas, imponen planes y se ejercen acciones que afectan a poblaciones
enteras de trabajadores alrededor del mundo, a las cuales pocos se oponen pues están construidas en el
lenguaje de la ciencia psicológica universal.
Geopolítica y Psicología en el trabajo
Muchos de los aspectos considerados hasta aquí muestran cómo la Psicología guarda una serie de
relaciones entre los lugares de producción y aquellos sitios a los cuales llega para ser utilizada. Este viaje
de la Psicología no es una cuestión puramente de trasplante útil, sino que van allí involucrados una serie
de aspectos que puede decirse responden a una geopolítica del conocimiento psicológico. Por geopolítica
del conocimiento psicológico se entiende, por una parte, que los objetos de esta disciplina tienen un lugar
geográfico de nacimiento; y, por otra, que el conocimiento psicológico que se produce en esos sitios, al
viajar, se halla inmerso en relaciones desiguales de poder en donde quienes lo generan se encuentran en
condiciones de ventaja frente a aquellos que lo usan. En este sentido, los apartados de este texto pueden
verse como aspectos de una lectura de las manifestaciones de la geopolítica de la Psicología que presenta
relaciones con la colonialidad.
Por supuesto, a este respecto vale anotar que la geopolítica que se establece alrededor de la relación entre
la Psicología y el trabajo no es nueva. En la medida en que los psicólogos, como otros científicos
sociales, consideraron desde comienzos del siglo XX que la sociedad liberal capitalista era el culmen del
desarrollo humano digno de extenderse por doquier, y que la Psicología era básica para la perpetuación
de su compañero, el capitalismo, la empresa psicológica - en relación con el trabajo -, no se impregnó de
un carácter liberador, más bien se convirtió en un proyecto civilizatorio y por ende colonizador.
Solamente a manera de ejemplo y con base en la Psicología se sentaron los cimientos para poder
prescribirle al planeta cómo se debía gobernar el mundo del trabajo en términos de "la mejor manera"
para administrarlo. Esta "mejor manera", generalmente, estaba representada por el conocimiento
procesado en las facultades de Administración y Psicología de las universidades en los Estados Unidos.
Obviamente, no es esta una imposición con el uso directo de la fuerza; es más bien, una sumisión
intelectual voluntaria que recorre el mundo. Esta sumisión puede ser vista como el resultado de la mezcla
entre la seducción inevitable de lo que se presenta como la forma más adecuada y moderna de
administrar, en conjunto con el olvido de las condiciones objetivas en las que se trabaja y el éxito en la
producción de la subjetividad del trabajador. Es quizá esta combinación lo que lleva a pedir más y más
Psicología en los ámbitos laborales y a evitar que otras formas de pensamiento sobre el trabajo entren en
competencia.

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Contemporáneamente, la geopolítica en términos de producción y distribución de la Psicología tiene
particularidades específicas. Se han construido tres mundos de la Psicología: el primer mundo está
constituido por la producción que se realiza en los Estados Unidos, la cual se ha posicionado como el
conocimiento psicológico hegemónico; al segundo mundo pertenecen los países europeos como el Reino
Unido, Alemania y Francia, quienes entran en franca competencia con la producción norteamericana. Y
por último se encuentran los países que son habidos consumidores de Psicología que componen el resto
del mundo. Así se constituyen y manifiestan una serie de diferencias en la producción y el consumo de la
Psicología que responden más al poderío militar y a la posición política de los Estados Unidos que al
virtuosismo del conocimiento psicológico.
Puede decirse que geopolítica y colonialidad de la Psicología son dos caras de una misma moneda, que
está a la base de determinadas formas de ser y estar en el trabajo al nivel mundial. La salida de la
condición en la cual regiones enteras del planeta están mirándose a sí mismas en el espejo del
colonizador, está a la orden del día. Una certeza ha sido prescrita, la solución a las dimensiones
coloniales del conocimiento psicológico difícilmente provendrá de las "ciencias psi", puesto que ellas
mismas están involucradas en la producción del colonialismo.
Conclusión
Después de constatar que las relaciones de colonialidad están presentes en el vínculo entre la Psicología
y el trabajo, no se puede seguir pensando de la misma manera. Hay que cuestionar el conocimiento
psicológico sobre el trabajo, más que tratar de mejorarlo. Quizá este examen deba llevarse a cabo en
términos de una reflexión histórica que dé cuenta de cómo se ha llevado a cabo un proceso de
psicologización tan intensa, como aquel que está ocurriendo en los países de América Latina. No hay que
olvidar que, en estas regiones subordinadas, es en donde la disciplina crece con mayor velocidad y donde
todos los días aumenta el número de psicólogos que también va a actuar en el mundo del trabajo.
Hay que mencionar que una, se podría llamar actitud, ha caracterizado a la disciplina psicológica y a los
psicólogos mismos en relación con el mundo laboral. Esta actitud puede ser descrita como una "correcta
ignorancia", la cual hace referencia al puesto que tienen las múltiples críticas que se formulan en contra
del pensar y actuar psicológico en el trabajo. La "correcta ignorancia" que se incrementa a medida que se
psicologizan los ámbitos laborales produce que las criticas tengan un "no lugar" dentro de la relación que
la Psicología ha establecido con el trabajo. Contraria a otras ramas de la Psicología que avanzan a través
de las críticas, en la relación conocimiento psicológico-mundo del trabajo esto parece no ocurrir. Las
críticas se mantienen marginales, se les hace poco caso y no propician nuevos desenvolvimientos; por el
contrario, se produce más de lo mismo sin mayores miramientos. En otras palabras, en la relación que la
Psicología ha establecido con el trabajo se presenta poca reflexión acerca del sentido del actuar
psicológico más allá del sesgo pro-gerencia. La pregunta técnica sobre cómo aumentar la productividad
impera, y la trivialización del trabajo en términos psicológicos aumenta constantemente. Por supuesto, no
es por la coherencia o pertinencia de las críticas que esto ocurre. La negación o el relegamiento al que se
ven sometidas las críticas formuladas se lleva a cabo por parte de los profesionales e investigadores, así
como también por las facultades de Psicología.
Ya hace muchas décadas, Canguilheim había señalado que la pregunta ¿qué es la Psicología? dejaba en
una situación muy incómoda a la disciplina. La pregunta contemporánea ¿qué hace la Psicología? en los
ámbitos institucionales y en el trabajo en particular, quizá la deja en una peor situación. Es entonces
urgente confrontar esta "correcta ignorancia" que impera, pues no resulta pertinente, no al menos, para
aquellos lugares en donde este conocimiento llega como producto importado.

Panaia M; Benencia R; Catalano A M.; Calvo A (1996) Trabajo y empleo: un abordaje


interdisciplinario. Introducción y Primera Parte. [También en TP 3]
Introducción: Un estado de la cuestión sobre trabajo y empleo
La Universidad de Buenos Aires enfrentaba una deuda sobre el abordaje de las problemáticas del trabajo
en la Argentina, razón por la cual el programa de Área de Investigación sobre trabajo y empleo encara
desde su formación un intento por establecer los debates sobre el tema cuyo objetivo es arrojar luz sobre

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las lagunas del conocimiento, reordenar los conocimientos dominantes y orientar los nuevos esfuerzos en
investigación frente a la crisis.
Todo desarrollo disciplinario implica un proceso productivo, una práctica social organizada, con distintos
niveles de institucionalización, y una articulación muchas veces compleja entre las prácticas productivas
y los fenómenos superestructurales.
Un dato clave es el proceso de institucionalización que acompaña la construcción de una disciplina,
porque en la medida que éste avanza la pone a cubierto de la lucha política e ideológica; pero además, la
profesionalización de su ejércicío depende de la inserción que realice el especialista –en este caso, en
trabajo- en el mercado profesional.
Es decir, la construcción de conocimiento en la problemática del trabajo es un proceso social y como tal,
requiere ciertas condiciones de producción y de reflexión sobre sí misma para revisar el conocimiento
producido y abrir la posibilidad de la construcción de un discurso científico.
Los países que como el nuestro padecen de una crisis en su estructura, también tienen una crisis de ideas
enraizadas en el consenso sobre diferentes paradigmas fracasados: desarrollo dependiente en lo
económico y cultural, marginalidad en lo tecnológico y desigualdad en el intercambio, que fueron
importados e implementados en el período de sustitución de importaciones.
Esta circunstancia impide ahora pensar nuevas categorías de análisis para explicar lo que sucede en
nuestras sociedades; buscar modelos de interpretación optativos que permitan comprender lo que
significan las transformaciones por las que está pasando el sistema capitalista y repensar sistemas de
producción, de participación, de empleo y de redistribución de la riqueza.
Es evidente que si la crisis afecta la estructura orgánica del país también afecta la capacidad de las
Ciencias Sociales, en general, y de los estudios especiales en particular, para explicar la dinámica de los
cambios y para producir un pensamiento original que oriente los procesos de toma de decisiones sobre
trabajo, empleo e ingreso.
Hace falta un proceso de reflexión que integre todos los elementos y permita enfrentar la situación de
crisis, no solo del capitalismo, sino de la posibilidad de pensar y generar ideas que orienten la acción.
Durante el período de sustitución de importaciones, las Ciencias Sociales demostraron que podían hacer
una contribución importante desarrollando marcos teóricos de referencia e instrumentos metodológicos
de análisis que obligaron a mirar los procesos con perspectivas históricas. Pero la posibilidad crítica de
su mirada estuvo muy signada en el enraizamiento de paradigmas importados de otras realidades y en el
escaso margen que dejaba su aplicación.
En la Sociología del Trabajo, por ejemplo, la ceguera no fue distinta, acepto las mismas fracturas de la
Sociología del Trabajo francesa.
En análisis sobre “Tecnología y trabajo en la Argentina” de Alicia Calvo muestra que no existen análisis
con una perspectiva macroergonómica, sobre los métodos de incorporación tecnológica en nuestro país y
su impacto sobre el trabajo, y la perspectiva sobre la incidencia de la organización del trabajo en la
producción, es una corriente de análisis de factura muy reciente.
Otras improntas provenientes de la sociología industrial americana adoptaron la teoría de las Relaciones
Humanas desarrolladas a partir de los años 30 como respuesta controvertida al taylorismo.
En estas escuelas se asocio la productividad de los trabajadores más con el compromiso que con las
condiciones y medio ambiente de trabajo y algunos expositores mostraron que los componentes psico-
sociales de relación eran más importantes que la organización formal.
La disciplina que tuvo un desarrollo más sistemático fue la Psicología Social y de allí la importancia
otorgada a la participación y al estudio de la estructura informal de la empresa en nuestro país.
Otro de los modelos desarrollados en relación con el comportamiento laboral es la teoría de las
expectativas, en la cual se ponen en relación la motivación con los logros esperados y el significado que
adquiere el trabajo frente a los cambios de la tecnología y el modo de vida.
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Los aportes de la Psicología Ambiental se focalizaron en la interrelación entre el medio ambiente físico,
el construido y el social con la experiencia y la conducta humanas. En esta corriente, mediante algunos
aportes conceptuales como el escenario, la saturación y el clima social, se generó una corriente de
estudios asociadas a la noción de sistemas, que analizan las mediatizaciones entre el ambiente y la
conducta de los trabajadores.
También se contemplan los aportes interdisciplinarios provenientes de los estudios de la salud en el
contexto del trabajo, campo en que han sido incipientes los estudios sobre estrés laboral.
El estrés no proviene ni del ambiente ni de la persona, sino de la evaluación que el sujeto realiza de a
adecuación entre ambos y en las ultimas derivaciones de esta teoría aportadas por la psicología
ecológica.
Por último, los aportes de la Psicología Social al estudio de las representaciones sociales acerca del
trabajo, perspectiva que aclara las significaciones e imágenes acerca de la dimensión laboral y la
valoración que hacen de ella las personas en relación con los otros aspectos de sus vidas.
El doctor Miguel Matrajt desarrolló la conjunción del trabajo y la salud mental, saldando algunas de
nuestras falencias.
En su ponencia sobre “Paradigmas en salud mental y trabajo”, aborda su objeto de estudio desde varias
disciplina dividiéndolas entre las centradas en la relación factor-respuesta y las disciplinas centradas en
la subjetividad: dentro de las primeras ubica a la Psicología Laboral o Industrial, la Neuropsicología, la
psicología del trabajo, la ergonomía y la nueva ergonomía y la sociología y la nueva sociología del
trabajo.
Dentro de las segundas, o sea las centradas en la subjetividad, ubica la corriente existencialista, el
psicoanálisis convencional, la psicopatología del trabajo y la corriente culturalista que tienen en común
partir del psiquismo del trabajar, de su historia personal, sus formas de pensar y sentir, sus proyectos
existenciales, su concepción de sí mismo y el mundo.
Un enfoque que muestra los avances en el ámbito de convergencia del Derecho Laboral y la Sociología
del Trabajo en el tema de condiciones y medio ambiente del trabajo, es el de la doctora Irene Vasilachis
sobre “El Derecho del Trabajo desde la perspectiva de la Sociología del Trabajo”.
Ella muestra que a concepción preventiva propuesta por la Sociología del Trabajo es un punto obligado
de reflexión de la ley de accidentes de trabajo.
Sus aportes se centran en la relación del trabajo, la salud de los trabajadores y la regulación jurídica.
La autora afirma que la Sociología del Trabajo no está presente en la doctrina laboral. Esta doblemente
ausente, porque no se citan sus aportes y porque los sociólogos del trabajo no aparecen como
interlocutores imaginarios para los autores de doctrina, volviéndose prácticamente invisibles sus aportes
para la sociedad.
La escasa interrelación entre la visión médica y la visión antropológica del rol del médico y de la salud
de los trabajadores, nos remiten a otra ausencia llamativa en el desarrollo disciplinario de la problemática
del trabajo.
En nuestro criterio, la construcción de conocimientos sobre el trabajo está en pleno proceso de expansión
y la capacidad de revertir la dependencia de modelos importados para los estudios del trabajo y para las
Ciencias Sociales, en general, dependerá de su capacidad para vincular el quehacer teórica con la practica
social, y el proceso y el producto de la investigación social con los puntos de urgencia de nuestra realidad
tanto en el proceso como en el producto de las políticas de empleo, distribución del ingreso e
incorporación tecnológica, proceso de trabajo, etc.
A partir del artículo de Zapata (1896) se generó en nuestro medio un esfuerzo de reflexión que por
primera vez intenta revisar la construcción del discurso científico en los estudios del trabajo y de alguna
manera, también, de las prácticas sociales e institucionales cotidianas, tomando el aporte de todos los
campos de especialización y los interrogantes y respuestas de quienes construimos la disciplina.

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Cuando Zapata enumera las líneas analíticas de la Sociología de Trabajo latinoamericana a partir de los
trabajos más representativos a su juicio, señala:
1) La relación entre sindicalismo y Estado;
2) Las diferenciaciones en la constitución sectorial del proletariado en función del tipo de
producción;
3) El conflicto laboral según factores estructurales o en determinados contextos políticos, y
4) El comportamiento político de la clase obrera.
Por otra parte, aclara que no se puede hablar de la existencia de una Sociología del Trabajo más atrás de
la década del 60.
Para Rojas y Proietti estas líneas de trabajo pierden la posibilidad de reconstruir actores y prácticas
sociales; se trata más bien de estudios sobre el movimiento obrero como actor político-institucional, en
los que salvo excepciones la relación trabajo-técnica-constitución del actor están notablemente ausentes
de conceptualizaciones teóricas importantes.
La agenda de estudio propuesta por Zapata para las investigaciones en Sociologia del Trabajo en
America Latina reconocer tres alternativas:
1) El estudio de la condición obrera;
2) Las consecuencias de las políticas librecambistas; y
3) La conciencia obrera.
Todas ellas, son tachadas de politicistas por Rojas y Proietti, que a su criterio sostienen el paso de un
paradigma politicista imperante hasta hace una década hacia un paradigma más societal –más ligado a
Europa y USA- cuyos perfiles básicos sitúan la discusión actualmente en dos campos:
1) La situación de trabajo; y
2) El mercado de trabajo.
A la búsqueda del efecto societal que vincule lo especifico con lo general o viceversa, Rojas y Proietti
postulan el paso de la noción de “situación de trabajo” a la de “sistema de trabajo” y una
reconceptualización indispensable de la categoría “mercado de trabajo” entendida como espacio para
afrontar un enfoque critico.
Este enfoque se resuelve básicamente mirando el trabajo como espacio integrado por hechos de
organización y hechos de socialización que favorezcan el acercamiento entre el actor y el conocimiento
científico.
Esto supone una forma de intervención de la sociología del trabajo que se encuentra enfrentada a dos
exigencias: por un lado, generar capacidades para superar esquemas que pretendiéndose explicativos, no
lo son, y por otro, evitar explicaciones tautológicas heredadas de la Ciencia Política.
Construir una Sociología del Trabajo de este tipo implica para estos autores reflexionar sobre tres ejes
conceptuales:
1) La vinculación entre acción regulada por medios y acción regulada por sentido con intención; la
vinculación entre funcionamiento e interacción y entre sistema y mundo de la vida.
2) La conceptualización de la acción de manera que sea posible analizarla en los fenómenos que la
constituyen.
3) La relación existente entre la acción innovadora, el cambio en lo social, el movimiento social y
los procesos de aprendizaje.
Novick y Catalano analizan a evolución de tres periodos de comportamiento diferenciado de las
relaciones laborales en la Argentina.
Lo que aparece como novedoso en la década del 80 y se configura cada vez más como un cambio
significativo para la disciplina, es el aporte de los economistas del trabajo a partir de temas como las
horas de trabajo y su vinculación con las reivindicaciones obreras y la calidad de vida.

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Un aporte temprano en la Argentina en esa dirección, lo realizó Julio C. Neffa, desde el Centro de
Estudios e Investigaciones Laborales del CONICET. Este autor señala que se desarrolla en nuestro país
con un buen nivel de análisis, pero es poco interdisciplinaria.
En 1980 Marc Maurice señala que el aporte de la economía podría permitir una sociología del trabajo
más integrada, beneficiada por la puja entre economistas y sociólogos, aunque en esa disputa se
encuentran las claves de la crisis y los límites mismos de la renovación de la sociología del trabajo.
La nueva mirada de la economía, la sociología y la historia del trabajo en la investigación de una
nueva definición de las relaciones entre proceso de trabajo, división del trabajo y acumulación de
capital, es la que produce una profunda renovación de la disciplina.
En la Argentina faltó una historia de las formas de organización del proceso de trabajo, que permitiera
elaborar un conocimiento más profundo del grado de penetración del taylorismo y el fordismo en el país,
para poder evaluar con esa perspectiva las características de la crisis actual y los cambios en esa
organización, así como sus repercusiones en el modo de acumulación, como de alguna manera lo sugiere
el trabajo de Lobato y Suriano, publicado en este volumen.
En nuestros países, las investigaciones sobre la relación entre marcos de regulación normativa del trabajo
y la performance económica es ínfima, descuidándose especialmente el análisis del impacto de la
protección laboral entre comportamientos que afectan la productividad.
La reestructuración de la economía mundial implico una inevitable reinserción de las economías
latinoamericanas, en las que se produce una crisis de la acumulación por sustitución de importaciones y
un agotamiento del Estado como organizador del desarrollo para pasar a regímenes políticos más
incluyentes, pero con políticas económicas más excluyentes.
En la reestructuración de la economía mundial y los procesos de ajuste de las economías
periféricas, se transfiere al mercado el papel protagónico que pierde el Estado; pero en nuestros
países, el mercado carece del dinamismo necesario para funcionar como un eficaz integrador
social.
El régimen legal de protección laboral contribuye a moldear las prácticas de empleo, a estructurar el
mercado de trabajo, combinando prácticas contractuales y la composición de la fuerza de trabajo
ocupada, y puede llegar a afectar la disciplina. No está estudiado todavía en qué medida afecta la
productividad laboral.
Constituye un importante aporte aporto saber cómo se han ido construyendo los conocimientos históricos
respecto del mundo del trabajo. Es invalorable para países como Argentina, que tienen un importante
desarrollo agrario y basan sus exportaciones fundamentalmente en materias primas agropecuarias, la
profundización de los estudios sobre el empleo rural. Sin embargo ésta ha sido una veta poco estudiada
en nuestro país.
Lo estudios de mas interés para esta temática han estado centrados en las relaciones de producción y en
la elaboración de tipologías agrarias. En general, la hipótesis predominante ha sostenido la escasez del
trabajador rural y el alto costo del factor trabajo, lo que explica la tendencia permanente a la
mecanización.
Actualmente, el nuevo estadio del proceso de mecanización y sus efectos reestructuradores sobre los
movimientos poblacionales dispara procesos del tipo: escasez relativa de mano de
obra/mecanización/migración adicional, que muestran en última instancia los efectos macroeconómicos
sobre el sector.
En nuestro país, desde los resultados de una investigación empírica se pone en cuestión el excesivo
determinismo del capital a través de las conceptualizaciones del rol del saber obrero y la capacidad de
regulación humana.
Algo similar ocurre con la organización del proceso de trabajo, donde el desarrollo de la polivalencia nos
remite a la vieja fractura entre producción y capacitación.

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Toda la organización del trabajo concebida por Taylor, se apoya en un criterio de rentabilidad económica
donde la pieza clave es la mano de obra, porque constituye el mayor porcentaje de la estructura de costos
de producción.
Con la automación, el costo de la maquina pasa a tener un peso central y modifica los términos de la
eficacia del trabajo, porque la productividad no pasa por la intensificación del trabajo vivo, sino por una
utilización optima de las máquinas. Entonces quedan automáticamente cuestionadas dos funciones
clásicas: las funciones de mando del sistema jerárquico taylorista, en la medida que la automación
concentra una mayor actividad cerebro-intensiva; y las funciones de gestión, ya que la informatización
puede permitir una verdadera descentralización de la gestión de la empresa a nivel de taller, servicio,
unidad operativa, etc.
Los estudios sobre la crisis del taylorismo han demostrado que la crisis y reivindicaciones de las
condiciones de trabajo, son cuestionamientos a la concepción capitalista de la productividad. Se podrían
distinguir dos lógicas en la política de inversiones:
1) La de la productividad del trabajo vivo; y
2) La de la medida de la realización del beneficio, que implica que se investigue la economía del
capital constante luchando contra “los usos de los medios de producción” o contra “la
superexplotación del trabajo vivo”.
Esta última es la que mas interés ha despertado en los estudiosos de la clase obrera: salarios,
desempleo, intensificación de la tara, división entre decisión y ejecución, etc.
Los interrogantes actuales de la Sociología del Trabajo y por extensión, de todas las disciplinas
relacionadas con el trabajo, están bastante alejados de los que surgieron históricamente como objetos
propios de la disciplina, porque hoy la preocupación está centrada en el empleo y en la empresa.
En parte, porque la masividad y persistencia de las empresas en el mercado condiciona el mantenimiento
del empleo y gestión está pensada para el núcleo del personal jerárquico.
Por otro lado, el mercado de trabajo ya no es uno solo sino un gran número de pequeños mercados
separados (regionales, locales, de oficio, etc.) con distancias físicas, culturales e institucionales. Esta
balcanización del mercado impulsa la investigación sobre la movilidad en el empleo, la dinámica de
estos sectores, las normas y las instituciones y en particular, la empresa, que constituyen las barreras de
entrada y salida del mercado de trabajo.
Las privatizaciones, mecanismo al que han recurrido muchas importantes empresas en el país, ha
fomentado el estudio de sus efectos en el mercado de trabajo y en las nuevas organizaciones empresarias.
En cuanto a la preocupación por la empresa, que se extiende al espacio interno y se dedica a descubrir
que lógica de conjunto y que forma de coherencia pone en práctica, también se vio muy impulsada por
los procesos de privatización y cierre de empresas a causa de la recesión y el ajuste.
La presión que ejerce la aplicación de la flexibilización sobre el proceso de producción, la regulación del
empleo y las cargas de trabajo del personal, produce modificaciones en el proceso de transición que no
han sido suficientemente estudiadas.
Estas políticas introducen procesos de precarización que condensan o aceleran el ritmo de vida del
trabajo y tiene graves consecuencias de desgaste para el trabajador.
Primera Parte: Historia del trabajo y de los trabajadores en la Argentina: Aproximaciones a su
historiografía
La Argentina de la segunda mitad del siglo XIX se sumergió en una etapa de profundas
transformaciones, impulsadas por la producción de bienes primarios para el mercado agroexportador. Ese
proceso fue también el de la constitución de nuevos actores sociales, que resultaron de un múltiple
movimiento, donde confluyeron los viejos protagonistas de la sociedad criolla transformados por las
nuevas condiciones de la vida política, económica y social, y los recién llegados al calor de la
movilización de seres humanos provenientes de Europa.

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Los trabajadores fueron ocupando paulatinamente el lugar que los primeros historiadores del movimiento
obrero reclamaron.
Lo que queda dentro de una extensa producción histórica, es la historia del movimiento obrero como un
camino posible para aproximarnos a la historia del trabajo en Argentina.
1. El mundo del trabajo en las interpretaciones globales
En los años sesenta se produjo, en la Universidad de Buenos Aires, una renovación académica con la
incorporación de nuevas disciplinas y la creación del Instituto de Historia Económica y Social. Los
investigadores en historia y sociología focalizaron el examen en el período de, la integración de la
Argentina al mercado mundial como productora de bienes primarios, particularmente entre 1880 – 1930,
etapa que fue denominada de “formación de la Argentina Moderna”
El antecedente más inmediato de aquellos trabajos realizados en los años sesenta lo constituyó la
publicación de Germani, en 1955, de la primera obra que trazaba un perfil empírico de la estructura
social de la Argentina, a partir de los censos de población realizados entre 1869 y 1947. Los trabajadores
ocupados en los diferentes sectores de la economía jugaban, en la concepción germaniana, un rol
importante en la modernización del país. Los trabajadores-inmigrantes, concentrados en los centros
urbanos, alimentaron el crecimiento de las capas de los obreros urbanos como la de los llamados sectores
medios, disolvieron bajo su impacto las viejas formas culturales, y conformaron asociaciones que se
constituyeron en los canales de participación en la nueva sociedad. Todas estas observaciones
sustentaban el análisis de Germani, sobre la modernización del país. Anuncia también, lo que se
constituirá en un tema central del debate sobre la identidad política de los trabajadores, al señalar el
movimiento peronista con sus lemas de “Justicia social” y “Derechos de los trabajadores” como la
expresión de las clases trabajadoras en oposición a la “oligarquía explotadora”.
2. La historia político-institucional
Los interrogantes sobre el papel de los trabajadores como una fuerza política, han orientado los estudios
de los obreros organizados. Temas referidos a la autonomía de la clase, la conciencia de clase como el
resultado de la acción establecida desde fuera del lugar de trabajo, la acción del partido revolucionario
que diseñaba el paradigma leninista, son las bases sobre las que se estructura de una u otra forma, la
mayoría de los trabajos.
El debate en torno a la “Semana Trágica” (represión y masacre sufrida por el movimiento obrero
argentino, en la que fueron asesinados cientos de personas en Bs As en 1919. Se produjo a raíz de una
huelga provocada en una metalúrgica llamada Vasena, en reclamo de mejores condiciones.), recorta dos
formas de hacer historia de los trabajadores. Por un lado, se encuentra el trabajo de Godio, quien
partiendo de un análisis de las ideologías dominantes en el seno del movimiento obrero, busca
desentrañar aquellas cuestiones vinculadas con la ausencia de un partido revolucionario y encontrar un
modelo para la acción. Su análisis coloca en un lugar privilegiado la concepción marxista de la
conciencia de clase, y el problema mayor reside en explicar cómo se constituye y construye una clase
trabajadora en hegemónica y con capacidad de organizar a la totalidad de la sociedad de acurdo a sus
intereses.
Para David Rock, el movimiento no sólo constituye un estallido emocional masivo, sin coordinación ni
dirección, por lo que no puede ser interpretado como una anticipación de lucha armada moderna, sino
que también critica el ahistoricismo de Godio puesto que lo ve como una herramienta.
Por otro lado, más fructífera fue la polémica que se inició a partir de los trabajos de Germani, y que se
articuló alrededor del peronismo. Germani ponía el énfasis en los aspectos de ruptura que la irrupción
masiva de los migrantes internos, que adherían al peronismo, desempeñó en la gestación del nuevo
movimiento. El peronismo venía a significar una fractura histórica que hacia fines de los años sesenta
comenzó a ser cuestionada, enfatizando esta nueva corriente en el rol del movimiento obrero organizado
en los orígenes del peronismo, y discutiendo la diferenciación entre obreros nuevos y viejos, así como la
relación entre sindicalismo y Estado.

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El tema de las relaciones entre la clase obrera y el peronismo constituye una fuente de estímulo
permanente a la reflexión de los historiadores, tal vez por la activa presencia que sus actores tenían y
tienen en el escenario político nacional. Se destaca el texto de James, quien explica, a partir de la
articulación del discurso de Perón y de la experiencia de los trabajadores, el modo en que se conforma su
identidad política. Desarrolla también la historia sindical posterior a Perón y la transformación del
sindicalismo peronista en una fuerza política autónoma, considerando a los dirigentes sindicales como el
resultado de una combinación de un pragmatismo, vinculado a las instituciones y apelación a la lucha y a
la acción directa, como rasgos del sindicalismo moderno. La necesidad de promover la defensa y mejora
de condiciones de trabajo y de los salarios, los lleva a desarrollar canales de negociación, y para abrir
esos canales se recurre a la protesta.
La historia del peronismo, como la de la clase obrera en su conjunto, ha estado demasiado centrada en lo
que sucedía en los grandes centros urbanos y es poco lo que se conoce del proceso en el interior del país,
pensado este proceso no como mero reflejo de lo que sucedía en Buenos Aires, sino como el resultado de
las articulaciones peculiares de cada región.
3. La “Nueva Historia Social”
Si se pudiera establecer una caracterización general de la misma, podría enfatizarse su carácter
fragmentario y disperso, y señalar al mismo tiempo, la influencia teórica de la historiografía marxista.
Dado el carácter diverso y fragmentario de las bases teóricas, será agrupada en dos problemas centrales:
el referido al nivel o la calidad de vida de los trabajadores, y el de un cuerpo más heterogéneo en torno a
los sectores populares y su experiencia.
3.1. Calidad y nivel de vida: las manifestaciones de un debate apenas anunciado
Panttieri describía en un tono fuertemente pesimista la situación de los trabajadores en el período de la
inmigración masiva; señalaba que la situación de la clase obrera habría empeorado durante ese momento.
Cortés Conde, analiza en uno de sus capítulos más importantes, la constitución del mercado de trabajo,
sus características y las razones de la atracción argentina de trabajadores europeos. El salario diferencial
se convierte en la clave explicativa de esa atracción. Para este autor, el crecimiento de las exportaciones
y de la riqueza, se tradujo en una expansión del empleo, lo que atrajo a la inmigración y produjo un
aumento del ingreso de habitantes. Hizo una lectura optimista de las transformaciones de la Argentina
moderna y construyó las bases empíricas que, a su juicio, permitían demostrarlo.
Leandro Gutiérrez, colocó en una clave problemática, aquellos aspectos no dimensionados por Cortes
Conde: el peso de los períodos de desocupación en un país que se caracterizaba por un mercado laboral
estacional, la inseguridad laboral, los niveles de consumo, las expectativas de una masa de trabajadores
traducibles en expectativas de ascenso social.
Dentro del tema de las condiciones de vida, aparecieron en los años ’60 los trabajos de Yuvnovsky, quien
planteaba que las desigualdades entre oferta de vivienda y crecimiento de la población dieron lugar, en la
ciudad de Buenos Aires, a un proceso convergente de crecimiento de los valores de la vivienda, que
afectaba a los asalariados.
En este tema no faltaron los continuadores a la obra de Cortés Conde, que escribirían un artículo que se
ubica dentro del campo optimista, y discutiendo con Yuvnovsky, buscan demostrar que finalmente, la
experiencia argentina no fue tan poco exitosa para muchos inmigrantes que se transformaron en
propietarios; que se había producido un incremento del número de propietarios y que las viviendas
precarias, cedieron ante la solidez de las construcciones.
Las discrepancias historiográficas sobre las condiciones de calidad de vida en la Argentina, entre 1880 y
1914, tuvieron estas pocas manifestaciones y en los últimos años los aportes parecen haberse
desvanecido. La falta de un debate franco y abierto sobre el tema, ha cercenado la posibilidad de
enriquecer la historia de los trabajadores.

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3.2. Los sectores populares y la “experiencia” de los trabajadores
El concepto de “experiencia”, la cultura como campo de tensión, la historia “desde abajo” o la historia de
la “gente común”, han dejado su impronta en una producción heterogénea por los temas y problemas que
aborda. Ha permitido también, la acuñación de la nueva categoría de “sectores populares” que, aunque
más inclusiva, desdibuja la noción de clase.
La categoría de sectores de populares, que incluye a los trabajadores, se ubicó en el centro de una
controversia que no alcanzó a convertirse en debate, porque no estaba claramente planteado y porque
quienes lo impugnaban, lo hacían desde el poco claro pero seguro lugar de la denuncia, y no a partir de
un cuerpo de investigaciones que lo sostuvieran.
Quienes acuñaron al concepto de sectores populares, partieron de la idea de explicar la sociedad, pero
buscando recortar un sujeto que diera cuenta de las complejidades del proceso de conformación de los
sujetos sociales; alumbraron a una categoría que en su uso se fue desdibujando el rostro de los
trabajadores y las complejidades de su experiencia.
Respecto al tema de las identidades, un tópico en el período formativo de la Argentina moderna ha sido
abordado por Adolfo Prieto, donde muestra la difusión de la literatura criollista y su funcionalidad para
diferentes sectores sociales. Para los sectores populares, la literatura criollista de fin de siglo, significó
una forma de civilización, ya que proveyó símbolos de identificación y afectó las costumbres, puesto que
reprodujo una atmósfera rural que parecía garantizar el sentimiento de nacionalidad. Sirvió para controlar
las tensiones desatadas por el proceso de modernización y para reafirmar el carácter nacional, y discutir
quién tenía más derecho de pertenencia a la nación.
La cuestión de la identidad es el tema central en este período, donde se advierte un complejo proceso de
confluencia de la construcción de una identidad nacional, de una identidad de clase, y hasta de una
identidad “étnica” y “de género” amalgamadas, en un movimiento marcado por constantes
interrelaciones.
Son precisamente los trabajos sobre el fenómeno inmigratorio, los que ciertamente han tomado la
cuestión étnica como el eje de sus investigaciones. Cuando las ideas de etnicidad, pluralismo, diferencia,
cuestionaban y desplazaban la noción de asimilacionismo, cuando de los años ´70 los paradigmas
clásicos de las ciencias sociales comenzaron a ser cuestionados y a producir una fragmentación que
significaba privilegiar lo local, lo cotidiano, los grupos desorganizados, las minorías, las mujeres, los
sectores marginales, se facilitó el abordaje minucioso de diferentes grupos étnicos.
En este campo, un problema crucial reside en analizar cómo se resolvieron las tensiones entre una
identidad étnica que se construía en el país receptor a expensas de las identidades nacionales, que
constituían las bases de la experiencia en el país de origen, y una identidad de clase y nacional que
incluye el tema de la ciudadanía. Las exploraciones realizadas por Ricardo Falcón apuntan a estudiar las
relaciones entre la cuestión étnica y el movimiento obrero, entrecruzando esta dimensión con la cuestión
social y con el régimen político.
Los problemas de integración de los nuevos grupos inmigratorios, en particular en el trabajo industrial,
han sido enfatizados en numerosos trabajos, y en la Argentina fueron fuente de tensión en grandes
establecimientos. La experiencia del trabajador inmigrante ocupó el grueso de una bibliografía que no
prestó la misma atención a la rica problemática de la cooptación de masas de trabajadores indígenas, que
eran incorporados en la producción industrial, en condiciones que en nada se parecían a las
caracterizadas como modernas.
Otra cuestión de importancia es la relativa a la historia de las mujeres con su mutación hacia la historia
de la sexualidad, de su vida cotidiana, y la incorporación del concepto de género como categoría de
análisis.
Sin temor a equivocarse, los autores dicen que los historiadores del trabajo, en particular en las áreas
urbanas, siguen ignorando a las mujeres trabajadoras, aunque constituyan un grupo mayoritario del sector
que se encuentra bajo estudio, y la producción histórica presta escasa atención a la investigación que se
encuentra bajo la clasificación de “mujeres”.

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De modo que ausentes de la historiografía argentina sobre trabajadores, las mujeres se transformaron en
un tema privilegiado por quienes desde de diferentes disciplinas estudiaron y discutieron la posición de la
mujer en la sociedad, en el trabajo invisible y no remunerado. Con mayor o menor éxito, estos trabajos
contribuyeron a colocar el tema de la mujer como un campo particular de estudio.
Las historias del trabajo, en cambio, pasan por alto campos de experiencia donde la activa participación
de las mujeres en los movimientos de protesta o en la organización sindical sean vistos de manera más
extensa y compleja, contemplando las vicisitudes de la vida cotidiana, la existencia o no de un doble
trabajo, las incertidumbres o las aspiraciones de la gente.
Cualquier abordaje de la dinámica del proceso de trabajo, debe dar cuenta de que además de la división
social y técnica del misma señalada por Marx, existe otra división del trabajo que atiende a las
diferencias de acuerdo al sexo y a la raza.
4. La historia del trabajo: vacíos y necesidades
El examen del trabajo en Argentina reclama una colocación y un análisis centrado en aquellos tópicos
que puedan dar cuenta de las habilidades, destrezas y comportamientos de los trabajadores, como de los
engranajes de los que forman parte y de las relaciones que se establecen.
Tradicionalmente, los estudios sobre los trabajadores se han concentrado en éstos, pero las pretensiones
de los empresarios y sus sistemas de valores resultan tan útiles como los que sustentan los asalariados,
para entender la conflictividad (o no) de sus relaciones.
Del mismo modo, la constitución de los ámbitos específicos relacionados con la organización del trabajo,
la formación de los especialistas laborales y su grado de inserción en instituciones públicas y privadas, se
orientan a una comprensión global de la dinámica laboral, de sus transformaciones y de sus
permanencias.
Finalmente, habría que agregar que la historia política institucional de los trabajadores debe ser
repensada con los aportes de la “nueva historia social”.
Dejours, Ch. (1998) El factor humano. Introducción. Cap. 1, 2 y 3.
En este libro, el autor hace una propuesta que se inscribe dentro de la perspectiva crítica del paradigma
de las ciencias aplicadas, al tomar como punto de partida del proceso de investigación el análisis,
descripción y comprensión de las conductas concretamente adoptadas por los sujetos en situación real.
En los capítulos seleccionados, el autor explicita y define los presupuestos teóricos implícitos en las dos
orientaciones de investigación sobre el factor humano, en una considerado como falla y en la otra como
recurso. Los presupuestos conciernen al modelo de hombre, y los conceptos de tecnología y trabajo.
Introducción [TP 8]
Adopta un paradigma que se inscribe en la perspectiva abierta por la crítica del paradigma de las ciencias
aplicadas.
Ciencia aplicada  Disciplinas que se dedican a la acción dirigida a la implementación, transformación
o mejoramiento de una situación más que a la producción de conocimientos. Se oponen a las ciencias
fundamentales. Tienen una relación de subordinación epistemológica con respecto a las ciencias básicas.
Esta subordinación es la que cuestionan actualmente varias corrientes científicas. En la perspectiva
crítica de la que hablamos, se trata de establecer la primacía del terreno, es decir, de las conductas
humanas concretas. La cuestión planteada es la del análisis, descripción y la comprensión de las
conductas concretamente adoptadas por los hombres y las mujeres en situación real, considerándolas
como puntos de partida del proceso de investigación.
Las investigaciones en materia de factor humano se alimentan de variados presupuestos, y responden a
metodologías variadas. Antes de analizar esos presupuestos, observaremos las principales orientaciones
de la investigación.

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I. Las orientaciones de la investigación sobre el factor humano
1. De las cuestiones iniciales
Dos orientaciones principales que se organizan a partir de dos maneras de plantear la cuestión del
principio del factor humano (dos enfoques):
1) La primera formulación de la cuestión inicial: ¿cuáles son los orígenes y cuáles los medios de
controlar las fallas humanas en la situación de trabajo?
2) La segunda formulación de la cuestión inicial: ¿cómo movilizar, desarrollar y administrar los
recursos humanos?
A partir de estas dos formulaciones de principio, se pueden oponer las dos orientaciones en tres puntos:
1) Objetivos de la acción: Esas dos formulaciones inician dos enfoques de investigación.
 En el primero (falla), la preocupación principal es la de la seguridad. Secundaria y
accesoriamente la cuestión de la calidad. La calidad aparece como una cuestión separada de la
seguridad.
 En el segundo enfoque (recurso), la preocupación principal tiene que ver con la calidad.
Secundaria y accesoriamente la seguridad. La seguridad se considera un subproducto de la
calidad.
2) Previsibilidad de las conductas humanas:
 En el primero se supone que es posible caracterizar integralmente la situación de trabajo. La
intervención humana adecuada en el proceso de trabajo se supone cognoscible por adelantado.

 En el segundo se admite que la situación de trabajo no puede caracterizarse enteramente y que


hay que darle lugar no sólo a lo incidental eventualmente predecible sino también a lo
desconocido, lo imprevisible.
3) Orientación normativa:
 El primer enfoque (fallas) está más bien ordenado con referencia a las nociones de prescripción y
disciplina, es decir, a normas estrictamente funcionales, sin referencia a valores.
 El segundo enfoque (recursos) está más bien ordenado en referencia a la noción de cultura, es
decir, esencialmente a valores relativos al bien y al mal, a lo justo y lo injusto, a lo deseable y lo
indeseable.
Las dos formulaciones iniciales de la cuestión sobre el factor humano desembocan en dos orientaciones
normativas profundamente diferentes.
II. Las orientaciones de la investigación sobre el factor humano
2. Los enfoques de investigación
En los dos enfoques se apunta a los mismos hombres y a las mismas mujeres. Hay aquí una paradoja que
no se trata. De ahí los muchos enfoques que tratan de conciliar los dos objetivos y los dos enfoques que
se cree pueden ser complementarios. Esto lleva a combinaciones originales que no se superponen en
absoluto, pero que tienen en común una misma debilidad teórica: el sincretismo. No hay contradicción
insoluble entre objetivo de seguridad y objetivo de calidad. La contradicción está en las líneas
conceptuales.
1) El enfoque que parte de la caracterización del factor humano en términos de falla humana lleva al
encadenamiento de las siguientes nociones prácticas:
Falla, error, falta  control, supervisión, consigna, reglamento, disciplina, sanción y/o formación
Las prácticas cotidianas en el terreno son portadoras de esta secuencia. Estas prácticas proponen el
siguiente linaje conceptual:
Análisis del comportamiento  descomposición del comportamiento en procesos, elementos, módulos
o unidades del comportamiento, a estudiar separadamente  investigación y concepción en materia de

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ayuda o asistencia al razonamiento y a la decisión  prótesis cognitiva; sustitución tan frecuente como
sea posible del hombre por automatismo.
2) El enfoque que se origina a partir de la caracterización del factor humano en términos de recurso
humano, se encadenan las siguientes nociones prácticas:
Motivación, desmotivación  comunicación (informal más que pragmática)  cultura de empresa,
valores
En lo que refiere al procedimiento científico sigue la siguiente línea conceptual:
Análisis de las conductas (no reducibles a comportamientos) relaciones de trabajo/ análisis de las
interacciones sociales y afectivas  análisis de las estrategias de los actores.
Enfoque de la falla humana  ciencias de la ingeniería y cognitivas. Enfoque tradicional en países
industriales.
Enfoque de recursos humanos  psicología social y escuela de las relaciones humanas. Ciencias de la
administración y gestión, ciencias sociales. Se activa fuertemente con la competencia japonesa.
Esta dicotomía puede parecer maniquea. Los enfoques u orientaciones en su mayoría se inscriben en una
u otra de las dos orientaciones aquí definidas. Aquellas que se resistirían a la clasificación, se observa
que todas ceden al sincretismo, precisamente lo que tratamos de eliminar aquí por medio de la crítica
epistemológica.
Las dos orientaciones científicas que tratamos de caracterizar, los presupuestos que deberemos interrogar
específicamente se refieren al contenido de los siguientes términos: hombre, tecnología y trabajo.
III. Identificación de los presupuestos teóricos en las dos orientaciones de investigación sobre el
factor humano.
Los presupuestos implícitos que debemos explicitar conciernen principalmente al contenido de tres
conceptos:
a. La concepción o el modelo de hombre,
b. El concepto de tecnología y
c. El concepto de trabajo.
a. Los presupuestos relativos al modelo de hombre
Primer enfoque  La renovación aportada por las ciencias cognitivas se traduce a nivel del modelo de
hombre en el abandono de los análisis holísticos del comportamiento y del agente del comportamiento.
Se considera inútil un modelo unificado del hombre. Parece más eficaz apoyarse en un modelo modular
que pase por una fragmentación de los procesos.
Segundo enfoque  El modelo de hombre es holístico y eventualmente interactivo. Los procesos
elementales, sus articulaciones, sus desempeños son de poca utilidad para dar cuenta de las conductas
humanas. El modelo dominante de hombre es el del actor en el sentido de actor social.
b. Los presupuestos relativos al concepto de tecnología
Primer enfoque  El uso del término técnica es más o menos unívoco. No hay diferencia fundamental
entre la técnica y la tecnología. Tecnología: conjunto de conocimientos sobre la técnica. Técnica: remite
al orden maquinal (máquinas), también aplicaciones del conocimiento teórico en el ámbito de la
producción y de la economía. Objetos y mecanismos necesarios para una acción.
Segundo enfoque  Los presupuestos teóricos concernientes al concepto de tecnología son menos
tajante. El concepto de técnica, en algunos casos, se utiliza como el enfoque anterior. En otros, tal
concepto remite esencialmente a las habilidades, a los saber-hacer, a la manipulación de instrumentos y
herramientas, e implica de los usos del cuerpo en el trabajo. Técnica como acto tradicional eficaz. La
tecnología ya no se refiere al conocimiento de los objetos técnicos, sino al análisis de la historia de las
conductas y de las habilidades humanas.

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c. Los presupuestos relativos al concepto de trabajo
Primer enfoque  Se supone la actividad concreta. Para dar cuenta del error humano hay dos hipótesis
posibles:
 En un primer grupo se evoca la negligencia o la incompetencia. Presupuestos que rara vez se
reformulan en términos de hipótesis a verificar. Son hipótesis débiles. La validación de estas
hipótesis plantea problemas metodológicos difíciles.
 El error o falla no proceden de la negligencia o la incompetencia de los operadores. Proceden de
un error o una insuficiencia del diseño o la prescripción.
Tanto en un caso como en el otro, se evita una cuestión fundamental: cualquiera sean la calidad del
diseño y la precisión de los procedimientos, queda una parte de responsabilidad de los hombres que
nunca se toma en consideración. Una parte que tiene que ver con la decisión. Decisión que concierne a
las situaciones inéditas para los actores, o las situaciones cuyo análisis no puede ser saldado a priori en
términos estrictamente científicos.
Si se toma en cuenta esta dificulta esencial de toda situación de trabajo hay que admitir que el
trabajo nunca tiene que ver con la “ejecución”, que todo trabajo implica una parte de gestión del
desfasaje entre la organización del trabajo prescripta y la organización del trabajo real.
Segundo enfoque  Se discute sobre la iniciativa, el compromiso y la motivación. Se realiza un análisis
centrado no en el comportamiento sino en la conducta, con una unidad de base vinculada al hombre
como sujeto o como actor. La conducta es no sólo la parte observable u objetable de un acto sino también
su parte no visible –los motivos, móviles y actos de pensamiento que acompañan, preceden y siguen a un
comportamiento. El análisis está orientado hacia la elucidación de los procesos afectivos y conativos,
hacia el análisis de las comunicaciones, el análisis del clima social, de la cultura, de la ideología, de los
valores y de las relaciones entre los hombres. Se trata entonces de referir a la investigación científica a
los procesos intrasubjetivos e intersubjetivos y a las relaciones entre el individuo y la organización.
En caso de falla humana, se elaboran hipótesis referidas al stress, management, dirección o gestión. Los
presupuestos teóricos son los del desfasaje irreductible entre la organización formal y la informal. Las
fallas se interpretan rara vez como en la primera corriente. Son el resultado de una intención o una lógica
estratégica. Lo que falla es la conducta del operador, lo que falla respecto del desempeño esperado se
vincula a la lógica de una estrategia coherente en la que el actor es a la vez autor y cautivo.
Estamos en el paradigma de la acción. En cuanto a la corriente teórica de la psicología de las
organizaciones, este enfoque tiene también una serie de presupuestos sobre el trabajo. Sólo analiza las
relaciones entre personas o entre sistemas, pero deja de lado globalmente la cuestión del trabajo, en tanto
actividad y en tanto “lo que no está dado” por la organización prescrita del trabajo. Atribuye en cambio
la calidad a la cooperación. La movilización por medio de la cultura, los valores o la identidad colectiva
se supone transferible a cualquier tarea, cualquiera sean las restricciones que implique para la actividad.
Capítulo 1: El concepto de tecnología
I. Concepción común de la técnica y noción de falla humana
El enfoque del factor humano como “falla”, ¿cómo resuelve en un plano teórico, la interacción
entre los polos ego (sujeto) y lo real (situación de trabajo)?
En el enfoque del factor humano a partir de la concepción común de la técnica, se toma esencialmente en
consideración la relación entre hombre (ego) y el entorno o puesto de trabajo (real). Las interacciones
ego/real se consideran como dos polos de una economía circunscripta que forman una entidad o sistema.
El problema teórico planteado es el de las condiciones de eficiencia de estas interacciones. Si se concibe
fácilmente la existencia de acciones del sujeto sobre lo real, por el contrario la noción de acción de lo
real sobre el sujeto es más enigmática. La acción, ¿es de la misma naturaleza en los dos sentidos de la
interacción? Existe intencionalidad de la acción del sujeto sobre lo real. Pero la reacción de lo real sobre
el sujeto ¿puede calificarse de intencional?

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Esta noción de interacción entre dos mundos no homogéneos –el mundo de las cosas y de los estados y el
mundo humano- no es obvia. Supone necesariamente, en el plano teórico, la existencia de una medida
común entre estos dos mundos.
En estos enfoques del factor humano, esta medida común se establece a costa de:
 Una cierta reducción impuesta al concepto de hombre. Se deja de lado el mundo vivido; la
conducta y la acción se reducen en beneficio del comportamiento. Y el hombre queda reducido a
un operador.
 Un postulado sobre la subordinación del comportamiento a leyes de la naturaleza, fisiológicas y
psicológicas. Si el comportamiento humano está sometido a leyes naturales, y estas son
inmutables, el comportamiento humano a su vez se considera invariablemente sometido a causas
identificables. Funciona implícitamente el postulado de existencia de una “naturaleza humana”.
Esta coherencia postulada entre los acontecimientos que afectan al mundo de las cosas y al
comportamiento humano se conoce como “presupuesto fisicalista” (o naturalista).
Este presupuesto tiene consecuencias decisivas en la investigación, tres consecuencias de
importancia particular para nuestra discusión:
 Lo que en el comportamiento humano escapa a las leyes de la naturaleza, es decir, lo que no está
sometido a la racionalidad instrumental, debe apartarse resueltamente de la noción de factor
humano. El presupuesto fisicalista (o naturalista) da una descripción positiva del
comportamiento. Implica, por oposición, una caracterización peyorativa de lo que se deja de
lado. Elimina del análisis todo lo que en el comportamiento tiene que ver con las creencias y los
deseos.
 Adoptar esta posición teórica de manera rigurosa implica, por oposición, considerar todo lo que
en las conductas humanas se aparta de la racionalidad instrumental como conductas irracionales.
En cuanto estos componentes “irracionales” del comportamiento vuelven a la situación de
trabajo, es necesario oponérseles o domesticarlos. Oponérseles es someterlos al control, a la
disciplina o a la sanción, domesticarlos es tratar de colocarlos bajo la primacía de la racionalidad
instrumental por medio de la formación.
 Finalmente, estas vueltas de la dimensión de comportamientos no sometidos a leyes, llevarán a
un juicio de valor formulado por los investigadores. Este juicio moral consiste en identificar el
componente heterónomo (ajeno a las leyes de la naturaleza) del comportamiento, a la falta de
inteligencia o a la patología. El presupuesto fisicalista en materia de factor humano lleva así a
agrandar el ámbito de la patología de los comportamientos.
El presupuesto fisicalista tiene la característica de inscribir la concepción del factor humano en una
perspectiva práctica que acuerda gran confianza a la ciencia para analizar, resolver y racionalizar la
relación hombre-tarea.
En esta concepción se considera a la técnica como vinculada por derecho propio al ámbito de las ciencias
de la naturaleza y de las ciencias aplicadas.
II. Concepciones psicosociológicas y noción de recurso humano.
¿Cuáles son los presupuestos en los que se basa la noción de recurso humano?
El enfoque del factor humano se alimenta de la psicosociología, la psicología clínica y de la sociología,
la entidad o el sistema sobre el que se funda el análisis está constituido por las interacciones entre el
hombre (ego) y otros hombres (otros), o entre el sujeto y los otros. Hablaremos de conductas humanas.
La regulación de las conductas se entiende como la resultante de las interacciones entre el sujeto y un
medio ambiente humano. Este enfoque tiene la ventaja, respecto del precedente, de no tener que
enfrentar los problemas de la heteronomía, ya que concibe todas las interacciones en el interior del
mundo humano.
Si en el enfoque anterior se dejaba de lado el mundo humano, en este enfoque es el mundo del trabajo el
que se reduce al mundo intersubjetivo y social. El medio ambiente físico y las especificidades de las

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restricciones del puesto de trabajo se excluyen del análisis. La psicosociología de las organizaciones
toma en cuenta el medio ambiente de trabajo sólo como contexto, e inclusive como decorado, sin que
este último tenga un impacto directo sobre la organización de las conductas humanas. Hay aquí un fuerte
reduccionismo a favor del teatro subjetivo, intra e intersubjetivo.
El presupuesto que elimina del determinismo de las conductas el análisis de las restricciones producidas
por el medio ambiente de trabajo se conoce como psicologismo. Este presupuesto admite, inversamente
al presupuesto fisicalista, que las conductas humanas puedan cambiar y que sean tributarias del
desarrollo social e histórico. Implica la interacambialidad de los contextos y la adaptabilidad humana a
todos los ambientes. Ej. la motivación modulada por formas de poder sería transferible a cualquier
actividad, lo que también constituye una simplificación considerable, ya que inclusive en condiciones
ideales de mando u organización, queda un lugar para las fallas humanas, los errores y los accidentes,
que la sola referencia a la calidad de las relaciones de trabajo y de la motivación no permite explicar.
En el presupuesto psicologista o subjetivista, no existe concepto de técnica. La técnica es un decorado,
no es un determinante de las conductas humanas. El presupuesto subjetivista abandona la técnica a las
ciencias de la naturaleza y admite la soberanía de las ciencias sobre la tecnología.
Existe otro prejuicio más que, aunque en contradicción con el subjetivista, tiene las mismas incidencias
sobre el lugar de la técnica y las restricciones de trabajo en el determinismo de las conductas humanas: el
presupuesto culturalista. En el presupuesto culturalista las conductas son esencialmente hechos de cultura
y no la consecuencia del desarrollo endógeno de la técnica. Entre la cultura por un lado y las conductas
humanas por el otro, sólo se toma en consideración una mediación, la interiorización. En esta
perspectiva, el factor humano se determina en un juego de interacciones iniciadas a partir de un mundo
exterior al mismo trabajo.
III. La antropología de las técnicas y la crítica de los presupuestos de sentido común.
Desarrolle los aportes de la antropología de las técnicas, como crítica a los enfoques planteados.
Este enfoque está construido precisamente sobre la crítica de los presupuestos presentados hasta ahora
sobre la tecnología. La antropología de las técnicas es el enfoque crítico por excelencia.
El postulado sobre el que se funda el punto de vista antropológico consiste en que las relaciones
intersubjetivas entre ego y los otros, que desempeñan un papel organizador en las conductas humanas, no
pueden reducirse a una entidad o a un sistema ego-otros. Los conflictos, las relaciones de poder o el
reconocimiento siempre tienen algo en juego dentro de lo real. Ej.: si surge un conflicto entre dos
personas, en sí mismo jamás apunta exclusivamente a la postura subjetiva de una o de la otra. El
conflicto apunta a lo que la postura del sujeto implica en relación con un hacer, un acto, una conducta o
una acción sobre lo real. El juicio sobre el otro se refiere a la relación de este otro con lo real, siempre es
porque implica cierta manera de actuar sobre el mundo que desapruebo o con la que estoy en desacuerdo,
o que perjudica mis intereses. El juicio, el conflicto o el reconocimiento no se refieren directamente al ser
del sujeto, sino a su hacer.
El mismo principio de un sistema ego-otros que tenga que ver con un presupuesto teórico subjetivista o
culturalista no resistiría al análisis comparativo de las conductas humanas en situaciones de trabajo
diferentes en el interior de una misma cultura.
En el otro polo, el presupuesto fisicalista o naturalista que lleva a la formalización de un sistema ego-real
sería incompatible con la evolución histórica de las sociedades, de las técnicas y de las conductas
humanas.
Todo análisis tecnológico supondría mantener juntos tres términos:
Real

Ego Otros
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Es lo que realiza el concepto mismo de TÉCNICA en la perspectiva antropológica: la técnica es “un acto
tradicional eficaz”.
Acto  Materializa la relación entre ego y lo real. Apunta a una transformación del mundo real. Ahora
bien, no hay transformación regulada del mundo que no implique una mediación o una instrumentación.
Esta instrumentación puede ser una herramienta, una máquina, un lenguaje. Otra característica del acto
técnico es que supone siempre un compromiso, un manejo específico del cuerpo del que actúa. Sostener
una herramienta, manipular una máquina, escribir, hablar, implican una cierta postura y una habilidad del
cuerpo. Así, el acto sobre el mundo, mediatizado por un instrumento, demanda a cambio, una
transformación, un aprendizaje del cuerpo que debe tener una cierta adecuación a la materialidad de lo
que hay que transformar, tributaria de una cultura. La técnica siempre es una técnica del cuerpo.
Tradicional  Un acto no puede homologarse como técnica más que si está situado con respecto a una
tradición, ya sea en continuidad o ruptura. A falta de este lazo de tradición, el acto no es inteligible para
los otros y quizás tampoco comprensible para el sujeto actuante. Porque sin referencia a la tradición, un
acto no puede volverse consciente, no puede devenir objeto de percepción ni simbolizarse. La tradición
es una forma de sedimentación de las rutinas prácticas. El acto técnico debe volverse tradicional y
contribuir así a hacer evolucionar toda la tradición hacia una tradición renovada. Pero sin llegar al
reconocimiento o a la homologación del acto como acto técnico, es imposible producir un acto regulado
del cuerpo en una acción instrumental nueva.
La dimensión tradicional del acto técnico es lo que sirve de lazo entre ego y los otros en el triángulo de la
tecnología. La técnica es no sólo una técnica del cuerpo, sino además una técnica cultural.
Eficaz  La eficacia del acto para transformar el mundo real es fundamental. Esta eficacia no existe por
sí misma, pasa por un juicio. La cuestión que se plantea es la de saber quién emite el juicio de eficacia. Si
es el sujeto solo ante sí mismo, este juicio podría resultar no sólo subjetivo, sino además nulo por su
parcialidad, ya que no se puede ser juez y parte. El juicio es esencialmente asunto de los otros. De otros a
los que ego está vinculado por tradición.
Sin eficacia reconocida, este acto sería únicamente incantatorio, tendría categoría de ritual. Finalmente, si
la eficacia de un acto no puede convertirse en tradición, tiene que ver con un azar feliz o con la magia,
pero no con la técnica.
La técnica, entonces, no es sólo corporal y cultural, sino también racional.
El juicio de la eficacia está en el centro de la relación entre los otros y lo real.
REAL
Acto Eficaz

EGO OTROS
Tradicional
En esta teorización del concepto de técnica hay un engranaje entre mundo objetivo y mundo humano.
Pero el comportamiento técnico no está sometido únicamente a las leyes inmutables de la naturaleza,
también lo está a los usos y costumbres, y es puramente cultural. La técnica es a la vez acto de
transformación del mundo y acto de transformación del sujeto. La técnica es evolutiva porque tiene que
ver con el orden humano que es el único dotado de conciencia historizante.
Este enfoque antropológico de las técnicas lleva a considerar que las relaciones sociales y su evolución
se apoya enteramente en la evolución de las técnicas, que es a la vez su mediación y su desafío. La
técnica accede así a una posición teórica fundamental e insoslayable para todas las ciencias
humanas.
La tecnología aparece como la ciencia humana de las técnicas. Se despliegan dos mundos vinculados a
presupuestos que se oponen. Y la tecnología pertenece propiamente a las ciencias humanas y no a las
ciencias de la naturaleza o de la tierra. La técnica es un acto sobre lo real, iniciado a partir de una cultura
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y sancionado por el juicio de los otros. La técnica escapa a la tutela de las ciencias de la naturaleza. La
técnica produce la cultura, siendo al mismo tiempo un acto cultural sometido a la restricción de la
historia y de la sociedad.
Asumir las consecuencias de la crítica antropológica de los presupuestos sobre la técnica, implica el
cuestionamiento radical del complejo de la “tecno-ciencia”. Porque entre la ciencia y la técnica se
interponen las conductas humanas. De manera opuesta, entre la sociedad y las conductas individuales se
interponen los actos técnicos que no tienen la flexibilidad de un proceso simple de interiorización.
Implica también el cuestionamiento de la noción de sistema socio-técnico.
Capítulo 2: De la tecnología al concepto de trabajo
Puntualice los aportes de la ergonomía, la etnografía industrial y la psicología histórica, a la
relación real-sujeto-trabajo.
¿Cuál es la definición de trabajo propuesta por el autor?
Se examinarán las relaciones de distinción y superposición entre técnica y trabajo, a la luz de disciplinas
específicamente implicadas en la conceptualización del trabajo, especialmente la ergonomía.
La primera distinción concierne a la noción de acto. En la investigación ergonómica, se le otorga un
lugar primordial al análisis de la actividad a diferencia de la definición de tarea.
Tarea  es aquello que se desea obtener o lo que se debería hacer.
Actividad  es, frente a la tarea, aquello que el operador hace realmente para tratar de alcanzar,
lo más que pueda, los objetivos fijados por la tarea.
Respecto de la técnica, el trabajo se caracteriza por el marco social de obligaciones y restricciones que lo
precede. El trabajo implica un contexto que contribuye de manera decisiva a definirlo. Se sustituirá la
noción de acto por la de actividad ya que es más precisa y específica.
Por otra parte, es cierto que la eficacia es una dimensión central común a la técnica y al trabajo. Pero el
trabajo siempre está situado en un contexto económico. El criterio aislado de la eficacia de la actividad
sobre lo real es insuficiente para homologar una actividad con el trabajo. También hace falta que
esta eficacia sea útil. Esta utilidad puede ser técnica, social o económica. El criterio utilitario es
inseparable del concepto de trabajo.
Es sobre este criterio que se puede establecer la distinción entre una distracción o entretenimiento y un
trabajo. Si la eficacia técnica de los actos no está sometida a los criterios de utilidad, se está en el registro
de las distracciones o del no trabajo. EJ.: se distingue el que está de vacaciones del instructor de esquí.
Para este último se trata de una actividad juzgada y reconocida no sólo por su eficacia técnica, sino por
su utilidad social y económica (en beneficio de una municipalidad o un club).
Finalmente, lo que se refiere al tercer término del concepto técnico –tradicional-, reviste una forma más
restrictiva en la esfera del trabajo. Las interacciones entre ego y los otros están sometidas, en efecto, a
una exigencia suplementaria: la de la coordinación de actividades. Esta coordinación implica a la
tradición. Esta tradición constituye una condición de posibilidad de la coordinación. La coordinación no
es únicamente cognitiva-instrumental, sino que también supone relaciones e interacciones en el registro
de la comprensión, del sentido, así como de las relaciones sociales de trabajo entre ego y los otros.
Estamos en posición de poder derivar del triángulo tecnológico un segundo triángulo cuyos polos siguen
siendo similares, pero las interacciones entre polos son diferentes. Surge que el trabajo es, en el plano
teórico, un concepto más limitado y circunscripto que el de técnica en el que está incluido.
I. Lo real como concepto (aporte de la ergonomía)
Se abordará de manera precisa el concepto de “real”, en la teoría de la técnica y del trabajo.
REAL  Lo que, en el mundo, se hace conocer por su resistencia al dominio técnico y al conocimiento
científico. Es aquello donde fracasa la técnica después de que todos sus recursos han sido utilizados
correctamente. Está ligado consustancialmente al fracaso. Es lo que en el mundo se nos escapa y se

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convierte a su vez en un enigma a descifrar. Lo real es siempre una invitación a proseguir el trabajo de
investigación y de descubrimiento. Lo real no tiene que ver con el conocimiento sino con lo que está más
allá del ámbito de la validez del conocimiento y del saber-hacer actuales. Lo real se aprehende en primer
lugar bajo la forma de la experiencia en el sentido de experiencia vivida.
Lo real debe distinguirse conceptualmente de la realidad. La realidad es el carácter de lo que no
constituye únicamente un concepto, sino un estado de las cosas. Lo real tiene una realidad, pero se
caracteriza por su resistencia a la descripción. Lo real es la parte de la realidad que resiste a la
simbolización.
Lo real no remite exclusivamente a la materialidad psico-químico-biológica del mundo. El mundo es
también un mundo social.
Anteriormente vimos que el juicio de eficacia en la teoría de la técnica y el juicio de utilidad en la teoría
del trabajo, se referían a la relación de ego con lo real. Ahora, deberíamos precisar que estos juicios sobre
la eficacia y la utilidad se formulan teniendo en cuenta el límite que el choque con lo real les impone. La
eficacia y utilidad no son nunca simples y evidentes, cambian día a día. Es precisamente porque eficacia
y utilidad no están fijadas ni desprovistas de ambigüedad que necesitan, para ser validadas, del juicio
consensual de los otros sobre el acto técnico y sobre la actividad de trabajo respectivamente.
El aporte decisivo de la ergonomía a la teoría del trabajo es haber hecho aparecer el carácter
inevitable, inexorable, inagotable y siempre renovado de lo real en el trabajo. Es una avanzada en
el plano conceptual.
“Lo real del trabajo” es una dimensión esencial de la inteligibilidad de los comportamientos y de las
conductas humanas en situación concreta. La falla humana frente a la tarea es inevitable, ya que lo real
nunca se deja aprehender más que bajo la forma de fracaso.
Es precisamente esta noción de fracaso la que falta en la teoría ergonómica y la teoría del trabajo. La
prescripción (tarea o modos operatorios prescriptos), si bien nunca puede respetarse íntegramente cuando
se trata de alcanzar los objetivos de las tareas, es precisamente por causa de lo real del trabajo.
La tarea, es decir, lo que se desea hacer, nunca puede alcanzarse exactamente. Siempre hay que reordenar
los objetivos. La actividad real siempre contiene una parte de fracaso frente a la cual el operario ajusta
los objetivos y la técnica. El fracaso, parcial, está incluido en los conceptos de eficacia y de utilidad.
Hablar de fracaso es algo diferente a hablar en términos de falla, de error o de falta.
II. Hacia otra definición del trabajo
La actividad condensa de alguna manera el éxito del saber y el fracaso ocasionado por lo real, en un
compromiso que contiene una dimensión de imaginación, de innovación, de invención.
Podemos dar una nueva definición del trabajo, que precise la dada anteriormente: “actividad coordinada
útil”. Esta nueva definición se enuncia en los siguientes términos:
TRABAJO  Es la actividad coordinada desplegada por los hombres y las mujeres para enfrentar lo
que, en una tarea utilitaria, no puede obtenerse mediante estricta ejecución de la organización prescripta.
Esta definición contiene las tres nociones inicialmente seleccionadas para caracterizar el trabajo. Pero
toma en cuenta de manera más precisa lo real: lo que en la tarea no puede obtenerse mediante la
ejecución rigurosa de lo prescripto. E insiste en la dimensión humana del trabajo: es lo que debe
ajustarse, reordenarse, imaginarse, inventarse, agregarse por los hombres y mujeres para tomar en cuenta
lo real en el trabajo. Sin esta parte de innovación, sin el compromiso de la inteligencia humana, la estricta
ejecución mecánica de las prescripciones lleva a la “huelga de celo” (trabajo a reglamento) y ningún
proceso de trabajo en estas condiciones puede funcionar correctamente.
Nos limitaremos a subrayar la diferencia teórica de gran alcance entre la “realidad de la actividad” (a la
que apunta la expresión actividad real o trabajo real) y lo “real del trabajo”, es decir, los límites del saber,
de los conocimientos y de la concepción, con los que chocan los actos técnicos y las actividades de
trabajo.

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III. La noción de “actividad subjetivante” (aporte de la etnografía industrial)
La noción de actividad subjetivante se debe a investigadores en ciencias sociales que se interesaron en la
actividad obrera. Muestran que aunque los obreros están físicamente en la sala de control, mentalmente
lo están con la materia en transformación, y necesitan para transformarla un control sensorial de la
instalación.
Los autores remiten su investigación a las habilidades tácitas (tacitskills), su forma y los requisitos
psicosensoriales necesarios a su puesta a punto y a su eficiencia en situación real de trabajo. Es decir, lo
implementado por los operadores para enfrentar aquello que, en la producción, no puede obtenerse
mediante ejecución estricta de las consignas.
Muestran así que las competencias requeridas se basan en un funcionamiento del pensamiento y del
cuerpo que tiene que ver con el “pensamiento salvaje”. El análisis comprensivo y teórico de estas
actividades muestra que estas últimas escapan en parte a la conciencia, siendo al mismo tiempo
intencionales. Es decir, no siempre están simbolizadas, aunque estén reguladas. Son actos prácticos.
Estos actos se traducen no solamente por su impacto sobre la materia o las instalaciones, sino por una
transformación o una huella que se inscriba en el propio sujeto. Esta dimensión de transformación del
sujeto por la actividad de trabajo, sin la cual ninguna eficiencia sería posible, lleva a los autores a definir
un concepto de “actividad subjetivante” designa las actividades específicamente implicadas por las
habilidades tácitas que pasan por las transformaciones subjetivadas del operador.
El concepto de actividad subjetivante se inscribe en la “crítica de la racionalidad” y en una perspectiva
coherente con la distinción operada por la ergonomía.
Retendremos de esta contribución de la etnología que las actividades de las que se habla en la misma
definición de trabajo no son reductibles a lo que se objetiva en los actos y los modos operatorios, y que
se descripción integral, así como el análisis de la dinámica de su aplicación, pasan también por el análisis
de las huellas de estos actos sobre la transformación del sujeto, por una parte, y por el análisis de los
aportes de la subjetividad reorganizada de acuerdo con la forma final de los modos operatorios, por otra.
El concepto de actividad subjetivante constituye la mediación conceptual que faltaría en los presupuestos
fisicalistas sobre las interacciones entre el hombre y el puesto de trabajo. Esta mediación permite
intercalar, entre la objetividad propia del puesto de trabajo y la objetividad de la expresión material del
comportamiento, un tiempo de subjetivación –la actividad subjetivante- en la que restricción objetiva y
proceso subjetivo se sostienen mutuamente hasta en el detalle de su dinámica interna, pero sin terminar
jamás con la heteronomía de las dos dimensiones del comportamiento y de su intención.
Asumir las consecuencias del concepto de actividad en las investigaciones sobre el factor humano, es
hacerle lugar, dentro de la teoría del trabajo, a los conceptos de:
 (Resistencia de lo) real;
 Fracaso (objetivo);
 Compensación parcial del fracaso mediante procesos que implican la subjetividad.
Estos conceptos nos llevan al umbral de una cuestión teórica que se refiere a la inteligencia
movilizada en situación real de trabajo, o “inteligencia de la práctica”.

IV. Lo real del trabajo y la inteligencia astuta (aporte de la psicología histórica).


Caracterizar la inteligencia movilizada frente a lo real es apelar a una teoría de la inteligencia de la
práctica del trabajo.
Esta forma de inteligencia fue identificada y tematizada con el nombre de metis que significa oficio. Se
trata de una inteligencia esencialmente involucrada en las actividades técnicas, especialmente las
actividades de fabricación. Esta inteligencia se caracteriza por un cierto número de rasgos:
 Se moviliza frente a las situaciones inéditas, lo imprevisto, frente a las situaciones móviles y
cambiantes.
 Se muestra particularmente en la actividad del cazador, en el arte del navegante o el médico.

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 Su motor es la astucia.
 Está arraigada en el compromiso del cuerpo que funciona gracias a una suerte de mimetismo con
las restricciones de la tarea.
 Trata de ahorrar esfuerzo y privilegia la habilidad en detrimento del despliegue de fuerza.
 Es inventiva y creadora.
Límite del concepto de metis: es esencialmente descriptivo. Da cuenta de lo que el uso de esta
inteligencia implica respecto del comportamiento de toda la subjetividad en el esfuerzo para enfrentar la
situación y lo que contiene de inesperado, de arriesgado, de improviso. Pero este concepto no da cuenta
de los procesos cognitivos y afectivos movilizados. No poseemos hoy en día teoría constituida de esta
inteligencia.
La inteligencia de la práctica “en cuarentena”: Esta inteligencia fue identificada por los griegos pero ha
sido poco estudiada por los científicos.
Al tratarse del trabajo, y de la práctica ordinaria del trabajo, el conjunto de los problemas concretos
encontrados por los operadores no parece poder resolverse con la ayuda de los conocimientos
establecidos por las ciencias naturales, porque el trabajo confronta precisamente a los operadores con el
mundo real. El paradigma de las ciencias aplicadas es cuestionado en beneficio de una investigación
científica que tome al terreno como punto de partida. Hay que volver a examinar el concepto de metis.
La teoría de la metis es y sigue siendo el basamento de todo análisis del ingenio.
Capítulo 3: La concepción del hombre: ¿Modelización individual o modelización colectiva?
(Aportes de la sociología de la ética y de la psicodinámica del trabajo)
Vimos que el concepto de actividad implica lógicamente un concepto de subjetividad, que constituye de
alguna manera el punto de partida de la inteligencia de la práctica. El alcance crítico de este recorrido
teórico apunta a cuestionar el presupuesto fisicalista específico del enfoque del factor humano en
términos de “falla”.
El análisis está centrado en el operador, o el sujeto, de la técnica y del trabajo, en singular. Los
comportamientos humanos no pueden interpretarse correctamente a partir del universo físico y mental
individual (ego  real). Todo acto técnico y toda actividad de trabajo están sometidos a una regulación
mediante interacciones entre personas; a interacciones entre sujetos (ego  otros) que implican un
análisis de la dinámica intersubjetiva.
El capítulo que abordaremos ahora sobre la dimensión colectiva del factor humano proporcionará medios
para someter a crítica los presupuestos subjetivistas y culturalistas en el enfoque del factor humano en
términos de “recursos humanos”.
I. Las paradojas de la inteligencia de la práctica.
La inteligencia de la práctica implica la idea de astucia. Esta astucia incluye dos aspectos: la astucia
respecto de lo real, que introduce la imaginación creadora y la invención, es decir, la adjunción de algo
nuevo –la innovación- a lo que ya se conoce, a lo que es objeto de una rutina, a lo que está estabilizado e
integrado a la tradición. La astucia pasa por la familiarización con el proceso de trabajo.
La astucia introduce, junto con la innovación, inevitablemente, una falta de cumplimiento de la
prescripción, una trampa. En este nivel se sitúa la primera paradoja: la actividad, cualquiera sea la
situación de trabajo, implica una excursión fuera de la tradición y fuera de la norma.
La astucia, por esto, comporta un segundo aspecto: la discreción, un espacio privativo de alguna
manera donde hacer los ensayos y las tentativas al resguardo de las miradas exteriores, de los controles y
de la vigilancia, en secreto.
Poseer estos trucos confiere al que los tiene una ventaja en términos de autonomía y de poder con
respecto a la jerarquía y a los colegas. Usando hábilmente los descubrimientos de la inteligencia astuta,
el sujeto puede protegerse más eficazmente de la fatiga, o ganar en productividad y en salario; pero
además puede negociar de manera más ventajosa su posición social y económica.
El secreto tiene su otra cara: iniciativa jerárquica, sea por razones de dominio y poder o por razones de
seguridad.
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La otra cara del secreto y de la astucia sólo se analiza desde el punto de vista de los mandos superiores.
El secreto también tiene consecuencias poco ventajosas sobre los mismos sujetos porque encierra al
sujeto que trabaja en la soledad y el disimulo.
La trampa y los descubrimientos de la inteligencia astuta introducen el riesgo de una divergencia entre
los diversos modos operatorios de los miembros de un colectivo. La dimensión del secreto tiene
incidencias contradictorias sobre las conductas humanas. Para vencer los inconvenientes del secreto se
recurre a la publicidad.
II. La visibilidad y el problema de la confianza.
El ingenio está atravesado por la doble exigencia contradictoria de la discreción y de la visibilidad. Por
visibilidad hay que entender el resultado de una acción voluntaria de revelación, de demostración. El
ingenio y los trucos no son fácilmente accesibles a la observación de un tercero. En primer lugar, porque
se trata de componentes de un acto técnico más amplio, y no siempre es fácil desglosarlos del conjunto
en el que están incluidos para mostrarlos. Después, porque esta habilidad tácita no es sólo tácita. A veces
ni siquiera el mismo sujeto lo reconoce concientemente. La inteligencia y la habilidad desplegadas por
los operadores a menudo se anticipan a su percepción conciente.
La alternativa al secreto no es la transparencia pasiva a la observación de los otros, sino la prueba
voluntaria de puesta en visibilidad por parte de sujeto, para hacer que la trampa se vuelva inteligible a los
otros.
La visibilidad es la condición para el paso del estatus subjetivo de ingenio a la objetivación de sus
hallazgos.
La visibilidad está compuesto por dos niveles: visibilidad respecto de los otros en las relaciones de
paridad con los colegas de trabajo, y visibilidad respecto de la jerarquía.
Lo que nos interesa ahora son las condiciones que hacen posible la visibilidad.
Esta condición es la confianza entre las personas. El análisis de la visibilidad de los hallazgos de la
inteligencia de la práctica o de la inteligencia astuta, como correctivo de la dimensión del secreto a nivel
de la organización real del trabajo, hace surgir otra cuestión inevitable en toda teoría del factor humano.
Dijimos que el concepto de factor humano no puede basarse sólo en la dimensión individual de la
relación sujeto-tarea. Debe pensarse a partir de la intersubjetividad y de las interacciones en el colectivo
de trabajo. No hay colectivo que no esté basado en la dinámica de la confianza entre los miembros de ese
colectivo. La confianza no es solamente el requisito de la visibilidad, sino también la condición de la
coordinación y de la cooperación.
La confianza se inscribe en una dinámica de suspensión, de puesta en latencia de las relaciones de fuerza
en el trabajo.
La confianza no se basa en componentes psicológicos, sino éticos. La confianza está
fundamentalmente ligada a la efectividad de una congruencia en el tiempo entre la palabra dada y
el comportamiento que le sigue. Toda teoría del factor humano debe hacerle un lugar a la
dimensión ética. La confianza tiene que ver con el respeto de la promesa. Esta promesa se refiere a la
equidad de los juicios pronunciados por los otros sobre la conducta de ego, en el triángulo del trabajo. Se
refieren a la manera en que el sujeto que trabaja negocia concretamente su relación con lo real del
trabajo.
III. Las formas de juicio sobre el trabajo.
¿Cuáles son los aspectos que el autor considera respecto de la construcción de la identidad? (abarca
punto 3 y 4)
La psicodinámica del trabajo distingue dos tipos de juicio: el de utilidad y el de belleza.

