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EXTINCIÓN DEL REGIMEN DE COMUNIDAD

La extinción del régimen de gananciales se produce en el momento en el que concluye la comunidad


dinámica de bienes y se transforma en una comunidad estática pendiente de liquidación y partición.

Son causas de extinción de la comunidad

A. la muerte comprobada (Extrajudicial) o presunta (Judicial) de uno de los cónyuges;


B. la anulación del matrimonio putativo (Judicial);
C. el divorcio (Judicial);
D. la separación judicial de bienes (Judicial);
E. la modificación del régimen matrimonial convenido (Extrajudicial).

Los efectos de la extinción operan hacia futuro, autorizando la liquidación y partición de la masa de
bienes existente a dicha fecha, así como también respecto de los bienes adquiridos con posterioridad
a ella, ya que con la extinción de la comunidad cesan las condiciones de ganancialidad de los bienes
que ingresen posteriormente

LA MUERTE REAL O PRESUNTA

En caso de muerte, la comunidad se extingue el día del fallecimiento, sin que se pueda convenir la
continuación de la comunidad, ni entre los cónyuges, ni entre el sobreviviente y los sucesores del otro.
En el supuesto de presunción de fallecimiento, los efectos de la extinción se retrotraen al día
presuntivo del fallecimiento (art. 476, CCyCN).

Si la muerte se produce estando en trámite el juicio de divorcio, la extinción se producirá igualmente


en aquel momento, pues al no existir sentencia firme en el procedimiento indicado, no habrá lugar a
la retroactividad prevista por el art. 480 del CCyCN.

En este caso, la comunidad debe ser liquidada en el contexto de la sucesión universal del cónyuge
premuerto, conforme el art. 500 del CCyCN.

Finalmente se aclara que la muerte presunta produce efectos desde el día del fallecimiento presunto.

DIVORCIO

El CCyCN, establece que la comunidad se extingue por el divorcio (art. 475, CCyCN).

NULIDAD DE MATRIMONIO

La nulidad del matrimonio en tanto pone fin al matrimonio también pone fin al régimen de comunidad
de bienes, que se justifica en tanto y en cuanto exista un matrimonio válido entre dos personas.

SEPARACIÓN JUDICIAL DE BIENES

El art. 477 del CCyCN establece que la separación judicial de bienes puede ser solicitada por uno de
los cónyuges cuando:

a) la mala administración del otro le acarrea el peligro de perder su eventual derecho sobre los bienes
gananciales;

b) en caso de concurso preventivo o quiebra del otro cónyuge;

c) si los cónyuges están separados de hecho sin voluntad de unirse;

d) si por incapacidad o excusa de uno de los cónyuges, se designa curador del otro a un tercero.
La separación judicial de bienes es una acción autónoma destinada a hacer cesar la comunidad de
gananciales hacia el futuro sin que ello importe la disolución del vínculo matrimonial.

INDIVISIÓN POSTCOMUNITARIA

Se denomina indivisión postcomunitaria al estado de los bienes gananciales desde la disolución del
régimen de comunidad y hasta su efectiva partición.

Se establece que, si la extinción se produce por muerte, o la muerte se produce luego de la extinción
del régimen, pero antes de su partición se aplican las reglas de la indivisión hereditaria. En caso de
extinción en vida de ambos cónyuges se aplican los arts. 482 a 487 del CCyCN.

Gestión de los bienes

El art. 482 otorga a los ex cónyuges la posibilidad de acordar la gestión de los bienes indivisos, es decir
que podrán formularse acuerdos donde se decida la gestión conjunta de todos los bienes gananciales
o alguno de ellos o la continuidad de las normas vigentes durante la comunidad. También podría
pactarse la distribución de gestión de acuerdo a la naturaleza de los bienes o los intereses de los
cónyuges.

A falta de acuerdo se inclina por la postura que extiende la aplicación de las reglas de la comunidad
durante el período de indivisión postcomunitaria, es decir que cada uno de los cónyuges conservará la
libre administración y disposición de los bienes por él adquiridos (art. 470).

Se crea la obligación de informar al otro, con antelación razonable, la intención de otorgar actos que
excedan de la administración ordinaria y se otorga el derecho de formular oposición a esos actos.

Si uno de los cónyuges niega su consentimiento injustificadamente se podrá pedir autorización judicial
supletoria.

También se podrá de solicitar se excluya al otro de la administración de los bienes por él adquiridos.
La norma no lo aclara, mas entendemos que ella sólo podrá otorgarse cuando los actos de
administración del titular pongan en peligro la participación del solicitante sobre esos bienes, ya que
de no ser así la medida no tendría justificación.

