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UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID

ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA

POLÍTICAS DE VIVIENDA EN MÉXICO:


DE LA CONSTITUCIÓN DE 1917 A LA GLOBALIZACIÓN
TESIS DOCTORAL

ALBERTO JAVIER VILLAR CALVO


ARQUITECTO

MADRID, NOVIEMBRE DE 2007


I
II
DEPARTAMENTO DE IDEACIÓN GRÁFICA

ESCUELA TÉCNICA
SUPERIOR DE ARQUITECTURA

Políticas de Vivienda en México:


DE LA CONSTITUCIÓN DE 1917 A LA
GLOBALIZACIÓN

ALBERTO JAVIER VILLAR CALVO


ARQUITECTO

Director de Tesis:

Dr. Fernando Roch PEÑA


DOCTOR EN URBANISMO

2007

III
IV
D. 12

Tribunal nombrado por el Mgfco. Y Excmo. Sr. Rector de la Universidad Politécnica


de Madrid, el día ____________________________________________________________

Presidente D._________________________________________________________

Vocal D._____________________________________________________________

Vocal D._____________________________________________________________

Vocal D._____________________________________________________________

Secretario D._________________________________________________________

Realizado el acto de defensa y lectura de Tesis el día_________________________

en__________________________________________________________________

Calificación___________________________________________________________

EL PRESIDENTE LOS VOCALES

EL SECRETARIO

V
VI
A mi padre,
te lo debía
por haber sido quien fuiste

A Bety
por tu cobijo y calor
cuando fue más frío el tiempo
a pesar de O Cebreiro

A Mayra y Xavier, por su luz de siempre

VII
VIII
Agradecimientos

Este es un trabajo que ha llevado más del tiempo deseado, pero sólo el necesario para
poder mostrarse. Requirió, por lo mismo, del apoyo y de la paciencia de muchos, tal
vez de muchos más de los que alcanzo a recordar. Valgan éstos, pues, como un
reconocimiento a todos los que se me extraviaron en la memoria.

Quiero comenzar por agradecer a Fernando Roch, director de esta tesis, que con
profundo sosiego, que en ocasiones rayó en la entereza, sembró ideas y panoramas a
lo largo de casi cuatro años, en espera de que algún día, como hoy, pudieran florecer
como una tesis doctoral. A Javier Seguí y a Margarita de Luxán que fueron de principio
a fin un respaldo para el desarrollo del DAU-2, y a los que debo el haber superado los
intrincados y, a veces, misteriosos caminos administrativos que se transitaron en este
tiempo. A Mayra, que fue mis ojos y manos allá, a mis compañeros de la Facultad de
Planeación, especialmente a Laura Araujo y a Luizet cuyo apoyo me permitió estar
aquí, a Oscar Terrazas por su amistad todos estos años, que sirvió de estímulo y
nunca cobró mis exabruptos por los sellos.

Por último, quiero agradecer a la Universidad Autónoma del Estado de México por el
apoyo que me brindó para la realización del Doctorado y la elaboración de esta Tesis,
al ex Rector Rafael López Castañares y al Rector José Martínez Vilchis que me
otorgaron su ayuda incondicional y su paciencia ilimitada, y a Graciela Suárez,
directora de mi facultad, por su cariño y aprecio, y por un respaldo sin medida, sin el
cual, seguramente, este tiempo en Madrid no hubiera sido tan luminoso.

Madrid, noviembre de 2007

IX
X
Resumen

A pesar de que en México existen, actualmente, cerca de cien organismos que de una

forma u otra financian vivienda social, aún hoy, cerca del 20% de la vivienda

construida se realiza a través del endémico, oneroso e ineficiente mecanismo de la

autoconstrucción.

Sobre la base de un análisis histórico, desde la aparición del primer organismo

financiero de vivienda social en 1925, hasta las reformas que llevaron en el año 2002 a

la creación de los más recientes instrumentos de crédito para la construcción de

vivienda social, el trabajo de tesis busca definir las características generales de los

mecanismos a través de los cuales se ha llevado a cabo una política de vivienda

incapaz de atender a cerca de una tercera parte de la población nacional, y sus

limitaciones para resolver las necesidades de alojamiento en México en el futuro

próximo.

La hipótesis de trabajo considera que las limitaciones de esta política social para

atender la demanda de vivienda, se ubican en la forma en la que se ha construido el

andamiaje de los mecanismos financieros y de los instrumentos auxiliares de la

política de vivienda social en el país, y que ha respondido a la propia formación del

Estado mexicano, y a la forma en la que éste ha establecido los mecanismos de su

relación con la sociedad civil.

Intento demostrar que la política de vivienda en México se fundamenta en tres líneas

de actuación que operan de manera complementaria y subsidiaria: la política de

financiamiento y construcción de vivienda social, la política de suelo y regularización

de la tenencia de la tierra, y la política inquilinaria.

XI
La primera de ellas, se ha desarrollado a través de la conformación de un sistema de

instrumentos para la producción de vivienda social que han respondido a las

relaciones corporativas del Estado mexicano con distintos sectores de la población

nacional, configurando un entramado de organismos que sólo atienden las demandas

de vivienda de grupos sociales a relativamente privilegiados.

La segunda, constituida en sus orígenes como una línea de actuación extraordinaria

para resolver demandas de vivienda que rebasaban las posibilidades de intervención

de los mecanismos de crédito, se ha convertido en el principal mecanismo subsidiario

o compensatorio de la política financiera de vivienda social, y en la vía a través de la

cual se han institucionalizado los procesos de autoconstrucción de vivienda y de

urbanización irregular.

La tercera, sustitutiva de las dos anteriores durante los primeros 25 años de política

institucional de vivienda en México (1925-1950), y que en su momento fue el principal

mecanismo de intervención pública para regular las formas de producción y

comercialización (alquiler), de vivienda, fue empleada como un mecanismo de

conciliación social que ha quedado reducida a un conjunto de disposiciones

reglamentarias del arrendamiento de vivienda, que han ido perdiendo vigencia a la par

que se han consolidado las políticas de financiamiento y de suelo, y en los últimos

años ha dejado de responder a las condiciones actuales de la vivienda en

arrendamiento.

El resultado ha sido la configuración de una política de vivienda corporativa y

excluyente, que se basa en un sistema de instrumentos financieros, inmobiliarios y

jurídicos que han llevado a que alrededor del 60% del parque habitacional en el país

se haya realizado fuera de los mecanismos formales de producción de vivienda social;

que la política de suelo, subsidiaria de la de financiamiento habitacional, haya quedado

XII
limitada a la regularización de los asentamientos ilegales, y con ello haya perdido la

posibilidad de operar como un instrumento regulador del mercado inmobiliario, para

convertirse en una vía de institucionalización del mercado informal de suelo y vivienda;

y finalmente, que alrededor de un 20% del mercado habitacional en el país, dirigido a

la vivienda en alquiler, se esté desarrollando a partir de un conjunto amplio de

modalidades de vivienda precaria que han quedado al margen de los mecanismos

reglamentarios y de producción de vivienda social.

XIII
XIV
Abstract

Nowadays in Mexico, social housing is financed by almost a hundred agencies, in one

way or another. However, almost 20% of houses are built by the endemic, onerous and

inefficient mechanism of self-construction.

This study is based on an historical analysis of work carried out by financial agencies in

the social housing field. It begins in 1925, when the first agency was created and

continues until the reforms of 2002, with the publication of the most recent instruments

for construction credit. The main purpose is to define the general characteristics of

housing policy and to analyze its limitations in solving Mexico’s housing needs; this

policy has been incapable of solving the needs of 30% of the population.

The working hypothesis considers that the limitations of this housing policy arose from

the relationship between the financial mechanisms for social housing and the

secondary instruments of social housing policy. This developed out of the way the

Mexican State was formed and the way in which it established mechanisms for its

relationship with civil society.

My purpose is to show that Mexico’s housing policy is based on three lines of action

which are complementary and compensatory 1) Funding and construction policy for

social housing; 2) Land policy and the regularization of land tenure; and 3) renting

policy.

The first line of action was developed through a system of instruments for the

production of social housing which was created as an answer to the corporativist

relationship between the Mexican State and various social groups. This has resulted in

the creation of a network of agencies that deal with the housing needs of only certain

favoured groups.

XV
The second line of action arose originally as an extraordinary measure to find a

solution to those housing needs that could not be solved through credit mechanisms. It

became the main subsidiary mechanism of social housing funding policy and the way

by which the processes of self-construction and irregular urbanisation have been

institutionalized.

The third line of action replaced the previous two during the first 25 years of institutional

policy for housing in Mexico (1925-1950). At one stage, it was the principal mechanism

of public intervention to regulate the way housing was produced and commercialized

(ie. rented). It was used as a mechanism of social conciliation, but has been reduced to

a group of regulations for house renting. These regulations have become outdated, as

financing and land policies have been consolidated, and in recent years have failed to

respond to the present conditions of Mexican house renting.

The result has been the configuration of an excluding and corporativist housing policy,

based on a system of financial, legal and renting instruments that have been

responsible for causing 60% of the housing stock to be constructed outside the formal

mechanisms for the production of social housing. Another consequence has been that

land policy, a substitute for house financing, was limited to the regularization of illegal

housing construction, thereby losing any chance of operating as a regulatory

instrument for the real estate market. Instead, it has become the means for

institutionalizing the informal land and housing market. And finally, it has led to

approximately 20% of the entire national housing market (especially rentable housing)

being developed on the basis of a wide range of precarious means of constructing

housing, which lie outside the regulatory mechanisms for the production of social

housing.

XVI
INDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN: 1
PREGUNTAS CENTRALES 3
ANTECEDENTES DEL TEMA 5
OBJETIVOS 8
METODOLOGÍA 9
LIMITACIONES Y POSIBLES SESGOS DEL ESTUDIO 13

CAPÍTULO 1
UNA PROPUESTA DE REINTERPRETACIÓN DE LAS POLÍTICAS
HABITACIONALES EN MÉXICO 19
1. Las interpretaciones sobre la política habitacional en México e hipótesis de
trabajo 20
1.1. Una aproximación al carácter de la acción habitacional del Estado en
México 23
1.2. Naturaleza del Estado mexicano y política habitacional 28

1.3. Ubicación de las políticas habitacionales en la construcción del bloque


histórico (hipótesis de trabajo) 30
2. Naturaleza ideológica de las políticas habitacionales 37
2.1. La ideología como sustento de la hegemonía 38
2.2. De cómo la hegemonía cumple funciones de consenso y del control 42
2.2.1. De por qué la hegemonía se convierte en instituciones 44
2.2.2. De cómo la hegemonía abarca el ámbito de lo económico 46

2.3. De cómo la necesidad individual de vivienda aparece en el campo de la


ideología 48

2.3.1. De cómo la vivienda pasa de la ideología a la esfera de la necesidad


social 49
2.3.2. De cómo la vivienda pasa de necesidad social a política pública 51
2.3.3. De por qué hay diversidad en las políticas habitacionales 53

3. La vivienda en la relación entre sociedad civil y estado en un bloque


hegemónico emergente 56

3.1. La aparición de la política habitacional en el marco de la relación entre el


Estado y Sociedad Civil 58
3.1.1. La vivienda en el ámbito de las funciones del Estado 59

3.1.2. La política habitacional en el marco de las alianzas políticas y las


aspiraciones sociales 65
3.2. La política habitacional y las diferentes formas de hegemonía 69

XVII
3.2.1. El carácter de las políticas habitacionales en los momentos de la
falsa hegemonía 72
3.2.2. La política habitacional en el marco de la verdadera hegemonía 74

3.2.3. Las políticas habitacionales en el marco de las alianzas entre Estado


y sociedad civil 75
3.2.4. La política habitacional en el marco de las alianzas entre grupos
hegemónicos y grupos económicos dominantes 78

4. El carácter histórico de la política habitacional 80


4.1. Política habitacional y la formación de un nuevo bloque histórico 81

4.1.1. Política habitacional en el contexto de la emergencia y desarrollo de


un bloque histórico 83
4.1.2. La política habitacional y las condiciones del bloque histórico 85
4.2. Política habitacional y el desarrollo de los agentes del bloque histórico 88
4.2.1. Política habitacional y desarrollo del estado 90
4.2.2. Política habitacional y transformación de la sociedad civil 92
4.2.3. Política habitacional y desarrollo de los sectores del capital 94

CAPÍTULO 2
EL PROBLEMA HABITACIONAL EN MÉXICO: EL PRECEDENTE DE LAS
POLÍTICAS DE VIVIENDA 97
1. Los factores territoriales y económicos del problema habitacional 100

1.1. El proceso de urbanización y la generalización de las condiciones y


características de la vivienda 103
1.1.1. Los grandes centros de población 109
1.1.2. Las ciudades medias 113
1.1.3. Las ciudades intermedias 115
1.1.4. Las ciudades en transición 118
1.1.5. Las condiciones de la vivienda en el sistema urbano nacional 120
1.2. Los factores de la producción habitacional 123
1.2.1. El proceso de industrialización y la vivienda 125
1.2.2. Los mecanismos financieros y la producción habitacional 129
1.2.3. La industria de la construcción y la producción de la vivienda 136
2. La pervivencia de las condiciones precapitalistas de la vivienda en México 141
2.1. Los rasgos homogéneos de las condiciones de la vivienda urbana 142
2.1.1. Las casas comunitarias 143
2.1.2. Las vecindades 148
2.1.3. El alojamiento precario 150
2.2. Las condiciones de vivienda y la estructura del espacio urbano 151

XVIII
2.2.1. Centralidad en los usos del suelo y la vivienda 152
2.2.2. La vivienda en las primeras periferias urbanas 155
2.2.3. Diversidad urbana y residencial 156

CAPÍTULO 3
EL MOVIMIENTO INQUILINARIO EN MÉXICO: EXPRESIÓN SOCIAL DEL
PROBLEMA DE LA VIVIENDA Y DETONANTE DE LA POLÍTICA
HABITACIONAL 169
1. El Contexto internacional 170
1.1. Los factores generales del conflicto inquilinario 171

1.2. Los rasgos generales del movimiento inquilinario en Europa y el


Continente Americano 172
1.3. Influencia del contexto internacional 178
2. El contexto nacional 180
2.1. Los rasgos generales de la crisis inquilinaria en México 182
2.2. Los factores de la crisis inquilinaria 185
2.3. Los detonantes de la crisis 190
2.3.1. Las condiciones materiales 190
2.3.2. Salarios y alquileres 196
3- El despliegue del movimiento inquilinario en México 201
3.1. La fase de subordinación 202
3.2. La fase beligerante 204

4. Limitaciones y relevancia del movimiento inquilinario: disputas, alianzas


y actores 211

4.1. En Veracruz: entre la pluralidad social y política, y las disputas


hegemónicas 214

4.2. En la ciudad de México: entre partidos desamparados y un


corporativismo que balbucea 219

4.3. En Guadalajara: en el centro de las batallas por el poder local y la


representatividad obrera 223
4.4. En San Luís Potosí: entre el reformismo y el caciquismo 228
4.5. En el socialismo tropical: entre los reformismos locales y el centralismo 231

4.6. El centro occidente del país: en medio de las disputas entre una elite
política que emerge y otra que se resiste a desaparecer. 233

4.7. La intervención del gobierno federal: entre la tolerancia a las luchas


sociales reivindicativas y las disputas contrahegemónicas 236
5. La trascendencia de las luchas inquilinarias 238

XIX
CAPÍTULO 4
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO POSREVOLUCIO-NARIO Y LA
CUESTIÓN HABITACIONAL 245
1. La herencia del liberalismo mexicano 246
1.1. La cuestión habitacional y el Estado liberal 247

1.2. Los antecedentes del liberalismo en la producción de vivienda y el


mercado del suelo 249
2. La definición de los perfiles de la política habitacional en México 254
2.1. El origen de los rasgos clientelares de la política inquilinaria. 256

2.2. Los atisbos en la construcción de vivienda social y el recurso de los


fraccionamientos ilegales 262
2.2.1. El ejemplo de la Ciudad de México 265
2.2.2. El caso de Guadalajara y el contexto general 267
2.2.3. La reconfiguración del capital inmobiliario: viejos y nuevos actores 268

3. La definición del carácter de la política habitacional en México 272

3.1. La búsqueda de la hegemonía y la definición del perfil capitalista del


Estado mexicano 275

3.1.1. El primer paso en la construcción de la hegemonía: la imposición de


la dirección política 278

3.1.2. El segundo paso en la consolidación de la hegemonía: el consenso


social a través del marco jurídico 280
3.2. El papel de la cuestión habitacional en la formación del Estado mexicano 286
3.3. El origen del carácter corporativo de la política habitacional 288

4. La vivienda en el contexto general de las prioridades del Estado 292


4.1. La vivienda en el marco de las prioridades gubernamentales 297
4.1.1. La estabilidad política 298
4.1.2. La vivienda en el marco de las reformas sociales 300
4.2. La Estabilidad del sistema financiero y la cuestión habitacional 303
4.3. La cohesión de la clase política y la cuestión habitacional 308
4.4. El desarrollo industrial y la política social 317

CAPÍTULO 5
FINANCIAMIENTO Y PRODUCCIÓN DE VIVIENDA SOCIAL: LOS
INSTRUMENTOS CORPORATIVOS DE LA POLÍTICA HABITACIONAL 321

1. La definición del perfil de la política de financiamiento y construcción de


vivienda. 322

XX
2. El punto de partida de las políticas habitacionales: las primeras
experiencias de programas y proyectos habitacionales públicos 326

3. La Naturaleza de los instrumentos de producción y financiamiento de


vivienda social 331

3.1. La naturaleza clientelar de los instrumentos financieros de la política


habitacional en México 335
3.2. El carácter tripartito de la política habitacional 337

3.3. El carácter centralizado de la política de construcción y financiamiento de


vivienda 344

4. El sistema de instrumentos de financiamiento público para la vivienda


social 346

4.1. Los organismos nacionales de financiamiento y construcción de vivienda


social (ONAVIS) 347
4.1.1. El origen corporativo de los ONAVIS 349
4.1.2. Los Organismos que integran los ONAVIS 351
4.1.3. La función integral de los ONAVIS 365
4.2. SEDESOL 367
4.3. ODEPES 371
4.3.1. IMSS 372
4.3.2. Programas extraordinarios (CAPFCE, CONAGUA E INI) 375
4.3.3. Ferrocarriles Nacionales 376
4.3.4. PEMEX, CFE Y CLFC 378
4.4. Mecanismos financieros de vivienda en la Banca de Desarrollo 384
4.5. Organismos Estatales de Vivienda Social (OREVIS) 401
4.5.1. El surgimiento de los organismos estatales de vivienda social 402
4.5.2. La proliferación de organismos estatales 412

4.6. Mecanismos Financieros de los Organismos Estatales de Seguridad


Social para Trabajadores Públicos (ORESS) 421
4.6.1. Proceso de conformación de los ORESS 421
4.6.2. Duplicidad de organismos 425
4.7. Organismos Municipales de Vivienda Social (OMVS) 431
4.8. Otros organismos involucrados en el financiamiento de vivienda social. 432
4.8.1. Organismos Estatales de Desarrollo Urbano y Obras Públicas
(OEDUOP) 434

4.8.2. Organismos Estatales o Programas Federales no Sectorizados en


Desarrollo Urbano y Vivienda ni en Seguridad Social (ONENDUVSS) 437

4.8.3. Organismos Nacionales o Estatales para Programas Emergentes y/o


Coyunturales (ONEPEC). 440

XXI
4.8.4. Organismos Nacionales o Estatales para Programas o Proyectos de
Desarrollo Regional (ONEDER) 444
4.8.5. Programas Especiales de Financiamiento (PEF) 450

CAPÍTULO 6
Los brazos compensatorios de la política habitacional: el inquilinato y la
política de suelo 457
1. Permanencia del arrendamiento como mecanismo de acceso a la
vivienda 461
1.1. El carácter homogéneo de la Política Inquilinaria 468
1.2. El desarrollo de la política inquilinaria en México 471
1.2.1. La cuestión inquilinaria y los Códigos Civiles. 481
1.2.2. El congelamiento de alquileres 485
2. La política de suelo como mecanismo de acceso a la vivienda 489
2.1. La política de suelo como brazo de la política habitacional 490
2.1.1. Los antecedentes de la política de suelo 493
2.1.2. Los primeros pasos de la política de suelo 496
2.1.3. La institucionalización de los asentamientos irregulares 499
2.2. La instrumentación de la política de suelo 503
2.2.1. El origen agrario de la irregularidad urbana 506
2.2.2. CORETT 509
2.2.3. Los organismos estatales de regularización de la tenencia de la tierra 518

CONCLUSIONES 527
1. La política de financiamiento y producción de vivienda social 530
2. La política Inquilinaria 537
3. La política de suelo 545
4. Los límites de la política habitacional en México, un vistazo hacia el
futuro 552

ANEXO ESTADÍSTICO Y CUADROS SÍNTESIS 561

BIBLIOGRAFÍA 605

XXII
INDICE DE CUADROS,

CUADROS EN DOCUMENTO
CUADRO 1: CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN EN MÉXICO, 1900 -2000………..…..………………24

CUADRO 2: EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN URBANA EN MÉXICO,M1790 – 1900……………....103

CUADRO 3: POBLACIÓN DE LAS PRINCIPALES CIUDADES DE MÉXICO 1790 Y


1921……………………………………………………………………………………………………..105
CUADRO 4: LOCALIDADES URBANAS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1900 – 1910…………….….107
CUADRO 5: CONDICIONES DE LA DEMANDA DE VIVIENDA, 1990-1910…………..................……140
CUADRO 6: CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO DE ALGUNAS DE LAS PRINCIPALES CIUDADES DEL
PAÍS EN LAS QUE HUBO MOVIMIENTO INQUILINARIO, 1910 – 1921………………....……188
CUADRO 7: SALARIO MÍNIMO DIARIO EN PESOS CORRIENTES, 1900-1935…………….………..198
CUADRO 8: ENTIDADES FEDERATIVAS Y CIUDADES EN LAS QUE SE DESARROLLÓ EL
MOVIMIENTO INQUILINARIO EN MÉXICO, 1921-1938…………………………………………208
CUADRO 9: CONDICIONES DE LA DEMANDA DE VIVIENDA, 1990-1910…………………………...251
CUADRO 10: COMPARACIÓN DEL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO DE CHIHUAHUA CON LAS
PRINCIPALES CIUDADES DEL PAÍS, 1890-1900…………………………………….………….251
CUADRO 11: GASTOS EN ASISTENCIA A ASILADOS DEL DORMITORIO PÚBLICO DE LA CALLE
DEL TRIUNFO EN LA CIUDAD DE MÉXICO………………………………………………………253
CUADRO 12: PROMOCIÓN DE FRACCIONAMIENTOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO, 1910-
1917……………………………………………………………………………………………………..267
CUADRO 13: ASIGNACIÓN PORCENTUAL DE CRÉDITOS BANHUOP, 1933-1950………………...307
CUADRO 14: NÚMERO DE VIVIENDAS FINANCIADAS POR ORGANISMOS PÚBLICOS, 1925-
1970…………………………………………………..…………………………………………………313
CUADRO 15: CARACTERÍSTICAS MATERIALES DE LA VIVIENDA, 1930-1950…………………….327
CUADRO 16: DESTINO DE LA INVERSIÓN PÚBLICA FEDERAL REALIZADA POR SEXENIO, 1925-
1982……………………………………………………….………………………………………..…..339
CUADRO 17: FONAHAPO INTEGRADO (TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS), 1982-
2005………………………………………………………………………….………………………….356
CUADRO 18: FONHAPO INTEGRADO (DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE TOTAL DE CRÉDITOS
OTORGADOS), 1982-2005…………………………………………………………….….…………357
CUADRO 19: FONHAPO (VIVIENDA RURAL), NÚMERO DE CRÉDITOS OTORGADOS POR
PROGRAMA 2004 Y 2005……………………………………………………….………..…………358
CUADRO 20: FOVI NÚMERO DE CRÉDITOS Y SU DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL, PROGRAMAS
DE SUBSIDIOS (PROSAVI) Y GARANTÍA HIPOTECARIA
(PROSAVI)…………………………………………………………………………...……………..….360
CUADRO 21: PORCENTAJE DE PARTICIPACIÓN DE ONAVIS Y SEDESOL EN EL TOTAL DE
CRÉDITOS PARA VIVIENDA OTORGADOS POR EL SECTOR PÚBLICO, 1971-
2005………………………………………………………………………………………………….….367

XXIII
CUADRO 22: ODEPES. NÚMERO DE CRÉDITOS OTORGADOS Y SU DISTRIBUCIÓN
PORCENTUAL, 1973-2005………………………………………………………..…………………374
CUADRO 23: BANSEFI. FINANCIAMIENTO HABITACIONAL EN RELACIÓN CON CARTERA DE
CRÉDITO VIGENTE, 2002-2005…………………………………………………………....………387
CUADRO 24: BANJERCITO. FINANCIAMIENTO HABITACIONAL EN RELACIÓN CON CARTERA DE
CRÉDITO VIGENTE, 1997-2005…………………………….…………………………….….…….391
CUADRO 25: BANOBRAS. FINANCIAMIENTO HABITACIONAL EN RELACIÓN CON CARTERA DE
CRÉDITO VIGENTE, 1997-2005………………………………..……………………………..……392
CUADRO 26: NAFINSA. FINANCIAMIENTO HABITACIONAL EN RELACIÓN CON CARTERA DE
CRÉDITO VIGENTE, 1997-2005………………………………………………………………..…..393
CUADRO 27: BANCOMEXT. FINANCIAMIENTO HABITACIONAL EN RELACIÓN CON CARTERA DE
CRÉDITO VIGENTE, 1997-2005……………………………….………………………………..….394
CUADRO 28: FISOMEX. NO. DE CRÉDITOS OTORGADOS, 1983-1987……………………….….….395
CUADRO 29: FINASA, FINANCIAMIENTO HABITACIONAL EN COMPARACIÓN CON CARTERA DE
CRÉDITO VIGENTE, 1997-2005………………………….………………………………………...398
CUADRO 30: BANRURAL. FINANCIAMIENTO HABITACIONAL EN COMPARACIÓN CON CARTERA
DE CRÉDITO VIGENTE, 1997-2005……………………………………………………………..…398
CUADRO 31: OREVIS. TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1973 –
2005………………………………………………………………………...…………………………..419
CUADRO 32: OREVIS. DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS
POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1973 – 2005………………….………………………………..….420
CUADRO 33: ORESS. TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA Y SU
DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL, 1973 – 2005………………………….…………………..……..430
CUADRO 34: OEDUOP, TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS Y SU DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL,
1989-2004……………………………………………………………………………………………...435
CUADRO 35: ONENDUVSS. TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS Y SU DISTRIBUCIÓN
PORCENTUAL, 1991-2004…………………………………………………………………………..440
CUADRO 36: ONEPEC. TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS Y SU DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL,
1986 2000…………………………………………...……………………………………………….…444
CUADRO 37: ONEDER. TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS Y SU DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL,
1983-1995……………………………………………..……………………………………………….449
CUADRO 38: FIDEICOMISOS ESTATALES COMPLEMENTARIOS DEL PROGRAMA ESPECIAL DE
FINANCIAMIENTO A LA VIVIENDA PARA EL
MAGISTERIO……………………………………………………………………………………….….453
CUADRO 39: PEF. TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS Y SU DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL,
1998-2005…………………………………………….…………………………………….………….454
CUADRO 40: NÚMERO DE VIVIENDAS REALIZADAS POR EL SECTOR PÚBLICO, 1925-
1946……………………………………………………………………………………………………..458
CUADRO 41: TOTAL DE VIVIENDA PROPIA Y NO PROPIA POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1950-
2000………………………………………………………………..…………………………….……..464

XXIV
CUADRO 42: DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE VIVIENDA PROPIA Y NO PROPIA POR ENTIDAD
FEDERATIVA, 1950-2000……………………………………………..………………………..……465
CUADRO 43: EVOLUCIÓN DE LA PRESENCIA DE LA VIVIENDA EN ALQUILER, 1990-
2000…………………………………………………………………………….……………………….467
CUADRO 44: ESTADOS CON LEYES INQUILINARIAS, 1917-1940………………………………..…..480
CUADRO 45: RELACIÓN DE CÓDIGOS CIVILES Y LEGISLACIÓN INQUILINARIA EN LAS
DISTINTAS ENTIDADES FEDERATIVAS 1917 A 2005…………………….…………………...482
CUADRO 46: ENTIDADES CON DECRETOS DE “CONGELAMIENTO DE RENTAS”…………….….486
CUADRO 47: CORETT. ESCRITURAS ENTREGADAS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1974-
2006………………………………………………………………………….………………………….513
CUADRO 48: PROGRAMA PISO: CONFORMACIÓN DE RESERVAS DE SUELO EN PROPIEDAD
EJIDAL Y COMUNAL, 1996-1999…………………………………………………………..……….515
CUADRO 49: ORGANISMOS ESTATALES DE REGULARIZACIÓN DE LA TENENCIA DE LA TIERRA,
2007……………………………………………….…………………………………………….………522
CUADRO 50: VARIACIONES EN LA TIPOLOGÍA HABITACIONAL DE LA VIVIENDA PARTICULAR,
2000-2005……………………………………………………….………………………………..……543
CUADRO 51: PESO RELATIVO EN LA TIPOLOGÍA HABITACIONAL DE LA VIVIENDA PARTICULAR,
2000-2005…………………………………………………………………………………..….………544
CUADRO 52: FINANCIAMIENTO DE VIVIENDA COMPLETA POR ORGANISMOS PÚBLICOS Y
PRIVADOS (SIN FOVISSSTE E INFONAVIT), PROMEDIO ANUAL, 2001-
2005……………………………………………………………………………………………………..557

CUADROS EN ANEXO ESTADÍSTICO (AE)


CUADRO AE-11: ORGANISMOS Y/O PROGRAMAS DE VIVIENDA EXISTENTES Y LIQUIDADOS DE
LOS QUE SE DISPONE DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA, 1973-2005 (ONAVIS – ODEPES
– BDE)…………………………………………..………………………………………………………562
CUADRO AE-12: ORGANISMOS Y/O PROGRAMAS DE VIVIENDA EXISTENTES Y LIQUIDADOS DE
LOS QUE SE DISPONE DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA, 1973-2005
(OREVIS)…………………………………………………………………………………………….…563
CUADRO AE-13: ORGANISMOS Y/O PROGRAMAS DE VIVIENDA EXISTENTES Y LIQUIDADOS DE
LOS QUE SE DISPONE DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA, 1973-2005 (ORESS –
SEDESOL)……………………………………………………………………………….………...…..564
CUADRO AE-14: ORGANISMOS Y/O PROGRAMAS DE VIVIENDA EXISTENTES Y LIQUIDADOS DE
LOS QUE SE DISPONE DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA, 1973-2005 (OEDUOPS,
ONENDUVS, ONEPEC, ONEDER, OMVS Y PEF)………..……………………………………...565
CUADRO AE-15: CUADRO DE ORGANISMOS Y/O PROGRAMAS DE VIVIENDA EXISTENTES Y
LIQUIDADOS DE LOS QUE SE DISPONE DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA, 1973-2005
(SECTOR PRIVADO)…………………………………………………………………………………566

XXV
CUADRO AE-21: PARTICIPACIÓN DE LOS SECTORES PÚBLICO Y PRIVADO EN LA
PRODUCCIÓN HABITACIONAL (NÚMERO DE CRÉDITOS TOTALES POR AÑO,
ORGANISMO Y SECTOR), 1973-2005………………………………………………………..……567
CUADRO AE-22: PARTICIPACIÓN DE LOS SECTORES PÚBLICO Y PRIVADO EN LA
PRODUCCIÓN HABITACIONAL, 1973-2005 (NÚMERO DE CRÉDITOS TOTALES Y SU
DISTRIBUCIÓN PORCENTURAL POR ENTIDAD FEDERATIVA)………………………….....568
CUADRO AE-31: ORGANISMOS ESTATALES DE VIVIENDA, 1940s-1960s (ONAVIS-
ORESS).………………………………………………………………………………………...……...569
CUADRO AE-32: ORGANISMOS ESTATALES DE SEGURIDAD SOCIAL Y DE VIVIENDA DE LOS
AÑOS 1970s (ONAVIS-ORESS)……………………...……………………………………………..570
CUADRO AE-33: ORGANISMOS ESTATALES 1980 (a) (ONAVIS-ORESS).......................................571
CUADRO AE-34: ORGANISMOS ESTATALES 1980 (b) (ONAVIS-ORESS).......................................572
CUADRO AE-35: ORGANISMOS ESTATALES DE VIVIENDA CREADOS A PARTIR DE 1990 HASTA
2006 (ONAVIS-ORESS)............................................................................................................573
CUADRO AE-4: PRODUCCIÓN DE VIVIENDA POR SECTOR (PÚBLICO, PRIVADO Y
SOCIAL)………………………………………………………………………………..……………….574
CUADRO AE-5: ONAVIS: TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS Y SU PARTICIPACIÓN
PORCENTUAL 1973-2005……………………………………………………….…………………..575
CUADRO AE-6: INFONAVIT, NÚMERO DE CÉDITOS OORGADOS POR POGRAMA, 1973-
2005……………………………………………………………………………………………………..576
CUADRO AE-7: INFONAVIT, DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE TOTAL DE CRÉDITOS
OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1973-2005………………….……………………577
CUADRO AE-8: FONAHAPO INTEGRADO, TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR PROGRAMA,
1982-2005……………………………………………………………………………………….……..578
CUADRO AE-9: FOVI-SHF (INCLUYE PROFIVI DESDE 2001), TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS
POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1973-2005…………………….………………………………...…579
CUADRO AE-10: FOVI-SHF (INCLUYE PROFIVI DESDE 2001), DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE
TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1973-
2005………………………………………………………………………………………….………….580
CUADRO AE-111: FOVI-SHF- INTEGRADO, TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS, 1973-
2005……………………………………………………………………………………………………..581
CUADRO AE-112: FOVI-SHF-INTEGRADO, DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE TOTAL DE
CRÉDITOS OTORGADOS, 1973-2005……………………….…………………………………….582
CUADRO AE-121: EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN TOTAL EN MÉXICO POR ENTIDAD
FEDERATIVA, 1910-2005……………………………………………………..……………………..583
CUADRO AE-122: EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN TOTAL EN MÉXICO, PARTICIPACIÓN
PORCENTUAL POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1910-2005……………………...……...……….584
CUADRO AE-123: EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN URBANA POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1980-
2005……………………………………………………………………………………….…………….585

XXVI
CUADRO AE-131: ISSFAM, TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA,
1973-2005………………………………………………………….……………………………..……586
CUADRO AE-132: ISSFAM, DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE TOTAL DE CRÉDITOS
OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1973-2003)………………………..….…………587
CUADRO AE-14: EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN URBANA POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1980-
2005……………………………………………………………...……………………………….…….588
CUADRO AE-151: FOVISSSTE, NÚMERO DE CRÉDITOS OTORGADOS POR PROGRAMA, 1973-
2005…………………………………………………………………………..…………………….…..589
CUADRO AE-152: FOVISSSTE, DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE TOTAL DE CRÉDITOS
OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1973-2005……………………………………….590
CUADRO AE-161: TOTAL DE VIVIENDAS PRODUCIDAS POR LOS SECTORES PÚBLICO Y
PRIVADO, POR TIPO DE PROGRAMA, 1971-2005……………………………………….……..591
CUADRO AE-162: TOTAL DE VIVIENDAS PRODUCIDAS POR LOS SECTORES PÚBLICO Y
PRIVADO, POR TIPO DE PROGRAMA, 1971-1980………………………………………..…….592
CUADRO AE-163: TOTAL DE VIVIENDAS PRODUCIDAS POR LOS SECTORES PÚBLICO Y
PRIVADO, POR TIPO DE PROGRAMA, 1981-1990…………………………………..…………593
CUADRO AE-164: TOTAL DE VIVIENDAS PRODUCIDAS POR LOS SECTORES PÚBLICO Y
PRIVADO POR TIPO DE PROGRAMA, 1991-2000………………….………………...…………594
CUADRO AE-165: TOTAL DE VIVIENDAS PRODUCIDAS POR LOS SECTORES PÚBLICO Y
PRIVADO POR TIPO DE PROGRAMA…………………………………...………..………………595
CUADRO AE-171: CFE, TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1983-
2005………………………………………………….…………………………………………………596
CUADRO AE-172: CFE, DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS
POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1983-2005…………………….……………………………….…597
CUADRO AE-18: BDE, CRÉDITOS OTORGADOS Y SU DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL, 1973-
2005…………………………………………………………………………………………………….598
CUADRO AE-19: BANOBRAS, NÚMERO DE CRÉDITOS OTORGADOS POR PROGRAMA, 1973-
2003………………………………………………………………………………………………….…599
CUADRO AE-201: PEMEX, NÚMERO DE CRÉDITOS OTORGADOS POR PROGRAMA, 1983-
2005…………………………………………………………………………………………………..…600
CUADRO AE-202: PEMEX, TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA,
1983-2005………………………………………………….……………………………………..……601
CUADRO AE-203: PEMEX, DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE TOTAL DE LOS CRÉDITOS
OTORGADOS POR ENTIDAD FEDERATIVA, 1983-2005………….……………………………602
CUADRO AE-21: EVOLUCIÓN EN EL INCREMENTO TOTAL DE LA VIVIENDA POR ENTIDAD
FEDERATIVA, 1910-2005…………………………………………..…………………………..……603
CUADRO AE-22: EMPLEADOS PRIVADOS DEL SECTOR TERCIARIO Y EMPLEADOS PÚBLICOS
FEDERALES Y ESTATALES, 2004-2005…………………………………………….………….…604
CUADRO AE-23: COBERTURA DE ORGANISMOS FINANCIEROS POR TIPO DE TRABAJADOR,
2005.………………………………………………………………………………………….…………604

XXVII
INDICE DE ESQUEMAS
ESQUEMA 1: MODELO DETERMINISTA (A TODA COYUNTURA CORRESPONDE UNA SOLA
CONTRADICCIÓN)……………………………….……………...…………………………………….32
ESQUEMA 2: MODELO DE MÚLTIPLES DETERMINANTES (A CADA COYUNTURA
CORRESPONDE UN CONJUNTO DE CONTRADICCIONES)……………..…………...……….35
ESQUEMA 3: ESTRUCTURA DEL BLOQUE HISTÓRICO (Y UBICACIÓN DE LA POLÍTICA
HABITACIONAL)……………………………….…………………………………………....…………36
ESQUEMA 4: RELACIONES DE CONFLICTO Y ALIANZA EN TORNO AL CONFLICTO
INQUILINARIO EN MÉXICO……………………………………………………….……………..…211

INDICE DE GRÁFICAS Y DIAGRAMA


GRÁFICA 1: CRECIMIENTO POBLACIONAL DE CIUDADES CON MÁS DE 50 MIL HABITANTES
CON LA CIUDAD DE MÉXICO………………………….…………………………………..……….111
GRÁFICA 2: CRECIMIENTO POBLACIONAL DE CIUDADES CON MÁS DE 50 MIL HABITANTES
(SIN LA CIUDAD DE MÉXICO)...……………………...……..………………………………….….112
GRÁFICA 3: CRECIMIENTO POBLACIONAL DE CIUDADES ENTRE 30.000 Y 49.999
HABITANTES.………………………………………………………………………………………….115
GRÁFICA 4: CRECIMIENTO POBLACIONAL DE CIUDADES ENTRE 16.000 Y 29.999
HABITANTES…………………………………………………………………………………………..118
GRÁFICA 5: CRECIMIENTO POBLACIONAL DE CIUDADES CON MENOS DE 16.000
HABITANTES…………………………………………………………………………………………..120
GRÁFICA 6: TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR ORGANISMOS PÚBLICOS, 1973-
2005…………………………………………………………………………………………….……….347
GRÁFICA 7: ONAVIS, CRÉDITOS OTORGADOS POR ORGANISMO, 1973-2005……………….…..352
GRÁFICA 8: FOVI, PARTICIPACIÓN DE LOS PROGRAMAS PROFIVI Y PROSAVI…………….…..359
GRÁFICA 9: SEDESOL,TOTAL DE CRÉDITOS PARA NUEVA CONSTRUCCIÓN EN RELACIÓN CON
TOTAL DE CRÉDITOS POR SEXENIO…………………………………………………………....369
GRÁFICA 10: CRÉDITOS OTORGADOS POR ODEPS……………………………………………...…..379
GRÁFICA 11: PEMEX, COMPORTAMIENTO CRÉDITICIO, 1983-2005…………………………….....380
GRÁFICA 12: BANOBRAS, COMPORTAMIENTO CREDITICIO, 1973-2005...………………………..389
GRÁFICA 13: EVOLUCIÓN DE LA VIVIENDA EN ALQUILER (DISTRITO FEDERAL Y QUINTANA
ROO), 1950-2000……………………………………………………………………………………...540
GRÁFICA 14: PRODUCCIÓN DE VIVIENDA 1983-2000………………………..………………………..551

XXVIII
DIAGRAMA 1: PRINCIPALES ORGANISMOS PÚBLICOS CON FUNCIONES DE PROMOCIÓN Y
FINANCIAMIENTO DE VIVIENDA EN MÉXICO 1925-2006…………………………………......343

XXIX
XXX
Introducción:

Hace unos días, caminando por Madrid, como un destello apareció, pegada a una

ventana, una octavilla estridente que dibujaba con amargura el destino que tendría un

joven que aspire a una vivienda en España.

Me pregunté sobre qué frase podía, como esa, dibujar el futuro de quién en México

quisiera tener una casa propia, y pensé que podría decir algo así como:

“SI QUIERES TENER UNA CASA,

VAS A TENER QUE PAGAR MÁS DE DOS”

Un ejemplo podría respaldarla: supongamos, un trabajador público, de una entidad

estatal o municipal, que cotiza, como casi todos los empleados públicos al servicio de

estados y municipios, en el organismo de seguridad social de su estado, y que en

teoría a través de él podría obtener un crédito para adquirir o construir una vivienda,

pongamos, como ejemplo, el Instituto de Seguridad Social del Estado de México y

Municipios (ISSEMYM).

Si quiere obtener crédito a cuenta de su salario, y a partir de su fondo de pensiones,

que es el mecanismo institucional de crédito del que dispone, y si es muy afortunado y

tiene las relaciones pertinentes, “palancas” dirían en México, podría obtener un crédito

cercano a los 250 mil pesos como máximo, algo así como 16,666 euros, que le

servirían para comprar una casa o departamento, en un desarrollo inmobiliario de la

periferia de la zona metropolitana de la ciudad de México, o de la ciudad de Toluca, la

capital estatal, de entre 45 a 50 m2, en condiciones crediticias que muy poco se

diferenciarían de las que podría obtener en la banca comercial.

1
Ahora que si ambiciona una vivienda en una zona más céntrica, ya no digamos de la

ciudad de México, porque entonces ni siquiera podría obtener el crédito, sino de la

ciudad de Toluca, con esa cantidad podría comprar una superficie construida de entre

20 a 25 m2, algo un poco mayor que un dormitorio con su baño (en el Distrito Federal

de todos modos sólo podría adquirir la mitad de esa superficie).

Así que, sin dejar de cotizar para el ISSEMYM, y por lo tanto financiando a los

afortunados beneficiarios de los créditos para vivienda que otorga este organismo,

este funcionario tendría que buscar otro mecanismo de crédito, y lo más probable es

que terminara siendo víctima de las instituciones bancarias privadas que le otorgaría

un financiamiento bajo tasas que, entre costos de administración, intereses, trámites y

algo más, estarían por encima del 15% anual (que si pudiera liquidar en 10 años le

llevarían a pagar más del doble del crédito obtenido).

Si a este crédito, además, le sumáramos la parte proporcional, que a través de su

programa de pensiones, habría aportado al programa financiero de vivienda del

ISSEMYM en ese tiempo, este personaje habría terminado por pagar algo así como

dos casas y media.

Si el ejemplo que utilizáramos fuera el de un trabajador medio de la iniciativa privada,

de bajos ingresos, que cotiza para el INFONAVIT y que con el monto crediticio al que

tiene derecho, no le alcanza para adquirir una vivienda en el mercado inmobiliario, la

situación no varía sustancialmente, en ambos casos cotizan para un organismo

financiero público, del que no obtienen un crédito, subsidiando, en cierta forma, a los

que sí reciben los créditos, y además teniendo que buscar otra vía de financiamiento,

o invertir la mayor parte de sus ahorros y tiempo libre, durante una media de veinte

2
años para auto-construir su vivienda (SEDESOL, 2004. Programa Hábitat. Reglas de

Operación 2004, México, citado por Garcés, C. y Márquez, B., 2007: 25).

Estos ejemplos dibujan la realidad que deriva de la política habitacional en México,

que habiendo nacido corporativa, selectiva y clientelar, ha permanecido así hasta el

día de hoy, con una sorprendente capacidad de adaptación a los cambios políticos,

sociales y económicos que ha vivido el país en más de ochenta años.

Este trabajo pretende explicar la historia de este nacimiento y su desenvolvimiento a lo

largo de casi todo el siglo XX, las condiciones y los factores que estuvieron detrás de

ellos, los agentes públicos y sociales involucrados, y los mecanismos a través de los

cuales ha operado.

Se plantea, también, sacar a la luz la forma en la que se fue conformando y

consolidando este carácter de la política habitacional, los efectos que ha tenido en el

proceso de crecimiento del espacio urbano en el país y, sobre todo, las limitaciones

que, como política social, tiene para resolver uno de los problemas ingentes de la

mayor parte de la sociedad mexicana, que se puede reducir a los términos que

establece la Constitución General de la República: acceder a una vivienda digna.

Preguntas centrales

El estudio que se propone esta Tesis Doctoral parte de la hipótesis central que plantea

que la política habitacional en México, su expresión urbanística y su impacto social,

han sido resultado de su instrumentación como mecanismo hegemónico, con carácter

corporativo, selectivo y clientelar, dirigido a impulsar la construcción de la hegemonía

3
del moderno Estado Mexicano, a partir de la promulgación de la Constitución General

de la República de 1917.

Busca responder, desde una perspectiva histórica, a las interrogantes sobre el

desarrollo y el estado actual de las políticas habitacionales en México, desde la

creación del Instituto de Pensiones en 1925, hasta las reformas, en 1992, del Instituto

del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT), y del Fondo

para la Vivienda de los Trabajadores al Servicio del Estado (FOVISSSTE), que junto

con la de 2002, a través de la que se fundó la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF

[FOVI-FOGA])1, llevó a la consolidación de éstos tres como los ejes fundamentales de

la política de financiamiento habitacional en el país, desplazando al Fideicomiso de

Fondo Nacional de las Habitaciones Populares (FONHAPO), como un mecanismo

subsidiario y secundario de esta política social.

En particular, busca dar respuesta a las siguientes preguntas centrales:

a) ¿Cuál es el carácter de las políticas habitacionales en México y cuáles los factores

políticos, económicos y sociales que lo determinaron?

b) ¿Cuáles fueron los factores sociopolíticos que determinaron la evolución y

configuración del sistema institucional que ha caracterizado a las políticas

habitacionales en México?

c) ¿Cuáles han sido los resultados cuantitativos de la política habitacional en México y

la evolución de sus indicadores fundamentales, en relación con la producción de

vivienda en el país?

1
Sociedad Hipotecaria Federal (SHF), organismo financiero de vivienda social creado en 2002, año en que absorbió al
Fondo de Operación y Descuento Bancario para la Vivienda (FOVI), que operaba con el respaldo del Fondo de
Garantía y apoyo para la vivienda (FOGA).

4
d) ¿Quiénes han sido los agentes públicos determinantes en la instrumentación de las

políticas habitacionales?

e) ¿Cuáles han sido los sectores sociales, políticos y económicos beneficiados por las

políticas habitacionales, y cuáles los que han quedado al margen de ellas?

f) ¿Cuáles son, y cómo han evolucionado, los mecanismos compensatorios a las

limitaciones de las políticas habitacionales?

Antecedentes del tema

La investigación que se ha desarrollado hasta hoy, en torno a la política habitacional

en México, tiene dos orígenes fundamentales: los estudios institucionales que se

hicieron en torno a los años cincuenta del siglo XX, enfocados a la situación de la

vivienda urbana, particularmente en la ciudad de México, que fueron realizados por el

Instituto Nacional de la Vivienda (INV, 1958 a y b; 1963; 1967; 1968; 1969; 1970),

antecesor del FONHAPO actual, y los trabajos desarrollados durante los años 70 en

diferentes instituciones sociales y académicas del país, que desde una perspectiva

más amplia hicieron una revisión crítica profunda de la realidad habitacional en el país

y de los problemas sociales asociados a ella (Connolly, P. et alt., 1977, y Garza, G. y

Schteingart, M., 1978).

En particular, en los trabajos de corte académico de esos años se hizo una revisión de

los distintos mecanismos institucionales de vivienda que operaron en México desde la

creación del Instituto de Pensiones Civiles y del Retiro (IPCyR), en 1925 hasta los

años 70, y en ellos predominó una perspectiva socioeconómica del problema

5
habitacional y una crítica de las limitaciones programáticas y de cobertura que estos

tuvieron.

Por esos años se realizaron también investigaciones que avanzaron sobre una

perspectiva sociopolítica del tema, que analizaron el empleo ideológico, político y

clientelar de las políticas de suelo, como subsidiarias de una política habitacional, casi

inexistente, en los años 30 del siglo pasado (Perló, M. 1979 y 1981), que serían

revisados en los años 90, ofreciendo nuevos elementos de análisis sobre el papel

corporativo de las políticas habitacionales en esa misma década (Azuela, A. y Tomas,

F., 1997).

En esa misma última década del siglo XX, el enfoque ideológico-político sería

retomado desde una perspectiva histórica e institucional de las políticas habitacionales

más amplia, haciendo énfasis en el contenido político de la actuación de los distintos

organismos públicos que, en México, se habían hecho cargo de los diferentes

programas de construcción y financiamiento habitacionales desde los inicios del

Estado posrevolucionario (Aldrete, J., 1991).

Ha habido además otros trabajos, desarrollados en los años 80 (Taibo II, P., 1983,

Durand, J., 1984 y J., Berra, E., 1987), que, desde una perspectiva sociopolítica,

avanzaron en el problema inquilinario y en las distintas iniciativas que el Estado

mexicano ha puesto en operación en esa materia, desde los conflictos en torno a los

alquileres de vivienda urbana que estallaron en las décadas de los años 20 y 30 del

siglo pasado, y que fueron los detonadores de algunas de las primeras leyes

inquilinarias en el país, hasta las iniciativas de los años cuarenta en materia de

“congelamiento de alquileres”.

6
Hay sobre este tema, entre otros, un trabajo publicado a principios del siglo XXI

(Méndez R., A., 2001), que ha vuelto a abordar el estudio de la cuestión inquilinaria,

aunque enfocado particularmente a la ciudad de México, en el que se hace una

revisión de la cuestión inquilinaria hasta la derogación de los decretos de

“congelamiento” de alquileres en los años 90, cuando podríamos decir que concluye,

al menos simbólicamente, el interés del gobierno federal por el problema del

arrendamiento de la vivienda, quedando éste como un tema marginal de la política

habitacional.

Finalmente, en un trabajo publicado recientemente (Coulomb, R. y Schteingart, M.,

2006), se hace una reflexión actualizada de la cuestión habitacional en México en un

ejercicio casi inédito de integración de las tres líneas de actuación del sector público

(producción y financiamiento, regularización de la tenencia de la tierra e inquilinato),

aunque se les aborda de manera separada sin establecer líneas de convergencia y

articulación entre ellas.

Sobre la base de estos trabajos, este estudio pretende hacer una revisión actualizada

del carácter ideológico político de las iniciativas habitacionales en México, a al luz de

la información estadística disponible a principios de la primera década de este siglo,

difundida por el Consejo Nacional de Fomento a la Vivienda (CONAFOVI2), intentando

hacer un estudio que precise la forma en la que se articulan, en torno a las iniciativas

públicas de producción y financiamiento de vivienda social, las iniciativas en materia

de regularización de la propiedad inmobiliaria y la legislación en materia inquilinaria,

procurando mostrar la forma en la que han operado de manera complementaria y

subsidiaria.

2
Este organismo, creado en 2001, fue transformado en el 2006 en el Consejo Nacional de Vivienda (CONAVI),
actualmente encargado de coordinar a las distintas instituciones de vivienda e instrumentar la política nacional en la
materia.

7
En este sentido, se intenta dar una visión integral del problema habitacional en México

y de las iniciativas gubernamentales en este tema a lo largo de todo el siglo XX, de los

objetivos a los que ha respondido y de los resultados que esta política “tripartita”

presenta hasta hoy, en un enfoque holístico que parte de identificar el origen político-

social, definido históricamente, del problema de la vivienda en México.

Objetivos

El Objetivo General del estudio es el de identificar el “hilo conductor” o factor constante

que ha determinado el carácter de esta política en México desde sus orígenes a la

actualidad, y de los efectos que ha tenido en la superación de las condiciones

socioeconómicas que caracterizaron y determinaron el problema habitacional en el

país.

A partir de este objetivo general, el estudio se propone los siguientes objetivos

específicos:

a) Hacer la reconstrucción histórica de los orígenes del problema habitacional en

México, ubicando sus raíces económico-sociales definidas históricamente.

b) Identificar las manifestaciones sociales del problema habitacional en México, y el

papel de éstas como factor determinante del surgimiento de de las políticas

habitacionales.

c) Determinar, desde una perspectiva histórica, los factores ideológico-políticos y

económicos que fueron determinantes de la política habitacional en México desde sus

orígenes hasta el momento actual.

8
d) Registrar el desarrollo de las iniciativas públicas en materia habitacional en México,

atendiendo a las condiciones de la evolución y transformación de las instituciones que

las han puesto en operación.

e) Reconocer los factores coyunturales, de naturaleza social, política y económica, que

impulsaron las sucesivas transformaciones del engranaje institucional de las políticas

habitacionales en México.

f) Medir el impacto socioeconómico de la política habitacional en comparación con la

producción de vivienda por parte del capital privado.

g) Medir el impacto de la política habitacional en comparación con los procesos de

autoconstrucción y regularización de la tenencia de la tierra en México.

h) Reconocer el carácter de las iniciativas legales en materia de inquilinato y su

impacto en las condiciones de la vivienda social, e

i) identificar y definir los vínculos y/o relaciones entre las políticas de construcción y

financiamiento de vivienda, de regularización de la tenencia de la tierra y de

inquilinato.

Metodología

Con este trabajo se busca ofrecer una visión articulada de temas que hasta hoy han

sido tratados de manera desvinculada, con la intención de aportar elementos que

permitan reconocer las características y naturaleza de la política habitacional en

9
México a lo largo de su desarrollo histórico. En este sentido se busca, no sólo ofrecer

una visión actualizada de la historiografía de las políticas habitacionales, que supere

las visiones coyunturales, e identificar los factores que han condicionado su desarrollo,

sino realizar una interpretación de la misma naturaleza de éstas y de los elementos

que les dieron origen, así como del carácter de las determinantes de su desarrollo y

evolución, desde sus orígenes hasta el momento actual, y del papel que han jugado

los distintos agentes sociales, políticos y económicos en su devenir y en los resultados

que han ofrecido.

El estudio se basa en una revisión histórica a través de la que se busca, por un lado

caracterizar la expresión urbana y social del problema habitacional, y por otra

identificar las condiciones sociopolíticas que llevaron a que éste derivara en la

aparición y desarrollo de políticas gubernamentales dirigidas a resolverlo. En términos

generales se fundamenta en una reconstrucción de los orígenes y el desarrollo de los

problemas sociales relacionados con las condiciones de alojamiento y en caracterizar

el proceso de conformación institucional de las políticas sociales dirigidas a

resolverlos.

En consecuencia, el trabajo se basa en cuatro líneas de búsqueda que recurren a

diferentes fuentes y técnicas de información:

La reconstrucción histórica del problema de la vivienda urbana se basa en un estudio

historiográfico de la configuración del problema habitacional a lo largo del siglo XIX,

haciendo un énfasis particular en los resultados que, en la propiedad inmobiliaria, tuvo

la desamortización de fincas urbanas y rústicas decretada a mediados del siglo XIX.

Ésta se sostiene en una revisión bibliográfica, principalmente de historiadores y

sociólogos urbanos que han abordado el problema de las condiciones de habitabilidad

durante ese período.

10
Por otra parte, el análisis de la expresión social del problema habitacional, se

fundamenta en el estudio de los conflictos inquilinarios que se desarrollaron de la

segunda a la cuarta décadas del siglo XX en México, y que abarcaron varias ciudades

del país, para lo que se recurre a distintos trabajos que describen y analizan estas

luchas sociales ubicándolas en el contexto social y político en el que se

desenvolvieron.

Finalmente, el surgimiento y evolución de las políticas habitacionales en México desde

los años veinte hasta la década de los cuarenta del siglo XX, se soporta en la revisión

de textos que estudian la acción gubernamental en materia de política social,

particularmente en materia de vivienda, a partir del análisis de las escasas

experiencias de construcción y financiamiento en este lapso, y de investigaciones

publicadas en los años 70 sobre la política de suelo.

En lo que se refiere al estudio sobre los diferentes organismos públicos surgidos a

partir de los años 20, y de los resultados de las iniciativas de vivienda y suelo

impulsadas a través de ellos, se trabajó a partir de dos líneas de investigación, la

hemerográfica y el análisis de información estadística.

La primera de ellas se realizó a partir de la revisión de Boletines y Periódicos oficiales

de los distintos estados del país, así como de los Diarios Oficiales de la Federación,

con base en los que se reconstruyó el sistema de instituciones financieras de vivienda

social y de regularización de la tenencia de la tierra, así como el de los mecanismos

reglamentarios del arrendamiento surgidos a lo largo del siglo XX, buscando identificar

la evolución de los distintos reglamentos y organismos en los que se apoyó la política

de vivienda en su conjunto, los sectores sociales a los que atendieron, sus fines,

objetivos y recursos, así como las sucesivas transformaciones que sufrieron.

11
La fuente fundamental para analizar la evolución de las condiciones cuantitativas y

cualitativas de la vivienda en México, son los datos censales publicados por el Instituto

Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), particularmente a partir de

los años cincuenta, cuando comienza a incluirse en ellos el tema habitacional.

Por su parte, los principales indicadores estadísticos sobre los resultados de la política

de financiamiento habitacional tienen tres fuentes fundamentales: hasta los años 70 se

dispone de datos que están integrados a las investigaciones publicadas entonces por

el Centro Operacional de Vivienda y Poblamiento (COPEVI) (Connolly, P. et alt.

1979.), y el Colegio de México (Garza, G. y Schteingart, M., 1978.), dos textos que se

pueden considerar “clásicos" para el estudio de la vivienda en México de 1925 a

principios de los años 70.

Para los años posteriores, se recurre a las Estadística Históricas de CONAVI, que

ofrecen el mayor concentrado de datos sobre la actividad de los organismos

nacionales y estatales de vivienda social en las últimas tres décadas.

Los principales indicadores para identificar la cobertura de estos organismos y a los

sectores sociales que han resultado beneficiados son:

- El número de créditos otorgados por organismo.

- El número de créditos otorgados por programa (distinguiendo fundamentalmente

entre los destinados a vivienda terminada y a vivienda inicial o progresiva).

El análisis de la producción habitacional en el país, atendiendo al perfil de los agentes

promotores (públicos, privados y sociales), y a las condiciones materiales de la

vivienda prevalecientes desde los años cincuenta, se basa en los datos de INEGI y de

CONAVI; los indicadores considerados son la vivienda total producida en las distintas

12
entidades federativas y la vivienda producida por cada organismo público y privado en

ellas.

Con el objeto de poder identificar los niveles de generalización o las peculiaridades del

problema habitacional en el país, y el grado de centralización de la política habitacional

en sus diferentes fases, el estudio abarcó datos estadísticos de las 32 entidades

federativas. Con base en ellos se buscó caracterizar la problemática habitacional e

identificar los estados en donde se concentraron de las acciones de cada uno de los

organismos públicos y los distintos sectores socioeconómicos que cada uno de ellos

atendió.

Finalmente, para el análisis y concentrado de la información bibliográfica se realizaron

fichas comentadas orientadas para cada capítulo, la información hemerográfica se

sistematizó en cuadros síntesis y esquemas, que permitieron un análisis comparativo

de los procesos de evolución entre los distintos organismos nacionales y estatales y,

finalmente, la información estadística se organizó en un conjunto de cuadros

comparativos por organismo y entidad federativa, que permitieron estimar los pesos

relativos de la producción habitacional entre cada uno de ellos y entre cada entidad.

Limitaciones y posibles sesgos del estudio

La información estadística disponible para los primeros años (1925-1950), en que

funcionaron políticas habitacionales en México es muy escasa, de hecho desde 1925,

año en el que inician los programas del Instituto de Pensiones, hasta principios de los

años 70s del siglo pasado, la información disponible se remite a los dos fuentes

fundamentales a las que se ha hecho referencia: COPEVI y el Colegio de México.

13
El soporte estadístico de las últimas tres décadas del siglo XX, proviene

fundamentalmente de otras dos fuentes, los censos de población y vivienda del INEGI

y del Sistema de Estadísticas Históricas de CONAVI. En particular este último ofrece

los datos estadísticos de la producción habitacional de distintos organismos públicos

federales y estatales que desde 1973 en adelante han operado programas de

financiamiento y/o producción de vivienda.

Esta fuente, sin embargo, no incluye a todos los organismos estatales de ese período,

y omite datos de varios organismos que han funcionado a nivel de las entidades

federativas (de los que se encontró registro a partir de otras fuentes), e incluso de los

que presenta información no lo hace para todos los años en los que funcionaron, así

como tampoco proporciona datos de los organismos municipales que, al menos, han

operado programas de vivienda desde la última década del siglo pasado en algunos

estados del país.

Igualmente, esta fuente sólo ofrece datos del financiamiento privado a la vivienda

desde 1983 en adelante, aunque sabemos por otras, que la banca comercial financió

la producción de vivienda al menos desde los años 60s del siglo pasado, y hay indicios

de que incluso desde los primeros años de la posrevolución, en los años veinte,

participó en su financiamiento.

No obstante estas limitaciones, las estadísticas de CONAVI ofrecen el registro más

completo de datos sobre la participación pública y privada en México, y reúne la

información más completa de los organismos que mayor cobertura territorial y social

tienen en la materia, particularmente de los organismos nacionales (FOVISSSTE,

FONHAPO, INFONAVIT, SHF y FOVIMI3), y de al menos un organismo estatal para

3
FOVIMI: Fondo para la Vivienda Militar, organismo responsable del financiamiento habitacional para las fuerzas
armadas.

14
cada entidad federativa, con lo que podemos considerar que la visión que ofrecen

alcanza un porcentaje de la realidad superior al 90% de las realizaciones públicas en

la materia.

También podemos estimar que, no obstante la falta de un escenario completo sobre la

participación privada en el financiamiento habitacional, los datos disponibles a partir de

los años 80, y de los obtenidos para las décadas anteriores, ilustran de manera

razonable el papel de este sector en la producción habitacional en el país.

A pesar de lo anterior, es importante señalar que, debido a las limitaciones de las

fuentes estadísticas, el estudio presenta un sesgo en el que se subestima la

intervención privada en la producción de vivienda, así como la intervención de los

gobiernos estatales en la materia, particularmente a través de los organismos de

seguridad social para los empleados públicos locales, y definitivamente no hace más

que dejar constancia de la participación municipal en el financiamiento habitacional.

Por otra parte, en lo referente a la información cartográfica, los datos históricos de

INEGI sólo abarcan las capitales de las entidades federativas, y aún así no se dispuso

de ellos para todos los casos, por lo que el estudio se enfoca a las principales

ciudades del país (demográficamente hablando), y por lo tanto las conclusiones se

sesgan hacia lo que ha sucedido en ellas.

En cuanto a la política de suelo, la información disponible sobre los procesos de

regularización de la tenencia de la tierra sólo comprenden los que ha realizado

CORETT desde su creación hasta 2005, pero se carece de datos sobre la

regularización de la tenencia de la tierra por parte de los organismos estatales y

municipales responsables de este tema en cada entidad federativa. Del mismo modo,

acerca de la adquisición de reservas públicas de suelo y su administración, sólo se

15
dispuso de datos agregados para algunos años o períodos en documentos o reportes

de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), citados por algunos autores en

trabajos relativamente recientes (cf. CIDOC, 2005).

Por estas razones, aunque la irregularidad en la tenencia de la tierra se concentra en

más de un 60% en suelo de propiedad ejidal o comunal, y de que la información de la

Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (CORETT), puede ilustrar

de manera confiable los resultados de los programas de regularización en este tipo de

suelo, es indudable que el trabajo muestra debilidades en lo relativo a la irregularidad

en suelo de propiedad privada, y en los resultados de los programas de titulación

promovidos por los gobiernos estatales.

Estas limitaciones son aún más profundas en el caso de la información relativa a la

reserva institucional de suelo. Aquí se logró conseguir datos que permitieran tener una

visión temporal y espacialmente desagregada de la administración del suelo público, y

sólo se dispuso de datos que dieran luz a la realidad nacional de manera agregada y

para los últimos años que considera el estudio, con lo que el análisis regional quedó

prácticamente vacío.

A pesar de todas estas limitaciones, y aunque se ofrece una visión desigual entre los

tres temas centrales de este trabajo (políticas de vivienda social, de suelo e

inquilinaria), se consideró que con los datos disponibles es posible ilustrar la realidad

del país, mostrar el papel de cada uno de estos temas en la política habitacional en su

conjunto, mostrando su alcance y limitaciones en términos nacionales y con respecto a

la producción de vivienda irregular, aproximándonos a entender los efectos de la

política habitacional en el proceso de urbanización.

16
En este sentido, éste es un trabajo de aproximaciones más que de conclusiones

definitivas, lo mismo ofrece un escenario explicativo en el que mezcla algunas tesis,

centrales para los objetivos del trabajo, con algunas hipótesis que buscan abrir

algunos escenarios de reflexión, que avanza en otros aspectos; en unas ocasiones

integrando información dispersa en fuentes secundarias, a fin de dar una visión de

conjunto en temas como las luchas inquilinarias en México, mientras que en otras se

remite a fuentes primarias para ofrecer una realidad poco conocida, como es la de los

organismos locales de vivienda social.

Podríamos decir así, que algunos de los objetivos más importantes de este trabajo

fueron, por un lado, el de integrar una buena parte de la información disponible, a fin

de dar una visión de conjunto de la política habitacional en México, y por otro abrir

escenarios de investigación en un tema que hoy aparece como toral en el escenario

de la vida urbana, y que bien podría quedar resumido en la consigna de la Asamblea

contra la Precariedad y por la Vivienda Digna de Madrid:

“LA VIVIENDA ES UN DERECHO, NO UN NEGOCIO”.

17
18
CAPÍTULO 1
Una propuesta de reinterpretación de las
Políticas Habitacionales en México
Los estudios sobre la acción gubernamental en materia de vivienda en México son

relativamente recientes, se puede decir que hasta los años setenta del siglo pasado la

investigación académica sobre el tema, en el país, y las referencias institucionales a

él, habían tenido un carácter eminentemente coyuntural, casi exclusivamente

monográfico, y se habían referido predominantemente a algunos casos específicos

que se consideraban particularmente representativos del problema habitacional, o se

referían a iniciativas públicas realizadas a partir de la segunda mitad de los años 30,

haciendo énfasis en su carácter novedoso y en sus resultados sociales y urbano-

arquitectónicos.

No es sino a partir del último tercio del siglo XX, que comienzan a aparecer un

conjunto diverso de estudios sobre la vivienda en México tanto en el ámbito

académico, como institucional, que intentan dar luz sobre el carácter de las políticas

habitacionales en el país. Es desde ese momento, y a la luz de casi 50 años de

experiencia institucional en materia de vivienda, desde las iniciativas del IPCyR,

pasando por las experiencias de más de 12 organismos gubernamentales de nivel

federal que abordaron la producción de vivienda de manera exclusiva o en el ámbito

de otras funciones prioritarias, que el interés por el estudio de este tema en nuestra

realidad se desarrolla rápida y profusamente.

Desde entonces a la fecha, la participación del Estado mexicano en materia de

vivienda se ha estudiado ampliamente. Se publicaron trabajos que presentan un

19
estudio exhaustivo del desarrollo histórico de la intervención estatal con diferente nivel

de profundidad (Connolly, P, et alt, 1977; Garza G. y Schteingart M., 1978;

INFONAVIT, 1996; Barragán J., 1994) y, predominantemente, se han realizado

trabajos que han abordado la política habitacional desde una perspectiva coyuntural,

analizando los efectos que determinadas iniciativas o programas económico políticos

puestos en marcha en un momento determinado han tenido en su implementación

(Perló C., M., 1981; Casanueva C., et. alt., 1991 y Catalán V., R., 1993).

1. Las interpretaciones sobre la política habitacional en

México e hipótesis de trabajo

En el conjunto de estos trabajos han prevalecido, esencialmente, dos interpretaciones

con base en las cuales se ha ido construyendo el andamiaje teórico sobre la cuestión

habitacional en nuestra realidad: una de ellas asume, o más bien, presenta al Estado

como el defensor de los intereses “nacionales”, desde cuya posición éste se erige en

el gran conciliador ente las aspiraciones de los diferentes sectores sociales y

económicos y garante del bien común (cf. Campillo Saínz, 1987 y Catalán V., R., op.

cit.). otra se sostiene en la idea central de que la política habitacional se concibió, y ha

operado fundamentalmente, como un instrumento de control gubernamental sobre los

trabajadores organizados, y de legitimación sobre los sectores sociales de bajos

ingresos, organizados o no (cf. Pradilla C., E., 1982).

La primera perspectiva, surgida desde el propio ámbito gubernamental, fue el

argumento central que ha respaldado la acción del Estado en diferentes campos

(particularmente en el social y laboral), y emana tanto del discurso oficial y de las

propias instituciones a través de las cuales se ha instrumentado la política oficial de

20
vivienda, como del propio marco jurídico que perfila el papel del gobierno en la

conformación del Estado mexicano moderno.

En el fondo de esta interpretación está la idea que explícitamente han impulsado los

sucesivos gobiernos mexicanos a partir de 1917 hasta los períodos neoliberales de las

dos últimas décadas del siglo XX, en el sentido de que la actuación gubernamental en

general, y particularmente en materia de vivienda, ha atendido las necesidades

sociales desde una posición de autonomía y de legítimo representante de los intereses

de los trabajadores y de los sectores sociales no asalariados de menores ingresos,

buscando contrarrestar las limitaciones que los mecanismos de mercado tienen para

resolver estos problemas (Catalán V., R.: 26 y 27).

El Estado mexicano aparece así como una entidad neutral, sin unos intereses propios,

cuyo papel es el de regular y compensar las “disfuncionalidades” que el sistema

capitalista presenta para satisfacer las necesidades sociales más apremiantes, entre

las cuales están la educación, la salud y, particularmente, el alojamiento.

La segunda perspectiva, dominante en los estudios teóricos, históricos y de coyuntura

sobre la vivienda en México, hace énfasis en el carácter instrumental de las políticas

habitacionales y de cómo el aparato gubernamental hace uso de ellas en el marco de

las estrategias de control y dominación sobre el sector obrero y, en general, sobre los

sectores sociales de bajos ingresos, a través de la estructura corporativa del que, por

casi 70 años, fue el partido oficial y el soporte fundamental del Estado mexicano.

Aquí el gobierno pierde su carácter neutral y se impone sobre los trabajadores, ya sea

de manera implícita a través de los programas sociales que desarrolla dentro del

ejercicio mismo de una falsa hegemonía (Hobsbawm, E., 1978:161-163 y Portelli, H.,

1992: 65 – 91), o asumiendo un carácter claramente clasista, desde el cual su

21
participación en la producción habitacional tiene, como fin último, impulsar el proceso

de acumulación del capital (cf. Pradilla C., E., op. cit.).

Estas dos perspectivas, si bien ofrecen elementos que permiten entender las

características de la relación ambivalente –hegemónica y de control- que, en torno a la

vivienda, se da entre el gobierno y los sectores sociales de bajos ingresos, y aportan

ideas que hacen posible conocer la forma en que el aparato gubernamental ha

impulsado los diferentes programas que en materia de vivienda se han puesto en

marcha en el país, así como los criterios prevalecientes en ellos, no permiten

comprender la naturaleza del hilo conductor o la lógica que subyace a las diversas, y

en ocasiones contradictorias, iniciativas gubernamentales en la materia, y su vínculo

con las políticas de suelo y arrendamiento que fueron puestas en marcha a lo largo del

siglo XX e influyeron de manera decisiva en la forma en la que se ha resuelto el

problema de la vivienda en el país.

Tampoco permiten entender el carácter errático de la intervención gubernamental en

materia de construcción y financiamiento de vivienda en México, la naturaleza de esta

intervención y las peculiaridades de los programas habitacionales a lo largo de casi

ocho décadas, ni da respuesta a las interrogantes sobre cuál ha sido la relación que,

en el campo de la vivienda, ha habido entre el gobierno y los capitales inmobiliario, de

la construcción y financiero, ni cuáles han sido los efectos de éstos en la producción

habitacional y en la calidad de vida de la población.

22
1.1. Una aproximación al carácter de la acción habitacional del

Estado en México

En el conjunto de trabajos publicados en la última década y media sobre el carácter de

la política habitacional en México, hay uno en particular que, desde una perspectiva de

crítica histórica de la política habitacional en México, y a pesar de reiterar en la idea

prevaleciente sobre su carácter instrumental y de control, ofrece algunas líneas de

análisis que, desde mi punto de vista, abren un camino sugerente para poder avanzar

en la explicación de estos temas y explorar caminos para responder a estas

interrogantes.

Desde la perspectiva de José A. Aldrete (1991: 25-29), la constante en torno a las

políticas de vivienda en México se ubica en dos aspectos íntimamente vinculados: la

naturaleza, históricamente determinada, del Estado mexicano, y el carácter permeable

de las relaciones de poder entre éste y la sociedad civil en su conjunto.

Ambos se ubican en el centro del problema habitacional y de la respuesta que se le da

institucionalmente, y están vinculados con el propio proceso de urbanización del país,

que si bien puede decirse que inicia con el incipiente desarrollo industrial de finales del

siglo XIX, adquiere su carácter definitivo y distintivo hacia la década de los 40-50 del

siglo XX (ver Cuadro 1), asociado, esencialmente, a dos factores: una industrialización

impulsada por una política económica de sustitución de importaciones que apoyó y

protegió a la industria nacional, y la coyuntura de la segunda guerra mundial que abrió

los mercados internacionales a los productos mexicanos (Unikel, L., 1972: 230-233).

Este doble proceso, industrialización-urbanización, se concentró en muy pocos centros

urbanos (la ciudad de México y los centros regionales de Guadalajara y Monterrey, y

más tarde Puebla), y estuvo acompañado por un acelerado proceso de urbanización

23
en pequeños centros de población (particularmente los ubicados en la frontera norte) y

una gran dispersión de población rural (Ibíd.).

CUADRO 1: Crecimiento de la Población en México, 1900 -2000

Año Población Urbana % Rural % TCMA


Total Total Urbana Rural
1900 13.607.272 2.639.800 19,4 10.967.500 80,6
1910 15.160.369 3.668.800 24,2 11.491.600 75,8 1,1 3,3 0,50
1920 14.334.780 4.472.200 31,2 9.861.900 68,8 -0,5 1,8 -1,4
1930 16.552.722 5.540.631 33,5 11.012.091 66,5 1,7 2,6 1,3
1940 19.653.552 6.896.111 35,1 12.757.441 64,9 1,8 2,3 1,5
1950 25.791.017 10.983.483 42,6 14.807.535 57,4 2,7 4,6 1,5
1960 34.923.129 17.705.118 50,7 17.218.011 49,3 3,1 4,9 1,5
1970 48.225.238 28.308.556 58,7 19.96.682 41,3 3,3 4,8 1,5
1980 66.846.835 44.299.729 66,3 22.547.104 33,7 3,3 4,6 1,2
1990 81.249.645 57.959.679 71,3 23.289.966 28,7 1,9 2,7 0,32
2000 97.483.412 72.759.822 74,6 24.723.590 25,4 1,8 2,3 0,60
Fuente: Para el período 1900-1980: CONAPO (1991), México Demográfico, para 1990:
INEGI (1992), XI Censo General de Población y Vivienda 1990; para 2000: INEGI
(2002), XII Censo General de Población y Vivienda, 2000

A la par, e íntimamente relacionado con él, se dio la consolidación del Estado

mexicano que emergió de la Revolución de 1910-17, maduró la clase trabajadora

organizada, aparecieron y progresivamente se consolidaron las clases medias urbanas

y se reafirmó, y diversificó, un sector empresarial organizado que, poco a poco,

adquirió un peso específico en el diseño de la política económica nacional (Córdova,

A., 1979: 35-44).

A galope de este proceso, e iniciando con él, se sientan las bases jurídicas que

perfilarán el carácter y naturaleza de lo que serían las políticas de vivienda a lo largo

del resto del siglo XX, y se fundan los organismos que pondrán en marcha los

primeros programas habitacionales de promoción gubernamental de los que se tenga

memoria en México, iniciando así el largo y errático camino de las instituciones de

vivienda en el país.

24
El surgimiento, operación y eventual desaparición de estas instituciones no respondió,

en estricto sentido, a las necesidades de alojamiento que habían aparecido como

resultado del proceso de urbanización, fueron, más bien, instrumentos a través de los

cuales el aparato gubernamental fue alcanzando su legitimación social y por medio de

los que impulsó el desarrollo de ciertos sectores del capital en el país.

De esta manera, la acción gubernamental en materia de vivienda en México, fue de la

mano de la consolidación definitiva del Estado nacional, de la definición capitalista de

la economía mexicana, del surgimiento y consolidación orgánica de la clase

empresarial y de las alianzas y acuerdos entre el Estado y la clase trabajadora y las

emergentes clases medias. Son éstas las condiciones que determinaron no sólo las

características del problema habitacional, sino la misma naturaleza de las políticas de

vivienda que se impulsaron de manera directa desde el propio Estado, son ellas las

que definen su camino, sus cambios y, en definitiva su comportamiento a lo largo del

siglo XX.

La consideración de estos factores abre una perspectiva de reflexión en torno a la

naturaleza misma de las políticas de vivienda en México en la que se ha avanzado

poco. Más allá de interpretaciones coyunturales, permite vincular el análisis específico

de las políticas habitacionales con las formas de relación entre los diferentes actores

sociales, políticos y económicos; ofrece elementos para entender la naturaleza y el

mismo carácter inestable de los diferentes programas institucionales puestos en

operación y las peculiaridades de los programas realizados.

Esta perspectiva, desde mi punto de vista, hace posible dar un giro en los enfoques

que han prevalecido en el estudio de las políticas habitacionales en México,

reconsiderando su naturaleza como instrumento de control y/o de legitimación de un

“Estado clasista”, o como un instrumento de “justicia social” de un “Estado neutro”,

25
para ser percibido más como un mecanismo hegemónico del Estado mexicano que es

resultado de las formas en que gobierno y sociedad civil establecieron sus vínculos y

relaciones.

Más que un instrumento de dominación económica o de control político, o que un

instrumento de “equilibrio social” destinado a mitigar las “disfuncionalidades” del

capital, aquí se asumirá que las políticas habitacionales son, finalmente, el resultado

de una forma específica del ejercicio del poder y de una forma concreta de articulación

entre el aparato gubernamental y los diferentes sectores sociales y económicos,

atendiendo a las condiciones específicas del bloque histórico.

Retomando la línea de interpretación de Aldrete (op. cit.: 25-27), partimos de

considerar al Estado, en el caso de México, como una entidad flexible, que dentro de

su papel como motor fundamental del desarrollo capitalista, conserva, desde sus

orígenes, una posición permeable, abierta a los diferentes intereses sociales y

económicos, los cuales asume tanto cuando son expresión de una forma organizada

de presión social, como cuando son expresiones latentes de necesidades sociales y

económicas.

Se asume que el carácter permeable del Estado no deviene de su naturaleza neutra,

sino que, siguiendo a Aldrete (idem: 26), es resultado de la capacidad de las fuerzas

sociales y los grupos económicos para ejercer una influencia efectiva frente al Estado,

es una expresión de la capacidad de estas fuerzas y grupos para influir en la forma y

contenido de las políticas gubernamentales.

Percibido de esta manera, es posible escapar de la visión monolítica, autónoma y casi

inmutable del Estado y de las políticas que éste emprende (tanto si se considera

neutro como si se asume representante de una clase social), para dar paso a una

26
visión en la cual gobierno y sociedad civil se articulan en una relación compleja,

flexible y permeable, en la cual se entretejen relaciones múltiples, con fronteras en

donde los intereses del Estado y la sociedad civil no sólo se tocan, sino se entrelazan,

se mezclan y dan lugar a formas diversas de organización y acción político-social que

tanto uno como otro tienden a capitalizar.

Esta relación entre gobierno y sociedad civil, su naturaleza misma, no tiene un

carácter eterno ni permanece inmutable en el tiempo, tampoco aparece como un

accidente ni como un hecho aislado, más bien hay que ubicarla como efecto de

condiciones de carácter económico, socio-cultural y político que van apareciendo

históricamente y cambian a lo largo de la conformación de un bloque histórico.

La relación entre sociedad civil y aparato gubernamental (y por lo tanto la naturaleza

de las políticas habitacionales), se da en torno a una estructura de relaciones

ideológico-políticas heredada (transformadas históricamente), que perfilan la

naturaleza del Estado y que, al influjo de los diferentes actores, cambian en sus

elementos componentes y en sus vínculos, y derivan en políticas y formas de

actuación gubernamental peculiares, acordes a las condiciones específicas que en

cada momento presenta el bloque histórico.

En el marco de esta reflexión, para el caso específico de México, cabe preguntarse,

¿cuál es la naturaleza del Estado mexicano, cuál es su carácter y el de las relaciones

entre aparato gubernamental y sociedad civil, de dónde nace este carácter, y de qué

manera se expresa en las políticas sociales en general, y en las políticas de vivienda

en particular?

27
1.2. Naturaleza del Estado mexicano y política habitacional

Retomando a Richard Román (1976: 145-156) y a Arnaldo Córdova (op. cit.: 62-76), la

naturaleza actual del Estado mexicano está determinada por dos factores

fundamentales: el papel que éste asume en la conformación y consolidación del

Estado Nacional, y su función dominante en el desarrollo capitalista del país, es este

doble papel el que determina la naturaleza y el carácter de sus instituciones y por lo

tanto la naturaleza y el carácter de las políticas gubernamentales.

Aunque este doble papel queda establecido desde la Constitución de 1917, su origen

puede ubicarse en el último tercio del siglo XIX, con el establecimiento del régimen

republicano y liberal, y con mayor precisión con la dictadura porfirista que logró

finalmente establecer las condiciones que llevaron a la configuración de un Estado

nacional y perfiló el modelo de desarrollo capitalista de la economía (Ibid.).

Es precisamente a partir de ahí que el Estado mexicano se consolida por fin, se

seculariza, se erige como una entidad que alcanza a tener un cierto control político-

militar sobre todo el territorio nacional, y asume un papel determinante en la creación

de las condiciones generales para el desarrollo de la economía. Es también, desde

entonces que el carácter centralizado, nacionalista y de promotor económico del

gobierno, perfila la naturaleza de los programas e inversiones públicas que ya se

desarrollan desde el siglo XIX (González de Cosío, 1976: 91-168.), y que continuaron,

con características muy similares, una vez concluida la etapa armada de la Revolución

Mexicana.

Con base en esta herencia, en el fondo de las políticas gubernamentales del Estado

mexicano que surge después de la Revolución Mexicana, está la búsqueda de la

autonomía política y económica del país, pero sin romper drásticamente con el sistema

28
económico heredado ni con el sistema internacional dominante, es un “rompimiento

reformista” que sin transformar radicalmente el statu quo liberal y capitalista

decimonónico, busca abrir campos de participación a los nuevos actores económicos y

sociales que han quedado relegados del proyecto porfirista.

Como lo señala Arnaldo Córdova, “la Revolución (...) no ha hecho sino realizar un

designio que por otros medios se había ya planteado el porfirismo” (idem.: 76).

Después del movimiento armado cambiará no sólo el perfil de los instrumentos

jurídicos empleados, sino también la naturaleza de las instituciones a través de las

cuales se pondrán en operación estos instrumentos, la misma estructura y

mecanismos de operación de estas instituciones y la composición de los agentes que

en ellos participan y que toman las decisiones; pero no el modelo económico y social

predominante, no se pondrá en tela de juicio el proyecto capitalista de desarrollo, lo

que se replaneará serán las vías para lograrlo, los actores y las alianzas necesarias

para ello.

Es indudable que con el movimiento revolucionario hubo la sustitución de un Estado

centralista-autoritario por uno de corte centralista-populista, hubo cambios en el tipo de

instituciones, en sus fines y, particularmente, en los instrumentos de operación de

éstas; sin embargo, permanecieron los fines del Estado que ya se perfilaban desde la

restauración republicana, y con más claridad desde el porfiriato: la promoción del

capitalismo como modelo económico, y el fomento a la formación de capitalistas

mexicanos como empresarios independientes y fundamento de un desarrollo

económico nacional.

El Estado resultante de la Revolución mexicana dio continuidad, por otros medios, a

un proyecto económico prefigurado desde el siglo precedente, y esto lo logrará a

través del marco constitucional que derivó del conflicto armado. En él se definió el

29
carácter del Estado, su papel en el desarrollo de la economía, la función de las

políticas públicas en el desarrollo nacional y el carácter de sus vínculos con los

diferentes sectores sociales.

Este marco jurídico institucional será la base sobre la que se constituirá el nuevo

Estado mexicano, reunirá las diferentes aspiraciones sociales que se expresaron a lo

largo del conflicto armado, dará cuerpo al papel hegemónico de los grupos económico-

militares triunfantes, perfilará el proyecto capitalista de la economía mexicana y el

papel que en él asumirán los diferentes sectores de la sociedad civil y, sobre todo, el

del Estado y, en ese marco, determinará el carácter y naturaleza que tendrán las

políticas institucionales y, entre ellas de manera particular, las vinculadas con la

cuestión habitacional.

El Estado mexicano se definirá, en este marco legal, como un actor con un doble

papel, representante de los valores sociales y de las aspiraciones de la población, y

como garante del desarrollo capitalista, como aval de las condiciones necesarias para

este desarrollo, como su principal impulsor. Las políticas habitacionales aparecen a

caballo de esta doble función, con base en ella se construyen los lazos de

representatividad ético-moral entre el Estado y la sociedad, y por medio de ellas se

crean, al menos en parte, las condiciones para el desarrollo de algunos sectores del

capital.

1.3. Ubicación de las políticas habitacionales en la

construcción del bloque histórico (hipótesis de trabajo)

Desde el punto de vista que prevalecerá en este trabajo, las políticas habitacionales no

se ubican exclusivamente en la esfera de las relaciones de producción propias de la

30
estructura económica, sino que además se sitúan en el campo de la superestructura,

que comprende, por una parte, la concepción que la sociedad tiene sobre la realidad, y

sus aspiraciones en el marco de ésta, y por otra, el ámbito de las funciones que debe

realizar el Estado para construir su representatividad ética e intelectual ante la

sociedad civil, es decir, en el campo de la hegemonía, de las particulares formas en

las que se establece la relación entre el Estado y la sociedad civil.

Este enfoque se sustenta en la crítica que desarrolló Chantal Mouffe (cf., 1978), a las

interpretaciones deterministas de la economía, que en el caso de México había llevado

a considerar a las políticas habitacionales como un instrumento de control y dominio

que respondían esencialmente a los intereses económicos de las clases dominantes.

Desde la perspectiva de Chantal Mouffe, la concepción determinista de la realidad

reduce cada momento, cada coyuntura histórica, al proceso de autodesenvolvimiento

de una contradicción fundamental única (la contradicción de clase). En consecuencia

el presente (y así cada situación histórica), es un momento abstracto y necesario de

un desarrollo histórico lineal y predeterminado (ver esquema 1).

Este modelo conduce a considerar todas las contradicciones existentes en una

situación histórica dada, como momentos en el desarrollo de una contradicción única

(la contradicción de clase), lo que lleva a atribuir un carácter de clase a todos los

elementos políticos e ideológicos (es decir, al resto de las contradicciones o

determinaciones), presentes en una coyuntura.

A partir de esta interpretación, las políticas habitacionales aparecen como un

instrumento más en el desarrollo de la contradicción de clase, del cual se vale la clase

dominante, a través del Estado, para imponer sus intereses a las clases subalternas.

31
Esquema 1: Modelo determinista (a toda coyuntura
corresponde una sola contradicción)

Esfera de la estructura económica como determinante en última


instancia
(Ámbito de la contradicción fundamental única (de clase)

Línea de desarrollo de la contradicción única

Momento 1 Momento 2 Momento 3 Momento 4


Contradicciones Contradicciones Contradicciones Contradicciones
secundarias 1 secundarias 2 secundarias 3 secundarias 4
Coyuntura 1 Coyuntura 2 Coyuntura 3 Coyuntura 4
(determinadas por la (determinadas por la (determinadas por la (determinadas por la
contradicción funda- contradicción funda- contradicción funda- contradicción funda-
mental) mental) mental) mental)

Fuente: elaboración propia

En consecuencia, la política habitacional aparecía necesariamente como un

instrumento de dominación y control, que responde esencialmente a los intereses

económicos dominantes y cumple el doble objetivo de crear las condiciones materiales

para el desarrollo y acumulación capitalista, y contener y controlar los procesos de

conformación orgánica de las clases sociales subordinadas, a través de concesiones

de tipo social y político que neutralicen su capacidad de movilización y la agudización

de los conflictos que se derivan de la contradicción fundamental.

Como lo expone Robert Cox, el desarrollo del capitalismo a lo largo del siglo XX

mostró que la visión determinista fue incapaz de explicar el desarrollo de las relaciones

sociales y económicas que fueron emergiendo (1998: 135), y se exhibió como un

instrumento teórico rígido a través del que no fue posible explicar los procesos

sociopolíticos y la reestructuración de la fuerza de trabajo (y por lo tanto de las

demandas sociales), que resultaron de la progresiva internacionalización de la

producción y la globalización de las finanzas.

32
Retomando a este autor, a la luz de la realidad actual, en la que los procesos

productivos se han globalizado y las relaciones de producción no se refieren a eventos

acotados a una realidad nacional, es difícil considerar al proletariado como clase

“fundamental” opuesta a la burguesía, y por lo mismo carece de sustancia sostener

que los instrumentos de política habitacional respondan a los intereses de una clase

dominante, también “fundamental”, que no se puede ubicar con precisión ni en el

tiempo ni en el espacio.

Por el contrario, como lo señala Chantal Mouffe, en el estudio de la realidad, la

interpretación gramsciana nos permite considerar que los hechos históricos más bien

son resultado de una sobredeterminación de contradicciones (op. cit.: 72 y 73), o por

decirlo de otra manera, una acumulación de contradicciones como determinante

superior de una coyuntura histórica.

Desde esta perspectiva, a cada coyuntura histórica correspondería un conjunto de

contradicciones (que juegan un papel superior en los términos en que ésta se

comporta), cada una de las cuales puede pensarse abstractamente, y aunque

relacionadas con la contradicción económica, no determinadas por ella directamente,

sino en virtud de un elemento articulador entre la esfera de la estructura económica y

la superestructura ideológica: la hegemonía (ver esquema 2).

Con base en esta proposición, las coyunturas históricas no son resultado de una única

determinante, sino de un conjunto de ellas que no necesariamente se desarrollan en el

sentido lineal del tiempo histórico, ni son determinadas linealmente por las

precedentes, sino que se desarrollan atendiendo a las condiciones particulares que

privan en ellas, pudiendo reproducirse y reaparecer en distintos momentos históricos.

33
Desde esta visión, la estructura económica es una determinante en última instancia

sólo en tanto se vea articulada a las relaciones sociopolíticas de la superestructura a

través de la hegemonía, es decir de la representatividad ética e intelectual del Estado

ante la sociedad civil.

Las políticas habitacionales aparecen, en este contexto, en el ámbito del elemento

articulador (la hegemonía), como un instrumento de representatividad intelectual y

moral que se construye en la esfera de la relación entre el Estado y la sociedad civil, y

en el vínculo entre estructura económica y superestructura ideológica, es decir en el

marco del bloque histórico (ver esquema 3).

Al interior de éste, la política habitacional aparece como parte de los instrumentos a

través de los cuales el Estado juega el doble papel de coerción y hegemonía en la esfera

de su relación con la sociedad civil, y como parte del principio articulador entre la

superestructura ideológico política y la estructura económica.

Esta condición como parte del principio articulador (a nivel de la superestructura y de

ésta con la estructura económica), se concreta en instituciones que permiten al Estado

realizar su representatividad (económica y social), y materializar en hechos las

funciones adquiridas en el marco jurídico que le da legitimidad. Es precisamente en el

ámbito de estas instituciones en donde se ubican las políticas habitacionales.

A partir de lo anterior, a nivel de hipótesis, en este trabajo se propone que la política

habitacional en México, además de ubicarse en la esfera de las relaciones

económicas, se sitúa en el marco de las relaciones ideológicas entre Estado y

sociedad civil, relaciones que se hallan, a su vez, en el proceso de construcción de la

representatividad social del propio Estado.

34
También se considera que en el marco de esta relación, la política habitacional

aparece como parte de los mecanismos de coerción y dominio del Estado y que

eventualmente puede ser utilizada en el sentido de ambos, pese a que su carácter

esencial corresponde con el de los instrumentos propios de las relaciones de

consenso entre el Estado y la sociedad civil, y por lo tanto está en la esfera del bloque

hegemónico.

Finalmente, aquí se considera que la función de las políticas habitacionales

corresponde con el carácter que Gramsci le reconoce a la hegemonía (Idem: 73), es

decir que actúa como principio articulador entre el mundo de las relaciones propias de

la estructura económica y las propias de la superestructura ideológico política, en el

marco general que caracteriza a un bloque histórico.

Esquema 2: Modelo de múltiples determinantes (A cada coyuntura


corresponde un conjunto de contradicciones)

Estructura económica como determinante en última instancia


(sólo a partir de la mediación hegemónica)
(Ámbito de las relaciones económicas)

Hegemonía

Superestructura ideológica
(Ámbito de las relaciones sociales y políticas)

(Línea de desarrollo de las contradicciones)

Momento 1 Momento 2 Momento 3 Momento 4


Contradicciones Contradicciones Contradicciones Contradicciones
sobredeterminan sobredeterminan sobredeterminan sobredeterminan
-tes de: -tes de: -tes de: -tes de:
Coyuntura X Coyuntura Z Coyuntura W Coyuntura Y

Fuente: elaboración propia

35
Esquema 3: Estructura del Bloque Histórico
(y ubicación de la política habitacional)

Intelectuales
Orgánicos

Vínculo orgánico (Responsables


(Superestructuras necesarias a la estructura) de poner en práctica (Encargados de
el vínculo orgánico) Elaborar y Administrar
la superestructura)

Superestructura
Estructura económica ideológico- política
(orgánica)

Esfera de las A Bloque Heg. E


relaciones +
técnicas y Sociedad Sociedad
Política C civil
sociales de (Grupos
producción H aliados)
Como H
Principio
Articulador

Grupos
subalter-
nos
Bloque Histórico
(Articulación orgánica interna de una situación histórica dada)

Fuente: Elaboración propia

Abreviaturas: Relación Hegemónica y/o de


A: administrar la superestructura dominación (Coerción)
E: elaborar la superestructura (ubicación de la política
H: Hegemonía habitacional)
C: Coerción

36
2. Naturaleza ideológica de las políticas habitacionales

Una revisión historiográfica de las políticas de vivienda en México (ver capítulo V),

permite ver que corresponden con las condiciones básicas señaladas arriba, vistas en

conjunto, las iniciativas gubernamentales en materia habitacional en el país tienen, al

menos, cuatro características básicas:

1. Por una parte nacen en el entorno de la concertación política entre las élites

político-militares y algunos sectores de la sociedad civil (principalmente un

sector importante de los obreros organizados y parte de las clases medias).

2. Se desarrollan en paralelo del Estado mexicano, atándose a la propia dinámica

de su organización jurídica e institucional, abarcando a un número creciente de

sectores sociales.

3. Su devenir estuvo vinculado de manera directa a diferentes factores, tanto de

orden político como a los asociados con la transformación cualitativa y

cuantitativa de la base productiva del país, y

4. Sus instituciones e instrumentos de actuación (jurídicos y financieros), así

como el tipo, naturaleza y número de agentes involucrados en su realización

cambió de forma permanente amoldándose a las propias transformaciones del

bloque histórico.

Desde esta perspectiva, su desarrollo como política institucional no parece haber

estado, al menos de manera directa, vinculado sólo al desarrollo de la estructura

económica, más bien parece haberse desarrollado en la esfera de las relaciones entre

el Estado (en su acepción restringida, es decir entendido como aparato

gubernamental), y la sociedad civil (es decir el conjunto de organismos sociales que

funcionan en el marco de las reglas jurídico-políticas e institucionales vigentes).

37
La política habitacional pues, parece haberse desenvuelto, en el caso mexicano, en

los campos ideológico-político y económico, y dentro de aquél, más en las relaciones

de consenso y acuerdo que en las de dominio y control, es decir se ha desarrollado

fundamentalmente en el campo de la hegemonía.

En la construcción del Estado mexicano moderno que parte de la promulgación de la

Constitución General de la República de 1917, el conjunto de las iniciativas llamadas

de política social (básicamente salud, educación, vivienda), se ubican en el marco de

los instrumentos ideológico-políticos a través de los cuales el Estado, a lo largo del

siglo XX, fomentó el desarrollo un nuevo conjunto de valores colectivos y, a través de

ellos, atrajo en torno a sí mismo a una base social creciente que lo legitimó y permitió

impulsar el proyecto económico-social de las nuevas elites.

Para que esto fuera posible, fue necesario que se cumplieran dos condiciones

fundamentales: primero que se afianzaran colectivamente un conjunto de ideas que

reunieran las aspiraciones, anhelos, sueños y una visión del mundo de una porción

mayoritaria de la población, y segundo que existiera un grupo social que se erigiera en

dirigente del conjunto social y a través, fundamentalmente, del consenso y, en menor

medida, de la coerción, fuera capaz de asumir el papel dirigente de la sociedad

nacional.

2.1. La ideología como sustento de la hegemonía

Desde una perspectiva teórica, la ideología colectiva se presenta como un sistema de

creencias, valores y costumbres de una comunidad, que responden a las formas en

las que esa sociedad, en un devenir histórico, se relaciona con su entorno físico y

social, reconoce sus necesidades y le es posible construir una expectativa de futuro.

38
La ideología es, desde esta visión, una determinada concepción del mundo que se

deja ver en todas las actividades de la vida de la sociedad y de los individuos, y que no

es sólo un reflejo imaginario de la estructura económica, sino que constituye una

fuerza que transforma el terreno en el cual hombres y mujeres actúan y adquieren

conciencia de su realidad social.

Esta realidad de las ideas, se construye a partir de elementos discursivos y de

elementos materiales (Idem.: 76). En sentido estricto los elementos materiales de la

ideología son la representación física de las ideas y las prácticas sociales, es decir la

ideología no sólo se expresa en las ideas como formas de interpretación del mundo (a

través de elementos subjetivos y discursivos), sino también en prácticas sociales que a

su vez se concretan en objetos de consumo individual y colectivo.

En este sentido, las políticas sociales impulsadas por el Estado, y en el marco de ellas

la de la vivienda, aparecen en el campo de la ideología como una manifestación

institucional concreta, que responde a una forma de percibir la realidad y a como ésta

se expresa en un conjunto de necesidades específicas, aspiraciones y valores que han

permeado a la sociedad en su conjunto, y que se traducen en expectativas de forma

de vida.

Al estar asociada a la forma en la que se percibe la realidad, la ideología misma es un

fenómeno dinámico que responde no sólo a la diversidad de realidades socioculturales

(que se encuentran en permanente interacción), sino a un devenir histórico construido

por múltiples agentes (colectivos e individuales), en el que valores y aspiraciones se

van extendiendo progresivamente al conjunto de la sociedad hasta formar parte de la

conciencia colectiva.

39
Ésta pasa, así, por diferentes momentos que implican distintas condiciones y niveles

de homogeneidad en la concepción del mundo; para Mouffe (op. cit.: 73), desde la

visión gramsciana se pueden distinguir tres que se desarrollan de manera sucesiva:

1. El momento económico primitivo, en el cual se expresa la conciencia de los

intereses profesionales propios de los distintos grupos sociales

2. El momento económico político en el que se expresa la conciencia de los

intereses de los grupos sociales en el nivel económico, y

3. El momento en el cual se toma conciencia de los intereses sociales

“nacionales” tanto en su presente como en su futuro, rompiendo el marco

corporativo de los grupos puramente económicos que integran al conjunto

social.

Estos diferentes momentos implican no sólo distintos niveles de reconocimiento sobre

las necesidades y aspiraciones sociales, ni de conciencia social y política sobre la

situación de los diferentes grupos sociales en la esfera de una realidad nacional,

implican además una forma de relación diferenciada entre el conjunto de los grupos

sociales, entre los grupos sociales dirigentes y los subordinados, y por supuesto entre

el Estado y la sociedad civil en su conjunto.

En esta compleja miscelánea de relaciones, es de particular relevancia la que se

establece entre los grupos dirigentes y los subordinados a ellos. Los primeros son

aquellos que han podido articular a sus intereses (dominantes en el terreno

económico), los de otros grupos sociales, a través de la lucha ideológica, es decir por

medio de una confrontación en el terreno de las ideas, por medio de la cual han

logrado que su concepción del mundo permee a los demás grupos sociales, y han sido

capaces de incorporar en esa concepción del mundo las aspiraciones de otros grupos

sociales, erigiéndose así en el grupo hegemónico (idem.:73).

40
El Estado se concibe en el marco de esta relación, como un órgano que responde

fundamentalmente a los intereses colectivos (es decir a los intereses del grupo

conformado tanto por las elites, como por los grupos sociales aliados, que se han

agrupado en el marco de las ideas), destinado a crear condiciones favorables para una

expansión máxima de este grupo social, expansión que se percibe como la fuerza

motriz de una transformación cualitativa y cuantitativa “universal”, es decir de un

desarrollo que involucra a todas las energías nacionales.

En otros términos: “(...) el grupo dominante coordina sus intereses con

los intereses generales de los grupos subordinados y la vida del Estado

se ve como un proceso de formación y desarrollo continuo o un equilibrio

inestable-en el plano jurídico, entre los intereses del grupo fundamental y

los de los grupos subordinados. Los intereses de los grupos dominantes

prevalecen en este equilibrio, pero hasta cierto punto, puesto que nunca

pueden reducirse a intereses estrictamente corporativos.” (ibid.)

En el escenario de esta relación entre grupos dirigentes y subordinados, el liderazgo

ético e intelectual de una elite actúa como un principio o elemento articulador, que

permite vincular el orden de las ideas, valores, anhelos y principios sociales, con las

condiciones en las cuales se desarrollan las actividades productivas, y hace que estas

condiciones sean aceptadas colectivamente (idem: 81).

Para tener el carácter articulador, este principio debe corresponder, por una parte, con

el sistema de valores aceptados colectivamente y, por otra, con un papel

preponderante de esta elite en el nivel de las relaciones de producción, de tal forma

que pueda erigirse en dirigente tanto en el nivel ético-intelectual, como en el nivel

material.

41
A este principio articulador es al que Gramsci denomina hegemonía, y es en el marco

del que se da la relación entre el Estado y la sociedad civil, una relación que se

fundamenta en la capacidad de dirección de los grupos sociales que juegan un papel

fundamental en la esfera de las ideas y en el desarrollo, y orientación, del modelo

económico dominante.

2.2. De cómo la hegemonía cumple funciones de consenso y

del control

La hegemonía, entendida como un consenso ético-moral, intelectual y político, se

construye a través de la formación progresiva de alianzas entre la élite dirigente y los

grupos asociados, es decir los grupos vinculados al proyecto hegemónico y que son la

base social de éste. (Fontana, B. 1988: 61).

Este consenso que logra la elite dirigente en el juego de alianzas se manifiesta de dos

modos: como dirección intelectual y moral y como dominio (Ibid.). El primero se

sostiene, fundamentalmente, sobre la base de un conjunto de ideas que se han

desarrollado y se han esparcido al conglomerado social, y en el cual la elite dirigente

encarna la fuerza de transformación que hace posible que un status quo cambie,

respondiendo a las aspiraciones y necesidades de la base social. En el sentido que

Buci Glucksmann da al concepto de hegemonía (1978.: 75 y 76), “una hegemonía

establecida hace avanzar al conjunto de la sociedad” y adquiere así su función

nacional, es decir de representación del conjunto social.

Esta fuerza transformadora se halla vinculada al reconocimiento de un carácter

“modernizador” de la élite dirigente, como representante del progreso económico y

42
social, es decir que una parte de su papel ético, deviene de su función como

vanguardia social, como factor dinamizador del conjunto social.

A través de este reconocimiento de vanguardia social, el grupo dirigente se erige, por

una parte, como encarnación misma de al justicia social, como representación jurídica

del principio de justicia distributiva y, por lo tanto, como personificación del principio de

unión de la sociedad (Bobbio, N. 1996.:123-126), al mismo tiempo que como impulsor

del desarrollo económico, como factor fundamental de desarrollo de la base productiva

y de las condiciones generales que permiten el crecimiento y desarrollo del modelo

económico.

Cuando este carácter vanguardista de la elite dirigente llega a ser insuficiente ante

algunos grupos sociales subalternos no integrados en la alianza fundamental entre

Estado y sociedad civil, se ejercen diferentes mecanismos sustitutivos de la

hegemonía verdadera (es decir de la real representatividad ética y moral), ya sea en

forma de falsa hegemonía, en la que se subordina a los dirigentes de los grupos

subalternos, o a través de franco dominio y sometimiento (mediante las instituciones

de represión), a las directrices –consensuadas- del Estado.

Se establecen así dos planos en los que se desarrolla el papel hegemónico del

Estado: el de una doble representatividad: social y económica, que abarca el conjunto

de los objetivos políticos, intelectuales y económicos que incluyen todos los temas

sociales a través de los que se logra la anuencia social en un nivel universal, no

corporativo (Mouffe, Ch. op. cit.: 73 y 74), y el del control o neutralización que permite,

más allá del consenso, garantizar el sometimiento de los grupos subalternos a los

intereses hegemónicos.

43
2.2.1. De por qué la hegemonía se convierte en instituciones

La representatividad de una clase dirigentes pasará necesariamente, por reconocer la

relevancia que, en un momento dado, tienen determinadas demandas sociales (tierra,

vivienda, salud, educación etc.), que se han venido manifestando al nivel del sentido

común de los grupos sociales subordinados (aliados), asumiéndolas como propias e

incorporándolas a su propio proyecto político, económico y social.

La incorporación de reivindicaciones sociales específicas, con amplia relevancia

histórica, coyuntural y futura en este proyecto, es el medio para crear una voluntad

colectiva sobre la base de una visión común del mundo, en torno a condiciones

básicas de bienestar que se asumen como indispensables para el desarrollo de la vida

colectiva, tanto en el nivel puramente de la vida social como de las mismas actividades

económicas (Mouffe, Ch.: 79).

En este sentido, inscribir las políticas sociales al discurso hegemónico es un requisito

esencial para el alcance del consenso, y la conversión de las reivindicaciones sociales

de sólo un discurso a instituciones es, por lo mismo, un requisito para que la

hegemonía pueda desarrollarse, avanzar y extenderse a otros grupos sociales.

Esta incorporación de las demandas sociales en el programa político y social de los

grupos hegemónicos y su transformación en instituciones, no se da, sin embargo, de

manera universal, desprejuiciada, sino atendiendo a la importancia de cada uno de los

grupos subalternos tiene en la correlación de fuerzas en un momento determinado, y a

la forma en que estas demandas se insertan en el campo de las prioridades del propio

modelo económico-político.

44
Para que se pueda operar este manejo selectivo de las reivindicaciones sociales sin

que haya un rompimiento de las alianzas, por un trato desigual en el marco de la

relación entre grupos dirigentes y grupos subordinados, el carácter consensual del

Estado debe quedar sujeto a reglas y debe tener asignadas tareas que debe cumplir.

En el ámbito del liberalismo ideológico, que corresponde con el de la hegemonía que

ejerce el Estado sobre la base de un conjunto de reglas que establecen quién tomará

las decisiones colectivas y bajo qué procedimiento (Bobbio, N. op. cit.: 24), la

hegemonía se da a través de un sistema de ideas e instituciones que permiten

precisamente recrear y reproducir este sistema de ideas a lo largo de un largo proceso

y en distintos momentos históricos.

Es decir, la hegemonía requiere una reconstrucción constante de la representatividad

en tanto que es un consenso racional, éste se respalda en la existencia de

instituciones o instrumentos que garantizan, en el tiempo, la expansión “universal” de

los beneficios que se derivan al conjunto de los grupos subordinados desde una

perspectiva constante de igualdad tendiendo a homogeneizar al conjunto social.

A través del derecho y de las instituciones, el Estado hace “homogénea” a la sociedad

civil, y tiende a crear un conformismo social que sea útil a la línea de desarrollo del

grupo dirigente (Bobbio, N. Ibíd.). La actividad general del derecho, y asociado a él de

las instituciones, es más amplia que la puramente gubernativa e incluye a las

costumbres en general, y es indispensable para crear un conformismo social que

acepte la injusticia como algo “natural” (Campione, D., D. s/f.: 68).

En este sentido, la materialización de las políticas sociales en instituciones operativas,

es el medio para ejercer la hegemonía, sólo a través de ellas es posible articular los

elementos ideológicos a las funciones de gobierno características de una determinada

45
formación social (Mouffe, Ch. op. cit.: 82), y sólo por su intermediación se convierten

estos elementos ideológicos en mecanismos para alcanzar el reconocimiento social.

Las políticas sociales en general, pero en particular las políticas habitacionales que

coyunturalmente llegan a tener una relevancia particular por circunstancias históricas

específicas en un contexto sociopolítico concreto, se revelan así como elementos o

instrumentos esenciales en la construcción de la hegemonía, como parte inherente de

la relación consensual entre el Estado y la sociedad civil.

2.2.2. De cómo la hegemonía abarca el ámbito de lo económico

En el campo de lo económico, el Estado también cumple una función ética-intelectual y

representativa, por una parte se erige en el garante del desarrollo de las condiciones

materiales necesarias para la producción y del desarrollo (cualitativo y cuantitativo), de

la fuerza de trabajo, mientras que por otra se presenta como el responsable de

impulsar el desarrollo de la base productiva, al elevar el nivel y tipo de consumo del

conjunto de población a fin de hacerlo corresponder con las necesidades de expansión

de las fuerzas productivas (Macciocchi M.A. 1987.: 153 y154).

Esto significa que el ejercicio de la hegemonía por un grupo social, en un momento

histórico determinado, no sólo sirve para difundir ciertos valores sociales que, a su

vez, están determinados por los compromisos mediante los que consigue agrupar en

torno a ella a todo un conjunto de otras fuerzas sociales, sino que además permite que

el modelo económico pueda permanecer y se expanda, en otras palabras, que

prevalezcan las relaciones sociales y económicas que lo hacen posible, y que se

diversifiquen los diferentes sectores productivos, alcanzando al conjunto de las

actividades propias de la vida social.

46
Ahora bien, la forma en que esta doble función pueda reconocerse y aceptarse desde

los valores populares como necesaria, no sólo depende de que sea reconocida por

uno o varios grupos sociales como un medio para satisfacer las necesidades de los

individuos que los integran, sino que también deben ser reconocidos por los grupos, o

alguno de los grupos económicos dominantes como indispensable para su propio

desarrollo.

Es decir que, un factor necesario para incorporar al discurso hegemónico y a los

instrumentos del Estado elementos ideológicos que sean considerados por la masa

social como satisfactores sociales, obedecerá al hecho de que esos elementos sean

de interés para, al menos, uno de los grupos económicos dominantes, en este caso las

necesidades de desarrollo de un sector del capital son un factor detonante de las

políticas institucionales.

En este sentido los elementos ideológicos se convierten también en elementos

económicos, la hegemonía aparece así como el elemento articulador entre el mundo

de las ideas y de los valores sociales (superestructura ideológico-política), con el

mundo de las actividades productivas (estructura económica).

Desde este punto de vista, el universo de los valores sociales, de las ideas, que se

plasma en las instituciones jurídico políticas del Estado, es el que sostiene y hace

posible la existencia y desarrollo de la estructura económica, ésta no es sólo un telón

de fondo del mundo de la ideología, tiene una autonomía y una materialización propia,

pero sin instituciones ni sistemas de ideas que la avalen, estaría destinada a

desaparecer.

47
2.3. De cómo la necesidad individual de vivienda aparece en el

campo de la ideología

La vivienda forma parte de los elementos ideológicos en tanto que es parte integrante

no sólo de las necesidades materiales inmediatas de los individuos, sino que incorpora

o refleja una cierta forma de concebir el mundo y la misma forma de vivirlo y de actuar

en él. Su reconocimiento como una necesidad social tiene, al menos, un doble origen,

parte de percibir una necesidad objetiva, material, de cobijo, para reproducir la fuerza

de trabajo o la forma misma de vida de los individuos, y tiene su origen en el

reconocimiento de una necesidad subjetiva de integración a un grupo social, a un

bloque histórico determinado, a una época específica y a un modo social de ver,

entender y vivir la vida (Fontana, B.: 67).

En el entorno de las políticas sociales, por su parte, la vivienda aparece como un

objeto material inserto en las dinámicas de producción y consumo económico social,

en virtud del cual se expresan (de forma concreta), las costumbres, la ética social, las

formas de consumo, los gustos y preferencias, y hasta las mismas aspiraciones

sociales y el orden constituido.

Es, de esta manera, un objeto que forma parte de la vida cotidiana de una sociedad,

que se vive y se transforma de acuerdo a preceptos implícitos (que forman parte de un

“sentido común” heredado, de origen difuso y en permanente transformación), y de

una visión de la realidad que se vive en un momento dado, que tiene una composición

fragmentada y contradictoria, pero que permite articular al conjunto social.

Se convierte así en un elemento ideológico fundamental en el marco del proceso de

conformación orgánica de la sociedad, que progresivamente va formando parte del

48
bagaje de las convicciones de los diferentes grupos que la integran y será, por lo tanto,

un elemento fundamental a considerarse en la construcción de la hegemonía.

Al formar parte de las convicciones, es decir de las ideas fuertemente arraigadas del

conjunto social, la vivienda se convierte en un elemento ideológico susceptible de ser

aprovechado por los grupos dirigentes para reunir en torno a ellos a un conjunto de

grupos sociales muy diversos (en tanto que voluntades colectivas), que se movilizan

en torno a objetivos y valores en común.

La cuestión habitacional percibida como demanda social, aparece de esta manera en

el mundo de las relaciones entre los grupos dirigentes y subordinados, en tanto que es

un elemento ideológico que se articula a las relaciones consensuales y de control

entre la sociedad civil y el Estado, en el marco del sistema de valores aceptado por el

conjunto social.

2.3.1. De cómo la vivienda pasa de la ideología a la esfera de la

necesidad social

Retomando el sentido que Campione, D. da a la vinculación entre lo subjetivo y

objetivo en el contexto de una realidad histórica (op. cit.: 11), podemos considerar que,

en el centro de un proceso histórico, la aspiración a los satisfactores sociales pueden

aparecer como elementos subjetivos de la conciencia social, es decir como

aspiraciones que no necesariamente se fundan en una necesidad material (libertad de

creencia, libertad de pensamiento), estas aspiraciones subjetivas pueden o no

concretarse en una forma material.

49
Hay sin embargo, aspiraciones colectivas que, puede considerarse, tienen una doble

personalidad (subjetiva y objetiva), pero que necesariamente deben concretarse en un

objeto material para poder satisfacerse, esto sucede cuando una necesidad individual

(por ejemplo de pertenencia social), tiene una traducción necesaria en una necesidad

material (en este caso de cobijo), y es percibida por el conjunto de la colectividad

como una necesidad común y propia de una forma de vida social.

Estas necesidades sociales a la vez objetivas y subjetivas, no aparecen en un solo

momento y para siempre, sino que van emergiendo en el ámbito de las necesidades

de algunos grupos sociales que irán “contagiando” con esta aspiración a otros grupos

hasta integrar esta aspiración al mundo de la conciencia colectiva, e irán

desapareciendo (como aspiraciones), en la medida en que se concretan en elementos

materiales que formen parte de la vida social, sin los cuales ésta no sea concebible.

La vivienda, como demanda social, se ubica en el contexto de un conjunto de

reivindicaciones sociales que resultan de las distintas contradicciones económicas,

ideológicas y políticas presentes en un momento histórico determinado, y que, en un

principio, aparecen desarticuladas, y son percibidas por cada grupo social en diferente

nivel de importancia, en una relación que incluso puede aparecer como contradictoria.

Su incorporación a la esfera del sentido común, la ubica por sí misma en el mundo de

las ideas compartidas, que son susceptibles de ser incorporadas al universo de la

conciencia colectiva a través del “contagio” del que hablábamos arriba, este “contagio”

se dará en la medida que la vivienda cumpla una función fundamental en la superación

de las contradicciones (económicas, ideológicas y políticas), presentes en una realidad

histórica, y a través de ella vaya emergiendo al plano de las necesidades esenciales

de los diferentes grupos sociales, hasta ubicarla como una necesidad compartida por

todos ellos.

50
Ubicada en este plano, la aspiración de vivienda puede aún adquirir diferentes

connotaciones, y traducirse en distintos tipos de demandas específicas, atendiendo a

las condiciones particulares de inserción de cada grupo en el conjunto social.

De esta manera la necesidad de vivienda aparecerá en la esfera de las

reivindicaciones sociales, como un conjunto heterogéneo de demandas (que incluso

en su contenido y carácter irán evolucionando, transformándose), que determinarán,

en el mismo ámbito de las relaciones entre sociedad civil y Estado, diferentes formas

de articulación, acuerdo y alianzas.

2.3.2. De cómo la vivienda pasa de necesidad social a política

pública

La incorporación de la vivienda a la esfera de los instrumentos de la hegemonía,

depende del propio carácter de la sociedad civil y de su nivel de maduración. La

sociedad civil es un terreno ocupado por diferentes fuerzas en conflicto en permanente

transformación (Cox, R. op. cit.: 130), que aparece como un conglomerado de grupos

sociales que se desarrollan en torno a objetivos y aspiraciones distintas, y que

cambian tanto en su composición como en los roles que juegan en el campo de sus

relaciones, en un proceso histórico, dinámico y no siempre en evolución lineal.

En su diversidad y diferente grado de madurez, los cambios de la sociedad civil están

relacionados estrechamente con las diferentes formas de relación que establece con el

Estado, y que se manifiestan en diferentes formas de expresión de la hegemonía,

tanto en un sólo momento como en momentos consecutivos.

51
En cada uno de estos momentos de hegemonía, el mismo concepto de sociedad civil

se transforma, y esto se debe fundamentalmente a que ella misma, en el espacio de

relación con el Estado, trasmuta y adquiere cometidos permanentemente nuevos, los

agentes (individuales y colectivos), que la integran se diversifican, e incluso la misma

percepción que el Estado tiene de ella se modifica.

Este cambio de percepción está relacionado con la variabilidad de los temas de

conflicto que aparecen en la relación entre Estado y sociedad civil, y de la forma en la

que estos temas de discusión aparecen, se desarrollan y se resuelven en el campo de

los vínculos, alianzas y acuerdos que se establecen entre ellos.

En el ámbito de esta relación cambiante, las aspiraciones de vivienda aparecen como

uno más de los elementos que integran las voluntades dispares de los diferentes

grupos sociales, y se integra, junto con otras demandas sociales y económicas, en una

visión común del mundo que aparece como un proyecto colectivo dentro de una nueva

visión de la realidad que transforma el terreno ideológico preexistente.

La vivienda, en este proceso, forma parte de la reforma intelectual y moral que

requiere la hegemonía para superar el terreno ideológico precedente (Mouffe Ch.: 80),

se erige como un elemento más entre los que determinan las formas en que se

expresa la relación hegemónica, y variará en su peso relativo en esta relación

atendiendo al lugar que ocupa entre el conjunto de factores que están en juego en la

relación entre el Estado y la sociedad civil.

Su peso y ubicación en el escenario de la hegemonía, será un factor fundamental para

que las aspiraciones de vivienda se conviertan en una política pública, en una decisión

de gobierno con respaldo social, y se materialice en instituciones que traduzcan

52
finalmente estas aspiraciones en programas de acción que las realicen en objetos de

consumo colectivo.

Una vez ubicada en este terreno, la política habitacional asume el mismo doble

carácter que tiene el ejercicio de la hegemonía: consenso y control, y opera en el

marco de estos dos escenarios, respondiendo a diferentes factores (económicos,

sociales y políticos), y al carácter de los distintos actores involucrados (aliados o

antagónicos).

2.3.3. De por qué hay diversidad en las políticas habitacionales

La política habitacional se desarrolla en función de los factores económicos, políticos y

sociales en la medida que éstos representan una condición fundamental para el

ejercicio de la hegemonía. Responder a ellos permite por una parte, alcanzar el

consenso activo y pasivo de diferentes grupos sociales, por otra, responder a los

reclamos de las diferentes fuerzas económicas que soportan su desarrollo en el

impulso del financiamiento y la construcción de vivienda y, finalmente, diluir,

contrarrestar o neutralizar los factores de conflicto en momentos y coyunturas en que

entra en conflicto la hegemonía.

En este sentido, las políticas habitacionales presentan una condición diversa, múltiple,

que responde con la relación dinámica que se establece desde el Estado con los

diferentes actores de la sociales, tanto si estos son aliados como si son antagónicos a

la elite dirigente, en este ámbito actúa tanto en la esfera del consenso con los grupos

aliados, en la medida que permite ampliar o extender la base social de respaldo y

aglutinar en su entorno a los grupos aliados tradicionales, y/o funciona como un

53
elemento para neutralizar o controlar a los grupos antagónicos promoviendo lo que

podríamos llamar transformaciones pasivas.

La política habitacional puede así, en un momento histórico determinado, conformar

una sola iniciativa gubernamental que se orienta de manera unidireccional (consenso o

control), y cambiar de sentido en otro momento específico, o descomponerse en

iniciativas gubernamentales que se concretan en distintas instituciones y atienden a

diferentes grupos de la sociedad civil, respaldadas por diversos marcos jurídicos, y

desarrollándose simultáneamente en distintas direcciones.

En términos generales, podemos decir que los diferentes rumbos que toman las

políticas habitacionales están determinados por la forma en la que se desarrolla el

ejercicio de la hegemonía, corresponden con ella en los factores que las condicionan

(ideológicos, políticos y económicos), en las formas que se manifiestan, y en el tiempo,

y los ciclos en que se presentan, en una realidad histórica particular.

De esta manera surgirán y se desarrollarán atendiendo a la manera en la que se

construyan los lazos de dirección ética y de control político, y variarán de forma similar

a como lo haga la relación hegemónica. Las políticas de vivienda pueden aparecer así,

como un medio para neutralizar los intereses de las clases populares, utilizándolas

como instrumentos destinados a absorber gradualmente a los elementos o sectores

activos de los grupos aliados y/o adversarios, o pueden aparecer en el marco de un

proceso democrático moderno inseparable del pluralismo (en el sentido que le da

Bobbio al concepto de democracia: op. cit.: 24-27), y por lo tanto del consenso.

Las políticas de vivienda pueden entonces, ser utilizadas coyunturalmente tanto como

un instrumento para neutralizar a los sectores sociales más activos de la sociedad civil

y que potencialmente pueden significar un mayor reto a la pretensiones hegemónicas

54
de los grupos dirigentes, o pueden emplearse como instrumentos de consenso con los

grupos sociales aliados o con las fuerzas económicas dominantes o emergentes.

En el campo mismo de la hegemonía, las políticas habitacionales corresponderán

también con el carácter corporativo o universal que proyecte la clase dirigente,

surgirán y se desarrollarán también, atendiendo al nivel de organicidad que presente la

propia sociedad civil, en el marco de maduración de los diferentes grupos que la

conforman, de su nivel de integración y del desarrollo de la conciencia nacional que

haya adquirido, y a la forma en que se conciba a sí misma y a como ella se perciba

desde la sociedad política.

Finalmente, se verá condicionada por el nivel de desarrollo de los propios intelectuales

orgánicos y por la manera en la que éstos asuman e internalicen las aspiraciones

sociales en materia de vivienda, en tanto que estos son los agentes responsables de

la tarea de elaborar y asegurar la transmisión del patrimonio técnico conceptual

indispensable para el funcionamiento de la organización social (Salvadori, M. 1978.:

98).

A través de ellos el Estado no sólo reconocerá la relevancia de las reivindicaciones de

vivienda en el contexto de las relaciones entre Estado y sociedad civil, sino que

establecerá la forma en la que las políticas habitacionales se articulan con las

condiciones impuestas por el propio modelo económico, e incluso serán quienes

ofrezcan alternativas materiales, funcionales y formales que respondan tanto a las

aspiraciones sociales (objetivas y subjetivas), como a al papel de “vanguardia”

intelectual de los grupos dirigentes.

55
3. La vivienda en la relación entre sociedad civil y

estado en un bloque hegemónico emergente

Hemos dicho que la política habitacional es un resultado de la relación entre Estado y

sociedad civil, que es la forma concreta, específica, en la que una aspiración colectiva,

surgida en el terreno de la ideología, es retomada por las elites dirigentes y se

materializa en un instrumento de la hegemonía.

Esta afirmación se sustenta en el reconocimiento de la vivienda como una exigencia

social (tanto ideológica como material), y de la necesidad, por parte de un Estado, de

retomar estas aspiraciones e incorporarlas a su proyecto económico-político para

alcanzar y conservar un vínculo hegemónico con la sociedad civil a través del

reconocimiento y el consenso social.

Queda por precisar, sin embargo, cuál es la naturaleza de la vivienda, y por lo tanto de

las políticas habitacionales, en esta relación, es decir cuáles son las características

que adquiere la vivienda como objeto de demanda social, y la política habitacional

como instrumento de la hegemonía, en el contexto de un bloque hegemónico

determinado, esto es, en el marco de las relaciones que se establecen entre un

conjunto de grupos sociales que se articulan a un grupo dirigente constituyendo un

grupo nacional, particularmente en el caso de un bloque hegemónico que emerge en

sustitución de otro que ha sido superado.

Hemos comentado que con la vivienda se adopta un modo de vida socialmente

determinado, que en cierta forma es señalado y prefigurado por las características

sociales, económicas y culturales de una sociedad particular, un modo de vida que

responde tanto a valores subjetivos de los individuos (pertenencia a un grupo social,

prestigio), como a necesidades objetivas de vida (cobijo, reproducción de la especie,

56
supervivencia de la misma), y al mismo tiempo a necesidades de desarrollo de

algunos sectores del capital (inmobiliario, de la construcción, financiero).

Es necesario precisar también que en el marco de estas necesidades sociales

(objetivas y subjetivas), y económicas, la vivienda no aparece en la visión de todos los

grupos sociales con un mismo carácter, ni inserta en un sólo discurso, con una

idéntica representación de la ideología. Sí, por supuesto, aparece como una necesidad

para ellos, pero no se muestra para todos ni en el mismo nivel de importancia en el

conjunto de las necesidades individuales y sociales, ni con la misma relevancia como

elemento de negociación en el vínculo Estado-sociedad civil.

La demanda de vivienda, y las respuestas instrumentales que el Estado da a ellas a

través de políticas habitacionales, aparecen asociadas, por una parte, al carácter

múltiple y desigual que tiene la sociedad civil y a las diferentes formas de relación que

en esta diversidad establece con el Estado; mientras que por otra responde al carácter

nacional, universal, de la actuación estatal, que su propia legitimidad reclama.

En el marco de esta diversidad de actores y de relaciones, y de “universalidad” en la

actuación del Estado, la vivienda emerge como una demanda colectiva, común a toda

la sociedad (aunque en varios planos de importancia), mientras que las políticas

habitacionales como una serie de iniciativas de distinta naturaleza, que aparecen

materializadas en instituciones que responden a las condiciones sociales, económicas

y políticas propias de diferentes momentos históricos.

En ese sentido las políticas habitacionales se convierten en un instrumento que por

una parte aglutina a grupos sociales diversos en torno a los grupos dirigentes,

mientras que por otra opera como un imán que atrae hacia la égida de éstos, como un

objeto de seducción, a los grupos subalternos ubicados fuera del bloque hegemónico.

57
3.1. La aparición de la política habitacional en el marco de la

relación entre el Estado y Sociedad Civil

En países como México, que presentan un proceso aún incipiente de maduración del

bloque hegemónico, el marco jurídico e instrumental de las políticas habitacionales es,

probablemente, uno de los que, refleja con mayor claridad la diversidad en los modos

de actuación del Estado y de la propia sociedad civil en torno a una demanda social

determinada.

En materia de política habitacional, en bloques hegemónicos emergentes o en proceso

de consolidación, el campo de actuación del Estado pude ser (y de hecho

comúnmente es), diferenciado, y abarca soluciones que cubren a los grupos sociales

aliados y a los subalternos según éstos vayan articulándose de diferente forma y en

diferentes momentos a las relaciones de alianza entre los principales actores

involucrados.

En este contexto de composición compleja y diversa de los grupos integrantes de la

sociedad civil que se articulan de manera diacrónica, las políticas habitacionales

emprendidas por el Estado adquieren un doble carácter: por una parte muestra un

carácter inestable como expresión de las variadas formas de alianza existentes entre

el estado y la sociedad civil y, por otra, presentan una condición de diversidad que

refleja la heterogeneidad de los intereses presentes en una sociedad civil

orgánicamente inmadura en proceso de conformación.

58
3.1.1. La vivienda en el ámbito de las funciones del Estado

La actuación del estado en materia de vivienda se ubica en la esfera de la

gobernabilidad y de los lazos democráticos propios de regímenes liberales, forma

parte del proceso a través del cual éstos se conforman y aparece estrechamente

vinculada a los lazos de representatividad entre Estado y sociedad civil.

Desde este punto de vista, la política habitacional se encuentra asociada al desarrollo

mismo de la democracia, de los mecanismos de representatividad del Estado, y por

supuesto a los términos en los que se relaciona éste con la sociedad civil. La

instauración de regímenes democráticos implica, no sólo la creación de un marco

jurídico que defina los mecanismos de elección de un gobierno, los derechos

ciudadanos y las responsabilidades gubernamentales, sino la aparición de

instituciones que garanticen el reconocimiento de su representatividad y aseguren la

operación de aquellos instrumentos que juegan un papel cohesionador, mediador o

incluso de control en estadios primarios de democracia.

La construcción de la legitimidad del Estado, del reconocimiento explícito de su papel

dirigente, en resumen de su hegemonía, no pasa, por lo tanto, de manera exclusiva

por un reconocimiento jurídico de su representatividad, requiere necesariamente de la

identificación de su eficiencia institucional frente a las necesidades y demandas

sociales.

El marco jurídico e institucional es así, además de un medio de legitimación de la

representatividad social del Estado, un mecanismo a través del cual se convierten las

demandas de uno o varios grupos sociales en iniciativas públicas que alcanzan a un

conjunto mayor de grupos convirtiéndose en políticas sociales.

59
La relación entre sociedad civil y estado y su conformación como un bloque

hegemónico pasa así, de establecerse exclusivamente vía mecanismos de legitimidad

jurídica y política, a requerir de mayor número y más diversos medios de

representatividad, principalmente de aquellos que provienen del manejo de los bienes

y recursos públicos, y de su aplicación en concordancia con la necesidades y

aspiraciones de la colectividad (económica y socialmente hablando), y desde una

perspectiva de elevación de sus condiciones de vida.

De esta manera, la legitimación social del Estado se fundamenta en el hecho de que

incorpora en su propia estructura y esfera de actuación (desde el punto de vista de un

pensamiento “más avanzado”), un conjunto de medidas que en su diversidad van

alcanzando el carácter de políticas nacionales, que rebasan el nivel de los intereses

corporativos tanto de los grupos dirigentes, como incluso el de los grupos aliados en el

primer momento de la conformación del bloque hegemónico, extendiéndose

progresivamente hasta alcanzar a otros sectores subalternos ubicados fuera de la

relación hegemónica (ver esquema 3).

El marco institucional y del derecho no sólo reúne, así, las aspiraciones (nuevas y

viejas) de los grupos sociales más directamente identificados con los grupos

dirigentes, sino que incorpora a la actividad estatal y gubernativa las zonas de la

moralidad y las costumbres en general (Campione, D., D.: 68), que comparten

sectores cada vez más amplios de la sociedad haciendo aparecer al Estado como un

factor de desarrollo social.

De esta manera, los programas de política habitacional no sólo asimilan y dan cuerpo

de solución a las aspiraciones sociales, sino que legitiman el papel “vanguardista” y de

dirección del grupo dirigente, le dan legitimidad ética y política, y convierten ésta

60
legitimidad en instituciones que permiten traducir las aspiraciones sociales en

iniciativas materiales.

El Estado y el carácter veleidoso de las políticas habitacionales

En tanto que resultado de su relación con la sociedad civil, el Estado puede percibirse

como una entidad en proceso de formación y desarrollo continuo o, visto de otra

manera, como resultado de un equilibrio inestable de alianzas en el plano político y

jurídico (Mouffe op. cit.: 73). La política habitacional, como una expresión del Estado,

adquiere ese mismo carácter, está en permanente transformación y desarrollo, y en un

equilibrio inestable que responde a las condiciones políticas, económicas y sociales

existentes en diferentes momentos históricos.

Este carácter variable e inestable del Estado, y por lo tanto, de las políticas

habitacionales, depende directamente de los niveles de consolidación orgánica de un

bloque hegemónico. Entre más maduras son las relaciones y más homogéneos los

intereses al interior de una sociedad nacional, más estables serán las instituciones

responsables de la política habitacional, y como consecuencia más “universales” y

permanentes los programas institucionales que se operan desde ellos.

A la inversa, la inmadurez de un bloque hegemónico se refleja en una condición

inestable de las iniciativas gubernamentales, es por esta razón, que en el seno de un

bloque hegemónico emergente4, se da un proceso permanente de transformación en

las políticas habitacionales, ya sea por la aparición de agentes novedosos (grupos

subalternos que se convierten en nuevos aliados y que coyunturalmente pueden

aparecer como fundamentales), o porque las aspiraciones de los diferentes grupos

4
Es decir, un bloque social y político que surge en sustitución de otro que desaparece, rearticulando los elementos
ideológicos precedentes en un nuevo marco de realciones.

61
que conforman la sociedad civil cambian y oscilan entre diferentes planos de

importancia, o incluso porque el ejercicio de la hegemonía hace que el grupo dirigente

“actualice” su apreciación de estas aspiraciones y necesidades en función de los

pactos o alianzas que vaya construyendo.

En el campo de esta construcción de alianzas, propias de una nueva realidad

hegemónica, las prioridades del estado pueden cambiar en cada momento, sumando a

la esfera de su actuación demandas que habían sido pospuestas o simplemente

cambiando el orden de prioridades, lo que puede dar lugar a funciones e instituciones

inéditas, y a un marco actualizado de relaciones jurídicas.

En el terreno de estas relaciones cambiantes entre Estado y sociedad civil, y con base

en el marco jurídico de su representatividad, es el Estado el que conserva el control

sobre las instituciones operadoras de las políticas habitacionales, y el que, desde esta

posición privilegiada, determina el nivel que ocupan éstas en el campo de sus propias

prioridades, y de las alianzas que establezca con los distintos grupos sociales y los

diferentes sectores del capital.

Las Políticas habitacionales y el carácter de los instrumentos a través de los que se

ponen en marcha responderán, de esta manera, al complejo conjunto de alianzas e

intereses que se establecen entre los actores fundamentales del bloque histórico, su

carácter variable e inestable queda, así, determinado por esta condición cambiante e

incierta de la relación entre ellos y de la diversidad de sus intereses.

De quién convierte los acuerdos políticos en políticas habitacionales

El proceso de incorporación de una política habitacional, al conjunto de acuerdos

sobre los que se sostiene y desarrolla el bloque hegemónico, requiere de un agente

62
articulador entre la sociedad civil y el Estado que interprete las demandas sociales y

las traduzca en funciones gubernamentales, en instituciones e incluso en programas

de actuación gubernamental.

En el contexto de la emergencia de un bloque hegemónico como en el de su propio

desarrollo, el Estado no sólo retoma las demandas de los sectores populares y hace

suyas sus reivindicaciones, también incorpora una nueva visión del mundo y les ofrece

alternativas que permitan reforzar su papel dirigente ético y moral, como impulsor de

nuevas y mejores formas de vida, desde una perspectiva que se ofrece como una

transformación permanente en sentido positivo.

Para desarrollar esta función, la elite dirigente se sirve de los técnicos y profesionales

que, tanto desde una visión que retoma las aspiraciones de la sociedad civil, como

desde una posición que responde a los intereses del Estado le dan un sentido técnico-

social a las reivindicaciones colectivas, y desarrollan alternativas institucionales que

juegan el doble papel de impulsoras del cambio y promotores del conformismo social.

Desde este punto de vista, el papel de los técnicos y profesionales relacionados con el

problema habitacional es fundamental para poder ubicar los acuerdos de alianza

política en el campo de las prioridades del Estado, y su aparición en el contexto del

bloque hegemónico es determinante para el diseño de las políticas habitacionales y

para su misma operación.

Es por su mediación que es factible que aparezcan, en un momento dado, iniciativas

gubernamentales que se disparan de una visión pasiva del mundo y ofrecen

alternativas de solución técnicas a problemas sociales desde perspectivas que

rebasan el sentido común.

63
A través de ellos, el Estado supera los límites del campo de las alianzas y amplía su

margen de actuación hacia los grupos subalternos incorporándolos a los ámbitos de

consenso y acuerdo, neutralizando las demandas sociales que cuestionan el statu

quo, y ofreciendo paliativos en momentos en los que se pone en crisis su propio

carácter hegemónico.

En este sentido los intelectuales que reconocen el problema habitacional y lo discuten,

y teórica, técnica, y hasta políticamente lo intentan explicar y enfrentar, resultan

fundamentales para la construcción de una política habitacional, ellos aportan no sólo

una solución técnica a los problemas derivados o relacionados con la escasez de

vivienda, sino que la ubican en el marco de una visión del mundo novedosa.

Es precisamente la participación del intelectual la que permite convertir el sentido

común individual o de grupo, en conciencia colectiva (Campione, D.: 45), da sentido

social y reconocimiento técnico y económico a un conjunto de necesidades, es el que

logra que éstas adquieran un sentido universal (socialmente hablando), y se traduzcan

en políticas e instituciones que hacen posible que el conjunto social se identifique con

la acción gubernamental.

Su papel se extiende así, más allá de la traducción de necesidades identificadas por el

conjunto social, ubicándose en el terreno de la creación de políticas e instituciones que

se convierten en el enlace con nuevas visiones del mundo que dan nuevo contenido al

papel del Estado y le dan un carácter modernizante a la acción gubernamental, como

promotor o agente de una mejor forma de vida.

Es, además, el medio que permite articular la necesidad social con las de desarrollo

del modelo económico, diseñando los mecanismos que permiten la expansión de

aquellos sectores del capital para los que la política habitacional resulta fundamental.

64
En síntesis, es precisamente a través del conjunto de los técnicos y profesionales que

el Estado abre un abanico amplio de actuaciones para dar respuesta y establecer las

prioridades de actuación ante el complejo conjunto de reivindicaciones sociales y

necesidades de desarrollo económico en el marco de un bloque hegemónico, dando

pauta para el establecimiento de las alianzas y los términos en los que éstas se

establecen.

3.1.2. La política habitacional en el marco de las alianzas políticas y

las aspiraciones sociales

Hemos comentado arriba que la variabilidad de las políticas habitacionales depende,

en parte, de la naturaleza heterogénea y del nivel de madurez orgánica de la sociedad

civil en su relación con el Estado. En el plano teórico, el predominio de los intereses

corporativos por encima de los intereses nacionales, corresponde con una etapa

transitoria en la que la sociedad civil aparece con bajos niveles de organicidad y no ha

alcanzado a integrar un sólo conjunto de valores y reivindicaciones que compaginan

con las aspiraciones de todos los grupos que la integran, etapa que tendencialmente

irá superándose hasta que los intereses colectivos se sobrepongan a los corporativos.

En principio, es importante señalar que una de las características de la sociedad civil

en el contexto de un bloque hegemónico emergente, es el predominio de los intereses

de un número reducido de grupos por encima de los intereses colectivos en su

conjunto, y que el orden de las prioridades sociales, dentro de las alianzas entre la

sociedad civil y el Estado, dependerá de las prioridades del o de los grupos de mayor

peso en el juego de esas alianzas.

65
En el caso de la política habitacional, su rol preponderante o marginal en el contexto

de las alianzas, y por lo tanto en el nivel de la actuación gubernamental, dependerá de

su nivel de importancia en el conjunto de las reivindicaciones sociales, y del nivel de

representatividad (el peso específico), del grupo social que la enarbole como una

exigencia.

Este nivel, por supuesto, no es inmutable, cambia de acuerdo a como madura la

propia sociedad civil, a como evolucionan las circunstancias históricas y el conjunto de

las contradicciones que determinan la miscelánea de necesidades y aspiraciones del

conjunto social.

De cómo la vivienda forma parte de la conciencia social

El proceso de conformación de un bloque hegemónico y su tránsito a su integración

orgánica es un camino largo y sinuoso plagado de rutas inciertas. En ese derrotero, la

sociedad civil se presenta como un sistema de relaciones y valores en cambio

constante, cuyo contenido depende de diversos factores históricos y nacionales, y de

las relaciones de fuerzas existentes en un momento particular de la lucha por la

hegemonía.

Por encima de esta heterogeneidad, y en aparente paradoja con ella, la tendencia de

este sistema de valores es el de universalizarse, de extenderse a toda una realidad

nacional, en la medida que las condiciones que lo determinan (económicas e

ideológico políticas), tienden a afectar al conjunto de los grupos sociales.

En este sentido, aunque cambiante, el sistema de valores presentará una inclinación a

expandirse hacia el conjunto nacional y conformar un conjunto homogéneo, es decir

tiene una inclinación a uniformizar a la propia sociedad civil, a establecer en su seno

66
un conjunto de principios ideológicos comunes esenciales que le permite actuar como

una unidad social.

Esta doble, y aparentemente paradójica condición del sistema de valores, diversa en

su contenido y composición, y con tendencia a uniformizar las aspiraciones sociales,

se manifiesta en cada uno de los elementos que lo componen.

En el caso de la vivienda, como aspiración social, ésta no aparece en un momento

determinado como valor reconocible para todo el conjunto social, ni menos como un

valor esencial para todos los grupos que lo integran. Aparece en el campo de las

aspiraciones sociales y económicas sólo de aquellos grupos que por su situación

específica en la esfera de las relaciones económicas y sociales la requieren como un

bien fundamental para su vida.

Sólo en la medida que esta situación se extienda a otros grupos y tienda a

generalizarse, la vivienda aparecerá en el escaparate de los valores sociales

compartidos, y sólo en la medida que aparezca ahí, y adquiera un carácter universal

nacional, podrá ser un factor en el juego de las alianzas entre la sociedad civil y

Estado y ubicarse en el marco de los intereses estratégicos del bloque hegemónico, y

por lo tanto traducirse en políticas e instituciones.

La vivienda en el despliegue de los valores sociales

La vivienda aparece como un reclamo social en el ámbito de la vida urbana, es en el

contexto del proceso de urbanización, y asociada a todas las necesidades que éste

lleva implícitas, que emerge como una necesidad que, para ser satisfecha, requiere de

la participación del Estado.

67
En este sentido la vivienda es, por así decirlo, una aspiración social relativamente

reciente, que corresponde con las particularidades que el proceso de urbanización

capitalista presenta en una realidad nacional específica, y aparece asociada a las

condiciones de vida esenciales para la supervivencia, y la inserción social y productiva

(entre ellas la salud y la educación).

Estos elementos ideológicos (salud, educación, vivienda), propios de la vida urbana,

aparecen además articulados en diferente nivel de importancia coyuntural con aquellos

que son propios de otros grupos sociales no urbanos presentes en un mismo bloque

histórico, con los que “compiten” por una posición dominante en el discurso

hegemónico.

En esta “competencia”, prevalecen los intereses y reivindicaciones de los grupos que

presenten una mayor organicidad y homogeneidad en sus aspiraciones (al menos en

torno a ciertas demandas fundamentales), y que, en el marco de las contradicciones

dominantes en una coyuntura histórica determinada, jueguen un papel cuantitativo y

cualitativo esencial en las relaciones entre sociedad civil y Estado.

La vivienda no aparece necesariamente como un elemento esencial en el juego de las

alianzas dentro de un bloque hegemónico. Al tener un papel acotado a la vida urbana,

su peso en las aspiraciones sociales, sólo se extenderá a otros grupos del conjunto

social en la medida que éstos vayan urbanizándose, es decir, vayan incorporando al

ámbito de sus necesidades básicas aquellos elementos propios de esta forma de vida.

Su transfiguración como elemento fundamental para el conjunto social, dependerá así

del cambio en las condiciones de vida de la sociedad en su conjunto, que a su vez,

tiene que ver con el desarrollo de factores tanto de naturaleza económica como con

68
otros de índole ideológico-política, que derivan en la conformación de una nueva

identidad nacional relativamente homogénea.

Es sobre la base de esta realidad nacional, en movimiento y transformación constante

pero que tiende a homogeneizarse, que la vivienda aparece como una cuestión que

atañe al quehacer gubernamental, y a partir de la que se diseñan las políticas, se

crean las instituciones y se operan los programas habitacionales.

3.2. La política habitacional y las diferentes formas de

hegemonía

Como hemos visto, en el contexto de un bloque hegemónico emergente, la política

habitacional adquiere un carácter inestable y variable. Lo es tanto por la forma misma

en la que el Estado establece su relación con el conjunto social, como por la manera

particular en que éste perfila sus demandas en el marco de este vínculo.

La política habitacional aparece así, como parte inherente de los mecanismos de

relación entre el Estado y la sociedad civil, se ubica en el ámbito de los lazos de

representatividad, y por lo tanto en la esfera del desarrollo de los procesos políticos

que, como en el caso de los bloques hegemónicos emergentes, transitan en el camino

de construcción de esta representatividad, desde los momentos de la falsa hegemonía

hasta aquellos propios de la verdadera hegemonía.

En este sentido, las políticas habitacionales responden en distintos momentos a las

diferentes formas en las que se construyen las relaciones sociedad Estado, fungiendo

como elemento de articulación entre los intereses específicos de ambos organismos, y

cumpliendo una gran variedad de papeles en el terreno de esta relación.

69
Se desarrollan de esta manera, con la misma diversidad y movilidad que presentan las

propias aspiraciones colectivas, y en el marco de esta diversidad operan en varios

niveles de importancia, y extienden su espacio de cobertura en distintas direcciones y

en diferentes momentos, hacia un conjunto más amplio de grupos sociales.

En el campo específico de las relaciones Estado-sociedad civil, se insertan en los

procesos de construcción de alianzas que erige el propio Estado, operando lo mismo

como mecanismos de control que de consenso, de manera consecutiva o simultánea,

atendiendo a la propia dinámica de construcción de la hegemonía y a las condiciones

coyunturales propias del ejercicio del poder.

En realidades sociopolíticas emergentes o en proceso de maduración, las políticas

habitacionales se muestran así con un carácter múltiple, en un amplio espectro de

formas de actuar gubernamental que responden tanto a necesidades coyunturales y

estructurales del ejercicio del poder, como a demandas sociales muy diversas, y por

estas razones adquieren un carácter dispar y heterogéneo, a la vez que extensivo a un

número cada vez mayor de grupos sociales, tendiendo a uniformizar sus formas de

vida y consumo.

Podemos considerar, con base en lo anterior, que el camino de la edificación del

vínculo hegemónico en los bloques históricos emergentes parece transitar entre dos

situaciones extremas que pueden distinguirse como de falsa y verdadera hegemonía,

dos momentos que no se desarrollan linealmente en sentido positivo, sino que van

apareciendo a saltos, a contrapié, de manera errática.

Como ya hemos visto, los conceptos de sociedad civil y Estado no son fijos, sino que

cambian en cada momento histórico (Cox, R. W.: 136); debido esencialmente a que el

70
conjunto de sujetos, relaciones e intereses que abarcan varía en número y

complejidad.

La composición particular de la sociedad civil y del Estado, y los elementos que están

en juego entre ellos en un momento determinado, marcarán así las pautas específicas

de su relación y, en el marco de ella, la naturaleza peculiar de las políticas

gubernamentales y por lo tanto de los instrumentos en que éstas se concretan.

En este sentido se puede decir que, en tanto que forman parte de los instrumentos de

la relación hegemónica, las políticas habitacionales se ven permeadas por las

peculiaridades presentes en cada momento de la hegemonía, y operan de acuerdo a

la lógica imperante en cada uno, es decir a las condiciones que determinan las

relaciones y alianzas en ese momento en particular.

En el momento de la expansión de una clase dirigente que sustituye a otra (Campione,

D.: 65), la política habitacional aparece en la medida que la obtención de vivienda

puede ubicarse como una idea que se “vende” a los grupos subalternos como un

factor de movilidad social y, de esta manera, provee un sustento ideológico al sistema

de relaciones emergente.

En esta etapa, el Estado retoma el problema de la vivienda no tanto en el sentido de

su necesidad social y material para resolver una necesidad de supervivencia, ni

siquiera como elemento necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo o del

capital, sino en tanto que se convierte en una representación física de un discurso

hegemónico.

En este sentido la política habitacional entra en la esfera del bloque hegemónico como

una representación objetiva, material de la ideología y como un instrumento de la

71
hegemonía, que permite aglutinar en el entorno de los grupos dirigentes a

contingentes cada vez más amplios de grupos sociales como base de su propio

soporte.

3.2.1. El carácter de las políticas habitacionales en los momentos de

la falsa hegemonía

En la condición de la falsa hegemonía (Campione, D.: 27), el Estado se expande

retomando las demandas sociales de manera selectiva para “decapitar” a los grupos

sociales que ponen en crisis el bloque hegemónico, ya sea porque orgánicamente son

capaces de erigirse en una alternativa “contrahegemónica” o porque simplemente

ponen en cuestionamiento su propia legitimidad social y política.

Este momento expansivo puede aparecer en diferentes situaciones históricas

respondiendo a condiciones y necesidades hegemónicas coyunturales, y por lo tanto

la política de vivienda puede aparecer jugando un papel particular en cada momento,

extendiéndose a distintos grupos sociales en cada circunstancia, llegando incluso a

ofrecer distintos “productos de consumo social” en cada momento.

Aquí, a través de las políticas habitacionales se busca llevar las demandas sociales (y

sus soluciones), a una situación de negociación política y por un fenómeno de

“arrastre” atraer a los esquemas de subordinación, sometimiento y control a otros

sectores sociales. Tal es el caso de las políticas habitacionales que se impulsan en el

marco de un enfrentamiento entre el Estado y otros grupos antagónicos, cuando para

poder expandir su hegemonía, los grupos dirigentes son capaces de sacrificar parte de

sus propios intereses para neutralizar a los grupos antagónicos, impulsando la

creación de condiciones materiales que fomenten o propicien el conformismo social.

72
Este momento del conformismo se funda en la incorporación, al marco legal, de las

aspiraciones de los grupos subalternos, sin que esto se materialice necesariamente en

instituciones operativas que concreten los compromisos de política habitacional en

acciones de vivienda. En este momento se crea una falsa ilusión en los diferentes

grupos subalternos (ibid), un sentido de “normalidad”, de lo que se considera

aceptable, del reconocimiento explícito (no necesariamente materializado en

instituciones), de lo que es “bueno” para los intereses colectivos.

La construcción del conformismo no implica que, con el marco jurídico, se abarque a

todos los grupos subalternos, de hecho por más general que sea la ley, en su

aplicación es posible privilegiar la atención a ciertos grupos según convenga

coyunturalmente y excluir a otros, generando, con base en la incorporación de las

aspiraciones sociales al marco del derecho, un acatamiento espontáneo a la ideología

dominante en la que las propias diferencias sociales se conciben como “naturales”.

En este sentido, parte de la función de la política habitacional es la de ir construyendo

este conformismo como un nuevo “sentido común” que da lugar a una forma casi

anhelante de ver el mundo, como una expectativa de vida que no se cumple, pero que

está permanentemente presente, desde la cual el gobierno ocupa una posición

intelectual que lo ubica a la altura de las aspiraciones sociales más elevadas, incluso

en el ámbito del pensamiento mundial.

Finalmente, en el ámbito de las políticas habitacionales enmarcadas en la falsa

hegemonía, puede ubicarse un segundo momento, el de la corrupción fraude. Este se

caracteriza por el uso de las instituciones para que los grupos hegemónicos se

alleguen clientela social en el marco de los procesos electorales o en el de lucha

política entre grupos antagónicos, ya sea al interior mismo del bloque hegemónico o

73
fuera de él. La política habitacional aparece aquí, esencialmente, como una medida de

coacción a la voluntad social, de negociación política clientelar.

En su conjunto, los tipos de políticas habitacionales que se ubican en la esfera de los

mecanismos de control, fuera de las relaciones de consenso efectivas dentro del

bloque hegemónico son las que presentan mayor inestabilidad, tienen menor

capacidad de atención a las demandas sociales y corren el mayor riesgo de llegar a

desaparecer en los momentos en los que cambien las condiciones de la coyuntura que

llevaron a su realización, adquieren así el mismo carácter circunstancial de la relación

que les dio origen y, fatalmente, compartirán con ella el mismo destino.

3.2.2. La política habitacional en el marco de la verdadera

hegemonía

Las políticas habitacionales en el marco de la construcción de la verdadera

hegemonía, esto es de la real incorporación de las aspiraciones colectivas al marco de

los intereses de los grupos dirigentes, adquieren características radicalmente distintas

a las señaladas arriba.

En un ambiente de efectiva representatividad y consenso, la política habitacional no

aparece como una negociación coyuntural, en un momento determinado, como un

asunto fáctico, sino como parte de un proceso de cambio constante en las relaciones

entre el grupo hegemónico y el resto de los grupos sociales, entre las elites políticas y

los grupos subalternos. Forma parte de un proceso en el que el conocimiento se

socializa, en el que nuevos saberes y nuevas verdades se diseminan o proliferan

desde un grupo social a toda la sociedad (B. Fontana: 61).

74
Se ubica así en el camino a través del cual las nuevas visiones del mundo (asociadas

a los intereses de las elites políticas y económicas), se generalizan en el saber de la

sociedad y forman, poco a poco, parte de un nuevo sentido común. Sirven de esta

manera a la dirección intelectual y moral de la elite social (política y/o económica),

para que ésta alcance representatividad paulatinamente sobre otros grupos y los

convierta en aliados y asociados suyos.

Desde este punto de vista, las políticas habitacionales son el resultado de un conjunto

de alianzas que se sustentan en este sentido de representatividad y articulación entre

intereses de la sociedad civil y los grupos dirigentes, y se plasman de manera explícita

en acuerdos jurídicos que soportan la vida democrática. Como parte de estos pactos,

las políticas habitacionales se reconfiguran, se reconstituyen y se redefinen en

términos de las nuevas formas de acuerdo, en función de las nuevas necesidades de

los sectores aliados con el Estado.

3.2.3. Las políticas habitacionales en el marco de las alianzas entre

Estado y sociedad civil

La aparición de las políticas habitacionales responde así a la misma dinámica a la que

se sujeta la construcción de los mecanismos reales de consenso entre sociedad civil y

el Estado. Se desarrollan en el seno de esta relación y de la mano del proceso en el

que progresivamente se forman las alianzas (Ibid.), se insertan en la propia dinámica

de la hegemonía, se construyen de manera progresiva extendiéndose a un número

cada vez mayor de grupos sociales y, en el marco de las alianzas permanentes entre

Estado y sociedad civil, aparecen en diferentes circunstancias que corresponden con

momentos clave en la conformación del bloque histórico, como efecto de la

maduración de la sociedad civil y del desarrollo de distintos sectores del capital.

75
En la esfera particular de las alianzas entre Estado y grupos auxiliares de la sociedad

civil, las políticas habitacionales se ubican en el conjunto de las políticas sociales, en

diferentes planos de relevancia, dependiendo del peso relativo que los grupos de la

población que enarbolan las demandas de vivienda tienen dentro del juego de pactos y

relaciones de consenso y control, aparecen así asociadas al nivel de representatividad

que cada grupo social y en la esfera en la que los pactos entre sociedad civil y Estado

se traducen en políticas gubernamentales.

Como parte de los instrumentos de los que se vale la hegemonía para concretar los

acuerdos establecidos, operan de esta manera como uno de los elementos necesarios

para la construcción de las alianzas, y se comportan de la misma forma en la que lo

hacen éstas, es decir, cambian en función de las transformaciones que se operan

entre los actores que forman parte del bloque hegemónico, al modificarse el universo

de quienes lo integran, se altera el orden de prioridades, se modifican los intereses y

aparecen nuevos beneficiados y también nuevos excluidos.

El carácter cambiante de las alianzas se manifiesta así, en la inestabilidad de las

propias políticas habitacionales, el hecho de que el conjunto de los grupos auxiliares

cambie de manera permanente y parte de los grupos excluidos del campo de las

alianzas pase al nivel de los grupos aliados, deriva en una alteración en el contenido

de las reivindicaciones sociales y por lo tanto en el tipo de respuestas que se ofrezcan

desde el Estado.

En estricto sentido, podemos sostener que las políticas habitacionales en el campo de

las alianzas propias de la construcción de un bloque hegemónico abarcan inicialmente

a los grupos auxiliares, que son su base social, respondiendo esencialmente a los

76
intereses de éstos y ubicándose en el campo de los instrumentos dirigidos a reforzar

su representatividad.

También podemos considerar que son un medio para extender esta representatividad

a nuevos grupos auxiliares, ya sea operando como un referente para “convencer” de

las ventajas de una alianza, o como medio de seducción a grupos sociales

emergentes.

Ubicados al margen de las alianzas, los viejos y recientes excluidos del bloque

hegemónico y, por tanto, desprotegidos de las políticas habitacionales, desarrollan

formas independientes de organización y compensan esta discriminación con

iniciativas voluntarias, de autoayuda o auto resolución de necesidades, operando

frecuentemente en el ámbito informal de la economía. Es precisamente a estos

grupos, marginados de la esfera de los acuerdos y el consenso, hacia los que se

dirigen esencialmente las iniciativas habitacionales de carácter coyuntural inmersas en

las dinámicas de control de la falsa hegemonía.

La política habitacional se presenta así como un instrumento exclusivo de la verdadera

hegemonía, del consenso y de las relaciones de acuerdo y alianza entre la sociedad

civil y el Estado, fuera de ella, como del bloque hegemónico, quedan todas aquellas

iniciativas, todos aquellos momentos, que corresponden a la esfera del control y la

coerción.

77
3.2.4. La política habitacional en el marco de las alianzas entre

grupos hegemónicos y grupos económicos dominantes

En el contexto del modelo económico social liberal y capitalista emergente, las

alianzas “naturales” y primigenias fundamentales del Estado se establecen con los

sectores nuevos y viejos del capital que, como señala Cox eufemísticamente (op cit.:

129-130), “convencen” a los gobiernos de las condiciones sociopolíticas que deben

prevalecer para garantizar el crecimiento económico y el desarrollo.

Estas alianzas juegan un papel determinante en la viabilidad de aquellas otras propias

del bloque hegemónico. Son, por decirlo de alguna manera, el referente “oculto”,

subyacente de los acuerdos y alianzas que establece el Estado con la sociedad civil y

que hacen posibles las políticas habitacionales. En estricto sentido, constituyen el

conjunto de acuerdos explícitos e implícitos entre el Estado y los grupos económicos

dominantes, acuerdos que se fundan en el modelo económico de desarrollo y que se

dirigen a impulsar su expansión.

Al igual que los acuerdos entre sociedad civil y Estado, los establecidos aquí son

relativamente heterogéneos, representan de manera desigual las necesidades de cada

uno de los sectores del capital presentes en una realidad económico-social, en un

momento histórico determinado, y van cambiando en el tiempo de acuerdo al mismo

proceso de transformación orgánica de éstos.

En el marco de su carácter heterogéneo, las alianzas entre el Estado y los diferentes

grupos económicos responden de manera preponderante a los requerimientos de los

sectores del capital cuyo peso específico en la economía sea determinante, y van

variando en la medida que hay un recambio en este peso específico.

78
Más allá de los acuerdos entre Estado y sociedad civil que determinan la factibilidad

socio-política de las políticas habitacionales y llevan a su determinación jurídica, son

los establecidos entre el Estado y los sectores del capital, cuyo desarrollo está

directamente vinculado con la construcción de vivienda, los que hacen posible la

puesta en marcha, la realización de las políticas habitacionales.

En este sentido, las políticas habitacionales requieren de la existencia y de un cierto

grado de maduración de aquellos sectores del capital necesarios para impulsar

programas de producción masiva de vivienda, sólo hasta que emerge y se consolida

un sector inmobiliario que es capaz de ofrecer suelo para la realización de programas

habitacionales, hasta que se conforma un capital de la construcción con capacidad

técnica y financiera para producir de manera masiva vivienda, y hasta que madura un

sistema hipotecario capaz de responder a un mercado solvente, cuando las políticas

habitacionales podrán materializarse.

Podemos concluir así que la política habitacional por una parte, retoma las

necesidades manifiestas en el seno del bloque hegemónico cuya atención

gubernamental es fundamental para ejercer la hegemonía, y por otra, hace suyas la

necesidades de desarrollo de los sectores del capital que ven en ella un factor

fundamental de su existencia, desarrollo y expansión. Responde así, a un doble

compromiso de consenso, a un doble juego de alianzas, y por lo tanto adquiere dentro

del mismo bloque hegemónico un doble papel funcional, que en ocasiones aparece

como contradictorio.

79
4. El carácter histórico de la política habitacional

Desde nuestro punto de vista, una conceptualización de la política habitacional en

México parte necesariamente de asumir la afirmación de Cox (op. cit.:130 y 131), en el

sentido de que no hay universalidad en los conceptos que se desprenden del

pensamiento político, asumimos con él que éstos corresponden a cada realidad

específica, y dentro de ella a la dinámica de los acontecimientos históricos que van

derivando progresivamente en la conformación de un bloque histórico.

Son, en efecto, las peculiaridades del bloque histórico, de las relaciones

socioeconómicas e ideológico-políticas, así como las características específicas de los

actores políticos y sociales (y de las relaciones entre ellos), lo que determina la forma

de concebir la política social en general y las políticas habitacionales en particular.

De acuerdo con esto, una conceptualización de la política habitacional en México debe

partir de reconocer las condiciones específicas en las que se concibe, en las que se

instrumenta y en las que ésta opera, así como las formas específicas en las que se

articulan, establecen sus alianzas y recomponen sus vínculos los diferentes agentes

sociales económicos y políticos en el marco de un bloque histórico.

Éste aparece así, como el terreno sobre el que un orden económico y social se

construye, ya sea superponiéndose a otro o transformándose a sí mismo,

mostrándose como un terreno móvil, que se encuentra en permanente cambio de

acuerdo a la aparición de nuevos actores, y por lo tanto en función de nuevas

relaciones que representan fuerzas en conflicto que llevan de manera permanente a

un cambio histórico (ibid.).

80
La política habitacional surge. en este contexto, vinculada a la forma misma en la que

se construye y evoluciona un bloque histórico, aparece asociada a las formas

específicas en las que se conforma el Estado y a la manera en que se establecen las

relaciones entre éste, la sociedad civil y los distintos grupos de poder económico.

Desde esta perspectiva, lo que da luz a la naturaleza de las política habitacionales es

precisamente el cambio histórico, como un referente que permite superar una

definición estática que congelaría un momento particular de la historia y privilegiaría

las relaciones sociales de fuerzas prevalecientes en él (ibid.), olvidando los nuevos

procesos, relaciones y fuerzas que las van determinando a cada paso.

4.1. Política habitacional y la formación de un nuevo bloque

histórico

En el caso particular de México, el papel que juega la política habitacional en el

escenario socioeconómico y político, queda establecido por el lugar que ésta ocupa en

el contexto de las relaciones político-ideológicas y económicas entre los grupos

sociales y los sectores productivos que se agrupan en torno a la construcción de una

nueva relación hegemónica (valga decir de una contrahegemonía), que permite

sobreponer un nuevo sistema de relaciones a un status quo en crisis.

Esta crisis se expresa en la existencia de un estado nacional que fue incapaz de

garantizar las condiciones mínimas de vida de los individuos, y en el hecho de que

estos no encontraron reflejadas en las instituciones del viejo régimen sus aspiraciones;

la patria (el sentido de identidad nacional), por si sola ya no ofreció un margen de

articulación social, las necesidades básicas de los individuos debían verse reflejadas

en las iniciativas de gobierno.

81
La idea de patria, esencial para la construcción del Estado en las naciones

emergentes, había servido a lo largo del siglo XIX para reunir los intereses sociales y

crear el sentido de pertenencia común, en palabras de Montanari “la patria es el lugar

de las garantías civiles y sociales. Estructuraba a los individuos como ciudadanos y los

reconocía como portadores de intereses” (1998: 106-107).

Esta lógica correspondía con la de los estados nación que iniciaron su conformación a

lo largo del siglo XIX (como es el caso de América Latina), y que en un principio no

alcanzaron a definirse como comunidades políticas articuladas en torno a un proyecto

común de desarrollo ordenado, que integrara intereses y etnias diversas y, como en el

caso de México, fuera incapaz de inventar una tradición cultural común.

La política habitacional parte así de las iniciativas que, en el marco de la construcción

de un nuevo bloque histórico, la naciente clase dirigente ofrece como respuesta a la

incapacidad del orden precedente para satisfacer las necesidades sociales, en este

sentido, surge de las respuestas que el nuevo orden da a la crisis del sistema

precedente, retomando para ello las experiencias existentes en el viejo orden, pero

reencauzándolas en el marco de las nuevas relaciones ideológico-políticas y

económicas.

