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Del siglo de Oro al Siglo de las Luces

Entre los siglos XVII y XVIII se desarrollaron, en España como en toda Europa, dos
movimientos artísticos y culturales: el Barroco y el Neoclasicismo. El primero,
continuación del siglo de Oro español, se caracteriza por la exuberancia, el
dinamismo, el contraste y la complejidad de las formas, mientras que el segundo
busca la sencillez, la armonía, el equilibrio y la imitación de los modelos clásicos de
la antigüedad grecolatina. Ambos estilos reflejan las diferentes visiones del mundo y
de la sociedad que se vivieron en esa época, marcada por las guerras religiosas, las
revoluciones políticas, el auge de la ciencia y la ilustración.
Entre el barroco y el neoclasicismo hay varias diferencias que se pueden apreciar
en las obras de arte y de literatura de cada movimiento. El Barroco busca
impresionar al espectador con la riqueza y el movimiento de las formas, usando
colores intensos, curvas, diagonales, claroscuros y detalles ornamentales. El
Neoclasicismo, en cambio, pretende transmitir serenidad y orden, usando colores
suaves, líneas rectas, simetría, luz uniforme y formas sencillas. El barroco se inspira
en la religión, la naturaleza, la mitología y la historia, mientras que el neoclasicismo
se basa en los principios de la razón, la moral y el gusto clásico.

¿Pudieron el Barroco y el Neoclasicismo romper las


desigualdades?
Tanto el movimiento barroco como el neoclasicista se caracterizaron por una
búsqueda de la perfección formal, el equilibrio y la armonía, pero también por una
expresión de los valores e ideales de su época. Sin embargo, ¿es posible afirmar
que ayudaron a disolver las desigualdades sociales, políticas y económicas que
existían en su contexto histórico, o por el contrario, las acentuaron? La respuesta no
es sencilla, puesto que ambos movimientos presentaban aspectos positivos y
negativos en este sentido.
Por un lado, las dos perspectivas reflejaron la diversidad y la riqueza cultural de
Europa, al incorporar elementos de diferentes tradiciones, estilos y géneros. Así, se
crearon obras maestras de la literatura, el teatro, la pintura, la música y la
arquitectura, que mostraron la creatividad y el ingenio de los artistas. Además,
ambos movimientos propiciaron, a su manera, el desarrollo del pensamiento crítico,
la ciencia y la filosofía, al cuestionar los dogmas religiosos y políticos, o al defender
la razón, la libertad y el progreso. Por otro lado, el Barroco y el Neoclasicismo
también fueron expresiones de las desigualdades que imperaban en su tiempo. Los
dos movimientos estuvieron al servicio de las élites dominantes, que los utilizaron
como instrumentos de propaganda y legitimación de su poder. De esta forma, se
exaltaron los valores de la monarquía absoluta, el orden social jerárquico y la
supremacía de la Iglesia católica. Además, ambos movimientos excluyeron o
marginaron a las voces disidentes, a las minorías étnicas y religiosas, a las mujeres
y a los sectores populares. Así, se silenciaron o censuraron las obras que criticaban
o denunciaban las injusticias y los abusos del sistema.
En conclusión, el Barroco y el Neoclasicismo fueron movimientos complejos y
contradictorios, que tuvieron luces y sombras en relación con las desigualdades. No
se puede afirmar que las rompieran o las perpetuaran de forma absoluta, sino que
más bien reflejaron y reprodujeron las tensiones y los conflictos de su época.

Literatura del Barroco

Contexto y características
El Barroco puede entenderse como una actitud y un criterio estético que surgió
como respuesta al estado de desengaño por parte de los artistas. Por ello, agrupa
varios movimientos que se desarrollaron en Europa y América, desde la publicación
de las primeras obras del poeta español Luis de Góngora al final del siglo XVI, hasta
mediados del siglo XVIII. Esta corriente artística influyó en todos los ámbitos.
El Barroco en…
Inglaterra
Se caracterizó por la presencia de descripciones extensas y muy detalladas, pero
sin mayor profundidad, acompañadas de citas y referencias cultas que parecen
sacadas de un catálogo y no reflejan el conocimiento ni las experiencias personales
del poeta.

