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Tanto el arte como la técnica son formas de experimentar el mundo, regímenes de experiencia de lo
sensible que se anudan desde tiempos lejanos.
La concepción abstracta del tiempo llega a ser una poderosa clave de comprensión de la Modernidad.
Tener tiempo equivale estrictamente al oro y al dinero, es el imperativo que se desprende de la
concepción mecánica de la vida y de un orden social controlado en su regularidad. Tiempo que se llena
desde afuera, sin recurso a la subjetividad pero tampoco a la multiplicidad material de la existencia,
que no fluye ni dura sino que pasa a intervalos regulares.
Un tal Bergson: Este señor diferencia entre tiempo vivido de manera consciente, racionalizada, y
tiempo en tanto “duración”, tiempo puro ligado a la memoria sensible del sujeto.
Duración real es el concepto que le permite concebir el tiempo más allá de su regularización abstracta
en la vida cotidiana. Percibir el tiempo sería ligarlo a nuestro propio sentido de la duración.
No postula la duración del tiempo en nosotros, sino nosotros durando en el tiempo.
Se pueden analizar los modos en que las concepciones modernas de la técnica se han asociado
fácilmente con la linealidad, regularidad, abstracción y homogeneidad contenidas en el ideario
moderno del progreso. Se puede comprender también hasta qué punto la obturación de la
heterogeneidad en nuestra experiencia del tiempo implica la obturación de futuro, la resolución del
tiempo de la técnica como statu quo. Si el tiempo se desarrolla como continuo homogéneo,
estandarizado en su regularidad, difícilmente pueda dar cabida al cambio.
De acuerdo con Mumford la nueva mentalidad ha dejado de pensar el tiempo como una sucesión de
cambios cualitativos que se funden. “Cuando uno piensa en el tiempo, no como una secuencia de
experiencias, sino como colección de horas, minutos y segundos, se hace sentir la costumbre de
agregar tiempo o de economizarlo”
Para Mumford el tiempo moderno es lineal, abstracto, regular y disociado de secuencias orgánicas. Hay
un tiempo lineal homogéneo y otro puntual discontinuo y heterogéneo en gran cantidad de
manifestaciones del arte a comienzos del XX.
Es a través de una larga preparación cultural y a partir de criterios como la cuantificación, abstracción,
instrumentalidad respecto de la relación sujeto-naturaleza, que se reorientan los deseos en un sentido
técnico. A lo largo de los siglos se va conformando un complejo social y la trama ideológica capaz de
sostener el peso de la máquina en la época moderna.
A partir de un recorrido desde el XIII hasta mediados del XVIII, Mumford va enlazando los distintos
elementos que construyeron la nueva mentalidad y que sirvieron de preparación cultural para el
advenimiento del Siglo de Luces y de la Revolución Industrial. Son 10 pasos que ayudan a preparar el
hoy y al advenimiento de la máquina.
El autor diferencia a las máquinas de la máquina, en tanto complejo entramado técnico que incluye no
sólo los dispositivos tecnológicos sino también sus instrucciones de uso, pedagogía.
Texto
1.Máquinas, obras útiles y La Máquina
Se ha tratado de hacer resaltar el papel desempeñado por las partes móviles y activas de nuestro
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equipo industrial y se ha prestado poca atención a otros elementos igualmente importantes de nuestra
herencia técnica.
El origen de las máquinas se basa en un complejo de agentes no-orgánicos destinados a convertir la
energía, a hacer trabajo, a dilatar las capacidades mecánicas o sensorias del cuerpo humano o a
someter a un orden mensurable y a la regularidad los procesos de la vida.
Detrás del desarrollo de los instrumentos y de las máquinas está la tentativa de modificar el medio de
una manera que permita fortificar y sostener el organismo humano. El esfuerzo consiste ya en extender
los poderes del organismo o en crear fuera del cuerpo una serie de condiciones más favorables para
mantener su equilibrio y asegurar su supervivencia. En lugar de una adaptación fisiológica, existe una
adaptación “ambiental”. Se crean máquinas, herramientas, utensilios, aparatos y obras útiles.
Máquinas: objetos específicos
La máquina: todo el complejo tecnológico que abarca el conocimiento, la destreza y las artes que se
derivan de la industria.