La forma en la que se aborda el problema de la vivienda en el marco de estas nuevas

relaciones, no parte así de una interpretación inédita de la realidad, ni es una

alternativa que se abre prescindiendo de la anterior visión del mundo, ni tampoco se

define desde el principio de la lucha por la hegemonía de una vez y para siempre, sino

que retoma las experiencias y las formas, físicas y organizacionales en las que se

abordó la cuestión habitacional, y se reestructuran o rearticulan en el tiempo de una

82
manera permanente, en un nuevo sistema de pensamiento ideológico-político, que

poco a poco va perfilando su propio carácter.

En este sentido, la política habitacional aparecerá como un conjunto de iniciativas en

permanente transformación, adecuándose a nuevos saberes, a nuevas aspiraciones,

siempre en el campo de los medios a través de los cuales se ejerce la hegemonía y en

el sentido de los intereses económicos.

4.1.1. Política habitacional en el contexto de la emergencia y

desarrollo de un bloque histórico

Entendido como la conjunción de la estructura económica y la superestructura

ideológico-política (Campione, D. op. cit.: 43), la construcción del bloque histórico

consiste en un proceso en el que se van articulando los intereses de la sociedad civil

en su conjunto con los de los sectores económicos dominantes. Se puede decir que

con la construcción de un bloque histórico se crean las condiciones económicas y

materiales, y simultáneamente se construye el soporte ideológico político de cohesión

de una sociedad determinada.

La construcción de un nuevo bloque histórico presupone así, la creación de un sistema

de relaciones económicas, políticas e ideológicas, que implican, por una parte, la

capacidad del grupo dirigente de desarrollar formas de vida (económica y social), más

avanzadas (Montanari: 108 y 109), y por otra, la expansión ideal y ética de estas

formas de vida, es decir, la aceptación por diferentes grupos socioeconómicos de

nuevas ideas y valores, que progresivamente desplazan a los preexistentes.

83
Estos elementos ideológicos novedosos, pueden aparecer al principio de la

conformación del bloque histórico de manera coyuntural, incluso como parte de los

valores precedentes, respondiendo a la lógica de las alianzas que se desarrollaron

entre los grupos dirigentes que emergen y los sectores auxiliares, en la etapa de

construcción de la contrahegemonía que antecede al desplazamiento del viejo orden

socioeconómico por otro nuevo.

Pueden, en principio, aparecer en el mundo de las aspiraciones populares en la esfera

del sentido común, como parte de los nuevos valores y principios nacionales que

entran en escena en el juego de las alianzas, o pueden emerger circunstancialmente

correspondiendo con el universo de ideas, aspiraciones y necesidades de un número

reducido de grupos sociales y económicos y, conforme se vaya desarrollando el

bloque histórico, irse permeando al conjunto social hasta convertirse en ideas y

valores universales.

En este marco, podemos considerar que las políticas sociales, en la realidad de los

Estados emergentes, son una categoría general perteneciente tanto al ámbito de la

superestructura ideológico-política, como al de la estructura económica que surge en

el marco del derrumbe de un bloque histórico y el nacimiento y expansión de otro,

como uno de los instrumentos que permiten al grupo dirigente que asciende (y que

sustituye al que se derrumba), la construcción de las condiciones de su

representatividad ideológico-política y de las que requiere la estructura económica

para su desarrollo y consolidación. De esta forma podemos asumir que la política

habitacional se desprende de la construcción del bloque histórico mismo, es inherente

a él y se desarrolla a la par de los ritmos de su conformación.

Aparecerá en este escenario, como parte del entramado de intereses que se expresan

de manera implícita y explícita desde la emergencia de un bloque histórico, y se

84
desarrolla respondiendo a las dinámicas cambiantes de las necesidades sociales y

económicas surgiendo sólo como resultado de la correspondencia entre ellas.

La política habitacional sólo aparecerá así, en la medida que la vivienda, como

aspiración, se haya extendido al mundo de los valores y principios nacionales, y

cuando las condiciones económico-políticas y el carácter orgánico de los actores

sociales y económicos hayan madurado lo suficiente para hacer posible su puesta en

operación. Por decirlo en términos gramscianos, el bloque histórico no emprende las

políticas sociales para las que no existan las condiciones económicas políticas y

sociales adecuadas, para las que aún no esté capacitado.

4.1.2. La política habitacional y las condiciones del bloque histórico

El desarrollo de las políticas habitacionales como resultado del proceso mismo de

conformación del bloque histórico y de la representatividad o dirección ética y política

de un bloque hegemónico que emerge, no se da en un proceso lineal de eventos, en

un desarrollo creciente, positivo y constante.

Tal como lo dice Montanari (op. cit.: 109), el tiempo histórico, y por lo tanto los hechos

históricos, son resultado del hacerse y deshacerse de los sujetos sociales y políticos,

es decir, en el proceso de conformación del bloque histórico, de la propia sociedad

política y de la sociedad civil, se van construyendo los eventos que marcan el perfil de

una sociedad determinada.

Las políticas sociales, como materialización de la representatividad de los grupos

dirigentes, como instrumento de esta representatividad, valga decir, de su hegemonía,

surgen y cambian en virtud del desarrollo (hacerse y deshacerse), de los sujetos

85
políticos y sociales, de las formas en que se conforma y se reconstituye

permanentemente la estructura gubernamental, la composición orgánica de la

sociedad civil y se desarrolla la estructura económica.

La política habitacional es, desde este punto de vista, una realidad inestable, que

corresponde con las mismas condiciones cambiantes a través de las cuales se forma

el Estado moderno y que, en el caso de los que surgen de manera relativamente tardía

en el contexto de los estados capitalistas, adquiere características peculiares que

corresponden con el momento histórico de superación del Estado nacional.

En ellos la hegemonía y el mismo bloque histórico no se crean en un solo momento, ni

son resultado de un hecho histórico único que marca las condiciones de la realidad

social de una vez para siempre, sino que se van desarrollando en un proceso continuo

de maduración cualitativa y cuantitativa de la realidad económico social, en el que se

va estableciendo progresivamente una correspondencia entre los intereses y

aspiraciones de la sociedad civil y de la estructura económica.

Las políticas habitacionales serán aquí el resultado de la correspondencia entre estos

intereses, superarán el nivel del acuerdo político y discursivo, es decir se concretarán

en mecanismos institucionales que responderán a los intereses y aspiraciones de los

sectores que, con poder económico o con representatividad político-social, tienen un

peso determinante en el mundo ideológico y económico que se construye, y por lo

tanto un peso específico en la conformación del bloque histórico.

Los sectores con un peso marginal en la construcción del bloque histórico, sin poder

político ni económico, ni una condición orgánica sólida que les permita hacer sentir el

peso de sus aspiraciones quedarán al margen del campo de actuación de las

instituciones, y permanecerán ahí hasta que la condiciones económicas requieran su

86
integración, o que su condición orgánica los reubique en el marco de la correlación de

intereses hegemónicos.

Las políticas habitacionales en los estados emergentes, sólo podrán irse desarrollando

en el marco de una nueva era, a la par de su maduración como Estado moderno,

dentro de la lógica de construcción de una nueva realidad política, social y económica

que deriva en una nueva forma de concebir la realidad.

Como lo señala Montanari:

“Una nueva época no podrá abrirse sino por la constitución de los

intereses económicos y el orden político; de reunificar ´pasiones´ y

culturas diversas dentro de una forma social más unitaria y universal

de modo de ´superar´ la figura del Estado–Nación y reafirmar los

´principios´ constitutivos de lo moderno, su pluralismo originario y

sus caracteres más democráticos”. (op. cit.: 108).

En este escenario, las políticas habitacionales se concretan en tanto responden

simultáneamente a las necesidades de legitimación y representatividad del Estado, y a

los intereses y necesidades de los sectores que forman parte de los grupos

económicos dominantes, y de los grupos sociales que son reconocidos como

integrantes de la sociedad civil, es decir de los grupos aliados al Estado en el marco

de una nueva totalidad social.

Se inscriben, por lo tanto, en un proceso en el que las iniciativas gubernamentales se

realizan a partir de los compromisos explícitos e implícitos que aparecen entre el

Estado y los agentes de la producción, entre el Estado y los sectores sociales, entre

87
éstos y los mismos agentes de la producción en un marco en el que se construye y se

reestructura permanentemente la hegemonía de la clase dirigente.

En este sentido, se puede considerar que hasta que no hay una “voluntad colectiva”,

una “comunión de intereses” que se ha propuesto este fin, no se impulsarán las

políticas habitacionales. Desde este punto de vista podemos considerar que las

políticas habitacionales aparecen en consonancia con una realidad histórica

especifica, no tienen un contenido “teórico” ni responden a una sola forma de entender

la realidad; su carácter y naturaleza responde a la de cada bloque histórico, a la de

cada realidad socioeconómica y cultural y a la forma específica en que esta realidad

evoluciona, se transforma, se recrea.

Son así, un instrumento en permanente reconfiguración que se transforma y cambia

atendiendo a las formas específicas en las que se construyen las alianzas sociales y

políticas, y a la forma en la que evolucionan los sectores sociales y económicos, en

definitiva atendiendo a la forma en la que se construye el bloque histórico.

4.2. Política habitacional y el desarrollo de los agentes del

bloque histórico

La aparición de una nueva clase dirigente en el marco de un Estado que emerge,

requiere de un afianzamiento rápido y soportado por amplios sectores sociales y

económicos a través de políticas sociales que aparecen como elementos ideológico-

discursivos y se van concretando en instituciones en un largo proceso de

conformación y afianzamiento del bloque histórico.

88
Es precisamente en este proceso que surgen las instituciones de la política

habitacional como instrumentos de la nueva representatividad política y social,

dirigidos, por parte del Estado, a construir un nuevo sentido común en los grupos

sociales subalternos y una nueva legitimidad en torno a los grupos económicos

dominantes, fungiendo como un elemento articulador de nuevas alianzas.

Las políticas de vivienda, y en general las políticas sociales, corresponden así con la

forma en que se manifiestan las relaciones económico-políticas en un proceso

determinado de conformación de un bloque histórico. En el marco de éstas, las

políticas sociales forman parte de los componentes ideológicos materiales, de los que

se vale el Estado para construir y consolidar su representatividad a largo plazo,

conformando una nueva totalidad social.

En este sentido la política habitacional es resultado de un entramado complejo y,

temporalmente, prolongado de alianzas que permiten hacer coincidir intereses

económicos, sociales y políticos; no es en sí misma un instrumento de cooptación o de

control de los grupos auxiliares y subordinados (aunque pueda aparecer con este

carácter en un momento coyuntural), sino un medio a través del cual se construye la

representatividad del Estado y se conforma una conciencia colectiva, que deriva en la

conformación de una nueva realidad económico-social.

No se reduce por lo tanto, a la puesta en operación de instituciones y programas

habitacionales, a ofrecer sólo productos (vivienda), para el consumo colectivo, sino a

la creación de todas aquellas condiciones (tales como la consolidación del sistema

financiero, facilidades para el desarrollo del capital inmobiliario y de la construcción,

desarrollo de una capacidad social de consumo, etc.), de las cuales depende el

desarrollo del bloque histórico (de la estructura económica y de la superestructura

89
ideológica), y que permiten la concreción o materialización de las tareas que se ha

propuesto el Estado mismo.

4.2.1. Política habitacional y desarrollo del estado

Para la creación de estas condiciones estructurales y superestructurales, el Estado

aparece como un actor versátil, como una entidad que va cumpliendo diferentes roles,

que se muestra como un cuerpo elástico que, en el gran escenario de la construcción

de una nueva realidad histórica, abarca todos los papeles que la sociedad civil y los

sectores económicos dominantes no cumplan, abandonándolos paulatinamente en un

largo proceso de lucha de competencias, a contraflujo del empuje de estos dos

sectores.

En el proceso de creación de las políticas habitacionales en particular, el Estado

emergente retoma los compromisos adquiridos en la construcción de las alianzas que

le permitieron su ascenso hegemónico, define una plataforma jurídica que le permita

perfilar su carácter representativo y plasmar los compromisos adquiridos con los

grupos sociales y económicos aliados.

En un primer momento, la incorporación del tema habitacional en el marco jurídico, no

aparece como una tarea que se propone el Estado, sino como una aspiración de los

grupos sociales aliados y por lo mismo como una forma de concretar (aunque sea sólo

en el nivel del discurso legal), los términos en los que se sustentaron las alianzas que

permitieron la emergencia de un nuevo bloque histórico.

Esta incorporación de la cuestión habitacional al marco jurídico, en un momento

histórico en el que la madurez de los agentes socioeconómicos y del mismo Estado no

90
permite la realización instituciones que permitan operar una política habitacional

propiamente dicha, no presupone que el bloque hegemónico se proponga tareas para

cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes, sino el inicio de

un proceso a través del cual se irán construyendo las condiciones que la hagan

posible.

En este sentido, la política habitacional, institucionalmente hablando, sólo será

impulsada por el Estado en la medida que, además de una necesidad manifiesta de un

grupo social, se hayan creado las condiciones objetivas para abordar esta necesidad

como política pública. Para operarla, el Estado deberá primero intervenir en la creación

de los instrumentos y apoyar la maduración de los actores socioeconómicos que la

hagan viable.

El Estado, así, sólo emprenderá aquellas iniciativas habitacionales para las cuales el

bloque histórico en su conjunto está capacitado en cada momento, amoldando su

intervención tanto al nivel de desarrollo de la base económica como al de organicidad

de la sociedad civil. Se pasará así de un primer momento discursivo, a la operación de

programas de política institucional de diferente naturaleza y características, que en

cada momento se adecuan a las condiciones socioeconómicas prevalecientes.

En cada uno de estos momentos, las políticas de vivienda y sus mecanismos e

instituciones operativas variarán de acuerdo a la evolución de los agentes sociales y

económicos, cambiarán también los mecanismos financieros y las características de

estos mismos, e incluso se modificará el papel del intelectual que diseñe estos

mecanismos, y que imagine las soluciones técnicas de vivienda, y por lo mismo

mudarán hasta las mismas condiciones y características físicas de la vivienda.

91
4.2.2. Política habitacional y transformación de la sociedad civil

El reconocimiento de la necesidad de una política habitacional en el seno de la

sociedad civil no se encuentra presente siempre en ella, sino que aparece como una

aspiración, como un reclamo social atendiendo a ciertas condiciones de la realidad

socioeconómica, como parte de un proceso en el que la sociedad civil se transforma,

va cambiando no sólo en el número y naturaleza de los elementos orgánicos que la

conforman, sino en cuanto a su contenido ideológico, a sus aspiraciones y a sus

necesidades.

Como se señaló más arriba, la construcción de un bloque histórico implica un conjunto

de cambios tanto en el orden de la estructura económica como en el de la

superestructura ideológico política, que son determinantes para la conformación,

desarrollo y consolidación de la propia sociedad civil. A lo largo de este proceso de

cambio, hay una transformación de las relaciones de producción, de las condiciones

materiales que las hacen posible, de la orientación misma del desarrollo de las

actividades productivas, que inciden en la forma en la que la sociedad civil percibe la

realidad y los satisfactores básicos que ella requiere.

A galope de estas transformaciones, al interior mismo de la sociedad civil ocurren

cambios, se recompone el universo de los actores sociales y al mismo tiempo (y como

consecuencia de ello), hay una metamorfosis de sus intereses, se transforma la visión

de la realidad, se modifican los principios y los valores éticos y también cambian las

necesidades de los grupos sociales, y de la mano de ellas, sus aspiraciones.

La sociedad civil se muestra así, como un actor en permanente cambio que sin

embargo, y paradójicamente, tenderá a irse desarrollando orgánicamente,

conformando un conjunto, heterogéneo en su composición, pero cada vez más

92
uniforme en sus necesidades y aspiraciones esenciales, un conglomerado que en el

contexto de su diversidad se encuentra articulado y unido por un conjunto de anhelos

comunes.

Estos anhelos compartidos, irán correspondiendo cada vez más con aquellas

necesidades que se derivan de las relaciones socioeconómicas dominantes, propias

del bloque histórico, y que se expresan en valores morales, formas de vida,

necesidades de consumo, y condiciones materiales básicas de subsistencia.

En el contexto de los Estados emergentes, en etapas relativamente tardías del

capitalismo como es el caso de México, las transformaciones económicas y sociales

que llevaron a una modificación radical en los patrones de comportamiento y consumo

social, estuvieron asociadas al tránsito de una realidad predominantemente rural a otra

de naturaleza crecientemente urbana, que fue coincidente con la construcción de un

nuevo bloque histórico.

En este tránsito, la vivienda pasó de ser un reclamo marginal en el contexto de las

prioridades de las grandes masas rurales, y de estar vinculado fundamentalmente a

las condiciones de habitabilidad de los sectores bajos y medios de las ciudades, a una

necesidad cada vez más presente en el conjunto de una sociedad civil que se fue

urbanizando, y pasó de ser una demanda social secundaria a ubicarse dentro del

conjunto social como una demanda esencial.

Con el cambio de las condiciones de vida que implicó el surgimiento de un bloque

histórico progresivamente urbano, la producción de vivienda bajo las pautas de la vieja

sociedad rural fue imposible, apareció de esta forma, una nueva necesidad en el

nuevo marco de los patrones de consumo propios de la vida urbana, la de disponer de

93
mecanismos financieros que permitieran a un número cada vez mayor de grupos

sociales acceder a la vivienda como un bien disponible en el mercado.

La políticas habitacionales aparecen como una respuesta a esta necesidad emergente

en la sociedad civil, y se extendió al conjunto social a la par que éste fue adquiriendo

un carácter crecientemente urbano. De esta manera, las iniciativas gubernamentales

en materia de vivienda se fueron desarrollando en consonancia a los cambios en la

percepción social sobre este tema, cuando la vivienda rebasó el nivel del “sentido

común”, para ubicarse en el de la conciencia social, pasando de ser una reivindicación

secundaria, a una de carácter fundamental, y de ser una reivindicación propia de unos

sectores de los trabajadores urbanos a extenderse al conjunto de la sociedad civil.

4.2.3. Política habitacional y desarrollo de los sectores del capital

En el marco de la conformación de un nuevo bloque histórico, la política habitacional,

además de corresponder con el desarrollo orgánico de la sociedad civil, debe hacerlo

con el de las fuerzas económicas dominantes. La maduración de los sectores de

capital que permiten la producción de vivienda son, de esta manera, una condición

indispensable para que se rebase el momento discursivo de la política de vivienda y se

de paso a la creación de instituciones que operen las iniciativas gubernamentales en la

materia.

La necesidad de vivienda se convierte así en un elemento ideológico nacional, es

decir, se ubica en el nivel de la conciencia colectiva, en la medida en que no sólo se

considere como una necesidad social, sino en tanto aparezca como un factor del cual

dependa el desarrollo de uno o varios sectores del capital.

94
En términos generales, puede asumirse que el reconocimiento social de la producción

habitacional, como función del Estado, pasa no sólo por su reconocimiento como un

satisfactor de una necesidad social, es decir como elemento indispensable para la vida

de distintos grupos sociales, sino también como un elemento para el desarrollo de uno

o varios sectores del capital. En este caso, puede considerarse como un elemento de

la ideología, pero también como un elemento vinculado a las relaciones económicas y,

con este doble carácter, como parte de los componentes del bloque histórico (la

estructura económica y la superestructura ideológico política).

En este sentido, se puede decir que las políticas habitacionales sólo aparecen o se

materializan cuando las necesidades sociales de vivienda, como elementos

ideológicos, coinciden con las necesidades de desarrollo del capital. Como lo señala

Mouffe (op. cit.: 74), sólo hasta que la clase hegemónica articula a sus intereses

económicos los de otros grupos sociales a través de la lucha ideológica, las

aspiraciones sociales podrán traducirse en instrumentos hegemónicos, en instituciones

que operen políticas sociales.

Podemos considerar de esta manera, que las políticas de vivienda aparecen en el

contexto de la vida pública de los Estados emergentes, como un desprendimiento de

la lucha ideológica que se ubica también en la esfera del desarrollo de los sectores del

capital directamente vinculados con su producción. El Estado responde así tanto a los

intereses sociales que le permitan construir y consolidar su representatividad, como a

las necesidades de desarrollo de los sectores económicos.

En el marco de las políticas habitacionales, el Estado no aparece así como

instrumento de los grupos económicos dominantes que desde afuera de él orientan su

quehacer en el sentido estricto de sus intereses, sino más bien, como un actor que, en

el ámbito de su relación con la sociedad civil y con los sectores económicos

95
dominantes, emplea las políticas habitacionales como uno más de los elementos que

forman parte de la construcción de su hegemonía, utilizándolos en una doble vía, por

una parte para impulsar el desarrollo de iniciativas que favorezcan el desarrollo del

capital, y por otra haciendo suyas las necesidades y reivindicaciones sociales

incorporándolas a su programa hegemónico.

96
CAPÍTULO 2
El problema habitacional en México: el
precedente de las políticas de vivienda
México nace en la época de la Reforma.
En ella y por ella se concibe, se inventa y se proyecta.
Octavio Paz. El Laberinto de la Soledad

Cuando en los primeros días de 1922 las prostitutas del puerto de Veracruz quemaron

sus instrumentos de trabajo, es decir sus colchones, en señal de protesta contra las

prácticas usureras de los casatenientes, dando inicio a un movimiento inquilinario que

pronto se expandiría al menos a otras ocho de las principales ciudades del país se

ponían en la mesa de las reivindicaciones sociales, por primera vez en México, los

problemas asociados a los altos alquileres de la viviendas urbanas, la falta de servicios

en las ciudades, especialmente en las áreas que ocupaban los sectores sociales de

menores ingresos, y la baja calidad de los alojamientos para estos grupos de la

población.

Para ese momento, habían transcurrido casi 65 años desde que la Ley Lerdo5

impulsara la desamortización de bienes en manos de corporaciones civiles y

religiosas, casi 63 de que se dictara la expropiación de los bienes eclesiásticos, y poco

más de 90 desde la creación del Banco de Avío Industrial, con el que había arrancado

el primer intento por impulsar el desarrollo de la manufactura capitalista moderna en

México, y con el que dio inicio la etapa de conformación de la nueva burguesía

industrial en el país y, con ella, la del proletariado mexicano.

5
Llamada así por el nombre de su promotor, el ministro de Hacienda Miguel Lerdo de Tejada aprobada en 1856,
obligaba a las corporaciones civiles y eclesiásticas a vender las casas y terrenos que no ocuparan. Esta iniciativa se
había propuesto disolver el sistema de acaparamiento de la propiedad raíz (tanto en el campo como en las ciudades),
que se había concentrado en manos de las corporaciones religiosas y de unos cuantos propietarios privados, a través
de diferentes mecanismos de origen feudal que permitían la obtención de rentas a perpetuidad, impidiendo con ello un
libre desarrollo del mercado de suelo, y alzándose como un importante obstáculo para la consolidación capitalista del
país.

97
Sobre esta primera experiencia crediticia dirigida al desarrollo industrial, años más

tarde, comenzaría a despuntar el sistema bancario en México con la aparición de

instituciones financieras que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX jugarían un

papel preponderante en la transformación del escenario urbano, erigiéndose en el

soporte de un emergente y activo capital inmobiliario, y como un factor decisivo de la

producción de nuevas formas de alojamiento.

El origen del sistema económico-social capitalista en México, y por lo tanto el proceso

de urbanización derivado de él, pueden ubicarse así, a partir de la segunda mitad del

siglo XIX con el establecimiento del régimen republicano y liberal, que se consolida

hasta la dictadura porfirista, durante la cual, finalmente, terminan por establecerce las

condiciones que llevarán a la constitución de un Estado nacional y el perfil definitivo a

la economía nacional (Córdova, A.: 62 -76).

De la mano de las reformas liberales, de un embrionario sistema financiero y de un

incipiente proceso de industrialización, el fenómeno urbano de corte capitalista

comenzaría, a partir de entonces, a extenderse por todo el país presentando pautas

inéditas en la que aún era una realidad urbana colonial. La especulación inmobiliaria,

una radical diferenciación socio-espacial y la expansión ilimitada con muy bajas

densidades serían, a partir de entonces, los rasgos característicos de las ciudades en

México.

Como resultado inmediato, la vivienda quedará fuera de los vínculos paternalistas

propios de la economía moral (Herbert Nickel 1989: 15-68), precapitalista, para entrar

de lleno en las nuevas formas de relación entre capital y trabajo. Antes de ese

momento, la cuestión habitacional se había desarrollado en el marco de una serie de

compromisos sociales y económicos cuasi-feudales, en donde entre inquilinos y

propietarios existían vínculos, frecuentemente de por vida, con un profundo carácter

98
paternalista, que sólo se trastocan hasta que las formas de propiedad inmobiliaria se

ven permeadas por las relaciones sociales capitalistas.

A partir de entonces su producción y las formas de su comercialización, responderán a

nuevas relaciones socioeconómicas y a los intereses de nuevos actores. La iglesia,

como propietario inmobiliario y principal arrendador de vivienda urbana (Cervantes

Bello, F. 2001: 32, 43), pasará a dedicarse más a los negocios vinculados con el

“bienestar” de las almas, y será desplazada (al menos jurídicamente), de los negocios

de la propiedad raíz por los viejos y nuevos comerciantes, que continuarán

reproduciendo las antiguas practicas de la usura y del negocio del arrendamiento de

vivienda.

Así, el problema de la vivienda en México, nace y se desarrolla de la mano del propio

proceso de conformación del capitalismo nacional, de las nuevas relaciones sociales y

económicas propias de este régimen y del conflicto que enfrentan estas con las

prácticas precapitalistas que se resisten a desaparecer. Puede así decirse que en

términos sociales y económico políticos inicia a partir de las transformaciones jurídico-

políticas liberales impulsadas a mediados del siglo XIX, se desarrolla junto con el

crecimiento industrial y financiero que se desencadena a partir de entonces, emerge a

la par que crece el proletariado y la población urbana, y se expresa como un problema

social que surge en un sistema urbano que, en sus rasgos generales, tiende a

homogeneizar las formas de alojamiento que entran en contradicción con las nuevas

pautas de relación económicas y sociales.

99
1. Los factores territoriales y económicos del problema

habitacional

El proceso de desarrollo del capitalismo industrial y financiero, el de urbanización y el

surgimiento del problema habitacional en México, son fenómenos ligados que aunque

tuvieron en cada entorno territorial un origen y desarrollo diferenciado, con el

advenimiento del capitalismo tenderían a tener rasgos comunes en la realidad urbana

nacional.

En efecto, hay estudios que muestran que a pesar de las diferencias existentes en la

estructura espacial y la tipología de vivienda entre las distintas ciudades y regiones del

país, y aunque las reformas liberales tuvieron un impacto diferenciado en el sistema

urbano nacional, influyeron, de manera decisiva en las condiciones del mercado

habitacional que rápidamente comenzó a desarrollarse (INFONAVIT: 179), y a derivar

en formas especulativas en la comercialización de la vivienda y del suelo, que poco a

poco se extendieron por el país (Ayala A., E., 2003: s/p), influyendo de manera

decisiva en la homogeneización de las características del parque residencial.

Este proceso se fundamentó en el hecho de que la transferencia de suelo y

propiedades, rústicas y urbanas, de manos eclesiásticas y de corporaciones civiles a

propietarios privados como resultado de la desamortización no se realizó en los

términos que la reforma liberal tenía previsto (es decir, creando un universo amplio de

pequeños propietarios), sino que derivó, prácticamente en toda la realidad nacional

(urbana y rural), en una nueva concentración de la propiedad inmobiliaria que pronto

llevó a un doble proceso, por una parte a la expansión de las áreas urbanas, y por otra

a una redensificación del parque habitacional consolidado por medio de la subdivisión

de las edificaciones existentes (Morales, M. D. y Gayón C.., M., 2003: s/p).

100
En una economía cuyo sistema crediticio estaba aún en ciernes, los mecanismos

financieros y la liquidez monetaria (una vez eliminada la competencia eclesiástica),

quedaron en manos de los comerciantes y empresarios (frecuentemente los mismos),

quienes desde un principio fueron los grandes beneficiados de la desamortización

valiéndose de diversos mecanismos (legales e ilegales), que les permitieron hacerse

de la propiedad tanto de fincas agrícolas como de predios urbanos (Rajchenberg S.,

E., y Héau-Lambert, C., 2004: 13, y Jiménez M., J. H.: 91).

Este fenómeno se desarrolló de manera diferenciada en el conjunto del sistema

urbano nacional. Como resulta lógico, los pequeños centros de población, que eran

núcleos de ámbitos agropecuarios y mineros con dinámicas económicas poco

integradas al mercado nacional y a mercados internacionales, y consecuentemente

con crecimientos demográficos moderados, tardaron hasta bien entrado el siglo XX en

ver consolidarse un mercado inmobiliario capitalista y sufrir los efectos de una

especulación inmobiliaria (ver por ejemplo el caso de Saltillo en: Cuellar V., P. 1975:

99 y ss.).

Por el contrario, las ciudades que jugaron un papel relevante en la integración de los

mercados nacionales a partir de la segunda mitad del siglo, XIX y que para principios

del siglo XX presentaban dinámicas demográficas relevantes, fueron el espacio

propicio para la aparición del fenómeno inmobiliario y para que afloraran los rasgos

problemáticos de la vivienda para los trabajadores urbanos (ver los ejemplos de la

ciudad de México en: Jiménez M., J. H., y Guadalajara en: López M., E., 1996).

Los cambios más profundos, en este sentido, se observaron en los centros urbanos

que presentaron una mayor dinámica de crecimiento poblacional como efecto de las

transformaciones económicas desde la 1ª fase de industrialización vinculada a la

creación del Banco de Avío, pero pronto éstos se difundieron al resto del sistema

101
urbano bajo el impulso económico y la extensión del sistema de comunicaciones

ferroviarias que se realizó en el porfiriato, que estimuló la integración del mercado

nacional (Garza, G., 1992: 220 - 227).

Aunque hay indicios que el mercado inmobiliario de corte capitalista se comienza a

desarrollar en México desde antes de la promulgación de la Ley Lerdo (Ayala A., E.:

s/p, y Morales M. D. y Gayón C., M.: 2001: 348), es indudable que su desarrollo se

potencia de manera definitiva a partir de la reinstauración de la constitución de 1857

con el triunfo liberal de 1861 y, a través de ella, con la confirmación de la llamada ley

de desamortización y del decreto de expropiación de los bienes eclesiásticos.

Esta transformación urbana se dio en el marco de una estrecha relación entre el

emergente capital inmobiliario y los grupos de poder político tanto regionales como,

particularmente, nacionales, y mediante una práctica inmobiliaria de corte especulativo

desarrollada a lo largo del último tercio del siglo, que afecto de manera determinante la

provisión de vivienda para los sectores de bajos ingresos, en particular para la nueva

clase obrera.

A partir de entonces, se desarrollaron y generalizaron los mecanismos de producción

de la vivienda urbana en alquiler característica de la primera fase de desarrollo

capitalista en México, y evolucionó, y se transformó, radicalmente el mercado del suelo

a través de promociones especulativas que dieron lugar a las primeras colonias

proletarias, y a la realización de nuevos fraccionamientos para los sectores de medios

y altos ingresos que se soportarían en el naciente capital financiero (ver Jiménez M., J.

H.).

102
1.1. El proceso de urbanización y la generalización de las

condiciones y características de la vivienda

El siglo XIX fue determinante en la configuración urbana en México, a lo largo de él

comenzó a transformarse el carácter casi absolutamente rural de la realidad

poblacional prevaleciente a finales de la colonia, y surgieron las pautas que

determinaron que el fenómeno urbano adquiriera carta de naturalización. En el

transcurso de esos cien años se define prácticamente el sistema de ciudades sobre el

que se estructurará política, administrativa y económicamente el país, el número de

localidades con más de 15,000 habitantes se multiplicó por siete al igual que lo hizo la

población urbana, en una proporción que casi duplicó el crecimiento de la población

nacional (ver Cuadro 2).

CUADRO 2: Evolución de la población urbana en México,


1790 – 1900

1790 1900
Concepto absoluto %/total absoluto %/total
Población Total 3.982.869 100,00 13.607.259 100,00
Población Urbana 323.066 8,10 2.191.397* 16,10
Población Rural 3.659.803 91,90 11.415.862 83,90
Fte: Estadísticas Históricas de México, INEGI 1999, Tomo I: 30
* Total de población registrada en centros de población a partir de Unikel, L. 1976, Cuadro I AI, Apéndice estadístico:
377-390

Este crecimiento implicó la aparición de nuevos núcleos de población que fueron

constituyendo un sistema urbano más complejo y diversificado que el que existía a

finales de la colonia aunque soportado en gran parte sobre la estructura de las

intendencias de finales del siglo XIX (ver Cuadro 3). Los cambios en este sentido

fueron notables, así, mientras que en 1790 el 71% de la población urbana se había

concentrado en sólo 9 ciudades que tenían más de 8.000 habitantes, para 1900, el

50% se distribuía en 18 ciudades, que para entonces superaban los 20.000

pobladores (ver Cuadros 3 y 4).

103
A casi 80 años de haber emergido el México independiente, llegaba a 34 el número de

ciudades con más de 15,000 habitantes, conformando un sistema urbano que

abarcaba para entonces el 75% de las actuales entidades federativas (ver Cuadro 4).

Era notable sin embargo, que este conjunto conformaba una estructura poco integrada

a nivel nacional e incluso poco articulada a nivel regional, y altamente centralizada en

torno a la ciudad de México, condición que, si bien era una herencia colonial, había

comenzado a mitigarse entre 1810 – 1870 permitiendo el desarrollo de centros

regionales [Moreno T., A., 1973: 176, y Cardoso, C. 1983]), pese al efecto

centralizador que durante el régimen liberal tuvo el sistema ferroviario (Garza, G.: 227-

230).

Hacia principios del siglo XX, México mostraba así una tendencia a urbanizarse a

pesar de que el contexto territorial aún era predominantemente rural (cerca del 84% de

la población), y de que se conservaba una alta concentración de la población urbana

en muy pocas ciudades del país. Junto con la Ciudad de México, Guadalajara, León,

Puebla, Monterrey y San Luis Potosí, base del sistema urbano, el resto de éste estaba

integrado por al menos 27 ciudades con más de 15,000 habitantes (ver INEGI, Tomo

II: 913 y 914) 6, 16 de las cuales eran capitales de sus respectivos estado, y había más

de 15 localidades que se encontraban en proceso de consolidación urbana con una

población entre los 2,500 y los 15,000 habitantes, dentro de las cuales estaban al

menos 9 capitales estatales más (ver Cuadro 4).

De hecho, para inicios del siglo XX, el sistema urbano del país, estaba constituido por

al menos una ciudad con más de 15,000 habitantes en el 75% de las entidades

federativas, aunque aún había seis estados (Baja California, Chiapas, Guerrero,

Morelos, Sonora y Tlaxcala), y los dos territorios (Baja California Sur y Quintana Roo),

6
No se dispone de datos para Campeche, Jalapa, Mexicali, Saltillo ni Tepic que, al parecer tenían para entonces más
de 15,000 habitantes (INEGI 1999, Tomo I, pp. 20-28.)

104
que no contaban con ninguna localidad que rebasara esa población, un escenario

radicalmente distinto al que se observaba a finales del período colonial (ver cuadros 3

y 4).

CUADRO 3: Población de las principales ciudades de México


1790 y 1921

Años Antigua cabecera de


Ciudad 1790 1803 1900 1910 1921 Intendencia
Aguascalientes 8.3761 34.982 45.198 48.041**
Colima 8.774 20.698* 25.148 28.326
Chihuahua 17.906 30.405 39.706 37.078**
Durango 10.891 12.000 31.092 31.763 39.091** X
Guadalajara 19.500 101.208 119.468 143.376** X
Guanajuato 32.098 41.000 41.486 35.682 19.408** X
Mérida 9.8262 10.000 43.630 62.447 79.225** X
México 104.760 137.000 344.721 471.066 661.708** X
Monterrey 62.266 78.528 88.479**
Morelia (Valladolid) 16.993 18.000 37.278 40.042 31.148** X
Oaxaca 35.049 38.011 27.792** X
Pachuca 1.0662 37.487 39.009 40.802**
Puebla 67.800 93.521 96.121 95.535** X
Querétaro 27.000 33.152 33.062 30.073**
San Luis Potosí 61.019 68.022 57.353** X
Toluca 25.940 31.023 34.265**
Veracruz 16.000 16.000 29.164 48.633 54.225** X
Zacatecas 22.495 32.866 25.900 15.462** X
Fte: Estadísticas Históricas de México, INEGI 1999, Tomo I, pp. 20-28
** Fuente: Unikel, L. 1976, Cuadro I AI, Apéndice estadístico pp. 377-390
1
Población de 1794
2
Población estimada

Para 1910, al final de la dictadura liberal, este proceso continuaba, no sólo las

ciudades con más de 15,000 habitantes habían aumentado a 36, sino que a los

sistemas regionales surgidos desde finales del siglo anterior (además del Distrito

Federal los de los estados de Guanajuato y Jalisco), se habían sumado otros en los

estados de Coahuila, Durango, estado de México, Michoacán y San Luís Potosí, que

integraban a dos o más ciudades, entre ellos sobresalían el subsistema que articulaba,

en torno a Torreón en el estado de Coahuila, a las ciudades emergentes de Lerdo y

105
Gómez Palacio ubicadas en el vecino estado de Durango, conformando el primer

sistema metropolitano interestatal en la región de La Laguna 7.

En estos dos estados las respectivas capitales (Saltillo, en Coahuila y Durango, en el

estado del mismo nombre), habían jugado un papel importante como centros político–

económicos a nivel regional, aunque relativamente aislados a la dinámica de La

Laguna. Durango como centro político y comercial de una vasta región minera que a

finales del siglo XVIII había estado entre las provincias que mayor riqueza generaban,

y que a la larga logró consolidarse como un centro comercial (Pacheco R., J. de la C.,

2001:110 – 118), y Saltillo, que surgido como un presidio8, había llegado a

consolidarse como el punto de abasto e intercambio más importante de Coahuila, en

una región con bajos niveles de población que básicamente tenía una economía

agropecuaria de subsistencia, con muy escasos excedentes, patrón que continuó

hasta mediados del siglo XIX, hasta que a partir de la introducción del ferrocarril se

amplía su papel comercial y detona su desarrollo industrial (Santoscoy, M. E., 2000:

119, 165, 166, 226 y 229).

Del mismo modo, en el estado de Guanajuato se había consolidado un sistema urbano

que había iniciado su conformación desde la colonia en torno a la actividad minera y

que para 1910 articulaba a 6 ciudades (Guanajuato, Celaya, Irapuato, León, San

Francisco del Rincón y Silao [ver Cuadro 4]), mientras que en Jalisco, además de

Guadalajara, se habían consolidado como importantes núcleos urbanos las

localidades de Ciudad Guzmán, al poniente del estado, y Lagos de Moreno al noroeste

de la entidad.

7
El caso de Torreón junto con los de Lerdo y Gómez Palacio en la Laguna, es un caso sobresaliente en México, de un
rancho de 200 habitantes en 1892 (Moreno T., A., 1973: 191 y 192), Torreón se convirtió en una ciudad de 34,271 en
1910 y para entonces había conformado un conglomerado de cerca de 59,000 almas junto con Lerdo y Gómez Palacio
(ver cuadro 4).
8
Los Presidios, durante la colonia fueron el equivalente a un fuerte militar de avanzada para la conquista y colonización
de los territorios del norte del país.

106
En el estado de Veracruz por su parte, la capital estatal Xalapa junto con Orizaba y el

puerto de Veracruz, conformaban un incipiente subsistema urbano en la porción

central de la entidad, mientras que en los estados de México, Michoacán y San Luis

Potosí, además de las capitales estatales (Toluca, Morelia y San Luis Potosí

respectivamente), se habían consolidado los centros urbanos del Oro en el primero,

Zamora en el segundo, y Matehuala, en el último (ver Cuadro 4).

Cuadro 4: Localidades urbanas por entidad federativa, 1900 – 1910


Pobl. %/total Pobl. %/total Pobl. %/total TCMA Capital
Estado Localidad
1900 Urb. Nal 1910 Urb. Nal 1921 Urb. Nal 1900-1921 estatal
Aguascalientes Aguascalientes 34.982 2,30 45.198 2,43 48.041 2,37 1.52 X
Campeche Campeche 17.109* 1,12 16.775* 0,90 16.938* 0,83 -0.05 X
Saltillo 23.996* 1,58 35.414* 1,91 40.451* 1,99 2.52 X
Coahuila
Torreón 13.845* 0,91 34.271* 1,84 50.902* 2,51 6.40
Colima Colima 20.698* 1,36 25.148 1,35 28.326 1,40 1.51 X
Chihuahua Chihuahua 30.405 2,00 39.706 2,14 37.078 1,83 0.95 X
Cd. de México 344.721 22,65 471.066 25,35 615.367 30,32 2.80 X
Distrito Federal Tacuba 2.891* 0,19 29.596* 1,59 -2 -2
-2
Tacubaya 18.342* 1,21 35.830* 1,93 54.775* 2,70 5.35
Durango 31.092 2,04 31.763 1,71 39.091 1,93 1.10 X
Durango
Gómez Palacio 7.680* 0,50 15.997* 0,86 20.753* 1,02 4.85
Guanajuato 41.486 2,73 35.682 1,92 19.408 0,96 -3.55 X
León 63.263* 4,16 57.722* 3,11 53.639* 2,64 -0.78
Irapuato 19.640* 1,29 21.469* 1,16 20.657* 1,02 0.24
Guanajuato
Celaya 25.565* 1,68 23.062* 1,24 24.035* 1,18 -0.29
Silao 15.355* 1,01 14.059** 0,76 12.943** 0,64 -0.81
Sn. Fco. Del Rincón 19.090* 1,25 11.359** 0,61 7.702** 0,38 -4.23
Hidalgo Pachuca 37.487 2,46 39.009 2,10 40.802 2,01 0.40 X
Guadalajara 101.208 6,65 119.468 6,43 143.376 7,07 1.67 X
Jalisco Ciudad Guzmán 17.596* 1,16 17.085* 0,92 16.842* 0,83 -0.21
Lagos de Moreno 15.999* 1,05 12.243** 0,66 10.012** 0,49 -2.21
Toluca 25.940 1,70 31.023 1,67 34.265 1,69 1.33 X
México
El Oro de Hgo. 4.978* 0,33 21.841* 1,18 14.804** 0,73 5.33
Morelia 37.278 2,45 40.042 2,15 31.148 1,53 -0.85 X
Michoacán
Zamora 12.721* 0,84 15.116* 0,81 13.865** 0,68 0.41
Nayarit Tepic 15.488* 1,02 16.778* 0,90 13.766** 0,68 -0.56 X
Nuevo León Monterrey 62.266 4,09 78.528 4,23 88.479 4,36 1.69 X
Oaxaca Oaxaca 35.049 2,30 38.011 2,05 27.792 1,37 -1.10 X
Puebla Puebla 93.521 6,14 96.121 5,17 95.535 4,71 0.10 X
Querétaro Querétaro 33.152 2,18 33.062 1,78 30.073 1,48 -0.46 X
Sn. Luís Potosí 61.019 4,01 68.022 3,66 57.353 2,83 -0.29 X
Sn. Luís Potosí
Matehuala 14.631* 0,96 16.476* 0,89 12.493** 0,62 -0.75
Culiacán 10.380 0,68 13.527 0,73 16.034 0,79 2.09 X
Sinaloa
Mazatlán 17.852* 1,17 21.219* 1,14 25.254* 1,24 1.67
Tabasco Villahermosa 10.543 0,69 12.327 0,66 15.819 0,78 1.95 X
Cd. Victoria 10.086 0,66 12.103 0,65 17.124 0,84 2.55 X
Tamaulipas
Tampico 16.313* 1,07 16.528* 0,89 44.822* 2,21 4.93
Orizaba 32.393* 2,13 35.263* 1,90 39.563* 1,95 0.96
Veracruz Veracruz 29.164 1,92 48.633 2,62 27.623 1,36 -0.26
Xalapa 20.388* 1,34 23.640* 1,27 27.623* 1,36 1.46 X
Yucatán Mérida 43.630 2,87 62.447 3,36 79.225 3,90 2.88 X
Zacatecas Zacatecas 32.866 2,16 25.900 1,39 15.462 0,76 -3.53 X
Tot Urb.Nal1 1.522.108 100,00 1.858.529 100,00 2.029.260 100,00 1,38
Fuente: INEGI, Estadísticas históricas de México, 1999: 20-28
* Unikel, L. 1976, Cuadro I AI, Apéndice estadístico pp. 377-390, **Se incluyen porque en un período anterior habían alcanzado los 15,000 habitantes
1
Incluye sólo localidades con más de 15,000 habitantes
2
1921 se considera incorporada a la Ciudad de México
No se incluyen 6 estados (Baja California, Chiapas, Guerrero, Morelos, Sonora y Tlaxcala), y 2 territorios (Baja California Sur y Quintana Roo), que en 1921 no contaban con ciudades con
más de 15,000 habitantes.

107
Para 1910 el sistema urbano nacional estaba estructurado en trono a una gran

metrópoli y comprendía 36 ciudades que reunían más de 15,000 habitantes, de las

que siete rebasaban los 50,000 pobladores, y en dos terceras partes se concentraban

en la franja central de territorio nacional, entre Veracruz al oriente y Guadalajara al

occidente, mientras que, exceptuando el caso de la Laguna, los demás quedaban

como un conjunto disperso de ciudades en los vastos territorios del norte y sur-

sureste.

Podemos considerar así que, en conjunto, el sistema urbano que se observaba a

principios del siglo XX, se había comenzado a conformar desde finales del período

colonial con la redefinición de la estructura territorial de las Intendencias, era un

sistema urbano desarticulado en su mayor parte, en donde los centros urbanos fueron

los núcleos impulsores del desarrollo económico y administrativo de las diferentes

regiones del país.

A lo largo del siglo XIX, y particularmente a partir de la introducción del transporte

ferroviario en el último tercio del siglo,9 este sistema urbano se comenzó a consolidar,

dando lugar a insipientes subsistemas regionales en torno a los cuales se articuló el

territorio nacional y se extendieron, de la mano del comercio, las relaciones sociales y

económicas del sistema capitalista en el país.

Para principios del siglo XX, este sistema comenzaba a percibirse relativamente

consolidado sobre la base de un conjunto de ciudades de diferente magnitud

demográfica, distinto peso económico en el contexto territorial, y relativamente

homogéneo en cuanto a la estructura de su espacio urbano y a las condiciones

generales de vivienda.

9
Aunque en realidad el primer tramo del ferrocarril a Veracruz (13.6 km.), se inauguró en 1850, sólo fue hasta 23 años
después, en 1873, cuando se concluye la primera línea entre este puerto y la ciudad de México, y es a partir de ahí que
inicia el desarrollo del ferrocarril, que en los próximos 37 años había acumulado 19,580 km. de vías férreas (Garza, G.:
223 – 225).

108
1.1.1. Los grandes centros de población

Como ya se ha señalado, el crecimiento urbano en México fue una constante a lo largo

del siglo XIX, sin embargo, éste dista mucho de ser homogéneo, no sólo en los

volúmenes de la población sino, sobre todo, en el crecimiento físico de las ciudades.

En términos generales, las mayores dinámicas demográficas y de expansión urbana

comenzaron a presentarse a partir del segundo tercio del siglo, y se concentraron en

un conjunto relativamente reducido de ciudades.

Desde entonces y hasta las primeras décadas del siglo XX, las ciudades con población

por encima de los 50,000 habitantes presentaron, con excepción de Puebla, un

crecimiento constante que sólo en los casos de Guadalajara y la Ciudad de México ya

se venía advirtiendo desde principios de siglo (ver Gráficas 1 y 2 y Cuadro 3).

Entre todas ellas la ciudad de México es la que muestra un crecimiento más acelerado

a partir de los años 60, cuando supera el relativo estancamiento demográfico que

observó a mediados del siglo. Es precisamente a partir de la promulgación de la Ley

de Desamortización, y sobre todo a partir de la concentración industrial que se da a la

sombra de la introducción del sistema ferroviario (Garza, Gustavo, 1992. op. cit.), que

el crecimiento de esta ciudad se dispara y llega a duplicar su población entre el último

tercio del siglo XIX y la primera década del siglo XX.

Una situación semejante la presenta Guadalajara, que al igual que la ciudad de México

mostró un proceso ascendente en su comportamiento poblacional en las primeras tres

décadas del siglo XIX seguido de un estancamiento a finales de la década de 1820

que sólo se supera hasta los últimos treinta años del siglo, a raíz de la recuperación de

109
la actividad industrial, sobre todo de la manufactura textil y, en parte, de la

agroindustria, la industria alimentaria y de algunos otros bienes de consumo (Beato, G.

1985: 154, 155, 160, 161, y 188-196).

El caso de Monterrey es aún más revelador, esta ciudad, que hasta finales de 1860 no

llegaba a los 15,000 habitantes, a partir de los años 80 comienza un despegue

poblacional que se acentúa en la siguiente década ligado a un espectacular desarrollo

industrial (fundamentalmente asociado a la metalurgia), que llega a ser incluso

superior al de la ciudad de México y Puebla (Cerutti, M. 1985: 56 - 59), que en tres

décadas lo lleva a cuadruplicar el número de sus habitantes, en un proceso que, a

partir de la segunda década del siglo XX, la ubicará como la tercera ciudad más

poblada del país.

Notablemente distinto a los casos de la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey es

el comportamiento que mostró Puebla a lo largo del siglo XIX. Esta ciudad, que para

finales del período colonial, e incluso hasta mediados del siglo, era la segunda en

importancia poblacional sustentada en una relativamente diversificada planta industrial

(que además de la industria textil incluía la de alimentos, bebidas, tabaco, molinos de

trigo, aceite entre otras), no logra modernizar su planta productiva a pesar de los

intentos de innovación tecnológica de la industria textil, y sufre un proceso de

estancamiento industrial (Grosso, J. E. 1985: 200 - 207), que le lleva a prácticamente

no aumentar su población durante las primeras tres cuartas partes del siglo,

manteniendo un comportamiento demográfico moderado hasta la última década del

siglo XIX y las primeras dos del siguiente, período en el que es superada por

Guadalajara como segunda ciudad en importancia, y más tarde, a partir de la tercer

década del siglo XX, por Monterrey.

110
Gráfica 1: Crecimiento Poblacional de Ciudades con
más de 50 mil habitantes en 1921, con la Cd. De
México

700,000
600,000 México
500,000 Guadalajara
Habitantes 400,000 Merida
300,000 Monterrey
200,000 Puebla
100,000 San Luis Potosi

0
90

20

50

70

95

21
17

18

18

18

18

19
Años

Por su parte, como resultado del auge temporal que tuvo como centro intermediario en

el comercio de productos importados a través del puerto de Tampico (Moreno T., A.,

1973: 183, 186 y 187), San Luis Potosí presentó un crecimiento que llegó a ser, en el

último tercio del siglo XIX, incluso más importante que el de Monterrey, sin embargo

éste se detuvo para finales del siglo como resultado de la recuperación del papel

central de la ciudad de México, y comenzó a estancarse a partir de entonces sólo para

retomarlo hasta mediados del siglo XX.

Mérida, en cambio, se consolidó como el más importante centro urbano del sureste, y

se erigió en el nodo comercial y político administrativo de una vasta región

relativamente desligada del centro del país hasta bien entrado el siglo XX. Esta ciudad

creció a la sombra del auge henequenero10 de finales del siglo XIX (Quintanilla G, A.

1985: 118-136), y aunque presentó un crecimiento mucho menos explosivo que

10
El henequén, o Sisal, es una fibra vegetal proveniente del agave mexicano, ampliamente empleada como materia
prima por la industria de la jarciería para la producción de cables utilizados en la manufactura y las explotaciones
agropecuarias del siglo XIX, fue la base de la economía yucateca desde el último tercio del siglo XIX hasta principios
del siglo XX cuando fue sustituido por otro tipos de productos, principalmente sintéticos derivados del petróleo.

111
Monterrey y San Luis, fue más constante que este último, lo que la llevó rebasar el

doble de su población para finales de la primera década del siglo XX (ver Gráfica 2).

Gráfica 2: Crecimiento Poblacional en ciudades con


más de 50 mil habitantes en 1921, sin la Cd. de
México

160,000
140,000
120,000 Guadalajara
Habitantes

100,000 Merida
80,000 Monterrey
60,000 Puebla
40,000 San Luis Potosi
20,000
0
90

10

30

50

60

80

95

10
17

18

18

18

18

18

18

19

Años

Como podemos observar, con excepción de Puebla, en prácticamente todas las

grandes ciudades del país se puede apreciar un crecimiento demográfico a partir de

que se consolidan las reformas liberales de desamortización hacia inicios de los años

70s del siglo XIX, cuando se había consolidado el régimen liberal y bajo la dictadura

porfirista comenzaban a darse las condiciones políticas, económicas y de

infraestructura para el desarrollo capitalista en México.

Este crecimiento, si bien se interrumpe en las ciudades de Puebla y San Luis Potosí,

que entran en un impasse que se extiende, en ambos casos, hasta la década de los

años 20s del siguiente siglo, en el resto de las grandes ciudades alcanza tasas medias

entre 1900 y 1921 superiores a la urbana nacional, sólo superadas por algunas

112
ciudades medianas y pequeñas que crecen de manera excepcional al influjo del

resurgimiento minero, el desarrollo mercantil y del sistema ferroviario11.

Además de la ciudad de México, que se consolidó en el centro neurálgico de la vida

política y económica del país a través de un sistema de transporte ferroviario que

refuerza notablemente su histórico papel central, el resto de las grandes ciudades del

siglo XIX jugaron un papel decisivo en el desarrollo regional del país, y con excepción

de Monterrey (que se consolidaría como un centro industrial sólo hasta finales del siglo

XIX), todas ellas fueron cabeza de las intendencias que se crearon a partir de las

reformas Borbónicas del siglo XVIII, y también todas, a partir de entonces, se

convirtieron en importantes centros administrativos, comerciales e industriales.

1.1.2. Las ciudades medias

En un proceso distinto al que presentaron las grandes ciudades del país, las ciudades

medias, que para la segunda década del siglo XX llegarían a poblaciones ente los

30,000 y los 50,000 habitantes, mostraron en casi todos los casos un crecimiento

demográfico, proporcionalmente, menos dinámico que el de aquellas en las primeras

dos décadas del siglo (ver Cuadro 4 y Gráfica 3).

Entre éstas, sólo Morelia (antigua Valladolid), y Durango jugaron un papel

preponderante como cabeceras de intendencias a finales del siglo XVIII, el resto

estaban integradas a las intendencias de México (Pachuca, Querétaro y Toluca),

Durango (Chihuahua) y a la de Zacatecas (Aguascalientes), y formaron parte de los

sistemas urbanos que se configuraron en torno a las cabeceras de ellas, y sólo a partir

11
Baste citar los ejemplos de el puerto de Tampico y el centro comercial y político administrativo de Ciudad Victoria; el Oro
principal centro minero del Estado de México y el nudo ferroviario agrícola e industrial de la conurbación Torreón-Gómez Palacio
(ver Cuadro 5)

113
de la Constitución de 1824 (la primera del México Independiente), dos (Chihuahua y

Querétaro), llegaron a convertirse en capitales de nuevos estados.

Exceptuando Querétaro, que mantuvo un comportamiento estancado entre 1803 y

1900, en casi todas estas ciudades se mantuvo un crecimiento relativamente

importante a partir de mediados del siglo XIX12 que, salvo por el caso de

Aguascalientes, se redujo de manera sustancial en los primeros 20 años del siglo XX,

presentando tasas de crecimiento de la población urbana menores a las que se

observaban a nivel nacional (ver Cuadro 4 y Gráfica 3).

De esta manera, la mayoría de estas localidades crecieron de forma importante, tanto

en términos absolutos como relativos, en la segunda mitad del siglo XIX, con un

comportamiento irregular en casi todo el período, llegando a duplicar o triplicar su

población en los últimos treinta años del siglo XIX, comportamiento que declina

ostensiblemente en las dos primeras décadas del siglo XX (ver Cuadro 4 y Gráfica 3).

En algunas de ellas, este comportamiento estuvo ligado a la recuperación de las

actividades económicas tradicionales del entorno regional, que fortaleció su papel

comercial, en Pachuca y Durango, por ejemplo, resurge la actividad minera hacia

mediados y finales del siglo XIX, particularmente en los yacimientos minerales de su

entorno inmediato y con la aparición de inversión extranjera, lo que detonó su

crecimiento comercial (Ruiz de la B., R., 2000: 99-101 y Pacheco R. J.: 196 - 201).

Otras de estas ciudades presentaban ya para el último tercio del siglo XIX un

incipiente nivel de desarrollo industrial que impulsaba su crecimiento: Aguascalientes

con una planta productiva que integraba diferentes ramos (Rojas, B. 1994: 88),

Chihuahua en donde floreció una industria vinculada a la floreciente actividad

12
No se dispone de información para Toluca anterior a 1900.

114
ganadera, así como la industria cervecera y los molinos de trigo, que también se

desarrollaron en Toluca junto con una incipiente industria textil (Aboites A., L., 1994,

s/p, y Jarquín, M. T. 1995:110 y 111).

Gráfica 3: Crecimiento Poblacional de Ciudades


entre 30,000 y 49,999 Habitantes en 1921

60,000

50,000
Morelia
Durango
40,000
Aguascalientes
Habitantes

Chihuahua
30,000
Pachuca
Querétaro
20,000
Saltillo
Toluca
10,000

0
90

10

30

50

60

80

95

10
17

18

18

18

18

18

18

19

Años

1.1.3. Las ciudades intermedias

En el caso de las ciudades intermedias (entre 15 y 30,000 habitantes), el

comportamiento demográfico es significativamente más inestable al de las ciudades

grandes y medias, varias de éstas llegaron a rebasar los 30 mil habitantes por

algunas décadas, pero su población desciende rápidamente hacia las primeras

décadas del siglo XX. En prácticamente todas la actividad económica se basó en la

comercialización de productos agropecuarios característicos de cada región, en

algunos casos acompañada de una industria predominantemente artesanal y con

ejemplos aislados de una industria textil moderna como en el caso de Culiacán

(Ortega N., S., 1999: s/p).

115
En la base productiva de casi todas ellas predominó el comercio, aunque hubo

presencia de una industria artesanal con bajos niveles de productividad y empleo,

dirigida básicamente al mercado interno (como son los ejemplos de Colima, Oaxaca,

Villahermosa y Ciudad Victoria) (Romero, J. M., 1994: s/p, Martínez A., C. 1996: 63 -

66), o se apoyaban en una actividad minera con un comportamiento errático, que en

los períodos de auge y crisis arrastró al resto de las actividades económicas locales

como ocurrió en Zacatecas y Guanajuato (Cerutti, M. 1998: 163, y Blanco, M., 2000:

133 - 139).

Considerando el de Veracruz como un caso excepcional, que retoma su papel como

principal puerto del país hacia el último tercio del siglo XIX (Blázquez D., C., 2000:128-

139), favorecida fundamentalmente por las dos líneas de ferrocarril que la

comunicaban con otras dos importantes ciudades del estado (Xalapa y Orizaba), y por

supuesto con la ciudad de México, el resto de este tipo de ciudades presenta un

comportamiento demográfico sumamente inestable a lo largo del siglo XIX, que en

algunos casos tendió a estabilizarse a principios del siglo XX (Colima, Culiacán,

Villahermosa y Jalapa), y en otros incluso se agudizó a la baja (los centros mineros de

Guanajuato y Zacatecas, además de Oaxaca) (ver Gráfica 3).

Estas localidades tuvieron un comportamiento vinculado fundamentalmente a la

actuación de una sola actividad productiva, en gran medida subordinada al mercado

interno y con una escasa integración con otras regiones, que dependía sólo de

algunos recursos naturales estratégicos, con muy bajos niveles de industrialización de

carácter predominantemente artesanal.

Fueron, en este sentido, esencialmente centros de comercialización de productos

agropecuarios y artesanales que se producían en su entorno regional y que, en el caso

116
de Guanajuato y Zacatecas, se desarrollaban como puntos de intercambio que

evolucionaron al ritmo de desarrollo de la actividad minera13.

En otros casos, como Oaxaca y Colima, se conservó como herencia colonial una

pequeña industria de hilados de tipo artesanal, que en ocasiones presentó crisis de

abastecimiento de materias primas, además de otras industrias artesanales de

procesamiento del tabaco, curtido de pieles, producción de aceite y jabón, además de

aguardiente y azúcar (Romero, J. M.: s/p).

Por su parte, las tres ciudades menos pobladas de este grupo: Culiacán, Ciudad

Victoria y Villahermosa, conservaron dinámicas de crecimiento muy constantes y

ascendentes y, en el conjunto de ellas, en magnitudes por encima de la media urbana

nacional (ver Cuadro 4 y Gráfica 3), las tres se mantienen por casi todo el siglo

articuladas básicamente a su entorno agropecuario, y de ellas sólo Culiacán se

integrará al sistema ferroviario, y esto sólo hasta principios del siglo XX y únicamente

con el noroeste del país (Garza, G.: 227 – 230).

Al igual que las ciudades medias, éstos fueron centros comerciales de productos

agrícolas que tenían su origen en su entorno regional, tanto destinados al consumo

interno de la población, como a la pequeña agroindustria, como caña y tabaco

(Culiacán) (Ortega N., S., 1999: s/p), o cacao, café, pimienta, vainilla, añil y pieles

(Villahermosa) (Martínez A., C.: 63 y 64). La industria, por su parte, descansó en la

producción artesanal, básicamente manual con algunos escasos ejemplos de

modernas industrias textiles (como en el caso de Culiacán).

13
Que en el caso del primero se vio incluso contrarrestada por el crecimiento industrial y mercantil de León y por el
desarrollo de otros centros urbanos en la región del Bajío) (Blanco, M.: 139-143 y Cerutti, M., 1998: 163)

117
Gráfica 4: Crecimiento Poblacional de Ciudades
entre 15,000 y 29,999 Habitantes en 1921

60,000
50,000
Guanajuato
Habitantes 40,000 Veracruz
30,000 Colima
20,000 Cd. Victoria
Culiacán
10,000
Oaxaca
0 Villa Hermosa
Zacatecas
90

10

30

50

60

80

95

10
17

18

18

18

18

18

18

19
Años

1.1.4. Las ciudades en transición

El resto del sistema urbano del país, a principios de la segunda década del siglo XX,

estaba integrado por un conjunto de pequeños centros de población que se

encontraban en proceso de consolidación urbana, con menos de 15,000 habitantes,

que habían estado articuladas a los subsistemas urbanos de las antiguas

Intendencias, jugando un papel secundario y subordinado a las cabeceras de éstas,

como son los ejemplos de Cuernavaca y Chilpancingo, que habían pertenecido a la

intendencia de México, Tlaxcala a la Intendencia de Puebla, Hermosillo a la de Arizpe,

y Tuxtla Gutiérrez a la de Guatemala, o habían formado parte de los asentamientos

dispersos de las provincias internas del Nuevo Santander (Ciudad Victoria), o de la

Vieja California (La Paz).

Dentro de este conjunto, se encuentran comportamientos demográficos diversos, que

responden a las peculiaridades de cada una de las regiones a las que se integran y

que mostraban estructuras económicas esencialmente agroindustriales que mantenían

118
una población dispersa en varias localidades rurales o presentaban una inestabilidad

económica similar a la que observamos en las ciudades intermedias.

Así, Tuxtla Gutiérrez, centro predominantemente comercial y con una actividad

manufacturera de tipo artesanal (Pedrero N., G., 1998: 235-252), y en cierta medida

Hermosillo y La Paz, crecen a lo largo del siglo de manera irregular y a tasas muy

bajas pero de manera constante; Hermosillo, por su parte, lo hace sólo hasta la

introducción del ferrocarril y gracias al reforzamiento de su papel comercial ligado al

puerto de Guaymas (Almada, I., 2000: 132), llegando sólo hasta entonces a

incrementar su población en casi un 75% entre 1877 y 1910, mientras que La Paz

quintuplica la suya en ese mismo período, gracias a que hacia finales del siglo había

comenzado a consolidarse como un pequeño puerto marítimo cuya actividad comercial

apoyaba el desarrollo minero de la región y presentaba un incipiente desarrollo

industrial (Del Río, M. E., 2000: 155).

Por su parte Cuernavaca, Chilpancingo y Tlaxcala presentan un comportamiento

sumamente errático, que en el caso de la última lleva a una reducción en casi el 50%

de su población entre la última década del siglo XIX y la primera del XX, en términos

generales estas tres localidades se consolidaron como centros comerciales y, en la

segunda mitad del siglo XIX, también político-administrativos, de regiones agrícolas

con diferentes niveles de desarrollo que determinaron un crecimiento urbano muy

modesto: Tlaxcala en un entorno de haciendas pulqueras y ganaderas, cuya actividad

artesanal fue incapaz de competir con la industria poblana (Rendón G., R. 1996: 73-

75), y Cuernavaca como centro urbano de una vasta región azucarera (ver Gráfica 5).

119
Gráfica 5: Crecimiento Poblacional de Ciudades
con menos de 15,000 Habitantes en 1921

16,000
14,000
Cuernavaca
12,000
Chilpancingo

Habitantes
10,000
Hermosillo
8,000
La Paz
6,000
Tlaxcala
4,000
Tuxtla Gutierrez
2,000
0
90

10

30

50

60

80

95

10
17

18

18

18

18

18

18

19
Años

1.1.5. Las condiciones de la vivienda en el sistema urbano nacional

En términos generales, podemos concluir que el conjunto del sistema urbano nacional,

al finalizar la segunda década del siglo XX, estaba constituido por un puñado de

ciudades con más de 15,000 habitantes que se concentraban en su mayor parte en la

franja central del país, y que el resto del conjunto de asentamientos humanos lo

conformaban una gran diversidad de localidades con características rurales o que se

encontraban en transición a consolidarse como núcleos urbanos.

Asimismo, podemos observar que aunque el crecimiento de la población urbana fue

notable a lo largo del siglo XIX en comparación con el de la población total, la dinámica

demográfica del sistema urbano del país fue muy dispar, tanto entre las diferentes

regiones, como entre las mismas ciudades, concentrándose en muy pocas, la mayoría

de las cuales eran ya desde finales del período colonial centros político-administrativos

en torno a los que se estructuraba la actividad económica de diferentes regiones del

país, mientras que otras emergieron y se desarrollaron rápidamente a la sombra del

desarrollo del sistema ferroviario.

120
La alta centralidad de la ciudad de México, aunque se mantuvo, e incluso se reforzó a

través de la estructura radiocéntrica de la red de ferrocarriles, fue relativamente

compensada con el desarrollo de algunas ciudades que a finales el siglo XIX

consolidaron su papel regional, y por la emergencia de otras que lo hicieron de la

mano de la modernización de los sistemas de comunicaciones y de la industrialización

como, por ejemplo, Monterrey y San Luís Potosí.

Por otra parte, las ciudades que presentaron un mayor dinamismo demográfico para la

segunda década del siglo XX, lo hicieron de manera excepcional al influjo del auge de

ciertas actividades económicas que jugaban un papel coyuntural estratégico, como

Tampico, que emerge a raíz de una importante inversión extranjera como segundo

puerto marítimo en las costas del Golfo de México, o Torreón, en el nudo ferroviario de

la Laguna, en el centro de una rica región algodonera, en donde además se da un

rápido desarrollo industrial, o el Oro con la recuperación minera en el noroeste del

estado de México.

En realidad, para 1921, el 60% de las ciudades con más de 15,000 habitantes

presentaban en las primeras dos décadas del siglo XX tasas de crecimiento de su

población menores a la media de la población urbana nacional, e incluso en dos

terceras partes de ellas eran decrecientes (ver Cuadro 4), esta situación, favorecida

por las condiciones de inestabilidad política y económica derivadas de la fase armada

de la Revolución Mexicana, al parecer indujo a un proceso de reconcentración

demográfica de la población urbana en las ciudades grandes y medias del país.

Entre ellas algunas que emergieron como importantes centros de población en el

sistema urbano nacional, se habían desarrollado muy rápidamente desde los últimos

treinta años del siglo XIX, a partir del éxito económico de algunas actividades

económicas que resultaron estratégicas en el desarrollo industrial del país (Monterrey

121
y Torreón), o por el papel coyuntural que jugaron en el sistema de intercambio de

productos a nivel de sus regiones de influencia, y ligados a la emergencia de nuevos

puertos marítimos (San Luis Potosí, por ejemplo), mientras que otras más habían visto

reducir su peso económico regional, lo que impactó negativamente en la magnitud de

su población (Colima y los centros mineros de Guanajuato y Zacatecas), o habían

visto disminuir su importancia por el estancamiento de su base productiva industrial

(Puebla).

De hecho, para finales del siglo y después de poco más de tres décadas en que el

liberalismo triunfante se había enfrascado en introducir al país en el camino del

desarrollo capitalista, con algunos esfuerzos por impulsar el desarrollo industrial, y

aunque el proceso de urbanización del país había avanzado de manera significativa, la

realidad urbana distaba mucho de haberse consolidado: para 1910 casi el 92% de la

población nacional residía aún en localidades con menos de 15,000 habitantes, en las

que persistían condiciones predominantemente rurales (INEGI, Tomo II: 944).

En este contexto, la presión que los habitantes ejercieron sobre el espacio urbano en

materia de suelo, vivienda y servicios, en cada realidad urbana fueron claramente

diferenciadas. Así, las ciudades que presentan las mayores dinámicas demográficas y

que habían crecido a partir de centros de población rurales o pequeños centros

mineros, soportaron los flujos poblacionales con una amplia disposición de suelo a

bajo precio para su crecimiento urbano (como fue el caso de Torreón-Gómez Palacio

[ver Manchuca, M. P., 1977]), mientras que las ciudades medianas y grandes, con una

mayor concentración de la propiedad inmobiliaria, y la presencia endémica de un

déficit habitacional y de servicios, se vieron impactadas rápidamente por procesos de

especulación inmobiliaria (Como por ejemplo en la ciudad de México y Guadalajara

[ver Jiménez M., J. H., 1993, y López M., E., 1996]).

122
De esta manera, si consideramos las demandas inquilinarias que surgen en distintas

ciudades del país en los años 1920s como un indicador de esta realidad, las mayores

presiones poblacionales sobre el espacio urbano (y por lo tanto en demanda de

vivienda), al parecer se concentraban en las ciudades grandes (con más de 50,000

habitantes), y medias (entre 30,000 y 49,000), sobre todo en aquellas que desde el

siglo XIX habían jugado un papel económica y políticamente relevante, que aunque no

presentaron las mayores tasas de crecimiento poblacional, sí fueron las que crecieron

más en términos absolutos desde el último tercio del siglo.

Son precisamente éstas las que presentan, en su mayor parte, junto con una alta

concentración de la propiedad inmobiliaria, un importante nivel de desarrollo de la

actividad industrial, particularmente de la industria textil, lo que lleva a una mayor

presencia de obreros y, consecuentemente, a un incremento notable en la demanda

de alojamiento.

Son también, al parecer, en las que el capital inmobiliario se desarrolla de forma más

temprana, jugando un papel fundamental en su expansión. En este sentido,

crecimiento poblacional, expansión urbana, concentración en la propiedad del suelo y

desarrollo industrial fueron de la mano, y de ellos se derivó una creciente demanda de

vivienda en los principales centros de población del país.

1.2. Los factores de la producción habitacional

En el contexto del proceso de urbanización en México hay, además de los anteriores,

que están directamente relacionados con los procesos de transformación territorial,

otros dos factores de naturaleza económica que, en particular, fueron determinantes

en la forma en que se manifestó la problemática de la vivienda, particularmente en lo

123
que se refiere a la forma en la que ésta se produjo y se comercializó: la emergencia

del capital financiero y el desarrollo industrial de México, en particular el de la industria

de la construcción.

La industrialización capitalista en el país es un proceso más bien tardío; durante la

primera mitad del siglo XIX se redujo a experiencias muy limitadas, y los intentos por

desarrollarla fueron más bien fracasos que se debieron en gran medida a la

inestabilidad política, a la ausencia de capitales y a la inexistencia real de mercados a

nivel nacional (Romero I., M. E., 2002, s/p).

Durante los primeros años de independencia, las condiciones que prevalecían en la

industria eran de una producción casi artesanal dirigida al mercado interno, tanto para

el consumo de la población como para la producción agrícola y la minería, que eran

los principales ramos de la economía mexicana (Ibíd.).

Fuera de estos dos sectores, que lograban ciertos excedentes para la exportación, el

resto de la actividad productiva apenas alcanzaba para cubrir parte de las necesidades

del mercado nacional, el cual continuaba dependiendo en gran medida de las

importaciones provenientes de Europa. El peso de estas dos actividades continuaría

siendo, a lo largo del siglo, la base de la economía del país, haciendo que ésta tuviera

un carácter eminentemente minero y agro-exportador en donde coexistían prácticas

propias de la economía colonial con formas de producción netamente capitalistas.

El caso del capital financiero, por su parte, presenta rasgos similares a los del

desarrollo industrial, con un primer ensayo de de mecanismos crediticios para el

impulso de la planta fabril del país a través del Banco de Avío, el sistema financiero

tendrá un lento y errático desarrollo, y tardaría aún hasta la tercer década del siglo XX

para consolidarse.

124
1.2.1. El proceso de industrialización y la vivienda

Lo que podríamos llamar la primera fase del proceso de industrialización en México se

da a partir de mediados del siglo XIX, y tiene un papel importante en las primeras

experiencias que se dan en el país en la producción de vivienda obrera; de hecho

parecen influir en el contenido de los planteamientos y demandas de los trabajadores

en torno a este tema durante la Revolución Mexicana, y nos atreveríamos a decir que

hasta en la forma en que éstos se incorporan en el marco constitucional.

Este proceso, que comienza a casi 70 años de haber iniciado la revolución industrial

en Inglaterra, y a casi 20 o 30 años de arrancar la experiencia Española (Sobrino S.,

J., 1996: 133 – 135), se soporta en una serie de iniciativas emprendidas por los

gobiernos liberales que irán de los apoyos financieros y la construcción de las

primeras líneas de ferrocarril, a las reformas que impulsan el comercio e introducen al

mercado inmobiliario enormes superficies de suelo14, haciendo posible la construcción

de plantas industriales tanto al interior de los centros urbanos como de las mismas

áreas agrícolas.

Un hecho que puede considerarse como el desencadenante de la primera etapa de

industrialización en México, fue la creación del ya mencionado Banco de Avío en 1830,

una iniciativa que precedió a las reformas liberales, y que en sus casi doce años de

operación impulsó un número importante de proyectos que fueron determinantes para

que la actividad industrial apareciera en diferentes regiones del país y se extendiera a

distintas ramas de la producción.

14
Lo primero a través de la abolición de las alcabalas, especie de impuesto que los gobiernos municipales y estatales
imponían a la circulación de mercancías en sus respectivos territorios, y lo segundo a partir la Ley de desamortización.

125
Gracias a ella inició el desarrollo de una planta industrial relativamente moderna, que

modificaría las formas tradicionales de producción prevalecientes en la manufactura

heredadas de de la economía colonial, y aparecieron ramas, relativamente sólidas,

que pudieron ofrecer productos que podían competir con los de importación.

A partir de entonces, la actividad manufacturera se diversificó tanto en sus productos

como en el tipo de sus instalaciones, de esta manera, junto a los pequeños talleres

artesanales que existían desde inicios del siglo, comenzaron a aparecer pequeñas,

medianas y grandes empresas que concentraban cada vez más a importantes

contingentes de obreros, transformando el tejido urbano precedente y generando

nuevas formas de asentamiento.

Las grandes ciudades que desde finales de la colonia ofrecían mercados para los

productos industriales fueron las primeras que sufrieron el impacto de esta

transformación, en ellas continuaban existiendo los pequeños obrajes, casi

artesanales, que operaban con una tecnología basada en la energía humana o animal

como fuerza motriz que se ubicaban en las áreas centrales de los centros urbanos, o

en las primeras periferias (Soberanis, A. y Velasco, A., 2000, s/p).

Las nuevas instalaciones fabriles modificaron este patrón de asentamiento,

emplazándose ya fuera en las áreas vacantes de los perímetros urbanos, o en el

entorno regional de las ciudades, pero en estrecha relación con ellas sirviéndose de

ciertas economías de aglomeración o, en el caso de las nuevas industrias que

funcionaban a partir de la energía eléctrica (Ibíd.), en áreas rurales para aprovechar la

disposición agua como fuerza motriz, o la existencia de materias primas cuando éstas

no eran de fácil acceso en las áreas urbanas o, como en el caso de la minería, cuando

el proceso productivo dependía de su disposición abundante e inmediata.

126
En realidad, podemos hablar de un proceso de industrialización que se mostró en un

doble patrón de asentamiento, uno predominantemente urbano, vinculado de manera

estrecha con los principales centros de consumo y de concentración de fuerza de

trabajo, o con los principales puertos de exportación, y otro, similar a las colonias

industriales europeas, surgidos como enclaves productivos en regiones agrícolas.

El primero de ellos fue un patrón común de industrialización en prácticamente todos

los grandes centros urbanos del país, a partir de él se detonaron a lo largo del siglo

XIX importantes transformaciones de las áreas urbanas y también debido a él se

observaron flujos migratorios que modificaron radicalmente su comportamiento

demográfico y ejercieron una fuerte presión en el mercado habitacional.

El segundo, Iniciado tardíamente, en relación con las experiencias europea y

norteamericana (Corredor-Matheos, J. y Montaner, J. M., 1984: 50), reprodujo aquellas

en cierta medida, y las adaptó a las condiciones de desarrollo de las fuerzas

productivas existentes en el país. En una realidad urbana apenas emergente,

altamente concentrada y con una apenas incipiente infraestructura, una buena parte

de las industrias modernas (fundamentalmente textiles), que surgieron a mediados de

ese siglo, se establecieron fuera de las áreas urbanas, en entornos rurales que

ofrecían abundante fuerza de trabajo y recursos naturales (INFONAVIT, 1996: 39).

Esta experiencia representó, en materia de vivienda, un hecho particularmente

significativo. Originalmente construidas como enclaves industriales, a finales de siglo

estas fábricas incluyeron dentro de sus terrenos y en estrecha relación con las

instalaciones productivas, conjuntos habitacionales para alojar a los trabajadores. A

pesar de ser éste un hecho relativamente escaso y tardío, y de aparecer en un

momento en el que la introducción de la energía eléctrica a las principales ciudades

del país (Sánchez M., V., 2003, s/p), auguraba su desaparición, la experiencia

127
habitacional de estas colonias industriales tuvo una influencia muy importante en las

reivindicaciones obreras que se dieron en la segunda década del siglo XX y en los

términos de la primera legislación en la materia.

Es, en efecto, a partir de ella que se detona la producción de la vivienda obrera como

un modelo peculiar en las formas de habitación en las ciudades del país, y surgen los

primeros ejemplos de conjuntos habitacionales construidos ex profeso para los

trabajadores industriales. Ésta fue la primera iniciativa que, en este tema, se abordó en

el país, y permanecería como prácticamente la única hasta la segunda década del

siglo XX.

Su importancia sin embargo no estriba en haber detonado un proceso de largo plazo

en la construcción de vivienda para los trabajadores (que no lo hizo), sino en haber

puesto en evidencia (y tal vez esta fue su mayor aportación), la necesidad que tenía la

industria de contar con las condiciones materiales para su desarrollo, dentro de las

que la vivienda era una, tal vez, de las más importantes, y también la limitación que

presentaba el nivel de desarrollo de otros sectores del capital para abordar este tema,

que representaba para la industria un fuerte desembolso en capital fijo.

Fueron precisamente las circunstancias por las que atravesaba este sector del capital

las que finalmente habían determinado la posibilidad de transformar las condiciones de

la vivienda a la par del primer proceso de industrialización, y serían ellas mismas las

que continuarían haciéndolo a pesar de una guerra civil que llevó al cambio de

régimen, pero que, paradójicamente, permitió que los factores que habían determinado

el problema de la vivienda prevalecieran.

128
1.2.2. Los mecanismos financieros y la producción habitacional

Más allá del impacto que el desarrollo industrial tuvo en las necesidades y en las

condiciones de la vivienda obrera, un factor fundamental que determinó la forma en la

que ésta se produjo hasta principios del siglo XX se refiere a las condiciones

específicas en las que operaba el sistema financiero en el siglo XIX y que

permanecieron y aún se restringieron más durante las primeras décadas del siglo XX.

Salvo por las experiencias financieras de finales del período colonial15 , y por la

creación casi simultánea del Banco de Avío y del Banco de Amortización de Moneda

de Cobre, todas ellas de muy corta duración (Álvarez, J. R., 1987: 838-842, y

Rajchenberg S., E. y Héau_Lambert, C.: 3 y 4, y : 17), hasta mediados del siglo XIX

prevalecía en el país un sistema de crédito a largo plazo, bajo el esquema casi feudal

de renta a perpetuidad (Martínez L-C., M. del P., 1996: 11).

Sobre la base de éste, que se desarrolló en torno a las explotaciones agrícolas y se

extendió a la propiedad urbana, los propietarios de la tierra podían obtener una renta

imperecedera a cambio de la cesión del usufructo de la tierra urbana o rural, este

mecanismo permitía a los arrendatarios edificar en los predios y heredar los derechos

de posesión, e incluso adquirir deudas prendarias sobre los terrenos arrendados, pero

se conservaba la obligación de una renta anual permanente, y la propiedad del suelo

la conservaba el arrendador (Ibíd..).

Aunque al parecer el sistema de rentas no presentaba condiciones iguales en todo el

país (Ídem.: 26), todo parece indicar que su presencia era muy generalizada en los

grande centros urbanos, sobre todo en aquellos donde la iglesia tenía una importante

presencia en la propiedad del suelo, un ejemplo representativo de las condiciones

15
En 1774, por Cédula Real, se funda la primera institución de crédito prendario, el Monte de Piedad de Ánimas, en
1782 se creó el Banco Nacional de San Carlos, una sucursal del mismo en España y en 1784 se fundó el primer banco
refaccionario en América, el Banco de Avío de Minas con el objetivo expreso de apoyar esa actividad.

129
prevalecientes es el de la ciudad de México, principal centro urbano del país, en donde

hacia principios del siglo XIX el 98.4 de los inmuebles estaban sujetos a este tipo de

contratos (Barragán, J. I., 1994: 26).

Este sistema determinó la forma en que operaba el mercado inmobiliario, y por lo tanto

la producción misma de la vivienda, ni en la realidad rural ni en la urbana existía un

mecanismo para la adquisición del suelo diferente al pago en efectivo y al contado, lo

que representaba la erogación de grandes montos de dinero, de los que sólo podían

disponer los sectores sociales de más altos ingresos.

Con base en este sistema, y a través de la autoconstrucción, se cubrían la mayor parte

de las necesidades de vivienda de la población tanto en las zonas rurales como en las

mismas ciudades, su abolición a través de la Ley de desamortización, en un contexto

socioeconómico de alta concentración de la propiedad y el capital, supuso la

desaparición de los mecanismos tradicionales de crédito y por lo mismo de los que

hasta ese momento habían sido la base para la producción de alojamiento (ídem: 25).

En el momento en que se promulga el Decreto de Desamortización en 1856, los

mecanismos financieros que pudrieran cubrir el vacío que dejaba la desaparición del

sistema de rentas eran prácticamente inexistentes. El Banco de Avío, desaparecido

hacía casi 14 años, doce después de su creación, había presentado un

funcionamiento errático y con enormes sobresaltos que concluyeron con su quiebra un

año después de la crisis que para 1941 envolvió a la industria textil del país (Álvarez,

J. R., 1987 b.: 842-848).

No es sino hasta 1864, casi 22 años después de su disolución, y ocho después de

iniciar el proceso de desamortización, que con base en las nuevas disposiciones

130
introducidas al Código de Comercio se crea el Banco de Londres, México y

Sudamérica, primer banco comercial en el país (Marichal, C., 2002: 8).

La aparición de este primer banco comercial, representó el inicio de las actividades

crediticias en el país, pero su operación no supuso que el vacío existente en los

mecanismos hipotecarios, fundamentalmente los vinculados a la producción de

vivienda, fuera cubierto inmediatamente. Con su fundación aparecen algunos de los

mecanismos de préstamo propios de los sistemas financieros de la época, pero estos

fueron aprovechados fundamentalmente por los mismos sectores económicos y

sociales que se habían beneficiado del proceso de desamortización (Ribera, C. E.,

2003: s/p).

Este banco continuó operando bajo esta lógica y en exclusividad por casi 20 años,

hasta que a partir de la promulgación del nuevo Código de Comercio, el sistema

bancario en México inicia propiamente su desarrollo con la aparición de un segundo

banco, el Nacional de México, también privado, que además operaría como banco de

gobierno durante sus primeros cinco años de existencia (Marichal, C.: 8 y 14).

A partir de entonces se desarrolla una lenta actividad bancaria en el país y surgen

tanto en la Ciudad de México, como en algunas ciudades del interior, nuevas

instituciones bancarias y sucursales de las pioneras operando, en la mayoría de los

casos, como banca de préstamo y ahorro, y sólo en el de los dos iniciales con

autorización para la emisión de billetes, el Banco Nacional de México entre 1884 y

1889, y el de Londres y México a partir de 1889 (Ibíd..).

No obstante este incipiente desarrollo del capital financiero y de los mecanismos

crediticios, los medios para la construcción y adquisición de vivienda no cambiaron

notablemente. Los prestamos otorgados por la banca fueron esencialmente aplicados

131
al fomento agropecuario, principalmente dirigidos a obras materiales para irrigación,

edificios para la producción y almacenamiento, y en menor medida para el desarrollo

de las actividades industriales y el desarrollo de infraestructura urbana (Álvarez, 1987

b.: 842-848 y Ribera C., E.: s/p), fueron aparentemente muy escasos y excepcionales

los créditos dirigidos a la construcción de vivienda en este período, y estos se

ofrecieron casi de manera exclusiva a la vivienda de los estratos medios y altos en las

primeras áreas de expansión en las grandes ciudades (Jiménez, V. 1998: s/p, y

Jiménez M., J. H.: 60-90).

El financiamiento para la construcción de vivienda operó formalmente hasta finales del

siglo XIX, mucho después de la aparición de los primeros bancos en el escenario

nacional. Hasta poco antes de la última década del siglo, el esquema que permanecía

para la adquisición de vivienda de sectores de altos y medios ingresos fue el de pago

al contado, tal y como operaba antes de la aparición del sistema bancario (Barragán,

J. I.: 27).

Por su parte, los sectores de bajos ingresos permanecieron atados al mecanismo de

autoconstrucción y autofinanciamiento, que históricamente se había empleado para la

producción de vivienda en las áreas rurales, y que se continuó aplicando en las

nuevas periferias urbanas que el mercado de suelo comenzó a ofrecerles. En cambio,

en las áreas centrales de un número cada vez mayor de ciudades (y también en

porciones importantes de las periferias urbanas), el alquiler se consolidó como

principal mecanismo de acceso a la vivienda (ídem: 39-41).

En este escenario, hasta finales del siglo prácticamente ningún sector social tenía

acceso a algún esquema de crédito hipotecario, de hecho aunque éste comenzó a

operar formalmente desde 1882 con la aparición del Banco Hipotecario Mexicano, no

fue sino hasta 1897, con la promulgación de la Ley de Instituciones de Crédito que da

132
foralmente inicio la figura del crédito hipotecario, con ella se establecieron tres tipos de

banca, de depósito, refaccionaria e hipotecaria, con funciones de corto, mediano y

largo plazo respectivamente, y poco tiempo después, antes de que finalice el siglo,

aparecen en México las primeras viviendas en venta a crédito para sectores de medios

ingresos (ídem: 27 y 28).

La promulgación de La Ley de Instituciones de Crédito, dio inicio a una serie de

reformas en la última etapa del porfiriato dirigidas al fortalecimiento del capital

financiero, se alentó la formación de bancos en varios estados del país, en 1898 se

crea el Banco Central Mexicano, institución privada que operaba como banco

refaccionario, es decir especie de banco de desarrollo, se impuso el patrón oro en

1905, y ya para 1910 habían surgido dos bancos más que operaban como banca

refaccionaria y se practicaba la figura de los créditos a particulares a través de

contratos notariados (Marichal, C.: 20 y Barragán, J. I.: 29).

Con el inicio de la Revolución el incipiente sistema financiero se desmorona

rápidamente, las reformas iniciadas a finales del Porfiriato no alcanzan a cuajar, y

entre 1915 y 1916 los efectos de una inexistente política monetaria, el desquiciamiento

en los sistemas de emisión, asociados a la cartera vencida de créditos para negocios

agrarios de la elite económica porfiriana, entre otros factores, derivan en el colapso del

sistema bancario (Marichal, C.: 26 y 27).

Las palabras de Edwin Kemmerer, especialista norteamericano invitado por el

gobierno constitucionalista como miembro de la Comisión de Reorganización

Administrativa y Financiera del Gobierno de México, son reveladoras de la situación

vivida en1916 por el sistema financiero:

133
“Mexico in the brief period of a dozen years ending in 1916

ran almost the entire gamut of the monetary experiences of

civilized man. Beginning with 1905 she had, at intervals, a

silver standard, a gold standard, the beginnings of a gold-

exchange standard, a dual gold and silver standard,

fiduciary coin standards, a local experience with a form of

symmetallism, a bank-note standard, and numerous

standards of government and private inconvertible paper

money. She saw practically all the paper money in

circulation in large communities suddenly outlawed by

revolutionary armies, and other money that had been

previously outlawed or dubbed “counterfeit”, suddenly

become acceptable”16 (citado por Marichal, C.: 26)

Con el objeto de sanear el sistema bancario, Carranza crea en 1915 la Comisión

Reguladora e Inspectora de Instituciones de crédito, en 1916 se inicia la incautación

de todos los bancos comerciales para asegurar al gobierno las reservas en metálico,

como resultado del colapso generalizado se desata una hiperinflación que lleva a la

desvalorización casi absoluta de los billetes en circulación y deriva en la exigencia

social del pago en metálico, lo que llevó a la casi desaparición del papel moneda

(Ídem: 28 y 29).

16
“México en el breve período de una docena de años que concluyen en 1916, recorrió casi el espectro competo de las
experiencias monetarias de la civilización humana. Comenzando en 1905 tuvo por intervalos, un patrón plata, patrón
oro, los comienzos de un patrón de intercambio en oro, un patrón dual en plata y oro, patrones en monedas fiduciarias,
una experiencia local con una forma cuasi metálica, un patrón de recibos bancarios, y numerosos patrones de papel
moneda privado y gubernamental inconvertible. Los ejércitos revolucionarios declararon súbitamente ilegal
prácticamente todo el papel moneda que circulaba en extensos territorios, y otra moneda que previamente había sido
declarada ilegal o había sido falsificada, repentinamente fue aceptada de nuevo.

134
La banca comercial prácticamente suspendió sus operaciones, y es hasta 1921,

concluida por fin la etapa armada de la Revolución, que se les devuelve a los bancos

su personalidad jurídica, y se inicia un largo proceso de negociación para el reinicio de

sus operaciones que abarcó al menos hasta 1930 (Ídem: 30).

En estas condiciones, salvo proyectos inmobiliarios y/o habitacionales que iniciaron su

operación con créditos bancarios y estaban por concluirlos en los primeros años del

movimiento revolucionario, los créditos hipotecarios y los créditos personales para

vivienda, no funcionaron más allá de 1910, es decir menos de 13 años, y será hasta

casi 20 años después, cuando la banca comercial inicie una operación más o menos

regular, que se vuelve a pensar en su utilización.

El sistema financiero no fue pues un factor que pudiera aportar elementos en el caso

de México para modificar los patrones de producción habitacional prevalecientes, no

existía ni una tradición de crédito personal, ni menos hipotecario que pudiera hacer

pensar en mecanismos financieros para resolver el problema habitacional, esta

situación se reflejó en los propios términos en los que se planteó la cuestión

habitacional por la clase obrera y los sectores medios a lo largo de la Revolución , la

prioridad que la Casa del Obrero Mundial (COM)17, dio a la jornada laboral y al pago

de salarios en metálico en sus negociaciones con la elite constitucionalista, respondió

en su momento a la coyuntura político-económica de los inicios de la guerra civil, y la

cuestión habitacional se planteó de acuerdo a las condiciones dominantes de la

vivienda en alquiler existentes en ese momento para la vivienda obrera.

Después de la Revolución, y a pesar de que a partir de los años 30, comienza a

consolidarse el sistema bancario, la presencia de este sector en la producción de

17
Primera asociación de sindicatos obreros fundada en 1912, que funcionó como un centro aglutinador de uniones y
ligas de trabajadores (Huitrón, J., 1974: 190-196).

135
vivienda tampoco será significativa, de hecho, como lo muestran los datos ofrecidos

por CONAVI para las últimas dos décadas del siglo XX (ver capítulo 6 de este trabajo),

se puede concluir que el sistema bancario sólo participó en el financiamiento de la

vivienda social a través de los mecanismos diseñados para la operación del Fondo

para la Vivienda administrados por FOVI_FOGA, pero en realidad este tema nunca ha

sido una parte central de su operación llegando, incluso, a apartarse casi por completo

del crédito hipotecario para los sectores medios y altos en períodos críticos para el

sistema bancario, siendo sustituido por mecanismos alternos de financiamiento para la

vivienda18 (como ocurrió casi durante 10 años a raíz de la crisis del sistema financiero

nacional que estalló en diciembre de 1994).

1.2.3. La industria de la construcción y la producción de la vivienda

En el caso de México, la aparición de la industria de la construcción, como una rama

del sector secundario es un fenómeno propio del siglo XX, hasta la tercera década de

éste no aparece una industria de la construcción claramente desarrollada como tal,

antes de ese momento es una actividad apenas incipiente, abocada a la obra pública y

a las promociones habitacionales de principios de siglo para los sectores de altos y

medios ingresos de la población urbana, que se construyó en los fraccionamientos de

las primeras periferias de las principales ciudades (Barragán, J. I.: 29).

Dos factores parecen ser determinantes para el “subdesarrollo” de esta rama de la

producción: uno se refiere al nivel de evolución de los procesos constructivos y la

tecnología empleados en esta industria en general, y en particular en la producción de

vivienda, que hasta finales del siglo XIX se apoyó en sistemas y materiales

18
Este es el caso de la creación de las Sociedades Financieras de Objeto Limitado (SOFOLES), un mecanismo
financiero que se desarrollo a partir de la crisis iniciada en 1994, y que por casi una década fue prácticamente el único
instrumento crediticio privado para la vivienda.

136
tradicionales, particularmente embarro, mampostería, adobe, madera y, en mucho

menor magnitud, tabique o ladrillo de barro (Ídem. pp. 29-38).

La introducción de materiales industrializados o semiindustrializados, así como la

prefabricación de pequeños componentes es un hecho más bien reciente, fue hasta

1894 cuando se funda la primera mosaiquera del país en Monterrey y la industria del

cemento hace su aparición incluso más tarde, a inicios del siglo XX19.

La utilización relativamente masiva del cemento comienza incluso después de

terminada la Revolución, con la producción de algunos componentes prefabricados

tanto de tipo ornamental como de elementos para la construcción de infraestructura

(ídem: 149). El impulso que se dio a su utilización masiva fue todavía posterior, a partir

de 1923 con el nacimiento del Comité para Propagar el Uso del Cemento Pórtland

(CANACEM, 2002: s/p).

La utilización de este material en la construcción de vivienda se produce sólo hasta

finales de la década de los años veinte, cuando para 1928 se tienen las primeras

noticias de un conjunto de casas promovido por la Compañía de Casas Económicas,

que empleó este nuevo material en al ciudad de México (Barragán, J. I.: 150).

El segundo factor que determinó las formas de producción habitacional fue el carácter

y naturaleza de la industria de la construcción. Las pocas empresas dedicadas a la

construcción que operaron en el país fueron compañías extranjeras contratadas para

la construcción de proyectos específicos de gran envergadura (el caso de la

construcción del ferrocarril y de los puertos marítimos es un claro ejemplo de esto),

mientras que las construcciones de menor magnitud se resolvieron por medio de

19
En1902 la compañía Mexicana de Cementos Pórtland y en 1906 la Compañía de Cementos Hidalgo (Barragán, J. I.:
144)

137
iniciativas individuales de ingenieros, arquitectos y pequeños constructores que

atendían la demanda de proyectos específicos de edificios públicos y privados (UNAM,

2003: s/p, y Chanfón O., C., 1998: 99-103).

Los apoyos financieros que habían impulsado los diferentes gobiernos liberales a lo

largo del siglo XIX para el desarrollo industrial, habían sido dirigidos sobre todo a la

industria manufacturera, en particular a la textil, las necesidades de construcción se

resolvieron más a través de una apuesta a la formación de cuadros técnicos, incluso

favoreciendo la formación de ingenieros por encima de la propiamente arquitectónica a

través de la ley juarista de 186920, explícitamente para abordar los problemas de

infraestructura que el desarrollo económico del país requería (Chanfón O., C.: 99 y

100).

Al parecer los profesionales liberales de la época, relacionados con la construcción,

Ingenieros y arquitectos, estaban muy poco interesados en el tema de la vivienda

social, los primeros, formados en buena parte como ingenieros militares, licenciados

del ejército en el porfiriato, jugaron un papel dominante en la construcción de edificios

públicos y de las instalaciones de infraestructura (González Cortazar, F., 1994: 28), e

incluso en la construcción de viviendas para los sectores de medios y altos ingresos

en los nuevos fraccionamientos, los segundos, menos numerosos e instalados en la

“búsqueda plástica”, tuvieron un papel poco relevante en el desarrollo de la industria

de la construcción (Ibíd.), y fueron finalmente los constructores empíricos, asociados al

capital inmobiliario, los que terminaron abordando el tema de la vivienda para los

sectores de bajos ingresos.

20
En ese año se publica la Ley Orgánica de Instrucción Pública del Distrito Federal, con base en la cual los arquitectos
se convertirían en ingenieros arquitectos, y su currícula sería básicamente la misma de los ingenieros con algunos
elementos de proyecto e historia del arte. (Chanfón O., C.: 29)

138
Sobre la base de una utilización generalizada de sistemas constructivos y materiales

tradicionales y una fuerza de trabajo poco o nada especializada, se puede afirmar que,

en torno a la producción habitacional, la industria de la construcción era prácticamente

inexistente. Lo que hubo, además de la práctica extendida de la autoconstrucción, fue

un conjunto amplio de iniciativas inmobiliarias de corte especulativo que, con apoyo de

constructores empíricos que reproducían las formas y tecnologías tradicionales, y

operando a pequeña escala, produjeron el acervo habitacional de la mayor parte de

las ciudades del país.

En estas condiciones, fuera de las nuevas residencias para la nueva burguesía urbana

que había incorporado nuevos principios arquitectónicos y constructivos, para

principios del siglo XX se había acumulado un parque habitacional en el que

predominaban las vecindades y el alojamiento precario en los que habitaba la mayor

parte de la población urbana y que en general reproducía los estándares

predominantes en la vivienda rural en lo referente a los materiales de construcción, los

sistemas constructivos, el número y la distribución de las habitaciones,

diferenciándose de ella sólo en algunos rasgos, como el patrón de agrupamiento, la

utilización de muros medianeros y, en general, elementos que respondían a una lógica

de mayor aprovechamiento del suelo y al abaratamiento de la construcción, además

de introducir algunos servicios colectivos.

Esta realidad arquitectónica fue la que finalmente caracterizó la gran mayoría de la

vivienda urbana en México a principios de siglo cubriendo, con alarmantes condiciones

de precariedad, la demanda existente y conservando relativamente estable la relación

entre oferta y demanda de alojamiento, hecho que se expresa en un incremento muy

similar entre el número de nuevas familias y el de viviendas en los primeros años del

siglo XX (ver Cuadro 5).

139
La información disponible ofrece evidencias de que el problema habitacional se

centraba en los grandes y medios centros urbanos y se refería fundamentalmente a

los términos en los que se ofrecía la vivienda en alquiler a los sectores de bajos

ingresos, todo parece indicar que fue esto lo que determinó las movilizaciones

populares que en la segunda década del siglo reclamaban, entre otras

reivindicaciones, un control en los alquileres de la vivienda.

En resumen, se puede afirmar que en México, el capitalismo decimonónico observa,

en el caso de la vivienda, prácticas propias de un modo de producción precapitalista,

con destellos de una actividad inmobiliaria “moderna” enfocada casi exclusivamente al

desarrollo de fraccionamientos y a la producción de vivienda suntuaria. Para el grueso

de la población ni el sistema financiero, ni el desarrollo del capital industrial ni, por

supuesto, el marco jurídico correspondieron con las intenciones explícitas del

liberalismo mexicano de impulsar el desarrollo capitalista del país. La vivienda era así,

para gran parte de la población urbana del país un problema que no encontraba, en

las condiciones estructurales y de desarrollo del capitalismo mexicano, los

mecanismos que permitieran solucionarlo.

Cuadro 5: Condiciones de la demanda de vivienda 1990-1910


Relac.
Increm. entre fam.
Población No de Composición
Año Anual de Matrimonios nuevas e
Nacional viv. fam. por viv.
Viv. incremento
de Viv.
1895 12.632427 n/d n/d 53.691 n/d n/d
2.797.407
1900 13.607.272 1 n/d 63.722 n/d 4,86
1907 15.160.369 n/d 45.638 58.196 1,28 s/d
Fuentes: INEGI, Tomo I, pp. 3 y 72
1. Barragán, J. I.: 46

140
2. La pervivencia de las condiciones precapitalistas de la

vivienda en México

Sin lugar a dudas, la problemática habitacional, que estalla en los conflictos

inquilinarios durante las segunda y tercer décadas del siglo XX en México, tiene su

origen en las contradicciones que surgieron entre el desarrollo capitalista y urbano del

país, y las condiciones de vivienda prevalecientes, que aunque correspondían con un

régimen económico que desaparecía, permanecían como el soporte de la vida

económica y social de una realidad urbana que apenas comenzaba a configurarse.

En efecto, las formas de alojamiento, a lo largo del siglo XIX y principios del XX,

sufrieron muy pocas modificaciones con respecto a las que existían en el siglo XVIII,

las nuevas modalidades que surgieron en ese período se refirieron, casi

exclusivamente, a nuevas tipologías residenciales que aunque relevantes como

experiencias que serían paradigmáticas para los futuros patrones de vivienda, tuvieron

un muy bajo impacto en la modificación de aquellas en las que residía la mayor parte

de la población urbana.

Se puede decir que en México, las formas de alojamiento que prevalecieron en las

ciudades al lo largo del siglo XIX, y que en gran medida continuaron hasta principios

del siguiente, se desarrollaron, fundamentalmente, sobre la base de la vivienda

colonial, la cual estaba conformada por una gran diversidad tipológica que fue

surgiendo a lo largo de 300 años, como respuesta a una demanda social muy diversa

en cuanto a sus características socioeconómicas, y a partir de una oferta muy

concentrada en pocas manos que se soportó en el arrendamiento.

Más que un cambio en los patrones de alojamiento, lo que parece haber sucedido en

el siglo XIX fue más bien un proceso de homogeneización de las condiciones de

141
vivienda en el conjunto del sistema urbano a partir de un doble proceso estrechamente

articulado: la reproducción y generalización de las formas de alojamiento y la

transformación del espacio urbano.

De la mano de él, los centros económicos, con base en los cuales se desarrolló la

actividad productiva y mercantil del país, comienzan a compartir con otras localidades

patrones muy similares de densificación de las áreas centrales y expansión urbana

que se combinaron con ciertos rasgos comunes en las características del parque

habitacional, incorporando a las modalidades residenciales pre-existentes, las viejas y

variadas formas de alojamiento que predominaban en los centros regionales

coloniales.

2.1. Los rasgos homogéneos de las condiciones de la vivienda

urbana

A partir de este proceso, la mayor parte de la población de las ciudades terminó por

compartir condiciones muy similares de alojamiento y a sufrir los efectos de las

mismas actividades especulativas y usureras que desarrolló un capital inmobiliario que

reproducía una práctica rentista con muy bajos niveles de inversión en la producción

de nueva vivienda y en el mejoramiento de la existente.

El problema de la vivienda comenzó a tener, así, características muy comunes en la

realidad urbana del país, en ella, al arrendamiento usurero y a la endémica

concentración de la propiedad inmobiliaria se unieron condiciones materiales de vida

cada vez más precarias que se desarrollaban sobre la base de una tipología

habitación que reproducía patrones residenciales cada vez más disfuncionales al

desarrollo capitalista.

142
Estos se basaban de la tipología de vivienda colectiva, una modalidad que había

permitido un relativamente alto grado de integración socio-espacial en las ciudades

coloniales, pero que a partir de la desamortización comenzó a sufrir los efectos de la

especulación inmobiliaria y a ser la base de formas de alojamiento cada vez más

precarias y con niveles de hacinamiento cada vez mayores.

Estas modalidades terminarían por reproducirse por todo el escenario urbano,

permanecerían como parte del patrimonio edificado de las áreas centrales y se

replicarían en las nuevas periferias urbanas, convirtiéndose en la base sobre la que se

soportaron los primeros flujos migratorios del campo a la ciudad en la primera etapa de

la industrialización en México.

Tres modelos básicos de vivienda serían, en este contexto, la base del alojamiento de

la población urbana hasta bien entrado el siglo XX, particularmente de aquella que se

incorporó a los nuevos procesos de producción de la manufactura y de los sectores

medios que comenzaron a surgir a la sombra del liberalismo: la vivienda comunitaria,

la vivienda en vecindades y una amplia diversidad de alojamientos precarios.

2.1.1. Las casas comunitarias21

Fuera de las residencias palaciegas destinadas a una sola familia (que parecen haber

sido relativamente escasas), las casas comunitarias y las vecindades fueron la manera

dominante de alojamiento en las ciudades coloniales, a partir de ellas se configuró un

patrón sumamente heterogéneo de pautas residenciales en una misma edificación en

21
Para efectos de este trabajo y retomando la nomenclatura de otros que estudian la diversidad del alojamiento
colonial (Infonavit; 1988: 108; y Morales, M. D. y Gayón, M., 2001: 340 – 342), la casa se considera como una sola
edificación que incorpora a su interior un conjunto diverso de locales, que combinaban alojamiento con actividades
productivas, que se alquilaban y que frecuentemente coexistían con la vivienda de los mismos propietarios

143
cuyo interior coexistieron diferentes grupos de la sociedad que sólo se separaban

vertical y horizontalmente (Ribera C., E., 2003: s/p).

En el contexto de esta heterogeneidad, los interiores de las casas funcionaban como

un verdadero conjunto residencial, con una diferenciación social muy matizada, que se

estructuraba en torno a uno o varios patios. Los propietarios o inquilinos acomodados

se alojaban en las plantas altas (en las casas de dos niveles), o en los patios

principales con frente a la calle (en las de un solo nivel), mientras que las plantas bajas

o los patios interiores, respectivamente, eran destinados a los alojamiento de

empleados y sirvientes, o a bodegas, pajares, caballerizas alojamiento de animales,

cuartos de diferentes categorías, o para locales comerciales o accesorias22 los

ubicados en la fachada principal (para la Ciudad de México, ver: De la Torre V., G.,:

119 y 121, y para Puebla, ver: Loreto L., R.,: 158-161, 165).

Uno de los aspectos que más claramente hacía notar la distinción entre los tipos

sociales presentes en las casas comunitarias, era la disposición de los servicios

domésticos, éstos consistían, para los alojamientos más modestos y ubicados al

interior mismo de los edificios, en letrinas que eran de uso común para todos los

vecinos, mientras que sólo en muy pocos casos, y siempre en las casas de la

aristocracia virreinal, podía encontrarse la existencia de baños o “placeres” privados

(Gonzalbo A., P.,. 2001: 87-89).

Tomando como ejemplo la ciudad de México, podemos apreciar que la diferenciación

social de las casas comunitarias se fue conformando en un largo proceso. En él, los

espacios de mayor status al interior de las edificaciones, las casas de las plantas altas

22
Las Accesorias eran construcciones contiguas a otra o que ocupaban los frentes de las plantas bajas de edificios de
dos niveles, tenían acceso directo a la calle y uso separado del edificio principal. Generalmente su uso era sólo
comercial, productivo o de servicios o combinado con el de habitación, como tienda y habitación, taller artesanal y
habitación que eran espacios mixtos donde se vendía, trabajaba y vivía. También había accesorias dedicadas
exclusivamente a la habitación. (Morales, M. D. y Gayón C., M., 2001: 346).

144
y los entresuelos23, eran habitados por los grupos sociales más acomodados (las

primeras para los propietarios o inquilinos acomodados y las segundas para clérigos y

profesionistas), mientras que las viviendas, alojamientos de dos cuartos o más24 para

los sectores medios compuestos por artesanos y funcionarios públicos.

A diferencia de estos, los cuartos en las plantas bajas o altas, localizados en los patios

interiores, estaban destinados principalmente a los indios, castas y grupos sociales

menos favorecidos, mientras que en las accesorias, además de su función económica,

se alojaban mayoritariamente artesanos y comerciantes (De la Torre V., G. y

Lombardo de R., S.: s/p).

Éstas, en particular, presentaban una diversidad notable: podían ser talleres pequeños

de un solo cuarto, en donde se separaba la parte anterior de la posterior para integrar

a la negociación la vivienda familiar o habitaciones de doble altura en donde el espacio

interior se dividía con un entresuelo (sistema de “taza y plato”), ubicando la vivienda en

la parte superior y el comercio o taller en la planta baja. Ésta fue una modalidad muy

común en el espacio urbano colonial hasta el siglo XIX, y se podía ver lo mismo en

palacios, que en las casas comunitarias, los conventos, colegios, hospitales y

vecindades (Infonavit : 143 y 144).

En el caso de las casas comunitarias la manera de utilizar los edificios era muy

variable. Si bien podían estar ocupados en su totalidad por una sola familia, integrando

a trabajadores domésticos u otro tipo de empleados, era común que se rentaran en

partes a otras familias, sin necesidad de transformar la estructura arquitectónica o,

modificando ésta, se unían las habitaciones para conformar viviendas, disponiendo de

23
El Entresuelo se ubicaba en los descansos de las escaleras, por lo que necesariamente éstos se situaban en
inmuebles con altos; estaba formado por varias piezas con ventanas hacia los patios. (De la Torre V., G. y Lombardo,
S., 2003: s/p)
24
La vivienda se conformaba por varios espacios integrados en una unidad, sin embargo, podía haber entre ellas
grandes diferencias dependiendo de su número amplitud y hasta ubicación con respecto al edificio (altas o bajas). (De
la Torre V., G. y Lombardo, S., 2003: s/p)

145
accesorias o entresuelos por separado, de acuerdo con la demanda (De la Torre V., G.

y Lombardo de R., S.: s/p).

Una modalidad adicional de vivienda comunitaria que se distinguía por mantener

separados físicamente a los propietarios de los inquilinos, fue la que se desarrolló en

los contornos de varios edificios religiosos. La utilización de los conventos y

monasterios para vivienda tiene también antecedentes coloniales, de hecho diversas

comunidades conventuales femeninas, dispusieron en el interior de viviendas para

religiosas de orígenes sociales privilegiados y que habían otorgado dotes significativas

a la comunidad (INFONAVIT: 131).

Estos edificios incorporaban algunas de las modalidades que eran comunes a las

viviendas comunitarias, particularmente las accesorias, como una forma de auto-

sostenimiento de las corporaciones religiosas a través de alquileres, aunque también

incluían alojamientos de muy diverso tipo, para internos de hospitales, alumnos de

colegios adjuntos e incluso empleados y trabajadores de las propias instituciones

religiosas (ídem.: 131 y 132).

En general las edificaciones de órdenes religiosas, incluyeron una gran diversidad y

calidad de alojamientos, desde las construcciones adaptadas en pequeños conventos,

parroquias y hospitales para internos y maestros, hasta los que formaban parte

integral de los edificios religiosos (como en el caso de los edificios de los jesuitas en

Tepozotlán, Querétaro y la ciudad de México), que incluían viviendas y/locales

comerciales en alquiler en el contorno o el frente del edificio principal con acceso

independiente desde la calle (ídem.: 132 y 147).

La vivienda comunitaria, en sus distintas modalidades tiene una larga permanencia en

la realidad urbana de México. Aparece desde las primeras edificaciones de palacios-

146
fortaleza de los conquistadores en la reconstrucción de la ciudad de México, y se

extiende a otras ciudades coloniales como una forma común de residencia hasta

finales del siglo XIX (ídem.: 78).

Al parecer fueron dos factores los que determinaron su proliferación en la realidad

urbana del país: la concentración de los grandes terratenientes agrícolas y mineros,

que tendieron a radicar en los principales centros urbanos de las regiones en los que

se ubicaban sus fincas y propiedades, y la canalización de las inversiones privadas (de

comerciantes, mineros, hacendados e incluso funcionarios públicos),y de las

instituciones religiosas (incluyendo las ordenes del clero regular, las corporaciones

educativas, de salud o beneficencia), hacia los bienes raíces.

La inversión inmobiliaria parece haber sido una opción complementaria para colocar

una parte remanente los capitales de una buena parte de la emergente burguesía

comercial y de los empresarios agrícolas y mineros, para proteger parte de sus

inversiones ante los problemas del tráfico comercial, y la inestabilidad de los

rendimientos en minas y de las propiedades agropecuarias, garantizando un ingreso

permanente mediante el alquiler de viviendas y locales comerciales.

En el caso particular de las corporaciones religiosas, tanto el clero secular como (y en

mayor medida), el clero regular, así como las instituciones de beneficencia dirigidas a

la educación, la asistencia social y salud pública, cuyo sostenimiento dependía del

rendimiento de sus capitales, optaron por la vía segura de conservar y administrar las

propiedades que les eran adjudicadas vía herencias, dotes o donaciones.

Un factor adicional que, al parecer, influyó también en su generalización como forma

de alojamiento y, sobre todo, en la forma específica que presentó como un modelo de

integración habitacional con actividades productivas, fue la práctica de algunos

147
gremios de artesanos de agruparse en un edificio, o conjunto de edificios, integrando a

la vivienda sus talleres, conformando unidades urbanas especializadas

económicamente y con patrones edificatorios comunes (ídem: 152).

2.1.2. Las vecindades

Adicionalmente a las formas de vivienda comunitaria, aparecieron desde el siglo XVI y

aún más en el siglo XVIII, formas de vivienda colectiva destinadas exclusivamente

para alquiler, que configuraron unidades habitacionales integradas en torno a un patio

central, formando lo que se ha denominado desde entonces casas de vecindad,

frecuentemente propiedad de instituciones religiosas que ejercieron como rentistas

tolerantes (Ribera C., E., 2003: s/p).

Este modelo habitacional que integra tanto características de la vivienda comunitaria

con patrones de asentamiento colectivo indígena (Infonavit: 82 y 83, y 109), fue un

modelo que, al parecer, comenzó a perfilar sus características desde principios del

período colonial para quedar definido como una de las formas dominantes de

alojamiento ya para el siglo XVIII con patrones arquitectónicos que se conservan hasta

la actualidad.

Consistió, y aún lo hace, en un conjunto preconcebido de viviendas, originalmente en

un nivel que frecuentemente aumentaba a dos, ordenadas en torno a un espacio libre,

que podía ser un patio central, con vivienda en todo el contorno, o lateral, alargado,

con cuartos25 a ambos lados o en sólo uno de ellos. Este patio frecuentemente

remataba en una escalera que permitía aumentar un segundo nivel al modelo primitivo

(ídem: 152).

25
Los Cuartos eran alojamientos de un solo espacio con una sola apertura que correspondía con la puerta de acceso,
en el que se realizaban las diferentes actividades domésticas excepto las sanitarias, que normalmente se compartían
con otros cuartos y se ubicaban en las áreas comunes (Morales, M. D. y Gayón C., M., 2001: 346).

148
Esta tipología había sido, desde la Colonia, una de las formas más comunes de

alojamiento y, junto con las viviendas comunitarias, un lugar de gran diversidad social

y de combinación de usos del suelo, integrando a la vivienda familiar, talleres y

comercios. En su interior convivían familias de sectores sociales diferentes, en

habitaciones estratificadas de acuerdo con su superficie y con las comodidades que

incorporaran (Ribera C., E., 2003: s/p).

En términos generales, en las diferentes regiones del país este tipo de vivienda

conservó características comunes que no sufrieron cambios significativos a lo largo del

período colonial, incluso ni siquiera después de los procesos de redensificación que se

comenzaron a observar en varias ciudades del país desde la primera mitad del siglo

XIX, como, por el contrario, sí se observaron en muchos ejemplos de casas

comunitarias a finales de la colonia y en los primeros años del siglo XIX, que fueron

adquiriendo los rasgos característicos de las vecindades hasta llegar a distinguirse

poco de ellas (Infonavit: 1988: 186).

En este sentido la vivienda en vecindad se convirtió, hacia finales el siglo XIX, en la

modalidad que prevaleció como patrón de alojamiento en la mayoría de las ciudades

del país, conformando buena parte del tejido de las áreas centrales y de las nuevas

áreas de crecimiento. Fue precisamente este tipo el que sirvió para albergar a las

crecientes masas trabajadoras que se integrarían a las ciudades el la primera fase del

desarrollo industrial, y las que constituirían el modelo de vivienda obrera prevaleciente

desde la segunda mitad de ese siglo hasta principios del XX, y que aún hoy se

presenta en un porcentaje significativo.

149
2.1.3. El alojamiento precario

Adicionalmente a la tipología residencial asociada a la vivienda comunitaria y a las

vecindades, en las ciudades decimonónicas se dio otro tipo de alojamiento más

precario, que casi siempre coexistió con las dos modalidades anteriores, en particular

con las vecindades. Estos presentaban básicamente dos tipos, los alojamientos

precarios de naturaleza permanente y los improvisados.

Los primeros eran formas de alojamiento fijo aunque, en términos generales,

comprendían construcciones perecederas denominadas jacales y corrales26, los

primeros eran pequeñas casas aisladas erigidas con materiales endebles, llamados

igual que las viviendas rurales sin que conservaran el carácter de éstas y habitados

normalmente por indios y castas, pero también por españoles pobres. Constituían un

tipo de vivienda de transición entre la ciudad y el campo, no sólo por sus

características constructivas y funcionales, sino porque muchas veces presentaban

pequeñas huertas contiguas a sus casas (Ribera C., E., 2003: s/p).

Los corrales, en cambio, eran predios urbanos cercados, que servían tanto para la cría

de animales, como para representar comedias, guardar coches, en donde además se

presentaban habitaciones edificadas con materiales provisionales e incluso jacales, en

los que se alojaban los sectores sociales más pobres y que compartían las

condiciones de habitabilidad más inestables (Morales, M. D. y Gayón C., M., 2001:

347).

En el caso de los alojamientos de carácter improvisado, estos constituían las formas

de alojamiento para los sectores que ni siquiera tenían condiciones económicas para

26
Los Jacales o Chozas eran las habitaciones más modestas, construidas de materiales perecederos como madera o
adobe, con pisos de tierra compactada y techos de tejamanil o paja. Generalmente estaban aislados aunque también
había casas compuestas por varios jacales, los habitaba, junto con la que residía en los Corrales, la población más
pobre (Morales, M. D. y Gayón C., M., 2001: 346)

150
alquilar las habitaciones permanentes más precarias, conformando un conjunto

disperso de alojamientos marginales: piezas, cajones, covachas27, y otros similares de

carácter muy precario, e incluso efímero: pasadizos, cocheras, cuevas,

departamentos, galeras, huertas, jardines, potreros, salones, solares, sotabancos,

torres y zaguanes. Normalmente todos ellos fueron alojamientos individuales más que

de familias completas, que presentaban siempre condiciones miserables (Morales, M.

D. y Gayón C., M., 2001: 347, y Gonzalbo A., P.: 92).

2.2. Las condiciones de vivienda y la estructura del espacio

urbano

La tipología habitacional caracterizada por la vivienda comunitaria y las vecindades,

así como por la diversidad de alojamientos precarios a los que se ha hecho referencia,

aunque compartiendo características comunes, no se presentó de manera uniforme y

simultánea en la realidad urbana del país, sino que mostró peculiaridades tanto en lo

que se refiere a las características formales existentes en las diferentes ciudades

como a la manera en la que se distribuyó al interior de las ciudades.

Estas diferencias estuvieron relacionadas con la misma forma en la que se fue

estructurando el sistema y el espacio urbano colonial, y con la diversidad social que se

desarrolló en cada centro de población a partir de su base productiva y de la forma en

que se integró con su entorno regional. En este sentido hay evidencias de que se

presentó una mayor diversidad de alojamientos en los asentamientos de nueva

fundación que se ciñeron a las ordenanzas del siglo XVI, y que a lo largo de casi 300

años fueron consolidándose como centros económicos y político-administrativos en

27
Piezas: cualquier aposento de una casa que se alquilaba por separado; Cajones: puestos de mercado los que
además de las actividades comerciales normales se habilitaban como dormitorio; Covachas: aposentos situados bajo
las escaleras o en cualquier espacio residual (Ibíd.).

151
sus respectivas regiones, que en aquellos que fueron surgiendo a lo largo de los siglos

XVII y XVIII en el proceso de colonización y que surgieron como enclaves económicos,

militares o religiosos.

Del mismo modo, se distinguen disparidades notables en las formas en que se albergó

la población en las ciudades más antiguas, que se apegaron en su fundación a una

estructura predeterminada a partir de un centro articulador y una traza ortogonal, con

una relativamente amplia y diversa base productiva, y aquellas que crecieron de

manera relativamente aleatoria bajo el impulso de una actividad económica dominante,

como fue característico en los polos mineros del centro y norte del país.

Dentro de esta diversidad, sin embargo, a lo largo del período colonial fueron

apareciendo algunos elementos comunes que paulatinamente fueron dando rasgos

similares a la estructura del espacio urbano colonial y que, en cierta forma, fueron

marcando las pautas en las que aparecieron las distintas formas de alojamiento y la

manera en que éstas se vincularon con el resto de los usos del suelo.

2.2.1. Centralidad en los usos del suelo y la vivienda

En el caso de las ciudades de nueva fundación, a partir de una traza ortogonal y un

solo centro político, administrativo, religioso y comercial, los patrones de alojamiento

estuvieron estrechamente vinculados con la función articuladora del núcleo urbano,

que desde un principio llevó a un alta centralidad de las actividades productivas y

comerciales, y de las mismas instalaciones religiosas.

A diferencia de éstas, en el caso de los asentamientos que se desarrollaron a la zaga

de un enclave productivo o de presidios y misiones (como avanzadas de la

152
colonización al norte del país), esta centralidad aparece después que las áreas

habitacionales habían conformado el espacio urbano, pero repitiendo la estructura

espacial basada en un nodo concentrador de las actividades sociales y comerciales.

Como resultado, a finales del período colonial, casi la totalidad de la realidad urbana

de México presentaba una estructura monocéntrica que determinó una alta

concentración de actividades económicas y político-administrativas, y el agrupamiento

de la población en las áreas centrales de las ciudades, sobre la base de una estructura

residencial caracterizada por viviendas comunitarias y vecindades (con todas las

variedades de alojamiento que éstas implicaban).

Los efectos de esta estructura centralizada con una elevada mezcla social, sin

embargo, no dejaron de mostrar algunas peculiaridades. En el caso de las ciudades

fundadas bajo ordenanza, con un centro predeterminado como núcleo detonador de la

traza urbana, el desarrollo de la vivienda estuvo fuertemente asociado a la función

orquestadora del punto central.

Sin embargo, más que a la instalación primigenia de una plaza mayor con respecto al

conjunto urbano, el carácter centralizado de la vivienda con una alta mezcla social

parece deberse a dos factores que estuvieron presentes desde los mismos orígenes

de la ciudad colonial, uno se refiere a los usos del suelo dominantes que se

establecieron en torno a él desde los primeros momentos de su fundación, otorgándole

desde un principio el papel de centro del poder religioso, civil y económico, mientras

que otro parece haber estado relacionado a la alta concentración de la propiedad del

suelo y a la práctica generalizada del arrendamiento en la propiedad inmobiliaria.

La centralidad de las principales actividades políticas y económico-administrativas, le

adjudicó a las áreas contiguas a las plazas mayores un valor y prestigio que llevó a

153
que la mayor parte de las viviendas palaciegas y las edificaciones de las

corporaciones religiosas se ubicaran dentro de la traza, y lo más próximas posibles a

las áreas centrales, mientras que la concentración de la propiedad inmobiliaria en muy

pocas manos propició una escasez relativa del suelo urbano disponible, que favoreció

la integración de las actividades productivas a las residenciales y la “pulverización” del

espacio disponible.

El resultado fue, así, la mezcla de usos y un empleo relativamente intensivo de las

áreas centrales de las principales ciudades de virreinato, en donde para finales del

siglo XVIII era muy frecuente la presencia de casas de más de dos plantas en las

cuales se dio una estrecha articulación entre vivienda y actividades productivas.

En este escenario, tanto la centralidad, cómo la concentración de la propiedad

inmobiliaria (de la mano de la práctica del arrendamiento), coadyuvaron a que,

progresivamente, se fueran reuniendo en las áreas centrales las actividades

productivas, comerciales y de servicio, a la par que las viviendas comunitarias y las

vecindades, dando lugar a un proceso de densificación poblacional y de combinación

de actividades socioeconómicas que se mantuvo hasta el siglo XIX.

La mezcla resultante dio pie a una gran diversidad de combinaciones que integraron a

las viviendas distintos géneros de negocios, desde comercios y pequeños talleres

hasta obrajes y pequeñas factorías y, con ellos, a la presencia de distintos grupos

sociales, desde propietarios de las fincas y los negocios establecidos en ellas, hasta

parientes, sirvientes y operarios o empleados que progresivamente fueron viviendo en

mayores condiciones de hacinamiento (De la Torre, V., G. y Lombardo de R., S.: s/p).

154
2.2.2. La vivienda en las primeras periferias urbanas

La contraparte de esta centralidad en el patrón residencial, poblacional y de

actividades, fue la existencia de periferias que se desarrollaron alrededor del casco

urbano, conformadas por un conjunto diverso de alojamientos mucho más modestos

que los existentes en las áreas centrales. Estas periferias tuvieron su origen en los

barrios que se conformaron fuera de la traza colonial para alojar a la población

indígena de acuerdo con las ordenanzas de nuevas fundaciones. Eran, en este

sentido, la contraparte residencial de las áreas centrales destinadas a la población

española y criolla.

Al igual que éstas, fueron perdiendo su carácter excluyente al irse alojando ahí

población no indígena, incluyendo españoles y criollos de bajos recursos, adquiriendo

con el tiempo un carácter multi-social y racial. Presentaban por lo general un conjunto

diverso de construcciones, predominantemente habitacionales, que en su mayoría se

esparcían en un desordenado patrón urbano, como un cinturón de miseria, formado

por predios en los que las construcciones se ubicaban a veces dispersas y, otras,

ajustados al dibujo de manzanas regulares y arrinconados en los solares (Ibíd.).

En estas periferias se alojaban, normalmente, las modalidades más precarias de

alojamiento, como jacales, corrales, y en general aquellas de tipo provisional, en la

que residían los sectores más pobres de la población, que no podían acceder a un

cuarto o a cualquier otro tipo de vivienda precaria en las áreas centrales de la ciudad.

En el transcurso del período colonial, ahí fueron incorporándose además vecindades, y

se integraron algunas actividades económicas creando un nuevo espacio urbano que

reprodujo los modelos de mezcla de uso de suelo y de grupos sociales que se habían

presentado originalmente al interior de la traza.

155
Aunque en proporción con los espacios residenciales de las áreas centrales, estas

periferias no reunían una porción importante de población y vivienda, fueron, sin lugar

a dudas, las zonas que más se vieron afectadas por las reformas liberales del siglo

XIX, sobre las cuales se volcaron las primeras promociones inmobiliarias de mediados

de ese siglo, y a partir de las que se impulsaría una acelerada expansión urbana en el

lapso que va de la promulgación de la ley de desamortización y el fin del régimen

porfirista (ver Jiménez, V., 1998, y Jiménez M., J. H., 1993).

2.2.3. Diversidad urbana y residencial

Estas condiciones de mezcla de usos y de grupos sociales en las áreas centrales y su

reproducción en las nuevas periferias, común a algunas de las principales ciudades

del país, no fueron del todo uniformes y presentaron notables diferencias entre las

distintas ciudades. En términos generales se puede decir que la mayor diversidad

habitacional, el predominio de la vivienda colectiva y de las vecindades, la mayor

complejidad en la combinación de actividades y, junto con ella, la mayor integración

sociocultural en el espacio urbano se presentó en las grandes ciudades coloniales,

mientras que en las pequeñas fue mucho más moderada.

Entre las primeras estuvieron sin duda la ciudad de México, Puebla y el puerto de

Veracruz. En ellas tanto la diversidad habitacional como la integración social y de

actividades en viviendas comunitarias y vecindades predominó notablemente sobre las

formas de vivienda individual, en cambio, estas formas de alojamiento y uso se

presentaron en menor proporción en las ciudades medias como Oaxaca, Valladolid

(Morelia), Mérida, y aún menos en las ciudades pequeñas y en los centros mineros

como Villahermosa (San Juan Bautista de Villahermosa), Zacatecas y Guanajuato, y

156
los asentamientos de los estados del norte del país que se desarrollaron en torno a

presidios y misiones como Saltillo, El Pitic (Hermosillo), y La Paz.

En todas, el modelo centralizado llegó a ser un patrón común en la configuración del

espacio urbano, sin embargo, la forma en la que éste influyó en los tipos de

alojamiento parece haber variado atendiendo a las características propias de cada

una, así, los principales centros económicos y político-administrativos, muestran

indicios de haber presentado la mayor diversidad de tipologías habitacionales, y

posiblemente fueron los que perfilaron con mayor claridad las diferentes formas que

adquirió la habitación colonial, definiendo las tipologías que irían adquiriendo en el

futuro las ciudades que fueron la base del sistema urbano mexicano en el siglo XIX e

incluso en el XX.

En ellas, por lo general, las áreas centrales concentraban la mayor parte de los

alojamientos, normalmente de mejor calidad constructiva y arquitectónica, típicos de

las viviendas comunitarias, y también las vecindades más antiguas construidas con

materiales duraderos, mientras que en la periferia urbana predominaban las

edificaciones perecederas o de menor calidad incluyendo una buena proporción de los

corrales, con una menor frecuencia en la mezcla de usos del suelo (De la Torre V., G.

y Lombardo de R., S.: s/p).

El caso que ejemplificaba con mayor claridad esta complejidad residencial y de usos

del suelo era la ciudad de México, principal centro político, administrativo y económico

del país. En ella, el área urbana colonial que pervivía hasta mediados del siglo XIX,

mantuvo un clima y un ambiente multi-clasista y multirracial, que se observaba no sólo

en la vida social de los espacios públicos, sino sobre todo en la realidad habitacional

que en algunos casos llegó a integrar en una sola casa casi todos los tipos de vivienda

(Ribera C., E., 2003: s/p).

157
Hacia finales del siglo XVIII, toda esta variedad en la tipología residencial expresaba la

gran heterogeneidad social existente en esta ciudad, sin embargo para entonces, en

las áreas centrales de la ciudad de México, las casas unifamiliares habían ido perdido

presencia, mientras que se había incrementado el número casas comunitarias y de

vecindades, multiplicándose la presencia de accesorias, iniciando así la progresiva

terciarización del área central y la tugurización del alojamiento, situación que para el

siglo XIX se había generalizado (De la Torre V., G. y Lombardo de R., S.: s/p).

Al igual que en la capital del país, hacia la primera mitad del siglo XIX, otras grandes

ciudades coloniales presentaron, con algunas diferencias, diversas opciones de

alojamiento que se distribuyeron de manera desigual en el espacio urbano. El caso de

las ciudades de Puebla y Veracruz, parece haber existido una situación socio-espacial

similar a la de la ciudad de México, aunque hay indicios de que la diversidad

habitacional y social fue menos profunda, aquí las casas comunitarias y las diferentes

modalidades de alojamiento asociadas a ellas, incluyendo los de carácter improvisado,

también se concentraron preferentemente en las áreas centrales de la ciudad, y las

modalidades de vivienda más precaria lo hicieron en las áreas de la periferia urbana

(Loreto L., R.: 149, y Ribera C., E., 2003: s/p).

En Puebla, considerada a finales del siglo XVIII la segunda ciudad en importancia

económica y poblacional, y uno de los centros textiles más importantes del virreinato,

las áreas centrales estaban conformadas, en su mayor parte, por edificios de dos

pisos que alojaban complejos habitacionales que coexistían con actividades

económicas diversas. Al igual que ocurría en la capital del país, en el núcleo de esta

ciudad las plantas bajas de las viviendas comunitarias eran ocupadas por tiendas y

trastiendas, con funciones más especializadas que las accesorias y, por lo tanto, con

menor presencia de vivienda (Loreto L., R.: 156 y 157).

158
En el caso de las periferias urbanas, éstas tenían características muy similares a las

prevalecientes en la ciudad de México. Ahí, predominaban las viviendas unifamiliares

asociadas a actividades productivas y comerciales con una muy reducida presencia de

casas comunitarias que reproducían el modelo de las zonas centrales, con una

presencia importante de corrales (ídem: 175 –191).

Veracruz, por su parte, aunque fue una ciudad con menor jerarquía urbana que

Puebla, al ser el puerto marítimo más importante del virreinato y el único punto de

contacto comercial con la metrópoli, fue también uno de los pocos casos de ciudad

amurallada en la Nueva España (junto con Campeche), que hasta finales del siglo XIX

limitó casi todo su crecimiento a los confines intramuros, esta condición favoreció una

relativamente alta densidad edificatoria en la ciudad, que se expresó en una presencia

importante de edificios de dos plantas y de vivienda comunitaria.

El patrón residencial de esta ciudad reprodujo las pautas que se observaban en la

ciudad de México y Puebla, aunque con una mayor diferenciación socio-espacial que

en ellas, con un núcleo religioso, político, comercial y administrativo que jugó un papel

articulador del conjunto urbano en torno al cual se establecieron las casas

unifamiliares, las viviendas colectivas y las vecindades.

Los principales comerciantes y los funcionarios españoles levantaron sus casas en el

corazón de la ciudad alrededor de la plaza de armas, en tanto que las casas y

vecindades que albergaban a pequeños comerciantes, profesionistas, posaderos,

empleados y artesanos, se ubicaron fuera del núcleo central entre éste y la muralla”

(Ribera C., E., 2003: s/p), conformando la zona intramuros en donde se alojaba la

población de menores recursos (albañiles, pescadores, artesanos pobres y

trabajadores de oficios diversos poco calificados).

159
Aunque con sus peculiaridades, en la mayor parte del resto de las ciudades medias

del país existieron características similares a las observadas en los tres casos

anteriores, tanto en la forma en la que los diferentes tipos de alojamiento se

distribuyeron en el espacio urbano, como en su diversidad y en sus mismas

características edificatorias, condiciones que respondieron a la propia complejidad

económica y social de los distintos centros de población y a las características

climáticas y geográficas del entorno territorial.

Dos casos ejemplifican los centros de población de rango medio, que se fundan como

nuevos enclaves urbanos y que jugaron un papel importante como articuladores de su

entorno regional: Morelia (el Valladolid colonial), y Oaxaca. Ambas ciudades coloniales

con una traza de nueva fundación, tuvieron una estructura urbano arquitectónica y

social relativamente similar (Moreno T., A., 1974: 95 y 96, y Azevedo S., E., 2003, s/p).

Las dos iniciaron como ciudades de españoles y criollos en entornos regionales con

una población indígena relativamente numerosa. Oaxaca y Valladolid, al igual que

México, Puebla y Veracruz, partieron de una traza fundacional a partir de una plaza de

armas alrededor de la que se asentaron, de manera predominante, los grupos

económica y políticamente acomodados de españoles y criollos, en tanto que la

población de menos ingreso y la indígena se asentaron en la primera periferia

integrando un sistema de barrios (Ibíd..).

Esta forma de asentamiento de los diferentes grupos socioeconómicos, dio lugar a un

espacio urbano con una mayor diferenciación social y étnica que en los casos

anteriores, en la cual los propietarios vivían fundamentalmente en casas unifamiliares

que se ubicaban en las áreas centrales, mientras que las viviendas en alquiler,

esencialmente agrupadas en casas de vecindad, en las que se alojaban los sectores

160
populares integrados principalmente por población indígena, se congregaba en los

alrededores, con una muy baja presencia en las áreas centrales (Lira, C., 2001 : 303,

310, 320 y 321, y Azevedo S., E., s/p).

La realidad urbana de estos asentamientos mostró no sólo una mayor segregación

socio-espacial, sino también una menor diversidad en las tipologías de alojamiento. En

este sentido, aunque hay registros de la presencia de casas comunitarias, éstas al

parecer sólo incluyeron a los propietarios y a las servidumbres, por lo que las

modalidades de habitación que se presentaron en este tipo de edificaciones fueron

mucho menos diversas que en las otras ciudades, en cambio, lo que parece haber

predominado fueron los cuartos y viviendas en las vecindades, y en menor medida las

accesorias que se presentaron asociadas a algunas de las casas céntricas y a las

edificaciones religiosas, principalmente a conventos (Lira, C.: 319 y Azevedo S., E.,

s/p).

Al igual que en los casos anteriores, en estas ciudades predominó el régimen

inquilinario en las formas de acceso a la vivienda, y en el marco de éste, la iglesia jugó

un papel preponderante, reproduciendo en cierta forma prácticas propias de la

economía moral, de tal modo que en algunos casos en donde los inquilinos no podían

pagar los alquileres operó como institución de beneficencia aunque, al parecer, no fue

así con deudores que si podían pagar (Lira, C.: 328).

El patrón edificatorio aquí reprodujo los modelos que se observaban ya desde el siglo

XVI en la ciudad de México tanto en las casas de uno como en las de dos plantas. En

términos generales, las edificaciones céntricas presentaba estas dos modalidades que

reflejaban el nivel social entre los mismos grupos dominantes, ambas se desarrollaban

a partir de un patio central, que en el caso de las de un piso se podían extender a

varios patios interiores, rodeado en algunos, o incluso en todos sus lados, por

161
corredores cubiertos con techos planos de viguería que soportaba un terrado y daban

acceso a las habitaciones.

Esquemas similares se presentaron también en otras ciudades de nivel medio como

Orizaba, en las que las formas de separación socioeconómica y étnica adquirieron

rasgos muy parecidos a los que se observaban en Valladolid y Oaxaca. En el centro

de esta ciudad, por ejemplo, vivían las elites sociales (funcionarios virreinales, del

cabildo y de la iglesia), compartiendo el núcleo central con comerciantes, trabajadores

calificados y artesanos de bienes suntuarios, en tanto que en los barrios de las

periferias se alojaban empleados, trabajadores manuales asalariados y artesanos

(Ribera C., E., 2003: s/p).

Una forma significativamente distinta, en el conjunto de las ciudades de origen

colonial, lo presentaban para principios del siglo XIX los centros mineros, tanto en lo

que se refiere a la propia estructura del espacio urbano, como a la diversidad en las

formas de alojamiento de la población. El hecho de que éstos no hayan partido de un

acta fundacional, y que su estructura centralizada fuera un hecho posterior a su

consolidación, determinó que no hubiera una dinámica tan marcadamente centralizada

de las actividades y de los patrones edificatorios y residenciales.

Sin un centro político religioso predefinido, en ellos la estructura urbana se fue

adecuando, poco a poco, al patrón general de nuevas fundaciones, apareciendo

paulatinamente, en el escenario urbano, las plazas y los edificios públicos que

adquirieron con el tiempo un papel protagónico en la definición de la estructura

espacial, y repercutieron, aunque tardíamente, en el patrón distributivo de la vivienda

(Ibíd.).

162
Aquí, el patrón residencial adquirió, desde el principio, características distintas al resto

de las grandes ciudades y los centros de población de nivel medio ,que se habían

desarrollado a partir de un núcleo político religioso y una traza ortogonal. En ellos, la

pauta habitacional a partir de patios de vecindad (aunque existen evidencias de su

presencia), no tuvo una gran relevancia, y lo que predominó fue un conjunto de

pequeñas viviendas unifamiliares desplantadas en reducidos predios individuales

(García G., F., 2001: 207 y 211).

En el caso de las muy escasas vecindades, éstas no se agrupaban conformando

zonas urbanas homogéneas, sino que se encontraban dispersas en distintos rumbos

de la ciudad, como pequeñas unidades habitacionales que reunían entre cuatro y seis

familias, en estructuras edificatorias en torno a un patio o corredor muy similares a las

que existían en otras partes del país (ídem: 223).

Tal vez los ejemplos más emblemáticos del patrón residencial minero, por su

importancia económica y su peso en el sistema urbano nacional, fueron las ciudades

de Zacatecas y Guanajuato. Éstas, hacia el siglo XIX habían consolidado una

estructura centralizada similar a la de las ciudades de nueva fundación del centro y sur

del país, sin embargo, a diferencia de aquellas, en éstas las áreas centrales se

estructuraban a partir de un sistema de plazas y plazoletas que definieron tanto la

ubicación de los edificios públicos como la misma tipología edificatoria de las casas

habitación.

En estas ciudades se presentó una menor diversidad de alojamientos, los estudios al

respecto reconocen una muy baja presencia de casas de más de un nivel (o casas

altas), que se ubicaban preferentemente en torno a los nodos centrales de la ciudad o

en las calles principales. Estas se integraban por las residencias más importantes de

la ciudad en la que se alojaban las familias de comerciantes, funcionarios y mineros

163
acaudalados, y por casas más modestas, también de dos niveles, que reproducían el

mismo esquema de las casas comunitarias de las ciudades medias y grandes (García

G., F.: 213 y 214, e INFONAVIT: 93).

El grueso de las formas de alojamiento estaba constituido por lo que algunos autores

llaman casas bajas, que eran viviendas unifamiliares de un nivel, desplantadas en

pequeños predios con frentes de 4 a 8 m y fondo de 15 a 25 m, ubicadas, en su

mayoría, a lo largo de un gran número de callejones de la ciudad, agrupándose en

barrios y cofradías, en las que habitaban los sectores medios y más pobres de la

ciudad que, normalmente, incluían mestizos, mulatos e indígenas.

Este tipo de viviendas presentaban entre sí algunas diferencias. Las que pertenecían a

obreros, artesanos, y funcionarios de bajo nivel consistían por lo general en una

edificación construida de adobe que tenía una habitación grande (salón), otra más

pequeña (el aposento), la cocina y una bodega; a las cuales, en ocasiones, se les

anexaba un corral, con un pozo y un establo (García G., F.: 213, 214 y 219, e

Infonavit: 91, 93).

Otros tipos más comunes, destinados a los mineros y trabajadores de menos recursos

mostraban algunas variaciones con respecto a las anteriores, unos de una sola

habitación a la que se le anexaba la cocina además del corral, y el modelo más simple

constituida por un solo cuarto, frecuentemente construidas con materiales

perecederos, en donde se alojaban los habitantes más pobres (García G., F.: 214-220

e Infonavit: 91).

Adicionalmente a estos dos modelos básicos, García González (Ibíd.), reconoce un

subtipo que denomina casas medias, que combinaban los espacios para la habitación

familiar y el trabajo, éstas, en donde residían artesanos y pequeños comerciantes,

164
tenían sala y cocina además de tienda o taller, incluso la casa podía aparecer como

una accesoria del edificio, donde se desarrollaban actividades productivas o de

servicio.

En los centros urbanos del norte del y sureste del país, que se desarrollaron a partir de

avanzadas de colonización y de evangelización, la cuestión habitacional tuvo un

carácter distinto al que se presentó tanto en los centros mineros como en los centros

urbanos medios y las principales ciudades del país.

En estas regiones, las principales iniciativas de colonización consistieron en la

fundación de villas o pueblos, misiones y presidios. Las primeras constituyeron

pequeños asentamientos de nueva fundación que fueron apareciendo desde el siglo

XVI y que de manera errática permanecieron hasta que, a partir del siglo XVIII,

alcanzaron a consolidarse. Su papel fue el de establecer asentamientos de población

española para colonizar regiones poco pobladas tanto del norte como del sureste del

país, y se desarrollaron, por lo general, sobre la base de las ordenanzas de nueva

fundación, a partir de una traza planeada y un núcleo articulador.

Las misiones y los presidios fueron, por su parte, estrategias de colonización que se

desarrollaron predominantemente en el norte del país. Las primeras, en ocasiones

cercanas a las villas, fueron asentamientos que se desarrollaron a partir de un

conjunto de edificios religiosos confinados en un solo sistema amurallado (o cuadrado

misional), dentro del cual habitaban los clérigos junto con un número reducido de

familias de trabajadores de la propia misión, que se fundaron con objeto de congregar

a los indígenas, evangelizarlos e integrarlos al sistema económico colonial.

Estos asentamientos conformaron conjuntos habitacionales promovidos por órdenes

religiosas (franciscanos, dominicos y jesuitas en el sureste y norte del país, los

165
agustinos en la sierra alta de hidalgo, y los dominicos en la región mixteca en Oaxaca).

En sus inicios, éstos reunieron a las comunidades indígenas (originalmente nómadas o

que se encontraban dispersas), integrando incipientes núcleos de población cuya

estructura y organización espacial estuvo a cargo de las propias corporaciones

religiosas (Infonavit: 108 y Magaña, M. A., 1998: 47-52).

Los asentamientos habitacionales de las misiones constituían, por lo general,

conjuntos edificatorios integrados por chozas que se aglutinaban alrededor de un

cuadrado misional. A diferencia del conjunto de alojamientos del interior de éste,

constituido normalmente por viviendas adosadas de un solo cuarto, construidas de

adobe y techos de paja, las del exterior, en las que habitaban los indígenas

congregados adscritos a la misión, eran chozas individuales o colectivas, construidas

probablemente de materiales perecederos que se ubicaban en las inmediaciones de

los cuadrados misionales (Magaña, M. A.: 51).

El caso de los presidios, como avanzadas de colonización, fue diferente al de las

misiones, éstos eran guarniciones militares que, además de avanzada, eran lugares

de refugio para los comerciantes que traficaban en las regiones en las que se

ubicaban. Éstos eran asentamientos militares amurallados, con casas adosadas al

exterior o en el extramuros a partir de los cuales se llegaron a desarrollar centros de

población que incluso llegaron a adquirir alguna importancia para el siglo XIX (Como El

Pitic [Hermosillo] y Paso del Norte [Ciudad Juárez]) (Sria. de la Defensa Nacional,

1946: 114 y ss; Meade, M.,1993: 156 – 160; y Radding, C., 2001: 249 – 259).

Tanto las misiones, como los presidios fueron una forma tardía de asentamientos

humanos en las provincias internas (en el norte del país), y para el siglo XIX

presentaban aún una condición “semi-urbana”, que tardaría en consolidarse todavía

hasta principios del siglo XX. Dos ejemplos ilustran con claridad esta situación, en los

166
casos de Tamaulipas (originalmente parte de las Provincias Internas de Oriente), y

Sonora (parte de las Provincias Internas de Occidente), los asentamientos con

carácter urbano alcanzaron a aparecer hasta bien entrado el siglo XVIII.

Las características de los asentamientos que prevalecieron en estas regiones fueron

básicamente los que existían desde inicios del período colonial, conformando poblados

sin una traza claramente definida, de carácter predominantemente rural, que

permanecieron casi sin alteración hasta que a mediados del siglo XVIII, a caballo de

las reformas Borbónicas inició la fundación de ciudades (villas), bajo las ordenanzas

que prevalecían en el resto de la Nueva España sobre la base de trazas ortogonales

(Meade, M.: 156 – 160 y Radding, C.: 249 – 259).

Aquí, las condiciones de la vivienda, e incluso de los edificios públicos, fueron muy

distintas a las que existieron en los núcleos urbanos de la región central del país así

como de las que se desarrollaron al occidente, sur y sureste en torno a los centros

regionales de Guadalajara, Oaxaca, San Cristóbal de las Casas y Mérida.

A diferencia de esos, en el norte del país se reprodujo el esquema de la vivienda

indígena preexistente, tanto en lo que se refiere a las tipologías edificatorias como en

las características de los materiales, presentando una estructura doméstica que casi

permaneció inalterada. Por lo general, eran casas construidas con muros a base en

adobe, en algunas ocasiones con piedra sobre plataformas y techos de madera, palma

y zacate28, variando sólo en sus dimensiones: para los indígenas jacales o chozas de

un solo espacio, mientras que para los colonos viviendas de varios cuartos (Ibíd.).

En este entorno, llegaron a aparecer para finales del virreinato edificios civiles y

religiosos que presentaron semejanzas con los que había en las regiones más

28
Hierba, pasto, forraje (Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española)

167
pobladas del país, sin que pueda apreciarse la presencia de los patrones de vivienda

comunitaria y vecindades que eran comunes ahí, de hecho, en estos asentamientos el

tipo de vivienda típica de las regiones centrales del país nos se presentaría sino hasta

el siglo XIX (Meade, M.: 141 – 156).

168
CAPÍTULO 3
El movimiento inquilinario en México:
expresión social del problema de la vivienda
y detonante de la política habitacional
“MENOS RENTA Y MÁS FELICIDAD”
(Consigna del Sindicato Revolucionario de inquilinos en la ciudad de Guadalajara, 1922)

La historia de México se ha caracterizado por disputas políticas prolongadas, tan

prolongadas como la gestación de los problemas que las generaron, la independencia

requirió casi 10 años de una guerra intermitente para romper, al menos, los lazos

formales de casi 300 años de régimen colonial, y la guerra civil de la Revolución

Mexicana otros tantos para intentar superar cerca de 36 años de una dictadura liberal

y de males endémicos mucho más añejos.

El movimiento inquilinario, la primera lucha social urbana del país, por su parte, nace

de un problema de rancio abolengo que se volvió crítico durante el período liberal y se

expresó a lo largo de poco más de 20 años a través de insurrecciones populares que

abarcaron a más de la mitad de los estados del país y al Distrito Federal, a regiones

industriales enteras, a los más grandes centros de población del México urbano, y a

los principales puertos marítimos del Golfo y del Pacífico, extendiéndose hasta

pequeñas ciudades provincianas y poblados con una economía básicamente rural.

A lo largo de esas casi dos décadas, el problema del alojamiento se tradujo en una

reivindicación de grupos sociales urbanos que estalló como una revuelta social que

terminó por envolver a gran parte del país, convirtiéndose rápidamente en una

contienda espasmódica que parece diluirse de la mano del inicio de una política

habitacional selectiva y del reparto de tierras urbanas para, poco a poco, entrar en un

prolongado letargo que, con efímeros estruendos, se mantuvo en estado casi

169
cataléptico hasta los años noventa del siglo pasado, para finalmente desaparecer, al

menos simbólicamente, con el decreto que termina con el régimen de “rentas

congeladas”, como un último rito fúnebre del siglo XX.

Las luchas de los inquilinos, en su fase más activa, no sólo fueron el primer

movimiento de masas urbanas en México en torno a la reivindicación de una política

social, sino que fueron un factor que influyó de manera decisiva en el surgimiento de la

política habitacional en el país. De ellas se derivaron no sólo las primeras iniciativas

que buscaron regular el alquiler e vivienda y las primeras intervenciones públicas en la

promoción inmobiliaria, sino la misma forma en que operó la política habitacional en

México desde la Constitución de 1917 en adelante.

1. El Contexto internacional

El conflicto en torno a la vivienda en alquiler en México se ubica en un contexto

internacional de movilizaciones populares en contra de las condiciones de alojamiento

que indudablemente lo influyeron, no sólo por la propaganda que se hizo, en particular

del caso francés (El Renovador: 28, 29 y 30 de julio de 1915), sino por la misma

presencia que tuvieron personajes de otras nacionalidades, principalmente

norteamericanos, españoles y argentinos, tanto en el movimiento obrero mexicano

como en las luchas de los arrendatarios en varias de las ciudades del país.

Éstas parecen haber estado determinadas por condiciones similares a las que

ocurrieron en diferentes partes del mundo, y que derivaron en la fundación de los

primeros sindicatos de inquilinos a finales del siglo XIX en Europa. Ahí, al igual que

sucedería en México un par de décadas más tarde, estas organizaciones surgieron

como respuesta a las condiciones críticas del alojamiento, y su aparición coincidió con

170
coyunturas económico políticas específicas que derivaron en una crisis del sistema de

arrendamiento de la vivienda.

1.1. Los factores generales del conflicto inquilinario

El inquilinato, como hemos visto para el caso mexicano, no es propio de la

industrialización, en Europa existía esta práctica al menos desde el Imperio Romano

(Hammar, M., 2005: 3), y es probable que incluso desde antes. Sin embargo, también

ahí la historia moderna de las luchas sociales asociadas al arrendamiento de vivienda,

parece tener lugar a partir del desarrollo del capitalismo industrial, particularmente

desde la segunda mitad del siglo XIX, cuando los requerimientos de fuerza de trabajo

que tenía la manufactura, derivaron en una creciente demanda de vivienda,

preferentemente cercana a los centros de producción fabril (Ibíd.).

Ante la falta de intervención pública en la producción de alojamiento para los nuevos

trabajadores industriales, en varios países en los que el desarrollo industrial dio inicio a

finales del siglo XVIII y principios del XIX, los mismos propietarios de las empresas

manufactureras tuvieron que crear las condiciones para albergar a sus trabajadores, la

mayoría de ellos fueron alojados en grandes y sombríos edificios de alquiler, o en

simples casas alineadas en las inmediaciones de las fábricas o molinos (ibíd.).

Aquí es donde podríamos decir que inicia el problema habitacional, que nace asociado

a los procesos de urbanización que se dan en los primeros países industrializados, en

los que el crecimiento urbano fue consustancial a la concentración industrial y

demográfica, fenómenos que se producen en un contexto jurídico político

caracterizado por la ausencia de marcos reguladores para atender la creciente

demanda de alojamiento.

171
La satisfacción de esta demanda, y por lo tanto la producción de vivienda, quedó, así,

en manos de la iniciativa privada y de un mercado inmobiliario que emergió con rasgos

claramente especulativos, y pareció percibir la cuestión habitacional como un negocio

que requería relativamente bajas inversiones iniciales, y sin gastos futuros adicionales

permitía obtener notables ganancias prácticamente a perpetuidad, reproduciendo así

una praxis especulativa de obtención de rentas similar a la del viejo régimen.

Como respuesta a esta realidad, en varios países y, al menos, en dos continentes,

surgieron a finales del siglo XIX y principios del XX organizaciones de arrendatarios de

vivienda que se propusieron impulsar la creación de mecanismos institucionales que

regularan las relaciones de arrendamiento, e impulsaran la construcción de viviendas

de bajo costo accesibles para los trabajadores urbanos.

Vistas en conjunto estas expresiones sociales no sólo se presentaron de manera,

temporalmente, muy cercana, sino que mostraron rasgos comunes que, en cierta

medida se reprodujeron en la realidad mexicana, en la cual, al menos algunos de ellos

influyeron de manera directa.

1.2. Los rasgos generales del movimiento inquilinario en

Europa y el Continente Americano

En casi todas las realidades nacionales en las que surgió a ambos lados del Océano

Atlántico, el movimiento inquilinario nació y se expandió, fundamentalmente, a partir de

las grandes ciudades; es en realidad un fenómeno de masas urbanas que se gesta en

los principales centros urbanos europeos y americanos, en donde normalmente se ve

172
influido, de manera decisiva, por el movimiento obrero y se ve envuelto por disputas

hegemónicas, tanto entre organizaciones sindicales como entre partidos políticos.

Aparece, así, en el contexto de las naciones en donde el capitalismo ha sentado sus

reales, tanto en Europa y en América del norte en donde este régimen alcanzaba un

relativamente alto nivel de consolidación, como en los países de América Latina, en

los que se observaba un capitalismo emergente, mostrándose como una expresión

social de inconformidad ante las condiciones de vivienda y, en general, de vida por

parte de grandes contingentes de la población urbana.

Fue también un movimiento eminentemente contestatario y coyuntural, y con muy

escasas excepciones, que casi adquieren el carácter anecdótico, no puso en tela de

juicio al propio sistema capitalista. A pesar de expresiones radicales y de que, en

muchos casos, tuvo una fuerte presencia anarco sindicalista, se abocó por lo general a

reivindicaciones inmediatas como la oposición a los desalojos de inquilinos morosos,

la contención de los incrementos de los alquileres o, cuando más, la reducción

coyuntural en los montos de éstos.

Sólo en algunos pocos casos, más en Europa que en América Latina, las demandas

se extendieron a la exigencia de una política pública de producción de viviendas

baratas o al establecimiento de mecanismos que permitieran ofrecer una solución a

largo plazo al problema del alojamiento; aún más escasos fueron los intentos de

organización cooperativa de los inquilinos dirigidos a la producción de vivienda para

sectores amplios de la población como en el caso sueco (Ídem: 5), fue en ese sentido

un movimiento de carácter reivindicativo muy ligado a las luchas obreras tanto por su

contenido social, como por sus estrategias de acción y la naturaleza de sus reclamos,

pero que a la vez presentó en casi todos lados una gran pluralidad social.

173
En efecto, en la mayor parte de los casos, y a pesar de la fuerte presencia del

movimiento obrero en la estructura organizativa de las asociaciones o sindicatos de

inquilinos, éstos integraron a una gran variedad de actores sociales, no sólo porque

aglutinaron a diferentes grupos de trabajadores y sectores socioeconómicos, sino

porque fueron unas de las primeras experiencias de organización de masas urbanas

en las que la presencia femenina fue fundamental29.

En el caso europeo tal vez los ejemplos más representativos de esta pluralidad fueron

el de Glasgow, que ha sido percibida como una manifestación socialmente plural,

masiva y popular, el de Suecia en donde además de la articulación de los inquilinos

con el movimiento sindicalista, se trabajó muy de cerca con los movimientos sociales

de lucha contra el alcoholismo, el de Barcelona en 1930 en donde la huelga y las

acciones de protesta se decidieron entre los vecinos en un proceso asambleario de

democracia directa, el danés que desde sus orígenes tiene un carácter eminentemente

social sin interferencias partidistas, y el de los Estados Unidos que, aunque

hegemonizado inicialmente por inmigrantes judíos pobres, fue integrando

progresivamente a diversos grupos sociales adquiriendo una fuerte carga pluri-étnica.

Este mismo carácter plural lo podemos observar en algunos casos del sub-continente

latinoamericano. Aunque en prácticamente todos los países en los que se tienen

registros de las luchas de arrendatarios éstas también estuvieron muy estrechamente

ligadas al sindicalismo obrero, particularmente al anarco-sindicalismo (que era

hegemónico en gran parte de la realidad obrera latinoamericana), en la mayoría de

29
Aunque hay información de varias movilizaciones en Europa y América (Hammar, M.: 4-16), que dan luz sobre la
diversidad de los actores en ellos, particularmente de la participación femenina, tal vez algunos representativos en el
primero podrían ser el de Glasgow (Castells, M., 1986: 66-68 M. y Mc. Inerney, C.: s/p, y Bradley, Q. , 1977: s/p), el
francés (Tiset, J., 2005: s/p), y el danés (Jensen, Jørgen D., 2005: 13); en España los de Barcelona (Sreenan, D, 1995:
s/p); y Sevilla (Bernal, A. y Arenas, C., 1992: 267-295), y los casos Sueco y Danés (Hammar, M.: 5, 12 y 13 y Tiset, J.:
s/p ), para el caso del continente americano, además de la experiencia neoyorkina en los Estados Unidos (Weissman,
J. J., 2005: s/p), y el de México, se pueden citar los casos de Argentina (Girbal-Blacha N., 2000: 2y ss), Panamá
(Soler, Ricaurte, 1974: 46 y 52 y Pizzurno G, P. y Araúz C., A., 1996: 155), de Brasil (Loner, B. A., 1999:151-191, y
Ateneu Enciclopèdic Popular: s/p), y Chile (Dattwyler R. H., 2005: 102-105).

174
ellos el movimiento inquilianario presentó una gran diversidad en su composición

social e incluso en su dirigencia política (Hammar, M.: 4-16, y ver Viñas, D., 1983).

Otro aspecto que es importante resaltar es el carácter, en cierta medida, premeditado

que este tipo de manifestaciones sociales tuvo en la mayor parte de los casos que se

observaron en el siglo XX, es decir después de las manifestaciones tempranas del

siglo XIX en Inglaterra y Francia (ver Grayson, J. 1998, para el primero; y Lorry, A.,

2006 s/p, y para el segundo). En varios de los países en los que irrumpió el conflicto

inquilinario, el problema del alojamiento formaba ya parte de la agenda obrera y de

algunos partidos políticos tanto en Europa (Mc. Inerney: s/p), como en América Latina

(Viñas: 186; Dattwyler R. H., 2005: 102-105; Soler, Ricaurte, 1974: 46 y 52; y Ateneu

Enciclopédic Popular, 1993: s/p).

El problema habitacional no había pasado desapercibido ni para los gobiernos, ni para

los partidos políticos, y las luchas inquilinarias no fueron un fenómeno que pudiera

haber sorprendido a nadie, en varios países de ambos continentes hay muestras de

informes sobre la cuestión habitacional30, que no sólo hacían notar las precarias

condiciones de alojamiento, sino que ponían en claro el carácter potencialmente

conflictivo de la situación, sin embargo las respuestas gubernamentales fueron muy

dispares, e incluso en algunos casos fueron prácticamente nulas, como en el caso

mexicano.

En el contexto internacional, para cuando estalla la 1ª guerra mundial, el problema de

la vivienda ya era un asunto que figuraba en la agenda de los políticos y en los pliegos

petitorios de la clase obrera europea y de algunas organizaciones obreras

30
Es muy conocido el caso inglés (ver Hall, Peter, 1996), también hubo reportes de la misma naturaleza en México
(Taibo II: 81 y 82) y Chile (Dattwyler R. H 102-105), en España la Comisión de Reformas Sociales realizó un análisis de
la situación de la vivienda a finales del siglo XIX en donde reconoce la poca higiene y lo elevado de los alquileres en la
vivienda obrera (Domingo H., M. D., 2004:100), en Argentina en 1903 se realizó el Informe de la Comisión Municipal de
Higiene de Balvanera Norte que reconoce las deficiencias de las casas de inquilinato.(Girbal-Blacha N.: 2)

175
latinoamericanas. No obstante, fueron organizaciones sociales, relativamente

independientes las que hicieron evidente el potencial insurreccional y la capacidad de

presión de las masas citadinas ante el problema del alojamiento.

Para los años 20 el potencial conflictivo y la capacidad organizacional de los inquilinos

europeos y la politización del movimiento hacían ya inevitable la intervención

gubernamental en materia habitacional, para entonces había correspondencia regular

entre las asociaciones de inquilinos de Alemania, Austria, Checoslovaquia y los países

nórdicos en donde se exponía el interés por formar una organización internacional de

asociaciones de inquilinos, de igual forma, en 1929 hubo correspondencia entre

algunas de ellas con el comité ejecutivo de los KOMINTERN de Moscú (Hammar, M.:

7), lo que seguramente puso los pelos de punta a más de un gobierno.

Las escasas experiencias de política habitacional, particularmente la inglesa durante

finales del siglo XIX31, y muy especialmente la austriaca en el período de la “Viena

Roja32” (ídem: 6), como casos aislados, no lograron extenderse como una práctica

común en sus países ni fuera de sus fronteras, ni tampoco fueron suficientes para

contener el progresivo deterioro de las condiciones habitacionales. (Mc. Inerney, C.:

s/p).

Tampoco lo hicieron las experiencias dirigidas al control de los alquileres, como la

impulsada por el gobierno sueco en 1917 a través de la primera ley de control de

alquileres en las municipalidades con más de 5000 habitantes que permitió controlar el

aumento constante en los alquileres de la vivienda que ocupaban los sectores de

bajos ingresos (Hammar, M.: 5).

31
Entre la que destaca sin duda el conjunto habitacional de St. Martín en Vauxhall, Liverpool que fue construido en
1869 y representó uno de los primeros ejemplos de vivienda municipal en Inglaterra (Hammar, M.: 4)
32
En la antigua capital del imperio Austrohúngaro durante los años 1923 a 1934 se construyeron 64,000 nuevas
viviendas para los trabajadores (Hammar, M.: 6).

176
Sin embargo tal vez fueron estas iniciativas, aunadas a la presencia de la cuestión

habitacional en la agenda de partidos políticos y sindicatos, lo que determinó

precisamente el carácter, en gran medida legalista, de las movilizaciones de

arrendatarios. Es un hecho que, incluso en donde las expresiones originales tuvieron

un carácter más radical, y en donde la acción directa fue una parte importante de la

estrategia de lucha, como por ejemplo en Francia, el movimiento inquilinario apostó,

aunque en diferente medida, por sujetarse a los mecanismos institucionales para

sostener sus reivindicaciones.

Esto parece haber influido de manera determinante en su desenlace que, aunque

presenta resultados claramente diferenciados entre los países, al parecer alcanzó a

tener un impacto mayor en la determinación de políticas habitacionales en aquellos en

donde más se había desarrollado el nivel de organicidad de la sociedad civil, y en

donde los mecanismos institucionales fueron capaces de ofrecer alternativas de

atención al problema del alojamiento, al menos al corto plazo.

En el contexto general, tal vez los casos que influyeron de manera más determinante y

directa en el devenir de las políticas habitacionales fueron el de Inglaterra, en donde

las huelgas de alquileres de principios del siglo XX, a pesar de ser fuertemente

reprimidas, provenían de una tradición radical que desde el siglo precedente había

impulsado cambios legislativos importantes durante décadas de luchas sociales y en

cierta medida impulsaron la intervención pública en la producción de vivienda social

(Bradley, Q.: s/p), y la francesa que tras años de movilizaciones organizadas en torno

a sindicatos de arrendatarios lograron que se impulsaran leyes de protección a los

inquilinos (Lorry, A.: s/p).

En el resto de los casos, tanto en el europeo, como en el estadounidense y el

latinoamericano, a pesar de que los resultados fueron más bien magros y que en la

177
mayor parte de los casos las expresiones de inconformidad se diluyeron en medio de

una ola represiva que alcanzó a gran parte de las experiencias en uno y otro

continente33 , sin lugar a dudas la cuestión del inquilinato puso en la mesa del

quehacer político y en la conciencia social la relevancia del problema habitacional y su

potencial carácter conflictivo en cada una de las realidades nacionales.

