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EL FUERTE DE

SAMAIPATA EN CONTEXTO:
ESTUDIOS HISTÓRICOS

Isabelle Combès y Albert Meyers

Santa Cruz de la Sierra


2018
Sumario

Introducción ............................................................................................. 2
La Relación Cierta de Alcaya(ga) ............................................................ 5
Acerca de la crónica ............................................................................. 6
La Relación de Diego Felipe de Alcaya ............................................ 17
Estudios históricos ................................................................................ 27
Samaipata y las rutas prehispánicas del metal .............................. 28
Grigotá y Vitupue. En los albores de la
historia chiriguana (1559-1564) ........................................................ 48
Saypurú: el misterio de la mina perdida, del
Inca chiriguano y del dios mestizo.................................................. 61
El “Fuerte de Sabaypata” durante la guerra toledana contra
los chiriguanos. Un documento sobre su abastecimiento
y los indios auxiliares, 1574-75......................................................... 85
Siglas de archivos .................................................................................. 97
Bibliografía ............................................................................................. 97

Lista de mapas:
1. Ubicación del Fuerte de Samaipata
2. Ubicación aproximada de los grupos indígenas del río Guapay
hasta el Pantanal en el siglo XVI y rutas del metal
3. Samaipata, Saypurú y alrededores - siglo XVI
Introducción

Isabelle Combès y Albert Meyers

El sitio arqueológico de Samaipata situado en las últimas estriba-


ciones de los Andes orientales de Bolivia, a unos 1900 metros de
altura, es comúnmente conocido como “El Fuerte de Samaipata”,
y con esta denominación fue inscrito en la lista de Patrimonio de
la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo, lo más característico
y llamativo del sitio no son sus instalaciones defensivas, sino la
gigantesca roca de piedra arenisca en la cual se encuentran talla-
dos una gran cantidad de elementos geométricos como bandas de
rombos, triángulos, canales, peldaños, sillas y escaleras, además de
grabaciones figurativas como felinos y serpientes, todo lo que le da
un carácter singular a este sitio. Mientras el origen de muchos de
estos grabados se remonta hasta tiempos preincaicos, los nichos y
las puertas trapezoidales que marcan los flancos al Norte y Sur de la
roca son de clara simbología incaica y así pueden ser interpretadas
como los lados de edificios largos (templos) cuyos muros de funda-
mento en forma de piedras se pueden apreciar todavía hasta hoy.
Trabajando en el sitio en los años 1990, el Proyecto de Investigación
Arqueológica en Samaipata (PIAS) logró identificar y conservar a
más de 50 edificios situados en las terrazas, al lado y en los alre-
dedores de una gran plataforma central al Sur de la roca. Todo el
conjunto está acorde con el modelo de las capitales de provincia
distribuidas a lo largo del imperio incaico.
En muchas de las casas excavadas encontramos hasta tres o inclu-
so más pisos de ocupación superpuestos. De la misma manera, los
restos cerámicos encontrados provenían de estilos locales (pintados
y no pintados), varios tipos de cerámica inca (provincial e imperial)
así como de estilos típicos de las culturas de las tierras bajas colin-
Isabelle Combès y Albert Meyers

dantes, estos últimos normalmente entremetidos entre dos niveles


de aparente ocupación incaica. Lo interesante es que este contexto
arqueológico se corresponde estrechamente con la llamada Relación
Cierta del padre Diego Felipe de Alcaya, principal documento de
la época colonial sobre Samaipata y sus alrededores. Esta crónica
cuenta, entre otras cosas, que los incas hicieron de “Sabaypata” un
asiento real, poniendo como gobernador al capitán Guacane, pa-
riente del Inca del Cusco. Con la conocida política incaica de dones
y dotes, Guacane se hizo señor de toda la provincia de Grigotá, es
decir de la región de la actual Santa Cruz de la Sierra. Más tarde se
reunió con él su hermano Condori, que empezó a explotar las minas
de Saypurú en el piedemonte andino.
Sin embargo, tantas riquezas y prosperidad atrajeron de los pue-
blos de tierras bajas, entre ellos los “chiriguanaes” (guaraní-hablan-
tes) desde Paraguay, y los xarayes del Pantanal. En uno de sus ata-
ques, Sabaypata y la mina de Saypurú fueron saqueadas y Guacane
asesinado. Aunque Huayna Capac, que se encontraba en Quito,
mandó un nuevo ejercito que reconquistó el sitio, es bien conocido
que los chiriguanaes fueron un constante peligro para el flanco del
imperio incaico desde el llamado codo de los Andes hasta el Chaco
argentino –aunque las luchas no excluían, en ocasiones, el comercio
y el intercambio de bienes. Es así que, tanto para protección como
para comercio, fueron erigidos múltiples asientos incaicos, desde la
fortaleza de Parabanocito a unos 50 km. al Este de Samaipata hasta
la quebrada de Humahuaca. Entrando a la “cordillera chiriguana” a
inicios del siglo XVII, Rui Díaz de Guzmán mencionaba la existen-
cia de varios antiguos asentamientos incas en la zona:
- Pipi. Se trata del nombre de una actual comunidad guaraní, en
la provincia Cordillera.
- “El gran fuerte de Viavia, a seis leguas” (30 km.) de Pipi. Corres-
ponde posiblemente al sitio de Incahuasi.
- Cuebo, que podría ser el actual Cuevo en el límite entre el de-
partamento de Santa Cruz y el de Chuquisaca, ya llegando a los
llanos chaqueños; pero también es posible que se trate de otro
Cuevo, más cercano a Saypurú, mencionado en los documentos
sobre el “ángel Santiago” (cf. más adelante).

