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BIOGRAFÍA Y OBRAS DE CÉSAR VALLEJO

El vanguardismo también es notorio en la obra poética de Vallejo. Su manejo


del lenguaje, además de su caudal de recursos al escribir, le dieron un sitial
privilegiado entre los autores de la época. El tungsteno es una de sus piezas más
representativas.
Santiago de Chuco vio nacer al poeta. Llegó al mundo el 16 de marzo, en 1892.
Su Familia era mestiza, indígena y española. Su entorno se manejó entre
costumbres muy arraigadas, y el trabajo honrado era el ejemplo del día a día.
Francisco de Paula Vallejo Benítez fue su padre, una figura indispensable en su
crianza. Su madre fue María de los Santos Mendoza, quien procuró encaminarlo
por la fe católica. El escritor tuvo 10 hermanos, él era el menor.
EDUCACIÓN DE VALLEJO
El Centro Escolar 271 de Santiago de Chuco fue el lugar en el cual Vallejo inició su formación. Ya para esos
momentos se tenía pensado que el niño fuese sacerdote. En 1905, César ingresó al Colegio Nacional San Nicolás
en Huamachuco. Allí cursó clases hasta 1909.
Pese a la insistencia de la familia de que Vallejo fuese religioso, a los 18 años entró a la Universidad
Nacional de Trujillo. Allí comenzó sus estudios de letras. No obstante, la falta de entradas de dinero en su hogar
complicó las cosas, así que el escritor debió suspender sus estudios. Luego de aquel tropiezo, César decidió
probar estudiando medicina. No obstante, al poco tiempo desistió. Pese a los malos pronósticos, el poeta logró
volver a la carrera de letras, y en 1915 obtuvo su titulación.
En 1917 se enamoró perdidamente de Zoila Rosa Cuadra, una joven de quince años. Pero la corta duración de
la relación lo deprimió y casi se quitó la vida. Sin embargo, sus amigos fueron luz en la oscuridad porque lo
convencieron de irse a la capital peruana para que hiciera un doctorado.
VIDA EN LIMA
Vallejo arribó a la capital peruana a finales de 1917. Era el 30 de diciembre, exactamente. Apenas llegó,
empezó a interactuar con un privilegiado círculo de autores. Manuel González Prada y Abraham Valdelomar fueron
compañeros comunes de charlas en las tardes limeñas. En esa época, la revista Suramérica sirvió al poeta como
espacio para muchas de sus colaboraciones poéticas.
SU PRIMERA OBRA
En 1919 Vallejo publicó su primera obra, Los heraldos negros. El poemario destacó por su enorme valor lírico.
Este libro tuvo rasgos modernistas y trató temas muy recurrentes de Vallejo, relacionados con el sufrimiento
humano. Con este título se abrió camino en la literatura latinoamericana; al año siguiente viajó a su tierra natal.
Tiempo después pudo salir bajo ciertas condiciones y regresó a la capital del país. Allí publicó, en 1922, Trilce, un
poemario que renovó la poesía que se conoció en aquel entonces. Al año siguiente salió a la luz el conjunto de
cuentos Escalas melografiadas.
VIDA EN PARÍS Y FALLECIMIENTO
Vallejo se fue a vivir a París en 1923 en busca de nuevas experiencias, allí trabajó en varios medios
latinoamericanos y también conoció a su compañera de vida Georgette Philippart. Continuó dedicado a la
escritura, de esos años fue El tungsteno.
El escritor comenzó a sentirse mal de salud en marzo de 1938, así que fue hospitalizado. Pero no logró
recuperarse y falleció el 15 de abril de 1938 a causa del paludismo, tenía cuarenta y seis años; sus restos
reposan en el cementerio de Montparnasse de París.

OBRAS
-- Los heraldos negros (1919). – Trilce (1922).
– Fabla salvaje (1923). – El tungsteno (1931).
– Hacia el reino de los Sciris (1944). Fue escrita entre 1924 y 1928. – La piedra cansada (1937).
– Rusia ante el segundo plan quinquenal (1931).
– Colacho, hermanos o presidentes de América (1934).
– Paco Yunque (Edición póstuma, 1951). Escrita en 1931.
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras


en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma


de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como


cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

MASA
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:


«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,


clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,


con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces todos los hombres de la tierra


le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

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