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EL ÚLTIMO MASÓN
PARECE EL TÍTULO DE LA NOVELA HISTÓRICA DE MODA, PERO EL ÚLTIMO (PRESIDENTE AMERICANO)
MASÓN PODRÍA SER OBAMA. MUCHOS DE SUS ANTECESORES LO FUERON, ASÍ QUE ¿POR QUÉ NO
ÉL? PARA CONFIRMARLO, HABRÁ QUE ESPERAR. MIENTRAS TANTO, LA IMAGINACIÓN ES LIBRE...
LAURA MANZANERA Periodista.
U
NA PIRÁMIDE LUMINOSA CORONADA POR EL OJO
que todo lo ve y protegida por dos sugerentes lemas:
sobre la cúspide, “Annuit Cœptis”, inspirado en las pa-
labras que Virgilio puso en boca del héroe de la Eneida:
“Iuppiter omnipotens, audacibus adnue coeptis” (Júpi-
ter todopoderoso, favorece [mis] atrevidas empresas); en la base,
“Nobus ordo seclorum” ( Nuevo orden mundial). Estos ingredientes
bastarían para entrever en el billete de dólar norteamericano un
aura misteriosa con pinceladas de esoterismo más o menos elabo-
radas. Sin embargo, su carga simbólica no acaba ahí. La pirámide
en cuestión tiene 13 escalones. ¿Se trata de un número escogido al
azar? Son muchos los que aseguran que no, y la lista de razones que
alegan para corroborarlo es larga: 13 eran las colonias de Nortea-
mérica que se rebelaron, germen del futuro país independiente;
como 13 son las estrellas sobre el águila calva, símbolo estado-
unidense por excelencia, y 13 las franjas (rojiblancas) que cubren
la bandera patria. Pero
también 13 son los
grados del Rito masón
de York americano,
además de los pasos
rituales de los adeptos
de la sociedad secreta
de los Illuminati. Las
coincidencias e inter-
pretaciones no acaban
ni mucho menos ahí.
Aunque no debería ex-
trañar –ni al escéptico
más recalcitrante– que
estos símbolos puedan tener una relación directa con la masonería.
No olvidemos que estamos hablando de un país en el que, desde su
fundación, ésta ha jugado un papel esencial, y que no ha sido –ni
es– vista con el recelo que despierta en nuestras latitudes. En el país
de las barras y estrellas las logias siguen teniendo un gran peso y
la masonería carece de esa imagen negativa que ha tenido tradicio-
nalmente en España, agudizada en especial tras la larga cruzada de
Franco contra el supuesto contubernio judeomasónico.
Para empezar, buena parte de los 56 firmantes de la declara-
ción de Independencia (1776) pertenecían a alguna logia. Y al
menos 16 de los 44 presidentes estadounidenses –el 36%– se
iniciaron como masones: desde el primero, George Washington,
retratado con el mandil de su hermandad, hasta Gerald Ford,
que posó ante la cámara luciendo el sombrero de la suya.
¿EL HERMANO OBAMA?
Ante este contexto y con tal porcentaje, ¿quién se atrevería a
negar categóricamente que el actual inquilino de la Casa Blanca
no ha realizado también el juramento secreto que lo ha conver-
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tido en masón? Mientras Obama protagonizaba su fulgurante
carrera electoral, se abrió un debate –del que se hicieron especial
eco algunos periódicos conservadores– sobre su posible condi-
ción de masón. Internet se plagó al respecto de notas, más o
menos fantasiosas y en un tiempo récord, como es habitual en la
red de redes. Eran muchos los que esperaban un pequeño gesto
que confirmase la noticia –seguro titular de portada– o que, al
menos, permitiese conferirle mayor credibilidad. Hubiese bas-
tado con pillarlo in fraganti realizando un saludo secreto: su
pulgar entre el dedo corazón y el índice de quien estrechaba su
mano. Se apuntó que Obama era Gran Maestre del Grado 32 de
una importante logia. Miembros de la misma así lo confirmaron;
eso sí, no en la prensa seria, sino sólo en el ciberespacio.
La logia susodicha se llama Prince Hall, nombre del que se
considera el primer masón negro de la historia. Las fuentes
no se ponen de acuerdo al desgranar su biografía. Algunas
apuntan a que Hall
(c.1735-1807) fue es-
clavo en las Bahamas
antes de conseguir la
libertad, mientras
que otras lo sitúan
en Boston como un
activo abolicionista.
Lo que sí parece pro-
bado es que luchó
contra los británicos
y que habría sido ini-
ciado, junto a otros
14 negros libres, en
la logia militar de un regimiento inglés. Y serían estos mis-
mos hombres quienes, en 1777, fundasen la África número 1,
la primera logia conformada por afroamericanos.
Puede parecer mentira que, en el siglo XXI, el de la infor-
mación y el cotilleo –cuando no del cotilleo informativo–,
un bombazo mediático como la supuesta pertenencia del
hombre más poderoso del mundo a la masonería pueda
mantenerse en secreto. Pero hay que tener en cuenta que,
por idiosincrasia y en la mayoría de casos, la condición de
masón de un individuo -más aún si se trata de un personaje
relevante- no se confirma (a menos que quiera el "hermano")
hasta después de que éste haya abandonado este mundo.
Quién sabe si los futuros turistas del siglo XX que visiten el
George Washington Masonic Memorial, además de contemplar
los recuerdos de la militancia a una logia del primer dirigente nor-
teamericano, y de algunos de sus sucesores, puedan también ver
una foto del 44 presidente de los Estados Unidos, Barack Obama,
con su correspondiente delantal y un mazo en la mano que lo
delataría como miembro de la hermandad.
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