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MOSAICO 76

Isomorfismos entre sistemas


humanos y sistemas estelares.
Adrián Hinojosa,
Manuel Linares
y Juan Luis Linares1.

1
I lustración: Bruna Linares.
Colaboración: Clara Linares
y Joan Linares.

Palabras clave.
Isomorfismos,
Sistemas humanos,
Estrellas Binarias,
Metáforas,
Intervención.

“Así en la tierra como en el cielo” Lucas 11 – 2.

Resumen.
Terapeutas sistémicos y un astrofísico identifican similitudes entre las estrellas binarias
y las personas. Estas similitudes no sólo resultan curiosas y atractivas, sino que
se convierten en una fuente de información muy precisa para la construcción de
metáforas de intervención. Los detalles de dichas conexiones se desarrollan en el texto.
Buscar las conexiones entre dos sistemas es una de las labores más frecuentes
y enriquecedoras que desarrollan los pensadores sistémicos.
Realizar ese ejercicio permite comprender un poco más sobre lo complejo de
la realidad y, además, a nivel terapéutico, permite idear formas de intervención.
Muchas veces, para construir estos puentes conceptuales, se usan metáforas
en todas sus variantes y formas posibles, sin que sea necesaria una investigación
prolija. Basta con un poco de criterio profesional e inventiva por parte del terapeuta.
Pero pueden existir algunos temas, como es el caso que aquí nos ocupa, sobre
los que valga la pena profundizar.

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Isomorfismos entre sistemas humanos y sistemas estelares.

Este artículo trata sobre los isomorfismos entre algunas relaciones humanas y
algunos fenómenos conocidos en el campo de la astrofísica de las estrellas bi-
narias. Esta vinculación no se realizará bajo ningún punto de vista esotérico. No
haremos predicciones, no presentaremos soluciones mágicas, no le diremos a
Tauro o Acuario cuál es su número de la suerte, no indicaremos para cuál o tal
signo será una semana favorable, ni de qué debe precaverse cada quién.
Dicho de modo sencillo, buscamos que, a través de la mirada sistémica, se
identifiquen algunos puntos en común entre los sistemas humanos y los siste-
mas estelares. Para ello, nos valdremos de la metáfora como gran puente con-
ceptual que nos permite muchas veces conectar escenas y elementos que en
apariencia son muy diferentes. Realizar esta búsqueda de conexión entre dife-
rentes áreas del conocimiento, y pretender que las ciencias humanas/sociales
se nutran de los conocimientos de las ciencias de la naturaleza es una antigua
tradición del modelo sistémico.
Se trabajará sobre isomorfismos, no en su acepción matemática, sino referi-
dos al concepto desarrollado arduamente en la epistemología sistémica. El tér-
mino isomorfismo se refiere a las equivalencias posibles entre estructuras (o sis-
temas) diferentes. No debe confundirse con “igualdad”, los isomorfismos no se
dan en las coincidencias exactas, sino que se trata de los puntos de conexión
posibles que surgen al superponerse dos estructuras complejas. La clave es
pensar en equivalencias, donde hay variaciones, pero se conserva la estructura.
(Simon, Stierlin, Wynne, 1997)
Se mostrarán algunos isomorfismos entre humanos y estrellas a los que he-
mos abordado, todo ello con el fin de evidenciar conexiones posibles entre la
Psicología y la Astrofísica. Esto se puede considerar como un paso más, de los
tantos que hemos dado dentro del modelo sistémico, para complejizar el pensa-
miento lineal y alcanzar el pensamiento circular.

Sobre la importación de conocimientos científicos.

La conexión entre el modelo sistémico y las ciencias duras se registra desde los
primeros momentos en que nacimos como corriente de pensamiento, e incluso
hemos validado muchas de nuestras posturas y premisas a partir de analogías
con sus postulados.
Todos nosotros nos hemos visto en clases escuchando/mencionando el princi-
pio de incertidumbre de Heisenberg y su correspondencia con la cibernética de
2º orden, ya que, entre otras cosas, ambas mencionan que el entorno y el obje-
to/sujeto a observar se alteran por el proceso de observación, haciendo que sea
imposible conocer todas las virtudes y características del objeto/sujeto simultá-
neamente y con precisión.
Utilizamos la explicación del gato de Schrödinger para graficar cómo el mun-
do cuántico y los sistemas humanos coinciden en ser desconcertantes, y que