Además de estas dos medidas precautorias, también podrán solicitarse las cautelares previstas en los
ordenamientos procesales.

Uso de los bienes

Ambos cónyuges gozan del derecho al uso y goce de los bienes indivisos durante este período. Este
uso podrá ser acordado y a falta de acuerdo decidirá el juez.

En cuanto al uso exclusivo de los bienes, del párr. 2º del art. 484 no se infiere directamente que el uso
exclusivo del bien genere un derecho a favor del otro copartícipe de reclamar un canon locativo por
él. Sin perjuicio de ello, puede interpretarse que ese derecho se encuentra regulado en la parte 2ª del
párr. 3º, aunque se utilice el término “indemnización”.

Los copartícipes pueden acordar el pago de un canon locativo y en caso de falta de acuerdo los jueces
pueden resolver su procedencia de acuerdo a las características del bien y el interés familiar
comprometido.
Frutos y rentas

Los frutos naturales o civiles que producen los bienes gananciales durante este período acrecen a la
indivisión, art. 485 del CCyCN. Existe una obligación de rendir cuentas en caso de que alguno de los
coparticipes posea el uso exclusivo del bien o bienes.

Quizás el código quiere decir que el copartícipe que percibe frutos o rentas en virtud del uso exclusivo
del bien tiene la obligación de entregar al otro la mitad de ellos una vez deducidos los gastos de
explotación y con arreglo a la rendición de cuentas presentadas, pero no es claro.

Pasivo

Se establece la continuidad de los arts. 461, 462 y 467 del ordenamiento durante este período.
También se otorga expresamente la posibilidad del acreedor de subrogarse en los derechos de su
deudor y solicitar la partición de la masa común.

LIQUIDACIÓN DE LA COMUNIDAD

El art. 498 del CCCN establece que: “La masa común se divide por partes iguales entre los cónyuges,
sin consideración al monto de los bienes propios ni a la contribución de cada una la adquisición de los
gananciales. Si se produce por muerte de uno de los cónyuges los herederos reciben su parte sobre la
mitad de los gananciales que hubiese correspondido al causante. Si todos los interesados son
plenamente capaces, se aplica el convenio libremente acordado”

La partición de los gananciales en mitades puede ser modificada convencionalmente en el


procedimiento de liquidación, siempre que no concurra un vicio de la voluntad, y teniendo en cuenta
que la existencia de una “ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación”
entre las partes haría presumir el vicio de lesión (Art. 332).

Todo convenio sobre la partición anterior a la extinción de la comunidad carece de validez.

El art. 500 remite, en cuanto a la forma de la partición, a la partición de herencias, lo cual implica la
aplicación de varios principios que rigen la partición hereditaria. Estos son:

a. Que cualquier interesado puede en todo tiempo solicitarla (Art. 2364 y 2365);
b. Puede acordarse la partición privada en caso de que las partes sean capaces y se encuentren
presentes (Art. 2369);
c. Debe ser necesariamente judicial en caso de que alguno de los cónyuges sea menor de edad,
en caso de que alguno se encuentre ausente, oposición de alguno de los acreedores o falta de
acuerdo (Art. 2371);
d. Esta admitida la partición parcial (Art. 2367).

En principio, los acreedores podrían oponerse a la partición en tanto no sean separados bienes
suficientes para atender a sus créditos (art. 2371).
Forma y procedimiento de la partición

a. Partición privada

El art. 2369 establece que cuando todos los coparticipes están presentes y son plenamente capaces
podrán acordar el modo de partir, norma de aplicación no sólo al caso en que la comunidad se disuelva
por muerte de uno de los esposos, sino cuando la disolución se produzca por alguna de las otras
causales y siempre que se cumplan las condiciones indicadas.

La norma no establece forma, podrá entonces realizarse en instrumento privado o escritura pública. Sí
en la partición existen bienes registrables, la escritura pública será indispensable para la inscripción en
los registros correspondientes.

El acuerdo sólo podrá realizarse una vez extinguida la comunidad. Sin perjuicio de ello, se ha
reconocido judicialmente un relativo efecto a tales convenios en cuanto contengan reconocimiento
del carácter propio o ganancial de algunos bienes, pero no como acuerdos de partición.

No pueden realizar partición privada los incapaces, con capacidad restringida o los ausentes.

En cuanto a las personas con capacidad restringida, entendemos que no podrán hacer partición
privada sólo en el caso de que la sentencia que les restringe sus facultades prevea expresamente que
no pueden realizarla.

