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NORMA JURIDICA-Derogatoria/NORMA
JURIDICA-Inexequibilidad
SENTENCIA DE INEXEQUIBILIDAD-Efectos
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Expediente T-560677
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debe limitar a analizar uno solo de los resultados previsibles del trámite del
grado jurisdiccional de consulta –la posibilidad de aumentar la pena-, sino
que debe tener en cuenta de manera más general cuál es el significado y
alcance del principio de favorabilidad dentro del proceso penal. Si se reduce
el alcance del principio de favorabilidad a la posibilidad de aplicar el
principio de no reformatio in pejus, como lo hizo el juez de tutela, no sólo se
está restringiendo el alcance que tiene el principio de favorabilidad dentro del
derecho al debido proceso en materia penal. Además, se está
desnaturalizando el carácter de garantía procesal que tiene dicho principio
en el presente caso.
DEBIDO PROCESO-Alcance
Magistrado Ponente:
Dr. RODRIGO ESCOBAR GIL
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Expediente T-560677
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
1. Solicitud
2. Hechos
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conjueces) se abstuvo de conocer de la consulta en relación con el
demandante y con otro de los procesados.
3. Pretensiones
1. Unica instancia
1. Competencia
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no apelantes, el tribunal demandado se negó a decidir sobre ella toda vez que la
Corte Constitucional, en la Sentencia C-760/2002, declaró inexequibles las
disposiciones penales que regulaban dicho instituto jurídico. Por lo tanto, la
Corte debe establecer si tal decisión constituye una vía de hecho judicial que
vulnere el derecho al debido proceso a pesar de que en la consulta el ad quem
tiene competencia para agravar la pena impuesta en primera instancia.
Del extracto transcrito se puede concluir que la vía de hecho judicial es una
actuación judicial contraria al principio de legalidad, el cual constituye un
principio constitucional fundamental, estrechamente vinculado con la cláusula
de Estado Social de Derecho consagrada en el artículo 1º de la Carta. Esta
cláusula implica –entre otras- la sujeción de las autoridades públicas a la
técnica del derecho como forma de control del poder estatal.
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Por otra parte, el sometimiento de todas las autoridades estatales al derecho
como forma de control social no se agota en el seguimiento irreflexivo de
formas vacías. Por el contrario, el principio de legalidad debe interpretarse
armónicamente con el principio orgánico, consagrado en el artículo 228 de la
Constitución, que ordena que en la administración de justicia prevalezca el
derecho sustancial. Este principio de prevalencia del derecho sustancial
implica que las autoridades judiciales tienen el deber de proteger y
salvaguardar las garantías individuales de las personas, en particular, en lo que
se refiere a los derechos y libertades fundamentales, más allá del sometimiento
a simples ritualidades y formalismos, de acuerdo con el mandato establecido
en el artículo 2º constitucional. En esa medida, para que una desviación de la
juridicidad en una actuación judicial sea susceptible de controvertirse por
medio de la acción de tutela es necesario que haya incidido efectivamente o
que sea previsible que afecte los derechos, libertades o garantías
constitucionales fundamentales de las personas.
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La Corte en Sentencia C-836 de 2001 (M.P. Rodrigo Escobar Gil) F.J. No. 14 estableció: “La sujeción de la
actividad judicial al imperio de la ley, como se dijo anteriormente, no puede reducirse a la observación
minuciosa y literal de un texto legal específico, sino que se refiere al ordenamiento jurídico como conjunto
integrado y armónico de normas, estructurado para la realización de los valores y objetivos consagrados en la
Constitución.”