1.3. Influencia del contexto internacional

Al margen de las particularidades del movimiento inquilinario en México y de los

factores internos que lo determinaron, parece que hay elementos externos que

influyeron en la forma en la que se difundió y desarrolló en diversas partes del país y

que parecen estar relacionados con la presencia que tuvieron las experiencias

europea, estadounidense y latinoamericana, a través de información que se divulgó

sobre éstas y por la participación misma de activistas extranjeros que parecen haber

estado relacionados con ellas.

Tal vez el caso más conocido es el de la difusión que se hizo de la lucha inquilinaria

francesa de finales del siglo XIX, a través del periódico El Renovador entre el 28 y 30

de julio de 1915, durante la ocupación de la ciudad de México por el ejército de la

Convención, en la que se informó no sólo de las actividades de las organizaciones de

arrendatarios en ese país sino, sobre todo, a sus demandas, objetivos, estrategias y

hasta de las estructuras organizativas en las movilizaciones sociales contra las

condiciones de alojamiento y el precio de los alquileres.

33
Este fue el caso, por ejemplo, de Barcelona, (Sreenan, D.: s/p), Bilbao (Domingo H., M. P.: 93 y 94), Nueva York
(Weissman, J.: s/p) y de Panamá, tal vez en donde tuvieron un desarrollo más efímero y el fin más dramático y
sangriento con la intervención de las tropas norteamericanas apostadas en la zona del canal (Soler, Ricaurte: 46 y 52 y
Pizzurno G, P. y Araúz C., A.: 155)

178
También es conocida la presencia de activistas extranjeros, provenientes de países en

los que desde inicios del siglo se habían presentado movilizaciones sociales por una

baja de los alquileres y mejora en las condiciones de las viviendas, que jugarían un

papel importante en la organización y conducción de los sindicatos de arrendatarios,

como fueron los casos del argentino Genaro Laurito, dirigente e integrante del

sindicato de inquilinos en Guadalajara (Durand, J., 1984: 11), Antonio Ruiz Madrid

miembro del sindicato de la ciudad de México, y Vicente González, secretario General

del sindicato de Tierra Blanca, ambos de origen español (De la Mora V., R.: 94), y un

activista de origen peruano, Alejandro Montoya (o Víctor Recoba), que había

colaborado con Herón Proal, dirigente de los inquilinos veracruzanos (García Mundo,

O.: 53 y Durand, J. 1989: 66).

Esta situación no era, en realidad, extraña en México, en sus orígenes el sindicalismo

obrero y el propio partido comunista tuvieron una fuerte presencia de extranjeros, en el

movimiento obrero, desde la segunda mitad del siglo XIX en él participaron activistas

europeos y sudamericanos, que como lo muestra el caso de Laurito participaron tanto

en el movimiento obrero como en el inquilinario; en el caso de la organización

partidaria, es sugerente la presencia de activistas norteamericanos34 en su formación

(Moreno O., J., 1959: 40; Rodríguez M., 1980: s/p.; Martínez V., A. 1985: 49 y 50;

Melgar Bao, R., 2001: 379), que muy probablemente hayan conocido, al menos, las

experiencias de los arrendatarios en Inglaterra y Estados Unidos de finales del siglo

XIX (la primera), y principios del XX (la segunda).

Aunque esta presencia no permite asegurar la influencia de otras experiencias en los

diferentes movimientos que se dieron en el país, ni aún menos sus vínculos, como ya

lo ha señalado Durand (1989: 65), no deja de llamar la atención el papel relevante que

34
José Allen, de nacionalidad norteamericana, por ejemplo fue el primer secretario del Partido Comunista (Melgar Bao:
379), y participó al menos en algunas de las movilizaciones inquilinarias, además de él participaron activamente en las
actividades del partido el también estadounidense Frank Seaman y el hindú Manabendra Nath Roy, este último un
activo militante del internacionalismo socialista (Martínez V., A.: 19, 49 y 50)

179
tuvieron en el desarrollo de estas luchas sociales, y en el hecho mismo de que el

Partido Comunista, durante su primer congreso, incluyera el problema de los alquileres

como un aspecto central de su trabajo político, algo que había sido considerado tanto

por el partido Laborista en Inglaterra y por su similar en los Estados Unidos (Bradley,

Q.: s/p; y Weissman, J.: s/p), pero que en México, fuera del programa del Partido

Liberal, había brillado por su ausencia en la agenda política de las primeras

organizaciones partidistas.

2. El contexto nacional

Pese a que en su fase más activa tuvo un carácter efímero y más bien desarticulado,

el movimiento, o más bien los movimientos de arrendatarios urbanos en el país,

tuvieron un impacto que pude considerarse decisivo en el desarrollo de las políticas

habitacionales en México. Salvando toda proporción, del mismo modo que las

reivindicaciones campesina influyeron de manera decisiva en el desarrollo de la

política agraria del nuevo régimen, determinando las pautas que regirían el reparto de

tierras y el marco jurídico e institucional en torno a la propiedad rural, y las relaciones

entre el estado y el sector campesino; el de los arrendatarios, nacido como el primero

y más importante movimiento social de carácter urbano en México, tuvo un papel

determinante en el inicio de la política social, y en particular en la definición de la

naturaleza, características y rumbo de la política habitacional, por casi 70 años.

Surgido a la luz en medio de la lucha constitucionalista contra la usurpación de

Victoriano Huerta35, se presentó en forma de expresiones aisladas de descontento

35
A la caída de la dictadura de Porfirio Díaz, empujado por la revolución maderista iniciada en 1910, en noviembre de
1911 daría inicio el efímero gobierno democrático de Francisco I. Madero, que concluiría con la asonada militar de
febrero de 1913, a través de la que el General Huerta usurparía el gobierno hasta julio de 1914 cuando fue depuesto
por la Revolución Constitucionalista. A partir de ese momento se iniciaría la lucha hegemónica entre las facciones
revolucionarias, primero por medio de la confrontación política en la Convención Revolucionaria de Aguascalientes,
realizada en octubre de 1914 y, al fracaso de ésta, por el camino de la guerra civil entre el ejército y el gobierno

180
social por el incremento de alquileres en algunas ciudades del país, apareciendo como

una inquietud social marginal de algunos grupos urbanos, en el marco de una lucha

agrarista y en una etapa particularmente álgida del movimiento armado, mereciendo

apenas alguna atención por las elites revolucionarias enfrascadas en la guerra contra

la usurpación y las disputas hegemónicas entre los grupos revolucionarios.

Las primeras manifestaciones de descontento no fueron más allá de expresiones

aisladas e individuales, que no confrontaron ni tomaron partido por los grupos en

pugna, y terminaron canalizándose por una vía legalista coyuntural que permitió al

gobierno de facto de los constitucionalistas, contener la potencial expansión de estas

demandas a otros importantes sectores de la población citadina, particularmente de

los obreros sindicalizados36.

Una vez concluida la lucha de facciones, y en el contexto de las expectativas de

transformación social que había despertado la Constitución de 1917, la efervescencia

inquilinaria resurge apenas iniciada la década de los años 20s, ideada y promovida

desde los círculos socialistas, comunistas y anarquistas, encarnados por algunos

partidos políticos emergentes, por la Central General de Trabajadores (CGT), y,

marginalmente, por el sindicalismo reformista personificado por la Confederación

Regional Obrera Mexicana (CROM)37, quedando a merced de los intereses

hegemónicas elites revolucionarias.

Constitucionalista y el ejército y el gobierno de la Convención, que tuvo como desenlace el triunfo de los primeros y la
promulgación de la Constitución de 1917.
36
El 30 de septiembre de 1914, diez días antes de que diera inicio la Convención de Aguascalientes, Venustiano
Carranza, jefe del ejército constitucionalista, y presidente de facto, promulgó un decreto que concedía un plazo de
hasta 3 meses para la desocupación de viviendas con bajos precios en los alquileres, casi dos años después, el 16 de
mayo de 1916, en plena guerra de facciones, en el Distrito Federal se expide un decreto para el control de los
alquileres (González Navarro, M.: 176).
37
Esta central surgió del congreso obrero convocado en 1916 en el cual además de ser creada esta confederación, fue
nombrado como líder Luis N. Morones, dirigente de la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, quien más
tarde sería un fuerte impulsor del sindicalismo oficialista aliado de los gobiernos posrevolucionarios y fundador, en
1918, de la oficialista CROM. (Trejo Delarbe, R., 1976: 135).

181
Las precarias condiciones de la vivienda en renta, como forma predominante de

alojamiento de la mayoría de la población urbana, los incrementos constantes de los

alquileres, que aumentaron de manera exorbitante a raíz del estallido del movimiento

armado, aunado a la insuficiente oferta de alojamiento en una realidad urbana en

expansión y que ahora, como resultado de la guerra, veía aumentar los flujos

migratorios de importante contingentes de población rural, convirtieron la cuestión

habitacional, de un mal endémico al que la población de las ciudades de cierta manera

se había acomodado por siglos, en un problema social que encontraría su vía de

expresión en estallidos de inconformidad que tendrían su colofón en las

manifestaciones y huelgas de alquileres que estallaron en varias regiones del país a

partir de 1922.

2.1. Los rasgos generales de la crisis inquilinaria en México

A cinco años de aprobada la Constitución y de haber concluido el movimiento armado,

el malestar social en torno a la situación de la vivienda resurgía, ya no como una

inquietud aislada e individualizada, sino como una revuelta colectiva que se extendió

de manera progresiva a gran parte del territorio nacional en demanda de soluciones al

problema de los alquileres y por la mejora en las condiciones de vida de la población

urbana.

Así, después de 36 años de una dictadura que había impulsado un desarrollo

económico bajo un esquema liberal a ultranza, bajo cuya protección se conformó un

capital inmobiliario de corte monopólico y especulativo que operaba apenas con

algunas precarias regulaciones sanitarias, y después de una revolución social de corte

eminentemente agrario, por fin las condiciones de vivienda emergían, si no como el

182
más importante, al menos como uno de los problemas de mayor relevancia en la

realidad urbana del país.

De forma similar a lo que había sucedido en otras partes del mundo, las protestas de

los arrendatarios de vivienda en México, surgieron como respuesta a falta de

mecanismos regulatorios sobre los alquileres y a unas condiciones materiales de la

vivienda deplorables que se combinaron con montos de arrendamiento que llegaron a

ser insostenibles en una realidad económica caracterizada por los bajos salarios; al

igual que la mayoría de ellas aparecieron como una lucha reivindicativa

eminentemente urbana en la que hubo una importante presencia obrera y femenina.

Sus objetivos, al igual que en la mayor parte de las otras realidades, tuvieron un

carácter reformista que, salvo algunas expresiones radicales aisladas, no pusieron en

cuestionamiento el modelo económico, político y social que se ponía en marcha al

término de la Revolución. En términos generales se puede sostener que se

desarrollaron, incluso en los momentos más conflictivos, dentro del marco de las

demandas de justicia social, acotadas al marco constitucional.

Aquí como en otros países de América Latina, y en cierto modo de forma similar a la

experiencia europea del siglo precedente, en las primeras dos décadas del siglo XX el

desarrollo del capitalismo industrial había entrado en contradicción con las condiciones

de vivienda de gran parte de las masas citadinas, particularmente en los centros

urbanos que se habían incorporado al circuito de producción y distribución del

incipiente capitalismo industrial.

Estas condiciones aparecían asociadas a un proceso de urbanización acelerado, que

aunque presenta distintos niveles de desarrollo, parece encontrar a ambos lados del

Atlántico condiciones similares de subdesarrollo de los sectores del capital vinculados

183
al mercado de la vivienda, que no parecía capaz de desarrollarse y crecer a al par del

capital industrial, y del aumento de la población urbana.

Sin embargo, y por encima de estas coincidencias, el movimiento inquilinario en

México presenta algunas peculiaridades que lo distinguen de sus similares en otros

países, sobre todo por la manera en la que influyó en el carácter y el rumbo de las

políticas institucionales que, en materia habitacional, pondría en operación el Estado

mexicano a partir de las protestas y revueltas de 1922, y que influyen en la aparición,

en 1924, del primer organismo dedicado al financiamiento y construcción de vivienda

social.

Uno de sus rasgos más característicos, es probablemente la gran diversidad de

formas en las que se expresó, las cuales se refieren tanto a la variedad de realidades

territoriales, como a la pluralidad socio-económica y política que incorporó, que acaso

sólo fueron un poco menores a las que, en extensión territorial y complejidad social,

alcanzó la Revolución Agraria, aunque posiblemente muy similar a ella en cuanto a su

composición y diversidad política.

Como ella, atrajo a muy diversos sectores de la sociedad civil, abarcando desde

obreros fabriles, hasta artesanos, prostitutas, empleados públicos y privados,

desempleados y un buen número de viudas de la Revolución, y en general a casi

cualquier tipo de habitante de la variopinta realidad social urbana, que no disponía de

una vivienda propia y había visto no sólo empeorar las condiciones materiales de su

alojamiento, sino cómo las prácticas rentísticas la llevaban a una agudización de sus

habituales condiciones de pobreza.

También a él se vincularon diferentes actores políticos que al parecer percibieron el

enfrentamiento entre arrendatarios y propietarios de vivienda como un conflicto que

184
podía ser capitalizado para consolidar el poder de las elites gubernamentales

emergentes a nivel local, u ofrecer un respaldo social a nuevos grupos de poder de

alcance nacional o local que carecían de presencia entre el “cotizado” campesinado o

en el joven movimiento obrero, y que surgían en el escenario de cada región como

importantes actores de la política local.

La pluralidad territorial y sociopolítica del movimiento inquilinario en México, responde,

por lo tanto, a la manera en la que los actores de cada región buscaron insertarse en

el proyecto político y económico posrevolucionario, al peso que los grupos

hegemónicos locales, que surgieron en el transcurso de la guerra civil, tuvieron en el

concierto de las fuerzas políticas hegemónicas nacionales y, sobre todo, al papel que

tuvieron, en el juego de alianza y disputas, las elites políticas y económicas que

emergieron en los distintos estados del país.

En esta maraña de actores e intereses, las luchas de los arrendatarios quedaron

sujetas, desde sus mismos orígenes, a las disputas por la construcción de una nueva

hegemonía, y el marco jurídico e institucional por el que pugnaron y que, en cierta

medida, se construyó bajo su influjo, no tardó en convertirse en un instrumento de

éstas, sujetándose al juego de alianzas e intereses políticos que se fueron mostrando

en el largo proceso de consolidación del Estado mexicano de la posrevolución.

2.2. Los factores de la crisis inquilinaria

El conflicto entre arrendatarios y arrendadores en México tiene raíces profundas en la

historia del liberalismo mexicano, y es producto de un conjunto de circunstancias

endógenas y exógenas que se agudizaron y se hicieron críticas en la segunda década

del siglo XX, dando como resultado una situación generalizada de descontento social

185
en un amplio abanico de ciudades del país, que terminaría por estallar en una

consecución frenética de eventos a partir de 1922.

Tal vez pueda decirse que el momento en el que detonó este conflicto social fue el 1er

Congreso del Partido Comunista Mexicano, que en diciembre de 1921 había

reconocido al problema del arrendamiento de la vivienda como uno de los más

importantes a los que se enfrentaba la población urbana del país, y había determinado

impulsar una amplia movilización de inquilinos para luchar en contra de las

condiciones materiales y de alquiler prevalecientes en gran parte de la realidad

nacional (ver Taibo II., 1983, y Martínez V., A.: 54).

O tal vez haya sido la explosión de inconformidad en la ciudad de Veracruz que, como

sugiere García Mundo, estuvo influida por la efervescencia social yucateca y por las

ilusiones que despertó la ley inquilinaria de 1921 en aquél estado (1976: 16-35), el

factor que detonó la insurrección en el país, y que como una primera ficha de dominó

empujó a otras extendiéndose por diferentes rumbos del país.

Haya sido cualquiera de estos, u otro, el factor detonante, parece un hecho que al

largo periplo por el que había transitado la cuestión habitacional desde mediados del

siglo anterior, se unieron una serie de condiciones que surgieron después del inicio de

la Revolución Mexicana (Berra, E.1987: 383 y 384), y que llevarían a que la situación

de la vivienda se volviera crítica, y derivara en un conflicto social que alcanzaría a gran

parte del país y que involucraría tanto a propietarios e inquilinos, como a gobiernos

locales, estatales y a los primeros gobiernos nacionales de la posrevolución.

Dentro de estas hay algunas que tuvieron un carácter más local y correspondieron con

la situación económico-social de cada una de las regiones al margen de lo que

sucedía en el conjunto del país, así aunque parece un hecho que el comportamiento

186
de la actividad productiva fue relativamente estable a nivel nacional durante la

Revolución38, hubo sin embargo entidades en los que la base productiva se vio

significativamente afectada, dándose casos, por ejemplo, como el de la industria

henequenera en Yucatán y la industria petrolera en el Golfo de México, que sufrieron

menos altibajos que la producción azucarera y la minería en el centro y norte del país

(Womack, J., 1987: 12).

Del mismo modo, durante el movimiento armado hubo algunos eventos, sobre todo de

carácter político que, de manera puntual, tuvieron un efecto significativo en las

condiciones de la vivienda en algunas ciudades, mientras que no impactaron en el


39
contexto general del país , así como factores de carácter social que incidieron de

manera desigual en la realidad urbana, tal es el caso del crecimiento demográfico de

las ciudades de México, Guadalajara, Veracruz y Mérida que implicó, sin duda, un

incremento de la demanda de vivienda y, por consiguiente de los alquileres, que

contrasta con aquellos como Aguascalientes, Puebla y San Luís Potosí en donde el

crecimiento de la población no afecta significativamente en el déficit habitacional y no

parece haber sido un factor determinante en el alza del precio de los arrendamientos

que ahí se presentó (ver Cuadro 6).

De hecho, observando el comportamiento demográfico en estas ciudades, y aún más,

si consideramos los casos de pequeñas localidades como Alvarado y Tlacotalpan, en

Veracruz, Ocotlán en Jalisco, y Matías Romero en Oaxaca, el problema habitacional

38
En efecto, como lo muestra Womack, el efecto del movimiento armado, pese al desorden que se derivó de él y a las
diversas peculiaridades regionales, no tuvo un impacto depresivo significativo en la actividad productiva a nivel
nacional, la actividad minera, tal vez la más afectada por el movimiento armado, se recuperó relativamente pronto bajo
el influjo de la 1ª Guerra Mundial, la misma que favoreció el desarrollo de la industria petrolera, mientras que la
actividad manufacturera y la agropecuaria no sufrieron una caída drástica, en términos generales el PIB cayó entre el
3.24 y el 3.03% mientras que la población decreció en un 5.44% (1987: 12, 13 y 20), por lo que su comportamiento no
parece haber influido de manera determinante, al menos directamente, en una baja en la oferta y demanda de fuerza
de trabajo ni en las condiciones salariales.
39
Este es el caso por ejemplo de la ciudad de Veracruz, que tuvo una de las dinámicas demográficas más elevadas del
país en la década de 1910-1921 a la que, según algunos autores, contribuyó el traslado temporal de la capital del país
y del gobierno constitucionalista a esa ciudad a raíz del cual se produjo una gran concentración urbana y la
consecuente escasez y encarecimiento de la vivienda, que llevó a que en el corto período de estancia del gobierno
constitucionalista los alquileres se elevaran en hasta un 300% (Gill, M.: 166 y Ortega A., M.: 67)

187
no parece estar relacionado exclusivamente con el incremento su poblacional y la

escasez relativa de vivienda, sino más bien con el acaparamiento de suelo urbano, la

especulación en materia de vivienda, el deterioro gradual de sus condiciones físicas

junto con unas prácticas usureras en el arrendamiento sin que existieran mecanismos

para regularlas, que en conjunto configuraban un escenario socialmente insostenible.

Cuadro 6: Crecimiento demográfico de algunas de las principales ciudades del país en las
que hubo movimiento inquilinario (1910 – 1921)
incremento incremento
Entidad Población Población Población
Ciudad 1900-1910 1910-1921
Federativa 1900 1910 1921
% %
Aguascalientes Aguascalientes 34.982 29,20 45.198 6,29 48.041
Distrito Federal Cd. de México 344.721 36,65 471.066 30,63 615.367
Jalisco Guadalajara 101.208 18,04 119.468 20,01 143.376
Nuevo León Monterrey 62.266 26,12 78.528 12,67 88.479
Puebla Puebla 93.521 2,78 96.121 -0,61 95.535
Sn. Luís Potosí Sn. Luís Potosí 61.019 11,48 68.022 -15,69 57.353
Veracruz Veracruz 29.164 66,76 48.633 1 11,50 54.2251
Yucatán Mérida 43.630 43,13 62.447 26,87 79.225
Fte: Datos estadísticos: INEGI, Cien años de Censos de Población en México,
Centros de población: Durand, J., 1989: 68 y 69
1
García Mundo, O.: 20

Junto con estos, hay otros factores, tanto endógenos como exógenos, que influyeron

de una manera más generalizada en las condiciones del mercado de la vivienda y en

la forma en la que éstas se convirtieron en un hecho políticamente conflictivo que

terminó por derivar en la efervescencia inquilinaria, y condicionó la forma en la que

ésta se encausaría y sería enfrentada por la nueva elite revolucionaria que accedía al

poder.

Uno de ellos era la coyuntura económica de la 1ª Guerra Mundial, que si bien durante

los años del conflicto armado había permitido el desarrollo de algunos sectores de la

actividad productiva, que hacían posible una cierta estabilidad económica, su final

significó un reajuste de los mercados internacionales que impactó de forma

determinante en el desarrollo de la actividad comercial y productiva del país y, sobre

188
todo, en los ingresos públicos fuertemente ligados a las tarifas arancelarias

provenientes de las exportaciones, repercutiendo decisivamente en una baja de los

salarios y un aumento del desempleo (Ortega A., M., 1986: 68, y García Mundo: 16,

21-23, 34 y 35).

Otro fue la existencia de un capital inmobiliario con una fuerte presencia extranjera,

que habiendo estado muy activo a finales del siglo XIX, continuó así durante y

después de la Revolución, jugando un papel decisivo no sólo en el comportamiento de

la oferta de vivienda y suelo, sino en las presiones que tuvo que enfrentar el gobierno

pos-revolucionario por parte de otros países (Jiménez M., J. H., 1993: 141 y ss.).

Estos inversionistas extranjeros, principalmente norteamericanos y españoles, y en

menor medida franceses, intervinieron no sólo como arrendatarios de vivienda sino, de

manera importante, como promotores inmobiliarios, tanto en desarrollos para los

sectores de la población con altas percepciones económicas, como en aquellos

dirigidos a los pobres de las ciudades.

Su presencia no era por lo tanto exclusivamente como propietarios y arrendadores de

vivienda sino, sobre todo, como integrantes de la naciente burguesía inmobiliaria que

desde el porfiriato había tendido importantes redes de compromisos e intereses

económicos con funcionarios gubernamentales, y lo continuaron haciendo con los

gobiernos revolucionarios durante y después del conflicto armado (Ibíd.).

Hay finalmente, otra circunstancia, pero más de naturaleza ideológica y con

características contradictorias, que parece haber estado detrás de las expresiones

generalizadas de descontento en torno a la cuestión habitacional. Ésta se refiere a las

expectativas mismas que el proceso revolucionario había despertado en la población

urbana, especialmente entre los trabajadores y los pobres de las ciudades, sobre todo

189
a partir de la aprobación de la Constitución de 1917, que por otra parte chocaban con

el bajo perfil con el que la cuestión habitacional fue incorporado en el marco de los

grandes temas nacionales que se abordaron en el Congreso Constituyente y en el

proyecto social y económico de la posrevolución.

2.3. Los detonantes de la crisis

Aunadas a los anteriores, hubo además dos factores que concurrieron para que el

problema habitacional en México finalmente hiciera crisis y para que, a pesar de las

peculiaridades sociopolíticas y económicas existentes entre distintas regiones del país,

se extendiera a gran parte del territorio nacional durante un período que alcanzó casi

dos décadas.

Estos se refieren a la situación material del alojamiento presente en prácticamente la

totalidad de la realidad urbana nacional, y que se refería no sólo a la características

edificatorias de las viviendas, sino a las condiciones de los servicios existentes (o más

bien a la falta de ellos), en las nuevas áreas urbanas, que se combinó con una

realidad social insostenible caracterizada por la existencia generalizada de altos

precios en los alquileres combinados con la presencia de bajos salarios en

prácticamente todas las ramas de la economía.

2.3.1. Las condiciones materiales

Como se ha visto, las condiciones materiales de la vivienda y de los alquileres en las

áreas urbanas se habían presentado ya desde el siglo XIX como un factor crítico, que

sólo requería un campo propicio para que deviniera en un estallido de inconformidad

social. Al parecer este detonante fue la Revolución social que estalló en 1910, que

190
terminó por facilitar un marco de expresión para un número creciente de temas

sociales que fueron integrándose, poco a poco, en la agenda de los distintos actores

políticos.

Aunque las movilizaciones sociales en torno a las condiciones críticas de la vivienda

urbana comienzan en plena Guerra Civil, hacia 1916, cuando en la ciudad de México y

el puerto de Veracruz se organizan los primeros sindicatos de inquilinos que

demandaban al gobierno constitucionalista que se legislara a su favor (Berra, E.: 387),

y este tema se venía ya discutiendo desde el congreso del Partido Liberal antes de la

caída de la dictadura (Flores Magón, R. 1906 [a] y [b]), en realidad la penetración del

problema habitacional en la conciencia pública y social se produjo sólo hasta después

de haber concluido el Congreso Constituyente de 1917.

Para el 1º de junio de 1920 el Departamento del Trabajo de la Secretaría de Industria,

Comercio y Trabajo del gobierno federal, presentaba el que era, tal vez, el primer

informe oficial que se hacía sobre las condiciones de la vivienda en el Distrito Federal

y en el país, el cual mostraba que la situación material, de servicios y la situación de

hacinamiento en la capital del país hacía inhabitable gran parte del parque

habitacional, situación que se agudizaba con los elevados montos de los alquileres,

que evitaban que una buena parte de la población tuviera la oportunidad, siquiera, de

acceder a este alojamiento precario (Taibo II: 81 - 82).

Según ese informe, cerca de una cuarta parte de los residentes de la ciudad se

alojaban en viviendas “destartaladas”, que casi en su totalidad era el mismo parque

habitacional que existía desde el siglo anterior, y al que no se le habían hecho mejoras

notables ni se le habían sumado apenas nuevas construcciones desde principios de

siglo, en una ciudad que había visto aumentar su población en casi un 79% en las

191
primeras dos décadas y aumentado su superficie notablemente (Morales, Ma. D.,

1974: 76-80; Grant Wood, A., 2005: 8; y ver Cuadro 6).

Para entonces, el periódico El País, en la ciudad de México, describía los barrios

populares en la ciudad como “centros de enfermedad y muerte”, en donde había

viviendas en las que “algunas veces más de siete personas comparten un cuarto

alquilado”. En ese mismo medio se hacían estimaciones que consideraban que cerca

del 16% de la población de la ciudad carecía de alojamiento y no era capaz ni siquiera

de pagar por refugios públicos o mesones (Rodney, A., 1976: 43-44).

A principios de noviembre del mismo año, otro periódico, El Dictamen, éste del puerto

de Veracruz, ofrecía un panorama muy similar en las vecindades (ahí llamadas patios),

al que se había descrito para las de la ciudad de México, responsabilizando a los

propietarios de las condiciones de deterioro de las viviendas quienes “cargan rentas

exageradas e invierten poco en el mantenimiento de sus propiedades mientras los

inquilinos sólo aparentan hacer peores sus deplorables condiciones”. (El Dictamen,

Noviembre 4 y 5, 1920. citado en Grant Wood, A.: 10).

Esta problemática era aún más aguda en las grandes ciudades en las que se presentó

una situación de escasez creciente de vivienda, favorecida por el constante flujo de

población, que se vio agudizado en el período armado de la Revolución. Este proceso

derivó en un incremento de la demanda que no fue absorbido por la escasa

construcción de nuevas viviendas, dando lugar a un aumento en las condiciones de

hacinamiento, y un mayor deterioro en las, ya de por sí precarias, condiciones de

alojamiento.

En Veracruz por ejemplo, esta escasez se reflejaba en el hecho de que las casas de

huéspedes destinadas al albergue temporal de individuos, terminaban siendo

192
arrendadas de manera permanente (García Mundo, O.: 38), igualmente, en Tampico,

otro importante puerto del Golfo de México, el rápido crecimiento petrolero había

llevado a una aguda falta de alojamiento que se reflejaba en el hecho de que había

una cantidad significativa de personas que pernoctaba en los portales de las casas

(Adleson Gruber, S., L., 1982: 105).

Igual que sucedía en la ciudad de México, en el principal puerto del país el problema

habitacional no se remitía sólo a las condiciones materiales y la escasez de

alojamiento, sino que se extendía a los precios de los alquileres, que eran

desorbitados para viviendas que presentaban alarmantes condiciones de insalubridad

e inseguridad, que se aglomeraban en patios “con una mínima ventilación en donde

llegaban a alojarse hasta 150 personas en una vecindad que sólo disponía de 1 o 2

inodoros” (García Mundo, O.: 37 y 41).

Estos informes, que sólo hacían referencia a dos de las ciudades más grandes e

importantes del país, dibujaban una realidad que, al parecer, se presentaba en

muchas otras que compartían una situación que se volvió común a partir del

crecimiento que sufrieron una buena parte de las ciudades desde el siglo XIX, gran

parte del cual se dirigió a los sectores de la población urbana de bajos ingresos que no

podían acceder a la vivienda disponible en las áreas centrales ya fuera por su escasez

o por los altos montos de los alquileres.

La apertura de nuevas zonas a través de la especulación inmobiliaria había

conformado nuevos asentamientos que ocuparon amplias extensiones de la periferia

en varias ciudades sin casi servicios, en los que se alojó un importante contingente de

la población urbana de bajos ingresos. Entre los casos mejor documentados están de

la ciudad de México (Morales, M. D.: 89-93), Guadalajara (López M., E., 1996: 208-

269), Veracruz (Grant Wood, A., 2005: 9 y 10), y Tampico (Adleson Gruber, S. L.: 106

193
y 107), que hacia finales de la segunda década del siglo XX ya habían conformado

una periferia urbana que presentaban marcadas condiciones de marginalidad.

Como hemos visto, las nuevas áreas de urbanización tenían sus orígenes en las

iniciativas de desamortización y expropiación, a la sombra de las cuales se había

conformado un sector inmobiliario que se veía favorecido por una demanda de suelo

impulsada por de los elevados costos de los alquileres que desplazaban a los pobres

de la ciudad a las periferias menos atractivas, pero principalmente por un marco

jurídico impresionantemente favorable a los promotores inmobiliarios y de un vacío

jurídico en torno a la producción habitacional.

Acaparamiento de suelo urbano y especulación, sin haber sido hechos nuevos durante

los años del conflicto armado, si vinieron a agudizarse en ese período debido, en gran

parte, a que la inmobiliaria fue una de las inversiones más seguras, y porque, en

ausencia de un sistema bancario consolidado, las hipotecas privadas se transformaron

en el mecanismo más importante de crédito, a través del cual la propiedad urbana

terminaría por concentrarse aún más en las elites económicas del viejo régimen (de

origen nacional y extranjero), y en los especuladores provenientes de las mismas filas

de la Revolución, que terminarían por convertirse en el germen del “nuevo” capital

inmobiliario (Jiménez M., J. H.: 141).

El mismo carácter agrarista que adquirió la guerra civil, favoreció esta acción

especulativa, ya que la urbanización de la propiedad rústica en la periferia urbana fue

una forma segura de resguardarla de la reforma agraria40, esta práctica fue

aprovechado en buena medida por los urbanizadores de tradición porfiriana, y dentro

de ellos por norteamericanos (los Lamm, Lewis, Braniff Marlburg, entre otros), y

40
Un ejemplo típico de esta práctica fue la aparición de numerosos fraccionamientos entre 1910 y 1920 en la ciudad de
México, varios de ellos dirigidos a los sectores pobres de la población urbana, que ocuparon ranchos y haciendas,
incluso con el apoyo gubernamental que, hizo ojos ciegos a la prohibición de parcelar la propiedad agrícola derivada de
la constitución de 1917 (Jiménez M., J. H.: 130-150).

194
españoles (como Remigio Noriega), que además de sus propios intereses, se

convirtieron en representantes de los viejos latifundistas urbanos porfiristas y,

apoyándose en la inafectabilidad urbana de la que gozaban los extranjeros41,

acapararon una buena parte del mercado inmobiliario (Ibíd.).

Estos promotores, junto con los nacionales, frecuentemente asociados a ellos, además

de impulsar desarrollos residenciales para los sectores de altos ingresos, en los cuales

ellos mismos habitarían, fueron los principales responsables de la aparición de nuevas

“colonias”, que sin servicios públicos ni infraestructura, siguiendo ya una práctica

inaugurada desde el siglo anterior, se “construyeron” para la nueva población urbana

de origen rural, y para aquella que se veía desplazada de las áreas centrales,

encarecidas bajo la presión demográfica.

Los procesos, ampliamente documentados, de la ciudad de México (ver Jiménez M., J.

H., 1993, y Morales, M. D., 1974), y Guadalajara (ver López M., E. 2001 y 1996), se

verían repetidos después en otras localidades como Tampico (ver Adleson Gruber),

Saltillo, (Cuellar V., P., 1975), y en la mayor parte de la realidad urbana del país. En

ellas, además del capital privado, participarían incluso los gobiernos revolucionarios y

de la posrevolución, a través de la venta a bajo precio o mediante la cesión de suelo

público a diversos grupos sociales, como una medida de desahogo de las demandas

sociales en torno a la cuestión habitacional.

Esta forma de “promoción” inmobiliaria expandió el fenómeno de la vivienda en alquiler

a los nuevos entornos urbanos, a través de ella se unieron, como lo señala Jorge

Jiménez, “la desesperación y el fraude inmobiliario” (op. cit: 143), y como resultado de

ella se reprodujeron, agudizándose, los males vinculados a las casas de vecindad, que

41
Este es el caso particularmente de los propietarios estadounidenses que amparados en la legislación porfirista que
permitía que las empresas que operaban en México fueran registradas en el extranjero quedaron protegidos por sus
respectivos gobiernos. (Idem: 142)

195
se esparcieron en los entornos urbanos en condiciones de alta precariedad, a los que

se añadió la carencia casi absoluta de servicios e infraestructura.

2.3.2. Salarios y alquileres

Aunada a esta realidad urbanística, la mezcla explosiva de altos alquileres con bajos

salarios parece haber sido el principal catalizador del malestar social en torno a las

condiciones del alojamiento, y el que muy probablemente llevó a que la situación de

deterioro de las construcciones, el acaparamiento de la propiedad raíz, y la falta de

una política pública e instrumentos institucionales para enfrentarla terminaran siendo

una situación insostenible.

Como ya se señaló, la guerra civil no derivó en un deterioro significativo de la actividad

productiva, ni por lo tanto impactó de manera decisiva en el monto de los salarios, de

hecho el conflicto armado sólo parece haber influido en el crecimiento demográfico de

algunas grandes ciudades, lo que en cierta medida pudo haber explicado la baja

relativa en el ingreso de los trabajadores, pero no lo hizo en la mayoría de los centros

de población hacia los que se extendió la efervescencia inquilinaria como respuesta a

los bajos niveles adquisitivos.

En este sentido, más que un desajuste entre la oferta y demanda de fuerza de trabajo

a nivel local, resultante del crecimiento demográfico e incluso de la coyuntura de la

guerra y la posguerra, parece haber otros factores de carácter económico propios de

la situación del capitalismo a finales del siglo XIX, que influyeron de manera

determinante en una baja generalizada de los salarios en México.

196
Uno de ellos parece estar relacionado al auge de la actividad productiva asociada a

una caída en los niveles de los salarios en la llamada segunda revolución industrial42,

que llevó a una crisis del capitalismo a finales del siglo XIX (Beinstein J, 2006: s/p),

que en el caso de México se extendió hasta principios del XX e influiría de manera

determinante en el derrumbamiento del régimen porfirista (ver Pérez S., J.:2002), y

que a la luz de los conflictos sociales que se desencadenaron en otros países, parece

haber tenido un efecto agregado en la baja relativas de los salarios en comparación

con los alquileres en la mayor parte de los países industrializados.

Un segundo factor parece ser el, ya mencionado, efecto que en la actividad productiva,

y principalmente la comercial, tuvo la conclusión de la primera Guerra Mundial y el

cambio del oro por la plata como patrón económico mundial, derivado de lo cual hubo

una disminución del comercio internacional que afectó de manera determinante a una

economía que estaba sustentada esencialmente en la exportación de productos

agropecuarios y de plata, y a unas finanzas públicas que se sostenían

fundamentalmente de las tasas arancelarias.

Estos dos factores parecen haber jugado un papel determinante no sólo en el aumento

drástico del desempleo43, sino en una baja generalizada en el poder adquisitivo de los

salarios, en comparación con un alza en el precio de los alquileres, que parece haber

respondido a una actitud especulativa por parte de un capital inmobiliario que

comenzaba a actuar con un comportamiento oligopólico.

42
Ésta llevó a los países capitalistas a incrementar la inversión en capital finjo (básicamente maquinaria y tecnología), y
a abatir la inversión en capital variable (esencialmente en el nivel de los salarios), con el objeto de aumentar los niveles
de productividad, a la vez de evitar una caída en la tasa de ganancia (ver Castells, M., 1978).
43
El caso de Veracruz es particularmente dramático y revelador, como efecto de la guerra civil, disminuyó la presencia
masculina y joven en la población del puerto, con lo que disminuyó la PEA y un mayor número de la población fue
dependiente del ingreso de la que estaban en condiciones de trabajar, a esto se añadió la escasez de empleos con
motivo de la bancarrota de una serie de actividades económicas que estaban ligadas al tráfico marítimo, (bodegas,
comercios, aduanas, muelles, cerraron como efecto de la posguerra mundial), lo que afectó de manera particular a las
mujeres que entre desempleo y viudez fueron empujadas en gran número a la prostitución (García Mundo, O.: 27-28 y
33)

197
Tomando como ejemplo las ciudades en las que se tiene registrado el estallido de

conflictos inquilinarios, es evidente que los ingresos de los trabajadores venían ya

sufriendo una merma desde los últimos años de la dictadura. Durante la primera

década del siglo, el salario mínimo diario en las diferentes regiones del país apenas se

incrementó entre un 0,3 y un 0,5%, mientras que en los siguientes 20 años (1910 a

1931), hubo casos en los que tan sólo lo hizo en 0,08% (Guadalajara y Ocotlán), con

máximos que llegaron escasamente a 300% en la ciudad de México y cercanos a la

mitad de esta cifra en los estados de Chihuahua, Hidalgo, Puebla y Veracruz (ver

Cuadro 7).

Cuadro 7: Salario mínimo diario en pesos corrientes, 1900-1935


Ciudad en donde
Incremento Incremento
se presentó SMD SMD SMD
Estado 1900-1910 1910-1935
conflicto 19001 19101 1934-35 1
inquilinario % %
Aguascalientes Aguascalientes 0,34550 2 0,62312 80,35 1,00 60,48
Coahuila Torreón 0,34550 2 0,62312 80,35 1,38 121,47
Chihuahua Cd. Juárez 0,345502 0,62312 80,35 1,62 159,98
Distrito Federal Cd. de México 0,30613 4 0,37654 23,00 1,50 298,36
Guanajuato Celaya 0,34550 2 0,62312 80,35 1,02 63,69
Hidalgo N/D 0,30613 4 0,37654 23,00 1,00 165,58
Jalisco Guadalajara 0,43457 3 0,76939 77,05 0,77 0,08
Ocotlán 0,43457 3 0,76939 77,05 0,77 0,08
Nayarit Tepic 0,43457 3 0,76939 77,05 1,10 42,97
Nuevo León Monterrey 0,34550 2 0,62312 80,35 1,15 84,56
Puebla Puebla 0,30613 4 0,37654 23,00 1,01 168,23
Sn. Luis Potosí Sn. Luis Potosí 0,34550 2 0,62312 80,35 1,25 100,60
Sinaloa Mazatlán 0,43457 3 0,76939 77,05 1,05 36,47
Tabasco Villahermosa 0,49048 5 0,71118 45,00 1,56 119,35
Tamaulipas Tampico 0,49048 5 0,71118 45,00 1,25 75,76
Veracruz Alvarado 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Córdoba 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Jalapa 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Minatitlán 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Nogales 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Orizaba 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Río Blanco 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Santa Rosa 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Soledad de Doblado 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Tlacotalpan 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Tuxpan 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Veracruz 0,49048 5 0,71118 45,00 1,82 155,91
Yucatán Mérida 0,49048 5 0,71118 45,00 1,53 115,14
Zacatecas Zacatecas 0,34550 2 0,62312 80,35 1,00 60,48
1
Notas: SMD: Salario mínimo diario
Las cifras corresponden a los promedios estatales:
2
SMD para Región Norte
3
SMD para Región Pacífico Norte
4
SMD para Región Centro
5
SMD para Región Golfo
Fte: INEGI 1999, Estadísticas Históricas.

198
A las condiciones salariales, se unieron prácticas que propiciaron un aumento

incesante y desmesurado de los alquileres, el empleo de administradores para el

manejo de las fincas por parte de los propietarios que en muchos de los casos vivían

en el extranjero (situación al parecer generalizada en el puerto de Veracruz), y sólo

recibían sus rentas (Gill, M., 2003: 166), derivó en incrementos adicionales en su

propio beneficio, en el cobro de los alquileres en oro o en moneda corriente al tipo de

cambio con el dólar, como medida de protección de propietarios y administradores

ante la debilidad de la moneda circulante durante el conflicto armado, y en una

situación generalizada de lanzamiento por falta de pago, que podía implicar además

penas de cárcel (Ortega, A., M.: 68 y 69).

A ellas, se añadieron otras que llegaron a convertirse en práctica común, como la

exigencia de una fianza que llegaba a alcanzar un monto equivalente a tres meses de

alquiler (García Mundo, O.: 42), el pago de los adeudos de los anteriores inquilinos

como medio para ganar el derecho a la vivienda sobre otros solicitantes (Ortega, A.,

M.: 69), el cobro de compensaciones por servicio de agua, que equivalían a entre el

5% y el 7,5% de los alquileres, y que significaban una recaudación tres veces mayor a

lo que pagaban por contribución de agua los propietarios (García Mundo, O.: 43), y

finalmente la aparición de agiotistas que alquilaban edificios completos y los

subarrendaban a precios inflados (Adleson Gruber, S. L.: 108), que afectaba

particularmente a la población de menores recursos.

En este contexto, súbitamente se desató un furor por la elevación de los alquileres: en

el período revolucionario en la ciudad de México se triplicaron (Grant Wood, A., 2005:

8), en Tampico los precios alcanzaron más del triple de lo que la empresa

ferrocarrilera cobraba a sus trabajadores por una vivienda (Adleson Gruber, S. L.: 105

y 106), mientras que en Guadalajara y Veracruz los arrendamientos se elevaron en

porcentajes similares a los de la ciudad de México (Grant Wood, A.: 9).

199
Hubo incluso observadores que señalaban que, en el puerto veracruzano, los precios

que alcanzaba el alquiler de la vivienda excedían a los de la capital del país,

señalando que entre 1910 y 1922 habían llegado a subir entre 350% y 500% (Grant

Wood, A.: 11 y 12, y García Mundo, O.: 19 y 40-42), situación que se repetía en otros

entornos urbanos de menor importancia demográfica como el de Orizaba, otra ciudad

veracruzana, en donde desde 1916 se habían desatado incrementos que llegaban a

quintuplicar los precios de los alquileres (El Liberal 13 de mayo de 1916, citado en De

la Mora V. R., 2002: 95), lo que hacía imposible a un trabajador común acceder a

cualquier tipo de alojamiento.

Hubo, en este contexto, sectores de la población que fueron particularmente afectados

por las prácticas usureras y especulativas de administradores y propietarios, uno que

llama particularmente la atención fue el de las prostitutas del puerto de Veracruz que

pagaban por los cuartos que habitaban (y en los cuales además prestaban sus

servicios), alrededor de 150 pesos mensuales, cinco veces más que la mayor parte de

los ya de por sí caras viviendas en los patios, y casi el doble que viviendas de mayores

dimensiones que cuando mucho alcanzaban los 80 pesos; para ellas, como lo señala

García Mundo, los administradores y los propietarios no sólo eran sus arrendatarios,

sino que especulaban con su actividad y operaban en los hechos como proxenetas

(op. cit: 68 y 69).

La fórmula bajos salarios y altos alquileres, resultó ser así el detonante de una

situación que venía presentándose ya conflictiva desde hacía décadas, y ante la cual

no hubo una respuesta institucional durante el porfiriato, ni en el período de la

revolución armada, ni tampoco en el marco institucional que se derivó de ella, y menos

aún en los gobiernos que la sucedieron. Lo que sí hubo fue un desenfrenado apetito

200
por el beneficio rápido por parte de propietarios de suelo y vivienda, y de sus

administradores, sin riesgos aparentes, con bajas inversiones y elevados beneficios.

La nueva elite revolucionaria no había tenido la sensibilidad de percibir las hondas

raíces históricas y económicas de la inconformidad de los arrendatarios de vivienda

durante los primeros años de la guerra civil, en el pecado llevaría la penitencia,

aunque finalmente ésta no sería demasiado dolorosa y por último sería capitalizada

para su propio fortalecimiento hegemónico.

3- El despliegue del movimiento inquilinario en México

Pese a varios rasgos coincidentes y posibles influencias del entorno internacional, el

conflicto de los arrendatarios de vivienda en México presenta importantes

particularidades que respondieron a condiciones económicas, políticas y sociales de

cada región y ciudad, las cuales permiten entender por qué, a pesar de la magnitud

territorial de su impacto, y aunque no alcanzó a articularse como un movimiento

organizado de carácter nacional, capaz de integrar a la población urbana en torno a

demandas y objetivos comunes para llevar al Estado posrevolucionario a una reforma

urbana en torno al problema de la vivienda social, paradójicamente terminó por tener

una influencia determinante en el devenir de la política habitacional.

Como ya lo han mostrado algunos autores (Berra, E.: 387-392, y García Mundo, O.: 9-

11), la lucha social en torno al tema de los alquileres en México, visto de manera

integral, se desarrolló en más de una fase, sin que al parecer éstas hayan tenido

continuidad entre sí, que abarcan las primeras expresiones aisladas en los años 1910s

(llamada fase legalista por Berra y propiciatoria por García Mundo [Ibíd.]), y la que se

201
extendió por más de la tercera parte del país durante los años veinte (de confrontación

para el primero y guerra inquilinaria para la segunda [ibíd.]).

En este trabajo, en cambio, se considera que el movimiento de los arrendatarios no

concluye ahí, sino que continúa de manera esporádica, y cada vez menos activa, por

un largo tiempo, con expresiones aisladas y focalizadas en algunas ciudades, que al

dar continuidad a la efervescencia inquilinaria, empujaría, en las décadas siguientes,

algunas de las iniciativas institucionales en materia de arrendamiento de vivienda e

incluso en política de suelo, que definirían las características de las vías

complementarias de la política habitacional.

3.1. La fase de subordinación

La primera fase del movimiento que aquí llamaremos de subordinación44 (en lugar de

los términos acuñados por Berra y García Mundo), se desarrolla en torno a 1914, en

medio de los trabajos preparativos y la construcción de alianzas, que precedieron a la

Convención de Aguascalientes, y en el marco de informes que ponían en evidencia la

situación crítica de los alquileres en la ciudad de México (Taibo II: 82 y Grant Wood,

A.: 11 y 12).

Este contexto, que reflejaban ya una inquietud social sobre el tema habitacional, fue

un telón de fondo de las primeras tres iniciativas que estuvieron dirigidas al control de

los alquileres, la primera emitida por el gobierno constitucionalista, el 30 de septiembre

de 1914, 10 días antes de iniciarse los trabajos de la Convención; la segunda, apenas

instalada ésta, y que fue aplicada a partir de noviembre de 1914 durante la primera

44
En tanto que se sujetó a la dinámica de los conflictos e intereses que se encontraban en disputa durante la guerra
civil, a partir de que se desata el enfrentamiento entre las dos facciones revolucionarias antes y después de la
Convención de Aguascalientes, y que derivaron en algunas medidas aisladas y temporales, que parecen haber estado
motivadas por el interés de los grupos en pugna por contener la agitación inquilinaria en las ciudades que ocuparon, y
lograr el respaldo de las masas urbanas, particularmente de los obreros.

202
entrada del ejército de la Convención a la ciudad de México, la tercera, también del

gobierno convencionista del 10 de marzo de 1915, durante la segunda ocupación de la

capital del país (Jiménez M., J. H.: 131, y González Navarro, M., 1974: 176).

Año y medio después de la primera de ellas, el 16 de mayo de 1916, en plena guerra

de facciones, el gobierno constitucionalista expide en el Distrito Federal un decreto

para el control de los alquileres (González Navarro, M.: 176). Esta iniciativa se da en el

marco de la creación de los primeros sindicatos de inquilinos en la ciudad de México

(enero de 1916), y en el puerto de Veracruz (diciembre de el mismo año), que

demandaban la promulgación de una ley que protegiera a los arrendatarios, iniciando

una estrategia de batallas legales (Berra, E.: 387, y Durand, J., 1989: 67).

Ni los decretos emitidos por los dos grupos beligerantes, ni la lucha legal de los

sindicatos tuvieron efectos significativos, las primeras desaparecieron cuando se

percibió que habían cumplido sus objetivos inmediatos, y los sindicatos no lograron

que se impulsara ninguna ley sobre el tema de la vivienda, desapareciendo en un

impasse que duró el resto de 1916 hasta que concluyó la guerra civil y se realizó el

Congreso Constituyente que promulgaría la Constitución de 1917.

Con ella, el problema en torno a la falta de vivienda parecía haberse saldado a través

de la introducción de la fracción XII en el artículo 123, en la que se obligaba a los

empleadores a proporcionar viviendas en alquiler a sus trabajadores, esta iniciativa

parecía cumplir con las expectativas y los acuerdos que se habían establecido entre la

Casa del Obrero Mundial y el ejército constitucionalista, que habían llevado a esta

organización obrera a la conformación de los Batallones Rojos en apoyo contra el

ejército de la Convención.

203
Sin embargo, la inquietud de la población en torno a la cuestión habitacional dio pronto

muestras de no haber desaparecido con esta iniciativa. En 1921 organizaciones de

arrendatarios presentaron al General Obregón, siendo éste presidente, demandas

entre las que se exigía, bajo amenaza de huelga de alquileres:

(…) “reducir las rentas en un 50%, modificar los contratos de

arrendamiento, higienizar las fincas de acuerdo con el Consejo

Superior de Salubridad, e indemnización a los inquilinos por

daños y perjuicios ocasionados por negligencia de los

propietarios” (Berra, E.: 388-389).

Ninguno de los puntos demandados fue resuelto, ni tampoco estalló la huelga de

alquileres, ésta esperaría hasta mejor ocasión, que no tardaría en presentarse pero

ahora con un carácter menos conciliador.

3.2. La fase beligerante

Los hechos que parecen haber influido en la transición entre una estrategia

conciliadora y otra canalizada a través de la lucha social en torno a los alquileres,

fueron las movilizaciones de arrendatarios que llevaron en 1921 a la promulgación de

la ley de inquilinato en Yucatán durante el breve gobierno de Hircano Ayuso O'Horibe,

y la realización, a finales de ese mismo año, del Primer Congreso del Partido

Comunista Mexicano (PCM), que enarbolaría la cuestión del arrendamiento de

vivienda para hacerse de un respaldo social que no podía encontrar en el movimiento

agrario que estaba cooptado por la elite revolucionaria, ni en un movimiento obrero

que era controlado por la oficialista CROM, o por la CGT una organización

relativamente más independiente pero que tenía una orientación anarquista45.

45
La CROM fundada en marzo 1918, sustituía a la desaparecida Casa del Obrero Mundial, que fundada en 1912,
había desaparecido en julio de 1916 en medio de la represión del gobierno constitucionalista, después de haber sido

204
Ambos factores parecen haber estado presentes en el estallido del movimiento en

Veracruz, en esta ciudad portuaria, las protestas del sindicato de cargadores y

abridores de comercio ante el ayuntamiento, en contra de los altos precios de las

rentas, y la huelga de alquileres iniciada por las prostitutas del barrio de la Huaca en

los primeros días de 1922 (García Mundo, O.: 10), fueron rápidamente capitalizados y

encabezados por el Sindicato Rojo Revolucionario de Inquilinos (SRRI), del puerto de

Veracruz, dando así inicio a una insurgencia de arrendatarios que se extendería pronto

por buena parte del país.

En este proceso, las grandes ciudades jugaron un papel detonador y difusor del

movimiento inquilinario. En particular, las que habían observado un crecimiento

notable desde finales del siglo XIX parecen haber actuado como un canal de

divulgación de las experiencias desarrolladas ahí mismo, y de otras que se conocían

en el extranjero.

Entre estas, se tiene información del impacto que tuvo la experiencia del SRRI del

puerto de Veracruz en algunas de las experiencias que se dieron en diferentes partes

de ese estado, y de la impresión que se tenía en ese momento de que había influido

en el formación del movimiento inquilinario en el vecino estado de Tamaulipas (el

Dictamen 15 y 16 de marzo, citado en García Mundo, O.: 92). De igual manera se

sabe de solicitudes que hicieron arrendatarios de Colima al sindicato de la ciudad de

México, buscando asesoría para desarrollar su propia organización (Durand, J., 1989:

69).

utilizada para derrotar al ejército de la Convención. La CGT aparecería en febrero de 1921 por una escisión de
sindicatos inicialmente afiliados a la CROM, inconformes con la línea oficinista y reformista de su dirigencia, esta
central, desde su primer congreso (en el que participaría por cierto Herón Proal, futuro líder inquilinario veracruzano),
incorporó dentro de los objetivos de su lucha el problema inquilinario (Durand, J.,: 67).

205
Parece asimismo que, a diferencia de Yucatán46, Villahermosa y Matías Romero en

Oaxaca, en donde hay indicios de haberse desarrollado organizaciones relativamente

autónomas en su origen, los que surgieron en algunos de los grandes centros urbanos

del país influyeron para que en menos de dos años se desarrollaran asociaciones de

arrendatarios en 13 de las 32 entidades federativas y al menos a 28 ciudades del país

(ver Cuadro 8).

Así, en la región del Golfo de México, una vez iniciado el conflicto en el puerto

veracruzano, la agitación alcanzó, en sólo algunos meses, al importante puerto

marítimo de Tampico en Tamaulipas, y al enclave fluvial de Tuxpan al norte del

estado, a Tlacotalpan y Alvarado, otros dos puertos fluviales de esta entidad, ubicados

en la cuenca del río Papaloapan, y a Minatitlán, centro de refinación petrolera al sur de

ella, alcanzando a la capital del estado, al centro comercial de Perote, la región

industrial de Orizaba (incluyendo, además de ésta a las localidades de Santa Rosa,

Río Blanco y Nogales), y la ciudad de Córdoba, llegando hasta la localidad de Soledad

de Doblado y a Tierra Blanca (ver Cuadro 8).

Por su parte, en el centro y norte del país, después de las movilizaciones de la ciudad

de México, que habían influido en las de Celaya, iniciarían otras en el polo industrial de

Monterrey, a las que se sumaron el centro manufacturero y agrícola de Torreón, y el

núcleo de población fronterizo de Ciudad Juárez, mientras que en el centro-occidente

del país, las huelga de alquileres se extendieron de Guadalajara a Ocotlán y brotaron

también en las capitales de los estados de Zacatecas y Aguascalientes (ver Cuadro 8).

De hecho la mayor parte de las organizaciones de arrendatarios aparecieron en

cadena en muy corto tiempo, los primeros sindicatos se formaron en Veracruz desde

46
Que en le marco de los gobiernos “socialistas” a la yucateca, estuvo marcado más que por una influencia externa por
condiciones propias debido al gran aislamiento que lo llevó a desarrollar una dinámica político social relativamente
autónoma al resto del país (Clark Marjorie, 1979:160-172)

206
inicios de febrero de 1922, y después, a mediados del mes de marzo en la ciudad de

México. Para mayo ya los había en al menos otros cinco estados del país

(Aguascalientes, Chihuahua, Jalisco, Nuevo León y Tamaulipas), y a finales de ese

mismo año en al menos otros tres (Guanajuato, Coahuila y Zacatecas). Todavía en

1923 el conflicto se extendería a los estados de Oaxaca y Puebla, para finales de 1924

alcanzaría San Luis Potosí y tardarían todavía más de una década en llegar a Sinaloa

(1935), Hidalgo y Nayarit (1937) (ver Cuadro 8).

En poco más de una década, se había expandido por 17 entidades federativas

(incluyendo el Distrito Federal), es decir en más del 50% de ellas, abarcando, al

menos, 33 ciudades entre las que se encontraban los principales centros económicos

y políticos (ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, Puebla y Veracruz), regiones

industriales enteras (la región de Orizaba que incluía los centros fabriles de Orizaba,

Río Blanco, Santa Rosa y Nogales), Importantes puertos marítimos del Golfo de

México y el Océano Pacífico (además de Veracruz los de Tampico y Mazatlán),

puertos fluviales (Tuxpan, Tlacotalpan, Alvarado, Villahermosa), enclaves petroleros y

ferrocarrileros (Minatitlán y Matías Romero), centros mineros (Zacatecas), nodos

ferroviarios con importante actividad comercial e incluso industrial (San Luis Potosí y

Torreón), y hasta localidades aún con características rurales como Ocotlán, en Jalisco

(ver Cuadro 8).

Visto integralmente, no sólo representaba el primer movimiento social urbano

organizado del país, sino, después del agrario, el más extenso territorialmente, que

abarcaba un conglomerado urbano que jugaba un papel fundamental en el desarrollo

de las más importantes actividades productivas, comerciales y de comunicación

(siderurgia, industria textil, refinación petrolera, minería, enlaces ferroviarios, marítimos

y fluviales de cobertura nacional e internacional), además de centros políticos

neurálgicos (la capital del país y de, al menos, diez estados).

207
Cuadro 8: Entidades federativas y ciudades en las que se
desarrolló el movimiento inquilinario en México, 1921-1938
Estado Ciudad año mes
5 5
Aguascalientes Aguascalientes ca. 1922 ca. mayo
Coahuila Torreón 3 ca. 1922 n/d
4 4 4
Chihuahua Cd. Juárez 1922 5 o 6 de mayo
Distrito Federal Cd. De México 1922 17 marzo
Guanajuato Celaya ca. 1922 n/d
Hidalgo s/d 1937-1938 7 n/d
Jalisco Guadalajara 1922 enero ¿?
Ocotlán 1924 octubre
Nayarit Tepic 6 1938 6 n/d
5 5
Nuevo León Monterrey ca. 1922 ca. mayo
Oaxaca Matías Romero 1923 n/d
Puebla Puebla ca. 1923 ca. agosto
10 4
Sn. Luis Potosí Sn. Luis Potosí 1924 5 o 6 de mayo
3 6
Sinaloa Mazatlán 1935 n/d
Tabasco Villahermosa n/d n/d
5 5 5
Tamaulipas Tampico ca. 1922 ca. mayo
Veracruz Alvarado ca. 1922 n/d
Córdoba 2 1922 8 abril 8
Minatitlán ca. 1922 n/d
Nogales ca. 1922 n/d
4 8
Orizaba 1922 1 de mayo
Perote 8 ca. 1922 n/d
Río Blanco ca. 1922 n/d
Santa Rosa (hoy ca. 1922 n/d
Ciudad Mendoza)
Soledad de Doblado ca. 1922 n/d
Tierra Blanca 8 ca. 1922 n/d
Tlacotalpan ca. 1922 n/d
Tuxpan ca. 1922 n/d
Veracruz 1922 5 de febrero9
4 8
Xalapa 1922 abril
Yucatán Mérida ca. 1921 n/d
Zacatecas Zacatecas ca. 1922 n/d
Fte: Durand, J., 1989: 68 y 69 y Grant Word: 2
1
Durand, J., 1984: 10
2
Durand, J., 1984: 8 y 9
3
Grant Wood, Andrew, 2005: 2
4
Taibo II.: 88
5
Martínez Verdugo, A.: 55
6
Perló C., M., 1979: 791 y 792
7
Legorreta: 149-149
8
De la Mora V. R.: 91 y 92 y 95
9
García Mundo: 74
10
Falcón, V. R., 1984: 162

Visto integralmente, no sólo representaba el primer movimiento social urbano

organizado del país, sino, después del agrario, el más extenso territorialmente, que

abarcaba un conglomerado urbano que jugaba un papel fundamental en el desarrollo

de las más importantes actividades productivas, comerciales y de comunicación

(siderurgia, industria textil, refinación petrolera, minería, enlaces ferroviarios, marítimos

208
y fluviales de cobertura nacional e internacional), además de centros políticos

neurálgicos (la capital del país y de, al menos, diez estados).

Fue además un movimiento de masas47, que incorporó a muy diversos grupos sociales

y llegó a establecer vínculos con el movimiento agrario (como fue el caso veracruzano

del cual surgieron impulsores de las organizaciones agraristas en el estado), que fue

capaz de convocar, tal vez por primera vez en la realidad mexicana, una activa y

masiva participación femenina que incluso, como en el caso veracruzano, llegó a dirigir

el movimiento después de los primeros momentos de represión, así como de diversos

grupos sociales, siendo capaz de rebasar, en una época de activa agitación obrera, la

capacidad de convocatoria de las principales centrales sindicales del país 48.

Esta pluralidad sin embargo no fue un hecho común a todas las experiencias del país,

en realidad parecen haber sido mucho más diverso en las grandes ciudades, y

haberse vinculado fundamentalmente a demandas muy ligadas a las luchas obreras

en los casos de algunas localidades de menor importancia demográfica, del mismo

modo hay indicios de haber tenido un carácter más espontáneo en algunos casos,

mostrándose como manifestaciones de algunos grupos sociales no organizados, y en

otros parecen haber sido objeto de una agitación premeditada, promovida incluso por

partidos políticos y hasta por las mismas elites revolucionarias locales.

En efecto, aunque no se dispone de información sobre el desarrollo detallado más que

para una parte muy reducida de los casos (Veracruz, ciudad de México, Guadalajara,

47
Tal vez dos de los casos más emblemáticos de esta diversidad fueron los de Veracruz, ciudad de México y
Guadalajara. El sindicato veracruzano, cuyos integrantes pertenecían a una gama muy amplia de los sectores
populares citadinos, comenzó con las protestas de las prostitutas y a ellas se unieron los habitantes de los patios
(vecindades), en el caso de Guadalajara y la ciudad de México participaron los pobladores de las vecindades y de las
zonas populares pauperizadas en donde habitaban muy diversos grupos sociales (Durand, J., 1984: 10 y Taibo II: 60-
89)
48
Sólo como ejemplo valga citar que el 1º de mayo de 1922, en la ciudad de México, el día en que la CROM y la CGT
salieron a la calle a conmemorar a los mártires e Chicago, la manifestación inquilinaria que ese día se organizó para
entregar al gobernador del Distrito Federal un pliego petitorio, casi triplicó la movilización obrera y en poco tiempo el
sindicato alcanzó a integrar a 35,000 inquilinos (Taibo II.: 87 y 89).

209
San Luís Potosí y Matías Romero, en Oaxaca), éstos ejemplos ofrecen información

que permite conocer la diversidad de intereses presentes en el conflicto, la

confrontación entre ellos, así como la forma en la que fue quedando “cercado” por las

alianzas y pugnas que se dieron entre los distintos actores políticos y económicos,

locales y nacionales.

En prácticamente todos ellos, la lucha de intereses entre inquilinos y propietarios se

vio inmersa en la confrontación que se desencadenó entre distintas organizaciones

laborales por alcanzar la representatividad de la, relativamente nueva, pero creciente

clase obrera mexicana, parece haber estado, también sujeta al enfrentamiento entre

las elites políticas locales que emergían al calor de la lucha armada, entre éstas y los

grupos locales de la vieja burguesía porfiriana que se resistían a perder sus privilegios,

y con los nuevos “dueños” del poder político nacional que enfrentaban sus propios

conflictos y tejían sus redes de alianzas para construir su hegemonía, todo ello

teniendo como telón de fondo las presiones internacionales tendientes a proteger los

intereses de los propietarios urbanos extranjeros (ver esquema 4).

En este complejo contexto, el conflicto de los arrendatarios de vivienda en México,

tanto en los casos en los que hubo una participación social amplia y diversa (por

ejemplo ciudad de México, Guadalajara y Veracruz), como en los que estuvo acotado

casi exclusivamente a un conflicto entre empresa y trabajadores (como en el caso de

Matías Romero, Oaxaca), nace como una reivindicación genuina que surge de las

condiciones de alojamiento prevalecientes en casi la totalidad de la realidad urbana del

país, pero que queda a la deriva de las disputas políticas prevalecientes en los niveles

local y nacional, a las que quedará sujeto y en las que finalmente terminará por

naufragar.

210
Esquema 4
Relaciones de Conflicto y Alianza en torno al conflicto inquilinario
en México

Gobiernos Extranjeros

Elites Políticas
nacionales
emergentes Partido Partidos
Comunista Socialistas
Regionales

Propietarios Conflicto inquilinario


inmobiliarios Sindicatos
locales y
inquilinarios
nacionales

Elites Políticas Elites CROM CGT


locales Políticas
emergentes locales
(conservadoras) emergentes
(reformistas) Organizaciones
Agrarias

Sindicatos y
asociaciones
católicos

Relación de Conflicto en ambas direcciones


Relación de Presión
Relación de Alianza

211
4. Limitaciones y relevancia del movimiento

inquilinario: disputas, alianzas y actores

Aunque, como hemos visto, nace como una expresión social de carácter plural, y se

desarrolla alcanzando a conformar en ocasiones estructuras organizacionales que le

permiten operar por varios años, el movimiento inquilinario no logra alcanzar una

madurez que le permitiera consolidarse y trascender la coyuntura histórica ni

convertirse en una organización nacional capaz de trasladar sus reivindicaciones al

campo de las reformas sociales.

Como ya lo ha señalado Durand, la falta de unidad orgánica y de acción centralizada,

y la diversidad de contextos y entramado de intereses estatales en que operó, dieron

pie a que en cada lugar tomara su propio rumbo, adquiriera características diferentes y

tuviera desenlaces distintos (op. cit., 1989: 73), esto es, precisamente lo que parece

haber determinado sus límites como movimiento social y que sus reivindicaciones no

se concretaran en iniciativas institucionales que las resolvieran, pero a la vez, y

paradójicamente, este carácter diverso en su expresión política y social, y extenso

territorialmente fue el que le permitiría trascender en la forma en la que se definió la

política habitacional.

En este sentido, aunque en sí mismo no logra una transformación del statu quo

prevaleciente alrededor de la cuestión habitacional, ni tiene una repercusión directa e

inmediata en el impulso de las políticas habitacionales en México, impacta en la

definición de la política habitacional en tanto se presenta como un conflicto social que

se inscribe en el contexto de la correlación de fuerzas que emergen al final de la etapa

armada de la Revolución, y en tanto se ubica en el escenario de la lucha por la

hegemonía que se desata entre los diferentes grupos que conforman el

constitucionalismo triunfante, y entre éstos y las fuerzas políticas y económicas que

prevalecían del régimen anterior y que se resistían a desaparecer.

212
Es decir, que a pesar de sus propias limitaciones, es capaz de desatar un complejo

flujo de actores e intereses en torno al tema de la vivienda, que llevarían al Estado

posrevolucionario a reconocer el potencial que tenía este tema para la construcción de

alianzas con distintos sectores de la sociedad civil, dando lugar a la construcción de un

andamiaje de instrumentos de política habitacional que respaldara su

representatividad.

En el caso mexicano hay cuatro casos documentados que permiten apreciar este

complejo escenario de actores y las múltiples y contradictorias formas en las que

interactuaron, y cómo de ahí se desprendió una forma particular de relación entre el

Estado posrevolucionario y una sociedad civil que se encontraba, y tal vez lo continúa

haciendo, en el camino de definir su propia identidad.

Cada uno de ellos dibuja una realidad distinta, pero que en conjunto revelan la forma

en la que se resolvió esta relación, que es en donde parece estar la clave del origen y

la orientación de la política habitacional en este país, sus rasgos generales, sus

objetivos, los instrumentos a través de los cuales se operó y el papel que jugó en el

conjunto de los instrumentos de actuación gubernamental.

4.1. En Veracruz: entre la pluralidad social y política, y las

disputas hegemónicas

Tal vez veracruzano sea el ejemplo que más claramente ilustra la complejidad social y

política del conflicto inquilinario en México. Desde las circunstancias que rodearon la

creación del SRRI se hacen evidentes las disputas por lograr encabezar un

movimiento social de masas que abría un espacio de respaldo social para los distintos

213
actores políticos locales del momento que, guardando toda proporción, podía ser

similar al que se había conformado en torno al gobierno federal, con las

organizaciones agraristas y las grandes centrales obreras.

Desde los primeros intentos por crear un sindicato de arrendatarios en el puerto, ya se

habían dado enfrentamientos entre distintos grupos que pretendían hegemonizar el

descontento social que se vivía alrededor de las condiciones de la vivienda en la

ciudad. En la reunión convocada el 3 de febrero de 1922, promovida por el gobierno

estatal, y que contó con la presencia del mismo presidente municipal (Rafael García),

queda de manifiesto esta confrontación.

De ella derivará el primer rompimiento entre grupos de inquilinos y, sobre todo, entre el

SRRI, que se formará días más tarde, con las autoridades municipales que habían

intentado encabezar el movimiento. La dirigencia quedaría finalmente en manos de un

grupo integrado por militantes comunistas con un una dirigencia ideológicamente

confusa encabezada por Herón Proal, que más tarde terminaría enfrentada entre sí.

A ese primer rompimiento, sobrevino pronto otro enfrentamiento con el Sindicato de

Cargadores y Abridores del Puerto, presuntamente oficialista, que intentó formar, sin

mayor éxito, otro sindicato, rechazando inicialmente la propuesta de Proal de

articularse con el SRRI, aunque finalmente, ante la creciente representatividad de éste

terminaría uniéndose a él (el Dictamen, 28 de febrero de 1922, citado por García

Mundo, O.: 80, 81 y 91).

Una vez superadas las primeras batallas hegemónicas, y habiendo logrado el SRRI

su, por el momento, indiscutible liderazgo, sobrevino una acelerada expansión del

movimiento en el puerto y la rápida integración a él de diversos grupos sociales, que

214
llevarán a que el 6 de marzo estallaran las primeras huelgas de alquileres a partir de

las cuales se iniciaría una verdadera insurrección en el puerto.

En la zona de tolerancia, las meretrices se declaran en huelga de alquileres, ese

mismo día, inquilinos de varios patios anuncian a los propietarios su negativa al pago

de alquileres en tanto estos no se ajusten al 2% del valor catastral (el Dictamen, 7 de

marzo de 1922, citado por García Mundo: 83 y 85). Seis días después, la huelga de

alquileres se había extendido a 61 patios (Gill, M.: 171), y a mediados de mes éstos

eran cerca de 100 (García Mundo, O.: 85-86).

El ayuntamiento veracruzano, el mismo cuyo presidente quiso encabezar el primer

intento de formación sindical, y con el cual habían roto Proal y los líderes comunistas,

lanza una propuesta con la intención de obligar a los propietarios a mejorar las

viviendas buscando, al parecer, contrarrestar el liderazgo proalista y emerger como un

aliado de los inquilinos. Sin embargo, el sindicato no respalda la propuesta y los

propietarios se amparan, y consiguen que la medida no sea llevada a cabo (Ídem:

102).

Ante la cerrazón de los propietarios, y en cierta medida tolerado y hasta apoyado por

el gobierno reformista de Adalberto Tejeda, el movimiento pronto se radicaliza y

amplía el abanico de sus demandas y su campo de actuación. A las mejoras

habitacionales y la baja de alquileres, pronto se añadieron otras demandas mucho

más radicales que ponían en cuestionamiento el statu quo: la abolición de la propiedad

privada, la emancipación de los trabajadores y la eventual eliminación del Estado

(Grant Wood, A.: 1).

Éstas, sin embargo, pronto perdieron fuerza ante las fundamentales para la mayoría

de la población, que continuaron centrándose en los montos de los alquileres y la

215
mejora de las condiciones físicas de las viviendas y, poco después, en la solicitud de

suelo. En este tenor, el SRRI exigió al gobierno municipal algunos terrenos en la

periferia urbana para la creación de una “colonia comunista”, y coloca el 1º de mayo la

primera (y última), piedra, al poco tiempo inicia la ocupación de casas vacías (El

Dictamen, 18 de mayo de 1922, citado en García Mundo, O.: 126), y para finales de

mes se extiende su lucha al boicot al comercio por los altos precios de los productos

básicos (García Mundo, O.: 116 y 117, 121-122, 128 y 151 ).

En el marco de esta dinámica, el sindicato rompe relaciones con la CGT (Taibo II.: 92),

pero en junio participa en apoyo a las huelgas obreras que se habían desatado en

respaldo a los trabajadores yucatecos (García Mundo, O.: 142-145), y en la

organización de la Liga de Comunidades Agrarias, promovida por el propio gobernador

Adalberto Tejeda (Martínez V., A.: 59, García Mundo, O.: 138, y Grant Wood, A.: 2).

La diversificación de los espacios de acción social y política del sindicato y su

progresiva radicalización, derivada en gran medida del rechazo de los propietarios y

administradores a ceder ante las demandas de los inquilinos49, va acompañada por la

represión desatada el 26 de Junio por el ejército federal que seguía, al parecer,

instrucciones de la presidencia de la República, aprovechando el enfrentamiento entre

Proal y José Olmos, el principal dirigente comunista de los arrendatarios (García

Mundo, O: 149).

El uso de la represión parece inscribirse en una estrategia de alianzas del gobierno

federal para fraccionar a las elites revolucionarias locales, instaladas en los gobiernos

municipal y estatal. El presidente Obregón logra atraer hacia sí al presidente municipal

49
Los propietarios y sus administradores que al inicio de las protestas inquilinarias se niegan a hacer cualquier
concesión, pasan por una actitud dubitativa y dividida que les lleva a algunos de ellos a negociar, pero finalmente
terminan organizándose y, contando con el apoyo de algunos gobiernos extranjeros(principalmente Estados Unidos y
España), rechazan las demandas del sindicato y las iniciativas gubernamentales de conciliación, llegando a realizar
intentos de soborno a las autoridades municipales para que actuaran a su favor y reprimieran las acciones del SRRI
(García Mundo, O.: 82, 83, 85-90, 100, 104 y 126-128)

216
del puerto, Rafael García, con lo que lo separa de la égida del gobernador “radical”

Adalberto Tejeda, debilitando su influencia política en el estado (Ídem: 139-140 y 151-

171)50.

La represión, sin embargo, no lograría desactivar el movimiento ni desintegrar al

sindicato, las protestas por los sucesos del 6 de julio permitirían la excarcelación de

Proal, y de la mano de él, con un fuerte apoyo de nuevas dirigentes femeninas, se

mantendría la huelga de alquileres por casi tres y medio años más (hasta casi

diciembre de 1926), sosteniéndose incluso durante los eventos de la rebelión

delahuertista51, y a pesar de la escisión del sindicato y de que Proal es nuevamente

apresado en diciembre de 1924, cuando María Luisa Marín se hace cargo de la

dirigencia y enfrenta la contraofensiva inquilinaria de la CROM52.

El movimiento de arrendatarios en el puerto de Veracruz alcanzaría, en su fase más

activa, victorias significativas como la promulgación de la Ley sobre este tema de 1923

(Ortega A., M.: 87 – 92 y Perló C. M., 1979: 778), la propuesta de Tejeda de declarar

de utilidad pública la construcción de casas, y la entrega al sindicato, por el mismo

gobernador, del edificio que había ocupado una casa bancaria para establecer ahí su

sede (Gill, M.: 183).

Sin embargo, a partir del 6 de julio entra en un largo ocaso, que se extendería por

algunos años más, en los cuales la propia ley sería modificada (1925), reorientándola

50
Como resultado de la represión, al día siguiente el 7 de julio, se hablaría en la prensa local de la muerte de 74
personas (150 según Proal), y la detención de 90 hombres y 50 mujeres (Gill, M.: 181)
51
Cuando concluía el periodo presidencial de Alvaro Obregón, en noviembre de 1923, Plutarco Elías Calles su
secretario de gobernación (ministro del interior), fue postulado como candidato para sucederle. El expresidente interino
y antiguo aliado de Obregón, Adolfo de la Huerta también lanzó su candidatura, declarándose en rebeldía contra el
gobierno de éste en diciembre. Aunque la rebelión cundió por todo el país fue sofocada en febrero de 1924, en gran
medida gracias al apoyo de organizaciones agraristas, y en diciembre de ese año Calles toma posesión como
presidente.
52
El movimiento, a partir de ese momento adquiere un carácter fuertemente imbuido por la presencia femenina, esto
quedó incluso expresado en el cambio de orientación de la misma consigna del movimiento, que mientras durante la
dirigencia de Proal era “Estoy en huelga y no pago renta” bajo la dirigencia de María Luisa Marín adquirió un carácter
menos profano y más universal “¡Viva el amor Universal! ¡Viva la emancipación de la mujer! ¡Arriba el Comunismo!
¡Viva la humanidad libre! ¿Mujeres? ¡A la lucha! (Grant Wood, A.: 2 y 22 y 23)

217
a favor de los casatenientes (Grant Word, A.: 181-200), y finalmente derogada por el

gobernador Casas Alemán (1937), siendo sustituida por otra más favorable a los

intereses inmobiliarios que continúa vigente hasta hoy.

A pesar de este desenlace, la de los arrendatarios del puerto de Veracruz sería no

sólo la experiencia que mayor respaldo social alcanzó53 y una de las que mayor

duración e impacto nacional tuvo, sino que fue una de las luchas sociales más

representativas en torno a mejores condiciones de la vivienda en México, y tal vez la

que mejor refleja el cúmulo de intereses, alianzas y enfrentamientos que se tejieron en

torno a ellas.

En sus casi 38 meses de duración, desde la creación del sindicato porteño a principios

de febrero de 1922, hasta el término de la huelga de pago de alquileres casi 3 años

después, pasando por la sangrienta represión del 6 de julio, algunos triunfos

institucionales, y grandes descalabros, los sucesos en esta ciudad serían un ejemplo

casi paradigmático de las luchas inquilinarias en el país.

Coincidiendo con ella en el tiempo y en los objetivos generales, se desarrollarían otros

movimientos, casi igualmente beligerantes aunque, en la mayoría de los casos más

breves y, tal vez, menos complejos en su composición y desarrollo social y político.

Entre ellos están las experiencias de las ciudades de México, Guadalajara y San Luís

Potosí.

53
Aunque la afiliación sindical de la ciudad de México fue, en términos absolutos, más numerosa 53,000 contra 30,000
en el puerto, esta cifra representaba ahí el 55% de la población total en comparación con sólo el 5.9% de la ciudad de
México (Berra, E.: 385 y 386).

218
4.2. En la ciudad de México: entre partidos desamparados y un

corporativismo que balbucea

En la capital del país, el conflicto compartió algunos de los rasgos presentes en el

caso veracruzano: fue casi tan plural como aquél, y la presencia obrera también fue un

componente muy importante54. Lo que parece, sin embargo, haberlo distinguido fue el

hecho de que aquí estuvo enteramente dirigido por el Partido Comunista que, como lo

señala Taibo II, parece haber buscado compensar así su escasa presencia en el

movimiento obrero, que se encontraba hegemonizado por la CROM y la CGT (Taibo

II.: 83, y Martínez V., A.: 54).

La primera movilización convocada por este partido tuvo efecto el 17 de marzo de

1922, casi un mes y medio después de la creación del sindicato en el puerto, pero a

diferencia de ahí, en donde se había contado con la tolerancia de las autoridades

locales, en la capital del país fue inmediatamente reprimido por el gobierno del Distrito

Federal, del que era gobernador Celestino Gasca, miembro destacado de la CROM

(Taibo II: 84).

Como respuesta a la represión de este mitin, jóvenes comunistas desencadenaron una

activa labor de proselitismo entre los inquilinos de la ciudad que encontró un pronto

respaldo del sindicato ferrocarrilero y de empleados públicos que se mantenían fuera

del control de la CGT y de la CROM, que culminaría con la fundación del Sindicato

Revolucionario de Inquilinos (SRI), el 29 de marzo, con apenas 900 afiliados (Taibo II:

86 y 87).

54
De los integrantes del sindicato, el 70% eran obreros, mientras que el 25% eran empleados públicos y privados, y
sólo el 5% eran comerciantes, (Taibo II.: 91 - 92), igualmente, la presencia femenina en la capital del país tuvo una
importancia primordial (Berra, E.: 385), aunque no logró la representatividad y capacidad de liderazgo y dirección que
alcanzó en el caso del puerto.

219
Para la primera semana de abril la afiliación ya alcanzaba a cerca de 8 mil inquilinos, y

para el día 16 contaba con el respaldo de la CGT, que apoyó abiertamente al sindicato

y sus demandas. El movimiento crece rápidamente y para el 1º de mayo se llega a una

movilización de alrededor de 15,000 personas durante la cual se entrega al

gobernador Gasca un pliego petitorio y el emplazamiento a la huelga de alquileres

(Ibíd.).

A partir de ese día estalla la huelga, a la que el gobierno del Distrito Federal responde

con una propuesta de construcción de casas baratas fuera de la ciudad de México,

con la co-inversión del gobierno y los casatenientes, medida que pasaría

desapercibida por el nulo compromiso de los propietarios y dadas las dimensiones que

había alcanzado el movimiento, que ya para entonces contaba con el respaldo de

35,000 arrendatarios (ídem: 88 y 89).

Para entonces, el control del sindicato estaba en manos de la dirigencia del Partido

Comunista, y prácticamente fue ésta la que llevó a cabo la estrategia de negociación

con los casatenientes, que apenas iniciaban su organización en una Cámara de

Propietarios que aunque sólo alcanzaba el 4% de ellos contaba con suficiente

respaldo como para presionar al gobierno local en defensa de sus intereses (ibíd.).

El 13 de mayo, el sindicato enfrenta su primera escisión, rechazando las posiciones

conciliadoras de algunos dirigentes comunistas la CGT decide romper con él y crear

uno propio por considerar que aquél no estaba hecho “más que con el exclusivo fin de

darle personalidad a un partido”, en obvia referencia al Partido Comunista. (Ídem: 90).

A finales de mayo, cuando ya se tiene el respaldo de 2,428 vecindades y 37, 483

inquilinos inician, por parte del gobierno del D.F., las aprehensiones de los militantes

comunistas que están al frente del movimiento, al tiempo que la CROM fundaba un

220
sindicato (que Taibo II califica de “fantasma” [op. cit.: 92 y 93]), y organiza la Unión de

Inquilinos del Distrito Federal, con la intensión aparente de ofrecer una salida

reformista al problema de los alquileres y ampliar las bases de su representatividad.

Con esta iniciativa, la central sindical, encabezada por Luis N. Morones se involucra en

una cuestión de la que había permanecido aislada, y emergía como el principal aliado

del gobierno de Obregón quién a partir de mayo, además del Distrito Federal y

Veracruz, enfrentaría insurrecciones de arrendatarios en varias ciudades del país (ver

Cuadro 8).

En este marco de lucha por la hegemonía del movimiento, el 6 de mayo un número

importante de pequeños propietarios de vecindades quisieron pactar, varios de ellos

ofrecieron reducir los alquileres en 50%, el ajuste de los contratos al Código Civil

vigente, y el otorgamiento de un plazo razonable para el pago de adeudos, lo que fue

rechazado por el comité central del sindicato (Taibo II.: 89, y Gill, M.: 172).

En respuesta los propietarios lanzan un doble juego para enfrentar a los inquilinos,

hacia finales de mayo 50 de ellos se declaran en enfrentamiento con el sindicato, y en

los últimos días de junio los 300 casatenientes más importantes de la ciudad presionan

al gobierno de Obregón para la disolución del sindicato, a la vez que se presentan

conciliadores en su relación con el gobierno federal, suavizando su posición cuando

declaran que no se ampararían en caso de que se promulgara una ley inquilinaria

(Ídem: 95).

Esta posición parece haber respondido a un reflujo de la correlación de fuerzas, en la

que el sindicato se veía debilitado por el rompimiento con la CGT y el enfrentamiento

con la CROM que, apoyada por el gobierno de la ciudad intensificaba los ataques a los

arrendatarios en un evidente apoyo a los dueños de las viviendas. En los mismos días

221
en los que se desató la intervención militar en Veracruz en contra del SRRI, en la

ciudad de México aumentan los desalojos y la represión, y en ellos participan, al igual

que en el puerto, la policía local y el ejército federal (Ídem: 92 y 93).

Lidiando con la represión, y en medio de enfrentamientos con las centrales obreras y

en el seno de la misma dirección sindical, la organización finalmente se va

desintegrando a la par de la deserción de numerosos inquilinos afiliados que aceptan

negociaciones individuales con los propietarios (Ídem: 95 y 96).

Los intentos que todavía haría el P.C. el mes de septiembre, por revivir el movimiento

con la propuesta de una ley que era apoyada por el Partido Nacional Agrarista (Perló

C., M., 1979: 779), son frustrados por la indiferencia del Congreso de la República y

los obstáculos que puso el mismo Obregón para que se aprobara sellando con ello el

final de la revuelta en la capital del país. El sindicato aún tendrá una exigua vida hasta

1923, cuando, después de romper definitivamente su relación con el P.C., en junio de

ese año, deja de tener una actividad relevante y se disuelve hacia finales de ese

mismo año (Taibo II.: 96 y 97; y Berra, E.: 392).

De manera intermitente, las protestas de arrendatarios aún se prolongarían por

algunos años más, intentando revivir las demandas y la lucha de los arrendatarios,

habrá manifestaciones entre 1928 y 1934, año, este último, en el que se había ya

logrado conformar una liga de defensa de inquilinos en el Distrito Federal, a pesar de

lo cual no se registra ningún decreto favorable a los inquilinos (Perló C., M.: 1979:

787), finalmente el movimiento termina por disolverse y quedar sólo como una serie de

acciones coyunturales y aisladas, que se irán presentando de manera cada vez más

intermitente hasta quedar sólo como expresiones testimoniales.

222
4.3. En Guadalajara: en el centro de las batallas por el poder

local y la representatividad obrera

A diferencia de lo sucedido en el puerto de Veracruz, en donde el movimiento estuvo

encabezado por una dirigencia carismática personalizada por Proal, acompañada por

militantes comunistas o, como en el caso de la ciudad de México, en donde fue

controlado casi enteramente por el P.C., en el caso de Guadalajara estuvo

fuertemente determinado por la presencia obrera aglutinada en torno a la CGT.

Aquí, las manifestaciones de inconformidad en torno al arrendamiento de la vivienda

se hicieron presentes desde los primeros días de enero de 1922. A pocos días de

haber concluido el 1er congreso del P.C., el activista de nacionalidad argentina, Genaro

Laurito, realizaba una activa agitación en pro de la suspensión en el pago de alquileres

y de la formación de un sindicato de arrendatarios (Durand, J.: 1984: 11).

A lo largo de febrero, en respuesta a las movilizaciones, el sindicalismo católico y

“honorables vecinos”, en una denuncia ante el gobernador, hacían una defensa de la

propiedad privada, y acusaban a los agitadores de ser “enemigos de los obreros y

propagandistas sediciosos” (Durand, J., 1984: 11 y 12). Por esos mismos días, a raíz

de un enfrentamiento entre católicos e inquilinos, el gobierno local prohíbe la

celebración de mítines, e inicia la represión de las movilizaciones que contaban ya con

el apoyo de la Cámara del Trabajo y del Partido Socialista Revolucionario, llegando a

integrar, para principios de marzo, a seis mil miembros (Durand, J, 1984: 11; y

Tamayo, J.: 134).

A finales de ese mes se realiza una manifestación de arrendatarios en cuya

convocatoria habían participado el mismo presidente municipal y el Inspector General

de Policía, y en la que se estima una participación de 1,550 personas (Durand, J.

223
1984: 9, y Tamayo, J.: 135). En ella se declara la huelga de alquileres y,

simultáneamente, tiene lugar el mayor enfrentamiento entre inquilinos y obreros

católicos del que resultan ocho muertos.

Como resultado, se detiene a los lideres de los arrendatarios y el conflicto se

transforma en un enfrentamiento ideológico entre la CGT y la Asociación de Jóvenes

Católicos (De la Mora V., R.: 93), y en una batalla por la representatividad gremial

entre esa confederación y sindicatos de obreros católicos (Durand, J., 1984: 12-14 y

26).

La CGT y la Cámara del Trabajo presionan al gobierno para que liberen a los líderes

inquilinarios y reinician las movilizaciones que llevarán en junio a la fundación formal

del Sindicato Revolucionario de Inquilinos de Guadalajara (SRIG), y con él a una

nueva declaración de huelga de alquileres.

Como respuesta, los dueños de las viviendas, que habían optado inicialmente por una

vía legalista basada en la acción individual (Tamayo, J.: 133), pasaron a una estrategia

de actuación colectiva a través de la Unión de Propietarios, creada ex profeso para

enfrentar a los arrendatarios, y que fue apoyada por la Cámara de Comercio local, que

a su vez había fundado el Comité Social Ejecutivo, organización que integraba

agrupaciones católicas y empresariales55, conformando un cuerpo compacto,

representativo de los intereses de la burguesía local, que de manera unitaria enfrenta

al sindicato de arrendatarios.

En el campo de su acción directa, los propietarios establecen una alianza implícita con

organizaciones católicas a las que utilizarían en dos vías, por una parte enfrentando al

55
En este comité participaron, entre otros los terratenientes afiliados al Sindicato de Agricultores, varios sindicatos de
propietarios, la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y gremios de obreros católicos (Tamayo, .: 137).

224
movimiento a través de grupos de fanáticos y obreros católicos (Ídem: 134), en tanto

que los sindicatos afines a los patrones convocan al Primer Congreso Nacional de

Obreros Católicos a celebrarse en abril, en el que se reconocería la necesidad de

abordar el problema de arrendamiento de vivienda que afectaba a los trabajadores

(Durand, J.: 1981: 9; y 1984: 20, y Tamayo, J.: 134 y 137), en una clara intensión de

contrarrestar la presencia del SRIG, y atraer hacia sí a los inquilinos que compartían

sus creencias religiosas.

Con la declaración de huelga inician una serie de enfrentamientos entre el SRIG y los

propietarios, que el gobierno del estado enfrenta mediante la doble vía de la represión

y la oferta de terrenos para crear una colonia proletaria, desenterrando una vieja idea

promovida por el gobierno estatal en 1914 (López M., E., 1996: 264 y 265), y que

también se había presentado para entonces por el SRRI de la ciudad de Veracruz, y

formaba parte de las peticiones del sindicato tapatío desde su fundación (Durand

1984: 9, Tamayo, J.: 139, y López M., E., 1996: 264-269).

En el mes de octubre se negocia la inclusión de esta propuesta en los acuerdos con

los que se liquida la revuelta de los arrendatarios, que sólo años después daría lugar a

la conformación de la Colonia Obrera (Ibíd.). A partir de entonces el sindicato inicia un

declive que lo lleva prácticamente a su extinción, sólo se tiene noticias de un nuevo

intento por reactivarlo en 1929 por iniciativa de la Confederación Obrera de Jalisco,

año en el que se realizaron nuevamente acciones de organización y movilización de

los inquilinos sin mayor trascendencia (Durand, J., 1984: 21; y Tamayo, J.: 140).

Habían transcurrido nueve meses desde los primeros intentos de agitación de Genaro

Laurito, hasta los acuerdos que llevan a la práctica desaparición del sindicato de

arrendatarios, en ese relativamente breve lapso el movimiento liderado por el SRIG no

sólo había tenido que enfrentar disensiones internas, y la oposición de propietarios y

225
del sindicalismo católico, también, acaso sin siquiera percatarse, se ve inmerso en una

lucha de intereses entre las elites pos revolucionarias locales, de la que es, finalmente,

víctima.

En efecto, al igual que en el caso de sus similares en las ciudades de México y

Veracruz, el movimiento inquilinario en la capital tapatía nunca se propuso ir más allá

del problema de los alquileres y la mejora de las viviendas, ni menos puso en tela de

juicio el statu quo (Durand 1984: 22 y 23), la oposición que enfrentó y el desenlace de

su lucha no sólo parece haberse debido a que afectaba los intereses de un sector del

capital y porque competía con los sindicatos católicos por la representatividad obrera,

sino porque terminó siendo parte de una lucha política que involucró a los grupos de

poder locales y nacionales, que buscaban alcanzar el apoyo y respaldo de la clase

obrera, y el reconocimiento de los poderes económicos locales y nacionales.

Durante su desarrollo, el gobierno estatal tuvo una actitud ambivalente, que en cierta

medida era resultado de las disputas por el poder entre los grupos políticos que

estaban en torno al Gobernador Basilio Vadillo (cercano a Obregón), y el emergente

líder político “reformista” José Guadalupe Zuno56. En el breve tiempo que Vadillo

estuvo a cargo del gobierno estatal, que coincide con los primeros meses de desarrollo

del conflicto, su administración mantuvo una posición tolerante con el SRIG a la vez

que negociadora con los propietarios, al parecer intentando erigirse como arbitro entre

unos y otros.

Esta posición, sin embargo, fue distinta a la del presidente municipal de ese momento,

Luís Medina, líder de la CROM y del partido laborista locales, que dio un apoyo más

franco al movimiento, llegando a ser incluso Secretario del Comité General de

56
La presencia José Guadalupe Zuno fue muy importante en la conformación de la elite revolucionaria del estado, éste
fue un personaje curioso que jugó un papel fundamental en el movimiento inquilinario y de hecho en la vida política de
Jalisco, fue caricaturista, pintor, escritor, maestro y político que llegó a gobernador Como miembro del Partido Liberal
Jalisciense.

226
Inquilinos asumiendo, curiosamente, una posición diferente a la que había tenido la

dirigencia nacional de esa Confederación en la ciudad de México.

Al parecer, como resultado de estas diferencias frente a la insurrección, y con el

pretexto de los hechos sangrientos de febrero, ambos funcionarios terminarían por

dimitir casi simultáneamente, siendo sustituidos por un nuevo grupo de políticos

locales, encabezados por Zuno, a la sazón flamante presidente municipal de

Guadalajara, y futuro gobernador, y “hombre fuerte” de la política local, que

coquetearía con el sindicato de arrendatarios, y lo utilizaría como un mecanismo de

presión para obtener el reconocimiento de la vieja y conservadora burguesía

jalisciense.

Estos flirteos, sin embargo, nunca llegaron a concretarse en reformas legales ni en

acciones concretas, como sí sucedió durante los gobiernos de Adalberto Tejeda en

Veracruz y los del Partido Socialista del Sureste en Yucatán, a través de la

promulgación de leyes favorables a los arrendatarios, ni rebasaron tampoco los límites

del “dejar hacer” al sindicato, aunque sin duda fueron mucho más tolerantes que el

gobierno de Celestino Gasca en el Distrito Federal, y de lo que fue el gobierno federal

ahí mismo y en Veracruz.

Aquí por el contrario, la rápida organización de los casatenientes y su capacidad de

articularse con otros grupos sociales ideológicamente afines, incluyendo a los

sindicatos católicos, junto a la presión que fueron capaces de ejercer sobre el gobierno

federal a través de las redes de articulación con propietarios de otros estados del

país57 (Durand 1984: 20), y finalmente el interés de los políticos locales por afianzarse

en el poder local, parecen haber inclinado la balanza a favor de ellos.

57
De hecho, a lo largo del conflicto, los propietarios lograron un mayor nivel de organización que los propios inquilinos,
no solo se unieron en las ciudades afectadas, sino que acudieron al llamado de los propietarios del puerto de Veracruz

227
4.4. En San Luís Potosí: entre el reformismo y el caciquismo

Condiciones similares a las que se presentaron en los casos anteriores, en los que la

lucha de los arrendatarios se desarrolló en medio de la confrontación de los intereses

de las elites locales, se dieron en el caso de San Luis Potosí, en donde el gobernador

reformista “radical” Aureliano Manrique, al igual que lo habían hecho Zuno en

Guadalajara y Tejeda en Veracruz, apoyó a los inquilinos y se valió de ellos como una

fuerza de respaldo social en su “pulso” por el poder político estatal, que lo enfrentó

contra el general revolucionario, hombre fuerte local y dirigente agrarista Saturnino

Cedillo58.

Ahí, el propio gobierno de Manrique había sido resultado de la confrontación política y

militar entre dos grupos revolucionarios en torno a la presidencia de la República, que

estaban encabezados por Plutarco E. Calles (heredero político del presidente

Obregón), y Adolfo de la Huerta, antiguo aliado de ambos en la rebelión que llevó al

desconocimiento del gobierno de Carranza y a su muerte.

Fue precisamente gracias a su filiación callista, y a que la revuelta “delahuertista” fue

sofocada (y con ella el último riesgo serio de asonada militar), que pudo imponerse

como gobernador, después de unas elecciones muy polémicas y sangrientas, en las

que había contado con el apoyo de Cedillo (Falcón V., R., 1984: 149-153)59.

para asistir a una Convención Nacional, en donde se formó una alianza en defensa de sus intereses (Restauración, 6
de diciembre de 1923 citado por Durand, J., 1989: 72 y 73)
58
Este general había jugado un importante papel en el apoyo que la Liga de Comunidades Agrarias, a través de las
milicias agraristas, había dado a Obregón y a Calles para enfrentar la Revolución Delahuertista, lo que le valió erigirse
en un cacique local con fuerte respaldo del gobierno federal.
59
Aurelio Manrique, líder del partido Nacional Agrarista, se enfrentó a Jorge Prieto Laurens, candidato del Partido
Nacional Cooperativista, quién había apoyado a de la Huerta en su candidatura contra Calles por la presidencia de la
República, y era candidato de los sectores conservadores potosinos. Saturnino Cedillo por su parte fue un general
revolucionario que de ser un cacique local en una región del estado, gracias al apoyo prestado a Manrique contra
Prierto Laurens, y a Calles contra de la Huerta, había logrado extender su hegemonía militar y política a toda la entidad
(Falcón: 146 y 149 y 153), su peso se diluiría en la década siguiente cuando en oposición de la expropiación petrolera
y, al parecer, apoyado por las empresas petroleras, desconoce al gobierno del general Lázaro Cárdena, muriendo en el
intento, en la última insurrección importante de la posrevolución.

228
Cobijado por las principales fuerzas sociales del estado, que a su vez estaban bajo

control de Calles (los obreros afiliados a la CROM), y de Cedillo (los campesinos de la

Liga de Comunidades Agrarias del estado), Manrique realizó una activa política de

reformas en el campo rural y laboral, que más allá de sus convicciones políticas y

sociales, parecen haber estado motivadas por la necesidad de construir su propio

respaldo social; así, apoyó las luchas obreras en el estado, intentó la organización de

una liga agraria al margen del control de Cedillo, e impulsó un movimiento social en

torno a la cuestión habitacional que atraía hacia él a varios sectores de la población

urbana (Ídem: 153-162).

Éste en particular, a diferencia de lo sucedido en Veracruz, la ciudad de México y

Guadalajara, no parece haber respondido a una dinámica propia de los arrendatarios,

ni a una agitación de partidos políticos o sindicatos que buscaban capitalizar la

insatisfacción latente entre la población en torno a las condiciones de vivienda, sino

que parece haber estado fuertemente influido por el propio interés del gobierno local

en su surgimiento (ídem: 161-162).

En diciembre de 1924, algunos activistas ligados al gobernador Manrique, entre los

que estaba León García60, fundaron el sindicato de inquilinos. Esta organización

desarrollaría una presión social que llevó a una reducción drástica de los alquileres, e

impulsó, con el apoyo del gobierno estatal, la promulgación de la ley sobre

arrendamiento que fue aprobada el 29 de mayo del año siguiente con una orientación

claramente favorable a los arrendatarios de vivienda (Ídem: 161-162).

60
León García Pujou fue un personaje político que muchos años después sería cofundador de la Confederación
Nacional Campesina (C.N.C), en torno a la cual se estructuraría el sector agrario del P.R.I..

229
La activa política “radical” del gobierno manriquista, lo llevó a una confrontación con

los empresarios locales, nacionales y extranjeros, que primero se organizaron (en el

caso de los propietarios inmobiliarios formaron la Liga de Propietarios de San Luís

Potosí), y después buscaron el respaldo de otras fuerzas políticas, tanto en el interior

del propio estado, particularmente con el general Cedillo61, y fuera de él con en el

gobierno federa que, al parecer, como lo señala Falcón Vega, cada vez veía con mas

recelo la política reformista de Manrique (op. cit.: 149-162).

Finalmente, el 15 de noviembre de 1925, el Congreso local, protegido por tropas

federales, destituyó al gobernador y eligió en su lugar a Abel Cano, un diputado

identificado con Cedillo, que prepararía el ascenso del cacique agrarista para que, dos

años después, éste llegara al gobierno estatal. Manrique, por su parte, intentó

conseguir apoyo de Tejeda, el antiguo gobernador reformista del estado de Veracruz,

para entonces secretario de gobernación de la administración callista, nada se logró,

con su destitución el ensayo reformista potosino y, con él, la experiencia inquilinaria

concluyeron.

4.5. En el socialismo tropical: entre los reformismos locales y

el centralismo

Aunque menos documentados que los cuatro casos anteriores, otras experiencias

parecen haberse desarrollado en medio de luchas hegemónicas que se

desencadenaron al concluir el período armado de la Revolución, y en un escenario

complejo en el que se confrontaron los intereses de las oligarquías locales con los de

algunos gobiernos estatales que ensayaron unas de las primeras reformas sociales en

61
Para entonces, Cedillo era ya un contrapeso con respecto al gobierno estatal, a tal grado que los mismos
propietarios de las viviendas afectadas por el conflicto inquilinario recurrieron a él en busca de apoyo para contrarrestar
el que el gobernador otorgaba a los inquilinos (Falcón V., R.: 149-162).

230
el país, y que en su momento fueron consideradas radicales aunque, en el fondo, no

hacían sino poner en marcha las que se había propuesto la Revolución, y que en gran

medida estaban plasmadas en la Constitución de 1917.

Este es el caso de las luchas de los arrendatarios que se desataron en Yucatán, y que

se ubicaron en el doble escenario de construcción de una amplia base social que

desarrolló el Partido Socialista de Sureste, que integró tanto a trabajadores agrícolas

como a obreros e inquilinos, y el de las pugnas por la hegemonía local entre el

gobernador y Felipe Carrillo Puerto, un importante líder político local, proveniente de

las filas del zapatismo, sumado al gobierno reformista de Alvarado y uno de los más

activos promotores de las “Ligas de Resistencia” (asociaciones de los trabajadores

agrícolas), quién terminaría por sustituir al primero, después de un breve período de

éste en el gobierno (27 de noviembre de 1920 a 1 de febrero de 1921).

También lo es el del partido Socialista Radical en Tabasco o del Partido Socialista

Fronterizo en Tamaulipas, estados en donde igual que en Yucatán se presentaron

movilizaciones organizadas de inquilinos62, o el de Campeche en donde durante el

breve gobierno de Enrique Gómez Briceño, en 1921, se declaró de utilidad pública la

ocupación de fincas para habitación (Sedesol-Campeche, 2006: 20-21)63.

Todas estas experiencias se desarrollaron bajo la sombra ideológico-política de un

partido socialista regional, que en palabras de Fowler Salamini “representaba una

62
Este grupo político estaba integrado por los llamados gobiernos socialistas del Golfo de México, en donde hubo
gobiernos ubicados en el radicalismo constitucionalista o socialismo criollo, entre los que estaba además de Adalberto
Tejeda en Veracruz, el gobernador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto (1922-1924) (Partido Socialista del Sureste);
Emilio Portes Gil, Gobernador de Tamaulipas (provisional de mayo-julio 1920, y constitucional de 1925-28), (Partido
Socialista Fronterizo); Tomás Garrido Canabal en Tabasco (1922-1926), (Partido Socialista Radical); y Enrique Gómez
Briceño (1921), Guillermo Ferrer Vega y Ramón Félix Flores (1921-1923) en el estado de Campeche (Partido Socialista
Agrario Pro-Campeche), que tenían constantes fricciones con el presidente Obregón (García Mundo, O.: 52)
63
La mayoría de os gobiernos de estos estados estuvieron en ese período en manos de políticos provenientes de los
llamados partidos socialistas: Partido Socialista del Sureste en Yucatán, Partido Socialista Agrario en Campeche,
Partido Socialista Radical en Tabasco, el Partido Socialista del Trabajo de Veracruz y Partido Socialista Fronterizo en
Tamaulipas, todos ellos en la franja oriental del país sobre el Golfo de México, hubo sin embargo otros partidos
socialistas, como el Partido Socialista del Trabajo en el Estado de México que se fundaría hasta 1925 y que no tendrían
un papel relevante en la política inquilinaria.

231
alternativa reformista, popular y hegemónica frente al autoritarismo del gobierno

federal” (1998: 287-327), que con Obregón y Calles había impreso un carácter

altamente centralizado a las relaciones entre los gobiernos estatales y el de la

República.

Según este autor, estos movimientos de corte populista, que se desarrollaron a nivel

local, conformaron un conjunto de modelos de organización política que desafiaron al

gobierno central a partir de la presidencia de Carranza, pero más claramente, a través

de un proyecto alternativo de carácter local, durante el gobierno de Álvaro Obregón,

utilizando la movilización popular como principal soporte de las nuevas elites políticas

locales y regionales, que buscaban fortalecerse contra el creciente poder del gobierno

central (Ibíd.).

Precisamente en este marco es en el que parecen ubicarse las iniciativas inquilinarias

que se dieron tanto en Yucatán, Campeche y Veracruz en esos años, en donde los

gobiernos locales construían un proyecto reformista que no sólo tuvo un carácter

agrario, sino que intentaba desarrollar una política de carácter social que incorporara a

otros sectores de la población, particularmente a los obreros y a los sectores medios y

populares urbanos, aunque sin buscar un cambio radical en las condiciones de

acumulación, ni en el régimen de propiedad prevalecientes.

4.6. El centro occidente del país: en medio de las disputas

entre una elite política que emerge y otra que se resiste a

desaparecer.

Los Casos de Aguascalientes, Nayarit y Zacatecas son, por su parte ejemplos de una

movilización inquilinaria que tiene como telón de fondo dos situaciones críticas; una

232
ubicada en las relaciones entre la iglesia católica y el gobierno callista que afectó

particularmente el centro occidente del país aunque también llegó a San Luís Potosí, y

otra la de los gobiernos locales que no lograban consolidar su hegemonía a nivel

regional, ahí en donde las viejas elites no habían sufrido prácticamente ninguna

merma en sus intereses y privilegios como resultado del movimiento revolucionario, lo

que derivó en una gran inestabilidad política que, en el caso de los gobiernos de

Aguascalientes, Zacatecas y Nayarit, se puso de manifiesto en la escasa duración de

los gobernadores en el cargo durante 1925 y 1926.

En el caso de Aguascalientes hay indicios de que el movimiento de los arrendatarios

se originó al margen de la coyuntura nacional, y en el marco de la lucha por el poder

entre el también líder agrarista y gobernador José Ma. Elizalde, de filiación callista, y el

exgobernador y latifundista, miembro notable del Partido Católico Nacional, Rafael

Arellano Valle64.

Este enfrentamiento llevaría, primero, a imponer, por parte del gobierno del gobierno

callista, a Elizalde como gobernador, con el respaldo obrero, a través de la CROM,

hecho que se revertiría 10 meses más tarde con el desafuero del gobernador por parte

del congreso local. Ahí daría comienzo un turbulento episodio de la política estatal que

llevaría a que, a partir de la caída de Elizalde y hasta 1929, aparecieran en escena 9

gobernadores interinos.

En el corto período de Elizalde, y en su lucha contra la oligarquía local (encabezada

por Arellano Valle), opuesta a las iniciativas de la reforma agraria en un estado de

fuerte raigambre católica, que fue además al años siguiente uno de los más

importantes puntos de desarrollo del conflicto cristero, la ley inquilinaria parece una

medida excepcional, dirigida a ampliar la base social de un gobierno reformista cuyo

64
Hijo de un terrateniente local y antiguo gobernador pofirista Rafael Arellano Ruíz Esparza.

233
gobernador, a pesar de su origen agrarista, no parece haber contado con un

importante respaldo, ni del congreso, ni del campesinado local, que un año después

participaría activamente en la revuelta religiosa.

El caso de Zacatecas parecen repetirse algunos de los rasgos que estuvieron

presentes en Aguascalientes, ubicado al norte de éste, también presentó la doble

coyuntura del movimiento cristero y de una gran inestabilidad política. De hecho la

llegada de Pedro Belaunzarán al gobierno de Zacatecas, que impulsó la ley inquilinaria

del estado, está precedida de 25 gobernadores (entre 1920 y su nombramiento en

1925), situación que incluso después de su corto período de gobierno, cercano a un

año (relativamente largo para la situación prevaleciente), permanecería, e incluso se

agudizaría con el nombramiento de 11 gobernadores sólo en 1926.

Aquí, al parecer, las reivindicaciones inquilinarias contaron con el apoyo de del

gobierno estatal sin mayor oposición por parte de las autoridades centrales, en

realidad la alianza con los arrendatarios aparecía como estratégica tanto para el

gobierno local como para el federal en un contexto político y social en el que los

conservadores locales habían venido manteniendo desde 1923 una representación

muy importante en la vida política del estado impulsando una fuerte oposición a las

medidas de reparto agrario puestas en marcha por el gobierno de Calles desde que

llegó al poder en 1924 (Flores Olague., J., 1996: s/p).

En este sentido, la alianza entre el gobernador local y la presidencia de la República

parecía ser muy estrecha, Belaunzarán provenía de las filas de la CROM, y como

senador fue firmante de la carta de apoyo, por parte de varios legisladores ligados a

esa confederación, a la creación de la iglesia Católica Apostólica Mexicana (Ramírez

Rancaño: 120), con la que se pretendió provocar un cisma entre los católicos

234
mexicanos, presumiblemente impulsada por Morones y por el mismo Calles y que

derivaría, junto con la oposición a la ley Calles65, en la guerra cristera.

En el caso de Nayarit, por su parte, las reivindicaciones inquilinarias parecen haber

estado asociadas esencialmente a las disputas por la hegemonía nacional entre

Calles, en ese momento presidente de la República, y Obregón que se erigía como la

cabeza de la élite revolucionaria nacional, y que aspiraba a volver al poder

presidencial a través de la reforma constitucional que permitiría su reelexión.

Tal vez el punto culminante de esta situación, fue el enfrentamiento entre el

gobernador Pascual Villanueva (1922-1925), apoyado por Obregón y los hacendados

locales, y el senador y antiguo candidato al gobierno estatal Juan Espinoza Bávara

que, a su vez, contaba con el respaldo de los escasos sindicatos nayaritas y por

Calles, que llevó a una crisis política que, ante la destitución del gobernador a

principios de 1925, conduciría a la procesión de 11 gobernadores interinos, e incluso a

la ocupación de la capital del estado por el ejército federal (Meyer, Jean, 1997: s/p).

La llegada de Peña Ledón en 1926 como tercer gobernador constitucional desde 1918,

en el marco de la agitación producida entre el clero y los grupos católicos del estado

por la ley Calles, y del enfrentamiento entre las autoridades estatales y el jefe de

operaciones militares en esa entidad, parece llevar a la búsqueda de alianzas del

gobierno con los grupos sociales locales a través del impulso a la reforma agraria y de

la ley inquilinaria (Ibíd.).

Ni en este caso, ni en el de Aguascalientes o Zacatecas parece que se desarrollara en

esos años un movimiento inquilinario lo suficientemente sólido, orgánicamente

65
La llamada Ley Calles se publico en el diario oficial el día 2 de julio de 1926. Era reglamentaria del artículo 130
constitucional, que establecía la capacidad del estado de regular las actividades de las iglesias y sus representantes,
con el decreto reglamentario se restringió el poder y la presencia de la iglesia católica en la vida política y civil del país,
particularmente en la educación limitando además la presencia sacerdotes extranjeros.

235
hablando, como para impulsar el marco jurídico inquilinario que se decretó en esos

estados, en realidad, parece que éste, además de responder a una demanda real de la

población urbana, fue un recurso a través del cual los grupos políticos que emergieron

a la sombra de la Revolución buscaban desplazar a los viejos actores económico-

políticos locales que habían sobrevivido a la guerra civil y se habían fortalecido a

través e sus alianzas con los gobiernos centrales de Carranza y Obregón.

4.7. La intervención del gobierno federal: entre la tolerancia a

las luchas sociales reivindicativas y las disputas

contrahegemónicas

La intervención del gobierno federal en el conflicto de los arrendatarios en distintos

escenarios del país, parece desenvolverse en una actitud oscilante entre la represión

militar en aquellas situaciones que revelaban una mayor articulación entre los

sindicatos de arrendatarios y los poderes locales emergentes, que intentaban construir

una representatividad propia al margen de las estructuras centrales de control, y la

tolerancia a movimientos reivindicativos que no ponían en entredicho su hegemonía y

ante los que aparecía como “el fiel de la balanza”.

Hay ejemplos particularmente significativos de la forma en la que el gobierno federal

intentó contrarrestar la capitalización política que los gobiernos locales (estatales y

municipales), hicieron de las luchas de los arrendatarios, que contrasta con la

tolerancia con la que se abordaron algunas luchas reivindicativas sobre este tema. Al

respecto se pueden mencionar los ejemplos de organizaciones de inquilinos que se

desarrollaron por iniciativa de CROM y que se desenvolvieron entre dos vertientes de

actuación y fueron enfrentadas de manera distinta por el gobierno de la República.

236
Así, por una parte, los sindicatos de arrendatarios que la propia CROM intentó

impulsar en Veracruz, Guadalajara y la ciudad de México parecen mostrar el interés

del gobierno federal por emplear a esta organización obrera para encauzar la inquietud

entre los arrendatarios, y contrarrestar la presencia que los grupos anarquistas y el

P.C. tenían en las movilizaciones en torno al problema de la vivienda en varias de las

principales ciudades del país, o la misma influencia de los gobiernos locales en ellas66,

estrategia que contrasta con la que se utilizó para enfrentar al sindicato inquilinario

organizado por esta misma confederación laboral en la ciudad de Orizaba, que al

parecer había sido capitalizado por el gobierno local y estuvo fuertemente influido por

la experiencia del SRRI y por la presencia de militantes anarquistas, por lo que terminó

siendo reprimido de manera violenta por el ejército, como lo habían sido las

movilizaciones en el puerto de Veracruz y la ciudad de México.

En el contexto general del movimiento inquilinario hay uno, en particular, que parece

escapar de esta condición de subordinación, al menos de forma directa, a las disputas

hegemónicas locales, ubicándose más bien en el ámbito de las movilizaciones

espontáneas u originadas desde la propia base social, sin responder a las luchas por

el poder político local, lo que parece explicar el tratamiento del que fueron objeto por

parte del gobierno federal e, incluso, su “feliz”, aunque tardío desenlace.

Éste parece ser el caso de Matías Romero, tal vez el ejemplo de la lucha de

arrendatarios de suelo y vivienda en México más autónoma, aunque también la que

parece haber tenido menor impacto en la realidad social del país y la más acotada a

66
Aunque como lo señala Tamayo (op. cit.: 130 y 131), en varias regiones del país la CROM no era un organismo que
reducía su política laboral al colaboracionismo con el gobierno, ni la CGT estaba integrada por sindicatos que se
identificaban con el anarcosindicalismo (lo que explica por qué a pesar de que en Orizaba el movimiento sindical estuvo
liderado por miembros de la CROM, fue reprimido por el gobierno federal), lo que es innegable son las alianzas que la
dirigencia nacional de esta confederación obrera tuvo con los gobiernos de Obregón y Calles, y de su interés por
hacerse del control de las protestas de los arrendatarios de vivienda en varias de las ciudades del país, particularmente
cuando a finales del gobierno obregonista, y en medio del conflicto por la sucesión presidencial en 1923, la CGT apoyó
a Adolfo de la Huerta, contrincante del oficialista Calles, apoyado, a su vez, por la CROM (ver Rodríguez, M., 1980)

237
un problema local, y más directamente vinculada a una organización gremial: los

ferrocarrileros.

Esta condición “apolítica”, es la que podría explicar la razón por la qué fue tratada con

cierta tolerancia y por qué, a pesar de enfrentar a un concesionario ferroviario inglés e

intentar arrebatar a éste los predios y viviendas que arrendaban a los trabajadores, no

fue reprimido y fue capaz de sobrevivir por décadas hasta alcanzar, aunque de

manera tardía, sus principales reivindicaciones cuando la empresa de ferrocarriles, ya

nacionalizada, le cedería a los trabajadores los terrenos y viviendas que habitaban

(Cérbulo, V.: 61 y 62).

5. La trascendencia de las luchas inquilinarias

Fuera de este ejemplo, y de otros poco estudiados como el de Ocotlán en el estado

de Jalisco, que no parecen haber desencadenado una dinámica social importante, ni

tuvieron mayor trascendencia en el logro de sus demandas, se podría decir que hay

elementos para poder considerar al movimiento inquilinario como un fenómenos social

en torno al que estuvieron presentes los actores centrales de la vida política y

económica nacional del momento, y que estuvo vinculado a hechos políticos que

serían determinantes en la conformación del Estado nacional emergido de la

Revolución.

Fue también un movimiento que involucró a vastos y muy diversos sectores de la

población urbana, lo que le otorgó un rol particularmente relevante en su momento, si

consideramos que la clase obrera en México apenas estaba en formación67, por lo que

aparecía como el principal movimiento de masas urbanas del país aglutinado en torno
67
El proletariado urbano en México, según datos del censo de 1910, apenas reunía 240,000 personas, casi la mitad de
los 500,000 artesanos, y cerca de 46 veces menos que los 11 millones de trabajadores rurales existentes en el país
(García Mundo, O.: 60, y De la Mora, R.: 36 y 37)

238
a un problema y a reivindicaciones comunes; en este sentido se convierte en un

movimiento que alcanza una representación social sólo superada por el movimiento

campesino.

Fue también un fenómeno, que a pesar de responder en gran medida a condiciones

económicas y políticas locales, tuvo un alcance nacional, que si bien no impactó, a

partir de sus demandas y luchas, más allá de su particular ámbito territorial de

actuación, parece sin embargo haber jugado un papel determinante en la definición de

los distintos grupos de interés confrontados en torno a la cuestión habitacional en el

país, y perfiló un escenario de alianzas en un momento en que distintos actores se

diputaban la hegemonía del nuevo Estado.

Reunió, así, en el escenario de la política nacional, a los diferentes actores que

operaban en torno a la cuestión habitacional en el país, y con respecto a los cuales, en

adelante, se iría definiendo el contenido de la política institucional acerca de este

tema. Pero, sobre todo, puso por primera vez en la mesa algunos de los grandes

temas que subyacían al problema de la vivienda en ese momento: la concentración en

la propiedad del suelo, las condiciones de impunidad en las que operaba el régimen de

arrendamiento y, aunque de manera indirecta, la necesidad de una política de

producción de vivienda de bajo costo. Los tres temas estuvieron en el centro de las

disputas entre el capital inmobiliario y los inquilinos, y formaron parte de las líneas de

mediación que empleó el Estado en su relación con la sociedad civil por muchos años.

Vistas desde otra perspectiva, las luchas inquilinarias fueron, también, un factor que

influyó en la configuración orgánica del capital inmobiliario como un sector del capital a

nivel nacional. En la defensa de sus intereses particulares este sector mostró un

cambio significativo en su composición, integrando a los antiguos terratenientes

urbanos del porfiriato con militares y políticos ligados a la nueva élite gobernante,

239
enriquecida a través de prácticas especulativas inmobiliarias a galope del movimiento

revolucionario (Perló C., M., 1979: 776).

Aliados con de las nuevas elites políticas en su enfrentamiento con los arrendatarios,

los propietarios de las viviendas y del suelo urbano reaccionaron de manera

monopólica, como un grupo de interés económico y político, organizándose en uniones

de propietarios que adquirieron vínculos nacionales, y aglutinando en torno a ellos a

otros sectores sociales, políticos y económicos (incluyendo a los propios gobiernos

extranjeros), que podían darles apoyo. Operaron, en este sentido, tanto en el nivel

legal y político llegando, incluso, a emplear medios ilegales como el cohecho y hasta el

uso de las armas en defensa de sus intereses.

Fue también uno de los escenarios en los que tal vez, de manera más clara se dibujó

la lucha por la hegemonía entre los poderes políticos locales y federales, y en donde

con mayor nitidez quedó de manifiesto la importancia de disponer de un instrumento

de la hegemonía que permitiera al gobierno federal alcanzar presencia nacional y

lograr el respaldo de las crecientes masas urbanas, que si bien no tenían en ese

momento la relevancia ni el peso político, e incluso militar que el campesinado68, si

emergían como una fuerza social de primer orden.

Tal vez el caso más claro de la pugna entre el proyecto político centralista y uno que

buscaba la hegemonía local fue el caso veracruzano, en donde Adalberto Tejeda no

sólo apoyó abiertamente la creación y consolidación del movimiento inquilinario, sino

que respaldó sus demandas con la primera iniciativa de la ley inquilinaria que se

presentó ante el congreso estatal en 1921 y, después, con la Ley que finalmente se

aprobó en julio de 1922, y quien respaldó las huelgas de alquileres, lo que contrasta

68
Esta importancia militar quedó de manifiesto en la misma rebelión delahuertista que había contado con el respaldo
de casi la mitad del ejército y estuvo a punto de desencadenar una nueva guerra civil, la cual fue posible conjurar
gracias al apoyo de los agraristas, campesinos armados que jugaron un papel determinante en el conflicto armado.

240
con la posición del gobierno federal, que terminó por intervenir reprimiendo al sindicato

inquilinario del puerto y al movimiento de arrendatarios de Orizaba.

Un caso diferente es el de la Ciudad de México, en donde la disputa se estableció

entre el naciente Partido Comunista y el gobierno de la Ciudad, encabezado por uno

de los principales dirigentes de la CROM, Celestino Gasca (1920-1923), que había

llegado a la gubernatura como resultado de las alianzas y compromisos entre esta

central de trabajadores y Obregón, en el marco del apoyo que se ofreció a la

candidatura de éste a la presidencia de la República, y que le ayudaría a erigirse como

la cabeza dominante de las nuevas fuerzas políticas hegemónicas del país69.

La fortaleza de la CROM, y por lo tanto el peso político del gobierno de la ciudad,

estribaba precisamente en su capacidad de representación de los trabajadores y en la

posibilidad de mediatizar las demandas laborales de éstos y de canalizar su apoyo al

nuevo régimen. En este escenario, la disputa de un espacio de actuación político-

social, por parte del partido Comunista que, sin presencia efectiva en el movimiento

obrero, pretendió conformar su base social de apoyo en el movimiento inquilinario,

ponía en riesgo el papel hegemónico de esta central obrera y, sobre todo, su

capacidad de establecer alianzas con el gobierno obregonista.

La oposición del gobierno del Distrito Federal al movimiento inquilinario, los intentos de

la CROM por crear su propio sindicato de arrendatarios y la misma oposición de

Obregón a la Ley inquilinaria propuesta en diciembre de 1922, se ubican así en la

lucha hegemónica por el control y subordinación de un movimiento de arrendatarios

dirigido por el Partido Comunista, con el doble intento de fortalecer la presencia de la

69
Me refiero a la disputa entre Carranza y Obregón que no se reduciría al ámbito político, sino que derivó en una
rebelión militar, llamada Revolución de Agua Prieta, que culminaría con la muerte del primero y el encumbramiento
político del segundo.

241
central sindical (incorporando la reivindicación de los arrendatarios al programa de

actuación), y restarle base social a una emergente fuerza política de izquierda.

La cuestión habitacional aparecía, así, como un instrumento potencial de la

hegemonía, que manejado centralmente, permitiría al gobierno federal, y por lo tanto a

las elites posrevolucionarias nacionales, intervenir hasta el nivel más profundo de lo

local. Se ubicaba así, junto con la salud, la educación y la política laboral como un

tema de importancia política a un nivel similar al de la política agraria centralizada, la

concentración de los recursos fiscales, y por supuesto al control de las fuerzas

armadas.

Desde este punto de vista, la política habitacional no se entendió ni se planteó como

un problema social de carácter estructural, propio de las circunstancias que rodeaban

el desarrollo capitalista del país, sino como un problema propio del ejercicio del poder,

quedando en el mismo margen estrecho de los intereses inmediatos, en el que se

ubicaron las demandas de los inquilinos y de los propietarios.

Los primeros, sólo alcanzaron a ver los efectos últimos de una larga crisis y de las

condiciones endémicas del alojamiento, y la enfrentaron a través de una reivindicación

que, en el mejor de los casos, intentaba lograr un marco jurídico en torno al inquilinato,

u obtener concesiones de suelo para resolver coyunturalmente el problema del

alojamiento.

Los segundos, tuvieron incluso una perspectiva aún más limitada del problema, no

intentaron resolver el problema de la calidad de los alojamientos, ni enfrentaron el

problema de la disponibilidad de la vivienda, ni menos fueron capaces de desarrollar

un mercado habitacional, sólo se dirigieron a enfrentar el problema circunstancial del

242
monto de los alquileres, mediante negociaciones que les permitieran defender el

estrecho ámbito de sus intereses inmediatos.

243
244
CAPÍTULO 4
La construcción del Estado posrevolucio-
nario y la cuestión habitacional
Es la Revolución, la palabra mágica, la palabra que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría inmensa y una
muerte rápida.
Por la Revolución el pueblo mexicano se adentra en sí mismo, en su pasado y en su sustancia, para extraer de su
intimidad, de su entraña, su filiación.
Octavio Paz
El laberinto de la soledad

La política habitacional en México es un hecho propio del estado posrevolucionario, se

esboza sólo hasta que éste ha iniciado su proceso de consolidación, y se desarrolla a

la par que construye sus instituciones y los diferentes mecanismos de su legitimación

social y política, y de su función económica.

Hasta que él aparece en escena, la vivienda se había producido prescindiendo de la

intervención del Estado, y había respondido al funcionamiento de un mercado que

desde mediados del siglo XIX había operado dentro de los términos más puros del

liberalismo económico, hasta que a la luz de los resultados, durante la Revolución

mexicana, junto con todos los temas de justicia social que dejó pendientes el

liberalismo económico, el tema del alojamiento comenzó a adquirir una nueva

dimensión.

A caballo de ella, comenzará a definirse el perfil de la política social y, con ella, el de la

habitacional que desarrollará el Estado, comenzará a emplearse como un mecanismo

de intervención centralista en las cuestiones locales, como una herramienta ideológica

y política, y como un medio para pactar alianzas, y construir la hegemonía.

245
1. La herencia del liberalismo mexicano

En México, el conflicto entre liberales y conservadores consumió casi dos terceras

partes del siglo XIX, en el marco de esas disputas surgió de un caos eterno un país

que integró, casi milagrosamente, una multicolor gama de realidades lingüísticas,

culturales, económicas y sobre todo de intereses de oligarquías locales, se perdió

además casi la mitad del territorio conseguido con la independencia, y hubo un sin fin

de golpes de estado que depusieron a otros tantos gobiernos.

Del poder político se hizo casi dueño un dictador tropical autoerigido en “Alteza

Serenísima”, presidente en cuatro ocasiones y “hombre fuerte” de la política nacional

por casi 21 años, hasta que fue depuesto por una insurrección liberal que llevó a la

promulgación de la Constitución de 1857, que finalmente instauraría en el gobierno del

país a los liberales, no después de los sobresaltos de un intento de imperio y una

penúltima guerra civil.

En sus afanes por incorporar al país en el rumbo de las naciones modernas, los

liberales mexicanos optaron por introducirlo en la dinámica de la doctrina del

liberalismo económico aplicando con rigor el principio del “dejar hacer” y la poca, si no

nula, intervención pública en la actividad económica y en los temas sociales.

En el marco de esta lógica, tanto los liberales del primer momento, como en particular

la dictadura porfirista, optaron por centrar sus esfuerzos en la construcción de una

nacionalidad indefinida con la formación de ciudadanos a través de la educación (De

Gortari, Hira, y Ziccardi, Alicia, 1998: 202 y 203), y fuera de ella, por mantenerse al

margen mientras los agentes de la producción creaban la riqueza que en algún ilusorio

momento derramaría al resto de la sociedad, mejorando sus condiciones de vida.

246
La realidad resultante fue otra, y en materia de vivienda particularmente dramática

prevaleciendo, como hemos visto, una situación deplorable en las condiciones de vida

de la mayor parte de la población, la continuación de los mecanismos tradicionales

como la forma más socorrido para producir vivienda y un proceso de urbanización

caracterizado por una falta de condiciones mínimas para soportar el crecimiento de la

población.

1.1. La cuestión habitacional y el Estado liberal

Entre los primeros síntomas de que en la realidad urbana de principios del siglo XX la

cuestión habitacional era ya un problema, y que éste rebasaba con mucho los

mecanismos que imperaban en el país para su producción y distribución, estuvieron

las diversas iniciativas que, en plena confrontación armada, se propusieron en

programas y proclamas políticos, y en leyes estatales que buscaban obligar a las

empresas a dotar de vivienda a los trabajadores.

Estas iniciativas, que sólo intentaban convertir en ley una práctica que ya desde finales

de siglo se venían dando en las colonias industriales, sin tal vez proponérselo, o al

menos no haciéndolo explícitamente, pusieron en evidencia la casi absoluta falta de

mecanismos institucionales y el bajo nivel de desarrollo del capital inmobiliario para

poder resolver, a partir de los mecanismos propios del capitalismo liberal del siglo XIX,

el problema habitacional que emergía de los aún incipientes procesos de urbanización

e industrialización en México.

En la segunda mitad de ese siglo, los liberales apostaron a la solución de los

problemas sociales y políticos de México a través del desarrollo de las relaciones

económicas y de los principios democráticos. La diferencia entre ellos con el régimen

247
del porfiriato fue el cambio de los principios democráticos por el autoritarismo, pero el

énfasis en las libertades económicas como motor del desarrollo económico y de la

consecución de la felicidad social, sin casi la intervención del Estado, permaneció

intacto hasta la primera década del siglo XX.

Este liberalismo, en sus dos etapas, dejó en manos del capital comercial y del naciente

capital industrial no sólo la tarea de promover e impulsar el crecimiento económico del

país, sino la creación de algunas de las condiciones materiales para este crecimiento

(entre ellas la vivienda), sin que el Estado se planteara una participación directa en

ello. Por el contrario, en las iniciativas liberales del siglo XIX, se hizo énfasis en los

mecanismos institucionales más directamente vinculados con el desarrollo de las

actividades productivas y, en general, con las condiciones de acumulación.

Es cierto que fieles a esta visión, los gobiernos de esta época, en particular el del

porfiriato, realizaron importantes acciones para el impulso de la actividad económica,

principalmente a través de inversiones públicas en caminos, el otorgamiento de

concesiones para la construcción del ferrocarril, la habilitación de puertos marítimos y

la construcción de infraestructura en general (González de Cosío: 69-107), sin

embargo, a diferencia de la visión que las empresas industriales y mineras mostraron

acerca de la vivienda, como un factor de la producción, hasta el inicio de la Revolución

las iniciativas públicas en esta materia brillaron por su ausencia.

En efecto, hasta la segunda década del siglo XX se aprecia un vacío casi total de

instrumentos institucionales que impulsaran la construcción de vivienda de bajo costo,

llegando incluso a la falta de mecanismos que garantizaran que el escaso alojamiento

producido por los promotores privados, se ofreciera en condiciones de habitabilidad

similares, al menos, a las que ya se venían otorgando en las colonias industriales del

centro y norte del país.

248
El incremento de los alquileres de las viviendas urbanas, y las condiciones precarias

en las que se producía la vivienda para la mayor parte de la población de las ciudades,

no encontró ningún instrumento compensatorio en la administración pública en los

niveles federal, estatal y local, ni en los mecanismos legales de la salud pública, o en

cualquier otro marco regulatorio. Con respecto a la cuestión habitacional, los

regímenes liberales habían optado por la aplicación de una política casi irrestricta de

“dejar hacer”, como medio para impulsar el desarrollo del país, en palabras de Medina:

“Con una fe que rayaba casi en la ingenuidad, los liberales de la

primera hora creyeron que con un Estado mínimo de corte

típicamente liberal decimonónico, y disposiciones que fomentaban

la relaciones económicas en la sociedad, bastaba para instaurar

la democracia y la felicidad social.” (Medina, P., L., 1995: 15)

1.2. Los antecedentes del liberalismo en la producción de

vivienda y el mercado del suelo

Hasta el final del régimen porfirista se conocen sólo dos antecedentes de mecanismos

de política pública relacionados con la producción habitacional. El primero se refiere a

las disposiciones sanitarias dirigidas a la regulación de la construcción de la vivienda,

que en rigor se referían a la que se venía construyendo en las ciudades sin las

mínimas condiciones de habitabilidad, que fueron emitidas por el Consejo Superior de

Salubridad de México (CSSM); el segundo fue y la Ley Sobre Casas de Obreros y

Empleados Públicos del estado de Chihuahua emitida en 1906 (Barragán, J. I.: 57, y

Chanfón O., C. 1998: 357-359).

249
Creado el 4 de enero de 1841, el CSSM asumió las atribuciones de diferentes

organismos que lo antecedieron, entre ellas el Protomedicato, una institución colonial

creada desde 1535 y que aún continuaba operando. El nuevo organismo tenía un

carácter consultivo sin capacidad efectiva para expedir decretos de cumplimiento

obligatorio, de hecho sus funciones durante las primeras tres décadas de existencia

fueron simbólicas debido a que su reglamento fue aprobado hasta el 25 de enero de

1872 (AGN, 2003: s/p, y Chanfón O., C.: 358).

Entre sus funciones estaban las de inspección sanitaria de lugares públicos, boticas,

prostíbulos, y la aplicación de medidas preventivas y de emergencia en caso de

calamidades naturales y epidemias. Con base en ellas llegó a dictar disposiciones

reglamentarias sobre las edificaciones, particularmente sobre su altura y ventilación, la

dotación de agua potable y servicios de drenaje, sin embargo, dado el carácter

consultivo del organismo que las expidió, según Chanfón no hay indicios de haber sido

atendidas (Ibíd.).

El segundo caso fue una iniciativa del gobierno del estado de Chihuahua a finales del

porfiriato, curiosamente el mismo año en que el Partido Liberal Mexicano publicaba su

programa político en el que se incluía el tema habitacional. Esta Ley es un

antecedente novedoso en el marco jurídico de la realidad mexicana, señalaba una

serie de inmunidades y exenciones a los trabajadores que construyeran su casa a fin

de estimular la autoconstrucción (Barragán, J. I.: 57), aunque no consideraba ninguna

disposición para promover la inversión pública o privada en la construcción de

vivienda, ni abordaba las cuestiones relativas al arrendamiento.

Esta iniciativa, en particular, correspondía con una realidad urbana que ya se

observaba en buena parte de las ciudades del país para entonces, en la que el

crecimiento del número de familias rebasaba casi en un 28% el número de viviendas

250
producidas (ver Cuadro 9), y que en el caso particular de Chihuahua comenzaba a

presentar cifras sin precedente, incluso en comparación con las ciudades más grandes

del país, sólo baste mencionar que para 1900 la capital de ese estado, llego a alcanzar

tasas de crecimiento cercanas al 10,5%, muy por encima de las que presentaban las

ciudades más pobladas del país (ver Cuadro 10).

Cuadro 9: Condiciones de la demanda de vivienda, 1990-1910


Relac. entre
Increm.
Población Matrimonios fam. nuevas Composición
Año No de viv. Anual de
Nacional anuales e incremento fam. por viv.
viv.
de viv.
1900 13.607.272 2.797.407 s/d 63.722 s/d 4,86
1910 15.160.369 s/d 45.638 58.196 1,28 s/d
Fuente: Barragán, J. I.: 46

Cuadro 10: Comparación del crecimiento demográfico


de Chihuahua con las principales ciudades del país,
1890-1900
Ciudad 1890 1895 1900 TCMA
Chihuahua n/d 18.521 30.405 10,42
Ciudad de
n/d 339935 344721 0,28
México*
Guadalajara n/d 83.870 101.208 3,83
Monterrey n/d 58.855 62.266 1,13
Veracruz 18.200 n/d 29.164 4,83
Puebla n/d 91917 93521 0,35
Nota: * Sólo incluye la población del término municipal en ese momento, que
actualmente abarca el centro histórico de la ciudad de México.
Fte: INEGI, 2000, Estadísticas Históricas de México: 20, 22, 23, 24 y 27

No se dispone de información sobre el impacto de esta Ley en la producción

habitacional, y de haberlo habido, lo más probable es que haya sido muy marginal, no

sólo por su puesta en operación en un período en que porfiriato navegaba en las

aguas turbulentas de la crisis económica y política, sino porque intentaba estimular

una práctica (la autoconstrucción), que había operado siempre al margen de cualquier

regulación, y era uno de los medios de producción de vivienda más socorrido por la

población urbana y rural de bajos ingresos.

251
En el resto de los estados y en el propio Distrito Federal, no aparece hasta ese

momento instrumento alguno para el impulso a la producción de la vivienda obrera o

para la de los sectores de bajo ingresos, de hecho, fuera de estas dos iniciativas,

antes del inicio de la Revolución no se tiene información sobre ninguna otra dirigida a

la producción de la vivienda, ni tampoco alguno que se refiera a la provisión de suelo

para vivienda, ni a la regulación de las condiciones de la vivienda en alquiler.

En realidad, durante el régimen liberal, el marco jurídico más vinculado con la cuestión

del alojamiento había sido la legislación relativa a la dotación de suelo, que quedaba

regulada por el derecho agrario, la cual hacía referencia al estímulo de la colonización

u ocupación de baldíos70, al repartimientos para la creación de nuevas provincias o

repartimiento a comunidades71, y que, en teoría, intentaba combatir el latifundismo y la

amortización de la tierra72 (Bárcenas, Hilario, 1999: 42-47).

Fuera de éste, en términos generales la intervención del Estado en materia de la

producción de alojamiento no iba más allá de algunas disposiciones aisladas sobre las

condiciones más críticas de alojamiento en que vivían los pobres de la ciudad, de

hecho después de que en 1846 se promulgó el bando 2898 que contenía algunas

disposiciones en torno al funcionamiento de las vecindades (Barbosa Cruz, M.: s/p), no

se volvió a promulgar ni durante los gobiernos liberales que siguieron a la constitución

de 1857, ni menos aún en el transcurso del porfiriato, otro específico para la

construcción y el alquiler de viviendas.

70
Decreto del 4 de enero de 1823 destinado a estimular la colonización, ley de colonización del 6 de abril de 1830, reglamento de
colonización del 14 de diciembre de 1846, ley de colonización del 16 de febrero de 1854 ley de terrenos baldíos del 20 de julio de
1863, ley de colonización del 31 de mayo de 1875 ley de colonización del 15 de diciembre de 1883, ley de terrenos baldíos del 20
de julio de 1894.
71
Decreto del 14 de octubre de 1823 para el repartimiento de tierras en la nueva provincia de Tehuantepéc, ley sobre terrenos de
comunidad y de repartimiento de 1866, ley agraria del imperio del 16 de septiembre de 1866.
72
Ley de colonización del 18 de agosto de 1824, Ley de desamortización del 25 de junio de 1856, y artículo 27 de la constitución de
1857.

252
Lo que prevaleció en la intervención gubernamental fue una visión de auxilio social a

través del financiamiento de albergues y dormitorios públicos, que incluso permaneció

durante la etapa de la guerra civil y hasta después de que esta concluyó73 (ver Cuadro

11), a pesar de que las manifestaciones inquilinarias de 1912 habían puesto en

evidencia que el problema habitacional involucraba condiciones estructurales de la

economía, relativas a la vivienda en alquiler, a la concentración de la propiedad

inmobiliaria y, por supuesto, a la insuficiente producción de vivienda en las ciudades.

Cuadro 11: Gastos en asistencia a asilados del


dormitorio público de la calle del Triunfo en la
ciudad de México (pesos).
Año Gasto anual
1916 29.200
1917 21.900
1918 54.750
1919 32.850
1920 32.850
Total 171.550
Fte: Archivo Histórico de la Secretaría de Salud, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Dormitorios Públicos, leg. 1, exp. 5., tomado de
Barbosa Cruz, M.: s/p

En comparación con el contexto internacional, tanto considerando la experiencia

europea como algunas algunos casos en América Latina, México en materia

habitacional presenta un panorama verdaderamente desolador. A diferencia de ellas,

aquí no hubo ninguna iniciativa dirigida a la construcción de casas baratas, y lo que

prevaleció fue un desinterés gubernamental profundo por este tema hasta finales del

porfiriato.

Sólo cuando éste concluía, y con mayor virulencia hasta que estalló el movimiento

revolucionario surgió un interés en el ambiente político del país por este tema. A partir

73
A finales de 1915, en plena lucha de facciones entre el Constitucionalismo y la Convención Nacional de Aguascalientes,
Venustiano Carranza creó dormitorios para personas sin hogar, así como albergues y centros educativos para niños huérfanos (Fte:
Fuentes, Mario Luís. La asistencia social en México. Historia y perspectivas. México: Ediciones del Milenio, 1998 citado por
Barbosa Cruz, M.: s/p).

253
de entonces fueron apareciendo varias iniciativas, provenientes tanto de los sectores

radicales del liberalismo mexicano, como de los propios gobiernos estatales, que

fueron, a fin de cuentas, dibujando las líneas generales que prevalecerían en la

política habitacional en México a lo largo del resto del siglo XX.

2. La definición de los perfiles de la política

habitacional en México

Curiosamente, no fue ni en la etapa temprana del capitalismo mexicano, ni de la mano

de lo que podríamos llamar la primera fase de industrialización en México cuando el

problema de la vivienda emerge como una reivindicación fundamental de las masas

urbanas. Ni siquiera aparece como una reivindicación esencial dentro las luchas

obreras que se desataron a principios de siglo y que tuvieron su momento más álgido

y sangriento, en las huelgas de Cananea (junio de 1906), un importante centro minero

del estado de Sonora al norte del país, y Río Blanco (enero de 1907), en la región

industrial de Orizaba, en el estado de Veracruz, que 16 años después sería un foco

importante de la insurrección inquilinaria.

En realidad, en la aún joven experiencia de organización obrera en México74, para ese

sector social, el más estructurado orgánicamente a finales del siglo XIX, la cuestión

habitacional parecía ocupar un segundo plano en el orden de sus preocupaciones, por

debajo de las reivindicaciones salariales y laborales, debido al parecer, a que las

medidas paternalistas de algunas industrias que, como hemos visto, proporcionaban

vivienda en arrendamiento y algunos servicios a sus obreros, habían logrado ubicar la

74
La primera asociación obrera, que superó las iniciativas mutualistas, fue el Círculo de Obreros fundado en 1874, a
éste siguieron la Confederación de Asociaciones de Trabajadores (1876) y la Orden Suprema de Empleados
Ferrocarrileros Mexicanos y un conjunto creciente de organismos laborales entre los que estuvieron la Unión Liberal
Humanidad en Cananea y el Gran Círculo de Obreros Libres en Orizaba que protagonizaron las huelgas en esos dos
centros obreros (Trueba Urbina, A., 1978: 351).

254
cuestión habitacional en una posición marginal con respecto de las principales

reivindicaciones del momento, subordinándola a las prestaciones laborales.

Sin embargo, a juzgar por la mención que en el Programa del Partido Liberal se hizo

de la cuestión habitacional, sin duda éste era un asunto que debía estar presente entre

los trabajadores a finales de la dictadura75. Sin ser una reivindicación que fuera más

allá de las prácticas que se venían acostumbrando en buena parte de las “modernas”

industrias textiles del momento, en algunos centros mineros e incluso en varias

haciendas desde el último tercio del siglo XIX, lo significativo de esta mención era que

incorporaba el tema del alojamiento al ámbito de las reivindicaciones políticas y

sociales, posición que no perdería desde entonces en la vida política nacional.

El problema habitacional en México aparecía así, a principios de siglo, como un asunto

que comenzaba a interesar y preocupar a la opinión pública y a aparecer en la agenda

política del país como un tema separado de las demandas laborales, y como una

cuestión novedosa y un asunto relacionado con las responsabilidades del Estado.

Hasta ese momento, el problema del alojamiento había sido concebido como algo

relativo al ejercicio del derecho de propiedad del suelo y, en menor medida, como una

cuestión de salud pública o de auxilio a grupos desamparados, su reconocimiento

como un problema relativo al quehacer público fue, en este sentido, un paso

determinante para que apareciera en el imaginario colectivo como un asunto que

estaba en medio de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil.

75
En el punto 27 del Proyecto publicado en 1906, por el periódico Regeneración, referente a los temas de “Capital y
Trabajo”, se propone “Obligar a los patrones o propietarios rurales a dar alojamiento higiénico a los trabajadores
cuando la naturaleza del trabajo de éstos exija que reciban albergue de dichos patronos o propietarios”, lo que resultó
de esta iniciativa es que provenía de una auscultación que los promotores del PLM, habían realizado en distintas
regiones del país para elaborar el proyecto del programa de este partido (Flores Magón, R. 1906 [a] y [b])

255
2.1. El origen de los rasgos clientelares de la política

inquilinaria.

No hay pues, otro antecedente más remoto de la política habitacional impulsada a

partir de la Constitución de 1917, que los pronunciamientos políticos y las iniciativas

normativas que en esa materia se impulsaron a partir del Proyecto del Programa del

Partido Liberal publicado en Regeneración el 15 de abril de 1906, refrendado en el

Programa de éste organismo político el 1 de julio siguiente.

Por primera vez en México, en una iniciativa política, la cuestión de la vivienda, y en

particular la cuestión inquilinaria, aparecían dentro del conjunto de problemas nodales

de la realidad nacional, que debería proponerse resolver cualquier proyecto de nación

que pretendiera sustituir a viejo orden porfirista.

A partir de ese momento, el tema del alojamiento en el país comenzará a emerger,

cada vez más, como un tema recurrente en las demandas de la población urbana, y

como un asunto fundamental en la agenda de los distintos grupos políticos y militares

que se conformaron a lo largo de los casi siete años que tomó el conflicto armado de

la guerra civil, así como una cuestión crucial para la consolidación y la hegemonía de

los gobiernos que se sucederían a partir de la promulgación de la Constitución General

de la República de 1917.

La visión del Programa del PLM y su proyecto, sin embargo, sólo apuntaron a uno de

los temas que constituirían el trípode de la política habitacional del país a partir de los

años 20: la dotación de vivienda en alquiler para los trabajadores. La política urbana

de suelo (informal y formal), y la producción de vivienda, serían otros asuntos que

surgirían en la doble fragua de la Revolución Mexicana y la insurrección inquilinaria,

256
durante los cerca de treinta años que siguieron a la revolución maderista que llevó a la

renuncia de Porfirio Díaz.

A pesar de su limitado enfoque, no cabe duda, sin embargo, que los planteamientos

del Programa del PLM, desde su promulgación hasta 1914, fueron la base de todas las

propuestas que se hicieron sobre el tema durante la primera fase de la Revolución

Mexicana, conservándose su espíritu en el manifiesto del propio PLM de 1911, en

donde en una propuesta mucho más radical que la de 1906, se exigía “la expropiación

de todos los medios de producción y de las casas” (Flores Magón, et alt., 1911: s/p).

Fue también utilizado por los diferentes grupos político-militares como un instrumento

para atraer el apoyo de distintos sectores sociales en sus diferentes disputas por el

poder, inaugurando así la costumbre de emplear el tema habitacional como

instrumento de alianzas políticas hábito que, a partir de entonces, será una constante

en el uso de las políticas sociales76.

Las sucesivas iniciativas que se impulsaron a partir de entonces parecerán ubicarse

en esta misma dirección. Así, el decreto de Venustiano Carranza de anulación de

incremento en los alquileres en la ciudad de México del 30 de septiembre de 1914,

parece un coqueteo con la sociedad civil capitalina, en particular con el movimiento

obrero, en un momento en el que se convoca a la Convención Revolucionaria en la

Ciudad de México77, tendiente a distender los conflictos entre la elite revolucionaria.

76
Sólo como ejemplo cito la incorporación de la propuesta que obligaba a los empresarios a dotar de vivienda a sus trabajadores,
junto con otras propuestas reformistas, en el Pacto de la Empacadora dirigido a derrocar a Madero y que fue utilizado por Pascual
Orozco para establecer vínculos con los distintos grupos políticos reformistas inconformes con el gobierno maderista, a pesar de las
alianzas que había establecido con los grupos conservadores que apoyaron su rebelión. Este hecho marca, me parece, la
inauguración de la práctica de emplear la política habitacional como un instrumento de alianza entre grupos políticos, que se
desarrollará durante el resto de la guerra civil y que permanecerá en la práctica de los gobiernos posrevolucionarios.
77
A la Renuncia de Huerta el 15 de julio de 1914, se convocó ese mismo año a una Convención Revolucionaria, inicialmente
convocada para realizarse a partir del 1º de octubre en la ciudad de México, terminará por trasladarse a la ciudad de Aguascalientes
el 10 de octubre siguiente, ésta Convención incluía a todos los grupos político-militares, con la intención de alcanzar acuerdos que
evitaran una confrontación generalizada; su fracaso derivó en una guerra civil de la que surgió como hegemónico el grupo
constitucionalista que en principio demandaba la reinstauración de la constitución de 1857, y que terminó impulsando un Congreso
del que surgiría en 1917 una nueva Constitución.

257
Esta iniciativa, que suprimía los aumentos de alquileres en la capital del país, se puso

en marcha a poco más de un mes de la entrada del gobierno Carrancista a la ciudad

de México y sólo un día antes de que dieran inicio los trabajos de la Convención, en un

momento político-social en el que se comenzaba a establecer vínculos con la Casa del

Obrero Mundial, en la búsqueda de un respaldo de los obreros organizados al

gobierno provisional de Carranza.

De hecho el decreto parece haber formado parte de una serie de medidas tendientes a

ganarse la simpatía de la principal organización obrera de ese momento, estuvo

precedido de la reapertura de la Casa del Obrero Mundial (COM) (clausurada por el

gobierno de Huerta), al día siguiente de la entrada de Carranza a la capital (21 de

agosto), y por la entrega de un antiguo convento como sede de esta organización (y

más tarde de la casa de los Azulejos) (Esteves, J. y Gill, Ramón: s/p), y es el

preámbulo de las propuestas que la COM presentará en los primeros trabajos de la

Convención en la ciudad de México, en donde, entre otras, se planteó la propuesta de

bajar los precios de los alquileres en una tercera parte (Lear, J., 2001: 119 y 137).

El tiempo demostraría el carácter coyuntural de estas medidas, que en ese momento

le permitían a los constitucionalistas tener como aliado a una organización obrera cuya

estructura tenía alcance nacional, y en la cual había importantes ex-militantes del

Partido Liberal Mexicano (entre ellos Antonio Díaz Soto y Gama, y Santiago R. de la

Vega), que es probable que hubieran trasladado a la agenda de esta organización

algunas de las reivindicaciones del programa del PLM, entre las que estaba el tema de

la vivienda obrera.

En el transcurso de la guerra civil, que resultará del fracaso de la Convención de

Aguascalientes, el tema habitacional continuará adquiriendo un carácter de

instrumento ideológico de la mano de los distintos grupos políticos y militares, así, lo

258
mismo que había ocurrido con las primeras iniciativas constitucionalistas en la ciudad

de México sucedió, poco después, con las impulsadas por el gobierno de la

Convención entre 1914 y 1916.

Este fue el caso, por ejemplo de los dos decretos del gobierno de la Convención

durante los dos breves períodos que ocupó la ciudad de México dirigidas a hacerse del

respaldo de la población de la capital del país y, muy probablemente, para tratar de

contrarrestar la participación de la COM en la guerra civil (a través de los Batallones

Rojos), del lado del constitucionalismo.

En el primero, vigente entre noviembre de 1914 y enero de 1915, se prohibieron los

“desalojos injustificados”; y en el segundo, entre principios de marzo y julio de ese

mismo año, se otorgaba una moratoria al pago de los alquileres en esa misma ciudad

(Jiménez M., J. H., 1993: 131).

Ambas medidas fueron francamente coyunturales, y se ubican en el marco más amplio

de un conjunto de leyes y proyectos de ley dirigidos a dar los primeros pasos en la

reforma agraria y en la regulación de las condiciones laborales propuestas por el

gobierno de la Convención, en los que el tema habitacional brilla por su ausencia.

Tal vez los ejemplos más reveladores son la Ley Agraria, publicada el 26 de octubre

de 1915, que retoma, en lo general, los planteamientos zapatistas del Plan de Ayala

(Martínez Escamilla, R., 1978: 245-255), la ley sobre accidentes de trabajo, de la

misma fecha, dirigida a establecer las condiciones de protección laboral y de

indemnización para los trabajadores (Espejel, L. y Olivera, A., 1988: 284-286), el

proyecto de Ley general del Trabajo (del 7 de noviembre de 1915), que establece las

condiciones de regulación laboral (ídem: 195-198), y en particular, el Programa de

259
Reformas Político-Sociales publicadas el 18 de abril de 1916, poco antes de la

disolución del gobierno de la Convención (ídem: 328-332).

Todas ellas, impulsadas después de los decretos de control de desalojos y de

moratoria de pago de alquileres de 1914 y 1915, no incorporan ningún aspecto relativo

al problema habitacional: nada sobre el problema del arrendamiento de vivienda

urbana ni los derechos de los arrendatarios, y nada con respecto al acaparamiento de

suelo urbano. La cuestión habitacional se ubica sólo en el trasfondo de los objetivos

fundamentales que, por otra parte, no son muy distintos a los que el gobierno

constitucionalista impulsaría más tarde; el problema inquilinario y, con él, el del

alojamiento, parecen continuar en un plano secundario y sólo se resolverá de manera

circunstancial.

Algo muy similar ocurriría en el otro lado de la moneda en esta lucha de facciones por

alcanzar el consenso de la población urbana. El gobierno constitucionalista, impulsaría

en ese tiempo medidas tendientes a reforzar su respaldo social en los lugares en

donde trasladó su gobierno, primero en Veracruz, en el mismo período en el que el

ejército de la Convención ocupaba la ciudad de México, en donde entre mayo y julio

de 1915 emitió tres decretos dirigidos al control de los alquileres, uno en el Puerto de

Veracruz (Berra, E., 1987: 387 y García Mundo, O., 1976: 44), a la sazón capital del

constitucionalismo, y después otros dos en la ciudad de México en 1916.

Éstos, en particular, fueron publicados en el marco de la toma definitiva del gobierno

constitucionalista de la capital del país después de la derrota militar del ejército de la

Convención, y del rompimiento del gobierno carrancista con la Casa del Obrero

Mundial con motivo de una huelga general en la capital del país, que demandaba el

pago de salarios en oro ante la pérdida de valor del papel circulante, y que llevó a

decretar el cierre de las instalaciones de esta organización y a la aprehensión de sus

260
dirigentes en la ciudad de México, con lo que la vida de esta organización llegó a su fin

(Esteves, J. y Gill, R., 2003: s/p).

Ambos se dan al poco tiempo de que se instala de manera definitiva el gobierno

constitucionalista en la capital del país, y parecen responder a una intención de ofrecer

un paliativo a los trabajadores urbanos de la capital ante la represión sufrida por al

COM y su disolución.

En el primero, promulgado el 4 de mayo (Jiménez M., J. H.: 140 y Berra: 387), se

impone un congelamiento de los alquileres a los precios vigentes a abril de ese año,

precisamente coincidiendo con el momento en que se había instalado el gobierno

constitucionalista en la ciudad; y el segundo, emitido poco más de dos meses después

(14 de julio) (Ibíd.), prohíbe a los propietarios aumentar el precio de los alquileres y les

obliga a arrendar las viviendas que se encuentren desocupadas.

Es revelador del carácter coyuntural de estos decretos, y de que parecen responder a

medidas que buscaban el apoyo momentáneo de la población, idea que se fortalece

por el hecho de que a la entrada del ejército constitucionalista a la ciudad de México

no se refrendaran los decretos promovidos por el ejército de la Convención en defensa

de los inquilinos, sino que éstos perdieron su vigencia de manera inmediata sin que

fueran sustituidos por otros equivalentes.

Lo es también el que los decretos de mayo y julio de 1916 tuvieron un carácter

provisional, y que incluso las medidas tomadas a favor de los inquilinos en Veracruz

en 1915, durante la estancia provisional del gobierno constitucionalista en esa ciudad,

fueran derogadas en noviembre de 1916 restituyendo los derechos de los propietarios,

con el argumento de que “se producían grandes trastornos en la recaudación de

impuestos sobre la propiedad urbana” (García Mundo, O.: 44 y 45 y Estado de

261
Veracruz, Colección de Leyes y Decretos, 1916, No. 940, p. 540, citado en Berra, E.:

387).

Una vez concluida la guerra civil, promulgada la Constitución de 1917, y establecido

(al menos en un principio), el control de la nueva elite política sobre la vida política del

país, las iniciativas en materia de arrendamiento de vivienda por parte del gobierno

constitucionalista desaparecieron. De ahí en adelante y hasta 1922, no habrá

prácticamente ninguna iniciativa promovida por el gobierno federal, y las que se

impulsaron a nivel local como resultado del movimiento inquilinario, volverán a

emplearse como mecanismos de alianza pero ahora en torno a coyunturas locales y a

pugnas entre poderes regionales.

2.2. Los atisbos en la construcción de vivienda social y el

recurso de los fraccionamientos ilegales

Todo el marco político y normativo en materia de arrendamiento e inquilinato durante

el período revolucionario (incluyendo los últimos años del porfiriato y los primeros que

siguieron a la promulgación de la Constitución de 1917), con ser emblemático del

carácter de instrumento ideológico y clientelar que adquiriría en los años sucesivos la

política habitacional en México, sólo apuntan a uno de los tres temas que emergerían

esos años como los factores fundamentales del problema habitacional, y que definirían

los rumbos a través de los que transitaría la política habitacional en México al concluir

el movimiento revolucionario.

Los otros dos serían, por una parte, la construcción de vivienda, que apenas aparece

insinuado en el programa del PLM y que finalmente se plasmaría en la fracción XII del

artículo 123 constitucional y, por otra parte, el que sería, por así decirlo, la política de

262
vivienda “oculta”, que tendería a institucionalizar una práctica que desde la

desamortización había permitido ir resolviendo las necesidades de alojamiento a una

buena parte de la población urbana, y que durante, y después de la Revolución, se

convertiría en la forma en la que la mayor parte de la población urbana cubriría sus

necesidades de alojamiento: el fraccionamiento ilegal de fincas rústicas.

En el caso mexicano, a diferencia de lo que venía pasando en otras partes del mundo

en esos años, no sólo en Europa, sino incluso en algunos países de América Latina,

como Chile y Argentina, con la legislación dirigida a promover la construcción de casas

baratas78, y fuera del caso ya mencionado e intrascendente de Chihuahua, la

producción de vivienda de bajo costo nunca se planteó, hasta los años 20, como una

solución al problema habitacional.

Lo más que se llegó a proponer, como ya hemos visto, fue la obligación de los

patrones de dotar de vivienda en arrendamiento a los obreros en empresas alejadas

de los centros de población, que de hecho intentaba institucionalizar una práctica que

ya se venía realizando en el país con las colonias obreras en las ciudades industriales

y las calpanerías en las haciendas agropecuarias. La producción de vivienda para su

venta a los trabajadores urbanos fue un tema que, todavía hasta principios de los años

treinta, continuó desdeñándose e incluso en esos años tuvo un carácter casi

anecdótico, para sólo aparecer como una parte fundamental de la política habitacional

hasta finales de los años 40.

Este desdén por un marco jurídico que impulsara la construcción de vivienda para

trabajadores estuvo incluso presente en la misma propuesta original que Carranza

envió al Congreso Constituyente el 6 de diciembre de 1916, en la cual no se incluyó un

78
Las primeras legislaciones de casas baratas aparecieron en Europa a finales del siglo XIX, entre ellas destacan la ley
Belga de 1889, la inglesa de 1890, la francesa de 1894 y la española de 1911. en el caso latinoamericano, tal vez los
casos más representativos, si no es que los únicos, son el chileno con la Ley de habitaciones Obreras de 1906 y la de
Argentina de ese mismo año (cfr. Castrillo Romón María A., 2003: s/p; y Dattwyler, Rodrigo Hidalgo, 2000: s/p)

263
apartado específico a las condiciones del trabajo ni a la vivienda, los términos

generales relativos al primero estaban planteados en el título de las garantías

individuales, y ahí se soslayaba la cuestión habitacional. Fue en la contrapropuesta

presentada por la comisión respectiva, del Congreso Constituyente, la que incluyó el

tema laboral en el artículo 123, y dentro de él el tema de la vivienda, todo hace pensar

que impulsado por los sectores reformistas del constitucionalismo79.

Sería a partir de este artículo que se construiría el andamiaje de la política de

construcción de vivienda para los trabajadores, pero aún tardaría mucho en ponerse

en marcha, comenzaría con el ofrecimiento de unos pocos créditos en las dos

primeras décadas de gobiernos posrevolucionarios, y un par de desarrollos

habitacionales para trabajadores en el Distrito Federal y otro más en Irapuato, en el

estado de Guanajuato, en los años 30, pero sólo hasta los años 40 se comenzaría a

financiar la construcción masiva de vivienda y la disposición constitucional se aplicaría

hasta los años setenta con la creación del INFONAVIT.

La solución real a la cuestión habitacional todo ese tiempo, sería la que venía

operando de hecho desde el siglo XIX, en particular desde que con el porfiriato se fue

consolidando el capital inmobiliario urbano en el país, y estaría más bien relacionada

con la tolerancia de las autoridades a la construcción irregular de fraccionamientos

para los pobladores pobres de las ciudades, para los que incluso las precarias

condiciones del inquilinato eran inaccesibles.

Esta práctica, lejos de desaparecer con el movimiento revolucionario, más bien se

fortaleció ante la evidencia de que ninguno de los grupos político-militares

confrontados tenía un proyecto en torno al control de la propiedad inmobiliaria urbana,

79
Había sólo tres artículos referidos al tema laboral, el 4 y 5 relativos a la libertad del trabajo, y el 9 que regulaba el
derecho de asociación (Diario de Debates del Congreso Constituyente: s/p).

264
tal y como sí se tenía, o fue surgiendo, con respecto a la propiedad agrícola. Ante este

vacío, y con la protección que las inversiones en suelo ofrecían, el mercado

inmobiliario durante el conflicto armado encontró un campo propicio para su desarrollo.

Ante una situación generalizada de crisis política durante casi una década, y ante un

aparato gubernamental frágil que se movía al ritmo que lo hacían las coyunturas

político militares y de la manera como estas se fueron resolviendo, buena parte de los

capitales se volcaron en inversiones inmobiliarias derivando en un fuerte

acaparamiento del suelo disponible, y en una intensa actividad especulativa que se

expresó en la aparición de numerosos fraccionamientos en ese período.

2.2.1. El ejemplo de la Ciudad de México

Tal vez el caso que más claramente ilustra este fenómeno fue la ciudad de México, en

donde en el período revolucionario que va de 1910 a 1917, y a pesar de la

inestabilidad política, se crearon alrededor de 21 nuevos fraccionamientos en la

periferia urbana, la mayoría de los cuales estuvieron dirigidos a los pobladores pobres

de la ciudad (ver Cuadro 12). En ese período las crisis económicas coyunturales y el

desempleo80, que estaban en el fondo de las protestas inquilinarias de 1912, llevaron a

la expulsión de parte de la población arrendataria de las áreas centrales a la periferia

urbana.

Éste traslado se vio además favorecido por la poca permanencia y aplicación de las

disposiciones que, tanto convencionistas como constitucionalistas, establecieron para

contener las prácticas especulativas en torno a los alquileres, lo que debilitó su

80
Aunque al parecer la economía mexicana terminó recuperándose hacia 1920, en los primeros años de la Revolución
hubo síntomas de una crisis económica, entre 1910 y 1914 tuvo un receso que entre 1915 y 1916 se convirtió en
contracción, y la recuperación de la manufactura y la minería hacia finales de la década se dio con menos trabajadores
que antes (Womack, J., 1987: 17).

265
capacidad para permanecer en las vecindades de las áreas centrales pagando los

relativamente altos alquileres, viendo en la compra de una parcela a bajo costo en las

afueras de la ciudad una mejor opción, que brindaba además la expectativa de auto-

construir su vivienda en el mediano plazo y esperar mejores tiempos para la

introducción de servicios urbanos.

Esta dinámica que era utilizada por un número cada vez mayor de población ubicada

en los sectores urbanos de bajos ingresos (aunque en realidad ya lo venía siendo

desde el antiguo régimen), fue a través de la que se fueron conformando barrios y

colonias en el contorno oriente y norte de la ciudad de México. Como resultado de ella

se desarrollaron colonias como Ampliación Vallejo, Buenos Aires, Aragón,

Zacahuitzco, Ahuehuetes, Balbuena, Portales, Valle Gómez, Romero Rubio y

Nativitas, entre otras, que formarían parte de lo que el Instituto Nacional de la

Vivienda, en los años 50, llamaría la Herradura de Tugurios de la ciudad de México81

(ver Cuadro 12).

Varias de estas promociones inmobiliarias así como otras, dirigidas a sectores sociales

de ingresos medios y altos, fueron impulsadas por los viejos fraccionadores que

venían operando desde el porfiriato82, varios de ellos extranjeros, que habían protegido

sus capitales en un intenso y especulativo fraccionamiento de los terrenos

pertenecientes a los ranchos y haciendas de la periferia urbana, y resguardado sus

inversiones a través de empresas registradas en sus países de origen, con lo que las

ponían a salvo de eventuales afectaciones por parte de los grupos revolucionarios

(Jiménez M. J. H.: 299).

