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I lustración: Bruna Linares.
Colaboración: Clara Linares
y Joan Linares.
Palabras clave.
Isomorfismos,
Sistemas humanos,
Estrellas Binarias,
Metáforas,
Intervención.
Resumen.
Terapeutas sistémicos y un astrofísico identifican similitudes entre las estrellas binarias
y las personas. Estas similitudes no sólo resultan curiosas y atractivas, sino que
se convierten en una fuente de información muy precisa para la construcción de
metáforas de intervención. Los detalles de dichas conexiones se desarrollan en el texto.
Buscar las conexiones entre dos sistemas es una de las labores más frecuentes
y enriquecedoras que desarrollan los pensadores sistémicos.
Realizar ese ejercicio permite comprender un poco más sobre lo complejo de
la realidad y, además, a nivel terapéutico, permite idear formas de intervención.
Muchas veces, para construir estos puentes conceptuales, se usan metáforas
en todas sus variantes y formas posibles, sin que sea necesaria una investigación
prolija. Basta con un poco de criterio profesional e inventiva por parte del terapeuta.
Pero pueden existir algunos temas, como es el caso que aquí nos ocupa, sobre
los que valga la pena profundizar.
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Isomorfismos entre sistemas humanos y sistemas estelares.
Este artículo trata sobre los isomorfismos entre algunas relaciones humanas y
algunos fenómenos conocidos en el campo de la astrofísica de las estrellas bi-
narias. Esta vinculación no se realizará bajo ningún punto de vista esotérico. No
haremos predicciones, no presentaremos soluciones mágicas, no le diremos a
Tauro o Acuario cuál es su número de la suerte, no indicaremos para cuál o tal
signo será una semana favorable, ni de qué debe precaverse cada quién.
Dicho de modo sencillo, buscamos que, a través de la mirada sistémica, se
identifiquen algunos puntos en común entre los sistemas humanos y los siste-
mas estelares. Para ello, nos valdremos de la metáfora como gran puente con-
ceptual que nos permite muchas veces conectar escenas y elementos que en
apariencia son muy diferentes. Realizar esta búsqueda de conexión entre dife-
rentes áreas del conocimiento, y pretender que las ciencias humanas/sociales
se nutran de los conocimientos de las ciencias de la naturaleza es una antigua
tradición del modelo sistémico.
Se trabajará sobre isomorfismos, no en su acepción matemática, sino referi-
dos al concepto desarrollado arduamente en la epistemología sistémica. El tér-
mino isomorfismo se refiere a las equivalencias posibles entre estructuras (o sis-
temas) diferentes. No debe confundirse con “igualdad”, los isomorfismos no se
dan en las coincidencias exactas, sino que se trata de los puntos de conexión
posibles que surgen al superponerse dos estructuras complejas. La clave es
pensar en equivalencias, donde hay variaciones, pero se conserva la estructura.
(Simon, Stierlin, Wynne, 1997)
Se mostrarán algunos isomorfismos entre humanos y estrellas a los que he-
mos abordado, todo ello con el fin de evidenciar conexiones posibles entre la
Psicología y la Astrofísica. Esto se puede considerar como un paso más, de los
tantos que hemos dado dentro del modelo sistémico, para complejizar el pensa-
miento lineal y alcanzar el pensamiento circular.
La conexión entre el modelo sistémico y las ciencias duras se registra desde los
primeros momentos en que nacimos como corriente de pensamiento, e incluso
hemos validado muchas de nuestras posturas y premisas a partir de analogías
con sus postulados.
Todos nosotros nos hemos visto en clases escuchando/mencionando el princi-
pio de incertidumbre de Heisenberg y su correspondencia con la cibernética de
2º orden, ya que, entre otras cosas, ambas mencionan que el entorno y el obje-
to/sujeto a observar se alteran por el proceso de observación, haciendo que sea
imposible conocer todas las virtudes y características del objeto/sujeto simultá-
neamente y con precisión.
Utilizamos la explicación del gato de Schrödinger para graficar cómo el mun-
do cuántico y los sistemas humanos coinciden en ser desconcertantes, y que
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sólo definimos la realidad, una por vez, pero que esto no significa que sea la
única posible. Esto representa un verdadero desafío para la comprensión de
problemas complejos si sólo poseemos el pensamiento binario, ya que, pese a
nuestros esfuerzos, todavía resulta difícil convivir con la idea de que algo/alguien
pueda ser y no ser a la vez.
