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SUMARIO
ABREVIATURAS UTILIZADAS
PRÓLOGO A LA SÉPTIMA EDICIÓN
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
CAPÍTULO PRIMERO
INTRODUCCIÓN
TEMA 1
EL DERECHO INTERNACIONAL PRIVADO
§1. Presupuestos del derecho internacional privado: fraccionamiento jurídico y
permeabilidad social
§2. Objeto: precisiones conceptuales
§3. Sectores del derecho internacional privado
§4. El principio de relatividad del derecho internacional privado
§5. Fuentes normativas
§6. Algunas reflexiones metodológicas
1. La «doble lógica» del Derecho Internacional Privado
2. La función facilitadora del Derecho Internacional Privado
APÉNDICE. ANÁLISIS DE UN CASO TÍPICO: EJEMPLOS Y ESQUEMAS DE SOLUCIÓN
CAPÍTULO SEGUNDO
DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 2
INTRODUCCIÓN. EL DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
§1. Presupuestos, concepto y caracteres
§2. Función del Derecho Procesal civil internacional: tutela judicial internacional
efectiva
TEMA 3
LA COMPETENCIA JUDICIAL INTERNACIONAL. CUESTIONES GENERALES
§1. La competencia judicial internacional
1. Función y efectos de las reglas de competencia judicial internacional
2. Competencia judicial internacional y sectores afines
§2. El marco jurídico
1. La Constitución
2. El Derecho Internacional Público
2.1. Principio de territorialidad
2.2. Inmunidad de jurisdicción y ejecución
3. El Derecho europeo
§3. Modelo de regulación
TEMA 4
EL SISTEMA ESPAÑOL DE COMPETENCIA JUDICIAL INTERNACIONAL: MAPA
NORMATIVO
§1. El sistema de competencia judicial internacional: concurrencia normativa
§2. El Reglamento Bruselas I bis
1. Antecedentes, fundamento y naturaleza jurídica
2. La interpretación
2.1. Garantía institucional: el Tribunal de Justicia
2.2. Cánones de interpretación
2.3. Problema típico: formulación de conceptos y calificación
3. Ámbito de aplicación
3.1. Ámbito material
3.2. Ámbito espacial: la llamada «conexión europea»
3.3. Relación con otros textos supranacionales
§3. El Reglamento Bruselas II ter
§4. El Convenio de Lugano
§5. La Ley Orgánica del Poder Judicial
§6. Estructura general del sistema español de CJI
§7. Jurisdicción voluntaria
TEMA 5
FORO GENERAL: DOMICILIO DEL DEMANDADO
§1. Definición y alcance del foro general
§2. Fundamento
§3. Concreción del domicilio
1. Personas físicas
2. Personas jurídicas
3. Otros textos europeos
4. Ley Orgánica del Poder Judicial
TEMA 6
FOROS ESPECIALES EN EL ÁMBITO PATRIMONIAL: REGLAS PRINCIPALES
§1. Introducción: foros especiales en el ámbito patrimonial
§2. Foro «cuasi-general»: el foro de la sucursal
1. Definición, régimen y fundamento
2. Concreción
§3. Obligaciones contractuales. Régimen general
1. Reglamento Bruselas I bis
1.1. ¿Qué ha de entenderse por materia contractual?
1.2. ¿Cómo se determina el criterio de conexión, i.e. el lugar de cumplimiento?
2. LOPJ
§4. Regla especial de acumulación de acciones contractuales y reales sobre
inmuebles
§5. Obligaciones extracontractuales
1. Reglamento Bruselas I bis
1.1. «Materia delictual o cuasidelictual»
1.2. Criterio de conexión: concreción del lugar del daño
2. LOPJ
§6. Derechos reales mobiliarios
TEMA 7
FOROS DE PROTECCIÓN CONTRACTUALES
§1. Foros de protección: introducción
§2. Contratos de seguro
1. Reglamento Bruselas I bis
2. LOPJ
§3. Contratos de consumo
1. Reglamento Bruselas I bis
2. LOPJ
§4. Contratos individuales de trabajo
1. Reglamento Bruselas I bis
2. LOPJ
TEMA 8
FOROS POR CONEXIDAD PROCESAL
§1. Introducción
§2. Pluralidad de demandados
§3. Intervención de terceros
§4. Reconvención
TEMA 9
FOROS EN EL ÁMBITO DEL DERECHO DE FAMILIA
§1. Introducción
§2. Relaciones personales y patrimoniales entre cónyuges. Nulidad, separación y
divorcio
1. Introducción
2. Reglamento Bruselas II ter
§3. Filiación, relaciones paterno-filiales y adopción
1. Filiación
2. Relaciones paterno-filiales
3. Adopción
TEMA 10
FOROS DE COMPETENCIA JUDICIAL EXCLUSIVA
§1. Introducción: la naturaleza de los foros de competencia exclusiva
§2. Foros exclusivos en materia de inmuebles
§3. Foro exclusivo en materia de personas jurídicas
§4. Foro exclusivo en materia de derechos sujetos a inscripción. Bienes inmateriales
TEMA 11
LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
§1. Introducción
§2. Sumisión expresa: acuerdos de elección de foro
1. Introducción
2. Reglamento Bruselas I bis: artículo 25
2.1. Planteamiento general y ámbito de aplicación
2.2. Condiciones de eficacia de la cláusula
2.3. Efectos y alcance de la cláusula
2.4. Límites: foros de protección y foros exclusivos
3. LOPJ
§3. Sumisión tácita
1. Introducción
2. Reglamento Bruselas I bis
3. LOPJ
TEMA 12
TUTELA CAUTELAR INTERNACIONAL
§1. Introducción: modelo normativo
§2. Reglamento Bruselas I bis
1. Foro principal
2. Foro especial: artículo 35
§3. Reglamento Bruselas II ter
§4. LOPJ
TEMA 13
LITISPENDENCIA Y CONEXIDAD INTERNACIONALES
§1. Introducción
§2. Litispendencia internacional
1. Reglamento Bruselas I bis
1.1. Litispendencia en otro Estado miembro: litispendencia intra-UE
1.2. Litispendencia en un tercer Estado: litispendencia extra-UE
2. Reglamento Bruselas II ter
3. Derecho interno
§3. Conexidad internacional
TEMA 14
TRATAMIENTO PROCESAL DE LA CJI
§1. Control de la competencia judicial internacional
§2. Reglamento Bruselas I bis
§3. Reglamento Bruselas II ter
§4. Derecho interno
TEMA 15
DESARROLLO DEL PROCESO: NOTIFICACIÓN Y PRUEBA INTERNACIONALES
§1. Ley aplicable a los actos procesales
§2. Las partes: capacidad, legitimación y representación. Asistencia judicial gratuita
§3. Cooperación jurídica internacional
1. Cooperación pasiva
2. Cooperación activa
§4. Notificación internacional
§5. Prueba internacional
§6. Problema particular: los documentos públicos extranjeros
TEMA 16
EL DERECHO EXTRANJERO: CUESTIONES PROCESALES
§1. Introducción
§2. La carga de la prueba del Derecho extranjero: ¿quién?
§3. Régimen procesal del Derecho extranjero: ¿cómo?
§4. Revisibilidad en casación
APÉNDICE. STATUS QUAESTIONIS DE LA DOCTRINA DEL TRIBUNAL SUPREMO
TEMA 17
RECONOCIMIENTO Y EJECUCIÓN DE DECISIONES EXTRANJERAS (I)
§1. Introducción: marco conceptual
1. Valor de las decisiones judiciales extranjeras
2. Reconocimiento, declaración de ejecutividad y ejecución
3. Modelos de reconocimiento: modelo de extensión vs. modelo de equiparación
§2. Regímenes normativos y reglas de concurrencia
§3. Instrumentos europeos principales
1. Reglamento Bruselas I bis
1.1. Ámbito de aplicación
1.2. Causas de denegación del reconocimiento
1.3. Procedimiento
2. Reglamento Bruselas II ter
§4. Régimen convencional
TEMA 18
RECONOCIMIENTO Y EJECUCIÓN DE DECISIONES EXTRANJERAS (II)
§1. Régimen interno: Ley de Cooperación Jurídica Internacional
1. Introducción
2. Ámbito de aplicación
3. Reconocimiento principal, reconocimiento incidental y ejecución
4. Causas de denegación
5. Procedimiento
§2. Regímenes especiales por razón de la materia
1. Responsabilidad parental y custodia: secuestro internacional de menores
2. Decisiones de los tribunales de la iglesia católica y otras no judiciales
3. Obligaciones alimenticias
4. Adopción
5. Condenas al pago de costas
§3. Documentos públicos y transacciones judiciales
§4. Ejecución forzosa
TEMA 19
PROCEDIMIENTOS EUROPEOS
§1. Planteamiento
§2. El Título Ejecutivo Europeo
§3. El Proceso Monitorio Europeo: el requerimiento europeo de pago
§4. Proceso Europeo de Escasa Cuantía
CAPÍTULO TERCERO
LEY APLICABLE
TEMA 20
LA NORMA DE CONFLICTO: TIPOLOGÍA Y PROBLEMAS DE APLICACIÓN
§1. Introducción
§2. La norma de conflicto: estructura y tipología
1. Estructura
2. Tipología
3. Otros tipos de normas
TEMA 21
PROBLEMAS DE APLICACIÓN
§1. Problemas de aplicación
1. Supuesto de hecho: problema de calificación y cuestión previa
2. Criterio de conexión
3. Consecuencia jurídica
§2. Problemas de ajuste material: adaptación, sustitución y trasposición
§3. Las normas de conflicto como normas de reconocimiento. El llamado «método de
reconocimiento»
§4. Fuentes normativas (remisión)
TEMA 22
EL ESTATUTO PERSONAL: LA PERSONA FÍSICA
§1. El estatuto personal. Regla general
1. Introducción
2. Criterio de conexión: la nacionalidad
3. Ámbito de aplicación de la norma
3.1. Personalidad y capacidad jurídica
3.2. Capacidad de obrar
§2. Derechos de la personalidad. El nombre de las personas físicas
1. Régimen general
2. Incidencia del Derecho Europeo
TEMA 23
EL ESTATUTO PERSONAL: PERSONAS JURÍDICAS. DERECHO DE SOCIEDADES
§1. Introducción: concepto de «estatuto personal» de las personas jurídicas
§2. Criterio de conexión
1. Introducción
2. Derecho español
2.1. «Status quaestionis» (resumen)
2.2. Incidencia del Derecho europeo
§3. Ámbito de aplicación de la «lex societatis»
§4. Cambio de «lex societatis»: traslado del domicilio al extranjero
1. Nivel conflictual
2. Nivel material
§5. Fusión internacional
1. Nivel conflictual
2. Nivel material
3. Cesión universal, escisiones y segregaciones
§6. Regímenes especiales (remisión)
TEMA 24
OBLIGACIONES CONTRACTUALES (I)
§1. Introducción: un apunte sobre el marco normativo
§2. El Reglamento Roma I: presentación
§3. Ámbito de aplicación
1. Ámbito material
2. Carácter universal
3. Relación con otros instrumentos supranacionales
§4. Regla de base: elección de la ley aplicable
1. Introducción: esquema general del Reglamento
2. Autonomía de la voluntad
2.1. Elección de la ley aplicable
2.2. Límites: contratos domésticos e intra-UE
§5. Ley aplicable en defecto de elección
1. Compraventa de mercaderías y prestación de servicios
2. Contratos sobre inmuebles
3. Contratos de franquicia y distribución
4. Contratos celebrados en mercados organizados
5. Cláusulas de cierre
6. Cláusula de escape
TEMA 25
OBLIGACIONES CONTRACTUALES (II)
§1. Introducción
§2. Contratos de transporte
§3. Contratos de consumo
1. Ámbito de aplicación
2. Supuestos excluidos
3. Ley aplicable
§4. Contratos de seguro
§5. Contrato individual de trabajo
§6. Leyes de policía
§7. Ámbito de la Ley aplicable
1. Regla general
2. Reglas especiales
2.1. Consentimiento
2.2. Forma
2.3. Capacidad
2.4. Cesión de créditos, subrogación y responsabilidad múltiple
2.5. Compensación
2.6. Carga de la prueba
§8. Problemas de aplicación
TEMA 26
OBLIGACIONES EXTRACONTRACTUALES (I)
§1. El Reglamento Roma II: introducción
§2. Ámbito de aplicación
1. Ámbito material
2. Carácter universal
3. Relación con otros instrumentos supranacionales
§3. Regla común. La autonomía de la voluntad
§4. Reglas en materia de obligaciones extracontractuales: Regla general
1. Introducción
2. Punto de partida: «lex loci damni»
3. Excepción: la residencia habitual común
4. Cláusula de escape
TEMA 27
OBLIGACIONES EXTRACONTRACTUALES (II)
§1. Normas de conflicto en materia de obligaciones extracontractuales: Reglas
especiales
1. Responsabilidad por productos
2. Libre competencia y competencia desleal
3. Daños al medioambiente
4. Propiedad industrial e intelectual
5. Daños derivados de acciones de conflicto colectivo
§2. Enriquecimiento sin causa, gestión de negocios ajenos y «culpa in contrahendo»
§3. Leyes de policía
§4. Ámbito de la ley aplicable
1. Regla general
2. Reglas especiales
2.1. Normas de seguridad y comportamiento
2.2. Acción directa
2.3. Subrogación y responsabilidad múltiple
2.4. Validez formal
2.5. Carga de la prueba
§5. Problemas de aplicación
§6. Convenios de La Haya
§7. Artículo 10.9 CC
TEMA 28
DERECHOS REALES. TÍTULOS VALOR
§1. Introducción
§2. Ley aplicable a los derechos reales: Bienes tangibles
1. Regla general
2. Concepto de derechos reales
3. Aspectos jurídico-reales y aspectos obligacionales
4. Criterio de conexión. Conflicto móvil
5. Medios de transporte y bienes en tránsito
6. Bienes culturales
7. Problemas de aplicación
§3. Bienes intangibles y universalidades
1. Derechos de créditos
2. Acciones y participaciones sociales en general
3. Propiedad industrial e intelectual
4. Universalidades
§4. Títulos-valor e instrumentos negociables
TEMA 29
DERECHO CONCURSAL INTERNACIONAL
§1. Introducción
§2. Regímenes normativos
§3. Modelo normativo: «universalismo mitigado»
§4. Procedimiento principal (= universal) en España
1. Competencia judicial
2. Ley aplicable
3. Reconocimiento y ejecución en el extranjero
§5. Procedimientos territoriales
§6. Procedimientos concursales extranjeros: reconocimiento en España
§7. Coordinación entre procedimientos
TEMA 30
MATRIMONIO
§1. Celebración del matrimonio
1. Capacidad nupcial y consentimiento
2. Forma de celebración
§2. Relaciones entre cónyuges: el Reglamento Europeo sobre Régimen Económico
Matrimonial
1. Competencia judicial
2. Ley aplicable
3. Reconocimiento y ejecución de resoluciones
§3. Crisis matrimoniales
1. Nulidad
2. Separación y divorcio: Reglamento Roma III
TEMA 31
FILIACIÓN Y ADOPCIÓN
§1. Ley aplicable a la filiación natural
§2. Adopción
TEMA 32
OBLIGACIONES ALIMENTICIAS
§1. Introducción
§2. El reglamento 4/2009
1. Competencia judicial
2. Ley aplicable
3. Reconocimiento y ejecución
4. Cooperación entre autoridades
TEMA 33
DERECHO SUCESORIO
§1. Introducción
§2. Competencia judicial
§3. Ley aplicable
1. Regla general
2. Reglas especiales: sucesión testada
3. Relaciones entre la «lex successionis», la «lex fori» y la «lex rei sitae»
4. Problemas de aplicación
§4. Reconocimiento y ejecución
§5. El certificado sucesorio europeo
APÉNDICE. SOLUCIÓN DE CASOS TÍPICOS
ÍNDICE ANALÍTICO
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
ABREVIATURAS UTILIZADAS
ABREVIATURAS UTILIZADAS
As Asunto
CC Código civil
CE Comunidad Europea
LC Ley Concursal
LF Ley de Fundaciones
LP Ley de Patentes
TC Tribunal Constitucional
UE Unión Europea
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
PRÓLOGO A LA SÉPTIMA EDICIÓN
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
El objeto de este libro es una modesta parcela del ordenamiento jurídico: el Derecho
internacional privado. Modesta si se compara con la extensión del Derecho civil,
mercantil o administrativo. No obstante, la importancia práctica del Derecho
internacional privado ha crecido mucho durante los últimos años de la mano de la
internacionalización de la sociedad y del mercado españoles. Las relaciones privadas
entre personas de diferentes países han pasado de lo anecdótico a lo habitual. Y con ello,
el Derecho internacional privado ha pasado de ser un puñado de reglas alojadas en el
título preliminar del Código Civil a un entramado normativo de convenios
internacionales, reglamentos europeos y normas internas relativamente numeroso y
complejo. La producción normativa empieza a ser sobrecogedora, también en esta
disciplina. Poner un poco de orden y claridad en este entramado de normas es el afán
que alimenta las páginas de este trabajo, y siempre bajo las máximas de sencillez,
claridad y austeridad expositiva.
En cada sector, las explicaciones quieren también ser sencillas y austeras. Se intenta
siempre respetar la máxima de un párrafo para cada idea y una idea en cada párrafo. La
realidad es compleja, y en un contexto internacional más. El ordenamiento jurídico
refleja esta complejidad. Pero si hay algo para lo que debe servir la literatura jurídica es
para simplificar la complejidad, no para aumentarla. Por ello, y sin ocultar los aspectos
más difíciles o espinosos, el análisis se centra en lo esencial de cada cuestión. Este libro
no debe leerse como un ensayo o un tratado de Derecho internacional privado, sino
como unas sencillas lecciones. El objetivo fundamental es identificar el texto normativo
aplicable a cada problema o cuestión, hacer una exégesis de las soluciones legislativas y
poner algunos ejemplos sobre su funcionamiento. Poco más.
Por último, cualquier lector que encuentre errores, lagunas notables o argumentaciones
que entienda equivocadas puede dirigirse directamente a mí a través del correo
electrónico: francisco.garcimartin@uam.es.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Advertencia. La bibliografía, tanto nacional como extranjera, sobre los diferentes problemas
que plantean las relaciones privadas internacionales es inmensa. Hay gran número de
monografías y artículos o notas donde se analizan con mucho más detalle todas las cuestiones
que iremos viendo a lo largo de este trabajo. A continuación, se reseñan sólo las obras de
carácter general, así como las publicaciones periódicas o las páginas webs imprescindibles
para estar al día en esta disciplina. No creo, en cambio, que tenga sentido añadir mucho más,
ya que ello requeriría engordar notablemente este libro y, por otro lado, en buena medida no
haría sino replicar la labor que ya han hecho otros. En cualquiera de las obras generales que se
citan a continuación se puede encontrar información bibliográfica más detallada. También se
puede encontrar esa bibliografía y materiales de apoyo para la docencia en la página web del
área de Derecho internacional privado de la Universidad Autónoma de Madrid.
P. ABARCA JUNCO et al, Derecho internacional privado, última edición; A. CALVO CARAVACA y J.
CARRASCOSA GONZÁLEZ, Derecho internacional privado, última edición; J. M: ESPINAR VICENTE,
Tratado elemental de Derecho internacional privado, última edición; C. ESPLUGUES MOTA, J.
L. IGLESIAS BUHÍGUES, G. PALAO MORENO, Derecho internacional privado, última edición; J. C.
FERNÁNDEZ ROZAS y S. SÁNCHEZ LORENZO, Derecho internacional privado, última edición; F.
GARAU SOBRINO, Lecciones de Derecho procesal civil internacional, última edición; M.
GUZMÁN ZAPATER (Dir.) Lecciones de Derecho Internacional Privado, última edición M.
VIRGÓS y F. GARCIMARTÍN, Derecho procesal civil internacional. Litigación internacional, 2.ª
ed., 2007; A. RODRÍGUEZ BENOT (Dir.), Manual de Derecho internacional privado, última
edición. Entre los códigos de consulta, el más completo es AAVV Legislación básica de
Derecho internacional privado, 31.ª ed., 2021.
B) Publicaciones periódicas
(i) Españolas
(ii) Extranjeras
Hay algunas que se pueden calificar de imprescindibles, al menos en el ámbito europeo:
Journal of Private International Law, Praxis des Internationalen Privat-und
Verfahrensrecht, Zeitschrift für ausländisches und internacionales Privatrecht, Revue
critique du Droit International privé, Rivista di Diritto internationale privato e
processuale. Otros referentes periódicos son el Recueil des Cours, los Travaux du
Comité français du droit international privé o el Yearbook of Private International Law.
Naturalmente, como en el caso español, una buena parte de los trabajos se publican
también en revistas de áreas próximas.
C) Internet
www.conflictoflaws.net.
www.accursio.com.
www.conflictuslegum.blogspot.com.
www.pedrodemiguelasensio.blogspot.com.
www.blogs.uab.cat/adipr.
www.hcch.nl.
www.eda.admin.ch/eda/fr/home/topics/intla/intrea/chdep/miscel/cvlug2.html (sobre el
Convenio de Lugano).
www.fernandezrozas.com.
www.eapil.org/blog.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO PRIMERO INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO PRIMERO
INTRODUCCIÓN
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO PRIMERO INTRODUCCIÓN
TEMA 1 EL DERECHO INTERNACIONAL PRIVADO
TEMA 1
1.1. Si contemplamos el mapa político del mundo, lo primero que percibimos es su división
territorial. A cada Estado le corresponde una parcela de territorio, dentro de la cual es
soberano. Desde el punto de vista jurídico-privado, esto tiene una triple consecuencia: (a) Cada
Estado tiene sus leyes, mediante las cuales se asignan en abstracto derechos, obligaciones y
cargas a las personas; (b) cada Estado tiene su poder jurisdiccional, encargado de resolver los
litigios concretos sobre la titularidad individual de esos derechos, obligaciones y cargas; (c) y
cada Estado garantiza la implementación coactiva de las decisiones de sus tribunales dentro de
su territorio. El mundo en que vivimos sigue basado en la territorialidad. El Estado y el Derecho
privado (y también el público) están aferrados a un territorio. Por eso, aunque luego iremos
matizando la frase, el punto de partida de esta disciplina es el fraccionamiento jurídico.
Ejemplo. El Estado español tiene su propio ordenamiento jurídico, que distribuye, en abstracto,
derechos, obligaciones y cargas; tiene sus propios tribunales, encargados de atribuir en concreto (i.e.
a unos sujetos individualizados y en relación con un conflicto particular) esos derechos y obligaciones;
y además, tiene autoridades públicas que se encargan de implementar coactivamente estas decisiones
dentro de su territorio, i.e. España. Lo mismo puede decirse de todos demás Estados del mundo.
1.2. Imaginemos, por un momento, que las comunidades políticas estatales viviesen en
completa autarquía, sin ningún tipo de relación con el exterior. Como en una isla en medio del
océano. En este escenario, no cabría ninguna duda de que los ciudadanos de cada Estado
quedarían sujetos al ordenamiento jurídico, a los tribunales y a la fuerza ejecutiva de su propio
Estado. Así, dentro de un Estado cualquiera, por ejemplo el novelístico Ruritania, las relaciones
contractuales, extracontractuales, matrimoniales, paterno-filiales, etcétera, quedarían sujetas
al Derecho de Ruritania, los litigios derivados de ellas se resolverían ante las autoridades
judiciales de Ruritania y la implementación coactiva de las decisiones de dichas autoridades se
llevaría a cabo dentro del territorio de Ruritania. En un mundo así, no habría lugar para el
Derecho internacional privado.
1.3. Este no es, afortunadamente, el mundo en que vivimos. Aunque hay Estados más
permeables que otros, hoy en día un volumen importante de nuestras relaciones sociales o
económicas son transfronterizas. De hecho, el «sector exterior» va ocupando cada vez más
parcelas de la vida de las personas: ya nos hemos acostumbrado al consumo de bienes o
servicios de empresas extranjeras o a los matrimonios entre ciudadanos de distinta
nacionalidad. Por utilizar el lenguaje clásico de los manuales de la disciplina, cada vez es más
habitual que en los contratos, en los daños extracontractuales o en las relaciones familiares nos
encontremos con uno o varios «elementos de extranjería». Esta circunstancia particulariza un
sector del ordenamiento, el Derecho internacional privado (desde ahora, DIPr), que es el que
constituye el objeto de esta obra.
1.4. El objeto del DIPr son las relaciones privadas internacionales. Este concepto se puede
descomponer en dos elementos. Por un lado, el DIPr se ocupa principalmente de relaciones de
Derecho privado: contratos, obligaciones extracontractuales, derechos reales, relaciones
entre cónyuges, sucesiones, etcétera; esto es, relaciones entre particulares en las que ninguna
de las partes actúa revestida con poder estatal o soberano. Cabe, naturalmente, que una parte
sea un ente estatal siempre que se dé esa condición, esto es, que actúe sin las facultades del
poder soberano (i.e., iure gestionis, no iure imperii).
1.5. Por otro lado, y esto es lo que distingue al DIPr de otras ramas del Derecho privado, son
relaciones entre particulares que se desarrollan en un contexto internacional y por
consiguiente, que se vinculan a dos o más ordenamientos jurídicos. En nuestro mundo, como
hemos señalado, concurre una pluralidad de Estados cada uno de ellos con su propio Derecho,
con sus propios tribunales y además, con una limitación territorial del poder coactivo; cada
Estado sólo puede garantizar la implementación coactiva de los derechos subjetivos dentro de
su territorio. Cuando una relación entre particulares presenta vínculos o conexiones con más
de un ordenamiento jurídico surge una serie de problemas particulares y el DIPr es la rama del
Derecho que se ocupa de darles respuesta.
Ejemplos. Se pueden adelantar algunos de los tipos de casos que vamos a analizar en este libro. Por
ejemplo: un contrato de compraventa entre una empresa española y una empresa francesa, un
accidente de tráfico ocurrido en Portugal en el que se ve involucrado un conductor español, un
matrimonio entre una ciudadana española y un ciudadano marroquí o la sucesión de un ciudadano
británico con bienes inmuebles en España. Todos estos casos implican relaciones jurídicas entre
particulares, que trascienden del ordenamiento jurídico español en la medida en que se vinculan
además con ordenamientos extranjeros. Por eso, puede decirse que las relaciones de las que se ocupa
el DIPr se encuentran en la «intersección» de dos o más ordenamientos jurídicos. Conforme se
globalizan las relaciones socio-económicas, aumenta el área de la intersección.
1.6. El lenguaje es convencional y por lo tanto no tiene sentido, en estos momentos, perder
mucho tiempo en disquisiciones terminológicas. Simplemente basta señalar que se han
ensayado muchas otras fórmulas para hablar de lo mismo, i.e. del objeto o sector de la realidad
del que se ocupa el DIPr: «supuestos de tráfico externo», «supuestos con elemento extranjero»,
«situaciones privadas internacionales», etcétera. A lo largo de este libro intentaré respetar un
compromiso de coherencia y utilizar siempre el término «relaciones privadas internacionales».
Es cierto que hay una zona de penumbra entre ambos conceptos –¿cuándo podemos afirmar
que una conexión es suficientemente relevante para poder calificar un supuesto como
internacional?– o que una relación inicialmente interna puede acabar convirtiéndose en
internacional. Pero también es suficiente, por ahora, con tener una idea tentativa de la
diferencia entre ambos tipos de relaciones. Basta con arrancar de la definición, tomada del
legislador alemán, de que relaciones privadas internacionales son aquellas relaciones privadas
«que presentan una vinculación con el Derecho de un Estado extranjero». Elucubrar ahora y en
abstracto sobre cuál es esa «vinculación» no conduce muy lejos.
1.8. Por último, no está de más, en esta fase introductoria, hacer una mención a los llamados
«conflictos internos». Hay países, como España, el Reino Unido, Australia, Canadá o los
EEUU, donde coexisten distintas unidades territoriales con diferentes regímenes jurídico-
privados (e incluso, en buena parte de ellos, con diferentes órdenes jurisdiccionales). En estos
«sistemas pluri-legislativos» se plantean situaciones análogas a las que acabamos de describir,
esto es, relaciones entre particulares que se vinculan a dos o más de los regímenes internos
que concurren dentro del cada Estado. Para referirse a estas situaciones se suele utilizar, en la
doctrina española, la expresión «conflictos internos» y para referirse a la rama del
ordenamiento que se ocupa de ellos, la expresión «Derecho interregional» o «interterritorial».
Ejemplo. Las reglas aplicables al régimen económico matrimonial son diferentes en el Código Civil
(LEG 1889, 27) y en el Derecho catalán. Imaginemos a una persona de vecindad civil común que
contrae matrimonio con una persona de vecindad civil catalana. Esta situación plantea problemas
análogos a los de una relación privada internacional en la medida en que también presenta vínculos
con dos sistemas o sub-sistemas legales.
1.9. Sobre el contenido del DIPr se ha discutido mucho. También es algo en buena medida
convencional y a lo que no creo que debamos dedicar mucho tiempo ahora. Este libro se ocupa
únicamente de los sectores fundamentales de la disciplina: el Derecho procesal civil
internacional y las normas sobre ley aplicable. Aunque habrá referencias puntuales, no nos
vamos a detener en otros ámbitos que también se vinculan académicamente al DIPr, como el
régimen de nacionalidad y extranjería o el Derecho interregional.
1.10. Para presentar el contenido de los sectores fundamentales de la disciplina basta apelar a
la intuición del lector. Ante una relación privada internacional, las tres preguntas básicas que
se haría cualquier persona con ciertos conocimientos jurídicos son:
(a) En la medida en que la relación se vincula con varios Estados, ¿qué tribunales estatales van
a ser competentes para conocer de un posible litigio derivado de dicha relación?
(b) En la medida en que la relación se vincula con varias leyes estatales, ¿qué ley estatal se va a
aplicar para resolver el fondo del litigio?
(c) Y, por último, ¿qué eficacia va a tener en otros Estados la eventual sentencia dictada por el
juez que haya conocido del litigio?
1.11. Primero nos preguntamos por la jurisdicción estatal competente para conocer de un
litigio derivado de una relación privada internacional (forum) y la respuesta nos la dan las
llamadas normas sobre competencia judicial internacional (CJI). A continuación, nos
preguntamos por la ley aplicable para resolver el fondo del litigio (ius) y la respuesta nos la dan
–fundamentalmente– las llamadas «normas sobre ley aplicable» o «normas de conflicto»
(NdC). La solución a esta pregunta es una ley estatal: la ley española, la francesa, la brasileña o
la marroquí, por ejemplo. Y, por último, nos preguntamos por la eficacia extraterritorial de las
resoluciones judiciales y la respuesta nos la dan las normas sobre reconocimiento y
ejecución de resoluciones extranjeras (RyE). Estas tres preguntas conforman el núcleo
esencial de la disciplina.
Ejemplo. Para ilustrar estas tres cuestiones podemos utilizar uno de los ejemplos citados
anteriormente. Tomemos el supuesto del accidente de tráfico causado por un ciudadano español en
Portugal. La víctima pretende plantear una reclamación judicial solicitando la indemnización de los
daños sufridos. Las tres cuestiones básicas que se presentan a su abogado son: (a) ¿Dónde puede
plantear la demanda, ante los tribunales españoles o ante los tribunales portugueses? las normas
sobre CJI son las encargadas de responder a esta cuestión. (b) ¿Qué ley se va a aplicar a la
responsabilidad por los daños, la ley española o la ley portuguesa? las normas sobre ley aplicable o de
conflicto, NdC, son las encargadas de responder a esta cuestión. (c) En el caso de que pudiese
plantear la demanda ante los tribunales portugueses, ¿una eventual sentencia portuguesa de condena
podría, y bajo qué condiciones, ejecutarse en España, que es donde el responsable tiene sus bienes?
Las normas sobre RyE son las encargadas de responder a esta cuestión.
Advertencia. Diferencia entre CJI y Ley aplicable, las «dos puertas» del DIPr. Es importante
subrayar desde ahora mismo la diferencia entre la competencia judicial internacional (forum) y la ley
aplicable (ius) (vid., por ejemplo, STS de 17 de febrero de 2021). El Derecho se encarga, básicamente,
de resolver problemas sociales típicos y por consiguiente, desde una perspectiva ex ante, de organizar
las conductas de los individuos. Para ello replica el mundo real en un mundo virtual: el «mundo
jurídico». El mundo jurídico es un mundo de derechos, obligaciones y cargas. Tiene sus propias reglas
de funcionamiento: las personas, los bienes, el tiempo o el espacio son distintos de los del mundo real.
Así, por ejemplo, en el mundo real no existen las personas jurídicas, en el otro sí; no existen los bienes
intangibles, en el otro sí; el tiempo es lineal, en el otro se puede volver atrás, etc. El legislador diseña
el mundo jurídico y el aplicador se encarga de proyectarlo sobre el mundo real. Pues bien, el problema
es que en el tráfico internacional no hay uno, sino muchos mundos jurídicos: cada legislador ha creado
el suyo. Para saber en qué mundo jurídico vamos a encontrar la respuesta a un problema social hay
que pasar una primera puerta: la de los tribunales competentes y, a continuación, una segunda: la
de la ley aplicable. Las normas sobre CJI nos dicen si los tribunales españoles van a ser
competentes para conocer de un determinado litigio. En caso de una respuesta afirmativa, las
normas sobre ley aplicable o NdC nos dicen qué ley estatal va a aplicar el juez español para
resolver el fondo del litigio, la española o una ley extranjera y cuál en concreto. Nada obsta,
por chocante o exótico que pueda parecernos ahora, para que un juez español deba resolver el fondo
del litigio aplicando una ley extranjera, por ejemplo, la ley inglesa, la ecuatoriana o la de Corea del
Sur. Es simplemente un problema de información y ya veremos de qué mecanismos de información
dispone para conocer el contenido de estas leyes.
1.12. La sistemática de esta obra se explica a partir de esas tres cuestiones. En el Capítulo II
(temas 2-19) analizaremos las cuestiones de naturaleza procesal, esto es, fundamentalmente, el
régimen de competencia judicial internacional (cuestión 1) y de reconocimiento y ejecución de
resoluciones judiciales (cuestión 3), además de algunos otros problemas que pueden surgir
durante el desarrollo del proceso, como la práctica de una notificación o de una prueba en el
extranjero; mientras que en el Capítulo III (temas 20-33) analizaremos las normas sobre ley
aplicable. En algunos temas, por ejemplo en el ámbito de las obligaciones alimenticias, en el
ámbito sucesorio o en el ámbito concursal, se analizarán de forma integrada los tres sectores,
por las razones que hemos explicado en el Prólogo.
1.13. En esta obra vamos a prestar especial atención, también, a los llamados problemas de
«segundo escalón» de la disciplina. A la hora de resolver los problemas que plantean las
relaciones privadas internacionales no basta con remitir el caso a unos tribunales estatales
determinados o a una ley nacional determinada, sino que en ocasiones es preciso jugar con
varios ordenamientos jurídicos a la vez. Es necesario combinar normas procedentes de
distintos legisladores, trasladar conceptos de un ordenamiento a otro o ajustar instituciones
jurídicas. Esto demanda un esfuerzo interpretativo e incluso creativo de los aplicadores del
Derecho que va mucho más allá de la mera subsunción normativa. El DIPr, en general, exige
una predisposición a la tarea «creativa» del intérprete mayor que la que suele adoptarse
cuando nos ocupamos de las relaciones puramente internas. El legislador, como iremos viendo,
es muy consciente de esto e incluso, en algunas ocasiones, invita expresamente a ello.
1.14. Igual que no existen unos tribunales del mundo o un Derecho privado común a escala
mundial, tampoco existe un DIPr mundial, sino que cada Estado tiene sus propias normas de
DIPr. Esto es lo que se suele calificar como «principio de relatividad» del DIPr: cada Estado
responde de forma independiente a esas tres cuestiones básicas de la disciplina. Esto es, (a)
cada Estado determina si sus tribunales van a ser competentes para resolver los litigios que se
pueden derivar de una relación privada internacional concreta y bajo qué condiciones, i.e. cada
Estado tiene sus normas de CJI. (b) Cada Estado determina la ley que van a aplicar sus
tribunales para resolver el fondo del litigio, i.e. cada Estado tiene sus NdC. (c) Y cada Estado
determina si se van a reconocer y ejecutar las sentencias extranjeras en su territorio y bajo qué
condiciones, i.e. cada Estado tiene sus normas de RyE.
Ejemplo. Siguiendo con el mismo ejemplo del accidente de tráfico, imaginemos ahora que no ha
ocurrido en Portugal sino en Argelia (inmediatamente se entenderán las razones de este cambio). El
punto del que partimos es que el ordenamiento jurídico español nos determina: (a) si van a ser
competentes los tribunales españoles para conocer de una demanda contra el responsable español, y
bajo qué condiciones; (b) de ser competentes, qué ley estatal van a aplicar para resolver el fondo del
litigio; (c) así como, si el caso hubiese sido resuelto por los tribunales argelinos, si la sentencia
argelina va a ser reconocida y ejecutada en España y bajo qué condiciones. Y viceversa. El
ordenamiento jurídico argelino determina: (a) si van a ser competentes los tribunales argelinos para
conocer de la demanda contra el responsable español y bajo qué condiciones; (b) de ser competentes,
qué ley estatal van a aplicar para resolver el fondo del litigio; (c) así como, si el caso hubiese sido
resuelto por los tribunales españoles, si la sentencia española va a ser reconocida y ejecutada en
Argelia, y bajo qué condiciones.
1.15. Pero este principio de relatividad sólo vale como punto de partida. Precisamente para
evitar los inconvenientes que conlleva, en particular que las soluciones sean distintas de un
Estado a otro (por ejemplo, que conforme al DIPr de un Estado, la ley aplicable a la
responsabilidad por daños sea la ley del país donde ha ocurrido el accidente, mientras que para
el DIPr de otro Estado, sea la ley del país donde la víctima reside habitualmente), los Estados
tienden a ponerse de acuerdo para establecer reglas de DIPr comunes o uniformes, o incluso
transfieren la competencia para hacerlo a instituciones supranacionales, como la Unión
Europea (UE). De hecho, como vamos a ir viendo, la mayoría de las reglas de DIPr español se
encuentran en textos de la UE (principalmente reglamentos) o en convenios internacionales.
1.16. Doble manera de contemplar el DIPr. En este libro vamos a estudiar el DIPr español,
que es el que aplican las autoridades españolas. Pese a esto, siempre es importante tener en
cuenta la doble perspectiva desde la que se pueden ver los problemas: la perspectiva del juez
español (o perspectiva nacional) y la perspectiva de los operadores en el tráfico privado
internacional (o perspectiva global). El juez español contempla la situación desde el punto de
vista del Estado español y se plantea qué tutela judicial va a ofrecer a quien se la pide. Esto es,
el juez español se plantea: (a) si va a ser competente para conocer de la demanda; (b) qué ley
estatal ha de aplicar al fondo del litigio; o (c) qué efectos va a dar a una sentencia extranjera.
En esta obra nos vamos a situar fundamentalmente en esta perspectiva. Sin embargo, desde la
posición de los operadores en el tráfico internacional debe tenerse en cuenta no sólo la
perspectiva del juez español, sino también la de los demás Estados implicados, pues la
satisfacción efectiva de sus intereses depende de este análisis global.
Ejemplo: cuando un demandante presenta una demanda ante nuestros tribunales, el juez aplicará el
DIPr español para decidir si es competente o no. Al juez español, en principio, no le preocupa más. No
obstante, si el patrimonio del demandado se localiza en otro Estado, el actor deberá tener en cuenta el
DIPr de ese Estado para determinar si la eventual sentencia española favorable va a poder ejecutarse
allí sobre ese patrimonio, pues si no va a serlo, o hay riesgo de que no lo sea, la tutela que le ofrece el
juez español puede resultar infructuosa. En tal caso, al actor le conviene soportar los mayores costes
que puede suponer el acceso a los tribunales de ese otro Estado, para, a cambio, asegurarse la
inmediata realización de lo juzgado. Ello hace necesaria una evaluación previa de las respuestas de
ambos ordenamientos (el español y el extranjero) para después decidir en función de los resultados
anticipables dónde pleitear. Este es el punto de vista en el que se colocan los operadores –o sus
abogados– en el tráfico internacional. Sobre esto volveremos más tarde.
1.17. Como hemos adelantado ya, en el ordenamiento jurídico español una gran parte de las
normas de DIPr se encuentra en textos europeos o en convenios internacionales. Este es un
rasgo distintivo del DIPr contemporáneo. Lo que también provoca uno de los mayores
inconvenientes de esta disciplina: su dispersión normativa. Las normas de DIPr se hallan
muy repartidas y además en textos de muy distinta naturaleza. Es, por ello, importante hacer
algunas consideraciones preliminares sobre este aspecto. Siguiendo un orden tradicional,
vamos a predicar estas consideraciones de la Constitución, del Derecho europeo, de los
Convenios internacionales y del Derecho interno.
1.18. Constitución. La única referencia expresa que contiene la Constitución a los conflictos
de leyes está en el artículo 149.1.8.º, que atribuye una competencia exclusiva al Estado «para
resolver los conflictos de leyes», i.e. para resolver los problemas que plantea la pluralidad
normativa (sobre el alcance de este precepto, vid. entre otras, STC 93/2013 o 157/2021). Al
margen de este dato, la Constitución ha jugado un papel relevante en nuestra disciplina
durante algunos años. La razón fue puramente coyuntural: bastantes normas del DIPr español
eran anteriores a la Constitución y ha sido preciso llevar a cabo una labor de depuración
constitucional del sistema.
Ejemplo. Uno de los ejemplos más elocuentes nos lo ofrece la Sentencia del Tribunal Constitucional
(TC) 39/2002, de 14 de febrero. El artículo 9.2 CC, tal y como estaba redactado antes de la Ley
11/1990, contenía una norma de conflicto según la cual el régimen económico matrimonial se sometía
a la ley nacional del marido al tiempo de la celebración del matrimonio. Así, por ejemplo, en el
supuesto de un matrimonio entre una mujer española y un hombre alemán, se aplicaba la ley alemana
para determinar el régimen económico de dicho matrimonio. El TC, al igual que antes otros tribunales
constitucionales europeos, ha afirmado que dicha solución es contraria a los artículos 14 y 32 de la
Constitución por su carácter discriminatorio al dar preferencia, sin motivo alguno, a la ley del marido
(vid. también STS de 14 de septiembre de 2009, en relación con el anterior artículo 14.4 CC que
establecía que la mujer casada seguía la vecindad civil del marido).
Una vez cumplida esta labor de depuración, el papel de la Constitución en nuestra disciplina,
sin discutir su relevancia jerárquica, va siendo menor. Las normas de DIPr no son normas
constitucionales. Naturalmente, como cualquier otra norma del ordenamiento, están sujetas a
los límites establecidos por la Constitución y los valores constitucionales son un referente
hermenéutico imprescindible para, por ejemplo, resolver ambigüedades, colmar lagunas o
concretar las cláusulas generales. Pero hay que ser cuidadosos para evitar, sobre todo en el
ámbito del Derecho privado, convertir en cuestiones constitucionales lo que son meras
cuestiones de legalidad ordinaria.
1.22. Derecho interno. Por último, junto a las normas europeas y convencionales, hay normas
de DIPr contenidas en textos internos como el Código Civil, la Ley Orgánica del Poder Judicial o
la Ley de Cooperación Jurídica Internacional. Por contraste con las anteriores, éstas se suelen
calificar como DIPr interno o autónomo.
1.23. De esta pluralidad normativa es importante extraer ahora dos consecuencias prácticas.
(a) Primera: la necesidad de ser muy cuidadosos a la hora de identificar el texto aplicable.
La pluralidad de fuentes normativas exige un esfuerzo notable de los aplicadores del Derecho,
quienes tienen que acostumbrarse a trabajar con muchos textos de distinta naturaleza y a
desentrañar cómo se relacionan entre sí. Por eso es importante prestar siempre atención a las
reglas que delimitan los ámbitos de aplicación material, territorial y temporal de cada
instrumento normativo, incluidas las cláusulas de compatibilidad comunes en algunos textos
convencionales, i.e. las cláusulas convencionales que nos indican cómo se relaciona un texto
con los demás, y a los criterios generales sobre concurrencia normativa: lex superior, lex
specialis y lex posterior. Intentaré ser muy preciso en cada tema sobre este aspecto, pues los
errores aquí pueden tener consecuencias nefastas.
(b) Segunda: la necesidad de ser muy cuidadosos también a la hora de interpretar los textos.
La naturaleza de cada texto condiciona el juego de los cánones hermenéuticos. Los conceptos,
por ejemplo, que se utilizan en los textos supranacionales tienen su propio contexto, diferente
del de las normas de Derecho interno. Es importante tener en cuenta esto para evitar
extensiones automáticas de las conclusiones interpretativas de éstas a aquéllos y viceversa.
1.24. Para cerrar esta breve presentación del DIPr puede resultar útil añadir dos
consideraciones metodológicas sobre esta disciplina.
1.25. El DIPr tiene por objeto regular las relaciones privadas que tienen lugar en un contexto
internacional. Lo que caracteriza estas relaciones es que se desarrollan «a la sombra» de un
mundo jurídicamente fraccionado. Esto explica que el contenido de este sector del
ordenamiento esté informado por una doble lógica: una lógica de Derecho privado y una
lógica de internacionalidad.
1.26. Por un lado, el DIPr es Derecho privado y en este sentido, debe responder a la «lógica
del Derecho privado». Su objeto inmediato son las relaciones entre particulares, lo que
implica que las normas de DIPr distribuyen derechos y deberes –o cargas– entre individuos.
Quienes padecen directamente las consecuencias de las normas de DIPr no son los Estados
sino los propios particulares: el divorcio de dos ecuatorianos que viven en España es
fundamentalmente un problema suyo, no del Estado español y del Estado ecuatoriano. En
general, puede afirmarse que la sujeción a una u otra jurisdicción estatal o la aplicación de una
u otra ley nacional son consecuencias que sufren directamente los particulares implicados y
sólo indirectamente los Estados. En esta medida se comprende que el DIPr responda, ante
todo, a una lógica de Derecho privado. Es por ello por lo que los principios normativos, el
sistema conceptual y las estructuras argumentales deben ser análogos a los que informan las
otras ramas del Derecho privado. Otra conclusión iría contra la naturaleza de las cosas y contra
la misma esencia del ordenamiento jurídico como «sistema».
1.27. Pero lo que caracteriza el DIPr es que esa distribución de derechos y deberes entre
particulares se debe realizar en un entorno muy peculiar, un entorno donde concurren otros
Estados. Mientras que en las relaciones privadas puramente internas el legislador nacional
disfruta de una situación de monopolio y, en consecuencia, puede elaborar la regulación
normativa que considere más adecuada, así como asegurar su implementación coactiva, en las
relaciones privadas internacionales el legislador está en una situación de concurrencia con
otros legisladores. En el objeto de nuestra disciplina, la posición del legislador nacional no es
monopolística, sino concurrencial. Por ello, junto con esa lógica de Derecho privado, el DIPr
responde al mismo tiempo a una «lógica de internacionalidad». El legislador nacional y los
aplicadores del Derecho, al regular las relaciones privadas internacionales, deben ser
conscientes de que no están solos sino de que concurren con otros legisladores, cada uno de
ellos con su propio Derecho sustantivo, con su propia organización jurisdiccional y con el
monopolio de implementación coactiva dentro de su respectivo territorio. Por eso, la «óptica»
para desarrollar esa «lógica de Derecho privado» no es la óptica nacional, sino la óptica
internacional.
1.28. La combinación de ambas lógicas nos permite entender, desde ahora mismo, todas las
consecuencias que en el sector del DIPr se van a derivar de uno de los principios básicos del
Derecho privado, el principio de auto-responsabilidad. Así, vamos a ver que es perfectamente
razonable (i) que cuando un nacional español viaja a un país extranjero y causa un daño allí,
quede sujeto a la jurisdicción y a la ley de ese país en cuanto a su responsabilidad
extracontractual; (ii) que cuando una empresa española constituye una hipoteca sobre un bien
inmueble que tiene en un país extranjero, quede sujeta a la jurisdicción y a la ley de ese país a
la hora de fijar el contenido del derecho real de garantía; o (iii), por ejemplo, que cuando un
nacional español contrae matrimonio con un nacional extranjero y los cónyuges establecen la
residencia habitual común en el país de este último, el régimen económico matrimonial no
venga determinado por la ley española sino por la ley del país de residencia.
Cuestión particular: la especialización geográfica. Uno de los rasgos característicos del DIPr
contemporáneo es su especialización geográfica. Casos que si los contemplamos exclusivamente
con los lentes del Derecho privado podríamos considerar similares, van a ser resueltos de forma
distinta en función de los países con los que se vinculan. Una sentencia de divorcio proveniente de
China (a la cual se aplica un convenio bilateral) tiene un régimen distinto del de una sentencia de
divorcio idéntica, pero proveniente de Finlandia (la cual quedará sujeta a un reglamento europeo).
Frente a la quiebra de una empresa española, la posición conflictual de un acreedor pignoraticio
sobre un bien en Noruega va a ser distinta de la de otro acreedor pignoraticio, si el bien se halla en
Suecia. La diferenciación, muy extendida entre la doctrina, entre un DIPr ad intra (i.e. para los
litigios intra-europeos) y un DIPr ad extra (i.e. para los litigios extra-europeos) es el fruto más
acabado de ese proceso. Estos resultados son difíciles de justificar en pura lógica de Derecho
privado, pero no en esa lógica de internacionalidad.
1.30. Pues bien, esto mismo vale para el DIPr: el DIPr debe ser un derecho facilitador de las
transacciones exteriores. La función del DIPr es servir de puente o de canal de comunicación
entre ordenamientos jurídicos. En un mundo fraccionado jurídicamente, una de las funciones
primordiales del DIPr es, por ejemplo, evitar las situaciones claudicantes y asegurar la
continuidad geográfica de los derechos subjetivos (vid. STC 127/2013). Esto es, que las
fronteras jurídicas no sean un obstáculo para la consecución de los objetivos vitales de las
personas cuando estos pasan por relacionarse con individuos, empresas o personas vinculados
a otros ordenamientos jurídicos. Esta es la actitud con la que debemos abordar la disciplina.
1.31. Esta función facilitadora explica también la visión del DIPr como una suerte de Derecho
de la competencia entre ordenamientos jurídicos. Como ya hemos apuntado, en gran
medida los sujetos pueden escoger los tribunales estatales y/o las leyes nacionales aplicables a
los diferentes aspectos de sus relaciones socio-económicas. La diversidad de ordenamientos
jurídicos ofrece una pluralidad de opciones a los operadores (un «mercado de leyes»).
Ejemplo. Hoy en día es perfectamente posible que una empresa tenga su administración central y sus
fábricas en España, se haya constituido como sociedad bajo la ley inglesa, obtenga financiación en el
mercado norteamericano (i.e. emitiendo títulos de deuda bajo ley de Nueva York), haya prestado
garantías sobre instrumentos financieros depositados en Suiza (bajo ley suiza) y escoja la ley alemana
como la ley aplicable a todos sus contratos de venta de mercaderías. En buena medida, el juego de la
autonomía de la voluntad se está extendiendo también al Derecho de familia. A la hora de planificar
una transacción internacional, los operadores han de tener en cuenta esa diversidad normativa no sólo
para prevenir los riesgos que conlleva sino también para beneficiarse de sus ventajas. En palabras del
propio TS (STS de 6 de febrero de 2014: «La posibilidad de que ciudadanos y empresas elijan entre
respuestas jurídicas diferentes cuando en una relación jurídica existen contactos con diversos
ordenamientos es una realidad y el Derecho internacional privado ha de buscar cada vez más normas
de compatibilidad entre distintos ordenamientos jurídico en vez de normas de supremacía que
impongan un solo punto de vista»).
En este escenario, el DIPr ofrece las reglas de coordinación y competencia entre los distintos
ordenamientos jurídicos. Se encarga de potenciar el juego de la autonomía de la voluntad
donde el «mercado de leyes» funcione bien, pues ello conducirá a las soluciones más eficientes,
y de corregir el juego libre del mercado donde tenga «fallos», por ejemplo, donde existan
asimetrías entre las partes, racionalidad limitada o externalidades negativas. Aunque no sea
esta la luz –en general– bajo la cual vamos a desarrollar el análisis de la disciplina, sí que es
importante tenerla en cuenta por su enorme trascendencia práctica: en buena medida, viendo
así las cosas es como los juristas podemos añadir valor a las transacciones.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO PRIMERO INTRODUCCIÓN
TEMA 1 EL DERECHO INTERNACIONAL PRIVADO
APÉNDICE. ANÁLISIS DE UN CASO TÍPICO: EJEMPLOS Y ESQUEMAS DE SOLUCIÓN
STS de 14 de octubre de 2014: Un ciudadano chino, Mr. A, presta 100.000 euros a otro ciudadano
chino, Mr. B. El contrato se celebra en China, en 2007. Posteriormente, Mr. B (el deudor) se traslada a
vivir a España. Ante la negativa de éste a devolver el préstamo alegando que han transcurrido más de
dos años desde la fecha de vencimiento y conforme a la ley china ello supone la prescripción de las
acciones contractuales, el acreedor se plantea reclamar judicialmente la deuda.
▪ Competencia judicial internacional (primera puerta). Dónde puede al acreedor plantear una demanda
por incumplimiento contractual, ¿ante los tribunales españoles o ante los tribunales chinos? Análisis. La
posible competencia de los tribunales españoles vendrá determinada por las normas de CJI españolas; la
posible competencia de los tribunales chinos, por las normas de CJI de este país. En esta obra sólo nos
interesan las primeras: las normas que determinan la CJI de los jueces españoles.
▪ Ley aplicable (segunda puerta). ¿Qué ley estatal va a regir el contrato y, por consiguiente, el régimen
aplicable a la prescripción de la acción? Análisis. De nuevo, la respuesta depende. Si la demanda se plantea
ante los tribunales españoles, y estos son competentes conforme a nuestras normas de CJI, la ley aplicable será
la que determinen las NdC españolas. Si la demanda se plantea en China, la que determinen las NdC chinas.
Aquí sólo vamos a estudiar las primeras: ¿Qué ley nacional, la española o la china o cualquier otra, va a aplicar
el juez español para resolver el fondo del litigio y, en concreto, para determinar si la acción contractual ha
prescrito o no?
▪ Reconocimiento y Ejecución. Si la demanda se ha planteado finalmente ante los tribunales chinos, ¿si y
bajo qué condiciones dicha sentencia va a producir efectos, i.e. va a ser reconocida y ejecutada, en España,
donde el deudor posiblemente tenga su patrimonio? Análisis. La eficacia de una sentencia extranjera en
España dependerá de las normas sobre RyE españolas. La eficacia en otros Estados, dependerá de sus
respectivas normas sobre RyE.
Una empresa francesa del sector eléctrico publica ciertas noticias en el mercado español en relación
con una empresa española competidora. La empresa española entiende que dichas noticias constituyen
un acto de competencia desleal y se plantea acudir ante los tribunales para solicitar una
indemnización. Las tres preguntas básicas que nos haríamos serían:
▪ Competencia judicial internacional. ¿Dónde puede la empresa española plantear su reclamación, ante los
tribunales españoles o ante los tribunales franceses? Naturalmente, su interés primordial es obtener una
medida cautelar que ordene provisionalmente la interrupción de tales actuaciones, ¿Qué tribunales serían
competentes para dictarla? La posible competencia de los tribunales españoles vendrá determinada por las
normas de CJI españolas y la posible competencia de los tribunales franceses, por las normas de CJI francesas.
En este caso, hay un régimen común vigente en ambos países establecido por un reglamento europeo, que
garantiza la uniformidad de las respuestas.
▪ Ley aplicable. ¿Qué ley estatal va a regir la responsabilidad extracontractual de la empresa francesa, la ley
española o la ley francesa? La respuesta a esta pregunta también va a coincidir en ambos ordenamientos pues
deriva de otro reglamento europeo.
▪ Competencia judicial internacional. ¿Qué tribunales van a ser competentes para conocer de dichas
acciones, los tribunales españoles, los tribunales franceses, los tribunales de Colombia o incluso los tribunales
de Panamá? La posible competencia de los tribunales españoles vendrá determinada por las normas de CJI
españolas y la posible competencia de los tribunales colombianos o panameños, por sus normas de CJI. En este
caso, no hay ningún convenio internacional que establezca un régimen común con ambos Estados. Sí que hay,
en cambio, un Reglamento europeo que establece reglas comunes para determinar la CJI de los tribunales
españoles o franceses.
▪ Ley aplicable. ¿Qué ley estatal va a regir el divorcio? ¿Qué ley estatal va a regir la disolución del régimen
económico matrimonial? ¿Y qué ley estatal va a regir la atribución de la guarda y derechos de visita de las
hijas? Las respuestas a estas preguntas van a depender de las NdC de cada Estado. No hay, tampoco, un
régimen común con Colombia o Panamá. Si, en cambio, con Francia
El último ejemplo, también real, es algo más novelesco. Un español, residente en Vigo, casado y con
dos hijos, decide emigrar a Costa Rica. Su familia permanece en España. Al cabo de dos años, obtiene
una sentencia de divorcio ante las autoridades costarricenses y seguidamente contrae un segundo
matrimonio con una nacional de este país. La pareja decide entonces trasladarse a Nueva York. Aquí
tienen dos hijos y viven, al parecer felizmente tanto en lo personal como en lo económico, hasta que él
fallece. El caudal hereditario se reparte entre Nueva York y España, donde el fallecido era propietario
de varios inmuebles y de cuantiosos depósitos bancarios. La segunda mujer es designada albacea en
Nueva York y hace un reparto de los bienes conforme al testamento hecho por su marido. En este
testamento no se respetan las legítimas de los hijos del primer matrimonio, lo que lleva a éstos a
plantearse la posibilidad de reclamar judicialmente su cuota hereditaria. Las tres preguntas básicas
que nos haríamos serían:
▪ Competencia judicial internacional. ¿Qué tribunales van a ser competentes para conocer de dicha
reclamación, los tribunales españoles, los tribunales costarricenses o los tribunales del Estado de Nueva York?
La posible competencia de los tribunales españoles vendrá determinada por las normas de CJI españolas y la
posible competencia de otros tribunales, por sus normas de CJI respectivas. En este caso, tampoco hay ningún
convenio internacional que establezca un régimen común para los tres Estados.
▪ Ley aplicable. ¿Qué ley estatal va a regir la sucesión, la ley española, la ley costarricense o la ley
neoyorquina? La respuesta a esta pregunta va a depender de las NdC de cada Estado. No hay, tampoco, un
régimen común.
▪ Reconocimiento y Ejecución. Si la demanda se ha planteado finalmente ante un juez español, el régimen
de RyE de la sentencia española en EEUU dependerá de sus reglas (en concreto, de las vigentes en el Estado
de Nueva York) y viceversa: si los hijos del primer matrimonio optan por plantear la demanda ante los
tribunales estadounidenses, los efectos de la sentencia en España quedarán sujetos a las normas de RyE
españolas.
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11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
CAPÍTULO SEGUNDO
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11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 2 INTRODUCCIÓN. EL DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 2
2.1. Cada vez es más común que los litigios civiles presenten vínculos con dos o más Estados y
que, por consiguiente, nos encontremos con procesos en los que alguno de sus elementos,
como las partes, las pruebas o el patrimonio objeto de ejecución, se «localice» en el extranjero.
Esta circunstancia plantea problemas de internacionalidad procesal. Los problemas de
internacionalidad procesal constituyen el objeto propio del Derecho procesal civil internacional
(DPCI). Por razones académicas, este sector del ordenamiento se incluye dentro del DIPr.
2.2. Desarrollando algo más el ámbito del DIPr, tal y como lo hemos definido en el tema
anterior, el tratamiento de los problemas procesales de esta disciplina se puede agrupar en
tres grandes áreas temáticas: Competencia judicial internacional (CJI), cuyo objeto es
determinar cuándo van a ser competentes los tribunales de un determinado Estado para
resolver un litigio internacional. Reconocimiento y ejecución de decisiones extranjeras (RyE),
cuyo objeto es determinar qué efectos van a tener las decisiones de autoridades extranjeras y
cómo puede procederse a su ejecución cuando el deudor o sus bienes se encuentran en otro
Estado. Y desarrollo del proceso con elementos transfronterizos, donde se incluyen aquellas
cuestiones específicamente procedimentales que plantean estos litigios, notificaciones u
obtención de pruebas en otro Estado, por ejemplo. Por seguir un desarrollo lineal de los
problemas, estudiaremos primero las reglas de CJI (temas 3-14), a continuación, los problemas
de internacionalidad procesal que surgen durante el desarrollo del proceso (temas 15-16) y, por
último, el régimen de RyE (temas 17-18).
Ejemplo. (SAP de Madrid, de 15 de febrero de 2012). CMS Dental ApS es una sociedad danesa que
vendió a una empresa española una partida de lámparas destinadas al uso dental por profesionales. El
material suministrado resulta defectuoso por lo que la empresa española se plantea demandar a la
empresa danesa. Si la demanda se plantea en España, las normas de CJI nos determinarán si los
tribunales españoles van a ser competentes o no para conocer del litigio. Esta cuestión, y los
problemas conexos, la estudiaremos en los temas 3 a 14. Durante el proceso puede surgir la necesidad
de llevar a cabo actos de comunicación en Dinamarca o de practicar allí determinadas pruebas. Esta
cuestión la estudiaremos en los temas 15 y 16. Por último, si quien plantea la demanda es la empresa
danesa en su país y obtiene una sentencia favorable, los problemas especiales que plantea el
reconocimiento de dicha sentencia en España los estudiaremos en los temas 17 y 18.
2.3. Debe tenerse en cuenta que el DPCI es «internacional» en cuanto a su objeto, i.e. los
problemas de internacionalidad procesal, pero es Derecho nacional en cuanto a su
naturaleza. Al igual que no existe un DIPr mundial, tampoco existe un DPCI mundial, sino que
cada Estado tiene su propio sistema. Naturalmente, esto no impide que los Estados se pongan
de acuerdo, a través de convenios internacionales, para establecer ciertas reglas comunes en
este ámbito; o que se integren en organizaciones regionales, como la Unión Europea, y
atribuyan competencia legislativa sobre estas materias a instituciones supranacionales. Como
vamos a ir viendo, esto es lo que sucede en gran medida en nuestro Derecho positivo.
2.4. La función del DPCI es proporcionar una tutela judicial internacional efectiva. Para
entender lo que esto supone debemos partir de una evidencia: el DPCI es ante todo Derecho
procesal y, como tal, está llamado a desempeñar la función última que debe cumplir todo el
Derecho procesal: asegurar una tutela judicial efectiva (artículo 24 Cont. Esp.). Nuestra
Constitución reconoce este derecho tanto a los nacionales como a los extranjeros y, además,
reconoce a todos los particulares una esfera de libertad privada que comprende también la
dimensión internacional: el derecho a contraer matrimonio o a celebrar un contrato no se limita
al ámbito interno, sino que abarca también el ámbito internacional. Pues bien, el cometido
específico del DPCI sería asegurar la tutela judicial efectiva de los derechos e intereses
legítimos que se derivan de estas relaciones; esto es, debe encargarse de garantizar una
protección transfronteriza efectiva de los derechos subjetivos entre particulares. Así lo
proclama expresamente la LCJI.
2.5. A la hora de cumplir esta función, lo primero que debe advertirse es que el contexto
internacional no modifica el contenido del derecho constitucional a la tutela judicial, pero sí la
forma de prestar esa tutela por el Estado. En el ámbito interno, el Estado puede asegurar a los
particulares una tutela judicial efectiva de sus derechos e intereses legítimos: puede asegurar
el acceso a los tribunales, la regularidad de las notificaciones, la práctica de pruebas y la
ejecución de las sentencias. Sin embargo, en el ámbito internacional no ocurre lo mismo: los
derechos e intereses legítimos surgen en relaciones internacionales o transfronterizas, pero
cada Estado sólo puede asegurar dicha tutela dentro de su propio territorio. La oferta de una
tutela eficaz exige partir necesariamente de los condicionamientos que para el Estado se
derivan del fraccionamiento territorial y establecer mecanismos que los superen.
2.6. A partir de aquí se puede entender mejor la idea de que la tutela judicial internacional se
presta de dos formas: (a) a través de un proceso de cognición en España, en el que se solicita
del juez nacional una resolución mediante la que declare un derecho, constituya o modifique
una relación o imponga una prestación (= tutela por declaración); o (b) a través del
reconocimiento u homologación en España de la resolución adoptada por un tribunal
extranjero declarando ese derecho, constituyendo o modificando esa relación o imponiendo esa
prestación (= tutela por reconocimiento). Es fácil comprender que cuando una relación se
concentra fáctica y jurídicamente en un Estado extranjero, la protección de los derechos de las
partes o de los interesados no se ofrecerá tanto a través de un mecanismo de cognición directa
por nuestros tribunales (que son los tribunales de España, no del mundo), sino indirectamente,
garantizando la cooperación con los tribunales del Estado extranjero, por ejemplo practicando
aquí las notificaciones o las pruebas que puedan ser necesarias, y reconociendo en España lo
declarado por ellos. De esta idea se pueden extraer tres consecuencias.
2.7. La primera, que el sistema de CJI, que se corresponde con la «tutela por declaración», y el
sistema de RyE de resoluciones extranjeras, que se corresponde con la «tutela por
reconocimiento», se hallan inextricablemente vinculados, funcionan como un sistema de
«vasos comunicantes» y, por consiguiente, precisan de una regulación coordinada. El elemento
que armoniza ambos sectores del ordenamiento es su función: ambos son mecanismos
diseñados para ofrecer una tutela judicial internacional efectiva. Y así, cuando el sistema de CJI
no considera competentes a los tribunales españoles para conocer de un determinado asunto,
presupone implícitamente la existencia de un tribunal extranjero competente, pues de lo
contrario habría un grave riesgo de denegación de justicia. Por eso, (a) el hecho de no declarar
competentes a los tribunales españoles puede verse como una especie de «remisión implícita»
de la resolución del litigio a un foro extranjero, para luego cooperar con el proceso extranjero
durante su desarrollo y reconocer su decisión en nuestro país. (b) Cuando el ordenamiento
español rechaza el reconocimiento de una decisión extranjera, ello puede implicar la
competencia de nuestros tribunales para resolver ex novo el litigio; esto ocurre cuando no abrir
dicha competencia suponga un riesgo de denegación de justicia.
2.9. La tercera, que precisamente esa vinculación entre ambos tipos de tutela y el principio de
fungibilidad jurisdiccional exige un deber de cooperación internacional. El artículo 3 LCJI,
que hemos citado más arriba, es muy elocuente en este sentido: su título es Principio general
favorable a la cooperación. Si el sistema de CJI «remite» implícitamente al actor a un foro
extranjero, hay una obligación derivada de la coherencia interna del sistema de «cooperar» con
dichos tribunales; «cooperación» que no se limita al eventual reconocimiento de la decisión
extranjera, sino que implica coadyuvar a una buena resolución del litigio en el extranjero:
mediante la tramitación de las notificaciones que deban tener lugar en España o practicando
las pruebas que nos soliciten. Desde este punto de vista se podría hablar una «tutela por
instrucción» como parte integrante de esa tutela por reconocimiento y, por consiguiente,
como parte del derecho a una tutela judicial internacional efectiva. Naturalmente, como
explicaremos en los temas correspondientes, el deber de cooperación se acompaña de las
debidas salvaguardas: la cooperación con Estados extranjeros no es ciega.
2.10. Como hemos visto ya, este esquema nos sirve para entender la sistemática de los
capítulos siguientes. Primero analizaremos las reglas que determinan la CJI de los tribunales
españoles, luego el régimen de cooperación jurídica internacional y, por último, el régimen de
RyE de decisiones extranjera
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 3 LA COMPETENCIA JUDICIAL INTERNACIONAL. CUESTIONES GENERALES
TEMA 3
3.1. El objeto de las normas de competencia judicial internacional (CJI) es determinar si los tribunales
españoles son o no competentes para conocer de un asunto o litigio internacional, esto es, para conocer de
un asunto o litigio que presenta vínculos con otros Estados. Desde la perspectiva de los jueces nacionales,
las reglas de CJI funcionan como «reglas de atribución» en la medida en que sirven para atribuirles
competencia sobre una parte de los litigios internacionales. Desde la perspectiva de los operadores en el
tráfico internacional, las normas de CJI señalan a los futuros litigantes ante qué tribunales estatales
pueden reclamar la tutela de sus derechos subjetivos.
Ejemplo 1. (vid. STS de 10 de noviembre de 1993). Eurofred S.A., empresa española con domicilio social en
Barcelona, contrató con una empresa coreana, Dong Bang Forwarding Co., el transporte de una partida de
microondas desde Busán (Corea del Sur) a Barcelona. La entrega de las mercancías no se produjo, ya que el
contenedor que las transportaba llegó vacío a Barcelona. En este caso, las normas de CJI del Derecho español
determinan si la empresa española puede o no demandar ante los tribunales españoles a la empresa coreana por
incumplimiento contractual. A su vez, para saber si podrá demandarla en Corea del Sur, deberá consultar las
normas de CJI del Derecho coreano.
Ejemplo 2. Una ciudadana española contrae matrimonio en España con un ciudadano brasileño y se trasladan a
vivir a Andorra. Tras varios años de vida común en este país, la mujer regresa a España y decide solicitar el
divorcio. Las normas de CJI del Derecho español le dirán si puede o no solicitarlo ante nuestros tribunales. A su vez,
las normas de CJI del Derecho brasileño le indicarán si puede o no hacerlo en Brasil; y las normas de CJI del
Derecho andorrano, si puede hacerlo en Andorra.
3.2. La mecánica de las reglas de CJI es sencilla: escogen uno de los elementos de la relación privada
internacional y atribuyen competencia a los tribunales españoles cuando ese elemento se conecta o vincula
con nuestro país. Por eso se suele afirmar que las normas de CJI, al igual que las normas de conflicto, son
«Derecho de conexiones»: los criterios de conexión son las partículas elementales, i.e. los
átomos, del DIPr. Así, por ejemplo, vamos a ver cómo los tribunales españoles son competentes, en
general, cuando el demandado tiene su domicilio en España; o en particular, frente a domiciliados en el
extranjero, para conocer de un litigio por daños extracontractuales cuando el daño se padece en el
territorio español. En el primer caso, el legislador escoge como conexión o criterio relevante el domicilio
del demandado y atribuye CJI a los tribunales españoles cuando dicho domicilio se localiza en España. En
el segundo caso, el legislador escoge el lugar donde se padece el daño como criterio relevante y atribuye
también CJI a los tribunales españoles para conocer de la responsabilidad derivada de los daños padecidos
en España si el demandado tiene su domicilio en el extranjero.
3.3. El efecto directo de las reglas de CJI es fijar la competencia de los tribunales de un Estado. No
obstante, la afirmación de la CJI de esos tribunales acarrea una serie de efectos indirectos, que tienen
una enorme relevancia:
(a) En primer lugar, dado que los sistemas de DIPr no están armonizados a escala global, decidir el foro
competente significa decidir el sistema de DIPr aplicable (el llamado «sistema de referencia») y, con él, el
Derecho procesal y el Derecho material aplicables al litigio. Por eso se ha dicho que, en el contexto
internacional, cualquier juicio prospectivo sobre la ley material aplicable descansa sobre un juicio
prospectivo previo relativo a la jurisdicción competente.
(b) En segundo lugar, las reglas de CJI determinan también la distribución de los costes de
internacionalidad procesal. La carga de acudir a un foro extranjero (sea como actor o como
demandado), los costes asociados a la notificación internacional, a la práctica de pruebas en el extranjero o
a la necesidad de ejecutar la sentencia en otro Estado varían necesariamente en función del tribunal
competente.
Ejemplo. Siguiendo con el ejemplo inicial, si los tribunales españoles son competentes, la carga de
internacionalidad jurisdiccional la asume el demandado –la firma coreana– ya que tiene que venir a defenderse a un
foro extranjero para ella. Pero además, (i) se va a aplicar la ley procesal española y se va a resolver el fondo del
litigio conforme a la ley estatal designada por las normas de conflicto españolas; (ii) se reducen los costes
asociados a la práctica de la prueba (pues, previsiblemente, deberá realizarse en España) pero se incrementan los
costes o dificultades derivados de una notificación internacional, pues previsiblemente la cédula de emplazamiento
deberá notificarse en Corea donde tiene su domicilio el demandado, y los costes derivados de la ejecución de la
sentencia, pues previsiblemente la sentencia española deberá ejecutarse en Corea, donde tiene su patrimonio el
demandado. Si los competentes fuesen los tribunales coreanos, se aplicaría la ley procesal coreana y la ley material
designada por las normas de conflicto coreanas y la relación de costes procesales sería la inversa.
Desarrollo. «Forum Shopping is the name of the game». Como vamos a ir viendo, en bastantes casos pueden
ser competentes los tribunales de más de un Estado. En el ejemplo anterior, lo más probable es que fuesen
competentes los tribunales españoles (por cumplirse aquí la obligación de entrega, infra) y los tribunales coreanos
(por tener allí su domicilio el demando, infra). Entre varios foros alternativos, el potencial actor tiene la facultad de
elegir. Para ello, deberá tener en cuenta los beneficios y costes asociados a cada estrategia procesal y escoger
aquella más eficiente desde su punto de vista. El potencial actor deberá considerar, por ejemplo, que la opción por
los tribunales españoles implica la aplicación del régimen procesal español y, por consiguiente, las reglas sobre
notificaciones, sobre práctica de pruebas, sobre recursos o sobre multas coercitivas que prevé el Derecho español.
Lo más probable también es que algunos actos deban practicarse en Corea del Sur (por ejemplo, la notificación) o
que incluso deba solicitar allí la ejecución de la eventual sentencia de condena. El potencial demandado queda
sujeto a este juego; e incluso puede adelantarse a la jugada (por ejemplo, planteando, si cupiese, una acción de
exoneración de responsabilidad y convirtiéndose por mor de la regla de litispendencia en dominus litis). Las
estrategias pueden ser muy variadas, dependiendo de las circunstancias de cada litigio. Ante esta incertidumbre, el
ordenamiento permite con bastante amplitud que las partes fijen ex ante la competencia. Esta fijación puede
hacerse directamente, mediante cláusulas contractuales de elección de foro (infra), o indirectamente, mediante la
manipulación de otros elementos del contrato que repercuten sobre las normas de competencia (por ejemplo, el
lugar de cumplimiento) o pidiendo garantías independientes o abstractas (cuyo efecto es invertir la carga
jurisdiccional). Esto implica que muchas veces las opciones jurisdiccionales se pueden «comprar y vender» en el
momento de establecer la relación y, por consiguiente, el asegurarse un foro o el renunciar a él se puede repercutir
en el precio o en otros elementos de la transacción. Todos estos elementos deben ser ponderados por los
operadores, tanto en el momento de la negociación como en el momento en que deciden acudir a los tribunales,
para escoger la estrategia que más convenga a sus intereses.
3.4. En este epígrafe vamos a distinguir el sector de la CJI de otros sectores afines, en particular: (a) de las
normas sobre la jurisdicción, (b) de las normas sobre competencia territorial, (c) de las normas sobre ley
aplicable o normas de conflicto (NdC), (d) y de las normas sobre reconocimiento y ejecución (RyE) de
decisiones.
(a) CJI y Jurisdicción. La jurisdicción es un poder o capacidad que tiene atribuido un determinado órgano
estatal, el poder/capacidad de juzgar (facultas iurisdictionis); como tal es un presupuesto necesario de la
CJI. La CJI es la posibilidad de ejercer ese poder o capacidad en un litigio concreto. En bastantes
ocasiones, no obstante, ambos criterios se emplean indistintamente para referirse a la CJI.
(b) CJI y Competencia territorial. En segundo lugar, las normas de CJI deben distinguirse del resto de
las normas de competencia que fijan definitivamente el tribunal juzgador, y en particular de las que
determinan la competencia territorial. Salvo casos especiales, las normas de CJI nos dicen cuándo son
competentes los tribunales españoles contemplados en su generalidad (esto es, qua jurisdicción española),
mientras que las normas de competencia territorial determinan, dentro del complejo de tribunales
españoles, cuál va a ser el competente por razón de la localidad (Madrid, Barcelona, Bilbao, etc.). Por eso,
sólo si se tiene CJI para conocer de un litigio se plantea el problema de identificar el tribunal
territorialmente competente. Las reglas de competencia territorial descansan sobre una respuesta positiva
a la pregunta sobre la CJI de nuestros tribunales.
Advertencia. Es importante subrayar esta última idea. El juego de los artículos sobre competencia territorial de la
LEC (artículos 50 y ss. LEC) está condicionado a que los tribunales españoles posean CJI conforme a las reglas
correspondientes. Es un error, por consiguiente, utilizar esas normas como reglas de competencia judicial
internacional. Lo mismo sucede con otras normas, como la DA de la Ley 12/1992 sobre contrato de agencia («la
competencia para el conocimiento de las acciones derivadas del contrato de agencia corresponderá al juez del
domicilio del agente, siendo nulo cualquier pacto en contrario»). Su eficacia queda siempre condicionada por el
juego de las reglas sobre CJI (vid. AAP de Barcelona, de 23 de marzo de 2011, AAP de Madrid, de 9 de junio de 2021
o STJUE as. C-9/12). Igualmente, si las normas de CJI atribuyen competencia a los tribunales españoles, la
inexistencia de un tribunal territorialmente competente según las normas de competencia territorial no debe
utilizarse para frustrar el sentido y fin de las primeras, i.e. para concluir la falta de competencia de nuestros
tribunales. Precisamente para evitar este resultado, vamos a ver que en bastantes ocasiones las reglas de CJI
cumplen una doble función ya que determinan la competencia internacional y también la territorial.
(c) CJI y NdC. Si los tribunales españoles son competentes para conocer de un litigio internacional, las
NdC del DIPr español indicarán al juez la ley estatal aplicable al fondo de ese litigio. Como ya sabemos, las
primeras, desde la perspectiva del juez español, funcionan como reglas unilaterales o de atribución: sólo le
indican si es o no competente. Si la respuesta es afirmativa y se dan los demás presupuestos procesales, el
juez aplicará las NdC españolas, que le indicarán conforme a qué Derecho material, el español o uno
extranjero, y cuál en concreto, debe resolver el fondo del litigio.
Ejemplo. En el segundo de los ejemplos citados al principio de este tema, las normas de CJI españolas nos dirán si
los tribunales españoles son competentes o no para conocer de la demanda de divorcio. En caso afirmativo, las NdC
españolas indicarán al juez español qué ley material (la española, la andorrana o la brasileña) debe aplicar para
decidir sobre la petición de divorcio.
Desarrollo: valoración. La escisión entre CJI (forum) y ley aplicable al fondo del litigio (ius) es acertada. Los
problemas sobre dónde litigar (= CJI) son muy distintos de los problemas sobre la ley material aplicable. En el
primer caso, la cuestión que se nos plantea es dónde se pueden hacer valer procesalmente los derechos subjetivos:
es un problema de acceso a la jurisdicción y para resolverlo hay que tener en cuenta aspectos procesales tales
como la cercanía a los litigantes o al material probatorio, o la facilidad de ejecución de la eventual sentencia, por
ejemplo. En cambio, en el segundo caso, la cuestión es qué ley material fija el contenido y alcance de los derechos
subjetivos: es un problema de fondo, y para resolverlo hay que tener en cuenta aspectos de naturaleza sustantiva,
por ejemplo, el hecho de que esa ley material es aquella en cuya aplicación confiaron las partes al establecer su
relación.
(d) CJI y RyE de decisiones. Como ya hemos explicado, el orden lógico para resolver un litigio
internacional es muy sencillo: primero, el juez español determina su CJI y, una vez afirmada ésta (y los
demás presupuestos procesales), resuelve el fondo del litigio conforme al ordenamiento, nacional o
extranjero, designado por sus propias NdC. Sin embargo, la resolución que dicte limita su eficacia jurídica
directa al territorio español. Para saber si esa resolución va a ser eficaz en el territorio de otros Estados y
bajo qué condiciones, han de aplicarse las normas sobre RyE de decisiones extranjeras vigentes en dichos
Estados. Y viceversa: para saber si una resolución extranjera va a ser eficaz en España y bajo qué
condiciones, han de aplicarse las normas sobre RyE de decisiones extranjeras vigentes en España.
3.5. Antes de analizar el sistema de CJI vigente en España, es oportuno recordar el marco jurídico que
predetermina ese diseño; esto es, las normas o los principios supralegales que condicionan la actuación del
legislador. Este marco jurídico viene definido básicamente por la Constitución, el Derecho internacional
público y el Derecho de la UE.
1. LA CONSTITUCIÓN
3.6. La Constitución Española no delimita el ámbito de CJI de los tribunales españoles, pero sí fija ciertos
límites, máximos y mínimos, de atribución. El objeto de este párrafo es ver cuáles y por qué.
3.7. Cuando el legislador formula el sistema de CJI delimita el alcance internacional de la tutela judicial
que van a ofrecer sus tribunales. Esta delimitación tiene dos efectos, uno positivo y otro negativo, cada
uno de los cuales plantea el problema constitucional desde una perspectiva distinta. El efecto positivo es
la afirmación de la CJI de nuestros tribunales en cierto número de litigios internacionales. Este efecto
positivo plantea el problema desde la perspectiva del demandado pues se le somete a nuestra jurisdicción;
esto es, se le impone la carga procesal de comparecer ante nuestros tribunales con el riesgo, consiguiente,
de ser condenado. El efecto negativo, reverso del anterior, es la negación de la CJI de los tribunales
españoles para el resto de los litigios internacionales. En este caso, el problema se plantea desde la
perspectiva del actor o demandante, ya que ve cerrada la posibilidad de reclamar la tutela judicial de sus
derechos subjetivos ante los tribunales españoles. En el primer caso se plantea un problema de
sometimiento a la jurisdicción del Estado español; en el segundo, de imposibilidad de acceso.
3.8. El Tribunal Constitucional ha afirmado que se puede incurrir en inconstitucionalidad tanto por
exceso (efecto positivo de la CJI) como por defecto (efecto negativo). La Constitución, particularmente
sus artículos 1 y 24, impondría, en este sentido, un límite de máximos y un límite de mínimos al legislador.
En cuanto al efecto positivo de las normas de CJI, la Constitución impondría un límite de máximos en el
sentido de que el legislador español no puede afirmar la CJI de nuestros tribunales cuando ello suponga
someter al demandado a una «carga procesal arbitraria o manifiestamente irrazonable» (vid., STC
61/2000: al hilo de esa doble exigencia constitucional a las normas de CJI, señala que «A nadie puede
exigírsele una diligencia irrazonable o cargas excesivas para poder ejercitar su derecho de defensa en
juicio; de modo que el demandado en el proceso civil sólo podrá ser sometido a una determinada
jurisdicción si las circunstancias del caso permiten considerar que el ejercicio del derecho de defensa no se
verá sometido a costes desproporcionados»). En cuanto al efecto negativo de las normas de CJI, el artículo
24 impondría un límite de mínimos en el sentido de que el legislador español incurriría en denegación de
justicia si impidiese irrazonablemente el acceso a nuestros tribunales o, aun existiendo en abstracto
motivos para negarlo, el actor no goce de una vía alternativa razonable para satisfacer sus derechos e
intereses legítimos (STC 61/2000: «De otra parte, desde el punto de vista procesalmente activo, es preciso
asegurar una posibilidad razonable, según las circunstancias, de accionar ante la Justicia» o STC
127/2013; vid. también, STJUE as. C-394/07 y 327/10).
(a) La Constitución garantiza un mínimo e impone un volumen máximo de CJI, pero dentro de estos límites,
la formulación concreta del régimen de CJI es una cuestión de configuración legal.
(b) No existe, como tal, un derecho constitucional de los españoles «a no ser demandados en el
extranjero»; es más, de los parámetros constitucionales se podría derivar, cuando la CJI de los tribunales
extranjeros sea razonable, un fundamento constitucional a la carga de comparecer como demandado ante
un tribunal extranjero.
Ejemplo. (STC 43/1986) Zabala Hnos. S.A. era una empresa española dedicada a la fabricación y venta de
escopetas de caza y tiro de pichón. Parte de sus productos se vendieron en el mercado norteamericano. El Sr.
Howard, ciudadano norteamericano, sufrió un accidente de caza a causa del supuesto malfuncionamiento de una
de esas escopetas y demandó a la empresa Zabala Hnos. S.A. ante los tribunales del Estado de Michigan. El juez
norteamericano condenó a la empresa española a una indemnización de los daños y perjuicios causados. El
interesado solicitó la declaración de ejecutividad de la sentencia norteamericana en España y el TS la concede. En
el recurso de amparo planteado por la empresa española, el TC afirma: «Finalmente, por lo que se refiere a las
alegaciones sobre la carga excesiva que hubiera supuesto a la recurrente acudir ante la citación del Tribunal
norteamericano, o a los argumentos sobre la confianza o recelo que los Tribunales extranjeros merezcan a la
recurrente, carecen de todo contenido constitucional. Pasa por alto, por lo demás, la solicitante de amparo que ha
sido ella misma la que, al exportar sus mercancías al extranjero, ha establecido un punto de conexión con un
ordenamiento cuyas exigencias y requisitos no puede desconocer y que las autoridades españolas deben respetar
en aras de la seguridad del tráfico internacional» (qui sentit commodum, sentire debet et onus).
(c) A su vez, tampoco existe un derecho constitucional absoluto a demandar ante los tribunales españoles.
Los derechos del demandado están también en juego: en el contexto internacional, favorecer el acceso a la
justicia española del actor puede suponer dificultar el acceso a la justicia del demandado. En la medida en
que existen otros Estados con sus servicios jurisdiccionales, debe tenerse siempre en cuenta que las
normas sobre CJI españolas no establecen una opción entre acceder o no acceder a la jurisdicción, sino
entre acceder o no acceder a una jurisdicción particular, la española. Una respuesta negativa (los
tribunales españoles no poseen CJI) puede leerse como una remisión implícita a otro tribunal extranjero
más apropiado.
(d) Los límites constitucionales pueden exigir un desarrollo judicial del Derecho. Así, por ejemplo, en el
caso de que el legislador no haya abierto un foro de CJI en España pero al actor no le quede otra
posibilidad jurisdiccional efectiva para satisfacer sus derechos e intereses legítimos (no hay otros
tribunales nacionales disponibles, p.ej.), el juez español debe admitir su competencia.
Desarrollo: el llamado «foro de necesidad». Para garantizar plenamente el derecho a una tutela judicial
internacional efectiva, hay situaciones en las que se debe permitir el acceso a los tribunales españoles aunque no
exista tal posibilidad aplicando el régimen legal. Las hipótesis en las que existe riesgo de denegación de justicia en
el ámbito internacional pueden ser de dos tipos.
(i) Lagunas de jurisdicción. Como las normas de CJI son en gran parte unilaterales, puede suceder que, según las
normas nacionales, los tribunales españoles no sean competentes para conocer de un determinado litigio, pero que
tampoco haya otro Estado que, según sus normas, se declare competente. Se trataría de un supuesto de
«imposibilidad jurídica» de acudir a un tribunal extranjero (vid. STC 127/2013, o SAP de Barcelona, de 12 de marzo
de 2015). También pueden existir situaciones de «imposibilidad de hecho» cuando el Estado extranjero, aun siendo
competente, de hecho no va a proveer una tutela judicial efectiva (situaciones de enfrentamiento bélico,
revoluciones internas, p. ej.). En ambos casos estaríamos ante un riesgo de denegación de «justicia declarativa». El
artículo 22 octies (3) II LOPJ ha tipificado un foro de necesidad para el primer supuesto. Según este precepto:
aunque los tribunales españoles no tuviesen CJI conforme a las reglas generales, deberán aceptar su competencia
«cuando el supuesto litigioso presentase vinculación con España y los tribunales de los distintos Estados
conectados con el supuesto hayan declinado su competencia». La ratio de la norma y las exigencias
constitucionales justifican una flexibilización de sus condiciones de aplicación por vía interpretativa: no debe ser
imprescindible que haya obtenido una resolución en todos los Estados conectados con el supuesto declinando la
competencia de éstos; es suficiente con probar que no son competentes conforme a sus propias normas (vid., en
este sentido y con una redacción más acertada, artículo 3 de la Ley suiza de Dipr; o en el contexto de los
reglamentos europeos, STJUE C-501/20). Por otro lado, el citado artículo no cubre el segundo tipo de supuestos,
i.e. las situaciones de «imposibilidad de hecho», pero eso no significa que no quepa también en ellos abrir un foro
de necesidad por desarrollo judicial.
(ii) Negativa al reconocimiento. También existe riesgo de denegación de justicia cuando el Estado español se niega
a reconocer una decisión extranjera y el actor no puede satisfacer su pretensión en el extranjero ni iniciar un nuevo
proceso en España por carecer nuestros tribunales de CJI para conocer de ese objeto. Si el condenado por una
sentencia extranjera tiene sus bienes en España, o la relación declarada o constituida en el extranjero es un
requisito previo para ejercitar un derecho en España (contraer un nuevo matrimonio, p.ej.), la negativa a reconocer
la decisión sin posibilidad de iniciar un proceso ex novo en el extranjero (donde la cosa juzgada puede impedirlo) o
en España, por carecer nuestros tribunales de CJI según el tenor normativo, puede constituir una violación del
derecho a una tutela judicial efectiva. Cuando se da cualquiera de estas dos hipótesis, en principio, pues siempre
ha de estarse a las circunstancias de cada caso, el juez español debe admitir su CJI desarrollando judicialmente un
foro de necesidad.
3.10. El Derecho Internacional Público (DIPub) no hace un reparto de la CJI entre los Estados; esto es, no
distribuye los litigios internacionales entre las jurisdicciones de los diferentes Estados. Cada Estado
delimita unilateralmente su volumen de competencia. Sin embargo, ello no quiere decir que esta libertad
sea absoluta. Al igual que sucedía con la Constitución, el DIPub puede imponer, y de hecho impone,
algunos límites generales a la actividad judicial de los tribunales españoles y extranjeros en los litigios
internacionales.
3.11. El primer límite deriva del principio de territorialidad de la soberanía estatal: cada Estado sólo
puede ejercer sus atributos de soberanía dentro de su territorio o en los espacios libres de la soberanía de
otro Estado. Por esta razón, el Estado español no puede realizar actos iure imperii directamente en el
territorio de otro Estado (salvo que éste lo permita); si son necesarios tales actos para procurar una tutela
judicial internacional efectiva, deberá recabarse la cooperación del Estado en cuyo territorio deban
llevarse a cabo. Y viceversa: el Estado español no está obligado por el DIPub general a admitir actos de
soberanía de Estados extranjeros en su territorio.
Advertencia: coacción directa vs coacción indirecta. En realidad, lo único que este límite impide es que la
implementación coactiva («coacción directa»), cuando se solicita ante una autoridad española, se extienda
físicamente más allá del territorio español; o, en otros términos, que una autoridad española se desplace a un
Estado extranjero para realizar allí actos de soberanía. Un letrado de la administración de justicia español no
puede viajar a París acompañado de la policía judicial y forzar allí un registro domiciliario. Pero esta regla no
prohíbe que un juez español ordene a un particular domiciliado en otro Estado una conducta, de hacer o no hacer,
en el territorio de ese Estado («coacción indirecta»); un juez español, por ejemplo, puede ordenar al demandado
traer ciertos documentos que posee en su domicilio parisino, incluso bajo amenaza de sanción; obviamente, los
actos de coacción física asociados a esa sanción no puede desplegarlos fuera del territorio español. Las worldwide
Mareva Injunctions del Derecho inglés, por las que se obliga al demandado a informar sobre su patrimonio en todo
el mundo o se le prohíbe que disponga de él a nivel mundial, por ejemplo, no son contrarias al DIPub. Las antisuit
injunctions, por las que se prohíbe a una parte plantear o continuar con un procedimiento abierto en otro Estado,
tampoco.
3.12. El segundo límite significativo derivado del DIPub son las reglas sobre inmunidad de jurisdicción
y de ejecución. El DIPub establece ciertos supuestos de inmunidad. Si el demandado goza de ese
privilegio, los tribunales españoles no pueden ejercer su poder jurisdiccional sobre él; y en la medida en
que la jurisdicción es un presupuesto de la CJI, si no tienen jurisdicción, no hay lugar para la pregunta
sobre la CJI. Esta inmunidad debe apreciarse también en el trámite de exequátur, i.e. en el proceso de
reconocimiento y ejecución de decisiones extranjeras (vid. CIJ, decisión de 3 de febrero de 2012, Alemania
c. Italia).
3.13. Los supuestos principales de inmunidad jurisdiccional impuestos por el DIPub a los tribunales
españoles son tres: (a) inmunidad del Estado extranjero y sus órganos; (b) inmunidad de las misiones
diplomáticas y consulares; (c) inmunidad de organismos internacionales. Cada uno tiene su propio
régimen jurídico y su alcance. En el Derecho español, la inmunidad de los Estados extranjeros se ha
regulado en la Ley Orgánica 16/2015, de 27 de octubre, sobre privilegios e inmunidades de los Estados
extranjeros, las Organizaciones internacionales con sede en España y las Conferencias y Reuniones
internacionales celebradas en España. En relación con los Estados extranjeros, esta Ley incorpora en gran
medida el Convenio de Naciones Unidas de 2 de diciembre de 2004, por lo que este texto proporciona un
referente imprescindible para su interpretación (vid. STS de 3 de octubre de 2019: «la Convención, aunque
no haya entrado en vigor, puede servir como referente importante a la hora de interpretar la normativa
vigente»). Sin entrar al estudio de estos regímenes, sí que es importante subrayar un dato. En un Estado
que ampara la tutela judicial efectiva como derecho fundamental, la inmunidad jurisdiccional es siempre
una inmunidad condicionada. Las reglas de inmunidad jurisdiccional son compatibles con el derecho a la
tutela judicial efectiva amparado en el artículo 24 Cont. Esp., pero en la medida en la que el actor disponga
de alguna vía efectiva para satisfacer sus derechos subjetivos (SSTC 107/1992; 292/1994; 140/1995; vid.
también Sent. TEDH, de 18 de febrero de 1999 o recientemente de 29 de junio de 2011). En la práctica,
ante la inmunidad del demandado fundada en el Derecho internacional, general o convencional, el actor
dispone de dos posibilidades: o bien plantear la demanda en el extranjero, ante los tribunales del Estado en
cuestión, siempre que existan garantías de un proceso imparcial (por eso, en relación a los diplomáticos
españoles, el artículo 40 II CC establece que se considerarán domiciliados en España aunque residan en el
extranjero); o bien reclamar la protección diplomática de las autoridades españolas y, en caso de
infructuosidad, ejercitar una petición indemnizatoria al propio Estado español ex artículo 32 LRJSP (vid.
STC 140/1995). Por lo que respecta a la inmunidad de ejecución, ésta se basa fundamentalmente en la
distinción entre bienes destinados a actividades iure imperii y bienes destinados a actividades iure
gestionis (por todas, STC 107/1992). Los tribunales españoles no pueden adoptar medida de ejecución (o
cautelares) sobre bienes que se destinen al sostenimiento de las actividades soberanas o de imperio de los
Estados extranjeros (i.e. actividades iure imperii). A partir de aquí, corresponde a las autoridades
judiciales determinar en cada caso concreto qué tipo de bienes pueden ser objeto de ejecución (vid. STS de
3 de octubre de 2019); en cualquier caso, los bienes de las misiones diplomáticas o consulares son
absolutamente inmunes a la ejecución. El Tribunal Supremo ha precisado que la inmunidad se predica
frente a medidas concretas de embargo de bienes, no frente a una orden general de ejecución (Ibid.).
3. EL DERECHO EUROPEO
3.14. Como ya sabemos, los Tratados constitutivos de la UE no hacen una distribución de la CJI entre los
Estados miembros. No obstante, sí que han conferido competencia al legislador europeo para llevar a cabo
esa tarea. En la actualidad, hay una serie de textos, adoptados principalmente en el marco del artículo 81
TFUE, que responden al proceso de «europeización» que ha experimentado el DIPr.
Desarrollo: «Cooperación judicial civil» en Europa. El concepto de «cooperación judicial civil» en el Derecho
europeo tiene un significado muy amplio, e incluye normas procesales y de ley aplicable. En concreto, los textos
europeos en el ámbito del DIPr, tanto procesal como civil, se pueden dividir en varios grupos: (a) Textos «dobles»
que contienen reglas de CJI y de RyE de decisiones judiciales, donde se incluyen (i) el Reglamento 1215/2012
relativo a la competencia judicial, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y
mercantil (Reglamento Bruselas I bis), que se ha extendido a Dinamarca, por la posición especial de este Estado,
mediante un Acuerdo bilateral CE-Dinamarca; (ii) el Reglamento 2019/1111, relativo a la competencia, el
reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales en materia matrimonial y de responsabilidad parental
(Reglamento Bruselas II ter); (b) Textos relativos al desarrollo del procedimiento, donde se incluyen (i) el
Reglamento 2020/1784, relativo a la notificación y al traslado en los Estados miembros de documentos judiciales
y extrajudiciales en materia civil o mercantil, también extendido a Dinamarca mediante acuerdo bilateral; (ii) el
Reglamento 2020/1783 relativo a la cooperación entre los órganos jurisdiccionales de los Estados miembros en el
ámbito de obtención de pruebas en materia civil o mercantil; (c) Textos relativos a la supresión de exequátur y
procesos especiales, donde se incluyen: (i) el Reglamento 805/2004 por el que se establece un título ejecutivo
europeo para créditos no impugnados (ii) el Reglamento 1896/2006 por el que se establece un proceso monitorio
europeo; (iii) el Reglamento 861/2007, por el que se establece un proceso europeo de escasa cuantía, (iv) o el
Reglamento 655/2014, por el que se establece el procedimiento relativo a la Orden Europea de Retención de
Cuentas. (d) Textos relativos al acceso a la justicia, como la Directiva 2003/8 destinada a mejorar el acceso a la
justicia en los litigios transfronterizos mediante el establecimiento de reglas mínimas comunes relativas a la
justicia gratuita para dichos litigios o la Directiva 2020/1828, sobre acciones de representación. (e) Textos
relativos a las soluciones extrajudiciales de litigios, como la Resolución del Consejo de 25 de mayo de 2000,
relativa a una red comunitaria de órganos nacionales responsables de la solución extrajudicial de los litigios en
materia de consumo, y la Recomendación de la Comisión de 4 de abril de 2001 relativa a los principios aplicables a
los órganos extrajudiciales de resolución de litigios en materia de consumo o la Directiva 2008/52 sobre mediación.
(f) En el ámbito de la Ley aplicable (NdC) hay que tener en cuenta, fundamentalmente, el Reglamento 864/2007,
de 11 de julio, sobre ley aplicable a las obligaciones extracontractuales (Roma II), el Reglamento 593/2008, de 17
de junio, sobre ley aplicable a las obligaciones contractuales (Roma I) o el Reglamento 1259/2010, sobre ley
aplicable al divorcio y a la separación judicial (Roma III). (g) Textos que regulan los tres sectores del DIPr, esto
es, la CJI, la Ley aplicable y el RyE de decisiones, como (i) el Reglamento 2015/848, sobre procedimientos de
insolvencia, (ii) las Directivas 2001/17 y 2001/24 sobre saneamiento y liquidación de, respectivamente, compañías
de seguros y entidades de crédito, (iii) el Reglamento 4/2009 en materia de obligaciones alimenticias; (iv) el
Reglamento 650/2012, sobre sucesiones; (v) o el Reglamento 2016/1103 en materia de regímenes económicos
matrimoniales y el Reglamento 2016/1104, para uniones registradas. (h) Por último, hay que tener en cuenta los
posibles convenios bilaterales o multilaterales que vaya firmando la UE en el ámbito de la cooperación judicial civil
que complementarán ad extra este marco normativo, en particular, el Convenio de Lugano 2007, el Convenio de
La Haya sobre acuerdos de elección de foro o el Convenio de La Haya sobre resoluciones judiciales.
Como soporte institucional a esas medidas y con el objeto de reforzar la cooperación judicial civil entre los Estados
miembros, la Decisión del Consejo de 28 de mayo de 2001 ha establecido una Red Judicial Europea en materia
civil y mercantil, cuyas misiones principales son: (a) garantizar el buen desarrollo de los procedimientos que
tengan incidencia transfronteriza y la agilización de las solicitudes de cooperación judicial entre los Estados
miembros; (b) la aplicación efectiva y práctica de los actos de la UE o de los convenios en vigor entre Estados
miembros (donde se incluye una obligación de información sobre el contenido de la ley de otro Estado miembro); y
(c) la creación y el mantenimiento de un sistema de información destinado al público sobre la cooperación en
materia judicial civil y mercantil. La información sobre la red judicial europea, en particular, los puntos de contacto
y enlace, puede consultarse en www.mju.es. El análisis de todos estos textos va a constituir una parte importante
de este libro.
3.15. Hemos dicho que las normas de CJI son un «Derecho de conexiones»: utilizan un elemento de la
relación que subyace al litigio internacional para, cuando se verifique respecto del Estado español, atribuir
CJI a nuestros tribunales. Cuando se trata de normas supranacionales la mecánica es la misma, aunque su
fórmula sea multilateral.
Ejemplo. El artículo 22 ter LOPJ establece que los tribunales españoles serán competentes, con carácter
general, cuando el demandado tenga su domicilio en España; mientras que el artículo 4.1 del Reglamento
Bruselas I bis establece que las personas domiciliadas en un Estado miembro estarán sometidas, sea cual fuere
su nacionalidad, a los órganos jurisdiccionales de dicho Estado. Ambas utilizan como criterio de conexión el
domicilio del demandado, pero la primera se formula en términos unilaterales o de atribución de competencia,
mientras que la segunda se formula en términos multilaterales o de distribución de competencia.
3.16. Tanto cuando se trata de normas de origen interno, como cuando se trata de normas europeas o
convencionales, la selección del criterio o de los criterios de conexión relevantes para atribuir CJI a los
tribunales de un determinado Estado responde a alguna decisión de política legislativa. No es aleatoria.
Pues bien, a esos efectos, se suele afirmar que el modelo normativo que informa nuestro Derecho vigente
es un modelo de justicia de Derecho privado. Este modelo normativo (a) arranca de la autonomía de la
voluntad de los particulares como regla de base y (b) utiliza el llamado principio de proximidad razonable
del litigio con el foro como criterio supletorio. A continuación vamos a elaborar algo más esta idea.
3.17. El primer elemento que informa nuestro modelo normativo es la autonomía de la voluntad. Las
normas de CJI son en gran medida dispositivas: las partes pueden elegir los tribunales estatales
competentes para conocer de los litigios internacionales que hayan surgido o puedan surgir entre ellas;
por consiguiente, pueden atribuir CJI a los tribunales españoles o excluirla y atribuírsela a un tribunal
extranjero o a un mecanismo alternativo de solución de controversias (como el arbitraje). El
consentimiento de ambas partes para someterse a nuestros tribunales es la mejor justificación de su
competencia. Naturalmente, esto no significa que esa autonomía sea absoluta. Como en cualquier otro
sector que responda a un modelo de autonomía privada, el legislador debe intervenir cuando el ejercicio de
esa autonomía no responda a condiciones simétricas o de verdadera voluntad, o pueda generar efectos
negativos sobre terceros. En el tema correspondiente veremos con más detenimiento el juego de la
autonomía de la voluntad en este sector del ordenamiento.
3.18. El segundo elemento del modelo normativo es el principio de proximidad razonable, que opera
como principio regulativo de la CJI en aquellos ámbitos donde no juega la autonomía privada y, también, en
su defecto, i.e. cuando las partes no hayan hecho uso de ella. Conforme a este principio, los tribunales
españoles sólo deben afirmar su CJI para conocer de un litigio internacional cuando éste presente una
vinculación razonable con España. No es necesario que el litigio presente los vínculos más estrechos con
España, pero sí que presente una vinculación mínima razonable con nuestro país. A partir de este principio
se han justificado dos grandes categorías de conexiones: (a) La primera vinculada a la persona del
demandado: es razonable pensar que los tribunales españoles sean competentes para conocer de los
litigios que se planteen contra demandados con domicilio en España. Es la competencia de los «tribunales
de casa» y tiene alcance general, i.e. para cualquier litigio que se plantee contra esas personas. (b) La
segunda juega frente a domiciliados en el extranjero. A su vez, en estos casos, la razonabilidad de la
conexión, aunque puede variar de una categoría de litigios a otra, básicamente obedece a dos tipos de
motivos: (i) motivos procesales, i.e. de vinculación procesal entre el litigio y nuestro país, por ejemplo por
la cercanía de los tribunales españoles al material probatorio; y/o (ii) motivos materiales; así, por ejemplo,
puede estar justificada la competencia de los tribunales españoles sobre la base de que el demandado
extranjero haya llevado a cabo actividades en España y el litigio derive de estas actividades (lo cual no es
más que una proyección en esta sede del principio general de autorresponsabilidad). En este caso, la
competencia tiene alcance especial, sólo alcanza los litigios derivados de tales actividades.
3.19. Un último apunte sobre la técnica normativa. El sistema de CJI español obedece a un modelo
normativo de tipificación legal, no judicial. Esto es, el legislador no ha delegado en los jueces la posibilidad
de concretar caso por caso ese principio de proximidad razonable, sino que ha tipificado legalmente las
categorías de litigios y la conexión relevante para cada uno. El legislador, tanto nacional como europeo, ha
optado por la formulación de normas «abstracto-generales» primando la seguridad jurídica.
Desarrollo: valoración. Esta opción es defendible, pues concuerda con los dos principios fundamentales de la
técnica legislativa en el ámbito procesal: la claridad formal y la seguridad jurídica. Las reglas que indican a los
operadores dónde litigar deben ser claras y precisas, fáciles de aplicar; de modo que permitan que las cuestiones
de competencia se resuelvan lo antes posible. Las reglas flexibles, por el contrario, además de generar mayor
incertidumbre, incentivan las estrategias procesales dilatorias. Por otro lado, ha de tenerse en cuenta que el
reconocimiento de la autonomía de la voluntad como principio de base es un contrapeso a la rigidez de las reglas:
las partes pueden corregir ex ante los posibles inconvenientes derivados de esa rigidez mediante la selección del
tribunal más adecuado para ellas. Naturalmente, esto no impide que sobre las normas de CJI, como sobre cualquier
otra norma del ordenamiento, se deban proyectar los cánones interpretativos habituales (como la interpretación
finalista) o las cláusulas generales (como el abuso del derecho), y que por esta vía se flexibilice la literalidad de la
norma. O que, incluso, ante un riesgo de denegación de justicia se vaya más allá de la letra de ley (supra legem
pero intra ius) y se acepte la competencia de los tribunales españoles como «foro de necesidad» (vid. núm. 3.9).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 4 EL SISTEMA ESPAÑOL DE COMPETENCIA JUDICIAL INTERNACIONAL: MAPA NORMATIVO
TEMA 4
4.1. Uno de los rasgos más significativos del sector de la competencia judicial internacional (CJI) es la
pluralidad de fuentes normativas. En el Derecho español vigente, las reglas de CJI se encuentran
en la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 (LOPJ), en normas de origen europeo (básicamente
reglamentos) y en diversos convenios internacionales. Para entender el estado actual de la cuestión,
debe recordarse que el artículo 81 TFUE atribuye competencia a la Unión Europea en materia de
cooperación judicial civil. Con base en esta norma se han elaborado varios reglamentos europeos con
reglas de CJI: en particular, el Reglamento 1215/2012, relativo a la competencia judicial, el
reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil (también conocido
como Bruselas I bis) y el Reglamento 2019/1111, relativo a la competencia, el reconocimiento y la
ejecución de resoluciones judiciales en materia matrimonial y de responsabilidad parental, y sobre la
sustracción internacional de menores (Bruselas II ter), que desde el 1 de agosto de 2020 ha
sustituido a la versión anterior de este texto (Bruselas II bis). Hay, además, reglamentos en sectores
especiales que también contienen reglas de competencia judicial, por ejemplo, en el ámbito de las
obligaciones alimenticias, sucesiones, regímenes económicos matrimoniales, insolvencia o Derecho de
marcas. Junto a estos textos, entre la regulación convencional, han de tenerse en cuenta los
convenios de la UE, el Acuerdo UE-Dinamarca o el Convenio de Lugano, y los convenios
multilaterales o bilaterales ratificados por España que también contienen algunas reglas de CJI. Por
último, las reglas de CJI de origen interno se encuentran fundamentalmente en los artículos 22-22
sexies y 25 de la LOPJ.
4.2. Ante esta pluralidad de fuentes normativas, debemos prestar especial atención al problema de la
identificación del texto aplicable en cada caso. En este tema vamos a hacer una presentación de los
cuatro textos normativos principales: (a) El Reglamento Bruselas I bis; (b) El Reglamento Bruselas
II ter; (c) El Convenio de Lugano; y (d) la LOPJ. Ni la lista de textos, ni la descripción que se hace de
éstos es exhaustiva. El propósito de esta presentación es sencillamente familiarizar al lector con los
textos más relevantes, acostumbrarle a moverse dentro de la pluralidad de fuentes que caracteriza
nuestro sistema y señalarle las directrices principales que delimitan los ámbitos de aplicación
respectivos. Se trata de dibujar un sencillo «mapa normativo» para orientarnos por esa montaña de
textos.
Advertencia. Es necesario acostumbrarse a la dinámica del DIPr europeo: sus textos se revisan y actualizan
periódicamente. El nuevo Reglamento 1215/2012 sustituyó al anterior Reglamento 44/2001 a partir del 10 de
enero de 2015 (y con las particularidades que prevé el artículo 66 de aquél). Lo mismo, como iremos viendo,
ha pasado o va a pasar con otros instrumentos europeos.