81
En este estudio se estimaba que la llamada Herradura de tugurios, que flanqueaba a la ciudad de México por el norte
y el oriente, abarcaba cerca de 1,100 ha. y una población superior a los 500 mil habitantes (cfr., INV, 1958)
82
Ampliación Vallejo, Ahuehuetes, Balbuena, Portales y la colonia Santo Tomás fueron promovidas por empresas del
promotor norteamericano Herbert P. Lewis o directamente por él, la colonia Central fue impulsada por Gustavo P.
Hubp, principal accionista de la empresa promotora, Alberto Braniff, fue el desarrollador del fraccionamiento de la
Hacienda de Guadalupe y Remigio Noriega de las colonias Aragón y Valle Gómez (Jiménez M., J.: 157-164 ).

266
Cuadro 12: Promoción de Fraccionamientos en la ciudad de México
1910-1917
Nacionalidad del Perfil
Colonias Año Promotor
promotor socioeconómico
Ampliación Colonia Cía. Mexicana de
1911 Estadounidenses Bajo (HT)
Calzada Vallejo Terrenos, S.A.
Buenos Aires 1911 Antonio Sala et alt. Mexicanos Bajo (HT)
La Concepción * 1912 José G. Salazar et alt. Mexicano Medio
Colonia Aragón 1913 Remigio Noriega Español Bajo (HT)
San Miguel Rafael Martínez de la
1913 Mexicano Medio-Alto
Chapultepec * Torre
Cía. Predial San Mayoría
Zacahuitzco 1913 Bajo (HT)
Simón, S.A. estadounidense
Cía. de Terrenos
Colonia Central 1914 Estadounidenses Medio
Central
Col. Sto. Tomás 1914 Herbert P. Lewis Estadounidense Medio
Cía. Mexicana de
Ahuehuetes 1915 Estadounidenses Bajo (HT)
Terrenos, S.A.
Ignacio Rivera y
Argentina 1915 Mexicano Bajo
Sucesores
Cía. Mexicana de
Balbuena 1915 Estadounidenses Bajo (HT)
Terrenos, S.A.
Cía. Fraccionadora Sn.
Parque Sn. Andrés 1915 s/d Medio-Bajo
Andrés
Cía. Mexicana de
Portales 1915 Estadounidenses Bajo (HT)
Terrenos, S.A.
Valle Gómez * (b) 1915 Remigio Noriega Español Bajo (HT)
Campestre * 1916 M.L. de Teresa e hijo Mexicano Alto
Banco de Londres y
Huerta del Carmen * 1916
México
Capital Inglés Alto
Escandón 1916 Sres. Escandón Mexicano Medio
Fracc. Agrícola de la
México-
Hacienda de 1916 Alberto Braniff Alto
estadounidense
Guadalupe
Cía. de Construcc. y
Romero Rubio * 1916
Préstamos de Méx.
N/D Bajo (HT)
Cía Urbanizadora
Nativitas 1916 N/D Bajo (HT)
Mexicana
Americana * (a) 1917 American Colony, S.A. Estadounidense Alto
Fte: Elaborado a partir de la relación de fraccionamientos presentada por Jiménez M., J:156, corregida con base en los datos
expuestos por él en las páginas siguientes (157-164), sin embargo hay que señalar que en el cuadro original hay
inconsistencias en relación con el plano de colonias de la página 332, en donde 7 de las colonias (*) se formaron antes de
1910, Dolores Morales, por su parte, confirma que una de ellas se desarrolló entre 1900 y 1910 (a) y otra entre 1884 y 1898
(b) (Morales, M. D. 1974:Plano No. 6, p. 104).
Nota: HT desarrollos ubicado en la Herradura de Tugurios según el Instituto Nacional de la Vivienda (cfr. INV, 1958)

2.2.2. El caso de Guadalajara y el contexto general

Una situación similar a la que se observó en la ciudad de México, aunque en menor

magnitud, se vivió en otras ciudades del país como Guadalajara, en donde los

promotores inmobiliarios desarrollaron al menos 3 fraccionamientos durante 1916,

267
precisamente cuando concluía el período de la guerra de facciones: la colonia

Jalisciense, la colonia Agua Azul y la Colonia la Perla, también dirigidos

fundamentalmente a sectores de bajos ingresos (López Moreno, E., 2001: 183-187).

Un par de año antes, el mismo gobierno de ese estado había impulsado el desarrollo

de la Colonia Obrera, iniciativa que se reviviría en 1922 para resolver el problema

inquilinario en la capital tapatía. Ésta, promovida en 1914, fue resultado de una

solicitud al gobernador del estado para la cesión de terrenos al sureste de la ciudad,

para establecer una colonia para trabajadores del gobierno estatal, pagaderos en

módicas sumas semanales (ídem: 179-181).

Aunque no se dispone de información de los sucedido en esos años en otras ciudades

grandes del país, como Monterrey, Puebla o Veracruz, es posible suponer que este

proceso, aunque en diferentes magnitudes y con otros agentes inmobiliarios, se

presentó durante esos años o iniciarían poco después de los años 20 en ciudades

medias o pequeñas, Como Saltillo (Cuellar Valdés, P.: 236-242), en donde la

participación del capital inmobiliario parece haber operado bajo condiciones muy

similares y bajo los mismos principios.

2.2.3. La reconfiguración del capital inmobiliario: viejos y nuevos

actores

Con base en los dos casos mejor documentados (Cd. de México y Guadalajara), es

posible sostener que el capital inmobiliario que venía operando desde el porfiriato, vio

en la urbanización de la propiedad agrícola de la periferia de las ciudades, a través de

los fraccionamientos, una forma segura de resguardarla de la reforma agraria, y

verían, más tarde, que esta sería una forma de establecer alianzas con la nueva elite

268
revolucionaria emanada del constitucionalismo. Un caso típico de cómo se expresaron

éstas fue el apoyo evidente de la nueva clase política en la ciudad de México al

fraccionamiento de algunas haciendas en el contorno de la ciudad de México, después

de expedirse la constitución de 1917, en un momento en el que se prohibía que la

propiedad agrícola se parcelara y se vendiera (Jiménez M., J. H.: 141).

En realidad, los vínculos del capital inmobiliario con el poder político no se perdieron

en ningún momento, y permanecieron casi en las mismas condiciones en las que se

habían presentado durante el siglo XIX, en donde políticos de todo nivel participaron

muy activamente en los negocios relativos al fraccionamiento de terrenos a través de

su asociación con promotores inmobiliarios nacionales y extranjeros, desde los

primeros fraccionamientos de mediados de siglo, hasta el final de la dictadura. En esas

actividades participaron funcionarios municipales, autoridades estatales y federales e

incluso miembros de la familia del propio presidente Díaz (ídem: 123 y ss.).

Durante el gobierno maderista, las cosas no variaron notablemente, no sólo uno de los

miembros de una de las principales familias de inmobiliarios del porfiriato, Oscar

Braniff, fue un activo intermediario entre el movimiento revolucionario y el gobierno de

Díaz para poner fin al conflicto armado de 1910 (Taibo II, P. I. 2006, 82-87), sino que

una vez instalado el primer gobierno emanado de la Revolución, varios de los

prominentes políticos e inversionistas inmobiliarios del porfiriato permanecieron en

cargos públicos, tanto en el concejo de la ciudad de México, como en el propio

gobierno de la República83.

83
La mayoría de los concejales electos en el último período porfirista continuaron en el ayuntamiento, entre los cuales
se encontraban Pedro Lascuráin y Xavier Icaza y Landa, prominentes inmobiliarios. De ellos, el primero fue nombrado
presidente del ayuntamiento en 1911, y después, se incorporó al gabinete Madero como Secretario de Relaciones
Exteriores en sustitución de Manuel Calero, otro importante promotor inmobiliario porfirista (Jiménez M., J. H.: 123 y
124).

269
En buena medida, lo que sucedió durante la primera etapa de la Revolución y a la

caída de Madero84, fue el fortalecimiento de los promotores inmobiliarios y el paso a

segundo plano de los grandes inversionistas y políticos del porfiriato que habían

cohabitado con ellos. Así la cuestión inmobiliaria terminó por quedar en manos de

prestamistas hipotecarios y de fraccionadores que eran antiguos socios de políticos

porfiristas pero que no formaron directamente parte del grupo en el poder, lo que les

permitió sobrevivir amparados, muchos de ellos, en su origen extranjero (ver Cuadro

13). Varios de ellos, no sólo sobrevivirían a la guerra civil, sino que permanecerían

formando parte fundamental del importante capital inmobiliario que se desarrollaría en

México a partir de los años 20s, pero ahora a la sombra de los gobiernos de la

posrevolución, continuando con sus negocios hasta bien entrado el siglo XX85.

A éstos se irían incorporando nuevos promotores inmobiliarios86, entre los que estarían

algunos ligados al ámbito financiero, que emergieron como los relevos de la promoción

inmobiliaria ligada a importantes empresarios que emigraron al calor del conflicto

armado. Tal vez el ejemplo que más claramente ilustra este caso es el de Agustín

Legorreta García, presidente del Banco Nacional de México, con vínculos con la vieja

burguesía porfirista y con la nueva clase política que emergió de la Revolución, con la

que se relacionó a través de su participación en las negociaciones sobre deuda

pública con la banca internacional, y que fundó en 1915 la Compañía Mercantil de

Bienes Muebles e Inmuebles S.A. (Jiménez M., J. H.: 128).

84
Después de la caída del régimen de Díaz, se convocaron elecciones y Madero (principal dirigente político en la etapa
inicial del movimiento revolucionario), resultó electo; sin emprender un programa de reformas y quedando intactos los
problemas y las divisiones de fondo de la sociedad mexicana, a dos años de la caída de Díaz, Victoriano Huerta,
ministro de guerra da un golpe de estado y ocupa la presidencia, con lo que resurge el movimiento revolucionario, que
17 meses después derriba al gobierno usurpador.
85
Nuevamente uno de los miembros de la familia Braniff vuelve a ser un buen ejemplo, Arturo, hermano menor de
Oscar (ya mencionado), fue el promotor del fraccionamiento Echegaray, uno de los desarrollos inmobiliarios que por los
años 60 participarían en el impulso al proceso de metropolización de la ciudad de México con los municipios del estado
de México, ubicados al norte de ella (Jiménez M., J. H.: 126).
86
Este es el caso de José G. de la Lama, un oscuro arquitecto que emergió durante y después de la Revolución como
uno de los principales promotores inmobiliarios en la ciudad de México (cfr: Collado, M. del C., 1999).

270
Como había sucedido durante el porfiriato, estos viejos y recientes empresarios

dedicados al negocio de los bienes raíces urbanos, pronto se ligaron con la emergente

elite revolucionaria. En estos negocios participaron políticos y dirigentes sociales que

amasaron sus fortunas en estas actividades y en la naciente industria de la

construcción, que se desarrollaría de la mano del sector inmobiliario, entre ellos el

propio presidente Calles y su secretario de Relaciones Exteriores Aarón Sáenz, el

secretario general de la CROM Luís N. Morones y el General Andrew Almazán,

candidato de los grupos conservadores y opositor a Ávila Camacho en las tórridas

elecciones de 1940 (Meyer, J., 1977: 376-378 y Cruz Rodríguez, M. S., 1995: 96).

Estos vínculos con el nuevo poder, pueden hacernos comprender, al menos, la

dirección que tomaron buena parte de la primeras iniciativas en materia urbanística de

los primeros gobiernos posrevolucionarios en la ciudad de México, en donde en un

contexto de alto déficit de servicios e infraestructura en las, después llamadas,

colonias proletarias, y la escasez de vivienda de bajo costo, que habían llevado a la

insurrección inquilinaria de 1922, los programas de introducción de infraestructura y

servicios, y la construcción de nuevas vialidades se concentraron en la zona centro de

la ciudad y en las colonias residenciales que se extendían al poniente y sur de ella,

valorizándolos y haciendo de la venta y construcción de inmuebles en ellos muy

buenos negocios (Cruz Rodríguez, M. S: 95) 87.

Las relaciones de los promotores inmobiliarios con el capital financiero y con la clase

dirigente revolucionaria, ubicarían de esta manera, al negocio de los bienes raíces, en

una posición de fuerza económica y política que sería determinante en el tratamiento

que los gobiernos revolucionarios y posrevolucionarios otorgaron al problema del

acaparamiento y la especulación del suelo urbano, y con él al del problema

87
Hay que señalar que en este mismo período se construyó la avenida de los Insurgentes, que revalorizó los predios
colindantes a ella y favoreció la especulación inmobiliaria y el desarrollo de todo el suroeste de la ciudad, un sector en
donde se construyeron numerosos fraccionamientos destinados a los sectores medios y altos de la sociedad capitalina.

271
habitacional. La propia incorporación de los políticos al negocio inmobiliario, los

intereses que en este negocio comenzó a tener el capital financiero y la amplia

participación de empresarios extranjeros en él, limitó el campo de maniobra

gubernamental en un momento en el que, además, la negociación con la banca

internacional era fundamental para la estabilización y el reconocimiento del gobierno

por parte de otros países, en particular de los Estados Unidos.

3. La definición del carácter de la política habitacional

en México

Todas las medidas tomadas durante al guerra civil, y durante los primeros años de la

posrevolución, incluyendo las respuestas que se darían a las protestas inquilinarias

hasta 1922, irían delineando no sólo uno de los brazos de la futura política habitacional

en México, sino sobre todo, la naturaleza y carácter clientelar de ésta y su manejo

como instrumento de la política de gobierno.

Dentro de ellas estuvieron la fracción XII del artículo 123 constitucional que, en teoría,

obligaba a la construcción de vivienda por parte de los patrones a los trabajadores

(retomando casi literalmente los postulados del programa del PLM), y la tolerancia al

fraccionamiento ilegal de terrenos agrícolas acompañada de la donación o venta a

bajo precio de suelo público a trabajadores del Estado y a arrendatarios inconformes,

que permitieron dar una salida a las rebeliones inquilinarias en la década de los 20s y

parte de los 30s, y que los mismos gobiernos de Carranza y Obregón emplearían

como un mecanismo clientelar en la ciudad de México con trabajadores

gubernamentales.

272
Así pues, en torno a la construcción de alianzas que se dieron durante la guerra civil, y

a las salidas que se dio al conflicto inquilinario en México, incluso desde de las

primeras protestas de los arrendatarios por el incremento de los alquileres en 1912,

pasando por la misma Constitución de la República se fue definiendo el perfil de lo que

sería la política habitacional que surgió de la Revolución Mexicana.

En sus rasgos generales ésta estaría delineada por una triple naturaleza: por ser un

instrumento hegemónico en las relaciones de alianza y confrontación entre los

distintos grupos sociales y políticos que fueron emergiendo desde principios del siglo

XX; por estar dirigido de manera selectiva a sólo algunos de los grupos sociales,

claves en el juego de alianzas del momento; por adquirir un carácter corporativo y

clientelar que estaría ubicado en el escenario de las relaciones entre la nueva clase

política y la emergente sociedad civil; y por operar a través de tres canales de

actuación, que darían respuesta a los tres temas centrales en torno a los que habían

rondado (y lo seguirían haciendo), las demandas sociales de vivienda, que serían

finalmente los que darían rumbo a la política habitacional del estado posrevolucionario:

1. La vivienda en arrendamiento, traducida en la necesidad de conformar un

marco jurídico que regulara las relaciones entre inquilinos y propietarios,

garantizando condiciones de habitabilidad básicas y términos de arrendamiento

que protegieran a los arrendatarios de acciones arbitrarias por los

arrendadores.

2. El acceso al suelo urbano para los sectores empobrecidos de la población

citadina, abriendo para ellos canales para la autoconstrucción de vivienda en

propiedad, y

3. La producción de vivienda para los trabajadores.

273
Estos tres temas de las demandas habitacionales, que se delinearían en las primeras

dos décadas del siglo XX, finalmente se traducirían en instrumentos gubernamentales

de política social a lo largo de los años 20, 30 y 40, del siglo XX, de la mano de un

ejercicio político selectivo, corporativo y clientelar que el Estado emplearía como eje

de su estrategia de alianzas y de obtención de respaldo social.

En esas casi tres décadas, que conforman el periplo a lo largo del cual se conforma el

nuevo Estado mexicano, los tres temas centrales de la política habitacional se irían

definiendo, y tomarían un carácter institucional y semi-institucional, hasta convertirse

en unos de los principales brazos ejecutores de la política social del régimen88, y en

uno de los más importantes instrumentos de la construcción de su hegemonía en el

escenario urbano.

A partir de entonces se irían desarrollando de manera paralela y complementaria,

respondiendo a las distintas coyunturas políticas y sociales del país, evolucionando y

transformándose en función de los diferentes momentos por los que pasó la

construcción de la hegemonía de la nueva clase política, y adecuando su vigencia

conforme a los distintos momentos y coyunturas de la vida política nacional.

La política habitacional se convertiría así, en uno de los instrumentos fundamentales

de la consolidación de la clase política emergida de la Revolución, sería por décadas

un instrumento de la hegemonía del partido que la institucionalizó por décadas, e

incluso un instrumento de la “modernización” impulsada por los últimos cachorros de la

Revolución, y por el “nuevo” conservadurismo que a finales del siglo XX y a principios

del tercer milenio, la adoptó a los tiempos neoliberales y a los intereses financieros

globalizados pero, al parecer, sin perder sus rasgos originales.

88
Junto con la política agraria que se desarrollaría en un primer momento como la política económico-social central del
nuevo régimen, la educativa y la de salud.

274
3.1. La búsqueda de la hegemonía y la definición del perfil

capitalista del Estado mexicano

5 de febrero de 1917, en el edificio de la Academia de Bellas Artes, en la ciudad de

Querétaro, puerta del bajío mexicano, concluyen los trabajos del Congreso

Constituyente que ha aprobado la nueva Constitución General de la República

Mexicana. Sesenta años exactos han pasado desde la aprobación de la primera

constitución liberal del país el 5 de febrero de 1857, que había servido de base al

proyecto original presentado a este Congreso, y a partir de la cual se desarrolló el

marco jurídico que regirá en el país por el resto del siglo XX y, según lo que se alcanza

a ver, por buena parte del siguiente.

En ella no sólo se confirma la secularización del Estado mexicano y se precisan los

derechos individuales esenciales de un estado moderno: libertad de expresión (art. 6),

de prensa (art. 7), de asociación (art. 9) , de trabajo (arts. 4 y 5), de culto (art. 24), y el

carácter laico y gratuito de la educación pública (art. 3), sino que se establece, con la

no reelección presidencial (art. 83), la garantía a la estabilidad política del naciente

Estado mexicano y se ofrece, con ella, una condición que será determinante para la

consolidación hegemónica de la clase política emergente.

Se instituyen, además, las condiciones de un nacionalismo económico (art. 27), a

través de la participación del Estado en el control y manejo de los recursos naturales y

el establecimiento de los límites a la propiedad privada, y finalmente, por primera vez

en la historia del país, se sientan las bases de una política habitacional institucional

ligada a las relaciones entre el capital y el trabajo (art. 123, fracción XII).

275
La definición del Estado mexicano como principal promotor del desarrollo económico

capitalista es, posiblemente, uno de los resultados más trascendentes del movimiento

revolucionario y de la propia Constitución, de hecho este papel es el que determinará

el carácter de las formas de actuación gubernamental y del tipo de relaciones que se

establecerán entre gobierno y sociedad civil en su conjunto, específicamente entre

gobierno y sector obrero, y entre él y los sectores empresariales capitalistas que

comienzan a consolidarse en el país.

Por primera vez desde que México nace como país independiente, se define con

claridad en un marco jurídico constitucional el rol del gobierno en la configuración del

estado nacional; la caótica experiencia de los primeros dos tercios del siglo XIX y el

“orden y progreso” de la dictadura porfirista, no habían permitido consolidar

definitivamente un proyecto de nación, ni al Estado asumir un papel hegemónico.

La presencia siempre amenazante de una agresiva potencia económica y militar en la

frontera norte, la aún incipiente existencia de una clase obrera organizada, y la

dispersión y debilidad de un sector empresarial capitalista que aún no lograba

consolidar una posición hegemónica (ni en el campo político ni en el económico)

(Roman, R. 1976: 145 - 156), abren la puerta a un gobierno que se asume a sí mismo

como el garante de la consolidación del Estado Nacional y de su desarrollo económico

y social.

Durante los dos primeros tercios del siglo XIX México era una nación sólo de nombre,

no existía entonces un poder político lo suficientemente fuerte como para imponerse

en todos los niveles de la vida social y económica; ni los numerosos gobiernos de esos

años habían logrado que su influencia abarcara todo el territorio del país, ni existía una

actividad económica integrada, que por sí misma, y a partir del desarrollo de un

mercado nacional, tuviera una función unificadora (Córdova, A., 1979: 9 - 12).

276
Con los gobiernos liberales del último tercio del siglo XIX había dado inicio la

conformación de un poder político de alcance nacional, y el desarrollo de un modelo

económico que respondía a las pautas dominantes en el contexto internacional. Desde

la restauración republicana con el gobierno de Juárez, y con mayor profundidad

durante el porfiriato, se habían sentado las condiciones de un Estado Nacional y un

modelo económico de corte capitalista, que conservó tanto en la explotación agrícola

como industrial, relaciones sociales y de producción con rasgos que habían quedado

anclados en el antiguo régimen.

Agotada en sus propias contradicciones, la dictadura porfirista llegó a su fin impulsada

por un movimiento armado, que habiendo nacido como un intento frustrado de

instaurar una democracia que preservara el statu quo, había devenido en un

movimiento de masas al que se fueron sumando reivindicaciones agrarias, obreras y

sociales urbanas, que nunca llegaron a proponerse una transformación social radical.

En efecto, a lo largo del movimiento revolucionario, ni entre los grupos político-

militares constitucionalistas, que al final resultarán triunfantes, ni entre los sectores

reformistas del liberalismo radical, vinculados al agrarismo zapatista y al movimiento

obrero anarcosindicalista y, tal vez, con la única excepción del PLM en su momento

más radical, el modelo económico capitalista mismo estuvo en tela de juicio, como

tampoco lo estaba la necesidad de un Estado Nacionalista.

Como lo señala Roman (op. cit.: 9-16), lo que estaba en el centro de la disputa que

llevó a la caída del régimen porfiriano, y derivó en el movimiento revolucionario, era la

definición del papel que en el proyecto nacional deberían tener los diferentes sectores

del capital nacional y el capital extranjero; en el centro del conflicto estaban los

277
enfrentamientos entre las élites económicas y políticas, que ya habían aparecido en el

período porfirista en un contexto de creciente malestar social.

El movimiento revolucionario no se propuso un cambio radical de régimen económico

social, sino una reforma que redefiniera el papel del gobierno, el de las élites

económicas y el de los diferentes sectores sociales. Esta redefinición se alcanzó a

través de un instrumento que serviría no sólo para sentar las bases legales del

régimen, sino, sobre todo, para establecer los términos de la hegemonía del nuevo

Estado mexicano.

3.1.1. El primer paso en la construcción de la hegemonía: la

imposición de la dirección política

Antes de la Revolución, el sector dominante del capitalismo en México, que basaba su

poder económico en la posesión y explotación de la tierra (rural y urbana), era un

grupo débil (orgánicamente hablando), dividido, sin justificación legal ante el conjunto

de la sociedad ni ante los sectores del capital que habían emergido a la sombra del

desarrollo porfirista. Fue un sector que nunca alcanzó la hegemonía política ni

económica y que se sostuvo vía la coerción impuesta por la dictadura (Córdova, A.: 9-

12 y Roman, R.: 9-11).

El incipiente desarrollo capitalista logrado en el último tercio del siglo XIX y la primera

década del siglo XX, tuvo un impacto determinante en la tradicional sociedad

mexicana: había fomentado la movilización social, derivó en el desarrollo de una clase

media y un proletariado urbano, además que hizo posible el surgimiento de nuevos y

“modernos” sectores del capital; aunque también impuso nuevas amenazas y

278
problemas a diversos segmentos de la población89; y provocó divisiones internas entre

las mismas elites porfirianas (Roman, R.: 145).

Había derivado de él, y dentro de las mismas filas de los grupos dominantes, la

conciencia de una transformación política que redibujara los lazos de articulación entre

el embrionario capital nacional y el capital extranjero, sobre el que se sostenía la

economía y con base en el que se crearon las condiciones de una, aún incipiente, pero

creciente, conciencia orgánica de trabajadores urbanos.

Lo que aparecía como urgente era la construcción de un “pacto social”, en el que se

vieran reflejados los intereses de todos los sectores sociales y económicos del país, y

éste fue precisamente el que terminaría encabezando la elite político-militar

constitucionalista, quien al final del movimiento armado impondría, primero, su

dirección política, para después buscar el consenso con el resto de los grupos sociales

y políticos que participaron o emergieron como resultado del movimiento

revolucionario.

El marco constitucional resultante fue así, la base para que esta nueva clase

dominante (fusionada con sectores de la antigua), justificase su preeminencia ante el

conjunto de la sociedad. La nueva ideología liberal, nacionalista y corporativa,

plasmada en la nueva Constitución sentaba las bases de la hegemonía de un grupo

social y político que, al ser el único que ofrecía un proyecto viable de país en el que

podían verse reflejados todos los sectores sociales o al menos la mayoría de ellos,

resultaba, así, esencial para la consolidación del Estado nacional y del proyecto

económico capitalista.
89
Es precisamente en este período de emergencia del capitalismo en México que se imponen condiciones de trabajo
que derivan en creciente malestar en los trabajadores, y en la progresiva organización de los trabajadores urbanos y en
la oposición a las condiciones de explotación impuestas a los obreros (Roman 11), implica además transformaciones
en los procesos de producción en el campo que enfrentarán una fuerte oposición de la población rural a los cambios
estructurales que supone la economía capitalista, tal vez el ejemplo más dramático de esto fue la sublevación indígena
en Yucatán que llevó a la llamada guerra de castas y que se prolongó desde 1847 hasta 1901. (cfr. Reed, N., 1971, y
Preciado S., 2001)

279
3.1.2. El segundo paso en la consolidación de la hegemonía: el

consenso social a través del marco jurídico

La Constitución fue el último paso en un largo camino de disputas hegemónicas que

habían iniciado en torno a la Convención de Aguascalientes, y que con el triunfo

constitucionalista por fin llegan a convertirse en compromisos sobre los que se

soportará la representatividad hegemónica en México. Fue ese, de hecho, el momento

culminante de la lucha de facciones y el camino por el cual la nueva elite política militar

logró aglutinar en torno a ella a gran parte de la sociedad civil, y fue también el

instrumento que afianzó su hegemonía y dio cuerpo al Estado mexicano.

A la caída de Huerta la situación resultante era la de un país con un Estado que no

disponía del monopolio del poder político ni militar y en donde, si es que se puede

hablar de la existencia de instituciones, se observaba un colapso de los mecanismos

de gobierno (ídem: 14). La realidad política existente en ese momento se

caracterizaba por la existencia de un conjunto diverso de ejércitos insurgentes

cohesionados en torno a un autonombrado mando supremo, que habían luchado

contra Huerta, con diferentes perfiles socioeconómicos, políticos y aún personales,

cada uno de los cuales se asumía como legítimo continuador de la lucha maderista y

representante auténtico de las aspiraciones revolucionarias.

La Convención de Aguascalientes, más que un espacio de conciliación entre los

diferentes intereses de las elites político militares surgidas del movimiento

revolucionario, resultó un campo de batalla política, que en medio de un discurso que

decía pretender evitar el enfrentamiento armado entre las facciones dominantes,

muestra el intento entre los diferentes grupos por imponer su hegemonía sobre el resto

280
a través de la construcción de alianzas y acuerdos, sin que hubiera en realidad un

intento por ofrecer proyectos distintos de país.

En términos generales, desaparecido del escenario el proyecto del Partido Liberal, y

excepto en las posiciones más radicales del zapatismo con respecto a la cuestión

agraria, entre estos grupos revolucionarios no existían divergencias esenciales en

cuanto al proyecto nacional, ni las posiciones que plantearon mayor confrontación en

la lucha por el control de la Convención, y más tarde en el Congreso Constituyente,

muestran grandes diferencias en los debates económicos, políticos y sociales.

Por encima de las diferencias, principalmente de orden político (ídem: 36), el fracaso

de la Convención no parece haber sido resultado de la lucha por imponer dos

proyectos económico políticos radicalmente distintos, sino que responde al hecho de

existir un relativo equilibrio político-militar y desconfianza entre los grupos

hegemónicos, y de que ninguno de ellos disponía de una fórmula para constituir un

gobierno con el consenso de todos; no es el reflejo de una lucha de clases en el seno

de las facciones revolucionarias, sino el resultado de la lucha por la hegemonía entre

grupos político-militares que, al parecer, sentían estar en condiciones de representarla.

La guerra civil que deriva del fracaso de la Convención, y el mismo triunfo del

movimiento constitucionalista, precedido de alianzas con el sector obrero y de la

incorporación de las demandas agraristas a su agenda política, fue la evidencia más

clara de la imposibilidad de que cualquiera de los grupos en pugna pudiera alcanzar la

dirección política, e impulsar un proyecto nacional sin disponer del consenso de los

diferentes grupos sociales que integraban el movimiento revolucionario y

representaban la diversidad y heterogeneidad sociopolítica del país.

281
La iniciativa de impulsar un Congreso Constituyente, que recogiera las aspiraciones y

demandas socioeconómicas de los diferentes grupos sociales aparecía, de esta

manera, como un medio fundamental para integrar a los diferentes sectores, que

habían participado con el constitucionalismo en la guerra civil, en la definición del

proyecto nacional, los debates mismos de la Convención de Aguascalientes habían

dejado claro que, dado que no estaba en disputa el modelo de orden económico-social

dominante (ídem: 54-58), era no sólo posible, sino incluso indispensable, el

establecimiento de un marco jurídico que definiera el papel de los diferentes actores

políticos y sociales en la construcción del Estado mexicano.

El triunfo militar de los constitucionalistas sobre las fuerzas de la Convención, los

colocó en posición de consolidar el poder a nivel nacional, y para esto era necesario

integrar al marco jurídico vigente el conjunto de reformas que se habían ido

planteando, a lo largo del movimiento revolucionario, así como los mecanismos que

permitieran al Estado construir el consenso entre los diferentes grupos sociales.

La incorporación de estas reformas al marco constitucional no sólo respondían a una

estrategia política dirigida a capitalizar los postulados de mayor impacto social

surgidos durante la Revolución, sino que eran una manifestación de la diversidad de

los integrantes del movimiento constitucionalista, que reunía en sus filas desde

miembros del viejo régimen porfirista, hasta agraristas radicales, obreros organizados

que participaron en la lucha armada, pasando por intelectuales liberales con

posiciones más o menos radicales o francamente moderadas con respecto a los

asuntos relacionados con el papel de la iglesia, las relaciones entre capital y trabajo, la

educación y el mismo papel del Estado en el desarrollo de la economía (ídem.: 59-73).

Aunque el Congreso Constituyente intentó reducir la diversidad ideológica de sus

participantes, restringiéndolo a los partidarios del constitucionalismo (ídem: 61 y 62), a

282
lo largo de los debates se reflejó la diversidad de posiciones que estaban presentes al

interior de la misma facción revolucionaria triunfante, lo que llevó en muchos casos a

que en los debates más polémicos (la situación de la iglesia, la educación, las

relaciones capital-trabajo, por ejemplo), se impusieran posiciones que iban más allá de

las propuestas planteadas por el liderazgo constitucionalista, a tal grado que del

proyecto original quedó poco (Ibíd.).

En esta diversidad estuvieron presentes posiciones contrapuestas, e incluso

antagónicas, en torno de las cuales se tejió una red compleja de compromisos, que

permitieron que las diversas posiciones se vieran reflejadas en el proyecto

constitucional y, con base de ella, se sentaran las bases de una estabilidad política

que ofreciera viabilidad a un proyecto nacional e incluyente que no representara

riesgos a la existencia de grupos económicos dominantes, ofreciera expectativas de

ascenso económico y social a las clases medias emergentes, y la ilusión, al menos, de

mejoría económica y social a los trabajadores urbanos y rurales.

Como lo muestra Roman (op. cit.: 59–101), en las deliberaciones del Congreso

Constituyente no parece haber existido confrontación entre diferentes intereses de

clase, de hecho, tanto los representantes de las alas renovadora y conservadora,

como los propios radicales pertenecían a la emergente, y poco numerosa, clase media

ilustrada que no se manifestaron en sentido contrario del modelo económico y social

capitalista, heredado del régimen anterior.

De hecho no parece que se pueda sostener la idea de que las mismas reformas

radicales en educación, en el papel de la iglesia, en el origen y regulación de la

propiedad privada y en los derechos laborales (entre ellos la vivienda), fueran

propuestos por sectores radicales de la clase obrera, ni por intelectuales de izquierda

283
dirigidos a conformar un entramado jurídico para impulsar la creación de un Estado

con un alto contenido social o que pretendiese subvertir el statu quo.

Más bien, en su diversidad, el Congreso Constituyente sólo presentó las diferentes

posiciones del liberalismo mexicano, y en los puntos más polémicos, parece haber

triunfado la voluntad (manifiesta o implícita), de aquellos sectores que buscaban

establecer los mecanismo para conformar la hegemonía de un Estado corporativo,

altamente centralizado y nacionalista, dirigido a impulsar el desarrollo de una

economía capitalista, industrializada y de mercado, y consolidar a un sector capitalista

nacional capaz de contrarrestar la presencia del poderoso capital extranjero.

En este contexto, las diferencias se centraron en el papel que se adjudicaría al Estado

en el nuevo proyecto nacional. Las posiciones que pretendían imprimir los cambios

más profundos a los postulados de la Constitución de 1857, reconocían la necesidad

de que el Estado jugara un papel predominante en la vida económica y política del

país superando la parálisis liberal del siglo XIX; las otras, más tradicionales,

defendieron la idea de uno menos regulador y participante, introduciendo reformas que

no alteraran radicalmente la situación prevaleciente hasta 1910 (ídem: 72). Lo que

parece haber prevalecido en las propuestas, que finalmente alcanzaron el consenso

del Congreso, fue una posición nacionalista que buscaba privilegiar la idea de

fortalecer al Estado como el impulsor de una economía nacional, apoyando el

desarrollo y la formación de un sector capitalista nacional y “moderno” (Roman: 138–

144, y DGCP 2003, (b): arts. 27 y 123).

Tal fue el sentido de las propuestas de carácter económico en las versiones originales

de los artículos 27 y 28 de la Constitución. En el caso del primero, el establecimiento

del origen público de la propiedad privada, la sujeción de ésta al interés nacional, la

propiedad pública del subsuelo y del agua, y las restricciones al latifundio y a la

284
posesión de bienes raíces por las corporaciones religiosas, no sólo llevaban el interés

manifiesto de impedir el acaparamiento de tierras agrícolas, e impulsar la creación de

una nueva clase de pequeños propietarios rurales que pudieran responder a las

necesidades del desarrollo industrial reviviendo el espíritu liberal del siglo XIX, sino

que permitían al Estado influir en las formas específicas de aprovechamiento del

territorio, e incluso subordinarlo a las directrices gubernamentales de desarrollo

económico90.

En el caso del segundo artículo, el control sobre prácticas monopólicas en el capital

privado, y la posibilidad, por parte del Estado, de definir y llevar a cabo aquellas que

fueran del interés nacional, dejaron las puertas abiertas para que con el tiempo le

fuera posible intervenir en sectores estratégicos de la economía nacional (tales como

el petróleo y la energía eléctrica, y por un largo tiempo la industria azucarera, los

ferrocarriles y la telefonía), y proteger las prácticas monopólicas de productores

nacionales en aquellas regiones con escasos recursos naturales (como, por ejemplo,

fue el caso de la producción y explotación comercial del Henequén [o Sisal], en

Yucatán).

Este fue, desde otra perspectiva, el sentido que prevaleció en las disposiciones

referentes a las relaciones entre capital y trabajo establecidas en el artículo 123. En él

parece haber estado implícita la idea de equilibrar jurídicamente la relación entre los

trabajadores y los propietarios del capital, otorgándole a aquellos derechos de

asociación y huelga, garantizando condiciones básicas del trabajo que las igualaran, o

al menos acercaran a las ya existentes en otros países industrializados, y fijando

mecanismos de conciliación en los que el Estado aparece como el árbitro fundamental

en las confrontaciones entre capital y trabajo.

90
Más tarde, estos artículos servirían para impulsar la expropiación petrolera en 1938, y establecer los términos a los
que se debería sujetar la propiedad privada en los centros urbanos, sentando así las bases de la planeación urbana
institucional que se desarrolló a partir de 1976.

285
Como lo muestra Roman, las posiciones más radicales en torno a los aspectos

socioeconómicos expresados en los artículos 27, 28 y 123, estaban cargadas de un

discurso de “militante nacionalismo económico” que pretendía proteger los capitales

nacionales (existentes y en formación), de las desventajas de la competencia contra

las grades empresas y corporaciones extranjeras, el consenso ideológico fundamental

parecía referirse a, lo que Roman llama, un ”liberalismo corporativo” que amalgamara

a las diferentes clases sociales en un proyecto de desarrollo capitalista que, en ese

momento, se daba bajo condiciones de una alta dependencia externa (op. cit.: 72-

106).

En términos generales, no parece que la preocupación en los aspectos

socioeconómicos estuviera dirigida a cambiar drásticamente las relaciones entre

capital y trabajo, ni siquiera en una transformación profunda en la distribución de la

riqueza, que mejorara notablemente las circunstancias de vida de los trabajadores en

detrimento de las condiciones de acumulación de capital. Lo que parece que se

privilegió, sobre todo, fue el desarrollo de una clase capitalista nacional como motor

del desarrollo, el impulso de un capitalismo “moderno” en el que se contuvieran los

“excesos” del capital y la consolidación de un Estado con un amplio margen de

actuación en la vida económica y social del país (ídem: 138-144).

3.2. El papel de la cuestión habitacional en la formación del

Estado mexicano

Entre estos tres temas, parece ser que el acuerdo ideológico fundamental plasmado

en la Constitución fue el de impulsar un Estado liberal, armonizador de los conflictos

entre los diferentes sectores sociales, idea que partía de una noción de la sociedad

286
mexicana como una entidad orgánica conformada por distintas entidades corporativas

que integraban a los individuos (ciudadanos), en torno a intereses comunes, pero que

debían actuar en armonía y en consonancia con un “ideal nacional” de desarrollo.

Desde ese punto de vista, asignar amplias atribuciones al Estado en materia

económica y precisar los mecanismos de su intervención en diferentes campos de la

vida socioeconómica nacional, aparecía como una derivación lógica y necesaria de su

función hegemónica y como un medio indispensable para ejercerla, era el paso

indispensable para conformar una sociedad civil corporativa, ante la que el gobierno

interviniera en la solución de los conflictos sociales a través del establecimiento de los

mecanismos de negociación con los representantes de los distintos sectores de la

población nacional.

A partir de este carácter corporativo adjudicado a la sociedad, era posible (e incluso

necesario), que la intervención del Estado se diera sin atender las demandas

específicas de los individuos91, sino en función de los intereses de los grupos sociales,

atendiendo a situaciones coyunturales. En este contexto, ciertos problemas

relacionados con las “disfuncionalidades” del sistema capitalista, tales como el de la

vivienda, no fueron percibidos como problemas estructurales que afectaban a todos

los individuos de la sociedad y que, por lo tanto, hubieran tenido que ser incorporados

dentro de los derechos individuales92, ante los cuales el Estado debería emprender

políticas gubernamentales de carácter universal.

Por el contrario, se ubicaron en el contexto de las demandas laborales que fueron

planteadas en las movilizaciones obreras que se venían expresando al calor de la


91
Se estableció efectivamente en el capítulo I, en los primeros 29 artículos de un total de 136, los derechos individuales
que consagraría la constitución, entre ellos los relativos a la libertad de trabajo y empresa (arts. 4 y 5) y los de libertad
de asociación ( art. 9), sin embargo los artículos fundamentales de la relación entre Estado y sociedad en materia
económica y laboral (arts 27, 28 y 123), establecen una lógica de tratamiento corporativo de los asuntos
socioeconómicos, como en efecto ha sido la pauta dominante a partir de 1917 (Dir. Gral de Crónica Parlamentaria: s/p).
92
Como de hecho sucedió casi 65 años más tarde con la introducción del derecho a la vivienda en el artículo 4, dentro
del capítulo referente a las garantías individuales.

287
Revolución, particularmente a partir de la creación de la COM, y se abordaron como

una cuestión vinculada con las relaciones corporativas entre capital y trabajo, mientras

que su solución se estableció como una responsabilidad de los empresarios sin que se

percibiera la necesidad de una intervención directa por el Estado en este asunto.

El problema de la vivienda quedaba establecido así en el marco del ejercicio de la

hegemonía, en el de los mecanismos de conciliación entre los diferentes grupos y

sectores económicos y sociales, en donde el Estado asumía un papel hegemónico

gracias a su posibilidad de intervenir de manera decisiva en áreas estratégicas de la

economía, de regular la propiedad privada, limitar el derecho de huelga de los

trabajadores y de paro de las empresas, así como de disponer de un amplio margen

de maniobra (económico y jurídico), para impulsar políticas que favorecieran tanto a

unos como a otros.

Bajo estas condiciones, no es casual que las primeras disposiciones constitucionales

en materia de vivienda se incorporen en el marco de los derechos laborales, entendido

éste como un ámbito corporativo en el que interactúan empresas y trabajadores,

sujetos a una mediación forzosa por parte del Estado a través de la legislación laboral.

No responden a una percepción de la cuestión habitacional como un asunto

fundamental de la problemática social, y ni siquiera como una condición material

indispensable para el desarrollo capitalista, sino más bien a los términos de acuerdo

que el movimiento obrero organizado pudiera establecer con las empresas.

3.3. El origen del carácter corporativo de la política habitacional

Esta condición corporativa de la política habitacional no emana, en realidad, de la

voluntad expresa o implícita del Congreso Constituyente de sujetar el tema de la

288
vivienda a las relaciones entre capital y trabajo, sino que deviene del uso clientelar

que, durante el conflicto armado, de dio a las reivindicaciones que sobre ese tema se

presentaron por las organizaciones inquilinarias y por parte del movimiento obrero

organizado en torno a la COM.

En particular era un asunto que formaba parte de los acuerdos que esta

Confederación sindical había establecido durante la guerra civil con la facción

constitucionalista en su enfrentamiento con las fuerzas de la Convención. Era, en ese

sentido, una carta más en el juego de las alianzas entre las elites político-militares que,

finalmente, reforzaban su papel hegemónico ante el movimiento obrero, al grado de

lograr su participación directa en el movimiento armado a pesar de su manifiesta

reticencia a involucrarse en los eventos político-militares que ocurrían en el país.

Los primeros años de la Revolución, y en particular a partir de la convocatoria a la

Convención de Aguascalientes, la dirigencia sindical plantea una serie de demandas

tanto de orden estructural ubicadas en las relaciones entre capital y trabajo, como de

naturaleza más coyuntural, para resolver las circunstancias que afectaban a los

trabajadores, que derivaban de la lucha armada. Entre las primeras estaban algunas

que se venían planteando ya en el movimiento obrero desde los últimos años del

régimen porfirista, como el reconocimiento jurídico de los sindicatos, el descanso

dominical obligatorio, la jornada laboral de 8 horas; así como otras que fueron

apareciendo como resultado mismo del movimiento sindical a partir de 1912: el salario

mínimo y la eliminación del trabajo a destajo (ídem: 3-6).

En el marco de las exigencias de carácter más coyuntural, estaban básicamente tres

que buscaban resarcir a los trabajadores urbanos de los efectos negativos que, en sus

condiciones de vida, había tenido la guerra: pago en metálico de los salarios,

289
disminución de los precios de productos de primera necesidad y reducción de los

alquileres de la vivienda de los trabajadores.

Las primeras se incluyeron casi en su totalidad en las propuestas de la nueva

Constitución en el artículo 123, mientras que en el caso de las segundas, se

resolvieron sólo parcialmente con mediadas de control dictadas por la dirigencia

constitucionalista una vez concluida la guerra civil. La lucha por el pago de los salarios

en metálico derivó finalmente en una gran huelga urbana de la ciudad de México que,

como hemos visto, culminó con el rompimiento de la alianza entre el gobierno

constitucionalista y la COM y la definitiva desintegración de ésta.

A pesar de que hay indicios de que la cuestión habitacional estuvo presente en el

contexto de las reivindicaciones obreras, y que incluso se mantuvo después del

desmembramiento de la COM, y de la práctica desintegración orgánica de las

facciones más radicales del movimiento obrero, y de que este asunto se filtró

directamente a la Constitución de la mano de los acuerdos entre los sectores

reformistas del constitucionalismo con el movimiento obrero, siempre apareció en un

segundo plano en marco de las reivindicaciones sociales.

Parece, más bien, que se abordó como una cuestión de carácter coyuntural, asociada

a los acuerdos entre la dirigencia político-militar hegemónica de la Revolución con las

facciones más moderadas del movimiento obrero. En este sentido, no sólo apareció

como una reivindicación tardía y con un bajo perfil, sino que, desde el inicio estuvo

ligada a las relaciones corporativas que se perfilaban desde las alianzas entre el

constitucionalismo y la COM, ubicándose en el marco de los asuntos que sirvieron al

naciente Estado mexicano para alcanzar su hegemonía sobre la clase trabajadora.

290
Es precisamente esta ubicación de la cuestión habitacional en el marco de un sistema

de relaciones de carácter corporativo entre sociedad civil y aparato gubernamental, lo

que inevitablemente marcó la naturaleza de las políticas vivienda y perfiló el carácter

de los programas e instituciones que abordarían el tema. Desde su nacimiento, la

política habitacional quedó atada a la política laboral y económica del Estado, a las

relaciones entre el gobierno y los trabajadores, y por supuesto a los mecanismos

económicos de que disponía aquél para impulsar el desarrollo económico capitalista

del país.

Apareció como un instrumento ideológicamente ambiguo, que lo mismo se presentaba

como un triunfo de la clase trabajadora y una responsabilidad del capital, que como un

mecanismo de control gubernamental sobre el propio movimiento obrero y como un

medio para reforzar la legitimidad social del Estado. Las políticas de vivienda como

parte del ejercicio gubernamental, no tuvieron así sólo un carácter, ni responderían a

cada etapa por la que se desarrolló el bloque histórico, a las condiciones específicas

de cada momento y a los términos en los que se planteaba la relación entre los

distintos sectores de la sociedad civil con el Estado.

Así, con su incorporación en el marco constitucional en el artículo 123, se sembró, por

así decirlo, el germen de una lógica de actuación gubernamental en materia

habitacional, coyuntural, corporativa, selectiva, que respondiera esencialmente a las

necesidades de legitimación del Estado ante la sociedad civil y/o a su papel como

promotor del desarrollo capitalista, apareció como un valioso medio tanto para

cohesionar en torno a él al movimiento obrero, y más adelante de otros sectores

sociales, como para involucrar a todos los sectores del capital nacional en la creación

de las condiciones materiales del desarrollo económico, y en la consolidación de

aquellos otros sectores del capital que apenas emergían en el escenario nacional,

fundamentalmente el inmobiliario y el de la construcción.

291
4. La vivienda en el contexto general de las prioridades

del Estado

Una vez concluida la guerra civil, con la promulgación de la Constitución de 1917, y

superada la etapa de enfrentamientos entre la elite político-militar del

constitucionalismo93, la década de los años 20 inicia con los procesos políticos,

institucionales y económicos que marcarán la transformación radical del país.

Comienza con la nueva década, la construcción del que Medina (op. cit.: 15-18)

denomina segundo Estado mexicano (después del Estado liberal del siglo XIX), cuya

fase de consolidación abarcará los siguientes 26 años, en los que se definirán las

particularidades del modelo político, económico y territorial del país y, en el marco de

él, las peculiaridades del proceso de urbanización, las condiciones en las que se

abordaría la cuestión habitacional y las características de la intervención

gubernamental en ella.

Este período de la posrevolución impactará decisivamente en las dinámicas

demográficas de finales de los años 30, cuando se agudizarán los flujos migratorios y

dará inicio el proceso de urbanización del país (Unikel, L., 1972: 230), será también

cuando se perfile la naturaleza y el carácter de la problemática habitacional, y el lapso

en el que se establezcan las condiciones y mecanismos de la intervención

gubernamental y del capital privado en la producción de vivienda, en el mercado de

suelo y en el arrendamiento.

93
Aprobada y promulgada la Constitución de 1917, Venustiano Carranza, jefe del ejército constitucionalista es electo
presidente para el período 1917-1920, poco antes de concluir este período, en el marco de la elección de candidatos
para sucederle, inicia una sublevación militar (Rebelión de Agua Prieta), encabezada por Adolfo de la Huerta en apoyo
a Álvaro Obregón, aspirante a la presidencia, que concluye con la muerte de Carranza, de junio a noviembre de 1920
se realiza el interinato de Adolfo de la Huerta y a finales de ese año es electo presidente Álvaro Obregón.

292
Es una etapa en la que la continuidad de un proyecto político, que de hecho se

extiende hasta los primeros años de la década siguiente94, permitirá establecer buena

parte de los mecanismos institucionales para el desarrollo capitalista de la economía

mexicana, y definir el papel que la producción habitacional tendría en él como uno más

de los soportes materiales, por encima de su importancia social. Es a partir de este

momento cuando se perfila el carácter coyuntural de la intervención gubernamental en

materia habitacional, el momento en que se definen los rasgos y los diferentes campos

de intervención que caracterizarán las políticas de vivienda del Estado mexicano a lo

largo del resto del siglo XX.

Durante la etapa de estabilización política, que va desde inicios de esta década hasta

el último tercio de los años cuarenta, la problemática habitacional en el país, y la forma

en la que se fue resolviendo, no cambió significativamente. Desde la promulgación de

la Constitución y durante los próximos casi cincuenta y cinco años las disposiciones de

la fracción XII del artículo 123 fueron prácticamente letra muerta, en realidad los

términos originales en que se establecieron lo fueron siempre, a pesar de lo que,

paradójicamente, la política habitacional a lo largo de más de medio siglo fue una de

las banderas sociales más utilizadas por los regímenes posrevolucionarios para

reforzar sus vínculos hegemónicos con los trabajadores públicos, el movimiento obrero

organizado y los sectores sociales urbanos de bajos ingresos, aunque traducida a una

política de suelo y a un discreto marco jurídico inquilinario.

La construcción de vivienda social como uno de los soporte del desarrollo económico,

no aparecerá como uno de los asuntos torales de la política pública sino hasta finales

de este lapso, cuando las condiciones económicas, políticas e institucionales hicieron

posible una intervención directa del Estado en la materia, y el desarrollo del

94
El segundo presidente de la década, Plutarco Elías Calles, tercero desde 1917, conservará una influencia
determinante en los gobiernos de los siguientes 3 presidentes durante un período conocido como el “Maximato”, hasta
su expulsión del país por Lázaro Cárdenas en 1936.

293
capitalismo nacional lo permitió. Hasta entonces la producción habitacional

prácticamente no sufrió cambios significativos con respecto a lo que ya se observaba

hasta el inicio de la Revolución, y continuó mostrando características muy similares a

las observadas desde finales del siglo XIX.

En las áreas urbanas la vivienda colectiva, en la llamadas vecindades, continuó

siendo, hasta los años cuarenta, la forma dominante de promoción habitacional para

los trabajadores y, en general, para los sectores de bajos ingresos (Coplamar, 1982:

28), y en el conjunto nacional, tanto en el campo como en las ciudades, el proceso de

autoconstrucción continuó como la forma normal de su producción. En estas

condiciones, la problemática social vinculada a la vivienda conservó esencialmente los

mismos rasgos que ya en los primero años de la Revolución habían provocado las

protestas de inquilinos, y el control sobre el escalamiento de los alquileres continuó

siendo la demanda principal de amplios sectores de la población urbana en varias

ciudades del país.

Como se ha visto, en respuesta a esta situación, a partir de 1922 el movimiento

inquilinario fue brotando en varias de las ciudades más pobladas del país (e incluso en

otras de menor importancia demográfica), con una fuerte relación con los sectores

radicales vinculados con el reformismo posrevolucionario, el movimiento obrero

anarco-sindicalista y con el emergente partido Comunista, y puso de manifiesto con

toda claridad que los términos en los que se estableció la cuestión habitacional en la

Constitución, si bien respondieron a los acuerdos políticos con una porción del

movimiento obrero, no eran consecuentes con la realidad social nacional, ni con la

problemática específica de la vivienda de la mayor parte de del país.

294
El problema habitacional en México hasta la segunda década del siglo no era

esencialmente cuantitativo95, la producción de diferentes formas de alojamiento sobre

la base de la autoconstrucción en las promociones inmobiliarias irregulares, las

calpanerías y las colonias industriales, así como los pequeños promotores urbanos de

vivienda colectiva en alquiler, habían servido para cubrir las necesidades más o menos

de manera suficiente.

Más bien parece que el principal problema del alojamiento se manifestaba en términos

cualitativos aunque en gran medida tenía su origen con el monto de los alquileres y en

la concentración de la propiedad inmobiliaria, es decir, se expresaba como un

problema social relacionado con la calidad de la vivienda, (referido a los materiales,

instalaciones y dimensiones de ésta), y a las condiciones de infraestructura existentes

en los centros urbanos, pero en el fondo era un problema de especulación con los

alquileres, que incrementaban sus montos por encima de los niveles en los que lo

hacían los ingresos de la mayor parte de la población urbana y, por supuesto, era un

problema de disposición de suelo, que estaba concentrado en muy pocas manos.

Ni la perspectiva obrera sobre el problema habitacional plasmada en las demandas de

la COM, ni la que prevaleció en las posiciones dominantes del Congreso Constituyente

enfrentaron los problemas reales de la cuestión habitacional en ese momento. De esta

manera las condiciones de habitabilidad, la situación de los alquileres y el

acaparamiento de la tierra en las ciudades, quedaron totalmente al margen de la

Constitución y de las prioridades del nuevo Estado.

Aunque no del todo ausente, en realidad su presencia se ubicó en un segundo plano

de importancia, con respecto a la necesidad de construir las alianzas entre los grupos

95
Ésto se constata en el hecho de que entre 1907 y 1921, la relación entre familias nuevas y el incremento de
viviendas se había mantenido relativamente equilibrada con un déficit que se redujo del 0.28 al 0.19% en este período
(ver Cuadro 6)

295
políticos dominantes, entre la emergente sociedad política y los diferentes sectores de

la sociedad civil, necesarias para promover la reactivación de la inversión de capitales

internos y alcanzar el reconocimiento internacional que había detenido el flujo de

capitales hacia una economía que había dependido de ellos para su funcionamiento y

desarrollo desde las últimas décadas del siglo anterior.

Institucionalmente, quedó por detrás de los mecanismos que permitieron dirimir

pacíficamente las diferencias entre los diferentes caudillos por el control del poder y

por la representatividad hegemónica, de los instrumentos de cohesión social que

aglutinaran a amplios sectores en torno a la elite política, y de los que permitieron

inducir la reactivación de capital nacional. Todos estos, junto con la necesidad de

darse a sí mismo la imagen de un régimen que no pretendía un cambio radical del

statu quo, serían, en definitiva los asuntos preponderantes en la acción gubernamental

durante los años de estabilización.

Las prioridades del Estado quedaron así definidas: el reconocimiento internacional que

garantizara la reinserción del país en el mercado de capitales; la creación de las

condiciones para estimular la inversión privada y el desarrollo del capital nacional y,

finalmente, la estabilidad política y el fortalecimiento institucional como condición

indispensable para la consolidación del Estado. Éstos serían los ejes de las políticas

públicas y desplazarán a un plano subordinado la satisfacción de las demandas

sociales, que apenas se esbozarán a la espera de que el desarrollo capitalista las

reconociera como un factor de desarrollo económico y las elites políticas las

identificara como un factor de su representatividad.

Las reivindicaciones sociales habían aparecido progresivamente en el movimiento

revolucionario entre 1910-1917, y siempre en un segundo plano, las primeras décadas

de la posrevolución confirman esta posición en el nuevo orden de prioridades, la

296
estabilidad económica y política es por encima de todo “la prioridad” del Estado, los

reclamos sociales, incluida la reforma agraria y por supuesto la vivienda, pasarán al

nivel de las prioridades en la medida en que se vayan resolviendo las fundamentales y

siempre en función de ellas, mientras tanto quedarán aplazadas hasta que corran

mejores vientos.

4.1. La vivienda en el marco de las prioridades

gubernamentales

En el marco de la estabilización económico- política del Estado, las políticas sociales

propiamente dichas jugaron un papel diverso y se pusieron en marcha en diferentes

momentos y con distinto énfasis, atendiendo a las coyunturas específicas que

determinaban su utilidad política y/o económica. La prioridad con que se abordaron

unas fue un reflejo de su impacto en la reactivación económica o en la estabilidad

política, y la postergación de otras fue una manifestación del escaso peso específico

que se les reconoció en el logro de estas condiciones.

La estabilización política del régimen pasó por tres vías que surgen de forma

consecutiva, pero que en el transcurso del tiempo terminan desarrollándose de

manera paralela. Inician con la institucionalización del “ejército” revolucionario, y a

partir de ésta se ponen en marcha los mecanismos que permitirían atender los

problemas más urgentes; se crean las instituciones fundamentales del gobierno como

andamiaje operativo para su intervención en la vida social y económica, y se

promoverá la creación de un organismo que logre cohesionar a la nueva clase política,

permita aglutinar a la sociedad civil en torno a la clase dirigente, encarne las

demandas sociales y se convierta en el interlocutor, en el canal de mediación, entre

gobierno y sociedad civil.

297
Estas prioridades definirán, desde un principio, las líneas de acción a las que el

régimen se abocará en la etapa que va desde la década de los veinte hasta la

consolidación del régimen y su transición a gobiernos civiles a mediados de la década

de los años 40, en estos casi cinco lustros se perfilará la forma de actuación del

aparato gubernamental y las prioridades a las que estará subordinada la política

social.

Estas dos décadas y media serán también decisivas en la definición del carácter de las

políticas habitacionales del Estado en México, es a partir de entonces que se crea el

andamiaje jurídico en el que se precisa la ubicación de la cuestión habitacional en el

marco del quehacer gubernamental, es entonces cuando se construye el aparato

institucional básico para instrumentar las políticas habitacionales, y en donde se

comienzan a explorar las alternativas socio-espaciales de los programas

habitacionales que se irán desarrollando en las siguientes décadas.

4.1.1. La estabilidad política

Una vez alcanzada la institucionalidad constitucional; dirimido, con la muerte de

Carranza, el conflicto de poder entre las dos alas dominantes del constitucionalismo, e

iniciadas las gestiones con los acreedores internacionales, la tarea fundamental fue

Institucionalizar a un “ejército”, politizado y aglutinado en torno a intereses de grupos y

de liderazgos individuales que, dividido en diferentes fracciones, conservaba el control

de diversas regiones del país (Medina P., L.: 19-30).

La transformación del ejército revolucionario en una institución era importante no sólo

por la necesidad de dejar fuera de las disputas políticas a las fuerzas armadas y evitar

298
que éstas fueran el fiel de la balanza en los diferendos políticos, sino

fundamentalmente porque permitía reducir los costos que para el erario público

representaba su mantenimiento. En 1919 el ejército consumía el 66% del presupuesto

federal y para 1921 todavía absorbía el 61% (ídem: 39 y 42), esto significaba que el

Estado quedaba prácticamente imposibilitado para crear las condiciones materiales

para el desarrollo y ejercer su papel de principal promotor de la economía según lo

establecía la nueva Constitución, y deshabilitado para abordar las demandas sociales

más urgentes, particularmente la expropiación y el reparto de tierras agrícolas.

Avanzar en la solución de la cuestión agraria, en particular, era fundamental para

lograr el consenso del campesinado, el cual en 1921 representaba a cerca del 69% de

la población nacional; y a lo largo de la Revolución se había mostrado como el sector

social más beligerante, había sido la base de apoyo fundamental del ejército

constitucionalista y a él pertenecía la mayor parte de los efectivos militares.

El reparto agrario era una condición indispensable para desmovilizar al ejército, y en

general para lograr la estabilidad social y política del país, para reducir la carga que

éste representaba para las finanzas públicas y para alcanzar el reconocimiento del

nuevo gobierno por parte de la mayoría de la población del país, más allá de su

relevancia social, era claramente la iniciativa más urgente y de mayor impacto político

y económico.

En consecuencia fue ésta la primera iniciativa social del gobierno que se puso en

marcha; a partir de ella se logró disminuir sustancialmente el número de efectivos y

mandos, logrando que para 1924 el gasto militar se redujera al 36% del presupuesto

federal (ídem: 42), permitió crear colonias agrarias que, además de dar una salida

social y económica a la desmovilización de tropas y mandos, hizo posible contar con

una base de apoyo incondicional que más tarde sería de enorme importancia para

299
enfrentar la rebelión delahuertista, y sobre todo permitió disponer de recursos fiscales

para emprender la obra pública y el desarrollo económico del régimen.

La solución para la cuestión militar fue esencialmente política, y se basó en una

reforma social que permitió fortalecer la relación del Estado con el campesinado para

disponer de un contrapeso que permitiera disuadir o, eventualmente, enfrentar a

militares no dispuestos al retiro, con la movilización de las reservas agraristas (como

de hecho se confirmó en las rebeliones de 1923 y192996). El reparto de tierras, y la

puesta en marcha de las primeras acciones de la reforma agraria, aparecen así en

escena más como un mecanismo político que social, dirigido a alcanzar la cohesión

del campesinado en torno al Estado, y con él un respaldo social para enfrentar

posibles movilizaciones y asonadas militares.

La reestructuración del ejército hasta alcanzar su profesionalización y erradicar la

práctica de las revueltas aún tardó casi dos décadas, prácticamente hasta la aparición

del primer presidente civil en la historia reciente de México, en todo este tiempo, la

política social a la que se le dio mayor énfasis fue la política agraria, como garantía de

estabilidad política y estrategia económica para sanear las finanzas públicas.

4.1.2. La vivienda en el marco de las reformas sociales

Puesta en marcha la política de reparto agrario, en el marco de la desmovilización del

ejército, una segunda cuestión indispensable en estabilidad política del país era dar

96
En estos años hubo dos sublevaciones militares encabezadas por mandos inconformes con la política de
desmovilización y retiro de mandos y tropa, una en torno al proceso electoral de 1924 y otra en 1929 como resultado
del asesinato de Obregón, por militares que se veían desplazados con su muerte (Medina P., L: 42-49), ésta última fue
la llamada Rebelión Escobarista, encabezada por el general Gonzalo Escobar, jefe de operaciones en Coahuila, que se
sublevó en marzo de 1929 desconociendo al presidente provisional Emilio Portes Gil. A pesar de su brevedad (duraría
menos de dos meses), llegó a movilizar a su favor a cerca del 28% del ejército y se extendió a varios estados del país y
aglutinaría a varios políticos entre los que estaría el ex gobernador de San Luís Potosí y promotor del movimiento
inquilinario en ese estado Aurelio Manrique. Terminaría siendo derrotada militarmente por el mismo Calles con una
importante participación de la Liga Nacional Campesina, con este triunfo, Calles logró la depuración del ejército, en el
cual sólo quedaron los oficiales leales al régimen (Carmona, Doralicia, 2005: s/p).

300
los primeros pasos en la configuración de un programa de reformas sociales que

aglutinara a amplios sectores de la población urbana en torno a ellas, y permitiera ir

avanzando en los reclamos más urgentes del sector obrero y de las clases medias

emergentes, en particular los relativos a los derechos laborales establecidos en el

artículo 123 de la Constitución, entre los que se ubicaba la vivienda.

Aunque a principios de la década de los años veinte el peso específico del sector

obrero y de las clases medias era mucho menos relevante que el del campesinado, a

lo largo del movimiento armado estos sectores habían emergido con mayor

organicidad adquiriendo una significativa relevancia en la realidad política y social del

país. El surgimiento de una actividad sindical intensa, y de una nueva y creciente

burocracia, así como las movilizaciones de los sectores medios y bajos ingresos

urbanos en torno al incremento de alquileres, que derivó en las huelgas inquilinarias

habían dado muestras clara de ello.

La burocracia aparecía como el semillero de la clase media, y la posibilidad de que se

“contaminara” con el movimiento obrero y las organizaciones radicales de los

inquilinos era un hecho latente que podía tener impacto en la propia operación del

aparato gubernamental; por su parte las reivindicaciones obreras y el surgimiento de

un activo movimiento sindical en un contexto de parálisis de la inversión privada en la

producción, exigía el establecimiento de las reglas del juego que dieran certeza a la

inversión, y encausaran las demandas de los sindicatos en términos institucionales,

permitiendo al Estado intervenir como árbitro en los conflictos laborales.

En consecuencia, en la década de los veinte y a principios de la siguiente se

impulsaron tres iniciativas del gobierno dirigidas a responder a las demandas más

apremiantes de estos sectores; la primera, en 1925, ubicada en el contexto de las

huelgas inquilinarias, es la promulgación del decreto que crea el Instituto de Pensiones

301
Civiles y del Retiro (IPCYR), como un instrumento gubernamental para administrar los

recursos de las jubilaciones de los empleados federales y, entre otras cosas, otorgar

créditos hipotecarios a los trabajadores del Estado para la adquisición y construcción

de casas. La segunda en 1929, fue la primera reforma del artículo 123 constitucional

que abría la puerta para que dos años más tarde se promulgara la primera Ley Federal

del Trabajo, como ley reglamentaria de ese artículo en materia laboral; y la última el

decreto de 1934 por medio del cual el gobierno federal habilitaba al del Distrito Federal

para construir viviendas para sus trabajadores.

La creación del IPCyR significó, de hecho, la primera ocasión en la historia del país en

la que se establecía un mecanismo institucional para financiar la producción de

vivienda de un sector de los trabajadores, no responde en estricto sentido al

cumplimiento del la fracción XII del artículo 123 en la medida que ésta se refería a los

empleados de las empresas privadas ubicadas fuera de los núcleos urbanos, más bien

parece estar relacionado con la coyuntura inquilinaria del momento y con la necesidad

del aparato gubernamental de encauzar las demandas de la burocracia, alcanzando su

consenso y apoyo, en un momento en el que se emprendían las primeras acciones

para la desmovilización y reducción de las fuerzas armadas.

Nueve años después del decreto del IPCyR se emite otro decreto del gobierno federal

facultando al gobierno del Distrito Federal (D.D.F.), para la construcción de viviendas

económicas destinadas a trabajadores de ingresos mínimos (Catalán, op. cit.:. 22), al

igual que la anterior, esta iniciativa es precursora de una política institucional de

vivienda para trabajadores públicos, pero a diferencia de aquella, ésta estuvo dirigida a

los trabajadores de menores ingresos del gobierno de la capital del país, y fue la base

de los primeros conjuntos habitacionales que entre 1934 y 1936 se produjeron ahí.

302
Con la reforma de 1929 al artículo 123 y la promulgación de la Ley Federal del

Trabajo, se establecieron las bases que regulaban las relaciones laborales, tanto en lo

que se refería a los derechos y obligaciones de los trabajadores como de las propias

empresas privadas, además de que en materia habitacional se confirmaron los

términos de la fracción XII.

Este marco reglamentario fue un paso fundamental para precisar el papel del Estado

en la reactivación de la inversión privada, no sólo porque establecía las reglas del

juego que daban certidumbre a las empresas en un contexto de activa movilización

obrera, sino, fundamentalmente, porque se confirmaba el papel conciliador del Estado

en las disputas obrero patronales, y le permitía a éste, a través de los mecanismos de

arbitraje, intervenir en la solución de los conflictos laborales.

En cuanto al tema habitacional, la política de construcción de viviendas quedó

definitivamente atada a las relaciones de trabajo, y sujeta a la importancia que el

Estado reconociera a este asunto en el marco de la resolución de las disputas obrero

patronales, en los hechos esto supuso el “congelamiento” de la fracción XII y la

postergación de su cumplimiento durante casi 55 años.

4.2. La Estabilidad del sistema financiero y la cuestión

habitacional

A inicios de la década de los años 20, prácticamente con una total paralización de la

actividad financiera y del apoyo de ésta a las actividades productivas, el papel del

Estado como principal motor del desarrollo económico dependía esencialmente de

establecer las condiciones institucionales que le permitieran regular la economía,

intervenir directamente en la construcción de los soportes materiales para la

303
producción y ser un promotor de la actividad industrial, sentando las bases para

alcanzar la confianza del capital y reactivar la inversión productiva (Idem: 84-87).

Aunque los primeros pasos en esta dirección se dan durante el gobierno de Obregón,

la consolidación institucional, propiamente dicha, se inició en el gobierno de Calles a

partir de 1924, con él se impulsa una fuerte labor legislativa y de programas públicos

dirigidos, entre otras cosas, a reformar el sistema fiscal heredado del porfiriato,

completar el restablecimiento del sistema financiero nacional, definir una política

comercial y monetaria y, sobre todo, crear las instituciones promotoras del desarrollo

económico y de financiamiento de la obra pública (ídem: 94 y 95).

Más allá de las, obviamente, necesarias iniciativas para crear las instituciones

operativas del régimen, el “armado” del gobierno para intervenir en el desarrollo

económico del país, tanto como factor de equilibrio sociopolítico, como del desarrollo y

ascenso de nuevos grupos económicos y la movilización de los antiguos, pasó por la

creación de una estructura institucional que le permitiera tener el control sobre el

sistema monetario y bancario. La crisis de la década anterior había dejado claro que

de no hacerlo la estabilización económica sería una quimera, era una lección

aprendida y la Constitución había sentado las bases para la intervención

gubernamental sobre el sistema financiero.

En ella se estableció el monopolio del Estado sobre la emisión del papel moneda y la

creación de un banco público que le sirviera para regular la actividad bancaria. La

creación de un banco central en México fue precedida por varias ideas que desde

1915 emergieron dentro del constitucionalismo para impulsar la creación de un banco

único de emisión (Marichal, C.: 33 y 34). Esta inquietud se retomó en el Congreso

Constituyente, en el cual hubo varias propuestas para la creación de un banco central,

tanto dentro del mismo Congreso como provenientes del Comité Internacional de

304
Banqueros para México con el que se mantenían las negociaciones sobre la deuda

externa, e incluso se llegó a plantear alguna por un empresario norteamericano (Ibíd.),

sin embargo no es sino hasta 1925, en el marco de una serie de iniciativas para la

estabilización financiera, que se crea el Banco de México bajo la jurisdicción de la

Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).(ídem,: 36 y 37).

Durante ese mismo año y el siguiente se emprendieron una serie de iniciativas que,

ante la cerrazón del flujo internacional de capitales, promovió aceleradamente el

restablecimiento del sistema financiero nacional: se creó la Comisión Nacional

Bancaria (CNB), se promulgaron la Ley General de Instituciones de Crédito y

Establecimientos Bancarios y la Ley de Compañías de Finanzas (ambas en 1925), y

finalmente en 1926 la Ley de Bancos de Fideicomisos (Medina P., L. op. cit.: 98).

Todas estas iniciativas tuvieron la clara intención de impulsar el sistema nacional

bancario como alternativa de capitalización, en particular la de ampliar las operaciones

crediticias y la confianza de ahorradores e inversionistas, sus resultados comenzaron

a verse tres años después de la creación del Banco de México, para entonces ya

operaban 150 establecimientos crediticios y los intereses bancarios habían disminuido

de tasas entre un 24 y un 36% anual, a unas ubicadas en el 10% (ídem: 99).

Tanto la creación del Banco de México como el resto de las iniciativas jurídicas se

dieron en un contexto de negociaciones entre el Estado y la banca privada, en el

marco de la Convención Bancaria realizada un año antes de iniciar estas reformas, al

parecer en ella se sentaron las bases de una nueva relación entre el Estado y el sector

bancario nacional con miras a regularizar el sistema financiero, aunque aún quedaban,

y quedaron, temas por resolver sobre reclamos de deuda por los acreedores bancarios

internacionales (Marichal, C., 2002: 36).

305
A pesar de que, como lo señala Marichal (op. cit.: 37 y 38), la creación del Banco de

México no supuso su funcionamiento inmediato como banco central, y de que su Ley

Orgánica no se emitió hasta casi 6 años después, su impacto en la economía fue

fundamental, con él, además de la reactivación de la banca privada, inicia la creación

del sistema financiero público que soportaría las iniciativas de inversión gubernamental

en infraestructura, servicios, desarrollo agrícola, impulso al comercio exterior y,

muchos años más tarde, la construcción de vivienda.

Entre la creación del Banco de México y los últimos años de la década de los 40, es

decir durante lo que hemos llamado el período de estabilización, se crearon los

instrumentos públicos para intervenir directamente en el desarrollo económico, y

apoyar la formación del nuevo capitalismo nacional; en 1926 se crea el Banco

Mercantil de Crédito Agrícola (Medina: 100), como institución de crédito para el

impulso de la política agraria del régimen, y en 1934 Nacional Financiera (NAFINSA)

(Del Castillo S., L., 2001: 47), como banca de desarrollo, fundamentalmente dirigida al

impulso de la industria y el comercio.

En esta misma línea, en 1932 se promulga la Ley General de Instituciones de Crédito,

que dispuso la constitución del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras

Públicas (BANHUOP) (Barragán, J. I.: 73 y 75), una institución financiera que

comenzaría a operar al año siguiente y que cumpliría un papel de banca de desarrollo,

financiando básicamente obras de modernización urbana (introducción de agua,

drenaje y pavimentación), de fomento económico (caminos, electrificación y fomento

industrial) y de beneficio social (vivienda para obreros, clínicas, escuelas entre otros).

Aunque esta institución bancaria aparece como el primer mecanismo financiero

institucional del gobierno mexicano para la producción de vivienda, en realidad hasta

finales de los 40, su operación se dirigió fundamentalmente al apoyo para la

306
construcción de infraestructura urbana básica (agua y drenaje), y progresivamente se

fue desplazando hacia la construcción de caminos hasta llegar a destinar en 1947 el

36,7% de estos recursos en este rubro, casi 3 veces más que en infraestructura

urbana (ver Cuadro 13).

Su apoyo a la producción habitacional no se produjo sino hasta 14 años después y

será sólo a partir de 1947, con la absorción del Banco para el Fomento de la

Habitación (BFH) (ídem: 75), y una nueva Ley Orgánica en 1949, que se orientó a las

actividades de préstamo para la adquisición de vivienda (Catalán V., R., 1993: 23). A

partir de entonces hay un giro en el destino de sus fondos hacia este rubro llegando a

alcanzar en 1950 casi el 50% de sus créditos (ver Cuadro 13).

Cuadro 13: Asignación porcentual de créditos BANHUOP


1933-1950
Inversión Vivienda
Agua y Cami- Pavimen- Merca- Ras- Energía Fomento Otras
Total Viv. Otra
Año miles de
Dren. nos tación dos tros Eléctrica Industrial Obras
Pop. viv.
% % % % % % % %
pesos % %
1933 104 100,00 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1934 6.353 85,4 5,5 0 6,2 0 0,1 2,8 0 0 0
1935 3.604 60,3 4,2 0 35,5 0 0 0 0 0 0
1936 9.080 41,0 2,2 0 3,1 0 0,3 53,5 0 0 0
1937 7.025 47,6 32,4 0 9,4 0 1,9 6,6 0 0 2,1
1938 1.668 55,3 36,0 0 0 0 1,4 7,3 0 0 0
1939 2.690 89,9 0 0 0 0 6,4 3,8 0 0 0
1940 8.245 5,1 94,7 0 0 0 0,2 0 0 0 0
1941 7.321 4,0 95,2 0 0 0 0,8 0 0 0 0
1942 13.267 28,4 60,2 0 9,4 2,0 0 0 0 0 0
1943 29.168 19,3 47,4 7,5 14,3 0,2 0,7 0 0 0 10,6
1944 29.619 18,6 29,0 1,0 10,4 4,8 0 5,1 0 0 31,0
1945 55.581 39,9 34,8 11,3 7,7 0,6 0 0 0 0 5,6
1946 43.803 39,9 22,8 1,1 14,9 0 1,1 0 0 0 20,2
1947 42.940 12,5 36,7 8,2 8,2 6,1 3,1 0 17,7 0 7,4
1948 119.351 70,9 0,8 10,8 0,1 0 0,4 0 10,7 0 6,3
1949 38.912 38,1 6,1 3,0 1,1 0 0,3 0 27,0 3,1 21,3
1950 57.800 27,5 0 1,7 0 0 0,1 0 43,9 5,9 20,8
Fte: Sánchez Cuen, Manuel, 1998: 54-75.

307
4.3. La cohesión de la clase política y la cuestión habitacional

Otra cara de la estabilidad tuvo que ver con la institucionalización de la vida política y

de las demandas sociales; como lo señala Medina (op. cit.: 50), a diferencia de otras

revoluciones sociales del siglo XX, la Revolución Mexicana no estuvo precedida de la

existencia de uno o varios partidos políticos que aglutinaran en torno a un programa

las reivindicaciones políticas y sociales de los diferentes sectores de la población

nacional.

La mayor parte de las organizaciones partidistas de oposición que surgieron en

diferentes momentos del Porfiriato actuaron en la clandestinidad y se agruparon en

torno al Centro Director de la Confederación de Clubes Liberales (CDCCL), ninguno de

cuyos integrantes disponía de un proyecto político amplio y sólo estaban

estructuradas, como es el caso del Partido Liberal Mexicano, en torno a un programa

social limitado y a la convocatoria a una insurrección generalizada para deponer al

gobierno porfirista o, como es el caso de la mayor parte de los que conformaban el

CDCCL, a la demanda de apertura del régimen a los nuevos grupos sociales surgidos

al cobijo de la dictadura (Cortés, O., 2001: Cáp. IV, y Monroy C., M. et alt., 1997: Cáp.

VII).

En realidad, fuera del movimiento zapatista, reducido a una pequeña porción del

centro y sur del país, y que se estructuró y sostuvo sobre la base de la reivindicación

de una reforma agraria inmediata, el movimiento revolucionario en sus tres etapas97 no

se basó en un programa de reivindicaciones sociales, ni existió una estructura

partidista que diera cohesión y cuerpo al conjunto de demandas sociales que fueron

97
Me refiero a la Revolución maderista que terminó con la renuncia de Porfirio Díaz a la presidencia, la guerra contra la
usurpación de Victoriano Huerta que concluyó con su renuncia, y la guerra de facciones entre el ejército
constitucionalista y el de la Convención de Aguascalientes.

308
apareciendo a lo largo de casi siete años de lucha armada, y las incluyera en un

proyecto político más amplio.

Incluso en los mismos procesos electorales que se organizaron a partir de la

Constitución de 1917, los partidos que surgieron para apoyar a un determinado

candidato, tuvieron un carácter coyuntural y prácticamente en ningún caso

sobrevivieron a los períodos electorales, su objetivo fue inmediato, y una vez

alcanzado desaparecieron (Medina P., L.: 57-70). Esto llevó, al concluir el movimiento

armado, a la aparición de un conglomerado de grupos políticos desarticulados, que se

cohesionaban en torno a un caudillo, que más que encauzar una serie de demandas

sociales y políticas, aprovechaba su “prestigio” para obtener el apoyo de grupos de

interés político y económico.

La conformación de un partido, como un órgano aglutinador de las fuerzas políticas

emergentes de la Revolución, fue así una idea que se fue construyendo desde finales

de la guerra civil, y con mayor claridad a partir del proceso de elección presidencial de

Carranza. Por ese tiempo había surgido en el entorno del general Obregón la

necesidad de crear un partido que agrupara a los diferentes grupos políticos en torno a

un programa social y económico, y dirimiera en su seno las diferencias entre ellos.

La primera iniciativa en ese sentido fue la creación del Partido Liberal

Constitucionalista (ídem: 53 y 54), nacido a la par de la constitución de 1917, que

abanderaba las principales demandas del movimiento revolucionario, entre ellas las

fundamentales de la reforma agraria y la protección de los derechos de los obreros (y

por inclusión obvia el de la vivienda), y sirvió como medio para aglutinar a los sectores

del radicalismo liberal en contra de los conservadores carrancistas, para impulsar el

arribo de Obregón al poder, sobre la base del apoyo de los militares afines y los

sectores políticos vinculados con el movimiento obrero (articulado en torno a la

309
CROM), que habían sostenido en el Congreso Constituyente las posiciones

reformistas en materia de política social.

Ni este partido, ni el gran número de los que se crearon a lo largo de la década de los

años 2098, en su gran mayoría en el marco de las disputas nacionales y estatales entre

las dos cabezas visibles del liderazgo posrevolucionario (Obregón y Calles), lograron

articular en torno a ellos una base social importante, ni llegaron a representar a

sectores fundamentales de la sociedad civil, y sólo respondieron a circunstancias muy

específicas, sin nunca lograr rebasar los límites de los intereses de los grupos

hegemónicos de las diferentes regiones.

Es precisamente a finales de la década (1929), el mismo año de la última intentona

importante de revuelta militar, cuando se logra la formación de un partido político como

mecanismo de alianza entre los grupos burocráticos y militares, que equilibraría y

disciplinaría a la clase política y, al final, favorecería la constitución de un Estado

fuerte.

Es precisamente en este contexto en el que se crea el Partido Nacional Revolucionario

(PNR), que da paso, poco a poco, a la disminución del peso de los generales

tradicionales, provenientes de la Revolución, y significa la ascensión progresiva de los

civiles que paulatinamente irán desplazando a aquellos, formando la nueva clase

política nacional, la que alcanzará definitivamente el poder hacia 1946 con la elección

de Miguel Alemán como primer presidente civil, electo, de la posrevolución.

El PNR será para esa clase política civil emergente, más que para los viejos militares

de la Revolución, interesados sobre todo en su liderazgo y cada vez más en su

98
Según Medina se llegaron a identificar a lo largo de la década a cerca de 8.000 partidos políticos de estas
características (op. cit.: 60)

310
enriquecimiento personal, el mecanismo para alcanzar el poder y cohesionar, en torno

a ella, a la sociedad civil. Gracias a él este grupo podría disponer de los medios para

personificar en una institución eminentemente civil las demandas de los diferentes

sectores de la sociedad, y convertirse en un mediador entre el Estado y ella.

Tanto este partido, como la propia clase política que le dio origen y que se reprodujo a

su sombra, serían determinantes para la incorporación de la política social en la

agenda política del Estado. Las demandas gremiales del obrerismo habían sido

retomadas precisamente por esta nueva clase política, y sostenidas por ella se habían

incorporado en la Constitución, y aunque habían ocupado un segundo lugar en el

período de estabilización, por detrás de los militares de la Revolución, paulatinamente

fueron teniendo posiciones cada vez más relevantes.

Ante su falta de representatividad durante, e inmediatamente después, del movimiento

armado, su existencia política se basó fundamentalmente en respaldar las demandas

sociales y alcanzar el consenso social. Su fuerza y su hegemonía no estaban pues en

el apoyo de alguna facción del que había recurrido a ella en distintos intentos de

asonada99, sino en el reconocimiento que pudiera ir alcanzando por parte de los

diferentes sectores de la sociedad civil y, por supuesto, del mismo capital.

No parece casual por lo tanto, que fueran precisamente los gobiernos civiles los que

dieran prioridad a demandas sociales y económicas que hasta los años cuarenta

habían permanecido aletargadas y que permitieron, por una parte, allegarse el apoyo

de los sectores medios de la población, y por otra, reimpulsar el desarrollo del capital

99
Además de la Rebelión Escobarista, hubo, al menos otras dos revueltas en esas dos décadas que intentaron romper
la institucionalidad revolucionaria por la vía de los cuartelazos, en las cuales hubo también participación de algunos
grupos de políticos civiles, este fue el caso de la rebelión de 1927, al parecer promovida por el general Arnulfo R.
Gómez en oposición a la reelección de Obregón, y la de 1938, del también General Saturnino Cedillo, opuesto a la
política petrolera de Lázaro Cárdenas.

311
inmobiliario y la aparición de las primeras grandes empresas de la industria de la

construcción (ICA, 1997: 44-53).

Una vez superada la fase de institucionalización del ejército, establecido el camino de

la reforma agraria, los vínculos hegemónicos con el campesinado, y fortalecido el

mecanismo de dirección política del partido de la Revolución, las demandas en torno a

la vivienda que se habían hecho presentes desde 1912 y, particularmente, desde 1922

con las primeras manifestaciones inquilinarias, reaparecieron en los años cuarenta

como una prioridad para el establecimiento de los vínculos entre el Estado y los

trabajadores urbanos.

Es precisamente a partir de la transformación del PNR en el Partido de la Revolución

Mexicana (PRM), en 1938, y ocho años más tarde con su reestructuración corporativa,

que lleva a su metamorfosis en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se

potencian las iniciativas gubernamentales en materia de seguridad social y de

vivienda; el IPCyR realiza los primeros conjuntos habitacionales emprendidos por el

gobierno federal en los últimos años de la década, y se reforma el BANHUOP para

reconducir su financiamiento a programas habitacionales.

Sobre estas bases, ya institucionalizada, la política habitacional se impulsará en las

tres direcciones que le serían características en las siguientes décadas: la producción

de vivienda de promoción pública, la generalización de la reglamentación inquilinaria y

la regularización y, en cierta medida, promoción de los asentamientos irregulares.

Sobre la base de ellas, la construcción de vivienda crecerá a ritmos que se antojaban

impensables en las primeras décadas de la posrevolución, su volumen sería en los

siguientes 25 años, a partir de que se alcanza la estabilización, casi 25 veces mayor

que en las primeras dos décadas de la posrevolución (ver Cuadro 14); se emitirían los

312
decretos de congelamiento de alquileres y gran parte de los Códigos Civiles, y la

“política de tolerancia” hacia los asentamientos ilegales iniciados ya desde el

cardenismo (1934-40), se convertirá en una práctica extendida.

Cuadro 14: Número de viviendas financiadas por organismos públicos


1925-1970
Periodo En el periodo (a) Acumulado (b) % Promedio
a/b anual
1925-1946 9.913 9.913 100,00 457,14
1947-1964 121.200 130.800 92,70 6.733,00
1965-1970 119.779 250.579 47,80 19.963,00
Fuente: SEDUE, Estadísticas de vivienda, 1988.

Hasta entonces, otras prestaciones sociales había sustituido a la vivienda en el marco

de las prioridades del Estado, la construcción de alianzas con el sector obrero se

logró, en un marco relativo de escasez de recursos financieros, por medio de

mecanismos de justicia social: las condiciones de trabajo, el derecho a la asociación,

el derecho a huelga, reglamentados en la Ley Federal del Trabajo; y la creación del

Seguro Social en 1942, que sirvieron para cubrir viejas demandas de los trabajadores

en torno a la reglamentación laboral y las prestaciones sanitarias, conservando su

apoyo y respaldo.

La política gubernamental en torno a la vivienda, en estricto sentido, no se había

concretado en el período de la estabilización en grandes realizaciones, de hecho, no

había ido mucho más allá de algunas aisladas y muy escasas iniciativas de

construcción de viviendas, sin embargo a lo largo del período de la estabilización se

fueron creando instituciones (DPCyR y BANHUOPSA), se estableció un marco

reglamentario (Leyes Inquilinarias y Códigos Civiles), y se instituyeron prácticas

(tolerancia a la ocupación de predios y edificaciones clandestinas), que durante esos

años permitieron ir congregando en torno a la nueva clase política a diferentes

sectores sociales urbanos.

313
El paso decisivo para ello fue la reforma que llevó a la transformación del PNR en el

PRM. Más allá del cambio de siglas, este cambio supuso una modificación radical en

los mecanismos de alianzas existentes en el partido, que de una estructura original,

relativamente laxa de alianzas a su interior, dio paso, primero, a una estructura

sectorizada y corporativa de militares, campesinos y obreros como soporte del partido,

y después, cuando se desplaza definitivamente a los militares de él, a otra más amplia

que adhirió a los sectores sociales urbanos de medios y de bajos ingresos a la

estructura partidista.

Esto se logró con la corporativización de las estructuras del partido, sobre la base de

organismos que sirvieran de vínculo orgánico entre él y los campesinos (la

Confederación Nacional Campesina [CNC]), los obreros (Confederación de

Trabajadores de México [CTM]) y los sectores medios y populares urbanos

(Confederación Nacional de Organizaciones Populares [CNOP])100. Esta estructura

sectorizada se complementó con la “democracia funcional” de reparto de cuotas de

poder, y candidatos de elección popular en cada sector según su peso específico

(Medina P., L.:146-167).

La estructura partidista les permitió a cada uno de los sectores la consecución de sus

respectivos programas sociales, a los campesinos la continuidad del reparto de tierras,

a los obreros la consolidación de los derechos laborales (y muchos años más tarde la

concreción de la fracción XII del artículo 123 a través de la creación del INFONAVIT), y

a los sectores medios aquellas por las que se venían movilizando desde la década de

los años 20, el congelamiento de alquileres, Códigos Civiles o Leyes Inquilinarias que

100
Así como la CTM y la CNC fueron la base del respaldo social de Lázaro Cárdenas, a CNOP fue la punta de lanza de
Ávila Camacho para disminuir la representatividad del sector obrero en el partido, muy afín al liderazgo cardenista, el
peso electoral que se le reconoció de inmediato es una muestra clara de ello, en el proceso de selección de candidatos
para diputados del PRM que habrían de participar en la elección del 1o. de julio de 1943, recién creada la CNOP
nominó cincuenta y seis candidatos, la CNC cuarenta y tres y la CTM veinticuatro (Cf. Lastra L., J. M., 2002)

314
regulara las relaciones entre arrendatarios y arrendadores, y la operación de una

“política oculta” de vivienda a través de “dejara hacer” en los llamados asentamientos

irregulares.

Al Estado, por su parte le proporcionó un respaldo absoluto de los sectores sociales

más importantes y organizados de la sociedad, y al Partido, sin prácticamente

oposición externa101, le aseguró el monopolio electoral en el país, y transitar de

procesos electorales en los que se enfrentaban violentamente los diferentes grupos

políticos a procesos pacíficos institucionalizados (ídem: 152).

En particular, la creación de la CNOP en 1943, y su integración al PNR, es el momento

en el que aparece por primera vez, y precisamente asociado con las reivindicaciones

de los sectores medios, la demanda de la vivienda como una cuestión propia de las

clases populares urbanas (ídem: 156). Los sectores que conformaron esta

organización, provenían de la naciente clase media surgida de la Revolución, entre la

burocracia y los nuevos técnicos y profesionales formados a partir de la política

educativa, hasta alcanzar a conformar un estrato social dinámico y cuantitativamente

ascendente102.

Significó además, como se ha dicho, el medio a través del cual se creo la nueva clase

política llegando a cubrir el 55% de los puestos del Congreso de la Unión, mientras

que los grupos provenientes de las universidades públicas comenzaron a convertirse

101
En 1939 se crea el Partido Acción Nacional como la opción de la derecha moderada conformada por sectores de
una clase media urbana conservadora, a la que se añadieron católicos y representantes del empresariado
descontentos con la política social del régimen, y sobre todo con el corporativismo de PRM, (Medina: 153 y 154). Este
partido no tendrá un peso real en la vida política del país sino hasta las dos últimas décadas del siglo XX, el Partido
Comunista Mexicano, fundado en 1919, declarado ilegal en 1925, sólo vivió un tiempo de legalidad durante el
cardenismo y apenas hasta los años 70 alcanza su registro y dará pie más adelante a la formación del Partido
Socialista Unificado de México y en la década de los 90 al Partido de la Revolución Democrática; otros partidos
surgieron a la sombra del propio partido oficial como el Partido Popular Socialista y el Partido Auténtico de la
Revolución Mexicana, ambos ya desaparecidos, pero en realidad nunca representaron una alternativa real contra el
PRI.
102
Según Medina (op. cit.: 156), entre 1900 y 1950 la clase media se incrementó en 255.5% en términos absolutos, y
en 87.6% en su peso relativo dentro del total de la población.

315
en los cuadros políticos que casi imperceptiblemente desplazaron a los cuadros

militares provenientes de la Revolución (ídem: 156 y 157).

La reforma del PRM, que llevó al surgimiento del PRI, más allá de los ajustes

estatutarios, que en realidad supusieron pocos cambios en los procesos y mecanismo

reales de elección y en el reparto de cuotas entre los sectores, significó además, y

fundamentalmente, la señal de que los cambio derivados de la Revolución, que

llegaron a su máxima expresión en el cardenismo (1934-1940) llegaban a su fin (ídem:

158-161).

En la declaración de principios del PRI, en el mismo año en el que se puede

considerar que concluye la etapa de estabilización del régimen, explícitamente

quedaban saldados los compromisos sociales de la Revolución, y definidas las

instituciones que garantizaban la libertad económica y el desarrollo del capitalismo

nacional. Por si acaso quedaba una duda, los sectores radicales del cardenismo (la

“izquierda” del partido), quedaban definitivamente al margen de puestos importantes y

lo quedaron del nuevo gobierno civil (ídem: 160).

Con el PRI los sectores medios y moderados se hacían definitivamente del poder, las

políticas institucionales reforzarían su apoyo al capital industrial a través de los

mecanismos ya creados (NAFINSA), y lo extenderían a sectores del capital que

permitieran promover el desarrollo nacional (BANHOUP), las principales demandas

sociales de la Revolución quedaban institucionalizadas (ejido, huelga, sindicalización y

libre asociación, seguro social), ahora la gran prioridad era el desarrollo económico, el

desarrollo de otros sectores del capital que buscaban su lugar en el modelo

económico, con ellos aflora la vivienda como una nueva prioridad.

316
4.4. El desarrollo industrial y la política social

Como ya se señaló, a pesar del relativamente largo período de duración del conflicto

armado, y de que éste se extendió por gran parte del territorio nacional, al iniciar la

década de los veinte no parece haber habido una destrucción de la base productiva

porfiriana, en esos momentos el problema central del desarrollo económico nacional

más bien parece haber estado asociado a tres factores esenciales de la vida

económica: la caótica situación del sistema monetario y la paralización de la banca; el

sistema fiscal heredado del Porfiriato, que basado en una tributación casi

exclusivamente sostenida en la exportación de productos agropecuarios y mineros103,

que dejó de operar en un momento en el que los mercados internacionales se

encontraban cerrados para el gobierno; y la parálisis de la inversión del capital

nacional ante una situación de incertidumbre política y de desarticulación de los

mercados nacionales (ídem: 84-87).

Las medidas iniciadas desde los primeros años de la década de los 20 para la

creación del Banco de México y reestablecer el sistema bancario, llegar a acuerdos

con la banca internacional, y reformar el sistema tributario mediante la implantación del

impuesto sobre la renta (ídem: 96), permitieron estabilizar el sistema monetario,

restablecer la actividad financiera, iniciando con la apertura de mercados y el flujo de

capitales, y fortalecer las finanzas públicas.

Una tarea que tomó más tiempo fue la de impulsar el desarrollo del capital nacional en

manos de las elites porfiristas. De hecho la planta industrial no estaba particularmente

dañada, sin embargo la inestabilidad política y, al parecer, los términos en los que se

103
Hasta el Porfiriato, a pesar del impulso industrial de las últimas décadas del siglo XIX, el modelo económico había
sido esencialmente Primario Exportador y, por supuesto, lo continuaba siendo a principios de los años veinte. De
hecho, la agricultura continuó siendo la base de la economía hasta entrada la década de los años sesenta, no sólo
representaba una buena parte de las exportaciones sino que además proveía al mercado interno para el consumo y de
materias primas a la industria (Del Castillo, S., J.: 21).

317
habían aprobado dos de los artículos más radicales de la Constitución (27 y 123), hizo

sentirse amenazados a los dueños del capital (Ibíd.).

Desde los primeros gobiernos posrevolucionarios fue clara la apuesta por el modelo de

desarrollo capitalista industrial, y lo fue más a partir de la crisis de 1929 con la recesión

de los años treinta (Del Castillo: 21 y Díaz: 24), es desde entonces que se impone el

modelo de sustitución de importaciones y se encaminan los esfuerzos

gubernamentales al desarrollo de la pequeña y mediana industrias.

Ganar la confianza de la vieja burguesía industrial, e impulsar el desarrollo de nuevos

grupos de capital fue, al parecer, la estrategia de los gobiernos de la posrevolución, los

instrumentos puestos en funcionamiento fueron básicamente cuatro: la promulgación

del marco jurídico que ofreciera un campo de referencia a las relaciones laborales; el

apoyo financiero que canalizara el ahorro social; medidas fiscales proteccionistas para

el desarrollo de las actividades productivas; y la restauración y desarrollo de los

sistemas de enlace entre mercados, centros de producción y de distribución (Ibíd.).

La Ley Federal del Trabajo, como se ha visto, fue el marco de referencia de las

relaciones obrero-patronales y permitió al Estado intervenir en su regulación a través

de los mecanismos de conciliación y arbitraje como un factor decisivo en la lucha de

intereses. Jugaba un doble papel, con ella se reglamentaban los derechos laborales

establecidos en el artículo123, y a la vez se abría la puerta para que el Estado

contuviera “los excesos” de los trabajadores, cuestión que desde los debates del

constituyente estuvieron presentes en los planteamientos de los sectores moderados y

conservadores del constitucionalismo (Roman, R.: 11-134).

El apoyo al desarrollo del capital se enfocó fundamentalmente hacia la industria, y se

dio tanto con medidas fiscales proteccionistas ante la competencia extranjera

318
(exenciones fiscales, permisos de importación, aranceles diferenciados), como a

través de apoyos financieros, primero por medio del propio Banco de México, en su

corta etapa de banca de crédito, y después a través de Nacional Financiera.

Para reestablecer los lazos económicos regionales, la política de inversión pública se

enfocó de manera prioritaria a la restauración del sistema de comunicaciones; junto

con las obras de irrigación, la obra pública en prácticamente todo el Maximato estuvo

dirigida a la construcción de caminos y se llevó a cabo una inversión importante en la

restauración de las redes ferroviarias y la adquisición de equipo (Medina, P. L.: 105-

112).

Adicionalmente a estas medida, y para lograr la confianza de la inversión (tanto del

nuevo como del viejo capital), a través de los mecanismos de conciliación y arbitraje,

se optó por diferir la aplicación de los principios y postulados de la Constitución que

pudieran suponer un impacto negativo en las condiciones de acumulación y que

disminuyera los montos de inversión.

Esta lógica de actuación prevaleció a lo largo de las dos décadas y media del período

de estabilización, incluso la creciente participación directa del Estado en algunos

sectores de la economía apareció no para desplazar al sector privado de ciertas

actividades productivas sino, al igual que lo hizo con la infraestructura, para cubrir

ciertas áreas que, ya fuera por su baja rentabilidad o por el prolongado círculo de

recuperación de la inversión, no resultaban atractivas para la empresa privada, y en

casos excepcionales (como lo fue en el caso de la energía eléctrica y del petróleo),

tuvo por objeto garantizar la conservación de sectores estratégicos para el desarrollo

industrial, que más tarde se convertirían en estratégicos para la propia supervivencia

financiera del gobierno.

319
En este sentido, fuera de la política educativa, y en cierta medida del reparto agrario,

que como hemos visto respondió más a coyunturas de carácter político-militar,

prácticamente todas las iniciativas gubernamentales en este período estuvieron

enfáticamente dirigidas a crear las condiciones del desarrollo capitalista del país, la

estabilización monetaria y financiera, la política fiscal, la creación de instituciones

bancarias de desarrollo, la obra pública, la inversión pública en sectores estratégicos

de la producción, se orientaron esencialmente en ese sentido.

La política habitacional, a pesar de manifestarse ya desde los primeros años de la

revolución como una demanda social que fue creciendo en importancia, permaneció

en suspenso, y sólo abordada en función de las necesidades de desarrollo del capital,

los mismos capitales inmobiliario y de la construcción, en formación durante este

lapso, tardaron en abordar el tema y sólo lo hicieron en la medida que el sector público

proveyó de los recursos financieros para hacerlo, durante años crecieron y se

desarrollaron al cobijo de la obra pública.

La producción habitacional vendría hasta más tarde, y sólo lo haría bajo las

condiciones que se establecieron desde los años de la estabilización, en función de las

necesidades del desarrollo del capital inmobiliario y del relativamente joven capital de

la construcción, y como un medio para alcanza alianzas y acuerdos entre el Estado y

los sectores sociales urbanos, a través de los mecanismos e instituciones creadas

para ello.

320
CAPÍTULO 5
Financiamiento y Producción de Vivienda
Social: los instrumentos corporativos de la
política habitacional
A diez años de haber concluido la guerra civil en México, y aprobarse el marco jurídico

en que se encumbraba el estado posrevolucionario, las causas que habían dado

origen al problema habitacional y a las expresiones sociales de inconformidad que en

torno a él se habían comenzado a dar desde los inicios de la segunda década del siglo

XX permanecían prácticamente intactas.

La concentración de la propiedad urbana, las prácticas especulativas del emergente

capital inmobiliario permanecieron en el trasfondo de una realidad habitacional en la

que las viviendas precarias aglomeradas en patios de vecindad, los barrios creados

para un creciente número de pobres urbanos en las periferias urbanas, carentes de

todo tipo de servicio e infraestructura, contrastaban con los desarrollos inmobiliarios,

construidos en torno a la ciudad central, o en las periferias de mayor valor ambiental,

en donde se asentaban los sectores sociales de mayores ingresos y las nuevas clases

medias que comenzaban a emerger de la burocracia y de técnicos y profesionales

surgidos de la fragua del nuevo Estado.

De hecho la producción de vivienda continuó conservando las condiciones que habían

prevalecido hasta el advenimiento de la Constitución General de la República: a saber

una producción de vivienda en la que predominaba la presencia de agentes

constructores enfocados a la edificación de vecindades o de viviendas colectivas en

alquiler para los sectores empobrecidos de la población citadina, un emergente capital

inmobiliario que, como en los últimos años del siglo XIX, se dedicaba a la promoción

321
inmobiliaria y construcción de vivienda para sectores sociales medios y altos con

solvencia financiera, y que colateralmente operaban como impulsora de desarrollos

“urbanísticos” sin servicios en las periferias urbanas más desfavorables, para una

población que se veía desplazada de las áreas centrales, y que edificaría una vivienda

a través del recurso sempiterno de la autoconstrucción.

La vivienda que se produjo con posterioridad a la promulgación de la Constitución, y

con ella a las disposiciones del artículo 123, salvo algunas excepciones, no superó las

condiciones en las que se venían construyendo las viviendas en alquiler para obreros

en las periferias de las factorías, y en la práctica no fue más allá de una reproducción

de los antiguos conjuntos habitacionales que se habían iniciado desde el porfiriato en

el contexto de la construcción de viviendas en las ciudades industriales y en las

haciendas agro exportadoras.

Los ejemplos de los primeros años de intervención pública directa en la construcción y

financiamiento de vivienda, salvo tres casos notables en lo arquitectónico pero poco

significativos, o francamente irrelevantes en la realidad urbana y habitacional no

modificaron la realidad de la vivienda en México que venía expresándose desde el

siglo anterior, y continuaría en condiciones similares hasta casi finales de la década de

los 40s, cuando se ponen en marcha y se inauguran los primeros conjuntos

multifamiliares de vivienda en alquiler promovidas por el Instituto de Pensiones.

1. La definición del perfil de la política de

financiamiento y construcción de vivienda.

La puesta en operación de una política habitacional es, como hemos visto,

extemporánea, no sólo con respecto a las iniciativas de vivienda de bajo costo puestas

322
en operación desde finales del siglo XIX en Inglaterra y Francia, y a principios del XX

en España, y en comparación con las que se pusieron en marcha en Argentina y Chile,

en la realidad latinoamericana por esos mismos años, sino que lo es también con

respecto a las manifestaciones sociales que habían brotado desde la segunda década

del siglo en gran parte de la realidad urbana en México y que permanecieron latentes,

con explosiones intermitentes hasta, al menos, los años treinta.

Son también una política insuficiente que no se desprende de una percepción clara de

los derechos sociales que se ventilaron en el Congreso Constituyente, ni estuvieron

pensadas como un instrumento redistributivo, que tuviera además un impacto en el

desarrollo de la producción, eliminando o reduciendo el peso del componente

habitacional en el salario.

Incompleta así mismo, porque la misma disposición constitucional, referente a la

obligatoriedad de los patrones a ofrecer vivienda en arrendamiento a los trabajadores

de sus empresas, no derivó en una instrumentación que permitiera operar esta

iniciativa, la cual quedó con un carácter declarativo, que más que reflejar las buenas

intenciones del Estado posrevolucionario, pareció saldar una vieja deuda política con

el sector obrero, contraída en los albores de la guerra civil.

Y cuando, finalmente, se ponen en marcha las primeras iniciativas habitacionales a

pocos años de instaurado el Estado posrevolucionario, tuvieron un carácter marginal y

durante casi 25 años no rebasaron la condición de iniciativas casi anecdóticas o

extraordinarias que no influyeron significativamente en las condiciones de producción

de la vivienda, y menos aún en las que habitaba la mayor parte de la población urbana

del país.

323
A pesar de esta escasa presencia pública en la construcción y el financiamiento

habitacional, lo que, sin embargo, hace relevante este primer momento, es la

orientación que ahí se imprime a la política institucional en materia de vivienda, los

instrumentos que en ese tiempo se perfilan para operarla, las líneas de actuación que

se definen, y la forma en la que las distintas acciones que emprende el Estado desde

estos primeros años se articularon y operaron de manera complementaria y, en cierta

forma, subsidiaria.

En efecto, desde que se pusieron en marcha las primeras dos iniciativas

institucionales para el financiamiento y construcción de vivienda social (Instituto IPCyR

y Dirección de Pensiones Militares [DPM]), se echaron a andar a la par dos líneas de

actuación pública que tendrían un efecto determinante en la política habitacional del

estado mexicano: las iniciativas legales para enfrentar el problema inquilinario, que se

aplicaron en las décadas de los años 20 y 30 en distintos estados del país, y la venta a

bajo precio o cesión de suelo público a grupos sociales de presión por parte de

gobierno federal y algunos gobiernos locales que, en los hechos, reproducían las

iniciativas que se habían puesto en marcha desde finalizaba la etapa armada de la

guerra civil.

Con base en estas tres líneas de actuación (financiamiento y construcción de vivienda,

legislación inquilinaria, y política de cesión de suelo y regularización de la tenencia de

la tierra), se perfilaría la estructura que soportaría la política habitacional en México

desde entonces. Las tres aparecerían casi de manera simultánea, se desarrollarían en

paralelo y operarían complementaria y subsidiariamente desde entonces, en una

especie de juego de relevos en el que al final la política financiera terminó por

convertirse en el eje dominante, la inquilinaria prácticamente desapareció, y la de

regularización de la tenencia de la tierra pasó a ser el principal apoyo subsidiario de la

324
construcción de vivienda y cubrió los espacios sociales que ésta fue incapaz de

abarcar.

De esta manera, en los años posteriores a la creación del IPCyR y de la DPM, la

política habitacional en México se iría conformando por una trilogía de líneas de

actuación que formaron un solo cuerpo, que además permitiría atender de manera

discrecional y selectiva a distintos grupos sociales, de acuerdo con las necesidades de

negociación y concertación política del Estado emergente.

La política habitacional se inscribe así, en el conjunto de instrumentos que conformó y

fue impulsando el Estado mexicano posrevolucionario para construir su hegemonía, y

fue dentro de ellos, uno de los que más claramente reflejó su personalidad y que de

manera más estrecha estuvo vinculada a su propio proceso de conformación,

adquiriendo de él su estructura orgánica y naturaleza corporativa, su orientación y

objetivos clientelares, y su carácter de instrumento de la hegemonía.

Con este rostro y esta osamenta, la política habitacional se convertiría en uno de los

principales medios a través de los cuales se construyó y configuró el espacio urbano

en México, fue a través del cual se edificó la mayor parte de las ciudades del país, y a

través del cual se configuro su perfil urbano arquitectónico, su estructura espacial y

funcional, y su propia imagen.

325
2. El punto de partida de las políticas habitacionales:

las primeras experiencias de programas y proyectos

habitacionales públicos

Cuando en 1949 se inauguró el “Conjunto Urbano Presidente Alemán”, la primer gran

intervención gubernamental en materia de vivienda social en el país (un multifamiliar

integrado por 1,080 viviendas), el panorama habitacional era básicamente el mismo

que a principios de siglo, según datos censales de 1950, los materiales con los que

estaban construidas las viviendas conservaban las características típicas de la

construcción rural. En todo el país, alrededor del 82% de las casas estaban

construidas de materiales perecederos, el 41,65% de adobe, el 19,79% de madera, el

20,11% de embarro, varas y otros materiales frágiles, mientras que sólo el 18,45% del

total estaban edificadas con ladrillo, block, piedra o cemento, una situación que difería

muy poco de la existente veinte años antes (ver Cuadro 15).

La intervención del gobierno en la solución del problema de la vivienda había quedado

relegada a un segundo plano en el orden de prioridades del Estado emergente, y las

tareas de éste se centraron en la conformación de un bagaje legal e institucional que,

como un subproducto fue creando el marco de referencia para lo que vendría a ser

más tarde la política habitacional.

Más allá de éste, como se ha señalado, la intervención gubernamental en materia de

vivienda durante esas casi tres primeras décadas de gobiernos posrevolucionarios no

rebasaron con mucho el carácter testimonial, casi experimental, y acaso simbólico de

la participación estatal en la producción de vivienda para los trabajadores.

326
Cuadro 15: Características Materiales de la Vivienda, 1930-1950

1930 1950
Viv. de mat. Viv. mat. Viv. de mat. Viv. mat.
Entidad Total de Total de
Pétreos (1) Perecederos (2) Pétreos (1) Perecederos (2)
Federativa vivienda vivienda
No. de No. de No. de No. de
s % % s % %
Viv Viv Viv Viv
Aguascalientes 27.081 1.271 4,69 25.810 95,31 38.116 3.244 8,51 34.872 91,49
Baja Calif. Nte. 8.233 154 1,87 8.079 98,13 48.472 3.833 7,91 44.639 92,09
Baja Calif. Sur 8.224 1.325 16,11 6.899 83,89 10.629 2.002 18,84 8.627 81,16
Campeche 17.729 5.824 32,85 11.905 67,15 25.072 7.015 27,98 18.057 72,02
Coahuila 88.622 4.199 4,74 84.423 95,26 141.282 12.567 8,89 128.715 91,11
Colima 13.913 1.001 7,19 12.912 92,81 24.988 4.170 16,69 20.818 83,31
Chiapas 105.821 2.471 2,34 103.350 97,66 182.721 14.824 8,11 167.897 91,89
Chihuahua 90.912 4.577 5,03 86.335 94,97 167.487 4.873 2,91 162.614 97,09
Distrito Fed. 101.094 49.703 49,17 51.391 50,83 626.262 416.955 66,58 209.307 33,42
Durango 81.427 2.176 2,67 79.251 97,33 120.252 4.133 3,44 116.119 96,56
Guanajuato 196.054 19.811 10,10 176.243 89,90 273.510 34.291 12,54 239.219 87,46
Guerrero 130.030 3.722 2,86 126.308 97,14 187.352 5.556 2,97 181.796 97,03
Hidalgo 138.859 25.928 18,67 112.931 81,33 172.339 31.874 18,49 140.465 81,51
Jalisco 267.078 12.813 4,80 254.265 95,20 355.769 31.077 8,74 324.692 91,26
México 199.723 11.963 5,99 187.760 94,01 283.226 15.432 5,45 267.794 94,55
Michoacán 204.026 7.937 3,89 196.089 96,11 288.980 14.117 4,89 274.863 95,11
Morelos 26.531 1.226 4,62 25.305 95,38 58.075 11.413 19,65 46.662 80,35
Nayarit 38.102 4.829 12,67 33.273 87,33 61.833 8.526 13,79 53.307 86,21
Nuevo León 81.954 25.054 30,57 56.900 69,43 146.810 28.838 19,64 117.972 80,36
Oaxaca 231.485 7.811 3,37 223.674 96,63 310.623 17.670 5,69 292.953 94,31
Puebla 221.315 27.266 12,32 194.049 87,68 343.595 69.649 20,27 273.946 79,73
Querétaro 48.823 8.665 17,75 40.158 82,25 60.098 10.661 17,74 49.437 82,26
Quintana Roo 2.141 210 9,81 1.931 90,19 5.542 699 12,61 4.843 87,39
Sn. Luís Potosí 118.611 11.636 9,81 106.975 90,19 170.354 12.216 7,17 158.138 92,83
Sinaloa 75.835 21.394 28,21 54.441 71,79 119.980 33.359 27,80 86.621 72,20
Sonora 60.902 3.538 5,81 57.364 94,19 98.698 13.102 13,27 85.596 86,73
Tabasco 35.854 4.415 12,31 31.439 87,69 65.434 13.545 20,70 51.889 79,30
Tamaulipas 62.351 8.269 13,26 54.082 86,74 148.602 21.830 14,69 126.772 85,31
Tlaxcala 41.228 3.603 8,74 37.625 91,26 58.875 3.766 6,40 55.109 93,60
Veracruz 268.154 36.576 13,64 231.578 86,36 415.506 70.855 17,05 344.651 82,95
Yucatán 85.273 25.838 30,30 59.435 69,70 111.180 38.243 34,40 72.937 65,60
Zacatecas 100.067 5.200 5,20 94.867 94,80 131.322 4.825 3,67 126.497 96,33
Datos Complem. 0 6.224 5.097 81,89 1.127 18,11
Total Nacional 3178.452 350.406 11,02 2.828.046 88,98 5.259.208 970.257 18,45 4288.951 81,55
Fte: , INEGI,1996: 120 y 155.

Notas: (1) Ladrillo, Tabique, Block, Piedra o Cemento,


(2) Adobe, Madera, embarro, varas y otros materiales perecederos y/o de desecho

En particular este carácter simbólico parece haber tenido que ver con el mensaje

político que a través de estos programas habitacionales se enviaba a ciertos sectores

de la población por parte del régimen posrevolucionario. No es casual que a pesar de

que la reivindicación inicial en materia de vivienda surgiera de los acuerdos con el

movimiento obrero, y que las más importantes expresiones de inconformidad en

materia de vivienda provinieran precisamente de los trabajadores urbanos y de

diferentes sectores sociales marginales, no fuera hacia ellos a los que se dirigieron los

primeros programas institucionales de vivienda.

327
Las demandas más patentes en este rubro estaban, como lo reflejó el movimiento

inquilinario, en la cuestión de los alquileres y afectaba fundamentalmente al sector

obrero y a los sectores de más bajos recursos, sin embargo es precisamente hacia los

sectores medios de la burocracia federal y a empleados públicos de la ciudad de

México104, la primera base de apoyo al interior de la estructura gubernamental, hacia

quienes se enfocaron las primeras acciones de la política habitacional.

Esta será una práctica recurrente en adelante, lo será en los programas de vivienda de

finales de los años cuarenta del mismo IPCyR, y lo seguirá siendo con los que

aparecerán en las siguientes décadas que atenderán a demandas sociales

coyunturales que se ubicarán alrededor de las alianzas y acuerdos que construya el

Estado con los diferentes sectores de la sociedad, y a la propia estrategia de

desarrollo económico del capital inmobiliario.

En este escenario se ubican las primeras iniciativas de construcción de vivienda para

trabajadores del Departamento del Distrito Federal (DDF)105, que tienen un carácter

particularmente relevante, tanto por haberse realizado en un momento en el que el

tema de la vivienda social estaba siendo reconocido como un campo de actuación de

los arquitectos del país, hasta entonces tan interesados en la diatriba estética, como

por ser los primeros programas de construcción habitacional específicamente dirigidos

a los trabajadores de bajos ingresos emprendidos por un gobierno local, casi

inmediatamente después de haberse emitido el decreto de 1934, que le facultaba para

emprender programas de esta naturaleza.

El primero de ellos fue promovido inicialmente por la Sociedad de Arquitectos

Mexicanos en 1932, un año antes de que se creara el BNHUOPSA, y siete después de

104
No se hace referencia a los resultados del financiamiento por parte de la Dirección de Pensiones Militares por no
disponer de información para estos años.
105
Éste era entonces el organismo federal encargado del gobierno de la ciudad de México.

328
la creación del IPCyR, cuando éste ya había financiado más de 3.600 viviendas

(INFONAVIT: 67), y se llevaron a cabo a partir de un concurso público, también el

primero en su tipo, apoyado por el gobierno de la ciudad de México. Éste concurso lo

ganó un proyecto, que abordaba el tema habitacional desde una perspectiva novedosa

en el país, en sus aspectos sociales, económicos, funcionales y de diseño, acorde con

los términos de la discusión arquitectónica del momento (INFONAVIT: 58-62, y

González Lobo, C., 1994: 110 y 111).

Sobre la base del proyecto ganador se realizaron los conjuntos habitacionales de

Balbuena y del barrio de San Jacinto, ambos ubicados, en ese entonces, en la

periferia de la ciudad. En ellos participaron tres arquitectos de una nueva generación

de técnicos formada después de la Revolución que, con el tiempo, tendrían un papel

relevante en la historia de la arquitectura Mexicana (Juan Legarreta, Enrique Yáñez y

Enrique del Moral) (INFONAVIT: 60-62). Estos son el primer intento en abordar el tema

de la vivienda obrera en México desde una perspectiva funcional, y junto con la

iniciativa de las 10 viviendas obreras construidas en Irapuato por Enrique del Moral

(Ídem, p. 62), representan un caso aislado pero significativo de la producción de

vivienda en el país desde una óptica novedosa, tanto en lo financiero como en lo

urbanístico y arquitectónico.

Otra iniciativa importante, aunque dirigida más a sectores medios, iniciada a finales ya

del período de la estabilización, fue el conjunto de 200 viviendas financiado por el

BFH, a partir de un proyecto de Carlos Lazo, que consistió en un conjunto de 12

edificios multifamiliares construidos en las nuevas áreas abiertas a la urbanización al

sur de la ciudad de México (la Unidad Esperanza Narvarte) (González Pozo, A., 1994:

202).

329
Además de las cinco experiencias más significativas del período que incluye tanto las

realizadas por el DDF (San Jacinto y Balbuena), como las del IPCyR (Presidente

Alemán y Presidente Juárez) y la del BFH (Unidad Esperanza), hubo en los poco más

de 25 años que duró el período de la estabilización, algunos proyectos adicionales que

podemos ubicar dentro de la coyuntura favorable del cardenismo, y que abordaron el

problema habitacional desde una perspectiva similar a estos.

En el mismo concurso de 1932 del que se derivaron los conjuntos habitacionales de

San Jacinto y Balbuena, Juan O´Gorman presentó un proyecto de vivienda obrera

multifamiliar, sobre la base de la idea lecorbusiana de sistema porticado y plantas

libres; en 1938, Alberto Arai y otros arquitectos vinculados con la Unión de Arquitectos

Socialista (UAS), presentaron a algunos sindicatos un proyecto de ciudad obrera,

integrada sólo por edificios multifamiliares (Ibíd.).

Ese mismo año, en el marco del XVI Congreso Internacional de Planificación y de la

Habitación, se presentó el proyecto de la ciudad obrera en México. (INFONAVIT: 62 y

63), más tarde, en 1942, durante su estancia en México, Hannes Meyer presentó el

proyecto de una colonia obrera para 2 mil familias en Lomas de Becerra, que incluía

bloques de departamentos multifamiliares con escuelas y jardines (Camberos G., J.,

1994: 91, y González Pozo, A., 1994: 202).

Ninguno de estos proyectos fue construido, todos se pensaron para cubrir la demanda

de vivienda obrera en la ciudad de México, que ya se había consolidado para entonces

como el primer centro industrial del país106, y prácticamente todos fueron resultado de

iniciativas de cuadros profesionales politizados, vinculados al movimiento obrero.

Todas ellas son iniciativas que preceden sólo unos años a los primeros conjuntos

106
En 1930, la producción bruta industrial del país se concentraba en un 28.5% en la ciudad de México, para 1950 esta
cifra llegaba al 40% (González Pozo, A., 1994: 200-202).

330
multifamiliares emprendidos por el IPCyR, y parece razonable suponer que ejercieron

una influencia significativa en ellos y en los programas que se emprendieron

posteriormente así como en el papel que los nuevos profesionales vinculados a la

industria de la construcción tuvieron a partir de entonces en la producción habitacional.

3. La Naturaleza de los instrumentos de producción y

financiamiento de vivienda social

Desde la creación del IPCyP, una de las líneas fundamental de la política habitacional

en México fue la creación, con criterios selectivos, de mecanismos de financiamiento

para vivienda dirigidos a los distintos sectores o grupos de trabajadores al servicio del

Estado, tanto incorporados a la burocracia federal como a la administración de las

diferentes entidades federativas, y a los distintos organismos descentralizados y

empresas públicas.

Este proceso fue de la mano de la progresiva participación del Estado en distintos

sectores de la economía y en diferentes áreas de la seguridad social, y parece haber

formado parte de los mecanismos de mediación que construyó en su relación con los

distintos segmentos de los servidores y trabajadores públicos, para disponer de su

apoyo político y promover su integración al aparato político del partido oficial.

Así, en la medida que el Estado fue extendiendo su ámbito de actuación a distintos

sectores de la actividad social (salud y educación), y económica (petróleo, energía

eléctrica, ferrocarriles, producción cañera, banca de desarrollo), paulatinamente se

fueron creando los mecanismos a través de los cuales se impulsó el financiamiento de

vivienda para cada uno de estos sectores que, con este trato privilegiado, fueron

conformando lo que podríamos llamar la “aristocracia” obrera en México.

331
Desde esta misma lógica, el Estado iría creando diversos instrumentos financieros

dirigidos a otros sectores de la sociedad, que le permitieron ofrecer, de manera

discrecional, financiamiento para la vivienda a distintos grupos de la población urbana.

En el transcurso de casi 75 años, que van de la creación del IPCyR, hasta la reforma

del año 2002 que haría desaparecer al FOVI, sustituyéndolo por la SHF, el gobierno

federal y los gobiernos locales terminarían por configurar una compleja y desarticulada

red de instrumentos que, ya fuera de manera permanente (dirigidos exclusivamente a

este fin), o bien de forma extraordinaria (para responder a programas específicos de

desarrollo regional, o a programas emergentes o coyunturales), financiarían o

construirían vivienda.

A principios del presente siglo, esta red llegaba a estar conformada por más de 104

organismos o programas descentralizados (federales y estatales), que de manera más

o menos permanente financian o construyen vivienda, a los que habría que añadir al

menos 8 que operan programas de este tipo de manera extraordinaria, y un número no

determinado de organismos municipales que están en cargados de programas

habitacionales. Ha habido además al menos 17 organismos, actualmente

desaparecidos y que no han sido sustituidos por ningún otro, en su mayoría creados

por el gobierno federal, que en algún momento financiaron vivienda y que casi

exclusivamente fueron diseñados para operar programas extraordinarios (ver Cuadros

AE-11 a AE-15).

Considerando el ámbito gubernamental en el que operan y su objetivo original, para

efectos de este estudio hemos recurrido a una clasificación de todos ellos que permite

agruparlos atendiendo a características similares, y que retoma, en principio la

clasificación que se ha asumido en la CONAVI para agrupar a los principales

organismo de vivienda que operan bajo control del gobierno federal (Organismos

332
Nacionales de Vivienda Social [ONAVIS]), y por el FONHAPO para aquellos a través

de los que los gobiernos estatales operan sus respectivos programas de vivienda

(Organismos Estatales de Vivienda Social [OREVIS]).

A partir de esta clasificación, se han agrupado a los organismos financieros de

vivienda en:

1- Organismos Nacionales de Vivienda Social (ONAVIS)

2- Mecanismos Financieros de Organismos Descentralizados del Gobierno Federal y

Empresas Públicas (ODEPES)

3- Mecanismos Financieros de Vivienda en la Banca de Desarrollo (BDE)

4- Organismos Estatales de Vivienda Social (OREVIS)

5- Mecanismos Financieros de los Organismos Estatales de Seguridad Social para

Trabajadores Públicos (ORESS)

6- Programas de vivienda a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL)

7- Organismos Estatales de Desarrollo Urbano y Obras Públicas o Sectorizados a ellos

(OEDUOPS)

8- Organismos Estatales y/o Municipales No Sectorizados en Desarrollo Urbano y

Vivienda ni en Seguridad Social (ONENDUVSS)

9- Organismos Nacionales o Estatales para Programas Emergentes y/o Coyunturales

(ONEPEC)

10- Organismos Nacionales o Estatales para Programas o Proyectos de Desarrollo

Regional (ONEDER)

11- Programas Especiales de Financiamiento (PEF) 107.

107
Faltaría además incluir un grupo que integre a los organismos municipales de vivienda social, de los cuales se han
detectado cuatro en los estados de Guanajuato, México y Yucatán, de los cuales no disponemos de información
estadística, por lo cual no quedan incorporados a este estudio más que a nivel referencial. En este sentido, no se
puede afirmar que este conjunto de agrupaciones de organismos abarquen el total de los existentes, sin embargo, con
base en la información disponible, se considera que sí reflejan un universo suficientemente amplio como para conocer
la forma en que operan, y el peso que cada grupo de organismos tiene en el conjunto de acciones que desarrolla el
sector público en materia de vivienda en México, el carácter que éstas tienen y los efectos que tienen en la realidad
urbana del país

333
Esta clasificación dibuja un perfil complejo del conjunto de los organismos que

financian y/o construyen vivienda en México, que es, tal vez, uno de rasgos más

característicos de la política habitacional en el país, y que explican la dispersión de las

acciones del Estado en la materia. También refleja una manera de intervención

selectiva, es decir excluyente, que responde a la forma en la que se fue construyendo

la estructura instrumental y fue atendiendo sólo a algunos segmentos sociales

privilegiándolos por encima del resto.

En conjunto, todos estos organismos atienden a sectores distintos de la sociedad,

fragmentándola y dejándola subordinada a diferentes formas de relación con el Estado

y con las instancias corporativas con base en los cuales funcionaba el partido oficial.

En este sentido, el sistema de financiamiento de vivienda en el país, adquirió los

mismos rasgos corporativos, clientelares y centralizados que caracterizarían la forma

de actuación del Estado mismo y de su partido, operando como un sistema de

instrumentos de negociación entre las autoridades y distintos grupos sociales,

atendiendo a coyunturas y necesidades de alianzas políticas específicas.

Esta condición clientelar, corporativa y centralizada formaría parte intrínseca de la

política financiera de vivienda social, y a pesar de las sucesivas transformaciones que

sufrieron, en distintos momentos, cada uno de los instrumentos que la integran, ha

conservado de cierta forma su naturaleza original hasta hoy.

334
3.1. La naturaleza clientelar de los instrumentos financieros de

la política habitacional en México

El desarrollo de la política habitacional impulsada en México, ha estado muy

directamente ligada al proceso de conformación del mismo Estado posrevolucionario y

al establecimiento de vínculos y alianzas de éste con diferentes sectores sociales y

laborales que le permitieron, a lo largo del siglo XX, jugar un papel hegemónico en la

vida política, económica y social del país.

Cada uno de estos “sectores” representó a un “cuerpo” social, y con respecto a cada

uno, el Estado asumió compromisos distintos. Con el sector campesino, nacido de las

organizaciones agraristas surgidas desde los primeros años de la posrevolución, la

Reforma Agraria sería el instrumento de negociación política y el medio de garantizar

su fidelidad institucional.

En el caso particular de la CTM, habiendo nacido por impulso del propio gobierno

Cardenista como la principal confederación de trabajadores industriales, sería desde

entonces la cabeza hegemónica del sector obrero en el la estructura del partido, y en

torno a ella se aglutinarían los sindicatos identificados con el Estado en un organismo

cúpula (el Congreso del Trabajo) (De la Garza T., E., 1998: 9-13).

A través de este organismo, al PRI se integraría las principales confederaciones y

sindicatos industriales, la Federación de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE),

y la de los gobiernos estatales y municipales (FSTSGEM), así como los sindicatos de

los trabajadores de las empresas y organismos descentralizados, entre ellos los

petroleros (STPRM), los ferrocarrileros (STFRM), los electricistas (SME), los cañeros

335
(FNC), trabajadores del Seguro Social (SNTSS), y los trabajadores de la educación

(SNTE)108.

La CNOP por su parte, impulsada desde la propia presidencia de la República, buscó

llenar el vacío de los sectores populares urbanos y las clases medias al interior del

partido oficial (Cf. Lastra L., J. M. 2002). Este organismo agrupó en torno a él a los

diferentes sectores de la población urbana no incorporados al sindicalismo oficial ni al

sector campesino, a través de alrededor de diez ramas, basadas en su mayoría en

lazos de afinidad profesional.

El carácter de amplia representatividad de esta organización, permitió incluso que

asociaciones laborales no integradas a la CTM se incorporaran inicialmente a ella, así,

la Federación Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), constituida

en 1941, en la que había una muy alta representatividad del gremio magisterial (casi la

tercera parte de sus integrantes), es el primer grupo organizado que se le incorpora y

a él le siguen cooperativistas, pequeños agricultores, comerciantes e incluso

industriales.

Más tarde, a este sector se le agregarían organizaciones femeninas, de jóvenes,

trabajadores no asalariados, intelectuales, técnicos y, en general, las diferentes

organizaciones sociales que se conformaron en las áreas urbanas, entre las que

estuvieron distintas asociaciones de pobladores de colonias populares (en ese

entonces llamadas colonias proletarias), inicialmente del Distrito Federal, y con el

tiempo de diferentes ciudades del país (Lajous, A., 1982: 128).

108
FSTSE: Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado; FSTSGEM: Federación de Sindicatos de
Trabajadores al Servicio de los Gobiernos de los Estados e instituciones Descentralizadas de Carácter Estatal de la
República Mexicana; STPRM: Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana; STFRM: Sindicato de
Trabajadores Ferrocarrileros de al República Mexicana; Sindicato Mexicano de Electricistas; FNC: Federación Nacional
de Cañeros; SNTSS: Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social; y SNTE: Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación.

336
A través de su filiación partidista, todos estos organismos jugarían, a lo largo de todo

el siglo XX, un papel fundamental en la consolidación del papel hegemónico del

Estado, y serían el soporte esencial para impulsar el modelo económico en turno, y el

sistema político en su conjunto. La retribución por parte del gobierno, a este papel

“corresponsable” del movimiento obrero y del sector popular en el desarrollo de la

política nacional, sería el impulso de una política social que, en materia de vivienda, se

iría desarrollando de manera sectorizada, atendiendo de manera diferenciada a cada

uno de los grupos sociales urbanos, y desde una perspectiva corporativizada,

priorizando en un principio a los trabajadores de la burocracia federal y a las fuerzas

armadas, para paulatinamente ir incorporando al resto de la clase trabajadora y a los

distintos grupos sociales.

Para finales de los años 40 había quedado perfilada la estructura corporativa del

Estado mexicano a través del partido que era su soporte, y a través de él, la sociedad

en su conjunto, de ahí en adelante la actuación gubernamental se fundamentaría en

ella, y con base en ella misma se impulsarían las diferentes políticas sociales del

régimen, entre las que, de manera destacada, estaría la política habitacional.

Ésta, por encima de las otras dos políticas sociales esenciales del Estado mexicano

(la educación y la salud), sería la que con mayor claridad reflejaría su carácter

corporativo, y la que funcionaría de manera más claramente sectorizada, a diferencia

de aquellas, no se le reconocería un carácter universal sino hasta los años 80, y aún

entonces no perdería su carácter original.

3.2. El carácter tripartito de la política habitacional

Como se ha señalado en el capítulo anterior, es indudable que las condiciones

sociales, políticas y económicas de las que parte el Estado posrevolucionario

337
determinaron, al menos en parte, las prioridades de las políticas públicas del nuevo

régimen, y parece razonable suponer que estas mismas condiciones determinaron el

carácter que irían adquiriendo las características de la política habitacional en el país.

Dos factores en particular parecen haber determinado la forma en la que se estructuró

la política habitacional en México y la forma en la que se fue incorporando en la

agenda de las políticas públicas. Por una parte, el orden de las demandas y

prioridades en cada uno de los diferentes sectores sociales integrados a la naciente

estructura corporativa del Estado, por otra, el peso específico que, en la configuración

de las fuerzas políticas emergentes, tuvo cada uno de los sectores sociales.

También parece que a esto se añadió la falta de recursos financieros por parte del

régimen, y el mismo orden de prioridades económicas, políticas y sociales de los

primeros gobiernos hasta la década de los años cuarenta, que en materia de inversión

pública llevó a priorizar el gasto público en desarrollo agropecuario y en infraestructura

de comunicaciones y transportes, por encima de la inversión en infraestructura

educativa, de salud, y por supuesto vivienda.

En efecto, entre 1924 y1940, período durante el que transcurrieron cinco gobiernos de

la República, el gasto social (que además de vivienda abarcó educación, salud y

servicios públicos), nunca superó el 15% de toda la inversión pública, de hecho sólo

entre 1929 y 1933 superó la décima parte de ésta, el resto del tiempo osciló entre

menos del 6% y el 10%, la gran prioridad del régimen fue, sin duda, las

comunicaciones y el transporte, que estuvieron todos esos años por encima del 75%

de todos los recursos asignados (ver Cuadro 16).

338
Cuadro 16: Destino de la inversión pública federal realizada por sexenio (millones de pesos), 1925-1982
Inversión Pública Fomento Comunicaciones y Administración y Convenios de
Fomento Industrial 2/ Beneficio Social 4/ Comercio y Turismo
Federal Agropecuario 1/ Transportes 3/ Defensa 5/ coordinación
Período
Monto de %/total Monto de %/total Monto de %/total Monto de %/total Monto de %/total Monto de %/total Monto de %/total
Presidencial
Total la de la de la de la de la de la de la de
inversión inversión inversión inversión inversión inversión inversión inversión inversión inversión inversión inversión inversión inversión
Calles (1924-
380 60 15,79 0 0,00 298 78,42 22 5,79 0 0,00 0 0,00 0 0,00
1928)
Portes Gil
201 20 9,95 0 0,00 152 75,62 29 14,43 0 0,00 0 0,00 0 0,00
(1929-1930)
Ortiz Rubio
164 20 12,20 0 0,00 125 76,22 19 11,59 0 0,00 0 0,00 0 0,00
(1931-1932)
A.L. Rodríguez
183 20 10,93 0 0,00 139 75,96 24 13,11 0 0,00 0 0,00 0 0,00
(1932-1933)
Cárdenas
1.218 216 17,73 90 7,39 790 64,86 117 9,61 5 0,41 0 0,00 0 0,00
(1934-1940)
Ávila Camacho
3 873 674 17,40 450 11,62 2.250 58,09 427 11,03 72 1,86 0 0,00 0 0,00
(1940-1946)
M. Alemán
13 593 2.699 19,86 3.144 23,13 5.728 42,14 1.859 13,68 163 1,20 0 0,00 0 0,00
(1946-1952)
Ruiz Cortinez
28.056 3.886 13,85 9.671 34,47 9.662 34,44 4.035 14,38 802 2,86 0 0,00 0 0,00
(1953-1958)
López Mateos
67.360 7.142 10,60 25.253 37,49 16.747 24,86 16.311 24,21 1.907 2,83 0 0,00 0 0,00
(1959-1964)
Díaz Ordaz
128.439 14.075 10,96 51.457 40,06 28.040 21,83 32.366 25,20 2.501 1,95 0 0,00 0 0,00
(1965-1970)
Echeverría
374.730 58.642 15,65 150.086 40,05 81.311 21,70 70.358 18,78 10.138 2,71 4.195 1,12 0 0,00
(1970-1976)
López Portillo
2.931.950 450.582 15,37 1.434 908 48,94 413.482 14,10 397.354 13,55 81.135 2,77 37.585 1,28 48.909 1,67
(1976-1982)
1/ Comprende: agricultura (grande y pequeña irrigación y otras inversiones agrícolas); ganadería, forestal, almacenes, rastros y pesca.
2/ Comprende: energía y combustibles (electricidad, petróleo y gas), siderurgia (hierro, acero, carbón y coque); minería y otras industrias.
3/ Comprende: terrestres (carreteras, ferrocarriles y ductos); marítimas, aéreas y tele comunicaciones.
4/ Comprende: servicios públicos, urbanos y rurales; hospitales y centros asistenciales; educación e investigación y habitación.
5/ Comprende: defensa y edificios públicos.
6/ Incluye 9,596 millones de Coplamar.
7/ Incluye 58,399 millones de Promoción Regional.
8/ Incluye 125,058 millones de Desarrollo Regional y Ecología.
9/ Incluye 258,832 millones de Desarrollo Regional y Ecología.
FUENTES: - 1925-1970: Secretaría de la Presidencia, Dirección de Inversiones Públicas.
- - 1971-1984: Presidencia de la República, II Informe de Gobierno de Miguel de La Madrid
Datos tomados de: Instituto Autónomo de México (2007), Destino de la inversión pública federal realizada, Periodo 1925-1984, en: http://biblioteca.itam.mx/recursos/ehm.html#vivienda.

339
Incluso en el marco de la baja inversión en política social, ésta se enfocó en un

principio prioritariamente al rubro de salud, y sólo hasta la década de los años

cuarenta la inversión pública en educación comenzó a ser relevante, en tanto que en

vivienda tuvo prácticamente un carácter testimonial, que se basó en el otorgamiento

de créditos a la burocracia, mientras que para el resto de la población se redujo a la

acción de los trabajadores a través de cooperativas de vivienda popular (De Gortari R.,

H., y Ziccardi, A., 1996: 206-210).

En esas condiciones, la política habitacional operaría como un instrumento marginal,

de carácter discrecional, que recurriría a diferentes mecanismos y líneas de actuación

que se apoyaban tanto de las ideas de dotación de vivienda que subyacían a lo

dispuesto en el artículo 123 constitucional, como en los mecanismos que desde la

etapa del movimiento armado se habían ensayado, por la emergente elite político-

militar revolucionaria a través de los decretos, que de manera dispersa y coyuntural,

se emitieron para el control de los precios de los alquileres y para resolver la demanda

de suelo por parte de grupos sociales de presión en algunas ciudades del país.

Ésta estructura, por decirlo de alguna manera, de actuación “tripartita” (financiamiento

y construcción de vivienda, suelo e inquilinato), comenzará a constituirse de manera

institucional poco después de que estallara la etapa más intensa de la insurgencia de

los arrendatarios de principio de los años 20s, iniciando con un mecanismo que evitara

que la contaminación de la efervescencia inquilinaria, que había alcanzado a diversos

sectores de los trabajadores urbanos, en particular los obreros industriales, llegara a

unas fuerzas armadas no profesionalizadas y a la burocracia federal.

A este último sector, en particular se dirigirá el primer organismo público que financió y

construyó vivienda de bajo costo y vivienda en alquiler para trabajadores, el IPCyR,

que, junto con la DPM son, sin duda, los organismos que, con sus sucesivas

340
transformaciones, han dado la mayor continuidad a la iniciativa pública en la

promoción habitacional para trabajadores y servidores públicos.

A partir de ellos, en las siguientes décadas, la política de financiamiento y producción

de vivienda se iría extendiendo, progresivamente, a otros grupos de trabajadores de

las empresas y organismos públicos: el DDF (1934), trabajadores y derechohabientes

del IMSS (1936), maestros rurales, trabajadores petroleros (1958), y trabajadores

electricistas (1966); a los sectores populares urbanos (a través del BANHUOPSA

[1933], y el INV [1954]), y más tarde, mucho más tarde, casi 50 años después de la

creación del Instituto de Pensiones y casi 58 después de la Constitución, a otros

sectores del movimiento obrero (INFONAVIT [1972] [ver Diagrama 1]).

De manera paralela se pondrán en marcha mecanismos que permitían sostener este

carácter corporativo y selectivo del financiamiento y construcción de vivienda, y

encausar las demandas sociales de alojamiento, que ya en el caso de las huelgas

inquilinarias habían dado muestras de su eficiencia como instrumentos

mediatizadores: por una parte leyes sobre arrendamiento o Códigos Civiles que

operarían los gobiernos locales, dejando en manos de ellos este recurso de

negociación, y una “política” de permisividad a la promoción ilegal de

fraccionamientos, primero a los impulsados por los propietarios privados, que habían

conservado las tierras agrícolas de las primeras periferias urbanas, y después, al

agotarse éstas, a los ejidatarios y comuneros, beneficiarios del reparto agrario, que

con el tiempo se convertirían en los principales promotores de la expansión urbana.

La política habitacional en México se irá conformando así como un conjunto de

iniciativas que se articularon en tres ejes de actuación que corrían de manera paralela,

y operaban de forma complementaria. Los cuales, progresivamente, se traducirán en

instituciones que atendieron a diferentes grupos sociales en la medida en que estos

341
fueron teniendo una representatividad social y un peso político específico, lo

suficientemente consistente como para hacer sentir su presencia en las iniciativas de

política habitacional.

Los efectos de esta política corporativa y tripartita tendrán una expresión tanto social

como urbanística que delinearon no sólo las condiciones en las que se alojó la

población urbana, sino la misma configuración de prácticamente todas las ciudades

del país. Así, al modelo funcionalista de los polígonos habitacionales, que sería

característico de la mayor parte de las intervenciones públicas desde finales de los

años cuarenta, que supondrán un cambio radical en el patrón de alojamiento que

había prevalecido para los trabajadores hasta entonces, se superpondrá la

generalización de un patrón de alojamiento precario para la mayor parte de la

población, que dibujará una periferia urbana en permanente consolidación, y con

carencias endémicas en materia de servicios, equipamiento e infraestructura.

342
Diagrama 1: Principales Organismos Públicos con funciones de promoción y financiamiento de vivienda en México
1925-2006
Organismo 1925 1926 1928 1933 1934 1937 1938 1940 1942 1943 1946 1947 1949 1954 1955 1956 1958 1959 1960 1961 1962 1963 1964 1966 1970 1972 1976 1978 1981 1982 1988 1991 1993 1997 2001 2002 2003 2006

IPCyR 1
ISSSTE 1 2
FOVISSSTE 2 3
D.P.M. 4
ISSFAM 4 6
FOVIMI 5 6
DDF 7 8 9 10
BFH 11
BANHUOPSA 12 11 13 14
BANOBRAS 14
IMSS 15 16 17
INV 18
INDECO 18 19
FONHAPO 19
OREVIS 20 21
CAPFCE 22 23
PEMEX 24 25
FOVI-FOGA 26 27
SHF 27
CFE 28 29
INI 30 31 32 33
CNDPI 33
CLFC 34 35 36
INFONAVIT 37 38
Fuente: Elaboración propia con base en información de: INV, Connolly, Garza Gustavo 1978, Barragán 1994, CONAFOVI (OP. CIT), ISSFAM http://www.issfam.gob.mx/, CIDAC: 45; y Diarios y Periódicos Oficiales, CFE
Período de operación de los programas habitacionales Período de existencia del organismo sin operación de programas habitacionales Período en el que se generalizan los programas de vivienda en gobiernos locales

Abreviaturas:
(IPCyR) Instituto de Pensiones Civiles y del Retiro (IMSS) Instituto Mexicano del Seguro Social (FOVI) Fondo de Operación y Financiamiento Bancario a la Vivienda
(ISSSTE) Instit. de Seguridad y Servicios Soc. de los Trab. del Estado (INI) Instituto Nacional Indigenista (SHF) Sociedad Hipotecaria Federal
(FOVISSSTE) Fondo de Vivienda del ISSSTE (CNDPI) Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CFE) Comisión Federal de Electricidad
(DPM) Dirección de Pensiones Militares (INV) Instituto Nacional de la Vivienda (CLFC) Compañía de Luz y Fuerza del Centro
(ISSFAM) Instituto de Seguridad Social para las Fzas. Arm. de México (INDECO) Instituto Nal. para el Desarrollo de la Comunidad y de la Vivienda Pop (INFONAVIT) Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trab
(FOVIMI) Fondo de la Vivienda Militar (FONHAPO) Fideicomiso Fondo Nacional de Habitaciones Populares (BNOSPSA o BANOBRAS) Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos S.A.
(D.D.F) Departamento del Distrito Federal (OREVIS) Organismos Estatales de Vivienda (PFV) Programa Financiero de Vivienda
(BFH) Banco de Fomento de la Habitación (CAPFCE) Comité Administrador del Programa Federal de Construcc. de Escuelas *(CMLFM) Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz
(BANHUOPSA) Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas (PEMEX) Petróleos Mexicanos
Notas:
(1) Desaparece el IPCyR y es sustituido por el ISSSTE (14) Se convierte en BNOSPSA, (BANOBRAS) (27 Desaparece FOVI y es sustituido por SHF
(2) Creación del FOVISSSTE absorbe las funciones de vivienda del ISSSTE (15) Se crea el IMSS (28) Se crea CFE
(3) Se Reestructura el FOVISSTE como mecanismo financiero (16) El IMSS Inicia programas habitacionales de vivienda en alquiler para derechohabientes (29) Inicia CFE financiamiento de vivienda
(4) El IPM se transforma en el ISSFAM (17) El IMSS suspende programas de vivienda en alquiler, conserva sólo créditos a sus empleados (30) Se Crea el Instituto Nacional Indigenista
(5).Se crea el Fondo de Vivienda Militar (18) Desaparece el INV y es sustituido por INDECO (31) El INI inicia programas de vivienda para indígenas
(6) Se fusionan FOVIMI e ISSFAM en un solo organismo (19) Desaparece el INDECO y sus funciones las absorbe el FONHAPO (32) Se suspenden los programas de vivienda del INI
(7) Se crea el Departamento del Distrito Federal (D.D.F.) (20) Inicia creación de OREVIS promovidos por INDECO y operados con participación Federal (33) El INI se transforma en la CNDPI
(8) El D.D.F. inicia la construcción de vivienda para sus trabajadores (21) Desaparecen los OREVIS promovidos por INDECO y se generalizan OREVIS locales (34) inicia nacionalización de la industria eléctrica se crea la CMLFM*
(9) El DDF inicia la construcción de casas de interés social (22) Se crea el CAPFCE (35) Se crea la CLFC
(10) Desaparece el DDF como dependencia federal, continua la política local (23) Inicia CAPFCE construcción de vivienda (36) Año probable de inicio en el financiamiento de vivienda en CLFC **
(11) BANHUOPSA absorbe al BFH y multiplica su participación en vivienda (24) Se crea PEMEX (37) Inicia la operación del INFONAVIT
(12) Se crea el BANHUOPSA y desde ese año inicia el financiamiento de viv. (25) Inicia Pemex producción de vivienda (38) Se Reestructura el INFONAVIT, queda sólo como mecanismo financ
(13) Se crea al interior de BANHUOPSA el Fondo de Habitaciones Populares (26) Se crea el PFV coordinado por FOVI y al que se integra BANHUOPSA Nota: ** Información no oficial obtenida a través de un trabajador de CLFC

343
3.3. El carácter centralizado de la política de construcción y

financiamiento de vivienda

La política habitacional ha sido también un mecanismo con altos niveles de centralización

en el manejo de los recursos financieros que permite un control, por parte del gobierno

federal, de los organismos que operan los programas de inversión y de la misma

naturaleza de los proyectos urbanos y arquitectónicos, situación que a pesar del

surgimiento de una gran número de organismos locales desde finales de los años 40, no

se ha perdido, y que se refleja en el manejo de los recursos crediticios y en el alcance

social de los organismos nacionales de vivienda social (ONAVIS), por encima de todos los

demás109.

La participación de estos organismos, en su conjunto, abarca más del 65% de los créditos

otorgados por el sector público desde 1973 a 2005, a los que habría que añadir los

créditos que se dependen de los programas de vivienda manejados de manera directa por

el Gobierno Federal a través de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) (y de los

organismos que la precedieron), que alcanzan más del 20% de los concedidos para este

rubro en el mismo período (ver Cuadro AE-21).

De esta manera, la participación del sector público federal, considerando además los

créditos otorgados a los trabajadores de los organismos descentralizados y las empresas

públicas (ODEPS), a los de la Banca de Desarrollo (BDE), y al magisterio, a través del

Programa Especial de Financiamiento para la Vivienda (PEF), que tienen un peso

109 1
Estos están integrados por: FOVISSSTE, FOVIMI, FONHAPO, SHF e INFONAVIT (ver cuadros AE-1 )

344
marginal en el volumen total de créditos (3,28% en conjunto)110, alcanza cerca del 90%

del financiamiento público (ver Cuadros AE-21), mientras que los organismos que se

operan desde los gobiernos locales a través de los Organismos de Seguridad Social para

empleados Públicos (ORESS), de los Organismos Estatales de Vivienda Social

(OREVIS), así como los organismos de desarrollo urbano y obras públicas estatales

(OEDUOPS)111, e incluso los no sectorizados en desarrollo urbano y vivienda

(ONENDUVSS)112, apenas llegan a cubrir menos del 10% de los créditos entregados por

entidades públicas.

Este proceso de alta concentración a favor de los organismos públicos federales ha sido

una constante en la política habitacional en el país, no sólo en la etapa en la que el IPCyR

era prácticamente el único organismo financiero de la vivienda, sino que incluso se

mantuvo a pesar de que a finales de la década de los años cuarenta comenzaron a

fundarse los organismos de seguridad social estatales, y de que a mediados de los

sesenta aparecieron los encargados de las políticas de vivienda social de las entidades

federativas (ver Cuadro AE-31).

De hecho, no obstante la aparición de distintos organismo locales en los años

subsecuentes, su papel dominante en cuanto a la inversión pública en vivienda ha

permanecido con pocas variaciones; entre 1973 y 2005 el peso de los ONEVIS en la

disposición de créditos para la vivienda ha oscilado entre máximos del 99% (1975), de los

que se han ejercido a través de mecanismos gubernamentales, llegando a mínimos

cercanos al 30% (1996), aunque conjuntamente con SEDESOL (considerando datos de

110
No se consideran aquí los Organismos Nacionales o Estatales para Programas Emergentes (ONEPC), ni los Organismos
Nacionales o Estatales para Programas o Proyectos de Desarrollo Regional (ONEDER), que representan menos de un
punto porcentual.
111 4
Organismos Estatales de Desarrollo Urbano y Obras Públicas o Sectorizados (ver cuadro AE-1 ).
112 4
Organismos Estatales y/o municipales no sectorizados en desarrollo urbano y vivienda (ver cuadro AE-1 )

345
este organismo desde 1980), nunca ha bajado del 80% de los créditos (ver Cuadro AE-

21).

Incluso en relación con los créditos otorgados por los mecanismos privados el peso de los

organismos públicos federales ha sido cada vez más importante. Según los datos

disponibles, durante las décadas de los cincuenta y sesenta, la participación pública

apenas representaban cerca del 16 y el 26% respectivamente, mientras que para la

década siguiente, una vez puestos en marcha los fondos solidarios para el financiamiento

de vivienda social (FOVISSSTE, FOVIMI e INFONAVIT), el sector público desplazó

definitivamente a la banca privada y a otros organismos secundarios de financiamiento

privado113, superando el 84% de los créditos otorgados, mientras que éstos apenas

llegaban a cerca del 16%.

Esta diferencia ha ido aumentando desde entonces, en gran medida por la aparición de

mecanismos financieros para sectores urbanos de bajos ingresos, un segmento del

mercado que históricamente ha quedado al margen de la inversión privada en vivienda,

con lo que para el quinquenio 2000-2005 la inversión pública llegó a representar más del

94%, por menos del 6% de la privada (ver Cuadro AE-4).

4. El sistema de instrumentos de financiamiento público

para la vivienda social

La intervención pública federal en materia de vivienda se estructura a partir de un

conjunto muy amplio de instrumentos, que abarcan desde organismos abocados de


113
Incluye Fundaciones y Organismos Privados sin Fines de Lucro (FYOP), y Banca y Empresas Privadas (BEM) (ver
5
Cuadro AE-1 )

346
manera exclusiva al financiamiento de vivienda, hasta otros que sólo de manera

coyuntural la financian o incluso la construyen, pasando por mecanismos

complementarios de la política social, otros que son creados para programas de

desarrollo regional y mecanismos especiales de financiamiento para empleados de

empresas públicas o sectores específicos de servidores públicos. Todo este complejo

“sistema” de mecanismos e instrumentos financieros, se articulan u operan, de manera

complementaria a los organismos nacionales de vivienda social (ONAVIS), que son los

que, en realidad, soportan la estructura instrumental en su conjunto (ver Gráfica 6).

Gráfica 6
TOTAL DE CRÉDITOS OTORGADOS POR ORGANISMOS
PÚBLICOS 1973-2005

12,000,000

10,000,000
No. DE CRÉDITOS

8,000,000

6,000,000

4,000,000

2,000,000

0
L
S

IS

ER
VS
S

EN S

EC
L
E

TA
O
I

P
EP

ES
+N
AV

EV

U
ES

ED
EP

TO
D

R
EF

D
U
N

D
O

N
ED
O

O
P

SE

O
E+

N
O

O
BD

ORGANISMOS

4.1. Los organismos nacionales de financiamiento y construcción

de vivienda social (ONAVIS)

Lo que aquí, retomando la clasificación de CONAVI, consideramos como los Organismos

Nacionales de Vivienda Social (ONAVIS), es un conjunto de cinco instituciones públicas

que operan actualmente. Dos de ellas (FOVISSSTE y FOVIMI-ISSFAM) proceden del

347
Instituto de Pensiones Civiles y del Retiro, y de la Dirección de Pensiones Militares

(respectivamente), y son organismos que sólo se dedican al financiamiento de la vivienda

social en todo el país, cubriendo a los empleados públicos federales (FOVISSSTE), y a

los miembros de las fuerzas armadas (FOVIMI-ISSFAM). Los otros tres atienden la

demanda de los trabajadores de las empresas privadas (INFONAVIT), y a los sectores

sociales de bajos y medios ingresos que no son derechohabientes de ninguno de los

anteriores (FONHAPO y SHF respectivamente).

Estos cinco organismos, son el resultado de sucesivas transformaciones de las

instituciones que, desde su fundación, estuvieron dirigidas a ofrecer recursos financieros

para la construcción de vivienda para una población nacional que al parecer se percibía

formada por otros tantos segmentos, en un esquema que desde sus orígenes fue

adquiriendo una estructura socialmente sectorizada (empleados públicos, militares,

trabajadores privados, sectores medios urbanos y sectores populares urbanos [y

marginalmente rurales]).

El origen de esta estructura está, como ya se ha mencionado, en el IPCyR y en la DPM,

creados en 1925 y 1926, respectivamente, que partían de la clara intención de dar

prioridad al financiamiento de vivienda para dos sectores sociales, particularmente

sensibles (y estratégicos para la consolidación institucional del nuevo régimen), en los

primeros años de la instauración del Estado posrevolucionario.

Estos organismos fueron creados en un momento en el que la insurgencia inquilinaria

ponía en la mesa de las reivindicaciones sociales el tema habitacional como una cuestión

central, y en la que un Estado, emergente de una guerra civil, con escasos recursos

fiscales y dispuesto a poner en marcha un modelo económico que impulsaba el desarrollo

extensivo de la acumulación capitalista en el país, parecía no interesado en tocar los

348
cimientos en los que se sostenía el naciente capital inmobiliario, que estaban en la raíz

del problema de la vivienda.

La salida por la que al parecer se optó para enfrentarlo en ese momento, determinó, de

ahí en adelante, los rasgos esenciales de la política habitacional y de la estructura de los

mecanismos institucionales a través de los que se financió y construyó la vivienda social,

una vía a través de la que, de manera coyuntural, atendiendo a las necesidades de

desarrollo capitalista en el país y a las necesidades de respaldo sociopolítico del régimen,

se fueron creando los distintos organismos de vivienda para atender a diferentes grupos

sociales.

4.1.1. El origen corporativo de los ONAVIS

En el intermedio que va desde la creación del IPCyR y de la DPM, hasta el INV en 1954, y

fuera de la breve y poco fructífera iniciativa del Banco de Fomento a la Habitación (BFH)

(1943-1947), el financiamiento público de vivienda se redujo casi de manera exclusiva a

los créditos otorgados por estos dos organismos.

Fue sólo en el marco del proceso de migración rural a los centros urbano-industriales del

país, como resultado de la fase de una industrialización basada en la sustitución de

importaciones (Rivera Ríos 1993: 23-31) (1940-1954 aproximadamente), y en la que el

partido oficial se reestructura corporativamente, con la creación de su sector popular (a

través de la CNOP), que se impulsaron dos nuevas iniciativas para la construcción de

vivienda para los sectores de bajos ingresos a través del Instituto Nacional de la Vivienda

349
(INV [1954])114, y casi una década después de éste, otro para las capas urbanas medias

(el FOVI-FOGA).

Fue sin embargo hasta los años 70, cuando queda consolidado y perfilado de manera

definitiva el carácter de la política de financiamiento habitacional en México. Es una

década en la que se lleva a cabo un proceso de reestructuración económica, en el marco

del agotamiento del modelo de sustitución de importaciones115, basado en una política de

amplia intervención del Estado en la producción y un incremento notable en el gasto

social, en un momento en el que el sector obrero en el partido oficial retoma un papel

protagónico.

En esa fase no sólo se crea el FONHAPO, como un organismo ampliamente subsidiado

que continuó, como lo habían estado el INV y del INDECO, dirigido a los sectores

populares, sino que se impulsa la creación de los llamados fondos solidarios que darán

lugar a la creación del FOVISSSTE, del FOVIMI y del INFONAVIT, los dos primeros

dentro de una lógica similar a la que había prevalecido con la creación del IPCyR y de la

DPM, dirigidos a la burocracia federal y a los miembros de las fuerzas armadas, y el

tercero, como un instrumento que se basaba en la reforma al, ya casi olvidado, artículo

123 constitucional, y que creaba un fondo (con aportaciones del Estado y las empresas),

para el financiamiento de la vivienda para los trabajadores privados.

En la actualidad estos cinco organismos son la base de la actuación pública federal, sobre

ellos se soportan la mayor parte de las acciones de financiamiento y construcción de

vivienda social en el país, y en ellos se apoya buena parte del capital inmobiliario

114
Que en 1970 daría lugar a la creación del INDECO y casi una década después 1981, a la creación del FONHAPO.
115
En su segunda fase, llamada de desarrollo estabililzador (de 1954 a 1970 aproximadamente) (Rivera Ríos 1993: 32 a
43).

350
dedicado a la construcción habitacional. Es también a través de ellos, que se desarrolla la

actuación centralizada corporativa del Estado Mexicano en este rubro de la política social,

y en torno a los cuales, como columna vertebral, se articulan y operan el resto de los

organismos públicos estatales y municipales.

4.1.2. Los Organismos que integran los ONAVIS

INFONAVIT

A su interior, los ONAVIS tienen un comportamiento claramente diferenciado, y dentro de

ellos el INFONAVIT destaca como el principal instrumento público, de nivel nacional, en el

financiamiento de vivienda social, particularmente de vivienda terminada. Este organismo,

desde los primeros años de su funcionamiento se posicionó como el instrumento

fundamental de la política habitacional, al segundo año de su creación ya proporcionaba

cerca del 47% de los créditos que en su conjunto ofrecían los organismos nacionales (ver

Cuadro AE-5, y Gráfica 7).

Desde entonces a la fecha su participación se ha mantenido cercana al 50% de los

créditos de los ONAVIS, y el número de sus créditos ha crecido de manera constante

llegando a multiplicarse casi en 14 veces los créditos otorgados en el ejercicio 2005 con

respecto a los que se entregaron en los dos primeros ejercicios de este organismo. Entre

1972 y 2005 ha proporcionado alrededor de 3.6 millones de créditos que representan casi

el 53% de los que han otorgado en su conjunto los organismos nacionales de vivienda

social, convirtiendo al sector de los trabajadores privados en el de mayor cobertura en

materia de financiamiento habitacionales (ver Cuadro AE-5).

351
Gráfica 7

INFONAVIT se ha enfocado fundamentalmente al financiamiento de vivienda completa, a

este tipo de programas dirigió su inversión de manera exclusiva los primeros 10 años de

su operación y, a pesar de que a partir de los gobiernos neoliberales iniciados en 1982

comienza a incluir en su campo de actuación los créditos para mejoramiento físico y

financiero, la nueva construcción siempre ha representado más del 97% de sus créditos,

mientras que los destinados a mejoramiento financiero y físico del parque habitacional

existente no han rebasado cada uno, en promedio, un punto porcentual (ver Cuadro AE-

6)116.

116
Para efecto de los distintos programas que llevan a acabo estos organismos se retoma aquí la clasificación empleada
por el CONAVI para homologar las características de cada uno de ellos en las distintas instituciones, en este sentido se
consideran los programas de Vivienda Completa (que incluye los subprogramas de vivienda nueva, en arrendamiento,
disponibilidad de terreno para construcción de vivienda y cofinanciamiento); Vivienda Inicial (incluye pie de casa,
autoconstrucción y disponibilidad de terreno para vivienda inicial); Mejoramiento Físico (considera ampliación y
mejoramiento); Mejoramiento Financiero (abarca pago de pasivos, refinanciamiento hipotecario y pago de enganche o
entrada); e infraestructura (dentro del que esta adquisición de suelo, urbanización, lotes y servicios e insumos para la
vivienda).

352
Al igual que el resto de los organismos nacionales, éste ha desarrollado una política de

asignación que ha tendido a favorecer el modelo de concentración poblacional en las

regiones en las que se presentan las principales aglomeraciones metropolitanas. De esta

manera en los estados en los que se ubican las 4 principales zonas metropolitanas del

país, se ha invertido el 35,9% de los créditos otorgados entre 1973 y 2005 (18,7% entre el

Distrito Federal y Estado de México, entidad que en más de la mitad de sus municipios

está conurbada con la capital del país, Jalisco 6,1%, Nuevo León 7,9%, y Puebla 3,2%),

mientras que los estados con menores niveles de desarrollo urbano y económico

(Chiapas, Guerrero, Oaxaca) apenas alcanzan cifras promedio cercanas al uno por ciento

(ver Cuadro AE-7).

FONHAPO

Un caso similar, aunque de menor importancia que el anterior, tanto por el número, como

por el monto de los créditos otorgados es el FONHAPO, que desde los últimos años de

operación del organismo que lo precedió (INDECO), jugaba un papel relevante en la

política de vivienda social. El mismo año en que dejaba de funcionar INDECO, para dar

paso al nuevo organismo se había otorgado el mayor número de créditos en su,

relativamente corta historia (22,577), que representaban casi una quinta parte del total de

los ONAVIS en 1981, jugando un papel en el financiamiento de vivienda social sólo por

debajo del que tiene el INFONAVIT (ver Cuadro AE-5).

Este organismo, dirigido a los sectores de más bajos ingresos, ha sido, desde entonces,

el principal instrumento financiero de vivienda para esta población y, junto con la

SEDESOL, la punta de lanza de las iniciativas públicas de crédito para este sector, y al

igual que ésta, fue dejando de ofrecer créditos para vivienda completa, destinando sus

353
recursos, hasta los primeros años de este siglo, al financiamiento de programas de

autoconstrucción (vivienda inicial), y mejoramiento físico de la vivienda existente,

normalmente utilizados en procesos de autoconstrucción (ver Capítulo 6).

Este énfasis en los programas de mejoramiento y autoconstrucción, en contraposición con

el financiamiento de vivienda completa fue, de hecho, una constante desde los primeros

años de funcionamiento del FONHAPO, ya desde su segundo año de operación el 100%

de los créditos otorgados los destinó a subprogramas de apoyo a la autoconstrucción

(74,6%), y a lotes con servicios (25,4), (ver Cuadros AE-8 y 17), lo que contrasta con el

papel que se le asignó desde un principio al INFONAVIT, como organismo enfocado a la

producción de construcción de vivienda terminada (ver Cuadro AE-5).

Este papel lo ha conservado FONHAPO desde entonces reduciendo, incluso, el muy

modesto papel que jugó por algunos años en el financiamiento de vivienda nueva y que

llegó a representar cifras de tan sólo 7,61% de los créditos otorgados (ver Cuadro 17). La

presencia de este organismo en el financiamiento habitacional se redujo de manera

importante en la última década del siglo XX, aparentemente como resultado de las

políticas de eliminación de subsidios que por influjo del Banco Mundial y el Fondo

Monetario Internacional se aplicaron en los programas habitacionales en México (cf.

Puebla C., Claudia, 2002), lo que llevó a constreñir su participación en cerca de una

quinta parte de lo que había representado en el conjunto de los ONAVIS.

A partir del presente siglo, su papel se reactivó y ha tomado el peso relativo que tuvo en

las primeras dos décadas en que operó, aunque su estrategia de actuación se modificó

sustancialmente, reduciendo el número de los créditos otorgados por subsidio y operando,

esencialmente, a través de programas de ampliación y mejoramiento de vivienda a los

354
cuales se han dirigido más del 50% de los créditos, con lo que, en los hechos, ha dejado

de influir de manera significativa en la reducción del déficit habitacional y se ha convertido

en el principal mecanismo financiero complementario de la política de regularización y

desarrollo de la vivienda por autoconstrucción (ver Cuadro AE-8).

El comportamiento del FONHAPO refleja la pérdida de importancia que tuvieron los

programas financieros de vivienda para los sectores sociales de más bajos ingresos

desde finales de los años 90 del siglo pasado. La política habitacional para ellos, que

inicia en los años 50 con el INV, fue adquiriendo una importancia fundamental en los años

setenta con INDECO, y se consolida como una parte esencial de la política social a

principios de los ochenta, pero pierde importancia con los gobiernos neoliberales a finales

de esa década (ver Cuadro AE-5), y termina siendo manejada fundamentalmente por la

SEDESOL a través de programas aún más centralizados en el gobierno federal y con una

mayor cara clientelar.

Finalmente, es importante señalar que dentro de todos los organismos públicos, el

FONHAPO es el único que opera programas de vivienda rural. En realidad éste ha sido un

programa que ha operado de manera muy errática y sólo se observa la asignación de

créditos para este tipo de vivienda en 2003 y 2005, aunque en cifras relevantes con

respecto al total de créditos aplicados (17,73% y 41,85% respectivamente) (ver Cuadro

19).