Francia
Los ideales renacentistas pervivieron por un período más largo y se mezclaron con
la intención y la necesidad de perfilar una lengua culta particular para la escritura.
Esa lengua obedecía al refinamiento de la corte y su uso literario se denominó
Preciosismo.

Italia
Aunque Italia siempre estuvo a la vanguardia de los movimientos literarios, durante
el siglo XVII, la influencia hispánica fue muy contundente y la lectura de algunos de
los escritores españoles puso de moda el lenguaje complejo y las figuras retóricas
como medio de expresión de la belleza mediante el movimiento denominado
Marinismo.

El Barroco en España
Como sabes, en términos artísticos, el Barroco del siglo XVII fue un período tan
prolífico como el Renacimiento y cada autor hizo un aporte diferente a la tradición
literaria española. Sin embargo, hay algunos rasgos y temáticas que se hicieron
particularmente populares en la época y que podrían identificarse como las
características de la literatura barroca española.

- El uso de recursos formales complejos y artificiosos para expresar emociones


que, incluso, llegan a sacrificar el contenido por la forma.
- Atención excesiva al detalle, ya sea para la métrica en los versos o la sintaxis
en la prosa.
- Tratamiento de temas como el misticismo y la vida espiritual, el paso del
tiempo y la inevitabilidad de la muerte.
- Interés de los escritores por el reconocimiento de sus obras y la aceptación
del público.
- Reelaboración de temas y reinterpretación de los mitos de la antigüedad
grecolatina.
- Expresión de intenciones didácticas o moralizantes mediante la aparición de
ejemplos o anécdotas que determinan la conducta.
- Empleo de temas religiosos inspirados en la Contrarreforma.
- Tendencias
​ Tendencias
Tendencias
En medio de este complejo contexto en el que se contraponen la tradición y la
reforma, surgen dos tendencias estéticas que encarnan aspectos diferentes y
opuestos que definen la forma del Barroco literario español:

Características

Culteranismo Esta corriente liderada por Calderón de la Barca buscaba


destacar el efecto expresivo mediante el uso de un lenguaje
complejo y refinado, apelando a recursos como:

● Emplear palabras en desuso o de uso exclusivamente


culto o cortesano.
● Alterar la sintaxis de las frases.
● Transmitir algunas ideas con la mayor cantidad
posible de palabras, dando rodeos innecesarios.
● Tendencia al cultismo: uso del latín sin traducción,
referencias al mundo clásico y citas literarias, para
destacar la erudición del poeta.

Conceptismo Esta corriente liderada por Lope de Vega propone la


agudeza y el ingenio de los conceptos como base y esencia
estética y su estilo se caracteriza por:

● La asociación de ideas hecha de la forma más


concisa posible, pero con el objetivo de transmitir un
mensaje significativo.
● Se emplean figuras literarias como la elipsis, en la
que se omite una palabra, gramaticalmente requerida,
pero que se comprende mediante el contexto; y el
equívoco, que es una expresión que alude a más de
un sentido y cuya interpretación se deja a criterio del
lector.