4.4. Debe tenerse en cuenta, no obstante, la posición especial en que se encuentran Irlanda, por un
lado, y Dinamarca, por otro (vid. Protocolos anejos n.º 21 y 22 al TFUE). Hasta su retirada de la Unión
Europea, el Reino Unido se encontraba en una posición similar a la de Irlanda. En principio, las normas
europeas en el ámbito de la cooperación judicial civil no vinculan directamente a Irlanda, aunque este
país puede ejercitar un «opting in», i.e. aceptar las normas, en las condiciones definidas en su
Protocolo anejo al TFUE. De hecho, hasta ahora, Irlanda ha ejercitado este opting in en casi todos los
textos europeos aprobados en ese ámbito, por lo que en concreto se le aplica el Reglamento Bruselas I
bis. En virtud de esa opción, Irlanda debe ser considerados como los demás Estados miembros. El
Protocolo de Dinamarca no prevé la facultad de opción. No obstante, el Acuerdo entre la Unión
Europea y Dinamarca extiende las reglas del Reglamento Bruselas I bis a las relaciones con este
Estado (vid. DOUE, de 10 de julio de 2015). Por ello, las consideraciones que hagamos en relación con
el Reglamento Bruselas I bis valen también para Dinamarca en virtud de dicho Acuerdo.
4.5. El Reglamento, con esa salvedad para Dinamarca, está vigente en todos los Estados miembros.
Para concretar el ámbito de vigencia territorial en cada Estado miembro ha de estarse a lo que
establece el artículo 355 TFUE (vid. cdo. 9). El Reglamento no está vigente en los Estados europeos
que no sean miembros de la UE, como Andorra, Liechtenstein, Mónaco o San Marino; ni,
naturalmente, desde el 1 de enero de 2021 en el Reino Unido.
4.6. El Reglamento Bruselas I bis se caracteriza por los siguientes rasgos: (a) es un Reglamento
«doble»; (b) establece un régimen uniforme; (c) sus reglas son de aplicación directa; (d) prevalecen
sobre el Derecho nacional; y (e) éste no puede menoscabar su «efecto útil». A continuación vamos a
ver qué significa cada uno de ellos.
(a) Es un Reglamento «doble», pues contiene tanto reglas de CJI como reglas sobre RyE de decisiones
judiciales. Ambos elementos se hallan estrechamente relacionados: el legislador europeo ha entendido
que un régimen común de CJI no sólo es necesario para asegurar el mejor funcionamiento del mercado
interior, sino que resulta imprescindible para facilitar el reconocimiento recíproco de resoluciones
judiciales (vid. cdo. 6).
(b) El Reglamento establece un régimen uniforme de CJI para los Estados miembros de la UE.
Advertencia. Como hemos dicho, aunque su formulación sea multilateral (por ejemplo, el artículo 4.1 del
Reglamento establece que serán competentes los tribunales del Estado miembro donde el demandado tenga
su domicilio), desde la perspectiva del juez español funciona como una regla de atribución, esto es, sólo le
indica si es o no competente (ex artículo 4, si el demandado tiene su domicilio en España, sí; si no, no). El juez
español no puede ni instar una inhibitoria internacional, ni remitir el litigio a un juez de otro Estado miembro
con carácter vinculante (aunque vid. STJUE as. C-456/11, infra núm. 17.20).
(c) El Reglamento Bruselas I bis, por su naturaleza jurídica, es una norma de alcance general,
obligatorio en todos sus elementos y directamente aplicable en los Estados miembros. Esto implica
que ante una demanda presentada en España, los tribunales españoles no pueden negar su CJI cuando
les venga atribuida por el Reglamento Bruselas I bis; en este caso, el actor dispone de un auténtico
derecho subjetivo a demandar ante los tribunales españoles y el demandado debe soportar la carga
correspondiente. Y viceversa: no pueden afirmar esa competencia cuando les venga negada por el
Reglamento; en tal caso, el demandado dispone de un derecho subjetivo a no ser demandado ante los
tribunales españoles, y el actor debe soportar la carga consiguiente de demandar en el extranjero.
(d) Como consecuencia también de esa naturaleza jurídica, las reglas del Reglamento Bruselas I bis
prevalecen sobre el Derecho interno español. Lo cual implica que, dentro de su ámbito de aplicación,
el Reglamento Bruselas I bis desplaza a la LOPJ. El juez nacional sólo puede acudir a la LOPJ cuando el
Reglamento no sea aplicable o, de serlo, cuando éste se remita al Derecho nacional. Constituye un
error grave acudir a la LOPJ o a otra norma del Derecho interno español para fundar la CJI de los
tribunales españoles cuando carecen de ella según el Reglamento o viceversa (STJUE as. C-630/17).
(e) Por último, de esta regla de prevalencia del Reglamento sobre la legislación nacional se deriva una
regla de no frustración: los Derechos nacionales siguen vigentes para todas aquellas cuestiones
procesales no reguladas por el Reglamento; sin embargo, el Derecho nacional no puede frustrar el
objetivo o la finalidad de éste, i.e. sus principios y objetivos; o, con otras palabras, el recurso al
Derecho nacional no debe menoscabar el «efecto útil» del Reglamento.
2. LA INTERPRETACIÓN
4.7. Las normas europeas como el Reglamento Bruselas I bis son normas de Derecho uniforme. Toda
norma de Derecho uniforme, para que funcione adecuadamente, requiere una interpretación también
uniforme y una garantía institucional de dicha uniformidad. De nada serviría establecer reglas
formalmente iguales para todos los Estados miembros, si luego cada jurisdicción las interpreta y aplica
de modo distinto.
(a) En el uso del criterio literal es necesario tener en cuenta que los reglamentos tienen versiones en
todas las lenguas oficiales y todas ellas son auténticas. Para resolver las dudas hermenéuticas, el juez
nacional debería cotejar las diferentes versiones, aunque no tanto para buscar un mínimo común
denominador, como para identificar las posibilidades o alternativas que permitiría una interpretación
literal a los efectos de emplear los otros cánones. En la práctica, lo normal es que cada juez nacional
utilice la versión lingüística propia. En la jurisprudencia del TJUE, en cambio, sí que es habitual el
manejo de las diferentes versiones lingüísticas.
(b) Al emplear el criterio sistemático, el intérprete debe valorar, primero, el círculo hermenéutico
que proporciona ad intra el propio reglamento; por ejemplo, en el caso del Reglamento Bruselas I bis,
una idea básica de este círculo interno de referencia es que la liberalización del reconocimiento y la
ejecución de decisiones debe compensarse con una garantía de protección adecuada del demandado
en sede de CJI. El establecimiento de reglas de CJI uniformes, razonables y previsibles desde el punto
de vista del demandado facilita la supresión de los controles a la hora de reconocer y ejecutar las
decisiones provenientes de otros Estados miembros. A continuación, debe valorar el círculo
hermenéutico externo; donde hay que tener en cuenta, por ejemplo, la relación con el resto del
Derecho europeo, o con convenios internacionales de la UE (vid. muy ilustrativa de la interpretación
sistemática, TJUE as. C. 352/21). En particular, debe tenerse en cuenta la relación con los reglamentos
aprobados en el sector de la ley aplicable («Roma I», para obligaciones contractuales, y «Roma II»,
para obligaciones extracontractuales, infra).
(e) Para conocer la «voluntad del legislador» (criterio genético-histórico) puede ser útil manejar los
antecedentes inmediatos del Reglamento. En concreto, el texto del Convenio de Bruselas 1968 y los
Informes explicativos que han ido acompañando a cada versión (Jenard, Schlosser,
Evrigenis/Kerameus y Almeida Cruz/Desantes Real/Jenard).
Advertencia. Pese al valor de esta idea como punto de partida, es cierto que el TJUE ha matizado su alcance:
aun cuando sean útiles los informes explicativos, no debe olvidarse que su referente era un convenio
internacional adoptado antes de la entrada en vigor del Tratado de Ámsterdam. La transformación en
reglamento europeo puede abogar por dar una mayor preeminencia, si cabe, a la interpretación y aplicación
uniformes (as. C-443/03).
(f) El criterio teleológico se concreta en la necesidad de garantizar una tutela judicial efectiva en
Europa. El Reglamento Bruselas I bis se suma a todas las instituciones diseñadas para contribuir a un
funcionamiento fluido y sin fricciones del mercado único europeo. La contribución del Reglamento a
ese fin es procurando que los operadores vean garantiza la tutela judicial efectiva de sus derechos
subjetivos dentro de todo ese mercado y, para ello, el legislador europeo ofrece dos mecanismos: (i) La
llamada «libre circulación de decisiones judiciales» dentro de la UE; (ii) un sistema de reglas de CJI
que garantice el derecho a la tutela judicial efectiva de ambas partes (demandante y demandado),
como son, por ejemplo, la admisibilidad de la autonomía de la voluntad como regla de base, la
formulación de foros de competencia basados en una vinculación razonable o la prevención de
decisiones contradictorias y duplicación de los costes procesales. Estas reglas uniformes fortalecen
«la protección jurídica de las personas establecidas en la Comunidad, permitiendo, al mismo tiempo, al
demandante determinar fácilmente el órgano jurisdiccional ante el cual puede ejercitar una acción y al
demandado prever razonablemente ante qué órgano jurisdiccional puede ser demandado» (STJCE as.
C-96/00, vid. también cdos. 15 y 16 del Reglamento).
(g) Por último, el análisis de Derecho comparado o la utilización de «principios generales comunes
a los Estados miembros» constituyen también elementos a disposición del intérprete para garantizar
una solución uniforme adecuada (vid. STJCE as. 29/76 o C-9/12).
4.10. El peso de cada uno de estos criterios en la argumentación no es necesariamente equivalente al
que puedan tener cuando se proyectan sobre el Derecho nacional. Como iremos viendo, de los cinco
criterios señalados, el de mayor capacidad decisoria tanto práctica como teórica es el criterio
teleológico.
4.11. Un problema interpretativo típico de los textos europeos estriba en determinar el significado
de los conceptos que utilizan. El Reglamento Bruselas I bis emplea conceptos propios del Derecho
civil, mercantil o procesal: por ejemplo, «materia civil o mercantil» (artículo 1), «materia contractual»
(artículo 7.1) o «consumidor» (artículo 18). El problema surge cuando el Reglamento no contiene una
definición y esos mismos conceptos existen en los Derechos nacionales. Esta circunstancia provoca la
duda de si el Reglamento utiliza esos conceptos con un significado propio (son conceptos
«autónomos») o si por el contrario deben entenderse con el significado que normalmente tengan en
el Derecho interno (i.e. su significado se obtiene por remisión a un Derecho nacional). En nuestro
ejemplo, si por «materia civil y mercantil» debe entenderse aquello que según la ley interna del
tribunal que conoce del caso sea «materia civil o mercantil» o si, por el contrario, se trata de un
concepto propio del Reglamento Bruselas I bis y, por lo tanto, común al conjunto de los Estados
miembros.
4.12. Este problema ha sido abordado por el Tribunal de Justicia en bastantes decisiones
(especialmente formativa es la lectura de los asuntos 12/76 y 9/87). Decidir si procede o no una
definición autónoma es, en caso de silencio del Reglamento, una cuestión interpretativa. Para
resolverla deben aplicarse los cánones hermenéuticos indicados en el epígrafe anterior. La respuesta
debe buscarse partiendo de la ratio de la norma que lo emplea y de la función que el concepto tenga
dentro de esa norma. De la finalidad general del Reglamento se desprende, además, que ambas
opciones (definición autónoma/nacional) no están en un plano de igualdad: cuando el núcleo de un
problema está regulado por el Reglamento, esto es, pertenezca a las cuestiones que el Reglamento
desea o precisa unificar para cumplir sus objetivos, los mismos argumentos formales y materiales que
militan a favor de la interpretación uniforme de los textos europeos valen en favor de una comprensión
«autónoma» de sus conceptos. Por ello, la opción a favor de una interpretación autónoma de los
conceptos es absolutamente dominante en la jurisprudencia del TJUE (vid., consagrando la
interpretación autónoma como regla general salvo remisión expresa al Derecho nacional, TJUE as. C-
511/14, pfo. 36, o C-231/16, pfo. 26; o C-604/20, pfo. 28).
La calificación exige en la práctica una operación en tres fases: en primer lugar, interpretar y delimitar
el supuesto de hecho de la norma del Reglamento y de los conceptos normativos que emplea (primera
fase); a continuación, analizar los atributos de esa acción o institución objeto de calificación (segunda
fase); y, finalmente, valorar si esos atributos se corresponden con los del supuesto de hecho de dicha
norma y la acción o institución es, por lo tanto, subsumible en ella (tercera fase). Pues bien, la primera
fase, la delimitación del supuesto de hecho de la norma, debe hacerse, como señalamos en el apartado
anterior, de modo uniforme y por interpretación autónoma (i.e. a partir del sentido y fin del propio
Reglamento). La segunda fase, el análisis de los atributos de una acción o institución procesal, debe
hacerse a la luz de los hechos y de un Derecho nacional determinado; sea del Derecho nacional en el
que se basa la acción o del Derecho nacional donde se localiza la institución. La tercera fase, la
valoración de si esos atributos se corresponden con el supuesto de hecho de la norma y procede o no
su aplicación, se hace de modo paralelo a la primera fase; esto es, de modo uniforme y, salvo
excepción, por interpretación autónoma. Dicho con otras palabras, los criterios para decidir en la fase
de conclusión, esto es, para decidir si la acción o institución nacional se subsume o no en el supuesto
de hecho de la norma europea, se toman de la propia norma europea de cuya aplicación se trata, no del
Derecho nacional.
Ejemplo 1. Cuando se trata de calificar como «civil» la acción de responsabilidad por daños contra un
profesor de una escuela pública a los efectos de aplicar el artículo 1 del Reglamento (STJUE as. C-172/91) hay
que hacer el siguiente razonamiento: primero, se debe interpretar y delimitar qué ha de entenderse por
materia civil o mercantil a los efectos del artículo 1 del Reglamento. Esta interpretación y delimitación deben
ser autónomas o uniformes, en función del sentido y fin del propio Reglamento. A continuación, debe
analizarse qué atributos tiene esa acción de responsabilidad contra un profesor de una escuela pública; estos
atributos no los determina el Reglamento sino la ley que rija la relación en cuestión. Por último, hay que
valorar (y concluir) si estos atributos encajan en los del supuesto de hecho de ese artículo 1 del Reglamento.
Ejemplo 2. Cuando se trata de calificar una medida de instrucción anticipada a los efectos de aplicar el
artículo 35 del Reglamento, que establece una regla de competencia especial para adoptar medidas cautelares
(STJCE as. C-104/03 y vid. cdo. 25), hay que decidir, en primer lugar, qué atributos tienen las medidas
cautelares y provisionales a las que se refiere ese precepto (lo cual nos lo determina el propio Reglamento), a
continuación, qué atributos tienen las medidas de instrucción anticipada (lo cual nos lo determina el Derecho
nacional en cuestión) y, por último, si estos atributos coinciden con aquéllos.
3. ÁMBITO DE APLICACIÓN
4.14. La pluralidad de fuentes normativas en nuestro Derecho vigente obliga a ser muy cuidadosos a la
hora de definir el ámbito de aplicación del Reglamento Bruselas I bis. Dentro de este ámbito, sus
reglas desplazan a las normas de CJI de origen nacional o interno. Para hacer una correcta
delimitación del ámbito de aplicación del Reglamento, y junto al ámbito de aplicación temporal (vid.
artículo 66), hay que distinguir entre (a) su ámbito de aplicación material, (b) el llamado «ámbito de
aplicación espacial» y (c) la relación con otros textos supranacionales.
4.16. En primer lugar, el Reglamento Bruselas I bis sólo se aplica en materia «civil y mercantil», es
decir, sólo se aplica a relaciones de Derecho privado, no de Derecho público: las materias fiscal,
aduanera, administrativa y seguridad social quedan excluidas. Lo relevante a los efectos de esta
distinción no es la naturaleza del orden jurisdiccional que esté conociendo (civil, penal, administrativo
o laboral), ni la de las partes implicadas, sino la naturaleza de las relaciones jurídicas entre las partes o
el objeto principal del proceso; así, se excluyen del ámbito del Reglamento los litigios entre una
autoridad pública y una persona de Derecho privado, siempre que dicha autoridad actúe en el ejercicio
del poder público, i.e. con facultades exorbitantes en relación con las normas aplicables en las
relaciones entre particulares, y sea esta actuación la que origine el proceso (por todas, STJUE as. C-
308/17, C-641/18 o C-581/20). En cambio, los litigios derivados de actividades iure gestionis de las
autoridades estatales son subsumibles bajo el ámbito de aplicación del Reglamento.
Desarrollo. Materia «civil y mercantil». La definición de los conceptos normativos que emplea el artículo 1
del Reglamento ha de ser autónoma o uniforme y no por referencia al Derecho nacional (vid., por todas,
STJUE, as, C-308/17). Esa interpretación uniforme debe elaborarse tomando como referente, de una parte, los
objetivos y el sistema del Reglamento y de otra, los principios generales que se deducen de los sistemas
jurídicos nacionales. Además, y con carácter general, el Tribunal de Justicia ha precisado que el concepto
«materia civil y mercantil» debe interpretarse en sentido amplio (de nuevo: in dubio, pro aplicatione del
Reglamento, vid. por todos, as. C-641/18). Hay una jurisprudencia muy abundante del Tribunal de Justicia
concretando ambos conceptos.
Así, por ejemplo, según esta jurisprudencia, el Reglamento se aplica: (i) As. C-172/91: a la reclamación de
una indemnización ejercitada contra un profesor de una escuela pública ante un órgano jurisdiccional
penal, pues un profesor de un centro escolar público asume frente a los alumnos funciones idénticas a las de
un profesor de un centro escolar privado. Con carácter general, se aplica a las acciones civiles cuando se
acumulan a una acción penal ante la jurisdicción penal (as. C-523/14); (ii) As. C-167/00: a las acciones
colectivas ejercitadas por asociaciones de consumidores y usuarios con el objeto de prohibir el uso de
cláusulas abusivas en los contratos celebrados con consumidores. (iii) As. C-271/00: a las acciones de
reembolso de un organismo público de asistencia social dirigidas contra el cónyuge divorciado en la medida
en que el fundamento y las modalidades de ejercicio de dicha acción estén regulados por las normas de
Derecho común aplicables a las obligaciones de alimentos; en cambio, en el caso de que la acción de repetición
se base en una prerrogativa jurídico-pública, dicha acción no puede considerarse incluida en la materia civil
(como sucederá por ejemplo, en el supuesto de las acciones de repetición del Fondo español de Garantía de
Pago de Alimentos, ya que según el artículo 24 del RD 1618/2007 las acciones de reembolso del fondo tienen
las prerrogativas de los créditos públicos). El Reglamento también se aplica a las acciones de repetición de
cobro de lo indebido planteadas por un organismo público frente a un particular (C-645/11). (iv) As. C-266/01:
a un contrato de fianza celebrado entre un Estado y un particular cuyo fin sea garantizar una deuda aduanera
en la medida en que dicho contrato de fianza quede sujeto a las reglas de Derecho privado y, por lo tanto, «no
responda al ejercicio por parte del Estado de facultades exorbitantes en relación con las normas aplicables en
las relaciones entre particulares». (v) As. C-265/02: a la acción del fiador frente al deudor principal aunque la
obligación derive del pago de derechos de aduanas ya que aquél entabla su acción en virtud de la subrogación
legal establecida por las normas de Derecho común. Como se deduce de estos últimos asuntos, en el caso de
relaciones triangulares en las que las partes en el litigio son bien una autoridad pública y un particular, o bien
dos particulares, «es preciso identificar la relación jurídica que existe entre las partes del litigio y analizar el
fundamento y las modalidades de ejercicio de la acción entablada» (As. C-265/02, pfo. 20): La acción de
regreso de un particular contra otro particular cae dentro del Reglamento cuando el primero ha intervenido
como fiador y aquella acción se somete a las reglas del Derecho común, aunque la relación de valuta, i.e., la
que sirve de fundamento a la acción de regreso, sea de Derecho público. (vi) As. C-49/12: a las acciones de
reclamación de una autoridad pública frente a un particular por los daños y perjuicios que le ha causado la
participación de éste en actividades de fraude fiscal, siempre que no se basen en el Derecho fiscal sino en el
régimen de responsabilidad civil general, o C-551/15 a las reclamaciones de una empresa municipal a un
particular para cobrar un crédito impagado de estacionamiento en un aparcamiento público, que no presenta
carácter sancionador sino que constituye una mera contraprestación de un servicio (vid. también as. C-307/19,
cuando la acción para el cobro la ejercita una sociedad que ha recibido de una entidad pública territorial el
mandato para la gestión de tales plazas de aparcamiento). (vii) Ass. C-406/09 y C-4/14: a las multas
coercitivas siempre que su fin sea hacer cumplir una resolución judicial dictada en materia civil y mercantil.
(viii) También se aplica el Reglamento a las acciones de indemnización de daños y perjuicios derivadas de la
infracción del Derecho de la competencia (as. C-302/13; no a las acciones de restitución que tienen su
origen en multas impuestas por las autoridades de competencia, vid. C-102/15). (ix) As. C-73/19: a las
acciones ejercitadas por las autoridades de un Estado miembro solicitando que se declare la existencia de
infracciones consistentes en prácticas comerciales desleales (aunque el interés que persiguen estas
acciones es un interés público, su legitimación no implica el ejercicio de prerrogativas del poder público, en
cambio si la acción fue ejercitada sobre pruebas obtenidas en el ejercicio de facultades exorbitantes del poder
público, queda fuera del Reglamento, vid as. C-98/22); (x) As. C-280/20: a los litigios entre el personal laboral
que trabaja en embajadas o consulados generales; o (xi) a, incluso, una acción de exoneración de
responsabilidad derivada de un contrato con la administración en la medida en que éste no conlleve el
ejercicio de prerrogativas públicas (as. C-581/20).
En cambio, el Reglamento no se aplica: (i) As. C-292/05, a las reclamaciones por daños causados a
particulares por las fuerzas armadas de un Estado en el territorio del otro. O (ii) As. C-308/17, a las acciones
contra el Estado como emisor de deuda pública derivadas de un acuerdo de canje con el sindicato de bonistas
que no se basan en los términos contractuales de dichos bonos (aunque vid as. C-226/13 y otros, en relación
con la aplicación del Reglamento 2020/1784, sobre notificaciones). Sobre las relaciones entre el concepto de
«materia civil y mercantil» y la inmunidad de los Estados extranjeros vid. también as. C-641/18, sobre
agencias de clasificación y certificación de buques, que actúan por cuenta y delegación de un Estado, y
as. C-186/19.
4.17. En segundo lugar, del ámbito general del Derecho privado se excluyen las materias relativas al
estado civil o la capacidad de las personas físicas (matrimonio, filiación, adopción, ausencia,
fallecimiento, incapacidades o medidas de protección de los incapaces, como los actos de jurisdicción
voluntaria relativos a la autorización de una persona sometida a curatela a disponer de un inmueble,
vid. STJCE as. C-386/12, o la nacionalidad), los regímenes matrimoniales (vid. STJUE ass. 143/78,
25/81, donde se define ese concepto como «cualquier relación patrimonial entre los cónyuges que
derive directamente del vínculo conyugal o de su disolución»; vid. también as. C-67/17; no se excluyen,
en cambio, las acciones de disolución de relaciones patrimoniales derivadas de una relación de pareja
de hecho no registrada, as. C-361/18), la insolvencia (vid. ass. C-111/08, C-213/10, C-147/12; C-641/16,
C-649/16 o C-535/17; C-47/18; AAP de Málaga, de 21 de julio de 2017, vid. infra tema 29), las
obligaciones alimenticias, los testamentos y sucesiones. Lo relevante para fijar el alcance de estas
exclusiones es el objeto principal del litigio: por ello, el que una de estas cuestiones surja como
cuestión incidental o previa no excluye el juego del Reglamento (vid. STJUE, C-417/15). En materia de
relaciones patrimoniales entre cónyuges, insolvencia, alimentos o sucesiones hay reglamentos
especiales que estudiaremos en el tema correspondiente.
4.18. Por último, también se excluye el arbitraje. El Reglamento Bruselas I bis no se aplica ni al
reconocimiento o ejecución judicial de laudos arbitrales (incluidas las decisiones arbitrales dirigidas a
impedir la incoación de un procedimiento judicial o «anti-suit injunctions», TJUE C-536/1, así como las
resoluciones judiciales que incorporan los términos de un laudo arbitral, C-700/20), ni a los procesos
jurisdiccionales instrumentales o relativos a un procedimiento de arbitraje (por ejemplo, a las
resoluciones judiciales que declaren la validez o nulidad del compromiso arbitral o del propio laudo,
que obliguen a las partes a proseguir o no un procedimiento arbitral, a los procesos judiciales de
nombramiento o recusación de árbitros, de determinación del lugar del arbitraje, de fijación del coste
del procedimiento arbitral, etcétera, vid. cdo. 12, y SSTJCE as. C-190/89, as. C-391/95, o STS de 9 de
octubre de 2003). La jurisprudencia francesa ha concluido que tampoco se aplica a las demandas de
responsabilidad contra los árbitros (vid. sentencia de la Corte de Apelación de Paris, de 22 de junio de
2021). El Reglamento tampoco prejuzga la denegación del reconocimiento o ejecución de una
sentencia judicial dictada en otro Estado miembro en vulneración de una cláusula arbitral. Sí que se
aplica, en cambio, a las medidas cautelares adoptadas para asegurar la eventual ejecución de un laudo
(STJCE as. C-391/95).
4.19. El Reglamento Bruselas I bis es un reglamento «doble» que regula tanto la CJI como el RyE de
resoluciones judiciales. Para que el Reglamento sea aplicable en sede de RyE, basta con que se trate
de una decisión proveniente de otro Estado miembro, dentro del ámbito material correspondiente (a
este respecto, el TJUE ha aclarado que la autoridad del Estado de origen a la que se le solicita la
expedición del certificado previsto en el Anexo I debe comprobar la aplicabilidad del Reglamento, si el
tribunal que ha dictado la resolución que va a ejecutarse no lo ha hecho, as. C-361/18, infra tema 17).
Sin embargo, la regulación de la CJI es algo más complicada. Dentro de ese ámbito, el Reglamento
Bruselas I bis determina directamente la CJI de los tribunales de los Estados miembros en ciertos
supuestos que se conectan con la UE, pero en otros remite esa determinación a los Derechos
nacionales.
Advertencia. Aunque el artículo 6.1 del Reglamento se remite a las normas de CJI del Derecho nacional
cuando el domicilio del demandado se encuentra en un tercer Estado, el TJUE ha precisado que la aplicación
de dichas normas no puede hacer imposible en la práctica o excesivamente difícil el ejercicio de los derechos
que el ordenamiento jurídico de la Unión confiere (as. C-274/16, y acumulados). Esta idea es particularmente
relevante cuando las normas de la UE atribuyen derechos subjetivos a los particulares y éstos los pretenden
hacer valer frente a domiciliados en terceros Estados.
4.21. Es importante subrayar que las reglas de CJI que establece el Reglamento se aplican aun cuando
el litigio no presente vínculos con otro Estado miembro: si el domicilio del demandado está en España,
la CJI de los tribunales españoles la determina el Reglamento Bruselas I bis aunque el litigio sólo
presente vínculos con España y terceros Estados (vid. STJCE as. C-412/98, as. C-281/02 o C-399/21).
Ejemplo (SAP de Málaga, de 29 de diciembre de 2016). Nacional español con residencia en España atropella
con su vehículo a un menor marroquí en Nador, quien fallece a las pocas horas. Sus padres demandan en
España al responsable del accidente y a su compañía aseguradora. En este caso, la CJI de los tribunales
españoles viene determinada por el Reglamento Bruselas I bis [arts. 4 (1) y 11 (1)], aunque el litigio no
presente vínculos con otro Estado miembro.
4.22. La idea de que la aplicación de las reglas de CJI del Reglamento Bruselas I bis viene
condicionada por el domicilio del demandado tiene tres excepciones (artículo 6.1 in fine): (a) el
artículo 24 que, para cierto tipo de litigios, atribuye CJI exclusiva con total independencia del domicilio
de las partes; (b) el artículo 25, que atribuye competencia al tribunal elegido por las partes, también
con independencia de su domicilio; (c) y los artículos 18.1 y 21.2 que, en materia de contratos de
consumo y trabajo, determinan la competencia frente a domiciliados en terceros Estados si el
consumidor tiene su domicilio en la UE o el trabajador despeña habitualmente su trabajo aquí.
Analizaremos cada una de estas excepciones en el tema correspondiente.
4.23. La relación del Reglamento Bruselas I bis con otros instrumentos supranacionales que
contengan reglas de CJI está contemplada en los artículos 67-73. Las reglas básicas son tres:
(a) En la medida en que sus ámbitos de aplicación coincidan, el Reglamento Bruselas I bis sustituye
también a los convenios bilaterales que estuviesen en vigor entre España y otro Estado miembro
(arts. 69).
(b) El Reglamento Bruselas I bis no prejuzga la aplicación de reglas sobre CJI y RyE de decisiones
contenidas en otros instrumentos normativos europeos o en las legislaciones nacionales
armonizadas en ejecución de éstos (artículo 67). Prevalece la ley especial.
Ejemplo. Si existe un convenio multilateral que, en materias especiales, contiene reglas de CJI, estas reglas
prevalen sobre las del Reglamento Bruselas I bis. Sin embargo, en la medida en que dicho convenio especial no
contenga reglas sobre, por ejemplo, la litispendencia entre Estados parte, se aplicarán a esta cuestión las
normas del Reglamento Bruselas I bis.
El TJUE, no obstante, ha señalado que esta prevalencia de los convenios cuando concurran con el
Reglamento Bruselas I bis sólo procede si las reglas del Convenio respetan los principios básicos que
inspiran este último texto, en concreto siempre «que presenten un alto grado de previsibilidad,
faciliten una buena administración de justicia y permitan reducir al máximo el riesgo de
procedimientos paralelos y además garanticen, en condiciones al menos tan favorables como las
previstas en el mencionado Reglamento, la libre circulación de las resoluciones en materia civil y
mercantil y la confianza recíproca en la justicia en el seno de la Unión (favor executionis)» (as. C-
533/08, y vid. también C-452/12).
4.24. El Reglamento Bruselas I bis tiene un ámbito de aplicación limitado, del cual quedan excluidas,
entre otras, las materias del Derecho de familia (supra) y lo mismo vale para el Convenio de Lugano.
La UE ha hecho uso de la competencia que le atribuye el artículo 81 TFUE para colmar parcialmente
esa laguna y adoptar normas europeas en materias matrimoniales y de responsabilidad parental. En
concreto, el Reglamento 2019/1111, relativo a la competencia, reconocimiento y ejecución de
resoluciones judiciales en materia matrimonial y de responsabilidad parental, y al secuestro
internacional de menores también conocido como Reglamento Bruselas II ter (este Reglamento
reemplaza al Reglamento 2001/2003, o Bruselas II bis, que a su vez reemplazó al Reglamento 1347/00,
que tenía un ámbito de aplicación más restringido; de ahí la denominación de Bruselas II, II bis y II
ter). El Reglamento Bruselas II ter se aplica desde el 1 de agosto de 2022.
4.25. El ámbito material del Reglamento Bruselas II ter viene definido en el artículo 1: se aplica al
divorcio, la separación y la nulidad matrimonial, así como a la atribución, el ejercicio, la
restricción o la finalización de la responsabilidad parental. El Reglamento utiliza un concepto muy
amplio de responsabilidad parental y bajo este aspecto incluye, entre otros, (a) los derechos de
custodia y visita, (b) la tutela, la curatela y otras instituciones análogas; (c) la designación y las
funciones de las personas u organismos encargados de ocuparse de la persona o bienes del menor, de
representarle o de prestarle asistencia, (d) el acogimiento del menor en una familia o establecimiento;
y (e) las medidas de protección del menor ligadas a la administración, conservación o disposición de
sus bienes. La nueva versión de este Reglamento ha modificado su denominación para aclarar que se
aplica también a la sustracción internacional de menores y reforzar la importancia de este aspecto.
Se excluyen, en cambio, los litigios relativos a la determinación de la filiación, la adopción, el nombre y
los apellidos del menor o las obligaciones alimenticias (vid. artículo 1.3).
4.26. Este Reglamento también es «doble» pues contiene reglas de competencia judicial y de
reconocimiento de decisiones. Para el juego de las primeras, es irrelevante el domicilio del
demandado, así como su nacionalidad o residencia habitual (aunque, sobre el ámbito de aplicación
territorial, más detenidamente infra tema 9). Como en los demás textos adoptados con base en el
artículo 81 TFUE, Dinamarca no es considerada como Estado miembro a los efectos de este
Reglamento, ni se ha concluido un acuerdo bilateral que extienda su aplicación a ese Estado.
4.27. En la medida en que comparten la misma naturaleza jurídica, sobre el Reglamento Bruselas II
ter se pueden proyectar muchas de las consideraciones que acabamos de hacer al hilo del Reglamento
Bruselas I bis en cuanto a su alcance, eficacia y la competencia interpretativa del TJUE.
4.29. El Convenio de Lugano de 1988 tomó como modelo el texto del Convenio de Bruselas 1968. Ya
sabemos que este texto se transformó en reglamento y que esta transformación se aprovechó para
modificar algunos preceptos, en bastantes casos de forma significativa. Esto provocó que el texto del
Convenio de Lugano de 1988 se quedase algo distanciado del texto vigente entre los Estados
miembros en ese momento, i.e. el Reglamento 44/2001; una parte del paralelismo se había perdido.
Esta circunstancia llevó a los Estados parte a revisar el texto del Convenio de Lugano. El TJUE ha
afirmado que la competencia para celebrar este nuevo convenio corresponde en exclusiva a la UE
(Dictamen 1/03). El nuevo texto del Convenio de Lugano de 2007, concluido entre la UE, Dinamarca
y los Estados de la Asociación Europea de Libre Cambio, ajusta el contenido del Convenio de Lugano
original al del Reglamento Bruselas I en su versión del año 2001 (manteniendo, eso sí, diferencias
puntuales que iremos señalando en cada tema). El nuevo Convenio está en vigor desde el 1 de enero de
2010 entre los Estados Miembros, Dinamarca y Noruega, Suiza e Islandia. Tras la modificación del
Reglamento 44/2001 por el Reglamento 1215/2012 sería oportuno adoptar una nueva versión del
Convenio de Lugano para mantener el paralelismo. Tras el brexit, el Reino Unido ha solicitado la
adhesión al Convenio de Lugano de 2007, pero, por el momento, no ha sido aceptada por la UE.
4.30. El Convenio de Lugano no impide la aplicación del Reglamento Bruselas I bis (artículo 73.1
Reglamento). En términos aproximativos, las reglas que rigen la relación entre los distintos textos
pueden resumirse así:
(a) Si el domicilio del demandado está en un Estado miembro de la Unión Europea, los jueces
españoles determinaran su CJI conforme al Reglamento Bruselas I bis. Es irrelevante, por ejemplo, el
domicilio del demandante, su nacionalidad o la del demandado.
(b) Si el domicilio del demandado está en Suiza, Noruega o Islandia (esto es, Estados que son parte del
Convenio de Lugano pero no son Estados miembros de la UE), los jueces españoles deberán aplicar las
reglas de competencia del Convenio de Lugano. En los casos de competencias exclusivas y de elección
de foro, deberán aplicar el Convenio de Lugano cuando el tribunal designado por esos preceptos sea
de uno de esos tres Estados (y en el caso de las cláusulas de elección de foro, mientras no se adapte al
nuevo Reglamento, al menos una de las partes tenga su domicilio en un Estado parte)
Ejemplo 1. (a) Si ante los tribunales españoles se presenta una demanda por incumplimiento contractual
contra una empresa con domicilio en Francia, la CJI la determina el Reglamento Bruselas I bis; (b) Si la
empresa tuviese su domicilio en Suiza, Noruega o Islandia, el Convenio de Lugano.
Ejemplo 2. (a) Si la demanda tiene por objeto un derecho real sobre un inmueble sito en Francia, la (no) CJI
de los tribunales españoles la determina el Reglamento Bruselas I bis (artículo 24), que atribuye competencia
exclusiva a los tribunales franceses; (b) Si el inmueble estuviese sito en Suiza, será aplicable el Convenio de
Lugano que atribuye competencia exclusiva a los tribunales suizos.
4.31. La LOPJ contiene el régimen de CJI nacional en los artículos 21, 22-22 sexies y 25. Esta
regulación se caracteriza porque es completa (i.e., potencialmente aplicable sea cual sea el objeto del
litigio: Derecho patrimonial, familia, sucesiones, la única excepción es la remisión que hace a la ley
concursal), autónoma respecto de las normas de competencia territorial y unilateral o atributiva de la
CJI. No obstante, por razones de jerarquía normativa, la aplicación de las reglas de CJI de la LOPJ es
subsidiaria: sólo puede invocarse fuera del ámbito de aplicación de los convenios internacionales y de
las normas europeas que contengan reglas de CJI, o cuando éstas se remitan al Derecho interno
(artículo 21.1 LOPJ); así, por ejemplo, en el ámbito del Derecho patrimonial, cuando el domicilio del
demandado esté en un Estado no miembro de la UE ni con el cual tengamos un convenio multilateral o
bilateral aplicable.
Ejemplos. Para cualquier demanda en materia de filiación, la CJI de los tribunales españoles viene
determinada por la LOPJ. Ésta se aplica también en el caso de una demanda en materia patrimonial (salvo
materia concursal) dirigida contra un demandado domiciliado en EEUU o en Canadá.
Advertencia. No obstante, esta delimitación es muy general; para aplicar la LOPJ ha de tenerse siempre en
cuenta que no exista otra regla convencional aplicable, o foros que juegan de una manera particular (por
ejemplo, los foros especiales en materia de consumo, trabajo o seguro, los exclusivos o las cláusulas de
elección). Lo que es importante retener ahora es que el proceso necesario para determinar la CJI de los
tribunales españoles exige, en primer lugar, comprobar que no estemos en el ámbito de aplicación de un
reglamento europeo o convenio internacional. Sólo entonces debe acudirse a la LOPJ.
4.32. La interpretación y aplicación de las normas de CJI establecidas en la LOPJ responde a los
cánones hermenéuticos generales del Derecho procesal. El hecho de que estemos ante Derecho de
origen nacional implica que los elementos de la interpretación normativa se derivan del propio
Derecho nacional. Sin embargo, en el sistema español de CJI hay al menos dos elementos que orientan
al intérprete hacia la coincidencia del resultado interpretativo con el régimen europeo.
(a) En primer lugar, ambos sistemas, el supranacional y el nacional (LOPJ), responden a unos mismos
principios estructurales y a unos mismos modelos de regulación; y, en particular, a un modelo de
justicia privada que exigiría prima facie que en sede de CJI los particulares fuesen tratados igual con
independencia del Estado extranjero con el que se vincula la situación. Desde este punto de vista, el
Reglamento Bruselas I bis, el Convenio de Lugano y LOPJ pueden considerarse como subsistemas que
forma parte de un sistema valorativo único de CJI.
(b) En segundo lugar, el legislador español, al elaborar la versión original de la LOPJ se inspiró en el
modelo del Convenio de Bruselas 1968, que es el que recoge el Reglamento y que, como iremos viendo,
es un modelo mucho más desarrollado que el modelo nacional. Esto implica que el propio legislador ha
querido que el referente del sistema español fuera el Reglamento Bruselas I bis y con ello que ambos
grupos de normas lleven vidas paralelas. De hecho, las normas de CJI contenidas en la LOPJ han sido
recientemente modificadas (Ley Orgánica 7/2015, de 21 de julio) para afinar aún más su paralelismo
con los textos europeos. No obstante, la redacción y estructura externa de los nuevos preceptos no es
muy feliz, lo que nos obligará, como iremos viendo en los temas correspondientes, a reconstruir el
sentido de las normas por vía interpretativa.
4.33. Lo verdaderamente importante de los datos anteriores es que nos proporcionan un criterio
hermenéutico con gran capacidad de integración del sistema nacional (LOPJ): salvo que haya razones
en contra, en caso de lagunas o ambigüedades, la solución nacional debe orientarse hacia la
supranacional; en particular, hacia los reglamentos europeos. Los reglamentos nos ofrecen el
referente hermenéutico para resolver las dudas interpretativas y para integrar las lagunas del
Derecho nacional (=analogía iuris). Como ha señalado nuestra jurisprudencia: «… aunque el precepto
comunitario no resulte directamente aplicable a este supuesto, proporciona criterios normativos,
desarrollados por la jurisprudencia del TJCE, no sólo útiles sino convenientes de seguimiento…» (p. ej.,
AAP de Barcelona, de 17 de febrero de 2011 o SAP de Barcelona de 12 de marzo de 2015). Esta
referencia hermenéutica es, además, una referencia dinámica: el desarrollo normativo de la regla
supranacional (Reglamento Bruselas I bis) se refleja sobre la LOPJ.
Advertencia. Naturalmente, la extensión de los criterios interpretativos europeos (ad intra) a las relaciones
con terceros Estados (ad extra) no es automática. En el primer ámbito el sistema descansa sobre una serie de
presupuestos (como el principio de reconocimiento mutuo) que no se dan en el segundo. Así, por ejemplo, en
éste puede estar justificada una interpretación extensiva de nuestras reglas de competencia cuando i.a.
declinar la competencia de nuestros tribunales suponga para el actor la obligación de litigar ante un foro
extranjero dónde no vaya a obtener una satisfacción efectiva y en un plazo razonable de su derecho, o donde
no existan garantías de que se van a proteger adecuadamente los intereses generales del ordenamiento
español (vid. cdo. 24 Reglamento Bruselas I bis).
4.34. Pese a la diversidad de fuentes de regulación, el régimen español de CJI responde a una unidad
sistemática de fondo. El contenido de este sistema se puede (re)construir a partir de la distinción de
cuatro tipos de foros (o fueros, aunque a lo largo del texto se utilizará la expresión foro) o criterios de
atribución de CJI: foro general, foros especiales, foros exclusivos y la autonomía de la voluntad. De
forma provisional, podemos hacer la siguiente caracterización de estos foros.
(a) El llamado foro general es el domicilio del demandando: siempre que el demandado tenga su
domicilio en España, los tribunales españoles poseen CJI con alcance cognitivo general, i.e. sea cual
sea el objeto del litigio.
(b) Los foros especiales constituyen una pluralidad de supuestos o criterios de atribución de CJI a los
tribunales españoles, que operan frente a domiciliados en el extranjero pero con alcance limitado: el
principio subyacente es que si el objeto del proceso presenta «cierta vinculación» con España, los
tribunales españoles poseen CJI pero limitada a ese objeto. Los foros especiales son la expresión
tipificada de esta vinculación. Así, por ejemplo, en materia de daños extracontractuales, serán
competentes los tribunales españoles para conocer de una demanda contra una persona domiciliada
en el extranjero si el daño del cual deriva el litigio se padeció en España.
(c) Los foros exclusivos son foros especiales en cuanto cuya atribución de CJI es limitada a ciertos
supuestos pero cuyo alcance es, por diferentes razones, mucho mayor que el de los demás foros
especiales ya que excluyen para esos supuestos la competencia de cualquier otro tribunal. Establecen
«monopolios jurisdiccionales». Así, por ejemplo, en materia de derechos reales sobre bienes
inmuebles, son competentes exclusivamente los tribunales españoles cuando el inmueble se encuentre
en España, con independencia del domicilio de las partes o de cualquier otra circunstancia.
(d) Y, por último, en la medida en que muchos de estos foros tienen carácter dispositivo, la autonomía
de la voluntad puede jugar –expresa o tácitamente– para atribuir o para excluir CJI a los tribunales
españoles.
4.35. Esta estructura subyace tanto al Reglamento Bruselas I bis, como al Convenio de Lugano y a la
LOPJ (el Reglamento Bruselas II ter presenta ciertas particularidades que estudiaremos en su
momento). Y, en consecuencia, explica el orden de exposición de los temas siguientes. En primer
lugar, estudiaremos el foro general (domicilio del demandado, tema 5). En los tres temas siguientes
estudiaremos los foros especiales: por un lado, estudiaremos los foros especiales en el ámbito del
Derecho patrimonial, donde distinguiremos entre el llamado «foro cuasi general» (foro de la sucursal,
tema 6), los foros especiales por razón de la materia (tema 6), incluidos los llamados «foros de
protección» (tema 7) y los foros especiales por conexidad procesal (tema 8). En el tema siguiente
analizaremos los foros en el ámbito del Derecho de familia (tema 9), a continuación, los foros
exclusivos (tema 10) y por último el juego de la autonomía de la voluntad (tema 11).
4.36. Para concluir este tema, es preciso hacer un breve apunte sobre la llamada jurisdicción
voluntaria. Nuestro sistema arranca de una opción muy razonable. Ni la competencia internacional ni
la ley aplicable deben variar por el hecho de que se trate de expedientes de jurisdicción voluntaria o de
procedimientos contenciosos. Por consiguiente, la competencia internacional de las autoridades
españolas para conocer de los expedientes de jurisdicción voluntaria viene determinada también por
las reglas de CJI previstas en el Derecho español, incluidos los textos supranacionales [vid. artículo 9
(1) LJV]. Esto asegura que las soluciones estén coordinadas en caso de que el expediente de
jurisdicción voluntaria se impugne mediante un procedimiento contencioso. No obstante, esto sólo
vale como regla general. Bajo el concepto de «jurisdicción voluntaria» se comprenden, tanto en el
Derecho interno como en el Derecho comparado, cuestiones, procedimientos o intervenciones de muy
distinta naturaleza y alcance, por lo que las reglas de CJI no siempre van a ofrecer una solución
adecuada o incluso factible. Según el tipo de casos, puede resultar necesario hacer una excepción o
matizar esa regla general.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 5 FORO GENERAL: DOMICILIO DEL DEMANDADO
TEMA 5
SUMARIO: §1. DEFINICIÓN Y ALCANCE DEL FORO GENERAL. §2. FUNDAMENTO. §3.
CONCRECIÓN DEL DOMICILIO. 1. Personas físicas. 2. Personas jurídicas. 3. Otros textos europeos.
4. Ley Orgánica del Poder Judicial.
5.1. En el Derecho positivo español, tanto el Reglamento Bruselas I bis (artículo 4.1) como la
LOPJ (artículo 22 ter) establecen como foro general para atribuir CJI a los tribunales españoles
el hecho de que el domicilio del demandado se encuentre en España.
«[…] los Tribunales españoles […] resultarán competentes cuando el demandado tenga su domicilio
en España»
5.2. Se califica como «foro general», ya que atribuye CJI con independencia de cuál sea el
objeto del proceso (obligaciones contractuales, extracontractuales, etc.), el tipo de demanda
(declarativa pura, constitutiva o declarativa de condena) o la localización espacial de los hechos o
derechos en disputa (i.e. tanto si el litigio es relativo a hechos o derechos localizados dentro de
España como fuera, incluso territorios no sujetos a soberanía estatal). Por último, es título
competencial también para los procedimientos de tipo monitorio o cambiario (vid. SAP de
Guipúzcoa, de 25 de marzo de 2002), o incluso para acciones colectivas.
Advertencia. No debe olvidarse que esta regla tiene ciertas excepciones: fundamentalmente, las
competencias exclusivas (infra tema 10), o las cláusulas de elección de foro o de sumisión a arbitraje,
(infra, tema 11). Así, por ejemplo, una cláusula de sumisión a los tribunales de otro Estado puede ser
invocada por el demandado para excepcionar la CJI de los tribunales españoles aunque tenga su
domicilio en España.
5.3. Aunque el resultado sea el mismo, esto es, la afirmación de la CJI de los tribunales españoles
cuando el demandado tiene su domicilio en España, la aplicación del Reglamento Bruselas I bis
(artículo 4) o de la LOPJ (artículo 22 ter) depende de que el objeto del proceso sea subsumible o
no bajo el ámbito de aplicación material de cada uno. En el caso de que resulte materialmente
aplicable el Reglamento, los tribunales españoles son competentes siempre que el domicilio del
demandado esté en España ex artículo 4 de ese texto, sin necesidad de mayores conexiones.
Fuera del ámbito material del Reglamento Bruselas I bis, o de otros convenios o reglamentos, los
tribunales españoles también son competentes siempre que el domicilio del demandado esté en
España pero en este caso ex artículo 22 ter LOPJ.
Desarrollo: la «doble función» del domicilio del demandado en el Reglamento Bruselas I bis.
Repárese en que el domicilio del demandado en el ámbito del Reglamento Bruselas I bis cumple una
doble función. Por un lado, y con las excepciones que iremos viendo en próximos capítulos, es un criterio
de delimitación del texto legal aplicable: si el domicilio del demandado se encuentra en un Estado
miembro se aplicará el Reglamento, mientras que si el domicilio se halla en un tercer Estado, el
Reglamento se remite a las reglas de CJI del Derecho nacional (vid. artículo 6.1). Por otro lado, es un
criterio de atribución de CJI: el domicilio del demandado atribuye CJI con alcance general a los
tribunales del Estado miembro en cuestión: si el demandado tiene su domicilio en España y estamos
dentro del ámbito de aplicación material del Reglamento, la afirmación de la CJI de los tribunales
españoles deriva de este texto.
5.4. Tanto el Reglamento Bruselas I bis como la LOPJ son normas que determinan la CJI, no la
competencia territorial (para determinar esta última ha de acudirse a los artículos 50 y ss.
LEC); y funcionan con independencia de otras cualidades del demandado (la nacionalidad de éste
es irrelevante, p.ej.) y del demandante (su carácter individual/colectivo o nacional/extranjero
también es irrelevante).
§2. FUNDAMENTO
5.5. El fundamento del domicilio del demando como foro general no requiere excesivas
explicaciones. En la medida en que todo proceso implica una intromisión sobre la persona y el
patrimonio de un sujeto –y, en última instancia, el poder para modificar sus posiciones jurídicas–,
el Estado más legitimado para ejercer este poder con alcance general es aquél en el que vive
dicho sujeto (idea del «juez natural» o «juez de casa»). Pero junto a este fundamento, hay
también razones de economía procesal que justifican que el domicilio del demandado atribuya
CJI con alcance general. Por un lado, reduce los costes de notificación, pues no será necesaria
una notificación internacional, que siempre es más costosa que la interna. Por otro lado, reduce
los costes de implementación coactiva de las decisiones: el domicilio del demandado coincidirá
típicamente con el de situación de su patrimonio, sobre el cual se ejecutará la eventual sentencia;
y en términos generales, si se reclama algo frente a alguien es más eficiente hacerlo allí donde
este alguien puede ser obligado coactivamente a cumplir lo que se le reclama. De hecho, el
domicilio del demandado como foro general constituye una regla prácticamente común a todos
los sistemas de CJI, tanto desde una perspectiva histórica como en el Derecho comparado
vigente.
5.6. El principal problema que plantea la aplicación práctica de este foro es la concreción del
concepto de domicilio. Comenzaremos por los supuestos en los que sea aplicable el Reglamento
Bruselas I bis. Este texto distingue entre el domicilio de las personas físicas y el de las personas
jurídicas.
1. PERSONAS FÍSICAS
5.7. En el caso de las personas físicas, el Reglamento Bruselas I bis no hace una concreción
autónoma o uniforme del concepto domicilio, sino que se remite al Derecho de cada Estado
miembro: cada Estado decide quiénes están domiciliados en su territorio (vid. artículo 62). Para
determinar si una persona física está domiciliada en España se aplica el Derecho español. Y esta
regla es estrictamente unilateral: el Derecho español sólo determina quiénes están domiciliados
en España. Para determinar quiénes están domiciliados en otro Estado miembro se aplica el
Derecho de ese otro Estado. Esto es, el juez español, para saber si una persona está domiciliada
en Francia, Alemania o Italia, aplicará el Derecho francés, alemán o italiano respectivamente. Lo
mismo vale para el domicilio legal (si bien, la existencia de una relación de dependencia la
determina la ley aplicable a esa relación según las normas de conflicto del foro).
Desarrollo: la concreción del domicilio de las personas físicas. La aplicación práctica del artículo
62 del Reglamento Bruselas I bis implica realizar las siguientes operaciones (vid. STJUE as. C-327/10).
Primero debe comprobarse si, según el Derecho español, el demandado tiene su domicilio en España;
vale a estos efectos la identidad entre domicilio y residencia habitual que hace el artículo 22 ter (2) LOPJ
(vid. también artículos 40-41 CC); el domicilio administrativo, que exige inscripción en el padrón
municipal, no es definitivo pero puede valer como presunción iuris tantum. Si la respuesta es afirmativa,
los tribunales españoles son competentes con carácter general ex artículo 4.1 Reglamento Bruselas I bis
(asumiendo que el litigio cae dentro de su ámbito de aplicación material). Si no es así, debe comprobarse
si el demandado tiene su domicilio en otro Estado miembro, para lo cual se aplicará el Derecho de ese
Estado en cuestión; por ejemplo, para saber si el demandado tiene su domicilio en Francia el juez
español aplicará el Derecho francés. Si la respuesta es afirmativa, el juez español declarará o no su CJI si
se verifica alguno de los foros alternativos establecido en el Reglamento Bruselas I bis (artículos 7 y ss.);
si la respuesta es negativa (i.e. el demandado no tiene su domicilio ni en Francia, ni en otro Estado
miembro), el juez español deberá proceder del mismo modo en relación a los Estados parte del Convenio
de Lugano; y en el caso de que tampoco esté domiciliado en esos Estados, declarará o no su competencia
según lo dispuesto en la LOPJ.
Cuestión particular: «domicilio desconocido». El siguiente caso llegó al TJUE. Un banco reclama
a un cliente la devolución de un préstamo hipotecario ante los tribunales checos. El juez concluye
que el demandado no tiene su domicilio en la Republica Checa, pero tampoco tiene indicios
probatorios de que lo tiene en otro Estado miembro, ni en un tercer Estado. El TJUE entiende que
ante esta situación cabe acudir al criterio del «último domicilio conocido»: si el último domicilio
conocido del demandado estaba en la República Checa, el juez checo podría declararse competente
(as. C-327/10). Para el TJUE ésta es la única solución conciliable con el doble objetivo del
Reglamento de reforzar la protección jurídica de las personas que tienen su domicilio en la Unión,
«permitiendo al mismo tiempo al demandante determinar fácilmente el órgano jurisdiccional ante el
cual puede ejercitar una acción y al demandado prever razonablemente ante qué órgano
jurisdiccional puede ser demandado». En el as. C-292/10, como ya hemos visto, el TJUE entiende que
en el caso de domicilio desconocido de un demandado ciudadano de la UE, la aplicación de las
normas nacionales o internas sobre CJI sólo procede cuando el juez dispone de indicios probatorios
suficientes de que el demandado está domiciliado fuera de la Unión Europea. Si se carece de dichos
indicios, debe aplicarse el Reglamento (in dubio pro Reglamento).
5.8. El Reglamento Bruselas I bis, como acabamos de ver, no ha considerado necesario hacer una
definición autónoma del concepto domicilio. Sin embargo, esta ausencia de solución uniforme
puede plantear conflictos positivos o negativos cuando los elementos que cada ordenamiento
emplea para definir ese concepto son distintos; por ejemplo, uno se fija en la residencia habitual
de hecho, otro en el domicilio administrativo; uno se fija en el domicilio familiar, otro en el
domicilio profesional.
(a) Conflictos positivos. Como según el artículo 62.1 prevalece siempre la respuesta positiva
del foro (i.e. afirmando su CJI), en la práctica este tipo de conflictos conllevan una posibilidad de
elección para el demandante.
Ejemplo: si según el Derecho interno español el demandado está domiciliado en España y según el
Derecho francés está domiciliado en Francia, el actor puede acudir como foro general tanto a los
tribunales españoles como a los franceses, pues desde la perspectiva de cada juez nacional el
demandado estará domiciliado en su propio territorio (si acude a ambos, se producirá una situación de
litispendencia internacional y el segundo deberá inhibirse a favor del primero, infra).
(b) Conflictos negativos. La solución es más compleja. Se plantea un conflicto negativo cuando,
según el Derecho español, el domicilio del demandado no está en España (sino en Portugal, por
ejemplo) y según el Derecho portugués el domicilio no está en Portugal (sino en España). En estos
casos, para evitar el absurdo de considerar que el demandado no tiene su domicilio en un Estado
miembro –y por lo tanto, no aplicar las reglas de competencia del Reglamento–, se han propuesto
dos opciones: o acudir al criterio subsidiario de la residencia habitual, o permitir la elección del
actor admitiendo una suerte de «reenvío». Esta segunda opción parece la más adecuada pues
«refleja» la solución que acabamos de ver para el conflicto positivo.
2. PERSONAS JURÍDICAS
5.9. En el caso de las personas jurídicas (en sentido lato: cualquier entidad susceptible de ser
parte en un proceso), el artículo 63 del Reglamento sí que establece una determinación uniforme
del domicilio. En concreto, afirma que se considerarán domiciliadas «… en el lugar en que se
encuentra su sede estatutaria, su administración central o su centro de actividad principal».
5.10. Los tres criterios juegan como alternativos para determinar el foro general: cualquiera de
ellos puede ser invocado por el actor como relevante para fijar el domicilio de la sociedad y, en
consecuencia, para abrir el foro general. El actor escogerá la opción que le sea más favorable.
Ejemplo. Imaginemos una sociedad constituida en España y con domicilio social (= estatutario) en
nuestro país, cuya administración central se encuentra en Francia y tiene su centro de actividades
principales en Portugal. En este caso, la sociedad se considerará domiciliada en cualquiera de esos tres
Estados y, por consiguiente, un potencial actor podrá demandarla en cualquiera de los tres en virtud del
foro general (vid. por ejemplo, AAP de Málaga, de 15 de septiembre de 2020: sociedad inglesa con
establecimiento principal en Málaga). En principio, estos tres criterios funcionan también como
alternativos para fijar la aplicación del Reglamento Bruselas I bis (y, por defecto, de las normas de origen
interno).
Ejemplo. (STS de 17 de julio de 1998 o STSJ de Madrid, Sala de lo Social, de 27 de octubre de 2015). En
el caso de los trabajadores contratados por el Instituto Cervantes para trabajar en sus sedes en el
extranjero, las demandas por reclamaciones laborales podrán plantearse ante la jurisdicción española
con independencia de cualquier circunstancia relativa a la nacionalidad del trabajador o lugar de
celebración del contrato. Como veremos más adelante, en este tipo de casos la ley aplicable es, en
principio, la ley del lugar donde se desempeña el trabajo, salvo que las partes hubiesen escogido la ley
española y ésta fuese más favorable para el trabajador.
5.13. La fecha relevante para determinar el domicilio de una persona, física o jurídica, es el
momento de presentación de la demanda. A partir de aquí rige el principio de perpetuatio
iurisdictionis: si en ese momento el domicilio del demandado está en España, dicha competencia
no se pierde por el hecho de que posteriormente se traslade al extranjero. Esta regla, además de
prevenir comportamientos oportunistas del demandado, cumple con la exigencia del propio
Reglamento de asegurar que el potencial actor pueda identificar fácilmente el tribunal
competente (vid. STJCE as. C-125/92, vid., con alcance general, artículo 22 octies 2 LOPJ).
5.15. La LOPJ también contempla el domicilio del demandado como foro general (artículo 22 ter).
La Ley, como hemos señalado, añade que se entenderá que una persona tiene su domicilio en
España cuando tenga aquí su residencia habitual.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 6 FOROS ESPECIALES EN EL ÁMBITO PATRIMONIAL: REGLAS PRINCIPALES
TEMA 6
SUMARIO: §1. INTRODUCCIÓN: FOROS ESPECIALES EN EL ÁMBITO PATRIMONIAL. §2. FORO «CUASI-
GENERAL»: EL FORO DE LA SUCURSAL. 1. Definición, régimen y fundamento. 2. Concreción. §3.
OBLIGACIONES CONTRACTUALES. RÉGIMEN GENERAL. 1. Reglamento Bruselas I bis. 1.1. ¿Qué ha de
entenderse por materia contractual? 1.2. ¿Cómo se determina el criterio de conexión, i.e. el lugar de
cumplimiento? 2. LOPJ. §4. REGLA ESPECIAL DE ACUMULACIÓN DE ACCIONES CONTRACTUALES Y
REALES SOBRE INMUEBLES. §5. OBLIGACIONES EXTRACONTRACTUALES. 1. Reglamento Bruselas I bis.
1.1. «Materia delictual o cuasidelictual». 1.2. Criterio de conexión: concreción del lugar del daño. 2. LOPJ.
§6. DERECHOS REALES MOBILIARIOS.
6.1. En este tema vamos a analizar los foros especiales en el ámbito patrimonial, esto es, los foros que
atribuyen CJI a los tribunales españoles frente a demandados con domicilio en el extranjero cuando el
objeto del litigio tiene naturaleza patrimonial.
6.2. Antes de pasar a su exposición, es oportuno señalar cuatro características generales de estos foros
en el Derecho español.
(a) Primera: son foros que responden al principio de proximidad razonable. Se basan en la existencia
de una conexión particularmente estrecha entre la controversia y los tribunales españoles, que justifica
una atribución de competencia a éstos en aras a una buena administración de justicia (por todas, STJUE,
as. C-523/10).
(b) Segunda: los foros especiales tienen un límite, el principio de previsibilidad. Deben ser foros
objetivamente previsibles para el demandado. Estos foros conllevan que un sujeto domiciliado en el
extranjero quede sometido a la jurisdicción española, i.e. hacen recaer la «carga de internacionalidad
jurisdiccional» sobre el demandado extranjero. El sometimiento a nuestros tribunales se justifica en la
medida en que la internacionalidad de la relación y su localización en nuestro país es imputable al
demandado. Por ejemplo, porque el demandado extranjero haya realizado ciertas actividades en España
o haya generado con su comportamiento una «vinculación» con el mercado español. En estos casos, el
principio de autorresponsabilidad justifica que se le someta a los tribunales españoles en relación con
los litigios derivados de esas actividades. Esto cumple con el requisito de previsibilidad que exige el
TJUE y el Reglamento Bruselas I bis: los foros especiales «deben interpretarse de forma que un operador
normalmente bien informado pueda razonablemente prever ante qué tribunales, distintos de los de su
domicilio, puede ser demandado» (vid., entre otras muchas, as. C-26/91; as. C-96/00 o C-800/19). El
considerando 16 del Reglamento Bruselas I bis recoge esta idea.
(c) Tercera. El sistema de foros especiales diseñado por el legislador es un sistema de tipificación
legal: el grado de conexión o vinculación necesaria para atribuir CJI a los tribunales españoles no es
algo que se deje a la apreciación judicial, sino que viene tipificado por el legislador y son numerus
clausus (vid., por ejemplo, y en relación con el Reglamento Bruselas I bis, TJUE as. C-261/90). Lo cual
implica que frente a domiciliados fuera de España, la CJI de los tribunales españoles sólo puede
afirmarse en determinadas circunstancias: los tribunales españoles no son competentes para conocer de
cualquier litigio que presente una vinculación razonable con España, sino sólo para conocer de aquéllos
que presentan la vinculación tipificada por el legislador.
Advertencia. En el ámbito del Reglamento Bruselas I bis, el TJUE ha señalado que los foros especiales, como
excepción al foro general, deben ser objeto de una interpretación estricta (por todas, y con más referencias,
STJUE as. C-27/17). No cabe decir lo mismo en el caso de la LOPJ (vid. supra 4.33).
(d) Cuarta: Frente al foro general del domicilio del demandado, los foros especiales son subsidiarios:
los tribunales españoles pueden ser competentes porque el domicilio del demandado esté en España o,
en su defecto, porque aquí se verifique el foro especial. En el caso de que tanto el domicilio del
demandado como el foro especial se verifiquen en España, formalmente el juez español sólo puede
declararse competente en virtud del primero. Esta relación de subsidiariedad deriva del tenor literal en
el Reglamento Bruselas I bis (artículo 7 «Una persona domiciliada en un Estado miembro podrá ser
demandada en otro Estado miembro»), como por interpretación sistemática en la LOPJ (artículo 22
quinquies).
Advertencia. Esta relación de subsidiariedad se plantea desde la perspectiva del juez nacional. Desde la
perspectiva del actor, cuando el foro general corresponde a un Estado y el foro especial a otro, ambos se ven
como alternativos: puede demandar en el primero, en virtud del foro general, o en el segundo, en virtud del foro
especial. Si, por ejemplo, en un litigio relativo a un contrato, el domicilio del demandado se encuentra en
California y el contrato se debe cumplir en España, el actor puede demandar en California (cuyo Derecho
reconoce también como foro general el domicilio del demandado) o en España en virtud del 22 quinquies, a)
LOPJ (ya que el lugar de cumplimiento del contrato es España).
(e) Quinta; son foros que determinan tanto la competencia judicial internacional como la
competencia territorial (STJUE as. C-386/05 o C-30/20, lo que no impide que un Estado miembro
pueda atribuir competencia para conocer de una clase determinada de litigios a un órgano jurisdicción
especializado con independencia del lugar de dicho Estado miembro donde se localice el criterio de
conexión relevante, vid. también STS de 7 de octubre de 2021).
6.3. El diseño de estos foros responde a la idea general que inspira el sistema de CJI: Cuanto mayores
sean los vínculos del demandado con España, mayor será el alcance de la CJI de nuestros tribunales
respecto a las actividades de ese demandado. En este sentido, si ponemos en relación estos foros con el
foro general del domicilio del demandado, se puede ver como un «sistema de tres escalones»: (a) en
el primer escalón estaría el supuesto de mayor conexión: el domicilio del demandado en España atribuye
CJI a los tribunales españoles con alcance general (i.e. el domicilio del demandado es foro general); (b)
en el segundo escalón estaría un supuesto de vinculación intermedia entre ese foro general y los foros
especiales: el hecho de que el demandado tenga sucursales o agencias en España atribuye CJI a los
tribunales españoles con alcance material general (y universal) pero sólo respecto de las actividades de
esa sucursal o agencia (la sucursal del demandado es un foro «cuasi-general»); (c) en el tercer escalón
estarían todos aquellos supuestos en los que el demandado presenta vínculos puntuales con nuestro
país, en cuyo caso los tribunales españoles tienen limitada su competencia o poder cognitivo a los litigios
que deriven de esos vínculos (son los foros especiales por razón de la materia o por conexidad). A
continuación vamos a estudiar el foro de la sucursal y posteriormente el resto de los foros especiales.
6.4. Tanto el Reglamento Bruselas I bis (artículo 7.5), como el Convenio de Lugano (artículo 5.5) o la
LOPJ [artículo 22 quinquies c)] abren un foro de competencia «cuasi-general»: aunque el demandado
tenga su domicilio en el extranjero, serán competentes los tribunales españoles cuando se trate de
litigios derivados de la explotación de agencias, sucursales u otros establecimientos de ese demandado
en España.
Texto Artículo 7.5 Reglamento Bruselas I bis
«Una persona domiciliada en un Estado miembro podrá ser demandada en otro Estado miembro: (…) 5) Si se
trata de litigios relativos a la explotación de sucursales, agencias o cualquier otro establecimiento, ante el
órgano jurisdiccional [del lugar] en que se hallen sitos».
Es un foro general en el sentido de que funciona con independencia de la naturaleza material del objeto
del litigio –obligaciones contractuales o extracontractuales, en general cualquier litigio derivado de la
explotación de esos establecimientos– y de la localización geográfica de ese objeto –su alcance es
universal, no territorial, i.e. no se limita, por ejemplo, a los contratos que se cumplan en España o a los
daños causados en territorio español–, pero limitado en la medida en que sólo juega cuando esos litigios
derivan de las actividades del establecimiento localizado en España, y no de otros establecimientos del
demandado. El foro de la sucursal funciona como una suerte de «pequeño domicilio»: es un foro
intermedio entre el foro general y los foros especiales.
Ejemplo. Una sociedad alemana tiene un establecimiento en Madrid, desde el cual presta servicios de
asesoramiento, instalación y supervisión de aparatos de seguridad a clientes (profesionales) españoles y
portugueses. Si uno de sus clientes decide plantear una reclamación por incumplimiento contractual podrá
hacerlo bien en Alemania, en virtud del foro general (artículo 4.1 del Reglamento Bruselas I bis), bien en Madrid
en la medida en que el contrato deriva de las actividades de la sucursal española (artículo 7.5). Esta segunda
posibilidad puede ser utilizada incluso por los clientes portugueses aunque sus contratos se hayan ejecutado en
Portugal.
6.5. El tenor de todos los preceptos donde está contemplado el foro de la sucursal, Reglamento
Bruselas I bis, Convenio Lugano o LOPJ, es prácticamente idéntico, aunque en el caso de la LOPJ la
regla sólo atribuye CJI, no competencia territorial (para la determinación de esta última, vid., artículos
50 y ss. LEC), mientras que la regla europea o convencional cumple ambas funciones, i.e. determina
tanto la CJI como la territorial. Para delimitar los ámbitos de aplicación respectivos se sigue el criterio
general: lo determinante es el domicilio del demandado titular de la sucursal. Por consiguiente: (a)
El artículo 7.5 del Reglamento Bruselas I bis será aplicable cuando, dentro del ámbito material del
Reglamento, el demandado tenga su domicilio en un Estado miembro; (b) El artículo 5.5 Convenio de
Lugano será aplicable cuando el demandado tenga su domicilio en Suiza, Islandia o Noruega; (c) Y el
artículo 22 quinquies (c) LOPJ será aplicable cuando el demandado tenga su domicilio en terceros
Estados (salvo que exista un Convenio bilateral aplicable, como sucede con El Salvador). El domicilio se
determina de conformidad con los criterios que hemos explicado en el tema 5.
6.6. La ratio de este foro es fácil de ver. Por un lado, no cabe duda de que, típicamente, quienes mejor
pueden adquirir la información fáctica necesaria para resolver los litigios derivados de la actividad de
una sucursal y hacerlo a un menor coste, son los tribunales del Estado de situación de esa sucursal. Esto
reduce significativamente los costes de instrucción procesal y por lo tanto contribuye a una resolución
eficiente de los litigios. Además, esto reduce los costes de notificación (ya que, normalmente, se podrá
notificar al demandado en la sucursal) y los costes de ejecución de la sentencia (ya que, normalmente, se
podrá ejecutar sobre el patrimonio vinculado a la sucursal). Por otro lado, el foro de la sucursal conlleva
una imputación razonable de las cargas procesales. Desde la perspectiva del demandado extranjero, el
establecimiento de una sucursal en el territorio español muestra su voluntad de llevar a cabo una
actividad continuada en España, beneficiándose de este mercado, luego debe responder ante sus
tribunales por lo que hace a dicha actividad. Es él quien, al establecerse en el mercado español, genera
los «riesgos de internacionalidad jurisdiccional», luego es él quien debe soportar la carga procesal
correspondiente.
2. CONCRECIÓN
6.7. La aplicación práctica de esta regla exige concretar dos aspectos: el concepto de sucursal, agencia
o establecimiento; y el alcance de la competencia que otorga dicho foro. En relación con el primero, en el
marco del artículo 7.5 Reglamento Bruselas I bis, el Tribunal de Justicia ha establecido que el término
«sucursal, agencia o establecimiento» debe ser objeto de una interpretación autónoma o uniforme,
(i.a., as. 33/78, as. 218/86). Para su definición, el TJUE ha conjugado dos elementos.
(a) Es necesario un establecimiento que tenga una presencia estable en el mercado: ha de tratarse de
un «centro efectivo de operaciones que se manifieste de forma duradera hacia el exterior, provisto de
una dirección y materialmente equipado de manera que pueda negociar asuntos con terceros» (as.
33/78). No bastan, por consiguiente, ni presencias duraderas que no constituyan un «centro de
operaciones», como una mera dirección postal o una página web, ni presencias operativas pero de
naturaleza esporádica o temporal, como la asistencia a una feria internacional.
(b) Es preciso, no obstante, que ese centro de operaciones esté bajo «dirección y control del
demandado». No estamos ante una sucursal o agencia, en el sentido del artículo 7.5, cuando se trata de
agentes comerciales independientes o de concesionarios de venta en la medida en que éstos son libres
de organizar lo esencial de su actividad, no actúan en nombre del principal o el principal no puede
prohibirles que actúen para otras empresas de la competencia (as. 14/76, as. 33/78 o as. 139/80). En el
caso de los grupos de sociedades, en principio, el artículo 7.5 Reglamento Bruselas I bis no se puede
invocar cuando el «establecimiento» sea un ente con actuación independiente y su propia personalidad
jurídica. Por consiguiente, si se trata de filiales en España o, en general, de empresas con personalidad
jurídica independiente, no se puede utilizar sin más el artículo 7.5 Reglamento Bruselas I bis frente a la
empresa extranjera matriz.
Advertencia 1. Sin embargo, este principio de separabilidad entre filial y matriz puede venir corregido a partir
del principio de apariencia. En la determinación de ese «control y dirección» del principal/demandado no
debe atenderse tanto a la estructura que gobierna realmente sus relaciones intragrupo, cuanto a su apariencia
en el tráfico, esto es, a su aspecto exterior apreciable por un observador objetivo. Por eso, cuando las filiales
aparecen en el tráfico «como sucursales», el principio de apariencia exige corregir ese principio de
separabilidad: la empresa matriz extranjera puede ser demandada por las actividades que realiza a través de su
filial e incluso al revés cuando la matriz aparece en el tráfico como un establecimiento de la filial (vid. TJUE as.
216/86 y en relación con la aplicación de este precepto a sociedades independientes pero que tienen poder para
actuar en nombre de una sociedad extranjera vid. as. C-913/19).
Advertencia 2. En el ámbito de las actividades iure gestionis de los Estados, las embajadas son subsumibles en
el concepto de «establecimientos» que utiliza el artículo 7.5 (vid. STJUE as. C-154/11).
6.8. En cuanto a su alcance, la competencia que atribuye el artículo 7.5 del Reglamento se limita a los
litigios derivados de la explotación de la sucursal, agencia o establecimiento en España (o,
respectivamente, en el Estado miembro correspondiente). Según ha dicho el TJUE (as. 33/78), esa
noción comprende tanto los litigios referentes a la gestión propiamente dicha de la sucursal, agencia o
establecimiento, por ejemplo, arrendamiento de edificios o contratación del personal que trabaje en
ellos, como los referentes a las actividades que dicho establecimiento realiza en nombre de la casa
principal. En este sentido, los tribunales españoles serán competentes para conocer de los litigios, sean
de naturaleza contractual (celebración o cumplimiento de cualquier contrato: contratación laboral,
arriendo de locales, actividades comerciales, etc.) o extracontractual, que tengan su origen en las
actividades que un establecimiento situado en España desempeña por cuenta de la casa principal
extranjera (vid. TJUE as. 33/78). Debe, naturalmente, existir algún tipo de nexo entre la sucursal y el
origen del litigio; por ejemplo, si se trata de un contrato, que se haya concluido a través de la sucursal o
que ésta haya participado de algún modo en el establecimiento de la relación jurídica (TJUE as. C-
464/18), o si se trata de un daño, que haya sido generado por las actividades de la sucursal (en palabras
del TJUE, es necesario que la sucursal o establecimiento haya participado de forma efectiva y
significativa en algunos de los actos constitutivos del ilícito civil, as. C-27/17). Pero dentro de este
ámbito, el alcance del artículo 7.5 no está limitado territorialmente. Por consiguiente, en el primer
supuesto (obligaciones contractuales) no es necesario que el contrato deba cumplirse en España
(aunque vid. STJUE as. C-154/1, C-27/17, C-464/18 o C-804/19); ni, en el supuesto de las obligaciones
extracontractuales, es necesario que el daño haya ocurrido en España.
Ejemplo. Siguiendo con el mismo ejemplo de la sociedad alemana que tiene un establecimiento en Madrid, si las
actividades de este establecimiento causan un daño extracontractual en territorio portugués, la víctima podrá
plantear su demanda (a) en Alemania, en virtud del foro general (artículo 4.1 Reglamento Bruselas I bis); (b) en
Madrid, en virtud del foro de la sucursal (artículo 7.5 Reglamento Bruselas I bis, aunque el daño no se haya
producido en España); (c) y, cómo vamos a ver a continuación, también ante el tribunal portugués del lugar del
daño (artículo 7.2 Reglamento Bruselas I bis).
6.9. Por el contrario, el artículo 7.5 Reglamento Bruselas I bis no es un foro activo, i.e. no puede ser
invocado frente a terceros en aquellos litigios en los que la empresa titular del establecimiento
interviene como demandante. El artículo 7.5, a diferencia del foro general, tampoco puede utilizarse
como criterio para atraer a otros co-demandados (vid. artículo 8.1).
6.10. Aunque la cuestión no es pacífica, la idea del artículo 7.5 del Reglamento Bruselas I bis como
suerte de «pequeño domicilio» nos sirve para resolver el problema de concreción temporal: es
necesario que el establecimiento siga operativo en el momento de presentación de la demanda. No
puede invocarse ese criterio sobre la base de establecimientos ya desmantelados pese a que el litigio
derive de las actividades históricas de aquéllos. Naturalmente, si el litigio tiene naturaleza contractual o
extracontractual nada impide que el actor pueda acudir a los foros especiales previstos para estos casos
(arts. 7.1 o 7.2) y, sobre esta base, demandar al titular de ese establecimiento.
6.11. Las consideraciones anteriores valen, mutatis mutandis, en relación con el Convenio de Lugano o
a la LOPJ, cuando sean aplicables.
6.12. El Reglamento Bruselas I bis establece un foro especial cuando el objeto del litigio es de
naturaleza contractual [artículo 7.1.a)]: serán competentes los tribunales del lugar de cumplimiento de
la obligación que sirve de base a la demanda. Además, prevé dos reglas particulares concretando ese
criterio de conexión: para los contratos de compraventa de mercaderías, dicho lugar será el de la
entrega de las mercaderías y, para los contratos de prestación de servicios, el de la prestación de los
servicios [artículo 7.1.b)].
«Una persona domiciliada en un Estado miembro podrá ser demandada en otro Estado miembro…1).
a) en materia contractual, ante el órgano jurisdiccional del lugar en el que se haya cumplido o deba
cumplirse la obligación que sirve de base a la demanda;
– cuando se trate de una compraventa de mercaderías, el lugar del Estado miembro en el que, según el
contrato, hayan sido o deban ser entregadas las mercaderías;
– cuando se trate de una prestación de servicios, el lugar del Estado miembro en el que, según el contrato,
hayan sido o deban ser prestados los servicios; c) cuando la letra b) no sea aplicable, se aplicará la letra a)».
El Convenio de Lugano contiene la misma regla. La LOPJ, por su parte, también abre un foro especial
(artículo 22 quinquies (a) LOPJ) «cuando la obligación objeto de la demanda se haya cumplido o deba
cumplirse en España». Los ámbitos de aplicación respectivos vienen determinados por el domicilio del
demandado.
Ejemplo. En el supuesto de una reclamación contra una empresa extranjera derivada de un contrato, si el
domicilio del demandado está en Alemania, los tribunales españoles serán competentes si la obligación
contractual que sirve de base a la demanda debe cumplirse aquí, en virtud del artículo 7.1 Reglamento Bruselas
I bis. Lo mismo vale en relación con domiciliados en Suiza, Islandia o Noruega, en virtud del artículo 5.1
Convenio de Lugano. En cambio, frente a un demandado con domicilio en EEUU, los tribunales españoles serán
competentes si las obligaciones contractuales se han cumplido o deben cumplirse en España, en virtud del
artículo 22 quinquies (a) LOPJ.
1. REGLAMENTO BRUSELAS I BIS
6.13. El artículo 7.1 Reglamento Bruselas I bis utiliza como criterio de conexión el lugar de
cumplimiento de la obligación. Como en un contrato puede haber varias obligaciones, el Reglamento
considera como obligación relevante «…la que sirve de base a la demanda». Sin embargo, para dos
tipos contractuales, la compraventa de mercaderías y la prestación de servicios, la competencia
corresponde a los tribunales del lugar donde debe cumplirse la prestación principal o característica
del contrato, i.e. la entrega de las mercancías o la prestación de los servicios. Este foro, como los demás
foros especiales del Reglamento, determina tanto la CJI como la competencia territorial.
6.14. Esta regla también tiene su fundamento en el principio de proximidad razonable. Por un lado, el
lugar de cumplimiento de la obligación litigiosa responde a la proximidad que existe entre el tribunal
competente y el objeto del litigio: en el lugar de cumplimiento es donde se hallarán las pruebas y, en
general, los elementos fácticos del litigio, por lo tanto, es donde más eficiente puede resultar la
instrucción del proceso. Por otro lado, el foro del lugar de cumplimiento responde también a un
fundamento material. Desde la perspectiva del deudor, lo que implica este foro es que, para el
cumplimiento de su obligación, puede ser demandado ante los tribunales del lugar donde esté
materialmente obligado a cumplir. Esto es perfectamente defendible. Si un extranjero se obliga a
cumplir una obligación en España es razonable que en caso de incumplimiento pueda ser demandado
aquí, i.e. que soporte la «carga de internacionalidad jurisdiccional».
6.16. El primer problema de aplicación que plantea el artículo 7.1 del Reglamento es la calificación del
concepto «materia contractual». Según ha señalado el TJUE, el término «materia contractual»
requiere una interpretación uniforme o autónoma (as. 34/82, as. 9/87, as. C-26/91, as. C-51/97, as. C-
548/12 o as. C-274/16 y acumulados). Así se garantiza una aplicación uniforme del precepto y la
consiguiente igualdad de derechos y obligaciones para todos sus destinatarios. Es cierto que el TJUE no
ha definido exactamente lo que entiende por «materia contractual», pero de su jurisprudencia se deriva
una lectura amplia del término donde se incluyen todas aquellas obligaciones derivadas de «un
compromiso voluntariamente establecido entre las partes o asumido por una parte frente a la otra» (vid.,
por todas, as. C-147/12: «una obligación jurídica libremente consentida por una persona respecto a otra
y en la que se basa la acción del demandante»). No es estrictamente necesario, en cambio, que se haya
celebrado un contrato, basta la concurrencia de una obligación jurídica libremente consentida por una
persona frente a otra (por todas, as. C-433/19). En todo caso, el TJUE ha precisado que la existencia de
una relación contractual es algo que debe comprobar el juez, incluso de oficio, a la vista de
circunstancias concluyentes expuestas por la parte interesada (C-366/13).
Desarrollo: el concepto de «materia contractual». Esta interpretación amplia se predica tanto de las
«relaciones» subsumibles en el artículo 7.1, como de las «obligaciones» derivadas de ellas. Por ejemplo, y por lo
que hace al primer aspecto, el Tribunal de Justicia ha señalado que los vínculos entre una asociación o sociedad
y sus socios son análogos a los de un contrato, en el sentido de que derivan de una relación voluntariamente
establecida entre las partes, y ello con independencia de que las obligaciones deriven de la decisión de
incorporarse como miembro a la asociación o de una decisión de sus órganos. La acción social de
responsabilidad de los administradores sociales también está comprendida en el concepto de materia
contractual: según el TJUE, «la actividad de un administrador crea vínculos estrechos del mismo tipo que los que
se establecen entre las partes en un contrato y que, por consiguiente, procede considerar que la acción
entablada por la sociedad contra su antiguo administrador por un presunto incumplimiento por parte de éste de
su obligación de desempeñar correctamente sus funciones societarias queda comprendida en el concepto de
materia contractual» (as. C-47/14, analizando también los problemas de la calificación de los administradores
como trabajadores). También las obligaciones derivadas de un propietario de un inmueble frente a la comunidad
de vecinos deben calificarse como materia contractual a los efectos del Reglamento (as. C-25/18 o C-433/19); en
cambio, en el caso de la obligación de pago de las cuotas a un colegio de abogados depende de si son
obligatorias o no, esto es, son una mera contrapartida a prestaciones facilitadas por el colegio libremente
consentidas por el colegiado (as. C-421/18). La obligación que deriva de un título-valor también tiene
naturaleza contractual a los efectos del artículo 7.1 (as. C-419/11: «el avalista, al firmar en el anverso del pagaré
con la mención por aval, aceptó voluntariamente actuar como garante de las obligaciones del emisor del
pagaré», pero vid. as. C-375/13: no resulta aplicable el artículo 7.1, cuando el demandante ha adquirido un bono
al portador de un intermediario financiero sin que el emisor haya asumido una obligación frente a él, cfr. C-
366/13). La donación se califica como materia contractual a los efectos del artículo 7.1 del Reglamento (C-
417/15). También la acción de repetición entre codeudores solidarios de un contrato de préstamo (C-249/16). El
contrato, por último, puede ser tácito (vid. STJUE, C-196/15, fijando, además, algunas pautas para demostrar la
existencia de un contrato tácito). E incluso, el TJUE ha concluido que el concepto de materia contractual incluye
la acción de compensación de los pasajeros aéreos por retraso de un vuelo de conexión ejercitada contra un
transportista aéreo encargado de efectuar dicho vuelo aunque no sea quien contrata con el pasajero afectado
(as. C-274/16 y acumulados), o contra el transportista aéreo que, si bien no ha celebrado un contrato de
transporte con el viajero, opera el vuelo que hubiera sido estipulado en un contrato de viaje combinado (as. C-
215/18). El dato relevante es que la acción traiga causa del incumplimiento de una obligación derivada de un
contrato, y no en la identidad de las partes (Ibid.).
El TJUE también ha definido en sentido amplio las obligaciones que derivan de un contrato. Así, el Tribunal ha
considerado que el foro previsto en el artículo 7.1 comprende todos los derechos y deberes subjetivos derivados
de una relación voluntariamente establecida entre las partes. El fundamento puede ser el propio contrato o la
ley aplicable (lex contractus) determinada por el DIPr del foro. Así, se incluyen en el artículo 7.1: las acciones de
cumplimiento (incluyendo las de exoneración de responsabilidad), las indemnizaciones por incumplimiento
contractual, las indemnizaciones por resolución abusiva de un contrato, las restituciones por nulidad o
inexistencia contractual (C-366/13), incluida la de restitución por enriquecimiento injusto (C-242/20) o las
acciones derivadas de información engañosa que incitó a contratar siempre que sean imputables a la
contraparte (no a terceros, en cuyo caso se aplicará el artículo 7.2). También se incluyen en el foro previsto por
el artículo 7.1 las pretensiones que afectan a la totalidad del contrato, por ejemplo, las acciones declarativas de
validez, nulidad o inexistencia contractual, y por lo tanto se aplica el artículo 7.1 aunque el demandado alegue
como defensa la inexistencia del contrato (as. C-307/19). O las acciones de responsabilidad civil que, aunque
según el Derecho nacional fuesen extracontractuales (por ejemplo, basadas en una vulneración del Derecho de
la competencia desleal), puedan considerarse un incumplimiento de las obligaciones contractuales, teniendo en
cuenta el objeto del contrato (as. C-548/12). Con un razonamiento bastante discutible, el TJUE ha considerado
que se incluyen también dentro del artículo 7.1 las acciones paulianas cuyo objeto es proteger el interés de un
acreedor contractual, as. C-337/17). En general, para resolver otras incertidumbres relativas al alcance
competencial del artículo 7.1, debe atenderse al Reglamento Roma I y en particular a su artículo 12.
En cambio, el TJUE (as. C-334/00) ha establecido que la responsabilidad derivada de una negociación
precontractual de mala fe, que provoca una ruptura injustificada de las negociaciones, no es
subsumible en el artículo 7.1, sino en el artículo 7.2, en la medida en que las partes no llegaron a asumir
ningún compromiso. La gestión de negocios ajenos, en principio, queda también fuera del artículo 7.1 en
la medida en que las obligaciones son ex lege y no derivan de una relación voluntariamente asumida por
el principal. Tampoco es aplicable, por ejemplo, cuando se trata de un litigio entre el sub-adquirente y el
fabricante de un producto, que no es vendedor (as. C-26/91); ni cuando se trata de un litigio entre una
asociación de consumidores y un comerciante cuyo objeto es obtener la prohibición del uso de cláusulas
contractuales consideradas abusivas (as. C-167/00); ni cuando el destinatario de unas mercancías,
basándose en el conocimiento de embarque que ampara el transporte marítimo no demanda a quien ha
emitido dicho documento sino a quien considera ser el verdadero transportista (as. C-51/97: no hay
relación directa entre el destinatario y el supuesto transportista demandado; aunque vid. C-274/16 y
acumulados, supra). Por último, el TJUE ha considerado que el artículo 7.1 no es aplicable en aquellos
supuestos en los que el origen del litigio se encuentra en una obligación contractual de no hacer sin
limitación geográfica, alegando la imposibilidad de identificar un único lugar de cumplimiento de la
obligación litigiosa (as. 256/00). Sí será aplicable cuando la obligación de no hacer es susceptible de
localización territorial.
6.17. El artículo 7.1 del Reglamento, como los demás foros especiales, se puede invocar frente a
demandados en el extranjero, con independencia del tipo de proceso: declarativo ordinario, verbal o
incluso monitorios o cambiarios. En consecuencia, ese precepto desplaza artículos como el artículo 813
LEC que establece la competencia exclusiva del juez español del domicilio del demandado (vid. ATS de
21 de julio de 2008 o AAP de Sevilla, de 2 de noviembre de 2022).
1.2. ¿Cómo se determina el criterio de conexión, i.e. el lugar de cumplimiento?
6.18. Para determinar el criterio de conexión relevante (locus executionis), el Reglamento distingue
entre la regla general, artículo 7.1 (a) [infra (i)] y la regla especial para los contratos de compraventa y
prestación de servicios, artículo 7.1 (b) [infra (ii)].
6.19. La regla general atribuye la competencia judicial a los tribunales del lugar donde se haya
cumplido o deba cumplirse la obligación que sirve de base a la demanda. Esta solución se puede analizar
mejor si la descomponemos en sus dos ingredientes: obligación relevante y lugar de cumplimiento.
6.20. Como indica el texto del precepto, la obligación relevante es la obligación que sirve de base a la
demanda. Para la determinación de la obligación relevante en cada caso, el TJUE parte de la distinción
entre (i) obligaciones primarias, esto es, las obligaciones que se establecen en el contrato y (ii)
obligaciones sustitutivas, esto es, los remedios u obligaciones ex lege que el incumplimiento de las
primeras provoca. En general, y según este planteamiento, las obligaciones ex lege son meros
«sustitutos» establecidos por el legislador ante el incumplimiento de las primeras, i.e. de las
obligaciones primarias, por lo que deben ser éstas las obligaciones relevantes a los efectos de
determinar la competencia. En consecuencia: Si lo que pide el demandante es el cumplimiento de una de
las obligaciones establecidas en el contrato, esa es la obligación relevante. En cambio, si lo que pide el
demandante es una indemnización por daños y perjuicios o la resolución del contrato por
incumplimiento de la contraparte, la obligación relevante es aquella obligación contractual primaria
cuyo incumplimiento justifica esa petición del actor, esto es, aquella obligación cuyo incumplimiento
genera esos remedios contractuales. En caso de acciones de restitución basadas en la nulidad del
contrato, se ha de atender, en principio, al lugar de cumplimiento de la obligación cuya nulidad se alega
(C-417/15).
El artículo 7.1 presupone un solo lugar de cumplimiento de la obligación controvertida. Si hay varias
obligaciones autónomas que se derivan directamente de la relación contractual, todas ellas
principales, rige el principio de separabilidad: sólo se toma como relevante la que sirve de fundamento a
la pretensión y si el actor invoca varias, la competencia, en principio, debería limitarse a la que se
cumpla en ese Estado (TJUE as. C-420/97; as. C-256/00). Sin embargo, si se trata de una obligación
principal y otras secundarias o accesorias, rige la regla «lo secundario sigue a lo principal» (TJUE as.
266/85). Para la aplicación de esta regla, corresponde al juez nacional considerar si se trata de
obligaciones contractuales equivalentes o accesorias, a la luz del caso concreto (TJUE as. C-420/97).
6.21. Una vez identificada la obligación relevante, conforme a los criterios anteriores, el paso siguiente
es concretar el lugar de cumplimiento. Para determinar este lugar habrá que estar a lo que las partes
han establecido en el contrato y, en su defecto, a lo que disponga la ley material aplicable (lex
contractus).
(1) Las partes pueden designar el locus executionis de las obligaciones contractuales y ello determina
también, en virtud del artículo 7.1 (a), el foro competente. Para ese acuerdo no hay necesidad de
satisfacer las condiciones de forma del artículo 25 Reglamento (TJUE as. 56/79, as. C-106/95). Lo que
hacen las partes es localizar un derecho subjetivo en un lugar (obligarse a cumplir en un lugar), y de ahí
se deriva la posibilidad de reclamar judicialmente en ese mismo lugar ese derecho. La validez del
acuerdo, en este caso, viene determinada por la lex contractus (C-56/79). En el caso de los títulos-valor,
el lugar de cumplimiento se indicará, normalmente, en el título (as. C-419/11).
(2) En su defecto, el TJUE ha entendido que ese lugar se determina conforme a la lex contractus, esto es,
la ley nacional (material) que rija el contrato (TJUE as. 12/76: el lugar de cumplimiento «… se determina
con arreglo a la ley aplicable a la obligación controvertida, según las normas de conflicto del órgano
jurisdiccional que conoce del asunto»). La regla vale tanto si es aplicable el Derecho conflictual del foro
(Reglamento Roma I, infra tema 24) como si es aplicable el Derecho uniforme. En alguna ocasión en la
que el lugar de cumplimiento era indiscutible, el TJUE lo ha determinado directamente sin referencia a
la lex contractus (vid. as. C-433/19).
(ii) Regla especial: artículo 7.1 (b)
6.22. En los dos tipos contractuales más habituales en la práctica, la compraventa de mercaderías y
la prestación de servicios, el Reglamento se aparta de esa solución general y establece una regla
especial en un doble sentido. Por un lado, se aparta del principio de separabilidad (i.e. la aplicación de la
regla «obligación por obligación») y sigue un principio de concentración. Y, por otro lado, se orienta
hacia una determinación autónoma, y no por remisión a la lex contractus, del lugar de cumplimiento.
6.23. La regla especial que recoge el artículo 7.1 (b) se basa en el principio de concentración de los
litigios en el lugar de cumplimiento de la prestación característica del contrato. El objetivo inmediato de
esta regla especial es evitar que, por aplicación del criterio general, el lugar de pago pueda conducir a
un foro sin conexión auténtica con el fondo de la disputa. La regla sigue siendo el lugar de cumplimiento
de la obligación que sirve de base a la demanda. Sin embargo, a los efectos de determinar la
competencia, el artículo 7.1 (b) entiende que todas las obligaciones que se deriven del contrato han de
cumplirse en el mismo lugar: allí donde se entreguen las mercancías o donde se preste el servicio,
i.e. donde deba cumplirse la prestación característica del contrato. En estos dos tipos contractuales, la
obligación relevante no es realmente la que sirve de base a la demanda, sino la que caracteriza el
contrato. En el lugar de cumplimiento de esta obligación deben concentrarse todos los litigios
contractuales: los relativos al cumplimiento de las obligaciones primarias, como la entrega o el pago, o
secundarias, como una indemnización por incumplimiento, incluso las restituciones derivadas de una
resolución o rescisión contractual.
6.24. En estos casos, además, el lugar de cumplimiento de la obligación principal, i.e. la entrega de
las mercancías o la prestación de los servicios, se determina de forma autónoma. No por remisión a la
lex contractus. Naturalmente, en primer lugar, se estará a los términos del contrato. Deberán
consultarse las cláusulas contractuales relativas al lugar dónde el comprador o alguien actuando por su
cuenta ha de hacerse cargo de las mercancías (incluidos, en su caso, los INCOTERMS, vid. STJUE as. C-
87/10) o donde debe prestarse el servicio encargado. Si de este análisis no es posible concluir la
existencia de un acuerdo de las partes sobre el lugar de cumplimiento, en vez de acudir a lo que
disponga la ley que rige el contrato (como procede en el caso del que sea aplicable el apartado (a) del
artículo 7.1), el TJUE ha entendido que debe hacerse una determinación autónoma o uniforme del lugar
de cumplimiento y así, en los casos de compraventa debe estarse al lugar de entrega material de la
mercancía al comprador en el destino final, i.e. donde el comprador adquirió o hubiera debido adquirir la
facultad de disponer efectivamente de las mercancías en el destino final (ass. C-381/08, C-87/10; vid.
AAP de Madrid, de 15 de febrero de 2012; AAP de A Coruña, de 10 de noviembre de 2016; AAP de
Barcelona, de 17 de noviembre de 2020 o AAP de Murcia, de 6 de julio de 2021).
Ejemplo (AAP de Madrid, de 15 de febrero de 2012). En un caso que ya hemos visto (supra núm. marg. 2.2), una
empresa española había comprado una partida de lámparas destinadas a uso dental por profesionales. Las
lámparas son defectuosas y la empresa española presenta una demanda ante los tribunales de Madrid por
incumplimiento contractual. El juez se declara competente entendiendo que Madrid constituye «el destino final
en el que el comprador podrá disponer de las mercancías que adquirió».
Cuestiones particulares. (a) INCOTERMS. En relación con el uso de INCOTERMS u otras cláusulas
estandarizas, el TJUE ha concluido que son un elemento relevante para determinar el lugar de entrega, pero
siempre que permitan «identificar un lugar de entrega de manera clara». Debe analizarse, en particular, si
dichas cláusulas fijan únicamente las condiciones relativas al reparto de riesgos o gastos de transporte o si
designan también el lugar de entrega. Así sucede, por ejemplo, con la cláusula Ex work, que fija como lugar
de entrega el domicilio del vendedor (as. C-87/10, C-196/15); en cambio, en las ventas por expedición, en las
cuales el vendedor debe entregar esos bienes al primer transportista para su remisión al comprador, lo
relevante es el lugar donde este último debe tomar posesión material de las mismas (as. C-381/08, aunque
en este caso el contrato incluía una cláusula franco fábrica, free works, domicilio comprador; sobre el
alcance en este ámbito de la cláusula CFR, SAP de A Coruña de 10 de noviembre de 2016, y FCA, AAP de
Murcia, de 6 de julio de 2021). (b) Pluralidad de lugares de cumplimiento. (i) Compraventa de
mercaderías. En el asunto C-386/05, se trataba de una empresa alemana que vendía mercancías a una
empresa austriaca. Las mercancías debían entregarse en diferentes ciudades pero todas dentro de este
último Estado. En este caso, el TJUE ha afirmado que debe considerarse competente un único tribunal para
conocer de todas las demandas basadas en el mismo contrato. En concreto, el tribunal del lugar donde se
lleva a cabo la entrega principal en términos económicos, y si no es posible identificar este lugar, cualquiera
de ellos a elección del actor. (ii) Prestación de servicios. En el asunto C-204/08, aplica este mismo
principio para la prestación de servicios, incluso cuando deben prestarse no en diferentes territorios dentro
del mismo Estado, sino en diferentes Estados. Se trataba de un residente en la RFA que había comprado un
billete de avión a una compañía aérea letona para volar desde Munich a Vilna (Lituania). El vuelo fue
anulado. El Tribunal considera que en este caso por «el lugar de prestación de los servicios» debe
entenderse tanto el lugar de partida como el lugar de llegada del vuelo, a elección del actor (vid. también as.
C-213/18). En esta misma decisión, aclara que el artículo 33 del Convenio de Montreal de 29 de mayo de
1999, para la unificación de ciertas reglas para el transporte aéreo internacional, que contiene una regla de
CJI, no es aplicable en la medida en que el actor no pretende la indemnización de daños que prevé dicho
Convenio, sino la compensación a tanto alzado por anulación del vuelo que se establece en un reglamento
europeo (el Reglamento 261/2004); si se acumula la aplicación de ambos instrumentos, la competencia
judicial debe determinarse por separado para cado uno de ellos (as. C-213/18, donde también se aclara que
el artículo 33 del Convenio es una norma de competencia judicial internacional y territorial). Aquella
conclusión se ha extendido al supuesto en el que el transporte aéreo conlleva una escala y cada vuelo lo
realiza una compañía aérea distinta (as. C-274/16 y acumulados): el lugar de llegada del segundo vuelo se
puede invocar como criterio para demandar al transportista que realizó el primer vuelo, aunque no sea quien
contrató con los pasajeros afectados (en cambio, las escalas intermedias no constituyen, en principio, un
criterio de conexión suficiente a estos efectos, as. C-20/21). Y al transporte de mercancías: vale tanto el
lugar de expedición como el lugar de entrega (as. C-88/17). En el asunto C-19/09, el Tribunal ha concretado
ese criterio para los contratos de agencia comercial. Si el agente comercial lleva a cabo su actividad en
varios Estados miembros, para concretar el concepto de lugar de prestación de los servicios: (i) debe
atenderse, primero, al lugar de la prestación principal de los servicios del agente, esto es, al lugar en el que
según el contrato –o en su defecto, atendiendo a los hechos– el agente debía desempeñar o ha desempeñado
principalmente su trabajo por cuenta del principal; (ii) si no es posible determinar ese lugar conforme a
dichos criterios, deberá atenderse a lugar del domicilio del agente comercial. Lo mismo vale para los
contratos de distribución exclusiva (as. C-64/17, AAP de Oviedo, de 25 de mayo de 2020). En los
contratos de préstamo, el lugar donde se han prestado los servicios es, salvo pacto en contrario, el del
domicilio de la entidad prestamista, y así mismo lo es a efectos de determinar la competencia para conocer
de una eventual acción de repetición entre los deudores solidarios de dicho préstamo (as. C-249/16). Por
último, en el caso de la relación entre la sociedad y sus administradores, el TJUE ha concluido que debe
atenderse al lugar donde según los estatutos sociales, o cualquier otro documento, el administrador debe
cumplir sus obligaciones societarias, y en su defecto al lugar donde ha desarrollado efectivamente, de
manera preponderante, sus actividades (as. C-47/14).
6.25. La regla especial prevista para los contratos de compraventa de mercaderías y de prestación de
servicios no juega en dos tipos de supuestos en los que ha de volverse a la regla general (artículo
7.1.a): (a) cuando las partes han fijado contractualmente el lugar de pago (como vimos, los problemas
del artículo 7.1 del Convenio de Bruselas surgían en aquellos casos en los que el lugar de pago venía
fijado ex lege), (b) o cuando esa prestación característica debe cumplirse en un tercer Estado.
Ejemplos. Imaginemos una firma española que vende ordenadores a una firma belga y, ante la falta de pago por
esta última, decide presentar una demanda ante los tribunales españoles sobre la base del artículo 7.1. En este
caso, si las partes no han fijado en el contrato el lugar de pago, la competencia corresponde a los tribunales del
lugar de entrega de las mercancías, aunque esta obligación no sea la que fundamenta la demanda del actor. Para
determinar el lugar de entrega de las mercancías, hay que estar a lo que las partes hayan dispuesto en el
contrato. En este mismo ejemplo, si las partes hubiesen acordado expresamente el pago en España, los
tribunales españoles serían competentes directamente en virtud del artículo 7.1 (a) (lugar de cumplimiento de la
obligación que sirve a la demanda). Lo mismo valdría si las partes han acordado que la entrega de los
ordenadores ha de tener lugar en un tercer Estado. Al hilo de este ejemplo, es necesario señalar que se discute
cuál es el significado de los términos «y salvo pacto en contrario» que utiliza el encabezamiento del artículo
7.1.b. La interpretación más razonable de esa expresión, además de que probablemente sea la que mejor encaja
con su génesis, es referirla a la determinación expresa del lugar de pago. En ese sentido, la autonomía de la
voluntad puede jugar para fijar el lugar de cumplimiento de cualquier obligación derivada del contrato distinta
de la principal, (por ejemplo, el pago) y así excluir el juego del principio de concentración de litigios y volver a la
aplicación de la regla general prevista en el artículo 7.1 (a). Por eso pude decirse que el juego de la regla
especial contemplada en el artículo 7.1 (b) es dispositivo.
6.26. Las consideraciones anteriores son aplicables, mutatis mutandis, frente a demandados con
domicilio en Suiza, Noruega o Islandia, en virtud del Convenio de Lugano.
2. LOPJ
6.27. Cuando el domicilio del demandado se encuentra en un tercer Estado y a salvo del juego de los
convenios bilaterales, la CJI de los tribunales españoles, en materia contractual, viene determinada por
la LOPJ [artículo 22 quinquies, (a)]. Las diferencias más significativas con el régimen del artículo 7.1
del Reglamento Bruselas I bis son dos: (a) Los foros especiales de la LOPJ determinan la CJI pero no la
territorial (ésta quedará sujeta a las reglas de la LEC); (b) El artículo 22 quinquies (a) LOPJ sólo prevé
una regla: «que la obligación objeto de la demanda se haya cumplido o deba cumplirse en España». El
legislador español no ha incorporado expresamente la norma especial que prevé el Reglamento europeo
para los contratos de compraventa de mercaderías y de prestación de servicios, aunque no es
descartable que se pueda alcanzar una solución semejante por vía de desarrollo judicial.
6.28. El Reglamento Bruselas I bis establece un foro especial en materia de contratos vinculados a
derechos reales inmobiliarios: las personas domiciliadas en otro Estado miembro podrán ser
demandadas «en materia contractual, si la acción puede acumularse con otra en materia de derechos
reales inmobiliarios dirigida contra el mismo demandado, ante el tribunal del Estado miembro en el que
esté sito el inmueble» (artículo 8.4). El actor y el demandado deben coincidir en ambas acciones y ello
justificaría la acumulación, i.e. que la competencia para conocer de la acción real se extienda a la acción
personal.
Ejemplo. Este precepto está pensado típicamente para créditos con garantía real. Una persona domiciliada en
Francia posee un inmueble en España. Dicha persona ha contraído un préstamo garantizado por una hipoteca
que grava el inmueble, la devolución del préstamo se acuerda que tenga lugar en Francia. El deudor no devuelve
el crédito en los plazos convenidos. Si el acreedor quiere ejercitar la acción personal, en principio, debería
acudir a los tribunales franceses (ex artículo 4), mientras que si quiere ejercitar la acción de ejecución de la
hipoteca deberá acudir a los tribunales españoles (ex artículo 24.1). Para evitar esta escisión, el artículo 8.4 del
Reglamento permite plantear acumuladas ambas acciones: la acción personal junto con la real en España (vid.,
para otro supuesto de aplicación de esta regla, C-417/01: anulación de un acto de donación de un inmueble y
cancelación de inscripción registral, o C-630/17, nulidad de un contrato de crédito hipotecario y cancelación de
la inscripción de la hipoteca en el registro).
6.29. Nuestro Derecho positivo, tanto en el Reglamento Bruselas I bis como en el Convenio de Lugano o
en la LOPJ, establece un foro especial en materia obligaciones extracontractuales. La condición de
aplicación respectiva está en función del domicilio del demandado. Si el domicilio del demandado se
encuentra en un Estado miembro de la UE, el juez español aplicará el Reglamento Bruselas I bis; si se
encuentra en Suiza, Noruega o Islandia, el Convenio de Lugano; y si se encuentra en un tercer Estado, la
LOPJ. Como es habitual, comenzaremos el análisis por el foro especial previsto en el Reglamento.
6.30. La regla principal del Reglamento Bruselas I bis en materia de obligaciones extracontractuales se
encuentra en el artículo 7.2.
«Una persona domiciliada en un Estado miembro podrá ser demandada en otro Estado miembro: (…)
2) En materia delictual o cuasidelictual, ante el órgano jurisdiccional del lugar donde se haya producido o
pueda producirse el hecho dañoso».
Esta regla, como los demás foros del artículo 7, determina la CJI y la competencia territorial. Si el
demandado tiene su domicilio en otro Estado miembro, y el hecho dañoso se ha producido en España,
será competente el juzgado del lugar donde ese hecho dañoso se haya producido.
Ejemplo. (ATS de 20 de septiembre de 2004). Accidente de circulación causado por un perro de un ciudadano
italiano con domicilio en Turín. El accidente tiene lugar en Baza (Granada), mientras que la víctima tiene su
domicilio en Murcia. Pese a que el artículo 50.2 LEC atribuye competencia territorial a los tribunales del
domicilio del actor (Murcia), como el artículo 7.2 Reglamento Bruselas I bis es una norma de competencia
judicial internacional y territorial, la competencia en este caso corresponde a los tribunales de Baza.
Esta proximidad reduce los costes de instrucción del proceso, pues p.ej. facilita la práctica de la prueba,
y, en consecuencia, contribuye a una resolución del litigio más eficiente. Pero también es un foro
razonable en términos materiales. Descansa en el principio de autorresponsabilidad del autor del daño:
quien con su comportamiento causa un daño en un lugar debe responder en ese lugar de ese daño, esto
es, debe asumir la «carga de internacionalidad jurisdiccional» asociada. Así se consigue que los
operadores internalicen las externalidades negativas transfronterizas que provocan sus decisiones.
Como vamos a comprobar, este fundamento material explica también la imposición de ciertos límites a la
interpretación extensiva del precepto: el demandado no debe responder ante un foro extranjero cuando
la concreción del locus delicti (= la localización del daño) no esté dentro de su órbita de control, sino
dentro de la órbita del perjudicado.
6.33. Según el TJUE (as. 189/87; as. C-261/90; as. C-96/00; as. C-167/00), el concepto «materia
delictual o cuasidelictual» debe ser objeto de una interpretación autónoma. Así se garantiza una
aplicación uniforme del precepto y la consiguiente igualdad de derechos y obligaciones para todos sus
destinatarios. Sin embargo, el Tribunal no ha definido con precisión lo que entiende por «materia
delictual o cuasidelictual», si bien de su jurisprudencia se pueden extraer ciertas pautas. Por otra parte,
el Reglamento Roma II sobre ley aplicable a las obligaciones extracontractuales constituye un referente
hermenéutico obligado para desarrollar esta jurisprudencia (infra tema 26).
(a) Primera, para que se aplique ese precepto es necesario que estemos en el ámbito material
delimitado por el artículo 1 del Reglamento (materia «civil y mercantil») con independencia de la
naturaleza jurisdiccional del órgano competente. Si, como sucede en España, la jurisdicción penal puede
conocer de la acción civil, su competencia viene determinada por el Reglamento (por eso se establece
una regla especial de acumulación en el artículo 7.3).
(b) Segunda, el TJUE tiende a calificar la categoría «obligaciones extracontractuales» como una
categoría subsidiaria frente al artículo 7.1: «el concepto materia delictual o cuasidelictual comprende
toda demanda que se dirija a exigir responsabilidad de un demandado y que no esté relacionada con la
materia contractual en el sentido del apartado 1…», esto es, cuando la acción (i) no se derive o no se
haya producido en el marco de una relación libremente asumida por las partes o por una parte frente a
la otra y (ii) tenga por objeto exigir la responsabilidad del demandado, i.e. cuando pueda imputarse al
demandado un acto u omisión contrarios a una obligación o una prohibición impuesta por una ley (por
todas, STJUE as. C-147/12, C-548/12; C-572/14 o C-242/20). A estos efectos, la mera afirmación del
demandante sobre la base, contractual o extracontractual, de la acción no basta para subsumirla en una
u otra (as. C-47/14, pfo. 32 y vid. también C-366/13).