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sólo definimos la realidad, una por vez, pero que esto no significa que sea la
única posible. Esto representa un verdadero desafío para la comprensión de
problemas complejos si sólo poseemos el pensamiento binario, ya que, pese a
nuestros esfuerzos, todavía resulta difícil convivir con la idea de que algo/alguien
pueda ser y no ser a la vez.
Echamos mano a la teoría de la relatividad de Einstein para dar mayor peso a
nuestro criterio de que cada miembro de la familia atraviesa diferentes vivencias
aun compartiendo el mismo tiempo y espacio, ya que estas variables no son ab-
solutas ni iguales para todos. Y en la teoría del Caos encontramos un fundamen-
to para lidiar con la idea de que el desorden es el orden natural de los sistemas,
y que estos últimos deben trabajar a diario para que la fuerza de la entropía no
produzca un cisma.
Así también la teoría general de los sistemas nos ha servido como plataforma
teórica para comprender a los sistemas humanos y destacar algunas de sus pro-
piedades. Por ejemplo, con el principio de equifinalidad, intentamos compren-
der que a un mismo lugar/conclusión se puede llegar por diversos caminos y
que un mismo camino no llega necesariamente siempre al mismo lugar.
Pero no sólo eso, una gran parte de nuestros glosario y pensamientos son im-
portaciones de las ciencias naturales. Cuando hablamos de entropía, neguen-
tropía, reverberancias y resiliencia, lo hacemos desde una versión psicológica
para aplicarla a nuestra área de trabajo. Pero los ejemplos no quedan ahí; si re-
visamos en el historial académico observamos que el modelo sistémico se ha
nutrido de personajes e ideas que nos han inspirado, por ejemplo: Von Berta-
lanffy, Maturana y Varela eran biólogos, Prygogine era químico, Von Foerster
era cibernético y Weakland era ingeniero. Muchos de ellos han participado en
congresos sistémicos, y adoptamos sus postulados como marcos teóricos para
nuestro quehacer profesional.
Estos son algunos ejemplos de cómo se ha visto nutrida nuestra disciplina de
otras ciencias que en apariencia son distantes e incompatibles. Y para sumar
datos a la evidente búsqueda de isomorfismos, tenemos el emblemático ejem-
plo de William Doherty, que en 1986 escribió para Family Process un artículo
titulado “Quantums, Quarks y Familias: Implicaciones de la Física Cuántica pa-
ra la Investigación Familiar”. Con él nos recordó la existencia de un hilo lógico
entre “ellos y nosotros”.
Sin embargo, no quisiéramos que estos pasajes de información tan técnicos
y específicos nublen el objetivo central que se tiene entre manos, que es pro-
ducir herramientas de trabajo para los espacios terapéuticos. Específicamente
hablamos de construir metáforas, sólo que esta vez no están inspiradas en la
inventiva espontánea de los terapeutas, sino que se ha recurrido a información
académica de otras áreas.
El construir isomorfismos entre la tierra y el cielo (o entre humanos y estre-
llas), ofrece metáforas de intervención útiles para arrojar nuevas lecturas sobre
viejos problemas familiares, y quizá argumentar que lo que le está ocurriendo

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Isomorfismos entre sistemas humanos y sistemas estelares.

a una familia no es algo tan loco e imposible, sino que incluso algo “parecido”
está ocurriendo entre algunas estrellas que se encuentran a años luz de distan-
cia de sus hogares.

Una de las frases más populares de la astrofísica moderna tiene una clara
conexión con uno de los escritos más populares del cristianismo. Carl Sagan
en su famosa serie Cosmos decía: “El cosmos está también dentro de noso-
tros. Estamos hechos del mismo material que las estrellas” (Sagan, Oyster
& Malone, 1980). La biología hace algunos años nos ha confirmado que es-
tamos hechos en gran medida a base de oxígeno, carbono, hidrógeno y ni-
trógeno. Pero los astrofísicos nos cuentan que estos elementos, hidrógeno
aparte, se sintetizan en el interior de las estrellas, en reacciones nucleares
que tienen lugar durante sus largas vidas o sus cortas y explosivas muertes.
Por lo que podemos afirmar que estamos hechos de estrellas y somos parte
de este universo en un nivel mucho más profundo del que creíamos.

Las estrellas binarias y las teorías sistémicas.