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Juicio de utilidad  Este juicio de utilidad técnica, social o económica de la actividad singular de ego
le confiere al acto técnico su inscripción en la esfera del trabajo. Sin evaluación utilitarista, el acto
técnico puede tener que ver tanto con el tiempo libre como con el trabajo.
¿Quién está en posición de proferir el juicio de utilidad? Esencialmente, aquellos que están situados en
una posición jerárquica con respecto a ego: el jefe, el ejecutivo, el organizador, son los mejores ubicados
para evaluar la utilidad. Pero no son los únicos. Los que están subordinados al sujeto también tienen
prerrogativas en el registro del juicio de utilidad, ya que pueden dar cuenta de la utilidad desplegada por
su jefe o director con relación a su propio trabajo. Finalmente, los clientes son los jueces de la utilidad
del trabajo de producción o de servicio.
Juicio de belleza El primer aspecto de este juicio se refiere a la conformidad de trabajo, de la
producción, de la fabricación o del servicio, con las reglas del arte. Este juicio confiere al ego la
pertenencia al colectivo o a la comunidad de pertenencia. Es a cambo de juicio de conformidad sobre el
trabajo que el sujeto recibe un juicio sobre lo que hace de él un individuo como los otros. Siempre
contiene en su enunciación un juicio sobre la belleza del trabajo realizado.
¿Quién está en posición de pronunciar este juicio? En primer lugar, los que conocen tan bien las reglas
del arte, es decir, esencialmente, los pares, los colegas o los maestros.
El segundo aspecto del juicio de belleza es contingente. Constituye un juicio agregado. Consiste, más
allá del reconocimiento de conformidad con las reglas del arte, en apreciar lo que constituye la
distinción, la especificidad, la originalidad, y el estilo del trabajo. Este juicio le confiere a ego el
reconocimiento de su identidad singular o de su originalidad, es decir, de aquello mediante lo cual ego no
es precisamente idéntico a ningún otro. Este juicio es proferido por los otros en la línea horizontal de la
paridad.
IV. El reconocimiento
Estos juicios se refieren al trabajo, a la actividad, es decir, al hacer y no al ser de ego. Lo que se trata de
evaluar y juzgar es el trabajo, y no la persona. Es sólo en un segundo momento que ego es capaz de
recuperar esta conquista obtenida en el registro del hacer en el ámbito de la realización de sí mismo y la
construcción de la persona o de la identidad.
El juicio sobre el trabajo puede funcionar como reconocimiento de los otros. Reconocimiento de la
calidad del propio trabajo, y de la contribución a la gestión y evolución de la organización del trabajo.
Este punto es, en la teoría del factor humano, esencial: el reconocimiento es la forma específica de
retribución moral-simbólica otorgada a ego en contrapartida por su contribución a la eficacia de la
organización del trabajo, es decir, por el compromiso de su subjetividad e inteligencia.
La visibilidad supone un riesgo subjetivo. Este riesgo sólo puede asumirse en un contexto intersubjetivo
de confianza. La confianza tiene que ver con el respeto de la promesa de un juicio equitativo. Este juicio
es equitativo si los argumentos tomados en cuenta se refieren efectivamente al hacer y si no se los
distorsiona. Finalmente, lo que está en juego en este juicio es el reconocimiento y sus incidencias sobre
las expectativas de ego respecto de la realización de sí mismo, es decir, respecto de la construcción de su
identidad (pertenencia y originalidad).
Esta dinámica introduce la regulación de la inteligencia práctica entre secreto y visibilidad, dos
dimensiones heterónomas al mundo objetivo: la dimensión de la ética (respeto a la promesa de equidad)
y la dimensión psico-afectiva (reconocimiento y realización de sí mismo).
V. Arbitraje y cooperación.
¿De qué manera es posible regular la tensión entre individualismo y cooperación?
En relación a ese punto, desarrolle las dimensiones consideradas en tanto condiciones centrales.
Dejours va a plantear: “Aun cuando se hayan vuelto visibles y hayan pasado por el juicio del
reconocimiento, todos los hallazgos del ingenio no pueden conservarse, debido a su efecto de
divergencia sobre la organización del trabajo, con el riesgo a mediano plazo de arruinar las
condiciones materiales de coordinación. Es por esto que es necesario poner a prueba los hallazgos
27
técnicos en una discusión”. Desarrolle lo atinente al componente ético del factor humano en dicha
discusión.
Cuando las condiciones éticas e intersubjetivas de la visibilidad están reunidas, entonces es posible
abordar una etapa decisiva para toda organización del trabajo, la que permite regular la tensión inevitable
entre individualismo y cooperación.
Los descubrimientos de la inteligencia de la práctica pueden tener efectos desorganizadores. Aun cuando
se hayan vuelto visibles y hayan pasado por el juicio del reconocimiento, todos los hallazgos del ingenio
no pueden conservarse, debido a su efecto de divergencia sobre la organización del trabajo, con el riesgo
a mediano plazo de arruinar las condiciones materiales de coordinación. Es por esto que es necesario
poner a prueba los hallazgos técnicos en una discusión.
Se trata de llegar finalmente a arbitrajes cuyo desarrollo principal es la coordinación de las actividades e
inteligencias singulares en la cooperación del colectivo de trabajo. La suma de estos arbitrajes culmina
en el mejor de los casos en una evolución de las reglas de trabajo.
Esta etapa fundamental de los arbitrajes es, por sí misma, una actividad normativa, es decir mediante la
cual se producen normas de trabajo sin las que la cooperación no es posible y ningún colectivo puede
existir. Al tratarse del concepto de trabajo y del aporte de la ergonomía, de la antropología de las
técnicas, de la etnografía industrial y de la antropología histórica, nos situamos en el nivel de la dupla
tarea/actividad, es decir, en el nivel de la inteligencia en singular.
Al tratar la coordinación cambiamos de nivel de análisis. La psicodinámica del trabajo estudia las
condiciones de articulación de las inteligencias singulares, de coordinación de las actividades a nivel de
la organización del trabajo, o de un segmento de organización del trabajo. Encontramos entonces el
desfasaje entre organización del trabajo prescripta y organización del trabajo real. Este último sustituye
el desfasaje inicial entre tarea y actividad, en cuanto se pasa de lo singular a lo plural, de lo individual a
lo colectivo, de la inteligencia astuta a la cooperación.
VI. Factor humano y espacio de discusión.
¿De qué manera se aborda el componente ético en los presupuestos fisicalistas y subjetivista del
factor humano?
¿Cuáles son las 3 dimensiones que deben tomarse en consideración al evaluar las discusiones
relativas a los comportamientos individuales y colectivos (racionalidad comunicacional)?
Desarrolle
La gestión ordinaria del desfasaje entre organización prescripta del trabajo y organización real del trabajo
implica, además de la visibilidad de los modos operatorios reales, arbitrajes repetidos que son necesarios
para la coordinación. Existen condiciones específicas de discusión. La confianza es una de las
condiciones, sin embargo no basta. Es necesario que exista un espacio abierto a la discusión libre de los
agentes, es decir, un espacio donde pueden formularse libremente y públicamente, opiniones
eventualmente contradictorias para proceder a arbitrajes y tomar decisiones sobre las cuestiones que
interesan al futuro del servicio, del departamento, de la empresa, de todos los miembros que los forman.
Trabajar no es solamente realizar actos técnicos, sino también hacer funcionar el tejido social y las
dinámicas intersubjetivas indispensables para la psicodinámica del reconocimiento.
Los argumentos no son únicamente de orden técnico. También son relativos a los deseos, creencias,
posiciones ideológicas y decisiones éticas de los sujetos que trabajan e intervienen en el espacio de la
discusión. Tiene que ver con la opinión, que no es más que un parecer basado en consideraciones que no
son únicamente del ámbito del conocimiento científico. Es una dimensión teórica del factor humano. El
factor humano no puede reducirse ni a su dimensión científica o técnica, ni a su dimensión psicológica.
En lo que refiere al componente ético del factor humano, los dos presupuestos fisicalista y subjetivista-
culturalista, fallan por haber ignorado o apartado esta dificultad o esta autonomía fundamental del sujeto
humano. El espacio público en el que se formulan las opiniones es un espacio abierto a la deliberación
colectiva que permite en el mejor de los casos llegar a un consenso. Las decisiones precedidas por una
deliberación no son comparables con las decisiones sin deliberación colectiva. No tienen las mismas
28
consecuencias. Es necesario que los sujetos que intervienen puedan comprenderse para que el espacio de
discusión funcione.
Deben tomarse en consideración tres dimensiones: inteligibilidad, sufrimiento y autenticidad. En el caso
de los criterios relativos a estas tres dimensiones se satisfagan idealmente, se puede llegar a construir una
interpretación común, o un sentido común (o compartido) relativo a los comportamientos individuales y
colectivos en el trabajo.
Inteligibilidad  La inteligibilidad de los comportamientos no es evidente, y la intención de hacerla
visible no es suficiente. La fuente principal de dificultades está en los medios retóricos y
comunicacionales. A este nivel existen desigualdades importantes, en particular porque para expresar y
justificar las razones para actuar hay que pasar por el lenguaje. Y el lenguaje no es neutro. Es como si el
paso obligado por la lengua común implicara inevitablemente un desequilibrio de inteligibilidad entre
interlocutores, que reitera el desequilibrio de las relaciones sociales. La formación de lenguaje
(lingüistas) replica a nivel lingüístico lo que el sociólogo identifica con el nombre de dominación
simbólica. De este desequilibrio resulta una dificultad para dar cuenta de la actividad real de trabajo y de
las razones de actuar subyacentes, lo que perjudica tanto la puesta en visibilidad como la inteligibilidad,
y por lo tanto, en última instancia a la comunicación de los motivos de la acción y a la calidad de la
discusión. El precio que se paga es la considerable dificultad que el que trabaja tiene para hacerle
comprender a los otros su experiencia de lo que hemos llamado “real del trabajo”. La inteligencia está a
menudo adelantada con respecto a la conciencia y el conocimiento de los sujetos, que sin embargo la
aplican. Esta paradoja está fuertemente ligada a los límites semióticos inherentes a las formaciones de
lenguaje y a las prácticas discursivas que llevan la huella de las relaciones sociales y la desigualdad entre
los niveles sociales.
Sufrimiento y defensas contra el sufrimiento  Existe otro obstáculo para la comunicación y la
discusión en el registro de la inteligibilidad. Hacer trampa respecto de las prescripciones, los reglamentos
y los procedimientos. Ahora bien, en esta situación no existe sólo un riesgo jurídico, sino también y con
frecuencia sufrimiento, porque asumir estos riesgos en general va acompañado con una ambivalencia
afectiva. Frente al sufrimiento, ego no permanece pasivo, sino que se defiende. Existen defensas
individuales y colectivas contra el sufrimiento en el trabajo. Estas defensas tienen en común el funcionar
como atenuadores de la consciencia de este sufrimiento.
Autenticidad La autenticidad de la palabra expresada en el espacio de discusión es otra fuente de
dificultades para la comunicación. En competencia con la autenticidad del decir se yerguen los intereses
estratégicos en términos de poder. La autenticidad no puede esperarse más que si entre ego que habla y
los otros que escuchan existe una relación de equidad. Tomar la palabra para expresar públicamente las
propias razones de actuar siempre comporta un riesgo. Escuchar también representa un riesgo: el de ser
desestabilizado en el propio análisis, la propia comprensión y la propia opinión, mediante la
consideración de la opinión de los otros. Puede suceder que al escuchar las razones para actuar de ego en
su actividad de trabajo, los otros descubran un real que hasta el momento habían ignorado o subestimado,
lo que puede llevar a una desestabilización de la que a su vez se defiende tratando de no comprender o no
escuchar lo que dice ego.
VII. Trabajo y acción.
Mientras nos mantengamos en el nivel solipsista del análisis del trabajo, el concepto de actividad es
suficiente. En cambio, cuando nos desplazamos al nivel de la dimensión colectiva del trabajo y pasamos
al registro del desfasaje entre organización prescripta del trabajo y organización real del trabajo, entonces
hay que introducir los eslabones intermedios de la deliberación colectiva, de la confrontación de las
opiniones y del espacio de la discusión. La actividad colectiva pasa por la construcción de normas, reglas
y valores sin los cuales no hay trabajo en las condiciones sociales e históricas de las sociedades modernas
industrializadas.
En términos teóricos, nos vemos llevados a admitir que el trabajo no puede captarse únicamente con las
categorías clásicas de la producción. Implica por una parte también las categorías teóricas de la acción,
cuyos eslabones intermedios son las características observadas por la teoría de la acción.

29
Dejours, Ch. ( ) Trabajo y desgaste mental. Una contribución a la psicopatología del trabajo. Cap. III,
V, VI y IX.
Capítulo 3: Trabajo y Ansiedad
La ansiedad es una dimensión de la vivencia de los trabajadores ignorada por los estudios de
psicopatología del trabajo. Aquí hablaremos de ansiedad y no de angustia.
Angustia  Resulta de un conflicto intrapsíquico, entre dos nociones inconciliables. La investigación de
la angustia es encarada por medio del psicoanálisis. La angustia es una producción individual cuyas
características sólo pueden ser dilucidadas por la permanente referencia a la historia individual.
Ansiedad  No es de naturaleza psicoanalítica. Responde a un aspecto concreto de la realidad y exige
sistemas defensivos específicos que han estado esencialmente desconocidos hasta nuestros días.
Intentaremos mostrar que la ansiedad está presente en todos los tipos de tareas profesionales, incluso en
las tareas repetitivas y los empleos donde solo se ocupa un lugar modesto.
Ciertas profesiones se encuentran expuestas a peligros que pueden afectar la integridad corporal.
Ej.: construcción, obras públicas, industrias que elaboran productos tóxicos. En todos los casos el riesgo
es para el cuerpo físico. Puede ser asfixia, fractura, herida, muerte, accidente. La causa material del
daño corporal puede ser el incendio, explosión, escapa de gas tóxico, etc. El riesgo es exterior y en gran
parte inherente al trabajo y por lo tanto independiente de la voluntad del trabajador. El riesgo
muchas veces es colectivo: se pueden intoxicar muchos obreros. El accidente que afecta a un obrero
puede afectar a varios. A veces, el riesgo es más personalizado. Si el riesgo es combatido con medidas y
consignas de seguridad, es casi siempre prevenido de manera incompleta por la organización del trabajo.
Sólo son eficaces las medidas protectoras llamadas “protecciones colectivas” (ej. redes de protección a lo
largo de los andamios). Muchas veces sólo se proponen a los trabajadores medidas preventivas
individuales: ellas pueden tener un carácter material (dispositivos de protección) o un carácter
psicológico (consignas de seguridad).
Riesgo residual  Lo que lo caracteriza el riesgo residual que no es totalmente borrado por la
organización del trabajo, es que él debe ser asumido individualmente. De esta oposición entre la
naturaleza colectiva y material del riesgo residual y la naturaleza individual y psicológica de la
prevención surge a cada instante del trabajo el problema de la ansiedad en el trabajo.
Al margen del riesgo real hay que mencionar el riesgo presumido: mal conocido en sus detalles, sólo se
sospecha que ocurra. Este riesgo es fuente de una ansiedad específica que está enteramente a cargo del
trabajador.
Contra la ansiedad, los obreros elaboran defensas particulares. Cuando dichas defensas son muy eficaces,
prácticamente no encontramos más rastros de la ansiedad en el discurso obrero.
1. Los signos directos de la ansiedad.
Los obreros de industrias químicas evocan las “enfermedades profesionales” y las “afecciones de
carácter profesional”. Estas últimas, cuyo origen se encuentra efectivamente en el trabajo, no están
inscriptas en la lista oficial de las enfermedades profesionales. La Seguridad Social toma a su cargo al
obrero afectado por esa enfermedad, como sucede para toda afección médica que no tenga relación con el
trabajo, en lugar de beneficiar el régimen de la enfermedad profesional, que da derecho a mayores
rembolsos e indemnizaciones. Cita ejemplos: lesiones causadas por eczemas (erupciones) en los dedos,
ardores, cáncer de hígado causado por el cloruro de vinilo produjo muertes, inhalación de fosógeno,
malestares, infartos de miocardio, úlcera, disminución del promedio de esperanza de vida, condiciones de
temperatura, frío o calor continuos, ruidos, vapores y polvo, fracturas, quemaduras, cuerpos extraños en
los ojos, etc.
Los riesgos sobre el cuerpo físico tienen todavía una gran importancia a pesar de que en algunas fábricas
las cuestiones relativas a la salud física siguen siendo dominantes mientras que se esperaría encontrar
principalmente quejas relativas a la salud mental. En cuanto a lo daños físicos, hay que aproximar los
riesgos de accidente, de explosión o de incendio aunque esta vez sus efectos se hacen sentir sobre todo a
nivel de la vida mental.

30
Salud física y condiciones de trabajo: claramente identificadas por los obreros como fuente de peligro
para el cuerpo son efectivamente, y ante todo, las condiciones de trabajo las que son acusadas: se trata de
los vapores, presiones, temperaturas, gases tóxicos, ruidos; en una palabra, de las condiciones físicas o
químicas de trabajo.
Los obreros expresan que hay condiciones de trabajo que son nocivas para el cuerpo. Pero incluso si esta
realidad no puede ser puesta en duda nos olvidamos de la palabra en sí misma desde el momento en que
es pronunciada, y del tono con el cual se la pronuncia. Pero esta palabra es una palabra de ansiedad.
Nunca se mencionan las repercusiones de este peligro real a nivel mental, ya que es una carga psíquica
inherente al trabajo peligroso y que entra en el balance de las exigencias. La ansiedad relativa al riesgo
puede ser notablemente agrandada por el desconocimiento de los límites exactos de este riesgo o por
ignorancia respecto de los métodos de prevención eficaces. Coeficiente de multiplicación de la ansiedad,
la ignorancia aumenta también el costo mental o psíquico del trabajo. En el discurso obrero dentro de las
industrias químicas el problema principal es la ansiedad, alrededor de la cual se estructura todo lo
relativo al sufrimiento mental de los trabajadores. En la empresa, todo nos recuerda un posible accidente
o incidente: carteles, señales luminosas, alarmas, cascos, máscaras, guantes, destinadas principalmente a
estimular la atención (precisamente porque despiertan la ansiedad) antes que a constituir una verdadera
protección. Este riesgo es real, pero incuantificable.
¿Sobre qué base podemos afirmar que una determinada fábrica presenta mayores riesgos que otra?
¿Sobre el número de heridos? Eso es insuficiente, puesto que un solo accidente es susceptible de
provocar el desorden en la jerarquía estadística. Poco importa esto, pues el riesgo es real por todas
partes. Cualquiera sea su amplitud, el riesgo engendra un estado de ansiedad casi permanente y
todos los obreros hablan de sus consecuencias.
“Ansiedad” y “tensión nerviosa”: En el discurso de los obreros de la petroquímica, cuando se trata de la
“tensión nerviosa”, de estar “como pilas eléctricas”, de sentirse “al borde de la crisis nerviosa”, se trata
efectivamente de la ansiedad. La ansiedad domina el discurso obrero. Muy raramente los obreros dan
cuenta de este sufrimiento que sería la consecuencia de una sobrecarga psicosensoriomotriz o de un
saturamiento de trabajo; al contrario, los obreros no dudan en precisar que en definitiva se encuentran
poco ocupados por sus tareas y bien lejos de la sobrecarga. Frecuentemente, se les deja tiempo para que
discutan entre ellos, para organizar juegos, etc. Sin embargo, incluso durante estas actividades donde la
carga de trabajo es débil (pero no nula, ya que continúan sin esfuerzo aparente a identificar los ruidos
insólitos de ciertas alarmas), nunca se desembarazan de la “tensión nerviosa”: “mientras estamos en la
fábrica, incluso cuando no trabajamos, nunca se puede estar distendido”.
“Ansiedad” y “representación”: “Trabajamos sobre un polvorín”. “La fábrica, es un volcán sobre cuyas
laderas nos asentamos sin saber en qué momento hará erupción”. “La fábrica es como una enorme bestia
que haríamos marchar más o menos bien, sin saber lo que pasa en el interior de su estómago, y que en
cada instante puede volverse furiosa y destruir todo el panal que se encuentra a su alrededor”.
Todas estas representaciones de la fábrica en el discurso obrero ponen en evidencia:
 La dolorosa ignorancia en la que se encuentran los obreros con respecto a lo que se produce
efectivamente en las “reacciones químicas”.
 El sentimiento agobiante de que la fábrica es susceptible de escapar en todo momento del control
de los obreros.
 La convicción que la fábrica esconde en sí una violencia explosiva y moral.
 Finalmente, y sobre todo, demuestra la extensión de la ansiedad que es la respuesta, a nivel
psicológico a todo lo que contiene el riesgo y no está controlado por la prevención colectiva.
Otra prueba de la intensidad de esta ansiedad está dada por los trastornos en el sueño y sobre
todo por el uso de medicamentos psicotrópicos.

2. Los signos indirectos de la ansiedad: la ideología defensiva del oficio.


Para ilustrar la ideología defensiva contra la ansiedad tomaremos el caso de la construcción. En esta
rama, los peligros tienen realidad e importancia que se verifican por el gran número de accidentes
invalidantes y mortales. Sin embargo, existe un fenómeno insólito conocido con el nombre de

31
“resistencia de los obreros a las consigas de seguridad”. Todo pasa como si los obreros de la
construcción fueran inconsciente de los riesgos a los que se exponen, hasta como si sintieran en ello
cierto placer. Un gusto pronunciado por el peligro y el esfuerzo físico, por tipos de carácter en los que
predomina el orgullo, la rivalidad, el valor asignado a los signos exteriores de la virilidad, la bravura,
pero también la temeridad y la inconciencia. Las actitudes con respecto al riesgo de accidentes y el
rechazo de ciertas consigas de seguridad son bien conocidas. Los consejos sobre el acarreo de cargas
pesadas suscitan respuestas como “no soy una mujercita y no hará la tarea como ustedes me lo indican”.
Hay una actitud de desprecio, ignorancia e inconciencia frente al riesgo.
Esta ostentación puede derrumbarse y dejar aparecer una ansiedad imprevista y dramática. El riesgo lo
conocen más que cualquier otro y lo sienten a flor de piel en su vida cotidiana. La vivencia de la ansiedad
existe efectivamente, pero sólo aparece sobre la superficie en contadas ocasiones. La ansiedad se
encuentra contenida, tanto como se puede, por los sistemas defensivos. Estos últimos son absolutamente
necesarios. Si la ansiedad no era neutralizada de ese modo, si podía surgir en cualquier momento durante
el trabajo, entonces, los obreros no habrían podido continuar mucho tiempo más con sus tareas.
La conciencia aguda, incluso sin un mejoramiento emocional anormal del riesgo de accidente, obligaría
al obrero a tomar tantas precauciones individuales que se volvería ineficaz en el plano de la
productividad. La justa evaluación del riesgo impide completamente la realización de un trabajo en la
construcción. Las actitudes de negación y de desprecio hacia el peligro son una simple inversión de la
proposición relativa al riesgo. Esta estrategia no basta.
Los obreros a veces agregan al riesgo de trabajo los riesgos derivados de los grandes esfuerzos
personales y de verdaderos concursos de habilidades y valentía. Compiten entre ellos, pero al hacerlo,
todo ocurre como si ellos fueran los que crearan el riesgo. Crear la situación o agravarla, es en cierta
medida ser dueño de ella. Esta estratagema posee un valor simbólico que contiene la iniciativa y el
dominio de los trabajadores sobre el peligro y no lo contrario.
El primer carácter de la fachada –la pseudo-inconciencia del peligro- resulta en realidad del
sistema defensivo destinado a controlar la ansiedad.
La segunda especificidad es su carácter colectivo. Este sistema defensivo es compartido por todas
las profesiones de la construcción. El único medio de asegurar la eficacia simbólica es la
participación de todos en la estrategia defensiva. Nadie debe temer. Nadie debe dar a entender eso.
Nadie debe quedar al margen de este código profesional. Nadie debe negar la contribución
individual al sistema defensivo. Nunca se debe hablar de peligro, de riesgo, de accidente ni de
miedo. Y estas consigas explícitas son respetadas.
Los obreros no quieren que les hagamos acordar de aquello que tan costosamente buscan conjurar. Es
una de las razones por las cuales las campañas de seguridad encuentran tal resistencia entre los obreros.
Saben muy bien que el cinto de seguridad no acabará con todos los accidentes. Obligarlos a que se lo
coloquen, es ante todo recordarles que el peligro existe en la realidad, y al mismo tiempo torna la tarea
aún más difícil, ya que se la encuentra más cargada de ansiedad.
El sistema defensivo requiere una gran cohesión y una solidez a peligro de muerte. Es sin duda por esa
razón que alcanza la dimensión de una tradición de oficio, y hasta de una verdadera “ideología
defensiva” que es característica de la profesión. Esta ideología necesita sacrificios y mártires.
La ideología defensiva tiene además un valor funcional con respecto a la productividad.
(Explotación de la ansiedad). Si un obrero no alcanza a retomar la ideología defensiva de la
construcción por su propia cuenta, si no llega por ese medio a dominar su aprehensión, deberá dejar el
trabajo. El grupo, armado de la ideología-defensiva, elimina a aquél que no soporta el riesgo. De esta
forma el más frágil de ellos es motivo de burla de los demás. El grupo no solamente operó una verdadera
selección que garantiza el valor operacional de cada obrero que queda en la obra, pero además, se
defendió contra la ansiedad que viene a reactivar a nivel de los individuos y a nivel colectivo los
propósitos y los comportamientos del “miedoso”.
Esta es la importancia de la ideología-defensiva en la continuidad del trabajo.
Otro ejemplo que va en el mismo sentido es “el bautismo” de los jóvenes obreros que llegan a la obra.

32
La ideología defensiva es funcional a nivel del grupo, de su cohesión, de su coraje, lo es también a
nivel del trabajo; es la garantía de la productividad.
La aparente “inconciencia” de los obreros cambia de significado. Es el precio que deben pagar para
superar la carga de ansiedad que supone el trabajo. El rol del vino y de alcohol se articula con esta
ideología. Antes de retomar el trabajo, un trago de vino tinto ayuda por su valor simbólico y por su
actividad psicofarmacológica. El rol psicológico otorgado al vino se junta de manera no fortuita con la
tradición y con los hábitos de vida de los obreros.
Última característica de la ideología defensiva: para constituirla, es necesaria la participación de un
grupo obrero, es decir no solamente una colectividad trabajando en un mismo lugar, sino un trabajo que
exige una distribución de las tareas entre los miembros de un equipo.
3. La ansiedad en las tareas sometidas a una cadencia (ritmo)
La ansiedad proviene en menor medida de las condiciones psicoquímicas del trabajo que de la
performance exigida, es decir del ritmo, la cadencia y las cantidades a respetar. Esta ansiedad aparece
como clara en los trabajadores que recién se incorporan a un nuevo puesto. Hay poca o ninguna
formación para llevar a cabo tareas descalificadas. Por lo tanto, requieren siempre golpes de mano y una
habilidad que es necesario conquistar. Incluso cuando es conquistada, el resultado obtenido es siempre
puesto en cuestión por el aumento de la cadencia que sobrevendrá un día u otro.
La ansiedad responde aquí al ritmo, a las cadencias, a la velocidad, y a través de ellos a los sueldos, a los
incentivos, a las primas. La situación de trabajo de los obreros remunerados por piezas es totalmente
penetrada por el riesgo de no mantener la cadencia y tener que abandonar.
Esta ansiedad participa tanto como la carga física del trabajo en el agotamiento progresivo de los obreros
y en su desgaste. A diferencia de lo que se observa en los oficios donde el trabajo se realiza en grupos,
acá solo hay modestas posibilidades para producir defensas colectivas. Aquí lo esencial de la ansiedad
debe ser asumido individualmente. La única defensa colectiva que pudimos observar es la que llamamos
“aceleración colectiva en cadena”. Ej.: un grupo de obreros logró organizarse y repartir las tareas de
manera tal que uno de ellos, turnándose, pueda abandonar el trabajo durante algunos minutos. Práctica y
concretamente, abandonar el trabajo durante algunos minutos no es gran cosa en una jornada de 10 horas.
Pero simbólicamente, el grupo de obreros venció al ritmo, a la velocidad y al tiempo. Cuando uno de
ellos se detiene y sale de la cadena, él no es el único en gozar, todos los demás aprovechan. Todos
participan de esa picardía simbólica de gran valor significativo, tanto con respecto a la victoria sobre la
jerarquía como con respecto a la solidaridad que une a los obreros durante ese instante. Se comprende
que en esas condiciones la ansiedad resultante de la lucha ininterrumpida contra los tiempos conduzca al
obrero a hacer un esfuerzo especial para no perder la ventaja con un cambio de puesto.
Al lado de la ansiedad de las cadencias, los obreros hablan sin ocultamiento de los riesgos que para su
cuerpo implican las condiciones físicas, químicas y biológicas de su trabajo. La impresión de ser comido
por dentro, desgastado, degradado, corroído, usado o intoxicado es sentida por la mayoría de los obreros.
Los obreros de todas las industrias expresan esta ansiedad patente bajo esa forma detallada. La ansiedad
(ya sea que provenga de las cadencias o de los riesgos que emanan de las malas condiciones de trabajo),
deteriora la salud mental de los trabajadores, progresiva e inevitablemente.
4. “Ansiedad y relaciones de trabajo”.
“Relaciones de trabajo”  Todas las relaciones humanas creadas por la organización del trabajo.
En el caso de las industrias en donde el trabajo está sometido a la cadencia, podemos decir que las
relaciones con la jerarquía son fuente de una ansiedad.
Se hace una mención especial respecto a las tácticas de la dirección de la empresa. El encargado del
grupo y el capataz muchas veces usan bravuconadas y favoritismos para dividir a los obreros, así se
agrega más ansiedad. La desigualdad en la división del trabajo es un arma temible de la cual se valen los
jefes para dar rienda suelta a de su agresividad, hostilidad o perversidad. Presentan estas reacciones en
términos políticos y de poder. La frustración, la revuelta y la agresividad en las reacciones no pueden en
la mayoría de los casos encontrar una salida. La discriminación que opera la jerarquía entre los
33
trabajadores forma parte integrante de las tácticas de mando. La situación más ejemplar a este respecto es
la del sector terciario y de los empleados de oficinas.
En grandes administraciones, bancos, contabilidad, se observa una técnica de conducción. Aquí se
utilizan técnicas de discriminación. La apreciación del jefe abarca los puntos que entran en el salario,
pedidos de traslados, licencias, etc. Las falsas esperanzas, particularmente sobre el ascenso, son
hábilmente alimentadas. Las principales víctimas de este sistema de conducción son las mujeres. El
problema del trabajo es eludido mientras el debate se desplaza hacia las cuestiones personales.
La dirección y los jefes buscan las causas de las faltas al trabajo, la naturaleza de los tratamientos
seguidos, lo que les permite servirse una vez más del secreto como palanca de manipulación psicológica:
vergüenza y culpabilidad son suscitadas en cualquier ocasión. Esta atmósfera tiene como efecto principal
intoxicar las relaciones entre empleados y crear sospecha, rivalidad y perversidad entre unos y otros. Así
se encuentra desplazado el conflicto de poder. De conflictos en sentido vertical pasamos a
contradicciones que juegan ahora a nivel horizontal. Rivalidad y discriminación aseguran a los
supervisores un gran poder.
Encarar en el trabajo de oficina únicamente los dolores de postura o la carga psicosensorial es un grave
error. A la falta de interés por el trabajo se agrega la ansiedad fruto de las relaciones humanas
profundamente parasitadas por la organización de trabajo.
La contaminación de las relaciones afectivas en el sector terciario, su desestructuración en el trabajo en
cadena sontambién fuente de un sufrimiento suplementario. Frustración y ansiedad, deben ser vividos en
el aislamiento y la soledad afectiva, que tiene como efecto agravarlas aún más.
5. Las diferentes formas de ansiedad
Reagrupamos los diferentes componentes de la ansiedad en tres rubros:
a) La ansiedad relativa a la degradación del funcionamiento mental y del equilibrio psico-afectivo:
se pueden extraer dos tipos de ansiedad:
 La primera resulta de la desestructuración de las relaciones psico-afectivas espontáneas con los
compañeros de trabajo; o de su intoxicación por la discriminación y la sospecha; o de la
implicación forzada en las relaciones de violencia y de agresividad con la jerarquía. La
perturbación de las inversiones afectivas provocadas por la organización del trabajo puede poner
en peligro el equilibrio mental de los trabajadores. Generalmente son conscientes de este riesgo.
La necesidad de descargar la agresividad conduce a la contaminación de las relaciones fuera de
la fábrica, principalmente las relaciones familiares. También se puede recurrir a bebidas
alcohólicas. El consumo de psicotrópicos es otra solución.
 El segundo tipo de ansiedad se refiere a la desorganización del funcionamiento mental. Las
restricciones que terminan en una autorepresión del propio funcionamiento mental y en el
esfuerzo por mantener los comportamientos condicionados. De estos efectos de la organización
del trabajo sobre la vida mental de los trabajadores, resulta una ansiedad específica compartida
por gran parte de la clase obrera: sentimiento de esclerosis mental, parálisis de la imaginación,
puesta en reposo de la inteligencia, cierto modo de despersonalización.
b) La ansiedad relativa a la degradación del organismo: La segunda forma de ansiedad resulta del
riesgo que pesa sobre la salud física. Las malas condiciones de trabajo ponen en peligro al
cuerpo de dos maneras: riesgo de accidente de carácter repentino y grave de entrada
(quemaduras, heridas, fracturas, muertes), riesgo de enfermedades profesionales, aumento del
índice de morbilidad, acortamiento de esperanza de vida, enfermedades psicosomáticas. Las
condiciones de trabajo impactan sobre el cuerpo mientras que la organización del trabajo tiene
como objetivo el aparato mental. Las malas condiciones de trabajo no sólo son nocivas para el
cuerpo, sino también para el espíritu. La ansiedad resultante de las amenazas contra la integridad
del organismo es claramente de naturaleza mental. La ansiedad es el brote psíquico del riesgo
que hace correr al cuerpo la nocividad de las condiciones de trabajo.
c) La ansiedad engendrada por la “disciplina del hambre”: a pesar del sufrimiento mental, los
trabajadores permanecen en sus puestos. Exponen su equilibrio y funcionamiento mental a la
amenaza que contiene el trabajo para hacer frente a una exigencia que es aún más imperiosa:
sobrevivir. Ansiedad de la muerte. Ciertos autores llaman a esta ansiedad como la “disciplina del
34
hambre”. Esta disciplina no forma parte directamente de la relación hombre-organización del
trabajo. Ella es más bien su condición.
Capítulo 5: El sufrimiento explotado
La actitud espontánea consiste en tomar al sufrimiento físico como punto de referencia. Toda enfermedad
del cuerpo es nefasta para la productividad y la rentabilidad de la empresa. Pero ahora constatamos que
el sufrimiento mental no se ubica en otros esquemas explicativos que no sean los forjados por él mismo.
La traducción de la vida mental propia de los obreros es útil para implementar un comportamiento
condicionado que sea favorable a la producción. El sufrimiento mental aparece en este marco como el
intermediario necesario del sometimiento del cuerpo.
Para ilustrar nuestro propósito haremos referencia a dos ejemplos tomados de la industria. Con los
telefonistas veremos cómo el sufrimiento que proviene de la insatisfacción puede ser utilizado para
aumentar la productividad. La industria petroquímica será la oportunidad de mostrar cómo la
ansiedad puede ser un mecanismo fundamental de la organización del trabajo.
1. La explotación de la frustración
Presentamos a continuación algunas notas provenientes de una investigación sobre las telefonistas
(París), cuyo autor es Dominique Dessors.
 “El trabajo nos vuelve tontos”.
 “A la fuerza de permanecer sentadas, tenemos la cola chata, terminamos teniendo una cola
tonta”.
 “El trabajo es completamente falso. Cuando hablas, es la empresa de telecomunicaciones la que
habla. Cuando salís del trabajo, hablas a la gente con las frases de la empresa”.
 “La frase que debemos decir es ‘operadora 496’, ni siquiera podemos decir buen día”.
 “¿Qué desea?”, no podemos decir, ¿qué quiere?
 “Luego hay que reformular la información en un lenguaje codificado”.
 “Después hay que retener la información e irla a buscar en las microfichas. Este esfuerzo de
memoria no es fácil, sobre todo al principio”.
 “Debemos repetir la información pedida bajo la forma de una pregunta”.
 “Hay que volcar la información bajo la forma de respuesta, en el lenguaje codificado de la
empresa”.
 “Finalmente, tenemos el derecho de dar una respuesta libremente elegida, sólo ante una fórmula
de cortesía por parte del abonado”.
 “No podemos colgar antes que el abonado, éste lo debe hacer primero. No tenemos ningún poder
sobre el interlocutor”.
 “No sabemos cuántos llamados vamos a tener. No existe ningún control sobre la cantidad de
llamados a procesar. Los llamados se repiten uno tras otro. Lo penoso son las informaciones mal
enunciadas o que ya caducaron. Esto obliga a hacer una búsqueda más prolongada. Está
prohibido hacer más de tres búsquedas para encontrar la información que nos pidieron. Por más
que sea cierto o no, tenemos que responder: ‘la información no figura bajo ese nombre’, para no
decir que la oficina de correos no la tiene. Luego hay que esperar que el abonado termine de
protestar y que corte la comunicación”.
 “Durante la formación, el aprendizaje, nos enseñan a no ser muy amables, pues hay que
desalentar a la gente para que no recurra a las informaciones telefónicas”.

a) Control y jerarquía: podemos ser escuchados en cualquier momento y sin saberlo. Hay una
supervisora por cada diez o quince personas. Ella dispone:
 Medidores de cantidad de llamados
 De cronómetros para el tiempo de cada llamada
 “Si la supervisora está de mal humor, siempre hay algo para reprochar: ya sea que el lenguaje
empleado no es el correcto, es demasiado lento o corto. Terminamos teniendo tortícolis de tanto
vigilar a la supervisora”.

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 Existe un verdadero pánico por la entrada en línea de la supervisora, que nos califica y luego
vuelva las evaluaciones en un fichero. Este fichero es indestructible.
 De noche hay hombres ya que las mujeres no tienen el derecho de trabajar. Por la noche, el
personal está reducido.
 “Los insultos y subidas de tono nos ponen bajo tensión. Una sola respuesta desagradable ya nos
arruina todo el día”.
 “Estamos atados a nuestro puesto por el casco, que está provisto de un hilo muy corto. Estamos
atados, y si nos damos vuelta, la corta extensión del cable nos detiene. Tenemos una verdadera
sensación de encadenamiento”.
 “Tenemos un solo parlante en el caso. Con la otra oreja escuchamos el ruido ambiental de la sala.
Escuchamos a los otros colegas que hablan, y hay una interferencia con la voz del interlocutor”.
 “Solamente podemos colgar cuando no hay nadie del otro lado de la línea. Antes tenemos que
preguntar tres veces ¿no hay nadie en la línea, corto? cuando sabemos perfectamente que no hay
nadie, eso nos idiotiza”.
 “Cambiamos de puestos a cada interrupción, mañana o tarde. Antes de iniciar la comunicación
anunciamos el número del puesto, para que en los reclamos se encuentre un culpable. Entonces,
ahora ya sabemos cómo proceder: cuando apenas inicia la comunicación, balbuceamos un
número de puesto en forma incomprensible”.
 “A la salida del trabajo, en el subte, las puertas emiten un sonido que se parece al de un teléfono
y decimos sin pensar nuestros números de puesto”.
 “A veces en el trabajo sabemos una información de memoria, pero no confiamos en ella, no
confiamos en nuestra propia memoria, y verificamos sistemáticamente. Nos acostumbramos a un
tipo de pronunciación más pausada. Nos entienden mejor, no hay que repetir. A la salida
seguimos hablando así”.
 “Cuando estamos nerviosas lo que más deseamos es que el abonado se vaya, que corte la
comunicación, para librarnos de él. Por eso respondemos más rápido. Pero, apenas cuelga,
enseguida le sigue otro llamado. Cuanto más nerviosas estamos, más rápido hablamos y más
llamados tenemos”.
 “Cuando salgo, bajo la escalera, me tengo de la baranda. Tengo miedo de caerme y romperme la
cara. Ya no me tengo confianza. El entorno me parece chato, todo es gris”.
 “Para tener pausas más largas o suplementarias hace falta toda una estrategia con respecto a la
jerarquía”.

b) Discusión: de esta entrevista se destacan tres elementos principales:


 La finalidad de las informaciones por teléfono: las informaciones por teléfono existen porque la
guía telefónica es incompleta o incomprensible. Concebimos que pasar ocho horas por día siendo
algo así como una prolongación de la guía es algo espantoso.
 La forma y el contenido del trabajo: son limitados, irrisorio y estereotipados. Nos dicen cómo
hay que hablar, el número de frases y el tiempo. La operadora tiene que reprimir sus propias
intenciones, sus propias iniciativas, su propio lenguaje, su personalidad. Hablar en el lenguaje de
la empresa de telecomunicaciones es en todo momento prohibirse de ser uno mismo. Tampoco se
escucha la forma del discurso del otro, no se detienen en los detalles de su expresión. De su
discurso, únicamente hay que extraer la información pedida. Hay que reemplazar su enunciado
traduciéndolo, transformándolo. Esto llega al absurdo cuando se pregunta tres veces si hay
alguien del otro lado de la línea. Es en los dos sentidos del intercambio que la forma y el
contenido del trabajo prohíben la relación. Hay una contradicción entre una herramienta
destinada a la comunicación y la prohibición que se establece sobre toda relación psico-afectiva.
 La jerarquía, la conducción, el control y la organización del trabajo: estar permanentemente en
situación de ser controlado es el eje de esta violencia del poder. Disciplinamiento eficaz y
perfecto: el hecho de poder ser controlado en todo momento, sin ni siquiera saber en qué
momento se realiza el control. Es la manera de la fabricación artificial de un autocontrol. Ya que
temer ser vigilado, es al mismo tiempo vigilarse a sí mismo. El temor y la ansiedad son los
medios por los cuales se logra hacer respetar la prescripción jerárquica. En el primer plano, se
destaca la ansiedad: actuar conforme a las órdenes, obedecer y protegerse de la ansiedad que
engendra el riesgo de ser descubierto cometiendo errores.
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Este ejemplo aporta una ilustración sobre: el sufrimiento que resulta del contenido vacío del sentido de la
terea, el trabajo repetitivo como prototipo de sistema disciplinario y comportamientos condicionados.
La explotación del sufrimiento:
El trabajo de las telefonistas nos brinda la oportunidad de tratar la relación que existe entre la “tensión
nerviosa” y la productividad.
Cuanto más nerviosa esté la operadora, más agresiva se sentirá. Las reacciones agresivas son provocadas
por el interlocutor, por la supervisora, y por el contenido inapropiado de la tarea.
La frustración y las provocaciones van acumulando sus efectos para luego suscitar conjuntamente una
agresividad en las relaciones. Es esa agresividad la que luego será explotada por la organización del
trabajo.
Al no encontrar una salida directa, ¿cuál puede ser el destino de esta agresividad? La única salida
consiste en volcar la agresividad contra uno mismo. La autoagresión puede tomar múltiples formas.
Ante la necesidad de respetar la realidad (salario y disciplina del hambre), a la operadora le conviene
invertir esta energía en beneficio de su adaptación a la tarea. Mediante un proceso que transforma la
agresividad en culpabilidad. La operadora se vuelve creadora de su propio condicionamiento. Esta es la
primera vía de salida que ofrece la agresividad emocional a la frustración.
Frente al abonado irrespetuoso, la reacción agresiva no tiene más posibilidades de exteriorizarse que con
la supervisora, a causa de la supervisión. Prohibido responder en forma agresiva, prohibido cortar la
comunicación, prohibido hacer enojar al interlocutor haciéndolo esperar… la única solución autorizada
es reducir la duración de la comunicación, conducir al abonado para que corte más rápido. De modo tal
que la única solución, desde ya insuficiente, a la agresividad, es trabajar más rápido. Es este un hecho
extraordinario que conduce a aumentar la productividad exasperando a las operadoras. Es por esto que la
supervisora no obtendrá un mejor rendimiento obligándolas a que trabajen más rápido, sino que lo logra
creando irritación, y tensión nerviosa en los empleados.
Por un lado, la angustia es la correa de transmisión de la represión, por el otro, irritación y tensión
nerviosa son los medios para arrancar un sobretrabajo.
Concluimos que en este trabajo de operadora de informaciones telefónicas, el sufrimiento psíquico, lejos
de ser un epifenómeno, es el instrumento para obtener el trabajo.
El trabajo no produce sufrimiento, es el sufrimiento el que produce trabajo. Para aumentar el
trabajo basta con tirar del cordón del sufrimiento psíquico.
Más que una verdadera organización del trabajo, la vigilancia de las operadoras aparece como una
tecnología del poder mediatizada por el sufrimiento psíquico. Cuanto más nerviosas se ponen, más
trabajan. El nerviosismo de las operadoras es una enfermedad necesaria en las actuales condiciones para
el desenvolvimiento de sus tareas profesionales.
Lo que es explotado por la organización del trabajo no es el sufrimiento en sí mismo, sino más bien
los mecanismos de defensa desplegados contra ese sufrimiento. En el caso de las operadoras
telefónicas, el sufrimiento proviene de la organización del trabajo “robotizante”, expulsando el propio
deseo del sujeto. La frustración y la agresividad que resultan, así como la tensión y el nerviosismo son
específicamente explotados para aumentar el ritmo de producción.
2. La explotación de la ansiedad.
En las industrias químicas, la ignorancia reina sobre el proceso de producción y sus incidentes. La
ignorancia de los obreros: en la mayoría de los casos, los obreros ignoran el funcionamiento exacto del
proceso de producción, de los diferentes aparatos, etc. Poseen algunos conocimientos sobre el nombre
del producto de entrada y salida, de la instalación, su peso, características generales, pero no hay un
conocimiento coherente, ni sobre el proceso de producción en sí mismo, ni sobre el funcionamiento de
las instalaciones.

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No hay un conocimiento continuo, pero sin embargo hay un conocimiento. Los obreros poseen
conocimientos considerables sobre la empresa. Ellos aprenden espontáneamente, a la larga y por
costumbre, una cierta cantidad de “secretos de oficio”.
Las consignas que les da la gerencia son insuficientes. Los obreros aprenden poco a poco a intervenir
sobre las etapas intermediarias. Este conocimiento no se escribe, no se oficializa, circula entre los
obreros cuando hay “buen clima”. Su transmisión es exclusivamente oral. La totalidad de los secretos de
oficio que son acumulados y poseídos en forma colectiva por los obreros es lo que hace andar la fábrica.
Lo esencial del saber está vehiculizado y utilizado de obrero a obrero, sin la intervención de la dirección
de la fábrica.
Sin embargo, este saber pragmático es incompleto, y poco tranquilizante. Los “secretos de oficio”
“funcionan”, pero no representan ni un oficio con su saber productivo, ni una verdadera formación, ni un
medio para el completo dominio del instrumento de trabajo.
El conjunto de los secretos de oficio permite que la fábrica funcione, pero el conjunto de las
discontinuidades en este saber pragmático deja en suspenso un profundo misterio sobre la marcha de la
producción.
La ignorancia de los altos dirigentes de empresas o ejecutivos: los obreros saben que estos directores
ignoran el funcionamiento de la fábrica y sus instalaciones. Poseen un saber teórico y una formación en
importantes universidades, pero llegan a la fábrica sin conocimientos prácticos. Los ejecutivos no saben
hacer andar las instalaciones. El saber teórico es insuficiente para esta práctica industrial insólita.
“Cuando hay accidentes hay nuevas consignas. Cuando ocurre un accidente que no fue previsto, muchas
veces no es por falta de precaución, sino porque nadie tenía una experiencia anterior”.
Esta ignorancia que abarca al funcionamiento de la empresa tiene un papel fundamental en la
constitución del riesgo y en la ansiedad de los trabajadores.
Ignorancia, ansiedad y angustia:
La ansiedad crece con la ignorancia. Cuanta más ignorancia haya en la relación hombre/trabajo, tanto
más ansioso estará el obrero. Los que son afectados con mayor dureza son los recién llegados. Los
obreros sufren de una mayor ansiedad cuando cambian de puesto de trabajo, ya que aún no conocen los
“secretos del oficio”. En el puesto donde él se encuentra, el obrero se siente seguro gracias a la división
del trabajo que reduce las responsabilidades y sus incógnitas. Cuando pasa a ser evaluado, él descubre
que los otros puestos son como el suyo y que la incertidumbre del vecino es tan grande como la suya.
Él va a reunir un mayor número de “secretos de oficio”, pero a su vez acumula zonas de ignorancia, de
manera tal que está también confrontado a una extensión del riesgo. Su ansiedad crece y asistimos a una
descompensación, deja de trabajar.
Según los obreros, son numerosos los compañeros que sufren de estas crisis nerviosas. A veces los
obreros acusan, como responsables de estos episodios, al trabajo. A menudo tratan de esconder esta
ansiedad de la cual tienen vergüenza o que tratar de apartar o cubrir, tanto frente a los ojos de otros como
a los suyos. Nunca culpan al riesgo o a la ansiedad. La descompensación toma el aspecto de un cuadro
mixto asociando angustia, irritabilidad y depresión.
A partir de cierto nivel la ansiedad y el temor se someten a una verdadera disolución en la angustia, es
decir que, desbordadas, las defensas individuales dejan aparecer los conflictos intrapsíquicos
inevitablemente reactivados por la permanente situación de riesgo.
Ningún obrero está al abrigo de la explosión de la angustia. Cuando el obrero vuelve a su casa, él se
despierta durante la noche, angustiado, ya que no recuerda si cerró bien una determinada válvula. Solo
estará tranquilo a la mañana siguiente cuando vuelve a retomar su puesto. Poco a poco la vida entera del
obrero es penetrada por la ansiedad generada por el trabajo.
La ignorancia consciente sobre el proceso de trabajo aumenta la ansiedad, porque ella hace cada vez más
temible al riesgo. La ignorancia facilita la emergencia de la angustia. En tanto que forma de resolver

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ciertos conflictos y de regular la vida psíquica y somática, el trabajo es para ciertos sujetos un medio
privilegiado para equilibrarse.
Las defensas colectivas contra la ansiedad: “las conductas peligrosas” La actividad de los
trabajadores de las industrias petroquímicas está de vez en cuando interrumpida por actividades a veces
insólitas: el trabajo deja momentos de reposo, esos tiempos libres son utilizados para conversar, pero
también es ocasión para actividad lúdica y hasta juegos peligrosos que ponen en peligro la vida de los
obreros. Se realizan burlas y chistes que toman una dimensión sorprendente. Se inventan
reglamentaciones absurdas de toda clase. Entre estos, los más frecuentes, son los juegos que se refieren a
la seguridad. EJ.: se divulga que hay que vestirse con un traje especial contra ciertos riesgos imaginarios,
así durante drías obreros que fueron engañados se conforman a estas reglas. Muchas veces se practican
juegos verdaderamente peligrosos. A estas burlas, los obreros las llaman “bromas” y ellos admiten que a
menudo salen mal, hasta el extremo de que las víctimas sufren a veces “depresiones nerviosas”.
Todo consiste en tomar medidas de seguridad inútiles y simbólicas (bromas) para ridiculizar las que ya
existían, y a veces transgredir las más elementales consignas de seguridad, o incluso creando nuevos
peligros que no tienen ninguna relación con los procesos simbólicos.
Estas puestas en escena muchas veces salen mal, y a menudo conducen a los obreros a una depresión
nerviosa, al accidente, o al derrumbe de una carrera, lo que significa que voluntariamente fueron llevadas
al extremo.
Estas conductas peligrosas aparecen como un enorme desafío dirigido por una parte hacia el riesgo, y por
otra parte, hacia un intento de dominio simbólico de la ansiedad. Para ser eficaz en tanto que defensa
contra la angustia, la puesta en marcha debe ser llevada bastante lejos y se deben poder contar sus
víctimas. Es a ese precio que funciona este sistema defensivo.
El obrero que se aparta de estas actividades será hoy o mañana la víctima.
“El acostumbramiento” Es el último elemento a tomar en cuenta al trabajar acerca de las defensas
contra la ansiedad. Un cambio de puesto, la multivalencia, la polivalencia o la instalación de un nuevo
equipo, van a reactivar la ansiedad. Expresiones de obreros: “las calderas y los tanques son para nosotros
como ollas a presión” (comparación con objeto familiar). Antigüedad de la fábrica, antigüedad de los
obreros en esta fábrica, estabilidad del personal. Estos elementos favorecen el desarrollo de una tradición
local construida por varias generaciones. Con el tiempo, se llega a conocer la empresa y el proceso. La
fábrica mata. Pero la ansiedad dio lugar a una menor tensión, y prevaleció el acostumbramiento. El
cuerpo mismo de la fábrica permaneció inmutable desde hace varias décadas y la producción principal
siguió siendo la misma.
La fábrica se introduce en los hábitos y costumbres, en la vida, en la conversación, en la familia y en sus
generaciones, incluso en la misma ciudad.
El tiempo tendrá tal vez un papel importante en la evolución del sufrimiento psíquico de los obreros de
proceso.
La ansiedad es utilizada por la dirección como una verdadera palanca para hacer trabajar a los obreros.
Haciendo recordar constantemente y de diversas maneras la existencia de un riesgo más que de un
peligro actual, la dirección mantiene voluntariamente a los trabajadores en un estado de alerta. Está
comprobado que la ansiedad sirve para la productividad, ya que, en esa atmósfera, los obreros
están particularmente atentos frente a toda anomalía.
Atentos y activos, de forma tal que, en caso de un desperfecto, de pérdida o de cualquier otro incidente,
los obreros intervienen inmediatamente. La ansiedad compartida crea una verdadera solidaridad de
eficacia. El riesgo abarca a todas las personas, la amenaza no deja de lado a nadie, y no se trata aquí de
“dejar pasar”, ni de desear un deterioro de la herramienta de trabajo. El riesgo crea espontáneamente la
iniciativa, favorece la multipolivalencia, y permite la economía de una verdadera formación que, por otra
parte, la dirección sería incapaz de brindar.
Ansiedad y orden social en la empresa La ansiedad es también un instrumento de control social en la
empresa. El mejor EJ. está dado por la forma que toman los conflictos. Detener la producción dañaría la
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herramienta de trabajo y podría producir accidentes. La huelga toma muy a menudo la forma de una
reducción de la producción. El argumento dado por la dirección y alrededor del cual se organizan todos
los movimientos, es siempre la seguridad.
El paro de producción es incluso imposible. Las luchas tienen un papel importante en la
desdramatización del escenario de la seguridad y disminuyen una parte de la ansiedad.
Es fundamental poder apreciar la articulación: ignorancia-riesgo-ansiedad-seguridad en sus dos aspectos
inseparables:
 Es el resultado, inevitable, de la producción mediante procesos y con una técnica que no son
dominados, pero que demuestran una elección consciente por parte de la dirección.
 Es un instrumento de productividad y de control social, y representa una forma total, completa y
original de explotación. La ansiedad está conscientemente instrumentada por la dirección para
presionar a los obreros, para controlarlos y hacerlos trabajar.
Angustia e imaginación  La construcción de la fábrica es la prueba de un cierto conocimiento. Sin
embargo, en lo que se refiere a su funcionamiento y su vigilancia, aquellos estaban desprovistos de
conocimientos prácticos. Ellos poseen ciertos conocimientos técnicos formulados como consignas, pero
estos son discontinuos y no bastarían para hacer funcionar la empresa. Son los obreros quienes, a lo largo
de su práctica, descubren y a veces transmiten oralmente sus secretos de oficio.
El descubrimiento y la producción de los “secretos de oficio” son, de alguna forma, el fruto de las
potencialidades creadoras e inventivas de los obreros. Los secretos del oficio tienen aquí un carácter
vital, ya que gracias a ellos los obreros llegan a controlar, e incluso a dominar el proceso. De forma tal
que el descubrimiento de los secretos de oficio es, en cierta forma, arrancado a los obreros por el miedo.
El estado de ansiedad y de alerta, que no se aparta del trabajador durante toda su jornada, incita a la
imaginación y excita la curiosidad. Es en ese cuerpo a cuerpo violento, que se elabora el saber productivo
obrero. Los secretos de oficios no siempre son simples trucos; a menudo se trata del fruto de varios años
de observaciones cotidianas.
Este saber no se articula con ningún conocimiento teórico. Es exclusivamente pragmático y es el
resultado de la experiencia y de la observación.
Los “secretos de oficio” constituyen un saber operacional y su adición constituye una forma de operar
que solamente los obreros conocen verdaderamente.
La dirección conoce la importancia de este saber práctico cuando, luego de un incidente, le pide a los
obreros que “elaboren ellos mismos una consigna” para que no se vuelva a producir el incidente. La
rapidez de la producción de “secretos de oficio”, es decir el descubrimiento y la invención de modos
operatorios eficaces, su articulación, su puesta en funcionamiento y campo de validez, dan un testimonio
que no se puede negar acerca de la movilización de los obreros.
La explotación de la ansiedad aumenta la productividad, ejerce una presión sobre el orden social, y
estimula el proceso de producción de los “secretos del oficio”, indispensables para el funcionamiento de
la empresa.
La participación de los psicosociólogos. La explotación por la ansiedad  En el caso presente, hay una
equivalencia entre explotación de la ansiedad y explotación por la ansiedad.
Capítulo 6: Organización del trabajo y enfermedad
Mostraremos cómo funcionan los diversos sistemas de defensa implementados para contenerla. Las
estrategias defensivas pueden ser utilizadas por la organización del trabajo con el propósito de aumentar
la productividad. Se plantea el problema de saber si la explotación del sufrimiento puede tener
repercusiones sobre la salud de los trabajadores.
La explotación mental es fuente de plus-valor en las tareas no calificadas. Para evaluar los efectos de la
explotación mental sobre la salud, es necesario recurrir a nociones psicopatológicas más clásicas. Para

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encontrar como causa de enfermedad a la organización del trabajo haremos referencia a la economía
psíquica y somática global.
El sufrimiento invisible Incluso cuando el sufrimiento es intenso, es bastante bien controlado por las
estrategias defensivas para impedirle que pase a adoptar la forma de patología. Nos queda por ver si las
descompensaciones son siempre evitables o evitadas. Toda descompensación psiconeurótica se traduce
en una disminución de la performance productiva. La exclusión inmediata del trabajo es la sanción
sistemática. La organización del trabajo es causa de ciertas descompensaciones. EJ.: aumento de la
cadencia en las industrias electrónicas y los obreros de la empresa Renault (pág. 144 y 145). Hay una
norma productiva, pero también es una norma mental.
Cuando el límite colectivo de tolerancia no ha sido alcanzado, ocurre sin embargo que en forma aislada
un obrero no puede mantener las cadencias o conservar su equilibrio mental. En virtud de su carácter, la
salida en este caso es individual. Se le ofrecen dos soluciones: irse del trabajo, cambiar de puesto o
empresa. La segunda opción está representada por el ausentismo. En la fábrica, el sufrimiento mental y el
cansancio están prohibidos. Solamente la enfermedad psíquica es aceptada como justificación. Tendrá
que brindar un certificado médico. La consulta médica termina disfrazando el sufrimiento mental: es el
proceso de medicalización. La medicalización apunta a la descalificación del sufrimiento en lo que él
puede tener de mental.
1. La enfermedad mental
La explotación del sufrimiento por la organización del trabajo no fabrica enfermedades mentales
específicas.
Las descompensaciones psicóticas y neuróticas dependen en última instancia de la estructura de las
personalidades, fueron adquiridas mucho antes de entrar en la producción. La estructura de la
personalidad nos puede indicar el aspecto que tomar la descompensación, así como su contenido. Pero
esto no basta para explicar el momento “elegido” por la descompensación. Tres componentes de la
relación hombre-organización del trabajo pueden ser tomados en cuenta:
 La fatiga que hace perder al aparato mental la agilidad de sus mecanismos;
 El sistema frustración-agresividad reaccional que deja sin salida alguna a una parte importante de
la energía pulsional;
 La organización del trabajo como correa de transmisión de una voluntad extranjera que se opone
a las inversiones pulsionales y a las sublimaciones.
La organización del trabajo inscribe tal vez sus efectos en las posibilidades de poder curar una
enfermedad mental, más que en su determinismo.
Ej.: hombre de 26 años fue hospitalizado porque sufría de malestares. No tenía afección somática, se
trataba de una descompensación de una neurosis histerofóbica después del nacimiento de su primer hijo.
Este obrero se desempañaba como albañil, no presentaba perturbaciones durante su trabajo. Una
psicoterapia era el tratamiento que se le hubiera dado a cualquier paciente. Esta psicoterapia fue
imposible, continuar la psicoterapia producía parar de trabajar. Este Ej. muestra cómo hacerse cargo de
ciertos enfermos entra en contradicción con la organización del trabajo.
La organización del trabajo, particularmente en las tareas no calificadas, podría tener un papel en lo que
hoy en día se denominan los casos inanalizables.
Aunque en general la organización del trabajo no puede ser considerada como una fuente de enfermedad
mental, una entidad psicopatológica, sin embargo, podría encontrar allí una explicación original. Se trata
del “síndrome subjetivo post-traumático”. Este síndrome aparece luego de la cicatrización de una herida,
la consolidación de una fractura o la cura de una intoxicación. Se caracteriza por una gran variedad de
perturbaciones “funcionales”, es decir sin sustrato orgánico, o por la persistencia anormal de un síntoma
que apareció luego de un accidente. A menudo estos síntomas subjetivos impiden al paciente retomar su
trabajo.

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El papel del accidente está limitado, en esta concepción, al de “factor reaccional” o de “elemento
desencadenante”. El síndrome subjetivo post-traumático afecta esencialmente a los obreros de la
construcción y a los trabajadores que realizan tareas peligrosas.
Convencido de la realidad del riesgo, excluido de la ideología de empleo, el trabajador accidentado debe
ahora enfrentarse, en forma individual, al peligro y a la ansiedad. La consciencia exacta del riesgo que se
corrió durante el trabajo hace que sea imposible proseguir con la tarea. El obrero accidentado se niega a
volver al trabajo. Pero tal comportamiento es difícilmente asumido por el obrero que hasta ese momento,
participó a la ideología defensiva del oficio. Sería reconocer su debilidad, su impotencia y su ansiedad.
Solamente el sufrimiento físico puede ser reconocido por la organización del trabajo, mientras que el
sufrimiento mental y en particular la ansiedad, no tienen derecho de existir y ser nombradas en el lugar
de trabajo. Negarse a retomar el trabajo por la ansiedad equivaldría a un despido. Solamente una
enfermedad mental así caracterizada permitiría obtener un estatus de invalidez. A pesar de ello, esta
ansiedad, lejos de ser inapropiada, en ningún caso puede ser considerada como una enfermedad mental.
La única salida es una medicación de la ansiedad.
El síndrome subjetivo post-traumático aparece como la sola entidad clínica que reconoce un origen
estrictamente limitado a la organización de trabajo. Es muy frecuente en la práctica. La invalidez o las
pensiones solamente son acordadas en razón del estatuto reconocido de enfermo mental. Así lo quiere la
lógica de la organización del trabajo que solamente autoriza a sacarle la máscara al sufrimiento mental al
término de su evolución: la enfermedad mental caracterizada.
La investigación psicosomática  Los pacientes que padecen el síndrome subjetivo post-traumático
nos muestran que podemos encontrar una gran variedad de estructuras mentales y no una única estructura
neurótica.
El determinismo de este síndrome es ante todo socioprofesional y no psico-afectivo. Su sentido, su
significado, no pueden ser descubiertos en la historia pasada del sujeto; por el contrario residen en la
naturaleza de las condiciones y de la organización del trabajo.
2. La enfermedad somática.
Cuando las defensas del carácter y del comportamiento no intervienen en el trabajo, el riesgo que se
corre es una acumulación de energía pulsional que no encuentra dónde descargarse. La exagerada
intervención de una defensa comportamental o de un sistema defensivo caracterial en perjuicio de otros
mecanismos de defensa que no intervinieron, puede conducir a una desorganización. El efecto principal
de la neutralización de las defensas del carácter y del comportamiento es la aparición de una enfermedad
somática. Esto se funda en la teoría de la escuela psicosomática. Un punto fundamental de esta teoría que
debe ser mencionado para comprender los efectos de la organización del trabajo sobre la economía
psicosomática:
 Las enfermedades somáticas aparecen sobre todo en individuos que presentan una estructura
mental caracterizada por la pobreza o por la ineficacia de sus defensas mentales. Para
caracterizar este tipo de estructura mental se habla de neurosis del carácter, neurosis del
comportamiento, o de estructuración y de estado límite.
 Las defensas no psiconeuróticas que son las defensas del carácter y del comportamiento son
menos flexibles que las defensas mentales.
 Cuando las defensas del carácter o del comportamiento son desbordadas por la gravedad de los
conflictos o por la realidad, estos sujetos no descompensan ni sobre un modo neurótico ni sobre
un modo psicótico. El trastorno en el que cae el enfermo no se traduce por síntomas mentales,
sino por la aparición de una enfermedad somática.
 La mayoría de las enfermedades somáticas aparecen en sujetos que presentaban anteriormente
una estructura caracterial o comportamental.
 Pero la somatización puede afectar a un sujeto portador de una estructura neurótica o psicótica
auténtica. Esta situación puede observarse en sujetos con una estructura psiconeurótica cuando
su funcionamiento mental está momentáneamente anulado.

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La organización del trabajo determina, por medio de la división del trabajo, el contenido de la tarea; no
solamente el contenido significativo sino también el contenido ergonómico, es decir los gestos, la postura
y los ambientes físicos y químicos, que afectan en cierta forma a toda la economía del cuerpo en
situación de trabajo. Afectado a una tarea, el trabajador trata espontáneamente de acondicionarla
siguiendo un cierto orden, según una secuencia de gestos y eligiendo instrumentos que realizan en cierta
forma una organización del trabajo de compromiso. Diferentes modos operatorios aparecen
espontáneamente. La organización libre del trabajo no es más que un ordenamiento del modo operatorio
que tiene en cuenta las aptitudes individuales, las necesidades de la personalidad donde cada gesto se
armoniza espontáneamente con las defensas del comportamiento y del carácter. La organización del
tiempo separada en fases de trabajo y fases de reposo permite respetar las necesidades de la economía
psicosomática, proteger al cuerpo contra una sobrecarga del comportamiento que podría ser nefasta, y
ofrecer al sujeto salidas pulsionales durante su trabajo. La libre organización del trabajo se vuelve una
pieza fundamental del equilibrio psicosomático y de la satisfacción; la organización del trabajo rígida e
impuesta que caracteriza a la gran mayoría de las tareas industriales aparece primero como una traba al
libre acomodo de la tarea. La organización del trabajo puede poner a prueba inmediatamente al equilibrio
psicosomático.
Cuanto más rígida es una organización del trabajo, menor permitirá que se hagan
acondicionamientos favorables a la economía psicosomática individual.
La organización del trabajo, en la medida en que puede bloquear los esfuerzos del trabajador para poner
en conformidad el modo operatorio con las necesidades de su estructura mental, causa un debilitamiento
somático. Una parte no despreciable de la mortalidad somática observada entre los trabajadores
encuentre su origen en una organización del trabajo inadecuada.
A las peores condiciones de trabajo de los obreros no calificados, se le agrega no solamente una
respuesta médico-social de mucha menor calidad con respecto a las profesiones más favorecidas, sino
también los efectos nefastos de la organización del trabajo. El conflicto de la economía psicosomática
con la organización del trabajo favorece los efectos patógenos de las malas condiciones físicas, químicas
y biológicas del trabajo. Afecta a los trabajadores que poseen una estructura del carácter o del
comportamiento poco flexible. Las estructuras neuróticas verdaderas estarían desapareciendo y serían
cada vez más raras, dejando lugar a las estructuras del carácter y del comportamiento.
La organización del trabajo es capaz de neutralizar totalmente la vida mental durante el trabajo. El
trabajador está de alguna forma desposeído de sus potencialidades neuróticas y obligado a funcionar
como una estructura del carácter o del comportamiento. Se realizó artificialmente el primer paso de una
desorganización psicosomática experimental por el choque con la organización del trabajo.
El bloqueo prolongado del funcionamiento mental que puede causar la organización del trabajo es una de
las causas principales de enfermedad somática.
El anulamiento del funcionamiento mental y la inadaptación de la organización de trabajo a las
necesidades de la economía psicosomática, no se traduce inmediatamente por una enfermedad somática.
Primero aparece una experiencia de insatisfacción, cuya tonalidad es específica y que se distingue de la
insatisfacción en relación con el contenido significativo de la tarea. Esta vivencia se expresa ante todo
por la fatiga. Esta vivencia subjetiva toma la forma de una queja somática. La fatiga no corresponde
siempre a una carga física excesiva. No hay necesidad de una performance física excesiva para justificar
la sensación de fatiga. Sólo basta con que la organización del trabajo entre en oposición con la economía
psicosomática, y el trabajador deberá desplegar todos los recursos de que dispone para compensar el
bloqueo por parte de la organización del trabajo. La fatiga es simultáneamente psíquica y somática.
Psíquica, ya que corresponde a un obstáculo en la vía psicosomática; psíquica, asimismo, porque es una
vivencia subjetiva. Pero también es somática porque su origen es el cuerpo. La fatiga no solamente
proviene del agotamiento de un órgano o de un aparato. También puede tener origen en la inactividad.
Inactividad cansadora ya que no es un simple reposo, sino todo lo contrario, es una represión-inhibición
de la actividad espontánea. Los obreros no reivindican el derecho al ocio permanente. La mayoría de la
gente no siente ningún placer ante la inactividad durable.
Da un ej. pág. 157, 158, 159.

43
Capítulo. 9: Reacciones psicopatológicas a las rupturas involuntarias de la actividad profesional
(Jubilación, despido, enfermedad, readaptación)
Introducción
Las relaciones que establecen los hombres con su trabajo son diversificadas y heterogéneas.
Procederemos a un análisis en dos etapas: la primera estará referida a los profesionales que necesitan una
larga formación y que conducen a un oficio. La segunda esta estará referida a las profesiones
descalificadas, como las producciones en masa.
I. Las categorías profesionales más elevadas de la jerarquía socio cultural
1) Trabajo y deseo: el deseo es el fundamento mismo de la actividad de trabajo: interviene sucesivamente
en la elección de la profesión, en la formación, y llega a término si es sostenida por un deseo tenaz en la
especialización, en el ejercicio de la actividad, y en el perfeccionamiento del saber productivo a largo
plazo. Si el deseo está presente en toda la vida de trabajo y su estructura, el trabajo, a su vez, puede ser
un elemento clave del dispositivo mental que va desde el “deseo” hasta la “satisfacción del deseo”. El
trabajo se va engranando en forma compleja con la historia infantil del sujeto.
Al romper esa relación privilegiada del hombre con su trabajo, se está amenazando al mismo tiempo la
dinámica del deseo y la dialéctica del sujeto con la realidad. Despido, jubilación forzada o anticipada,
accidente que produce invalidez y readaptación o reconversión puede amenazar fácilmente una economía
psíquica que hasta ese entonces le debía su estabilidad al trabajo en sí mismo.
2) Debilidades e inmunidades frente a las rupturas de actividad profesional: nos preguntamos por qué
todos los sujetos implicados de tal forma con su empleo no sufren una descompensación cuando se
jubilan o cuando son despedidos.
No todos los trabajadores están en una situación psíquica equivalente. Entre las innumerables diferencias
que podemos poner en evidencia, destacaremos cuatro variables que nos parecen ser determinantes, a
saber: el lugar que ocupa el trabajo para cada sujeto con respecto a la “sublimación”, a la “economía
psicosomática”, al pasado psíquico y a las actuales relaciones afectivas.
El trabajo con respecto a las sublimaciones  La sublimación es un proceso mediante el cual el sujeto
renuncia directamente a satisfacer ciertas pulsiones para darles salidas sustitutivas en una actividad de
carácter social. Es un proceso complejo sobre el cual todos tenemos la misma capacidad. Freud insistió
en que la sublimación se interesa primero en pulsiones “parciales”. La sublimación es compleja pero
sobre todo es frágil y no se improvisa. Es el resultado de un delicado trabajo psíquico. Es decir que,
rompiendo una actividad de trabajo donde se fueron edificando las sublimaciones, corremos el riesgo de,
al mismo tiempo, destruir un edificio construido con paciencia por el sujeto a su medida, y de provocar
un reflujo contra él de pulsiones por falta de inversión, lo que en sí puede ocasionar una situación mental
(y somática) peligrosa.
La economía psicosomática  Tanto las sublimaciones como la actividad laboral en sí misma, implican
la existencia de la “economía psicosomática”. La tarea, su organización, su contenido, su operatorio
implican restricciones cognitivas, sensoriales y motrices, en las cuales el sujeto hace trabajar sus
músculos, sus órganos de los sentidos y su sistema nervioso. Cada sujeto está dotado de una estructura
particular, gracias a la cual regula su economía psicosomática. En casa oportunidad se forma una relación
específica entre un hombre y las exigencias de su tarea.
La actividad profesional que responde mejor a la estructura del sujeto se encuentra, a menudo, al final de
un camino, cuyo trazado está asegurado por el juego articulado de la elección profesional, la formación y
la especialización. Una ruptura involuntaria del trabajo no siempre está seguida de una recomposición
satisfactoria de la relación hombre-tarea. Es el placer que proviene del ejercicio del cuerpo el que está
cuestionado, y esto puede a veces ocasionar una vivencia de agotamiento o desborde. Se trata de las
descompensaciones psicosomáticas que son provocadas por las rupturas de la actividad de trabajo.
Trabajo e historia infantil  En el mejor de los casos el trabajo ofrece “satisfacciones sustitutivas” de
los deseos tales como los que fueron forjados por la neurosis infantil.