(c) Tercera, cuando la demanda se formula entre partes contratantes, es necesario atender a la causa de
la pretensión (as. C-548/12 o C-59/19). Según el TJUE, y aunque resulte bastante discutible, se calificará
como contractual si la interpretación del contrato que une al demandado con el demandante resulta
indispensable para determinar la licitud o la ilicitud del comportamiento imputado al primero por el
segundo, por ejemplo, en el supuesto de una acción basada en las estipulaciones de un contrato o en
nomas jurídicas aplicables en virtud de dicho contrato. En cambio, se calificará como extracontractual,
cuando el demandante invoca, en su demanda, las normas sobre responsabilidad delictual o
cuasidelictual, i.e. el incumplimiento de una obligación impuesta por la ley, y no resulta indispensable
examinar el contenido del contrato celebrado con el demandado para apreciar el carácter lícito o ilícito
del comportamiento reprochado a este último, por tratarse de una obligación que se impone al
demandado con independencia de dicho contrato (ibid.). A partir de aquí, ha concluido que debe
calificarse como extracontractual, la acción entablada para conseguir el cese de determinados actos
llevados a cabo en el marco de la relación contractual pero basada en una alegación de abuso de
posición dominante contraria al Derecho de la competencia. En palabras del Tribunal, aunque las
partes están unidas por un contrato, la «cuestión jurídica nuclear» es de naturaleza extracontractual.
(d) Cuarta, el TJUE también ha afirmado que la responsabilidad extracontractual sólo surge cuando
pueda establecerse un nexo causal entre el daño afirmado por la víctima y el hecho dañoso que le imputa
al presunto causante (por todas, ass. C-147/12; C-572/14 o C-242/20). Este nexo causal exige cierta
conexión «espacio-temporal» entre ambos elementos.
Los casos típicos a los que se aplica el artículo 7.2 son accidentes de circulación, daños
medioambientales, daños por productos defectuosos, prácticas contrarias al Derecho de la libre
competencia o competencia desleal, daños a los derechos de propiedad industrial o intelectual (aunque
vid. infra tema 10 sobre la relación con el artículo 24.4), daños a los derechos de la personalidad o
contra la intimidad, daños a terceros por infracapitalización de una sociedad, etcétera. Incluso las
acciones de reclamación de una compensación equitativa al amparo de la Directiva 2001/29 sobre
derechos de autor aunque las ejerza una sociedad de gestión colectiva de derecho de autor (C-572/14).
Es irrelevante que el régimen de responsabilidad sea por culpa u objetiva. Se incluye también la culpa in
contrahendo: daño causado con ocasión de las negociaciones encaminadas a la celebración de un
contrato que finalmente no se celebra. Según el TJUE, y aunque resulta muy cuestionable, no encajan en
este foro, en cambio, las acciones por enriquecimiento injusto en la medida en que la responsabilidad del
demandado no se basa en un hecho dañoso (C-242/20).
Cuestión particular: acciones colectivas. Las acciones colectivas de inhibición ejercitadas por
asociaciones de consumidores o instituciones equivalentes (públicas o privadas) son subsumibles en el
artículo 7.2; por ejemplo, las acciones de cesación o de prohibición del uso de condiciones generales
abusivas o ilícitas (vid. TJUE as. C-167/00). Así, las acciones colectivas previstas por el legislador español en
materia de protección de los intereses de consumidores y usuarios podrán plantearse en España contra
empresarios extranjeros por las condiciones generales que estén utilizando en el mercado español.
Si la asociación, junto a las acciones inhibitorias o declarativas, ejercita una acción de indemnización
(vid. artículo 12.2 II LCGC), el fundamento contractual de ésta conduciría a la aplicación de los artículos
correspondientes (artículo 7.1). Sólo podrá acumularse, por consiguiente, cuando se verifique la
competencia judicial para los aspectos extracontractuales y contractuales (pese a las dificultades que
ello pueda plantear en modelos como el español, donde la individualización se puede producir en la fase
ejecutiva). Junto a la posibilidad de plantearlas en España, las acciones colectivas en el ámbito del
Derecho de daños plantean otro problema: su alcance internacional y, en concreto, la posibilidad de
oponerlas a residentes en el extranjero. El problema se puede entender con un ejemplo. Los afectados
por un producto farmacéutico defectuoso deciden plantear una acción colectiva ante los tribunales
americanos ya que el fabricante tiene allí su domicilio (lo que se conoce como class actions). En la
reclamación que se presenta en EEUU el demandante o demandantes pretenden actuar en
representación no sólo de las victimas americanas, sino de las víctimas de otros Estados incluidas las
españolas. De hecho, en la prensa española no es raro ver anuncios de este tipo de acciones en los que se
solicita a los afectados que comuniquen sus datos a un despacho de abogados norteamericano para
unirse a la acción colectiva. Esto puede tener una ventaja para las víctimas españolas, ya que se
benefician de la decisión americana y cobrarán la parte que les corresponde de la indemnización; pero
también podría tener el inconveniente de que dicha decisión les va a ser oponible y por lo tanto no
podrán reclamar cantidades adicionales ni en EEUU, ni en otras jurisdicciones que reconozcan efectos a
dicha decisión. Por ello, el problema que se plantea desde la perspectiva española es un problema de
reconocimiento de los efectos de dicha decisión y, en concreto, de su eficacia de cosa juzgada como
excepción ante una posible reclamación ante los tribunales españoles. El artículo 47 LCJI condiciona
este reconocimiento frente a afectados que no se hayan adherido expresamente a «que la acción
colectiva extranjera haya sido comunicada o publicada en España por medios equivalentes a los exigidos
por la ley española y que dichos afectados hayan tenido las mismas oportunidades de participación o
desvinculación en el proceso colectivo que aquéllos domiciliados en el Estado de origen». En estos
casos, añade, «la resolución extranjera no se reconocerá cuando la competencia del órgano
jurisdiccional de origen no se hubiera basado en un foro equivalente a los previstos en la legislación
española».
(e) Quinta, en cuanto al tipo de acción, se puede utilizar este foro para plantear acciones llamadas a
reparar un daño, de indemnización o cesación, de exoneración de responsabilidad extracontractual o,
incluso, para prevenirse anticipadamente ante una acción de responsabilidad (p.ej. solicitando que se
declare que una determinada acción no vulnera los derechos de patente del demandado), en cuyo caso,
el lugar relevante es donde se ha producido o se pudiese producir el daño de cuya responsabilidad se
quiere exonerar el actor (STJUE as. C-133/11). Igualmente, pueden ejercitarse en ese foro acciones
preventivas del daño de carácter definitivo. El artículo 7.2 aclara expresamente su aplicación cuando se
trata de un daño que «pueda producirse» con el objeto de abarcar también las acciones de prevención
del daño.
(f) Sexta, los terceros que materialmente se subroguen en el derecho de la víctima o del responsable,
sea por ley o en virtud de un contrato, también pueden utilizar, o quedar sometidos, a este foro.
Igualmente se sigue aplicando este foro para reclamar la responsabilidad de un sujeto por los daños
causados por otro (por ejemplo, la de los padres por los daños causados por los hijos).
6.34. El segundo problema de aplicación que plantea esta regla es la concreción del vínculo «lugar
donde se haya producido o pueda producirse el hecho dañoso». Normalmente el lugar de
producción del daño es un concepto fáctico cuya concreción no plantea dificultades, salvo en dos tipos
de situaciones: (a) disociación entre el lugar de origen del daño (= donde haya tenido lugar el suceso
causal origen del daño) y el lugar de resultado o materialización del daño (= donde se haya producido la
lesión o intromisión sobre el bien protegido) y (b) daños padecidos en varios Estados.
6.35. En los llamados daños a distancia, esto es, cuando el lugar de origen del daño y el lugar de
resultado no coinciden, vale la llamada «regla de la ubicuidad», el actor puede acudir tanto al tribunal
del lugar de origen del daño como al del lugar del resultado dañoso (por todas, STJUE as. 21/76). Ya que
en ambos lugares han sucedido hechos relevantes para resolver el fondo del litigio que justifican la
competencia, i.e. ambos son igual de aptos para reducir los costes de instrucción procesal, la opción
exclusiva en favor de uno u otro puede conducir a soluciones injustificables.
Ejemplo. (vid. TJUE, as. 21/76) Si una empresa francesa propietaria de una fábrica en España realiza una serie
de vertidos contaminantes en las aguas del río Tajo que, al ser utilizadas para regar, causan daños a agricultores
portugueses, éstos podrán demandar a la empresa francesa: bien en Francia (ex artículo 4.1), bien ante el
tribunal español del lugar donde se realizaron los vertidos (ex artículo 7.2 como lugar de origen del daño), bien
ante el tribunal portugués del lugar donde se manifestó el daño (ex artículo 7.2, como lugar de resultado).
Advertencia. El TJUE no ha extendido esta interpretación al artículo correspondiente del Reglamento sobre
marca de la UE, sino que, en este caso, la referencia al lugar donde se «hubiere cometido el hecho o intento de
violación» de una marca de la UE sólo se refiere al territorio en el que se ha producido el hecho que originó o
amenazó con originar la violación y no al territorio donde la mencionada violación produce sus efectos (as. C-
360/12, pero vid. as. C-72/18 cuando se vulnera el derecho de marca mediante oferta o publicidad por vía
electrónica, se podrá demandar ante los tribunales del Estado miembro en cuyo territorio se encuentren los
consumidores y distribuidores a los que se dirija esa publicidad u oferta).
6.36. Para concretar el lugar de origen, i.e. donde se produjo el hecho causal que provocó el
daño, ha de atenderse a la conducta o hecho que causa directamente el daño, no a los meros actos
preparatorios o auxiliares. Como se ha dicho, es un «conduct test». Por consiguiente, en el caso de
varios responsables, si sólo se demanda a uno de ellos, no cabe utilizar como criterio de competencia las
actuaciones de otro (en las condiciones recogidas en la STJUE, as. C-228/11).
Desarrollo. Si hay varios coparticipes, A, B y C, que actúan en Estados miembros distintos, no se puede
demandar a uno de ellos, A, en otro Estado miembro donde quien actuó fue B. Así, por ejemplo, en un supuesto
de competencia desleal donde participan varias empresas, con base en el criterio del lugar de origen, la
víctima no puede demandar en un Estado miembro a uno de los presuntos responsables si éste no actuó en dicho
Estado. Naturalmente, otra cosa es que el criterio de conexión invocado sea el lugar donde se ha producido el
daño o lugar de resultado (as. C-360/12 y vid. también C-387/12).
6.37. Para concretar el lugar de resultado, ha de atenderse al lugar donde se materializa el efecto
dañoso de dicha conducta («donde el perjuicio alegado se manifiesta de forma concreta», vid. as. C-
709/19). Es un «effect test». Además, ha de atenderse al daño directo o inicial, esto es, a la lesión
directamente sufrida por la víctima, pues todo lo demás escaparía ya a la órbita de control-previsibilidad
del causante. Por consiguiente, (a) sólo debe atenderse a la víctima directa (TJUE as. C-220/88 o C-
451/18) y no al daño que puedan sufrir terceros por repercusión del daño padecido por la víctima
directa; (b) y, dentro de los daños que sufre ésta, sólo puede abrirse un foro de competencia allí donde
padece los daños inmediatos o primarios, no los daños derivados, indirectos o consecutivos (TJUE as. C-
364/93, as. C-168/02 o C-12/15: «el concepto lugar donde haya ocurrido el hecho dañoso no puede
interpretarse de manera extensiva hasta el punto de englobar cualquier lugar donde puedan
experimentarse efectivamente las consecuencias perjudiciales de un hecho que haya causado ya un
daño efectivamente sobrevenido en otro lugar»; vid. también as. C-27/17, C-451/18 o C-343/19). El
Reglamento Roma II, en sede de ley aplicable (infra), ha intentado aclarar esta idea señalando que el
lugar relevante es donde se produce el daño, independientemente de donde se hayan producido sus
consecuencias indirectas (artículo 4 y cdo. 17).
6.38. Ejemplos. El TJUE ha ido especificando esos criterios en función de los diferentes tipos de daños.
Ejemplo 1. Una empresa matriz que sufre pérdidas económicas a partir de los daños que ha sufrido su filial no
puede invocar aquellas pérdidas como daño a los efectos de abrir un foro de competencia en el domicilio de la
primera (TJUE as. C-220/88). Tampoco, aunque se considere daño propio, los familiares del fallecido pueden
invocar su daño moral para abrir un foro de competencia judicial ex artículo 7.2 donde tengan su domicilio. Ni
tampoco, por ejemplo, si un ciudadano francés sufre un accidente marítimo en las costas españolas y
posteriormente muere en Francia como consecuencia del accidente, puede acudirse a los tribunales franceses
como lugar del daño.
Advertencia. El hecho de que los daños indirectos o por repercusión no puedan invocarse para abrir un foro de
competencia no significa que esos daños no puedan reclamarse. Podrán reclamarse o no, en función de la ley
aplicable, pero en el foro del lugar donde se han padecido los daños directos o inmediatos.
Ejemplo 2. La localización de los daños financieros, que no se vinculan a un bien tangible concreto, ha sido
objeto de bastantes decisiones del TJUE. En principio, una persona que sufre un daño financiero en un Estado
no puede utilizar como foro el lugar donde tiene su domicilio, alegando que ahí es donde padece la disminución
del patrimonial y, por consiguiente, el daño. Si un domiciliado en Italia entrega cierta cantidad de dinero a un
banco en Gran Bretaña y el banco injustificadamente le retiene dicha cantidad provocándole graves pérdidas
financieras, no puede utilizar el artículo 7.2 para demandar en Italia como lugar de resultado (TJUE as. C-
364/93, vid. también C-168/02). Tampoco el lugar donde está la cuenta bancaria en la que se materializa la
pérdida económica cuando es consecuencia directa de un acto ilícito cometido en otro Estado (C-12/15). Pero sí
que cabe atribuir competencia a los tribunales de su domicilio cuando éste constituya efectivamente el lugar de
materialización del daño (C-709/19, infra); sobre la aplicación en materia de transferencias bancarias
equivocadas vid. SAP de Zaragoza de 17 de abril de 2019 o AAP de Tarragona de 28 de octubre de 2019.
Ejemplo 3. responsabilidad por el folleto o por información inexacta o engañosa. Según el TJUE, en los
supuestos de responsabilidad de un emisor a causa de la información contenida en el folleto, el lugar de origen
del daño se localiza allí donde éste se redacta y distribuye inicialmente, mientras que el lugar de materialización
de daño se debe localizar donde el inversor tiene su domicilio, en particular cuando el daño alegado se verifica
directamente en una cuenta bancaria que tiene en ese mismo Estado (as. C-375/13; aunque vid. C-12/15, C-
304/17 y C-709/19, matizando esta afirmación y dando relevancia al hecho de que el folleto se haya publicado en
el Estado de domicilio del inversor o que el emisor esté sometido a obligaciones legales de publicidad en el
Estado donde se localiza la cuenta de valores, con el fin de garantizar la previsibilidad razonable del foro
especial).
Ejemplo 4. responsabilidad por productos. El TJUE ha entendido que en los casos de daños por productos
defectuosos el lugar de materialización del daño es aquél donde el perjuicio causado por el producto defectuoso
se manifiesta de forma concreta o, en otras palabras, «donde sobrevino el perjuicio inicial debido a la utilización
normal del producto para la finalidad a la que estaba destinado» (as. C-189/08). El lugar del hecho causante es
«el lugar de fabricación del producto de que se trate» (as. C-45/13). Así, por ejemplo, en este último supuesto: si
la víctima de un accidente de bicicleta reclama al fabricante por un defecto en la fabricación de la bicicleta, el
lugar de resultado es donde padeció el accidente y el lugar de origen, el lugar donde se fabricó la bicicleta. En el
caso de productos defectuosos (cuando el daño no es externo, sino interno, i.e. al propio producto), el lugar
relevante es el de adquisición. En el conocido caso del fabricante de vehículos Volkswagen equipados con un
software que manipulaba los datos relativos a las emisiones de gases, el TJUE ha concluido que el daño consiste
en la pérdida de valor de cada vehículo afectado y su lugar de materialización se halla en el Estado miembro de
adquisición del vehículo (as. C-343/19; vid., en relación con los daños causados por dos equipos electrónicos,
AAP de Madrid, de 23 de julio de 2021).
Ejemplo 6. competencia desleal y Derecho antitrust. El TJUE ha considerado que cuando se plantea ante un
tribunal de un Estado miembro una acción de daños basada en una publicidad comparativa ilícita o de imitación
desleal de un signo protegido por una marca de la UE, ese tribunal será competente para conocer de ella
siempre que se alegue que dicha actuación puede causar un daño en aquel Estado según su ley nacional sobre
competencia desleal (as. C-360/12). En el caso de daños sufridos por empresas afectadas por un cártel, que
tuvieron que pagar un sobrecoste para abastecerse de los productos objeto del referido cártel declarado
contrario al Derecho europeo, el TJUE ha concluido que: (i) el lugar del hecho causal del daño debe identificarse
con el lugar de constitución del cártel, (ii) y el lugar donde se materializa el daño, con «el lugar del mercado
afectado por la infracción, a saber, donde se han falseado los precios de mercado y en el cual la victima alega
haber sufrido el perjuicio» (i.e. los sobrecostes soportados en unas compras) incluso si la acción se plantea
contra un participante en el cártel con el que la víctima no contrató (as. C-451/18; y para los daños derivados de
un abuso de posición dominante el TJUE ha considerado que el lucro cesante consistente en pérdida de
ventas constituye un daño directo que permite atribuir competencia a los tribunales del lugar del mercado
afectado por las prácticas abusivas en el que la víctima afirma haber sufrido tales pérdidas (as. C-27/17).
Recientemente, el TJUE ha precisado que dentro de un Estado cuyo mercado ha sido afectado por acuerdos
colusorios, la competencia corresponde a los tribunales en cuya demarcación se compraron los bienes objeto de
tales acuerdos y en el caso de que se hubiesen adquirido en distintos lugares, al tribunal en cuya demarcación se
encuentre el domicilio social de la víctima (ass. C-353/13, C-451/18 y C-30/20).
6.39. Cuando una misma víctima padece el daño en varios Estados (p. ej., delitos contra el honor o
actos de competencia desleal), el TJUE se ha fijado en el daño sufrido en cada uno de ellos (as. C-68/93).
Con lo cual, las opciones de las que dispone el actor son: o el lugar de origen, para la totalidad de los
daños (a nivel mundial), o el lugar de resultado, i.e. cada uno de los Estados miembros donde se
manifiesta éste, pero sólo para reclamar los daños padecidos en el territorio de ese Estado. Es lo que se
conoce como «teoría del mosaico».
Desarrollo: bienes inmateriales e internet. En los daños a bienes inmateriales causados a través de
internet, la jurisprudencia del TJUE distingue en función de que se trate de derechos de la personalidad o de
derechos de propiedad intelectual o industrial (vid. as. C-170/12 o 441/13). La razón de esta diferencia estriba,
aparentemente, en que los primeros están protegidos en todos los Estados miembros, mientras que los segundos
están protegidos territorialmente.
Difamación (vid., TJUE as. C-68/93, C-251/20 o SAP de Murcia de 17 de abril de 2007). Si un periódico francés
que se distribuye en varios países europeos publica una noticia difamatoria contra un nacional español, éste
podrá presentar una demanda por difamación ante los tribunales franceses como lugar de origen del daño
(aunque el TJUE utiliza como criterio el establecimiento del editor) o ante los tribunales de los Estados donde se
difunde la noticia, i.e. donde se distribuye el periódico, y donde la víctima alega ser conocida (= resultado del
daño), pero en este segundo caso, cada uno de estos tribunales sólo podrá conocer de los daños padecidos por la
víctima en ese Estado (indemnización parcial). Cuando la noticia difamatoria se difunde a través de internet, la
difusión es universal. Por ello, el TJUE ha considerado que en estos casos, el lugar de resultado es donde la
víctima tiene su centro de intereses, que normalmente coincidirá con el lugar de su residencia habitual para las
personas físicas o el lugar donde ejercen la mayor parte de sus actividades para las personas jurídicas (ass. C-
509/09, C-161/10, C-194/16, C-251/20; vid. AAP de Madrid, de 18 de octubre de 2010: competencia de los
tribunales españoles para conocer de una reclamación del Real Madrid C.F. contra el diario francés Le Monde
por difamación). Ante ese tribunal podrá reclamar por la totalidad del daño (indemnización íntegra) o planear
acción de rectificación o supresión. Es un lugar previsible para el eventual responsable. Con un razonamiento
bastante discutible, el TJUE ha mantenido, incluso en estos casos, la posibilidad de reclamar en cada uno de los
Estados donde la noticia es accesible, pero sólo por la parte de los daños sufrida en dicho Estado (en estos otros
Estados, en cambio, no se pueden presentar acciones de rectificación o supresión, pues éstas no son divisibles
territorialmente, as. C-194/16 o C-251/20). La exigencia de previsibilidad razonable del foro donde puede ser
demandada una persona que publica contenidos en Internet justifica que el centro de intereses de la víctima (su
residencia habitual) sólo atribuya competencia para conocer de la totalidad del daño si esos contenidos permiten
identificar, directa o indirectamente, a dicha víctima individualmente (as. C-800/19).
En los casos de violación de derechos de propiedad industrial la solución es algo distinta. Según el TJUE, a
diferencia de los derechos de la personalidad, la protección de una marca nacional es de alcance territorial, por
ello, «… la competencia para conocer de una acción de vulneración de una marca nacional…» corresponde «… a
los tribunales del Estado miembro en que se halla protegido el derecho en cuestión», i.e. donde se halla
registrada la marca nacional (as. C-523/10). En este caso se alegó la violación del derecho de una marca
nacional registrada en Austria por la utilización de una palabra clave idéntica a dicha marca por otra empresa
competidora en un sitio de Internet. El TJUE entendió que el «lugar de resultado» era Austria, donde dicha
marca se hallaba registrada, y el «lugar de origen» es el lugar de establecimiento del anunciante propietario del
sitio de internet, pues es ahí donde se «desencadena» el proceso de exhibición del anuncio. Por último, en el
supuesto de derechos de autor, el TJUE ha aplicado una solución semejante (as. C-170/12 y C-441/13). En el
primer caso (C-170/12), se trataba de una demanda presentada por un compositor francés contra una empresa
austriaca que había reproducido sus canciones sin su consentimiento en un soporte material que, a
continuación, se había vendido a través de internet. La demanda se presenta en Francia, domicilio de la víctima.
El TJUE reconoce la competencia de dichos tribunales si el sitio de internet es accesible desde su territorio
(aunque no es necesario que «se dirija» a ese territorio) y el derecho de autor cuya vulneración se alega está
protegido en dicho Estado, pero sólo para conocer del daño causado dentro del territorio francés (C-441/13, vid.
también C-387/12, o SAP de Barcelona, de 12 de marzo de 2015). En el caso de ilícitos concurrenciales
cometidos a través de internet (incumplimiento de una prohibición de vender fuera de una red de distribución
exclusiva), debe atenderse al Estado para cuyo territorio se reclama la protección de dicha prohibición de venta
(C-618/15: es dudoso, no obstante, si la mera accesibilidad del sitio de internet desde ese Estado es suficiente o
se exige que se haya producido o se pueda producir el daño que se invoca).
Cuestión particular: hechos con doble relevancia. En el asunto C-170/12, el TJUE aclara el régimen de
los llamados «hechos con doble relevancia», i.e. aquellos hechos que tienen relevancia tanto para la
aplicación de la regla de competencia judicial como para resolver el fondo del litigio: según el TJUE, en la
fase de examen de la competencia no deben probarse elementos de fondo (si hay realmente daño o no, o si
éste es imputable al demandado), sino que basta con el hecho de que los derechos patrimoniales invocados
estén protegidos en el territorio de dicho Estado y que el daño alegado pueda materializarse en la
circunscripción territorial del tribunal ante el que se plantea la demanda (vid. pfos. 41-43). Posteriormente,
en el as. C-387/12 es más tajante y parece que a los efectos de aplicar las reglas de competencia del
Reglamento es suficiente la mera afirmación del actor: «Al aplicar el artículo 5, punto 3, [actualmente 7.2],
el órgano jurisdiccional ante el que se ha presentado la demanda puede considerar acreditadas, únicamente
a efectos de verificar su competencia en virtud de esta disposición, las alegaciones del demandante en lo que
respecta a los requisitos de la responsabilidad delictual o cuasidelictual» (pfo. 20). No obstante, en la
sentencia C-12/15 ha matizado algo esta afirmación: el tribunal debe decidir sobre su competencia judicial
«a la luz de toda la información de la que dispone, incluidas, en su caso, las objeciones expuestas por el
demandado» (vid. también as. C-27/17 o C-104/22 y sobre la prueba de la condición de consumidor as. C-
177/22).
6.40. El artículo 7.3 del Reglamento establece una regla complementaria: cuando la acción por daños o
de restitución se derive de un ilícito penal, el tribunal que conoce de la acción penal será competente
para conocer de la acción civil si, según su ley interna (= lex fori), la acción civil fuese acumulable a
aquélla. El artículo 7.3 funciona como foro alternativo al foro general y al previsto por el artículo 7.2,
siempre que la lex fori atribuya competencia a la jurisdicción penal para conocer del delito y permita la
acumulación de pretensiones, como sucede en el Derecho español (para la CJI en materia penal, vid.,
artículo 23.2-4 LOPJ).
Ejemplo. Si un español que vive en Francia comete allí un delito, tipificado como tal por la ley española y
punible según el Derecho penal francés, la jurisdicción penal española sería competente para conocer del delito
(artículo 23.2 LOPJ); si la víctima, imaginemos, interpone la querella en un tribunal español, podrá también
ejercitar ante este mismo tribunal la pretensión civil derivada de ese delito. Repárese en que, si no existiese el
artículo 7.3 del Reglamento, los tribunales españoles no serían competentes, ya que ni el domicilio del
demandado está en nuestro país, ni el hecho dañoso ha ocurrido aquí.
6.41. Las consideraciones anteriores son aplicables, mutatis mutandis, frente a demandados con
domicilio en Suiza, Noruega o Islandia, en virtud del Convenio de Lugano.
2. LOPJ
6.42. Cuando el demandado tenga su domicilio en un Estado no miembro de UE, ni parte del Convenio
citado (o de un convenio bilateral), la CJI de los tribunales españoles para conocer de los litigios de
naturaleza extracontractual viene determinada por el artículo 22 quinquies (b) LOPJ. Este precepto
establece la misma solución que el Reglamento Bruselas I bis, i.e. «que el hecho dañoso se haya
producido en España» y por consiguiente debe interpretarse de la misma manera. Aunque no se refiera
expresamente a los daños que puedan producirse (pensando en las acciones preventivas), este silencio
debe colmarse por vía interpretativa, en el mismo sentido que el artículo 7.2 del Reglamento.
Advertencia. Junto con los textos que hemos estudiado, ha de tenerse en cuenta que existen muchas otras
reglas especiales para ciertos supuestos de responsabilidad por daños. Estas reglas se pueden encontrar en el
Derecho europeo (en particular, en el ámbito de la responsabilidad por daños a los derechos de propiedad
industrial), como el Reglamento de marca de la UE, Reglamento 2017/1001, de 14 de junio (versión codificada),
que contiene normas de competencia objetiva y de competencia internacional que modifican el régimen del
Reglamento Bruselas I bis (vid. STJUE as. C-235/09, C-360/12, C-617/15, C-104/22), lo mismo hace el
Reglamento sobre dibujos y modelos comunitarios (Reglamento 6/2002, de 12 de diciembre de 2001, vid.
artículos 82 y ss.; as. C-434/16 o C-24/16 o C-25/16) o el Reglamento relativo a la protección de obtenciones
vegetales (Reglamento 2100/94 del Consejo, de 27 de julio 1994, vid. artículos 101 y siguientes). Sobre la
patente europea infra 10.21. O en el derecho convencional, en particular, en el ámbito del transporte, de la
contaminación nuclear o de la contaminación por hidrocarburos. Por ejemplo, en el ámbito de la
contaminación nuclear, se puede citar el Convenio de París, de 29 de julio de 1960, sobre responsabilidad por
daños nucleares, y su complementario el de Bruselas de 31 de enero de 1963, que regulan la responsabilidad,
objetiva y limitada, del explotador de una central nuclear; el segundo tiene por objeto establecer una
indemnización suplementaria. El artículo 13 del Convenio de París (en su versión actual) atribuye competencia
con carácter exclusivo a los tribunales del lugar del accidente, aunque se prevé que si éste se hubiera producido
fuera del territorio de las Partes Contratantes o en un lugar que no pudiera determinarse, la competencia
corresponde a los tribunales del Estado contratante en que se encuentre situada la instalación nuclear del
explotador responsable. También contiene reglas para resolver eventuales conflictos de competencia. El
Convenio incluye además una renuncia expresa de las partes contratantes a la inmunidad jurisdiccional [artículo
13.e)].
6.43. En materia de derechos reales sobre bienes muebles sólo la LOPJ (artículo 22 quinquies f) abre
un foro de CJI especial cuando el bien mueble se encuentra en España. Ni el Reglamento Bruselas I bis,
ni el Convenio de Lugano prevén un foro especial para este tipo de acciones. Lo cual supone que, en el
ámbito de estos textos, el actor deberá plantear su pretensión ante los tribunales del domicilio del
demandado (foro general), o eventualmente, ante los tribunales penales competentes (por ejemplo, ex
artículo 7.3 Reglamento Bruselas I bis, normalmente, cuando se reclame la restitución de un objeto
robado).
Ejemplo. Si un español quiere plantear una acción reivindicatoria de un bien mueble que se halla en territorio
español, la CJI de nuestros tribunales dependerá del domicilio del demandado. Si se dirige contra un demandado
con domicilio en Nueva York, los tribunales españoles serán competentes para conocer de la demanda [ex
artículo 22 quinquies (f) LOPJ]; si se dirige contra un demandado con domicilio en París, no. En este segundo
caso, al actor no le queda más alternativa que plantear su demanda en Francia (ex artículo 4.1 Reglamento
Bruselas I bis).
Advertencia. No obstante, dentro del ámbito de aplicación del Reglamento Bruselas I bis, ha de tenerse en
cuenta el artículo 7.4. Este precepto permite al propietario de un bien cultural, tal como se define en el artículo 2
de la Directiva 2014/60/UE (traspuesta por la Ley 1/2017, de 18 de abril), plantear una acción de restitución
basada en su derecho de propiedad ante los tribunales del Estado miembro donde se encuentre dicho bien. Esta
norma no excluye el juego del artículo 6 de dicha Directiva, que establece un foro equivalente a favor del Estado
miembro de cuyo territorio el bien salió ilegalmente (vid. cdo. 17).
6.44. El artículo 22 quinquies (f) LOPJ establece que los tribunales españoles serán competentes para
conocer de las acciones relativas a bienes muebles si éstos se encuentran en territorio español al tiempo
de la demanda. Este foro no es un forum patrimonii pues la competencia se limita a los derechos reales
que recaigan sobre ese bien en cuestión (in rem); y no a cualquier otra pretensión contra el demandado.
La concreción del criterio de conexión no presenta problemas: «la situación del bien mueble en el
momento de presentar la demanda» es un criterio fáctico-descriptivo. De la ratio del precepto parece
deducirse la improcedencia de aplicar localizaciones ficticias como las previstas para determinar la ley
aplicable (cfr. artículo 10.1 III CC).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 7 FOROS DE PROTECCIÓN CONTRACTUALES
TEMA 7
7.1. El objeto de este tema son los llamados foros de protección. El legislador, tanto supranacional
como nacional, ha considerado que para determinadas categorías de litigios de naturaleza contractual
es preciso establecer ciertas reglas especiales llamadas a proteger a una de las partes. En concreto,
para los litigios derivados de contratos de seguro, consumo y trabajo. El legislador entiende que
estamos ante clases de contratantes que típicamente se encuentran en una situación de «asimetría
contractual», tanto en lo referido a la capacidad de negociación como al nivel de información, frente a
la otra parte. En estos supuestos, las normas de CJI reflejan una política general del ordenamiento:
facilitar el acceso de la parte contractualmente «débil» o «protegida» a la tutela judicial. Ahora bien,
cuando el demandado tiene su domicilio en un Estado miembro, los foros previstos en el Reglamento
excluyen la aplicación de las normas nacionales incluso si éstas resultan más ventajosas para la parte
protegida (as. C-804/19, vid. también infra pfo. 7.25).
7.2. A grandes rasgos, el contenido de esta política de protección se materializa en tres aspectos: (i)
se abre un foro de competencia próximo o cercano a la parte protegida, lo cual reduce sus costes de
acceso a la tutela judicial; en concreto, a la que se considera como parte débil en la relación se le
permite demandar o bien en su propio domicilio, o bien en el domicilio de su co-contratante (el
asegurador, profesional o empleador); (ii) se limita el juego de la autonomía de la voluntad (infra tema
11), y (iii) se establece el control de la competencia judicial en sede de reconocimiento/ejecución
(infra tema 17). En este momento nos vamos a ocupar del primero de los aspectos.
7.3. Tanto el Reglamento Bruselas I bis como el Convenio de Lugano o la LOPJ contienen reglas
de CJI especial en materia de contratos de seguro.
7.4. La sección 3.ª del Reglamento Bruselas I bis (artículos 10-16) configura un régimen especial para
los contratos de seguro que guarda bastante paralelismo con el que también establece para los
contratos de consumo y de trabajo. En estos tres casos, el texto europeo contiene una regulación
autónoma y exhaustiva para los litigios derivados de las relaciones contractuales subsumibles en
esas categorías (secciones 3, 4 y 5 respectivamente). Los rasgos principales de este régimen son los
siguientes.
7.5. En primer lugar, se excluye la aplicación del régimen general (artículos 4, 7 y 8 Reglamento
Bruselas I bis) pero se mantiene el juego del artículo 7.5, y se corrige puntualmente el artículo 6 en el
sentido de que los domiciliados en terceros Estados pero con sucursal en un Estado miembro se
consideran como domiciliados en ese Estado miembro para los litigios derivados de las actividades de
dicha sucursal.
Desarrollo. En este ámbito, las sucursales o establecimientos tienen una relevancia especial en un doble
sentido: como criterio que desata la aplicación del Reglamento y como criterio de competencia. (a) En materia
de contratos de seguro se ha establecido una matización a la regla general que atiende sólo al domicilio del
demandado: a los aseguradores con domicilio fuera de Europa, pero que tengan un establecimiento, sucursal
o agencia dentro de ella, se les considerará domiciliados en dicho lugar a los efectos de esta sección (pero sólo
para las relaciones derivadas de las actividades de esos establecimientos), y por lo tanto quedan sometidas al
Reglamento (artículo 11.2). (b) Además, las sucursales o establecimientos siguen valiendo como criterio de
competencia. El régimen especial para los contratos de seguro excluye el juego de los artículos 5, 7 y 8 del
Reglamento, pero mantiene expresamente el juego del artículo 7.5. Así, por ejemplo, si la compañía
aseguradora está domiciliada en Holanda, pero el contrato se negocia a través de un establecimiento en
Lisboa, el demandante puede utilizar este foro (ex artículo 7.5 por remisión del artículo 10), así como los
demás foros previstos en la sección 3.ª.
7.6. La sección tercera («competencia en materia de seguros») se aplica cuando la pretensión que
ejercita el actor es subsumible en el concepto de «materia de seguros». Este término debe ser objeto
de una interpretación autónoma o uniforme. En él no se incluye ni la seguridad social (ex artículo 1
del Reglamento, sí las relaciones entre particulares que puedan cumplir una función equivalente si se
adecuan a las reglas de mercado); ni los reaseguros, en la medida en que en estos casos no hay
«típicamente» una parte en situación de asimetría contractual; ni las acciones del asegurador contra
el responsable del daño; ni los litigios entre compañías aseguradoras sobre obligaciones de garantía
(TJUE as. C-77/04). Sí que se incluyen, en cambio, los seguros de «grandes riesgos» (vid., artículo
16.5, donde se permite el juego de la autonomía de la voluntad ex ante, aunque vid. TJUE as. C-352/21,
excluyendo de este concepto los seguros relativos a una embarcación de recreo utilizada con fines no
comerciales) o los seguros proporcionados por empresas públicas siempre que la relación sea de
naturaleza jurídico-privada. Como partes procesales, la sección 3.ª se aplica a los litigios entre el
asegurador, por un lado, y el tomador, asegurado o beneficiario, por otro (en general, aquellos a
quienes el contrato de seguro atribuye derechos o impone obligaciones, que pueden ser personas
físicas o jurídicas) o quienes se subrogan en sus posiciones. Para las víctimas en los seguros de
responsabilidad civil hay una regla especial. La localización del daño es irrelevante a los efectos de
aplicar o no esta sección del Reglamento.
7.7. Las reglas de CJI que se contienen en la sección 3.ª del Reglamento se formulan en función de la
posición procesal del asegurador, i.e. según el asegurador sea demandado o demandante.
Comenzaremos por la primera hipótesis. Si el asegurador es el demandado, el actor podrá plantear
la demanda:
(b) O bien ante el tribunal del domicilio del tomador del seguro, el asegurado o el beneficiario
[artículo 11.1.b) del Reglamento, que determina la CJI y territorial, vid. as. C-652/20]. Este forum
actoris es subsidiario al foro del domicilio del asegurador (desde la perspectiva del juez nacional);
frente al foro previsto por el artículo 7.5 del Reglamento es alternativo. La ratio que inspira este
precepto explica que las cláusulas de elección de foro celebradas entre el tomador del seguro y el
asegurador (eficaces, por ejemplo, conforme al artículo 15.3 o 15.5) no sean oponibles al asegurado o
al beneficiario cuando éstos no coinciden con aquél (TJUE as. C-112/03, aunque éstos sí se pueden
beneficiar de ellas, TJUE as. 201/82, y en el caso de grandes riesgos as. C-803/18) o que, en principio,
haya de estarse al domicilio del actor en el momento de presentar la demanda y no en el momento de
contratar el seguro.
Advertencia. El forum actoris que establece el artículo 11.1.b) del Reglamento beneficia también a las
sociedades y otras personas jurídicas cuando son éstas quienes asumen la posición de tomador, asegurado o
beneficiario (vid. por ejemplo, TJUE as. C-112/03). No obstante, tal vez en este caso tenga sentido reducir el
abanico de opciones que permitiría el artículo 63.1 (supra) y ceñirse al domicilio estatutario como única
conexión factible para abrir el forum actoris.
(c) O bien, si la demanda se dirige contra varios coaseguradores, ante el tribunal que entendiere de la
demanda contra el primer firmante del coaseguro [artículo 11.1.c)]. La razón de no establecer una
regla análoga a la del artículo 8.1 del Reglamento (según el cual, frente a una pluralidad de
demandados puede invocarse el domicilio de cualquiera de ellos, infra, tema 8) es que, en la práctica,
los restantes firmantes del coaseguro suelen asumir una parte del riesgo muy pequeña.
(e) O bien, en los seguros de responsabilidad civil, ante el tribunal que conociere de la acción de la
persona dañada contra el asegurado, si la ley (procesal) de este tribunal permitiese esa «llamada al
tercero» o litis denuntiatio (artículo 13.1). El objeto de esta regla es permitir la acumulación de
procesos conexos y ahorrar al asegurado la carga de iniciar un nuevo procedimiento contra el
asegurador.
(f) Por último, el artículo 13.2 establece un régimen específico para las acciones directas. Los foros
señalados en los apartados (a) a (d) pueden utilizarse también por el perjudicado para plantear una
acción directa contra el asegurador (vid. TJUE as. C-652/20; o incluso, reasegurador, vid. TJUE as. C-
412/98), siempre que esta acción directa fuese posible en virtud de la ley aplicable según las normas
de DIPr del foro (vid., por ejemplo, artículo 9 del Conv. de La Haya sobre accidentes de circulación y
artículo 18 del Reglamento Roma II, donde se establece una conexión alternativa entre la ley aplicable
al daño y la lex contractus; en el Derecho material español, el artículo 76 LCS, permite esa acción
directa). El tercero dañado, titular de esa acción directa, dispone frente al asegurador de los mismos
foros que el tomador del seguro, el beneficiario o el asegurado y no queda limitado por las cláusulas de
jurisdicción incluidas en el contrato de seguro (STJUE as. C-368/16). Para evitar connivencias
fraudulentas entre el asegurado y el tercero dañado, así como para prevenir decisiones inconciliables,
el Reglamento Bruselas I bis permite que el asegurador demandado en virtud de la acción directa
pueda llamar al proceso al tomador del seguro y/o al asegurado, si la ley aplicable a esa acción directa
previere dicha posibilidad (artículo 13.3, vid. as. C-708/20).
Ejemplo. Si una empresa francesa, que tiene asegurada su responsabilidad civil con una aseguradora
también francesa, daña a terceros en España, la ley aplicable a esa acción directa sería el Derecho español.
Conforme al Derecho material español esa acción sería posible (artículo 76 LCS), con lo cual el dañado podría
demandar directamente a la aseguradora francesa en España (artículo 13.2 del Reglamento + Reglamento
Roma II + artículo 76 LCS). Una cláusula de elección de foro entre el asegurador y el asegurado no es
oponible al tercero titular de la acción directa (as. C-368/16). En este caso, el asegurador puede demandar al
tomador del seguro o al asegurado (demanda para la intervención de terceros) si la ley aplicable a la acción
directa lo permite. Así lo establece el artículo 13.3 del Reglamento. No obstante, esta regla plantea ciertos
problemas pues permitiría atraer a la «parte débil» a un tribunal distinto del de su domicilio, algo que no
encaja bien con los principios que inspiran esta sección (vid. TJUE as. C-112/03). Por otra parte, el TJUE ha
entendido –de forma muy cuestionable– que el artículo 13.2 del Reglamento permite a la víctima ejercitar la
acción directa en su propio domicilio (TJUE as. C-463/06), lo cual ha generado una práctica ciertamente
abusiva.
Cuestión particular: el sentido del artículo 13.2. El tenor de este precepto establece que «las
disposiciones de los artículos 10, 11 y 12 serán aplicables en los casos de acción directa» por parte de la
víctima. El artículo 11.1 (b) por su parte se refiere a las acciones entabladas por el tomador, asegurado o
beneficiario y prevé la competencia de los tribunales del «domicilio del demandante». La interpretación
más razonable de la norma es permitir a la víctima utilizar los foros del domicilio del tomador/asegurado o
beneficiario (pues siguen siendo foros «controlables» por el asegurador), pero no su propio domicilio (i.e.,
el de la víctima). Sin embargo, el TJUE ha hecho otra interpretación afirmando que la víctima puede
demandar también en su propio domicilio (as. C-463/06). Esto ha generado consecuencias poco
razonables, reflejadas incluso por la prensa generalista. «Odendrit o el caso de la rama de un árbol
español que dañó a un ciudadano inglés» era el título del artículo que reflejaba el caso de un veraneante
inglés en España a quien, mientras segaba la hierba de su jardín, le cayó encima la rama de un árbol que
salía de la parcela de un chalet contiguo perteneciente a un ciudadano español. A pesar de que el
accidente ocurrió en España y el tomador del seguro y la compañía aseguradora eran españolas, la víctima
utilizando el artículo 13.2 del Reglamento planteó la acción directa contra la compañía aseguradora en el
Reino Unido. Esto es criticable pues acaba conduciendo a un forum actoris injustificado: el sentido del
artículo 13.2 no es otro que permitir a la víctima acogerse a los foros recogidos en el artículo 11.1 (b), i.e.
al foro del domicilio del tomador/asegurado/beneficiario. Por otra parte, el TJUE ha afirmado que si la
Seguridad Social del Estado miembro donde la víctima tiene su domicilio se ha subrogado en los
derechos de ésta o ha adquirido esos derechos ex lege, entonces no puede invocar los artículos 11.1 (b) y
13.2 ya que no se trata de una «parte débil» necesitada de la tutela que ofrecen esos preceptos (STJCE as.,
C-347/08). Tampoco una persona, física o jurídica, cuya actividad profesional consiste en reclamar a las
compañías aseguradoras el pago de las indemnizaciones por daños y que para ello se basa en un contrato
de cesión de crédito celebrado con el afectado (as. C-106/17 o 913/19; incluso si su actividad profesional
principal no es la reclamación de dichos créditos, sino la reparación de vehículos, as. C-393/20). En estos
casos, la competencia viene determinada por las reglas generales, en particular los artículos 4, 7.2 o 7.5
del Reglamento (C-913/19, C-393/20). Los herederos, en cambio, sí que podrían beneficiarse. También el
empleador que ha mantenido la remuneración al trabajador ausente a causa de un accidente de tráfico y
que se ha subrogado en los derechos de éste frente a la compañía aseguradora del vehículo responsable
puede, en su condición de «persona perjudicada» demandar a dicha compañía ante los tribunales de su
domicilio (del empleador), cuando fuese posible una acción directa (ass. C-347/08 y C-340/16).
7.8. Si el demandante es el asegurador, rige la regla general del domicilio del demandado o el foro
de su sucursal (artículo 14.1), salvo que su pretensión se formule por vía reconvencional (artículo
14.2). Las acciones de un asegurador contra otro asegurador (por ejemplo, en el marco de una
demanda sobre obligaciones de garantía, vid. STJCE as. C-77/04), o las posibles acciones de regreso
del asegurador contra el tercero causante del daño están sujetas a las reglas generales del
Reglamento.
7.9. Las mismas consideraciones valen, mutatis mutandis, en el ámbito de aplicación del Convenio de
Lugano cuando el domicilio del demandado (o su sucursal) se encuentre en Suiza, Noruega o Islandia.
2. LOPJ
7.10. Frente a domiciliados en terceros Estados, que carezcan de sucursal en un Estado miembro o en
un Estado parte del Convenio de Lugano, la CJI de los tribunales españoles viene determinada –salvo
que resulta aplicable un convenio bilateral– por la LOPJ (vid. artículo 22 quinquies e). En concreto, la
Ley prevé la competencia de los tribunales españoles cuando (i) el asegurado, tomador o beneficiario
del seguro tengan su domicilio en España, (ii) o en los seguros de responsabilidad civil si el daño se
localiza en España.
§3. CONTRATOS DE CONSUMO
7.11. Tanto el Reglamento Bruselas I bis, como el Convenio de Lugano y la LOPJ establecen
reglas de CJI especiales para los litigios derivados de las relaciones contractuales con consumidores.
En este caso, la aplicación de cada uno de esos textos se fija no tanto en el domicilio del demandado,
cuanto en el domicilio del actor si es el consumidor. Vamos a verlo con más detalle al analizar cada uno
de ellos.
7.12. Como en el caso de los contratos de seguro, en materia de contratos de consumo el Reglamento
Bruselas I bis establece una regulación de la CJI autónoma y exhaustiva (sección 4.ª, artículos 17-
19), lo cual implica que se excluye la aplicación del régimen general (artículos 4, 7 y 8 del
Reglamento). Además, se aparta del criterio del domicilio del demandado como regla que determina el
ámbito de aplicación del Reglamento. En efecto, a diferencia de lo que hemos visto hasta ahora, los
foros de competencia que establece el Reglamento en materia de consumo se aplican también frente a
demandados con domicilio en un tercer Estado (no miembro) cuando quien plantea la acción es el
consumidor.
Ejemplo. Una compañía establecida en Florida, sin sucursal en España, está dirigiendo ofertas de sus
productos (material deportivo) al mercado español. Un consumidor con domicilio en Málaga concluye un
contrato de compraventa como respuesta a dicha oferta. Si posteriormente surgen desavenencias entre las
partes, el consumidor podrá demandar a la empresa norteamericana en Málaga conforme al Reglamento
Bruselas I bis, pese a no tener ésta ni su domicilio, ni una sucursal en un Estado miembro. Si quien plantea la
acción es el profesional europeo, frente a consumidores domiciliados en terceros Estados siguen aplicándose
las normas nacionales.
«1. En materia de contratos celebrados por una persona, el consumidor, para un uso que pueda
considerarse ajeno a su actividad profesional, la competencia quedará determinada por la presente
sección, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 6 y en el artículo 7 punto 5:
c) en todos los demás casos, cuando la otra parte contratante ejerza actividades comerciales o
profesionales en el Estado miembro del domicilio del consumidor o, por cualquier medio, dirija tales
actividades a dicho Estado miembro o a varios Estados miembros, incluido este último, y el contrato esté
comprendido en el marco de dichas actividades.
2. Cuando el cocontratante del consumidor no esté domiciliado en un Estado miembro, pero posea una
sucursal, agencia o cualquier otro establecimiento en un Estado miembro, se considerará para todos los
litigios relativos a su explotación que está domiciliado en dicho Estado.
3. La presente sección no se aplicará al contrato de transporte, salvo el caso de los que, por un precio
global, ofrecen una combinación de viaje y alojamiento».
Artículo 18
«1. La acción entablada por un consumidor contra la otra parte contratante podrá interponerse ante los
órganos jurisdiccionales del Estado miembro en que esté domiciliada dicha parte o, con independencia del
domicilio de la otra parte, ante el tribunal del lugar en que esté domiciliado el consumidor.
2. La acción entablada contra el consumidor por la otra parte contratante sólo podrá interponerse ante los
órganos jurisdiccionales del Estado miembro en que esté domiciliado el consumidor.
3. El presente artículo no afectará al derecho de formular una reconvención ante el órgano jurisdiccional
que conozca de una demanda inicial de conformidad con la presente sección».
7.13. El legislador europeo, como ya hemos explicado, presupone que los contratos de consumo se
caracterizan porque hay una situación de asimetría contractual típica, que se refleja también en la
dimensión procesal. El Reglamento lo que hace es «reequilibrar» esa asimetría permitiendo a los
consumidores que ejerzan sus acciones procesales o bien ante los tribunales del lugar donde tienen su
domicilio (CJI y territorial) o bien ante los tribunales del Estado de domicilio del profesional o bien, en
su caso, ante los tribunales del lugar donde el profesional tenga la sucursal a través de la cual se
concluyó el contrato (CJI y territorial). En cambio, si quien demanda es el profesional, la única
jurisdicción de la que dispone es el foro del domicilio del consumidor en el momento de presentación
de la demanda (as. C-98/20), salvo que se trate de una demanda reconvencional.
7.14. El ámbito de aplicación de la Sección 4.ª del Reglamento es limitado. Su aplicación exige tres
condiciones cumulativas: que una parte (el consumidor) actúe en un contexto ajeno a su actividad
profesional, que exista una relación contractual entre esta parte y el profesional, y que el contrato
pertenezca a alguna de las categorías recogidas en el artículo 17.1 a-c del Reglamento (STJUE, as. C-
375/13, 297/14 o 208/18).
Advertencia: carácter internacional de la relación. El TJUE ha entendido que para la aplicación de los
foros previstos por el artículo 18 del Reglamento no es necesario que ambas partes estén domiciliadas en
Estados miembros distintos, basta con que el litigio sea internacional (as. C-478/12; C-296/20). En este caso,
un consumidor austriaco, con domicilio en Bludenz (Austria), reservó un viaje a Egipto a través de una página
web (www.lastminute.com). El titular de esta página tenía su domicilio en la RFA, pero actuaba como agente
de una empresa con domicilio en Viena (Austria). Tras su regreso, el consumidor entiende que las condiciones
del viaje no se ajustaron a lo ofertado y decide demandar a ambas compañías. Según el TJUE, el artículo 18 del
Reglamento le permite demandar a ambas, i.e. tanto a la compañía alemana como a la compañía austriaca,
ante los tribunales del lugar de domicilio del consumidor en Austria, i.e. en Bludenz. El TJUE entiende que la
relación entre el consumidor y la compañía austriaca esta indisociablemente vinculada a la relación de aquél
con lastminute.com, y por consiguiente tiene carácter internacional.
(b) En segundo lugar es necesario que se haya celebrado un contrato entre el profesional y el
consumidor.
(c) La tercera condición es que el contrato de consumo tenga ciertas características objetivas y aquí
el Reglamento distingue, a su vez, dos grupos de contratos. Esta diferencia se explica por el distinto
grado de evolución que el Derecho europeo experimenta en materia de protección de los
consumidores y por la posible posición procesal que va a adoptar el consumidor en cada caso
(normalmente, en las compraventas a plazos el consumidor dispone de un mecanismo de autotutela,
dejar de pagar, por lo que previsiblemente su posición procesal será la de demandado con lo que el
profesional deberá ir a su domicilio a presentar la demanda. No sucede típicamente así en los demás
contratos).
(i) Por un lado, se aplica la sección 4.ª siempre que se trate de ventas a plazos de mercaderías o de
operaciones de crédito vinculadas a la financiación de tales ventas (artículo 17.1 a y b). En estos
supuestos, los consumidores quedan protegidos en todo caso, sin condiciones de localización espacial
del contrato. El concepto de ventas a plazos de mercaderías o de operaciones de crédito vinculadas
debe ser objeto de interpretación autónoma (TJUE as. 150/77 y as. C-99/96). La característica esencial
de ese concepto es que el consumidor haya adquirido la posesión de la mercancía antes de que haya
pagado la totalidad del precio (i.e. cuando el vendedor u otra persona le concede un crédito), por eso
se incluyen los contratos de alquiler con opción de compra pero no aquellos en los que el bien no se
entrega hasta el pago del último plazo (as. C-99/96).
(ii) Para el resto de los contratos de consumo, tengan por objeto bienes o servicios, la sección 4.º
sólo se aplica si se dan ciertas conexiones relativas a la localización espacial del contrato [artículo
17.1 c)]. El ámbito material de este apartado está definido en términos globales y cubre cualquier otro
contrato de consumo distinto de las compraventas a plazos o de las operaciones de crédito vinculadas
(«en todos los demás casos» dice el precepto, donde se incluyen contratos de préstamo, depósito y/o
administración de valores, time-ring etcétera, si bien se excluyen los contratos de transporte (vid.
TJUE as. C-213/18 o 464/18), salvo cuando por un precio global ofrecen una combinación de viaje y
alojamiento, artículo 17.3, vid. sobre el concepto de viaje combinado, TJUE as C-585/08, vid. infra
núm. marg. 25.4).
Ahora bien, dentro de este ámbito material, sólo se protege a los consumidores bajo determinadas
condiciones de conexión con el foro. En concreto, cuando, cumulativamente, se dan dos
circunstancias: (a) el profesional ejerce sus actividades en el Estado miembro del domicilio del
consumidor o, por cualquier medio, dirige tales actividades a dicho Estado miembro o a varios Estados
miembros, incluido aquél, y (b) el contrato está comprendido en el marco de dichas actividades. Son
los llamados «consumidores pasivos», i.e. quienes consumen en su mercado, frente a los llamados
«consumidores activos», que son los que se desplazan al país del profesional a consumir. En relación
con la primera condición, a su vez, el precepto pretende cubrir dos hipótesis distintas. (1) La primera
es cuando el profesional está ejerciendo sus actividades en el Estado del consumidor, lo cual requiere
algún tipo de presencia física directa o a través de representantes en el mercado local del consumidor.
(2) La segunda es cuando el profesional no se desplaza físicamente al Estado del consumidor, pero
dirige hacía él sus actividades, mediante oferta o publicidad, cualquiera que sea la naturaleza del
medio empleado (postal, prensa, radio, televisión, teléfono). La idea es que el profesional se dirige
comercialmente al mercado del consumidor para atraer aquí su atención. El lugar concreto desde
donde el consumidor haya emitido su aceptación es irrelevante, siempre que el contrato estuviere
comprendido en el marco de las actividades concretas del profesional en el país del consumidor (el
TJUE ha extendido el juego de este foro incluso a contratos que no cumplen esta condición, pero que
se hallan estrechamente vinculados a otro contrato que sí la cumple, as. C-297/14). Aunque la letra del
precepto puede resultar ambigua, esta condición se exige en las dos hipótesis descritas en los puntos
(1) y (2).
Ejemplo 1. Un consumidor español con domicilio en San Sebastián adquiere desde su domicilio un juego de
productos de cocina que una compañía francesa dirige (oferta) en el mercado español a través de Internet.
Tras varias semanas de uso, el consumidor considera que los productos no se adecuan a la calidad ofertada y,
tras el silencio del vendedor ante sus quejas, se propone presentar una reclamación judicial. Pues bien,
conforme al régimen del Reglamento podrá hacerlo (a) bien ante los tribunales franceses, ya que el
demandado tiene allí su domicilio; (b) o bien ante los tribunales de San Sebastián, ya que éste es el domicilio
del consumidor (artículo 18.1 in fine, que atribuye, como hemos visto, también competencia territorial). Si
además el contrato fuese gestionado por la sucursal de Bilbao (por ejemplo, porque su dirección aparece en la
página web, es la que se encarga de recibir los pedidos y atender las reclamaciones, etc.) también podrá
reclamar en esta localidad en virtud del artículo 7.5.
Ejemplo 2. (STJUE as. C-190/11). Imaginemos que, en ese mismo supuesto, la empresa francesa tiene un
establecimiento en Burdeos. El consumidor español, a partir de la oferta que ve en la página web (dirigida al
mercado español), se pone en contacto con la compañía y viaja a Burdeos para adquirir el producto in situ. En
este caso, también podrá invocar el artículo 18, aunque el contrato no se haya celebrado a distancia.
Ejemplo 3. (STJUE as. C-218/12). Por último, supongamos que, en ese mismo supuesto, el consumidor no
consulta la página web que el profesional dirige al mercado español, pero tiene noticias «por medio de
conocidos» de la existencia de ese establecimiento en Burdeos y decide desplazar hasta allí para adquirir el
producto. En este caso, también podrá invocar el artículo 18. Lo que le ha movido a desplazarse al
establecimiento del profesional es la publicidad y oferta que éste dirige al mercado español. Por el contrario,
si no existiese conexión alguna entre el contrato y la oferta dirigida al mercado español no se daría la
condición que exige el Reglamento de que el contrato esté comprendido en el marco de las actividades del
profesional en el Estado del consumidor (aunque la sentencia del TJUE es ambigua en este punto).
Ejemplo 4. demanda del profesional contra el consumidor (SAP de Madrid, de 24 de marzo de 2015). Un
despacho de abogados con sede en Madrid reclama 6000 euros a un cliente, persona física, con domicilio en
Estoril (Portugal), ante los tribunales de Madrid. La reclamación trae causa de un contrato de asesoramiento
jurídico sobre una eventual acción reivindicatoria de una obra de arte de gran valor. En el contrato se incluía
una cláusula de sumisión a los tribunales de Madrid. En este caso, los tribunales españoles se declararon
incompetentes ya que (i) el cliente (consumidor) tenía su domicilio en Portugal, (ii) el despacho de abogados,
como se deduce de distintos indicios (incluida su página web), ofrecía sus servicios en distintos Estados
miembros, incluido Portugal, (iii) y el contrato estaba comprendido en el marco de estas actividades. En
relación con el Convenio de Lugano, donde hay un foro equivalente, el TJUE ha precisado que éste se aplica
cuando el profesional y el consumidor tenían su domicilio en el mismo Estado en el momento de celebrar el
contrato y posteriormente el segundo traslada su domicilio a otro Estado distinto (as. C-296/20). (SAP de
Palma de Mallorca, de 19 de enero de 2017): La demanda de un arquitecto frente a una persona
(consumidora) con residencia en Alemania, por los servicios prestados en Manacor (Mallorca), puede
plantearse ante los tribunales de esta localidad al amparo del artículo 7 (1) (b) del Reglamento, ya que el
arquitecto no dirigía sus actividades profesionales a aquel país.
7.15. Estos foros son personales: el consumidor es el único con legitimación procesal activa para
invocarlos (TJUE as. C-89/91; as. C-167/00; C-498/16). Si el consumidor cediese su derecho material a
un tercero (consumidor o no), volveríamos al régimen general (artículos 4, 7.1 y 7.5). Tampoco pueden
invocar esos foros las asociaciones de consumidores y usuarios que ejercitan una acción de interés
colectivo por cuenta de éstos (TJUE as. C-167/00) o cuando actúan por subrogación en los derechos de
aquéllos.
7.16. Las mismas consideraciones valen, mutatis mutandis, en el ámbito de aplicación del Convenio
de Lugano cuando el domicilio del demandado (o su sucursal) se encuentre en Suiza, Noruega o
Islandia. No obstante, el texto actual del Convenio aún no se ha adaptado a la extensión de su
aplicación frente a profesionales domiciliados en terceros Estados.
2. LOPJ
7.17. El artículo 22 quinquies d) LOPJ contiene también una regla especial en materia de contratos
de consumo. Frente a profesionales con domicilio en un tercer Estado, los tribunales españoles son
competentes cuando el consumidor tenga su residencia habitual en España.
Advertencia. Aunque hay opiniones en contra, a nuestro juicio, la aplicación del Reglamento no debería
excluir el juego de las reglas del Derecho interno frente a domiciliados en terceros Estados si éstas amplían
los foros de protección previstos por aquél (no obstante, infra pfo. 7.25, con referencia a la STJUE as. C-
604/20).
7.18. El tercero de los foros de protección previstos por el legislador se refiere a los contratos
individuales de trabajo. Tanto el Reglamento Bruselas I bis, como el Convenio de Lugano o la LOPJ
contienen reglas especiales para este tipo de relaciones. También en este supuesto, el Reglamento ha
extendido su ámbito de aplicación frente a empresarios con domicilio en terceros Estados en términos
semejantes a como lo ha hecho en el caso de los contratos de consumo.
7.19. El Reglamento Bruselas I bis establece este régimen especial en la Sección 5.ª. Esta sección
guarda una «simetría sistemática» con las otras dos estudiadas anteriormente. Establece un foro en
beneficio del trabajador ya que le permite demandar bien ante los tribunales del Estado miembro
donde el empresario tenga su domicilio (CJI), o bien ante los tribunales del lugar donde desempeña
habitualmente su trabajo (CJI + territorial), lo cual reduce sus costes de acceso a la justicia (artículo
21). En cambio, el empresario sólo podrá demandar al trabajador ante los tribunales del Estado
miembro donde este último tiene su domicilio (artículo 22, salvo en los casos de demanda
reconvencional, vid. sobre este criterio, STJUE as. C-1/17: puede invocarse cuando el fundamento de
la reconvención es un crédito cedido por otra empresa del grupo derivado de un contrato de trabajo
paralelo con el mismo trabajador). Por otro lado, restringe la eficacia de las cláusulas de sumisión
(artículo 23, vid. STJUE as. C-168/16 y 169/16). Y, por último, en sede de exequátur, prevé un control
de la competencia en el Estado requerido. Como en los otros casos, en este momento nos vamos a
limitar a analizar el primer aspecto.
Texto. Artículo 20 Reglamento Bruselas I bis 1.
2. Cuando un trabajador celebre un contrato individual de trabajo con un empresario que no tenga su
domicilio en un Estado miembro, pero posea una sucursal, agencia o cualquier otro establecimiento en un
Estado miembro, se considerará, para todos los litigios derivados de la explotación de la sucursal, agencia
o establecimiento, que el empresario tiene su domicilio en dicho Estado miembro.
Artículo 21
ante el órgano jurisdiccional del lugar en el que o desde el cual el trabajador desempeñe habitualmente su
trabajo o ante el órgano jurisdiccional del último lugar en que lo haya desempeñado; o
3. Los empresarios que no estén domiciliados en un Estado miembro podrán ser demandados ante los
órganos jurisdiccionales de un Estado miembro de conformidad con lo establecido en el apartado 1, letra
b).
Artículo 22
1. Los empresarios sólo podrán demandar a los trabajadores ante el órgano jurisdiccional del Estado
miembro en el que estos últimos tengan su domicilio.
2. Lo dispuesto en la presente sección no afectará al derecho de formular una reconvención ante el órgano
jurisdiccional que conozca de la demanda inicial de conformidad con la presente sección.
7.20. Estas reglas especiales sólo se aplican a los contratos individuales de trabajo, concepto que
requiere una interpretación autónoma. Según la jurisprudencia del TJUE, son contratos
caracterizados por la circunstancia de que «una persona realiza, durante cierto tiempo, en favor de
otra y bajo la dirección de ésta, determinadas prestaciones a cambio de las cuales percibe una
retribución» (ass. C-47/14, C-266/85, C-603/17 o C-604/20). Una relación laboral presupone, por lo
tanto, la existencia de un nexo de subordinación entre el trabajador y el empleador, que debe
apreciarse caso por caso en función del conjunto de hechos y circunstancias que caracterizan las
relaciones existentes entre las partes (as. C-603/17, rechazando su aplicación al contrato que vincula a
una sociedad y a una persona física que ejerce de consejero de aquélla en la medida en que dispone de
un poder de control autónomo sobre la gestión corriente de los asuntos de la sociedad y sobre el
ejercicio de sus propias funciones; o C-604/20, concluyendo que sí se aplica esta sección frente a una
sociedad garante de las obligaciones derivadas de un contrato de trabajo celebrado con un tercero si
existe tal vínculo de subordinación). Aunque se refiere a «contratos individuales de trabajo», la
sección 5.ª se aplica también a las relaciones laborales de hecho, i.e. no es necesario que exista un
contrato formal de trabajo, o los contratos de trabajo celebrados, incluso si no se han ejecutado, esto
es, incluso si el trabajo no se llegó a realizar por alguna razón imputable al empresario (as. C-804/19).
No se aplica, en principio, a los conflictos colectivos (en este caso, la competencia vendrá determinada
por los artículos 4.1 o 7.5).
7.21. También en este tipo de foro de protección la competencia viene determinada por la posición
procesal de las partes. Si quien demanda es el trabajador, podrá hacerlo (artículo 21): (a) o bien
ante los tribunales del Estado miembro donde esté domiciliado el empresario; (b) o bien, en otro
Estado miembro, ante los tribunales del lugar en el que o desde el cual desempeña o haya
desempeñado habitualmente su trabajo; (c) o bien, si el trabajo no se desempeña o no se ha
desempeñado habitualmente en un único Estado, ante el tribunal del lugar donde esté o haya estado
situado el establecimiento que haya empleado al trabajador. Esta última opción es subsidiaria, no
alternativa, a la anterior, i.e. sólo puede utilizarse cuando el trabajador no desempeñe habitualmente
su trabajo en un mismo Estado. Junto a estos foros que prevé el artículo 21, el trabajador puede tener
a su disposición, si se dan los presupuestos, el foro previsto en el artículo 7.5 (=foro de la sucursal,
vid. C-804/19). Las opciones b o c y la del artículo 7.5 determinan tanto la CJI como la competencia
territorial. Por último, es importante subrayar que las opciones (b) o (c) valen también frente a
empresarios con domicilio en terceros Estados que no tienen una sucursal en un Estado miembro.
Ejemplo 1. (STSJ de Cataluña, de 25 de junio de 2014). Unos profesores españoles son contratados
temporalmente por una empresa italiana, a través de su sucursal en Barcelona, para que realicen su trabajo
como docentes en esta ciudad. Posteriormente son despedidos y se plantean presentar una demanda por
despido improcedente. En principio, podrían hacerlo ante los tribunales italianos ya que el empleador tiene su
domicilio en Italia o ante los tribunales de Barcelona como lugar donde desempeñan habitualmente su trabajo.
Ejemplo 2. (STS de 30 de diciembre de 2013). Un trabajador español vinculado con una empresa irlandesa
que presta servicios de personal de cabina para Ryanair, también domiciliada en Irlanda, es despedido
aparentemente por consumir productos en la aeronave que estaban destinados a la venta al pasaje. El trabajo
se prestaba a bordo de las aeronaves de Ryanair que tenían su base en Oslo (Noruega). El TS concluye que los
tribunales españoles carecen de competencia judicial internacional para conocer de la reclamación ya que ni
las demandadas tienen su domicilio en España, ni el trabajo se prestaba habitualmente en España o desde
España (para un repaso a la jurisprudencia en la materia, vid. también STS de 20 de abril de 2015). El TJUE ha
entendido, en estos casos, que el concepto de «base» empleado en el Reglamento 3922/91, constituye un
indicio significativo para determinar el lugar en el cual los trabajadores de cabina desempeñan habitualmente
su trabajo (as. C-168/16 y 169/16).
Cuestiones particulares (1) Loci laboris. La concreción del lugar de trabajo ha de hacerse caso por
caso y teniendo en cuenta criterios cuantitativos, dónde ha pasado la mayor parte del tiempo el trabajador,
y criterios cualitativos, la naturaleza y la importancia del trabajo realizado en los distintos lugares (vid. as.
C-37/00; as. C-383/95; C-125/92, as. C-437/00 y as. C-37/00). El concepto de desempeño habitual del
trabajo en un lugar incluye los supuestos en los que el trabajador tiene un «centro de actividad principal»
desde el cual se desplaza a otros lugares, como sucede con el personal de las compañías aéreas (as. C-
168/16 y 169/16). Por eso se utiliza la expresión «… lugar en el que o desde el cual desempeñe
habitualmente su trabajo». Por otro lado, la regla del establecimiento que empleó al trabajador es
subsidiaria, sólo se debe acudir a ella si el trabajador realiza su trabajo en varios Estados sin que en
ninguno de ellos se localice una actividad principal, esto es, cuando todos los Estados tengan un peso
equivalente en las actividades del trabajador (as. C-37/00). No obstante, a partir de los criterios
elaborados por el TJUE, en la práctica será difícil encontrar casos en los que no pueda identificarse un
lugar habitual de trabajo. Lo mismo sucede cuando el trabajo lo desempeña en territorios no sujetos a la
soberanía de ningún Estado, aunque a los efectos del Reglamento, las instalaciones fijas o flotantes
situadas en o sobre la plataforma continental adyacente a un Estado se consideran territorio de ese
Estado (TJUE as. C-37/00). La referencia al «último lugar en que lo haya desempeñado» piensa en los
supuestos en que el trabajador plantea la demanda una vez concluida la relación (TJUE as. C-37/00). En
los casos de cambio de lugar habitual de trabajo, cuando la relación no ha concluido, ha de estarse al loci
laboris habitual en el momento de presentar la demanda, aunque el fundamento de la pretensión derive de
hechos ocurridos con anterioridad (vid. TJUE as. C-37/00). Y cuando el trabajo no llegó a ejecutarse, lo
relevante es el lugar en el cual o desde el cual el trabajador debía, conforme al contrato, cumplir sus
obligaciones (as. C-804/19).
(2) Establecimiento empleador: embajadas extranjeras. El TJUE ha concluido que una embajada
extranjera puede calificarse como «establecimiento» a los efectos del artículo 20.2. Así, por ejemplo (as.
C-154/11), si una persona es contratada para trabajar como chofer de la embajada de Argelia en Madrid
(actividad iure gestionis y, por lo tanto, respecto de la cual el Estado extranjero no goza de inmunidad, vid.
también STSJ de Cataluña de 25 de junio de 2014 o TSJ de Madrid, de 2 de diciembre de 2015), los
tribunales españoles serán competentes para conocer de los litigios que deriven de dicho contrato. Lo
mismo vale para los consulados generales (as. C-280/20).
7.22. Conforme al artículo 67 del Reglamento, prevalecen sobre este texto las disposiciones que, en
materias particulares, regulen la competencia judicial, el reconocimiento o la ejecución de decisiones
contenidas en los instrumentos europeos o en las legislaciones nacionales de transposición. Por ello, a
las reglas de competencia del Reglamento debe añadirse, en el caso de desplazamiento temporal de
trabajadores, la posibilidad de entablar una acción judicial en el Estado miembro en cuyo territorio
esté o haya estado desplazado el trabajador respecto de cierto tipo de litigios (vid. artículo 6 de la
Directiva 96/71, de 16 de diciembre de 1996; desarrollado por el artículo 16 Ley 45/1999, de 29 de
noviembre, y por su disposición adicional 1.ª). Este foro es alternativo a los que prevé el Reglamento
Bruselas I bis.
7.23. El foro previsto en el artículo 21.1 atiende a la condición subjetiva del actor (trabajador) y por lo
tanto sólo puede ser invocados por él. La cesión a favor de un tercero o la subrogación en los derechos
del trabajador por un tercero (por ejemplo, un fondo público) que no tiene esa condición conlleva que
deje de aplicarse la sección 5.ª. Naturalmente, nada impide que el trabajador actúe a través de un
representante, en cuyo caso sí que seguirá aplicándose dicha sección. También los herederos, en su
caso, podrán seguir invocando ese foro.
7.24. Las mismas consideraciones valen, mutatis mutandis, en el ámbito de aplicación del Convenio
de Lugano cuando el domicilio del demandado (o su sucursal) se encuentre en Suiza, Noruega o
Islandia. No obstante, el texto actual del Convenio aún no se ha adaptado a la extensión de su
aplicación frente a empresarios domiciliados en terceros Estados.
2. LOPJ
7.25. Por su parte, el artículo 25 LOPJ (que no ha sido modificado por la Ley 7/2015) establece
también un foro especial en materia de contratos de trabajo. No obstante, y al igual que sucedía en el
caso de los contratos de consumo, su ámbito de aplicación se ha visto bastante reducido en la medida
en que el Reglamento ha ampliado los foros en favor del trabajador (artículo 21.1 (b)) en relación con
empresarios con domicilio en un tercer Estado. Esto no debería impedir que alternativamente la
competencia de los tribunales españoles pueda basarse en el artículo 25 LOPJ si éste amplía los foros
del Reglamento en favor del trabajador, esto es, cuando no se dé el vínculo de conexión que prevé el
artículo 21.1 (b) (no creo que la jurisprudencia del TJUE en el as. C-604/20 contravenga esta
interpretación).
Ejemplo. El artículo 25 atribuye competencia a los tribunales españoles si el contrato de trabajo se celebró en
España. Imaginemos un trabajador español que celebra un contrato de trabajo en España con una empresa
norteamericana. Ésta no tiene un establecimiento en la Unión Europea y el trabajo se realiza en un tercer país.
En tal supuesto, los tribunales españoles no podrían declararse competentes al amparo del artículo 21.1 (b)
del Reglamento, ya que no se localiza en España ninguno de los criterios ahí previstos, pero sí podrían hacerlo
al amparo del artículo 25 LOPJ, ya que el contrato se celebró aquí.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 8 FOROS POR CONEXIDAD PROCESAL
TEMA 8
§1. INTRODUCCIÓN
8.1. En este tema vamos a estudiar los foros especiales en el ámbito patrimonial cuya base de CJI es la
conexidad procesal (rectius, conexión, aunque está generalizado el empleo de la primera). Son foros
especiales en el sentido de que atribuyen CJI a los tribunales españoles frente a domiciliados en el
extranjero en virtud de que el objeto del litigio presenta una vinculación particular con nuestro país. En
este caso, la «vinculación» es la conexidad procesal: la existencia de elementos comunes entre dos o
más acciones. Cuando los jueces españoles poseen CJI sobre una acción conforme a las reglas que hemos
estudiado hasta ahora, la conexidad de esa acción con otra puede justificar que su CJI se extienda
también a esta última. En este sentido se suele calificar este tipo de CJI como competencia derivada. La
acumulación de acciones conexas reduce los costes de instrucción procesal, evita procedimientos
parcialmente paralelos y previene el riesgo de decisiones inconciliables.
8.2. En el Derecho positivo español, la CJI derivada o por conexidad procesal también está tipificada. No
hay una cláusula general que atribuya CJI a los tribunales españoles cuando se trate de causas o litigios
conexos; sólo hay situaciones tipificadas de conexidad. Los supuestos que vamos a estudiar en este tema
son los recogidos en el artículo 8 del Reglamento Bruselas I bis: pluralidad de demandados,
intervención de terceros y reconvención (sobre el foro previsto en el artículo 8.4, supra tema 6).
8.3. El primer foro por conexidad que prevé el Reglamento Bruselas I bis es el foro de la pluralidad de
demandados.
Una persona domiciliada en un Estado miembro, «también podrá ser demandada, 1) si hay varios
demandados ante el órgano jurisdiccional del domicilio de cualquiera de ellos, siempre que las demandas
estén vinculadas entre sí por una relación tan estrecha que resulte oportuno tramitarlas y juzgarlas al mismo
tiempo a fin de evitar resoluciones que podrían ser contradictorias si se juzgasen los asuntos
separadamente».
La misma regla está en el Convenio de Lugano. El ámbito de aplicación de cada texto viene
determinado por el domicilio del (co)demandado. Si éste tiene su domicilio en un Estado miembro se
aplicará el Reglamento Bruselas I bis. Si tiene su domicilio en Suiza, Islandia o Noruega, el Convenio de
Lugano.
8.4. El artículo 8.1 del Reglamento permite acumular las pretensiones contra varios demandados,
domiciliados en distintos Estados miembros, ante los tribunales del Estado de domicilio de cualquiera de
ellos. El domicilio se concreta como hemos visto en el tema 5.
Ejemplo 1. Supongamos que tres empresas, A, B y C, con domicilios respectivos en España, Portugal y Francia,
se ponen de acuerdo para explotar un producto en el mercado español, utilizando una publicidad vejatoria para
otra empresa, D, que también vende sus productos en el mercado español. Si esta última quiere plantear una
demanda contra A, B y C dispone de las siguientes alternativas: O demandar a cada una por separado ex artículo
4.1 del Reglamento en España, Portugal y Francia respectivamente; o demandar a todas conjuntamente en
España, ex artículo 7.2 (= foro especial por razón de la materia); o demandar a todas conjuntamente en
cualquiera de los tres países, España, Portugal o Francia, ex artículo 8.1 del Reglamento.
Ejemplo 2. Una empresa, B, transfiere a otra, C, parte de sus bienes con la intención de defraudar a un acreedor
de la primera, A. Si A quiere impugnar esa transmisión por haber sido realizada en fraude de acreedores podrá
demandar a las dos primeras, B y C, en el domicilio de cualquiera de ellas.
8.5. Para invocar el foro previsto en el artículo 8.1 del Reglamento frente a demandados con domicilio en
el extranjero es necesario que exista cierta conexidad procesal entre las pretensiones que se ejercen
contra todos los demandados (que «… las demandas estén vinculadas entre sí por una relación tan
estrecha que resulte oportuno tramitarlas y juzgarlas al mismo tiempo a fin de evitar resoluciones que
podrían ser contradictorias si los asuntos fueren juzgados separadamente»). Esta solución evita
procedimientos paralelos, que eventualmente pudiesen conducir a resoluciones inconciliables (por todas,
STJUE as. C-352/13 o C-366/13). No obstante, este fundamento competencial debe conjugarse con dos
límites inherentes a la regla (vid. STJUE ass. C-145/10 y C-616/10, matizando en parte su jurisprudencia
anterior, y C-352/13): el abuso de derecho y la previsibilidad. Por un lado, dicha regla no puede ser
interpretada de manera que permita al demandante formular una demanda contra varios demandados
«con el único fin de sustraer a uno de los demandados de la competencia de los tribunales del Estado en
que tiene su domicilio» (vid., también, STS de 10 de enero de 2017; aunque vid., TJUE as. C-98/06). Por
otro lado, debe respetarse siempre el principio de previsibilidad objetiva de los foros de competencia.
Desarrollo: el límite de la previsibilidad (vid. as. C-352/13 y C-366/13). La norma no utiliza como criterio de
conexión una circunstancia vinculada al objeto del litigio, sino una circunstancia personal, el domicilio de
cualquiera de los demandados. Esta circunstancia sirve para «atraer» a ese foro a los demás. Esto es, hay uno de
los demandados que actúa como anclaje o imán que atrae a los demás (= anchor defendant). Por ello, y para
asegurar la previsibilidad del foro, sólo debería admitirse el juego del artículo 8.1 cuando entre los demandados
existiese un conocimiento, vínculo o relación ex ante. Al utilizar esa conexión (una conexión subjetiva, vinculada a
circunstancias personales de los demandados y no a circunstancias objetivas de la pretensión) lo que está
diciendo el legislador es que el litigio se debe derivar de la vinculación entre los demandados y no al revés (i.e.,
que la conexión entre los demandados se derive del objeto del litigio). Así, por ejemplo, no parece correcto aplicar
el artículo 8.1 en el siguiente caso: un turista español es víctima de un accidente en Italia en el que se ven
implicados un vehículo español y un vehículo italiano. La víctima demanda en España al conductor español y vía
artículo 8.1 al conductor italiano. En este ejemplo, la relación de los demandados deriva de las circunstancias que
originan el accidente, y tales hipótesis no se corresponden con una norma que utiliza como vínculo el domicilio de
cualquiera de los demandados. Es cierto que, en este caso, la víctima española se puede encontrar con que si
litiga contra el conductor español en España, éste alegue que la responsabilidad del accidente no fue suya sino
del conductor italiano, y que en Italia le suceda lo contrario; pero su derecho a una tutela judicial efectiva no se
vería afectado ya que siempre puede acumular sus pretensiones utilizando el artículo 7.2. Otra cosa es si el litigio
surge en el marco de una relación previa entre los demandados, por ejemplo, cuando varias empresas se ponen
de acuerdo para realizar actos de competencia desleal frente a otra, en casos de sociedades irregulares cuando
se demanda a todos los socios, deudas asumidas mancomunadamente o solidarias, contratos conexos,
responsabilidad vicaria, garantías personales (el artículo 8.1 permite demandar al deudor principal en el
domicilio del garante personal o viceversa) o cuando se reclama a la sociedad con la que se ha contratado y a sus
socios o administradores (por su posible responsabilidad).
8.6. El artículo 8.1 del Reglamento lo único que determina es la CJI (e implícitamente, la territorial y la
material). El resto de los elementos procesales y sustantivos quedan sometidos al Derecho procesal
interno (lex fori) siempre que no frustren el «efecto útil» del Reglamento. Así, el Derecho nacional
determinará si se trata de un litisconsorcio pasivo necesario o voluntario, el momento procesal para fijar
la pluralidad o las formas de comparecencia y contestación de los codemandados (vid. artículos 72-73
LEC). El TJUE ha afirmado que el artículo 8.1 puede invocarse aun cuando la demanda contra el
domiciliado en el foro se declare inadmisible por hallarse en situación de concurso (as. C-103/05), o
incluso si el demandante ha desistido frente al demandado domiciliado en el foro, salvo que se trate de un
comportamiento fraudulento (as. C-352/13). El momento relevante para determinar si el domicilio del
demandado que «atrae» a los demás está en el foro o no ha de ser el de presentación de la demanda. El
traslado posterior al extranjero no implica que se pierda la competencia ni sobre él, ni sobre los demás
codemandados. Por otro lado, nada impide que el artículo 8.1 pueda invocarse una vez presentada la
demanda contra el domiciliado en el foro, mediante ampliaciones subjetivas de demanda de acuerdo con
la lex fori.
8.7. El juego del artículo 8.1 puede ser derogado por cláusulas de elección de foro (STJUE as. C-
352/13 o C-436/16, o mediante una cláusula arbitral, infra tema 11). Si el actor ha suscrito una cláusula
de elección de foro con uno de los demandados, no podrá invocar el artículo 8.1 frente a él para
«atraerlo» a un tribunal distinto del designado en esa cláusula (vid. AAP de Madrid, de 12 de septiembre
de 2012). En este caso, el riesgo de inconciliabilidad de decisiones lo asume voluntariamente el potencial
actor al suscribir la cláusula y, en cualquier caso, para prevenir ese riesgo siempre tiene a su disposición
el artículo 30 del Reglamento. El artículo 8.1 puede utilizarse también por el trabajador para demandar
a varios empresarios (vid. supra tema 7).
Ejemplo. (STSJ Castilla-La Mancha, de 19 de julio de 2005). El futbolista español Iván Helguera tenía una
relación laboral con el Albacete Balompié SAD. Este club lo cedió a un equipo italiano, AS Roma SPA. Al cabo del
tiempo surgen unas desavenencias entre estos dos clubs y el futbolista. Conforme al artículo 8.1, los tribunales
españoles podrían ser competentes para conocer una demanda contra ambos clubs.
8.8. Frente a codemandados con domicilio en un Estado no miembro ni parte del Convenio de Lugano (o
de otro convenio bilateral aplicable), la CJI viene determinada por la LOPJ. En el texto original LOPJ no se
establecía un foro análogo al del artículo 8.1 del Reglamento Bruselas I bis; no obstante, la
jurisprudencia había apuntado la posibilidad de alcanzar un resultado semejante por vía interpretativa
(vid. AAP de Barcelona, de 5 de abril de 2006). Las modificaciones introducidas por la Ley Orgánica
7/2015 han incluido dicho foro. Conforme al nuevo artículo 22 ter (3) LOPJ, en los supuestos de pluralidad
de demandados, si uno de ellos tiene su domicilio en España, se podrá demandar a todos aquí «siempre
que se ejercite una sola acción o varias entre las que exista un nexo por razón del título o causa de pedir
que aconsejen su acumulación».
8.9. El Reglamento Bruselas I bis prevé un foro por conexidad para las llamadas en garantía o para la
intervención de terceros (artículo 8.2).
La misma regla está en el Convenio de Lugano. El ámbito de aplicación de cada texto viene determinado
por el domicilio del tercero llamado al proceso. Sí éste tiene su domicilio en un Estado miembro, se
aplicará el Reglamento; si tiene su domicilio en Suiza, Noruega o Islandia, el Convenio.
8.10. El sentido de este foro es permitir la incorporación de un tercero como parte a un proceso ya
pendiente, con el objeto de obtener una sentencia frente a él (un título con efectos de cosa juzgada y, en
su caso, susceptible de ejecución).
Ejemplo 1. Imaginemos un fabricante español que vende determinados productos a una empresa francesa, A,
quien, a su vez, los revende a otra firma francesa, B. Por un defecto del producto, la firma B sufre importantes
pérdidas económicas con lo cual decide demandar a la empresa A en Francia. A considera que los daños traen
causa en un defecto de fabricación, y que va a disponer de una acción de regreso contra la empresa española.
Pues bien, el artículo 8.2 permitiría que A «llamase en garantía» a la firma española ante los tribunales franceses
(= tribunal que está conociendo de la demanda principal). Repárese en que si la empresa española hubiese
entregado los productos a la empresa francesa en España, los tribunales franceses carecerían de CJI frente a la
empresa española en virtud de los foros que hemos analizado hasta ahora: el domicilio del demandado está en
España (artículo 4 Reglamento) y el lugar de entrega también se localiza en España (artículo 7.1 Reglamento).
Ejemplo 2. Un ciudadano español vende un bien mueble a un ciudadano francés. El comprador es objeto en
Francia de una acción reivindicatoria ejercida por el auténtico propietario de ese bien. El artículo 8.2 permite al
demandado «llamar al proceso» al vendedor español, quien incluso podría ser condenado al pago de una
indemnización al comprador francés (saneamiento por evicción).
El precepto incluye tanto la intervención provocada como la voluntaria. Así, por ejemplo, se aplica a la
acción que ejercita un tercero contra el demandado en el procedimiento principal y que esté
estrechamente relacionada con este procedimiento, en reclamación del reembolso de una indemnización
satisfecha por dicho tercero al demandante en el procedimiento principal (as. C-521/14).
Ejemplo (STJUE as. C-521/14). La víctima de un accidente de tráfico ocurrido en Alemania demanda en
Finlandia, al amparo de las normas en materia de seguros, a la compañía aseguradora del vehículo (la víctima
tenía su domicilio en Finlandia). En este procedimiento, se persona otra compañía aseguradora que ya había
pagado parte de la indemnización a la víctima y solicita al demandado que le reembolse la indemnización ya
satisfecha. El TJUE entiende que en este caso de intervención voluntaria resulta también aplicable el artículo 8.2.
8.11. El artículo 8.2 del Reglamento permite obtener una condena judicial en el proceso principal frente
al tercero; y en esta medida somete a un tercero domiciliado en el extranjero a la carga de defenderse
ante los tribunales competentes a título principal. En consonancia con lo que sucedía con el artículo 8.1,
para que se justifique este título competencial es necesario, en primer lugar, que exista conexidad
procesal entre la pretensión que se ejerce en el proceso principal y la que se ejerce contra el tercero.
Conforme a la jurisprudencia del TJUE, «la existencia de un vínculo entre las dos demandas
controvertidas en el litigio principal es inherente al propio concepto de la demanda sobre obligaciones de
garantía» (as. C-77/04; donde afirma el tribunal, «existe efectivamente una relación intrínseca entre la
demanda interpuesta contra un asegurador para que indemnice las consecuencias de una contingencia
cubierta por éste y el procedimiento mediante el cual dicho asegurador pretende que otro asegurador,
que supuestamente cubre la misma contingencia, se vea obligado a contribuir»).
8.12. Aunque es un aspecto discutido, debe considerarse irrelevante conforme a qué reglas se ha
determinado la CJI del juez para conocer de este proceso principal. Esto es, tanto si ha sido conforme a
las reglas de competencia del Reglamento, como si ha sido conforme a las normas del Derecho
convencional o nacional. La exigencia de que sólo sea admisible en el primer caso, ni viene requerida por
la letra del precepto, ni se compadece con su teleología (evitar decisiones inconciliables dentro del
espacio europeo) pues sea cual sea el título competencial las sentencias siempre se benefician del
régimen del Reglamento; de hecho, así parece confirmarlo obiter dicta la STJUE as. C-365/88.
Ejemplo. Si la demanda inicial se plantea frente a una persona domiciliada en un tercer Estado, el juez español
determinará su competencia conforme a la LOPJ; afirmada esta competencia, la tesis más razonable es que en
este supuesto el demandado pueda beneficiarse también de lo dispuesto por el artículo 8.2 frente a domiciliados
en otro Estado miembro.
Naturalmente, el artículo 8.2 no resulta aplicable si el tribunal que conoce de la demanda principal
revoca su decisión de declararse competente para conocer de ésta (as. C-498/29).
8.13. El artículo 8.2 del Reglamento determina la CJI (e implícitamente, la territorial). El resto de los
elementos procesales y sustantivos quedan sometidos al Derecho procesal nacional (lex fori) siempre que
no frustren el «efecto útil» del Reglamento (en nuestro Derecho, vid. artículo 14 LEC).
Advertencia. El foro previsto por el artículo 8.2 del Reglamento está concebido para los casos en los que el
tercero es llamado como demandado, i.e., como parte procesal, y el objeto es obtener una posible sentencia
contra él. Pero hay situaciones en las que se permite «llamar» al tercero no con ese objeto, sino sencillamente
para poder oponerle en un proceso posterior la sentencia dictada en el proceso principal. Estas situaciones están
previstas en el artículo 65 del Reglamento. Según este artículo, en Alemania, por ejemplo, no puede utilizarse el
artículo 8.2; en cambio, cualquier persona domiciliada en otro Estado podrá ser citada ante los tribunales
alemanes en virtud de los artículos de la ZPO sobre la litis denuntiatio.
8.14. La autonomía de la voluntad puede también derogar este foro. Por consiguiente, una cláusula de
sumisión a los tribunales de otro Estado o a arbitraje puede invocarse como excepción a la competencia
que atribuye este precepto. Más discutible es la respuesta cuando el foro principal se haya basado en el
juego de una cláusula de elección. En tal caso, debería jugar el límite del abuso de derecho que
contempla el artículo 8.2: si acudir al foro escogido supone una carga arbitraria o irrazonable para el
tercero, no debería poder invocarse el artículo 8.2 frente a él.
8.15. Frente a domiciliados en terceros Estados, la CJI viene determinada por la LOPJ. En ella, el
legislador español no ha previsto un foro especial para la intervención de terceros (a diferencia de lo que
ha sucedido con el foro de la pluralidad de demandados, la reforma introducida por la Ley Orgánica
7/2015 guarda silencio al respecto). No obstante, hay razones para el desarrollo judicial de un foro por
conexidad semejante al previsto por el artículo 8.2 Reglamento Bruselas I bis. De no admitirse ese
desarrollo judicial, el sistema general de CJI incurriría en graves contradicciones valorativas: los
domiciliados en un Estado miembro o parte del Convenio de Lugano saldrían perjudicados en igualdad de
circunstancias. Repárese en que frente a un demandado con domicilio en un Estado miembro se podría
invocar el artículo 8.2, mientras que frente a otro con domicilio en un tercer Estado, no. Se acabaría
tratando mejor a los domiciliados fuera de la UE que a los domiciliados dentro, lo cual no es muy
coherente con los propios objetivos del Reglamento.
§4. RECONVENCIÓN
8.16. El Reglamento Bruselas I bis prevé también un foro especial para las demandas
reconvencionales (artículo 8.3; vid., también, artículos 14.2, 18.3 y 22.2, en materia de contratos de
seguro, consumo y trabajo respectivamente). En este tipo de supuestos, la sujeción del demandante al
foro que está conociendo de la demanda inicial es perfectamente razonable en la medida en que fue él
quien determinó ese foro y su alcance cognitivo se restringe a los supuestos en que exista una conexidad
objetiva entre la demanda inicial y la reconvención.
«… 3) si se trata de una reconvención derivada del contrato o hecho en que se fundamente la demanda inicial,
ante el órgano jurisdiccional que esté conociendo de esta última».
La misma regla está en el Convenio de Lugano. El ámbito de aplicación de cada texto viene determinado
por el domicilio del demandado por reconvención (i.e. demandante inicial). Sí éste tiene su domicilio en
un Estado miembro se aplicará el Reglamento; si tiene su domicilio en Suiza, Noruega o Islandia, el
Convenio.
8.17. El concepto «reconvención» debe ser objeto de interpretación autónoma o uniforme, que ha de
elaborarse a partir del sentido y fin del precepto. Sólo es aplicable cuando se trata de una reconvención
entre las mismas partes que la demanda inicial; en caso de pluralidad de partes rige el principio de
separabilidad (STJCE as. C-406/92). Y, por consiguiente, si la demanda en reconvención se extiende a
terceros que no eran demandantes iniciales, el artículo 8(3) no servirá de base de competencia frente a
ellos. Además, para que pueda invocarse este foro es necesario que entre ambas demandas, la demanda
inicial y la reconvencional, exista cierta vinculación: deben derivarse del mismo contrato o hecho; se
trata, por consiguiente, de una conexidad objetiva causal (distinta de la del artículo 28).
Ejemplo 1. Un español viaja con su vehículo a Roma, donde colisiona con un vehículo italiano. El conductor
italiano demanda al español en España (ex artículo 4.1) y el demandado reconviene alegando que el culpable del
accidente fue el conductor italiano. En este caso, el artículo 8.3 atribuye CJI para conocer de la demanda
reconvencional.
Ejemplo 2. En un contrato de agencia, el principal, una empresa española, debe unas cantidades compensatorias
al agente francés, quien a su vez ha de entregar a la empresa española parte de lo cobrado a sus clientes. El lugar
de cumplimiento de ambas prestaciones se acuerda que sea París. Supongamos que la firma francesa demanda
en España a la empresa española por incumplimiento contractual (ex artículo 4). En este caso, el artículo 8.3
permite a la empresa española reconvenir en este mismo proceso (de otro modo, no tendría más alternativa que
acudir a los tribunales franceses).
De todos modos, tanto los orígenes del precepto como su sentido y fin parecen justificar una lectura
amplia de esta exigencia: no debe entenderse «mismo contrato o hecho» en sentido técnico-jurídico o
formal. Aunque haya distintos contratos en sentido técnico, debe atenderse a la unidad de relación
jurídica o fáctica entre las partes. El artículo 8.3 permite reconvenir si el fundamento de la reconvención
se enmarca dentro de la misma relación (vid. TJUE, as. C-185/15).
Cuestión particular: la compensación. Se ha discutido mucho sobre cómo juega este foro en los supuestos
en los que el demandado no reconviene, sino que opone un derecho de compensación; en concreto, si la
posibilidad de que el demandado pueda excepcionar la compensación está condicionada a la CJI para conocer
del derecho subjetivo que fundamenta el contra-crédito. La cuestión no es problemática cuando este contra-
crédito no es litigioso (p. ej., porque el actor inicial reconozca la deuda o porque se base en una sentencia
firme), ya que el juez se limita a liquidarlos; tampoco plantearía problemas si el crédito que sirve de base a la
compensación deriva el mismo contrato, pues el juez sería competente en virtud del artículo 8.3. En cambio,
la cuestión es discutible cuando la compensación se basa en un crédito para cuyo conocimiento, si se
plantease a título principal, el juez carecería de CJI. En el as. C-341/93, el TJUE ha dicho que la compensación
es un medio de defensa y que el artículo 8.3 no está concebido para esos casos: dicho precepto «…
únicamente se refiere a las pretensiones formuladas por los demandados con el objeto de obtener una
condena distinta a la desestimación de la demanda. Dicha disposición no atañe a la situación en la que un
demandado invoca, como simple medio de defensa, un crédito del que supuestamente es titular frente al
demandante. Los medios de defensa susceptibles de ser invocados y las condiciones en que puedan serlo se
rigen por el Derecho nacional» (vid. también as. C--185/15). Esta decisión se ha interpretado de dos formas.
Para unos autores, el Tribunal (apartándose de su jurisprudencia anterior, as. 48/84 y as. 220/84) ha
establecido la tesis de que no es necesaria la CJI sobre el crédito que sirve de base a la compensación cuando
el demandado lo plantea como un mero medio de defensa para obtener la absolución. Para otros autores, el
Tribunal remite esa cuestión al Derecho nacional de cada Estado, de tal modo que si éste exige la CJI sobre el
crédito de base de la compensación, su admisión se condiciona a ese requisito. Esta segunda lectura puede
resultar algo forzada, pero parece más razonable exigir CJI sobre el crédito que se invoca como fundamento
de la compensación cuando dicho crédito es controvertido. Y si el juez principal no la posee, debería
suspender el procedimiento y esperar a que el tribunal competente resolviese sobre dicho crédito (o al menos
darle un plazo al demandado para que acuda a él). La razón de exigir CJI sobre el crédito que fundamenta la
compensación se deriva de la particular naturaleza de ésta: aunque se diga que es una mera excepción, es
innegable que la existencia o inexistencia del crédito que se invoca como título para compensar es analizada
por el juez e implícitamente afirmada o negada. Si el juez absuelve al demandado por compensación de
créditos, de facto ha afirmado la existencia del crédito invocado por el demandado (por eso, en el Derecho
español la compensación se considera como reconvención, artículo 408 LEC) y es razonable que para ello se
le exija CJI. Esta conclusión se refuerza cuando la decisión sobre el derecho que sirve de base a la
compensación tiene alcance de cosa juzgada o queda cubierto por una regla de preclusión.
8.18. Este precepto determina tanto la CJI, como la territorial (en el sentido que determinan ésta los
foros por conexidad). El resto de los aspectos procesales (el momento para proponerla o la forma en que
ha de hacerse, p. ej.) quedan sujetos al Derecho nacional siempre que no se frustre el efecto útil del
Reglamento.
8.20. Como los demás foros por conexidad, el artículo 8.3 puede excluirse por medio de una cláusula de
sumisión a los tribunales de otro Estado miembro o mediante una cláusula arbitral. No obstante, en la
práctica esta circunstancia es difícilmente imaginable. Si la reconvención ha de basarse en un derecho
que derive del mismo contrato, la demanda inicial normalmente significará una renuncia del actor a
invocar la cláusula de sumisión.
8.21. Fuera del ámbito de aplicación del Reglamento o de los convenios, la CJI viene determinada por la
LOPJ. En ella, el legislador español no ha previsto un foro específico para las demandas
reconvencionales; aunque cuando éstas se basen en los mismos hechos que la demanda inicial
(reconvenciones conexas), el foro sería perfectamente razonable. En tales casos, la CJI del tribunal
español puede justificarse también mediante el desarrollo judicial de una regla análoga al artículo 8.3 del
Reglamento.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 9 FOROS EN EL ÁMBITO DEL DERECHO DE FAMILIA
TEMA 9
§1. INTRODUCCIÓN
9.1. En este tema vamos a estudiar los foros previstos por el ordenamiento español en el
ámbito del Derecho de familia, con la exclusión de las obligaciones alimenticias (infra
tema 32) y del Derecho sucesorio (infra tema 33). Como sucedía en el ámbito
patrimonial, los foros en este sector responden también a un principio de proximidad
razonable entre los tribunales competentes y el objeto del litigio: sólo se afirma la CJI de
los tribunales españoles si el litigio presenta una vinculación razonable con nuestro país.
Además, es un sistema de vinculación tipificada: sólo cabe afirmar esa competencia
cuando se verifique el criterio de conexión tipificado por el legislador.
9.2. Pese a responder a una idea común, este sector presenta ciertas particularidades
frente al régimen de la CJI en el ámbito patrimonial. En el ámbito del Derecho de familia,
los criterios de atribución de CJI no son predominantemente objetivos, sino subjetivos o
personales; esto es, los criterios no se refieren a circunstancias objetivas del litigio,
como el lugar de cumplimiento o celebración del contrato o el lugar de producción del
daño, sino a circunstancias subjetivas. Los dos criterios más comunes en este sector son
la residencia habitual y, aunque va perdiendo peso progresivamente, la nacionalidad. La
residencia habitual es un concepto fáctico que indica el lugar donde se localiza el
centro de vida socio-económica de una persona; circunstancias como la presencia
regular y estable en el territorio de un Estado son las que determinan la residencia
habitual en ese Estado. La nacionalidad es un concepto jurídico determinado a partir
del Derecho de cada Estado. En el caso español, las reglas establecidas en los artículos
17 y ss. CC determinan quiénes tienen la nacionalidad española a los efectos de aplicar
las reglas de CJI.
9.3. En el ámbito del Derecho de familia, la CJI de los tribunales españoles viene
determinada fundamentalmente por la LOPJ, artículo 22 bis y quáter, y por el
Reglamento 2019/1111, de 27 de noviembre de 2003 (conocido como Reglamento
Bruselas II ter, que ha sustituido a la versión anterior de este instrumento desde el 1 de
agosto de 2022). En materia de obligaciones alimenticias, deberá aplicarse el
Reglamento 4/2009 (vid. infra Tema 32). Y en materia de régimen económico
matrimonial deberá tenerse en cuenta el Reglamento 2016/1103 (vid. infra Tema 30). En
los epígrafes correspondientes precisaremos el ámbito de aplicación de cada texto.
Advertencia. Junto a los foros que vamos a estudiar a continuación, debe tenerse en cuenta
que la LOPJ contiene: (a) una regla especial para la declaración de ausencia y fallecimiento,
conforme a la cual son competentes las autoridades españolas para declarar la ausencia o el
fallecimiento de las personas cuyo último domicilio estuviese en España o tuviesen la
nacionalidad española [artículo 22 quáter (a) LOPJ, vid. también artículos 9.1 y 68 LJV]; (b) y
otra en materia de capacidad de las personas y medidas de protección de las personas mayores
de edad o sus bienes, cuando tuvieren su residencia habitual en España (artículo 22 quáter (b)
LOPJ). Este segundo precepto ha sido parcialmente reemplazado por ciertos convenios (infra).
1. INTRODUCCIÓN
9.7. Las reglas de CJI del Reglamento se basan en unos criterios objetivos,
alternativos y excluyentes. Estos mismos criterios determinan la competencia de las
autoridades nacionales que en este ámbito tengan funciones equivalentes a las de una
autoridad judicial, por ejemplo, los notarios en España (vid. artículo 54 LN: separación
o divorcio de mutuo acuerdo, cuando no tuvieren hijos menores no emancipados o con la
capacidad modificada judicialmente que dependan de ellos, aunque vid. TJUE as. C-
372/16).
ii) el último lugar de residencia habitual de los cónyuges, siempre que uno de ellos aún
resida allí,
vi) la residencia habitual del demandante en caso de que haya residido allí al menos los
seis meses inmediatamente anteriores a la presentación de la demanda y de que sea
nacional del Estado miembro en cuestión; o
El Reglamento establece una larga lista de foros alternativos (vid. TJUE as. C-168/08, C-
759/18 o STS de 21 de noviembre de 2017), que intentan reflejar diferentes situaciones
teniendo en cuenta la movilidad de las personas dentro de la Unión Europea. En
particular, protegiendo, por un lado, los derechos del cónyuge que a raíz de la crisis
conyugal haya abandonado el país de residencia común y, por otro, garantizando la
seguridad jurídica del otro cónyuge al exigir un vínculo real entre el demandante y el
Estado miembro competente (por todas, TJUE as. C-522/20). En función de ellos serían
competentes los tribunales españoles si se da cualquiera de las siguientes
circunstancias [con independencia, naturalmente, de dónde se haya celebrado el
matrimonio e incluso de que se halle o no inscrito en el registro civil español, aunque
deberá acompañarse el certificado de inscripción matrimonial o documento equivalente
expedido por las autoridades extranjeras, vid. artículo 770 LEC y SAP de Madrid de 20
de julio de 2012 o SAP de Málaga, de 17 de diciembre de 2021; la DGSJyFP exige que la
sentencia o la escritura pública del divorcio que afecta a cónyuges extranjeros cuyo
matrimonio no está inscrito en España se deberá remitir al Registro central español con
la documentación acreditativa para que se practique la inscripción del matrimonio como
soporte a la de divorcio vid. Resolución de 30 de junio de 2022].
Advertencia. Téngase en cuenta que las reglas de competencia del Reglamento Bruselas II ter
se aplican con independencia del domicilio del demandado, de su nacionalidad o incluso del
hecho de que el supuesto presente una vinculación con otros Estados miembros (vid. en
relación con el artículo 8, STJUE as. C-393/18 o 572/21). Por consiguiente, la competencia de
los tribunales españoles vendrá determinada por este texto en todos aquellos casos, muy
habituales en nuestra práctica, en los que se solicita el divorcio de un nacional de un Estado no
miembro de la UE (marroquí, colombiano o ecuatoriano, por ejemplo) frente a su cónyuge de la
misma nacionalidad cuando ambos residen en España.
(b) La última residencia habitual común estuvo en España y uno de los cónyuges aún
resida aquí;
(d) La residencia habitual del demandante en España, siempre que haya residido aquí
desde al menos un año inmediatamente antes de presentar la demanda o seis meses si
tiene la nacionalidad española (el TJUE ha aclarado que esta reducción del plazo para
los nacionales no es contraria al principio de no discriminación por razón de la
nacionalidad, as. C-522/20); el plazo respectivo ha de haberse cumplido en el momento
procesal en el que el juez decide sobre su competencia;
(e) Ambos cónyuges tienen la nacionalidad común española (vid. STJUE as. C-759/18).
(f) Además, el Reglamento amplía ese catálogo cuando se trata de una demanda
conjunta, en cuyo caso, puede plantearse la demanda en España si cualquiera de los
cónyuges reside habitualmente aquí.
El Reglamento establece también una regla de CJI para los supuestos de reconvención
(artículo 4) y para la adopción de medidas cautelares o provisionales (artículo 15).
Desarrollo: el juego de las reglas de CJI nacionales. El artículo 6.2 del Reglamento
establece que los residentes en un Estado miembro o que tengan la nacionalidad en un Estado
miembro sólo pueden ser demandados ante los tribunales de otro Estado miembro invocando
los criterios del Reglamento. Esto significa que frente a los nacionales de su propio Estado o
frente a quienes ni residan ni tengan la nacionalidad de otro Estado miembro, el Reglamento
también es aplicable pero no con carácter exclusivo. En estos casos, cabe la aplicación residual
del Derecho nacional prevista por el artículo 6.1. Este precepto está pensando en «litigios
extraeuropeos», típicamente cuando el demandado no tiene ni residencia en un Estado
miembro, ni es nacional de un Estado miembro (ni se dan los demás criterios de atribución de
competencia previstos por el Reglamento, lo que conlleva que «no haya ningún otro Estado
miembro competente» vid., TJUE, as. C-68/07 o C-501/20; y, siguiendo a esta última, AAP de
Barcelona de 21 de octubre de 2022). Por ejemplo, cuando se trata de un matrimonio
contraído en EEUU, entre un español y una norteamericana, cuya vida matrimonial se ha
desarrollado en EEUU. En este caso, si el marido regresa a España y quiere plantear una
demanda de divorcio, conforme al Reglamento los tribunales españoles carecerán de
competencia salvo que el marido hubiese residido seis meses en España [artículo 3 (a) apdo.
6]. Pues bien, el artículo 6.1 permitiría aplicar las reglas del Derecho interno español si éste
atribuyese competencia a nuestros tribunales en ese supuesto. No obstante, como el legislador
español ha optado por replicar en el Derecho interno las mismas reglas que contiene el
Reglamento, esa solución no aporta mucho en la práctica, más allá de los supuestos de
sumisión táctica (vid. AAP de Madrid de 21 de noviembre 2008, cónyuges español y argentino,
con domicilio y residencia en Argentina, que piden el divorcio de mutuo acuerdo al amparo del
artículo 777 LEC).
1. FILIACIÓN
9.12. El artículo 22 quáter (d) LOPJ se aplica a los procesos que tienen por objeto la
filiación, tanto en su dimensión positiva como en su dimensión negativa, esto es,
cualquier acción destinada a afirmar o negar una situación de paternidad, y sea cual sea
su fundamento material (posesión de estado, reconocimiento, etc.). Aunque el precepto
se refiere también a las relaciones paterno-filiales, ha quedado desplazado en gran parte
por el Reglamento Bruselas II ter y por el Convenio de La Haya de 1996.
9.13. Para esas cuestiones, en virtud del foro especial, los tribunales españoles poseen
CJI si se da alguno de estos criterios de atribución. (a) Que el hijo tenga su residencia
habitual en España. En este caso, los tribunales españoles tendrán CJI aunque el
domicilio legal del hijo se halle en el extranjero, sea cual sea el demandante (el propio
hijo, el padre, la madre, el MF o un tercero legitimado). (b) Que el demandante sea
español o resida habitualmente en España. En este precepto, el término demandante
debe ceñirse a las personas directamente implicadas en la relación material (padre,
madre o hijo), no a cualquier otro que tenga acción (ni el MF, ni los terceros con un
interés legítimo). La reciente reforma de la LOPJ (Ley Orgánica 7/2015) ha mantenido la
conjunción disyuntiva «o» en lugar de «y» (como estaba en el texto original de 1985
aprobado por el Congreso). No obstante, ha incluido una frase cuyo sentido gramatical
es difícil de desentrañar («… o, en todo caso, al menos desde seis meses antes de la
presentación de la demanda»; es «incomprensible y carece de sentido», como bien dice
la SAP de Barcelona, de 5 de noviembre de 2019). Lo que parece querer decir es que esa
condición se predica del criterio de la residencia habitual. Esto es, serán competentes
los tribunales españoles: o cuando el hijo tenga su residencia habitual en España, o
cuando el demandante sea español, o cuando el demandante lleve seis meses residiendo
en España (vid. STS de 17 de abril de 2018 o STSJ de Cataluña de 10 de febrero de
2021).