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La Corte, en Sentencia T-260 de 1999 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz) estableció: “Podría sostenerse que la
interpretación del derecho legislado no es una cuestión que competa a la Corte Constitucional. Ello es cierto. En
principio, quien debe definir el significado y alcance de las disposiciones que integran el derecho penal –
procesal y sustancial – es la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, en casos
como el presente la tarea del juez constitucional no es la de definir si la interpretación dada por el juez
penal a una disposición del derecho legislado, es la mejor posible, sino la de estudiar si se trata de una
interpretación jurídicamente viable. En otras palabras, dado que el juez de tutela no es un juez de
instancia, su labor se contrae a verificar si la interpretación de la ley presuntamente aplicada al caso
concreto, se produjo de una manera completamente contra evidente o absolutamente irracional. Sólo en
este evento, la decisión judicial impugnada constituiría una verdadera vía de hecho judicial, pues se estaría
produciendo al margen del derecho vigente.” (resaltado fuera de texto)
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La Corte ha sostenido que la prevalencia normativa de la Constitución no requiere la consagración explícita de
una cláusula constitucional. Al respecto la Corte sostuvo: “Por supuesto, esta no fue la intención del
constituyente, quien, por el contrario, estableció explícitamente la prevalencia de la Constitución sobre las
demás normas jurídicas (art. 4º), permitiendo así la aplicación judicial directa de sus contenidos. Sin embargo,
esta jerarquía normativa no requiere ser explícita –como cláusula positiva- para que la comunidad jurídica la
reconozca, ni supone como única consecuencia la aplicación directa de las normas constitucionales por parte de
los jueces y de los demás operadores jurídicos.” Sentencia C-836/01
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Sobre el texto de la ley como límite de la función judicial, ver Sentencias T-175 de 1994 (M.P. Antonio
Barrera Carbonell), C-486 de 1993 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz), T-146 de 1995 (M.P. Vladimiro Naranjo
Mesa).
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Sobre la posibilidad de controvertir interpretaciones judiciales que resulten contrarias a la Constitución, ver
Sentencia T-001 de 1999 (M.P. José Gregorio Hernández Galindo). En esta Sentencia se aceptó la procedencia
de la acción de tutela en los casos en que la interpretación que el juez haga de una norma resulte contraria a un
criterio hermenéutico mandado por la Constitución. En este mismo sentido, refiriéndose a casos en que la
interpretación judicial resulte contraevidente o irracional, ver Sentencias T-1017 de 1999 (M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz) y T-1072 de 2000 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa).
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Sentencia C-145/94, M.P. Alejandro Martínez Caballero. Ver también, entre otras, las Sentencias C-055/96 y
C-618/2001.
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Sentencia C-055/96, M.P. Alejandro Martínez Caballero.
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ordenamiento jurídico de la norma de menor jerarquía que resulta contraria a la
Carta Política.8
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Dentro de este contexto, al margen de las diferencias que surgen entre los
efectos de la derogatoria y la declaratoria de inexequibilidad de una ley, es lo
cierto que, en virtud del principio de favorabilidad en materia penal, y en
procura de garantizar plenamente el derecho fundamental al debido proceso,
de manera excepcional es posible reconocer efectos ultractivos a las
disposiciones que han sido eliminadas del ordenamiento jurídico -sustantivas o
procedimentales-, tanto por vía de la derogatoria como por vía de la
declaratoria de inconstitucionalidad, para efectos de regir los recursos, los
trámites y las actuaciones que se iniciaron previamente a la exclusión de la ley
del sistema legal, durante el término en que se encontraba vigente y mientras
estuvo amparada por la presunción de constitucionalidad. Ello es así, si se tiene
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Sentencia Ibídem.
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en cuenta que el principio de favorabilidad comporta una garantía esencial del
derecho al debido proceso (C.P. art. 29) y, como tal, el mismo no puede ser
desconocido en ningún escenario legal o judicial donde su aplicación sea
necesaria para garantizar el debido proceso y asegurar la vigencia de un orden
justo. Sobre este último aspecto, dijo la Corte lo siguiente:
“De acuerdo con estas normas, que como ya se ha visto integran todas el
bloque de constitucionalidad, en materia penal el principio de
favorabilidad constituye un elemento fundamental del debido proceso que
no puede desconocerse en ninguna circunstancia. El carácter imperativo
del inciso segundo del artículo 29 de la Carta no deja duda al respecto.
“...”
