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PROGRAMA No. 0138

MARCOS

Capítulo 9:1 - 50

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el evangelio según San Marcos, y
llegamos al capítulo nueve del Evangelio de Marcos. Tenemos aquí una vez más la narración de
la transfiguración, la cual se encuentra en los primeros tres Evangelios que llamamos los
Evangelios sinópticos. En su narración, Marcos nos dice en detalle que mientras la gloriosa
transfiguración se desarrollaba en la cumbre del monte, hubo un fracaso completo al pie del
mismo monte. Los discípulos no pudieron echar fuera al demonio de un muchacho. Luego,
Jesús anuncia una vez más Su muerte, y los discípulos discuten en cuanto a quién será el mayor
en el reino. Jesús reprocha el ánimo dividido de Sus discípulos y les advierte en cuanto al
infierno. De modo que podríamos decir que éste es otro capítulo bastante cargado de dinamita en
este evangelio de acción.

Consideremos, pues, el primer aspecto: la transfiguración. Marcos generalmente es más


breve en sus recuentos que los otros evangelistas, pero aquí da el relato más extenso de la
transfiguración. Es interesante reflexionar sobre la razón por qué él pondría tanto énfasis sobre
este evento. Es nuestra opinión que la transfiguración presenta la perfecta humanidad de Jesús, y
no Su deidad. Como ya hemos dicho, los Evangelios sinópticos relatan la transfiguración. Juan
es el único que no incluye este relato en su evangelio; sin embargo, es el que presenta con mayor
énfasis la deidad de Cristo.

Usted recordará que en el último versículo del capítulo 16 de Mateo, Jesús dijo: “. . .hay
algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del
Hombre viniendo en su reino”. Hay muchas interpretaciones en cuanto a aquella declaración,
pero creemos que es muy claro que nuestro Señor dio aquí una referencia definida a Su

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transfiguración. Dos hombres que estaban allí con Él, Pedro y Juan, se refieren mas tarde a este
evento. En el caso de Pedro, él dice en su segunda epístola y en el capítulo uno, los versículos 16
al 18: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo
siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.
Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria
una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta
voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Pedro está diciendo que
fueron testigos presenciales del poder y de la venida de nuestro Señor Jesucristo. ¿Cuándo? ¡En
la transfiguración! Leamos ahora el primer versículo de este capítulo 9 del evangelio según San
Marcos:

1
También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no
gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder. (Mar.
9:1)

Creemos que la razón por la cual esto se declara en aquel momento en particular, antes de Su
muerte y Su resurrección, fue para que comprendiéramos que sea que Cristo fuera a la cruz o no,
el reino siempre continuaría en Sus manos. Él pudo haber salido de esta tierra y regresado al
cielo; y entonces, por supuesto, no nos habría salvado ni a usted ni a mí; pero sí continuaría
siendo en todo caso el Soberano del universo. Sin embargo, si hubiese actuado así, Cristo no nos
podría haber salvado. No pensamos desarrollar más este tema pero es bastante importante.
Leamos ahora el versículo 2 de este capítulo 9 de Marcos:

2
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un
monte alto; y se transfiguró delante de ellos. (Mar. 9:2)

Surge entonces, la pregunta, en cuanto al por qué Cristo llevó consigo precisamente a estos
tres hombres. Permítanos decir en primer lugar que no les llevó porque eran Sus favoritos, ni
porque eran superiores a los demás. En realidad, ellos eran los más débiles de los Apóstoles, y Él
tuvo que llevarlos así como si fueran bebés, porque de otra manera creemos que ellos no le
habrían seguido de manera alguna.

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Lo que estamos tratando de decir es lo siguiente: Hace muchos años una madre que estaba
caminando en la calle acompañada por sus tres niñitos, cargaba a uno, al otro lo guiaba por la
mano y el tercero caminaba detrás de ella. De vez en cuando ella se paraba para que el pequeñito
de atrás pudiera alcanzarla, y así caminaban por la calle avanzando muy lentamente. Cualquiera
pensaría que el pequeñito de atrás se estaba demorando mucho. Pero luego, podría notar que el
niñito que la madre cargaba no podría haber ido de ninguna manera a menos que su madre lo
llevara. Creemos que Pedro, Jacobo y Juan eran así como aquel niñito en brazos. Parecían ser
un grupo exclusivista, pero no creemos que lo fueran en realidad. Eran simplemente unos bebés.
Creemos que Jesús los tuvo que llevar y que eso es exactamente lo que hace según este pasaje.
Les llevó, pues, a la transfiguración.