2. RELACIONES PATERNO-FILIALES
9.16. En cambio, se excluyen del ámbito de este Reglamento los litigios relativos a la
determinación de la filiación, la adopción, el nombre y los apellidos del menor o las
obligaciones alimenticias (vid. artículo 1.4 del Reglamento, y STJUE as. C-759/18). El
Reglamento también deja al DIPr de los Estados miembros la determinación de la edad
relevante a los efectos de quedar o no sujeto a la patria potestad de otra persona.
Cuestión particular: bienes del menor. En el caso de los bienes del menor, el
Reglamento sólo se aplica a las medidas de protección. En concreto: a la designación y a
las funciones de la persona u organismo encargado de administrar los bienes, de
representar al menor y de prestarle asistencia; y a las medidas relativas a la
administración, conservación o disposición de los bienes (naturalmente, cuando el objeto
principal del litigio es el «ejercicio» de la «responsabilidad parental»). Por ejemplo, a un
litigio entre los progenitores a propósito de la administración de los bienes del hijo. Todos
los litigios que afecten a esos mismos bienes del menor que no sean relativos a su
protección quedan sujetos, en su caso, al Reglamento Bruselas I bis [vid. cdo. 10 del
Reglamento Bruselas II ter].
9.17. En estos supuestos, las reglas de CJI que establece el Reglamento, y que
desplazan dentro de su ámbito de aplicación a las de la LOPJ, son las siguientes. En
primer lugar, el Reglamento atribuye competencia a los tribunales españoles si el menor
reside habitualmente en España en el momento en que se presenta el asunto ante el
órgano jurisdiccional (artículo 7). Ese criterio de conexión no requiere mayores
condiciones (el juego de los demás foros, como vamos a ver, se condiciona expresamente
al principio de interés superior del menor). El Reglamento presupone que los tribunales
del Estado de residencia habitual del menor ofrecen el foro más apropiado para apreciar
las medidas que han de adoptarse en interés de éste, pues, entre otras razones, son los
más cercanos a su persona y a su entorno social. El momento relevante para determinar
esa residencia es cuando se presenta el asunto ante el órgano jurisdiccional y no se
pierde por el hecho de que el menor haya sido trasladado su residencia legalmente
durante el procedimiento a otro Estado, salvo que se trate de un tercer Estado parte del
Convenio de La Haya de 1996 (vid. TJUE as. 572/21).
9.18. El Reglamento añade una suerte de perpetuatio jurisdictionis muy limitada: ante
un cambio legal de residencia habitual, los tribunales del Estado miembro anterior (en
nuestro caso, España) conservarán su competencia durante tres meses para modificar
una resolución judicial sobre un derecho de visita dictada en España antes del traslado,
si el titular del derecho de visita continúa residiendo aquí (artículo 8). Un cambio de
residencia del menor obligará normalmente a revisar el régimen de visitas y otros
aspectos de la relación. El propósito de esta regla es ofrecer a las partes la posibilidad
de facilitar un ajuste más cómodo a las nuevas circunstancias permitiéndoles bien acudir
a los tribunales competentes tras el cambio, bien seguir accediendo a los tribunales
anteriores durante un tiempo limitado y bajo unos presupuestos especiales. El TJUE ha
aclarado que el plazo de los tres meses comienza desde el momento de cambio de
residencia efectivo (as. C-372/22). Esta regla contempla una excepción si el titular del
derecho de visita consiente la competencia de los tribunales del Estado de la nueva
residencia [artículo 8 (2)].
Ejemplo (STS de 16 de diciembre de 2015). Dos menores residen con su padre en Portugal y al
acabar el curso escolar se vienen con la madre a España. Antes del transcurso de tres meses, la
madre presenta una demanda de medidas provisionales sobre custodia y derechos de visita de
los menores. El TS concluye que los tribunales españoles son competentes pues, aunque no
habían transcurrido los tres meses que prevé el artículo 8 (1), el padre no había impugnado la
competencia de los tribunales españoles.
9.21. Por último, el Reglamento prevé una opción de cierre o foros residuales (artículo
14): cuando de las reglas anteriores no pueda derivarse la competencia de ningún
Estado miembro, se aplicarán las normas nacionales [as. C-501/20; en el caso español, el
artículo 22 quáter (d) LOPJ, aunque su utilidad real será muy marginal, pero posible, vid.
AAP de Barcelona, de 11 de abril de 2019, SAP de Barcelona, de 5 de noviembre de 2019
o SAP de Barcelona, de 21 de octubre de 2022].
9.22. Como excepción al juego de esas reglas, el Reglamento prevé además una regla
inspirada en la institución del forum non conveniens (artículos 12-13 y vid.
considerandos 26 a 28) y una regla especial para las medidas cautelares o provisionales
(artículo 15, infra tema 12). En principio, un tribunal decide su competencia conforme a
las reglas que hemos visto (artículos 7-11) y, si se da cualquiera de esas circunstancias,
deberá declararse competente. Es irrelevante que haya otro tribunal más apropiado
para conocer del litigio. La regla básica en nuestro sistema procesal es que si se da el
criterio de conexión pertinente, el juez deberá declararse competente con
independencia de que estime que otros tribunales estarían en mejores condiciones para
resolver el litigio. El artículo 12 del Reglamento introduce una excepción puntual a este
principio. Sin embargo, los requisitos para que se proceda a remitir el litigio a un juez de
otro Estado miembro son muy estrictos. En particular, sólo es aceptable si (i) el menor
tiene una vinculación especial con ese otro Estado miembro tal y como aparece
tipificado este concepto en el apartado 4 del artículo 12 (p. ej., el menor es nacional de
dicho Estado o dicho Estado es donde se ha trasladado a residir después de la
presentación de la demanda), (ii) si los órganos jurisdiccionales de este otro Estado
miembro están mejor situados para conocer del asunto, (iii) y esta «remisión» de la
competencia responda al interés superior del menor (vid., sobre estos criterios, STJUE
as. C-428/15, vid. también, as. C-372/22). La remisión puede llevarse a cabo: a instancia
de parte o de oficio por el juez que está conociendo del caso, siempre que al menos una
parte lo acepte; o por iniciativa de los tribunales del otro Estado miembro (artículo 13).
Naturalmente, la inhibición sólo cabe si el juez extranjero asume su competencia (vid.
artículo 12.3).
Ejemplo. (AAP de Barcelona, de 16 de abril de 2018). La madre presenta una demanda ante
los tribunales de Barcelona solicitando que se le otorgue la patria potestad en exclusiva de una
hija común que reside en Ecuador. El tribunal entiende que es aplicable el Convenio de La
Haya, ya que Ecuador es un Estado parte de este Convenio (y no miembro de la UE). Y
concluye que en virtud de este texto los tribunales españoles no son competentes, ya que no
contiene ningún precepto que determine la competencia por conexión o prórroga como el
artículo 10 del Reglamento, ni una cláusula residual como el artículo 14.
3. ADOPCIÓN
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 10 FOROS DE COMPETENCIA JUDICIAL EXCLUSIVA
TEMA 10
(a) Se descarta el juego de los demás foros, generales o especiales, incluso de los foros
por conexidad. Ninguno de estos foros puede invocarse para sustraer la competencia de
un foro exclusivo.
(b) Se descarta igualmente el juego de la voluntad expresa o tácita de las partes, lo cual
implica, a su vez, un control ex officio de la CJI en estos casos, comparezca o no el
demandado (vid. artículo 27 Reglamento Bruselas I bis).
Ejemplo. Donde mejor se aprecia el juego de estos foros es en el Reglamento Bruselas I bis. El
artículo 24.1, por ejemplo, en materia de derechos reales sobre inmuebles, atribuye
competencia exclusiva a los tribunales del Estado donde esté situado el inmueble. Si el
inmueble está en España, los tribunales de ningún otro Estado pueden declararse competentes
para conocer de un litigio cuyo objeto sea un derecho real sobre ese inmueble; ni aunque en él
tenga su domicilio el demandado o se hayan sometido las partes; y en cualquier caso, si los
tribunales de otro Estado resuelven un litigio de ese tipo, la decisión no será reconocida ni
ejecutada en España [artículo 45.1(e) (ii) Reglamento]. Cuando el inmueble se encuentre en
otro Estado miembro, los tribunales españoles deberán inhibirse ex officio; aunque las partes
se hubiesen sometido a ellos o el demandado estuviese domiciliado en España.
10.2. La ratio de los foros exclusivos de CJI se explica fundamentalmente como una
combinación de tres tipos de motivos. (a) La fuerte presencia de intereses públicos
materiales: la resolución de cierto tipo de litigios tiene tanta trascendencia para una
determinada política material del Estado en cuestión que éste intenta asegurar su
implementación atribuyéndose el monopolio jurisdiccional. Esta justificación se
entiende bien, por ejemplo, en relación con el arrendamiento de inmuebles (artículo
24.1 Reglamento), donde se suele afirmar que el Estado tiene un interés fuerte en
asegurar o proteger el acceso a la vivienda y esta política podría verse frustrada si los
conflictos judiciales son resueltos por tribunales extranjeros. (b) La importancia que la
resolución del litigio puede tener para la seguridad del tráfico. La resolución del tipo
de litigios para el que se conciben estos foros, aunque sólo produzca efectos inmediatos
sobre las partes, produce efectos mediatos sobre terceros, por eso resulta razonable que
sólo un Estado monopolice la capacidad jurisdiccional. El monopolio jurisdiccional
«centraliza» la resolución de los litigios y asegura que se hable «con una sola voz». Esta
justificación se entiende bien en relación con las decisiones sobre inscripciones
registrales o sobre la validez o nulidad de una sociedad; en este último supuesto, por
ejemplo, en la medida en que esas decisiones van a ser oponibles a terceros, es
razonable que sólo el Estado de constitución de la sociedad pueda decidir sobre ellas
(vid. TJUE as. C-372/07 o C-560/16). (c) La estrecha relación que hay entre los aspectos
declarativos y los aspectos ejecutivos en este tipo de litigios. Cuando se verifica esta
relación entre ambas formas de tutela, se reducen los costes de administración de
justicia si, desde el principio, se atribuye CJI exclusiva y excluyente al Estado donde se
localicen esos aspectos ejecutivos: ¿Por qué el Estado español va a ofrecer su servicio
jurisdiccional, con el coste público que conlleva, cuando la tutela que solicita el actor la
puede ofrecer de forma mucho más eficaz un Estado extranjero, por ejemplo, el de
situación del inmueble si se discute un derecho real sobre ese inmueble o el de situación
del registro cuando se discute sobre una inscripción en ese registro?
10.5. En este tema vamos a estudiar tres foros exclusivos: el foro en materia de
inmuebles, el foro en materia de personas jurídicas y el foro en materia de bienes sujetos
a inscripción registral.
Advertencia. Téngase en cuenta que junto a esos tres, tanto el Reglamento Bruselas I bis
como el Convenio de Lugano y la LOPJ prevén un foro exclusivo en materia de validez de
inscripciones en registros públicos: en este caso, la competencia corresponde exclusivamente
a «los tribunales del Estado miembro en que se encontrare el Registro». Este foro contempla
básicamente los litigios relativos a la validez de las entradas registrales en registros que den fe
pública. Además, prevén otro foro exclusivo en materia de ejecución de resoluciones
judiciales que estudiaremos en el tema 18.
10.6. El artículo 24.1 del Reglamento Bruselas I bis atribuye competencia exclusiva a
los tribunales del Estado miembro de situación del inmueble cuando el objeto del litigio
es un derecho real o un contrato de arrendamientos sobre dicho inmueble. Si el
inmueble está en España, la CJI corresponde en exclusiva a los tribunales españoles. La
competencia territorial la determina el Derecho nacional (vid. artículos 50 y 52.1.1.º y
7.º LEC).
Texto. Artículo 24.1 Reglamento Bruselas I bis
10.7. Por su naturaleza de foro exclusivo, los tribunales españoles son los únicos
competentes para resolver los litigios en materia de derechos reales o arrendamientos
(no de temporada) sobre inmuebles sitos en España. Es irrelevante dónde estén
domiciliadas las partes. Como consecuencia también de esa exclusividad, este foro no
puede ser derogado por la voluntad de las partes, ni se van a reconocer en España las
sentencias extranjeras que eventualmente hubiesen resuelto un litigio de ese tipo. Si el
inmueble estuviese en otro Estado miembro de la UE, los jueces españoles deben
inhibirse de oficio si el actor plantea la demanda en España (artículo 27), aun cuando el
domicilio del demandado estuviese aquí. Lo mismo vale en relación con inmuebles
situados en Suiza, Noruega o Islandia en virtud del Convenio de Lugano.
10.8. El objeto principal del litigio debe ser «un derecho real o un contrato de
arrendamiento sobre un bien inmueble». La interpretación del supuesto de hecho, en
principio, debe ser autónoma (vid., por todas, TJUE as. C-115/88). Respecto al término
derechos reales, la jurisprudencia del TJUE parte de la distinción entre acciones
personales (in personam) y acciones reales (in rem, i.e. un derecho que recae sobre un
bien y surte «efectos con respecto a todos», vid. TJUE as. C-438/12 o C-605/14 o C-
827/18 en relación con el Convenio de Lugano de 2007). El TJUE suele insistir en la idea
de que el foro previsto por el artículo 24.1 se justifica por la proximidad entre el tribunal
competente y el bien inmueble, lo que facilita la apreciación de hechos o la aplicación de
normas y usos del lugar donde radique (ass. C-115/88, C-722/17 o C-307/19). Por
consiguiente, el artículo 24.1 sólo abarca aquellas acciones cuyo objeto y fundamento es
un derecho in rem: en palabras del TJUE, «las acciones destinadas, por una parte, a
determinar la extensión, la consistencia, la propiedad o la posesión de un bien inmueble
o la existencia de otros derechos reales sobre dichos bienes y, por otro, a garantizar a los
titulares de esos derechos la protección de las facultades vinculadas a sus títulos» (p. ej.,
una acción reivindicatoria, una actio negatoria, un derecho de adquisición preferente
inscrito en el registro de la propiedad, una acción de disolución de una comunidad sobre
un bien inmueble o una acción dirigida a cancelar la inscripción de una hipoteca, vid.
STJUE as. C-115/88, C-386/12, C-438/12, C-606/14, C-630/17, C-722/17). También, en el
caso de una comunidad de vecinos, las acciones llamadas a prohibir determinados usos
de los pisos, tal y como se establezca en los estatutos de la comunidad (as. C-433/19,
siempre que la prohibición sea oponible a todos los demás propietarios y a terceros, cfr.
C-25/18).
Ejemplo. (STS de 5 de abril de 2013). Una demanda en la que se solicita que se declare que el
titular registral de unas fincas en España (una sociedad uruguaya) es un mero titular fiduciario
y que el titular real es el actor cae dentro de la competencia exclusiva de los tribunales
españoles (aunque vid. STJUE as. C-294/92, infra).
Por esa razón, del ámbito de aplicación de ese precepto deben excluirse, por ejemplo, las
acciones por daños al inmueble (as. C-343/04), las acciones por un incumplimiento
contractual aunque el objeto fuese la transmisión de un inmueble (una venta, p.ej.), las
acciones de indemnización por utilización indebida del inmueble (as. C-292/93), las
acciones de impugnación de la transmisión fraudulenta de un inmueble (p.ej., acciones
paulianas, as. C-115/88, incluso si se plantean como oposición al reparto de una subasta
judicial, vid. as. C-722/17), las acciones cuyo objeto es determinar la posición de un
propietario formal como trustee y se le ordene otorgar los documentos necesarios para
transmitir la propiedad al beneficiario (as. C-294/92), las acciones de resolución de un
contrato de venta de inmuebles (as. C-518/99, AAP de Sevilla de 20 de diciembre de
2010) o de anulación de un acto de donación de un inmueble (as. C-417/15).
10.10. Para conocer de estos litigios, el artículo 24.1 del Reglamento atribuye
competencia exclusiva a los tribunales del lugar de situación del inmueble. En los
casos de propiedades inmobiliarias situadas en dos Estados miembros (parte del
inmueble en el territorio de un Estado miembro y parte en el de otro), el TJUE ha
considerado que, salvo circunstancias especiales, rige la regla de separabilidad: los
tribunales de cada Estado son exclusivamente competentes para la parte del inmueble
sita en su territorio (as. 158/87).
10.14. Las acciones previstas por el artículo 24.2 son acciones de naturaleza
constitutiva o declarativa (relativas a la propia existencia de la sociedad o a la nulidad o
validez de sus acuerdos), es decir, acciones de las que se suelen derivar decisiones que
producen efectos frente a una pluralidad de sujetos (socios, administradores y terceros);
en estos casos, es también fundamental que se hable con «una sola voz». El concepto
«sociedades y personas jurídicas» debe ser objeto de interpretación autónoma, e
incluye las sociedades, asociaciones o fundaciones. El referente hermenéutico es el
artículo 54 TFUE, que es de donde procede este concepto.
10.15. Los litigios comprendidos en el artículo 24.2 son aquellos en los que, con
independencia de la cualidad del demandado (la sociedad, los socios u otros
responsables), se discuta contradictoriamente y a título principal sobre: (a) La validez o
nulidad de la sociedad o persona jurídica; esto es, su válida constitución como ente
organizado para actuar en el tráfico. (b) La disolución de la sociedad o persona jurídica
(incluidos los litigios relativos a la liquidación o extinción, aunque la liquidación
concursal queda fuera del ámbito de aplicación del Reglamento); (c) La validez o
nulidad de las decisiones de los órganos sociales (TJUE as. C-372/07 y C-302/13). El
precepto está concebido para los procesos cuyo objeto sea impugnar o confirmar una
decisión social (sea una demanda declarativa o constitutiva) y en él se incluyen la
impugnación de las decisiones sociales tanto por violación de las normas societarias
como de las normas imperativas de otros sectores (por ejemplo, del Derecho laboral). En
él se incluyen también las acciones cuyo objeto es el control judicial de la
contraprestación acordada por la junta general de una sociedad tras el ejercicio por el
socio mayoritario de un derecho de exclusión de los accionistas minoritarios (TJUE as. C-
560/16). El concepto «órgano social» viene determinado por la lex societatis y
comprende a la junta general, al consejo de administración o a cualquier otro órgano
societario competente para tomar decisiones. El artículo 24.2 del Reglamento no
comprende, en cambio, las acciones por responsabilidad social de los administradores
(de hecho o de derecho). En este caso, no estamos ante acciones relativas a la validez o
nulidad de una decisión social.
Tampoco se incluyen las acciones de los socios cuyo objeto principal sea reclamar
dividendos, ejercitar un derecho de suscripción preferente, peticiones de información a
la sociedad (salvo que se impugne el acuerdo social respectivo); ni tampoco las acciones
de la sociedad contra los socios reclamándoles el pago de deudas pendientes; ni las que
se basan en que un órgano social ha ejercitado incorrectamente las facultades o poderes
conferidos por los estatutos a la hora de adoptar una decisión individual (vid. TJUE as.
34/82 y C-372/07). Todas estas acciones siguen el régimen general, i.e. se determinará la
competencia ex artículos 4, 7.1, 7.2 u 8.1, en función de la naturaleza del litigio.
10.18. Este precepto determina la CJI con los atributos de las competencias exclusivas.
Para fijar la competencia territorial rigen las reglas del Derecho nacional (vid. artículo
118 LP).
Ejemplo. Cuando se trata de una acción de violación, en principio, el actor puede acudir al
foro general (artículo 4) y al foro especial en materia de daños (artículo 7.2); normalmente,
este último coincidirá con el de registro de la patente, en la medida en que éste es un derecho
de exclusiva de carácter territorial. Cuando se trata de acciones contractuales derivadas de un
contrato de licencia, en principio, el actor puede acudir al foro general (artículo 4) o al foro
previsto en materia contractual (artículo 7.1).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 11 LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
TEMA 11
LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
§1. INTRODUCCIÓN
11.1. Hasta ahora hemos visto los supuestos en los que los tribunales españoles tienen
atribuida CJI y, a contrario, los supuestos en los que no la tienen. En el primer caso, el
actor podría acudir a ellos con independencia de la voluntad del demandado: es un
derecho para el actor y una carga para el demandado. En cambio, si los tribunales
españoles no poseen CJI, el demandado puede impugnar esta competencia y los
tribunales españoles deberán inhibirse. En este tema vamos a estudiar en qué medida la
voluntad común de las partes puede modificar este juego de las reglas de CJI.
1. INTRODUCCIÓN
11.3. Hay buenas razones para permitir que las partes se pongan de acuerdo sobre la
jurisdicción nacional competente para conocer de sus posibles litigios. Como se suele
decir, las partes son los «mejores jueces de sus propios intereses», son quienes más
información tienen sobre las características de su relación y, por consiguiente, son
quienes mejor pueden identificar qué tribunales son los más apropiados para conocer de
los litigios que puedan surgir entre ellas; sin perjuicio, naturalmente, de los límites que
sean pertinentes allí donde el juego de la autonomía de la voluntad no produzca
resultados apropiados.
Desarrollo. En las transacciones internacionales, las partes pueden preferir que sus litigios
sean resueltos por un foro neutral a ambas (para evitar prejuicios en favor de una u otra), un
foro experto en ese tipo de litigios (p. ej., los tribunales británicos en el sector financiero), o
pueden preferir que una de ellas asuma el riesgo de internacionalidad jurisdiccional (p. ej.,
porque pueda asumir ese riesgo a bajo coste o porque su posición material sea menos
vulnerable al incumplimiento). La decisión depende de las circunstancias de cada supuesto, y
quienes más y mejor información tienen al respecto son los propios interesados. Por eso es
razonable permitir que sean ellos quienes tomen esa decisión. Además, hay otro motivo
importante: Las cláusulas de elección de foro o «cláusulas de jurisdicción» son un seguro
frente al forum shopping y, en general, frente a la incertidumbre jurídica. En un mundo
fraccionado jurídicamente, las partes no tienen seguridad absoluta ex ante sobre la
jurisdicción bajo la cual se va a localizar su relación. La autonomía de la voluntad permite a las
partes reducir notablemente esa incertidumbre: las partes se pueden asegurar ex ante el
tribunal competente, lo cual, además, les permite asegurarse otros aspectos procesales (la ley
procesal aplicable) y sustantivos (la ley material aplicable) y reducir los riesgos de «carreras
hacia los tribunales» que la existencia de varios foros alternativos puede conllevar. Este dato
explica que el juego de la autonomía de la voluntad en este sector sea más amplio que en el
ámbito de la competencia territorial.
11.4. Como se deduce de lo que acabamos de comentar, la voluntad de las partes puede
jugar con dos efectos distintos. Un efecto positivo o prorrogatorio, cuando la voluntad
común de las partes es que los tribunales españoles resuelvan el fondo del litigio. En tal
caso, esa voluntad común puede implicar la atribución de CJI a los tribunales españoles,
si carecían de ella conforme a las reglas de CJI que hemos analizado (foros generales y
foros especiales), o sencillamente la confirmación de esa competencia, si ya la tenían de
acuerdo con dichas reglas.
11.5. Junto a ese efecto prorrogatorio, las cláusulas de elección de foro tienen un efecto
negativo o derogatorio. El alcance de este segundo efecto es «derogar» la CJI que
poseían los tribunales correspondientes en virtud de las reglas generales de atribución
de competencia (foros generales y foros especiales).
11.6. Esto nos permite entender por qué la eficacia de una cláusula, tanto prorrogatoria
como derogatoria, depende siempre –como mínimo– de dos ordenamientos jurídicos
distintos, aquél cuyos tribunales han sido escogidos y aquél cuyos tribunales se
pretenden evitar pese a gozar de CJI conforme a las reglas generales. La ley del Estado
cuyos tribunales han sido elegidos determina las condiciones de validez, eficacia y
alcance de la cláusula en cuanto a su aspecto prorrogatorio; mientras que la ley del
Estado o de los Estados cuya CJI ha sido excluida determina las condiciones de validez,
eficacia y alcance de la cláusula en cuanto a su aspecto derogatorio. Aunque el objeto de
este tema sea el Derecho español, desde una perspectiva ex ante, i.e. a la hora de
redactar la cláusula, es necesario siempre tener en cuenta todos los ordenamientos
afectados para garantizar su plena eficacia. Naturalmente, la existencia de un régimen
común a varios Estados asegura la uniformidad de soluciones.
11.7. Cuando se plantee ante nuestros tribunales la eficacia de una cláusula de elección
de foro, el régimen normativo está recogido, fundamentalmente, en el artículo 25 del
Reglamento Bruselas I bis, en el artículo 23 del Convenio de Lugano y en el
artículo 22 bis LOPJ. En su caso, habrán de tenerse en cuenta los posibles convenios
bilaterales que contengan reglas al respecto (como el Convenio con El Salvador) y los
convenios multilaterales en materias particulares que prevalecen sobre el Reglamento
Bruselas I bis (vid., por ejemplo, artículo 31 CMR). En los siguientes epígrafes vamos a
estudiar únicamente las reglas principales: el artículo 25 del Reglamento Bruselas I bis
(cuyo tenor coincide, en gran parte, con el artículo paralelo del Convenio de Lugano) y el
artículo 22 bis LOPJ.
11.8. El artículo 25 del Reglamento contiene un régimen uniforme y general sobre las
cláusulas de elección de foro. Es un régimen uniforme ya que establece unas reglas
sobre la eficacia de este tipo de cláusulas comunes para todos los Estados miembros y es
general en la medida en que hay reglas especiales para ciertos contratos (consumo,
seguros y trabajo). El régimen establecido por el Reglamento abarca tanto el efecto
prorrogatorio como el efecto derogatorio de la cláusula de elección de foro.
11.9. Este precepto se aplica siempre que los tribunales elegidos sean los de un Estado
miembro, con independencia del domicilio de las partes.
11.10. Las cláusulas de elección de foro tienen una doble naturaleza: son cláusulas
contractuales que persiguen un efecto procesal. El Reglamento establece las
condiciones de eficacia de estas cláusulas. En particular exige: (a) la existencia de un
acuerdo de elección de foro y (b) la expresión de ese acuerdo de una determinada
forma. Estas son condiciones mínimas y máximas: los Derechos nacionales no pueden
añadir otros requisitos de eficacia (TJUE as. 159/97); además el régimen de estas
cláusulas es independiente del régimen del resto del contrato (= principio de autonomía
o separabilidad de la cláusula, vid. artículo 25.5); así, por ejemplo, si no se han cumplido
las condiciones de forma del artículo 25, el contrato puede ser válido, pero la cláusula de
elección de foro no (o viceversa).
«1. Si las partes, con independencia de su domicilio, han acordado que un órgano
jurisdiccional o los órganos jurisdiccionales de un Estado miembro sean competentes para
conocer de cualquier litigio que haya surgido o que pueda surgir con ocasión de una
determinada relación jurídica, tal órgano jurisdiccional o tales órganos jurisdiccionales
serán competentes, a menos que el acuerdo sea nulo de pleno derecho en cuanto a su
validez material según el Derecho de dicho Estado miembro. Esta competencia será
exclusiva, salvo pacto en contrario entre las partes. El acuerdo atributivo de competencia
deberá celebrarse:
b) en una forma que se ajuste a los hábitos que las partes tengan establecidos entre ellas; o
c) en el comercio internacional, en una forma conforme a los usos que las partes conozcan
o deban conocer y que, en dicho comercio, sean ampliamente conocidos y regularmente
observados por las partes en los contratos del mismo tipo en el sector comercial
considerado.
2. Se considerará hecha por escrito toda transmisión efectuada por medios electrónicos
que proporcione un registro duradero del acuerdo».
11.11. El primer requisito es que exista un acuerdo entre las partes. El término
acuerdo debe ser objeto de una interpretación autónoma (TJUE as. C-214/89; C-543/10)
y su contenido se concreta en que exista una voluntad común de las partes de someter
sus litigios a unos determinados tribunales (TJUE as. 24/76, C-106/95, C-322/14 o C-
436/16). El Tribunal de Justicia ha interpretado este requisito en sentido amplio y, por
ejemplo, ha considerado que son subsumibles en ese concepto los acuerdos de elección
de foro incluidos en los estatutos de una sociedad, «adoptados de conformidad con las
disposiciones nacionales aplicables a los propios estatutos» (as. C-214/89). La validez
material del acuerdo de elección de foro (por ejemplo, por vicios del consentimiento) se
determina bajo la ley nacional aplicable de conformidad con las normas de conflicto del
foro designado en la cláusula (vid. cdo. 20, lo más razonable es aplicar la ley designada
por el Reglamento Roma I, infra).
(a) Por escrito o verbalmente con confirmación escrita [artículo 25.1.a)]. Como
establece expresamente el apartado segundo del artículo 25, el concepto «por escrito»
equivale a toda comunicación realizada por medios electrónicos que proporcione un
registro duradero del acuerdo. En el primer caso (acuerdo por escrito), este requisito
exige que ambas partes hayan expresado su consentimiento por escrito, lo que
normalmente implica la firma del contrato donde se incluye la cláusula de sumisión; en
el segundo, se exige que ambas hayan expresado su consentimiento verbalmente y que
una lo haya confirmado por escrito.
(c) En el comercio internacional, en una forma conforme a los usos que las partes
conozcan o deban conocer y que, en dicho ámbito, sean ampliamente conocidos y
regularmente observados por las partes en los contratos del mismo tipo en el sector
comercial considerado (= usos internacionales, artículo 25.1 (c); vid. i.a. TJUE ass. C-
106/95, C-159/97 o C-366/13, AAP de Madrid, de 18 de noviembre de 2010).
Ejemplo 1. (STS de 20 de julio de 2011). Una sociedad alemana vende una máquina de
rectificado de ladrillos a la empresa española Cerámica Tudelana, S.A. Entre las
condiciones generales que le entrega la empresa alemana (redactadas en alemán) se
incluye una cláusula de sumisión a los tribunales alemanes, pero en el anverso del contrato
firmado por las partes en español no se incluye una remisión a dichas condiciones
generales. La cláusula no es válida, ya que no cumple los requisitos de incorporación (para
un ejemplo de cláusula en favor de la jurisdicción española, vid. AAP de A Coruña de 8 de
noviembre de 2019).
Ejemplo 2. clic electrónico aceptando las condiciones generales. Una empresa belga
incluye en su página web una casilla con un hipervínculo a sus condiciones generales de
contratación, donde se contiene una cláusula de sumisión a los tribunales de Lovaina
(Bélgica). El comprador cliquea en dicha casilla, reconociendo y aceptando dichas
condiciones generales. El TJUE entiende que, tratándose de un contrato entre
profesionales, dicha forma de contratación satisface las exigencias de forma del artículo
25 del Reglamento. Por un lado, el TJUE afirma que «el comprador aceptó de forma
expresa las condiciones generales en cuestión, marcando la casilla correspondiente en el
sitio web del vendedor». Y, añade, que esta técnica «constituye una transmisión por medios
electrónicos que proporciona un registro duradero de dicha cláusula, (…) siempre que
permita imprimir y guardar el texto de las citadas condiciones antes de la celebración del
contrato» (as. C-322/14). Por último, el TJUE también ha considerado que se cumplen los
requisitos de forma cuando la cláusula de jurisdicción se incluye entre las CG disponibles
electrónicamente de un contrato celebrado por escrito que se remite a través de un enlace
de hipertexto a aquéllas, siempre que esas CG se puedan descargar (as. C-358/21, aunque
en el contexto del Convenio de Lugano)
El TJUE ha extendido este análisis a las cláusulas de jurisdicción incluidas en los folletos
de emisión de valores negociables. El contrato firmado entre el emisor y el primer
suscriptor debe contener la cláusula o una remisión expresa al folleto (as. C-366/13;
analizando, además, el juego de los usos del comercio internacional en este sector). En el
caso de un acuerdo verbal, el TJUE ha concluido que se no cumple con los requisitos de
forma del artículo 25, si dicho acuerdo no fue acompañado de una confirmación posterior
escrita, y la cláusula sólo se menciona en las facturas emitidas por una de las partes
contratantes (as. C-64/17).
11.13. El artículo 25 reconoce eficacia procesal a las cláusulas de elección de foro que
satisfagan las condiciones anteriores, con independencia de que exista alguna conexión
entre el litigio y el tribunal escogido. Esta eficacia procesal es tanto positiva, efecto
prorrogatorio, como negativa, efecto derogatorio. Por consiguiente, los tribunales
escogidos deberán declarase competentes, aun cuando si no fuese por dicha cláusula
carecerían de CJI, y los demás tribunales deberán declinar la CJI que eventualmente
tendrían si no fuese por dicha cláusula.
Ejemplo. (SAP de Madrid de 17 de mayo de 2005). Contrato de leasing celebrado entre una
empresa española y una francesa. En él se incluía la siguiente cláusula: «Cualesquiera litigios,
dificultades de ejecución o de interpretación que tengan su origen en el contrato de leasing
firmado el 30 octubre 1989,… serán competencia exclusiva de los tribunales mercantiles de
Versalles, FRANCIA». La empresa francesa demanda a la empresa española ante los tribunales
de Madrid. En este caso, la empresa demandada podrá plantear una declinatoria con base en
dicha cláusula y el juez español deberá declinar su competencia. Y ello, con independencia de
que el domicilio del demandado esté en España o de que el contrato deba cumplirse aquí. El
tribunal de Versalles, por su parte, deberá declararse competente.
Ejemplo 2. (SAP de Zaragoza, de 19 de enero de 2017). Contrato entre una sociedad suiza
(Mammut Export AG) y una española (agente), donde se incluía la siguiente cláusula: «El lugar
de juridicción y de cumplimiento de todas las obligaciones surgidas de o relativas a este
acuerdo es exclusivamente Lenzburg, Suiza. No obstante, Mammut Export se reserva el
derecho a seleccionar como lugar de jurisdicción (sic.) el domicilio social del agente». En este
caso, si quien plantea la demanda en España es la empresa española, nuestros tribunales
deberían declinar su competencia.
Sería válida y eficaz, conforme a esos parámetros, una cláusula de sumisión a favor de
los tribunales de un Estado, sin especificar el tribunal territorialmente competente (que
se determinaría conforme a las reglas de competencia interna, vid. sobre esta cuestión,
STJUE as. C-222/15), pero, en cambio, no una cláusula que dejase a una de las partes o a
ambas la facultad de escoger cualquier tribunal, por su falta de determinabilidad.
Ejemplo. Una empresa española y una empresa belga acuerdan someterse a los tribunales de
Bonn. Supongamos que la empresa belga demanda a la empresa española por incumplimiento
contractual ante los tribunales belgas, alegando que la obligación asumida por la empresa
española debía cumplirse en Bélgica (ex artículo 7.1 del Reglamento). Si la empresa española
considera que esto implica un incumplimiento de la cláusula de elección de los tribunales
alemanes, ¿de qué remedios dispone ante la conducta de la empresa belga?
Ejemplo. En el mismo ejemplo anterior, imaginemos que la empresa española opta por
plantear una excepción de incompetencia ante los tribunales belgas invocando la cláusula de
jurisdicción a favor de los tribunales de Bonn. Si el tribunal belga acepta esta excepción y se
declara incompetente, esta resolución deberá reconocerse en los demás Estados miembros.
Por consiguiente, si la empresa belga plantea una nueva demanda en España, juez español
deberá declinar su competencia sin entrar a apreciar de nuevo la validez o eficacia de la
cláusula.
11.18. El Reglamento impone dos límites al juego de las cláusulas de elección de foro:
los foros de protección y los foros exclusivos (como hemos visto, los foros por conexidad
procesal no son un límite a las cláusulas de jurisdicción, vid. STJUE as. C-352/13). Como
ya sabemos, el Reglamento ha establecido reglas especiales basadas en la protección de
una de las partes en el contrato en tres sectores concretos: contratos de consumo,
contratos de seguro y contrato individual de trabajo. Esta decisión requiere además
evitar que mediante cláusulas de elección de foro la parte tutelada se vea privada de los
foros de competencia de que dispone conforme a las reglas generales.
(a) En relación con los contratos de consumo (artículos 19 y 25.4), las cláusulas sólo
son eficaces en los siguientes casos: (i) Si son posteriores al surgimiento de las
desavenencias entre las partes (en esta fase de la relación es muy difícil imaginar que el
profesional pueda abusar de su posición); (ii) Si amplían el ámbito de opciones
jurisdiccionales de la parte tutelada, esto es, si permiten al consumidor formular
demandas ante tribunales distintos de los previstos en la sección 4.ª (naturalmente, el
consumidor no puede oponerla como excepción cuando es demandado en su domicilio
pues ello provocaría una denegación de justicia a la contraparte); o (iii) si los tribunales
escogidos son los del domicilio o residencia común de las partes en el momento de
contratar (ya que no se puede considerar que en ese caso el comportamiento de la
contraparte sea abusivo), con la salvedad de que la ley del Estado miembro
correspondiente prohibiera tales acuerdos.
Cuestión particular: las lagunas de protección del artículo 17. El artículo 17 del
Reglamento, como hemos dicho, no protege todos los contratos de consumo. Deja ciertas
lagunas conflictuales [artículo 17.1.c)] y materiales (artículo 17.3). Si atendemos a la
literalidad del precepto, eso significaría que las cláusulas de elección de foro contenidas en
los contratos de consumo que queden fuera de la protección del artículo 17 serían válidas y
eficaces bajo las condiciones del artículo 25.1. La Directiva 93/13/CE sobre cláusulas
abusivas y las normas nacionales de transposición, que prevalecen sobre el Reglamento
Bruselas I bis de conformidad con el artículo 67 de éste, cubren este déficit de protección.
El TJUE ha afirmado que una cláusula de sumisión a favor de los tribunales del domicilio
del profesional incluida en un contrato de consumo debe ser calificada como abusiva y, por
lo tanto, debe tenerse por no puesta (as. C-240/98 y en el ámbito internacional, as. C-
519/19). Así, por ejemplo, las cláusulas de sumisión exclusiva que Ryanair incluye en sus
contratos de transporte a favor de los tribunales irlandeses son abusivas y por
consiguiente, nulas, en la medida en que privan al consumidor de los foros de competencia
judicial que le ofrece el Reglamento Bruselas I bis (vid. SAP de Madrid, de 26 de julio de
2017, declarando nula por abusiva la cláusula de elección de foro y luego STS de 20 de
julio de 2021, declarando nula la de ley aplicable); y la inoponibilidad de la cláusula se
extiende también a terceros cesionarios (profesionales) de los derechos de cobro por
denegación de embarque, retraso o cancelación (C-519/19). Fuera del ámbito de los
contratos de consumo la cuestión es más discutible. Se ha planteado qué sucede cuando,
existiendo una regulación material imperativa a nivel europeo, las partes han escogido los
tribunales de un Estado no miembro; por ejemplo, en el caso de los contratos de agencia
(la Directiva 86/653 atribuye un derecho irrenunciable al agente a recibir una
compensación por terminación del contrato). El Tribunal Supremo alemán, en una
sentencia de 5 de septiembre de 2012, ha concluido que una cláusula de sumisión a favor
de los tribunales de Virginia (EEUU), incluida en un contrato de agencia celebrado entre
un agente alemán y una firma norteamericana es ineficaz ya que aceptar su eficacia
(derogatoria) equivaldría a privar a los agentes europeos de la protección que les ofrece la
Directiva (los tribunales de Virginia muy probablemente no aplicarían las normas
europeas). Este razonamiento, en cambio, no cabe dentro de la UE.
(b) En relación con los contratos de seguro, el artículo 15 del Reglamento establece
un sistema semejante, aunque adaptado a las particularidades del sector. Sólo serán
admisibles las cláusulas de elección de foro en los siguientes casos: (i) si son posteriores
al nacimiento del litigio; (ii) si permiten al tomador del seguro, al asegurado o al
beneficiario formular demanda ante tribunales distintos de los indicados en la sección
3.ª; (iii) si habiéndose celebrado entre el tomador y el asegurado, domiciliados o con
residencia habitual en el mismo Estado miembro en el momento de celebrar el contrato,
atribuyen competencia a los tribunales de dicho Estado (con la salvedad, de nuevo, de
que la ley de ese Estado prohíba tales acuerdos); (iv) si se trata de un tomador
domiciliado en un tercer Estado, salvo que se trate de un seguro obligatorio o se refiera
a un inmueble sito en un Estado miembro; (v) si se refieren a un contrato de seguro que
cubre uno de los riesgos enumerados en el artículo 16 (situaciones en las que no hay
necesidad de tutela).
(c) En el caso de los contratos de trabajo (artículo 23), las cláusulas sólo son válidas,
conforme al artículo 21 del Reglamento: (i) si son posteriores al nacimiento del litigio; o
(ii) si permiten al trabajador acudir a tribunales distintos de los previstos en la sección
5.ª.
11.19. El segundo tipo de límites deriva del carácter exclusivo de las competencias
previstas por el artículo 24 del Reglamento. Como ya hemos visto, la naturaleza
exclusiva e indisponible de dichos foros conlleva la ineficacia de cualquier cláusula que
tenga por objeto derogar una de esas competencias (artículo 25.4).
3. LOPJ
11.21. Fuera del ámbito de aplicación del Reglamento y de los Convenios, el régimen de
las cláusulas de elección de foro en nuestro Derecho está regulado en los artículos 22 bis
y 22 ter (4) LOPJ. El primero regula su eficacia prorrogatoria y el segundo, la
derogatoria. La redacción del primero de estos preceptos es muy poco afortunada, e
incluso absurda en algunos de sus apartados [por ejemplo, artículo 22 bis (1) I in fine].
No obstante, estos defectos no resultarán muy problemático ya que su aplicación
práctica es marginal (en la gran mayoría de los supuestos, la eficacia prorrogatoria de
las cláusulas de elección de foro está determinada por el Reglamento Bruselas I bis). En
cualquier caso, y por las razones que ya hemos explicado, el referente hermenéutico
para interpretar este precepto debe ser el Reglamento Bruselas I bis. En cuanto a los
remedios a su incumplimiento, la LOPJ permite ir más allá que el Reglamento. Nada
impide, por consiguiente, que un juez español pueda ordenar una medida cautelar
semejante a las anti-suit injuctions en relación con demandas planteadas en terceros
Estados incumpliendo una cláusula de sumisión a los tribunales españoles o que dicte
una sentencia de condena a la indemnización de los daños y perjuicios causados por
dicha actuación (sería también posible que las partes acompañasen la cláusula de
jurisdicción con una cláusula penal).
Ejemplo. (Vid. STS de 23 de febrero de 2007 y 12 de enero de 2009). Contrato concluido entre
una empresa norteamericana y una empresa española, en el que se incluye una cláusula de
sumisión, con alcance exclusivo, a los tribunales de Barcelona. Sin embargo, la empresa
española plantea una demanda ante los tribunales de Florida. Los demandados en EEUU
oponen la cláusula de jurisdicción a favor de los tribunales españoles y, una vez declinada la
competencia de aquéllos, plantean una demanda ante los tribunales españoles invocando la
cláusula de sumisión y solicitando que se condene a la empresa española a los daños y
perjuicios ocasionados como consecuencia de la reclamación planteada en Florida. El TS
accede a esta solicitud, entendiendo que las cláusulas de jurisdicción imponen unos deberes de
comportamiento a las partes, cuyo incumplimiento genera responsabilidad. En ocasiones, este
remedio se contractualiza mediante cláusulas del siguiente tenor: «In the event that either
party institutes any legal proceedings in any court other than the London District Court, that
party shall assume all of the costs incurred in having such proceedings dismissed or stayed,
including but not limited to the other party´s attorney´s and paralegal fees».
11.23. El artículo 22 ter (4) LOPJ, por su parte, afirma con carácter general la eficacia
derogatoria de las cláusulas de sumisión a favor de terceros Estados, con un efecto
meramente «suspensivo» (vid. AAP de Barcelona, de 4 de mayo de 2017, de 13 de
febrero de 2019, o de 20 de marzo de 2018, descartando que la invocación por
demandados en España pueda considerarse abusiva; y con múltiples referencias
jurisprudenciales, SAP de Madrid, de 5 de marzo de 2019).
Advertencia 1. El juez español, no obstante, debe ser más cauteloso cuando las partes eligen
los tribunales de un tercer Estado y esto tal vez explica el efecto suspensivo que prevé la LOPJ.
El Reglamento Bruselas I bis y el Convenio de Lugano son Derecho uniforme y, en esa medida,
aseguran que el Estado escogido por las partes va a declararse competente si se cumplen los
requisitos del artículo 25. Además, descansan sobre una regla implícita de reconocimiento: los
Estados miembros, o parte, se reconocen recíprocamente que la tutela judicial ofrecida va a
ser adecuada, esto es, que todos los Estados van a respetar unas garantías procesales
mínimas. Cuando las partes derogan la competencia de los tribunales españoles a favor de un
tercer Estado (ni miembro, ni parte del Convenio de Lugano, ni con el que existe un convenio
internacional) no hay garantía ni de que éste vaya a asumir esa competencia ni de que vaya a
ofrecer una tutela judicial adecuada. Por eso el juez español debe ser más cuidadoso en estos
casos. Esto implica tres cosas: (a) que la cláusula de elección de foro ha de ser invocada por el
demandado (vid. artículo 36.3LEC); (b) que si pese a esa invocación, la parte que se opone a la
derogatio (i.e. el actor) prueba que los tribunales extranjeros escogidos no se han declarado
competentes, o no van a declararse competentes, el juez español deberá continuar con el
procedimiento; (c) que si la parte que se opone a la derogatio (i.e. el actor) prueba
fehacientemente que los tribunales extranjeros escogidos no van a ofrecer una tutela judicial
adecuada, el juez español deberá continuar también con el procedimiento (vid. los parámetros
que fija el artículo 33 Reglamento Bruselas I bis).
1. INTRODUCCIÓN
11.24. La otra forma en la que puede jugar la autonomía de la voluntad en esta sede es
como criterio de atribución de CJI mediante determinados comportamientos
procesales: la presentación de la demanda por parte del actor ante los tribunales de un
Estado y la no impugnación de la competencia por parte del demandado. El legislador
presupone que estos comportamientos implican la voluntad tácita de someterse a los
tribunales de ese Estado.
11.26. Antes de analizar el régimen en cada uno de esos textos, es importante tener en
cuenta que el criterio de atribución de CJI basado en la sumisión tácita puede verse
desde dos perspectivas. (a) O como una forma de manifestación de la voluntad al
comienzo del proceso, equiparable a una cláusula de elección de foro (TJUE as. 48/84):
el legislador deduce de ciertas conductas procesales objetivas la voluntad –tácita o
ficticia– de someterse a unos determinados tribunales. (b) O como una regla de
preclusión de la excepción de falta de CJI. Si el demandado no comparece, el juez
asume el control de la CJI; en cambio, si comparece, se le impone a él la carga de
impugnar la competencia, y si no lo hace de la forma exigida y en el momento procesal
oportuno, le precluye esa posibilidad. Una de las funciones de la sumisión tácita, en este
sentido, sería evitar que surgiesen cuestiones de competencia a lo largo del proceso; o
dicho de otro modo, procurar que los problemas de competencia quedasen resueltos lo
antes posible. Esta perspectiva se halla implícita en el tratamiento positivo de la
sumisión tácita y, en consecuencia, el estudio de la sumisión tácita que se hace a
continuación debe completarse con las consideraciones que haremos en el tema
correspondiente al régimen de control de la competencia (infra tema 13).
«Con independencia de los casos en los que su competencia resulte de otras disposiciones
del presente Reglamento, será competente el órgano jurisdiccional de un Estado miembro
ante el que comparezca el demandado. Esta regla no será de aplicación si la
comparecencia tiene por objeto impugnar la competencia o si existe otra jurisdicción
exclusivamente competente en virtud del artículo 24».
Desarrollo. Por ello, y dejando de lado los foros de protección, el esquema de aplicación del
Reglamento Bruselas I bis puede resumirse en este orden de jerarquía: 1.º Foros exclusivos;
2.º Sumisión tácita; 3.º Sumisión expresa; 4.º Foro general; y 5.ª Foros especiales o por
conexidad procesal.
11.28. La sumisión tácita por parte del actor se deriva del mero hecho de la
presentación de la demanda (no equivale a sumisión tácita, en cambio, la solicitud de
medidas cautelares ante causam, ni el hecho de instar un expediente de jurisdicción
voluntaria, ni la solicitud de práctica anticipada de prueba). La sumisión tácita por parte
del demandado se deriva de la suma de dos condiciones: comparecencia y no
impugnación de la CJI. La comparecencia del demandado debe interpretarse de
manera autónoma: debe entenderse por tal toda actividad mediante la cual el
demandado manifiesta su voluntad de tomar parte en el proceso. Salvo que
contravengan el «efecto útil» del Reglamento, las condiciones procedimentales en las
que el demandado puede y debe personarse en el proceso las determina el Derecho
nacional. Si una vez personado, el demandado no impugna en tiempo y forma la CJI,
automáticamente el tribunal deviene competente. Esto es, no es necesario que
manifiestamente admita la CJI del tribunal, basta con que no la rechace. La forma en que
el demandado puede manifestar su voluntad de no someterse viene fijada por el Derecho
nacional (infra tema 14) y por una regla uniforme derivada del Reglamento. El TJUE ha
señalado expresamente que no se entiende que hay sumisión tácita si el demandado
impugna la CJI y además, subsidiariamente, el fondo del asunto, siempre que se realice
en el primer momento fijado por el Derecho procesal nacional para interponer la
excepción (TJUE as. 150/80). Tampoco deberían entenderse por sumisión tácita actos
como, por ejemplo, (i) la petición de una prórroga de los plazos para contestar a la
demanda (aunque vid. en el marco de la LOPJ, SAP de Santander, de 2 de febrero de
2022), (ii) la oposición a las medidas cautelares ante causam solicitadas por el actor, (iii)
la impugnación de la competencia formulada en el primer acto de oposición aunque con
carácter subsidiario a otras excepciones procesales, como una notificación defectuosa
de la demanda (STJUE as. C-433/16), (iv) la no presentación de observaciones por
escrito, a requerimiento del letrado de la administración de justicia, sin haber
comparecido (STJUE as. C-464/18, en el contexto de un juicio verbal español) o (v) la
oposición al requerimiento europeo de pago planteada en el marco de un proceso
monitorio, incluso aunque vaya acompañada de alegaciones sobre el fondo (STJUE as. C-
144/12, AAP de Valencia de 29 de julio de 2019). El TJUE también ha precisado que la
comparecencia de un «representante por ausencia», designado conforme al Derecho
nacional para un demandado al que no se ha notificado el escrito de demanda por
carecer de lugar de residencia conocido, no equivale a sumisión tácita de dicho
demandado (C-112/13).
3. LOPJ
11.29. Cuando no sean aplicables los textos supranacionales, la posibilidad de sumisión
tácita, como criterio de atribución de CJI, viene prevista por el artículo 22 bis (3) LOPJ.
En principio, salvo materias indisponibles, este foro no encuentra limitaciones
materiales: prevalece, incluso, sobre las competencias exclusivas de terceros Estados
(cuando no hay convenio que haga entrar en juego al artículo 36.2.2.º LEC). La conducta
procesal que se entiende como sumisión tácita, según ese precepto, es la comparecencia
del demandado salvo que ésta tenga por objeto impugnar la competencia. La forma de
impugnar la competencia la determina el Derecho interno (infra). Si el demandado se
persona sin plantear en tiempo y forma la declinatoria, ha de entenderse que se está
sometiendo tácitamente a la jurisdicción española.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 12 TUTELA CAUTELAR INTERNACIONAL
TEMA 12
12.1. Los ordenamientos jurídicos reconocen la necesidad de una tutela cautelar o provisional de
los derechos e intereses legítimos de los particulares. En nuestro sistema, es parte del derecho a la
tutela judicial efectiva que garantiza el artículo 24 Const. Esp. (vid. i.a., STC 14/1992). La tutela
cautelar es una respuesta a la dilación temporal que requiere cualquier decisión a título principal
y a los riesgos que esa dilación puede suponer para el interés del actor (vid. artículo 728 LEC). Su
función principal es reducir estos riesgos. En el ámbito internacional, además, las razones que
justifican una protección cautelar o provisional de los intereses del actor son más imperiosas que
en el ámbito interno. El principio de territorialidad jurisdiccional, por un lado, provoca que la
instrucción de un proceso internacional requiera más tiempo que los procesos internos, pues suele
exigir la realización de notificaciones o la práctica de pruebas en otros Estados. Por otro lado, ese
fraccionamiento jurisdiccional facilita los comportamientos oportunistas del deudor, típicamente
desplazando su patrimonio de un Estado a otro. Esto puede dificultar la satisfacción efectiva de los
intereses del actor, incluso disponiendo de una decisión favorable, ya que debe ir Estado por
Estado solicitando su ejecución coactiva.
(a) Las medidas cautelares están siempre llamadas a proteger una acción principal. Tiene sentido
entonces que la competencia para resolver a título principal de una acción deba extenderse
también a la competencia para adoptar medidas cautelares o provisionales destinadas a asegurar
la efectividad de dicha resolución. El foro principal debe tener competencia para adoptar
medidas cautelares o provisionales incluso con alcance extraterritorial; esto es, ha de poder
adoptar esas medidas cuando deban ejecutarse en su territorio, pero también aunque deban
ejecutarse en otro Estado (esquema «foro principal + ejecución en el extranjero»). La
competencia del foro principal se justifica fundamentalmente por el carácter instrumental de este
tipo de medidas: quien normalmente está en mejores condiciones para decidir sobre la pertinencia
de una medida destinada a proteger la acción principal (i.e. para apreciar la existencia de un
fumus boni iuris y de un periculum in mora) es el juez competente a título principal, i.e. el juez
competente para conocer de dicha acción. Y además, es plenamente coherente con el título
competencial: si tiene competencia para decidir con alcance extraterritorial a título principal,
debe tenerla también para decidir con ese mismo alcance de forma provisional o cautelar.
(b) Por otro lado, una tutela cautelar efectiva exige que esa competencia del juez principal se
combine con la posibilidad de solicitar medidas cautelares directamente ante los tribunales del
lugar donde deban cumplirse o ejecutarse (=«foro especial»). Entre otras razones, este foro
especial garantiza mejor la efectividad de la tutela cautelar: la inmediatez y sorpresa que
caracteriza la protección cautelar se frustraría si fuese necesario, primero, acudir al foro principal
y a continuación, solicitar el reconocimiento de la medida cautelar en el Estado donde deba
producir sus efectos.
Ejemplo. Imaginemos que los tribunales españoles están conociendo (o pueden conocer) a título principal
de una reclamación de cantidad contra un domiciliado en España quien, a su vez, es titular de una cuenta
corriente en Portugal. Un sistema de tutela cautelar efectivo es aquél que permitiría al actor solicitar un
embargo bien ante el juez español (como foro principal) y, a continuación, pedir su ejecución en Portugal
(«foro principal + ejecución en el extranjero»), o bien acudir directamente a los tribunales portugueses
(«foro especial»). Típicamente, la tutela cautelar garantiza ex ante la realización efectiva de la sentencia
principal (por ejemplo, la ejecución coactiva sobre el patrimonio del deudor), ello justifica que ex ante
también se puedan solicitar medidas cautelares allí donde vaya a tener lugar esa realización efectiva (por
ejemplo, allí donde tenga patrimonio). Este análisis vale mutatis mutandis para las medidas provisionales
de hacer o no hacer.
Ambas opciones deben ser alternativas para el actor. Tiene, por así decirlo, un sistema de «doble
ruta», «foro principal + ejecución en el extranjero»/«foro especial», justificado en la medida en
que ambas son necesarias para proteger su interés y la mayor pertinencia de una u otra depende
de las circunstancias de cada caso. Las posibilidades de abuso deben corregirse por las vías
correspondientes, por ejemplo, mediante el juego de la preclusión o de la no concurrencia de los
presupuestos objetivos.
12.3. En principio, la solución del Derecho positivo español, tanto en el Reglamento Bruselas I
bis y en el Reglamento Bruselas II bis ter, como en el Convenio de Lugano o en la LOPJ, puede
encajarse en ese esquema.
Advertencia. Aunque en este tema vamos a centrarnos en esos cuatro textos, debe tenerse en cuenta que
junto a ellos y otras normas europeas (como el Reglamento sobre marca comunitaria, artículo 103),
ciertos convenios bilaterales contienen reglas de CJI para la adopción de medidas cautelares, como el
Convenio con El Salvador (artículo 8). Entre los convenios multilaterales, los más significativos en este
tipo de tutela son los vigentes en el ámbito marítimo, en particular, el Convenio de Ginebra de 1999 sobre
embargo preventivo de buques, o de transporte (vid. Convenio sobre transporte por ferrocarril, «COTIF»,
artículo 18).
1. FORO PRINCIPAL
12.4. El régimen de tutela cautelar previsto por el Reglamento Bruselas I bis es aplicable siempre
que estemos dentro de su ámbito material, i.e. que la pretensión principal a cuya salvaguarda sirve
la medida cautelar o provisional sea subsumible en alguna de las materias enumeradas en el
artículo 1 (vid. TJUE C-186/19 o C-581/20). Dentro de este ámbito, el régimen establecido por el
Reglamento responde al esquema que acabamos de describir. Por un lado, los tribunales
competentes a título principal tienen también CJI para adoptar medidas cautelares o provisionales
con alcance extraterritorial, lo que implica, salvando ciertas excepciones, que esas medidas serán
reconocidas y ejecutadas por los demás Estados miembros conforme al régimen del Reglamento.
Por otro lado, los tribunales del Estado en cuyo territorio deban ejecutarse las medidas cautelares
o provisionales correspondientes también podrán adoptarlas (vid. TJUE as. C-581/20).
Ejemplo. Una empresa francesa A está llevando a cabo actos de competencia desleal en el mercado
español frente a un competidor B. Este último pretende plantear la reclamación principal ante los
tribunales franceses en virtud del foro general (artículo 4 del Reglamento), pero quiere obtener también
una medida cautelar destinada a que se prohíba a temporalmente la realización de determinados actos en
el territorio español. Pues bien, en este caso, podrá solicitar esa medida bien ante los tribunales
franceses, como foro principal, bien ante los tribunales españoles como foro especial ya que la medida
está llamada a producir sus efectos en España.
12.5. La competencia del foro principal para adoptar medidas cautelares no plantea graves
problemas. Si el foro principal es un tribunal español, tendrá CJI para adoptar medidas cautelares
incluso con alcance extraterritorial siempre que tengan por objeto asegurar la efectividad de la
decisión principal (TJUE as. C-391/95: «es pacífico que un tribunal competente para conocer del
fondo del asunto conforme a los artículos 2 [4] y 5 a 18 [7 a 26] lo es también para adoptar las
medidas cautelares o provisionales que resulten necesarias», también as. C-99/96). La
competencia se basa en el carácter instrumental de las medidas cautelares o provisionales en
relación con la acción sobre el fondo, por eso el foro principal, en este caso, es el que realmente
esté conociendo del litigio o ante causam pueda teóricamente conocer (si luego el actor acude a los
tribunales de otro Estado, la medida debe levantarse salvo que resulte aplicable el artículo 35). Si
el proceso está ya pendiente, sea ante los tribunales de un Estado miembro o de un tercero Estado
(incluido un arbitraje), la única opción de acudir a un foro distinto para solicitar medidas
cautelares es invocando el artículo 35 del Reglamento (TJUE as. C-391/95).
12.6. En virtud del Reglamento Bruselas I bis, el foro principal tiene CJI para adoptar cualquier
tipo de decisión sobre el objeto del litigio. Por consiguiente, el concepto de «medidas cautelares
o provisionales» en esta sede no plantea problemas de calificación (TJUE as. C-391/95: «el
tribunal competente para conocer del fondo de un asunto… sigue siendo también competente para
adoptar medidas provisionales o cautelares sin que esta última competencia esté supeditada al
cumplimiento de otros requisitos», vid. también as. C-99/96). Así, por ejemplo, no es necesario que
su alcance se limite territorialmente, ni que se basen en razones de urgencia: el foro principal
puede adoptar las medidas provisionales previstas por su Derecho nacional, tanto si su
fundamento es el periculum in mora como si obedecen a otros motivos, incluso adoptar medidas de
aseguramiento de pruebas. Las medidas adoptadas por el foro principal deberán reconocerse y
ejecutarse en el resto de los Estados miembros con el límite que más adelante veremos para las
medidas ex parte (vid. artículo 2 (a) II).
12.7. Como alternativa a la ejecución a través del Reglamento Bruselas I bis, el Reglamento
655/2014, sobre la orden europea de retención de cuentas (OERC) permite al actor en el
procedimiento principal obtener un embargo (ex parte) con eficacia directa en todos los Estados
miembros sobre las cuentas bancarias del deudor. El Reglamento es un texto muy complejo, que
intenta asegurar un equilibrio entre los intereses del acreedor, en obtener una protección rápida y
eficaz de su derecho, y el interés del deudor y de terceros que pueden verse afectados por dicha
medida. La CJI para dictar la OERC corresponde al tribunal competente sobre el fondo del asunto;
en particular, cuando el acreedor haya obtenido una resolución judicial, una transacción o un
documento público con fuerza ejecutiva, la competencia corresponde a las autoridades del Estado
miembro donde se haya dictado esa resolución, aprobado la transacción o formalizado el
documento público (artículo 6, vid. sobre los conceptos de procedimiento sobre el fondo y
documento público con fuerza ejecutiva, vid. STJUE as. C-555/18). La solitud de una OERC debe
hacerse en un formulario estandarizado y la autoridad competente deberá adoptarla si se dan los
presupuestos de urgencia (periculum) y de principio de prueba suficiente (fumus) recogidos en el
propio Reglamento (vid. artículo 7 y 8). Este fumus no ha de probarse cuando el acreedor disponga
de un título con fuerza ejecutiva. Una vez dictada, la orden de retención de cuentas tiene fuerza
ejecutiva directa en todos los Estados miembros (artículos 22 y ss.). Las medidas de traba y de
aseguramiento, no obstante, se someten a la ley y a las autoridades del Estado de ejecución
(artículo 23) si bien se prevé una comunicación directa entre la autoridad del Estado de origen y la
autoridad del Estado de ejecución en cuanto a la transmisión de la orden. El Reglamento se
completa, además, con normas relativas a la responsabilidad por una ejecución indebida (artículo
13 o 26), el alcance de la traba (artículos 25, 27 o 31), la notificación al deudor (artículo 28), el
régimen de cuentas conjuntas (artículo 30), las vías de recurso (artículo 33 y ss.) o la protección de
derechos de terceros (artículos 32 o 39).
12.8. Junto a la posibilidad de solicitar medidas cautelares ante el foro principal, el artículo 35 del
Reglamento prevé un «foro especial». El Convenio de Lugano contiene la misma regla.
Este precepto sólo determina la CJI, la competencia territorial viene fijada por el Derecho nacional
(vid., artículo 724 LEC).
12.9. El artículo 35 se aplica cuando la medida cautelar solicitada tiene por objeto proteger una
pretensión subsumible en el ámbito material del Reglamento (TJUE as. 143/78; as. 25/81; as. C-
391/95; as. C-104/03). La clave para llevar a cabo esta calificación reside en el carácter auxiliar de
las medidas cautelares: las medidas cautelares o provisionales pueden servir a una gran variedad
de procedimientos; por consiguiente, el dato relevante no es la naturaleza de la medida en sí, sino
la naturaleza del procedimiento principal al cual sirvan esas medidas. En otras palabras: lo
relevante es la naturaleza del derecho material afirmado por el actor para cuya eficaz resolución
se solicita la medida cautelar.
12.10. Sobre la interpretación de este precepto hay cuatro datos que deben tenerse en cuenta:
(a) En principio, el artículo 35 se aplica siempre que se soliciten medidas cautelares a los
tribunales de un Estado miembro, incluso si las partes han sometido la cuestión principal a
arbitraje (TJUE as. C-391/95).
(b) El artículo 35 otorga competencia a los tribunales de un Estado miembro para adoptar
medidas cautelares o provisiones cuando la competencia para conocer del fondo corresponde a
otro Estado miembro. Esto es así incluso en relación con los foros exclusivos o el foro elegido por
las partes (vid. as. C-581/20). Además, esta competencia especial no se excluye por el mero hecho
de que «el órgano jurisdiccional de otro Estado miembro, competente para conocer del fondo del
asunto, ya se ha pronunciado sobre una solicitud con el mismo objeto y la misma causa y formulada
entre las mismas partes» (as. C-581/20).
Ejemplo 1. (STJUE as. C-616/10). Hemos visto ya que ante una acción de violación presentada en España
(sobre la base del domicilio del demandado) de una patente registrada en Portugal, por ejemplo, el TJUE
ha entendido que la competencia del juez español no se extiende a la posibilidad de conocer de la
excepción de nulidad de dicha patente alegada por el demandado. En cambio, puede adoptar una medida
provisional prohibiendo la violación transfronteriza con base en el artículo 35. Aunque el razonamiento es
muy discutible, el Tribunal entiende que no hay riesgo de contradicción de decisiones: el juez español no
adoptará una decisión definitiva sobre la validez de la patente, sino que se limitará a tomar esa medida
valorando el sentido en que se pronunciaría sobre tal extremo el tribunal competente.
Ejemplo 2. (AAP de Barcelona, de 31 de marzo de 2010). Una empresa italiana y una empresa española
celebran un contrato donde se incluye una cláusula de sumisión exclusiva a los tribunales italianos. Tras
surgir ciertas desavenencias entre ellas, una de las partes solicita la adopción de medidas cautelares en
España al amparo del artículo 35. El tribunal español entiende que la cláusula de sumisión exclusiva a los
tribunales italianos no impide la adopción de medidas cautelares en otro Estado miembro conforme a ese
precepto (vid. también as. TJUE C-581/20). Obiter dicta, no obstante, parece sugerir que el resultado
hubiese sido distinto si las partes expresamente hubiesen excluido la competencia para adoptar medidas
cautelares de cualquier otro tribunal diferente del escogido.
(d) El Artículo 35 sólo prevé la posibilidad de adoptar ese tipo de medidas, pero no establece
ningún criterio de conexión, i.e. no dice si los tribunales españoles pueden adoptar medidas
cautelares al amparo de ese precepto, ni en qué condiciones. Ante este silencio, la jurisprudencia
del Tribunal de Justicia ha apuntado dos condiciones implícitas en el juego de ese precepto. Es
necesario (i) que «exista una conexión real entre la medida solicitada y el territorio del Estado en
cuestión», así sucede cuando la medida «se refiere a determinados bienes del demandado que
estuvieren situados…, dentro de la esfera de competencia territorial del juez que conozca del
asunto» o cuando la medida tiene por objeto obligaciones de hacer o no hacer en el territorio de
ese Estado. Esto es, el artículo 35 atribuye CJI a los tribunales del Estado donde la medida cautelar
o provisional deba producir sus efectos inmediatos, por eso, las medidas adoptadas al amparo
de este artículo no serán ejecutables en los demás Estados (vid., artículo 2 (a) II); y (ii) que
se garantice el carácter cautelar o provisional de la medida y la posible reparación del demandado
en el supuesto de que el actor no viera estimadas sus pretensiones en el procedimiento principal
(TJUE as. 391/95; as. C-104/03; vid. también Auto AP de Madrid de 16 de enero de 1999).
Naturalmente, los fundamentos materiales de la medida cautelar (en particular, la apariencia de
buen derecho o fumus boni iuris y el periculum in mora) se someten a la ley española (vid. SAP de
Madrid, de 1 de diciembre de 2017; con carácter general, TJUE as. C-581/20).
12.11. El Reglamento Bruselas II ter se aplica cuando las medidas cautelares tienen por objeto
proteger una pretensión subsumible bajo su ámbito material (artículo 1). Este texto prevé un
sistema de tutela cautelar semejante al expuesto: el foro competente a título principal puede
adoptar cualquier medida cautelar o anticipatoria incluso con alcance extraterritorial y junto a él
se abre un foro especial para ese tipo de medidas. El foro especial está previsto en el artículo 15
del Reglamento (sobre su naturaleza, vid. STJUE as. C-256/09). La redacción de este precepto es
más precisa que la del artículo 35 Reglamento Bruselas I bis. En primer lugar, exige que las
medidas que se adopten se basen en situaciones de urgencia. En segundo lugar, fija el alcance
estrictamente territorial de dichas medidas: sólo pueden adoptarse en relación a personas o
bienes del menor presentes en el Estado miembro en cuestión. En tercer lugar, añade una regla de
subordinación temporal al foro principal: las medidas adoptadas por el foro especial «… dejarán de
aplicarse tan pronto como el órgano jurisdiccional del Estado miembro competente en virtud del
presente Reglamento para conocer del fondo del asunto haya adoptado las medidas que considere
oportunas». A estos efectos, el tribunal que adopta la medida cautelar deberá informar de su
adopción al tribunal competente para conocer del fondo cuando sea necesario para proteger el
interés del menor (Art. 15.2; TJUE as. C-523/07).
Desarrollo: la subordinación del artículo 20. Por esa relación de subordinación entre el foro principal
y el foro especial previsto por el artículo 15 del Reglamento, con base en este último no se podrá adoptar
una medida provisional incompatible con otra decisión ya adoptada por el juez competente a título
principal. En concreto, TJUE ha dicho que el artículo 15 «no permite que un órgano jurisdiccional de un
Estado miembro adopte una medida provisional en materia de responsabilidad parental que otorgue la
custodia de un menor que se encuentra en el territorio de dicho Estado a uno de los progenitores cuando
un órgano jurisdiccional de otro Estado miembro, competente en virtud del mencionado Reglamento para
conocer del fondo del litigio sobre la custodia del menor, ya ha dictado una resolución judicial que
concede provisionalmente la custodia de dicho menor al otro progenitor y esta resolución judicial ha sido
declarada ejecutiva en el territorio del primer Estado miembro» (as. C-403/09). Por otro lado, el TJUE ha
considerado que las medidas cautelares o provisionales adoptadas sobre la base del artículo 15 del
Reglamento no se benefician del régimen de reconocimiento y ejecución de decisiones de ese mismo
instrumento (as. C-256/09) y así se ha aclarado expresamente en la última versión de este instrumento,
pero con una importante matización (artículos 2.1, 15 y 27.5). Las medidas adoptadas por un tribunal al
amparo del artículo 15 serán reconocidas y ejecutadas en los demás Estados miembros cuando se haya
ordenado la restitución de un menor y resulten necesarias para protegerle de los riesgos contemplados en
el artículo 13 I (b) del Convenio de La Haya de 1980 (infra, tema 18).
§4. LOPJ
12.12. En nuestro Derecho interno, el régimen es análogo al diseñado por las normas europeas.
Por consiguiente: (a) Fuera del ámbito de aplicación de los reglamentos o de los convenios, los
tribunales españoles podrán adoptar medidas cautelares o provisionales llamadas a asegurar una
acción siempre que, según las reglas de CJI de la LOPJ, tengan competencia para conocer de dicha
acción a título principal. Esta tutela que proporciona el juez principal es de alcance
extraterritorial, tanto si las medidas deben cumplirse en España como si deben cumplirse en el
extranjero; obviamente, en este segundo caso, la efectividad real viene condicionada al hecho de
que sean reconocidas y ejecutadas por el juez extranjero. (b) Aun cuando los tribunales españoles
no tuviesen competencia a título principal, también podrán adoptar medidas cautelares o
provisionales siempre que éstas deban cumplirse o ejecutarse en España (vid., artículo 22 sexies
LOPJ: «respecto de personas o bienes que se hallen en territorio español y deban cumplirse en
España» y artículo 722 II LEC). Este foro debe interpretarse en sentido amplio, podrá invocarse
también cuando se trate de medidas cautelares de hacer o no hacer (=inhibitorias) en territorio
español, o incluso de medidas de aseguramiento de prueba o de práctica anticipada (vid. artículos
297 y 293 LEC) también con ese límite territorial.
12.13. A la hora de aplicar este precepto, es importante tener en cuenta un dato. En el ámbito del
artículo 22 sexies LOPJ, la adopción de las medidas cautelares en España sólo procede si la
eventual decisión principal extranjera va a ser susceptible de reconocimiento en nuestro país
(«juicio de reconocibilidad» análogo al que se hace para admitir la excepción de litispendencia
en terceros Estados, infra). La razón de este límite es fácil de comprender: los tribunales españoles
no van a proteger o asegurar cautelarmente la eficacia de una decisión principal extranjera que
luego no vaya a ser ejecutada en España cuando se presente para su exequátur. El caso típico es el
de un proceso extranjero cuyo objeto es competencia exclusiva de nuestros tribunales.
Advertencia. Esto permite entender el sentido del artículo 722 II LEC. Según este precepto: «Sin
perjuicio de las reglas especiales previstas en los Tratados y Convenios o en las normas comunitarias que
sean de aplicación, también se podrá solicitar de un tribunal español por quien acredite ser parte de un
proceso jurisdiccional o arbitral que se siga en país extranjero la adopción de medidas cautelares si se dan
los presupuestos legalmente previstos salvo en los casos en que para conocer del asunto principal fuesen
exclusivamente competentes los tribunales españoles», Esta salvedad se explica ya que, si son
competentes exclusivamente los tribunales españoles, la sentencia extranjera no se va a ejecutar en
España (vid., por ejemplo, RDGRN de 20 de noviembre de 2006, sobre anotación preventiva de una
demanda presentada en EEUU en el registro de la propiedad español). Por otro lado, esta norma no debe
interpretarse literalmente en el sentido de que prohíba las medidas ante causam.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 13 LITISPENDENCIA Y CONEXIDAD INTERNACIONALES
TEMA 13
§1. INTRODUCCIÓN
13.1. En este tema vamos a estudiar la dimensión internacional de dos figuras procesales: la
litispendencia y la conexidad. A modo de introducción se pueden señalar los elementos básicos que
comparten. En primer lugar, un presupuesto común: la existencia de un litigio pendiente en otro Estado
que guarda relación con el litigio planteado en España. Lo que vamos a analizar son los efectos del
primero sobre el segundo; esto es, los efectos de ese litigio pendiente en el extranjero sobre un proceso
paralelo en España. El otro elemento común a ambas figuras es su finalidad: a través de ellas el
legislador intenta asegurar la uniformidad de la tutela judicial internacional. La diversidad de
jurisdicciones nacionales unida a la existencia de foros alternativos para las partes da pie a que litigios
con elementos comunes se puedan plantear ante tribunales de distintos Estados. Esto genera un riesgo
de decisiones inconciliables o incoherentes y, en última instancia, una discontinuidad de los derechos
subjetivos en el ámbito internacional. La justicia se fracciona territorialmente. El fin principal de estas
dos figuras (junto con los foros por conexidad, vid. tema 8) es prevenir que se llegue a esta situación,
i.e. asegurar ex ante la armonía internacional de decisiones.
13.2. Sobre el papel es fácil de explicar la diferencia entre una y otra. La litispendencia internacional
opera cuando el objeto del litigio es idéntico en ambos procesos, de tal modo que una vez resuelto el
primer litigio, la decisión que de él se derive impediría, mediante la excepción de cosa juzgada,
continuar adelante con el segundo. Por eso se dice que la litispendencia implica un juego adelantado de
la excepción de cosa juzgada. En cambio, la conexidad internacional opera cuando no hay una relación
de identidad sino de conexión entre ambos procesos. Tienen elementos en común de tal modo que la
resolución del primero puede tener algún efecto sobre el segundo. En este caso, para prevenir
sentencias incompatibles, no debe excluirse el segundo pleito, pues en la medida en que no hay
identidad esta solución puede conllevar una denegación de justicia, sino suspenderse y, eventualmente,
acumularse al primero.
Señalado lo esencial de ambas instituciones, vamos a analizarlas por separado. En primer lugar
estudiaremos la litispendencia internacional, y a continuación, la conexidad internacional.
13.3. En términos generales, la litispendencia internacional tiene por objeto impedir que se pueda
plantear el mismo litigio ante los tribunales de dos Estados distintos; por ejemplo, que se pueda
plantear un litigio ante los tribunales españoles, cuando ya está pendiente ante los tribunales
franceses, o viceversa. Y la razón práctica es muy poderosa. No sólo previene la duplicidad de costes
procesales, sino que evita que surjan resoluciones divergentes. Si el segundo tribunal resuelve de
forma contraria al primero, existirían dos decisiones inconciliables, con lo cual se estaría ofreciendo
una tutela judicial contradictoria y territorialmente limitada: la sentencia francesa no se podría
ejecutar en España, ni la española en Francia.
Advertencia. Junto a los reglamentos europeos y al Convenio de Lugano, han de tenerse en cuenta también los
convenios bilaterales que regulan esta excepción, por ejemplo, el Convenio con El Salvador (artículo 7).
También hay ciertos convenios multilaterales que contienen reglas de litispendencia, como el convenio de
transporte internacional de mercancías por carretera, CMR (artículo 31.2).
«1. (…) cuando se formulen demandas con el mismo objeto y la misma causa entre las mismas partes ante
órganos jurisdiccionales de Estados miembros distintos, el órgano jurisdiccional ante el que se formule la
segunda demanda suspenderá de oficio el procedimiento en tanto no se declare competente el órgano
jurisdiccional ante el que se interpuso la primera.
3. Cuando el órgano jurisdiccional ante el que se interpuso la primera demanda se declare competente, el
órgano jurisdiccional ante el que se interpuso la segunda se abstendrá en favor de aquél».
Desde la perspectiva del juez español, dicho precepto le obliga a suspender el procedimiento si un
proceso sobre lo mismo ya está pendiente ante los tribunales de otro Estado miembro (el control de
oficio conlleva que no precluya su apreciación, i.e. puede ser apreciada por el propio TS aunque no se
hubiese alegado en la primera instancia, vid. STS de 16 de diciembre de 2015). Esta suspensión dura
hasta que el juez extranjero decide sobre su competencia. Una vez que llega esta decisión, caben dos
hipótesis: si se declara competente, el juez español deberá inhibirse; de lo contrario, podrá seguir
adelante con el procedimiento.
13.7. El primer requisito para apreciar la excepción de litispendencia internacional es que ambas
demandas tengan «el mismo objeto y la misma causa»; esto es, que los litigios sean idénticos. La
acción que se plantea en España ha de ser la misma que la acción que ya está pendiente ante los
tribunales de otro Estado miembro. El TJUE ha optado por una interpretación autónoma del concepto
de identidad de objeto y causa. Según su jurisprudencia, el concepto de «causa» hace referencia a los
hechos y a las normas jurídicas aplicables, mientras que el concepto de «objeto» hace referencia a lo
que persigue la demanda (as. C-406/92; as. C-39/02; as. C-111/01). No obstante, para practicar el juicio
de comparación, el tribunal ha interpretado ambos conceptos en sentido amplio: lo relevante para
determinar si existe esa identidad no es el petitum o la causa petendi, en sentido técnico-jurídico, ni por
lo tanto la coincidencia del alcance de cosa juzgada en ambos procesos, sino el hecho de que se esté
discutiendo esencialmente lo mismo ante los dos tribunales y, por consiguiente, puedan producirse
resultados inconciliables (la doctrina alemana suele utilizar el término Kernpunktstheorie o «teoría del
núcleo común» para referirse a esta construcción). Hay identidad de objetos si en un Estado miembro
(=«primer tribunal») se plantea una acción de condena por incumplimiento contractual y en otro
Estado miembro (= «segundo tribunal») se plantea una acción declarativa de inexistencia del contrato
(as. 144/86, C-467/16) o si el orden es el contrario: en el primero se plantea una acción declarativa de
exoneración de responsabilidad («declarativa negativa») y en el segundo una reclamación por
incumplimiento (as. C-406/92 o C-452/12). En ambos casos se está discutiendo esencialmente de lo
mismo: la eficacia de la relación contractual. La función de prevención de decisiones inconciliables que
cumple este precepto justifica esta interpretación (vid. as. C-116/02). En el caso de acumulación de una
acción civil a una penal, existe litispendencia cuando se ha presentado una denuncia con personación
como actor civil ante un juez de instrucción (as. C-523/14).
El TJUE ha considerado, sin embargo, que no existe identidad de objeto y causa cuando en un Estado
miembro una parte solicita una indemnización por resolución abusiva de contrato y en otro Estado
miembro la otra parte solicita el pago correspondiente a mercancías ya entregadas en virtud del mismo
contrato. El hecho de que el actor en el primer procedimiento oponga en el segundo la compensación de
los dos créditos no modifica esa solución (as. C 111/01). Tampoco existe litispendencia ni entre un
proceso cautelar y uno principal (respecto de la acción principal), ni entre dos procesos de exequátur
(cuyo alcance, por naturaleza, es estrictamente territorial, TJUE as. C-129/92), ni entre dos
procedimientos cautelares amparados por el artículo 35 (pues su alcance territorial es diferente).
13.8. Segundo requisito: la excepción prevista por el artículo 29 sólo es admisible cuando ambos
procesos se hayan planteado entre las mismas partes, con independencia de su posición procesal. El
concepto de «mismas partes» debe ser objeto de interpretación autónoma a partir de la teleología de la
norma (i.e. evitar decisiones inconciliables), pero garantizando siempre el derecho de cada parte a
invocar, ante los tribunales competentes, sus intereses respectivos (TJUE as. C-351/96). Esto explica
que el Tribunal de Justicia haya interpretado ampliamente el concepto «identidad de objeto» pero haya
sido más riguroso a la hora de interpretar el concepto «identidad de partes». Así, por ejemplo:
(a) En el caso de que en ambos procesos concurran una pluralidad de partes (varios demandantes y/o
varios demandados) pero sólo exista identidad parcial entre ellas, el Tribunal ha seguido el principio de
separabilidad (as. C-406/92): cabe apreciar la excepción del artículo 29 pero únicamente respecto de
las partes que sean idénticas en ambos procesos (nada impide, naturalmente, aplicar para el resto el
artículo 30, infra).
(b) No hay identidad de partes cuando por un mismo daño se litiga entre sujetos distintos, salvo que sus
intereses sean idénticos o indisociables (as. C-351/96; caso típico, la subrogación). Y así, por ejemplo,
no hay identidad de partes cuando en un Estado miembro el distribuidor de un producto reclama al
fabricante, y en otro Estado miembro se plantea un litigio entre el fabricante y su compañía de seguros.
13.9. Tercer requisito. El tercer requisito es que el litigio se halle pendiente ante los tribunales de
otro Estado miembro. Como suele afirmar el TJUE, la regla de litispendencia «reviste carácter
objetivo y automático y se basa en el orden cronológico en el que se presentan las demandas ante los
tribunales en cuestión» (as. C-467/16 o C-386/17). Determinar cuál es el primer tribunal exige
determinar las fechas de pendencia de cada uno de los procesos. A estos efectos, el artículo 32 del
Reglamento establece una regla procedimental para determinar las fechas, en función de cada Derecho
procesal. Se considerará que un tribunal conoce de un litigio:
13.10. Para que sea aplicable el artículo 29 es necesario, además: (a) que estemos en el ámbito de
aplicación material del Reglamento Bruselas I bis (salvo que exista alguna regla especial, como sucede,
por ejemplo, en el Reglamento sobre marca de la Unión Europea, vid. STJUE as. C-231/16); (b) que el
litigio se halle pendiente ante otro Estado miembro, con independencia del domicilio de las partes
(TJUE as. C-351/89). Los efectos de la litispendencia en un tercer Estado quedan sometidos a unas
reglas especiales que veremos a continuación (infra núm. 13.14). Los efectos de la litispendencia en
Suiza, Noruega o Islandia están regulados en el Convenio de Lugano (que también contiene un
régimen equivalente al del Reglamento, vid. STJUE as. C-467/16).
13.11. Si se dan los presupuestos señalados, el juego del artículo 29 se basa únicamente en el orden
cronológico: el segundo tribunal debe respetar la competencia del primero (TJUE as. C-116/02). Por
eso, y salvo allí donde quepa un control de la competencia (como en materia de competencias
exclusivas, vid. as. C-438/12, o de foros de protección) entre los presupuestos de aplicación del artículo
29 no está el control de la competencia del juez extranjero: el segundo juez no puede rechazar la
excepción de litispendencia alegando que el primer juez carece de CJI. Tampoco puede el segundo juez
controlar la reconocibilidad ex ante de la futura decisión del primero, ni rechazar la excepción que
prevé el artículo 29 simplemente alegando que la duración de los procesos ante los órganos
jurisdiccionales del Estado miembro ante el que se ha planteado la primera demanda es
«excesivamente larga» (TJUE as. C-116/02). Este régimen general tiene una excepción cuando la
competencia del segundo tribunal esté basada en una cláusula de elección de foro: en este caso,
prevalece el tribunal elegido por las partes aunque la demanda se hubiese planteado con anterioridad
ante los tribunales de otro Estado miembro (artículo 31.2 y 3, supra núm. 11.17).
13.12. Cuando se dan sus presupuestos de aplicación, el juego de la regla es sencillo. El segundo
tribunal debe suspender el procedimiento en tanto no se declare competente el primero. Aunque la
regla no lo exige, tiene sentido que esta decisión deba ser firme o, cuando menos, definitiva, salvo que
su competencia venga determinada por la sumisión tácita del demandado ya que entonces lo normal es
que no haya decisión (vid. C-1/13). La suspensión se establece para evitar conflictos negativos. Si la
decisión del primer tribunal es favorable a su competencia, el segundo debe inhibirse. Tanto la
suspensión como la inhibición son imperativas y apreciables ex officio, por lo que no precluye la
posibilidad de alegación.
13.13. El artículo 31.1 del Reglamento establece una regla especial de litispendencia internacional
cuando se trata de dos Estados miembros exclusivamente competentes. Si el mismo litigio se plantea en
dos Estados miembros distintos y ambos son exclusivamente competentes ex artículo 24 del
Reglamento (cosa que puede suceder, por ejemplo, en los casos subsumibles en el artículo 24.1. II) el
tribunal ante el cual se presentó el litigio después deberá inhibirse en favor del primero.
13.14. El Reglamento ha incorporado una regla de litispendencia en relación con terceros Estados
cuando los tribunales del Estado miembro en cuestión fuesen competentes conforme a los
artículos 4, 7, 8 o 9 del Reglamento (artículo 33). Esto es, y a diferencia de la litispendencia entre
Estados miembros, la litispendencia en terceros Estados se configura como una suerte de excepción a
la CJI atribuida directamente por el Reglamento (no cuando viene atribuida por las normas de CJI
internas). A diferencia también del régimen interno, el juego de litispendencia vis à vis terceros Estados
no es automático, sino que concede cierto margen de apreciación a los jueces nacionales. El motivo es
evidente: el Reglamento descansa sobre unos presupuestos, como la idea de equivalencia de los
servicios jurisdiccionales (todos responden a unos parámetros de tutela judicial equiparables), la
fijación de reglas comunes de competencia o de reconocimiento recíproco de las decisiones judiciales,
que no se cumplen siempre en relación con terceros Estados. Por eso, el Reglamento deja cierto
margen de apreciación a los jueces. A la hora de decidir sobre la excepción de litispendencia, han de
tener en cuenta aspectos tales como si las resoluciones de ese tercer Estado van a ser reconocidas en el
Estado miembro de que se trate, la vinculación entre el litigio y ese tercer Estado o si cabe esperar que
la sentencia vaya a dictarse en un plazo razonable (cdo. 24).
Esta regla no se aplica cuando el litigio es competencia exclusiva de los tribunales de un Estado
miembro o cuando están en juego los foros de protección. Así, la regla de litispendencia que se prevé en
relación a terceros Estados no puede privar a los consumidores, por ejemplo, de la facultad de
demandar ante los tribunales de su domicilio a un profesional de fuera de la UE. Naturalmente, esa
regla no puede afectar a los convenios internacionales celebrados entre España y un tercer Estado.
(b) Y que la suspensión sea necesaria para asegurar una buena administración de justicia; por ejemplo,
evitar una duplicidad innecesaria de los costes procesales o prevenir conductas oportunistas de una de
las partes (vid. también cdo. 24).
Ejemplo 1. (SAP de Barcelona de 29 de noviembre de 2011). El marido Marcial G. presenta una demanda de
divorcio contra su mujer, Delfina V. ante los tribunales de París, el 10 de mayo de 2009. A los pocos días, el 26 de
mayo de 2009, la mujer presenta una demanda de divorcio ante los tribunales de Barcelona. Los tribunales
franceses se declararon competentes mediante auto de 17 de junio de 2010, confirmado en apelación el 9 de
junio de 2011. Por ello, a partir de este momento procede la inhibición de los tribunales españoles.
Ejemplo 2. (STS de 16 de diciembre de 2015). Solicitud de divorcio presentada por la esposa ante los
tribunales españoles el 24 de octubre de 2011, y solicitud de divorcio presentada por el marido ante los
tribunales portugueses el día siguiente, i.e. el 25 de octubre de 2011. Los tribunales portugueses deberán
archivar el procedimiento una vez que los tribunales españoles se declaren competentes (sobre la fecha
relevante cuando la demanda se presenta incompleta vid. supra 13.9).
Desarrollo: «identidad de objetos». Esta regla obedece a las diferencias entre los Estados miembros en
materia de separación, divorcio o nulidad. Hay Estados (p. ej., Finlandia) donde la única forma legal de
disolución del matrimonio es el divorcio (se desconoce la separación o la nulidad); pues bien, puede suceder
que se plantee, entre los mismos cónyuges, una demanda de nulidad ante los tribunales españoles y una de
divorcio ante los tribunales finlandeses; al no tener ambas demandas el mismo objeto existiría el riesgo de que
los tribunales no apreciasen litispendencia internacional. Para evitar esto, la regla no exige que el objeto sea el
mismo. No obstante, en los supuestos de mera dependencia o conexidad («acciones dependientes») ofrece la
posibilidad al demandante que acudió al segundo tribunal de presentar su demanda en el primero (artículo 20.3
in fine).
13.18. Si se trata de demandas relativas a la responsabilidad parental sobre un menor que tengan el
mismo objeto y la misma causa ante órganos jurisdiccionales de Estados miembros distintos, el régimen
es el mismo: el órgano jurisdiccional ante el que se presentó la segunda demanda suspenderá de oficio
el procedimiento en tanto no se declare la competencia del primero (artículo 20.2, vid. STJUE as. C-
497/10, o STS de 16 de diciembre de 2015). Una vez declarada dicha competencia, deberá inhibirse a
favor de aquél (salvo que se aplique el artículo 15). En este caso, el presupuesto de aplicación es más
estricto: ha de tratarse de demandas con el mismo objeto y causa relativas a la responsabilidad parental
sobre el mismo menor. La nueva versión del Reglamento Bruselas II ha introducido una regla paralela al
artículo 31(2) del Reglamento Bruselas Ibis, i.e. dando prioridad al tribunal elegido (artículo 20.4).
3. DERECHO INTERNO
13.20. Los efectos de un proceso pendiente en el extranjero sobre uno planteado en España, cuando la
relación entre ambos es de conexidad, no de identidad, están previstos expresamente en el Reglamento
Bruselas I bis (artículos 30 y 34), en el Convenio de Lugano, en algunos convenios bilaterales inspirados
en el primero y en la LCJI.
13.21. Para que sea aplicable el artículo 30 del Reglamento Bruselas I bis deben darse los
siguientes presupuestos: (a) Que el objeto del litigio se encuentre dentro de su ámbito material. (b)
Que exista otro litigio –el litigio conexo– ya pendiente ante los tribunales de otro Estado miembro. (c)
Que exista una relación estrecha entre ambos litigios. En concreto, se considerarán conexas las
demandas vinculadas entre sí por una relación tan estrecha que sería oportuno tramitarlas y juzgarlas
al mismo tiempo a fin de evitar resoluciones que podrían ser inconciliables si los asuntos fueren
juzgados separadamente (artículo 30.3). Al igual que sucedía en el artículo 29, en la aplicación del
artículo 30 ni se controla la CJI de los tribunales del otro Estado miembro donde el litigio conexo se
halla pendiente, ni se controla la reconocibilidad de su decisión. Tampoco la aplicación del artículo 30
del Reglamento depende de que la CJI venga determinada directamente por el propio Reglamento o por
el Derecho interno: el artículo 30 juega con independencia del domicilio de las partes, tanto para el
primer juez como para el segundo.
13.22. Si se dan los presupuestos de aplicación del artículo 30, el segundo tribunal puede suspender
o inhibirse. La determinación de cuál es el «primer tribunal» y cuál el «segundo» debe hacerse
conforme a la regla que hemos visto (artículo 32). La primera posibilidad prevista es la suspensión del
segundo proceso; esta decisión procede cuando sólo se verifican los tres presupuestos que hemos
señalado. La otra posibilidad es la inhibición del segundo tribunal a favor del primero. Esta decisión
sólo procede si, además de esos tres presupuestos, se dan las siguientes circunstancias. (a) Que las
demandas conexas estuvieren pendientes en primera instancia (para evitar que alguna de las partes
pierda una instancia). (b) Que la inhibición la solicite una de las partes; puede ser cualquiera ellas, pero
lo natural es que la pida el demandado. (c) Que el primer tribunal sea también competente para
conocer del segundo litigio. (d) Que el Derecho procesal del primer tribunal permita la acumulación de
procesos (en Derecho español, en principio, debe admitirse esta posibilidad, vid., artículos 74 y ss.
LEC).
13.23. El Reglamento Bruselas II ter no tiene una regla de conexidad análoga al artículo 30 del
Reglamento Bruselas I bis, pero ha de tenerse en cuenta lo dicho en relación a la excepción de
litispendencia y la regla de competencia que prevé el artículo 15.
13.24. En relación con terceros Estados, el Reglamento ha establecido también una regla de
conexidad con efectos suspensivos, con salvaguardas semejantes a las que hemos visto para la
litispendencia (artículo 34). En el ámbito interno, la LCJI contempla también la excepción –en sentido
impropio del término– de conexidad internacional aplicable fuera del ámbito del Reglamento Bruselas I
bis (artículo 40 LCJI, vid. bajo el régimen anterior AAP de Madrid, de 17 de junio de 2008). La LCJI, a
diferencia del Reglamento, no prevé expresamente la posibilidad de poner fin al procedimiento en
España una vez concluido el procedimiento en el extranjero con una decisión susceptible de
reconocimiento. La razón es que, al tratarse de supuestos de conexidad y no de litispendencia, lo más
habitual es que el procedimiento español continúe y se tome una decisión sobre el fondo teniendo en
cuenta la decisión extranjera.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 14 TRATAMIENTO PROCESAL DE LA CJI
TEMA 14
14.1. El objeto de este tema es el tratamiento procesal de las reglas de CJI y, en particular, el
control de la competencia judicial internacional. Para describirlo es oportuno diferenciar, al menos
formalmente, entre el régimen reglamentario y convencional, por un lado, y el régimen del Derecho
interno, por otro. No obstante, en ambos casos el régimen de control de la CJI guarda una estrecha
relación con el propio contenido de las reglas de CJI. En concreto, esta relación se manifiesta en los
siguientes tres criterios normativos:
(b) Fuera de ellas, la posibilidad de sumisión tácita como criterio de atribución de CJI conlleva que,
una vez personado el demandado, la iniciativa del control de la competencia la asuma él (= control
a instancia de parte).
Tanto el sistema supranacional como el Derecho interno se articulan a partir de estos tres criterios.
14.2. El Reglamento Bruselas I bis regula el control de la CJI en los artículos 27 y 28: el primero
establece una regla especial para las competencias exclusivas, mientras que el segundo contiene la
regla general aplicable al resto de los casos. El régimen en el Convenio de Lugano es análogo.
14.3. La primera hipótesis que prevé el Reglamento es que se plantee un litigio ante los tribunales
de un Estado miembro cuya competencia corresponde exclusivamente a los tribunales de otro
Estado miembro. Por la propia naturaleza de los foros exclusivos, en tal caso, el juez ante el que se
ha planteado el litigio deberá declinar su competencia. Así lo dispone el artículo 27 que obliga a
los jueces nacionales a declararse ex officio incompetentes cuando se les plantee, a título principal
(aunque vid. supra tema 10), un litigio para el que los tribunales de otro Estado miembro fuesen
exclusivamente competentes ex artículo 24 del Reglamento.
Ejemplo. Si se plantea ante los tribunales españoles un litigio cuyo objeto es un derecho real sobre un bien
inmueble situado en Francia, deberán inhibirse ex officio, pues en virtud del artículo 24.1 del Reglamento
su conocimiento compete exclusivamente a la jurisdicción francesa.
Conforme a esta regla, la inhibición ex officio puede –y debe– declararse en cualquier momento del
proceso, incluso en los recursos contra la decisión inicial, aunque no haya sido expresamente
invocado como motivo de impugnación por el recurrente (TJUE as. 288/82). Esto conlleva que
tampoco precluye la posibilidad de alegación por las partes.
14.5. Fuera de esa regla especial para las competencias exclusivas, la regla general está enunciada
en el artículo 28 del Reglamento, cuyo fin es fundamentalmente proteger los derechos del
demandado.
«1. Cuando una persona domiciliada en un Estado miembro sea demandada ante un órgano
jurisdiccional de otro Estado miembro y no comparezca, dicho órgano jurisdiccional se declarará de
oficio incompetente si su competencia no se fundamenta en lo dispuesto en el presente Reglamento.
2. Este órgano jurisdiccional estará obligado a suspender el procedimiento en tanto no se acredite que
el demandado ha podido recibir el escrito de demanda o documento equivalente con tiempo suficiente
para defenderse o que se ha tomado toda diligencia a tal fin.
3. El artículo 19 del Reglamento (CE) núm. 1393/2007 … relativo a la notificación y al traslado en los
Estados miembros de documentos judiciales y extrajudiciales en materia civil o mercantil será de
aplicación en lugar del apartado 2 del presente artículo si el escrito de demanda o documento
equivalente tuviera que ser remitido de un Estado miembro a otro en virtud de dicho Reglamento.
Las diferentes reglas de este precepto responden, grosso modo, al siguiente esquema. Una vez
presentada la demanda, el juez debe asegurarse de que el demandado ha sido correctamente
notificado. A partir de ese momento, el régimen de control de la CJI depende de la estrategia
procesal del demandado. (a) Si el demandado permanece en rebeldía, el juez debe controlar ex
officio su CJI (artículo 28.1) y declararse incompetente en el caso de que no pueda fundar su
competencia en los foros del Reglamento. La idea clave es que la ausencia del demandado no
equivale a sumisión tácita. (b) Si el demandado decide personarse en el proceso, el control de la CJI
se le impone a él, de tal modo que salvo que la impugne expresamente, el juez será competente ex
artículo 26 del Reglamento, i.e. por sumisión tácita. Y esto es así, incluso en el caso de los foros de
protección (consumidores, seguros y trabajo) en la medida en que también en relación a éstos la
sumisión tácita prevalece sobre los demás criterios de atribución de competencia (aunque bajo las
condiciones del artículo 26.2, i.e. el juez debe asegurarse de que se ha informado a la parte
protegida de su derecho a impugnar la competencia y de las consecuencias de no hacerlo). Como
corolario de este régimen, el control ex officio de la competencia no puede llevarse a cabo antes de
que el demandado haya podido personarse (y eventualmente someterse tácitamente a la
jurisdicción de los tribunales españoles, vid. STS de 7 de octubre de 2021; AAP de Madrid, de 3 de
diciembre de 2021 o AAP de Vitoria-Gasteiz, de 18 de mayo de 2021). Por otro lado, y con carácter
general, el TS ha concluido que no cabe plantear recurso extraordinario por infracción procesal por
falta de competencia judicial internacional si el recurrente no presentó declinatoria en el momento
procesal oportuno (STS de 10 de mayo de 2023).
14.6. Mientras que el sentido del apartado 1 del artículo 28 es asegurar una aplicación adecuada
de las reglas de competencia (si un juez carece de competencia, no debe resolver el fondo del
asunto salvo que el demandado se someta tácitamente), los apartados 2, 3 y 4 ofrecen una
protección añadida al demandado, cuyo propósito es asegurar el derecho de audiencia: el juez
deberá suspender el procedimiento principal y por consiguiente (incluso si se hubiese pronunciado
positivamente sobre su competencia), no deberá continuar con el procedimiento, hasta que no
tenga constancia de que el demandado ha podido recibir regularmente la cédula de emplazamiento
con tiempo suficiente para personarse y defenderse o de que se ha tomado toda diligencia a tal fin.
Según los siguientes apartados del artículo 28, esta regla se sustituirá por el artículo 22 del
Reglamento 2020/1784 (aunque formalmente se remite a la versión anterior de éste) o por el
artículo 15 del Convenio de La Haya de 1965, en función de los ámbitos de aplicación respectivos.
En concreto, el artículo 22 del Reglamento 2020/1784 (infra tema 15), que será la regla más
aplicada en la práctica, establece un régimen parecido al del Convenio pero con mayores
precisiones.
Desarrollo: Artículo 22 del Reglamento 2020/1784. Conforme al artículo 22.1 del Reglamento 2020/1784,
relativo a la notificación y traslado en los Estados miembros de documentos judiciales y extrajudiciales, el
documento (cédula de emplazamiento o equivalente) debe ser notificado por alguna de las formas previstas
por el Derecho interno del Estado requerido o debe ser efectivamente entregado al demandado o en su
residencia según otro procedimiento previsto en el Reglamento y, en cualquiera de esos dos casos, la
notificación o la entrega ha de tener lugar con tiempo suficiente para que el demandado haya podido
defenderse. Mientras el juez del Estado de origen no tenga constancia de estos presupuestos, la decisión
judicial se halla en suspenso. Esta exigencia podría conllevar una suspensión excesiva o incluso indefinida
del procedimiento, lo cual perjudica claramente al actor. Por eso, el artículo 22.2 del Reglamento establece
una excepción, cuyo uso queda en manos de cada Estado miembro: el procedimiento podrá continuar tras
un periodo de, al menos, seis meses, sin que se tenga constancia de la notificación al demandado siempre
que el documento haya sido remitido por alguno de los modos previstos en el Reglamento y el Estado
miembro requerido haya llevado a cabo las diligencias oportunas para practicar la notificación. España ha
hecho uso de esta excepción.
14.7. Como acabamos de ver, el control de la CJI está determinado por la estrategia del
demandado.
(a) La primera hipótesis es que el demandado no se persone, en cuyo caso el juez debe controlar
ex officio su CJI. El régimen del artículo 28 del Reglamento tiene la ventaja de que libera al
demandado de la carga de impugnar la CJI de un tribunal extranjero En la LEC, el régimen para
llevar a cabo este control de la CJI está recogido en el artículo 38: si no comparece el demandado
emplazado en debida forma, el juez se abstendrá ex officio si se considera incompetente, dando
audiencia previa al actor y al MF (vid. artículo 36.3 LEC en relación con el artículo 38 LEC; no es
aplicable en el contexto internacional el artículo 56.2 in fine). La abstención, y el correspondiente
sobreseimiento del proceso, debe adoptarse en forma de auto. Si la abstención se produce en
primera instancia, la decisión es recurrible conforme al régimen general (vid. artículo 66.1 LEC).
(b) La segunda hipótesis es que el demandado se persone en el proceso. En tal caso, pueden
suceder dos cosas: que el demandado no impugne la CJI del tribunal o que sí lo haga. (i) Si el
demandado comparece se le traslada a él la carga de impugnar la CJI. En consecuencia, si el
demandado se persona y no impugna la competencia, el tribunal será competente, cuanto menos en
virtud del artículo 26 del Reglamento, i.e. por sumisión tácita. La forma procesal de personarse en
el proceso la determina el Derecho procesal interno. (ii) Si el demandado se persona e impugna la
competencia, el juez deberá abstenerse de conocer si las reglas aplicables no le atribuyen
competencia.
14.8. La forma procesal de impugnar la CJI la determina también el Derecho procesal interno, en el
caso español, los artículos 39 y 63 y siguientes de la LEC. La declinatoria ha de interponerse ante
el tribunal que esté conociendo del pleito y dentro de los diez primeros días del plazo para contestar
a la demanda y surtirá el efecto de suspender, hasta que sea resuelta, el plazo para contestar y el
curso del proceso principal. En este caso no se contempla el traslado al Ministerio Fiscal. Si el juez
de primera instancia se declara incompetente, cabe recurso de apelación; si el juez de primera
instancia se considera competente, cabe recurso de reposición, sin perjuicio de la posibilidad de
que el demandado alegue la falta de CJI en la apelación contra la sentencia definitiva (artículo 66
LEC; en este punto, se ha considerado que una vez afirmada la competencia mediante auto, el
mismo tribunal de primera instancia no puede reconsiderar su decisión en la resolución sobre el
fondo, vid. SAP de Madrid, de 11 de septiembre de 2020). Por último, ante la sentencia de
apelación, se puede denunciar la falta de CJI a través del recurso extraordinario por infracción
procesal (artículo 469.1.1.º LEC, y sobre las consecuencias, artículo 476 LEC). Este mismo recurso
cabrá frente a la sentencia de la Audiencia que declaré la falta de CJI de los tribunales españoles.
En el caso del procedimiento monitorio, cuando la cuantía no excediera de la propia del juicio
verbal (art. 818.2 LEC), la falta de CJI de los tribunales españoles debe alegarse en el escrito de
oposición.
14.9. El Reglamento Bruselas II ter establece un régimen de control de la CJI algo distinto del
anterior: la CJI ha de controlarse en todo caso ex officio, sin perjuicio, naturalmente, de que la parte
interesada pueda interponer una declinatoria. La razón de este régimen se entiende muy bien si
recordamos que dicho Reglamento no admite la mera sumisión tácita como criterio de atribución de
competencia. Por eso el artículo 18 establece que «Cuando se inicie ante un órgano jurisdiccional
de un Estado miembro un procedimiento respecto del cual no sea competente en cuanto al fondo
con arreglo al presente Reglamento y respecto del cual una autoridad de otro Estado miembro sea
competente en cuanto al fondo con arreglo al presente Reglamento, declarará de oficio que no es
competente» (téngase en cuenta que si esa competencia no corresponde a otro Estado miembro, el
juez aplicará las reglas de su Derecho interno). En todo caso, el órgano correspondiente deberá
comprobar la corrección de la notificación al demandado en términos semejantes a los prescritos
por el artículo 28 del Reglamento Bruselas I bis (vid. artículo 19 Reglamento Bruselas II ter). La
forma de articular el control, de oficio o a instancia de parte, queda al Derecho procesal interno [en
nuestro caso, al régimen de la LEC descrito, artículo 38 LEC, vid. artículo 225.1.º LEC si se aprecia
el defecto de CJI con posterioridad]. En el ámbito de las relaciones paterno-filiales, si el tribunal se
declara incompetente deberá informar de ello al órgano jurisdiccional de otro Estado miembro que
considere competente cuando así lo requiera el interés del menor (TJUE as. C-523/07; sobre la
importancia de fundar correctamente la competencia vid. STJUE as. C-256/09).
14.10. La LEC prevé el control de oficio de la CJI en dos supuestos: (a) cuando esté en juego una
competencia exclusiva reconocida a otro Estado en virtud de convenio internacional (o,
naturalmente, reglamento europeo); y (b) cuando no comparezca el demandado y la CJI de los
tribunales españoles sólo pudiera fundarse en su sumisión tácita. La diferencia con el régimen
supranacional es que frente a terceros Estados no hay control de oficio de las competencias
exclusivas (artículo 36.2.2.ª LEC), ni de las cláusulas de elección de foro. Por lo demás, se sigue un
régimen semejante al del Reglamento Bruselas I bis: control de oficio si el demandado no se
persona (artículo 36.2.3.ª formulado en términos hipotéticos, el juez deberá abstenerse cuando su
competencia sólo se hubiese podido basar en la sumisión tácita del demando); y si se persona, en
los casos en los que sea admisible la sumisión tácita, el control es a instancia de parte, a través de la
declinatoria (artículos 39 y 63 y ss. LEC).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 15 DESARROLLO DEL PROCESO: NOTIFICACIÓN Y PRUEBA
INTERNACIONALES
TEMA 15
SUMARIO: §1. LEY APLICABLE A LOS ACTOS PROCESALES. §2. LAS PARTES:
CAPACIDAD, LEGITIMACIÓN Y REPRESENTACIÓN. ASISTENCIA JUDICIAL GRATUITA.
§3. COOPERACIÓN JURÍDICA INTERNACIONAL. 1. Cooperación pasiva. 2. Cooperación
activa. §4. NOTIFICACIÓN INTERNACIONAL. §5. PRUEBA INTERNACIONAL. §6.
PROBLEMA PARTICULAR: LOS DOCUMENTOS PÚBLICOS EXTRANJEROS.
15.2. El desarrollo del proceso requiere la realización de una serie de actos que han de
venir ordenados normativamente. A estos efectos, todos los Estados parten del principio
lex fori regit processum: los tribunales de cada Estado aplican su propio Derecho
procesal. En nuestro sistema, esta regla se recoge en el artículo 3 LEC.
«Con las solas excepciones que puedan prever los Tratados y Convenios internacionales,
los procesos civiles que se sigan en el territorio nacional se regirán únicamente por las
normas procesales españolas».
Esto significa que la actividad o conducta de los tribunales españoles queda ordenada
por el Derecho procesal español, con independencia de que al fondo del asunto le sea
aplicable la ley española o una ley extranjera designada por nuestras normas de
conflicto.
Ejemplo. (STS de 20 de julio de 1992). Imaginemos que los tribunales de nuestro país son
competentes para resolver un litigio derivado de un contrato entre una empresa española y
una empresa belga. Si las partes han elegido como ley aplicable al contrato el Derecho alemán,
el juez español debe resolver el fondo del litigio conforme a él (artículo 3 Reglamento Roma I,
infra). No obstante, las cuestiones procesales quedan sometidas al Derecho español qua lex
fori, no al Derecho alemán.