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

- Macharetí: actual provincia Luis Calvo de Chuquisaca, al pie de


la serranía del Aguaragüe.
- Guacaya, también en la provincia Luis Calvo de Chuquisaca
- “El valle que llaman de los Sauces”, donde intentó poblar luego
Juan Lorenzo Machuca desde Charcas. Aunque Sauces evoque
el antiguo nombre del actual pueblo de Monteagudo en la pro-
vincia Hernando Siles de Chuquisaca, es poco probable que
se trate del mismo lugar. En efecto el “río de los Sauces” era
también el nombre del río Parapetí o Condorillo en el siglo XVI,
y Lizárraga (1968 [c. 1600] : 84) indica que fue el lugar donde
quiso poblar Andrés Manso, ya entrando a los llanos chaqueños
al Este de la Cordillera chiriguana. De la misma manera el mapa
del licenciado Cepeda, de 1588 (AGI Charcas 16) muestra que la
población de Juan Lorenzo Machuca, Torremocha, estaba ubica-
da al Este de los ultimos estribos del piedemonte andino.
- Un valle llamado Caracarane, “que fue antiguo fuerte de los
indios del Perú”: corresponde sin duda la aldea chiriguana
Caracara señalada en 1584 al Sur del río Guapay1, y al actual pe-
queño pueblo llamado Caracara, a unos 35 kilómetros al Norte
de Saypurú.
(Díaz de Guzmán 1979 [1617-18]: 72, 77, 85)
A consecuencia de los asaltos chiriguanaes y de la presencia inca, se
presentó también lo que podría llamarse un despoblamiento de toda
la zona, o sea de los creadores de estilos y complejos cerámicos Mo-
jocoya, Presto Puno y otros, y una repoblación con mitimaes, es decir
trabajadores trasplantados desde múltiples regiones del incario.
Hace poco publicamos en esta misma colección un compendio
de estudios arqueológicos sobre el Fuerte de Samaipata (Meyers
y Combès eds. 2015). Sin embargo, el Proyecto de Investigación
Arqueológica en Samaipata también tuvo un componente más
netamente histórico, del cual participó por ejemplo la historiadora
Catherine Julien (2008). Faltaba entonces complementar el primer
tomo publicado con estudios de corte más histórico. El Fuerte de
Samaipata no fue siempre el mismo según las épocas y según la

1 AGI Pat. 235 r.8: 28; en Mujía 1914 tomo 2: 416-417.

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Isabelle Combès y Albert Meyers

gente que se interesó o vivió en él: existe una historia preincaica de


Samaipata, de la cual sabemos demasiado poco; una historia inca,
mejor documentada; una historia chiriguana, que podemos recons-
truir en parte; y una historia española del sitio, que le dio además su
nombre de “El Fuerte”.
De esta manera, los artículos aquí reunidos se esfuerzan por es-
tudiar a Samaipata en su espacio y en su(s) tiempo(s). Todos ellos
fueron publicados anteriormente, pero fueron readecuados para la
presente publicación, para evitar fastidiosas repeticiones. La prime-
ra parte presenta el texto más importante para la comprensión de
Samaipata: la Relación Cierta de Diego Felipe de Alcaya. La segunda
parte reúne varios ensayos de corte histórico sobre Samaipata y su
contexto en época prehispánica y colonial.

Mapa 1. Ubicación del Fuerte de Samaipata

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PRIMERA PARTE:
La Relación Cierta de Alcaya(ga)

La Relación Cierta atribuida al padre Diego Felipe de Alcaya –pero “saca-


da de la que el capitán Martín Sánchez de Alcayaga, su padre, dejó hecha”–
es una fuente primordial e indispensable sobre el Fuerte de Samaipata y su
contexto histórico. No sólo menciona a la presencia inca en la región, inme-
diatamente antes de la conquista española: también evidencia las relaciones
mantenidas por los incas con los pobladores locales, y de ambos con los
chiriguanaes recién llegados de Paraguay. La Relación traza, además, un
estrecho paralelismo entre el Samaipata de Guacane y el Paititi de Manco
Inca, en la Amazonía hoy boliviana. Por todos estos aspectos, este texto está
a la base de todos los estudios históricos sobre “el Fuerte”. Hemos escogido
entonces presentarlo aquí en primer lugar, junto con un breve estudio de
los editores.

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Acerca de la crónica

Albert Meyers e Isabelle Combès2

El 1º de septiembre de 1635, en la ciudad de La Plata (actual Sucre,


Bolivia), “Pedro de Iriarte, natural de la villa de Tolosa, provincia
de Guipuzcoa en el señorío de Viscaya, vecino de la ciudad de San
Lorenzo de Santa Cruz de la Sierra” presentó una propuesta a las
autoridades de la Audiencia de Charcas: se trataba de organizar una
nueva expedición hacia “una gran provincia de indios que llaman
Moxos y Toros”. Iriarte se comprometía a entregar 54.600 pesos para
los gastos de la jornada, con una única condición: debía participar
en el descubrimiento el presidente de la Audiencia, el licenciado
Juan de Lizarazu3.
Esta expedición nunca llegó a realizarse. Su preparación motivó
sin embargo un intercambio de cartas entre el rey, el virrey y la
Audiencia y sobre todo la recopilación, en San Lorenzo mismo, de
varios testimonios de veteranos de anteriores expediciones. Esta
recopilación estuvo a cargo del padre jesuita Juan Blanco, superior
de la residencia de Santa Cruz; al menos seis de los declarantes
declaran explícitamente que fue el jesuita quien les pidió sus decla-
raciones y su interés en la expedición está demostrado por el hecho
que fue él quien presentó la propuesta de Iriarte al cabildo de San
Lorenzo (Actas capitulares 1977 [1634-1640]: 128). Un total de diez
testimonios fue así recogido entre octubre y diciembre de 1635 en
San Lorenzo; de ellos, sólo disponemos de una copia (“traslado”)

