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Las personas a las que se atribuye tal habilidad suelen estar revestidas,
según parte de la sociedad, con alguna cualidad especial, bien sea
innata («tener don», «venir de familia», etcétera) o adquirida mediante
iniciación u ordenación sacerdotal o de cualquier otro tipo, incluida la
«superioridad» que proporciona el hecho de aparecer, por ejemplo, en
televisión.
Historia
Las adivinaciones se hacían antiguamente de mil maneras diferentes:
invocando a los muertos, examinando las entrañas de los animales y
hasta de los hombres sacrificados para dicho fin, el canto y vuelo de
las aves, las líneas de las manos, las oscilaciones de una lámpara, la
dirección que tomaba el humo de los sacrificios, el reflejo y movimiento
del agua en un cuenco, la interpretación de los sueños, etc.
Los medios que se han empleado para poder averiguar los sucesos
futuros son innumerables. Los astros, ciertas bebidas y hierbas,
palabras extrañas proferidas con cierto entusiasmo o por los que ahora
llamamos ventrílocuos, han sido medios de que se han valido
comúnmente los impostores. La Escritura habla de nueve especies de
adivinación. Los judíos habían tomado todas estas supersticiones de
los egipcios, de los que se comunicaron a los griegos, y estos las
trasmitieron a los romanos.
Artes adivinatorias
Tanto Platón como Cicerón concebían dos formas de adivinación: una
inductiva considerada arte y otra natural, deductiva e intuitiva. Con la
inspiración, se consideraba que el adivino era poseído por un genio o
demonio, que le sumía en un trance o manía, palabra de la cual deriva
mantike: mancias o artes adivinatorias.2
Referencias
1. Diccionario histórico enciclopédico, Vicente Joaquín Bastús y
Carrera, 1863
2. Enrique de Vicente. Los poderes ocultos de la mente. Madrid:
Editorial América. 1995.
3. Didier Colin. Enciclopedia de Astrología y las artes adivinatorias.
Presagios, Creencias, Misterios.Salvat.
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