Echamos mano a la teoría de la relatividad de Einstein para dar mayor peso a
nuestro criterio de que cada miembro de la familia atraviesa diferentes vivencias
aun compartiendo el mismo tiempo y espacio, ya que estas variables no son ab-
solutas ni iguales para todos. Y en la teoría del Caos encontramos un fundamen-
to para lidiar con la idea de que el desorden es el orden natural de los sistemas,
y que estos últimos deben trabajar a diario para que la fuerza de la entropía no
produzca un cisma.
Así también la teoría general de los sistemas nos ha servido como plataforma
teórica para comprender a los sistemas humanos y destacar algunas de sus pro-
piedades. Por ejemplo, con el principio de equifinalidad, intentamos compren-
der que a un mismo lugar/conclusión se puede llegar por diversos caminos y
que un mismo camino no llega necesariamente siempre al mismo lugar.
Pero no sólo eso, una gran parte de nuestros glosario y pensamientos son im-
portaciones de las ciencias naturales. Cuando hablamos de entropía, neguen-
tropía, reverberancias y resiliencia, lo hacemos desde una versión psicológica
para aplicarla a nuestra área de trabajo. Pero los ejemplos no quedan ahí; si re-
visamos en el historial académico observamos que el modelo sistémico se ha
nutrido de personajes e ideas que nos han inspirado, por ejemplo: Von Berta-
lanffy, Maturana y Varela eran biólogos, Prygogine era químico, Von Foerster
era cibernético y Weakland era ingeniero. Muchos de ellos han participado en
congresos sistémicos, y adoptamos sus postulados como marcos teóricos para
nuestro quehacer profesional.
Estos son algunos ejemplos de cómo se ha visto nutrida nuestra disciplina de
otras ciencias que en apariencia son distantes e incompatibles. Y para sumar
datos a la evidente búsqueda de isomorfismos, tenemos el emblemático ejem-
plo de William Doherty, que en 1986 escribió para Family Process un artículo
titulado “Quantums, Quarks y Familias: Implicaciones de la Física Cuántica pa-
ra la Investigación Familiar”. Con él nos recordó la existencia de un hilo lógico
entre “ellos y nosotros”.
Sin embargo, no quisiéramos que estos pasajes de información tan técnicos
y específicos nublen el objetivo central que se tiene entre manos, que es pro-
ducir herramientas de trabajo para los espacios terapéuticos. Específicamente
hablamos de construir metáforas, sólo que esta vez no están inspiradas en la
inventiva espontánea de los terapeutas, sino que se ha recurrido a información
académica de otras áreas.
El construir isomorfismos entre la tierra y el cielo (o entre humanos y estre-
llas), ofrece metáforas de intervención útiles para arrojar nuevas lecturas sobre
viejos problemas familiares, y quizá argumentar que lo que le está ocurriendo
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Isomorfismos entre sistemas humanos y sistemas estelares.
a una familia no es algo tan loco e imposible, sino que incluso algo “parecido”
está ocurriendo entre algunas estrellas que se encuentran a años luz de distan-
cia de sus hogares.
Una de las frases más populares de la astrofísica moderna tiene una clara
conexión con uno de los escritos más populares del cristianismo. Carl Sagan
en su famosa serie Cosmos decía: “El cosmos está también dentro de noso-
tros. Estamos hechos del mismo material que las estrellas” (Sagan, Oyster
& Malone, 1980). La biología hace algunos años nos ha confirmado que es-
tamos hechos en gran medida a base de oxígeno, carbono, hidrógeno y ni-
trógeno. Pero los astrofísicos nos cuentan que estos elementos, hidrógeno
aparte, se sintetizan en el interior de las estrellas, en reacciones nucleares
que tienen lugar durante sus largas vidas o sus cortas y explosivas muertes.
Por lo que podemos afirmar que estamos hechos de estrellas y somos parte
de este universo en un nivel mucho más profundo del que creíamos.
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Isomorfismos entre sistemas humanos y sistemas estelares.
Nos queda nombrar a las estrellas binarias de contacto tipo W UMa, también
conocidas como cacahuetes, por ser de apariencia similar al fruto. Estas estre-
llas binarias evocan a las familias/parejas aglutinadas con tintes fusionales. En
esta modalidad, las estrellas se encuentran materialmente conectadas en un
punto, como si fueran hermanas siamesas, y orbitan conservando esta forma.