2 Este texto, apenas modificado, fue publicado originalmente bajo el título de


“La Relación Cierta de Alcaya(ga)” (Meyers y Combès 2011).
3 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 6. La propuesta de Iriarte fue pre-
sentada al cabildo de Santa Cruz el 12 de octubre del mismo año (Actas
capitulares 1977 [1634-1640]: 128-135).

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Isabelle Combès y Albert Meyers

certificada en Potosí el 23 de marzo de 1636. Aunque no lo podamos


afirmar tajantemente, fue probablemente el mismo padre quien,
entre diciembre de 1635 y marzo de 1636, agregó a estos testimonios
otros dos relatos: una “Relación cierta” escrita, dice su título, por “el
padre Diego Felipe de Alcaya, cura de Mataca […] sacada de la que
el capitán Martín Sánchez de Alcayaga, su padre, dejó hecha”, y una
relación de la entrada realizada en 1617 por el gobernador de San-
ta Cruz, Gonzalo Solís de Holguín. En el expediente final, que fue
enviado a España, estos dos relatos figuran juntos, y terminan con
esta frase: “cuando murió el gobernador Gonzalo de Solís, a quien
confesé en la hora de su muerte, me entregó estos papeles de que
doy fe. Juan Navarro”4. Este personaje era el procurador general de
la Compañía de Jesús en la provincia de Charcas, y tenía al parecer
tanto interés como su colega Blanco en la expedición proyectada:
mandó en efecto una carta apoyando este proyecto al cabildo de
San Lorenzo5.
El expediente que reúne los testimonios y la correspondencia
intercambiada está conservado en el Archivo General de Indias
(AGI) en Sevilla, bajo la signatura “Charcas 21, ramo 1, No 11”6; está
dividido en siete bloques:
Bloque 1. Consulta en que el presidente de La Plata repite lo
particular que refirió en consulta de 1636 sobre la entrada de los
Mojos por Santa Cruz de la Sierra. Hace relación de haberse ave-
cindado a ella los portugueses del río de San Pablo, en la costa
del Brasil. Pondera la dicha entrada, y de la importancia que es
para la conversión del Paraguay y dar calor a las reducciones de
infieles que la Compañía de Jesús hace en aquellas provincias (1º
de marzo de 1638).

4 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 13v.


5 Carta escrita en La Plata el 2 de septiembre de 1635 y dirigida “al cabildo,
justicia y regimiento de la ciudad de San Lorenzo”. Esta carta fue entregada
por el P. Juan Blanco al cabildo, juntamente con la propuesta de Iriarte (Ac-
tas capitulares 1977 [1634-1640]: 130).
6 El documento entero está digitalizado en el sitio internet Pares (Portal de
archivos españoles): pares.mcu.es.

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Bloque 2. Consulta que hace a Vuestra Majestad el presidente de


los Charcas sobre la entrada de los Moxos o Toros y propone las
grandes noticias que hay en aquellas provincias (Juan de Liza-
razu, Potosí, 1º de marzo de 1638).
Bloque 3. Copia de la cédula real del 28 de febrero de 1622 nom-
brando a Gonzalo Solís de Holguín gobernador de Santa Cruz.
Bloque 4. El Rey a Juan de Lizarazu, avisándole de la Real Cédu-
la que envió al Virrey. 1638.
Bloque 5. Real Cédula al virrey del Perú acerca de la consulta de
Juan de Lizarazu. 22 de febrero de 1638.
Bloque 6. Propuesta de Pedro de Iriarte para el descubrimiento
de Moxos, La Plata, 1 de septiembre de 1635.
Bloque 7. Relaciones y testimonios sobre el descubrimiento de
Mojos. Traslado del 23 de marzo de 1636:
Relación de Diego Felipe de Alcaya
Relación de la entrada de Gonzalo Solís de Holguín
Relación del padre (jesuita) Jerónimo de Villarnao
Parecer del capitán Gregorio Jiménez
Relación del capitán Diego López Roca
Relación de Bartolomé de HerediaRelación de Juan de Limpias
Relación de Lorenzo Caballero
Relación de Vasco de Solís
Relación de Juan Antonio Justiniano
Relación de Francisco Sánchez Gregorio
Memoria de Alonso Soleto Pernia
El expediente casi entero (a excepción de la propuesta de Iriarte) fue
publicado en 1906 por Víctor Maurtua (1906, t. IX: 121-216) bajo el tí-
tulo “Consultas hechas a S. M. por don Juan de Lizarazu, Presidente
de Charcas, sobre su entrada a los Moxos o Toros”; en 1914, Ricardo
Mujía publicó el solo relato de Alcaya (t. 1: 144-173). Otras publica-
ciones parciales son las de los “cronistas cruceños” Alcaya, Lorenzo

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Isabelle Combès y Albert Meyers

Caballero y Alonso Soleto Pernia en 1961 (Cronistas cruceños… 1961)


y extractos de la relación de Alcaya en 2003 (Tyuleneva 2003). En
2011, el bloque 7 entero fue publicado por Combès y Tyuleneva
(2011: 240-290). La propuesta de Iriarte (bloque 6) también figura en
las Actas capitulares de Santa Cruz (1977 [1634-1640]: 130-134).