Durante siglos la astronomía y la astrofísica se han dedicado al estudio de siste-


mas conocidos como estrellas binarias (Hilditch 2001). Estos sistemas se con-
forman por dos estrellas ligadas por la fuerza gravitatoria que las atrae, orbitan-
do alrededor de un centro de masas común. En ocasiones nacen juntas y se
las puede considerar como hermanas mellizas, mientras que en otras ocasiones
dos estrellas solitarias cruzan sus caminos y comienzan una historia juntas, co-
mo si fueran una pareja.
Cuando se trabaja con sistemas humanos, es frecuente que en la etapa diag-
nóstica se busque conocer la distancia existente entre los miembros, y el mo-
delo sistémico ha creado categorías diagnósticas para ello, entendiendo las re-
laciones como: funcionales, desligadas y aglutinadas. Y, sin que los sistémicos
estuvieran enterados, los astrofísicos usan desde hace décadas una clasifica-
ción similar de las estrellas binarias. Aunque, con otras intenciones de traba-
jo, ellos las clasifican cómo semidesconectadas, desconectadas, y de contacto
(Kopal 1955).
Si la separación orbital entre las estrellas es mucha, y la órbita en la que incur-
siona cada una es muy amplia, las estrellas estarán muy lejos entre sí y no ha-
brá transferencia de materia: es el caso de las estrellas binarias desconectadas.
Esta descripción es una historia frecuente para los sistémicos y nos recuerda a
algunas familias que tienen una marcada distancia entre sus miembros y don-
de existe poco contacto e intercambio. En clave diagnóstica, familias desligadas
(Minuchin, 2001; Serebrinsky & Rodríguez, 2014).

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En las estrellas binarias semidesconectadas existen muchos tipos posibles


(binarias cataclísmicas, polares intermedias, binarias de rayos X y un largo et-
cétera). Watzlawick, Beavin y Jackson (1967) nos hablaban en sus axiomas de
la comunicación sobre las posiciones simétricas y complementarias que pue-
den adquirir las relaciones humanas. Pues el mismo guión opera en las estrellas
binarias semidesconectadas. Algunos de estos sistemas están compuestos por
dos estrellas muy semejantes en cuanto a su masa, a las que podríamos llamar
simétricas, y otros sistemas están compuestos por dos estrellas diferentes, que
podríamos llamar complementarias, ya que una de las dos posee mayor masa.
Para los astrofísicos la estrella más masiva suele ser la primaria (complementa-
ria up) y su compañera es la estrella secundaria (complementaria down).
En algunos casos la protagonista o primaria es una estrella de neutrones, tam-
bién conocida como púlsar (Hewish, Bell, et al. 1968). El púlsar actúa como un
faro cósmico y capta la atención con mayor facilidad, pero su actividad puede
ser tan intensa que sus proyecciones radioactivas impactan a su compañera re-
duciéndola hasta destruirla. Esto también es conocido como irradiación y es im-
portante en un tipo de pulsares binarios llamado “viuda negra” (Fruchter et al.
1988). Salvando las diferencias, algo parecido ocurre con algunas dinámicas de
parejas bajo el signo de la complementariedad rígida.
Otra posibilidad es que el púlsar (a esta altura, y con ojos psicológicos, un po-
co narcisista) consuma a su compañera, no por impacto esta vez, sino por trans-
ferencia de masa, en un proceso conocido en astrofísica como acreción. Cuan-
do el púlsar capta la masa de su compañera, irá desmembrándola lentamente
y gracias a eso brillará aún más, aumentará su masa, rotará cada vez más rápi-
do y emitirá mayor radiación, volviéndose aún más protagonista. Esto ocurre en
las llamadas binarias de rayos X de baja masa (Wijnands & van der Klis 1998).
En la casuística sistémica esta descripción es aplicable a muchos escenarios
humanos. Como aquellas dinámicas violentas de pareja, donde uno de los dos
ejerce sobre el otro presiones y demandas. En el mundo organizacional encon-
tramos dinámicas de jefes tiranos que incrementan su dominio a costa de sus
seguidores. Y, como gran ejemplo, encontramos en la bibliografía de la Escuela
de Milán la relación existente entre el hermano psicótico y el hermano prestigio-
so, donde este último brilla a expensas de su hermano enfermo (Selvini-Palaz-
zoli, Selvini, Cirillo, Sorrentino, 1990).
También puede ocurrir que la estrella secundaria (complementaria down),
debido al impacto energético y la influencia del pulsar, termine siendo acretada
encima del pulsar por un proceso denominado canibalismo. En estos casos la
estrella secundaria es conocida como donante y lo será hasta que quede con-
vertida en añicos. Con esta descripción podemos recordar los escritos de Perro-
ne y Nannini (1997), cuando describen que, en términos familiares, una de las
dinámicas violentas de peor pronóstico es la que ocurre en las parejas con una
organización complementaria rígida, ya que quien ocupe la posición down irá
perdiendo progresivamente libertad e integridad.

