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De Apretones de Manos
De Apretones de Manos
Dejando de lado mi zozobra por esa visita, Donald Trump me ha hecho caer en
cuenta que, muchas veces, damos por sentado a las normas sociales. Algo tan
bá sico y habitual normalmente pasaría por desapercibido y sin mucha fanfarria.
A mi entender, un buen apretó n de manos tiene que ser un acto simétrico porque
la simetría representa su valor má s importante: la igualdad, el reconocimiento del
otro. Es un saludo y una despedida de dos iguales, y el ritual de tocar la piel de otro
ser humano, un acto de intimidad en si, es el reconocimiento de este valor. El
apretó n de manos es, ademá s, una extensió n de nuestra personalidad, nuestra
manera de percibir el mundo y también de demostrarnos hacia la persona parada
en frente.
Sin embargo, hay personas, como Trump, que ven en el apretó n de manos una
oportunidad para someter, una prueba de fortaleza o un acto de imposició n.
Muchas veces me ha tocado recibir un apretó n de manos con la fuerza de una
tenaza demoledora y me ha obligado a aguantar el dolor en pú blico recordá ndome
la pró xima vez de devolverle el favor al “agresor”. En el estrechó n de manos se
siente el complejo de superioridad o de inferioridad, de lo masculino. Realmente
tengo envidia de las mujeres que no tienen que lidiar con estas dolorosas
manifestaciones de híper masculinidad.
Personalmente, a mí me gustan los apretones de mano firmes, cortos y sinceros
que me dicen que mi interlocutor se alegra de haberme visto y no los apretones
como demonstració n de arrogancia, poder y superioridad. Los apretones de manos
de Donald Trump han hecho lo contrario de lo que él ha querido demostrar al
mundo: nos ha enseñ ado su pequeñ ez y nos ha afirmado su idiotez.