La guía hacia la Tierra Rica


Secos informes administrativos y áridos documentos oficiales son
las principales fuentes a disposición del historiador para reconstruir
la historia temprana del actual Oriente boliviano. Están práctica-
mente ausentes, para esta época, las floridas “crónicas” como las
que hacen las delicias de los historiadores de los Andes o de la costa
atlántica. La colorida Relación Cierta de Alcaya es, en este sentido,
una excepción para esta región. Pero esto no constituye ni su princi-
pal atractivo, ni su mayor importancia. Entre todos los testimonios
reunidos en el expediente de 1636, se trata del documento más
citado por los investigadores, el más reeditado –y también el más
discutido. Desde Nordenskiöld (1917) o Fulgencio Moreno (1917),
la Relación fue y sigue siendo utilizada como una fuente primordial
por los investigadores, sea a propósito de la historia inca (y en par-
ticular la expansión del imperio hacia los llanos), de la del Oriente
boliviano en general, de la de las migraciones guaraníes, e incluso
en temas de demografía histórica. Pues si bien numerosas incohe-
rencias, contradicciones y demás datos fantasiosos fueron tempra-
namente advertidos por los estudiosos, los datos que proporciona la
Relación (e incluso que, en muchos casos, sólo ella proporciona) son
tan importantes que no pueden ser dejados de lado.
El texto entero gira alrededor de un único tema: el de los incas
orientales o transandinos y de los tesoros que están en su posesión y
al alcance de los exploradores que logren encontrarlos. Entremezcla-
das con el recuento de las expediciones españolas desde Asunción,
Cusco y Santa Cruz hacia la “tierra rica”, la Relación Cierta cuenta en
realidad dos historias paralelas: la de los hermanos incas Guacane
y Condori, asentados en Samaipata en el “recodo de los Andes” y
en las minas de Saypurú en la Cordillera chiriguana; y la de Manco
Inca en Mojos o Paititi. Vale la pena citar aquí su extenso título: “Re-

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

lación cierta que el padre Diego Felipe de Alcaya, cura de Mataca,


envió a Su Excelencia el señor Marqués de Montesclaros, virrey de
estos reinos, sacada de la que el capitán Martín Sánchez de Alcaya-
ga, su padre, dejó hecha como primer descubridor y conquistador
de la gobernación de Santa Cruz de la Sierra y primer poblador, el
cual con particular cuidado y estudio fue asentando todo lo que en
su descubrimiento sucedió, y en especial de la tierra rica que Mango
Ynga, segundo capitán de este nombre, tiene conquistada, que hoy
posee en grandísima felicidad por su gran prosperidad, llamada
Paytitti, en la cual tiene descubierto todo género de metales hasta
el más lúcido que es el oro, saca perlas de la laguna que ciñe por
una falda el cerro Paytiti, saca piedras de todos colores de grande
estima, y del cerro rico que el capitán Condori labró en la cordillera
de los Chiriguanaes llamado Çaypuru y del oro que sacaba su her-
mano Guacane, rey nuevo de los llanos de Grigotta, cuya fortaleza
está hoy en pie en testimonio de lo dicho por su gran fundamento,
llamada Sabaypata. Que es como se sigue”7.
Las historias paralelas de Manco Inca y de los hermanos Guacane
y Condori tienen muchos puntos en común: se desarrollan, por lo
visto, en la misma época, es decir inmediatamente antes de la llega-
da de los españoles, es decir bajo el reino del Inca Huayna Capac.
Tanto Guacane como Manco son parientes (“pariente”,”sobrino”)
del Inca, y ambos efectúan avances significativos hacia el este del
Cusco: Guacane en “Sabaypata”, es decir Samaipata, al Eeste de la
actual ciudad de Santa Cruz de la Sierra, donde subsisten hasta hoy
las ruinas del establecimiento inca; su hermano Condori más al Sur
en Saypurú (actual provincia Cordillera), en los últimos estribos del
piedemonte andino (la llamada “Cordillera de los chiriguanaes”); y
Manco al Norte, en algún lugar de la alta Amazonía llamado indife-
rentemente Mojos o Paititi en la crónica.
Guacane como Manco tienen también el título de “rey” de las pro-
vincias que logren conquistar. Ambos establecen, cada cual en su
región, una especie de “reino satélite”, cuya dependencia para con

7 AGI Charcas 21, r. 1, No 11, bloque 7: f. 1. De aquí en adelante citaremos el


texto de Alcaya como Relación Cierta.

