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Balance bibliográfico

Para comprender la justicia intercultural resulta necesario realizar una aproximación


teórica a través de diversos autores sobre la formación del concepto de cultura e
interculturalidad; así como de lo que significa justicia para presentar una definición de
lo que se entiende actualmente por justicia intercultural.

Cultura

Antes de comenzar a desarrollar esta categoría, es importante conocer su origen y el


sentido sobre su uso semántico que tuvo como vocablo a través de la historia; porque
es necesario saber en qué contexto se originó y cuales han sido sus usos hasta llegar
a la Antropología para fijar que concepto asumió. Así tenemos a los siguientes autores
que nos brindan el significado de cultura.

Para Giménez (2005, p. 33) el término cultura admite dos grandes familias de
acepciones: las que se refieren a la acción o proceso de cultivar (formación,
educación, etc.) y las que se refieren al estado de lo que ha sido cultivado
(representaciones sociales, mentalidades, conocimientos, etc.), o estados objetivos
(patrimonio artístico, herencia, capital cultural, etc.).

A través del vocablo latino “culture” en la Europa de la Edad Media, se dio a conocer el
significado primigenio de esta palabra cultura el cual era entendido como sinónimo de
“cultivo” y hasta actualmente en la agronomía europea y americana se habla de cultivo
del arroz, de la papa o del maiz. (Montoya, 2019, p. 41). Al respecto señala lo
siguiente:

“[…]. En el mismo sentido, cuando en francés se habla de una


“persona cultivée” y en castellano de una “persona culta”, el sentido
originario vuelve a aparecer gracias a una transformación: los
saberes que se aprenden en las escuelas y universidades sirven
para “cultivar” la mente, para educar y refinar a un interesado. […].
Cultivado o culto es alguien que ha recibido educación escolarizada,
y es exquisito en sus gustos y en su forma de ser. (Montoya, 2019, p.
42).

Finalmente Montoya (2019, 42) señala que el uso del término cultura conllevó a que
aparezca la oposición entre cultura e incultura, denominándose culto a quien tiene
maneras refinadas y ha leído mucho e inculto a la persona que es torpe en su
comportamiento y ha leído poco o nada.

Según Eagleton (2017, p. 39, 40), la cultura es creación humana, está emparentada
con la palabra “agricultura”; así como la hoja de arado; siendo uno de su primeros
significados el de “ganadería”, o el cuidado del crecimiento natural.
Por otro lado, Giménez (2005) indica que en la Alemania del siglo XVIII el sentido que
los filósofos le daban al término cultura era el siguiente:

“En el siglo XVIII los filósofos alemanes confieren a la cultura un


sentido totalizante que desborda el plano meramente individual o
personal, definiéndola como un ideal de vida colectiva que abarca la
totalidad de las acciones humanas (Herder), o como un vasto
conjunto de rasgos históricos-sociales que caracteriza a una nación y
garantiza la identidad colectiva de los pueblos (Fichte)”. (Giménez,
2005, p. 34).

Entrando al concepto de cultura Montoya (2019, p. 227) establece cuatro grandes


bloques en los que el mismo término tiene acepciones distintas las cuales siguen a
continuación:

La primera, considerada como sinónimo de escolarización, estableciendo la oposición


entre la persona culta, educada y la persona inculta no educada como se ha señalado
anteriormente.

La segunda acepción como sinónimo de saber, consistente en el conjunto de


información acumulada que alguien tiene sobre un tema. Por ejemplo, la cultura
política para evocar el conocimiento sobre los derechos y deberes de los ciudadanos,
capacidades y responsabilidades políticas.

La tercera, cuando se la considera como sinónimo de bellas artes, correspondiendo a


los periódicos y revistas la “sección cultural”: teatro, cine, literatura, música, pintura,
escultura, museos, conferencias, etc.

Finalmente, el mencionado autor señala que la cuarta acepción de la cultura es


considerada como sinónimo de forma de vida o modo de vivir, sentir, pensar, resolver
problemas, amar, emocionarse, divertirse, etc., siendo la cultura inseparable de la
lengua. Es decir la cultura es entendida desde la perspectiva de la Antropología.

Por su parte, Williams (2000) señala tres significados más comunes de la palabra
cultura los cuales son los siguientes:

[…] (i) un estado mental desarrollado – como en “persona de


cultura”, “persona culta”, pasando por (ii) los procesos de ese
desarrollo – como en “intereses culturales”, “actividades culturales”,
hasta (iii) los medios de esos procesos – como en cultura
considerada como “las artes” y “el trabajo intelectual del hombre”.
[…] (Williams, 2000, p. 11).

En ese casi mismo sentido, Eagleton (2017), señala que hay cuatro grandes
significados que destacan en especial de la palabra cultura que son los siguientes:
“[…] 1) un corpus de obras intelectuales y artísticas; 2) un proceso de
desarrollo espiritual e intelectual; 3) los valores, costumbres,
creencias y prácticas simbólicas en virtud de los cuales viven
hombres y mujeres, o 4) una forma de vida en su conjunto. […]”
(2017, p. 13).

Al respecto, en general los tres primeros significados parecen más útiles que el
cuarto que ocurre el peligro de abarcar demasiado. Si el sentido estético de la
palabra es demasiado estrecho, el antropológico quizá sea demasiado amorfo y
amplio, aun así es de utilidad. (Eagleton, 2017, p. 15).