44
A veces, el sujeto, para tratar de “conciliarse” con su pasado, opta por oponerle una desmentida, rechazo
o ruptura. La actividad de trabajo aparece entonces como separada de su pasado e incluso destinada a
mantener activamente esta separación para proteger al sujeto de un resurgimiento inapropiado de s
historia infantil. En este caso, el trabajo es esencialmente defensivo. Es una “contra inversión”, menos
flexible y sutil que la sublimación. FALTA PÁG 218-219 (en internet tampoco está esa página)
II. Reacciones psicopatológicas paradojales entre los trabajadores descalificados.
Si insistimos sobre las profesiones descalificadas, es porque el trabajo se encuentra en una posición
radicalmente diferente en lo que se refiere a la actividad psíquica. Entre las tareas descalificadas
tomaremos el ejemplo de las tareas repetitivas. En comparación con las tareas altamente calificadas, las
tareas repetitivas se presentan radicalmente diferentes respecto de las problemáticas del deseo, la
sublimación y la economía psicosomática.
1) Respecto del deseo  El deseo del sujeto tiene poca o ninguna cabida en este trabajo. Estos
trabajadores no eligen trabajar en cadena. La formación profesional no es más que una simple palabra,
que a menudo se reduce a una orden o a una consigna. El deseo no sostiene a la actividad de trabajo. El
trabajo no se realiza sin el deseo, sino contra el deseo. Para mantener su puesto y las cadencias, el obrero
debe hacer callar sus deseos, que le indicarían seguramente otras alternativas, otros gestos, otros
proyectos. Para poder proseguir con su tarea, generalmente el obrero debe luchar contra sus sueños, sus
fantasías y contra su funcionamiento mental, contra sí mismo, contra su personalidad y contra su deseo.
Los gestos estereotipados y repetidos obligan al obrero a separar los actos y sus cuerpos de la vida
fantasmática. Esta lucha termina en una especie de parálisis del funcionamiento psíquico.
2) Respecto de la sublimación  En un modo operatorio impuesto, rígidamente organizado, de donde
prácticamente son excluidas todas las posibilidades de acondicionamiento de la organización del trabajo,
no puede haber espacio alguno para el juego de la sublimación. Es decir que, en la práctica, el trabajo no
puede brindar ninguna apertura a las pulsiones parciales, por lo cual el trabajador tendrá, en el mejor de
los casos, que buscar fuera de la situación de trabajo para encontrarles una salida personalizada. Propicia
al ejercicio de las sublimaciones fuera del trabajo.
3) Respecto de la economía psicosomática La parálisis mental que deja al cuerpo sin defensas frente
a la organización del trabajo, evoca la “depresión esencial”: estado destructor, donde el cuerpo se
encuentra desprovisto de sus apoyos mentales y es la presa seleccionada por las enfermedades somáticas.
Como consecuencia, se fragiliza el cuerpo.
4) La paradoja psicopatológica Si todos estos elementos fueran considerado, podríamos observar
rupturas de la actividad profesional, una verdadera liberación. El obrero que resulta liberado de las
exigencias organizacionales cuando se encuentra en situación de desempleo parcial, experimenta en un
corto plazo verdaderos reencuentros con su cuerpo y su vida mental. El despido o la jubilación pueden
estar acompañados de una crisis psicopatológica. Predomina una sensación de inutilidad, de absurdo, de
falta de sentido, al menos antes de que el cuadro de la depresión sea francamente superado en dirección
de la patología mental. Si se produce una patología mental probada, nos encontramos frente a una
vivencia de persecución, de delirio, de fobias o de hipocondría, donde, de todas formas, ya no
encontramos el problema del trabajador enfermo. Solamente encontramos la ruptura de la actividad.
5) Análisis de la paradoja  Podemos dar dos explicaciones: la primera se refiere al funcionamiento
psíquico en sí mismo y la segunda a las ideologías defensivas del oficio.
El funcionamiento mental liberado: el trabajador liberado de su trabajo constata con asombro que no
sabe qué hacer con esa libertad. El funcionamiento mental queda paralizado o hipotónico. El trabajador
se encuentra frente a lo que temía: no ser él mismo, ya que perdió su personalidad, sus gustos, su energía,
su iniciativa y sus deseos. A los que están sometidos a tareas repetitivas, les cuesta soportar el comienzo
de las vacaciones y pierden varios días antes de poder disfrutar de su tiempo libre. Tenemos la impresión
de que al confrontarse brutalmente con las relaciones afectivas, familiares y de amistad, pero sin poder
usar un funcionamiento mental que está paralizado o retardado, estos sujetos están en cierta forma
desarmados, desbordados e incluso traumatizados. Se plantea la cuestión de la elasticidad del
funcionamiento psíquico. El trabajador teme las consecuencias que traerá a término este nuevo

45
despliegue de sí mismo. La liberación empuja al trabajador hacia un conflicto difícil de resolver donde se
afrontan la disciplina del hambre y el deseo de ser él mismo.
Las ideologías defensivas del oficio: Consisten en actitudes y comportamientos paradojales que a
menudo son extraños y específicos de cada oficio. Tienen como objetivo lanzar un desafío colectivo a los
peligros y daños causados por el trabajo, gracias al cual, simbólicamente, la posición de los trabajadores
se revierte: de víctimas pasivas del riesgo se vuelven simbólicamente activos organizadores del peligro y
de su control. Estos comportamientos van acompañados de un sistema de valores y de prohibiciones,
cuya coherencia y solidez son notables.
Los obreros descalificados forjaron también una ideología defensiva del oficio que llamamos ideología
del sufrimiento o ideología de la resistencia. Consiste en un sistema colectivo mediante el cual los
obreros se defienden colectivamente contra los efectos nocivos del trabajo repetitivo sobre su salud. El
sufrimiento es en sí mismo denunciado, pero el hecho de aguantar, de quedarse en su puesto, de no
enfermarse, de no terminar delinquiendo o mendigando, de resistir, es elevado al estatuto de valor
promovido por la colectividad obrera. Un valor que no sólo se sostiene sobre la materialidad de las cosas,
sino también sobre esperanzas compartidas por los trabajadores: este trabajo y esta producción tendrían
un valor potencial: mejorar el consumo de los hijos y de la sociedad, desarrollar la economía nacional, e
incluso servir a una empresa o a un patrón.
La ideología defensiva duplica los valores relacionados con el sufrimiento, con una cierta cantidad de
prohibiciones tenaces que conducen a denunciar todas las formas de no-trabajo y de no-sufrimiento, no
resistencia, las cuales se ven afectadas por signos de holgazanería, pereza o vicio.
En el caso de los despidos, los que conservaron su trabajo se repliegan alrededor de la ideología del
oficia y condenan más enérgicamente a la exclusión a los desempleados que llevan consigo la amenaza
que debe permanecer oculta.

Grimberg M. (2013) “Relaciones de poder y negociación en salud de los trabajadores, una mirada
desde la antropología social” [También en TP 5]
Introducción
Esta presentación sintetiza los principales ejes de un enfoque antropológico en torno a la salud de los
trabajadores construido hace 10 años de investigación con trabajadores de la industria gráfica.
Este enfoque propone:
 Recuperar el saber y la experiencia, la memoria y las prácticas cotidianas de los trabajadores;
 Generar la intervención de los trabajadores en los distintos pasos del proceso de investigación;
 Focalizar la perspectiva de los actores, registrar las categorías nativas, en particular los sentidos
dados a sus condiciones y prácticas de vida, así como las modalidades de problematización y
respuesta social a estas;
 Ponderar la consideración de los escenarios y contextos globales para construir e interpretar los
datos;
 Generar resultados parciales que posibiliten elaborar colectivamente medios de discusión y
acción.
Organizare la presentación en cuatro órdenes de problemas:
1. Me referiré a ciertos aspectos del contexto de producción y a los interrogantes desde los que
construí el problema de la salud de los trabajadores.
2. Focalizare en la metodología, fundamentalmente lo que denomino co-investigacion.
3. Trabajare alguno de los resultados en el marco de la tradición y los saberes gráficos, para
4. Plantear algunas reflexiones teóricas y operacionales.
I. La salud de los trabajadores. Un problema en construcción

46
En el año 1984 retome una relación con el sindicato de los trabajadores gráficos, comenzaba el gobierno
de Raúl Alfonsín y el clima era de recuperación: recuperación de los sindicatos, de la universidad, de la
democracia, de una vida cotidiana en libertad y de muchas otras cuestiones más, tanto personales como
sociales.
Elegir el problema de la salud en el trabajo respondía a interrogantes políticos; en realidad en su mayor
parte se referían al proceso de la CGT de los Argentinos, pero requería encarar una investigación
histórica para que no estaba reformada.
En este momento llegaba un texto de Franco Basaglia “la salud de los trabajadores”, este y otros textos
más me mostraron una perspectiva de trabajo que, posibilitaba articular antropología y política en una
práctica a la vez crítica y constructiva.
En el contexto político de la derrota del peronismo, emergía un discurso “transición democrática”,
preocupado por los modos de representación. En este contexto se pusieron en juego iniciativas
gubernamentales como no gubernamentales como de organismos internacionales, fundaciones y
organizaciones no gubernamentales (ONG), desarrollando una serie de propuestas y prácticas que
destacaban la gestión y capacitación de los trabajadores. Entre esas iniciativas, la conformación de la
Dirección Nacional de Higiene y Seguridad del trabajo a cargo de Carlos Rodríguez, sus programas,
seminarios y estudios abrieron un espacio de visibilidad del problema de la salud de los trabajadores.
En aquel momento tanto la conducción del gremio como los delegados y trabajadores, ponían en énfasis
en la “recuperación” de una de sus conquistas históricas; las 6 horas de trabajo por aplicación de
legislación de insalubridad laboral. Durante esa dictadura y los golpes militares anteriores las 6 horas
constituían una de la primera conquistas que gobiernos y empresarios suprimían. En la discusión gremial
de esta demanda y de las estrategias y propuestas a seguir, emergían una serie de conceptos y
valoraciones coincidentes con un discurso generalizado entre los profesionales y técnicos que
participaban de las actividades de la DNH y S o en programas de capacitación de organismos o
fundaciones internacionales. Este discurso articulaba varias frases y se resumía en “negocian salud por
salarios”. Lo significativo a destacar es que estas visiones se encontraban en los argumentos de los
programas de capacitación gremial o las acciones técnicas, de organismos internacionales y ONG.
Mi disconformidad con este tipo de apreciaciones fue generando una serie de interrogantes, que
permitieron construir de otra manera el problema de salud de los trabajadores. Lo fui formulando en tres
niveles:
1) ¿Cómo se llegan a formular y organizar demandas, y que condiciones operan en el curso
posterior de estos procesos?
2) ¿La vinculación entre trabajo y salud se reduce exclusivamente a las demandas formuladas en
términos gremiales, o estos vínculos se expresan en distintas formas en prácticas no visualizadas
como tales en la cotidianeidad del taller? ¿Qué relaciones concretas establecen los trabajadores
entre sus molestias, sus enfermedades, accidentes y su trabajo cotidiano?
3) ¿Qué es negociar? ¿Por qué recortar “negocian salud por salarios”? ¿solo esto negocian los
trabajadores, o también negocian otros aspectos igualmente fundantes de su vida y su
subjetividad?
El núcleo del problema se colocó, en aquellos procesos relacionados con las prácticas y las
interpretaciones, con las acciones de los trabajadores y sus organizaciones. En función de eso nos
propusimos recuperar la experiencia, los modos de problematizar, los interrogantes y los modos de
resolver de los trabajadores. Por eso, el trabajo etnográfico registró los procesos y condiciones de trabajo,
incorporando las representaciones, las prácticas y las vivencias cotidianas de los trabajadores.
Al mismo tiempo analice las categorías interpretativas y las modalidades de práctica de la medicina
laboral y la higiene y seguridad en el trabajo, tal como se expresaban en las empresas que observaba y en
el seguimiento de demandas y conflictos que intervenían profesionales por parte tanto de las empresas
como del sindicato. Esto permitió cuestionar los enfoques biomédicos en torno al cuerpo y la enfermedad
y sobre todo a los de medicina laboral “enfermedad” y “ riesgo laboral”, así como las concepciones y
formas de prácticas de los sindicatos y la operatoria de los agentes estatales acerca del problema.

47
II. Con relación al método
Algunas aclaraciones que considero pertinentes sobre la metodología. La mayor parte de las
investigaciones antantropológicas realizan a través del trabajo etnográfico. Este supone un estar ahí
prolongado y sistemático, en una interacción cotidiana, esta etnografía incluyo la combinación de dos
líneas de trabajos. Una con fuentes históricas sobre las demandas y representaciones del trabajo y la
salud. La segunda con características más específicas de una etnografía efectuó el seguimiento tanto de
los hechos de la vida diaria como de las interpretaciones, reflexiones y relatos de vida.
Trabaje entonces con un nivel de análisis intermedio que combino el estudio de varios talleres con una
etnografía en profundidad de dos de ellos.
La propuesta de una antropología política no solo critica sino constructiva requería de un tipo de
metodología que incluyera la participación activa de los trabajadores. En función de esto se conformó
un equipo de trabajo con un grupo de delegados de talles y activistas sindicales. Este aspecto
metodológico requería, la recuperación de los saberes y prácticas de los trabajadores, recuperar ciertas
experiencias políticas en trabajo y salud realizadas en nuestro país.
La información provino de trabajadores gráficos y activistas del sindicato que habían participado entre
1973 y 1974 en una serie de estudios específicos sobre “enfermedades laborales”, “accidentes de trabajo”
y en general buscando “medir” o poner en evidencia daños “físicos” y “psíquicos” producidos por las
condiciones de trabajo. Entre 1973 y 1976 se desarrollaron una serie de iniciativas en torno de la
legislación del trabajo, la formación y la investigación académica y la participación de los trabajadores
en el control de sus condiciones de trabajo y de salud.
Con esta perspectiva en 1973 se creó el Instituto de Medicina del Trabajo en el ámbito de la facultad de
Medicina de la UBA. Los equipos de institutos realizaron estudios específicos y tareas de asesoramiento
a partir de convenios con gremios o comisiones de delegados de empresas y apoyaron experiencias en
curso. Estas prácticas tuvieron su expresión en las jornadas nacionales de medicina del trabajo en la
facultad de medicina. La práctica fue inicial y experimental, discontinuada por las tensiones internas de
la política universitaria, y luego por la intervención a la Universidad de Buenos Aires.
El juego de los procesos ideológicos, culturales y políticos que operan en las iniciativas y demandas
obreras en torno de la salud y el trabajo, en las negociaciones obrero-patronales y en la relación entre
trabajadores y sus organizaciones sindicales, no ocupa un lugar significativo en la investigación. Y este
vacío resulta contradictoria si consideramos que se formulan objetivos, que dependen de la práctica, de
las opciones de los propios trabajadores y de sus organizaciones sindicales. Es inevitable, que se
constituyan en lo dado, y en su consecuencia más visible sea en algunas propuestas la reificación de este
sabes, y en otras su opacamiento a través de planteos como los de apropiación de conocimientos técnicos
por parte de los trabajadores. (Hace referencia a un estudio que se realizó en Italia y en México respecto
al tema trabajo y salud. Pag 185).
Creo que la única manera de que la propuesta garantice la participación activa de los trabajadores y un
proceso de autonomía, es decir de no delegación en expertos profesionales es a partir de una práctica de
co-investigación (Esto es lo que propone la autora y que esta mencionado como uno de los puntos que
desarrolla al principio del texto).
Entre los trabajadores gráficos encontré y sigo encontrando intelectuales que encaran de manera continua
investigaciones con mayor o menos grado de formalidad, y esto sin contar a quienes desarrollan este tipo
de tareas para medios gráficos sindicales o para actividades de capacitación. Es con un equipo cuya base
sean estos intelectuales obreros y el reconocimiento como pares por parte de los profesionales, como la
participación de los trabajadores puede quedarse en retórica y articular los objetivos y aportes
diferenciales que surgen de las trayectorias de unos y de otros.
En este sentido hablo de co-investigacion y no de investigación participativa, único modo a mi criterio
para superar los sesgos tecnicistas, la delegación y los límites de prácticas que quedan en la
identificación de riesgos laborales, accidentes de trabajo, o en el problema del no reconocimiento de
enfermedades laborales. Y a la vez recuperar aquellos aportes de las ciencias sociales que permitan

48
entender los procesos de trabajo en vinculación con las modalidades de relaciones de poder y las
correlaciones de fuerza históricas de las que resultan sus especificidades.
Considero que a partir de una co-investigacion cómo es posible redefinir y politizar el objeto de la
investigación como el control por parte de los trabajadores de los procesos y condiciones que desgastan,
enferman o matan.
III. Sobre tradiciones y saberes
Parte de la recuperación de los saberes y las prácticas de los trabajadores supuso una línea de trabajo
sobre las demandas y conquistas históricas, tanto a través de las publicaciones sindicales como de los
relatos de los trabajadores, activistas o dirigentes. En el caso de lo gráficos en 1878 tuvieron su primera
huelga, fueron delineando una serie de demandas centradas en la salud en el trabajo. En el año 1984,
1985 volvieron acercarse al sindicato. Entonces se trata de analizar esa documentación y realizar
entrevistas siguiendo trayectorias personales.
El seguimiento por medio de la documentación permitió mostrar una serie de ejes de demandas y
practicas históricas entre los trabajadores gráficos que se fueron sumando y reconfigurando unas a las
otras.
Las luchas por la disminución de las horas de trabajo en la primera década del siglo XX, las demandas
por la insalubridad en la mayor parte de los procesos y ramas gráficas. Desde este siglo, se presentaban
notas de trabajadores o dirigentes gráficos junto con reproducciones de textos periódicos europeos
socialistas, anarquistas. Esta aproximación histórica permitía poner al descubierto como los trabajadores
gráficos fueron construyendo un conjunto de saberes y prácticas en torno de la salud en el trabajo a partir
de múltiples fuentes y relaciones sociales y políticas. Mostraba simultáneamente que no solo
manifestaban conocimientos técnicos sobre el impacto de los modos de trabajo en su salud, sino que de
manera más amplía ponían en juego concepciones, ideas, valores y relaciones con diversos actores.
En este caso yo trabaje con una categoría, con un concepto, que es el de tradición grafica para mostrar
como en el proceso de demandar, de llevar adelante un conflicto y de conquistar o no, se crean conceptos
e interpretaciones, se afirman o debilitan ciertos valores y principios, se construyen balances, se va
desarrollando y queda registro, de una historia vivida.
Así, la investigación fue revelando el trabajo como un especio social y político, un campo de fuerza y de
disputa modelado por relaciones históricas de poder y tradiciones particulares. Los trabajadores gráficos
fueron construyendo y reconstruyendo sus saberes y prácticas en torno del trabajo, y de este en relación
con la salud a partir de múltiples procesos de confrontación, y negociación con las empresas. A partir de
mediados de los 40´, la configuración de una fuerte legislación protectora del trabajo y un Estado que
aparecía como “arbitro” en los conflictos obrero-patronales y como garante de derechos adquiridos; el
papel de la “ columna vertebral” de los procesos políticos que el discurso peronista otorgaba a los
trabajadores; el desarrollo de estrategias sindicales de confrontación/ negociación; la emergencia de un
sindicalismo combativo, entre otros, encierran este proceso en una dinámica de “conquistas” y
“perdidas” entre gobiernos constitucionales y golpes militares.
¿Cómo entender estos saberes y prácticas? En términos históricos, estos saberes y prácticas
constituyeron el primer eje de unificación y organización del oficio. Como lo evidencian la prensa y la
memoria obrera, la tradición gremial identifico la mayor parte de los procesos de trabajo como
insalubres. La búsqueda de protección frente a la “enfermedad”, y el “accidente” y sobre todo las
“mejoras” en las condiciones de “salubridad” del trabajo, conformaron los principales ejes de
organización de prácticas y demandas sindicales.
Desde mediados de los 80´, las demandas se orientaron al estudio colectivo de las condiciones de trabajo
y a su gestión a nivel gremial, a través de comisiones paritarias de higiene y seguridad o de condiciones
de trabajo.
Estos saberes no se limitan a la reproducción de categorías médico-técnicas o de higiene y seguridad;
ponen de manifiesto cierta producción autónoma de prácticas parciales, y sobre todo, de reelaboraciones
y re significaciones. Si bien los aspectos técnicos son significativos, la organización del trabajo, las

49
modalidades de gestión y de las relaciones sociales en el ámbito laboral se delinean con claridad, tal
como lo evidencia una visión de grupos de riesgos que distingue entre aspectos técnicos del objeto o los
instrumentos de trabajo de gravitación ambiental y aspectos sociales de la organización y las condiciones
de trabajo resultantes de políticas empresarias.
Otro tanto se expresa en la combinatoria de criterios de intensidad y localización en la percepción y
categorización de problemas de salud, revelando una concepción sintomática y funcional. Al mismo
tiempo metáforas del cuerpo como “maquina” fundan una categorización diferencial entre:
 Desgaste: refiere a una progresiva disminución de una capacidad por el uso o por las condiciones
de este.
 Enfermedades: suponen una discontinuidad perceptible respecto de una norma de
funcionamiento corporal, una alteración, o una ruptura de una de las partes de esta máquina.
 Accidente de trabajo: resulta un acontecimiento sorpresivo y en términos generales de
causalidad externa.
La observación en los talleres y el relato de los trabajadores mostraron que es en relación con las
actividades cotidianas del trabajo (conjunto de operaciones, las modalidades de practica y de las
relaciones sociales concretas) cómo funcionan los modelos corporales y como se configuran los marcos
de la percepción. En este espacio significante del trabajo, “cotidianeidad” y “ruptura de la cotidianeidad”
se distinguen desde un orden cultural que rige la relación con el cuerpo y modela las relaciones entre
clases sociales y géneros. Al mismo tiempo, las experiencias personales y la tradición gremial procesan y
reelaboran a través de mecanismos colectivos. Se conforman así dispositivos conscientes e inconscientes
que abren y cierran la percepción y la posibilidad de identificar y codificar.
Estos saberes también articulan de manera compleja una serie de aspectos cognitivos con formas
normativas o prescriptivas para la acción, con valores y componentes de carácter afectivo-emotivo
que no solo remiten a como se trabaja, sino a como se debe trabajar, a cómo tratar a los
compañeros, un saber que hable de cómo es la patronal, de como es y qué esperar del ministerio o
del gobierno. Un saber político y moral.
IV. Reflexiones para la acción: el problema del reconocimiento y la negociación. O el problema de
la hegemonía
Una cuestión básica a considerar es que el reconocimiento por parte de los trabajadores de la relación
trabajo-salud, puede estar naturalizada o enmascarada en formas individuales. Pueden constituirse en
“objetos negociables” en el marco de procesos más generales de demanda y negociación. Sostengo que
las prácticas y las demandas relacionadas a la higiene, seguridad y salud en el trabajo configuran un
campo transaccional desde el que se definen modos de acción y estrategias obreras.
El concepto de transacción remite a los modos contradictorios en que se articulan coerción y consenso,
imposición externa y adhesión consciente y no consciente. Para interpretar estos procesos uso la
categoría de hegemonía, entendida como relaciones de poder, de dominación-subordinacion.
En este marco, el seguimiento de la vida cotidiana permite captar como se generan fracturas, intersticios
a partir de los cuales los trabajadores gráficos podían tomar ciertas iniciativas autónomas, identificar
cuestiones de salud en el trabajo que iban más allá de una medicina laboral, sino de lo que proponían
profesionales progresistas vinculados al gremio.
Dos cuestiones relacionadas con respecto a la operatoria de las relaciones de hegemonía en este caso
1) A través de una serie de saberes disciplinares aplicados al trabajo y la institucionalización de
reglamentaciones normativas que establecen prácticas y procedimientos, sobre las que operan políticas
empresarias y estatales. Esta articulación plantea una visión de la relación trabajo-salud como técnica,
promueve un control instrumental, ambientaliza e individualiza los problemas.
Ahora bien, cómo surge de mi investigación, esta visión de una relación técnica del trabajo-salud no
opera de manera directa, a partir de la interacción con los médicos del trabajo o con los técnicos de
higiene y seguridad. Paradójicamente su construcción y desarrollo resulta producto de la propia lucha

50
social de los procesos de demanda y negociación entre trabajadores y empresarios, en la que el rol del
estado resulto central.
2) Es el papel y los sentidos asignados a la “negociación”. En una primera mirada y retomado el discurso
con que inicie mi investigación a mediados de los 80´, “negociación” era una categoría usada en sentido
negativo, con fuerte connotación moral.
Desde una mirada de mayor profundidad, saliendo del acontecimiento para analizar los procesos de
demanda en el marco de las relaciones de hegemonía, pude mostrar el desarrollo de una estrategia
gremial de confrontación-negociación, que articulaba la presión a través de “medidas de fuerza” de
“acción directa”, para desde ahí desarrollar un proceso de acuerdo sobre aquello que se lograba. Esta
estrategia igualaba dos momentos: luchas y reglamentación, tendiendo a normar en un reglamento
colectivo o en acuerdo de empresas. Desde esta perspectiva la “negociación” es aquello que se escribe y
se firma, y el ministerio rubrica. Queda como palabra escrita, y es lo que permite que ese conflicto
resulte en “conquista” en esta en derechos legalmente reconocidos.
Por último, resultan hoy los límites de enfoques como los de “riesgo laboral” aun cuando estos sean
denominados “psicofísicos”, afirmando al mismo tiempo el requerimiento de construir categorías que
contengan el trabajo y la salud como relación social y política. Categorías que permitan dar cuenta de los
modos complejos en que las relaciones de poder, que modelan los procesos de trabajo y de vida, se
corporifican en una diversidad de padecimientos cotidianos.
Desde esta perspectiva, creo imprescindible que quienes estamos comprometidos con esta problemática
efectuemos un estudio crítico de las nociones de cuerpo. Este ha cobrado una fuerte presencia en la
antropología y la teoría social. Desde finales de los 80´ la producción antropológica ha aborda el cuerpo
como activo, y fluido, proceso material y simbólico, de carácter individual, social y político, objeto de
disciplina y control. Cuestionando el dualismo positivista mente- cuerpo, contribuciones recientes
proponen entender el cuerpo como agente activo de toda experiencia de vida, como base existencial del
sujeto y la cultura. Es posible hablar, entonces de corporizacion generizada de la experiencia cotidiana y
recuperar las dimensiones de la percepción, las emociones y los sentimientos, además de los aspectos
cognitivos y representacionales.
En este sentido creo que cobra particular importancia no solo el registro de la cotidianeidad del trabajo,
sino la reconstitución del conjunto de la vida cotidiana de los trabajadores, saliendo del espacio
laboral para incorporar el análisis de la trama de relaciones sociales de las que puedan participar. Creo
que sin estas condiciones es imposible contribuir a generar un conocimiento que, además de dar cuenta
de las problemáticas, permita a sus protagonistas la construcción de herramientas de control y
transformación.

51
Unidad 2: Organizaciones y Contexto
Organizaciones e Instituciones. Organizaciones y contexto. Teoría de las organizaciones. Modelo
Weberiano, Taylorista, Relaciones humanas y Cooperación Negociada. El poder en las organizaciones.
Empleo y trabajo. Precariedad laboral. Desempleo. Economía social.

Etkin J. (2000) Política, gobierno y gerencia de las organizaciones Cap. 1 Buenos Aires. Pearson
Educación [En TP 2]
Beltrán, Miguel (1988). “La legitimidad en las organizaciones” [TP 5]
Hoy más que nunca vivimos en una “sociedad organizacional”: el conjunto de organizaciones de todo
tipo que pautan nuestra vida es de una extraordinaria densidad, y de ellas nos servimos, y ellas de
nosotros se sirven, en cada paso que hemos de dar. El tejido social está compuesto predominantemente
por organizaciones (Gobierno, administraciones públicas, empresas mercantiles o industriales, partidos
políticos, iglesias, sindicatos, hospitales, escuelas y universidades, etc.), hasta el punto que va siendo
cada vez mayor el número de personas que trabajan toda su vida para una organización.
El hecho implica que los fines que perseguimos con nuestro trabajo no son propiamente nuestros, sino de
la organización; suyos son también los medios de producción que hayamos de utilizar, y será ella quien
determine cómo hemos de realizar nuestro trabajo. Esto es propio del modo de vida urbano-industrial
avanzado, que exige una cooperación altamente coordinada, esto es, que exige organizaciones.
Las formas de legitimidad en las organizaciones es el examen de lo que fundamenta en ellas el
cumplimiento de sus normas. Pero es el momento de examinar varios modelos teóricos que tratan de
explicar el funcionamiento de las organizaciones, en el sentido de dar razón de por qué las normas
formuladas por la propia organización para regular la actividad de las personas vinculadas con ella son
obedecidas o cumplidas por dichas personas.
El punto de partida lo constituirá el modelo de organización burocrática de Max Weber, que pone de
manifiesto cómo las organizaciones modernas descansan en las obediencias a normas racionalmente
establecidas, no a tradiciones más o menos venerables o a la voluntad discrecional del dirigente de turno.
También está la autoridad de la ciencia de Taylor, para quien la eficiencia organizacional depende de la
racionalidad del diseño de las actividades y tareas y del incentivo salarial que las respalde. En tercer
lugar está la Escuela de las Relaciones Humanas explica la empresa como una “gran familia” en la que el
éxito económico depende del sentimiento de autorización y de la satisfacción personal de los
trabajadores.
Las perspectivas teóricas muy diferentes, e incluso contradictorias, son capaces de ofrecer iluminaciones
parciales, pero valiosas, del fenómeno organizacional de manera que pueda ser mejor comprendido y
explicado.
El modelo burocrático de organización
Max Weber planteó su teoría de la burocracia, teoría de la organización burocrática.
Organizaciones las ha habido siempre en la historia y el propio Weber estudia una serie de modelos
desarrollados en distintos lugares y épocas: los que él llama administración de notables, prebandalismo,
parasitismo, venta de oficios, polisinodialismo, etc. En tiempos recientes, a partir básicamente de la
centralización política que en los Estados europeos introduce la Monarquía absoluta y de la difusión y
consolidación del capitalismo moderno, aparece un nuevo tipo o modelo de organización que se
generaliza sobre todo con la secularización y racionalización operadas por la revolución liberal y por el
proceso de industrialización; es a este modelo al que Weber llama “burocracia”.
El fundamento de la construcción burocrática weberiana radica en su tipología de las formas de autoridad
o dominación. Al estudiar la probabilidad de hallar obediencia a un mandato, Weber piensa que una
autoridad estable ha de apoyarse en la creencia o convicción de su legitimidad; ésta, en su opinión, sólo
reviste tres formas “puras”, que se identifican, además, con estructuras sociales diferentes: la tradicional,
la carismática y la legal.
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La autoridad tradicional se basa en la creencia en la “santidad” de los ordenamientos y poderes existentes
desde un pasado más o menos lejano; las cosas han de hacerse de una determinada manera porque
“siempre” se han hecho así; el peso de la costumbre y de la herencia histórica explican la aceptación de
la autoridad. La autoridad o dominación, carismática se fundamenta en la devoción a una persona,
motivada por la afirmación de que está dotada de unas cualidades (reales o supuestas) de carácter
excepcional. La autoridad legal es esencialmente estatuaria: no se obecede a la tradición, ni a una
persona, sino a las normas en cada momento vigente. Para Weber, el sistema de autoridad legal es
esencialmente racional, procede directamente de la revolución liberal, y fundamenta el tipo de
organización que denomina burocrática.
Las características señaladas por Weber como propias del “tipo ideal” de organización burocrática son:
 En primer lugar, y respecto a la estructura de la organización, las actividades necesarias para el
cumplimiento de los fines de la organización se definen como deberes, figurando clara y
firmemente atribuidos a quienes han de desenvolverlos; los poderes de mando necesarios para el
cumplimiento de tales deberes se hallan igualmente determinados, estando delimitados con toda
precisión los medios coactivos que pueda ser necesario utilizar.
 En segundo lugar, el funcionamiento de la organización implica un principio de jerarquía, es
decir, una estructura de mando y subordinación, con inspección de los inferiores por los
superiores, y con la posibilidad para el subordinado de apelar a una instancia superior. Todo ello
permite una forma de tramitación o tratamiento de los asuntos con arreglo a pautas
preestablecidas, con lo que dichos asuntos pierden su individualidad y se categorizan. La
tramitación sigue un procedimiento escrito.
 En tercer lugar, y con relación al personal de la organización, la actividad profesional está
separada de la esfera de la vida privada, y los medios y recursos organizacionales separados
también de los bienes privados del empleado. Por otra parte, los empleados han de seguir un
aprendizaje o adiestramiento para la tarea que deban realizar. En su trabajo no son libres, sino
que han de someterse al sistema de normas o reglamentos vigente en la organización. El
empleado o funcionario es un profesional, no tiene el puesto de manera honorífica, ha de
dedicarse a su actividad en la organización.
Causa un cierto asombro que las características atribuidas por Weber a su modelo burocrático de
organización sean con frecuencia objeto de una lectura que subraya ante todo su pretendido autoritarismo
y rigidez.
La indiscutible genialidad del modelo de organización tipificado por Weber radica precisamente en hacer
percibido, por encima del etnocentrismo, la especificidad de una serie de características que nos parecen
obvias, que tendemos a dar por supuestas, pero que son propias de un tipo de organización que sólo
aparece como tal en la época moderna. Y lo que llama la atención es que ese modelo se interprete como
el epítome del autoritarismo, la rigidez y el reglamentismo, como una especie de creación maligna y
perniciosa. Weber no “inventa” el modelo de organización burocrática, sino que describe en términos de
gran simplicidad y abstracción lo que sucede en multitud de ámbitos de la vida y en muchos países en la
época contemporánea, y lo explica atendiendo a una serie de variables políticas, económicas y culturales,
dando razón a su existencia.
Un importante fenómeno que exigía de Weber explicación era la universal difusión y generalización de
la burocracia. La organización burocrática trata de eliminar tanto los elementos irracionales que se
sustraen al cálculo y a la previsión, como los elementos sensibles puramente personales de amor y odio.
Weber diseña una especie de máquina, y que el rendimiento de la máquina nunca es óptimo; además de
que, como es sabido, las máquinas se estropean de vez en cuando. Sería ridículo suponer que Weber
construye su modelo o tipo ideal para contribuir a la mayor difusión de la organización burocrática;
aparte de que tal actitud no se compadece con la que es propia de un científico, la verdad es que Weber
manifestó su preocupación respecto de la burocracia o, mejor, del fenómeno de la progresiva e imparable
burocratización. Weber no se hacía ilusiones acerca de la vida en la llamada “sociedad organizacional”, y
temía con razón los riesgos de la tecnocracia. Pero todo ello ni quita ni pone al hecho de que en la
historia reciente aparece por primera vez un tipo de organización específico (al que Weber denomina

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“burocrático”) que se generaliza rápidamente en los ámbitos público y privado y que descansa tanto en la
autoridad derivada de la norma.
En efecto, los sistemas liberales democráticos requerían un tipo de organización pública como el del
“tipo ideal” al que nos venimos refiriendo, esto es, en el que se obedeciese sólo a las normas y en el que
no hubiese aceptación de personas; la igualdad ante la Ley, e incluso el propio imperio de la Ley, exigen
lo que Weber llamó organización burocrática. Siendo, pues, la burocracia un instrumento para la
democracia, y hasta cierto punto una de sus condiciones necesarias, resulta chocante que para muchos
burocracia y democracia sean nociones y realidades antitéticas. Se ha acusado a Weber de haber olvidado
la legitimación democrática de la autoridad, ya que habría mencionado solamente la tradicional, la
carismática y la burocrática. En mi opinión, hay aquí un importante malentendido de la teoría weberiana,
ya que uno de los tres tipos de legitimidad que Weber analiza implica la legitimidad democrática; se trata
de la legitimidad legal, que es a su vez la que sirve de fundamento a la organización burocrática. Acierta
Gouldner al señalar que en las organizaciones burocráticas los empleados o funcionarios de dichas
organizaciones obedecen a normas que no han contribuido a crear. Weber no incluye la participación de
los servidores de una organización en el establecimiento de las reglas a que han de prestar obediencia,
aunque hoy en día nadie ponga en duda que hayan de negociar colectivamente sus condiciones de
empleo. Resulta sumamente problemática la participación de los funcionarios en la determinación de las
normas que han de regir la actividad de, por ejemplo, un Ministerio, ya que habrían de ser establecidas
por el Parlamento y por el Gobierno. Las organizaciones burocráticas no son la arena adecuada para la
participación, para acordar las normas que se han de obedecer y no por ello han de ser consideradas
instituciones autoritarias o antidemocráticas.
El modelo cientifista de organización
Frederick Taylor publicó en 1911 la breve e importante obra traducida como administración científica,
dirección científica u Organización Científica del Trabajo. Esta es “ciencia, no mera experiencia.
Armonía, no discordia. Cooperación, no individualismo. Máximo rendimiento, en lugar de rendimiento
restringido”.
La organización científica del trabajo, según Tyler, supone una completa revolución mental por parte de
los trabajadores… e implica también una revolución mental igualmente completa de los patrones… la
gran revolución que a causa de la organización científica del trabajo tiene lugar en la actitud mental de
las dos partes consiste en que ambas desvían la atención de la división del excedente como el asunto más
importante, y la vuelven juntos al hecho de aumentar el excedente, hasta que éste sea tan grande que
permita un gran aumento de salarios para los obreros y un aumento igualmente grande de beneficios para
el patrón.
Taylor estaba poseído por la lógica de la eficiencia, y luchaba contra los lentos ritmos artesanales,
presentes aún en la industria de su tiempo. Si el punto de partido de la racionalidad industrial, la división
del trabajo, estaba formulada desde Smith, nuestro autor dio un paso más allá, y de la división del trabajo
pasó a la división del tiempo. Cada operación y cada una de las partes más simples de todas las
operaciones pueden medirse rigurosamente, precisamente en aquella forma en que resulten más
eficientes. Se trata de estatuir una suerte de física social, un orden basado en la autoridad de la ciencia,
que excluye el conflicto entre trabajadores y empresarios.
Esta “física social” es una afirmación de armonía social; gracias a la organización científica del trabajo
los sindicatos dejarían de existir, la negociación colectiva no tendría sentido, los obreros recibirían
siempre salarios elevados a causa del gran aumento de producción que se experimentaría, y el análisis
científico pondrían fin al conflicto al apartarlo del reino del prejuicio arbitrario. La ciencia suprimiría los
métodos anticuados y dictatoriales de los empresarios, eliminando el ejercicio de la autoridad personal y
sustituyéndola por una autoridad “científica” cuyas reglas no serían arbitrarias, y en cuyo marco
cooperarían patrones y obreros, sujetos ambos a una norma racional, indiscutible y máximamente
obligatoria. Dicha norma establecería unas condiciones objetivas de trabajo y un sistema salarial que
impedirían a los obreros producir menos del máximo que podría producirse cada día.
Del mismo modo en que para Weber la autoridad legal-racional permite la eliminación de la legitimidad
tradicional y de la carismática, de suerte que se obedece sólo a una norma adecuadamente establecida,

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para Taylor la ciencia suprime los métodos de dirección basados en la mera autoridad personal del
empresario, eliminando el ejercicio del poder personal y sustituyéndolo por una autoridad científica
cuyas reglas no serían arbitrarias ni discutibles.
La legitimidad taylorista es más clara, resulta más rotunda que la weberiana. Lo que hace a la norma
weberiana legítima es su legalidad: el haberse dictado de acuerdo con el procedimiento legalmente
establecido. En cambio, en la norma taylorista su legitimidad se deriva de su carácter pretendidamente
científico y, por lo mismo, indiscutible. Lo que santifica a la norma weberiana es la posibilidad de
cambiarla: en tanto no se la modifique ha de ser obedecida.
Hay un parentesco fundamental entre los modelos organizacionales de Weber y Taylor: ambos contienen
un principio básico (la norma, la ciencia) con imperio absoluto e indiscutible, del cual se deriva la regla
de conducta que ha de ser obedecida por todos, superiores e inferiores. Legalidad y cientificidad son
caracteres objetivos de las normas. Como ha dicho Murillo, no se obedece porque algo sea legítimo,
sino que algo es legítimo porque se obedece.
Pero si con su apelación a la ciencia consigue Taylor ir más allá que Weber con su racionalidad legal, en
lo que aquél se despega de manera radical de éste es en su pretensión utópica. Weber se limitaba a
atribuir el éxito del modelo burocrático de organización a su superioridad técnica sobre las otras formas
de organización históricamente conocidas, en tanto que Taylor está convencido de que ha encontrado la
fórmula de la armonía social: la organización científica del trabajo ha de poner fin no sólo a la baja
productividad de los obreros y al autoritarismo arbitrario de los patrones, no sólo a los bajos salarios y a
los escasos beneficios, sino nada menos que a la manifestación fundamental del conflicto social (el que
se da entre trabajadores y empresarios), y ello gracias a la indiscutible autoridad de la ciencia.
La organización científica del trabajo se apoya en dos supuestos básicos: el análisis y descomposición de
las tareas atribuidas a cada puesto de trabajo, de forma que se reorganice y racionalice el trabajo
productivo; y la determinación del rendimiento normal correspondiente a cada una de dichas tareas, de
forma que puedan señalarse a cada puesto de trabajo los objetivos que ha de cubrir en periodos
determinados de tiempo. La articulación de ambos supuesto ha de llevar a la manera óptima de hacer las
cosas, la más eficaz y eficiente posible al estar científicamente determinada.
Es el segundo de los supuestos mencionados el que más dificultades plantea. Si es posible fijar
científicamente el rendimiento normal de una tarea, y fijar por tanto lo que ha de producirse en ella en un
tiempo determinado, se erradica así la indolencia o el ritmo perezoso de la producción, obteniéndose la
máxima eficiencia de cada trabajador y del conjunto de la organización. Esa obtención de la máxima
eficiencia de cada trabajador se apoya en la hipótesis de que el hombre responde individual y
positivamente al estímulo económico. Es decir, que cada trabajador reacciona individualmente, sin
condicionamientos externos, produciendo más ante la perspectiva de ganar más; Taylor concibe al
trabajador, de la mano de la teoría económica ortodoxa, como un homo economicus monádico, interesado
en optimizar sus ingresos.
La organización del trabajo humano cooperativo, concebida como un mecanismo para el que puede
formularse científicamente un determinado rendimiento, y en la que el trabajador reacciona
automáticamente a los estímulos económicos, se basa en supuestos teóricos insostenibles. No obstante, la
aportación taylorista a la comprensión de los fenómenos organizacionales, así como a la mejora de la
racionalidad y la eficiencia de las organizaciones, no es en absoluto desdeñable. En efecto, un primer
hallazgo taylorista es el enfoque analítico de las tareas; la descomposición de las operaciones productivas
(de taller o de oficina) en unidades elementales de actividad, realizadas en una secuencia temporal que
puede ser minuciosamente observada, permite un grado muy alto de racionalidad en la organización o
reorganización del trabajo. Estas aportaciones y otras de simila naturaleza han puesto de relieve la
notable dosis de incongruencia y despilfarro de tiempo y energía que pueden acumularse sobre cualquier
actividad sujeta a su propia inercia, así como los resultados, a veces espectaculares, que pueden
obtenerse con la simple aplicación de una reflexión analítica que se proponga examinar el proceso de que
se trate una perspectiva racional.
Por otra parte, la organización científica del trabajo ha producido multitud de contribuciones
rigurosamente científicas, como es el caso de los estudios sobre fisiología laboral, ergonomía, fatiga,

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iluminación, diseño de herramientas, etc., así como principios racionales de organización para
simplificar, agilizar y hacer más eficientes gran n° de sistemas de trabajo de todo tipo.
Pero son precisamente las contribuciones que pretenden una mayor cientificidad las que constituyen la
carga ideológica de la organización científica del trabajo, intentando determinar comportamientos gracias
a su apariencia científica. no puede olvidarse que el taylorismo incide en un campo específicamente
conflictivo, como es el de la determinación de los rendimientos exigibles y su contraprestación salarial.
Es evidente que los intereses de los empleadores consisten aquí en sustraer del campo de lo discutible
ciertos aspectos de la organización del trabajo, so pretexto de que dichos aspectos tienen un carácter
científico.
Consiguientemente los trabajadores se resistieron a la aplicación sistemática del taylorismo: la
motivación del incentivo salarial no se revelaba suficiente para compensar la compulsión en favor de la
eficiencia que se les demandaba. Aunque Taylor suponía que la organización más eficiente sería por ello
mismo la más satisfactoria para sus miembros, concebidos bajo el esquema del homo economicus que
trata de elevar al máximo su renta y que se satisface con el salario que se le asigna, la verdad es que en
los esfuerzos por introducir la organización científica del trabajo en las empresas no parece que la mayor
eficiencia y los mayores salarios hagan a la organización industrial más satisfactoria para los
trabajadores.
Pero tampoco los empresarios aceptaron con entusiasmo las técnicas tayloristas, pese a que los objetivos
de éste coincidían con los suyos propios. En efecto, Taylor rechazaba la indolencia y la falta de eficiencia
de los trabajadores, negaba la necesidad de los sindicatos, prefería la negociación individual a la
colectiva y, lo que es más importante, tras negar al empresario la tradicional autoridad personal derivada
de la propiedad de los medios de producción, le otorgaba una autoridad absoluta e indiscutible por ser
“científica”. Pese, pues, a que Taylor partía de una disposición favorable a los empresarios, ni siquiera
entre éstos encontró favorable acogida la “filosofía social” que inspiraba sus prédicas de armonía,
cooperación y máxima eficiencia.
El modelo humanista de organización
El “modelo humanista” de organización es el construido y difundido por la Escuela de las Relaciones
Humanas, que ha tenido y tiene una extraordinaria relevancia, tanto en el campo de las ciencias sociales
como en ele de la práctica de la organización y dirección de empresas. El caso de la Escuela de las
Relaciones Humanas envuelve dos llamativas paradojas: en primer lugar, su punto de partida consiste en
la historia bastante problemática de una investigación, que comienza con el fracaso y continúa con una
larga y laboriosa serie de nuevos experimentos que inspiran hoy serias reservas en relación con su diseño
y con la interpretación de sus resultados; no obstante lo cual, el conjunto principal de la investigación,
dio lugar a una serie de descubrimientos de extrema importancia para la sociología y la psicología social
que contradicen de manera radical el supuesto taylorista de la reacción individual a los estímulos, para
afirmar en cambio el decisivo papel al respecto de los grupos de que los individuos forman parte. La
segunda gran paradoja se refiere a la aplicación de los descubrimientos en cuestión: basándose sus
conclusiones en la consideración de los trabajadores como personas, no como máquinas, lo cierto
es que las más difundidas de tales aplicaciones tienen un claro carácter manipulativo, en el sentido
de estar dirigidas a crear en la gente la impresión de que se la considera y se la tiene en cuenta,
más que a considerarla y tenerla efectivamente en cuenta.
El contraste entre el modelo cientifista de la organización y el modelo humanista es muy nítido: la
Organización Científica del Trabajo supone que la empresa más eficiente será la más satisfactoria para
los obreros, pues al conseguir una mayor productividad obtendrán mayores salarios: lo que es bueno para
la empresa es bueno para los obreros de manera automática.
En cambio, para la Escuela de las Relaciones Humana lo que se supone es que la empresa más
satisfactoria será por ello mismo la más eficiente, pues el clima de gratificación sistemática generará un
mayor grado de cooperación y de identificación con los fines de la organización.
Ninguno de los dos enfoques percibe contradicción alguna entre la búsqueda de la racionalidad por la
organización y la aspiración humana a la felicidad.

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La Escuela de las Relaciones Humanas se centra en los determinantes sociales de la producción frente a
los físico o económicos, y sugiere que los trabajadores no son felices en una organización estrictamente
formal, racional, aunque puedan realizar sus aspiraciones económicas. El conseguir la satisfacción del
trabajo es esencial, puesto que es la condición básica para la eficiencia de la empresa: haciendo feliz al
trabajador, la empresa obtiene su plena cooperación y esfuerzo, aumentando así su eficiencia y, por ende,
su racionalidad. De aquí la insistencia en que los obreros se identifiquen con la empresa y con sus fines,
el énfasis en presentarla como una “gran familia”, la sistemática referencia a la afabilidad de los
superiores, la presentación de los compañeros de trabajo como “amigos”, y la necesidad de no
decepcionar ni a unos ni a otros, ya que cada uno se tiene que considerar orgullosos de su pertenencia a
la empresa y de sus compañeros. Se afirma que los fines de la organización y las necesidades de los
trabajadores se adecúen perfectamente, pero tal adecuación exige un esfuerzo sistemático para mantener
las condiciones que la permiten. El esfuerzo en cuestión es la ingeniería social. La legitimación radica
aquí en el sentimiento de pertenencia y en la negación del conflicto.
Sucede, sin embargo, que las tensiones y el conflicto son condiciones estructurales de toda
organización, y especialmente de las empresas: las necesidades de la organización no se ajustan a
las de las personas, y los intereses de obreros y patronos no son coincidentes. La Escuela de las
Relaciones Humanas ignora o disimula esos conflictos, con lo que favorece a “los de arriba” y
perjudica a “los de abajo”, entre los que no puede haber armonía de intereses.
El modelo humanista de la organización presenta una imagen “feliz”, no realista, en la que la empresa es
una “gran familia”, y cualquier insatisfecho un inadaptado. De manera análoga a la del taylorismo, la
Escuela de las Relaciones Humanas predica la armonía social y niega el conflicto, rechaza la necesidad
de los sindicatos y trata de motivar a los trabajadores de forma que las órdenes obtengan el
consentimiento de quienes han de cumplirlas.
Hay que reconocer importantes aportaciones positivas, como señala Bendix, se deja de considerar al
obrero como un mero factor de la producción y se descubren una serie de aspectos humanos y sociales
que nunca hasta entonces habían sido considerados. Los trabajadores no son individuos aislados que
producen mecánicamente y que sólo se motivan por el salario, sino que son personas con sentimientos,
actitudes y opiniones que no pueden ser ignorados y que viven en el seno de grupos.
El modelo de la cooperación negociada
Si el modelo weberiano de la organización burocrática descansa en la obediencia a la norma, el taylorista
de la Organización Científica del Trabajo en la autoridad de la ciencia, y el humanista de la Escuela de
las Relaciones Humanas en el sentimiento de pertenecía, el que podríamos llamar modelo de la
cooperación negociada considera legítima la obediencia a la norma negociada y acordada.
Dicho modelo organizacional parte de la teoría del conflicto, esto es, de una visión realista de la sociedad
que la percibe como estructurada en relaciones asimétricas que implican desigualdad, dominación y
explotación. No toda la desigualdad es económica. El mayor factor de conflicto radica en las
circunstancias de la producción material de la vida y en los intereses que en ellas se desenvuelven, lo que
puede llevar legítimamente a una pretensión de transformación del mundo, de destrucción y superación
de un sistema económico que dé paso a la construcción de otro diferente en el que dicha colisión de
intereses no tenga lugar. Cabe también una posición que no se limite a celebrarlo, sino que pretenda su
reforma, no en el sentido de la supresión del conflicto de intereses, y por ende del conflicto, sino en el de
su institucionalización.
Institucionalización del conflicto significa, ante todo, reconocer su existencia y, en segundo lugar,
establecer mecanismos aceptables por las partes para dirimirlo por una vía que excluya la violencia y la
prevalencia sistemática de unos intereses sobre otros. En una sociedad avanzada no cabe otra solución
que la basada en la negociación, la transacción y el compromiso. Ello implica una previa
ecualización de las posiciones asimétricas.
En un sistema social en el que exista un grado de consenso suficiente sobre la convivencia civil y sobre
el “modelo de sociedad”, las organizaciones pueden entenderse más apropiadamente gracias al modelo
de la cooperación negociada que con ninguno de los 3 a los que nos hemos referido.

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Lo que legitima a las normas de las organizaciones y las hace ser obedecidas es que se trata de
normas acordadas (o, si se quiere, establecidas participativa o democráticamente). La cooperación
humana necesaria para alcanzar fines que exceden de la dimensión individual se alcanza con
mucha mayor facilidad en la medida en que quienes han de cooperar convenga los términos en que
hayan de hacerlo.
El modelo organizacional de la cooperación negociada tiene como el modelo burocrático, el cientificista
o el humanista, una pretensión explicativa de la realidad social, inseparable de un contenido ideológico:
no sólo se trata con ellos de decir cómo es la realidad y por qué es así, sino que de alguna manera
intentan decir cómo debe ser. El modelo de la cooperación negociada parte del hecho del conflicto
como condición estructural de cualquier organización, y específicamente de las empresas; y explica la
aceptación de las normas y su obediencia por quienes vienen obligados a cumplirlas en función de su
carácter acordado, no impuesto; aceptación y obediencia que no son nunca absolutas, pese a que las
normas sean acordadas: siempre se tratará de una cuestión de grado, ya que ni el hecho mismo de la
negociación ni la situación social en que ésta se produce tienen necesariamente que obtener una adhesión
leal y una aceptación sin reservas por parte de los trabajadores obligados a cumplir dichas normas en el
desempeño cotidiano de sus tareas.
En efecto, dicho modelo no sólo da por supuesto el conflicto entre capital y trabajo, sino que la
existencia de negociación para acordar las normas sobre las condiciones de trabajo supone, a su vez, una
dosis más o menos grande de coerción. El modelo, pues, es complejo y ambivalente, ya que por una parte
articula variables de conflicto y consenso, y por otra de libertad y coerción.
El equilibrio social entre conflicto y consenso es, en general, poco estable; en todo caso, la integración de
la clase obrera en la sociedad capitalista tiene lugar por una combinación de consenso y coerción. El
consenso no se puede dar por supuesto. Cuanto más agudo es el conflicto, más difícil es lograr el
consenso. Y cuanto mayor es la coerción existente, menor libertad de negociación existe por parte de los
trabajadores, y menos obstáculos encuentra la negociación.
La coerción es la presión que sobre la conducta de los individuos ejerce la estructura social, y
específicamente el modo de producción de las condiciones materiales de vida, se trata de una coerción
económica.
El modelo de la cooperación negociada recoge los aspectos cooperativos e integradores atribuidos por
Durkheim a la división del trabajo, pero también e inseparablemente los conflictivos y coercitivos
señalados por Marx y Weber para el modo de producción capitalista. Es cierto que los trabajadores están
interesados en la estabilidad y continuidad de la empresa para la que trabajan, e incluso en sus buenos
resultados en la medida en que estos les permiten formular mayores reivindicaciones. Pero al menos en la
distribución del excedente entre beneficios y salarios los intereses son contrapuestos.
Es evidente que la negociación colectiva de los términos de la cooperación entre trabajadores y
empresarios modifica el funcionamiento del sistema en favor de los primeros (que obtienen mejores
condiciones de trabajo), pero es igualmente cierto que preserva y consolida los aspectos esenciales del
sistema en favor de los segundos (que ven aceptada su posición). El modelo de la cooperación negociada
sirve así a la integración social de la clase obrera, en la medida en que genera normas acordadas que han
de ser por ello mismo obedecidas. Si a esta legitimación de la situación de ambas partes de la empresa,
lograda por negociación y acuerdo, se añade la ideología reformista y la política estatal de bienestar, así
como el mayor nivel de vida alcanzado masivamente en los países de capitalismo avanzado, se
comprende fácilmente el fenómeno de la desmovilización revolucionaria de la clase obrera, que de
manera tan notoria forma parte de las transformaciones del capitalismo.
Coerción y negociación, conflicto y consenso, son elementos inseparables en el modelo empresarial que
aquí he llamado la cooperación negociada, y que en mi opinión describe y explica con bastante propiedad
la realidad empresaria de la economía de mercado en la segunda mitad del siglo XX.
La negociación a que aquí me refiero tiene por objeto el establecimiento de normas de la organización
que han de ser obedecidas o cumplidas por sus miembros o servidores: no se trata, por tanto, de la mera
negociación colectiva de los salarios y condiciones de empleo, por lo que no interfiere con el conflicto
laboral ni lo excluye.
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La cooperación negociada tiene por objeto la identificación de los trabajadores o miembros de la
organización con las normas que han de cumplir, y ello por haberlas negociado y acordado, en la medida
en que hayan participado personalmente en su negociación o se hayan sentido satisfactoriamente
representados en ella.
Aquí lo importante no es la existencia de un contrato, sino la noción de que, en la medida de lo posible,
las normas de la organización que han de ser cumplidas por todos (los que están y los que no están en
posiciones de autoridad) no son unilateralmente impuestas, sino negociadas y acordadas por todos. Ello
implica una legitimidad muy distinta de la que ampara el cumplimiento de las normas en los modelos
burocrático, cientifista y humanista: la obediencia a las normas no descansa en el hecho de que sean
normas, ni en que pretendan estar científicamente establecidas, ni en el sentimiento de pertenencia,
sino en la participación.
Chamizo Guerrero O, Jimenez Silva M del P. (1982) “El análisis institucional”
Introducción
Las instituciones son determinadas y determinantes de un cierto orden social establecido, tanto a nivel
general de la sociedad como a nivel particular del individuo, atravesando todas las instancias en las que
actúa el hombre.
Las diferentes disciplinas han abordado el estudio de las instituciones desde uno u otro aspecto –
económico, social, político, pedagógico, psicológico, etc.-, creando una separación artificial entre estas y
dejando de lado su entrecruzamiento.
Este entrecruzamiento de las diversas instancias dentro de las instituciones es fundamental, ya que
aunque en cada institución se afirmen una o varias instancias privilegiadas, a la vez que se nieguen otros
sistemas de pertenencia y referencia privilegiados en otras formas sociales, están presentes-ausentes,
actúan simbólicamente por medio de actos y de palabras, de no-actos y de silencios.
Es fundamental analizar este entrecruzamiento para develar las relaciones que se dan dentro de las
instituciones, que no se manifiestan abiertamente y que determina la acción de los individuos. Este hecho
social y las carencias de los diversos métodos de abordaje para develarlo, hacía necesario un nuevo
método de análisis, no como sustituto de estas disciplinas, sino como articulador de carencias y
relaciones. De esta necesidad surge el Análisis Institucional, no como un “súper-saber” social más
completo y verdadero que los otros saberes fragmentarios, sino como un saber del desconocimiento,
producto de la represión social.
Antecedentes históricos del movimiento institucionalista
La crisis de las instituciones, causada principalmente por el advenimiento de la sociedad industrial,
determina la demanda social de un análisis de las instituciones. De esta demanda surge la sociología.
Hasta los tiempos de la Revolución Francesa la noción de institución estuvo cargada de un sentido
metafísico y teocrático. Esta revolución demuestra que las instituciones ya no se encuentran en la palabra
de los juristas, de los filósofos, de los teólogos, sino que son las masas quienes toman la palabra sobre
ellas. El sujeto de la historia será la atracción instituyente de las masas contra el orden instituido.
A principios del siglo XX la escuela francesa de sociología –escuela de Durkheim-, heredera de la
concepción clásica de institución, define por primera vez a la sociológica como la ciencia de las
instituciones. “Las instituciones son un conjunto de actos o ideas completamente instituido que los
hombres encuentran delante de ellos y que se les impone en mayor o menor medida. En suma, la
institución es en el orden social lo que en el orden biológico es la función, y así como la ciencia de la
vida es la ciencia de las funciones vitales, así también la ciencia de la sociedad es la ciencia de las
instituciones definidas de este modo.”
A partir de esta definición, el concepto de institución ha variado según las tendencias sociológicas.
El movimiento institucionalista, que da origen propiamente a la corriente del Análisis Institucional, se
orienta en el sentido de dar al concepto de institución su contenido dialectico. Este movimiento se
encuentra representado esencialmente por la Psicoterapia Institucional y la Pedagogía Institucional.
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El concepto de Psicoterapia Institucional es introducido en 1940 para denominar así a la práctica
profesional de la psicoterapia de “establecimiento”. Este movimiento se encuentra caracterizado por tres
fases: empírica, ideológica y teórica.
En la primera fase los médicos se abocaron a la tarea de modificar las relaciones instituidas en el
hospital. El contexto político de represión y opresión creado en Francia por la ocupación alemana, lleva a
algunos médicos a la toma de conciencia de la opresión ejercida sobre los enfermos en los hospitales.
Esta situación los llevo a una nueva actitud hacia éstos, caracterizada por el respeto e interés hacia ellos,
y por reconocerlos como personas.
En la segunda fase (ideológica), se pretende resocializar a los enfermos mediante la vida en grupo. Se
introducen nuevas técnicas. Aparece en la práctica hospitalaria una red de encuentros que dan a la
organización una nueva forma y que transforman las relaciones sociales dentro de la institución. Se
comienza a “socializar la institución”. Esta socialización debe facilitar la resocialización de los enfermos:
se les hace participar en la gestión de su propio proceso de cura.
En la tercera fase, alrededor de 1950, se da comienzo a la elaboración teórica. Este momento es el del
descubrimiento de la dimensión inconsciente de la institución, caracterizada por la represión social de
que es objeto el individuo. La evolución del movimiento lleva al estudio del “no dicho” psíquico y del
“no dicho” social, es decir, al psicoanálisis y al análisis institucional propiamente dicho.
Los aportes de la psicoterapia institucional ejercieron influencia en otros campos, siendo el pedagógico
uno de los más importantes. Así surge una nueva orientación: la Pedagogía Institucional. Esta nueva
corriente propone el empleo sistemático de las aportaciones de las ciencias humanas y clínicas al campo
de la escuela.
En 1964 se definen dos orientaciones en la pedagogía institucional: la orientación psicoanalítica y la
orientación autogestionaria y socioanalítica.
La primera plantea la utilización del psicoanálisis en el aula, además de los instrumentos materiales y las
técnicas pedagógicas.
La segunda plantea que el colectivo docente-educandos administre la formación y mantenga un análisis
permanente de la acción del sistema de referencia de la institución; esto es, que salga del contexto de la
clase y analice la dimensión institucional global del proceso de escolarización, situando a la clase en su
entorno socio-político.
A partir de este momento se da una extensa producción con la línea institucionalista. Varios organismos
formativos incorporan en sus seminarios las aportaciones institucionales, dando inicio a un movimiento
autogestionario que se desarrolla no solo en escuelas y centros de formación sino también en sindicatos
obreros. Este movimiento coincide con el Mayo del 68. El pueblo toma las calles para exigir el
reconocimiento de sus derechos. Nuevamente las instituciones son sacudidas por las fuerzas instituyentes
y se da comienzo a una nueva fase de institucionalización.
En este contexto en Análisis Institucional busca su estatuto epistemológico. Algunos teóricos del
movimiento entre ellos Lapassade, Lourau y otros, circunscriben sus intervenciones institucionales bajo
el nombre de Análisis Institucional. La corriente recoge la experiencia de Mayo del 68, y ante la
evidencia de la decadencia institucional ve la necesidad no solo de innovaciones técnicas y de análisis en
el interior de las instituciones, sino de crear nuevas instituciones. Con esto podemos reconocer dos
momentos en el desarrollo de la corriente del Análisis Institucional. Uno, representado por la pedagogía
y la psicoterapia institucional, que constituye el inicio de la ruptura con los modelos vigentes; otro,
propiamente el del Análisis Institucional, que marca ya la creación de un campo nuevo de análisis y
trabajo.
La diferencia entre el primer movimiento institucionalista (en el hospital y en la escuela) y el segundo
(en el que recogen, además del primero, algunos postulados del movimiento anti-institucionalista) radica
en que en el primero se permanece dentro de cierto marco institucional, mientras que en el segundo se
sale de él. Es decir, que en el primer momento se interroga a la institución desde el interior con el fin de
mejorarla, y en el segundo, propiamente el del Análisis Institucional, se interroga a la institución desde el

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exterior-interior (desde el sistema institucional-social) con el fin de cambiarla (socioanálisis:
intervención).
El Análisis Institucional
El Análisis Institucional reconceptualiza a la institución, Lourau esclarece el concepto mediante el
desarrollo de los tres momentos de la dialéctica hegeliana: universalidad, particularidad e individualidad.
Para llevar a cabo esta reconceptualización, Lourau aplica al concepto de institución el tratamiento que le
da Hegel al concepto, es decir, lo analiza dialécticamente.
El momento de la universalidad es aquél en el que el concepto se concibe como plenamente verdadero,
de manera abstracta y general. Esto es posible porque solamente existe en sí, es decir, no hay otro que lo
niegue en tanto universal abstracto. “La” familia, “el” trabajo y “la” educación, por ejemplo, son en
nuestra sociedad normas universales y abstractas que constituyen hechos sociales positivos.
El Análisis Institucional en este momento de la universalidad lo instituido de la institución, es decir, toda
aquella normatividad que se presenta al individuo con una validez que está por encima de su accionar.
El momento de la particularidad es el de la negación de la universalidad. La negación no debe entenderse
aquí como la destrucción de lo anterior, sino como contraposición, contracción. Toda universalidad se
niega a sí misma como tal, en el momento en que se encarna en un otro. En otras palabras, no es lo
mismo hablar de “la” familia que de X familia. Sin embargo, la una conlleva la otra. Para el Análisis
Institucional, este momento, el de la particularidad, hace referencia al carácter instituyente de la
institución. Lo instituyente se opone a lo instituido en tanto lo niega y se niega a ser instituido.
Finalmente, el momento de la individualidad es el de la unidad de lo negativo, el de la negación de la
negación. Este momento implica un retorno del concepto a sí mismo, pero un retorno que acarreara de
inmediato su perdida. La individualidad implica tanto a la negación como lo que ésta negaba, es decir la
universalidad. En la individualidad, el Análisis Institucional ve el momento de la institucionalización,
momento en el cual se plasma la interacción de lo instituido y lo instituyente, así como su mediación.
En el pensamiento dialectico se da una acción recíproca y permanente de los tres momentos.
En esta perspectiva, la corriente reconceptualiza a la Institución como “la forma que adopta la
reproducción y la producción de las relaciones sociales en un momento dado de producción, así como el
lugar en que se articulan las formas que adoptan las determinaciones de las relaciones sociales.”
La institución no es nivel o una instancia de un modo de producción o de una formación social. No es
una superestructura. Lo que se encuentra en la superestructura de un sistema no es más que el aspecto
institucionalizado de la institución. Es la ley, el código. Existe aquello que ha sido instituido, que no es
visible de un modo inmediato y que forma parte de la institución. La institución es un producto del cruce
de los niveles o las instancias sociales.
Por otro lado, lo que origina la índole problemática del concepto de institución es el hecho de que ésta no
se presenta totalmente de manera inmediata a la observación y al estudio inductivo. En palabras de
Lourau se puede decir que “la institución está presente-ausente, emite mensajes falsos mediante su
ideología y mensajes verdaderos en código, mediante su tipo de organización”. A través de las
instituciones se produce, reproduce y fortalece la ideología del sistema dominante. Esto tiene como
función ocultar las relaciones reales entre la clase en el poder y la clase dominada y así lograr la cohesión
de grupo. La ideología “es un medio donde se organizan sistemas de mensajes articulados para utilizar a
su manera el poder y la dominación…”.
La ideología es pues un proceso de desconocimiento social, que prohíbe el acceso al conocimiento real
de la sociedad. Por lo tanto, el análisis de las ideologías y por ende de las instituciones como sus
soportes, solo se puede enfocar desde la perspectiva de lo “no-dicho”. Revelar este “no-dicho” implica
considerar al sistema social con todas las contradicciones, todos los movimientos que lo hacen y
deshacen, como el sistema de referencia de todo análisis. Es el sistema social el que sobredetermina las
particularidades de toda institución.

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Esta concepción de institución, como producto del cruce de los niveles o las instancias sociales,
sobredeterminado por el conjunto del sistema social permite tener una visión globalizadora, a la vez que
una visión específica del objeto de estudio, ya que si el campo de intervención del Análisis Institucional
es microsocial (limitado por el tiempo y el lugar de intervención), su campo de análisis es macrosocial,
ya que trata de recuperar la dimensión social.
La concepción de institución que sustenta el Análisis Institucional constituye un instrumento de análisis
de las contradicciones sociales. Esto se debe a que:
 En su momento de universalidad (lo instituido), el contenido del concepto es la ideología, las
normas establecidas e instituidas.
 En su momento de particularidad (lo instituyente) el contenido del concepto remite a las
condiciones materiales y sociales que van a negar lo instituido, y que tienden a instituír otro
orden.
 En su momento de individualidad (la institucionalización), el contenido del concepto habla de las
formas sociales, jurídicas u organizacionales, necesarias para lograr sus fines.
El socioanálisis
El método analítico clásico se apoya en la hipótesis de que es posible comprender y explicar una realidad
(el todo) descomponiéndola en elementos simples, analizando cada uno de estos y encontrando las
relaciones y la interacción entre ellos.
Cuando se habla de análisis en el Análisis Institucional, también se tiene en cuenta la descomposición del
todo en sus elementos. Sin embargo, a esto le acompaña la idea de interpretación, es decir, pasar de lo
desconocido a lo conocido mediante una acción que permite sacar a la luz lo oculto y establecer
relaciones entre elementos aparentemente desunidos.
Este análisis es necesario, ya que las relaciones de producción, de explotación, no son inmediatamente
visibles. En este sentido, al poner en el centro del concepto de institución las relaciones sociales de
producción, lo que busca el Análisis Institucional es develar la faz oculta de estas relaciones cuyo origen
es producto de la represión social.
La búsqueda de lo oculto, la interpretación de lo no-dicho implica el despeje de la represión del sentido,
mediante el análisis de los mecanismos de desconocimientos que siempre tienen a las instituciones por
fundamento. Este descubrimiento se realiza a través de las mediaciones institucionales que atraviesas a
toda la sociedad.
El tipo de intervención que propone el Análisis Institucional como método para revelar ese “no-dicho”,
es el socioanálisis. Lourau define al socioanálisis como el Análisis Institucional en situación de
intervención.
En la medida en que el socioanálisis de define como un método de intervención, necesita construir una
situación de análisis basada en una hipótesis, categorías e instrumentos de análisis que permitan la
realización de esta intervención. La hipótesis que maneja el Análisis Institucional supone que “mediante
el análisis en situación, es posible descifrar las relaciones que los grupos y los individuos mantienen con
las instituciones. La dilucidación de estas relaciones pone de relieve que el vínculo social es ante todo un
acondicionamiento del no saber de los actores respecto de la organización social”. Para trabajar esta
hipótesis, el socioanálisis utiliza categorías e instrumentos de análisis, entre los que podemos destacar los
siguientes:
- Segmentariedad: La unidad positiva de todo agrupamiento social se apoya en un consenso o una regla
exterior al grupo, o en ambas a la vez. Esta unidad funciona a manera de ideología, que da la idea de
comunidad. En oposición a esta idea de manifiestan las particularidades de los individuos que forman el
agrupamiento, lo que produce la negación de la idea de comunidad.
La Unidad de los agrupamientos, más allá de la unidad abstracta de la ideología universalista y más allá
de la división dada por las particularidades individuales, es pluralista y heterogénea. Es decir, que lo que
da unidad a la formación, y su forma de agrupamiento, es la acción reciproca de los grupos fragmentarios
en el interior del agrupamiento. La puesta en juego, en un grupo, de los sistemas de pertenencia y de
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referencia que ya traen los individuos se define como segmentariedad. Esta relación entre sistemas
referenciales y el nievo que vive el grupo, entraña posiciones y negaciones entre sí, que deben ser
develadas como tales al mismo.
- Transversalidad: La posibilidad de un grupo de definirse en oposición a la determinación
institucional, así como a la ideología grupista constituye el acceso a su transversalidad. La
transversalidad se define en oposición a la verticalidad y a la horizontalidad de las relaciones que se dan
en los grupos. La verticalidad se estructura por el lugar que ocupan en la división del trabajo, en las
jerarquías de poder y sobre todo por la verticalidad de sus relaciones. Se mantiene sujeto a las instancias
superiores y su estrategia es la obediencia y sumisión. En la horizontalidad tenemos la ideología grupista,
tiende a construir la imagen ideal del grupo, de la coherencia absoluta. Se caracteriza por la
horizontalidad de sus relaciones y por la negación de todo vínculo institucional.
La transversalidad se opone a la verticalidad de la estructura piramidal y a la horizontalidad en la que el
individuo vive en un imaginario indiferenciado y en la que los papeles son negados y rechazadas las
contradicciones. La transversalidad tiende a realizarse cuando se efectúa una comunicación máxima entre
los diferentes niveles jerárquicos y sobre todo en los diferentes sentidos.
Se puede definir entonces como el fundamento de la acción instituyente de los agrupamientos, en la
medida en que toda acción colectiva exige un enfoque dialectico de la autonomía del agrupamiento y de
los límites objetivos de esa autonomía. Esta se funda en el saber del grupo acerca de su
polisegmentariedad. La transversalidad es la condición necesaria para que todo grupo tenga la palabra y
escape a la sujeción.
- Transferencia Institucional: La estructura de la organización constituye, para los sujetos en ella
implicados, un objeto-soporte de aquello que está ocurriendo en la vida del grupo. En tanto objeto-
soporte no se le debe pensar en una posición pasiva, sino también como “alimentador” de dicha
transferencia.
- Analizador: Es todo aquello que permite revelar la estructura de la institución, provocarla, obligarla a
hablar. Es una máquina de descomponer, con fines de develar lo no-icho de la institución. Por analizador
natural, también llamado social, se entiende todo aquello que responde al discurso instituyente del grupo
y sirve para el análisis. En analizar construido hace referencia al discurso proviniendo de lo instituido, a
la labor del analista, que lo construye para precipitar la acción instituyente en el grupo.
El socioanálisis es la intervención por encargo, que se practica bajo una demanda de la institución-
cliente, la cual se propone analizar el análisis de su estructura, de su práctica, de su producción. Así,
llegamos a entender que el objeto del Análisis Institucional no son las instituciones como tales, sino que
consiste en analizar (a través de los analizadores) el pedido de análisis y su institución (en su sentido
activo).
Zelaschi M. C. (2013) “Precariedad laboral y salud” [TP 6]
Precariedad laboral y salud:
El tema central que traje para discutir en esta oportunidad es el de la precariedad laboral y de su impacto
en la salud mental de los trabajadores. Abordaremos un aspecto clave de dicha precariedad, la
inestabilidad laboral, la cual se ha instalado paulatinamente a partir del crecimiento de la contratación
temporal.
Lo que presentaremos es producto de lo que vengo trabajando en mi tesis doctoral. El estudio de caso se
realizó en una gran empresa siderúrgica y en algunas empresas contratistas vinculadas a dicha empresa.
(Nota al pie: le ponen un nombre fantasía: Aceros Argentinos. Todas las empresas están radicadas en
Villa Constitución, provincia de Santa Fe. El período en el cual desarrollaron la investigación fue entre el
2004 y 2007). El trabajo de campo consistió fundamentalmente en el desarrollo de algunos talleres con
modalidad de grupo de discusión y entrevistas tanto a delegados, dirigentes de la UOM-Regional Villa
Constitución, gerentes y jefes de las empresas, y trabajadores operarios efectivos y contratados de Aceros
Argentinos y de empresas contratistas.

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Hablar de inestabilidad laboral permite pensar en aquellas cosas que subyacen al contrato de trabajo
temporal que van transformando las relaciones laborales, transformaciones que tienen su impacto tanto
en el colectivo de trabajo como en los sujetos. Los procesos que se generan en estos espacios de trabajo
producirán profundas fisuras en el colectivo de trabajo con un alto costo en la salud mental de los
trabajadores eventuales.
Inestabilidad laboral y vulnerabilidad:
Para comprender el fenómeno de la inestabilidad laboral hay que enmarcarlo en el contexto bajo el cual
surge. Recordemos que en nuestro país, Argentina, se instala fuertemente durante la década de los ´90
una serie de reformas legislativas que comienzan a dar curso a la implementación de una serie de tipos de
contratos temporales que serán el puntapié para la transformación de uno de los aspecto centrales de las
relaciones laborales, la estabilidad en el empleo. La empresa de nuestro caso de estudio fue un ejemplo
más.
Estos cambios han respondido en parte a las políticas que se vinieron sosteniendo desde los ´90, por los
cuales se buscaba, a través de la flexibilización laboral, lo que implicó relaciones laborales precarias e
inestables: “facilitarles” a las empresas la posibilidad de desvincular a su personal sin mayores trabas.
Desde esos años, en Aceros Argentinos, se produjeron una serie de fusiones y compras por parte de
grupos transnacionales con inversiones en acero, hecho que dio comienzo a la implementación de una
cantidad de cambios en sus políticas de gestión. Estas nuevas políticas de gestión de la fuerza de trabajo
buscaban un perfil de trabajador altamente implicado con la organización. Esta implicación pretendía
conformar una fuerza de trabajo polivalente y flexible, capaz de amoldarse a las necesidades variables
que pudieran presentarse en la empresa, y que el personal incrementara su carga horaria, aumentara el
ritmo de trabajo, tuviera disponibilidad horaria, etc. Los grupos que mayormente debían responder a
estas demandas eran los grupos de trabajadores eventuales, tanto los de Aceros Argentinos como los de
las empresas contratistas, ya que dependía de su “predisposición” el que sean tenidos en cuenta para una
posible extensión de sus contratos de trabajo.
Los trabajadores eventuales de empresas contratistas, quienes tenían una relación más precaria que los
eventuales de Aceros Argentinos, estaban aún más expuestos a una serie de abusos generados por su tipo
de relación contractual. Estos trabajadores en su mayoría no estaban afiliados al gremio, lo que
representaba un empeoramiento en sus condiciones de trabajo, y padecían en reiteradas ocasiones un
marcado maltrato por parte tanto de jefes como de trabajadores de Aceros Argentinos.
La inestabilidad laboral genera una marcada fisura entre los grupos clasificándolos según su condición
contractual. Estas fisuras no son observadas por el propio colectivo, no hay registro de ello por parte de
los trabajadores. La toma de conciencia de esa situación aparece sólo con referencia a quienes “son” o
“no son” de Aceros Argentinos, diferenciando claramente a los segundos, aquellos trabajadores de las
empresas contratistas.
Esta división en el colectivo genera grupos de pertenencia muy definidos, encontrando que los
trabajadores de Aceros Argentinos estigmatizan a los trabajadores de empresas contratistas. Esta
estigmatización los objetiva como “trabajadores de segunda”.
Otro fenómeno importante que hemos observado, que se genera a partir de la inestabilidad laboral, son
los mecanismos de disciplinamiento. En el caso de los trabajadores eventuales de Aceros Argentinos, la
expectativa que poseen respecto a poder ser recontratados opera como mecanismo disciplinatorio, ya que
buscan constantemente responder “satisfactoriamente” a las innumerables demandas de sus jefes
inmediatos. Esta fuerza de trabajo es una “mano de obra cautiva” que asume y naturaliza las distintas
situaciones de explotación como parte de los requisitos que debe cumplir para continuar trabajando en la
empresa. Esta situación logra sostenerse a partir de los casos ejemplificadores, quienes luego de algunos
años han logrado ser efectivizados en la empresa. En los trabajadores eventuales de empresas
contratistas, por su situación aún más precaria que la del grupo antes mencionado, se someten a un
sinnúmero de situaciones abusivas para poder mantener su fuente de trabajo.
Se ve de qué manera la inestabilidad laboral genera una mano de obra eventual altamente vulnerable. Los
fenómenos que se generan producto de la inestabilidad laboral, permiten pensar que esta, tanto por la

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incertidumbre respecto al futuro laboral como por las diversas fracturas que se producen en el colectivo,
es un potencial factor que afecta el estado de salud de los sujetos.
Amenaza, estigma y aislamiento:
Ambos grupos, tanto el de los eventuales de Aceros Argentinos como el de las empresas contratistas, se
encuentran en constante presión en pos de responder a las distintas demandas, en parte, de las exigencias
de responder a las constantes demandas y de que se instala explícita o implícitamente lo que llamamos
una amenaza de desempleo. Esta amenaza de desempleo es el factor que hemos identificado como el que
convierte a estos grupos en sectores vulnerables.
La amenaza de desempleo puede ser real o imaginaria. Es real en la medida en que es vehiculizada por
alguien, un jefe, un superior. La amenaza que opera en el plano imaginario tiene que ver con ciertos
casos ejemplificadores de trabajadores a quienes no se les renovó el contrato por no cumplir con las
demandas de la empresa. Cabe recordar que estas demandas no se refieren a las tareas o funciones de las
cuales se esperaba que fueran realizadas por los trabajadores sino a un exceso de éstas.
El efecto de estos casos ejemplificadores era extensivo a todo el colectivo de trabajo. Se naturalizaba el
hecho de que todos los trabajadores debían resignar, si fuera necesario, ciertos derechos como el
descanso o las jornadas de 8 horas en pos de cumplir con las demandas de la empresa.
Esta amenaza de desempleo, a su vez, según pude observar, se desarrollaba dentro de un marco de
mecanismos de disciplinamiento y hostigamiento. El hostigamiento, entendido como un estilo de
violencia en el trabajo, se ejercía, fundamentalmente, sobre los eventuales.
Por otra parte, esta amenaza de desempleo tiene efecto en los trabajadores por un elemento clave y
central, el temor a ser un desempleado. Los trabajadores eventuales tienen un miedo muy grande a
quedar desempleados, ya que la mayoría de ellos les es difícil conseguir nuevamente trabajo. Es por ello
que el poseer un trabajo era sumamente valorado, aunque se desarrollara en contextos muy precarios.
Los trabajadores en quienes en mayor medida se observaban ciertos síntomas que daban cuenta de
deterioro en su salud mental, eran trabajadores que habían vivenciado situaciones de desempleo muy
límite. En estos casos, el haber estado desempleado en un contexto en el cual era difícil acceder al
empleo se convirtió en una vivencia traumática.
Esta experiencia de desempleo fue muy traumática, no solo por lo inesperado y prolongado que fue dicha
vivencia sino porque habían sido situaciones muy limite. Gran parte de esos trabajadores tenían en
aquellos momentos una carga familiar, lo que implicaba ciertas responsabilidades como la vestimenta,
salud, educación, etc.
Algunos de los síntomas que registraban estos trabajadores se manifestaban como importantes temores y
miedos respecto del futuro, un incremento importante de la ansiedad en especial días previos a la
finalización de sus contratos y en algunos casos una marcada angustia por la constante incertidumbre en
la cual estaban inmersos.
La aparición de la angustia es la señal de que el sujeto no puede hacer frente, no puede resolver, no
puede procesar, esa situación de suma tensión y hay como un cierto quiebre. Esos trabajadores lo que
tenían en común era la reminiscencia de aquella vivencia tan traumática que les había representado el
desempleo. En estos casos la amenaza de desempleo se convierte en un agente estresor muy importante,
que genera en determinados momentos una tensión muy grande que los sujetos no pueden afrontar ni
resolver. En esos momentos límite es donde se observa la aparición de trastornos de ansiedad
generalizada.
Reflexiones finales:
La inestabilidad laboral tiene una fuerte connotación de amenaza de desempleo, lo que la convierte en un
factor estresor muy importante para los trabajadores por el significado que encierra la perdida del trabajo
y la reminiscencia de situaciones anteriores de desempleo. Uno de los aspectos que nos interesa
manifestar como parte de nuestras reflexiones es el silenciamiento de estos padecimientos.