Sobre este punto debe la Corte señalar finalmente que tratándose de la
aplicación del principio de favorabilidad en materia penal, no cabe hacer
distinción entre normas sustantivas y normas procesales, pues el texto
constitucional no establece diferencia alguna que permita un trato
diferente para las normas procesales, cuyo tránsito en el tiempo es
precisamente objeto de los artículos 40 y 43 de la Ley 153 de 1887,
demandados en este proceso. (Sentencia C-200/2002, M.P. Alvaro Tafur
Galvis)14.
Sin embargo, luego de haberse surtido el trámite respectivo por parte del
Juzgado Primero Penal Especializado de Cúcuta y de haberse dispuesto el
envío de la providencia a la Sala Penal del Tribunal Superior de Cúcuta, la
Corte Constitucional, mediante la Sentencia C-760 de 2001 (M.P.s Marco
Gerardo Monroy Cabra y Manuel José Cepeda Espinoza) declaró inexequible
por vicios de trámite las normas del nuevo Código de Procedimiento Penal que
regulaban la consulta -artículos 18 y 203 de la Ley 600 de 2000-. Ante tal
decisión, como quiera que la Corte no le fijó un efecto especial a la sentencia
de inconstitucionalidad, el juez penal de segunda instancia optó por abstenerse
de resolver la consulta, aduciendo la expulsión de dicha institución del
ordenamiento procesal penal.
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Sobre el tema en cuestión también se puede consultar la Sentencia C-252/2001, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
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Teniendo en cuenta las precisiones hechas hasta este momento, entra la Corte a
determinar si la decisión adoptada por el tribunal acusado constituye una vía de
hecho judicial.
Con todo, el presente problema no resulta ser tan sencillo como lo plantea el
demandante, ni como fue abordado por el juez de tutela en la sentencia de
instancia. En efecto, si bien las normas procedimentales son de efecto
inmediato, aquellos trámites que se estén llevando a cabo durante el tránsito
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Al respecto, la Corte ha sostenido que “la norma general que fija la ley es el efecto general inmediato de las
nuevas disposiciones procesales, salvo en lo referente a los términos que hubiesen empezado a correr y las
actuaciones y diligencias que ya estuvieren iniciadas, las cuales continúan rigiéndose por la ley antigua. Esta
norma general, en principio, no resulta contraria a la Constitución pues no tiene el alcance de
desconocer derechos adquiridos o situaciones jurídicas consolidadas, que es lo que expresamente prohibe
el artículo 58 superior.” (resaltado fuera de texto) Sentencia C-619 de 2001 (M.P. Marco Gerardo Monroy
Cabra).
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El artículo 6º de la Ley 600 de 2000, dentro del capítulo denominado “normas rectoras” dice:
“Artículo 6°. Legalidad. Nadie podrá ser investigado, ni juzgado sino conforme a la ley procesal vigente al
tiempo de la actuación procesal, con observancia de las formas propias de cada juicio.
“La ley procesal de efectos sustanciales permisiva o favorable, aun cuando sea posterior a la actuación, se
aplicará de preferencia a la restrictiva o desfavorable.
“La ley procesal tiene efecto general e inmediato.” (resaltado fuera de texto)
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Sobre este punto, la Corte ha dicho: “Conforme con lo anterior, si bien las normas procesales y de jurisdicción
y competencia tienen efecto general inmediato, el principio de favorabilidad en materia penal se puede aplicar
no sólo en materia sustancial sino también en materia procedimental cuando las normas instrumentales
posteriores tienen relevancia para determinar la aplicación de una sanción más benigna.” Sentencia C-922 de
2001 (M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra).
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La Corte Constitucional, mediante Sentencia C-760 de 2001 (M.P.s Marco Gerardo Monroy Cabra y Manuel
José Cepeda Espinosa) declaró inexequibles tanto la regulación del procedimiento de la consulta, consagrada en
el inciso 2º del artículo 203, y la expresión que disponía que, como principio general, todas las sentencias y
providencias interlocutorias podían ser apeladas “y consultadas”, salvo las excepciones que consagrara la ley,
contenida en el artículo 18 de la Ley 600 de 2000.