355
Cuadro 17: FONAHAPO integrado (Total de Créditos Otorgados), 1982-2005
ENTIDAD 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
FEDERATIVA (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (b) (b) (b) (b) (b) (c) (d) (e)
AGUASCALIENTES 428 1.213 2.835 0 3.699 1.014 2.564 661 163 62 1.360 0 0 1.000 78 245 124 525 1.303 7.868 8.979 7.115 6.900 6.108 54.244
BAJA CALIFORNIA 0 0 3.150 3.638 5.725 5.908 2.710 4.632 12.908 23 848 813 1.451 75 257 274 125 309 548 0 4.389 2.617 706 731 51.837
BAJA CALIF. SUR 0 696 100 504 194 0 417 172 501 50 492 266 400 50 117 332 0 115 700 1.800 783 1.829 3 278 9.799
CAMPECHE 0 605 282 0 180 1.861 1.876 1.070 177 1.450 464 2.425 1.300 110 162 1.148 900 428 756 391 264 915 1.515 2.115 20.394
COAHUILA 0 0 425 248 1.662 3.644 37 1.073 609 3.434 1.477 3.302 936 837 9 0 730 324 1.660 1.039 946 1.800 1.127 794 26.113
COLIMA 0 0 769 2.981 1.522 816 900 100 458 108 253 125 1.073 80 345 256 362 798 910 2.000 6.257 2.306 6.970 1.039 30.428
CHIAPAS 504 400 2.084 0 200 504 676 540 2.082 700 100 1.272 0 833 359 130 1.530 895 1.940 5.913 8.389 17.772 12.884 17.077 76.784
CHIHUAHUA 0 0 844 1.351 2.162 5.107 6.936 4.120 766 2.325 2.601 401 450 1.119 600 103 1.211 1.035 5.000 3.267 12.947 14.991 1.269 5.386 73.991
DISTRITO FED. 0 0 383 599 1.502 1.470 8.585 4.682 3.127 682 3.147 2.188 3.046 4.456 2.585 2.282 1.223 1.158 756 32 0 1.026 322 485 43.736
DURANGO 0 0 480 1.276 409 2.024 2.043 793 537 200 1.587 1.184 115 788 367 386 0 348 1.060 771 3.783 6.390 6.936 4.767 36.244
GUANAJUATO 0 0 0 125 949 7.952 2.473 340 15.103 4.986 700 6.070 805 150 95 105 100 512 341 1.350 541 4.661 2.813 9.580 59.751
GUERRERO 0 0 90 406 2.970 2.304 2.207 0 525 0 385 0 100 5.800 552 452 151 514 135 81 4.534 12.913 3.221 7.794 45.134
HIDALGO 0 0 1.298 405 100 135 476 0 1.608 2.617 6.856 1.564 8.196 878 4.589 484 1.554 344 823 2.719 10.063 11.883 928 3.667 61.187
JALISCO 0 0 260 1.728 999 425 4.521 0 351 570 0 120 540 1.300 912 269 322 1.294 776 0 481 511 1.845 3.102 20.326
MEXICO 0 0 3.677 2.854 9.273 5.555 5.145 5.207 180 2.596 842 1.256 1.882 1.288 807 602 463 1.485 2.865 24 7.343 3.563 3.012 11.978 71.897
MICHOACAN 0 665 1.341 3.641 3.161 3.238 473 5.531 177 2.031 1.706 2.500 1.439 0 119 163 168 799 1.312 725 0 3.402 3.371 5.516 41.478
MORELOS 0 0 0 90 275 2.044 1.271 177 100 127 150 612 252 383 85 229 122 366 263 900 220 1.271 264 3.094 12.295
NAYARIT 0 0 0 442 200 0 831 4.249 60 821 683 900 0 547 837 148 51 455 0 250 13.311 3.608 1.979 1.002 30.374
NUEVO LEON 0 1.141 700 546 2.580 3.791 3.160 384 0 490 6 797 443 214 0 0 0 631 113 365 1.159 358 2.673 2.470 22.021
OAXACA 0 267 638 864 1.205 1.074 2.326 635 1.562 794 380 809 524 257 793 1.028 610 809 2.337 0 0 2.561 160 6.001 25.634
PUEBLA 0 0 0 0 2.568 1.687 1.507 702 1.865 260 484 2.694 286 0 6 433 982 2.093 1.248 0 756 12.810 5.657 11.882 47.920
QUERETARO 0 0 0 818 622 1.773 500 2.560 154 693 304 2.305 3.556 1.051 241 39 206 431 619 15 266 2.691 1.221 3.026 23.091
QUINTANA ROO 0 0 4.390 0 4.209 0 3.257 0 3.546 2.375 2.775 7.389 2.189 706 0 25 0 120 91 768 1.597 2.865 2.809 561 39.672
SAN LUIS POTOSI 0 0 620 880 1.406 635 0 0 1.684 203 1.387 700 1.070 312 0 607 950 366 0 7.816 6.401 6.335 6.620 5.515 43.507
SINALOA 0 150 913 1.293 1.519 0 708 474 2.356 0 1.157 2.350 1.333 1.139 219 304 163 440 1.670 1.141 2.444 2.393 1.381 2.403 25.950
SONORA 0 2.330 0 2.801 2.196 365 1.917 486 482 1.776 546 686 289 187 97 S/D 0 903 200 1.090 1.699 4.729 5.146 3.214 31.139
TABASCO 0 0 0 808 279 0 200 512 316 207 0 2.193 2.738 148 0 150 0 0 0 280 8.571 4.396 3.782 5.286 29.866
TAMAULIPAS 0 0 498 524 1.311 2.389 800 929 5.389 2.853 5.796 0 245 1.510 2.861 3.322 222 685 1.425 11 5.360 16.354 35.234 8.574 96.292
TLAXCALA 0 0 94 278 671 8 6 550 858 0 1.440 100 0 693 45 0 0 147 511 365 1.437 3.280 2.053 2.575 15.111
VERACRUZ 0 0 626 0 804 1.706 1.572 1.980 1.302 222 536 1.336 799 170 822 435 341 2.029 1.697 218 982 9.591 4.104 12.398 43.670
YUCATAN 0 0 0 101 3.207 2.551 0 166 410 750 193 948 1.471 200 207 737 780 0 1 260 4.818 882 1.066 2.895 21.643
ZACATECAS 0 0 505 1.334 1.139 182 410 109 150 150 550 520 842 0 500 138 108 547 1.000 1.364 23.146 12.448 5.958 11.197 62.297
NO DISTRIBUID. NAL 0 0 0 0 0 0 500 0 0 0 0 0 0 0 0 0 70 1.294 0 0 1.864
1.295.68
TOTAL 932 7.467 27.002 30.535 58.898 60.162 61.004 42.834 59.506 33.555 39.205 47.825 37.770 26.281 18.666 14.826 13.498 20.905 32.060 42.823 141.936 181.560 133.929 162.510
9
Fuente: Elaboración propia a partir de CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
Notas:
(a) Incluye sólo FONHAPO Normal
(b) Incluye FONHAPO Normal y FONHAPO Subsidios
(c) incluye FONHAPO Normal. FONHAPO Subsidios y Vivienda Rural
(d) Incluye FONHAPO Normal y FONAEVI
(e) Incluye FONHAPO Normal. FONAEVI y Vivienda Rural
356
Cuadro 18: FONHAPO integrado (Distribución Porcentual de Total de Créditos Otorgados), 1982-2005

ENTIDAD 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
TOTAL
FEDERATIVA (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (b) (b) (b) (b) (b) (c) (d) (e)
AGUASCALIENTES 45,9 16,2 10,5 0,0 6,3 1,7 4,2 1,5 0,3 0,2 3,5 0,0 0,0 3,8 0,4 1,7 0,9 2,5 4,1 18,4 6,3 3,9 5,2 3,8 4,1
BAJA CALIFORNIA 0,0 0,0 11,7 11,9 9,7 9,8 4,4 10,8 21,7 0,1 2,2 1,7 3,8 0,3 1,4 1,8 0,9 1,5 1,7 0,0 3,1 1,4 0,5 0,4 4,0
BAJA CALIF. SUR 0,0 9,3 0,4 1,7 0,3 0,0 0,7 0,4 0,8 0,1 1,3 0,6 1,1 0,2 0,6 2,2 0,0 0,6 2,2 4,2 0,6 1,0 0,0 0,2 0,8
CAMPECHE 0,0 8,1 1,0 0,0 0,3 3,1 3,1 2,5 0,3 4,3 1,2 5,1 3,4 0,4 0,9 7,7 6,7 2,0 2,4 0,9 0,2 0,5 1,1 1,3 1,6
COAHUILA 0,0 0,0 1,6 0,8 2,8 6,1 0,1 2,5 1,0 10,2 3,8 6,9 2,5 3,2 0,0 0,0 5,4 1,5 5,2 2,4 0,7 1,0 0,8 0,5 2,0
COLIMA 0,0 0,0 2,8 9,8 2,6 1,4 1,5 0,2 0,8 0,3 0,6 0,3 2,8 0,3 1,8 1,7 2,7 3,8 2,8 4,7 4,4 1,3 5,2 0,6 2,3
CHIAPAS 54,1 5,4 7,7 0,0 0,3 0,8 1,1 1,3 3,5 2,1 0,3 2,7 0,0 3,2 1,9 0,9 11,3 4,3 6,1 13,8 5,9 9,8 9,6 10,5 5,9
CHIHUAHUA 0,0 0,0 3,1 4,4 3,7 8,5 11,4 9,6 1,3 6,9 6,6 0,8 1,2 4,3 3,2 0,7 9,0 5,0 15,6 7,6 9,1 8,3 0,9 3,3 5,7
DISTRITO FED. 0,0 0,0 1,4 2,0 2,6 2,4 14,1 10,9 5,3 2,0 8,0 4,6 8,1 17,0 13,8 15,4 9,1 5,5 2,4 0,1 0,0 0,6 0,2 0,3 3,4
DURANGO 0,0 0,0 1,8 4,2 0,7 3,4 3,3 1,9 0,9 0,6 4,0 2,5 0,3 3,0 2,0 2,6 0,0 1,7 3,3 1,8 2,7 3,5 5,2 2,9 2,8
GUANAJUATO 0,0 0,0 0,0 0,4 1,6 13,2 4,1 0,8 25,4 14,9 1,8 12,7 2,1 0,6 0,5 0,7 0,7 2,4 1,1 3,2 0,4 2,6 2,1 5,9 4,6
GUERRERO 0,0 0,0 0,3 1,3 5,0 3,8 3,6 0,0 0,9 0,0 1,0 0,0 0,3 22,1 3,0 3,0 1,1 2,5 0,4 0,2 3,2 7,1 2,4 4,8 3,5
HIDALGO 0,0 0,0 4,8 1,3 0,2 0,2 0,8 0,0 2,7 7,8 17,5 3,3 21,7 3,3 24,6 3,3 11,5 1,6 2,6 6,3 7,1 6,5 0,7 2,3 4,7
JALISCO 0,0 0,0 1,0 5,7 1,7 0,7 7,4 0,0 0,6 1,7 0,0 0,3 1,4 4,9 4,9 1,8 2,4 6,2 2,4 0,0 0,3 0,3 1,4 1,9 1,6
MEXICO 0,0 0,0 13,6 9,3 15,7 9,2 8,4 12,2 0,3 7,7 2,1 2,6 5,0 4,9 4,3 4,1 3,4 7,1 8,9 0,1 5,2 2,0 2,2 7,4 5,5
MICHOACAN 0,0 8,9 5,0 11,9 5,4 5,4 0,8 12,9 0,3 6,1 4,4 5,2 3,8 0,0 0,6 1,1 1,2 3,8 4,1 1,7 0,0 1,9 2,5 3,4 3,2
MORELOS 0,0 0,0 0,0 0,3 0,5 3,4 2,1 0,4 0,2 0,4 0,4 1,3 0,7 1,5 0,5 1,5 0,9 1,8 0,8 2,1 0,2 0,7 0,2 1,9 0,9
NAYARIT 0,0 0,0 0,0 1,4 0,3 0,0 1,4 9,9 0,1 2,4 1,7 1,9 0,0 2,1 4,5 1,0 0,4 2,2 0,0 0,6 9,4 2,0 1,5 0,6 2,3
NUEVO LEON 0,0 15,3 2,6 1,8 4,4 6,3 5,2 0,9 0,0 1,5 0,0 1,7 1,2 0,8 0,0 0,0 0,0 3,0 0,4 0,9 0,8 0,2 2,0 1,5 1,7
OAXACA 0,0 3,6 2,4 2,8 2,0 1,8 3,8 1,5 2,6 2,4 1,0 1,7 1,4 1,0 4,2 6,9 4,5 3,9 7,3 0,0 0,0 1,4 0,1 3,7 2,0
PUEBLA 0,0 0,0 0,0 0,0 4,4 2,8 2,5 1,6 3,1 0,8 1,2 5,6 0,8 0,0 0,0 2,9 7,3 10,0 3,9 0,0 0,5 7,1 4,2 7,3 3,7
QUERETARO 0,0 0,0 0,0 2,7 1,1 2,9 0,8 6,0 0,3 2,1 0,8 4,8 9,4 4,0 1,3 0,3 1,5 2,1 1,9 0,0 0,2 1,5 0,9 1,9 1,8
QUINTANA ROO 0,0 0,0 16,3 0,0 7,1 0,0 5,3 0,0 6,0 7,1 7,1 15,5 5,8 2,7 0,0 0,2 0,0 0,6 0,3 1,8 1,1 1,6 2,1 0,3 3,1
SAN LUIS POTOSI 0,0 0,0 2,3 2,9 2,4 1,1 0,0 0,0 2,8 0,6 3,5 1,5 2,8 1,2 0,0 4,1 7,0 1,8 0,0 18,3 4,5 3,5 4,9 3,4 3,4
SINALOA 0,0 2,0 3,4 4,2 2,6 0,0 1,2 1,1 4,0 0,0 3,0 4,9 3,5 4,3 1,2 2,1 1,2 2,1 5,2 2,7 1,7 1,3 1,0 1,5 2,0
SONORA 0,0 31,2 0,0 9,2 3,7 0,6 3,1 1,1 0,8 5,3 1,4 1,4 0,8 0,7 0,5 0,0 0,0 4,3 0,6 2,5 1,2 2,6 3,8 2,0 2,4
TABASCO 0,0 0,0 0,0 2,6 0,5 0,0 0,3 1,2 0,5 0,6 0,0 4,6 7,2 0,6 0,0 1,0 0,0 0,0 0,0 0,7 6,0 2,4 2,8 3,3 2,3
TAMAULIPAS 0,0 0,0 1,8 1,7 2,2 4,0 1,3 2,2 9,1 8,5 14,8 0,0 0,6 5,7 15,3 22,4 1,6 3,3 4,4 0,0 3,8 9,0 26,3 5,3 7,4
TLAXCALA 0,0 0,0 0,3 0,9 1,1 0,0 0,0 1,3 1,4 0,0 3,7 0,2 0,0 2,6 0,2 0,0 0,0 0,7 1,6 0,9 1,0 1,8 1,5 1,6 1,2
VERACRUZ 0,0 0,0 2,3 0,0 1,4 2,8 2,6 4,6 2,2 0,7 1,4 2,8 2,1 0,6 4,4 2,9 2,5 9,7 5,3 0,5 0,7 5,3 3,1 7,6 3,4
YUCATAN 0,0 0,0 0,0 0,3 5,4 4,2 0,0 0,4 0,7 2,2 0,5 2,0 3,9 0,8 1,1 5,0 5,8 0,0 0,0 0,6 3,4 0,5 0,8 1,8 1,7
ZACATECAS 0,0 0,0 1,9 4,4 1,9 0,3 0,7 0,3 0,3 0,4 1,4 1,1 2,2 0,0 2,7 0,9 0,8 2,6 3,1 3,2 16,3 6,9 4,4 6,9 4,8
NO DISTRIBUIDO
0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,8 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,7 0,0 0,0 0,1
NACIONAL
TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Fuente: Elaboración propia a partir de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica,conafovi,gob,mx/historicos/index,php

(a) Incluye sólo FONHAPO Normal (incluye los programas de adquisición, ampliación y construcción de vivienda)
(b) Incluye FONHAPO Normal y FONHAPO Subsidios
(c) incluye FONHAPO Normal, FONHAPO Subsidios y Vivienda Rural
(d) Incluye FONHAPO Normal y FONAEVI
(e) Incluye FONHAPO Normal Vivienda Rural y FONAEVI

357
Cuadro 19: FONHAPO (Vivienda Rural), número de créditos otorgados por Programa (1)
2004 y 2005

Vivienda Vivienda Mejoramiento TOTAL


Total FONHAPO
Año Completa (2) Inicial Físico Viv. Rural
%/
%/total
No. % No. % No. % No. total No.
FONHAPO
rural
2003 0 0.00 839 100,00 31.343 32,97 32.182 32,12 181.560 17,73
2005 4,284 100,00 0 0.00 63.725 67,03 68.009 67,88 162.510 41,85
TOTAL 4.284 100,00 839 100,00 95.068 100,00 100.191 100,00 344.070 29,12
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php,

Notas: (1) No incluye Subprogramas de Mejoramiento Financiero


(2) No incluye Subprograma de Vivienda Usada

FOVI-FOGA (SHF)

Un caso radicalmente distinto al anterior es el del FOVI-FOGA, que se convirtió desde

2001 en un fondo administrado por la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF). Este

organismo ha funcionado desde sus orígenes esencialmente como una instancia

financiera (aunque también llegó a promover desarrollos habitacionales), que incluso ha

operado con importantes márgenes de utilidad (Garza, G. y Schteingart, M., y 1978: 103 y

104 Patiño, L.: 262).

En el conjunto de los OREVIS, éste ha tenido un comportamiento creciente en los últimos

casi treinta años de operación, pasando de un promedio cercano a los 17.500 créditos

anuales en los años setenta, a cerca de 49 mil en la última década considerada en este

estudio. En el conjunto de los OREVIS es el tercero en importancia por el número de

créditos otorgados (después de INFONAVIT y FONHAPO), cubriendo casi el 15% de los

otorgados por todos los organismos nacionales entre 1973 y 2005 (ver Cuadro AE-5).

358
Por el propio perfil socioeconómico hacia el que está enfocado, este organismo se ha

dirigido principalmente al financiamiento de vivienda completa a través de créditos con

garantía hipotecaria, que para 2007 tienen un precio de mercado que oscila entre los

153.808 y 1.708.985 pesos (aproximadamente 10.254 y 113.932 Euros) (Programa

PROFIVI)117 , con una baja asignación de créditos subsidiados que alcanzan montos por

debajo de los 153,808 pesos (Programa PROSAVI)118. A pesar de que entre 1998 y 2003

su importancia fue significativa, su comportamiento general en los últimos años últimos es

apenas cercano a una quinta parte (18,7%), del total de los créditos que ha otorgado el

organismo en los últimos años, que contrastan con los destinados a los programas no

subsidiados, que representan el 81,4% (ver Gráfica 8).

Gráfica 8
FOVI- PARTICIPACIÓN DE LOS PROGRAMAS
PROFIVI Y PROSAVI

400,000

350,000

300,000
No. DE CRÉDITOS

250,000

200,000
FOVI PROFIVI
150,000 FOVI-PROSAVI

100,000

50,000

0
1997 1999 2001 2003 2005
AÑOS

117
Programa de Financiamiento a la Vivienda (el programa normal de operación).
118
Programa de Apoyos y Subsidios a la Vivienda

359
En el caso de FOVI y la SHF, a diferencia de lo ocurrido con el FONHAPO, la

incorporación de este tipo de programas a su cartera crediticia es un hecho reciente, es

sólo a partir de 1999 cuando comienzan a dirigirse hacia ellos recursos en un momento

particularmente crítico en el financiamiento de vivienda para los sectores medios de la

población como resultado de la crisis del sistema financiero de 1994, que llevó a la banca

privada a abandonar por casi una década el crédito hipotecario.

Entre ese año y hasta 2003, la presencia de programas subsidiados fue adquiriendo una

importancia creciente en el funcionamiento de este organismo pasando de tener un

carácter irrelevante en 1997 (0,23%), a llegar a representar entre la tercera y quinta parte

del total de créditos asignados entre 1999 y 2003 (ver Cuadro 20).

Cuadro 20: FOVI Número de créditos y su distribución porcentual


Programas de Subsidios (PROSAVI) y Garantía Hipotecaria (PROSAVI)

1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005


Programa No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. %

Fovi integrado 46.688 100,00 55.425 100,00 59.118 100,00 46.704 100,00 47.555 100,00 46.136 100,00 54.229 100,00 65.320 100,00 54.449 100,00

Profivi 46.582 99,77 45.882 82,78 41.791 70,69 34.915 74,76 37.575 79,01 33.955 73,60 40.616 74,90 55.520 85,00 50.093 92,00

Prosavi 106 0,23 9.543 17,22 17.327 29,31 11.789 25,24 9.980 20,99 12.181 26,40 13.613 25,10 9.800 15,00 4.356 8,00
1 2
Fte: Cuadros AE-9, AE-10 - AE-11 y AE-11

En este contexto, es significativo el hecho de que la presencia de FOVI aumenta de

manera notable entre 1994 y 1999 con respecto a todos los ONAVIS, llegando a

representar casi la tercera parte de todos los créditos otorgados por estos organismos, en

una dinámica en la que los créditos subsidiados llegaron a representar casi la mitad del

incremento observado con respecto a 1996, que fue el último año en que FOVI operó sin

360
este tipo de créditos (ver Cuadros AE-5 y 20), esta presencia, sin embargo, fue sólo

temporal y comenzó a mostrar un rápido declive en los siguientes años, precisamente

cuando comienza a repuntar la participación de la banca en el financiamiento hipotecario.

Este mecanismo, a diferencia de los otros cuatro ubicados en los OREVIS (FOVISSSTE,

FOVIMI, FONHAPO e INFONAVIT), parece no tener una carga ideológico-política en la

asignación de los créditos, de hecho desde que operaba el FOVI-FOGA y, más aún,

desde que la SHF se ha hecho cargo del Fondo, este organismo no tiene, al parecer,

compromisos ni con los gobiernos estatales (Patiño, L.: 261), ni con designios sectoriales

(a través de la SEDESOL), del gobierno federal, aunque sí parece haber operado por un

corto período como un mecanismo compensatorio a la falta de créditos por parte de la

banca comercial y como un instrumento de apoyo a la política de subsidios.

Esta “neutralidad” política en el manejo e los créditos, sin embargo, no impidió que la

dinámica en la asignación de sus créditos entre las distintas entidades federativas tuviera

un comportamiento similar al del resto de los ONAVIS. Considerando el total de los

otorgados desde 1973 por los dos programas que opera, este organismo ha concentrado

alrededor de la quinta parte de sus créditos en el Distrito Federal y el Estado de México,

mientras que alrededor de un 15% se concentran en otras dos entidades, cuyas capitales

son las otras dos más importantes aglomeraciones urbanas en el país (Jalisco con 6,9% y

Nuevo León con un 8,2%) (ver Cuadros AE-111 Y AE-112), es decir, que poco más de la

tercera parte de los créditos asignados se concentra en sólo 4 de las 32 entidades

federativas, en las que, por otra parte, se reúne un porcentaje similar de la población total,

y casi 10% más que la urbana nacional (33,17 y 45,95% promedio anual entre 1980 y

2005 respectivamente).

361
En el resto de los estados, sin embargo, no hay una coincidencia entre la asignación de

créditos y el peso relativo de la población, y ésta más bien parece haber respondido a la

forma en la que está distribuida la demanda efectiva (es decir con mayor nivel

adquisitivo), que a las necesidades de vivienda, de esta manera, entidades como Baja

California o Sonora han recibido un apoyo financiero entre cinco y diez veces mayor que

otras como Chiapas y Oaxaca, a pesar de que ésta tienen entre un 23 y un 79% más

población (ver Cuadros AE-121 y AE-122).

FOVIMI-ISSFAM

Los otros dos organismos que conforman el conjunto de los ONAVIS: FOVIMI y

FOVISSSTE, son los herederos de los pioneros en el financiamiento para la vivienda

(DPM y IPCyR respectivamente). Con respecto al primero, los datos disponibles sólo

permiten tener una idea de su operación de 1974 a 2005, en realidad la participación de

éste, en el conjunto de los organismos nacionales, es poco representativa (0,51% del total

entre 73 y 2002), y parece no sólo tener un impacto reducido en la política de vivienda en

su conjunto, sino incluso en las mismas condiciones habitacionales de las fuerzas

armadas que, por otra parte, cuentan además de éste con un mecanismo crediticio

adicional (BANJERCITO), que permite compensar la relativa debilidad de este organismo.

Su peso relativo desde la década de los 70, salvo en tres años, se ha mantenido en cifras

por debajo de un punto porcentual, con un máximo cercano a los 5000 créditos y un

promedio anual constate de poco más de los 1000 financiamientos (ver Cuadro AE-5),

que curiosamente han presentado una tendencia a la concentración en las grandes áreas

metropolitanas similar a las que podemos observar en el caso del resto de los organismos

362
nacionales. Poco más de la tercera parte de los créditos se han asignado al Distrito

Federal (15,7%), el Estado de México (7,5%), y Jalisco (11,2%).

Este comportamiento centralizado en las regiones con grandes conglomerados urbanos y

una baja asignación en las entidades con más población rural, es sensiblemente distinto

del financiamiento que se ha aplicado en otros estados del país, que contrasta por

ejemplo, con el caso de FOVI. Aquí, después de las entidades con las mayores

aglomeraciones urbanas, en donde más créditos se han asignado es en Chiapas,

Guerrero, Oaxaca y Veracruz, estados en donde la presencia militar parece

especialmente importante (ver Cuadros AE-131, AE-132 y AE-14).

En relación con el resto de los ONAVIS, al parecer, éste ha conservado un carácter poco

relevante y más bien simbólico en la dotación de vivienda, de hecho el número de créditos

que ha entregado no sólo es el más bajo dentro del conjunto, sino incluso está muy por

debajo con respecto a otros organismos públicos, sólo como ejemplo, entre 1983 y 2005

Petróleos Mexicanos (PEMEX), otorgó en promedio anual más de tres veces lo que

FOVIMI-ISSFAM (4.650 v.s. 1399), mientras que los trabajadores de la Comisión Federal

de Electricidad (CFE), en ese mismo período recibieron en promedio un 30% más de

créditos que las fuerzas armadas (ver Cuadros 22 y AE-5).

FOVISSSTE

Por su parte, el FOVISSSTE ha sido un organismo que ha mantenido un peso

relativamente importante en el financiamiento habitacional, y sin duda también ha sido un

mecanismo fundamental en las relaciones entre el gobierno federal y sus trabajadores.

Enfocado sólo a los servidores públicos federales (aunque a él continúan adscritos los

363
burócratas de Baja California Sur), ha conservado, en los últimos casi treinta años, un

peso relativo en el conjunto de los ONAVIS por encima del 10% de los créditos otorgados

(ver Cuadro AE-5), sólo cuatro puntos porcentuales por debajo de FOVI, un organismo

cuya población objetivo representa proporcionalmente un nicho que parece ser mucho

más numeroso que el de los trabajadores públicos.

Hasta los años 80, siguiendo el mismo enfoque que había prevalecido en el IPCyR, se

abocó exclusivamente al financiamiento de vivienda completa, y sólo a partir de esa

década otorgó recursos para mejoramiento físico y financiero, en un comportamiento

relativamente errático en el que en los primeros años de la década de los 90 se acercaron

al 50% de los créditos otorgados. A pesar de esto, vistos en el conjunto en las últimas tres

décadas estos dos programas no han rebasado en promedio el 13% de los créditos (ver

Cuadros AE-151, AE-152 y AE-10).

La distribución porcentual de los créditos de este organismo a nivel nacional ha

correspondido con la concentración de los empleados públicos federales en la ciudad de

México, de esta forma, cerca de la tercera parte se han dirigido a solicitantes del Distrito

Federal y del Estado de México (17 y 11,4%), respectivamente (ver Cuadros AE-111 y AE-

112), mientras que en el resto de las entidades federativas el comportamiento es

significativamente más equilibrado, con mínimos del orden del 1,2% en Colima y un

máximo del 3,8 en el estado de Hidalgo y Puebla, en donde los estados con mayores

aglomeraciones urbanas concentran un número de créditos superiores al 3% (Jalisco,

Nuevo León y Puebla con 3,8; 3,1 y 3,0% respectivamente), mientras que estados con

menor nivel de urbanización reciben un número cercano al 2% (Chiapas 2,4%, Guerrero

2,4%, y Oaxaca 2,1%), es, en este sentido, el organismo nacional que distribuye

territorialmente de manera más equilibrada los créditos que asigna.

364
4.1.3. La función integral de los ONAVIS

En su conjunto, los ONAVIS han financiado o construido directamente el 35,03% de toda

la vivienda edificada desde 1971 a 2005, y cerca del 89,57% de toda la vivienda de nueva

construcción financiada por el sector público en ese período, que en un 83,19% estuvo

dirigida a vivienda completa y en un 6,38% a vivienda progresiva (ver Cuadro 161), es

decir que estos cinco organismos son los principales agentes financieros de vivienda, sólo

superados por el sector social, que a través de mecanismos de autofinanciamiento en

este período construyó cerca del 64% del total del parque habitacional.

Estos organismos han desplazado tanto al sector privado como al resto de las

instituciones públicas a un papel muy menor en la producción de vivienda social, en

conjunto ejercieron un presupuesto que permitió cubrir el 76,95% de todos los créditos

otorgados en conjunto entre el Estado y los distintos organismos privados, en tanto que

estos últimos apenas alcanzaron a otorgar el 14,09%, y que el resto de los organismos

públicos apenas cubrieron el 8,95%.

A pesar de las diferencias que existen entre los programas objetivo de los organismos que

lo integran, y debido al peso específico de INFONAVIT, el financiamiento de los ONAVIS

se ha centrado básicamente en nuevas construcciones (84,77% de los créditos

otorgados), a través de créditos para la construcción de vivienda completa (78,73 del total

de los créditos otorgados), y vivienda progresiva o inicial (6,04% del total de los créditos

otorgados), el resto, alrededor del 15,23% de los créditos otorgados por estos

organismos, se han dirigido a subprogramas de mejoramiento físico y/o financiero de las

viviendas que ya existían.

365
Sus recursos financieros se ha centrado en la construcción de vivienda completa, de

hecho sólo el 7,12% de los créditos otorgados para nueva construcción por los

organismos considerados dentro de los ONAVIS, se han dirigido a programas de vivienda

progresiva, frente al 92,88% que se han asignado vivienda completa (ver Cuadro AE-161),

convirtiéndose así en el principal mecanismo financiero para el sector vivienda de la

industria de la construcción.

El peso relativo de los créditos entregados por parte de estos organismos en las últimas

tres décadas y media ha sido prácticamente constante, ha oscilado entre un mínimo de

83,83% en la última década del siglo pasado, y un 93,67% de todos los créditos otorgados

por los organismos públicos entre 2000 a 2005, y en las décadas precedentes este peso

se mantuvo prácticamente constante (92,14% entre 1971 y 1980, y 91,86% entre 1981 y

1990) (ver Cuadros AE-161 - AE-165).

A pesar de estas pequeñas variaciones, se puede considerar también, que la presencia

del gobierno federal en el financiamiento de vivienda social se ha mantenido constante, ya

que considerando los créditos otorgados por SEDESOL, el número total de los créditos

para programas de nuevas construcción se ha ubicado entre un 92,27% (para la década

1971-1980), y un 93,77% en el último quinquenio analizado (2000-2005), con respecto al

total de créditos de origen público (ver Cuadro 21).

Con base en estos organismos, el sector público federal aparece, sin duda, como el

principal agente financiero de vivienda social, con una capacidad de intervención que no

sólo abarca a los principales grupos de la sociedad, (desde burócratas hasta grupos

sociales urbanos, pasando por trabajadores privados y fuerzas armadas), sino

366
prácticamente a todos los niveles de gobierno, constituyéndose en la principal fuente de

recursos de los organismos estatales de vivienda social.

CUADRO 21: Porcentaje de participación de ONAVIS y SEDESOL en el total


de créditos para vivienda otorgados por el Sector Público
1971-2005

% De créditos
ONAVIS SEDESOL públicos/total
PERÍODO
% % público y
privado
1971-1980 92,14 0,13 92,27
1981-1990 91,86 1,67 93,53
1991-2000 83,83 9,41 93,24
2001-2005 93,67 0,10 93,77
1 5
Fte: Elaboración propia con base en Cuadros AE-16 a AE-16

4.2. SEDESOL

Éste es un organismo que tiene su origen en las sucesivas reformas que llevaron en 1976

a la creación de la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP), y

seis años después, a la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, para finalmente

llegar, en 1992, a la creación de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), que

integró a las políticas de desarrollo urbano y vivienda de las dos anteriores, la de

desarrollo social, convirtiendo a este organismo en el principal mecanismo de la política

social del Estado y, como tal, en el principal instrumento de mediación con los sectores

sociales de menores ingresos en el país, llegando a quitarle a FONHAPO este papel.

367
La SAHOP supuso en su momento, la incorporación de las políticas habitacionales y de

planeación urbana a la estructura institucional del gobierno federal, en el marco político

social de los gobiernos que intentaron impulsar un nuevo Estado desarrollista con una

ampliación de la participación estatal en la economía, en los años setenta (Rivera Ríos,

M., 2000: 164-167), y que impulsaron una política social que llevó, además, a la creación

de los fondos solidarios para la vivienda social.

La reforma que llevó a la creación de SEDESOL, por su parte, se enmarca en el conjunto

de iniciativas que redujeron la capacidad del Estado para resolver los problemas

socioeconómicos en el país, en un contexto de reformas neoliberales impulsadas desde

mediados de los años 80 en adelante (Ídem: 67-92), que implicaron reducir la acción

social del Estado, concentrando estas funciones en un solo organismo altamente

centralizado que le permitía al gobierno federal compensar los efectos sociales de las

reformas económicas impuestas (Gordon R., S. 1998: 247-49).

Las iniciativas en materia de vivienda que llevó a cabo este organismo, se enmarcan así,

en reforzar, a través de una intervención dirigida a los segmentos más desfavorecidos de

la población (por medio de una gran diversidad de programas [ver Cuadro AE-13]), la

legitimación de las acciones de ajuste económico, ampliando la capacidad de cobertura

de los recursos crediticios, pero sin reproducir un intervencionismo estatal que

“obstaculizara” las reformas económicas dirigidas a impulsar el crecimiento de la inversión

privada.

Desde esta perspectiva, la acción habitacional de SEDESOL parece haber estado dirigida

a jugar un papel más de carácter compensatorio, acorde con las reformas que llevaron a

la eliminación progresiva de los mecanismos de subsidio en el financiamiento público de

368
la vivienda y que, como hemos visto, llevó a un debilitamiento en el campo de actuación

del FONHAPO.

De hecho SEDESOL, desde su creación, no sólo incrementó notoriamente el número de

créditos que venía otorgando el organismo que lo precedió (más del doble, en un solo

año, del total de créditos otorgados entre 1980 y 1990 [ver Cuadro AE-21]), sino que fue

jugado un papel cada vez más complementario a la política crediticia operada por el

gobierno federal a través de los ONAVIS, particularmente a través de FONHAPO, no sólo

porque ha compensado con su participación el número total de los créditos otorgados por

estos organismos para vivienda completa, sino porque, a diferencia de éstos, su

participación se ha ido canalizando fundamentalmente al financiamiento de la

autoconstrucción, y sobre todo a obras de mejoramiento físico de la vivienda existente.

En efecto, del total de créditos otorgados a través de esta Secretaría, de 1971 a 2005, el

gobierno federal ha dirigido el 91,62% de los créditos para nueva construcción a la

vivienda inicial (autoconstrucción), por sólo un 8,38% de los dirigidos a vivienda completa

(ver Cuadro AE-161). Del mismo modo, este organismo se ha abocado a través de

distintos programas (ver Cuadro AE-13), a financiar mejoras materiales en las viviendas o

a mejorar las condiciones financiera de aquellas que han recurrido, con anterioridad, a

algún crédito y se encuentren en dificultades de pago. Del total de los préstamos

otorgados sólo alrededor del 11,63% se ha dedicado a la vivienda de nueva construcción,

y de éste sólo el 0,97% a la vivienda completa, mientras que más del 88% (la diferencia

con respecto al total), se destinó al mejoramiento físico y financiero (ver Cuadro AE-161).

Este papel, como mecanismo financiero para la vivienda autoconstruída, y para acciones

de mejoramiento ha sido cada vez más claro en los últimos gobiernos. Aunque inicia, de

369
hecho, con el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), con el que podemos decir

que dan comienzo las reformas neoliberales, se consolida definitivamente con el gobierno

de Carlos Salinas (1988-1994), y se mantiene con los siguientes dos gobiernos (1994-

2000 y 2000-2006) (ver Gráfica 9).

Gráfica 9
SEDESOL: TOTAL DE CRÉDITOS P/NVA CONSTR. EN
RELACIÓN CON TOTAL DE CRÉDITOS POR SEXENIO

1200000

1000000
No. DE CRÉDITOS

800000

600000
VIV COMPL

VIV INICIAL
400000
TOT DE CRED. P/.
NVA. CONSTR.
200000 TOT. DE CRED.
OTORGADOS
0
1973- 1977- 1983- 1989- 1995- 2000-
1976 1982 1988 1994 2000 2005
PERÍODOS

Este organismo no registra ningún crédito para vivienda progresiva durante la década de

los setenta, cuando el 100% de los escasos financiamientos otorgados fueron para

vivienda de nueva construcción, pero en las dos siguientes el número de los otorgados

para este rubro con respecto al total se redujo significativamente a favor de los créditos

para mejoras. Así, en los años ochenta sólo el 32,81% se asignaron a vivienda completa

por un 5,25% destinados a la autoconstrucción, y cerca del 62% (el resto con respecto al

total), para mejoramiento físico y financiero (ver Cuadro AE-163); para la década siguiente,

los créditos para vivienda completa prácticamente habían desaparecido (sólo el 0,05% de

los créditos para nueva construcción), mientras que la vivienda inicial pasó a 12,54% de

370
los préstamos y más del 87% (el resto sobre el total), a mejoramiento físico y financiero

(ver Cuadro AE164).

Durante los primeros cinco años del siglo XXI, este organismo abandonó totalmente el

financiamiento para vivienda completa, y redujo a un número apenas simbólico los

créditos para autoconstrucción (0,70% del total de créditos), para dedicarse de manera

casi exclusiva al financiamiento de subprogramas de mejora física y crediticia (ver Cuadro

AE-165 y Gráfica 1), que le permitían, con un monto relativamente corto de recursos,

llegar a un importante número de habitantes, principalmente a los sectores de menores

ingresos, para entonces su papel subsidiario de los programas emprendidos por los

ONAVIS quedó confirmado, lo mismo que su carácter de instrumento eminentemente

político y clientelar.

4.3. ODEPES

Un tercer bloque de organismos a través de los cuales opera el gobierno federal

programas habitacionales, son los que aquí hemos denominado Mecanismos Financieros

de Organismos Descentralizados del Gobierno Federal y Empresas Públicas (ODEPES).

Éstos están integrados por un conjunto de instituciones o empresas públicas que, aunque

dentro de sus objetivos fundamentales no está el desarrollo de programas habitacionales,

han creado al interior de su estructura operativa instrumentos dirigidos al financiamiento

de vivienda, tanto para sus propios trabajadores (como es el caso de las empresas

públicas), como para sectores de la población que están relacionados con sus objetivos

sustantivos (ver Cuadro AE-11).

371
4.3.1. IMSS

Dentro de estos es posible que el caso más destacado sea el Instituto Mexicano del

Seguro Social (IMSS), Creado casi 20 años después del IPCyR, como otro organismo de

seguridad social (1943), que añade a las funciones de de pensiones para el retiro de

trabajadores de empresas privadas, la oferta de vivienda en arrendamiento para sus

derechohabientes y el financiamiento de vivienda para sus propios trabajadores,

articulando los servicios de salud y pensiones de retiro (objeto central de su creación), a

los de financiamiento y construcción de vivienda, un enfoque que se reproduciría en la

reestructuración del IPCyR y su reconversión en el ISSSTE durante los años setenta.

El IMSS, además del crédito hipotecario a sus trabajadores, reprodujo el esquema de las

viviendas en arrendamiento para sus derechohabientes que, en el marco de la política

institucional dirigida casi de manera exclusiva a los trabajadores públicos, fue inaugurada

por el IPCyR a través de la construcción de los conjuntos habitacionales Miguel Alemán y

Benito Juárez en la ciudad de México hacia finales de la década de los años 40 y

principios de los 50s.

A diez años de su creación, el IMSS, entre 1953 y 1964 impulsó una política similar para

los trabajadores beneficiarios de esa institución, que la llevó a producir un total de 10.600

viviendas en doce Unidades Habitacionales se construyeron en el Distrito Federal y los

estados de Colima, Durango y Sonora (de las cuales siete se realizaron en la capital del

país), que se otorgaron a los trabajadores bajo el régimen de arrendamiento, vinculando

además del espacio residencial servicios de salud, recreativos y culturales, que en

algunos casos, como el de la Unidad Independencia en la ciudad de México, se

372
convirtieron en ejemplos paradigmáticos de la política habitacional dirigida a los

trabajadores.

Después del gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964), en pleno auge del modelo de

sustitución de importaciones en los años sesenta, no se volvieron a producir por el

Instituto más conjuntos con estas características, y éstos junto con los creados por el

IPCyR quedaron prácticamente como las únicas experiencias de vivienda en alquiler que

produjo el sector público, pese a que todos los organismos de pensiones que aparecieron

desde entonces en los distintos estados del país se plantearon, como parte de sus

objetivos, este tipo de iniciativas.

A partir de entonces el IMSS reduciría notablemente su ámbito de acción en la producción

habitacional, y se abocaría fundamentalmente al financiamiento hipotecario a sus

trabajadores, sin participar ya en la producción directa de vivienda, ni menos en el

financiamiento de vivienda en alquiler, permaneciendo como administrador de los

conjuntos habitacionales por casi 30 años, hasta que en 1982, como parte del

“saneamiento” de las finanzas públicas emprendidas en el marco de las reformas

neoliberales, se emitiera el decreto por parte del Gobierno Federal con el que inicia el

proceso de desincorporación de estas unidades habitacionales.

Como resultado de este decreto se creó el Fideicomiso de Unidades Habitacionales para

administrar su venta, incluyendo casas, departamentos y locales comerciales,

transmitiendo la propiedad a los ocupantes legales, a trabajadores y asegurados del

propio organismo, o a trabajadores sindicalizados bajo la figura en régimen de propiedad

en condominio, iniciando ese año con la desincorporación de cinco unidades ubicadas en

los estados de Durango, Sonora y Colima, y continuando en 1987 con la venta de de

373
siete unidades más en el Valle de México que concluyó con la liquidación del fideicomiso

correspondiente en 2001 (DD_ALCM, 1989: s/p).

La escasa información de que se dispone sobre el desarrollo crediticio del IMSS en los

años que sucedieron a la creación de los conjuntos habitacionales, dirigidos a sus propios

empleados (ver Cuadro 22), impiden hacer una valoración sobre su impacto en el

conjunto de las políticas habitacionales, sin embargo, es posible sostener que este

organismo jugó un papel relevante en las primeras etapas de la política habitacional en

México, y que hasta mediados de los años 60 tenía un peso relativo similar al de el

Instituto Nacional de la Vivienda, con programas que beneficiaban a trabajadores

privados, un segmento que ni el IPCyR, ni el propio INV atendían, auque a la postre se

redujo a un mecanismo financiero que abarcó sólo a sus propios empleados.

Cuadro 22: ODEPES. Número de créditos otorgados y su distribución porcentual, 1973-2005


CONAGUA-
CLFC CFE PEMEX IMSS-CAMP INI-CDI TOTAL
Año OAX
No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. %
1983 N/D 0,00 2.277 55,52 1.824 44,48 0 0,00 0 0,00 0 0,00 4.101 100,00
1984 N/D 0,00 2.620 36,16 4.626 63,84 0 0,00 0 0,00 0 0,00 7.246 100,00
1985 N/D 0,00 1.856 28,13 4.742 71,87 0 0,00 0 0,00 0 0,00 6.598 100,00
1986 N/D 0,00 1.507 30,12 3.496 69,88 0 0,00 0 0,00 0 0,00 5.003 100,00
1987 N/D 0,00 1.711 24,75 5.202 75,25 0 0,00 0 0,00 0 0,00 6.913 100,00
1988 N/D 0,00 1.584 33,48 3.147 66,52 0 0,00 0 0,00 0 0,00 4.731 100,00
1989 N/D 0,00 1.912 78,26 531 21,74 0 0,00 0 0,00 0 0,00 2.443 100,00
1990 N/D 0,00 1.104 44,21 1.393 55,79 0 0,00 0 0,00 0 0,00 2.497 100,00
1991 N/D 0,00 1.993 80,82 473 19,18 0 0,00 0 0,00 0 0,00 2.466 100,00
1992 N/D 0,00 2.583 44,75 3.189 55,25 0 0,00 0 0,00 0 0,00 5.772 100,00
1993 N/D 0,00 2.217 43,12 2.925 56,88 0 0,00 0 0,00 0 0,00 5.142 100,00
1994 N/D 0,00 1.440 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 1.440 100,00
1995 N/D 0,00 1.375 26,74 3.767 73,26 0 0,00 0 0,00 0 0,00 5.142 100,00
1996 N/D 0,00 2.326 23,80 7.447 76,20 0 0,00 0 0,00 0 0,00 9.773 100,00
1997 N/D 0,00 2.150 16,35 10.912 83,00 0 0,00 85 0,65 0 0,00 13.147 100,00
1998 N/D 0,00 1.378 11,49 10.506 87,64 0 0,00 104 0,87 0 0,00 11.988 100,00
1999 N/D 0,00 1.326 18,72 4.622 65,26 0 0,00 1.134 16,01 0 0,00 7.082 100,00
2000 N/D 0,00 2.694 30,20 6.072 68,06 0 0,00 155 1,74 0 0,00 8.921 100,00
2001 N/D 0,00 1.912 22,95 5.605 67,29 0 0,00 813 9,76 0 0,00 8.330 100,00
2002 N/D 0,00 1.241 12,55 2.840 28,73 2.800 28,33 4 0,04 3.000 30,35 9.885 100,00
2003 N/D 0,00 1.665 16,45 8.457 83,55 0 0,00 0 0,00 0 0,00 10.122 100,00
2004 3.621 33,55 1.368 12,67 5.805 53,78 0 0,00 0 0,00 0 0,00 10.794 100,00
2005 3.197 35,50 1.081 12,00 4.728 52,50 0 0,00 0 0,00 0 0,00 9.006 100,00
TOTAL 6.818 4,30 41.320 26,06 102.309 64,53 2.800 1,77 2.295 1,45 3.000 1,89 158.542 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

374
4.3.2. Programas extraordinarios (CAPFCE, CONAGUA E INI)

Condiciones similares a estas presentarían también otros organismos que, de manera

extraordinaria, financiaron vivienda sin que su objeto de actuación haya sido éste, ni las

iniciativas en la materia tuvieran un peso determinante, ni en la propia actuación

gubernamental en su conjunto ni en la política desplegada por el propio organismo. Según

los registros de la CONAVI, tanto la Comisión Nacional del Agua (CNA), organismo

Federal encargado de administrar los recursos hídricos del país, como el Instituto

Nacional indigenista (INI)119, han ofrecido también financiamiento para la construcción de

vivienda (ver Cuadro 22), en un número que oscila entre los dos y tres mil créditos.

Otro caso no registrado por la CONAVI, es el de la Comisión para la Administración del

Programa de Construcción de Escuelas (CAPFCE), que realizó sólo por dos años (entre

1958 y 1959), un programa de construcción de vivienda para profesores rurales,

denominado “la casa que crece”, en una iniciativa que respaldaba la construcción de

escuelas en comunidades agrarias, integrando la construcción de vivienda al mismo

espacio educativo para alojar a maestros rurales, a través del cual se construyeron del

orden de 2000 casas (Barragán, J. I., 1994 : 150), sin que haya referencia a otros

proyectos por este organismo desde entonces a la fecha.

Entre estas iniciativas, es importante resaltar el caso del Instituto Nacional Indigenista,

organismo creado en 1948, como trasfondo de las iniciativas que sustentaban el modelo

de desarrollo industrial del país en ese entonces, para impulsar una política de apoyo de

carácter paternalista hacia las comunidades indígenas. Este organismo no tiene registros

de créditos o acciones en materia de vivienda a lo largo de casi 50 años, y sólo a partir de

119
Desde 2003 transformado en al Comisión Nacional para el Desarrollo de Pueblos Indígenas (CDI) (DOF, 2003)

375
la insurrección indígena en Chiapas, después de 1994, se dio a la tarea de impulsar

iniciativas en este tema.

Aunque poco significativa en el número de los créditos asignados (cerca de 2300 en seis

años, [ver Cuadro 22]), pese a que la población indígena en el país alcanza cerca del 10%

de la nacional, lo que es relevante de esta iniciativa, es su carácter coyuntural, que tiene

como telón de fondo un conflicto político-militar que involucra a este sector de la

población, y que sólo se sostiene durante el últimos años del gobierno de Ernesto Zedillo

(1994-2000), y los primeros dos de Vicente Fox cuando, al parecer, el tema chiapaneco

deja de ser un asunto prioritario en la agenda política nacional.

4.3.3. Ferrocarriles Nacionales

Un caso muy distinto a los anteriores es el de las empresas estatales que crearon

mecanismos financieros para la construcción de vivienda social que operaron de manera

permanente. La pionera entre éstas parece haber sido Ferrocarriles Nacionales de México

(FERRONALES), que desde su nacionalización hacia finales de los años 30, comienza a

ofrecer vivienda a sus trabajadores, política que se replicaría años más tarde, cuando a

finales de la década de los cincuenta (1958), Petróleos Mexicanos (PEMEX), y mediados

de los sesenta Comisión Federal de Electricidad (CFE), y la Compañía de Luz y Fuerza

del Centro (CLFC), (1966), iniciaron acciones similares, a las que podríamos sumar los

Fondos Especiales, asignados recientemente al magisterio nacional.

La política habitacional del gobierno mexicano con los trabajadores ferrocarrileros de

hecho retoma, en los inicios de FERRONALES como empresa pública, la dinámica que ya

venía observándose en las empresas privadas desde que se introdujo el ferrocarril en

376
México en el último tercio del siglo XIX. Tal vez el ejemplo más claro de los compromisos

adquiridos por estas empresas con los trabajadores, y de los conflictos que se derivaron

de esa relación, quedó de manifiesto en el movimiento inquilinario en Matías Romero,

Oaxaca, que se extendió hasta cerca de los años 50.

El caso de este sector de los trabajadores públicos es tal vez uno de los que muestran

más claramente el manejo corporativo de la política habitacional del Estado mexicano.

Desde la nacionalización de las empresas de este sistema de transporte en1937 (DOF. 23

de junio de 1937), hasta el inicio de su privatización en 1994 y su liquidación definitiva en

2001 (DOF, 4 de junio de 2001), FERRONALES otorgó vivienda a sus trabajadores,

incluyéndola dentro de las prestaciones que se establecían en los contratos de trabajo.

Desde antes de que este organismo surgiera, el suministro de alojamiento a través del

arrendamiento de vivienda o de suelo, fue una práctica que se desarrolló a través de

acuerdos implícitos entre los trabajadores ferrocarrileros y las empresas que conformaban

el sistema ferroviario nacional, sin que esto formara parte de un marco reglamentario, ni

estuviera determinado ni preestablecido por un marco jurídico preciso, y que en los

hechos no hizo sino continuar con usos y costumbres que venían operando desde los

albores de la introducción del sistema ferroviario en México.

Con la estatización de los ferrocarriles, estas prerrogativas fueron incorporadas a los

contratos colectivos de trabajo, convirtiéndose paulatinamente en obligaciones de la

empresa, lo que llevó en 1972, a la creación de un Fideicomiso destinado a satisfacer las

necesidades de vivienda para los trabajadores ferrocarrileros, y de un Fondo para la

construcción de vivienda para estos trabajadores (Fondo del Programa Habitacional

Ferrocarrilero). Estos instrumentos operaban otorgando a los trabajadores, a través de

377
contratos de arrendamiento, terrenos disponibles de la empresa para ser empleados en la

construcción de vivienda, normalmente promovidas por el propio sindicato ferrocarrilero120.

La relación de la empresa con los trabajadores que eran arrendatarios de viviendas y

predios, adquirió con el tiempo un carácter de “prestación”, que en los hechos terminó por

crear derechos de cuasi-propiedad sobre los terrenos y las viviendas, que sólo se

regularizaron con la privatización del sistema ferroviario en 1996 y la liquidación de la

empresa estatal, cuando las viviendas que poseía la empresa, y que eran ocupadas por

trabajadores o pensionados de la empresa, o sus herederos fueron donadas a ellos

mismos (Gaceta del Senado, 11 de Nov. de 2003).

4.3.4. PEMEX, CFE Y CLFC

Al igual que sucedió con los ferrocarrileros, y tal vez al influjo del trato que estos habían

logrado por parte del Estado “patrón”, en los años cincuenta, comienzan a implantarse

mecanismos financieros al interior de otras empresas públicas, así en Petróleos

Mexicanos (PEMEX), una empresa creada en 1938 como resultado de la expropiación y

nacionalización de la industria petrolera, 20 años después (1958), se crea un instrumento

destinado a apoyar financieramente a sus trabajadores para adquirí o construir viviendas,

que ha venido operando desde entonces.

Aunque los datos de los que disponemos sobre el comportamiento crediticio de este

organismo sólo nos permite tener una idea de las condiciones en las que ha operado

desde 1983, es decir sólo por poco menos de la mitad del tiempo que tiene de existencia,

120
Hay diferentes decretos en las décadas de 1960 y 1980 en los que se autoriza a la empresa a enajenar a favor del
sindicato para la construcción de casas habitación para los trabajadores ferrocarrileros en diferentes partes del país (DOF,
29 de octubre de 1986 (b); DOF, 3 de noviembre de 1986 (a)).

378
es posible, a través de ellos, darnos una idea de su lógica de funcionamiento y del

impacto que tiene en la política habitacional, y en particular en el conjunto de las

empresas públicas y de otros organismos descentralizados que han creado instrumentos

financieros similares.

PEMEX es, dentro de los organismos que aquí consideramos parte de los ODEPES, el

que mayor cantidad de créditos ha otorgado entre 1983 y 2005. En ese período otorgó

cerca del 65% del total de los créditos que éstos financiaron, representando casi el 15,5%

de total de los entregados por el FOVISSSTE para toda la burocracia federal en el mismo

período, más del doble de los otorgados por la Comisión Federal de Electricidad, y casi 9

veces más que la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLFC) (ver Cuadro 22 y Gráfica

10).

Grafica 10
CRÉDITOS OTROGADOS POR ODEPS

160,000

140,000

120,000
No. DE CRÉDITOS

100,000

80,000

60,000

40,000

20,000

0
EX

PI

AX
C

FE

L
AM

TA
LF

D
M
C

-O
N

TO
C

-C
PE

I- C

UA
SS

IN

G
IM

NA
O
C

ORGANISMOS

379
Esta entidad ha conservado una dinámica muy inestable en el otorgamiento de sus

créditos (ver Gráfica 11), y al parecer estas fluctuaciones han correspondido con

momentos críticos en las relaciones entre la antigua dirigencia del sindicato petrolero con

el gobierno federal. Entre 1983 y 2005, el promedio anual de créditos otorgados por la

empresa a los trabajadores sindicalizados rondó los 3.100; sin embargo, a finales de los

años ochenta este número osciló ostensiblemente entre un máximo de 5000 créditos en

1987, en los momentos en que había una importante confrontación entre el saliente

gobierno de Miguel de la Madrid y la dirigencia sindical (Ramírez, Carlos: 2002), a un

mínimo de 500 créditos en el primer año del gobierno salinista (cuando ese conflicto hizo

crisis con la detención policíaca del principal líder del sindicato), llegando incluso a

eliminarse por completo en 2004 (ver Cuadro 22).

Gráfica 11
PEMEX: Comportamiento Crediticio 1983-2005

12,000

10,000
No. DE CRÉDITOS

8,000

6,000

4,000

2,000

0
1983-

1985-

1987-

1989-

1991-

1993-

1995-

1997-

1999-

2001-

2003-

2005-

Años

En la década siguiente, ya impuesta la nueva dirigencia sindical por el mismo gobierno, el

financiamiento habitacional por parte de la empresa llegó a máximos entre los 7 y los 10

mil créditos (ver Cuadro AE-161), con un incremento notable en los años posteriores a la

380
convulsión económica de 1994, cuando la crisis del sistema financiero llevó a una práctica

cancelación del financiamiento bancario privado para vivienda. El repunte en la

participación de esta empresa pública en el financiamiento para vivienda en 1997 y 1998,

contrasta claramente con la drástica reducción que hubo esos mismos años en el número

de créditos del FOVISSSTE, FONHAPO y, particularmente, del FOVIMI, y coincide con un

en la participación de FOVI, en una dinámica que parece conjugar una política

compensatoria a la baja participación bancaria a través de este organismo, con otra

tendiente a recuperar los vínculos clientelares con el Sindicato Petrolero (ver Cuadro AE-

5).

El perfil de los programas a los que se ha dirigido la inversión de Petróleos Mexicanos en

vivienda es, de manera dominante, la vivienda completa, a la que ha entregado cerca del

52% de los créditos, aunque también ha apoyado de manera importante el financiamiento

para mejoramiento de vivienda (cerca del 48% de los créditos), y sólo marginalmente el

mejoramiento financiero (ver Cuadro AE-171).

En lo que se refiere a la distribución territorial de las asignaciones, ésta ha correspondido

con la centralización burocrática de la empresa en el Distrito Federal (en donde se aplica

el 22,2% de los créditos), y con la ubicación de las principales zonas de extracción en los

estados de Tabasco, Tamaulipas y Veracruz, que concentran el 13%, 11,7% y 26,4% de

los créditos (respectivamente), a pesar de lo cual llega a financiar iniciativas en casi la

mitad de los restantes estados del país, incluso en algunos en los que no parece haber

una presencia importante de instalaciones petroleras (ver Cuadro AE-172).

El caso de las otras dos empresas públicas que otorgan crédito, la CFE y la CLFC, no

sólo es menos relevante en el número de créditos ejercidos, sino incluso en el

381
comportamiento general de la actividad financiera sobre el tema de vivienda en el mismo

lapso analizado. Para el caso de la primera, al igual que PEMEX, sólo disponemos de

datos a partir de 1983, con lo que sólo podemos tener una idea de alrededor de 22 de los

casi 40 años que lleva otorgando financiamiento para la vivienda a sus trabajadores,

mientras que con la segunda los datos son aún más escasos, y sólo se dispone de ellos

para los últimos dos años del período analizado y aún estos sin una distribución territorial

(ver Cuadro 22).

Con estas limitaciones, es posible apreciar que la CFE tiene un comportamiento mucho

menos irregular que el de PEMEX, con máximos cercanos a los 2700, y mínimos

superiores a los mil créditos, que en su asignación y número no parecen haber sido

influidos de manera significativa por coyunturas económicas ni políticas, lo que hace

pensar en que este organismo ha estado menos sujeto a las relaciones clientelares entre

el sindicato y el Estado, algo que puede ser también el caso de la CLFC que, a juzgar por

el comportamiento de los dos años de los que disponemos datos, no muestra variaciones

significativas en el número de créditos ejercidos, que ha rondado en los 3000 (ver Cuadro

22).

En donde sí hay una diferencia significativa entre la CFE y PEMEX, es en la distribución

nacional de los créditos, que parecen responder a una estructura territorial del empleo

más equilibrada de la primera con respecto a la segunda. Entre 1983 y 2005, a pesar de

la endémica concentración de los recursos en la capital del país que, en el caso de la CFE

rondan el 12% de los créditos, y de una inversión extraordinaria en el estado de Veracruz

(con poco más del 10% de los créditos), el financiamiento habitacional alcanzó a todas las

entidades federativas, en las cuales durante todo el período prácticamente no se ha

dejado de ejercer al menos un cierto porcentaje (ver Cuadros AE-171 y AE-172).

382
Para el caso de la CFE es significativo el hecho de que fuera del caso de Jalisco en

donde se concentran el 6.1 de los créditos, el resto de los estados en los que se localizan

las principales zonas metropolitanas del país no tiene un trato particularmente favorable

en el otorgamiento de créditos, así, el estado de México y los estados de Nuevo León y

Puebla reciben montos semejantes e incluso inferiores a otros estados con menos peso

demográfico y urbano (por ejemplo Baja California, Coahuila y Tamulipas), y a pesar de

que en ellos no se aprecia una concentración importante de instalaciones de esta

empresa.

Cabe señalar que en estos tres organismos, en el ejercicio presupuestal del

financiamiento de vivienda, la presencia del sindicato es determinante, de hecho éstos

tienen una influencia decisiva en la asignación de los créditos, y por supuesto en los

destinatarios, con lo que disponen de un mecanismo que refuerza su “representatividad”

con respecto a los trabajadores agremiados.

En términos generales, podemos considerar que a pesar de la escasa relevancia que en

el conjunto total de los créditos otorgados por el Estado, tienen los que ofrecen los

ODEPES, estos ofrecen, posiblemente, uno de los ejemplos más claros del manejo

corporativo, clientelar y de control de las iniciativas habitacionales del Estado en México.

Los mecanismos financieros de vivienda asociados a estos organismos parecen haber

operado de manera similar a como lo hicieron el IPCyR y la DPM en su momento, es

decir, parecen estar destinados a reforzar los lazos del Estado con grupos sociales

particularmente sensibles y con los trabajadores de organismos y empresas que

resultaban estratégicas para las políticas estatales, particularmente en momentos en los

383
que el Estado ampliaba su participación en la actividad económica121, o cuando impulsaba

una reforma estructural de la economía en los años 80, que reducía sensiblemente su

papel en la política social.

En este sentido, a través de los organismos que se han incluido en los ODEPES, el

Estado, en un juego que conjugaba mecanismos subsidiados a la vivienda (como los

ejercidos a través del CAPFCE, los del INI e incluso los dirigidos a los ferrocarrileros), con

otros de control (PEMEX en los ochenta), y/o privilegio (como parecen ser los casos del

mismo PEMEX, así como de CFE y CLFC), construyó un entramado instrumental dirigido

a obtener el apoyo de los trabajadores de estas empresas y de algunos sectores sociales

vulnerables (como los indígenas), y eventualmente presionar a las dirigencias sindicales

para plegarlas a las directrices de política económica y social del momento.

4.4. Mecanismos financieros de vivienda en la Banca de

Desarrollo

Un caso similar al anterior es el que ha venido operando en la Banca de Desarrollo, que

integra a un conjunto de organismos que, en su mayoría, no han estado dirigidos

expresamente al financiamiento habitacional, y que sin embargo ofrece créditos para la

vivienda para distintos segmentos de la población nacional, entre los que están desde sus

propios trabajadores hasta grupos sociales que están relacionados con sus objetivos

financieros.

121
Cuando en los años 50 comenzaron el IMSS, CAPFCE y PEMEX a ofrecer créditos para vivienda

384
Este “sistema” está integrado básicamente por el ya mencionado Banco Nacional de

Obras y Servicios Públicos (BANOBRAS), fundado en 1933122, Nacional Financiera

(NAFINSA) y el Banco Nacional de Comercio Exterior (BANCOMEXT), creados en 1934 y

1937 respectivamente, a los que se añadirían en la década siguiente el Banco Nacional

del Ejército, Fuerza Aérea y Armada (BANJERCITO) (1947), así como otras instituciones

financieras destinadas a impulsar el ahorro del sector social (como el Banco de Ahorro

Nacional y Servicios Financieros (BANSEFI)123, y a promover el desarrollo de sectores

económicos estratégicos que el Estado tomó en sus manos, como fue el de la industria

azucarera (Financiera Nacional Azucarera [FINA] en 1943 ), a los que se agregó hacia

1975 el Banco Nacional de Crédito Rural (BANRURAL)124, para impulsar el crédito

agrícola (ver Cuadro AE-11), y finalmente, en los años 80, Fomento Industrial Somex

(FISOMEX), como una institución estatal tenedora de acciones de distintas empresas con

participación estatal.

A pesar de que, como en el caso anterior, el objeto de varios de estos organismos no era

la producción de vivienda, de manera similar a aquellos, en su interior se desarrollaron

programas financieros para ello. En algunos casos (NAFIN, BANCOMEXT e incluso

BANRURAL), desde una lógica que parece responder a criterios muy similares a los que

llevaron a impulsar estos programas en las empresas públicas aunque desde un enfoque

que, según los datos disponibles, que parece haber privilegiado a un número muy

reducido de los empleados (normalmente correspondiente con los funcionarios de alto

nivel).

122
Esta institución bancaria nació con el nombre de Banco Nacional Hipotecario y de Obras Públicas (BANHUOP) (ver
diagrama 1)
123
Que tiene su origen en el Patronato del Ahorro Nacional (PAHNAL), creado en 1949.
124
Este organismo no es el primero en el financiamiento rural en México, de hecho desde 1926 se había creado el Banco
Nacional de Crédito Agrícola al que en 1935 se sumaría el Banco Nacional de Crédito Ejidal, a estos dos se añadiría un
tercer organismo en 1965, el Banco Nacional Agropecuario, los tres operarían en paralelo hasta 1975, cuando se creó el
Banco Nacional de Crédito Rural (BANRURAL) (en liquidación desde 2003), que unificó las tres instituciones existentes en
una sola, me refiero aquí a este banco por ser EL ÚNICO del que se tiene información sobre el otorgamiento de
financiamiento habitacional.

385
En otros casos, el crédito habitacional formó parte de los mecanismos financieros con los

que se apoyó al sector de la economía que tenía como objetivo la institución bancaria,

como fue el caso de Financiera Nacional Azucarera (FINA), que otorgó créditos para la

vivienda a trabajadores cañeros; mientras que otros más operaron como banca de crédito,

otorgando, entre otros rubros, financiamiento hipotecario para vivienda social:

BANOBRAS dentro de los programas sociales promovidos por el Estado, BANSEFI de

manera abierta, y BANJERCITO básicamente para integrantes de las fuerzas armadas.

Ente todos estos organismos, sólo BANOBRAS, BANSEFI y BANJERCITO tienen,

explícitamente, dentro de sus funciones el otorgamiento de crédito para el financiamiento

habitacional, el primero en apoyo a programas públicos gubernamentales de los 3 niveles

de gobierno (Federal, Estatal y Municipal), el segundo, entre otros objetivos, para financiar

a los sectores de bajos ingresos en el mejoramiento y construcción de vivienda, y el

tercero, otorgando crédito hipotecario a los miembros del ejército, fuerza aérea y armada

del país. El resto estaban destinados, fundamentalmente, al impulso de diferentes

sectores de la economía sin incluir explícitamente el financiamiento habitacional.

No obstante lo anterior, tanto BANRURAL como BANCOMEXT, en algún momento, han

financiado vivienda, pero solamente a empleados y funcionarios de las mismas

instituciones. En el caso de FINA (en liquidación desde el año 2000), aunque este

organismo fue creado para apoyar el desarrollo productivo de la industria azucarera, ha

invertido parte de sus recursos en el financiamiento habitacional para los trabajadores de

esta rama de la producción al menos desde los años 80125.

125
Hay noticias periodísticas de la creación de un fideicomiso para la construcción de casas de obreros del Sindicato de
Trabajadores de la Industria Azucarera que ya operaba desde 1989 (fte: http://cdi.gob.mx/ini/noticias/19-sep-02.html)

386
El análisis sobre la relevancia de los créditos habitacionales que otorgaron estas

instituciones durante los primeros años de su operación adolece de información

estadística por parte del CONAVI, sin embargo es posible darnos una idea del

comportamiento que tuvieron analizando los datos de la última década su operación. En

ellos queda de manifiesto que todas estas instituciones otorgaron créditos para vivienda

durante estos años, incluso hasta el final de la operación de aquellas que iniciaron un

proceso de liquidación como FINA y BANRURAL.

Las tres instituciones que asignaron el mayor monto de sus recursos a la vivienda, en

relación con el total de su cartera crediticia, fueron las mismas que desde su fundación

consideraban como una parte importante de sus funciones este rubro. Aunque en

términos absolutos poco significativa, BANSEFI es la institución que más se distingue por

la importancia que en los últimos años (exceptuando 2004), ha asignado al financiamiento

habitacional, en términos relativos, entre 2002 y 2005, este organismo ha asignado al

financiamiento habitacional entre el 82.5 y más del 99% de su cartera crediticia, de hecho

en los últimos tiempos esta institución se ha enfocado casi de manera exclusiva a este

rubro (ver Cuadro 23).

Cuadro 23: BANSEFI. Financiamiento habitacional en relación con cartera


de crédito vigente (en miles de pesos), 2002-2005
1 2
2002 2003 2004 2005
Concepto Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total

Cartera vigente 1.308 100 1.454 100 33.016 100 245 100
Créditos otorgados como agente financiero 0 0 0 0 0 0 0 0
Créditos otorgados al sector objetivo 0 0 0 0 0 0 0 0
Consumo 4 0.3 254 17,5 59 0,2 8 3,2
Vivienda 1.303 99,7 1.200 82,5 1.103 3,3 237 96,8
Créditos a entidades gubernamentales 0 0 0 0 0 0 0 0
Créditos a intermediarios financieros 0 0 0 0 31.854 96,5 0 0
Cartera Reestructurada en programas
n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a.
propios
Otros Créditos 0 0 0 0 0 0 0 0
1. Sólo registra los trimestres II, III y IV
2. Sólo registra el primer trimestre
Fte: Comisión Nacional Bancaria y de Valores, estadísticas 2005, http://www.cnbv.gob.mx/estadistica/boletines/BD/200503/excel/200503250.xls

387
Aunque con menor énfasis relativo, pero mucho más en términos absolutos,

BANJERCITO también ha dedicado buena parte de su cartera crediticia al financiamiento

habitacional, llegando a convertirse, entre toda la banca pública registrada aquí, en la

institución que más créditos ha otorgado al financiamiento habitacional, algo que es

particularmente relevante si consideramos que este financiamiento es sólo para los

miembros de las fuerzas armadas del país, y que estas cuentan además, como se ha

visto, con el apoyo financiero del FOVIMI. Desde 1997 hasta el año 2000 este organismo

había dedicado casi una tercera parte de sus recursos a la vivienda, y sólo a partir de

2001 ha venido reduciendo estos montos a cifras que se ubican entre la mitad y un tercio

de los montos asignados con anterioridad (ver Cuadro 24).

Por su parte, BANOBRAS es el que más peso ha tenido, desde su origen como banca de

desarrollo, en el financiamiento de vivienda, aunque éste ha sido muy irregular en el

número de créditos asignados. En efecto, este organismo, que fue una pieza fundamental

para el desarrollo de las primeras iniciativas en materia de vivienda social desde finales

de los años cuarenta y, sobre todo a lo largo de los años cincuenta, y después de una

relativamente activa participación en el otorgamiento de créditos durante la década de los

años setenta, hacia los años ochenta prácticamente desapareció del escenario financiero

de la vivienda, y sólo hasta la última década del siglo XX lo retomó, para de nuevo

abandonarlo desde 1999 (ver Cuadro AE-18 y Gráfica 12).

Esta misma irregularidad en la frecuencia de los créditos se ve reflejada en el perfil de los

programas que financia. Aunque desde los primeros años de su operación se enfocó

fundamentalmente a la vivienda completa, y así continuó hasta los años setenta, en los

años 90 modificó este enfoque, aunque a partir de 2003 parece que ha retomado esa

388
línea de crédito, llegando a abocarse casi exclusivamente al financiamiento de desarrollos

urbanísticos (ver Cuadro AE-19).

Gráfica 12
BANOBRAS: Comportamiento Crediticio 1973-2005

35000

30000

25000
No. DE CRÉDITOS

20000

15000

10000

5000

0
1973-

1975-

1977-

1979-

1981-

1983-

1985-

1987-

1989-

1991-

1993-

1995-

1997-

1999-

2001-

2003-

2005-
AÑOS

En lo que se refiere a los recursos financieros que BANOBRAS ha dedicado al

financiamiento habitacional, el peso relativo de estos ha ido disminuyendo de manera

constante los últimos años, así de 1997 a 2005 su participación en el sector es apenas

significativo con respecto al monto total de la cartera crediticia de la institución (con un

máximo de 1,7% y un mínimo de 0,1%) (ver Cuadro 25), en términos absolutos hasta

1998 fue el que más recursos aportaba al financiamiento habitacional entre todas las

instituciones de banca de desarrollo, pero a partir de 1999 fue desplazado por

BANJERCITO y NAFINSA, que se convirtieron, entre todas las instituciones de banca

pública en las que más recursos dedicaron al financiamiento habitacional.

389
Esta última institución, en particular, a pesar de que su sector objetivo ha sido la pequeña

y mediana empresa (y no la producción de vivienda), comenzó a aportar desde el año

2000 del orden del 0,1% de su cartera de crédito al financiamiento habitacional, que

aunque poco relevante en relación con los créditos totales que ofrece (ver Cuadro 26), le

ha permitido llegar a ser el segundo organismo de banca pública en importancia por el

monto de sus aportaciones a programas habitacionales, ligeramente por encima de

BANOBRAS, y sólo por debajo de BANJERCITO.

Un Caso particularmente relevante en el conjunto de estos organismos es el de

BANCOMEXT, institución financiera creada explícitamente para apoyar las actividades

exportadoras del aparato productivo, que no tiene dentro de sus atribuciones el

financiamiento de vivienda. A pesar de esto, del año 2000 hasta el 2005 ha ido

incrementando su participación en el financiamiento habitacional pasando del 0,1% al

0,2% de su cartera de créditos, proporción incluso superior a las que han otorgado

BANOBRAS y NAFINSA a este rubro (ver Cuadro 27).

Desde entonces, su participación en el sector ha permanecido, de manera constante,

cercana al 50% del monto total de los recursos que BANOBRAS ha dedicado al

financiamiento habitacional. Este hecho es aún más significativo si se toma en

consideración que el financiamiento habitacional que brinda BANCOMEXT no se ofrece

de manera abierta, y al parecer sólo tienen acceso a él funcionarios de la propia

institución.

390
Cuadro 24: BANJERCITO. Financiamiento habitacional en relación con cartera de crédito vigente
(en miles de pesos)
1997-2005
1 2
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
Concepto %/ %/ %/ %/ %/ %/ %/ %/ %/
Monto Total Monto Total Monto Total Monto Total Monto Total Monto Total Monto Total Monto Total Monto Total
Cartera
vigente 1.492.674 100 5.995.751 100 5.987.146 100 7.117.324 100 7.333.601 100 8.861.027 100 19.090.563 100 18.526.115 100 3.124.774 100
Créditos
otorgados
como agente
financiero 3.727 0,2 4.466 0,1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Créditos
otorgados al
sector objetivo 875.717 58,7 3.393.076 56,6 3.427.393 57,2 4.662.945 65,5 1.262.510 17,2 1.962 0 102 0 3 0 0 0

Consumo 53.639 3,6 190.568 3,2 132.555 2,2 224.375 3,2 4.026.519 54,9 6.814.995 76,9 8.182.108 42,9 9.276.142 50,1 2.574.311 82,4

Vivienda 559.591 37,5 2.383.344 39,8 2.365.158 39,5 2.170.574 30,5 2.024.287 27,6 2.025.679 22,9 2.065.084 10,8 2.135.113 11,5 548.502 17,6
Créditos a
entidades
gubernamentales 0 0 24.297 0,4 62.040 1 59.430 0,8 20.285 0,3 18.391 0,2 8.843.268 46,3 7.114.857 38,4 1.961 0,1
Créditos a
intermediarios
financieros 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Cartera
Reestructurada
en programas
propios 0 0 0 0 n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a.

Otros Créditos 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1. Sólo registra el cuarto trimestre
2. Sólo registra el primer trimestre
Fte: Comisión Nacional Bancaria y de Valores. estadísticas 2005. http://www.cnbv.gob.mx/estadistica/boletines/BD/200503/excel/200503218.xls

391
Cuadro 25: BANOBRAS. Financiamiento habitacional en relación con cartera de crédito vigente (en miles de pesos)
1997-2005
1 2
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
Concepto
Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total
Cartera
vigente 80.224.501 100 370.869.879 100 425.891.508 100 469.266.274 100 508.309.788 100 578.480.209 100 614.816.905 100 540.021.920 100 127.643.369 100
Créditos otorgados
como agente financiero 37.710.308 47 178.488.149 48,1 201.409.303 47,3 216.343.880 46,1 233.291.693 45,9 249.462.321 43,1 272.532.879 44,3 273.048.156 50,6 65.618.885 51,4
Créditos otorgados al
sector objetivo 0 0 6.902.038 1,9 3.946.419 0,9 4.140.426 0,9 5.383.766 1,1 8.376.477 1,4 10.891.917 1,8 13.446.175 2,5 3.571.101 2,8
Consumo 0 0 0 0 0 0 80.962 0 91.825 0 104.528 0 84.841 0 67.314 0 15.390 0
Vivienda 1.397.462 1,7 5.938.000 1,6 1.621.998 0,4 345.949 0,1 572.148 0,1 798.338 0,1 820.723 0,1 801.118 0,1 202.351 0,2
Créditos a entidades
gubernamentales 39.299.467 49 176.713.988 47,6 212.848.304 50 242.285.722 51,6 265.281.248 52,2 313.857.970 54,3 320.839.397 52,2 247.154.225 45,8 57.085.392 44,7
Créditos a intermediarios
financieros 58.300 0,1 2.827.704 0,8 6.065.484 1,4 6.069.335 1,3 3.689.108 0,7 5.880.575 1 9.647.149 1,6 5.504.934 1 1.150.250 0,9
Cartera Reestructurada
en programas propios 0 0 0 0 n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a.
Otros Créditos 1.758.964 2,2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1. Sólo registra el cuarto trimestre
2. Sólo registra el primer trimestre
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392
Cuadro 26: NAFINSA. Financiamiento habitacional en relación con cartera de crédito vigente (en miles de pesos)
1997-2005

19971 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 20052


Concepto
Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total
Cartera
vigente 147.098.814 100 665.971.192 100 701.714.993 100 694.488.368 100 689.699.506 100 721.262.615 100 727.187.188 100 622.187.778 100 157.556.225 100
Créditos otorgados
como
agente financiero 86.617.859 58,9 393.666.112 59,1 397.321.559 56,6 397.525.362 57,2 377.401.293 54,7 390.626.284 54,2 408.504.223 56,2 375.182.874 60,3 82.004.785 52
Créditos otorgados al
sector objetivo 12.200.526 8,3 30.129.480 4,5 10.275.906 1,5 7.341.497 1,1 5.095.950 0,7 14.077.195 2 35.965.110 4,9 20.976.817 3,4 3.787.419 2,4

Consumo 0 0 0 0 0 0 147.765 0 139.279 0 116.955 0 73.578 0 42.873 0 7.207 0

Vivienda 0 0 0 0 0 0 611.913 0,1 674.094 0,1 734.116 0,1 868.974 0,1 886.975 0,1 215.679 0,1
Créditos a entidades
gubernamentales 37.326.126 25,4 168.458.443 25,3 214.114.544 30,5 221.471.479 31,9 238.631.713 34,6 246.869.820 34,2 213.081.714 29,3 136.896.454 22 48.434.826 30,7
Créditos a
intermediarios
financieros 9.038.457 6,1 67.413.718 10,1 80.002.984 11,4 67.390.352 9,7 67.757.177 9,8 68.838.245 9,5 68.693.590 9,4 88.201.786 14,2 23.106.310 14,7
Cartera Reestructurada
en programas propios 1.792.143 n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a.

Otros Créditos 123.703 0,1 3.284.104 0,5 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0


1. Sólo registra el cuarto trimestre
2. Sólo registra el primer trimestre
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393
Cuadro 27: BANCOMEXT. Financiamiento habitacional en relación con cartera de crédito vigente (en miles de pesos)
1997-2005
1 2
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
Concepto
Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total
Cartera
Vigente 72.105.496 100 321.765.575 100 279.736.811 100 251.963.184 100 231.857.098 100 274.448.920 100 274.261.776 100 254.920.125 100 59.117.948 100
Créditos otorgados
como agente financiero 20.787.989 28,8 90.379.881 28,1 82.001.514 29,3 70.679.248 29,3 55.733.725 24 46.313.183 16,9 39.092.137 14,3 29.185.647 11,4 5.470.272 9,3
Créditos otorgados
al sector objetivo 14.298.242 19,8 35.476.303 11 52.548.907 18,8 68.415.348 18,8 78.806.455 34 103.896.737 37,9 115.552.696 42,1 106.085.546 41,6 25.615.560 43,3
Consumo 0 0 0 0 0 0 95.860 0 92.881 0 76.858 0 91.008 0 104.973 0 26.154 0
Vivienda 0 0 0 0 0 0 212.916 0 256.099 0,1 264.349 0,1 382.457 0,1 457.798 0,2 110.684 0,2
Créditos a entidades
gubernamentales 5.446.633 7,6 21.346.563 6,6 8.406.859 3 9.366.193 3 25.702.468 11,1 63.669.887 23,2 64.717.870 23,6 77.039.257 30,2 19.001.923 32,1
Créditos a intermediarios
financieros 27.780.938 38,5 171.439.298 53,3 136.779.531 48,9 103.193.619 48,9 71.265.470 30,7 60.227.905 21,9 54.425.608 19,8 42.046.903 16,5 8.893.356 15
Cartera Reestructurada
en programas propios 3.791.694 5,3 3.123.530 1 n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a.
Otros Créditos 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1. Sólo registra el cuarto trimestre
2. Sólo registra el primer trimestre
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394
Dentro de los mecanismos financieros que han ido derivando en la participación en el

financiamiento y la producción de vivienda social, un caso peculiar es también Fomento

Industrial Somex (FISOMEX), un organismo público que participa como accionista, y en

algunos casos en la misma administración, de empresas de participación estatal, entre las

que se encuentran INCOBUSA y Urbanizadora de Tijuana, ambas originalmente privadas,

que se abocan a la urbanización de predios y a la construcción de vivienda de interés

social.

A través de su participación en este tipo de empresas, FISOMEX ha participado de una

manera muy modesta en el financiamiento de vivienda, otorgando alrededor de 4,400

créditos entre 1983 y 1987, concentrados en sólo cuatro entidades de la República, que

parecen responder con el ámbito regional en el que habían actuado normalmente las

empresas en las que participa, entre las que destaca particularmente el estado de México,

entidades en las que INCOBUSA había concentrado buena parte de su inversión y a

donde se ha dirigido el 82% de los créditos otorgados (ver Cuadro 28).

CUADRO 28: FISOMEX. No. de créditos otorgados


1983-1987

Entidad Federativa No. de Créditos %/Total


Aguascalientes 80 1,82
Baja California 238 5,41
Guanajuato 477 10,85
Estado de México 3.601 81,92
Total 4.396 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de
Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

395
Aunque poco significativos tanto en términos absolutos como relativos, los casos de

BANRURAL y FINASA no deja de aportar elementos que permiten comprender el

comportamiento de la banca de desarrollo en torno a la vivienda. Aunque no se dispone

de datos estadísticos desde su fundación en 1943, al parecer FINA ha jugado un papel

relevante en el financiamiento habitacional para los trabajadores cañeros, como parte de

sus acciones en apoyo a la industria azucarera.

Este organismo, diseñado desde su fundación en 1943, para apoyar el desarrollo de esta

rama de la producción, para entonces uno de los considerados como estratégicos para la

economía mexicana, asumió a partir de la nacionalización de las empresas productoras

de azúcar, durante los años 70126, un papel importante en el financiamiento de vivienda

para los trabajadores cañeros.

A través de este organismo se creó al menos un fideicomiso para la producción de la

vivienda (Fideicomiso para la Construcción de Casas de Obreros del Sindicato de

Trabajadores de la Industria Azucarera), que incluso llegó a establecer convenios con

INDECO para adquirir parte de la reserva de suelo de este organismo destinándola a la

producción de vivienda para los trabajadores sindicalizados (DOF 5 de septiembre de

1977). Su participación en este tipo de acciones se mantuvo, incluso hasta después de la

privatización de los ingenios iniciada en 1988 y concluida en 1990 (Cámara de Diputados,

2001: s/p), y aún se observaba en el año 2000, último año de su operación antes de que

diera inicio el proceso para su liquidación (ver Cuadro 29).

126
Para finales de la década de los años 70 el gobierno federal era propietario de 49 de los 66 ingenios del país, proceso
que concluye con la nacionalización de todos los ingenios en 1982. Finalmente se vuelven a privatizar los ingenios entre
1988 y 1991 (Aroche Herrera, David, 2004 s/p).

396
Por su parte BANRURAL, otro organismo de la banca de desarrollo que se encuentra en

liquidación desde 2003, y que desde sus orígenes tampoco estaba destinado al

financiamiento de vivienda sino al apoyo de las actividades agropecuarias, mantuvo,

aunque al parecer de manera errática y en montos poco significativos con respecto al

resto de la banca de desarrollo, la práctica de otorgar créditos destinados a la vivienda

hasta el último año en que estuvo operando su cartera de créditos, aunque no parece

haberse dirigido a financiar vivienda rural, sino que, al igual que BANCOMEXT, da la

impresión que los créditos otorgados fueron asignados a empleados de esta institución

(ver Cuadro 30).

Fuera de BANOBRAS, particularmente en las primeras etapas de su funcionamiento, y en

especial después de que absorbió al BFH, y de PAHNAL (hoy BANSEFI), el

financiamiento de vivienda por parte de todos estos organismos tuvo por lo general un

carácter secundario, coyuntural y, en algunos casos, más bien dirigido a operar como un

instrumento financiero para los funcionarios de alto nivel.

De los primeros organismos, creados antes de 1940 (BANOBRAS, NAFINSA Y

BANCOMEXT), en plena fase de desarrollo extensivo de la acumulación capitalista en

México (Rivera Ríos 1993: 21 y 22), sólo el primero estuvo parcialmente enfocado al

financiamiento habitacional, principalmente a programas específicos de promoción

pública, entre los que estuvieron una buena parte de los primeros conjuntos

habitacionales de finales de los años 40, e incluso de los construidos antes de los

multifamiliares que promovió el IPCyR en la ciudad de México.

397
Cuadro 29: FINASA, financiamiento habitacional en comparación con cartera de crédito
vigente (en miles de pesos)
1997-2005

Concepto 1997
1
1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
2

Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto Monto Monto Monto Monto
Cartera
vigente 11.087.528 100 46.608.753 100 43.150.704 100 33.622.141 100 0 0 0 0 0
Créditos otorgados
como agente finan. 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Créditos otorgados al
sector objetivo 11.082.383 99,95 46.580.318 99,94 43.111.961 99,91 33.598.128 99,93 0 0 0 0 0
Consumo 666 0,01 4.522 0,01 6.621 0,02 2.500 0,01 0 0 0 0 0
Vivienda 4.479 0,04 23.913 0,05 32.122 0,07 21.513 0,06 0 0 0 0 0
Créditos a entidades
gubernam. 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Créditos a
intermediarios
financieros 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Cartera
Reestructurada en
programas propios 0 n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. n. a. 0 0 0 0 0
Otros Créditos 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1. Sólo registra el cuarto trimestre
2. Sólo registra el primer trimestre
Fte: Comisión Nacional Bancaria y de Valores, estadísticas 2005, http://www.cnbv.gob.mx/estadistica/boletines/BD/200503/excel/200503232.xls

Cuadro 30: BANRURAL. financiamiento habitacional en comparación con cartera de


crédito vigente (en miles de pesos)
1997-2005

1 2
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2.004 2005
Concepto
Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto %/Total Monto Monto

Cartera
vigente 10.983.016 100 49.550.691 100 88.754.626 10084.067.771 10040.389.366 10034.427.098 100 13.593.601 100 n. a. n. a.
Créditos otorgados
como agente fin. 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 n. a. n. a.
Créditos otorgados al
Sector objetivo 6.428.012 58,53 29.505.682 59,55 35.383.687 39,8736.110.398 42,9535.166.527 87,0727.949.430 81,18 11.316.921 83,25 n. a. n. a.

Consumo 617 0,01 695 0,00 0 0,00 57.901 0,07 72.306 0,18 75.151 0,22 28.482 0,21 n. a. n. a.

Vivienda 173 0,00 165 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 234.835 1,73 n. a. n. a.
Créditos a entidades
gubernamentales 214.257 1,95 396.120 0,80 1.236.381 1,39 1.900.237 2,26 547.389 1,36 604.451 1,76 325.593 2,40 n. a. n. a.
Créditos a
intermediarios financ. 581.755 5,30 13.648.654 27,54 52.134.558 58,7445.999.235 54,72 4.603.144 11,40 5.798.066 16,84 1.687.770 12,42 n. a. n. a.
Cartera
Reestructurada en
programas propios 3.088.688 28,12 4.225.430 8,53 n, a, n, a, n. a. n, a, n. a. n, a, n. a. n, a, n. a. n, a, n. a. n. a.

Otros Créditos 669.514 6,10 1.773.945 3,58 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 n. a. n. a.
1. Sólo registra el cuarto trimestre
2. Sólo registra el primer trimestre
Fte: Comisión Nacional Bancaria y de Valores. estadísticas 2005. http://www.cnbv.gob.mx/estadistica/boletines/BD/200503/excel/200503246.xls

398
Los mecanismos financieros de vivienda de los otros dos, sólo parecen haber operado

como instrumentos de carácter clientelar, por parte del Estado, dirigidos a estrechar los

lazos entre éste y los empleados de la banca de desarrollo, la cual habiendo sido

diseñada para promover la industria, resultaría fundamental a partir de los años 40 para

impulsar su desarrollo soportado en la sustitución de importaciones.

Los casos del BANJERCITO y BANRURAL, por su parte, parecen más bien responder a

las necesidades del Estado por reforzar sus vínculos con dos segmentos sociales y

políticos particularmente sensibles. El primero parece ser complementario al papel que

venía desempeñado para entonces la DPM, y aunque no se dispone de datos que permita

conocer su desempeño desde que fue creado hasta finales de siglo, el hecho de que los

créditos hipotecarios que ofrece se asignen casi exclusivamente a miembros de las

fuerzas armadas, refuerza la idea de que operó como un mecanismo que reforzó los lazos

entre el Estado y uno de los componentes institucionales más inestables hasta los años

40.

La creación de los organismos antecedentes del BANRURAL, por su parte, corresponde

con uno de los momentos más fecundos en la política de reforma agraria en el país y de

la configuración corporativa del Estado y su partido, y los mecanismos financieros de

vivienda parecen tener motivaciones similares a las que estuvieron detrás de la creación

de los impulsados al interior de NAFIN y BANCOMEXT, e incluso de los que respaldaron

los de algunas empresas públicas.

El resto de los organismos que componen el sistema de la Banca de Desarrollo, se

conformaron casi en su totalidad a la par que se impulsó el desarrollo industrial del país y

399
se extendió la participación del Estado en diferentes sectores de la economía (FINA,

BANSEFI y SOMEX), y que derivaron en programas financieros que atendieron tanto a los

trabajadores de la industria azucarera (FINA), o a población de bajos recursos

(BANSEFI), e incluso a la recuperación y desarrollo de empresas inmobiliarias

(FISOMEX).

En conjunto, se puede decir que el financiamiento habitacional en todos estos

organismos, incluyendo BANOBRAS (aunque éste en menor grado), ha respondido a

objetivos coyunturales sin que se perciba una definición clara de las metas por alcanzar ni

una intencionalidad de largo plazo relacionada con el problema habitacional.

En casi todos se pueden apreciar que su intervención en materia habitacional ha

respondido a intenciones muy diversas que van desde la voluntad de atender la demanda

de créditos por parte de segmentos muy específicos (y privilegiados), de sus propios

trabajadores (como es el caso de NAFIN y BANCOMEXT por ejemplo), hasta el interés

por alcanzar la rentabilidad de empresas inmobiliarias en las que participa como

accionista el Estado (como el caso de FISOMEX), pasando por la operación de

mecanismos financieros que canalizan el ahorro social a la producción de vivienda social,

desde una visión no muy alejada a la que podía prevalecer en la banca privada (como en

el caso de BANSEFI).

400
4.5. Organismos Estatales de Vivienda Social (OREVIS)

Con la creación de los últimos dos mecanismos de política habitacional en los años

setenta (INFONAVIT y FOVI)127, que redondearían el bagaje instrumental de la política de

vivienda del gobierno federal, sobrevendría además un proceso de descentralización (más

simbólica que efectiva), de la mano de la creación de organismos de vivienda social en las

diferentes entidades federativas.

Éstos, en su mayoría, habían sido impulsados inicialmente por el propio INDECO a través

de convenios con los gobiernos locales, pero al desaparecer éste fueron sustituidos por

otros instrumentos locales que surgieron a la sombra de la creación de FONHAPO (como

organismo heredero del INDECO), como una vía de descentralización de los recursos de

este organismo y para involucrar a los gobiernos estatales en los programas de vivienda

social.

Aparecen así los primeros organismos estatales encargados, específicamente, de la

construcción y la promoción de vivienda para la población de escasos recursos,

principalmente para la que habitaba las llamadas zonas marginales urbanas, e incluso

para las zonas rurales (aunque en este caso no pasó de tener más que un carácter

discursivo). Las tres primeras experiencias fueron iniciativas de gobiernos estatales que

se dieron con antelación a que se creara INDECO, muy probablemente influidas por la

política federal que en 1954 con el INV abrió en la ciudad de México un flanco de

actuación en materia habitacional hacia los sectores populares que no tenían acceso a los

programas de financiamiento habitacional público y privado128.

127
Me refiero a los dos últimos instrumentos creados por el gobierno federal y que no fueron precedidos por ningún otro.
Los surgidos en los años 80 (FONHAPO), y en 2002 (SHF), se consideran en este trabajo como una continuación de éstos.
128
Aunque el INV tenía, en teoría, una cobertura nacional, en realidad prácticamente todos sus estudios y programas
financieros se concentraron en la capital del país.

401
De hecho, hasta finales de la década de los años 60s , pese a haber sido el sector social

que más claramente expresó el problema de la vivienda urbana a través de las

movilizaciones inquilinarias hasta los años 30, los trabajadores urbanos carecían hasta

entonces, casi en todo el país, de algún mecanismo financiero, federal o local, para

acceder a una vivienda de bajo costo, y exceptuando las casi anecdóticas experiencias

del Distrito Federal y de Guanajuato de los años 30, y del INV en la ciudad de México

durante los años cincuenta, hacia ellos prácticamente no se había dirigido la iniciativa

pública en materia de vivienda.

4.5.1. El surgimiento de los organismos estatales de vivienda social

Sólo hasta los años sesenta aparecieron los primeros organismos estatales dirigidos ex-

profeso a la atención de la problemática habitacional de los sectores sociales de bajos

ingresos, curiosamente éstos no aparecen en los estados en los que se presentaba la

problemática habitacional más crítica, ni en donde el proceso de urbanización presentara

condiciones particularmente dinámicas129. El primero de ellos fue la Dirección Estatal de

Colonias Urbanas Populares del Estado de Guerrero (DECPEG), creada en 1964, a la

que siguió un año después el Instituto Promotor de la Vivienda Popular del Estado de

Sonora (IPROVIP), y en 1969 el Patronato Estatal de la Vivienda (PEV), en el estado de

Hidalgo (ver Cuadro AE-31).

A pesar de estas primeras iniciativas, fue en realidad hasta los años setenta cuando la

participación estatal en la producción y financiamiento de vivienda para los sectores

129
Al respecto se puede señalar que para 1980, casi 15 años después de creado el primero, sólo el 23,12% de la población
de Guerrero y el 16,22% de la de Hidalgo era urbana, aunque ya para entonces en Sonora la población urbana era ya tan
3
importante como en Jalisco (cerca del 59%), la segunda entidad más urbanizada el país (ver Cuadro AE-12 )

402
sociales de bajos ingresos dio un giro radical. Al parecer la conflictividad urbana de esos

años, precedida por el movimiento estudiantil y popular de 1968, por el ferrocarrilero y el

del magisterio (1958) (Cf. Anaya Pérez, M. A., 1982, y Loyo Brambila, A, 1992), habían

pesado más que las revueltas inquilinarias que prácticamente habían concluido para los

años treinta, y llevó a que la política social del estado en materia de vivienda volviera los

ojos hacia los pobres urbanos.

El primer antecedente de ésta década fue la Dirección General de Habitaciones populares

del Distrito Federal (DGHP), creada en 1970, que parece haber sido el detonador del

surgimiento de varios organismos locales de vivienda social en el país en los años

siguientes, y que llevaría a que a finales de los años 70s en casi la mitad de los estados

se habría conformado instituciones de este tipo, aunque de ellos sólo la tercera parte eran

organismos estatales realmente autónomos, creados por iniciativa de los propios estados,

mientras que el resto, incluyendo los fundados en el Distrito Federal, fueron iniciativas del

gobierno federal, la mayor parte de ellos a través de convenios entre el INDECO y los

gobiernos estatales (ver Cuadro AE-32).

En esta década se crearon al menos 21 organismos que financiaban o construían

vivienda popular, y que fueron el soporte de la política habitacional de los gobiernos

locales de 17 entidades del país, incluyendo el Distrito Federal. Éstos junto con los tres

fundados la década anterior, representaron una cobertura de dos terceras partes de las

entidades federativas, entre las cuales se encontraban aquellas que habían presentado el

mayor dinamismo urbano y en donde se localizaban los principales centros urbanos del

país.

403
Dentro de estos, al menos 24 organismos, nueve fueron resultado de convenios entre el

INDECO y los gobiernos estatales realizados, en su totalidad, entre 1978 y 1979 (ver

Cuadro AE-32), lo que muestra una clara intención desde el gobierno federal para

impulsar en los gobiernos estatales iniciativas en materia de vivienda popular, estas

dependencias, aunque en su estructura operativa tenían una fuerte presencia del

INDECO, representaron, en todos los casos en los que operaron los convenios, la primera

iniciativa con participación local para enfrentar el problema habitacional de los sectores

sociales de menos recursos.

Todos ellos se conformaron con las mismas estructuras operativas, tuvieron el mismo

propósito, y en todos ellos participó el organismo federal en su organización. Tenían

dentro de sus facultades, y de manera prioritaria, el desarrollo de programas de

construcción de vivienda para cooperativistas y trabajadores no adscritos a un programa

de vivienda social (es decir la mayor parte de la demanda), y funcionaban con base en las

aportaciones de INDECO en dinero y en especie (principalmente suelo), así como con las

de los gobiernos estatales y municipales.

Paralelamente a estos organismos, se crearon otros por la propia iniciativa de los

gobiernos estatales y sin la participación federal en su estructura organizativa, aunque

probablemente bajo el influjo de la propia iniciativa federal. Éstos, aunque estaban

dirigidas a la misma población objetivo que los anteriores, mostraron, en algunos casos,

peculiaridades importantes con respecto a los organismos promovidos desde el gobierno

federal.

Entre ellos estuvieron los que además de la promoción habitacional incluyeron funciones

de promoción inmobiliaria como es el caso de la Inmobiliaria del Estado de Baja California

404
(IEBC), que sustituyó al organismo estatal Bienes Raíces del Estado de Baja California

(creado en 1969) (ver Cuadro AE-31), y que junto a las funciones heredadas, de

administrar el suelo de propiedad estatal y la planeación urbanística de la entidad, asumió

el financiamiento y elaboración de programas de construcción de vivienda, además de la

urbanización y venta de predios en fraccionamientos populares.

Con características similares, pero sin haber sustituido a ningún otro organismo previo,

surgieron Inmobiliaria y Promotora de la Vivienda de Interés Público (IPROVIPE), en

Jalisco, el Instituto de Acción Urbana e Integración Social (AURIS), en el estado de

México y el Instituto de Desarrollo Urbano y Rural (INDEUR), en Sonora (ver Cuadro AE-

32), que además de tener atribuciones para la promoción y construcción de vivienda social

estaban destinados a urbanizar y vender lotes en fraccionamientos para población de

bajos recursos, con lo que la política habitacional se vinculó de manera determinante a la

venta de suelo urbano a bajo precio, en un intento por parte del Estado de intervenir en

este mercado, al parecer en un intento de contrarrestar la oferta de suelo irregular, e

impulsando la vía de la autoconstrucción de vivienda que partiera, al menos, de la

disposición de servicios urbanos básicos.

Con funciones similares a los anteriores, pero dirigido fundamentalmente a la producción

de vivienda económica, ampliando su ámbito de actuación a las zonas urbanas y rurales,

además de participar en la promoción inmobiliaria y la introducción de infraestructura

urbana, aunque sin hacer énfasis en la venta de suelo barato, se crearon en Coahuila el

Instituto Estatal de Vivienda Popular (IEVP), y en Guanajuato el Instituto Revolución (IR)

(ver Cuadro AE-32).

405
A la par de estas, dirigidas esencialmente a la producción de vivienda de bajo costo para

la población de escasos recursos, por primera vez a nivel local aparecen instituciones que

vinculaban a la política habitacional los mecanismos de regularización de la tenencia de la

tierra. Este fue el caso de dos iniciativas del gobierno federal para enfrentar la

problemática de crecimiento urbano y de vivienda en dos de las zonas metropolitanas

más importantes del país: el Distrito Federal y el estado de Nuevo León, en donde se

crearon dos organismos con el objetivo de atender los problemas de precarismo y la falta

de vivienda, conjuntando acciones de regularización de la tenencia de la tierra urbana y la

producción de vivienda de bajo costo para la población de bajos ingresos, con acciones

de ordenamiento urbano.

En el caso específico de la capital neolonesa, en 1973 se creó el Fideicomiso Fomento

Metropolitano de Monterrey (FOMERREY) (ver Cuadro AE-32), originalmente para atender

la conurbación que conformaban esa ciudad y los municipios limítrofes, pero que

posteriormente extendió su campo de acción al resto del estado. Este organismo, que en

un principio operaba con recursos de los gobiernos federal y estatal, estuvo dirigido a la

atención de los problemas de precarismo y la falta de vivienda, mediante la regularización

de la tenencia de la tierra y la oferta de suelo a bajo precio.

A diferencia de las inmobiliarias creadas en otros estados, su función primordial no se

orientaba a la realización de nuevas urbanizaciones, sino a regular la asignación de lotes

en fraccionamientos de urbanización progresiva, en los cuales se introducirían los

servicios urbanos con la participación de la población, mientras que en materia

406
habitacional se enfocó, principalmente, al mejoramiento de la vivienda y al apoyo de la

autoconstrucción y en menor medida a la construcción de nueva vivienda130.

En 1984, once años después de su creación, se modificó el decreto que le dio origen y

FOMERREY quedó desde entonces bajo la responsabilidad exclusiva del gobierno

estatal, y se incorporaron a su ámbito de actuación todos los municipios del estado de

Nuevo León. Esta reforma supuso un cambio sustancial en el enfoque de FOMERREY,

que a partir de entonces se enfocaría de manera importante a la realización de

infraestructura y equipamiento urbanos, y a la construcción de vivienda social.

Otro caso relevante entre los organismos creados en la década de los años 70s a nivel

local fue el del Distrito Federal (cuyo gobierno, por aquel entonces, dependía del gobierno

federal y se ejercía a través del Departamento del Distrito Federal [DDF]). Ahí se creó uno

de los primeros organismos públicos dirigido a la población urbana de bajos recursos con

alcance exclusivamente loca131. Éste fue la Dirección General de Habitaciones Populares

(DGHP), que aunque de corta existencia (1970-1977) (ver Cuadro AE-32), representó la

primera iniciativa institucional para la ciudad de México para enfrentar el problema

habitacional y de precarismo urbano.

Éste, fue concebido como un programa que incluía la construcción de nuevos tipos de

vivienda orientados a los segmentos de la población con menos recursos, que se

combinaban con acciones dirigidas al traslado y realojamiento de personas afectadas por

130
En los cuatro años para los que se dispone de información en las estadísticas históricas del CONAVI, (1989, 1991 y
1993), sólo en el último se ejercieron créditos para vivienda nueva (915), que en comparación con todos los registrados
para este organismo (7488), apenas representaron el 12,23%, mientras que el apoyo a la autoconstrucción esos años
alcanzó el 59,7% y lotes con servicios el 28,06%.
131
Aparte de las experiencias de los desarrollos habitacionales de los años 30s, ya desde los años 50 se habían
desarrollado iniciativas en el Distrito Federal en materia de vivienda, tanto a través de la regularización de la tenencia de la
tierra como por medio de la construcción de vivienda de bajo costo, pero éstas acciones se habían desarrollado a través de
un organismo federal, el Instituto Nacional de la Vivienda, que aunque se abocó fundamentalmente a acciones en la capital
del país, tenía un alcance, al menos en teoría, nacional.

407
obras de urbanización, así como también al desarrollo de programas de erradicación de

ciudades perdidas132 en el área urbana de la ciudad de México.

Tres años más tarde de su creación, en 1973, a sólo un mes de que se creara

FOMERREY, y al igual que aquél, con la participación del gobierno federal, se crea el

Fideicomiso de Interés Social para el Desarrollo de la Ciudad de México (FIDEURBE).

Este organismo fue creado prácticamente bajo la misma idea que respaldó la creación de

FOMERREY, y estuvo orientado para atender, principalmente, a los habitantes de los

asentamientos humanos no controlados que habían aparecido en la periferia urbana de la

ciudad, además de planear el desarrollo urbano de las áreas ejidales susceptibles de

integración urbana, atender las áreas urbanas decadentes, e impulsar programas de

regularización de la tenencia de la tierra.

Más allá de la novedad que en materia de producción masiva de vivienda popular significó

la creación de la DGHP, y que el surgimiento de FIDEURBE representaba, al menos en

parte, una duplicidad en las funciones asignadas a la primera (ver Cuadro AE-32), estos

dos organismos supusieron las primera experiencia en la que el Estado, particularmente a

nivel de una entidad federativa, vinculó la política habitacional a la regularización de la

tenencia de la tierra, en una iniciativa que después secundarían varios organismos

estatales, y que llevaría al gobierno mexicano en dos de sus niveles (estatal y federal), a

alternar, de manera definitiva, la regularización de la propiedad urbana con la

construcción de vivienda de bajo costo, como dos de los brazos fundamentales de la

política habitacional.

132
Este es un término al parecer acuñado en una investigación realizada para el Instituto Nacional de la Vivienda (INV), por
la UNAM, la ENAH y el INAH en 1965 para la colonia Buenos Aires, en la ciudad de México, y cuyos resultados fueron
publicados en 1968 por el propio INV (Cf. INV, 1968), Una Ciudad Perdida, Instituto Nacional de la Vivienda, México, D.F,
México)

408
En este sentido los casos de la DGHP y de FIDEURBE en la ciudad de México, y

FOMERREY en la capital neolonesa, son un caso particularmente revelador del vínculo,

en un solo organismo, de los distintos mecanismos disponibles en ese momento para

articular la política de suelo con la política de producción de vivienda. FIDEURBE en

particular, desde su creación se articuló de manera estrecha con tres de los organismos

federales que en ese momento atendían los dos ejes de la problemática habitacional en el

país: el financiamiento para la realización de obra pública y, por supuesto, vivienda (con

BANOBRAS), la producción de vivienda popular (con INDECO), y la regularización de las

condiciones de tenencia en los terrenos comunales y ejidales urbanizados (con el

Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización de la Secretaría de la Reforma Agraria

[DAAC-SRA]).

Tanto FOMERREY como la DGHP y FIDEURBE (y a pesar de la corta existencia de éstos

dos últimos), fueron los organismos que institucionalizaron , por primera vez, una política

habitacional que combinó la construcción de vivienda con la regularización de los

asentamientos irregulares, que reconocieron implícitamente que la política habitacional

para los sectores mayoritarios de bajos ingresos, pasaba por el reconocimiento de la

autoconstrucción o el autofinanciamiento de la vivienda por parte de los pobladores de los

asentamientos irregulares, como la vía para enfrentar el problema habitacional en el país.

Rápidamente esta perspectiva se extendería a la actuación en otras entidades

federativas, en 1979 a Sonora con el INDEUR (que sustituía al antiguo PROVIP), y en los

años subsiguientes a otras realidades estatales (ver Cuadro AE-32).

Esta visión sobre el problema habitacional, vinculado a la regularización de la tenencia de

la tierra, se refrendaría en 1977 con la creación de la Comisión de Desarrollo Urbano de la

Ciudad de México (CODEUR), que fue fundado ya como un organismo desconcentrado

409
del gobierno del DF y que asumió las funciones de la DGHP y de FIDEURBE, además de

las que tenía a su cargo la Procuraduría de Colonias Populares (PCP) (Massolo, A., 1983:

160). Este organismo, además de las funciones de planeación, desarrollo urbano y

promoción habitacional asumió las de regularización de la tenencia de la tierra, creando a

su interior una Dirección abocada exclusivamente a ese tema: la Dirección de

Regularización de la Tenencia de la Tierra (DRTT).

La fiebre institucional de los años setenta llevó en todo el país a la creación de 19

organismos de vivienda133 (ver Cuadro AE-32), dirigidos a la población de bajos recursos

que, unidos a los tres que se habían fundado en la década anterior (ver Cuadro AE-31),

conformaron un universo de casi el 60% de las entidades del país que habían

desarrollado instrumentos de política habitacional dirigidos a la creciente población urbana

que vivía en condiciones de precarismo, y que durante casi 50 años (desde las huelgas

inquilinarias de 1922), no habían sido objeto de programas de financiamiento y producción

de vivienda de bajo costo, y habían tenido como prácticamente única alternativa para

resolver el problema de alojamiento (además del endémico recurso del inquilinato en

vecindades), la autoconstrucción y el autofinanciamiento de vivienda en desarrollos

inmobiliarios irregulares, con casi total falta de servicios e infraestructura.

A más de medio siglo de que habían iniciado las huelgas inquilinarias en diferentes

estados del país, en protesta por las condiciones de vivienda, por fin el Estado mexicano

impulsaba, en casi las dos terceras partes de las entidades la creación de organismos

para financiar y producir vivienda para los pobladores urbanos pobres, en una estrategia

que vinculaba de manera estrecha y casi inseparable, y definitivamente complementaria,

133
De estos 19, tres habían sido creados en el Distrito Federal y para finales de la década sólo permanecía CODEUR que
en 1977 había asumido las funciones de los dos organismos precedentes, mientras que en Nuevo León operaban
simultáneamente dos organismos con funciones similares: FOMERREY y el INDECO-Nuevo León.

410
la acción del gobierno federal a través de INDECO, y la de los gobiernos estatales. La

política habitacional de los estados quedó así atada de manera definitiva al control

centralizado del gobierno federal, primero a través de este organismo y, después de su

liquidación través del que lo sustituiría en la década siguiente: el FONHAPO.

Hacia los años 80, el espectro de organismos locales encargados de la vivienda social se

completa prácticamente en los términos que existe hasta la actualidad134 (ver Cuadros

AE-33 y AE-34), sufriendo desde entonces sólo algunas reformas, pero sin que éstas

alteren sustancialmente el universo de los mecanismos de actuación de los gobiernos

estatales en esta materia. Para esa década los 13 estados que no habían conformado

organismos destinados a la promoción de vivienda fundaron sus propias Instituciones, en

gran medida como resultado de la liquidación de INDECO (y su sustitución por

FONHAPO), que derivó en la transferencia a los estados de los recursos financieros y la

reserva territorial que venía operando ese organismo en cada entidad. A partir de

entonces FONHAPO se convertiría en el principal agente financiero de la política

habitacional de los distintos estados del país.

En esa década, los organismos que se habían creado a través de convenios con el

INDECO fueron sustituidos en su totalidad por organismos descentralizados de los

propios gobiernos estatales, y de manera complementaria se crearon, en algunas

entidades, otros que extendieron la cobertura de financiamiento público en vivienda social.

Desde ese momento, el 100% de los estados asumieron, con el apoyo financiero del

gobierno federal (a través de FONHAPO), las funciones de impulsar la promoción de

134
Excepto por el caso del estado de Tlaxcala que a finales de los años 90 liquidó al IVET como organismo público
descentralizado para que la Secretaría de De Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Ecología, ahora reformada como
Secretaría de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Vivienda, asumiera las funciones de promoción habitacional.

411
vivienda social dirigida esencialmente a la población urbana más pobre (ver Cuadros AE-

33, AE-34 y AE-35).

4.5.2. La proliferación de organismos estatales

La política excesivamente sectorizada de vivienda que se había llevado a nivel federal

(Burócratas por un lado, por otro empleados petroleros, electricistas, ferrocarrileros,

cañeros, trabajadores del IMSS, etc.), y que sería la causa de una intervención pública en

materia de vivienda fuertemente fragmentada, se reprodujo en varios de los estados a

partir de estos años. De esta manera, algunos de los organismos estatales que se crearon

a partir de los años ochenta en cierta mediada duplican y hasta triplican las funciones de

organismos que ya se habían creado en la década anterior tanto en el ámbito de la

cobertura de financiamiento habitacional para la burocracia, como para los sectores

sociales de bajos ingresos, tanto urbanos como rurales.

Casos emblemáticos de esta duplicidad de funciones fue la creación del Instituto de

Vivienda de Baja California (sustituto del organismo de breve existencia INDECO-Baja

California), que coexistió varios años con la Inmobiliaria del Estado (IEBC), y con otro

organismo creado también el los 80s, para atender los problemas de precarismo urbano y

de marginalidad rural, la Promotora Estatal para el Desarrollo de las Comunidades

Rurales y Populares (PEDCRP) (ver Cuadros AE-33 y AE-34), los tres dirigidas

básicamente a los mismos sectores de la población, sólo con diferencias en el énfasis de

las áreas de intervención (infraestructura o vivienda).

En este mismo estado, hacia los años 90, se crean otros dos organismos (ver Cuadro AE-

35) que se desprendieron de Ia IEBC, para atender a regiones específicas del estado,

412
pero básicamente con las mismas funciones que desde los 70s se habían asignado a la

Inmobiliaria del estado. De esta manera, junto con la ya existente Promotora estatal

(PEDCRP), creada para impulsar el desarrollo de infraestructura y equipamiento y,

marginalmente, vivienda, en los Municipios de Tecate, Playas de Rosarito, Ensenada y

Tijuana (es decir cuatro de los cinco municipios del estado, exceptuando el de Mexicali en

donde se ubica la capital estatal), se fundaron entre mayo y junio de 1993 las inmobiliarias

estatales de Ensenada (INEE), y de Tijuana-Tecate (INETT).

En el caso del Distrito Federal y del Estado de Nuevo León, una fiebre similar a la que en

los años 80 había llevado a la creación de varios organismos en Baja California, condujo a

la creación de nuevos organismos que empalmaron sus acciones a las de los ya

existentes. En el primer caso, en 1995, un año después de que se decretara el Estatuto

de Gobierno del Distrito Federa135 (ver Cuadro AE-35), se creó el Instituto de la Vivienda,

que hasta hoy es el responsable e la política habitacional del Gobierno del Distrito

Federal, y que desarrolló sus funciones paralelamente a las que venía realizando el

FIBIDESU desde principios de los años 80, y continuó haciéndolo hasta 2003, cuando

éste fideicomiso fue liquidado.

Por su parte, en el estado de Nuevo León, en 2003, se resucita al Instituto de Vivienda del

Estado de Nuevo León (Ibíd.), que después de una muy breve existencia había

desaparecido casi siete años antes, cuando sus funciones fueron asumidas por

FOMERREY. Desde entonces hasta la fecha los dos organismos continúan operando de

manera paralela, atendiendo ambos a los grupos sociales de bajos ingresos del estado.

135
Desde 1928 y hasta 1994 el gobierno del Distrito Federal quedó a cargo de un Regente (a cargo del gobierno del DF) y
de delegados (a cargo del gobierno de las delegaciones en que se dividía administrativamente el DF), nombrados
directamente por el presidente de la República y que operaba a través del Departamento del Distrito Federal. El estatuto
que permite la elección del gobierno de la ciudad de México se publica en julio de 2004 y el primer gobierno electo desde
1928 toma posesión en 1997.

413
Hay además, otros casos en los que se crearon dependencias estatales que asumieron

las funciones de planeación urbana, y que a pesar de no tener asignadas facultades para

promover la construcción de vivienda social, y de que incluso en el mismo estado en

donde surgieron existía ya un organismo creado esos mismos años para ello, financiaron

de manera marginal la construcción habitacional. Es el caso de la Secretaría de

Desarrollo Urbano e Infraestructura del estado de Sonora creada en 1982 (SIDUR), que

operó paralelamente al INDEUR, a su vez fundado desde la década de los años 70, y que

funcionó hasta 1992 (ver Cuadros AE-32 y AE-34).

La diversidad sectorial de organismos que tenían que ver con el financiamiento

habitacional se amplió, emergiendo a nivel local organismos que no tenían que ver

directamente con la política de vivienda pero que participaron en el financiamiento

habitacional, así en 1983 se creó en Chiapas la Subsecretaría de Asuntos Indígenas

(SUBSAI), que fue sustituida en 1988 por la Coordinación de Asuntos Indígenas (CAI), la

cual tenía entre sus funciones la de participar con las instancias de gobierno

correspondientes, en actividades de fomento para la producción de vivienda para los

pueblos indios del estado (ver Cuadro AE-33).

Este organismo público es tal vez una de las instancias que más claramente dejan ver el

manejo político de los programas habitacionales en los estados, era una dependencia de

la Secretaría de Gobierno del estado (equivalente a ministerio del interior), lo que hacía

que las iniciativas de política social para la población indígena, entre las que estaba la

vivienda, estuvieran atadas a la política de seguridad del estado, en una entidad en la que

pocos años después, con el levantamiento neo-zapatista el 1 de enero de 1994, se haría

evidente la importancia que tenía para ese fin el control de las comunidades.

414
Otro caso similar al anterior es el de la Secretaría de Desarrollo Urbano, Vivienda y Obras

Públicas (SEDUVOP), en el estado de San Luís Potosí, que operó de manera paralela al

instituto Estatal de Vivienda (INESVI), y del organismo que sustituyó a éste, Promotora del

Estado (PESLP), ambos antecedentes del actual Instituto de Vivienda del Estado

(INVIESP). Esta dependencia tiene dentro de sus atribuciones la elaboración de

programas habitacionales y promover mecanismos para la construcción de vivienda, en

teoría la producción habitacional para los sectores populares debería recaer en el

organismo responsable de ejecutar la política habitacional en esta entidad, sin embargo

CONAVI registra que produjo vivienda en 2001 y 2002 y que operó paralelamente a él.

Con respecto al comportamiento de los OREVIS, en el conjunto de los organismos que

financian o construyen vivienda en el país, la información estadística disponible, abarca al

76,5 del total de las instituciones estatales detectadas (ver Cuadro AE-12), y aunque

abarcan a prácticamente todas las entidades federativas (con excepción de Puebla), no

se dispone de información para todos los años en los que los respectivos organismos han

operado, sin embargo con base en ella podemos hacernos una idea del peso específico

que estos tienen en el conjunto de los “sistemas” que financian y construyen en el país, y

la importancia que tienen en las respectivas entidades federativas en la producción y el

financiamiento de vivienda.

En términos generales, se puede apreciar que el peso de los créditos otorgados por los

ONAVIS desde 1971 hasta 2005, representó casi el 10% de los que ejercieron, en

conjunto, todos los programas que opera de manera directa el gobierno federal,

alcanzando el 8,62% de todos los créditos otorgados por el sector público en ese mismo

período (ver Cuadro AE-21). Aunque esta participación les otorga una posición de relativa

415
importancia en el conjunto de los organismos públicos sólo por debajo de los organismos

federales (ONAVIS y SEDESOL), no deja de ser significativo que los 26 organismos

estatales de los que se tiene información estadística tengan una capacidad de cobertura

diez veces menor que las seis instituciones que están centralizadas.

Además de esta posición secundaria con respecto a los ONAVIS y SEDESOL, estos

organismos también han tenido un comportamiento errático. Característica que se ha

mantenido desde que eran auspiciados y, en cierta medida, controlados por el INDECO,

continuando en condiciones muy similares a partir de que se crearon los primeros

organismos estatales a raíz de la aparición del FONHAPO en los años ochenta.

De hecho, en los primeros años de operación, y a pesar de que presentaban una fuerte

influencia en su funcionamiento por parte del gobierno federal a través del INDECO, y del

discurso populista de los gobiernos de la década de los setenta, estos organismos apenas

tuvieron un carácter testimonial, condición que sólo se superó hasta finales de los años

ochenta, cuando en los primeros años del gobierno neoliberal de Carlos Salinas (1988-

|1994), llegaron a cubrir casi una tercera parte de todos los créditos otorgados por el

sector público (ver Cuadro AE-21), en un momento en el que la política social, como

soporte de las reformas estructurales emprendidas por el régimen, se enfocó

prioritariamente a los sectores de menores ingresos, y se incrementó significativamente el

número de créditos otorgados por el FONHAPO (ver Cuadros 17 y 18).

Una situación muy similar a ésta la vivieron de nuevo a finales de la década de los

noventa y en los primeros años del presente siglo, cuando sin alcanzar la relevancia del

período salinista, los OREVIS llegaron a cubrir entre un 13% y un 20% del total de los

créditos provenientes de fuentes financieras del sector público, para reducirse

416
gradualmente hasta llegar a cubrir para el año 2005 sólo cerca del 3,5% de los créditos

públicos (ver Cuadro AE-21).

La irregularidad en su comportamiento crediticio y el centralismo en el financiamiento de

vivienda es aún más en evidente si se observa la distribución nacional de los créditos

otorgados. Del total asignado entre 1973 y 2005, más del 40% se concentraron en las

entidades que conforman la mayor área metropolitana del país (Distrito Federal con el

36,36% y estado de México con 5,35%), mientras que cuatro estados más reúnen cerca

del 24% (Aguascalientes, Campeche, Oaxaca y Tabasco). El restante 34,3% de los

créditos otorgados se distribuye en 25 entidades del país136, que presentan máximos

cercanos al 4% (Chihuahua), y mínimos del orden del 0,04% (Morelos) (ver Cuadros 31 y

32).

El ejercicio de estos organismos, y por lo tanto el apoyo financiero que reciben de

FONHAPO, parecen responder a dos inercias que se encuentran fuera de una lógica

deliberada de asignación presupuestal dirigida a una política de desarrollo regional

premeditada: por una parte un ejercicio centralizado de los recursos que asigna

FONHAPO en la principal aglomeración urbana del país, y por otra la propia capacidad (e

interés), de los gobiernos locales de impulsar programas de vivienda social con apoyos

federales provenientes principalmente de este organismo y recursos propios que, por otra

parte, dependen de su capacidad de “gestión” (traducida a “presencia política”), con las

instancias federales de gobierno y financiamiento.

En este sentido, parece que la política habitacional de los gobiernos locales no responde

a las prioridades nacionales ni es comparable con la que aplican los organismos federales

136
No se considera Puebla para el que no se dispone de información estadística.

417
en la materia, ni la vivienda aparece en todos ellos con el mismo nivel de prioridad. Al

parecer sólo emerge coyunturalmente como un tema central de la política social,

respondiendo a circunstancias propias de cada entidad federativa.

En lo que sí parece haber correspondencia con la política habitacional de los organismos

federales, particularmente con los programas emprendidos por SEDESOL y por

FONHAPO, es la creciente tendencia a otorgar créditos de bajos montos dirigidos al

mejoramiento físico y financiero de la vivienda, con un abandono progresivo de la

construcción y financiamiento de vivienda completa o de vivienda progresiva, que llevó a

que entre 1973 y 2005 apenas se hayan aplicado el 24,41% del total de los créditos

otorgados a este rubro (ver Cuadro AE-161).

De manera similar a lo que se pudo observar en los casos de SEDESOL y FONHAPO,

este proceso dio inicio en los años 80, cuando a diferencia de lo ocurrido la década

precedente, en la que el total de créditos se asignó a la construcción de vivienda completa

(ver Cuadro AE-162), en ésta sólo el 15,61% tuvo este destino (ver Cuadro AE-163), y

aunque en la década siguiente y en los primeros años de este siglo hubo un incremento

significativo de los créditos destinados a ese rubro (ver Cuadros AE-164 y AE-165), al

parecer el objetivo de estos organismos está siendo más el de abarcar un mayor volumen

de población con créditos de muy bajos montos financieros dirigidos a mejoras o vivienda

progresiva, que incidir de manera determinante en el déficit habitacional.

418
Cuadro 31: OREVIS. Total de créditos otorgados por Entidad Federativa 1973 - 2005
ENTIDAD
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
FEDERATIVA
AGUASCALIENTES 0 6.799 1.749 688 4.154 3.100 1.932 5.055 6.592 4.393 4.284 4.337 3.203 4.339 50.625
BAJA CALIFORNIA 697 14.875 2.099 6.072 22 51 413 59 64 3 3.063 27.418
BAJA CALIF. SUR 101 173 85 221 21 409 23 306 1.339
CAMPECHE 930 190 20 601 1.075 8.430 3.024 22.588 7.871 8.793 6 53.528
COAHUILA 200 0 251 700 1.151
COLIMA 525 1.148 2.035 392 616 272 186 544 5.049 1.612 12.379
CHIAPAS 0 299 631 12.789 13.719
CHIHUAHUA 0 150 369 285 7.693 9.755 8.320 8.220 34.792
DISTRITO FED. 8.093 2.568 495 6.610 0 1.904 110 2.166 1.140 0 15 2.385 3.862 904 1.551 3.199 38.623 58.323 5.335 4.515 6.323 1.145 3.526 6.393 2.384 2.506 3.978 1.941 23.396 57.039 18.015 36.052 18.933 323.429
DURANGO 0 28 2.169 1.065 5.450 939 7.876 4.181 6.563 28.271
GUANAJUATO 60 236 232 3.568 3.500 5.461 3.098 2.780 2.901 1.763 23.599
GUERRERO 4.921 2.795 2.661 10.377
HIDALGO 15 200 223 132 1.493 12.286 235 344 14.928
JALISCO 0 1.707 10.252 3.881 15.840
MEXICO 3.691 4.966 2.087 1.250 405 405 23.561 633 10.635 47.633
MICHOACAN 0 3.856 2.855 3.684 1.245 252 11.892
MORELOS 0 300 36 27 363
NAYARIT 262 1.337 179 120 200 2.098
NUEVO LEON 4.472 2.451 915 7.838
OAXACA 3.553 2.539 5.103 3.470 7.428 12.687 9.998 44.778
PUEBLA 0 0
QUERETARO 666 653 48 3.332 3.222 7.921
QUINTANA ROO 6.423 2.292 1.524 2.560 120 285 13.204
SAN LUIS POTOSI 1.852 807 482 983 4.124
SINALOA 52 46 1.841 1.939
SONORA 332 61 8 3.699 173 3.124 7.397
TABASCO 6.260 175 80 25 2.079 1.500 4.890 4.239 13.508 24.122 7.582 64.460
TAMAULIPAS 2.183 57 2.662 2.642 8.672 6.023 22.239
TLAXCALA 225 576 2.304 3.105
VERACRUZ 651 120 50 147 3.330 3.330 117 5.392 13.137
YUCATAN 420 2.000 40 2.460
ZACATECAS 1.473 1.518 15.114 1.083 1.978 1.166 1.213 23.545
NO DISTRIBUIDO
0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
NACIONAL
TOTAL 8.093 2.568 495 6.610 0 1.904 110 2.166 1.140 0 3.706 7.351 3.862 904 1.551 5.286 72.840 97.918 43.707 22.434 15.258 10.466 17.030 18.006 51.687 68.955 61.628 94.827 59.089 99.793 36.154 48.755 25.235 889.528

Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

419
Cuadro 32: OREVIS. Distribución porcentual de total de créditos otorgados por Entidad Federativa 1973 - 2005
ENTIDAD
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
FEDERATIVA
AGUASCALIENT
0,00 6,94 4,00 3,07 0,00 39,69 0,00 17,22 3,74 7,33 10,70 4,63 0,00 4,29 12,00 6,57 17,19 5,69
ES
BAJA
0,96 15,19 4,80 27,07 0,00 0,00 0,00 0,12 0,00 0,07 0,67 0,06 0,11 0,00 0,00 6,28 0,00 3,08
CALIFORNIA
BAJA CALIF. S. 0,14 0,18 0,00 0,38 1,45 0,20 0,00 0,00 0,00 0,59 0,04 0,32 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,15
CAMPECHE 1,28 0,19 0,05 0,00 0,00 0,00 0,00 3,34 2,08 12,23 4,91 23,82 13,32 8,81 0,02 0,00 0,00 6,02
COAHUILA 0,27 0,00 0,00 1,12 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 1,02 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,13
COLIMA 0,72 1,17 4,66 1,75 4,04 2,60 1,09 3,02 9,77 2,34 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 1,39
CHIAPAS 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 2,86 0,00 0,00 1,22 0,00 20,75 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 1,54
CHIHUAHUA 0,00 0,15 0,00 1,64 1,87 0,00 0,00 0,00 14,88 14,15 13,50 8,67 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 3,91
DISTRITO FED. 100 100 100 100 0 100 100 100 100 0 0,40 32,44 100 100 100 60,52 53,02 59,56 12,21 20,13 41,44 10,94 20,70 35,50 4,61 3,63 6,45 2,05 39,59 57,16 49,83 73,95 75,03 36,36
DURANGO 0,00 0,00 0,00 0,12 0,00 0,00 12,74 0,00 2,06 7,90 1,52 8,31 7,08 0,00 18,15 0,00 0,00 3,18
GUANAJUATO 0,08 0,24 0,53 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 6,90 5,08 8,86 3,27 4,70 2,91 0,00 0,00 6,99 2,65
GUERRERO 6,76 2,85 6,09 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 1,17
HIDALGO 0,02 0,20 0,00 0,99 0,87 14,27 0,00 0,00 23,77 0,34 0,00 0,36 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 1,68
JALISCO 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 2,77 10,81 0,00 0,00 0,00 7,96 0,00 1,78
MEXICO 99,60 67,56 39,48 1,72 0,41 0,93 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 34,17 1,03 0,00 0,00 10,66 0,00 0,00 0,00 5,35
MICHOACAN 0,00 3,94 6,53 0,00 24,14 0,00 0,00 0,00 0,00 1,81 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,52 0,00 1,34
MORELOS 0,00 0,00 0,00 0,00 1,97 0,00 0,00 0,20 0,05 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,04
NAYARIT 0,36 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 7,43 0,00 0,26 0,19 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,79 0,24
NUEVO LEON 6,14 0,00 5,61 0,00 6,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,88
OAXACA 4,88 2,59 11,68 15,47 0,00 0,00 43,62 0,00 24,55 0,00 0,00 0,00 0,00 10,02 0,00 0,00 0,00 5,03
PUEBLA 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
QUERETARO 0,91 0,00 1,49 0,00 0,00 0,00 0,28 0,00 0,00 0,00 5,41 3,40 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,89
QUINTANA ROO 8,82 2,34 3,49 11,41 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,19 0,30 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 1,48
Sn LUIS POTOSI 2,54 0,00 1,85 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,78 1,04 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,46
SINALOA 0,00 0,00 0,00 0,00 0,34 0,00 0,00 0,00 0,09 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 5,09 0,00 0,00 0,22
SONORA 0,46 0,06 0,02 16,49 0,00 0,00 1,02 0,00 6,04 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,83
TABASCO 8,59 0,18 0,18 0,11 13,63 0,00 8,81 27,16 0,00 6,15 21,92 25,44 12,83 0,00 0,00 0,00 0,00 7,25
TAMAULIPAS 0,00 2,23 0,00 0,25 0,00 25,43 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 2,79 14,68 6,04 0,00 0,00 0,00 2,50
TLAXCALA 0,31 0,00 1,32 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 4,73 0,00 0,35
VERACRUZ 0,00 0,00 0,00 0,00 4,27 0,00 0,00 0,00 0,23 0,07 0,24 3,51 5,64 0,12 14,91 0,00 0,00 1,48
YUCATAN 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 4,01 11,74 0,00 0,00 0,00 0,06 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,28
ZACATECAS 2,02 1,55 34,58 0,00 0,00 0,00 0,00 6,01 0,00 2,87 0,00 1,23 2,05 0,00 0,00 0,00 0,00 2,65
NO DISTRIBUIDO
0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
NACIONAL
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
420
4.6. Mecanismos Financieros de los Organismos Estatales de

Seguridad Social para Trabajadores Públicos (ORESS)

La atención al financiamiento habitacional de la burocracia estatal reprodujo, a nivel de las

entidades federativas, el mismo orden de prioridades que supuso la creación del IPCyR y

de los mecanismos financieros para los trabajadores del Estado, tanto de las empresas y

organismos descentralizados como de la banca de desarrollo.

4.6.1. Proceso de conformación de los ORESS

En los años cuarenta, a poco menos de 20 años de la promulgación de la ley de

pensiones federal, y casi 20 años antes de que aparecieran los primeros organismos

estatales de vivienda social, comenzó la creación de los institutos de pensiones estatales.

Para los años sesenta, estas iniciativas abarcaban al menos la mitad de las entidades

federativas en donde se habían creado organismos que en su mayor parte subsisten

hasta hoy (ver Cuadro AE-31).

En este período (1942-1969), aparecen al menos 20 organismos que reprodujeron el

esquema de las pensiones como fuente de financiamiento para la vivienda de los

empleados estatales, tal y como lo había hecho el IPCyR para los federales, y comienzan

a darse los primeros casos de fusión de los servicios de pensiones con los de salud en

nuevos organismos estatales (ver Cuadro AE-31).

Hasta principios de la década de los sesenta todos los mecanismos financieros de

vivienda existentes en las distintas entidades federativas se abocan exclusivamente a la

burocracia, comenzando con el organismo de pensiones de la Policía Preventiva del DF

(creado en 1942), el Fondo de Protección Burocrática y el que lo suplió, la Dirección de

421
Pensiones (ambos en el estado de Sonora), y once organismos creados en la siguiente

década, con lo que en cerca de 15 años en al menos doce estados del país se crearon

organismos administradores de los fondos de retiro de la burocracia que, entre otras

cosas, se abocan al financiamiento de vivienda social (ver Cuadro AE-31). Se sigue así, la

lógica del IPCyR con base en la cual por más de 40 años los mecanismos institucionales

de vivienda se dirigirían sólo a empleados gubernamentales de los tres niveles de

gobierno (Federal, Estatal y Municipal), y de los tres poderes de de la federación

(Ejecutivo, Legislativo y Judicial).

Se repiten también las funciones y el tipo de créditos, y el destino de éstos, sólo se tienen

variantes en lo referente al tiempo de antigüedad que requieren los beneficiarios para

acceder a los distintos créditos. De esta manera, en prácticamente todos se ofrece la

posibilidad de dotar de vivienda en arrendamiento a los trabajadores y el otorgamiento de

créditos hipotecarios para la adquisición de vivienda.

Excepto por el caso de dos organismos estatales que en los años sesenta, de manera

innovadora en la realidad mexicana, integran los servicios de salud a las prestaciones de

retiro (y con éstas las de crédito hipotecario), en los estados de Sonora (ISSSTESON, en

1962; e ISSEMYM, en 1969), los organismos de pensiones, como órganos financieros de

vivienda, parecen surgir como un efecto de réplica del Instituto de Pensiones Federal, en

un momento particularmente relevante en la vida de éste organismo, es decir después de

que se han desarrollado las primeras iniciativas significativas de éste en materia de

vivienda.

En efecto, exceptuando el Fondo de Protección Burocrática (FPB) creado en el estado de

Sonora para los trabajadores públicos estatales en 1948, y el antecedente de la Caja de

422
Prevención de la Policía del Distrito Federal (CPPP), (antecedente inmediato de la actual

Caja de Prevención de la Policía Preventiva del Distrito Federal), creado en 1942, el resto

de los Fondos, Institutos o Direcciones de Pensiones estatales se crearon después de la

construcción de los primeros conjuntos de viviendas en alquiler para burócratas en la

ciudad de México.

Estas acciones ofrecieron la pauta para conformar fondos de retiro para los trabajadores

públicos estatales y emplearlos en programas habitacionales, y emprender con ello una

política de construcción de vivienda que tuviera un doble efecto, por una parte apoyar el

desarrollo de la industria de la construcción137, y por otra, disponer de mecanismos de

negociación por parte de los gobiernos estatales con la emergente burocracia provincial,

tal y como se había desarrollado en el gobierno federal.

Así, casi dos décadas después de haberse creado el Instituto de Pensiones Civiles y del

Retiro, y poco después de las primeras indicativas de producción habitacional de

promoción pública en la ciudad de México, la acción gubernamental se vuelca hacia la

burocracia estatal, como el sector por atender, prioritariamente, en materia de vivienda.

Éste no era ciertamente el más desfavorecido en términos de seguridad laboral, ni había

sido el que más claramente había mostrado una actitud beligerante en torno a la cuestión

inquilinaria en las tres décadas precedentes, lo que hace suponer que no era

precisamente el sector más fuertemente afectado por las condiciones habitacionales

prevalecientes, sin embargo fue sin duda el sector al que de manera prioritaria se enfocó

la política habitacional pública hasta mediados del siglo XX, y sobre el que se centraría

137
Que se traduce en la aparición de la primera empresa constructora importante en el país: Ingenieros Civiles Asociados
(ICA), que surge, precisamente, de la mano de la primera iniciativa de construcción del conjunto habitacional promovida por
el IPCyR, el conjunto Multifamiliar Presidente Miguel Alemán.

423
ésta casi cuatro décadas desde la creación del IPCyR, hasta la aparición de los primeros

organismos estatales de vivienda social en los años sesenta.

Para finales de esa década, al menos 16 de las 32 entidades federativas habían creado

organismos de pensiones (ver Cuadro AE-31), que a través de los fondos de retiro

financiaban vivienda de los trabajadores gubernamentales, la mayoría de los cuales

subsisten con algunas reformas hasta hoy. A ellos se sumarían en las décadas siguientes

algunos pocos casos (como los de Michoacán, San Luís Potosí, Tabasco y Tamaulipas),

en donde de manera tardía, se crearon otros similares a los anteriores (a diferencia de los

Institutos de Seguridad Social, por entonces en boga), con lo que a finales de los años

setenta cerca de dos terceras partes de las entidades federativas dispusieron de

mecanismos financieros de esta naturaleza (ver Cuadros AE-31 y AE-32).

En casi todos los casos los créditos otorgados se dirigen a la adquisición, construcción o

mejora de vivienda y a la redención de gravámenes que estuvieran afectando su

propiedad, y también en la mayoría de ellos se otorgaban para la adquisición de predios

destinados a la construcción de vivienda. Salvo algunas excepciones, estos créditos

fueron entregados a los trabajadores públicos, haciendo excepción de los funcionarios de

alto rango, con lo que al parecer se pretendía evitar el tráfico de influencias que

favoreciera a éste estamento.

En los años 70, la mayor parte de los organismos creados para financiar vivienda para los

burócratas de los estados y municipios a partir de los fondos de retiro, se transformaron

en nuevos organismos que añadieron a sus funciones originales los servicios de salud,

creando en casi todos los casos institutos de seguridad social, siguiendo con ello una

línea de acción que había nacido en Sonora, y en el estado de México, y que, para

424
entonces, llevó también a la transformación del IPCyR, convirtiéndolo en el Instituto de

Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

En esa misma década los estados en los que hasta ese momento no se habían

conformado organismos de pensiones (Guerrero, San Luís Potosí, Sinaloa, Tabasco,

Tamaulipas y Yucatán), se suman a la creación de los organismos de retiro, que en su

mayoría ofrecían, junto con los servicios de salud, créditos hipotecarios, con lo que, para

entonces, en más del 78% de las entidades (al menos 25 de las 32, incluyendo el Distrito

Federal), se habían creado mecanismos financieros de vivienda para los trabajadores

públicos, que de esta manera, en materia de vivienda, se convertían en el sector social

privilegiado.

Todavía en los años 80 se crearían nuevos organismos de seguridad social en los

estados de Morelos, Puebla, Quintana Roo, y Zacatecas con lo que se llega a 28 de las

32 entidades federativas cubiertas (cerca del 88% del total). A partir de entonces sólo

hubo sustitución de los organismos preexistentes que fueron incluyendo dentro de la

seguridad social de los servidores públicos los préstamos hipotecarios para la

construcción y arrendamiento de vivienda (ver Cuadros AE-33, AE-34 y AE-35).

4.6.2. Duplicidad de organismos

De manera parecida a lo que sucedió con los OREVIS, en la creación de los ORESS, en

algunas entidades del país se presentó también duplicidad de organismos de pensiones y

de seguridad social, y con ellos en los mecanismos financieros de vivienda. Un caso

singular es el de Coahuila en donde en los años 60 se crean dos organismos de

pensiones para trabajadores públicos, el primero creado en 1961 fue la Dirección de

425
Pensiones y Otros Beneficios Sociales para los Trabajadores de la Educación

(DPOBSPTE), que operó independientemente con respecto a otro organismo creado años

más tarde (1966), para los trabajadores de la administración pública estatal: la Dirección

de Pensiones y Otros Beneficios Sociales para los Trabajadores al Servicio del Estado de

Coahuila (DPOBSTSE) (ver Cuadro AE-31).

Más tarde, en esta misma entidad federativa, en los años 80 se fundaron tres organismos

más de pensiones para trabajadores públicos que se sumaron a los anteriores, uno para

los trabajadores de la educación al servicio del estado ( Fondo de la Vivienda para los

Trabajadores de la Educación al Servicio del Estado de Coahuila [FVTESE]), y otros dos,

también de carácter estatal, para los trabajadores al servicio del municipio de Torreón

(DPOBSTSMT), y para los trabajadores públicos al servicio del municipio de la capital

estatal, Saltillo (DPOBSPTSMS) (ver Cuadros AE-33 y AE-34).

Con estos organismos, que en la práctica seguían las pautas que habían ido

construyéndose a nivel federal138, da inicio en los estados el trato selectivo entre los

distintos grupos de trabajadores gubernamentales, que se reproduciría más tarde en

otros. Así, al igual que en Coahuila, en Chihuahua se crearon en los años 80 dos

organismos de pensiones que financiaban vivienda, uno para trabajadores municipales

(Instituto Municipal de Pensiones [IMPE]), y otro para estatales (Dirección de Pensiones

del Estado DPECH); y en el Distrito Federal, al organismo de pensiones para la policía

preventiva que venía operando desde 1942 (Caja de Previsión de la Policía Preventiva

[CPPP]), se sumó la Caja de Previsión para los Trabajadores de Lista de Raya del Distrito

Federal (CPTLR) (ver Cuadros AE-33 y AE-34).

138
En el caso del gobierno federal este fue el caso de los trabajadores empleados en las empresas estatales estratégicas
como fueron los ferrocarrileros, los petroleros y electricistas, e incluso recientemente el caso del magisterio con el Fondo
especial para la vivienda del Magisterio impulsado por el gobierno foxista

426
Hay además otro estado en el que a los financiamientos del organismo de pensiones se

sumaron nuevos fondos para la vivienda de los trabajadores públicos, éste es el caso de

Nuevo León, en donde al ISSSTELEON, que en 1983 sustituyó a la Dirección de

Pensiones (que, a su vez, funcionaba desde 1957), se sumaron dos fideicomisos más que

otorgan financiamiento para la vivienda de trabajadores públicos, el FOVILEON-

Burócratas (para los trabajadores al servicio del estado), y el FOVILEON-Educación (para

los trabajadores estatales de la educación).

Al igual que sucede con los datos estadísticos disponibles acerca de los OREVIS, sobre

los ORESS se dispone de muy escasos datos, incluso menos que en el caso de aquellos.

Con los disponibles sólo podemos tener una idea aproximada de su comportamiento en

1990 y 1992 además de los últimos siete años analizados (1999 a 2005), que aún siendo

muy limitados (sólo la quinta parte del tiempo que han operado), permiten aproximarnos a

la forma en la que vienen funcionando.

Estos organismos absorben sólo una muy pequeña porción de los créditos otorgados por

todo el sector público, en un promedio que para los años de los que se tiene registro, se

ubica en torno al 0,46% del total de los créditos concedidos, con una presencia máxima

cercana al 2,5% y mínimos que rondan el 0,02% de los créditos de todos los organismos

gubernamentales. Esta moderada presencia en el escenario crediticio de la vivienda

social es, sin embargo, muy regular, en los pocos años de los que se dispone información,

salvo por un comportamiento inusual en 2003, el resto de los años han estado muy cerca

del promedio total, situación que contrasta con la mayor parte de los sistemas crediticios

analizados (ver Cuadro AE-21).

427
Este comportamiento, sin embargo no presenta la misma uniformidad analizando el

funcionamiento de los organismos en cada entidad federativa. De hecho sólo aparecen

registros de 18 entidades (de las 32 existentes), en las que estos organismos otorgan

créditos. En la mitad de ellas los ejercidos en las últimas tres décadas no rebasan las 300

unidades, es decir, menos de uno diario, mientras que del resto sólo en seis entidades se

rebasan los mil créditos, con un máximo en el estado de Coahuila, con 9000 otorgados,

seguido por los poco más de 7000 en el estado de Guanajuato (ver Cuadro AE-22).

En conjunto, los organismos de seguridad social de estas dos entidades cubren más del

50% del total de los créditos concedidos por todos los ORESS (30,31% Coahuila y

24,12% Guanajuato), que aunados con los que se asignan en Jalisco (12,39%), llegan a

superar las dos terceras partes del total. De los restantes sólo Colima, Estado de México y

Veracruz, otorgan créditos que representan cifras entre el 5 y el 9%, muy por encima de

los demás que se ubican por debajo de un punto porcentual (ver Cuadro 33).

El comportamiento en cada uno de los estados es, igualmente, errático, más allá de los

escasos datos disponibles, no parece haber una asignación presupuestal constante para

el otorgamiento de créditos, a pesar de que en todos los organismos existe una cuota de

contribución fija y permanente para el fondo de pensiones, el cual es el soporte del

mecanismo de crédito. En este sentido hay casos extremos como el de Coahuila en

donde en un solo año se asignaron 9000 créditos (2003), pero no se asignó ninguno ni en

los años anteriores ni en los posteriores.

Excepto en Guanajuato y Jalisco, en donde, en los pocos años de los que se dispone de

datos, la frecuencia de los créditos es bastante homogénea (en el primero con un número

muy cercano a los 1.000 créditos en promedio en seis años consecutivos, y el segundo

428
con un número que ronda los 1.800 en promedio durante, el resto muestran un

comportamiento excesivamente errático, en el que de un año a otro se llega a duplicar,

triplicar y hasta decuplicar el número de créditos otorgados (ver Cuadro 33).

En cuanto al destino del financiamiento brindado por estos organismos, parece haber

seguido el mismo que se observa en general en los créditos del sector público (fuera del

INFONAVIT y de la SHF), particularmente en los casos de la SEDESOL, el FOHAPO y los

OREVIS, así, de una estrategia que parece haber priorizado los créditos para nueva

vivienda hacia los años 80, se tendió a ir apoyando, cada vez más, el mejoramiento físico

y financiero, hacia donde se dirigió cerca del 30% de los créditos en la década siguiente y

alrededor del 50% en los últimos años considerados en este estudio.

En términos generales, se puede considerar que este tipo de organismos, más allá de

pretender reproducir en el nivel estatal la experiencia del IPCyR, y más adelante del

ISSSTE y, por lo tanto, la del FOVISSSTE, no sólo no han avanzado en su desarrollo

institucional ni en el de los mecanismos crediticios para el financiamiento de vivienda

social, sino que da la impresión que en su gran mayoría operan como mecanismos

discrecionales de crédito, sin contar con una política clara de asignación de recursos, ni

mecanismos precisos para asignarlos.

Su escasa cobertura y su errático comportamiento en el número de créditos otorgados, no

parecen responder a las necesidades reales de financiamiento de la burocracia estatal,

convirtiéndola en uno de los segmentos de la población que, pese a haber sido uno de los

primeros beneficiarios de este tipo de créditos, terminó por ser uno de los que menos

opciones tiene en materia de financiamiento habitacional.

429
Cuadro 33: ORESS. Total de créditos otorgados por Entidad Federativa y su distribución porcentual
1973 - 2005
1989 1991 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
ENTIDAD FEDERATIVA
No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. %
AGUASCALIENTES ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 463 2,64 144 2,95 150 11,24 757 2,55
BAJA CALIFORNIA ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 88 6,59 88 0,30
BAJA CALIF. SUR ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
CAMPECHE ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
COAHUILA ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 9.000 51,23 ND ND ND ND 9.000 30,31
COLIMA ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 2.580 14,69 ND ND ND ND 2.580 8,69
CHIAPAS ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 151 3,10 133 9,96 284 0,96
CHIHUAHUA ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
DISTRITO FEDERAL ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 816 4,65 7 0,14 0,00 823 2,77
DURANGO ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
GUANAJUATO ND ND ND ND 976 100 980 100 986 100 1.209 100 996 5,67 1.049 21,50 964 72,21 7.160 24,12
GUERRERO ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
HIDALGO ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
JALISCO ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 1.687 9,60 1.989 40,77 ND ND 3.676 12,38
MÉXICO ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 620 3,53 1.199 24,58 ND ND 1.819 6,13
MICHOACÁN ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
MORELOS ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 90 0,51 ND ND ND ND 90 0,30
NAYARIT ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
NUEVO LEÓN ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 77 0,44 177 3,63 ND ND 254 0,86
OAXACA ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
PUEBLA ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
QUERÉTARO ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
QUINTANA ROO ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
SAN LUÍS POTOSÍ ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 172 0,98 ND ND ND ND 172 0,58
SINALOA ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
SONORA 40 100 150 8,73 ND ND ND ND ND ND ND ND 800 4,55 ND ND ND ND 990 3,33
TABASCO ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 83 0,47 ND ND ND ND 83 0,28
TAMAULIPAS ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 0 0,00
TLAXCALA ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 76 0,43 ND ND ND ND 76 0,26
VERACRUZ ND ND 1,569 91,27 ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 1.569 5,28
YUCATÁN ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 45 0,26 100 2,05 ND ND 145 0,49
ZACATECAS ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND ND 62 0,35 62 1,27 ND ND 124 0,42
NO DISTRIBUIDO NAL. 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0,00
TOTAL 40 100 1.719 100 976 100 980 100 986 100 1.209 100 17.567 100 4.878 100 1.335 100 29.690 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
430
4.7. Organismos Municipales de Vivienda Social (OMVS)

Hasta finales de los años ochenta y, en cierta manera, relacionados con los

organismos que los gobiernos estatales han creado para impulsar políticas

habitacionales para sectores populares, o incluso de promoción de suelo urbanizado o

semi-urbanizado a bajo precio en sus respectivos ámbitos territoriales, se ha ido

conformando un conjunto de instituciones impulsadas por los propios gobiernos

municipales para desarrollar programas de vivienda social.

Éstas son distintas a las que se han creado en municipios de algunos estados del país

para atender a los empleados públicos de este nivel de gobierno139, y parecen

responden a la intención de algunos gobiernos locales por participar en la realización

de programas habitacionales y, a través de ellos, ampliar el campo de su participación

en la política social de sus respectivos territorios a pesar de las limitaciones

presupuestales que, de manera endémica tienen las administraciones de este nivel de

gobierno para operar programas sociales y de desarrollo urbano.

Dentro de todos los organismos considerados en este trabajo, este conjunto es de los

que menos información se dispone, en realidad sólo se tiene registro de seis de ellas

en cinco estados del país (ver Cuadro AE-14), que se sabe que operan programas de

vivienda social, aunque no se dispone de estadísticas que permitan hacer una

evaluación de los programas que han operado, ni de registros que permitan conocer el

número real organismos municipales que se han creado en el país.

139
Como es el caso del Instituto Municipal de Pensiones de Chihuahua o de los creados para atender a los
trabajadores de la educación de los municipios de Torreón y Saltillo en el estado de Coahuila, registrados, para efectos
de este estudio, en los ORESS, o como de los creados por el gobierno estatal de Baja California para impulsar
programas de suelo barato y vivienda social en los municipios de Ensenada, Tecate y Tijuana registrados en las
OREVIS

431
Lo que resalta es la superposición de funciones que, en materia de políticas y

programas de vivienda social, supone su existencia a nivel de los estados en los que

han aparecido, y que se hayan puesto en marcha instrumentos de esta naturaleza a

pesar de la escasez de recursos financieros característica de los gobiernos

municipales en México, y de que los gobiernos locales han presentado importantes

dificultades para operar programas de desarrollo urbano y social, lo que hace pensar

que su origen responde más a una intencionalidad política, que a una política clara

tendiente a avanzar en la cuestión habitacional.

4.8. Otros organismos involucrados en el financiamiento de vivienda social.

Adicionalmente a todos estos organismos que a nivel nacional, estatal y municipal se

han creado desde una perspectiva claramente sectorizada y corporativizada de la

actuación gubernamental en materia de vivienda, se han conformado un conjunto

amplio de otros instrumentos institucionales que realizan actividades en materia

habitacional, como promotores inmobiliarios, agentes financieros o constructores de

vivienda, ya sea como parte de las funciones sustantivas de los gobiernos estatales,

como organismos destinados a promover o apoyar el desarrollo de regiones o

ciudades económicamente estratégicas, como mecanismos de apoyo a programas

complementarios a otras políticas sociales (de salud o desarrollo integral de la familia,

por ejemplo), o bien para responder a circunstancias de emergencia social derivadas

(directa o indirectamente), de un cataclismo o desastre de origen natural, todos ellos

impulsados tanto por los gobiernos estatales como por el propio gobierno federal.

Esto ha dado lugar a la existencia de una gran diversidad de organismos, que con

diferentes objetivos han ido participando en el desarrollo de programas habitacionales

de vivienda social. Este es el caso de áreas administrativas, dentro de los propios

432
gobiernos locales, destinadas a desarrollar programas de vivienda de forma paralela a

los propios organismos financieros de vivienda estatal (OREVIS), a través de

programas de obras públicas y planeación de desarrollo urbano, y en algunos casos

de regularización de la tenencia de la tierra.

También lo es el de otros organismos, dirigidos originalmente al desarrollo de

programas dentro de la política social de los propios gobiernos estatales, que sin estar

vinculados de manera directa con los programas habitacionales, recurren a ellos como

subsidiarios de sus funciones sustantivas, como es el caso de programas de salud y

de desarrollo de sectores vulnerables de la población, entre otros.

Del mismo modo, se han creado otro conjunto de organismos enfocados a atender a

situaciones de emergencia, derivadas de algún desastre de origen natural, o que han

respondido a demandas puntuales de la población consideradas coyunturalmente

prioritarias por los gobiernos estatales o por el mismo gobierno federal, con una

permanencia relativamente breve hasta cumplir con los objetivos para los que fueron

creados.

De manera similar a los anteriores, por su carácter coyuntural, pero que han tenido,

por lo general, una mayor permanencia tanto institucional como en la operación de

programas habitacionales, están distintos organismos públicos, fundados tanto por el

gobierno federal o de manera asociada con éste por los gobiernos estatales, para el

impulso de programas de desarrollo económico y urbano de determinadas regiones

que, en su momento, se consideraron importantes para el cumplimiento de las metas

de desarrollo del modelo económico vigente.

Por último se ha identificado otro conjunto de programas (que en realidad se

desprenden de un solo programa federal), dirigidos a atender a un sector de los

433
empleados públicos que ha jugado un papel particularmente activo en la vida política y

laboral del país en los últimos años, el magisterio, que pese a quedar cubiertos, en

materia habitacional, por el FOVISSSTE, han recibido (de manera similar a otros

trabajadores de empresas públicas), un tratamiento privilegiado a través de la puesta

en marcha de un programa especial de financiamiento habitacional.

4.8.1. Organismos Estatales de Desarrollo Urbano y Obras Públicas

(OEDUOP)

A partir de la reforma constitucional que en los años setenta llevó a la creación de la

Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP) (precedente de la

actual SEDESOL140), desde finales de la década de los años 70, en todas las

entidades federativas del país se conformaron organismos similares que operaron la

respectiva política estatal en materia de ordenamiento de los asentamientos humanos

y coordinaron, o ellos mismos realizaron, los programas habitacionales.

Éstos han ido reestructurándose casi de manera paralela a como lo han venido

haciendo las distintas secretarías que a nivel federal han precedido a la SEDESOL, y

han incorporado en su campo de actuación además de las funciones de desarrollo

urbano y vivienda otras que frecuentemente involucran la realización de obras

públicas, los programas de protección ecológica y en algunos otros casos, a imagen y

semejanza de la propia secretaría federal, los programas de desarrollo social.

Al igual de lo sucedido con la SEDESOL (como coordinador sectorial del FONHAPO),

por lo general, estos organismos fueron los responsables de coordinar los programas

de vivienda a través de los distintos organismos estatales de vivienda social

140
Fue el primer organismo federal enfocado, como una de sus tareas fundamentales, a la planeación del desarrollo
urbano en el país, y que dentro de sus funciones incorporó la coordinación de la política habitacional del gobierno
federal

434
(OREVIS), a pesar de lo cual algunos de ellos conservaron, en su propia estructura

administrativa, instrumentos operativos dirigidos al desarrollo de programas

habitacionales, duplicando con ello las funciones en materia de financiamiento y

gestión de programas de vivienda social, además de que, como veremos en el

siguiente capítulo, en algunos casos operan también los programas de regularización

de la tenencia de la tierra en sus respectivos ámbitos estatales.

La información disponible sobre la intervención de estos organismos, como

mecanismos financieros o promotores de vivienda social, es muy escasa, y en el caso

del sistema de estadísticas históricas de la CONAVI se remiten sólo a tres secretarías

estatales que vienen interviniendo de manera más o menos permanente en programas

habitacionales, y aún de estos sólo se disponen de datos para cuatro años de la última

década (ver Cuadro 35). Se han detectado, además, otras dos dependencias estatales

de este tipo que operan programas habitacionales de manera relativamente regular, de

las cuales no se dispone de información estadística (Secretaría de Planeación y

Desarrollo Regional del Estado de Aguascalientes y la Secretaría de Desarrollo

Urbano Obras Públicas y Vivienda del Estado de Yucatán).

Cuadro 34: OEDUOP, Total de créditos otorgados y su distribución


porcentual, 1989-2004

SDUCOP SIDUR SOPV


TOTAL
Año (AGS.) (1) (SON.) (2) (CHIS.) (3)
No. % No. % No. % No. %
1989 0 0,00 786 100,00 0 0,00 786 100,00
2001 6.505 100,00 0 0,00 0 0,00 6.505 100,00
2002 2.144 100,00 0 0,00 0 0,00 2.144 100,00
2004 0 0,00 0 0,00 26.867 100,00 26.867 100,00
TOTAL 8.649 23.83 786 2,17 26.867 74,01 36.302 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAFOVI, Sistema de
Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

Notas:
(1) Estado de Aguascalientes: Sólo Subprogramas de Ampliación y Rehabilitación
(2) Estado de Sonora: Sólo Subprogramas de Mejoramiento e Infraestructura
(3) Estado de Chiapas: 96% Subprogramas de Ampliación y Rehabilitación

435
A partir de los escasos datos disponibles, durante los años en los que se tienen

registro, estos organismos han tenido una participación marginal en la promoción y

financiamiento de vivienda social, similar a la que han presentado los ORESS. A

diferencia de lo que se pudo observar en el caso de la SEDESOL con respecto a

FONHAPO, éstos no parecen haber jugado un papel compensatorio cuando se ha

inhibido la participación de los OREVIS en el otorgamiento de créditos para vivienda, y

han disminuido o aumentado su participación sin que ello correspondiera con la del

resto de los organismos (ver Cuadro AE-21), lo que hace pensar que la fluctuación en

el número de créditos otorgados más bien ha respondido a políticas de carácter

coyuntural, determinadas por factores de carácter local e incluso de alcance nacional.

En este sentido resalta el papel que en Chiapas (una entidad particularmente

conflictiva, desde el punto de vista político, desde mediados de los años 90), ha tenido

la Secretaría de Obras Públicas y Vivienda estatal en la promoción de vivienda social,

la cual ha ejercido cerca de las tres cuartas partes de los créditos que en conjunto han

otorgado las tres entidades estudiadas (ver Cuadro 35), y que representa por sí sola, y

en un solo año (2004), casi la mitad de los créditos otorgados por todos los

organismos estatales de vivienda social en el país y casi el doble de los que el propio

organismo estatal de vivienda social ha ejercido (ver Cuadros AE-21, AE- 22 y AE-23).

Este caso contrasta notoriamente con el de Aguascalientes, una entidad en la que la

Secretaría de Planeación y Desarrollo Regional (SPDR), ha jugado un papel

relativamente significativo (aunque es casi la mitad a la que ejerció el del estado de

Chiapas), en el financiamiento de vivienda social, en la cual no existen condiciones

particularmente sensibles, políticamente hablando, que puedan haber determinado el

comportamiento de la política de vivienda por parte de este organismo. Aquí,

claramente el financiamiento para vivienda social ha sido operado fundamentalmente

436
por el Instituto de Vivienda del Estado, cuya participación en la asignación de créditos

es casi seis veces mayor a la que ha ejercido la Secretaría de Planeación y Desarrollo

Regional estatal (ver Cuadro AE-22).

Una característica que estos organismos comparten con el conjunto de instituciones

de vivienda analizadas hasta aquí, particularmente con los programas que viene

operando la SEDESOL, es el hecho de que sus créditos se dirigen casi

exclusivamente a programas de mejoramiento físico y financiero de vivienda, con

créditos de bajo monto que permiten cubrir a una población objetivo relativamente

numerosa con muy escasos recursos financieros.

Entre los tres casos analizados, sólo en el caso de Chiapas se observa la entrega de

créditos para vivienda nueva (tanto para construcción completa como para la de tipo

progresivo), aunque el número de créditos para este rubro apenas se acerca al 10%

del total, mientras que en las otras dos entidades federativas prácticamente el total de

los créditos se han dirigido a los programas de mejoramiento (ver Cuadro 34).

4.8.2. Organismos Estatales o Programas Federales no Sectorizados

en Desarrollo Urbano y Vivienda ni en Seguridad Social

(ONENDUVSS)

Hay otro tipo de organismos dentro de la estructura administrativa de los gobiernos

estatales, que aunque están encargados de algún programa de política social y no

incluyen explícitamente dentro de ellos a la vivienda, llegan a desarrollar iniciativas de

financiamiento en este rubro. Tal es el caso de organismos locales que atienden a

grupos de población considerados como vulnerables, y programas impulsados por

437
secretarías del gobierno federal que se operan de manera complementaria a sus

objetivos fundamentales, programas de financiamiento para vivienda social.

Dentro de este tipo se encuentra la Secretaría de Pueblos Indígenas del estado de

Chiapas (SEPI), creada en el año 2000, en sustitución de la Secretaría de Atención a

los Pueblos Indígenas (SAPI) (que desde 1996 venía ya operando esta clase de

acciones)141, y la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y

Alimentación (SAGARPA), del gobierno federal, que ha realizado iniciativas en materia

de vivienda que se han desprendido de los Proyectos Integrales de Desarrollo (PI),

programas de apoyo económico para la población rural en condiciones de alta

marginalidad.

Son también los casos del Instituto de Servicios Descentralizados de Salud Pública en

el estado de Campeche (INDESALUD), y los sistemas de Desarrollo Integral de la

Familia (DIF), en los estados de Puebla y Veracruz, que otorgaron, al parecer, de

manera excepcional créditos para vivienda.

Con base en la información disponible, sólo en el caso de la SEPI (y de su

antecedente la SAPI), y de los PI, las acciones de financiamiento habitacional han

tenido alguna regularidad. En primer caso durante 1996, 2000 y 2004, se llevaron a

cabo programas en este rubro y los operaron dos organismos consecutivos, mientras

que en el caso de los segundos, particularmente en el estado de Yucatán, se llevaron

a cabo, de manera ininterrumpida durante seis años (desde 1998 hasta 2003) (ver

Cuadro 36).

141
Este último organismo se creó en 1994, el año en el que inició la insurrección indígena en ese estado, sustituyendo
a la Secretaría de Participación Ciudadana, que a su vez había derivado de otros dos organismos que en esa entidad
se habían formado para atender la cuestión indígena (la Subsecretaría de Asuntos Indígenas (SUBSAI), y la
3 4 5
Coordinación de Asuntos Indígenas (CAI) (ver Cuadros AE-3 AE-3 y AE-3 )

438
En el resto de los organismos y las entidades federativas, los programas de

financiamiento habitacional sólo se pusieron en operación por una sola ocasión,

aunque el número de créditos entregados fue significativamente superior que en

aquellas experiencias que mostraron mayor continuidad. Los casos mas relevantes, en

este sentido, son los que operan los sistemas de desarrollo integral de la familia

estatales (DIF), que consisten en un conjunto de programas de apoyo social, para

grupos vulnerables de la población, no adscritos a ningún otro mecanismo de

seguridad social, y que funcionan bajo un control muy directo de los gobernadores

estatales.

Un rasgo distintivo del financiamiento habitacional ofrecido por estos organismos, es el

giro que presentó en cuanto a la orientación de los créditos. En la década de los años

noventa sólo alrededor del 7,8% se destinaron a vivienda nueva y el restante 92,2%,

en su mayoría, a mejoramiento financiero y físico de la vivienda (ver Cuadro AE-164),

mientras que en los primeros años de este siglo, los asignados a nueva vivienda, tanto

en los subprogramas de vivienda completa como de vivienda inicial, alcanzaron cerca

del 47% (36,13% y 10,79% respectivamente) (ver Cuadro AE-165). Este es un caso

atípico en el comportamiento reciente de los organismos financieros dirigidos a los

grupos de la población de menos recursos, sobre todo porque los créditos se han

dirigido a vivienda completa, cuando en la mayor parte de los programas para este

segmento poblacional, se ha tendido a abandonar esta línea de financiamiento.

439
Cuadro 35: ONENDUVSS. Total de créditos otorgados y su distribución porcentual
1991-2004

INDESALUD SEPI SAPI


DIF-Pue. DIF-Ver. PI-Sin. PI-Yuc.
(Camp.) (Chis.) (Chis.) TOTAL
Año (1) (1) (2) (2)
(1) (3) (3)(4)
No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. %
1991 0 0,00 18.896 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 18.896 100,00
1996 9.007 88,40 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 1.182 11,60 10.189 100,00
1998 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 300 100,00 0 0,00 0 0,00 300 100,00
1999 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 120 100,00 0 0,00 0 0,00 120 100,00
2000 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 604 79,79 0 0,00 153 20,21 757 100,00
2001 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 424 100,00 0 0,00 0 0,00 424 100,00
2002 0 0,00 0 0,00 2.864 93,99 0 0,00 183 6,01 0 0,00 0 0,00 3.047 100,00
2003 0 0,00 0 0,00 0 0,00 1.214 90,46 128 9,54 0 0,00 0 0,00 1.342 100,00
2004 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 582 0,00 0 0,00 582 100,00
TOTAL 9.007 25,26 18.896 52,99 2.864 8,03 1.214 3,40 1.759 4,93 582 0,00 1.335 3,74 35.657 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAFOVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

Notas:
(1) Sólo realiza Subprogramas de Ampliación y Rehabilitación
(2) Sólo realiza Subrograma de Vivienda Nueva
(3) Sólo realiza Subprograma de Pie de Casa
(4) Se incluye este organismo en sustitución de la SUBSAI (que es el que aparece en las estadísticas de CONAVI), porque para 1996 era el
organismo que lo había sustituido.

