Está en la página 1de 3

La magia desconocida del Atlántico

En una mañana cualquiera se despierta una expectativa de asombro para la visita de


uno de los municipios más increíbles que se pueda visitar llamado Usiacurí, pero
primero era el camino para llegar a él. Con solo pensar en llegar al centro de
Barranquilla es sinónimo de caos al entrar y caminar en sus calles. Aunque eran las seis
de la mañana todavía el caos no estaba presente aun, al subir al bus fue rápido para
tener un viaje sentado para todo el recorrido de ida. Todo fue tranquilo, no estuvo lleno
el bus, se charló durante el viaje para tener un rato de entretención mientras se
escuchaba la música del bus que iba cambiando de género durante el camino.
Pasaron dos horas aproximadamente y llegamos al tan anhelado lugar, y lo primero que
nos recibe es el impotente arte situado en las escaleras de la iglesia Santo Domingo de
Guzmán. El rostro de Jesucristo nada y nada menos. Después de apreciar el arte de la
iglesia, subimos unos cuantos escalones y nos topamos con una vista espectacular de
los tejados de cada hogar. Cada uno de ellos tenía plasmado en sus tejados diferentes
tipos de aves con colores muy vivos, que le daban un toque mágico al entorno en el que
nos encontrábamos. Fue muy bello.
Nuevamente bajamos las escaleras y caminamos en manada un par de cuadras en
busca de alimentos. Y precisamente en una esquina, se encontraba un puesto de fritos
(la verdad se veía de buena calidad) y decidimos recargar energías en dicho sitio. Allí,
se encontraba situado un señor de edad, con una casaca de la selección Colombia,
unas gafas muy particulares y un par de accesorios en su cuello y pulsos. Un tipo lleno
de conocimiento y muchísimas anécdotas relacionadas con el fútbol. Era una
enciclopedia andante.

Charlamos un ratito con él, nos contó de su paso por los equipos colombianos, nos
mostró evidencias y por supuesto, nos habló maravillas de Usiacurí. Todo el que pasaba
por esa esquina lo reconocía y lo saludaba. Se sentía muy arropado por el municipio
que lo vio nacer.
Después de unos cuantos minutos hablando, el señor se fue y continuamos con nuestra
larga trayectoria. A medida que íbamos caminando, se escuchaba más el sonido de los
pájaros, la brisa golpeando con las hojas de los árboles y un silencio de mucha
tranquilidad. Llegamos a un lugar muy hermoso, había una tienda de artesanías, mucha
vegetación, pozos, animales y por si fuera poco, la casa del gran poeta Julio Flores.
Mural artístico en Usiacurí

Al llegar esperamos a los demás para poder continuar el recorrido el cual era llegar a un
mirador nuevo, donde se podía ver aún más Usiacurí, pero el camino para llegar a él
estaba lejos y sobre todo ya la temperatura aumentaba junto un sol radiante de medio
día lo cual no aportaba mucha para el camino. Mientras continuamos caminando unos
compraban agua para hidratarse, otros cerveza. Al llegar a lo bajo del mirador había que
subir 287 escalones para estar en la cima. Cuando se logró alcanzar la cima no había
sombra para refugiarse de los rayos de sol que quemaba, solo restaba esperar a los
demás, empezamos bajar el mirador para ir almorzar de casualidad al mismo sitio donde
compraron las empanadas.

Arte de los tejados en Usiacurí


Al llegar ya nos esperaban para atendernos, unos cuantos llevaron almuerzo, pero la
gran mayoría compró el respectivo corrientazo el cual estaba muy bueno de porción
como de precio, cuando finalizamos de almorzar había tiempo para un descanso
después de comer y sobre todo que donde estábamos era la vía donde transitaba el bus
de salida, simplemente era esperarlo.
Cuando pasó, nos subimos y empezó el camino de vuelta a Barranquilla, al llegar al
centro cada uno volvía a sus casas con una experiencia nueva para contar y un lugar
para volver a visitar en un futuro.

También podría gustarte