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Isabelle Combès y Albert Meyers

el Cusco es problemática: Manco quiere mentir al Inca y no contarle


de las riquezas de su nuevo reino; en cuando a Guacane, hace de
Samaipata la cabeza de su reino, “y los demás valles arriba referi-
dos, dio al del Cuzco”. Sin embargo, ninguno llega a cortar com-
pletamente los lazos con el Cusco: aun con mentiras, Manco manda
gente a avisar al Inca de su descubrimiento; y Guacane pide auxilio
al Cusco cuando llegan los chiriguanaes (grupos guaraní-hablantes
llegados desde Paraguay, dice la Relación, atraídos por la fama de
las riquezas incas) a asaltarlo. Finalmente, otro punto común es que
ambos “reinos incas” orientales fueron la meta de las migraciones
chiriguanaes, y luego de los españoles.
Incluso es posible que la historia de ambos reinos haya llegado a
confundirse más tarde. Pues ¿qué sucedió con la población de los
importantes sitios incaicos al Este de los Andes (como Samaipata)
después de la derrota de los incas frente a los españoles en la batalla
de Pocona en 1538? Es probable que muchos se hayan retirado en
dirección a o hasta las zonas amazónicas donde se ubicaba el Paititi
de Manco. De hecho, más de cien años después de la derrota inca,
un fraile de Pocona afirmaba “que en aquella tierra de los llanos que
llaman raches”, vivían hombres “retirados de Samaypata desde el
tiempo que prendieron al Inca”8.
El tema de los incas transandinos es recurrente en las crónicas de
la época, y existen también otros relatos que evocan el reino amazó-
nico de Mojos y/o del Paititi. La Relación Cierta es, por el contrario,
la única que se detenga sobre Samaipata y que mencione las minas
de Saypurú. Sin embargo, las campañas arqueológicas en Samaipata
y otras investigaciones de corte más histórico como las que presen-
tamos en este volumen, vienen confirmando sus afirmaciones. Vale
entonces la pena detenerse más detalladamente sobre este extraño e
indispensable documento.
No cabe duda que la Relación Cierta o, al menos, la primera versión
de ella que habría escrito Martín Sánchez de Alcayaga, no sólo fue
conocida, leída y comentada en su época, sino que sirvió de verda-
dera guía a los expedicionarios cruceños en busca de “la tierra rica”.

8 AGI Lima 166, Jornada a los Mojos y Raches, 1644: f. 50.

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Cuatro de los diez testimonios del mismo expediente hacen una cla-
ra referencia al relato de Alcayaga. Vasco de Solís nota los caminos
muy anchos y limpios, lo cual “conforma con lo que dice Alcayaga
en su relación”; Gregorio Jiménez también menciona “la relación
de don Martín”; Bartolomé de Heredia afirma haber visto “una
relación que hizo Martín Sánchez de Arcayaga [sic], vecino de esta
gobernación”; en cuanto a Lorenzo Caballero, hace decir a Gonzalo
Solís de Holguín, gobernador de Santa Cruz, que él como “todos los
gobernadores y capitanes que han intentado este descubrimiento”
fueron “guiados por una relación que don Carlos Ynga dio a Martín
Sánchez de Alcayaga”9. Lo más probable es que el mismo Solís de
Holguín poseía la Relación o una copia de ella, que figuraba entre los
“papeles” entregados en su lecho de muerte al P. Navarro.
A inicios del siglo XVII, varias capitulaciones presentadas para
la conquista de la Cordillera chiriguana proponen (re)descubrir el
“cerro rico” de Saypurú, y muy probablemente lo hacen también
sobre la base de la Relación Cierta, único documento en mencionar
este sitio10. Es incluso posible que este relato haya estado conocido
a los más altos niveles. De hecho, el 22 de agosto de 1573, el rey
Felipe II promulgó una cédula real reservando las entradas a Mojos
a los vecinos de Santa Cruz11. La justificación oficial es la siguien-
te: “porque los vecinos de Santa Cruz sustentan aquella provincia
con esperanza de que han de poblar dicha provincia de los Mojos
que está junto a ella, y dándose a alguna el descubrimiento de ella,
desampararían la dicha provincia de Santa Cruz”. Sin embargo,
tomando en cuenta la fecha de la cédula, que coincide con la rebe-
lión de Diego de Mendoza en Santa Cruz, la decisión real no puede
dejar de sorprender –los cruceños no eran, pues, los más confiables
entre los vasallos de la corona. Felipe II indica que “ahora somos
informados” de la conveniencia de dar esta exclusividad a Santa

9 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 28v (Vasco de Solís), 16 (Gregorio
Jiménez); 20-20v (Bartolomé de Heredia) y 25v (Lorenzo Caballero).
10 La “capitulación de Pedro López de Zavala” (1602) habla, por ejemplo, del
posible descubrimiento de “las minas del cerro de Saipuru de cuya riqueza
se tiene gran noticia” (en Mujía 1914 t. 3: 60). Ver García Recio 1988: 76.
11 Publicada por Maurtua 1906, t.9: 72-73, y Mujía 1914, t. 1: 174-175.

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Isabelle Combès y Albert Meyers

Cruz: ¿habrían llegado hasta sus reales oídos las informaciones de


la Relación Cierta?
Sea lo que fuere, este extraño relato, verdadera guía de viaje e im-
pulsora de los sueños de los conquistadores, marcó profundamente
su época y las expediciones concretas que se realizaron en pos de la
tierra rica. Tanto más importantes se vuelven entonces las pregun-
tas sobre su(s) fecha(s) real(es) de elaboración, su(s) autor(es) y sus
fuentes.