4.8.3. Organismos Nacionales o Estatales para Programas

Emergentes y/o Coyunturales (ONEPEC).

Otro tipo de organismos, que se distinguen de los anteriores por su carácter

emergente y coyuntural, y porque han funcionado sólo para responder a situaciones

críticas derivadas, normalmente, de un desastre de origen natural, son aquellos que en

este trabajo hemos llamado Organismos Nacionales o Estatales para Programas

Emergentes y/o Coyunturales (ONEPEC).

Aunque aquí sólo se hace mención de los que se dispone de datos estadísticos, y que

se refieren a programas puestos en marcha en el Distrito Federal (ver Cuadro 37), en

realidad este conjunto de mecanismos operan, al parecer, de manera muy frecuente,

440
como resultado de iniciativas públicas provenientes del gobierno federal aunque,

normalmente, en coordinación con los gobiernos estatales, y se originan como

respuesta a situaciones de emergencia que ocurren en cualquier parte del país, pero

particularmente en las zonas o regiones más propensas a ser afectadas por un

cataclismo, como son las áreas costeras o aquellas que se ubican en regiones

sísmicas142.

La información disponible, se refiere a los organismos creados como resultado de los

sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985, que destruyeron un número importante de

viviendas en el Distrito Federal, especialmente en las antiguas vecindades del área

central de la ciudad de México y en los conjuntos habitacionales construidos entre

finales de los años cuarenta y principios de la década de los sesenta por el IPCyR y

BANOBRAS143 (respectivamente).

Tres de estos organismos se crearon inmediatamente después del siniestro y operaron

por un tiempo predefinido para atender a los damnificados en la ciudad de México:

Programa de Reconstrucción de la Unidad Habitacional Adolfo López Mateos–

Nonoalco Tlatelolco (PRALM), el Programa Renovación Habitacional Popular (RHP) y

el Fideicomiso Programa Emergente de Vivienda Fase II (FASE II), y el cuarto el

Fideicomiso Programa Casa Propia (FICAPRO), se derivó de las iniciativas de

reconstrucción, y tendió a promover la adquisición de las viviendas que habitaban los

damnificados.

142
Se han detectado diferentes programas de este tipo en distintos estados del país, que en su momento se crearon de
manera conjunta por el gobierno federal y los gobiernos estatales para atender a situaciones de emergencia, como es
el caso del programa emergente impulsado en Oaxaca derivado de los sismos de 1999, o el creado en los estados de
Quintana Roo en 2005 y en el de Tamaulipas en septiembre de 2006
http://zedillo.presidencia.gob.mx/pages/disc/oct99/05oct99.html,
http://www.reynosa.gob.mx/prensa/septiembre/270906_1/prensa.html,
http://www.unidaddelvocero.com/2005/Julio/noticias/tblnoticias/jul25.htm
143
Aunque BANOBRAS fue el principal agente financiero, en la realización de la Unidad Habitacional Nonoalco
Tlatelolco, más tarde llamada Presidente Adolfo López Mateos, participaron además el ISSSTE (sucesor del IPCyR
desde 1959), y algunas empresas aseguradoras privadas (Barragán, J. I.: 78)

441
Todos estos organismos tuvieron un objeto determinado, y operaron sólo hasta que

éste se cumplió, RHP funcionó hasta 1987, Fase II, que integró a los damnificados que

habían quedado excluidos inicialmente del decreto que dio lugar a la creación de RHP,

se extendió hasta 1988 y el PRALM hasta 1995, los tres realizaron sus tareas de

manera paralela al organismo local de vivienda social, el Fideicomiso para Promover y

Realizar Programas de Vivienda y Desarrollo Social Urbano (FIVIDESU), creado en

1984. Estos tres mecanismos fueron, tal vez, las experiencias en las que de manera

más directa y organizada participó la sociedad civil en la ciudad de México

(Casanueva, Cristina, 1991: 54-60), los intentos iniciales que hubo por parte de los

primeros responsables de RHP por capitalizar políticamente los trabajos del organismo

a favor del partido oficial, fueron rápidamente contrarrestados por una activa y directa

participación social, que no permitió el ejercicio discrecional ni privilegiado de los

recursos del programa.

Hacia finales de los años 80, y en parte como derivación de los programas

emergentes, se creó además, en la ciudad de México, el FICAPRO. Éste tuvo como

objetivo financiar a los antiguos inquilinos de las viviendas y locales comerciales de la

ciudad de México que se encontraban en condiciones precarias, preferentemente

aquellos que habían estado sujetos al régimen de rentas congeladas según los

decretos de 1946, 1947 y 1948.

Este organismo continuó en funciones durante los años 90, como un mecanismo de

conciliación entre los inquilinos y arrendadores, ofreciendo una opción para la

adquisición de viviendas (y de locales comerciales sujetos al régimen de

congelamiento aunque no hubieran sido afectados por los sismos), actuando en la

práctica como un mecanismo de apoyo al decreto que llevó a la eliminación total del

congelamiento de alquileres, y perduraría hasta que fue fusionado al Instituto de

Vivienda del Distrito Federal en 2003.

442
El alcance que tuvieron estos en la realización de sus respectivos programas de

financiamiento habitacional no es posible compararlo con el resto de los grupos

analizados, incluso ni siquiera entre ellos mismos, principalmente debido a que

respondieron a una demanda reducida a los damnificados de los sismos de 1985, y a

los inquilinos de viviendas y locales con “rentas congeladas”, en este sentido, su

actividad se remite sólo a los años en los que cumplieron los objetivos señalados en

los decretos que les dieron origen.

Lo que cabe señalar, es que la operación de estos programas, particularmente en los

primeros tres años (1986 a 1988), que es cuando se ejecutan la mayor parte de los

créditos otorgados por RHP, FASE II y PRALM, coincide con una reducción drástica

de los créditos otorgados por los organismos estatales de vivienda social y por los

programas que operaba SEDESOL en esos mismos años (ver Cuadros AE-21 a AE-

23), lo que hace suponer que los recursos federales dirigidos a éstos se pudieron

haber recanalizado a los programas emergentes de la ciudad de México, dejando a los

programas que venían operando (y a su población objetivo), en un segundo plano de

importancia.

En lo que se refiere a las características de estos programas, precisamente por su

propia naturaleza, los créditos otorgados se dirigieron, fundamentalmente, a sub-

programas de ampliación y mejoramiento físico de las viviendas existentes, que en

realidad, en muchos casos, supuso la construcción de vivienda nueva, en especial

cuando éstas habían quedado totalmente derruidas. El caso de FICAPRO, por su

parte, se abocó fundamentalmente a la adquisición de vivienda nueva, que en la

mayor parte de los casos se refiere a la vivienda que se había edificado a partir de los

programas de reconstrucción (ver Cuadro 36).

443
Cuadro 36: ONEPEC. Total de créditos otorgados y su distribución
porcentual, 1986 2000

FASE II FICAPRO PRALM RHP


(D.F) (D.F.) (D.F.) (D.F.) TOTAL
Año
(1) (2) (3) (3)
1986 0 0,00 0 0,00 4.142 17,42 19.629 82,58 23.771 100,00
1987 2.870 9,81 0 0,00 862 2,95 25.521 87,24 29.253 100,00
1988 6.172 61,97 0 0,00 3.788 38,03 0 0,00 9.960 100,00
1989 3.081 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 3.081 100,00
1990 86 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 86 100,00
1991 0 0,00 1.080 100,00 0 0,00 0 0,00 1.080 100,00
1992 0 0,00 2.142 95,71 96 4,29 0 0,00 2.238 100,00
1993 0 0,00 1.316 66,36 667 33,64 0 0,00 1.983 100,00
1994 0 0,00 789 100,00 0 0,00 0 0,00 789 100,00
1995 0 0,00 3.202 100,00 0 0,00 0 0,00 3.202 100,00
1996 0 0,00 4.017 100,00 0 0,00 0 0,00 4.017 100,00
1997 0 0,00 2.878 100,00 0 0,00 0 0,00 2.878 100,00
1998 0 0,00 145 100,00 0 0,00 0 0,00 145 100,00
1999 0 0,00 2.097 100,00 0 0,00 0 0,00 2.097 100,00
2000 0 0,00 2.232 100,00 0 0,00 0 0,00 2.232 100,00
TOTAL 12.209 14,06 19.898 22,92 9.555 11,01 45.150 52,01 86.812 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas
Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

Notas:
(1) Sólo Subprogramas de Ampliación y Mejoramiento
(2) Sólo 1755 créditos para Programa de Mejoramiento Físico. el resto para Programa de
Vivienda Completa
(3) Sólo Subprogramas de Ampliación y Rehabilitación

4.8.4. Organismos Nacionales o Estatales para Programas o

Proyectos de Desarrollo Regional (ONEDER)

Dentro de la lógica que llevó a crear organismos que, entre otras funciones, realizaron

financiamiento de vivienda (como sucede con algunas instituciones de la banca de

desarrollo y otros organismos de política social no sectorizados en desarrollo urbano),

desde la década de los años cincuenta, y más tarde en las de los 70s y 80s se

mantuvo la práctica de crear organismos fiduciarios o empresas descentralizadas para

impulsar la conformación o consolidación de polos de desarrollo, los que intervinieron

de manera importante en la producción de vivienda social, muchos de los cuales han

444
desaparecido una vez alcanzados los objetivos para los que fueron creados (ver

Cuadro AE-14).

Una de las primeras experiencias en este sentido fue la creación de una empresa

desarrolladora, inmobiliaria y constructora denominada IROLO, que operó un proyecto

del gobierno federal para la industrialización de una región agrícola del estado de

Hidalgo, que se encontraba en condiciones de profunda crisis económica a principios

de los años cincuenta.

Ésta fue una empresa pública que operó un plan de industrialización de la región de

los valles de Apan e Irolo, al suroeste del estado de Hidalgo y noreste de la ciudad de

México, dirigido expresamente a la construcción de carros de ferrocarril y al impulso de

empresas automotrices, inicialmente gubernamentales, a las que se fueron agregando

otras de propiedad privada, dentro de la política de sustitución de importaciones que

venían desplegando los gobiernos en turno.

IROLO, con el apoyo financiero de NAFINSA, fue la encargada de promover el

desarrollo del nuevo centro de población de Ciudad Sahagún, en donde se

establecieron varias empresas estatales: Diesel Nacional (DINA), Constructora

Nacional de Carros de ferrocarril (CNCF), y más adelante Siderúrgica Nacional, a las

que se sumó posteriormente la empresa automotriz TOYOTA. Además de su función

como promotor inmobiliario y desarrollador urbano, IROLO desplegó una labor

importante en la construcción y financiamiento de vivienda social, principalmente de

vivienda dirigida a los trabajadores de las empresas que se establecerían en esa

región.

En los años 70s se crean además, también por iniciativa federal, fideicomisos para

atender la problemática urbana y de vivienda de localidades específicas que jugaban

445
un papel estratégico en el comportamiento económico de algunas entidades

federativas, en particular con el objetivo de impulsar el desarrollo de un sector de la

actividad productiva, creando o consolidando polos de desarrollo, que pretendían

además (al menos en los motivos que les dieron origen), atender la problemática

urbana y habitacional en su conjunto.

Tal es el caso del Fideicomiso para el Desarrollo Económico y Social de Acapulco

(FIDACA), creado en 1976, que se diseñó para atender la problemática urbana, y

planear el desarrollo de ese puerto turístico, en el estado de Guerrero, que en materia

de vivienda operó en sus inicios de manera paralela a la Dirección de Colonias

Populares del estado (DECPEG), por ese entonces el organismo responsable de la

política habitacional en esa entidad federativa, y más adelante con los organismos de

vivienda que lo sustituyeron (ver Cuadros AE-31 y AE-32).

Otros dos casos similares fueron el del Fideicomiso Puerto Vallarta (FPV), con

funciones similares al anterior, para atender el desarrollo urbano de ese también

puerto turístico ubicado en Bahía de Banderas, estado de Jalisco, que en este caso

operaba los programas urbanos y de vivienda de manera paralela a la Inmobiliaria y

promotora de la vivienda estatal (IPROVIPE) (ver Cuadro AE-32); y, por último, el

Fideicomiso Lázaro Cárdenas (FIDELAC), destinado a promover el desarrollo urbano

(y atender la problemática habitacional), de este puerto en el estado de Michoacán,

con el fin de impulsar la consolidación del enclave siderúrgico que se creó ahí por

iniciativa del gobierno federal y que de 1982 a 1994 realizó programas de vivienda en

paralelo con Promotora Michoacana de Vivienda (PROMIVI) (ver Cuadros AE-32 y AE-

34).

Aunque estos organismos estuvieron, fundamentalmente, dirigidos a crear las

condiciones urbanas para el desarrollo económico de esos dos centros turísticos y del

446
polo siderúrgico más importante del país, realizaron junto con las de ordenamiento

urbano y de urbanización, funciones de promoción, producción y financiamiento de

vivienda. En el caso de los centros turísticos, sobre todo, para los sectores de la

población local que fueron afectados o reubicados, y que no tenían acceso a

mecanismos alternativos de financiamiento habitacional, mientras que en el de

FIDELAC, su intervención en la producción habitacional se dirigió a los trabajadores de

la siderúrgica para apoyar la consolidación de este polo de desarrollo.

En la década de los ochenta se crearon, bajo una perspectiva similar a la que justificó

los anteriores, el Fideicomiso Manzanillo-las Garzas (FIMAGA), con el objeto de

administrar la reserva territorial de propiedad pública del puerto turístico de Manzanillo,

en el estado de Colima, utilizándola para realizar fraccionamientos habitacionales y

construir en ellos vivienda de interés social; y también se fundaron las empresas

públicas descentralizadas Desarrollo Urbano del Puerto Industrial de Altamira, en

Tamaulipas (DUPORT-Altamira), y Desarrollo Urbano del Puerto Industrial de Ostión

(DUPORT -Ostión), en el estado de Veracruz, para promover el desarrollo de esos dos

puertos industriales.

En esa misma década, se creó, por parte del gobierno estatal, la Comisión de

Desarrollo Urbano encargada de favorecer la expansión urbana de la capital del

estado de Tabasco, Villahermosa, a través de una promoción urbanística denominada

Tabasco 2000, en donde se buscó reubicar las instalaciones gubernamentales

además de que se construirían las nuevas áreas recreativas y comerciales, y el futuro

equipamiento de la ciudad. Éste además de su papel como promotor y desarrollador

inmobiliario, asumió el de entidad financiera de vivienda social.

Todos estos organismos, aunque sin operar de manera tan restringida como los

anteriores, han funcionado respondiendo también a objetivos claramente acotados por

447
los decretos que los crearon. En consecuencia, su participación en el financiamiento

habitacional se sujetó a objetivos fijados de manera premeditada y tuvo un carácter

subsidiario en relación con sus principales funciones. En consecuencia, su

comportamiento es similar al de los organismos a los que se ha hecho referencia en el

inciso anterior, debido a que la población beneficiaria de la vivienda producida

(existente o prevista), ha sido sólo la de ciudades en las que han funcionado, y sus

programas han respondido a las prioridades de desarrollo de las actividades

económicas que se buscaba impulsar en cada una.

En particular, tomando como ejemplo aquellos casos para los que se dispone de

información estadística, el financiamiento de vivienda social no ha observado un

comportamiento regular al interior de los distintos organismos, ni tampoco entre ellos

ha habido una correspondencia cronológica significativa (ver Cuadro 37), lo cual pone

en evidencia que funcionan con un alto grado de autonomía. Lo que es notable, sin

embargo, es el distinto papel que las iniciativas en materia de vivienda tuvieron en

cada caso, destacando el caso del FIDELAC, que es el que, al parecer, ha operado de

manera más continua y el que, después de FIDACA, ha desplegado la labor más

activa de financiamiento de vivienda social, lo que podría explicarse por el hecho de

que este centro siderúrgico se desenvolvió a partir de una localidad escasamente

poblada, que requirió una importante inversión en vivienda para soportar a la población

que era necesario albergar para el nuevo enclave industrial.

Otro caso que se distingue es el del FIDACA, no sólo porque ha otorgado cerca del

40% de los créditos otorgados por estos organismos, sino porque a pesar de que su

objetivo fundamental era apoyar el desarrollo económico de ese centro turístico, tuvo

un comportamiento también relativamente regular en el financiamiento para vivienda

social, al parecer por la importancia que tuvieron las acciones de reubicación de

pobladores asentados en áreas de riesgo, que además tenían un importante valor

448
paisajístico, con la clara intención de revalorar las zonas costeras y desplazar a la

población de bajos ingresos a otras de bajo atractivo para las actividades turísticas.

Los programas habitacionales, en este caso, resultaron esenciales para cumplir los

objetivos de desarrollo de este importante destino turístico, al convertirse en un

instrumento de negociación con la población a reubicar.

Cuadro 37: ONEDER. Total de créditos otorgados y su distribución porcentual


1983-1995

DUPORT DUPORT
CODEUR ALTAMIRA OSTION FIDACA FIDELAC FIMAGA FPV
(Tabasco) (Tams.) (Ver.) (Gro.) (Mich.) (Col.) (Jal.) TOTAL
Año (1) (2) (2) (3) (4) (5) (6)
No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. %
1983 0 00,0 0 00,0 172 20,57 0 00,0 664 79,43 0 00,0 0 00,0 836 100,00
1984 0 00,0 0 00,0 245 85,66 0 00,0 41 14,34 0 00,0 0 00,0 286 100,00
1985 0 00,0 895 89,23 98 9,77 0 00,0 10 1,00 0 00,0 0 00,0 1.003 100,00
1986 0 00,0 0 00,0 100 55,56 0 00,0 0 00,0 0 00,0 80 44,44 180 100,00
1987 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0
1988 0 00,0 0 00,0 0 00,0 1.620 81,82 0 00,0 0 00,0 360 18,18 1.980 100,00
1989 400 100,00 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 400 100,00
1990 0 00,0 0 00,0 0 00,0 592 79,78 150 20,22 0 00,0 0 00,0 742 100,00
1991 0 00,0 0 00,0 0 00,0 71 28,74 176 71,26 0 00,0 0 00,0 247 100,00
1992 0 00,0 0 00,0 0 00,0 93 46,73 106 53,27 0 00,0 0 00,0 199 100,00
1993 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 63 100,00 0 00,0 0 00,0 63 100,00
1994 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0
1995 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 0 00,0 218 100.00 0 00,0 218 100,00
TOTAL 400 6,50 895 14,54 615 9,99 2376 38,61 1.210 19,66 218 3,54 440 7,15 6.154 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
Notas:
(1) Sólo para Subprograma de Ampliación y Rehabilitación
(2) Sólo Subprograma de Lotes con Servicios
(3) Subprogramas Vivienda Nueva (164), Lotes con Servicios (1968), Ampliación (24) y Autoconstrucción (220)
(4) Subprogramas Apoyo a la Autoconstrucción (389), Lotes con Servicios (495), Vivienda Nueva (163) y Ampliación (163)
(5) Sólo Subprograma de Vivienda Nueva
(6) Subprogramas Autoconstrucción (80) y Lotes Con Servicios (360)

Los ejemplos anteriores se distinguen de los casos de DUPORT-Altamira y DUPORT-

Ostión, que se abocaron principalmente a la administración de la reserva territorial

destinada al desarrollo urbano de dos importantes puertos marítimos del Golfo de

México (Altamira en el estado de Tamaulipas y Coatzacoalcos en el de Veracruz), y en

donde la participación de estos dos organismos, en el financiamiento habitacional, fue

449
poco relevante (14,54% y 9,99% del total de todos los organismos considerados en los

ONEDER) (ver Cuadro 37).

Algo parecido a lo que se aprecia en estas empresas parece haber ocurrido en los

casos de los Fideicomisos para el desarrollo de los puertos de Manzanillo y Puerto

Vallarta (FIMAGA Y FPV), y de la CODEUR, que parecen haberse enfocado,

preferentemente, a la administración de reservas territoriales, con una baja presencia

en el financiamiento de vivienda social, que en conjunto es incluso menor al papel

ejercido sólo por el FIDELAC, y representa menos de la mitad del desarrollado por el

FIDACA.

En todos estos casos, los créditos para vivienda se dirigieron fundamentalmente a la

población de bajos ingresos, pero particularmente a través de programas de

mejoramiento de las viviendas con una baja asignación crediticia a la construcción de

vivienda nueva (sólo alrededor del 20% de los créditos), de los cuales más de la mitad

se canalizaron al financiamiento de vivienda progresiva (11,2%) (ver Cuadro AE-161),

con lo que parece evidente que la participación de estos organismos en el

financiamiento habitacional tuvo sólo un carácter paliativo, y no pretendió incidir de

manera determinante en el mejoramiento de las condiciones de la vivienda en las

ciudades en las que operaron.

4.8.5. Programas Especiales de Financiamiento (PEF)

Tal vez una de las iniciativas que, actualmente, muestran con mayor claridad la

permanencia del carácter clientelar de gran número de los programas de vivienda

social, y que permite escudriñar en los motivos que hay detrás de la enorme

fragmentación institucional de la política habitacional, es la creación, en 1989, de un

450
programa especial de financiamiento para uno de los sectores laborales que más

activamente han jugado, en los últimos años, un papel protagónico en la vida política

nacional: los trabajadores de la educación al servicio del Estado, adscritos a la

educación básica y media.

Éste es uno de los gremios que sin duda tuvo a lo largo del siglo XX un papel

destacado en la política social del Estado mexicano, y que a través de su sindicato

tuvo una amplia presencia en el contexto nacional desde que se impulsó, en los años

treinta del siglo pasado, la política educativa del nuevo Estado posrevolucionario. En

efecto, a partir de que se impulsa en 1921 uno de los principales proyectos sociales

del nuevo Estado con la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) (DOF.

30 de septiembre de 1921), comienza la creación de diversas organizaciones

magisteriales que dieron lugar, en 1936, a la creación del Sindicato de Trabajadores

de la Enseñanza de la República Mexicana (STERM)144, con una presencia nacional

de amplia cobertura y que nace afiliado a la CTM, y con ello a la política de articulación

y alianzas con el partido oficial, y a través de él con los gobiernos en turno.

Desde la creación del Instituto de Pensiones, los trabajadores de la educación

estuvieron afiliados a este organismo y, al igual que el resto de los trabajadores al

servicio del gobierno federal, dispusieron del financiamiento habitacional y tuvieron

acceso a las viviendas en alquiler que produjo el IPCyR y a los programas de vivienda

que impulsó el ISSSTE a través del Fondo para la Vivienda de esa institución.

La representatividad social y el peso relativo que este sector de los trabajadores ha

tenido en la vida laboral e incluso política del país, con respecto al conjunto de los
144
Desde la creación de la SEP, el gremio magisterial se expandió por el país de la mano de la política de educación
pública del gobierno posrevolucionario, una de las principales, si no la única hasta ese momento, política social del
régimen. A partir de 1932 surgieron al menos dos iniciativas de organización sindical de los trabajadores de la
educación que derivarían en la conformación del STERM: la Confederación Mexicana de Maestros (o Magisterial de
México) (1932), y la Liga de Trabajadores de la Enseñanza (1934), que coexistirán con otras asociaciones hasta que
en 1943 todo el magisterio quedó reunido en un solo organismo, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE).

451
distintos sectores de los trabajadores públicos, ha hecho, sin embargo, que de manera

coyuntural reciban, además de los beneficios del sistema de pensiones y de

seguridad social, un trato diferenciado y privilegiado con respecto a la mayor parte del

resto de los trabajadores al servicio del Estado.

Este fue, por ejemplo, el caso de los mecanismo financieros de vivienda para

trabajadores del magisterio que aparecieron en algunos estados del país, en algunos

casos dentro de sistemas de pensiones estatales (como el caso de la Dirección de

Pensiones de los Trabajadores de la Educación del estado de Coahuila [creado en

1961 y refundado en 1999]), el Departamento de Previsión Social y Pensiones para los

Funcionarios, Trabajadores de Base al Servicio del Estado y personal Federalizado de

la Educación en Tamaulipas (1977); y en otros casos a través de organismos creados

ex profeso para el financiamiento de la vivienda para este sector, como el Fondo de la

Vivienda para los Trabajadores de la Educación al Servicio del Estado de Coahuila

(1986), y el FOVILEON-Educación en el estado de Nuevo León (1988) (ver Cuadros

AE-32, AE-33 y AE-34).

Además de éstos, en 1994 fue creado un Programa Especial de Financiamiento a la

Vivienda del Magisterio, que se soporta con recursos federales a través de un

fideicomiso para la vivienda de este gremio, denominado Fondo Maestro (FOMA), o

Fideicomiso para el Programa Especial de Financiamiento a la Vivienda para el

Magisterio, al que el gobierno federal, a través de la Secretaría de Educación Pública y

la Secretaría de Hacienda y Crédito Público aportaron recursos del erario (cf. DOF,

2006).

Con base en este programa, y para la administración de los recursos provenientes del

FOMA, se estableció además un acuerdo entre el gobierno federal y los gobiernos

estatales, por medio del cual existe la obligación por parte de éstos de crear sus

452
respectivos fideicomisos (31 estatales más uno para el Distrito Federal), para poder

acceder a estos recursos, de los cuales, entre 1994 y 2002 se habían creado al menos

nueve (ver Cuadro 38).

CUADRO 38: Fideicomisos estatales complementarios del


Programa Especial de Financiamiento a la Vivienda para el Magisterio

Entidad Federativa Nombre del Organismo


Fondo de Vivienda para el Magisterio de Baja California
Baja California 1
(FOVIMBC)
Fideicomiso Irrevocable de Inversión y Administración para
Chiapas 2 el Programa Especial de Financiamiento a la Vivienda para
el Magisterio de Chiapas (FOVIMCHIS)
Guanajuato 3 Fondo de Vivienda Magisterial (FOVIMMGTO)
Fondo de Apoyo al Programa Especial de Financiamiento a
Jalisco 4
la Vivienda para el Magisterio (FOVIMJAL)
Fondo de Apoyo al Programa de Vivienda Magisterial del
Nayarit5
Estado de Nayarit (FOVIMNAY)
Programa Especial de Financiamiento a la Vivienda para el
Querétaro 6
Magisterio (FOVIMQRO)
Fondo de Apoyo al Programa Especial de Financiamiento a
Quintana Roo 7
al Vivienda para el Magisterio (FOVIMQROO)
Vivienda para los Trabajadores de la Educación del Estado
Sonora 8
de Sonora, (VITEES)
Fideicomiso para el Programa Especial de Financiamiento a
Veracruz 9 la Vivienda para el Magisterio del Estado de Veracruz
(FOVIMVER)
Fte: Elaboración propia con base en información estatal disponible en internet
1. http://www.educacionbc.edu.mx/servicios/
2.http://www.finanzaschiapas.gob.mx/Contenido/Marco_Juridico/Informacion/Estatal/Relacion%20de%20Entidades%
20Paraestatales/PDF/49%20FOVIMCHIS/Contenido.pdf
3. http://www.guanajuato.gob.mx/iveg/pdf/fovim.pdf
4. http://periodicooficial.jalisco.gob.mx/2001/decreto3.html
5. http://www.transparencianayarit.gob.mx
6. http://www.queretaro.gob.mx/evaluacionentidades/entidades.html
7. http://web.qroo.gob.mx/SIWQROO/Transparencia/Documentos/9_2032_6.pdf
8. http://www.sec-sonora.gob.mx/portal/modules/icontent/index.php?page=59
9.http://portal.veracruz.gob.mx/pls/portal/docs/PAGE/VERACRUZ/DIFUSION/SEGUNDO_INFORME/ANEXO_ESTA
DISTICO/FIDEICOMISOS.PDF

Los objetivos del programa son distintos a los que se propone el fondo para la vivienda

al que tienen acceso los trabajadores del magisterio (FOVISSSTE), y no sustituye a

éste como mecanismo financiero para la construcción o adquisición de vivienda para el

magisterio, sino que, según el decreto de su creación, se enfoca exclusivamente a

otorgar créditos, a bajas tasas de interés, para el pago del enganche y gastos de

453
escrituración en la adquisición de vivienda, a pesar de lo cual parte de los créditos

otorgados (aunque en muy pequeña proporción), se han dirigido a programas de

vivienda nueva (ver Cuadro 39).

Cuadro 39: PEF Total de créditos otorgados y su


distribución porcentual
1998-2005

Año PEFVM (a) SNTE-SECC TOTAL


(1) 44
(b)

1998 0 0,00 53 100,00 53 100,00


1999 0 0,00 898 100,00 898 100,00
2000 0 0,00 876 100,00 876 100,00
2001 0 0,00 640 100,00 640 100,00
2002 3.975 87,19 584 12,81 4.559 100,00
2003 4.195 87,71 588 12,29 4.783 100,00
2004 5.089 89,44 601 10,56 5.690 100,00
2005 3.770 100,00 0 0,00 3.770 100,00
TOTAL 17.029 80,06 4.240 19,94 21.269 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de:
CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

Notas:
(a) Integra los datos de CONAVI del programa Especial para la
Vivienda del Magisterio (PEFVM) y del Fondo para la Vivienda
del Magisterio (FOVIM), por referirse al mismo Programa
Especial. Incluye Subprogramas de Vivienda nueva (año 2002),
y Pago de Enganche (años 2003, 2004 y 2005).
(b) Subprogramas: Ampliación y Rehabilitación (4161), y
Vivienda Nueva (79)
(1) Abarca 16 Entidades Federativas, pero los créditos se
concentran en sólo 5 (Aguascalientes, Jalisco, Querétaro,
Quintana Roo, y Sonora) 81,5% en 2002, 79,09% en 2003 y
86,31 en 2005

A pesar de la aún corta existencia de este programa, de que cubre sólo a un gremio de

los trabajadores públicos y de que los datos disponibles no ofrecen información de

todos los organismos subsidiarios creados en distintas entidades federativas, ha

alcanzado a otorgar un numero de créditos que en los años que ha operado, llegan a

representar casi el 72% de los que en conjunto han ejercido los Organismos Estatales

de Seguridad Social (ORESS), cerca del 8% de los créditos entregados por el

FOVISSSTE entre 1998 y 2005, y casi la quinta parte de todos los créditos del

454
organismo de vivienda de PEMEX en casi 23 años de operación (ver Cuadros 39, AE-

21 a 33, AE-161 y AE-201).

La relevancia que tiene este programa como un instrumento corporativo, selectivo y

clientelar, resalta todavía más por el hecho de ser un mecanismo en el que, a pesar de

funcionar con base en recursos públicos (incluso parte de ellos provienen del propio

FOVISSSTE), y de que el fondo se administra a través de un fideicomiso manejado

por BANOBRAS, en el manejo de los recursos hay una participación directa del propio

sindicato del magisterio145, y porque éste tiene ingerencia determinante en la

asignación de créditos, sin que al parecer haya un control gubernamental de su

actuación, a pesar de que parece haber evidencias de que los recursos asignados se

han manejado con discrecionalidad, y de manera poco transparente e irregular por

parte de la dirigencia sindical (ver Diario La Jornada, 16 de abril de 2007, y Diario

Transición, 1 de marzo de 2006).

145
La dirigencia sindical nombro directamente al Vocal Ejecutivo del Fondo para la Vivienda del Magisterio (Diario
Transición, 2006)

455
456
CAPÍTULO 6
Los brazos compensatorios de la política
habitacional: el inquilinato y la política de
suelo
Como se ha mostrado, la conformación de la estructura instrumental de la política

pública dirigida al financiamiento y construcción de vivienda en México, tuvo lugar a

través de un largo proceso que fue integrando, poco a poco, a los distintos sectores de

la población urbana a los programas habitacionales emprendidos por el Estado. Fue

casi medio siglo el tiempo que se necesitó para crear los mecanismos financiero que

serían el soporte de la política pública de vivienda en el país (los ONAVIS), y, a través

de ellos, que la participación del Estado en la construcción de vivienda social pasara

de ser casi simbólica, a convertirse en la clave sobre la que se soporta esta política

social.

Entre 1925, año de la creación del IPCyR y 1946, los escasos programas operados

apenas alcanzaron a construir cerca de 10,000 viviendas (ver Cuadro 41), mientras

que en el país entre 1931 y finales de la década de los años cincuenta se habían

edificado más de dos millones de casas (ver Cuadro AE-21). En los primeros poco

más de 20 años de política de vivienda en México, el Estado apenas financió menos

de medio punto porcentual del parque habitacional edificado, es decir menos de una

vivienda por cada doscientas construidas en el país.

Esta situación comenzaría a cambiar cuando a finales de los años cuarenta se inicia la

construcción masiva de vivienda con los conjuntos habitacionales de casas en alquiler

por el IPCyR, y poco más tarde por el IMSS, y las primeras unidades residenciales en

venta por BANOBRAS (en ese momento BANHUOPSA), en la década de los

457
cincuenta, en la ciudad de México, pero sería sólo hasta que se fundan los primeros

fondos solidarios para el financiamiento de vivienda social de los años 70, con el

INFONAVIT a la cabeza, que se modifica definitivamente.

Cuadro 40: Número de viviendas realizadas por el Sector Público


1925-1946

NOMBRE DEL No. DE PROMEDIO


ORGANISMO VIV
% ANUAL

IPCyR-FOVISSSTE (1) 9.600 96,75 457,14


Pensiones Militares-FOVIMI (*1926) ND ND ND
D.D.F. (2)(**) 313 3,15 14,90
Gobierno de Guanajuato (Irapuato) (3) 10 0,10 0,48
BANHUOPSA-BANOBRAS (*1933) ND ND ND
Total Financiamiento Público 9.913 100,00 472,05
Fuente: (1) Connolly, P. et alt., 1977, Cuadros 10 y 12:. 89 y 116; (2) Barragán, J. I., 1994,: 72 y 167;
(3) INFONAVIT, 1992,: 62
Nota: (*) Año en el que inician los programas de financiamiento o construcción de vivienda
(**) Se refiere a dos conjuntos habitacionales realizados entre 1932 y 1935 (108 viviendas para
trabajadores del DDF en Balbuena y 205 para maestros en San Jacinto)

En efecto, en las dos décadas anteriores a la creación de esta institución, aunque la

vivienda de financiamiento público creció casi 24 veces más que la edificada durante

los primeros veinte años de programas públicos, su peso con respecto al total

construido llegó a un máximo de 9,32% representando apenas la tercera parte de una

participación privada que, por otro lado, resultaba insuficiente para atender una

demanda creciente de alojamiento (participó apenas con poco más de una cuarta

parte de la demanda surgida entre 1951 y 1970) (ver Cuadros 42 y AE-4).

Los mecanismos a través de los cuales se construyó la mayor parte de la vivienda en

el país, en esas poco más de cuatro décadas, no parecen haber variado

significativamente con respecto a los que habían prevalecido hasta antes de la

Revolución Mexicana, ni tampoco, por supuesto, parecen haberlo hecho con respecto

a los que habían sido la base de la producción habitacional a finales del siglo XIX.

458
La construcción del nuevo alojamiento se había basado, así, en la edificación de

vivienda en alquiler de nuevas vecindades, a las que se añadieron nuevas formas de

alojamiento colectivo para las clases medias, que emergían de la fragua de la nueva

burocracia y de los técnicos y profesionales surgidos de las instituciones de educación

pública, mientas que la mayor parte de la población urbana, particularmente en las

pocas grandes ciudades, recurrió al mismo mecanismo que ya venía empleando

desde que en el siglo anterior surgieron los primeros promotores inmobiliarios: la

autoconstrucción en desarrollos “urbanos” que carecían, por lo general, de los

servicios básicos de infraestructura y equipamiento.

La vivienda en alquiler y el suelo a bajo costo, promovido muy frecuentemente a través

de desarrollos inmobiliarios ilegales, como materia prima de una practica generalizada

de autoconstrucción, fueron así, los mecanismos a través de los cuales la mayor parte

de la población urbana del país consiguió resolver sus necesidades de alojamiento.

Viejos y nuevos constructores de vivienda, y antiguos y recientes promotores

inmobiliarios fueron, en este contexto, los principales agentes en la solución del

problema habitacional.

Entre los primeros estuvieron los desarrolladores de fraccionamientos, y de

vecindades y conjuntos de vivienda obrera que venían operando durante el antiguo

régimen, que sobrevivieron a la guerra civil; entre los segundos los promotores que,

frecuentemente, aliados a la nueva elite política, iniciaron una activa participación en la

creación de nuevas urbanizaciones, a los que, a partir de los años sesenta,

comenzaron a sumarse los ejidatarios, beneficiados del reparto de tierras, y que al

amparo de la legislación agraria se convertirían, con el tiempo, en los principales

agentes inmobiliarios del país.

459
La respuesta del Estado a estos procesos fue “dejar hacer”, tanto en materia de

construcción y arrendamiento de vivienda como en las iniciativas inmobiliarias, actitud

que llevó, por un lado, a la aparición de nuevas vecindades en las áreas recién

incorporadas al espacio urbano y, por otro a la conformación de las llamadas,

inicialmente, colonias proletarias y, más tarde, ciudades perdidas o asentamientos

irregulares.

Estas prácticas, pronto, como ya lo habían hecho en el período liberal, mostraron ser,

más que una solución, el origen de un complejo problema social que si bien se

manifestaba en las condiciones generales de precariedad en el alojamiento, tenía unas

raíces profundas en el régimen de propiedad del suelo y en las formas en las que se

producía y se especulaba con la vivienda en arrendamiento.

Los mecanismos a través de los cuales el Estado las enfrentó fueron básicamente

cuatro: por un lado, leyes inquilinarias y decretos de “congelamiento” de alquileres, con

un ámbito de aplicación local, erigidos como mecanismos de regulación de las

relaciones entre arrendatarios y arrendadores, que respondieron a las condiciones

socio-políticas en los distintos estados en los que se pusieron en marcha; por otro,

acciones de dotación de suelo, primero a través de una intervención coyuntural y

selectiva en el mercado inmobiliario, y más tarde por medio de la conformación de

reservas territoriales, a la que se añadió una política de regularización del régimen de

propiedad del suelo. Todos ellos utilizados como instrumentos institucionales que, a

manera de válvula de descompresión social, dieron una salida a la incapacidad del

capital inmobiliario para enfrentar la demanda masiva de vivienda, y a la insuficiencia

de los mecanismos públicos de financiamiento y construcción de vivienda social.

460
1. Permanencia del arrendamiento como mecanismo de

acceso a la vivienda

Aunque no disponemos de información estadística sobre el peso del inquilinato como

forma de acceso a la vivienda durante los primeros treinta años de la posrevolución,

hay indicios que permiten considerar que éste fue una vía fundamental de alojamiento

en la realidad urbana del país, y que a partir de la instauración de los gobiernos

posrevolucionarios tendió a ser cada vez menos importante, en un principio,

probablemente, desplazado por las promociones inmobiliarias dirigidas a los sectores

sociales de bajos ingresos en las periferias urbanas, y a partir de los años setenta

como resultado de los programas de vivienda social del Estado.

Más allá de la presencia del movimiento inquilinario en buena parte de la realidad

urbana, y que por sí sola parece revelar que ésta era una situación común en las

condiciones de alojamiento en el país, y de que hay datos que muestran que en 1900,

en la ciudad de México, al menos el 81% de las viviendas existentes eran de alquiler

(Barragán, J. I.: 39), y que para 1920 cerca del 96% de la población de Guadalajara

vivía en habitaciones de las cuales no era propietaria (cf. López Moreno, 1996), lo que

parece reforzar este supuesto es el hecho de que aun entre 1950 y 1960 la vivienda

en arrendamiento presentó un incremento con respecto al total del parque habitacional

en cerca del 10%, y porque en ese último año, en un país aún dominantemente

agrícola, cerca del 46% de la vivienda en prácticamente todas las entidades (excepto

Oaxaca y Guerrero), más del 30% continuaba bajo este régimen de tenencia (ver

Cuadros 41 y 42).

A partir de los años sesenta, y particularmente desde los setenta, sin embargo, esta

condición comenzó a presentar un claro declive, en un proceso en el que la vivienda

propia tendió a desplazar (al parecer definitivamente), a la vivienda en arrendamiento.

461
Así, en los siguientes cuarenta años, el peso porcentual de la vivienda en renta se

redujo a la mitad de lo que representaba en los años sesenta, llevando a que

realidades en donde históricamente el inquilinato había sido la pauta de alojamiento

hasta mediados del siglo XX, o en donde el peso de éste conservaba una gran

importancia (como es el caso de la capital del país y del estado de Nuevo León), se

redujera hacia finales del siglo a casi una tercera parte de lo que representaba hacía

cuatro décadas, llegando en este último estado a quedar por debajo de la media

nacional (ver cuadros 41 y 42).

Este proceso sin embargo fue muy diferenciado entre los distintos estados del país, lo

fue hasta entre aquellos que presentaban similitudes hacia los años cincuenta y

sesenta, o que entonces se ubicaban por encima de la media nacional, que en algunos

casos continuaron conservando a finales del siglo XX un, relativamente, alto

porcentaje en cuanto a este tipo de alojamiento, mientas que en otros disminuyó

drásticamente.

Hay, incluso, casos en los que la importancia del inquilinato se invierte de manera

pronunciada, situación que contrasta con otros en los que se conserva con muy pocas

variaciones, como son los de Yucatán, que vio reducir la presencia de vivienda en

alquiler de un 41% en 1960, a menos del 16% en el 2000, mientras que en el estado

vecino, Quintana Roo, el peso de la vivienda en arrendamiento se mantuvo entre 34%

y 32% respectivamente.

Este último estado es un ejemplo particularmente representativo de aquellas entidades

en las cuales los flujos migratorios se convirtieron a partir de los años setenta en el

soporte de sus elevadas tasas de crecimiento demográfico, (en este caso por la

fundación y desarrollo del centro turístico de Can Cun), que es similar al de Baja

California Sur (por los desarrollos turísticos de Loreto y Los Cabos), o de entidades

462
fronterizas con los Estados Unidos como Baja California y Tamaulipas (en particular

por los casos de Mexicali y Tijuana en la primera, y Matamoros y Reynosa en la

segunda), que aunque mostraron una reducción de cerca de la mitad en el peso

porcentual de la vivienda en alquiler, conservaron todavía un comportamiento superior

al promedio del país (ver Cuadros 41 y 42).

Es también el caso de otras dos entidades federativas (Jalisco y Puebla), en las que

se ubican actualmente la segunda y cuarta concentraciones metropolitanas más

grandes del país, demográficamente hablando (Guadalajara y Puebla

respectivamente), en donde el peso del arrendamiento se redujo en proporciones

significativamente menores a las observadas en otros estados con conglomerados

urbanos importantes (como la ciudad de México y Monterrey). En ellas, la relevancia

de la vivienda en renta se redujo en menos de la mitad con respecto a la situación de

los años sesenta y para el año 2000 aún se conservaba en más del 30% de las

viviendas en la capital tapatía y en cerca de la quinta parte de las viviendas en la

capital poblana.

Prácticamente en el resto de las entidades la importancia de la vivienda en alquiler se

ha ubicado por debajo de la media nacional, con menos de la quinta parte de la

vivienda sujeta a este régimen de tenencia. Los únicos tres casos que resaltan entre

ellas son los de Colima, Morelos y el estado de México en donde el peso relativo de

este tipo de alojamiento se ha reducido en un 40 y un 55% entre 1960 y el año 2000,

conservando un peso relativo casi igual o superior a la media nacional (Colima

28,78%, Morelos 23,25% y estado de México 21,46%).

463
Cuadro 41: Total de vivienda propia y no propia por Entidad Federativa, 1950-2000
1950 1960 1970 1980 1990 2000
Entidad total de total de
total de total de no no
federativa total de no total de no no propias no propias viviendas viviendas
propias propias viviendas propias viviendas propias propias propias propias propias
viviendas propias viviendas propias (1a) (1b) particulares particulares
particulares particulares (1b) (1c)
(3) Habitadas (3)
AGUASCALIENTES 38.116 20.777 17.339 42.152 21.263 20.889 52.722 30.995 21.727 83.791 51.914 31.877 129.853 95.503 34.350 199.398 150.204 49.194
BAJA CALIFORNIA 48.472 25.241 23.231 98.889 44.910 53.979 155.859 90.942 64.917 238.603 140.231 98.372 362.727 252.426 110.301 559.402 402.325 157.077
BAJA CALIF. SUR 10.629 6.723 3.906 14.429 8.131 6.298 21.246 15.172 6.074 39.671 28.704 10.967 67.304 51.935 15.369 104.341 78.187 26.154
CAMPECHE 25.072 16.469 8.603 30.648 17.432 13.216 42.296 31.526 10.770 75.879 58.889 16.990 107.894 89.015 18.879 156.125 129.673 26.452
COAHUILA 141.282 71.916 69.366 165.130 76.355 88.775 186.001 109.880 76.121 282.705 184.433 98.272 404.691 307.495 97.196 539.169 420.206 118.963
COLIMA 24.988 14.743 10.245 30.949 15.674 15.275 41.840 25.089 16.751 64.270 40.704 23.566 88.627 64.065 24.562 124.714 88.825 35.889
CHIAPAS 182.721 138.785 43.936 226.075 154.296 71.779 275.437 213.643 61.794 370.319 277.193 93.126 594.025 495.990 98.035 778.845 644.457 134.388
CHIHUAHUA 167.487 91.664 75.823 226.885 109.168 117.717 287.499 169.985 117.514 391.464 263.653 127.811 529.799 411.935 117.864 733.379 568.660 164.719
DISTRITO FED. 626.262 159.313 466.949 902.083 188.106 713.977 1.219.419 457.687 761.732 1.747.102 838.804 908.298 1.789.171 1.166.385 622.786 2103.752 1.489.494 614.258
DURANGO 120.252 79.425 40.827 135.404 82.620 52.784 149.582 107.987 41.595 198.378 149.074 49.304 262.164 218.108 44.056 322.288 266.700 55.588
GUANAJUATO 273.510 167.926 105.584 311.981 177.576 134.405 358.587 251.622 106.965 474.800 340.584 134.216 687.136 551.958 135.178 918.822 742.084 176.738
GUERRERO 187.352 154.066 33.286 222.234 162.807 59.427 275.954 226.821 49.133 377.847 296.062 81.785 501.725 426.159 75.566 651.149 542.720 108.429
HIDALGO 172.339 137.789 34.550 183.750 126.671 57.079 210.744 171.171 39.573 272.162 213.925 58.237 362.933 305.238 57.695 491.482 415.495 75.987
JALISCO 355.769 201.790 153.979 433.157 214.658 218.499 536.134 312.041 224.093 776.809 464.642 312.167 1.029.178 726.244 302.934 1.378.666 950.217 428.449
MÉXICO 283.226 217.949 65.277 342.997 216.241 126.756 624.250 453.109 171.141 1.281.270 900.940 380.330 1.876.545 1.467.827 408.718 2743.144 2.154.432 588.712
MICHOÁCAN 288.980 221.189 67.791 340.067 227.133 112.934 391.009 298.519 92.490 494.638 373.188 121.450 663.496 541.945 121.551 846.333 677.308 169.025
MORELOS 58.075 35.150 22.925 73.552 35.988 37.564 108.903 65.885 43.018 175.397 116.526 58.871 244.958 188.419 56.539 354.035 271.735 82.300
NAYARIT 61.833 45.355 16.478 71.598 48.164 23.434 96.444 72.296 24.148 132.440 100.736 31.704 168.451 139.240 29.211 219.181 175.494 43.687
NUEVO LEÓN 146.810 77.013 69.797 194.641 82.078 112.563 292.153 162.012 130.141 461.105 316.067 145.038 642.298 525.638 116.660 878.600 706.321 172.279
OAXACA 310.623 259.706 50.917 339.576 239.412 100.164 375.394 318.786 56.608 448.665 369.370 79.295 587.131 518.542 68.589 738.087 640.607 97.480
PUEBLA 343.595 251.014 92.581 368.785 225.916 142.869 443.321 321.824 121.497 589.485 412.605 176.880 772.461 604.115 168.346 1028.692 809.190 219.502
QUERÉTARO 60.098 40.681 19.417 68.190 40.908 27.282 80.870 61.562 19.308 120.503 93.045 27.458 193.434 161.344 32.090 295.143 242.962 52.181
QUINTANA ROO 5.542 4.074 1.468 9.836 6.411 3.425 15.316 11.672 3.644 44.440 32.513 11.927 102.859 75.925 26.934 210.482 143.119 67.363
SAN LUÍS POTOSÍ 170.354 121.571 48.783 192.553 121.541 71.012 216.461 163.143 53.318 283.031 212.422 70.609 379.336 307.483 71.853 489.828 399.915 89.913
SINALOA 119.980 81.667 38.313 132.095 76.635 55.460 206.750 155.814 50.936 319.834 254.638 65.196 422.242 357.414 64.828 572.816 474.949 97.867
SONORA 98.698 60.752 37.946 137.862 71.147 66.715 185.607 124.341 61.266 276.848 196.035 80.813 378.587 303.715 74.872 527.427 429.713 97.714
TABASCO 65.434 50.254 15.180 77.368 46.794 30.574 126.706 95.992 30.714 180.929 129.763 51.166 285.319 225.938 59.381 410.388 328.462 81.926
TAMAULIPAS 148.602 87.866 60.736 197.115 100.411 96.704 266.032 166.139 99.893 379.476 244.094 135.382 488.508 358.428 130.080 677.489 505.865 171.624
TLAXCALA 58.875 45.544 13.331 65.245 45.457 19.788 72.470 59.476 12.994 92.327 73.922 18.405 137.135 115.049 22.086 193.288 162.412 30.876
VERACRUZ 415.506 316.341 99.165 507.912 319.270 188.642 688.798 507.556 181.242 1.015.323 733.133 282.190 1.262.509 1.001.504 261.005 1597.311 1.272.046 325.265
YUCATÁN 111.180 76.720 34.460 117.475 69.241 48.234 129.642 101.651 27.991 200.966 161.174 39.792 273.958 236.685 37.273 371.242 313.418 57.824
ZACATECAS 131.322 90.314 41.008 148.463 96.067 52.396 152.923 117.074 35.849 184.132 144.925 39.207 238.779 195.231 43.548 298.217 239.182 59.035
Datos Complem 6.224 203 6.021 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Total Nacional 5.259.208 3.369.990 1.889.218 6.409.096 3.468.481 2.940.615 8.286.369 5.471.412 2.814.957 12.074.609 8.213.908 3.860.701 16.035.233 12486898 3.548.335 21.513.235 16.836.377 4.676.858
(1a) incluye viviendas rentadas y en otra situación
(1b) incluye viviendas rentadas. prestada o en otra situación y no propia no especificada
(1c) Incluye viviendas rentadas. prestada o en otra situación. no propia no especificada y tenencia no especificada
(2) No incluye los refugios. debido a que no se captaron características en esta clase de vivienda. Se excluyen además 136.341 "Viviendas sin información de ocupantes").
(3) Excluye. del total de viviendas existentes (a). los refugios (d) (debido a que no se captaron características en esta clase de vivienda. además de 425.724 viviendas sin información de ocupantes y del servicio exterior mexicano (e). y las viviendas colectivas (f)
Fte: 1950 y 1960: DGE; VII y VIII Censo General de Población;1970-2000: INEGI: IX. X. XI y XII Censo General de Población y Vivienda Tomado de: INEGI (1996). Tomado de Cien Años de Censos de Población. INEGI. Aguascalientes. México. México.
464
Cuadro 42: Distribución porcentual de vivienda propia y no propia por Entidad Federativa, 1950-2000
1950 1960 1970 1980 1990 2000
Entidad federativa
total de % % no total de % % no total de % % no total de % % no total de % % no total de % % no
viviendas prop./total prop./total viviendas prop./total prop./total viviendas prop./total prop./total viviendas prop./total prop./total viviendas prop./total prop./total viviendas prop./total prop./total
AGUASCALIENTES 38.116 54,51 45,49 42.152 50,44 49,56 52.722 58,79 41,21 84.353 61,96 38,04 130.709 73,55 26,45 199398 75,33 24,67
BAJA CALIFORNIA 48.472 52,07 47,93 98.889 45,41 54,59 155.859 58,35 41,65 240.825 58,77 41,23 373.898 69,59 30,41 559402 71,92 28,08
BAJA CALIF. SUR 10.629 63,25 36,75 14.429 56,35 43,65 21.246 71,41 28,59 40.014 72,36 27,64 68.694 77,16 22,84 104341 74,93 25,07
CAMPECHE 25.072 65,69 34,31 30.648 56,88 43,12 42.296 74,54 25,46 76.309 77,61 22,39 110.366 82,50 17,50 156125 83,06 16,94
COAHUILA 141.282 50,90 49,10 165.130 46,24 53,76 186.001 59,07 40,93 284.170 65,24 34,76 408.495 75,98 24,02 539169 77,94 22,06
COLIMA 24.988 59,00 41,00 30.949 50,64 49,36 41.840 59,96 40,04 64.848 63,33 36,67 90.263 72,29 27,71 124714 71,22 28,78
CHIAPAS 182.721 75,95 24,05 226.075 68,25 31,75 275.437 77,57 22,43 373.543 74,85 25,15 597.724 83,50 16,50 778845 82,75 17,25
CHIHUAHUA 167.487 54,73 45,27 226.885 48,12 51,88 287.499 59,13 40,87 393.394 67,35 32,65 540.922 77,75 22,25 733379 77,54 22,46
DISTRITO FED. 626.262 25,44 74,56 902.083 20,85 79,15 1.219.419 37,53 62,47 1.754.727 48,01 51,99 1.799.410 65,19 34,81 2103752 70,80 29,20
DURANGO 120.252 66,05 33,95 135.404 61,02 38,98 149.582 72,19 27,81 199.397 75,15 24,85 263.191 83,20 16,80 322288 82,75 17,25
GUANAJUATO 273.510 61,40 38,60 311.981 56,92 43,08 358.587 70,17 29,83 477.826 71,73 28,27 701.247 80,33 19,67 918822 80,76 19,24
GUERRERO 187.352 82,23 17,77 222.234 73,26 26,74 275.954 82,2 17,8 381.657 78,35 21,65 512.445 84,94 15,06 651149 83,35 16,65
HIDALGO 172.339 79,95 20,05 183.750 68,94 31,06 210.744 81,22 18,78 274.018 78,60 21,40 367.400 84,10 15,90 491482 84,54 15,46
JALISCO 355.769 56,72 43,28 433.157 49,56 50,44 536.134 58,2 41,8 780.596 59,81 40,19 1.044.185 70,57 29,43 1.378.666 68,92 31,08
MÉXICO 283.226 76,95 23,05 342.997 63,04 36,96 624.250 72,58 27,42 1.289.093 70,32 29,68 1.883.098 78,22 21,78 2743144 78,54 21,46
MICHOACÁN 288.980 76,54 23,46 340.067 66,79 33,21 391.009 76,35 23,65 497.364 75,45 24,55 677.141 81,68 18,32 846333 80,03 19,97
MORELOS 58.075 60,53 39,47 73.552 48,93 51,07 108.903 60,5 39,5 177.014 66,44 33,56 246.373 76,92 23,08 354035 76,75 23,25
NAYARIT 61.833 73,35 26,65 71.598 67,27 32,73 96.444 74,96 25,04 133.080 76,06 23,94 171.855 82,66 17,34 219181 80,07 19,93
NUEVO LEÓN 146.810 52,46 47,54 194.641 42,17 57,83 292.153 55,45 44,55 462.774 68,55 31,45 647.367 81,84 18,16 878600 80,39 19,61
OAXACA 310.623 83,61 16,39 339.576 70,5 29,5 375.394 84,92 15,08 451.577 82,33 17,67 589.295 88,32 11,68 738087 86,79 13,21
PUEBLA 343.595 73,06 26,94 368.785 61,26 38,74 443.321 72,59 27,41 592.156 69,99 30,01 775.525 78,21 21,79 1028692 78,66 21,34
QUERÉTARO 60.098 67,69 32,31 68.190 59,99 40,01 80.870 76,12 23,88 121.025 77,21 22,79 195.569 83,41 16,59 295143 82,32 17,68
QUINTANA ROO 5.542 73,51 26,49 9.836 65,18 34,82 15.316 76,21 23,79 44.977 73,16 26,84 106.094 73,81 26,19 210482 68,00 32,00
SAN LUÍS POTOSÍ 170.354 71,36 28,64 192.553 63,12 36,88 216.461 75,37 24,63 284.343 75,05 24,95 382.035 81,06 18,94 489828 81,64 18,36
SINALOA 119.980 68,07 31,93 132.095 58,02 41,98 206.750 75,36 24,64 321.844 79,62 20,38 426.257 84,65 15,35 572816 82,91 17,09
SONORA 98.698 61,55 38,45 137.862 51,61 48,39 185.607 66,99 33,01 278.409 70,81 29,19 383.290 80,22 19,78 527427 81,47 18,53
TABASCO 65.434 76,80 23,20 77.368 60,48 39,52 126.706 75,76 24,24 182.219 71,72 28,28 286.693 79,19 20,81 410388 80,04 19,96
TAMAULIPAS 148.602 59,13 40,87 197.115 50,94 49,06 266.032 62,45 37,55 381.385 64,32 35,68 494.454 73,37 26,63 677489 74,67 25,33
TLAXCALA 58.875 77,36 22,64 65.245 69,67 30,33 72.470 82,07 17,93 92.955 80,07 19,93 137.412 83,89 16,11 193288 84,03 15,97
VERACRUZ 415.506 76,13 23,87 507.912 62,86 37,14 688.798 73,69 26,31 1.020.276 72,21 27,79 1.271.457 79,33 20,67 1597311 79,64 20,36
YUCATÁN 111.180 69,01 30,99 117.475 58,94 41,06 129.642 78,41 21,59 201.746 80,20 19,80 275.231 86,39 13,61 371242 84,42 15,58
ZACATECAS 131.322 68,77 31,23 148.463 64,71 35,29 152.923 76,56 23,44 184.641 78,71 21,29 239.707 81,76 18,24 298217 80,20 19,80
Datos
6.224 3,26 96,74 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Complementarios
Total Nacional 5.259.208 64,08 35,92 6.409.096 54,12 45,88 8.286.369 66,03 33,97 12.142.555 68,03 31,97 16.197.802 77,87 22,13 21.513.235 78,26 21,74
Fte: Elaboración propia con base en: 1950 y 1960: DGE; VII y VIII Censo General de Población;1970-2000: INEGI: IX. X. XI y XII Censo General de Población y Vivienda Tomado de: INEGI (1996). Tomado de Cien Años de Censos de Población. INEGI. Aguascalientes. México. México

465
Da la impresión, de que a pesar de que la vivienda en renta presenta una franca

disminución en el conjunto de la realidad nacional, con una reducción constante de su

peso relativo en los últimos cuarenta años del siglo XX, y de que en entidades en donde

se ubican grandes regiones metropolitanas como la ciudad de México y Monterrey ha

visto disminuir su importancia muy debajo de lo que se ha visto en el resto del país, este

régimen de tenencia tiene aún una presencia notable en aquellas regiones en las que los

flujos migratorios resultan particularmente importantes para su crecimiento demográfico y

urbano (zonas fronterizas y turísticas por ejemplo).

Esto es particularmente relevante si consideramos, como lo sugiere René Coulomb (2006:

123 y 124), que un incremento de la movilidad en los flujos migratorios o un aumento en el

número de entidades que capten nuevos flujos provenientes de regiones metropolitanas

en proceso estabilización (como parece ser el de la ciudad de México), o por el desarrollo

de enclaves económicos (turísticos o industriales), puedan impulsar la reaparición de este

tipo de alojamiento en regiones y ciudades en las que su importancia ha visto reducirse en

las últimas décadas.

Como sea que se dibuje el futuro, lo que sin duda es relevante para este trabajo, es el

hecho de que la vivienda en alquiler, si bien tendió a disminuir su presencia en la segunda

mitad del siglo XX, muy probablemente llegó a representar, en las primeras tres décadas

de la posrevolución, más de la mitad de la vivienda en el país, y después de los años

sesenta entre un 45% y la quinta parte de los alojamientos existentes conservando aún

hoy en el país una importancia significativa, particularmente en los últimos años.

En efecto, aunque su producción ha disminuido en términos relativos en poco más del

50% entre los años sesenta y el año 2000, observó una recuperación significativa en la

466
última década del siglo XX, cuando, exceptuando el Distrito Federal, todos los estados del

país mostraron un crecimiento en términos absolutos de las viviendas en renta (ver

Cuadro 41)146, que en conjunto representó más de un millón que se añadieron a las ya

existentes. Este aumento fue particularmente importante en la mitad de las entidades

federativas en donde este parque habitacional creció en 40% con respecto al que ya

había en la década anterior, y en cerca de dos tercios de ellas fue superior a la media

nacional (ver Cuadro 42).

Cuadro 43: Evolución de la presencia de la vivienda en


alquiler, 1990-2000
Incremento
Entidad 1990 2000
1990-2000
Federativa No de viviendas No de viviendas en
%
en alquiler alquiler
AGUASCALIENTES 34.350 49.194 43,21
BAJA CALIFORNIA 110.301 157.077 42,41
BAJA CALIF. SUR 15.369 26.154 70,17
CAMPECHE 18.879 26.452 40,11
COAHUILA 97.196 118.963 22,39
COLIMA 24.562 35.889 46,12
CHIAPAS 98.035 134.388 37,08
CHIHUAHUA 117.864 164.719 39,75
DISTRITO FED. 622.786 614.258 -1,37
DURANGO 44.056 55.588 26,18
GUANAJUATO 135.178 176.738 30,74
GUERRERO 75.566 108.429 43,49
HIDALGO 57.695 75.987 31,70
JALISCO 302.934 428.449 41,43
MÉXICO 408.718 588.712 44,04
MICHOACÁN 121.551 169.025 39,06
MORELOS 56.539 82.300 45,56
NAYARIT 29.211 43.687 49,56
NUEVO LEÓN 116.660 172.279 47,68
OAXACA 68.589 97.480 42,12
PUEBLA 168.346 219.502 30,39
QUERÉTARO 32.090 52.181 62,61
QUINTANA ROO 26.934 67.363 150,10
SAN LUÍS POTOSÍ 71.853 89.913 25,13
SINALOA 64.828 97.867 50,96
SONORA 74.872 97.714 30,51
TABASCO 59.381 81.926 37,97
TAMAULIPAS 130.080 171.624 31,94
TLAXCALA 22.086 30.876 39,80
VERACRUZ 261.005 325.265 24,62
YUCATÁN 37.273 57.824 55,14
ZACATECAS 43.548 59.035 35,56
Total Nacional 3.548.335 4.676.858 31,80
Fte: Cuadro 41

146
Particularmente significativo es el caso de los estados de Quintana Roo, Querétaro y Baja California Sur, en donde este
crecimiento fue de más del doble que el comportamiento promedio del país con 70,12%, 62,61% y 150,1% respectivamente.

467
A este régimen de alojamiento, en las últimas cuatro décadas del siglo XX aún acudieron

entre un tercio y una quinta parte de los habitantes del país, aunque con un claro

descenso de su importancia con respecto a otras opciones para acceder a una vivienda,

particularmente de las que se abren a través de los programas públicos de financiamiento

de vivienda social, y por medio de los llamados asentamientos irregulares.

A pesar de esto, es significativo que en la última década censal, la presencia de vivienda

en arrendamiento apenas disminuyó en un punto porcentual, casi una décima parte de lo

que venía observando en las décadas anteriores, ubicándose en los últimos veinte años

en torno al 22% del parque habitacional, es decir que hay indicios de que en los próximos

años a este régimen de tenencia aún pueden acuden cerca de uno de cada cinco

habitantes del país.

1.1. El carácter homogéneo de la Política Inquilinaria

No obstante la importancia relativa que el alojamiento en alquiler aún tiene en la realidad

urbana en México, la política institucional dirigida a regular las condiciones en las que se

ofrece ha sido, entre las tres líneas de actuación de las políticas públicas en materia de

vivienda, la que menos soporte institucional ha tenido, y la que, en la actualidad, un mayor

vacío encuentra en la actuación gubernamental. Esto es así a pesar de que fue la primera

en ser atendida por los gobiernos provisionales durante la guerra civil y los primeros

gobiernos locales de la posrevolución, y aunque prácticamente fue la única que dispuso

de un marco legal que operó durante las primeras tres décadas de vigencia de la

Constitución General de 1917.

468
La regulación de las relaciones entre arrendatarios y arrendadores fue, sin duda, la

primera iniciativa gubernamental que se impulsó en México como paliativo para enfrentar

el problema habitacional de los la población urbana. Se desprende directamente de las

primeras manifestaciones de los arrendatarios en oposición a los incrementos en los

alquileres que se desataron apenas iniciada la Revolución Mexicana, y tiene sus primeras

manifestaciones institucionales en los ensayos de reglamentación, que se dieron en

diferentes partes del país, y se impulsaron por distintos grupos políticos durante la guerra

civil, pasando por los planes y programas que lo incluyeron dentro de sus postulados.

Sin embargo, a pesar de los distintos ensayos realizados en medio de la conflagración

revolucionaria, es sólo hasta 1917, el mismo año en el que se aprueba la Constitución

política vigente, cuando se impulsan en el país las primeras leyes inquilinarias que

regularían las relaciones entre casatenientes y arrendatarios.

A partir de entonces, ésta será una política de carácter predominantemente local, que se

impulsó sólo en algunas entidades del país, y que, salvo por los decretos de

“congelamiento de rentas” en el Distrito Federal, serán siempre iniciativas de los

gobiernos locales, y responderán a las coyunturas políticas y sociales que en cada

entidad se fueron manifestando, y muchas veces se pondrán en operación, incluso en

oposición a los grupos de interés locales y al apoyo que estos llegaron a tener de los

gobiernos centrales.

En este sentido, la política inquilinaria parece ser el instrumento de política social más

claramente empleado en la construcción de la representatividad de los gobiernos locales

ante la población urbana, tanto en oposición a un centralismo omnipresente, como en las

469
batallas que en los propios ámbitos regionales se desataron entre distintos grupos

políticos por alcanzar una representatividad política, e incluso entre éstos y las viejas

oligarquías locales.

Es, también, y tal vez por estas mismas razones, la política habitacional más errática y de

menor alcance nacional, y la única que con el tiempo fue perdiendo casi totalmente

vigencia, hasta quedar casi como un referente testimonial de las luchas inquilinarias,

remitida a unas cuantas leyes que aún perviven, y a algunas disposiciones en los Códigos

Civiles estatales que regulan las relaciones de arrendamiento de inmuebles,

desapareciendo, de manera casi total, de los grandes debates de la problemática

habitacional que se han dado en México desde los años 70, y al margen de las principales

iniciativas gubernamentales que se impulsaron desde entonces.

No obstante esta condición errática, y su paulatina pérdida de importancia (aunque no de

vigencia), la política inquilinaria fue, junto con la permisividad a la ocupación ilegal de

suelo, prácticamente el único mecanismo al que pudieron recurrir los sectores populares

urbanos durante más de 30 años para acceder, en condiciones más o menos razonables,

a una vivienda, es decir, hasta que se impulsaron en México las primeras políticas

institucionales de producción y financiamiento de vivienda social para los sectores

urbanos de bajos ingresos con la creación del Instituto Nacional de la Vivienda, y que

podríamos incluso extender hasta los años setenta cuando se creó INDECO, el

antecedente inmediato del FOHAPO actual.

Fue, en este sentido, durante casi medio siglo, uno de los tres pilares esenciales de la

política habitacional de los gobiernos posrevolucionarios, y es posible que inclusive haya

sido durante los años 20 y 30 la de mayor impacto social, y tal vez la que más claramente

470
(al menos en sus inicios), se empleó como un mecanismo de alianza entre los gobiernos

locales y la población urbana.

1.2. El desarrollo de la política inquilinaria en México

Más allá de los decretos promulgados de manera coyuntural entre 1910 y 1917 en

diferentes partes del país por las distintas fuerzas que se confrontaron durante la guerra

civil, es una iniciativa, impulsada por un gobierno estatal, la que marca el inicio la política

inquilinaria en México: la promulgación del decreto 634 por parte del General Salvador

Alvarado, cuando fue gobernador provisional del estado de Yucatán (apenas unos 20 días

antes de que se promulgara la Constitución General de la República de 1917), en el que

se decretaba la Ley de Inquilinato de Predios Urbanos del estado, reformada y ratificada

el 28 de julio de ese mismo año (Ruz Hernández, E. 2006: s/p).

Ésta es, se podría decir, la primera ley inquilinaria en el país, y es, también, la primera

iniciativa jurídica que rebasa el carácter provisional de los decretos que se impulsaron en

otras entidades a partir del decreto de control de alquileres emitido por Venustiano

Carranza en 1914, como jefe máximo del constitucionalismo. Sin embargo, parece

ubicarse en el mismo contexto de las iniciativas dirigidas a lograr el consenso y apoyo de

los pobladores urbanos, por un gobierno, como el de Alvarado, que se instaura por

nombramiento de Carranza a finales de la guerra civil, y que tiene como principal objetivo

lograr el apoyo local al ejército constitucionalista, en la lucha de facciones que lo

enfrentaba en contra del ejército y el gobierno de la Convención de Aguascalientes.

471
De hecho, tanto el decreto inquilinario de enero como el de julio de 1917, se ubican en un

conjunto amplio de iniciativas legales del gobierno yucateco, que en el transcurso de casi

3 años de administración (marzo de 1915 a septiembre de 1918), expide alrededor de 800

disposiciones, varias de ellas dirigidos a la reforma administrativa estatal, y otras más a la

educación y al trabajo (Ley del Trabajo del 15 de enero de 1915 y Código del Trabajo del

9 de agosto de 1917) (Ibid.).

Dentro de todas ellas, al igual que sucedió en el país entero, no se impulsa una reforma

urbana dirigida a modificar las condiciones de concentración de la propiedad raíz en las

ciudades del estado, y aunque se expide, además de la ley inquilinaria, la de expropiación

(19 de mayo de 1917), no hay indicios de que la aplicación de ninguna de las dos haya

afectado las condiciones que imperaban en la propiedad inmobiliaria urbana en el estado.

A estas iniciativas de Alvarado, siguiría otra ley (Ley de Inquilinato), que se promulgó más

de tres años después (noviembre de 1920), en el mismo estado de Yucatán, por el

gobernador Hircano Ayuso, en pleno apogeo del Partido Socialista del Sureste como

partido hegemónico en esta entidad, y en el marco de las luchas por el control de ese

organismo político entre el gobernador y Carrillo Puerto.

Al igual que lo ocurrido en 1917 en Yucatán, a finales de ese mismo año, otros dos

gobernadores, nombrados también por Carranza, como jefe de la facción armada

triunfante en la guerra civil, lanzan sendas iniciativas con objetivos similares aunque con

distintos resultados: en Veracruz, el General Cándido Aguilar, también gobernador

provisional constitucionalista, decreta una reforma al Código Civil, vigente desde el

régimen anterior, mientras en la ciudad de México, el también General César López de

Lara presenta, ante el Congreso local, un proyecto de Ley Inquilinaria (Méndez, R.: 27-

472
30), que es rechazada por el órgano legislativo, que representa aún los intereses

económicos dominantes del porfiriato147.

No hay indicios de que estas iniciativas tuvieran un efecto significativo en las condiciones

de los arrendatarios en estas dos entidades, pero los movimientos inquilinarios que se

desarrollaron cinco años después en el Distrito Federal y en el estado de Veracruz, y

sobre todo la posición de Carranza, siendo ya presidente constitucional, ordenando la

restitución de las propiedades urbanas incautadas durante el movimiento armado a sus

antiguos dueños (Berra, E., 1987: 388), dan elementos para pensar que la intención de

estas iniciativas no era promover un cambio de fondo en la cuestión inquilinaria, sino que

continuaban respondiendo a las condiciones coyunturales, en momentos en que era

importante un apoyo social de la población urbana para consolidar políticamente el triunfo

militar del constitucionalismo, sobre todo estando en puerta las elecciones que llevarían a

Carranza a la presidencia de la República.

De hecho, durante el gobierno constitucional de Venustiano Carranza la única iniciativa en

materia de arrendamiento fue precisamente la derogación del decreto de 1917 de

Cándido Aguilar en Veracruz, por considerar, el efímero gobernador provisional Antonio

Nava, “que habían desaparecido las causas que lo habían originado” (García M., O.,

1976: 46), con lo que, la cuestión inquilinaria, que había venido siendo abordado por los

distintos grupos en pugna, quedó marginada y más bien se emprendió de inmediato una

política de restitución de los derechos de propiedad.

147
En el proyecto de decreto del Distrito Federal se proponía que los alquileres se fijaran sobre la base del ½ porcentual
sobre el valor catastral, y se establecían condiciones mínimas de habitabilidad, esta iniciativa fue apoyada por la Liga de
Inquilinos y no prosperó ante el rechazo de los diputados locales.

473
Después de las iniciativas de Alvarado y de la emitida por Ayuso en Yucatán, los

siguientes pasos en la construcción de un marco jurídico sobre el tema, se llevaron a cabo

entre 1921 y 1922, en plena efervescencia inquilinaria que se extendía ya a tres de las

más importantes ciudades del país (Ciudad de México, Guadalajara y Veracruz). En el

transcurso de esos dos años, además del reglamento a la Ley de inquilinato promovida el

20 de enero de 1921 en Yucatán, se presentó ese mismo mes, pero ahora en Veracruz, la

propuesta, a la que ya nos hemos referido, de Ley inquilinaria por el gobernador Adalberto

Tejeda (Ortega A., M., 1986: 68), que a pesar de no ser aprobada por el Congreso local,

introduce en este estado la discusión sobre este asunto, que llevaría, al año siguiente, a la

aprobación de otra propuesta similar (Gill, M. 2003: 181 y 182).

En la inercia de estas iniciativas, también en 1921 se promulga en Campeche una ley del

Inquilinato (Méndez, R., A., 2001: 31), además de un decreto en el estado de Veracruz

sobre exención de impuestos a nuevas construcciones, destinado al impulso de la

edificación de vivienda para “clases medias y menesterosas” (Cf. Cruz Rodríguez, M. S.,

1994), y se discute, en Guadalajara, al interior del Congreso local la posibilidad de exigir a

los propietarios limitar el monto de los arrendamientos a no más del 10% anual sobre el

valor catastral de las fincas (periódico El Informador, 1 de diciembre de 1921, tomado de

Durand, J., 1989: 67 y 68), iniciativa que al parecer no trasciende.

Al año siguiente, además de la publicación del reglamento de la ley del Inquilinato del

estado de Yucatán, en este mismo estado se publica, en abril de 1922, una nueva ley

inquilinaria que sustituye a la promulgada por Ayuso dos años antes y al reglamento que

se derivó de ella el año anterior (Méndez R., A.: 31), mientras que, con el trasfondo de la

insurgencia de arrendatarios en el puerto jarocho, se aprueba finalmente la primera ley de

474
inquilinato del estado de Veracruz, mientras se propone al Congreso federal una ley

inquilinaria para la ciudad de México (Taibo II, 1983: 96).

Todas estas medidas, tanto las que prosperaron, como las que se quedan en el nivel de

iniciativas, se impulsan durante el gobierno de Álvaro Obregón como presidente de la

República, y hay indicios de que responden a las pugnas internas en todos esos estados

entre las elites políticas locales que se estaban conformando y que buscaban afianzar su

representatividad y, en cierta medida, su independencia con respecto del gobierno central.

Parecen ubicarse así, en la dinámica de consolidación de las fuerzas políticas locales,

que en el caso de Yucatán, Campeche y Veracruz se daban en torno a los grupos

reformistas que integraban los “gobiernos socialistas” del Golfo de México.

El movimiento inquilinario y la lucha hegemónica entre las elites políticas parecen así,

convertirse en estos años, en los factores fundamentales que determinaron la política

habitacional, respondiendo ésta a las necesidades de legitimación de los gobiernos

locales y a la construcción de alianzas con el gobierno central en las luchas por el poder

nacional, y convirtiéndose en un medio para contener la efervescencia social local, a la

que se reprimía o se apoyaba atendiendo a las coyunturas políticas locales o a los

requerimientos de las alianzas entre los distintos grupos políticos estatales y nacionales.

En estas condiciones, tanto las luchas inquilinarias, como la misma respuesta que los

gobiernos de los estados dieron a sus demandas, se movieron al ritmo de los

acontecimientos políticos del momento, postergando demandas y soluciones hasta que

las pugnas por el poder político nacional se solucionaran, y ya despejado el panorama los

tiempos fueran más propicios. Así, superadas la revuelta delahuertista y la sucesión

presidencial, que llevaron a un alineamiento de los grupos políticos regionales con el

475
gobierno central, y a que las pugnas locales se pospusieran en aras de la estabilidad

política nacional, en 1925 resurgen las movilizaciones inquilinarias en varios estados del

país, presentando condiciones similares a las que envolvieron los sucesos y las iniciativas

inquilinarias de tres años antes.

En ese año y el siguiente se impulsan, y se aprueban por los congresos locales de cuatro

estados, leyes inquilinarias; tres en 1925, en San Luís Potosí (29 de mayo),

Aguascalientes (30 de mayo) y Zacatecas (22 de diciembre), y una más en 1926 en el

estado de Nayarit (20 de junio). Excepto la primera, de la que hay claros indicios de

responder al enfrentamiento entre el gobernador Aureliano Manrique y el General

Saturnino Cedillo, por el control político del estado, las otras tres se ubican tanto en el

contexto territorial como en el de la crisis política que precedió la Guerra Cristera, que se

desarrolló ente 1926 y 1929148.

En el caso potosino, la ley inquilinaria de 1925, es sólo una de las reformas sociales a

través de las cuales se estableció la alianza entre gobierno y los grupos sociales urbanos

pero no fue la única, mientras que en los otros tres casos (Aguascalientes, Zacatecas y

Nayarit), en los que se promulgó una ley inquilinaria en estos años, el trasfondo del

conflicto político-religioso y la inestabilidad de los gobiernos locales parecen haber jugado

un papel importante en las iniciativas decretadas. En el caso de Aguascalientes hay

indicios de que la ley inquilinaria se da en el marco de la lucha por el poder entre la elite

revolucionaria emergente y la oligarquía local, opuesta a las iniciativas de reforma social

en el estado.

148
Ésta consistió en un conflicto armado, entre los gobiernos de Plutarco Elías Calles y su sucesor Emilio Portes Gil, y
milicias católicas que resintieron la aplicación de la llamada Ley Calles que, entre otras disposiciones, estableció la clausura
de escuelas religiosas y la expulsión de sacerdotes extranjeros, limitaba el número de sacerdotes y se les obligaba a éstos
a registrarse ante las autoridades municipales, para que éstas les otorgaran licencia para ejercer, limitando además la
enseñanza religiosa. Fue también una rebelión que fue aprovechada por la banca internacional y por las empresas
petroleras para presionar al gobierno callista a ceder a las condiciones que se pretendían en materia de la deuda externa, la
primera, y a la no retroactividad del artículo 27 constitucional en beneficio de las segundas (Meyer, Jean, 1973: 143 a 166).

476
El caso de Zacatecas parece similar al anterior, aquí la legislación inquilinaria se

impulsaría por un decreto publicado el 30 de diciembre de 1925, con la abierta oposición

de la oligarquía local que, por otra parte no parecía contar con el respaldo del gobierno de

la República (Flores Olague, J. s/p).

La ley inquilinaria zacatecana, se ubica precisamente en el enfrentamiento entre los

grupos cromistas ligados al gobierno de Calles, con los de poder económico locales. En

realidad, su contenido es bastante modesto en comparación, por ejemplo, con la ley

inquilinaria de Veracruz impulsada por Tejeda unos años antes, más que modificar

radicalmente las condiciones del inquilinato y limitar el margen especulativo de los

casatenientes, o incluso golpear a los propietarios locales en represalia por su oposición a

las políticas del gobierno federal, parece estar dirigida a enviar señales a los

arrendatarios, en un momento en el que la construcción de alianzas resultaba

fundamental para enfrentar a los sectores conservadores locales y el, al parecer,

inevitable estallido del conflicto cristero.

En el caso de Nayarit, por su parte, la promulgación de la ley inquilinaria el 30 de junio de

1926 (Méndez R., A.: 31), se inscribe en una crisis política incluso más aguda de las que

podían haberse observado en los años anteriores en Aguascalientes y Zacatecas, que

venía desarrollándose desde el primer gobierno constitucional del estado en 1918 y que

se extendería hasta 1926. En ese lapso se suceden 18 gobernadores en un escenario en

el que no dejan de observarse enfrentamientos entre los grupos políticos locales y

nacionales que buscan hacerse del papel hegemónico local.

477
A diferencia de lo que había sucedido en Yucatán, la ciudad de México y Veracruz, en

donde las primeras iniciativas de política inquilinarias parecen haber tenido su origen en

las pugnas entre los diferentes grupos emergidos de la guerra civil, en donde la vieja elite

política habían sido, si no eliminada, si desplazada de su papel político dominante; en el

centro occidente del país éstas iniciativas más bien parecen haber respondido al

enfrentamiento entre las viejas clases dominantes que habían pervivido y los nuevos

grupos políticos reformistas que buscaban consolidar su papel hegemónico,

enfrentamiento que se vio agudizado por el inicio de la guerra cristera y que llevó a que,

como en el caso de Nayarit, algunas de estas iniciativas fueran derogadas rápidamente149.

De hecho, durante el período de la guerra cristera (1926-1929), e incluso durante el resto

de los gobiernos del llamado Maximato150 (1928-1934), la política inquilinaria entró en una

aparente hibernación, que fue de la mano de la pérdida de representatividad de la CROM,

que limitó considerablemente los lazos de articulación entre el aparato estatal y las masas

obreras. De este aletargamiento, la política en materia de arrendamiento no resurgiría

sino al calor de las movilizaciones obreras y sociales que se desencadenarían durante el

gobierno de Lázaro Cárdenas, a la par de la reestructuración del movimiento obrero

organizado en torno al partido oficial, pero ahora de la mano de la CTM.

En este contexto, entre 1937 y 1939 se impulsa una nueva serie de iniciativas en materia

inquilinaria. En septiembre de 1937 se emite una nueva ley en el estado de Veracruz (que

como se ha señalado continúa vigente), que sustituyó a la que había impulsado el

gobierno de Adalberto Tejeda, en octubre de ese mismo año se emite la Ley del

149
Diez días antes de cumplir un año de vigencia, la ley inquilinaria del estado de Nayarit es derogada y la reglamentación
inquilinaria quedaría reducida a algunas disposiciones establecidas en el nuevo Código Civil del Estado (Méndez, R.: 31)
150
Período en el que, ya muerto Obregón, Plutarco Elías Calles se convertiría en la cabeza dominante de la vida política
nacional, con una enorme influencia en la toma de decisiones políticas y económicas del país, etapa que concluye
formalmente con la llegada de Lázaro Cárdenas al gobierno en 1934, aunque su completa exclusión del escenario político
nacional sólo se concretará con su extradición, en abril de 1936.

478
Inquilinato del estado de Tamaulipas, en 1938 se vuelve a promulgar una ley inquilinaria

en Nayarit, y en enero de 1939 otra en el estado de Sinaloa (ver Cuadro 44), la mayoría

de ellas enmarcadas en una nueva ola de protestas de arrendatarios en algunos de estos

estados (Méndez R., A.: 35 a 50), que llevarían a que, además de estas leyes, se

incorporaran en la década siguiente medidas de regulación en las relaciones de

arrendamiento en los Códigos Civiles en otros más.

A pesar de todas estas iniciativas, es significativo que en la política de masas del

cardenismo, que se basó en alianzas con el movimiento obrero y con el movimiento

campesino, y en general con las fuerzas políticas reformistas (Adame Cerón, M. A., 2001:

20-22), la cuestión habitacional no apareció como una línea fundamental en la política

social y, como veremos, más bien se canalizaría a través de una política de suelo que

impulsó la conformación de las llamadas colonias proletarias.

Las alianzas fundamentales del gobierno federal fueron, en este período, con obreros y

campesinos, que en la estructura corporativa del partido oficial, el PRM (sustituto del

PNR), conformaban la columna vertebral de la organización partidista y la base del

respaldo social del gobierno cardenista. El sector popular, y dentro del él los arrendatarios

urbanos, no aparece como uno de los componentes fundamentales de la sociedad civil

sobre la que el régimen buscaba construir su hegemonía.

En este contexto, la política inquilinaria durante el cardenismo más bien parece haber sido

una respuesta, que de manera coyuntural, se dio en algunos estados del país a las

demandas de los arrendatarios151, y que se impulsó, como de hecho lo venía haciendo

151
Sólo como ejemplo baste citar las huelgas en el pago de alquileres que se dieron en el puerto de Mazatlán, Sinaloa en
1935, y el que estalló en Tepic, Nayarit en 1938 que influirían en sendas iniciativas inquilinarias (Perló C., M., 1979: 791 y
792)

479
desde los años veinte, a través de los gobiernos estatales. La diferencia fue que ahora no

fueron resultado de las pugnas entre las elites políticas locales, sino más bien parece que

surgieron como una réplica de la línea de masas que se venía aplicando desde el

gobierno central.

Al final del gobierno de Lázaro Cárdenas, las diferentes coyunturas nacionales y locales

habían permitido que se pusiera en marcha, con más o menos continuidad, nueve leyes

inquilinarias en un igual número de estados, que representaban el 28% de todas las

entidades del país (ver Cuadro 44).

Cuadro 44: Estados con leyes inquilinarias


1917-1940

Estado Fecha de Promulgación


1ª 16 de enero de 1917
2ª 28 de julio de 1917
Yucatán 3ª 8 de enero de 1921
4ª 12 de abril de 1922
Campeche 24 de abril de 1921
1ª 1923
Veracruz 2ª 10 de septiembre de 1937
San Luís Potosí 29 de mayo de 1925
Aguascalientes 30 de mayo de 1925
Zacatecas 22 de diciembre de 1925
Nayarit 1ª 30 de junio de 1926
Tamaulipas 27 de octubre de 1937
Sinaloa 12 de enero de 1939
Fte: Méndez R., A.: 27-31 y 50, Ruz Hernández, s/p, y Grant W., G. 2005: s/p

Todavía, hacia los años 40, habría un último impulso a la política inquilinaria en el país

que partiría también de una coyuntura nacional y se resolvería igualmente a nivel local.

Teniendo como telón de fondo algunas de protestas por aumentos injustificados en los

alquileres en la ciudad de México, la Confederación Inquilinaria del Distrito Federal

promoviera la suspensión de alquileres en un 50% (Méndez, R., A.: 46).

480
Aparentemente, como respuesta, y contando con la justificación legal de la suspensión de

garantías constitucionales por la entrada de México a la 2ª guerra mundial, en esos años

se impulsaron varias medidas regulatorias, por una parte, la incorporación del tema del

inquilinato en los Códigos Civiles locales, varios de los cuales había sobrevivido desde el

porfiriato, y por otra los decretos de “congelamiento” de los alquileres.

1.2.1. La cuestión inquilinaria y los Códigos Civiles.

En realidad, a partir de la década de los años cuarenta, los Códigos Civiles serían el

mecanismo jurídico a través del cual se regularía el arrendamiento de fincas urbanas en la

mayor parte de los estados del país. Desde entonces, y en varios casos, como el de

Aguascalientes, Campeche, Nayarit, San Luís Potosí, Sinaloa, Tamaulipas, Yucatán y

Zacatecas, vendrían a sustituir a las leyes inquilinarias promulgadas durante las dos

décadas anteriores152.

Esta práctica fue inaugurada desde 1928, a finales del gobierno callista, con la

promulgación del Código Civil para el Distrito Federal (aplicable también a los territorios

de Baja California Sur y Quintana Roo), que incluía una serie de disposiciones

regulatorias para el alquiler de todo tipo de bienes, estableciendo el marco de derechos y

obligaciones de arrendadores y arrendatarios, y algunas disposiciones básicas para el

alquiler de fincas urbanas que, en general, correspondían con algunas de las demandas

de los movimientos inquilinarios de esos años (como eran las relativas a las condiciones

sanitarias de las viviendas, la obligatoriedad por parte de los propietarios de dar

mantenimiento los edificios, entre otras), aunque sin incorporar medidas que regularan el

monto de los alquileres.


152
De hecho, la única de entre ellas que perviviría sería la del estado de Veracruz (ver Cuadro 45)

481
Cuadro 45: Relación de Códigos Civiles y legislación inquilinaria en las distintas entidades
federativas 1917 a 2005

Códigos Civiles
Precedente de Códigos Civiles Entidades con Decreto
publicados después Disposiciones en
Entidad Códigos Civiles (CC) o Leyes de “congelamiento de
de la Constitución de materia de control de
Federativa (CC) o Leyes Inquilinarias (LI) alquileres”
1917 (fecha de alquileres
inquilinarias vigentes (año de promulgación)
publicación)
Ley de inquilinato de
Aguascalientes 1925
7 de diciembre de 1947 C.C. de 1947 1943
Baja California ND 22 julio de 1959 C.C. de 1972 1954
Cód Civ. del D:F del 26 de Incrementos máximos del
Baja Calif. Sur mayo de 1928
C.C- de 1996
10% sobre renta vigente
Ley de inquilinato de
Campeche 1921
13 de octubre de 1942 C.C. de 1942
Coahuila ND 6 de octubre de 1941 C.C. de 1999 1942
C.C. de 1954 y LI
Colima ND 25 de septiembre de 1954 de 2004 para casos
de desastre
Chiapas ND 2 de febrero de 1938 C.C. de 1938 1942
Chihuahua ND 11 de julio de 1942 C.C. de 1974
Incrementos máximos del
Distrito Federal ND 26 de mayo de 1928 C.C. de 1928
10% sobre renta vigente
1942
Durango ND 22 de enero de 1948 C.C. de 1948 1942
Guanajuato ND 14 de mayo de 1967 C.C- de 1967 1944
Incremento máximo igual al
Guerrero ND 15 de septiembre de 1937 C.C. de 1993
80% del aumento al SM
1944
1/12 y 2% mensual sobre
CC. de 29 de abril de
Hidalgo 1892
8 de octubre de 1940 C.C. de 1940 valor catastral de la
propiedad
12% anual sobre valor
Jalisco ND 6 de junio de 1933 C.C. de 1995 catastral de la propiedad o 1953
10% sobre el comercial
México ND 29 de diciembre de 1956 C.C. de 2002 1942
CC. de 14 de julio de L.I. del 24 de Incremento máximo igual al
Michoacán 1895
30 de julio de 1936
diciembre de 1984 70% del aumento al SM
Morelos ND 24 de febrero de 1946 C.C. de 1993
Ley de inquilinato de
Nayarit 1926
1 de julio de 1938 C.C. de 1993
CC. del 1 de mayo de
Nuevo León 1909
6 de julio de 1935 C.C. de 1935 1944
CC. de 18 de julio de 12% anual sobre valor
Oaxaca 1888
25 de noviembre de 1944 C.C. de 1944
catastral de la propiedad
Puebla 1 de enero de 1902 1 de junio de 1985 C.C- de 1985
Querétaro ND 29 de diciembre de 1950 C.C. de 1990
CC. del D:F del 26 de
Quintana Roo mayo de 1928
C.C. de 1980
Incremento o reducción
Ley de inquilinato de máximos del 25% sobre
San Luís Potosí 1925 18 de abril de 1946 C.C- de 1946
renta vigente y con
autorización judicial
CC. de 27 de septiembre
Sinaloa de 1904 y ley de 18 de junio de 1940 C.C. de 1940
inquilinato de 1939
Ley de inquilinato de
Sonora 1959
L.I. de 1959
C.C. del 9 de abril
Tabasco ND 24 de agosto de 1951
de 1997
Ley de inquilinato de C.C. del 10 de Incremento máximo igual al
Tamaulipas 1937
4 de octubre de 1961
enero de 1987 65% del aumento al SM
Tlaxcala ND 20 de octubre de 1976 C.C. de 1976
Ley de inquilinato de
Veracruz 1937
L.I. de 1937 1942
Ley de inquilinato del Incremento máximo igual al
Yucatán 1922
18 de diciembre de 1941 C.C. de 1993
100% del aumento al SM
Ley de inquilinato de Incremento máximo igual al
Zacatecas 1925
15 de febrero de 1965 C.C. de 1986
100% del aumento al SM
Nota: LI= Ley Inquiliniaria; CC= Código Civil; SM: Salario Mínimo
Fte: Para el Distrito Federal: Diario Oficial de la Federación; para Entidades Federativas: Diarios y Boletines Oficiales de cada entidad federativa

482
En la década de los años treinta, con el telón de fondo de las otras leyes inquilinarias

promulgadas en ese período, y con características muy similares al del Distrito Federal, se

promulgaron, en cuatro estados más, sendos Códigos Civiles que incluían disposiciones

sobre el arrendamiento de bienes y fincas urbanas, la mayor parte de ellos durante el

tiempo que Lázaro Cárdenas fue presidente de la República: el del estado de Jalisco de

1933, el de Nuevo león de 1935153, en Michoacán en 1936 y Nayarit en 1938.

En dos de ellos (Jalisco y Nuevo León), se ubicaban las dos aglomeraciones urbanas más

importantes del país, después del Distrito Federal, y también en dos (Jalisco y Nayarit), el

movimiento inquilinario había emergido en la última década como una fuerza social con

una presencia política significativa.

No sería, sin embargo, sino hasta la década de los cuarenta cuando este mecanismo

comenzaría a generalizarse en el resto del país. En ese periodo en al menos nueve de los

estados se publican Códigos Civiles que, siguiendo la pauta del decretado para la ciudad

de México (y en términos generales en las otras cuatro entidades), establecerían una

reglamentación para el alquiler de viviendas urbanas (ver Cuadro 45).

Para 1950, más de la mitad de las entidades federativas disponían de alguna

reglamentación en materia inquilinaria (incluyendo los territorios de Baja California Sur y

Quintana Roo), ya fuera a través de una ley dirigida ex profeso a regular ese tema, o

Códigos Civiles que incluían disposiciones al respecto. En las décadas posteriores se

introducirían en prácticamente todos los estados del país reglamentaciones similares en

sus respectivos Códigos Civiles, ya fuera como nuevas iniciativas o en sustitución de las

leyes inquilinarias precedentes: Tabasco (1951), Colima (1954), estado de México (1956),

153
En el estado de Nuevo León éste venía a sustituir el promulgado a finales del porfiriato en 1909

483
Baja California (1959), Tamaulipas (1961), Zacatecas (1965) y Puebla (hasta 1985) (ver

Cuadro 45).

Prácticamente en todas ellas, se reprodujeron, de una u otra forma, las disposiciones del

Código Civil para el Distrito Federal de 1928, estableciendo, además de las obligaciones

para arrendatarios y arrendadores, normas generales para el alquiler de de fincas

urbanas, los términos y las garantías para el pago de alquileres, la conservación de las

edificaciones, la regulación del derecho de tanto (o de preferencia por parte del inquilino

para adquirir la vivienda alquilada cuando ésta se vendiera), y en muy pocos casos

criterios para el establecimiento del monto de los alquileres o de sus incrementos.

En algunos casos, estas últimas disposiciones, que significaban, tal vez, la medida más

radical de control sobre prácticas especulativas, tendieron a restringir el precio de las

rentas de las viviendas a un cierto porcentaje con respecto al valor fiscal de las fincas, en

cierta medida respondiendo a las demandas inquilinarias de los años veinte (por ejemplo

en los Códigos de Hidalgo, Jalisco y Oaxaca); en otros sujetaron los aumentos de los

alquileres a un porcentaje del incremento de los salarios mínimos (como en los casos de

Tamaulipas y Zacatecas, y de la ley inquilinaria de Michoacán de 1984).

Sin embargo, en términos generales, las disposiciones reglamentarias no modificaron

sustancialmente las prácticas de los arrendadores y sólo ponían freno a las de corte

especulativo que fueron más agudamente cuestionadas por el movimiento inquilinario un

par de décadas antes (particularmente las referidas a la inversión en el mantenimiento de

las viviendas), incluso medidas que se presentaban como dirigidas al control de los

alquileres dejaban abiertos márgenes de beneficio que, como en el caso de Hidalgo,

permitían rendimientos anuales cercanos al 24% del valor de las fincas (ver Cuadro 45).

484
Ni siquiera iniciativas tardías, como es el caso de la ley de Michoacán de 1984, tendieron

a influir más allá de lo que los Códigos Civiles venían haciendo, y las medidas de control

de los incrementos fueron incluso menores a las que otras reglamentaciones

establecieron en la misma época (como, por ejemplo, el Código Civil de Tamaulipas de

1987).

1.2.2. El congelamiento de alquileres

En torno a los mismos años en los que se comienza a generalizar la reglamentación

inquilinaria a partir de los Códigos Civiles, se emite un conjunto de decretos que, en

distintos estados del país, establecían la prohibición de aumento de alquileres, éstos

fueron los llamados decretos de “congelamiento de rentas”.

A pocos días de haberse declarado el estado de guerra por la participación de México en

la segunda Guerra Mundial (22 de mayo de 1942), se inicia una intensa labor legislativa,

que llevó a que entre el 1º de junio de 1942 y el 24 de diciembre de 1944 se promovieran

decretos de congelamiento de alquileres en al menos 10 entidades del país, incluyendo

uno que expidió el gobierno de la República para el Distrito Federal, a los que casi una

década después se añadirían otros dos, para el estado de Jalisco (en 1953), y para el de

Baja California (en 1954) (ver Cuadro 46).

Junto con las leyes inquilinarias, los Códigos Civiles y los decretos de Congelamiento de

alquileres expedidas hasta ese momento, por lo menos 19 entidades del país disponían,

para finales de la década de los cuarenta, de algún instrumento jurídico que regulara el

485
inquilinato en México, en algunos casos operando simultáneamente una ley inquilinaria o

un Código Civil junto a un decreto de congelamiento de alquileres154.

Este es el momento que podríamos considerar culminante de la política inquilinaria en

México, y parece que responde no sólo a la coyuntura política y económica de la guerra

sino, sobre todo, a la importancia que adquirió el sector popular dentro del partido oficial

durante el gobierno de Ávila Camacho, personificado en la CNOP. Como se verá más

adelante, éste sector fue impulsado de manera importante, particularmente en el Distrito

Federal, por el propio gobierno local (que en ese tiempo era nombrado por el presidente

de la República), a través de una intensa política de organización de asociaciones de

pobladores de colonias proletarias, política a la que no parecen haber sido ajenos los

decretos de congelamiento de alquileres y los Códigos Civiles.

Cuadro 46: Entidades con decretos de


“congelamiento de rentas”
(en orden cronológico)
Estado Fecha de Promulgación
Estado de México 1º de junio de 1942
Veracruz 30 de junio de 1942
Distrito Federal 24 de julio de 1942
Coahuila 5 de agosto de 1942
Durango 13 de agosto de 1942
Chiapas 10 de diciembre de 1942
Aguascalientes 19 de diciembre de 1943
Guerrero 23 de junio de 1944
Nuevo León 8 de julio de 1944
Guanajuato 24 de diciembre de 1944
Jalisco 1953
Baja California 31 de mayo de 1954
Fte: Baja California: Boletín Oficial del Gobierno del Estado; Jalisco
http://pensiones.jalisco.gob.mx/hi_04.html; el resto de las entidades
federativas: Méndez R., A.: 46

154
Este fue el caso de los estados de Aguascalientes, Coahuila, Chiapas, Distrito Federal, Durango, Guerrero, Nuevo León
y Veracruz (ver Cuadro 46)

486
En efecto, aunque desde el Congreso económico de la CTM realizado en 1941, se había

reconocido a la vivienda como uno de los problemas más urgentes y se plantearon varias

iniciativas que no prosperaron155, fue la CNOP quien jugó, sin duda, un papel primordial

en la incorporación del tema inquilinario en la agenda del partido oficial, como uno de los

principales asuntos a tomar en cuenta para incorporar a este partido a los sectores

populares urbanos.

Desde su creación, en el Consejo General de esta confederación, el problema inquilinario

se planteó como uno de los más importantes por atender en la agenda del naciente

organismo (Méndez, R., A.: 48), y aunque es cierto que la mayor parte de los decretos de

congelamiento, se promulgaron meses antes de su creación, es muy probable que este

organismo estuviera detrás de las iniciativas de la mayor parte de los Códigos Civiles

emitidos por esos años, así como de los distintos decretos de congelamiento y de las

sucesivas prórrogas que se aprobaron para el Distrito Federal en 1946 y 1948, incluso

después de que en septiembre de 1945 quedó levantada la suspensión de garantías

constitucionales (y con ello la justificación que había dado pie a los decretos impulsados

desde 1942).

El congelamiento de alquileres permaneció, de hecho, al menos en el Distrito Federal, por

muchos años después, hasta que en 1992 fue derogado por el, entonces presidente,

Salinas de Gortari, es decir, operó por cerca de 50 años, siendo una bandera casi

permanente del sector popular del PRI, y nunca puesta en cuestionamiento hasta que

arribaron los gobiernos neoliberales a principios de los años 80. De aparecer como una

medida emergente, que enfrentó un problema real de especulación inmobiliaria y dirigida

155
Entre otras iniciativas propone la elaboración de un plan de construcción de vivienda popular y la necesidad de
establecer un régimen inquilinario “equitativo y humano” (Méndez R. A.: 44 y 45)

487
a beneficiar a inquilinos que pagaban bajos alquileres (menos de 300 pesos en el D.F.), el

congelamiento de rentas terminó por ser una bandera política en manos del partido oficial,

que no ofreció una alternativa viable, a largo plazo, al problema inquilinario.

Su pérdida paulatina de vigencia fue de la mano de la progresiva derogación de las leyes

inquilinarias, y de la sustitución de éstas por los apartados referidos al inquilinato que se

introdujeron en los Códigos Civiles, así como de un abandono, dentro de la política

institucional, de la cuestión inquilinaria, de hecho, desde que en 1947 se promulga la Ley

de Arrendamiento de Fincas Urbanas en el estado de Tabasco, pasando por una terna de

propuestas frustradas de ley inquilinaria para el Distrito Federal (1ª en 1945, 2ª en 1947 y

3ª en 1981) (Méndez R., A.: 50-72), y por un tardío decreto de congelamiento de

alquileres en Jalisco durante el gobierno de Agustín Yánez (1953), sólo se aprobaron la

Ley de Inquilinato de 1959 en Sonora, la de Michoacán en 1984 y una ley inquilinaria para

caso de desastres en Colima en 2004 (ver Cuadro 45).

El tema del inquilinato quedó, por último, prácticamente fuera de la agenda política

nacional con la creación de los fondos para la vivienda de los años setenta, es decir,

desde que el Estado participa masivamente en el financiamiento y producción

habitacional. A partir de entonces, fuera del estado de Puebla, en donde hasta 1985 se

decreta un nuevo Código Civil que incorpora el tema del arrendamiento (y que sustituía al

que había permanecido vigente desde 1902), de la Ley Inquilinaria del estado de

Michoacán (que en realidad no aporta prácticamente nada distinto a lo que ya incluían la

mayor parte de los Códigos Civiles vigentes en otras entidades), y de la excepcional (por

su aplicación más que por su carácter), Ley Inquilinaria para casos de desastre del estado

de Colima, todas las iniciativas emitidas significaron una actualización de los Códigos

488
Civiles decretados previamente, y con ellas se tendió a homogeneizar la reglamentación

inquilinaria en el país.

Este desplazamiento de la cuestión inquilinaria a una condición marginal de la política

pública, quedó prácticamente saldado con la derogación del decreto de congelamiento de

alquileres para la ciudad de México en 1992, iniciativa, al parecer, influida por el

argumento, muy difundido en el ambiente empresarial inmobiliario, de su carácter

disuasorio de la inversión privada en vivienda para arrendamiento (ver Barragán, J. I.: 67),

que como lo señala Coulomb parece tener poca sustentación científica (Coulomb, R.,

2006: 136).

Esta misma percepción parece estar detrás de una inercia que llevó a que, en todo el

país, casi una quinta parte de la población nacional haya quedado sujeta a las “libres”

fuerzas del mercado para acceder a una vivienda en alquiler, con una pobre

reglamentación sobre los derechos y obligaciones de arrendatarios y arrendadores, y

prácticamente sin inversión pública para la producción de este tipo de alojamiento.

2. La política de suelo como mecanismo de acceso a la

vivienda

Una segunda válvula de escape a la demanda de vivienda urbana en México, ante la

insuficiente participación pública y privada en su producción y financiamiento y ante una

progresiva reducción del parque disponible en arrendamiento, fue el mercado de suelo

informal, a través del cual se desarrolló la forma más común de producción habitacional

489
en prácticamente todas las ciudades del país: la llamada autoconstrucción o, tal vez más

preciso, el autofinanciamiento de vivienda, sujeta a un proceso de producción progresivo.

Reproduciendo un mecanismo de connivencia que ya existía entre los gobiernos liberales

y el capital inmobiliario, que se había venido practicando desde mediados del siglo XIX, y

que fue la vía a través de la cual la población de bajos ingresos había podido hacerse de

un predio para auto-financiar y auto-edificar su vivienda en las grandes ciudades del país,

desde los primeros años de la posrevolución se fue desarrollando una práctica

generalizada de fraccionamiento de predios rústicos en las periferias urbanas con bajos o

nulos servicios urbanos, hacia donde se fue dirigiendo la nueva (y creciente), población

rural que migró a las ciudades y no encontró cabida en las viviendas en alquiler de las

áreas centrales.

Esta práctica del capital inmobiliario fue acompañada por algunas iniciativas de los

primeros gobiernos de la posrevolución que durante la década de los años veinte, y

particularmente en las dos siguientes, comenzaron a tolerar, e incluso a promover, la

aparición de colonias populares como una vía de desfogue de la presión social, surgida

ante la escasa construcción de vivienda, por la falta de vivienda a bajo costo y por las

bajas condiciones de habitabilidad en las que se ofrecía el alojamiento en renta.

2.1. La política de suelo como brazo de la política habitacional

Dentro de las tres líneas a través de las cuales se ha llevado a cabo la política

habitacional del Estado mexicano desde la segunda década del siglo XX, tal vez la que ha

jugado un papel más determinante en la solución del problema habitacional y en la

490
conformación del espacio urbano en México, es la política de suelo urbano. Aunque

podemos decir que ésta inicia de la mano de las incipientes reformas sociales impulsadas

durante los primeros gobiernos de la posrevolución, en realidad tiene sus orígenes en una

inercia histórica que se había presentado desde antes de la aparición de un mercado

capitalista del suelo urbano en el país a mediados del siglo XIX, y que, como lo muestra

François Tomás, pudo haber tenido sus antecedentes en el mismo período colonial con la

tolerancia que hubo a la conformación de asentamientos de indios y mestizos en el

entorno de las áreas urbanas consolidadas, particularmente en la ciudad de México

(Tomas, F., 1997: 234).

Sin embargo, como lo señala este mismo autor (Ibíd.), lo que hoy llamamos

asentamientos irregulares son más bien resultado del proceso de urbanización capitalista,

que hoy se presenta en prácticamente todas las ciudades del país como resultado de un

largo proceso iniciado a través de las promociones inmobiliarias que, saltándose la exigua

reglamentación decimonónica, se desarrollaron intensamente, primero en la ciudad de

México y, después, a lo largo de un siglo se extendería a toda la realidad nacional,

llegando no sólo a las capitales estatales sino a prácticamente a todas las ciudades del

país, incluso a centros petroleros, siderúrgicos y a ciudades fronterizas, que se

conformaron y crecieron a lo largo del siglo XX (Nolasco, 1979).

Este proceso se desarrolló de la mano del emergente capital inmobiliario que encontró

una veta altamente redituable en el fraccionamiento de predios rústicos tanto a través de

urbanizaciones que incorporaban todos los servicios urbanos de la época para la

burguesía urbana que se desplazó a las periferias, como a través de la incorporación de

suelo a las áreas urbanas con nulos o muy escasos servicios, dirigidos a los segmentos

de la población media y de bajos ingresos que vieron en esta práctica la única vía para

491
hacerse de la propiedad de un alojamiento ante una vivienda en arrendamiento que se

ofrecía en las áreas centrales no sólo en condiciones materiales deplorables, sino en un

contexto carente de regulación y a muy alto precio.

La comercialización ilegal o irregular de suelo fue, así, la manera en la que, en parte, se

resolvió la demanda de vivienda durante la primera parte del capitalismo en México, y fue

el medio a través del que, en gran medida, se resolvería la falta, o insuficiencia, de los

instrumentos institucionales de financiamiento habitacional para los trabajadores y los

pobres urbanos después de la Revolución, llegando a convertirse, a partir de la segunda

mitad del siglo XX, en el principal mecanismo para acceder a un alojamiento propio y, con

el tiempo, en el subsidiario más importante de una insuficiente política financiera y de

producción de vivienda social.

Este carácter subsidiario lo adquirió desde los primeros años de la posrevolución en los

que se ensayó como una medida emergente para resolver el conflicto inquilinario, y se

consolidó como tal por más de treinta años sustituyendo casi por completo a los

mecanismo de producción de vivienda social, pasando más tarde a jugar un rol de tipo

complementario de las políticas financieras de vivienda que operaron a partir de los años

setenta. Así, habiendo emergido como una salida coyuntural al problema de los

arrendatarios, terminó por convertirse en la principal vía complementaria de la política

financiera de vivienda a través de la que se produjo la mayor parte de la vivienda en el

país.

Este mecanismo adquiriría, a lo largo de prácticamente tres cuartas partes del siglo XX un

doble rostro: por una parte se mostraría como una política corporativo-permisiva (muchas

veces con un carácter propiciatorio), sustentado en el fraccionamiento y venta ilegal de

492
suelo para los sectores pobres de la población urbana; por otra (y complementaria a la

anterior), se presentaría como un mecanismo institucional de regularización de esas

promociones por parte del gobierno federal, práctica a la que se sumaron más tarde los

gobiernos de las diferentes entidades federativas, a través de múltiples instrumentos de

regularización que se fundaron tanto en el seno de los propios gobiernos estatales como,

en menor medida, en los municipales.

2.1.1. Los antecedentes de la política de suelo

Hay varios ejemplos que ilustran el origen y el uso clientelar de la política de suelo en

México, y todos ellos tienen su origen precisamente al concluir la fase armada de la

guerra civil, en los momentos en los que las elites emergentes inician la construcción de

su legitimidad política y social. Estas iniciativas fueron, de hecho, el camino que siguieron

los primeros gobiernos que surgieron de la Constitución de 1917, y que ante la falta de

una política institucional de producción de vivienda para los pobres urbanos, impulsaron, a

través de la cesión gratuita o venta a bajo precio de suelo público la formación de lo que

más tarde se llamarían colonias proletarias, ciudades perdidas o asentamientos

irregulares.

Al igual que sucedió con la legislación inquilinaria, el primer ejemplo de una política de

suelo dirigida a la población urbana de bajos recursos provino de una iniciativa impulsada

en el estado de Yucatán, promovida por el primer gobierno proveniente del Partido

Socialista del Sureste, encabezado por Carlos Castro Morales (1918-1920), un dirigente

de este partido, de origen ferrocarrilero, que apenas iniciado su gobierno emite un decreto

(Decreto No. 82, del 22 de marzo de 1918), en el que se declara de utilidad pública la

fundación de la Colonia Obrera.

493
En la ciudad de México, cuatro ejemplos más ilustran esta práctica, pero ahí con

iniciativas impulsadas por el gobierno federal: las colonias Atlampa, Ex hipódromo de

Peralvillo, Postal y Federal. La primera de ellas se realizó a través de una cesión gratuita

de terrenos por Venustiano Carranza, durante su gobierno constitucional (1917-1920),

para la creación de una colonia al nor-poniente de la ciudad de México, ocupando

terrenos federales en torno a las espuelas de ferrocarril que daban acceso a las industrias

de esa zona (Collado H. Ma. del C, 1999: 202), la segunda fue la donación de terrenos

federales que realizó Álvaro Obregón en 1922, para fundar una colonia popular, en parte

de los terrenos que ocupaba el antiguo hipódromo (Jiménez M. J. H.: 208 a 215), casi al

mismo tiempo que reprimía los movimientos inquilinarios del puerto de Veracruz y de la

ciudad de México.

Las otras dos fueron las colonias Postal y Federal, fundadas en los siguientes dos

gobiernos posrevolucionarios. Una, aunque gestionada a finales del gobierno de Álvaro

Obregón en 1924, se desarrolló sólo hasta el primer año de gobierno de Plutarco E.

Calles, fue promovida por empleados públicos, particularmente de la Secretaría de

Gobernación (equivalente al ministerio del interior), a los que les fue vendido un predio

federal a bajo precio; la segunda promoción, realizada también en 1925, durante este

mismo gobierno, fue la Colonia Postal, creada para empleados del servicio de correos,

que al igual que la anterior ocupó terrenos públicos donados por el gobierno federal

(Jiménez M., J. H.: 209, 214 y 215; Berra, Stoppa: 127-134; y Collado H. Ma del C.: 15).

Junto con estas iniciativas, se desarrollaban otras, promovidas por los viejos

urbanizadores porfiristas, ahora asociados con personajes que aprovechaban las

relaciones que habían establecido con la nueva elite gobernante “revolucionaria”, en

494
sociedades que vinculaban recursos financieros con tráfico de influencias, tal y como lo

habían hecho esos mismos promotores inmobiliarios durante el antiguo régimen. Un claro

ejemplo de esto es el que describe Collado sobre la colonia Moctezuma, desarrollo

inmobiliario impulsado también en la capital del país (op. cit.: 13 y 14).

Ésta, dirigida a trabajadores de bajos ingresos, se construyó en terrenos que

originalmente pertenecían al ejército, ubicados precisamente en colindancia con la

Colonia Federal, y que fueron adquiridos por un promotor inmobiliario (Federico A. Luna),

a través de un préstamo otorgado por el mismo gobierno, y desarrollados en sociedad con

un miembro de una de las familias más notables de empresarios y desarrolladores

inmobiliarios del porfiriato, por cierto de origen norteamericano (Arturo Braniff).

Estos ejemplos devendrían en paradigmáticos de la política habitacional del Estado

mexicano, que a partir de entonces impulsaría una doble práctica, consistente, por una

parte, en la cesión o venta de suelo a bajo costo preferentemente a empleados públicos,

que se combinó, e incluso fue rápidamente desplazada, con una amplia tolerancia al

fraccionamiento de predios por parte de promotores privados y, décadas después, por

ejidatarios y comuneros, que no cubrían los requisitos establecidos por los nuevos

reglamentos de construcciones que comenzaron a aprobarse por esos años156 (Collado,

1999: 201 y 202).

La tolerancia al fraccionamiento irregular de predios abrió, así, una salida colateral a la

demanda social de vivienda, además de que favorecía a importantes sectores del capital

inmobiliario, a los que pronto se habían incorporado las nuevas elites gobernantes que no

156
Este es el caso por ejemplo de los decretados en la ciudad de México en 1920 y 1924, que sustituyeron al reglamento de
1903 y que, aunque en su momento significaron una innovación importante en la reglamentación urbana en México,
tampoco lograrían imponerse al uso habitual de la urbanización irregular.

495
parecían estar interesadas en afectar ni los intereses de un sector del capital en el que se

habían refugiado buena parte de los capitales durante la guerra civil, ni, por supuesto, los

suyos propios, pero por encima de esto, lo que parece haber privado detrás de esta

práctica gubernamental, fue la rentabilidad política que se podía obtener de esta válvula

de escape a la presión social en materia de vivienda,

Sobre la base de estas experiencias, la política habitacional tomaría un rumbo que,

perfilado desde los años 20, tendería a consolidarse y terminaría institucionalizándose en

las siguientes dos década, cuando durante el gobierno cardenista se consolida la venta

ilegal de suelo rústico de las periferias urbanas como la forma dominante para resolver las

necesidades de vivienda de los pobres urbanos, y durante el de Ávila Camacho se

instauran los primeros mecanismos institucionales que llevarían a la legalización

disfrazada de esta práctica.

2.1.2. Los primeros pasos de la política de suelo

Una vez superado el período del Maximato157, durante la década de los años 30 a los 40,

en un contexto de cierto resurgimiento del movimiento inquilinario, se impulsaría de

manera mucho más activa y generalizada que con los gobiernos anteriores la creación de

colonias proletarias158. A través de un reparto de predios urbanos que en el transcurso de

los gobiernos de Lázaro Cárdenas (1934-1940), y Ávila Camacho (1940-1946), permitió

157
Etapa que va del término del período presidencial de Calles (1928), al inicio del gobierno de Lázaro Cárdenas (1934),
caracterizada por el dominio y control político del primero sobre la política nacional, y su influencia determinante en los
presidentes en turno, que llevarían a que en un período de 6 años se sucedieran 3 presidentes: Emilio Portes Gil (1928-
1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934).
158
Según Perló (op. cit., 1979: 795), este término se refiere a un tipo de asentamiento reconocido (de manera implícita), por
las autoridades del Departamento del Distrito Federal, que no cumplían con los requisitos impuestos por la reglamentación
de 1924, como la introducción de servicios antes de la construcción y venta de casas, entre otros. Aunque esta
denominación comienza a utilizarse de manera generalizada desde los años 30, a partir de los 50 comenzarán a
denominarse de diversas formas. Para efectos de este trabajo se emplearán de manera indistinta los términos empleados
para referirse a este tipo de asentamientos en México: colonias proletarias, ciudades perdidas, asentamientos irregulares.

496
entregar, sólo en la ciudad de México, más de 50,000 lotes urbanos (Perló, 1979: 794),

cinco veces más que todas las viviendas producidas por el Instituto de Pensiones desde

su creación en 1925 hasta 1949.

La conformación de este tipo de asentamientos y su creación al margen de los

mecanismos reglamentarios, como hemos visto, no es un rasgo característico de este

período, lo que en cambio si parece serlo es la aparición de dos mecanismos de

actuación en los cuales queda de manifiesta la naturaleza propiciatoria de la intervención

gubernamental: uno que, en cierta forma, pone en evidencia la participación ex-ante del

Estado mediante la creación de las condiciones para que se desarrollen este tipo de

asentamientos; y otro que consiste en la instauración de mecanismos ex-post, que

llevarían a regularizar su estatus jurídico con una intervención directa por parte del

Estado.

El primero de estos, según Perló, se originó en una política deliberadamente favorable a

la aparición masiva de las llamadas colonias proletarias, con el apoyo, o al menos

tolerancia de acciones de invasión de las propiedades rústicas privadas, y el segundo se

desarrolló, en un primer momento, mediante la expropiación de tierras agrícolas159,

también privadas, su distribución a bajo precio o de manera gratuita a los colonos y su

posterior urbanización a través de la oficina de cooperación (Perló C., M., 1979: 799, y

1981: 275; y Azuela de la C., A. y Cruz R.: 114-130).

Ambas acciones estuvieron dirigidas a auspiciar la formación de este tipo de

asentamientos, en un proceso que aparecía, de manera implícita, como la contraparte

159
La Ley de Expropiación que permitió el desarrollo de esta política se publicó precisamente durante este mismo período
(DOF. 25 de Noviembre de 1936)

497
urbana de la reforma agraria, que además de dar una respuesta a las demandas

habitacionales de importantes segmentos de la población citadina, permitía incorporar a

los pobladores de estas colonias a las filas del emergente sector popular del naciente

PRM160.

En particular en el período cardenista, tal vez influido por una fuerte reactivación del

movimiento obrero, hubo fuertes presiones de pobladores urbanos en el Distrito Federal

que solicitaban suelo para la edificación de su vivienda, la salida gubernamental a éstas

consistió en una tolerancia a la invasión y fraccionamiento de terrenos, y la creación de un

organismo público (la oficina de Cooperación), encargado de introducir los servicios

urbanos e impulsar la conciliación de conflictos entre propietarios y colonos y, en algunos

casos, apoyar la formación de nuevas colonias a través de la expropiación de terrenos

privados y el reparto de lotes a los solicitantes (Ídem: 113).

A través de estos mecanismos fue posible establecer un mecanismo de control y

negociación clientelar entre los colonos y el gobierno de la ciudad de México, que

paulatinamente se extendería a todos los estados del país como una práctica

generalizada, convirtiéndose en una de las principales formas de enfrentar la incapacidad

estructural del Estado y del capital inmobiliario, para ofrecer vivienda barata a las grandes

masas de población urbana de bajos recursos, y en un instrumento que fortalecía las

relaciones políticas entre el gobierno y los pobladores de estas colonias. A partir de ella y

de la mano de la política inquilinaria se promocionó la formación de un sector popular en

el partido oficial, que unido a la organización campesina y obrera reforzaba el papel

político del Estado.

160
Como lo cita Perló (op. cit, 1979: 800), en 1939, a finales del gobierno cardenista ya existía al interiro de PRM un consejo
de colonos que agrupaba a un numero importante de colonias proletarias, entre ellas a varias de las reconocidas durante el
ese período.

498
2.1.3. La institucionalización de los asentamientos irregulares

Al concluir el gobierno de Cárdenas, y como contraparte a la ocupación ilegal del suelo, el

Estado creó otro mecanismo dirigido a resolver los problemas que surgieron en torno al

régimen de propiedad en los asentamientos irregulares, de esta manera, apareció la

regularización de la tenencia del suelo urbano, que de tener, como lo señala Azuela, una

carácter excepcional en este período, y en principio secundario con respecto a la dotación

de suelo, “se convirtió en uno de los ejes permanentes de la gestión urbana del Estado

Mexicano” (Azuela de la C., A. y Cruz R..: 221), y en una de las principales vías de

solución al problema de la vivienda.

Su origen parece haber estado en las acciones de expropiación que se dieron durante el

gobierno cardenista como un mecanismo de apoyo a la consolidación de la política de

colonias proletarias (Perló, 1979: 800), pero su consolidación institucional, y su manejo

político quedó definido sólo hasta la década de los años 40 durante el gobierno de Ávila

Camacho (Ídem: 221-225).

Durante éste (1940-1946), se continuó con la estrategia de fortalecer las relaciones

hegemónicas con los sectores campesino y obrero que se habían impuesto en el gobierno

cardenista a las que se añadió el sector popular, y se impulsaron iniciativas que llevaron a

un fortalecimiento del papel hegemónico del gobierno con respecto a ellos: a través de los

bancos Nacional de Crédito Agrícola y Nacional de Crédito Ejidal se aumentaron créditos

y al infraestructura rural en apoyo al sector campesino en respuesta a demandas del

sector obrero, se fundaron el IMSS, la Secretaría del Trabajo y la Procuraduría de la

Defensa del Trabajo (Azuela y Cruz: 114 y 115), y se dieron los primeros pasos en el

499
reconocimiento institucional de los asentamientos irregulares, como un medio para

integrar a los habitantes de éstos al recién creado sector popular del partido oficial.

En este tema, en particular, desde inicios de la década de los 40, en el Distrito Federal se

llevo a cabo un número importante de expropiaciones que estaban destinadas a

regularizar el régimen de propiedad de diversas colonias proletarias que se habían

conformado durante los primeros gobiernos posrevolucionarios, e incluso desde antes. En

los seis años de gobierno avilacamachista, se llegaron a expropiar en la ciudad de México

casi 500 hectáreas para la regularización de la propiedad en este tipo de colonias, la

mayor parte de ellas en propiedad privada, y sólo excepcionalmente en terrenos ejidales

(Azuela de la C., A., 1997: 222 y Azuela de la C. A. y Cruz R., M. S.: 117)161.

Durante ese período además se impulsó un mecanismo jurídico ideado por el regente de

la ciudad (Javier Rojo Gómez), a través del cual se permitió dar cierta legitimidad a las

colonias proletarias que habían resultado de una invasión de tierras, que además

permitiría incorporar a los pobladores a la CNOP, y con ello disminuir la fuerza relativa

que en el partido del gobierno tenían los sectores obrero y campesino, sobre los que el

expresidente Lázaro Cárdenas había tenido, y muy probablemente conservaba, gran

influencia.

Este instrumento fue el Reglamento de las Asociaciones Pro-Mejoramiento de Colonias

del Distrito Federal (DOF, 28 de marzo de 1941), a través del cual se facultaba al

gobierno de la ciudad, a través de la Dirección General de Gobernación (responsable de

161
En el caso de México existen dos modalidades de la propiedad de la tierra: la propiedad individual regida por el derecho
civil, y la propiedad de los núcleos agrarios (ejidos y comunidades), formada a partir de la reforma agraria, que tiene
connotaciones jurídicas y políticas muy distinta de la primera. En ese entonces casi todos los asentamientos irregulares de
las periferias urbanas se crearon en tierras de propiedad privada, que habían permanecido en manos de los antiguos y
nuevos terratenientes, pero a partir de los años 50 éstos comenzaron a surgir en ejidos y terrenos comunales (Azuela,
1997: 221, 222 y 224)

500
la política interna del Distrito Federal), para reconocer a un grupo de colonos por cada

colonia proletaria, a través del que se canalizaban las demandas de infraestructura y

servicios de los pobladores al gobierno capitalino, y se garantizaba de cierta forma el

reconocimiento gubernamental a la ocupación del suelo. Las autoridades, en

contrapartida, normalmente exigían la incorporación de la asociación de colonos, a la que

se le otorgaba el reconocimiento, a las filas del partido oficial (Azuela de la C., A., 1997:

223, y Azuela de la C. A. y Cruz R., M. S.: 119 y 120).

Las Asociaciones Pro-Mejoramiento fueron el mecanismo a través del cual el gobierno de

la ciudad otorgaba un reconocimiento implícito a las colonias proletarias, y constituía el

primer paso para obtener la introducción de servicios públicos, la posibilidad de gestionar

la expropiación de los terrenos que ocupaban y lograr la regularización jurídica de la

propiedad. Desde 1941, cuando fueron creadas las primeras asociaciones, este fue

prácticamente el único instrumento que otorgó ciertas garantías de “inafectabilidad” a los

pobladores de los asentamientos irregulares en la ciudad de México, hasta que fueron

sustituidos en 1972 por una nueva forma de representación de los habitantes del Distrito

Federal (DF), las juntas de vecinos (Azuela de la C. A. y Cruz R., M. S.: 126).

Desde que concluye el gobierno de Ávila Camacho, hasta finales de los años sesenta, la

práctica de la expropiación, como mecanismo para dotar de predios a los pobladores

pobres de la ciudad de México prácticamente desapareció (Azuela de la C., A., 1997: 223

y 224), lo cual no impidió que hubiera, tanto a nivel federal como local, una clara

tolerancia al desarrollo de fraccionamientos irregulares, tanto en terrenos de propiedad

privada, como, y de manera creciente, en los de propiedad ejidal y comunal.

501
Durante todo ese tiempo, y con el reglamento de Asociaciones Pro-Mejoras, como única

vía de reconocimiento “legal” (limitada a la capital del país), la cuestión de la ocupación

irregular del suelo en la ciudad de México, y la conformación de colonias populares,

adquirió en definitiva un cariz eminentemente político, y los medios para su atención

tuvieron un carácter de instrumentos de control e integración de los pobladores de

asentamientos irregulares al aparato político del Estado. A partir de entonces, y ante la

inexistencia de una política habitacional institucional para los sectores populares urbanos,

el fenómeno de irregularidad se extendería por toda la realidad urbana del país en

magnitudes y con un nivel de generalización162, que hacen suponer que el manejo político

y clientelar que se hizo de la fundación y regularización de las colonias proletarias en la

ciudad de México se reprodujo, junto con la irregularidad, hacia otras entidades del país,

convirtiéndola en una práctica generalizada por parte de los gobiernos locales.

Cuando en los años setenta inicia, por fin, una política tendiente a solucionar el problema

de irregularidad de la tenencia de la tierra y de aparición de asentamientos ilegales, el

fenómeno había alcanzado ya, sin duda, niveles nacionales. Un reflejo de esto es el

hecho de que a la creación del organismo de regularización de la tenencia de la tierra en

ejidos y terrenos comunales, por parte del gobierno federal, siguieron casi de inmediato la

creación de organismos locales, que se dieron a la tarea de regularizar la tenencia de la

tierra en predios de propiedad privada. A partir de entonces será éste un eje fundamental

de la política urbana en México y, en buena medida, de la política habitacional.

162
Aunque no disponemos de datos estadísticos que permitan dimensionar este problema a nivel nacional, las magnitudes y
ritmos de expansión urbana que buena parte de las capitales del país experimentaron a partir de entonces, parecen ilustrar
el nivel de generalización de este fenómeno y el grado al que había llegado en los años setenta.

502
2.2. La instrumentación de la política de suelo

Casi en paralelo con la creación de los instrumentos financieros que serían la base de la

intervención federal en la construcción de vivienda social, se instauran los mecanismos

que perfilarán la política pública en materia de asentamientos irregulares, y que

corresponderían con las dos direcciones que, en los hechos, habían venido teniendo las

iniciativas públicas desde los años treinta: la intervención en el mercado inmobiliario a

través de reservas suelo público, y la regularización de la propiedad del suelo urbano.

Aunque la primera iniciativa en estas dos direcciones fue la creación del Instituto Nacional

para el Desarrollo de la Comunidad Rural y de la Vivienda Popular (INDECO) en 1971,

que fue el organismo que además de encargarse de la política habitacional para la

población de bajos ingresos, fue responsable del primer programa público de

administración de una bolsa de suelo para la producción de vivienda social, no fue sino

hasta la creación de la Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra

(CORETT), que estas dos líneas de actuación quedan claramente articuladas

conformando parte de una sola política de intervención del Estado mexicano.

Hasta la creación del INDECO, la política de suelo había tenido un carácter reactivo, se

había limitado a una intervención puntual del Estado en la atención de asentamientos

irregulares relativamente consolidados, por lo general, a través de negociaciones entre los

propietarios originarios de suelo y los ocupantes ilegales, ya fueran invasores o

copartícipes de las ventas ilegal de suelo, estableciendo, para cada caso, mecanismos de

conciliación que permitiera resolver las condiciones de propiedad de los predios en

cuestión, sin que esto hubiera implicado, necesariamente, la asignación de suelo público

ni la expropiación de estos terrenos.

503
Las ventas a bajo precio o donación que se habían realizado hasta entonces, como fue el

caso de las promociones de las colonias Federal y Postal en la ciudad de México, o la

Colonia Obrera en Guadalajara, se habían realizado sobre suelo de propiedad pública,

mientras que la expropiación sólo se había empleado como un recurso extremo para

resolver aquellos casos en los que la conciliación había resultado insuficiente, sin que se

hubieran emprendido iniciativas para conformar una reserva de suelo que “compitiera” con

el mercado inmobiliario.

INDECO, en este sentido fue una iniciativa novedosa, que buscaba ser preventiva, y que

integró la producción de vivienda con la regularización de la propiedad y la administración

de suelo público, sin embargo el verdadero desarrollo de esta línea de actuación vendría

con la reforma que llevó a la creación de la Comisión para la Regularización de la

Tenencia de la Tierra, que progresivamente tendió a desplazar a INDECO, primero, y a

FONHAPO, después, como principal administrador de suelo público para el desarrollo de

vivienda social.

Los orígenes de esta iniciativa estuvieron en 1970 con la creación del Programa Nacional

de Regularización de Zonas Urbanas (PRONARZUE), destinado a regularizar la tenencia

de la tierra ejidal y comunal ocupada por asentamientos humanos irregulares, el cual

estaría coordinado por el organismo responsable de la política agraria, el Departamento

de Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC) y por el Fondo Nacional de Fomento Ejidal

(FONAFE), un fideicomiso administrador de los fondos comunes ejidales163.

163
Éstos son unos fondos establecido en el Código Agrario de 1942, que se formaban a partir de los recursos financieros
comunes, de las comunidades ejidales, provenientes de la explotación de terrenos colectivos y de la indemnización por
expropiación de tierras (arts. 157 y 142)

504
Este programa, sin embargo tuvo una corta duración y fue sustituido en 1973 por el

Comité (un año después convertido en Comisión), para la Regularización de la Tenencia

de la Tierra (CORETT), que estaría integrado a la estructura organizativa del DAAC y

articularía, como en anterior programa, con el FONAFE, pero ahora incorporando,

además, a INDECO, como organismo encargado de la política habitacional para los

sectores populares, que en un principio fue el beneficiario de las expropiaciones de tierra

ejidal y comunal (DOF, 1971; 1973, y 1974).

La creación de la CORETT era, en realidad, el segundo paso eslabonado en el intento del

gobierno federal por intervenir en la regularización de los asentamientos humanos que,

desde los años 50, se venían desarrollando en buena parte de las áreas ejidales y

comunales que envolvían, ya para entonces, a buena parte de las áreas urbanas

consolidadas del país.

Dos años antes, se había publicado la Ley Federal de Reforma Agraria (DOF, 1971), que

venía a sustituir el Código Agrario de 1942, en la que se estableció que los poblados

ejidales deberían tener un Fundo Legal y una zona de urbanización (Cap. III, Arts 90 y

92), que se asignaba a través de un certificado de derecho a solar urbano firmado por el

propio presidente de la República (Azuela de la C., A., 1997: 225). Esta disposición,

llenaba un vacío, que había llevado a cerrar los ojos al proceso de formación de áreas

urbanas en terrenos ejidales desde hacía más de 20 años, pero también abría paso a la

urbanización progresiva de los ejidos y terrenos comunales que colindaban con las áreas

urbanas, a través de su comercialización ilegal.

Y este proceso no tardaría, sólo como ejemplo baste citar que para 1979, a sólo 8 años

de que se había promulgado la Ley Federal de Reforma Agraria y a 6 de que se hubiera

505
creado CORETT, el 91% de los ejidos que rodeaban la ciudad de México habían iniciado

el trámite ante la Nueva Secretaría de la Reforma Agraria (SRA), para la constitución de

una zona urbana. Pronto las zonas de urbanización en ejidos y comunidades, y los

certificados de derecho a solar urbano fueron utilizados como una forma oculta de

regularización de la tenencia de la tierra para fraccionamientos surgidos de promociones

inmobiliarias ilegales (Azuela de la C., A., 1997: 224 y 225), y también pronto éste sería

un mecanismo empleado de manera frecuente para incorporar enormes cantidades de

suelo ejidal y comunal al proceso de urbanización.

La legislación agraria, y los instrumentos para operarla fueron, así, los mecanismos de los

que se valdría el Estado mexicano para enfrentar no sólo la regularización de la propiedad

de las nuevas áreas que se incorporaron a las ciudades sino para intervenir en el

mercado de suelo, y a través de él construir una alternativa a la insuficiencia de la política

financiera de vivienda social.

2.2.1. El origen agrario de la irregularidad urbana

Aquí cabría una pregunta, cuya respuesta permite aclarar uno de los rasgos

fundamentales de la política de suelo en México ¿Por qué las políticas de regularización y

de conformación de reservas de suelo se fincaron en la legislación agraria, y por qué era

necesario un organismo vinculado con la autoridad agraria para enfrentar el problema de

la regularización de la tenencia de la tierra ejidal y comunal en las áreas urbanas?. La

respuesta a esta interrogante está en el origen mismo del ejido y en las condiciones

históricas en las que se creó esta peculiar figura de propiedad de la tierra rural en México.

506
La formación de ejidos o comunidades, a partir del reparto agrario consagrado en la

Constitución de 1917, consistió en una entrega en usufructo de terrenos que permanecían

como propiedad de la nación y se entregaban, por concesión, a una corporación civil: el

ejido o la comunidad, que son entidades dotadas de personalidad jurídica, asamblea de

socios y autoridades representativas (asamblea generales, y comisariado ejidal o de

bienes comunales164, y consejo de vigilancia [LFRA, Art. 22]), que son también la

autoridad pública encargada de vigilar el cumplimiento de la concesión165.

La necesaria presencia de la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA), en las asambleas y

deliberaciones ejidales, e incluso la obligatoriedad de que la convocatoria a la asamblea

ejidal la realizaran las dependencias agrarias del gobierno, y ésta se validara por la

presencia de funcionarios públicos, creó una subordinación formal y jurídica del ejido al

presidente de la República, lo que llevó en los hechos a que éste concediera poderes

extraordinarios a los ejidos ante la imposibilidad de vigilar y controlar a los millones de

ejidatarios que habían aparecido en el país166.

Esto derivó en una política de tolerancia al arrendamiento y venta de parcelas entre

ejidatarios y sus descendientes, así como la herencia fragmentada de parcelas ejidales, lo

que agudizó el fenómeno minifundista (Warman, A., 2003: 87), todo lo cual tendría una

repercusión determinante en la fragmentación de ejidos ubicados en las periferias

urbanas y en su paulatina e irregular urbanización.

164
Es la entidad de representación ejecutiva del ejido integrado por un presidente, un secretario y un tesorero (LFRA, Art.
37)
165
Esta concesión implicaba condiciones restrictivas: la explotación de la tierra por el titular, obligatoriedad de mantenerla
productiva, no podía venderse, alquilarse ni usarse como garantía, era inalienable, pero podía ser heredada ,el
incumplimiento de estas condiciones anulaban la concesión y la pertenencia al ejido sin compensación (LFRA, Arts: 75, 76,
77, 78 y 85).
166
Se estima que a lo largo de todo el proceso de dotación agraria se formaron cerca de 30.000 ejidos que concentraban
más de 100.000.000 ha., más de la mitad del territorio nacional, del mismo modo que el reparto agrario, el número de
ejidatarios y comuneros creció a lo largo de este período, para 1940 se estimaba que llegaban a 1.5 millones de
campesinos, y para 1991 a los 3.5 millones (Warman, A.: 85 y 87)

507
A este proceso de fragmentación de la propiedad colectiva proveniente del reparto

agrario, y a las condiciones de control gubernamental con que se dio, se sumó la

integración de las organizaciones campesinas al aparato corporativo del Estado mexicano

a través de la Confederación Nacional Campesina (CNC), que como la representante del

sector agrario en el partido oficial fue uno de los principales soportes de la política

gubernamental, llegando incluso, a través de milicias armadas, a someter a corrientes

entre el campesinado que se oponían a la política gubernamental (Warman, A.: 88).

A cambio de este apoyo el sector agrario recibió un trato político preferencial durante

muchos años, no sólo plasmado en las dotaciones de tierras y en la introducción de

servicios a los fundos legales (áreas urbanas ejidales), sino en una abierta tolerancia a

prácticas que violaban las condiciones en las que se había establecido el reparto ejidal y

comunal, entre ellas, por supuesto, la venta irregular de parcelas dentro de los fundos

ejidales y la ampliación de estos sin el aval de las autoridades agrarias, a través de las

cuales los campesinos llegaron a convertirse en los más importantes promotores

inmobiliarios de asentamientos irregulares, y además en destacados demandantes de

servicios urbanos.

En estas condiciones, la solución del problema de la irregularidad en la tenencia de la

tierra ejidal y comunal, tenía que pasar irremediablemente por el marco jurídico e

institucional agrario, en particular por el que regulaba las zonas de urbanización ejidal. La

promulgación de la Ley Federal de la Reforma Agraria representó así el primer

mecanismo institucional que se creaba para poder regularizar, a través de las zonas

urbanas ejidales y los certificados de derecho a solar urbano, la venta ilegal que se hacía

de los terrenos ejidales, más tarde la CORETT, retomando la práctica de la expropiación,

que se había ejercitado entre mediados de los años 30 y 40, pero ahora sobre propiedad

508
ejidal y comunal, se convertiría en el organismo público que terminaría por consolidar

definitivamente esta política.

2.2.2. CORETT

La creación de la CORETT como un mecanismo operativo del DAAC, más tarde de la

SRA y hoy de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), significó, en realidad, la

creación de un organismo agrario para resolver un problema urbano, que de ser una

entidad gestora de la regularización de la tenencia de la tierra, pasó a convertirse en un

organismo concentrador de grandes extensiones de reserva territorial pública (que

provenía de los remanentes de la expropiación de ejidos y regularización de parcelas

urbanas), y a desplazar al INDECO como principal agente inmobiliario, convirtiéndose,

con la liquidación de éste, en el principal dotador de suelo para los programas de vivienda

de los OREVIS, y en uno de los principales instrumentos de la política urbana y social del

gobierno federal.

Este organismo, conjuntó desde un principio los medios tanto para enfrentar los efectos

de la venta ilegal de los ejidos como para resolver el problema político que ésta implicaba,

que se basaron en el reconocimiento explícito del hecho pero sin aceptar su carácter

ilegal (y por lo tanto encubriendo a los ejidatarios, que de otro modo perderían sus

derechos agrarios), y en la protección de los compradores, ofreciéndoles implícitamente la

garantía de que la posesión de los predios irregulares podría convertirse en propiedad.

Como lo señala Azuela (Azuela de la C., A., 1977: 229), el éxito de CORETT como

principal administrador de suelo urbano estribó, precisamente, en ser el encubridor de

compradores y vendedores, exonerando de antemano a los primeros y garantizándole a

509
los segundos una vía institucional para resolver el problema de propiedad que derivaba de

la comercialización ilegal de ejidos y parcelas comunales.

Pero su gran limitación se fincó, precisamente, en que sus acciones sólo se presentan a

posteriori, cuando el fenómeno de la irregularidad ya apareció y existen conflictos entre

los distintos agentes inmobiliarios, y en particular cuando ya se ha interpuesto una

demanda de los ocupantes de suelo para regularizar la posesión de la tierra y darle un

reconocimiento legal a esta ocupación.

En estas condiciones, a la sombra de CORETT, tanto compradores como vendedores

operan impunemente, al amparo de organizaciones políticas que por años ofrecieron el

cobijo del partido oficial, mientras que el Estado funcionó, en realidad, como un gran

gestor de la venta ilegal y de la expansión incontrolada de las áreas urbanas.

Durante los años que siguieron a su creación, e incluso hasta hoy, este organismo,

transformado en una entidad descentralizada, se consolidó como la principal instancia de

regularización de la tenencia de la tierra y como el mayor tenedor y administrador de

suelo público, así como el instrumento más importante, en manos del gobierno federal,

para dar una salida alterna a la insuficiente producción de vivienda social de bajo costo en

el país.

Su desarrollo se dio a la par de los emergentes organismos federales y estatales dirigidos

al financiamiento y producción de vivienda para los pobres urbanos, formando parte

inseparable de la política social, adquiriendo cada vez más un papel de instrumento

urbano, y terminando por desprenderse de los órganos de la política agraria y ser

510
incorporado en 1999 (DOF, 1999), al área de actuación del gobierno federal responsable

de la política social y de la planeación urbana, la SEDESOL.

En los últimos años, y a contrapelo del discurso “modernizador” de los gobiernos

neoliberales, el papel de la CORETT incluso se ha fortalecido, asumiendo con las

reformas legales promovidas desde finales de los años ochenta, cuando, se impulsaron

por parte del gobierno federal, una serie de iniciativas que modificarían sensiblemente el

marco jurídico que hasta ese momento regulaba la propiedad rural, y que continuaba

obedeciendo a los términos que desde 1971 se habían establecido en la Ley Federal de la

Reforma Agraria (Ronda Varona, A. 2005: 11-14).

De esta forma, desde el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), se creó el Sistema

Nacional de Suelo para la Vivienda y el Desarrollo Urbano (SNSVDU) (Olivera, G., 2001:

69), a cargo de la SAHOP (y después de la SEDUE cuando la sustituyó), como un

instrumento que pretendía superar el círculo vicioso que suponía la creación de reservas

territoriales a partir de la regularización de asentamientos ilegales, lo que implicaba,

asociar la política e suelo a la irregularidad.

Con base en ese instrumento, en ese sexenio (1982-1988), se expropiaron 22 mil ha para

formar una bolsa de suelo que cubriera la demanda que normalmente se dirigía a los

terrenos ejidales y comunales (Ídem: 61)167. La existencia de este mecanismo sin

embargo, no permitió corregir las dinámicas prevalecientes, basado en la expropiación

concertada (entre gobierno federal, gobiernos locales y ejidatarios o comuneros), y atado

a los largos procesos expropiatorios, a los intereses políticos y económicos así como a las

167
Según Garcés y Márquez, fueron 14 mil, que sumadas a las existentes permitían disponer de una bolsa de suelo de 17
mil ha. a las que se adicionaron las 19 mil regularizadas por la CORETT (Garcés, C. y Márquez, B.: 12)

511
dinámicas especulativas prevalecientes, derivó en nuevos procesos de ocupación ilegal

de los predios en el transcurso del proceso de expropiación (Ídem: 69 y 71).

Con el siguiente gobierno (1988-1994), se abandonó la vía “preventiva” de la política de

reservas territoriales y, como una más de las medidas compensatorias de las políticas

neoliberales impuestas entonces, se reforzó el mecanismo de regularización como fuente

principal de las reservas territoriales a través de la CORETT, y la regularización de la

tenencia de la tierra pasó a ser la acción fundamental para enfrentar la ilegalidad de los

asentamientos humanos, y con ello la principal vía para la construcción de viviendas a

través del autofinanciamiento.

Según Jones y Ward, en ese período, llegó a expropiarse prácticamente la misma

superficie, y se expidieron cuatro veces más títulos de propiedad, que entre 1970 y 1988

(citados por Oliveira, G.: 61), llegando en 1994 a más de un millón de escrituras en todo el

país, de las que más del 27% se concentraron en la ciudad de México y el Estado de

México, entidades que conforman la principal zona metropolitana del país (ver Cuadro

47).

Como una más de las “reformas estructurales” impulsadas por el siguiente gobierno

(1988-1994), en 1992 se reformó el artículo 27 de la Constitución en materia agraria, y se

promulgó una nueva ley sobre este tema que modificó (refuncionalizando), la relación de

la Presidencia de la República con las comunidades ejidales y comunales, que limitaban

las facultades que ésta tenía con respecto al reparto de tierras y al otorgamiento de

certificados de derechos agrarios y de los certificados de derechos a solar urbano.

512
Cuadro 47: CORETT. Escrituras entregadas por Entidad Federativa, 1974-2006

ENTIDAD- 1974-1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 TOTAL
FED. No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. %
Ags. 5.854 0,54 57 0,07 825 0,83 740 0,53 559 0,54 470 0,52 587 0,52 211 0,20 552 0,88 697 1,10 1.014 1,82 331 0,62 782 1,70 12.679 0,60

B. C. 18.927 1,74 1.745 2,00 3.986 4,01 2.448 1,76 2.404 2,31 2.293 2,55 2.449 2,16 1.908 1,78 1.523 2,43 1.394 2,19 792 1,42 704 1,32 754 1,64 41.327 1,96
B. C. S. 5.230 0,48 16 0,02 225 0,23 716 0,52 471 0,45 429 0,48 296 0,26 225 0,21 342 0,55 216 0,34 192 0,34 117 0,22 176 0,38 8.651 0,41
Camp 8.729 0,80 304 0,35 30 0,03 565 0,41 659 0,63 1.076 1,20 2.420 2,13 1.091 1,02 665 1,06 1.008 1,59 610 1,09 1.043 1,96 1.016 2,21 19.216 0,91
Coah. 6.434 0,59 540 0,62 1.381 1,39 1.635 1,18 4.072 3,91 600 0,67 4.840 4,27 2.811 2,62 284 0,45 669 1,05 1.055 1,89 868 1,63 328 0,71 25.517 1,21
Col. 13.024 1,20 2.040 2,34 1.365 1,37 1.255 0,90 2.274 2,19 1.389 1,55 1.694 1,49 2.427 2,27 957 1,53 1.636 2,57 1.222 2,19 925 1,74 771 1,68 30.979 1,47
Chis 6.735 0,62 508 0,58 477 0,48 529 0,38 432 0,42 3.386 3,77 1.477 1,30 1.024 0,96 519 0,83 4.131 6,50 901 1,62 2.376 4,47 1.477 3,21 23.972 1,14
Chih. 32.545 3,00 1.297 1,49 3.158 3,17 6.302 4,54 4.206 4,04 2.295 2,55 3.491 3,08 1.693 1,58 1.022 1,63 403 0,63 293 0,53 396 0,74 459 1,00 57.560 2,73
D. F. 141.294 13,01 10.770 12,34 8.262 8,30 9.539 6,87 7.235 6,96 1.786 1,99 2.369 2,09 2.238 2,09 1.069 1,71 1.083 1,70 608 1,09 413 0,78 1.471 3,20 188.137 8,93
Dgo. 29.742 2,74 2.726 3,12 4.214 4,24 4.874 3,51 4.250 4,09 5.606 6,24 4.208 3,71 4.724 4,41 890 1,42 1.557 2,45 629 1,13 1.400 2,63 845 1,84 65.665 3,12
Gto. 87.543 8,06 6.880 7,89 9.011 9,06 8.074 5,81 3.974 3,82 5.748 6,39 4.333 3,82 4.449 4,15 3.070 4,90 2.542 4,00 1.977 3,55 1.646 3,10 942 2,05 140.189 6,65
Gro. 15.779 1,45 1.299 1,49 4.209 4,23 3.349 2,41 2.032 1,95 3.439 3,83 2.732 2,41 2.995 2,80 2.051 3,28 2.847 4,48 1.519 2,73 1.897 3,57 907 1,97 45.055 2,14
Hgo. 7.424 0,68 1.545 1,77 1.887 1,90 2.529 1,82 2.097 2,02 2.739 3,05 3.249 2,87 2.693 2,51 2.467 3,94 2.512 3,95 1.866 3,35 1.528 2,87 925 2,01 33.461 1,59
Jal. 100.938 9,29 10.173 11,66 14.924 15,00 13.919 10,02 15.254 14,66 7.816 8,69 8.501 7,50 3.904 3,64 3.499 5,59 3.959 6,23 8.799 15,79 6.683 12,57 5.068 11,02 203.437 9,65
Méx. 153.422 14,12 8.929 10,23 10.547 10,60 10.802 7,78 10.110 9,72 9.249 10,29 8.681 7,66 17.176 16,03 3.704 5,91 6.976 10,98 8.637 15,50 6.404 12,05 9.295 20,22 263.932 12,52
Mich. 21.616 1,99 7.974 9,14 6.472 6,51 4.915 3,54 2.862 2,75 5.277 5,87 6.549 5,78 5.678 5,30 6.120 9,77 4.605 7,25 3.757 6,74 4.518 8,50 2.765 6,01 83.108 3,94
Mor. 22.320 2,05 951 1,09 1.042 1,05 3.029 2,18 2.167 2,08 2.307 2,57 3.021 2,66 4.904 4,58 2.280 3,64 2.486 3,91 1.949 3,50 2.092 3,94 2.038 4,43 50.586 2,40
Nay. 15.955 1,47 2.184 2,50 2.365 2,38 3.108 2,24 1.806 1,74 1.977 2,20 3.786 3,34 2.449 2,29 1.313 2,10 1.536 2,42 1.504 2,70 1.861 3,50 1.983 4,31 41.827 1,98
N. L. 12.964 1,19 85 0,10 813 0,82 1.266 0,91 537 0,52 343 0,38 421 0,37 611 0,57 233 0,37 79 0,12 167 0,30 68 0,13 457 0,99 18.044 0,86
Oax. 13.955 1,28 1.326 1,52 1.323 1,33 692 0,50 2.074 1,99 1.259 1,40 2.194 1,94 2.347 2,19 3.577 5,71 2.406 3,79 1.809 3,25 1.994 3,75 259 0,56 35.215 1,67
Pue. 26.109 2,40 1.411 1,62 2.864 2,88 8.912 6,42 5.366 5,16 4.921 5,47 3.634 3,21 5.200 4,85 2.129 3,40 2.569 4,04 2.845 5,10 1.487 2,80 1.934 4,21 69.381 3,29
Qro. 19.166 1,76 3.201 3,67 2.054 2,06 1.371 0,99 1.613 1,55 1.313 1,46 3.174 2,80 1.951 1,82 962 1,54 1.556 2,45 1.511 2,71 577 1,09 489 1,06 38.938 1,85
Q. Roo 6.566 0,60 576 0,66 342 0,34 1.557 1,12 627 0,60 389 0,43 864 0,76 848 0,79 555 0,89 504 0,79 602 1,08 642 1,21 454 0,99 14.526 0,69
S. L. P. 6.860 0,63 1.908 2,19 502 0,50 1.451 1,04 1.461 1,40 1.726 1,92 1.557 1,37 1.290 1,20 645 1,03 879 1,38 433 0,78 515 0,97 557 1,21 19.784 0,94
Sin. 67.042 6,17 3.603 4,13 1.480 1,49 5.172 3,72 3.596 3,46 2.403 2,67 7.709 6,80 5.784 5,40 4.744 7,58 2.340 3,68 2.526 4,53 2.195 4,13 2.565 5,58 111.159 5,27
Son. 46.065 4,24 1.686 1,93 2.943 2,96 2.694 1,94 3.144 3,02 1.643 1,83 3.546 3,13 3.227 3,01 2.597 4,15 759 1,19 802 1,44 910 1,71 665 1,45 70.681 3,35
Tab. 9.675 0,89 1.218 1,40 1.632 1,64 2.254 1,62 201 0,19 2.923 3,25 1.897 1,67 1.411 1,32 643 1,03 460 0,72 557 1,00 779 1,47 897 1,95 24.547 1,16
Tams. 65.324 6,01 1.505 1,72 2.937 2,95 6.157 4,43 4.267 4,10 7.794 8,67 11.390 10,05 7.249 6,77 3.211 5,13 3.408 5,36 1.582 2,84 3.473 6,53 901 1,96 119.198 5,66
Tlax. 1.350 0,12 5 0,01 276 0,28 198 0,14 1.395 1,34 557 0,62 703 0,62 680 0,63 142 0,23 107 0,17 55 0,10 485 0,91 320 0,70 6.273 0,30
Ver. 78.765 7,25 7.699 8,82 5.772 5,80 22.821 16,43 10.613 10,20 3.116 3,47 8.145 7,19 10.558 9,85 7.698 12,29 3.848 6,06 2.673 4,80 2.307 4,34 2.450 5,33 166.465 7,90
Yuc. 25.882 2,38 1.688 1,93 1.620 1,63 3.869 2,79 1.207 1,16 2.342 2,61 1.927 1,70 1.971 1,84 1.502 2,40 3.082 4,85 1.577 2,83 1.389 2,61 1.273 2,77 49.329 2,34
Zac. 12.948 1,19 1.402 1,61 554 0,56 2.173 1,56 1.055 1,01 1.281 1,43 1.517 1,34 1.416 1,32 1.657 2,65 1.284 2,02 1.267 2,27 1.134 2,13 756 1,64 28.444 1,35
TOTAL 1.086.182 100 87.251 100 99.492 100 138.915 100 104.020 100 89.892 100 113.361 100 107.143 100 62.622 100 63.538 100 55.730 100 53.157 100 45.979 100 2.107.282 100,00
Fte: CORETT, Dirección de Planeación y Sistemas

513
A partir de esa reforma, los terrenos concedidos a los ejidos y comunidades dejaban

de ser propiedad de la nación, y pasaban a ser propiedad de los ejidatarios y

comuneros, que ahora son sociedades de propietarios de estas tierras, sin que sus

órganos de representación queden sujetos a la autoridad gubernamental,

transfiriéndose los derechos del Estado sobre las tierras a los núcleos ejidales y

comunales y permitiendo, mediante un procedimiento controlado, la privatización del

suelo (Warman, A.: 91 y 92).

Con esta reforma, entre otros objetivos, en materia urbana se pretendía, al parecer,

superar las condiciones que habían dado pié a la venta oculta e ilegal de la propiedad

agraria, creando las condiciones para que ésta se decidiera, en principio, desde los

propios núcleos agrarios, y para que la titulación, al no tener que pasar por el

engorroso trámite de la autorización presidencial, se redujera en tiempo, eliminando

intermediación en el proceso y simplificarlo administrativamente (Tomas, F.: 235 y

238)168.

En los dos gobiernos siguientes, estas reformas tendieron a reforzarse a través de

instrumentos complementarios como el Programa de Incorporación de Suelo Social al

Desarrollo Urbano (PISO)169, creado en 1996, y que, a partir de las reformas de 1992

buscaba, dentro de los linimientos de los planes de desarrollo urbano, establecer de

manera concertada entre sector público y núcleos agrarios, un oferta legal de suelo a

bajo precio al alcance de instituciones públicas, privadas y sociales de vivienda

(Olivera, L., G.: 76).

168
Según este autor, el tiempo que duraban los trámites de titulación disminuyó de casi 10 años a cerca de 18 meses
(Ibíd.)
169
Este programa fue una de las líneas fundamentales de la política urbana, establecida en el Plan Nacional de
Desarrollo Urbano 1995-2000, y tenía como objetivo fundamental crear, con la participación de ejidatarios y comuneros,
una bolsa de suelo para satisfacer los requerimientos de vivienda y equipamiento derivado de la expansión de los
principales centros urbanos del país de finidos a su vez en el Programa Cien Ciudades (Olivera G., L. 2005: s/p).

514
Aunque estas reformas, en efecto modificaron los mecanismos de control

excesivamente centralizados por la presidencia de la República, y permitieron que se

abrieran y diversificaran los canales para agilizar la incorporación de suelo ejidal y

comunal a las áreas urbanas, a través de promociones legales en las que pudieran

participar los ejidatarios o comuneros como promotores inmobiliarios (de manera

autónoma o asociados con empresas privadas), y se abrieron vías para una mayor

participación de los gobiernos locales (estatales y municipales), en el control de

asentamientos ilegales y la gestión de los procesos de regularización; como lo

muestran Jones y Ward (citados por Olivera, G.: 72), la capacidad de decisión de

ejidos y comunidades quedó sujeta a nuevas formas de regulación por parte del

gobierno federal, y la regularización continuó siendo el mecanismo dominante para la

conformación de reservas territoriales.

Esto se puede apreciar en los tres primeros años de operación del programa PISO,

durante los cuales más del 80% de las reservas territoriales se conformaron

recurriendo a la expropiación concertada con núcleos agrarios, o a través de la

regularización, mientras que sólo poco más del 18% se desincorporó de los ejidos a

través de las inmobiliarias ejidales que presentaron muchas limitaciones en su

operación (Olivera, G., L: 79) (ver Cuadro 48).

Cuadro 48: Programa PISO: conformación de reservas de suelo en propiedad ejidal y


comunal, 1996-1999 (1)
1996 1997 1998 1999 Total
Mecanismo
ha % ha % ha % ha % ha %
Expropiación
6.705.05 56,27 1.542.28 13,83 1.374.44 19,34 2.339.1 47,69 11.960.87 34,09
Concertada (2)
Regularización (2) 5.210.24 43,73 5.770.1 51,74 4.892.15 68,82 767.58 15,65 16.640.07 47,43
Inmobiliaria Ejidal 0 0,00 3.840.61 34,44 841.52 11,84 1.798.26 36,66 6.480.39 18,47
Total 11.915.29 100,00 11.152.99 100,00 7.108.11 100,00 4.904.94 100,00 35.081.33 100,00
Fte: Olivera G., L., Cuadro 2. p. 77
Notas: (1) No incluye el Programa de certificación de derechos ejidales (PROCEDE). porque este procedimiento no implica su incorporación inmediata al
mercado formal de suelo. en este mismo período a través de este programa se certificaron 27.970.81 ha. (1996: 3.080.42 ha.. 1997: 7.189.82 ha..
1998: 13.030.57 ha. y 1999: 4.670 ha.
(2) Superficie incorporada vía expropiación a favor de gobiernos estatales y municipales. son reservas propiamente dichas
(3) Datos al 30 de junio

515
Como lo señala Olivera, la creación de reserva territorial, como medida preventiva, no

alcanzó a desplazar a la regularización (a través del proceso expropiación e

indemnización), como la vía más socorrida para la conformación de reservas

territoriales, como se puede observar en el mismo Cuadro 64, casi la mitad de las que

se conformaron entre 1996 y 1999 lo hicieron a través de este recurso, permaneciendo

subordinadas a los procesos de legalización de los asentamientos consolidados o en

proceso de consolidación, sin servir para los objetivos que se propuso el programa

PISO (Olivera, G.:77 y 78).

N estas condiciones, aunque este programa facilitó, hasta cierto punto, la

incorporación de suelo ejidal y comunal al proceso de urbanización, no ha logrado

revertir la oferta de suelo irregular, baste señalar que se estima que cada año se

requieren en el país cerca de 30 mil ha. para satisfacer la demanda de suelo en las

principales ciudades del país, de la que entre el 60 y 65% se dirige a suelo ejidal y

comunal (Garcés, C. y Márquez, B., 2007: 15), es decir entre 18.000 y 19.500 ha., no

obstante, el promedio anual de reservas territoriales conformadas a través del

programa SUELO, entre 1996 y 2000, fue apenas de 8.770,33 ha, menos de la mitad

de las previstas.

Esta diferencia es aún mayor si tomamos en cuenta, como lo señala Olivera (op. cit.:

79 y 80), que las inmobiliarias ejidales se han abocado preferentemente a la

promoción de desarrollos inmobiliarios para población de ingresos medios y altos, a

través de fraccionamientos residenciales de lujo, clubes hípicos y de golf, centros

turísticos y parques industriales, apartándose de la promoción de vivienda social.

En realidad la “nueva” política de reservas territoriales no ha modificado

sustancialmente los mecanismos ilegales de incorporación de suelo al desarrollo

urbano, en gran parte debido a que no ha roto con los lazos clientelares con los que

516
nació, ni se ha propuesto contrarrestar los beneficios que, a través de los

procedimientos de regularización, han obtenido los ejidatarios y comuneros, y más

bien ha derivado en la aparición de problemas inéditos en el régimen de propiedad. De

esta forma, la venta ilegal por parte de los ejidatarios y comuneros, que ahora se

encuentran en proceso de ser propietarios, ha implicado una nueva forma de

irregularidad, la de un suelo que, por decirlo de alguna manera, está en el limbo, a

caballo entre la propiedad ejidal y la propiedad privada.

La incorporación de suelo al desarrollo urbano y, en particular, para la promoción

habitacional a través de los nuevos mecanismos ha conservado, así, las mismas

inercias que ha tenido la actuación de la CORETT desde antes de las reformas a la

propiedad ejidal y comunal, éstas en realidad no fueron acompañadas de mecanismos

que permitieran contener la comercialización ilegal y el uso político de la regularización

del suelo, con lo que no se han modificado las formas clientelares del manejo de la

irregularidad, sino que sólo se flexibilizaron los mecanismos del comercio irregular del

suelo ejidal y comunal; por decirlo de otra manera, se volvieron menos tensas las

relaciones entre de ejidatarios y comuneros con el gobierno federal, pero la relación

perversa entre venta ilegal y expropiación-indemnización sigue representando

enormes ventajas a los ejidatarios y a los comercializadores ilegales de suelo.

En correspondencia con esta dinámica, la escrituración, a través de la CORETT,

continúa siendo el mecanismo esencial de la política de suelo y, bajo las nuevas

condiciones de comercialización, incluso adquiere mayor importancia, esto se observa

en la evolución de la entrega de títulos de propiedad en los últimos años que se ha

incrementado de manera constante hasta finales del siglo XX, con cifras que

superaban las 100 mil escrituras anuales entre 1996 y 2000, casi el doble del

promedio anual entre 1974 y 1995, concentrándose además en más de una tercera

parte en las cinco entidades en las que se localizan las mayores áreas metropolitanas

517
del país (Distrito Federal, Estado de México, Jalisco, Nuevo León y Puebla) (ver

Cuadro 47).

De esta manera, ni la reforma constitucional referida a la propiedad del ejido y los

terrenos comunales, ni los programas que se han impulsado a partir de ellas han

revertido las condiciones de irregularidad prevalecientes en la realidad urbana del

país. Se estima que, en la actualidad, alrededor de tres millones de predios en todo el

territorio nacional se encuentran en condiciones de irregularidad en la tenencia de la

tierra, y que alrededor de 120 mil viviendas se incorporan anualmente a la

irregularidad (Garcés, C. y Márquez, B.: 25), es decir que el ritmo de escrituración que

mantuvo CORETT en promedio los últimos cinco años del siglo XX, que ya había

mostrado un incremento sustancial con respecto a los años anteriores (ver Cuadro 47),

apenas alcanzan para cubrir 88% de la irregularidad que surge anualmente.

Esta situación, incluso se ha agravado en los primeros años del siglo XXI, cuando

descendió drásticamente la dinámica de escrituración, llegando a entregarse entre

2004 y 2006 títulos de propiedad para entre 46.000 y 50.000 predios (ver Cuadro 47),

apenas el equivalente a un 47% de los predios que se incorporan a la irregularidad

cada año, con lo que no sólo queda intacto el parque habitacional en condiciones de

irregularidad, sino que incluso se incrementa anualmente en más de 60 mil nuevos

predios.

2.2.3. Los organismos estatales de regularización de la tenencia de

la tierra

Paralelamente a la creación de la CORETT, y en un proceso similar al ocurrido con la

aparición de los organismos estatales de vivienda social, en los años setenta, se

518
desarrollaron, en diferentes estados del país, iniciativas para enfrentar el problema de

los asentamientos irregulares. La primera experiencia notable fue la del instituto

AURIS, en el estado de México, creado en 1970, que además de encargarse de la

política habitacional para los sectores populares de esa entidad, se planteó emprender

la regularización de terrenos, sobre todo en los municipios conurbados con la ciudad

de México, empleando una estrategia similar a la que CORETT desarrollaría en el

futuro, esto es, mediante la expropiación de tierra a los núcleos agrarios y su venta a

los posesionarios, lo que suponía el desconocimiento de la venta que habían realizado

los propios ejidatarios, “una ficción jurídica”, en palabras de Azuela, que sería la base

de la regularización de la tenencia de la tierra en adelante (op. cit., 1997: 226).

Con este organismo además, se estrenaría el instrumento de la expropiación, de

terrenos ejidales y comunales como el medio más socorrido para la regularización de

la tierra, un recurso que con la legislación agraria de 1971, quedaría sólo en manos del

ejecutivo federal y se revertirá a favor de la CORETT, quién quedaría, desde entonces,

como único agente encargado de la regularización de la tenencia de la tierra en ejidos

y comunidades y como responsable de administrar la reserva de suelo que resultara

de este procedimiento.

Desde la experiencia de AURIS, durante los años setenta, se comenzaron a impulsar

iniciativas en diferentes entidades del país en la misma dirección sólo que, a diferencia

de la etapa inicial de aquella, desde sus orígenes, éstas estarían enfocadas sólo a la

regularización de la tenencia de la tierra en predios de propiedad privada y de

propiedad estatal o municipal, que hubieran sido fraccionados sin autorización o

invadidos por los posesionarios, quedando, de esta manera, sin poder intervenir en las

dinámicas más agudas de urbanización ilegal que ocurrían en los núcleos ejidales y

comunales.