2. El monasterio y el reloj
-Correlación entre una nueva concepción abstracta del tiempo que lo disocia de secuencias orgánicas y
el surgimiento de nuevas necesidades de regulación de la vida cotidiana, por una parte
-Aparición de un instrumento de medición del transcurrir: reloj mecánico. Para la comprensión de esta
nueva concepción del tiempo Mumford analiza el modo de vida en los monasterios benedictinos, sede
de una vida ordenada y regular que con el tiempo se seculariza.
-El saber técnico contenido en los relojes se asocia a la relación entre técnica y control social. Reloj:
ese instrumento que regimenta la subjetividad moderna hasta límites insospechados
-Sin el reloj mecánico no habría abstracciones. El tiempo homogéneo sincroniza acciones
¿Dónde tomó la máquina forma por primera vez en la civilización moderna? Durante los primeros siete
siglos de la existencia de la máquina las categorías del tiempo y del espacio sufrieron un cambio
extraordinario y todos los aspectos de la vida fueron afectados por esa transformación.
La aplicación de los métodos cuantitativos del pensamiento al estudio de la naturaleza tuvo su primera
manifestación en la medición regular del tiempo y la nueva concepción mecánica del tiempo surgió en
parte de la vida diaria del monasterio.
Fue en los monasterios de Occidente donde el deseo del orden y de poder se manifestó primeramente.
Bajo la regla de la orden, la sorpresa, la duda, la arbitrariedad y la irregularidad quedaron eliminadas.
Frente a las fluctuaciones erráticas de la vida mundanal, en el monasterio imperaba la disciplina férrea
de la regla.
La costumbre del orden mismo, regido por la hora, se convirtió en una segunda naturaleza de los
hombres que moraban en el monasterio.
Los monasterios contribuyeron a dar a la empresa humana el ritmo y la pulsación regular colectiva de
la máquina. El reloj no es sólo un medio para llevar cuenta de las horas, sino también para sincronizar
las acciones de los hombres. Es fundamentalmente la máquina-clave de la época industrial moderna.
Posteriormente el instrumento se propagó fuera del monasterio y las horas dadas regularmente por las
campanas sometieron la vida del trabajador y la del mercader a la regularidad.
La cuenta del tiempo rigió las actividades de los hombres; el tiempo fue racionado. No es una
característica natural de la humanidad.
Ninguna máquina tiene como el reloj el don de la omnipresencia.
El reloj ha sido la máquina más importante en la técnica moderna y en todos sus períodos siempre
conservó la delantera: marca la perfección hacia la cual aspiran a llegar otras máquinas.
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Producto del reloj: medida del tiempo exacta, segundos y minutos.
Debido a su naturaleza disoció el tiempo de los acontecimientos humanos y contribuyó a fomentar la
creencia en un mundo independiente, de secuencias matemáticamente mensurables: el mundo especial
de la ciencia.
La vida humana tiene regularidades propias, el pulso y la respiración cambian de hora en hora con la
disposición del ánimo y la acción y el tiempo no se mide por el calendario, sino por los sucesos que
ocurren durante la jornada.
Aún cuando es posible acelerar o hacer correr a la inversa el tiempo mecánico, el tiempo orgánico se
mueve sólo en una dirección.
Fueron las clases pudientes las que primero adoptaron el nuevo mecanismo y lo popularizaron (Jonas
too). Llegar a ser “tan regular como un reloj” era el ideal burgués, y el ser dueño de un reloj fue
durante mucho tiempo un símbolo definido de éxito. El ritmo cada vez más acelerado de la civilización
creó una demanda, también cada vez mayor, de energía; y a su vez la energía aceleró el tiempo.
El tiempo asumió el carácter de un espacio circunscripto: podía ser dividido o llenado y hasta podía ser
dilatado mediante la invención de instrumentos que economizaran trabajo.
El tiempo abstracto ha llegado a ser el nuevo medio de la existencia. Las funciones orgánicas están
reguladas por él.
Una conciencia generalizada del tiempo ha acompañado el uso cada vez mayor de los relojes.
Sólo hace falta imaginar su ausencia en la época actual para prever el quebramiento rápido y el
derrumbe eventual de toda nuestra sociedad.