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Nos queda nombrar a las estrellas binarias de contacto tipo W UMa, también
conocidas como cacahuetes, por ser de apariencia similar al fruto. Estas estre-
llas binarias evocan a las familias/parejas aglutinadas con tintes fusionales. En
esta modalidad, las estrellas se encuentran materialmente conectadas en un
punto, como si fueran hermanas siamesas, y orbitan conservando esta forma.
Sobre esta descripción, en el mundo sistémico tenemos el concepto de pseu-
domutualidad de Lyman Wynne (1970, 1978), quien lo ha aplicado en la com-
prensión de las dinámicas familiares de pacientes con esquizofrenia. Sobre ellas
indica que la familia se comporta como una masa unida e indiferenciada, y, en
lugar de como miembros individuados, se conducen como si fueran la misma
unidad. Cabe recordar que también contamos con la denominación de familias
aglutinadas, para hablar de los comportamientos simbióticos que pueden expre-
sar algunas familias.

Pese a que los intereses que persiguen la Astrofísica y la Psicología son di-
ferentes, y las leyes que las rigen son radicalmente distintas, es sorprenden-
te lo sencillo que resulta encontrar coincidencias a la hora de entender los
modos en que se relacionan los sistemas humanos y los sistemas de estre-
llas binarias.

Más isomorfismos entre humanos y estrellas.

Desde que se ha impuesto el concepto de homeostasis familiar (Jackson, 1957,


1965) sabemos que la salida de uno de los miembros del sistema suele ser un
asunto dramático. Los terapeutas recibimos consultas que dan cuenta de este
tipo de situaciones, como un familiar que se ha suicidado, una pareja que se se-
para, hijos que se van en malos términos del hogar, incidentes que se cobran la
vida de alguien, algún miembro que ha sido desterrado de la familia por cometer
alguna infracción a las normas, entre otras cosas. Las separaciones y rupturas
también ocurren en las estrellas binarias.
En un dúo de estrellas puede ocurrir que una de ellas posea suficiente masa
como para explotar por su propia cuenta, cuando acaba el combustible nuclear
en su centro. Cuando esto ocurra lo hará como una supernova, afectando direc-
tamente a su compañera. Esta última será alcanzada por la explosión y podrá
salir disparada del sistema.
La estrella que acaba de explotar ya no será una estrella común, y se conver-
tirá en una estrella de neutrones (púlsar) o en un agujero negro. En algunos ca-
sos, el sistema binario llegará a su fin en ese mismo momento, mientras que en
otros se mantendrá unido pese a la crisis que enfrenta, pero comenzará el pro-
ceso de acreción que se mencionó anteriormente.

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Dentro de la categoría de “separaciones dramáticas”, existe una secuencia


entre dos estrellas simétricas que capta nuestra atención con mayor fuerza:
puede ocurrir que en el camino del sistema binario se cruce un púlsar solitario
que circulaba por la zona y se sume al dúo. Esto provoca que la danza entre dos
estrellas se convierta en una disputa entre tres elementos.
La interacción que sostenía el sistema binario original se ve comprometida y
alterada, ya que existe una nueva estrella en el campo, esto significa que hay
nuevos asuntos con los que lidiar y la historia cambia por completo. Esta situa-
ción es denominada en astrofísica como stellar encounter (encuentro estelar;
Heggie 1975). ¿Qué puede ocurrir con este dúo devenido trío? Hay por lo menos
cuatro posibilidades, sobre las que nos hemos encargado de hacer la referencia
a las situaciones humanas posibles al final de cada desarrollo:
A. Debido al encuentro, una de las estrellas originales escapará del sistema
(encuentro de intercambio). De ser así recibirá el nombre de estrella fugiti-
va, dejando a su antigua compañera el terreno libre para que se ligue con
el púlsar invasor. La estrella original que no fue atraída irá perdiendo su
lugar en el sistema binario, pero su antigua compañera seguirá una nueva
trayectoria con el nuevo y flamante pulsar ¿Qué pasará con la estrella que
ahora se ha convertido en una solitaria? Dadas las condiciones, podría ex-
plotar para convertirse en un agujero negro.

B. E
 l púlsar sigue su camino después de perturbar a la pareja. El sistema bi-
nario gana o pierde energía debido al paso del tercer cuerpo, pero sigue
ligado gravitatoriamente (encuentro de excitación/des-excitación). Este ca-
so nos recuerda a parejas que sobreviven después de una infidelidad,
quedando más o menos ligadas que antes del encuentro.