Pedro dice que fueron testigos presenciales de Su majestad. Este es el Cristo glorificado tal
como será cuando venga algún día a la tierra. En primera de Juan, capítulo 3, versículo 2, dice
que seremos semejantes a Él, porque le veremos como Él es. Usted recordará que Juan dice en
su Evangelio, capítulo 1, versículo 14: “. . .y vimos su gloria, gloria como del unigénito del
Padre”. La palabra “transfigurar” aquí es la palabra que en griego significa “metamorfosis”. La
transfiguración se efectuó dentro del cuerpo de Jesús y no fue alguna luz, ni algún efecto de una
causa exterior. La transfiguración fue la luz que resplandeció desde adentro. La transfiguración
enseña, por eso, la humanidad perfecta de Jesús, y no Su deidad. Y esta es la razón por qué Juan
no hace mención de ella mientras enfatiza la deidad de Jesucristo. Leamos ahora el versículo 3
de Marcos capítulo 9:

Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que
ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. (Marcos 9:3)

Ahora Sus vestidos se volvieron blancos. Se volvieron más blancos que lo que era creíble,
porque la luz resplandeció desde adentro. Ningún milagro en el lavado pudo haber producido tal
blancura. Todo resplandeció desde adentro. Ahora, el versículo 4 dice:

4
Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. (Marcos 9:4)

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Elías era el representante de los profetas. Moisés fue el representante de la Ley. Vemos aquí
comprobado el dicho de que tanto la Ley como los profetas atestiguaron la muerte de Jesús.
Lucas, en su Evangelio, lo precisa aun más al decir que hablaban acerca de la muerte de Jesús.
Sabemos que Moisés sabía de Cristo porque en Hebreos, capítulo 11, versículo 26, dice tocante a
Moisés: “teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios;
porque tenía puesta la mirada en el galardón”. Moisés sabía que Cristo iba a venir. Todos los
profetas hablaban de Sus sufrimientos, y de las glorias que vendrían después. Veamos ahora los
versículos 5 y 6 de Marcos 9:

5
Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y
hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. 6Porque no
sabía lo que hablaba, pues estaban espantados. (Marcos 9:5-6)

Pedro era vocero de los otros en la misma manera como siempre fue el vocero del grupo. Y
Simón Pedro generalmente hablaba cuando no sabía qué decir. Alguien ha dicho: “Si los que no
tienen qué decir se refrenaran de decirlo, sería un mundo muchísimo mejor”. Creemos que
Simón Pedro metió la pata muchas veces, y es seguro que la metió aquí otra vez. Prosigamos
ahora con el versículo 7:

7
Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este
es mi Hijo amado; a él oíd. (Mar. 9:7)

Toda la atención se enfoca en el Señor Jesucristo. Su palabra es la final. Ni Moisés ni Elías


están a la par con Él. Leamos ahora el versículo 8 de Marcos capítulo 9:

8
Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo. (Mar.
9:8)

A propósito, la frase “Jesús solo” es un encabezamiento maravilloso, ¿no le parece? “Jesús


solo” no debe ser solamente un encabezamiento, sino también un faro en las vidas de los

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creyentes hoy en día. En una manera tan breve Marcos declara palabras tan grandes e
importantes. ¡Jesús solo! Ahora el versículo 9:

9
Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto,
sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos. (Mar. 9:9)

¿Notó usted que la muerte y la resurrección de Cristo tienen que ir juntas con esta historia?
La transfiguración no salva a nadie, amigo oyente. Presenta el ideal o la meta. Pero aquella meta
sólo puede ser alcanzada mediante la muerte de Cristo en la cruz, y Su resurrección. Y usted
notará que Él siempre junta Su muerte con Su resurrección. También debemos notar que
Jesucristo nunca mencionó la cruz, sino que simplemente habló de Su muerte. El versículo 10
nos dice:

10
Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los
muertos. (Mar. 9:10)

Desconocían enteramente la resurrección, y la misma resurrección lo reveló. Salieron


precipitadamente al sepulcro porque no esperaban ver a un Salvador vivo. Uno no va al
cementerio para ver a un ser viviente. Uno va allí en memoria de los muertos. Sigamos ahora
con los versículos 11 al 13 de Marcos capítulo 9:

11
Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías
12
venga primero? Respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y
restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca
mucho y sea tenido en nada? 13Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que
quisieron, como está escrito de él. (Mar. 9:11-13)

Creemos que nuestro Señor explica con toda claridad que nadie puede oponerse a Su
establecimiento del reino, porque el profeta dijo que Elías debía venir primero. Nuestro Señor
dijo que si le hubieran aceptado a Él, y si Él hubiera establecido el reino, esto habría sido el
cumplimiento de la profecía de que Elías de cierto había venido. Pero, siendo que no le