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Entendemos que empezar a hablar y reflexionar sobre estos temas es por lo menos empezar a instalar una
problemática en pos de la búsqueda de posibles estrategias de intervención para su prevención.

Del Bono A.; Quaranta G. (2010) Convivir con la incertidumbre. Aproximaciones a la flexibilización
y precarización del trabajo en la Argentina. Capítulo 1.
Este trabajo intenta analizar los diferentes modelos histórico-sociales que se consolidaron en la Argentina
desde mediados del siglo XX, dimensión del mundo poco estudiada como es la relación entre los
modelos socio-económicos, la organización del trabajo y las relaciones laborales.
El trabajo en la Argentina, como en el mundo, ha cambiado de manera significativa. Lo que intentamos
examinar es lo que va desde mediados del siglo XX, con la irrupción del peronismo y la “clase
trabajadora”, hasta un proceso caracterizado por fuertes heterogeneidades, nuevo perfil de los
trabajadores, nuevos valores y nuevas formas de producir.
Las principales preguntas que nos gustaría contestar hoy, desde una mirada retrospectiva, serían: ¿Cuáles
fueron los modelos de organización del trabajo que acompañaron cada una de las etapas? ¿Cuál fue el
sistema/patrón de relaciones laborales asociado? ¿Cuál/es era/n la/s vinculación/es con el modelo
económico social vigente?
En materia de relaciones de trabajo en el caso argentino, en la década de los ´90 se intentó cambiar gran
parte de las dimensiones que conformaban el sistema nacional de relaciones laborales que había sido
acuñado, a mediados de los años ´50. La década del ´90 inaugura un cambio de escenario para los actores
del mundo productivo, el tipo de crecimiento de la economía basado en el dinamismo de un sector
industrial protegido y orientado al mercado interno estaba definitivamente quebrado.
Posiblemente los sindicatos se constituyan con los distintos actores sociales y políticos, en quienes
sufrieron los más profundos y dramáticos cambios de rol durante los diferentes regímenes y sus
transformaciones.
La etapa actual que comienza en el año 2003 vuelve a poner en cuestión el debate: ya no estamos ni en
una economía cerrada, ni en un modelo sustitutivo. La organización del trabajo al interior de las
empresas, ¿a qué responde? La recuperación de la negociación de actividad y la recuperación del empleo
formal ¿significan un retorno al “redundante”? La recuperación de instituciones laborales como la
negociación colectiva, la inspección del trabajo, la importancia del salario mínimo, ¿de qué modo son
significados por los actores? ¿qué tipo de sistema de relaciones laborales está emergiendo?
El tema en debate:
El Bicentenario encuentra a la Argentina, como a otros países latinoamericanos, tratando
nuevamente de encontrar un sendero de desarrollo sostenible que combine crecimiento con
equidad. La Argentina dejó de lado la articulación entre el Estado, las instituciones y la organización
del trabajo, propias de la etapa sustitutiva para adoptar recetas de políticas para el crecimiento económico
acuñadas por organismos internacionales que, prestándose como la mejor opción para solucionar
problemas de vieja data, en particular las ineficiencias y fallas del Estado, enfatizaban el rol del mercado
y una integración profunda en la economía mundial. Este proceso comenzó a mediados de los ´70 con la
primera ola de políticas de liberación y apertura económica adoptadas por el gobierno militar, se
prolongó con matices en los ´80, y tuvo su cenit con las políticas neoliberales aplicadas en los ´90,
cuando la Argentina sobre-cumplió las demandas para sustituir al Estado por el mercado.
La privatización de los activos públicos, la desregulación de los mercados y una fuerte exposición a la
competencia internacional constituyeron los ejes del paquete de políticas neoliberales. El colapso
institucional de 2001, en un contexto de convulsión social aguda, es el corolario de un proceso inédito de
exclusión y marginación social que la Argentina llevó a cabo en poco más de 20 años. No resulta
llamativo que una nueva orientación de la política laboral y de bienestar social se haya puesto en marcha
luego que lo peor de la crisis quedara atrás.
La etapa sustitutiva:

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La política económica argentina del período 1930-1976 buscó, en el marco de una economía cerrada y
con un fuerte protagonismo estatal, en especial luego de 1945, que el país progresivamente reemplazara
su perfil de especialización centrado en la producción de bienes primarios de origen agropecuario por el
de productor de una amplia gama de bienes manufacturados con la producción metal mecánica como eje
del proceso de industrialización.
La salud, la educación, la previsión social y la vivienda eran provistas o subsidiadas por el sector
público. Los niveles de exclusión y pobreza eran bajos y estaban acompañados por un sentimiento de
igualdad, derechos y ciudadanía social tradicionalmente fuerte, derivado de la movilidad social
ascendente que distinguió durante mucho tiempo a la Argentina. Esto se correspondía, a su vez, con una
distribución bastante igualitaria, funcional y personal del ingreso.
El régimen de empleo de la Argentina durante el período de plena vigencia del modelo de sustitución de
importaciones se caracterizó por su fuerte impronta reguladora de las diferentes dimensiones del mercado
de trabajo (relación de empleo, fijación del salario, condiciones de trabajo) como asimismo por su
carácter de pieza central del esquema de protección social.
El sistema de relaciones laborales, a su vez, estaba estructurado sobre tres pilares: la negociación
colectiva centralizada, la unicidad sindical y el rol del sindicato como agencia social prestadora de
servicios, en particular de servicios de salud y asistencia social a sus representados.
En materia de contenidos de la relación de trabajo, el régimen favorecía una muy baja flexibilidad
contractual, es decir, implicaba restricciones muy fuertes a la discrecionalidad del empleador para
contratar y despedir con el predominio casi exclusivo del empleo por tiempo indeterminado. A la vez,
una flexibilidad interna de las empresas igualmente baja, vinculada a cambios en la jornada, la
organización del trabajo y las modalidades de remuneración. Esta etapa corresponde al período
caracterizado como de construcción, en lo económico productivo, del modelo de sustitución de
importaciones y, en las relaciones laborales, de un acuerdo social aunque idiosincrásico, de tipo
fordista. Podría afirmarse que algunos de los rasgos fundamentales en materia de organización del
trabajo fueron: la estructura del comando y decisión adopta en la empresa una forma jerárquica y
piramidal; se instaura una fuerte división entre las tareas de concepción y ejecución. Las funciones de
producción, mantenimiento y control de calidad se presentan fuertemente diferenciadas; la fuerza de
trabajo es asignada a puestos fijos de trabajo de acuerdo a lo acordado en convenciones colectivas; se
elimina en los trabajadores de producción toda iniciativa o autonomía, los ritmos son impuestos por las
oficinas de métodos o por la tecnología en casos de mayor automatización; la supervisión adopta mas un
rol de control que técnico; rigen acuerdos colectivos y no individuales.
El período de reformas orientadas al mercado:
Luego de la feroz dictadura militar que se instaló en la Argentina en 1976, que sentó las bases para el
nuevo modelo económico-social que se implementaría plenamente en la década de los ´90, y del período
de restauración democrático iniciado en 1983, dominado en lo económico hasta 1989 por la crisis de la
deuda y los episodios hiper-inflacionarios, la instauración de una política económica de cuño neoliberal,
en la administración del presidente Menem (1989-1999) modificó la estructura y dinámica de
funcionamiento del régimen de empleo, como también del sistema de protección y asistencia social. Se
trató de un cambio de paradigma económico y social.
Este cambio consistió en consolidar el pasaje iniciado a mediados de los ´70 de un modelo de desarrollo
basado en la acumulación surgida de la actividad industrial, altamente regulada, protegida y virtualmente
cerrada, complementada por un sistema social fuertemente protector a otro, cuyo mandato central fue la
mejora acelerada de la competitividad y la productividad en base a una drástica apertura a los mercados
internacionales de bienes, servicios, tecnología y capitales, la desregulación indiscriminada, el cambio de
propiedad de los activos públicos y la desarticulación del esquema vigente de protección social.
En este contexto las políticas sociales pasaron a tener un estatus subsidiario, reducido en gran medida a
la administración y control social, pasando de un esquema que contemplaba (con imperfecciones y
limitaciones) un paquete amplio de servicios provistos por el Estado a una concepción de protección
social que implicaba una acción estatal más restringida, con la consiguiente transferencia de más y
mayores riesgos a la esfera individual.
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En los ´90, la desregulación del mercado de trabajo estuvo destinada a mercantilizar la mano de obra y
erosionar el estatus relativamente protegido que los asalariados habían tenido bajo el viejo régimen. Esta
desregulación se articuló a través de dos ejes: la reforma de las relaciones individuales de empleo y de
las relaciones colectivas de trabajo.
La reforma de las relaciones individuales de empleo se realizó, esquemáticamente, a través de tres líneas
de acción destinadas a instalar un proceso de “deslaboralización” de la relación en el trabajo. La primera
fue la flexibilización (o precarización) contractual mediante formas atípicas de contratación, que
socavaron el rol central que tenía la contratación por tiempo indeterminado y contribuyeron a la
conformación de un mercado laboral altamente segmentado, vulnerable y heterogéneo. La segunda línea
de acción fue la reforma del régimen de asignaciones familiares que estableció como cambio más
significativo que se focalizaran en los trabajadores con los sueldos más bajos. Sin embargo, esto no
resolvió el principal problema del programa: sólo accedían a las prestaciones los asalariados formales,
dejando fuera a buena parte de los sectores pobres que, en general, se desempeñan en trabajos informales
sin cobertura social. Por último, la tercera línea de acción consistió en una reforma del régimen de
accidentes de trabajo que eliminó el concepto de culpa y habilitó a accionar civilmente contra el
empleador por dolo y consagró la obligación del seguro para los empleadores en Aseguradoras de
Riesgos del Trabajo.
En materias de relaciones colectivas de trabajo, se modificó el régimen de convenciones colectivas,
manteniendo formalmente sus rasgos paradigmáticos, pero afectando significativamente su contenido y
alcance. La reforma implicó la convalidación de las modalidades de flexibilidad contractual e
impulsó la flexibilidad interna de las empresas en cuanto a las condiciones de jornada y trabajo y
de remuneración.
La reforma laboral implementada en la Argentina durante los ´90 daba cuenta de cómo prevalecieron
procesos de flexibilización y desregulación de las condiciones y relaciones de trabajo.
Este conjunto de transformaciones de carácter monetario y macro-económico, acompañado de
desregulación laboral y retiro del Estado de sus funciones económicas, sociales y provisionales,
resultó un cambio significativo en el sistema productivo; desde un fuerte proceso de
internacionalización en las principales empresas, cierre de pequeñas y medianas, y privatización de las
principales empresas públicas y un gran flujo de capitales financieros o “golondrina”. En tanto, en
materia social, se produjeron aumentos en materia de inequidad en la distribución del ingreso y de
pobreza, creció considerablemente el desempleo y se expandió el trabajo informal. En octubre de
2002 la incidencia de la pobreza alcanzó su máximo histórico afectando al 54,3 % de las personas. Esta
cifra fue resultado de un fuerte incremento como consecuencia del aumento de precios que siguió a la
devaluación de la moneda nacional.
Reorientación de las políticas tras la crisis 2001-2002:
Desde el año 2002, y en particular desde el 2003, los regímenes de empleo y de protección social
exhibieron un nuevo giro con respecto a la configuración que habían adoptado en la década precedente.
Este giro se dio en el marco de una nueva política económica que, a partir de un cambio en los precios
relativos, hizo hincapié en la generación de un patrón de crecimiento con un sesgo mucho mas integrador
e inclusivo. Ello requirió no solo de la aplicación de una batería de medidas macro-económicas que
promoviera el crecimiento y el empleo sino la recuperación y resignificación del rol del Estado y de las
políticas activas. Fundamentalmente, implicó la (re)articulación de las políticas económica, laboral y
social. Los ejes conceptuales fundamentales de este giro fueron, una nueva noción del trabajo no ya
como un mero problema del mercado laboral sino como eje articulador de las dimensiones económica y
social y como elemento constitutivo de la ciudadanía; y, por la otra, la concepción del empleo como
motor fundamental de la creación de riqueza y, por ende, del progreso social. Para esto, una premisa
fundamental fue que el trabajo se enmarcara en el esquema del trabajo decente, es decir, productivo,
protegido y vehículo de un ingreso digno y condiciones de trabajo saludables.
Muy sucintamente, el patrón de crecimiento se basó macro-económicamente en un tipo de cambio
competitivo, la solvencia fiscal y la mejora de los ingresos reales y, por ende, del consumo. Al respecto,
el cambio de precios relativos que consiguió a la devaluación fue favorable, haciendo que la

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recuperación económica se tradujera positivamente en el nivel de ocupación a través de diferentes
canales: sustitución de importaciones y aumento de exportaciones, y sustitución de factores productivos
por la utilización de más trabajadores debido a la disminución del precio del trabajo.
Quizá la necesidad más acuciante aún por resolver es la inequidad y la exclusión que persisten en el país
no obstante los avances en materia de reducción de la pobreza y pobreza extrema. El crecimiento
económico inusitadamente vigoroso sirvió de marco, para un giro de políticas económicas y sociales que
no constituyen claramente un nuevo modelo, pero revierte y pone en debate el desafío de la prospectiva.
Se avanzó hacia un mercado de trabajo menos segmentado, al mismo tiempo que fue importante en
materia de protección social.
Los sindicatos han vuelto a asumir un rol protagónico en materia de negociación colectiva y se
constituyeron en actores centrales de una puja por la recuperación de un espacio diferente en materia de
distribución del ingreso, en torno al debate sobre el modelo económico social, etc.
Desde una perspectiva de largo plazo la cuestión aún pendiente de dilucidar es sí y en qué medida estas
políticas pueden ser los cimientos de un modelo social sustentable para la Argentina en el contexto de
una economía integrada al mundo mientras las condiciones de competencia se encuentran en permanente
redefinición y se reconfiguran paripasu los mercados de trabajo, las modalidades de producción de bienes
y servicios, y las exigencias de creación y regeneración de saberes, entre otras dimensiones clave.
El debate vigente, en la Argentina y en el mundo, es acerca del modelo económico social que puede
garantizar crecimiento, al mismo tiempo que empleo y sustentabilidad. Quizás América Latina, en
especial los países al Sur del continente sean los que más avanzaron en una recuperación del Estado, por
los efectos devastadores de la década del ´90 en materia de inequidad, pero el debate sigue abierto.

Zelaschi M. C. (2003) “Desempleo y Salud mental. Análisis de los efectos del desempleo en cuatro
aglomerados de la Provincia de Bs. As. Argentina”
Se estudian los efectos del desempleo en la salud mental de los desempleados, en cuatro conglomerados
de la provincia de Bs As. Se compararon los resultados del conglomerado que mejor afrontaba el
desempleo (Tandil) con el que sufría ciertos “trastornos” (Junín).
Se selecciona un marco teórico para abordar un trabajo de campo, y se articula con entrevistas
semiestructuradas.
Herramientas cualitativas, construidas a partir de las cuantitativas:
Ser o estar desempleado
Marca el sentido que tenía para la mayoría de los sujetos, el ser desocupado. El planteo se presentaba en
función del trabajo como empleo.
Para esto, se tiene en cuenta “el desarrollo biográfico del sujeto”, “concepción de si mismo” y el lugar
que ocupa en la sociedad y como se ve afectado. Considerado al trabajo, desde las perspectivas de
Dejours, como un valor esencial, que remite a una fuente de subsistencia, autoestima y
reconocimiento social.
El sujeto a través del “hacer” trabajo, pone en juego su “ser”. Este “hacer” y “ser” le permiten a su vez,
“tener” un proyecto, un futuro. El poseer un empleo, le brinda la posibilidad de hallar un espacio donde
construirse como sujeto trabajador (poner en práctica conocimientos y habilidades adquiridas) y social
(ve dificultado mantener sus redes sociales, conformar o sostener una familia, disfrutar del tiempo libre o
gozar de la calidad de vida ya alcanzada)
No poseer un empleo, impacta al sujeto en el hacer (crea su obra, le permite tener un reconocimiento de
otros), ser (relacionado a la identidad, a encontrar un lugar donde pueda intercambiar con otros) y tener
(sustento económico, dificultar para proyectar y alcanzar objetivos).

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El no tener trabajo o empleo estable, remunerado, es el que marca la diferencia entre ser desocupado y
estar desocupado.
Padecimientos silenciosos
Podemos afirmar que los conceptos de salud y enfermedad mental son la expresión de problemas de tipo
emocional, cognitivo y comportamental como realidades simbólicas, construidas cultural e
históricamente en la propia interacción social.
Se puede entender a la salud mental como un equilibrio entre el individuo y el medio, como un
proceso que comprende una serie de variables y posibles consecuencias.
Los padecimientos silenciosos, son aquellos que no se observan fácilmente, que existen y atraviesan
la vida de los sujetos y frente a los cuales estos últimos, no logran desarrollar estrategias de
afrontamiento que les permitan posicionarse desde un lugar en donde puedan preservar su salud
mental.
Ese proceso por medio del cual el sujeto “afronta” las situaciones estresantes, como la situación de
desempleo, se denomina Coping. Para esta teoría del coping, el estrés no reside solamente en el
individuo o en el medio, sino e la relación entre ambos. Es por esto, que se debe evaluar el factor
estresante en si mismo y en función de la relevancia que tenga para el bienestar del sujeto; y tomando en
cuenta el “que poder hacer”, donde la evaluación individual se desarrollara en cuanto control se deberá
tener sobre la situación y que recursos son los adecuados en tal caso (procesos interdependientes).
Coping remite al desequilibrio de un estado anterior, y el paso hacían un nuevo estado de
equilibrio, que si no se recupera, el sujeto se enfrenta a trastornos físicos, psíquicos y/o
emocionales.
El factor estresante, pone a prueba al sujeto y su capacidad de respuesta.
Coping, además, remite a:
 Recursos sociales: están representados en las redes interpersonales en la cuales los sujetos son
parte. Estas redes se convierten en recursos potenciales de soporte, en momentos decisivos.
 Recursos psicológicos: son las características personales a las cuales los sujetos recurren para
defenderse de las amenazas representadas por eventos u objetos del medio. Pueden ser una
barrera formidable ante las consecuencias estresantes de las tensiones sociales. Algunos de estos
recursos, son autoestima y autocontrol.
Respuestas de afrontamiento (coping) específicas: los comportamientos, cogniciones y percepciones en
las cuales los sujetos recurren cuando deben enfrentarse a sus problemas. Se diferencian de los recursos
anteriores (representan lo que los sujetos son independientemente de los roles), porque representan
aquellas cosas que los sujetos hacen, sus esfuerzos para afrontar las tensiones que pueden encontrar en
los diferentes roles.
Las respuestas coping, pueden ser analizadas bajo tres tipos de estrategias de afrontamiento: respuestas
que cambian la situación en la cual surgió la experiencia estresante, respuestas que controlan el sentido
de la experiencia estresante después de que haya ocurrido y antes de la emergencia del estrés; y por
último, repuestas que apuntan más a controlar el estrés una vez surgido.
Las estrategias de coping control-focalizado, puede llevar a una salud psicológica si los sujetos sienten
que controlan la situación. Contrariamente, las estrategias de coping de escape, son utilizadas cuando no
hay percepción de control de la situación.
El contexto y soporte social (manera en que el sujeto establece redes sociales y se relaciona) , pueden ser
considerados, como recursos de afrontamiento, ya que influye en las situaciones estresantes, cambian el
significado o disminuyendo las emociones de distrés asociadas con ellas.
El concepto de estrés se halla relacionado con el concepto de sí mismo, con la idea de control
(autocontrol de relación a las fuerzas que pueden afectar sus vidas) y autoestima (auto-valor que
las personas tienen de sí mismas).
70
Bialakowsky, A. L., Robledo, G., Grima, J. M., Rosendo, E., & Costa, M. I. (2004). Empresas
recuperadas: cooperación y conflicto en las nuevas formas de autogestión de los trabajadores.
El estudio se focaliza en el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. Se dirige a analizar tres
aspectos vinculados a las mutaciones en el mundo del Trabajo:
 El proceso social de trabajo a la luz de estas nuevas formas de gestión y autogestión que nacen
de la resistencia de la clase trabajadora por preservar su reproducción como colectivo.
 La mutación interna del proceso de trabajo social de creación institucional y cultural asentado en
una lógica de cooperación interinstitucional solidaria de carácter movimientista.
 La emergencia de un cambio en la subjetividad de los trabajadores como resultado de la lucha
frente a la dinámica de exclusión, extinción propia de las lógicas y materialidades neoliberales
imperantes en la región a partir de las últimas tres décadas.
El contexto argentino de la década del 90, estuvo signado por una transformación de las relaciones
laborales que rigieron hasta mediados de la década del 70, caracterizándose por procesos de
flexibilización laboral, desregulación del mercado de trabajo y aumento significativo de la tasa de
desocupación.
Se orienta a la conformación de un nuevo tipo de trabajador, en el marco de una inversión de las reglas
de regulación laboral y desmaterialización del colectivo como instrumento reivindicativo.
Hacia fines de la década del 90 y principios del 2000, se da la “toma o recuperación” de fábricas por
parte de sus trabajadores. Aparece como una nueva forma de lucha contra la desocupación, el hambre y
la pobreza. Sus principios son: asociación abierta y voluntaria; control democrático por los trabajadores;
participación económica de los trabajadores; autonomía e independencia; educación capacitación e
información; cooperación, integración y solidaridad entre las empresas; preocupación e interacción por
y con la comunidad.
Entre sus principales principios, pueden señalarse: reclamar la modificación de la ley de quiebras,
propiciar la creación de un fondo fiduciario mixto, solicitar apoyo de los organismos de investigación
para definir con el mayor nivel de rigor científico los indicadores de eficiencia acordes a las actividades
que desarrollan las empresas del MNER, estudiar las variantes a los sistemas provisionales vigentes
(reparto y capitalización), conformar la obra social (seguro social) de los Trabajadores de las Empresas
Recuperadas, entre otros.
La evolución del fenómeno de la recuperación de una empresa presenta dos momentos claves para
comprender la reconversión del trabajador: la toma de conciencia por parte de los trabajadores acerca de
las condiciones de trabajo y los peligros que deben afrontar, y la participación en un proceso de
resistencia e intensa movilización en pro de la conservación de la fuente de trabajo para su supervivencia.
El trabajador en la lucha adquiere una identidad social que le permite hablar de un “nosotros” construido
a partir de la inclusión y confirmación de sus miembros en un proyecto común.
La “técnica de trabajo” implica el poder ser comprendido por los demás, poder reproducirse, rutinizarse y
trasmitirse. Hace a la identidad de cada uno de los trabajadores, pero también a la pertenecía a un grupo o
colectivo, relacionado a una tradición común. Implica la existencia de reglas de trabajo comunes, sobre
las que se asienta el reconocimiento y la pertenencia a un colectivo.
El establecimiento de un sistema productivo requiere un determinado orden, preversibilidad, ajustes
debajo de los cuales se desenvuelve la cooperación social como motor del proceso productivo, es el
colectivo el que funda la posibilidad de la producción. El colectivo, a través de la cooperación, es un bien
distinguible y en el que se basó el desenvolvimiento del capitalismo.
En el proceso de trabajo, se refleja una mayor participación del trabajador al poder introducir iniciativas
propias, salir de su función específica y emprender un proceso activo que facilite la interconexión con las
diferentes áreas agilizando simultáneamente al sistema de comunicación y producción.

71
En cuanto a la disolución de relaciones jerárquicas y nuevas formas de cooperación, es necesario resaltar
las diferencias entre los sistemas de imposición (donde se establece la cooperación despótica y donde la
subjetividad del trabajador se produce entre la dialéctica de la adaptación y la resistencia), y los sistemas
de autogestión donde si bien persiste una organización jerárquica dentro de la fábrica (coordinadores y
trabajadores), esta tiende a disolverse bajo las nuevas formas de cooperación y solidaridad entre co-
trabajadores.
En el caso de la autogestión, al referirnos a un sistema autosostenido. El desafío es alimentar la
cooperación, trabajo colectivo, desde lo subjetivo. En el discurso, se apela al esfuerzo individual de cada
trabajador como un aporte indispensable para la prosperidad colectiva. Esto induce no solo a
comprometerse subjetivamente con el trabajo sino también a mantener un determinado orden al interior
de la fábrica.
Con respecto al disciplinamiento expresado como forma de dominación y control patronal para el
funcionamiento del trabajo colectivo es resignificado en la medida que las relaciones tienden a
horizontalizarse. La disciplina aplicada a la fuerza de trabajo a través de la maquina (disciplina
mecánica) representa un doble proceso de objetivación e interiorización de la disciplina del cual los
trabajadores autogestionados no están exentos y se encuentran en permanente conflicto promoviendo,
paradójicamente, el consenso y luego la creatividad como respuesta al ejercicio del biopoder fabril.
Por último, con respecto a la división social del trabajo, la especialización y rutinización de las tareas
perduran en la organización del trabajo de fábricas autogestionadas, sin embargo, los trabajadores
comienzan a asumir nuevos roles y un perfil más flexible y polivalente que en esta situación se propone
como factor desalienante. Según trabajadores “todos aprendiendo a hacer todas las tareas”
En el marco de las empresas recuperadas, la cooperación supone más que la coordinación lógica y
cognitiva exitosa en las actividades; supone la voluntad de los trabajadores de trabajar juntos. Implica
relaciones de confianza, tato entre colegas como con sus coordinadores, lo que posibilita la instauración
de acuerdos y normas que regulen la forma de ejecutar el trabajo. Esta cooperación se funda en la
confianza y voluntad de los trabajadores, pero también en el reconocimiento sobre el hacer, lo cual
supone una ganancia para la identidad del trabajador.
El sentido de compañeros, no disuelve la conflictividad latente. Implica una forma horizontal de
concebir la producción que, en lo observado, rompe con el tylorismo secular y el toyotismo
adaptativo: coproductores.
Con respecto al producto, el desafío que enfrentan las fábricas recuperadas y autogestionadas, es mostrar
que la calidad del producto y su utilidad social se deben a un proceso mas liberado, de producción
consensuada.
Las dimensiones de alienación se enfrentan al desafío de un rediseño cerca de la intensidad de los
tiempos de producción, la creación de hábitos de seguridad, de detección de riesgos, de calidad de
producto y de su relación con el consumidor y el ambiente.
La materialización de la cultura laboral y sustentabilidad del cotrabajo radican en la posibilidad de crear
nuevos conocimientos y de distribuir los acumulados, traspasando los muros de la fábrica. Se descubre
entonces, el saber del colectivo y la posibilidad de dialogo con otros actores sociales tales como los
consumidores. Todo esto, conlleva a una nueva y singular propuesta de proceso social de trabajo.

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Unidad 3: Grupos y sujetos
Grupos y dinámicas grupales Subjetividad e identidad. Sentido del trabajo. Reconocimiento y
cooperación. Los saberes laborales y la formación para el trabajo. Trayectorias laborales.

Puiggrós, A. V., Rodríguez, L. M., Carpentieri, Y., & Canciani, M. L. (2004) La centralidad de los
saberes del trabajo en la construcción de alianzas productivas, ambientales y culturales
Reconceptualizando el dispositivo educación-trabajo [En TP 9]
Arfuch L. (Comp.) (2002) Identidades, sujetos y subjetividades.
Introducción
Se insiste en definir “quiénes “y “como” somos. Cualquier situación, en un contexto de transformaciones
profundas, parece apropiado para hablar de “identidad”, en tanto dimensión simbólica, cultural o política,
así como de una “nueva subjetividad” que se expresaría sobre todo en la relación con el consumo.
Sólo se piensa en la identidad cuando se la “pierde”, en el despliegue que va del autorreconocimiento a
las identificaciones grupales, colectivas. El énfasis identitario sobreviene justamente en tiempos de crisis,
desarraigo, inseguridad, incertidumbre de presentes y futuros.
La concepción contemporánea de las identidades se aleja de todo esencialismo para pensar más bien su
cualidad relacional, contingente, su posicionalidad en una trama social de determinaciones e
indeterminaciones, su desajuste respecto de cualquier intento totalizador.
La identidad  será vista como un “momento” identificatorio en un trayecto nunca concluido, donde
está en juego tanto la mutación de la temporalidad como la “otredad del sí mismo”.
Desde esta óptica, la multiplicación de identidades que caracteriza el escenario actual, no es
interpretable solamente como un fenómeno cuantitativo, sino como un resultado de la afirmación
ontológica de la diferencia, en tanto lucha por reivindicaciones específicas que apuntan al
reconocimiento, la visibilidad y la legitimidad.
Se ha hablado de esta multiplicación identitaria (consumos culturales, juveniles, aparición de una “nueva
pobreza”), ligada a una desarticulación de las identidades políticas tradicionales y al surgimiento de
nuevas alianzas y movimientos sociales.
La pregunta que guía el libro es: ¿cómo pensar hoy, desde horizontes diversos pero articulados, la
pregunta por la identidad, sabiendo que la respuesta es sólo tentativa, provisoria, que no hace sino
abrirse, conflictivamente, sobre nuevas preguntas? ¿cómo hacerse cargo de la memoria, de aquello que
desafía el devenir sin pausa, en tato anclaje necesario para el reconocimiento?
Problemáticas de la identidad
Se tornó recurrente la problemática de la identidad y su despliegue plural, las identidades. Concluían en
este interés los cambios ocurridos en el mapa mundial y la crisis de concepciones universalistas.
El afloramiento de identificaciones étnicas, regionales, lingüísticas, religiosas, etc., se articulaban a
otro relato: el de las minorías, grupalidades y diferencias, cuyo rasgo distintivo era la creciente
capacidad de elección, su afirmación constitutiva en tanto diferencias. Identidades políticas no
tradicionales, nuevas formas de ciudadanía, identificaciones etarias, culturales, sexuales, de
género, emergían con sus demandas en el espacio urbano y mediático, en pugna por derechos y
reconocimientos.
La pérdida de certezas, la difuminación de verdades y valores unívocos, la percepción nítida de un
decisivo descentramiento del sujeto, de la diversidad de los mundos de vida, las identidades y
subjetividades, aportó a una revalorización de los “pequeños relatos”, a un desplazamiento del punto de
mira omnisciente y ordenador en beneficio de la pluralidad de voces.
En tanto privilegiaba la voz de los sujetos en su pluralidad, los tonos divergentes, las subalternidades, la
“otredad” (como crítica al etnocentrismo), la apuesta teórica por las narrativas podía ser vista como una
73
democratización de los saberes, como una nueva jerarquía otorgada al ámbito de la subjetividad.
También, para algunos, esta perspectiva entrañaba el riesgo de una atomización de lo social, de la
pérdida de una idea de comunidad, de la disolución de identidades y valores colectivos en la multitud
narcisista de lo individual.
La tematización en torno de la identidad/las identidades asumió prontamente en este contexto un carácter
prioritario.
Stuart Hall  Postulaba la pertinencia de un debate a fondo sobre la cuestión, en una dimensión teórica
y política. Desde su perspectiva deconstructiva de los estudios culturales, se trataría en principio de
destotalizar el carácter positivo del concepto. Proponía una utilización del término que acentúe
justamente su contracara, la diferencia, el proceso más que la configuración, supuestamente “natural” o
“fundante”.
La identidad sería entonces no un conjunto de cualidades predeterminadas (raza, color, sexo, clase,
cultura, nacionalidad, etc.) sino una construcción nunca acabada, abierta a la temporalidad, la
contingencia, una posicionalidad relacional sólo temporariamente fijada en el juego de las
diferencias.
El concepto psicoanalítico de identificación, retomado en su matriz freudiana (la más temprana expresión
de un lazo emocional con otra persona, lazo de amor/odio), apunta a dar cuenta de esa relación de
desajuste, necesariamente ambivalente, donde las partes no se subsumen una en otra. La identificación,
afirma Hall, es un proceso de articulación. Hay siempre demasiado o demasiado poco. Esta
imposibilidad de adecuación, ese desliz del sujeto en exceso o defecto permite desplegar una
concepción no esencialista de la identidad, que enfatiza la incompletud, el inacabamiento y, por lo
tanto, es más apta para dar cuenta de la creciente contemporánea.
La pregunta sobre cómo somos o de dónde venimos, se sustituye, en esta perspectiva, por el cómo
usamos los recursos del lenguaje, la historia y la cultura en el proceso de devenir más que de ser,
cómo nos representamos, somos representados o podríamos representarnos. No hay identidad por
fuera de la representación, es decir, de la narrativización del sí mismo, individual o colectivo.
Esta dimensión narrativa, simbólica, de la identidad, el hecho de que ésta se construya en el discurso y no
por fuera de él, en algún universo de propiedades ya dadas, coloca la cuestión de la interdiscursividad
social, de las prácticas y estrategias enunciativas, en un primer plano. En esa dirección se orienta
nuestro trabajo. Articulación teórica que apunta, más allá de sí misma, a la construcción de un marco de
referencia que permita reformular, en nuestro propio contexto de globalización periférica, en un
escenario paradójico de modernización, hipercomunicación y exclusión, la inquietante pregunta ¿quién
necesita identidad?
La apuesta ética de la identidad narrativa
Retoma a Paul Ricoeur. La temporalidad no se deja decir en el discurso directo de una fenomenología
sino que requiere la mediación del discurso indirecto de la narración. Si la temporalidad sólo puede
configurarse en el relato así como la propia experiencia, la importancia de la narrativa en el campo de las
ciencias sociales aparece con toda nitidez: ella podrá dar cuenta ajustadamente de los procesos de
autocreación, de las tramas de sociabilidad, de la experiencia histórica situada en los sujetos, de la
constitución de identidades, individuales y colectivas.
En la reflexión en torno de la identidad, Ricoeur: su indagación concierne en principio a aquello que
aparece como un singular: el proceso de individualización, la identidad personal, aquel lugar en el que
nos reconocemos como “el mismo/la misma”. Identidad tiene para Ricoeur el sentido de una categoría de
la práctica.
El autor aborda la problemática para llegar a su definición de identidad narrativa, asignable tanto a un
individuo como a una comunidad. Se propone así deslindarse de la ilusión sustancialista de un sujeto
“idéntico a sí mismo”, pero sin desatender el principio esencial del autorreconocimiento: El dilema
desaparece si, a la identidad entendida en el sentido de un mismo ídem, se sustituye la identidad
entendida en el sentido de un sí mismo ipse; la diferencia entre ídem e ipse no es sino la diferencia entre
una identidad sustancial o formal y la identidad narrativa.

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La “ipseidad ” logra escapar al dilema de lo mismo y lo otro, en la medida en que se apoya en una
estructura temporal conforme al modelo de identidad dinámica que caracteriza a la composición poética,
la trama de un texto narrativo. El sí mismo aparecerá así reconfigurado por el juego reflexivo de la
narrativa, y podrá incluir la mutabilidad, la peripecia, el devenir otro/a, sin perder de vista la cohesión de
una vida. La figura del intervalo es apta para caracterizar igualmente la tendencia al cambio y a la
interacción entre las identidades colectivas.
La temporalidad mediada por la trama se construye así tanto en condición de posibilidad del relato como
en eje modelizador de la experiencia. La noción de identidad narrativa avanza en tanto permite analizar
ajustadamente ese vaivén incesante entre el tiempo de la narración y el tiempo de la vida, pensar la
compatibilidad de una lógica de las acciones con el trazado de un espacio moral. El contar una (la propia)
historia no será entonces simplemente un intento de atrapar la referencialidad de algo “sucedido”,
acuñado como huella en la memoria, sino que es constitutivo de la dinámica misma de la identidad: es
siempre a partir de un “ahora” que cobra sentido un pasado.
Esta dimensión narrativa, que traza el arco de la temporalidad es especialmente apta para agudizar la
percepción de los pequeños detalles, las tramas marginales, las voces secundarias, aquello que, en lo
particular, trae el aliento de las grandes corrientes de la historia. Lejos de toda idea de transparencia, de
una hipotética inmediatez del yo, de una espontaneidad de la palabra dicha, de una “verdad” de la vida
preexistente y anterior a la narración, el qué y el quién de la apuesta identitaria se delinea justamente en
la forma de discurso, no solamente en aquellos relatos centrados en la propia subjetividad sino también
en los mercados incluso en el efecto de real más canónico de la historia o la antropología.
¿De qué manera la forma del discurso, esa puesta en sentido de la narración apela, en cuanto a la
dimensión ética, a esquemas compartidos de valoración? En la perspectiva de Ricoeur, es la mirada
hermenéutica la que permite articular a través de los registros de la temporalidad y de la identidad
narrativa, el mundo del texto y el mundo del lector. La modelización que opera el relato sólo cobrará
forma en el acto de la lectura o apropiación como conjunción posible de ambos “mundos”. La práctica
del relato no solamente hará vivir ante nosotros las transformaciones de sus personajes, sino que
movilizará una experiencia del pensamiento por la cual nos ejercitamos en habitar mundos extranjeros a
nosotros.
Esta experiencia de hablar otros mundos es indisociable de la posibilidad de un progreso moral, en
tanto la ampliación del conocimiento de los otros –y, por ende, de sí mismo- se traduciría en la
extensión de nuestra comprensión de los seres humanos como incluidos en un nosotros. Este
proceso de llegar a concebir a los demás seres humanos como “uno de nosotros” y no como “ellos”
depende de una redescripción de cómo somos nosotros.
El reconocimiento de este rol se sustenta en el valor otorgado al descentramiento de la voz enunciativa
con pretensión de unicidad en beneficio de una pluralidad de puntos de vista.
La apuesta principal se juega en el espacio privado, como potencialidad de autocreación imaginativa y
crítica, a partir del conocimiento mayor de la vida de los otros.
La pluralidad de los puntos de vista: dialogismo e interdiscursividad
Una de las concepciones más lúcidas en cuanto al despliegue de las voces en el plano de la
interdiscursividad es la de Mijail Bajtín, quien ha desarrollado una exhaustiva analítica de los géneros
discursivos. En su perspectiva, definida como dialogismo, el lenguaje es esencialmente ajeno, su
densidad significante está hecha de siglos de historia y tradición, en definitiva, de otras voces que casi
han dicho todo antes que tenga lugar la “propia” enunciación. No habrá entonces ningún Adán bíblico
“dueño” de su palabra, sino más bien una pluralidad de voces ajenas que habitan la “propia” voz, supone
una pluralidad de lenguas que remite a diferentes registros, jergas, niveles, marcas culturales e
identitarias. Esta doble pluralidad de la voz que introduce la otredad en el corazón mismo del lenguaje
estará ya presente en el momento de producir un enunciado –que por definición, será siempre destinado,
es decir, configurado por y para otro-, con lo cual, toda interacción dialógica, toda interlocución, no
importa el carácter que ésta asuma se desplegará en una refracción significante muy lejos de la lógica del
“uno más uno”. El dialogismo, como presencia protagónica del otro en mi enunciado aun antes de que
éste sea formulado, interviene así los términos de toda concepción unidireccional, unívoca, instrumental,

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de la comunicación y cancela asimismo la vieja distinción antinómica entre sujeto y objeto, que marca la
primacía de uno u otro en tanto puntos de mira: un protagonismo conjunto, una simultaneidad en el
encuentro de ambas miradas. En el límite, una razón dialógica como modo de relacionamiento con el
mundo.
Esta teoría bajtiniana es de notable productividad para el pensamiento y la práctica de las disciplinas
contemporáneas. Crucial para todo pensamiento de la diferencia, de la otredad, lo es en particular para la
deconstrucción del punto de mira omnisciente, para la posición “autoritativa”. Uno de los dominios más
concernidos es el trabajo de campo.
Si bien Bajtín no se ocupó de las “identidades” tal como habitan hoy nuestros léxicos, podemos pensarlas
sin dificultad desde las orillas del dialogismo: puntos de mira (diferencias) que se intersectan
simultáneamente en situaciones de comunicación variables, contingentes, nunca “jugadas” de antemano.
Porque toda identidad –o identificación- en tanto relacional, supone otro que no es “lo mismo” y a partir
del cual puede afirmar su diferencia. Ninguna estará entonces determinada en sí misma, en una clausura
desde la cual se enfrentará a otras. Hay un límite en la teoría bajtiniana en el sentido de un escaso
desarrollo de la conflictividad dialógica. La reflexión sobre la diferencia desde la teoría política es el
tercer eslabón de nuestra articulación.
Lógicas y políticas de la diferencia
Si la redefinición actual de las identitarias lleva a considerarlas como una posicionalidad relacional,
confluencia de discursos donde se actualizan diversas posiciones de sujeto no susceptibles de ser fijadas
más que temporariamente ni reductibles a unos significantes claves, esa fluidez identitaria se transforma
de inmediato en un objeto polémico, sobre todo en la esfera de la acción: ¿cómo articular lo que
permanece y lo que cambia, cómo formular un proyecto político, cómo afirmar la consistencia de un
“yo” o un “nosotros”?
Ernesto Laclau Reflexionó sobre el tema inscribiendo la cuestión en un debate mayor, el de la tensión
entre universalismo/particularismo. Para el autor, es quizá la crisis de los valores universales,
identificados con el ideal iluminista, la “muerte” de un sujeto con mayúscula, actor, garante o
fundamento trascendental capaz de encarnar la voluntad colectiva, lo que caracteriza el pensamiento
contemporáneo de la diversidad, como apertura al reconocimiento de una pluralidad de sujetos y
subjetividades. Pero ese “multiculturalismo” no logra evadir una disyunción problemática, mayor
autonomía, lo particular está en una relación constituida con otro, relación que por lo tanto debe ser
regulada por nomas que los trascienden. Toda diferencia se halla “interrumpida”, en algún momento, por
una cadena de equivalencias y de igualdad.
Esta lógica, bien reconocible en el escenario de la lucha política, hace que el intento de afirmación de
una identidad esté confrontado, según Laclau, a una doble disyuntiva: o bien el grupo persiste en su
individualidad, o bien arriesga su diferencia en la articulación con otras fuerzas en pugna. Disyunción
que sólo parece resolverse en “intentos precarios y contingentes de mediación”, y que trae aparejada la
cuestión de la hegemonía: en tanto la pugna entre identidades diferenciales es una lucha hegemónica,
todas ellas se ven transformadas en esa lucha, lo cual supone un proceso inevitable de hibridización.
Si la pérdida de fundamento conlleva una idea de la identidad “débil”, que la hace más vulnerable para la
lucha política, esa cuestión se tornó decisiva en el debate del feminismo post-estructuralista. La
deconstrucción del núcleo fundante de la oposición hombre/mujer, con sus atributos asociados, lleva a un
descentramiento de la identidad “femenina” concebida ya no como “lo que es” sino como lo que no es,
negatividad en cierto modo insostenible como pura diferencia de una demanda reivindicatoria. Ante este
dilema se planteó la alternativa del “esencialismo estratégico” que remite a una política de identidad
fuerte, apta para el cálculo y la acción, pero al mismo tiempo no constituye un a priori sino que se
articula según ciertos límites y en función de su propia contingencia.
De estas líneas de argumentación se deriva la necesidad de redefinición de los términos involucrados que
aparecen con una modulación diferente de la consagrada por la modernidad no ya como valores
absolutos sino contextuales, según el postulado derrideano. Desde esta óptica, la “universalidad”
alcanzada en un momento dado no deriva de una esencia ni es tampoco una idea reguladora que, aunque
utópica, conlleva una orientación teleológica inequívoca, sino una articulación momentánea de las

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diferencias en torno de “algo idéntico” que sólo puede ser un lugar vacío de toda forma directa de
representación.
Si la función de lo universal es aquí la de introducir cadenas de equivalencia en lo que de otro modo sería
puramente diferencial, su lugar, aunque “vacío”, es “inerradicable”. La única “solución” de esta aporía
es, según Laclau, mantener la dimensión de universalidad pero articulándola de un modo distinto a
lo particular, no como un a priori sino como un resultado de las cadenas contingentes de
equivalencias.
Laclau postula una especie de intervalo, un umbral de indecibilidad entre los dos términos en juego: en
tanto lo particular sólo puede realizarse plenamente si se redefine en constante apertura hacia lo
universal, una relativa universalización de los valores, no como determinación previa pero sí como
producto contingente, es necesaria como base de una posible hegemonía popular. Por otra parte, la
concepción de lo particular como producto de una ineludible hibridización no supone obligadamente una
“pérdida” de identidad sino quizá una apertura a nuevas posibilidades.
Esta concepción dinámica de las identidades, como rearticulaciones constantes en un campo de fuerzas
donde algún particular pugna por investirse, aun precariamente, del valor de lo universal, no solamente
concierne al resultado, siempre impredecible de esa confrontación, sino incluso al juego mismo en el cual
necesariamente se transforman. Lo que se pone de manifiesto es la dimensión conflictiva de toda
identidad, su carácter no dado ni gratuito en el sentido de una mera coexistencia con otras: una identidad
que pretendiera continuar tal como es, mantenerse sin cambios, correría el riesgo de marginalización o de
cristalización. El componente de la temporalidad aparece así doblemente jerarquizado: como apertura
constante a nuevas articulaciones, en esa iterabilidad que es constitutiva del signo y como remisión a
una historicidad. En este sentido, lo universal, será visto justamente como uno de los juegos de lenguaje,
construido por actores sociales, que en algún momento pasa a ser hegemónico. Pero en la medida en que
este hecho se incorpora de tal manera a nuestro sistema de valores conlleva a una sociedad democrática.
La alternativa es el recurso a algún tipo de universalismo sin perjuicio del reconocimiento de su carácter
histórico y contingente.
Esta última cuestión podría ser pensada con el principio de la arbitrariedad del signo, formulada por
Saussure. El signo es arbitrario en tanto inmotivado, por cuanto ningún lazo “natural” une a un
significante con su significado. Dar lugar a desplazamientos y dislocaciones, a nuevos significados.
Laclau se pregunta: “¿es realmente el reino de la autorrealización personal un reino privado? Lo sería si
esta autorrealización tuviera lugar en un medio neutral en el que los individuos pudieran proseguir sin
impedimentos la realización de sus propios objetivos. Eso es un mito. En tanto sometida a reglas,
obstáculos y fuerzas que son del orden de lo social, no hay lucha o, en términos de la narrativa, no hay
peripecia, por más “personal” que se presente que no involucre, aun de modo “radicalmente discontinuo
y sólo a través de articulaciones contingentes, el espacio de lo público. Esta afirmación avanza un paso
más: hacia el concepto de un “republicanismo cívico múltiple”: el reconocimiento de la existencia de
varios espacios públicos.
La misma tensión aparece entre la cuestión del género. Laclau puntualiza dos aspectos: por un lado, el
género no es una esencia estática ni una “profundidad” sino una reiterada sanción de normas. El segundo
aspecto: cada estructura determinada alcanza de determinación por repetición, y por ende, está sometida
a diversas contingencias que ponen en riesgo el carácter determinado de esa estructura. Para el
feminismo el género no representa una profundidad interior sino que produce esa interioridad y
profundidad performativamente, como un efecto de su propia operatoria.
Pensar la dimensión conflictiva de las identidades en su diferencia trae como contrafigura casi obligada
la cuestión de la igualdad. Para la teoría feminista hay una distinción necesaria entre “inclusividad” e
“igualdad”, la primera opera como un ideal irrealizable pero que gobierna todo proyecto de democracia
radical. La segunda, en tanto redescripción del concepto clásico, no supone una simple ecualización de
diferencias dadas sino un juego siempre abierto, donde algunas exclusiones son inevitables.
Para Laclau, que coincide en cierto modo con esta posición, no solamente ambos términos (igualdad y
diferencia) no se oponen sino que la ampliación del campo del segundo es una precondición de la
expansión del primero.

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Recapitulaciones
Haremos algunos señalamientos.
En primer lugar, reafirmar la pertinencia de abordar la problemática identitaria desde la perspectiva
múltiple que ofrece la conceptualización contemporánea en torno de la narrativa, fundamentalmente por
cuanto tiende a subrayar la apuesta ética inherente a su funcionamiento, su carácter modelizador respecto
de conductas, sentidos de la “vida buena”, de todo aquello que aporta a la reproducción del orden social.
Proponiendo diversos tipos de relación entre lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo, dicha
perspectiva está lejos de suponer en sí misma una desagregación “posmoderna” en el sentido sesgado de
pérdida de valores comunitarios o mera proliferación de subjetividades, en cuanto a saber, escuchar,
aprender del otro, su papel.
En segundo lugar, y asumiendo la dimensión narrativo/discursiva como configurativa de la identidad,
enfatizar la cuestión del lenguaje como un registro activo de la investigación. Es decir, problematizar su
transparencia. La dimensión performativa del lenguaje, así como la operación misma de la narración
puesta en sentido son decisivas en toda afirmación identitaria y por ende, en todo intento analítico de
interpretación. La concepción bajtiniana tiene la propiedad de integrar estos aspectos. Su actualidad
manifiesta refracciones en todos los campos disciplinares afines y multidisciplinares, en tanto teórica
como política: una perspectiva que permite pensar, a partir de la peripecia literaria o de la dinámica
interna del discurso, las reacciones intersubjetivas, la discursividad social, el trabajo de la ideología, la
pluralidad de los puntos de vista y su intrínseca conflictividad. El dialogismo enfatiza la otredad, la
diferencia como constitutiva de toda posición, el valor de esa diferencia.
El tercer señalamiento, la discusión en torno de las identidades, los particularismos, la multiculturalidad,
involucra un replanteo de la democracia. ¿Pueden mantenerse viejas concepciones a los acontecimientos?
¿Es válida su definición clásica en tiempos de globalización? ¿Qué alternativas se plantean para el
reconocimiento de las minorías, los nuevos derechos, los clivajes no tradicionales de las sociedades
contemporáneas?
Tales cuestiones de dirimen hoy en un escenario donde, según Jacques Ranciere, la filosofía parece
intentar colmar el silencio de la política. Pensando desde la lógica diferencial del conflicto, Ranciere
postula la figura del desacuerdo, una especie de intervalo entre entender y no entender lo mismo aunque
se hable el “mismo” lenguaje.
La problemática identitaria se despliega en un arco dilatado que va del horizonte de los acontecimientos
a la reflexión filosófico-política, de lo personal a lo colectivo y a ese límite de lo “colectivo” que
sugieren las des/identificaciones aludidas por Ranciere.
Podría decirse hoy que el rasgo dominante de este especio es justamente la “escalada” de la subjetividad,
la primacía de lo íntimo/privado como tópico vehiculizado a través de los más diversos géneros
discursivos.
¿Cómo leer esta tonalidad de la subjetividad contemporánea, sin caer en la tentación del juicio a priori,
de las diferencias (de las narrativas) “buenas” o “malas”? Porque el panorama actual se dibuja sobre el
trasfondo de ese desafuero de lo social que se anuncia como el “declive” del espacio público/político de
la modernidad ante un tenaz individualismo narcisista de lo privado o como la pérdida del raciocinio
crítico de la opinión pública por el devenir publicístico y personalista de la política. Dilemas de la vieja
antinomia entre público y privado que la configuración globalizada coloca definitivamente en cuestión.
La visibilidad a ultranza, la propia privacidad bajo caución de redes intangibles de todo tipo como la
hipnótica atracción de las pantallas en tanto registro inequívoco de la “realidad” anclado en el corazón de
lo doméstico, hacen en verdad indiscernibles unos y otros límites.
Esta indecibilidad de ambos espacios, permite considerar a estas narrativas tan sintomáticamente
significantes como otras, quizá más jerarquizadas para dar cuenta del proceso en el devenir sin pausa de
la discursividad social (y global). Proceso que quizá no deba interpretarse como una pérdida de los
espacios “clásicos”, sino más bien como una delimitación campante, como una nueva escena de
pluralismo. Y es probablemente esa pluralidad de narrativas, de voces, de sujetos, en esa dimensión

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polifónica compatible con la concepción bajtiniana, donde pueda aprehenderse con mayor nitidez la
lógica “abierta” de la diferencia en su conflictividad constitutiva.
Retoma la pregunta de Stuart Hall ¿Quién necesita identidad?, seguramente, todos nosotros, en tanto
debate aun pendiente en el campo intelectual, académico y político, en torno de nuestra idea
contemporánea de nación, de las narrativas que pueden hoy representarnos, no ya en el viejo sentido
esencialista de “quiénes o como somos” sino en lo que vamos llegando a ser, en los innúmeros
desplazamientos e identificaciones, en la dislocación radical que los últimos acontecimientos han
producido, poniendo al descubierto tanto el rostro dramático de un nuevo país como la inmensa
dificultad de su definición.
Ha ido saliendo dolorosamente a la luz un paisaje extremo de diferencias marcadas por la desigualdad y
la exclusión, que pone en cuestión los fundamentos mismos de la democracia. Pero aun esas
identidades (pobreza, indigencia, marginalidad) no alcanzan a ser capturadas en una esencialidad
de la “exclusión”, más bien se afirman retóricamente como fuerzas en pugna por el sentido de la
nominación. De este modo, la afirmación contrastiva de la diferencia, aun cuando ésta sea “negativa”, en
tanto indeseada e indeseable en una sociedad que sostenga una concepción ética de la justicia, exhibe con
nitidez en el espacio público y a través de múltiples escenarios (protesta callejera, corte de ruta,
concentración, manifestación, pantalla televisiva) el carácter eminentemente político que conlleva
toda identificación, su potencial simbólico, transformador y contrahegemónico.
González Rey, F. y Mitjans Martínez, M. (2017). “El desarrollo de la subjetividad: una alternativa
frente a las teorías del desarrollo psíquico”.
El artículo aborda las especificidades del desarrollo de la subjetividad, profundizando las diferencias
entre psiquismo (sistema que integra tanto a los animales como a los hombres).y subjetividad
(fenómenos específicamente humano, que es inseparable de la cultura, desarrollándose dentro de ella).
El hecho de que el tema de la subjetividad haya quedado fuera de la psicología, donde el término ha sido
mucho menos considerado incluso que en otras ciencias, ha llevado a apoyar la definición del psiquismo
humano en otras definiciones ontológicas como han sido el funcionamiento de la actividad nerviosa
superior, la conducta, el lenguaje, y el discurso.
Las posiciones sobre el desarrollo psíquico se han fragmentado de tal forma que el propio desarrollo
psíquico no encuentra una definición que permita explicar las diferentes formas de desarrollo que se
agrupan dentro de este rótulo, como desarrollo psicomotor, cognitivo, psicológico, sensorial, moral, de la
personalidad, y tantas otras formad en que se ha fragmentado el estudio del desarrollo psíquico.
Esta situación hace necesario nuevas definiciones teóricas que permitan superar la comprensión de los
procesos humanos más complejos, sociales e individuales, como procesos psíquicos, haciéndose
necesario avanzar en la comprensión del funcionamiento diferenciado entre el hombre y los animales
que, en el caso del hombre, especifique procesos cualitativamente diferentes a los psíquicos como
condición necesaria de su desarrollo y su cultura. Los autores se refieren a procesos y sistemas apoyados
en la emergencia de nuevas unidades cualitativas que emergen en la integración de lo simbólico y lo
emocional; esas unidades simbólico-emocionales que especifican las experiencias humanas las
definen como sentidos subjetivos. Éstos especifican ontológicamente la definición de subjetividad
desde una perspectiva histórico-cultural. Una característica esencial que especifica los procesos y
formaciones subjetivas es su carácter generador e imaginario que son un recurso creador para vivirlas.
La subjetividad y la cultura aparecen de forma simultánea y tienen una relación recursiva, pues la propia
cultura es una producción subjetiva, que se torna objetiva a través de algunos de sus procesos y símbolos
particulares, como mitos, rituales; símbolos de diferente naturaleza que se presentan como objetivo para
cada nueva generación. Sin embargo, las producciones subjetivas de cada nueva generación llevarán
cambios importantes en la cultura en que nació. Esta relación permite que la definición que proponen de
subjetividad esté más allá de invariantes universales y que, a diferencia de la psique, gane una autonomía
relativa mayor que aquella en relación a la maduración de la actividad nerviosa superior, y de los
espacios sociales inmediatos en que el individuo actúa.

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La subjetividad se caracteriza por su carácter generador y ficcional, que es la base del desarrollo de la
cultura. El dominio de procesos simbólicos en constante desarrollo, expresados en el lenguaje, marca el
desarrollo diferente de todas las funciones psíquicas humanas, las que de hecho adquieren una capacidad
imaginaria y de ficción, que define los procesos subjetivos como unidades subjetivas sobre las cuales se
generan las acciones creativas que llevan al hombre a trascender lo “dado” en cada momento concreto de
la historia. La cultura representa un conjunto de recursos, prácticas y formas simbólicas exclusivas del
ser humano. Subjetividad y cultura se co-determinan recíprocamente.
El desarrollo psíquico es anterior al desarrollo subjetivo propiamente dicho, y caracteriza
comportamientos y operaciones diversas en los primeros meses de vida del niño, tales como
coordinación óculo-motora, desarrollo psicomotriz, los procesos sensoriales y madurez y desarrollo del
cerebro y el sistema nervioso, los que representan procesos específicamente psicológicos en los seres
humanos. Los procesos psíquicos más complejos que aparecen en los seres humanos están en la base del
tránsito de la psique a la subjetividad, que ya aparece como capacidad creadora inseparable de la realidad
cultural en la que vivimos.
El desarrollo subjetivo, por otro lado, aparece cuando los sistemas de relaciones que implican los afectos
humanos se tornan inseparables de los procesos simbólicos, generando configuraciones que implican las
diferentes operaciones y funciones históricamente definidas como psicológicas, pero que logran una
cualidad diferenciada, generadora y transformadora, como producciones subjetivas.
Los procesos psíquicos más complejos de los seres humanos se transforman en subjetivos cuando su
funcionamiento es regulado por configuraciones subjetivas que expresan la historia y el contexto actual
de los individuos, regulando el proceso psíquico con independencia de las demandas inmediatas de una
determinada realidad. Las operaciones psíquicas, al expresarse como momentos de una configuración
subjetiva, adquieren un carácter generador y transformador, definido por su carácter imaginario y
ficcional; aspecto que las diferencia esencialmente de las operaciones propiamente psicológicas.
Desarrollo psíquico, subjetividad y cultura
Los autores plantean la necesidad de establecer una diferencia entre el desarrollo psíquico, que
históricamente ha sido el foco de las psicologías orientadas a trabajar el tema, y el desarrollo de la
subjetividad.
Las premisas del desarrollo de la subjetividad se dan de forma simultánea a las adquisiciones del
desarrollo psíquico, las que también representan premisas del desarrollo subjetivo; la más importante de
esas premisas es la organización diferenciada de las emociones del niño en relación a quienes lo rodean,
que se forma en la comunicación con los adultos.
El adulto nunca puede ser reducido, en su función esencial en relación al niño, a su cooperación con las
actividades prácticas de aquel; el adulto siempre y, ante todo, es una figura central en los afectos del
niño. La comunicación en su carácter afectivo es el proceso esencial sobre el cual se comienza a
desarrollar la subjetividad, siendo inseparable del desarrollo de los diferentes procesos psíquicos.
La ausencia de la subjetividad como referente teórico de la psicología tuvo las siguientes
consecuencias:
 La fragmentación de temáticas sobre el desarrollo psíquico ha implicado una representación
fragmentada de ese proceso en temas como el desarrollo intelectual, moral, la sexualidad, etc.
Los conceptos de sentido subjetivo y configuración subjetiva permiten una representación
dinámica, en la cual todas las áreas aparecen integradas.
 La división anterior de áreas del desarrollo psíquico integró procesos que tienen un nivel
cualitativo diferente; una cosa es el desarrollo de los procesos psíquicos, y otra cosa es el
desarrollo de procesos diferentes, que pasaron a ser estudiados bajo una misma definición.
 El intento de periodizar el desarrollo por etapas o por edades, o por formas de actividad; el
desarrollo subjetivo ocurre en momentos singulares imposibles de ser periodizados en el curso de
la vida de los individuos.

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Las dificultades metodológicas para avanzar en el estudio de los procesos emocionales que emergen en
las relaciones tempranas del niño, en gran parte se han debido a la hegemonía de la lógica positivista que
ha sido dominante en la psicología.
Los autores afirman que, en la propuesta de subjetividad que ellos defienden, las emociones, en su
inseparabilidad de los procesos simbólicos, pasan a definir la subjetividad como sistemas/procesos
específicamente humanos, permitiendo superar la representación teórica sobre su desarrollo y la
fragmentación por áreas que caracterizó a las teorías psicológicas sobre el desarrollo psíquico.
Los procesos subjetivos se independizan relativamente de los cambios biológicos, y se desarrollan
esencialmente por la calidad de los sistemas de relación del niño, los que muy rápidamente se expresan a
través de los recursos simbólicos de la cultura, desarrollándose, desde muy temprano, una capacidad
generadora en los niños que los lleva a formas diferenciadas de sentir y producir el mundo en que viven,
que no sigue las mismas formas, ni los mismo tiempos en niños con un desarrollo psíquico similar. La
dimensión de sentido subjetivo producida por una experiencia no está definida por el desarrollo psíquico,
sino por la producción simbólico-emocional generada ante esa experiencia.
Los procesos de desarrollo psíquico y de diferenciación subjetiva son simultáneos, pero estando
relacionados mantienen formas de expresión diferentes. Los procesos subjetivos tienen una maleabilidad,
fluidez y sensibilidad auto-referenciada estrechamente relacionadas con las producciones emocionales de
los niños, que los procesos psíquicos no tienen. Es precisamente ese carácter dinámico de los procesos
subjetivos que los hace profundamente singulares, lo que se opone a cualquier forma de estandarización
o periodización.
En el desarrollo psíquico pueden identificarse etapas que tienen una movilidad en sus límites de acuerdo
a las condiciones sociales y culturales en que tienen lugar. Sin embargo, todos los seres humanos,
desarrollándose en contextos culturales diferentes, hablan, caminan, perciben, coordinan movimientos y
son capaces de ciertas operaciones dentro de determinados rangos de edad, a no ser que estén afectados
por trastornos de diferente naturaleza.
El desarrollo subjetivo no se puede definir por comportamientos observables, no se expresa en actos
puntuales ni se define por momentos de conflicto o comportamiento aparentemente inadecuados, los que
pueden representar momentos muy importantes de desarrollo por la posibilidad de que abren a un
individuo a generar sentidos subjetivos capaces de generar nuevos recursos subjetivos que pueden
implicar un momento de desarrollo subjetivo.
El desarrollo de nuevas subjetividades implica no considerar como invariante ninguna de las definiciones
que históricamente la psicología ha presentado como siendo intrínseca a una determinada edad, por
ejemplo. Las formas de desarrollo subjetivo son múltiples, y siempre aparecen asociadas en la
emergencia de configuraciones subjetivas que implican distintas áreas de la vida y diferentes recursos
simbólicos.
Los sentidos subjetivos y las configuraciones subjetivas: recursos teóricos para la compresión del
desarrollo de la subjetividad
La subjetividad se define por procesos que son generados por los seres humanos al vivir una experiencia.
Es precisamente siguiendo el camino abierto por Vygotsky que los autores avanzan en la definición de
sentido subjetivo que, a diferencia del concepto de sentido dado por Vygotsky como “sentido de la
palabra”, no está unido a la palabra; los sentidos subjetivos son un flujo dentro del cual unos sentidos se
integran con otros en configuraciones subjetivas que emergen en el curso de las experiencias humanas.
Los sentidos subjetivos representan unidades simbólico-emocionales que emergen en el curso de una
experiencia a partir de una historia vivida, y expresan la forma en que las producciones simbólicas de la
sociedad aparecen en producciones subjetivas singulares de individuos y grupos.
Los sentidos subjetivos son la plena expresión del carácter social, cultural e histórico de la subjetividad;
ellos son producciones de los individuos, grupos y otras instancias sociales, que están estrechamente
relacionados con la forma en que diversas experiencias fueron subjetivamente vividas; las formas
simbólicas de la cultura se tornan subjetivas por la forma diferenciada en que aparecen en individuos y

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grupos a partir de emociones específicas y singulares. El carácter subjetivo de la experiencia se define
por los sentidos subjetivos que un individuo o grupo genera en el curso de la experiencia, proceso que
está más allá de cualquier control u orientación racional.
De esa forma, los sentidos subjetivos son producciones en cuyo curso emerge una configuración
subjetiva que se torna fuente generadora de sentidos subjetivos específicos ante una experiencia concreta.
Una vez que los sentidos subjetivos se organizan y son producidos por configuraciones subjetivas, se
imponen los aspectos objetivos de una experiencia concreta, apareciendo en expresiones y
comportamientos imposibles de ser explicados solo por los eventos objetivos que caracterizan esa
experiencia.
El carácter generado de la subjetividad aparece claramente en el sufrimiento psíquico, cuando sin tener
graves problemas objetivos en su historia de vida, una persona genera un sufrimiento psíquico constante
y progresivo, sin que las razones y reflexiones que desarrolla puedan cambiar la situación. En esos casos
una configuración subjetiva dominante produce sentidos subjetivos que bloquean la capacidad del
individuo de generar nuevos sentidos subjetivos ante experiencias nuevas. Es por esta razón que los
síntomas y sufrimientos no expresan patologías individuales, sino configuraciones subjetivas susceptibles
de transformación cuando el individuo portador de síntomas y sufrimiento, en un nuevo contexto de
relaciones, es capaz de emerger como sujeto de su proceso de vida y abrir nuevos caminos de
subjetivación.
Los cambios en la esfera motivacional del individuo son indicadores de nuevos procesos de
subjetivación. La motivación es parte esencial y definitoria de lo subjetivo; es la característica
principal del sistema subjetivo que es siempre un sistema motivado. Partiendo de ese principio, el
proceso de desarrollo siempre tiene un carácter motivado.
La configuración subjetiva no es una suma de sentidos subjetivos, ella representa un sistema generador
de sentidos subjetivos con elevada convergencia entre sí, que se rige como motivación esencial de las
acciones y funciones de procesos subjetivos, cuyo curso es inseparable de la configuración subjetiva de
la que forman parte.
Una nueva comprensión de sistema aparece con el desarrollo de la subjetividad, la de sistema
configurado; la subjetividad es un sistema en que las diferentes áreas de la vida de grupos o individuos se
configuran en una experiencia presente de forma singular, lo que es posible por los sentidos subjetivos
diversos generados por esa configuración, en cuya unidad aparecen subjetivamente múltiples
experiencias anteriores y actuales de forma indirecta en la cualidad de los sentidos subjetivos que
emergen viviendo la nueva experiencia. Las más diversas producciones simbólicas sociales, como raza,
género, edad, apariencia física, etc., representan la materia prima sobre la cual emergen los sentidos
subjetivos como expresión de producciones sociales en el curso vivo de una experiencia concreta. Los
sentidos subjetivos generados son desdoblamientos de cómo el universo infinito de producciones
simbólico-sociales se organiza de forma singular y diferenciada en cada individuo, grupo o instancia
social en el curso de una experiencia concreta.
El desarrollo subjetivo, de forma general, está asociado a espacios de socialización. La integración a un
espacio social no es solo una adaptación o una asimilación; esa socialización tiene lugar a través de las
tensiones de nuevos desafíos y alternativas que los individuos enfrentan para conquistar de forma activa
su espacio dentro de una institución social específica o grupo informal.
El desarrollo subjetivo es siempre una producción de personas y grupos que no se explica por la
situación externa que parece desencadenarlo.
Lugar del sujeto y el agente en el desarrollo subjetivo
La emergencia de una configuración subjetiva desencadenadora de un proceso de desarrollo está siempre
asociada a individuos y grupos que emergen como agentes o sujetos de la experiencia, que se posicionan
activamente en el curso de la experiencia. Esos procesos que generan configuraciones subjetivas que
implican al individuo de forma diferente en áreas diversas de la vida son, a su vez, altamente sensibles a
las posiciones de los individuos en el curso de sus experiencias vividas.

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Cada experiencia es vivida en un contexto social con múltiples redes de relacionamiento y producciones
subjetivas diversas y simultáneas. Ninguna actividad humana, en su significación para el desarrollo,
puede ser abstraída del sistema de relaciones en que ella se configura. Los autores proponen como
ejemplo un estudio de caso de un joven de 17 años, preso por dispararle a otro menor en una pelea. El
agresor fue víctima de bullying en sus años de escuela primaria y secundaria, tímido e inhibido frente a
los otros, pero encontró en el baseball una vía de realización y un importante espacio social de
reconocimiento. Sin embargo, ese espacio social de la práctica deportiva, era dominado por jóvenes con
comportamientos antisociales y agresivos, con quienes estableció estrechos vínculos y a quienes fue
admirando, al mismo tiempo que era aceptado y ganaba espacio entre ellos. En este proceso se fueron
desarrollando nuevos sentidos subjetivos que le permitieron superar el miedo y la inseguridad que
siempre había sentido en otras esferas de la vida, integrándose cada vez más en un espacio social ajeno a
su historia anterior. Una nueva configuración subjetiva relacionada con ese nuevo sistema de relaciones
generó nuevos sentidos que fueron dominando la conducta del joven.
El desarrollo subjetivo no es un proceso individual abstracto, siempre ocurre dentro de sistemas de
relaciones en los cuales nuevos sentidos subjetivos aparecen, nuevas integraciones de sentidos subjetivos
ocurren, y nuevas configuraciones subjetivas emergen, marcando la presencia de los sentidos dominantes
en el curso de una actividad concreta.
La relevancia del desarrollo subjetivo para la investigación y la práctica en psicología
En el caso del joven que fue a la cárcel y pasó por un proceso de ruptura con lo que había sido su vida
anterior, fue ese paso, que a un observador externo le parecería trágico, lo que llevó a la emergencia de
una configuración subjetiva en que emergió como sujeto abriendo un nuevo camino de vida. Los sentidos
subjetivos que surgieran en el curso de esa experiencia, le permitieron romper con lo instituido en el
ambiente en que vivía y a emprender nuevos caminos de vida.
Es precisamente el carácter singular del desarrollo y la relevancia del diálogo como uno de los aspectos
importantes para su ocurrencia, que el estudio de casos en profundidad y la inmersión del investigador en
el campo son esenciales, tanto para la investigación, como para la práctica profesional orientada al
desarrollo subjetivo.
La única diferencia entre práctica e investigación científica está en la intención del profesional que las
desarrolla; la práctica está orientada al cambio de personas, grupos e instituciones concretas, y la
investigación pretende producir un saber con una capacidad de generalización que trascienda a los
participantes de su momento actual. Una buena práctica implica una investigación y una producción de
saber sobre la cuestión particular que la orienta.
Dado el carácter activo y cambiante de los sentidos subjetivos, y la sucesión posible de configuraciones
subjetivas en varios momentos de una experiencia, no se puede confundir desarrollo subjetivo con
comportamiento, pues comportamientos aparentemente negativos e inesperados, pueden expresar
sentidos subjetivos asociados a un camino de desarrollo subjetivo. Lo nuevo y el camino hacia lo nuevo
siempre generan resistencias y tensiones.
El desarrollo humano implica generar las tensiones necesarias que coloquen al otro en condición de
productor, de toma de decisiones e iniciativas sobre las cuales tenga que ir avanzando con su esfuerzo
hacia nuevos momentos. Para lograr esto no hay fórmulas educativas o terapéuticas estandarizadas ni
universales. Este es un aspecto más que une el desarrollo de las prácticas profesionales y la
investigación. La investigación y la práctica en salud y educación, orientados por el desarrollo de la
subjetividad, y no a la rotulación de niños y adultos a partir de definiciones estáticas que enfatizan la
patología.
La forma en que el modelo patogénico contrapuso patología y desarrollo, es contestada de la perspectiva
teórica de los autores, donde el desarrollo subjetivo es un proceso posible en todas las personas, con
independencia de presentar algún trastorno psicológico.

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Comentarios finales
 El desarrollo de la subjetividad rompe con la fragmentación que caracterizó a las teorías del
desarrollo psíquico y también con el individualismo que las dominó.
 La subjetividad permite superar los rótulos clasificatorios de las personas, grupos e instituciones,
a partir de comportamientos y síntomas.
 El desarrollo subjetivo no representa un campo específico en el estudio de la subjetividad, él es
un proceso inherente a la propia naturaleza de la subjetividad que se torna esencial para las
diferentes prácticas profesionales y para la investigación.
 Representa un aspecto esencial del desarrollo social, lo que hace de él un tema necesario en
ciencias sociales en general. El desarrollo subjetivo permite sustituir la dinámica individuo-
comportamiento-síntoma por la dinámica individuo-espacio de socialización-desarrollo
subjetivo.
Quiroga A (2009) “El concepto de grupo y los principios organizadores de la estructura grupal en el
pensamiento de Enrique Pichón Riviere” [TP 7]
E. Pichón Rivière caracteriza al grupo como “un conjunto restringido de personas que ligadas por
constantes de tiempo y espacio y articuladas por su mutua representación interna se propone, en
forma explícita o implícita, una tarea que constituye su finalidad, interactuando a través de
complejos mecanismos de asunción y adjudicación de roles”.
Definir es establecer las determinaciones específicas de un fenómeno, su naturaleza. Dar cuenta de un
hecho, de un proceso, en una perspectiva totalizadora, es decir, en la articulación de elementos internos y
relaciones externas. La definición, como conceptualización de la esencia remite a los principios
organizadores internos (configurantes de la estructura grupal).
Interrogarnos acerca de la esencia de lo grupal no es una tarea intrascendente, ya que al preguntarnos qué
es un grupo, cuál es su estructura, qué es lo que define al grupo como tal, cuál es la sustancia de ese
proceso interaccional, estamos cuestionándonos acerca de la esencia de la situación que constituye el
escenario, el horizonte de toda experiencia humana. En consecuencia, la temática del grupo nos reenvía
necesariamente a la problemática del sujeto.
Según el planteo pichoniano la subjetividad está determinada histórica y socialmente, en tanto el sujeto
se constituye como tal en proceso de interacción, en una dialéctica o interjuego entre sujetos, de la que el
vínculo, como relación bicorporal y el grupo, como red vincular, constituyen unidades de análisis.
El sujeto aparece entonces bajo un doble carácter: como agente, actor del proceso interaccional, a la vez
que configurándose en ese proceso, es decir, emergiendo y siendo determinado por las relaciones que
constituyen sus condiciones concretas de existencia. Nuestra reflexión parte de una definición del sujeto
como “sujeto de la necesidad”, pero el eje de nuestro análisis se sitúa en la contradicción interna
inherente a ese sujeto como ser vivo, interjuego entre la necesidad emergente del intercambio material
del organismo con el medio y la satisfacción de esa necesidad. Esa contradicción interna vuelca al sujeto
sobre el mundo externo en busca de la fuente de la gratificación en la relación con otro sujeto. La
necesidad, experimentada como tensión interna, reenvía o reabre ese interjuego, en tanto promueve en el
sujeto la realización de un conito de operaciones materiales y simbólicas, a la que se denomina conducta.
Determina en él una acción concreta, transformadora, destinada a la satisfacción de la necesidad. La
acción modifica al contexto, pero también al protagonista de la acción, adquiere entonces la condición de
aprendizaje.
La sujeción a la necesidad, como punto de partida de la acción destinada a obtener la gratificación, es la
condición de una TAREA, en la que el sujeto se proyecta sobre el mundo externo, con una estrategia, una
direccionalidad (proyecto) en un hacer que lo modifica. Esto define al sujeto como sujeto de la acción.
Según E. Pichón Rivière “el sujeto es ‘sano’ en la medida en que aprehende la realidad en una
perspectiva integradora y tiene capacidad para transformar esa realidad transformándose a la vez él
mismo. El sujeto está ‘activamente adaptado’ en la medida en que mantiene un interjuego dialéctico con
el medio y no una relación rígida, pasiva, estereotipada”.

