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Principio del evangelio.

Marcos 1.1-3.

Principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. Como está escrito en el


profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, El cual preparará tu camino. Una
voz clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor; Enderecen sus sendas.”»

Los eruditos del Nuevo Testamento nos dicen que el evangelio de Marcos fue el
primero que se escribió antes de Mateo y Lucas. Nos dicen que Mateo y Lucas copiaron
material de Marcos y también echaron mano de otro documento llamado Q para escribir sus
obras.
Marcos no menciona absolutamente nada sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, y
luego Mateo y Lucas agregaron las historias del nacimiento de Jesús. El evangelio de Juan,
por otro lado, fue el último en escribirse casi al terminar el siglo primero. Juan tampoco habla
del nacimiento de Jesús ni de su infancia, porque cuando Juan escribió su evangelio ya la
gente conocía los tres evangelios anteriores y sabía el origen de Jesús. Pero Juan hace algo
formidable, se va al inicio de la creación, a la pre existencia de Jesús: “En el principio existía la
Palabra y la palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. Todas las cosas por él fueron
hechas”.
Volviendo a Marcos. Él comienza así: Principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo
de Dios. Hoy, dos mil años más tarde, hemos oído tanto la palabra evangelio, evangelista,
evangélicos que ya casi no le ponemos atención. La palabra viene del griego ev y ángelos. Ev,
signi ca bueno, bello y ángelos signi ca mensaje o noticia. El evangelio es la buena noticia, la
bella noticia.
En los tiempos de Jesús el evangelio siempre provenía de Roma y tenía que ver con
noticias referentes al emperador. Los evangelistas del imperio, es decir los mensajeros, iban
por todo pueblo y nación proclamando el evangelio de que, por ejemplo, el emperador había
tenido un hijo, había vencido en una batalla, había proclamado amnistía, o venía de visita
pronto a la ciudad. Eso era un evangelio.
Y de repente, Marcos, en medio de la historia del imperio romano, seguramente bajo el
gobierno de un perverso emperador, escribe un librito que comienza diciendo Principio del
evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. ¿Qué? Al escuchar esa frase, toda la gente dejaba
de hacer lo que estaba haciendo y alzaba la cabeza con duda y escepticismo.
¿A ver? ¿De qué están hablando? ¿De que existe otro evangelio, otra noticia que no
proviene de Roma? ¿Existe otro nombre que no es César, sino Jesucristo? Toda la vida me
han enseñado que el César es divino, es el príncipe de paz. Me han dicho, en la escuela, que
César es el rey de reyes y señor de señores, y me han hecho jurar: juro, por Dios y por esta
bandera, servir elmente a mi César, ya sea en mar, en tierra o en cualquier lugar, hasta rendir la
vida si fuese necesario…
¿Y ahora, tú Marcos, proclamas “Principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de
Dios”?
Y Marcos responde, ¿no les quedó claro? Déjenme explicárselos:
Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, El cual preparará
tu camino. Una voz clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor; Enderecen sus
sendas.”»
El lector romano se preguntará, “¿entonces, así como el César envía mensajeros que le
preparan el camino, así Jesucristo vendrá y se presentará como el hijo de Dios?”.
Y Marcos responde: si usted lo quiere saber se lo contaré en 16 cortos capítulos.
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