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Charlamos un ratito con él, nos contó de su paso por los equipos colombianos, nos
mostró evidencias y por supuesto, nos habló maravillas de Usiacurí. Todo el que pasaba
por esa esquina lo reconocía y lo saludaba. Se sentía muy arropado por el municipio
que lo vio nacer.
Después de unos cuantos minutos hablando, el señor se fue y continuamos con nuestra
larga trayectoria. A medida que íbamos caminando, se escuchaba más el sonido de los
pájaros, la brisa golpeando con las hojas de los árboles y un silencio de mucha
tranquilidad. Llegamos a un lugar muy hermoso, había una tienda de artesanías, mucha
vegetación, pozos, animales y por si fuera poco, la casa del gran poeta Julio Flores.
Mural artístico en Usiacurí
Al llegar esperamos a los demás para poder continuar el recorrido el cual era llegar a un
mirador nuevo, donde se podía ver aún más Usiacurí, pero el camino para llegar a él
estaba lejos y sobre todo ya la temperatura aumentaba junto un sol radiante de medio
día lo cual no aportaba mucha para el camino. Mientras continuamos caminando unos
compraban agua para hidratarse, otros cerveza. Al llegar a lo bajo del mirador había que
subir 287 escalones para estar en la cima. Cuando se logró alcanzar la cima no había
sombra para refugiarse de los rayos de sol que quemaba, solo restaba esperar a los
demás, empezamos bajar el mirador para ir almorzar de casualidad al mismo sitio donde
compraron las empanadas.