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aceptaron, entonces, Elías vendrá con la segunda venida de Cristo. Ahora, desde esta gloriosa
escena en la cumbre del monte, bajamos a una frustración total de los discípulos al pie del monte.
Leamos los versículos 14 al 18 de este capítulo 9 de Marcos:

14
Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de
15
ellos, y escribas que disputaban con ellos. Y en seguida toda la gente, viéndole, se
asombró, y corriendo a él, le saludaron. 16El les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos?
17
Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un
espíritu mudo, 18el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y
cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no
pudieron. (Mar. 9:14-18)

Este realmente es un cuadro del reino hoy en día. El Señor Jesús ya se ha ido a la presencia
del Padre y está allí en Su cuerpo glorificado. Sus Apóstoles están allí con Él. Ya se han ido y
hoy en día la mayor parte de la Iglesia se ha ido también. Moisés y Elías están allí. Allí está
ahora el monte de la transfiguración. Es el Cielo hoy en día. Pero mire usted esta pobre tierra de
hoy, y vea sus problemas. Este cuerpo manifiesta una tierra insensata. Creemos que si
pudiéramos irnos y mirar la tierra y verla como Dios la ve, y probablemente como los ángeles
también la ven, llegaríamos a la conclusión de que el hombre que vive en la tierra se ha
enloquecido. Parece ser endemoniado por su manera de portarse y por su manera de hacer las
cosas. Lo triste en esta historia es que el hombre trajo al muchacho y los discípulos no pudieron
hacer nada. Y lo trágico de esta hora en que vivimos es que la iglesia está desesperada ante la
presencia de un mundo necesitado.

Ahora mismo, la iglesia se está esforzando con desesperación, y la iglesia organizada protesta
y marcha y se involucra en todo tipo de cosas, y los del mundo realmente critican a la iglesia
porque creen que debe involucrarse más. Pero ese no es nuestro negocio. Debemos tener el
poder para ayudar a un pobre muchacho endemoniado hoy en día. Debemos poder ayudar a los
hombres hoy presentándoles a un Salvador que les hará racionales y que les traerá a una relación
correcta con Dios. Lamentablemente, amigo oyente, lo mismo tiene que decirse en cuanto a la

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iglesia: “Y no pudo”. Los discípulos no pudieron y nosotros tampoco podemos. Y respondiendo
Él les dijo en el versículo 19:

19
. . . ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta
cuándo os he de soportar? Traédmelo. (Marcos 9:19)

¡Qué declaración más maravillosa! ¡Traédmelo! Tratamos de hacer todo menos traer a los
perdidos a Jesucristo. Ahora los versículos 20 al 22 del capítulo 9 de Marcos, dicen:

20
Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho,
quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. 21Jesús preguntó al padre:
¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. 22Y muchas veces le
echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten
misericordia de nosotros, y ayúdanos. (Marcos 9:20-22)

Este caso, amigo oyente, es muy malo. Pero no lo consideramos tan malo como el caso del
endemoniado que vivía en los sepulcros en Gadara porque aquel ya era un hombre formado, y
había sido poseído por los demonios toda su vida. Este era un muchacho, pero su caso habría
sido tan malo, si no peor que el hombre de Gadara si hubiere permanecido en su triste condición.
Este padre, pues, simplemente se abandona a la merced del Señor Jesús con esta terrible
desgracia, y cuando uno confía así en el Señor Jesús, amigo oyente, Él entonces, hace algo para
ayudarnos. Veamos ahora, el versículo 23:

23
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. (Mar. 9:23)

El pensamiento aquí es que Jesús se dirigió al padre y le pidió que creyera. Ahora, ¿podría
haber sido responsable el padre de alguna manera por la condición del muchacho? No es una
cuestión de que el hombre haga algo. El Señor Jesús es quien puede hacerlo todo. Pero, ¿qué del
hombre? Jesús le dijo que al que cree todo le es posible. Y leemos en el versículo 24:

24
E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
(Mar. 9:24)
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Aquí vemos un ruego desesperado de fe. Y leamos ahora desde el versículo 25 hasta el 29,
de Marcos capítulo 9, que dicen:

25
Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo,
diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
26
Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como
27
muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. Pero Jesús, tomándole de la
28
mano, le enderezó; y se levantó. Cuando él entró en casa, sus discípulos le
preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? 29Y les dijo: Este
género con nada puede salir, sino con oración y ayuno. (Mar. 9:25-29)