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La Corte ha establecido que la vulneración del principio de favorabilidad en materia penal por parte de
quienes ejercen funciones jurisdiccionales constituye una vía de hecho sustantiva susceptible de ser atacada a
través de la acción de tutela. Al respecto, recientemente, la Sentencia T-533 de 2001 (M.P. Jaime Córdoba
Triviño).
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normativo deben finalizarse. De tal modo, las nuevas disposiciones
procedimentales deben aplicarse una vez finalizado el trámite o etapa procesal
que se estaba efectuando en el momento del tránsito legislativo. Al respecto, la
jurisprudencia constitucional ha dicho:
“... la norma general que fija la ley es el efecto general inmediato de las nuevas
disposiciones procesales, salvo en lo referente a los términos que hubiesen
empezado a correr y las actuaciones y diligencias que ya estuvieren iniciadas, las
cuales continúan rigiéndose por la ley antigua. Esta norma general, en principio, no
resulta contraria a la Constitución pues no tiene el alcance de desconocer derechos
adquiridos o situaciones jurídicas consolidadas, que es lo que expresamente prohibe el
artículo 58 superior. (resaltado fuera de texto) Sentencia C-619 de 2001 (M.P. Marco
Gerardo Monroy Cabra)
En esa medida, el interés en continuar con los trámites y etapas procesales está
relacionado también con los principios a la seguridad jurídica e igualdad ante
la ley. Por supuesto, en relación con la seguridad jurídica, ello implica un
entendimiento de este principio no como la sujeción a formas vacías, sino
como un elemento indispensable para que los individuos que son parte de un
proceso judicial tengan parámetros ciertos a partir de los cuales puedan regir su
conducta y sus estrategias procesales, y tengan conciencia de sus derechos
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En relación con la autonomía judicial para interpretar el ordenamiento jurídico de manera variable la Corte ha
dicho: “En virtud de lo anterior, el análisis de la actividad del Estado como administrador de justicia no se
agota en el juicio sobre la legalidad de cada decisión tomada como un acto jurídico individual, pues no se
trata de hacer un estudio sobre la validez de la sentencia, sino de la razonabilidad de una conducta
estatal, entendida ésta en términos más amplios, a partir de los principios de continuidad y de unidad de
la jurisdicción.” (resaltado fuera de texto) Sentencia C-836/01 (M.P. Rodrigo Escobar Gil).
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frente al proceso que el Estado les sigue. Máxime si del resultado del proceso
dependen otros derechos fundamentales como la libertad personal. En lo que
guarda relación con el principio de igualdad ante la ley, es claro que éste
resultaría afectado o vulnerado si se tiene en cuenta que el sujeto imputado
puede verse discriminado frente a otro, en los casos en que se presenta una
mora judicial en la decisión de los recursos, trámites y actuaciones procesales
que deben surtirse respecto de aquél.
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estar relacionadas, la favorabilidad no puede verse reducida –exclusivamente-
a la prohibición de aumentar la pena impuesta en primera instancia.
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determinan, restringen y agotan todas las posibilidades que tienen las partes
para hacer valer los intereses y derechos que están involucrados en el proceso.
Es así como este tipo de regulación implica un gran nivel de detalle en la
consagración de prerrogativas, facultades, deberes, actuaciones, recursos y
etapas procesales, cuyo balance resulta indispensable para garantizar la
igualdad procesal de las partes; racionalizar las facultades de la autoridad que
lo dirige y realizar el objeto del procedimiento. En este sentido, esta
Corporación ha sostenido:
“El debido proceso, en sentido abstracto, ha sido entendido como el derecho que
tienen las partes de hacer uso del conjunto de facultades y garantías que el
ordenamiento jurídico les otorga, para efecto de hacer valer sus derechos
sustanciales, dentro de un procedimiento judicial o administrativo. Así, el
contenido y los alcances del debido proceso están determinados por este
conjunto de garantías y facultades, las cuales, a su vez, están establecidos en
función de los derechos, valores e intereses que estén en juego en el
procedimiento, de acuerdo con criterios de razonabilidad y proporcionalidad.