C. T
 ambién puede darse el caso en el que el púlsar pase de largo después de
interaccionar con la binaria, pero que la binaria se rompa como resultado
de dicha interacción (ionización). Este tipo de encuentro estelar es remi-
niscente del divorcio o ruptura inducido por una tercera persona, aunque
ésta sólo actúe como desencadenante, como un amante ocasional tal vez.

D. P
 or último, si las energías de la binaria y el púlsar entran en resonancia
el encuentro puede acabar en un trio feliz, formándose un sistema estelar
triple (encuentro resonante). Aunque son mucho menos frecuentes, todos
hemos oído alguna vez historias de sistemas humanos parecidos, aquellos
casos en donde tres no son multitud.

Lo propio ahora es encaminar este material hacia lo pragmático, y esto puede


hacerse a través de un caso terapéutico que se ha trabajado tiempo atrás. Ca-
be destacar que el caso no es actual y se encuentra resuelto. Sin embargo, en
retrospectiva, y a la luz de las metáforas antes mencionadas, el mismo resulta

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Isomorfismos entre sistemas humanos y sistemas estelares.

idóneo para reflejar las ideas sobre humanos y estrellas. No será necesario en-
trar en detalles clínicos y diagnósticos al respecto, pues no es allí donde se de-
sea colocar el acento, sino más bien en la historia que ha motivado el pedido de
asistencia terapéutica.
Si se debiera volver a empezar el caso desde cero, seguramente se escribiría
un poco de las siguientes líneas en una carta terapéutica para los consultan-
tes, de un modo que favoreciera las ideas del equipo sobre la situación que se
plantea.

Joaquín y Mabel llevaban 15 años casados y, aunque ambos sabían que co-
mo pareja no se encontraban a gusto, el temor a la separación y a la soledad
era más fuerte que la incomodidad y la desconexión del día a día. Tuvieron
una buena época como pareja antes de tener a sus tres hijos, y, frente a las
crisis, solían aferrarse al recuerdo de lo que fueron para llevar mejor el dolor
de lo que estaba ocurriendo en la pareja. Joaquín había trabajado toda su
vida de cerrajero y, aunque había intentado especializarse en mecánica au-
tomotriz, nunca logró alcanzar su objetivo. Mabel era directora de un colegio
y, con mucho empeño, a sus jóvenes 40 años había logrado una respetable
posición académica.
Todo transcurría con aburrida normalidad hasta el buen día en que ingresó
el nuevo profesor de Historia a la escuela de Mabel. Era más joven que ella,
pero con más títulos a cuestas, habiéndose dedicado al ámbito universita-
rio, aunque, por vocación, quiso prestar servicios en una escuela secunda-
ria. Entre idas y venidas, infidelidades y mentiras, Mabel fue construyendo
una nueva pareja con este profesor mientras aún convivía con Joaquín, con
el que no definía aún su separación, y, aunque al cabo de un tiempo, este
último sabía todo lo que estaba haciendo su esposa, se sentía incapaz de
afrontar la situación y producir un cambio.
Cuando la nueva relación de Mabel con el profesor de Historia creció lo sufi-
ciente, ella decidió tomar un nuevo rumbo, pidiendo el divorcio y mudándo-
se de la casa donde vivía con Joaquín. Seis meses después de eso, Joaquín
llegó al despacho de un terapeuta con un diagnóstico de depresión debajo
del brazo, lo que también podríamos llamar un agujero negro dentro del pe-
cho.

La analogía y la conexión entre la terrenal historia de Joaquín y Mabel y el deno-


minado exchange encounter (tipo A), que se produce en las estrellas binarias,
se observa fácilmente. Claro está que no somos estrellas y nuestras decisiones
de vida no se determinan por fuerzas gravitatorias o reacciones nucleares. Tam-
bién debemos recordar que nuestra humanidad es caprichosa, impredecible y
potencialmente frustrante.

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Creemos que es interesante que la Psicología y la Astrofísica se encuentren en


estos razonamientos, aunque por el momento sea sólo de manera lúdica y cu-
riosa. Puede ser conmovedor (y hasta tranquilizador) para la humanidad saber
que muchos de nuestros comportamientos tienen un equivalente más allá de la
estratosfera, y que nuestras conductas no son tan únicas, irrepetibles o locas.
Dicho esto, pongamos punto final a esta catarata de razonamientos académi-
cos, recordando las palabras de Hermes Trismegisto: “Como es arriba es abajo,
como es abajo es arriba”.

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