15.3. La teoría dominante justifica esta regla básicamente por motivos funcionales:
sería innecesario e impracticable un sistema de tutela judicial que, como regla general,
ordenase a los jueces españoles aplicar un Derecho procesal extranjero por el hecho de
que al fondo se vaya a aplicar un Derecho material extranjero. Sería innecesario, porque
la neutralidad de las normas procesales asegura, en principio, que el litigio pueda
resolverse procesalmente conforme al Derecho español, pero materialmente conforme
al Derecho extranjero. Sería además impracticable, pues la aplicación de un Derecho
procesal extranjero conllevaría notables dificultades operativas. La competencia, las
atribuciones, los medios disponibles o el organigrama de los juzgados españoles se
articula en función del Derecho procesal español. La aplicación de una ley procesal
extranjera exigiría en muchas ocasiones unas modificaciones de esa estructura
organizativa de tal entidad que harían inviables o enormemente costosos los procesos.
15.4. La aplicación práctica de la regla lex fori regit processum plantea algunos
problemas de calificación: ¿qué cuestiones se califican como procesales y cuáles,
como materiales? Para responder a esta pregunta, el sistema arranca de que la
calificación ha de hacerse ex lege fori (artículo 12.1 CC). Lo que el Derecho español –
incluidos, naturalmente, los textos supranacionales– califica como procesal debe
someterse al Derecho procesal español; lo que califica como material, a la lex causae,
i.e. a la ley aplicable al fondo del litigio según nuestras normas de conflicto. Los casos
difíciles deben resolverse a partir de la siguiente idea: si la institución o las reglas
problemáticas se han formulado por razones de tutela judicial efectiva o de
practicabilidad/funcionalidad procesal (= ratio de la regla lex fori regit processum),
deben calificarse como procesales; si se han formulado por razones derivadas de la
especificidad material del derecho subjetivo (i.e., en atención y dependencia de una
determinada ratio material), deben calificarse como materiales y someterse a la ley
aplicable al fondo del litigio.
15.5. A partir de este criterio, se suelen considerar sujetos a la ley española qua lex fori
aspectos como, por ejemplo: (a) los presupuestos procesales necesarios para plantear
un litigio; (b) los actos preliminares, las formas y requisitos de presentación de una
demanda y de su contestación, así como de los posibles escritos de réplica y dúplica; (c)
las condiciones procesales para plantear una compensación o una reconvención; (d) la
necesidad de asistencia letrada y representación, así como las condiciones de ambas;
(e) el régimen de imposición de costas; (f) las formas (normales o «anormales») de
conclusión del proceso; por ejemplo, las posibilidades y condiciones de una transacción
judicial; (g) las formas de tutela posibles (declarativa o ejecutiva; principal, sumaria o
cautelar; mero declarativa, declarativa de condena o constitutiva). En cambio, la lex
causae determina, por ejemplo, los plazos de caducidad y prescripción o las reglas sobre
carga de la prueba basadas en razones de índole material.
15.6. La regla lex fori regit processum no vale en términos absolutos, sino que conoce
ciertas excepciones o matizaciones La primera excepción se refiere a aquellos casos
en los que la aplicación de una norma procesal española exige la aplicación o toma en
consideración de reglas procesales extranjeras. Ello puede ocurrir por remisión expresa
cuando el Derecho extranjero se tome como parte del supuesto de hecho de la norma
española.
Ejemplo. Ya hemos visto cómo, en materia de litispendencia internacional, por ejemplo, según
el artículo 32 del Reglamento Bruselas I bis, el juez español debe determinar la fecha de
pendencia del proceso en otro Estado miembro teniendo en cuenta si, conforme al Derecho
procesal de ese otro Estado, la presentación de la demanda precede a la cédula de
emplazamiento o no (supra, tema 13). Este dato es determinante para, a continuación, decidir
si admite o no la excepción de litispendencia.
15.7. La capacidad para ser parte, esto es, la aptitud genérica para figurar como parte
activa o pasiva de un proceso y ser titular de derechos y obligaciones procesales, se rige
por la lex fori. La integración del supuesto de hecho de las normas sobre capacidad
puede, sin embargo, requerir la remisión a una ley extranjera. Así ocurre, por ejemplo,
cuando la capacidad para ser parte procesal se vincula a la capacidad jurídica general; o
si se prefiere, cuando la «personalidad procesal» se atribuye a quien tenga
«personalidad jurídica». En la medida en que la capacidad jurídica se determina por la
ley personal, la capacidad para ser parte vendrá determinada por remisión a la ley
aplicable según las normas de conflicto del foro (en el caso español, el artículo 9.1 CC
para las personas físicas y el artículo 9.11 CC para las personas jurídicas).
15.8. Hay tres supuestos que merecen una consideración adicional: (a) La intervención
de entidades que defiende intereses colectivos como parte procesal (por ejemplo,
asociaciones de consumidores) está reconocida en nuestro Derecho y en la normativa
europea (artículo 6 LEC y Directiva 2020/1828, sobre acciones de representación, que
deroga la Directiva 2009/22); (b) Los Estados extranjeros y las organizaciones
internacionales debidamente constituidas tienen también capacidad para ser parte; (c)
La intervención del Ministerio Fiscal español es una cuestión sujeta a la lex fori, no a la
lex causae.
15.9. La capacidad procesal, esto es, la capacidad para comparecer y poder realizar
con eficacia actos procesales de parte, se vincula conforme al Derecho procesal español
a la capacidad de obrar general (artículo 7.1 LEC). Puesto que la capacidad de obrar se
rige ex artículo 9.1 CC por la ley personal (normalmente, la ley nacional), la capacidad
procesal de un extranjero vendrá finalmente determinada por su ley nacional (con el
límite del orden público, en particular, el respeto al derecho a una tutela judicial
efectiva). En este punto, dos consideraciones adicionales pueden ser pertinentes:
15.13. Para concluir este epígrafe puede resultar oportuno hacer alguna consideración
introductoria sobre el régimen de asistencia jurídica en el contexto internacional. Aquí
también rige el principio lex fori regit processum. La asistencia jurídica se sujeta a la lex
fori de cada Estado. En el Derecho positivo, el régimen está previsto en la Ley 1/1996, de
10 de enero de asistencia jurídica gratuita, modificada por la Ley 16/2005 (vid. en sede
de exequatur artículo 53 LCJI). Junto a este régimen legal, hay que tener en cuenta
ciertos convenios internacionales que inciden en la materia, básicamente con el fin de
extender la protección nacional a los ciudadanos de los demás Estados parte y/o al
proceso de exequatur de las sentencias dictadas en los otros Estados parte.
15.14. En el régimen previsto por nuestra ley, los posibles beneficiarios de la asistencia
que ofrece el legislador español son los ciudadanos de la UE y los extranjeros que se
encuentren en España. No debería ser necesario que los extranjeros gocen de residencia
legal en nuestro país. Para los litigios transfronterizos dentro de la Unión Europea
existen unas reglas especiales (artículos 46-64 Ley 1/1996). El supuesto típico que
subyace a estas reglas es el de una persona residente en un Estado miembro que
pretende acceder a los tribunales de otro Estado miembro distinto; su finalidad, en ese
tipo de casos, es evitar que el interesado se vea disuadido de acudir a los tribunales por
los costes asociados a la transnacionalidad del litigio.
15.15. Las autoridades judiciales españolas están sujetas a los límites territoriales del
Estado español. Por ello, cuando se ven ante la necesidad de llevar a cabo actos
procesales en el extranjero han de solicitar el auxilio de las autoridades
correspondientes. El término genérico de cooperación jurídica internacional hace
referencia a la cooperación que una autoridad española solicita a las autoridades
extranjeras para que lleven a cabo ciertos actos procesales en el territorio de estas
últimas, o viceversa, i.e. a la cooperación que las autoridades españolas prestan a
autoridades extranjeras. El Estado que solicita la cooperación se suele calificar de
«Estado de origen o requirente» y el Estado al cual se solicita «Estado receptor o
requerido». En la primera hipótesis, España sería el Estado de origen, mientras que en
la segunda España sería el Estado requerido.
Para saber si, en relación con un proceso principal abierto en España, están disponibles
ambas posibilidades o sólo una de ellas, debe consultarse tanto el Derecho español
(incluidos los reglamentos o convenios internacionales) como el Derecho extranjero del
Estado donde deba realizarse el acto en cuestión. Si conforme al régimen expuesto
caben ambas posibilidades, la elección entre ellas corresponde a las autoridades del foro
(i.e., a las autoridades españolas), aunque éstas deberán atender, en su caso, a los
intereses de las partes afectadas.
15.17. En el Derecho positivo español, el régimen normativo aplicable a este tipo de
situaciones se halla enormemente disperso y en textos de distinta naturaleza: leyes
internas, reglamentos europeos y convenios internacionales, multilaterales y bilaterales.
En cada caso, y en función de aspectos como el objeto del litigio, la naturaleza de la
asistencia que se pide y el Estado o Estados involucrados, será necesario consultar la
norma correspondiente. Aquí nos limitaremos a hacer una presentación general de este
régimen, distinguiendo entre cooperación pasiva y activa. En los epígrafes siguientes
haremos algunas referencias adicionales en relación con los dos supuestos más típicos
de cooperación judicial: la notificación internacional y la práctica de pruebas.
1. COOPERACIÓN PASIVA
15.19. El marco general para el ejercicio de estas funciones está recogido en dos
Convenciones de Viena sobre relaciones diplomáticas y sobre relaciones consulares de
1961 y 1963. Los convenios internacionales de asistencia judicial contienen un régimen
más detallado (vid., por ejemplo, artículo 8 Convenio de La Haya 1965 o artículos 15, 16
y 18 Convenio de La Haya 1970). Sin embargo, ninguno de estos convenios atribuye
competencias a los agentes diplomáticos o consulares; simplemente les permiten
ejercitar en otros Estados las competencias de que dispongan conforme a su Derecho
nacional.
15.21. Frente a esa forma de «cooperación pasiva», por auxilio judicial internacional
se entiende toda ayuda judicial o de autoridad practicada en el foro en apoyo de un
proceso extranjero, o en el extranjero a favor de un proceso nacional. Comprende una
gran variedad de actos procesales. Típicamente abarca notificaciones, pruebas, envío de
actas o certificados, e información sobre el Derecho extranjero.
15.25. [suprimido]
15.26. No obstante, como hemos advertido, buena parte de este régimen interno queda
desplazado o viene complementado por el régimen convencional y por el régimen
europeo (este segundo lo analizaremos en los apartados relativos a la notificación y a la
prueba internacionales). El régimen convencional, tanto multilateral como bilateral,
ocupa un papel central en este sector. Hay múltiples convenios y su régimen es muy
diverso.
(a) Son convenios inter partes; salvo excepción, los convenios de cooperación sólo se
aplican entre Estados contratantes.
(d) La transmisión de las peticiones de cooperación puede hacerse por una pluralidad
de procedimientos alternativos: por vía diplomática/consular, por vía de las «autoridades
de enlace» (= autoridad central), o por transmisión directa entre las autoridades
competentes para el acto. Algunos textos permiten, además, a la persona interesada
presentar directamente su solicitud a las autoridades del Estado extranjero donde sea
necesario practicar la diligencia procesal.
(f) El auxilio tiene lugar conforme a la ley del Estado requerido (lex fori executionis). Sin
embargo, bastantes convenios prevén expresamente la posibilidad de solicitar que la
actuación se lleve a cabo conforme a las prescripciones del Estado requirente (vid.
también artículo 13 LCJI) e incluso un desplazamiento de las autoridades del Estado
requirente para practicar o intervenir en la práctica de las diligencias procesales (vid.
también artículo 16 LCJI).
(h) En cuanto a los costes, el régimen es variado. Los convenios de La Haya parten de la
gratuidad del servicio de cooperación, aunque el Estado requerido tiene derecho a ser
reembolsado por el Estado requirente de ciertos costes: por ejemplo, los gastos
derivados de la utilización de una forma especial en la cooperación.
(c) Y, por último, el Derecho de origen interno (vid. artículos 20-27 LCJI), aplicable
frente al resto de mundo (sin perjuicio de la eventual existencia de un convenio
bilateral entre España y el Estado correspondiente).
A continuación, vamos a señalar algunos rasgos principales de los dos primeros textos
pues son los que más relevancia práctica tienen y son los que han inspirado la regulación
del origen interno.
Desarrollo: traducción de los documentos. El artículo 12 del Reglamento, que se aplica con
independencia de la forma de notificación empleada (incluida la notificación directa por correo
postal, vid. artículo 12.6, y SAP de Madrid, de 10 de mayo de 2022), prevé que el destinatario
tiene derecho a negarse a aceptar el documento objeto de notificación si no está traducido a la
lengua del Estado requerido o a una lengua que el destinatario conozca. Incluso si lo ha
aceptado, dispone de 2 semanas para devolverlo y, como ha dicho el TJUE, este plazo no puede
correr en paralelo al previsto en el Derecho interno para interponer un recurso contra el acto
que se notifica (vid. as. C-7/21). Además de vincular este precepto al derecho de defensa del
demandado garantizado por la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (as. C-354/15, C-
21/17 o C-7/21, vid. también SAP de Ourense, de 15 de octubre de 2021), el Tribunal de
Justicia ha hecho algunas precisiones importantes sobre su interpretación: (a) La cuestión de
que el demandado conozca o no la lengua en la que está redactado el documento es una
cuestión de hecho que corresponde analizar al juez de origen (as. C-384/14); a este respecto, el
hecho de que el destinatario se haya comprometido contractualmente con su contraparte a
aceptar la correspondencia dirigida a él en una determinada lengua no es un dato definitivo,
pero si un indicio que el juez puede tener en cuenta (as. C-14/07). (b) En el caso de que se trate
de la notificación de una demanda, la traducción, cuyo coste corresponde en principio al
requirente (vid. as. C-196/21, aclarando que requirente es, en principio, la parte interesada en
la transmisión del documento), no debe extenderse a los documentos anejos a ella como parte
de la prueba documental siempre que tengan una función probatoria y no resulten necesarios
para comprender el objeto y causa de la demanda (Ibid.). (c) La falta de traducción invocada
por el destinatario es subsanable; aunque a los efectos del cómputo de los plazos rige un
sistema de «doble fecha» (artículo 12.5, vid. as. C-443/03 o C-21/17; sobre las consecuencias
de no aportar el formulario tipo as. C-346/21). (d) El Reglamento prevé un formulario
normalizado, que figura en el Anexo I, donde se informa al destinatario de su derecho a
negarse a aceptar el documento al amparo del artículo 12.2 (con detalle, ass. C-384/14, C-
354/15 o C-21/17 o C-346/21, en relación con la versión anterior). El TJUE ha precisado que el
órgano receptor debe siempre adjuntar dicho formulario y en caso de que no haya sido así este
defecto debe subsanarse de conformidad con el propio Reglamento (C-519/13; C-384/14). (e)
Por último, el TJUE ha afirmado también que cuando el órgano jurisdiccional de origen
considere que la negativa del demandado a aceptar el documento que se le notifica no esté
justificada, podrá aplicar las consecuencias que prevea su Derecho interno, siempre que se
preserve el efecto útil del Reglamento (as. C-384/14 o C-354/15). Este régimen se aplica en
todos sus términos al requerimiento europeo de pago y por consiguiente, mientras no se
subsane una omisión del formulario normalizado que prevé el Anexo II del Reglamento, el
requerimiento no adquiere fuerza ejecutiva ni comienza a correr el plazo para presentar
escrito de oposición (as. C-21/17).
(c) Y, por último, sin perjuicio de las reglas establecidas en algunos convenios
bilaterales, el Derecho de origen interno (vid. artículos 29-32 LCJI), aplicable frente al
resto de mundo.
Una vez practicadas las diligencias, el órgano requerido devolverá los documentos que
lo acrediten, así como un formulario normalizado que figura en el anexo confirmando esa
ejecución.
15.37. El Convenio de La Haya 1970, sin excluir otras alternativas, prevé como vía
habitual la solicitud de auxilio judicial probatorio a través de autoridades centrales. La
solicitud de cooperación, esto es, la petición de que se practique el acto de instrucción,
se canaliza en forma de comisiones rogatorias (instrumento mediante el cual la
autoridad judicial de un Estado solicita a la autoridad de otro Estado la ejecución, dentro
de su territorio, de un determinado acto de instrucción u otros actos judiciales) y a
través de ese sistema de autoridades centrales (órganos jurisdiccionales nacionales →
autoridad central nacional → autoridad central extranjera → órgano jurisdiccional
extranjero).
Desarrollo. Entre las normas de origen convencional que suprimen o atenúan el requisito de
la legalización, cabe señalar: (a) El Convenio de La Haya de 1961 suprimiendo la exigencia de
legalización de los documentos públicos extranjeros. Este convenio sustituye la legalización
por una apostilla o certificación de autenticidad. Este trámite consiste en la colocación sobre el
propio documento de una apostilla o anotación que certifica la autenticidad de la firma y la
calidad de la autoridad interviniente del documento público expedido en otro Estado parte
(vid. STS de 22 de junio de 2015). Es uniforme y se emite por una autoridad predeterminada en
cada Estado (la emite, claro está, la autoridad competente del Estado de origen del
documento). En el caso español las autoridades y funcionarios competentes para realizar la
apostilla dependen de la naturaleza del documento público de que se trate y aparecen
recogidos en la página web del Ministerio de Justicia. En los últimos años, y en relación a
ciertos Estados parte, se ha desarrollado un sistema de apostilla electrónica (vid.
www.hcch.nl). (b) El Convenio Europeo de 1968 relativo a la supresión de legalización de
documentos extendidos por agentes diplomáticos y consulares. (c) Con carácter especial una
serie de Convenios elaborados por la Comisión Internacional del Estado Civil, la mayoría de
ellos ratificados por España, eximen de legalización en materias de estado civil (sobe el juego
de estos convenios es muy ilustrativa la RDGRN de 8 de marzo de 2011); (d) En el ámbito
europeo, y al margen de otras normas especiales, el Reglamento 2016/1191 simplifica los
requisitos de determinados documentos públicos, eliminando la exigencia de legalización o
apostilla. El Reglamento, no obstante, no regula el valor probatorio de esos documentos.
15.42. Su eficacia material, en cambio, viene determinada por la lex causae (artículo
323.3 LEC). El contenido de esos documentos se «lee» desde la lex causae y, en
consecuencia, esta ley determina, por ejemplo, la necesidad de esos documentos como
requisito de validez del negocio o de la producción de determinados efectos sustantivos.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 16 EL DERECHO EXTRANJERO: CUESTIONES PROCESALES
TEMA 16
§1. INTRODUCCIÓN
16.1. En este tema analizaremos los problemas procesales que plantea la aplicación de
un Derecho extranjero, esto es, los problemas que surgen en el ámbito de la prueba o de
los recursos, por ejemplo, cuando un juez español se encuentra ante la circunstancia de
aplicar una norma perteneciente a un ordenamiento jurídico extranjero.
16.2. Lo primero que debemos señalar es que el Derecho extranjero puede aparecer
ante un juez español de dos formas distintas.
(a) Primera: el Derecho extranjero puede presentarse como objeto de una remisión
conflictual. En la medida en que el sistema español de DIPr es un sistema conflictual o
de remisión, las normas de conflicto españolas pueden ordenar la resolución del fondo
del litigio conforme al ordenamiento de otro Estado, i.e. el juez español debe subsumir
los hechos en normas extranjeras. En estos casos, el juez español «aplica» el Derecho
extranjero: subsume el caso en la norma o normas extranjeras e impone la consecuencia
jurídica prevista en ella.
(b) Segunda: el Derecho extranjero puede presentarse como elemento del supuesto
de hecho de una norma española; esto sucede cuando el legislador español se remite al
contenido de una norma extranjera para condicionar una determinada consecuencia
jurídica material prevista por una norma española. En el supuesto anterior, el juez
español aplica al fondo del litigio un Derecho extranjero; en éste, el juez español aplica
Derecho español, pero debe incorporar una norma extranjera para poder aplicar la
norma española. En estos casos, se suele decir que el juez español «tiene en cuenta» o
«toma en consideración» el Derecho extranjero.
16.3. Ante esta diferencia, debemos advertir que el régimen procesal del Derecho
extranjero no va a ser necesariamente igual en un caso y en otro. Ni los problemas
procesales que se plantean son los mismos ni, aunque coincidan, su solución tiene que
ser necesariamente idéntica. En este tema nos vamos a ocupar principalmente de la
primera forma de aparición del Derecho extranjero: el Derecho extranjero como objeto
de una remisión conflictual. No obstante, muchas de las consideraciones que hagamos al
estudiar esta hipótesis son válidas para los supuestos en los que se «tiene en cuenta» el
Derecho extranjero.
16.4. Lo primero que debemos considerar para analizar el régimen procesal del
Derecho extranjero son las relaciones con otro sector del ordenamiento: el Derecho
conflictual. La razón es que, en gran medida, el régimen procesal de aquél viene
determinado por el carácter del Derecho conflictual español y viceversa. Como vamos a
explicar a continuación, hay una influencia recíproca entre ambos sectores.
16.5. En nuestro Derecho positivo, la relación entre las normas de conflicto y el régimen
procesal del Derecho extranjero viene establecida por los artículos 12.6 CC, 281.2 LEC y
33.2 LCJI. El primero prevé la aplicación ex officio de las normas de conflicto. Para el
caso de que, según dichas normas, el fondo del litigio deba resolverse conforme a un
Derecho extranjero, el segundo impone a las partes la carga de la prueba del contenido y
vigencia de ese Derecho. Y el tercero prevé la aplicación subsidiaria de la ley española
en el supuesto de que las partes no hayan podido acreditar el contenido y vigencia del
Derecho extranjero (vid. también artículo 67.1 RD Legislativo 1/2007, para los contratos
de consumo). Como luego iremos viendo, hay otros preceptos de la LCJI que regulan,
además, el procedimiento de información del Derecho extranjero (artículos 34-36).
«Con carácter excepcional, en aquellos supuestos en los que no haya podido acreditarse
por las partes el contenido y vigencia del Derecho extranjero, podrá aplicarse el Derecho
español».
16.8. Hasta la LCJI no había una respuesta expresa en nuestro sistema a qué sucede
cuando las partes no cumplen con esta carga. Teóricamente cabían dos soluciones: (i) o
resolver conforme al Derecho español: si las partes no prueban el Derecho extranjero, el
juez resolverá conforme al Derecho material español; (ii) o desestimar la demanda: si la
parte actora no prueba el Derecho extranjero, no ha probado el fundamento jurídico de
su demanda y por lo tanto deberá desestimarse. La jurisprudencia, aunque no era
unánime, y había decisiones que se orientaban hacia la desestimación (sobre todo de
audiencias), optaba mayoritariamente por la primera de las opciones. Esta era, al
menos, la opinión dominante en la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo. La
Sentencia de 30 de abril de 2008 es paradigmática (al igual que la de 27 de diciembre de
2006 o la de 4 de julio de 2007).
16.9. La LCJI ha intentado aclarar este problema, aunque lo ha hecho de una manera
bastante ambigua. Por un lado, señala que, entre esas dos soluciones, opta por la
tradicional en nuestro sistema, i.e. la aplicación subsidiaria de la ley española (vid.
apdo. V de la Exposición de Motivos de la LCJI, con referencias a la jurisprudencia
constitucional, STC 10/2000), pero añade que esta solución es «excepcional» para los
casos en los que «no se haya podido acreditar» –por ejemplo por dificultades técnicas,
de acceso a la información o de coste temporal o económico– el Derecho extranjero y sin
olvidar la posibilidad de que el propio tribunal «coopere» en la investigación de dicho
contenido, por los cauces que veremos a continuación (ibid).
Desarrollo: el conocimiento privado del juez. Se podría sostener que pese a que el actor no
haya alegado ni probado el Derecho extranjero, el juez podría resolver conforme a ese Derecho
extranjero si lo conoce, bien por su conocimiento privado, bien utilizando los artículos 281.2 in
fine LEC y 35 LCJI (infra). Esta construcción, no obstante, es muy discutible: genera
situaciones de grave incertidumbre procesal (la solución del litigio va a depender de cada juez)
y riesgo de indefensión. La única excepción posible es si ambas partes invocan el Derecho
extranjero sin aportar pruebas definitivas; el juez podría, en tal hipótesis, resolver conforme al
Derecho extranjero utilizando su conocimiento privado o «cualquier medio de averiguación
que estime necesario».
16.11. Antes de analizar los problemas que plantea la prueba del contenido de un
Derecho extranjero es necesario dejar claro un dato. El Derecho extranjero, cuando
aparece como objeto de una remisión conflictual, es Derecho, i.e. tiene naturaleza
jurídica, no fáctica (vid. STC 10/2000 o STS de 24 de junio de 2010). El juez español debe
interpretar y aplicar al caso normas, aunque extranjeras, y el proceso mental que sigue
es análogo al que sigue al aplicar cualquier norma española. Por eso, el artículo 281.2
LEC permite que el juez utilice los medios de averiguación que estime necesarios «para
aplicar» el Derecho extranjero. Esto se deriva del sentido y fin de la remisión conflictual.
Otra cosa distinta es que, a ciertos efectos, el tratamiento procesal del Derecho
extranjero se equipare al de los hechos, pero no por ello pierde su naturaleza jurídica.
16.13. Los medios de prueba de que disponen las partes son los generales previstos
por la LEC (vid. artículo 33 LCJI). La jurisprudencia es flexible: se permite tanto utilizar
los medios de prueba formales (artículos 299 y ss. LEC) como otras diligencias idóneas
al amparo del artículo 299.3 LEC (vid., sobre la flexibilidad de los medios de prueba de la
ley extranjera, i.a. SAP de Málaga, de 18 de octubre de 2019). Las fuentes de prueba
más comunes son las siguientes: (a) Los documentos públicos o intervenidos por
fedatario público donde se hace constar el contenido y vigencia de las normas
extranjeras invocadas. Aunque no hay un elenco tasado, normalmente son
certificaciones expedidas por autoridades extranjeras. Notarios, por ejemplo, del país en
cuestión cuando, conforme a su legislación, tienen atribuida tal función (a modo de los
testimonios notariales de vigencia de leyes, vid. artículo 255 RN para los notarios
españoles) o también diplomáticos o cónsules de ese país acreditados en el extranjero.
También es posible solicitar dicha información a las autoridades extranjeras (infra pfo.
16.14). (b) El dictamen de jurisconsultos del país en cuestión debidamente legalizado.
Este ha sido el medio de prueba considerado tradicionalmente idóneo (vid., p. ej., STS de
20 de febrero de 2014 o STS de 20 de julio de 2021). Esta fuente se puede tramitar como
prueba documental o como prueba pericial. Junto a éstos, la flexibilidad probatoria
establecida por la LEC permite acudir a cualquier tipo de informe o dictamen, incluidos
los de academias o instituciones, nacionales o extranjeras (vid. artículo 340.2 LEC).
Nada impide la utilización de otros documentos (p. ej., un código). La mayor o menor
autenticidad del documento no incumbe a la posibilidad de utilizarlo sino a la libre
apreciación del juez, quien en ningún caso queda vinculado por los informes o
dictámenes sobre la ley extranjera que se le puedan presentar (artículo 33.4 LCJI, vid.
STS de 20 de julio de 2021).
Desarrollo: el Convenio de Londres. Los rasgos más importantes del Convenio de Londres
de 1968 son: (a) Los Estados parte se obligan a proporcionarse información sobre su Derecho
en el ámbito civil y mercantil (adde, Protocolo Adicional al Convenio). La cooperación se
articula a través de unos órganos de enlace. (b) La petición será acompañada de la exposición
de los hechos, deberá indicar la autoridad judicial de la que emanare y la naturaleza del asunto
(artículo 4). (c) La petición sólo puede emanar de una autoridad judicial, dentro de un proceso
ya pendiente (artículo 3; aunque ha de tenerse en cuenta el Protocolo adicional al Convenio
que amplia estas posibilidades, por ejemplo, permitiendo las peticiones de cualquier otra
persona o autoridad que actúe dentro de un sistema de asistencia judicial). (d) La petición será
elevada al órgano extranjero de recepción por el órgano de enlace español (localizado en el
Ministerio de Justicia). Las peticiones deberán redactarse o acompañarse de su traducción en
la lengua oficial del Estado requerido. (e) Los datos contenidos en la respuesta no vinculan a la
autoridad judicial española (artículo 8; respetando el derecho a una decisión fundada). La
utilización de esta fuente de prueba del Derecho extranjero puede ser pedida por las partes al
juez, que es el único competente para emplearla, o puede instarse ex officio (artículo 281.2 in
fine LEC).
16.15. Como hemos visto, corresponde a la parte interesada la carga de alegar y probar
el Derecho extranjero. A estos efectos es fundamental fijar cuándo precluye esa
posibilidad, i.e. hasta qué momento procesal puede la parte interesada invocar el
Derecho extranjero.
16.16. Una última cuestión que merece la pena analizar en este contexto es la relativa a
la posible revisión en casación del Derecho extranjero. Antes de ello, conviene
distinguirlo de la revisión en casación de la propia norma de conflicto. La norma de
conflicto española es Derecho español y, por consiguiente, su aplicación es susceptible
de recurso en casación si se dan las condiciones correspondientes (vía artículos 477 y ss.
LEC, vid. STS de 20 de julio de 2021 o de 27 de julio de 2021). Obviamente, conforme a
la interpretación jurisprudencial del sistema español, si las partes no invocaron el
Derecho extranjero en el momento procesal oportuno, les precluye esa posibilidad. Pero
si lo hicieron, la designación conflictual, i.e., del Derecho aplicable, hecha por el tribunal
a quo es revisable en casación.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 16 EL DERECHO EXTRANJERO: CUESTIONES PROCESALES
APÉNDICE. STATUS QUAESTIONIS DE LA DOCTRINA DEL TRIBUNAL SUPREMO
«[…] debe precisarse cuál es el régimen de prueba y de carga de la prueba del Derecho
extranjero. Para ello, hay que aplicar la doctrina jurisprudencial que resulta de
sentencias de este tribunal tales como las núm. 436/2005, de 10 de junio; de 4 de julio de
2006, recurso núm. 2421/1999; núm. 797/2007, de 4 de julio; núm. 338/2008, de 30 de
abril; núm.. 390/2010, de 24 de junio, y núm.. 528/2014, de 14 de octubre. Esta doctrina
puede resumirse en los siguientes puntos:
i) El tribunal español debe aplicar de oficio las normas de conflicto del Derecho español
(art. 12.6 del Código Civil), que pueden ser de origen interno, comunitario o convencional
internacional. En el primer caso, la calificación para determinar la norma de conflicto aplicable
se hará siempre con arreglo a la ley española (art. 12.1 del Código Civil).
ii) Como consecuencia lógica de que los jueces españoles no tienen obligación de conocer el
Derecho extranjero, se ha exigido históricamente su prueba, de forma que en este extremo el
Derecho recibe un tratamiento similar al que reciben los hechos, pues debe ser objeto de
alegación y prueba, siendo necesario acreditar no sólo la exacta entidad del Derecho vigente,
sino también su alcance y autorizada interpretación. Por ello, el segundo párrafo del artículo
281.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil exige la prueba de «su contenido y vigencia», si bien,
de acuerdo con el principio de adquisición, la Ley de Enjuiciamiento Civil no pone la prueba a
cargo de «la persona que invoque el derecho extranjero».
iv) El empleo de los medios de averiguación del Derecho extranjero es una facultad, pero no
una obligación del tribunal. No puede alegarse como infringido el art. 281.2 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil porque el tribunal no haya hecho averiguaciones sobre el Derecho
extranjero.
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11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 17 RECONOCIMIENTO Y EJECUCIÓN DE DECISIONES EXTRANJERAS (I)
TEMA 17
17.2. Las reglas sobre RyE de decisiones extranjeras en España determinan el valor que
una decisión judicial dictada por un tribunal extranjero puede tener en nuestro país. En
sentido amplio, determinan también el valor de otros títulos extranjeros (laudos
arbitrales, documentos públicos o títulos ejecutivos extranjeros).
Ejemplo. (STC 43/1986). La empresa española Zabala Hnos., S.A., dedicada a la fabricación
de escopetas de caza, exporta sus productos a EEUU a través de un importador mayorista que
después las revende por todo el territorio de ese país. Una de las armas exportadas causa un
accidente y la víctima, el Sr. Howard, demanda a la empresa española en el Estado de
Michigan (EEUU). Ésta, tras serle notificada la cédula de emplazamiento, considera prescrita
la acción según el Derecho español y la falta de competencia de los tribunales norteamericanos
para conocer del litigio, por lo que opta por permanecer en rebeldía. El juzgado americano
finalmente condena a la empresa española al pago de una indemnización al demandante. La
cuestión que nos planteamos en este tema es si el demandante puede instar la ejecución de la
sentencia estadounidense en España y bajo qué condiciones.
17.3. Como explicamos en el tema 2, las normas de RyE de decisiones extranjeras son
normas de rango legal, pero tienen un fundamento constitucional. Las normas sobre
RyE son un instrumento necesario para asegurar el derecho a una tutela judicial
internacional efectiva (vid. artículo 3 LCJI). Aceptar que unos tribunales extranjeros son
competentes para resolver un litigio debe acompañarse de una predisposición favorable
al reconocimiento y a la ejecución en España de la resolución que dicten dichos
tribunales. Si no fuera así, se pondría en riesgo la efectividad de la tutela judicial
internacional, por ejemplo, cuando se trata de una sentencia de condena, si el deudor
tiene su patrimonio en España; o cuando se trata de una sentencia de divorcio, si uno de
los cónyuges quiere contraer nuevo matrimonio ante las autoridades españolas. Pero por
otro lado, la Constitución también impone un límite: no se puede dejar valer o hacer
cumplir un fallo extranjero que, por su contenido o por el procedimiento seguido,
suponga una vulneración de los derechos fundamentales garantizados por la
Constitución. El reconocimiento no puede realizarse a ciegas, sino que debe quedar
sometido a condiciones que garanticen que la decisión extranjera se puede insertar en
nuestro ordenamiento sin vulnerar sus principios esenciales. Dentro de estos límites
esbozados, las normas sobre RyE son normas de configuración legal.
17.4. Antes de pasar a exponer el régimen positivo, hay una serie de distinciones
conceptuales que es importante conocer. A continuación vamos a referirnos a las más
relevantes.
17.5. Teóricamente se pueden distinguir tres grados distintos de relevancia que una
sentencia extranjera puede llegar a adquirir en el ámbito de otro ordenamiento jurídico
distinto al de su Estado de origen: como simple hecho jurídico, como documento público
y como resolución judicial propiamente dicha.
(a) Como hecho jurídico: en cuanto que existe y produce efectos en el país donde ha
sido pronunciada, la decisión es un hecho jurídico, que como tal pasa a formar parte de
la realidad. Esto no puede ser negado por los demás Estados, al margen de la relevancia
que le vayan a otorgar.
(b) Como documento público: una resolución judicial extranjera es, por sí misma, un
documento público, i.e. aparecerá consignada en un documento autorizado por una
autoridad pública extranjera. Como tal, la resolución puede llegar a desplegar en el foro
una cierta eficacia al margen de su reconocimiento, tanto en relación con los hechos
constatados como en cuanto al derecho adjudicado. En el primer sentido, en relación con
hechos constatados, una sentencia extranjera puede aportarse como medio de prueba
en sentido técnico. Es decir, como medio de prueba de los hechos procesales o
extraprocesales atestados por la propia resolución. En el segundo sentido, en relación
con el derecho adjudicado, la sentencia extranjera puede servir, por ejemplo, como
prueba de una relación de filiación en el marco de un auto de declaración de herederos
ante las autoridades españolas (STS de 14 de mayo de 2001) o como «apariencia de
buen derecho» y utilizarse a los efectos de solicitar medidas cautelares mientras se
procede a su reconocimiento.
(c) Como acto jurisdiccional: una resolución judicial dispone sobre las pretensiones de
las partes, vincula a los tribunales y obliga a otras autoridades a respetarlas y en su
caso, cumplirlas y hacerlas cumplir (vid. artículo 17 LOPJ). Para que la decisión judicial
extranjera sea aceptada como tal, con pleno valor jurisdiccional y produzca sus efectos
procesales típicos, por ejemplo el efecto de cosa juzgada, se requiere su reconocimiento
por el ordenamiento en cuyo ámbito se pretende incorporar. Este aspecto es el que
desarrollaremos en este tema y en el siguiente.
17.6. Otra distinción conceptual importante es la que se suele hacer entre los términos
de reconocimiento, declaración de ejecutividad y de ejecución. «Reconocer» es un
término genérico, que implica dar efectos procesales en el foro a una decisión
extranjera: típicamente, el efecto de cosa juzgada, positiva y negativa, y el efecto
ejecutivo. «Declarar ejecutiva» es un término específico que implica el reconocimiento
en el foro de uno de los posibles efectos procesales que puede llevar aparejado una
decisión extranjera: el efecto ejecutivo. Mediante la declaración de ejecutividad se le
reconoce ese efecto a la decisión extranjera y por consiguiente, ésta se convierte en
título ejecutivo para las autoridades nacionales. Esto permite entender el dicho de que
«puede haber reconocimiento sin ejecución, pero no puede haber ejecución sin
reconocimiento». Por último, «ejecutar» implica llevar a cabo el procedimiento de
ejecución coactiva de dicha decisión extranjera.
17.7. El reconocimiento, como término genérico, conlleva que una decisión judicial
procedente de un Estado (Estado de origen) valga y tenga fuerza en otro Estado distinto
(Estado receptor o requerido). En principio, el sistema español arranca de que el
reconocimiento a título principal de una decisión extranjera y su declaración de
ejecutividad requieren un proceso autónomo, conocido bajo el término de execuátur o
exequátur, que es el que utiliza el legislador nacional vid. artículo 42 LCJI. La
jurisprudencia suele afirmar que el exequátur es un procedimiento de homologación
de una decisión judicial extranjera (sin perjuicio de presentar un carácter constitutivo
procesal en tanto que una vez homologada la sentencia extranjera puede hacerse valer
en España con los efectos que le sean propios, vid., por todos, y con más referencias,
ATS de 8 de julio de 2003). El exequátur es, por así decirlo, un «mini-proceso» que
constituye la puerta de entrada de las decisiones extranjeras en España.
Alternativamente, nuestro sistema prevé también la posibilidad de un reconocimiento
incidental de las sentencias extranjeras, en el marco de otro proceso principal abierto en
España. En este caso, la eficacia de ese reconocimiento incidental se limita a lo resuelto
en el proceso principal (vid. artículo 44.2 LCJI). Los textos supranacionales, como vamos
a ver, facilitan las cosas llegando a eximir de la necesidad de exequátur.
17.11. En el Derecho español vigente, las reglas de RyE se encuentran en los artículos
41-55 LCJI, y en diversos reglamentos europeos y convenios internacionales. El sistema
se caracteriza por la heterogeneidad de regímenes, tanto geográfica, i.e. en función del
Estado de origen de la decisión, como material, i.e. en función del objeto de la decisión.
Esta situación plantea ciertos problemas de concurrencia normativa, por ello es
imprescindible delimitar con precisión el ámbito de aplicación de cada texto.
17.12. Comenzaremos por los textos más relevantes vigentes en el ámbito europeo
(con más detalle, vid. tema 4):
(a) La red de convenios bilaterales concluidos por España con, por ejemplo, Suiza,
Colombia, Francia, Italia, Alemania, Austria, República Checa y Eslovaquia, México,
Israel, Brasil, Uruguay, China, Bulgaria, Rusia, Marruecos, Rumania, Tailandia, El
Salvador, Túnez, Argelia o Mauritania.
(c) Los Convenios de La Haya concluidos por la UE, como el Convenio sobre
acuerdos de elección de foro, de 30 de junio de 2005, que se aplica al reconocimiento
y ejecución en los Estados de la UE de las sentencias procedentes de terceros Estados
(por ahora, México, Singapur, Montenegro y el Reino Unido) dictadas con base en ese
texto.
Ejemplo. El artículo 23.2 del Convenio bilateral de 1983 con Alemania (aplicable aún respecto
a materias excluidas de los reglamentos europeos, pero incluidas en el ámbito del convenio
bilateral) dice: «El presente Convenio no afectará a las normas más favorables de Derecho
interno de las partes contratantes que faciliten el reconocimiento y ejecución de las
resoluciones y transacciones judiciales y documentos públicos con fuerza ejecutiva». Este
principio de mayor favorabilidad aparece en numerosos convenios.
17.18. En tercer lugar, en cuanto a las relaciones entre las normas europeas y los
convenios internacionales operan las «cláusulas de relación» que las primeras suelen
contener. Estas cláusulas dejan valer normalmente el principio de especialidad (vid., por
ejemplo, artículo 71 Reglamento Bruselas I bis). En defecto de normas de relación vale,
entre los Estados miembros, el principio de exclusividad de la regulación europea: ésta
sustituye en las relaciones entre los Estados miembros a los convenios internacionales
de que sean parte. En relación con los convenios celebrados con terceros Estados valen
las reglas generales del Derecho internacional público.
Estado
Texto Ámbito material de
origen
CH, N,
• Convenio de Lugano II Civil y mercantil
IS
Matrimonial y Responsabilidad
UE (–
• Reglamento Bruselas II ter parental, incluido secuestro
DK)
internacional
Estado
• Convenios bilaterales Según cada convenio
parte
Estado
• Convenios multilaterales Según cada convenio
parte
17.19. El régimen de RyE del Reglamento Bruselas I bis se aplica, como ya sabemos,
cuando la resolución caiga dentro de su ámbito material (civil y mercantil) y haya sido
dictada por los tribunales de otro Estado miembro de la UE (supra tema 4).
A continuación vamos a analizar cada una de ellas siguiendo este mismo orden.
Texto Artículo 45.1 Reglamento Bruselas I bis. «1. A petición de cualquier parte
interesada, se denegará el reconocimiento de la resolución:
c) si la resolución es inconciliable con una resolución dictada entre las mismas partes en el
Estado miembro requerido,
e) en caso de conflicto de la resolución con lo dispuesto en: (i) el capítulo II, sec. 3, 4 o 5, en
el supuesto de que el demandado sea el tomador del seguro, el asegurado, un beneficiario
del contrato de seguro, la persona perjudicada, el consumidor o el trabajador, (ii) el
capítulo II, sec. 6».
En los casos en que el Reglamento Bruselas I bis permite el control de la CJI del tribunal
de origen de la resolución, este control queda limitado en un aspecto significativo: el
tribunal del Estado miembro requerido quedará vinculado por las apreciaciones de los
hechos sobre los cuales el tribunal de origen fundó su competencia (artículo 45.2). El
TJUE ha aclarado, además, que este control no debe llevarse a cabo en el momento de
expedir el certificado al que se refieren los artículos 53 y 54 del Reglamento (as. C-
347/18, infra 17.28).
Desarrollo: daños punitivos y garantías procesales. Hay dos áreas donde se suele discutir
el juego del orden público: condenas al pago de daños punitivos y garantías procesales. En
principio, el mero hecho de que una sentencia extranjera contenga una condena al pago de
daños punitivos, no puramente compensatorios, no es motivo per se de contradicción con el
orden público español (vid. ATS de 24 de diciembre de 1996 o ATS de 13 de noviembre de 2001
y elaborando más esta doctrina, AAP de Barcelona, de 4 de octubre de 2019). En cuanto al
orden público procesal, y con el matiz que se hará a continuación, hay que tener en cuenta que
los modelos normativos son muy diferentes de un Estado a otro. A los efectos de su concreción
es siempre relevante el comportamiento del demandado. Así, por ejemplo, en los países
anglosajones cabe una condena sin motivación de la decisión bajo ciertas condiciones.
Cuando el demandado ha permanecido voluntariamente en rebeldía pese a haber sido
informado de la demanda, donde se exponen detalladamente los fundamentos de hecho y de
derecho, a los que se remite la propia resolución. O en los llamados «juicios-tipo» en los que las
decisiones carecen de fundamentación y extienden automáticamente lo decidido en un proceso
(llamado proceso-tipo) a quienes no han sido intervinientes en él, pero se hallan en una
situación análoga. Este tipo de resoluciones no son necesariamente contrarias a nuestro orden
público. En el primer supuesto, el TJUE ha entendido que sólo cabe invocar el orden público si
esa falta de motivación supone un menoscabo manifiesto y desmesurado del derecho del
demandado a un proceso equitativo, debido a la imposibilidad de interponer un recurso contra
la resolución (C-619/10 o C-302/13). En relación con segundo supuesto, nuestra jurisprudencia
ha entendido que en la medida en que la sujeción a un proceso de este tipo es consentida por
cada demandado, no pueden considerarse contrarios a nuestro orden público procesal (vid.,
AAP de Madrid de 9 de junio de 2003). Por último, y en relación con la ejecución de medidas
cautelares que pueden afectar a los derechos patrimoniales de terceros (por ejemplo,
limitaciones de disponer de activos del deudor), el TJUE ha concluido que dicha ejecución no
vulnera el derecho de defensa siempre que los terceros afectados puedan invocar sus derechos
ante el órgano jurisdiccional de origen (as. C-559/14). Es oportuno también recordar que el
TEDH ha considerado que no deben reconocerse ni ejecutarse sentencias extranjeras cuando
el en el procedimiento seguido en el Estado de origen no hayan respetado las garantías
procesales exigidas por el CEDH (vid. por ejemplo, STEDH de 20 de julio de 2001 o de 20 de
octubre de 2022).
Pero no es suficiente cualquier tipo de rebeldía. El Reglamento sólo ampara las rebeldías
forzosas, rechazando las llamadas rebeldías «por conveniencia» o «por convicción». A
estos efectos, el Reglamento prevé dos circunstancias que deben darse
cumulativamente:
Advertencia. El artículo 45.2 (b) del Reglamento no exige que se pruebe que la cédula de
emplazamiento se puso efectivamente en conocimiento del demandado, sino únicamente que
el periodo calculado desde la fecha de notificación –entendida como adecuada– dio al
demandado tiempo suficiente para defenderse (no se olvide que la notificación ficticia no
impide el reconocimiento de la decisión extranjera siempre «que se hayan realizado todas las
investigaciones que exigen los principios de diligencia y buena fe para encontrar al
demandado» (pfo. 15.28). En principio, y sin que de la literalidad del precepto deba extraerse
otra conclusión, si la notificación respeta unos parámetros equivalentes a los que viene
exigiendo nuestro Tribunal Constitucional para una notificación edictal en España (i.e. que
ésta tenga naturaleza subsidiaria, supletoria y excepcional) y el ordenamiento extranjero
dispone de un mecanismo de revisión extraordinario equivalente a nuestro recurso de
rescisión de sentencias en casos de rebeldía forzosa, la decisión extranjera deberá
reconocerse. De lo contrario, no (vid. ATS de 26 de octubre de 1999; AAP de Madrid, de 12 de
febrero de 2002). Por otra parte, el TJUE ha precisado que el juez del Estado requerido es
competente para comprobar la concordancia entre la información que figura en el certificado
expedido por la autoridad de origen sobre la notificación de la cédula de emplazamiento y la
realidad de este hecho (as. C-619/10, y AAP de Barcelona, de 25 de julio de 2018). En relación
con la notificación por sustitución, i.e. en persona distinta del demandado, vid. STJUE as. C-
354/15.
(b) Además, el artículo 45.2 (b) añade una «regla de subsanación»: pese a que la
notificación de la cédula de emplazamiento o documento equivalente no fue conforme a
lo que exige el Reglamento, el vicio se subsana si el demandado conoció la resolución
en su contra y no la recurrió pudiendo hacerlo. Esto significa que una notificación
defectuosa de la cédula de emplazamiento queda salvada por el conocimiento de la
resolución unido a la posibilidad de recurrirla. Naturalmente, esta regla exige que el
demandado «haya conocido efectivamente el contenido de la resolución por medio de
entrega o notificación efectuada con tiempo suficiente para poder defenderse ante el
órgano jurisdiccional del Estado de origen» (TJUE as. C-283/05) y que esta posibilidad
de recurso permita una revisión plena fáctica y jurídica, aunque no implique
necesariamente una retroacción de las actuaciones. Los recursos limitados no son
suficientes. En este precepto, y según el TJUE, la posibilidad de recurrir la resolución
original se cumple cuando este recurso se condiciona a una demanda de exención de la
preclusión del plazo para recurrir (as. C-70/15), esto es, cuando el condenado tiene la
posibilidad de plantear una acción de rescisión de sentencias firmes y no lo hace.
17.25. Por último, el Reglamento prevé también la inconciliabilidad de decisiones
como causa de denegación del reconocimiento. El fundamento de esta condición del
reconocimiento descansa en el postulado general de todo sistema jurídico de eliminar
las antinomias, impidiendo que pueda darse cumplimiento en el foro a fallos
contradictorios o irreconciliables entre sí. Tal antinomia puede derivarse de la
contradicción entre una decisión extranjera y una decisión nacional del Estado
requerido o de una contradicción entre dos decisiones extranjeras cuyo reconocimiento
se pretende en el foro (=Estado requerido). Pero ni la litispendencia en el foro, aunque
el procedimiento fuese anterior (vid., en relación al Reglamento Bruselas II ter, TJUE as.
C-386/17), ni a fortiori, en un tercer Estado, son motivos de denegación del
reconocimiento. El Reglamento Bruselas I bis resuelve los problemas derivados de la
incompatibilidad entre resoluciones judiciales mediante dos reglas de prevalencia:
(a) Regla de la prioridad temporal [artículo 45.1 (d)]: opera cuando el conflicto se
plantea entre dos o más resoluciones extranjeras. En tal caso, la primera resolución en
el tiempo prevalece. Esta regla vale tanto si la concurrencia se plantea entre dos
resoluciones procedentes de Estados miembros, como si se plantea entre una resolución
procedente de otro Estado miembro y una resolución procedente de un tercer Estado
«cuando esta última reúna las condiciones necesarias para su reconocimiento en el
Estado miembro requerido». No es aplicable, en cambio, cuando ambas decisiones
proceden del mismo Estado (as. C-157/12). En todo caso, además de la inconciliabilidad,
se exige identidad de objeto y causa.
En relación con este supuesto, se ha considerado que una sentencia del Estado
requerido que incorpora los términos de un laudo arbitral no constituye una resolución
invocable para denegar el reconocimiento o la ejecución «cuando un tribunal de ese
Estado miembro no habría podido dictar una resolución con un resultado equivalente al
de dicho laudo sin contravenir las disposiciones y los objetivos fundamentales de este
Reglamento, en particular el efecto relativo de la cláusula compromisoria insertada en
un contrato de seguro y las normas de litispendencia» (TJUE as. C-700/20). Se evita así
que el recurso al arbitraje pueda utilizarse para frustrar el efecto útil del Reglamento y
la aplicación de sus reglas. Además, el recurso al orden público no se puede utilizar para
extender indirectamente el ámbito de aplicación de las reglas sobre inconciliabilidad de
decisiones (TJUE Ibid.).
(b) Regla de la primacía de la decisión del foro [artículo 45.1 (c)]: opera cuando la
contradicción se plantea entre una resolución de otro Estado miembro y una resolución
del foro; en nuestro caso, España. En este supuesto, la resolución española prevalece
con independencia de que sea anterior o posterior en el tiempo y además la causa de
denegación se formula en términos más amplios (la mera inconciliabilidad con una
sentencia dictada entre las mismas partes). El conflicto entre una resolución de un
tercer Estado y una resolución del foro se ha de resolver conforme al Derecho nacional
de cada Estado.
1.3. Procedimiento
Ejemplo. Una empresa española ha obtenido una sentencia favorable de los tribunales
franceses en la que se declara que no es responsable de unos daños que ha padecido un
nacional francés. A continuación, este último plantea una reclamación por los mismos daños y
frente a la misma empresa ante los tribunales españoles. En este caso, la empresa española
podrá utilizar la decisión francesa para excepcionar cosa juzgada. El éxito de esta excepción
dependerá de que el juez español reconozca o no dicha decisión. Hablaremos entonces de
reconocimiento incidental. Si, por el contrario, la empresa española plantea un procedimiento
autónomo de reconocimiento en España de la decisión francesa, con el fin de prevenirse por
ejemplo ante cualquier futura reclamación, hablaremos de reconocimiento a título principal.
17.31. Si se quiere ejecutar la decisión extranjera, esto es, utilizarla como título para
instar un procedimiento de ejecución forzosa en el Estado requerido, es suficiente con
que el interesado presente una copia auténtica de la decisión y el certificado expedido
por la autoridad del Estado de origen que acredite, entre otras cosas, que tiene fuerza
ejecutiva (artículos 37, 42 y 53). El Reglamento, además de reconocer la suficiencia del
título para obtener medias cautelares (rectius, de aseguramiento de la ejecución), aclara
que la decisión extranjera debe ser ejecutada en las mismas condiciones que si se
hubiese dictado en el Estado requerido, incluyendo los motivos de denegación de la
ejecución en la medida en que no contravengan el Reglamento (artículos 40 y 41, y vid.
también artículo 54 que prevé un mecanismo de adaptación a las medidas u órdenes
nacionales).
17.35. El Acuerdo CE-Dinamarca extiende este mismo régimen en relación con las
resoluciones de tribunales daneses.
17.36. El Convenio de Lugano, por su parte, está inspirado en la versión anterior del
Reglamento de Bruselas I bis y, por consiguiente, mantiene la necesidad de pasar por el
exequátur (aunque se trata de un «exequátur simplificado») de la resolución extranjera,
i.e. un procedimiento previo y autónomo, donde se le reconozca fuerza ejecutiva. Es un
procedimiento que debe instar la parte interesada en iniciar la ejecución, unilateral en
primera instancia y con posibilidad de recurso ante la Audiencia Provincial (y,
eventualmente, ante el Tribunal Supremo). En este texto, no obstante, hay algunas
diferencias puntuales, por ejemplo, en cuanto a las causas de denegación del
reconocimiento (vid. por ejemplo, artículo 64.3).
17.45. Antes de concluir debe llamarse la atención sobre el hecho de que el Reglamento
tiene un régimen especial para las nulidades canónicas. Cualquier resolución relativa
a la nulidad de un matrimonio regulada por un concordato entre un Estado miembro y la
Santa Sede se reconocerá en los demás Estados miembros en las condiciones prescritas
por el Reglamento (artículo 99). En el caso español, una vez que la decisión canónica
haya sido declarada ajustada al Derecho del Estado por el trámite de los artículos 80 CC
y 778 LEC, podrá ser reconocida en los demás Estados miembros (ténganse en cuenta
las particularidades que establece el artículo 99.4 del Reglamento).
§4. RÉGIMEN CONVENCIONAL
17.46. España ha concluido una serie de convenios bilaterales con distintos países cuyo
objeto (exclusivo o no) es el reconocimiento recíproco de resoluciones judiciales.
También hay convenios multilaterales especiales que tienen reglas puntuales sobre esta
cuestión. No vamos a estudiar su contenido ya que excede del propósito de esta obra.
Por lo que respecta a los convenios bilaterales es suficiente con conocer su existencia (la
lista está recogida supra núm. 17.13). Su contenido en cuanto a las resoluciones que se
pueden beneficiar de cada convenio respectivo, las causas de denegación o el
procedimiento de exequátur es muy variado, no obedecen a un patrón único. En la
práctica ello obliga a llevar a cabo una consulta detallada de cada texto.
Advertencia. Puede ser oportuno señalar que, apartándose del modelo general, en algunos de
estos convenios –así, el convenio bilateral con Rusia– se prevé que la solicitud de exequátur
sea efectuada a través del tribunal de origen salvo que el solicitante tuviese su domicilio o
residencia en el Estado requerido (vid. artículo 22 y AAP de Girona, de 22 de febrero de 2021).
Por otro lado, y de manera muy discutible, en relación con el Convenio bilateral con
Marruecos, la jurisprudencia de audiencias suele entender que no cabe un reconocimiento
incidental y por consiguiente, no se puede invocar la sentencia dictada en ese Estado
directamente ante el juez que está conociendo del proceso principal (por ejemplo, para
fundamental una excepción de cosa juzgada) sin el previo exequátur (entre otras AAP de
Barcelona, de 1 de julio de 2020).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 18 RECONOCIMIENTO Y EJECUCIÓN DE DECISIONES EXTRANJERAS (II)
TEMA 18
1. INTRODUCCIÓN
18.1. Los artículos 41 a 55 LCJI contienen el régimen general del Derecho interno
aplicable al RyE de resoluciones extranjeras. No obstante, la aplicación de LCJI es
subsidiaria (artículo 2 LCJI): sólo puede invocarse fuera del ámbito de los reglamentos
europeos o de los convenios internacionales. Debe tenerse en cuenta, además, el
régimen especial en materia de arbitraje (artículo 46 LA, que se remite a la LCJI),
concurso (artículo 220 LC), adopción (artículos 25 y ss. LAI), registro civil (artículos 96 y
97 LRC, donde se prevé que la inscripción de resoluciones extranjeras se podrá instar
directamente ante el encargado del registro civil) o expedientes de jurisdicción
voluntaria (artículos 11-12 LJV, vid. DA 1.ª LCJI).
18.2. La interpretación de las normas de RyE establecidas en la LCJI responde a los
cánones hermenéuticos generales del Derecho procesal, con las precisiones hechas en
su artículo 3, i.e. el principio general favorable a la cooperación. En cualquier caso, y
como sucedía con las reglas de CJI, para asegurar la consistencia interna de sistema, los
textos supranacionales nos proporcionan un referente hermenéutico muy útil –e
imprescindible– para resolver las ambigüedades o integrar las lagunas del Derecho
interno (analogía iuris).
2. ÁMBITO DE APLICACIÓN
18.3. El ámbito de aplicación de la LCJI viene definido por tres variables: el objeto del
litigio, la fecha de la solicitud del exequátur y el tipo de resolución. La LCJI se aplica al
reconocimiento y la ejecución de decisiones judiciales extranjeras en material civil y
mercantil, incluyendo la responsabilidad civil derivada de delito y los contratos de
trabajo (vid. artículo 1.2 LCJI). No se aplica al exequátur de resoluciones extranjeras
basadas en derechos de naturaleza jurídico-pública (ATS de 15 de febrero de 2005).
18.7. La LCJI añade, además, una regla especial para las sentencias extranjeras
susceptibles de modificación, por ejemplo, en materia de obligaciones alimenticias o
relaciones paterno-filiales, cuando se ha producido un cambio de circunstancias que
puede justificar la revisión de la decisión inicial (artículo 45). Esta regla especial cumple
una doble función. Por un lado, aclara que el Estado de origen no mantiene una suerte
de competencia funcional exclusiva y, por lo tanto, nada impide que los tribunales
españoles puedan dictar una nueva resolución en esas circunstancias (naturalmente, si
se dan los presupuestos materiales y procesales correspondientes). Y en segundo lugar,
«recuerda» las dos posibles vías que puede seguir el interesado: (i) solicitar el
reconocimiento de la resolución extranjera y, si se dan las condiciones pertinentes, su
modificación ante los tribunales españoles; (ii) o directamente plantear una demanda
ante nuestros tribunales ex novo (vid. AAP de Barcelona, de 27 de julio de 2017 o AAP de
Girona de 8 de mayo de 2018). En ambos casos es necesario que los tribunales españoles
tengan CJI conforme a las reglas generales.
18.8. Siguiendo a los textos supranacionales vigentes en España, la LCJI distingue entre
el reconocimiento de una sentencia extranjera (artículos 44-49) y su ejecución (artículo
50). La LCJI prevé también que el reconocimiento de una sentencia extranjera puede
pedirse a título principal, a través del procedimiento de exequátur (artículo 42.1 LCJI),
o a título incidental (artículo 44.2). La ejecución en sentido propio, en cambio, sólo
puede llevarse a cabo una vez concedido el exequátur de la sentencia extranjera
(artículo 42.2 LCJI). Más adelante veremos las particularidades de estos
procedimientos.
18.10. La fuerza ejecutiva de una sentencia la determina también la ley del Estado de
origen (artículo 50.1 LCJI), aunque naturalmente el procedimiento de ejecución se
regirá por la ley española (artículo 50.2 LCJI). Como hemos visto en el tema anterior, la
LCJI resuelve expresamente el problema de la ley aplicable a la caducidad de la acción
ejecutiva. Según el artículo 50.2 in fine LCJI el plazo de 5 años que prevé nuestra LEC
se aplica también a las sentencias extranjeras (vid. STS 16 octubre 2014). Es discutible
si el dies a quo para el cómputo del plazo es el día en que la sentencia extranjera
adquirió firmeza conforme a la ley del Estado de origen o el día que obtiene el exequátur
en España. Aunque probablemente la intención original del legislador fuese la primera
solución, si se entiende que estamos ante un título complejo integrado por la sentencia
extranjera y el auto de homologación habría argumentos para defender la segunda (vid.
AAP de Murcia, de 30 de octubre de 2012 y, tras la LCJI, APP de melilla de 15 de julio de
2021). En cualquier caso, si la acción ejecutiva ha caducado conforme a la ley del Estado
de origen, la sentencia no será ejecutable en España.
4. CAUSAS DE DENEGACIÓN
e) Cuando la resolución fuera inconciliable con una resolución dictada con anterioridad en
otro Estado, cuando esta última resolución reuniera las condiciones necesarias para su
reconocimiento en España.
f) Cuando existiera un litigio pendiente en España entre las mismas partes y con el mismo
objeto, iniciado con anterioridad al proceso en el extranjero».
Desarrollo. Las sentencias extranjeras derivadas de procesos sumarios o monitorios que sean
firmes, i.e. que no permitan reabrir el debate si el demandado no se opuso, pueden ejecutarse
en España al amparo de la LCJI. No obstante, deben haberse adoptado respetando unas
garantías equivalentes en cuanto a los medios de notificación, información al demandado,
plazos o recursos extraordinarios de revisión análogas a las que exige el Derecho español (vid.
Auto Juez 1.ª Instancia de Colmenar Viejo de 1 de junio de 2007 o AAP de Madrid de 13 de
enero de 2009). Sobre la notificación de las sentencias en este ámbito, vid. STS de 6 de octubre
de 2016.
18.14. La tercera es que la sentencia extranjera se haya pronunciado sobre una materia
sobre la que sean exclusivamente competentes los tribunales españoles o, en las demás
materias, que la competencia del juez de origen no obedezca a una conexión
razonable. La LCJI concreta esta cláusula general de la conexión razonable con una
presunción basada en la bilateralización de nuestros foros de competencia directa: Se
presumirá la existencia de dicha conexión razonable cuando el tribunal extranjero haya
basado su competencia en criterios similares a los previstos por la legislación española.
A pesar del tenor literal del precepto, no debe atenderse a que la decisión del juez
extranjero se haya formalmente basado o no en esos criterios sino a que de hecho se
cumplan (aunque el juez extranjero hubiese acudido a otros). No se reconocerán, en
ningún caso, las resoluciones adoptadas en contravención de una cláusula de
jurisdicción exclusiva a favor de los tribunales españoles o de otro Estado miembro.
Tampoco, naturalmente, se reconocerán las sentencias extranjeras que contravengan
los foros de protección o los foros exclusivos establecidos en el Reglamento Bruselas I
bis.
18.15. La cuarta y quinta es que la resolución extranjera sea inconciliable con una
resolución dictada en España o que exista en España un litigio pendiente entre las
mismas partes y con el mismo objeto iniciado con anterioridad al proceso en el
extranjero. En el primer caso se protege la consistencia del sistema jurídico y en el
segundo la regla de litispendencia. Si ya hay una sentencia dictada en España, sea firme
o no, no se va a reconocer ninguna sentencia extranjera que resulte inconciliable con
aquélla. Es irrelevante, a estos efectos, que la sentencia extranjera sea anterior o
posterior a la española. Tampoco se va a reconocer la sentencia extranjera si hay un
proceso pendiente ante los tribunales españoles, entre las mismas partes y con el
mismo objeto, siempre que se haya iniciado con anterioridad al proceso en el extranjero.
Si el proceso aquí es anterior, se supone que el juez extranjero debería haber aceptado la
excepción de litispendencia según nuestros parámetros procesales (vid. artículos 39-40
LCJI). Si no lo ha hecho, se le sanciona denegando el reconocimiento de su decisión. En
cambio, si el proceso en España fue posterior, no cabe por este mero motivo (sí por
cualquier otro) denegar el reconocimiento de la sentencia extranjera. La razón es que,
en principio, el juez español debería haber suspendido el proceso a favor del juez
extranjero y el hecho de que haya continuado es una anomalía que no puede impedir el
reconocimiento de aquélla.
18.16. Y, por último, cuando sea inconciliable con una resolución dictada con
anterioridad en otro Estado, cuando esta última resolución reuniera las condiciones
necesarias para su reconocimiento en España. Como hemos visto, el conflicto entre una
resolución extranjera y una resolución española se resuelve siempre a favor de esta
última. El conflicto entre dos resoluciones extranjeras, susceptibles ambas de
reconocimiento en España, se resuelve a favor de la primera en el tiempo. En este caso,
se atiende a la fecha de la decisión, no a la fecha de inicio del procedimiento (como, por
otro lado, es la regla general en los textos supranacionales).
18.17. Una novedad digna de mención, tanto en relación con nuestro Derecho vigente
hasta ahora como en el ámbito del Derecho comparado, es la regla sobre acciones
colectivas (artículo 47 LCJI). Esta regla ya la hemos comentado supra 6.33.
5. PROCEDIMIENTO
18.21. Para prevenir los riesgos asociados a la duración temporal del procedimiento de
exequátur o incluso a la adquisición de firmeza por la sentencia en el Estado de origen,
como condición de aquél, se pueden solicitar medidas cautelares en España llamadas a
asegurar la eficacia de la futura decisión (artículo 54.1 LCJI). En todo caso, la adopción
se condicionará a los requisitos del artículo 728 LEC, teniendo en cuenta la apariencia
de buen derecho que deriva de una sentencia extranjera; si se solicitan con anterioridad
a la demanda de exequátur, ésta deberá presentarse en el plazo de 20 días (artículo
730.2 II LEC).
18.23. En este apartado abordaremos el estudio de algunas de las reglas sobre RyE que
existen en sectores específicos de nuestro ordenamiento. En concreto, vamos a aludir a
las especialidades en relación con las resoluciones de responsabilidad parental y
custodia, decisiones de órganos no judiciales, resoluciones de condena al pago de
obligaciones alimenticias, resoluciones sobre adopción y resoluciones de condena al
pago de costas.
(a) Una vez que se ha producido un traslado ilícito de un Estado parte a otro, por
ejemplo, del Estado A al Estado B, el titular de la custodia perjudicado podrá acudir a las
autoridades centrales de su Estado, normalmente donde residía el menor antes del
traslado (A), o a las del Estado B para instar la restitución del menor. La solicitud debe ir
acompañada de una serie de documentos (artículo 8). En España la autoridad central se
encuentra en el Ministerio de Justicia.
Advertencia. Para calificar un traslado como ilícito ha de atenderse a la situación jurídica del
menor y a los derechos de los progenitores. Estos derechos pueden estar determinados por
una resolución judicial o por la ley del país de origen o por un acuerdo con efectos jurídicos
(vid. STJUE C-400/10 o C-262/21; SAP de Barcelona, de 3 de octubre de 2017): la pregunta
clave es siempre quién o quiénes tienen derecho a decidir sobre la residencia del menor y bajo
qué condiciones. Así, un traslado puede ser ilícito cuando un progenitor pese a ser titular de la
custodia traslada a los menores al extranjero sin autorización –legal o judicial– para ello (i.e. el
Convenio protege el ne exeat right; vid., AAP de Santa Cruz de Tenerife, de 22 de noviembre de
2006) o cuando un progenitor titular de un derecho de visita no retorna al país de origen
teniendo obligación de hacerlo (= retención ilícita). También puede ser ilícito el traslado que
hace el progenitor titular de la custodia cuando la guarda es compartida. Cuando existe
autorización judicial, no hay ilicitud (AP de Barcelona, de 30 de septiembre de 2009, vid.
también STS de 20 de octubre de 2014). Por cierto, conviene también saber que el Tribunal
Supremo ha considerado indemnizable el daño moral causado por un traslado ilícito (STS de
30 de junio de 2009).
(b) Si acude a las autoridades del Estado de origen, recibida la reclamación, esta
autoridad la transmitirá a la autoridad central del Estado donde se encuentra el menor
objeto de traslado ilícito (en nuestro ejemplo, la autoridad central de B). Esta segunda
adoptará o hará que se adopten todas las medidas necesarias para la restitución del
menor, incluida la incoación de un procedimiento judicial llamado a ordenar dicha
restitución.
(c) El Convenio impone a las autoridades del Estado requerido la obligación de ordenar
la restitución del menor si el procedimiento se ha iniciado antes de que haya
transcurrido un año desde el traslado o incluso después salvo que el menor se haya
integrado en el nuevo Estado (artículo 12). No obstante, en ambos casos, el Convenio
establece una lista tasada de causas de denegación de la restitución (por ejemplo, que el
encargado de la custodia del menor no la ejercía de manera efectiva o que el retorno
conlleva un grave riesgo físico o psíquico para el menor, artículo 13).
Ejemplo. (AAP de Zaragoza de 30 de noviembre de 1999). Tras el divorcio en Carolina del Sur,
y contraviniendo la sentencia americana que prohibía a la madre sacar a las hijas de EEUU,
ésta las traslada a Zaragoza. El abogado del Estado –actuando en virtud del mecanismo de
cooperación entre autoridades que prevé el Convenio– solicita al juzgado español que ordene
la restitución de las menores. No obstante, y pese a no darse las causas de denegación que se
establecen en el artículo 13 del Convenio, esta solicitud es rechazada alegando que ya ha
trascurrido más de un año desde el traslado y las menores se hallan plenamente integradas en
su nuevo medio (vid. también, STC 16/2016).
(d) El Convenio impide a las autoridades donde ha sido trasladado ilícitamente el menor
tomar una decisión sobre el fondo de los derechos de custodia hasta que se haya
determinado que el menor no debe ser restituido o haya transcurrido un plazo de tiempo
razonable sin que se haya solicitado la restitución (artículo 16, vid. sobre el significado
de este precepto, STS de 22 de junio de 1998).
18.26. El Convenio, como hemos dicho, no se ocupa de las cuestiones de fondo, sino
meramente de regresar al status quo anterior al traslado ilícito (vid. por todas STJUE,
as. C-497/10). El Reglamento Bruselas II ter complementa este régimen, cuya eficacia
se ha querido reforzar en esta última versión del texto. El objetivo último de todas las
medidas en evitar que quien lleva a cabo un traslado ilícito se beneficie de un cambio de
la competencia judicial sobre el fondo a favor de las autoridades del nuevo Estado. Hay,
en este sentido, dos reglas fundamentales. Por un lado, el Reglamento prorroga la
competencia del tribunal del Estado miembro de origen, i.e. el de residencia del menor
anterior al traslado o retención ilícitos. La competencia sólo pasa a las autoridades del
nuevo Estado miembro bajo ciertas condiciones muy estrictas (artículo 9). Por otro lado,
se refuerza la obligación de restitución del menor, e incluso se prevé que, si el Estado
requerido deniega la restitución por determinados motivos previstos en el Convenio de
La Haya 1980 (en concreto, los delo artículo 13 I (b) y II), el interesado pueda acudir al
juez del Estado de origen (que continua siendo competente para el fondo) y obtener una
resolución que ordene la restitución del menor, certificarla como título ejecutivo
europeo, y esta resolución será ejecutada automáticamente en el Estado requerido (vid.,
en relación con las versión anterior del Reglamento, TJUE ass. C-195/08, C-211/10 y C-
491/10; el TEDH ha concluido que este sistema de ejecución automática no es contrario
al Convenio Europeo de Derecho Humanos, básicamente porque el interesado siempre
puede buscar la protección de sus derechos en el Estado de origen, vid. Sentencia de 18
de junio de 2013). Se ha dicho que el sistema que instaura el Reglamento se basa en una
idea muy sencilla: en caso de divergencia entre el juez de residencia habitual del menor
y el juez del Estado a donde ha sido trasladado ilícitamente, el primero es
exclusivamente competente para decidir sobre el traslado (as. C-491/10), esto es, tiene
«la última palabra», con ciertas salvaguardas.
Junto con el mantenimiento de lo esencial de estas dos reglas, la nueva versión del
Reglamento ha consagrado la importancia de las normas sobre sustracción internacional
de menores incluyendo este ámbito en su título y añadiendo un Capítulo autónomo (el
Capítulo III). Además, prevé, como hemos visto, un plazo de 6 semanas para dictar la
resolución sobre la restitución del menor (artículo 24.2), introduce la mediación
voluntaria (artículo 25 y concordantes), permite a las autoridades del Estado requerido a
adoptar medidas cautelares probablemente con el fin de asegurar el contacto del menor
y el progenitor no sustractor (artículo 27.2), obliga a una comunicación entre
autoridades (artículo 27.4) y habilita a la adopción de medidas cautelares de protección
del menor si se verifica el riesgo previsto en el artículo 13 I (b) y II CLH 1980 (artículo
27.5). Y en relación con el mecanismo de «última palabra» (vid. artículo 29, aunque vid.,
también el artículo 27.3 sobre la imposibilidad de denegar el retorno si se han adoptado
medidas para proteger al menor): se requiere al juez que rechace la restitución que lo
comunique al juez del Estado de origen mediante un formulario específico incluido en
los anexos del Reglamento; y se exige que este mecanismo de «última palabra» sea
accesorio a un procedimiento sobre el fondo, iniciado ya o que se inicie en los 3 meses
siguientes a la notificación de la resolución de no retorno. Adicionalmente, el artículo
56.4 prevé una suerte de «revisión de la última palabra»: la ejecución de la decisión de
retorno ordenada bajo este mecanismo por el juez del Estado de origen se podrá
suspender cuando, tras un cambio de circunstancias, el menor quede expuesto a un
grave daño físico o psíquico. Incluso se podrá denegar la restitución si el riesgo pervive
(artículo 54.6).
18.27. Cuando el menor ha sido objeto de un traslado ilícito a nuestro país, el régimen
supranacional se complementa con lo establecido en los artículos 778 quater-778
sexies LEC, donde se establece un procedimiento muy breve llamado a decidir sobre el
retorno del menor.
18.28. Por último, en esta sede es preciso al menos hacer una mención a dos textos más.
Por un lado, el Convenio de La Haya de 1996 sobre competencia judicial, ley aplicable,
reconocimiento, ejecución y cooperación en materia de responsabilidad parental y
medidas de protección de menores. Es un texto que no sustituye al Convenio de 1980,
pero que puede utilizarse puntualmente en la medida en que permita asegurar mejor el
retorno del menor que ese Convenio (artículo 50). Y, por otro, el Convenio europeo de 20
de mayo de 1980, también conocido como Convenio de Luxemburgo 1980. Éste es un
convenio mixto de auxilio internacional y de reconocimiento y ejecución de resoluciones
relativas a la custodia y derechos de visita. Este Convenio tiene muy escasa aplicación
práctica. De hecho, entre los Estados miembros ha sido reemplazado por el Reglamento
Bruselas II ter, que obviamente establece un régimen mucho más eficaz de
reconocimiento recíproco de resoluciones en esas materias.
18.29. En relación con las decisiones de los tribunales de la iglesia católica sobre
nulidad matrimonial, existe un régimen especial en los artículos 80 CC y 778 LEC. En
virtud del Acuerdo entre España y la Santa Sede de 1979 (artículo VI.2), desarrollado
por el artículo 80 CC, las resoluciones de los tribunales de la iglesia católica sobre
nulidad del matrimonio canónico y las decisiones pontificias sobre matrimonio rato y no
consumado serán reconocibles («tendrán eficacia en el orden civil») si se declaran
ajustadas al Derecho del Estado conforme a las condiciones del artículo 954 LEC 1881;
esta remisión debe entenderse como dinámica y por consiguiente hecha ahora al
régimen de la LCJI (artículo 46). El sistema diseñado por el artículo 80 CC tiene las
siguientes características: (a) El reconocimiento no es automático, sino que responde a
un modelo de autorización u homologación previa. (b) Las condiciones para el
reconocimiento son las establecidas en el artículo 46 LCJI, aunque adaptadas a la
especial naturaleza de esta materia. La jurisprudencia ha venido realizando una
interpretación muy amplia de dichas condiciones: la competencia de los tribunales
canónicos se reconoce por la sumisión de ambas partes a su jurisdicción y puesto que no
hay un control de fondo de las sentencias extranjeras, tampoco se exige un control de
ajuste o equivalencia de las causas aplicadas a la nulidad canónica a las previstas por el
Derecho español. El único límite sustantivo que puede oponerse es el del orden público,
que opera como lo haría frente a una resolución extranjera (por todas, STS de 23 de
noviembre de 1995). El artículo 778 LEC establece reglas especiales de procedimiento.
En otros casos, la fórmula de divorcio más usual es la del divorcio por mutuo acuerdo, en el que
no se dan razones y que se corresponde como un espejo al acto de celebración del matrimonio
y que no se depositan ni registran ante una autoridad estatal. Hay argumentos para defender
que un divorcio puramente privado debe reconocerse en España por vía conflictual, i.e. si se ha
hecho de conformidad con la ley aplicable al divorcio según nuestras normas de conflicto.
Aunque el TJUE ha concluido que el Reglamento 1259/2010 sobre ley aplicable al divorcio no
se aplica (directamente) al divorcio resultante de una declaración unilateral de voluntad de
uno de los cónyuges ante un tribunal religioso (as. C-372/16). En este mismo contexto, no es
ociosa una consideración adicional por su relevancia práctica. En ocasiones se ha planteado
ante nuestros tribunales la posibilidad de reconocer un «acta de declaración de divorcio
revocable» (ATS de 21 de abril de 1998; RDGRN de 12 de septiembre de 2002). Este tipo de
decisiones, conocidas en bastantes países islámicos, se adoptan ante una autoridad no judicial,
normalmente a instancia del marido y suelen ser revocables a voluntad durante un tiempo. En
principio, el hecho de que sean revocables y discriminatorias lleva a pensar que no deberían
reconocerse en España, salvo que haya transcurrido el plazo de revocabilidad y hayan
devenido firmes, o que sea la propia mujer afectada por esa decisión quien solicita su
reconocimiento.
3. OBLIGACIONES ALIMENTICIAS
El hecho de que las obligaciones alimenticias, tal y como se definen en los textos
supranacionales (donde suelen comprender la pensión compensatoria, vid. i.a. STS de
17 de febrero de 2021 o SAP de Barcelona, de 9 de febrero de 2022), se decidan junto
con una resolución sobre el estado civil (divorcio, p. ej.) conlleva la aplicación de textos
distintos. Por ello es perfectamente posible la solicitud de un exequátur parcial (vid. STS
de 14 de marzo de 2007 o AAP de Barcelona, de 11 de noviembre de 2020).
4. ADOPCIÓN
18.32. Por lo que hace al Derecho interno, el régimen está regulado en la Ley de
adopción internacional (artículo 25 y ss.). La ley se basa en un sistema de
reconocimiento incidental: las autoridades públicas españolas y en particular, el
encargado del Registro Civil, controlará incidentalmente la validez de la adopción
extranjera de acuerdo con los requisitos fijados por nuestra ley (infra tema 31).
18.37. En relación con las transacciones, el artículo 2 (b) del Reglamento menciona
tanto las que han sido «aprobadas por un órgano jurisdiccional» (aunque se hayan
concluido extrajudicialmente) como las que han sido «concluidas ante él» (vid. artículo
24 del Reglamento sobre el título ejecutivo europeo). A diferencia de los documentos
públicos, las transacciones judiciales pueden ser objeto de reconocimiento si, conforme
al Derecho del Estado de origen, producen efectos de cosa juzgada material; no debería
haber obstáculo para ello, aunque el Reglamento sólo se refiere al efecto ejecutivo.
18.40. Hasta ahora hemos estudiado las condiciones que un título extranjero con fuerza
ejecutiva en su Estado de origen debe reunir para poder ser ejecutable en España. En
este epígrafe vamos a estudiar algunos aspectos relativos al proceso de ejecución, es
decir, vamos a estudiar la ejecución forzosa propiamente dicha y sus peculiaridades
desde el punto de vista internacional. A este respecto, lo primero que debe decirse es
que la ejecución forzosa viene presidida en el plano internacional por el principio de
territorialidad (vid. AAP de Barcelona, de 28 de febrero de 2018). La exclusividad de la
soberanía territorial supone (a) que cada Estado ostenta el monopolio del ejercicio de
ese poder coactivo dentro de su territorio (aspecto positivo) y (b), recíprocamente, que
todo Estado debe respetar la soberanía de otros Estados. En consecuencia, un Estado no
puede llevar a cabo actos de coacción directa en el territorio de otros Estados sin su
consentimiento (aspecto negativo). Esta es la esencia del principio de territorialidad.
Advertencia. El significado del artículo 24.5 Reglamento Bruselas I bis. Este precepto
dice una cosa de puro sentido común. Simplemente establece una atribución genérica de CJI
en materia de ejecución: para la ejecución en España de resoluciones judiciales serán
exclusivamente competentes los tribunales españoles; para la ejecución en otro Estado
miembro distinto, serán exclusivamente competentes los tribunales de ese otro Estado. Pero
no indica al acreedor ejecutante cuándo debe solicitar la ejecución en España o en otro Estado
extranjero en particular. En principio, tendrá interés en instar la ejecución aquí cuando la
ejecución deba realizarse materialmente en España, sea porque aquí se localicen activos
patrimoniales del ejecutado, sea porque aquí deba observarse una conducta determinada. Pero
en cualquier caso, la presencia de bienes en España más que un presupuesto de la
competencia para ordenar la ejecución, es una condición de su eficacia (vid. AAP de Cádiz, de
28 de julio de 2021: lo que no procede es solicitar la ejecución en España pidiendo que se inste
la cooperación judicial internacional para averiguar los bienes del condenado en el extranjero,
AAP de Barcelona, de 28 de febrero de 2018). Por eso el artículo 22 octies 3 in fine LOPJ
establece que los tribunales españoles no podrán abstenerse de conocer cuando se trate del
reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales extranjeras. El punto de partida del
Reglamento es que el beneficiado por una resolución judicial puede, potencialmente, instar su
declaración de ejecutividad y a continuación, su ejecución en cualquier Estado que considere
apropiado. El segundo problema interpretativo que plantea el artículo 24.5 del Reglamento es
relativo a su alcance. En él se comprenden todos los litigios a los que puede dar lugar el
recurso a la fuerza, al apremio o a la expropiación de bienes con vistas a garantizar la
ejecución material de las resoluciones judiciales (TJUE as. C-261/90 o C-186/19, vid. también
STS de 18 de diciembre de 2009: competencia exclusiva de los tribunales españoles para la
enajenación judicial forzosa de las acciones de una sociedad española). Se excluyen, en
cambio, de su ámbito los procesos que tengan por objeto acciones rescisorias o revocatorias de
actos en perjuicio de acreedores (TJUE as. C-261/90) o, por idénticas razones, los de oposición
al reparto de los frutos de una ejecución hipotecaria basadas en una acción pauliana (as. C-
22/17), o los que tengan por objeto acciones de responsabilidad por ejecución indebida o la
restitución de los cobrado en un procedimiento de ejecución posteriormente invalidad o
revocado (as. C-242/20: «la acción de restitución por razón de enriquecimiento injusto no está
comprendida en la competencia exclusiva prevista en esa disposición, aun cuando dicha acción
se haya ejercitado por haber expirado el plazo dentro del cual la restitución de las cantidades
indebidamente pagadas en un procedimiento de ejecución forzosa puede reclamarse en el
marco de ese mismo procedimiento de ejecución»). Las condenas pecuniarias que se puedan
adoptar en el marco de un proceso de ejecución coactiva (por ejemplo, la liquidación de daños
y perjuicios derivados de una ejecución por sustitución o la imposición de multas coercitivas)
se pueden ejecutar en otros Estados.
18.43. La concreción práctica del principio de territorialidad viene determinada por los
mecanismos de ejecución. Desde el punto de vista del Derecho procesal internacional
podemos distinguir, atendiendo a la fórmula de ejecución, dos métodos básicos de
ejecución: por expropiación o aprehensión material y por apremio o sanción. Cada
método de ejecución tiene exigencias de conexión con el Estado ejecutor distintas. El
primero exige la «presencia» de los bienes o derechos objeto de la ejecución en el foro
de ejecución; el segundo, como hemos explicado al hablar de la ejecución impropia, no
exige necesariamente que el hacer o no hacer deba llevarse a cabo en el foro (puede
acudirse también al juez que conoció de la acción de condena o, en su caso, al del
domicilio del demandado). A continuación vamos a ver cómo juegan estas ideas en
función del tipo de condena.
Ejemplo. Imaginemos que una empresa de otro Estado miembro está llevando a cabo actos de
competencia desleal en el mercado español. La víctima plantea una demanda ante los
tribunales españoles en virtud del artículo 7.2 Reglamento Bruselas I bis. El juez español
resuelve a favor del actor y dicta una sentencia de condena conminando al demandado a llevar
a cabo ciertas conductas y a abstenerse de realizar otras. Pues bien, la ejecución de esa
sentencia se puede instar en España (además de en el Estado miembro donde el demandado
tenga su domicilio) y el juez de la ejecución español puede imponer multas coercitivas (vid.,
por ejemplo, artículo 709 LEC). La ejecución de estas últimas puede instarse, a su vez, en
cualquier Estado miembro donde el demandado tenga bienes al amparo del artículo 55
Reglamento Bruselas I bis.
18.46 Una vez explicado el alcance del principio de territorialidad y el sentido de foro
exclusivo previsto al respecto, sólo basta añadir que el procedimiento de ejecución
también está sujeto a la regla lex fori regit processum. En el caso de la ejecución en
España de una resolución extranjera, esto significa que corresponde al Derecho español
decidir entre otros, los siguientes extremos: (a) La estructura de la actividad ejecutiva:
el embargo ejecutivo (elementos constitutivos, efectos, medidas de garantía de la
afectación) y las vías de apremio o realización disponibles; en el caso español, la
enajenación forzosa (sea por subasta judicial, por fedatario público o por entidad
especializada), el convenio de realización, la adjudicación en pago y la administración
forzosa. (b) Los bienes excluidos legalmente de la ejecución; esto es, la relación de
bienes inembargables por motivos sociales de protección del deudor (para la
salvaguardia de sus mínimos vitales personales y de los medios indispensables de
trabajo). Si la embargabilidad depende de la cualidad de cedible del derecho, será, en
cambio, la lex causae aplicable al crédito la que decida esta cualidad. (c) El orden de
embargo de los bienes: qué bienes se ejecutan en primer lugar y qué bienes se ejecutan
sucesivamente, hasta cubrir el importe debido. (d) El orden de prelación de créditos,
cuando concurren varios en la ejecución. (e) Los motivos o causas de oposición a la
ejecución admisibles frente a la ejecución (como la compensación o el pago). (f) Las vías
de tutela de los derechos de terceros («tercerías» y equivalentes). (g) Los recursos
disponibles frente a los actos de ejecución (en relación con la LEC 1881, vid. STC
199/1994, cuyo fundamento es cuanto menos discutible).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO SEGUNDO DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TEMA 19 PROCEDIMIENTOS EUROPEOS
TEMA 19
PROCEDIMIENTOS EUROPEOS
§1. PLANTEAMIENTO
19.3. El ámbito de aplicación del Reglamento sobre el título ejecutivo europeo viene
delimitado por tres variables: (a) se aplica en el ámbito civil y mercantil (conceptos
tomados del Reglamento Bruselas I bis); (b) cuando la resolución, el documento público
o la transacción judicial provenga de otro Estado miembro (salvo Dinamarca) y (c)
cuando el crédito a cuyo pago es condenado el deudor no hubiese sido impugnado por
éste en el Estado de origen. El concepto de «crédito no impugnado» se define en
sentido amplio: comprende tanto los supuestos de aceptación expresa por el deudor,
bien en el marco de un procedimiento judicial (por ejemplo, en los casos de allanamiento
o de una transacción judicial), bien documentada ante una autoridad pública no judicial
(documento público con fuerza ejecutiva, vid. TJUE C-484/15), como los supuestos de
aceptación tácita, bien porque el deudor permaneció en rebeldía en el proceso de
origen, bien porque no compareció a la vista tras una impugnación inicial (artículo 3.1,
sobre los supuestos de rebeldía del demandado, TJUE as. C-511/14). Se incluyen las
decisiones relativas a las costas procesales, pero sólo si la resolución principal tiene por
objeto un crédito no impugnado (TJUE as. C-66/17).
19.5. Los presupuestos para obtener la certificación de título ejecutivo europeo son,
además de la comprobación de que se dan las condiciones de aplicación del texto: (a)
que la decisión sea ejecutiva en el Estado de origen, (b) que se hayan respetado ciertas
reglas de competencia judicial del Reglamento Bruselas I bis (en concreto, las relativas a
los contratos de consumo y seguro, así como las competencias exclusivas, vid. sobre los
primeros, TJUE as. C-508/12, aclarando que no alcanzan a los contratos entre dos
personas que no realizan actividades comerciales o profesionales, p.ej. un préstamo
entre particulares) y (c) que se hayan respetado también las normas mínimas que
establece el Reglamento en cuanto a la garantía de los derechos de defensa (artículo 6).
19.6. Las normas mínimas están pensadas para los casos en los que el procedimiento
en el Estado de origen se desarrolló sin la participación del deudor y su objeto es
asegurar que el deudor tuvo conocimiento del proceso abierto contra él de forma tal y
con tiempo suficiente para poder defenderse. La notificación se lleva siempre a cabo
siguiendo las reglas del Derecho nacional. No obstante, el Reglamento establece que
sólo se podrá certificar una resolución como título ejecutivo europeo: (a) si la cédula de
emplazamiento o documento equivalente fue notificado de alguna de las formas
recogidas en el Reglamento, donde no se admite, por ejemplo, la notificación edictal (en
general, una resolución no puede certificarse como título ejecutivo europeo cuando ha
sido dictada en rebeldía contra un demandado cuyo domicilio sea desconocido, STJUE
as. C-282/10); (b) y el deudor dispuso de tiempo y de información suficiente relativa al
crédito, a las consecuencias de su falta de oposición o al tribunal competente para esta
oposición, incluido el domicilio de éste (TJUE, as. C-289/17). Los métodos de notificación
enumerados en el Reglamento se caracterizan por ofrecer bien una certidumbre total
(cuando consta acuse de recibo del demandado) o bien un alto grado de probabilidad
(cuando se procede a una notificación por sustitución o en la esfera de control del
demandado) de que el documento notificado ha sido recibido por su destinatario.
Además, se requiere la existencia de un mecanismo de recurso extraordinario de
audiencia al demandado rebelde (artículo 19, vid. TJUE as. C-300/14). La comprobación
de que se cumplen estos presupuestos la lleva a cabo la autoridad competente del
Estado de origen (vid., sobre el concepto de «órgano jurisdiccional» en este Reglamento,
TJUE C-300/14 y C-484/15). Una vez hecha esta comprobación, expedirá el certificado.
Esta decisión no puede ser objeto de recurso, salvo para pedir la corrección de errores
materiales o cuando resulte manifiesto que la expedición de dicho certificado era
improcedente.
19.7. Una vez certificada una resolución, transacción o documento público en el Estado
de origen como título ejecutivo europeo, será ejecutivo en los demás Estados miembros
sin necesidad de exequátur. La ejecución se llevará a cabo conforme a la ley del Estado
requerido. Bajo ciertas condiciones, no obstante, se podrá denegar dicha ejecución si la
decisión es incompatible con una decisión anterior dictada en un Estado miembro o en
un tercer Estado. También cabe la posibilidad de suspender esa ejecución si la
resolución no es aún firme (vid. sobre el juego del artículo 23, TJUE as. C-393/21).
19.9. El proceso monitorio europeo no sustituye a los procesos nacionales, sino que es
una opción que se añade: «es un medio complementario y opcional para el demandante
que conserva plena libertad de recurrir a los procedimientos establecidos en el Derecho
nacional». Este proceso se basa en el uso intensivo de formularios en las
comunicaciones entre los tribunales y las partes con el fin de facilitar su administración
y permitir el procesamiento automático de datos. Estos formularios se acompañan como
anexos al Reglamento.
19.15. Para concluir este tema es necesario hacer una referencia al tercero de los
instrumentos aprobados en esta «segunda generación» de integración procesal en la
UE: el Reglamento 861/2007 (modificado por el Reglamento 2015/2421), por el que se
establece un Proceso Europeo de Escasa Cuantía. Mediante este texto se adoptan
unas normas procesales comunes para la tramitación simplificada de litigios
transfronterizos de escasa cuantía. Su propósito es evitar que dejen de plantearse
litigios por el hecho de que el incremento de costes asociado a la internacionalidad
procesal no compense la cuantía de lo que se reclama. Como en el caso del monitorio
europeo, es un proceso opcional que se añade a los regímenes nacionales.
19.19. Una vez dictada sentencia, se reconocerá y ejecutará en los demás Estados sin
necesidad de exequátur. La ejecución forzosa se sigue rigiendo por el Derecho nacional
del Estado donde se requiera la ejecución, con salvedades semejantes a las que hemos
señalado en relación con el título ejecutivo europeo. El Reglamento prevé expresamente,
como en el caso del título ejecutivo europeo, una suerte de recurso extraordinario de
revisión cuando el demandado no se opuso al requerimiento por razones de fuerza
mayor.
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11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
CAPÍTULO TERCERO
LEY APLICABLE
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11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 20 LA NORMA DE CONFLICTO: TIPOLOGÍA Y PROBLEMAS DE APLICACIÓN
TEMA 20
§1. INTRODUCCIÓN
20.1. Como explicamos al principio de esta obra, el Derecho Internacional Privado (DIPr) se
compone de tres grandes áreas temáticas. La competencia judicial internacional (CJI), cuyas
reglas nos determinan cuándo van a ser competentes los tribunales españoles. El reconocimiento y
ejecución de decisiones (RyE), cuyas reglas nos determinan si vamos a dar efectos en España a
decisiones de tribunales extranjeros y bajo qué condiciones. Y las normas de conflicto (NdC), cuyo
objeto es indicarnos qué Derecho material va a aplicar un juez español para resolver los litigios
surgidos de una relación privada internacional.
Ya hemos estudiado las dos primeras cuestiones. A partir de ahora vamos a estudiar la tercera, i.e.
vamos a analizar cómo se determinan las normas materiales que un juez español ha de aplicar para
resolver el fondo de un litigio derivado de una relación jurídico-privada vinculada con varios
Estados.
Ejemplo 1. Una empresa española (principal) ha concluido un contrato de distribución exclusiva con una
empresa francesa (distribuidor). El contrato abarca el mercado francés y el alemán. La empresa española
decide resolver el contrato y así se lo notifica a la firma francesa. Sin embargo, ésta entiende que la
resolución es abusiva y decide plantear una demanda ante los jueces españoles reclamando una
indemnización por los daños y perjuicios sufridos y además, una compensación por clientela. Ya sabemos
que los jueces españoles son competentes para conocer de dicha reclamación en virtud de que el
demandado tiene su domicilio en España. Una vez declarada su competencia (y satisfechos los otros
presupuestos procesales), el juez se ve ante la tesitura de resolver el fondo del litigio, esto es, de dar una
respuesta material a la pretensión del actor. Habida cuenta de que el contrato presenta vínculos con tres
ordenamientos jurídicos, el español, el francés y el alemán, es necesario decidir cuál de los tres se va a
aplicar al contrato y en consecuencia, va a servir al juez español para estimar o desestimar la pretensión
del actor.
Ejemplo 2. Una mujer española contrae matrimonio con un nacional austriaco en París. Tras la
celebración del matrimonio, los cónyuges se establecen allí, pero posteriormente se trasladan a España. Al
cabo de tres años de residencia en España, el marido plantea una demanda de divorcio ante los tribunales
españoles. Ya sabemos que el juez español es competente pues ambos cónyuges tienen su residencia
común en España. Afirmada esta competencia (junto con los demás presupuestos procesales), y teniendo
en cuenta que el supuesto está vinculado con tres ordenamientos, el español, el austriaco y el francés, el
juez español deberá decidir conforme a qué ley va a resolver sobre la demanda de divorcio.
20.2. Este primer capítulo del sector relativo a la ley aplicable es introductorio y primordialmente
conceptual. Es una mera presentación de las técnicas normativas y de los conceptos básicos que se
suelen emplear en este sector y que sirven de claves para entender lo que son las normas de
conflicto. Su proyección práctica sobre los diferentes ámbitos materiales, contratos, derechos
reales, matrimonio, etcétera, la iremos viendo en los capítulos sucesivos.
20.3. Si preguntásemos a la gente cuál es la ley material que debe aplicar un juez español para
resolver un litigio derivado de una relación privada internacional, la respuesta mayoritaria sería
obvia: la ley material española. Es, sin duda, la ley que mejor conoce y la que, por consiguiente, le
va a resultar más fácil y cómoda de aplicar. Sin embargo, el legislador ha considerado que dicha
solución no siempre es apropiada, y a poco que pensemos coincidiríamos con él. Puede haber
distintas razones por las que sea oportuno afirmar la competencia de los tribunales españoles pero
resolver el fondo del litigio conforme a una ley extranjera. Entre otras, la más fácil de intuir es que
si cada juez aplicase su ley nacional, la resolución de un litigio dependería de dónde se plantease, lo
que aumentaría significativamente la incertidumbre jurídica: hasta que no se plantea el litigio, las
partes no tienen certeza sobre la ley que rige su relación. Y además, alimentaría estrategias de
forum shopping: cada parte correría a aquellos tribunales que le ofreciesen una ley material más
favorable.
Ejemplo. Si volvemos al ejemplo 1 anterior, la aplicación por cada juez de su ley nacional supondría que el
juez español va a aplicar la ley española al contrato y el juez francés, la ley francesa. Esto conlleva que
hasta que no se plantease el litigio ante unos tribunales, las partes no tendrían certeza absoluta sobre la
ley que regiría su contrato. Además, incentivaría el forum shopping pues cada parte buscaría acudir en
primer lugar a aquellos tribunales cuya ley material le fuese más favorable.
20.4. Las normas de conflicto (NdC) son las normas que nos indican qué ley material, la española
o una extranjera, debe aplicar el juez español para resolver el fondo del litigio.
Ejemplo. Cuando el artículo 4.2 (f) del Reglamento Roma I dice que, salvo que las partes hayan acordado
otra cosa, un contrato de distribución se rige por la ley del país donde el distribuidor tenga su residencia
habitual o cuando el artículo 8 (a) del Reglamento Roma III dice que el divorcio se rige por la ley de la
residencia habitual común de los cónyuges, ello implica que el juez español debe resolver el fondo del
litigio aplicando la ley material ahí designada: si el distribuidor tiene su residencia habitual en Francia,
deberá aplicar la ley francesa para resolver los litigios derivados de ese contrato, y si los cónyuges tienen
la residencia habitual común en España, deberá aplicar la ley española.
Repárese en que las normas de conflicto no son normas materiales, no contienen una consecuencia
jurídica material a un supuesto de hecho, esto es, no nos dicen si procede una condena al pago de
daños y perjuicios por incumplimiento contractual o si procede declarar el divorcio de los cónyuges,
sino que son un tipo especial de normas de remisión. Primero se aplica la norma de conflicto
española y luego las normas materiales designadas por ella, españolas o extranjeras. La norma de
conflicto remite una determinada controversia jurídica a un determinado ordenamiento jurídico,
sea nacional o extranjero, y es en dicho ordenamiento donde debemos buscar la respuesta a esas
preguntas.
1. ESTRUCTURA
20.6. La estructura elemental de una norma de conflicto se compone de tres piezas, que
responden a un esquema «sujeto, verbo y predicado»:
20.8. El criterio de conexión funciona como el «verbo» en una frase y viene conformado por uno
de los elementos de la relación jurídica: el elemento que permite vincularla a un determinado
ordenamiento. Como explicamos en el tema 1, los criterios de conexión son las partículas
elementales del DIPr. Las relaciones privadas internacionales, por definición, son relaciones
vinculadas con dos o más ordenamientos jurídicos. Los vínculos pueden ser de distinto orden;
subjetivos, como la nacionalidad de las partes, su domicilio o su residencia habitual; u objetivos,
como el lugar donde se celebra el contrato, el lugar donde se produce el daño, el lugar donde se
contrajo el matrimonio o el lugar donde se encuentra un bien, por ejemplo. Lo que hace la norma de
conflicto es tomar uno o varios de esos elementos para elevarlo a la categoría de vínculo o conexión
relevante a los efectos de determinar la ley aplicable.
2. TIPOLOGÍA
20.10. En el Derecho vigente, la estructura de las normas de conflicto puede llegar a ser bastante
más compleja. La tipología conflictual se ha enriquecido notablemente y así, por ejemplo, se habla
de normas de conflicto abiertas o flexibles, de conexión múltiple, materialmente orientadas, etc. Es
importante tener una idea aproximada de lo que significan estos conceptos.
20.11. Si nos fijamos en el supuesto de hecho de la norma de conflicto, hay tres pares de
conceptos que debemos conocer.
(a) Por un lado, se suele distinguir entre normas generales y normas especiales. El supuesto de
hecho se puede formular tomando las grandes categorías o instituciones del Derecho privado o
tomando relaciones tipológicas más precisas dentro de esas categorías generales. Históricamente,
nuestro Derecho conflictual, como el de los demás países europeos, se orientaba en la primera
dirección: i.e. se reducía a un puñado de normas de conflicto, escasas y sencillas, que agrupaban las
grandes categorías conceptuales del Derecho privado, por ejemplo, las relaciones contractuales,
los daños, los derechos reales, las relaciones entre cónyuges o la sucesión hereditaria. Basta echar
un vistazo a los artículos 9 y 10 del Título Preliminar del CC, que fue donde se codificó el Derecho
conflictual español en el año 1974, para darse cuenta de ello. Hoy en día, el grado de
especialización normativa es bastante mayor. El número de normas de conflicto se ha incrementado
notablemente, así como su grado de sofisticación. Las normas de conflicto se ajustan mucho más a
los distintos tipos de casos que pueden subsumirse en esas grandes categorías. Esto no es algo que
debe sorprender. La especialización en sede conflictual es reflejo de la especialización –y
proliferación normativa paralela– que se ha ido produciendo en el Derecho material.
Ejemplo. El Derecho conflictual de los contratos nos ofrece un buen ejemplo. En el año 1974, la ley
aplicable a un contrato internacional se contemplaba fundamentalmente en cuatro normas: una general y
tres especiales para los contratos sobre bienes inmuebles, sobre bienes muebles celebradas en
establecimientos mercantiles y sobre relaciones laborales (vid. artículos 10.5 y 10.6 CC). Hoy en día, hay
normas de conflicto para más de doce tipos de contratos distintos (vid. artículos 4 y ss. Reglamento Roma
I): contratos de compraventa de mercaderías, de prestación de servicios, de franquicia, de distribución,
sobre inmuebles, celebrados en subastas, en mercados financieros, de consumo, de seguro, de transporte,
de trabajo, etc.
(b) Por otro lado, podemos distinguir entre la norma que establece la conexión principal que
determina la ley aplicable a una relación y las normas que contienen conexiones autónomas para
determinados aspectos de dicha relación. Frente a la especialización por tipos de casos o categorías
tipológicas, también cabe la especialización por materias o cuestiones dentro de la relación
abstracta, lo que implica desgajar ciertos aspectos de la relación para someterlos a una conexión
autónoma.
Ejemplo. Siguiendo con el ejemplo contractual, junto con la norma principal aplicable a los derechos y
obligaciones derivados de un contrato, hay normas de conflicto especiales que establecen una conexión
autónoma para aspectos como la capacidad contractual, el consentimiento, la forma del contrato o las
modalidades de cumplimiento de las obligaciones.
La imagen del mosaico o del rompecabezas nos permite visualizar la idea: para identificar el
régimen completo que rige una relación jurídico-privada puede ser necesario combinar una
pluralidad de leyes estatales diferentes, aplicables cada una a diferentes aspectos de la relación.
(c) Por último, también cabe una especialización geográfica, i.e. distinguir entre normas de
conflicto universales y normas de conflicto territoriales. Las normas de conflicto universales
establecen soluciones comunes con independencia de los países con los que se vincula la relación
jurídico-privada. Así, por ejemplo, la ley aplicable a un daño extracontractual viene determinada
por las normas de conflicto establecidas en un reglamento europeo (Reglamento Roma II, infra
tema 27) y su contenido es, en principio, el mismo tanto si el supuesto se vincula al territorio de los
Estados miembros de la UE, como si se vincula a terceros Estados.
En cambio, hay textos internacionales con normas de conflicto territoriales. Y éstas pueden serlo en
un doble sentido. Primero, porque el texto sólo se aplique cuando la ley designada por la norma de
conflicto sea la de un Estado parte, lo cual es excepcional. Segundo, porque pese a ser irrelevante
que la ley designada sea la de un Estado no parte del instrumento normativo, el legislador haya
establecido soluciones conflictuales diferentes en función de cierta conexión territorial del
supuesto de hecho. Así, por ejemplo, otro reglamento europeo aplicable en materia contractual
(Reglamento Roma I, infra tema 25) determina la ley aplicable a los contratos de seguro mediante
normas de conflicto distintas en función de que el riesgo que cubre el contrato se localice en un
Estado miembro (en cuyo caso se aplica el artículo 7 del Reglamento) o en un tercer Estado, en
cuyo caso se aplica el régimen general. Son normas de conflicto universales en cuanto a la ley
designada, pero que llevan un vínculo territorial integrado en el supuesto de hecho. La
especialización geográfica en sede de ley aplicable también es algo que empieza a ser un rasgo
común en el DIPr contemporáneo. Lo iremos viendo con más detalle en los temas siguientes.
20.12. Si nos fijamos en el criterio de conexión, hay también algunos pares de conceptos que es
importante conocer:
(a) Por un lado, el contraste entre normas de conflicto con criterios de conexión flexibles frente
a normas con criterios de conexión rígidos. Las primeras utilizan criterios abiertos, i.e.
susceptibles de concreción judicial en atención a las circunstancias de cada supuesto. Por ejemplo,
prevén la aplicación de la ley del país que presente los vínculos más estrechos con la situación o,
entre varias leyes, la que mejor se adecue al interés del menor en materia de relaciones paterno-
filiales. Las normas rígidas utilizan criterios fijos que dejan un espacio muy estrecho a la
apreciación judicial; por ejemplo, el lugar de residencia habitual o la nacionalidad de una de las
partes. La diferencia entre unas y otras es de grado, de tal forma que hay normas más o menos
flexibles, o más o menos rígidas en función del espacio que haya habilitado el legislador a la
concreción judicial.
Una opción que empieza ser habitual en nuestro sistema es la combinación de (i) una o varias
normas con un criterio relativamente rígido, que fijan la conexión más significa en función de los
tipos de casos, lo cual da seguridad jurídica, con (ii) una cláusula de escape, la cláusula de los
vínculos más estrechos, que amortigua esa rigidez y da cierta elasticidad al sistema. Cuando en
atención a las particularidades del caso la aplicación de la solución tipificada por el legislador no
resulta la más apropiada desde el punto de vista de la justicia conflictual, se ordena al juez la
aplicación de otra ley en virtud de que la vinculación con ésta sea más estrecha o relevante. La
cláusula de los vínculos más estrechos funciona entonces como una cláusula que habilita al juez
para analizar y ponderar los vínculos del supuesto con distintos ordenamientos jurídicos y buscar
los más relevantes en cada situación. Es importante atender a la formulación de la cláusula de
escape para ver su mayor o menor excepcionalidad.
Ejemplo. El artículo 4.1 del Reglamento Roma II establece que «la ley aplicable a una obligación
extracontractual que se derive de un hecho dañoso es la del país donde se produce el daño». No obstante,
el apartado 3 de ese mismo precepto prevé que «si del conjunto de circunstancias se desprende claramente
que el hecho dañoso presenta vínculos manifiestamente más estrechos con otro país distinto…, se aplicará
la ley de este otro país». Los adverbios «claramente» (por error, omitido en la versión en español del texto)
y «manifiestamente» señalan, no obstante, la excepcionalidad de esta cláusula.
(b) Por otro lado, el contraste entre normas de conexión única y de conexión múltiple. Las
primeras determinan la ley aplicable utilizando un único criterio de conexión; las segundas
combinan varios criterios. La combinación puede adoptar diferentes formas, principalmente (i)
subsidiaria (o en cascada), sólo se acude al criterio siguiente si no se dan las condiciones del
anterior, (ii) alternativa, se puede acudir a cualquiera de los criterios previstos para identificar la
ley aplicable; (iii) cumulativa, se deben aplicar varias leyes conjuntamente; (iv) o distributiva, se
aplican varias leyes pero distributivamente (cada una a una de las partes de la relación). La opción
por una u otra obedece a un criterio de política legislativa conflictual o localizador, i.e. buscar la ley
más vinculada con el supuesto, o de una política material, i.e. favorecer un determinado resultado
material (favor negotii, matrimonii, legitimationis…).
Ejemplos. (i) El artículo 10.1 CC establece que los derechos reales sobre bienes muebles se regirán por la
ley del país donde se hallen (lex rei sitae). Esta norma de conflicto ofrece una conexión rígida y única: la
situación física del bien en el territorio de un determinado Estado. (ii) En cambio, el artículo 26 del
Reglamento europeo en materia de régimen económico matrimonial establece que éste se rige por la ley de
la residencia habitual común de los cónyuges en el momento de contraer matrimonio; y, en su defecto, por
la ley de la nacionalidad común. (iii) En otros casos, la condición para aplicar la ley prevista como
subsidiaria es que no se obtenga un determinado resultado material; por ejemplo, el establecimiento de
una relación de filiación: el artículo 9.4 CC, en materia de determinación de la filiación, designa como
aplicable la ley de la residencia habitual del hijo y si esta ley no permite el establecimiento de la filiación, la
ley de su nacionalidad. (iv) El artículo 11 del CC prevé una aplicación alternativa pura que busca favorecer
la validez formal de un acto: un acto será válido en cuanto a la forma si lo es conforme a la ley del lugar
donde se otorgue, conforme a la ley que rige el fondo o conforme a la ley personal del disponente o común
de los otorgantes. (v) Por último, el artículo 9.11 CC prevé una conexión distributiva en los supuestos de
fusión internacional: una fusión entre sociedades de distinta nacionalidad sólo es posible si lo permiten
respectivamente sus leyes nacionales. Todos estos ejemplos nos ofrecen una combinación de diferentes
criterios de conexión ordenados de forma subsidiaria, alternativa o distributiva.