Los acuerdos sólo serán oponibles a terceros a partir de la inscripción de la escritura de partición en
los registros correspondientes a los inmuebles u otros bienes registrables, o de la efectiva posesión en
caso de bienes no registrables.

b. Partición mixta

Los arts. 438 y 439 establecen que en el caso que el divorcio sea peticionado en forma bilateral, los
cónyuges deben acompañar un convenio regulador que, entre otros aspectos, puede contener
cuestiones relativas a la distribución de los bienes. Esto significa que los esposos agregarán un
instrumento privado donde acordarán sobre los aspectos relativos a los bienes que integran la
comunidad y su atribución.

c. Partición judicial

La partición judicial es necesaria cuando, conforme al art. 2371 del CCyCN, uno de los esposos o el
cónyuge supérstite (o uno de los herederos del causante) sean incapaces, con capacidad restringida o
estén ausentes; cuando un tercero con interés legítimo se opusiere a la partición privada, o en caso de
desacuerdo entre los interesados.

En el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, el art. 516 establece para la liquidación de
sociedades, incluida la conyugal, que el juez determinará si aplica al trámite las reglas del juicio
ordinario. Para proceder a la liquidación judicial, es necesario atravesar varias etapas:

1) Determinación de los bienes que integran la comunidad, mediante inventario y su calificación como
gananciales.

2) Incidencia de la eventual separación de hecho que hubiera precedido (art. 480, CCyCN).

3) Carga de las deudas existentes.

4) Determinación de las eventuales recompensas que pudieren corresponder.


5) Valuación de los bienes y ajuste de los eventuales créditos de los cónyuges.

6) La adjudicación en partes iguales a los cónyuges o a uno de éstos y sus herederos. sumario o
incidental de acuerdo con las circunstancias de la causa.

d. Atribución preferencial

El art. 499 del CCyCN, regula la atribución preferencial.

Existen casos donde uno de los cónyuges posee más interés en conservar algún bien que el otro, sea
por razones espirituales o económicas.

Así la norma permite que quien pretenda la atribución de la producción artística que hubiere creado
o los bienes que usa para el ejercicio de su profesión, un establecimiento comercial o la vivienda que
ocupa, solicitar le sea atribuida en forma preferencial compensando en dinero al otro las eventuales
diferencias que pudieran surgir.

El cónyuge que ha producido la creación cultural tiene derecho a conservarla en su patrimonio, no


debe olvidarse que también hay un derecho moral del autor a conservar la integridad de su obra.

Los bienes para el ejercicio profesional son exclusivo interés del cónyuge profesional y le deben ser
atribuidos.

Puede suceder que los cónyuges tengan un establecimiento de tipo comercial de carácter ganancial y
uno de ellos tenga interés en conservarlo sin partirlo o tal vez su división nos es conveniente por no
permitir a alguno de ellos permanecer en esa actividad. En estos casos cualquiera de los cónyuges
puede pedir que le sea asignado íntegramente, compensando con otros bienes.

Por último, uno de los cónyuges puede encontrarse cómodo en el último hogar conyugal o ser este
funcional al modo en que tiene organizadas sus actividades o las de los hijos, por ello la norma lo
incluye.

En principio la atribución preferencial podrá hacerse por acuerdo entre los esposos, a falta de acuerdo
el cónyuge que la pretenda deberá solicitarla al juez y la cuestión deberá sustanciarse.

Recompensas.

Las recompensas son créditos que forman parte de extinción de la comunidad, generados por el
incremento del patrimonio de uno de los cónyuges a costa de la comunidad o por el aumento del haber
ganancial en detrimento del patrimonio propio de uno de ellos.

El art. 491 del CCyCN, establece que la comunidad debe recompensa al cónyuge si se ha beneficiado
en detrimento del patrimonio propio, y el cónyuge a la comunidad si se ha beneficiado en detrimento
del haber de la comunidad.

a. Venta de un bien propio sin reinversión (Art. 491)

Todo lo que se hubiere consumido durante la vigencia de la comunidad se presume gastado en su


beneficio, pudiendo entonces el cónyuge que sufrió una reducción en su patrimonio reclamar en la
liquidación de la comunidad el valor del bien invertido, salvo que se demostrara que su precio se
conservó intacto, o se destinó al pago de obligaciones propias del titular
b. Pago de deudas a cargo de la comunidad con bienes de origen propio y viceversa (Arts. 489, 490)

El art. 489 del CCyCN, regula las cargas de la comunidad, esto significa que las obligaciones allí
enumeradas deben ser atendidas con fondos gananciales y de no ser así generarán un derecho de
recompensa.

