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MASTER GLOBALIZACIÓN, DESARROLLO Y COOPERACIÓN

ENSAYO FINAL DE UN COMENTRIO CRÍTICO DEL LIBRO SOBREVIVIR AL


DESARROLLO DE S. LATOUCHE (2009)
Realizado por Cristina Gandoy Vilardebó

APROXIMACIÓN A LA IDEA DE DESARROLLO

El punto de partida que aborda el libro de Latouche, es una crítica al paradigma


del desarrollo económico y el cuestionamiento a este concepto. Un concepto que se
entiende y se promueve bajo la mirada de nuestra sociedad contemporánea
“occidental”, basada en perseguir el crecimiento económico ilimitado como objetivo
principal. Modelo que a su vez resulta insostenible e incompatible con los límites del
planeta y perjudicial para el medio ambiente y las comunidades humanas a largo plazo.
El inicio del concepto de desarrollo se sitúa en la segunda mitad del siglo XX, en
un contexto de posguerra y reconstrucción, cuando los países occidentales promueven
la idea de un progreso lineal basado en la industrialización, el aumento de la producción
y el consumo masivo como objetivos fundamentales. En ese momento, el desarrollo se
asocia estrechamente con el avance tecnológico, la acumulación de riqueza y la
expansión continua de la producción y el consumo. Este enfoque queda reflejado en la
creación de instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional,
que impulsan políticas de desarrollo centradas en el crecimiento económico. Su origen
lo encontramos en el discurso de Truman, en el contexto de la Guerra Fría, cuando
Estados Unidos y la Unión Soviética buscan influencia global y aliados en todo el mundo.
Truman presenta el desarrollo económico como una herramienta para evitar la
propagación del comunismo y fomentar la estabilidad política y económica en los países
en desarrollo. A través del Plan Marshall y otras iniciativas, se promueve un modelo de
desarrollo basado en la industrialización, la modernización y el crecimiento económico.
Es durante la expansión del imperialismo americano, cuando se trazan las bases,
que marcan el ideal de una sociedad avanzada. Ideal al que todo el mundo debe aspirar
para alcanzar una nación desarrollada, tal y como plantea estados unidos. Una sociedad
moderna, que pone al resto del mundo un estándar, que implica posicionar a una parte
del mundo en el lado del desarrollo, y otra parte del mundo en el lado del subdesarrollo.
El concepto de desarrollo se convierte en un ideal, polarizando al mundo en dos: países
desarrollados, cuyo concepto implica una visión positiva, y países subdesarrollados,
cuyo concepto se asocia a lo negativo, con lo que lo positivo es alcanzar este ideal, que,
sin duda, será medido a partir de índices económicos.
El propio concepto de desarrollo, basado en el crecimiento de capital, implica
una lógica de dominación y explotación que perpetúa un sistema económico global
desigual. Según Latouche, el concepto de desarrollo impulsado por el discurso de
Truman y adoptado por las instituciones internacionales ha llevado a una obsesión por
el crecimiento económico infinito y ha ignorado los límites ecológicos del planeta. Se
cuestiona pues esta noción, y se plantea un punto y aparte, una ruptura conceptual, que
será el inicio de un movimiento de crítica al capitalismo, a la globalización y al desarrollo
en sí mismo. Esta corriente crítica empezará a introducir en nuestra sociedad, la idea
de la deconstrucción del mismo concepto que lleva a cuestionar en sí mismo, esta
definición, planteando así, la deconstrucción del desarrollo, o la incorporación de una
visión postdesarrollista que tenga en cuenta una mirada alternativa al imaginario
económico.