(c) Por último, y al hilo de lo que acabamos de apuntar, hay criterios de conexión neutrales y
criterios orientados a un determinado resultado material. Las normas de conflicto con criterios
de conexión neutrales responden a una justicia puramente localizadora, ciega al resultado material:
se trata de buscar la ley estatal con la cual el supuesto presenta los vínculos más estrechos o
relevantes, con independencia del contenido material de dicha ley; por ejemplo, si hace válido o
invalido el contrato, en los casos de obligaciones contractuales, si impone una obligación de
indemnización, en los supuestos de daños extracontractuales, o si otorga unos derechos sucesorios
mínimos a los hijos, en caso de sucesión hereditaria. El límite de este «salto a lo desconocido» es
siempre la cláusula de orden público que estudiaremos más adelante. En cambio, como acabamos
de ver, hay otros criterios de conexión que se condicionan a la obtención de un determinado
resultado material, como la validez de un acto o la obtención de un divorcio. En este caso, se habla
de «normas de conflicto materialmente orientadas».
Ejemplos. El artículo 10.1 CC es una norma de conflicto absolutamente neutral al resultado: determina la
aplicación de la ley de lugar de situación del bien con absoluta independencia de cuál sea su contenido
material. El artículo 18 del Reglamento Roma II establece que en el caso de un daño extracontractual,
la víctima pueda actuar directamente contra el asegurador si así lo contempla la ley aplicable a la
obligación extracontractual o la ley que rige el contrato de seguro. En este caso se establece una conexión
alternativa a favor de aquella ley nacional que reconozca un determinado resultado material: la acción
directa contra el asegurador.
20.13. Otra diferencia que debemos conocer es la que existe entre normas multilaterales y
normas unilaterales. Las normas de determinación de la ley aplicable se suelen calificar,
impropiamente, como normas de conflicto en la medida en que vendrían a resolver un conflicto
entre las leyes potencialmente aplicables (sería mejor hablar de «concurrencia de leyes»). Las que
hemos estudiado hasta ahora lo hacen mediante un mecanismo muy sencillo: toman como supuesto
de hecho una relación o un aspecto de ésta, seleccionan uno o varios de sus elementos (= criterio
de conexión) y él nos conduce a la ley estatal aplicable. Estas normas se suelen calificar como
bilaterales o multilaterales, ya que designan potencialmente la aplicación de cualquier
ordenamiento jurídico, sea nacional o extranjero. Frente a ellas, se suele utilizar el concepto de
normas unilaterales o de extensión para referirse a aquellas que toman como supuesto de hecho la
ley nacional y en función de su sentido y fin, delimitan o extienden unilateralmente su ámbito de
aplicación internacional. Aquéllas comienzan por la relación jurídico-privada y la localizan en un
ordenamiento jurídico; éstas comienzan por la ley española y delimitan su ámbito de aplicación. La
delimitación es normalmente en términos positivos, aunque cabe también en términos negativos.
Ejemplo. El artículo 4 del Texto Refundido de la Ley del Mercado de Valores establece que dicha ley
se aplicará a todos los instrumentos financieros cuya emisión, negociación o comercialización tenga lugar
en el territorio nacional. El artículo 4 de la Ley de Competencia Desleal (hoy sustituido por el Reglamento
Roma II) establecía que dicha ley se aplicará a los actos de competencia desleal que produzcan o puedan
producir efectos sustanciales en el mercado español. Ambas normas operan del mismo modo: delimitan
unilateralmente el ámbito de aplicación de las reglas materiales españolas.
Ésta es la técnica, aunque con mayor refinamiento, seguida por algunas directivas europeas en materia de
contratos de consumo: así, por ejemplo, el artículo 6.2 de la Directiva sobre cláusulas abusivas establece:
«Los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias para que el consumidor no se vea privado de la
protección que ofrece la presente Directiva por el hecho de haber elegido el derecho de un Estado tercero
como derecho aplicable al contrato cuando el contrato mantenga una estrecha relación con el territorio de
un Estado miembro de la Comunidad». Esta norma pretende extender unilateralmente el estándar
normativo de la Directiva a todos los contratos que presenten una «relación estrecha» con el territorio de
la UE.
Ejemplo. La normativa sobre el mercado de valores cumple una función supra-individual o institucional ya
que ordena el mercado español y asegura unas reglas de juego comunes para todos los participantes en él.
Por ello, es necesario asegurar la aplicación de este régimen a las operaciones que se localizan en el
mercado de valores español con independencia del domicilio de las partes, de su nacionalidad o incluso de
la ley aplicable al contrato conforme a la norma de conflicto principal (de carácter multilateral, como
veremos). En general, la técnica de delimitación unilateral arranca de la ley material y delimita su ámbito
de aplicación a partir de la decisión de política legislativa que la informa. En ciertos casos, esta decisión de
política legislativa material exige su aplicación a las relaciones internas pero también a determinadas
relaciones externas. Por el contrario, la norma de conflicto clásica o multilateral arranca de la relación
jurídica y la localiza en un ordenamiento jurídico. Esta técnica garantiza una mayor neutralidad y por
consiguiente, universalidad de las soluciones, pues evita los prejuicios a favor del contenido material de
nuestras leyes. En el DIPr contemporáneo domina esta segunda técnica, pero no de forma absoluta. Como
iremos viendo, hay sectores donde se conjuga con normas unilaterales.
20.14. Para concluir, junto a las normas de conflicto, es importante también saber lo que significan
otros dos conceptos más por su relevancia en nuestra disciplina: el concepto de normas materiales
especial de tráfico externo y el concepto de leyes de policía. Las normas materiales especiales
para supuestos de tráfico externo son, como su propio nombre indica, normas que establecen un
régimen material, i.e. no hacen una remisión sino que prevén una consecuencia jurídica material, y
que se dirigen a supuestos de tráfico externo, i.e. están específicamente dirigidas a las relaciones
privadas internacionales, no a los supuestos puramente internos. Son normas de DIPr material.
Estas normas, en todo caso, suelen contener un elemento de delimitación de su ámbito de
aplicación espacial o, en ocasiones, hay que deducirlo por vía interpretativa de su sentido y
finalidad. E incluso no es descartable que su aplicación quede condicionada a una remisión
conflictual previa de tal modo que sólo se apliquen si forman parte del ordenamiento designado por
la norma de conflicto. En el primer caso, la aplicación de la norma material especial es
independiente, mientras que en el segundo depende de la solución conflictual.
Ejemplos. Son normas de DIPr material el Artículo 1831 4.º CC que excluye el beneficio de excusión del
fiador cuando el deudor no pueda ser demandado en España o el artículo 135 II LCCh. Otro ejemplo más
relevante es el régimen aplicable a los contratos de compraventa de mercaderías. En el Derecho interno
viene establecido por las reglas del CC y del CCio. Para los contratos de compraventa de mercaderías
internacionales existe en nuestro ordenamiento una norma de conflicto que nos remite, salvo elección de
las partes, a la ley de residencia habitual del vendedor. Pero junto a ella, hay un régimen material especial
establecido en el Convenio de Viena de 1980 sobre compraventa internacional de mercaderías: este
Convenio establece un conjunto de reglas materiales sobre la compraventa de mercaderías especialmente
destinadas a regular contratos internacionales, no contratos internos. Por eso se califican como normas
materiales especiales para supuestos de tráfico externo. Cuando son de origen convencional, como en este
ejemplo, son subsumibles en la categoría de los convenios de Derecho uniforme: establecen un régimen
material armonizado o uniforme en los Estados parte (pero adviértase que el concepto de convenios de
Derecho uniforme puede ser amplio y abarcar también aquéllos que establecen reglas comunes tanto para
los supuestos de tráfico externo como para los supuestos internos, desplazando en este segundo caso a las
reglas nacionales).
20.15. Las leyes de policía o normas internacionalmente imperativas son aquellas normas
que se imponen sea cual sea la ley aplicable conforme a las normas de conflicto generales. Una
definición bastante acertada del concepto de normas de policía es la recogida en el artículo 9 del
Reglamento Roma I: «Una ley de policía es una disposición cuya observancia un país considera
esencial para la salvaguardia de sus intereses públicos, tales como su organización política, social o
económica, hasta el punto de exigir su aplicación a toda situación comprendida dentro de su ámbito
de aplicación, cualquiera que fuese la ley aplicable al contrato según el presente Reglamento». En
bastantes ocasiones, con este concepto se alude a normas regulatorias o de naturaleza jurídico-
pública pero que pueden incidir en las relaciones de Derecho privado. Como se deduce de esa
definición, las normas de policía también delimitan su ámbito de aplicación espacial mediante una
técnica unilateral. Esta delimitación puede ser explícita o implícita.
Ejemplo. Son normas de policía, por ejemplo, las que prohíben la exportación de determinados bienes
desde el territorio español o el comercio de determinadas sustancias en España. Estas normas deben
respetarse aunque el contrato quede sujeto a una ley extranjera según la norma de conflicto general. Así,
por ejemplo, en un contrato de compraventa de bienes españoles de interés cultural entre un ciudadano
español (vendedor) y un ciudadano extranjero (comprador) no puede alegarse que, conforme a la norma de
conflicto general, dicho contrato queda sujeto a una ley extranjera y que, por consiguiente, la norma que
prohíbe la exportación de bienes de interés cultural españoles no se aplica. Si se dan las condiciones de
aplicación, dicha norma se aplicará sea cual sea la ley que rija el contrato. Otra cosa es, siendo indiscutible
la prohibición de exportación del bien, cuáles sean las consecuencias contractuales (i.e. qué parte soporta
el riesgo de esta imposibilidad de cumplimiento). En el sector correspondiente vamos a ir viendo los tres
problemas más relevantes que plantean estas normas: (i) el propio concepto de leyes de policía y, en
particular, la calificación de una norma como tal; (ii) el ámbito de aplicación –unilateral– de dichas leyes; y
(iii) sus consecuencias jurídico-privadas (vid., núm. marg. 25.25).
El artículo 8.1 CC refleja esta misma idea, aunque con una forma de expresión más decimonónica:
«Las leyes penales, las de policía y seguridad pública obligan a todos los que se hallen en territorio
español».
• Norma de conflicto
• Supuesto de hecho
• Criterios de conexión
• Consecuencia jurídica
• Cláusula de escape
• Leyes de policía
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 21 PROBLEMAS DE APLICACIÓN
TEMA 21
PROBLEMAS DE APLICACIÓN
21.2 Ya sabemos que el supuesto de hecho de las normas de conflicto suele formularse
empleando conceptos relativos a relaciones jurídicas o a determinados aspectos de
éstas. Por ejemplo, las obligaciones contractuales, los daños extracontractuales, los
derechos reales, la capacidad, la separación y el divorcio, las obligaciones alimenticias,
el régimen económico-matrimonial, la sucesión por causa de muerte, etc. Estos son
conceptos jurídicos que debemos definir: ¿qué entiende el legislador por obligaciones
contractuales, por daños extracontractuales, por derechos reales, por capacidad de las
personas, etc.? La definición de estos conceptos jurídicos no es más que un problema
de interpretación de la norma y como tal, debe resolverse aplicando los cánones
hermenéuticos habituales: el literal, el teleológico, el histórico y el sistemático. A partir
de aquí, es importante atender al hecho de que la norma de conflicto sea de origen
supranacional, i.e. se encuentre en un convenio o en un texto europeo, o de origen
interno. El sistema de referencia interpretativo nos lo da el texto. En el primer caso, la
calificación será autónoma o uniforme. Los conceptos jurídicos deberán definirse a partir
de los propios referentes hermenéuticos del texto supranacional y no por referencia a
nuestro Derecho. Esto ya lo hemos explicado en el tema 4.
21.3. Una vez que hemos definido el concepto jurídico, debemos proceder a su
aplicación a un caso concreto, por ejemplo, a una pretensión procesal, a una norma, etc.
Debemos decidir si una determinada cuestión es subsumible o no en un concepto
jurídico. Esto plantea un problema de calificación: cómo se va a calificar esa cuestión a
los efectos de identificar la norma de conflicto aplicable. También este proceso ha de
llevarse a cabo desde los parámetros interpretativos del Derecho español, si la norma de
conflicto es de origen interno, o de forma autónoma y uniforme si es de origen
supranacional. Esto es lo que nos dice el artículo 12.1 CC en relación con las normas de
conflicto de origen interno.
«La calificación para determinar la norma de conflicto aplicable se hará siempre con
arreglo a la ley española».
Ejemplo. Uno de los ejemplos más utilizados para explicar el problema de calificación es el de
la prescripción. Si el régimen de la prescripción se considera como una cuestión procesal,
siempre quedaría sujeto al Derecho español qua lex fori. En cambio, si se considera que es una
cuestión material, se sometería a la lex causae, por ejemplo, a la eventual ley extranjera que
rija el contrato en los casos de prescripción de acciones contractuales. Otro ejemplo es de la
indemnización de los daños personales a los pasajeros en el caso de un accidente: si se califican
como daños extracontractuales, se someterían a la norma de conflicto relativa al derecho de
daños (Roma II); mientras que si se califican como daños contractuales, se sometería a la
norma de conflicto relativa a los contratos (Roma I). A lo largo de los temas siguientes iremos
viendo otros ejemplos y sus soluciones.
(a) Puede haber cuestiones o aspectos que sean objeto de una doble calificación; esto
es, que queden sujetos a dos normas de conflicto distintas y, por consiguiente, a dos
ordenamientos jurídicos. Esto conlleva una aplicación cumulativa de ambos.
(b) Una vez identificada la ley aplicable no hay una segunda calificación conflictual. Se
aplica la ley extranjera en su conjunto. Otra cosa es que dentro de esta ley extranjera la
calificación sea distinta de la que hemos seguido a la hora de identificar la norma de
conflicto aplicable, pero esto no lleva a reconsiderar la calificación que ya hemos hecho.
Ejemplo. La complejidad de la idea es más aparente que real. Siguiendo con el ejemplo de la
prescripción, supongamos que la calificación es material y se somete a la lex contractus. Esta
ley es una ley extranjera y, por lo tanto, es esa ley la que nos debe determinar los plazos de
prescripción. Ahora bien, dentro ya de esa ley, puede suceder que bajo su sistema conceptual la
prescripción reciba una calificación procesal y venga regulada en su norma procesal civil. Pues
bien, esto no nos lleva a reconsiderar la calificación original: el juez español aplicará las
normas sobre prescripción previstas en la ley extranjera aunque allí tengan naturaleza
procesal y se ubiquen en su ley procesal civil.
Ejemplo. Dos españoles residentes en México contraen matrimonio en este país y fijan ahí
también su residencia habitual. Al cabo de los años, se trasladan a Barcelona y solicitan el
divorcio y la liquidación del régimen económico matrimonial, pero se plantea como cuestión
previa la propia validez del matrimonio. Pues bien, la ley aplicable a dicha validez nos la
determinan las normas de conflicto españolas.
Advertencia. El problema de cuestión previa puede aparecer dentro del supuesto de hecho de
la norma de conflicto (así, por ejemplo, la norma de conflicto que determina la ley aplicable al
divorcio o a la liquidación del régimen económico matrimonial presupone un matrimonio) o
dentro de la ley material extranjera designada por nuestra norma de conflicto (la norma de
conflicto designa una ley extranjera como ley aplicable a la sucesión y en la aplicación de ésta
se plantea que la determinación de los derechos sucesorios del cónyuge supérstite, cuestión
principal, presupone un matrimonio, cuestión previa). De hecho, la dogmática alemana
distingue entre cuestión previa en sentido propio y cuestión incidental para referirse a cada
uno de estos supuestos. En principio, también para resolver la cuestión incidental deben
aplicarse las normas de conflicto españolas, aunque en este caso puede haber mayores razones
para hacer una excepción.
2. CRITERIO DE CONEXIÓN
21.8. Los conceptos que emplea el legislador para definir el criterio de conexión
plantean problemas de interpretación, que se resuelven como cualquier otro problema
de interpretación: a partir de los cánones hermenéuticos aplicables a la norma de
conflicto correspondiente. Para saber lo que el legislador ha querido decir cuando
emplea el término «residencia», «domicilio legal», «lugar de celebración del contrato»,
etcétera, deberemos acudir a los cánones de interpretación generales que se proyectan
sobre la norma de conflicto de la que forman parte. El análisis es semejante al que hemos
visto en relación con el supuesto de hecho: es importante atender al dato de que la
norma de conflicto sea de origen supranacional, i.e. se encuentre en un convenio o en un
reglamento europeo, o de origen interno. En el primer caso, la calificación será
autónoma o uniforme. Los conceptos jurídicos deberán definirse a partir de los propios
referentes hermenéuticos del texto supranacional y no por referencia a nuestro Derecho
interno. Esto ya lo hemos explicado. En cambio, cuando la norma de conflicto es de
origen interno, la definición de esos conceptos debe hacerse prima facie a partir de la ley
nacional, esto es, del sistema jurídico dentro del cual se ha originado dicha norma; en
nuestro caso, del Derecho interno español.
21.9. Otro dato importante es la distinción entre criterios mutables, i.e. que pueden
cambiar su concreción a lo largo del tiempo, o inmutables. Ejemplos de los primeros son
el lugar de situación de un bien mueble, la nacionalidad de una persona, el domicilio o la
residencia. Ejemplos de los segundos son: el lugar de nacimiento o el lugar de
celebración de un contrato. Los criterios de conexión mutables pueden plantear
problemas de conflicto móvil, por eso es necesario identificar cuál es el momento
relevante desde el punto de vista conflictual; esto es, en qué momento temporal nos
debemos fijar para concretar el criterio de conexión correspondiente.
Ejemplo. La residencia puede cambiar a lo largo de la vida de una persona. Los cónyuges, por
ejemplo, pueden tener una residencia común en el momento de haber celebrado el matrimonio
y otra residencia común distinta en el momento de solicitar el divorcio. Si una norma de
conflicto utiliza como criterio de conexión la residencia común de los cónyuges será necesario
precisar el momento relevante en esos supuestos. En ocasiones el problema está resuelto
expresamente por el legislador, como sucede en el artículo 26 del Reglamento europeo sobre
régimen económico matrimonial que toma como relevante, para determinar la ley que rige los
efectos del matrimonio, la primera residencia común de los cónyuges tras su celebración.
3. CONSECUENCIA JURÍDICA
A partir de aquí se pueden extraer algunas consecuencias importantes. Por ejemplo: (a)
que el juez español debe respetar el sistema de fuentes de la ley extranjera, incluidos los
mecanismos de control de la jerarquía normativa (por ejemplo, la posibilidad de
descartar la aplicación de una norma por su incompatibilidad con otra de rango
superior); (b) que las dudas hermenéuticas y las lagunas que se encuentren en la ley
extranjera deben resolverse conforme a los parámetros de dicha ley; (c) que, en
principio, el juez español debe aplicar las normas extranjeras con independencia de su
calificación y naturaleza. Incluso, salvo que haya razones en contra, las consecuencias
jurídico-privadas previstas por normas extranjeras de carácter regulatorio o jurídico-
público; (d) que, en principio, el juez español debe respetar las posibles limitaciones de
aplicación espacial que contengan las normas extranjeras.
21.13. Si llevamos esta idea hasta sus últimas consecuencias, la pregunta que nos
podemos hacer es si el juez español debe aplicar también las normas de conflicto
extranjeras, en cuyo caso puede encontrarse con que dichas normas le remitan de nuevo
al Derecho español o a un tercer Derecho. Esto es lo que se conoce como problema del
reenvío. Cuando la norma de conflicto extranjera nos vuelve a remitir al Derecho
español se habla de reenvío de primer grado o de retorno y cuando la norma de
conflicto extranjera nos remite a un tercer Derecho se habla de reenvío de segundo
grado.
«La remisión al derecho extranjero se entenderá hecha a su ley material, sin tener en
cuenta el reenvío que sus normas de conflicto puedan hacer a otra ley que no sea la
española».
Este precepto lo único que hace es rechazar el reenvío de segundo grado («a una ley que
no sea la española»). Pero no impone necesariamente un reenvío de primer grado o de
retorno, sino que deja la cuestión abierta (vid. SSTS de 15 de noviembre de 1996, de 21
de mayo de 1999 o de 23 de septiembre de 2002). El criterio más prudente es pensar que
el legislador español tiene una predisposición favorable al reenvío de retorno aunque
sólo sea por un afán de facilitar las cosas: permitir que el juez español resuelva el fondo
de litigio conforme al Derecho español y asegurar una armonía internacional de
decisiones. Pero sólo es una predisposición. No debe aceptarse el reenvío de retorno
cuando frustre el sentido y fin de la remisión conflictual; así sucede, por ejemplo, cuando
la determinación de la ley aplicable se ha basado en la voluntad de las partes.
Advertencia 2. Quizás más que de una advertencia, se trate de una curiosidad. Hemos dicho
que nuestro sistema, con buen criterio, excluye el reenvío de segundo grado. Esta idea conoce
algunas excepciones en sectores específicos, cuyo fin es asegurar una armonía internacional de
decisiones (vid. por ejemplo, los artículos 98 y 162 de la LCCh: «La capacidad de una persona
para obligarse por cheque se determinará por su ley nacional. Si esta ley declara competente la
ley de otro país, se aplicará esta última», el artículo 16 del Convenio de La Haya de 1996, infra
tema 21, o el artículo 34 del Reglamento europeo de sucesiones, infra tema 33).
Ejemplos. El artículo 10.1 II del CC se remite, para la determinación de la ley aplicable a los
derechos reales sobre un bien mueble, a la ley del lugar de situación del bien. En los EEUU no
hay un régimen uniforme en esta materia, sino que –aunque sin haber grandes diferencias–
cada Estado tiene su propio Derecho. Pues bien, si el mueble se localiza en los EEUU, lo más
razonable es aplicar la ley del Estado en concreto en el que se encuentra (Nueva York, Florida,
California, etc.). En general, cuando el criterio de conexión es territorial (lugar de
cumplimiento del contrato, lugar de situación del bien, lugar de residencia de la persona) la
cuestión no presenta muchas dificultades (salvo que el sistema plurilegislativo sea de base
personal): la solución estándar pasa por considerar a cada unidad territorial como un Estado
independiente a los efectos de determinar la ley aplicable. De hecho, esta es la solución
acogida expresamente en los textos supranacionales. Así, por ejemplo, el artículo 12 del
Convenio de La Haya sobre responsabilidad por productos establece: «Cuando un Estado
conste de varias unidades territoriales en que cada una tenga sus propias normas legales
acerca de la responsabilidad por productos, cada unidad territorial será considerada como un
Estado a efectos de la determinación de la ley aplicable según este Convenio».
Cuando el criterio es la nacionalidad, en cambio, esa solución no funciona (no hay una
nacionalidad neoyorquina, californiana, etc., sino estadounidense). En estos casos, debemos
buscar una conexión subsidiaria a partir del sentido y fin de la propia norma de conflicto, por
ejemplo acudir a la idea de domicilio de origen de algunos países anglosajones y, en última
instancia, acudir a la cláusula general de los vínculos más estrechos para identifica el
subsistema aplicable. La cláusula de los vínculos más estrechos, como cláusula de cierre, se
suele emplear en los textos de DIPr más recientes. Así, por ejemplo, el Protocolo de La Haya de
2007, en materia de ley aplicable a las obligaciones alimenticias, establece: «cualquier
referencia al Estado del que es nacional una persona se entenderá como una referencia a la
unidad territorial designada por la ley de dicho Estado o, en ausencia de normas al respecto, a
la unidad territorial con la que la persona tenga una vinculación más estrecha» [artículo 16.1
(e)].
21.15. Por último, el tercer problema de aplicación que debe mencionarse en esta sede
es la cláusula de orden público. Aunque hay formulaciones especiales en los textos
supranacionales, dicha cláusula esta recogida con alcance general en el artículo 12.3
CC.
«En ningún caso tendrá aplicación la ley extranjera cuando resulte contraria al orden
público».
Hemos dicho que el sentido de la norma de conflicto, cuando designa una ley extranjera,
es que el juez español resuelva el fondo del litigio conforme a dicha ley. No obstante, ya
hemos advertido de que las leyes de policía del foro pueden interferir desplazando el
juego de la ley extranjera. Junto a ellas, la salvaguardia de los principios e intereses
fundamentales del ordenamiento español se canaliza a través de la cláusula de orden
público. Esta cláusula, a diferencia de las normas de policía que operan directamente o
motu proprio superponiéndose sobre la ley extranjera, opera negativamente, i.e. cómo
excepción a los resultados materiales que puede llevar la aplicación de la ley extranjera.
Ejemplos. No se va a aplicar una norma extranjera que sea contraria a los derechos y
libertades fundamentales recogidos en nuestra Constitución (dignidad de las personas, no
discriminación, libertad de expresión, etc.) o que, por ejemplo, vulnere los intereses de la
política exterior española. No puede, p. ej., autorizarse un matrimonio poligámico en España,
aunque la ley que rige la capacidad de uno de los cónyuges –o incluso de ambos– lo permita
(RDGRN de 11 de mayo de 1994).
La cláusula de orden público, como cláusula general, deja cierto margen de apreciación
al juez. Su concreción dependerá de las circunstancias particulares del caso y, en
concreto, de la mayor o menor vinculación del supuesto con el Estado español: cuanto
menos vinculado éste, menor intensidad tiene la excepción de orden público (es lo que se
conoce como «efecto atenuado del orden público»). En todo caso, la cláusula es una
excepción al punto de partida de nuestro sistema (la neutralidad conflictual y el
principio de fungibilidad de los ordenamientos jurídicos) y como tal debe ser de
interpretación restrictiva; así se pone de manifiesto en los textos supranacionales donde
se exige que la vulneración del orden público del foro sea manifiesta. Por otro lado, la
consecuencia de que una norma extranjera resulte contraria al orden público español no
debe ser automáticamente la sujeción del litigio a la ley española. En virtud también de
ese «efecto atenuado del orden público», debería aceptarse la posibilidad de mantener la
aplicación de la ley extranjera corregida por la ley española allí donde resulte
incompatible con nuestro orden público.
Ejemplo. Es contraria al orden público español la norma de algunos países islámicos que
prohíbe heredar de los musulmanes a los hijos que no profesen esa religión. En el caso de la
sucesión de un residente en esos países, la ley aplicable, en principio, es la del país de su última
residencia, conforme al Reglamento europeo de sucesiones. No obstante, esa norma debería
rechazarse por su vulneración del orden público español. Ahora bien, esto no debería conducir
automáticamente a la aplicación de todo el Derecho español sucesorio sino a la exclusión de
esa disposición concreta manteniendo, si fuese posible, la aplicación del resto de la ley de
última residencia del causante. Por eso, en los textos supranacionales, la contrariedad con el
orden público se predica de normas o disposiciones, no de ordenamientos jurídicos.
21.18. Dentro de este grupo de problemas generales, la doctrina suele caracterizar dos
de ellos bajo los conceptos de sustitución y transposición. En el mundo en que vivimos
es cada vez más habitual que los conceptos o las cláusulas que emplea el legislador en el
Derecho interno deban proyectarse sobre elementos o situaciones configuradas bajo
ordenamientos extranjeros. Ambos conceptos se refieren a situaciones en las que es
preciso comparar instituciones de sistemas jurídicos distintos. El término sustitución se
suele utilizar para referirse al problema de si bajo una institución nacional puede
acogerse una institución extranjera.
Ejemplos. Los ejemplos son muy numerosos, basta señalar dos: (a) Cuándo la Ley de
Sociedades de Capital española exige que la transmisión de participaciones sociales conste en
documento público (artículo 106.1), ¿puede formalizarse ante un notario extranjero?; o cuando
la ley española sea aplicable a las capitulaciones matrimoniales y a su forma ad solemnitatem,
la exigencia de artículo 1327 CC (constancia en escritura pública) ¿puede cumplimentarse ante
un notario extranjero? (vid., RDGRN de 25 de septiembre de 2007). (b) Cuando la Ley de
Sociedades Profesionales española exige que haya un mínimo de «socios profesionales», sean
personas físicas o a su vez otras sociedades profesionales (artículo 4 LSP), ¿pueden subsumirse
bajo este concepto las sociedades profesionales extranjeras?
Ejemplo. Supongamos que dos empresas alemanas han constituido una Erweiterter
Eigentumsvorbehalt (o «reserva de propiedad prolongada», i.e. derecho real de garantía que
reserva la propiedad del bien al vendedor y se acompaña de un mecanismo de subrogación
real) sobre un bien que, en el momento del concurso del comprador, se encuentra en España.
En este caso, la cuestión que se plantea es bajo qué figura de las previstas en nuestro
ordenamiento puede subsumirse la institución extranjera (i.e. cómo va a traducirse
jurídicamente) para poder identificar su régimen concursal: una prenda, una reserva de
propiedad, etcétera Se trata de «nostrificar» una relación constituida al amparo de una ley
extranjera. El artículo 31 del Reglamento europeo de sucesión (aunque empleando el término
«adaptación») aborda este problema. Según este precepto: «Cuando una persona invoque un
derecho real que le corresponda en virtud de la ley aplicable a la sucesión y el Derecho del
Estado miembro en el que lo invoque no conozca ese derecho real en cuestión, este deberá, en
caso necesario y en la medida de lo posible, ser adaptado al derecho real equivalente
más cercano del Derecho de ese Estado, teniendo en cuenta los objetivos y los
intereses que aquel derecho real persiga y los efectos inherentes al mismo» (vid. sobre
esta institución y su régimen procedimental, RDGRN de 14 de marzo de 2019).
21.20. Junto a los problemas meramente interpretativos, hay otros problemas más
complejos derivados de la concurrencia de distintos ordenamientos sobre una misma
relación jurídica. Estos se suelen subsumir bajo el concepto de problemas de
adaptación. Se plantean cuando concurren varios ordenamientos jurídicos sobre una
relación y, aunque cada uno regule un aspecto distinto, la suma puede conducir a un
resultado injusto o disfuncional.
Ejemplo. (STS de 28 de abril de 2014). Quizás el ejemplo más fácil de entender, y esto explica
su promiscuidad, es el de los derechos sucesorios del cónyuge supérstite. En los supuestos de
fallecimiento de uno de los cónyuges, los derechos del supérstite vienen determinados por la
liquidación del régimen económico matrimonial y por el régimen sucesorio. Los ordenamientos
guardan cierta coherencia interna a la hora de combinar ambos regímenes: donde impera un
régimen matrimonial de comunidad de bienes, la cuantía sucesoria que recibe el cónyuge
supérstite es menor que donde impera un régimen de separación. Se supone que la mayor o
menor cantidad que recibe por vía de régimen económico se ve compensada con una menor o
mayor cantidad por vía sucesoria. El problema en el contexto internacional es que la
liquidación del régimen económico puede quedar sujeta a una ley distinta de la que rige la
sucesión, lo cual puede producir desajustes graves. Así, puede suceder que la ley aplicable a la
disolución del régimen económico, por estar basada en un modelo de separación, otorgue un
escaso volumen de bienes al cónyuge supérstite, pero que la ley que rige la sucesión, por estar
basada en un modelo de comunidad, le conceda también una cantidad mínima (que sólo se
comprende por relación a su coherencia interna). En estos casos, es necesario proceder a un
ajuste bien vía conflictual bien vía material.
21.21. Sin perjuicio de ir dando respuesta a algunas de estas cuestiones en los temas
siguientes, es suficiente por ahora con llamar la atención sobre su importancia, y señalar
que su solución debe partir siempre, como cualquier otro problema interpretativo, del
sentido y fin de la norma material correspondiente, adaptada al contexto internacional.
Ejemplos. Una sociedad constituida en Italia pretende actuar en el mercado español, ¿se va a
reconocer en España la personalidad y capacidad de una sociedad de responsabilidad limitada
constituida bajo una ley italiana? Un matrimonio celebrado en Bali pretende inscribir un bien
inmueble como ganancial en el registro de la propiedad español, ¿se va a reconocer un
matrimonio celebrado bajo la ley balinesa? En ambos casos, nos encontramos ante relaciones
jurídicas preconstituidas bajo una ley extranjera.
Desarrollo. Hay, no obstante, ordenamientos jurídicos que han ido más allá y han introducido
expresamente la llamada doctrina de los fait accompli: se reconocen los actos o las situaciones
creadas al amparo de una ley extranjera, aunque no fuese la ley aplicable según las normas de
conflicto del foro, si no hacerlo provoca una violación inaceptable de las expectativas legitimas
de las partes o de la seguridad jurídica (vid. artículo 9 del Libro X del Código civil holandés, por
ejemplo). No es descartable que ese resultado pueda alcanzarse en nuestro sistema mediante
un desarrollo judicial del Derecho.
21.24. Este problema ha cobrado nueva luz en el contexto europeo. En efecto, el TJUE
ha afirmado que puede constituir un obstáculo al ejercicio de las libertades
fundamentales del TFUE y, en particular, de la libertad de circulación y establecimiento,
no reconocer ciertas relaciones configuradas o derechos adquiridos bajo la ley de otro
Estado miembro, independientemente de que se hayan configurado bajo la ley aplicable
según las normas de conflicto del Estado miembro de destino. Así lo ha entendido en el
ámbito de las sociedades o del nombre de las personas físicas.
Ejemplo 2. Con un razonamiento parecido, aunque en relación con el nombre de las personas
físicas, el TJUE ha entendido que resulta contrario al principio de libre circulación de personas
que las autoridades de un Estado miembro, aplicando el Derecho nacional, denieguen el
reconocimiento del apellido de un niño tal como ha sido determinado e inscrito en otro Estado
miembro en el que ese niño nació y reside desde entonces (ass. C-148/02, C-535/06 o C-
208/09).
Advertencia. Debe tenerse en cuenta también, como hemos visto en el tema 18, la posible
incidencia del CEDH sobre el reconocimiento de las relaciones de familia constituidas al
amparo de una ley extranjera.
21.25. Antes de concluir este tema, puede resultar oportuno recordar lo que expusimos
en el tema 1. Las normas sobre ley aplicable se hallan dispersas en leyes internas
(principalmente, en el Código Civil), en convenios internacionales (como los Convenios
de La Haya) y en textos europeos (reglamentos y directivas). Junto a ellos, hay que tener
en cuenta los convenios de Derecho uniforme que establecen normas materiales
comunes para supuestos internacionales. Ya explicamos entonces lo que ello conlleva. Es
necesario, eso sí, volver a insistir en la importancia de delimitar adecuadamente los
ámbitos de aplicación de cada texto. Es otra de las tareas a las que vamos a prestar
especial atención en los temas siguientes.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 22 EL ESTATUTO PERSONAL: LA PERSONA FÍSICA
TEMA 22
1. INTRODUCCIÓN
22.2. Como se deduce del artículo 9.1 CC, el sistema español de DIPr arranca de una
concepción amplia del concepto de «estatuto personal».
22.3. El criterio de conexión que emplea el legislador para determinar la ley aplicable
al estatuto personal es la nacionalidad. La nacionalidad asegura una conexión
continuada y estable, i.e. que no varía por el hecho de que el individuo cambie de país
donde actúa, y expresa la pertenencia del sujeto a una determinada comunidad política.
Desde el punto de vista de la unidad familiar y en la medida en que lo normal es que
todos los miembros tengan una misma nacionalidad, facilita que todos ellos tengan
también un estatuto personal común (lo que puede ser relevante en cuanto al régimen
de los apellidos, por ejemplo). Por último, se ha dicho que responde al interés de
aquellos Estados con un volumen de emigración importante, como era históricamente el
nuestro, en mantener los vínculos con sus nacionales. No obstante, hoy en día este
criterio de conexión está sujeto a una fuerte revisión crítica a favor de otros criterios que
expresan una conexión más real entre el individuo y una comunidad socioeconómica,
como la residencia habitual. De hecho, en el resto de los apartados del artículo 9 CC el
legislador ha ido sustituyendo la conexión nacionalidad por la conexión residencia
habitual.
22.6. En el caso de los sujetos con doble nacionalidad, el legislador español distingue
tres tipos de casos.
Ejemplo. Imaginemos un español de 18 años (ya, por lo tanto, mayor de edad), que adquiere la
nacionalidad de otro Estado donde la mayoría de edad se contempla a los 19 años. En este
caso, desde el punto de vista de nuestro Derecho, a efectos civiles esa persona seguirá siendo
considerada como mayor de edad, pese a que no lo fuese conforme a su nueva ley personal.
22.9. Naturalmente, los criterios que acabamos de señalar para resolver los problemas
de concreción que pueda plantear el criterio de la nacionalidad sólo son relevantes a los
efectos de determinar el «estatuto personal jurídico-privado» de las personas físicas. A
los efectos de ejercitar los derechos jurídico-públicos las soluciones pueden ser
diferentes Además, por su naturaleza de soluciones generales, no debe excluirse la
posibilidad de adaptaciones teleológicas, i.e. la posibilidad de apartarse de ellas cuando
así lo exija el sentido y fin del sector o de la norma donde se plantea la necesidad de
concretar dicho criterio; ni la posibilidad de que el Derecho de la UE imponga
determinados límites al juego del Derecho español (vid., por todas, STJUE, as. C-135/08
o cdo. 22 Reglamento Roma III).
22.10. Para resolver los conflictos internos, donde obviamente la nacionalidad resulta
inútil, el legislador reemplaza este criterio por el de la vecindad civil (artículo 16.1.1.ª
«será ley personal la determinada por la vecindad civil»). Esta conexión se determina
según las reglas establecidas en el artículo 14 CC.
22.13. Los únicos problemas se han planteado por la posible divergencia entre los
ordenamientos a la hora de regular el nacimiento y la extinción de la personalidad. En
cuanto al primero, las dificultades pueden surgir porque en el ámbito comparado hay
diferentes reglas sobre cuándo se entiende que nace la personalidad jurídica (por el
mero hecho del nacimiento físico del individuo, por la vida separada del seno materno
durante un mínimo de horas, etc.). En principio, esta cuestión viene determinada por la
ley personal del sujeto, lo que implica que habrá de acudirse a la «nacionalidad
hipotética» del individuo: la misma ley que rige la personalidad jurídica de un sujeto rige
cuándo comienza ésta. No obstante, como esta cuestión sólo tiene sentido en el contexto
de un efecto jurídico concreto, típicamente sucesorio (¿el sujeto llegó a adquirir la
personalidad jurídica a efectos sucesorios?), algunos autores piensan que lo más
práctico y razonable puede ser aplicar la misma ley que rige ese efecto (en el ejemplo, la
ley que rige la sucesión en cuyo contexto se plantea la cuestión de la condición de
heredero del nacido que no llegó a sobrevivir).
Ejemplo. El causante es residente de un Estado A cuya ley exige la vida separada del seno
materno durante un mínimo de 24 horas (como sucedía en el Derecho español hasta hace
poco), tiene dos hijas y va a tener un nieto de una de ellas casada con un nacional francés. En
el testamento ha dejado los bienes de libre disposición al futuro nieto, aun no nacido.
Supongamos que la hija embarazada adquirió la nacionalidad francesa, renunciando a la de su
padre. Por ello, el nieto tendría la nacionalidad francesa. Fallece el abuelo. Al poco tiempo se
produce el nacimiento del nieto, pero desgraciadamente fallece a las 12 horas. Ello significa
que conforme al Derecho francés, donde la personalidad se adquiere también por el mero
nacimiento, el nieto llegó a adquirir personalidad jurídica y por lo tanto adquirió los bienes
dejados en herencia y los transmitió a sus ascendientes. En cambio, conforme al Derecho que
rige la sucesión, no se produjo ninguna adquisición y, por lo tanto, no hubo transmisión a los
ascendientes del nieto fallecido. ¿Qué ley se aplica para decidir si el nieto adquirió o no la
personalidad jurídica, la ley que rige la sucesión del abuelo, o la francesa, como ley personal
del nieto? En principio, no parece que haya razones suficientes para apartarse de la solución
general, i.e. aplicar la ley personal del nieto (la francesa).
22.18. La ley nacional rige la capacidad general de obrar, i.e. de realizar eficazmente
actos jurídicos. En principio, la ley personal rige también las consecuencias de la falta de
capacidad general sobre un acto o relación jurídica concretos (por ejemplo, la nulidad o
anulabilidad de un contrato). Las excepciones derivadas de la protección del tráfico
(artículo 10.8 CC y artículo 13 Reglamento Roma I) las estudiaremos en el tema 26. Las
limitaciones o incapacidades especiales, i.e. las limitaciones o condiciones que se
superponen sobre la capacidad general para determinados actos, se suelen formular en
atención a las peculiaridades materiales del acto en cuestión, por lo que puede estar
justificado no someterlas a la ley personal sino a la ley que rige dicho acto.
22.20. Las limitaciones a la capacidad de obrar general pueden ser ex lege (minoría de
edad) o por declaración de una autoridad pública (normalmente, judicial). La
incapacitación judicial plantea un problema de competencia y un problema de ley
aplicable. En cuanto a la competencia judicial, y al margen de los convenios
internacionales aplicables (vid. núm. marg. 9.17 y ss.), el artículo 22 quáter (b) LOPJ
atribuye competencia a las autoridades españolas para adoptar medidas de protección
de las personas mayores de edad o de sus bienes cuando tuvieren su residencia en
España. Para la adopción de medidas cautelares o provisionales será suficiente su mera
presencia o la localización de los bienes sobre los que recaen dichas medidas en España.
22.21. La ley aplicable a la protección de las personas mayores de edad es la ley del
Estado de su residencia habitual (artículo 9.6 CC, con las matizaciones que allí se
hacen). En el caso de menores, se estará a lo dispuesto por el Convenio de La Haya de 19
de octubre de 1996.
1. RÉGIMEN GENERAL
22.23. Todos los ordenamientos reconocen el derecho al nombre de las personas físicas:
este derecho tiene fundamento constitucional (STC 20/1992 y 117/1994) y está
reconocido por los convenios de derechos humanos (vid. artículo 7 del Convenio de
Nueva York sobre derechos del niño). Sin embargo, su contenido puede variar mucho de
uno a otro, por ejemplo, en cuanto al propio concepto de «nombre y apellidos», los
nombres que se les pueden poner a las personas, quiénes pueden hacerlo, la posibilidad
de cambiarlo o la procedencia, número y orden de los apellidos.
22.26. En el ámbito del derecho al nombre, los aspectos registrales juegan un papel
determinante. No está de más, por ello, conocer la existencia de algunas reglas
especiales. (a) Reglas especiales en el Reglamento del Registro Civil. En el Derecho
interno, hay dos reglas importantes. El artículo 137.2 RRC prevé, en el caso de la mujer
casada, también la aplicación de su ley personal a los apellidos; no obstante, añade, si
conforme a su ley personal ostenta el apellido de su marido, será designada por éste,
pero se hará referencia además al apellido de nacimiento. Por otro lado, el artículo 200
RRC intenta reflejar también el principio de igualdad de sexos en esta sede y proclama
que en la inscripción de nacimiento de un extranjero se haga constar la forma masculina
o femenina del apellido cuando se admita esta variante según la ley extranjera. Así
sucede, por ejemplo, con el Derecho polaco, donde el mismo apellido tiene sufijos
distintos en función del sexo de la persona. En estos casos no rige el principio de
homopatronimia entre hermanos del mismo vínculo (vid. Resolución-Circular DGSJyFP
de 19 de abril de 2021). (b) Convenios internacionales. España, junto al Convenio de
Múnich citado anteriormente, ha concluido una serie de convenios internacionales, en
particular en el marco de la Comisión Internacional del Estado Civil, que facilitan la
identificación registral de los sujetos en situaciones transfronterizas. Entre ellos pueden
destacarse: (i) El Convenio de La Haya de 8 de septiembre de 1982 relativo a la
expedición de un certificado de diversidad de apellidos, que contempla la expedición de
un certificado para facilitar el reconocimiento registral de la identidad de las personas
que, a consecuencia de las diferencias existentes entre las legislaciones de ciertos
Estados, especialmente en lo referente al matrimonio, filiación o adopción, no son
designadas por un mismo apellido. (ii) El Convenio de Estambul de 4 de septiembre de
1958 relativo al cambio de nombres y apellidos, que viene a establecer una suerte de
competencia exclusiva de cada Estado parte para conceder el cambio de nombre y
apellidos en relación con sus nacionales y la obligación de los demás Estados parte de
reconocer las resoluciones sobre esta cuestión procedentes de aquel Estado.
22.27. Como hemos visto, el nombre y los apellidos se sujetan a la ley nacional de cada
persona. Para la determinación de la ley aplicable al nombre y los apellidos de sujetos
con doble nacionalidad se siguen las reglas que hemos señalado anteriormente, de tal
modo que si, por ejemplo, en supuestos de doble nacionalidad no prevista por nuestras
leyes una es la nacionalidad española, prevalecerá ésta (artículo 9.9 II CC).
Ejemplo. Un español, hijo de españoles, nace y reside en Dinamarca, en cuyo registro civil es
inscrito bajo el régimen de apellidos que prevé el Derecho danés (un apellido doble, compuesto
por el del padre y el de la madre). Pues bien, en este caso, el registrador español deberá
inscribir a ese menor como nacional español pero con los apellidos que le han atribuido bajo la
ley danesa. Esto conlleva en la práctica cierta posibilidad de elección del sujeto (o de quienes
tengan competencia para hacerlo) entre los distintos ordenamientos competentes. La
Instrucción de la DGRN de 24 de febrero de 2010 ha intentado aclarar el alcance de la
sentencia del TJUE de 14 de octubre de 2008, aunque su interpretación es dudosa en ciertos
extremos. Sobre los motivos de orden público que pueden justificar excepciones al principio de
reconocimiento mutuo de nombres y apellidos vid. STJUE, as. C-438/14.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 23 EL ESTATUTO PERSONAL: PERSONAS JURÍDICAS. DERECHO DE
SOCIEDADES
TEMA 23
23.2. La doctrina suele utilizar el concepto de lex societatis (=ley de la sociedad) para
referirse a la ley estatal que rige una sociedad, i.e. la ley que rige ese «estatuto
personal». El legislador español, siguiendo el modelo de las personas físicas, emplea el
concepto de «nacionalidad de las sociedades». Nuestro sistema parte de la idea de que
cada sociedad tiene una nacionalidad y dicha nacionalidad determina su estatuto
societario o personal. El artículo 9.11 CC, paralelo al artículo 9.1 CC para las personas
físicas, responde a esta concepción.
Texto. Artículo 9.11 CC
1. INTRODUCCIÓN
23.3. Lo primero que tenemos que preguntarnos es por el criterio de conexión que
utiliza el legislador español para identificar la lex societatis. Como acabamos de advertir,
el artículo 9.11 CC se refiere a la «nacionalidad» de las sociedades: la lex societatis
viene determinada por la nacionalidad de la sociedad. Pero esto no hace sino posponer la
respuesta, pues a continuación debemos preguntarnos qué criterio de conexión
determina la nacionalidad de una sociedad. Por eso se ha dicho que hablar de
«nacionalidad de las sociedades» es un rodeo innecesario. Siempre precisaremos de un
criterio de conexión que nos sirva para determinar la nacionalidad de las sociedades, la
cual, a su vez, nos determinará el «estatuto personal» –o lex societatis– de éstas.
(a) En los ordenamientos que responden al llamado modelo de sede real la lex
societatis viene determinada por un criterio objetivo: la «sede real», entendida como el
establecimiento principal o administración central de la sociedad. Si una sociedad tiene
su sede real o su establecimiento principal en el Estado A, por ejemplo, quedará sujeta a
la ley de A y, por lo tanto, deberá necesariamente constituirse bajo la ley de A y adoptar
alguno de los tipos societarios que dicha ley prevea. Por eso, en relación a los
ordenamientos que siguen este modelo, se suele emplear también como criterio de
conexión el concepto de domicilio entendido como domicilio real (sede real): la lex
societatis es la ley del Estado en cuyo territorio la sociedad tiene su «domicilio real».
23.6. Se ha discutido mucho sobre los argumentos a favor y en contra de cada modelo.
Se suele afirmar que el modelo de sede real es un modelo de prevención del fraude: si la
sociedad tiene su sede real en el Estado A, normalmente el mercado más afectado por
las actividades de dicha sociedad será el mercado de A y, por lo tanto, debe evitarse que
los socios o fundadores puedan eludir la aplicación del Derecho de sociedades de dicho
Estado constituyéndose y actuando al amparo de una lex societatis extranjera. A favor
del modelo de constitución se suele argumentar que favorece la actividad internacional
de las sociedades, da más certeza jurídica, responde mejor al interés de los socios o
fundadores, y no perjudica necesariamente a terceros en la medida en que éstos sepan
que están contratando con una sociedad extranjera y lo tengan en cuenta (volenti non fit
injuria).
2. DERECHO ESPAÑOL
23.7. La solución en nuestro Derecho positivo no es pacífica. Hay autores que entienden
que nuestro Derecho se orienta hacia un modelo de constitución, hay autores que
entienden que se orienta hacia un modelo de sede real y, por último, hay autores que
entienden que obedece a un modelo mixto. Puede decirse que la doctrina dominante
sigue esta última opción y considera que en el Derecho español la localización de la sede
real sólo impone límites a la elección de la lex societatis cuando aquélla se encuentra en
España, no cuando se encuentra en el extranjero. En consecuencia, distingue dos
situaciones.
Advertencia. Un sector de la doctrina española suele afirmar que el DIPr español responde a
un modelo de «constitución-domicilio», i.e. serán sociedades españolas las que se hayan
constituido conforme a la ley española y además hayan fijado su domicilio en España. En
realidad, la localización del domicilio social no es un criterio cumulativo al de la constitución,
sino un requisito material que se utiliza como sustitutivo de aquella. El criterio relevante es la
constitución: son sociedades españolas las que se hayan constituido conforme a la ley
española. Lo que sucede es que uno de los requisitos materiales que la ley española exige para
constituirse válidamente como tal –i.e. cómo sociedad española– es que la sociedad tenga su
domicilio social (= estatutario) en España. En la práctica, como todas las sociedades españolas
tienen su domicilio social en España, este último criterio se utiliza como elemento relevante
para determinar la nacionalidad o lex societatis.
(b) En cambio, se dice, no sucede lo mismo en la situación inversa. El artículo 9.2 LSC
parece requerir que las sociedades cuyo principal establecimiento o explotación esté en
España fijen igualmente su domicilio social en España y, por lo tanto, se constituyan bajo
la ley española (artículo 8 LSC: «Serán españolas y se regirán por la presente ley todas
las sociedades de capital que tengan su domicilio en territorio español…» artículo 9.2
«Las sociedades de capital cuyo principal establecimiento o explotación radique dentro
del territorio español deberán tener su domicilio en España»). La razón más escuchada a
favor de esta regla es la prevención del fraude: si la sociedad tiene su centro de
actividad principal en España es razonable que se le imponga la sujeción a la ley
española pues ello evita que, mediante la elección de una ley extranjera, se eludan las
normas españolas de tutela de terceros-acreedores, frente a la sociedad, o incluso de
tutela de los propios accionistas, frente a los administradores o frente a otros accionistas
de control.
23.10. En concreto, la jurisprudencia del TJUE, al analizar los efectos de los artículos
49 y 54 TFUE sobre las normas de conflicto nacionales en materia societaria, ha
distinguido entre dichos efectos sobre el «Estado de origen» de la sociedad y sobre el
«Estado de destino».
(a) Por un lado, el TJUE ha entendido que cada Estado miembro determina qué
condiciones debe cumplir una sociedad para constituirse bajo su propio Derecho y, por
consiguiente, los Estados miembros puedan mantener como condición para la
constitución válida de una sociedad conforme a su Derecho que la sociedad tenga el
domicilio social –como domicilio estatutario– en su territorio, lo cual es perfectamente
razonable y sucede así en la mayoría de los ordenamientos jurídicos. O incluso también
la sede real en su territorio (as. C-210/06), lo cual no lo es, pero a los efectos del Derecho
español es irrelevante si aceptamos la tesis de la doctrina mayoritaria pues, como hemos
dicho, nada impide que las sociedades se constituyan bajo Derecho español aunque
tengan su sede real en el extranjero.
(b) Pero, por otro lado, el TJUE también ha dicho que una sociedad válidamente
constituida conforme a la ley de un Estado miembro debe ser reconocida como tal (i.e.
cómo sociedad sujeta a la ley de ese Estado) en los demás, incluso en aquél donde
tenga su centro de actividad principal (ass. C-212/97, C-208/00 o C-167/01). Según
su jurisprudencia, resulta contrario a la libertad de establecimiento que garantiza el
TFUE que el Estado A, donde la sociedad tiene su sede real, imponga su normativa
societaria cuando la sociedad se ha constituido válidamente en otro Estado miembro B.
Ejemplo. Una sociedad válidamente constituida en Luxemburgo debe ser reconocida en todos
los demás Estados miembros como sociedad luxemburguesa, esto es, con la personalidad y
capacidad propias de ese Derecho. Esta obligación se impone, en particular, al Estado
miembro donde dicha sociedad tenga su administración o sede principal. En consecuencia, aun
cuando tuviese su principal establecimiento o explotación en España, no se puede invocar el
artículo 9.2 LSC para negar el reconocimiento a dicha sociedad o para calificarla como
sociedad irregular. Ese establecimiento constará en el registro mercantil como cualquier otra
sucursal de una sociedad extranjera (artículos 295 y ss. RRM).
23.11. En consecuencia: (a) Una sociedad puede constituirse bajo la ley española y
fijar su domicilio social en España, aunque tenga su establecimiento o explotación
principal en el extranjero, sea en un Estado europeo o no; (b) Una sociedad puede
constituirse bajo la ley de otro Estado del EEE y fijar allí su domicilio social, aunque
tenga su establecimiento o explotación principal en España. En el primer caso, la
sociedad tendrá la «nacionalidad española». En el segundo caso, la sociedad tendrá la
«nacionalidad» del Estado en cuestión. Cuando se ha constituido en un tercer Estado, la
cuestión sigue siendo polémica en la doctrina, aunque cada vez son más convincentes
los argumentos a favor de aplicar el mismo régimen que a las europeas, i.e. un modelo
de constitución.
23.13. La lex societatis rige los elementos del contrato de constitución de la sociedad,
su contenido, eficacia, y la necesidad de inscripción registral. Dicha ley determina, por
ejemplo, el número mínimo de socios, el régimen del capital social, su suscripción, el
régimen de las aportaciones o las consecuencias en caso de incumplimiento (i.e. la
responsabilidad de los aportantes). Su capacidad jurídica y de obrar (STS de 10 de julio
de 1996). También rige esta misma ley el régimen de las sociedades irregulares y en
formación. En el caso de aportaciones no dinerarias, si los bienes están en el extranjero,
deberá tenerse en cuenta la lex rei sitae para comprobar la oponibilidad a terceros de su
transmisión a la sociedad.
La capacidad general para ser miembro de una sociedad viene determinada por la ley
personal del sujeto (sea persona física o jurídica). En el caso de las limitaciones
especiales para ser miembro de una sociedad hay que atender al sentido y fin de la
norma material correspondiente. Así, por ejemplo, las limitaciones a la capacidad de los
cónyuges para constituir una sociedad vienen determinadas por la ley que rige sus
relaciones patrimoniales, no por la lex societatis, en la medida en que las razones para
imponer dichos límites no son de naturaleza societaria, sino vinculadas a las
particularidades de la relación económica matrimonial.
23.14. Las exigencias de forma que son condiciones necesarias de validez del acto
desde el punto de vista societario se someten a la lex societatis (artículo 11.2 CC). Así,
por ejemplo, cuando la lex societatis exija escritura pública para la constitución de
determinados tipos societarios, como sucede en el Derecho español, deberá
cumplimentarse esta formalidad. Ahora bien, esto no impide que pueda llevarse a cabo
ante una autoridad extranjera siempre que se satisfaga el «test de equivalencia», i.e.
que el notario extranjero intervenga con una autoridad y unas funciones equivalentes a
las de un notario español. La inscripción registral deberá practicarse siempre en
España.
23.15. La lex societatis regula las relaciones internas del contrato de sociedad, la
estructura personal o corporativa, las aportaciones, el estatuto normativo de los socios y
de los administradores y las relaciones entre ellos; también las modificaciones
estatutarias o el régimen de aumento y reducción de capital, por ejemplo. La misma ley
determina las formas de representación de las acciones (mediante títulos al portador,
nominativas o mediante anotaciones contables) y su ley de circulación, i.e. cómo se
trasmite la condición de socio.
Ejemplo. (SAP de Madrid, de 18 de mayo 2009). Sociedad argentina en liquidación con bienes
inmuebles en España. En este caso, las facultades del liquidador sobre los bienes inmuebles
que la sociedad tiene en España se someten a la ley argentina.
23.19. Por último, no es ocioso señalar que sobre la lex societatis se pueden
«superponer» otras leyes que afectan al juego de aquélla. El ejemplo más típico es de las
sociedades cotizadas en mercados extranjeros, i.e. cuando la sociedad de un Estado
cotiza en un mercado regulado extranjero, por ejemplo, una sociedad española admitida
a cotización en Portugal. En este caso, la ley portuguesa como lex mercatus puede
«superponerse» sobre la ley española e imponer ciertas condiciones o límites a aspectos
como la forma de representación de los títulos o el ejercicio de los derechos societarios,
por ejemplo. En ocasiones, ello requiere un esfuerzo de interpretación de ambas leyes
para adaptar sus contenidos materiales y permitir un juego armonioso.
1. NIVEL CONFLICTUAL
23.21. Las respuestas a los problemas conflictuales son sencillas: (a) un cambio de lex
societatis se produce por un traslado del domicilio social de un Estado a otro, y (b) esta
operación exige tener en cuenta ambas leyes, tanto la ley del Estado de origen como la
ley del Estado de destino.
Advertencia. En cambio, los meros traslados de sede real al extranjero no afectan al estatuto
social. Una sociedad constituida y domiciliada en España, cuya administración central o
establecimiento principal se encuentran en territorio español, puede trasladar estos últimos al
extranjero sin necesidad de mover el domicilio social. La sociedad seguirá sujeta al Derecho
español y podrá seguir actuando válidamente como sociedad española. Y tampoco los traslados
de la sede real a España cuando la sociedad es extranjera y tiene su domicilio social en el país
donde se haya constituido suponen un cambio a favor de la aplicación de la ley española. Al
menos esto es incuestionable dentro de Europa, por la jurisprudencia que hemos citado más
arriba y naturalmente, desde el punto de vista del legislador español como Estado de destino
(el Estado de origen puede imponer un cambio de lex societatis, vid. STJUE as. C-210/06).
23.24. Nuestro Derecho positivo regula este tipo de operaciones en los artículos 92 a
103 de la LME. Este régimen responde al esquema anterior y, en consecuencia, realiza
una distribución de las cuestiones material sometidas a la ley del Estado de origen y las
cuestiones materiales sometidas a la ley del Estado de destino. Esto es lo que vamos a
ver a continuación.
2. NIVEL MATERIAL
23.25. En el nivel material, las dos cuestiones principales son relativas a la viabilidad
de la operación, i.e. a la posibilidad legal de cambiar de lex societatis conservando la
personalidad jurídica (pues si no, deberá disolverse en el Estado de origen y constituirse
de nuevo en el Estado de destino) y si la respuesta es afirmativa, los presupuestos y
condiciones que deben cumplirse.
Ejemplo. (vid. STJUE as. C-378/10). Una sociedad anónima española puede trasladar su
domicilio a Budapest y transformarse en sociedad húngara, esto es, puede llevar a cabo una
«transformación transfronteriza», sin perder su personalidad jurídica. Deberá, para ello,
cumplir con los requisitos materiales que establece la ley española en cuanto a p. ej., derechos
de los accionistas minoritarios o acreedores (infra), y los que prevea la ley húngara, en cuanto
a, p. ej., inscripción registral o capital social.
23.29. También el modelo de análisis de estas operaciones guarda semejanza con el que
hemos visto en el epígrafe anterior. Por un lado, hay que analizar el problema
conflictual: qué ley o leyes se aplican a una fusión entre sociedades constituidas bajo
leyes distintas. Y por otro lado, los problemas materiales: ¿es posible una fusión con una
sociedad extranjera? Y si lo es, ¿bajo qué condiciones o presupuestos?
1. NIVEL CONFLICTUAL
23.31. El principio de aplicación distributiva supone que cada ley nacional se aplica
respectivamente a los presupuestos, procedimiento y efectos de la fusión de sus
sociedades nacionales con sociedades extranjeras, incluidas las medidas de protección
de los acreedores (STJUE as. C-483/14). Así, por ejemplo, el Derecho español nos dice si
una sociedad española se va a poder fusionar con una sociedad del Estado extranjero B y
bajo qué presupuestos; y el Derecho de B nos dice si una sociedad de B va a poder
fusionarse con una sociedad española y bajo qué presupuestos. En el caso de requisitos
comunes (como el proyecto de fusión conjunto) deben tenerse en cuenta ambas leyes.
Esto conlleva que, al margen de la posibilidad de ajustes materiales, el Derecho más
estricto va a determinar la viabilidad de la operación.
Ejemplo. Si la ley del Estado B no permite a sus sociedades fusionarse con sociedades
extranjeras, no será posible una fusión entre una sociedad de B y una sociedad española por
mucho que la ley española lo permita.
2. NIVEL MATERIAL
23.34. En relación con la fusión con sociedades de otros Estados miembros del EEE,
como sucedía en el caso del traslado del domicilio, el TJUE ha considerado que es
contrario a las libertades del TFUE que un Estado miembro permita las fusiones
internas, pero no las fusiones con sociedades de otro Estado miembro (as. C-411/03). En
ejecución de este principio, el legislador europeo adoptó la Directiva 2005/56/CE sobre
fusiones transfronterizas, que ha sido incorporada al Derecho español por la citada
LME. Este régimen se aplica siempre que intervengan dos sociedades sometidas a las
leyes de Estados miembros distintos (artículo 54). Esa Directiva ha sido sustituida por la
llamada «Directiva de codificación» (Directiva 2017/1132), que a su vez ha sido
modificada en relación con las transformaciones, fusiones y escisiones transfronterizas
por la Directiva 2019/1132 (supra 23.24).
23.37. La LME contiene reglas de conflicto también para otras operaciones societarias
como la escisión o la cesión global de activo y pasivo (artículos 73.2 y 84). En ambos
casos, la solución responde a ese principio de aplicación distributiva: se tendrá en
cuenta lo establecido en las respectivas leyes personales. El esquema de análisis es
semejante al que hemos visto en los aparatados anteriores.
Ejemplo. Una sociedad española pretende segregarse, siendo la sociedad beneficiaria una
sociedad francesa. La operación queda sujeta a las respectivas leyes personales (artículo 73.2
LME), i.e. rige el principio de aplicación distributiva de ambas leyes. La ley española rige los
requisitos de la segregación (proyectos, informes, acuerdos, etc.) por lo que respecta a la
sociedad española, así como los derechos de los acreedores de la sociedad española. La ley
francesa, por lo que respecta a la sociedad francesa. Naturalmente, hay aspectos en los que
deberá cumplirse con las exigencias de ambas leyes (proyectos, informes, publicidad, etc.). Es
discutible qué ley rige el régimen de responsabilidad legal (artículo 80 LME), aunque hay
razones para pensar que se somete a la ley personal de la sociedad escindida o segregada, i.e.
la sociedad con la que contrataron los acreedores.
23.38. El régimen sobre el estatuto de las personas jurídicas que hemos descrito hasta
ahora constituye lo que podríamos llamar el régimen general o básico. Junto a él, hay
determinadas sociedades que por su propia naturaleza pueden quedar sometidas a
reglas especiales, tanto en relación con el criterio que determina el estatuto personal,
como al ámbito de la lex societatis, al régimen de traslado de domicilio o a la fusión
internacional. Así, por ejemplo, hay reglas especiales para las entidades de crédito, las
compañías de seguro, las empresas financieras, las fundaciones, las asociaciones o los
tipos societarios supranacionales, como la sociedad anónima europea (vid. Reglamento
2157/2001 y artículos 455 y ss. LSC o la sociedad cooperativa europea (vid. Reglamento
1435/2003). En cada caso, los modelos de análisis que hemos estudiado en este tema
deberán completarse con las especialidades correspondientes.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 24 OBLIGACIONES CONTRACTUALES (I)
TEMA 24
24.1. Como cualquier otra actividad jurídico-privada que se desarrolla en el contexto internacional,
los contratos internacionales se concluyen y ejecutan en un mundo jurídicamente fraccionado. No
hay un Derecho de los contratos universal, sino que cada Estado tiene su propio Derecho de los
contratos. España tiene sus reglas contractuales, Francia las suyas y Brasil las suyas. En algunos
aspectos pueden coincidir y en otros no. Esto genera una notable incertidumbre jurídica. Una
empresa española que vende sus productos a una empresa francesa se encuentra, como mínimo,
ante dos Derechos contractuales potencialmente aplicables: el francés y el español. Si el contrato
conlleva prestaciones en otro Estado o involucra a más empresas de otros Estados, el número de
ordenamientos en juego aumenta.
24.2. Para reducir esta incertidumbre en la que se mueven los contratos internacionales, los
Estados han establecido diferentes reglas supranacionales uniformes. Estas reglas son de dos tipos.
(a) Unos textos armonizan las normas de conflicto, esto es, las normas que designan la ley estatal
que se va a aplicar a un contrato internacional. En el Derecho español el texto fundamental es el
Reglamento 593/2008, de 17 de junio de 2008, sobre ley aplicable a las obligaciones contractuales
(conocido como Reglamento Roma I).
(b) Otros textos armonizan el Derecho material. Su propósito no es designar la ley de un Estado
como ley aplicable al contrato, sino establecer un régimen contractual uniforme al margen de los
Derechos nacionales. Es un Derecho de los contratos supranacional. El texto más relevante es el
Convenio de Viena de 11 de abril de 1980 sobre compraventa internacional de mercaderías. Este
convenio regula la formación del contrato y los derechos y obligaciones del vendedor y del
comprador dimanantes de ese contrato (artículo 4). Este texto, como la mayoría del Derecho
contractual, es dispositivo: las partes pueden excluir total o parcialmente su aplicación (artículo 6).
24.3. El objeto principal de este capítulo y del siguiente son las reglas conflictuales, por lo que la
exposición tomará como referencia el Reglamento Roma I. No obstante, en la práctica, debe
tenerse en cuenta siempre la posible concurrencia del mecanismo conflictual con los convenios de
Derecho material uniforme, a los que aludiremos de forma puntual.
24.4. Como acabamos de advertir, en nuestro Derecho positivo, el régimen conflictual en materia
de obligaciones contractuales viene determinado, fundamentalmente, por el Reglamento 593/2008
o Reglamento Roma I. Este Reglamento sustituyó al Convenio de Roma de 19 de junio de 1980, de
ahí su nombre.
24.5. Su base normativa fue el artículo 65 del Tratado CE, actual artículo 81 TFUE, a partir del cual
se ha elaborado un cuerpo de textos de DIPr europeo, no sólo en la dimensión procesal (Bruselas I
bis, Bruselas II ter), sino también en la dimensión de ley aplicable (Reglamento Roma I en materia
de obligaciones contractuales o Reglamento Roma II en materia de obligaciones no contractuales).
Como señala el considerando 7 del Reglamento Roma I, estos textos configuran el círculo
hermenéutico interno del DIPr de la UE en el ámbito patrimonial. De aquí se extrae una
consecuencia importante: la aplicación del llamado «principio o postulado de continuidad de los
conceptos». Cuando un mismo término es empleado en dos o más textos, ese término debe recibir
el mismo significado en todos ellos. Y así, por ejemplo, las definiciones que ha ido elaborando el
TJUE en el contexto del Reglamento Bruselas I se extienden a los Reglamentos Roma I y Roma II
(vid. TJUE ass. C-359/14 y C-475/14). Ahora bien, esto es un mero principio interpretativo, que debe
combinarse con otros criterios. En la práctica funciona como una regla sobre la carga de la
argumentación: quien pretenda dar a un término una definición distinta de la desarrollada para
otros instrumentos de la UE debe justificar que hay razones suficientes para ello.
24.6. El Reglamento Roma I goza de los mismos atributos jurídicos que cualquier otro reglamento
europeo: tiene alcance general, es obligatorio en todos sus elementos y directamente aplicable por
los Estados miembros. No necesita transposición por los Derechos nacionales. El TJUE tiene
competencia interpretativa en las condiciones establecidas por el TFUE. El Reglamento Roma I
está vigente en todos los Estados Miembros salvo en Dinamarca, donde continúa en vigor el
Convenio de Roma 1980 (vid. cdo. 46).
1. ÁMBITO MATERIAL
24.8. A su vez, dentro del ámbito jurídico-privado, se excluyen una serie de cuestiones o relaciones
determinadas (artículo 1.2). En concreto: (a) el estado civil o la capacidad de las personas físicas.
Por consiguiente, la capacidad para contratar se somete a la ley nacional en virtud del artículo 9.1
CC, con la salvedad de la regla de protección del tráfico que contiene el artículo 13 del Reglamento;
(b) las obligaciones que deriven de relaciones familiares, o equivalentes, o las que deriven del
régimen económico matrimonial, testamentos o sucesiones; (c) las obligaciones que deriven de
letras de cambio, cheques o pagares, o de otros instrumentos negociables en la medida en que
deriven de su carácter negociable (en general, cualquier obligación que se funde directamente en
la tenencia legítima del título frente al deudor cartular, como la entrega de las mercancías en el
caso del conocimiento de embarque), sí que se aplica el Reglamento al contrato que sirve de causa
a la expedición del título o a su entrega; (d) las cláusulas arbitrales o de jurisdicción; (e) las
cuestiones pertenecientes al Derecho de sociedades, i.e. los aspectos internos u orgánicos del
contrato de sociedad (vid. as. C-498/20; no obstante, como ha aclarado el TJUE, una sucesión
universal por fusión no afecta a la ley aplicable determinada por el Reglamento Roma I, as. C-
483/14; lo mismo vale en relación a otras modificaciones estructurales; vid. también sobre el
alcance de esta exclusión, as. C-272/18); o (f) la responsabilidad precontractual. Tampoco se aplica
el Reglamento a los aspectos externos de la representación, i.e. a la cuestión de si el agente puede
obligar a su principal directamente con el tercero, pero sí a la relación representativa, i.e. el
contrato de mandato o comisión, y a la gestión representativa, i.e. al contrato que se haya concluido
con el tercero.
Desarrollo. Sobre el listado de cuestiones excluidas del Reglamento, puede ser oportuno hacer algún
desarrollo adicional en relación a tres de ellas. (a) Por un lado, se excluyen las cláusulas arbitrales y de
jurisdicción. Ello obedece a que hay distintos textos supranacionales que establecen condiciones uniformes
para su eficacia procesal. En particular, el Reglamento Bruselas I bis para las primeras (artículo 25) o los
Convenios de Nueva York 1958 y de Ginebra 1961, para las segundas. (b) Por otro lado, en cuanto a la
exclusión de la responsabilidad precontractual, se explica por la inclusión de una regla especial para
esa materia en el Reglamento Roma II relativo a la ley aplicable a obligaciones extracontractuales (vid.
artículo 12, analizado infra núm. 27.23). (c) En cuanto a la ley aplicable a los aspectos externos de la
representación voluntaria, incluida la responsabilidad del falsus procurator, lo más razonable es estar a la
ley del país donde se ejercitan las facultades conferidas, i.e. donde está actuando el representante (vid.
artículo 10.11 CC, RDGRN de 5 de enero de 2017 o RDGSJyFP de 19 de noviembre de 2020). Sobre los
problemas de forma de los poderes otorgados en el extranjero para actuar en España, vid., entre otras
muchas, RDGRN de 23 de febrero de 2015 (el juicio de equivalencia implica que «analizado el valor del
documento en el país de origen, tanto desde la perspectiva material como formal, pueda concluirse su
equivalencia o aproximación sustancial de efectos, en relación con un apoderamiento para el mismo acto
otorgado en España», RGDRN de 22 de noviembre de 2013, de 23 de febrero de 2015 y con mucho detalle
sobre qué autoridad lleva a cabo el juicio de equivalente, qué implica éste y su relación con el juicio de
suficiencia, RDGRN de 17 de abril de 2017; recientemente, con cierta flexibilidad, RDGRN, de 18 de
diciembre de 2018 o 19 de noviembre de 2020 o RDGSJyFP de 17 de noviembre de 2021).
2. CARÁCTER UNIVERSAL
24.9. El Reglamento Roma I tiene carácter universal, i.e. se aplica aunque la ley designada por
sus normas de conflicto no sea la de un Estado miembro (artículo 2). Esto significa que el
Reglamento Roma I determina la ley aplicable a todo contrato internacional sea con personas
europeas o de terceros Estados.
Ejemplo. Si el litigio se plantea ante los tribunales españoles, el Reglamento Roma I determinará la ley
aplicable al contrato concluido entre una empresa española y una empresa francesa, al contrato concluido
entre una empresa española y una empresa venezolana o incluso al contrato concluido entre una empresa
argentina y una empresa venezolana que por cualquier razón vienen a litigar a nuestros tribunales.
24.10. Merced a este carácter universal, el Reglamento Roma I reemplaza al artículo 10.5 CC (o al
artículo 10.6 CC o 1.4 ET) en el ámbito de aplicación material de aquél.
24.12. La relación con otros convenios internacionales está contemplada en el artículo 25 del
Reglamento. Su punto de partida es la distinción entre los convenios anteriores a la adopción del
Reglamento y los convenios posteriores. A su vez, dentro de los convenios anteriores, hay ciertas
diferencias entre los convenios concluidos con terceros Estados y los convenios concluidos entre
Estados miembros. (a) Los convenios previos con terceros Estados, esto es, los que vinculan a
Estados miembros con terceros Estados y contienen normas de conflicto en el ámbito contractual,
se respetan y, por consiguiente, siguen en vigor (artículo 25.1), tanto si son convenios bilaterales
como multilaterales, generales o especiales. En principio, este precepto cubre también los
convenios de Derecho uniforme que prevalezcan sobre el Reglamento, como el Convenio de Viena
de 1980 sobre compraventa internacional de mercaderías. (b) Por el contrario, los convenios
previos celebrados exclusivamente entre Estados miembros, quedan materialmente derogados
por el Reglamento. (c) Y por último, en relación con futuros convenios, la materia ha pasado a ser
competencia europea por lo que desde ahora corresponderá a la UE negociar dichos convenios
(aunque vid. cdo. 42).
24.13. La estructura del Reglamento se puede describir a partir de tres ideas. En primer lugar, el
régimen general se basa en la autonomía de la voluntad (artículo 3) y, en su defecto, en un listado
de normas diferenciadas por categorías de contratos, cuya finalidad es aplicar la ley del Estado
donde típicamente se va a localizar el centro de gravedad de cada categoría contractual,
acompañadas por una cláusula de escape (artículo 4). En segundo lugar, el Reglamento establece
cuatro regímenes especiales para cuatro categorías de contratos, justificadas
–fundamentalmente– por la necesidad de protección de una de las partes en el contrato: contratos
de transporte (artículo 5), contratos de consumo (artículo 6), contratos de seguro (artículo 7) y
contratos de trabajo (artículo 8). Estas reglas especiales corrigen los fallos que presenta el
principio de autonomía de la voluntad en situaciones de asimetría contractual. Por último, el
Reglamento articula la protección de intereses generales o jurídico-públicos a través de las
llamadas «normas de policía», que responden a sus propias conexiones y, por lo tanto, juegan al
margen de esas normas de conflicto ordinarias (artículo 9). Esta cláusula corrige el principio de
autonomía de la voluntad ante el otro tipo de fallos típicos que presenta: las externalidades
negativas que puede generar.
2. AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
24.14 La regla de base del Reglamento es la autonomía de la voluntad: los contratos quedan
sujetos a la ley elegida por las partes. Este principio está recogido en el artículo 3.1.
«El contrato se regirá por la ley elegida por las partes. Esta elección deberá manifestarse
expresamente o resultará de manera inequívoca de los términos del contrato o de las circunstancias
del caso. Para esta elección, las partes podrán designar la ley aplicable a la totalidad o solamente a una
parte del contrato».
El Reglamento arranca de la idea de que las partes son los mejores jueces de sus propios intereses:
son quienes mejor conocen la relación contractual y sus necesidades transaccionales y, por lo tanto,
son quienes están en las condiciones apropiadas para identificar la ley que mejor se ajusta a su
contrato. Además, son quienes van a sufrir directamente las consecuencias de esta elección y por
consiguiente, tienen los mejores incentivos para que sea la más eficiente. Por ello, el Reglamento
les deja entera libertad para elegir cualquier ley estatal, tenga o no una vinculación con el contrato,
i.e. las partes pueden elegir la ley de un Estado que no guarda ninguna relación ni con las partes, ni
con las circunstancias del contrato. Las partes pueden elegir la ley estatal que prefieran, por
ejemplo, porque les resulte la más familiar, una ley neutral o mejor técnicamente. También les
permite el llamado depeçage, i.e. elegir una ley distinta para una «parte» del contrato (artículo
3.1.III) y la posibilidad de cambiar de ley aplicable durante la vida del contrato, sin que ello
perjudique la validez formal ni los derechos de terceros (artículo 3.2). En el caso de Estados
plurilegislativos, es aconsejable que la cláusula especifique uno dentro de los vigentes en dicho
Estado.
«El presente contrato, así como su interpretación, quedará sujeto a las leyes del Estado de Nueva
York».
«El presente contrato se regirá por el Derecho común español» (el adjetivo «común» se añade para
evitar dudas sobre el Derecho aplicable dentro de los vigentes en España, común o forales).
«Unless explicitly stated otherwise, the law of Switzerland with the exception of the UN Convention on
Contracts for the International Sale of Goods shall only be applicable to this Agreement».
24.15. Además, dentro de los límites materiales de la ley elegida o de la ley aplicable por defecto,
las partes pueden incorporar por referencia otros cuerpos normativos, como un Derecho no
estatal (por ejemplo, los principios contractuales elaborados por UNIDROIT) o un convenio
internacional (vid. cdo. 17 del Reglamento, contemplando expresamente esta posibilidad). Frente a
la autonomía conflictual, que conlleva la elección por las partes de un Derecho como ley que rige el
contrato (lex contractus), esta incorporación se califica como autonomía material. Equivale a que
las partes «copiasen» esas reglas no estatales o ese convenio en el texto del contrato o lo
«incorporasen por referencia». Esta posibilidad sólo cabe dentro del espacio de las normas
dispositivas de la lex contractus.
24.16. La elección puede ser expresa o tácita, siempre que en este último supuesto resulte de
manera inequívoca de los términos del contrato o de las circunstancias del caso. Puede suceder que
las partes incluyan en el contrato una cláusula de jurisdicción pero no una cláusula de ley aplicable.
En tal caso, ello no significa necesariamente que estén eligiendo también la ley del mismo Estado:
en los considerandos del Reglamento se aclara que la inclusión en el contrato de una cláusula de
jurisdicción es un índice o «factor» más que los jueces deben tener presente para decidir si hubo
una elección tácita (vid. cdo. 12).
24.17. El Reglamento exige una elección por las partes de la ley aplicable al contrato. En cuanto a
la existencia o validez del consentimiento en relación con la propia cláusula de elección, el
artículo 3.5 del Reglamento se remite a los artículos 10, 11 y 13, los cuáles contienen conexiones
especiales para la validez material y formal del consentimiento contractual y para la capacidad
(infra).
24.18. La autonomía conflictual, esto es, la posibilidad de que las partes puedan sujetar su contrato
a cualquier Derecho estatal del mundo, sólo es admitida por el legislador en los contratos
internacionales, no en los contratos internos. Se presupone que esa amplitud del juego de la
autonomía de las partes sólo se justifica cuando éstas operan en el mercado internacional.
Ejemplo. Un contrato entre dos españoles, domiciliados y residentes en España, celebrado en España,
redactado en idioma español, y cuyas obligaciones deben cumplirse íntegramente en España no presenta,
en principio, vínculos o conexiones relevantes con ningún otro país. Si las partes escogen la ley francesa
como ley aplicable a ese contrato, la elección será válida pero dentro de los límites de las normas
dispositivas del ordenamiento español. Es como si las partes hubieren decidido sustituir todo el Derecho
dispositivo español, que pueden hacerlo, pero en lugar de haber redactado un clausulado sustitutivo
completo, hubiesen incorporado las normas francesas. El concepto de «disposiciones que no puedan
excluirse mediante acuerdo» está pensando en todo el Derecho imperativo interno.
El supuesto de hecho es que «todos los elementos pertinentes se localicen en un solo país». Esto
deja cierta flexibilidad al juez y así puede permitirse que, en un contrato cuyos elementos
principales se localizan sólo en un país, las partes escojan una ley extranjera, como lex contractus,
si hay razones objetivas que lo justifican como, por ejemplo, la vinculación entre ese contrato
interno y uno internacional (vid., en el ámbito de los contratos de derivados, In Banco de Santander
Torra SA v Companhia de Ferro de Lisboa [2016] EWCA Civ 127).
Ejemplo. Imaginemos un contrato en el cual todos los elementos relevantes de la situación se localizan
entre España, Portugal y Francia; las partes, sin embargo, han escogido el Derecho de Nueva York. En este
caso, si hay normas europeas imperativas aplicables a ese contrato o a alguno de sus aspectos, la remisión
a la ley neoyorquina no puede impedir la aplicación de dichas normas. Si estuviésemos ante una Directiva y
ésta ha sido transpuesta de forma distinta en España, Portugal y Francia es necesario determinar cuál de
estas tres leyes de transposición se aplica. El Reglamento resuelve esta cuestión ordenando la aplicación
de la norma de transposición de la autoridad que está conociendo del litigio.
Advertencia: el sentido de este precepto. Pese a su razonabilidad aparente, el precepto no está libre de
crítica. En el ámbito europeo, las normas no suelen condicionar su aplicación a que todos los elementos
relevantes se localicen en la UE. En la mayoría de los casos, si no en todos, lo relevante, cuando se trata de
normas europeas imperativas, es que se den las condiciones de aplicación territorial que la propia norma
exige o que se deduzcan de su sentido y finalidad. Por ello, si se trata de una norma imperativa y sólo una
parte de los elementos del contrato se localizan en la UE, es necesario consultar la propia norma para ver
si explícita (como sucede en muchas Directivas de consumo) o implícitamente (caso que sucede en otras
normas, como la Directiva de agencia, vid. TJUE as. C-381/98) se declara aplicable al supuesto. En este
caso, la Directiva prevalecerá sobre la voluntad de las partes no en virtud del artículo 3.4, pues no se da el
supuesto de hecho exigido («que todos los elementos pertinentes de la situación se encuentren en uno o
varios Estados miembros») sino en virtud de los artículos 9 o 23 del Reglamento.
§5. LEY APLICABLE EN DEFECTO DE ELECCIÓN
24.21. Cuando las partes no han elegido la ley aplicable, el Reglamento establece un elenco de
ocho reglas en función de la naturaleza del contrato (artículo 4.1). Estas reglas se pueden ordenar
a torno a cuatro categorías: (a) contratos de compraventa de mercaderías y de prestación de
servicios; (b) contratos sobre bienes inmuebles; (c) contratos de franquicia y distribución; y (d)
contratos celebrados en mercados organizados muy específicos, como son las subastas y los
mercados financieros. El Reglamento añade una cláusula de cierre para los contratos que no
puedan subsumirse en ninguna de esas categorías (artículos 4.3 y 4.4) y una cláusula de escape
para los supuestos en los que el contrato presenta vínculos manifiestamente más estrechos con otra
ley (artículo 4.3). Mediante esta cláusula, el texto da cierta flexibilidad, en favor de la llamada
«justicia conflictual», al principio de seguridad jurídica que inspira aquellas ocho reglas.
24.22. El Reglamento comienza por los dos contratos más típicos en el comercio internacional: la
compraventa de mercaderías y la prestación de servicios. Y ordena, en defecto de elección, la
aplicación de la ley del país donde reside la parte del contrato que tiene a su cargo la prestación
característica, esto es, el vendedor o el prestador de los servicios.
a) El contrato de compraventa de mercaderías se regirá por la ley del país donde el vendedor tenga su
residencia habitual;
b) El contrato de prestación de servicios se regirá por la ley del país donde el prestador del servicio
tenga su residencia habitual…».
24.24. El criterio de conexión que emplea la norma es el de la residencia habitual del vendedor de
las mercancías o del prestador de los servicios. Se supone que esta parte tiene a su cargo la
«prestación característica», i.e. la prestación que sirve para caracterizar el contrato como de
uno u otro tipo, pues la contraparte hace lo mismo en ambos (pagar un precio). A partir de aquí, se
suelen dar dos argumentos a favor de esta solución. Por un lado, la prestación característica es la
más compleja en la relación y por ello su responsable es quien incurre en mayores costes de
información jurídica. Las obligaciones del vendedor son más complejas que las del comprador (pues
éste sólo debe el precio) y, en consecuencia, aquél va a invertir más en información jurídica; por ello
es razonable que se le aplique la ley que le sea más próxima. Y lo mismo vale para el prestador de
servicios. Por otro lado, esta solución permite a los vendedores y a los prestadores de servicios
ofrecer sus productos bajo una única ley en diferentes mercados, lo cual reduce también los costes
de transacción.
Ejemplo 1. Una empresa española fabricante de calzados vende a distintos compradores en Austria, Suiza,
Italia y Argentina. En defecto de elección, todos esos contratos, con independencia de dónde se encuentre
el comprador, quedan sujetos a la misma ley: la ley española como ley de país donde tiene su residencia el
vendedor. Recuérdese que esta remisión al Derecho español incluye también el Convenio de Viena de 1980
sobre compraventa internacional de mercaderías (salvo que las partes excluyan su aplicación).
Ejemplo 2. (SAP de Madrid de 20 de febrero de 2014). Una sociedad española, Fiesta SA, contrata a una
sociedad de Hong Kong, para que le preste determinados servicios de asesoramiento y registros de marcas
de las que era titular en China, Hong Kong y Taiwán. La sociedad española retiene una parte del precio
acordado y es demandada en España por la sociedad de Hong Kong. En principio, si no hubo pacto de ley
aplicable, el contrato queda sometido a la ley de Hong Kong, como ley del país donde el prestador de los
servicios tiene su residencia habitual.
24.25. A los efectos de concretar la residencia habitual, el Reglamento distingue entre personas
jurídicas y personas físicas (artículo 19).
(a) En el caso de las personas jurídicas, la residencia habitual se debe entender como equivalente
a la administración central, i.e. el lugar desde donde se administra habitualmente la sociedad, la
cual no se corresponde necesariamente ni con el establecimiento principal, ni con el domicilio
estatutario. No obstante, cuando la persona jurídica tiene varios establecimientos, y (i) el contrato
se ha celebrado en el marco de las actividades de un establecimiento en particular, o (ii) según el
contrato, la prestación deba ser realizada por un establecimiento en particular, éste debe
considerarse como residencia habitual a los efectos del Reglamento. Esta corrección busca ofrecer
una mayor precisión a la hora de localizar el «centro de gravedad» del contrato.
Ejemplo. Si una empresa española vende sus productos a una empresa suiza, la ley aplicable viene
determinada por el lugar donde la empresa española tenga su administración central (que, como hemos
visto en el tema 22, no tiene por qué estar en España, aunque así sea habitualmente). En cambio, si el
contrato se ha celebrado en el marco de las actividades de una sucursal que la sociedad española tiene en
Italia (por ejemplo, allí se negoció y firmó el contrato), la ley aplicable será la italiana.
(b) El Reglamento no contiene reglas sobre la residencia habitual de las personas físicas, salvo
cuando se trata de profesionales. En este caso, el Reglamento distingue si el contrato se ha
celebrado en el marco de la actividad empresarial o profesional de la persona física o en el marco
de su actividad personal. Sólo para el primer supuesto afirma que la residencia habitual de dicha
persona debe concretarse donde tenga su «establecimiento principal». Este matiz puede ser
relevante cuando dicha persona tenga su domicilio familiar en un Estado, pero su actividad
profesional se localice en otro. Si la persona física tiene varios establecimientos localizados en
diferentes países, rige la misma regla de concreción que para las personas jurídicas.
24.26. En ambos casos, el momento relevante para determinar la residencia habitual de una
persona es el de celebración de contrato (artículo 19.3). Así se evita que por traslados de residencia
al extranjero, una de las partes pueda modificar unilateralmente la ley que rige el contrato.
Ejemplo. (STS de 14 de octubre de 2014). Este ejemplo ya lo hemos visto en el tema 1. Un ciudadano chino
concede un préstamo otro ciudadano chino. En el momento de concluir el contrato, ambos vivían en China.
Imaginemos que posteriormente ambos trasladan su residencia a España y el deudor es demandado ante
nuestros tribunales. En este caso, el domicilio del deudor en España en el momento de presentar la
demanda atribuye CJI a los tribunales españoles. No obstante, el contrato queda sujeto a la ley china, ya
que allí tenía su residencia el prestamista [como parte encargada de cumplir la prestación característica,
vid. artículo 4 (2) infra] en el momento de concluir el contrato.
24.27. La segunda categoría de contratos contemplados en el artículo 4 del Reglamento son los
relativos a bienes inmuebles. A su vez, dentro de esta categoría, el Reglamento introduce una
subregla para los contratos de temporada inspirada en el Reglamento Bruselas I (artículo 22.1.II).
c) el contrato que tenga por objeto un derecho real inmobiliario o el arrendamiento de un bien
inmueble se regirá por la ley del país donde esté sito el bien inmueble;
d) no obstante lo dispuesto en la letra c), el arrendamiento de un bien inmueble celebrado con fines de
uso personal temporal para un período máximo de seis meses consecutivos se regirá por la ley del país
donde el propietario tenga su residencia habitual, siempre que el arrendatario sea una persona física y
tenga su residencia habitual en ese mismo país…».
(a) Por un lado, los contratos que tienen por objeto un derecho real inmobiliario o el
arrendamiento de un inmueble se regirán, a salvo de elección de otra ley, por la ley del país donde
esté sito el inmueble.
El TJUE ha concluido que las obligaciones del pago derivadas de la pertenencia a una comunidad de
vecinos de los propietarios de inmuebles son de naturaleza contractual, en la medida en que son
obligaciones «voluntariamente asumidas» por la compra del inmueble, pero no deben calificarse
como contratos que tienen como objeto un derecho real inmobiliario, sino como contratos de
prestación de servicios (as. C-25/18).
(b) No obstante, el arrendamiento de un bien inmueble celebrado (i) con fines de uso personal,
(ii) para un período máximo de seis meses consecutivos, (iii) siempre que el arrendador y el
arrendatario tengan su residencia en un mismo país, y (iv) el arrendatario sea una persona física,
se regirá, a salvo de elección de otra ley, por la ley del país en el que el propietario tenga su
residencia habitual.
Ejemplo. Un contrato de arrendamiento de un apartamento situado en España, celebrado entre una
empresa alemana y una persona física residente en Alemania, para los tres meses de verano, se regirá, en
defecto de elección, por la ley alemana. La combinación de condiciones que requiere la aplicación de esta
regla es algo aleatoria, pero responde a una solución de compromiso entre los Estados miembros reacios a
establecer un foro exclusivo en materia de arrendamientos sobre bienes inmuebles y los Estados miembros
favorables a ello.
24.28. El tercer grupo de contratos es relativo a contratos entre profesionales y de larga duración,
en los que resulta difícil identificar qué parte lleva a cabo la prestación característica: en concreto,
los contratos de franquicia y de distribución.
e) el contrato de franquicia se regirá por la ley del país donde el franquiciado tenga su residencia
habitual;
f) el contrato de distribución se regirá por la ley del país donde el distribuidor tenga su residencia
habitual…».
El Reglamento, para evitar ambigüedades y buscar una ley próxima a aquella parte que puede
encontrarse en una situación más vulnerable, establece que:
(a) Los contratos de franquicia se regirán por la ley del país en que el franquiciado tenga su
residencia habitual;
(b) Los contratos de distribución se regirán por la ley del país en que el distribuidor tenga su
residencia habitual.
24.29. Por último, el Reglamento contiene dos reglas para los contratos celebrados en sendos tipos
de mercados organizados: subastas y mercados financieros. La ratio de esta regla especial es que,
en estos casos, se trata de contratos celebrados en mercados con reglas particulares de
funcionamiento, comunes para todos los participantes y en los que, por esta razón, aplicar una u
otra ley en función de dónde tenga su residencia el vendedor no resulta una solución apropiada.
Suelen ser mercados anónimos en los que el comprador no conoce exactamente con quién está
contratando.
h) el contrato celebrado en un sistema multilateral que reúna o permita reunir, según normas no
discrecionales y regidas por una única ley, los diversos intereses de compra y de venta sobre
instrumentos financieros de múltiples terceros, tal como estipula el artículo 4, apartado 1, punto 17, de
la Directiva 2004/39/CE, se regirá por dicha ley…».
(a) Los contratos de venta de bienes mediante subasta se regirán por la ley del país donde tenga
lugar la subasta, si dicho lugar puede determinarse.
(b) Los contratos celebrados en mercados financieros organizados quedan sujetos a la ley que
gobierna el mercado. El tenor de la regla es algo complejo ya que incorpora una definición de
mercados financieros tomada de la Directiva MiFID (2004/39, ahora sustituida por la Directiva
2014/65). La regla incluye todo mercado financiero, europeo o de un tercer Estado, equivalente a lo
que en dicha Directiva se califica como «mercados regulados» o como «plataformas o sistemas
multilaterales de negociación» (vid. cdo. 18).
5. CLÁUSULAS DE CIERRE
24.31. A continuación, el Reglamento establece una regla para aquellos supuestos que no sean
subsumibles en ninguna de las categorías de ese catálogo o que sean subsumibles en más de una (y
ello pueda conducir a soluciones divergentes). En este caso, se aplicará el principio general: El
contrato quedará sujeto a la ley del país donde tenga su residencia habitual la parte encargada de
llevar a cabo la prestación característica (artículo 4.2). El concepto de «prestación característica»
hace referencia a aquella prestación que sirve para calificar el contrato como de un tipo
determinado.
24.32. Puede haber casos en los que no sea posible identificar una prestación como característica
del contrato, por ejemplo, porque ambas prestaciones tengan una consideración equivalente como
ocurre en los contratos de permuta. Para estos supuestos, el Reglamento prevé la aplicación de la
ley del país con el que el contrato presente los vínculos más estrechos (artículo 4.4).
6. CLÁUSULA DE ESCAPE
24.33. Por último, el Reglamento concluye con una cláusula de escape para aquellos supuestos
en los que, pese a ser subsumible en alguna de las categorías señaladas, el contrato presenta
vínculos manifiestamente más estrechos con otro país.
«Si del conjunto de circunstancias se desprende claramente que el contrato presenta vínculos
manifiestamente más estrechos con otro país distinto del indicado en los apartados 1 o 2, se aplicará la
ley de este otro país».
24.34. Bien como cláusula de cierre, bien como cláusula de escape. el juego de la cláusula de los
vínculos más estrechos requiere tener en cuenta las conexiones del contrato con los diferentes
países y ponderar la relevancia de esas conexiones bajo los principios del Derecho contractual. El
considerando 21 del Reglamento nos da una pauta para ciertos casos: para determinar el país con
el cual el contrato presenta los vínculos más estrechos debe tenerse en cuenta, entre otros
aspectos, si el contrato en cuestión tiene una relación muy estrecha con otro contrato o contratos,
en cuyo caso, puede tener sentido que la ley aplicable a éstos se extienda a aquél.
Ejemplo. Imaginemos que una empresa matriz inglesa garantiza un préstamo de su filial española. En
principio, la ley aplicable será la ley inglesa como ley del país donde el fiador (quien realiza la prestación
característica en un contrato de fianza, vid. sentencia del BGH 11 de noviembre de 2010) tiene su
residencia habitual. No obstante, tanto el préstamo como la garantía se negocian en España, en español y
el pago se fija en euros en Barcelona. El contrato de préstamo queda sometido a la ley española. Aunque el
garante tenga su residencia habitual en Inglaterra, hay argumentos para sostener que el contrato de
garantía presenta los vínculos manifiestamente más estrechos con la ley española y, por lo tanto, para
aplicar ésta a través de la cláusula de escape. Como ha dicho el TJUE, «…el órgano jurisdiccional remitente
debe llevar a cabo una apreciación global de la totalidad de los elementos objetivos que caracterizan la
relación contractual y apreciar el elemento o elementos que, a su juicio, son más significativos… entre los
elementos significativos de conexión que han de tenerse en cuenta se incluye la existencia de lazos
estrechos entre el contrato de que se trate y otro u otros contratos que, en su caso, formen parte de la
misma cadena de contratos…» (as. C-305/13).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 25 OBLIGACIONES CONTRACTUALES (II)
TEMA 25
§1. INTRODUCCIÓN
25.1. En el tema anterior estudiamos la regla general del Reglamento Roma I sobre ley
aplicable a las obligaciones contractuales. En este tema continuaremos con dicho texto y
analizaremos cuatros reglas especiales establecidas para aquellas relaciones
contractuales que se caracterizan por cierta «asimetría» contractual entre las partes:
i.e. contratos de transporte, seguro, consumo y trabajo. En estos cuatro casos, el
legislador europeo presupone que hay una cierta desigualdad entre clases de
contratantes, lo cual conlleva que la parte «fuerte» puede utilizar abusivamente la
autonomía de la voluntad y/o que la aplicación de la ley del prestador característico deba
ceder a favor de la aplicación de una ley más próxima a la parte «débil». Como vamos a
ver, los sistemas diseñados para corregir esa desigualdad contractual se concretan de
forma distinta en cada supuesto. A continuación analizaremos el juego de las normas de
policía. Y concluiremos con la delimitación del ámbito de la ley aplicable al contrato (o
lex contractus) y de la incidencia de otras conexiones especiales para ciertos aspectos
del contrato.
25.3. Para los contratos de transporte de mercancías establece una regla basada en la
autonomía de la voluntad y en su defecto en una acumulación de conexiones (sobre el
concepto de contrato de transporte, vid. cdo. 22 y TJUE ass.
C-133/08 y C-305/13).
Si las partes no han elegido la ley aplicable al contrato, el Reglamento entiende que la
proyección del principio de base, i.e. la aplicación de la ley de residencia habitual del
prestador característico, en este caso el transportista, puede conducir a una ley con un
vínculo muy débil con el contrato (TJUE as. C-305/13). Por ello, se remite a dicha ley
siempre que coincida con alguno de estos tres criterios de conexión (a) la residencia
habitual del remitente; (b) el lugar de recepción de las mercancías o (c) el lugar de
entrega. Si no se da este cúmulo de conexiones, se aplicará la ley del lugar de entrega de
las mercancías acordado por las partes (no el de entrega física), pues se entiende que es
una conexión previsible para ellas, razonable en atención a la naturaleza del contrato y
que normalmente coincidirá con el tribunal donde se van a plantear los posibles litigios.
Por último, se mantiene el juego de la cláusula de escape (artículo 5.3: «si el contrato
presenta vínculos manifiestamente más estrechos con otra ley, se aplicará dicha ley»).
La formulación de esta cláusula en la versión española del texto omite el adverbio
«claramente», pero es un mero error de traducción.
25.4. Para los contratos de transporte de personas el Reglamento contiene una regla
especial que responde a una ponderación entre dos intereses: el interés del
transportista en planificar ex ante sus operaciones y poder asegurar que una misma ley
rija todos los contratos y por otro lado, el interés de los pasajeros en no quedar
sometidos a leyes imprevisibles que no guarden relación con el contrato. El legislador
pondera ambos intereses permitiendo la elección de la ley aplicable al contrato, pero
dentro de un elenco cerrado, donde no cabe elegir una ley que no presente ningún
vínculo objetivo o subjetivo con la relación.
«2. En defecto de elección por las partes de la ley aplicable al contrato para el transporte
de pasajeros de conformidad con el párrafo segundo, el contrato se regirá por la ley del
país donde el pasajero tenga su residencia habitual, siempre y cuando el lugar de origen o
el lugar de destino también estén situados en ese país. Si no se cumplen estos requisitos,
se aplicará la ley del país donde el transportista tenga su residencia habitual. Las partes
podrán elegir como ley aplicable a un contrato para el transporte de pasajeros, de
conformidad con el artículo 3, únicamente la ley del país donde:
a) el pasajero tenga su residencia habitual, o
La regla funciona en tres escalones. En primer lugar, se aplicará la ley elegida por las
partes, pero dentro de un elenco limitado de opciones: la ley elegida tiene que coincidir
(a) o bien con la ley del país de residencia habitual del pasajero, (b) o bien con la ley del
país de residencia habitual del transportista (concretada conforme al artículo 19, de tal
forma que en bastantes casos, la residencia habitual del transportista coincidirá con el
lugar de adquisición del billete ex artículo 19.2), (c) o bien con la ley del país donde se
encuentre la administración central del transportista (lo que le permite sujetar todos los
transportes que lleva a cabo un transportista a escala mundial a una única ley, aunque
los billetes se hayan adquirido a través de una sucursal local), (d) o bien con la ley del
lugar de partida (e) o bien con la ley del lugar de destino. En segundo lugar, en defecto
de elección de la ley aplicable o cuando ésta no satisface las condiciones precedentes, se
aplicará la ley del país de residencia habitual del pasajero si coincide con el país de
origen o destino del viaje. En tercer lugar, si no se dan estas condiciones, se aplicará la
ley del país de residencia habitual del transportista. Por último, y como en el caso del
transporte de mercancías, también juega aquí la cláusula de escape de los vínculos más
estrechos (artículo 5.3: «si el contrato presenta vínculos manifiestamente más estrechos
con otra ley, se aplicará dicha ley»).
«Sin perjuicio de los artículos 5 y 7, el contrato celebrado por una persona física para un
uso que pueda considerarse ajeno a su actividad comercial o profesional (“el consumidor”)
con otra persona (“el profesional”) que actúe en ejercicio de su actividad comercial o
profesional, se regirá por la ley del país en que el consumidor tenga su residencia habitual,
siempre que el profesional: a) ejerza sus actividades comerciales o profesionales en el país
donde el consumidor tenga su residencia habitual, o b) por cualquier medio dirija estas
actividades a ese país o a distintos países, incluido ese país, y el contrato estuviera
comprendido en el ámbito de dichas actividades.
1. ÁMBITO DE APLICACIÓN
25.6. La delimitación del ámbito de aplicación de la regla espacial prevista para los
contratos de consumo viene condicionada por la conjunción de dos variables: (a) una de
naturaleza material: sólo se aplica a los contratos celebrados entre un profesional y un
consumidor, (b) y otra de naturaleza territorial: sólo protege a los llamados
«consumidores pasivos o sedentarios». Es necesario que se den ambas circunstancias
para que juegue la regla de protección del artículo 6, si bien, incluso dentro de ese
ámbito, se excluye expresamente una serie de supuestos.
25.9. A partir de esta idea, el Reglamento define con bastante precisión lo que debe
entenderse por «consumidor pasivo». Para ello, toma como referente el artículo 15 del
Reglamento Bruselas I. En concreto, distingue dos hipótesis:
(b) Cuando el profesional dirija sus actividades por cualquier medio al país del
consumidor o a distintos países, incluido el del consumidor y el contrato entre en el
ámbito de dichas actividades [artículo 6.1 (b)].
Ejemplo. Un empresario francés, que no tiene ningún tipo de presencia física en España pero
ofrece o hace publicidad de sus servicios o productos en este país, concluye un contrato con un
consumidor que reside en España, el cual actúa en respuesta a dicha oferta o publicidad. En
este segundo caso, el consumidor queda también protegido por el artículo 6.
2. SUPUESTOS EXCLUIDOS
25.10. Al margen de que el artículo 6 cede a favor de las reglas previstas para los
contratos de transporte o seguro (por eso, el precepto comienza diciendo «Sin perjuicio
de los artículos 5 y 7,…»), se establece en el apartado cuarto una lista de supuestos
excluidos, que obedecen a razones de índole conflictual [como el apartado (a)] o
material (los demás apartados). En particular, no quedan amparados bajo el artículo 6:
Ejemplo. El ejemplo típico son los cursos de idiomas, servicios profesionales, hoteleros (SAP
de Oviedo, de 7 de febrero de 2018), etc. Si un consumidor con residencia en España contrata
un curso de idiomas que sólo conlleva prestación de servicios en el extranjero no parece
razonable que pueda imponer la aplicación de la ley española. Repárese en que esta ratio
puede ser convincente, pero no lo son tanto algunas de las consecuencias que se derivan de
ella. Puede ser razonable pensar que si un consumidor que reside en España contrata un curso
de idiomas en Irlanda (sin prestación de servicios adicionales aquí), dicho contrato no quede
sujeto al Derecho español aunque la compañía irlandesa hubiese publicitado sus cursos en el
mercado español. En este caso, el consumidor debe asumir la sujeción al Derecho irlandés. Sin
embargo, la paradoja es que este contrato al excluirse del artículo 6 queda sometido
automáticamente a los artículos 3 y 4. El consumidor español es considerado a todos los
efectos como un profesional y, por consiguiente, las partes podrían elegir la ley aplicable sin
restricción alguna (aunque vid. infra 25.12). Para este tipo de casos, la consecuencia lógica
que se debe extraer de su ratio es la sujeción a la ley del país donde se presta el servicio, no la
aplicación irrestricta de los artículos 3 y 4.
(b) Los contratos de transporte, salvo los de viaje combinado tal y como se definen en la
Directiva 90/314/CEE (sustituida por la Directiva 2015/2302). Como sabemos la
exclusión está justificada en la medida en que el Reglamento ha incluido reglas
especiales para estos contratos (artículo 5, pero vid. núm. marg. 25.4).
(c) Los contratos que tengan por objeto un derecho real inmobiliario o un
arrendamiento de bienes inmuebles, salvo los contratos de time-sharing definidos por la
Directiva 94/47/CE (ahora, Directiva 2008/122). En esta exclusión se comprenden los
contratos de hipoteca y cualquier otro derecho de garantía sobre inmuebles. No se
incluyen, como ha precisado el TJUE, un «contrato de compraventa, que incluye un
contrato de arrendamiento y un contrato de prestación de servicios, relativo a unos
árboles plantado en un terreno arrendado con el único fin de recolectarlos» (as. C-
595/29).
Desarrollo. Para los contratos de time-sharing (en sentido amplio del término), el artículo 17
de la Ley 4/2012, que transpone en nuestro Derecho el artículo 12 de la Directiva 2008/122/CE
prevé que cuando resulte de aplicación al contrato la ley de un Estado no miembro del EEE, el
consumidor podrá invocar la protección que le ofrece dicha norma si (i) el contrato se refiere a
un inmueble situado en un Estado miembro, o (ii) cuando el contrato no esté relacionado
directamente con un inmueble, el profesional realice actividades en un Estado miembro o
dirija sus actividades a un Estado miembro, y el contrato esté comprendido en el marco de
dichas actividades. Este precepto prescinde de la residencia habitual del consumidor como
criterio relevante.
(d) Los derechos y obligaciones que constituyan un instrumento financiero, los derechos
y obligaciones que constituyan las condiciones de emisión, las ofertas públicas de venta
y suscripción o las ofertas públicas de adquisición de valores negociables, y la
suscripción y el reembolso de participaciones en instituciones de inversión colectiva,
siempre y cuando no constituyan la prestación de un servicio financiero. Esta exclusión
sustrae del ámbito de aplicación del artículo 6 tanto los contratos que puedan calificarse
de contratos financieros, como los contratos celebrados por inversores particulares en el
marco de una oferta pública de venta de valores (OPV) o una oferta pública de
adquisición de valores (OPA); así como los relativos a la participación en instituciones de
inversión colectiva. Todas éstas son transacciones financieras en las que es preciso
asegurar la uniformidad del régimen legal aplicable y prevenir que éste pueda variar
dependiendo de dónde tenga su residencia habitual el inversor qua consumidor (vid.
cdos. 28 y 29; vid. sin embargo, STS de 20 de julio de 2017).
3. LEY APLICABLE
25.12. Las cláusulas de elección de ley aplicable son válidas y eficaces. Sin embargo,
dichas cláusulas quedan sujetas al principio de mayor favorabilidad, i.e. sólo juegan
para bien del consumidor. La ley elegida por las partes no puede privar al consumidor de
la protección que le ofrecen las normas imperativas de la ley de su país de residencia
habitual.
«…una cláusula que figura en las condiciones generales de venta de un profesional, que no
ha sido negociada individualmente, en virtud de la cual la ley del Estado miembro del
domicilio social de ese profesional rige el contrato celebrado por vía de comercio
electrónico con un consumidor, es abusiva en la medida en que induzca a error a
dicho consumidor dándole la impresión de que únicamente se aplica al contrato la
ley del citado Estado miembro, sin informarle de que le ampara también, en virtud
del artículo 6, apartado 2, del Reglamento N.º 593/2008, la protección que le
garantizan las disposiciones del Derecho que sería aplicable de no existir dicha
cláusula» (as. C-191/15 y C-272/18, o STS de 20 de julio de 2021). El control de
abusividad, como hemos visto, cabe también en relación con contratos excluidos del
ámbito de aplicación del artículo 6, como los contratos de transporte; una cláusula de
elección de la ley aplicable puede ser abusiva si designa una ley distinta de la que sería
aplicable por defecto (vid. STS de 20 de julio de 2021).
25.14. De acuerdo con esta solución de compromiso, se establecen las siguientes reglas:
(a) Los contratos de reaseguro y los contratos de seguro cuyo objeto sean riesgos
localizados en un tercer Estado (no miembro y Dinamarca lo es a los efectos de este
precepto, vid. artículo 1.4) quedan sometidos al régimen general del Reglamento, esto
es, a los artículos 3, 4 y en su caso al artículo 6 (vid. artículo 7.1).
(b) Los contratos relativos a grandes riesgos quedan sujetos a la ley libremente
elegida por las partes; en su defecto, a la ley del país en el que el asegurador tenga su
residencia habitual, salvo que el contrato presente vínculos manifiestamente más
estrechos con la ley de otro país (artículo 7.2). El concepto de grandes riesgos se define
por remisión a la Directiva 73/239/CEE (actualmente Directiva 2009/138). En realidad,
lo que esto significa es que los seguros de grandes riesgos quedan sometidos al régimen
general del Reglamento.