No existen dos culturas que vivan conceptualmente en un tiempo y un espacio de idéntica naturaleza.
El espacio y el tiempo, así como el idioma, son obras de arte y ayudan a condicionar y dirigir la acción
práctica.
Cada cultura cree que las demás clases de E y T sólo son una aproximación o una tergiversación del
tiempo y del espacio verdaderos, en los cuales ella vive.
El movimiento se convirtió en un valor nuevo: el movimiento por el movimiento mismo y colocar una
cosa en un lugar determinado, en un orden espacial, llegó a ser un requisito esencial para
comprenderla.
Las categorías del T y el E, que antaño habían estado prácticamente disociadas, se unieron; y las
abstracciones del tiempo medido y del espacio medido socavaron las antiguas concepciones de la
infinidad y de la eternidad, dado que la medición debe comenzar con un aquí y ahora arbitrarios, aún
cuando el E y el T estén vacíos.
El ansia de “usar” el espacio y el tiempo se manifestó con vehemencia; y una vez que el tiempo y el
espacio fueron coordinados con el movimiento, se los pudo contraer y dilatar: la conquista del E y el T
había comenzado.
La nueva actitud infectó el taller, bancos, ejército y ciudad. El ritmo del trabajo se aceleró, las
magnitudes aumentaron, conceptualmente, la cultura moderna se lanzó al espacio y se entregó al
movimiento.
Cabe lamentar que la máquina fuera condicionada por esas instituciones ajenas a ella, y que adquiriera
características que esencialmente nada tenían que ver con los procesos técnicos o las formas de
trabajo. El capital utilizó a la máquina no para estimular el bienestar social, sino para acrecentar la
ganancia privada; los instrumentos mecánicos fueron empleados en beneficio de las clases
gobernantes.
El advenimiento del capitalismo destruyó industrias artesanales, aún cuando los productos de la
máquina eran inferiores a las cosas que reemplazaba. El prestigio de la mejora, el éxito y el poder
estaba con la máquina, aún cuando ésta no mejorara nada.
El C introdujo un elemento de inestabilidad en la técnica e impidió que la sociedad asimilara los
perfeccionamientos mecánicos y los integrar en un molde social apropiado.
Interés por los fenómenos naturales en detrimento de la visión no terrenal del cristianismo. Los
intereses humanos comienzan a secularizarse.
Con la transformación de los conceptos de T y E sobrevino el interés en el mundo natural, que suplantó
al del mundo celestial.
En su momento, el estudio de las cosas por las cosas mismas no tenía sentido para el pensador. La
tarea del estudiante de la naturaleza consistía en discernir la verdad eterna que Dios quería que cada
cosa expresara.
Durante la Edad Media el mundo exterior no ejercía acción conceptual sobre la mente. Los hechos de la
naturaleza eran insignificantes comparados con el orden y la intención divina que Cristo y su iglesia
habían revelado. Todo el significado que los trajines de la vida cotidiana pudieran tener, no eran sino
el de accesorios e indumentaria escénica, y ensayos para representar el drama de la peregrinación del
Hombre a través de la Humanidad.
La mente no podía ir muy lejos en la medición y en la observación científica. Había que reducir la
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visión futura mística a la visión de los hechos.
Los artistas han desempeñado en el establecimiento de esta disciplina una parte más importante de lo
que generalmente se cree.
Cuando se esfumó el sueño medieval, quedó al descubierto el mundo de la naturaleza. Ahora esta
estaba ahí para ser explorada, invadida, conquistada y comprendida.
En su afán de adquirir poder, el hombre intentó reducirse a sí mismo a una abstracción, eliminar todas
sus partes excepto aquellas que lo capacitaban para adquirir poder.
Eliminación del obstáculo del animismo, disociación de lo anímico de lo mecánico. Allí donde la
naturaleza tiene alma, su manipulación se ve frenada.
Solo cuando se logró aislar un sistema mecánico de todo el tejido de relaciones que lo envolvían fue
posible realizar los progresos de la técnica moderna. La máquina hizo su aparición en aquellas partes
del ambiente donde el cuerpo era tratado en forma más infame por la costumbre: monasterio, mina,
campo de batalla.
Descartes transfiere el orden de Dios a la Máquina, y este ya no tiene ninguna responsabilidad hasta
que la m se rompiera o se gastara.