El inc. a) establece la denominada “presunción de carga”, así toda obligación contraída por los
cónyuges durante la comunidad se presumirá a cargo de ésta.

El inc. b) establece como carga al sostenimiento del hogar, de los hijos comunes y de los que cada uno
tenga —nótese que no se exige que convivan con el grupo familiar— y los alimentos que cada uno está
obligado a dar sin distinción.

El inc. c) establece dos supuestos: el primero de ellos es el que uno de los cónyuges done a alguno de
los hijos comunes un bien ganancial estableciendo que dicha donación no generará recompensa; el
segundo supuesto es que el bien donado sea propio, caso en el cual la norma aplica la misma solución.

Por último, aparece la reparación y conservación de bienes propios y gananciales, que debe ser
atendida con bienes de ese último origen. Se trata de gastos para la conservación de la cosa, no
incluyendo supuestos de mejora de dichos bienes.

El art. 490 regula las denominadas “obligaciones personales” que deben ser atendidas con fondos
propios del cónyuge que se beneficia, y de ser pagadas con fondos gananciales generarán recompensa;
ellas son: las contraídas antes del comienzo de la comunidad, las que gravan las herencias y
donaciones, las contraídas para mejorar o adquirir bienes propios, las resultantes de garantías reales
o personales dadas a terceros y, las derivadas de la responsabilidad extracontractual o sanciones
legales.

c. Mejoras realizadas a bienes propios con fondos de origen ganancial y viceversa

Si se realizaron mejoras en un bien propio con fondos de origen ganancial, dichas mejoras seguirán la
calificación del bien al que acceden, pero existirá un derecho de recompensa a favor de la comunidad,
y viceversa (489, inc. c y 464 inc. c).

d. Utilidades capitalizadas

El art. 491, último párrafo, regula el supuesto en el cual las utilidades generadas por sociedades donde
alguno de los cónyuges tenga acciones de carácter propio sean capitalizadas, determinando que el
otro tendrá derecho a una recompensa por el mayor valor de esas acciones.

Se entiende por utilidad, en materia societaria, a la diferencia en más del patrimonio al inicio y al final
del ejercicio.

Monto y prueba de las recompensas

El art. 493, CCyCN, establece: “El monto de la recompensa es igual al menor de los valores que
representan la erogación y el provecho subsistente para el cónyuge o para la comunidad, al día de su
extinción, apreciados en valores constantes. Si de la erogación no derivó ningún beneficio, se toma en
cuenta el valor de aquélla”.

Entendemos que la alusión a “provecho subsistente” tiene que estar directamente relacionada con la
inversión objeto de la recompensa que se reclama y con independencia de los aumentos, pérdidas y
mejoras ajenas a las inversiones, ya que esas fluctuaciones afectan al dueño y no al acreedor de la
recompensa.
El criterio de valor subsistente suprime todo problema derivado de la depreciación o la revalorización
de la moneda.

En el supuesto de bienes adquiridos con la concurrencia de fondos propios y gananciales, las


soluciones en jurisprudencia han sido variadas; la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires ha
optado por el criterio de mantener la proporción: la recompensa debe ser igual al porcentaje que sobre
el valor del bien al tiempo de la disolución de la sociedad conyugal corresponda a la inversión ganancial
al tiempo de la adquisición.

Sobre los créditos por recompensas no se devengan intereses, pues al momento de su origen no había
crédito exigible, éste recién aparece con la extinción y liquidación de comunidad.

La carga de la prueba recae sobre el cónyuge (o, en caso de muerte, en sus herederos) que pretende
demostrar la existencia de un crédito a favor suyo respecto de la comunidad, o a favor de la comunidad
respecto del otro (Art. 492).

Valuación

El art. 494 del CCyCN, recepta el pacífico criterio de que los bienes que originan las recompensas deben
tasarse al momento de la liquidación, ya que entre la extinción de la comunidad y aquella puede
transcurrir un extenso lapso de tiempo durante el cual los valores de los bienes aumenten o bajen y
hasta desaparezcan, por lo cual tales variaciones no pueden ser dejadas de lado.

Se incorpora una pauta temporal para las valuaciones de los bienes objeto de recompensa,
estableciendo que, si bien la tasación será efectuada al momento de la partición, aquélla se deberá
realizar conforme el estado de los bienes al tiempo en que la comunidad se extinguió.

Partición Parcial. Supuestos de indivisión.