El Teatro En Espacios Abiertos


Como hemos visto hasta ahora, el Barroco le da una importancia particular a la apariencia;
por ejemplo, el lenguaje enrevesado maravilla a espectadores y oyentes pero por otra parte
dificulta su interpretación. En el Barroco, el lenguaje se convierte en el medio expresivo de
una realidad que no puede narrarse verdaderamente, y se convierte en un artificio para el
entretenimiento. Así, el auge del teatro en esta época se puede comprender como una
consecuencia de este culto a la imagen porque difícilmente podía encontrarse nada más
artificioso que una representación teatral.
Durante esta época convivieron las representaciones en espacios abiertos como plazas y
corrales, con las que se desarrollaban en las iglesias. El espacio teatral era apenas un
tablado con una especie de telón que con el tiempo fue evolucionando e implementando
tecnologías para definir espacios que permitían contextualizar las obras. De esta manera se
fue consolidando un mayor detalle en la escenografía.
En el siglo XVII, las representaciones teatrales ocupaban una jornada completa, es decir un
día, en el que, además de las piezas principales, se presentaban entremeses, música y
danza.
Del humanismo al racionalismo
En primer lugar, las largas guerras político-religiosas entre España y estados europeos
como Alemania, Inglaterra, Portugal y Francia, unidas a la persecución a musulmanes,
judíos y protestantes ocasionó la precipitación de un período de penurias económicas que
puso en evidencia la cruda realidad de la desigualdad, la pobreza, la enfermedad y el
hambre. España llevaba casi un siglo gastando dinero en empresas bélicas en todo el
continente y en las iniciativas de conquista en el Nuevo Mundo.
Esta crisis se oponía completamente al pensamiento idealista del Renacimiento del siglo
XVI y ayudaba al asentamiento de una sensación de desengaño y pesimismo generalizados
que acabó haciéndose notoria en el arte, la arquitectura, la filosofía y hasta en el
comportamiento de las personas.
Este nuevo paradigma estético adoptó el nombre de Barroco y se desarrolló durante todo el
siglo XVII y, en algunas regiones, parte del siglo XVIII. Ante las evidentes dificultades que
enfrentaba el ser humano, se cuestionó el pensamiento antropocentrista, así como la
confianza en el orden, la armonía, el equilibrio y la proporción. De esta manera, el mundo
demostró ampliamente que se sostiene sobre el desorden, la carencia, el conflicto y la
violencia.
Dos ideas se desprenden de esta nueva perspectiva sobre la comprensión del mundo; por
un lado, se plantea la necesidad de buscar y comprobar las realidades circundantes, pues
queda claro que el idealismo no puede dar cuenta de lo que ocurre y para eso se debe usar
el pensamiento racional. Por otro, los juicios últimos sobre la verdad resultan limitados,
incomprobables o ilusorios, poniendo en evidencia lo efímero de la vida y lo limitado del
conocimiento humano.
No obstante el pesimismo que dominó el pensamiento barroco, las artes no sufrieron un
retroceso o una decadencia. Por el contrario, siguieron viviendo una época de esplendor,
sobre todo, por la innovación técnica y la maestría de pintores, escultores, arquitectos,
músicos y escritores, quienes enfrentaron de múltiples maneras la crisis social de su época.

La magnificencia de la Iglesia y del Estado


Aunque para el cambio de siglo las disposiciones establecidas en el Concilio de Trento
(1545-1563) ya habían sido aplicadas ampliamente, el espíritu contrarreformista del acuerdo
seguía dominando muchos aspectos sociales, políticos y culturales, especialmente en el
clima de conflicto y competencia que rodeaba las relaciones internacionales en Europa.
Con el objetivo principal de mantener el lugar de la Iglesia como agente político y social en
Europa y con el afán de contrarrestar el peligro para la fe católica de la Reforma
protestante, se dio inicio a una época en que cobró importancia el proselitismo religioso, es
decir, la obligación de los fieles de extender e imponer la fe católica a lo largo y ancho del
Imperio.
La Iglesia empleó diferentes maneras para afianzar su posición. Un ejemplo de ellas son las
manifestaciones artísticas de este período en las que se observa que los artistas,
defensores y transmisores de la fe católica, recibían gran apoyo económico.
Durante este período se construyeron y remodelaron iglesias, para llenarlas de grandes
pinturas y diseños complicados que reflejaran la magnificencia de la Iglesia católica. Esta
estrategia fue emulada por monarcas de todos los Estados, que también remodelaron sus
palacios de acuerdo con las nuevas estéticas.
Este enfoque centrado en la complejidad, la ambigüedad y el detalle es un rasgo
característico del Barroco, un período en el que el arte hacía sobre todo propaganda
religiosa y cortesana.