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Desde E. Pichón Rivière, entonces, a Psicología Social no es una psicología de los grupos, sino una
reflexión acerca del sujeto y su comportamiento. Pero la concepción vincular del sujeto delinea un estilo
de abordaje de ese sujeto: en el interior de la red vincular, en la que emerge y se configura a partir de esa
contradicción interna entre la necesidad y la satisfacción. De allí la importancia de lo grupal, en tanto
escenario e instrumento de la constitución del sujeto. Esta concepción vincular del sujeto es elaborada
por E. Pichón Rivière a partir de su práctica clínica, en la que se le revela el mundo interno del paciente,
la dimensión intrasubjetiva, estructurada como un grupo interno, un escenario interior en el que se
reconstruye la trama vincular en la que ese sujeto está inmerso, trama en la que sus necesidades cumplen
su destino de gratificación o frustración.
La determinación recíproca entre interacción grupal y acontecer individual, y la consecuente concepción
de subjetividad está presente en el pensamiento de Pichón Rivière, no sólo en la noción de vínculo o
mundo interno estructurado como grupo interno, sino en la postulación acerca de la enfermedad mental
como emergente de una dinámica vincular, la del grupo familiar, dinámica que en ese momento aparece
generando patología. EL que enferma es el portavoz de ese proceso, y su conducta resultado de la
“intolerancia a un determinado monto de sufrimiento”, remite, como signo, a una modalidad de
interacción grupal, que en ese momento opera como condición de producción de ese comportamiento
patológico.
La interacción: proceso motivado
¿Qué aparece en una situación de interacción? Dos o más sujetos comparten un tiempo y un espacio, hay
entre ellos un juego corporal, de miradas, de ges tos. Se perciben recíprocamente, intercambian mensajes,
utilizando un lenguaje verbal y gestual.
Hablamos aquí de reciprocidad e intercambio. ¿Qué permite inferir su existencia? El hecho de que las
actitudes de ambos actores no aparezcan aisladas, sino por el contrario, resulta posible establecer
relaciones causales entre el comportamiento de un uno y el otro sujeto.
Se da una interacción en tanto se dé una determinación recíproca o interjuego que se efectiviza cuando la
presencia y la respuesta del otro es incluida, anticipada en la actitud de cada sujeto. Inclusión y
anticipación que se configura como expectativa hacia el otro, en un interjuego de orientación mutua. Esto
implica procesos de comunicación a la vez que fenómenos de aprendizaje, en tanto que se da una
modificación interna de cada uno de los actores.
Cuando se da ese interjuego de expectativas recíprocas, en el que cada sujeto aparece como significativo
para el otro, se habla de una acción direccional de un actor hacia el otro. Las manifestaciones de
direccionalidad recíproca de orientación y ajuste mutuo nos revelan la presencia de un proceso
interaccional. La unidad interaccional se caracteriza entonces por ser una integración de tempo,
espacio, sujetos que se perciben mutuamente y cuyas acciones están articuladas por leyes de
causalidad recíprocas.
En consecuencia, la unidad interaccional es un sistema. Es una organización interna, que articula sus
partes, una unidad o coherencia interna que emerge de lo que denominaremos principios organizadores.
Otra forma de acercamiento a la comprensión de este rasgo esencial de los procesos de interacción podría
darse a través de contrastarla con aquellas que constituyen su antítesis. Se trata de situaciones en las que
pese a la presencia simultánea de varios actores en un mismo ámbito espacial no llega a constituirse la
unidad interaccional, por la ausencia de los “principios organizadores de la interacción”. Sartre investiga
estas formas de lo colectivo, a las que denomina SERIE, caracterizándolas como lo opuesto al grupo.
Serie es aquella forma de lo colectivo cuya unidad le es exterior, sus “principios organizadores” son
externos, no intrínsecos. En consecuencia, la serie es inestructurada, carece de coherencia interna. Ej:
supermercado, cine, teatro. No hay reciprocidad en sus acciones. Lo que hace cada sujeto incluido en la
serie no tiene direccionalidad hacia los otros integrantes. Los otros, aun cuando fueran percibidos, no
aparecen como significativos. Esa falta de significatividad resultaría del hecho de que el otro no aparece
comprometido en relación a las necesidades o expectativas de cada sujeto. La finalidad buscada puede
ser la misma, pero no aparece compartida. El compartir tiempo, espacio y eventualmente objetivo, no es
condición suficiente para el establecimiento de una relación vincular. Esta parecería requerir un
fundamento motivacional.
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Ese percibirse recíprocamente, esa direccionalidad que caracteriza a los procesos interaccionales tiene
una causalidad inscripta en cada uno de los sujetos comprometidos en dichos procesos. De allí que
caractericemos a la interacción como un proceso motivado, afirmando que la causalidad del proceso, su
fundamento motivacional, es la necesidad.
Desde la perspectiva individual, podemos ver hasta qué punto las primeras conductas, las primeras
experiencias del sujeto están determinadas desde la necesidad, constituyéndose como modelos primarios
de reconocimiento del otro y de conducta direccional (ej. el pecho materno). El interjuego
necesidad/satisfacción y sus vicisitudes son la condición de posibilidad de la inscripción del objeto en el
mundo interno del sujeto, y en consecuencia de la configuración de ese mundo interno. La necesidad es
la base, el motor de la relación con el otro.
El hecho objetivo, presente desde el comienzo de la historia, que por sus características corporales al
hombre le sea imprescindible relacionarse con otros para satisfacer sus necesidades vitales, implica que
en esa relación con el otro esas necesidades vitales están presentes fundando la relación, otorgándole
sentido.
La acción hacia el otro, en tanto fundada en la necesidad plantea la idea de una relación direccional, que
no surge al azar sino con un objetivo o tarea, que podrá o no ser explícita. La acción hacia el otro, como
búsqueda de objeto para lograr gratificación o evitar la privación, tiene siempre una finalidad. Es por esto
que Pichón Rivière sostiene que no hay un vínculo y en consecuencia grupo sin tarea, ya que en toda
relación se establece un sentido de operatividad logrado o no.
El fracaso de la operatividad vincular implica perturbaciones en el proceso de aprendizaje y
comunicación y nos remite a una patología del vínculo.
Según lo planteado por E. Pichón Rivière el grupo, como red vincular, se estructura sobre la base de una
constelación de necesidades-objetivos-tarea.
Podemos caracterizar al objetivo o proyecto como aquello que, definido desde la necesidad, significaría
su satisfacción; es aquello de lo que se carece y hacia lo que se tiende. La tarea podría ser entendida
como proceso, el conjunto de acciones destinadas al logro del objetivo. La tarea se plantea desde la
necesidad y es la transformación de esa ausencia, esa carencia en aquello que la satisface . Implica
necesariamente, transformación de la realidad externa e interna.
Uno de los principios organizadores del grupo como estructura, es decir como sistema dotado de
coherencia interna es esa constelación de necesidades, objetivos, tarea. Es de ella de donde surge la
unidad interior del sistema interaccional, en tanto en ella se encuentran recíprocamente los integrantes.
Para E. Pichón Rivière el grupo se define como una estructura de acción, de operación. De allí que
para él todo grupo sea operativo.
Esta concepción del grupo como sistema interaccional, fundado en una constelación de necesidades y
objetivos, en una tarea y finalidad tiene consecuencias a nivel metodológico. La técnica, el tipo de
intervención psicológica en el campo grupal que plantea E. Pichón Rivière, se sustenta en esa
concepción de grupo como unidad operacional. La técnica apunta a centrar la interacción en la
tarea, potencializándose así la acción, en tanto se visualicen, aborden y resuelvan los obstáculos
que emergen de la marcha hacia los objetivos grupales.
El objetivo-tarea-finalidad se perfila entonces como un principio organizador de esa estructura
interaccional que es el grupo. ¿Por qué organizar? En la red interaccional cada sujeto ocupa una
posición, íntimamente ligada a su función dentro del sistema, posición y función que generará una
“constelación de expectativas” que implican al sujeto y a los otros integrantes de la red.
La realización de la tarea, es decir el conjunto de operaciones destinadas a satisfacer necesidades y
alcanzar objetivos comunes exige en primer término, que los integrantes del grupo reconozcan esas
necesidades y objetivos como comunes. Es decir, que el otro aparezca intrincado en su propia
necesidad, compartiéndola o desde necesidades complementarias.

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El punto de partido de la productividad grupo es el reconocimiento que sus integrantes hacen de
sus necesidades como sujetos y como grupo, como forma primaria de resolver la contradicción
sujeto-grupo.
Una pregunta: ¿se agota lo esencial de la interacción vincular grupal en ser un proceso motivado,
fundado en necesidades que promueven el reconocimiento del otro? Esto nos lleva a lo que Pichón
Rivière anuncia como otro de los principios organizadores internos de la estructura vincular y
grupa, principio íntimamente ligado con el anterior e instancia constitutiva de toda trama vincular: la
mutua representación interna.
La interacción, proceso eficaz
La constitución del vínculo como estructura de interacción implica un aprendizaje, una
modificación estructural, profunda y no ya periférica de los sujetos comprometidos en ella. Este
aprendizaje o modificación estructural significa un cambio sustancial en el proceso de interacción, una
transformación cualitativa del mismo, a la vez que es efecto del interjuego entre sujetos.
La transformación cualitativa del proceso interaccionar está dada por la internalización del vínculo. Esa
relación hasta aquí actuada dominantemente en el mundo externo, preponderantemente unidimensional,
se inscribe, con otra calidad, en la interioridad del sujeto, se aloja en su mundo interno. Adquiere una
dimensión intrasujeto. Y esta inscripción se da en el mundo interno de cada uno de los protagonistas de
la relación, en un proceso de internalización recíproca. El proceso ha seguido un itinerario que va de la
necesidad a la acción y a la percepción recíproca, que permite hablar de un primer nivel de interacción.
Al persistir el juego comunicacional, el interactuar, se instituye el vínculo, al reconstruir cada sujeto,
cada actor, en su mundo interno, la trama relacional de la que participa. Cada uno de los sujetos queda
habitado por los personajes, por las figuras y las relaciones que estructuran esa trama.
Cuando se plantea que la interacción es no sólo un proceso motivado, y en consecuencia direccional y
con sentido, sino que es también un proceso eficaz, hacemos referencia a este fenómeno de
internalización en el que se configura el mundo interno de cada sujeto, como reconstrucción fantaseada
de la red vincular en la que cada sujeto emerge y en la que resuelve la contradicción interna entre la
necesidad y la satisfacción. Es a partir de esa eficacia de la interacción, de esa capacidad de transformar
estructuralmente al sujeto que caracterizamos al proceso interaccional como dialéctica entre sujetos.
En esa internalización recíproca, o inscripción intrasujeto de la trama interaccional a la que Pichón
Rivière denomina mutua representación interna, se constituye el vínculo como tal, de la misma manera
que se constituye, a partir del mismo principio organizador, esa trama o red vincular más compleja que es
el grupo. El vínculo, relación interpersonal elemental, y el grupo como trama vincular, se
constituyen desde las necesidades de los sujetos y a partir de su mutua representación interna.
No necesariamente todo nexo o relación interpersonal significa vínculo. Parecería que intenta rescatar la
especificidad de una relación a la que Pichón Rivière entiende como “una estructura dialéctica, en la que
se da un reconocimiento de si y del otro, en un proceso en espiral”. En el vínculo cada sujeto reconoce
al otro como diferenciado de sí, a la vez que relacionado con él. Ambos se reconocen como
diferenciados y articulados en un interjuego progresivo de comunicación y aprendizaje,
cumpliéndose una realimentación recíproca entre esos procesos, ya que es la comunicación la que
permite el reconocimiento del otro, su incorporación, pero el aprendizaje logrado a partir del
intercambio entre emisor y receptor permite un ajuste cada vez mayor del juego comunicacional.
Podemos decir que a partir de la mutua representación interna, se configura un “lugar” del grupo, que no
es sólo su ámbito espacial, sino la estructura representacional que se apoyó en todos y cada uno de los
miembros del mismo.
Es en este proceso de mutua representación interna, internalización recíproca o totalización, que
emerge el “nosotros”, la vivencia de la unidad vincular o grupal.
Esta vivencia se transforma en pertenencia, a la que Pichón Rivière caracteriza como “el sentimiento
de integrar un grupo, el identificare con los acontecimientos y vicisitudes de ese grupo. Por la
pertenencia los integrantes de un grupo se visualizan como tales, sienten a los demás miembros incluidos

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en su mundo interno, los internalizan. Por esa pertenencia “cuenta con ellos”, y puede planificar la tarea
grupal incluyéndolos. La pertenencia permite establecer la identidad del grupo y establecer la propia
identidad como integrante de ese grupo. El sujeto que se ve así como integrante de ese grupo. El sujeto
que se ven a sí mismo como miembro de un grupo, como perteneciente, adquiere una identidad,
una referencia básica, que le permite ubicarse situacionalmente y elaborar estrategias para el
cambio.
“Hemos subrayado en esta definición que un grupo es un conjunto de personas articuladas por su mutua
representación interna. La tarea, sentido del grupo y mutua representación interna hecha en relación a la
tarea constituyen al grupo como grupo. La tarea es la marcha del grupo hacia su objetivo, es un hacerse y
un hacer dialéctico hacia una finalidad, es una praxis y una trayectoria”.
Suaya D. (2013) “Historia Vital de Trabajo, dispositivo psicosocial de intervención clínica:
construcción y aplicaciones” [TP 8]
Punto de partida para conocer qué es lo qué liga al sujeto con el trabajo y para la creación del dispositivo
HVT: saber cuál había sido el trabajo que realizaron los internos del Hospital Borda anterior a la
internación. Por lo tanto, inicio una indagación de la historia de la trayectoria laboral de los internos que
se encontraban en el servicio de Crónicos.
Significantes que configuraron los ejes del HVT que es un dispositivo psicosocial de intervención
clínica:
1) Historia: es una construcción, una narración que implica a quien convoca y a todos los que
escuchan.
2) Memoria: no se trata de la díada recuerdo-olvido. Es una memoria sin olvido. Ejemplo: el
paciente B que no se acordaba en cuanto recuerdo pero relataba que nunca se había olvidado de
su trabajo, su ser marqueterista y sus obras.
3) Trabajo: significante que no puede estar confundido con la noción de empleo.
Adquiere significación de "Experiencia de la potencia" (Agamben): el "yo puedo" más allá de toda
facultad y de saber hacer, pone al sujeto frente a esta experiencia exigente e ineludible con que le es dado
medirse. Cuando el sujeto pierde el trabajo, el dolor de esa pérdida, se produce porque afecta sentirse
participe de una cultura en la que el trabajo es función de esa potencia.
 Podemos relacionar trabajo con arte: trabajar es obrar, lo que crea el trabajo es obra y no
mercancía.
 El trabajo es un patrimonio del ser humano, es potencia creadora que inscribe al sujeto en el
mundo, lo enlaza a la historia.
 El trabajo nombra.
Además, podemos mencionar también, la escena significativa: la huella mnémica hace hablar esta
escena.
El dispositivo se construyó con la colaboración de muchos trabajadores:
 Choferes de transporte de pasajeros
 Trabajadoras de la educación con licencia psiquiátrica.
 Jóvenes que demandaban orientación vocacional.
Esto propicia un espacio de intervención del psicólogo con un instrumento que posibilita dar cuenta de lo
que se hace y porqué se hace. Dicha intervención es una intervención crítica: con respecto a la manera en
que nos situamos frente a la demanda, ya que el sujeto que demanda es protagonista y el profesional que
escucha esa demanda puntúa un recorrido que concluye en un informe escrito que se entrega al asistente
en el encuentro de cierre.
El informe escrito no es una devolución: se utiliza como diálogo interactivo del coordinador con el
participante de forma escrita. Esto hace que la experiencia de la aplicación del HVT se deba construir
como historia, por eso se dirige al participante construyendo la dinámica del proceso como relato
histórico, señala:
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 Momento inicial
 Rasgos singulares del sujeto en el grupo (su imagen social)
 Movimientos desplegados, giros, inflexión, detención y hallazgos del proceso.
Estrategia de aplicación del dispositivo:
Pasos
1. Motivo de la demanda y expectativas.
2. Narrativa de la trayectoria laboral: no un relato como recuerdo, sino que pueda hacer hablar la
memoria.
En este relato se debe encontrar la "experiencia de satisfacción inolvidable": ¿qué es aquello de lo que
podés decir 'de esto no me olvido más'? Es inolvidable porque en ella el sujeto atravesó alguna prueba de
la que salió exitoso y en el momento que lo piensa se conmueve, cambia el ritmo de su decir (la escena
significativa).
En la dinámica de aplicación interesa:
 la definición de trabajo
 la definición de memoria
 la definición de escena significativa
En el proceso grupal se produce:
 elaboración y apropiación de habilidades, capacidades y destrezas
 nominación del ser del sujeto deseante: proceso de subjetivación que inscribe al trabajador en el
mundo de la cultura de su época. Este proceso construye el lazo libidinal que una el sujeto al
trabajo produce un sujeto de un saber socialmente productivo.
Categorías Analíticas
 memoria histórica
 sujeto de una saber socialmente productivo
 trabajo creador
 sentimiento de orgullo
Lo que une al sujeto con el trabajo es: el orgullo de ser sujeto socialmente productivo.
Dejours Ch. (1998) “De la psicopatología a la psicodinámica del trabajo” [TP 7]
Una mirada retrospectiva sobre la psicopatología del trabajo
De las primeras investigaciones de psicopatología del trabajo se extraía un conflicto central, que vale
tanto para las investigaciones empíricas como para las interpretaciones y las construcciones teóricas a
saber, el conflicto entre la organización de trabajo y el funcionamiento psíquico.
Ningún argumento ha cuestionado este núcleo de la clínica del trabajo que llevaba a definir a la
psicopatología del trabajo como “el análisis del sufrimiento psíquico resultante de la confrontación de los
hombres con la organización del trabajo”. Otra definición parecería hoy más apropiada: “análisis
psicodinámico de los procesos intersubjetivos movilizados por las situaciones de trabajo.
La psicopatología del trabajo es el nombre de una disciplina que fue inaugurada en los años 1950-1960.
Las monografías clínicas publicadas se referían a un modelo causalista: se postulaba que las restricciones
de trabajo podían provocar afecciones psicopatológicas. La investigación etiológica sobre la causa y los
mecanismos veía antes que nada al trabajo como una desgracia socialmente generada, deletérea para la
salud mental de los trabajadores. La investigación clínica estaba polarizada por la preocupación de
identificar síndromes o enfermedades mentales caracterizadas.
Mis propios trabajos en el ’70, se inscribieron en esta tradición y aprovecharon esta herencia. En la
comprensión que tenía de la relación psíquica de los hombres en el trabajo, la organización del trabajo -

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concepto clave- se consideraba como un dato preexistente al encuentro entre el hombre y el trabajo, un
conjunto de restricciones masivas, monolíticas, inquebrantables, con la pesadez y la rigidez de la materia
mineral. Esta visión cambió fuertemente.
Con respecto a esta organización del trabajo, dada como un hecho físico, proponíamos un análisis que se
apartaba del modelo psicopatológico causalista: los hombres sufrían, pero podían ejercer su libertad en la
construcción de estrategias defensivas individuales (por ejemplo, la represión pulsional en las tareas
repetitivas) o estrategias defensivas colectivas (por ejemplo, las defensas colectivas de los trabajadores
en la construcción).
En esta primera fase del desarrollo de la psicopatología del trabajo renuncie a focalizar la investigación
en las enfermedades mentales, para desplazarla al sufrimiento y las defensas contra el sufrimiento, es
decir, dirigiendo la mirada más allá de la enfermedad mental descompensada.
Haciendo esto, había operado, un cambio teórico que hoy aparece como el fundamento mismo de la
naciente disciplina. Observaba entonces las estrategias defensivas, y al mismo tiempo la “normalidad”
surge como enigma central de investigación. Normalidad que se da de entrada como un equilibrio
inestable entre sufrimiento y defensas contra el sufrimiento. Normalidad que se da también como
resultado de estrategias, por lo tanto, no como resultante mecánica de una suma de acciones y de
reacciones, de estímulos o respuestas, sino como profundamente intencional.
Hacer del campo de la normalidad un enigma abierto a la libertad de la voluntad de los agentes, es
romper con los modelos surgidos del behaviorismo, del pavlovismo y del stress. Es también y, sobre
todo, concebir la normalidad como producto de una dinámica humana en la que las relaciones
intersubjetivas ocupan la posición central. Finalmente, también es plantear una racionalidad subjetiva de
las conductas y las acciones de los trabajadores.
Al operar este paso de la patología a la normalidad, me veo llevado a proponer una nueva apelación para
designar estas investigaciones: “psicodinámica del trabajo”.
Al darse la normalidad por objeto, la psicodinámica del trabajo abre perspectivas más amplias que ya
no conciernen únicamente al sufrimiento, sino también al placer en el trabajo; ya no solamente al
hombre, sino al trabajo; ya no solamente a la organización del trabajo, sino a las situaciones de trabajo en
detalle de su dinámica interna.
La psicopatología del trabajo es, antes que nada, una disciplina analítica, es decir, productora de
inteligibilidad sobre las conductas humanas en las situaciones de trabajo, capaz de hacer aparecer la
racionalidad de los comportamientos aun cuando parezcan absurdos, ilógicos o paradójicos. También
tiene como objetivo dilucidar el significado de las conductas humanas. No pretende entonces proponer
acciones, remita a la cuestión de la acción a los propios trabajadores.
Doce años más tarde, la situación ha evolucionado. La psicopatología del trabajo se ha convertido en una
práctica, es decir, una modalidad de intervención en la organización del trabajo sometida a reglas
metodológicas y deontológicas estrictas, que tienen que ver con la razón práctica. La psicodinámica del
trabajo es primero una praxis. No es solamente una modalidad de intervención en el campo, sino que
siguió siendo una disciplina productora de conocimientos.
Este desarrollo de la psicopatología del trabajo hacia la psicodinámica del trabajo está fundado en un
“descubrimiento” esencial, el de un reconocimiento de la realidad de las situaciones concretas, a saber,
que la relación entre la organización del trabajo y el hombre no es un bloque rígido sino perpetuamente
en movimiento. La estabilidad aparente de esta relación se basa en un equilibrio abierto a la evolución y
a las transformaciones, es decir, un equilibrio dinámico.
Una nueva mirada sobre la organización del trabajo
La psicopatología del trabajo de los años ’70 se desarrolló desde el comienzo en un doble diálogo con las
ciencias de la salud vía el psicoanálisis y con las ciencias del trabajo vía la ergonomía. La ergonomía
publicaba en ese entonces un descubrimiento fundamental: la existencia de un desfase irreductible entre
tarea prescrita y actividad real de trabajo.

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El análisis psicodinámico de las situaciones de trabajo, a su vez, apunta a una dimensión específica del
desfase entre lo prescrito y lo real. La organización real de trabajo no es la organización prescrita. Nunca
lo es: es imposible prever todo y dominarlo todo. Pero la brecha o bien es tolerada y ofrece márgenes de
libertad creadores, o bien se la persigue, y los asalariados temen ser atrapados en falta.
Después de numerosas investigaciones en el terreno, resulta que más allá de la contradicción entre la
organización del trabajo prescrita y la organización del trabajo real, la misma organización del trabajo
prescrita está plagada de contradicciones. En efecto, cada incidente o accidente lleva a la elaboración de
una nueva consigna o reglamentarias. Que se agrega a la suma de las precedentes. De tal manera que, con
el tiempo, leyes, reglamentaciones, reglamentos, consignas, cada vez más difíciles de conciliar. Hasta el
punto de que es imposible trabajar si se quieren respetar todas las consignas. Supuestamente
organizadoras del trabajo, las prescripciones de la organización del trabajo llevan a veces a
desorganizarlo.
La elaboración de la organización real del trabajo implica entonces apartarse de la tarea de las
prescripciones y pasa por interpretación.
La organización real del trabajo aparece finalmente como compromiso. En la medida en que
necesariamente hay un pasaje por un trabajo de interpretación, hay también, multiplicidad de
interpretaciones posibles y, por lo tanto, conflicto de interpretaciones entre los agentes. La organización
real del trabajo es un producto de las relaciones sociales.
La psicodinámica del trabajo se interesa, por su parte, en los procesos intersubjetivos que hacen posible
la gestión social de las interpretaciones del trabajo de los sujetos (creadoras de actividades, de “saber
hacer” y de modos operatorios nuevos).
Una nueva definición del trabajo
Este enfoque, notablemente modificado, de la organización del trabajo lleva a la psicodinámica del
trabajo a identificar dimensiones generalmente subestimadas del trabajo y a proponer para el mismo una
nueva definición: “El trabajo es la actividad desplegada por los hombres y mujeres para enfrentar
lo que no está dado por la organización prescrita del trabajo”.
Lo maquinal y lo humano en el trabajo
Esta definición insiste en el hecho de que el trabajo no puede reducirse a las relaciones sociales que lo
encuadran, ni a las de poder. Lo prescripto nunca es suficiente. Cuando solo hay prescripción, puede
deshumanizarse, automatizarse y unirse al orden maquinal. Ciertas actividades de manipulación fueron
reemplazadas por máquinas. La robotización desplaza a los hombres en el campo del trabajo. Pero cada
nueva automatización hacer surgir nuevas dificultades, no previsibles y no estandarizadas, que exigen la
elaboración de nuevos “saber hacer”. La automatización genera inevitablemente nuevos desafíos de
actividad. En otras palabras, la nueva mirada sobre la organización del trabajo lleva a refutar la división
tradicional entre trabajo de concepción y trabajo de ejecución.
Creatividad y trabajo
El trabajo es siempre creación de novedad, de inédito. Ajustar la organización prescrita del trabajo exige
la puesta en juego de iniciativa, invención, creatividad y formas de inteligencia específicas cercanas a
aquello que el sentido común llama ingenio.
Coordinación y trabajo
Sobre todo, los hallazgos, los trucos, las innovaciones surgidas de las interpretaciones de la organización
prescrita y de las experimentaciones o experiencias singulares del trabajo deben coordinarse, si no, se
corre el riesgo de la incoherencia y las incomprensiones entre agentes. Más allá de la coordinación se
plantea el problema, quizás el más importante de todos, de la cooperación.
Cooperación y trabajo
La cooperación, ya no se trata únicamente como la coordinación que trata de garantizar las condiciones
lógicas y cognitivas de una articulación exitosa de las actividades singulares, sino que se trata de la
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voluntad de las personas para trabajar juntas y superar colectivamente las contradicciones que nacen por
la esencia de la organización del trabajo.
Sin cooperación, la situación es equivalente a lo que se observa en un paro de interés: dicho de otra
manera, corresponde a una detención de la producción.
La cooperación solo se vuelve efectiva si ellos tienen el deseo de cooperar.
Confianza y trabajo
En efecto, la cooperación exige, en primer lugar, relaciones de confianza entre los sujetos. A menudo
falta la confianza, y cuando existe, es frágil. La confianza es una dimensión irreductible del trabajo, de la
calidad, de la seguridad, puede parecer un sueño utópico. Sin embargo, nuestras investigaciones
muestran que no se puede jugar con la confianza. Sin confianza, hay que enfrentar la desconfianza y la
sospecha, dificultad por lo menos tan grande como la que se encuentra cuando se quieren construir
relaciones de confianza en el trabajo. La confianza tiene que ver principalmente con la construcción de
acuerdos, normas y reglas que encuentran la manera de ejecutar el trabajo.
Movilización subjetiva y trabajo
La movilización subjetiva frente al desafío de la organización del trabajo supone: esfuerzo de
inteligencia; esfuerzos de elaboración para contribuir opiniones sobre la mejor manera de arbitrar las
contradicciones y resolver las dificultades de la organización del trabajo; esfuerzos para involucrarse en
el debate de opiniones necesario para la deliberación que debe preceder o acompañar las elecciones o
decisiones sobre la organización de trabajo.
La movilización subjetiva resulta muy poderosa en la mayoría de los sujetos saludables. Pero esta
movilización subjetiva, por “espontánea” que sea, no deja de ser extremadamente frágil. Depende de la
dinámica entre contribución y retribución. En contrapartida a la contribución que aporta a la organización
del trabajo, el sujeto espera una retribución.
Reconocimiento y trabajo
El análisis psicodinámico sugiere que la retribución esperada por el sujeto es fundamentalmente de
naturaleza simbólica: se trata de reconocimiento. Reconocimiento en sus dos dimensiones:
1. Reconocimiento en el sentido de constatación, es decir, reconocimiento de la realidad constituida
por la contribución del sujeto a la organización del trabajo. Este choca con grandes resistencias
por parte de las jerarquías, porque implica el reconocimiento de la imperfección de la ciencia y la
técnica, de las fallas de la organización del trabajo prescrita y del indispensable recurso a las
contribuciones de los trabajadores para hacer funcionar el proceso de trabajo.
2. Reconocimiento en el sentido de gratitud, por el aporte de los trabajadores a la organización del
trabajo.
El reconocimiento para por la construcción rigurosa de juicios, éstos se refieren al trabajo realizado.
Juicios emitidos tanto por sus superiores como por sus pares. Es posible distinguir distintos tipos de
juicios que componen el reconocimiento: juicio de utilidad, proferido por los demás en la línea vertical
(superiores jerárquicos y subordinados); y el juicio de belleza, proferido en la línea horizontal (pares,
colegas, miembros del equipo o comunidad de pertenencia). Los juicios tienen en común que se refieren
al trabajo, al hacer, no a la persona. Pero en respuesta, el reconocimiento de la calidad del trabajo
realizado, puede inscribirse, a nivel de la personalidad, en término de ganancia del registro de la
identidad. La secuencia ontológica es aquí fundamental: reconocimiento del hacer en primer lugar,
gratificación identitaria después.
La retribución simbólica acordada por el reconocimiento procede de la producción de sentido que
confiere a lo vivido en el trabajo. El sentido al que da acceso el reconocimiento es el sentido del
sufrimiento del trabajo, que como vimos, es originario y constitucional en toda situación de trabajo en
tanto confrontación con las restricciones sistémicas y técnicas.
La construcción del sentido del trabajo por el reconocimiento, al gratificar al sujeto con respecto a sus
expectativas sobre la realización de sí mismo puede transformar el sufrimiento en placer.
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Referirse a la identidad es tocar el núcleo de la salud mental. Toda descompensación psicopatológica
supone la vacilación o una crisis de identidad. Así, la dinámica del reconocimiento de las contribuciones
a la organización del trabajo involucra la problemática de la salud mental.
El reconocimiento implica el juicio de los pares, que solo es posible si funciona un colectivo o una
comunidad de pares. De tal modo que el colectivo aparece al fin de cuentas como el eslabón fundamental
y el punto sensible de la dinámica intersubjetiva en el trabajo.
La dinámica del reconocimiento en las situaciones de trabajo sugiere que la cooperación es indisociable
de la economía de la identidad y de la salud mental en el trabajo. La movilización subjetiva necesaria
para la gestión corriente de la organización del trabajo no puede prescribirse, ya que genera
espontáneamente mediante las expectativas respecto de la realización del mismo.
Si la dinámica del reconocimiento se paraliza, el sufrimiento ya no puede transformarse en placer, no
puede encontrar sentido. Entre sufrimiento y enfermedad pueden intercalarse las estrategias defensivas
que han sido relevadas comienzos de la psicopatología del trabajo. Así, la psicodinámica del trabajo
completa el análisis dinámico del sufrimiento y de las estrategias defensivas por el análisis dinámico del
sufrimiento y de su transformación en placer por el reconocimiento. El trabajo está ligado al sufrimiento
y al reconocimiento. Si el reconocimiento falta, los sujetos se involucran en estrategias defensivas para
evitar la enfermedad mental, con consecuencias serias para la organización del trabajo que se arriesga
entonces a la parálisis.
Podemos agregar ahora que el trabajo no se despliega sólo en el mundo objetivo y en el mundo social,
sino también en el mundo subjetivo (el del reconocimiento).
La metodología y la acción
El método de investigación en psicodinámica del trabajo es, en nuestra opinión, completamente original.
1. La primera particularidad es que no recurre ni a cuestionarios ni a las entrevistas. Pasa en primer
lugar por la implicación de los trabajadores, constituidos en colectivos, en la investigación. Los
trabajadores intervienen siempre en colectivos, colectivos de investigación, es decir, en número
restringido, conservando por otra parte lazos funcionales con el colectivo más amplio constituido
actualmente por el equipo de investigación de nuestro laboratorio.
2. La segunda particularidad resulta de la originalidad de los hechos a construir científicamente. No
es un modo banal de observación o recolección de datos. Es un trabajo específico, basado en la
discusión contradictoria entre trabajadores.
3. Recurrir a la palabra. Es el único acceso a la realidad que no se ha dado todavía. La palabra
funciona como medio para hacer inteligible lo que aún no es consciente, es un medio poderoso
para pensar la experiencia vivida subjetivamente. Esta propiedad del lenguaje se debe a que
hablarle a alguien es un medio muy poderoso para pensar; para penar la experiencia vivía
subjetivamente. Hay que precisar dos puntos capitales: La autenticidad de la palabra y la
explicación de las condiciones intersubjetivas propicias para la construcción de hechos clínicos y
la elaboración de lo vivido subjetivamente:
 La autenticidad de la palabra: el sufrimiento, como vimos, no es accesible directamente y
su expresión choca por medio del lenguaje con la barrera de protección de las estrategias
defensivas. Pero hay un segundo obstáculo que también hay que tener en cuenta: la
expresión de la verdad de lo vivido puede entrar en competencia con los intereses
estratégicos de los sujetos. Pueden tener, independientemente de las estrategias defensivas,
buenas razones para no decir la verdad. La cuestión planteada entonces es la veracidad o
autenticidad de la palabra dirigida a los investigadores.
 Demanda: la demanda exige un riguroso trabajo de elaboración. Es lo que se llama el
“trabajo de la demanda”.
 La escucha: la segunda cuestión a contemplar concierne a la explicitación de las
condiciones intersubjetivas propicias para la elaboración de lo vivido y subjetivamente en el
trabajo. Para que los “actos de lenguaje” proferidos por los sujetos produzcan su poder
perlaborativo con respecto a lo vivido, no basta con escuchar. Esto depende de la naturaleza
de la escucha. La escucha sólo produce efecto si es una escucha arriesgada, de la misma

93
manera que la toma de la palabra es una decisión arriesgada. Escuchar y entender abre la
puerta a un primer riesgo, porque escuchar el sufrimiento de los demás es conmovedor y
desestabilizante para el funcionamiento psíquico de los investigadores. El segundo riesgo
para los investigadores concierne a su relación con el saber científico establecido. Una
investigación no funciona más que si cada vez la teoría se somete a la prueba de la realidad,
a riesgo de perder su legitimidad o su interés para los investigadores debido a una
confrontación con situaciones vividas incompatibles con su corpus teórico. Con respecto al
tercer riesgo, los investigadores se comprometen con los trabajadores que participan en la
investigación, porque plantear como principio metodológico la necesidad de apoyar la
investigación en una demanda, implica tomar posición frente a esta demanda.
Las tres dimensiones (y eventualmente la cuarta) de la “escucha arriesgada” son
indisociables de la metodología de la psicodinámica del trabajo. Es por eso que nos vimos
llevados a definir, el análisis psicodinámico de las situaciones de trabajo como una práctica
de intervención en primer lugar, y no solamente como ciencia básica, productora de
conocimientos. Es también la razón por la que la metodología de la investigación en
psicodinámica del trabajo se inscribe en el modelo de la “investigación-acción”. En la
psicodinámica del trabajo, los cambio en cuestión no son únicamente efectos colaterales de
la investigación científica, registrados en la memoria con fines de evaluación y validación.
En psicodinámica del trabajo, los cambios suscitados eventualmente por la investigación
implican el compromiso de la responsabilidad del colectivo de investigadores hasta en la
misma acción, porque se trata de sufrimiento.
 El pensamiento y la acción: El acceso a la inteligibilidad de los vivido por los trabajadores
propulsa a los investigadores a la misma acción, lo quieran o no. La per-elaboración
colectiva de lo vivido en el trabajo, gracias a la investigación, transforma la relación
subjetiva de los trabajadores con su situación de trabajo. La práctica de las investigaciones
en psicodinámica del trabajo sugiere que el lugar teórico de la acción está en el propio
trabajo del pensamiento, y que no es legítimo mantener aquí la distinción filosófica entre
pensamiento y acción.
De la intersubjetividad a la prueba de objetación
El trabajo del análisis en psicodinámica no lleva a la observación o a la puesta en evidencia de hechos
preexistentes a la investigación. La investigación revela una realidad por el mismo proceso de
interpretación de la palabra. La psicodinámica del trabajo es una disciplina que recurre a la técnica de
interpretación, según las modalidades metodológicas.
La acción exige un relato para aparecer. El mismo relato puede tomar forma en un texto. La
investigación en psicodinámica del trabajo termina con la redacción de un informe de investigación
elaborado colectivamente en la interacción entre los trabajadores y los investigadores, texto que fija en
una cierta forma las interpretaciones formuladas sobre la relación subjetiva con la organización del
trabajo.
Desde el punto de vista teórico entonces, el dispositivo metodológico de la psicodinámica del trabajo
funciona como una lente de aumento para hacer visible y eventualmente relanzar la dinámica que la
gestión común de la organización del trabajo implica. El lenguaje puede servir como medio de
objetivación de lo vivido subjetivamente en la situación de trabajo estudiada.
El concepto de psicodinámica
Análisis psicodinámico es una expresión que pertenece la teoría psicoanalítica. Designa el estudio de los
movimientos psico-afectivos generador por la evolución de los conflictos intersubjetivos e
intersubjetivos. El análisis psicodinámico se despliega a nivel concreto y se refiere efectivamente al
drama vivido, su contenido y su sentido para el que lo vive.
La clínica de trabajo dibuja los lineamientos de una racionalidad subjetiva de la acción, cuyo análisis
supone que los vínculos entre tres términos se mantengan rigurosa y simultáneamente juntos:
sufrimiento- trabajo- reconocimiento (triangulo de la psicodinámica del trabajo). En efecto, la clínica de
trabajo nos enseña que es imposible comprender las cuestiones relativas a la emergencia de la patología

94
mental en el trabajo, limitando la investigación etiológica a la historia singular del sujeto y a su
interioridad privada (intrasubjetividad). Los fenómenos psicopatológicos tampoco son inteligibles si solo
se hace referencia las relaciones entre sujetos (intersubjetividad), se trate de relaciones jerárquicas o de
relaciones entre colegas. Los conflictos, el sufrimiento y el placer que emergen en situación de trabajo
deben su dinámica también a la organización del trabajo y a las dificultades; inclusive a los conflictos
que ocasiona a los sujetos entre ellos, el interior de los equipos, y a los sujetos individualmente, por las
tensiones que hacer surgir entre restricción de la situación de trabajo y restricción de las relaciones en la
esfera privada. La lucha contra la locura, que es uno de los intereses primordiales de la psicodinámica del
trabajo, así como del psicoanálisis, pasa a la vez por una confrontación del sujeto con lo real y por el
reconocimiento de su acción por parte de los demás.
Conclusión: El trabajo y el amor
La psicodinámica del trabajo amplía el campo inicial de la psicopatología del trabajo. La investigación
de la patología siempre tiene que ver con su campo, pero se reubica en la problemática más vasta, en la
que se proponen conceptos utilizables para dar cuenta tanto del sufrimiento como del placer, de la locura
como de la normalidad.
El sentido común dice que el trabajo ocupa materialmente una parte importante de la vida (8 horas por
día). Esta evaluación está por debajo de la realidad. La relación subjetiva con el trabajo hace crecer sus
tentáculos mucho más allá del espacio del trabajo. Los análisis de psicodinámica del trabajo son
elocuentes, a este respecto. La separación entre trabajo y lo que está fuera del trabajo no tiene
significado. Separación estrictamente espacial se contradice radicalmente en cuanto se hace referencia a
la dinámica de los procesos psíquicos y sociales. El funcionamiento psíquico no es divisible. El hombre
comprometido en estrategias defensivas para luchar contra el sufrimiento en el trabajo no abandona su
funcionamiento psíquico en el vestuario. Por el contrario, lleva sus restricciones mentales con él y
necesita de la cooperación de su prójimo para mantener sus defensas en estado de funcionar para el
momento de retorno al trabajo.

95
Unidad 4: Salud y Trabajo
Enfoques sobre salud enfermedad. Construcción social del proceso salud enfermedad. Psicopatología y
Psicodinámica del trabajo. Trabajo prescripto y trabajo real. Ergonomía. Riesgos psicosociales. Estrés y
carga de trabajo. Desgaste mental. Mecanismos de afrontamiento. Trastornos en la salud mental.
Testa M. (2004) “Ciencias sociales y salud en Argentina” [TP 11]
El presente capítulo pretende desarrollar las vinculaciones existentes entre ciencias sociales y salud en
Argentina, a partir de la descripción, por un lado, los intentos de la medicina de incorporar a las ciencias
sociales como herramienta analítica para su quehacer fundamental que es el curar enfermos; y por otro,
las aproximaciones realizadas desde las ciencias sociales para entender el proceso de salud enfermedad.
Además, realiza un recorrido histórico del país, resaltando el contexto económico, político y social de
cada época, y los desarrollos de las ciencias sociales en su aplicación a salud, que fueron facilitados por
los mismos.
1. Introducción
El estudio del aporte realizado por las ciencias sociales en Argentina a la interpretación de la salud
requiere algunos presupuestos metodológicos.
El primer presupuesto metodológico será intentar una descripción de las diversas formas de
incorporación de las ciencias sociales al análisis de los problemas de salud. El segundo consistirá en
derivar de la descripción inicial los elementos que permitan una interpretación de los mismos.
El acuerdo preliminar acerca de las ciencias sociales se basa en entender como tales las que se dedican al
estudio de las relaciones entre personas, en cualquiera de los niveles posibles de estas relaciones:
individuales, colectivas, históricas, actuales.
La descripción requiere además una periodización que permita identificar adecuados referentes históricos
para las sucesivas fases por las que atravesó la incorporación de las ciencias sociales en la problemática
de salud. Las ciencias sociales nunca tuvieron una importancia notoria en la consideración de los
problemas de salud.
1.1 Salud y medicina
La salud en Argentina siempre ha sido un problema médico, siguiendo las tendencias internacionales.
Una de las razones para que las ciencias sociales nunca se ocuparan significativamente del problema
salud, se debió a que siempre existió un nivel de salud considerado como bueno para conjunto de la
población, en base a dos hechos fundamentales: uno de los mejores niveles nutricionales del mundo y un
nivel de empleo que mantuvo ocupada a toda la población durante largos períodos del siglo actual.
Sin embargo, esta preocupación por la relación entre salud y la sociedad adquirió una forma histórica, en
el sentido de una búsqueda de los antecedentes historicista de las políticas de salud desarrolladas en
nuestros países. Así es que desde el siglo pasado podemos encontrar diversas manifestaciones de esa
preocupación. Esta preocupación tiene también una cristalización en el terreno académico, a través de la
incorporación de una asignatura en los estudios de medicina. La historia de la medicina pasa a formar
parte del curriculum de la carrera médica.
La preocupación histórica domina la relación entre ciencias sociales y salud durante todo el siglo XIX en
nuestro país. Esta preocupación surge básicamente en médicos y no en historiadores. Este fenómeno de
origen médico de la preocupación social se verá repetido en todas las otras disciplinas sociales hasta bien
avanzados el siglo XX.
Es posible que la segunda disciplina a la que recurren los médicos en su intento de tener una visión
distinta de la salud sea la antropología. La consideración de la enfermedad como una subcultura debe
haberse visto facilitada en la medida de la existencia de enfermedades crónicas para las cuales el único
tratamiento concebible era el aislamiento, no solo por sus características epidemiológicas intrínsecas sino
por el temor que despertaban en el resto de la sociedad. De manera que el enfoque antropológico se

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justificaba desde el doble punto de vista de la subcultura de los enfermos crónicos y la subcultura de los
sanos.
Un tercer paso de avance ocurre cuando el país se inserta definitivamente en el circuito del creciente
mercado internacional. Este proceso se consolida a partir de la primera guerra mundial cuando Argentina
asume su papel de proveedor de alimentos a los países industrializados. Ello supone la incorporación de
una reflexión que no corresponde al enfoque habitual de la medicina, sino a ciencias que responden al
comportamiento de las personas o a lo que hoy llamaríamos la ecología.
1.2 Saber y práctica
La falta de conceptualización obedece a la disociación que se verifica entre la reflexión y la práctica. La
reflexión se realiza, pero no corresponde al panorama nacional sino que ocurre en el país que se perfila
como el ordenador lo de que sucede en los países bajo su dominio. La práctica de salud en los países
periféricos es pensada en los países centrales. En el caso de la salud, el saneamiento del territorio era una
necesidad para la explotación de sus recursos naturales así como la higiene era un requisito para que los
productos exportados llegaran a los centros sin contaminaciones indeseables.
Los problemas propios no eran pensados por nadie ni resueltos por ninguna práctica. El pensamiento
nacional estaba dedicado a una historia de lo ocurrido en el país.
A partir de la crisis del 30 se abren nuevas posibilidades que van a tener consecuencias importantes sobre
el pensamiento argentino acerca de la salud: las dos disciplinas de mayor impacto son la administración
sanitaria en sus distintas versiones (de hospitales, de programas, recursos humanos, etc.) y la psicología,
sobre todo en su versión psicoanalítica. La administración sanitaria se hace como una práctica que no
refleja un pensamiento nacional sino que es impuesta desde los países centrales por su propia
conveniencia, y desencadena un proceso que va a conducir necesariamente a esa reflexión a partir de la
década del 60, como consecuencia de un sordo conflicto que se genera entre los médicos en cuanto
administradores legos de las instituciones asistenciales y los grupos que surgen como emergentes del
proceso mencionado: los administradores profesionales de salud. El conflicto tiene expresión en el
terreno específicamente administrativo. Sin embargo, en esa expresión conflictiva ya se encuentra
necesariamente implícita una discusión conceptual acerca del proceso mismo de la salud y la
enfermedad; ese proceso ya no puede quedar encerrado en la estrecha delimitación biológica o médica,
ya se ha transformado en un problema administrativo, es decir, económico, abriendo camino para una
transformación más amplia como problema social. La psicología, en cambio, siempre fue considerada
una disciplina relacionada con la salud, pero una disciplina menor, que podía servir como un auxiliar de
la medicina. Esta concepción de la psicología como auxiliar permitió su incorporación como disciplina
de salud y hasta su integración parcial en la medicina, en el espacio creado bajo la noción de
enfermedades psicosomáticas.
Esta denominación apunta a una forma de incorporación que mantiene diferenciado sus componentes,
por eso es parcial, en cuanto reconoce la existencia de un cuerpo (soma) y una mente (psiquis) con
capacidad de generar procesos patológicos, aunque otra interpretación es que en algunos casos de
enfermedades somáticas se reconoce la intervención de la psiquis. Lo que en ningún caso aparece claro,
es que cuerpo y mente son una sola y única cuestión, indiferenciable en cualquier proceso patológico.
El refuerzo del enfoque médico a partir de la psicología se hizo a través de las versiones referidas a la
conducta de esa disciplina, en sus vertientes individual (conductismo) y colectiva (psicología social),
sintetizadas en las elaboradas versiones acerca de la relación médico paciente y los aspectos psicológicos
del comportamiento organizacional. El psicoanálisis adquirió un ímpetu inusitado que se dirigió a
abastecer la demanda explosiva de la clase alta urbana frente al confuso panorama que se enfrentaba en
los aspectos sociales y políticos de las décadas de la segunda posguerra. Si una fracción del quehacer
psicoanalítico prosiguió en su actitud de proveedor de una necesidad de la clase alta argentina, otros de
sus representantes iniciaron un movimiento de enorme significación, no solo como respuesta a la actitud
clasista de sus colegas de profesión, sino como crítica a las concepciones médicas de los procesos de
salud-enfermedad, basada precisamente en el reconocimiento de las personas como totalidades insertas
en un ámbito social amplio.

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Todo esto tuvo su reflejo en la enseñanza de la medicina, a través de diferentes disciplinas que
presentaban los enfoques nuevos, aunque manteniéndolos siempre separados del cuerpo principal de
conocimientos que constituían el núcleo sólido del quehacer médico. Esa falta de integración subsiste
hasta hoy.
2. Marco Teórico
La orientación general que seguiremos será la descripción de la doble vertiente que constituye, por una
parte, los intentos de la medicina de incorporar a las ciencias sociales como una herramienta analítica
para su quehacer fundamental: curar enfermos; por otra, las aproximaciones que se han hecho desde las
ciencias sociales para entender uno de los procesos centrales de la vida social como es la salud
enfermedad.
Es difícil entender por qué la sociología tardó tanto tiempo en ocuparse de un problema de esta
importancia. Esa misma dificultad debe ser uno de los aspectos a esclarecer en una búsqueda como la
que estamos emprendiendo.
2.1 La vertiente médica
No es fácil rastrear los motivos que indujeron a algunos médicos a buscar en las ciencias sociales la
resolución de los problemas que se les planteaban en el ejercicio de su profesión. Más que una tentativa
de resolver problemas, lo que subyacía el tímido recurso que se hacía a otras disciplinas era debido a una
inquietud respecto a lo que hoy llamaríamos la determinación del proceso salud-enfermedad.
Esa inquietud había sido creada por el proceso que condujo a la cientifización de la medicina. La
cuestión estaba planteada en el mundo desarrollado de la segunda mitad del siglo XIX: los
descubrimientos científicos que se realizaban en Europa en el terreno de la microbiología y el acelerado
desarrollo de la ciencia y la industria química con la aparición de drogas, eran los elementos de la
transformación de ciernes.
2.1.1 Las consecuencias de las prácticas científicas
Esos desarrollos iban a ser recogidos por un movimiento dirigido a transformar la práctica de la medicina
en una práctica científica. Pero este proceso de transformación del empirismo a la ciencia se hizo
mediante una polémica que se realizó inicialmente no a nivel de la práctica, sino del saber.
Las consecuencias políticas son las menos perceptibles, pero piénsese en el tipo de identificación de
clase de los médicos a que puede dar lugar una u otra conceptualización: en cualquier sociedad de los
países accidentales los médicos ocupan una posición de gran importancia y junto con ella detentan un
poder considerable que no se desea cuestionar, que es lo que podría conducir la identificación con grupos
desposeídos y desprotegidos de la población.
Quedó como residuo un cierto malestar en torno a lo que hoy consideraríamos el conjunto de las
determinaciones del proceso. Ese malestar es el que se expresa en algunas de las búsquedas manifestadas
en la vertiente médica del intento de incorporar las ciencias sociales al análisis de la salud, como forma
de completar el conjunto a sus determinaciones. Es necesario diferenciar la motivación que corresponde
a la determinación social de otras determinaciones más individuales.
La diferenciación es necesaria porque la primera motivación tiende a criticar –autocriticar- y, en
consecuencia, reformular el proceso global de determinación del proceso salud-enfermedad, en tanto la
segunda motivación tiende a consolidar la visión médica de la determinación de ese proceso. Aun dentro
de la primera corriente es necesario establecer una distinción entre disciplinas que se orientan más hacia
el examen de problemas individuales frente a otras cuya preocupación abarca un ámbito colectivo.
Las disciplinas que llamaremos genéricamente psicológicas comienzan siendo un enfoque que intenta
aproximarse a la práctica médica desde una posición externa a la misma, algo así como un mecanismo
auxiliar cuya función es solamente facilitar el relacionamiento entre el médico y el paciente.
Un segundo paso consiste en la audacia de proponer que en ciertas enfermedades existe un componente
psicológico coadyuvante en el desencadenamiento de las mismas, es decir que lo psicológico entra como
una causa parcial en el complejo multicausal que estaría en el origen de ese grupo de enfermedades, que

98
pasan a adquirir una denominación especial: enfermedades psicosomáticas, es decir, aquellas en las que
participa al mismo tiempo la psiquis y el soma. Esta formulación recibe un fuerte refuerzo cuando se
introducen las nociones de síndrome y de stress.
La forma de incorporación de estas nociones no hace sino reforzar el modelo médico, a través del uso de
drogas poderosas.
En nuestro país la medicina ha privilegiado la determinación individual de la vertiente médica. En lo que
corresponde a la determinación social ha tenido gran importancia cierta corriente psicoanalítica, en tanto
que la planificación ha seguido carriles tradicionales: estas dos se presentan en lo que llamamos la
vertiente social.
2.2 La vertiente social
Esta segunda vertiente de aproximación entre ciencias sociales y salud es mucho más reciente y su
motivación es menos transparente que la otra vertiente.
Las ciencias sociales tienen un interés natural en los problemas de salud enfermedad, tanto para las
disciplinas que se ocupan de aspectos individuales, como colectivos y de grupos o instituciones.
En Argentina, el interés por el problema es muy reciente. Una de las razones que puede alegarse para el
tardío despertar del interés nacional es, en consecuencia, el retraso cultural con que copiamos las
tendencias de los países centrales.
2.2.1 La barrera ideológica
Hay una barrera levantada entre el espacio correspondiente al sector salud y el resto del espacio social
del país. Esa barrera es la principal limitación que existe para el cambio que necesita el enfoque del
proceso salud-enfermedad.
El problema se relaciona con el status de la profesión médica por una parte, y con la forma de práctica
por otra. Ese status y forma de práctica conforman el modelo médico (Menéndez). Una de las
consecuencias del modelo médico vigente en Argentina es la capacidad que tiene para erigir la barrera.
La expresión verbal de este hecho es que los problemas de salud son problemas de los médicos. Con esta
caracterización resulta claro que la barrera erigida entre el espacio médico y el resto del espacio social es
una barrera ideológica, puesto que se encuentra constituida por el saber compartido por médicos y no
médicos y por la forma de práctica dominante: represora o paternalista, autoritaria.
Estas dos cualidades cumplen con los requisitos de la definición de ideología: ser una visión -aunque
parcial- del mundo, es decir, un saber particular –no necesariamente verdadero- que construye sus
sujetos, en este caso los médicos y los pacientes, en suma, el conjunto de la sociedad.
Esta es una ideología fuerte, en la medida en que tiene una larga historia y no ha sido cuestionada.
Sería interesante examinar si este es un problema general en el país, es decir, si se repite con otras
profesiones: nuestra sospecha es que sí, basándonos en el papel que juega la universidad. En el caso de la
medicina existe la doble actitud interna de impedir el acceso a lo que se considera un coto privado y
externa de no meterse donde a uno no le corresponde.
Este fenómeno que caracteriza la práctica social de la medicina tiene un equivalente en el terreno
académico, expresado desde el lado médico por el enfoque biologicista, y desde el lado de las ciencias
sociales por su falta de interés en los problemas de salud. La necesidad de romper la barrera de
separación entre los médicos y la sociedad global requiere posiblemente el auxilio de la antropología.
Los antropólogos han realizado algunos estudios durante la década del 60: el estudio de la enfermedad
como cultura y el de grupos profesionales también en ese carácter.
Hay dos intentos de introducir en el quehacer médico enfoques que no parten de la medicina. El más
importante es el que se origina en las disciplinas creadas a partir de la revolución freudiana, en especial
al psicoanálisis. El otro es el que surge de la economía.

99
2.2.2 Psicoanálisis
Las disciplinas psicológicas que van a tener una influencia definitiva en el cuestionamiento crítico del
modelo médico serán las diversas tendencias psicoanalíticas que tienen en Argentina un auge fenomenal
a partir de fines de la década del 30. Coinciden tres procesos sociales de enorme significación para el
futuro nacional que se abre en ese momento: se trata de la salida de la gran crisis del año 30, del
comienzo de la segunda guerra mundial que tanta repercusión tuviera en la sociedad argentina y del
comienzo del movimiento popular liderado por Perón; estos tres procesos pueden tener que ver con el
auge que señalamos. Cuanto más sólida la ligadura, mayor podría ser la necesidad de recomposición
ideológica, para lo cual serviría el psicoanálisis que se practicaba en ese período.
El psicoanálisis para el tratamiento de los males, reales o imaginarios, logra algo que no entra en su
propuesta explícita en el terreno de la teoría o de la doctrina, que es penetrar por primera vez en forma
efectiva la barrera de separación que protege a la actividad médica. Y lo consigue por mera presencia en
el ámbito social. Lo de mera presencia es una afirmación retórica, ya que es necesario algo más que eso
para lograr el resultado que obtiene el psicoanálisis: son necesarias dos condiciones: ser una propuesta
alternativa en el sentido de constituir lo que algunos autores llaman un sistema de salud, significado con
ella una interpretación del proceso salud-enfermedad y una propuesta terapéutica y ocupar un lugar en el
espacio de la prestación de servicios de salud.
Un indicador de la importancia crítica de las disciplinas que estamos discutiendo para el cuestionamiento
del modelo médico: El indicador que proponemos es la resistencia a la incorporación de las distintas
disciplinas sociales en los programas de enseñanza de las facultades o escuelas de medicina. El
psicoanálisis nunca encontró una posición significativa en la docencia médica.
El psicoanálisis logró penetrar la barrera de separación entre la medicina y la sociedad, manteniéndose al
margen de la práctica tradicional como una práctica alternativa. Esto ocurrió de manera involuntaria. El
psicoanálisis era una terapéutica montada sobre una interpretación del proceso salud-enfermedad
diferente de la aceptada por la medicina tradicional. Constituía una crítica en profundidad del modelo
médico vigente, y sobre todo, de la concepción médico biológica subyacente al mismo. Es decir,
introducía un tipo de interpretación social del proceso salud enfermedad que cuestionaba sus
determinaciones conocidas y aceptadas.
A pesar del profundo cuestionamiento a la interpretación médico-biológica del proceso salud-
enfermedad, con su correlato crítico respecto del modelo médico, la práctica psicoanalítica inicial
copiaba, profundizándolos, los aspectos más cuestionables de ese modelo: la consulta privada mediante
el pago de cuantiosos honorarios, similar a las propuestas del más rígido esquema de la medicina liberal.
El hecho es que el quiebre del aislamiento, la destrucción de la barrera protectiva del enfoque médico de
la salud recibe un importante y fundamental impulso en la actividad psicoanalítica argentina. Es a partir
de esa penetración inicial que se posibilita la investigación y el cuestionamiento de las actividades de
salud por otras ciencias sociales.
2.2.3 Planificación y sociología
Las dos disciplinas que siguen al psicoanálisis en esa apertura son la planificación y la sociología, pero lo
hacen de manera distinta: la primera dedicada más a la investigación de los procesos que se desarrollan
dentro del sector. Ello se sintetiza en los diagnósticos que se producen.
La planificación surge en dependencia y alianza de las instituciones internacionales pero, a diferencia de
aquellos no se concentra, en el caso de la salud, en el ministerio sectorial correspondiente, sino que hace
pie firme en las instancias globales de planificación: el Consejo Nacional de Desarrollo y el Consejo
Federal de Inversiones. Esta doble representación confiere a la planificación de salud en Argentina
ciertas características particulares, las cuales, sin alcanzar al cuestionamiento del modelo médico que si
logra el psicoanálisis, abren algún camino hacia el cuestionamiento de la práctica médica, aun dentro de
la tendencia reformista. Esa posibilidad de apertura mediante la planificación se va a perder.
La sociología realiza una parte que se aproxima más a una crítica de las actividades de salud, en especial
referidas a su organización interna y a su relación con los procesos generales de la sociedad. Esta función

100
de la sociología recibe un fuerte impulso inicial a través del trabajo pionero de Juan César García, quien
estudia los problemas de la enseñanza de medicina.
El primer encuentro serio entre estas dos disciplinas (planificación y sociología) se hace en 1970, 71, y
72 con motivo de la realización de una Encuesta de Salud promovida por la Secretaría Nacional de Salud
Pública y la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UBA.
3. Periodización e institucionalidad
Intentaremos establecer un paralelo entre las grandes líneas económico-sociales por las que ha transitado
el país desde mediados del siglo XX, y las que corresponden a las corrientes de las ciencias sociales en
su aplicación a salud.
Estableceremos en primer lugar un esquema de periodización que nos permita orientarnos en las
tendencias económicas. Dentro de ese esquema analizaremos la creación de las instituciones que han
tenido que ver con la salud.
Los cuatro períodos que analizaremos son:
 Del fin de la Guerra Federal a la crisis del ’30 (organización nacional e inicio de un proceso de
industrialización de base agraria).
 Desde la década infame del fraude conservador hasta la revolución del ’43 (gestación del
nacionalismo populista, consolidación de una clase obrera combativa que crece en base a una
industrialización sustitutiva).
 Del surgimiento del peronismo (el sindicalismo reformista y la industrialización autónoma) a la
recreación del movimiento popular antiimperialista y su derrota.
 El Proceso (la desnacionalización y la entrega)
Se pondrá énfasis en los cambios en el nivel del Estado. La hipótesis es que esos cambios determinan las
grandes orientaciones de las políticas sociales, en particular las de salud, las cuales tienen expresión
como formas institucionales en distintos niveles de la organización social.
3.1 Organización nacional
Mitad del siglo XIX y principios del XX, puede ser considerado el gran período de la organización
nacional, durante el cual se sientan las bases sociales, económicas y jurídicas de la Argentina posible.
La base social se constituye sobre una fuerte inmigración europea. Es el país de la oligarquía ganadera
(Argentina) en el que la única resistencia obrera hasta la segunda guerra mundial surge del movimiento
anarquista, importado por obreros italianos y polacos.
La base económica es fundamentalmente rural y las posibilidades de un territorio privilegiado por sus
condiciones naturales hacen que el país se identifique como granero del mundo, lo cual fija las
condiciones de incorporación de la Argentina al mercado mundial. Una de las expresiones clara de esa
inserción la constituye la red ferrocarrilera y portuaria, que se construye para facilitar la exportación de
granos.
Durante todo este período son extraordinariamente escasos los aportes de las ciencias sociales a la salud,
en coincidencia con lo que ocurre en el nivel mundial, que es el proceso de cientifización de la medicina;
es decir, es el momento de consolidación del enfoque médico biológico.
Las únicas aproximaciones institucionales son la creación de cátedras de Historia de la Medicina y de
Higiene en Facultades de Medicina.
Hacia el final del período comienza otro desarrollo institucional que va a definir las características más
importantes de la situación actual. Se trata de la incorporación de políticas dirigidas a facilitar las
condiciones de vida para la creciente clase obrera, políticas que son también importadas de Europa y que
se institucionalizan bajo la denominación genérica de seguridad social.

101
3.2. La década infame
El segundo período comienza con una rebelión militar que desaloja al presidente Hipólito Yrigoyen. El
momento internacional –la gran crisis del 30- pone el marco necesario para una readaptación del país a
las nuevas condiciones del mercado internacional, en el que Argentina comienza a jugar un papel vital
como proveedor de alimentos. La acusación de que Yrigoyen intentaba apoyarse sobre bases populares,
transformó la crisis externa en una crisis política interna.
Un gobierno conservador sucede a uno militar durante este breve período, llamado la década infame por
los radicales. Los mismos conservadores se referían a la necesidad del fraude patriótico, con el propósito
de salvar a la patria del desastre que significaba el posible avance del movimiento popular.
La necesidad de reprimir ese avance es la demostración de la fuerza que el mismo va adquiriendo.
A medida que se reconoce la importancia de la dominación inglesa se genera un sentimiento antibritánico
que se concreta en una posición nacionalista con distintas versiones políticas y también con diferentes
propuestas económicas y sociales. Algunas de estas versiones tienden a fortalecer el desarrollo del
proceso industrialización que ha tomado el carácter de industrialización sustitutiva, destinada a un
mercado interno creciente como consecuencia del fortalecimiento de la clase obrera urbana.
El período se cierra con un nuevo golpe militar dirigido a impedir el nuevo fraude que iba a sustituir al
presidente Ramón Castillo por uno de los representantes de la clase rural argentina. En el 43 se produce
un golpe militar que pone fin al manejo directo de los asuntos de gobierno por los grupos dominantes,
para abrir una nueva opción que incluya tanto al empresario urbano, como alguna forma de
representación de la clase obrera, fortalecida en ese mismo proceso.
Los trece años que van de 1930 a 1943 son realmente de transición; una transición que transfiere el poder
de una fracción de clase oligárquica rural a otra democrática urbana.
En salud se sigue la misma tendencia del periodo anterior, no habiendo desarrollos importantes en el
ámbito oficial.
La institución que se crea en este lapso en el ámbito privado es la Asociación Psicoanalítica Argentina,
grupo cerrado y elitista destinado a conducir con firmeza el crecimiento y desarrollo de las actividades de
los psicoanalistas freudianos en el país. La característica urbana del grupo y su proposición teórica lo
transforma en un aliado inconsciente de los grupos industriales e intelectuales emergentes, los cuales
comienzan a ser actores importantes del drama argentino.
3.2 El peronismo
Este periodo suscite mayores controversias políticas y científicas en la comunidad nacional, debido al
apasionamiento que la figura de Perón ocasionó. Su comprensión es una de las claves más importantes en
la historia reciente y futura del desarrollo argentino.
Las subetapas del período van:
 De 1943 a 1955: cuando se constituye la base social del movimiento peronista (1943-1955),
concretándose su acción en los dos primeros gobiernos de Perón (1946-1955).
 De 1955 a 1974: el período de la proscripción (1955-1974)
 El lapso de 1974 a 1976 es de tránsito hacia el período siguiente.
Los años que van de 1943 a 1974 son fértiles en realizaciones en el área de salud, tanto en lo que
corresponde al desarrollo de instituciones como en la efectivización de programas en beneficio del
conjunto de la población, pero también en la reflexión conceptual sobre el saber y la práctica que
fundamenta esas acciones.
III.3.1 1943-1955
El periodo se abre con la esperanza del reemplazo de la oligarquía ganadera por una alianza entre
fracciones de la clase dominante más ligada con intereses no populares, pero más nacionales, es decir,
para la cual el mercado interno tiene una importancia si no superior, similar al mercado externo.

102
El obstáculo para ese proyecto es una nueva configuración organizativa que es la relación entre el
conjunto del pueblo cuyas necesidades sociales no han podido ser satisfechas por los Estados de periodos
anteriores y un líder en el que se visualiza la capacidad para lograr esa transformación.
La construcción de esa relación se realiza en el lapso que va de 1943 a 1945, fecha que se identifica con
el ingreso formal de la clase obrera argentina a la constitución del Estado.
A pesar de que es la clase la que se incorpora al Estado, la relación se hace entre el líder carismático y el
pueblo, lo cual define a esa constitución como populista. La categoría pueblo adquiere un status teórico.
El populismo expresa simultáneamente la incorporación del pueblo como actor principal de los hechos
sociales y políticos y el desplazamiento de los conflictos de clase en su determinación.
Las nuevas condiciones de la articulación no tardan en institucionalizarse con la elección de Perón a la
presidencia. El nuevo gobierno sostiene una posición nacionalista que se fundamenta en la base social
recientemente constituida. El nacionalismo es defensivo ante la agresión imperialista, volcado hacia la
defensa de lo nacional. Y eso nacional incluye a la clase obrera argentina.
Se da fuerte impulso a la industrialización destinada al consumo interno, pero ya no de la clase alta sino a
un consumo de masas.
La etapa finaliza cuando el agotamiento de las reservas internacionales obtenidas mediante la
acumulación forzosa durante la Segunda Guerra Mundial obliga al gobierno a negociar un recurso que
hasta el momento había sido objeto de una impecable política nacional: el petróleo.
La acción institucional va desde la creación del Ministerio de Salud, durante la primera presidencia de
Perón, hasta la conformación de un vasto sistema de obras sociales manejadas por los sindicatos, los
cuales encuentran allí una fuente de recursos de inestimable valor para su acción política y, en
consecuencia, su fortalecimiento. Además, se completa una importante red de establecimientos
asistenciales que permite el acceso de la población general al tipo de servicios que hasta entonces había
sido privilegio de ricos, tanto en calidad de prestación médica como en confort de cuidados.
Es importante la actividad institucional académica, en la cual ocurren novedades como la creación de la
Escuela de Salud Pública del Litoral para consolidar avances que el ministro Ramón Carrillo está
realizando en el terreno de la salud pública.
La APA entra en un proceso de discusión interna que va a producir su fractura, promoviendo una
recomposición del grupo de trabajadores que se ocupan de la salud mental.
El Ministerio de Salud se crea durante el primer gobierno de Perón, lo mismo que la ampliación de la red
hospitalaria.
III.3.2 1955-1974
Esta subetapa intentará reconstruir una hegemonía basada en una reformulación de las alianzas entre
clase obrera y ciertas fracciones de la clase dominante, apelando para ello a las tendencias más
reformistas del sindicalismo, generadas en la subetapa anterior. En cuanto a las fracciones de la clase
dominante que se disputan la ocupación del papel principal, desencadenan una disputa que produce
oscilaciones deteriorantes para el gobierno. Como consecuencia de esa disputa se suceden gobiernos
militares y civiles, con la característica común de que hay un proscripto permanente: el movimiento
peronista, impedido de presentarse en elecciones.
La propuesta económica también oscila entre el desarrollo modernizante basado en la alianza entre parte
del sindicalismo reformista y una fracción de la burguesía empresaria exportadora, y la vuelta a la
tradición ruralista de la oligarquía ganadera. El tono dominante del periodo es el desarrollismo.
Las disputas internas a la clase dominante, tanto en el terreno económico como político, sumadas a la
resistencia generada en el movimiento popular, impide que el proyecto de dominación se concrete.
Lo más importante de la subetapa está en las formas que adopta la creciente consolidación del
movimiento popular, al mismo tiempo que se producen avances en la conformación de una clase para sí.

103
Durante uno de los gobiernos civiles se crea una Escuela de Salud Pública en dependencias del
Ministerio de Salud de la Nación. Posteriormente, en el 60, se crea otra Escuela en el ámbito de la UBA,
surgida a instancias de la intelectualidad médica con mentalidad sanitaria, tendencia que proviene de
grupos progresistas. Esta conjunción, tecnocrática progresista, va a enfrentarse a la propuesta
gubernamental, la cual no tiene el apoyo de los grupos intelectuales. El resultado final de esta disputa
institucional es la desaparición de la escuela promovida por el ministerio y la permanencia de la
universitaria, que a partir de entonces se transforma en el vehículo de penetración de las formulaciones
sanitarias tecnocráticas que se originan en el ámbito internacional, en especial en la Oficina Sanitaria
Panamericana y en la OMS.
Todos los problemas sociales comienzan a ser examinados con interés renovado por cientistas sociales de
todo tipo. La consecuencia es el inicio de la reflexión sociológica sobre la salud y la identificación de
cuestiones muy concretas, tales como el mejoramiento de los servicios y de la salud de la población
durante los gobiernos peronistas y el deterioro.
El gobierno militar, después de una década de desgaste permanente y sin proyecto posible, se encuentra
en un callejón sin salida y resuelve llamar a Perón a hacerse cargo del país. Ello inicia un lapso de corta e
intensa duración (1972-1954) durante el cual se intenta conducir una sociedad en la que han surgido
nuevos elementos de una organización que ya comienza a desconfiar de los arbitrajes entre clases para
asumir una visión más clásica de ese conflicto. Sus expresiones organizativas son los sindicatos que se
autodenominan clasistas y las fracciones combativas que se crean en los restantes, una de cuyas
manifestaciones es la CGT de los argentinos.
Surgen contradicciones en el campo popular. El enfrentamiento entre las clases es entendido por el
movimiento sindical como una guerra de trincheras.
La primavera camporista encuentra a los trabajadores de salud coincidiendo en el terreno político al
mismo tiempo que se reelaboran las concepciones progresistas organizativas despojándolas de sus
características tecnocráticas para comenzar a entregarlas a la movilización popular.
Se incorporan muchos trabajadores de salud mental a las luchas del pueblo.
Si bien se plantean reformulaciones en el terreno organizativo, aun no existe una reflexión concienzuda
sobre los núcleos centrales del pensamiento sobre salud. El avance del pensamiento sociológico,
psicoanalítico, administrativo, económico, político, sobre la concepción de salud, se hace en el terreno de
las proposiciones programáticas y organizativas del sector, pero no sobre las determinaciones del proceso
salud-enfermedad.
III.3.3 1974-1976
La muerte de Perón elimina el último obstáculo para que el conflicto se manifiesta en toda su virulencia
y termina con la forma organizativa y de conducción iniciada 30 años atrás. La transición hacia el
periodo siguiente dura desde el 74 al 76.
III.4 El proceso
El cuarto período comienza el 24 de marzo de 1976, será fácilmente borrado por la historia pero difícil de
olvidar para la memoria del pueblo.
El sufrimiento que ocasionó y que sigue ocasionando no se puede contabilizar en números: muertos,
heridos, torturados, desaparecidos.
Durante el período que comienza con el golpe militar de 1976 se inicia una doble maniobra económica
interna y externa, ambas tendientes a poner en práctica la teorización más liberal del capitalismo en los
países avanzados: el pleno funcionamiento de las leyes de oferta y demanda, lo cual significa la renuncia
por parte del Estado de cualquier intervención en el control o la regulación de los procesos económicos.
Las consecuencias externas son la apertura total al ingreso de mercancías y capitales extranjeros, los
cuales encuentran en la especulación financiera una fuente fácil de ganancias en base a la disputa por la
apropiación del plusvalor en la esfera de la circulación.
Un último elemento que no puede dejar de mencionarse es el de la corrupción.
104
Las especificidades de estos tres elementos caracterizan al periodo: la manera en la que se produjeron la
apertura, la liberalización del movimiento obrero y la corrupción.
La liberación del movimiento obrero pasó, en primer lugar, por la represión física; en segundo término,
se intentó destruir la organización del movimiento mediante el ingenuo procedimiento de controlar su
aparato.
La desnacionalización, entrega, cooptación y corrupción llevaron al país a una situación económica y
política de la que va a ser muy difícil salir, principalmente por las consecuencias sociales que produjo ese
proceso: una desintegración de los lazos de relacionamiento social en los niveles antropológico (la
cultura) y psicológico (el comportamiento). La recomposición de la sociedad argentina, más que por el
pago de la deuda externa, pasa por el restablecimiento de esa red que nos interconecta cara a cara.
De 1976 a 1983 el Estado argentino estuvo constituido solo por fuerzas armadas y por la unión soviética.
Hubo una cuasi desaparición de la sociedad civil.
Las instituciones de salud corrieron una suerte similar a las del resto de la sociedad civil. Algunas de
ellas pasaron a llevar una vida vegetativa, como la Escuela de Salud Pública de la UBA. Además de
reprimir a los profesionales, se desmantelaron los servicios existentes en los hospitales públicos.
Hubo una acción deliberada y sistemática por adecuar las instituciones de salud a lo que constituía la
teorización económica señalada: la salud como respuesta a una concepción económica basada en la
oferta y demanda, o sea: quien quiera salud que la pague. Esta manera de pensar se orienta a la
desaparición de los servicios públicos (se cerraron hospitales públicos que estaban funcionando a plena
capacidad). La otra consecuencia es el deterioro de las condiciones de salud del grueso de la población,
como es fácil de comprobar por los indicadores habituales, de ser estos confiables.
4. Situación actual
Puntualizaremos solo lo que consideramos los aspectos más destacados de lo que corresponde a la salud.
Desde el punto de vista institucional han podido conservarse las formas institucionales, aunque muchas
de ellas con importantes modificaciones. Esto afectó principalmente a las universidades. Los contenidos
sociales de la actividad docente se eliminan y esta se transforma en la trasmisión de un saber técnico.
La otra consecuencia del control universitario es la eliminación de la actividad investigativa. Ello ocurrió
en forma simultánea con la creación de institutos de investigación para el uso exclusivo de personajes
ligados al gobierno.
Frente al desolador panorama académico de las universidades, los grupos que sobrevivieron en el país
buscaron formas de resistir a la devastación por la única vía posible, que era el fortalecimiento de grupos
privados que desarrollaban, en condiciones sumamente difíciles, actividades de docencia e investigación.
Mantener viva esa tarea es de importancia primordial para el futuro de nuestro país.
Un problema general, tal vez el central de las relaciones que pueden establecerse entre las ciencias
sociales y cualquier ámbito de actividad, y especialmente importante en el de la salud, es el de las formas
organizativas a cualquier nivel institucional. Se trata de la democratización interna de las organizaciones
como cuestión que afecta a toda la vida social de un país y a la forma del Estado que Argentina se
encuentra en este momento en proceso de reconstruir.
En el terreno teórico metodológico el país no ha producido ningún aporte significativo y se encuentra con
un considerable retraso en cuanto a la reflexión sobre la determinación del proceso salud-enfermedad.
Es necesario redefiniciones políticas de salud que permitan crear las condiciones necesarias para la
realización de aportes significativos en pro del mejoramiento de la salud de la población, y a la
redefinición del Estado nacional que coloque a la Argentina actual en el siglo XX.
Laurell, A. C. (1982). La salud-enfermedad como proceso social. [TP 11]
Desde los finales de los ‘60s se da una polémica intensa respecto al carácter de la enfermedad. Lo que se
discute es si ésta es esencialmente biológica o, por el contrario, social. Hay así un cuestionamiento

105
profundo del paradigma dominante de la enfermedad que la conceptualiza como un fenómeno biológico
individual. Las razones del surgimiento o, mejor dicho, del resurgimiento de esta polémica deben
buscarse tanto en el desarrollo de la medicina misma, como en la sociedad en la cual se articula.
El auge de esta polémica a finales de los ‘60s encuentra su explicación externa a la medicina en la
creciente crisis política y social que acompaña y se entrelaza con la crisis económica. A partir de estos
años se vive una nueva etapa de luchas sociales, que asumen formas particulares en los diferentes países,
pero que caracterizan a la época. Uno de los rasgos de las luchas populares en estos años es que ponen en
entredicho, bajo formas totalmente distintas y con perspectivas de muy variable alcance, el modo
dominante de resolver da satisfacción de las necesidades de las masas trabajadoras. Esto ocurre tanto en
los países capitalistas avanzados como los dependientes. Así, al calor de estas luchas empieza a
presentarse una crítica que busca formular una comprensión diferente de los problemas más acorde con
los intereses populares y capaz de dar origen a prácticas sociales nuevas. De esta manera las nuevas
corrientes se inspiran en las luchas populares y se define, así, la base social sobre la cual se sustentan.
Por otra parte, el motor principal, interno a la medicina, que da origen al cuestionamiento del paradigma
médico biologista se encuentra en la dificultad de generar un nuevo conocimiento, que permita la
comprensión de los principales problemas de salud que hoy aquejan a los países industrializados, eso es,
los padecimientos cardiovasculares y los tumores malignos. Se deriva, además, de una crisis de la
práctica médica ya que parece claro, especialmente desde el horizonte latinoamericano, que la medicina
clínica no ofrece solución satisfactoria al mejoramiento de las condiciones de salud de la colectividad,
hecho que se demuestra en el estancamiento de éstas en grandes grupos o su franco deterioro en otros.
No obstante, las evidencias que muestran las limitaciones de la concepción biologista de la enfermedad y
de la práctica que sustenta, es innegable que ésta ha sido capaz de impulsar la generación del
conocimiento médico durante una etapa larga. Es así como la corriente que sostiene que la enfermedad
puede ser analizada fecundamente como un proceso social está en la obligación de comprobar su
planteamiento y su utilidad en la práctica.
La primera tarea, entonces, es demostrar que la enfermedad efectivamente tiene carácter histórico y
social. Para esto habría que distinguir dos problemas que subyacen a esta cuestión. Por una parte,
tenemos el concepto de salud, que expresa cómo se conceptualiza y define socialmente a determinado
fenómeno. Por la otra, se esconde atrás de la palabra "enfermedad" un proceso biológico que se da en la
población independientemente de lo que se piensa respecto a él. Habría que comprobar entonces, el
carácter social de ambas.
Una segunda tarea de la corriente médico-social sería definir el objeto de estudio, que permite
profundizar en la comprensión del proceso salud-enfermedad como proceso social. Parece llevar a un
callejón sin salida intentar el análisis en la dirección señalada a menos de que haya una reflexión
sistemática sobre cómo construir un objeto de estudio que posibilita el avance del conocimiento.
El último problema, que se necesita abordar para formular los planteamientos respecto a la enfermedad
se refiere al modo de conceptualizar la causalidad, o mejor dicho, la determinación. Esto resulta
necesario porque plantearse el estudio del proceso de salud-enfermedad como un proceso social no se
refiere solamente a una exploración de su carácter, sino plantea de inmediato el problema de su
articulación con otros procesos sociales, lo que nos remite inevitablemente al problema de sus
determinaciones.
A lo largo de este trabajo vamos a tratar de avanzar algunas ideas respecto a los tres puntos planteados.
Lo hacemos así porque sabemos que el conocimiento y las formulaciones que existen en referencia al
proceso salud-enfermedad en cuanto proceso social son fragmentarios y hasta cierto punto hipotéticos.
No obstante, estamos convencidos de la necesidad ineludible de avanzar cada vez de modo más concreto
para poder construir y enriquecer la teoría.
El carácter histórico del proceso salud-enfermedad
La mejor forma de comprobar empíricamente el carácter histórico de la enfermedad no está dada por el
estudio de su apariencia en los individuos sino en cuanto al proceso que se da en la colectividad humana.
Es decir, la naturaleza social de la enfermedad no se verifica en el caso clínico sino en el modo

106
característico de enfermar y morir de los grupos humanos. Aunque probablemente "la historia natural",
por ejemplo, de la tuberculosis sea distinta hoy que hace 100 años, no es en el estudio de los enfermos de
tuberculosis que vamos a aprehender mejor el carácter social de la enfermedad, sino en los perfiles
patológicos* que presentan los grupos sociales.
En este sentido, aun antes de discutir cómo construir los grupos por estudiar, debería ser posible
comprobar diferencias en los perfiles patológicos a lo largo del tiempo como el resultado de las
transformaciones de la sociedad. Asimismo, las sociedades que se distinguen en su grado de desarrollo y
de organización social, deben exhibir una patología colectiva diferente. Finalmente, dentro de una misma
sociedad las clases que la componen mostrarán condiciones de salud distintas.
La demostración de lo antes señalado se dificulta en el caso de México por la poca confiabilidad de las
estadísticas poblacionales existentes y por la falta de investigación concreta referida a la problemática
que nos ocupa. Sin embargo, estimamos que al optar entre mantenernos en la ignorancia por razones de
exigencias técnicas o utilizar la documentación deficiente que ofrecen las estadísticas oficiales habría que
elegir esto último. Debe quedar claro, sin embargo, que no permiten más que una interpretación de
tendencias y de diferencias cualitativas.
Al depender de los datos existentes, asimismo, nos vemos en la obligación de analizar el perfil
patológico no en términos de la enfermedad sino de la muerte, que obviamente es una indicación bastante
deficiente de la primera, especialmente cuando los procesos patológicos prevalentes son crónicos y, a
veces, ni siquiera mortales. Pero registradas todas las limitaciones vamos adelante.
El análisis de las principales causas de muerte en México en 1940 y 1970 (ver Cuadro N° 1) nos
demuestra varios hechos. En primer lugar, se constata que, si se considera en conjunto, ha habido
cambios en el perfil patológico en relación al tipo de patología y a la frecuencia con la cual se presenta.
Así, aun cuando los dos primeros lugares están ocupados por las mismas enfermedades —la neumonía y
las gastroenteritis y colitis— en 1940 y 1970 la frecuencia con la cual se presentan ha variado
significativamente, ya que las tasas han bajado a la mitad y a una tercera parte respectivamente.