Aquí surge la pregunta de si éste no es también un caso en que el Señor levanta a un muerto.
Opinamos que lo es, pero no deseamos forzar mucho este punto. Ahora, en la contestación del
Señor a Sus discípulos, encontramos que la palabra “ayuno” no se encuentra en los mejores
manuscritos, y creemos que el énfasis es más bien sobre la oración. Y hoy en día, amigo oyente,
la iglesia está débil porque no está orando como debe hacerlo. Y pasamos al siguiente aspecto en
consideración en este capítulo 9 de San Marcos. Leamos los versículos 30 al 32:

30
Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
31
Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en
manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.
32
Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle. (Mar. 9:30-32)

Note usted que Jesucristo siempre unía Su muerte a Su resurrección. Pero aparentemente,
Sus discípulos no comprendieron por completo este asunto de ser levantado de los muertos.
Aquí está hablando de Su propia muerte por ellos, y uno pensaría que estos hombres habrían
hecho por lo menos una pregunta en cuanto a esto. En cambio, vemos que se atrevieron a
discutir en cuanto a quién sería el mayor en el reino cuando Jesús apenas acababa de anunciar Su
muerte. Debieron avergonzarse de su conducta. Ya que esta no era la primera vez que Cristo les
había anunciado Su muerte y Su resurrección, sin embargo, todavía no le comprenden. Y
pasamos al siguiente aspecto en los versículos 33 al 37 de Marcos capítulo 9, que dicen:

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33
Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre
vosotros en el camino? 34Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado
entre sí, quién había de ser el mayor. 35Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les
dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.
36
Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
37
El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me
recibe, no me recibe a mí sino al que me envió. (Mar. 9:33-37)

En nuestro estudio del Evangelio según San Mateo, tratamos ya muy a fondo esta discusión
entre los discípulos, y la trataremos una vez más en nuestro estudio del evangelio según San
Lucas. Así que, por esta oportunidad no la comentaremos. Pasaremos entonces, al siguiente
aspecto en consideración. Leamos los versículos 38 al 41 de este capítulo 9 de Marcos:

38
Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba
fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. 39Pero
Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre,
que luego pueda decir mal de mí. 40Porque el que no es contra nosotros, por nosotros
es. 41Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de
cierto os digo que no perderá su recompensa. (Marcos 9:38-41)

En cuanto a Juan hay quienes suponen que era un Apóstol afeminado, pero note usted aquí su
modo de ser. Jesús reprocha aquí cualquier tipo de espíritu sectario. Note usted que la base para
la unidad que Jesús da, es únicamente en Sus palabras: “En Mi nombre”. Una de las muchas
maravillas que encontramos en el ministerio radial es que hoy en día tenemos la buena voluntad
de personas de todas las denominaciones, y no solamente de una. Y es que lo que se hace en el
nombre de Jesús, no puede ser negado por ninguno de Sus seguidores, cualquiera sea la
denominación a la que pertenecen. Note usted ahora, que en el versículo 42, el Señor Jesús
vuelve al niño que ha tomado en Sus brazos. Estas palabras son muy tiernas, pero al mismo
tiempo, caen severamente sobre aquellos que se atreven a ofender a un pequeño. Leamos los
versículos 42 y 43:

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42
Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le
fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar. 43Si tu
mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que
teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado. (Mar. 9:42-43)

¿Se dio cuenta usted, amigo oyente, quién es el que habla aquí en cuanto al infierno? Hay
quienes dicen hoy en día, que Jesús es benigno, y lo es. Pero, amigo oyente, Jesucristo es
también el Único que ha hablado en cuanto al infierno. Pablo nunca lo mencionó, pero Jesús
habló bastante en cuanto al infierno. Y puesto que Cristo habló del infierno, no sería malo que
nosotros lo escuchemos. Él dijo que hay un lugar que se llama infierno. Estamos confiados de
que es un lugar, y que es exactamente como Cristo lo describe. Jesús luego habla en cuanto a la
mano, el pie, y el ojo. El ojo puede conducir al pecado. Piense por ejemplo, en Eva, la que
primero vio que el árbol era bueno para comer. Leamos ahora los versículos 49 y 50 de Marcos
9:

49
Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. 50Buena
es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros
mismos; y tened paz los unos con los otros. (Mar. 9:49-50)

Estas son declaraciones extrañas. El pensamiento es que tanto el fuego como la sal purifican.
El fuego purifica quemando la escoria y las impurezas. La sal penetra y quema la corrupción e
impide el avance de las impurezas. Si tenemos la sal, es decir, la obra limpiadora de la Palabra
de Dios obrando dentro de nosotros, entonces, esa sal santifica y trae la paz.

Y aquí, amigo oyente, concluye nuestro estudio del capítulo 9 del evangelio según San
Marcos. Será hasta nuestro próximo programa, Dios mediante, es nuestra oración ¡que el Señor
le colme de Sus ricas bendiciones!

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