Datación
El título de la Relación Cierta indica claramente que la versión de la
cual disponemos, de autoría del padre Diego Felipe de Alcaya (pero
que no lleva su firma), fue en realidad “sacada de la que el capitán
Martín Sánchez de Alcayaga, su padre, dejó hecha”. Tenemos en-
tonces la certeza que existió una versión anterior de este texto; de
hecho, a esta versión se refieren los testigos de 1636 que citamos en el
anterior acápite: mientras todos conocen el texto de Martín Sánchez,
ninguno menciona a Alcaya. Surgen entonces varias preguntas a las
cuales intentaremos responder en los acápites que siguen:
- ¿Cuál fue la fecha de la primera versión de Alcayaga?
- ¿Cuáles fueron sus fuentes?
- ¿Qué cambios pudieron existir entre el texto original y la versión
que conocemos?
- ¿Quiénes hicieron estos cambios, cuándo, y por qué?
Empecemos con la única versión a nuestra disposición. Su título
indica que el documento fue enviado “a su excelencia el señor Mar-
qués de Montes Claros, virrey de estos reinos”. Mendoza y Luna,
marqués de Montesclaros, fue virrey del Perú entre 1607 y 1615.
Apoyándose sobre este dato, Sanabria propuso el año 1605 como
fecha aproximada de redacción de la relación (1961: 39-40), hipó-
tesis que fue retomada por Thierry Saignes y adoptada por Martti
Pärssinen12. Saignes agrega un argumento más para suponer una re-
dacción hacia 1605: nota que la Relación hace mención de la entrega
al cabildo de San Lorenzo, por parte de Lorenzo Suárez de Figueroa,

12 Renard-Casevitz, Saignes y Taylor-Descola 1986: 122; Pärssinen 2003.

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

de unas perlas que trajo de su expedición hacia Mojos “habrá 22


años”13; la expedición de Suárez de Figueroa data de 1582, lo cual
daría como fecha de redacción de la Relación el año 1604. Finalmen-
te, otro argumento avanzado tanto por Sanabria como Saignes es
que la última expedición hacia Mojos mencionada por la Relación es
la del gobernador Mate de Luna, realizada en 1602.
Sin embargo, varios elementos contradicen esta hipótesis. En efecto,
el relato de Alcaya evoca, por ejemplo, la actuación del padre Corella,
“que ahora es deán de esta Barranca”, como “extirpador de huacas” en
Samaipata14. Miguel de Corella, nacido en 1584, fue nombrado deán
y visitador de la provincia de Santa Cruz en 161915; es bien conocido
por los pleitos que llevó adelante para conseguir mejores rentas, y
sus problemas con su co-deán Juan Alba Alvarado en los años 163016.
Y según el historiador cruceño Melgar y Montaño (1959), su visita a
Samaipata y sus “huaquerías” tuvieron lugar entre 1626 y 1628: esta
parte al menos de la Relación Cierta fue entonces redactada después
de 1626, o al menos después de 1619 (Meyers 2005).
Todos los argumentos existentes son válidos: la alusión a la expe-
dición de Suárez de Figueroa indica una fecha de redacción próxi-
ma a 1604; la dedicatoria al virrey Montesclaros implica una fecha
comprendida entre 1607 y 1615; y las alusiones a las actividades de
Corella son forzosamente posteriores a 1619. Todo indica que el tex-
to que conocemos como Relación Cierta fue redactado en diferentes
fechas, y probablemente por diferentes manos.
Determinar hasta qué punto fue alterado el texto original de Sán-
chez de Alcayaga es difícil, y probablemente no logremos apreciar

13 Relación Cierta 1636: 6v.


14 Relación Cierta 1636: 4v.
15 AGI Charcas 139: Carta al rey del obispo de Santa Cruz, don Antonio Calderón
(Mizque, 1º de marzo de 1619); ver García Recio 1984: 84-85.
16 Ver por ejemplo AHM, E.C.C. vol. 18, fs. 99-115: Capellanía instituida por Lui-
sa de Hinojosa a petición de Domingo Gonzales Salgado y del bachiller don Miguel
de Corella de 1500 pesos corrientes (1629); ABNB EC 1638.2: Causa que se sigue
entre el bachiller don Miguel de Corella y de don Juan Alava de Alvarado sobre el
decanato de la santa iglesia catedral de Santa Cruz, ff. 168-354; ABNB EC 1651.3:
Información de servicios del deán de Santa Cruz don Juan de Alvarado en su ca-
rrera eclesiástica, ff. 1-7. Estas referencias fueron proporcionadas por Joseph
Barnadas.

19
Isabelle Combès y Albert Meyers

nunca la magnitud de los cambios hechos. Algunos sí pueden ser


advertidos: por ejemplo, el texto que tenemos no menciona ninguna
adoración de peces y pájaros, cuando Gonzalo Solís de Holguín ve
más bien en este hecho una confirmación del relato que leyó; el mis-
mo texto tampoco menciona la gran laguna con una piedra o peña
en medio, no habla de una entrada “de media legua de boca”, con
pantanos al Oeste y montañas al Este, todos elementos que Solís de
Holguín dice reconocer en base a la Relación de Martín Sánchez. De la
misma manera, Gregorio Jiménez se refiere a la relación de Alcaya-
ga, pero citando detalles que no solamente no aparecen en el texto
de Alcaya, sino que lo contradicen; en el testimonio de Bartolomé de
Heredia también, quien dice haber visto el texto de Alcayaga, toda
la topografía del Paititi es totalmente diferente a la que brinda el
relato de Alcaya. Finalmente, la Relación tal como la conocemos tam-
poco menciona el culto del Yaya y las cruces que los expedicionarios
de Solís de Holguín encontraron donde los toros.
Estas evidentes alteraciones tienen sus implicancias en cuanto a
la datación de la única versión en nuestra posesión. Este texto fue
incluido en la consulta organizada por Juan de Lizarazu sobre las
probabilidades de éxito o no de una nueva expedición a Mojos. Su
objetivo es ese: dar más peso a los testimonios que la siguen en el ex-
pediente, y convencer a las autoridades que la leen de la necesidad de
una nueva entrada. Lo mismo puede decirse además de la relación
de la entrada de Solís de Holguín, también agregada al expediente.
Toda esta parte del documento (el “bloque 7”) está escrito por una
sola mano, aparentemente la del “escribano real” Luis Gutiérrez; los
doce capítulos (la Relación Cierta, la relación de Solís de Holguín y
los diez testimonios de 1635) forman un solo bloque, separados úni-
camente por una mayúscula cuando empieza un nuevo testimonio.
La Relación Cierta termina abruptamente y el texto continua en la
línea siguiente: “aquí entran ahora las relaciones de lo sucedido en
la jornada que hizo el gobernador Gonzalo de Solís de Holguín”17;
solamente al final de esta relación, da fe el padre jesuita Navarro. En
otros términos, estamos aquí frente a textos originales “arreglados”,

17 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 10v.