Hay en el período estudiado una disminución importante en las enfermedades infecciosas, objetos de
campañas o no, como en la tifoidea y el paludismo que desaparecen entre las diez principales causas, en
la viruela que se erradica, y en el sarampión, la tos ferina, la sífilis y la tuberculosis cuyas tasas bajan
considerablemente. Por el contrario, hay un aumento absoluto en las tasas y en el lugar que ocupan
dentro del cuadro patológico las enfermedades del corazón, los tumores malignos, las enfermedades del
sistema nervioso central, la diabetes y los accidentes.
Es posible constatar, pues, que el perfil patológico que presenta México en los dos momentos históricos
estudiados son claramente distintos, hecho que no es explicable en términos biológicos, especialmente
porque los cambios referidos no son el resultado del cambio en la estructura etárea de la población. De
esta manera, las tendencias observadas en la población general, se registran también entre los hombres en
edad productiva. Por ejemplo, en el grupo de hombres entre 45 y 64 años las tasas de mortalidad por
107
enfermedad arteriosclerótica del corazón han aumentado de 31,4 a 95,9 por 100.000 en los últimos 20
años, por tumores malignos de 70,4 a 95,8 y por accidentes de 101,4 a 121,41.
Es decir, los cambios registrados en la mortalidad general se verifican, también, en los grupos de edades
jóvenes. Las transformaciones sufridas no pueden explicarse como un resultado simplemente del
desarrollo médico. El decremento o la erradicación de algunas enfermedades infecciosas,
indudablemente se deben a las medidas de prevención específica, como las vacunas o las campañas, pero
no al desarrollo del modelo médico hospitalario.
Por otra parte, el decremento de otras enfermedades que carecen de medidas específicas de prevención,
como serían las neumonías o las infecciones intestinales, no se puede explicar como el resultado del
desarrollo médico. Finalmente, a pesar de lo que digan los impugnadores de la "medicalización" de la
sociedad y sus efectos iatrogénicos, los incrementos en las enfermedades antes mencionados no se
explican partiendo de la práctica médica. Habría que buscar, entonces, la explicación no en la biología o
en la técnica médica sino en las características de las formaciones sociales en cada uno de los momentos
históricos.
Otra forma de mostrar el carácter social de la enfermedad, y que además permite ahondar en cuáles son
las determinantes sociales del perfil patológico, es el análisis de las condiciones colectivas de salud de
diferentes sociedades en un mismo momento histórico. En el Cuadro N° 2 (a vuelta de página) se
presentan las diez principales causas de muerte en México, Cuba y los Estados Unidos de Norteamérica.
La comparación entre estos tres países permite, a muy grosso modo, evaluar el resultado sobre el perfil
patológico del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción.

La comparación entre México y Cuba, países que se asemejan en cuanto a desarrollo económico, pero se
distinguen en cuanto a las relaciones sociales de producción, resalta varios hechos. En primer lugar, se
registra que el perfil patológico mexicano está dominado por las enfermedades infecto-contagiosas con la
neumonía o la influenza y las infecciones intestinales a la cabeza de la lista de las principales causas de
muerte, y el 40 % de la mortalidad total de origen infeccioso3. Al mismo tiempo, como habíamos
señalado antes, las enfermedades consideradas típicas de la sociedad "moderna", como son las
enfermedades isquémicas del corazón, los tumores malignos y los accidentes, comienzan a ocupar un
lugar importante en el perfil patológico. Finalmente destaca la alta tasa de mortalidad por cirrosis
hepática, 21,4 por 100.000, que habla de la mala nutrición y el alcoholismo, eso es, de la pobreza y de la
desesperación, hecho que también se manifiesta en la altísima frecuencia de la muerte violenta.
En el perfil patológico de Cuba el peso de las enfermedades infectocontagiosas es mucho menor. De ellas
sólo la neumonía y la influenza aparecen entre las diez principales causas de muerte y toda la patología
infecciosa constituye el 11 % de la mortalidad total. Dominan claramente dos grandes grupos de

108
enfermedades que son las cardiovasculares, agrupadas en el A 80 hasta el A 86 en la clasificación de las
enfermedades de la OMS5, y los tumores malignos.
Lo que demuestran las estadísticas de mortalidad de Cuba es que no existe una relación mecánica y
necesaria entre el grado de desarrollo económico y las condiciones colectivas de salud; desmienten la
fatalidad patológica de la "pobreza promedia". Esta observación debe centrar el análisis en las relaciones
sociales de producción existentes en la sociedad que es lo que distingue Cuba de México.
El análisis del perfil patológico de los EEUU revela que el tipo de enfermedades que predominan tiene
semejanzas importantes con el de Cuba. Así, los padecimientos cardiovasculares son los más comunes
seguidos por los tumores malignos y los accidentes. Destacan, además, entre las diez principales causas
de muerte la diabetes, en cuya presentación el "stress" influye, y la cirrosis hepática. Si bien el perfil
patológico de los EEUU se parece al cubano en cuanto a tipo de patología, hay una diferencia esencial en
cuanto a la frecuencia con la cual se presenta esa patología en los dos casos. Así, por ejemplo, las
enfermedades isquémicas del corazón son 3 veces más frecuentes como causa de muerte en los EEUU
que en Cuba, los tumores malignos y accidentes aproximadamente un 50 % más frecuentes, la diabetes
un 80 % y la cirrosis 2,5 veces más comunes.
Se podría pensar que las diferencias en tasas entre los EEUU y Cuba no es más que el resultado de las
distintas estructuras demográficas de las dos poblaciones, ya que indudablemente la población
norteamericana tiene una mayor proporción de su población en edades altas que Cuba. Dado que las
enfermedades cardiovasculares y los tumores malignos tienen una incidencia mayor en las edades
avanzadas, las diferencias observadas se explicarían, entonces, como el efecto simple del hecho
demográfico.
Atrás de esta interpretación hay lo que podríamos denominar la concepción de "la enfermedad residual".
Enfrentado con el surgimiento de un nuevo perfil patológico dominado principalmente por las
enfermedades cardiovasculares y los tumores malignos; éste se intenta explicar como la aparición de una
patología residual, que antes estaba encubierta por las enfermedades infecciosas. Es decir, como el
hombre tiene que morir de algo al llegar al final de su ciclo vital natural, y las enfermedades infecciosas
ya no lo matan, pondrá punto final a su vida algún padecimiento degenerativo como son, por ejemplo, los
cardiovasculares o cancerosos. Esta explicación se basa en una concepción lineal y desarrollista de la
enfermedad en la sociedad, ya que en el fondo ve la historia de la enfermedad como el resultante simple
del desarrollo de las fuerzas productivas; del grado de dominio del hombre sobre la naturaleza. Así, la
historia de la enfermedad reza la proposición, es la eliminación sucesiva de ella y el acercamiento cada
vez mayor a la salud.
En esta concepción, a pesar de que reconoce que hay una historia de la enfermedad, paradójicamente, no
le adscribe carácter histórico y social al proceso salud enfermedad como tal, ya que no alcanza a ver que
cada sociedad crea su propio perfil patológico. Eso es, piensa que la transformación es sencillamente la
eliminación de una parte de la patología que hace aparecer a otra. De esta manera, el proceso de salud
enfermedad de la sociedad no se explica por sus determinaciones múltiples, biológicas y sociales
específicas, sino por la capacidad técnica de la sociedad de eliminar ciertas enfermedades y, por ejemplo,
nutrir a la población.
Revela así, un modo especial de entender la relación entre el hombre y la naturaleza montada como una
contradicción antagónica, que se resuelve por medio de una relación de dominación de aquel sobre ésta.
La comparación de las tasas de mortalidad de la población masculina de Cuba y los EEUU en las edades
35 a 64 años, que se presenta en el Cuadro N° 3, por una parte, desmiente que la diferencia de frecuencia
de algunas enfermedades que se observa entre los dos países tiene que ver con la estructura demográfica
y, por otra, provee evidencia empírica que claramente pone en entredicho la concepción de la
"enfermedad residual". De esta manera, las enfermedades isquémicas del corazón son entre tres y cuatro
veces más frecuentes como causa de muerte en los norteamericanos entre 35 y 64 años que entre los
cubanos de la misma edad, tendencia que se repite para los tumores malignos, la cirrosis hepática, la
diabetes, los accidentes y las tasas de mortalidad general para cada uno de los grupos de edad. Esto
demuestra que efectivamente la explicación "residual" no es suficiente para dar cuenta de lo observado,
porque si se tratara de la patología, para así decirlo, destapada al bajar las enfermedades infecciosas,

109
Cuba y los EEUU deberían presentar las mismas tasas de mortalidad por las enfermedades investigadas.
Al no ser así nos encontramos, otra vez, con un cuadro patológico específico de cada sociedad que no se
explica como la función simple de ningún factor aislado.

Para demostrar el carácter social de la enfermedad, también es necesario estudiar el tipo, la frecuencia y
la distribución de la enfermedad entre los distintos grupos sociales, que componen la sociedad.
Es decir, al existir una articulación entre el proceso social y el proceso de salud y enfermedad, éste debe
asumir características distintas según el modo diferencial que cada uno de los grupos se inserta en la
producción y se relaciona con el resto de los grupos sociales. Existe documentación empírica, que
comprueba que la distribución de la enfermedad y de la muerte es desigual, y que es posible detectar
perfiles patológicos específicos de los grupos sociales si se construyen con criterios objetivos, problema
que trataremos más adelante.
Uno de los pocos estudios latinoamericanos que comprueba la probabilidad diferencial de morir en la
temprana infancia según la clase social, fue realizado por Behm en Costa Rica. Esta investigación
demuestra que el riesgo de morir durante los dos primeros años está directamente relacionado con la
ocupación del padre, o sea, con el modo como éste se inserta en la producción. Así la probabilidad de
que un niño proletario urbano muera antes de los dos años de edad es cuatro veces mayor de que el hijo
de la alta o mediana burguesía lo haga; el riesgo del niño campesino es cinco veces mayor.
El tipo de patología que sufren los distintos grupos sociales también es variable, hecho que se demuestra
en un estudio realizado por Celis y Nava en México. Ellos comparan las causas de muerte y su frecuencia
en un grupo de personas con seguro de vida privado y otro que son los que mueren en el Hospital
General de la Ciudad de México, grupos que representan a la burguesía y las capas medias altas y el
subproletariado urbano respectivamente. Los resultados del estudio demuestran que los pacientes del
Hospital General mueren 30 veces más de amebiasis, 8 veces más de tuberculosis, 6 de hepatitis, 4 de
infecciones respiratorias agudas, y 3,5 veces más de cirrosis hepática y de enfermedades reumáticas
crónicas, que el grupo de comparación. Los asegurados privados, por su parte, mueren 3 veces más de
enfermedades cardiovasculares y 2,5 veces más de enfermedades del sistema nervioso central.
Buscando documentación fuera de América Latina parecen especialmente relevantes dos estudios, ambos
realizados en Inglaterra. El primero de ellos compara la mortalidad de los gerentes y de los obreros por
rama industrial y logra así reproducir muy cercanamente un criterio de clase social. Los datos se
presentan en el Cuadro N° 4. Se observa que la diferencial de mortalidad, tanto general como por causas
específicas, es consistentemente desfavorable a los obreros, y que la diferencia de riesgo va del doble
hasta 16 veces mayor.

110
El segundo estudio muestra el desarrollo de las diferenciales de mortalidad entre las clases sociales I a V,
establecidos por el Registro General de Inglaterra, en el período 1921 a 197212. Del Cuadro N° 5 se
desprende que en el período estudiado, a pesar de que corresponde, especialmente de 1949 en adelante, a
la construcción del Estado de Bienestar en Inglaterra, no ha habido una disminución en las diferenciales
de mortalidad de los grupos sociales sino más bien un aumento, ya que la diferencia entre los grupos I y
V fue de 43 en 1921-1923 y de 60 en 1970-1972. Caben dos comentarios más respecto a este cuadro; en
primer lugar, indica que las diferenciales de mortalidad entre los grupos sociales no son el resultado de
distinto acceso a los servicios médicos, ya que el Servicio Nacional de Salud fue implementa-do en
Inglaterra a partir de 194613, hecho que garantiza el acceso de toda la población inglesa a los servicios
médicos.

La segunda cuestión que actualiza el Cuadro N° 5 (página siguiente) se refiere al problema de la relación
entre las condiciones de vida y la salud. Indudablemente el nivel de vida general de los ingleses ha
mejorado en el período 1921 a 1972, pero este cambio se ha operado esencialmente en el campo del
consumo. Esto quiere decir que las relaciones sociales de producción siguen igual, lo que significa que la
sociedad de clases sigue existiendo, del mismo modo como las diferenciales de mortalidad.
Los datos presentados nos permiten confirmar que se verifica empíricamente el carácter social del
proceso de salud enfermedad en cuanto a fenómeno material objetivo y tal como se expresa en el perfil
patológico de los grupos humanos. Es así, porque como hemos demostrado, éste cambia para una misma
población según las características del momento histórico. Asimismo, las distintas formaciones sociales
presentan perfiles patológicos, que a nivel general, se diferencian según el modo particular combinarse el
desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Finalmente, es posible
comprobar que el proceso patológico de los grupos sociales de una misma sociedad se presenta distinto
en cuanto al tipo de enfermedades y su frecuencia.
El carácter social del concepto de salud y enfermedad, eso es, la conceptualización que se hace en un
momento dado respecto a qué es enfermedad, qué es la enfermedad y por qué se presenta, resulta más
fácil de comprobar, Es así porque, como lo demuestra Conti 14, el análisis histórico pone a la vista cómo
las necesidades de las clases dominantes, que se expresan como si fueran las necesidades de la sociedad
en su conjunto, condicionan uno u otro concepto de salud y enfermedad. En la sociedad capitalista, por
ejemplo, el concepto de enfermedad explícito está centrado en la bilogía individual, hecho que la
desocializa. El concepto de enfermedad oculto, es decir, que subyace a la definición social de qué es
enfermedad, se refiere a la incapacidad de trabajar, lo que la ubica en su relación con la economía y
eventualmente con la posibilidad de acumulación de capital.

111
El hecho de que el concepto de enfermedad tiene un componente claramente ideológico no quiere decir
que es falso, sino que es parcial, eso es, que no deja ver más que una parte de la problemática. El carácter
parcial, de esta manera, no permite impulsar el conocimiento más que en algunas áreas, mientras deja
ocultas a otras.
¿Objeto empírico y objeto construido?
A pesar de que el carácter social del proceso salud enfermedad parece ser un hecho incontrovertible, hay
en la literatura científica observaciones contradictorias al respecto. Existe, así, una serie de investiga-
ciones empíricas cuyos resultados son aparentemente discrepantes. Generalmente se trata de estudios que
intentan demostrar que algún factor social constituye un factor de riesgo de determinada enfermedad. Es
decir, son estudios que parten de la suposición de que lo social actúa como cualquier factor biológico,
partiendo de una conceptualización tradicional tanto de la enfermedad como de sus causas. Al registrar
que el factor "A" no siempre aparece correlacionado con la enfermedad "E", se rechaza la importancia de
lo social en la etiología de la enfermedad y se pone en entredicho el carácter social de la misma.
Este problema nos remite al análisis de dos problemas fundamentales para la comprensión del carácter
social del proceso salud enfermedad, que son el referido al objeto de estudio y el de la determinación. En
relación al primero habría que aclarar qué estudiar y cómo investigarlo para poder generar conocimiento
respecto al proceso salud enfermedad en cuanto proceso social.
Esto nos remite al problema de qué entender por enfermedad. Si se analiza la literatura epidemiológica,
donde se encuentran las investigaciones relevantes para nuestro tema, se observa que se manejan
esencialmente dos conceptos de enfermedad, que incluso en el fondo no son discrepantes. El pri mero es
el concepto médico clínico que entiende la enfermedad como un proceso biológico del individuo, y el
segundo el concepto ecológico, que ve a la enfermedad como el resultado del desequilibrio en la inter-
acción entre el huésped y su ambiente. Este concepto coincide con el primero, ya que una vez establecido
el desequilibrio la enfermedad se identifica igual que en el primer caso.
¿Con el objeto así definido, qué tipo de conocimiento se puede generar? Nos parece claro, que es una
conceptualización que permite entender la enfermedad justo como proceso biológico, y en cuanto tal
tiene validez. Si la finalidad es investigar el carácter social de la enfermedad, sin embargo, la enfermedad
así definida no nos permite ahondar, porque el proceso biológico estudiado en el individuo no revela de
inmediato lo social. Hay necesidad, entonces, de ir más allá del objeto directo de la medicina clínica y de
la epidemiología y construir un objeto que nos permite el estudio empírico del problema, que nos hemos
planteado investigar.
El primer elemento que habría que recoger es el hecho de que el carácter social del proceso salud
enfermedad se manifiesta empíricamente más claro a nivel de la colectividad que en el individuo (tal
como lo hemos visto en la primera parte de este trabajo). Esto indica que nuestro objeto de estudio no se
ubica a nivel del individuo sino del grupo. Sin embargo, no podría ser cualquier grupo sino uno
construido en función de sus características sociales, y sólo en segundo lugar las biológicas. Es así
porque el grupo no adquiere relevancia por ser muchos individuos en vez de uno, sino en cuanto nos
permite aprehender la dimensión propiamente social de este conjunto de individuos, que así dejan de ser
entes biológicos yuxtapuestos.
Dado que no se trata de cualquier grupo sino uno construido en función de sus características sociales, se
nos plantea la necesidad de partir de una teoría de lo social que nos proporcione los elementos teóricos
para la construcción de los grupos. Esto resulta de suma importancia ya que los médicos y los
epidemiólogos, generalmente, estudian los grupos tal y como se revelan espontáneamente a los ojos del
investigador. Así eligen la población hospitalaria, los residentes de determinada zona habitacional, un
grupo ocupacional, etcétera, que todos son grupos circunstanciales o seleccionados arbitrariamente. Cabe
señalar que el estructural funcionalismo en sociología, tampoco resuelve el problema de definir grupos
que tienen vida social propia y objetiva, ya que su sistema de estratificación social es de carácter
esencialmente subjetivo.
Sin embargo, aunque el establecimiento de los grupos en base a criterios sociales objetivos y
reproducibles es un paso necesario en la construcción del objeto científico, éste no sería los grupos como
tales sino el proceso de salud enfermedad presentes en ellos. Este modo de conceptualizar el objeto, no
112
obstante, requiere de aclaraciones complementarias. Habría que especificar qué se entiende por el
proceso salud enfermedad de un grupo, cómo se relaciona con el proceso salud enfermedad del
individuo. Además, resulta necesario explicitar, la relación entre lo biológico y lo social de este proceso
y, finalmente, analizar el alcance de esta conceptualización en relación al problema de la determinación.
Por el proceso salud enfermedad del grupo, de la colectividad, entendemos el modo específico como en
el grupo se da el proceso biológico de desgaste y reproducción, destacando corno momentos particulares
la presencia de un funcionamiento biológico diferenciable con consecuencias para el desarrollo regular
de las actividades cotidianas, esto es, la enfermedad. Así definido el proceso salud enfermedad se
manifiesta empíricamente de distintas maneras. Por una parte, se expresa en indicadores como la
expectativa de vida, las condiciones nutricionales y la constitución somática y por la otra, en las maneras
específicas de enfermar y morir, eso es, en el perfil patológico del grupo dado por la morbilidad y/o la
mortalidad.
Surge de inmediato una pregunta, ¿por qué tiene carácter social el proceso salud enfermedad, si está
definido por los procesos biológicos del grupo? Pensamos que es así por dos razones parcialmente
coincidentes. Por una parte, el proceso salud enfermedad del grupo adquiere historicidad porque está
socialmente determinado. Esto es, para explicarlo no bastan los hechos biológicos sino es necesario
aclarar cómo está articulado en el proceso social. Pero el carácter social del proceso salud enfermedad no
se agota en su determinación social, ya que el proceso biológico humano mismo es social. Es social en la
medida que no es posible fijar la normalidad biológica del hombre al margen del momento histórico.
Esto se expresa, por ejemplo, en el hecho de que no es posible determinar cuál es la duración normal del
ciclo vital lo que se demuestra en que se da distinto en diferentes épocas. Esto hace pensar que es posible
establecer distintos patrones de reproducción dependiendo de las características de la relación entre el
hombre y la naturaleza.
Si de esta manera la "normalidad" biológica se define en función de lo social, también la "anormalidad"
lo hace, (hecho que hemos demostrado en la primera parte de este trabajo). El carácter simultáneamente
social y biológico del proceso salud enfermedad no es contradictorio sino únicamente señala que puede
ser analizado con metodología social y biológica, dándose en la realidad como un proceso único.
La necesidad de construir el objeto de estudio, tal como hemos visto, se refiere a la posibilidad de
verificar empíricamente el carácter social del proceso salud enfermedad. Reconocido este hecho habría
que especificar qué alcance puede tener las observaciones hechas de este objeto. Es claro, que este modo
de abordar el estudio del proceso salud enfermedad nos permite describir las condiciones de salud de un
grupo articuladas con las condiciones sociales de éste. Es de por sí un avance ya que tiene implicaciones
directas para la práctica sanitaria dado que visualiza la problemática en forma distinta que cuando se lo
hace con una descripción biologista de las condiciones de salud.
No obstante, la posibilidad de investigar el carácter social del proceso salud enfermedad a través del
objeto construido no se agota en la descripción distinta sino apunta más allá. El estudio del patrón de
desgaste y del tipo de patología y su distribución en los grupos definidos por sus características sociales,
también plantea la posibilidad de generar conocimiento respecto a la determinación de estos procesos,
esto es explicarlos.
Esto nos lleva a esclarecer cómo se relacionan lo observado en el estudio del objeto construido
—"proceso de salud enfermedad colectiva"— y las conclusiones respecto a sus características con el
proceso salud enfermedad estudiado en el individuo. Cabe señalar primero, que una vez construido
nuestro objeto a través de la selección del grupo en base a sus características sociales, el estudio concreto
se realiza en los individuos que lo componen, pero la interpretación de los datos no se da en función de
cada caso sino del conjunto. Es decir, la construcción del grupo significa contemplarlo en su carácter
propiamente social, eso es, por el modo como se relaciona con el resto de los grupos en el proceso de
trabajo de la sociedad. La investigación del patrón de desgaste y del perfil patológico se tiene que
realizar en relación con los organismos de los miembros del grupo buscado, no la singularidad de cada
caso individual como lo hace la medicina clínica, sino establecer lo común que caracteriza al grupo.
La relación entre el proceso salud enfermedad colectiva y el del individuo, entonces está dada porque el
proceso salud enfermedad colectiva determina las características básicas sobre las cuales gravita la

113
variación biológica individual. Esto visto desde el paciente significa que su historia social asume
importancia por condicionar su biología y porque determina cierta probabilidad de que enferme de un
modo particular, pero como sabemos la probabilidad no se cumple en el individuo más que como
presencia o ausencia del fenómeno. Es por eso que el análisis del caso clínico tiene su especificidad
propia, ya que a priori se puede enfermar de cualquier cosa, que para su tratamiento tiene que ser
correctamente diagnosticada.
Acerca de la determinación
El estudio del proceso salud enfermedad colectivo, asimismo, centra distinto la comprensión del
problema de la causalidad, ya que al preocuparse por el modo como el proceso biológico se da
socialmente, necesariamente recupera la unidad entre "la enfermedad" y "la salud" dicotomizada en el
pensamiento médico clínico. Ocurre así porque visto como proceso de la colectividad lo preponderante
es el modo biológico de vivir en sociedad que determina, a su vez, los trastornos biológicos
característicos, eso es, la enfermedad. Esta, así, no aparece divorciada de aquél sino se dan como
momentos de un mismo proceso pero diferenciables.
Esta reformulación de la naturaleza de la enfermedad que la recupera como parte del proceso biológico
global demuestra las limitaciones de los modelos de causalidad que subyacen el pensamiento médico
dominante. Resulta insostenible explicar la enfermedad como el efecto de la actuación de un agente
como se pretende hacer con el modelo monocausal, pero también la multicausalidad tal como ha sido
formulado por McMahon, y aun Cassel, tiene serias limitaciones para proporcionar una explicación a la
enfermedad tal como la hemos definido.
La insuficiencia del modelo monocausal para dar cuenta del porqué de la presentación de la enfermedad,
aún definida de manera tradicional, es de sobra conocida. Sin embargo, el modelo multicausal tampoco
logra dar una respuesta satisfactoria a los problemas planteados. Las razones de este fracaso son de
distinto orden. La más profunda, quizá, está dada por su conceptualización declaradamente agnóstica,
que plantea una paradoja: proponerse explicar partiendo de la suposición de la imposibilidad de conocer
la esencia de las cosas. La limitación más inmediata del modelo multicausal, sin embargo, reside en su
reducción de la realidad compleja a una serie de factores, que no se distinguen en calidad y cuyo peso en
la generación de la enfermedad está dado por su distancia de ella. Así conceptuada la causalidad, lo
social y lo biológico no se plantean como instancias distintas, ya que ambos son reducidos a "factores de
riesgo" que actúan de una manera igual.
Dentro de la corriente norteamericana de la epidemiología social Cassel es quien más concientemente se
ha planteado la integración de lo social en el complejo causal de la enfermedad dándole especificidad
propia. Este autor ubica dos problemas fundamentales al establecer que lo social no actúa como un
agente bio-físico-químico en la generación de la enfermedad y, por lo tanto, no tiene especificidad
etiológica ni obedece a la mecánica de dosis-respuesta. De allí se desprende, según Cassel, la necesidad
de investigar los aspectos sociales de la causalidad de la enfermedad no en función de un conjunto de
patologías. Al llegar a una proposición concreta, sin embargo, presenta el "stress" como la mediación
única entre lo social y lo biológico.
A pesar de que identifica algunos de los problemas fundamentales que se tienen que tomar en cuenta para
la comprensión de la articulación del proceso salud enfermedad en el proceso social termina por
biologizar a la sociedad ya que lo califica por sus efectos biológicos y no por sus características propias.
De esta manera, a pesar de que el punto de partida para Cassel es la especificidad de lo social, no logra
desarrollar su proposición fundamental por carecer de una formulación teórica acerca de lo social.
Las grandes limitaciones de las explicaciones causales en boga, plantean la necesidad de buscar una
nueva formulación del problema de la causalidad, o planteado de modo más amplio, de la determinación
del proceso salud enfermedad. Hasta ahora Breilh entre otros, ha adelantado ideas interesantes al
respecto. Siguiendo la línea de pensamiento de estos autores y del presente trabajo, una proposición
acerca de la interpretación de la determinación del proceso de salud enfermedad tiene que contemplar la
unidad de éste, tal como lo hemos expuesto anteriormente, y su carácter doble, biológico y social. Esto
significa reconocer la especificidad de cada uno y al mismo tiempo analizar la relación que guardan entre
sí, lo que implica encontrar las formulaciones teóricas y las categorías que nos permiten abordar su

114
estudio científicamente. Puede parecer un señalamiento superfluo, pero el rigor científico de muchos
investigadores médicos no se extiende al campo social que tratan como su estudio no requiera de más
herramientas que el sentido común.
La evidencia empírica, tal como hemos expuesto, nos permite demostrar que existe una relación entre el
proceso social y el proceso salud enfermedad. Sin embargo, esta observación por sí misma no resuelve
cuál es el carácter de esta relación, ya que tenemos por un lado el proceso social y por el otro el proceso
biológico sin que esté inmediatamente visible cómo el uno se transforma en el otro, ya que, para así
decirlo, nos enfrentamos a una "caja negra" en el cual lo social entra de un lado y lo biológico sale del
otro, sin que se sepa qué ocurre dentro de ella. Ese es tal vez, el problema más candente para la
explicación causal social del proceso salud enfermedad.
Este problema no está resuelto, pero la reflexión acerca del carácter del proceso de salud enfermedad
abre algunos caminos para explorar.
El hecho de haber precisado que el proceso salud enfermedad tiene carácter histórico en sí mismo, y no
solamente porque está socialmente determinado, nos permite plantear que el vínculo, por así decirlo,
entre el proceso social y el proceso salud enfermedad biológico está dado por procesos particulares, que
son al mismo tiempo sociales y biológicos. Por ejemplo, el modo concreto de trabajar, cuyo carácter
social es evidente, es al mismo tiempo biológico, ya que implica determinada actividad neuro-muscular,
metabólica, etc. Otro ejemplo podría ser el comer ya que lo que se come y cómo se hace son hechos
sociales, que tienen su contraparte biológica.
Este modo de entender la relación entre el proceso social y el proceso salud enfermedad apunta, por un
lado, al hecho de que lo social tiene una jerarquía distinta que lo biológico en la determinación del
proceso salud enfermedad y, por el otro, se opone a la concepción de que lo social únicamente
desencadena procesos biológicos inmutables y ahistóricos, y permite explicar el carácter social del
proceso biológico mismo. Esta conceptualización, así, nos permite comprender cómo cada formación
social crea determinado patrón de desgaste y reproducción y sugiere un modo concreto de desarrollar la
investigación al respecto.
La segunda vertiente problemática, que es necesario abordar se refiere a cómo explicar la generación del
momento del proceso salud enfermedad que hemos definido como enfermedad. Por lo pronto vamos a
dejar al lado los aspectos obviamente sociales, o sea lo que se refiere al aspecto ideológico de la
enfermedad y las circunstancias sociales que hacen que determinado proceso biológico interfiere con las
actividades cotidianas, y centrarnos en el proceso biológico material. En primer lugar, es claro que el
propio patrón social de desgaste y reproducción biológico determina el marco dentro del cual la
enfermedad se genera. Es en este contexto que habría que recuperar la no especificidad etiológica de lo
social e incluso del patrón de desgaste y reproducción biológico respecto de la enfermedad, ya que no se
expresan en entidades patológicas específicas sino en lo que hemos llamado el perfil patológico, que es
una gama amplia de padecimientos específicos más o menos bien definidos. Aparte de la relación entre el
patrón de desgaste-reproducción y la enfermedad en la cual la determinación social se manifiesta
claramente, parece necesario postular otros mecanismos de transformación de lo social en biológico. La
pregunta clave para dilucidar este problema, a nuestro parecer, se refiere al carácter general o particular
de estos mecanismos porque si son particulares sólo el estudio de los casos particulares puede revelar
cuáles son.
Para que los señalamientos anteriores asuman su pleno significado, hay que explicitar de otra manera
cómo conceptualizamos el proceso salud enfermedad y su articulación con el proceso social. En términos
muy generales el proceso salud enfermedad está determinado por el modo como el hombre se apropia de
la naturaleza en un momento dado; apropiación que se realiza por medio del proceso de trabajo basado
en determinado desarrollo de las fuerzas productivas y relaciones sociales de producción. A nuestro
parecer las categorías sociales, que nos permiten desarrollar esta proposición general y profundizar y
enriquecer la comprensión de la problemática de la esencia del proceso salud enfermedad y su
determinación son la clase social tal como lo propone Breilh20 y proceso de trabajo por razones que he
desarrollado en otro trabajo. Sin embargo, parece claro que el futuro desarrollo en este campo depende
de las posibilidades de emprender investigaciones concretas para poder alimentar y corregir el desarrollo

115
teórico, ya que muchos de los problemas candentes no pueden resolverse más que a través de la práctica
de investigación.
En la introducción de este trabajo se señala la necesidad de avanzar de una posición de crítica a la
explicación biologista de la enfermedad hacia la construcción de una interpretación distinta del proceso
salud enfermedad que teniendo como eje su carácter social puede impulsar la generación de un nuevo
conocimiento respecto a éste. La importancia de eso no sólo reside en que puede añadir algunos
elementos novedosos, sino porque ofrece la posibilidad de abordar toda la problemática de salud desde
un ángulo distinto, ya que la aborda como fenómeno colectivo y como hecho social. Este enfoque tiene
implicaciones profundas para la práctica, ya que la medicina hospitalaria poco tiene que ver con el
proceso salud enfermedad en la sociedad. Una nueva práctica, sin embargo, no depende sólo de una
interpretación del proceso salud enfermedad sino de que descansa sobre bases sociales que la puedan
impulsar y sostener.

Dejours Ch. y Gernet I. (2014) “Psicopatología del trabajo”


Cap. 9: Entidades Psicopatológicas vinculadas al trabajo
Las entidades psicopatológicas vinculadas a las nuevas formas de organización del trabajo de
caracterizan por diferentes manifestaciones sintomáticas que pueden agruparse en dos apartados:
 Las patologías de la soledad
 Las patologías de la servidumbre
Las patologías de la soledad tienen como común denominados el aislamiento y la corrosión de los
recursos defensivos colectivos contras los efectos patógenos del sufrimiento y de las obligaciones del
trabajo. Estas formas de patología surgen esencialmente como una consecuencia de la desestabilización
del vínculo con el trabajo debido a la introducción de métodos de management, junto con los métodos de
evaluación objetiva y cuantitativa de rendimientos.
Las patologías de la servidumbre describen las situaciones patógenas vinculadas al trabajo en las
actividades de servicio que agrupan a sectores variados de actividad (cuidados de la salud, trabajo social,
educación, asistencia técnica, comercio, hotelería, restauración, comunicación, transportes, etc.).
La mayoría de las situaciones profesionales específicas de las actividades de servicio requieren un
esfuerzo por parte del trabajador para moldear sus emociones, y conllevan un riesgo de confusión entre
las esferas profesional y privada. La cuestión de la servidumbre se presenta como una cuestión
fundamental para comprender los “compromisos” en la organización, que generan formas específicas de
sufrimiento (sufrimiento ético), “compromisos” concedidos en nombre de la eficacia del trabajo y que se
revelan particularmente en el plano psicopatológico.
En el campo de la psicopatología del trabajo, el medico clínico puede verse llevado a encontrar muchas
de las entidades sintomatológicas que se dan en la práctica clínica en psiquiatría y en psicopatología, y
cuyas principales variantes se presentan a continuación.
Trastornos del humor
En las encuestas epidemiológicas, la salud mental es considerada por lo general en términos de
sintomatología depresiva y/o ansiosa.
Si bien la depresión involucra a todas las categorías socioprofesionales, la frecuencia de los síntomas
depresivos aumenta en el caso de los trabajadores precarios y de los desempleados.
CLÍNICA
En el cuadro clínico de los trastornos depresivos se manifestar la triada sintomática que asocia:
 Humor depresivo (ideas negras, desvalorización, sentimiento de culpabilidad);

116
 Inhibición o disminución psicomotriz (disminución del interés o del placer en realizar
actividades, fatiga, perdida de energía, dificultades de concentración);
 Signos somáticos (trastornos del sueño y del apetito, dolores físicos difusos).
ANÁLISIS
Las correlaciones entre depresión y trabajo relevadas por las encuestas epidemiológicas no permiten
defender un factor causal, único y directo que determine la aparición de síntomas depresivos vinculados
al trabajo.
No es únicamente la separación entre las prescripciones y la actividad lo que vuelve al sujeto vulnerable
a la depresión, en la medida en que esta separación es lo que constituye la esencia del “trabajar” y
condiciona la movilización de la inteligencia en el trabajo. Si bien los obstáculos opuestos al
reconocimiento de lo real del trabajo han existido siempre, las formas modernas de organización del
trabajo se caracterizan por la precarización inducida por la utilización de empleos precarios y
subcontratación, flexibilización del empleo y por nuevas formas de organización del trabajo
estructuradas con métodos y criterios formales de gestión. De esta manera, los trabajadores precarizados
no son los únicos en manifestarse vulnerables a la depresión, sino el conjunto de los asalariados, para los
cuales el miedo inducido por la amenaza del despido conduce a una negación del sufrimiento, que genera
el individualismo y la neutralización de la movilización colectiva contra el sufrimiento y la dominación.
Para soportar el sufrimiento, los sujetos se ven llevados a movilizar estrategias individuales de defensa,
como la represión pulsional o incluso la racionalización, caracterizada por una justificación de las
conductas en función de la razón económica. El recurso a la autonomía y a la responsabilidad individual
en la gestión hacen emerger la angustia de no poder estar a la altura de los acontecimientos, de no
comprender la complejidad de los “indicadores” retenidos para evaluar la actividad, lo que puede
manifestase por un “sentimiento de incompetencia ansiogena”.
La mayor parte de las depresiones vinculadas con el trabajo se caracterizan por la intensidad de los
sentimientos de inferioridad y de culpabilidad: sentimiento de “no servir para nada”, de no estar más a la
altura, de verse “sobrepasado”, etc.
Psicosis vinculadas al trabajo
Las descompensaciones psicóticas son raras y afectan a menos del 1% de la población activa.
La aparición de trastornos psicóticos impide el mantenimiento de una integración socioprofesional,
debido a las alteraciones de los procesos de pensamiento y de las distorsiones del vínculo con la realidad
que obstaculizan la actividad del trabajo, las relaciones con los colegas y la jerarquía.
CLÍNICA
En el plano etiológico, la aparición de trastornos psicóticos en situación de trabajo se considera la
consecuencia de afecciones neurológicas (epilepsias y demencias degenerativas) o algunas enfermedades
más generales como la encefalopatía, la hipercalcemia, o trastornos endócrinos. El rol de los agentes
químicos (plomo, mercurio, arsénico, etc.) puede igualmente provocar el desencadenamiento de
trastornos de índole psicótico.
ANÁLISIS
Los procesos psíquicos que contribuyen al desencadenamiento de un episodio psicótico agudo se
despliegan casi siempre en el contexto de una inquietud fundamental sobre su futuro en la empresa luego
de conflictos con la jerarquía y/o los colegas de trabajo, respecto de valores de la profesión, de los
objetivos del trabajo o de criterios referidos a la calidad del trabajo. A estos conflictos vivenciados por el
sujeto se le oponen las denegaciones, un silencio o una indiferencia por parte de management y los
colegas, induciéndolo a una vivencia angustiante de incertidumbre, duda y soledad. Esta situación puede
llevarlo a adoptar una “postura paranoica”. El proceso delirante se inscribe como una solución critica
elaborada por el sujeto para mantener el vínculo con la realidad y pensar la situación paradojal en la que
se encuentra.

117
Patologías postraumáticas y violencia en el trabajo
Patologías postraumáticas
Surgen como consecuencia de los accidentes y agresiones que afectan a los trabajadores en el ejercicio
de su actividad profesional. Los accidentes de trabajo no designan una entidad clínica específica, sino
que incluyen las heridas físicas así como las consecuencias psicopatológicas de los accidentes ocurridos
“debido o durante el trabajo”.
CLÍNICA
Los síntomas de las patologías postraumáticas corresponden al cuadro clínico de la neurosis traumática
descrita por Freud. En estos casos, el desencadenamiento está determinado por elementos actuales de la
situación vivida por el sujeto y no por la activación de los conflictos vinculados con la sexualidad
infantil.
Los trastornos comienzan sin periodo de latencia, inmediatamente después del accidente o de la agresión,
y asocian:
 Un estado permanente de angustia con su conjunto de signos somáticos (taquicardia, sudores,
temblores);
 Una reviviscencia diurna del acontecimiento con pensamiento de carácter obsedantes;
 Sueños traumáticos muchas veces seguidos de insomnios;
 Irritabilidad;
 Dificultades de concentración.
La obsesión por una reincidencia del incidente se traduce en la persistencia de las reviviscencias a veces
hasta varios meses luego de ocurrido.
Síndrome subjetivo postraumático o posconmocional
Los síntomas comienzan luego de un plazo que puede ir de varias semanas a varios meses y se
caracterizan por:
 Síndromes de índole somática (cefaleas, fatiga extrema, sensaciones de vértigo, dolores varios,
parestesias);
 Pueden estar asociados el insomnio, la anorexia, la irritabilidad o trastornos del humor.
Existe una desproporción entre los trastornos funcionales que organizan la queja del paciente y las
limitaciones físicas que resultan de lesiones e impactos corporales lo que puede conducir a diagnosticar
al paciente como “simulador”. Aunque los daños corporales hayan sido curados, la molestia funcional en
la esfera neurológica y motriz persiste e impide que el trabajador retome su puesto.
Sinistrosis
Se caracteriza por la tendencia a exagerar el perjuicio consecutivo al accidente. El trabajador emprende
un pedido de reparación que moviliza gran parte de su compromiso psíquico. Entre recurso y recurso,
cuando el pedido de reparación no es satisfecho, el sujeto puede manifestarse querulante y entrar en un
proceso paranoico.
Neurosis traumática
La entidad clínica de la neurosis traumática tiende progresivamente a ser reemplazada por el “estado de
estrés postraumático”. La misma comienza luego de una fase de latencia que sigue al accidente o a la
agresión y se caracteriza por la triada:
 Síndrome de repetición (reviviscencia del acontecimiento traumático, períodos sensibles en los
momentos de aniversario, sueños traumáticos y recuerdos recurrentes);
 Síndrome de estado hiperalerta (irritabilidad particular, perdida de la capacidad de
concentración);
 Síndrome del evitador (evitación del estímulo vinculado con el acontecimiento).

118
ANÁLISIS
Trabajar con el riesgo de accidente forma parte de lo cotidiano para muchos trabajadores. Los síntomas
contribuyen a enmascarar lo que estuvo en el origen de las construcciones defensivas, a saber el miedo.
Pero el accidente cuestiona el sistema simbólico basado en el ocultamiento del peligro que organiza las
construcciones defensivas. La reanudación del trabajo se revela desde ese momento particularmente
difícil ya que no es más posible mantener la negación de lo real.
Trabajo y violencia
Ciertos acting-out violentos pueden producirse en el lugar de trabajo y asumen la forma de agresiones a
colegas, a supriores jerárquicos, más raramente a los usuarios o manifestarse bajo la forma de sabotaje de
las instalaciones o maquinas.
En algunos ambientes de trabajo que implican riesgos para la integridad corporal (sector de la
construcción, policía, ejercito, vigilancia de prisión, etc.) la violencia se banaliza al estar integrada en las
estrategias colectivas de defensa. Estas construcciones defensivas se caracterizan por estar organizadas
por los valores del coraje viril que valorizan la capacidad para soportar el sufrimiento, pero autorizan a
infligir sufrimiento en el prójimo.
Patologías del acoso
Acoso sexual
CLÍNICA
El acoso sexual se caracteriza por imposiciones sexuales:
 Mediante gestos directos con contactos físicos de connotación sexual, relaciones sexuales por
obligación, prácticas sexuales impuestas, caricias forzadas;
 Avances sexuales desagradables, propósitos obscenos, imágenes pornográficas impuestas;
 Perjuicios verbales: insultos, palabras humillantes, amenazas, propósitos groseros.
ANÁLISIS
La comprensión del acoso sexual en el trabajo no puede reducirse a un enfoque individual que pone en
evidencia los lazos mantenidos entre el acosador y la persona acosada, sino que debe ser resituada en el
contexto de la organización del trabajo y del mantenimiento de vínculos de dominación. En efecto, el
acoso sexual independientemente de su finalidad individual puede también cumplir una finalidad
instrumental en la preservación de los vínculos jerárquicos y de poder en el mundo del trabajo, en favor
de la dominación de los hombres sobre las mujeres.
Acoso moral
El acoso en el lugar de trabajo remite a toda conducta abusiva que se manifiesta en particular por
comportamientos, palabras, actos, gestos, escritos, que puedan ocasionar perjuicios a la persona, a la
dignidad o a la integridad física o psíquica, al poner en peligro su empleo o degradar el clima de trabajo.
La dinámica conflictiva, que caracteriza al acoso, se designa también con el término de mobbing. Éste
está conformado por prácticas hostiles que, tomadas de manera aislada, podrían parecer anodinas, pero
cuya repetición constante tiene efectos perniciosos.
CLÍNICA
En la fase de descompensación, el cuadro clínico se caracteriza por: ansiedad, depresión, trastornos del
sueño, aburrimiento, toma de medicamentos, alcohol o psicotrópicos, estado de fatiga, hipervigilancia,
repliegue sobre sí mismo, perjuicios somáticos.
La situación del acoso esta correlacionada con ciertas modificaciones de las condiciones y de la
organización del trabajo, las más frecuentes son:
 Sobrecarga del trabajo;

119
 Nuevos métodos de management;
 Llegada de un nuevo superior jerárquico;
 Restructuración del servicio;
 Fusión o compra de la empresa;
 Deslocalización geográfica y/o estratégicas.
ANÁLISIS
Existe una relación circular que se establece entre el acosador, que presenta una organización
psicopatológica del tipo “perverso narcisista” y una “victima” acosada.
La psicodinámica del trabajo propone refutar las explicaciones diádicas (perverso-narcisista/victima)
para centrar la discusión etiológica acerca del acoso moral en los fundamentos psicológicos de la
servidumbre y del consentimiento en el contexto de los vínculos de dominación social. La instalación del
proceso de acoso moral implica en efecto el consentimiento de los colegas que constatan y asisten, sin
oponerse, al desvió de los vínculos de trabajo de su finalidad. Por otra parte, los pacientes que consultan
para hacerse ayudar en situaciones de acoso, han sido muchas veces testigos silenciosos, o incluso se han
visto implicados en maniobras de acoso de colegas, antes de volverse ellos mismos el objeto del proceso
de acoso.
Patologías de sobrecarga
Dentro de estas se distinguen:
 Los perjuicios somáticos (TMS, LER, karôshi):
 Un síndrome mixto que asocia síntomas psíquicos y somáticos, el síndrome de agotamiento
profesional o burnout.
Karôshi
Es un término japonés que designa la “muerte por exceso de trabajo” que ocurre en lo jóvenes ejecutivos
o empleados hombres de entre 25 y 40 años, luego se sufrir una hemorragia cerebral o un infarto del
miocardio. Las víctimas no presentan antecedentes cardiovasculares. La sobrecarga de trabajo es
importante, más de 70 horas por semana.
Trastornos musculo-esqueléticos (TMS)
Es la patología más frecuente en el ámbito laboral.
CLÍNICA
Los trastornos musculo-esqueléticos tienen un impacto electivo en el cuerpo mediante daños
inflamatorios y dolorosos en las extremidades, en los tendones de las articulaciones, en los miembros
superiores, en los miembros inferiores y en la columna vertebral. Los mecanismo en juego son completos
y asocian fenómenos mecánicos, inflamatorios, vasculares y degenerativos. El principal síntoma es el
dolor, asociado a rigideces, parestesias, perdida de movilidad y de fuerza.
Pueden identificarse las patologías más frecuentes:
 Síndrome de túnel carpiano (mano y muñeca);
 Tendinitis del manguito rotador (hombro);
 Epicondilitis (codo de tenista) e higroma (codo):
 Lumbalgias, dorsalgias e inflamaciones raquídeas (espalda).
ANÁLISIS
La clínica de los trastornos somáticos en el trabajo conduce a matizar la distinción clásica entre
sufrimiento físico y sufrimiento psíquico y moral. La investigación psicopatológica se beneficia con el
aporte de los trabajos en psicosomática, que permiten comprender de qué manera la saturación del
aparato psíquico, debido al aumento de las imposición de ritmo y de rendimiento, ocasiona alteraciones
del funcionamiento psíquico, a que su vez conllevan un debilitamiento del cuerpo.
120
Sin embargo, la aparición de una enfermedad somática no se da, por lo general, de manera inmediata. La
traba en el funcionamiento psíquico se traduce, en primer lugar, por una vivencia de insatisfacción que se
expresa por la fatiga. Algunos trabajos tienden a mostrar que la fatiga no está siempre correlacionada con
una carga física excesiva, lo que lleva a privilegiar la hipótesis de la “carga psíquica” en la aparición de
los trastornos como las patologías del burnout.
Síndrome de agotamiento profesional o burnout
La expresión burnout pone el acento sobre el desgaste, el agotamiento ante una solicitud demasiado
importante de energía y de recursos con el riesgo de “consumirse”, de “quemarse”.
CLÍNICA
Tres dimensiones caracterizan el síndrome:
 El agotamiento emocional que es punto central del síndrome;
 La “despersonalización” y la deshumanización de la relaciones interpersonal, que conducen a
una pérdida de empatía, un desprendimiento progresivo, una rutina en las prácticas de cuidado
con una tendencia a tratar al paciente como una cosa;
 La disminución de la realización personal que resulta del involucramiento desmedido de la
actividad, desemboca en el agotamiento y en pérdida de eficacia que genera una duda sobre las
propias capacidades.
El burnout no representa una categoría nosografía particular en la medida en que los signos
clínicos no son específicos. Sin embargo, es posible identificar ciertas manifestaciones físicas y
psíquicas que brindan información sobre el estado físico y psíquico consecutivo a la sobrecarga de
trabajo. En el plano físico: trastornos del sueño, fatiga excesiva, manifestaciones gastrointestinales,
dolores lumbares, difusos dolores cardiacos.
Los perjuicios psíquicos son sutiles y se presentan como inhabituales para el sujeto: desprendimiento
progresivo, irritabilidad, desconfianza o rigidez hacia el prójimo, perdida de la autoestima, pérdida de
confianza en sí mismo, incremento del pesimismo, variaciones del humor.
ANÁLISIS
Los estudios más recientes insisten en los “riesgos psicosociales” de las profesiones de cuidados
sanitarios, de ayuda a la persona y de servicio. El personal de cuidados sanitarios sería más vulnerable al
agotamiento profesional debido a su cercanía con el sufrimiento y la muerte. El burnout resultaría de la
no-culminación del trabajo emocional, en el cual la dimensión afectiva le ganaría al “desapego moral”
conveniente.
Hiperactividad y doping en el trabajo
Hiperactividad
Históricamente, los vínculos entre hiperactividad y trabajo ya habían sido considerados por los
psicoanalistas como la “neurosis del domingo”.
CLÍNICA
Las observaciones clínicas revelan trastornos considerados en términos de dependencia o incluso de
adicción al trabajo, debido a la naturaleza compulsiva de la actividad profesional para los sujetos
descritos como “adictos de trabajo”.
El workaholism designa una forma de sobreimplicación profesional que reviste un carácter patológico. El
fenómeno debe ser duradero y persistir a pesar de las consecuencias negativas para la salud o la vida
familiar y social. El neologismo workaholism busca designar ciertas conductas de agotamiento
profesional, pero en el marco de un desvío del trabajo a partir del cual el sujeto se “embriaga”, otorgando
cada vez más tiempo y energía a sus actividades profesional. El perfil psicológico del “adicto al trabajo”
se caracteriza por tres dimensiones: un compromiso fundamental con el trabajo, una compulsión a
trabajar y poca satisfacción experimentada al hacerlo.

121
ANÁLISIS
En los casos de hiperactivismo y de presentismo, la imposibilidad de pensar su trabajo y la saturación del
funcionamiento psíquico resultante puede desencadenar trastornos de ansiedad, sentimientos de baja
autoestima, perturbaciones del sueño que pueden ir hasta un colapso depresivo.
Adicciones en ambientes profesionales
CLÍNICA
La adicción abarca las conductas de toxicomanía, alcoholismo y aquellas que conllevan dependencia con
o sin producto.
Estos comportamientos son considerados a partir de los riesgos para la salud y para la seguridad que
conllevan (riesgos de accidentes de trabajo incrementados). La instauración de dependencia respecto de
sustancias, que se traduce por un uso compulsivo pero muchas veces desprovisto de placer, es un
indicador de la lucha encarada por el sujeto en situación de trabajo para aguantar.
Otras descripciones clínicas ponen de manifiesto ciertas prácticas de “doping”, en particular entre los
ejecutivos. El término “doping” designa prácticas de consumo entre los ejecutivos de substancias
diversas y variadas, licitas o ilícitas para poder enfrentar sus obligaciones profesionales. El consumo
comienza generalmente luego de una sintomatología ansioso-depresiva, con trastornos del sueño
asociados, que conducen a la ingesta de antidepresivos. Algunos pacientes culminan por consumir
simultáneamente diferentes productos: estimulantes durante el día (cafeína, anfetaminas, cocaína, coctel
de vitaminas) y ansiolíticos y somníferos para tratar de hacer ceder el estado de excitación y dormir por
la noche.
ANÁLISIS
Con respecto al alcohol, se insiste en su función defensiva. En algunas profesiones, la inseguridad forma
parte del trabajo. El alcohol posee funciones ansiolíticas y desinhibitorias que apuntan a calmar la
angustia.
Los toxicómanos remiten a conductas individuales al servicio del mantenimiento de la excitación para
hacerle frente a la carga de trabajo.
En caso de las prácticas de doping, la función principal es la de garantizar la eficacia para “estar a la
altura” de todas las circunstancias.
Trastornos del juicio y del pensamiento
Pueden aparecer trastornos cognitivos que revelan la pérdida de dominio sobre lo real en forma de:
 Un síndrome deficitario sectorial. Perjuicios cognitivos así como trastornos amnésicos,
razonamiento infantil, trastornos del juicio, desorientación espacio-temporal, solo conciernen al
campo de actividades profesionales, mientras que subsiste un funcionamiento psíquico sano por
fuera del trabajo.
 Un síndrome confusional o pseudo-demencia que se traduce por perjuicios severos de las
funciones cognitivas: desorientación espacio-temporal de intensidad variada, trastornos en la
memoria (olvido progresivo, falsos reconocimientos, dificultades para evocar recuerdos
antiguos), trastornos graves de la atención y de la concentración que conllevan repercusiones en
la vida cotidiana, trastornos motrices que se traducen por una torpeza y una pérdida de las
capacidades anteriores.
Suicidios e intentos de suicidios
Son un fenómeno recuente en el plano del trabajo, iniciado en 1990. Durante mucho tiempo, la principal
categoría socio-profesional afectada era la de los agricultores.
Existe una hipótesis según la cual el riesgo de suicidarse varía en función de las categorías profesionales:
militares, policías, médicos y enfermeras o incluso obreros de la industria minera serían las categorías de

122
empleo para las cuales la tasa de suicidio es más elevada. El desempleo representar un factor de riesgo
importante, debido a la precariedad de las condiciones sociales y materiales, pero también por el
debilitamiento de la salud mental consecutiva a la pérdida de empleo.
CLÍNICA
El enfoque psicopatológico insiste en la vulnerabilidad psíquica que rige el pasaje al acto, que es auto-
agresivo. El accionar suicida traduciría la imposibilidad para el aparato psíquico de mantener la cohesión
entre las exigencias pulsionales y la presión proveniente de las prescripciones de la realidad externa.
ANÁLISIS
Dos modelos contradictorios:
 La tesis psicogenética o estructuralista, que atribuye la conducta suicida a ciertas fragilidades
preexistentes (antecedentes de depresión, tendencias antisociales, conductas adictivas, etc.)
 La tesis sociogenética, que confiere un rol central al management y a la organización del trabaja
en el desencadenamiento del pasaje al acto.
Cuando el acto suicida se comete en el lugar del trabajo, el trabajo no puede reducirse un simple factor
de riesgo o a un factor “desencadenante” entre otro. En función de la centralidad del trabajo, es el
conjunto de la subjetividad la que es atravesada por el trabajo.
La descalificación de la participación y de la contribución brindadas a la empresa (por ejemplo negación
de solicitud de traslado, de promoción, de ascenso, refromas de la estructura) ataca la integridad
narcisista del sujeto y esto con una intensidad mayor en tanto no existan signos de solidaridad o de
reconocimiento de su situación riesgosa formulados por sus colegas. La empresa no es la que provoca el
suicidio, pero al quitarle de manera repentina al sujeto la posibilidad de continuar invirtiendo su
subjetividad en su trabajo, genera obstáculos para la economía de las implicaciones psíquicas
movilizadas hasta entonces, lo que puede llevar a una crisis psicológica severa.
Psicopatología del desempleo
CLÍNICA
El cuadro clínico está dominado por la experiencia de la pérdida: pérdida de empleo, de salario, de
actividades y de estatus social, de vínculos sociales, del sentimiento de utilidad, etc.
Los movimientos dominantes son los depresivos, que se manifiestan por trastornos del humor y pueden
estar asociados a trastornos somáticos, así como a trastornos del comportamiento (crisis de cólera,
agresividad).
Una encuesta revela una sobremortalidad de los desempleados y una correlación significativa
suicidio-desempleo para los hombres jóvenes. El riesgo anual de los decesos en los hombres de 34 a
60 años es tres veces más elevado en el grupo de desempleados respecto del grupo de los activos.
ANÁLISIS
Los diferentes estudios clínicos insisten en las repercusiones mayores del desempleo sobre la salud
mental en términos de autoestima, vinculado con la pérdida de los soportes sociales, de los puntos de
referencia identitarios y relacionales.
Los efectos psicopatológicos del desempleo pueden analizarse a partir de la desestabilización de la
economía psíquica anteriormente estructurada por el vínculo con el trabajo. La privación de trabajo
introduce una ruptura en las implicaciones psíquicas y obstaculiza la dinámica de la sublimación,
abriendo la vía a las descompensaciones depresivas y somáticas. Es el conjunto de las implicaciones
narcisistas y objetales el que es conmocionado, en función del rol central que ocupa el trabajo para la
subjetividad.
La imposibilidad en la que se encuentra el sujeto de poder aportar su contribución a la sociedad, por
medio del trabajo, no representa solamente una pérdida de apuntalamiento susceptible de desestabilizar

123
la economía psíquica, sino que lo confronta con el déficit de reconocimiento social mediante la identidad
profesional, por una parte, y por otra, obstaculiza la construcción de la identidad psicológica estabilizada
por la vía del reconocimiento del trabajo (juicios de belleza y de utilidad).
El impacto del desempleo, y el sufrimiento que este implica, repercute sobre el conjunto de la dinámica
familiar y de las implicaciones psico-afectivas.
Dessors D., Molinier P. (1998) “La psicodinámica del trabajo”
1. De la psicopatología del trabajo a la psicodinámica del trabajo
Trabajar significa enfrentarse cotidianamente a peligros tales como el miedo, el aburrimiento y también
la humillación, la vergüenza, etc. En el ámbito salud mental/trabajo, ya no es la locura sino lo común de
la normalidad lo que constituye un enigma. Dejours, ha llevado a preferir la denominación
psicodinámica del trabajo. Esta se define como el análisis dinámico de los procesos psíquicos
movilizamos por la confrontación del sujeto con la realidad del trabajo. El sujeto del que se trata
es el de la historia singular, portador de esperanzas y deseos. El sufrimiento preexiste a su
encuentro con la situación de trabajo.
El trabajo no es el empleo, el trabajo es una actividad –lo que se hace-. Sabemos por la ergonomía que
existe entre el trabajo real y el prescripto un desfasaje irreductible. Cualquiera sea la calidad de la
prescripción siempre comporta fallas que deben resolverse en la situación de trabajo. El trabajo es “lo
que no está dado por la organización teórica del trabajo”, todo lo que hombres y mujeres se ingenian por
inventar para encontrar los mejores compromisos entre lo que deben hacer, lo que es posible hacer y lo
que desearían hacer teniendo en cuenta lo que es justo o bueno.
2. La identidad, una conquista jamás alcanzada
La identidad difiere de la personalidad, que se caracteriza por las invariación de rasgos afectivos,
cognitivos y hasta morfológicos. La identidad es esa parte del sujeto que nunca se estabiliza
definitivamente y necesita de una confirmación reiterada cada día, si no se da, puede producirse una
crisis (de identidad) durante la que el sujeto ya no logra reconocerse a sí mismo.
La identidad se siente a través del reconocimiento del ser. En el ámbito social, esta búsqueda debe
reconducirse por medio del reconocimiento del hacer.
Trabajar es beneficiarse con un lugar para hacer y hacerse con los otros. Pero el trabajo puede, por el
contrario, obstaculizar la construcción de la identidad y ser fuente de sufrimiento.
3. Trampas necesarias
La organización prescripta del trabajo nunca es estrictamente aplicable. Los agentes se ven obligados a
salir de la legalidad y a hacer trampa con las consignas, con el objeto de realizar lo mejor posible su
tarea.
La confianza es un elemento indispensable para la cooperación. Aún más la confianza no se prescribe es
enteramente una cuestión de conquista. Hablaremos de colectivo en una situación en las que las
relaciones de confianza y de cooperación de se hacen posibles por medio de la elaboración de reglas
comunes. Las reglas del oficio no determinan únicamente las maneras de hacer, organizan también las
condiciones de cooperación, las maneras de decir, el vivir juntos y los modos de convivencias. Una
dimensión ética esencial para estatuir lo que está bien hacer. Es por referencia a estas reglas que el juicio
de reconocimiento puede proferirse. Organizan así todas las relaciones de los trabajadores de un
colectivo, pero también sus relaciones con los subordinados, la gerencia, etc. Estas reglas están basadas
en la deliberación colectiva. Son una construcción que siempre remite al oficio.
El sufrimiento en el trabajo es una percepción que surge cuando las relaciones del sujeto con la
organización del trabajo se bloquean, la cooperación se rompe, la confianza se vuelve imposible, el
reconocimiento fracasa.

124
4. Una normalidad sufriente
Si la normalidad es corriente, no por eso es medio frágil, pero ¿Cómo consiguen los trabajadores no
volverse locos? No gracias a los efectos de un condicionamiento social que sufrían pasivamente, sino por
la implementación activa de mecanismos de defensa, algunos individuales, y otros, que se construyen
colectivamente y cuyos portadores son los trabajadores.
La existencia de estrategias defensivas se detectó primero en los trabajadores de la construcción. Los
investigadores constataron para su sorpresa, que los compañeros nunca hablan esporádicamente del
miedo – teniendo en cuenta la situación de trabajo es objetivamente peligrosa-. Igualmente, sorprendente,
la existencia del no respeto a ciertas consignas de seguridad y de comportamientos insólitos, a veces
peligrosos, practicados por la mayoría de los obreros. A esto se agrega una serie de valores fácilmente
compartibles por los trabajadores ya que surgen del repertorio socialmente construido sobre la virilidad;
coraje; etc. El conjunto de estas conductas apunta a oponerse la percepción construida de peligro, a
luchar contra el miedo por medio de la construcción de una renegación. Parece que las estrategias
defensivas permiten resistir en el trabajo, pero también su mantenimiento es muy costoso para la
economía psíquica. Con que un solo compañero exprese miedo, aparecerá en todos. Si quiere ser eficaz
la estrategia no debe tener falla.
Las diferentes estrategias a menudo son fuente de incomprensión, de desprecio de conflicto entre
colectivos. Al someter toda una parte de la actividad a su propio objetivo –evitar el sufrimiento- provoca
distorsiones de la comunicación y repercuten en las condiciones del reconocimiento.
5. El sufrimiento no es un objeto como otros
La normalidad no está exenta de sufrimiento entonces. Si el sufrimiento no aparece tan
espectacularmente como se podría esperar, es que justamente cada uno trata de hacer todo lo posible para
contenerlo. Cada vez que le pedimos a los otros hablar de su vivencia, no podemos ignorar los efectos
del retorno de esta palabra en la economía psíquica. Hablar, escuchar, siempre lleva un riesgo psíquico.
6. De la mentira como trabajo al individualismo como defensa
Subcontrataciones, precariedad, reducción de tiempo de trabajo de acuerdo con las “nuevas formas de
empleo”: muchos son los que afirman la muerte definitiva del trabajo asalariado en su forma clásica. Una
parte de la comunidad intelectual incluso reflexiona muy bien sobre la redistribución de los bienes
sociales, tomando en cuenta las desigualdades inherentes al podio de las lógicas económicas. Considerar
que la construcción de la identidad es tributaria de la intersubjetividad en situaciones de trabajo tiene
efectos de retorno sobre el lugar otorgado al trabajo en la construcción del vínculo civil. Hemos visto que
del espacio abierto a la dinámica del reconocimiento por medio de las reglas comunes, dependen
conjuntamente el aprendizaje del vivir juntos y la tolerancia de la diferencia.
Citaremos a Management por medio de la mentira como ha apareció en las últimas investigaciones que
hemos realizado en las empresas de servicios. En el contexto de restructuración el personal de
supervisión juega el papel crucial de correa trasmisora entre los nuevos imperativos económicos y los
problemas concretos en terreno. Ahora bien, a menudo declaran que deben mentira para realizar su tarea.
Dicen que mienten a sus subalternos haciéndoles promesas de promoción, de primas, de pequeñas
ventajas, sabiendo que pertinentemente que no podrán cumplirlas. Mienten a su propia jerarquía para
encubrir que sus equipos toman cada vez más riesgos con la seguridad y hacen trampas con la consignas.
Mienten después a los peritos en caso de accidentes, etc. Ahora bien, la vergüenza, la indignación, son
sentimientos morales difícilmente soportables. El sufrimiento moral es un sentimiento reflexivo,
generado por el juicio emitido sobre sí mismo, un sufrimiento con razón ¿cómo defenderse? Este tipo de
administración propone sus propias respuestas sometiendo a ciertos mandos medios a una rotación
acelerada de puestos que los sustrae a un enfrentamiento insostenible.
La represión del funcionamiento psíquico ya ha sido detectada desde hace tiempo en lo que refiere a las
tareas más descalificadas (Dejours). Mas generalmente, ceder a la falta de pensamiento es una amenaza
que pesa sobre toda persona cuya actividad requiere la adhesión a nuevas normas que se oponen a su

125
antiguo sistema de valores. Hacer un trabajo “indigno” (y sufrir por eso) se entiende acá más allá del
nivel de competencias, del bagaje teórico, de la posición jerárquica. El “arreglo”, el silencia defensivo
resultante, están cargados de consecuencias. Contribuyen a la construcción de la renegación de la
realidad del trabajo, pero también son factores importantes de lo que Reberioux llama “enfermedad
cívica”. Si es cierto que las personas se defienden del sufrimiento de tener que traicionar sus
convicciones, entonces dar testimonio públicamente sobre su trabajo, comprometerse en el debate
público, es correr el riesgo de reavivar el propio sufrimiento, despertar el de los otros.
Salas Belén; Zelaschi M. C (2021) Ficha de Cátedra. Factores de Riesgos Psicosociales. [TP 10]
Introducción
El propósito de la presente ficha es contribuir a la comprensión por parte de los/as estudiantes del
enfoque de los Factores de Riesgos Psicosociales, como uno de los elementos de la compleja relación
entre las condiciones, medio ambiente, organización y proceso de trabajo, y sus efectos en la salud de
los sujetos. En tal sentido, recomendamos la lectura previa de los siguientes artículos, que aportarán
elementos centrales para comprender el enfoque de los FRPST dentro de otros enfoques posibles para
abordar la relación Salud-Trabajo:
 Zelaschi. M. C. (2010) Revisión de enfoques sobre salud v trabajo (obligatorio para TP)
 Zelaschi, M.C.; Cornelio., Reif, L., & Amable, M. (2021). Validación de un cuestionario de
riesgos psicosociales en población trabajadora argentina (COPSOQII-ISTAS21) (obligatorio
para Ex. Final)
Por otra parte, esta ficha nos permitirá puntualizar o profundizar aspectos del tema FRPST no tan
desarrollados en los anteriores textos, según los siguientes EJES:
I. ¿Qué son los FRPST? (delimitación conceptual y definición)
II. ¿Cuáles son los principales elementos que debemos tener en cuenta para la identificación y
análisis de los FRPST en las organizaciones? (operacionalización del concepto y dimensiones de
análisis)
III. ¿Por qué es importante identificar y evaluar los FRPST y con qué METODOLOGÍAS contamos
para eso? (investigación e intervención con PARTICIPACIÓN de los/as trabajadores/as como
estrategia para la PREVENCIÓN)
IV. ¿Cómo ha impactado la pandemia por COVID-19 en el mundo del trabajo, en términos de
FRPST? (producción de conocimiento reciente sobre el tema)
I. ¿Qué son los FRPST?
A. Delimitación conceptual: lo "psico-social" como factor .
Como punto de partida es necesario precisar que en toda organización laboral existen factores
psicológicos y sociales tales como: la relación del trabajador con su tarea en su puesto de trabajo, las
relaciones interpersonales que entabla, el margen de autonomía que posee, el rol que desempeña, la
posibilidad de participar en las decisiones y de desarrollarse profesionalmente, los procesos de
comunicación, el reconocimiento que recibe por su trabajo, etc.
Ahora bien, estos factores psicosociales pueden convertirse en factores "de riesgo" o no según sean las
condiciones laborales, el modo de gestión de las organizaciones y, en particular, la forma de organizar
los procesos de trabajo.
Cuando hablamos de riesgos laborales nos referimos a situaciones de trabajo que pueden generar un
daño en la salud y seguridad del/la trabajador/a. Estos riesgos pueden clasificarse en: físicos, químicos,
biológicos, ergonómicos y psicosociales; dependiendo del "origen" del riesgo. En la última década se han
comenzado a visibilizar cada vez más éstos últimos, producto en parte, de las transformaciones en el
mundo del trabajo, y han llegado a cobrar mayor relevancia dado el impacto que tienen en la salud de los
sujetos. Por ello, estos riesgos de tipo "psicosocial", han sido denominados "riesgos emergentes".
Lo que se propone desde el enfoque de los FRPST es identificar bajo qué condiciones los factores
psicosociales, que dijimos están normalmente presentes en la vida de toda organización, podrían

126
devenir "riesgosos", es decir, impactar de manera negativa, generando un daño que perjudique
tanto el bienestar de los trabajadores en sentido amplio (esto incluye su salud y seguridad) como su
rendimiento y, por lo tanto, la calidad de su trabajo.
B. Definición de FRPST
Si bien existen muchas definiciones, tomaremos como referencia la del Manual del Método CopSocO-
ISTAS 21 para la evaluación y la prevención de los riesgos psicosociales en empresas con 25 o más
trabajadorxs -ampliatorio
"En prevención de riesgos laborales, denominamos factores psicosociales a aquellos factores de riesgo
para la salud que se originan en la organización del trabajo y que generan respuestas de tipo fisiológico
(reacciones neuroendocrinas), emocional (sentimientos de ansiedad, depresión, alienación, apatía, etc.),
cognitivo (restricción de la percepción, de la habilidad para la concentración, la creatividad o la toma
de decisiones, etc.), y conductual (abuso de alcohol, tabaco, drogas, violencia, asunción de riesgos
innecesarios, etc.), que son conocidas popularmente como "ESTRÉS" y que pueden ser precursoras de
enfermedad en ciertas circunstancias de intensidad, frecuencia y duración".
II. OPERACIONALIZACIÓN del CONCEPTO:
¿Cuáles son los principales elementos que debemos tener en cuenta para la identificación y análisis de
los FRPST en las organizaciones?

El campo de los FRPST es de abordaje interdisciplinario, y por eso pueden encontrarse variaciones en la
forma de operacionalizar la noción, en función de los conceptos y teorías propios de cada disciplina. El
esquema de arriba permite visualizar seis grupos de factores de FRPST.
En el Manual del CoPsoQ-ISTAS21 encontrarán detalladas las definiciones de cada una de las
dimensiones que les serán muy útiles a la hora de diseñar y analizar las entrevistas de PPS: ANEXO II.
Cuadro resumen definiciones, preguntas y origen de las exposiciones –obligatorio para TP y PPS

127
III. METODOLOGÍA para la investigación e intervención

A. ¿Por qué es importante identificar y evaluar los FRPST?.


Tal como hemos visto con otros autores a lo largo de la cursada (C. Laurell, M. Testa, C. Dejours, D.
Suaya, etc.) el trabajo es uno de los determinantes sociales de mayor importancia para la salud.
Siguiendo a Zelaschi et al. (2021) (obligatorio para Ex. Final):
"El trabajo es uno de los determinantes de la salud poblacional que mayor impacto tiene sobre las
desigualdades sociales en salud (CSDH, 2008). Desde hace décadas que se han introducido en el mundo
del trabajo globalizado reformas que flexibilizaron las relaciones laborales y nuevas técnicas de
gestión de la fuerza de trabajo. Estas reformas poseen un impacto directo sobre la salud de los
trabajadores/as, lo que genera un creciente nivel de exigencias y compromisos laborales que sitúan a los
factores psicosociales del trabajo como una prioridad para la salud laboral.
Los factores de riesgo tradicionales surgidos de exposiciones industriales, pierden proporcionalidad ante
nuevas dimensiones psicosociales del trabajo. Los riesgos psicosociales han pasado a configurar un
nuevo perfil epidemiológico en la exposición de los diversos grupos de trabajadores debido al aumento
de la inestabilidad laboral y las exigencias psicosociales derivadas de las nuevas formas de trabajo.
Además, el desarrollo creciente del sector servicios con su organización de trabajo más flexible, conlleva
un desplazamiento de la subjetividad de los trabajadores/as hacia el centro del desempeño laboral como
requerimiento. Además, en las últimas décadas, la investigación epidemiológica ha podido demostrar
empíricamente la relación de los factores psicosociales del trabajo con la salud de los/as trabajadores/as.
La exposición a estos factores de riesgo psicosociales incide sobre diversos aspectos de la salud:
trastornos y enfermedades psicosomáticas, problemas osteomusculares, cardiovasculares y/o de
ausentismo.
Estos resultados no sólo pusieron de manifiesto la relevancia para la salud pública de estas exposiciones
laborales, sino que también rompieron con los límites académicos tradicionales con los que se venía
abordando este problema en el ámbito laboral. Las perspectivas predominantes surgidas en los años '60,
lograron situar la salud mental en el mundo del trabajo, pero lo hicieron desde los estudios del estrés. En
consecuencia, se sucedieron un conjunto de estudios centrados en las características personales de los
trabajadores (estudios sobre tipos de personalidad), en el contenido cognitivo de la actividad desarrollada
(ocupaciones de responsabilidad o categorías de profesionales), aplicando un individualismo
metodológico que restringía las intervenciones colectivas de la prevención. Sin embargo, los modelos
de factores psicosociales en el trabajo han podido demostrar que esa exposición es transversal a las
ocupaciones, independientemente del contenido de las tareas, porque es consecuencia directa de los
rasgos que impone la organización del trabajo en la búsqueda de productividad.