CRÍTICAS AL DESARROLLO

Son varios los autores, que empiezan a cuestionar esta teoría desarrollista, y
empiezan a poner en duda la posibilidad de que el capitalismo pueda conjugarse con el
equilibrio del planeta. Un desarrollo sostenible que ya abordaba Wolfgang Sachs en su
libro "Desarrollo: ¿hacia dónde?, replanteando el concepto de desarrollo en este
contexto global marcado por la crisis ambiental y social. Se planeta una transición hacia
una sociedad posdesarrollo que enfatice la equidad, la resiliencia ecológica y el
bienestar humano en lugar del crecimiento económico desenfrenado. Sachs sostiene
que el desarrollo sostenible requiere un cambio fundamental en los valores, las
instituciones y los sistemas económicos. Destaca la importancia de repensar las
políticas y prácticas actuales, promoviendo la solidaridad global, la participación
ciudadana y la conservación de los recursos naturales
La población mundial, la contaminación masiva, la producción de alimentos y la
explotación de recursos, va en aumento, y la tierra poco a poco va acercándose a una
situación de desequilibrio global, poniendo en riesgo el bienestar de los seres vivos. Al
igual que Laotuche, Gilbert Rist, considera que la idea del desarrollo tal y como se ha
entendido tradicionalmente, no ha logrado cumplir con sus promesas de erradicar la
pobreza y mejorar las condiciones de vida de las personas en los países en desarrollo
(países del Sur). El problema es la confusión y la idea sobre que aumentar el crecimiento
económico equivale a más bienestar y desarrollo. Y también la idea de que cuándo más
cerca se está del centro mejor se vive. Plantea que el concepto de desarrollo ha estado
arraigado a una visión eurocéntrica y occidentalizada del progreso. Este enfoque ha
llevado a la explotación de los recursos naturales, la degradación del medio ambiente y
la perpetuación de la desigualdad global. Pero esta perspectiva ignora otras
dimensiones importantes de la vida humana, como la equidad, la justicia social, la
sostenibilidad ambiental y la diversidad cultural.
Esta crítica a la noción de desarrollo como un proceso lineal y uniforme sostiene
que el desarrollo no se puede medir únicamente en términos de indicadores
económicos, como el Producto Interno Bruto (PIB), sino que debe considerarse en un
contexto social, político y cultural más amplio. Además, señala que el desarrollo no es
necesariamente un objetivo deseable para todas las sociedades, ya que puede conducir
a la homogeneización cultural y la pérdida de identidad.
Esta visión del concepto de la pobreza o riqueza es una construcción cultural. La
idea de que existen tres categorías distintas de países ya se planteaba en el libro “La
fábula de los tres mundos”: el "Primer Mundo" desarrollado, el "Segundo Mundo" en vías
de desarrollo y el "Tercer Mundo" subdesarrollado. Esta clasificación ha sido
ampliamente utilizada en el discurso del desarrollo, pero Quijano y Escobar argumentan
que esta distinción es simplista y refuerza las relaciones de poder y desigualdad entre
los países. El desarrollo se ha convertido en una forma de intervención y dominación
occidental, que impone modelos económicos y culturales a las sociedades que se
consideran "atrasadas".
La problematización de la pobreza dio lugar a nuevos discursos y prácticas que
moldearon la realidad a la que se referían. Estos discursos establecieron que la pobreza
era el rasgo esencial del Tercer Mundo y que la solución a esta pobreza residía en el
crecimiento económico y el desarrollo. Según Lakshman Yapa, la pobreza se puede
entender como una abstracción, en el sentido que es un concepto que se utiliza para
describir una condición o situación en la que las personas carecen de recursos y
oportunidades básicas para satisfacer sus necesidades fundamentales. Es una
abstracción porque no se refiere a una entidad física o tangible en sí misma, sino a una
realidad social y económica que afecta a las personas y comunidades. Es una forma de
describir y medir la falta de acceso a recursos como alimentos, vivienda adecuada,
educación, atención médica y oportunidades de empleo, entre otros aspectos. Pero esto
solo hace que alimentar la idea de que la pobreza se use como una herramienta de
análisis y medición en el campo de la economía y la política. Se desarrollan indicadores
y métricas para medir la pobreza, que permiten comparar y evaluar las condiciones de
vida de diferentes grupos y países, pero perpetuando esta visión economicista del
crecimiento o del desarrollo.
Estas ideas se convirtieron en verdades universales y necesarias. El desarrollo
se convierte en el objetivo central y dominante para los países del Tercer Mundo. Este
enfoque busca impulsar el crecimiento económico como medio para superar la pobreza
y el subdesarrollo. Pero esta concepción del desarrollo y su enfoque en el crecimiento
económico han simplificado la realidad, ignorando otras dimensiones importantes como
la equidad, la justicia social y la sostenibilidad ambiental. La búsqueda del desarrollo en
el Tercer Mundo ha implicado la adopción de modelos económicos y políticas
impulsadas por actores internacionales, como las instituciones financieras
internacionales y los países desarrollados. Estos modelos y políticas han tenido
impactos significativos en las sociedades y economías del Tercer Mundo, y han influido
en la forma en que se percibe y se aborda la pobreza en estos países. Tanto para
Escobar como para Latouche estas implicaciones del desarrollo en el ámbito global ha
llevado a la explotación de los países del Sur por parte de los países del Norte.
Es necesario repensar el concepto mismo de desarrollo y buscar alternativas
más inclusivas, justas y sostenibles. Se aboga por un enfoque que respete la diversidad
cultural, valore los conocimientos y las prácticas locales, y promueva la
autodeterminación de las comunidades en su propio desarrollo. Además, se enfatiza la
importancia de abordar las estructuras de poder y las relaciones económicas desiguales
que perpetúan la pobreza. Toda esta corriente crítica propone una visión más pluralista
que tenga en cuenta las diversas realidades y necesidades de las comunidades locales,
así como los límites ecológicos del planeta.
Se empiezan a plantear visiones de desarrollo compuestas. Nuevas formas de
llamar al desarrollo, a partir de nuevos nombres que blanquean la propia inadecuada
definición. Desarrollo social, humano, local, sostenible, alternativo. Pero esta nueva
asociación conceptual, solo hace que perpetuar las propias debilidades del concepto, y
hace perdurar las desigualdades basadas en lo económico. El propio concepto tiene un
significado distinto para cada sociedad, y está claro que en estos últimos años el
desarrollo no ha sido reivindicado en el sur, más que por los propios agentes que han
promovido la cultura del desarrollo. La propia visión desarrollista es un concepto
contradictorio y que no tiene en cuenta más que la propia carga cultural original, de
dónde proviene la conceptualización de la propia palabra: de nuestra visión occidental.
Una visión que no es compartida para nada por otras sociedades.
Entra en crisis pues ya a partir de los 70´s, esta justificación de la colonización
con este argumento filantrópico, que hasta ahora había llevado a los países del norte, a
realizar intervenciones en los países del sur, bajo la atenta y buenista mirada del
paternalismo occidental, que tanto Rostow propuso con su modelo de desarrollo en
cinco etapas que los países podrían seguir para alcanzar el desarrollo económico. Y así
surge una nueva idea de descolonización en países del mal llamado tercer mundo.