La noción de cultura como forma de vida en su conjunto probablemente funciona


mejor en las sociedades comunitarias o pre-modernas que en las modernas.
Esto no ocurre porque sean sociedades sin conflictos o contradicciones; sino
más bien sucede porque en las condiciones pre-modernas puede resultar más
difícil trazar una línea clara entre las prácticas simbólicas y las actividades
sociales o económicas debido a que se encuentran vinculadas más
estrechamente. (Eagleton, 2017, p. 19).

En el mismo sentido Giménez (2005), refiriéndose a la cultura de las sociedades


preindustriales, señala lo siguiente:

[…] en las sociedades preindustriales las actividades que hoy


llamamos culturales se desarrollaban en estrecha continuidad con la
vida cotidiana y festiva, de modo que resultaba imposible disociar la
cultura de sus funciones práctico-sociales, utilitarias, religiosas,
ceremoniales, etcétera. En cambio, según la concepción moderna la
cualidad cultural se adquiere precisamente cuando la función
desaparece. […]. La cultura se ha convertido […], en una noción […],
centrada en sí misma (Giménez, 2005, p. 34-35).

En tal sentido, Eagleton (2017) se aproxima sobre el sentido de cultura como


forma de vida inherente a la existencia humana, así tenemos:

[…]. Es posible que la cultura en el sentido de forma-de-vida deba


configurarse siguiendo el modelo de la cultura entendida como arte.
Acaso sea el sentido de la existencia humana hacer de nosotros
mismos una obra de arte. […]. (Eagleton, 2017, p. 41-42).

Ahora bien, el concepto moderno de cultura tiene numerosas fuentes. La noción


cobró importancia a finales del siglo XVIII como crítica del industrialismo (la
civilización), pero también como rechazo de la idea de revolución. En el siglo XIX
la noción de cultura se vio inmersa en los debates sobre colonialismo y
antropología. (Eagleton, 2017, p. 127).
Por otro lado, en la noción clásica de cultura se tenía un ideal de unidad y pureza
que ahora no existe. La cultura y la pureza ya no caminan juntos (Eagleton,
2017, p. 147). Asimismo, el mismo autor señala que debido a la impía alianza
entre el poder colonial y la antropología del siglo XIX, el concepto de cultura está
contaminado hasta la médula por la ideología racista. (Eagleton, 2017, p. 147).
“El medio en que nació la noción antropológica moderna de la cultura fue el
conflicto de clases y razas”. (Robert J. Young, 1995, p. 52).

En ese sentido, Eagleton (2017), respecto a la intervención de los colonizadores


señala lo siguiente:

En el curso de su misión civilizadora los colonialistas encuentran una


asombrosa diversidad de culturas, la mayoría de las cuales (al
menos hasta que ellos entran en escena) funcionan razonablemente
bien; y este hecho tiene que resultar por fuerza un tanto inquietante,
máxime cuando el negocio de imponer [s]u soberanía sobre esas
culturas puede exigir una fe inquebrantable en [s]u supremacía racial
o cultural. […]. (Eagleton, 2017, p. 148).

Por otro lado, examinando el concepto moderno de cultura, el mismo autor


agrega que “La idea de cultura está ligada tradicionalmente al concepto de la
distinción. La alta cultura es una cuestión de rango. (Eagleton, 2017, p. 171). Al
respecto señala lo siguiente:

[…] La jerarquía espiritual va de la mano de la desigualdad social.


Por el contrario el objetivo del capitalismo avanzado es preservar la
desigualdad al tiempo que se abole la jerarquía […]. No es necesario
proclamar la superioridad cultural sobre otros pueblos para
despojarles de sus recursos naturales, siempre que, al hacerlo, se
mantengan las desigualdades materiales entre saqueadores y
saqueados. (Eagleton, 2017, p. 172). (Subrayado agregado).

Asimismo, Eagleton (2017) al referirse sobre capitalismo y cultura indica lo


siguiente:

Desde la óptica cultural, el capitalismo tardío no es principalmente


una cuestión de jerarquía, sino de hibridez - de mezcla, fusión y
multiplicidad-, mientras que, desde el punto de vista material, la
distancia entre clases sociales cobra unas proporciones
ultravictorianas. […]. Mientras que la esfera del consumo acoge a
todos los que se acerquen, el ámbito de la propiedad y la producción
sigue estando rígidamente estratificado. No obstante, las divisiones
de propiedad y clase en parte están enmascaradas por la cultura
niveladora, demótica y espiritualmente promiscua […]. (Eagleton,
2017, p. 172). (Subrayado agregado).
Maurice Godelier (2014), al analizar el tema de la oposición entre Antropología
Cultural y Antropología Social en Godelier, se percibe que podría aplicar para el
concepto de cultura, en el sentido que son las relaciones entre individuos y
grupos; así como el rol de su imaginario y simbolismo que desempeñan en la
producción de tal o cual tipo de relaciones concretas; una relación social no
podría nacer ni reproducirse si no tiene un sentido (o varios) tanto para quienes
la producen como para quienes la reproducen; forman parte de la propia relación
las formas y los contenidos de consciencia de quienes los producen y/o los
padecen. (Godelier, 2014, p. 44).

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