128
Se ha demostrado que la exposición psicosocial no afecta sólo a la salud mental, sino que se
manifiesta de forma integral a través de diversos fenómenos del proceso salud-enfermedad . Por lo
tanto, desde hace décadas que la evaluación de los factores psicosociales del trabajo es una necesidad
y un requerimiento legal en muchos países, en la prevención de riesgos para la salud de los/as
trabajadores/as.
En Argentina, la proporción de trabajadores/as que manifiestan estar expuestos a factores de riesgos
psicosociales es alarmante: la prevalencia de exposición oscila entre un 40 y un 60%, según el tipo de
riesgo que se trate (Superintendencia de Riesgos del Trabajo, 2009). Sin embargo, todavía existe un
retraso en el marco legal preventivo, siendo difícil la equiparación de los riesgos psicosociales con el
resto de los riesgos laborales, en cuanto a las responsabilidades patronales de seguridad e higiene".
B. ¿Con qué métodos, instrumentos y técnicas podemos identificar y evaluar los FRPST para
intervenir preventivamente?
Los FRPST pueden estudiarse con metodologías cuantitativas, cualitativas o combinando ambas
estrategias (mixed methods).
Según Gollac y Bodier, es importante contar con datos estadísticos sobre los FRPST pero también es
recomendable realizar estudios cualitativos sobre los mecanismos económicos, sociales y psicológicos
vinculados a ellos, dado que algunos factores de riesgo no se prestan del todo a una evaluación
estadística. Asimismo, las técnicas cualitativas posibilitan revelar la existencia de riesgos emergentes.
También son útiles para recabar información antes de confeccionar una encuesta a medida para una
determinada población, o con posterioridad a ésta, para profundizar e interpretar los resultados obtenidos
en dicha encuesta. Estos investigadores franceses advierten que limitarse a un seguimiento estadístico sin
realizar observaciones cualitativas podría derivar en utilizaciones estadísticas sin pertinencia.
 Estrategias CUANTItativas:
Según Zelaschi et al. (2021) (obligatorio): "La evaluación de riesgos para implementar programas
preventivos en las empresas requiere del desarrollo de métodos válidos y socialmente aceptados. La
vigilancia ambiental y epidemiológica de factores psicosociales, no es una excepción. Los
procedimientos objetivables, son una herramienta central para la gestión político-técnica que implica la
prevención de riesgos del trabajo, ya que facilita la comprensión y el diálogo social en cualquier tipo de
organización".
Es así como se han desarrollado diferentes instrumentos (cuestionarios, encuestas) para evaluar,
intentar "medir", en el sentido de cuantificar, la magnitud de los RPST, con las particularidades que ello
implica al tratarse de un objeto de naturaleza diferente al de otros riesgos medidos por profesionales de
seguridad e higiene (ruido, iluminación, etc.). Un ejemplo es el Método CoPsoQ, que ya hemos
mencionado más arriba, cuya versión original es el Copenhagen Psychosocial Questionnaire, creado en el
año 2000 por investigadores del Instituto Nacional de Salud Laboral de Dinamarca. Luego, fue
desarrollada la versión en castellano por el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de
Barcelona, España. Su adaptación cultural y validación en Argentina se llevó a cabo por investigadores
del GESAL-UNDAV (obligatorio para Ex. Final). Las adaptaciones en los distintos países se gestionan
de forma colaborativa en el marco de una red internacional (COPSOQ International Network) bajo los
principios de investigación orientada a la acción, lo cual garantiza su actualización a los cambios en el
mundo del trabajo y al avance del conocimiento científico.
 Estrategias CUALItativas
Como hemos dicho, para explorar e intervenir sobre los FRPST también pueden utilizarse entrevistas,
talleres y otras técnicas e instrumentos, individuales y grupales (ej. grupos focales). Estas
herramientas nos permiten arribar con mayor profundidad a aspectos subjetivos e intersubjetivos que no
son directamente medibles o cuantificables: percepciones, representaciones, sentimientos y vivencias de
los/as propios/as trabajadores/as sobre los riesgos de su trabajo, malestares asociados y el impacto en su
salud.

129
No obstante, si se quiere profundizar aún más en el análisis cualitativo del trabajo, a veces no alcanza
con la perspectiva de los sujetos y su relato. Para ello existen técnicas como la observación en el puesto
de trabajo, muy utilizadas por los ergónomos. A partir de la observación detallada y sistemática, es
posible captar la complejidad de la actividad real desplegada por el sujeto, dado que a veces éste no es
plenamente consciente de todo lo que hace, y de cómo lo hace, como para poder transmitirlo verbalmente
cuando se lo entrevista (ej. acciones automatizadas o rutinarias suelen omitirse en la descripción que
hace el propio/a trabajador/a de sus tareas); de ahí la importancia que cobra su observación directa en
situación de trabajo. El enfoque de la ergonomía puede ser muy útil para analizar los FRPST y exige que
las observaciones sean complementadas con explicaciones de los sujetos acerca del sentido de lo que
hacen; también suele registrarse mediante fotos y filmaciones, que faciliten el posterior análisis de la
información recabada.
A continuación, referenciamos algunas experiencias con ejemplos de técnicas aplicables al abordaje de
los FRPST:
 Proyecto de Extensión con empleados públicos (2012)
 Provecto de Investigación con trabajadores asalariados (2013)
 Telegestión: impacto en la salud de los trabajadores (2001)
En el caso de las PPS de Ps. Laboral, la METODOLOGÍA para explorar FRPST se basará
principalmente en entrevistas semidirigidas.
Eventualmente, también podrán utilizarse cuestionarios breves online (Formularios de Google)
elaborados por los alumnos bajo la supervisión docente.
En ambos casos, para la construcción de los instrumentos de exploración (entrevista y/o cuestionario)
los/as estudiantes podrán tomar como guía las dimensiones del Método CoPsoQ, mencionado más arriba:
 ANEXO II. Cuadro resumen definiciones, preguntas y origen de las exposiciones (Otro archivo)
C. La importancia de la PARTICIPACIÓN de trabajadores y trabajadoras

Más allá de los distintos instrumentos y técnicas que podamos elegir para el abordaje de los FRPST, lo
recomendable es que se inscriban dentro de la tradición de los enfoques participativos en salud
laboral. La participación es una demanda y un derecho de los/las trabajadores/as, que va más allá de la
“opción ideológica” para convertirse en una “necesidad metodológica”, de eficacia reconocida por la
propia OIT: “...es importante recoger las opiniones e impresiones de los trabajadores que constituyen la
fuente primera de datos relativos a los efectos subjetivos experimentados en relación al medio laboral”.
Partiendo de estas premisas, la metodología de Investigación-Acción-Participativa (IAP) en salud laboral
toma como punto de partida problemas vinculados a las condiciones laborales, buscando un doble
objetivo: producir conocimiento colectivo y transformar la realidad, a partir de la participación de
los/as propios/as actores/as involucrados/as.
Siguiendo a Montero (2006):
Se busca incorporar a los sujetos en los proyectos no sólo como destinatarios/as pasivos/as u
objetos de investigación-intervención, sino en calidad de participantes activos, protagonistas en las

130
distintas etapas que abarca el proceso, desde la planificación, diagnóstico, análisis de los datos,
elaboración de propuestas evaluación y diseño de los productos finales.
De este modo, los/as trabajadores/as son concebidos como "actores sociales, constructores de su
realidad" portadores de "voces dentro del hacer y del conocer", incluyendo la autoría y propiedad del
conocimiento producido Este verdadero accionar participativo, permite construir conocimiento
integrando la experiencia y saberes cotidianos de los/as mismos/as trabajadores/as con los saberes
técnico-científicos de los/as profesionales e investigadores.
En esta línea, y adentrándonos específicamente en el campo de los FRPST, el ya mencionado Método
CoPsoQ propone que la evaluación y gestión de los riesgos se realice en el marco de un proceso
participativo, que decante en propuestas preventivas para mejorar la organización del trabajo que
origina esos riesgos. Para ello, abarca una serie de etapas que comienzan con la conformación de un
equipo de trabajo que incluye tanto a representantes de los/as trabajadores/as, como a empleadores y
personal técnico-profesional; es decir que: "el método requiere condiciones laborales previas a su
aplicación, que favorezcan el diálogo, la negociación y el consenso". (Zelaschi et al. 2021)

La identificación de estos riesgos en el lugar de trabajo a partir de este tipo de herramientas resulta un
instrumento valioso para el diálogo tripartito en esta problemática. Sin embargo, es necesario advertir, en
continuación con la línea planteada por Zelaschi et al. 2021 (obligatorio para Ex. Final), que la presencia
de esas precondiciones de diálogo entre los diferentes actores del mundo laboral suele ser infrecuentes
en un mercado de trabajo precarizado, con fuerte disciplinamiento de la fuerza de trabajo y reducidos
los derechos de participación por la salud de los/as trabajadores/as. Es por ello que se vuelve aún más
importante y necesario un trabajo previo de presentación del instrumento CoPsoQ: "además, existen
condiciones técnicas para su aplicación que implican una incorporación legal plena de los riesgos
psicosociales en las evaluaciones de riesgos y una mayor interdisciplinariedad en la gestión de la salud
laboral. Ambos requisitos, sociales y técnicos, son necesarios para evitar un uso tecnocrático del
cuestionario".
IV. ¿Cómo ha impactado la pandemia por COVID-19 en el mundo del trabajo en términos de
FRPST?
La actual coyuntura que nos encontramos atravesando ha obligado, tanto al mundo científico como a los
distintos actores vinculados al mundo del trabajo, a replantear sus herramientas teóricas y de
intervención, así como a producir nuevos conocimientos para enfrentar la adversidad del contexto
sanitario a nivel mundial. El tema de los RPST no ha estado exento de esta revisión y producción de
conocimiento.
A continuación, presentamos algunos ejemplos de informes e investigaciones recientes, generados desde
la academia y desde otras instituciones, gubernamentales y no gubernamentales, fundaciones, sindicatos,
etc.
Los/as estudiantes deberán elegir al menos uno de estos materiales que les aportarán ejemplos para poder
citar en trabajos prácticos y evaluaciones de la materia.
131
1. Documento OIT: Gestión de los riesgos psicosociales relacionados con el trabajo durante la
pandemia de COVID-19
2. Libro Neffa, Kohen y otros: Pandemia y Riesgos Psicosociales
3. Informe de Investigación Novick y otros - FES/ATSA: Impacto del COVID-19 en la salud del
personal de salud
4. Informetécnico - Cát. Ps. Laboral UNLP / ADULP: Riesgos Psicosociales del trabajo docente y
cuidado de la salud mental en contexto de pandemia
5. Documento CCyMAT-UNLP: Recomendación de condiciones laborales mínimas en contexto
virtual. ANEXO III (A y B): RPST Docente y No docente
6. Webinar FADE

Zelaschi,C.M., Cornelio, C., Reif, L., Amable, M. (2021). Validación de un cuestionario de riesgos
psicosociales en el trabajo en población trabajadora argentina (COPSOQII-ISTAS21).
Aspectos destacados del trabajo:
 El COPSOQ mide la exposición a factores de riesgos psicosociales en el trabajo.
 Es un cuestionario de uso internacional. Permite realizar análisis comparativos entre países.
 Los resultados de la validación del instrumento fueron los esperados.
 El COPSOQ-ARG es un instrumento que permite realizar prevención en salud laboral.
El trabajo es uno de los determinantes de la salud poblacional que mayor impacto tiene sobre las
desigualdades sociales en salud. Desde hace décadas que se han introducido en el mundo del trabajo
globalizado reformas que flexibilizaron las relaciones laborales y nuevas técnicas de gestión de la fuerza
de trabajo. Estas reformas poseen un impacto directo sobre la salud de los trabajadores/as, lo que genera
un creciente nivel de exigencias y compromisos laborales que sitúan a los factores psicosociales del
trabajo como una prioridad para la salud laboral. Los factores de riesgo tradicionales surgidos de
exposiciones industriales, pierden proporcionalidad ante nuevas dimensiones psicosociales del trabajo.
Los riesgos psicosociales han pasado a configurar un nuevo perfil epidemiológico en la exposición de los
diversos grupos de trabajadores debido al aumento de la inestabilidad laboral y las exigencias
psicosociales derivadas de las nuevas formas de trabajo. Además, el desarrollo creciente del sector
servicios con su organización de trabajo más flexible, conlleva un desplazamiento de la subjetividad de
los trabajadores/as hacia el centro del desempeño laboral como requerimiento.
Además, en las últimas décadas, la investigación epidemiológica ha podido demostrar empíricamente la
relación de los factores psicosociales del trabajo con la salud de los/as trabajadores/as. La exposición a
estos factores de riesgo psicosociales incide sobre diversos aspectos de la salud: trastornos y
enfermedades psicosomáticas, problemas osteomusculares, cardiovasculares y/o de ausentismo. Estos
resultados no sólo pusieron de manifiesto la relevancia para la salud pública de estas exposiciones
laborales, sino que también rompieron con los límites académicos tradicionales con los que se venía
abordando este problema en el ámbito laboral. Las perspectivas predominantes surgidas en los años '60,
lograron situar la salud mental en el mundo del trabajo, pero lo hicieron desde los estudios del estrés. En
consecuencia, se sucedieron un conjunto de estudios centrados en las características personales de los
trabajadores (estudios sobre tipos de personalidad), en el contenido cognitivo de la actividad desarrollada
(ocupaciones de responsabilidad o categorías de profesionales), aplicando un individualismo
metodológico que restringía las intervenciones colectivas de la prevención. Sin embargo, los modelos de
factores psicosociales en el trabajo han podido demostrar que la esa exposición es transversal a las
ocupaciones, independientemente del contenido de las tareas, porque es consecuencia directa de los
rasgos que impone la organización del trabajo en la búsqueda de productividad. Se ha demostrado que la
exposición psicosocial no afecta sólo a la salud mental, sino que se manifiesta de forma integral a través
de diversos fenómenos del proceso salud-enfermedad. Por lo tanto, desde hace décadas que la evaluación
de los factores psicosociales del trabajo es una necesidad y un requerimiento legal en muchos países, en
la prevención de riesgos para la salud de los/as trabajadores/as.
En Argentina, la proporción de trabajadores/as que manifiestan estar expuestos a factores de riesgos
psicosociales es alarmante: la prevalencia de exposición oscila entre un 40 y un 60%, según el tipo de

132
riesgo que se trate. Sin embargo, todavía existe un retraso en el marco legal preventivo, siendo difícil la
equiparación de los riesgos psicosociales con el resto de los riesgos laborales, en cuanto a las
responsabilidades patronales de seguridad e higiene. En ese sentido, es necesario que se modernicen los
servicios de prevención a través del desarrollo de especialidades de posgrado en distintas disciplinas, que
obtengan el reconocimiento legal pertinente para alcanzar una composición interdisciplinaria e integral
de dichos servicios. La evaluación de riesgos para implementar programas preventivos en las empresas
requiere del desarrollo de métodos válidos y socialmente aceptados. La vigilancia ambiental y
epidemiológica de factores psicosociales, no es una excepción. Los procedimientos objetivables, son una
herramienta central para la gestión político-técnica que implica la prevención de riesgos del trabajo, ya
que facilita la comprensión y el diálogo social en cualquier tipo de organización. Hasta el momento, no
existía en el país una metodología probada y validada para identificar, localizar y medir riesgos
psicosociales en el ambiente de trabajo. Consideramos que disponer de un método como el que aquí
presentamos, de uso internacional desde hace más de 30 años y validado en diversos contextos, será de
gran utilidad para mejorar la salud en los ámbitos laborales de nuestro país.
Existen en Latinoamérica diversos esfuerzos para medir las exposiciones laborales, comparativamente
entre países. Una de las metodologías para la evaluación de riesgos psicosociales más difundidas es el
Cuestionario Psicosocial de Copenhage (COPSOQ) que incorpora los modelos de estrés psicosocial en el
trabajo que más evidencias epidemiológicas han aportado de su impacto a la salud. El COPSOQ es un
instrumento validado y utilizado en varios países e idiomas y con amplias referencias en estudios
científicos. También es citado como un método de referencia en documentos de instituciones
internacionales, como por ejemplo la Organización Mundial de la Salud o la Agencia Europea para la
Seguridad y la Salud en el Trabajo. Se gestiona de forma colaborativa por la COPSOQ International
Network, bajo los principios de investigación orientada a la acción, lo que garantiza su actualización a
los cambios en el mundo del trabajo y al avance del conocimiento científico (Kristensen, 2010).
La versión en castellano (COPSOQ-ISTAS21) ha sido desarrollada y validada por el Instituto Sindical de
Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de Barcelona, en España. Se trata de una metodología para la
evaluación y gestión de riesgos psicosociales, que tiene como propósito identificar aquellas
características de la organización del trabajo que pueden representar riesgos para la salud y el bienestar
de los trabajadores/as, facilitando las propuestas preventivas en un marco participativo.
La mencionada versión en castellano se ha tomado como base para la adaptación cultural y validación en
diferentes países de América Latina. En Argentina, a partir del año 2013 se conformó el grupo
COPSOQ-ARG entre la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y la Superintendencia de
Riesgos del Trabajo (SRT) del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, con el objetivo de adaptar y
validar el cuestionario. Dicho instrumento cuenta con una versión larga, una media y otra corta. Para
nuestra validación se utilizó la versión larga de 95 ítems, los que se agrupan en 24 subdimensiones, que a
su vez se ordenan en 7 dimensiones. En este artículo se presentan los resultados del proceso de
adaptación cultural y la validación del cuestionario COPSOQ II para la población trabajadora de
Argentina.
Método
El proceso de validación se diseñó de acuerdo con los procedimientos estandarizados para este tipo de
estudios. En la primera etapa se realizó la adaptación cultural y la validez de contenido; y en la segunda,
se llevo a cabo el estudio de validación del cuestionario, que incluyó la validación convergente de
constructo y el estudio de fiabilidad. Durante todo el proceso se contó con el asesoramiento de los
autores originales de la versión española.
Instrumento y variables
Entre los miembros del COPSOQ-ARG se revisó el marco teórico del cuestionario para evaluar la
validez de contenido y se elaboró un manual con definiciones teóricas de las dimensiones y
subdimensiones. La adaptación cultural se realizó en abril del 2015 a través de dieciocho entrevistas a
asalariados según ocupación, edad, sexo y nivel educativo, a quienes se les preguntó acerca del sentido
de sus respuestas. La muestra fue intencional, elegida con el criterio de muestreo de máxima variación.

133
Las dificultades observadas en cuanto a la aplicación del cuestionario fueron en mayor medida respecto a
la comprensión conceptual y a la claridad de los términos, notando que a un nivel de abstracción elevado,
la confusión era mayor para quienes tenían un menor nivel de escolaridad. A partir de este hallazgo, se
modificó la redacción de algunos ítems, el orden de algunas preguntas y se incluyó una guía de
entrevista.
Los cambios propuestos fueron discutidos y consolidados con los responsables del desarrollo de la
versión española del cuestionario. Se concluyó que el cuestionario autoadministrado era muy difícil de
completar entre los niveles de menor escolaridad.
Por lo tanto, para la etapa cuantitativa el cuestionario se aplicó en situación de entrevista, con
encuestadores capacitados que tenían como guía un manual elaborado a tales fines. La versión utilizada
fue la larga del cuestionario COPSOQII-ISTAS21, compuesto por 7 dimensiones que contienen 24
subdimensiones y un total de 95 ítems. Cada uno posee cinco opciones de respuesta, en escala tipo
Likert, con un rango de puntuación de 0 a 4, siendo 4 la puntuación que indica mayor riesgo.
El cuestionario se administró incorporando dos apartados. En el primero se solicitaba al encuestado que
respondiera sobre algunos aspectos socio-demográficos y de condiciones de trabajo que permitirían
entender e identificar algunos aspectos de la muestra. Los datos solicitados incluían edad, sexo, máximo
nivel educativo alcanzado, actividad económica principal de la organización a la cual pertenecía el
entrevistado/a, número de trabajadores de dicho centro de trabajo, tipo de relación laboral que mantenía
el trabajador con dicha organización y las horas semanales de trabajo. Mientras que el segundo apartado
se focalizaba en cuestiones de salud. Para ello se utilizó la versión corta del cuestionario SF 36 para
medir la calidad de vida de las personas, el estado de salud general, física y mental. La versión corta de
este cuestionario cuenta con 12 ítems (SF12). La selección de este instrumento se basó, por un lado, por
ser breve y, por otro, por haber sido validada en población argentina.
Diseño y muestra
El diseño de la muestra fue aleatorio, estratificado y representativo de población asalariada, registrada en
la seguridad social, que trabajaran en establecimientos con tres o más personas (se exceptuaron
trabajadores/as domésticos/as). La estrategia de muestreo fue polietápica, representativa de cuatro
municipios (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Avellaneda, Morón y Vicente López), tomando cuotas
de sexo por partes iguales. Se seleccionaron, aleatoriamente, cinco conglomerados como puntos
muestrales de cada municipio y se realizaron diez encuestas en cada punto. Las entrevistas domiciliarias
se definieron azarosamente y las personas entrevistadas se seleccionaron incidentalmente si cumplían los
criterios de inclusión antes mencionados. El trabajo de campo se hizo entre agosto y septiembre del
2015. La muestra fue de 200 trabajadores/as y su distribución por variables sociodemográficas se
presenta en la Tabla 1.

134
Análisis de datos
Se creó una nueva variable para cada ítem del cuestionario reemplazando las categorías de respuesta tipo
Likert (4. Siempre, 3. Muchas veces, 2. Algunas veces, 1. Alguna vez, 0. Nunca) por el puntaje que les
correspondía según la valoración de la exposición de riesgo: la categoría "Siempre", representativa del
mayor nivel de exposición, con un puntaje igual a 100, o "Nunca", simbólica del menor nivel de
exposición, con un puntaje igual a 0. En algunos ítems, este valor se invertía según el sentido de la
pregunta.
Para el estudio de fiabilidad se utilizó la estrategia del test-retest. Una vez administrados los 200 casos,
se retestearon 20 de ellos, para comprobar la consistencia del instrumento. Se calculó el coeficiente de
correlación para cada ítem de las dimensiones por separado, entre los resultados del trabajo de campo y
los resultados de la supervisión telefónica, sin observarse cambios (datos no mostrados).
La consistencia interna se evaluó aplicando el índice Alfa de Cronbach, calculado tanto para las
dimensiones como para las subdimensiones. Partimos del supuesto que el COPSOQ es un cuestionario
multidimensional, donde cada una de esas dimensiones es un constructo conceptual diferente, por lo
tanto, la medición de los riesgos psicosociales derivados de estas se hace para cada dimensión por
separado. En consecuencia, la evaluación de la estructura interna de los constructos se realizó a través del
análisis factorial de cada dimensión. Este se efectuó con el método de componentes principales, con una
rotación de tipo Varimax, incluyendo todas las dimensiones del cuestionario. Se excluyeron los factores
que no superaron el criterio de la raíz latente y no se consideraron en la interpretación de contenidos las
saturaciones inferiores a 0,30. La pertinencia de realizar un análisis factorial se evaluó con el índice de
adecuación muestral de Kaiser-Meyer-Oklin (KMO) (Rosário et al., 2017).
El análisis de la validez convergente se realizó aplicando prueba de Chi-cuadrado (X2) entre los puntajes
totales obtenidos en cada dimensión y subdimensión, con el puntaje del cuestionario SF-12 para salud
general, mental y física. Para ello se dicotomizaron (expuesto/no expuesto) todas las dimensiones y
subdimensiones del COPSOQ analizadas, de acuerdo al valor de la mediana. Del mismo modo se
procedió dicotomizando (buena/mala) las variables de salud. El procesamiento de los datos se realizó con
Statistical Packageforthe Social Sciences (SPSS) versión 20.
Resultados
En la Tabla 2 se muestran los resultados del análisis factorial para las dimensiones y subdimensiones, no
se muestran las saturaciones individuales de los ítems. También se presentan los resultados del índice
Alfa de Cronbach para valorar la consistencia interna.

135
La dimensión "Exigencias en el trabajo" presentó cinco factores con un KMO= 0,82 y una varianza
acumulada de 60,1%. El análisis factorial reproduce la estructura de subdimensiones de la propuesta
original. Solo tres ítems mostraron saturaciones en dos componentes diferentes a la estructura
conceptual, pero con saturaciones cercanas al 0,30 en los componentes ajenos. Tanto la dimensión como
las subdimensiones presentaron a aceptables, o muy buenos.
La solución factorial que se extrajo en este estudio para la dimensión "Organización del trabajo" fue de
siete factores que explican el 65% de la varianza acumulada, con un KMO de 0,80. Esta solución implica
un factor más que la estructura de subdimensiones conceptuales propuesta. El problema se presenta en la
subdimensión "Influencia" con saturaciones de sus ítems en dos factores diferentes, en lugar de un solo
esperado: los últimos tres ítems se reagruparon de manera diferente al resto configurando una potencial
subdimensión. Sin embargo, al analizar la consistencia interna de la subdimensión "Influencia" se
encontró que era alta (a= 0,827), incluso la más alta de toda la dimensión, razón por la cual se decidió
conservar la dimensión completa con sus ítems originales.
"Relación interpersonal y lider azgo" es la dimensión que presentó la mayor disparidad respecto de la
estructura original de ocho subdimensiones. Se obtuvieron seis factores con un KMO de 0,83 y una
varianza del 61,3%. "Calidad de liderazgo" se muestra como una dimensión desdibujada ya que sus ítems
se confunden con el factor que agrupa "Apoyo de superiores". Pero además, posee saturaciones
superiores al 0,30 en un segundo factor, pero esta vez compartido con la subdimensión "Previsibilidad".
El a de "Apoyo de superiores" fue bajo al igual que el de "Previsibilidad". Por otra parte, la otra
subdimensión que no presenta límites claros es "Sentimiento de grupo", ya que comparte componentes
con "Apoyo de compañeros" y con "Reconocimiento", aunque siempre con saturaciones menores. Para
estas subdimensiones los índices a fueron aceptables en todas.
La dimensión "Confianza" también presentó disparidades respecto a la propuesta conceptual original. Si
bien se identificaron dos componentes, con un KMO de 0,68 y una varianza acumulada de 55,1%, de
manera coincidente con la estructura de los subdimensiones "Confianza vertical" y "Confianza
horizontal", el problema surge con dos ítems cuyas saturaciones no corresponden con lo esperado. En el
mismo sentido, los índices a de Cronbach presentan valores bajos, tanto para la dimensión como para sus
subdimensiones, especialmente, en la "Confianza horizontal".
"Inestabilidad" originalmente presentaba dos subdimensiones, "Externa" e "Interna", sin embargo, en
este estudio presentó un solo factor con KMO= 0,82 y el 55,3% de la varianza. No obstante, tomadas por
separado ambas dimensiones presentaron índices a adecuados.
Por último, las dimensiones que se proponen a nivel conceptual como unidimensionales, efectivamente,
presentaron cargas factoriales en un solo factor: "Doble presencia", con un KMO= 0,66 y una varianza
explicada del 57%; y "Justicia", con el KMO de 0,80 y una varianza del 67%. En ambos casos los índices
a también fueron correctos.
Las características de la escala para cada dimensión y subdimiensión se presentan en la Tabla 3, donde se
puede observar que todos los ítems presentan un poder de discriminación aceptable.

136
Finalmente, la validez convergente se expuso ante las hipótesis de vinculación de la exposición a riesgos
psicosociales y su relación con mediciones de salud (Tabla 4). Todas las dimensiones del cuestionario se
relacionan de manera esperada en cuanto a la percepción que tiene los sujetos de su "mala salud general",
siendo estas relaciones estadísticamente significativas en cuatro de ellas: "Organización del trabajo",
"Relación interpersonal y liderazgo", "Confianza" y "Justicia". La hipótesis de validación se mantiene
para la mayoría de las dimensiones del COPSOQ-ARG, si consideramos la mala salud mental, a
excepción de "Exigencias del trabajo" e "Inestabilidad". Finalmente, si tomamos la percepción de mala
salud física, solo los peores puntajes de "Confianza" y "Justicia" mantienen las relaciones esperadas.

Discusión
El proceso de adaptación cultural y de validación del COPSOQ-ARG respondió a los procedimientos
habituales y completó todas las etapas necesarias para tal fin. La revisión de la estructura conceptual del
cuestionario entre el grupo de expertos y la supervisión de los autores de la versión en castellano,
permitieron reforzar los consensos internacionales en torno a la validez de contenido. Si bien, durante la
adaptación cultural no se presentaron grandes dificultades de comprensión, el principal resultado de la
misma fue que entre las personas con menores niveles de escolaridad la dinámica de lectura y
comprensión se dificultaba; por lo tanto, se decidió realizar la validación del cuestionario en forma de
entrevista con encuestadores, en lugar del cuestionario autoadministrado. Esto presenta desafíos en un
futuro para la aplicación en Argentina del método original.
El análisis de la estructura del instrumento pudo reproducir la estructura de las siete dimensiones
conceptuales a través del análisis factorial, que presenta una ventaja para el uso de la versión corta del
COPSOQ II. No obstante, en el nivel de precarizado, con fuerte disciplinamiento de la fuerza de trabajo

137
y reducidos derechos de participación por la salud de los/as trabajadores/as. Es por ello que es necesario
un trabajo previo de presentación del instrumento. Además, existen condiciones técnicas para su
aplicación que implican una incorporación legal plena de los riesgos psicosociales en las evaluaciones de
riesgos y una mayor interdisciplinariedad en la gestión de la salud laboral. Ambos requisitos, sociales y
técnicos, son necesarios para evitar un uso tecnocrático del cuestionario.
No obstante, consideramos que la versión del COPSOQ-ARG permite evaluar la presencia de riesgos
psicosociales en el trabajo, siendo un instrumento equivalente a las versiones internacionales que le
anteceden. La validación de este instrumento debe continuar considerando su desempeño en realidades
laborales diversas. Es de esperar que el marco legislativo propicie y resguarde la salud de los
trabajadores en relación con los riesgos psicosociales del trabajo. Mientras tanto, los/as trabajadores/as,
sus representantes y empleadores, así como asesores/ as técnicos/as y profesionales, disponen de una
metodología para comenzar a mejorar el bienestar y la salud en el trabajo.
Limitaciones y futuras líneas de investigación
Los resultados del proceso de validación del COPSOQII-ISTAS 21 son óptimos teniendo en cuenta las
limitaciones de la metodología utilizada. Se optó por generar una muestra de población trabajadora por
conglomerado geográfico sin estratificar por variables ocupacionales y con escasa potencia estadística.
Este último aspecto es una clara limitación del estudio, como así también la distribución de la muestra
entre tantos ítems, lo que debilita los resultados obtenidos.
Por lo antedicho, la validación del cuestionario será un proceso permanente de mejora en la evaluación
de su estabilidad, aspecto importante para su interpretación. La posibilidad de obtener una muestra
mayor con representación de distintos sectores laborales y ocupaciones permitirá tener mejores
parámetros de aplicación. Asimismo, el beneficio que puede tener una muestra representativa de
población trabajadora general hace que, a su vez, resulte más heterogénea en lo ocupacional. Esa
diversidad laboral dificulta la interpretación de los resultados en esta instancia de validación. A partir de
la utilización del cuestionario en el futuro se podrá continuar revisando algunos resultados de este
estudio.
Entre los aspectos a tener en cuenta en la aplicación del instrumento, deberá considerarse la
simplificación de algunas preguntas, contemplando la dificultad en la comprensión de las mismas en
función a los niveles educativos de la población encuestada.
En cuanto a la estructura del cuestionario, se deberá continuar observando el comportamiento de algunas
dimensiones y subdimensiones que no responden claramente a lo esperado. Una de ellas es "Confianza"
que no responde a aspectos horizontales (pares) o verticales (jefes), sino a la percepción de confianza o
desconfianza generada en el lugar de trabajo. En este caso no se encuentran antecedentes de la
bibliografía por lo que se deberán hacer estudios en profundidad para comprender a qué responde.
Algunas de estas limitaciones que presenta el estudio, conllevan a continuar observando el
comportamiento del instrumento, tanto en su estructura como en la identificación de aspectos
diferenciales que podrían estar respondiendo a las particularidades de los sectores de actividad de nuestra
población.

Zelaschi M. C. (2010) “Revisión de enfoques sobre salud y trabajo”. Capítulo 3 [TP 10]
Introducción
En este capítulo se presentarán los principales enfoques teóricos que abordan el tema de la salud en el
trabajo.
Los tres enfoques que hemos seleccionado para abordar el problema de la salud en el trabajo serán
el de las CYMAT, la psicodinámica del trabajo y el de los riesgos psicosociales.
Desarrollaremos particularmente el concepto de riesgo psicosocial, el cual nos permitirá entender a la
inestabilidad laboral como factor de riesgo. Algunas líneas utilizan el concepto de coping (mecanismos
de afrontamiento) para entender de qué manera una persona “afronta” un “agente estresor”. Estos
138
enfoques nos permitirán dar cuenta de aquellos procesos por los cuales las personas “afrontan” un agente
estresor y ponen en juego una serie de mecanismos en pos de conservar un equilibrio psico-afectivo.
Los tres enfoques que presentaremos parten de supuestos distintos respecto a cuáles son o pueden ser las
posibles “causales” de la aparición de trastornos en la salud. Cada uno de ellos concebirá al sujeto desde
distintas perspectivas.
Agente estresor  Agente que debe ser evaluado por la persona que, en función de sus características
personales, y en particular de su afectividad y de su ansiedad, regirá más o menos intensamente y de una
manera particular, y de lo que constituirá su respuesta al stress. Es un factor generador de stress. El stress
es producto del enfrentamiento del sujeto con este factor estresante. Podemos entender a este factor
estresante como todas aquellas situaciones o fenómenos con los cuales se enfrenta el sujeto que generan
tensión en él demandándolo una respuesta.
Las condiciones y medio ambiente de trabajo
Enfoque tradicional
La concepción tradicional sobre la problemática de la salud en el trabajo, se circunscribía casi
exclusivamente al ámbito de la organización y a cuestiones relativas a la seguridad e higiene en el
trabajo. Todos aquellos aspectos relativos al contexto socio-económico en el cual se encontraba la
organización, no eran tenidos en cuenta. Sólo eran reconocidos como trastornos ocasionados por el
trabajo a aquellos que eran medibles, visibles y tenían consecuencias en la salud física de los
trabajadores, dejando de lado las dimensiones cognitivas y psíquicas de los sujetos.
Entender a la salud laboral exclusivamente en términos e seguridad e higiene implicaba no considerar
como riesgos en el trabajo elementos provenientes de la relación entre el hombre y su puesto, de las
relaciones sociales en el trabajo, del reconocimiento de la tarea desempeñada, de los ritmos de trabajo.
El sujeto es considerado como “pieza de una máquina”, en donde su subjetividad queda “tachada” con la
consecuente invisibilidad de sus padecimientos generados por las diversas “situaciones de trabajo” que
afronta diariamente.
Esta particular mirada del hombre en relación a su trabajo habilita a vincular las causas de los accidentes
de trabajo o los incidentes de trabajo, con los “actos inseguros” de los trabajadores. El resultado de este
tipo de lógica encuentra un “culpable” sin comprender las causes reales que generaron los accidentes o
incidentes. No tener presente la multicausalidad e interrelación de diversos factores de riesgo que se
presentan en un mismo trabajo.
En este marco, se consideraba riesgos en el trabajo a todo aquello objetivo y medible, poniendo la
mirada en el proceso productivo en el aquí y ahora. Los accidentes y enfermedades profesionales son
valorados como hechos imprevisibles, producto de las características propias de los puestos de trabajo y
de la tecnología. Los riesgos se circunscribían a los llamados “higiene y seguridad”.
Considerar al sujeto desde el enfoque de “factor humano” dándole estatuto de “un factor más” dentro de
la organización, deja de lado la posibilidad de comprender la compleja trama que existe entre un hecho,
accidente, y las variables que intervinieron para que este suceda. No todas las variables pueden ser
“medidas” ni objetivas, lo que denota la complejidad del abordaje de la salud en el trabajo y la relevancia
de la subjetividad al momento de apreciar los efectos de los riesgos laborales en la salud del trabajador.
Bajo este enfoque, la salud es considerada sólo en su dimensión física y en términos de “ausencia o
presencia de enfermedad”. El deterioro en la salud es “reconocido” sólo si afecta alguna faz física del
trabajador la cual deberá ser reparada por medio de una retribución dineraria.
Los niveles de riesgos en el trabajo y los trastornos que puede generar en la salud de los trabajadores, es
prefijado a partir de “medidas estándares”, entendiendo que hay un “trabajador promedio” a partir del
cual se pueden establecer “umbrales” de tolerancia o medidas de niveles admisibles de riesgos.
Estos enfoques tradicionales se apartan de la concepción del trabajador como sujeto único, quien tolerará
los riesgos laborales de diferente manera, lo que implica que no puede preverse para todos los riesgos
laborales, niveles de tolerancia por igual en todos los trabajadores.
139
Una nueva mirada
El trabajador dejó de ser un “factor más” de producción. Fueron apareciendo otros enfoques teóricos que
rescataban la subjetividad de los trabajadores a la hora de analizar los riesgos en el trabajo. De esta forma
surge el enfoque de las Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo, que toma las dimensiones objetivas y
subjetivas. Este nuevo enfoque comienza a concebir al trabajador como sujeto único. El proceso de
trabajo comienza a tomarse en su aspecto micro y macro, entendiendo que las Condiciones y Medio
Ambiente de Trabajo no sólo están en relación a condiciones que hacen a la carga física del trabajo y la
seguridad en él sino que se incorporan elementos de otra naturaleza como ser las relaciones sociales de
producción, las formas institucionales y los modos de organización de las empresas, entre otros.
Este enfoque de las CyMAT considera que el estudio sobre los riesgos en el trabajo deben partir de tres
elementos del proceso de trabajo: los medios de trabajo (instalaciones, maquinarias, herramientas,
procesos productivos), los objetos de trabajo (materias primas, insumos intermedios, productos
complementarios) y el trabajo humano.
El análisis del proceso de trabajo en este nuevo enfoque, especificará las exigencias, requerimientos y
restricciones de los puestos que básicamente son de dos tipos: elementos socio-técnicos y
organizacionales del proceso de producción, y los factores de riesgo del medio ambiente de trabajo.
Los factores de riesgo provenientes tanto del medio ambiente como de las condiciones de trabajo,
interactúan en forma sinérgica sobre el colectivo de trabajo. A esta interacción de los factores se la
denomina carga global de trabajo, respecto a la cual se distinguen tres dimensiones: carga física, carga
psíquica y carga mental.
Se consideran otros factores de índole macro económico y micro social que determinan las características
de una organización y que influyen en las condiciones y medio ambiente de trabajo.
Dentro de los factores que se presentan en las condiciones de trabajo, se incluyen los denominados
“modo de gestión de la fuerza de trabajo”. En este grupo se encontrarían la estabilidad o precariedad,
el sistema y los niveles de autoridad jerárquica, el estilo de gestión, y el sistema de incorporación y
desarrollo del personal.
Los aportes que realizará la CYMAT permitirán comprender que confluyen una serie de factores en el
lugar de trabajo que no siempre son objetivables pero que pueden incidir en la salud de los trabajadores.
Ponen en el centro de la escena al proceso de trabajo y los condicionamientos que este tiene sobre las
condiciones de trabajo y el medio ambiente donde se desarrolla la tarea, demostrando la estrecha relación
entre la carga global de trabajo y los riesgos ocupacionales sobre la salud de los trabajadores.
Psicodinámica de trabajo
Esta disciplina nos permitirá reflexionar acerca de la dinámica entre tres elementos centrales en toda
situación de trabajo: el sujeto, su tarea y los otros.
Primeros aportes. Psicopatología en el trabajo.
Psicopatología del trabajo  Análisis del sufrimiento psíquico resultante de la confrontación de los
hombres con la organización del trabajo.
En 1950 la psicopatología del trabajo, centraba su mirada en las patologías que generaba al trabajo,
entendiendo que la aparición de las mismas era la consecuencia del enfrentamiento del sujeto con su
organización de trabajo.
Se consideraba como elementos de la organización del trabajo a la división del trabajo, el contenido de la
tarea, el sistema jerárquico, las modalidades de gestión, las relaciones de poder.
En estos primeros momentos se hablaba de ideologías defensivas, para dar cuenta sobre la manera que
tenían los trabajadores para “defenderse” de las situaciones del trabajo que podían generarles algún
trastorno en su salud. Estas ideologías defensivas, actúan como dispositivos colectivos frente a
situaciones adversas del trabajo, que tienen por objeto “mantener alejado el riesgo de un agotamiento del
cuerpo, que lo aleje del trabajo”. Cuando estas ideologías defensivas "fallan”, darían lugar a
140
comportamientos individuales, entendidos en términos de “salidas” o respuestas a esas fallas. Esas
“salidas” serían el alcoholismo, la violencia y la locura.
Estas ideologías defensivas tienen características:
 Enmascarar, contener y ocultar una ansiedad particularmente grave;
 Es un mecanismo de defensa específico, elaborado por un grupo social particular;
 Se dirige no contra la angustia resultante de conflictos intra-psíquicos de naturaleza mental, sino
que está destinada a luchar contra un peligro y un riesgo real.
 Para ser operativa debe obtener la participación de todos los interesados, es decir, del colectivo
de trabajadores del cual se trate;
 Debe guardar coherencia, lo que implicará cierta adaptación rígida con la realidad.
 Se vuelven vitales para el normal funcionamiento en el trabajo tornándose obligatorias.
Bajo este enfoque se considera al riesgo como un elemento exterior e inherente al trabajo,
independientemente de la voluntad del trabajador. La ansiedad y la insatisfacción surgirían a partir de
esas “fallas en las ideologías defensivas” que necesariamente deben ser colectivas. La explotación del
sufrimiento no genera enfermedades mentales específicas como neurosis o psicosis, sino
descompensaciones del estilo de ansiedades o trastornos psicosomáticos. La organización de trabajo
aparece como vehículo de la voluntad de otro, en donde quedarían cercenados los deseos de los sujetos.
Esto provocaría cierto grado de sostenimiento del sujeto a la organización lo que daría lugar a la
alienación, entendida como extrañamiento del sujeto respecto a su tarea.
Estos primeros aportes realizados desde la psicopatología del trabajo haciendo hincapié en lo patológico
en la relación del sujeto con su trabajo y la organización abrirán interrogantes respecto a aquellas
situaciones en las que los sujetos preservan su salud en situaciones adversas.
Dinámicas y rupturas en la organización del trabajo
Luego de los aportes realizados desde la psicopatología del trabajo, comienza a surgir una nueva
disciplina que entenderá la relación entre el sujeto y su organización bajo otros presupuestos. Este nuevo
enfoque será el de la psicodinámica del trabajo, siendo su principal exponente Christophe Dejours.
Psicodinámica del trabajo  Análisis psicodinámico de los procesos intersubjetivos movilizados por
las situaciones de trabajo.
Si bien este enfoque tiene presente las patologías en el trabajo, buscará explicar por qué no se presentan
patologías en todos los sujetos, dado que las situaciones de trabajo generadores de tensión atraviesan a
todo el colectivo. El análisis psicodinámico de la relación entre sujeto y la organización, apunta a
observar los “desfasajes” entre el trabajo prescripto y el trabajo real. De esta manera, se entiende que la
organización real del trabajo, es un producto de las relaciones sociales.
Este nuevo enfoque implica un análisis psicodinámico que toma en cuenta los movimientos psico-
afectivos generados por la evolución de conflictos intersubjetivos e intrasubjetivos; y por otra
parte, una particular definición del concepto de trabajo y de la noción de sujeto.
Trabajo  Para este enfoque no es el empleo, sino la actividad, entendida en términos de lo “que se
hace”. El trabajo prescripto presenta fallas, imprevistos que no fueron considerados en su momento y
deben ser “saldados” por los trabajadores. De esta manera, definen al trabajo como: “lo que no está
dado por la organización teórica del trabajo, todo lo que los hombres y las mujeres se ingenian en
inventar para encontrar los mejores compromisos entre lo que deben hacer, lo que es posible
hacer, y lo que desearían hacer teniendo en cuenta lo que creen que es justo o bueno.
Sujeto Sujeto trabajador como “un sujeto con una historia singular, portador de esperanzas y deseos”.
Esta disciplina construirá sus principales interrogantes a partir ya no de las patologías que pudieran
generarse en el trabajo sino de la “normalidad” que se preserva en espacios laborales que son igualmente
adversos para todos los trabajadores. El interrogante no será el por qué surge la patología sino ¿por qué
existen algunos sujetos que bajo las mismas condiciones de tensión no sufren ningún trastorno? El

141
principal interés de esta teoría es analizar los casos de “normalidad” en el trabajo. El interrogante se
instala en la normalidad de sujeto, ya no en la enfermedad.
Salud  No es expresión de un estado ideal, sino un estado construido por el sujeto, en donde el
sufrimiento preexiste a su encuentro con el trabajo. La “normalidad” será la conquistada en la lucha
contra la desestabilización producida por las restricciones del trabajo, alcanzada por la implementación
activa de mecanismos de defensa, siendo algunos individuales, y otros construidos colectivamente. La
salud se define, no solamente como subjetiva sino fundamentalmente como intersubjetiva.
El trabajo aparecerá o bien como patógeno o bien como operador privilegiado de la salud, pero nunca
será neutral. El trabajo posee un papel central en la construcción de la identidad sexual, como en la
construcción de un lazo social.
El trabajo precario afecta tanto al trabajador que lo padece, como al colectivo de trabajo. La
precarización, como nueva forma de explotación del sufrimiento en el trabajo, aparece bajo el efecto de
la amenaza de perder el empleo. Para luchar contra el miedo, los trabajadores son conducidos a modificar
y minimizar la percepción de la realidad que les hace sufrir.
Riesgos psicosociales en el trabajo
Presentaremos aportes de los enfoques que entienden a las situaciones de trabajo como generadoras de
riesgos laborales, centrándonos en los riesgos psicosociales.
Modelos explicativos
Riesgo laboral  Es toda situación de trabajo que puede ocasionar daño al trabajador. Se pueden
agrupar en:
 Riesgos físicos: el ruido, las vibraciones, las radiaciones, el espacio del trabajo, etc.
 Riesgos químicos y biológicos: incluye tanto las sustancias tóxicas, bacterias, virus, hongos, etc.
 Riesgos ergonómicos: posiciones y movimientos que el trabajador debe efectuar en su puesto
 Riesgos psicosociales: definidos y explicados a continuación.
Riesgos psicosociales  Son todas aquellas condiciones que se encuentran presentes en una situación
laboral y que están directamente relacionadas con la organización, el contenido del trabajo y la
realización de la tarea, y que se presentan con capacidad para afectar tanto al desarrollo del trabajo como
a la salud del trabajador.
La denominación de estos riesgos como psicosociales se debe a que el primer impacto es sobre la
mente y las emociones de los trabajadores provocando enfermedades laborales o relacionadas con
el trabajo, desgaste o incluso accidentes laborales.
Algunos de los factores que se consideran riesgos psicosociales son:
 La sobrecarga de trabajo
 La aceleración de los ritmos de trabajo
 La falta de control sobre las tareas
 Ausencia de soporte social de supervisores o compañeros
 Ausencia de habilidades o conocimientos para realizar la tarea, demasiadas o ninguna
responsabilidad
 Ambigüedad en la responsabilidad del puesto
 Discriminación u hostigamiento, o una pobre comunicación
Estos riesgos incrementan distintos desórdenes mentales, especialmente la depresión, ansiedad y el abuso
de sustancias, sumado a la disminución de las funciones mentales, tales como la innovación o la
creatividad.
Las teorías que subyacen a estos enfoques que conciben a los riesgos psicosociales, se basan en el
modelo de demanda-control formulado por Robert Karasek. Este modelo explica el estrés laboral en
función de las demandas psicológicas del trabajo y del nivel de control sobre éstas.

142
Las demandas psicológicas tienen una concepción cuantitativa: volumen de trabajo con relación al
tiempo disponible para hacerlo y las interrupciones que obligan a dejar momentáneamente las tareas y
volver a ellas más tarde.
El control sobre las “demandas psicológicas” del trabajo implica dos subdimensiones: oportunidad de
desarrollar las habilidades propias (doble vertiente de obtener y mejorar las capacidades suficientes para
realizar las tareas y de hacer un trabajo en el que se tiene la posibilidad de dedicarse a aquello que mejor
se sabe hacer); y autonomía (capacidad de decisión sobre las propias tareas, control sobre la pausas y el
ritmo de trabajo).
Posteriormente introdujeron una tercera dimensión al modelo, denominada “apoyo social”. De esta
forma, se conformó en modelo de demanda-control-apoyo social. El apoyo social tiene dos
dimensiones: la cantidad y la calidad de la relación social que el trabajo implica, y el grado de apoyo
instrumental que recibimos en el trabajo. Esta última dimensión está relacionada con la posibilidad de
poder contar con la ayuda de compañeros o jefes cuando se presentan dificultades en la tarea.
A partir de este modelo se definen cuatro grupos de ocupaciones en función de los niveles de demandas
psicológicas y control: activas (alta demanda, alto control), pasivas (baja demanda, bajo control), de baja
tensión (baja demanda, alto control) y de alta tensión (alta demanda, bajo control). La situación más
negativa para la salud se caracteriza por unas altas exigencias psicológicas y un bajo control (alta
tensión); siendo que el trabajo “activo” conducirían a un mayor aprendizaje y al desarrollo de un mayor
rango de estrategias de afrontamiento y participación social. El apoyo social, actuaría como modificador
de efecto de la “alta tensión”, de forma tal que un nivel alto de apoyo social en el trabajo disminuye el
efecto de la alta tensión, mientras que un nivel bajo lo aumenta. De estos enfoques, los principales
agentes estresantes derivados de los riesgos psicosociales serían, el bajo control sobre el contenido de las
tareas, las altas exigencias psicológicas y el bajo apoyo social.
Otro modelo teórico que realizó aportes al estudio de los riesgos psicosociales es el desarrollado por
Siegrist, en donde se explica el estrés laboral en función del control que las personas tienen sobre su
propio futuro, teniendo en cuenta que en ello se juegan recompensas a largo plazo, es decir la relación
“esfuerzo-recompensa”. Las recompensas se vinculan a tres factores: la estima (respeto,
reconocimiento), el control de estatus (perspectiva de promoción de puesto, estabilidad en el trabajo), y
el salario.
En resumen, se puede hablar de cuatro grupos de factores psicosociales: control sobre el contenido
de las tareas, exigencias psicológicas, apoyo social tanto de pares como de superiores y
recompensas o compensaciones.
GRUPO DIMENSIONES DIMENSIONES PSICOLÓGICAS
Exigencias psicológicas Exigencias cuantitativas
Exigencias cognitivas
Exigencias emocionales
Exigencias de esconder emociones
Exigencias sensoriales
Trabajo activo y desarrollo de habilidades Influencia en el trabajo
Posibilidad de desarrollo
Control sobre el tiempo de trabajo
Sentido del trabajo
Integración en la empresa
Apoyo social en la empresa y calidad de liderazgo Previsibilidad
Claridad de rol
Conflicto de rol
Calidad de liderazgo
Refuerzo
Apoyo social
Posibilidades de relación social
Sentimiento de grupo
Compensaciones Inseguridad
Estima
Doble presencia Doble presencia
143
En ese cuadro se observan las cuatro principales dimensiones de factores psicosociales que pueden
generar riesgos psicosociales. Cada una de ellas está compuesta por subdimensiones que detallan y
especifican los cuatro grupos. En algunos países, se ha considerado una quinta dimensión que es la
“doble presencia”. Esta se refiere a la carga extra que tiene el trabajador quien debe ocuparse no
solo de sus tareas en el trabajo sino de una serie de tareas domésticas las que le representan una
sobrecarga de trabajo.
Enfoques de las teorías del estrés a partir del concepto de Coping
El concepto de coping surge por la década del 80 en respuesta a los interrogantes sobre el cómo la
persona enfrentaba al factor estresante. Hay varias acepciones.
Coping Es el proceso activo entre la persona y su medio; es la respuesta abierta y construida frente a
un agente estresor. Esta respuesta construida representa el esfuerzo real, cognitivo y conductual de
dominar, reducir o tolerar esas demandas provenientes del medio que ponen a prueba o exceden los
recursos de la persona. Estas demandas del medio, están en relación al factor estresante, el cual pone a
prueba a la persona y a su capacidad de respuesta.
Para las teorías que desarrollan el concepto de coping, el stress no reside solamente en el individuo o en
el medio, sino en la relación entre ambos. El proceso de enlaces individuales y contextuales envuelve dos
importantes procesos:
 El primero, dando sentido, evaluando el factor estresante en sí mismo y en función de la
relevancia que tenga para el bien-estar de la persona.
 El segundo, toma en cuenta “que poder hacer”, donde la evaluación individual se desarrollará
entre cuanto control se deberá tener sobre la situación y que recursos son los adecuados en tal
caso. Estos procesos son altamente interdependientes.
El estrés  Corresponde a una relación singular existente entre la persona y su entorno. Esta relación se
da por medio de una evaluación cognitiva a través de la cual la persona evalúa el factor estresante
proveniente de ese medio. De esta relación entre persona-contexto, es de donde surgirá, para esta teoría,
la posibilidad de la aparición de la enfermedad.
La evaluación cognitiva determina por qué y en qué medida la transacción persona-contexto puede ser
estresante. La evaluación que haga la persona del agente estresor, respecto al significado que este pueda
cobrar para ella, devendrá en benigno o maligno inmediatamente o serlo en un futuro. La evaluación
cognitiva implica, una percepción, experiencias anteriores y diferencia individuales de las cuales surgirá
la respuesta de la persona al agente estresor.
Evaluación cognitiva

Percepción
Experiencia anterior
Diferencias individuales

Agente estresor Estrés o distrés

Percepción  Entendida como el proceso psicológico mediante el cual la persona selecciona y organiza
la información que proviene del medio.

144
Las experiencias anteriores  Posibilitan que la persona logre afrontar con tranquilidad al agente
estresante, mientras que quien no se haya enfrentado anteriormente al agente estresor, sufrirán más el
impacto.
Las diferencias individuales  Están en relación a las características de la personalidad, que explican
las formas y diferencias con que las personas experimentan su enfrentamiento con el agente estresante.
Proceso de evaluación cognitiva Está presente en el concepto de coping. Implica el desequilibrio de
un estado anterior y el paso hacia un nuevo estado de equilibrio. Este desequilibrio es producto de su
enfrentamiento con el medio. Si la persona no logra recobrar este equilibrio, producto del enfrentamiento
con un agente estresor, se enfrentará a posibles trastornos físicos, mentales, psíquicos y/o emocionales.
Cuando hablamos de coping, debemos diferenciar claramente conceptos tales como recursos
sociales, recursos psicológicos y respuestas específicas de afrontamiento.
Recursos No se refiere a lo que los sujetos hacen, sino más bien a lo que estos dispongan en el
desarrollo de sus distintas estrategias de afrontamiento.
Recursos sociales: están representados en las redes interpersonales en las cuales los sujetos son parte.
Estas redes se convierten en recursos potenciales de soporte, en momentos decisiones. Ej.: familia,
amigos, vecinos.
Recursos psicológicos: son las características personales a las cuales los sujetos recurren para defenderse
de las amenazas representadas por eventos u objetos de medio. Residen dentro del self y pueden ser una
barrera formidable ante las consecuencias estresantes de las tensiones sociales. Ej.: autoestima y
autrocontrol.
Por otro lado, las características del contexto social también pueden considerarse como recursos de
afrontamiento que facilitan las estrategias de coping o amplían las posibilidades de los comportamientos
de coping disponibles por los individuos. Thoits considera al soporte social como un recurso de
afrontamiento, ya que influye en las situaciones estresantes, cambiando su significado o
disminuyendo las emociones de distrés asociadas con ellas. De esta manera, el soporte social se basa
en la red de relaciones del individuo y en la manera en la que éste se vincula con los miembros de dicha
red. Lo fundamental del concepto, es entender que el soporte social no está dado simplemente por la
relación que pueda mantener el sujeto con un grupo de personas, sino que la clave está en la profundidad
del vínculo que mantenga con ellas. Será imprescindible el grado de confianza, solidaridad y nivel de la
comunicación que las personas mantengan con otros.
A diferencia de los recursos generales psicológicos, están las respuestas de afrontamiento (coping)
específicas: los comportamientos, cogniciones y percepciones en las cuales los sujetos recurren cuando
deben enfrentarse a sus problemas. Los recursos psicológicos representan aquellas cosas que demuestran
lo que los sujetos son, independientemente de los roles particulares que ellos jueguen. Por el contrario,
las respuestas de Coping, representan aquellas cosas que los sujetos hacen, sus esfuerzos concretos para
afrontar las tensiones que puedan encontrar en los diferentes roles.
Las respuestas específicas de coping pueden ser analizadas bajo tres tipos de estrategias de
afrontamiento que están diferenciadas una de otra de acuerdo a las funciones que estas cumplan:
 Respuestas que cambian la situación en la cual surgió la experiencia estresante.
 Respuestas que controlan el sentido de la experiencia estresante después de que esta haya
ocurrido y antes de la emergencia del estrés.
 Respuestas que apuntan más a controlar el estrés una vez surgido.
Las estrategias de coping de control-focalizado pueden llevar a una salud psicológica alta si los sujetos
sienten que controlan la situación. Las estrategias de coping de escape son utilizadas cuando no hay
percepción de control de la situación.
Comprender los procesos bajo los cuales se desarrolla el estrés permite entender y precisar de qué
manera un factor estresante puede afectar a un sujeto. Los niveles altos de estrés y la imposibilidad del
sujeto de afrontarlo serán parte de futuras descompensaciones en su salud.

145
Estrés en el trabajo
El estrés comporta tanto una esfera social, psíquica y física; se observa tanto en la vida privada como en
las relaciones laborales. A este fenómeno se le atribuye gran parte de las patologías actuales, tanto
somáticas, psíquicas y/o sociales.
Muchos autores coinciden en que el estrés profesional se genera a partir de ciertos estímulos
psicosociales originados en un proceso social dentro de una estructura social determinada que afecta bajo
ciertas circunstancias a los individuos.
Respecto al desarrollo de estrés profesional se reconocen tres etapas: percepción de la amenaza, intentos
por afrontarla y el eventual fracaso de afrontamiento. Entre los factores de estrés profesional se pueden
mencionar:
A. Factores inherentes al puesto de trabajo: dentro de este grupo se ubicarían como fuentes de
estrés a factores ergonómicos relativos a las malas o inadecuadas instalaciones, instrumentos,
maquinarias, etc. que afectan la salud de los sujetos; al trabajo por turno, trabajo excesivo tanto
por la cantidad de labor a realizar como por su dificultad; trabajo reiterativo, rutinario y carente
de estímulo; presencia de peligro físico constante dadas las características del trabajo a
desarrollar.
B. Función en la organización: Aquí, las fuentes de estrés pueden ser tanto por la ambigüedad de
la función a cumplir en un puesto de trabajo o al conflicto de funciones.
C. Desarrollo de la carrera profesional: Acá se ubican factores relativos a la falta de seguridad de
los puestos de trabajo, ascensos excesivos o insuficientes, falta de congruencia del puesto con la
categoría.
D. Relaciones laborales: Se consideran factores de estrés al tipo de relaciones laborales y al apoyo
social que se establezca entre trabajadores, éstos y sus superiores.
E. Estructura y atmósfera institucionales: Pertenecen a este grupo los factores relacionados con
la política interna, exclusión en la toma de decisiones y ausencia de participación.
El estrés psíquico dependerá del modo en que una persona evalúa las consecuencias que una situación
puede tener para su propio bienestar (Lazarus). Según este autor las diferencias individuales tanto
respecto a patrones de estrés, afrontamiento y adaptación pueden comprenderse bajo los conceptos de
vulnerabilidad y resistencia.
Vulnerabilidad  Bajo este concepto entiende a la tendencia de cada individuo a reaccionar ante ciertos
tipos de acontecimientos o situaciones con estrés psíquico. Este último aparecería vinculado al
significado que cobre un agente estresor en cuanto a qué es lo que pone en riesgo para el sujeto en
especial en términos de metas, proyectos, etc. Mayor será la vulnerabilidad de un sujeto a un agente
estresor, si éste es evaluado como amenaza por tener claras implicancias en aspecto vitales del sujeto.
De esta manera, cuanto mayor sea la sensación de los sujetos de no poder “hacer frente” a dicho agente
estresor en términos de no tener los recursos necesarios para resolver eficazmente la situación
(expectativas sobre la eficacia), o de que sus esfuerzos/estrategias no lograrán modificar las
consecuencias de dicho agente (expectativas sobre los resultados), mayor será la vulnerabilidad de estos
sujetos.
La resistencia da cuenta de ciertos recursos que reducen el estrés en la medida que permiten afrontar
situaciones estresantes.
Respecto a los “estilos de afrontamiento” se pueden reconocer dos tipos:
 El que busca resolver la situación/conflicto estresante
 El que busca evitarla
Aquí se ponen en juego mecanismos de defensa como la negación, racionalización o represión de la
situación. Una resolución “eficaz” de los mecanismos defensivos sería la de eliminar o modificar los
factores estresantes.

146
Los “estilos de respuestas” de los sujetos frente a los factores de riesgo pueden observarse tanto a un
nivel:
 Cognitivo: se entiende todo aquello relativo al otorgamiento de sentido que le da el sujeto a un
hecho determinado.
 Emocional: todo aquel afecto sea “positivo” o “negativo” que surge en la confrontación con ese
hecho.
 Comportamental: da cuenta de aquellas actitudes, comportamientos que manifiesta el sujeto a
partir de la percepción del hecho.
Los mecanismos de afrontamiento no siempre permiten al sujeto resolver “positivamente” la situación
problemática o estresante, ya que si el agente estresor perdura en el tiempo la capacidad de afrontamiento
de los sujetos es cada vez “menos eficaz”. De esta manera es esperable encontrar perturbaciones de los
funciones psicológicas, comportamentales y cognitivas.
Se consideran tres tipos de “mecanismos patógenos”:
 Cognoscitivos: se reconocen como tales la disminución de la capacidad de concentración,
creatividad o capacidad de toma de decisiones.
 Afectivos: ansiedad, angustia, depresión, alineación, fatiga mental, apatía.
 Conductuales: comportamientos de consumo de alcohol, drogas, comportamientos agresivos.
Por otra parte, si bien las enfermedades profesionales son generadas por determinados factores que se
hayan en el lugar de trabajo, los trastornos de la salud relacionados con el trabajo pueden tener múltiples
causas. De esta manera, hay síntomas inespecíficos tales como el trastorno del sueño, ansiedad, formas
leves de depresión.
Los trastornos de salud vinculados al trabajo no son reconocidos como enfermedades laborales, pero en
los últimos años ha habido aportes en esta línea. Tal es el caso de estudios anglosajones que han
abordado el estrés en el trabajo en situaciones de precariedad laboral, en particular de inestabilidad
laboral.
Wlosko M., Ros C. (2019) "Aportes de la Psicodinámica del Trabajo al análisis de la violencia
laboral: análisis del caso de enfermería" [TP 12]
Introducción
¿Qué características posee la violencia en relación con el trabajo en el personal de enfermería? ¿Cómo se
explican estas situaciones? ¿De qué manera la Psicodinámica del Trabajo (PDT) contribuye a esclarecer
el modo de abordar estas problemáticas? Estos son algunos de los interrogantes que abordaremos en este
artículo. Para ello nos apoyamos en distintas investigaciones que hemos desarrollado con personal de
enfermería a lo largo de los últimos 25 años.
En este artículo revisamos y retomamos experiencias de investigación previas procurando realizar una
relectura de las mismas. El interés en retomar dicha producción no sólo radica en la significativa cantidad
de material empírico recolectado y en las elaboraciones teórico-conceptuales que las acompañaron; sino
también en una reelaboración conceptual producto de una mayor profundización teórica en diversos
abordajes de la salud y el trabajo, así como en la distancia temporal que tenemos hoy día respecto de
dichas investigaciones.
Para ello, comentaremos primero las investigaciones realizadas, para luego plantear algunas reflexiones
respecto del modo en que hemos utilizado los conceptos y categorías de la Psicodinámica del Trabajo
(PDT) para el análisis de los fenómenos de violencia en relación con el trabajo enfermero.
La primera de ellas, realizada en siete hospitales públicos de CABA entre los años 1990-1993 consistió
en una investigación-acción llevada a cabo mediante grupos de reflexión sobre salud y trabajo con
enfermeras. Esta fue nuestra primera experiencia de investigación vinculada con el trabajo de enfermería,
población a la que tuvimos oportunidad de conocer de modo más profundo en investigaciones posteriores
que desarrollamos en el marco del Programa de Salud, Subjetividad y Trabajo de la Universidad
Nacional de Lanús (UNLa).
147
Entre 2007-2010 realizamos otra investigación focalizada específicamente en la problemática de la
violencia en el trabajo en enfermería. El estudio, de carácter exploratorio y descriptivo, se propuso
indagar los principales factores de generación de violencia laboral individual, grupal y organizacional. El
objetivo era explorar y describir las modalidades que asume la violencia laboral en esta población
laboral, e indagar las significaciones que la cuestión de la "violencia en el trabajo" asumía para el
personal de enfermería.
Un tercer estudio de tipo extensivo y cuantitativo realizado entre 2011 y 2013, se centró en el análisis del
fenómeno de la violencia laboral en cuatro poblaciones laborales del sector servicios del ámbito privado,
situadas en CABA. En esta oportunidad se evaluaron los fenómenos de violencia y acoso laboral en 1500
trabajadores/as de supermercados, de call centers, de geriátricos y de clínicas privadas. Los resultados
obtenidos también aportan a estas reflexiones.
Como desarrollaremos en este artículo, los modelos para el abordaje de la violencia laboral son disimiles:
parten de supuestos teóricos diversos y tienen consecuencias distintas para la interpretación y la acción.
La Psicodinámica del trabajo propone ciertas hipótesis relativas a los fenómenos de violencia en relación
con el trabajo que hemos intentado poner a prueba en el caso a analizar.
Sin embargo, el uso de los conceptos de la Psicodinámica del trabajo se llevó a cabo en forma teórica;
esto es, sin poner en práctica el dispositivo de intervención clínica —cercana a la investigación-acción—
que la PDT misma propone dada la dificultad de implementación de la misma.
¿Impide esta limitación el uso de los conceptos y supuestos de la PDT para analizar situaciones de
trabajo? Aunque probablemente carezca de la riqueza que posee la circulación de la palabra en los
grupos de intervención, este abordaje habilita sin embargo el uso de la Psicodinámica en formatos de
investigación más tradicionales permitiendo el despliegue de planos de análisis vinculados a la
organización del trabajo y el colectivo laboral, sin los cuales las dinámicas violentas se tornan opacas.
1. Violencia en relación al trabajo: complejidades y discrepancias
Los cambios en materia de condiciones de empleo y trabajo, así como las transformaciones en las
tecnologías manageriales de las últimas décadas, colocan la cuestión de la denominada "violencia
laboral" en una situación compleja que, lejos de ser sólo conceptual o metodológica, tiene consecuencias
prácticas y políticas.
En el año 1998 una publicación de la OIT alertaba en torno del fenómeno de la violencia en el lugar de
trabajo aseverando que el mismo constituía una epidemia. A partir de ese momento una impresionante
cantidad de investigaciones sobre el tema comenzó a proliferar, a las que posteriormente se añadieron
manuales de actuación, instrumentos de evaluación, normativas y leyes.
En efecto, desde el trabajo pionero de Leymann sobre el fenómeno que denominó Mobbing en 1996, la
literatura académica ha sido fecunda en la generación de una multiplicidad de términos para nominar a
los fenómenos vinculados con la violencia en el trabajo: Violencia Laboral (Workplace Violence),
Bullying Mobbing o Psicoterror laboral, Acoso Moral, Acoso Psicológico, Abuso Emocional, Maltrato
Psicológico, violencia emocional, etc.; y otros términos que procuran nominar fenómenos anexos,
vinculados o superpuestos, tales como Bossing, Whistleblowing etc.
¿Cómo explicar esta profusión de términos y el concomitante aumento de los estudios vinculados a los
fenómenos de violencia y acoso en el trabajo? Aunque para muchos investigadores es evidente que las
mutaciones del trabajo están relacionadas con el desarrollo de la violencia ¿Esto es así?
Lejos de naturalizar la expansión y pregnancia que han venido adquiriendo las problemáticas de la
violencia y acoso laboral, creemos necesario interrogarla.
¿Se trata de un fenómeno nuevo? ¿Por qué surge como un problema de investigación relevante para las
agendas de organismos internacionales y regionales, y para la academia en este momento histórico y en
esta fase del capitalismo? Y antes aún, ¿qué se entiende por violencia en el mundo del trabajo?
Este último interrogante ha sido y sigue siendo materia de debate entre investigadores. No existe una
definición única, universalmente aceptada del término "violencia" en relación con el trabajo.