Esto significa que el conjunto de facultades y garantías que componen el
derecho al debido proceso penal debe ser adecuada y suficientemente más
amplio que el de un procedimiento en el cual no están de por medio, por una
parte, el derecho a la libertad individual y por la otra, la seguridad jurídica, la
eficacia del sistema de justicia y la convivencia ciudadana.” Sentencia
T-784/2000 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa)
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procesado, esto no significa que pueda decidir por sí mismo la estrategia
defensiva que mejor le conviene, pues esta es una labor que les corresponde
exclusivamente al procesado y a su defensor.
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Por lo tanto, en el presente caso la Sala estima que al inhibirse de dar trámite al
grado jurisdiccional de consulta, el tribunal accionado vulneró el principio del
debido proceso según el cual “[e]n materia penal, la ley permisiva o favorable
... se aplicará de preferencia a la restrictiva o desfavorable”, pues al no
resolver el grado jurisdiccional de consulta, a pesar de que su trámite ya se
había iniciado, restringió su acceso a esta etapa como instrumento que, al
preservar la legalidad del proceso, constituye una garantía del derecho
fundamental al debido proceso.
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Si en gracia de discusión se aceptara la tesis de que el principio de
favorabilidad no resulta aplicable al presente asunto, por no haberse
considerado el grado jurisdiccional de consulta como una garantía procesal de
defensa, en todo caso la actuación omisiva de la entidad demandada violó el
derecho al debido proceso. Ello es así, en cuanto la declaratoria de
inexequibilidad de las normas que regulaban la consulta en la Ley 600 de 2000,
conforme se explicó en el punto 2.2 de las consideraciones de esta sentencia,
conlleva -como consecuencia necesaria- el restablecimiento automático de las
preceptivas que bajo el antiguo Código de Procedimiento Penal (Decreto 2700
de 1991) se ocupaban de regular dicho instituto jurídico, y que en su artículo
206 preveía expresamente la procedencia de la consulta contra las sentencias
ordinarias dictadas por los jueces penales del circuito especializado que no
hubieran sido objeto de impugnación, características que se cumplen sin
discusión en el caso de la sentencia de condena proferida contra el actor de la
presente tutela 22 . De manera que, frente a las normas del Código de
Procedimiento Penal derogado, revividas por efecto de la declaratoria de
inexequibilidad de las disposiciones derogatorias, también en el presente caso
el tribunal acusado se encontraba obligado a resolver el grado jurisdiccional de
consulta. Máxime si la expulsión de las normas regulatorias de la consulta por
vía del control de inconstitucionalidad, no obedeció a la contrariedad existente
entre su contenido material y la Constitución Política, sino al trámite
legislativo irregular que, en relación con tales normas, sufrió en el Congreso de
la República el proyecto que culminó con la expedición de la citada Ley 600 de
2000.
DECISION
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El antiguo Código de Procedimiento Penal (Decreto 2700 de 1991), establece en su artículo 206, tal y como
fue modificado por el artículo 35 de la Ley 504 de 1999, lo siguiente: “En los delitos de competencia de los
fiscales y jueces penales del circuito especializado, son consultables cuando no se interponga recurso alguno,
la providencia mediante la cual se ordena la cesación de procedimiento, la preclusión de la investigación, la
providencia que ordena la devolución a particulares de bienes del imputado o sindicado presuntamente
provenientes de la ejecución del hecho punible o que sea objeto material del mismo y las sentencias que no
sean anticipadas.” En el presente caso, tal y como consta en el expediente ( a folio 18 aparece copia de la
sentencia dictada en el proceso penal), el actor fue condenado por el delito de secuestro extorsivo, de
competencia del juez especializado, sin haberse acogido a la figura de la sentencia anticipada y sin haber
interpuesto recurso de apelación contra la decisión de condena.
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RESUELVE
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