Sobre esta descripción, en el mundo sistémico tenemos el concepto de pseu-
domutualidad de Lyman Wynne (1970, 1978), quien lo ha aplicado en la com-
prensión de las dinámicas familiares de pacientes con esquizofrenia. Sobre ellas
indica que la familia se comporta como una masa unida e indiferenciada, y, en
lugar de como miembros individuados, se conducen como si fueran la misma
unidad. Cabe recordar que también contamos con la denominación de familias
aglutinadas, para hablar de los comportamientos simbióticos que pueden expre-
sar algunas familias.
Pese a que los intereses que persiguen la Astrofísica y la Psicología son di-
ferentes, y las leyes que las rigen son radicalmente distintas, es sorprenden-
te lo sencillo que resulta encontrar coincidencias a la hora de entender los
modos en que se relacionan los sistemas humanos y los sistemas de estre-
llas binarias.
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B. E
l púlsar sigue su camino después de perturbar a la pareja. El sistema bi-
nario gana o pierde energía debido al paso del tercer cuerpo, pero sigue
ligado gravitatoriamente (encuentro de excitación/des-excitación). Este ca-
so nos recuerda a parejas que sobreviven después de una infidelidad,
quedando más o menos ligadas que antes del encuentro.
C. T
ambién puede darse el caso en el que el púlsar pase de largo después de
interaccionar con la binaria, pero que la binaria se rompa como resultado
de dicha interacción (ionización). Este tipo de encuentro estelar es remi-
niscente del divorcio o ruptura inducido por una tercera persona, aunque
ésta sólo actúe como desencadenante, como un amante ocasional tal vez.
D. P
or último, si las energías de la binaria y el púlsar entran en resonancia
el encuentro puede acabar en un trio feliz, formándose un sistema estelar
triple (encuentro resonante). Aunque son mucho menos frecuentes, todos
hemos oído alguna vez historias de sistemas humanos parecidos, aquellos
casos en donde tres no son multitud.
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Isomorfismos entre sistemas humanos y sistemas estelares.
idóneo para reflejar las ideas sobre humanos y estrellas. No será necesario en-
trar en detalles clínicos y diagnósticos al respecto, pues no es allí donde se de-
sea colocar el acento, sino más bien en la historia que ha motivado el pedido de
asistencia terapéutica.
Si se debiera volver a empezar el caso desde cero, seguramente se escribiría
un poco de las siguientes líneas en una carta terapéutica para los consultan-
tes, de un modo que favoreciera las ideas del equipo sobre la situación que se
plantea.
Joaquín y Mabel llevaban 15 años casados y, aunque ambos sabían que co-
mo pareja no se encontraban a gusto, el temor a la separación y a la soledad
era más fuerte que la incomodidad y la desconexión del día a día. Tuvieron
una buena época como pareja antes de tener a sus tres hijos, y, frente a las
crisis, solían aferrarse al recuerdo de lo que fueron para llevar mejor el dolor
de lo que estaba ocurriendo en la pareja. Joaquín había trabajado toda su
vida de cerrajero y, aunque había intentado especializarse en mecánica au-
tomotriz, nunca logró alcanzar su objetivo. Mabel era directora de un colegio
y, con mucho empeño, a sus jóvenes 40 años había logrado una respetable
posición académica.
Todo transcurría con aburrida normalidad hasta el buen día en que ingresó
el nuevo profesor de Historia a la escuela de Mabel. Era más joven que ella,
pero con más títulos a cuestas, habiéndose dedicado al ámbito universita-
rio, aunque, por vocación, quiso prestar servicios en una escuela secunda-
ria. Entre idas y venidas, infidelidades y mentiras, Mabel fue construyendo
una nueva pareja con este profesor mientras aún convivía con Joaquín, con
el que no definía aún su separación, y, aunque al cabo de un tiempo, este
último sabía todo lo que estaba haciendo su esposa, se sentía incapaz de
afrontar la situación y producir un cambio.
Cuando la nueva relación de Mabel con el profesor de Historia creció lo sufi-
ciente, ella decidió tomar un nuevo rumbo, pidiendo el divorcio y mudándo-
se de la casa donde vivía con Joaquín. Seis meses después de eso, Joaquín
llegó al despacho de un terapeuta con un diagnóstico de depresión debajo
del brazo, lo que también podríamos llamar un agujero negro dentro del pe-
cho.
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