El método de la ciencia y de la tecnología en sus formas perfeccionadas implica una esterilización del
ego, una eliminación de toda tendencia y preferencia humana. En la vida colectiva quedó anulado todo
esfuerzo para exaltar el yo.
Quizá también en otra forma, al despreciar el cuerpo, las instituciones de la iglesia prepararon el
camino para la máquina.
Al odiar el cuerpo, las gentes ortodoxas de la Edad Media estaban preparadas para violentarlo. En lugar
de sentir rencor hacia las máquinas que podían imitar tal o cual acción del cuerpo, acogían su aparición
con benevolencia.
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8.Regimentación social – Proceso social
Organización social burguesa con sus hábitos de regularidad y vida metódica, elimina el azar de su
horizonte de referencia
Antes de que los inventores crearan máquinas para reemplazar a los hombres, los conductores de
hombres habían disciplinado y organizado a multitudes de seres humanos: habían descubierto la
manera de reducir los hombres a máquinas. La mecanización de los hábitos humanos preparó el camino
para llevar a cabo imitaciones mecánicas.
Desde el XV en adelante la invención y la organización actuaron en reciprocidad.
XVII: la nueva burguesía redujo la vida a una rutina minuciosa e ininterrumpida, desde este período en
adelante todo quedó sujeto al calendario o al reloj. La pérdida de tiempo llegó a ser uno de los
pecados más odiosos. La filosofía de la clase media era el tiempo, el dinero, el espacio y la materia,
todas cosas reales. Tanto el día como la vida estaban absolutamente sometidos a un régimen.
Surge la voluntad para dominar el contorno, no para cultivar, sino para adueñarse del poder.
Desde el XV en adelante los hombres vivieron en un mundo que día a día se vaciaba. Los hombres ya no
creían en el Cielo, en el Infierno o en la Comunión de los Santos. La mecánica se convirtió en la nueva
religión y dio al mundo un nuevo Mesías: la máquina.
A fines del XVII los problemas de la vida práctica encontraron su justificativo y su marco apropiado de
ideas en una filosofía basada en líneas puramente mecánicas.
Se emplea el método de la ciencia física, el cual sólo considera aquellos aspectos de la experiencia que
se prestan a la observación exacta y a las definiciones generalizadas. Trabaja con los principios:
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procedimientos o en las explicaciones mecánicas.
A medida que el mundo exterior de la percepción adquiría mayor importancia, el mundo interior del
sentimiento se reducía.
El aislamiento y la abstracción son condiciones que desgraciadamente provocan la muerte de los
organismos, les impiden funcionar con eficiencia.
Si bien la ciencia debía sus resultados prácticos colosales a la exactitud y a la simplicidad de sus
métodos, éstos no constituían un acercamiento a la realidad objetiva, sino un alejamiento de ella. En
su búsqueda de obtener resultados exactos, la ciencia física rechazó la verdadera objetividad. Se
obtiene un dominio práctico limitado a expensas de la verdad.
Lo que quedaba era el mundo desnudo y despoblado de la materia y del movimiento: una tierra
desierta. Para poder vivir en ella era necesario que los herederos del ídolo del XVII llenaran otra vez al
mundo con organismos nuevos, diseñados para representar las nuevas realidades de la ciencia física.
Las máquinas únicamente podían hacer frente por completo a los requisitos del nuevo método
científico y del nuevo punto de vista: llenaban la definición de “realidad” con mayor perfección que los
organismos vivientes.
A partir del XVII están sentadas las bases para el optimismo en la técnica y la máquina como
perfeccionadoras del mundo que serán leit motiv de la Revolución Industrial. De allí, a la ideología del
progreso, ya no queda distancia por recorrer.
El poder de la imaginación técnica sobrepasaba en mucho las capacidades de los trabajadores y de los
ingenieros. El empleo de la ciencia para el progreso de la técnica y la dirección de ésta hacia la
conquista de la naturaleza monopolizaban todos los esfuerzos.
Las principales utopías de la época contemplan la posibilidad de utilizar la máquina para perfeccionar
al mundo. La m era el substituto de la justicia, la valentía, la sobriedad, y el substituto adecuado para
los ideales cristianos de gracia y de redención.