NUEVAS PROPUESTAS ALTERNATIVAS AL DESARROLLO

En esta nueva etapa del desarrollo, que algunos autores la llaman el


postdesarrollo, se introduce el factor social y político en los intercambios económicos,
planteando la filosofía del bien común y de la buena vida en el comercio social. En el
imaginario colectivo, se empieza a incorporar el concepto de decrecimiento, que implica
abandonar la obsesión por el crecimiento infinito y buscar una economía basada en la
suficiencia, la solidaridad y la calidad de vida, la cooperación y el cuidado al medio
ambiente. Significa reducir la producción y el consumo excesivos, fomentar la
autolimitación voluntaria y priorizar el bienestar humano y la sostenibilidad ecológica.
Esta nueva perspectiva alternativa llamada “decrecimiento”, busca la reducción
planificada y equitativa del consumo y la producción para lograr una sociedad más
sostenible y centrada en el bienestar humano. El verdadero desarrollo implica un
cambio profundo en la forma en que entendemos y organizamos la sociedad,
promoviendo la autonomía, la simplicidad voluntaria, la satisfacción de necesidades
básicas y una relación más armónica con la naturaleza.
El problema es la simplificación de este cambio de paradigma. Cuando se
plantea una visión alternativa, hay que indagar en el origen de todo, no sólo de la palabra
en sí, sino también de la idea que existe detrás de la palabra. Es así pues que lo
alternativo en el desarrollo, debe implicar una forma de relacionarse con el mundo, que
nada tiene que ver con la actual. Con lo que parece complicado empezar a proponer
alternativas de este posicionamiento. Pero se plantea un repensar el desarrollo y un
acercamiento distinto a este concepto. Se cuestiona la idea de que el progreso y la
prosperidad solo se pueden lograr a través del crecimiento económico continuo y la
maximización de los recursos naturales. En cambio, se busca explorar y promover
enfoques más sostenibles, equitativos y justos. Repensar los valores y las metas
asociadas con el desarrollo. Tal y como plantea Vandana Shiva, es importante tener en
cuenta las consecuencias negativas del enfoque de crecimiento económico sin
restricciones. Su argumento se basa en la idea de que el modelo dominante de
desarrollo, basado en la maximización del crecimiento y los beneficios económicos,
puede llevar a la creación de escasez y privación en lugar de prosperidad y bienestar
para todos.
No se trata solo de adoptar nuevas tecnologías o volver a la agricultura, sino de
cuestionar las suposiciones subyacentes sobre qué es realmente el progreso. La
pregunta es, ¿quién debe explicar qué es el progreso? ¿Se puede plantear una única
visión del progreso? Bajo la atenta mirada de un mundo globalizado, está claro que sólo
existe una visión. Llamarlo globalización, occidentalización, colonización, o viejo
imperialismo, forma parte de la misma concepción de la homogenización desarrollista.
Para salir de este enfoque, hay que aceptar una propuesta más plural y multicultural del
mismo.
Y es a partir de toda esta corriente que crítica el desarrollo, que surge toda una
postura que alienta las tesis decrecentistas. Latouche, es uno de los ideólogos que
plantea esto a través del “ciclo de comportamientos virtuosos”: reevaluar,
reconceptualizar y reestructurar el sistema económico y social, redistribuir la riqueza,
relocalizar la producción, reducir el consumo, reutilizar y reciclar productos. Pero no se
trata de recurrir al simple desarrollo sostenible, que por si mismo se plantea como un
oxímoron, ya que si en si mismo el desarrollo es ilimitado, no puede encajar con la idea
de protección medioambiental, con recursos limitados. Ni tampoco se trata de dejar de
consumir, que llevaría a un inmovilismo conservador que en sí no abordaría los desafíos
estructurales y no lograría una transformación real hacia un modelo más sostenible.
El tema en sí que se plantea es la necesidad de cambios profundos en los
sistemas económicos, sociales y culturales. Estos cambios pueden incluir la redefinición
de los conceptos de riqueza y progreso, la promoción de estilos de vida más sostenibles,
la redistribución de los recursos y la riqueza de manera más equitativa, y la adopción de
enfoques más participativos y democráticos en la toma de decisiones. Ya lo plantea
Shiva con su modelo basado en la sostenibilidad, la equidad y la justicia. Un modelo que
propone la protección de los recursos naturales, la promoción de la agricultura ecológica
y la soberanía alimentaria, así como la valoración de los conocimientos y las prácticas
tradicionales de las comunidades locales. Sin olvidar la importancia de la participación
democrática y la toma de decisiones descentralizadas para garantizar que los beneficios
del desarrollo sean compartidos de manera equitativa.
Sea como fuere, la transición hacia otro modelo más justo implica sí o sí, la
reevaluación de los valores y prioridades que sustentan el desarrollismo y el
economicismo. Hay que explorar una amplia gama de perspectivas y enfoques para
abordar los desafíos actuales y futuros de manera efectiva y sostenible. Lo local se
convierte, en el punto de partida sobre el que se sustenta este cambio. Un localismo
que tiene implicaciones distintas en los países del sur y del norte.