20
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

acomodados o alterados (sacando por ejemplo la firma en el caso


de la Relación Cierta, agregando datos como las alusiones a Corella,
etc.) en función de un único fin: convencer a quien les leyera de la
utilidad de una nueva entrada a “la tierra rica”. Por consiguiente, y
aunque se base sobre textos anteriores, la única versión conocida de
la Relación data clara y estrictamente de 1636 –más exactamente del
lapso de tiempo entre diciembre de 1635 y marzo de 163618.

Alcayaga y sus fuentes


Martín Sánchez de Alcayaga, hijo de Pedro Sánchez de Alcayaga,
esposo de Ana de Vicuña y natural de Fuenterrabía, figura en la
lista de los pasajeros desde España “al río de La Plata” en 155519. Los
seis años que siguen su llegada a América son difíciles de rastrear.
Según Sanabria (1961: 37), el “Martín Sánchez” que aparece en 1556
en el padrón de la ciudad de Asunción del Paraguay no puede ser
nuestro autor, pues se trataría de alguien llegado mucho antes al
río de La Plata, junto con Pedro de Mendoza en 1536. Cuando vol-
vemos a encontrar con seguridad a nuestro Alcayaga es en 1561, en
la primera ciudad de Santa Cruz de la Sierra, fundada ese mismo
año por Ñuflo de Chaves. “Martín Sánchez” figura, de hecho, en la
lista de las encomiendas de indios repartidas el 20 de abril de 1561
en Santa Cruz20, y sabemos con seguridad que se trata de Sánchez
de Alcayaga. En 1573,el gobernador de Santa Cruz, Juan Pérez de
Zurita, lo vuelve a citar como vecino de la ciudad y encomendero de
indios (Pérez de Zurita 2003 [1573]: 11).

18 En cuanto a la falta de mención de las entradas a Mojos posteriores


a la de Mate de Luna (1602), no se trata de un real problema. En la
perspectiva de una corrección del texto original en 1636, para su
inclusión en la consulta de Lizarazu, parece lógico no mencionar las
dos entradas de Solís de Holguín (1617 y 1624), ya que los testimo-
nios siguientes ofrecen mucha información al respecto.
19 AGI Pasajeros L.3, E. 2770 (1555). Ver la lista de “Los que hicieron informa-
ción para pasar en las naves de Martín de Orué que llevaron al obispo D.
Pedro Fernández de la Torre - Año 1555”, reproducida en González y Lux-
Wurm 2001: 59-62. Los autores señalan que el viaje se efectuó en 1556.
20 Lista elaborada por Francisco de Gallego, en Julien 2008: doc. 15-B. La mis-
ma lista fue publicada, pero con errores de trascripción, por Mujía (1914
tomo 1: 77-89).

21
Isabelle Combès y Albert Meyers

Porque no encontró su nombre entre los de los españoles de


Asunción que acompañaron a Chaves hacia el Oeste, Sanabria
(1961: 38) supuso que Alcayaga se habría incorporado al grupo de
los primeros cruceños desde el Perú o desde Charcas. Sabemos en
efecto que Ñuflo de Chaves realizó dos viajes desde el río Guapay
hasta Lima: el primero en 1548, mandado por Domingo de Irala,
después de una expedición que cruzó todo el Chaco desde el río
Paraguay hasta el Guapay; el segundo tuvo lugar en 1560, buscando
solucionar problemas de jurisdicción territorial con el conquistador
Andrés Manso, llegado desde Charcas, en la región del río Guapay.
Varios españoles del Perú y de Charcas se unieron a él en su retorno:
Sanabria supone que Alcayaga fue uno de ellos, lo cual implicaría
que entre 1555-1556 (llegada al río de La Plata) y 1560 (retorno de
Chaves desde Lima), Alcayaga habría incursionado en los Andes. Es
imposible comprobar esta hipótesis; podría corresponder a lo que
afirma Lorenzo Caballero en 1635, a saber que “don Carlos Ynga”
fue el principal informante de Alcayaga al escribir su crónica: “una
relación que don Carlos Ynga dio a Martín Sánchez de Alcayaga”;
“la relación tan cierta que el capitán Martín Sánchez de Alcayaga,
persona tan cristiana y celosa de la honra de Dios y servicio de Su
Majestad, hizo con don Carlos Ynga”21. Sin embargo, podría pensar-
se también que Alcayaga encontró a Carlos Inca en otra ocasión, por
ejemplo acompañando a Chaves a Lima (vía Samaipata y Cusco)
en 1559-1560. Es sabido que Carlos solía acoger a los viajeros en
Colcampata en Cusco (Hemming 1970: 339), y en ese lugar pudo
recolectar sus informaciones Martín Sánchez.
Carlos Inca era el hijo de Paullu, un Inca “oficialista” bien cono-
cido por los historiadores andinos, ahijado del licenciado Vaca de
Castro; junto con los mallku de Charcas, desempeñó en 1538 un im-
portante papel en la entrega de las minas de Porco a los españoles.
Paullu falleció en 154922 y su hijo Carlos en 1582 (Hemming 1970:
454-455). De ser cierta la indicación de Caballero, la primera versión

21 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 25v y 26v.