(c) Los demás contratos de seguro cuyo objeto sean riesgos localizados en un Estado
miembro (incluido Dinamarca), quedan sujetos a la ley escogida por las partes, pero
dentro de un elenco limitado de posibilidades. La solución procede de las Directivas
mencionadas y adopta un modelo de tutela parecido al de los contratos de transporte. En
concreto, las partes pueden elegir entre: (i) la ley del Estado miembro en que se localice
el riesgo en el momento de la celebración del contrato; (ii) la ley del país donde el
tomador del seguro tenga su residencia habitual; (iii) en el caso de un seguro de vida, la
ley del Estado miembro del que sea nacional el tomador del seguro; (iv) en el caso de
contratos de seguro que cubran riesgos limitados a siniestros que ocurran en un Estado
miembro distinto del Estado miembro en que se sitúe el riesgo, la ley de dicho Estado
miembro; (v) y finalmente, cuando el tomador del seguro ejerza una actividad comercial
o industrial o una profesión liberal y el contrato de seguro cubra dos o más riesgos que
estén relacionados con dichas actividades y estén situados en Estados miembros
diferentes, la ley de cualquiera de los Estados miembros en cuestión o la ley del país en
el que el tomador del seguro tenga su residencia habitual. En el caso de los apartados (i),
(ii) y (v) la ley material elegida puede conceder aún mayor autonomía a las partes, en
cuyo caso pueden beneficiarse de esta posibilidad.
Si las partes no han escogido la ley aplicable, el contrato se regirá por la ley del Estado
miembro en el que el riesgo este situado en el momento de celebración del contrato. La
localización de los distintos tipos de riesgos no se establece en el Reglamento, sino por
remisión a las Directivas correspondientes (artículo 7.6).
25.16. El Reglamento contiene una regla para resolver el problema de los contratos de
seguro que cubren riesgos localizados en distintos Estados (artículo 7.5, a los
efectos de aplicar los apartados 3 y 4 del artículo 7, y considerando 33 a los efectos de
aplicar el artículo 7 en su conjunto). En tal hipótesis, se establece un principio de
separabilidad: para la determinación de la ley aplicable, el contrato se considerará
constituido por distintos contratos cada uno referido al Estado de localización respectiva
del riesgo.
«1. El contrato individual de trabajo se regirá por la ley que elijan las partes de
conformidad con el artículo 3. No obstante, dicha elección no podrá tener por resultado el
privar al trabajador de la protección que le aseguren las disposiciones que no pueden
excluirse mediante acuerdo en virtud de la ley que, a falta de elección, habría sido
aplicable en virtud de los apartados 2, 3 y 4 del presente artículo.
Este precepto, naturalmente, excluye el juego del artículo 1.4 del Estatuto de los
Trabajadores y es aplicable también a las relaciones laborales con organismos públicos
españoles. Por otro lado, la ley estatal así designada incluye los convenios colectivos
siempre que el supuesto se halle dentro de su esfera de aplicación (i.e., dentro del
ámbito de aplicación temporal, material, personal y espacial del convenio
correspondiente). Los fondos de garantía salarial, en cambio, tienen sus propias
conexiones al margen de la lex contractus designada por el Reglamento Roma I (STJUE
as. C-292/14).
25.18. Lo que se compara son las normas de la ley elegida y las normas imperativas,
i.e. «que no puedan derogarse por contrato», de la ley aplicable por defecto. El
Reglamento mantiene silencio sobre la forma de llevar a cabo esa comparación: norma
por norma, institución por institución u ordenamiento por ordenamiento. En principio, la
doctrina dominante entiende que la comparación no debe ser de normas individuales,
sino de instituciones autónomas (vid., sin embargo, TJUE as. C-152/20 y 218/20). Por
otro lado, la cuestión de si la comparación entre leyes debe practicarla el juez de oficio o
queda a la voluntad de la parte interesada se deja al Derecho de cada Estado.
25.19. Si las partes no han elegido la ley aplicable, el contrato quedará sujeto a la lex
loci laboris; esto es, a la ley del Estado en cuyo territorio el trabajador realiza
habitualmente su trabajo (artículo 8.2). En su defecto, se aplicará la ley del Estado
donde esté el establecimiento a través del cual fue contratado el trabajador (artículo
8.3). Y, por último, el precepto concluye con una cláusula de escape: cuando del conjunto
de circunstancias se derive que el contrato se halla más estrechamente vinculado con la
ley de otro país, se aplicará ésta (artículo 8.4).
25.20. Algunos aspectos del precepto merecen atención. Por un lado, la regla contempla
expresamente las situaciones de los trabajadores que no realizan habitualmente su
trabajo en un mismo Estado, pero sí lo llevan a cabo desde un mismo Estado. Esto es,
cuando el trabajador realiza de hecho su trabajo en diferentes Estados, pero hay uno de
ellos que constituye una suerte de «base de operaciones». El ejemplo típico es el de los
trabajadores para compañías aéreas. En este caso, se estará a la ley del país «a partir
del cual» (o desde el cual) el trabajador realiza habitualmente su trabajo, no a la ley del
establecimiento a través del cual fue contratado.
25.21. Por otro lado, el precepto aclara que un mero desplazamiento temporal del
trabajador no hace caer esa conexión (evitando que se acuda al párrafo tercero del
precepto, i.e. al establecimiento a través del cual fue contratado). En concreto, se señala
que el lugar donde el trabajador desempeña habitualmente su trabajo no se considerará
modificado por un mero «desplazamiento temporal a otro Estado». El considerando 36
aclara el concepto de «desplazamiento temporal» –tomando la jurisprudencia del TJUE
referida al Reglamento Bruselas I (vid., STJCE as. C-437/00)–: un desplazamiento es
temporal «… cuando se supone que el trabajador va a reanudar su trabajo en el país de
origen tras realizar su tarea en el extranjero». Además, la celebración de un nuevo
contrato en el marco de dicho traslado (lo cual es común en algunos Estados por motivos
jurídico-públicos), no excluye por sí misma la calificación del desplazamiento como
«desplazamiento temporal», con independencia de que el contrato se celebre con el
mismo empleador o con otra empresa del grupo.
25.24. Por último, el Reglamento establece una cláusula de escape en este ámbito. La
cláusula de escape aquí se formula en términos menos estrictos que en el artículo 4 con
la intención de dar mayor flexibilidad al precepto. Así, mientras que en el artículo 4 se
exige que resulte «claramente del conjunto de circunstancias que el contrato presenta
vínculos manifiestamente más estrechos con la ley de otro país», en el artículo 8.4
simplemente se exige que el contrato presente «vínculos más estrechos con un país
distinto». El TJCE ha señalado que en la concreción de esta cláusula, los jueces
nacionales deben «tener en cuenta la totalidad de los elementos que caracterizan la
relación laboral y apreciar el elemento o elementos que, a su juicio, son más
significativos», entre otros: el país donde el trabajador paga los impuestos de su trabajo,
el país a cuya seguridad social está afiliado o los parámetros utilizados para fijar el
salario u otras condiciones de trabajo (as. C-64/12).
Ejemplos. Como sabemos desde el tema 20, el concepto de normas de policía ampara
fundamentalmente reglas de naturaleza regulatoria o jurídico-pública que pueden incidir
sobre una relación contractual. Por ejemplo, las que prohíben el tráfico de determinados
bienes (drogas, armas, bienes culturales, etc.), las transacciones con determinados Estados
(por ejemplo, los embargos internacionales), las que prohíben los contratos restrictivos de la
competencia, etcétera.
Cuestión particular 2: ley de lucha contra la morosidad. La Ley 3/2004 (modificada por la
Ley 15/2010), establece una serie de medidas de lucha contra la morosidad que atañen, entre
otros aspectos, a los plazos de pago: fija un plazo de pago máximo e imperativo de 60 días. Esta
norma transpone al Derecho español la Directiva 2011/7. En la práctica, su ámbito de
aplicación internacional ha planteado bastantes problemas. La solución debe partir de una
idea muy sencilla: ese ámbito viene determinado por el Reglamento Roma I. Por consiguiente:
(i) la Ley 3/2004 se aplicará, en principio, si conforme al Reglamento el contrato se somete a la
ley española; típicamente, cuando las partes hayan elegido la ley española como lex contractus
o, en su defecto, cuando el vendedor o el prestador de servicios tengan su residencia en
España. (ii) También puede resultar aplicable cuando se den las condiciones recogidas en los
artículos 3.3 y 3.4 del Reglamento. (iii) Resulta difícil concluir, en cambio, que cuando el
contrato se someta a una ley extranjera, la ley española pueda calificarse como ley de policía o
como parte del orden público internacional al menos cuando esa ley extranjera sea la de un
Estado miembro.
25.27. Una característica técnica importante de estas normas es que tienen un ámbito
de aplicación delimitado unilateralmente: en principio, y dentro de esos límites que
hemos visto, cada Estado define cuáles son esos intereses esenciales y cuándo pueden
verse afectados por un contrato. La delimitación puede ser expresa o derivarse del
sentido y fin de la norma.
25.28. El Reglamento distingue entre las normas de policía del foro y las normas de
policía extranjeras. Las normas de policía del foro se aplican siempre (asumiendo que
estamos dentro de su ámbito de aplicación de acuerdo con la propia norma). A su vez,
dentro de las normas de policía extranjeras, el Reglamento distingue entre las normas
de policía que pertenecen al ordenamiento que rige el contrato (lex contractus) y
las normas de policía de terceros Estados, i.e., que pertenecen a un ordenamiento
distinto del foro y distinto del que rige el contrato. En relación a aquéllas, el Reglamento
presupone que se van a aplicar en todo caso (asumiendo, de nuevo, que se dan las
condiciones de aplicación que la propia norma establezca, vid. STJUE as. C-507/15). En
relación con las normas de policía de terceros Estados, el Reglamento deja cierto
margen de apreciación al juez para que las «tenga en cuenta» si se dan ciertas
circunstancias.
Texto. Artículo 9.2 y 9.3 del Reglamento. Leyes de policía
«2. Las disposiciones del presente Reglamento no restringirán la aplicación de las leyes de
policía de la ley del foro.
3. También podrá darse efecto a las leyes de policía del país en que las obligaciones
derivadas del contrato tienen que ejecutarse o han sido ejecutadas en la medida en que
dichas leyes de policía hagan la ejecución del contrato ilegal. Para decidir si debe darse
efecto a estas disposiciones imperativas, se tendrá en cuenta su naturaleza y su objeto, así
como las consecuencias que se derivarían de su aplicación o de su inaplicación».
Ejemplos. (a) Imaginemos un contrato concluido entre una persona con residencia en España
y una galería de arte inglesa, cuyo objeto es un bien del patrimonio histórico-artístico español.
Las partes escogen la ley inglesa como ley rectora del contrato. Si el Estado español prohíbe la
exportación de dicha obra, el juez español naturalmente deberá respetar esta prohibición,
aunque el contrato quede sujeto a la ley inglesa. Ello significa que la compradora no podrá
reclamar el cumplimiento específico del contrato (por ejemplo, que el juez español condene al
vendedor a entregar el bien en Inglaterra). Ahora bien, en principio, las consecuencias
contractuales de esta imposibilidad de cumplimiento específico (por ejemplo, si el comprador
puede resolver el contrato, o si puede pedir una indemnización y su cuantía, vid. SAP de
Madrid, de 30 de marzo de 2016) vendrían determinadas por la ley inglesa, siempre que su
aplicación no frustre en sentido y fin de la norma de policía española. (b) Imaginemos que en
este mismo ejemplo, el vendedor residente en España ha vendido un bien que pertenece al
patrimonio histórico-artístico de Marruecos y este país prohíbe su exportación. El vendedor
invoca esta prohibición para exonerarse de su obligación de cumplir el contrato y es
demandado por la firma inglesa en España. En este caso, se trata de una norma de policía de
un tercer Estado, pues ni pertenece al ordenamiento del foro, ni a la ley que rige contrato. El
artículo 9.3 permite al juez español tenerla en cuenta ya que una parte de la obligación tiene
que cumplirse en Marruecos. Para decidir si le da efectos o no (y hacer el mismo análisis que si
se tratase de una norma española) deberá ponderar, por ejemplo, que es una norma que
protege valores análogos a los de la ley española. (c) Imaginemos un contrato firmado entre
una empresa española y una empresa cubana. Las partes escogen la ley cubana como ley
rectora del contrato. No obstante, el contrato consiste en la venta de ciertos bienes fabricados
con tecnología de una empresa americana y, en esta medida, ese contrato vulnera las normas
norteamericanas que imponen un embargo a Cuba. La empresa española invoca dicha
normativa para exonerarse de su obligación de cumplir el contrato y es demandada en España
por la empresa cubana. En este caso, la norma de policía pertenece a un tercer Estado (ni ha
sido adoptada por el Estado español, ni por el Estado cuya ley rige el contrato). Pues bien, a
diferencia del supuesto anterior, el artículo 9.3 del Reglamento no permite al juez español dar
efectos a la prohibición norteamericana en la medida en que ninguna de las obligaciones
derivadas del contrato debe cumplirse en EE.UU. (vid., para otro ejemplo, STJUE as. C-135/15:
contrato de trabajo en Alemania, sujeto a la ley alemana, entre el Estado griego y un profesor
de una escuela griega en Alemania, y litigio que se plantea también ante los tribunales
alemanes: no cabe aplicar ex Articulo 9 (3) del Reglamento las normas griegas que establecen
una reducción de los salarios en el sector público debido a una crisis presupuestaria).
1. REGLA GENERAL
Ejemplo. (SAP de Murcia de 18 de marzo de 2010). Una compañía irlandesa vende a una
compañía española una partida de arenques. La ley aplicable al contrato es la ley irlandesa,
pues el vendedor tiene su residencia en ese país. El Derecho irlandés rige, entre otras
cuestiones, la validez, la interpretación o las obligaciones de pago del comprador, incluidos los
intereses moratorios.
2. REGLAS ESPECIALES
25.32. Junto a esa regla general, el Reglamento contiene una serie de reglas especiales,
cuyo objeto es o bien resolver problemas de calificación o bien establecer una conexión
autónoma para aspectos puntuales. En concreto, contiene reglas especiales en materia
de consentimiento (artículo 10), forma (artículo 11), capacidad (artículo 13), cesión y
subrogación convencional (artículo 14), subrogación legal (artículo 15), responsabilidad
múltiple (artículo 16), compensación legal (artículo 17) y carga de la prueba (artículo
18). Veamos muy sucintamente cada una de ellas.
2.1. Consentimiento
25.34. Ahora bien, esta solución puede llevar a que el comportamiento de una parte sea
valorado como una manifestación de voluntad en contra de sus expectativas razonables.
El supuesto típico es aquél en el cual la lex contractus atribuye al silencio una voluntad
positiva de contratar, mientras que la ley del Estado donde reside dicha parte considera
el silencio como una negativa a contratar.
Ejemplo. Imaginemos que la ley del Estado A considera que si hay una oferta en firme que
contiene los elementos esenciales de contrato, el destinatario tiene que responder en caso de
que no la acepte. De lo contrario, su silencio se considera que equivale a una aceptación y, por
lo tanto, queda vinculado contractualmente. La ley del Estado B sigue una solución distinta:
Por mucho que la oferta sea firme y contenga los elementos esenciales, si el destinatario
guarda silencio, se considera que ello equivale a su rechazo. En este contexto normativo, una
empresa con residencia en el Estado A hace una oferta de venta de sus productos a un
profesional en el Estado B. La ley hipotéticamente aplicable al contrato seria la ley del Estado
A (por tener en él su residencia el vendedor), con lo que un silencio del destinatario de dicha
oferta equivaldría a su aceptación. Esto puede ser injusto si ese destinatario no está habituado
a comerciar con empresas del Estado A, pues jamás pudo sospechar que su silencio le
vinculaba contractualmente.
Para evitar este resultado, el Reglamento contiene una conexión especial: «Para
establecer que no ha dado su consentimiento, cualquiera de las partes podrá referirse a
la ley del país en que tenga su residencia habitual si de las circunstancias resulta que no
sería razonable determinar el efecto del comportamiento de tal parte según la ley
hipotéticamente aplicable a dicho contrato» (artículo 10.2). Es una cláusula de
protección de la propia existencia de consentimiento que deja cierto margen de
apreciación al juez.
2.2. Forma
2.3. Capacidad
25.37. La capacidad general de las personas físicas viene determinada por su ley
personal, no por la ley que rige el contrato. Por ello, el Reglamento excluye esta cuestión
de su ámbito de aplicación [artículo 1.2 (a)]. No obstante, sí que establece una conexión
especial destinada a la protección de la seguridad del tráfico jurídico: en los contratos
celebrados entre personas que se encuentren en un mismo país, las personas físicas que
gocen de capacidad conforme a la ley de ese país sólo podrán invocar su incapacidad
resultante de la ley de otro país si, en el momento de la celebración del contrato, la otra
parte hubiera conocido tal incapacidad o la hubiera ignorado en virtud de negligencia
por su parte.
Aunque el precepto sólo se refiere a las personas físicas, hay razones para extenderla ex
analogía iuris a las personas jurídicas.
Ejemplo. Imaginemos que una empresa francesa, A, cede a un banco inglés, B, un crédito que
tiene frente a una empresa española, C. El contrato de cesión entre A y B queda sujeto a la ley
inglesa. Por su parte, el crédito cedido deriva de un contrato de préstamo sometido a la ley
española. El artículo 14 establece una separación entre las respectivas leyes aplicables. Por un
lado, la ley inglesa rige las relaciones cedente-cesionario, i.e. entre A y B. Pero la ley española
sigue rigiendo la posición jurídica de C, y, en particular, la transmisibilidad del crédito, las
relaciones entre el cesionario y el deudor cedido, las condiciones de oponibilidad de la cesión
al deudor o el carácter liberatorio de su prestación.
25.40. El Reglamento contiene también una regla especial sobre la subrogación legal
(artículo 15). Conforme a ella, cuando un tercero (por ejemplo, un fiador) satisface al
acreedor contractual, la posibilidad de subrogación, i.e. la cuestión de sí y en qué
medida ese tercero puede utilizar los derechos del acreedor contractual frente al
deudor, se somete a la ley aplicable a la obligación de pago del tercero (por ejemplo, la
ley que rige la obligación fideusoria). Esta solución conflictual se justifica por la estrecha
conexión que existe entre la obligación de pagar, por un lado, y la posibilidad de
resarcirse, por otro.
25.41. El Reglamento prevé, además, una regla especial para la determinación del
derecho de resarcimiento en los supuestos de responsabilidad múltiple (artículo 16).
Esta regla especial presupone la concurrencia de varios deudores y que uno de ellos
satisface la deuda total o parcialmente. Puede suceder, en este caso, que la ley aplicable
al crédito de cada deudor sea distinta. El sentido del artículo 16 es señalar la ley
aplicable a la posible acción de repetición del deudor que ha satisfecho la deuda contra
los otros codeudores. Cuando son leyes distintas, la posibilidad y las condiciones de la
acción de reembolso se someten a la ley aplicable a la responsabilidad de aquél. Esto es,
el deudor que paga determina la ley aplicable a la acción de reembolso o resarcimiento
(con independencia de cómo se califique). Es irrelevante que se haya pagado toda o sólo
parte de la deuda, siempre que exista un posible derecho de reembolso. No obstante, se
añade una salvedad en relación a las posibles excepciones del co-deudor. Pese a que el
deudor que ha satisfecho la deuda determina la ley aplicable a la repetición frente a los
otros codeudores, éstos podrán oponerle las excepciones que tuvieran contra el
acreedor en la medida en que lo permita la ley que rija sus obligaciones frente a este
último. Así, por ejemplo, los demás codeudores podrán oponer que, bajo la ley que rige
la obligación de éstos, la deuda ha prescrito.
2.5. Compensación
25.43. Por último, se añade una regla relativa a la carga de la prueba. Junto a la regla
general, i.e. la ley que rige el contrato determina también las presunciones legales y la
carga de la prueba basada en razones materiales (artículo 18.1), se añade que los
contratos o actos jurídicos podrán ser acreditados por cualquier medio admitido por la
ley del foro o cualquiera de las leyes contempladas alternativamente en el artículo 11
que determinen la validez formal del contrato salvo que –en este último caso– dicho
medio sea desconocido por la ley del foro (artículo 18.2).
25.44. Para concluir este capítulo, es preciso llamar la atención sobre una serie de
reglas que resuelven algunos de los problemas de aplicación típicos.
(b) El Reglamento salvaguarda el orden público del foro: Sólo podrá excluirse la
aplicación de una disposición de la ley de cualquier país designada por el presente
Reglamento si esta aplicación es manifiestamente incompatible con el orden público del
foro (artículo 21). El tenor de la cláusula señala expresamente que lo que se excluye son
disposiciones específicas, no la ley extranjera en su conjunto, y sólo en casos de
manifiesta incompatibilidad.
(c) Y, por último, el Reglamento aclara que, en el caso de los Estados plurilegislativos
en materia de obligaciones contractuales, cada unidad territorial se considerará como
un país a efectos de la determinación de la ley aplicable en virtud del presente
Reglamento (artículo 22.1). No obstante, excluye de su ámbito de aplicación los
conflictos de leyes puramente internos (artículo 22.2). En el caso del ordenamiento
español, y mientras no haya una derogación expresa, prima facie dichos conflictos
deberían resolverse aplicando el artículo 10.5 CC (vid. RGRN de 29 de agosto de 2019).
Ejemplo 1. (vid. SAP de Navarra, de 16 de noviembre de 2001). Contrato celebrado entre una
empresa con domicilio en Navarra y una empresa con domicilio en territorio de Derecho
común, que incluye una cláusula penal. El CC permite a los jueces moderar este tipo de
cláusulas en caso de incumplimiento parcial pero el Derecho navarro no. Al carecer las partes
de vecindad civil común, residencia común y no haber incluido ninguna cláusula de elección, la
conexión relevante es la del lugar de celebración del contrato; si se celebró en territorio de
Derecho común, se aplicará la regla del CC, si se celebró en Navarra, la regla foral.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 26 OBLIGACIONES EXTRACONTRACTUALES (I)
TEMA 26
Advertencia. Debe tenerse en cuenta que en materia de daños nucleares, contaminación por
hidrocarburos o transporte, hay diferentes convenios de Derecho material uniforme que, dentro
de su ámbito de aplicación, prevalecen sobre las soluciones conflictuales. Será necesario
consultar cada texto para delimitar su ámbito de aplicación y su conjugación con la ley designada
por las normas de conflicto.
26.2. Al igual que en el caso del Reglamento Roma I, la base normativa del Reglamento
Roma II es el artículo 81 TFUE. Como hemos explicado en el tema 24, los reglamentos
Bruselas I bis, Roma I y Roma II configuran el círculo hermenéutico interno del DIPr
europeo patrimonial. De aquí se extrae una consecuencia importante: la aplicación del
llamado «principio o postulado de continuidad de los conceptos» como punto de partida
argumental. Cuando un mismo término es empleado en dos o más textos, ese término debe
recibir en principio el mismo significado en todos ellos (vid. supra núm. marg. 24.5).
26.3. El Reglamento Roma II goza de los mismos atributos jurídicos que cualquier otro
reglamento europeo: tiene alcance general, es obligatorio en todos sus elementos y
directamente aplicable por los Estados miembros. No necesita transposición por los
Derechos nacionales. El Tribunal de Justicia tiene competencia interpretativa en las
condiciones establecidas por el TFUE. El Reglamento está vigente en todos los Estados
miembros salvo en Dinamarca.
1. ÁMBITO MATERIAL
26.8. Para evitar que una calificación autónoma del concepto de obligaciones
extracontractuales pudiese reconducir bajo su ámbito de aplicación cuestiones propias de
otros sectores, el Reglamento excluye expresamente una serie de materias. La lista guarda
bastante paralelismo con la que se recoge en el correspondiente precepto del Reglamento
Roma I. Así, por ejemplo, se excluyen: (a) Las obligaciones derivadas de las relaciones de
familia o asimiladas, incluidas las alimenticias. (b) Las obligaciones derivadas de los
regímenes matrimoniales, o asimilados según la ley aplicable, y del Derecho de sucesiones.
(c) Las obligaciones derivadas de letras de cambio, cheques o pagarés, así como de otros
instrumentos negociables, en la medida en que las obligaciones nacidas de estos otros
instrumentos deriven de su carácter negociable. (d) Las obligaciones derivadas del
Derecho de sociedades. Lo que se excluye es la responsabilidad interna que tiene su
fundamento en el Derecho societario o la responsabilidad externa por vulneración de
disposiciones societarias, i.e. en un deber de diligencia específico derivado del Derecho
societario. No, en cambio, cuestiones como la responsabilidad directa por daños a terceros
en que puedan incurrir los socios o administradores sociales basadas en cláusulas
generales de alterum non laedere, i.e. un deber de diligencia general o erga omnes (vid.
STJUE C-147/12; C-498/20). (e) Las obligaciones extracontractuales que se derivan de un
daño nuclear. (f) Los daños a la intimidad o a los derechos de la personalidad, en particular
la difamación. Al estar excluidos del Reglamento, los jueces españoles determinarán la ley
aplicable a esos daños a partir del artículo 10.9 CC.
Ejemplo. Un periódico español publica una noticia sobre la grave enfermedad mental que padece
una conocida actriz francesa. La noticia carece de fundamento alguno y la actriz plantea una
reclamación extracontractual por daños. En este caso, aunque se trate de un daño no contractual,
el Reglamento Roma II no es aplicable en virtud de la excepción prevista en el artículo 1.2 (g). La
ley aplicable vendrá determinada por el artículo 10.9 CC.
Cuestión particular 1: daños nucleares. En relación a los daños nucleares, como hemos
advertido, hay que tener en cuenta la existencia de una serie de convenios vigentes que
armonizan buena parte del Derecho material. Sin embargo, la armonización no es completa.
Los textos internacionales no contienen una regulación uniforme que abarque todos los
aspectos. Tampoco contienen reglas de conflicto uniformes, sino remisiones globales al
Derecho de cada Estado parte, que incluyen sus normas de conflicto. En el Derecho español, la
ley aplicable a las cuestiones no armonizadas viene determinada por el artículo 10.9 CC.
2. CARÁCTER UNIVERSAL
26.9. El Reglamento Roma II tiene un ámbito de aplicación universal, esto es, se aplica
aunque la ley designada sea la de un Estado no miembro (artículo 3). Además, no se exige
ninguna conexión particular con la UE más allá de la mera competencia judicial, i.e. basta
con que el litigio se plantee ante un juez de un Estado miembro. Así, por ejemplo, el
Reglamento determina la ley aplicable a un litigio entre dos ciudadanos europeos, entre un
ciudadano europeo y uno no europeo o incluso entre dos ciudadanos de terceros Estados
que, por la razón que sea, vienen a litigar a Europa. El lugar donde se haya producido el
daño, dentro o fuera de UE, es igualmente irrelevante. Merced a este carácter universal, el
Reglamento Roma II reemplaza al artículo 10.9 CC en el ámbito de aplicación material de
aquél.
26.11. La relación con otros convenios internacionales arranca de la distinción entre los
convenios anteriores a la adopción del Reglamento y los convenios posteriores. A su vez,
dentro de los convenios anteriores, hay ciertas diferencias entre los convenios concluidos
con terceros Estados y los convenios concluidos entre Estados miembros. (a) Los
convenios previos con terceros Estados, esto es, los que vinculan a Estados miembros
con terceros Estados y contienen normas de conflicto en el ámbito extracontractual, se
respetan y, por consiguiente, siguen en vigor (artículo 28.1). Tanto si son convenios
bilaterales como multilaterales, generales o especiales. En el caso de España, esto significa
que el Reglamento no afectará a la posibilidad de seguir aplicando el Convenio de La Haya
sobre accidentes de circulación por carretera y el Convenio de La Haya sobre
responsabilidad por productos. (b) Por el contrario, los convenios previos celebrados
exclusivamente entre Estados miembros son desplazados por el Reglamento (artículo
28.2). Y (c), en relación a los futuros convenios, una vez adoptado el Reglamento, la
materia pasa a ser competencia de la UE por lo que desde ahora corresponderá a la UE la
celebración de convenios con terceros Estados (aunque vid. cdo. 37).
26.12. La primera regla de conflicto que establece el Reglamento, por orden jerárquico, es
la autonomía de la voluntad: las partes, i.e. en principio el presunto responsable y la
víctima, pueden escoger la ley aplicable a los daños extracontractuales que puedan surgir
en el marco de sus relaciones (artículo 14).
1. Las partes podrán convenir someter la obligación extracontractual a la ley que elijan:
26.13. En la práctica, sin embargo, la aplicación de este precepto será escasa. Debido a
la propia naturaleza del daño, no será habitual que ex ante las partes tengan la oportunidad
de elegir la ley aplicable a un daño auténticamente extracontractual futuro. Por otro lado, la
elección ex post, i.e. con posterioridad al daño, tampoco será común ya que en ese
momento la relación es un juego de suma cero. Normalmente, la ley estatal que beneficie a
una parte será perjudicial para la otra.
26.14. Pese a esta presumiblemente escasa trascendencia práctica, la extensión del juego
de la autonomía conflictual al ámbito de las obligaciones extracontractuales ha encontrado
notable resistencia. Sin tener en cuenta esto, es imposible entender todas las matizaciones
y reservas que se establecen en el artículo 14. (a) En primer lugar, la autonomía no juega
en el ámbito de los artículos 6 y 8: derecho de la competencia y propiedad
intelectual/industrial [vid. artículos 6 (4) y 8 (3)]. Esto puede ser muy discutible, ya que al
fin y al cabo estamos en el ámbito de daños puramente extracontractuales inter partes. Sin
embargo, el legislador ha entendido que en esos dos ámbitos hay razones para excluir el
juego de la autonomía de la voluntad. En el primero, debido a la existencia de intereses
supraindividuales, i.e. de ordenación del mercado, que podrían verse indirectamente
afectados por la libre elección de las partes. En relación al artículo 8, debido a la
complejidad que introduciría la separación entre la existencia del propio derecho (que
siempre quedaría sujeta al principio de territorialidad) y su protección extracontractual.
(b) En segundo lugar, la elección de la ley aplicable sólo cabe ex ante cuando se trata de
profesionales. No cabe, por consiguiente, en relación a consumidores o trabajadores.
(c) En tercer lugar, y al igual que en el Reglamento Roma I, la elección puede ser expresa o
derivarse con razonable certeza de los elementos del caso. Además, y a diferencia de lo que
sucede en ese texto, cuando la elección sea anterior al daño se exige que sea resultado de
una «negociación individualizada», lo que excluye la eficacia de las cláusulas incluidas en
condiciones generales de la contratación. (d) Por último, la elección no puede perjudicar a
terceros (artículo 14.1 in fine).
26.15. El Reglamento Roma II contiene sendas reglas para los supuestos puramente
internos y puramente intraeuropeos, paralelas a las que estudiamos en el contexto del
Reglamento Roma I. Por un lado, se establece que cuando todos los elementos pertinentes
de la situación en el momento en que ocurre el hecho dañoso se localizan en un solo Estado,
la elección por las partes de una ley extranjera no podrá excluir la aplicación de las normas
imperativas (internas) de la ley de ese Estado (artículo 14.2). Por otro lado, en los casos en
los que estemos ante un ámbito material armonizado por el Derecho de la UE se extiende
esta misma regla al sector correspondiente: la elección por las partes de la ley de un tercer
país no podrá afectar a la aplicación de disposiciones imperativas del Derecho comunitario,
en su caso tal como se apliquen en el Estado miembro del foro, cuando, en el momento del
nacimiento de la obligación, todos los restantes elementos de la situación se encuentren
localizados en uno o varios Estados miembros de la Comunidad Europea (artículo 14.3).
Para un análisis de estos preceptos vid núms. margs. 24.19 y 24.20.
1. INTRODUCCIÓN
«1. Salvo disposición en contrario del presente Reglamento, la ley aplicable a una obligación
extracontractual que se derive de un hecho dañoso es la del país donde se produce el daño,
independientemente del país donde se haya producido el hecho generador del daño y
cualesquiera que sean el país o los países en que se producen las consecuencias indirectas del
hecho en cuestión.
26.18. Como hemos apuntado, y así se deduce del propio comienzo del artículo 4.1, aunque
el Reglamento arranca formalmente de la aplicación de la ley del país donde se produce el
daño, en la práctica esta regla tiene una aplicación subsidiaria. Sólo será aplicable:
cuando el daño no sea subsumible en alguna de las reglas especiales del Reglamento
(artículos 5 y ss.), cuando las partes no tengan la residencia habitual común en otro Estado
(artículo 4.2), cuando las partes no hayan escogido la ley de otro Estado (artículo 14) o
cuando el supuesto no presente vínculos más estrechos con otro Estado (artículo 4.3).
26.19. El Reglamento concreta esa conexión –lex loci damni– en el país donde ocurre el
daño con independencia del país donde ocurre el evento que da lugar al daño o con
independencia del país o países donde ocurren las consecuencias indirectas de dicho
evento. Esta fórmula intenta resolver dos tipos de casos: los daños a distancia y los daños
indirectos o derivados.
(a) En el caso de los daños a distancia, i.e. cuando el evento dañoso y el lugar del daño se
localizan en Estados distintos, el Reglamento opta por el segundo. A diferencia de lo que
sucede en el sector de la competencia (artículo 7.2 Reglamento Bruselas I bis, vid. TJUE as.
21/76), no cabe la opción entre ambos. El único criterio relevante es el lugar donde se
padece el daño: un criterio neutral, i.e. no atiende al resultado material de la remisión, y de
naturaleza territorial, i.e. se concreta a través de la conexión del supuesto con el territorio
de un Estado. Esta solución asegura la aplicación de la ley del Estado donde se encuentra el
bien jurídicamente protegido, lo cual permite que los Estados fijen los estándares de
conducta vigentes en su territorio y señala a los particulares cuál es el estándar de
conducta que deben respetar frente a personas o bienes ajenos. En términos del refranero:
«allá donde fueres, haz lo que vieres». En una palabra, impone a los sujetos la obligación de
«internalizar las consecuencias transfronterizas de sus actividades».
Ejemplo. Imaginemos unos cazadores que se encuentran en España pero próximos a la frontera
con Portugal. Persiguiendo a una pieza, disparan y hieren a una persona al otro lado de la frontera
(i.e. en Portugal). En este caso, el lugar de origen del daño (= evento dañoso) se encuentra en
España, pero el daño se ha padecido en Portugal. Pues bien, a los efectos del artículo 7.2 del
Reglamento Bruselas I bis, la víctima puede plantear su reclamación ante los tribunales
portugueses o españoles. No obstante, conforme al artículo 4.1 Reglamento Roma II, la ley
aplicable en cualquier caso será la portuguesa.
(b) En cuanto a la concreción de este criterio (=lugar del daño), el Reglamento sólo atiende
al impacto directo o inmediato del daño fáctico o económico, i.e. donde se produce el
perjuicio inicial para las personas directamente afectadas (as. C-498/20), no a los daños por
repercusión o indirectos. De hecho, el considerando 17 aclara que en el caso de daños a
personas o bienes, el lugar del daño es donde se produce el perjuicio físico. No son
relevantes, por consiguiente, los daños morales que terceros puedan padecer, ni las
pérdidas financieras derivadas de aquellos daños (vid. STJUE C-350/14). Vale aquí la
jurisprudencia del Tribunal de Justicia, conforme a la cual el locus damni a los efectos de la
regla no incluye el sitio donde la víctima sufra un perjuicio patrimonial consecutivo a un
daño inicial que le hubiera sido infligido en otro Estado (as. C-364/93). La solución se basa
así en un criterio de imputación objetiva, no de mera causalidad: la localización geográfica
de los daños derivados o por repercusión no es imputable objetivamente al causante.
Naturalmente, una vez identificada la ley material aplicable, ésta puede alcanzar la
totalidad de los daños: no sólo los padecidos en el territorio del Estado donde se produce el
impacto directo, sino también los daños derivados o por repercusión. Por eso, es importante
distinguir entre el daño con relevancia conflictual, i.e. que nos determina la ley estatal
aplicable, y el daño o daños con relevancia material, i.e. los daños que conforme a esa ley
sean indemnizables.
Ejemplos. (a) Imaginemos un turista francés que es herido en las costas españolas por un
individuo que se hallaba practicando pesca submarina. El turista es atendido provisionalmente en
España, pero le trasladan posteriormente a un hospital en Francia donde fallece. En este caso, a
los efectos de aplicar el artículo 4.1 Reglamento, el lugar del daño es España. Se aplicará, por
consiguiente, el Derecho español, pero para determinar la totalidad de los daños (incluido el
fallecimiento). (b) Imaginemos, en ese mismo caso, que el turista fallece en España; la mujer y los
hijos, quienes viven en Francia, reclaman una indemnización por los daños morales que han
padecido. También en este caso el lugar del daño es España y se aplicará a esos daños morales el
Derecho español (vid. TJUE C-350/14: accidente de circulación ocurrido en Italia, a raíz del cual
fallece la víctima; su padre, con residencia en Rumania, reclama una indemnización por los daños,
morales y económicos, sufridos. En este caso, la ley aplicable a estos daños, que son consecuencia
del accidente y fallecimiento de la hija en Italia, es la ley italiana). (c) Imaginemos que una
empresa española está esperando recibir una muestra de unos bienes para hacer publicidad de
ellos en el mercado español. Los bienes se fabrican y exportan desde Marruecos. En el momento
de la carga, un tercero les causa una serie de daños irreparables. Los bienes no llegan a España y
eso provoca unas pérdidas financieras significativas a la empresa española ya que no puede lanzar
la campaña de publicidad prevista. En este caso, el lugar del daño a los efectos del artículo 4.1
Reglamento es Marruecos y, por consiguiente, corresponde al Derecho marroquí determinar si el
responsable deberá indemnizar a la empresa española no sólo el valor de los bienes, sino también
los daños derivados o consecutivos que puede haber padecido. (d) En el caso de los daños
causados por incumplimiento del deber de diligencia de una sociedad matriz a los acreedores de
su sociedad filial declarada en concurso, el daño se localiza en el lugar de establecimiento de esta
última (as. C-498/20).
26.20. La opción a favor del lugar donde se padece el daño implica que, cuando una misma
conducta cause daños directos en varios países, deberán aplicarse de manera distributiva
las leyes de todos los países en cuestión (= teoría del mosaico).
3. EXCEPCIÓN: LA RESIDENCIA HABITUAL COMÚN
26.21. El apartado segundo del artículo 4 establece una excepción: cuando ambas partes
tienen su residencia habitual en el mismo Estado, se aplicará la ley de éste con
independencia de dónde haya ocurrido el daño. Esto significa que en la aplicación práctica
de esta regla general, la primera solución es la residencia habitual común y, sólo en su
defecto, se acudirá a la lex loci damni. La prevalencia del criterio de la residencia habitual
común se ha defendido alegando que corresponde en la mayoría de los casos a las legítimas
expectativas de ambas partes.
Ejemplo. Imaginemos dos españoles, ambos con residencia en España, que toman parte en un
viaje organizado por el Sahara argelino. En el curso de este viaje, uno de ellos causa graves
heridas al otro, quien al regreso a España le reclama una indemnización por daños
extracontractuales. Pese a que el daño se ha producido en el extranjero, la ley aplicable sería la
española como ley de la residencia habitual común.
(b) En el caso de las personas físicas, el Reglamento distingue si los daños se han
producido en el marco de sus actividades personales y familiares o en el marco de sus
actividades profesionales. En este segundo caso, la residencia habitual no debe concretarse
por referencia a su ámbito personal o familiar, sino profesional. La residencia habitual será
su centro principal de actividad (artículo 23.2). Este matiz puede ser relevante, como
vimos, cuando dicha persona tenga su domicilio familiar en un Estado pero su actividad
profesional se localice en otro.
4. CLÁUSULA DE ESCAPE
26.24. El Reglamento cierra la regla general con una cláusula de escape. El objetivo de
esta cláusula es introducir cierta flexibilidad, que permita al juez apartarse de la ley de la
residencia habitual común o de la ley del lugar del daño cuando «se deriva claramente de
todas las circunstancias del caso que el daño se encuentra manifiestamente más vinculado
con otro Estado» (artículo 4.3). La intención del Reglamento es que esta cláusula sólo se
utilice en casos excepcionales, por eso exige que la vinculación con un Estado distinto del
de la residencia habitual común de las partes (artículo 4.2) o del de producción del daño
(artículo 4.1), sea «manifiestamente más estrecha». Esta cláusula no sólo sirve para
«corregir» el juego de esas conexiones, sino también para resolver aquellos supuestos en
los que la aplicación de la regla del lugar del daño resulta infructuosa, por ejemplo, cuando
los daños se producen en un territorio no sujeto a soberanía estatal.
Ejemplo. Una agencia de viajes española, con sede en Málaga, organiza viajes de un par de días
de duración a Tánger. Entre los participantes en uno de tales viajes se encuentran un ciudadano
español, con residencia en España, y un ciudadano norteamericano, con residencia en Nueva York,
que estaba pasando sus vacaciones en esa ciudad andaluza. Durante su estancia en Marruecos, el
ciudadano español causa graves daños personales al ciudadano norteamericano. Este último
plantea una demanda por daños extracontractuales ante los tribunales españoles. Parece
razonable concluir que el caso presenta vínculos manifiestamente más estrechos con la ley
española que con la ley marroquí.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 27 OBLIGACIONES EXTRACONTRACTUALES (II)
TEMA 27
27.1. La primera regla especial que contiene el Reglamento es en el ámbito de los daños
causados por productos defectuosos. Tradicionalmente, en el sector de la responsabilidad
por productos se ha considerado que el criterio de conexión del lugar donde se produce el daño
no funciona bien. Por un lado, puede conducir a resultados completamente aleatorios en los
que la ley designada presente una conexión marginal con el supuesto: por ejemplo, la víctima,
con residencia en España, adquiere un producto (pensemos en un secador de pelo) en España,
fabricado también aquí, se lo lleva en un viaje a Bolivia y allí padece el daño. En este caso, la
aplicación de la ley boliviana no parece una solución razonable. Por otro lado, puede ser difícil
de concretar: por ejemplo, cuando el daño lo causa un medicamento que se va tomando a lo
largo de un viaje por varios países. Esto justifica que el Reglamento haya incorporado una regla
especial para este tipo de daños en el artículo 5. Esta regla especial se basa en una
combinación de conexiones inspirada en el Convenio de La Haya de 1973, aunque resulta
menos compleja. En concreto, se manejan cuatro conexiones: residencia habitual de las partes,
lugar de comercialización del producto, lugar de adquisición del producto y lugar de
producción del daño. El Reglamento recoge distintas combinaciones de estos criterios con el fin
de asegurar una ponderación razonable entre los intereses del responsable del daño y de la
víctima: el objetivo es encontrar una ley dentro del horizonte de expectativas de la víctima,
pero que a su vez resulte previsible para el responsable.
Texto. Artículo 5 Reglamento Roma II
«Sin perjuicio del artículo 4, apartado 2, la ley aplicable a la obligación extracontractual que se
derive en caso de daño causado por un producto será:
a) la ley del país en el cual la persona perjudicada tuviera su residencia habitual en el momento de
producirse el daño, si el producto se comercializó en dicho país; o, en su defecto,
b) la ley del país en el que se adquirió el producto, si el producto se comercializó en dicho país; o,
en su defecto,
c) la ley del país en que se produjo el daño, si el producto se comercializó en dicho país. No
obstante, la ley aplicable será la del país en el que tenga su residencia habitual la persona cuya
responsabilidad se alega si no podía prever razonablemente la comercialización del producto o de
un producto del mismo tipo en el país cuya ley sea aplicable con arreglo a las letras a), b) o c).
27.2. El artículo 5 comienza con la expresión «Sin perjuicio del artículo 4, apartado 2», y
concluye con una cláusula de escape similar a la del artículo 4.3. Esto significa que el artículo 5
no es una excepción a todo el artículo 4, sino sólo a su primer apartado, la lex loci damni. Si las
partes tienen su residencia habitual en el mismo Estado se aplicará dicha ley; en su
defecto, se aplicará alguna de las leyes señaladas en el artículo 5.1 (regla especial); y, por
último, en cualquier caso, si el supuesto presenta vínculos manifiestamente más estrechos
con la ley de otro país, se aplicará ésta.
27.4. A los efectos de aplicar la cláusula de comercialización, común a los tres apartados, lo
relevante no debe ser tanto que el producto individual que causó el daño se hubiese
comercializado en el Estado en cuestión, cuanto que ese producto o productos similares del
mismo tipo y del mismo responsable, se comercialicen en dicho Estado (vid. artículo 7 Convenio
de La Haya). Esto no se dice expresamente en el Reglamento, pero se deduce de la propia
existencia del apartado (c) (de otro modo, este apartado no tendría cabida) y de la cláusula de
previsibilidad que introduce el artículo 5.1 in fine.
Ejemplo. Una persona con residencia habitual en Portugal, viaja a Nueva York, donde adquiere un
aparato electrónico. De regreso a Portugal, al intentar ponerlo en marcha, le produce serías
quemaduras en la mano derecha, lo que le deja incapacitado durante unos meses. Ese mismo producto
se comercializa en Portugal. En este caso, la responsabilidad quedaría sujeta a la ley portuguesa, ya
que la víctima tiene su residencia habitual en un país donde se comercializa ese mismo producto.
Cuando la ley designada por los apartados a, b y c no fuese razonablemente previsible para el
fabricante, se aplicará la ley de residencia habitual de éste. Lo mismo sucederá cuando no se dé
ninguna de las combinaciones que prevén los apartados a, b y c. Ello sin perjuicio siempre del
posible juego de la cláusula de escape de los vínculos más estrechos.
27.5. En aquellos Estados miembros que hayan ratificado el Convenio de La Haya de 1973
(como España, Finlandia, Francia, Eslovenia, Luxemburgo o Países Bajos), al tener este texto
carácter universal, la ley aplicable seguirá estando determinada por dicho Convenio, no por el
Reglamento, mientras no se denuncie (infra).
27.7. En principio, el criterio de conexión que emplea el artículo 6 arranca del concepto de
mercado afectado. El daño se produce en el mercado. Por eso el propio Reglamento proclama
que el artículo 6 es una mera «aclaración» del artículo 4.1 (cdo. 12). Esta solución asegura, en
la dimensión conflictual, el interés supraindividual o macroeconómico que cumple este sector
del ordenamiento, incluida su dimensión reparatoria individual. El Derecho de defensa de la
competencia y de la competencia desleal está llamado a proteger un bien intangible, el buen
funcionamiento del mercado. Además, cada Estado decide y ordena el juego competencial en su
propio mercado. Por eso, el interés de cada Estado es que sus reglas sobre ordenación del
mercado se apliquen a cualquier actividad que pueda producir efectos en su mercado. Para
concretar este principio, el Reglamento distingue entre los actos de competencia desleal
(artículo 6, apdos. 1 y 2) y los actos restrictivos de la competencia (artículo 6, apdo. 3). Como
hemos visto ya, estas soluciones conflictuales no pueden derogarse por la voluntad de las
partes.
27.9. En el caso de los daños al mercado, la ley aplicable es la ley del Estado donde las
relaciones competitivas o los intereses colectivos de los consumidores han sido afectados (vid.
STS de 18 de octubre de 2010, SAP de Madrid, de 15 de diciembre de 2017 o SAP de Madrid, de
2 de julio de 2021). El precepto responde al llamado «market based test»: se trata del mercado
en el cual los competidores actúan para atraerse clientes. Esta solución, como hemos visto,
asegura una protección adecuada del mercado, se corresponde con las expectativas legítimas
de las partes y garantiza la igualdad de armas de todos los competidores en el mismo mercado.
El precepto cubre las reparaciones por actos de competencia desleal como los actos destinados
a influir sobre la demanda (por ejemplo, el fraude o la coacción), los actos que tienden a
obstaculizar la oferta competidora (por ejemplo, la perturbación del suministro de un
competidor o el boicoteo), o también los que explotan el valor de un competidor (creación de un
riesgo de confusión o explotación de la buena reputación).
27.10. El derecho de la competencia desleal tiene por objeto proteger tanto a los competidores
(dimensión horizontal) como a los consumidores y al público en general (dimensión
vertical). El artículo 6.1 del Reglamento refleja este múltiple objetivo ya que contempla a la
vez la repercusión en las relaciones competitivas y en los intereses colectivos y difusos de los
consumidores. El concepto de intereses colectivos de los consumidores procede de la Directiva
98/27/CE (sustituida por la Directiva 2009/22 y ésta, a su vez, por la Directiva 2020/1828). Así,
el artículo 6 determina la ley aplicable, por ejemplo, al fundamento material de las acciones de
cesación planteadas por las asociaciones de consumidores.
2. No obstante, cuando el objeto de dicha acción de cesación son las cláusulas abusivas incluidas
entre las condiciones generales de la contratación del oferente, el carácter abusivo de dichas
cláusulas debe determinarse conforme a la ley aplicable según el Reglamento Roma I (vid. N.º
marg. 25.12).
27.11. El apartado 2 del artículo 6 trata de las situaciones de un acto de competencia desleal
hacia a un competidor en particular, por ejemplo corrupción, espionaje industrial o
incentivos a la ruptura de un contrato. En estas situaciones, el daño impacta directamente
sobre un particular y sólo indirectamente sobre el mercado como institución. Por ello, ese
precepto se remite a la regla general (artículo 4). La principal consecuencia de esta remisión es
que juegan las disposiciones del artículo 4 relativas a la residencia común o a la cláusula de los
vínculos más estrechos.
27.12. Por último, el artículo 6 incorpora una regla para los daños (privados) que puedan
derivarse de infracciones del Derecho de la competencia.
«3. a) La ley aplicable a una obligación extracontractual que se derive de una restricción de la
competencia será la ley del país en el que el mercado resulte o pueda resultar afectado.
b) Cuando el mercado resulte o pueda resultar afectado en más de un país, la persona que reclama
la indemnización por el daño y que presenta una demanda ante el tribunal del domicilio del
demandado puede optar por basar su demanda en la legislación del foro, siempre que el mercado
de dicho Estado miembro figure entre los que se ven afectados de manera directa y sustancial por
la restricción de la competencia de la que se deriva la obligación extracontractual en que se basa
la demanda; cuando el demandante, de acuerdo con las normas aplicables en materia de
competencia judicial, presente una demanda contra más de un demandado ante ese tribunal,
podrá optar por basar su demanda en la legislación del foro únicamente si la restricción de la
competencia en que se basa la demanda presentada contra cada uno de los demandados afecta
también de manera directa y esencial al mercado del Estado miembro de ese tribunal».
Los actos típicamente cubiertos por esta regla son las prácticas colusorias o el abuso de
posición dominante (vid. cdo. 23 con más ejemplos), que dan derecho a una indemnización civil.
El Derecho nacional aplicable determina cuestiones como la existencia, naturaleza o alcance de
los daños, los límites a la responsabilidad, etcétera. Esta regla especial vale tanto para las
infracciones de las normas del Derecho de la competencia europeas, como nacionales, tal
como señala el considerando 23. En el primer caso, el Derecho de la UE no contiene un régimen
completo sobre daños privados (aunque vid. Directiva 2014/104, de 26 de noviembre). Sin
embargo, como ha dicho el propio TJUE, la plena eficacia del artículo 81 del Tratado estaría en
peligro si los particulares no pudiesen reclamar por los daños sufridos a raíz de una infracción
del Derecho de la competencia europeo. La ley del Estado miembro aplicable (o aplicables) es
la del Estado en cuyo mercado se producen los efectos anticoncurrenciales. Si son varios los
mercados nacionales afectados, se aplicarán varias leyes. Esta circunstancia puede constituir
un grave obstáculo a las reclamaciones individuales de compensación ya que el perjudicado
puede verse ante la tesitura de tener que probar el contenido de 5, 10 o 15 Derechos, tantos
como Estados miembros en los que ha padecido perjuicios, pese a que el estándar de
comportamiento sea común a todos al venir fijado por las normas europeas. El Reglamento
intenta paliar estas dificultades permitiendo invocar la aplicación de una sola ley, la ley del
foro, bajo dos condiciones: (a) que el foro sea uno de los Estados donde la práctica
anticoncurrencial ha producido daños de forma directa y esencial; (b) que el demandado tenga
su domicilio en ese Estado. En el caso de pluralidad de demandados, es suficiente con que sea
uno ellos quien tenga su domicilio en el Estado del foro.
3. DAÑOS AL MEDIOAMBIENTE
27.13. La tercera regla especial que establece el Reglamento es relativa a los daños al medio
ambiente (artículo 7).
Esta regla especial se formula para los supuestos de disociación entre el lugar de origen del
daño y el lugar de resultado (supuestos típicos de contaminación transfronteriza). A diferencia
de la regla general, la regla especial se basa en un principio de mayor favorabilidad: se
aplica la ley del lugar donde se padece el daño, salvo que la víctima decida optar por la ley del
Estado de origen. La posibilidad de elección implica que, desde el punto de vista conflictual, el
medio ambiente goza de una protección superior a otros bienes, pues la regla general no da esa
posibilidad. Esta sobreprotección conflictual se puede justificar por dos motivos. Por un lado,
en la medida en la que el medio ambiente es un bien que produce externalidades positivas,
puede estar justificado darle una protección adicional. Normalmente, quien daña el medio
ambiente obtiene un beneficio privado a costa a un daño público o social, lo cual justifica que se
aumenten los incentivos de la víctima para plantear una acción de reclamación. Por otro lado,
la solución previene conductas oportunistas. La aplicación de la ley del Estado donde se padece
el daño obliga a los operadores instalados en un país de bajo nivel de protección a tener en
cuenta el nivel más elevado de los países vecinos donde contaminan. La alternativa de la ley del
país de origen, a su vez, elimina los incentivos de un operador para instalarse en la frontera
pensando en que los daños los padezca un país vecino y poder, así, beneficiarse de la normativa
menos estricta de éste. La solución evita una «competencia a la baja» entre los Estados.
27.14. Esta regla especial se aplica (a) tanto a los daños a bienes públicos (recursos
naturales como el agua, el suelo, el aire o la variabilidad entre los organismos vivos, vid. cdo.
24), normalmente bienes cuyo titular es el Estado o, al menos, el Estado es quien está
legitimado para reclamar los daños, sin perjuicio de la extensión a determinados colectivos u
organizaciones, (b) así como a los daños a las personas o bienes privados asociados a los
daños al medio ambiente, i.e. siempre que sean resultado o consecuencia de esos daños
medioambientales.
Ejemplo. Una empresa española vierte unos productos contaminantes al río Tajo. Además de los
daños medioambientales, dichos vertidos causan graves daños a unas embarcaciones de recreo
atracadas a lo largo de la parte portuguesa del río. Los dueños de éstas podrán reclamar una
compensación de los daños bien al amparo del Derecho español bien al amparo del Derecho
portugués, a su elección.
27.15. El artículo 7 no contiene una referencia a los apartados 2 o 3 del artículo 4. Esto
significa que en el ámbito de los daños medioambientales, ni la excepción de la residencia
habitual común de las partes, ni la cláusula de los vínculos más estrechos encuentran
aplicación.
27.16. El Reglamento contiene una cuarta regla especial cuyo objeto son los daños a derechos
de la propiedad industrial e intelectual (artículo 8). Desde el punto de vista internacional-
privatista, la asignación y tutela de los bienes de propiedad industrial o intelectual se basa en el
principio de territorialidad: se ven como monopolios de utilización que cada Estado atribuye
para su territorio. En consonancia con esta idea, el Reglamento establece que la ley que rige el
daño es la ley del Estado para cuyo territorio se reclama la protección. Esto hace coincidir la
lex originis (ley del Estado que atribuye la titularidad del bien) con la lex protectionis.
«1. La ley aplicable a la obligación extracontractual que se derive de una infracción de un derecho
de propiedad intelectual será la del país para cuyo territorio se reclama la protección. 2. En caso
de una obligación extracontractual que se derive de una infracción de un derecho de propiedad
intelectual comunitario de carácter unitario, la ley aplicable será la ley del país en el que se haya
cometido la infracción para toda cuestión que no esté regulada por el respectivo instrumento
comunitario».
Ejemplo. (STJUE as. C-523/10). Una empresa austriaca demanda a una empresa alemana por los
daños que esta última ha causado a una marca nacional de la primera. La marca estaba registrada en
Austria y los daños derivan de un anuncio que la empresa alemana había puesto en un sitio de internet
que opera exclusivamente bajo un dominio nacional de primer nivel distinto del austriaco. En este
caso, la ley aplicable al daño extracontractual sería la austriaca, como ley del país para cuyo territorio
se reclama la protección de la marca.
27.18. La concordancia de la regla especial del artículo 8 con otros preceptos del Reglamento
está contemplada expresamente en el artículo 8.3 y en el artículo 13. El artículo 8 es una regla
especial que prevalece sobre otras reglas del Reglamento: en concreto, sobre los artículos 4,
10, 11, 12 y 14. En primer lugar, desplaza a la regla general del artículo 4, lo que implica que ni
la residencia habitual común de las partes ni la cláusula de los vínculos más estrechos puedan
utilizarse en este ámbito. En segundo lugar, tampoco es aceptable el juego de la voluntad de las
partes para escapar a la ley designada por el artículo 8. En tercer lugar, no cabe un concurso de
normas con las reglas contenidas en el capítulo III del Reglamento. Así, por ejemplo, las
reclamaciones por enriquecimiento injusto derivado de una violación de derechos de propiedad
industrial o intelectual quedan sujetas al artículo 8, no al artículo 10. En cambio, es más difícil
de entender la prevalencia del artículo 8 sobre el artículo 12. Por el mero hecho de que se
incurra en culpa in contrahendo cuando el objeto del eventual contrato sea una marca o una
patente no se pone en juego el bien protegido por el artículo 8.
27.19. Por último, el Reglamento contiene una regla especial para los daños causados por
acciones de conflicto colectivo llevadas a cabo en el ámbito laboral con el objeto de amparar
derechos y obligaciones de trabajadores y empresarios: huelgas, acciones de solidaridad o
cierres patronales, por ejemplo.
Este artículo tampoco debe entenderse como una excepción al artículo 4.1, sino como una mera
concreción de este precepto en un supuesto particular. Lo que el artículo 9 vendría a significar
es que en materia de acciones colectivas, el lugar del daño directo es allí donde se lleva a cabo
dicha acción. Los posibles daños financieros extracontractuales que las acciones colectivas
llevadas a cabo en un Estado puedan causar a empresarios o particulares extranjeros
perjudicados por la acción se sujetan a la ley de aquél y no a la ley del país donde se encuentra
el empresario o particular que ha sufrido el perjuicio (por ejemplo, los daños que una huelga de
controladores aéreos en los aeropuertos españoles puedan causar a una persona que va a
tomar un avión de Los Ángeles a Madrid se someten a ley española no a la ley californiana). Lo
mismo vale para los daños por repercusión que ese tipo de acciones puedan causar a terceros.
En todo caso, se salva el juego de la residencia habitual común de las partes como criterio
preferente para determinar la ley aplicable.
27.20. El Reglamento contiene un capítulo autónomo con reglas especiales para los
cuasicontratos y la culpa in contrahendo. A continuación vamos a describir de forma sintética
estas tres reglas. En los tres casos, las reglas se aplican en defecto de elección por las partes de
la ley aplicable conforme al artículo 14.
27.21. La regla especial prevista para el enriquecimiento sin causa, típicamente el cobro de
lo indebido, se articula sobre un elenco de conexiones en cascada (artículo 10). En primer
lugar, la existencia de un vínculo previo entre las partes: si el enriquecimiento ha tenido lugar
en el marco de una relación preexistente entre las partes, se aplicará al enriquecimiento la
misma ley que rige dicha relación (mecanismo de «conexión accesoria»). Tal vínculo puede ser
un contrato o, incluso un daño de los recogidos en el Capítulo II. La sujeción de todos los
elementos a una misma ley previene problemas de calificación y de ajuste material. La segunda
conexión, aplicable cuando no se da la anterior, es la residencia habitual común de las partes en
el mismo Estado cuando se produce el hecho del cual deriva el enriquecimiento. En tercer
lugar, i.e. en defecto de residencia habitual común, se estará a la ley del Estado donde tiene
lugar el enriquecimiento. El precepto concluye con una cláusula de escape: la aplicación de la
ley del Estado con el cual el supuesto presente los vínculos más estrechos, si no coincide con
ninguna de las anteriores.
27.23. El Reglamento, por último, incluye una regla especial para determinar la ley aplicable a
la culpa in contrahendo, i.e. para los daños que se puedan derivar o producir en el marco de
las negociaciones previas a la celebración de un contrato (artículo 12). En los considerandos se
aclara que bajo el concepto de culpa in contrahendo sólo se comprenden los daños vinculados
directamente a los tratos negociales previos, i.e. la posible responsabilidad en que se pueda
incurrir por una ruptura abusiva de las negociaciones o por ocultar información relevante (cdo.
30). Otro tipo de daños, como por ejemplo los daños físicos que pueda sufrir un cliente dentro
de un establecimiento, se sujetan a la regla
general del artículo 4. El Reglamento designa como aplicable a la culpa in contrahendo la ley
que regiría el contrato de haberse concluido éste («ley hipotéticamente aplicable»). Esta
solución tiene tres ventajas: (a) resulta más fácil de aplicar que la regla general del
Reglamento, i.e. artículo 4.1, pues en este tipo de situaciones es difícil concretar el lugar de
padecimiento del daño; (b) sujeta la cuestión de la responsabilidad precontractual a la misma
ley que nos dice si ha habido contrato o no, cuestiones que suelen aparecer conectadas cuando
se plantea un litigio en este ámbito; y (c) aunque no exista formalmente contrato, sí existe una
relación o tratos previos entre las partes, donde se pueden imponer deberes más allá de los
deberes generales del tráfico, por lo que puede tener sentido enmarcar esa responsabilidad en
la misma ley que sería aplicable si las partes hubiesen concluido un contrato. Como hemos
dicho, esta regla no impide que las partes puedan elegir la ley aplicable a su relación de
conformidad con el artículo 14.
Ejemplo. Una empresa alemana entra en contacto con los dueños de una sociedad española para
adquirir sus acciones en esta última. Tras comunicarse el precio por el que estarían dispuestos a
vender, la empresa alemana lleva a cabo una serie de actos de los que parece deducirse con seguridad
que aceptará dicha oferta. En vista de ellos, los socios españoles rechazan a otros posibles oferentes e
incluso ciertas oportunidades de negocio alternativas. Intempestivamente, la empresa alemana rompe
las negociaciones y les comunica que no está dispuesta a seguir adelante con la operación. En este
caso, la posible responsabilidad por culpa in contrahendo, salvo que las partes hubiesen elegido la ley
aplicable a sus negociaciones, sería la ley española, pues esta sería la ley rectora del contrato si éste
hubiese llegado a celebrarse.
27.24. En el ámbito del Reglamento Roma II el régimen de las leyes de policía es algo distinto
de su régimen en el Reglamento Roma I. Por un lado, el Reglamento Roma II no contiene una
definición expresa del concepto de leyes de policía. Sin embargo, nada hay que impida
extender a este instrumento la definición contenida en el artículo 9 del Reglamento Roma I (así,
STJUE as. C-149/18). En consecuencia, a los efectos del Reglamento Roma II por leyes de
policía deben entenderse también aquellas disposiciones cuya observancia un país considera
esencial para la salvaguardia de su organización política, social o económica, hasta el punto de
exigir su imposición a toda situación comprendida dentro de su ámbito de aplicación,
cualquiera que sea la ley aplicable al daño. El Tribunal de Justicia ha precisado que, en
principio, y salvo que concurran circunstancias muy particulares, las acciones relativas a los
plazos de prescripción no pueden calificarse como leyes de policía (as. C-149/18).
27.25. En segundo lugar, el Reglamento Roma II sólo contempla el juego de las leyes de
policía del foro. Éstas se aplicarán con independencia de la ley designada conforme a las
normas de conflicto del Reglamento (artículo 16). En este instrumento, a diferencia de lo que se
ha establecido en el Reglamento Roma I, no se contempla la aplicación de las normas
internacionalmente imperativas (o leyes de policía) de terceros Estados. Esta diferencia
obedece a dos motivos: la escasa relevancia de este tipo de normas en el ámbito
extracontractual y su posible solapamiento con el artículo 17 que, como veremos más adelante,
prevé la posibilidad de tomar en consideración las normas de seguridad y conducta del país
donde se lleva a cabo el hecho dañoso.
1. REGLA GENERAL
27.26. El Reglamento Roma II dedica varios preceptos a delimitar el ámbito de cuestiones que
queda sujeto a la ley aplicable a la responsabilidad extracontractual. El punto de partida es el
principio de unidad del régimen normativo (artículo 15). Conforme a este precepto, la ley
designada se aplica, en particular, a los siguientes aspectos: (a) Las condiciones y alcance de la
responsabilidad, incluida la determinación de las personas que puedan considerarse
responsables por los actos que cometen (vid. cdo. 12 aclarando que, a diferencia del
Reglamento Roma I, este texto sí que se aplica a la capacidad para incurrir en responsabilidad
no contractual); (b) La responsabilidad por actos ajenos; (c) Las causas de exoneración, la
limitación y el reparto de la responsabilidad; (d) La existencia, la naturaleza y la evaluación de
los daños. (e) Las personas que tienen derecho a la reparación del daño sufrido; (f) Dentro de
los límites atribuidos al tribunal por sus leyes procesales, las medidas que se pueden tomar
para prevenir o poner fin a un daño; (h) La cuestión de si un crédito extracontractual puede
transmitirse, incluso por herencia; (i) o los diversos modos de extinción de las obligaciones
incluidas la prescripción y caducidad.
2. REGLAS ESPECIALES
27.27. Puede suceder que la ley que rige la responsabilidad no coincida con el lugar donde se
ha cometido el hecho dañoso, por ejemplo, en los delitos a distancia o cuando juega la
excepción de la residencia habitual común. Así, en el caso de un accidente de tráfico, aunque
éste haya tenido lugar en el Reino Unido, la ley que rige la responsabilidad puede ser la ley
española (bien porque ambas partes tengan su residencia habitual en España; bien porque el
vehículo esté matriculado en España y la víctima tenga en este mismo país su residencia, para
los Estados miembros donde sigue vigente el Convenio de La Haya sobre accidentes de
carretera, infra). En tales circunstancias, resulta razonable que para valorar la responsabilidad
del causante del daño –por ejemplo, a los efectos de comprobar si hubo negligencia o no– se
tengan en cuenta las reglas de circulación británicas (vid. SAP de Madrid, de 17 de enero de
2019, en relación con un accidente ocurrido en Portugal). El Reglamento Roma II acoge esta
idea y por ello establece que para valorar el comportamiento de la persona cuya
responsabilidad se alega, habrán de tenerse en cuenta, como una cuestión de hecho y en la
medida en que sea procedente, las normas de seguridad y comportamiento vigentes en el
lugar y el momento del hecho que da lugar a la responsabilidad (artículo 17). Un precepto
paralelo se recoge en los Convenios de La Haya sobre la ley aplicable en materia de accidentes
de circulación por carretera (artículo 7) y responsabilidad derivada de productos defectuosos
(artículo 9).
27.29. Históricamente se había discutido sobre la ley aplicable a la acción directa (i.e. la
posibilidad de la victima de reclamar a la compañía aseguradora del responsable) cuando la ley
que rige el contrato de seguro no coincide con la ley que rige la responsabilidad
extracontractual cubierta por dicho seguro. El Reglamento resuelve esta cuestión y establece
una conexión alternativa. La victima tendrá acción directa contra la compañía aseguradora
del responsable del daño si así lo dispone la ley que rige el daño o la ley que rige el contrato de
seguro (artículo 18). Es una solución que ampara el interés de la víctima y que para el
asegurador no resulta excesivamente onerosa en la medida en que contractualmente puede
delimitar el ámbito territorial de cobertura del seguro. Una regla parecida está ya en el artículo
9 del Convenio de La Haya de accidentes de carretera. Naturalmente, el artículo 18 no modifica
el contenido y alcance de las obligaciones del asegurador, que siempre vienen determinados
por el contrato de seguro (vid. TJUE as. C-359/14 y 475/14).
Ejemplo. (SAP Gipuzkoa de 1 de septiembre de 2009). Una empresa alemana contrata un seguro de
responsabilidad civil sujeto a la ley alemana, pero causa un daño en España a una empresa española.
El seguro le cubría tanto los daños en Alemania como en otro Estado europeo. Si la víctima quiere
dirigirse directamente contra la compañía de seguros, podrá hacerlo si se lo permite la ley alemana (=
lex contractus), aunque no se lo permita la ley española (= lex damni), o si se lo permite la ley
española, aunque no se lo permita la ley alemana (como, al parecer, sucedía en el supuesto de dicha
sentencia, vid. también TJUE as. C-240/14: accidente aéreo ocurrido en Cádiz y contrato de seguro
sujeto a la ley alemana: la víctima puede plantear la acción directa contra la compañía aseguradora si
se lo permite la ley española, aunque no se lo permita la ley alemana, que era aplicable al contrato de
seguro; o SAP de Salamanca, de 21 de junio de 2021 y ATS de 27 de abril de 2022: producto
farmacéutico fabricado en Alemania, que se comercializa en España y causa un daño a una persona
con residencia habitual en España; cabe la acción directa al amparo del artículo 76 LCS española,
aunque no cupiese bajo la ley alemana, que rige el contrato de seguro).
27.31. El Reglamento prevé también una regla especial para la determinación del derecho de
resarcimiento en los supuestos de responsabilidad múltiple (artículo 20). Esta regla especial
presupone la concurrencia de varios responsables y que el acreedor (esto es, la víctima) se
dirige sólo contra uno de ellos el cual satisface la deuda por entero, como sucederá si la
responsabilidad es solidaria. Puede ocurrir, en este caso, que la ley aplicable al daño sea
distinta para unos deudores, por ejemplo, porque uno de ellos tenga la residencia habitual en el
mismo Estado que la víctima, por lo que para él resulta aplicable el artículo 4.2, y los demás no,
por lo que para ellos resulta aplicable el artículo 4.1. El sentido del artículo 20 es señalar la ley
aplicable a la posible acción de repetición del deudor que ha satisfecho la reclamación contra
los otros codeudores. Cuando son leyes distintas, la posibilidad y las condiciones de la acción
de reembolso se someten a la ley aplicable a la responsabilidad de aquél. Es irrelevante que se
haya pagado toda o sólo parte de la deuda, siempre que exista un posible derecho de
reembolso. Aunque el Reglamento Roma II no contiene una salvaguarda de las excepciones que
puedan oponerle los otros codeudores paralela a la contenida en el Reglamento Roma I, hay
motivos para aplicar este último por analogía.
27.32. El Reglamento contiene una regla especial en cuanto a la validez formal de los actos
(artículo 21). Es cierto que los requisitos de forma desempeñan un papel menor en el
nacimiento de las obligaciones extracontractuales, no obstante, no se excluye que tales
obligaciones se reconozcan o extingan tras un acto unilateral de una de las partes. Para
favorecer la validez de tales actos, el artículo 21 prevé, como ocurre con el artículo 11 del
Reglamento Roma I, una norma con conexiones alternativas según la cual el acto es válido en la
forma si satisface las condiciones requeridas por la ley que rige la obligación extracontractual o
las de la ley del país en el cual se celebró el acto.
27.33. Siguiendo también aquí la misma sistemática que el Reglamento Roma I, el Reglamento
Roma II prevé una regla especial para la determinación de la ley aplicable a la carga de la
prueba (artículo 22). El objeto de esta regla es resolver un problema de calificación. En
concreto, dispone que las cuestiones relativas a las presunciones legales o a la carga de la
prueba se someterán a la ley aplicable a la obligación extracontractual, i.e. a la ley que rige el
fondo, no a la lex fori. La expresión «en materia de obligaciones extracontractuales» tiene
como propósito excluir del ámbito de este precepto las reglas sobre carga de la prueba que se
establecen por motivos procesales, por ejemplo, el hecho de que un documento se halle en
poder de una de las partes. Junto a esa regla, el apartado 2 del artículo 22 se refiere a la
admisibilidad de los medios de prueba de los actos jurídicos: Los actos jurídicos podrán ser
acreditados por cualquier medio de prueba admitido bien por la ley del foro, bien por
cualquiera de las leyes que pueden determinar la validez formal del acto, siempre que tal medio
de prueba pueda emplearse ante el tribunal que conozca del asunto.
27.34. Para concluir el análisis del Reglamento, es preciso llamar la atención sobre una serie
de reglas que resuelven algunos de los problemas de aplicación típicos.
(b) El Reglamento salvaguarda el orden público del foro: Sólo podrá excluirse la aplicación
de una disposición de la ley del cualquier país designada por el presente Reglamento si esta
aplicación es manifiestamente incompatible con el orden público del foro (artículo 26). El tenor
de la cláusula señala expresamente que lo que se excluye son disposiciones específicas, no la
ley extranjera en su conjunto, y sólo en casos de manifiesta incompatibilidad. En este contexto,
es importante llamar la atención sobre el considerando 32 que contiene una mención sobre los
daños punitivos: la aplicación de una ley que condujera a imponer daños e intereses ejemplares
o punitivos «… puede según las circunstancias del caso y el ordenamiento jurídico del Estado
miembro del órgano jurisdiccional competente, considerarse contraria al orden público del
foro».
(c) Y, por último, el Reglamento aclara que, en el caso de los Estados plurilegislativos en
materia de obligaciones extracontractuales, cada unidad territorial se considerará como un
país a efectos de la determinación de la ley aplicable en virtud del presente Reglamento
(artículo 25.1). No obstante, excluye de su ámbito de aplicación los conflictos de leyes
puramente internos (artículo 25.2).
27.35. Como ya sabemos, el Reglamento Roma II deja en vigor los convenios internacionales
concluidos por los Estados miembros y terceros Estados (artículo 28.1). Para España, esto
conlleva que se mantienen en vigor (a) el Convenio de La Haya de 4 de mayo de 1971 sobre ley
aplicable en materia de accidentes de circulación por carretera y (b) el Convenio de La Haya
de 2 de octubre de 1973 sobre ley aplicable a la responsabilidad por productos. Ambos textos
tienen alcance universal, lo que significa que en sus respectivos ámbitos de aplicación
desplazan completamente el juego del Reglamento Roma II. Un juez español, en consecuencia,
deberá determinar la ley aplicable a la responsabilidad causada por un accidente de circulación
o por un producto siempre de conformidad con dichos convenios, y no de conformidad con el
Reglamento Roma II, mientras sigan vigentes.
Ejemplo. En la práctica, los supuestos más relevantes de aplicación del Convenio de La Haya son los
accidentes aéreos en los que las víctimas o sus familiares demandan a compañías extranjeras, p.ej.
norteamericanas, fabricantes de los productos que, presuntamente, son causa del accidente. STS de
13 de enero de 2015: En el verano de 2002 colisionaron dos aviones en el espacio aéreo alemán. Uno
era un Tupolev ruso cuyo destino era Barcelona, y otro un Boeing, cuyo destino era Bruselas. Los
familiares de las víctimas, todas ellas con residencia en la Federación Rusa, demandan ante los
tribunales de Barcelona a dos empresas norteamericanas fabricantes del sistema de seguridad del
avión ruso que había sido causa del accidente. Conforme al Convenio de La Haya de 1973, ya que no se
da ninguna de las combinaciones anteriores, la ley aplicable es la ley del Estado de Arizona y Nueva
Jersey, que es donde los fabricantes tenían su residencia habitual. Este mismo texto determina la ley
aplicable a la responsabilidad del fabricante de los sistemas de seguridad en el caso del accidente del
avión de Spanair, en Madrid, en el verano de 2008.
27.38. Para concluir este capítulo es inevitable hacer una referencia al artículo 10.9 CC. Este
precepto sigue aplicándose en las materias excluidas del Reglamento Roma II, en particular a
los daños contra la intimidad y los derechos de la personalidad. El artículo 10.9 CC es una regla
muy sencilla. «Las obligaciones no contractuales se regirán por la ley del lugar donde hubiere
ocurrido el hecho de que deriven». Parece razonable interpretar que el criterio de conexión
debe concretarse en los mismos términos que en el Reglamento Roma II, i.e. cómo lugar donde
se ha producido el daño (loci damni). Ni el lugar de origen del hecho dañoso, ni los daños
derivados o por repercusión son conflictualmente relevantes. En el caso de daños a los
derechos de la personalidad o de la intimidad esto nos llevaría a aplicar la ley de cada uno de
los países donde la víctima haya padecido los daños de esos derechos. No obstante, la
jurisprudencia del TJUE en relación con Reglamento Bruselas I bis puede extenderse a la
dimensión conflictual y, por consiguiente, cabe argumentar que todos los daños a nivel mundial
se localizan en su país de residencia habitual, como lugar donde se ubica el centro de vida de la
persona y los derechos que le son inherentes, al menos cuando la difamación tiene lugar a
través de internet (supra núm. marg. 6.37).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 28 DERECHOS REALES. TÍTULOS VALOR
TEMA 28
SUMARIO: §1. INTRODUCCIÓN. §2. LEY APLICABLE A LOS DERECHOS REALES: BIENES
TANGIBLES. 1. Regla general. 2. Concepto de derechos reales. 3. Aspectos jurídico-reales y
aspectos obligacionales. 4. Criterio de conexión. Conflicto móvil. 5. Medios de transporte y
bienes en tránsito. 6. Bienes culturales. 7. Problemas de aplicación. §3. BIENES
INTANGIBLES Y UNIVERSALIDADES. 1. Derechos de créditos. 2. Acciones y participaciones
sociales en general. 3. Propiedad industrial e intelectual. 4. Universalidades. §4. TÍTULOS-
VALOR E INSTRUMENTOS NEGOCIABLES.
§1. INTRODUCCIÓN
28.1. El objeto principal de este tema es el régimen conflictual de los derechos reales,
i.e. los derechos que recaen sobre un bien con valor patrimonial y que son oponibles a
terceros (erga omnes). En primer lugar, estudiaremos las reglas generales aplicables
cuando esos derechos recaen sobre bienes tangibles, muebles o inmuebles; a continuación,
estudiaremos el régimen aplicable a ciertas categorías especiales de bienes. Y, por último,
haremos algunas referencias al régimen aplicable a los títulos-valor.
1. REGLA GENERAL
28.2. Para determinar la ley aplicable a los derechos reales sobre bienes tangibles, nuestro
sistema sigue la solución dominante en el Derecho comparado: los derechos reales sobre un
bien, sea mueble o inmueble, quedan sujetos a la ley del país donde dicho bien se encuentra
(= lex situs o lex rei sitae). Así lo establece el artículo 10.1 CC.
«La posesión, la propiedad y los demás derechos sobre bienes inmuebles, así como su
publicidad, se regirán por la ley del lugar donde se hallen. La misma ley será aplicable a los
bienes muebles».
Esta regla general va acompañada por dos reglas especiales: para los medios de transporte
(artículo 10.1 II CC) y para los bienes en tránsito (artículo 10.1 III CC).
28.3. La localización física de un bien como criterio que determina la ley aplicable tiene
ventajas evidentes. Por un lado, es la solución más funcional. Los derechos reales son
oponibles erga omnes y, en este sentido, resuelven conflictos de intereses de una pluralidad
de sujetos sobre el aprovechamiento económico de los bienes. Por ello, los criterios
subjetivos o personales son, en principio, poco útiles. Un conflicto entre varias personas que
reclaman la propiedad de un bien o un derecho-real de garantía no puede resolverse
aplicando las leyes personales de cada una, pues podría llevar a resultados materiales
contradictorios, ni hay razones a priori para dar preferencia a una de ellas sobre las demás.
En la medida en que los derechos reales son derechos erga omnes sobre un bien, el
elemento neutral y común a todos los interesados no puede ser otro que el de localización
del bien. Por otro lado, es un criterio que ofrece certeza, previsibilidad, responde a las
expectativas razonables de las partes y, en consecuencia, es una regla que protege el tráfico
jurídico: a todos los potenciales adquirentes o acreedores jurídico-reales les señala
claramente la ley bajo la cual deben constituir sus derechos sobre el bien. Además,
normalmente coincidirá con el Estado cuyos tribunales vayan a conocer del litigio y donde
se deban implementar las resoluciones judiciales.
28.4. Para definir el supuesto de hecho, el artículo 10.1 CC utiliza la expresión «la posesión,
la propiedad y los demás derechos (reales) sobre bienes». El concepto de derecho real
debe definirse a partir de la ley española (artículo 12.1 CC). En principio, bajo este concepto
se incluyen aquellos derechos que pueden ser invocados frente a todos, i.e. gozan de una
protección erga omnes, y que confieren a su titular un poder o una facultad de relación
inmediata sobre el bien en el que recaen. Junto con la propiedad y la posesión, han de
incluirse otros derechos reales de uso y disfrute, como el usufructo o la servidumbre, los
derechos reales de garantía, como la prenda o hipoteca, los derechos reales de adquisición
o incluso el derecho de retención en la medida en que recae directamente sobre un bien y es
oponible a terceros, no sólo a deudor.
28.5. El artículo 10.1 CC sólo se aplica a los derechos reales que recaigan sobre bienes
muebles o inmuebles. Al utilizar la misma conexión en ambos casos, no se suelen plantear
problemas de calificación: siempre que se trate de bienes tangibles, sea cual sea su
naturaleza, la ley aplicable es la señalada por el artículo 10.1 CC.
28.6. La ley así designada cubre aspectos como, por ejemplo, la creación del derecho real,
su contenido, los tipos de derechos reales que pueden constituirse sobre el bien, publicidad
y alcance, las preferencias y prioridades sobre el bien, i.e. cómo se resuelven los conflictos
entre titulares de derechos reales concurrentes, y la extinción del derecho real, incluida la
ejecución de los derechos reales de garantía.
Ejemplo. Imaginemos una empresa española que tiene un bien mueble de cierto valor en Francia
y quiere constituir una prenda sobre él. En este caso, la ley francesa determina: (a) los requisitos
de constitución del derecho de prenda, i.e. si es necesario un título válido, si ha de haber traslado
posesorio y cómo se debe llevar a cabo éste; (b) el alcance del derecho de prenda y su eficacia; (c)
cómo se resuelven los conflictos entre distintas prendas que recaen sobre el mismo bien u otros
derechos reales concurrentes; o (d) cómo puede el acreedor realizar el bien en caso de
incumplimiento del deudor, i.e. si puede apropiárselo o si tiene que ejecutarlo por vía notarial, por
ejemplo, y sus preferencias de cobro.
28.7. En los negocios sobre bienes, como por ejemplo una venta o la constitución de una
prenda, es necesario distinguir los aspectos obligaciones (el título o negocio constitutivo),
de los aspectos jurídico-reales. Los primeros quedan sujetos a la ley aplicable al título
causal conforme a la norma de conflicto correspondiente; normalmente será un contrato,
por lo que la ley aplicable al contrato de compraventa o al contrato de prenda o de hipoteca
se determinará conforme al Reglamento Roma I. Los segundos quedan sujetos a la lex rei
sitae (vid. SAP de Madrid, de 18 de diciembre de 2020). En concreto, la lex rei sitae rige la
eficacia jurídico-real del acto o título otorgado por las partes, i.e. los poderes que el titular
va a adquirir y gozar directamente sobre el bien y que son oponibles a terceros.
Ejemplo. Simplificando mucho las cosas, aceptemos que en el Derecho francés la transmisión de
la propiedad se produce mediante el título; que en el Derecho español se exige título y modo; y que
en el Derecho alemán basta el trasladado posesorio como expresión de un acuerdo traslativo
abstracto. Imaginemos un sujeto A que tiene tres bienes X, Y y Z localizados respectivamente en
Francia, Alemania y España. A vende a B cada uno de los bienes. Los tres contratos de
compraventa se someten a la ley inglesa. Pues bien: (a) en relación al bien X, situado en Francia, la
propiedad se ha transmitido de A a B en el momento de la conclusión del contrato, si éste es válido;
el hecho de que sea válido o no, lo determina la ley inglesa; (b) en relación al bien Y, situado en
Alemania, la propiedad se transmite de A a B en el momento de la entrega del bien, con
independencia del título; (c) por último, en relación al bien Z, situado en España, la propiedad se
transmite de A a B si el contrato es válido (lo que viene determinado por la ley inglesa) y además se
ha entregado el bien.
28.9. El criterio de conexión que emplea el artículo 10.1 CC es la localización física del bien
(situs naturalis). En principio, es un criterio fáctico cuya concreción no plantea muchas
dificultades cuando se trata de bienes inmuebles, pero sí cuando se trata de bienes muebles.
Un bien mueble es susceptible de traslado de un país a otro y ello da lugar a problemas de
conflicto móvil.
Ejemplo 1. Aunque estos problemas se pueden plantear en relación con cualquier derecho real,
los casos que más preocupan en la práctica son relativos a la transmisión de la propiedad o a la
constitución de derechos reales de garantía. Imaginemos que A vende a B un cuadro que se
encuentra en Francia. El título es perfectamente válido y eficaz, y B paga el precio, pero A sigue en
posesión del cuadro. En principio, teniendo en cuenta que bajo el Derecho francés el título es en
principio suficiente para transmitir la propiedad, el cuadro pertenecería ya a B. Imaginemos que el
cuadro sigue bajo posesión de A, pero es trasladado a España. ¿Significa esto que B pierde su
propiedad pues el Derecho español exige título y entrega?
Ejemplo 1 bis. El caso se puede plantear también al revés: la compraventa tiene lugar cuando el
cuadro se encuentra en España. El bien sigue bajo la posesión de A (vendedor), pero éste se lo
lleva a Francia: ¿Significa que B (comprador) adquiere automáticamente la propiedad del bien
nada más cruzar la frontera, ya que bajo el Derecho francés el título era suficiente para transmitir
la propiedad?
28.10. Nuestro Derecho positivo no contiene una respuesta clara y explícita a estos
problemas. Tampoco en la jurisprudencia, ni en la doctrina han recibido una solución
uniforme. Sí existe cierta unanimidad en el punto de partida: en los casos de conflicto
móvil, la trascendencia jurídico-real de un acto debe apreciarse bajo la ley del lugar donde
se encontraba el bien en el momento de celebrarse dicho acto. Esta solución encaja
cabalmente con el sentido y fin de la regla lex rei sitae: la expectativa de las partes cuando
realizan un determinado acto con trascendencia jurídico-real es valorar esta transcendencia
bajo la ley del lugar de situación de bien en el momento de celebrar dicho acto.
De esta idea se extraen dos consecuencias importantes en los supuestos en que un bien se
traslada de un país (país de origen) a otro (país de destino):
(a) Si una persona ha adquirido un derecho real sobre el bien cuando éste se encontraba en
el país de origen, no lo pierde automáticamente cuando el bien cruza la frontera y se
desplaza al país de destino. Así se protege el interés del titular del derecho real original.
Quien constituyó eficazmente su derecho atendiendo a dónde se encontraba el bien en el
momento de dicha constitución no quiere –ni debe– verlo extinguido por el mero hecho de
que el bien cruce la frontera. El dueño no pierde su derecho de propiedad sobre el bien por
el hecho de que lo traslade al extranjero, ni el acreedor jurídico-real pierde su derecho de
prenda porque el bien se traslade al extranjero. Ha de partirse, por consiguiente, de un
principio de reconocimiento o de continuidad de los derechos reales constituidos al
amparado de la ley del lugar de situación del bien anterior.
Ejemplo. En los dos ejemplos anteriores en los que el titular ya había adquirido eficazmente un
derecho real –de propiedad en el Ejemplo 1 o de garantía en el Ejemplo 2– conforme a la ley del
país de origen, este derecho no se debe perder por un mero traslado del bien al extranjero.
(b) Ahora bien, si en el país de destino se produce un nuevo hecho o acto con trascendencia
jurídico-real, éste se valorará bajo la nueva lex rei sitae, así como el posible conflicto o
prioridad entre los diferentes titulares de intereses jurídico-reales sobre el bien. Así se
salvaguarda el interés de protección del tráfico en el Estado de destino, que justifica
reconocer y proteger la constitución de nuevos derechos reales al amparo de la lex rei sitae
actual que resulten incompatibles o preferentes sobre el derecho real anterior.
Ejemplo 1. Imaginemos en el Ejemplo 1 o en el Ejemplo 2 anterior que el poseedor del bien realiza
una segunda venta con traslado posesorio o constituye un nuevo derecho de prenda al amparo de
la ley española. En este caso, tanto la constitución de estos nuevos derechos reales como el
conflicto de prioridades o preferencias entre los anteriores titulares y los nuevos se han de
resolver bajo los criterios de la ley española como nueva lex rei sitae. Jugarán, por lo tanto, las
reglas españolas sobre adquisición a non domino o sobre prioridad entre acreedores jurídico-
reales concurrentes. Esta es una regla de protección del tráfico, pues ampara las expectativas de
los terceros que han constituido derechos reales sobre el bien confiando en la nueva ley de
situación y que no tenían por qué saber que el bien procedía de un país extranjero donde ya había
sido gravado. Pero no debería amparar a los acreedores ordinarios que han obtenido un simple
embargo preventivo sobre el bien, ni a esos acreedores en sede de concurso (aunque no debe
ocultarse que la jurisprudencia de audiencias suele entender que si el gravamen no se halla
inscrito en el Registro de bienes muebles español no es oponible al tercero embargante o al
concurso, vid. i.a. AAP de Barcelona, de 21 de septiembre de 2007 o Burgos de 8 de febrero de
2011).
28.11. Una cuestión parcialmente distinta de las anteriores, pero también vinculada al
problema de conflicto móvil, se plantea cuando la adquisición del derecho real requiere la
realización de una serie de actos y, antes de que todos ellos se concluyan, el bien es
trasladado al extranjero.
Esta cuestión –como las anteriores– tiene más de material que de conflictual; en principio,
corresponderá a la ley material de país de destino decirnos qué valor tienen los actos
realizados cuando el bien se encontraba en el extranjero. Algunos países han optado por la
solución más sencilla: considerar los actos realizados al amparo de una lex rei sitae anterior
como si se hubiesen realizado bajo la nueva lex rei sitae. Nuestro Derecho positivo carece
de una respuesta expresa. Sin embargo, por razones prácticas y de facilidad del tráfico, esa
solución parece la más razonable.
28.12. Por último, es preciso señalar también que en los casos de traslado del bien, el
ejercicio o las facultades de un titular de un derecho jurídico-real quedan sujetos a la
nueva lex rei sitae. Esta cuestión tiene relevancia práctica en el caso de los derechos de
garantía real, cuando el acreedor pretende la realización del bien. Como hemos explicado,
un traslado del bien no extingue el derecho real; no obstante, el ejercicio de ese derecho
debe respetar la nueva lex rei sitae, en particular en lo que hace a sus formas de realización
cuando exigen la intervención de una autoridad.
Ejemplo. A constituye una prenda sobre un bien a favor de B al amparo de la ley española, pues en
ese momento el bien se encuentra en España. Posteriormente, el bien se traslada a Francia.
Llegado el momento del pago, A incumple su obligación y B pretende ejecutar la prenda. En este
caso, no cabe duda de que B debe considerarse como acreedor pignoraticio; ahora bien, en
principio, los mecanismos de realización del valor del bien deberán ajustarse a lo que establece la
ley francesa. Y lo mismo en el supuesto inverso: A constituye una prenda bajo Derecho inglés
cuando el bien se encuentra en Inglaterra. Posteriormente se traslada a España, y cuando el bien
se encuentra aquí se produce el incumplimiento del deudor que da lugar a la ejecución de la
prenda. No cabe duda de que la prenda será reconocible en España si se constituyó debidamente
en Inglaterra. Los procedimientos de ejecución, sin embargo, deberán ajustarse a lo previsto por la
ley española. En ocasiones, esto exige cierta flexibilización de los requisitos procedimentales que
exige el Derecho español para no frustrar los derechos del acreedor pignoraticio. Así, por ejemplo,
en el caso de hipotecas mobiliarias o prendas sin desplazamiento constituidas al amparo de una ley
extranjera, se ha planteado la pertinencia de prescindir de la exigencia de constancia en el título
constitutivo del valor de tasación del bien como condición para instar la ejecución extrajudicial
cuando aquella circunstancia no es exigida por la ley extranjera. Debería ser suficiente con una
tasación objetiva previa a la ejecución.
28.13. El artículo 10.1 CC acompaña la regla general (lex rei sitae) de dos reglas
especiales, una para los medios de transporte y otra para los bienes en tránsito. Respecto de
los medios de transporte, la razón de establecer una regla especial es fácil de ver. Se trata
de bienes que tienen por propia naturaleza una vocación circulatoria transfronteriza y, por
ello, el criterio de la localización física puede conducir a soluciones aleatorias e
imprevisibles. Además, este tipo de bienes expresa su vinculación con un determinado
Estado a partir de criterios fácilmente perceptibles en el tráfico, como su abanderamiento,
lo cual permite apartarse de la lex rei sitae sin perder las ventajas de esta conexión. El
legislador español ha tenido en cuenta estas circunstancias y ha establecido una regla
especial para esos casos: «Los buques, las aeronaves y los medios de transporte por
ferrocarril, así como todos los derechos que se constituyan sobre ellos, quedarán sometidos
a la ley del lugar de su abanderamiento, matricula o registro» (artículo 10.2 ICC). En
cambio, para los automóviles y otros medios de transporte por carretera, ha considerado
preferible mantener la regla general: «Los automóviles y otros medios de transporte por
carretera quedarán sometidos a la ley del lugar donde se hallen».
28.14. Esta regla del Código Civil debe acompañarse de la normativa especial que rige cada
uno de esos tipos de bienes, como por ejemplo la Ley de Navegación Marítima o Aérea, la
normativa del Registro de bienes muebles, y de los textos supranacionales que puedan
resultar aplicables, como, en materia de buques, el Convenio de Ginebra de 1993 sobre
privilegios marítimos En la práctica, está también llamado a tener una notable relevancia el
Convenio de Ciudad del Cabo, adoptado en el seno de UNIDROIT, relativo a garantías
internacionales sobre equipos móviles y sus protocolos anejos. Este instrumento establece
un sistema de reconocimiento y de protección de las garantías reales internacionales
constituidas sobre equipos móviles al amparo del Convenio. Su funcionamiento se articula
mediante un registro centralizado a nivel mundial. El Convenio establece el marco
normativo general, que se complementa con diferentes Protocolos donde se recogen las
categorías de bienes y derechos accesorios a los que les resulta aplicable. Hasta ahora se
han elaborado cuatro protocolos: para equipos aeronáuticos, para material ferroviario, para
equipos espaciales y para equipos mineros, agrícolas y de construcción (MAC). España ha
ratificado el primero de ellos.
28.15. El CC, siguiendo a otros legisladores, también ha establecido una regla especial de
localización para los bienes en tránsito. En estos casos, la situación física del bien antes de
llegar a su destino es absolutamente provisional y en buena media precaria. Por ello, el
legislador permite a las partes corregir esa solución. Conforme al artículo 10.1 II CC: «A los
efectos de la constitución o cesión de derechos sobre bienes en tránsito, éstos se
considerarán situados en el lugar de su expedición, salvo que el remitente y el destinatario
hayan convenido, expresa o tácitamente, que se consideren situados en el lugar de destino».
El concepto de «bienes en tránsito» debe entenderse en sentido lato, incluyendo la fase en
la que los bienes aún se encuentran en el Estado de origen, pero preparados para la
exportación, i.e. los llamados «bienes destinados a la exportación». Esta regla tiene cierta
relevancia práctica en el caso de la constitución de garantías reales sobre dichos bienes o de
reservas de dominio, ya que permite beneficiarse de una suerte de «aplicación anticipada»
de la ley del país de destino final, tanto al vendedor como a un tercero financiador.
Ejemplo. Imaginemos que A, una empresa española, vende a B, una empresa suiza, una
determinada maquinaria. La empresa suiza ha financiado la compra mediante un crédito que le ha
concedido un banco suizo, el cual quiere asegurarse el cobro de su crédito constituyendo una
garantía real sobre el bien. El acuerdo entre A y B relativo a la localización de los bienes en Suiza
permite al banco constituir la garantía bajo el Derecho suizo, aun antes de que los bienes hayan
llegado físicamente a su destino.
6. BIENES CULTURALES
28.16. En este contexto, es oportuno hacer una breve referencia a las reglas especiales
adoptadas para una categoría de bienes muy particular, los bienes culturales, cuya sede
natural de aplicación es el tráfico externo. España, como muchos otros países, tiene normas
específicas destinadas a la protección de su patrimonio histórico-artístico. Son normas
materiales imperativas. El objetivo de estas reglas es evitar la exportación ilegal de bienes
culturales o del patrimonio histórico español y para ello confieren ex lege al Estado un
derecho de propiedad sobre cualquier bien exportado ilegalmente (artículos 5 y 29 Ley
16/1985, de 25 de junio, del patrimonio histórico). Cuando el bien perteneciera a un
particular, éste podría recuperarlo del Estado si lo perdió o le fue sustraído antes de la
exportación ilegal, abonando el coste de su recuperación.
7. PROBLEMAS DE APLICACIÓN
28.17. El juego de la lex rei sitae queda sometido: (a) al límite del orden público (artículo
12.3 CC), aunque su trascendencia práctica es escasa (sólo puntualmente se ha invocado
frente a expropiaciones de Estados extranjeros contrarias al Derecho internacional sobre
actos o bienes localizados en España, vid. STS de 25 de septiembre de 1992 o de 30 de
diciembre de 2010: no se reconocen los efectos indirectos de las nacionalizaciones del
gobierno cubano sobre marcas registradas en España); (b) y a la posible incidencia de las
leyes de policía del foro (artículo 8.1 CC).
28.18. En el caso de que la lex rei sitae nos conduzca a un sistema plurilegislativo, debe
aplicarse también el régimen general (artículo 12.5 CC). En los conflictos internos, es
aplicable el régimen del artículo 10.1 CC por remisión del artículo 16.1 CC.
Más dudoso, en cambio, puede resultar el juego del reenvío en este ámbito, aunque a falta
de mejor argumento debe seguirse también la regla general (artículo 12.3 CC).
1. DERECHOS DE CRÉDITOS
28.19. La doctrina suele utilizar la expresión eficacia jurídico-real de una cesión o de una
prenda de un crédito para referirse a la «oponibilidad a terceros» de estas operaciones.
Como hemos visto, el Reglamento Roma I en su artículo 14 contiene reglas sobre las
relaciones entre las partes del contrato de cesión o de prenda y sobre la oponibilidad de la
cesión al deudor cedido (artículo 14), pero guarda silencio sobre su oponibilidad a terceros.
Nuestro DIPr positivo contiene una regla en el Real Decreto-Ley 5/2005 en el ámbito de las
garantías financieras, que es generalizable a cualquier otro escenario: la oponibilidad a
terceros de una cesión o prenda de créditos se sujeta a la ley que rige el crédito cedido o
pignorado (artículo 17.3). Esta ley nos dice, por ejemplo, (a) qué requisitos tiene que
cumplir el cesionario/acreedor pignoraticio para asegurarse de que la cesión/prenda pueda
ser oponible a terceros acreedores del cedente o al administrador concursal en caso de
concurso de éste (documento público, notificación al deudor, registro, etc.); o (b) cómo se
van a resolver los conflictos entre distintos cesionarios/acreedores pignoraticios sobre el
mismo crédito.
Ejemplo. Imaginemos un banco español, A, que tiene un crédito frente a una empresa portuguesa,
B. La ley que rige el crédito es la ley inglesa. A pignora ese crédito a favor de un banco francés, C, y
en el contrato de prenda se elige el Derecho francés como ley aplicable. De conformidad con el
artículo 14 (1) del Reglamento Roma I, las relaciones entre A y C quedan sometidas a la ley
francesa. Por su parte, la oponibilidad de esa cesión a B queda sujeta a la ley inglesa. Esta misma
ley rige la oponibilidad a terceros de la prenda: si esta puede ser oponible a los acreedores de A o
incluso al administrador concursal en caso de concurso de A, y el conflicto con otro posible
acreedor pignoraticio o cesionario del mismo crédito.
28.22. Por lo que ahora nos interesa, y dejando al margen las especialidades registrales y
de trato mínimo derivadas de los Convenios en la materia o los derechos de protección
uniforme dentro de la UE, lo relevante de esta concepción es que la transmisión de la
titularidad y la constitución de derechos reales de garantía sobre derechos de la propiedad
industrial e intelectual otorgados para el territorio español quedan sujetos a la ley española.
Normalmente (pues hay ciertas excepciones), como la inscripción registral es constitutiva,
la transmisión o constitución de derechos reales sobre los bienes inscritos en España
requiere de su registro en España. Esta solución tiene alcance bilateral. Cuando se
transmite la propiedad o se constituyen garantías jurídico-reales sobre patentes o marcas,
por ejemplo, registradas en varios Estados es necesario cumplir con los requisitos de cada
uno de ellos.
4. UNIVERSALIDADES
28.23. En determinados ámbitos, el DIPr prevé la sujeción a una ley única de las cesiones o
transmisiones de patrimonios enteros (activos y pasivos). Así ocurre, por ejemplo, en los
casos de sucesiones hereditarias o de modificaciones estructurales societarias (fusión,
escisión, segregación o cesión global). Cuando un bien individual forma parte de un
patrimonio como unidad patrimonial (uti universi), las sucesiones universales conllevan
también la transmisión ope legis de dicho bien. Sin embargo, hay que añadir un matiz. La
cesión universal se somete a una conexión única según cuál sea su naturaleza (hereditaria o
societaria, por ejemplo) y tiene alcance universal, también en su dimensión jurídico-real: la
transmisión de los bienes puede ser eficaz ope legis al amparo de dicha ley. En el caso de
modificaciones estructurales transfronterizas habrán de tenerse en cuenta las respectivas
leyes personales. No obstante, en el caso de conflictos entre la sucesión universal y una
cesión singular al amparo de la lex rei sitae, debe prevalecer esta última.
(a) En primer lugar, el derecho subyacente deriva de una relación jurídica, típicamente un
contrato, cuya ley aplicable viene determinada conforme a las reglas generales: el
Reglamento Roma I (que sólo excluye de su ámbito de aplicación las obligaciones derivadas
de una letra de cambio, un cheque o un pagaré, y otros instrumentos negociables en la
medida en que se deriven de su carácter negociable). En el caso de participaciones sociales,
la lex societatis. Esta ley rige (lex creationis), en abstracto, si ese derecho es susceptible de
incorporación a un documento físico, y el grado de incorporación.
(c) En tercer lugar, y si el derecho puede incorporar los requisitos formales que ha de tener
el título para que se produzca la incorporación y los derechos que se derivan del título
como instrumento negociable vienen condicionados por la ley del Estado donde se ha
emitido. Esto es lo que quiere decir el artículo 10.3 CC cuando establece que «la emisión de
los títulos-valores se atendrá a la ley del lugar donde se produzca». La incorporación de un
derecho a un título-valor y la relación cartular (i.e. los derechos derivados del título, en
particular frente al deudor cartular) deben acomodarse a lo que exija la ley del lugar de
emisión. El criterio «lugar de emisión» a los efectos de aplicar el artículo 10.3 CC debe
entenderse en sentido cartular del término: lugar de emisión equivale a lugar de primera
entrega o puesta en circulación inicial del título.
Desarrollo. En la práctica, lo aconsejable es que la ley que rige el derecho incorporado coincida
con el lugar de emisión para evitar problemas de delimitación normativa. En caso de que no sea
así, si hay conflicto entre ambas, la ley de emisión debe prevaler en lo que respecta a los derechos
cartulares.
28.25. En el caso de los títulos de tradición, i.e. los que facultan al poseedor para exigir la
restitución de determinadas mercancías, en principio la ley designada por el artículo 10.3
CC determina la legitimación del poseedor del título para reivindicar las mercancías o para
plantear una reclamación por los daños causados a éstas. No obstante, su eficacia real sobre
las mercancías, i.e. la eficacia que la transmisión del título tiene sobre los derechos a las
mercancías, siempre viene condicionada por la ley del lugar de situación de éstas.
28.26. Para los títulos cambiarios, el régimen especial y autónomo que contiene la Ley
Cambiaría y del Cheque es bastante más complejo. En el caso de la letra de cambio o
pagaré a la orden, la Ley fracciona los diferentes aspectos: (a) la capacidad para obligarse
se sujeta a la ley nacional, admitiendo un reenvío a otra ley, y con una excepción de tutela
del tráfico a favor de la ley del país en cuyo territorio se haya firmado el documento (artículo
98). (b) La forma de las obligaciones asumidas se somete a la ley del país en cuyo territorio
se han suscrito (locus scriptus), con una regla basada en el principio de independencia de
las declaraciones cambiarias (artículo 99: si las obligaciones asumidas no son válidas en
cuanto a la forma según la ley del territorio donde se han suscrito, pero sí conforme a la ley
donde una obligación posterior ha sido suscrita, la defectos de forma de la primera no
afectarán a las posteriores) y una excepción a favor de la ley de la residencia o nacionalidad
común (artículo 99 III). (c) La ley del lugar donde se emitió la letra rige otras cuestiones
como los plazos para el ejercicio de las acciones de regreso (artículo 101), o si el tenedor
adquiere el crédito que deriva de la relación causal subyacente (artículo 102); (d) La ley del
lugar donde ha de pagarse rige cuestiones como las obligaciones del aceptante de una letra
o del firmante de un pagaré (artículo 100, los efectos que producen las firmas de otras
personas se rigen por la ley del país donde éstas han firmado), las posibilidades de un pago
parcial (artículo 103) o las medidas que han de adoptarse en caso de pérdida o robo
(artículo 105); (e) La forma y los plazos del protesto o de otros actos de conservación de
derechos se rigen por la ley del país donde deban efectuarse (artículo 104).
28.27. En el caso del cheque, la ley contiene reglas de capacidad y forma de las
obligaciones equivalentes (artículos 162 y 163, con una conexión alternativa en el caso de la
forma a favor de la lex loci solutionis). Además: (a) La ley donde las obligaciones han sido
suscritas rige en lo relativo a sus efectos (artículo 165); y (b) La ley del lugar de pago
determina las personas contra las que puede ser librado y todo el régimen de pago (artículo
163 I y 167).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 29 DERECHO CONCURSAL INTERNACIONAL
TEMA 29
§1. INTRODUCCIÓN
(a) La competencia judicial internacional: ¿qué tribunales van a ser competentes para abrir
el concurso?
(b) La ley aplicable: ¿qué ley concursal van a aplicar dichos tribunales?
Ejemplo. Imaginemos una empresa española que posee un establecimiento en Portugal y otro en
Italia. Además de esos establecimientos, también tiene bienes (vehículos, depósitos bancarios,
derechos de propiedad industrial, etc.) en Marruecos y Francia. Sus acreedores se reparten por todos
estos países. Si la empresa española se encuentra en situación concursal, las preguntas que nos vamos
a plantear en este tema son, por ejemplo: (a) si los tribunales españoles van a ser competentes para
declarar el concurso y bajo qué condiciones; (b) si los tribunales españoles fuesen competentes, qué
ley concursal van a aplicar (el Derecho concursal español, el portugués, el italiano o el francés); (c)
cuando la competencia corresponda a unos tribunales extranjeros, si las decisiones que adopten esos
tribunales se van a reconocer y ejecutar en España y bajo qué condiciones; y (d), por último, si se
abren procedimientos contra la empresa española en distintos Estados, la posible existencia de
mecanismos de coordinación entre ellos.
29.3. En términos generales, el ámbito de aplicación del Reglamento viene definido por la
suma de tres variables. (a) En primer lugar, el Reglamento se aplica a la insolvencia de
cualquier deudor, salvo entidades de crédito, compañías de seguros y empresas de
servicios de inversión (vid. artículo 1.2); cuyo régimen concursal viene determinado por
sendas directivas europeas cuando su Estado de origen sea un Estado europeo (Directiva
2001/24/CE sobre saneamiento y liquidación de entidades de crédito y empresas de servicios
de inversión, y Directiva 2008/138 para las compañías de seguro). (b) Su ámbito material
incluye los procedimientos concursales en sentido propio, pero también los procedimientos de
reestructuración preventiva, i.e. los procedimientos o institutos preconcursales llamados a
prevenir el concurso del deudor, como la comunicación de apertura de negociaciones con los
acreedores o los planes de reestructuración regulados en el Libro II del TRLC. En el contexto
de estos procedimientos se aplica, con carácter general, a cualquier acción que tiene su
fundamento en un procedimiento concursal y se halla estrechamente relacionada con éste (vid.,
entre las más recientes, STJUE as. C-649/16, C-641/16, C-535/17 o C-47/18; no se aplica, sin
embargo, a las acciones paulianas, al menos cuando el deudor no se halla en concurso; entre la
jurisprudencia nacional vid. AAP de Palma de Mallorca, de 4 de mayo de 2022). (c) En tercer
lugar, el Reglamento sólo se aplica a los concursos europeos y entiende por tales los
procedimientos de insolvencia que se abran sobre deudores cuyo centro de intereses
principales (coloquialmente COMI, acrónimo del concepto inglés Centre of Main Interests) se
localice en un Estado miembro de la UE (cdo. 25). En el resto de los supuestos, esto es, frente
a deudores cuyo centro de intereses principales se localice en un tercer Estado (no europeo),
será aplicable el régimen del TRLC. Dinamarca se debe considerar como un tercer Estado a los
efectos del Reglamento.
29.4. Pese a esta diferencia de regímenes formales, hay que tener en cuenta un dato
importante. El régimen del TRLC está fuertemente inspirado por el régimen del Reglamento
europeo. Así lo ha reconocido el propio legislador español en la exposición de motivos de la Ley
Concursal del año 2003 (apdo. XI). Esto implica que el Reglamento ofrece un referente
hermenéutico imprescindible para interpretar y aplicar el TRLC. Por esta razón y por el hecho
de que su trascendencia práctica es mucho mayor, en este tema vamos a centrarnos en el
Reglamento europeo, sin perjuicio de las referencias puntuales que hagamos al TRLC cuando
éste se aparte de aquél.
29.5. Se suele afirmar que el modelo normativo que informa el Reglamento es un modelo de
universalismo mitigado. El Reglamento arranca de un concurso único y universal para cada
deudor (= «un deudor, un patrimonio, un concurso»), calificado como procedimiento
principal. Contempla la apertura del procedimiento de insolvencia en el Estado donde el
deudor tenga su centro de intereses principales y le da alcance universal, tanto en cuanto a su
masa activa, como a su masa pasiva. En principio, todos los bienes quedan sujetos a ese
procedimiento, estén donde estén, y a él pueden (y tienen la carga de) concurrir todos los
acreedores del deudor. Además, el punto de partida es la aplicación de una ley única, la ley de
ese Estado (lex fori concursus principalis) tanto a los aspectos procedimentales como a los
aspectos sustantivos de la insolvencia.