519
Siguiendo con la lógica de integrar la política de producción y financiamiento de

vivienda social a la regularización de colonias populares, en 1973, tres años después

de AURIS, se crearon FOMERREY, en el estado de Nuevo León, y FIBIDESU, en el

Distrito Federal, con los que se impulsarían sendas iniciativas destinadas a la

regularización de asentamientos humanos en dos de las zonas metropolitanas más

complejas del país. Estas dos, a diferencia de la anterior, fueron promovidas por el

gobierno federal en una clara intención de impulsar la participación de los gobiernos

locales en las tareas de regularización que no tenía a su cargo la CORETT,

comenzando por las principales áreas metropolitanas.

A partir de los años 80, la participación de los gobiernos estatales en materia de

regularización de la tenencia de la tierra se multiplicó, hasta que actualmente todas las

entidades del país tienen, al menos, un organismo encargado de estas funciones (ver

Cuadro 49), reproduciendo en el ámbito local el mismo procedimiento empleado por la

CORETT (expropiación-regularización) como vía de legalización de los asentamientos

humanos y la conformación de reservas de suelo público. A pesar de este rasgo

común, la manera en que se ha abordado el problema de la irregularidad en la

tenencia del suelo urbano y la orientación que éste debe tener en el marco de la

política social ha presentado rasgos distintos entre los distintos estados que ilustran el

papel que este mecanismo ha tenido tanto en la política urbana como en la política

social en cada uno de ellos.

En 14 de las entidades políticas del país (cerca del 44% del total), siguiendo la

orientación que tuvieron originalmente AURIS, FOMERREY y FIBIDESU, la política de

regularización del suelo en las colonias populares ha estado directamente vinculada

con la promoción de la vivienda social, formando parte de las funciones que realizan

los organismos estatales correspondientes, quedado vinculadas ambas funciones de

manera indisoluble.

520
Desde una óptica similar, aunque no de manera tan claramente asociada a la política

habitacional, en la mitad del resto de las entidades federativas (nueve de ellas), la

regularización de la tenencia de la tierra ha quedado subordinada a las funciones de

planeación urbana y, a partir de los años noventa, a la política social (ver Cuadro 49),

siguiendo, en la práctica, una dirección similar a la que ha imperado en el criterio del

gobierno federal, que terminó por re-sectorizar a la CORETT en la SEDESOL.

En siete de estas entidades (las dos Baja Californias, Coahuila, Jalisco, Nayarit,

Oaxaca y San Luís Potosí), estas funciones se concentraron en un solo organismo

que, aunque sectorizado a la respectiva entidad pública responsable del ordenamiento

urbano, se dedica exclusivamente a la legalización de la propiedad y a la

administración del suelo, en una especie de réplicas estatales de la CORETT,

haciendo coincidir sus acciones con la política urbana y/o a la social utilizando también

el mecanismo dual expropiación-regulación como la vía para conformar la reserva de

suelo público.

Hay otros casos en los que esta función ha quedado también subordinada a la política

urbana y social, sólo que sin estar asignada a un organismo autónomo. Estos son los

casos de los estados de Chihuahua y Michoacán en donde se redujo a funciones

secundarias dentro de las dependencias estatales responsables de la planeación

urbana y obras públicas, mientras que en el de Veracruz se ha asumido como una

función propia de la planeación económica (ver Cuadro 49).

Dentro del conjunto de todos estos organismos, los casos más relevantes, para este

trabajo, son ocho entidades en las que, al igual que ya sucedía en el Distrito Federal

desde los años 40, la política de regularización de suelo en los asentamientos

populares, ha quedado en manos las respectivas secretarías de gobierno, que son las

521
responsables de la política interna y la seguridad en cada entidad (además de la

capital del país los estados de Aguascalientes, Guanajuato, Morelos, Puebla,

Querétaro, Tabasco y Tlaxcala), favoreciendo su utilización como instrumento de

control y captación política.

Cuadro 49: Organismos Estatales de Regularización


de la Tenencia de la Tierra, 2007
Entidad Fed. Organismo Nombre del organismo Carácter del organismo
Secretaría de Planeación y Desarrollo Regional, Dirección de
AGUASCALIENTES SEPLADE
Desarrollo Urbano
Secretaría de gobierno estatal

Organismo descentralizado, sectorizado a la Secretaría de


BAJA CALIFORNIA CORETTE Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra
Planeación Urbana, Infraestructura y Ecología

BAJA CALIFORNIA Dirección de Patrimonio Inmobiliario y Regularización de la Organismo descentralizado, sectorizado a la secretaría de
DIPIRTT Tenencia de la Tierra Promoción y Desarrollo Económico
SUR
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la
CAMPECHE INVICAM Instituto de la Vivienda del Estado de Campeche
Secretaría de Obras Públicas y Comunicaciones
Comisión Estatal para la Regularización de la Tenencia de la Organismo descentralizado, sectorizado a la Secretaría de
COAHUILA CERTTURC
Tierra Urbana y Rústica de Coahuila Desarrollo Social
Organismo de vivienda descentralizado sectorizado a la
COLIMA IVECOL Instituto de Vivienda del Estado de Colima
Secretaría de Desarrollo Urbano
Organismo de vivienda descentralizado sectorizado a la
CHIAPAS INVI Instituto de la Vivienda del Estado de Chiapas
Secretaría de Obras Públicas y Vivienda
CHIHUAHUA DGDUE Departamento de Regularización del suelo Urbano Dependencia de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología
DISTRITO FED. DGRT Dirección General de Regularización Territorial Dependencia de la Secretaría de Gobierno
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la
DURANGO IVED Instituto de la Vivienda del Estado de Durango
Secretaría de Desarrollo Social
GUANAJUATO DGSTT Dirección General de Seguridad en la Tenencia de la Tierra Dependencia de al Secretaría de Gobierno
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a al
GUERRERO INVISUR Instituto de Vivienda y Suelo Urbano de Guerrero
Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la
Instituto de la Vivienda, Desarrollo Urbano y Asentamientos
HIDALGO INVIDAH Humanos
Secretaría de Obras Públicas, Comunicaciones, Transportes y
Asentamientos
Organismo descentralizado, sectorizado a la Secretaría de
JALISCO PRODEUR Procuraduría de Desarrollo Urbano
Desarrollo Urbano
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la
MÉXICO IMEVIS Instituto Mexiquense de la Vivienda Social
Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda
MICHOACAN DAH Dirección de Asentamientos Humanos Dependencia de la Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente
Organismo descentralizado sectorizado a la Secretaría de
MORELOS CERT Comisión Estatal de Reservas Territoriales
Gobierno
Dependencia del Instituto de la Vivienda (organismo
NAYARIT DRRT Dirección de Regularización de Reservas Territoriales descentralizado), sectorizado a la Secretaría de Obras
Públicas
Dependencia de FOMERREY (organismo descentralizado)
NUEVO LEON DIRTT Dirección de Regularización de la Tenencia de la Tierra
sectorizado a la Secretaría de Obras Públicas
Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra Organismo descentralizado sectorizado a la Secretaría de
OAXACA CORETTURO
Urbana en el Estado de Oaxaca Obras Públicas
PUEBLA DITT Dirección de Tenencia de al Tierra Dependencia de la Secretaría de Gobernación
QUERETARO SEDUOP Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas Secretaría de gobierno estatal
Instituto de Fomento a al Vivienda y Regularización de la Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la
QUINTANA ROO INVIQROO
Propiedad del Estado Secretaría de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente
Organismo descentralizado sectorizado a la Secretaría de
SAN LUIS POTOSI PESLP Promotora del Estado de San Luís Potosí
Desarrollo Urbano, Vivienda y Obras Públicas
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la
SINALOA INVIES Instituto de Vivienda del Estado de Sinaloa
secretaría de desarrollo social
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado en la
SONORA INVIES Instituto de Vivienda del Estado de Sonora
Secretaría de Economía
Organismo Descentralizado, Sectorizado a la Sria. de
TABASCO CERTT Coord..Estatal para la Reg. de la Tenencia de la Tierra
Gobierno
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la
TAMAULIPAS ITAVU Instituto Tamaulipeco de la Vivienda y Urbanización
Secretaría de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Ecología
TLAXCALA DATT Dirección de Asuntos de la Tenencia de la Tierra Dependencia de la Secretaría de Gobierno

VERACRUZ DGPE Dirección General del Patrimonio del Estado Dependencia de la Secretaría de Finanzas y Planeación

Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la


YUCATAN COUSEY Comisión Ordenadora del Uso del Suelo en el estado de Yucatán
Secretaría de Desarrollo Urbano, Obras Públicas y Vivienda
Organismo de vivienda descentralizado, sectorizado a la
ZACATECAS COPROVI Consejo Promotor de la Vivienda
Secretaría de Obras Públicas

Fte: Elaboración propia con base en Directorio de Integrantes de la Asociación Mexicana de Organismos para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (AMORTT).

522
Esta condición de subordinación a los lineamientos de la política interna, queda más

de manifiesto en el hecho de que, entre estas ocho entidades, sólo en dos los

organismos responsables de la regularización de la tenencia de la tierra son

instituciones descentralizadas, con recursos y patrimonio propios (Morelos y Tabasco),

aunque en su estructura organizativa participe el encargado de la política interna del

estado. En el resto, las funciones de regularización de los asentamientos humanos

están a cargo de una dependencia de la propia Secretaría de Gobierno

(Aguascalientes, Distrito Federal, Guanajuato, Puebla y Tlaxcala).

Entre todos ellos, el caso más singular es el del Distrito Federal que, como hemos

señalado, inició las tareas de regularización de la tenencia de la tierra a través de un

organismo que vinculaba las funciones de promoción de vivienda social con las de

regularización de los asentamientos populares (FIBIDESU), desde una visión de

política social que más tarde se generalizaría a la mayor parte las entidades del país.

Sin embargo, estas funciones terminaron siendo asignadas a la Dirección General de

Regularización Territorial, una oficina de la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de

México.

Como lo muestra la proliferación de este tipo de organismos, y más recientemente la

aparición de una asociación que integra a los distintos organismos estatales170, la

regularización de la propiedad inmobiliaria en los asentamientos humanos, se ha

convertido en una tarea fundamental de las políticas urbana y social de los distintos

estados, no sólo por su vertiente relativa al ordenamiento de las ciudades, o por su

impacto en la producción de vivienda a través de mecanismos de autoconstrucción en

la que en realidad tienen muy poca incidencia sino, fundamentalmente, por el carácter

político y de negociación que subyace aún en la política de suelo del gobierno

170
Aquí se hace referencia a la Asociación Mexicana de Organismos para la Regularización de la Tenencia de la Tierra
(AMORTT), fundada en 2005.

523
mexicano, no sólo a nivel del gobierno federal sino, incluso aún más, en los gobiernos

locales.

Esto ha llevado a que, al igual que se puede observar en la política de financiamiento y

construcción de vivienda popular y para los trabajadores públicos, las tareas de

regularización de la tenencia de la tierra urbana las han atraído hacia su ámbito de

competencia los gobiernos estatales reproduciendo casi de manera fotográfica la

forma de actuación de la CORETT, e incluso los gobiernos municipales que, a pesar

de su endémica falta de recursos, han creado instrumentos de este tipo duplicando, en

los hechos, las funciones que se realizan a nivel de las entidades federativas171.

La multiplicación de estos organismos lleva a situaciones como las que se pueden

observar en el Estado de Baja California, en donde sólo en la ciudad de Tijuana

existen cuatro dependencias estatales que realizan tareas de regularización de los

asentamientos humanos, de las cuales tres son del gobierno del estado: la Comisión

para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (CORETTE), que es el organismo

estatal que oficialmente tiene asignada esta tarea, y dos organismos más, que además

de la promoción de vivienda y la promoción inmobiliaria, integran funciones de

regularización: Promotora para el Desarrollo Urbano de Tijuana (PRODUTSA), e

Inmobiliaria Estatal Tijuana Tecate (INETT), y una más del gobierno municipal, el

Fideicomiso Inmobiliaria Municipal de Tijuana (FIMT)172, que además administra las

reservas territoriales municipales.

171
Este es el caso, por ejemplo, de varios fideicomisos que se han conformado para apoyar financieramente las tareas
de legalización de los asentamientos irregulares en varias ciudades del país como:
-. El Fideicomiso para cooperar en la solución de los problemas de las colonias proletarias de Tijuana, Baja California;
.- El Fideicomiso para cooperar en la solución de los problemas de las colonias propietarias de Ciudad Madero,
Tamaulipas.;
.- El Fideicomiso para cooperar en la solución de los problemas de las colonias proletarias de Tampico, Tamaulipas
(SHCP: s/p).
172
Este fideicomiso es el resultado de la fusión de dos organismos precedentes que tuvieron funciones similares: el
Fideicomiso para la Administración de las Reservas Territoriales del Estado de Baja California (FIADERT), que tenía
originalmente la tarea de administrar las reservas expropiadas por SEDUE (hoy SEDESOL), y destinarlas a la
regularización de colonias populares y a la construcción de vivienda, y el Fideicomiso para el Desarrollo Urbano de la
zona Este de Tijuana (FIDUZET), creado en 1998 cuando el anterior cede sus reservas al gobierno municipal, que es
sustituido por el FIMAT en 2005, con el que se extendió su campo de acción al resto de la ciudad de Tijuana (H. XVIII
Ayuntamiento de Tijuana, 2007, s/p)

524
De manera similar, en el estado de Jalisco, además de la Procuraduría de Desarrollo

Urbano (PRODEUR), que tiene dentro de sus objetivos la regularización de la tenencia

de la tierra, existe la Dirección de Patrimonio Inmobiliario de Jalisco, dependencia de

la Secretaría General de Gobierno que realiza las tareas de regularización de predios

propiedad del estado; mientras que en, el caso del estado de Chiapas, además de las

funciones que el organismo estatal de vivienda realiza en materia de regularización de

los asentamientos humanos, en el municipio en donde se ubica la capital estatal,

Tuxtla Gutiérrez, es la Dirección de la Tenencia de la Tierra municipal la encargada de

estas funciones (H. Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez: s/p).

Aunque no se dispone de una relación detallada de otros municipios del país en donde

se hayan desarrollado iniciativas de esta naturaleza, ni de más ejemplos a nivel estatal

en donde se dupliquen funciones en esta materia, los mostrados permiten observar la

forma en la que, al igual que sucede en los organismos de vivienda locales, las tareas

de regularización de los asentamientos populares en México, se han ido dispersando

en una red muy compleja de mecanismos locales que no parecen tener un impacto

efectivo en la solución del problema de la irregularidad del suelo urbano.

Esta limitación no sólo se desprende del impedimento que tienen para intervenir en las

áreas más conflictivas que se ubican en ejidos y comunidades sino,

fundamentalmente, por los escasos recursos que las administraciones locales, en

particular las municipales, pueden asignar a los procesos expropiatorios, con lo que en

los hechos, los organismos responsables de la política estatal de suelo se han

convertido en una agencia operativa de la propia CORETT, o de las iniciativas de la

SEDESOL en política inmobiliaria.

525
526
Conclusiones

Cuando se contempla una realidad urbana, como la de México, en la que perviven

vecindades en donde las condiciones de alojamiento no distan mucho de las que

existían hace doscientos años, o en la que cerca de dos tercios de la vivienda

existente se ha construido al margen de cualquier mecanismo público o privado de

financiamiento o en apego a alguna reglamentación oficial, y se estima que alrededor

de 600 mil habitantes (es decir casi el equivalente a la población de toda la provincia

de Navarra [INE, 2006]), se instalan anualmente en asentamientos irregulares, no

podemos, más que preguntarnos ¿qué es lo que ha hecho posible, que después de

poco más de ochenta años de políticas institucionales de vivienda social permanezca,

y aún se extienda, esta situación?

Dos factores parecen estar presentes en el surgimiento del problema de la vivienda en

México. Por una parte, la concentración de la propiedad inmobiliaria que de manera

endémica permaneció en el país a lo largo del proceso de transformación capitalista

del siglo XIX, y que comenzaría a superarse sólo hasta los años 30 del siglo XX, a raíz

de una reforma agraria que, paradójicamente, impactaría de manera decisiva en la

transformación de la propiedad inmobiliaria urbana y en las formas en las que se

construyó la mayor parte del parque habitacional; por otra, la falta de instrumentos que

permitieran movilizar los recursos públicos y el capital privado en la producción

habitacional, e hicieran posible regular las condiciones en las que se produjo, y sobre

todo en las que se comercializó la vivienda.

La política habitacional en México abordo tarde esta problemática, pero sobre todo no

lo hizo para resolver el problema social que implicaba, ni desde una perspectiva que

abarcara a la sociedad en su conjunto, no hizo suyas las necesidades sociales, sino

527
que sólo entendió éstas en función de los intereses de los distintos grupos políticos

que fueron responsables de ponerla en marcha.

La realidad institucional de la política habitacional en el país, en la actualidad, es

resultado de esto. Hoy existen cerca de cien organismos en el país que de alguna

manera financian vivienda, en cada entidad federativa hay al menos dos organismos

públicos que financian y/o construyen de manera directa vivienda y al menos uno que

administra reservas de suelo para el desarrollo de promociones habitacionales.

A través de este enjambre institucional se impulsan programas financieros de los más

variados tipos, que parecen dibujar el proceso constructivo de la vivienda, desde

paquetes de materiales de construcción, pasando por lotes con servicios, la

construcción de módulos mínimos habitables (“pies de casa”), mejoramiento de la

vivienda, y hasta casas completas.

Y todo esto a través de una red de instrumentos que abordan las necesidades de

vivienda social segmentando a la población en grupos de interés: por un lado

burócratas federales, por otro los estatales, más allá los obreros y trabajadores de la

empresa privada, los miembros de las fuerzas armadas, grupos sociales urbanos

organizados, empleados de empresas públicas, funcionarios de la banca de desarrollo,

damnificados de algún desastre, indígenas, y un largo etcétera, en un escenario en el

que, además participan instituciones públicas federales, estatales y municipales.

Una red, que por otra parte resulta incomprensible cuando observamos que en los

últimos treinta años de política habitacional, sólo seis organismos de esa multitud,

todos bajo control del gobierno federal, han financiado cerca del 90% de todos los

créditos otorgados tanto por el sector público como por el privado.

528
Y aún así, o tal vez por eso mismo, en los primeros cinco años del siglo XXI, cuando

se han otorgado por el Estado créditos habitacionales en cifras sin precedente,

llegando a poco más de medio millón anuales (ver Cuadro AE-4), se continúan

incorporando a las estadísticas de la irregularidad alrededor de 120,000 viviendas

anualmente, que representan poco más del 20% de todos los financiamientos

otorgados por el sector público en los últimos años, en una realidad urbana en la que

el parque habitacional en la irregularidad alcanza a más de de la mitad del alojamiento

existente.

Es un hecho que en México, ni la intervención pública y ni la del sistema financiero

privado, han revertido una realidad, en la que el esfuerzo social, a través de la

inversión de trabajo físico y recursos financieros individuales, ha sido, hasta finales del

siglo veinte, la base a través de la cual se ha construido la mayor parte de la vivienda

disponible en el país.

La de la intervención pública en el tema habitacional en México es la historia de una

política que no logró extenderse a toda la realidad social del país y en la que ha habido

claramente ganadores y perdedores, en la que han proliferado los mecanismos de

financiamiento público, fragmentando su intervención hasta extremos caricaturescos, y

en la que la intervención pública se ha caracterizado por ir a la zaga de las acciones

que realiza la sociedad civil. Estas limitaciones de la política habitacional están es sus

mismos orígenes, en aquellos que determinaron su actual perfil, en él se pueden

encontrar los rasgos que hasta hoy la caracterizan, y que la definen como una política

pública selectiva, corporativa y clientelar.

Selectiva en la medida que se dirigió a atender a grupos sociales específicos de la

sociedad, favoreciendo a quienes eran funcionales al Estado y excluyendo a los que

no lo eran, fue corporativa en la medida que este tratamiento se dirigió a grupos

529
sociales organizados con intereses comunes que se articularon en torno a las

estructuras políticas del propio Estado, y fue clientelar en tanto que se empleó con el

objetivo de obtener respaldo político por parte de la elite gobernante.

Estos tres rasgos se soportaron en una estructura que operó a través de tres líneas

fundamentales de actuación, que además tuvieron entre sí un vínculo de carácter

complementario que ha terminado por ser de tipo subsidiario de dos de ellas en torno

a la que ha llegado a convertirse en la columna vertebral de la política habitacional.

Estas tres líneas son: el financiamiento público de vivienda social en torno a la cual

han actuado subsidiariamente las de inquilinato y la de suelo, que en distintos

momentos han ofrecido al Estado una válvula de escape a la presión social que surgió,

a lo largo del siglo veinte, en torno al problema del alojamiento en el país.

1. La política de financiamiento y producción de

vivienda social

En México, aunque por lo común, al hablar de la política habitacional del Estado, nos

referimos a los programas de vivienda social que desarrollan los distintos Organismos

Nacionales de Vivienda Social (ONAVIS), y a los distintos programas que lleva a cabo

la SEDESOL (que involucran a la mayor parte de las instituciones a través de las

cuales el gobierno federal opera los programas habitacionales), en realidad la

participación pública en la promoción, financiamiento y construcción de vivienda social

ha involucrado, desde los albores del nuevo Estado mexicano, a un gran número de

organismos, que a pesar de cumplir objetivos distintos a los propiamente vinculados al

financiamiento de vivienda, han participado activamente en esta política social.

530
Más allá de que los ONAVIS y SEDESOL, en conjunto, cubren más del 86% del total

crediticio del sector público (ver Cuadro AE-21), y que son los organismos que asumen

el mayor peso de la participación pública en la materia a nivel nacional, la existencia

de un universo muy diverso de instituciones que participan en el financiamiento de

vivienda social, revela el carácter que la política habitacional ha tenido en la realidad

política y social del país, y en cierta manera la segregación socio-espacial que muestra

el alojamiento en la realidad urbana del país.

Tal parece que el origen corporativo que tuvo el financiamiento de vivienda para los

trabajadores públicos, con la creación del IPCyR, fue determinante en el camino que

seguiría en los siguientes casi ochenta años la actuación gubernamental en esta

materia, y dejaría una huella indeleble que se repetiría no sólo en la creación de

sucesivos organismos federales encargados de la producción de vivienda para

distintos segmentos de la población nacional, sino que marcaría la manera en la que

los distintos niveles de gobierno irían participando en el financiamiento de la vivienda,

tanto para la burocracia local, como para la población en general.

De esta manera, como ya lo señaló Arnaldo Córdoba, del mismo modo que la creación

del IPCyR respondió a la finalidad de “asegurarse la fidelidad de uno de los sectores

más inquietos y peligrosos de la escena política nacional, los burócratas, la única

fuerza organizada, además del ejército, con la que directamente podía contar el

gobierno” (op. cit.: 358), la Dirección de Pensiones Militares (y los sucesivos

organismos financieros dirigidos a las fuerzas armadas), y los organismos dirigidos a

los distintos grupos de la sociedad mexicana (INDECO y sus sucesores, FOVI con los

suyos e INFONAVIT), parecen haber respondido, en su momento, a la necesidad de ir

construyendo redes de alianza entre el Estado y los distintos actores sociales,

atendiendo a la par a las necesidades de desarrollo del capital inmobiliario y de la

construcción.

531
Esta práctica, de emplear la política habitacional como un instrumento hegemónico,

iniciada con los primeros gobiernos de la posrevolución, y refrendado por los que les

sucedieron hasta finales de los años 90, no se fue patrimonio exclusivo de aquellos

que hasta principios de los años ochenta ostensiblemente emplearon la política social

como un mecanismo clientelar, sino que continuó con los gobiernos neoliberales de los

años 90 y de principios de este siglo, quienes impulsaron también mecanismos

financieros que privilegiaron a uno de los gremios de mayor peso en la vida política y

social del país, no sólo por el número de sus agremiados sino por su misma presencia

nacional, refuncionalizando, así, viejos mecanismos clientelares, pero ahora al servicio

de las reformas neoliberales.

La participación de los gobiernos locales no modificó, prácticamente en nada, esta

dinámica. En su involucramiento, relativamente tardío, en la política habitacional, los

organismos estatales de vivienda social reprodujeron no sólo el mismo tipo de

instrumentos y los mismos mecanismos a través de los que aquellos operaron, sino el

mismo criterio clientelar y el orden de atención social que había construido el gobierno

central, no obstante que para cuando se crearon los primeros organismos locales, las

condiciones que pudieron haber justificado en los años veinte la creación del IPCyR y

la DPM ya habían sido superadas (la necesidad urgente del estado posrevolucionario

de contar con el respaldo de la burocracia y las fuerzas armadas).

Ahí, como en un esquema fractal, se crearon, casi dos décadas después del

organismo de pensiones para la burocracia federal, entidades públicas

administradoras de los fondos de retiro para la burocracia estatal y municipal, y con

ellas los primeros mecanismos financieros de vivienda para los trabajadores de

estados y municipios, y sólo más de veinte años después de éstos, los primeros

organismos estatales encargados de impulsar la construcción de vivienda social.

532
Del mismo modo, casi a la par de la creación de las instituciones que precedieron a la

SEDESOL, la aparición de los organismos estatales de desarrollo urbano reprodujo el

funcionamiento de la secretaría federal, como un mecanismo, discrecional, que

interviene en el financiamiento de vivienda, duplicando en muchos casos las funciones

de los propios organismos de vivienda social. Al igual que la SEDESOL (y sus

antecedentes), gran parte de estos organismos financiaron vivienda a través de

programas que se asociaron a la política social del gobierno en turno, con un fuerte

contenido clientelar y con un marcado énfasis en circunstancias coyunturales.

El hecho de que ni los organismos de seguridad social, ni los de vivienda social, así

como tampoco los programas promovidos por las distintas secretarías encargadas del

desarrollo urbano en los distintos estados, hayan logrado tener un impacto decisivo en

la política pública de vivienda social, está sin duda asociado a la centralización, que en

materia de recursos fiscales, existe en México, y a la gran dependencia que los

gobiernos estatales tienen de las transferencias que se realizan desde el gobierno

federal para la realización de su política social.

Esto mismo, sin embargo, es lo que explica la naturaleza testimonial, casi simbólica,

de la participación de los gobiernos estatales en materia de vivienda. En la medida que

ésta no fue acompañada de una descentralización real de los mecanismos financieros

de vivienda social, ni por una revalorización de su papel en ese tema, después de más

de 30 años no han logrado desarrollar una estructura operativa y financiera que les

permita tener una incidencia significativa en las condiciones de la vivienda de sus

respectivos ámbitos político-administrativos.

Su intervención en este campo de la política social más que estar motivada en una

voluntad expresa de incidir en el problema de la vivienda, parece sólo explicarse

533
porque permite a los gobiernos locales tener un margen de negociación tanto con

algunos segmentos de la burocracia estatal, como del resto de la sociedad civil. La

política habitacional en el marco de la política estatal aparece así más que como un

mecanismo de redistribución del ingreso, o como un mecanismo de equidad social (e

incluso más que como un mecanismo de desarrollo económico), como uno de

negociación por parte de los gobiernos estatales en circunstancias políticamente

convenientes, y con grupos sociales que, en la balanza de las alianzas locales, juegan

un papel determinante.

Condiciones similares a las que originalmente jugaron los mecanismos financieros

dirigidos a la burocracia (federal y estatal), han cumplido los distintos organismos que

se han dirigido a financiar a grupos específicos de los empleados públicos a través de

la Banca de Desarrollo, de empresas estatales y organismos descentralizados, así

como del programa especial de financiamiento para vivienda del magisterio. Todos

ellos parecen responder a la intención de atender de manera privilegiada a empleados

de empresas y organismos públicos que jugaron y juegan un papel determinante en la

política económica y social del Estado, llegando incluso a duplicar los mecanismos

financieros para alguno de ellos.

El empleado público en general, y el magisterio en particular, aparecieron así, por

muchos años, como un sector social privilegiado en el financiamiento de vivienda,

como una especie de aristocracia obrera, y sólo pasaron a un segundo plano cuando

el INFONAVIT emerge como el principal mecanismo financiero de vivienda en el país,

seguido por el FONHAPO, en un momento en el que los gobiernos de corte populista,

de los años setenta, buscaron el respaldo político de los obreros y los sectores

urbanos de menores ingresos.

534
Desde una óptica distinta, aunque sin perder del todo el carácter clientelar que ha

caracterizado a la política habitacional en su conjunto, los programas de vivienda

asociados a políticas de desarrollo social o regional han presentado rasgos singulares

que es importante resaltar. Aunque por su mismo carácter complementario han

respondido a objetivos específicos y han contado con los recursos financieros que les

permitieron alcanzar (en términos generales), a su población objetivo, no dejan de

conservar el rasgo selectivo y por tanto discriminatorio del resto de los programas e

instrumentos de política habitacional.

Los beneficiarios de estos programas, en realidad no se distinguen sustancialmente de

otros que por razones diferentes se ubican en la esfera de las prioridades del Estado,

y al igual que a aquellos se les atiende en relación con la importancia funcional que

tienen para el logro de los objetivos preestablecidos por el programa en curso,

recibiendo en ese contexto y por un tiempo predeterminado, un trato privilegiado que

no se aleja mucho del que reciben otros sectores de la población políticamente

funcionales al Estado.

Un caso similar, pero que parece haber operado de manera más apegada a las

necesidades sociales que les dieron origen, es el de los organismos que tuvieron a su

cargo programas emergentes en el Distrito Federal, y que gracias a la activa

participación de la sociedad civil no fueron convertidos en instrumentos clientelares y,

en términos generales, cumplieron con los objetivos para los que fueron creados.

La personalidad clientelar de las políticas habitacionales desarrolladas por los

Organismos Nacionales e Vivienda y, a partir de ellos el reto de los organismos

públicos, pareció haber iniciado un proceso de cambio con las reformas que a

principios de los años 90 refuncionalizaron al INFONAVT, retirándole su papel en la

promoción y construcción de vivienda, y cortando los vínculos que tuvo en su

535
operación, durante casi dos décadas, con el sindicalismo oficial. Con estas reformas,

este organismo y poco más tarde el FOVISSSTE, operaron de manera más

transparente y flexible, y podríamos decir que eliminaron, en gran medida las prácticas

clientelares que había conservado desde su origen.

Estas iniciativas, sin embargo, contrastan con la operación del Programa Especial de

Financiamiento a la Vivienda del Magisterio, cuya creación aparece como el corolario

de una alianza construida por el gobierno federal con una dirigencia sindical promovida

(si no es que impuesta), por él mismo en 1989173, y que a partir de 1994 ha sido uno

de los principales instrumentos hegemónicos de esta dirigencia hacia sus agremiados,

contando con el apoyo de los sucesivos gobiernos neoliberales desde entonces sin

importar el partido del que provengan.

Estos dos ejemplos, la reforma de los fondos habitacionales y el programa especial

para la vivienda del magisterio son, tal vez, los que mejor dibujan la situación actual de

la política habitacional en México, que por una parte buscó una reestructuración de los

principales mecanismos nacionales de financiamiento habitacional, sobre todo de los

que se operan desde las instancias centralizadas del gobierno federal (en particular

INFONAVIT, FOVISSSTE y FOVI), que estuvo dirigida a sanear y eficientar los

mecanismos de crédito para la vivienda social, dándoles una viabilidad financiera que,

sin embargo, contrastó con una reducción del impacto social de los programas de

crédito, que cada vez fueron menos asequibles a los sectores de la población con

menores ingresos.

El Programa Especial para el Magisterio, por su parte (y en general el resto de los

organismos estatales y de los programas operados por SESESOL), continúan, en

173
Ese año, el gobierno federal retira su apoyo (y al parecer exige la renuncia), del viejo líder magisterial Carlos
Jonjitud, y apoya de manera decisiva el ascenso de una nueva dirigencia encabezada por Elba Esther Gordillo, que en
los primeros años del siglo XXI habría de jugar un papel fundamental en el apoyo del primer gobierno de la oposición
desde 2002, y en el proceso electoral de 2006, cuando dio un apoyo decisivo al candidato oficial.

536
términos generales, operando con las mismas características que los han

caracterizado desde sus orígenes. Aunque en la mayor parte de ellos, fuera de los

programas explícitamente subsidiados del FONHAPO y de SEDESOL, se ha buscado

impulsar mecanismo de recuperación crediticia que les de viabilidad a largo plazo, su

condición coyuntural, su empleo clientelar y el ejercicio discontinuo de los programas

parecen haber permanecido como una condición permanente.

Las reformas neoliberales parecen haberse abocado así a eficientar los mecanismos

crediticios que tienen un mayor peso en el desarrollo del capital inmobiliario y de la

industria de la construcción, pero dan la impresión de no haberse resignado a

prescindir de los instrumentos hegemónicos de la política habitacional, que les

permiten disponer de una válvula de escape ante una eventual crispación de una

sociedad, que ha visto, desde el impulso de las reformas “estructurales” de los años

ochenta, agudizar las condiciones de pobreza en el país.

Tampoco parecen haber reconocido a la política de vivienda como un derecho social

de carácter universal de la que no sólo han quedado al margen los sectores sociales

de bajos ingresos ubicados fuera de la economía formal sino, incluso, grupos de

trabajadores como los empleados públicos municipales y estatales que paulatinamente

han visto reducirse a la nada los mecanismos financieros de que disponen.

2. La política Inquilinaria

La política inquilinaria en México, tal vez más que la política de financiamiento y de

producción de vivienda, ha funcionado esencialmente como un instrumento clientelar

dirigido a construir y reforzar los lazos hegemónicos del Estado con la población

urbana. En prácticamente ningún momento ha respondido a la realidad de la vivienda

537
en arrendamiento, ni durante las primeras iniciativas en 1917 cuando es muy probable

que la vivienda en alquiler representara más de la mitad del parque habitacional, y aún

menos en los últimos años, en los que, a pesar de disminuir en su importancia relativa,

una de cada cinco viviendas en el país continúa bajo este régimen de tenencia, a

pesar de lo cual se puede apreciar en todo el país un vacío profundo en los

instrumentos dirigidos a promover la producción de vivienda en alquiler y establecer

mecanismos que regulen prácticas especulativas.

Durante las primeras décadas de la posrevolución, la vivienda en arrendamiento fue,

como hemos visto, casi con toda seguridad la forma de alojamiento dominante para la

mayor parte de la población urbana, a ella aún estaban sujetas, para los años sesenta,

más del 45% de las viviendas existentes a nivel nacional, llegando a representar para

entonces, en las tres entidades con mayor nivel de urbanización en el país, más del

50% del parque habitacional (Distrito Federal 79,15%, Jalisco 50,44% y Nuevo León

57,83%), y más del 30% en prácticamente todas las entidades federativas (con

excepción de Guerrero y Oaxaca) (ver Cuadros 41 y 42).

Desde entonces y hasta finales del siglo XX, su importancia como medio de acceso a

un alojamiento fue perdiendo cada vez más importancia, particularmente a partir de

que en los años setenta se pusieron en operación los programas de vivienda social

apoyados por los principales organismos financieros, y se institucionalizaron los

mecanismos de regularización de la tenencia de la tierra. En 30 años su peso relativo

disminuyó en más de un cincuenta por ciento abarcando apenas poco más del 22% de

la vivienda disponible, y este comportamiento prácticamente se presentó en todos los

estados del país.

Este proceso, sin embargo parece haber tocado fondo, a diferencia de lo ocurrido

entre 1960 y 1990 cuando en promedio la vivienda en alquiler en el país vio reducir su

538
peso en aproximadamente 8 puntos porcentuales, en la última década censal éste

apenas disminuyó en menos de medio punto porcentual. La relevancia que aún hoy

conserva el inquilinato en México, queda aún más de manifiesto cuando se constata

que en este período, fuera del Distrito Federal, en todas las entidades federativas el

número total de viviendas sujetas a este régimen de tenencia se incrementó en más

del 20% con respecto a la década precedente, (casi el doble del crecimiento de la

población nacional), y en la mitad de ellos en más de un 40% (ver Cuadro 42).

A pesar de esta tendencia a estabilizarse en el contexto nacional, la situación del

arrendamiento de vivienda presenta, sin embargo, notables diferencias entre las

distintas regiones del país, no sólo, como se ha señalado, porque el inquilinato es un

fenómeno esencialmente urbano que afecta principalmente a los estados con

procesos de urbanización más dinámicos, sino porque responde de manera distinta a

cada realidad urbana, atendiendo a las condiciones sociales y económicas de cada

una.

Dos casos son particularmente reveladores de esto que, por otra parte, muestran la

desvinculación entre las condiciones de la vivienda en alquiler y el marco

reglamentario vigente: el del Distrito Federal, que es la única entidad en México en

donde, a pesar de la derogación del decreto de congelamiento de alquileres y de la

debilidad reglamentaria sobre el tema, el número de viviendas en renta decreció en

términos absolutos; y el estado de Quintana Roo, que presenta el mayor crecimiento

porcentual de población en el país, en donde la vivienda en alquiler creció en poco

más del 150% (ver Gráfica 13).

A pesar de esta radical diferencia entre estas entidades, en ambos casos este tipo de

tenencia se presenta aún en cerca de la tercera parte de las viviendas (29,2% en el

Distrito Federal y 32% en Quintana Roo), aunque en la capital del país ésta se da

539
como resultado de una tendencia decreciente, mientras que en el estado caribeño

muestra un comportamiento creciente, particularmente a partir de que en los años

setenta se impulsó su desarrollo económico a partir de las actividades turísticas con la

creación del polo urbano de Can Cun.

Gráfica 13
EVOLUCIÓN DE LA VIVIENDA EN ALQUILER (Distrito Federal y
Quintana Roo) 1950-2000

90.00%
Porcentaje /total de viviendas

80.00%
70.00%
60.00%
50.00% D.F-
40.00% Q.R.
30.00%
20.00%
10.00%
0.00%
1950 1960 1970 1980 1990 2000
Años

Con un comportamiento similar a estos dos extremos, el arrendamiento de la vivienda

ha permanecido como una importante opción de alojamiento en estados en los que

este tipo de alojamiento supera la media nacional llegando a representar cerca de la

tercera parte del parque habitacional disponible (como en Jalisco, Baja California y

Colima), en tanto que otros, tal y como sucedió con la capital del país, desde los años

setenta han mostrado de manera constante una disminución de la vivienda en renta,

hasta llegar a representar cerca de la quinta parte de la vivienda disponible (como en

Coahuila, Chihuahua, Morelos y Nuevo León) (ver Cuadro 42).

Se pueden observar también entidades que habiendo presentado una tendencia

decreciente desde los años sesenta hasta los noventa del siglo pasado, en la última

década tendieron a recuperar el parque de vivienda en alquiler (en diez de ellas),

mientras que unas más, aunque con una tendencia global a disminuir, han presentado

540
un comportamiento muy irregular en su peso relativo (once del total de los estados del

país [ver Cuadros 41 y 42]).

La presencia de la vivienda en renta ha estado, además, caracterizada por la

existencia de un conjunto variopinto de alternativas de alojamiento, en el que aún

permanecen formas precarias que había desde el siglo XIX (como la vivienda en

vecindad), a las que se han ido agregando nuevas modalidades, que en muchos casos

representan nuevas caras de la precariedad, que de cierta manera han reemplazado a

las existentes desde principios del siglo XX, como es el caso de los cuartos de

azotea174, locales improvisados no construidos para habitación, vivienda móvil o

diversos tipos de refugios, que aunque tienen una representación marginal con

respecto a al total de la vivienda particular (a nivel nacional en torno al 1,2% para el

año 2005), y una tendencia decreciente en el último quinquenio censal, en algunas

entidades aún presentaron crecimiento en su peso relativo (particularmente de las

viviendas en vecindad) (ver Cuadros 51 y 52).

Los casos más significativos en este sentido son los del Distrito Federal, el estado de

México y Tlaxcala, en donde pese a la tendencia decreciente en algunas de las formas

precarias de alojamiento, la vivienda en vecindad aún presentó un crecimiento relativo,

y en términos absolutos se incrementó en los dos primeros en alrededor de un 30%,

mientras que en Tlaxcala casi se duplicó. Igualmente destacable es el caso de

Quintana Roo, que aunque presenta una discreta reducción porcentual en este tipo de

vivienda, su presencia aún alcanza a cerca del 10% del parque habitacional.

A partir de estos ejemplos, se puede apreciar que las condiciones tanto de tenencia

como de la tipología de la vivienda en alquiler en el país presenta una enorme

174
Estos son alojamientos construidos en las azoteas o terrados de los edificios de departamentos, originalmente
destinados al personal de servicio doméstico, o empleados como trasteros, que han sido habilitados como
apartamentos mínimos que comparten con otros del mismo tipo los servicios sanitarios.

541
diversidad, y que está asociada tanto a los comportamientos demográficos como a los

propios patrones de desarrollo socioeconómico de cada entidad federativa (ver

Cuadros 51 y 52).

Esta diversidad de la vivienda en general, y de la vivienda en alquiler en particular, no

se ve reflejada, sin embargo, en la política de vivienda emprendida por el estado en

México. No obstante que su reglamentación está incluida en disposiciones jurídicas de

carácter local, ésta no corresponde ni con la diversidad de comportamientos históricos

de la vivienda en renta entre las distintas entidades federativas, ni tampoco con las

características y diversidad que está presentando este tipo de alojamiento en las

distintas regiones del país.

De esta manera, a pesar de que el del alquiler es un fenómeno que afecta

principalmente a las entidades en donde se localizan las grandes áreas urbanas del

país, o a las regiones en las que se ubican polos emergentes de desarrollo como

ciudades fronterizas o centros turísticos, y de que es un fenómeno que presenta muy

diversas dinámicas de comportamiento y está siendo resuelto a través de formas de

alojamiento ineficientes y de mecanismos no regulados ni legales (Coulomb, R.: 139-

142), el marco jurídico se caracteriza por tener un carácter homogéneo, dirigido

esencialmente a regular las relaciones entre arrendatarios y arrendadores, sin hacer

referencia a las condiciones diversas en las que se está ofreciendo este tipo de

vivienda, ni mucho menos estableciendo mecanismos financieros que permitan su

impulso y la sustitución de las formas precarias de alojamiento.

542
Cuadro 50: Variaciones en la tipología habitacional de la vivienda particular, 2000-2005
Entidad Total de vivienda particular Casa independiente Departamento en edificio Vivienda en vecindad Cuarto de azotea No especificado (1)
Federativa % de % de % de % de % de % de
2000 2005 2000 2005 2000 2005 2000 2005 2000 2005 2000 (1) 2005
incremento incremento incremento incremento incremento incremento
AGUASCALIENTES 200.529 245.625 22,49 178.373 224.569 25,90 11.641 12.863 10,50 2.265 2.039 -9,98 125 114 -8,80 8.125 6.040 -25,66
BAJA CALIFORNIA 609.667 738.338 21,11 460.159 542.378 17,87 37.644 92.550 145,86 31.238 36.040 15,37 387 546 41,09 80.239 66.824 -16,72
BAJA CALIF SUR 105.064 135.912 29,36 92.355 113.437 22,83 4.224 7.950 88,21 4.031 6.017 49,27 135 73 -45,93 4.319 8.435 95,30
CAMPECHE 157.054 184.090 17,21 150.817 162.691 7,87 782 13.825 1667,90 1.335 2.653 98,73 26 94 261,54 4.094 4.827 17,90
COAHUILA 544.322 625.231 14,86 506.833 594.041 17,21 4.048 8.081 99,63 7.696 5.972 -22,40 346 266 -23,12 25.399 16.871 -33,58
COLIMA 132.201 149.189 12,85 116.605 137.138 17,61 2.558 2.355 -7,94 2.524 2.651 5,03 141 159 12,77 10.373 6.886 -33,62
CHIAPAS 806.131 916.302 13,67 732.572 858.399 17,18 5.795 7.699 32,86 15.941 15.940 -0,01 406 489 20,44 51.417 33.775 -34,31
CHIHUAHUA 755.379 852.596 12,87 668.237 756.763 13,25 8.840 25.421 187,57 23.149 17.126 -26,02 391 416 6,39 54.762 52.870 -3,45
DISTRITO FED, 2.131.410 2.287.189 7,31 1.243.468 1.188.549 -4,42 572.862 705.518 23,16 210.463 276.637 31,44 12.843 8.994 -29,97 91.774 107.491 17,13
DURANGO 325.124 358.302 10,20 307.569 345.510 12,34 1.485 1.413 -4,85 1.657 1.272 -23,23 60 91 51,67 14.353 10.016 -30,22
GUANAJUATO 925.865 1.048.543 13,25 847.849 976.416 15,16 29.728 37.294 25,45 9.795 10.973 12,03 318 290 -8,81 38.175 23.570 -38,26
GUERRERO 657.577 701.656 6,70 595.662 639.729 7,40 21.823 24.400 11,81 15.506 15.531 0,16 909 910 0,11 23.677 21.086 -10,94
HIDALGO 494.183 558.448 13,00 455.611 517.894 13,67 10.227 11.397 11,44 12.365 14.638 18,38 271 336 23,99 15.709 14.183 -9,71
JALISCO 1.392.775 1.582.089 13,59 1.206.615 1.357.211 12,48 100.121 125.423 25,27 28.550 28.788 0,83 1.770 2.017 13,95 55.719 68.650 23,21
MÉXICO 2.892.815 3.243.566 12,12 2.265.800 2.485.021 9,68 187.883 311.460 65,77 196.137 257.430 31,25 3.704 2.963 -20,01 239.291 186.692 -21,98
MICHOACÁN 854.788 913.390 6,86 793.508 851.087 7,26 14.237 27.885 95,86 9.473 7.484 -21,00 390 344 -11,79 37.180 26.590 -28,48
MORELOS 367.230 403.054 9,76 316.135 345.287 9,22 14.924 19.690 31,94 13.853 16.132 16,45 582 594 2,06 21.736 21.351 -1,77
NAYARIT 219.819 244.445 11,20 207.781 231.289 11,31 3.321 4.321 30,11 2.469 2.921 18,31 89 163 83,15 6.159 5.751 -6,62
NUEVO LEÓN 888.087 1.014.042 14,18 811.207 934.016 15,14 22.817 26.616 16,65 14.366 16.767 16,71 916 1.297 41,59 38.781 35.346 -8,86
OAXACA 740.551 802.854 8,41 694.556 758.083 9,15 5.863 6.776 15,57 17.018 18.887 10,98 351 420 19,66 22.763 18.688 -17,90
PUEBLA 1.065.379 1.207.470 13,34 877.459 1.008.155 14,89 73.765 87.863 19,11 55.004 69.548 26,44 853 868 1,76 58.298 41.036 -29,61
QUERÉTARO 298.175 359.953 20,72 269.847 328.815 21,85 7.353 9.200 25,12 6.925 7.791 12,51 118 124 5,08 13.932 14.023 0,65
QUINTANA ROO 213.327 285.742 33,95 164.286 178.936 8,92 16.978 35.571 109,51 22.447 31.153 38,78 458 451 -1,53 9.158 39.631 332,75
SAN LUÍS POTOSÍ 492.650 557.534 13,17 455.040 522.015 14,72 17.143 19.388 13,10 4.900 4.803 -1,98 145 220 51,72 15.422 11.108 -27,97
SINALOA 574.931 642.114 11,69 533.834 589.167 10,37 9.818 17.065 73,81 14.806 9.310 -37,12 191 289 51,31 16.282 26.283 61,42
SONORA 529.937 614.595 15,98 498.692 560.730 12,44 6.160 24.305 294,56 3.190 3.423 7,30 129 184 42,64 21.766 25.953 19,24
TABASCO 412.452 473.121 14,71 374.123 433.899 15,98 11.340 12.635 11,42 13.494 14.892 10,36 868 1.073 23,62 12.627 10.622 -15,88
TAMAULIPAS 682.651 789.118 15,60 596.318 642.386 7,73 23.149 82.774 257,57 31.473 28.823 -8,42 688 670 -2,62 31.023 34.465 11,09
TLAXCALA 194.472 233.881 20,26 176.558 208.644 18,17 6.916 10.883 57,36 4.676 8.655 85,09 70 78 11,43 6.252 5.621 -10,09
VERACRUZ 1.605.497 1.777.972 10,74 1.468.839 1.589.001 8,18 31.058 78.862 153,92 60.416 71.294 18,01 1.675 1.949 16,36 43.509 36.866 -15,27
YUCATÁN 373.244 435.381 16,65 361.819 365.164 0,92 1.198 53.604 4374,46 517 970 87,62 50 81 62,00 9.660 15.562 61,10
ZACATECAS 299.249 325.214 8,68 280.042 311.336 11,17 4.905 5.608 14,33 1.996 1.749 -12,37 90 85 -5,56 12.216 6.436 -47,31
ESTADOS UNIDOS
MEXICANOS 21.942.535 24.706.956 12,60 18.708.569 20.757.756 10,95 1.270.606 1.910.695 50,38 839.675 1.008.309 20,08 29.495 26.648 -9,65 1.094.190 1.003.548 -8,28
(1) incluye local no construido para habitación, vivienda móvil, refugio y no especificado
Fte: 2000: INEGI: XII censo general de población y vivienda, 2005: e INEGI: II Conteo de población y vivienda

543
Cuadro 51: Peso relativo en la tipología habitacional de la vivienda particular 2000-2005
Total de vivienda Departamento en
particular Casa independiente edificio Vivienda en vecindad Cuarto de azotea No especificado (1)
Entidad Federativa 2000 2005 2000 2005 2000 2005 2000 2005 2000 2005
2000 2005 %/total de %/total de %/total de %/total de %/total de %/total de %/total de %/total de %/total de %/total de
viv. Part, viv. Part, viv. Part, viv. Part, viv. Part, viv. Part, viv. Part, viv. Part, viv. Part, viv. Part,
AGUASCALIENTES 200.529 245.625 88,95 91,43 5,81 5,24 1,13 0,83 0,06 0,05 4,05 2,46
BAJA CALIFORNIA 609.667 738.338 75,48 73,46 6,17 12,53 5,12 4,88 0,06 0,07 13,16 9,05
BAJA CALIF SUR 105.064 135.912 87,90 83,46 4,02 5,85 3,84 4,43 0,13 0,05 4,11 6,21
CAMPECHE 157.054 184.090 96,03 88,38 0,50 7,51 0,85 1,44 0,02 0,05 2,61 2,62
COAHUILA 544.322 625.231 93,11 95,01 0,74 1,29 1,41 0,96 0,06 0,04 4,67 2,70
COLIMA 132.201 149.189 88,20 91,92 1,93 1,58 1,91 1,78 0,11 0,11 7,85 4,62
CHIAPAS 806.131 916.302 90,88 93,68 0,72 0,84 1,98 1,74 0,05 0,05 6,38 3,69
CHIHUAHUA 755.379 852.596 88,46 88,76 1,17 2,98 3,06 2,01 0,05 0,05 7,25 6,20
DISTRITO FED, 2.131.410 2.287.189 58,34 51,97 26,88 30,85 9,87 12,10 0,60 0,39 4,31 4,70
DURANGO 325.124 358.302 94,60 96,43 0,46 0,39 0,51 0,36 0,02 0,03 4,41 2,80
GUANAJUATO 925.865 1.048.543 91,57 93,12 3,21 3,56 1,06 1,05 0,03 0,03 4,12 2,25
GUERRERO 657.577 701.656 90,58 91,17 3,32 3,48 2,36 2,21 0,14 0,13 3,60 3,01
HIDALGO 494.183 558.448 92,19 92,74 2,07 2,04 2,50 2,62 0,05 0,06 3,18 2,54
JALISCO 1.392.775 1.582.089 86,63 85,79 7,19 7,93 2,05 1,82 0,13 0,13 4,00 4,34
MÉXICO 2.892.815 3.243.566 78,33 76,61 6,49 9,60 6,78 7,94 0,13 0,09 8,27 5,76
MICHOACÁN 854.788 913.390 92,83 93,18 1,67 3,05 1,11 0,82 0,05 0,04 4,35 2,91
MORELOS 367.230 403.054 86,09 85,67 4,06 4,89 3,77 4,00 0,16 0,15 5,92 5,30
NAYARIT 219.819 244.445 94,52 94,62 1,51 1,77 1,12 1,19 0,04 0,07 2,80 2,35
NUEVO LEÓN 888.087 1.014.042 91,34 92,11 2,57 2,62 1,62 1,65 0,10 0,13 4,37 3,49
OAXACA 740.551 802.854 93,79 94,42 0,79 0,84 2,30 2,35 0,05 0,05 3,07 2,33
PUEBLA 1.065.379 1.207.470 82,36 83,49 6,92 7,28 5,16 5,76 0,08 0,07 5,47 3,40
QUERÉTARO 298.175 359.953 90,50 91,35 2,47 2,56 2,32 2,16 0,04 0,03 4,67 3,90
QUINTANA ROO 213.327 285.742 77,01 62,62 7,96 12,45 10,52 10,90 0,21 0,16 4,29 13,87
SAN LUÍS POTOSÍ 492.650 557.534 92,37 93,63 3,48 3,48 0,99 0,86 0,03 0,04 3,13 1,99
SINALOA 574.931 642.114 92,85 91,75 1,71 2,66 2,58 1,45 0,03 0,05 2,83 4,09
SONORA 529.937 614.595 94,10 91,24 1,16 3,95 0,60 0,56 0,02 0,03 4,11 4,22
TABASCO 412.452 473.121 90,71 91,71 2,75 2,67 3,27 3,15 0,21 0,23 3,06 2,25
TAMAULIPAS 682.651 789.118 87,35 81,41 3,39 10,49 4,61 3,65 0,10 0,08 4,54 4,37
TLAXCALA 194.472 233.881 90,79 89,21 3,56 4,65 2,40 3,70 0,04 0,03 3,21 2,40
VERACRUZ 1.605.497 1.777.972 91,49 89,37 1,93 4,44 3,76 4,01 0,10 0,11 2,71 2,07
YUCATÁN 373.244 435.381 96,94 83,87 0,32 12,31 0,14 0,22 0,01 0,02 2,59 3,57
ZACATECAS 299.249 325.214 93,58 95,73 1,64 1,72 0,67 0,54 0,03 0,03 4,08 1,98
ESTADOS UNIDOS
MEXICANOS 21.942.535 24.706.956 85,26 84,02 5,79 7,73 3,83 4,08 0,13 0,11 4,99 4,06
(1) incluye local no construido para habitación, vivienda móvil, refugio y no especificado
Fte: 2000: INEGI: XII censo general de población y vivienda, 2005: INEGI: II Conteo de población y vivienda
544
3. La política de suelo

La política de suelo en México ha encontrado en la irregularidad en la tenencia de la

tierra no sólo su justificación y razón de ser, sino una condición indispensable para su

propia existencia y, por lo que se alcanza a percibir, lo continuará siendo aún por

mucho tiempo. Ésta continúa siendo hoy una vía fundamental para resolver el

problema de alojamiento al menos para más de la quinta parte de la población del país

después de haber permanecido casi siempre como una segunda alternativa para

acceder a una vivienda, primero detrás del alquiler mientras éste constituía la forma

más común de alojamiento y, después, de la vivienda social, cuando la construcción y

financiamiento desplazó al inquilinato como la forma más común para acceder a una

vivienda.

Desde las primeras iniciativas coyunturales de dotación de suelo en el marco del

conflicto inquilinario, pasando por el apoyo a la conformación de colonias proletarias

en los años treinta, hasta la institucionalización de la política de suelo en los años

setenta, la política de suelo ha sido un instrumento compensatorio de las principales

líneas de política habitacional que el gobierno utilizó para enfrentar el problema de la

vivienda, subsanando a través de élla los efectos que las iniciativas de ajuste

estructural, en diferentes momentos, han tenido en las condiciones de vida de la

población.

En este sentido, más que ser un instrumento de planeación dirigido a resolver el

problema habitacional, a superar las condiciones de irregularidad en la propiedad

inmobiliaria o a prever la demanda de suelo para el desarrollo urbano, parece haber

respondido por largo tiempo al interés del régimen en apoyar medidas de contrapeso a

políticas económicas que redujeron la inversión pública en programas sociales.

545
Esto parece haber sido así desde los primeros gobiernos de la posrevolución, que

impulsaron medidas emergentes de dotación de suelo que permitieron contrarrestar la

falta de recursos públicos para construir vivienda social, hasta los últimos gobiernos

neoliberales que han utilizado a la CORETT como uno de los programas sociales

fundamentales del régimen en turno para mitigar los efectos empobrecedores de los

programas de ajuste económico puestos en marcha desde los años ochenta.

Hay sin embargo en el proceso de su desarrollo, desde los primeros instrumentos de

intervención institucional y control político de los asentamientos irregulares en los años

cuarenta, hasta hoy, una dinámica de transformación que explica no sólo la

permanencia de esta línea de actuación sino la importancia que ha adquirido en los

últimos veinte años como uno de los principales mecanismos de política social en el

país.

En efecto, a diferencia de su utilización eminentemente política durante prácticamente

cincuenta años, permaneciendo así incluso durante los primeros años de operación de

la CORETT, en las últimas dos décadas, la política de suelo se ha refuncionalizado

haciéndola jugar un doble papel político y económico a partir del cual parece ahora

tener una doble finalidad: por una parte parece estar destinada a reforzar los lazos

entre el Estado y los sectores sociales que en menor medida venían apoyando las

políticas del partido en el poder y, por otra, parece funcionar como un medio para

normalizar la recaudación fiscal inmobiliaria (Mathieu, D., 1997: 246-248), castigada

por una realidad en que la irregularidad llega a representar, según reconoce el propio

Estado, entre el 51 y casi el 62% del parque habitacional edificado (CIDOC-SHF,

2005: 22).175

175
Este es un dato que reconoce la misma SEDESOL y que comparten organismos internacionales, que estiman que la
irregularidad en la tenencia de la vivienda alcanza en México al 60% del parque construido (OIT: 19), y que podemos
constatar con los patrones de producción de vivienda en los últimos 50 años (ver cuadro AE-4).

546
La regularización de la tenencia de la tierra continúa siendo, así, utilizada como

instrumento de control y negociación política, operando como una medida

compensatoria a la insuficiencia de la política de producción y financiamiento

habitacional público y privado, pero ahora, además, se refuncionaliza como un medio

idóneo para crear el marco para la integración económica de la población marginada.

Bajo estas nuevas premisas, la política de suelo se “modernizó”, es decir, se

reinstrumentó, convirtiéndose, en una herramienta dual, conserva su condición de

instrumento de la hegemonía, pero ahora se ha “enriquecido” como un instrumento de

integración económico-social, a través de la agilización de los mecanismos de venta

de la propiedad ejidal y de los de regularización, que permiten la incorporación de los

pobres urbanos al mercado inmobiliario, y a los mecanismos de recaudación fiscal, y

de pago de servicios públicos.

De la manos de este proceso de “renovación” de la política de suelo, la CORETT,

como principal instrumento operador de ella, se ha erigido como una pieza

fundamental del andamiaje de la política habitacional y urbana en México: en materia

de regularización es una pieza fundamental para incorporar a numerosos sectores de

la población a los circuitos formales del mercado inmobiliario, en poco más de 30

años, a través de este organismo se regularizaron más de 2 millones de predios en

asentamientos humanos irregulares (ver Cuadro 47), lo que representó casi una

tercera parte de todos los créditos otorgados por los ONAVIS en el mismo período (ver

Cuadros 47 y AE-21), y llevó a que casi el 10% de las familias del país tuvieran una

escritura otorgada a través de este organismo.

547
Su importancia como mecanismo administrador de suelo público para el desarrollo

urbano y la realización de programas habitacional es igualmente relevante, desde su

creación hasta 2005, en todo el país se habían expropiado un promedio anual de 5 mil

hectáreas, que en conjunto habían permitido conformar una bolsa de suelo, destinada

a la regularización de la tenencia de la tierra, de más de 150,000 hectáreas (CIDOC-

SHF: 66), es decir, cerca de la tercera parte terrenos ejidales o comunales que, se

estima, fueron necesarios para absorber la demanda de suelo en el país (cf. Garcés,

C. y Márquez, B., I.: 15).

Este papel protagónico, sin embargo no parece haber modificando sensiblemente la

dinámica de los asentamientos irregulares como vía de escape al empobrecimiento

que ha conllevado el modelo económico neoliberal implantado desde finales de los

años 70 (Guillén R., H., 1997: 149-174), y que mantuvo prácticamente inalteradas las

limitaciones que encontraba la mayor parte de la población urbana para acceder a una

vivienda por los mecanismos institucionales de financiamiento, y a su sombra la

irregularidad parece consolidarse como una condición endémica de la realidad urbana,

que parece encontrar en la CORETT más bien un mecanismo de respaldo que una vía

de solución.

Esto parece demostrarse en el hecho de que la irregularidad urbana acumulada en el

país para 2005, después de casi treinta años de política de suelo y de regularización

de la tenencia de la tierra, continuaba siendo casi de las mismas dimensiones de las

que CORETT había logrado legalizar a través de expropiaciones y titulación en toda su

historia (CIDOC-SHF: 66).

Esta situación, incluso no parece estarse revirtiendo significativamente con la aparición

de los organismos locales de regularización de la tenencia de la tierra. Aunque no se

dispone de información estadística sobre los procesos de regularización por parte de

548
ellos, el papel monopólico que tiene CORETT como agente regularizador de la

propiedad y administrador de las reservas territoriales provenientes de la expropiación

de terrenos ejidales y comunales, por sí mismo, les otorga un papel secundario en la

legalización y en la dotación de suelo para el desarrollo de programas habitacionales.

Aunque es difícil englobar a todos estos organismos en una sola condición, y a pesar

que, como por ejemplo en el estado de Baja California, hay entidades que tienen a su

cargo la administración de un volumen importante de reservas territoriales que le

permiten incidir de manera determinante en el desarrollo de los centros de población y,

potencialmente en la política habitacional, en términos generales, estos organismos

parecen operar como agencias gestoras para la regularización del suelo ante

CORETT, con una presencia casi simbólica en la regularización de suelo privado.

En realidad, al igual que sucede con los organismos estatales que financian vivienda,

su impacto en el manejo de reservas territoriales y en la regularización parece ser

sumamente marginal y adquiere un carácter casi testimonial, de manejo político,

aparentemente más bien vinculado a la necesidad de los gobiernos locales por

aparecer como un agente activo en la problemática de suelo y del alojamiento, que

con la posibilidad real de incidir de manera determinante en estos temas.

Este carácter “simbólico” y de instrumento de la política interna del gobierno estatal,

queda particularmente de manifiesto en el caso de las entidades federativas (una

cuarta parte de todas ellas), en las que las dependencias responsables de la

regularización de la tenencia de la tierra, y por lo tanto de la administración de las

reservas territoriales que eventualmente se obtienen de los procesos expropiatorios,

están incorporadas a las secretarías de gobierno, que son las entidades responsables

de la seguridad y de la política de gobierno en cada estado, y no del problema

habitacional o de las funciones de desarrollo urbano. Desde ellas, la política de suelo

549
queda subordinada a los mecanismos de negociación y control político empleados por

el gobierno estatal en su relación con la sociedad civil, y sólo en función de ella queda

asociada a la política habitacional.

Estos ejemplos no sólo ilustran la cara más evidente del manejo clientelar de la política

de suelo, sino que son un reflejo de sus rasgos dominantes en todo el país. Desde sus

orígenes, pasando por la creación de CORETT y concluyendo con los organismos

estatales responsables de la regularización de la tenencia de la tierra, la política

pública de suelo ha tenido un origen clientelar, muy similar al de la política inquilinaria,

pero a diferencia de ésta, la de suelo se ha desarrollado en todo el país bajo control

del gobierno federal, llegando a convertirse, sin duda, en el brazo complementario más

importante de la acción habitacional del Estado mexicano, influyendo de manera

decisiva no sólo en las características de la vivienda en el país, sino en las mismas

formas de expansión, conformación y morfología del espacio urbano.

Ya desde antes de haber iniciado la política financiera y de producción habitacional del

Estado mexicano, y ante la escasa construcción de vivienda por parte de la iniciativa

privada y el gobierno, la política de suelo tuvo un papel determinante en la política

habitacional, que a lo largo de casi un siglo fue consolidándose, hasta alcanzar a ser

decisiva en la forma en la que la mayoría de los mexicanos se han hecho de una

vivienda.

Fue siempre, sin embargo, una política reactiva, que se desarrolló rezagada con

respecto a una práctica social que ha encontrado en la autoconstrucción la principal

forma de hacerse de una vivienda y que llegó a edificar a través de ella entre la mitad

y dos tercios del parque habitacional existente (ver Gráfica 14). En estas condiciones,

a pesar de haber logrado conformar importantes bolsas de suelo y de incidir de

manera significativa en la regularización de la propiedad inmobiliaria, la política de

550
suelo nunca fue capaz de intervenir de manera efectiva en los procesos de

transformación urbana, ni tampoco ha jugado un papel determinante en la solución del

problema del alojamiento.

Gráfica 14
P ro d u c c ió n d e v iv ie n d a 1 9 8 3 -2 0 0 0

800

700

600
miles de viviendas

500
A u t o c o n s t ru c c ió n
400
D e s a rro lla d o re s
300

200

100

0
1983

1985

1987

1989

1991

1993

1995

1997

a ños 1999

Fte: Gómez Fonseca Miguel Ángel, 2004: 134

Su carácter reactivo ha sido, de esta manera, determinante, y la ha ubicado siempre

detrás de las expresiones de los problemas urbanos y de la vivienda sin poder

anticiparse a ellos, llegó tarde con respecto al fenómeno de la irregularidad, y una vez

ubicada frente a él sólo atendió sus efectos y nunca sus causas, y en consecuencia ha

permanecido como un instrumento de intervención pública que enfrenta sólo hechos

consumados.

El desarrollo de la irregularidad ha ido de la mano del proceso de urbanización en

México, fue una condición que estuvo presente en los de expansión urbana iniciados

desde inicios del siglo XX, y que a lo largo de él se fueron repitiendo en las diferentes

ciudades del país, prácticamente bajo las mismas dinámicas de ocupación ilegal:

primero en predios privados y más tarde en propiedades ejidal y comunales,

551
convirtiéndose en el principal mecanismo de incorporación de suelo a las áreas

urbanas del país.

En las raíces de este fenómeno han estado presentes dos condiciones fundamentales

que no fueron abordadas por la política de suelo en sus orígenes y, más adelante, sólo

de manera secundaria: la concentración de la propiedad inmobiliaria y la carencia de

mecanismos institucionales que permitieran regular la incorporación anticipada de

suelo ejidal y comunal a las dinámicas de expansión urbana en correspondencia con

las necesidades de suelo para vivienda.

En estas circunstancias, la irregularidad se ha mantenido, a pesar de más de 30 años

de una política de legalización de asentamientos humanos, y la autoconstrucción se

conserva como un importante mecanismo de acceso a la vivienda pese a décadas de

una política de vivienda social, haciéndose evidente la insuficiencia de éstas para

ofrecer a la mayor parte de la población nacional un alojamiento a través de los

mecanismos institucionales de financiamiento.

4. Los límites de la política habitacional en México, un

vistazo hacia el futuro

Hay, en el contexto general de las tres líneas de actuación a través de las que opera la

política habitacional en México, cuatro factores que parecen estar detrás de las

limitaciones que ésta tiene como instrumento idóneo para convertirse en una política

social de alcance universal:

1. El carácter subsidiario que entre sí han tenido, históricamente, la política financiera

de vivienda, la de suelo y la inquilinaria, que ha impedido que se articulen

552
eficientemente y actúen de manera complementaria como un solo instrumento de

planeación de la política habitacional.

2. La estructura corporativa de los mecanismos financieros de vivienda social, que

parte de la idea de una sociedad compartimentada y de empleados, que excluye a

diversos sectores de la población que no corresponden con esta premisa.

3. El carácter reactivo de la política de suelo, que impide que ésta sea un instrumento

de la planeación urbana y que, al depender de la vía de regularización, esté

condenada a desaparecer.

4. El carácter reglamentario y homogéneo de la política de vivienda, que impide

responder a las condiciones específicas del inquilinato en cada una de las regiones y

realidades urbanas del país, y la aleja de la política financiera de vivienda social.

Estos cuatro factores, considero, están en el centro de las limitaciones de la política

habitacional, implican no sólo la pervivencia de un esquema de exclusión de

campesinos, subempleados y sectores de bajos recursos en general, sino que ésta se

encuentre desvinculada de una realidad económica en la que alrededor del 60% de la

PEA se ubica en un mercado informal de trabajo, y que por lo tanto queda al margen

de los programas financieros de vivienda terminada (ver Cuadro AE-23),

permaneciendo destinados a resolver su problema de alojamiento a través del

endémico, oneroso e ineficiente mecanismo de la autoconstrucción.

Implica también el desperdicio de un enorme caudal de recursos públicos, dirigidos a

una política de suelo que no incide de manera decisiva en el desarrollo de los

programas de vivienda social, y que no tiene una perspectiva clara de futuro.

553
Y, por último, implica la exclusión de todos los sectores sociales (cerca de una quinta

parte de la población nacional), que recurren a la vivienda en alquiler como opción de

alojamiento, sin encontrar en la política financiera de vivienda social una vía que le

permita evitar las condiciones de precariedad y especulación que derivan de un

mercado que queda sujeto a las relaciones más adversas de la oferta y la demanda.

La superación de estas limitaciones parecen encontrarse, en principio, en la

estructuración de una política habitacional que integre de manera complementaria las

políticas de suelo y vivienda en arrendamiento con la política financiera, superando, en

principio, el carácter subsidiario, y por lo tanto emergente y desarticulado que

presentan en la actualidad, y procurando la conformación de un sistema financiero que

rompa con las limitaciones que derivan de una estructura de financiamiento

corporativa ay clientelar.

Unos de los resultados de la política social que con mayor énfasis se han difundido en

los últimos años en México, son los que a través de los mecanismos que opera el

gobierno federal se han alcanzado en materia de financiamiento de vivienda social. Y

en efecto, en los primeros cinco años de este siglo, el financiamiento de vivienda

alcanzó en el país cifras inéditas que llegaron en 2005 a duplicar el máximo histórico

de créditos que hasta 1999 se había alcanzado con cerca de 300 mil otorgados en un

año, y a multiplicar por casi 3,5 veces el número de créditos otorgados antes de las

reformas a los Fondos de Vivienda en 1992, para llegar a poco más de los 646.000

(ver Cuadro AE-21).

En este comportamiento, los Organismos Nacionales de Vivienda Social, y en

particular dos de ellos, tuvieron un papel determinante. En conjunto pasaron de otorgar

casi el 65% del total los créditos públicos y privados en todo el país, a cubrir casi el

90% de ellos (ver Cuadro AE-21), absorbiendo por sí solos prácticamente todo este

554
crecimiento, del cual, además, casi el 92% se concentró en el INFONAVIT (50,97%), y

el FONHAPO (40,66%).

Estos datos sobre el comportamiento crediticio, sin embargo, no responden de manera

directa con el abatimiento del déficit de vivienda, particularmente en lo que se refiere a

éste último organismo, que en los últimos años ha abandonado el financiamiento de

vivienda terminada, a la que sólo asignó un máximo de 0,6% de sus créditos,

dirigiendo prácticamente toda su cartera financiera a programas de mejoramiento y

autoconstrucción de vivienda (ver Cuadro AE-8).

En estas condiciones, el impacto que la política de vivienda pública de los últimos años

ha tenido en el abatimiento del déficit habitacional ha sido en realidad mucho menor, y

se ha remitido casi exclusivamente al desarrollo de la capacidad financiera del

INFONAVIT, el cual ha sido el principal soporte de las casi 400,000 viviendas nuevas

que en promedio se construyeron por el sector público cada año (ver Cuadros AE-4 y

AE-6), y que apenas han representado cerca del 57% de las que el Plan Nacional de

Vivienda 2001-2006 estimó como necesarias anualmente (700.000 en promedio).

Es, en este sentido, altamente significativo el papel desempeñado por INFONAVIT en

el contexto general de los organismos financieros de vivienda social en el país, no sólo

porque es el principal agente financiero de vivienda, ni porque su expansión como

organismo crediticio en los últimos años se ha dado sin el respaldo de la política de

suelo, o porque se puede considerar que está alcanzando a cubrir la demanda de

vivienda para sus beneficiarios176, sino, fundamentalmente, porque su relativo éxito

pone en evidencia, paradójicamente, la gran debilidad de una política habitacional

176
Si consideramos como índice de cobertura el 1,62%, que sería el resultado de cubrir con 700.000 viviendas
(retomando la meta del Plan Nacional de Vivienda), la demanda surgida del total de la PEA nacional (43.181.700
habitantes), este organismo habría llegado para el 2005 a superar este índice (igual a 2,46% de los empleados
privados asegurados en el IMSS [14.915.786], con respecto al total de créditos asignados para vivienda terminada en
2005 [371.706]).

555
basada en un sistema corporativizado de mecanismos financieros, del cual quedan al

margen importantes, cuantitativamente hablando, sectores de la población.

En efecto, la condición de este organismo como soporte esencial de la política

habitacional, así como el hecho mismo de que la ampliación de la cobertura en materia

de financiamiento de vivienda, a través de él, abarque a menos del 35% de la

población económicamente activa (PEA), hace resaltar aún más las limitaciones de

una política que, a través de los mecanismo formales de financiamiento, apenas

alcanza a cubrir la demanda de vivienda terminada para alrededor del 42% de la

fuerza laboral (ver Cuadro AE-23).

Del resto de ella sólo la adscrita al FOVISSSTE, aunque con menor peso relativo en el

conjunto, disfruta de condiciones similares177, mientras que casi el 60% queda sujeta a

créditos que en su mayor parte no permiten adquirir una vivienda completa, que se

desprenden de programas con diferentes niveles de subsidio a la autoconstrucción a

través del FONHAPO, la SEDESOL y los Organismos Estatales de Vivienda Social, a

programas financieros de muy bajo presupuesto que no hacen posible adquirir una

vivienda en el mercado (como es el caso de los organismos estatales de seguridad

social), o a los créditos para la compra de vivienda de la SHF, la banca privada o de

cualquiera de los múltiples instrumentos financieros dirigidos a segmentos específicos

de la población que hay en el país, que en conjunto apenas cubrieron en promedio, en

el último quinquenio censal, poco más del 37% de la vivienda completa que se financió

(ver Cuadro 52), y apenas alcanza una cobertura del 0,67%178 de la demanda anual

estimada, es decir cerca de dos y media veces menos que lo requerido a nivel

177
De forma similar a lo que sucede con el INFONAVIT, el FOVISSSTE para el año 2005 tenía una cobertura de la
demanda superior a la nacional (2.09%), que resulta del ejercicio de 50.047 créditos (Cuadro AE-5), para atender a una
demanda potencial total de 2.398.000 beneficiarios (Cuadro AE-23).
178
Índice que resulta de dividir el total de la vivienda completa financiada en promedio por el sector público y privado
entre 2001 y 2005 (ver Cuadro AE-4), menos la financiada por INFONAVIT y FOVISSSTE (Cuadros AE-5 y AE-6)
(439.592-275.854=163.737), entre la PEA total promedio (2001-2005) (Cuadro AE-22) menos la adscrita al INFONAVIT
y FOVISSSTE (Cuadro AE-23) (41.831.020-17.313.786=25.867.914).

556
nacional, y casi una cuarta parte de lo que alcanzan a cubrir el INFONAVIT y el

FOVISSSTE en sus respectivas esferas de intervención.

De esta manera, en realidad el impacto que tuvieron las reformas de 1992 (en

INFONAVIT y FOVISSSTE), se redujo sólo a un segmento relativamente privilegiado

de la población (trabajadores privados y burócratas federales), pero prácticamente no

tuvo ningún efecto en la mayor parte de ella, que continúa o teniendo acceso a

mecanismos financieros absolutamente insuficientes para resolver la demanda de

alojamiento, o quedando francamente fuera del ámbito de cobertura de éstos.

Cuadro 52: Financiamiento de vivienda completa por


organismos públicos y privados (sin FOVISSSTE e
INFONAVIT) promedio anual 2001-2005

No. De
Organismo %
Viviendas
INFONAVIT (a) 232.478 52,88
FOVISSSTE (b) 43.376 9,87
Resto de Público y Privado (c) 163.738 37,25
Total (d) 439.592 100,00
Fuente: (a) Cuadro AE-6
(b) Cuadro AE-5
(c) d-(a+b)
(d) Cuadro AE-4

En el centro de esta situación está precisamente el carácter corporativo de la política

habitacional en México, que desde sus orígenes, y por definición, es selectivo y por lo

tanto excluyente; la multiplicación de instrumentos financieros que resulta de ella es un

callejón sin salida, que implica siempre la existencia de segmentos sociales relegados,

y más que una muestra para ir incorporando a un número cada vez mayor de sectores

de la población a esta política social, es más bien una demostración de su incapacidad

para constituir un sistema universal de atención.

En un escenario prospectivo, parece que la opción a este callejón sin salida pasa

precisamente por la superación del carácter corporativo de la política de

557
financiamiento de la vivienda social, a través de la construcción progresiva de un

sistema universal de atención al conjunto de la sociedad. En esta alternativa, sin duda,

es determinante una reconsideración del papel que los fondos solidarios, en particular

el INFONAVIT y el FOVISSSTE, tienen como la base fundamental de financiamiento

de vivienda social, y de la vinculación que hay entre la política de vivienda con la

condición laboral de los beneficiarios.

Los fondos solidarios son, con toda claridad, los mecanismos que mejor han operado y

que mayor cobertura relativa (con respecto a su esfera de actuación), y absoluta (con

respecto al total de la demanda), alcanzan, sin embargo la naturaleza de su propia

estructura financiera, que a la vez ha sido su fortaleza, es precisamente la dificultad de

emplear este mecanismo como alternativa de alcance universal.

El INFONAVIT, en particular, se sustenta en una fuente de recursos que proviene de

aportaciones públicas y privadas, que en realidad encubren la existencia de una

especie de impuesto a la vivienda aplicado a las empresas (la aportación patronal al

fondo de vivienda), por lo que la ampliación de su cobertura implicaría la aplicación de

esta especie de gravamen a todo aquél que se incorporara a este sistema financiero.

El funcionamiento del FOVISSSTE, por su parte, es aún más restrictivo porque

depende sólo de las aportaciones del gobierno federal al fondo de vivienda, por lo que

la extensión de su cobertura a la burocracia de los estados y municipios implicaría al

menos un incremento de alrededor de una tercera parte más de las aportaciones que

se hacen a partir del erario público, y que, al parecer, los gobiernos estatales no se

encuentran en condiciones de cubrir.

En este sentido las vías de solución, implicarían repensar mecanismos para que los

fondos solidarios de la vivienda aumentaran en una proporción de casi el doble de los

558
recursos que actualmente manejan, y sin que perdieran la viabilidad financiera, se

requeriría repensar mecanismos de subsidio cruzado que hicieran posible atender a

los sectores de menores ingresos, y que actualmente son atendidos, principalmente, a

través de programas subvencionados de muy bajos montos por FONHAPO y

SEDESOL.

En esta vía de subsidio cruzado, la política de suelo podría jugar una papel

determinante, para lo cual debería superar su carácter reactivo, para convertirse en un

instrumento de planeación de la política habitacional, interviniendo en el desarrollo de

los programas habitacionales como un factor de presión a la baja en el precio de la

vivienda, particularmente de la dirigida a los sectores de bajos ingresos.

Finalmente, habría que repensar la política de vivienda en alquiler, superando su

carácter reglamentario y homogéneo, que permita convertirla en un instrumento para

enfrentar los efectos que en la demanda de este tipo de alojamiento en función de los

procesos de transformación económica en las diferentes entidades de país.

Las líneas de investigación que se abren en este sentido, deberían hacer énfasis en

algunos de los siguientes temas:

El análisis y diseño de mecanismos financieros y crediticios que permitan integrar al

conjunto social, hoy fragmentado, en una sola línea de política habitacional que tuviera

cobertura universal.

El estudio de mecanismos de incorporación de suelo al desarrollo urbano, en particular

del destinado a la promoción de vivienda social, sobre la base de la revisión crítica de

los objetivos y resultados de programas como SUELO, a fin de convertir la política

inmobiliaria en un instrumento de apoyo a la de financiamiento de vivienda social.

559
El estudio de las peculiaridades de los mecanismos y procesos a través de los que

opera el sistema de vivienda en arrendamiento en el país, en relación con los procesos

socioeconómicos de las diferentes regiones, tendiente a articular la política de

financiamiento de vivienda social a las necesidades de vivienda en alquiler que se

desprenden de los procesos de transformación urbana.

Estas líneas de investigación permitirían ampliar la perspectiva de algunos trabajos

que recién en los últimos años (ver Coulomb, R. y Schteingart, M., 2006), retoman el

estudio de la política de la vivienda en México considerando los tres temas centrales

que en este trabajo hemos tratado, avanzando en una óptica que integre los agentes,

actores y procesos que les son comunes, y sólo desde la cual, consideramos, podrán

percibirse sus limitaciones y considerar alternativas de solución al futuro.

560
ANEXO ESTADÍSTICO Y
CUADROS SÍNTESIS

561
Cuadro AE-11: Organismos y/o programas de vivienda existentes y liquidados de los que
se dispone de información estadística, 1973-2005
(ONAVIS – ODEPES – BDE)

ORGANISMOS LIQUIDADOS,
ORGANISMOS EXISTENTES QUE OPERAN PROGRAMAS
O EXISTENTES QUE OPERAN
TIPO DE ORGANISMO DE FINANCIAMIENTO PARA VIVIENDA DE MANERA
DE MANERA COYUNTURAL
PERMANENTE
PROGRAMAS DE VIVIENDA
SECTOR PÚBLICO
1- FOVISSSTE (A) (C) (P)
2- FOVIMI (B) ISSFAM (A) (C) (P)
1- FONHAPO NORMAL (A) (C)
1- ONAVIS 2- FONAEVI (A) (C) 1- INDECO (A) (D)
ORGANISMOS 3- FONHAPO (P) 3- FONHAPO SUBSID. (A) (C)
NACIONALES DE 4.-VIVRURAL (A) (C)
2- FOANVIR (FONDO NACIONAL
VIVIENDA SOCIAL DE LA VIVIENDA RURAL (DN) (F)
1- PROFIVI (A) (C) 1- FOVI-FOGA (A) (D)
4- SHF (P)
2- PROSVI (A) (C)
5- INFONAVIT (A) (C) (P)

1- IMSS (B) (C) (P) 1- IMSS-CAMP. (CAM) (A) (C)


2- ODEPES 2- CLFC (A) (C) (P)
ORGANISMOS 3- CFE (A) (C) (P)
4- PEMEX (A) (C) (P)
DESCENTRALIZADOS
1-CAPFCE (B) (C) (X)
Y EMPRESAS 2-INI (A) (D) CNDPI (B) (C) (X)
ESTATALES 3- CONAGUA (OAX) (A) (C) (X)
(FEDERALES) 4- CONAGUA (VER) (C) (F)
5-FERRONALES) (DN)

1- BANOBRAS (A) (C) (P)


2- NAFIN (B) (C) (P)
3- BANCOMEXT (B) (C) (P)
3- BDE
4- BANJERCITO (B) (C) (P)
BANCA DE
5- BANSEFI (B) (C) (P)
DESARROLLO 6- BANRURAL (B) (C en liquidación)
7- FINA (B) (C en liquidación)
1- FISOMEX (1) (A) (DN)
(1) Se refiere a las acciones de Financiera Industrial SOMEX a partir de que se convirtió en Institución Nacional de Crédito (INC), y operó como Banca de Desarrollo.

A ORGANISMOS REGISTRADOS POR CONAVI CON DATOS ESTADÍSTICOS


B ORGANISMOS NO REGISTRADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI (Fte: Periódicos y Boletines oficiales de cada uno de los estados de la
República)C ORGANISMOS AÚN EXISTENTES EN 2006
D ORGANISMOS DESAPARECIDOS SUSTITUIDOS POR OTRO
DN ORGANISMOS DESAPARECIDOS NO SUSTITUIDOS
E ORGANISMO DEL QUE NO SE DIPONE DE INFORMACIÓN AUNQUE SÍ SE SABE DE SU EXISTENCIA A TRAVÉS DE LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE
CONAVI
F ORGANISMOS CONSIGNADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI QUE NO DISPONEN DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA
P ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA PERMANENTE
X ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA EXTRAORDINARIA

562
Cuadro AE-12: Organismos y/o programas de vivienda existentes y liquidados de los que
se dispone de información estadística, 1973-2005
(OREVIS)

ORGANISMOS EXISTENTES QUE


ORGANISMOS LIQUIDADOS, O EXISTENTES
OPERAN PROGRAMAS DE
TIPO DE ORGANISMO QUE OPERAN DE MANERA COYUNTURAL
FINANCIAMIENTO PARA VIVIENDA
PROGRAMAS DE VIVIENDA
DE MANERA PERMANENTE
1- IVEA (Ags) (A) (C) (P)
2- IEBC (INMOBILIARIA DE B.C.) (A) (C) (P) 40- IVEBC (BC) (A) (D)
3- PEDCRP (B.C.) (A) (C) (P)
4- INEE (B.C.) (B) (C) (P)
5- INETT (BC) (B) (C) (P)
6- INVIBCS (BCS) (A) (C) (P)
7- INVICAM (CAM) (A) (C) (P) 41- CHAC (CAM) (D) (F)
8- IEVP (COAH) (A) (C) (P)
9- FVTESE (COAH) (B) (C) (P)
10- IVECOL (COL) (A) (C) (P)
11- INVI (CHIS) (B) (C) (P) 42- INPROVICH (CHIS) (A) (D)
12- IVIECH (CHIH) (A) (C) (P)
43- CODEUR (DDF) (A) (D)
13- INVI (DF) (A) (C) (P)
44- FIVIDESU (DDF) (A) (D)
14- IVED (DGO) (A) (C) (P)
15- IVEG (GTO) (A) (C) (P)
16- INVISUR (GRO) (A) (C) (P)
45- PEV (HGO) (A) (D)
17- INVIDAH (HGO) (A) (C) (P)
46- INVIDUH-(HGO) (A) (D) (2)
4- OREVIS 18- IPROVIPE (JAL) (A) (C) (P)
ORGANISMOS 19- IMEVIS (MEX) (B) (C) (P) 47- AURIS-(MEX) (A) (D)
ESTATALES DE 20- IVEM (MICH) (A) (C) (P) 48- PROMIVI-(MICH) (A) (D)
VIVIENDA SOCIAL 21- INVIMOR (MOR) (A) (C) (P)
22- INPROVINAY (NAY) (A) (C) (P)
23- FOMERREY (NL) (A) (C) (P)
24- IVNL (NL) (B) (C) (P) 49- PROVILEON (NL) (A) (D)
25- FOVILEON EDUCAC (NL) (B) (C) (P)
26- FOVILEON BUROCR (NL) (B) (C) (P)
27- IVO (OAX) (A) (C) (P)
28- IPVP (PUE) (C) (F) (P)
29- IVEQRO (QRO) (B) (C) (P) 50- COMEVI-(QRO) (A) (D)
30- INVIQROO (QROO) (A) (C) (P)
31- INVIESP (SLP) (B) (C) (P) 51- INESVI (SLP) (A) (D)
32- INVIES (SIN) (A) (C) (P)
52- INDEUR-SON (SON) (A) (D)
33- INVES (SON) (B) (C) (P)
53- COPROVI (SON) (A) (D)
34- INVI ó INVITAB (TAB) (B) (C) (P) (3) 54- INDUVITAB (A) (D)
35- ITAVU (TAM) (A) (C) (P)
36- SECODUVI (TLAX) (A) (C) (P) (4) 55- IVET (TALX) (A) (D)
37- IDERE (VER) (A) (C) (P)
38- COUSEY (YUC) (A) (C) (P)
39- COPROVI (ZAC) (A) (C) (P) 56- IZVS-(ZAC) (A) (D)
(2) En el CUADRO DE OREVIS Se incorporan a este organismo los datos que CONAVI asigna a INDECO (HGO) debido a que los años para
los que ofrece datos (1997, 1998 y 1999), el organismo que operaba en esta Entidad era el INVIDUH, antecedente del INVIDAH
(3) En el INVI de Tabasco se incorporan los datos que CONAVI asigna a CODEUR, debido a que éste era el organismo de vivienda estatal
para 1989 y no se encontraron antecedentes de alguno con el nombre de CODEUR para esta Entidad.
(4) Se incluyen los datos que en CONAVI se asignan a un organismo del que no se tiene referencias de su existencia (SOP), para los años
en los que ya existía SECODUVI

A ORGANISMOS REGISTRADOS POR CONAVI CON DATOS ESTADÍSTICOS


B ORGANISMOS NO REGISTRADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI (Fte: Periódicos y Boletines oficiales de cada
uno de los estados de la República)
C ORGANISMOS AÚN EXISTENTES EN 2006
D ORGANISMOS DESAPARECIDOS SUSTITUIDOS POR OTRO
DN ORGANISMOS DESAPARECIDOS NO SUSTITUIDOS
E ORGANISMO DEL QUE NO SE DIPONE DE INFORMACIÓN AUNQUE SÍ SE SABE DE SU EXISTENCIA A TRAVÉS DE LAS
ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI
F ORGANISMOS CONSIGNADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI QUE NO DISPONEN DE INFORMACIÓN
ESTADÍSTICA
P ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA PERMANENTE
X ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA EXTRAORDINARIA

563
Cuadro AE-13: Organismos y/o programas de vivienda existentes y liquidados de los que se
dispone de información estadística, 1973-2005
(ORESS – SEDESOL)

ORGANISMOS EXISTENTES QUE OPERAN ORGANISMOS LIQUIDADOS, O EXISTENTES QUE


TIPO DE ORGANISMO PROGRAMAS DE FINANCIAMIENTO PARA OPERAN DE MANERA COYUNTURAL PROGRAMAS
VIVIENDA DE MANERA PERMANENTE DE VIVIENDA
1- ISSSSPEA (AGS) (A) (C) (P)
2- ISSSTECALI (BC) (A) (C) (P)
3- ISSSTECAM (CAM) (B) (C) (P)
4- IPTSE (COAH) (A) (C) (P)
5- DPTEE (COAH) (B) (C) (P)
6- DPOBSTSMT (COAH) (B) (C) (P)
7- DPOBSTSMS (COAH) (B) (C) (P)
8- DPCEC (COL) (A) (C) (P)
9- ISSTECH (CHIS) (A) (C) (P)
10- DPECH (CHIH) (B) (C) (P)
11- IMPE (CHIH) (B) (C) (P)
12- CPPP (DF) (A) (C) (P)
13- CPTLR (DF) (A) (C) (P)
14- DPED (DGO) (B) (C) (P)
15- ISSEG (GTO) (A) (C) (P)
5- ORESS 16- ISSSPEG (GRO) (B) (C) (P)
17- IPCR (HGO) (B) (C) (P)
ORGANISMOS
18- DPCE-JAL (JAL) (A) (C) (P)
ESTATALES DE 19- ISSEMYM (MEX) (A) (C) (P)
SEGURIDAD SOCIAL 20- DPEM (MICH) (B) (C) (P)
21- ICTSGEM (MOR) (A) (C) (P)
22- DPSSSEN (NAY) (B) (C) (P)
23- ISSSTELEON (NL) (A) (C)
24- FPO (OAX) (B) (C) (P)
25- ISSSTEP (PUE) (B) (C) (P)
26- ISSSEQROO (QROO) (B) (C) (P)
27- DPESLP (SLP) (A) (C) (P)
28- ISSSTESIN (SIN) (B) (C) (P)
29- ISSSTESON (SON) (A) (C) (P)
30- ISSET (TAB) (A) (C) (P)
31- UPSSET (TAM) (B) (C) (P)
32- DPCET (TALX) (A) (C) (P)
33- IPEVER (VER) (A) (C) (P)
34- ISSTEY (YUC) (A) (C) (P)
35- ISSSTEZAC (ZAC) (A) (C) (P)

1- PAJA (PROGRAMA DE APOYO A JORNALEROS


AGRÍCOLAS) (A) (C) (P) (5)
2- PET (PROGRAMA DE EMPLEO TEMPORAL) (A)
(C) (P)
1- COPLADE (GTO) (A) (C)
3- COPLADE 2- COPLADE (PUE) (A) (C)
3- COPLADE (TAMS) (A) (C)
1- CONS. MPLES (CHIS) (A) (C)
2- CONS. MPLES (DGO) (A) (C)
4- CONSEJOS MUNICIPALES
3- CONS. MPLES (MEX) (A) (C)
6- SEDESOL
4- CONS. MPLES (SLP) (A) (C)
SECRETARÍA DE
5- INCOBUSA (en liquidación) (A) (C)
DESARROLLO SOCIAL 1- SEDESOL (A) (C)
2- SEDESOL CAMPECHE (A) (C)
3- PROG. RUR SEDUE (A) (DN)
4- PROGR. EMERGENTE DE VIVIENDA (GRO, MICH,
OAX, CHIS y PUE) (A) (DN)
6- OTROS PROG. SEDESOL
5- PRONASOL (A) (DN)
6- AUTOCONSTRUCC. (A) (DN)
7- FONDO DE DESARROLLO MUNICIPAL (TLAX) (A)
(C)
8- ORG. SECTORIZADOS EN SAHOP (A) (DN) (6)
(5) Incorpora los dos programas de Jornaleros Agrícolas de las Estadísticas Históricas de CONAVI
(6)SAHOP: Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas pasó a ser SEDUE y hoy SEDESOL

A ORGANISMOS REGISTRADOS POR CONAVI CON DATOS ESTADÍSTICOS


B ORGANISMOS NO REGISTRADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI (Fte: Periódicos y Boletines oficiales de cada uno de los estados de la
República)
C ORGANISMOS AÚN EXISTENTES EN 2006
D ORGANISMOS DESAPARECIDOS SUSTITUIDOS POR OTRO
DN ORGANISMOS DESAPARECIDOS NO SUSTITUIDOS
E ORGANISMO DEL QUE NO SE DIPONE DE INFORMACIÓN AUNQUE SÍ SE SABE DE SU EXISTENCIA A TRAVÉS DE LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE
CONAVI
F ORGANISMOS CONSIGNADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI QUE NO DISPONEN DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA
P ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA PERMANENTE
X ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA EXTRAORDINARIA

564
Cuadro AE-14: Organismos y/o programas de vivienda existentes y liquidados de los que se
dispone de información estadística, 1973-2005
OEDUOPS, ONENDUVS, ONEPEC, ONEDER, OMVS Y PEF
ORGANISMOS EXISTENTES QUE OPERAN ORGANISMOS LIQUIDADOS, O EXISTENTES QUE
TIPO DE ORGANISMO PROGRAMAS DE FINANCIAMIENTO PARA VIVIENDA OPERAN DE MANERA COYUNTURAL PROGRAMAS
DE MANERA PERMANENTE DE VIVIENDA
1- SPDR (SRIA DE PLANEACIÓN Y DESARROLLO
7- OEDUOPS REGIONAL) (AGS) (C) (F) (P)
2- SOP (CHIS) (SOPV EN CONAVI) (A) (C) (P)
ORGANISMOS
3- SEDUVOP (SLP) (SDUCOP EN CONAVI) (A) (C) (P)
ESTATALES DE
4- SIDUR (SON) (A) (C) (P)
DESARROLLO URBANO Y 5- DIR. DE DESARROLLO URBANO (YUC) (C) (F) (P)
OBRAS PÚBLICAS O 6- SRIA DE COM. Y OBRAS PUB (VER) (D) (F)
SECTORIZADOS 7- SRIA DE DESARROLLO URBANO (VER) (D) (F)
8- IVE PROG. VIVAMOS MEJOR (TAM) (C) (F) (X)

8- ONENDUVSS 1- SEPI (CHIS) (B) (C) (P) (7) 4- SUBSAI (CHIS) (A) (D)
ORGANISMOS 2- PI (SIN) (6) (A) (C) (P)
ESTATALES y/o 3- PI -YUC (YUC) (A) (C) (P) (8)
MUNICIPALES NO 5- INDESALUD (CAM) (A) (C) (X)
6- SEPI (CHIS) (A) (C) (X)
SECTORIZADOS EN
7- DIF (PUE) (A) (C) (X)
DESARROLLO URBANO Y
VIVIENDA NI EN 8- DIF (VER) (A) (C) (X)
SEGURIDAD SOCIAL

9- ONEPEC 1- FASE II (DF) (A) (DN)


ORGANISMOS 2- PRALM (DF) (A) (DN)
NACIONALES O 3- PRENT (DF) (DN) (F)
4- RHP (DF) (A) (DN)
ESTATALES PARA
5- FICAPRO (DF) (A) (DN)
PROGRAMAS 6- FOPE (FONDO DE PROM, EMPLEO Y EDUCAC.)
EMERGENTES Y/O (TLAX) (A) (DN) (E)
COYUNTURALES 7- ZONA SUR (JAL Y GRO) (A) (DN) (E)

10- ONEDER 1- DUPORT ALTAMIRA (TAM) (A) (C) (P)


ORGANISMOS 2- FIDACA (GRO) (A) (C) (P)
NACIONALES O 3- FPV (JAL) (A) (C) (P)
4- FIMAGA (COL) (A) (C) (P)
ESTATALES PARA
5- DUPORT OSTION (A) (DN)
PROGRAMAS O
6- FIDELAC (MICH) (A) (DN)
PROYECTOS DE 7- IROLO (B) (DN)
DESARROLLO REGIONAL 8- CODEUR (TAB) COMISIÓN DE DESARROLLO
URBANO, TABASCO 2000 (A) (DN)

11- OMVS 1- MUNICIPIO DE CHIHUAHUA (CHIH) (C) (F) (P)


ORGANISMOS MUNICIP. 2- MUNICIPIO DE PROGRESO (YUC) (C) (F) (P)
3.- Instituto Municipal de Vivienda de Jaral (GTO) (B)
4.- Instituto Municipal de Vivienda de León (GTO) (B)
5.- Instituto de Vivienda de Cd. del Carmen (CAM) (B)
6.- Urbanismo y Vivienda de Toluca (MEX) (B)

12- PEF 1- PEFVM PROGRAMA ESPECIAL DE


FINANCIAMIENTO A LA VIVIENDA PARA EL
PROGRAMAS MAGISTERIO (A) (C) (P)
ESPECIALES DE 2- FOVIM (FONDO DE VIVIENDA MAGISTERIAL) (A) (C)
FINANCIAMIENTO 3- SNTE SECC 44 (A) (C)

1- PIV (QRO) (E) (X)


2- ORGANISMOS FEDERALES NO SECTORIZADOS
EN SAHOP (A) (D)
3- DGSUV (Méx) (E) (F)
13- NE 4- JALISCO (E) (F)
NO ESPECIFICADO (9) 5- PATRIMONIO ESTATAL DE VIVIENDA (E) (F)
6- PROMOTORES MICH (E) (F)
7- SOP (TLA) (E) (F)
8- DIR. DE PENSIONES DEL GOB. DEL ESTADO (E) (F)
9- IDIPE (JAL) (E) (F)
(7) Proyectos Integrales de Desarrollo: forman parte del Subprograma de Desarrollo de Capacidades del Programa de Desarrollo Rural de SAGARPA
(8) Incorpora los datos de la SUBSAI, Organismo desaparecido al que sustituyó SEPI
(9) Sin información sobre el tipo de programa de vivienda al que se refiere

A ORGANISMOS REGISTRADOS POR CONAVI CON DATOS ESTADÍSTICOS


B ORGANISMOS NO REGISTRADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI
C ORGANISMOS AÚN EXISTENTES EN 2006
D ORGANISMOS DESAPARECIDOS SUSTITUIDOS POR OTRO
DN ORGANISMOS DESAPARECIDOS NO SUSTITUIDOS
E ORGANISMO DEL QUE NO SE DISPONE DE INFORMACIÓN AUNQUE SÍ SE SABE DE SU EXISTENCIA A TRAVÉS DE LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI
F ORGANISMOS CONSIGNADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI QUE NO DISPONEN DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA
P ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA PERMANENTE
X ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA EXTRAORDINARIA

565
Cuadro AE-15: CUADRO DE ORGANISMOS Y/O PROGRAMAS DE VIVIENDA EXISTENTES
Y LIQUIDADOS DE LOS QUE SE DISPONE DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA (1973-2005)
(SECTOR PRIVADO)

ORGANISMOS LIQUIDADOS, O
ORGANISMOS EXISTENTES QUE OPERAN
EXISTENTES QUE OPERAN DE MANERA
TIPO DE ORGANISMO PROGRAMAS DE FINANCIAMIENTO PARA
COYUNTURAL PROGRAMAS DE
VIVIENDA DE MANERA PERMANENTE
VIVIENDA
SECTOR PRIVADO
14- FYOP 1- HABITAT MÉXICO (A) (C)
FUNDACIONES Y
2- PROVIVAH (FIDEICOMISO PRIVADO) (A)
ORGANISMOS PRIVADOS
(C)
SIN FINES DE LUCRO

1- BANCA PRIVADA (A) (C)


2- SOFOLES (A) (C)
3- INTEGRADORA DE VIVIENDA POPULAR
15- BEM S.A. (A) (C)
BANCA Y EMPRESAS 4- ADI (Asociación de Desarrolladores
Inmobiliarios) (A) (C)
5- IVI CONSTRUCTORES (A) (C)
6- PROMOTORES INDEPENDIENTES (A) (C)
A ORGANISMOS REGISTRADOS POR CONAVI CON DATOS ESTADÍSTICOS
B ORGANISMOS NO REGISTRADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI (Fte: Periódicos y Boletines oficiales
de cada uno de los estados de la República)
C ORGANISMOS AÚN EXISTENTES EN 2006
D ORGANISMOS DESAPARECIDOS SUSTITUIDOS POR OTRO
DN ORGANISMOS DESAPARECIDOS NO SUSTITUIDOS
E ORGANISMO DEL QUE NO SE DIPONE DE INFORMACIÓN AUNQUE SÍ SE SABE DE SU EXISTENCIA A TRAVÉS DE LAS
ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI
F ORGANISMOS CONSIGNADOS EN LAS ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE CONAVI QUE NO DISPONEN DE
INFORMACIÓN ESTADÍSTICA
P ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA PERMANENTE
X ORGANISMOS O PROGRAMAS QUE FINANCIAN Y/O CONSTRUYEN VIVIENDA DE MANERA EXTRAORDINARIA

566
Cuadro AE-21: Participación de los sectores público y privado en la producción habitacional 1973-2005
(número de créditos totales por año, organismo y sector)

BDE Total de
Total Anual Total de Créditos % Particip. % Participación
Privados Créditos
ONAVIS ODEPS PEF OREVIS ORESS SEDESOL OEDUOPS ONENDUVS ONEPEC ONEDER de Créditos Pública/tot. Privada/total
(Incluye FYOP Y Públicos y
Públicos Publ. + Priv. Publ. + Priv.
Años NE BEM) Privados
%/
No de %/ No de %/ No de %/ No de %/ No de %/ No de No de %/ No de %/ No de %/ No de %/ No de %/Total Anual %/Total Anual
Tot. No de No de
Créd. Tot. Créd. Tot. Créd. Tot. Créd. Tot. Créd. Tot. Créd. Créd. Tot. Créd. Tot. Créd. Tot. Créd. Tot. Créd. Público y Público y
Anual Créd. (*) Créd. Privado Privado
Anual Anual Anual Anual Anual Anual Anual Anual Anual
1971 0 0 0 0 1.640 100,00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1.640 11.854,33 13.494 12,15 87,85
1972 0 0 0 0 18.565 100,00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 18.565 11.854,33 30.419 61,03 38,97
1973 38.556 75,78 0 0 4.232 8,32 8.093 15,91 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 50.881 11.854,33 62.735 81,10 18,90
1974 47.376 80,03 0 0 9.256 15,64 2.568 4,34 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 59.200 11.854,33 71.054 83,32 16,68
1975 63.557 98,98 0 0 157 0,24 495 0,77 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 64.209 11.854,33 76.063 84,42 15,58
1976 70.143 88,96 0 0 2.096 2,66 6.610 8,38 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 78.849 11.854,33 90.703 86,93 13,07
1977 50.968 97,73 0 0 1.184 2,27 0 0,00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 52.152 11.854,33 64.006 81,48 18,52
1978 87.028 97,16 0 0 641 0,72 1.904 2,13 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 89.573 11.854,33 101.427 88,31 11,69
1979 85.096 96,64 0 0 2.850 3,24 110 0,12 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 88.056 11.854,33 99.910 88,14 11,86
1980 85.304 94,42 0 0 2.149 2,38 2.166 2,40 0 0 725 0,80 0 0 0 0 0 0 0 0 90.344 0 90.344 100,00 0,00
1981 107.118 90,11 0 0 4.583 3,86 1.140 0,96 0 0 6.031 5,07 0 0 0 0 0 0 0 0 118.872 0 118.872 100,00 0,00
1982 79.299 88,17 0 0 5.583 6,21 0 0,00 0 0 5.060 5,63 0 0 0 0 0 0 0 0 89.942 0 89.942 100,00 0,00
1983 87.405 84,12 4.101 3,95 733 0,71 3.706 3,57 0 0 7.124 6,86 0 0 0 0 0 0 836 0,80 103.905 43.085 146.990 70,69 29,31
1984 119.794 82,35 7.246 4,98 1.119 0,77 7.351 5,05 0 0 9.681 6,65 0 0 0 0 0 0 286 0,20 145.477 52.712 198.189 73,40 26,60
1985 149.443 86,02 6.598 3,80 1.386 0,80 3.862 2,22 0 0 11.438 6,58 0 0 0 0 0 0 1.003 0,58 173.730 67.200 240.930 72,11 27,89
1986 182.924 83,43 5.003 2,28 1.885 0,86 904 0,41 0 0 4.587 2,09 0 0 0 0 23.771 10,84 180 0,08 219.260 37.242 256.502 85,48 14,52
1987 180.500 80,28 6.913 3,07 2.454 1,09 1551 0,69 0 0 4.165 1,85 0 0 0 0 29.253 13,01 0 0,00 224.836 63.300 288.136 78,03 21,97
1988 159.513 86,48 4.731 2,56 0 0,00 5.286 2,87 0 0 2.979 1,62 0 0 0 0 9.960 5,40 1.980 1,07 184.449 80.000 264.449 69,75 30,25
1989 152.179 63,97 2.443 1,03 0 0,00 72.840 30,62 40 0,02 6.106 2,57 786 0,33 0 0 3.081 1,30 400 0,17 237.875 35.883 273.758 86,89 13,11
1990 205.266 66,20 2.497 0,81 2.820 0,91 97.918 31,58 0 0 740 0,24 0 0 0 0 86 0,03 742 0,24 310.069 41.557 351.626 88,18 11,82
1991 170.510 45,51 2.466 0,66 13 0,00 43.707 11,67 1.719 0,46 136.000 36,30 0 0 18.896 5,04 1.080 0,29 247 0,07 374.638 35.056 409.694 91,44 8,56
1992 191.982 63,89 5.772 1,92 11.748 3,91 22.434 7,47 0 0 66.133 22,01 0 0 0 0 2.238 0,74 199 0,07 300.506 129.362 429.868 69,91 30,09
1993 219.165 51,83 5.142 1,22 7.436 1,76 15.258 3,61 0 0 173.807 41,10 0 0 0 0 1.983 0,47 63 0,01 422.854 102.416 525.270 80,50 19,50
1994 240.794 50,58 1.440 0,30 22.773 4,78 10.466 2,20 0 0 199.810 41,97 0 0 0 0 789 0,17 0 0,00 476.072 85.198 561.270 84,82 15,18
1995 191.157 36,25 5.142 0,98 30.527 5,79 17.030 3,23 0 0 280.011 53,10 0 0 0 0 3.202 0,61 218 0,04 527.287 17.503 544.790 96,79 3,21
1996 176.256 29,96 9.773 1,66 2.175 0,37 18.006 3,06 0 0 367.981 62,54 0 0 10.189 1,73 4.017 0,68 0 0 588.397 3.169 591.566 99,46 0,54
1997 184.397 32,80 13.147 2,34 14.244 2,53 51.687 9,19 0 0 295.844 52,62 0 0 0 0 2.878 0,51 0 0 562.197 4.588 566.785 99,19 0,81
1998 192.536 45,09 11.988 2,81 15.247 3,57 68.955 16,15 0 0 137.859 32,28 0 0 300 0,07 145 0,03 0 0 427.030 3.269 430.299 99,24 0,76
1999 298.001 64,43 7.082 1,53 898 0,19 61.628 13,32 976 0,21 91.752 19,84 0 0 120 0,03 2.097 0,45 0 0 462.554 1.090 463.644 99,76 0,24
2000 354.608 75,92 8.921 1,91 876 0,19 94.827 20,30 980 0,21 3.892 0,83 0 0 757 0,16 2.232 0,48 0 0 467.093 5.992 473.085 98,73 1,27
2001 323.598 71,18 8.330 1,83 10.754 2,37 59.089 13,00 986 0,22 44.939 9,88 6.505 1,43 424 0,09 0 0 0 0 454.625 3.707 458.332 99,19 0,81
2002 474.368 68,68 9.885 1,43 4.559 0,66 99.793 14,45 1.209 0,18 95.719 13,86 2.144 0,31 3.047 0,44 0 0 0 0 690.724 9.735 700.459 98,61 1,39
2003 606.119 86,81 10.122 1,45 7.842 1,12 36.154 5,18 17.567 2,52 19.051 2,73 0 0 1.342 0,19 0 0 0 0 698.197 33.568 731.765 95,41 4,59
2004 568.865 73,62 10.794 1,40 5.690 0,74 48.755 6,31 4.878 0,63 106.230 13,75 26.867 3,48 582 0,08 0 0 0 0 772.661 42.362 815.023 94,80 5,20
2005 646.256 89,93 9.006 1,25 3.770 0,52 25.235 3,51 1.335 0,19 33.030 4,60 0 0 0 0 0 0 0 0 718.632 49.900 768.532 93,51 6,49
TOTAL 6.790.081 65,76 158.542 1,54 201.885 1,95 889.528 8,62 29.690 0,29 2.110.694 20,44 36.302 0,35 35.657 0,35 86.812 0,84 6154 0,06 10.345.351 1.054.583 11.399.934 90,75 9,25
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php. Para acciones públicas en 1971 y 1972 Connolly. P. et alt. ; para inversión privada 1971-1979: ITAM. tomado de:
http://biblioteca.itam.mx/recursos/ehm.html#
Nota (*): para la inversión privada anual de 1971 a 1979 se considera el promedio anual a partir del dato proporcionado por el ITAM (ibid)

567
Cuadro AE-22: Participación de los sectores público y privado en la producción habitacional, 1973-2005
(número de créditos totales y su distribución porcentural por entidad federativa)
BDE Total de
ONAVIS ODEPES OREVIS ORESS SEDESOL OEDUOPSONENDUVS ONEPEC ONEDER Total Créditos Total de
Años PEF Estatal de Privados Créditos Participación Participación
NE Créditos (Incluye Públicos y Pública Privada
Públicos FYOP Y Privados
(*) BEM (**)
%/Total %/Total
%/ %/ %/ %/ %/ %/ %/ %/ %/ %/ Anual Anual
No de No de No de No de No de No de No de No de No de No de No de No de No de
Tot. Tot. Tot. Tot. Tot. Tot. Tot. Tot. Tot. Tot. Público y Público y
Créd. Créd. Créd. Créd. Créd. Créd. Créd. Créd. Créd. Créd. Créd. Créd. Créd.
Estat. Estat. Estat. Estat. Estat. Estat. Estat. Estat. Estat. Estat. Privado por Privado por
Entidad Entidad
AGUASCALIENTES 157.788 60,06 380 0,14 10.062 3,83 50.625 19,27 757 0,29 34.438 13,11 8.649 3,29 0 0,00 0 0,00 0 0,00 262.699 1.317 264.016 99,50 0,50
BAJA CALIF. 330.499 90,11 2.206 0,60 1.720 0,47 27.418 7,48 88 0,02 4.848 1,32 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 366.779 8.201 374.980 97,81 2,19
BAJA CALIF. SUR 59.544 87,42 466 0,68 352 0,52 1.339 1,97 0,00 6.412 9,41 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 68.113 897 69.010 98,70 1,30
CAMPECHE 52.674 33,23 7.231 4,56 12.960 8,18 53.528 33,77 0,00 29.249 18,45 0 0,00 2.864 1,81 0 0,00 0 0,00 158.506 560 159.066 99,65 0,35
COAHUILA 264.909 71,22 1.803 0,48 2.046 0,55 1.151 0,31 9.000 2,42 93.051 25,02 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 371.960 3.513 375.473 99,06 0,94
COLIMA 83.946 70,72 938 0,79 793 0,67 12.379 10,43 2.580 2,17 17.843 15,03 0 0,00 0 0,00 0 0,00 218 0,18 118.697 1.240 119.937 98,97 1,03
CHIAPAS 147.901 30,62 2.857 0,59 12.054 2,50 13.719 2,84 284 0,06 277.354 57,43 26.867 5,56 1.917 0,40 0 0,00 0 0,00 482.953 1.430 484.383 99,70 0,30
CHIHUAHUA 370.243 82,28 2.045 0,45 7.851 1,74 34.792 7,73 0,00 35.038 7,79 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 449.969 5.239 455.208 98,85 1,15
DISTRITO FED. 659.699 58,10 27.624 2,43 20.509 1,81 323.429 28,48 823 0,07 16.617 1,46 0 0,00 0 0,00 86.812 7,65 0 0,00 1.135.513 21.007 1.156.520 98,18 1,82
DURANGO 130.737 65,60 1.323 0,66 5.811 2,92 28.271 14,19 0,00 33.143 16,63 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 199.285 825 200.110 99,59 0,41
GUANAJUATO 288.005 84,18 7.117 2,08 2.699 0,79 23.599 6,90 7.160 2,09 13.546 3,96 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 342.126 5.178 347.304 98,51 1,49
GUERRERO 119.248 45,33 1.358 0,52 590 0,22 10.377 3,94 0,00 129.116 49,08 0 0,00 0 0,00 0 0,00 2.376 0,90 263.065 1.747 264.812 99,34 0,66
HIDALGO 162.726 51,05 3.938 1,24 1.882 0,59 14.928 4,68 0,00 135.256 42,44 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 318.730 1.809 320.539 99,44 0,56
JALISCO 340.857 87,47 2.818 0,72 6340 1,63 15.840 4,06 3.676 0,94 19.707 5,06 0 0,00 0 0,00 0 0,00 440 0,11 389.678 13.423 403.101 96,67 3,33
MEXICO 570.366 59,90 2.625 0,28 4.181 0,44 47.633 5,00 1.819 0,19 325.638 34,20 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 952.262 7.503 959.765 99,22 0,78
MICHOACAN 175.758 81,78 2.090 0,97 1.127 0,52 11.892 5,53 0,00 22.829 10,62 0 0,00 0 0,00 0 0,00 1.210 0,56 214.906 7.088 221.994 96,81 3,19
MORELOS 87.018 81,34 1.574 1,47 864 0,81 363 0,34 90 0,08 17.069 15,96 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 106.978 1.704 108.682 98,43 1,57
NAYARIT 75.045 71,40 677 0,64 901 0,86 2.098 2,00 0,00 26.381 25,10 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 105.102 717 105.819 99,32 0,68
NUEVO LEON 414.710 80,89 3.863 0,75 7.279 1,42 7.838 1,53 254 0,05 78.722 15,36 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 512.666 9.296 521.962 98,22 1,78
OAXACA 86.662 31,49 5.946 2,16 1.193 0,43 44.778 16,27 0,00 136.627 49,65 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 275.206 906 276.112 99,67 0,33
PUEBLA 225.329 77,01 2.955 1,01 446 0,15 0,00 0,00 54.860 18,75 0 0,00 9.007 3,08 0 0,00 0 0,00 292.597 5.810 298.407 98,05 1,95
QUERETARO 137.564 67,41 657 0,32 13.958 6,84 7.921 3,88 0,00 43.979 21,55 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 204.079 4.270 208.349 97,95 2,05
QUINTANA ROO 139.287 67,52 101 0,05 37.259 18,06 13.204 6,40 0,00 16.452 7,97 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 206.303 823 207.126 99,60 0,40
SAN LUIS POTOSI 211.859 75,73 1.902 0,68 412 0,15 4.124 1,47 172 0,06 61.289 21,91 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 279.758 2.216 281.974 99,21 0,79
SINALOA 212.203 83,59 1.068 0,42 1.386 0,55 1.939 0,76 0,00 36.040 14,20 0 0,00 1.214 0,48 0 0,00 0 0,00 253.850 2.421 256.271 99,06 0,94
SONORA 256.678 89,00 1.290 0,45 2.850 0,99 7.397 2,56 990 0,34 18.426 6,39 786 0,27 0 0,00 0 0,00 0 0,00 288.417 4.361 292.778 98,51 1,49
TABASCO 79.509 30,19 14.936 5,67 10.222 3,88 64.460 24,48 83 0,03 93.716 35,59 0 0,00 0 0,00 0 0,00 400 0,15 263.326 2.252 265.578 99,15 0,85
TAMAULIPAS 335.001 70,43 13.817 2,90 1.891 0,40 22.239 4,68 0,00 101.810 21,40 0 0,00 0 0,00 0 0,00 895 0,19 475.653 3.277 478.930 99,32 0,68
TLAXCALA 54.448 73,54 123 0,17 2252 3,04 3.105 4,19 76 0,10 14.039 18,96 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 74.043 292 74.335 99,61 0,39
VERACRUZ 252.204 68,71 31.282 8,52 6.674 1,82 13.137 3,58 1.569 0,43 42.699 11,63 0 0,00 18.896 5,15 0 0,00 615 0,17 367.076 4.545 371.621 98,78 1,22
YUCATAN 144.991 63,66 1.050 0,46 785 0,34 2.460 1,08 145 0,06 76.584 33,62 0 0,00 1.759 0,77 0 0,00 0 0,00 227.774 3.707 231.481 98,40 1,60
ZACATECAS 106.210 55,73 240 0,13 2.292 1,20 23.545 12,35 124 0,07 58.182 30,53 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 190.593 1.181 191.774 99,38 0,62
NO DISTRIBUIDO 56.463 44,57 10.242 8,08 20.250 15,98 0,00 0.00 39.734 31,36 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 126.689 925.828 1.052.517 12,04 87,96
TOTAL NACIONAL 6.790.081 65,63 158.542 1,53 201.891 1,95 889.528 8,60 29.690 0.29 2.110.694 20,40 36.302 0,35 35.657 0,34 86.812 0,84 6.154 0,06 10.345.351 1.054.583 11.399.934 90,75 9,25
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php.
Notas: (*) Se agregan a los datos No Distribuidos por entidad federativa los proporcionados por El Sistema de Estadísticas Históricas de CONAVI (45 créditos). a los que se suman los datos de 1971 y 1972 citados por Connolly. P. et alt. (ibid) (20.205 créditos).
(**) Se agregan a los datos No Distribuidos por entidad federativa los proporcionados por El Sistema de Estadísticas Históricas de CONAVI (819.139 créditos) a los que se suman los datos de 1971 y 1979 citados por ITAM (ibid) para (106. 689 viviendas)
568
Cuadro AE-31: Organismos estatales de vivienda, 1940s-1960s
ONAVIS-ORESS

Organismo
estatal al
Entidad Organismo Nombre del Organismo 1940s 1950s 1960s que da
continuidad
Dirección de Pensiones Civiles del Estado
DPCEBC 1958-1970 s/d
Baja de Baja California
California Bienes Raíces del Estado de Baja
BREBC 1969-1978 no hay
California
Dirección de Pensiones y Otros Beneficios
DPOBSTSE Sociales a Favor de los Trabajadores al 1966-1993 no hay
Servicio del Estado de Coahuila
Coahuila
Dirección de Pensiones de los
DPTE 1ª Trabajadores de la Educación del Estado 1961-1975 no hay
de Coahuila
Dirección de Pensiones Civiles del Estado
Colima DPCEC 1963-2006 no hay
de Colima
Dirección de Pensiones Civiles del Estado
Chihuahua DPCECH 1957-1981 no hay
de Chihuahua
Distrito Caja de Prevención de la Policía
CPPP 1942-2006 no hay
Federal preventiva del Distrito Federal
Dirección de Pensiones del Estado de
Durango DPED 1968-2006 no hay
Durango
Guanajua Dirección de Pensiones del Estado de
DPEG 1955-1977 no hay
to Guanajuato
Dirección Estatal de Colonias Urbanas
Guerrero DECPEG 1964-1979 no hay
Populares del Estado de Guerrero
Instituto de Préstamo y Compensaciones
IPCR 1956-2006 no hay
Hidalgo de Retiro del estado de Hidalgo
PEV Patronato Estatal de la Vivienda 1969-1988
Dirección de Pensiones Civiles del Estado
Jalisco DPCE-JAL 1953-2006 no hay
de Jalisco
Dirección de Pensiones para Empleados
DPEM 1951-1969 no hay
del Estado de México y Municipios
México
Instituto de Seguridad Social del Estado de
ISSEMYM 1969-2006 DPEM
México y Municipios
Dirección de Pensiones Civiles del Estado
Nayarit DPCEN 1955-1975 no hay
de Nayarit
Nuevo Dirección de Pensiones del Estado de
DPENL 1957-1983 no hay
León Nuevo León
Fondo de Pensiones para los Empleados
Oaxaca FPO 1958-2006 no hay
del Gobierno de Oaxaca
FPB Fondo de Protección Burocrática 1948-1949 no hay
Dirección de Pensiones del Estado de
DPES 1949-1962 FPB
Sonora
Sonora Instituto de Seguridad y Servicios Sociales
ISSSTESON 1962-2006 DPES
de los Trabajadores del Estado de Sonora
Instituto Promotor de la Vivienda Popular
IPROVIP 1965-1979
del Estado de Sonora
Dirección de Pensiones Civiles del Estado
Tlaxcala DPCET 1958-2006 no hay
de Tlaxcala
ICR Instituto de Compensaciones de Retiro 1951-1958 no hay
IPR Instituto de Pensiones de Retiro 1958-1967 ICR
Veracruz
Instituto de Pensiones del Estado de
IPEVER 1967-2006 IPR
Veracruz
Fte: Periódicos, Boletines de los distintos estados y de varias fechas y para el Distrito Federal el Diario Oficial de la Federación de
varias fechas

569
Cuadro AE-32: Organismos estatales de seguridad social y de vivienda
de los años 1970s
ONAVIS-ORESS
Organismo
estatal al
Entidad Organismo Nombre del organismo 1970s
que da
continuidad
1
IEBC Inmobiliaria del Estado de Baja California 1978-2006 BREBC
Baja
California Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores
ISSSTECALI 1970-2006 DPCEBC
del Gobierno y Municipios del Estado de Baja California
Baja Cal.
INDECO-BCS INDECO-Baja California Sur 1978-1982 No hay
Sur
IEVP Instituto Estatal de Vivienda Popular 1975-2006 No hay
Coahuila Dirección de Pensiones y Otros Beneficios Sociales para los
DPOBSTE 1975-1999 DPTE 1a
Trabajadores de la Educación Pública del Estado de Coahuila
DGHP Dirección General de Habitaciones Populares 1970-1977 No hay
Fideicomiso de Interés Social para el Desarrollo de la Ciudad de
FIDEURBE 1973-1977 No hay
Distrito México
Federal 2
PCP ,
CODEUR Comisión de Desarrollo Urbano del Distrito Federal 1977-1982 DGHP,
FIDEURBE
Durango INDECO-DGO INDECO-Durango 1978-1983 No hay
IR Instituto Revolución 1974-1985 No hay
Guanajuato
ISSEG Instituto de Seguridad Social del Estado de Guanajuato 1977-2006 DPEG
FIDACA Fideicomiso para el Desarrollo Económico y Social de Acapulco 1976-2006 No hay
Guerrero Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado de
ISSSTEG 1979-1988 s/d
Guerrero
FPV Fideicomiso Puerto Vallarta 1973-2006 No hay
Jalisco Inmobiliaria y Promotora de la Vivienda de Interés Público del
IPROVIPE 1978-2006 No hay
Estado de Jalisco
México AURIS Instituto de Acción Urbana e Integración Social 1970-2003 No hay
FIDELAC Fideicomiso Lázaro Cárdenas 1973-1994 No hay
Michoacán
DPEM Dirección de Pensiones del Estado de Michoacán 1970-2006 s/d
Dirección de Pensiones y Servicios de Seguridad Social del Estado
Nayarit DPSSSEN 1975-2006 DPCEN
de Nayarit
3
FOMERREY Fomento Metropolitano de Monterrey 1973-2006 No hay
Nuevo León
INDECO-NL INDECO Nuevo León ¿1979?-1983 No hay
Oaxaca INDECO-OAX INDECO Oaxaca 1978-1982 No hay
Querétaro INDECO-QRO INDECO Querétaro 1978-1982 No hay
San Luís
Potosí DPESLP Dirección de Pensiones del Estado de San Luís Potosí ¿1974?-2006 s/d
INDECO-SIN INDECO Sinaloa 1979-1983 No hay
Sinaloa Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores de
ISSSTESIN 1978-2006 No hay
la Educación del Estado de Sinaloa
INDEUR-SON Instituto de Desarrollo Urbano y Rural del Estado de Sonora 1979-1992 IPROVIP
Sonora 4
SDUR Secretaría de Desarrollo Urbano y Rural 1979-1985 DOP
DPET Dirección de Pensiones del Estado de Tabasco 1974-1980 s/d
Tabasco
INDECO-TAB INDECO Tabasco ¿1979?-1982 No hay
Departamento de Previsión Social y Pensiones para los
5
DPSPET Funcionarios, Trabajadores de Base al Servicio del Estado y 1977-1987 OPSPTE
Tamaulipas
Personal Federalizado de Educación
INDECO-TAM INDECO Tamaulipas 1978-1982 No hay
Veracruz INDECO-VER INDECO Veracruz 1978-1987 No hay
Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado de
Yucatán ISSTEY 1976-2006 No hay
Yucatán
1. Bienes Raíces del Estado de Baja California: éste organismo fue sustituido por IEBC, tenía a su cargo la administración del suelo propiedad del estado y el estudio de la
planeación urbanística, pero no tenía a su cargo la producción el financiamiento de vivienda
2. Procuraduría de Colonias Populares; este era un organismo encargado de canalizar las gestiones de servicios públicos de los pobladores de bajos ingresos que habitaban las
colonias populares del Distrito Federal
3. en 1984 queda como único fideicomitente el estado de NL. y su acción se extiende a todo el estado de Nuevo León. En 1996 absorbe las funciones del IVNL creado un año
antes,
4. El origen de esta Secretaría es la Dirección de Obras Públicas del Estado creada en 1972, a la que sustituyó en 1977 la Dirección de Obras Públicas y Asentamientos Humanos,
convertida en Secretaría de Desarrollo Urbano y Rural en 1979, en 1984 se le añaden funciones en materia de promoción de vivienda, que se le retiran un año después creándose
la Secretaría de Infraestructura y Desarrollo Urbano SIDUR
5.
Hasta 1977 existía la Oficina de Previsión Social y Pensiones para los Trabajadores del Gobierno del Estado creada en 1959, aunque ésta no ofrecía créditos hipotecarios ni
financiamiento para vivienda.

Fte: Periódicos, Boletines de los distintos estados y de varias fechas y para el Distrito Federal el Diario Oficial de la Federación de varias fechas

570
Cuadro AE-33: Organismos estatales 1980 (a)
ONAVIS-ORESS
Organismo
Entidad Organismo Nombre del organismo 1980s estatal al que
da continuidad
Instituto de Seguridad Social y Servicios Sociales para los
ISSSSPEA ¿1989?-2006 s/d
Aguascalientes Servidores Públicos del Estado de Aguascalientes
IVEA Instituto de Vivienda del Estado de Aguascalientes 1989-2006 SOPVP1
INDECO-BC INDECO Estado de Baja California 1980-1982 No hay
IVEBC Instituto de Vivienda del Estado de Baja California 1982-1990 INDECO-BC
Baja California
Promotora Estatal para el Desarrollo de las Comunidades Rurales y
PEDCRP2 ¿1981?-2006 s/d
Populares del Gobierno de Baja California
Baja Cal. Sur INVIBCS Instituto de Vivienda del Estado de Baja California Sur 1982-2006 INDECO-BCS
CHAC Comisión Habitación de Campeche 1982-1986 No hay
INVICAM Instituto de Vivienda del Estado de Campeche 1986-2006 CHAC
Campeche
Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del
ISSSTECAM 1987-2006 DPEC3
Estado de Campeche
4 Fondo de la Vivienda para los Trabajadores de la Educación al
FVTESE 1986-2006 No hay
Servicio del Estado de Coahuila
Dirección de Pensiones y Otros Beneficios Sociales para los
Coahuila DPOBSTSMT 1984-2006 No hay
Trabajadores al Servicio del municipio de Torreón
Dirección de Pensiones y Otros Beneficios Sociales para los
DPOBSTSMS 1983-2006 No hay
Trabajadores al Servicio del municipio de Saltillo
FIMAGA Fideicomiso Manzanillo-Las Garzas 1984-2006 No hay
Colima
IEC Inmobiliaria del Estado de Colima 1982-1992 No hay
INPROVICH Instituto de Desarrollo Urbano y Promoción de Vivienda de Chiapas 1982-1993 No hay
Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado de
ISSTECH 1981-2006 No hay
Chiapas Chiapas
SUBSAI Subsecretaría de Asuntos Indígenas 1983-1988 No hay
CAI Coordinación de Asuntos Indígenas 1988-1991 SUBSAI
DGDUV5 Dirección General de Desarrollo Urbano y Vivienda 1986-1987 No hay
IVIECH Instituto de Vivienda del Estado de Chihuahua 1987-2006 DGDUV6
Chihuahua
IMPE7 Instituto Municipal de Pensiones 1983-2006 FJP8
DPECH Dirección de Pensiones del Estado de Chihuahua 1981-2006 DPCECH
Caja de Previsión para los Trabajadores a Lista de Raya del Distrito
CPTLR 1982-2006 No hay
Federal
RHP9 Renovación Habitacional Popular 1985-1987 No hay
FaseII Fideicomiso Programa Emergente de Vivienda Fase II 1985-1988 RHP10
Distrito
Federal FICAPRO Fideicomiso Programa Casa Propia 1987-2003 No hay11
Fideicomiso para Promover y Realizar Programas de Vivienda y
FIVIDESU 1984-2003 No hay 12
Desarrollo Social y Urbano
Programa de Reconstrucción de la Unidad Habitacional Adolfo
PRALM13 1986-1995 No hay
López Mateos-Nonoalco Tlatelolco
Durango IVED Instituto de Vivienda del Estado de Durango 1983-2006 INDECO-DGO
COPLADE-GTO14 Comité de Planeación para el desarrollo del Estado de Guanajuato 1981-2006 No hay
Guanajuato
IVEG Instituto de Vivienda del Estado de Guanajuato 1986-2006 IR
INDESUR Instituto de Desarrollo Urbano de Guerrero 1982-1984 INDECO-GRO
IVGRO Instituto de Vivienda de Guerrero 1984-1987 INDESUR
INVISUR Instituto de Vivienda y Suelo Urbano de Guerrero 1987-2006 IVGRO
Guerrero Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado de
ISSTEG 1979-1988 s/d
Guerrero
Instituto de Seguridad Social de los Servidores Públicos del Estado
ISSSPEG 1988-2006 ISSTEG
de Guerrero
Hidalgo INVIDUH Instituto de Vivienda y Desarrollo Urbano del Estado de Hidalgo 1988-1999 PEV
1.
El antecedente de este organismo son las funciones que en materia de vivienda tenían las Secretaría de Obras Públicas y Vivienda Popular (SOPVP), en particular la
Subdirección de Ingresos y Programas de Vivienda, la Dirección General de Vivienda Popular, Departamento de Parques de Materiales y Procuraduría de Colonias Populares
2. Tiene competencia en cuatro de los cinco municipios del Estado (Tecate, Playas de Rosarito, Ensenada y Tijuana), exceptuando el que corresponde con la capital estatal.
3. No se tiene información de la fecha en que se creó este organismo
4. Otorga créditos para adquisición, mejora y alquiler de vivienda, y para redención de hipotecas a los trabajadores de la Sección 38 del Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación (SNTE).
5. Esta Dirección formaba parte de la Secretaría de Gobierno, y dentro de otras funciones tenía a su cargo diseñar, establecer, conducir y vigilar el programa estatal de vivienda
popular promover la vivienda progresiva y la autoconstrucción, además de regularizar y urbanizar los asentamientos humanos.
6. Con la Creación del IVIECH se modificó la Ley Orgánica del Estado de Chihuahua, retirándole a la DGDUV las funciones relativas a la promoción pública de vivienda,
quedando sólo con funciones de desarrollo urbano.
7. Ofrece servicios de préstamo hipotecario entre otros sólo a los trabajadores públicos del municipio de Chihuahua
8. Fondo de Jubilados y Pensionados, este organismo no registra antecedentes de prestamos hipotecarios, y fue creado el 1 de enero de 1982
9. Fue un organismo emergente creado para atender a los damnificados de los sismo de 1985 en la Ciudad de México
10 Fue creado para atender a los damnificados de los sismos de 1985 que no fueron incluidos en el decreto de expropiación en que se basó el PRH.
11. Creado para la adquisición por parte de sus ocupantes, de las viviendas y locales comerciales integrados a éstas, preferentemente aquéllas que quedaron sujetas al
régimen de rentas congeladas derivado de los Decretos de “congelación de Rentas” de 1946, 1947 y 1948. El 26 de febrero de 2003 se fusionó al Instituto de Vivienda del
Distrito Federal.
12. Destinado a satisfacer las necesidades de la población de ingresos mínimos de la Ciudad de México, sus objetivos, entre otros, consistieron originalmente en: la promoción
de programas de construcción y mejoramiento o restauración de vivienda; la construcción de unidades y conjuntos de vivienda vertical terminada o conjuntos habitacionales; el
otorgamiento de créditos para la construcción, mejoramiento y adquisición de vivienda relacionada con el Fideicomiso y la adquisición de materiales de construcción o pago de
mano de obra. En 2003, junto con FICAPRO se fusiona al Instituto de Vivienda del Distrito Federal
13. Forma parte de los programas destinados a la reconstrucción de la ciudad de México, específicamente para la reconstrucción de la unidad habitacional de mayores
dimensiones que fue afectada por los sismos de 1985.
14. Es el organismo de coordinación entre el gobierno estatal y el gobierno federal que con la participación social, es el encargado de la preparación, el seguimiento de la
ejecución y la evaluación de resultados de las políticas, planes generales, programas y proyectos del sector público, aunque dentro de sus funciones no está la de promover ni
producir vivienda de interés social, en los registros de CONAFOVI aparece que en 1998 se produjeron viviendas por la iniciativa de este organismo.

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571
Cuadro AE-34: Organismos estatales 1980 (b)
ONAVIS-ORESS
Organismo
estatal al que
Entidad Organismo Nombre del organismo 1980s
da
continuidad
Michoacán PROMIVI Promotora Michoacana de la Vivienda 1982-1996 No hay
Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
ISSSTEM 1980-1984 No hay
Trabajadores del Estado de Morelos
Instituto de Crédito para los Trabajadores al Servicio del
ICTSGEM 1984-2006 ISSSTEM
Gobierno del Estado de Morelos
Morelos
Instituto para la Promoción y Desarrollo Urbano del Estado
IPDUEM 1980-1982 No hay
de Morelos
CAPROMOR Instituto Casa Propia de los Morelenses 1982-1988 IPDUEM
INVIMOR Instituto de Vivienda del Estado de Morelos 1988-2006 CAPROMOR
INDECO-NAY INDECO Nayarit 1980-1982 No hay
Nayarit
INVIEN Instituto de Vivienda del Estado de Nayarit 1982-1995 INDECO-NAY
Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
ISSSTELEON 1983-2006 DPENL
Trabajadores del Estado de Nuevo León
PROVILEON Promotora de al Vivienda de Nuevo León 1983-1995 INDECO-NL
Nuevo León Fideicomiso Fondo para la Vivienda de los Trabajadores al
FOVILEON-Burócratas 1988.2006 No hay
Servicio del Estado
Fideicomiso Fondo para la Vivienda de los Trabajadores de
FOVILEON-Educación 1988-2006 No hay
la Educación
Oaxaca IVO Instituto de Vivienda del Estado de Oaxaca 1982-2006 INDECO-OAX
Comité de Planeación para el desarrollo del Estado de
COPLADE-PUE15 1981-2006 No hay
Puebla
Puebla IEP Inmobiliaria del Estado de Puebla 1981-1991 No hay
Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
ISSSTEP 1981-2006 ¿?
Trabajadores al Servicio del Estado de Puebla
Querétaro COMEVI Comisión Estatal de Vivienda del Estado de Querétaro 1982-2004 INDECO-QRO
IVQROO Instituto de Vivienda de Quintana Roo 1982-2002 No hay
Quintana
Roo Instituto de Seguridad Social de los Servidores Públicos del
ISSSEQROO 1989-2006 No hay
Estado de Quintana Roo
San Luís
INESVI Instituto Estatal de la Vivienda ¿1982?-2002 s/d
Potosí
Sinaloa INVIES Instituto de Vivienda del Estado de Sinaloa 1983-2006 INDECO-SIN
Sonora SIDUR16 Secretaría de Infraestructura y Desarrollo Urbano 1985-2006 SDUR
INVI (1º) Instituto de Vivienda de Tabasco17 1982-1993 INDECO-TAB
Tabasco
ISSET Instituto de Seguridad Social del Estado de Tabasco 1980-2006 DPET
Comité de Planeación para el desarrollo del Estado de
COPLADE-TAM18 1981-2006 No hay
Tamaulipas
19 Desarrollo Urbano del Puerto Industrial de Altamira,
DUPORT-ALTAMIRA 1981?-2006 No hay
Tamaulipas S.A.I.
ITAVU Instituto Tamaulipeco de Vivienda y Urbanismo 1982-2006 INDECO-TAM
Unidad de Previsión y Seguridad Social del Estado
UPSSET 1987-2006 DPSPET
de Tamaulipas
¿1982?-
Talxcala IVET instituto de vivienda del Estado de Tlaxcala ¿?
¿2001?
INVERVI Instituto Veracruzano de Vivienda 1987-1999 INDECO-VER
Veracruz Desarrollo Urbano del Puerto Industrial de Ostión,
DUPORT-OSTIÖN 1981-1999 No hay
S.A.
Comisión Ordenadora del Desarrollo Urbano y de Vivienda
CODUVY 1986-1987 No hay
del Estado de Yucatán
Yucatán
Comisión Ordenadora del Uso del Suelo del Estado de
COUSEY 1987-2006 CODUVY
Yucatán
Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
ISSSTEZAC 1986-2006 SE20
Zacatecas Trabajadores del Estado de Zacatecas
IZVS Instituto Zacatecano de la Vivienda Social ¿1982?-1997 s/d

15. Idem al caso de Guanajuato, en los registros de CONAFOVI aparece que produjo vivienda en 1996
16. Aunque esta Secretaría surge con la desaparición de la SDUR y en teoría se le retiran las facultades de promoción de la producción de vivienda, hay registros de
CONAFOVI de que produjo vivienda social en el estado en 1989 y 1991.
17. Este es el primer organismo con esta denominación, en 2003 apareció nuevamente otro con el mismo nombre y con funciones similares.
18. Idem al caso de Guanajuato, en los registros de CONAFOVI aparece que produjo vivienda en 1996
19. Empresa estatal sectorizada en la Secretaría de Desarrollo Económico y del Empleo del Estado de Tamaulipas, según la ley orgánica de la adm. Publica del
estado de 1999, su objeto es el desarrollo urbano del puerto industrial de Altamira.
20. Seguro del Empleado A.C., era un organismo de pensiones que no otorgaba créditos hipotecarios ni financiaba la producción de vivienda.

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572
Cuadro AE-35: Organismos estatales de vivienda
creados a partir de 1990 hasta 2006
ONAVIS-ORESS
Organismo
Entidad Organismo Nombre del organismo 1990s 2000s estatal al que
sustituye
Baja INEE Inmobiliaria Estatal de Ensenada 1993-2006 IEBC1
California INETT Inmobiliaria Estatal de Tijuana-Tecate 1993-2006 IEBC1
Instituto de Pensiones para los
IPTSE Trabajadores al Servicio del Estado de 1993-2006 DPOBSTSE
Coahuila
Coahuila
Dirección de Pensiones de los
DPTEE Trabajadores de la Educación del Estado 1999-2006 DPOBSTE
de Coahuila
Colima IVECOL Instituto de Vivienda del Estado de Colima 1992-2006 IEC
Consejos Consejos Municipales del Estado de
1994-2006 No hay
Municipales2 Chiapas
Instituto de la Vivienda del Estado de
INVI 1993-2006 INPROVICH
Chiapas
Chiapas
SPC Secretaría de Participación Comunitaria 1991-1994 CAI
Secretaría de Atención a los Pueblos
SAPI 1994-2000 SPC
Indígenas
SEPI Secretaría de los Pueblos Indios 2000-2006 SAPI
Distrito
INVI Instituto de Vivienda del Distrito Federal 1995-2006 No hay
Federal
Consejos Consejos Municipales del Estado de
Durango 1994-2006 No hay
Municipales Durango3
Instituto de Vivienda, Desarrollo Urbano y
Hidalgo INVIDAH Asentamientos Humanos del Estado de 1999-2006 INVIDUH
Hidalgo
IMEVIS Instituto Mexiquense de Vivienda Social 2003-2006 AURIS
México Consejos Consejos Municipales del Estado de
1994-2006 No hay
Municipales México4
Michoacá Instituto de Vivienda del Estado de
IVEM 1996-2006 PROMIVI
n Michoacán
Instituto Promotor de Vivienda, Desarrollo
Nayarit INPROVINAY 1995-2006 INVIEN
Urbano y Ecología de Nayarit
Nuevo IVNL 1º Instituto de la Vivienda de Nuevo León 1995-19965 PROVILEON
León IVNL 2º Instituto de Vivienda de Nuevo León 2003-2006 no hay6
Puebla IPVP Instituto Poblano de la Vivienda Popular 1991-2006 IEP
Instituto de la Vivienda del Estado de
Querétaro IVEQRO 2004-2006 COMEVI
Querétaro
Instituto de Fomento a la Vivienda y
Quintana
INVIQROO Regularización de la Propiedad del Estado 2002-2006 IVQROO
Roo
de Quintana Roo
Consejos
Consejos Municipales de San Luís Potosí7 1994-2006 No hay
Municipales
San Luís PESLP Promotora del Estado de San Luís Potosí 2002-2004 INESVI
Potosí Instituto de Vivienda del Estado de San
INVIESP 2004-2006 PESLP8
Luís Potosí
Secretaría de Desarrollo Urbano, Vivienda
SEDUVOP9 1993-2006 s/d
y Obras Públicas del Estado de SLP
COPROVI Coordinación para Promoción de Vivienda 1992-2005 INDEUR-SON10
Sonora
INVES Instituto de Vivienda del Estado de Sonora 2005-2006 COPROVI
Instituto de Desarrollo Urbano y Vivienda
INDUVITAB 1993-2003 INVI-CDUT11
Tabasco de Tabasco
INVITAB Instituto de Vivienda de Tabasco 2003-2006 INDUVITAB
Secretaría de Obras Públicas, Desarrollo
Tlaxcala SECODUVI 2001-2006 SOPDUE12
Urbano y Vivienda del Estado de Tlaxcala
INVERVI y
Instituto Veracruzano de Fomento al
Veracruz IDERE 1999-2006 DUPORT-
Desarrollo Regional
OSTION
Zacatecas COPROVI Consejo Promotor de la Vivienda Popular 1997-2006 IZVS
1. Estos organismos absorben las funciones de al Gerencia IEBC para Ensenada, (en el caso de INEE ) y de Tijuana y Tecate (en el caso de INTT), sin que la IEBC
desaparezca como organismo para los otros dos municipios del estado.
2. Es un instrumento mediante el cual la autoridad municipal promueve la planeación y participación social en la gestión gubernamental, abarcan distintos rubros, aunque
están considerados en el art. 115 constitucional, se desarrollaron mucho a través del programa solidaridad en el gobierno de Salinas de Gortari, CONAFOVI registra que a
través de ellos se realizaron acciones de vivienda en 1996 y 1997.
3. Idem al caso de Chiapas, CONAFOVI registra que a través de ellos se realizaron acciones de vivienda en 1996.
4. Idem al caso de Chiapas, CONAFOVI registra que a través de ellos se realizaron acciones de vivienda en 1997, 1998, 1999 y 2000..
5. Las funciones de este organismo pasan en 1996 a FOMERREY.
6. En 2003 vuelve a formarse el IVNL, que aunque en los hechos retoma las facultades del que desapareció en 1996 y cuyas funciones fueron absorbidas por FOMERREY,
no implicó la sustitución de ningún otro organismo y parece duplicar las funciones en materia de vivienda con FOMERREY
7. Idem al caso de Chiapas, CONAFOVI registra que a través de ellos se realizaron acciones de vivienda en 1999, 2000 y 2002.
8. Aunque actualmente aún opera PESLP, en el decreto de creación del INVIESP en 2004 se facultó al gobernador del estado para que “cuando procediera” estableciera su
liquidación. Actualmente aún sigue operando y tiene a su cargo labores de regularización de la tenencia de la tierra en el estado.
9. Según la ley orgánica de la administración pública del estado publicada en PO el 24 de octubre de 1997 no tiene dentro de sus atribuciones la realización ni el
financiamiento de vivienda pero si la elaboración de programas de vivienda, y promover mecanismos para la construcción de vivienda, además de la regularización de los
asentamientos irregulares. CONAFOVI registra que produjo vivienda en 2001 y 2002.
10. Aunque en el decreto de creación de COPROVI no se establece de manera explícita que sustituye al INDEUR-SON, éste desaparece el mismo año de su creación, y en
materia de vivienda asume facultades que anteriormente estaban asignadas al INDEUR.
11. El INDUVITAB es resultado de la fusión del primer instituto de Vivienda de Tabasco y de la Comisión para el Desarrollo Urbano de Tabasco, asumiendo funciones en
materia de promoción de vivienda y planeación urbana.
12. El antecedente de SECODUVI es la Secretaría de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Ecología (SOPDUE), cuyo decreto de surgimiento fue abrogado con la creación de
aquella. La SOPDUE no tenía responsabilidades en materia de vivienda, sin embargo CONAFOVI tiene registros de viviendas promovidas por este organismo desde el año
2000, un año antes de su desaparición.

Fte: Periódicos, Boletines de los distintos estados y de varias fechas y para el Distrito Federal el Diario Oficial de la Federación de varias fechas

573
CUADRO AE-4: Producción de vivienda por sector (público, privado y social)
(*)

1951-1960 1961-1970 1971-1980 1981-1990 1991-2000 2001-2005


SECTOR
TOTAL. % TOTAL. % TOTAL. % TOTAL. % TOTAL. % TOTAL. %

Público (a) 62.000 5,39 175.000 9,32 573.053 14,86 1.160.145 28,61 1.948.478 33,84 2.058.688 74,47

Privado (b) 331.000 28,79 503.000 26,79 106.689 (**) 2,77 420.979(***) 10,38 387.418 6,73 139.272 5,04
1.199.27
Popular 756.888 65,82
3
63,88 3.176.444 82,37 2.474.123 61,01 3.421.035 59,43 566.356 20,49

TOTAL (c) 1.149.888 100,00 1.877.273 100,00 3.856.186 100,00 4.055.247 100,00 5.756.931 100.00 2.764.296 100,00

Ftes:
(a)1973-2005: Cuadro 59, tomado de CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php, Para 1971 y 1972: Connolly, P. et alt. (1977) Las Políticas Habitacionales
del Estado Mexicano, Centro Operacional de Vivienda y Poblamiento (COPEVI), México, D.F., México. (Cuadros 10 y 12, pp. 89 y
116); 1951-1960 y 1961-1970: Hugh Evans, Towards a Policy for Housing Low Income families in México, Department of
Architecture, Cambridge University, Inglaterra, 1974 (Disertación Doctoral, tomado de Garza G. y Schteingart, M., 1978, La Acción
Habitacional del Estado en México, El Colegio de México, México (cuadro 22, p. 65).

(b) Para 1951-1960 y 1961-1970: Hugh Evans, Towards a Policy for Housing Low Income familias in México, Department of
Architecture, Cambridge University, Inglaterra, 1974 (Disertación Doctoral, tomado de Garza G. y Schteingart, M., 1978, La Acción
Habitacional del Estado en México, El Colegio de México, México (cuadro 22, p. 65). Para 1971-1979 INEGI, DGE. Información
sobre aspectos geográficos, sociales y económicos, México,1983, y Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos tomado
de : http://biblioteca.itam.mx/recursos/ehm.html#vivienda; Para 1983-1990, 1991-2000 y 2001-2005: Cuadro 59, datos tomados de
CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php,

(c) Dirección General de Estadística, Censos Generales de Población y Vivienda: VII (1950), y VIII (1960); INEGI, Censos
Generales de Población y Vivienda: IX (1970), X (1980), XI (1990); XII (2000); e INEGI, II Conteo de Población y Vivienda (2005).
Tomado de http://www.inegi.gob.mx/est/.

