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Diego: (mientras repara las cadenillas) ¿Cómo va todo, Sara? Hoy el sol brilla con fuerza.
Sara: (sonríe) Sí, Diego, todo bien. Gracias por tu ayuda con la barca.
Sara: (suspira) Sí, lo vi. Siempre está ocupado con sus asuntos.
Diego: Daniel es un hombre peculiar, ¿verdad? ¿Alguna vez te ha contado algo sobre su pasado?
Sara: (frunce el ceño) Mi padre no es de los que comparten sus pensamientos. Prefiere guardar secretos.
Diego: (asiente) Bueno, cada uno tiene sus razones. Pero, ¿cómo te sientes viviendo bajo su techo?
Sara: (duda) No exactamente un secreto, pero hay algo que él no entendería. He conocido a alguien,
alguien que no comparte nuestra religión.
Sara: No lo sé. Pero estoy dispuesta a enfrentar las consecuencias. No dejaré que nadie dicte mi corazón.
(Los días pasan y Daniel descubre la relación de Sara. Decide investigar y encuentra el lugar de
encuentro. Sara, prevenida, se apresura a la orilla del río con el barquero.)
Daniel: (furioso) ¡Sara, no puedes seguir con esto! ¡Estás manchando nuestra sangre!
Sara: (decidida) No permitiré que decidas por mí, padre. Mi amor no entiende de religiones.
(Daniel, junto a otros hombres, lleva a Sara a las ruinas de una iglesia abandonada. Sara se da cuenta de
que es su propio padre quien lidera la persecución.)
Daniel: (frío) Estoy protegiendo nuestra pureza. No permitiré que te entregues a un cristiano.
(Los hombres llevan a Sara hacia una fogata con una cruz y una corona de zarzales.)
Sara: (luchando contra las lágrimas) ¿Es este el amor que profesas, padre? No quiero ser parte de esto.
Sara: (firme) Y tú ya no eres mi padre. He encontrado otro que me enseña el verdadero amor.
Arzobispo: (maravillado) Una flor tan única. Llamémosla rosa de pasión por la historia que encierra.