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El nuevo Congreso

Julio 20 de 2006

Hoy inicia sesiones el nuevo Congreso de la República, elegido el pasado mes de marzo. Si bien
es cierto que la dinámica del país es cambiante y que cada Congreso actúa dentro de sus propias
realidades políticas y sociales, tres hechos sin precedentes en la historia reciente de la nación
marcarán su ejercicio y, en particular, las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo.

El primero: la nueva figura de las bancadas. Una vez reglamentada en el curso de la presente
legislatura, se espera que los partidos políticos actúen de una manera más coherente frente a las
iniciativas de ley. Con dicha medida se confía superar el regateo individual que ha caracterizado la
relación entre ambas ramas del poder. Aunque ello no es garantía de erradicación de los vicios
propios de la política, se ansía que signifique un avance.

El segundo: las condiciones en que fue reelegido el presidente Álvaro Uribe Vélez. Es indudable el
amplio margen de maniobra del Mandatario, dado el enorme respaldo que recibió en las urnas.
Hecho político que le permitirá ejercer sobre el Congreso una mayor influencia que la que ya tiene
y que ha de verse reflejada en la aprobación de iniciativas. No en vano se anuncian reformas
polémicas.

El tercero: la reducción del número de partidos y el carácter mayoritario de la coalición de gobierno.


De los 70 partidos que existían, quedaron 16, lo que ha de redundar en un trabajo legislativo más
serio y eficaz. Así mismo, el hecho de que los partidos cercanos al Presidente hayan obtenido el
61% de las curules en el Senado y el 57% de las de la Cámara, le asegura, en principio, un amplio
manejo del Congreso.

No todos los días coinciden tantos factores en favor de un gobierno. Una oportunidad única para
dar trámite a proyectos estratégicos. Es una ventana, por ejemplo, para discutir una verdadera
reforma tributaria de carácter estructural, a la que se le ha sacado el cuerpo y que aún no se
vislumbra. O de retomar, con entereza, la reforma a la Ley 100 de 1993, hundida en una serie de
episodios vergonzosos y poco éticos.

Pero la oportunidad histórica de poder tramitar con mayor celeridad las iniciativas reclama especial
responsabilidad de parte del Gobierno. Si se utiliza para eludir el debate de los grandes temas
nacionales, flaco favor se le haría a la democracia. Una cosa es contar con tan afortunadas
herramientas y otra el uso que se les dé. De ello debe ser muy consciente la actual Administración,
depositaria de la confianza pública.

Colombia aguarda con especial expectativa el inicio de sesiones del nuevo Congreso de la
República. Todo parece indicar que serán cuatro años movidos en los que se pondrá a prueba el
accionar de las bancadas y el ejercicio del poder del Gobierno en el Legislativo. El contar con una
fuerza mayoritaria en el Congreso es, sin duda, una oportunidad. Pero es, ante todo, una
responsabilidad. Así lo debe entender el Ejecutivo y las fuerzas políticas que lo acompañan.

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