CONCLUSIÓN

En la visión de una sociedad de decrecimiento, no se trata necesariamente de


salir por completo de la economía, sino de repensar su papel y reevaluar los valores que
la sustentan. Esto implica considerar la posibilidad de renunciar a la propiedad privada
de los medios de producción y cuestionar la acumulación ilimitada de capital, ya que
estos aspectos están estrechamente ligados al paradigma del crecimiento económico
sin restricciones. La construcción de una sociedad menos injusta y más sostenible
implica no solo un consumo más limitado cuantitativamente, sino también un consumo
más exigente cualitativamente. Esto significa valorar más la calidad de los bienes y
servicios, así como promover relaciones sociales basadas en la cooperación, la
solidaridad y la convivencia. También implica reorientar nuestras aspiraciones y metas,
alejándonos de la obsesión por el crecimiento material y enfocándonos en el bienestar
humano, la equidad y la preservación del medio ambiente. Es necesario cuestionar el
dominio de la economía sobre todas las áreas de la vida.
El objetivo no es necesariamente abolir todas las formas de economía, sino
redefinirlas en función de criterios más sostenibles y justos. Se busca una transición
progresiva hacia una economía que esté al servicio de las necesidades humanas y en
armonía con los límites ecológicos del planeta. Una sociedad que priorice vivir con
menos en términos de consumo material excesivo. Esto implica repensar la manera en
que producimos, consumimos y nos relacionamos con los recursos naturales.
Se trata de replantear los valores y las prioridades de la sociedad, fomentando
la cooperación, la solidaridad y la colaboración en lugar del individualismo y la
competencia desenfrenada. El objetivo no es negar los avances y beneficios que la
modernidad ha traído consigo, sino cuestionar los aspectos insostenibles y perjudiciales
del modelo económico actual. Se trata de construir una sociedad más equitativa y justa,
en la cual se satisfagan las necesidades básicas de todos los miembros de la
comunidad, se promueva la participación ciudadana y se valore la calidad de vida en
lugar del consumismo desmedido. El enfoque cooperativo del decrecimiento implica
repensar nuestras estructuras económicas y sociales, fomentando la economía
solidaria, las formas de propiedad colectiva y la participación democrática en la toma de
decisiones. Esto puede incluir iniciativas de economía colaborativa, compartir recursos
y promover la autogestión comunitaria.
Está claro que estamos ante un cambio completo en el concepto de desarrollo,
desafiando los valores y las aspiraciones universales asociadas con él. El crecimiento
económico desenfrenado y la dependencia de la tecnología en nuestro mundo
globalizado son valores que no están alineados con estas aspiraciones profundas y
universales, donde todo parece estar a la venta. Es necesario incorporar la pluralidad
en las alternativas al desarrollo. Es necesario reconstruir nuevas culturas que
promuevan valores y conceptos de riqueza, progreso y tiempo diferentes a los del
desarrollismo y el economicismo, que nos permitan liberarnos de las narrativas
dominantes que han invadido nuestra vida hasta hoy. Es el momento de reevaluar
nuestros valores como sociedad y buscar un equilibrio entre nuestras necesidades
individuales y colectivas, así como entre el desarrollo humano y la preservación del
planeta.

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