Nota: (*) Para la estimación de acciones del sector público se Incluye sólo Programas de Vivienda Completa (se excluye el
subprograma de Vivienda Usada, y el Programa de Vivienda Inicial).
(**) Sólo incluye datos de 1971 a 1979
(***) Sólo incluye datos de 1983 a 1990

574
Cuadro AE-5: ONAVIS: Total de Créditos Otorgados y su Participación Porcentual 1973-2005
INDECO-
FOVI-SHF
FONHAPO
Año FOVISSTE ISSFAM (Integrado) INFONAVIT TOTAL
(Integrado)
(2)
(1)
No. % No. % No. % No. % No. % No. %
1973 4.003 10,38 0 0 243 0,63 29.226 75,8 5.084 13,19 38.556 100

1974 4.432 9,35 250 0,53 2.911 6,14 17.671 37,30 22.112 46,67 47.376 100

1975 7.014 11,04 410 0,65 4.571 7,19 15.782 24,83 35.780 56,30 63.557 100

1976 8.956 12,77 911 1,30 8.932 12,73 12.877 18,36 38.467 54,84 70.143 100

1977 9.263 18,17 271 0,53 9.914 19,45 11.135 21,85 20.385 40,00 50.968 100

1978 11.905 13,68 403 0,46 24.018 27,60 20.239 23,26 30.463 35,00 87.028 100

1979 6.135 7,21 521 0,61 22.137 26,01 15.312 17,99 40.991 48,17 85.096 100

1980 12.137 14,23 348 0,41 20.252 23,74 14.830 17,38 37.737 44,24 85.304 100

1981 13.455 12,56 500 0,47 22.577 21,08 18.282 17,07 52.304 48,83 107.118 100

1982 752 0,95 426 0,54 932 1,18 28.122 35,46 49.067 61,88 79.299 100

1983 11.561 13,23 0 0,00 7.467 8,54 13.131 15,02 55.246 63,21 87.405 100

1984 6.374 5,32 85 0,07 27.002 22,54 19.182 16,01 67.151 56,06 119.794 100

1985 22.256 14,89 262 0,18 30.535 20,43 21.613 14,46 74.777 50,04 149.443 100

1986 23.045 12,60 712 0,39 58.898 32,20 20.988 11,47 79.281 43,34 182.924 100

1987 14.499 8,03 311 0,17 60.162 33,33 25.281 14,01 80.247 44,46 180.500 100

1988 14.923 9,36 1.179 0,74 61.004 38,24 24.903 15,61 57.504 36,05 159.513 100

1989 19.848 13,04 451 0,30 42.834 28,15 17.121 11,25 71.925 47,26 152.179 100

1990 24.986 12,17 518 0,25 59.506 28,99 30.720 14,97 89.536 43,62 205.266 100

1991 48.178 28,26 667 0,39 33.555 19,68 30.772 18,05 57.338 33,63 170.510 100

1992 34.977 18,22 4.129 2,15 39.205 20,42 24.638 12,83 89.033 46,38 191.982 100

1993 35.231 16,08 4.832 2,20 47.825 21,82 20.942 9,56 110.335 50,34 219.165 100

1994 47.314 19,65 4.904 2,04 37.770 15,69 40.109 16,66 110.697 45,97 240.794 101

1995 32.469 16,99 0 0,00 26.281 13,75 35.662 18,66 96.745 50,61 191.157 100

1996 28.731 16,30 357 0,20 18.666 10,59 25.318 14,36 103.184 58,54 176.256 100

1997 23.241 12,60 411 0,22 14.826 8,04 46.688 25,32 99.231 53,81 184.397 100

1998 15.323 7,96 255 0,13 13.498 7,01 55.425 28,79 108.035 56,11 192.536 100

1999 17.862 5,99 1.166 0,39 20905 7,02 59.118 19,84 198.950 66,76 298.001 100

2000 24.301 6,85 1.433 0,40 32060 9,04 46.704 13,17 250.110 70,53 354.608 100

2001 26.641 8,23 1.233 0,38 42823 13,23 47.555 14,70 205.346 63,46 323.598 100

2002 11.068 2,33 228 0,05 141936 29,92 46.136 9,73 275.000 57,97 474.368 100

2003 68.168 11,25 2.162 0,36 181.560 29,95 54.229 8,95 300.000 49,50 606.119 100

2004 60.954 10,72 2.687 0,47 133.929 23,54 65.320 11,48 305.975 53,79 568.865 100

2005 50.047 7,74 2.806 0,43 162.510 25,15 54.449 8,43 376.444 58,25 646.256 100

TOTAL 740.049 10,90 34.828 0,51 1.411.244 20,78 1.009.480 14,87 3.594.480 52,94 6.790.081 100
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

Notas:
(1) incluye FONHAPO Normal, FONHAPO Subsidios, FONAEVI y Vivienda Rural
(2) Incluye PROFIVI y PROSAVI

575
Cuadro AE-6: INFONAVIT,Número de céditos oorgados por pograma
1973-2005

Vivienda Mejoramiento Mejoramiento


TOTAL
Completa (1) Físico Financiero
Año
No. % No. % No. % No. %
1973 5.084 100,00 0 0,00 0 0,00 5.084 100,00
1974 22.112 100,00 0 0,00 0 0,00 22.112 100,00
1975 35.780 100,00 0 0,00 0 0,00 35.780 100,00
1976 38.467 100,00 0 0,00 0 0,00 38.467 100,00
1977 20.385 100,00 0 0,00 0 0,00 20.385 100,00
1978 30.463 100,00 0 0,00 0 0,00 30.463 100,00
1979 40.991 100,00 0 0,00 0 0,00 40.991 100,00
1980 37.737 100,00 0 0,00 0 0,00 37.737 100,00
1981 52.304 100,00 0 0,00 0 0,00 52.304 100,00
1982 49.067 100,00 0 0,00 0 0,00 49.067 100,00
1983 53.917 97,59 746 1,35 583 1,06 55.246 100,00
1984 65.959 98,22 792 1,18 400 0,60 67.151 100,00
1985 73.900 98,83 557 0,74 320 0,43 74.777 100,00
1986 78.743 99,32 407 0,51 131 0,17 79.281 100,00
1987 79.608 99,20 421 0,52 218 0,27 80.247 100,00
1988 56.797 98,77 581 1,01 126 0,22 57.504 100,00
1989 70.838 98,49 928 1,29 159 0,22 71.925 100,00
1990 88.855 99,24 584 0,65 97 0,11 89.536 100,00
1991 56.431 98,42 812 1,42 95 0,17 57.338 100,00
1992 88.220 99,09 658 0,74 155 0,17 89.033 100,00
1993 108.318 98,17 1.220 1,11 797 0,72 110.335 100,00
1994 107.546 97,15 2.144 1,94 1.007 0,91 110.697 100,00
1995 95.082 98,28 1.044 1,08 619 0,64 96.745 100,00
1996 101.215 98,09 1.230 1,19 739 0,72 103.184 100,00
1997 96.974 97,73 1.488 1,50 769 0,77 99.231 100,00
1998 104.456 96,69 2.438 2,26 1.141 1,06 108.035 100,00
1999 191.653 96,33 3.593 1,81 3.704 1,86 198.950 100,00
2000 242.696 97,04 3.792 1,52 3.622 1,45 250.110 100,00
2001 200.458 97,62 2.468 1,20 2.420 1,18 205.346 100,00
2002 268.703 97,71 2.667 0,97 3.630 1,32 275.000 100,00
2003 291.444 97,15 2.105 0,70 6.451 2,15 300.000 100,00
2004 300.820 98,32 921 0,30 4.234 1,38 305.975 100,00
2005 371.706 98,74 971 0,26 3.767 1,00 376.444 100,00
TOTAL 3.526.729 98,12 32.567 0,91 35.184 0,98 3.594.480 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php,

Notas: (1) No incluye Subprograma de Vivienda Usada

576
Cuadro AE-7: INFONAVIT, Distribución porcentual de total de créditos otorgados por Entidad Federativa
1973-2005

Entidad Federativa 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
AGUASCALIENTES 0,0 0,8 1,7 2,1 1,4 1,4 1,3 0,3 1,4 1,5 1,1 1,1 1,3 1,1 1,9 1,5 1,8 1,3 0,3 1,8 1,7 2,3 2,9 2,3 2,5 1,7 1,6 1,5 1,6 2,0 2,1 2,2 1,9 1,8
BAJA CALIFORNIA 13,8 5,6 0,6 2,1 1,3 3,3 4,2 1,8 3,6 4,1 4,0 2,9 5,7 3,0 3,2 2,8 3,8 2,6 4,8 3,1 3,5 4,1 4,2 4,2 3,4 3,8 3,7 4,3 5,1 5,3 6,2 6,6 5,6 4,5
BAJA CALIF. SUR 0,8 0,6 0,3 0,3 0,0 0,7 0,4 0,5 0,4 1,3 0,7 0,1 0,6 0,8 1,1 2,1 0,9 1,0 0,5 0,6 0,6 0,5 0,9 0,8 0,7 1,0 0,8 0,7 0,7 0,8 0,7 0,8 0,6 0,7
CAMPECHE 0,0 1,3 0,0 0,5 0,0 0,3 0,9 0,8 0,4 0,4 0,4 0,8 0,6 0,9 0,7 0,6 1,0 0,3 0,1 1,3 0,6 0,8 0,6 0,6 1,0 0,6 0,5 0,4 0,6 0,5 0,3 0,5 0,3 0,6
COAHUILA 3,2 1,4 3,7 5,6 3,4 3,9 4,2 3,3 2,4 4,1 2,8 4,5 3,9 3,6 3,7 4,7 2,0 4,0 5,9 5,2 4,6 7,4 5,2 3,9 7,0 5,7 4,4 4,7 4,5 4,9 5,1 5,5 5,9 4,8
COLIMA 0,0 1,1 0,0 0,6 4,6 0,8 0,2 0,5 0,6 0,9 0,5 0,6 0,6 0,5 0,7 0,7 0,4 1,2 1,0 0,7 0,2 0,6 0,7 0,7 0,8 0,9 1,0 1,1 1,2 1,3 1,1 1,0 0,9 0,9
CHIAPAS 0,0 0,4 0,7 0,0 0,7 1,2 0,5 2,0 0,5 2,4 1,4 1,6 1,6 0,7 0,7 1,7 3,2 1,0 0,5 0,9 0,6 1,2 2,2 0,7 1,7 0,9 1,4 1,1 0,9 0,8 0,8 0,7 0,7 1,0
CHIHUAHUA 9,4 5,0 4,0 3,4 6,7 3,8 5,7 6,7 5,7 5,2 3,9 3,9 5,4 3,0 3,7 4,8 2,8 8,4 6,6 5,0 5,2 6,2 5,0 6,7 5,9 6,5 5,0 5,8 5,8 6,9 8,4 7,6 7,5 6,1
DISTRITO FED. 8,1 25,8 38,3 17,4 15,4 26,3 17,2 12,6 16,8 13,1 14,8 9,8 5,0 10,0 10,4 12,0 14,7 14,3 11,0 10,5 13,0 7,4 10,2 5,1 11,0 15,4 10,7 12,3 11,8 10,9 8,7 9,1 7,2 11,1
DURANGO 0,0 1,6 1,0 1,2 2,2 1,4 2,9 2,5 2,0 3,9 1,0 2,0 3,7 1,0 1,3 2,5 2,0 0,6 2,2 2,2 1,2 2,2 3,3 1,9 1,8 1,5 1,6 1,4 1,5 1,5 1,4 1,2 1,4 1,7
GUANAJUATO 0,5 4,3 1,1 3,1 1,4 3,9 5,4 4,1 6,3 3,3 4,2 5,8 5,4 4,0 4,1 3,3 4,0 4,2 6,0 3,5 4,0 3,1 3,9 4,3 5,1 3,5 4,3 4,2 4,0 5,0 5,3 5,4 4,3 4,4
GUERRERO 0,0 0,0 0,0 0,7 3,7 0,9 1,0 1,8 1,3 2,8 1,4 2,4 1,4 0,6 1,6 1,5 0,7 1,9 3,8 3,0 2,9 1,9 2,3 2,3 1,6 1,5 1,1 0,5 0,7 0,7 0,6 0,6 0,7 1,2
HIDALGO 3,1 0,7 1,0 0,0 2,6 0,7 1,1 0,8 1,1 0,1 1,1 1,3 0,5 0,7 1,8 2,1 1,4 1,9 1,7 1,4 1,6 2,7 1,6 1,9 1,9 1,6 2,7 1,9 2,4 2,2 1,9 1,8 1,8 1,8
JALISCO 22,6 13,7 6,1 4,3 4,0 5,7 3,8 8,5 7,3 7,9 4,5 3,5 3,9 5,4 4,7 6,1 6,3 6,4 7,9 6,0 5,6 5,2 5,4 5,3 5,6 6,3 6,2 5,4 6,0 5,4 5,9 6,5 7,9 6,1
MEXICO 4,7 4,8 11,8 19,4 14,7 6,2 7,6 8,7 9,8 7,3 6,7 6,5 9,9 10,8 8,2 4,5 8,7 6,5 7,1 9,3 9,2 5,3 3,4 11,9 5,1 5,9 6,9 7,1 8,2 8,0 7,1 7,3 7,2 7,6
MICHOACAN 0,0 0,2 3,1 4,3 6,6 1,6 3,1 4,0 4,0 3,7 2,5 2,2 1,9 1,3 3,5 2,3 2,2 1,6 2,0 2,0 3,0 2,9 2,2 2,2 2,7 2,3 2,2 2,2 2,7 2,4 2,4 1,8 2,2 2,4
MORELOS 0,1 0,9 0,1 1,4 3,0 1,2 0,6 1,6 0,9 1,0 0,1 1,1 0,9 0,9 1,6 2,1 1,6 1,4 0,9 1,4 1,7 1,2 1,2 1,2 1,3 1,2 1,7 1,2 1,7 1,5 1,3 1,0 1,0 1,3
NAYARIT 0,0 0,4 0,2 1,0 0,0 0,4 0,3 1,0 0,5 0,7 0,4 0,3 0,2 1,1 0,0 1,1 0,6 1,3 0,3 0,5 0,5 0,7 0,6 0,6 0,8 1,1 0,9 0,9 1,0 0,9 1,0 0,7 0,7 0,8
NUEVO LEON 13,2 8,0 10,2 7,3 1,9 7,5 9,0 9,6 8,2 6,7 8,0 6,1 7,6 9,5 4,9 9,2 7,2 7,1 7,3 8,1 9,0 9,1 9,1 6,3 6,9 6,5 6,9 6,6 7,0 7,4 7,5 8,8 10,3 7,9
OAXACA 3,0 0,8 0,4 0,1 1,1 1,3 2,3 1,0 0,7 0,8 0,8 0,3 1,2 1,1 0,4 0,3 2,6 0,7 1,6 1,4 0,5 1,3 0,9 1,4 1,1 0,9 0,9 0,8 1,0 0,7 0,6 0,4 0,5 0,8
PUEBLA 5,7 3,7 3,5 4,4 4,2 3,0 5,2 3,9 3,7 2,6 2,8 3,7 2,8 5,2 5,8 7,3 6,1 3,8 5,4 4,0 3,1 4,1 2,2 2,6 2,1 2,5 2,2 2,1 2,4 2,4 3,0 3,2 3,0 3,2
QUERETARO 3,9 0,0 0,7 1,1 2,9 0,7 1,5 1,2 1,0 2,6 1,5 2,2 3,6 2,7 2,7 1,2 2,5 2,0 0,2 1,9 2,7 2,2 1,6 3,3 2,4 2,6 2,6 2,1 2,2 2,2 2,1 1,8 1,6 2,1
QUINTANA ROO 0,3 0,0 0,0 0,5 1,0 0,6 1,2 0,0 0,2 0,2 0,9 0,5 1,0 1,2 1,0 0,7 0,1 1,4 1,8 1,6 1,1 1,2 0,9 1,8 1,3 1,2 0,8 1,7 1,9 1,4 2,1 2,3 3,2 1,5
SAN LUIS POTOSI 2,7 2,4 0,8 1,6 1,1 1,8 2,2 2,6 3,0 4,1 3,4 3,9 4,3 3,5 4,1 3,8 3,2 3,0 2,2 4,8 3,6 3,3 4,1 3,5 3,7 2,1 2,5 2,8 2,4 2,6 2,4 2,4 2,3 2,9
SINALOA 0,1 3,0 1,5 1,9 2,2 2,3 3,4 3,1 3,8 5,1 0,8 1,0 1,0 3,4 2,5 3,6 1,4 3,0 2,6 2,6 2,4 1,5 3,4 4,3 4,5 3,1 5,6 6,0 4,2 4,0 3,9 3,6 3,1 3,5
SONORA 1,2 3,5 1,4 4,6 4,1 2,5 2,7 3,8 1,8 1,2 3,9 3,8 2,4 3,4 2,6 3,1 3,4 3,6 5,2 4,2 4,1 4,1 5,7 4,9 4,1 4,7 5,7 6,7 4,6 4,2 4,4 4,0 4,1 4,3
TABASCO 2,2 0,2 0,4 0,5 0,0 0,2 0,9 0,8 0,3 0,8 0,1 0,4 0,0 0,2 0,6 2,8 0,2 0,9 0,7 0,4 0,4 1,5 0,9 1,0 1,2 1,2 1,0 0,8 1,1 1,0 1,1 0,8 0,8 0,8
TAMAULIPAS 0,0 3,1 3,0 1,4 2,7 6,8 4,0 3,8 5,2 5,0 1,1 2,4 2,8 3,0 2,7 2,8 2,7 5,5 3,2 4,4 4,3 6,2 6,2 5,2 5,9 5,1 6,5 6,2 4,6 5,6 5,6 5,9 7,0 5,1
TLAXCALA 0,6 0,2 0,0 0,0 0,4 0,0 0,4 0,2 0,3 0,3 0,2 0,6 0,7 1,0 1,1 1,8 0,8 0,9 1,1 0,2 0,7 0,5 0,6 0,7 0,7 1,0 0,7 0,7 0,8 0,8 0,8 0,7 0,7 0,7
VERACRUZ 0,8 5,6 3,1 5,7 4,9 6,1 4,6 6,3 4,6 4,7 6,2 7,3 2,6 4,5 7,1 4,5 8,3 5,6 3,9 5,1 4,9 5,0 5,1 5,4 3,4 3,9 3,6 3,2 3,7 3,6 3,2 3,3 2,8 4,1
YUCATAN 0,0 1,0 0,4 2,4 0,8 2,1 1,3 1,6 1,2 1,5 1,9 1,8 1,3 1,9 1,9 1,1 2,2 2,3 1,5 2,2 2,5 3,1 3,0 2,2 2,1 2,8 3,0 2,9 3,0 2,5 2,6 1,9 2,3 2,3
ZACATECAS 0,0 0,2 0,8 1,0 1,0 1,2 0,7 0,6 1,3 0,8 0,4 0,5 0,7 1,2 0,6 1,4 1,0 0,4 0,7 0,6 1,1 1,2 0,7 0,8 0,8 0,8 0,9 0,6 0,5 0,6 0,6 0,6 0,6 0,7
NO DISTRIBUIDO
NACIONAL 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 16,6 15,2 15,4 8,9 9,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 1,3
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100

Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

577
Cuadro AE-8: FONAHAPO INTEGRADO: Total de créditos otorgados por programa
1982-2005
Apoyo a la Ampliación y Lotes con Disponibilidad En
Programa Vivienda Nueva Pie de casa
Autoconstrucción rehabilitación servicios de terreno arrendamiento Total
No. % No. % No. % No. % No. % No. % No. % No.
1982 (a) 932 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 932
1983 (a) 0 0,00 5.569 74,58 0 0,00 1.898 25,42 0 0,00 0 0,00 0 0,00 7.467
1984 (a) 673 2,49 9.298 34,43 8.713 32,27 8.318 30,81 0 0,00 0 0,00 0 0,00 27.002
1985 (a) 648 2,12 14.539 47,61 3.024 9,90 11.824 38,72 0 0,00 0 0,00 500 1,64 30.535
1986 (a) 1.233 2,09 31.875 54,12 6.342 10,77 18.994 32,25 0 0,00 0 0,00 454 0,77 58.898
1987 (a) 270 0,45 26.809 44,56 14.482 24,07 18.601 30,92 0 0,00 0 0,00 0 0,00 60.162
1988 (a) 1.446 2,37 20.756 34,02 25.950 42,54 12.852 21,07 0 0,00 0 0,00 0 0,00 61.004
1989 (a) 3.259 7,61 23.822 55,61 7.822 18,26 7.931 18,52 0 0,00 0 0,00 0 0,00 42.834
1990 (a) 2.726 4,58 11.408 19,17 26.393 44,35 18.979 31,89 0 0,00 0 0,00 0 0,00 59.506
1991 (a) 219 0,65 10.327 30,78 19.374 57,74 3.635 10,83 0 0,00 0 0,00 0 0,00 33.555
1992 (a) 41 0,10 0 0,00 24.986 63,73 3.038 7,75 11.140 28,41 0 0,00 0 0,00 39.205
1993 (a) 0 0,00 0 0,00 22.854 47,79 5.902 12,34 19.069 39,87 0 0,00 0 0,00 47.825
1994 (a) 107 0,28 0 0,00 16.933 44,83 4.080 10,80 16.650 44,08 0 0,00 0 0,00 37.770
1995 (a) 148 0,56 0 0,00 6.381 24,28 7.017 26,70 12.735 48,46 0 0,00 0 0,00 26.281
1996 (a) 101 0,54 75 0,40 9.794 52,47 2.157 11,56 6.539 35,03 0 0,00 0 0,00 18.666
1997 (a) 0 0,00 400 2,70 9.580 64,62 74 0,50 4.772 32,19 0 0,00 0 0,00 14.826
1998 (b) 89 0,66 0 0,00 3.417 25,31 4 0,03 9.988 74,00 0 0,00 0 0,00 13.498
1999 (b) 24 0,11 0 0,00 2.737 13,09 254 1,22 17.890 85,58 0 0,00 0 0,00 20.905
2000 (b) 128 0,40 0 0,00 3.900 12,16 0 0,00 28.032 87,44 0 0,00 0 0,00 32.060
2001 (b) 10 0,02 0 0,00 25.109 58,63 0 0,00 17.704 41,34 0 0,00 0 0,00 42.823
2002 (b) 85 0,06 0 0,00 117.792 82,99 0 0,00 24.059 16,95 0 0,00 0 0,00 141.936
2003 (c) 388 0,21 839 0,46 157.574 86,79 0 0,00 22.759 12,54 0 0,00 0 0,00 181.560
2004 (d) 828 0,62 0 0,00 102.909 76,84 0 0,00 30.192 22,54 0 0,00 0 0,00 133.929
2005 (e) 98 0,06 0 0,00 125.192 77,04 0 0,00 32.803 20,19 4.417 2,72 0 0,00 162.510
TOTAL 13.453 1,04 155.717 12,02 741.258 57,21 125.558 9,69 254.332 19,63 4.417 0,34 954 0,07 1.295.689
Fuente: Elaboración propia a partir de cuadros 7, 8, 9 y 10, con datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
Notas: (a) Incluye sólo FONHAPO Normal
(b) Incluye FONHAPO Normal y FONHAPO Subsidios
(c) incluye FONHAPO Normal, FONHAPO Subsidios y Vivienda Rural
(d) Incluye FONHAPO Normal y FONAEVI
(e) Incluye FONHAPO Normal, FONAEVI y Vivienda Rural
578
Cuadro AE-9: FOVI-SHF (Incluye PROFIVI desde 2001*), total de créditos otorgados por Entidad Federativa
1973-2005
ENTID.
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOT.
FED.
AGS 71 18 550 225 7 222 45 269 80 77 26 618 104 0 5 522 627 2.338 3.081 1.717 240 766 0 379 493 1.139 672 465 395 408 485 893 583 17.520
B. C.. 82 151 172 190 56 182 224 264 851 2.123 625 2.082 4.164 978 1.455 1.318 1.038 1.208 624 739 631 2.213 3.669 2.751 4.459 5.494 5.667 6.006 5.858 5.513 7.401 7.697 5.722 81.607
B. C. S. 0 0 0 0 0 0 0 0 4 192 0 42 0 199 0 214 100 138 183 354 127 21 0 0 290 209 398 383 669 987 1.221 2.311 1.132 9.174
CAM. 2 14 15 4 17 19 0 0 0 0 0 0 0 250 87 0 0 13 40 0 0 16 0 0 84 0 0 133 125 62 167 185 125 1.358
COAH. 522 717 1.202 1.032 488 1.431 647 671 1.286 1.773 591 861 1.025 1.618 1.069 1.011 166 1.395 1.929 1.268 384 2.155 1.300 1.508 1.780 1.152 1.543 623 860 727 793 1.217 973 35.717
COL. 45 15 21 57 97 107 78 6 30 8 0 0 455 24 0 292 220 368 923 529 324 1.373 722 290 661 526 363 199 222 115 58 179 238 8.545
CHIS 22 34 55 39 28 90 12 0 1 0 0 188 307 48 134 142 485 1.002 360 489 860 1.009 335 282 0 45 160 119 454 299 425 392 7.816
CHIH. 1.321 666 554 873 423 618 317 388 356 616 127 317 306 199 1.239 749 114 1.081 1.338 735 409 2.685 1.127 1.546 1.723 2.888 3.710 2.748 2.723 2.054 2.764 4.140 1.880 42.734
D.F.. 8.624 6.521 1.046 2.158 2.151 203 1.014 1.502 1.341 1.383 327 677 8 400 247 521 545 808 2.392 1.411 1.520 1.495 6.018 3.978 6.012 3.531 3.610 3.812 4.749 2.645 2.114 1.772 1.843 76.378
DGO. 151 81 180 100 71 71 40 126 88 440 0 150 444 404 901 155 160 591 244 272 294 1.062 901 0 398 504 121 167 124 57 163 217 159 8.836
GTO. 127 201 896 623 875 1.768 878 863 1.328 1.812 75 428 236 778 1.218 180 592 536 2.008 1.266 1.314 1.426 2.495 1.851 1.869 2.397 1.877 1.696 1.693 1.273 1.256 2.028 2.206 40.069
GRO. 125 16 6 2 1 15 8 4 10 3 128 770 504 134 1.488 428 174 174 56 79 0 371 0 461 1.104 676 206 72 71 36 285 374 209 7.990
HGO. 53 35 39 25 21 39 52 43 532 259 1.400 2.366 100 451 51 569 0 256 449 531 19 553 646 834 0 459 344 240 184 87 108 284 269 11.298
JAL. 2.633 1.391 1.566 1.626 1.045 3.249 2.381 781 1.036 1.361 899 1.615 2.487 2.878 2.688 2.056 2.045 1.558 1.261 1.305 844 1.602 0 0 2.843 4.092 2.481 1.974 2.167 2.058 3.697 5.446 5.508 68.573
MEX. 6.019 3.974 2.895 51 127 2.331 2.465 4.306 498 464 5.269 3.224 2.754 4.388 5.104 5.474 1.723 4.357 3.303 1.863 3.840 4.146 2.856 1.744 7.501 7.192 7.445 5.333 4.959 5.366 4.965 5.286 5.598 126.820
MICH. 1.090 119 169 479 432 410 517 385 759 333 0 0 0 144 304 1.084 1.644 1.373 338 520 586 386 824 374 1.237 735 415 355 367 291 300 880 550 17.400
MOR. 486 100 170 69 237 119 161 358 284 1.892 53 60 2.010 20 546 190 0 0 36 80 0 73 249 439 703 1.083 591 104 293 108 140 220 277 11.151
NAY. 43 42 55 126 93 112 109 107 120 133 0 0 0 0 148 0 100 51 95 190 149 368 201 296 176 430 215 154 159 157 170 409 305 4.713
N. L. 3.313 1.549 2.154 2.377 2.792 3.915 3.739 2.726 2.801 2.648 901 1.316 488 1.783 1.000 1.978 924 2.271 1.791 845 274 2.261 2.762 1.659 3.475 2.282 1.989 1.739 2.116 2.562 3.356 4.701 6.998 77.485
OAX. S/D 9 17 7 3 18 4 2 16 0 0 0 0 200 0 522 200 258 36 0 0 578 0 352 544 628 269 34 137 129 40 280 339 4.622
PUE. 1.047 518 402 249 401 1.159 451 358 859 684 70 448 444 920 654 391 946 1.493 615 889 427 267 910 198 1.515 1.144 1.475 880 1.657 1.821 1.476 1.231 1.445 27.444
QRO 401 250 474 267 215 526 342 483 301 856 160 373 84 0 630 818 1.137 1.097 641 171 189 1.168 291 372 2.129 1.975 1.184 1.283 1.090 1.013 979 1.265 1.284 23.448
Q.ROO 10 86 445 19 176 170 6 0 0 216 569 1.318 1.635 1.341 988 999 864 1.859 112 186 32 396 26 56 480 343 642 1.309 1.356 1.621 2.095 3.342 3.208 25.905
S.L.P.. 645 305 837 202 163 292 221 599 650 521 88 120 299 842 2.287 1.543 692 1.520 2.071 2.555 2.377 4.539 802 772 1.238 885 1.094 442 426 396 528 755 564 31.270
SIN. 274 252 309 165 50 255 111 95 169 1.034 0 254 252 596 265 1.000 1.026 675 875 1.477 751 2.979 2.726 1.115 1.258 1.816 1.556 1.273 884 419 785 2.025 2.059 28.780
SON. 1.250 178 507 1.128 343 1.159 601 205 499 2.186 1.363 1.210 2.400 286 998 1.326 555 1.332 2.132 1.005 1.419 2.489 2.928 1.277 1.364 1.339 1.314 1.361 1.773 1.508 1.951 2.693 2.518 44.597
TAB. 44 44 78 60 25 113 174 38 137 114 400 121 229 S/D 17 0 0 2 0 66 96 43 44 117 69 73 39 201 112 45 366 475 335 3.677
TAMS. 114 115 553 193 250 419 214 63 134 261 0 0 0 0 43 347 21 570 565 713 182 292 151 827 1.291 1.298 950 1.028 1.331 1.176 1.663 2.902 1.856 19.522
TLAX. 0 S/D 4 3 0 13 0 0 0 0 0 0 0 62 42 124 56 303 87 72 0 0 743 233 270 78 89 6 25 49 34 25 23 2.341
VER. 257 140 275 224 386 815 178 94 89 173 60 295 32 465 622 549 246 670 846 1.089 1.054 1.728 1.147 1.227 999 1.129 1.191 513 464 325 497 1.375 1.084 20.238
YUC. 204 71 88 36 82 205 83 30 338 1.232 0 517 965 1.181 1.137 276 644 1.810 1.435 1.927 2.479 1.363 564 98 111 209 104 160 361 436 418 350 276 19.190
ZAC. 251 59 48 268 80 194 240 64 111 93 0 0 0 140 0 133 420 130 264 424 492 435 551 229 224 176 192 62 106 57 42 138 135 5.758
NO
DIST. 0 0 0 0 0 0 0 0 3.575 5.234 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 8.809
NAL.
TOTAL 29.226 17.671 15.782 12.877 11.135 20.239 15.312 14.830 18.282 28.122 13.131 19.182 21.613 20.988 25.281 24.903 17.121 30.720 30.772 24.638 20.942 40.109 35.662 25.318 46.582 45.882 41.791 34.915 37.575 33.955 40.616 55.520 50.093 920.785

Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

Nota: *PROFIVI: Vivienda en el rango de 45,001-500,000 UDIS ($153,808-$1,708,985 pesos de 2007)

579
Cuadro AE-10: FOVI-SHF (Incluye PROFIVI desde 2001*), Distribución porcentual de total de créditos otorgados por Entidad Federativa
1973-2005
ENTID. FED. 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 Total
AGUASCALIENTES 0,2 0,1 3,5 1,7 0,1 1,1 0,3 1,8 0,4 0,3 0,2 3,2 0,5 0,0 0,0 2,1 3,7 7,6 10,0 7,0 1,1 1,9 0,0 1,5 1,1 2,5 1,6 1,3 1,1 1,2 1,2 1,6 1,2 1,9
BAJA CALIFORNIA 0,3 0,9 1,1 1,5 0,5 0,9 1,5 1,8 4,7 7,5 4,8 10,9 19,3 4,7 5,8 5,3 6,1 3,9 2,0 3,0 3,0 5,5 10,3 10,9 9,6 12,0 13,6 17,2 15,6 16,2 18,2 13,9 11,4 8,9
BAJA CALIF. SUR 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,7 0,0 0,2 0,0 0,9 0,0 0,9 0,6 0,4 0,6 1,4 0,6 0,1 0,0 0,0 0,6 0,5 1,0 1,1 1,8 2,9 3,0 4,2 2,3 1,0
CAMPECHE 0,0 0,1 0,1 0,0 0,2 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 1,2 0,3 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,2 0,0 0,0 0,4 0,3 0,2 0,4 0,3 0,2 0,1
COAHUILA 1,8 4,1 7,6 8,0 4,4 7,1 4,2 4,5 7,0 6,3 4,5 4,5 4,7 7,7 4,2 4,1 1,0 4,5 6,3 5,1 1,8 5,4 3,6 6,0 3,8 2,5 3,7 1,8 2,3 2,1 2,0 2,2 1,9 3,9
COLIMA 0,2 0,1 0,1 0,4 0,9 0,5 0,5 0,0 0,2 0,0 0,0 0,0 2,1 0,1 0,0 1,2 1,3 1,2 3,0 2,1 1,5 3,4 2,0 1,1 1,4 1,1 0,9 0,6 0,6 0,3 0,1 0,3 0,5 0,9
CHIAPAS 0,1 0,2 0,3 0,3 0,3 0,4 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,9 1,5 0,2 0,5 0,8 1,6 3,3 1,5 2,3 2,1 2,8 1,3 0,6 0,0 0,1 0,5 0,3 1,3 0,7 0,8 0,8 0,8
CHIHUAHUA 4,5 3,8 3,5 6,8 3,8 3,1 2,1 2,6 1,9 2,2 1,0 1,7 1,4 0,9 4,9 3,0 0,7 3,5 4,3 3,0 2,0 6,7 3,2 6,1 3,7 6,3 8,9 7,9 7,2 6,0 6,8 7,5 3,8 4,6
DISTRITO FED. 29,5 36,9 6,6 16,8 19,3 1,0 6,6 10,1 7,3 4,9 2,5 3,5 0,0 1,9 1,0 2,1 3,2 2,6 7,8 5,7 7,3 3,7 16,9 15,7 12,9 7,7 8,6 10,9 12,6 7,8 5,2 3,2 3,7 8,3
DURANGO 0,5 0,5 1,1 0,8 0,6 0,4 0,3 0,8 0,5 1,6 0,0 0,8 2,1 1,9 3,6 0,6 0,9 1,9 0,8 1,1 1,4 2,6 2,5 0,0 0,9 1,1 0,3 0,5 0,3 0,2 0,4 0,4 0,3 1,0
GUANAJUATO 0,4 1,1 5,7 4,8 7,9 8,7 5,7 5,8 7,3 6,4 0,6 2,2 1,1 3,7 4,8 0,7 3,5 1,7 6,5 5,1 6,3 3,6 7,0 7,3 4,0 5,2 4,5 4,9 4,5 3,7 3,1 3,7 4,4 4,4
GUERRERO 0,4 0,1 0,0 0,0 0,0 0,1 0,1 0,0 0,1 0,0 1,0 4,0 2,3 0,6 5,9 1,7 1,0 0,6 0,2 0,3 0,0 0,9 0,0 1,8 2,4 1,5 0,5 0,2 0,2 0,1 0,7 0,7 0,4 0,9
HIDALGO 0,2 0,2 0,2 0,2 0,2 0,2 0,3 0,3 2,9 0,9 10,7 12,3 0,5 2,1 0,2 2,3 0,0 0,8 1,5 2,2 0,1 1,4 1,8 3,3 0,0 1,0 0,8 0,7 0,5 0,3 0,3 0,5 0,5 1,2
JALISCO 9,0 7,9 9,9 12,6 9,4 16,1 15,5 5,3 5,7 4,8 6,8 8,4 11,5 13,7 10,6 8,3 11,9 5,1 4,1 5,3 4,0 4,0 0,0 0,0 6,1 8,9 5,9 5,7 5,8 6,1 9,1 9,8 11,0 7,4
MEXICO 20,6 22,5 18,3 0,4 1,1 11,5 16,1 29,0 2,7 1,6 40,1 16,8 12,7 20,9 20,2 22,0 10,1 14,2 10,7 7,6 18,3 10,3 8,0 6,9 16,1 15,7 17,8 15,3 13,2 15,8 12,2 9,5 11,2 13,8
MICHOACAN 3,7 0,7 1,1 3,7 3,9 2,0 3,4 2,6 4,2 1,2 0,0 0,0 0,0 0,7 1,2 4,4 9,6 4,5 1,1 2,1 2,8 1,0 2,3 1,5 2,7 1,6 1,0 1,0 1,0 0,9 0,7 1,6 1,1 1,9
MORELOS 1,7 0,6 1,1 0,5 2,1 0,6 1,1 2,4 1,6 6,7 0,4 0,3 9,3 0,1 2,2 0,8 0,0 0,0 0,1 0,3 0,0 0,2 0,7 1,7 1,5 2,4 1,4 0,3 0,8 0,3 0,3 0,4 0,6 1,2
NAYARIT 0,1 0,2 0,3 1,0 0,8 0,6 0,7 0,7 0,7 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,6 0,0 0,6 0,2 0,3 0,8 0,7 0,9 0,6 1,2 0,4 0,9 0,5 0,4 0,4 0,5 0,4 0,7 0,6 0,5
NUEVO LEON 11,3 8,8 13,6 18,5 25,1 19,3 24,4 18,4 15,3 9,4 6,9 6,9 2,3 8,5 4,0 7,9 5,4 7,4 5,8 3,4 1,3 5,6 7,7 6,6 7,5 5,0 4,8 5,0 5,6 7,5 8,3 8,5 14,0 8,4
OAXACA 0,0 0,1 0,1 0,1 0,0 0,1 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 1,0 0,0 2,1 1,2 0,8 0,1 0,0 0,0 1,4 0,0 1,4 1,2 1,4 0,6 0,1 0,4 0,4 0,1 0,5 0,7 0,5
PUEBLA 3,6 2,9 2,5 1,9 3,6 5,7 2,9 2,4 4,7 2,4 0,5 2,3 2,1 4,4 2,6 1,6 5,5 4,9 2,0 3,6 2,0 0,7 2,6 0,8 3,3 2,5 3,5 2,5 4,4 5,4 3,6 2,2 2,9 3,0
QUERETARO 1,4 1,4 3,0 2,1 1,9 2,6 2,2 3,3 1,6 3,0 1,2 1,9 0,4 0,0 2,5 3,3 6,6 3,6 2,1 0,7 0,9 2,9 0,8 1,5 4,6 4,3 2,8 3,7 2,9 3,0 2,4 2,3 2,6 2,5
QUINTANA ROO 0,0 0,5 2,8 0,1 1,6 0,8 0,0 0,0 0,0 0,8 4,3 6,9 7,6 6,4 3,9 4,0 5,0 6,1 0,4 0,8 0,2 1,0 0,1 0,2 1,0 0,7 1,5 3,7 3,6 4,8 5,2 6,0 6,4 2,8
SAN LUIS POTOSI 2,2 1,7 5,3 1,6 1,5 1,4 1,4 4,0 3,6 1,9 0,7 0,6 1,4 4,0 9,0 6,2 4,0 4,9 6,7 10,4 11,4 11,3 2,2 3,0 2,7 1,9 2,6 1,3 1,1 1,2 1,3 1,4 1,1 3,4
SINALOA 0,9 1,4 2,0 1,3 0,4 1,3 0,7 0,6 0,9 3,7 0,0 1,3 1,2 2,8 1,0 4,0 6,0 2,2 2,8 6,0 3,6 7,4 7,6 4,4 2,7 4,0 3,7 3,6 2,4 1,2 1,9 3,6 4,1 3,1
SONORA 4,3 1,0 3,2 8,8 3,1 5,7 3,9 1,4 2,7 7,8 10,4 6,3 11,1 1,4 3,9 5,3 3,2 4,3 6,9 4,1 6,8 6,2 8,2 5,0 2,9 2,9 3,1 3,9 4,7 4,4 4,8 4,9 5,0 4,8
TABASCO 0,2 0,2 0,5 0,5 0,2 0,6 1,1 0,3 0,7 0,4 3,0 0,6 1,1 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,3 0,5 0,1 0,1 0,5 0,1 0,2 0,1 0,6 0,3 0,1 0,9 0,9 0,7 0,4
TAMAULIPAS 0,4 0,7 3,5 1,5 2,2 2,1 1,4 0,4 0,7 0,9 0,0 0,0 0,1 0,0 0,2 1,4 0,1 1,9 1,8 2,9 0,9 0,7 0,4 3,3 2,8 2,8 2,3 2,9 3,5 3,5 4,1 5,2 3,7 2,1
TLAXCALA 0,9 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 4,5 0,3 0,2 0,5 0,3 1,0 0,3 0,3 0,0 0,0 2,1 0,9 0,6 0,2 0,2 0,0 0,1 0,1 0,1 0,0 0,0 0,4
VERACRUZ 0,9 0,8 1,7 1,7 3,5 4,0 1,2 0,6 0,5 0,6 0,5 1,5 0,1 2,2 2,5 2,2 1,4 2,2 2,7 4,4 5,0 4,3 3,2 4,8 2,1 2,5 2,8 1,5 1,2 1,0 1,2 2,5 2,2 2,2
YUCATAN 0,7 0,4 0,6 0,3 0,7 1,0 0,5 0,2 1,8 4,4 0,0 2,7 4,5 5,6 4,5 1,1 3,8 5,9 4,7 7,8 11,8 3,4 1,6 0,4 0,2 0,5 0,2 0,5 1,0 1,3 1,0 0,6 0,6 2,1
ZACATECAS 0,9 0,3 0,3 2,1 0,7 1,0 1,6 0,4 0,6 0,3 0,0 0,0 0,0 0,7 0,0 0,5 2,5 0,4 0,9 1,7 2,3 1,1 1,5 0,9 0,5 0,4 0,5 0,2 0,3 0,2 0,1 0,2 0,3 0,6
NO DISTRIB NAL. 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 19,6 18,6 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 1,0
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
Nota: *PROFIVI (Programa de Financiamiento a la Vivienda [programa normal]) Otorga crédito para la adquisición de vivienda en el rango de 45,001-500,000 UDIS (153,808-1,708,985 pesos de 2007)
580
Cuadro AE-111: FOVI-SHF- integrado(*), Total de créditos otorgados
1973-2005
ENTIDAD 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 TOTAL
FED. (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a)
AGS 71 18 550 225 7 222 45 269 80 77 26 618 104 0 5 522 627 2.338 3.081 1.717 240 766 0 379 493 1.139 672 465 395 958 1.177 1.195 682 19.163
B. C.. 82 151 172 190 56 182 224 264 851 2.123 625 2.082 4.164 978 1.455 1.318 1.038 1.208 624 739 631 2.213 3.669 2.751 4.459 5.494 5.783 6.181 5.918 5.620 7.401 7.697 5.722 82.065
B. C. S. 0 0 0 0 0 0 0 0 4 192 0 42 0 199 0 214 100 138 183 354 127 21 0 0 290 209 398 383 1.030 1.493 1.633 2.314 1.176 10.500
CAM. 2 14 15 4 17 19 0 0 0 0 0 0 0 250 87 0 0 13 40 0 0 16 0 0 84 0 0 208 377 596 195 208 125 2.270
COAH. 522 717 1.202 1.032 488 1.431 647 671 1.286 1.773 591 861 1.025 1.618 1.069 1.011 166 1.395 1.929 1.268 384 2.155 1.300 1.508 1.780 1.262 1.700 627 860 945 1.739 2.042 1.435 38.439
COL. 45 15 21 57 97 107 78 6 30 8 0 0 455 24 0 292 220 368 923 529 324 1.373 722 290 661 751 653 373 234 299 531 596 259 10.341
CHIS 22 34 55 39 28 90 12 0 1 0 0 188 307 48 134 142 485 1.002 360 489 860 1.009 335 282 35 199 612 770 1.324 715 1.001 493 11.071
CHIH. 1.321 666 554 873 423 618 317 388 356 616 127 317 306 199 1.239 749 114 1.081 1.338 735 409 2.685 1.127 1.546 1.723 3.121 3.966 2.748 2.782 2.054 2.764 4.140 1.883 43.285
D.F.. 8.624 6.521 1.046 2.158 2.151 203 1.014 1.502 1.341 1.383 327 677 8 400 247 521 545 808 2.392 1.411 1.520 1.495 6.018 3.978 6.012 3.531 5.179 4.268 4.934 2.695 2.136 1.844 1.843 78.732
DGO. 151 81 180 100 71 71 40 126 88 440 0 150 444 404 901 155 160 591 244 272 294 1.062 901 0 398 674 438 484 493 657 1.065 900 537 12.572
GTO. 127 201 896 623 875 1.768 878 863 1.328 1.812 75 428 236 778 1.218 180 592 536 2.008 1.266 1.314 1.426 2.495 1.851 1.869 2.397 1.877 1.696 1.700 1.273 1.468 2.037 2.228 40.319
GRO. 125 16 6 2 1 15 8 4 10 3 128 770 504 134 1.488 428 174 174 56 79 0 371 0 461 1.104 676 206 72 71 350 345 383 210 8.374
HGO. 53 35 39 25 21 39 52 43 532 259 1.400 2.366 100 451 51 569 0 256 449 531 19 553 646 834 0 459 344 240 184 168 108 284 269 11.379
JAL. 2.633 1.391 1.566 1.626 1.045 3.249 2.381 781 1.036 1.361 899 1.615 2.487 2.878 2.688 2.056 2.045 1.558 1.261 1.305 844 1.602 0 0 2.843 4.092 2.481 1.974 2.295 2.058 4.068 6.080 5.745 69.943
MEX. 6.019 3.974 2.895 51 127 2.331 2.465 4.306 498 464 5.269 3.224 2.754 4.388 5.104 5.474 1.723 4.357 3.303 1.863 3.840 4.146 2.856 1.744 7.501 7.934 9.188 7.215 6.458 6.678 5.294 5.287 5.598 134.328
MICH. 1.090 119 169 479 432 410 517 385 759 333 0 0 0 144 304 1.084 1.644 1.373 338 520 586 386 824 374 1.237 735 415 461 883 660 573 957 562 18.753
MOR. 486 100 170 69 237 119 161 358 284 1.892 53 60 2.010 20 546 190 0 0 36 80 0 73 249 439 703 1.083 591 104 293 108 140 220 277 11.151
NAY. 43 42 55 126 93 112 109 107 120 133 0 0 0 0 148 0 100 51 95 190 149 368 201 296 176 651 721 156 554 656 1.129 693 321 7.595
N. L. 3.313 1.549 2.154 2.377 2.792 3.915 3.739 2.726 2.801 2.648 901 1.316 488 1.783 1.000 1.978 924 2.271 1.791 845 274 2.261 2.762 1.659 3.553 2.810 3.384 2.918 2.627 3.213 3.650 4.789 7.657 82.868
OAX. 0 9 17 7 3 18 4 2 16 0 0 0 0 200 0 522 200 258 36 0 0 578 0 352 544 628 706 1.279 743 301 770 448 349 7.990
PUE. 1.047 518 402 249 401 1.159 451 358 859 684 70 448 444 920 654 391 946 1.493 615 889 427 267 910 198 1.515 1.728 2.904 1.893 2.662 3.102 2.333 1.495 1.463 33.895
QRO 401 250 474 267 215 526 342 483 301 856 160 373 84 0 630 818 1.137 1.097 641 171 189 1.168 291 372 2.129 1.975 1.184 1.409 1.262 1.014 1.697 1.270 1.284 24.470
Q. ROO 10 86 445 19 176 170 6 0 0 216 569 1.318 1.635 1.341 988 999 864 1.859 112 186 32 396 26 56 480 1.218 1.887 1.315 1.581 2.403 3.243 3.956 3.739 31.331
S. L. P.. 645 305 837 202 163 292 221 599 650 521 88 120 299 842 2.287 1.543 692 1.520 2.071 2.555 2.377 4.539 802 772 1.238 1.447 2.053 1.490 1.107 1.196 2.037 2.425 985 38.920
SIN. 274 252 309 165 50 255 111 95 169 1.034 0 254 252 596 265 1.000 1.026 675 875 1.477 751 2.979 2.726 1.115 1.286 4.095 4.161 2.585 1.484 909 1.392 2579 2.207 37.403
SON. 1.250 178 507 1.128 343 1.159 601 205 499 2.186 1.363 1.210 2.400 286 998 1.326 555 1.332 2.132 1.005 1.419 2.489 2.928 1.277 1.364 3.221 3.416 2.234 2.074 1.977 2.503 2.901 2.540 51.006
TAB. 44 44 78 60 25 113 174 38 137 114 400 121 229 0 17 0 0 2 0 66 96 43 44 117 69 73 39 201 112 214 391 602 335 3.998
TAMS. 114 115 553 193 250 419 214 63 134 261 0 0 32 0 43 347 21 570 565 713 182 292 151 827 1.291 1.572 1.420 1.231 1.653 1.357 1.779 3.849 2.176 22.387
TLAX. 257 0 4 3 0 13 0 0 0 0 0 0 965 62 42 124 56 303 87 72 0 0 743 233 270 78 414 44 82 263 554 413 490 5.572
VER. 257 140 275 224 386 815 178 94 89 173 60 295 32 465 622 549 246 670 846 1.089 1.054 1.728 1.147 1.227 999 1.656 1.495 1.070 1.182 758 775 2.063 1.419 24.078
YUC. 204 71 88 36 82 205 83 30 338 1.232 0 517 965 1.181 1.137 276 644 1.810 1.435 1.927 2.479 1.363 564 98 111 470 837 648 607 647 487 436 298 21.306
ZAC. 251 59 48 268 80 194 240 64 111 93 0 0 0 140 0 133 420 130 264 424 492 435 551 229 224 211 407 120 148 190 137 216 142 6.421
NO DIST. 3.575 5.234 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 8.809
NAL.
TOTAL 29.226 17.671 15.782 12.877 11.135 20.239 15.312 14.830 18.282 28.122 13.131 19.182 21.613 20.988 25.281 24.903 17.121 30.720 30.772 24.638 20.942 40.109 35.662 25.318 46.688 55.425 59.118 46.704 47.555 46.136 54.229 65.320 54.449 1.009.480

Fuente: Elaboración propia a partir de cuadros 15. 16. 17 y 18. con datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

Nota: (*) Incluye PROFIVI y PROSAVI

581
Cuadro AE-112: FOVI-SHF-integrado, Distribución porcentual de total de créditos otorgados
1973-2005
ENTIDAD 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 TOT,
FEDERATIVA (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a) (a)
AGUASCALIENTES 0,2 0,1 3,5 1,7 0,1 1,1 0,3 1,8 0,4 0,3 0,2 3,2 0,5 0,0 0,0 2,1 3,7 7,6 10,0 7,0 1,1 1,9 0,0 1,5 1,1 2,1 1,1 1,0 0,8 2,1 2,2 1,8 1,3 1,9
BAJA CALIF. 0,3 0,9 1,1 1,5 0,5 0,9 1,5 1,8 4,7 7,5 4,8 10,9 19,3 4,7 5,8 5,3 6,1 3,9 2,0 3,0 3,0 5,5 10,3 10,9 9,6 9,9 9,8 13,2 12,4 12,2 13,6 11,8 10,5 8,1
BAJA CALIF. SUR 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,7 0,0 0,2 0,0 0,9 0,0 0,9 0,6 0,4 0,6 1,4 0,6 0,1 0,0 0,0 0,6 0,4 0,7 0,8 2,2 3,2 3,0 3,5 2,2 1,0
CAMPECHE 0,0 0,1 0,1 0,0 0,2 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 1,2 0,3 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,2 0,0 0,0 0,4 0,8 1,3 0,4 0,3 0,2 0,2
COAHUILA 1,8 4,1 7,6 8,0 4,4 7,1 4,2 4,5 7,0 6,3 4,5 4,5 4,7 7,7 4,2 4,1 1,0 4,5 6,3 5,1 1,8 5,4 3,6 6,0 3,8 2,3 2,9 1,3 1,8 2,0 3,2 3,1 2,6 3,8
COLIMA 0,2 0,1 0,1 0,4 0,9 0,5 0,5 0,0 0,2 0,0 0,0 0,0 2,1 0,1 0,0 1,2 1,3 1,2 3,0 2,1 1,5 3,4 2,0 1,1 1,4 1,4 1,1 0,8 0,5 0,6 1,0 0,9 0,5 1,0
CHIAPAS 0,1 0,2 0,3 0,3 0,3 0,4 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,9 1,5 0,2 0,5 0,8 1,6 3,3 1,5 2,3 2,1 2,8 1,3 0,6 0,1 0,3 1,3 1,6 2,9 1,3 1,5 0,9 1,1
CHIHUAHUA 4,5 3,8 3,5 6,8 3,8 3,1 2,1 2,6 1,9 2,2 1,0 1,7 1,4 0,9 4,9 3,0 0,7 3,5 4,3 3,0 2,0 6,7 3,2 6,1 3,7 5,6 6,7 5,9 5,9 4,5 5,1 6,3 3,5 4,3
DISTRITO FED. 29,5 36,9 6,6 16,8 19,3 1,0 6,6 10,1 7,3 4,9 2,5 3,5 0,0 1,9 1,0 2,1 3,2 2,6 7,8 5,7 7,3 3,7 16,9 15,7 12,9 6,4 8,8 9,1 10,4 5,8 3,9 2,8 3,4 7,8
DURANGO 0,5 0,5 1,1 0,8 0,6 0,4 0,3 0,8 0,5 1,6 0,0 0,8 2,1 1,9 3,6 0,6 0,9 1,9 0,8 1,1 1,4 2,6 2,5 0,0 0,9 1,2 0,7 1,0 1,0 1,4 2,0 1,4 1,0 1,2
GUANAJUATO 0,4 1,1 5,7 4,8 7,9 8,7 5,7 5,8 7,3 6,4 0,6 2,2 1,1 3,7 4,8 0,7 3,5 1,7 6,5 5,1 6,3 3,6 7,0 7,3 4,0 4,3 3,2 3,6 3,6 2,8 2,7 3,1 4,1 4,0
GUERRERO 0,4 0,1 0,0 0,0 0,0 0,1 0,1 0,0 0,1 0,0 1,0 4,0 2,3 0,6 5,9 1,7 1,0 0,6 0,2 0,3 0,0 0,9 0,0 1,8 2,4 1,2 0,3 0,2 0,1 0,8 0,6 0,6 0,4 0,8
HIDALGO 0,2 0,2 0,2 0,2 0,2 0,2 0,3 0,3 2,9 0,9 10,7 12,3 0,5 2,1 0,2 2,3 0,0 0,8 1,5 2,2 0,1 1,4 1,8 3,3 0,0 0,8 0,6 0,5 0,4 0,4 0,2 0,4 0,5 1,1
JALISCO 9,0 7,9 9,9 12,6 9,4 16,1 15,5 5,3 5,7 4,8 6,8 8,4 11,5 13,7 10,6 8,3 11,9 5,1 4,1 5,3 4,0 4,0 0,0 0,0 6,1 7,4 4,2 4,2 4,8 4,5 7,5 9,3 10,6 6,9
MEXICO 20,6 22,5 18,3 0,4 1,1 11,5 16,1 29,0 2,7 1,6 40,1 16,8 12,7 20,9 20,2 22,0 10,1 14,2 10,7 7,6 18,3 10,3 8,0 6,9 16,1 14,3 15,5 15,4 13,6 14,5 9,8 8,1 10,3 13,3
MICHOACAN 3,7 0,7 1,1 3,7 3,9 2,0 3,4 2,6 4,2 1,2 0,0 0,0 0,0 0,7 1,2 4,4 9,6 4,5 1,1 2,1 2,8 1,0 2,3 1,5 2,6 1,3 0,7 1,0 1,9 1,4 1,1 1,5 1,0 1,9
MORELOS 1,7 0,6 1,1 0,5 2,1 0,6 1,1 2,4 1,6 6,7 0,4 0,3 9,3 0,1 2,2 0,8 0,0 0,0 0,1 0,3 0,0 0,2 0,7 1,7 1,5 2,0 1,0 0,2 0,6 0,2 0,3 0,3 0,5 1,1
NAYARIT 0,1 0,2 0,3 1,0 0,8 0,6 0,7 0,7 0,7 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,6 0,0 0,6 0,2 0,3 0,8 0,7 0,9 0,6 1,2 0,4 1,2 1,2 0,3 1,2 1,4 2,1 1,1 0,6 0,8
NUEVO LEON 11,3 8,8 13,6 18,5 25,1 19,3 24,4 18,4 15,3 9,4 6,9 6,9 2,3 8,5 4,0 7,9 5,4 7,4 5,8 3,4 1,3 5,6 7,7 6,6 7,6 5,1 5,7 6,2 5,5 7,0 6,7 7,3 14,1 8,2
OAXACA 0,0 0,1 0,1 0,1 0,0 0,1 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 1,0 0,0 2,1 1,2 0,8 0,1 0,0 0,0 1,4 0,0 1,4 1,2 1,1 1,2 2,7 1,6 0,7 1,4 0,7 0,6 0,8
PUEBLA 3,6 2,9 2,5 1,9 3,6 5,7 2,9 2,4 4,7 2,4 0,5 2,3 2,1 4,4 2,6 1,6 5,5 4,9 2,0 3,6 2,0 0,7 2,6 0,8 3,2 3,1 4,9 4,1 5,6 6,7 4,3 2,3 2,7 3,4
QUERETARO 1,4 1,4 3,0 2,1 1,9 2,6 2,2 3,3 1,6 3,0 1,2 1,9 0,4 0,0 2,5 3,3 6,6 3,6 2,1 0,7 0,9 2,9 0,8 1,5 4,6 3,6 2,0 3,0 2,7 2,2 3,1 1,9 2,4 2,4
QUINTANA ROO 0,0 0,5 2,8 0,1 1,6 0,8 0,0 0,0 0,0 0,8 4,3 6,9 7,6 6,4 3,9 4,0 5,0 6,1 0,4 0,8 0,2 1,0 0,1 0,2 1,0 2,2 3,2 2,8 3,3 5,2 6,0 6,1 6,9 3,1
SAN LUIS POTOSI 2,2 1,7 5,3 1,6 1,5 1,4 1,4 4,0 3,6 1,9 0,7 0,6 1,4 4,0 9,0 6,2 4,0 4,9 6,7 10,4 11,4 11,3 2,2 3,0 2,7 2,6 3,5 3,2 2,3 2,6 3,8 3,7 1,8 3,9
SINALOA 0,9 1,4 2,0 1,3 0,4 1,3 0,7 0,6 0,9 3,7 0,0 1,3 1,2 2,8 1,0 4,0 6,0 2,2 2,8 6,0 3,6 7,4 7,6 4,4 2,8 7,4 7,0 5,5 3,1 2,0 2,6 3,9 4,1 3,7
SONORA 4,3 1,0 3,2 8,8 3,1 5,7 3,9 1,4 2,7 7,8 10,4 6,3 11,1 1,4 3,9 5,3 3,2 4,3 6,9 4,1 6,8 6,2 8,2 5,0 2,9 5,8 5,8 4,8 4,4 4,3 4,6 4,4 4,7 5,1
TABASCO 0,2 0,2 0,5 0,5 0,2 0,6 1,1 0,3 0,7 0,4 3,0 0,6 1,1 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,3 0,5 0,1 0,1 0,5 0,1 0,1 0,1 0,4 0,2 0,5 0,7 0,9 0,6 0,4
TAMAULIPAS 0,4 0,7 3,5 1,5 2,2 2,1 1,4 0,4 0,7 0,9 0,0 0,0 0,1 0,0 0,2 1,4 0,1 1,9 1,8 2,9 0,9 0,7 0,4 3,3 2,8 2,8 2,4 2,6 3,5 2,9 3,3 5,9 4,0 2,2
TLAXCALA 0,9 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 4,5 0,3 0,2 0,5 0,3 1,0 0,3 0,3 0,0 0,0 2,1 0,9 0,6 0,1 0,7 0,1 0,2 0,6 1,0 0,6 0,9 0,6
VERACRUZ 0,9 0,8 1,7 1,7 3,5 4,0 1,2 0,6 0,5 0,6 0,5 1,5 0,1 2,2 2,5 2,2 1,4 2,2 2,7 4,4 5,0 4,3 3,2 4,8 2,1 3,0 2,5 2,3 2,5 1,6 1,4 3,2 2,6 2,4
YUCATAN 0,7 0,4 0,6 0,3 0,7 1,0 0,5 0,2 1,8 4,4 0,0 2,7 4,5 5,6 4,5 1,1 3,8 5,9 4,7 7,8 11,8 3,4 1,6 0,4 0,2 0,8 1,4 1,4 1,3 1,4 0,9 0,7 0,5 2,1
ZACATECAS 0,9 0,3 0,3 2,1 0,7 1,0 1,6 0,4 0,6 0,3 0,0 0,0 0,0 0,7 0,0 0,5 2,5 0,4 0,9 1,7 2,3 1,1 1,5 0,9 0,5 0,4 0,7 0,3 0,3 0,4 0,3 0,3 0,3 0,6
NO DISTRIBUIDO
0,9
NACIONAL 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 19,6 18,6 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/inde.php
582
Cuadro AE-121: Evolución de la población total en México por Entidad Federativa
1910-2005

ENTIDADES 1910 1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2005
AGUASCALIENTES 120.511 107.581 132.900 161.693 188.075 243.363 338.142 519.439 719.659 944.285 1.065.416
BAJA CALIFORNIA NORTE 52.272 39.294 48.327 78.907 226.965 520.165 870.421 1.177.886 1.660.855 2.487.367 2.844.469
BAJA CALIFORNIA SUR 0 23.537 47.089 51.471 60.864 81.594 128.019 215.139 317.764 424.041 512.170
CAMPECHE 86.661 76.419 84.630 90.460 122.098 168.219 251.556 420.553 535.185 690.689 754.730
COAHUILA 362.092 393.480 436.425 550.717 720.619 907.734 1.114.956 1.557.265 1.972.340 2.298.070 2.495.200
COLIMA 77.704 91.749 61.923 78.806 1 12.321 164.450 241.153 346.293 428.510 542.627 567.996
CHIAPAS 438.843 421.744 529.983 679.885 907.026 1.210.870 1.569.053 2.084.717 3.210.496 3.920.892 4.293.459
CHIHUAHUA 405.707 401.622 491.792 623.944 846.414 1.226.793 1.612.525 2.005.477 2.441.873 3.052.907 3.241.444
DISTRITO FEDERAL 720.753 906.063 1.229.576 1.757.530 3.050.442 4.870.876 6.874.165 8.831.079 8.235.744 8.605.239 8.720.916
DURANGO 483.175 336.766 404.364 483.829 629.874 760.836 939.208 1.182.320 1.349.378 1.448.661 1.509.117
GUANAJUATO 1.081.651 860.364 987.801 1.046.490 1.328.712 1.735.490 2.270.370 3.006.110 3.982.593 4.663.032 4.893.812
GUERRERO 594.278 566.836 641.690 732.910 919.386 1.186.716 1.597.360 2.109.513 2.620.637 3.079.649 3.115.202
HIDALGO 646.551 622.241 677.772 771.818 850.394 994.598 1.193.845 1.547.493 1.888.366 2.235.591 2.345.514
JALISCO 1.208.855 1.191.957 1.255.346 1.418.310 1.746.777 2.443.261 3.296.586 4.371.998 5.302.689 6.322.002 6.752.113
MÉXICO 989.510 884.617 990.112 1.146.034 1.392.623 1.897.851 3.833.185 7.564.335 9.815.795 13.096.686 14.007.495
MICHOACAN 991.880 939.849 1.048.381 1.182.003 1.422.717 1.851.876 2.324.226 2.868.824 3.548.199 3.985.667 3.966.073
MORELOS 179.594 103.440 132.068 182.711 272.842 386.264 616.119 947.089 1.195.059 1.555.296 1.612.899
NAYARIT 171.173 163.183 167.724 216.698 290.124 389.929 544.031 726.120 824.643 920.185 949.684
NUEVO LEÓN 365.150 336.412 417.491 541.147 740.191 1.078.848 1.694.689 2.513.044 3.098.736 3.834.141 4.199.292
OAXACA 1.040.398 976.005 1.084.549 1.192.794 1.421.313 1.727.266 2.015.424 2.369.076 3.019.560 3.438.765 3.506.821
PUEBLA 1.101.600 1.024.955 1.150.425 1.294.620 1.625.830 1.973.837 2.508.226 3.347.685 4.126.101 5.076.686 5.383.133
QUERETARO 244.663 220.231 234.058 244.737 286.238 355.045 485.523 739.605 1.051.235 1.404.306 1.598.139
QUINTANA ROO 9.109 10.966 10.620 18.752 26.967 50.169 88.150 225.985 493.277 874.963 1.135.309
SAN LUIS POTOSÍ 627.800 445.681 579.831 678.779 856.066 1.048.297 1.281.996 1.673.893 2.003.187 2.299.360 2.410.414
SINALOA 323.642 341.265 395.618 492.821 635.681 838.404 1.266.528 1.849.879 2.204.054 2.536.844 2.608.442
SONORA 265.383 275.127 316.271 364.176 510.607 783.378 1.098.720 1.513.731 1.823.606 2.216.969 2.394.861
TABASCO 187.574 210.437 224.023 285.630 362.716 496.340 768.327 1.062.961 1.501.744 1.891.829 1.989.969
TAMAULIPAS 249.641 286.904 344.039 458.832 718.167 1.024.182 1.456.858 1.924.484 2.249.581 2.753.222 3.024.238
TLAXCALA 184.171 178.570 205.458 224.063 284.551 346.699 420.638 556.597 761.277 962.646 1.068.207
VERACRUZ 1.132.859 1.159.935 1.377.293 1.619.338 2.040.231 2.727.899 3.815.422 5.387.680 6.228.239 6.908.975 7.110.214
YUCATÁN 339.613 358.221 386.096 418.210 516.899 614.049 758.355 1.063.733 1.362.940 1.658.210 1.818.948
ZACATECAS 477.556 379.329 459.047 565.437 665.524 817.831 951.462 1.136.830 1.276.323 1.353.610 1.367.692
DATOS COMPLEMENTARIOS 11.763
Total Nacional 15.160.369 14.334.780 16.552.722 19.653.552 25.791.017 34.923.129 48.225.238 66.846.833 81.249.645 97.483.412 103.263.388
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Población 1910-1990: INEGI. Censos Generales de Población y Vivienda de 1910 a 1990; Tomado de INEGI (1996). Estados Unidos Mexicanos, Cien Años de Censos de Población, INEGI, Aguascalientes, México.
- 2000: INEGI. XII Censo General de Población y Vivienda. 2000

583
Cuadro AE-122: Evolución de la población total en México,
participación porcentual por Entidad Federativa, 1910-2005
ENTIDADES 1910 1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2005
AGUASCALIENTES 0,79 0,75 0,80 0,82 0,73 0,70 0,70 0,78 0,89 0,97 1,03
BAJA CALIFORNIA 0,34 0,27 0,29 0,40 0,88 1,49 1,80 1,76 2,04 2,55 2,75
BAJA CALIFORNIA SUR 0,00 0,16 0,28 0,26 0,24 0,23 0,27 0,32 0,39 0,43 0,50
CAMPECHE 0,57 0,53 0,51 0,46 0,47 0,48 0,52 0,63 0,66 0,71 0,73
COAHUILA 2,39 2,74 2,64 2,80 2,79 2,60 2,31 2,33 2,43 2,36 2,42
COLIMA 0,51 0,64 0,37 0,40 0,44 0,47 0,50 0,52 0,53 0,56 0,55
CHIAPAS 2,89 2,94 3,20 3,46 3,52 3,47 3,25 3,12 3,95 4,02 4,16
CHIHUAHUA 2,68 2,80 2,97 3,17 3,28 3,51 3,34 3,00 3,01 3,13 3,14
DISTRITO FEDERAL 4,75 6,32 7,43 8,94 11,83 13,95 14,25 13,21 10,14 8,83 8,45
DURANGO 3,19 2,35 2,44 2,46 2,44 2,18 1,95 1,77 1,66 1,49 1,46
GUANAJUATO 7,13 6,00 5,97 5,32 5,15 4,97 4,71 4,50 4,90 4,78 4,74
GUERRERO 3,92 3,95 3,88 3,73 3,56 3,40 3,31 3,16 3,23 3,16 3,02
HIDALGO 4,26 4,34 4,09 3,93 3,30 2,85 2,48 2,31 2,32 2,29 2,27
JALISCO 7,97 8,32 7,58 7,22 6,77 7,00 6,84 6,54 6,53 6,49 6,54
MÉXICO 6,53 6,17 5,98 5,83 5,40 5,43 7,95 11,32 12,08 13,43 13,56
MICHOACAN 6,54 6,56 6,33 6,01 5,52 5,30 4,82 4,29 4,37 4,09 3,84
MORELOS 1,18 0,72 0,80 0,93 1,06 1,11 1,28 1,42 1,47 1,60 1,56
NAYARIT 1,13 1,14 1,01 1,10 1,12 1,12 1,13 1,09 1,01 0,94 0,92
NUEVO LEÓN 2,41 2,35 2,52 2,75 2,87 3,09 3,51 3,76 3,81 3,93 4,07
OAXACA 6,86 6,81 6,55 6,07 5,51 4,95 4,18 3,54 3,72 3,53 3,40
PUEBLA 7,27 7,15 6,95 6,59 6,30 5,65 5,20 5,01 5,08 5,21 5,21
QUERETARO 1,61 1,54 1,41 1,25 1,11 1,02 1,01 1,11 1,29 1,44 1,55
QUINTANA ROO 0,06 0,08 0,06 0,10 0,10 0,14 0,18 0,34 0,61 0,90 1,10
SAN LUIS POTOSÍ 4,14 3,11 3,50 3,45 3,32 3,00 2,66 2,50 2,47 2,36 2,33
SINALOA 2,13 2,38 2,39 2,51 2,46 2,40 2,63 2,77 2,71 2,60 2,53
SONORA 1,75 1,92 1,91 1,85 1,98 2,24 2,28 2,26 2,24 2,27 2,32
TABASCO 1,24 1,47 1,35 1,45 1,41 1,42 1,59 1,59 1,85 1,94 1,93
TAMAULIPAS 1,65 2,00 2,08 2,33 2,78 2,93 3,02 2,88 2,77 2,82 2,93
TLAXCALA 1,21 1,25 1,24 1,14 1,10 0,99 0,87 0,83 0,94 0,99 1,03
VERACRUZ 7,47 8,09 8,32 8,24 7,91 7,81 7,91 8,06 7,67 7,09 6,89
YUCATÁN 2,24 2,50 2,33 2,13 2,00 1,76 1,57 1,59 1,68 1,70 1,76
ZACATECAS 3,15 2,65 2,77 2,88 2,58 2,34 1,97 1,70 1,57 1,39 1,32
DATOS COMPLEMENTARIOS 0,05
Total Nacional 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Población 1910-1990: INEGI, Censos Generales de Población y Vivienda de 1910 a 1990; Tomado de INEGI (1996), Estados Unidos Mexicanos, Cien Años de Censos de Población, INEGI, Aguascalientes, México-
- 2000: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000
584
Cuadro AE-123: Evolución de la población urbana por entidad federativa
1980-2005 (*)
ENTIDADES 1980 1990 2000 2005
%/ Tot. de pobl %/Tot. de Pobl. %/Tot. de %/Tot. de
Pobl. Total Pobl. Urb. Pobl. Total Pobl. Urb. Pobl. Urb. Pobl. Total Pobl. Urb.
estatal pobl estatal Total pobl estatal pobl estatal
AGUASCALIENTES 519.439 293.152 56,44 719659 492.378 68,42 944.285 687.987 72,86 1.065.416 773.185 72,57
BAJA CALIFORNIA 1.177.886 915.451 77,72 1660855 1.369.862 82,48 2.487.367 2.088.680 83,97 2.844.469 2.419.662 85,07
BAJA CALIFORNIA SUR 215.139 115.010 53,46 317764 188.392 59,29 424.041 267.629 63,11 512.170 358.783 70,05
CAMPECHE 420.553 200.923 47,78 535185 273.161 51,04 690.689 365.783 52,96 754.730 420.317 55,69
COAHUILA 1.557.265 1.053.992 67,68 1972340 1.571.801 79,69 2.298.070 1.936.816 84,28 2.495.200 2.126.608 85,23
COLIMA 346.293 188.951 54,56 428510 286.583 66,88 542.627 380.701 70,16 567.996 408.192 71,87
CHIAPAS 2.084.717 365.014 17,51 3210496 753.290 23,46 3.920.892 1.121.689 28,61 4.293.459 1.375.869 32,05
CHIHUAHUA 2.005.477 1.214.634 60,57 2441873 1.692.226 69,30 3.052.907 2.302.408 75,42 3.241.444 2.552.843 78,76
DISTRITO FEDERAL 8.831.079 8.831.079 100,00 8235744 8.092.449 98,26 8.605.239 8.504.748 98,83 8.720.916 8.599.534 98,61
DURANGO 1.182.320 408.352 34,54 1349378 589.839 43,71 1.448.661 737.891 50,94 1.509.117 835.548 55,37
GUANAJUATO 3.006.110 1.431.307 47,61 3982593 2.136.806 53,65 4.663.032 2.721.891 58,37 4.893.812 2.979.227 60,88
GUERRERO 2.109.513 487.721 23,12 2620637 934.028 35,64 3.079.649 1.201.022 39,00 3.115.202 1.258.712 40,41
HIDALGO 1.547.493 250.982 16,22 1888366 485.566 25,71 2.235.591 684.010 30,60 2.345.514 724.807 30,90
JALISCO 4.371.998 2.609.395 59,68 5302689 3.574.731 67,41 6.322.002 4.511.083 71,36 6.752.113 4.986.379 73,85
MÉXICO 7.564.335 4.448.453 58,81 9815795 6.997.723 71,29 13.096.686 9.551.961 72,93 14.007.495 10.222.262 72,98
MICHOACAN 2.868.824 962.745 33,56 3548199 1.439.243 40,56 3.985.667 1.750.438 43,92 3.966.073 1.867.150 47,08
MORELOS 947.089 306.940 32,41 1195059 662.297 55,42 1.555.296 923.712 59,39 1.612.899 981.602 60,86
NAYARIT 726.120 219.258 30,20 824643 317.257 38,47 920.185 384.830 41,82 949.684 417.994 44,01
NUEVO LEÓN 2.513.044 2.016.643 80,25 3098736 2.700.590 87,15 3.834.141 3.403.649 88,77 4.199.292 3.806.350 90,64
OAXACA 2.369.076 357.033 15,07 3019560 601.978 19,94 3.438.765 772.576 22,47 3.506.821 852.754 24,32
PUEBLA 3.347.685 1.066.206 31,85 4126101 1.663.404 40,31 5.076.686 2.255.707 44,43 5.383.133 2.599.842 48,30
QUERETARO 739.605 259.099 35,03 1051235 489.408 46,56 1.404.306 715.843 50,98 1.598.139 821.654 51,41
QUINTANA ROO 225.985 109.026 48,24 493277 295.772 59,96 874.963 640.176 73,17 1.135.309 856.840 75,47
SAN LUIS POTOSÍ 1.673.893 582.935 34,83 2003187 865.814 43,22 2.299.360 1.085.298 47,20 2.410.414 1.210.796 50,23
SINALOA 1.849.879 774.042 41,84 2204054 1.052.975 47,77 2.536.844 1.335.626 52,65 2.608.442 1.483.425 56,87
SONORA 1.513.731 893.772 59,04 1823606 1.226.035 67,23 2.216.969 1.592.580 71,84 2.394.861 1.797.886 75,07
TABASCO 1.062.961 249.035 23,43 1501744 475.753 31,68 1.891.829 647.469 34,22 1.989.969 667.279 33,53
TAMAULIPAS 1.924.484 1.279.580 66,49 2249581 1.650.722 73,38 2.753.222 2.164.550 78,62 3.024.238 2.446.943 80,91
TLAXCALA 556.597 133.795 24,04 761277 267.947 35,20 962.646 371.511 38,59 1.068.207 363.649 34,04
VERACRUZ 5.387.680 1.845.487 34,25 6228239 2.438.671 39,16 6.908.975 2.880.847 41,70 7.110.214 3.040.648 42,76
YUCATÁN 1.063.733 528.211 49,66 1362940 759.407 55,72 1.658.210 975.816 58,85 1.818.948 1.092.781 60,08
ZACATECAS 1.136.830 206.464 18,16 1276323 329.302 25,80 1.353.610 454.281 33,56 1.367.692 506.612 37,04
Total Urbana Nacional 66.846.833 34.604.687 51,77 81249645 46.675.410 57,45 97.483.412 59.419.208 60,95 103.263.388 64.856.133 62,81
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Población 1910-1990: INEGI, Censos Generales de Población y Vivienda de 1910 a 1990; Tomado de INEGI (1996), Estados Unidos Mexicanos, Cien Años de Censos de Población, INEGI, Aguascalientes, México-
- 2000: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000
-2005: INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005
* Incluye localidades con más de 15,000 habitantes.

585
Cuadro AE-131: ISSFAM, Total de créditos otorgados por Entidad Federativa
1973-2005)
ENTIDAD
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
FEDERATIVA
AGUASCALIENTES 0 0 30 10 0 0 0 2 2 0 0 0 0 0 0 0 0 18 0 30 30 48 0 0 0 0 18 0 0 0 8 11 13 220
BAJA CALIFORNIA 0 0 20 15 0 4 1 2 2 2 0 0 0 110 0 0 0 0 0 57 40 160 0 9 63 0 60 0 0 0 19 24 65 653
BAJA CALIF. SUR 0 0 7 7 3 2 5 0 5 2 0 0 0 80 40 40 80 20 0 0 0 20 0 0 0 0 36 0 0 0 17 63 63 490
CAMPECHE 0 0 0 10 5 0 0 0 0 60 0 0 40 0 0 0 12 0 60 51 12 12 0 0 0 0 50 52 0 0 6 13 55 438
COAHUILA 0 0 10 1 0 2 0 1 1 3 0 0 0 0 0 41 0 13 0 46 69 100 0 0 0 36 0 0 0 0 10 19 8 360
COLIMA 0 0 2 0 0 3 0 2 5 1 0 0 0 0 0 0 0 31 58 58 89 58 0 0 0 0 89 0 0 0 40 49 48 533
CHIAPAS 0 0 0 8 5 1 1 0 1 1 0 0 0 60 0 0 1 50 0 286 276 199 0 12 200 31 0 145 39 0 61 126 135 1.638
CHIHUAHUA 0 0 14 1 0 4 2 3 7 5 0 0 0 0 0 0 0 0 44 224 207 114 0 1 81 0 7 48 15 25 16 30 18 866
DISTRITO FED. 0 98 0 398 140 106 100 105 71 120 0 0 100 30 0 244 0 0 16 442 1.184 1.216 0 0 0 0 98 390 340 0 107 101 65 5.471
DURANGO 0 0 12 0 2 0 2 1 0 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 50 138 162 0 0 0 0 0 0 0 0 15 19 23 426
GUANAJUATO 0 0 8 25 14 3 8 7 7 1 0 0 0 0 0 0 0 0 22 108 108 108 0 0 1 24 0 0 108 0 124 119 115 910
GUERRERO 0 0 0 50 3 3 2 2 7 2 0 0 0 0 0 0 165 0 0 164 126 126 0 37 0 0 71 0 42 0 119 164 161 1.244
HIDALGO 0 0 20 0 2 0 1 2 1 4 0 0 0 0 0 0 0 0 44 206 111 44 0 0 0 0 61 34 0 0 159 300 219 1.208
JALISCO 0 40 80 30 25 76 72 35 113 66 0 0 0 0 60 316 0 0 0 582 374 444 0 0 0 12 0 0 0 0 84 118 70 2.597
MEXICO 0 0 90 60 15 137 221 139 4 2 0 0 0 54 0 0 0 0 116 560 626 495 0 0 0 0 0 116 0 0 530 445 289 3.899
MICHOACAN 0 27 0 75 0 1 1 1 4 2 0 0 0 0 0 41 27 0 52 52 52 79 0 0 0 36 72 58 0 36 86 42 29 773
MORELOS 0 0 18 30 4 13 16 4 9 6 0 0 0 62 40 40 0 0 40 120 108 127 0 0 0 24 0 108 81 0 27 51 33 961
NAYARIT 0 0 0 6 5 1 1 2 0 1 0 0 0 0 0 40 0 40 0 0 65 0 0 0 0 0 0 0 40 0 28 42 43 314
NUEVO LEON 0 0 0 1 0 2 4 3 0 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 14 12 38
OAXACA 0 0 0 15 1 4 0 2 2 1 0 0 0 0 0 0 45 45 0 50 452 364 0 0 42 0 145 27 0 0 24 75 138 1.432
PUEBLA 0 0 30 60 8 6 18 7 10 3 0 0 0 100 0 41 0 0 0 159 0 0 0 0 0 0 128 131 0 41 117 161 205 1.225
QUERETARO 0 0 0 5 10 6 3 0 1 2 0 0 0 0 0 0 0 40 72 89 72 72 0 0 0 0 17 0 0 0 35 33 16 473
QUINTANA ROO 0 0 0 0 3 0 2 0 0 1 0 0 60 0 0 40 0 51 48 48 48 132 0 0 0 0 48 0 68 0 0 21 13 583
SAN LUIS POTOSI 0 0 10 1 0 2 1 1 1 5 0 0 32 0 0 0 0 0 42 42 42 67 0 0 0 0 0 25 32 0 56 43 28 430
SINALOA 0 10 10 15 0 1 2 3 48 88 0 0 0 0 0 0 28 0 0 213 151 221 0 0 0 0 47 24 0 0 8 48 50 967
SONORA 0 14 10 20 0 0 0 0 2 1 0 0 0 116 0 126 16 0 0 24 46 146 0 85 0 0 40 24 46 0 15 23 30 784
TABASCO 0 0 8 18 2 0 0 0 0 0 0 0 30 0 0 0 30 0 0 92 32 46 0 0 0 80 0 44 0 0 40 30 21 473
TAMAULIPAS 0 0 0 0 8 2 3 2 4 3 0 0 0 100 69 68 12 0 0 15 37 0 0 13 0 0 63 49 0 0 37 71 115 671
TLAXCALA 0 0 0 0 7 0 2 0 2 0 0 0 0 0 78 78 0 25 0 0 0 0 0 0 24 0 0 73 0 0 53 58 98 498
VERACRUZ 0 38 20 50 3 20 41 14 10 38 0 0 0 0 24 64 0 132 53 217 108 156 0 200 0 12 99 0 278 126 264 288 510 2.765
YUCATAN 0 23 0 0 5 4 12 8 4 2 0 85 0 0 0 0 35 36 0 100 185 100 0 0 0 0 0 85 100 0 55 74 111 1.024
ZACATECAS 0 0 11 1 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 17 0 44 44 88 0 0 0 0 17 0 44 0 2 11 7 287
NO DISTRIBUIDO
0 0 0 0 0 0 0 0 176 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 0 177
NACIONAL
TOTAL 0 250 410 911 271 403 521 348 500 426 0 85 262 712 311 1.179 451 518 667 4,129 4.832 4.904 0 357 411 255 1.166 1.433 1.233 228 2.162 2.687 2.806 34.828
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
586
Cuadro AE-132: ISSFAM, Distribución porcentual de total de créditos otorgados por Entidad Federativa
1973-2003)
ENTIDAD
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
FEDERATIVA
AGUASCALIENTES 0 0,0 7,3 1,1 0,0 0,0 0,0 0,6 0,4 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 3,5 0,0 0,7 0,6 1,0 0 0,0 0,0 0,0 1,5 0,0 0,0 0,0 0,4 0,4 0,5 0,6
BAJA CALIFORNIA 0 0,0 4,9 1,6 0,0 1,0 0,2 0,6 0,4 0,5 0 0,0 0,0 15,4 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 1,4 0,8 3,3 0 2,5 15,3 0,0 5,1 0,0 0,0 0,0 0,9 0,9 2,3 1,9
BAJA CALIF, SUR 0 0,0 1,7 0,8 1,1 0,5 1,0 0,0 1,0 0,5 0 0,0 0,0 11,2 12,9 3,4 17,7 3,9 0,0 0,0 0,0 0,4 0 0,0 0,0 0,0 3,1 0,0 0,0 0,0 0,8 2,3 2,2 1,4
CAMPECHE 0 0,0 0,0 1,1 1,8 0,0 0,0 0,0 0,0 14,1 0 0,0 15,3 0,0 0,0 0,0 2,7 0,0 9,0 1,2 0,2 0,2 0 0,0 0,0 0,0 4,3 3,6 0,0 0,0 0,3 0,5 2,0 1,3
COAHUILA 0 0,0 2,4 0,1 0,0 0,5 0,0 0,3 0,2 0,7 0 0,0 0,0 0,0 0,0 3,5 0,0 2,5 0,0 1,1 1,4 2,0 0 0,0 0,0 14,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,5 0,7 0,3 1,0
COLIMA 0 0,0 0,5 0,0 0,0 0,7 0,0 0,6 1,0 0,2 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 6,0 8,7 1,4 1,8 1,2 0 0,0 0,0 0,0 7,6 0,0 0,0 0,0 1,9 1,8 1,7 1,5
CHIAPAS 0 0,0 0,0 0,9 1,8 0,2 0,2 0,0 0,2 0,2 0 0,0 0,0 8,4 0,0 0,0 0,2 9,7 0,0 6,9 5,7 4,1 0 3,4 48,7 12,2 0,0 10,1 3,2 0,0 2,8 4,7 4,8 4,7
CHIHUAHUA 0 0,0 3,4 0,1 0,0 1,0 0,4 0,9 1,4 1,2 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 6,6 5,4 4,3 2,3 0 0,3 19,7 0,0 0,6 3,3 1,2 11,0 0,7 1,1 0,6 2,5
D, FEDERAL 0 39,2 0,0 43,7 51,7 26,3 19,2 30,2 14,2 28,2 0 0,0 38,2 4,2 0,0 20,7 0,0 0,0 2,4 10,7 24,5 24,8 0 0,0 0,0 0,0 8,4 27,2 27,6 0,0 4,9 3,8 2,3 15,7
DURANGO 0 0,0 2,9 0,0 0,7 0,0 0,4 0,3 0,0 0,5 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 1,2 2,9 3,3 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,7 0,7 0,8 1,2
GUANAJUATO 0 0,0 2,0 2,7 5,2 0,7 1,5 2,0 1,4 0,2 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 3,3 2,6 2,2 2,2 0 0,0 0,2 9,4 0,0 0,0 8,8 0,0 5,7 4,4 4,1 2,6
GUERRERO 0 0,0 0,0 5,5 1,1 0,7 0,4 0,6 1,4 0,5 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 36,6 0,0 0,0 4,0 2,6 2,6 0 10,4 0,0 0,0 6,1 0,0 3,4 0,0 5,5 6,1 5,7 3,6
HIDALGO 0 0,0 4,9 0,0 0,7 0,0 0,2 0,6 0,2 0,9 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 6,6 5,0 2,3 0,9 0 0,0 0,0 0,0 5,2 2,4 0,0 0,0 7,4 11,2 7,8 3,5
JALISCO 0 16,0 19,5 3,3 9,2 18,9 13,8 10,1 22,6 15,5 0 0,0 0,0 0,0 19,3 26,8 0,0 0,0 0,0 14,1 7,7 9,1 0 0,0 0,0 4,7 0,0 0,0 0,0 0,0 3,9 4,4 2,5 7,5
MEXICO 0 0,0 22,0 6,6 5,5 34,0 42,4 39,9 0,8 0,5 0 0,0 0,0 7,6 0,0 0,0 0,0 0,0 17,4 13,6 13,0 10,1 0 0,0 0,0 0,0 0,0 8,1 0,0 0,0 24,5 16,6 10,3 11,2
MICHOACAN 0 10,8 0,0 8,2 0,0 0,2 0,2 0,3 0,8 0,5 0 0,0 0,0 0,0 0,0 3,5 6,0 0,0 7,8 1,3 1,1 1,6 0 0,0 0,0 14,1 6,2 4,0 0,0 15,8 4,0 1,6 1,0 2,2
MORELOS 0 0,0 4,4 3,3 1,5 3,2 3,1 1,1 1,8 1,4 0 0,0 0,0 8,7 12,9 3,4 0,0 0,0 6,0 2,9 2,2 2,6 0 0,0 0,0 9,4 0,0 7,5 6,6 0,0 1,2 1,9 1,2 2,8
NAYARIT 0 0,0 0,0 0,7 1,8 0,2 0,2 0,6 0,0 0,2 0 0,0 0,0 0,0 0,0 3,4 0,0 7,7 0,0 0,0 1,3 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 3,2 0,0 1,3 1,6 1,5 0,9
NUEVO LEON 0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,5 0,8 0,9 0,0 0,5 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,5 0,4 0,1
OAXACA 0 0,0 0,0 1,6 0,4 1,0 0,0 0,6 0,4 0,2 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 10,0 8,7 0,0 1,2 9,4 7,4 0 0,0 10,2 0,0 12,4 1,9 0,0 0,0 1,1 2,8 4,9 4,1
PUEBLA 0 0,0 7,3 6,6 3,0 1,5 3,5 2,0 2,0 0,7 0 0,0 0,0 14,0 0,0 3,5 0,0 0,0 0,0 3,9 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 11,0 9,1 0,0 18,0 5,4 6,0 7,3 3,5
QUERETARO 0 0,0 0,0 0,5 3,7 1,5 0,6 0,0 0,2 0,5 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 7,7 10,8 2,2 1,5 1,5 0 0,0 0,0 0,0 1,5 0,0 0,0 0,0 1,6 1,2 0,6 1,4
QUINTANA ROO 0 0,0 0,0 0,0 1,1 0,0 0,4 0,0 0,0 0,2 0 0,0 22,9 0,0 0,0 3,4 0,0 9,8 7,2 1,2 1,0 2,7 0 0,0 0,0 0,0 4,1 0,0 5,5 0,0 0,0 0,8 0,5 1,7
SAN LUIS POTOSI 0 0,0 2,4 0,1 0,0 0,5 0,2 0,3 0,2 1,2 0 0,0 12,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 6,3 1,0 0,9 1,4 0 0,0 0,0 0,0 0,0 1,7 2,6 0,0 2,6 1,6 1,0 1,2
SINALOA 0 4,0 2,4 1,6 0,0 0,2 0,4 0,9 9,6 20,7 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 6,2 0,0 0,0 5,2 3,1 4,5 0 0,0 0,0 0,0 4,0 1,7 0,0 0,0 0,4 1,8 1,8 2,8
SONORA 0 5,6 2,4 2,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,4 0,2 0 0,0 0,0 16,3 0,0 10,7 3,5 0,0 0,0 0,6 1,0 3,0 0 23,8 0,0 0,0 3,4 1,7 3,7 0,0 0,7 0,9 1,1 2,3
TABASCO 0 0,0 2,0 2,0 0,7 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 11,5 0,0 0,0 0,0 6,7 0,0 0,0 2,2 0,7 0,9 0 0,0 0,0 31,4 0,0 3,1 0,0 0,0 1,9 1,1 0,7 1,4
TAMAULIPAS 0 0,0 0,0 0,0 3,0 0,5 0,6 0,6 0,8 0,7 0 0,0 0,0 14,0 22,2 5,8 2,7 0,0 0,0 0,4 0,8 0,0 0 3,6 0,0 0,0 5,4 3,4 0,0 0,0 1,7 2,6 4,1 1,9
TLAXCALA 0 0,0 0,0 0,0 2,6 0,0 0,4 0,0 0,4 0,0 0 0,0 0,0 0,0 25,1 6,6 0,0 4,8 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 5,8 0,0 0,0 5,1 0,0 0,0 2,5 2,2 3,5 1,4
VERACRUZ 0 15,2 4,9 5,5 1,1 5,0 7,9 4,0 2,0 8,9 0 0,0 0,0 0,0 7,7 5,4 0,0 25,5 7,9 5,3 2,2 3,2 0 56,0 0,0 4,7 8,5 0,0 22,5 55,3 12,2 10,7 18,2 7,9
YUCATAN 0 9,2 0,0 0,0 1,8 1,0 2,3 2,3 0,8 0,5 0 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 7,8 6,9 0,0 2,4 3,8 2,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 5,9 8,1 0,0 2,5 2,8 4,0 2,9
ZACATECAS 0 0,0 2,7 0,0 0,4 0,0 0,0 0,0 0,2 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 3,3 0,0 1,1 0,9 1,8 0 0,0 0,0 0,0 1,5 0,0 3,6 0,0 0,1 0,4 0,2 0,8
NO DISTRIBUIDO
0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 35,2 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,5
NACIONAL
TOTAL 0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

587
Cuadro AE-14: Evolución de la población urbana por entidad federativa
1980-2005 (*)
ENTIDADES 1980 1990 2000 2005
%/ %/ %/ %/
Pobl. Total Pobl. Urb. Tot. de pobl. Pobl. Total Pobl. Urb. Tot. de pobl. Pobl. Total Pobl. Urb. Tot. de pobl. Pobl. Total Pobl. Urb. Tot. de pobl.
Urb. Nal. Urb. Nal. Urb. Nal. Urb. Nal.
AGUASCALIENTES 519.439 293.152 0,85 719.659 492.378 1,05 944.285 687.987 1,16 1065416 773.185 1,19
BAJA CALIFORNIA 1.177.886 915.451 2,65 1.660.855 1.369.862 2,93 2.487.367 2.088.680 3,52 2844469 2.419.662 3,73
BAJA CALIFORNIA SUR 215.139 115.010 0,33 317.764 188.392 0,40 424.041 267.629 0,45 512170 358.783 0,55
CAMPECHE 420.553 200.923 0,58 535.185 273.161 0,59 690.689 365.783 0,62 754730 420.317 0,65
COAHUILA 1.557.265 1.053.992 3,05 1.972.340 1.571.801 3,37 2.298.070 1.936.816 3,26 2495200 2.126.608 3,28
COLIMA 346.293 188.951 0,55 428.510 286.583 0,61 542.627 380.701 0,64 567996 408.192 0,63
CHIAPAS 2.084.717 365.014 1,05 3.210.496 753.290 1,61 3.920.892 1.121.689 1,89 4293459 1.375.869 2,12
CHIHUAHUA 2.005.477 1.214.634 3,51 2.441.873 1.692.226 3,63 3.052.907 2.302.408 3,87 3241444 2.552.843 3,94
DISTRITO FEDERAL 8.831.079 8.831.079 25,52 8.235.744 8.092.449 17,34 8.605.239 8.504.748 14,31 8720916 8.599.534 13,26
DURANGO 1.182.320 408.352 1,18 1.349.378 589.839 1,26 1.448.661 737.891 1,24 1509117 835.548 1,29
GUANAJUATO 3.006.110 1.431.307 4,14 3.982.593 2.136.806 4,58 4.663.032 2.721.891 4,58 4893812 2.979.227 4,59
GUERRERO 2.109.513 487.721 1,41 2.620.637 934.028 2,00 3.079.649 1.201.022 2,02 3115202 1.258.712 1,94
HIDALGO 1.547.493 250.982 0,73 1.888.366 485.566 1,04 2.235.591 684.010 1,15 2345514 724.807 1,12
JALISCO 4.371.998 2.609.395 7,54 5.302.689 3.574.731 7,66 6.322.002 4.511.083 7,59 6752113 4.986.379 7,69
MÉXICO 7.564.335 4.448.453 12,86 9.815.795 6.997.723 14,99 13.096.686 9.551.961 16,08 14007495 10.222.262 15,76
MICHOACAN 2.868.824 962.745 2,78 3.548.199 1.439.243 3,08 3.985.667 1.750.438 2,95 3966073 1.867.150 2,88
MORELOS 947.089 306.940 0,89 1.195.059 662.297 1,42 1.555.296 923.712 1,55 1612899 981.602 1,51
NAYARIT 726.120 219.258 0,63 824.643 317.257 0,68 920.185 384.830 0,65 949684 417.994 0,64
NUEVO LEÓN 2.513.044 2.016.643 5,83 3.098.736 2.700.590 5,79 3.834.141 3.403.649 5,73 4199292 3.806.350 5,87
OAXACA 2.369.076 357.033 1,03 3.019.560 601.978 1,29 3.438.765 772.576 1,30 3506821 852.754 1,31
PUEBLA 3.347.685 1.066.206 3,08 4.126.101 1.663.404 3,56 5.076.686 2.255.707 3,80 5383133 2.599.842 4,01
QUERETARO 739.605 259.099 0,75 1.051.235 489.408 1,05 1.404.306 715.843 1,20 1598139 821.654 1,27
QUINTANA ROO 225.985 109.026 0,32 493.277 295.772 0,63 874.963 640.176 1,08 1135309 856.840 1,32
SAN LUIS POTOSÍ 1.673.893 582.935 1,68 2.003.187 865.814 1,85 2.299.360 1.085.298 1,83 2410414 1.210.796 1,87
SINALOA 1.849.879 774.042 2,24 2.204.054 1.052.975 2,26 2.536.844 1.335.626 2,25 2608442 1.483.425 2,29
SONORA 1.513.731 893.772 2,58 1.823.606 1.226.035 2,63 2.216.969 1.592.580 2,68 2394861 1.797.886 2,77
TABASCO 1.062.961 249.035 0,72 1.501.744 475.753 1,02 1.891.829 647.469 1,09 1989969 667.279 1,03
TAMAULIPAS 1.924.484 1.279.580 3,70 2.249.581 1.650.722 3,54 2.753.222 2.164.550 3,64 3024238 2.446.943 3,77
TLAXCALA 556.597 133.795 0,39 761.277 267.947 0,57 962.646 371.511 0,63 1068207 363.649 0,56
VERACRUZ 5.387.680 1.845.487 5,33 6.228.239 2.438.671 5,22 6.908.975 2.880.847 4,85 7110214 3.040.648 4,69
YUCATÁN 1.063.733 528.211 1,53 1.362.940 759.407 1,63 1.658.210 975.816 1,64 1818948 1.092.781 1,68
ZACATECAS 1.136.830 206.464 0,60 1.276.323 329.302 0,71 1.353.610 454.281 0,76 1367692 506.612 0,78
Total Urbana Nacional 66.846.833 34.604.687 100,00 81.249.645 46.675.410 100,00 97.483.412 59.419.208 100.00 103263388 64.856.133 100,00
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Población 1910-1990: INEGI. Censos Generales de Población y Vivienda de 1910 a 1990; Tomado de INEGI (1996). Estados Unidos Mexicanos. Cien Años de Censos de Población. INEGI. Aguascalientes. México-
- 2000: INEGI. XII Censo General de Población y Vivienda. 2000
-2005: INEGI. II Conteo de Población y Vivienda. 2005
* Incluye localidades con más de 15.000 habitantes.
588
Cuadro AE-151: FOVISSSTE, Número de créditos otorgados por
programa, 1973-2005

Vivienda Mejoramiento Mejoramiento


TOTAL
Completa (1) Físico Financiero
Año
No. % No. % No. % No. %
1973 4.003 100,00 0 0,00 0 0,00 4.003 100,00
1974 4.432 100,00 0 0,00 0 0,00 4.432 100,00
1975 7.014 100,00 0 0,00 0 0,00 7.014 100,00
1976 8.956 100,00 0 0,00 0 0,00 8.956 100,00
1977 9.263 100,00 0 0,00 0 0,00 9.263 100,00
1978 11.905 100,00 0 0,00 0 0,00 11.905 100,00
1979 6.135 100,00 0 0,00 0 0,00 6.135 100,00
1980 12.137 100,00 0 0,00 0 0,00 12.137 100,00
1981 13.455 100,00 0 0,00 0 0,00 13.455 100,00
1982 752 100,00 0 0,00 0 0,00 752 100,00
1983 11.126 96,24 120 1,04 315 2,72 11.561 100,00
1984 4.669 73,25 1.481 23,24 224 3,51 6.374 100,00
1985 20.364 91,50 1.621 7,28 271 1,22 22.256 100,00
1986 21.858 94,85 661 2,87 526 2,28 23.045 100,00
1987 14.243 98,23 59 0,41 197 1,36 14.499 100,00
1988 14.386 96,40 315 2,11 222 1,49 14.923 100,00
1989 18.638 93,90 815 4,11 395 1,99 19.848 100,00
1990 17.769 71,12 6.957 27,84 260 1,04 24.986 100,00
1991 25.842 53,64 22.140 45,95 196 0,41 48.178 100,00
1992 20.242 57,87 14.659 41,91 76 0,22 34.977 100,00
1993 25.576 72,60 9.539 27,08 116 0,33 35.231 100,00
1994 39.590 83,68 7.605 16,07 119 0,25 47.314 100,00
1995 26.689 82,20 5.708 17,58 72 0,22 32.469 100,00
1996 23.733 82,60 4.876 16,97 122 0,42 28.731 100,00
1997 19.050 81,97 4.080 17,56 111 0,48 23.241 100,00
1998 14.955 97,60 368 2,40 0 0,00 15.323 100,00
1999 16.158 90,46 1.704 9,54 0 0,00 17.862 100,00
2000 23.267 95,75 384 1,58 650 2,67 24.301 100,00
2001 26.377 99,01 86 0,32 178 0,67 26.641 100,00
2002 11.067 99,99 0 0,00 1 0,01 11.068 100,00
2003 66.439 97,46 1 0,00 1.728 2,53 68.168 100,00
2004 59.441 97,52 175 0,29 1.338 2,20 60.954 100,00
2005 48.749 97,41 56 0,11 1.242 2,48 50.047 100,00
TOTAL 648.280 87,60 83.410 11,27 8.359 1,13 740.049 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas
Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php.

Notas: (1) No incluye Subprograma de Vivienda Usada

589
Cuadro AE-152: FOVISSSTE, Distribución porcentual de total de créditos otorgados por Entidad Federativa, 1973-2005
ENTIDAD
FEDERATIVA
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
AGUASCALIENTES 0,0 1,1 1,6 0,1 1,6 0,2 0,4 3,2 0,1 0,0 0,2 0,8 0,2 10,0 5,1 2,4 2,2 2,8 2,5 1,4 4,0 4,0 4,2 1,0 1,0 1,1 1,6 0,5 1,5 1,3 2,0 1,7 2,0 2,3
BAJA CALIFORNIA 0,0 0,2 1,4 2,2 7,6 4,4 1,8 1,8 3,7 0,0 12,8 5,0 3,6 1,8 2,6 3,4 4,6 2,5 4,1 0,8 1,0 1,6 3,0 1,5 1,0 2,1 1,1 1,9 1,9 7,7 2,0 1,9 2,8 2,6
BAJA CALIF, SUR 0,0 0,2 0,3 0,3 0,0 3,0 5,2 0,3 1,0 0,0 0,5 1,7 2,0 0,7 1,1 1,4 1,3 1,7 2,4 1,8 1,7 1,6 0,5 2,1 0,7 1,5 1,9 2,0 1,4 0,9 1,1 1,7 1,7 1,5
CAMPECHE 0,0 0,7 0,0 1,1 0,1 2,0 0,3 0,1 1,5 0,0 0,2 0,5 0,1 1,0 1,4 0,7 2,1 1,4 1,7 1,6 1,0 1,4 0,7 1,2 1,6 1,0 0,0 2,1 1,2 1,3 1,0 0,7 1,1 1,1
COAHUILA 0,0 0,2 7,1 0,3 2,7 2,0 1,8 2,3 5,7 0,0 4,2 1,5 1,4 2,9 1,0 3,6 4,7 2,4 3,4 1,7 4,8 8,0 3,4 4,0 4,5 2,4 4,7 2,6 2,6 2,5 2,8 2,3 2,0 3,3
COLIMA 0,0 0,7 0,6 0,1 1,6 1,8 2,0 0,2 0,1 0,0 0,2 1,0 0,1 0,4 1,7 0,7 0,4 1,6 1,0 1,6 0,2 2,4 1,6 1,4 0,9 1,5 1,5 2,3 1,9 1,1 1,2 1,2 1,3 1,2
CHIAPAS 0,0 1,5 0,9 0,0 0,6 1,6 2,3 1,8 3,4 0,0 4,3 1,3 1,0 1,5 0,9 1,2 2,6 2,6 3,6 2,3 6,1 0,7 3,5 2,3 3,8 3,1 0,9 6,2 1,6 1,2 1,7 2,4 2,1 2,4
CHIHUAHUA 0,0 0,3 7,8 0,2 2,2 4,1 0,8 5,9 7,9 14,6 2,6 3,3 2,1 1,2 4,8 3,6 2,5 4,1 3,2 1,3 3,3 4,9 5,4 2,0 3,7 4,0 6,7 6,6 6,3 2,1 3,3 3,7 3,4 3,7
DISTRITO FED, 91,6 41,6 47,5 79,4 27,1 22,5 38,8 44,6 23,4 18,6 13,0 21,5 16,8 26,0 27,5 32,4 18,9 16,7 26,3 17,7 19,0 11,3 8,4 13,6 9,6 7,5 8,8 10,3 9,4 7,1 11,1 8,2 6,4 17,0
DURANGO 0,0 0,2 2,1 0,1 0,9 2,5 3,0 0,3 1,3 0,0 0,2 4,4 0,6 0,5 0,9 1,6 1,8 1,5 2,2 3,8 6,8 6,2 2,2 1,4 7,0 1,2 1,5 0,7 1,5 1,4 2,2 2,1 2,6 2,5
GUANAJUATO 0,6 4,5 1,2 0,2 0,6 5,4 2,4 6,0 5,7 0,0 2,3 3,6 2,0 1,3 1,5 1,1 3,4 3,2 2,7 2,9 2,3 2,3 5,7 2,9 1,6 3,0 4,4 4,9 5,3 2,1 3,2 3,9 3,9 3,2
GUERRERO 0,0 0,0 2,1 0,2 6,6 4,2 0,6 0,8 1,4 0,0 0,6 1,1 2,0 3,7 1,1 4,6 3,0 4,1 1,9 3,2 2,3 2,0 2,0 3,6 2,9 1,9 1,3 2,7 1,9 0,9 1,5 3,2 2,0 2,4
HIDALGO 0,0 0,6 0,2 0,0 0,8 3,8 0,2 0,1 0,7 0,0 0,5 1,5 1,7 3,3 1,5 3,8 2,8 2,6 2,1 2,7 0,9 4,3 4,2 1,3 4,4 7,7 9,1 1,9 6,9 2,7 3,8 3,1 3,4 3,1
JALISCO 1,2 13,5 3,6 0,2 3,0 2,0 1,6 12,1 4,1 44,8 3,7 5,6 1,3 4,3 3,0 1,3 2,7 2,0 0,9 2,6 2,4 0,7 7,7 7,9 2,7 5,6 4,7 9,4 3,9 5,6 3,9 4,9 3,4 3,8
MEXICO 0,0 2,3 1,0 0,5 8,0 7,2 13,4 0,9 5,7 0,0 7,1 5,3 33,9 9,9 3,6 10,2 11,1 6,8 5,8 15,5 6,7 3,9 4,4 7,9 7,2 8,4 8,9 9,0 10,5 28,9 20,6 17,6 20,7 11,4
MICHOACAN 0,0 4,0 5,0 0,3 3,8 7,7 1,3 1,7 6,2 6,6 5,4 4,4 1,1 2,7 4,7 3,4 3,2 5,8 3,2 4,3 3,8 3,2 4,6 6,7 5,6 2,3 2,1 3,1 3,1 0,9 3,1 3,6 3,8 3,7
MORELOS 0,0 0,5 0,0 0,3 3,8 0,2 0,5 0,4 3,1 0,0 3,2 2,7 4,0 1,5 1,7 1,5 0,7 1,4 1,1 1,6 0,7 1,9 0,8 0,6 1,3 0,4 0,4 1,0 1,6 0,6 2,0 3,4 2,9 1,7
NAYARIT 0,0 0,1 0,1 0,8 0,0 1,9 0,2 0,1 0,2 0,0 0,2 0,2 0,3 0,4 0,3 0,4 0,6 1,9 2,2 0,9 0,5 1,8 1,5 0,6 1,7 0,1 2,0 2,1 3,0 1,2 1,0 1,4 1,8 1,2
NUEVO LEON 0,0 6,8 2,9 2,8 4,2 0,1 0,4 0,6 0,4 0,0 6,0 1,8 0,8 4,7 3,2 1,0 0,4 2,3 2,7 2,9 5,0 2,3 5,7 7,2 5,8 7,3 1,3 0,5 1,2 3,9 2,8 3,0 3,2 3,1
OAXACA 0,0 2,5 2,9 0,0 4,1 1,2 0,2 0,5 1,2 0,0 1,2 2,0 1,1 1,3 0,9 1,4 3,6 2,7 1,6 3,0 2,1 1,6 2,7 3,3 6,9 2,8 3,3 1,7 1,4 0,5 1,5 2,5 2,1 2,1
PUEBLA 0,0 1,1 0,4 0,3 2,2 0,6 1,0 0,6 5,6 0,0 0,6 1,8 1,6 4,8 3,3 3,5 4,1 4,6 3,0 3,0 4,2 4,4 1,5 4,2 2,4 2,8 5,6 3,0 1,7 1,6 3,2 2,7 3,4 3,0
QUERETARO 0,0 2,3 0,1 0,1 0,9 0,2 0,4 0,3 0,3 0,0 4,6 0,2 0,5 0,6 5,8 2,6 0,5 1,2 1,2 2,1 2,1 1,8 0,9 2,5 1,5 4,5 3,3 2,4 2,5 2,1 2,3 2,3 2,4 1,9
QUINTANA ROO 0,0 0,0 0,0 0,1 0,6 0,1 2,1 0,2 0,1 0,0 2,6 2,3 1,3 0,8 0,7 0,5 0,3 2,0 1,9 1,0 0,9 0,6 0,4 0,2 2,7 2,6 0,8 1,2 0,8 1,4 2,1 1,8 1,8 1,3
SAN LUIS POTOSI 6,5 3,4 0,9 0,1 0,5 4,4 0,7 0,4 3,6 0,0 0,5 2,6 1,7 1,9 3,0 3,4 3,2 2,4 3,0 2,6 3,4 9,6 5,7 3,1 1,4 6,3 4,4 4,3 4,0 6,8 2,1 1,9 2,0 3,3
SINALOA 0,0 0,2 1,8 1,7 1,7 4,5 0,4 3,2 0,4 0,0 0,5 2,1 5,3 1,3 2,4 1,1 2,8 3,4 1,5 2,4 2,1 2,7 2,8 2,5 2,9 1,7 1,0 2,5 2,7 1,9 2,5 3,1 3,0 2,4
SONORA 0,0 0,2 1,8 3,3 2,7 2,9 0,9 6,9 2,5 0,0 7,5 4,5 1,0 1,6 1,0 1,6 2,7 3,7 2,5 1,7 2,0 1,3 2,0 1,6 3,4 1,6 4,1 4,0 1,7 4,9 1,7 2,3 2,4 2,4
TABASCO 0,0 0,5 0,5 0,9 1,9 0,2 0,4 0,3 0,2 0,0 2,2 1,6 3,4 0,7 2,1 0,5 1,0 1,7 1,5 2,0 0,8 0,7 1,3 0,8 1,2 2,1 2,8 1,3 2,1 0,5 1,8 1,5 0,8 1,3
TAMAULIPAS 0,0 2,8 1,0 0,9 6,5 2,3 10,4 2,9 7,0 0,0 4,9 5,4 1,4 1,9 4,9 1,4 4,4 2,5 2,6 1,9 2,9 4,0 4,4 2,4 3,5 4,1 3,4 3,3 8,1 3,0 4,0 3,8 3,8 3,6
TLAXCALA 0,0 1,7 0,0 0,0 0,4 0,0 0,0 0,1 0,1 0,0 0,1 0,3 0,1 0,7 1,3 1,4 0,8 1,2 0,9 0,8 0,6 2,4 1,4 2,5 0,8 0,7 0,4 1,0 0,5 0,3 0,8 0,9 0,9 0,9
VERACRUZ 0,0 1,7 1,4 3,3 1,9 6,0 1,3 1,1 1,8 0,0 5,2 8,1 1,7 4,5 5,2 2,5 3,4 3,7 2,6 4,9 3,5 3,1 2,8 3,6 0,8 5,1 6,7 2,8 3,7 2,4 3,8 4,2 3,2 3,4
YUCATAN 0,0 4,5 2,7 0,1 0,9 0,7 5,0 0,3 0,3 0,0 1,0 1,1 4,5 1,7 1,7 0,9 1,3 1,6 3,3 2,6 1,3 2,3 4,0 1,5 3,8 2,8 0,7 1,1 1,7 1,0 1,6 1,4 2,3 2,0
ZACATECAS 0,0 0,2 1,1 0,0 0,6 0,1 0,1 0,1 1,3 15,3 1,7 0,7 1,3 0,5 0,2 0,9 3,2 1,9 1,4 1,2 1,6 0,9 0,7 2,7 1,4 0,7 0,9 1,6 2,6 0,3 1,5 1,7 1,5 1,3
NO DISTRIBUIDO
0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,5 0,0 0,0 0,0
NACIONAL
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
590
Cuadro AE-161: Total de viviendas producidas por los sectores público y privado, por tipo de programa
1971-2005
% de Nva.
% de Nueva % de Nueva
% Viv. Completa e % de Nueva Constr. por
No. De Construcción Construcción
inicial /Tot de Constr./Total Org./Total de
PROGRAMAS Viviendas
Nueva Constr. de Créditos Nueva
por Org. /Total por Org. /Total
TIPO DE ORGANISMO (*) Producidas de Viv. de Vivienda
por Org. por Org. Constr.por
Publ+Priv. Edific.
SECTOR
VIV COMPL 5.346.027 92,88 78,73 83,19 71,47 32,53
VIV INICIAL 410.049 7,12 6,04 6,38 5,48 2,50
1- ONAVIS TOTAL NVA, CONSTR, 5.756.076 100,00 84,77 89,57 76,95 35,03
TOT DE CRED, 6.790.081 x 100,00 x x x
VIV COMPL 96.775 100,00 61,04 1,51 1,29 0,59
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
2- ODEPA TOTAL NVA, CONSTR, 96.775 100,00 61,04 1,51 1,29 0,59
TOT DE CRED, 158.542 x 100,00 x x x
VIV COMPL 22.281 98,02 16,80 0,35 0,30 0,14
VIV INICIAL 450 1,98 0,34 0,01 0,01 0,00
3- BDE TOTAL NVA, CONSTR, 22.731 100,00 17,14 0,35 0,30 0,14
TOT DE CRED, 132.626 x 100,00 x x x
VIV COMPL 170.862 78,70 19,21 2,66 2,28 1,04
VIV INICIAL 46.230 21,30 5,20 0,72 0,62 0,28
4- OREVIS TOTAL NVA, CONSTR, 217.092 100,00 24,41 3,38 2,90 1,32
TOT DE CRED, 889.528 x 100,00 x x x
VIV COMPL 14.843 94,89 49,99 0,23 0,20 0,09
VIV INICIAL 800 5,11 2,69 0,01 0,01 0,00
5- ORESS
TOTAL NVA, CONSTR, 15.643 100,00 52,69 0,24 0,21 0,10
TOT DE CRED, 29.690 x 100,00 x x x
VIV COMPL 20.577 8,38 0,97 0,32 0,28 0,13
VIV INICIAL 224.935 91,62 10,66 3,50 3,01 1,37
6- SEDESOL TOTAL NVA, CONSTR, 245.512 100,00 11,63 3,82 3,28 1,49
TOT DE CRED, 2.110.694 x 100,00 x x x
VIV COMPL 635 66,15 1,75 0,01 0,01 0,00
VIV INICIAL 325 33,85 0,90 0,01 0,00 0,00
7- OEDOUP TOTAL NVA, CONSTR, 960 100,00 2,64 0,01 0,01 0,01
TOT DE CRED, 36.302 x 100,00 x x x
VIV. COMPL. 2.973 60,80 8,34 0,05 0,04 0,02
VIV INICIAL 1.917 39,20 5,38 0,03 0,03 0,01
8- ONENDUVSS TOTAL NVA, CONSTR, 4.890 100,00 13,72 0,08 0,07 0,03
TOT DE CRED, 35.657 x 100,0 x x x
VIV COMPL 18.138 100,00 20,89 0,28 0,24 0,11
VIV INICIAL 0 0 100,0 0,01 0,01 0,00
9- ONEPEC TOTAL NVA, CONSTR, 18.460 100,00 20,89 0,29 0,25 0,11
TOT DE CRED, 86.818 x 100,00 x x x
VIV COMPL 545 44,17 8,85 0,01 0,01 0,00
VIV INICIAL 689 55,83 11,20 0,01 0,01 0,00
10- ONEDER TOTAL NVA, CONSTR, 1.234 100,00 20,05 0,02 0,02 0,01
TOT DE CRED, 6.154 x 100,00 x x x
VIV COMPL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
11- OM (S/D) TOTAL NVA, CONSTR, 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED, 0 x 0,0 x x x
VIV COMPL 4.054 100,00 19,06 0,06 0,05 0,02
VIV INICIAL 0 0,00 0,0 0,00 0,00 0,00
12- PEF TOTAL NVA, CONSTR, 4.054 100,00 19,06 0,06 0,05 0,02
TOT DE CRED, 21.269 x 100,00 x x x
VIV COMPL 42.634 99,25 88,84 0,66 0,57 0,26
VIV INICIAL 322 0,75 0,67 0,01 0,01 0,00
13- NE (**) TOTAL NVA, CONSTR, 42.956 100,00 89,51 0,67 0,57 0,26
TOT DE CRED, 47,.990 x 100,00 x x x
TOT VIV COMPL 5.740.344 89,33 55,49 89,33 76,74 34,93
TOT VIV INICIAL 685.717 10,67 6,63 10,67 9,17 4,17
TOTAL SECT, PUB, TOTAL NVA, CONSTR, 6.426.061 100,00 62,12 100,00 85,91 39,11
TOT DE CRED, 10.345.351 x 100,00 x x x
SECTOR PRIVADO
VIV COMPL 4.020 97,69 97,69 0,05 0,05 0,02
VIV INICIAL 95 2,31 2,31 0,00 0,00 0,00
14- FYOP TOTAL NVA, CONSTR, 4.115 100,00 100,00 0,06 0,06 0,03
TOT DE CRED, 4.115 x 100,00 x x x
VIV COMPL 1.048.487 99,83 99,81 14,02 14,02 6,38
VIV INICIAL 1.756 0,17 0,17 0,02 0,02 0,01
15- BEM TOTAL NVA, CONSTR, 1.050.243 100,00 99,98 14,04 14,04 6,39
TOT DE CRED, 1.050.468 x 100,00 x x x
VIV COMPL 1.052.507 99,82 99,80 14,07 14,07 6,40
VIV INICIAL 1.851 0,18 0,18 0,02 0,02 0,01
TOTAL SECT, PRIV TOTAL NVA, CONSTR, 1.054.358 100,00 99,98 14,09 14,09 6,42
TOT DE CRED, 1.054.583 x 100,00 x x x
VIV COMPL 6.792.851 x 59,59 90,81 90,81 41,34
VIV INICIAL 687.568 x 6,03 9,19 9,19 4,18
TOTAL PUBL Y PRIV, TOTAL NVA, CONSTR, 7.480.419 x 65,62 100,00 100,00 45,52
TOT DE CRED, 11.399.934 x 100,00 x x x
TOTAL VIV Edificada
Total de vivienda
por Sectores Público, 16.432.660 x x x x 100
producida en la década Privado y Social
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Vivienda1970-1990: INEGI, Censos Generales de Población y Vivienda No, IX (1970), X (1980), XI (1990); Tomado de INEGI (1996), Estados Unidos Mexicanos, Cien Años de Censos de Población, INEGI,
Aguascalientes, México: 201, 230 y 262, (ver cuadro 34)
- 2000 y 2005: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000; e INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005, Tomado de http://www,inegi,gob,mx/est/;
- Vivienda por Sector y Organismo: 1973-2005: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica,conafovi,gob,mx/historicos/index,php; 1971 y 1972: Connolly, P, et alt., (1977) Las
Políticas Habitacionales del Estado Mexicano, Centro Operacional de Vivienda y Doblamiento: Cuadros 10 y 12, pp, 89 y 116

Nota (*)Comprende los Programas de Vivienda Completa (no incluye vivienda usada), y Vivienda Inicial, que se consideran como el total de Nueva Construcción; Total de Créditos comprende los Programas de
Vivienda Completa (incluyendo vivienda usada), Vivienda Inicial, Mejoramiento Físico, Mejoramiento Financiero e Infraestructura
(**) Incluye los datos de Organismos citados en el Sistema de Estadísticas de CONAVI que no se logró identificar ni ubicar en la administración pública federal o estatal

591
Cuadro AE-162: Total de viviendas producidas por los sectores público y privado, por tipo de programa
1971-1980
% de Nva. % de Nueva
% Viv.Completa e % de Nueva % de Nueva
No. De Constr. por Construcción
PROGRAMAS inicial /Tot de Constr./Total Construcción por
TIPO DE ORGANISMO Viviendas
Nueva Constr. de Créditos
Org./Total de por Org. /Total
Org. /Total de
(*) Producidas Nueva Constr. de Viv.
por Org. por Org. Vivienda Edific
por SECTOR Publ+Priv.
SECTOR PÚBLICO (**)
VIV COMPL 528.028 100 100 92,14 77,68 13,69
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
1- ONAVIS TOTAL NVA. CONSTR. 528.028 100 100 92,14 77,68 13,69
TOT DE CRED. 528.028 x 100 x x X
VIV COMPL 0 0 0 0 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0 0,00 0,00
2- ODEPA TOTAL NVA. CONSTR, 0 0 0 0 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV COMPL 0 0 0 0 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0 0,00 0,00
3- BDE TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0 0,00 0,00
TOT DE CRED. 20.416 x 100 x x X
VIV COMPL 21.946 100 100 3,83 3,23 0,57
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
4- OREVIS TOTAL NVA. CONSTR. 21.946 100 100 3,83 3,23 0,57
TOT DE CRED. 21.946 x 100 x x X
VIV COMPL 0 0 0 0.00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
5- ORESS
TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV COMPL 725 100 100 0,13 0,11 0,02
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
6- SEDESOL TOTAL NVA. CONSTR. 725 100 100 0,13 0,11 0,02
TOT DE CRED. 725 x 100 x x X
VIV COMPL 0 0 0 0 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0 0,00 0,00
7- OEDOUP TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV. COMPL. 0 0 0 0 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0 0,00 0,00
8- ONENDUVSS TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV COMPL 0 0 0 0 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0 0,00 0,00
9- ONEPEC TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV COMPL 0 0 0 0 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0 0,00 0,00
10- ONEDER TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV COMPL 0 0 0 0 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0 0,00 0,00
11- OM (S/D) TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV COMPL 0 0 0 0 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0 0,00 0,00
12- PEF TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV COMPL 22.354 100 100 3,90 3.29 0,58
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
13- NE (**) TOTAL NVA. CONSTR. 22.354 100 100 3,90 3,29 0,58
TOT DE CRED. 22.354 x 100 x x X
TOT VIV COMPL 573.053 100 100 100,00 84,30 14,86
TOT VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
TOTAL SECT. PUB. TOTAL NVA. CONSTR. 573.053 100 100 100,00 84,30 14,86
TOT DE CRED. 593.469 x 100 x x x
SECTOR PRIVADO (***)
VIV COMPL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
14- FYOP TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x X
VIV COMPL 106.689 100 100 100,00 15,70 2,77
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
15- BEM (***) TOTAL NVA. CONSTR. 106.689 100 100 100,00 15,70 2,77
TOT DE CRED. 106.689 x 100 x x X
VIV COMPL 106.689 100 100 100,00 15,70 2,77
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
TOTAL SECT. PRIV TOTAL NVA. CONSTR. 106.689 100 100 100,00 15,70 2,77
TOT DE CRED. 106.689 x 100 x x X
VIV COMPL 679.742 100 100 100,00 100,00 17,63
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
TOTAL PUBL Y PRIV. TOTAL NVA. CONSTR. 679.742 100 100 100,00 100,00 17,63
TOT DE CRED. 700.158 x 100 x x x
Total de Vivienda TOTAL VIV Edificada por
3.856.186 x x x x 100
Edificada en la Década Sectores Público, Priv. y Soc.
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Vivienda1970-1990: INEGI, Censos Generales de Población y Vivienda No. IX (1970), X (1980), XI (1990); Tomado de INEGI (1996), Estados Unidos Mexicanos, Cien Años de Censos de Población, INEGI, Aguascalientes,
México: 201, 230 y 262. (ver cuadro 34)
- 2000 y 2005: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000; e INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005. Tomado de http://www.inegi.gob.mx/est/;
- Vivienda por Sector y Organismo: 1973-2005: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php; 1971 y 1972: Connolly, P. et alt. (1977) Las Políticas Habitacionales del
Estado Mexicano, Centro Operacional de Vivienda y Doblamiento: Cuadros 10 y 12, pp. 89 y 116. Participación Privada de 1971 y 1979: ITAM en: http://biblioteca.itam.mx/recursos/ehm.html#
Notas (*)Comprende los Programas de Vivienda Completa (no incluye vivienda usada), y Vivienda Inicial, que se consideran como el total de Nueva Construcción; Total de Créditos comprende los Programas de Vivienda Completa
(incluyendo vivienda usada), Vivienda Inicial, Mejoramiento Físico, Mejoramiento Financiero e Infraestructura. Sector Privado 1971-1979
(**) Para esta década Incluye los datos de Organismos Públicos citados en el Sistema de Estadísticas de CONAVI que no se logró identificar ni ubicar en la administración pública federal o estatal (2149
viviendas) (ver Cuadros 57 y 59), y los datos de Participación Pública de 1971 y 1972 citados en: Connolly, P. et alt., (ibid) (20,205 viviendas) (ver cuadro 32), los cuales se suman al Subprograma de Vivienda
Completa, al total de Nueva Construcción y al Total de Créditos.
(***) Los datos disponibles de inversión privada en el Sistema de Estadísticas de CONAVI parten de 1983 (ver cuadro 59), Para la década 1971-1980 aquí se incluyen sólo los datos de Participación
)
Privada de 1971 y 1979 (106, 689 viviendas citados por el ITAM en: http://biblioteca.itam.mx/recursos/ehm.html# (ver cuadro ITAM 1), los cuales se incorporan a la Banca Privada y se suman al Subprograma de Vivienda
Completa, al Total de Nueva Construcción y al Total de Créditos del Sector Privado.

592
Cuadro AE-163: Total de viviendas producidas por los sectores público y privado, por tipo de programa
1981-1990
% de Nva. % de Nueva
% Viv.Completa e % de Nueva % de Nueva
No. De Constr. por Construcción
inicial /Tot de Constr./Total Construcción por
PROGRAMAS Viviendas
Nueva Constr. de Créditos
Org./Total de por Org. /Total
Org. /Total de
TIPO DE ORGANISMO (*) Producidas Nueva Constr. de Viv.
por Org. por Org. Vivienda Edific
por SECTOR Publ+Priv.
VIV COMPL 1.064.894 88,08 74,81 80,91 61,30 26,26
VIV INICIAL 1.44,.076 11,92 10,12 10,95 8,29 3,55
1- ONAVIS TOTAL NVA. CONSTR. 1.208.970 100,00 84,93 91,86 69,60 29,81
TOT DE CRED. 1.423.441 x 100,00 x x x
VIV COMPL 39.312 100,00 99,44 2,99 2,26 0,97
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
2- ODEPA TOTAL NVA. CONSTR. 39.312 100,00 99,44 2,99 2,26 0,97
TOT DE CRED. 39.532 x 100,00 x x x
VIV COMPL 4.396 100,00 60,92 0,33 0,25 0,11
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
3- BDE TOTAL NVA. CONSTR. 4.396 100,00 60,92 0,33 0,25 0,11
TOT DE CRED. 7.216 x 100,00 x x x
VIV COMPL 22.173 73,03 11,40 1,68 1,28 0,55
VIV INICIAL 8.189 26,97 4,21 0,62 0,47 0,20
4- OREVIS TOTAL NVA. CONSTR. 30.362 100,00 15,61 2,31 1,75 0,75
TOT DE CRED. 194.558 x 100,00 x x x
VIV COMPL 40 100,00 100,00 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
5- ORESS
TOTAL NVA. CONSTR. 40 100,00 100,00 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 40 x 100,00 x x x
VIV COMPL 19.001 86,20 32,81 1,44 1,09 0,47
VIV INICIAL 3.041 13,80 5,25 0,23 0,18 0,07
6- SEDESOL TOTAL NVA. CONSTR. 22.042 100,00 38,06 1,67 1,27 0,54
TOT DE CRED. 57.911 x 100,00 x x x
VIV COMPL 0 0,0 0,00 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0,0 0,00 0,00 0,00 0,00
7- OEDOUP TOTAL NVA. CONSTR. 0 0,0 0,00 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 786 x 100,00 x x x
VIV. COMPL. 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
8- ONENDUVSS TOTAL NVA. CONSTR. 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0,0 x x x
VIV COMPL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
9- ONEPEC TOTAL NVA. CONSTR. 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 66.157 x 100,0 x x x
VIV COMPL 163 19,13 3,00 0,01 0,01 0,00
VIV INICIAL 689 80,87 12,70 0,05 0,04 0,02
10- ONEDER TOTAL NVA. CONSTR. 852 100,00 15,70 0,06 0,05 0,02
TOT DE CRED. 5.427 x 100,00 x x x
VIV COMPL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
11- OM (S/D) TOTAL NVA. CONSTR. 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0,0 x x x
VIV COMPL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
12- PEF TOTAL NVA. CONSTR. 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0,0 x x x
VIV COMPL 10.166 100,00 76,17 0,77 0,59 0,25
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
13- NE (**) TOTAL NVA. CONSTR. 10.166 100,00 76,17 0,77 0,59 0,25
TOT DE CRED. 13.347 x 100,00 x x x
TOT VIV COMPL 1.160.145 88,15 64,15 88,15 66,79 28,61
TOT VIV INICIAL 155.995 11,85 8,63 11,85 8,98 3,85
TOTAL SECT. PUB. TOTAL NVA. CONSTR. 1.316.140 100,00 72,78 100,00 75,77 32,46
TOT DE CRED. 1.808.415 x 100,00 x x x
SECTOR PRIVADO (***)
VIV COMPL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
14- FYOP TOTAL NVA. CONSTR. 0 0,0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0,0 x x x
VIV COMPL 420.979 100,0 100,00 24,23 24,23 10,38
VIV INICIAL 0 0,0 0,00 0,00 0,00 0,00
15- BEM (***) TOTAL NVA. CONSTR. 420.979 100,0 100,00 24,23 24,23 10,38
TOT DE CRED. 420.979 x 100,00 x x x
VIV COMPL 420.979 100,0 100,00 24,23 24,23 10,38
VIV INICIAL 0 0,0 0,00 0,00 0,00 0,00
TOTAL SECT. PRIV TOTAL NVA. CONSTR. 420.979 100,0 100,00 24,23 24,23 10,38
TOT DE CRED. 420.979 x 100,00 x x x
VIV COMPL 1.581.124 x 70,92 91,02 91,02 38,99
VIV INICIAL 155.995 x 7,00 8,98 8,98 3,85
TOTAL PUBL Y PRIV. TOTAL NVA. CONSTR. 1.737.119 x 77,92 100,00 100,00 42,84
TOT DE CRED. 2.229.394 x 100,00 x x x
TOTAL VIV Edificada
Total de vivienda
por Sectores Público, 4.055.247 x x x x 100,00
producida en la década Privado y Social
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Vivienda1970-1990: INEGI, Censos Generales de Población y Vivienda No. IX (1970), X (1980), XI (1990); Tomado de INEGI (1996), Estados Unidos Mexicanos, Cien Años de Censos de Población, INEGI,
Aguascalientes, México: 201, 230 y 262. (ver cuadro 34)
- 2000 y 2005: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000; e INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005. Tomado de http://www.inegi.gob.mx/est/;
- Vivienda por Sector y Organismo: 1973-2005: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php; 1971 y 1972: Connolly, P. et alt. (1977) Las Políticas
Habitacionales del Estado Mexicano, Centro Operacional de Vivienda y Doblamiento: Cuadros 10 y 12, pp. 89 y 116

Nota (*)Comprende los Programas de Vivienda Completa (no incluye vivienda usada), y Vivienda Inicial, que se consideran como el total de Nueva Construcción; Total de Créditos comprende los Programas de Vivienda
Completa (incluyendo vivienda usada), Vivienda Inicial, Mejoramiento Físico, Mejoramiento Financiero e Infraestructura
(**) Incluye los datos de Organismos citados en el Sistema de Estadísticas de CONAVI que no se logró identificar ni ubicar en la administración pública federal o estatal
(***) Para esta década se incluyen sólo los datos disponibles de inversión privada en el Sistema de Estadísticas de CONAVI que parten de 1983 (ver cuadro 59).

593
Cuadro AE-164: Total de viviendas producidas por los sectores público y privado por tipo de programa
1991-2000
% de Nva. % de Nueva
% Viv.Completa e % de Nueva % de Nueva
No. De Constr. por Construcción
inicial /Tot de Constr./Total Construcción por
PROGRAMAS Viviendas
Nueva Constr. de Créditos
Org./Total de por Org. /Total
Org. /Total de
TIPO DE ORGANISMO (*) Producidas Nueva Constr. de Viv.
por Org. por Org. Vivienda Edific
por SECTOR Publ+Priv.
VIV COMPL 1.827.171 93,00 82,33 77,96 66,90 31,74
VIV INICIAL 137.617 7,00 6,20 5,87 5,04 2,39
1- ONAVIS TOTAL NVA. CONSTR. 1.964.788 100,00 88,53 83,83 71,94 34,13
TOT DE CRED. 2.219.406 x 100,00 x x x
VIV COMPL 32.073 100,00 45,25 1,37 1,17 0,56
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
2- ODEPA TOTAL NVA. CONSTR. 32.073 100,00 45,25 1,37 1,17 0,56
TOT DE CRED. 70.873 x 100,00 x x x
VIV COMPL 14.826 97,05 14,54 0,63 0,54 0,26
VIV INICIAL 450 2,95 0,44 0,02 0,02 0,01
3- BDE TOTAL NVA. CONSTR. 15.276 100,00 14,99 0,65 0,56 0,27
TOT DE CRED. 101.935 x 100,00 x x x
VIV COMPL 52.244 59,99 12,93 2,23 1,91 0,91
VIV INICIAL 34.847 40,01 8,63 1,49 1,28 0,61
4- OREVIS TOTAL NVA. CONSTR. 87,091 100,00 21,56 3,72 3,19 1,51
TOT DE CRED. 403,998 x 100,00 x x x
VIV COMPL 1.769 68,86 48,14 0,08 0,06 0,03
VIV INICIAL 800 31,14 21,77 0,03 0,03 0,01
5- ORESS
TOTAL NVA. CONSTR. 2.569 100,00 69,90 0,11 0,09 0,04
TOT DE CRED. 3.675 x 100,00 x x x
VIV COMPL 851 0,39 0,05 0,04 0,03 0,01
VIV INICIAL 219.796 99,61 12,54 9,38 8,05 3,82
6- SEDESOL TOTAL NVA. CONSTR. 220.647 100,00 12,59 9,41 8,08 3,83
TOT DE CRED. 1.753.089 x 100,00 x x x
VIV COMPL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
7- OEDOUP TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x x
VIV. COMPL. 1.024 43,41 3,39 0,04 0,04 0,02
VIV INICIAL 1.335 56,59 4,41 0,06 0,05 0,02
8- ONENDUVSS TOTAL NVA. CONSTR. 2.359 100,00 7,80 0,10 0,09 0,04
TOT DE CRED. 30.262 x 100,00 x x x
VIV COMPL 18.138 100,00 89,35 0,77 0,66 0,32
VIV INICIAL 0 0 0,0 0,01 0,01 0,01
9- ONEPEC TOTAL NVA. CONSTR. 18.460 100,00 89,35 0,79 0,68 0,32
TOT DE CRED. 20,661 x 100,0 x x x
VIV COMPL 382 100,00 52,54 0,02 0,01 0,01
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
10- ONEDER TOTAL NVA. CONSTR. 382 100,00 52,54 0,02 0,01 0,01
TOT DE CRED. 727 x 100,00 x x x
VIV COMPL 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
11- OM (S/D) TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0,0 x x x
VIV COMPL 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
12- PEF TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 1.827 x 100,0 x x x
VIV COMPL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 322 100,00 14,81 0,01 0,01 0,01
13- NE (**) TOTAL NVA. CONSTR. 322 100,00 14,81 0,01 0,01 0,01
TOT DE CRED. 2,175 x 100,00 x x x
TOT VIV COMPL 1.948.478 83,14 42,28 83,14 71,35 33,85
TOT VIV INICIAL 395.167 16,86 8,57 16,86 14,47 6,86
TOTAL SECT. PUB. TOTAL NVA. CONSTR. 2.343.645 100,00 50,85 100,00 85,81 40,71
TOT DE CRED. 4.608.628 x 100,00 x x x
SECTOR PRIVADO
VIV COMPL 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
14- FYOP TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0,0 x x x
VIV COMPL 387.418 100,00 99,94 14,19 14,19 6,73
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
15- BEM TOTAL NVA. CONSTR. 387.418 100,00 99.94 14.19 14.19 6.73
TOT DE CRED. 387.643 x 100.00 x x x
VIV COMPL 387.418 100,00 99,94 14,19 14,19 6,73
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
TOTAL SECT. PRIV TOTAL NVA. CONSTR. 387.418 100,00 0,10 0,01 0,01 0,01
TOT DE CRED. 387.643 x 100,00 x x x
VIV COMPL 2.335.896 x 46,75 85,53 85,53 40,58
VIV INICIAL 395.167 x 7,91 14,47 14,47 6,86
TOTAL PUBL Y PRIV. TOTAL NVA. CONSTR. 2.731.063 x 54,66 100,00 100,00 47,44
TOT DE CRED. 4.996.271 x 100,00 x x x
TOTAL VIV Edificada
Total de vivienda
por Sectores Público, 5756931
producida en la década Privado y Social x x x x 100
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Vivienda1970-1990: INEGI, Censos Generales de Población y Vivienda No. IX (1970), X (1980), XI (1990); Tomado de INEGI (1996), Estados Unidos Mexicanos, Cien Años de Censos de Población, INEGI,
Aguascalientes, México: 201, 230 y 262. (ver cuadro 34)
- 2000 y 2005: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000; e INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005. Tomado de http://www.inegi.gob.mx/est/;
- Vivienda por Sector y Organismo: 1973-2005: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php; 1971 y 1972: Connolly, P. et alt. (1977) Las Políticas
Habitacionales del Estado Mexicano, Centro Operacional de Vivienda y Doblamiento: Cuadros 10 y 12, pp. 89 y 116

Nota (*)Comprende los Programas de Vivienda Completa (no incluye vivienda usada), y Vivienda Inicial, que se consideran como el total de Nueva Construcción; Total de Créditos comprende los Programas de Vivienda
Completa (incluyendo vivienda usada), Vivienda Inicial, Mejoramiento Físico, Mejoramiento Financiero e Infraestructura
(**) Incluye los datos de Organismos citados en el Sistema de Estadísticas de CONAVI que no se logró identificar ni ubicar en la administración pública federal o estatal

594
Cuadro AE-165: Total de viviendas producidas por los sectores público y privado por tipo de programa
2001-2005
% de Nva. % de Nueva % de Nueva
% Viv.Completa e % de Nueva
No. De Constr. por Construcción Construcción
inicial /Tot de Constr./Total
PROGRAMAS Viviendas
Nueva Constr. de Créditos
Org./Total de por Org. /Total por Org. /Total
TIPO DE ORGANISMO (*) Producidas Nueva Constr. de Viv. de Vivienda
por Org. por Org.
por SECTOR Publ+Priv. Edific
VIV COMPL 1.925.934 93,75 73,53 87,81 82,57 69,67
VIV INICIAL 128.356 6,25 4,90 5,85 5,50 4,64
1- ONAVIS TOTAL NVA. CONSTR. 2.054.290 100,00 78,43 93,67 88,07 74,32
TOT DE CRED. 2.619.206 X 100,00 x x x
VIV COMPL 25.390 100,00 52,75 1,16 1,09 0,92
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
2- ODEPA TOTAL NVA. CONSTR. 25.390 100,00 52,75 1,16 1,09 0,92
TOT DE CRED. 48.137 x 100,00 x x x
VIV COMPL 3.059 100,00 100,00 0,14 0,13 0,11
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
3- BDE TOTAL NVA. CONSTR. 3.059 100,00 100,00 0,14 0,13 0,11
TOT DE CRED. 3.059 x 100,00 x x x
VIV COMPL 74.499 95,89 27,69 3,40 3,19 2,70
VIV INICIAL 3.194 4,11 1,19 0,15 0,14 0,12
4- OREVIS TOTAL NVA. CONSTR. 77.693 100,00 28,88 3,54 3,33 2,81
TOT DE CRED. 269.026 x 100,00 x x x
VIV COMPL 13.034 100,00 50,18 0,59 0,56 0,47
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
5- ORESS
TOTAL NVA. CONSTR. 13.034 100,00 50,18 0,59 0,56 0,47
TOT DE CRED. 25.975 x 100,00 x x x
VIV COMPL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 2.098 100,00 0,70 0,10 0,09 0,08
6- SEDESOL TOTAL NVA. CONSTR. 2.098 100,00 0,70 0,10 0,09 0,08
TOT DE CRED. 298.969 x 100,00 x x x
VIV COMPL 635 66,15 1,79 0,03 0,03 0,02
VIV INICIAL 325 33,85 0,92 0,01 0,01 0,01
7- OEDOUP TOTAL NVA. CONSTR. 960 100,00 2,70 0,04 0,04 0,03
TOT DE CRED. 35.516 x 100,00 x x x
VIV. COMPL. 1.949 77,01 36,13 0,09 0,08 0,07
VIV INICIAL 582 22,99 10.79 0,03 0,02 0,02
8- ONENDUVSS TOTAL NVA. CONSTR. 2.531 100,00 46,91 0,12 0,11 0,09
TOT DE CRED. 5.395 x 100,0 x x x
VIV COMPL 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
9- ONEPEC TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 100,0 x x x
VIV COMPL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
10- ONEDER TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0 x x x
VIV COMPL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
VIV INICIAL 0 0 0 0,00 0,00 0,00
11- OM (S/D) TOTAL NVA. CONSTR. 0 0 0,0 0,00 0,00 0,00
TOT DE CRED. 0 x 0,0 x x x
VIV COMPL 4.054 100,00 20,85 0,18 0,17 0,15
VIV INICIAL 0 0,00 0,0 0,00 0,00 0,00
12- PEF TOTAL NVA. CONSTR. 4.054 100,00 20,85 0,18 0,17 0,15
TOT DE CRED. 19.442 x 100,0 x x x
VIV COMPL 10.114 100,00 100,00 0,46 0,43 0,37
VIV INICIAL 0 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00
13- NE (**) TOTAL NVA. CONSTR. 10.114 100,00 100,00 0,46 0,43 0,37
TOT DE CRED. 10.114 x 100,00 x x x
TOT VIV COMPL 2.058.668 93,86 61,73 93,86 88,26 74,47
TOT VIV INICIAL 134.555 6,14 4,03 6,14 5,77 4,87
TOTAL SECT. PUB. TOTAL NVA. CONSTR. 2.193.223 100,00 65,77 100,00 94,03 79,34
TOT DE CRED. 3.334.839 x 100,00 x x x
SECTOR PRIVADO
VIV COMPL 4.020 97,69 97,68 0,17 0,17 0,15
VIV INICIAL 95 2,31 2,32 0,00 0,00 0,00
14- FYOP TOTAL NVA. CONSTR. 4.115 100,00 0,0 0,18 0,18 0,15
TOT DE CRED. 4.115 x 100,0 x x x
VIV COMPL 133.401 98,70 98,70 5,72 5,72 4,83
VIV INICIAL 1.756 1,30 1,30 0,08 0,08 0,06
15- BEM TOTAL NVA. CONSTR. 135.157 100,00 100,00 5,79 5,79 4,89
TOT DE CRED. 135.157 x 100,00 x x x
VIV COMPL 137.421 98,67 98,67 5,89 5,89 4,97
VIV INICIAL 1.851 1,33 1,33 0,08 0,08 0,07
TOTAL SECT. PRIV TOTAL NVA. CONSTR. 139.272 100,00 100,00 5,97 5,97 5,04
TOT DE CRED. 139.272 x 100,00 x x x
VIV COMPL 2.196.089 x 63,21 94,15 94,15 79,44
VIV INICIAL 136.406 x 3,93 5,85 5,85 4,93
TOTAL PUBL Y PRIV. TOTAL NVA. CONSTR. 2.332.495 x 67,14 100,00 100,00 84,38
TOT DE CRED. 3.474.111 x 100,00 x x x
TOTAL VIV Edificada
Total de vivienda
por Sectores Público, 2.764.296 x x x x 100
producida en la década Privado y Social
Fuentes: Elaboración propia con base en:
- Total de Vivienda1970-1990: INEGI, Censos Generales de Población y Vivienda No. IX (1970), X (1980), XI (1990); Tomado de INEGI (1996), Estados Unidos Mexicanos, Cien Años de Censos de Población, INEGI,
Aguascalientes, México: 201, 230 y 262. (ver cuadro 34)
- 2000 y 2005: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000; e INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005. Tomado de http://www.inegi.gob.mx/est/;
- Vivienda por Sector y Organismo: 1973-2005: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php; 1971 y 1972: Connolly, P. et alt. (1977) Las
Políticas Habitacionales del Estado Mexicano, Centro Operacional de Vivienda y Doblamiento: Cuadros 10 y 12, pp. 89 y 116

Nota (*)Comprende los Programas de Vivienda Completa (no incluye vivienda usada), y Vivienda Inicial, que se consideran como el total de Nueva Construcción; Total de Créditos comprende los Programas de
Vivienda Completa (incluyendo vivienda usada), Vivienda Inicial, Mejoramiento Físico, Mejoramiento Financiero e Infraestructura
(**) Incluye los datos de Organismos citados en el Sistema de Estadísticas de CONAVI que no se logró identificar ni ubicar en la administración pública federal o estatal

595
Cuadro AE-171: CFE, Total de créditos otorgados por Entidad Federativa
1983-2005
ENTIDAD
1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
FEDERATIVA
AGUASCALIENTES 31 18 25 14 15 14 23 10 8 7 4 7 8 3 19 6 7 41 27 12 19 14 2 334
BAJA CALIFORNIA 53 35 44 152 49 18 36 16 56 118 106 58 51 98 43 28 31 142 258 183 193 77 132 1.977
BAJA CALIF. SUR 23 31 19 10 12 7 17 0 4 8 23 10 10 72 113 17 8 17 18 5 23 8 8 463
CAMPECHE 14 127 11 6 4 20 14 1 7 9 8 6 11 6 4 3 2 17 6 4 3 5 0 288
COAHUILA 106 95 87 96 41 45 63 90 157 139 74 56 52 65 69 35 24 85 57 12 49 41 16 1.554
COLIMA 14 143 11 6 4 21 12 4 10 13 24 23 32 76 17 19 44 84 85 168 73 25 12 920
CHIAPAS 32 168 26 14 54 53 34 35 54 95 77 45 44 91 35 25 18 77 32 25 34 33 19 1.120
CHIHUAHUA 80 78 65 36 30 31 48 18 92 106 59 55 44 128 79 33 98 112 79 24 34 120 122 1.571
DISTRITO FED. 846 471 693 383 297 97 322 103 153 114 253 159 133 163 124 61 55 145 92 56 85 47 44 4.896
DURANGO 80 92 65 36 28 41 49 18 120 115 59 49 26 88 54 29 33 120 45 36 58 39 31 1.311
GUANAJUATO 52 133 38 121 24 33 27 36 60 91 117 60 59 112 93 51 54 143 100 61 77 75 61 1.678
GUERRERO 54 121 44 67 37 10 35 11 90 162 105 76 160 40 29 21 37 41 66 63 33 18 18 1.338
HIDALGO 7 10 6 3 4 25 14 12 123 91 86 45 18 43 26 17 9 42 17 10 13 17 32 670
JALISCO 77 113 63 38 24 52 77 37 100 162 64 77 82 248 263 176 115 188 173 70 142 81 89 2.511
MEXICO 54 0 44 24 22 70 38 21 26 42 46 73 43 92 88 68 166 187 98 46 47 49 46 1.390
MICHOACAN 54 103 44 24 20 40 39 30 37 72 87 78 68 120 88 238 182 214 105 60 190 130 36 2.059
MORELOS 109 37 89 49 90 77 100 2 52 69 35 37 29 11 21 13 10 29 29 17 21 17 5 948
NAYARIT 19 9 16 9 6 17 15 3 128 122 47 10 12 24 20 9 8 35 19 15 19 13 94 669
NUEVO LEON 76 191 62 134 24 154 42 19 26 37 53 18 34 61 44 44 37 111 114 35 69 57 38 1.480
OAXACA 43 23 35 19 34 25 27 32 27 36 41 29 26 53 222 73 21 44 24 7 13 3 6 863
PUEBLA 56 143 45 25 361 212 117 28 51 15 65 16 22 35 33 28 14 48 42 22 42 38 17 1.475
QUERETARO 23 24 19 10 5 10 93 120 45 36 28 20 14 16 20 15 17 26 16 8 15 11 30 621
QUINTANA ROO 9 0 7 4 21 5 13 0 0 7 3 2 1 0 29 0 0 0 0 0 0 0 0 101
SAN LUIS POTOSI 31 31 25 14 34 14 27 10 24 49 41 24 14 63 26 23 27 51 51 81 26 20 5 711
SINALOA 36 18 29 16 21 10 24 23 12 51 45 33 79 173 123 25 19 49 39 23 22 51 20 941
SONORA 54 35 44 24 19 13 34 32 37 139 156 36 66 88 76 40 31 104 62 35 53 34 34 1.246
TABASCO 32 13 26 14 110 18 115 21 22 66 37 53 17 55 34 19 14 33 21 9 4 5 2 740
TAMAULIPAS 33 166 27 78 51 72 172 256 195 99 92 52 38 88 63 29 48 102 53 27 40 46 18 1.845
TLAXCALA 7 15 6 3 3 5 21 13 1 2 13 4 4 1 4 4 1 3 2 6 3 1 0 122
VERACRUZ 114 107 94 52 235 320 227 70 139 341 281 176 120 175 234 199 166 320 141 101 224 260 133 4.229
YUCATAN 35 58 28 16 25 50 20 28 126 166 75 39 51 35 48 25 28 63 32 16 35 28 7 1.034
ZACATECAS 23 12 19 10 7 5 17 5 11 4 13 14 7 3 9 5 2 21 9 4 6 5 4 215
TOTAL 2.277 2.620 1.856 1.507 1.711 1.584 1.912 1.104 1.993 2.583 2.217 1.440 1.375 2.326 2.150 1.378 1.326 2.694 1.912 1.241 1.665 1.368 1.081 41.320
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda, http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
596
2
Cuadro AE-17 : CFE, Distribución porcentual de total de créditos otorgados por Entidad Federativa
1983-2005
ENTIDAD
1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOTAL
FEDERATIVA
AGUASCALIENTES 1,4 0,7 1,3 0,9 0,9 0,9 1,2 0,9 0,4 0,3 0,2 0,5 0,6 0,1 0,9 0,4 0,5 1,5 1,4 1,0 1,1 1,0 0,2 0,8
BAJA CALIFORNIA 2,3 1,3 2,4 10,1 2,9 1,1 1,9 1,4 2,8 4,6 4,8 4,0 3,7 4,2 2,0 2,0 2,3 5,3 13,5 14,7 11,6 5,6 12,2 4,8
BAJA CALIF. SUR 1,0 1,2 1,0 0,7 0,7 0,4 0,9 0,0 0,2 0,3 1,0 0,7 0,7 3,1 5,3 1,2 0,6 0,6 0,9 0,4 1,4 0,6 0,7 1,1
CAMPECHE 0,6 4,8 0,6 0,4 0,2 1,3 0,7 0,1 0,4 0,3 0,4 0,4 0,8 0,3 0,2 0,2 0,2 0,6 0,3 0,3 0,2 0,4 0,0 0,7
COAHUILA 4,7 3,6 4,7 6,4 2,4 2,8 3,3 8,2 7,9 5,4 3,3 3,9 3,8 2,8 3,2 2,5 1,8 3,2 3,0 1,0 2,9 3,0 1,5 3,8
COLIMA 0,6 5,5 0,6 0,4 0,2 1,3 0,6 0,4 0,5 0,5 1,1 1,6 2,3 3,3 0,8 1,4 3,3 3,1 4,4 13,5 4,4 1,8 1,1 2,2
CHIAPAS 1,4 6,4 1,4 0,9 3,2 3,3 1,8 3,2 2,7 3,7 3,5 3,1 3,2 3,9 1,6 1,8 1,4 2,9 1,7 2,0 2,0 2,4 1,8 2,7
CHIHUAHUA 3,5 3,0 3,5 2,4 1,8 2,0 2,5 1,6 4,6 4,1 2,7 3,8 3,2 5,5 3,7 2,4 7,4 4,2 4,1 1,9 2,0 8,8 11,3 3,8
DISTRITO FED. 37,2 18,0 37,3 25,4 17,4 6,1 16,8 9,3 7,7 4,4 11,4 11,0 9,7 7,0 5,8 4,4 4,1 5,4 4,8 4,5 5,1 3,4 4,1 11,8
DURANGO 3,5 3,5 3,5 2,4 1,6 2,6 2,6 1,6 6,0 4,5 2,7 3,4 1,9 3,8 2,5 2,1 2,5 4,5 2,4 2,9 3,5 2,9 2,9 3,2
GUANAJUATO 2,3 5,1 2,0 8,0 1,4 2,1 1,4 3,3 3,0 3,5 5,3 4,2 4,3 4,8 4,3 3,7 4,1 5,3 5,2 4,9 4,6 5,5 5,6 4,1
GUERRERO 2,4 4,6 2,4 4,4 2,2 0,6 1,8 1,0 4,5 6,3 4,7 5,3 11,6 1,7 1,3 1,5 2,8 1,5 3,5 5,1 2,0 1,3 1,7 3,2
HIDALGO 0,3 0,4 0,3 0,2 0,2 1,6 0,7 1,1 6,2 3,5 3,9 3,1 1,3 1,8 1,2 1,2 0,7 1,6 0,9 0,8 0,8 1,2 3,0 1,6
JALISCO 3,4 4,3 3,4 2,5 1,4 3,3 4,0 3,4 5,0 6,3 2,9 5,3 6,0 10,7 12,2 12,8 8,7 7,0 9,0 5,6 8,5 5,9 8,2 6,1
MEXICO 2,4 0,0 2,4 1,6 1,3 4,4 2,0 1,9 1,3 1,6 2,1 5,1 3,1 4,0 4,1 4,9 12,5 6,9 5,1 3,7 2,8 3,6 4,3 3,4
MICHOACAN 2,4 3,9 2,4 1,6 1,2 2,5 2,0 2,7 1,9 2,8 3,9 5,4 4,9 5,2 4,1 17,3 13,7 7,9 5,5 4,8 11,4 9,5 3,3 5,0
MORELOS 4,8 1,4 4,8 3,3 5,3 4,9 5,2 0,2 2,6 2,7 1,6 2,6 2,1 0,5 1,0 0,9 0,8 1,1 1,5 1,4 1,3 1,2 0,5 2,3
NAYARIT 0,8 0,3 0,9 0,6 0,4 1,1 0,8 0,3 6,4 4,7 2,1 0,7 0,9 1,0 0,9 0,7 0,6 1,3 1,0 1,2 1,1 1,0 8,7 1,6
NUEVO LEON 3,3 7,3 3,3 8,9 1,4 9,7 2,2 1,7 1,3 1,4 2,4 1,3 2,5 2,6 2,0 3,2 2,8 4,1 6,0 2,8 4,1 4,2 3,5 3,6
OAXACA 1,9 0,9 1,9 1,3 2,0 1,6 1,4 2,9 1,4 1,4 1,8 2,0 1,9 2,3 10,3 5,3 1,6 1,6 1,3 0,6 0,8 0,2 0,6 2,1
PUEBLA 2,5 5,5 2,4 1,7 21,1 13,4 6,1 2,5 2,6 0,6 2,9 1,1 1,6 1,5 1,5 2,0 1,1 1,8 2,2 1,8 2,5 2,8 1,6 3,6
QUERETARO 1,0 0,9 1,0 0,7 0,3 0,6 4,9 10,9 2,3 1,4 1,3 1,4 1,0 0,7 0,9 1,1 1,3 1,0 0,8 0,6 0,9 0,8 2,8 1,5
QUINTANA ROO 0,4 0,0 0,4 0,3 1,2 0,3 0,7 0,0 0,0 0,3 0,1 0,1 0,1 0,0 1,3 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,2
SAN LUIS POTOSI 1,4 1,2 1,3 0,9 2,0 0,9 1,4 0,9 1,2 1,9 1,8 1,7 1,0 2,7 1,2 1,7 2,0 1,9 2,7 6,5 1,6 1,5 0,5 1,7
SINALOA 1,6 0,7 1,6 1,1 1,2 0,6 1,3 2,1 0,6 2,0 2,0 2,3 5,7 7,4 5,7 1,8 1,4 1,8 2,0 1,9 1,3 3,7 1,9 2,3
SONORA 2,4 1,3 2,4 1,6 1,1 0,8 1,8 2,9 1,9 5,4 7,0 2,5 4,8 3,8 3,5 2,9 2,3 3,9 3,2 2,8 3,2 2,5 3,1 3,0
TABASCO 1,4 0,5 1,4 0,9 6,4 1,1 6,0 1,9 1,1 2,6 1,7 3,7 1,2 2,4 1,6 1,4 1,1 1,2 1,1 0,7 0,2 0,4 0,2 1,8
TAMAULIPAS 1,4 6,3 1,5 5,2 3,0 4,5 9,0 23,2 9,8 3,8 4,1 3,6 2,8 3,8 2,9 2,1 3,6 3,8 2,8 2,2 2,4 3,4 1,7 4,5
TLAXCALA 0,3 0,6 0,3 0,2 0,2 0,3 1,1 1,2 0,1 0,1 0,6 0,3 0,3 0,0 0,2 0,3 0,1 0,1 0,1 0,5 0,2 0,1 0,0 0,3
VERACRUZ 5,0 4,1 5,1 3,5 13,7 20,2 11,9 6,3 7,0 13,2 12,7 12,2 8,7 7,5 10,9 14,4 12,5 11,9 7,4 8,1 13,5 19,0 12,3 10,2
YUCATAN 1,5 2,2 1,5 1,1 1,5 3,2 1,0 2,5 6,3 6,4 3,4 2,7 3,7 1,5 2,2 1,8 2,1 2,3 1,7 1,3 2,1 2,0 0,6 2,5
ZACATECAS 1,0 0,5 1,0 0,7 0,4 0,3 0,9 0,5 0,6 0,2 0,6 1,0 0,5 0,1 0,4 0,4 0,2 0,8 0,5 0,3 0,4 0,4 0,4 0,5
NO DISTRIBUIDO NAL. 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100

Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

597
Cuadro AE-18: BDE, Créditos otorgados y su
distribución porcentual 1973-2005

Año BANOBRAS FISOMEX TOTAL

No. % No. % No. %


1973 4.232 100,00 0 0,00 4.232 100,00
1974 9.256 100,00 0 0,00 9.256 100,00
1975 157 100,00 0 0,00 157 100,00
1976 2.096 100,00 0 0,00 2.096 100,00
1977 1.184 100,00 0 0,00 1.184 100,00
1978 641 100,00 0 0,00 641 100,00
1979 2.850 100,00 0 0,00 2.850 100,00
1980 0 0,00 0 0,00 0 0,00
1981 0 0,00 0 0,00 0 0,00
1982 0 0,00 0 0,00 0 0,00
1983 0 0,00 733 100,00 733 100,00
1984 0 0,00 1119 100,00 1.119 100,00
1985 0 0,00 1.386 100,00 1.386 100,00
1986 0 0,00 705 100,00 705 100,00
1987 0 0,00 453 100,00 453 100,00
1988 0 0,00 0 0,00 0 0,00
1989 0 0,00 0 0,00 0 0,00
1990 2.820 100,00 0 0,00 2.820 100,00
1991 13 100,00 0 0,00 13 100,00
1992 11.748 100,00 0 0,00 11.748 100,00
1993 7.436 100,00 0 0,00 7.436 100,00
1994 22.773 100,00 0 0,00 22.773 100,00
1995 30.527 100,00 0 0,00 30.527 100,00
1996 0 0,00 0 0,00 0 0,00
1997 14.244 100,00 0 0,00 14.244 100,00
1998 15.194 100,00 0 0,00 15.194 100,00
1999 0 0,00 0 0,00 0 0,00
2000 0 0,00 0 0,00 0 0,00
2001 0 0,00 0 0,00 0 0,00
2002 0 0,00 0 0,00 0 0,00
2003 3.059 100,00 0 0,00 3.059 100,00
2004 0 0,00 0 0,00 0 0,00
2005 0 0,00 0 0,00 0 0,00
TOTAL 128.230 96,69 4.396 3,31 132.626 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI,
Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

598
Cuadro AE-19: BANOBRAS, Número de créditos otorgados por programa
1973-2003

Vivienda Vivienda Mejoramiento


Infraestructura TOTAL
Completa (1) Inicial Físico
Año
No. % No. % No. % No. % No. %
1973 4.232 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 4.232 100,00
1974 9.256 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 9.256 100,00
1975 157 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 157 100,00
1976 2.096 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 2.096 100,00
1977 1.184 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 1.184 100,00
1978 641 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 641 100,00
1979 2.850 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 2.850 100,00
1990 0 0,00 0 0,00 0 0,00 2.820 100,00 2.820 100,00
1991 0 0,00 0 0,00 0 0,00 13 100,00 13 100,00
1992 10.748 91,49 0 0,00 1.000 8,51 0 0,00 11.748 100,00
1993 1.862 25,04 0 0,00 4.263 57,33 1.311 17,63 7.436 100,00
1994 554 2,43 450 1,98 8.297 36,43 13.472 59,16 22.773 100,00
1995 1.662 5,44 0 0,00 17.721 58,05 11.144 36,51 30.527 100,00
1996 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1997 0 0,00 0 0,00 0 0,00 14.244 100,00 14.244 100,00
1998 0 0,00 0 0,00 0 0,00 15.194 100,00 15.194 100,00
2003 3.059 100,00 0 0,00 0 0,00 0 0,00 3.059 100,00
TOTAL 38.301 29,87 450 0,35 31.281 24,39 58.198 45,39 128.230 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de
Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php.

Notas: (1) No incluye Subprograma de Vivienda Usada

599
Cuadro AE-201: PEMEX, Número de créditos otorgados por programa
1983-2005

Vivienda Mejoramiento Mejoramiento


TOTAL
Completa (1) Físico Financiero
Año
No. % No. % No. % No. %
1983 1.824 100,00 0 0,00 0 0,00 1.824 100,00
1984 4.626 100,00 0 0,00 0 0,00 4.626 100,00
1985 4.742 100,00 0 0,00 0 0,00 4.742 100,00
1986 3.496 100,00 0 0,00 0 0,00 3.496 100,00
1987 5.202 100,00 0 0,00 0 0,00 5.202 100,00
1988 3.147 100,00 0 0,00 0 0,00 3.147 100,00
1989 499 93,97 29 5,46 3 0,56 531 100,00
1990 1.205 86,50 162 11,63 26 1,87 1.393 100,00
1991 473 100,00 0 0,00 0 0,00 473 100,00
1992 3.189 100,00 0 0,00 0 0,00 3.189 100,00
1993 59 2,02 2.866 97,98 0 0,00 2.925 100,00
1994 0 0 0 0 0 0 0 0
1995 219 5,81 3.548 94,19 0 0,00 3.767 100,00
1996 423 5,68 7.024 94,32 0 0,00 7.447 100,00
1997 821 7,52 10.091 92,48 0 0,00 10.912 100,00
1998 2.094 19,93 8.412 80,07 0 0,00 10.506 100,00
1999 2.207 47,75 2.415 52,25 0 0,00 4.622 100,00
2000 3.106 51,15 2.966 48,85 0 0,00 6.072 100,00
2001 2.978 53,13 2.627 46,87 0 0,00 5.605 100,00
2002 2.840 100,00 0 0,00 0 0,00 2.840 100,00
2003 3.407 40,29 5.050 59,71 0 0,00 8.457 100,00
2004 3.352 57,74 2.453 42,26 0 0,00 5.805 100,00
2005 3.490 73,82 1.238 26,18 0 0,00 4.728 100,00
TOTAL 53.399 52,19 48.881 47,78 29 0,03 102.309 100,00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI, Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda,
http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php.

Notas: (1) No incluye Subprograma de Vivienda Usada

600
Cuadro AE-202: PEMEX, Total de créditos otorgados por Entidad Federativa
1983-2005
ENTIDAD
1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOT.
FEDERATIVA
AGUASCALIENTES 0 0 43 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 1 0 0 0 1 0 0 0 0 0 46
BAJA CALIFORNIA 0 0 0 0 0 0 0 220 0 0 0 0 0 0 0 0 0 3 6 0 0 0 0 229
BAJA CALIF. SUR 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 3 0 0 0 0 0 3
CAMPECHE 0 0 0 0 60 0 120 124 0 555 97 0 125 334 372 143 95 138 222 71 821 577 289 4.143
COAHUILA 0 231 0 0 0 0 0 2 0 0 0 0 0 1 0 0 0 7 8 0 0 0 0 249
COLIMA 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 6 12 0 0 0 0 18
CHIAPAS 8 200 216 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 33 54 0 168 179 95 953
CHIHUAHUA 0 0 40 40 95 20 0 2 0 0 10 0 3 68 43 29 0 42 15 2 29 20 16 474
DISTRITO FED. 286 898 397 100 633 974 185 528 0 0 255 0 553 1.058 1.851 2.667 1.826 2.670 501 1.890 2.050 1.550 1.856 22.728
DURANGO 0 0 0 0 0 0 0 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 9 0 0 0 0 12
GUANAJUATO 0 94 365 365 220 100 3 8 230 470 52 0 183 362 340 226 331 221 319 188 587 572 203 5.439
GUERRERO 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 8 10 0 0 0 0 20
HIDALGO 0 190 110 90 350 286 2 15 0 0 188 0 150 289 197 152 164 176 358 214 146 108 83 3.268
JALISCO 0 0 0 0 0 0 0 7 0 0 0 0 0 4 3 22 9 7 52 4 57 136 6 307
MÉXICO 63 71 118 100 0 0 28 136 0 0 59 0 35 85 63 108 70 87 10 22 51 80 49 1.235
MICHOACÁN 0 0 0 0 0 0 0 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 21 8 0 0 0 0 31
MORELOS 0 0 0 0 0 0 2 6 0 0 0 0 0 1 0 0 0 4 5 0 0 0 0 18
NAYARIT 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 3 5 0 0 0 0 8
NUEVO LEÓN 139 314 0 74 87 200 11 22 0 156 14 0 73 116 62 112 53 118 235 98 191 220 88 2.383
OAXACA 0 12 13 0 9 0 1 13 0 0 77 0 156 262 400 336 110 134 81 4 223 201 51 2.083
PUEBLA 0 146 45 0 0 0 2 10 0 0 44 0 58 214 322 334 34 43 31 18 62 65 52 1.480
QUERÉTARO 0 0 0 0 20 0 1 10 0 0 0 0 0 0 0 0 0 4 1 0 0 0 0 36
QUINTANA ROO 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
SAN LUÍS POTOSÍ 0 0 0 40 0 0 0 0 0 0 161 0 87 138 222 224 180 34 17 26 25 29 8 1.191
SINALOA 0 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 9 18 0 0 0 0 127
SONORA 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 19 24 0 0 0 0 44
TABASCO 830 549 409 490 228 762 4 48 0 0 656 0 694 1.419 2.122 2.088 249 396 298 113 1.155 582 201 13.293
TAMAULIPAS 382 705 1.350 1.068 2.066 361 3 39 0 103 239 0 557 953 1.308 904 78 282 141 47 528 320 538 11.972
TLAXCALA 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 1
VERACRUZ 103 1.037 1.174 835 457 444 157 193 243 1.905 1.073 0 1.093 2.140 3.607 3.138 1.421 1.595 1.585 138 2.364 1.163 1.188 27.053
YUCATÁN 0 0 0 0 0 0 0 4 0 0 0 0 0 1 0 0 0 5 6 0 0 0 0 16
ZACATECAS 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 23 0 1 1 0 0 0 0 25
NO DISTRIBUIDO
13 79 462 294 977 0 11 0 0 0 0 0 0 0 0 0 2 1.573 5 3 5 3.424
NACIONAL
TOTAL 1.824 4.626 4.742 3.496 5.202 3.147 531 1.393 473 3.189 2.925 0 3.767 7.447 10.912 10.506 4.622 6.072 5.605 2.840 8.457 5.805 4.728 102.309
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php

601
Cuadro AE-203: PEMEX, Distribución porcentual de total de los créditos otorgados por Entidad Federativa
1983-2005
Entidad Federativa 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 TOT,
AGUASCALIENTES 0,0 0,0 0,9 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
BAJA CALIFORNIA 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 15,8 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,2
BAJA CALIF. S. 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
CAMPECHE 0,0 0,0 0,0 0,0 1,2 0,0 22,6 8,9 0,0 17,4 3,3 0 3,3 4,5 3,4 1,4 2,1 2,3 4,0 2,5 9,7 9,9 6,1 4,0
COAHUILA 0,0 5,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,2
COLIMA 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
CHIAPAS 0,4 4,3 4,6 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,5 1,0 0,0 2,0 3,1 2,0 0,9
CHIHUAHUA 0,0 0,0 0,8 1,1 1,8 0,6 0,0 0,1 0,0 0,0 0,3 0 0,1 0,9 0,4 0,3 0,0 0,7 0,3 0,1 0,3 0,3 0,3 0,5
DISTRITO FED. 15,7 19,4 8,4 2,9 12,2 31,0 34,8 37,9 0,0 0,0 8,7 0 14,7 14,2 17,0 25,4 39,5 44,0 8,9 66,5 24,2 26,7 39,3 22,2
DURANGO 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
GUANAJUATO 0,0 2,0 7,7 10,4 4,2 3,2 0,6 0,6 48,6 14,7 1,8 0 4,9 4,9 3,1 2,2 7,2 3,6 5,7 6,6 6,9 9,9 4,3 5,3
GUERRERO 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
HIDALGO 0,0 4,1 2,3 2,6 6,7 9,1 0,4 1,1 0,0 0,0 6,4 0 4,0 3,9 1,8 1,4 3,5 2,9 6,4 7,5 1,7 1,9 1,8 3,2
JALISCO 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,5 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,1 0,0 0,2 0,2 0,1 0,9 0,1 0,7 2,3 0,1 0,3
MEXICO 3,5 1,5 2,5 2,9 0,0 0,0 5,3 9,8 0,0 0,0 2,0 0 0,9 1,1 0,6 1,0 1,5 1,4 0,2 0,8 0,6 1,4 1,0 1,2
MICHOACAN 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,3 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
MORELOS 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,4 0,4 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
NAYARIT 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
NUEVO LEON 7,6 6,8 0,0 2,1 1,7 6,4 2,1 1,6 0,0 4,9 0,5 0 1,9 1,6 0,6 1,1 1,1 1,9 4,2 3,5 2,3 3,8 1,9 2,3
OAXACA 0,0 0,3 0,3 0,0 0,2 0,0 0,2 0,9 0,0 0,0 2,6 0 4,1 3,5 3,7 3,2 2,4 2,2 1,4 0,1 2,6 3,5 1,1 2,0
PUEBLA 0,0 3,2 0,9 0,0 0,0 0,0 0,4 0,7 0,0 0,0 1,5 0 1,5 2,9 3,0 3,2 0,7 0,7 0,6 0,6 0,7 1,1 1,1 1,4
QUERETARO 0,0 0,0 0,0 0,0 0,4 0,0 0,2 0,7 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
QUINTANA ROO 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
SAN LUIS POTOSI 0,0 0,0 0,0 1,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 5,5 0 2,3 1,9 2,0 2,1 3,9 0,6 0,3 0,9 0,3 0,5 0,2 1,2
SINALOA 0,0 2,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,3 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1
SONORA 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,3 0,4 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
TABASCO 45,5 11,9 8,6 14,0 4,4 24,2 0,8 3,4 0,0 0,0 22,4 0 18,4 19,1 19,4 19,9 5,4 6,5 5,3 4,0 13,7 10,0 4,3 13,0
TAMAULIPAS 20,9 15,2 28,5 30,5 39,7 11,5 0,6 2,8 0,0 3,2 8,2 0 14,8 12,8 12,0 8,6 1,7 4,6 2,5 1,7 6,2 5,5 11,4 11,7
TLAXCALA 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
VERACRUZ 5,6 22,4 24,8 23,9 8,8 14,1 29,6 13,9 51,4 59,7 36,7 0 29,0 28,7 33,1 29,9 30,7 26,3 28,3 4,9 28,0 20,0 25,1 26,4
YUCATAN 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,3 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
ZACATECAS 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
NO DISTRIBUIDO
0,7 1,7 9,7 8,4 18,8 0,0 2,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 28,1 0,2 0,0 0,1 0,1 3,3
NACIONAL
TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados de: CONAVI. Sistema de Estadísticas Históricas de Vivienda. http://estadistica.conafovi.gob.mx/historicos/index.php
602
Cuadro AE-21: Evolución en el Incremento total de la vivienda por Entidad Federativa
1910-2005
ENTIDAD Increm. Increm. Increm. Increm. Increm. Increm. Increm. Increm.
1910 1930 1911-1930 1950 1931-1950 1960 1951-1960 1970 1961-1970 1980 1971-1980 1990 1981-1990 2000 1991-2000 2005 2001-2005
FEDERATIVA
Aguascalientes 26.636 27.081 445 38.116 11.035 42.152 4.036 52.722 10.570 84.353 31.631 130.709 46.356 200.673 69.964 245.785 45.112
Baja California 8.874 8.233 -641 48.472 40.239 98.889 50.417 155.859 56.970 240.825 84.966 373.898 133.073 610.057 236.159 738.857 128.800
Baja Calif. Sur 0 (1) 8.224 8.224 10.629 2.405 14.429 3.800 21.246 6.817 40.014 18.768 68.694 28.680 105.229 36.535 136.055 30.826
Campeche 20.498 17.729 -2.769 25.072 7.343 30.648 5.576 42.296 11.648 76.309 34.013 110.366 34.057 157.172 46.806 184.206 27.034
Coahuila 78.292 88.622 10.330 141.282 52.660 165.130 23.848 186.001 20.871 284.170 98.169 408.495 124.325 544.660 136.165 625.452 80.792
Colima 15.131 13.913 -1.218 24.988 11.075 30.949 5.961 41.840 10.891 64.848 23.008 90.263 25.415 132.330 42.067 149.355 17.025
Chiapas 85.588 105.821 20.233 182.721 76.900 226.075 43.354 275.437 49.362 373.543 98.106 597.724 224.181 806.551 208.827 916.832 110.281
Chihuahua 77.727 90.912 13.185 167.487 76.575 226.885 59.398 287.499 60.614 393.394 105.895 540.922 147.528 755.959 215.037 853.155 97.196
Distrito Federal 59.933 101.094 41.161 626.262 525.168 902.083 275.821 1.219.419 317.336 1.754.727 535.308 1.799.410 44.683 2.132.413 333.003 2.288.397 155.984
Durango 93.934 81.427 -12.507 120.252 38.825 135.404 15.152 149.582 14.178 199.397 49.815 263.191 63.794 325.309 62.118 358.450 33.141
Guanajuato 235.014 196.054 -38.960 273.510 77.456 311.981 38.471 358.587 46.606 477.826 119.239 701.247 223.421 926.284 225.037 1.049.193 122.909
Guerrero 116.522 130.030 13.508 187.352 57.322 222.234 34.882 275.954 53.720 381.657 105.703 512.445 130.788 657.989 145.544 702.078 44.089
Hidalgo 135.843 138.859 3.016 172.339 33.480 183.750 11.411 210.744 26.994 274.018 63.274 367.400 93.382 494.317 126.917 558.670 64.353
Jalisco 276.177 267.078 -9.099 355.769 88.691 433.157 77.388 536.134 102.977 780.596 244.462 1.044.185 263.589 1.394.026 349.841 1.583.222 189.196
México 195.185 199.723 4.538 283.226 83.503 342.997 59.771 624.250 281.253 1.289.093 664.843 1.883.098 594.005 2.893.357 1.010.259 3.244.378 351.021
Michoacán 194.836 204.026 9.190 288.980 84.954 340.067 51.087 391.009 50.942 497.364 106.355 677.141 179.777 855.512 178.371 914.005 58.493
Morelos 39.602 26.531 -13.071 58.075 31.544 73.552 15.477 108.903 35.351 177.014 68.111 246.373 69.359 367.399 121.026 403.273 35.874
Nayarit 36.302 38.102 1.800 61.833 23.731 71.598 9.765 96.444 24.846 133.080 36.636 171.855 38.775 220.118 48.263 244.676 24.558
Nuevo León 73.980 81.954 7.974 146.810 64.856 194.641 47.831 292.153 97.512 462.774 170.621 647.367 184.593 888.552 241.185 1.014.414 125.862
Oaxaca 255.592 231.485 -24.107 310.623 79.138 339.576 28.953 375.394 35.818 451.577 76.183 589.295 137.718 741.005 151.710 803.320 62.315
Puebla 271.232 221.315 -49.917 343.595 122.280 368.785 25.190 443.321 74.536 592.156 148.835 775.525 183.369 1.065.882 290.357 1.207.882 142.000
Querétaro 55.575 48.823 -6.752 60.098 11.275 68.190 8.092 80.870 12.680 121.025 40.155 195.569 74.544 298.372 102.803 360.212 61.840
Quintana Roo 901 2.141 1.240 5.542 3.401 9.836 4.294 15.316 5.480 44.977 29.661 106.094 61.117 213.566 107.472 286.012 72.446
San luis Potosí 166.751 118.611 -48.140 170.354 51.743 192.553 22.199 216.461 23.908 284.343 67.882 382.035 97.692 492.914 110.879 557.839 64.925
Sinaloa 66.675 76.835 10.160 119.980 43.145 132.095 12.115 206.750 74.655 321.844 115.094 426.257 104.413 575.292 149.035 642.299 67.007
Sonora 48.400 60.902 12.502 98.698 37.796 137.862 39.164 185.607 47.745 278.409 92.802 383.290 104.881 530.435 147.145 614.957 84.522
Tabasco 33.270 35.854 2.584 65.434 29.580 77.368 11.934 126.706 49.338 182.219 55.513 286.693 104.474 412.634 125.941 473.272 60.638
Tamaulipas 61.592 62.351 .759 148.602 86.251 197.115 48.513 266.032 68.917 381.385 115.353 494.454 113.069 683.068 188.614 789.420 106.352
Tlaxcala 36.668 41.228 4.560 58.875 17.647 65.245 6.370 72.470 7.225 92.955 20.485 137.412 44.457 194.549 57.137 233.962 39.413
Veracruz 206..582 268.154 61.572 415.506 147.352 507.912 92.406 688.798 180.886 1.020.276 331.478 1.271.457 251.181 1.606.194 334.737 1.778.442 172.248
Yucatán 79.463 85.273 5.810 111.180 25.907 117.475 6.295 129.642 12.167 201.746 72.104 275.231 73.485 373.432 98.201 435.555 62.123
Zacatecas 98.951 100.067 1.116 131.322 31.255 148.463 17.141 152.923 4.460 184.641 31.718 239.707 55.066 299.483 59.776 325.404 25.921
No especificado 6.224 6.224 -6.224
Total nacional 3.151.726 3.178.452 26.726 5.259.208 2.080.756 6.409.096 1.149.888 8.286.369 1.877.273 12.142.555 3.856.186 16.197.802 4.055.247 21.954.733 5.756.931 24.719.029 2.764.296
Fuentes: 1910-1990: Dirección General de Estadística, Censos Generales de Población No. III (1910), V (1930), VII (1950), VIII (1960); INEGI, Censos Generales de Población y Vivienda No. IX (1970), X (1980), XI (1990); Tomado de INEGI (1996), Estados Unidos Mexicanos, Cien
Años de Censos de Población, INEGI, Aguascalientes, México: 100, 120, 155, 176, 201, 230 y 262.
2000 y 2005: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000; e INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005. Tomado de http://www.inegi.gob.mx/est/
Notas: 1) En 1910, el estado de Baja California Sur formaba parte del territorio de Baja California, por lo que los datos de la población censada en éste último incluye la de la primera.

603
Cuadro AE-22: Empleados privados del sector terciario y empleados públicos
federales y estatales, 2004-2005

empleo Trabajadores privados


PEA
formal en empleados en el sector Empleados
PEA total Comercio y
Año Comercio y ISSSTE (d) Comercio y Servicios públicos estatales
(a)** servicios afiliados al
Servicios y municipales (f)
(b)** IMSS* (e)
38% (c)
2004 43.176.958 25.326.462 9.475.546 2.379.000 6.509.189 735.867
2005 45.894.638 26.252.756 9.976.047 2.398.000 6.782.488 795.559
Fte:
(a) 2004: Encuesta Nacional de Empleo; 2005: Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo
(b) 2004: Encuesta Nacional de Empleo, inclye PEA en sector terciario ocupada y desocupada; 2005: Encuesta
Nacional de Ocupación y Empleo, incluye PEA en sector terciario ocupada y subocupada
(c) Estimado a partir de consideraciones de la OIT sobre el empleo informal en México=38%/Total del sector (Rosales,
Lucía, 2003: s/p)
(d) INEGI: Población afiliada al ISSSTE según tipo de derechohabiencia, se incluyen sólo asegurados permanentes y
eventuales (http://www.inegi.gob.mx/est/contenidos/espanol/rutinas/ept.asp?t=msoc03&c=8948)
(e) INEGI: Encuesta Nacional de Empleo: http://dgcnesyp.inegi.gob.mx/cgi-win/bdieintsi.exe/Consultar
(f) Estimado sobre la base de f=c-(d+e)
Nota: * Promedio anual
** Datos de último trimestre anual

Cuadro AE-23: Cobertura de organismos financieros por tipo de trabajador


(2005)
Organismo financiero de
Tipo de trabajador No. % vivienda
que atiende a este segmento
Privados (a) 14.915.786 32,50 INFONAVIT
Públicos federales (b) 2.398.000 5,23 FOVISSSTE
Públicos Estatales (c) 795.559 1,73 ORESS
Total PEA adscrita a un mecanismo
18.109.345 39,46
financiero de tipo laboral (d)=(a+b+c)
Total PEA no adscrita a un
SHF, FONHAPO y SEDESOL u
mecanismo financiero de tipo laboral 27.785.293 60,54
otros
(e)=(f-d)
Total PEA (f) 45.894.638 100,00
Fte:
(a) INEGI: Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo
(b) INEGI: Población afiliada al ISSSTE según tipo de derechohabiencia, se incluyen sólo asegurados
permanentes y eventuales (http://www.inegi.gob.mx/est/contenidos/espanol/rutinas/ept.asp?t=msoc03&c=8948)
(c) Cuadro AE-22
(f) INEGI: Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo

604
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