Podrá pedirse la partición parcial de los bienes que fueren susceptibles de ser partidos en forma actual
pudiendo diferirse para el caso de aquellos bienes que no resultaren divisibles inmediatamente,
conforme al art. 2367, CCyCN.

En igual sentido, en los casos en que la comunidad se extinga por muerte de uno de los esposos, no
podrán ser partidos aquellos bienes cuya indivisión haya sido dispuesta por el causante en los términos
de los arts. 2330, CCyCN, u oposición impuesta por el cónyuge 2332, CCyCN, o por un heredero art.
2333.

Tampoco el inmueble sobre el cual el cónyuge supérstite hiciere valer el derecho real gratuito y vitalicio
de habitación establecido en el art. 2383, CCyCN.

En principio, conforme al criterio predominante en doctrina y jurisprudencia, la afectación de un


inmueble al régimen de protección de la vivienda impide su partición en tanto no sea desafectado (art.
255, inc. a) lo excluiría del régimen ordinario de liquidación y partición de la comunidad.

Otro supuesto de indivisión parcial se encuentra previsto en el art. 443, CCyCN, que otorga a los
cónyuges a solicitar la atribución de la vivienda familiar, el derecho funciona a petición del interesado
y se fijan pautas orientativas para su concesión.

Medidas cautelares en la liquidación

La ley reconoce a los cónyuges la posibilidad de obtener medidas cautelares sobre los bienes comunes,
a fin de garantizar sus eventuales derechos en la liquidación de la comunidad. Esa posibilidad está, en
principio, ligada a la iniciación de juicio de divorcio.
La adopción de medidas se dirige a proteger la integridad del patrimonio conyugal y garantizar los
derechos que pudieran corresponderle al cónyuge en su liquidación, tanto en la partición de
gananciales como las eventuales recompensas.

Alcanzan, en primer lugar, a los bienes gananciales, hasta un 100% si se trata de bienes de capital, y en
un 50% cuando son muebles, títulos o valores. También pueden dirigirse sobre bienes propios, en tanto
sirvan para asegurar la percepción de créditos o recompensas a favor del solicitante, aunque en este
caso su admisión es más restrictiva.

En este caso, la prolongación de una medida que afecta al eventual demandado puede significar un
injusto perjuicio, si el solicitante dilata la iniciación de su acción principal. Por eso el art. 207, CCyCN,
dispone: “Se producirá la caducidad de pleno derecho de las medidas cautelares que se hubieren
ordenado y hecho efectivas antes del proceso, si tratándose de obligación exigible no se interpusiere
la demanda dentro de los diez días siguientes al de su traba...”.

Las condiciones genéricas de admisibilidad de las medidas cautelares se ven modificadas en las
relativas a la separación de bienes entre cónyuges.

La verosimilitud del derecho se considera acreditada con la sola presentación de la partida de


matrimonio. No es necesario demostrar “peligro en la demora”, porque la sola promoción del divorcio,
o separación de bienes hace presumirlo. En cambio, es necesario justificarlo si el pedido de medidas
cautelares se hace antes de la promoción del juicio principal.

La doctrina y jurisprudencia coinciden en que, tratándose de medidas dirigidas a resguardar los


derechos en la liquidación de sociedad conyugal, no es necesaria la contracautela. Se la ha requerido,
excepcionalmente, cuando las medidas solicitadas podían afectar derechos de terceros.

La acción de fraude

El fraude es una operación o maniobra realizada por uno de los cónyuges para perjudicar al otro en la
futura liquidación de la comunidad.

Se regula específicamente el fraude entre cónyuges en el art. 473, ubicado en la sección de gestión de
la comunidad. Su objeto es evitar los actos que pretendan la defraudación de alguno de los cónyuges.

Es útil para impedir que uno de los cónyuges sustraiga de la masa de gananciales determinados bienes,
disponiendo su enajenación, mediante un acto real, o aparentándola, a través de un acto simulado, o
valiéndose de las normas de las sociedades, e impida de este modo que a la extinción de la comunidad
su consorte reciba la mitad de los gananciales.

No sólo se preserva la integralidad del patrimonio ganancial: busca también evitar que se defrauden
los derechos protegidos por el régimen primario de bienes, entre ellos el derecho a la vivienda familiar
y el deber de contribución.

El cónyuge perjudicado puede dirigir la acción exclusivamente contra el cónyuge que realizó el fraude,
en cuyo caso no podrá obtener la revocación o nulidad del acto, pero sí, en caso de proceder su
demanda, el reconocimiento de su derecho a incluir el valor sustraído en la liquidación de la
comunidad, e imputarlo en la partición a la parte del disponente.

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