29.6. A partir de aquí, el Reglamento establece una serie de reglas que corrigen o mitigan la
universalidad del modelo. Básicamente, estas reglas son de dos tipos: (a) por un lado, normas
sobre ley aplicable cuya función es fijar ciertas excepciones a la aplicación de la lex fori
concursus, esto es, hay determinadas relaciones jurídicas o derechos que no van a quedar
sujetos a la ley concursal del Estado miembro donde se abre el procedimiento principal, sino a
una ley distinta; y (b) por otro lado, normas cuyo objeto es permitir la apertura de
procedimientos territoriales, esto es, procedimientos de insolvencia limitados a los bienes
del deudor en un determinado Estado miembro. A su vez, el Reglamento establece ciertas
restricciones en cuanto a la apertura de estos procedimientos territoriales con el objeto de no
socavar el criterio principal, i.e. la universalidad del concurso. Así, (i) los procedimientos
territoriales sólo pueden abrirse allí donde el deudor tenga un establecimiento, (ii) la masa
pasiva no tiene limitación territorial (la masa activa es territorial, pero la masa pasiva sigue
siendo universal) y (iii) quedan, en cierto modo, subordinados a la suerte del procedimiento
principal en el caso de que se abran ambos tipos de procedimientos.
29.7. Las normas de DIPr del TRLC responden a este mismo modelo, aunque formulado en
términos unilaterales. La voluntad del legislador español es que el modelo de universalismo
mitigado rija también vis a vis terceros Estados. Como en este caso la vigencia del modelo no
está plenamente asegurada, pues depende siempre del Derecho de esos terceros Estados, el
TRLC española adopta una serie de salvaguardias (vid., por ejemplo, artículos 721.2 o 741.2
TRLC).
1. COMPETENCIA JUDICIAL
Ejemplo. Frente a una sociedad cuyo centro de intereses principales esté en España, las autoridades
españolas aplicarán el Reglamento para determinar su CJI (no al TRLC, aunque el resultado fuese
formalmente el mismo; por eso, en el ámbito de aplicación del Reglamento, el artículo 45 TRLC sólo
funciona como norma de competencia territorial). En este ejemplo, el Reglamento atribuye
competencia exclusiva a los tribunales españoles para abrir el concurso principal (= universal) contra
esa sociedad. Si la sociedad tuviese su centro de intereses principales en Portugal, la competencia
para abrir el concurso principal correspondería exclusivamente a los tribunales portugueses.
29.10. El criterio que atribuye CJI para abrir el concurso principal es la localización del centro
de los intereses principales del deudor; coloquialmente COMI. El «centro de los intereses
principales» es un concepto abierto, cuya aplicación debe tener en cuenta las circunstancias
particulares de cada deudor, y neutral, vale tanto para las personas físicas como para las
personas jurídicas. Con el objeto de reducir parcialmente la incertidumbre asociada a ese
concepto, el Reglamento, al igual que el TRLC, incluye una definición, y la acompaña de una
serie de presunciones iuris tantum.
«El centro de intereses principales será el lugar en el que el deudor lleve a cabo de manera
habitual y reconocible por terceros la administración de sus intereses».
2. LEY APLICABLE
«Salvo que se disponga de otro modo en el presente Reglamento, la ley aplicable al procedimiento
de insolvencia y a sus efectos será la ley del Estado miembro en cuyo territorio se abra dicho
procedimiento».
29.13. La lex fori concursus rige cuestiones como, por ejemplo, los deudores que pueden ser
sometidos a concurso, los presupuestos del concurso, la formación de la masa activa, la
designación de los administradores concursales, la clasificación de los créditos, etc. También
rige, naturalmente, los procedimientos de reestructuración preventiva. No se aplica, en
cambio, a las acciones basadas en las normas generales del Derecho civil y mercantil como, por
ejemplo, la reclamación del pago de mercancías entregadas en virtud de un contrato celebrado
antes de la apertura del concurso, aunque la demanda la presente el administrador concursal
(as. C-198/18). El artículo 7.2 del Reglamento, por su parte, contiene un listado no
exhaustivo de cuestiones sometidas a la lex fori concursus que vale igual para el TRLC.
Además, se establecen ciertas normas materiales especiales relativas a la comunicación a los
acreedores, a los pagos debidos al deudor concursado o a la publicidad registral del concurso
(artículos 23-31, 53-55 Reglamento, vid. STJUE as. C-251/12, o 736-740 TRLC). Esta
coincidencia entre forum e ius (competencia y ley aplicable) refuerza la importancia del COMI.
Este criterio de conexión cumple una triple función en nuestro Derecho concursal
internacional: (a) determina los ámbitos de aplicación respectivos del Reglamento y en el
TRLC, (b) determina la jurisdicción competente para abrir el concurso principal (c) y determina
la ley aplicable al concurso.
Desarrollo: el sentido de las excepciones a la lex fori concursus. Cuando se habla de «efectos del
concurso», desde el punto de vista conflictual hay que distinguir dos aspectos. En primer lugar, es
necesario saber si un acreedor ha adquirido válida y eficazmente su derecho (por ejemplo, un derecho
de crédito o un derecho real). Esto lo determinan las «normas de conflicto generales»: si un derecho
ha nacido y con qué atributos es una cuestión preconcursal que está gobernada por la ley aplicable al
derecho en cuestión, según las reglas de conflicto generales (i.e., la lex rei sitae, la lex contractus, la
lex loci delicti). A continuación, y una vez afirmada la existencia y el contenido de ese derecho
conforme a la ley correspondiente (nacional o extranjera), es necesario determinar los efectos
concursales, i.e. los efectos o límites que la apertura del concurso provoca sobre los derechos
constituidos preconcursalmente. En un contexto internacional, esto plantea un nuevo problema de ley
aplicable que deberá resolverse conforme a las «normas de conflicto concursales». El objetivo de estas
normas es designar la ley aplicable a los efectos del concurso sobre un derecho o relación jurídica
determinados. El Derecho concursal español arranca de que dichos efectos concursales quedan
sujetos a la lex fori concursus, fuese cual fuese la ley rectora del derecho o relación jurídica. No
obstante, establece una serie de excepciones al juego de dicha ley. La mayoría de estas excepciones
suponen que los efectos concursales no queden sujetos a la lex fori concursus sino a la misma ley que
rige la constitución preconcursal del derecho o relación jurídica en cuestión. Esto evita que mediante
un traslado unilateral del COMI el deudor pueda cambiar a los acreedores el régimen concursal de su
derecho sometiéndoles a límites o condiciones concursales inesperados. Además, les reduce los costes
de información ya que para calibrar el riesgo concursal que asumen no deberán consultar otra ley
distinta de la que rige su derecho.
(a) Derechos reales: cuando el acreedor goza de un derecho real sobre un bien localizado en
el extranjero, la declaración de apertura no afectará a ese derecho real (artículo 8 del
Reglamento) o los efectos concursales de la misma quedan sujetos a la ley concursal del Estado
de situación del bien (artículo 723 TRLC). Ambos textos establecen también un límite a los
efectos de la declaración de apertura del concurso sobre las reservas de dominio (artículo 10
Reglamento y 723.2 TRLC).
Desarrollo. La excepción prevista para los derechos reales tiene distinto alcance en el Reglamento y
en el TRLC. El artículo 8 del Reglamento establece que «la apertura del procedimiento de insolvencia
no afectará a los derechos reales de un acreedor o de un tercero sobre los bienes… que pertenezcan al
deudor y que, en el momento de apertura del procedimiento, se encuentren en el territorio de otro
Estado». La expresión «no afectará» supone que el titular de esos derechos queda inmunizado frente a
la declaración de apertura: ni le son oponibles los límites concursales previstos por la lex fori
concursus principalis, ni le son oponibles los limites concursales previstos por la lex rei sitae.
Obviamente, el artículo 8 protege también la obligación garantizada hasta al valor del activo gravado.
Sobre el concepto de «derechos reales» vid. TJUE as. C-195/15. Ejemplo, si el concurso principal se
abre en España y un acreedor tiene un derecho de prenda sobre un bien localizado en Alemania, ese
precepto asegura al acreedor que no le será oponible la declaración de insolvencia del deudor y, por
consiguiente, podrá ejecutar su prenda en caso de impago sin someterse a ningún límite concursal
(como la suspensión temporal de esa posibilidad o la ejecución a través de la administración
concursal). También protege las cláusulas obligacionales con trascendencia jurídico-real (cuantía y
vencimiento, por ejemplo). En cambio, la solución que prevé el artículo 723 TRLC es distinta. No es
que inmunice a los acreedores con garantía real frente al concurso, sino que les somete a los límites
concursales previstos por la ley del Estado de situación del bien. Así, por ejemplo, si en ese mismo
caso, el acreedor gozase de un derecho de prenda sobre un bien situado en Nueva York, los efectos de
la declaración de apertura sobre ese derecho real no quedan sujetos a la ley concursal española, sino a
las normas concursales del Derecho de Nueva York. Para el acreedor, los efectos serían los mismos que
si el concurso se hubiese abierto allí, con las adaptaciones necesarias.
(c) Bienes sometidos a registro: los efectos de la declaración de concurso sobre derechos de
un acreedor sobre un bien inmueble, buque o aeronave sometidos a registro quedan sometido a
la ley del Estado bajo cuya autoridad se lleve el registro (artículo 14 del Reglamento y artículo
724 TRLC).
(e) Contratos sobre inmuebles o contratos de trabajo: los efectos del concurso sobre los
contratos relativos al uso o adquisición de bienes inmuebles quedan sujetos a la ley concursal
del Estado donde se hallen y los efectos del concurso sobre los contratos de trabajo quedan
sujetos a la ley aplicable al contrato (artículos 11 y 13 del Reglamento y artículos 728 y 729
TRLC).
(f) Acciones de reintegración. No se podrá resolver un contrato o acto de disposición por ser
perjudicial para la masa cuando el beneficiado por dicho acto pruebe que según la ley
extranjera aplicable al mismo dicho acto es inatacable (artículo 16 Reglamento y artículo 730
TRLC; sobre el juego de esta excepción en el Reglamento hay bastante jurisprudencia vid., en
particular, STJUE C-310/14 o C-54/16; y entre la nacional, SAP de Mallorca, de 17 de octubre de
2017). La ley aplicable al acto que se pretende rescindir viene determinada por las normas de
conflicto generales, por ejemplo, el Reglamento Roma I; a estos efectos, el TJUE ha aclarado
que la ley aplicable a un contrato según este último texto rige también el pago de una
obligación contractual efectuado por un tercero cuando dicho pago se impugne como
perjudicial para los acreedores (as. C-73/20; vid. sin embargo, AAP de Álava, de 14 de marzo de
2012).
(g) Procedimientos pendientes: los efectos del concurso sobre un procedimiento, judicial o
arbitral, pendiente en el extranjero relativo a un bien o derecho de la masa quedan sujetos a la
ley del Estado en el que el procedimiento esté en curso (vid. artículo 18 Reglamento y artículo
731 TRLC, vid. también STJUE as C-85/12; C-212/15, C-250/17 o, en el contexto de las Directiva
sobre entidades de crédito y con un razonamiento bastante cuestionable, C-504/19; o C-250/17
en relación con el alcance de este precepto en el contexto de la Directiva 2009/138). En
general, esta regla se refiere a procedimientos declarativos que puedan tener trascendencia
patrimonial para la masa del concurso.
Ley aplicable a los efectos concursales: resumen
▪ Derechos reales
▪ Derecho de compensación
▪ Acciones de reintegración
▪ Procedimientos pendientes
Ejemplo. Si la empresa española tiene su COMI en nuestro país, los tribunales españoles serán los
únicos competentes para declarar su concurso como procedimiento principal. Su competencia se
extiende, en principio, sobre todos los bienes de esa empresa a nivel mundial y a ese procedimiento
pueden –y tienen la carga de– concurrir todos los acreedores, españoles y extranjeros. La ley aplicable
al concurso, tanto a sus aspectos procesales como sustantivos, será la ley española, sin perjuicio de las
excepciones señaladas. Además, las decisiones que adopten los tribunales españoles serán
reconocidas y ejecutadas en los demás Estados miembros, y los administradores concursales
nombrados por el tribunal español podrán ejercer sus poderes en cualquiera de esos otros Estados.
29.17. En relación con terceros Estados, el reconocimiento de las decisiones que adopten las
autoridades españolas dependerá del Derecho procesal de cada uno. Ahí, ni el Reglamento, ni
el TRLC pueden imponer ninguna obligación de reconocimiento. No obstante, el TRLC
establece un mecanismo de reciprocidad negativa con el objeto de incentivar la cooperación de
los demás Estados. Conforme a su artículo 721.2: «A falta de reciprocidad o cuando se
produzca una falta sistemática a la cooperación por las autoridades de un Estado extranjero, no
se aplicarán, respecto de los procedimientos seguidos en dicho Estado, los títulos III y IV de
este Libro». El hecho de que el Estado extranjero en cuestión se niegue sistemáticamente a
reconocer los procedimientos concursales españoles constituye una causa de denegación del
reconocimiento en España de los concursos abiertos en dicho Estado.
(b) La ley aplicable al procedimiento territorial abierto en España será la ley española (vid.
STJUE as. C-25/20, esta ley rige también los plazos de que dispone el administrador concursal
del procedimiento principal para insinuar sus créditos en el procedimiento secundario al
amparo del artículo 45.2).
(c) Al ser un procedimiento territorial, la masa activa sólo cubre los bienes del deudor
localizados en España. Para resolver los problemas de aplicación de esta exigencia, el
Reglamento contiene reglas relativas a la localización de bienes, incluidos los créditos [artículo
2 (9): los créditos se localizarán en España cuando el deudor –debitor debitoris– tenga aquí su
centro de intereses principales; sobre la distribución de bienes entre el procedimiento principal
y el secundario, vid. STJUE as. C-649/13].
(d) La masa pasiva, en cambio, es universal, lo que implica que al procedimiento territorial
pueden concurrir todos los acreedores del deudor, con independencia de que su crédito derive
o no de las actividades del establecimiento español.
Ejemplo. Supongamos una empresa que tiene su COMI en Francia, pero tiene también un
establecimiento en España. En este caso, tanto si se ha abierto un procedimiento principal en Francia
como si no, cabe abrir un procedimiento territorial en España. Este procedimiento se rige por la ley
española; sólo alcanzará los bienes que el deudor posea en España, pero en él podrán insinuar sus
créditos todos los acreedores de dicha empresa, al margen de que su crédito derive o no de las
actividades del establecimiento español.
29.21. Por su parte, los procedimientos territoriales secundarios son aquellos que tienen
lugar junto con un procedimiento principal. Este tipo de procedimientos no son vistos con la
misma desconfianza que los anteriores: en la medida en que el Reglamento asegura la
coordinación entre ellos y el procedimiento principal (infra), esos procedimientos pueden
ponerse al servicio de aquél. Pueden cumplir una función auxiliar del procedimiento principal.
El Reglamento intenta reflejar estas circunstancias ampliando el círculo de legitimados para
solicitar la apertura o facilitando la determinación de la situación de insolvencia patrimonial
del deudor. En concreto, la exigencia de insolvencia del deudor establecida por la ley nacional
no necesita ser satisfecha en la medida en que la decisión de apertura del procedimiento
principal sea reconocida (artículo 34). Además, el Reglamento atribuye directamente
legitimación al administrador concursal del procedimiento principal para solicitar la apertura
de un procedimiento secundario [artículo 37 (1) (a)].
29.23. Cuando el deudor no tiene su COMI en España, el Derecho concursal español arranca
de que la competencia para abrir el procedimiento principal (= universal) corresponde a los
tribunales del Estado en cuyo territorio se encuentre aquél. La cuestión que se nos plantea
entonces, desde el punto de vista del DIPr español, es si vamos a dar efectos en España al
procedimiento concursal extranjero y bajo qué condiciones; es un problema de
reconocimiento y ejecución (RyE) de decisiones concursales.
29.26. El TRLC no tiene normas especiales en cuanto al procedimiento de exequátur, sino que
se remite al régimen general de la LEC, actualmente sustituido por el de la LCJI (teniendo en
cuenta, eso sí, que la competencia corresponde a los juzgados de lo mercantil o ciertas
especialidades en cuanto a las partes que pueden intervenir en este procedimiento).
29.27. El TRLC sí que establece su propio catálogo de causas de denegación (artículo 742).
En concreto, para que la declaración de apertura extranjera pueda ser reconocida en España,
se exige: (a) que se refiera a un procedimiento concursal, tal y como lo entiende nuestro TRLC
(pues de lo contrario estaríamos fuera del ámbito de aplicación material de la Ley), (b) que sea
definitiva, (c) que la competencia del juez de origen esté basada en un criterio de competencia
semejante o equivalente a los establecidos en el Derecho español; (d) que se hayan respetado
los derechos de defensa del deudor en cuanto a la notificación; (e) y que no resulte contraria al
orden público. Los derechos de participación de los acreedores se protegerán a través de esta
última cláusula. El no reconocimiento de la decisión de apertura condiciona el reconocimiento
de las demás decisiones que se adopten en el procedimiento de insolvencia. Sin el
reconocimiento de la declaración extranjera de apertura, ni el deudor, en cuanto a la
disposición de sus bienes y derechos, ni los acreedores, en cuanto a la realización individual de
sus derechos, se sujetan a las restricciones o límites concursales. En cambio, si se ha
reconocido la declaración de apertura extranjera, el resto de las decisiones concursales
adoptadas en el procedimiento extranjero se reconocen automáticamente (sujetas a un control
incidental vid. artículo 744).
Advertencia. En ciertos Estados (por ejemplo, Rusia) el concurso de las personas físicas se tramita
ante un tribunal arbitral. Aunque la cuestión es discutible, la jurisprudencia ha rechazado el
reconocimiento de este tipo de concursos en nuestro país alegando que el concurso no es materia
arbitrable (ATSJ de Catalunya, de 19 de septiembre de 2019).
29.28. El TRLC completa ese régimen con tres reglas. (a) La primera se refiere a las medidas
cautelares. Para evitar los riesgos asociados a la dilación temporal que media entre la
declaración de apertura en el extranjero y la declaración de reconocimiento en España, el
sistema permite la adopción de medidas cautelares a instancia del propio administrador
concursal extranjero, en particular solicitar una paralización de las medidas de ejecución o una
administración provisional de los bienes del deudor (vid. artículo 748 TRLC). (b) La segunda
regla permite suspender la tramitación del exequátur cuando la resolución hubiera sido objeto
en el Estado de origen de un recurso ordinario o cuando el plazo para interponerlo no hubiera
expirado (artículo 742.4 TRLC). La Ley no exige que la resolución tenga fuerza de cosa juzgada,
sino que sea definitiva. El hecho de que no se exija la fuerza de cosa juzgada de la decisión de
apertura extranjera tiene la ventaja de garantizar una eficacia más inmediata en España de esa
decisión, pero conlleva el inconveniente de que la declaración de apertura sea finalmente
revocada. Por este motivo, la Ley permite suspender la tramitación del exequátur si la
resolución hubiera sido objeto de un recurso ordinario o cuando el plazo para interponerlo no
hubiera expirado, conforme a las normas del Estado de origen. (c) La tercera regla es la
posibilidad de revocación o la modificación del reconocimiento ya declarado «si se demostrase
la alteración relevante o la desaparición de los motivos por los que se otorga» (artículo 742.5).
El hecho de que el procedimiento de insolvencia sea un procedimiento que se dilata en el
tiempo y de que las circunstancias en que se desarrolla sean esencialmente mutables explica
esta cautela de legislador. El cauce procesal para pedir la revocación exige acudir a la
autoridad que otorgó el exequátur y plantear una nueva solicitud revocatoria.
29.29. Una vez reconocido el concurso extranjero, sus efectos se extienden al territorio
español. Naturalmente, esos efectos vienen determinados por la ley extranjera como ley que
rige el concurso (lex fori concursus). Así lo reconoce el propio TRLC (artículo 745.1). No
obstante, hay que advertir de dos salvedades importantes: (a) un procedimiento extranjero
abierto sobre la base de que el deudor tuviese un establecimiento en el país en cuestión sólo
puede alcanzar los bienes y derechos localizados en el Estado de apertura, esto es, el Derecho
español sólo lo va a reconocer como «procedimiento territorial» (artículo 742.2); (b) y en todo
caso, los efectos concursales deben respetar el elenco de excepciones al juego de la lex fori
concursus que hemos visto anteriormente (artículo 745.1).
§7. COORDINACIÓN ENTRE PROCEDIMIENTOS
29.30. Por último, tanto el Reglamento como el TRLC establecen un elenco de reglas de
coordinación entre procedimientos concursales. En la medida en que ambos textos permiten
abrir varios procedimientos concursales contra un mismo deudor (uno principal en España y
uno o varios territoriales en el extranjero; o viceversa) el objetivo de esas reglas de
coordinación es asegurar el buen fin del concurso en su conjunto; y, en particular, evitar que las
decisiones que se adoptan en uno de los procedimientos acaben frustrando el interés general
del conjunto de acreedores.
(a) En ambos casos se establece una serie de deberes de cooperación entre los
administradores concursales y los órganos jurisdiccionales de cada procedimiento. En
concreto, se les impone un deber general de información y cooperación recíproca (artículos 41-
43 Reglamento y artículo 749 TRLC) y se señala, en relación con los administradores
concursales, un elenco de posibilidades para articular este deber: la participación recíproca en
cada procedimiento concursal, el intercambio de información relevante, la conclusión de
protocolos o la presentación de propuestas de convenios o planes de liquidación.
(b) Se establecen también una regla de participación recíproca de los acreedores y una
regla de imputación. Cuando hay varios procedimientos concursales, el modelo que
presupone tanto el Reglamento como el TRLC es de «separación de las masas activas, pero
universalidad de la masa pasiva». Por eso se dispone que los acreedores que participan en el
procedimiento español podrán, desde nuestro punto de vista, participar en el procedimiento
extranjero directamente o representados por la administración concursal y viceversa (artículo
45 del Reglamento y artículo 750 TRLC). Por esa misma razón, se añade una regla de
imputación: el acreedor que obtenga parte de su crédito en el procedimiento concursal
extranjero no podrá pretender en el concurso declarado en España ningún pago adicional hasta
que los acreedores de su misma clase y rango hayan obtenido una cantidad porcentualmente
equivalente (artículo 23.2 del Reglamento y artículo 751 TRLC).
(c) La separación de las masas activas termina normalmente con la conclusión del
procedimiento territorial. Para asegurarse que en ese caso el procedimiento principal recobra
todo su alcance, el TRLC culmina el Libro VI con una regla sobre la remisión del excedente:
el activo remanente tras la conclusión de un concurso territorial en España se pondrá a
disposición del administrador del procedimiento principal extranjero reconocido en España
(artículo 752). Lo mismo establece el Reglamento (artículo 49).
29.33. Por otro lado, la nueva versión del Reglamento ha establecido también un capítulo
entero dedicado a los concursos de grupos de sociedades. El nuevo régimen se ha construido
sobre dos piezas. En primer lugar, se establecen obligaciones de comunicación y cooperación
recíproca entre los administradores concursales y los tribunales involucrados (artículos 56-60).
Estas obligaciones están inspiradas en las reglas de cooperación aplicables a los
procedimientos principal y secundario, pero con el límite de que en ningún caso esa
cooperación puede «ir en detrimento de los intereses de los acreedores en cada uno de los
procedimientos y debe tener por objeto hallar una solución que propicie las sinergias en el seno
del grupo» (cdo. 52 in fine). En segundo lugar, el nuevo Reglamento prevé la posibilidad de
abrir un «procedimiento de coordinación de grupo» a nivel europeo, en el que se puedan
integrar los diferentes administradores concursales, pero haya uno que asuma el papel de
coordinador (artículos 61-77).
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 30 MATRIMONIO
TEMA 30
MATRIMONIO
El objeto de este tema es analizar los problemas de conflicto de leyes que plantea la institución del
matrimonio. Como el resto del libro, su intención no va más allá de hacer una presentación de los
problemas generales y de las soluciones básicas, no ofrecer un tratamiento exhaustivo. Una
consideración previa puede ser oportuna. En el DIPr español no hay una ley única rectora del estatuto
matrimonial, sino una pluralidad de leyes que regulan los diferentes aspectos de la institución. El
punto de partida es el fraccionamiento de conexiones. Hay conexiones autónomas para la capacidad y
el consentimiento matrimonial, la forma de celebración, los efectos personales y patrimoniales, y la
disolución del vínculo matrimonial.
30.1. La validez del matrimonio presupone la capacidad de los cónyuges, su consentimiento y que se
haya celebrado de una determinada forma. La capacidad para contraer matrimonio viene gobernada
por la ley nacional del sujeto (artículo 9.1 CC, STS de 15 de marzo de 2018). Esta ley rige la capacidad
general, los impedimentos para contraer matrimonio, incluido el círculo de personas con las que un
sujeto no puede contraer matrimonio, y su posible dispensa.
Ejemplo. (RDGRN de 27 de marzo de 2007). Una mujer marroquí de catorce años pretende contraer
matrimonio civil en España. La ley marroquí rige, como ley nacional, su capacidad. Conforme a dicha ley, los
menores de dieciocho años pero mayores de catorce pueden contraer matrimonio con autorización de sus
padres. Si concurre este consentimiento, la mujer podría contraer matrimonio en España.
Advertencia. Hay, no obstante, un importante sector doctrinal que defiende la aplicación de la ley española a
ciertos aspectos de la capacidad como lex matrimonii (infra).
30.2. La dispensa, como acabamos de señalar, queda también sujeta a la ley nacional sin perjuicio de
que ésta pueda otorgarse por una autoridad española competente, aplicando la ley nacional del
interesado. Así lo prevé expresamente el Convenio de París, de 10 de septiembre de 1964 tendente a
facilitar la celebración de los matrimonios en el extranjero (artículo 1: «Cuando el matrimonio de un
súbdito de uno de los Estados contratantes fuere celebrado en el territorio de otro de tales Estados y el
súbdito residiere habitualmente en él, las autoridades competentes del país de celebración podrán, en
tales casos y bajo las condiciones previstas por la ley personal del futuro cónyuge, conceder a éste
dispensa de los impedimentos matrimoniales establecidos por tal ley»). Incluso fuera del ámbito de
este Convenio, debe entenderse que las autoridades españolas son competentes para otorgar la
dispensa a nacionales extranjeros que residan en España o que deseen contraer matrimonio aquí.
(a) En el caso de que se vaya a contraer matrimonio ante una autoridad española, los artículos 51,
56 CC y 58 LRC prevén que deberá acreditarse la capacidad en acta o expediente previo a la
celebración del matrimonio. Cuando el sujeto sea extranjero la capacidad viene determinada por su ley
nacional. Cuando uno de los cónyuges es divorciado y ha obtenido este divorcio en el extranjero, esta
decisión puede ser objeto de reconocimiento incidental ante la autoridad competente para tramitar el
acta o expediente previo.
Cuestión particular 2: otros efectos del orden público. La capacidad para contraer matrimonio se ha
considerado amparada por el derecho constitucional al libre desarrollo de la personalidad. A partir de
esta idea, la DGSJyFP ha considerado que resulta contraria al orden público español la prohibición de
contraer matrimonio que la ley nacional extranjera impone a una persona por su condición de transexual
(Resolución de 24 de enero de 2005, vid. también STEDH de 11 de julio de 2002), así como la prohibición
de contraer matrimonio con otra persona del mismo sexo (Resolución Circular de 29 de julio de 2005,
donde, no sin cierta confusión, plantea la cuestión como un problema de capacidad del artículo 9.1 CC y
afirma: «el matrimonio celebrado entre español y extranjero o entre extranjeros residentes en España del
mismo sexo será válido, por aplicación de la ley material española, aunque la legislación nacional del
extranjero no permita o no reconozca la validez de tales matrimonios, y ello tanto si la celebración ha
tenido lugar en España como en el extranjero»). Otras reglas contrarias al orden público español son
aquellas que imponen restricciones al derecho a contraer matrimonio basadas en razones religiosas, por
ejemplo, las que prohíben contraer matrimonio con practicantes de otra fe religiosa (RDGRN de 10 de
junio de 1998) o las que permiten el matrimonio de menores que no hayan alcanzado la pubertad (RDGRN
de 21 de noviembre de 2008).
(b) En el caso de que el consentimiento se vaya a emitir ante una autoridad religiosa en España, el
control de la capacidad varía según la forma religiosa. El Estado español ha concluido acuerdos con la
Iglesia Católica (Acuerdo entre España y la Santa Sede, de 24 de septiembre de 1979), con la
Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ley 24/1992), con la Federación de
Comunidades Judías de España (Ley 25/1992) y con la Comisión Islámica de España (Ley 26/1992).
Bajo cualquiera de estas cuatro formas confesionales puede celebrarse un matrimonio religioso en
España, siempre que se ajuste al acuerdo correspondiente (vid. STC 194/2014). No obstante, el
contenido de estos acuerdos no es el mismo. En relación con el matrimonio canónico, el control de
capacidad se puede llevar a cabo ex post en el momento de la inscripción en el registro civil del
matrimonio ya celebrado. Los demás acuerdos prevén la tramitación de un acta o expediente previo de
capacidad matrimonial semejante al que se exige en el caso de matrimonios celebrados ante una
autoridad civil (aunque vid. artículo 58 bis, LRC). Lo mismo procede cuando el matrimonio se vaya a
celebrar ante una autoridad religiosa inscrita en el Registro de entidades que haya obtenido el
reconocimiento de notorio arraigo en España (vid. artículo 58 bis LRC).
(c) En el caso de matrimonio celebrado en el extranjero, el control de capacidad también se lleva a
cabo a posteriori en el momento de su inscripción en el Registro civil, que procederá cuando uno de los
contrayentes sea español.
Cuestión particular: el artículo 58.12 LRC y 252 RRC. Algunos ordenamientos extranjeros prevén la
posibilidad de un certificado de capacidad matrimonial expedido por las autoridades del Estado de la
nacionalidad del cónyuge. El Convenio de Múnich de 5 de septiembre de 1980, relativo a la expedición de
un certificado de capacidad matrimonial, se hace eco de este mecanismo y obliga a los Estados parte a
expedir un certificado de capacidad de acuerdo con un modelo estándar cuando uno de sus nacionales lo
solicite para contraer matrimonio en el extranjero. En nuestro Derecho interno, los artículos 58.12 LRC y
252 RRC (desarrollado por distintas órdenes del Ministerio de Justicia) recogen esta posibilidad. Así, de
conformidad con aquel precepto, si un español va a contraer matrimonio en un país extranjero cuya
legislación exige un certificado de capacidad expedido por las autoridades españolas, una vez concluido el
expediente o acta favorablemente, el instructor entregará a aquéllos tal certificado. Éste tiene una validez
de seis meses (artículo 252 RRC).
30.4. El consentimiento es otro requisito esencial del matrimonio, tanto en la legislación interna
(artículo 45 I CC) como en los textos internacionales. En concreto, el Convenio de Nueva York de 10 de
diciembre de 1962 exige a los Estados parte el establecimiento de una edad mínima para contraer
matrimonio y proscribe su celebración sin el pleno y libre consentimiento de ambos contrayentes. Esta
regla integra el orden público español por lo que, aunque lo autorice la ley nacional del contrayente
extranjero, no se podrán celebrar matrimonios en España sin el consentimiento pleno y libre de ambos
cónyuges. Esto deja poco espacio a la ley material aplicable. No obstante, en principio, y a falta de una
regla expresa, un sector importante de la doctrina, la jurisprudencia (vid. SAP de Madrid, de 25 de
febrero de 2022) y la DGRN (Instrucción de 31 de enero de 2006) ha entendido que el consentimiento
viene determinado por la ley nacional del cónyuge en el momento de la celebración del matrimonio.
Otro sector de la doctrina, en cambio, considera que el consentimiento debe quedar gobernado por la
ley de la autoridad interviniente, pues es un requisito constitutivo inextricablemente vinculado al
contenido y a la forma de celebración matrimonial. Sea cual sea la opción, y respetando el perímetro
de nuestro orden público (lo que hace que en la práctica la opción por una u otra ley no cambie mucho
las cosas), la ley aplicable regiría cuestiones como el contenido del consentimiento, el régimen de sus
vicios, el plazo para el ejercicio de las acciones y la legitimación.
2. FORMA DE CELEBRACIÓN
30.5. La ley aplicable a la forma de celebración del matrimonio se regula en los artículos 49 y 50 CC.
La sistemática de estos preceptos arranca de diferenciar tres hipótesis: matrimonios celebrados en
España entre españoles o entre españoles y extranjeros; matrimonios celebrados en España por dos
extranjeros; y matrimonios celebrados fuera de España por españoles o entre españoles y extranjeros.
Texto. Artículos 49 y 50
2. En la forma religiosa legalmente prevista. También podrá contraer matrimonio fuera de España con
arreglo a la forma establecida por la ley del lugar de celebración».
«Si ambos contrayentes son extranjeros, podrá celebrarse el matrimonio en España con arreglo a la forma
prescrita para los españoles o cumpliendo la establecida por la ley personal de cualquiera de ellos».
(a) En primer lugar, se contempla la posibilidad de un matrimonio celebrado en España por dos
españoles entre sí o por un español con un extranjero. En este caso, se podrá contraer: (i) O bien
de forma civil, ante la autoridad competente, i.e. juez de paz, alcalde, secretario judicial o notario (vid.
artículos 51.1 y 2 CC y 58 LRC); (ii) O bien en la forma religiosa legalmente prevista, sea católica o de
otra confesión con la que el Estado español haya concluido un acuerdo: i.e. evangélica, judía o
islámica, o que esté inscrita en el Registro de Entidades Religiosas y que haya obtenido el
reconocimiento de notorio arraigo en España (vid. artículo 60 CC, que además exige condiciones
adicionales). La ley no permite, en cambio, la celebración conforme a la forma prevista por la ley
nacional del otro contrayente, ni ante el cónsul de su país (i.a. Resolución DGRN de 1 de junio de
2005).
(b) En segundo lugar, se contempla la posibilidad de un matrimonio celebrado en España por dos
extranjeros. Conforme al artículo 50 CC, se podrá celebrar: (i) de acuerdo con alguna de las dos
formas señaladas en el párrafo anterior, civil y religiosa; (ii) o de acuerdo con lo establecido por la ley
personal de cualquiera de ellos, lo que implica la celebración o ante una autoridad civil extranjera
(consular, presuponiendo su competencia para celebrar matrimonios) o ante una autoridad religiosa
competente según la ley personal de alguno de los cónyuges.
(c) En tercer lugar, se prevé la posibilidad de un matrimonio celebrado fuera de España por
españoles entre sí o por español y extranjero. En este caso, caben tres formas de celebración: (i) o
bien de conformidad con la ley local extranjera (artículo 49 II CC), con intervención de una autoridad o
incluso por el mero consentimiento (el matrimonio consensual que reconocen algunos ordenamientos
no es contrario al orden público español, Resolución DGRN de 2 de enero de 1998); si la lex loci
extranjera lo permite, también cabe el matrimonio conforme a la ley personal del otro contrayente
(RDGRN de 24 de febrero de 2001: matrimonio entre ciudadano español y ciudadana cubana, ante el
cónsul cubano en Bonn). (ii) O bien en la forma religiosa legalmente prevista por la ley española
(artículo 49.1 CC). Según la Instrucción de la DGRN de 20 de febrero de 1993, esta opción se restringe
a la forma canónica, pues entiende que los acuerdos con las entidades evangélica, judía e islámica
tienen un alcance estrictamente territorial. (iii) O bien ante una autoridad civil española, que se
trataría de un cónsul, siempre que no lo prohíba el Estado receptor.
Desarrollo: matrimonio consular. Los españoles pueden contraer matrimonio civil en el extranjero de
acuerdo con la ley española. En este caso, la autoridad interviniente será la autoridad diplomática o consular
competente (artículo 58.9 LRC). Para ello deben darse ciertos requisitos: (a) Uno de los contrayentes debe ser
español; (b) uno de los contrayentes debe estar domiciliado en la circunscripción del cónsul interviniente (vid.
artículo 5 del Convenio de París de 10 de septiembre de 1964 tendente a facilitar la celebración del
matrimonio); (c) y el país donde el cónsul ejerce sus funciones debe reconocerle competencia para celebrar
matrimonios. Cabe que se delegue ante el Juez de Paz, Alcalde o Concejal en España a elección de uno de los
contrayentes.
Ejemplo 1. (STS de 24 de enero de 2006). Un ciudadano español, con residencia en los Emiratos Árabes
Unidos, puede contraer matrimonio con una ciudadana norteamericana en Las Vegas (EEUU).
Ejemplo 2. (STS de 20 de noviembre de 2011). Dos españoles pueden contraer matrimonio en México de
conformidad con la ley mexicana y si el Derecho mexicano lo permite y se dan las demás condiciones, ante la
autoridad civil española (consular o diplomática). Si uno de los cónyuges fuese cubano, y el Derecho mexicano
lo permitiese, también conforme a esta última ley.
(d) Por último, el Código no contempla ninguna regla expresa para el matrimonio entre extranjeros
celebrado en el extranjero. La doctrina entiende que este silencio debe colmarse aplicando
analógicamente el artículo 50, de tal modo que cabe la forma de celebración local o de conformidad
con la ley personal de cualquiera de los cónyuges.
30.6. La LRC exige la inscripción en el registro español de todos los matrimonios que se celebren en
España, así como de los celebrados en el extranjero si uno de los contrayentes es español (artículos
4.7, 9 y 59 LRC y 62 CC). Cuatro hipótesis son imaginables. (a) Si el matrimonio se ha celebrado ante
una autoridad española, dicha autoridad procederá a extender el acta o escritura que se remitirá al
Registro civil para su inscripción (artículo 62 CC y 59.1 LRC). (b) Si se ha celebrado en España, ante
una autoridad religiosa, la inscripción se practica a partir del certificado expedido por la iglesia o
confesión respectiva (artículo 63 CC y 59.3 LRC, vid. Orden JUS/577/2016, de 19 de abril, del
Ministerio de Justicia sobre los requisitos de dicha inscripción). (c) Si se ha celebrado ante una
autoridad extranjera, la inscripción se practica a partir del certificado expedido por la autoridad
extranjera (artículo 59.2 LRC; vid. SAP de Madrid, de 2 de marzo de 2017, rechazando el certificado de
matrimonio entre un español y una argelina expedido por una autoridad de la República Árabe
Saharagui por no ser un Estado reconocido por España). (d) Y por último, en cualquier otro supuesto
(típicamente cuando no existe certificado extranjero) la inscripción se producirá en virtud de
expediente en el que se acredite la celebración del matrimonio y la inexistencia de impedimentos
(artículo 257 RRC). En estos casos, como normalmente no ha existido un expediente previo, la
autoridad encargada del registro civil debe verificar que concurren los requisitos legales, tanto de
forma como de fondo (artículo 65 CC, STS de 13 de marzo de 2018).
§2. RELACIONES ENTRE CÓNYUGES: EL REGLAMENTO EUROPEO SOBRE RÉGIMEN
ECONÓMICO MATRIMONIAL
30.7. Las relaciones personales y patrimoniales entre los cónyuges quedan sometidas a una
conexión autónoma, recogida en los artículos 9.2 y 9.3 CC. El artículo 9.2 CC se refiere en general a la
ley aplicable «a los efectos del matrimonio», en el sentido de relaciones personales y patrimoniales
entre los cónyuges, y no a otros efectos, como los que pueda tener en relación con los hijos, el nombre
de las personas o las obligaciones alimenticias, por ejemplo. El artículo 9.3 CC prevé la posibilidad de
capitulaciones matrimoniales en las que los cónyuges acuerdan su régimen económico matrimonial.
30.8. No obstante, desde el 29 de enero de 2019 ambos artículos han sido desplazados, en buena
medida, por el Reglamento 2016/1103, sobre régimen económico matrimonial. Este reglamento es
un texto completo que regula los tres sectores fundamentales del Dipr: (i) la competencia judicial, (ii)
la ley aplicable, (iii) y el reconocimiento y ejecución de decisiones en ese ámbito. En este tema
analizaremos los elementos más importantes de este texto. Materialmente, quedan excluidos del
ámbito de aplicación del Reglamento: la capacidad jurídica de los cónyuges; la existencia, validez y
reconocimiento del matrimonio como cuestión previa a la determinación de su régimen económico; las
obligaciones alimenticias entre cónyuges; la naturaleza de los derechos reales sobre un bien o su
inscripción registral [artículo 1(2)]. También se excluyen, en principio, las acciones de división de
bienes comunes proindiviso que no traen causa en la liquidación de un régimen económico
matrimonial (vid. AAP de Barcelona, de 18 de junio de 2021 o de 9 de noviembre de 2021).
Advertencia 1. Las normas de conflicto del Reglamento se aplican a los matrimonios celebrados después del
29 de enero de 2019 o que hayan elegido la ley aplicable después de esta fecha. La ley aplicable al régimen
económico de los matrimonios celebrados antes continúa estando determinada por los artículos 9.2 y 9.3 CC.
Advertencia 2. Hay otro Reglamento (el Reglamento 2016/1104) sobre los efectos patrimoniales de las
uniones registradas. En buena medida, el régimen de este otro texto es, mutatis mutandis, paralelo por lo
que aquí nos centraremos en el primero de ellos. Ambos textos han sido adoptados en el ámbito de la
cooperación reforzada por lo que no están en vigor en todos los Estados miembros.
1. COMPETENCIA JUDICIAL
30.9. El Reglamento determina la competencia judicial para resolver cuestiones relativas al régimen
económico matrimonial, incluida, por ejemplo, la intervención de los notarios cuando ejerzan
funciones similares a las de un órgano jurisdiccional [vid. artículo 3 (2) y cdos. 29-31, 39].
30.10. El Las reglas de competencia judicial que establece el Reglamento se entienden mejor si
tenemos en cuenta que los procedimientos judiciales relativos al régimen económico matrimonial
suelen estar relacionados con su liquidación y ésta viene provocada por el fallecimiento de un cónyuge
o por la disolución del vínculo conyugal. Por eso, el Reglamento concentra los diferentes
procedimientos ante unos mismos tribunales vinculando los litigios sobre el régimen económico
matrimonial a la competencia judicial en materia sucesoria o de disolución del vínculo conyugal,
determinada en otros instrumentos europeos. En concreto, el Reglamento arranca de dos reglas:
(a) Los órganos jurisdiccionales de un Estado miembro que conozcan de la sucesión de uno de los
cónyuges conforme al Reglamento 650/2012 (infra tema 33) tendrán también competencia para
conocer del régimen económico matrimonial en conexión con dicha sucesión, típicamente para decidir
sobre la liquidación del régimen económico matrimonial provocada por el fallecimiento (artículo 4).
(b) Del mismo modo, los órganos jurisdiccionales de un Estado miembro que conozcan de una
demanda de nulidad, separación o divorcio conforme al Reglamento Bruselas II tendrán también
competencia para resolver sobre el régimen económico matrimonial (típicamente su liquidación) en
conexión con dicha demanda (artículo 5). No obstante, en este caso, la competencia se condiciona al
acuerdo de los cónyuges si la norma del Reglamento Bruselas II ter invocada como fundamento de la
competencia ha sido el artículo 3 (1) a) V, 3 (1) a) VI, 5 o 7 de dicho Reglamento, típicamente casos en
los que la conexión entre el litigio y el tribunal competente no es particularmente estrecha (la remisión
al artículo 7 del Reglamento Bruselas II bis debe entenderse al artículo 6 en el Reglamento Bruselas II
ter).
30.11. A continuación, el Reglamento contiene una serie de reglas de competencia adicionales para
distintas situaciones particulares:
(a) Supuestos en los que ningún órgano jurisdiccional de un Estado miembro sea competente conforme
a los criterios anteriores o el litigio se plantee al margen de una liquidación del régimen económico
(por ejemplo, en el caso de cambio de régimen económico). Para estos supuestos, se establecen unos
puntos de conexión enumerados jerárquicamente, residencia habitual común de los cónyuges, última
residencia habitual común si uno de los cónyuges aún reside allí, residencia habitual del demandado o
nacionalidad común de los cónyuges (artículo 6).
(b) Supuestos de sumisión expresa. En los casos del apartado anterior, el Reglamento permite que las
partes elijan los órganos jurisdiccionales competentes pero entre (i) los del Estado cuya ley es
aplicable conforme al artículo 22 o 26 (1) a) o b) (ii) o los del Estado de celebración del matrimonio
(artículo 7).
(c) Supuestos de sumisión tácita de las partes, pero sólo si coincide con los del Estado cuya ley es
aplicable conforme al artículo 22 o 26 (1) a) o b) (artículo 8).
30.12. El Reglamento contiene también una regla de competencia alternativa para casos en los que el
tribunal inicialmente competente no reconozca el matrimonio (artículo 9), una regla de competencia
subsidiaria cuando ningún órgano jurisdiccional sea competente en virtud de los artículos 4 a 8
(artículo 10), un foro de necesidad (artículo 11, cdo 41) y una regla para las demandas
reconvencionales (artículo 12).
30.13. El alcance de la competencia es universal, i.e. comprende todos los bienes afectos al régimen
económico matrimonial, estén dentro o fuera de la UE, con un pequeño matiz respecto de bienes
situados en terceros Estados donde no es previsible el reconocimiento de la eventual resolución que
dicte el órgano jurisdiccional competente (artículo 13).
30.14. Por último, este Capítulo del Reglamento se complementa con normas sobre control de la
competencia (artículo 15), litispendencia (artículo 17), conexidad (artículo 18) o medidas cautelares
(artículo 19), similares a las de otros instrumentos europeos.
2. LEY APLICABLE
30.15. El Reglamento contiene reglas sobre ley aplicable con alcance universal (artículo 20). Se
aplica, por ejemplo, a la liquidación del régimen económico de dos ciudadanos argentinos o
marroquíes que se divorcian en España. Siguiendo una pauta común a los textos europeos, el
Reglamento arranca del principio de autonomía de la voluntad, i.e. permite la elección de la ley
aplicable aunque con ciertos límites, y prevé una regla en defecto de elección. En primer lugar, el
artículo 22 establece que los cónyuges podrán designar la ley aplicable a su régimen económico
matrimonial pero siempre que se trate de la ley del Estado de residencia habitual o de la nacionalidad
de alguno de los cónyuges en el momento de la celebración del acuerdo [artículo 22 (1); para los casos
de nacionalidad múltiple vid. considerando 50]. Cabe un cambio de ley elegida, incluso con efectos
retroactivos si así lo deciden los cónyuges, pero sin que ello perjudique a terceros (artículo 22 (2) y
(3)). El Reglamento incluye, además, reglas sobre la validez formal y material del acuerdo de elección
(artículos 23 y 24), inspiradas en buena medida en las que veremos más adelante para los supuestos de
elección de ley aplicable al divorcio.
Ejemplo (SAP de Barcelona, de 17 de octubre de 2017). Matrimonio entre una mujer de nacionalidad española
y un hombre de nacionalidad francesa, ambos residentes en Panamá. En este caso, los cónyuges pueden elegir,
como ley rectora de su matrimonio, la ley española, francesa o panameña (y dentro de cada una, entre los
posibles regímenes matrimoniales que tengan a su disposición). Posteriormente, el matrimonio se traslada a
Colombia. Los cónyuges, entonces, podría además cambiar la ley aplicable y elegir la ley colombiana.
30.16. En defecto de elección por las partes (o cuando ésta no sea válida), el Reglamento recoge una
serie de conexiones en cascada o jerarquizadas, basada en la idea de proximidad y previsibilidad de la
ley aplicable, para los cónyuges y terceros (artículo 26). En primer lugar, se aplica la ley del Estado
donde los cónyuges fijaron su primera residencia habitual común tras la celebración del matrimonio
[vid. considerando 49, precisando que es la primera residencia habitual común «inmediatamente
después del matrimonio», sobre este concepto, aunque en el contexto del CC, SAP de Barcelona, de 30
de septiembre de 2021; y con una cláusula de excepción para determinadas situaciones, vid. artículo
26 (3)]. En su defecto, se aplica la ley de la nacionalidad común de los cónyuges en el momento de la
celebración del matrimonio (vid., para las situaciones de doble nacionalidad coincidente de ambos,
artículo 26 (2), y para los demás supuestos, considerando 50). En su defecto, se aplica la ley del Estado
con el que ambos cónyuges tengan la vinculación más estrecha en el momento de celebración del
matrimonio. El Reglamento vincula la determinación de la ley aplicable al momento de celebración del
matrimonio para asegurar la inmutabilidad del régimen económico matrimonial, salvo voluntad de las
partes.
Ejemplo 1. En el ejemplo inmediatamente anterior, si los cónyuges no hubiesen elegido la ley aplicable,
conforme al Reglamento su régimen económico quedaría sometido a la ley panameña como ley de la primera
residencia habitual común tras la celebración del matrimonio. El traslado posterior de su domicilio conyugal a
Colombia no implicaría un cambio de régimen económico.
Ejemplo 2. (SAP de Palma de Mallorca, de 13 de febrero de 2019). Matrimonio entre una ciudadana rusa y un
ciudadano alemán. El matrimonio se contrae en Moscú, pero a los pocos días se trasladan vivir a Mallorca.
Posteriormente, ella adquirió la nacionalidad española y la vecindad civil balear. Bajo el Reglamento, la ley
aplicable es la ley española, ya que aquí establecen su residencia habitual común tras la celebración del
matrimonio (y en concreto, el régimen de separación de bienes del Derecho balear ex art. 9.3 del CC, por
remisión del artículo 33 del Reglamento, infra, y 16 del CC).
Ejemplo 3. (SAP de Tarragona, de 13 de junio de 2018). Matrimonio entre una española y un italiano. El
matrimonio se celebra en Nápoles, y tras su celebración, la mujer regresa a Barcelona mientras que el marido
continúa bastantes meses viviendo en Nápoles. Finalmente, él se traslada también a Barcelona. De
conformidad con el Reglamento, se aplicaría la ley del Estado con el que los cónyuges tengan una vinculación
más estrecha en el momento de la celebración del matrimonio. Bajo las reglas del CC, aplicables porque el
matrimonio fue anterior al 29 de enero de 2019, el régimen matrimonial sería el determinado por la ley
italiana como ley del Estado de celebración del matrimonio (infra).
30.17. La ley designada conforme a las reglas anteriores se aplica a todos los bienes sujetos al
régimen económico matrimonial, con independencia de donde estén situados, dentro o fuera de la UE
(=principio de unidad de la ley aplicable, artículo 21). Esa ley determina, por ejemplo, los bienes
comunes o privativos de cada cónyuge, la responsabilidad de uno de los cónyuges por las deudas del
otro, las facultades de disposición sobre el patrimonio común o la liquidación del régimen económico.
Asimismo, determina la validez material de las capitulaciones matrimoniales, aunque el
Reglamento incluye una regla sobre la validez formal basada en una serie de conexiones alternativas
(artículo 25). También se establece una regla especial destinada a la protección de terceros,
típicamente llamada a proteger a terceros de buena fe frente a los actos de disposición de bienes
comunes realizados por uno de los cónyuges: en principio, la ley aplicable al régimen económico
matrimonial determina los efectos de dicho régimen sobre la relación entre los cónyuges y terceros; no
obstante, uno de los cónyuges sólo podrá oponer frente a un tercero la ley aplicable al régimen
económico matrimonial para regular esos efectos cuando el tercero tenía o debería haber tenido
conocimiento de dicha ley (artículos 27 y 28).
30.18. Como es habitual en los instrumentos europeos de Dipr, el Reglamento contiene normas sobre
adaptación en materia de derechos reales (artículo 29), el juego de las leyes de policía (artículo 30,
vied. RDGSJyFP, de 31 de enero de 2022, apuntando la calificación como tal del artículo 1320 CC), la
cláusula de orden público (artículo 31), la exclusión del reenvío (artículo 32), la remisión a un sistema
plurilegislativo, tanto de base territorial como de base personal (artículos 33 y 34) y excluye su
aplicación a los conflictos puramente internos (artículo 35). En particular, en relación con los
sistemas plurilegislativos, el Reglamento comienza con una remisión indirecta, de tal modo que
cuando la ley designada por el Reglamento sea la de un Estado que comprenda varias unidades
territoriales (como sucede en España) o normas aplicables distintas para clases de personas (por
ejemplo, por motivos religiosos, como sucede en Israel o India), las determinación de las normas
internas aplicables se hará de conformidad con las leyes vigentes en dicho Estado, i.e. su leyes
previstas para resolver los conflictos internos. De no existir estas leyes, el Reglamento opta por una
localización directa del criterio de conexión territorial (por ejemplo, la residencia habitual) o por el
recurso a la «conexión más estrecha» si son vínculos de carácter personal (la nacionalidad).
Ejemplo. Imaginemos el matrimonio entre dos ciudadanos de un Estado con varios sub-sistemas normativos
de base personal, como India, con residencia habitual en Estados distintos. En este caso, y a salvo de elección,
el régimen económico matrimonial viene determinado, según el Reglamento, por el Derecho indio. A su vez, la
determinación del subsistema normativo aplicable vendrá determinado por las normas vigentes (sobre
conflictos internos) en ese Estado y de no existir, se aplicará el subsistema normativo con el que los cónyuges
presenten los vínculos más estrechos (artículo 34).
30.19. Tras la entrada en vigor del Reglamento, los artículos 9 (2), 9 (3) y 16 CC continuarán siendo
aplicables, si procede, cuando el Reglamento se remita a la ley española como ley aplicable al régimen
económico matrimonial de los cónyuges; y en los casos de conflictos puramente internos. Por
consiguiente, en estos casos, se aplicará la ley de la vecindad civil común; en su defecto, la ley de la
residencia habitual común (dentro de España); y en defecto de está, la ley del lugar de celebración
(dentro de España). En todo caso, se tendrá en cuenta la regla especial prevista en el artículo 16.3 CC.
Ejemplo 1. Imaginemos dos españoles, de vecindad civil catalana, que contraen matrimonio en Bruselas, uno
de los cónyuges vive allí y el otro continúa residiendo en Barcelona tras el matrimonio. En principio, y a salvo
de elección, la ley aplicable a su régimen económico matrimonial será el Derecho catalán, como ley de la
vecindad civil común.
Ejemplo 2. Imaginemos dos nacionales británicos que contraen matrimonio en Barcelona donde fijan su
residencia habitual común. En principio, y a salvo de elección, la ley aplicable a su régimen económico
matrimonial será el Derecho catalán (vid. SAP de Barcelona, de 16 de septiembre de 2021: matrimonio entre
un cónyuge de nacionalidad francesa y otro alemana, contraída en Las vegas, pero con residencia común
inmediatamente posterior en Barcelona; se aplica el Derecho catalán).
Ejemplo 3. Imaginemos que uno de los cónyuges reside en Barcelona y tiene vecindad civil catalana; el otro
cónyuge reside en Burgos y tiene vecindad de Derecho común. El matrimonio se contrae en Barcelona, y cada
cónyuge continúa residiendo en su ciudad. En este caso, y a falta de pacto, la ley aplicable a su régimen
económico será el Derecho catalán como ley del lugar de celebración, a falta de vecindad civil común y de
residencia habitual común.
«La nulidad del matrimonio y sus efectos se determinarán de conformidad con la ley aplicable a su
celebración».
30.22. La ley o leyes aplicables a esos aspectos que condicionan la validez del matrimonio (forma,
consentimiento y capacidad) determinan la legitimación y los plazos de ejercicio de la acción de
nulidad. La intervención del Ministerio Fiscal queda sujeta a la ley española como lex fori. Por otra
parte, tienen razón los autores que entienden que los efectos frente a terceros de una nulidad
matrimonial no quedan sujetos a la ley que rige ésta, sino a la ley aplicable a cada efecto en cuestión.
Así, por ejemplo, los efectos sobre el nombre de los hijos o los contratos celebrados con terceros
deberían quedar sujetos respectivamente a la ley personal de aquéllos o a la ley que rige el contrato.
30.23. La ley aplicable a la separación y al divorcio viene determinada por un Reglamento europeo,
el Reglamento 1259/2010, de 20 de diciembre de 2010, también conocido como Roma III. Este texto
tiene carácter universal (artículo 4). El hecho de que se haya aprobado por el mecanismo de
cooperación reforzada no altera esa conclusión (vid. cdo. 12). El Reglamento Roma III, por
consiguiente, determina la ley aplicable también en relación con cónyuges no europeos; por ejemplo,
al divorcio de dos argentinos, dos marroquíes o un argentino y un marroquí que residen en España. Y
tanto si el divorcio de plantea ante una autoridad judicial como notarial.
30.25. El Reglamento parte del juego de la autonomía de la voluntad, i.e. las partes podrán elegir ex
ante o en el mismo procedimiento la ley estatal aplicable a su divorcio o separación dentro de un
elenco de opciones, y añade una serie de conexiones aplicables por defecto, primando la residencia
habitual sobre la nacionalidad. Cuando utiliza como criterio la nacionalidad, el Reglamento remite a la
ley de cada Estado miembro la solución de los problemas de doble nacionalidad, siempre que se
respeten los principios de la UE (cdo. 22).
30.26. El Reglamento permite a las partes convenir la ley estatal aplicable a su separación o
divorcio, pero dentro de un elenco cerrado de opciones (artículo 5). Sólo pueden elegir la ley de un
país con el que los cónyuges tengan una relación especial tipificada. En concreto, los cónyuges podrán
elegir entre: (a) la ley del Estado de residencia habitual común en el momento en el que se celebra el
convenio; (b) la ley del Estado del último lugar de residencia habitual común, siempre que uno de ellos
aún resida allí en el momento en que se celebre el convenio; (c) la ley del Estado de la nacionalidad de
alguno de los cónyuges en el momento en el que se celebre el convenio (en los casos de doble
nacionalidad, es razonable permitir la elección de cualquiera); o (d) la ley del foro (la competencia
judicial viene determinada por el Reglamento Bruselas II). Naturalmente, por ese carácter universal
del Reglamento, la ley elegida conforme a los apartados (a), (b) y (c) puede ser la de un Estado europeo
o no europeo.
30.27. En cuanto a la validez material de la elección, al igual que el Reglamento Roma I, se remite a
la ley que resultaría aplicable en el caso de que el convenio fuera válido, pero permite, bajo ciertas
condiciones, que cada cónyuge pueda acogerse a la ley del Estado en el que tiene su residencia
habitual en el momento de interposición de la demanda para fundamentar que no prestó su
consentimiento a la celebración del mencionado convenio (artículo 6). Además, junto a este régimen
conflictual, el Reglamento intenta asegurar que la decisión de las partes sea informada y voluntaria.
Con este objetivo, por un lado, el Reglamento se complementa con la información sobre el contenido
material de las diferentes legislaciones nacionales a través de la red judicial europea (cdo. 17). Por
otro lado, se exige como mínimo que el convenio se celebre por escrito y esté firmado y fechado,
aunque el Estado de residencia habitual común de los cónyuges puede añadir requisitos adicionales
(artículo 7.1 y 2). En el caso de que los cónyuges tengan su residencia habitual en diferentes Estados
miembros participantes, es suficiente con cumplir los requisitos formales de uno de ellos (artículo 7.3)
y si sólo uno de los cónyuges tiene su residencia habitual en un Estado miembro participante, deberán
respetarse los requisitos formales adicionales previstos por la ley de este último (artículo 7.4).
Además, el Reglamento contiene reglas sobre el momento en el que debe realizarse la elección del
Derecho aplicable [artículo 5 (2) y (3)].
30.28. Si los cónyuges no han elegido la ley aplicable, ésta se determinará de acuerdo con el orden
de prelación recogido en el artículo 8. Este precepto establece un elenco de conexiones en cascada, en
función del grado de vinculación del supuesto con un determinado país:
«A falta de elección según lo previsto en el artículo 5, el divorcio y la separación judicial estarán sujetos a
la ley del Estado:
b) en que los cónyuges hayan tenido su última residencia habitual, siempre que el periodo de residencia no
haya finalizado más de un año antes de la interposición de la demanda, y que uno de ellos aún resida allí en
el momento de la interposición de la demanda o, en su defecto,
(a) En primer lugar, se aplica a ley del Estado en el que los cónyuges tengan su residencia habitual
común en el momento de la presentación de la demanda;
Ejemplo. (SAP de Gijón de 2 de febrero de 2015). Francisca y Pedro, de nacionalidad dominicana, contrajeron
matrimonio en ese país, donde fijaron su residencia. A los pocos años se trasladaron a vivir a Asturias. Ella
adquirió la nacionalidad española, sin perder la dominicana. En el año 2013 se plantea una demanda de
divorcio ante los tribunales españoles. La ley aplicable es la ley española, salvo que de común acuerdo optasen
por la aplicación de la ley dominicana, conforme a las reglas que hemos visto en el párrafo precedente. La
liquidación de su régimen económico matrimonial, en cambio, conforme al Reglamento que hemos analizado
más arriba, se somete a la ley dominicana, ya que ambos fijaron su residencia en ese país tras la celebración.
(b) En su defecto, la ley del Estado en que los cónyuges hayan tenido su última residencia habitual
común, siempre que el período de residencia no haya finalizado más de un año antes de la
presentación de la demanda y que uno de ellos aún resida allí en el momento de la presentación de la
demanda;
Ejemplo. Si, en el ejemplo anterior, en lugar de tener su residencia común en España la hubiesen tenido en la
Republica Dominicana, tras la separación la mujer viene a trabajar a nuestro país y, a los seis meses, solicita
aquí el divorcio, la ley aplicable sería la dominicana (asumiendo la competencia de los tribunales españoles,
por ejemplo, por sumisión tácita). O, por ejemplo, si el marido regresa a la República Dominicana, pero la
mujer permanece en España y solicita el divorcio durante el año siguiente al cambio de residencia del marido
(vid. SAP de Madrid, de 7 de noviembre de 2019).
Ejemplo. Si, en el ejemplo precedente, en lugar de tener la nacionalidad dominicana, ambos cónyuges
tuviesen la nacionalidad francesa y la demanda se solicita tras un año de residencia de la mujer en España, se
aplicaría la ley francesa.
(d) Y, en su defecto, la ley del Estado ante cuyos órganos jurisdiccionales se interponga la demanda o
lex fori.
Ejemplo 1. Si, en el ejemplo precedente, un cónyuge tuviese la nacionalidad dominicana y el otro la francesa,
y la demanda se solicita tras un año de residencia de la mujer en España, se aplicaría la ley española qua lex
fori.
30.29. El Reglamento prevé una regla especial para los supuestos de conversión de la separación en
divorcio: la ley aplicable al divorcio será la misma que fue aplicable a la separación, salvo que las
partes hayan elegido otra entre las posiblemente aplicables. En aquellos casos en los que la ley
aplicada a la separación no prevea el divorcio, jugarán las reglas generales; esto es, las partes podrán
convenir la ley aplicable y, en su defecto, ésta se determinará según lo previsto en el artículo 8 del
Reglamento (artículo 9).
30.30. El Reglamento prevé también una cláusula de cierre para favorecer la posibilidad de divorcio
(un favor divortii). Será aplicable la ley del foro, en nuestro caso, la ley española, cuando la ley
extranjera designada por el Reglamento no prevea el divorcio o no conceda a uno de los cónyuges
igualdad de acceso al divorcio o a la separación por motivos de sexo (artículo 10). En relación con este
artículo, el TJUE ha aclarado que el mero hecho de que la ley aplicable al divorcio lo condicione a una
separación judicial previa durante un periodo mínimo no es suficiente para recurrir a la aplicación de
la lex fori (as. C-249/19).
30.31. El Reglamento incorpora las cláusulas habituales de orden público (artículo 12) y de exclusión
del reenvío (artículo 11). Y, por último, añade un tratamiento de los problemas que plantea la remisión
a un Estado plurilegislativo, que guarda bastante semejanza con el que hemos visto en materia de
régimen económico, donde distingue entre los sistemas de base territorial y los de base personal
(artículos 14-16). Para los sistemas plurilegislativos de base territorial, el Reglamento hace una
remisión directa a la ley vigente en la unidad territorial correspondiente y aclara cómo debe
entenderse esa remisión cuando se aplique la ley nacional [artículo 14 (a) y (b)]. Toda referencia a la
residencia habitual en un Estado se entenderá como una referencia a la residencia habitual en una
unidad territorial de dicho Estado. La misma solución vale también cuando el Reglamento se remite a
la ley del foro, i.e. deberá atenderse a la unidad territorial donde esté el tribunal competente. Los
verdaderos problemas se plantean cuando se utiliza el criterio de la nacionalidad, pues por su propia
naturaleza personal no conduce a ninguna unidad territorial en concreto. En este caso, el Reglamento
establece un sistema de soluciones en cascada: primero, se estará a las normas del Estado
plurilegislativo en cuestión (remisión indirecta); en su defecto, a la ley de la unidad territorial elegida
por las partes; y por último, a la unidad territorial con la que el cónyuge o cónyuges estén más
estrechamente vinculados [artículo 14 (c)]. En el caso de que se trate de un Estado plurilegislativo de
base personal, el Reglamento se remite primero a las normas de dicho Estado (remisión indirecta) y, en
su defecto, recurre igualmente a la cláusula de los vínculos más estrechos (artículo 15).
30.32. Como hemos señalado, la ley designada por el Reglamento Roma III regula los presupuestos
de la separación o el divorcio, incluida la declaración de fallecimiento de uno de los cónyuges (aunque
la declaración en sí se sujete a otra ley), y sus efectos sobre el propio vínculo conyugal. No se
extiende, en cambio, a los efectos de la disolución sobre otras instituciones que gozan de una conexión
autónoma: la liquidación del régimen económico matrimonial, los efectos sobre las relaciones paterno-
filiales, en particular la guarda y custodia de los hijos o los apellidos de los cónyuges tras el divorcio
quedan sujetos a sus respectivas leyes aplicables. La procedencia y cuantía de las prestaciones
económicas compensatorias y el régimen de los alimentos se someten al Protocolo de La Haya de 23 de
noviembre de 2007 (infra).
Ejemplo. (SAP de Madrid de 7 de noviembre de 2008). En el caso del divorcio de dos nacionales ecuatorianos,
que fijaron inicialmente su residencia conyugal en Ecuador y posteriormente se trasladaron a España,: (a) la
ley aplicable al divorcio se determina conforme al Reglamento Roma III (será, en principio, la ley española);
(b) la ley aplicable al régimen económico matrimonial, si el matrimonio es posterior al 29 de enero de 2019, se
determina conforme al Reglamento sobre régimen económico y será la ecuatoriana; (c) los alimentos entre los
cónyuges, incluida la pensión compensatoria, conforme al Protocolo de La Haya que, en principio, conduce a la
ley española; (c) la ley aplicable a los alimentos en favor de los hijos también conforme a este Protocolo; y (d),
la atribución de la patria potestad, y de las medidas de guarda y custodia, fundamentalmente, conforme al
Convenio de La Haya de 1996 (infra).
Es discutible la cuestión de la ley aplicable a los derechos de uso de la vivienda o del ajuar doméstico:
si ha de aplicarse la misma ley que rige el divorcio, como un efecto inmediato e inherente a éste, la ley
que rige los efectos patrimoniales del matrimonio (i.e. la ley aplicable al régimen económico), la ley
que regula las relaciones paterno-filiales si hubiese hijos o la lex fori. Parece claro que en el caso de
que haya menores afectados, debe estarse a la ley que rige las medidas de protección (infra, tema 31).
En su defecto, parece que el Reglamento sobre régimen económico opta por incluirlo bajo su ámbito
de aplicación, con una salvaguarda expresa de la excepción de orden público (vid. considerando 53).
Divorcio: Mapa normativo
Cuestión particular: muerte o declaración de fallecimiento. En los casos de disolución del vínculo
conyugal por muerte o declaración de fallecimiento, hay dos cuestiones discutibles: qué ley3rige sus
efectos sobre el vínculo conyugal y qué ley rige la recuperación de la capacidad nupcial del cónyuge
supérstite. Aunque la doctrina se halla dividida, creemos que lo más razonable es aplicar la ley que rige la
disolución del vínculo al primero y la ley personal al segundo.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 31 FILIACIÓN Y ADOPCIÓN
TEMA 31
FILIACIÓN Y ADOPCIÓN
§2. ADOPCIÓN
31.8. Desde el punto de vista que más nos interesa ahora, y al margen del complejo
entramado de reglas administrativas, la Ley, como hemos advertido, se ordena en torno
a las tres cuestiones básicas que conforman la disciplina del DIPr: (a) competencia de
las autoridades españolas para la constitución de la adopción, (b) ley aplicable y (c)
reconocimiento de adopciones constituidas en el extranjero.
Esquema analítico. Para facilitar la comprensión del régimen normativo, puede resultar
oportuno subrayar la distinción entre dos posibles hipótesis: que la adopción se constituya por
una autoridad española o que la adopción se constituya por una autoridad extranjera. (a) En el
primer caso, hay una fase administrativa previa, cuyo objeto principal es controlar la idoneidad
de los adoptantes y hacer una propuesta previa de adopción. La competencia de cada
autoridad administrativa viene determinada por normativa estatal o autonómica. Cuando el
menor se encuentra en el extranjero, se precisará la intervención y cooperación de las
autoridades extranjeras que se articula a través de los cauces de cooperación habituales y que
el Convenio de La Haya de 1993 ha reforzado significativamente. La constitución propiamente
dicha tiene lugar ante una autoridad española. En este caso, se plantea un problema de
competencia de las autoridades españolas (¿cuándo puede constituirse una adopción
internacional ante las autoridades españolas?) y de ley aplicable. El reconocimiento de esta
adopción en el extranjero será una cuestión del Derecho extranjero del país en que se vaya a
hacer valer la adopción. No obstante, como veremos, el legislador español ha previsto ciertas
salvaguardas para asegurar el reconocimiento internacional de las adopciones constituidas
por autoridades españolas. (b) En el segundo caso, la adopción constituida por una autoridad
extranjera puede estar precedida de una fase administrativa previa en España, cuando los
adoptantes o el menor se encuentran en España. Si existe convenio con el país extranjero en
cuestión, hay un procedimiento de intervención administrativa previa de las autoridades
españolas y extranjeras a través de los cauces de intermediación y cooperación
correspondientes. Las autoridades españolas elaborarán una declaración de idoneidad y, en su
caso, un informe que se remitirá a las autoridades extranjeras. Las autoridades
administrativas extranjeras normalmente procederán a asignar un menor y a realizar los
informes correspondientes. La cooperación entre las autoridades españolas y extranjeras se
articula a través de los cauces correspondientes y, en particular, los previstos por el Convenio
de La Haya de 1993. A continuación, la autoridad extranjera competente procederá a
constituir la adopción. En el caso de que no haya convenio, las autoridades españolas se
limitarán a elaborar una declaración de idoneidad para que los interesados la hagan valer ante
las autoridades extranjeras. En cualquier caso, cuando la adopción se ha constituido ante
autoridades extranjeras, se plantea un problema de reconocimiento de dicha adopción, en
particular cuando se vaya a inscribir en un registro español.
También se permite combinar el juego de la ley española con la ley o leyes extranjeras
correspondientes a la nacionalidad o residencia habitual del adoptante o del adoptando
en materia de consentimiento, audiencias y autorizaciones cuando ello repercuta en
interés del adoptando en el sentido de facilitar el reconocimiento de la adopción
española en otros países y siempre que sea solicitado por el adoptante o por el
Ministerio Fiscal (artículo 20).
La Ley guarda silencio sobre la ley aplicable cuando no se dan las condiciones de que el
adoptando resida en España o vaya a ser trasladado a España.
(b) La adopción simple es una figura no conocida por la ley material española, pero sí
por otros ordenamientos extranjeros. En principio, esta figura se puede reconocer en
España si se ajusta a la ley de la residencia habitual (o de la nacional) del adoptando y de
acuerdo con los efectos que tenga bajo dicha ley (artículo 30 LAI), salvo que resulte
contraria al orden público español (artículo 31 LAI). La LAI prevé la posibilidad de
convertir dicha adopción simple en una adopción plena (artículo 30.4 LAI) y regula
también el reconocimiento de otras instituciones que no produzcan vínculos de filiación
y su equiparación en España al acogimiento familiar o, en su caso, a una tutela (artículo
34 LAI).
31.13. Las reglas del Convenio de La Haya de 1993 prevalecen sobre ese régimen
legal. No obstante, el ámbito de cuestiones que regula el Convenio es relativamente
limitado. Por un lado, sólo se aplica a aquellas adopciones que establecen un vínculo de
filiación cuando el menor resida en un Estado parte (Estado de origen) y ha sido o va a
ser desplazado a otro Estado parte (Estado de recepción), bien tras la adopción o bien
con la finalidad de que ésta tenga lugar. Actualmente, los Estados parte del Convenio
son unos 77, por lo que será la norma aplicable en la mayoría de los supuestos en los que
se plantee el reconocimiento en España de una adopción constituida en el extranjero.
Dentro de este ámbito, el Convenio se fija un triple objetivo: (a) establecer garantías
para asegurar que las adopciones se constituyan en consideración del interés superior
del menor; (b) instaurar un sistema de cooperación previa entre autoridades para
asegurar ese objetivo y prevenir el tráfico de niños; y (c), por último, garantizar el
reconocimiento reciproco de las adopciones.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 32 OBLIGACIONES ALIMENTICIAS
TEMA 32
OBLIGACIONES ALIMENTICIAS
§1. INTRODUCCIÓN
32.1. Las obligaciones alimenticias están sujetas a normas especiales de DIPr, desvinculadas de las
normas aplicables a la relación familiar de la que traen causa dichas obligaciones (filiación o
matrimonio, por ejemplo). Este régimen especial viene establecido por una pluralidad de textos.
Los dos fundamentales son: (a) El Reglamento 4/2009, de 18 de diciembre de 2008, relativo a la
competencia, ley aplicable, reconocimiento y ejecución de resoluciones y cooperación en materia
de obligaciones alimenticias; y (b) el Convenio de La Haya de 23 de noviembre de 2007, sobre
cobro internacional de alimentos para niños y otros miembros de la familia, que se ocupa
fundamentalmente de la cooperación entre autoridades además de regular ciertos aspectos
relativos al reconocimiento y ejecución de resoluciones y que contiene un Protocolo sobre ley
aplicable (Protocolo de La Haya de 2007). El Reglamento, el Convenio y el Protocolo están vigentes
en la Unión Europea y han reemplazado al Convenio de La Haya de 2 de octubre de 1973 sobre ley
aplicable a las obligaciones de alimentos. Fuera de ese ámbito, hay que tener en cuenta siempre la
existencia de textos multilaterales aún en vigor, como el Convenio de La Haya de 1973 sobre
reconocimiento y ejecución de resoluciones alimenticias, o bilaterales, como el Convenio hispano-
uruguayo, de 4 de noviembre de 1987. El resultado es bastante complejo y no siempre resulta
sencillo identificar el texto aplicable. En este tema nos vamos a centrar en el texto principal, el
Reglamento europeo y el Protocolo de La Haya.
Desarrollo. La UE y los Estados miembros participaron en las negociaciones del Convenio de La Haya
sobre cobro internacional de alimentos para niños y otros miembros de la familia (Convenio de La Haya de
2007) y el Protocolo sobre ley aplicable a las obligaciones alimenticias (Protocolo de La Haya 2007). Estos
dos textos han reemplazo a convenios anteriores y, en particular, a los Convenios de La Haya de 1956 y de
1973 sobre ley aplicable a las obligaciones de alimentos o –entre los Estados parte– al Convenio de 1973
sobre reconocimiento y ejecución de resoluciones en materia de obligaciones alimenticias. Los nuevos
textos han sido tenidos en cuenta por el legislador europeo a la hora de elaborar el Reglamento 4/2009, de
tal modo que ambos se complementan. La relación más estrecha se establece con el Protocolo sobre ley
aplicable. Como vamos a ver, por un lado, el Reglamento se remite por entero a las soluciones conflictuales
del Protocolo y, por otro, concede un privilegio notable –la supresión del exequátur– a las resoluciones
dictadas en un Estado miembro donde dicho Protocolo esté en vigor.
32.4. El Reglamento respeta los acuerdos bilaterales o multilaterales anteriores que se refieran
a materias reguladas en él pero, a diferencia de otros instrumentos europeos, prevalece sobre ellos
cuando se trate de relaciones «entre los Estados miembros» (artículo 69). Normalmente, esto
requiere analizar cada tipo de norma para comprobar cómo debe entenderse ese requisito. En
principio, la idea significa que cuando el supuesto no presente vínculos relevantes con terceros
Estados, han de aplicarse las soluciones del Reglamento, no las convencionales. En cuanto a los
textos europeos, el Reglamento 4/2009 sustituye al Reglamento Bruselas I y al Reglamento sobre el
título ejecutivo europeo (salvo que el título haya sido expedido por un Estado miembro no vinculado
por el Protocolo de La Haya 2007). El Reglamento 4/2009 no es directamente aplicable en
Dinamarca; pero en la medida en que modifica el Reglamento Bruselas I, estas modificaciones se
extienden también vis à vis Dinamarca en virtud del artículo 3 (2)-(6) del Acuerdo con Dinamarca
(vid. cdo. 48). Respecto al reconocimiento y ejecución de decisiones relativas a obligaciones
alimenticias procedentes de terceros Estados, se estará a los acuerdos bilaterales o multilaterales
en vigor en España, en particular los Convenios de La Haya mencionados, y en su defecto al
régimen de la Ley de Cooperación Jurídica Internacional.
1. COMPETENCIA JUDICIAL
32.5. Las reglas de competencia judicial que establece el Reglamento sustituyen al régimen del
Reglamento Bruselas I y también a la LOPJ. Es un régimen exhaustivo, que no deja espacio a una
aplicación residual o subsidiaria de las normas internas. Frente a demandados con domicilio en
Suiza, Noruega o Islandia sigue en vigor el Convenio de Lugano. También se mantienen en vigor los
convenios bilaterales concluidos por España con terceros Estados, en la medida en que establezcan
reglas de competencia judicial directa (vid. artículo 69).
Desarrollo. En todos estos casos, la CJI para conocer del proceso principal, i.e. el relativo al estado de la
persona (por ejemplo, divorcio o filiación), se extiende a la acción alimenticia. El único límite a la viabilidad
de este foro de conexidad es que la CJI para conocer de la acción de estado civil se haya basado
exclusivamente en la nacionalidad de una de las partes (si de facto se dan otros vínculos no juega la
excepción). En el caso español, esta última hipótesis sólo cabría en los foros previstos para la filiación en la
LOPJ. Por ejemplo, los tribunales españoles poseen CJI para conocer de una demanda de filiación de un
nacional español, residente y domiciliado en Francia, contra un nacional francés con domicilio en París
(artículo 22 quáter LOPJ, interpretado al pie de la letra); sin embargo, no podrían conocer de la acción
alimenticia que el menor quisiese entablar en ese mismo proceso.
Competencia judicial. En el contexto del Reglamento Bruselas I, el TJUE estableció que el foro del
domicilio del acreedor de los alimentos (artículo 5.2 en dicho Reglamento) no podía invocarse por un
organismo público que ejercitase la acción de regreso o equivalente (as. C-433/01). En cambio, no ha
mantenido esta misma solución en relación con el Reglamento 4/2009. En el ámbito de este
Reglamento, y teniendo en cuenta la estructura de sus foros de competencia, así como su sentido y
finalidad, el TJUE ha concluido que los tribunales de residencia habitual del acreedor son competentes
también para conocer de la acción de repetición presentada por un organismo público que reclama al
deudor principal el reembolso de las cantidades abonadas en concepto de alimentos (vid. as. C-540/19).
Ley aplicable. El derecho de una entidad pública a obtener el reembolso de la prestación satisfecha al
acreedor se regirá por la misma ley a la que esté sujeta dicha entidad (artículo 10 Protocolo La Haya
2007 y 64.2 Reglamento 4/2009). No obstante, la acción de reembolso no puede modificar el contenido
de las obligaciones del deudor, por ello se establece que la ley aplicable a la obligación alimenticia rige
también «el alcance de la obligación del deudor de los alimentos, cuando un organismo público solicita
el reembolso» [artículo 10. (f)]. En el caso español, el RD 1618/2007 establece el Fondo de Garantía del
Pago de Alimentos, que garantiza el pago de obligaciones alimenticias establecidas por sentencias
judiciales dictadas por tribunales españoles a favor de menores nacionales españoles o de otro Estado
miembro residentes en España, o de terceros Estados que hayan residido legalmente en España
durante cinco años (vid. artículo 4). Si luego esa entidad ejercita una acción de reembolso frente al
deudor extranjero, éste podrá oponer la ley aplicable a su obligación alimenticia según el Protocolo
para, si es extranjera, beneficiarse de las limitaciones a su obligación que dicha ley pudiese reconocer.
(b) El Reglamento permite también el juego de la sumisión expresa o tácita. Por un lado,
reconoce la posibilidad de que las partes acuerden la competencia de un determinado tribunal o
tribunales pero dentro de un elenco limitado de opciones (los tribunales del Estado de la
nacionalidad de una de las partes, los de la residencia de una de las partes o de última residencia
común de los cónyuges) y, además, se excluye esta posibilidad en relación a menores de 18 años
(artículo 4). La elección ha de hacerse por escrito y tiene alcance exclusivo, salvo que la cláusula
establezca otra cosa. Por otro lado, se permite la sumisión tácita con alcance general y prevalece
sobre cualquier otro criterio (artículo 5).
(c) Con el objeto de evitar situaciones de desamparo judicial, el Reglamento añade un foro
subsidiario y un foro de necesidad. Cuando la competencia no pueda basarse en ninguno de los
criterios anteriores y no exista ningún otro órgano competente entre los Estados miembros o los
Estados parte del Convenio de Lugano, serán competentes los órganos jurisdiccionales del Estado
miembro de la nacionalidad común de las partes (artículo 6). Pero, además, también podrán
conocer los tribunales con los que el litigio presente una conexión suficiente, cuando pese a
guardar una relación estrecha con un tercer Estado, el litigio no se pueda razonablemente
plantearse ante los tribunales de dicho Estado, por ejemplo, por hallarse inmerso en un conflicto
bélico (artículo 7 y cdo. 16; vid. sobre las condiciones de aplicación de este artículo, TJUE as. C-
501/20, y SAP de Barcelona, de 21 de octubre de 2022, descartando que no sea razonable plantear
una reclamación de alimentos en Togo por la situación de este país, vid. supra 9.21).
(d) Por último, el Reglamento contiene una regla relativa a la modificación o revisión de las
resoluciones en materia de obligaciones alimenticias. En principio, las reglas que hemos descrito
valen tanto para dictar una resolución original en materia de obligaciones alimenticias, como para
dictar una nueva resolución que suponga una modificación o revisión de una resolución ya dictada
en otro Estado cuando se haya producido un cambio de circunstancias. Una demanda de
modificación de una obligación de pago debe considerarse como un nuevo procedimiento en
relación con el cual deberá comprobarse la competencia judicial.
No obstante, el artículo 8 del Reglamento contiene un límite a este principio cuando el deudor
pretende invocar un foro distinto del lugar de residencia del acreedor. Si se ha dictado una
resolución en un Estado miembro o en un Estado parte del Convenio de La Haya de 2007 en el que
el acreedor tenía su residencia habitual, el deudor no podrá iniciar un procedimiento de
modificación de dicha sentencia en otro Estado si el acreedor continúa residiendo en aquél. Si bien
este impedimento a un proceso de modificación o revisión en otro Estado desaparece en tres
supuestos: (i) cuando las partes se hayan sometido expresa o tácitamente a los órganos de ese otro
Estado, (ii) cuando –tratándose de un Estado Parte del Convenio de La Haya, no Estado miembro
de la UE– la autoridad del Estado de origen no pueda modificar la resolución o (iii) dicha resolución
no pueda ser reconocida o declarada ejecutiva en el Estado donde se solicita una nueva resolución.
32.7. El Reglamento contiene reglas sobre control de la competencia (artículo 10-11, el control es
de oficio incluso en relación con demandados con residencia en terceros Estados), litispendencia y
conexidad (9, 12 y 13) y medidas provisionales o cautelares (artículo 14) inspiradas en las
soluciones del Reglamento Bruselas I.
2. LEY APLICABLE
32.8. El Reglamento no contiene normas sobre ley aplicable, sino que se remite al régimen
establecido en el Protocolo de La Haya de 2007 (artículo 15). Puede decirse que el Reglamento
«hace suyas» las soluciones del Protocolo. Este texto determina la ley aplicable a las obligaciones
alimenticias derivadas de relaciones de familia –filiación, matrimonio o afinidad–, pero no prejuzga
la existencia de dicha relación (artículo 1, como hemos dicho, la existencia de dicha relación vendrá
determinada por la ley aplicable según las normas de conflicto correspondientes). Es aplicable a las
parejas de hecho, siempre que conforme a la ley aplicable, éstas sean equivalentes a una relación
matrimonial. Tiene alcance universal (artículo 2) y desplaza las soluciones contenidas en Convenios
de La Haya anteriores. El nuevo artículo 9.7 CC refleja esta idea.
Ejemplo. Si un ciudadano austriaco residente en Italia reclama ante los jueces italianos alimentos a su
padre, también austriaco, pero residente en España, la ley aplicable será la ley italiana, como ley de la
residencia habitual del acreedor. En caso de que éste no pueda obtener alimentos bajo esa ley, se aplicará
la ley austriaca como ley de la nacionalidad común. La segunda conexión no tiene relevancia práctica, pues
conduce también al Derecho italiano (siempre que el acreedor demande en su residencia habitual, la
segunda conexión a favor de la lex fori no añade nada; sobre el juego de este criterio en los supuestos de
cambio de residencia del acreedor vid. STJUE as. C-83/17). Si la demanda se plantease en España, se
aplicaría la ley española y si el hijo no pudiese obtener alimentos bajo esta ley, se aplicaría la ley italiana
(sobre los supuestos de reclamación a través de autoridades intermediarias, vid. SAP de Granada, 12 de
mayo de 2017, en particular rechazando la aplicación del artículo 4(3) del Protocolo en este caso). Por
último, si tampoco obtuviese alimentos al amparo de la ley italiana, se acudiría a la ley austriaca. El TJUE,
que tiene competencia para interpretar el Protocolo de La Haya en relación con los Estados miembros (vid.
STJUE de 12 de mayo de 2022), ha aclarado que si el hijo (acreedor) plantea la demanda en España, bajo la
ley española, esta ley no rige una demanda posterior interpuesta por el deudor ante los tribunales
españoles con el fin de reducir la pensión alimenticia. En este caso, se aplicaría la ley italiana como ley de
la residencia habitual del acreedor (as. C-214/17).
Cuestión particular: el presupuesto de aplicación de la conexión subsidiaria. El artículo 4 prevé
un elenco de conexiones ordenadas en cascada, de tal forma que la aplicación de la conexión
subsidiaria se condiciona a que el «acreedor no puede obtener alimentos del deudor» en virtud de
la ley de aplicación preferente. El TJUE ha aclarado cómo debe interpretarse esta condición. A
diferencia de lo que ha dicho el TS español en relación con el artículo 9.4 CC (supra 31.3) o el TJUE en
relación con el Reglamento Roma III (supra 30.30), en este caso, para el TJUE el recurso a la conexión
subsidiaria procede cuando el acreedor no pueda obtener alimentos en virtud de la ley del Estado de su
residencia habitual «por no cumplir determinados requisitos impuestos por esa ley», por ejemplo, no
haber hecho un requerimiento previo de pago al deudor (as. C-83/17).
En el caso de alimentos entre cónyuges se añade una cláusula de protección del deudor: no se
aplicará la ley de residencia del acreedor si la otra parte se opone y el supuesto presenta una
vinculación más estrecha con la ley de otro Estado, en particular el de la última residencia habitual
común, en cuyo caso se aplicará esta última ley (artículo 5).
En el caso de alimentos entre parientes por vía colateral o de afinidad, el Protocolo permite al
deudor oponerse a la pretensión del acreedor sobre la base de que no existe tal obligación según la
ley del Estado de residencia habitual del deudor, ni según la ley de Estado de la nacionalidad común
de las partes (artículo 6).
32.10. El Protocolo compensa el favor creditoris de ese sistema de conexiones mediante una
cláusula de ajuste material. Aunque el punto de partida es que la ley aplicable conforme a las
reglas anteriores determina los presupuestos, contenido y alcance de las obligaciones alimenticias
(artículo 11), incluido el montante de la obligación, el Protocolo prevé que en la determinación del
mismo siempre deberán tenerse en cuenta las necesidades del acreedor y los recursos del deudor,
así como cualquier compensación concedida al acreedor en lugar de un pago periódico de
alimentos, incluso cuando aquella ley no lo previese así (artículo 14). Esta cláusula permite ajustar
la cuantía a los diferentes niveles de vida de los países en que vive cada una de las partes.
Ejemplo. Imaginemos un acreedor con residencia en Alemania y un deudor de nacionalidad española con
domicilio en España, pero que trabaja en Marruecos. Si la demanda se plantea ante los tribunales
alemanes, la ley aplicable según el Protocolo sería la ley alemana. Esta ley rige la cuantía de la obligación
alimenticia (artículo 11). No obstante, aun cuando dicha ley fijase dicha cuantía atendiendo estrictamente
a criterios formales o a las necesidades del acreedor, el artículo 14 del Protocolo obliga al juez alemán a
tener en cuenta también los recursos del deudor, con el objeto principal de llegar a un resultado
materialmente equilibrado.
32.11. Junto con las soluciones conflictuales, el Protocolo tiene reglas relativas a los problemas de
aplicación típicos. En primer lugar, excluye el reenvío (artículo 12). En segundo lugar, protege el
orden público del foro (artículo 13): esta cláusula puede tener cierta relevancia frente a normas
extranjeras que, en materia de obligaciones alimenticias, resulten contrarias, por ejemplo, a los
principios de no discriminación por razón de sexo o religión o incluso cuando no prevean pensión
compensatoria o alimentos en los supuestos de separación o divorcio. Y en tercer lugar, contiene
soluciones particulares y muy detalladas para los conflictos internos (artículo 15-17). En principio,
el Protocolo se remite a las reglas previstas en el Estado en cuestión para identificar la ley aplicable
(artículo 16.2) y, en su defecto, la designa directamente (artículo 16.1).
Ejemplo. (SAP de Zaragoza, de 26 de noviembre de 2013). Menor de edad nacido en España de padres
colombianos. El hijo tiene la nacionalidad española y reclama, ante los tribunales de su residencia habitual,
alimentos a sus progenitores. En principio, la ley aplicable es la española, ya que el hijo reside en
Zaragoza. En principio, dentro del Derecho español, y una vez que la modificación del artículo 9.7 CC ha
suprimido las normas interregionales, se aplicará la ley vigente en el territorio donde reside el acreedor
por remisión directa del Protocolo.
3. RECONOCIMIENTO Y EJECUCIÓN
32.14. El Reglamento establece, por último, reglas de cooperación entre autoridades que
pueden extenderse también cuando se trata de resoluciones dictadas en terceros Estados y que se
inspiran en el modelo diseñado por el Convenio de La Haya de 2007. Las autoridades centrales
juegan un papel muy relevante en la aplicación del Reglamento y por ello es muy detallista en
cuanto al procedimiento a seguir, pero el esquema básico responde al modelo que ya hemos
descrito en otros temas de este libro: el interesado (bien que ya disponga de una resolución
favorable, bien que quiera obtener una resolución en otro Estado) podrá solicitar a las autoridades
centrales de su Estado que se dirijan a las autoridades centrales de otro Estado miembro con el
objeto de hacer eficaces sus derechos. Las autoridades centrales tienen, además, obligaciones
adicionales como intercambiar información con el objeto de localizar a los deudores y acreedores y
de determinar sus ingresos y patrimonio en la medida en que sea necesario.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 33 DERECHO SUCESORIO
TEMA 33
DERECHO SUCESORIO
§1. INTRODUCCIÓN
(ii) Se excluye el trust, si bien en los casos de trust mortis causa será aplicable la ley
designada por el Reglamento en lo que respecta a la cesión de los bienes o
determinación de los beneficiarios.
(vi) Se excluyen los efectos sobre la condición de miembro de una sociedad, i.e. sobre
las participaciones sociales y su transmisibilidad (en particular, las cláusulas de
rescate).
(vii) Se excluyen, también, las materias o cuestiones fiscales (por ejemplo, la cuestión
de si es necesario liquidar los impuestos o no para adquirir o ejercitar los derechos
sucesorios).
33.4. Las autoridades competentes pueden ser judiciales o no judiciales (por ejemplo,
notarios), pero siempre que estas últimas ejerzan funciones equivalentes a las judiciales.
En concreto, la aplicación del Reglamento a estas autoridades queda condicionada (i) a
que actúen con imparcialidad y (ii) a que sus decisiones tengan fuerza y efectos
similares a los de una decisión de una autoridad judicial nacional en el mismo ámbito de
cuestiones (artículo 3.2). En este sentido, España ha incluido a los notarios como
autoridad competente, lo cual es particularmente relevante en el caso de las
declaraciones de herederos abintestato (vid. Información referente a este reglamento en
e-justice; y DF 26.ª 14 LEC; sobre las funciones del notario en las sucesiones no
contenciosas, vid., entre otras, RDGRN de 10 de abril de 2017).
Ejemplo. Antonio S. tenía la nacionalidad española y trabajaba para una institución europea
en Bruselas. Su familia permanecía en España, donde tenía además su patrimonio más
relevante y a donde regresaba la mayoría de los fines de semana, periodos vacacionales, etc.
En principio, debería concluirse que su residencia habitual a los efectos del Reglamento se
localizaba en España y, por lo tanto, que la competencia para conocer de su sucesión
corresponda a las autoridades españolas. Esta competencia tiene alcance universal y por lo
tanto alcanza tanto a los bienes que se encuentran en España, como a los que se localizan en
cualquier otro país del mundo, y tanto a los herederos españoles como extranjeros.
Ejemplo. Causante holandés con última residencia habitual en España. El causante eligió la
ley holandesa como ley rectora de la sucesión. En este supuesto, en principio, la competencia
judicial para conocer de los litigios derivados de dicha sucesión correspondería a la
jurisdicción española. No obstante, el Reglamento permite que todas las partes afectadas se
sometan expresamente y por escrito a los tribunales holandeses. Cabe incluso una eventual
sumisión tácita de los interesados que no fueron parte en la cláusula de jurisdicción (artículo
9).
(ii) Que el juez de la residencia habitual decline su competencia a favor del juez cuya
ley rige la sucesión, siempre que, en atención a la situación de los bienes y a la
residencia habitual de los herederos, dicho juez esté en mejor situación para conocer del
caso y lo solicite una de las partes del procedimiento (artículos 6 y 7, vid. sobre el juego
de estos preceptos as. C-422/20).
Ejemplo. En el mismo supuesto anterior, incluso si las partes afectadas no han acordado la
competencia de los tribunales holandeses, éstos podrán ser competentes si el juez español ha
declinado su competencia a petición de una de las partes y por entender que el causante ha
elegido la ley holandesa como ley aplicable a la sucesión y aquéllos están mejor situados para
resolver el litigio sucesorio en atención a que, por ejemplo, la mayor parte de los bienes se
encuentran en Holanda y la mayor parte de los herederos residen allí. En este caso, el tribunal
holandés no puede revisar que se cumplen estos requisitos (as. C-422/20).
33.8. El Reglamento añade dos reglas de competencia pensadas para situaciones en las
que el causante tuvo su última residencia habitual en un tercer Estado. Una regla de
competencia subsidiaria (artículo 10) y un foro de necesidad (artículo 11).
Ejemplo. El causante es español y tiene bienes en España, pero lleva residiendo en Venezuela
durante los últimos 20 años. En este caso, los tribunales españoles serían competentes para
conocer de la sucesión. También lo serían si dicho causante no tuviese la nacionalidad
española, pero hubiese tenido su residencia habitual en España dentro de los cinco años
anteriores a la apertura del procedimiento (no a su fallecimiento). Si no se da ninguna de estas
dos circunstancias, la competencia sólo comprenderá los bienes localizados en España.
33.9. En principio, la competencia que atribuyen las normas del Reglamento tiene
alcance universal, i.e. comprende todos los bienes del causante, estén en Europa o en
terceros países. No obstante, y al margen del supuesto que acabamos de ver, esto puede
resultar poco efectivo cuando el tercer Estado no vaya a reconocer las decisiones del
Estado europeo competente. Por ello, el Reglamento prevé que en estos casos y a
petición de una de las partes el juez pueda excluir de su conocimiento la parte de la
herencia situada en ese tercer Estado (artículo 12.1). Prevé también el derecho de las
partes a limitar el alcance de la competencia conforme a la lex fori (artículo 12.2).
1. REGLA GENERAL
33.13. Las normas de conflicto del Reglamento tienen alcance universal (artículo 20) y,
por lo tanto, desplazan al artículo 9.8 CC en los conflictos internacionales.
33.16. La ley aplicable conforme a las reglas anteriores rige todo lo relativo a la
sucesión, desde su apertura y administración hasta la transmisión definitiva de los
bienes. En particular, cuestiones como las condiciones y momento de apertura de la
sucesión, la determinación de los beneficiarios y la cuota o derechos y cargas de cada
uno, incluyendo los derechos del cónyuge supérstite, la capacidad para heredar, las
desheredaciones, la transmisión de los bienes, deberes y obligaciones, las limitaciones al
poder de disposición de los bienes hereditarios, la responsabilidad y pago de las deudas
o el régimen de las acciones revocatorias (artículo 23).
33.17. El Reglamento añade una serie de reglas particulares para la sucesión testada.
(iii) La validez de los pactos sucesorios relativos a varias personas (que incluye los
testamentos mancomunados con disposiciones interdependientes) se somete a la
aplicación cumulativa de las leyes aplicables a las sucesiones de cada causante (artículo
25.2). No obstante, cabe la elección de la ley de la otra parte (artículo 25.3).
Ejemplo. Causante que hace una bajo disposición mortis causa en su país de residencia.
Después traslada esa residencia a España, donde finalmente fallece. La disposición
testamentaria será válida, pero deberán respetarse las legítimas que prevé la ley española.
33.19. Junto con esa determinación general de la lex successionis, el Reglamento prevé
una serie de reglas especiales para resolver problemas de adaptación normativa. En
primer lugar, allí donde la lex fori y la lex successionis no coincidan, si la lex fori exige
imperativamente la intervención de un administrador de la herencia, deberá
nombrarse tal administrador en las condiciones del artículo 29. Estos administradores
ejecutarán la herencia conforme a la lex successionis (sobre el juego de este artículo,
desde la perspectiva española, vid., entre otras, RDGSJyFP de 1 de octubre de 2020 en
relación con la sucesión de nacionales británicos).
33.20. En segundo lugar, prevé unas reglas especiales de ajuste entre la lex rei sitae y
la lex successionis. En principio, la transmisión de bienes, derechos y obligaciones se
somete a la lex successionis [artículo 23 (e)]. Esta ley rige también los aspectos
«jurídico-reales»: en qué momento y bajo qué condiciones, los herederos o legatarios
adquieren con alcance jurídico-real sus derechos sobre los bienes. Y ello con alcance
universal: estén donde estén los bienes (vid. STJUE as. C-218/16, donde se distingue
entre las modalidades de transmisión de un derecho real, que quedan sometidas a la ley
designada por el Reglamento, y la existencia y naturaleza de los derechos reales, infra).
No obstante, a partir de aquí el Reglamento establece ciertos matices o excepciones a
favor de la lex rei sitae. (i) Por un lado, se salvaguardan las reglas particulares que la lex
rei sitae pueda prever en atención a las necesidades de explotación de ciertos bienes,
por ejemplo explotaciones agrícolas (artículo 30). (ii) Por otro lado, la lex successionis
rige la herencia de los bienes vacantes, i.e. el Reglamento arranca de que, por ejemplo,
el Estado u otro ente público puede reclamar la herencia vacante como heredero, de
conformidad con la lex successiones, con independencia de la ubicación de los bienes.
No obstante, la aplicación de dicha ley no perjudicará la apropiación por otro Estado, en
virtud de su propia legislación, de los bienes localizados en su territorio, siempre que se
salvaguarden los derechos de los acreedores (artículo 33, y cdo. 56). (iii) Además, y
como ya hemos señalado al referirnos a las exclusiones, la lex successionis no puede
crear derechos reales desconocidos en el país de localización del bien. No obstante, en
este caso, el Reglamento exige un esfuerzo de adaptación de los tipos locales a los
previstos por la ley sucesoria extranjera (artículo 31, cdo. 16; vid., bajo el régimen
nacional, RDGRN de 14 de marzo de 2019). (iv) Por último, se excluyen del ámbito de
aplicación del Reglamento las cuestiones registrales, sus requisitos y efectos [artículo
1.2 (l) y cdos. 18 y 19].
4. PROBLEMAS DE APLICACIÓN
33.23. Reenvío (artículo 34). Cuando las normas de conflicto del Reglamento se
remitan a la ley de un tercer Estado, se contempla el reenvío de retorno a la ley de un
Estado miembro de la Unión Europa donde esté vigente el Reglamento o incluso el
reenvío de segundo grado a un tercer Estado que lo aceptase (i.e. cuyas normas de
conflicto, a su vez, no nos remitiesen a otra ley). Esta consagración del reenvío busca
garantizar una armonía internacional de las decisiones, sobre todo en relación con
terceros Estados donde la ley nacional sigue jugando un papel principal (vid. cdo. 57).
Naturalmente, no es aplicable en los casos de elección de ley o cuando se haya aplicado
la cláusula de los vínculos más estrechos (vid. artículo 34.2, y RDGRN de 4 de julio de
2016 o de 2 de marzo de 2018). Y debe excluirse, igualmente, cuando conlleve un
fraccionamiento de la sucesión (de hecho, el artículo 34 del Reglamento utiliza los
términos en singular).
Ejemplo. Si se plantea un litigio sucesorio sobre los bienes en España de un nacional español
con última residencia habitual en Venezuela, el Reglamento se remite a la ley venezolana,
incluyendo sus normas de Derecho internacional privado. Imaginemos que éstas utilizan como
criterio de conexión la nacionalidad. En tal caso, el juez español, competente al amparo del
artículo 10 del Reglamento, aplicará la ley española. En el caso de que las normas de conflicto
venezolanas nos remitan a la ley colombiana, por ejemplo porque el sujeto tuviese dicha
nacionalidad, aplicará esta última siempre que conforme a las normas de DIPr colombianas, la
ley aplicable en este supuesto fuese también la ley nacional.
Para aquellos Estados que carezcan de dichas normas de conflictos internos (como
sucede en los EEUU o en Australia, por ejemplo), el Reglamento hace una remisión
directa. Por ello, cuando las normas del Reglamento utilicen la conexión de la residencia
habitual, debe aplicarse la ley de la unidad territorial donde se encuentre dicha
residencia [artículo 36.2 (a)]; en el caso de la conexión nacional, al ser imposible
vincularla a un territorio concreto, debe estarse al criterio de los vínculos más estrechos
[artículo 36.2 (b)].
Ejemplos. (RDGRN de 26 de junio de 2012). Si se plantea la sucesión de un nacional
australiano, que tuvo su última residencia en Nueva Gales del Sur (Australia), con bienes
inmuebles en España, se aplicará la ley de Nueva Gales del Sur. Si se plantea la sucesión de un
nacional francés, con última residencia habitual en Mallorca, se aplicarán las normas del
Derecho foral balear, pero no en virtud de los artículos 9.8 y 16 CC (los extranjeros no tienen
vecindad civil), sino por remisión directa del Reglamento. En estos casos, la DGRN ha
denegado a los extranjeros la posibilidad de hacer donaciones con pacto de definición que
prevé la ley foral balear por su autolimitación a quienes ostente esa vecindad civil (vid. RDGRN
de 24 de mayo de 2019 y RDGSJFP de 10 de agosto de 2020 o, relación con el Derecho gallego,
RDGSJyFP de 20 de enero de 2022), sin embargo, esta interpretación ha sido descartada por
TSJ de las Islas Baleares (STSJ de 14 de mayo de 2021).
Por último, para los Estados plurilegislativos de base personal, el Reglamento hace una
remisión a las normas de conflicto internas de dicho Estado y, en su defecto, recurre al
criterio de los vínculos más estrechos (artículo 37).
33.25. Orden público (artículo 35). Se salvaguarda la aplicación del orden público del
foro, siguiendo la formulación habitual de esta cláusula. La cláusula de orden público
puede cobrar cierta relevancia en este sector cuando la ley extranjera conduzca a
resultados contrarios al principio constitucional de no discriminación (por razón de sexo,
filiación o religión, por ejemplo). Así, sería contraria al orden público español una ley
extranjera que favoreciese a los hijos de sexo masculino sobre los de sexo femenino.
Ejemplo 2. (RDGRN de 20 de julio de 2016). Es contraria al orden público español la ley iraní
que, en caso de sucesión abintestato, atribuye a los hijos el doble de la porción de cada hija.
33.26. Fraude (cdo. 26). Por último, el Reglamento, en los considerandos, incluye una
salvaguarda del fraude de ley.
33.28. El Reglamento garantiza también el reconocimiento (o, como mejor dice el texto,
«aceptación», pensando en su eficacia probatoria) recíproco y la ejecución de los actos
auténticos y de las transacciones judiciales (artículos 59-61, y vid. DF 26.ª 8-9 LEC). La
fuerza probatoria de los actos auténticos, por ejemplo en cuanto a los hechos que
atestiguan, viene determinada por la ley del Estado de origen. El Reglamento, además,
aclara que los recursos contra la autenticidad de un documento público se interpondrán
ante las autoridades del Estado de origen, mientras que los recursos contra su contenido
(i.e. relativos a los actos o situaciones que dichos documentos recojan) ante las
autoridades competentes para conocer de la sucesión.
33.32. Este certificado europeo no sustituye a los certificados emitidos bajo el Derecho
interno (sobre la competencia judicial para emitirlos, vid. STJUE as. C-20/17), ni excluye
que la parte interesada utilice cualquier otro medio a su disposición para ejercitar sus
derechos (por ejemplo, una decisión judicial). En el Estado miembro de la autoridad
competente, la prueba de la cualidad de heredero o de los poderes del administrador se
efectúa conforme al régimen interno.
© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Francisco J. Garcimartín Alférez]© Portada: Editorial Aranzadi, S.A.U.
11 SEP 2023
Derecho Internacional Privado. 7ª ed., agosto 2023
CAPÍTULO TERCERO LEY APLICABLE
TEMA 33 DERECHO SUCESORIO
APÉNDICE. SOLUCIÓN DE CASOS TÍPICOS
En el caso del préstamo entre dos ciudadanos chinos, las respuestas a las tres preguntas
que hicimos entonces, desde el punto de vista del DIPr español, son:
(b) Ley aplicable. La ley aplicable al préstamo, y por lo tanto la ley que rige las
consecuencias del incumplimiento, incluido el plazo de prescripción, será la ley china, ya
que el prestamista, quien tenía a su cargo la prestación característica del contrato, tenía
la residencia habitual en China en el momento de su celebración (artículos 4 y 19
Reglamento Roma I).
(c) RyE. Si la demanda se hubiese planteado en China, una eventual sentencia china
contra el deudor será reconocible y ejecutable en España al amparo del Convenio
bilateral entre los dos países, de 2 de mayo de 1992.
(a) CJI. La empresa española podría demandar a la empresa francesa o bien ante los
tribunales franceses en virtud del foro general (artículo 4 Reglamento Bruselas I bis) o
bien ante los tribunales españoles del lugar donde se padece el daño en virtud del foro
especial (artículo 7.2 Reglamento Bruselas I bis). En cualquier caso, podría instar la
adopción de medidas cautelares ante los tribunales españoles (artículo 35 Reglamento
Bruselas I bis).
(b) Ley aplicable. La ley aplicable sería la ley española como ley del Estado en cuyo
mercado se padece el daño que causan los actos de competencia desleal (artículo 6 y 4
Reglamento Roma II).
(c) RyE. La eventual sentencia que dicten los tribunales españoles se reconocerá en
Francia a través del Reglamento Bruselas I bis. En el caso de que el juez español haya
adoptado medidas cautelares destinadas a impedir que la empresa francesa continúe
con sus actuaciones y las haya acompañado de multas coercitivas, éstas, en principio,
podrán ejecutarse también en Francia al amparo del Reglamento Bruselas I bis (artículo
55).
(a) CJI. Los tribunales españoles serían competentes para conocer de la acción de
divorcio sólo si la mujer lleva residiendo en España seis meses antes de interponer la
demanda (artículo 3 Reglamento Bruselas II ter) y lo mismo vale para conocer de la
acción de liquidación del régimen económico, aunque en este caso debe existir acuerdo
de los cónyuges [artículo 5 (2) (b) Reglamento sobre régimen económico matrimonial].
También serán competentes para adoptar las medidas de guarda y derechos de visita de
las hijas con residencia habitual en España, asumiendo que no se ha dado un supuesto
de secuestro internacional (artículo 7 Reglamento Bruselas II ter).
(b) Ley aplicable. La ley aplicable al divorcio, salvo que hubiesen elegido otra, será la
de Colombia ya que los cónyuges tuvieron su última residencia habitual en ese país, no
ha transcurrido más de un año y el marido sigue viviendo allí; en su defecto, se aplicará
la ley española [artículo 8 (b) Reglamento Roma III]. La ley aplicable a la liquidación del
régimen económico matrimonial, como al resto de los aspectos de éste, será la ley
panameña por haber establecido su residencia habitual común en Panamá tras la
celebración del matrimonio y no haber elegido la ley aplicable [artículo 26 (1) (a)
Reglamento sobre régimen económico matrimonial]. La ley aplicable a las medidas de
guarda y visita sobre las hijas será la española (Convenio de La Haya 1996).
(a) CJI. En principio, los tribunales españoles serán competentes para conocer del
litigio ya que el fallecido poseía la nacionalidad española y bienes inmuebles en España
(artículo 10 Reglamento de sucesiones).
(b) Ley aplicable. La ley aplicable a los derechos de los herederos legitimarios será la
del Estado de Nueva York ya que el causante tenía allí su residencia habitual en el
momento del fallecimiento [artículos 21 y 36.2 (a) Reglamento de sucesiones].
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