Literatura del Neoclasicismo

Contexto y características
Con el descubrimiento de una especie de “cápsula del tiempo” de lo que fueron Pompeya y
Herculano, ciudades sepultadas por la explosión del Vesubio en el año 79 d. C. y vueltas a
renacer bajo el mandato de Carlos III, la arqueología ganó terreno. La prensa dio gran
importancia a estos descubrimientos y el 22 de octubre de 1738, el Rey autorizó que el
ingeniero español Roque Joaquín de Alcubierre iniciara excavaciones en las cercanías del
Pozo Elboeuf y Nápoles. Las piezas arqueológicas requirieron análisis e investigación, al
igual que las pinturas murales, estatuas de bronce y otros objetos que reclamaban cuidado.
Esto fue clave para la creación de museos, academias e instituciones que asumieron
proyectos que reunían ciencia, arte y política y dieron origen al período conocido como el
Siglo de las Luces, la Ilustración o el Neoclasicismo.
En este período la literatura asumió un lenguaje menos subjetivo, más cercano al discurso
científico. Filósofos como Rousseau y Voltaire cuestionaron el carácter supersticioso de sus
sociedades y defendieron el racionalismo. Este cambio de mentalidad se vio reflejado en la
política, la economía, el arte, la moda y, por supuesto, la literatura.
El siglo XVIII es conocido como el Siglo de las Luces o el período de la Ilustración, no solo
por su búsqueda de métodos y teorías que garantizaran el progreso de las ciencias, sino
por su interés por las formas y los temas clásicos. Esta época se caracterizó también por el
interés por los preceptos del arte de Roma y Grecia antiguas; la Enciclopedia francesa
marcó una ruta a seguir y sirvió como modelo de pensamiento. España tuvo su referente
político en la dinastía Borbón.
Durante este periodo los gustos cambiaron: el interés por el teatro de Calderón de la Barca,
y la llama del Siglo de Oro dio paso al discurso científico, a la crítica y a la didáctica. La
literatura española se volvió reflexiva y meditabunda, quizá ya cansada de un siglo de
fecundidad literaria. Se crearon centros de estudio y surgió el debate sobre la tradición y la
influencia intelectual extranjera.
Por el contrario, durante el siglo XIX, España tuvo una fuerte influencia de nuestra tradición
cultural, buscamos la inspiración en el mundo medieval, el amor cortés y la naturaleza. En
las ruinas góticas y en la espiritualidad del cristianismo encontramos un sentimiento sublime
que desbordaba nuestra racionalidad. Muchos españoles decidimos refugiarnos en las
raíces de la tradición y abogar por una literatura que exaltara los sentimientos de identidad
nacional. Declaramos la supremacía del sentimiento sobre la razón. Nos opusimos a las
reglas que el Neoclasicismo quiso imponer. Soñamos y peleamos por libertad.

El Siglo de las luces


El siglo XVIII en España trajo consigo las ideas del enciclopedismo, que consistían en
unificar el saber universal. El ambiente intelectual y la cultura científica estuvieron
enmarcados por las tertulias y otras formas de sociabilidad como los encuentros en salones,
clubes y cafés. La impresión de antologías y colecciones de clásicos eran comunes y esto
dio paso a un ejército intelectual de traductores del latín, el griego y el árabe, quienes
hicieron versiones nuevas de la literatura y filosofía clásicas.
La prensa y las revistas literarias jugaron un papel importante en la difusión de la literatura y
en la consolidación de un pensamiento crítico, que articuló ciencia, arte y política. El espíritu
crítico con la preceptiva clásica y los estudios históricos se evidenciaban en las obras de
teatro, los ensayos, los artículos, las fábulas e incluso en la poesía, pues se usaron
fórmulas de escritura consideradas dignas de imitación.

Los espacios de controversia


Los cafés y los salones de lectura fueron el lugar por excelencia donde los artistas,
intelectuales y políticos compartían ideas novedosas, discutían propuestas renovadoras y
soñaban una nueva sociedad. La tertulia se convirtió en un lugar de encuentro y distinción.
Los salones, los talleres de pintura y los cafés, como la Tertulia de la Fonda de San
Sebastián en el Madrid del siglo XIX marcaron la tendencia intelectual de la época, no solo
en España sino también en otros Estados europeos e, incluso, en Hispanoamérica.
La Importancia de la prensa
En la España del siglo XVIII hubo dos posiciones marcadas: quienes aprobaban la
influencia extranjera; y quienes defendían la tradición nacional y exaltaban el alma del ser
español. De esta manera se propició la atmósfera ideal para la consolidación del
Romanticismo. Las disputas entre estos dos bandos se evidenciaron en los artículos
periodísticos. Los periódicos de carácter literario como El Pensador y El escritor sin título o
El Memorial fueron escenario de serias discusiones, no solo de asuntos literarios sino
políticos. La prensa fue el campo de batalla donde se enfrentaron los escritores que
quisieron seguir con una tradición heredada del Siglo de Oro: Cervantes, Lope de Vega,
Calderón de la Barca, frente a quienes los veían como amenaza a los cambios ideológicos.

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