148
Una de las principales discrepancias en los modos de abordar estos fenómenos radica en la manera de
conceptualizarlos. Las diferencias no sólo se refieren a la amplitud y variedad de los comportamientos
que pueden ser incluidos en la definición de violencia, ni al límite — frecuentemente difuso - entre
comportamientos asumidos o tachados de violentos según diferentes culturas o subculturas de oficio. Las
discrepancias se vinculan ante todo con perspectivas conceptuales que enfocan de distintos modos los
fenómenos en cuestión. En un trabajo previo, propusimos una clasificación tentativa de dichas
perspectivas en función de distintas tradiciones teóricas, ordenándolas en enfoques empírico—
descriptivos y hermenéutico-comprensivos. Los primeros, hacen uso de estadísticas y cuestionarios, y
por lo general se orientan a la producción de información sobre la prevalencia de los fenómenos en
cuestión. Suelen utilizar una lógica matricial que, partiendo de una definición normativa de lo que es o
no violento, procede clasificando conductas. Ejemplos de definiciones con listados de conductas de
"Violencia laboral" son las de OIT y OMS, diversas legislaciones nacionales, así como variados
instrumentos diseñados para su evaluación. Es frecuente que estos enfoques empírico-descriptivos
aborden los fenómenos violentos focalizándose en conductas e individuos, en detrimento de dinámicas
interactivas o procesos, y que los midan considerando episodios discretos de abuso, ataque verbal, ataque
físico, etc. Si bien frecuentemente enuncian su adhesión a modelos de explicación multicausal de las
violencias en el trabajo, en sus producciones suelen eludirse las categorías de poder y dominación,
generando así investigaciones asépticas en las que la violencia en el trabajo se presenta como una suerte
de desastre natural o un desajuste en los modos de llevar a cabo la de gestión.
A diferencia de estos enfoques, lo que denominamos perspectivas hermenéutico-comprensivas
comparten la idea de que en la base de los fenómenos de violencia en el trabajo deben situarse las nuevas
modalidades de explotación y gestión de la fuerza de trabajo. Estas serían el terreno propicio para la
generación de violencia laboral y por tanto, es preciso poner en evidencia las condiciones
socioeconómicas y organizacionales que actúan como elementos desencadenantes del acoso en el trabajo,
entre estas: la precarización del trabajo, las nuevas modalidades de gestión del trabajo que llevan a la
intensificación del trabajo, la individualización de las modalidades de evaluación, y las prácticas
vinculadas con la "excelencia" y la calidad total. La violencia en el mundo del trabajo se aborda
poniendo énfasis en los procesos más que en los episodios o conductas violentas, privilegiando un
acercamiento cualitativo e interpretativo a los fenómenos en cuestión.
Aunque en ambos enfoques los aspectos sociales y organizacionales se consideran condicionantes de los
fenómenos de violencia laboral, desde la mirada hermenéutico-comprensiva las dimensiones sociales y
organizacionales no constituyen sólo un factor más entre el abanico de múltiples factores "probables",
sino que están en la base de los fenómenos de violencia en los ámbitos de trabajo.
En el siguiente apartado nos centraremos en el abordaje de los fenómenos de violencia en el mundo del
trabajo haciendo hincapié en la mirada de la Psicodinámica del trabajo, para luego detallar la perspectiva
adoptada en el caso de investigación aquí expuesto.
1.1. La cuestión de la violencia laboral para la Psicodinámica del trabajo
Como perspectiva que abreva en el psicoanálisis, la PDT considera que la violencia no sólo es
constitutiva de la subjetividad, sino que el recurso a la violencia, lejos de ser poco frecuente, forma
parte de la psicopatología de la vida cotidiana. Que exista violencia no es asombroso, lo sorprendente
es la resolución pacífica de los conflictos, lo cual constituye una conquista de la civilización o del trabajo
de la cultura. Por lo tanto, la violencia en las relaciones de trabajo lejos de ser un fenómeno nuevo, es
inherente a las relaciones sociales del trabajo y a la dominación.
La mayor parte de las legislaciones y de los organismos internacionales consideran a la violencia
relacionada con el trabajo como un fenómeno amplio, cuyas manifestaciones pueden asumir modos
diversos -atentados a la dignidad, la integridad física, sexual, psicológica o social del trabajador o
trabajadora-; y que además pueden ser resultado de situaciones de abuso de poder mediante amenaza,
intimidación, amedrentamiento, inequidad salarial, acoso, maltrato físico, psicológico y/o social, trato
discriminatorio, etc.
Objetando este tipo de definiciones extensivas, la PDT considera más apropiado manejarse con una
definición restringida de violencia según la cual la esta consiste en "actuar sobre alguien, o en

149
hacerle actuar de suerte que tome, sobre sus espaldas, riesgos para su vida o la de otros". La
definición incluye a su vez, aquellas situaciones o acciones que consisten en "actuar sobre el propio
cuerpo para infringir a este daños o muerte", y las que consisten en "exponer deliberadamente a un
trabajador a riesgos de intoxicación, enfermedad o accidente, cuando no conoce el riesgo que entraña la
ejecución de la tarea prescripta" (por Ej. enviar a un subcontratado a realizar una reparación en una zona
con gran contaminación radioactiva sin advertirle del peligro).
A su vez, la Psicodinámica del Trabajo considera que es preciso:
1. Distinguir la violencia en acto de la vivencia subjetiva de la violencia: la intención violenta o
la fantasía violenta no realizada no debe formar parte de la definición de violencia. Un
comportamiento, conjunto de actos, gestos o decisiones serán considerados violentos cuando,
además de la intención hay puesta en acto, es decir, ejecución de la intención de destrucción o de
alteración de un objeto o persona.
2. Establecer la diferencia entre los fenómenos violentos en relación con el trabajo y la
vivencia de injusticia, por una parte, y la conflictividad, por otra. Injusticia y conflictividad
son fenómenos comunes en el mundo del trabajo, pero no deben ser superpuestos o confundidos
con la violencia.
3. Diferenciar violencia de dominación simbólica: los instrumentos actuales de dominación en y
por el trabajo no pasan por la violencia sino por la formación de la tolerancia a la injusticia y al
sufrimiento. En este sentido, la violencia en relación con el trabajo se vincula con un asunto
clave de la teoría de la Psicodinámica del Trabajo: el del consentimiento, esto es, la cuestión de
quienes colaboran sin estar amenazados por métodos violentos.
El problema del consentimiento constituye un aspecto central para comprender el abordaje de la
PDT respecto de la violencia en relación con el trabajo. En efecto: ¿Cómo explicar que las personas
se sometan a injusticias de las cuales son agentes, víctimas o testigos como si no pudieran hacer otra
cosa, a pesar de que la violencia no esté en juego?
Se trata del consentimiento que aportan los sujetos a la producción, organización y gestión del trabajo, a
las modalidades de control, de evaluación, etc.; de su implicación y colaboración con las mismas, de la
garra o el celo puesto en el trabajo.
En la medida en que las modalidades de organización y gestión de trabajo en el contexto contemporáneo
logran la adhesión psicológica de quienes trabajan apelando a la persuasión y la seducción, las personas
obedecen, aceptan, consienten, colaboran o se resignan a participar en el sistema sin estar obligadas o
amenazadas mediante métodos violentos. Efectivamente las actuales modalidades de organización y
gestión del trabajo no sólo no hacen uso de la violencia como instrumento de dominación, sino que
despliegan una intensa y coherente actividad para contenerla.
Por tanto, ¿cómo explicar el consentimiento?
El resorte del consentimiento es del orden de la dominación simbólica, es decir, una dominación suave
cuyos instrumentos tienen como foco el funcionamiento psíquico y el imaginario social.
No obstante, una organización de trabajo que no utiliza la violencia puede generarla en los que allí
laboran. Que el recurso a la violencia no forme parte de las herramientas gerenciales, no significa que
esta no se ejerza mediante distintos tipos de violentamientos más o menos sutiles en los vínculos de
trabajo, o bien a través de diversos tipos de violencias externas a lazos laborales (violencia doméstica o
familiar).
Para la PDT la eclosión de la violencia en el trabajo está en directa relación con
disfuncionamientos en la cooperación en el seno de los colectivos de trabajo, específicamente, con el
empobrecimiento o la suspensión de la actividad deóntica.
La noción de "actividad deóntica" alude a la posibilidad de construir acuerdos normativos respecto del
trabajo conjunto y es el medio más común y más potente para la prevención de la violencia en el trabajo
en la medida en que permite reemplazar los estallidos violentos por la formación de reglas que organizan
la convivencia. Cuando la comunicación en el seno de un colectivo de trabajo falla —sea por la

150
implementación de modalidades de gestión orientadas a estimular la competencia y a destruir los
vínculos, o por falta de espacios y de tiempos que posibiliten el intercambio y la deliberación entre
quienes trabajan- la actividad deóntica, se empobrece o directamente es anulada. En estas circunstancias,
cada individuo queda sólo frente a las dificultades del trabajo, con las que debe lidiar sin tener la
posibilidad de apoyarse en la regulación colectiva o de referenciarse en reglas de trabajo comunes, pero
también queda solo frente a situaciones de maltrato e injusticia.
Por tanto, la violencia es analizada por la PDT como un síntoma de la desestructuración de los
vínculos y de la convivencia en el trabajo que aparecerá cuando el medio social de trabajo está
sumamente degradado. Cuando se naturaliza y banaliza la injusticia, cuando prima la resignación y la
indiferencia respecto de la desgracia de los otros se genera el terreno propicio para el surgimiento de
dinámicas violentas.
Desde esta perspectiva, las denominadas "patologías del acoso" no son algo nuevo: lo que constituye una
novedad son más bien los padecimientos y patologías que se les asocian. La PDT considera a las
patologías del acoso como patologías de la soledad. Estas tienen como denominador común el
aislamiento, y por tanto, la imposibilidad de poner en funcionamiento mecanismos de defensa contra los
efectos nocivos del sufrimiento en el trabajo. Las patologías de la soledad constituyen una forma clínica
específica de alienación social en el trabajo, y se ven favorecidas por un tipo específico de organización
de trabajo que, además de tener efectos nocivos sobre los colectivos de trabajo, tiende a desestructurarlos
y a marginar a quienes no se adaptan al trabajo prescripto o a quienes se resisten a llevarlo a cabo en las
formas que es impuesto.
Por tanto, el aumento cuantitativo de las patologías del acoso está en relación con las nuevas
modalidades de dominación en el trabajo, pero no porque exista determinación directa de estas últimas,
sino porque desestructuran la vida colectiva y los espacios de inteligibilidad común.
Como puede apreciarse, la Psicodinámica del Trabajo difiere de los enfoques victimológicos en su
forma de encarar el problema de la violencia en el trabajo, no solo porque no reduce la problemática
a actores discretos, diferenciados y cristalizados —victima/victimario—, sino porque quien aparece
como víctima pudo previamente haber tolerado o aportado (voluntariamente o a pesar de sí mismo), al
desarrollo de la violencia en la organización de trabajo.
1.2. Las dinámicas violentas en el trabajo
La noción de "dinámicas violentas" se fue gestando a lo largo de las distintas investigaciones sobre
violencia en el trabajo que realizamos.
Un elemento que contribuyó fuertemente con su ideación provino del trabajo de campo, y más
concretamente, de las diferencias significativas encontradas entre los modos en que la literatura
académica define los fenómenos en cuestión y la manera en que lo hacen las poblaciones laborales
estudiadas. En efecto, en las distintas investigaciones, las representaciones acerca de la violencia en el
trabajo que manejaban los y las trabajadoras de enfermería eran amplias, es decir, consideraban como
violencia en relación con el trabajo a una muy profusa gama de fenómenos que no sólo incluía a los
hechos y conductas contemplados en las definiciones (violencia física, psicológica y sexual), sino que
además integraba situaciones de injusticia, humillación, arbitrariedad, conflictividad e incumplimiento de
derechos.
Algo análogo ocurrió en el estudio orientado a indagación de la violencia en el trabajo en cuatro
poblaciones laborales del sector servicios: también en este caso encontramos diferencias significativas
entre las definiciones de los trabajadores y la literatura académica respecto del modo de entender a la
violencia en el trabajo.
Ante esta diferencia en los modos de representación de la violencia relacionada con el trabajo,
consideramos necesario hacer un giro respecto de los dos tipos de definiciones ampliadas y restringidas
anteriormente mencionadas, que nos permitiera, por una parte, desprendernos de los abordajes
focalizados en los episodios de violencia como fenómenos discretos y aislados, para analizarlos como
procesos grupales y organizacionales; y por otra, adoptar una definición que incluyera las

151
representaciones sobre violencia de las poblaciones laborales específicas, lo que nos alejaba de asumir
una definición restringida. Esto nos condujo a desarrollar la noción de dinámicas violentas.
La misma se orienta a obtener mayor inteligibilidad frente a lo que frecuentemente aparece como mera
"irrupción" de violencia. Para evitar esta opacidad, consideramos que la exploración de la violencia en el
mundo del trabajo en términos de procesos, podría no sólo aportar elementos a la discusión relativa a las
definiciones "amplias" o "restringidas" del fenómeno, sino que también permitiría conocer ciertos
síntomas o indicadores previos a su irrupción.
Sin duda es difícil, por no decir imposible, indagar las dinámicas violentas en el trabajo sin tomar en
consideración dimensiones centrales vinculadas con los procesos de trabajo, la organización y las
condiciones de trabajo, así como las características y el funcionamiento de los colectivos laborales
específicos. Es decir, no es posible comprender cabalmente la emergencia y la eventual persistencia de
dinámicas violentas en una población laboral específica si no se estudian en profundidad las reglas del
oficio y la cultura de esa población laboral particular.
Un último elemento relativo al modo en que entendemos a la violencia en relación con el trabajo se
articula con la necesidad de incorporar un nivel de análisis vinculado con los cambios en la
producción de subjetividad. En función de esto, hemos elaborado una hipótesis complementaria
referida a la creciente visibilidad de la violencia en el trabajo postulando la existencia de un dispositivo
de producción de subjetividad acosada; una suerte de estructura de sentimiento que está en relación con
un efecto "dador" de identidad de las categorías de "víctima" y de "acosado. En efecto, el universo de
sentidos y posiciones subjetivas que designan las nociones de "violencia" y "abuso" se han convertido en
un verdadero dispositivo productor de subjetividad, una suerte de matriz identificatoria que ha calado
hondo en el sentido común: cualquiera puede ser víctima de algún "otro" representado como amenaza
potencial. Se trata de un dispositivo que decodifica los conflictos en términos de posicionamientos
binarios -víctimas y victimarios-, y en el que se difuminan los derechos del trabajador y la visibilidad de
la disputa capital-trabajo, cuestiones que son reemplazadas por una nueva legitimidad moral: la de la
"víctima". Vinculado al ethos terapéutico de las sociedades contemporáneas donde las narrativas del
sufrimiento y el victimismo son rasgos definitorios del yo, este dispositivo opera individualizando los
conflictos y borrando sus condicionamientos económicos y políticos mediante la psicologización /
medicalización de los mismos.
2. La violencia en el trabajo de enfermería
Sobrecarga de trabajo, jornadas extensas, turnos rotativos, trabajo nocturno, y frecuentes cambios de
servicio o de turno son características recurrentes del trabajo de enfermería. Además, enfermeros y
enfermeras están expuestos a diversos riesgos biológicos, químicos, físicos, ergonómicos y psicológicos.
Aunque la enfermería tiene un alto nivel de requerimiento en el mercado de trabajo, los salarios son
bajos. Además, los hospitales suelen funcionar con una escasez sistemática de personal, lo cual explica
que muchos enfermeros/as tengan dos o tres trabajos y que realicen horas extras.
El objeto de la profesión enfermera son los cuidados, concebidos como el abordaje integral de la persona.
A los futuros profesionales de la enfermería se les "enseña" la importancia de la empatía, la escucha, el
diálogo, el respeto, el apoyo, la ternura y la compasión. El trabajo específico de enfermería tiene relación
con el trabajo de cuidado o care, noción que alude al cuidado de otro en el sentido del hacer.
"Cuidar a otro no es pensar en el otro o preocuparse por él de manera intelectual e incluso afectiva;
tampoco es necesariamente quererlo: es hacer algo, producir un determinado trabajo que participe
directamente del mantenimiento o de la preservación de la vida del otro, es ayudarlo o asistirlo en las
necesidades primordiales como comer, asearse, descansar, dormir, sentir seguridad y dedicarse a sus
propios intereses".
Es decir, el trabajo de care denota la dimensión propiamente afectiva que debe ser movilizada para
realizar cierto tipo de actividades que necesitan ser llevadas a cabo con ternura, afecto, simpatía, tacto,
etc. Se trata de competencias que históricamente han sido asociadas y demandadas a las mujeres en
función de supuestas características de género, pero que - por cierto - no están enraizadas en la naturaleza
humana ni dependen de cualidades naturales. Los cuidados enfermeros no sólo suponen saberes técnicos,

152
sino que implican a su vez, trabajar con la vulnerabilidad y el sufrimiento del otro. Por tanto para hacer
este trabajo es preciso aprender a lidiar con la vulnerabilidad de los otros, pero también con la propia.
Diversos estudios muestran que el sector salud es uno de los más afectados por la violencia en el trabajo,
y que al interior de dicho sector, enfermería es una de las profesiones más damnificadas. También hay
consenso en relación a que la violencia psicológica es mucho más frecuente que la violencia física.
En lo que respecta a nuestras investigaciones, hemos observado que la violencia interna en la población
laboral enfermera tiene un lugar significativo. Esta no sólo es ejercida por superiores jerárquicos sino
también, y no en menor medida, por los pares, sea por acción u omisión.
Las narraciones de los y las entrevistadas dan cuenta de una gama de violencias de distinto orden en esta
población laboral. En la mayor parte de las situaciones narradas de los /las enfermeras entrevistadas no se
trata de episodios de agresión directa y visible, sino de modalidades de violencia que asumen formas más
sutiles. Lejos de suponer simplemente un "acosador" y un "acosado", son situaciones que involucran un
complejo entramado de relaciones, tanto a nivel de los equipos como de la organización de trabajo.
Los hechos de violencia y abuso narrados permiten delinear una modalidad específica respecto de los
modos en que se ejerce la violencia entre enfermeras/os. Se trata de un tipo de violencia discreta,
recatada, silenciosa, que por lo general asume la forma de la violencia reactiva, ya sea como violencia
física o como explosión verbal.
Señalemos que las conductas de violencia reactiva pueden constituir una reacción desesperada de ciertos
individuos frente a estrategias de abuso y maltrato sistemáticos (violencia proactiva) que pueden formar
parte de una estrategia managerial o bien, conductas que se llevan a cabo en un marco organizacional que
las tolera o estimula.
En el caso de enfermería, se ponen en práctica una serie de ardides que suelen dar lugar a un tipo de
violencia astuta, ingeniosa y discreta - en el sentido que, para llegar a su objetivo, los medios puestos en
práctica no llaman la atención-,_y reglamentaria, en la medida que hace uso de caminos legales para
socavar a otro/s que son percibidos como enemigos potenciales. Este tipo de estrategia es puesta en
práctica generalmente por un superior jerárquico en relación con algún subordinado, o por un superior
acompañado por un grupo de subordinados contra otros subordinados; aunque la misma también puede
ejercerse entre pares del mismo nivel jerárquico.
2.1. Niveles explicativos de las dinámicas violentas en el trabajo de enfermería
Comprender las situaciones de violencia como dinámicas, esto es, no considerarlas como hechos o
acontecimientos aislados, requiere tener en cuenta diversos niveles explicativos.
En primer lugar, es preciso considerar un nivel estructural para abordar la situación del mercado de
trabajo del sector, las leyes que regulan el ejercicio de la profesión, las políticas de formación y
distribución de recursos humanos, los convenios colectivos de trabajo, además de la legislación
vinculada al acoso y a la violencia en relación al trabajo, entre otras cosas.
Un segundo nivel a considerar se vincula con la organización del trabajo, y comprende las características
del proceso de trabajo en el sector -ritmos, tiempos, exigencias físicas, psíquicas, cognitivas y
emocionales, etc.-; las condiciones y me-dio ambiente de trabajo, así como las modalidades que asumen
tanto la gestión hospitalaria o de cuidados, como la denominada "gestión de las personas".
Ahora bien, para abordar las dinámicas violentas no es suficiente considerar las características formales
de la organización de trabajo: es preciso a su vez conocer las modalidades que asume el trabajo de
individuos y grupos, así como la cultura del oficio en un espacio-tiempo específico. Por ello creemos
necesario incluir un tercer nivel de análisis referido al funcionamiento de los colectivos de trabajo, que
involucra la indagación de reglas del oficio, la modalidad de conformación de los vínculos al interior de
los mismos, y la conformación de estrategias defensivas específicas.
A partir del análisis de las narraciones de las personas entrevistadas, hemos podido comprobar que la
conflictividad y la violencia en relación con el trabajo son frecuentemente interpretadas como problemas
interpersonales; lo que en nuestra perspectiva, tiende a invisibilizar a la organización de trabajo como

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posible origen de dichos fenómenos. La desestructuración de los vínculos en el seno de los colectivos de
trabajo, así como la tendencia a la individualización y psicologización de los conflictos sociales, a la que
denominamos dispositivo del acoso se encuentran a la base de esta manera de leer la violencia en
relación con el trabajo.
Por último, cabe mencionar al nivel de análisis individual referido a las características singulares de las
personas (historia vital, trayectoria laboral, características psicológicas, etc.), que, aunque no constituyó
el foco específico de nuestras investigaciones, hemos añadido como requisito lógico-conceptual.
En relación al nivel de análisis individual, cabe señalar que existen no pocos abordajes que parten del
supuesto de que las dinámicas violentas se desatan prioritariamente en función de características de los
individuos y de su interacción; mientras que para otros autores, esta posición supone una
"psicologización de lo social".
En este debate se ponen en juego una serie de decisiones teórico-metodológicas cuyas consecuencias
políticas e ideológicas no son menores. Entre estas, la de incluir o no- y de qué modo- a la organización
del trabajo como condicionante o nivel explicativo de las dinámicas violentas, o por el contrario, la
decisión de asumir a las dimensiones estructurales y de la organización de trabajo como "contexto". En
este último caso, aunque se declare concebir a la violencia en el trabajo como fenómeno multicausal, se
invisibiliza de hecho la posibilidad de que la organización de trabajo pueda funcionar induciendo
dinámicas violentas entre los trabajadores.
En las páginas que siguen mostraremos el modo en que hemos utilizado los conceptos de la
Psicodinámica del Trabajo como herramientas para identificar y caracterizar los niveles de análisis
relativos a la dimensión organizacional y del colectivo de trabajo como escenarios privilegiados de las
dinámicas violentas en el caso que estamos analizando.
2.1.1. Condicionantes organizacionales de las dinámicas violentas
Adelantemos una conclusión de nuestros trabajos, que coincide con las explicaciones de la
Psicodinámica del trabajo: las condiciones que favorecen la generación de situaciones violentas en el
trabajo de enfermería están estrechamente vinculadas con las modalidades de gestión y las decisiones en
materia de organización del trabajo de las instituciones de salud.
Ahora bien, esta vinculación entre organización/gestión del trabajo y fenómenos de violencia en relación
al trabajo no pueden en este caso, ser explicados apelando a los mismos argumentos que esgrime la
Psicodinámica del Trabajo.
Sinteticemos dichos argumentos: para la PDT las nuevas modalidades de organización y gestión de
la fuerza de trabajo que instituye la fase de economía transnacionalizada y el management
neoliberal serían el terreno propicio para la generación de violencia en el trabajo, no de modo
directo sino mediante la implementación de modalidades manageriales en el trabajo como la
evaluación individualizada del rendimiento y la exigencia de calidad total.
¿Por qué decimos que no es posible aplicar esta argumentación en el caso estudiado? Porque a diferencia
de otros sectores de producción de bienes y servicios en los que se modificaron y renovaron las
modalidades de organización y gestión del trabajo, en el subsector público de salud en Argentina de los
años 90' no se pusieron en marcha políticas específicas de corte managerial en el período en el que se
llevó a cabo el estudio. La política del sector consistió básicamente en la reducción del gasto, lo que
generó un aumento de la precariedad (empleo no registrado, pérdida de protección social) y de la
flexibilización (de contratación, de la organización y los tiempos de trabajo, de las remuneraciones).
Por tanto, en lo que respecta al caso estudiado no parece adecuado apelar a explicaciones relativas a las
"nuevas modalidades de gestión y organización" en el sentido específico de la evaluación individualizada
del rendimiento, la implementación de sistemas de calidad total, o la utilización planificada del abuso
para comprender las dinámicas violentas. Hacerlo implicaría suponer un nivel de planificación
estratégica que no existió en las instituciones hospitalarias del sector público en la Argentina de ese
entonces.

154
Existen no obstante, otros elementos que parecen jugar un rol central en la organización del trabajo y su
vinculación con las dinámicas violentas de la población enfermera, entre ellas: la carencia sistemática de
personal en el sector específico y el subsecuente aumento de la sobrecarga de trabajo, asociadas a la
especificidad que comporta el trabajo de enfermería, así como a las características de la organización del
trabajo de la enfermería hospitalaria, permitirían una mayor comprensión de las dinámicas violentas en
esta población laboral.
En efecto, una constatación de las investigaciones realizadas es que las dinámicas violentas en la
población de enfermería están en estrecha relación con los modos de tramitar la brecha entre trabajo
prescripto y trabajo real.
Como se sabe, el trabajo no puede ser reducido a la mera ejecución de prescripciones, normas o
procedimientos de la organización formal del trabajo: si las personas que trabajan se atuviesen a dichas
normas y procedimientos no harían otra cosa que "trabajar a reglamento”. La brecha o desfasaje entre
trabajo prescripto y trabajo real existe siempre, en todo trabajo, sean cuales sean las cualidades de la
organización laboral. La organización real del trabajo nunca es la organización prescripta. Es imposible
alcanzar los objetivos de la tarea si se respetan escrupulosamente las prescripciones, consignas y
procedimientos. Ahora bien, esta brecha puede ofrecer ciertos márgenes de libertad y por tanto, ser
tolerada; o bien no ofrecerlos y generar situaciones de presión en las que quienes trabajan temen ser
atrapados en falta. En este sentido, como afirma Dejours, la organización del trabajo nunca es neutra.
Así, la distancia entre organización prescripta y trabajo real puede:
1. Proporcionar soltura y margen de maniobra para que quienes realizan el trabajo comprometan su
deseo de hacer las cosas bien, e incluso se orienten a la invención de prácticas. En este caso, el
trabajo puede funcionar como un operador de salud en la medida que demanda la movilización
subjetiva de las capacidades; o bien,
2. La organización de trabajo puede proceder desconociendo la brecha existente entre organización
prescripta y trabajo real, atacando la capacidad de invención de quienes trabajan y tachándola de
engañosa o fraudulenta. Este desconocimiento o negación conduce a interpretar los fracasos en el
trabajo cotidiano como expresión de la falta de competencia y seriedad, o bien, como mala
voluntad y falta de capacitación de los trabajadores. En este último caso la organización del
trabajo obliga a los trabajadores a restringirse y a amoldarse a determinadas maneras de "hacer"
el trabajo, modalidades tanto psíquicas como físicas y gestuales. Esta renuncia supone una lucha
con una parte de sí mismo, que no desaparece sin más.
Un disparador central de las dinámicas violentas en la población de enfermería se relaciona con que la
brecha entre trabajo prescripto y trabajo real se acrecienta hasta tal punto, que las personas se ven
llevadas, a fin de poder realizar su trabajo, a transgredir las normas y procedimientos prescriptos por la
organización y/o por las jefaturas.
En efecto, múltiples relatos de las personas entrevistadas dan cuenta de los modos de tramitar la brecha
entre trabajo prescripto y trabajo real. Se trata de modalidades de gestión y organización del trabajo que
colocan a los sujetos entre la "espada y la pared": para realizar el trabajo deben hacerlo de un modo que
incumple las normas legales, no respeta el saber-hacer ni los tiempos que requiere su realización; o bien,
para poder hacer el trabajo deben transgredir procedimientos y normas prescriptas.
Pareciera ser que en algunas de las organizaciones de trabajo se pone en funcionamiento una dinámica de
negación-trampa-secreto: por una parte, la organización de trabajo niega la brecha entre trabajo
prescripto y trabajo real —lo que en ciertos casos linda con lo perverso- y los trabajadores/as se ven
empujados a realizar todo tipo de trampas, triquiñuelas y engaños ingeniosos a fin de poder realizar su
trabajo. Estas trampas no sólo son costosas tanto disciplinaria como ética y psíquicamente, sino que a la
vez afectan la calidad del trabajo, y por ende a los pacientes, además de no generar reconocimiento
alguno por parte de la organización de trabajo hacia quienes realizan la tarea.
Pero hacer "trampa" conlleva otros riesgos: la institucionalización tácita en el seno de los colectivos de
trabajo de conductas fraudulentas o ilegales requiere de un acuerdo implícito relativo al mantenimiento
del "secreto". Y mantener secretos relativos a trampas o conductas incorrectas tiene varios
inconvenientes: por una parte, puede hacer recaer el riesgo de sanción sobre una sola persona que, a fin

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de cuentas está cumpliendo con una norma tácita pero colectiva puesta en práctica para defender el
interés de todos; por otra parte, el secreto impide retomar y elaborar las experiencias así como buscar
alguna solución a las situaciones problemáticas, llevando de este modo a la repetición. Por último, las
experiencias de trampa-secreto poseen un fuerte poder desmovilizador.
Simultáneamente con estos acuerdos tácitos y conductas fraudulentas, se advierte entre los responsables
de la gestión la negación e incluso el desconocimiento respecto de las condiciones reales de trabajo, y
una gran dificultad para dar respuestas a la brecha existente entre trabajo prescripto y trabajo real.
Un ejemplo de esto consiste en mantener a los pacientes sedados, al margen de las indicaciones médicas,
lo que de algún modo permite controlar la sobrecarga y la intensidad del trabajo. Se trata de una
tramitación que se lleva a cabo en el marco de un pacto de silencio dentro del colectivo de trabajo, y que
cuenta con la anuencia de las direcciones jerárquicas y de la institución. Sin duda es una modalidad de
tramitación que implica el maltrato hacia los pacientes, y a la que claramente podría calificarse de
"violenta".
2.1.2. El funcionamiento de los colectivos de trabajo
No todas las organizaciones de trabajo son equivalentes en lo que respecta a la potencialidad del trabajo
de enriquecer la subjetividad, ni se asemejan en los modos de abordar la brecha entre trabajo prescripto y
trabajo real. En algunos casos, la organización del trabajo permite generar reglas del oficio que redundan
en mayores lazos de cooperación al interior del colectivo de trabajo; en otras, opera contribuyendo a su
degradación y a la puesta en marcha de reglas colectivas del oficio generadoras de violencia, ideologías
defensivas o estrategias defensivas individuales. Se trata de fenómenos que, aunque condicionados por la
organización de trabajo, poseen una entidad de funcionamientos específicos vinculados a los colectivos
de trabajo.
La noción de colectivo de trabajo alude a una comunidad de pares en el trabajo, a un tejido de lazos entre
individuos en los que las relaciones de confianza y cooperación se hacen posibles por medio de la
elaboración de reglas comunes del oficio. El colectivo de trabajo constituye el eslabón central de la
dinámica intersubjetiva y de la identidad en el trabajo. El colectivo posee tres funciones básicas: en
primer lugar, una función de elaboración, para lo cual es preciso que exista confianza reciproca entre los
individuos que lo constituyen. Es la confianza la que permite la libertad de palabra necesaria para la
elaboración y confrontación de experiencias. En segundo lugar, el colectivo cumple una función de
límite: define mediante reglas del oficio, el margen o distancia posibles respecto de las consignas
prescriptas por la organización de trabajo. Esta distancia es objeto de consenso en un colectivo de trabajo
dado, y cumple un papel de marco que sostiene al individuo en su confrontación con lo que las consignas
pueden tener de inadaptadas o irrealizables. El núcleo de un colectivo de trabajo está en relación con la
confianza, la que permite establecer y reconocer límites comunes (aunque al mismo tiempo, el colectivo
solo sigue vivo si puede ser lo suficientemente flexible como para poder recibir las invenciones de sus
miembros). En tercer lugar, el colectivo cumple una importante función en la dinámica del
reconocimiento, es decir en la validación de la tarea por el juicio de los pares. Por todo esto es que frente
a las prescripciones y los reglamentos; el colectivo desarrolla su propia función organizadora y
normativa.
Todos los colectivos de trabajo crean reglas informales que tienen como meta lidiar con las brechas entre
trabajo prescripto y trabajo real. Las reglas del oficio organizan las relaciones de un colectivo: entre jefes
y subordinados, con otros colectivos de trabajo, con agentes de una empresa subcontratista, etc. Son, por
tanto, una construcción colectiva que remite a un oficio específico y que se lleva a cabo en espacios
deliberativos informales. Se elaboran entretejiendo la tradición —las reglas establecidas- con la
innovación- la producción del ingenio y la transmisión.
Además, la construcción y funcionamiento de las reglas del oficio suponen y requieren la existencia de la
cooperación. Esta noción, tal como ha sido conceptualizada por la PDT, va mucho más allá de la
coordinación de puestos y tareas: supone la voluntad de las personas para trabajar juntas y para superar
colectivamente las contradicciones que surgen en el trabajar. La cooperación implica por tanto una
contribución específica e irremplazable de quienes trabajan a la concepción, ajuste y gestión de la
organización de trabajo y, por ello, requiere de la movilización psíquica de los que trabajan.

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Como es obvio, la cooperación no puede ser prescripta ni determinada a priori, esto sería imposible y
paradójico, ya que la misma está en relación con la libertad de los sujetos y con la formación de una
voluntad común. La cooperación solo puede surgir de las relaciones de confianza entre individuos (tanto
entre colegas, como entre subordinados y jefes); a su vez, está en relación directa con la construcción y
estabilidad de las reglas del oficio, y en estrecha relación con la dimensión deóntica, es decir, con la
construcción de acuerdos, normas y reglas que encuadran la manera de llevar a cabo el trabajo.
Aunque la cooperación supone la aceptación de reglas de trabajo comunes a los agentes, la sola
aceptación de estas no basta: es necesario que estén dadas las condiciones para que estas tengan
efectividad. La cooperación es, a fin de cuentas, "la forma concreta fundamental que toma, en situación
de trabajo, la regulación de las trampas".
La doble naturaleza técnico-social de las reglas del oficio tiene su raíz en que cooperar exige co-existir
en el registro del entendimiento, del poder "vivir juntos".
A su vez, es por medio de las reglas del oficio, que un colectivo sostiene la dimensión de la ley (lo que se
debe y no se debe hacer, el margen "aceptable" de transgresión).
Lo que es antinómico al colectivo de trabajo no es el individuo, sino el grupo sin ley y sin reglas, pero
con reglamento y con jerarquías. Es en relación con este último aspecto en relación al cual hemos
encontrado múltiples rastros en los relatos de enfermeros y enfermeras: las dinámicas violentas parecen
estar en estrecha relación con organizaciones que poseen reglamentos y jerarquías, pero en las que no se
cumple con las normas y leyes establecidas, sean estas normas de trabajo, de asignación de recursos, de
calidad de atención, etc.
Asimismo, y en relación con lo anterior, las dinámicas violentas aparecen íntimamente vinculadas con la
desestructuración de los vínculos entre los individuos, lo cual dificulta la construcción consensuada de
reglas del oficio. Nos ocuparemos de esto con mayor detalle en el próximo apartado.
2.1.3. Las dinámicas violentas como resultado de fallas en la función deóntica
La arbitrariedad en la aplicación de la ley —tanto de normas que regulan la atención de la salud como de
los regímenes de trabajo del personal de enfermería- no sólo acontece en los departamentos de
enfermería sino también a nivel de la gestión hospitalaria general. En lo que respecta a enfermería, esta
modalidad de funcionamiento va desde la arbitrariedad en los criterios para otorgar nombramientos de
jefatura, pasando por la toma de decisiones improcedentes e inconsultas respecto de la rotación del
personal en servicios y turnos, la negativa al otorgamiento de francos, licencias, vacaciones, hasta la
arbitrariedad en la sanción de faltas y en la prescripción del trabajo. Estas decisiones o actos arbitrarios
son generalmente atribuidos a quienes cumplen tareas de supervisión o a quienes se desempeñan como
mandos medios de enfermería, aunque en las entrevistas se encuentran ejemplos muy variados que
incluyen a otros profesionales, a los pares enfermeros, a sindicalistas y a diversos estamentos de la
organización de trabajo. Los y las enfermeras significan y definen esta modalidad de funcionamiento
como "violencia", relatando — a fin de ejemplificar y fundamentar esta definición - un sinnúmero de
situaciones vinculadas a la arbitrariedad en la aplicación de la ley.
Se trata de un "estilo" de relación con la ley o con lo que se debe o no hacer, que da lugar a una serie de
fenómenos. Por un lado, genera un doble estándar permanente: lo que se dice/ lo que se hace, lo que se
"debe hacer"/ lo que efectivamente se hace con lo que se debe; y por otro, habilita una serie de reglas
prácticas e implícitas, vinculadas tanto con el trabajo técnico como con la gestión de derechos y
beneficios de los trabajadores, que regulan los modos de distribuir beneficios y sanciones dentro de los
colectivos enfermeros.
Sin duda, la devaluación de las regulaciones y normativas vinculadas con la convivencia en los espacios
laborales y la arbitrariedad como regla constituyen un terreno fértil para la violencia en relación con el
trabajo. Es en el marco de esta relación con la ley en la que es preciso situar una parte de las diversas
dinámicas violentas de la población enfermera.

157
2.1.4. La desestructuración de los vínculos en los colectivos de trabajo como antecedente del
desarrollo de dinámicas violentas
Cuando los lazos que conforman un colectivo de trabajo se resquebrajan, comienzan a estar al acecho de
las derivas de la violencia. Si la confianza recíproca es la característica central de un colectivo de trabajo,
en la medida en que los vínculos se desestructuran, la cooperación se resiente.
Cuando la discusión ya no es posible, no queda más remedio que asumir en soledad las dificultades y el
sufrimiento engendrado en el trabajo. La falta de sentido de la relación con el trabajo lleva
progresivamente a las personas a desinvolucrarse de las responsabilidades colectivas. Cada uno se
repliega en su espacio privado, bloqueándose la inteligibilidad de la tarea. Se naturalizan circunstancias y
situaciones, lo que conduce a una suerte de posición subjetiva en la que prima la "causalidad del
destino": en efecto, lo excluido de la razón comunicacional retorna bajo la forma de causalidad exógena.
No se trata simplemente de "individualismo", sino de una distorsión de la razón comunicacional.
La desestructuración de los vínculos en el colectivo de trabajo, junto con la volatilización de las reglas
comunes dan lugar a la desconfianza y al recelo lo que, a su vez, pone en suspenso la función de
reconocimiento del trabajo entre pares (sobre la dinámica de reconocimiento, nos detendremos más
adelante).
Los y las entrevistadas mencionan una y otra vez el malestar en los vínculos, que según ellos, se
caracteriza por la competencia, la rivalidad, el recelo, las habladurías, la descalificación del otro y
situaciones repetidas de boicot.
A partir del análisis de las entrevistas, hemos reconstruido las principales líneas de agrupamiento /
división que aparecen en los relatos, y hemos reordenado las clasificaciones tácitas que emergen.
Asimismo, hemos buscado los modos en los que se enuncia la pertenencia / diferenciación respecto de
colectivos de trabajo. A partir de dicho análisis, sabemos que las principales líneas por las que
transcurren las dinámicas conflictivas que pueden devenir violentas se vinculan con: el rol (entre
enfermeros asistenciales y jefaturas de enfermería), la antigüedad (entre antiguos y nuevos); el nivel de
formación (entre licenciados y profesionales, auxiliares, más acusadamente entre licenciadas/os y los
demás), y con la "aspiración formativa" (por llamarle de algún modo) entre los que estudian y los que no.
En estas circunstancias resulta muy difícil la cooperación y la comunicación necesaria para hacer bien el
trabajo. La situación puede volverse trágica cuando opera una denegación colectiva e institucionalizada
de lo real: es el caso de un enfermero que duda tanto de la calidad de los medicamentos, como de la
seguridad de la atención médica y de los cuidados brindados por el equipo; y que al denunciar la
situación es foco de maniobras de desestabilización estratégica y de acoso. Sin duda, esta persona se
encuentra en una situación compleja ya que, bajo el efecto de desaprobación de los otros, termina
dudando de la validez de su percepción (con los riesgos que esto podría tener. Incluida la posibilidad de
depresión); o bien continúa dando la pelea solo contra todos, lo que puede derivar en un estado de
alienación social. En la medida en que esta última está en relación con la falta de reconocimiento por
parte de los otros —que se someten a la ley del silencio y a la obediencia respecto de veracidad de la
relación del sujeto con lo real- , la alienación social no concierne solo a la víctima más visible del
proceso, sino a todo el colectivo. El borramiento de los lazos entre los individuos que fundan el
conocimiento compartido de lo real, y que es posible gracias a la experiencia común de trabajo, deja un
vacío que es reemplazado por el miedo y la desconfianza entre individuos de un grupo que ha perdido la
trama constitutiva de un colectivo, un equipo o una comunidad de pertenencia.
Como dijimos anteriormente, la violencia vinculada al ámbito de trabajo constituye en muchos casos una
estrategia defensiva contra el sufrimiento. En ciertas situaciones laborales la violencia es,
paradójicamente, utilizada como mecanismo de protección de la salud mental de quienes trabajan;
formando parte de las ideologías colectivas de defensa y de la cultura del oficio.
En nuestras investigaciones hemos escuchado diversas situaciones a partir de las cuales es posible
afirmar que las reglas del colectivo de trabajo contribuyen a generar no solo una deficiente calidad de
atención, sino también maltrato y violencia entre enfermeros/as, y entre estos y otros actores del mundo
hospitalario.

158
En efecto, hemos escuchado acerca de algunas reglas de funcionamiento de los colectivos de trabajo
enfermeros que parecen ser a un tiempo defensivas y violentas.
Así, una modalidad frecuente de estructuración de los vínculos en los colectivos de enfermería se
caracteriza por lo que denominamos "estrategias colectivas de alianza por exclusión". Estas asumen
diversas formas: excluir al que no se amolda a las reglas informales del colectivo, generar subgrupos a
los que se les niega la información o el acceso a insumos, o a los que se niega la transmisión del oficio
(los "nuevos" vs. "los viejos", los "de planta" vs. los "becarios", los franqueros vs. los que trabajan
durante la semana, etc.), entre otras.
Entre las reglas informales de los colectivos enfermeros encontramos una serie de prácticas que se
repiten con frecuencia, entre las que cabe destacar:
a. el armado de camarillas en función de "madrinazgos" o sistemas de protección a cambio de
lealtad,
b. los rituales de iniciación,
c. el control de la "distribución del saber", y
d. los castigos.
a. El armado de camarillas o "madrinazgos"
Muchos de los relatos de los entrevistados nos llevan a pensar que existe un modo específico de
estructuración de los vínculos al interior de los colectivos de trabajo de enfermería investigados. Estos
parecen estructurarse en base a líderes -"madrinas"- a las que, a cambio de protección, se les deben
favores de lealtad y apoyo ante muy diversas situaciones -que incluyen callar ante situaciones que
bordean lo ilegal o que son injustas-. Se trata de un sistema de lealtades informales- que en no pocos
casos posee vínculos con los sindicatos y con diversos estamentos de la dirección de la institución de
salud. Las reglas que rigen el comportamiento de los "madrinazgos" regulan el otorgamiento o negación
de beneficios (francos, horas extra, vacaciones, etc.), así como los "castigos". Este sistema de
protectorado "acepta" y cubre a los protegidos ante cierto tipo de negligencias en relación a la tarea, o
bien, los beneficia —a cambio de lealtad- por sobre otros respecto de los beneficios y derechos. El
"amiguismo" —como lo denominan varios de los entrevistados- implica además proteger a quienes
cometen malas prácticas (no sancionarlos y/o cajonear notas por reclamos) lo que se complementa
frecuentemente con el "amiguismo" proveniente de los distintos sindicatos que operan en los hospitales.
b. Los rituales de iniciación
Otra característica de las modalidades de estructuración de los vínculos en los colectivos enfermeros
indagados, se vincula con toda una gama de rituales de iniciación respecto de los "nuevos", es decir,
quienes se incorporan a la organización de trabajo o al servicio, sean o no nuevos en la profesión, y que
constituyen situaciones de maltrato que, sin embargo, parecen ser aceptadas como parte de la
socialización profesional. Son prácticas sostenidas tanto por supervisores como por pares.
Entre estos rituales se destacan situaciones tales como poner en ridículo o humillar en público a los
nuevos mediante ordalías o pruebas de sus cono-cimientos y su "saber-hacer", llevar a cabo prácticas de
"utilización" de los nuevos vinculadas con tareas que no tienen relación con la profesión y que suponen
un trato degradante (por ej. tareas de limpieza o bien, ordenarles realizar las tareas más pesadas de
enfermería); obligarlos a cubrir servicios en los que falta personal sin previsión alguna, es decir,
utilizarlos como variable de ajuste de la organización de trabajo; no permitirles atender a pacientes de los
enfermeros/as que ya están en el servicio o sala; negarse a la transmisión de reglas del servicio, etc. A
veces estos rituales de iniciación se oponen a las prescripciones de la profesión enfermera (por ej. no
permitir a los nuevos hablar con los pacientes, preguntarles su nombre, o llevar a cabo las prácticas
técnicas con los tiempos requeridos para las mismas, etc.)
c. El control de la "distribución del saber"
Entre las reglas informales de los colectivos enfermeros existe una modalidad de vínculo/división en la
que se destaca lo que denominamos el control de la distribución del saber (Wlosko y Ros, 2008). Este se
expresa a través de los frecuentes conflictos entre profesionales de distinto nivel de formación (entre

159
licenciados, profesionales y empíricos), pero también entre quienes estudian y quienes no, así como en
las negativas a la transmisión del oficio o las reglas de trabajo a los que se incorporan.
d. Los castigos
Los colectivos enfermeros instituyen también otra serie de reglas informales relacionadas con los
castigos. Estos pueden provenir de un superior jerárquico de enfermería, de un grupo de pares o de un
grupo compuesto por ambos.
Las situaciones de castigo se vinculan de manera estrecha a las lógicas de agrupamiento del tipo de los
"madrinazgos".
Del análisis de las entrevistas, surge que entre los "castigos" o sanciones que se llevan a cabo en esta
población laboral se encuentran: el cambio de sala o de servicio (permanente o transitorio) de modo
inconsulto y compulsivo, la denegación de francos, licencias y otros beneficios laborales, la inducción a
la fabricación de notas de maltrato hacia quienes no "respetan" los pactos de silencio del colectivo, el
acoso laboral sistemático bajo las modalidades de falta de reconocimiento de derechos, de categoría
profesional, el relegamiento respecto de tareas profesionales específicas, el ninguneo vinculado a las
tareas, el acoso bajo la modalidad de exigir cumplimiento de tareas imposibles de ser realizadas.
En el origen de estos castigos suelen estar las siguientes situaciones conflictivas:
a) haber denunciado alguna situación irregular vinculada con los pacientes o con la organización
del trabajo;
b) haber realizado un reclamo laboral vinculado con derechos a descansos, vacaciones, estudio,
etc.;
c) haber roto un pacto de silencio que operaba en ese colectivo de trabajo.

2.1.5. Dinámicas violentas y banalización de la injusticia


La desestructuración de los vínculos en el seno del colectivo de trabajo no solo es un terreno fértil para la
eclosión de dinámicas violentas sino que al mismo tiempo habilita el despliegue de la "banalización de la
injusticia y del mal".
Dejours, entiende al mal como la tolerancia a la mentira, la omisión de su denuncia, la colaboración con
su producción, la participación en la injusticia y el sufrimiento infringidos a otro(s). La noción alude
también a la discriminación y manipulación en relación a los puestos más sacrificados y peligrosos, la
utilización deliberada de la amenaza y el chantaje con el fin de desestabilizar psicológicamente a los
trabajadores, a la manipulación de la amenaza de precariedad para someter a otro, infligirle malos tratos
o hacerle realizar tareas que reprueba moralmente. Para Dejours lo que se busca mediante estas acciones
es generar miedo. Así, por ejemplo, los colegas se abstienen de testimoniar y/o de darle apoyo a un
trabajador acosado cuando, de hecho, la espiral en la que se encuentra la persona acosada no sólo suele
ser conocida por los demás, sino que constituye una suerte de "acto público aleccionador", que es, objeto
de difusión a fin de impresionar y generar miedo. El acoso funciona para los testigos como un medio de
intimidación eficaz, y esta propaganda hace de ellos cómplices de dichas técnicas de desestabilización
psicológica.
La Psicodinámica del Trabajo trata de entender el proceso por el cual las "buenas personas" dotadas de
"sentido moral" consienten en prestar su concurso al mal y transformarse, en gran número, casi
masivamente, en "colaboradores".
¿Cómo se destruye la capacidad del sujeto para hacer funcionar su sentido moral? El miedo por sí sólo
no es suficiente: debe haber además un debilitamiento y empobrecimiento de la subjetividad que da lugar
a la abolición de la capacidad de pensar y del sentido moral.
"Cuando el mal se erige en sistema y se plantea como norma de los actos civiles, ya no se habla de
cómplices sino de 'colaboradores' (...). La banalidad del mal no tiene que ver con la psicopatología sino
con la normalidad, aun si la característica de ésta es ser siniestra".

160
En las investigaciones realizadas hemos escuchado relatos que permiten entrever el funcionamiento de
los procesos vinculados con la banalización del mal. Estas abarcan un amplio abanico de situaciones:
desde prácticas vinculadas a la atención y el cuidado de pacientes, hasta conductas por acción u omisión
frente a pares (no dar testimonio respecto del maltrato, contribuir a que el colega no pueda trabajar como
corresponde) o pacientes (callar el maltrato, erigirse en seleccionador de quien recibe o no cuidados,
etc.).
El clima de recelo y desconfianza que transmiten los y las entrevistadas es un indicador significativo del
empobrecimiento de los mecanismos de comunicación y cooperación entre trabajadores que cabe tener
en consideración para comprender las dinámicas de violencia.
Finalmente, las conductas relacionadas con la banalización del mal necesitan a su vez, ser pensadas en
relación con el mencionado estilo de vinculación con la ley y la arbitrariedad como regla, que rige en
muchas de las organizaciones de trabajo hospitalarias. Esta arbitrariedad contribuye a la devaluación de
la ley, aunque también a la depreciación del otro(s), colaborando con la construcción de este tipo de
estructuración de los vínculos al interior del colectivo de trabajo.
2.1.6. La falta de reconocimiento del trabajo de los y las enfermeras como vivencia de violencia
Es frecuente escuchar en los relatos de enfermeras y enfermeros historias que se refieren con angustia,
bronca e indignación a la falta de reconocimiento respecto de su labor.
Como se mencionó anteriormente, la dinámica del reconocimiento se refiere a una apuesta: todas las
personas esperan algún tipo retribución en relación con la labor realizada: el sujeto se involucra en el
trabajo poniendo en juego su esfuerzo y creatividad, y a cambio, espera ser reconocido por la
contribución realizada. Esta dinámica puede estar en consonancia con los deseos del sujeto, y la
construcción identitaria o por el contrario, obstaculizarla e incluso impedirla. El reconocimiento es para
la Psicodinámica del Trabajo un elemento central en lo que respecta a la relación sufrimiento/ placer y
equilibrio psíquico / descompensación de quienes trabajan. Cuando no existe reconocimiento, se mina el
sentido subjetivo del esfuerzo, lo que además de fragilizar al sujeto, puede hacer vacilar sus marcas
identitarias generando dudas respecto de las propias aptitudes profesionales y personales. La dinámica
del reconocimiento en esta población asimismo en relación con las modalidades específicas que asume el
sufrimiento, que frecuentemente se asocia a vivencias de humillación e injusticia, y a la invisibilización
del trabajo vinculada al género.
En efecto, en los relatos de las y los enfermeros la vivencia de falta de reconocimiento es omnipresente, e
incluso se podría decir que forma parte de la tramitación de la identidad profesional: no hay relato en el
que no se aluda a la falta de valorización del trabajo que se realiza: Es enfermería quien está las "24 hs
junto al paciente", pero sin embargo, son "el último orejón del tarro". "Nadie reconoce a enfermería"
aunque sin su labor "se cae el sistema de salud", etc. Una combinación de bronca e impotencia, junto con
vivencias de injusticia impregnan los relatos de enfermería. Respecto de las vivencias de injusticia, estas
no se reducen a la falta de reconocimiento del trabajo, sino que involucran asimismo al salario y la falta
de formación, carrera y ascensos. Frecuentemente la falta de reconocimiento es enunciada y entendida
por los y las entrevistadas y entendida como violencia.
El asunto de la falta de reconocimiento en enfermería es un rasgo que, de un modo u otro, consignan
diversos estudios en el mundo entero. La falta de reconocimiento es asimismo, un elemento importante
en lo que se refiere a las dificultades y conflictos en la cooperación y el análisis de las dinámicas
violentas en el del trabajo. El modo en que se organiza el trabajo tiene un rol central en la falta de
reconocimiento hacia los profesionales, tanto en lo que respecta a los salarios como a la valoración del
trabajo que realizan.
Diversas características intrínsecas al trabajo de enfermería que contribuyen a la falta de reconocimiento.
Tal como lo ha desarrollado Pascale Molinier una de las características del trabajo de cuidado (care) es
que para ser eficaz, debe borrarse como tal. De su invisibilidad depende su éxito: cada vez que se trata de
aliviar el sufrimiento, a fin de no molestar al paciente y, a la vez, para economizar gestos o
desplazamientos inútiles, es necesario saber anticiparse a la demanda y disimular los esfuerzos realizados
para llegar al resultado deseado: se trata de la puesta en práctica de un "saber hacer discreto". Saber-
hacer discreto, en el sentido que, para llegar a su objetivo, los medios puestos en práctica no deben
161
llamar la atención de quien se beneficia del cuidado, y además deben poder ser realizados sin esperar
forzosamente gratitud por parte de quien lo recibe. Que el trabajo de care deba borrarse en tanto que
trabajo para ser eficaz, contribuye a que sea sub-evaluado en el registro del hacer y sobrevaluado en el
registro del ser.
3. Género, trabajo de enfermería y estrategias defensivas
Al inicio de sus investigaciones la Psicodinámica del Trabajo describió el funcionamiento de
mecanismos colectivos de defensa, que se evidenciaron en primer lugar, en trabajadores de la
construcción. Los trabajadores durante su labor enfrentan riesgos relativos a su integridad física, ante los
que sienten miedo. Para poder seguir trabajando en el marco de las condiciones de la organización de
trabajo existente -determinados ritmos, condiciones meteorológicas, presencia o ausencia de dispositivos
de seguridad, modalidades de mando, etc.; luchan contra el miedo mediante una estrategia defensiva que
consiste esencialmente, en actuar sobre la percepción que tienen del riesgo. Oponen al riesgo una
negación de la percepción y elaboran una estrategia mediante la cual transforman al riesgo en burla,
organizan colectivamente escenificaciones de riesgos o pruebas de coraje y desafío al peligro. Para
funcionar de modo eficaz, estas estrategias colectivas de defensa deben alejar cualquier alusión al miedo.
Negarse a participar de las pruebas de coraje, adoptar conductas timoratas que revelan miedo, etc. son
actitudes que se decodifican como un sufrimiento propio de "mujeres" o de "maricones".
Posteriormente la Psicodinámica del Trabajo caracterizó a la virilidad como una construcción defensiva
sexuada que se estructura no solo ante situaciones de trabajo peligrosas para la integridad física, sino
también ante las que suponen riesgos para la integridad psíquica, en particular cuando se deben asumir
responsabilidades que comprometen la vida de otro, o que ponen en conflicto el sentido moral propio.
Los colectivos constituidos por hombres se defienden del miedo y/o el sufrimiento moral en su gran
mayoría, construyendo estrategias colectivas de defensa que están centradas en:
1. La denegación de la vulnerabilidad (un verdadero hombre no tiene miedo / no tiene "estados del
alma" o "crisis psicológicas"), y
2. El desprecio de la vulnerabilidad de los otros.

3.1. ¿Qué ocurre con las estrategias defensivas en la población enfermera estudiada?
En el núcleo del trabajo enfermero se encuentra la experiencia de tener que trabajar con la vulnerabilidad
y el sufrimiento de otro. La confrontación con la enfermedad, el dolor y el sufrimiento constituyen
fuentes de sufrimiento particulares e implican el desarrollo en el transcurso de la socialización
profesional, de una disposición específica: la identificación compasiva. La angustia engendrada por el
sufrimiento del otro desencadena un proceso psíquico de identificación (compasiva: "sufrir-con") que se
pone en marcha a fin de poder realizar el trabajo de cuidado. Aunque la posibilidad de este tipo de
identificación fue, y aún es, asociada a una serie de habilidades tradicionalmente atribuidas a las mujeres
(empatía, comprensión, escucha, cuidado); lejos de tratarse de virtudes "naturales" o de disposiciones
independientes al ámbito laboral, constituyen habilidades adquiridas en el ámbito concreto de trabajo, y
que se elaboran en el marco del colectivo de la profesión.
Uno de los modos de elaborar este sufrimiento requiere la puesta en práctica de una serie de estrategias
de "domesticación" de lo que se juega en el trabajo específico, un "arte de vivir el sufrimiento" que
puede realizarse si existen condiciones tanto en el seno del colectivo de trabajo como organizacionales
que lo permitan. Las conversaciones informales entre enfermeras, típicamente, charlar mientras se toma
mate, posibilitan la puesta en palabra y la circulación de informaciones, sentimientos, dudas, inquietudes,
impotencia, atracción o aversión; debates acerca de lo que "se debe" o no hacer, o en torno hasta qué
punto se puede transgredir. Son espacios necesarios para la cohesión del equipo, la calidad del trabajo, la
elaboración de reglas del oficio y la salud mental de quienes trabajan, y habilitan la posibilidad de
inventar un conjunto de recursos simbólicos que permiten al personal de enfermería tomar distancia del
dolor y el sufrimiento, aunque sin eliminarlo.
El colectivo de trabajo cumple una función de elaboración cuando sus miembros pueden intercambiar y
debatir acerca de los problemas encontrados en el acontecer cotidiano, tolerando la expresión y la

162
confrontación de representaciones diferentes de una misma realidad. Esto no sólo permite la realización
en tiempo y forma del trabajo (racionalidad instrumental) sino también la puesta en práctica de un
pensamiento y un actuar ético. Es decir, el colectivo funciona como sostén de la dimensión deóntica.
Pero los colectivos de trabajo no necesariamente funcionan así: pueden constituirse como máquinas de
impedir el pensamiento. Un elemento que contribuye a la paralización del pensamiento es el sufrimiento:
inhibe la elaboración y perturba los vínculos entre las personas. Hay al menos dos condiciones que
contribuyen a que un colectivo de trabajo se paralice:
1. que la situación de trabajo comporte motivos de sufrimiento frente a los cuales los individuos
están desarmados y despojados de cualquier posibilidad de mejoría;
2. que la organización del trabajo impida la elaboración de dicho sufrimiento y la búsqueda de una
salida para la transformación conjunta de la situación.
Cuando en el seno de un colectivo no es posible la elaboración del sufrimiento, la solución para los
individuos - que deben seguir trabajando a pesar de todo - es eliminar la percepción del sufrimiento.
¿Cómo? Mediante la puesta en marcha una modalidad defensiva que no consiste en actuar sobre el
origen del sufrimiento, sino en eliminar la percepción de lo que hace sufrir. Este trabajo de eliminación
de la percepción es una tarea necesariamente colectiva ya que implica garantizar que ningún colega
reactive el recuerdo de un padecimiento que tanto esfuerzo costó dominar. En estos casos, el colectivo se
estructura en torno de reglas que se dirigen a proteger a los individuos contra la irrupción de los aspectos
insoportables de la actividad. De este modo puede constituirse un colectivo que tal vez pueda manejar
bien algún área de la experiencia (por ej. la experticia técnica), pero cuya función consiste en impedir
pensar. En estos casos es frecuente que emerja una identidad profesional masiva y aglutinante, que
reduce a los individuos a sus rasgos comunes (los del turno tarde, mañana, los que son de una profesión,
etc.) y limita la expresión de sus diferencias (en la medida que éstas serían capaces de reactivar ese
sufrimiento denegado).
Según las investigaciones realizadas por Molinier, las ideologías defensivas implementadas por los
colectivos de enfermería tienen una estructura radicalmente diferente respecto de las modalidades
defensivas basadas en el "coraje viril", no solo en lo que respecta a la relación con el saber y el dominio,
sino también en relación con el fracaso y la falla.
Mientras en las estrategias colectivas viriles se pone en juego la negación y racionalización colectivas;
las enfermeras, en vez de oponer una negación a lo real, utilizarían una estrategia defensiva que consiste
en ir rodeando ese real.
Como se dijo más arriba, el núcleo del trabajo enfermero requiere la experiencia de tener que trabajar
con la vulnerabilidad y el sufrimiento de otro.
3.2. ¿Qué ocurre cuando ya no se logra lidiar con la vulnerabilidad de los otros ni con la propia?
La negación de la propia vulnerabilidad desemboca inevitablemente en una posición subjetiva de
insensibilidad hacia el sufrimiento, lo que hace fracasar la eficacia y el sentido mismo del trabajo
enfermero. En enfermería, trabajar bien requiere de la construcción de un compromiso entre eficacia
técnica y disposición compasiva. Cuando se pierde la experiencia de la compasión, aparecen diversas
estrategias defensivas: indiferencia, conductas evitativas, "robotización" ante el sufrimiento, activismo,
autoaceleración, o incluso como vivencias de rechazo y odio hacia los pacientes (Wlosko, 2010). Estas
defensas se encuentran asimismo vinculadas a modos específicos de afrontar la intensificación del
trabajo.
Molinier ha descripto una defensa específica en personal de enfermería: el Kaporalismo o ideología
defensiva del "orden de mérito", que consiste en realizar una clasificación de los pacientes: por una parte,
están aquellos pacientes que ameritan compasión y que por tanto son tratados como personas (los que
cooperan y manifiestan gratitud);por otra, aquellos pacientes de segunda que son tratados como cosas,
maltratados o desatendidos porque enlentecen y dificultan el trabajo sin manifestar gratitud (dementes
seniles, los toxicómanos, alcohólicos, etc.).

163
En función de diversas narraciones de los y las entrevistadas, sabemos que este tipo de defensas también
se ponen en juego en la población enfermera investigada. El Kaporalismo, junto a la robotización y el
evitamiento, constituyen la contracara de la disposición compasiva. ¿Qué ocurre cuando esta última no
puede ser desplegada? El trabajo es juzgado como "mal hecho" generando así un tipo de sufrimiento
específico: el sufrimiento ético.
El sufrimiento ético es una noción elaborada por Dejours que alude al hecho de que a veces, los sujetos
deban llevar a cabo en el marco de su trabajo, tareas que traicionan sus ideales y valores. Se trata de un
tipo de sufrimiento que nace del conflicto entre las convicciones morales y la conminación a participar
de actos que uno reprueba, y del que resulta un sentimiento de traición de sí mismo que, en contextos
competencia, aislamiento y desolación, puede conducir a situaciones de descompensación psicológica
graves. El individuo queda posicionado en una situación psíquicamente peligrosa: la de tener que hacer
la experiencia de sentir que no es "un buen profesional" como quizá creía y que no solo traiciona a otros,
sino que se traiciona a sí mismo. Es una experiencia específica debe distinguirse del miedo y que está
específicamente relacionada con el conflicto moral en la que el sujeto ha sido atrapado.
Este se presenta de modo recurrente en los relatos de enfermeras y enfermeros, quienes aluden a las
contradicciones cotidianas -a veces flagrantes- entre el deber de atención y el cuidado integral, conceptos
centrales de su formación profesional y en la cultura laboral que rige en la práctica de los servicios
asistenciales.
No cabe duda de que una porción importante del sufrimiento en el trabajo de enfermería se vincula con
frecuentes dificultades para llevar a cabo su trabajo cumplimentando con preceptos éticos profesionales y
personales. (¡“No es mi tarea vigilar a los enfermos! ¡No es mi tarea tener que bañar a los pacientes con
mangueras porque no hay personal!”, etc.). Impedir el correcto desempeño de las tareas profesionales es
sin duda, una ofensa por parte de la organización real de trabajo hacia la imagen de sí y la propia
identidad profesional. Ante estas, emergen estrategias tales como la desmovilización, el retraimiento o
retirada y el individualismo.
Si bien en muchos casos, la vivencia de "trabajar mal" es consecuencia de coacciones provenientes de la
propia organización del trabajo (por sobrecarga y/o falta de personal o bien por modalidades de trabajo
naturalizadas y asumidas en las instituciones de salud); en otras, se vincula más estrechamente con las
modalidades que asumen las reglas del colectivo de trabajo.
En los casos aquí analizados, hemos identificado vivencias de sufrimiento ético en algunos grupos de
trabajo que, a través de la puesta en práctica del distanciamiento con los pacientes encuentran un
mecanismo que les permite sostener las exigencias de la tarea, al tiempo que logran realizar ciertos
rituales colectivos (tiempos de descanso, intercambio con colegas, etc.)
Conclusiones
En este escrito presentamos una síntesis de diversas investigaciones realizadas con personal de
enfermería en torno a la problemática de la violencia en relación con el trabajo.
Para ello se revisaron las diversas cuestiones implicadas en la noción de violencia en relación con el
trabajo, y se propuso la noción de "dinámicas violentas". Se desplegaron los distintos niveles explicativos
de dichas dinámicas violentas en relación con la población estudiada, lo que permitió vincularlas con los
condicionantes organizacionales y el funcionamiento de los colectivos de trabajo.
Para el análisis de las dinámicas violentas se utilizaron distintos abordajes investigativos: cualitativo-
etnográficos y cuantitativo-extensivos. Aunque no se procedió mediante el dispositivo de intervención
clínico propuesto por la Psicodinámica del Trabajo, los desarrollos de esta perspectiva han sido centrales
para analizar los vínculos entre organización del trabajo y el funcionamiento de los colectivos laborales,
las dinámicas de placer- sufrimiento- y el proceso salud- enfermedad, así como para interpretar el
material empírico obtenido. Los aportes de la PDT están en la base del análisis aquí realizado en la
medida en que éste se focaliza en la dimensión de la organización de trabajo como nivel analítico central
en relación con la generación de violencias, y en el análisis de los colectivos de trabajo y su función.

164
Por su parte, los desarrollos relativos al trabajo del care han contribuido a comprender las relaciones
entre género, trabajo de enfermería y estrategias defensivas.
Creemos que el estudio de las violencias en relación con el trabajo debe seguir siendo pensado mediante
abordajes que permitan ampliar y profundizar las perspectivas hegemónicas sobre estas cuestiones, que
generalmente las limitan a la evaluación generalmente estandarizada y cuantitativa del acoso, indagando
de modo específico en las modalidades que asume el trabajo y los modos en que está organizado, así
como el sentido que éste tiene para los individuos y colectivos que lo realizan.
Silvera N., (2013) “Desgaste laboral” [TP 12]
Quería empezar a profundizar algunos de los aspectos que tiene que ver con el tema Salud y Trabajo.
Vamos a recortar y vamos a empezar a pensar sobre cosas más pequeñas, que tienen que ver con el estrés
en el trabajo, el burnout. Yo trabajo en un hospital universitario, el Hospital de Clínicas, que en
Uruguay funciona con el presupuesto universitario, de la Facultad de Medicina. También se me ocurrió
juntarlo con el tema de satisfacción laboral, para ver si se mantenía igual o había cambiado en las
poblaciones con las que nosotros trabajamos.
En la medida en que fuimos recortando el campo, pensamos en hacerlo con un grupo de médicos de
Hospital de Clínicas. Esto surgió de una demanda: los médicos de Emergencias solicitaron que
investigáramos qué pasaba con ellos. Este es un hospital escuela, por lo tanto teníamos que enseñar y
aprender, y ellos decían: aquí hay algo que no nos deja aprender a ser médicos, médicos de la gente, con
todo lo que eso significa. Concurren allí pacientes pobres.
Empezamos a plantear algunas cosas que tienen que ver con el hecho de pensar en torno a si era lo
mismo el trabajo que realiza cualquier trabajador y el trabajo que realiza un médico, una enfermera, un
psicólogo, un asistente social, en el Hospital Universitario. Esto, tiene que ver con una división de clases.
Uno puede pensar que un médico no es lo mismo que cualquier otro trabajador: pertenece a una clase
determinada, se atribuye una serie de situaciones en que reinterpreta la realidad. Eso no lo hace diferente
de un carpintero, porque el carpintero reinterpreta la madera. Pero desde lo social, no es lo mismo hacer
con las manos que esta reinterpretación de los profesionales que de alguna manera se arrogan como una
clase social diferente. De allí la distinción entre ocupación y profesión:
Ocupación  Tareas productivas organizadas socialmente.
Profesión  Ocupación que ha asumido una posición predominantemente en la división del trabajo, que
logra el control sobre la determinación de la esencia de su propio trabajo y es autónoma o independiente.
Así alega ser la autoridad más confiable en la naturaleza de la realidad que trata.
Hasta el año ’68 se mostraba que no entraban a la universidad pública hijos de trabajadores (0, 8%),
según el único censo universitario que se hizo; el censo no se hizo más porque si no, se hubiera
descubierto la composición de clase. Porque la formación universitaria, por más que no se tenga que
pagar matrícula, lleva muchos años para ser sostenida y es una formación cara. Nosotros estamos
pensando que las clases sociales atraviesan las profesiones también. Y no es lo mismo ser médico que
psicólogo, asistente social, nutricionista o enfermera. Sobre todo en un hospital universitario que es un
hospital netamente curativo, netamente biologista, donde lo mental queda bastante alejado, no se
entiende, no se comprende, aunque se padece. Era impensable que se pudiera tener en sala pacientes
enfermos mentales.
Tampoco hay un departamento de psicología. Sino de “psicología médica”, se trata de un dpto. que se
dedica a la enseñanza a los médicos de algunos aspectos psicológicos de los pacientes, a cargo de
psicólogos y psiquiatras. No es un dpto. de psicología clínica.
Por lo tanto, no es lo mismo, desde el punto de vista de clase social, lo que significa, sobre todo porque
es el médico el que se atribuye el rol de “ser el dueño de la medicina”; es el “dueño” del paciente, el que
dice lo que tiene, el “dueño” de la salud, el que dice lo que hay que hacer. Es muy difícil que el psicólogo
pueda lograr cierta independencia.

165
La otra cuestión aparece cuando empezamos a investigar en torno al estrés (“síndrome general de
adaptación, así se llamó al principio, lo descubrieron en un estudio con ratas).
Es importante que nos pongamos a pensar que nos plantean situaciones estresantes, que producen estrés,
pero a lavez nos hablan de factores de riesgo, que tienen que ver con algunas situaciones que le producen
estrés al sujeto y que al sujeto lo colocarían en determinadas condiciones.
Por otro lado, cuando se empieza a estudiar, aparece el aspecto individual: está tal sujeto, sometido a tal
situación que le va a producir determinadas cosas. Después se empieza a pensar en lo contextual: el
sujeto en determinado contexto. Pero a su vez, tiene determinadas cuestiones que pueden ser pensadas en
relación con la personalidad. Además, el sujeto empieza a establecer determinados significados de esas
situaciones que son a las que les atribuye factores negativos para su salud. Entonces, uno se encuentra
con un conjunto muy grande de factores que inciden para pensar con relación al estrés. Uno se pregunta,
¿hay una cuestión relativa a lo humano que se expresa como “personalidad saludable”?
Esto genera que no se pueda pensar en un solo factor.
También se pensó en lo que significa el apoyo social, los compañeros de trabajo, la familia.
Por otro lado, había que diferenciar el estrés de lo que era el trabajo alienante. Había que distinguir si un
trabajador estaba afectado por el estrés o por situaciones familiares y/o porque el trabajo lo alienaba. Y
entre los “factores estresantes” que fuimos encontrando en el trabajo, había un conjunto de “factores”
que tenían que ver con lo que implicaba el trabajo.
Trabajo alienante:
 Trabajo coercitivo
 Poca creatividad
 Sin control sobre el ritmo, intensidad y duración
 Tareas aborrecidas
 Relaciones personales fragmentarias y competitivas
Generan:
 Sensación de falta de poder
 Frustración constante
 Sensación de que se vive en un mundo frío y hostil
Cuando observamos determinadas organizaciones y pasamos de lo individual a lo organizacional, no es
solamente el sujeto, sino también la organización. EJ.: el jefe, que no es la persona, porque cuando ese
jefe se va, viene otro con características similares. La organización siempre va a tomar a un sujeto que
tenga determinadas características, o a quien en determinadas situaciones reaccione de la misma manera.
Entonces, no es solamente lo individual sino también lo organizacional.
Factores estresantes en el trabajo:
 Liderazgo de tipo autoritario
 Ejecución de las tareas bajo presión
 Falta de conocimiento en el proceso de evaluación en el desempeño y de orientación
 Carencia de autoridad y de orientación
 Exceso de trabajo
 Grado de interferencia en la vida particular de los trabajadores
Conflicto:
 Entre las metas de la organización y las necesidades del sujeto: autonomía, realización e
identidad
 Entre lo que se produce y la satisfacción en el trabajo
Son situaciones en que el sujeto empieza a entrar en conflicto con la organización.

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También entra en juego lo que tiene que ver con la satisfacción. Queríamos estudiar la satisfacción en el
trabajo, porque partíamos de la base de que había elementos. Las enfermeras, en primer lugar, si tenían
que trabajar en lo privado, elegían el Hospital Universitario, aunque ganaran menos porque a pesar de
todo esto, era tenida en cuenta su opinión; en lo privado, “patitas pa’ fuera”.
Peter Warr  Hace la evaluación sobre el trabajo y plantea una cuestión muy interesante que tiene que
ver con pensar la línea del displacer al placer y con estar contento o descontento; parece que uno va
pasando por este continuo, el sujeto no siempre está en el mismo lugar, pero en este continuo se puede ir
investigando cuáles son las variables que intervienen.
A mí la cuestión que me preocupaba trabajar con los médicos de Emergencia era la situación por la cual
ellos vivían permanentemente hablando de los pacientes que tenían, los conocían de memoria. “Acá no
atendemos pacientes nosotros; acá viene Fulano y el hijo todas las mañanas, le trae los bizcochos pero no
tiene donde vivir, entonces se quedan acá, en las puerta de Emergencia, porque saben que acá le dan una
colocación. Y está acá y no entiende nada son problemáticas psicosociales, pero en realidad no tienen
nada; no nos permite aprender; nosotros no sabemos qué hacer con estos pacientes”. Estuvimos un año
viendo cuánto era el volumen de pacientes. Sin embargo, no había un número importante. Lo que sí
había, que ellos conocían perfectamente, era ese paciente que seguía a ese médico, estuviera donde
estuviera.
Entonces nosotros pensamos qué carga significaba esto para estos médicos, empezamos a ver que
evidentemente esta era la situación que de alguna manera desgastaba a los médicos. Es decir, estaban
teniendo pacientes con problemáticas que no iban a poder resolver con el modelo que tenían; con un
modelo médico netamente biologistano iban a poder resolver esta situación.
El psicólogo en Emergencia: “¿qué hace una psicóloga acá?” Me metía en cosas fuertes, que lastenes
que bancar porque si no, no entras en el ambiente médico. En realidad lo que hacía era acompañar a los
médicos, estar con ellos, escucharlos, escuchar permanentemente qué era lo que les pasaba, cuáles eran
sus preocupaciones. Acompañarlos a hablar con los familiares. Ellos tenían la exigencia de tener que
responder a un hospital universitario, la cuestión de los grados, de los cargos. Y este paciente, que para
ellos era un volumen importante, que no les permitía poder pensar. De ahí que nosotros nos planteamos
la cuestión de si este paciente para ellos significaba un peso imaginario muy importante; aunque no
puede ser en cifras, sí en peso.
No teníamos forma de saber realmente cuál era el número. Lo que pudimos rescatar de las historias en
Emergencia equivalía a 0,8% de los pacientes que se atendían allí. De lo que estaba más preocupada era
de lo que les pesaba a los médicos dentro de la organización laboral, y por qué estaban como estaban y
por qué vivían como vivían.
Frente a todo esto, aparece la cuestión del burnout, primero como un síndrome; hoy yo pondría signo de
interrogación: ¿es un síndrome?, ¿es una enfermedad? Yo sostengo que no, que es un mecanismo de
defensa. Pero empezó a aparecer así, a nivel internacional es un síndrome, una enfermedad, que tiene que
ver con el desgaste emocional que tienen los médicos.
¿Qué es Burnout?
 Hay un cambio de perspectiva del estrés al burnout: hay una evolución del plano
predominantemente individual para el social incluyendo el relacional.
 Hay unanimidad en considerar la influencia directa del mundo del trabajo como condición para
la determinación del síndrome.
 Burnout es una experiencia individual, específica del contexto de trabajo.
Se estudió en el personal de salud. Pero después, cuando se empezó a observar a otros profesionales se
vio que no afectaba sólo a profesionales de la salud. Maslach es la que empezó a ocuparse de este
síndrome en los profesionales de la salud y en sus estudios generó un instrumento, el MBI (Maslach
Burnout Inventory). Es el más reconocido y utilizado. La pregunta que yo me hago es: ¿eso es burnout?
Lo que veo a través del cuestionario, ¿es burnout? Y Schaufeli me contesta que no es lo mismo que
estrés laboral y que no puede confundir el burnout con el instrumento de medida. Se cree que burnout es

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MBI y no es así; burnout es otra cosa. El MBI es un instrumento de medida que hay que verlo, estudiarlo
y da algunas cosas.
No es lo mismo burnout que estrés laboral.
Estrés laboral  No es inocuo, tiene sus consecuencias para las personas, lleva a la extinción y a la
muerte. El asunto es que la persona con estrés laboral, cuando se va de vacaciones se oxigena, genera
proyectos, genera expectativas; “Ah, ya sé, no le tengo que dar más corte a Fulana”, “a la jefa cuando me
diga esto, no le voy a dar bola”. Cuando vuelve, regresa con nuevas energías, pero al poco tiempo, como
la situación no cambió, vuelve a tener estrés laboral. El sujeto está agotado por el estrés laboral reconoce
que no puede más, que necesita unas vacaciones.
Las relaciones entre estrés laboral y salud mental nos llevan a indicadores de incapacidad temporaria al
trabajo, absentismo y riesgos en la salud derivados de estas relaciones.
Burnout  Es sinuoso, no se ve. La persona no es consciente de tenerlo, no se va a sentir cansada, no va
a sentir que le pasa algo en particular, al contrario –por eso digo que es más una posición defensiva que
un síndrome-, empieza a actuar cada vez más como un profesional que se va alejando del otro al que va
atendiendo. Establece un mecanismo de afrontamiento que es de distanciamiento con el paciente o con
quien esté trabajando (porque no es solamente de los profesionales de la salud).
Aquí, además de los factores que aparecen en el estrés laboral (incapacidad temporaria al trabajo,
absentismo y riesgos en la salud), la calidad del trabajo está comprometida, no sólo por desatención o
negligencia, sino especialmente por la relación entre el profesional y la persona, entre el profesional y la
organización laboral.
Uno empieza a ver profesionalmente a la persona que ni es cucha lo que dice el otro. Bueno, le va a
mandar a hacer excesivamente todos los estudios, le va a investigar hasta la quinta pata del gato, pero la
cuestión es que la próxima vez que venga no va a saber quién era ni qué le mandó hacer, tendrá que
volver a leer la historia porque en realidad no entra en contacto, no entra en empatía con esta gente que
tiene enfrente. Entonces, lo que sienten los pacientes es un trato de frialdad del otro lado.
Por otra parte, como no es consciente, se empieza a alejar de los otros, porque los otros, los compañeros
de trabajo, son el espejo que uno tiene. Respecto al apoyo social: uno necesita la mirada del otro
compañero, que le devuelve a uno las certezas y las incertezas; pero como yo, de alguna manera, me
estoy alejando cada vez más, no quiero estar al lado de nadie, me voy alejando paulatinamente de mis
compañeros de trabajo; a la vez, me voy alejando también de mi familia. Me estoy volviendo cada vez
más hosco, más silencioso, más metido para adentro.
Y las vacaciones no reponen. Esa es una de las diferencias cualitativas más interesantes del burnout. El
sujeto con burnout no vuelve con energías, o tal vez no “quiere” ir de vacaciones. Tiene, como en el
estrés crónico, la necesidad de salir del trabajo; también tiene la necesidad de no ocuparse del trabajo.
En Uruguay hablamos de absentismo, porque los afectados llegan a primera hora, pero jamás los
encontramos en el lugar de trabajo. Uno no los encuentra, están en la institución, pero no están en el
lugar de trabajo; no comparte con sus compañeros. Entonces, es una situación que tiene diferencias
cualitativas con el estrés crónico. No es igual, es más sinuoso. El sujeto está agotado por el estrés laboral
reconoce que no puede más, que necesita unas vacaciones. El que tiene burnout no lo va a reconocer.
No todo se puede meter en la bolsa del estrés. Y lo mismo pasa con el burnout. Por lo tanto, lo que
nosotros pudimos pensar se ve en este diagrama: (ver diagrama pág. 217)
Estas son todas las situaciones complejas que nosotros tenemos siempre: la persona con su entorno
laboral; más con su familia; las situaciones con las cuales vive, que pueden ser estimulantes, que son un
desafío y que le ayudan a seguir pensando, o pueden ser de tal naturaleza que lo amenazan y que lo
enferman. Todo esto se genera en un circuito de estrés y violencia: el estrés genera violencia y la
violencia genera estrés. Es un circuito que se va retroalimentando permanentemente.
Lo que nosotros hicimos fue primero estudiar en los médicos. Estudiamos con instrumentos
cuantitativos, que fueron las tres escales; estudiamos también con entrevistas; luego a las enfermeras. Y

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lo que nos propusimos fue generar un modelo de triangulación. Fuimos estudiando los distintos niveles,
desde lo macro institucional hacia el sujeto; yo desde la psicología social le agregue un nivel más, el
familiar, además pensé incorporar lo macro institucional, el lugar que ocupaba en el sistema de salud. Se
empleaban las dos metodologías: cuantitativo y cualitativo, y después integrarlos en las conclusiones.
Generamos un modelo para pensar, que incluía el medio social y político, lo que significaba el hospital
universitario y lo que nos dieron los cuestionarios, pero también las entrevistas con relación a los
anhelos, aspiraciones y frustraciones que tenían estos médicos y estas enfermeras, y la prevalencia del
burnout y el estudio de cada una de las dimensiones.
Nivel comunitario  Nos propusimos ver la organización sanitaria, los recursos, el equipamiento, el
hospital como sistema socio-técnico. Y ver el estrés total con relación a los médicos, con relación a una
población general y médicos y enfermeras, lo mismo que la satisfacción total y el burnout, y las
diferencias que tenían.
Medio laboral  Ahí nos propusimos estudiarlo a través del discurso colectivo y de la vida cotidiana
como determinantes de las condiciones de vida. Y ver un poco lo que ha significado el hospital como un
escenario privilegiado donde los médicos, enfermeros, psicólogos hacen su saber hacer y el proceso de
trabajo. Y unimos una de las variables del estrés laboral y la satisfacción extrínseca.
Familia  Esto proviene de la psico social, porque para nosotros la familia es un grupo y es una
institución a la vez; estudiamos la familia en relación con los médicos y con las enfermeras, y en una de
las dimensiones de la escala estrés laboral: interferencia familiar.
Nivel singular  No utilizamos el tradicional de colocar a los sujetos, porque es un país muy pequeño y
si uno habla de los sujetos está dando nombre y apellidos; a nivel singular tomamos los grupos de
médicos y enfermeras que participaron del proyecto, para pensar en torno a lo que nos estaban diciendo
como grupo y también con una de las dimensiones: la satisfacción intrínseca.
Queríamos ver de todas estas variables cuál era la que estaba pesando más en las variables del burnout.
Encontramos que en los médicos lo que pesa más es el estrés externo; la satisfacción actuó como
moderador disminuyendo solamente la realización personal y nada más. Encontramos que la
satisfacción es un factor moderador que actúa en forma de puente, digamos; si bien actúa sobre el
estrés laboral, lo hace más sobre el burnout. Lo que pesa más es el estrés externo sobre el burnout
y la satisfacción actúa como moderador.
Una relación lineal de satisfacción laboral, estrés laboral y burnout, por la diferencia en B entre
satisfacción laboral y estrés laboral con relación al burnout. El estrés laboral es lo que pesa directamente
sobre el burnout y la satisfacción modera. Pero la satisfacción no es un consecuente del burnout, es un
antecedente.
-satisfacción total + estrés laboral = burnout
La diferencia está con las enfermeras. Lo que pesa en enfermeras es la interferencia familiar y no es el
estrés extremo. ¿profesión de mujeres? ¿condición de género? ¿condición de profesionalización? El
mismo ambiente estresor… Pero además la satisfacción intrínseca modera el cansancio emocional y es la
satisfacción extrínseca y no la global lo que incide en la realización personal.
La investigación de médicos la hicimos en 2001, previo a la crisis del 2002, pero la situación del
Hospital Universitario era con un déficit presupuestal bastante importante. En enfermería la hicimos en
2003, con la crisis del 2002 y la crisis del área de la salud. Comparando con los dos grupos, los médicos
siguen teniendo mayor cansancio emocional, mayor peso con relación a sus condiciones de trabajo, y lo
que pesa son las condiciones de trabajo, a diferencia de enfermería donde pesa más la interferencia
familiar y no el estrés externo.
Tuvimos una proporción de 60% mujeres y 40% hombres; cuando separé los grupos, daba igual por lo
tanto, la interferencia familiar no la podría asignar al género. Si hablamos de género es en el sentido del
imaginario social sobre enfermería como profesión femineizante. En cuanto a la dimensión de jefe o jefa
de familia estudiamos eso con relación a enfermería; no es un porcentaje muy grande: el 30% de las
enfermeras son el único soporte.
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También incide la cuestión de la crisis, porque la crisis de la salud también dejo a muchos afuera. Era
más fácil conseguir trabajo para mujeres que para los hombres. Con todas estas variables uno dice:
“Bueno, la cuestión de género hay que considerarla”. Nosotros creemos que lo que encontramos que
caracterizaría el burnout es esto. Una figura en el rol idealizado del salvador, tanto en médicos como en
enfermeras.
Ahora nos propone la división enfermería hacer un nuevo estudio, profundizando todas estas cosas, con
otras variables y para ver qué está pasando hoy con las enfermeras en el hospital. Estamos investigando
la cuestión de la violencia, género, clase social y trabajo. Hicimos una entrevista a un enfermero. No
preguntábamos nada sobre violencia en el trabajo porque no estábamos en ese tema, le preguntábamos
acerca de la enfermería, su rol y todo lo demás; el enfermero estaba hablando con nosotros, en
determinado momento se abrió la puerta, apareció un tipo, le pegó una trompado y le dijo: “Te dije que
vos no podías tocar a mi hijo”. Quedamos atónitos. Pero no se podía incluir, porque fue un suceso, que
surge en la metodología cualitativa. Lo vamos a empezar a estudiar a partir de ahora. Es decir, la
violencia por parte de los pacientes. También de la jerarquía, porque enfermería tiene una estructura de
locos. Tiene un sistema denominado “alfombra” de licencias, (se reparten todo el personal entre los 12
meses del año) donde una persona puede trabajar hasta 17 meses sin tener licencia, y no sólo porque se
precisan, hay pocas enfermeras, no tienen licencia, sino por el sistema. La excusa: “Es personal
imprescindible y si no, te hacemos juicios por omisión de asistencia” y con este cuento se sigue
trabajando. Con situaciones absurdas: se precisan enfermeras, enfermeras no hay porque no hay llamados
a concursos y es toda una cadena, “bueno, te ofrezco extensión horaria”. La enfermera trabaja seis horas
en el lugar de trabajo al que está designada y después le hacen una extensión horaria al cargo para
trabajar seis horas más en otro servicio, en otro turno. La extensión horaria la pagan con el mismo
sueldo. Acá hay un robo de salario, porque no suman las horas; si suman las horas tienen que ganar más.
Para ir terminando éste es el modelo de burnout, que encontramos:
Burnout  se caracterizaría por:
 La figura en el rol idealizado de “salvador/a”, como figura paternal frente al sufrimiento de los
pacientes, unidos a la figura desgastada por las políticas organizacionales, el multi-empleo, la
incertidumbre, la creciente inclusión de la mujer, signados por los bajos salarios y por frecuentes
sobre carga de trabajo.

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