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Distopía.

Gobierno e informalidad en México


Aguilera Rayas Marco Antonio

La informalidad es un concepto que abarca una amplia gama de fenómenos y se


ha definido de diversas maneras en las ciencias sociales. Se origina en la década
de 1970 cuando la Organización Internacional del Trabajo utilizó este término para
describir a personas con trabajos de baja calidad pero no desempleadas.
Actualmente, abarca empleo sin beneficios, asentamientos irregulares,
vendedores callejeros, pandillas juveniles, inmigrantes ilegales, grafiti, religiones
vagamente institucionalizadas y productos de piratería, todos con un aura de
informalidad.

Se exploran dos acepciones clave del término informalidad. La primera se refiere a


que la informalidad desafía las normas explícitas o implícitas del Estado, mientras
que la segunda señala que las actividades informales no necesariamente
transgreden las normas morales de la sociedad. Esta tensión en el concepto de
informalidad da forma al debate público sobre este tema, ya que se percibe como
indeseable en algunos aspectos y tolerable en otros.

El autor propone una definición de informalidad como la condición en la que se


contraviene el diseño del Estado de los espacios y los procesos públicos. Esto
reconoce la naturaleza subversiva de la informalidad, pero no la considera inmoral,
sino más bien impráctica o desagradable. La informalidad se relaciona con la falta
de cumplimiento de las estructuras estatales y no necesariamente con la violación
de normas morales.

El texto proporcionado analiza una compleja relación entre el Estado, los grupos
de interés específico y la informalidad en México. Explora cómo esta relación
influye en las políticas gubernamentales y el diseño de espacios y procesos
públicos, destacando varios aspectos clave.
En primer lugar, el texto plantea la idea de que no todos los grupos de interés
específico pueden influir en las políticas gubernamentales antes de su concepción.
Algunos de estos grupos se ven obligados a recurrir a prácticas informales,
incluyendo la violación de leyes y reglamentos, así como la corrupción, para evitar
las posibles consecuencias de sus acciones. Esta observación inicial sugiere una
falta de equidad en la participación de los grupos de interés en la toma de
decisiones gubernamentales.

La mayoría de los grupos de interés específico mencionados en el texto están


formalmente constituidos como asociaciones. Estos grupos pueden representar a
una variedad de sectores, desde vendedores ambulantes hasta taxistas y
miembros de comunidades locales. Sin embargo, su existencia y actividades se
permiten caso por caso de manera formal. El texto también señala que México
tiene regulaciones y normas para gobernar los procesos sociales y económicos,
pero, de manera paradójica, muchos grupos de diferentes tipos y colores violan
estas reglas.

Una de las observaciones interesantes del texto es cómo la relación entre el


Estado y los grupos de interés específico en México crea una situación paradójica.
Se menciona que en el diseño de espacios y procesos públicos, los propios
servidores públicos a menudo socavan los procesos, lo que sugiere una
desconexión entre las intenciones políticas y la realidad en el terreno. Los grupos
de interés específico se aprovechan de estas debilidades en el sistema y, a
menudo, actúan en contra de las políticas gubernamentales establecidas.

Se introduce el concepto de “informalidad” como una característica compleja del


contexto mexicano. Se argumenta que esta informalidad se fundamenta en el
Estado a través de negociaciones con grupos de interés específico. La
informalidad se convierte en un medio para que estos grupos avancen sus
agendas y alcancen sus objetivos, incluso si esto socava las normas y
regulaciones gubernamentales. Esta informalidad, que parece ser una parte
integral del sistema, crea un desafío para distinguir claramente lo que es formal de
lo que es informal.

El texto también aborda la relación entre los partidos políticos, los servidores
públicos y los grupos de interés específico. Se argumenta que la informalidad
visible y generalizada en México a menudo se atribuye a la acción de servidores
públicos corruptos de nivel inferior que buscan su enriquecimiento personal. Se
plantea la idea de que para abordar los problemas de gobernabilidad en México,
es necesario aumentar los salarios de los servidores públicos de nivel inferior,
proporcionar capacitación y supervisión. Esto se considera una forma de restaurar
el control sobre estos niveles y garantizar la ejecución de políticas de beneficio
público.

Un informe de Consultoría Giulani acerca de la política en la Ciudad de México se


menciona como un ejemplo de un enfoque que sigue esta línea. Sin embargo, el
texto también destaca una dinámica crucial dentro de las fuerzas policiales de la
Ciudad de México, que involucra la extorsión interna. Los oficiales de nivel inferior
se ven obligados a entregar parte de sus ingresos por corrupción a los oficiales de
nivel superior, lo que crea una cultura de corrupción sistemática en todo el aparato
de seguridad. Esto plantea la cuestión de qué tan vastas son estas redes de
corrupción y cuánta libertad tienen los servidores públicos de nivel inferior para
participar en la corrupción sin recibir represalias de sus superiores.

El texto sugiere que el simple tamaño de las estructuras informales, como los
mercados masivos del Barrio de Tepito, sugiere que son, al menos en cierta
medida, aprobados por los niveles más altos del gobierno. Esto implica que los
fenómenos relacionados con la informalidad tienen la aprobación de los altos
mandos del Estado y, por lo tanto, borra la línea divisoria entre los servidores
públicos deshonestos y los que no lo son, considerándolos a todos parte de un
sistema de gobierno informal institucionalizado.
La relación entre los partidos políticos y los grupos de interés específico es un
aspecto crucial del análisis. Se señala que en una democracia, el ascenso a
puestos de mayor representatividad está relacionado con la posición dentro del
partido político y la capacidad para influir en los votos. Los servidores públicos a
menudo se involucran con los políticos en busca de objetivos electorales. La
influencia de estos políticos en el ascenso en la jerarquía burocrática sirve como
incentivo para que los servidores públicos colaboren con los políticos para
alcanzar objetivos electorales.

El texto destaca cómo esta relación entre los partidos políticos y los servidores
públicos puede desdibujar la línea divisoria entre los partidos políticos y el
gobierno. Los servidores públicos a menudo actúan en función de los intereses de
sus aliados políticos, lo que a su vez les garantiza recompensas y ascensos
dentro del partido. Esta interconexión facilita que los grupos de interés específico
se infiltren en los partidos políticos y en la administración pública, lo que, a su vez,
contribuye a la proliferación de fenómenos informales.

También se examina los diferentes tipos de grupos de interés específico,


destacando que algunos tienen metas concretas y alcanzables, mientras que otros
tienen metas más abstractas que nunca se pueden lograr por completo. Esta
diferencia es crucial, ya que los grupos de interés con metas concretas pueden
perder su razón de ser una vez que se alcancen sus objetivos, lo que podría
socavar la posición de sus líderes. Esto plantea preguntas sobre si estas
organizaciones realmente buscan la resolución de los problemas o si están
interesadas en mantener su influencia y control.

Una de las implicaciones interesantes es que, en lo que respecta a los aspectos


fundamentales del desarrollo y el diseño de espacios y procesos públicos, la
organización que representa a un grupo de interés específico con metas concretas
tiene un incentivo para no lograr esos objetivos. El cumplimiento de las metas
podría resultar en la pérdida de poder político para la organización y sus líderes.

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