22 Ver Platt et al. 2006: 125-128 y 844 sobre Paullu y Porco. Es posible que Pau-
llu haya también jugado un papel decisivo en el “descubrimiento” de Potosí
en 1545 (Platt y Quisbert 2009).

22
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

de la Relación Cierta habría entonces sido escrita antes de esta fecha;


y tal vez no sea casualidad que el padre del principal informante de
Alcayaga haya permitido a los españoles el descubrimiento de las
minas de Charcas: pues la Relación Cierta también habla, y amplia-
mente, de otras minas incas ocultas, las de Saypurú.
Sin embargo, todo muestra que Carlos Inca no fue el único in-
formante de Alcayaga, ni tal vez el principal. Otro episodio de la
vida de Martín Sánchez es en efecto significativo. Como vecino de
Santa Cruz en 1573, Alcayaga fue testigo (y actor) de la rebelión
que opuso entonces a Diego de Mendoza con el gobernador Pérez
de Zurita primero, y el virrey Toledo luego. Mendoza se oponía al
traslado de la ciudad hacia el río Guapay, planeado por el virrey,
prefiriendo quedarse en el lugar para seguir buscando las míticas
“minas de Itatín”. En esta ocasión, “Martyn Sanchez Alcayaga”
habría apoyado al bando de Mendoza (Pérez de Zurita 2003 [1573]:
11). Sin embargo, al parecer cambió luego de opinión. De hecho,
sabemos que un cacique chiriguana, llamado Cayperu, también es-
taba apoyando a Mendoza en su rebelión. Cayperu fue convencido
por el fraile mercedario Diego de Porres de deponer las armas; para
mayor seguridad, Porres le mandó a presentarse ante las tropas del
virrey en Samaipata, y “en calidad de escolta de Cayperu fue Martín
Sánchez de Alcayaga”23. Esta información es importante en cuanto a
las fuentes de Alcayaga se refiere. En efecto, la Relación Cierta men-
ciona, y largamente, a un tal “Alonso Cayperu” (o Caypere), “indio
guaraní refalsado y traidor”, quien habría servido de intérprete a
Domingo de Irala cuando llegó al río Guapay –eso es en 1548– y
preguntó por las minas de Saypurú. Más que probablemente, este
Alfonso Cayperu (que lleva un nombre español, es decir que posi-
blemente fue bautizado) es, o bien el mismo Cayperu que encontra-
mos en Santa Cruz en 1573 con Diego de Mendoza, o bien su padre;
en todo caso, alguien bien informado sobre los incas de Samaipata y
el cerro de Saypurú, y que estuvo en contacto cercano con el primer
redactor de la Relación Cierta.

23 Sanabria 1961: 83; ver los testimonios publicados por Barriga (1949).

23
Isabelle Combès y Albert Meyers

Las noticias posteriores sobre Alcayaga son parcas. Sanabria


(1961: 38) indica que en 1579 firmó en calidad de testigo en una
información de servicios de Hernando de Salazar. Aparece luego
en un parecer del 12 de octubre de 1587, indicando que conocía a
Lorenzo Suárez de Figueroa, gobernador de Santa Cruz, desde su
llegada a la provincia (AGI Charcas 44: 61v-62). Sin embargo, el 23
de marzo de 1596, en la presentación del mismo parecer de 1587,
aparece firmando un Sebastián de Alcayaga, “clérigo de evangelio”,
como testigo (AGI Charcas 44: 38v-41). Sabemos, por su testamento
conservado en Sucre24, que Sebastián era el hijo de Martín Sánchez.
Es entonces posible que en 1596, cuando firma su hijo, Martín
Sánchez ya haya fallecido. Otra posibilidad es que se haya retirado
a Paraguay. En efecto, la mención siguiente del testigo Bartolomé de
Heredia, en 1635, no es muy clara. Menciona Heredia la “relación
que hizo Martín Sánchez de Arcayaga [sic], vecino de esta goberna-
ción ya difunto en el Paraguay con unos indios chiriguanaes”25. La
falta de puntuación de la frase no permite entender si Heredia quiso
decir que Sánchez había fallecido en Paraguay, o bien que redactó
su crónica en Asunción. En el primer caso, que parece el más pro-
bable, no podemos excluir que el “Martín Sánchez” que aparece en
1596 como regidor de Asunción y en 1600 como procurador general
en la misma ciudad26, sea nuestro autor.
Sea lo que fuere, el testimonio de Heredia agrega unos informan-
tes más a Carlos Inca y Cayperu: Sánchez habría sido informados
por “chiriguanaes” (término genérico en esta época y esta región
para los guaraní-hablantes en general) que habrían salido en la épo-
ca prehispánica en busca de la “tierra rica”.

24 ABNB EP 103 - Agustín de Herrera - La Plata 20-06-1615 (gentileza de Ana


María Presta). Este testamento es desgraciadamente incompleto, y no pro-
porciona más información sobre la familia de Sebastián de Alcayaga.
25 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 20-20v.
26 Cabildo de Asunción 2001.

24
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Los avatares de la Relación Cierta


Recapitulemos: Martín Sánchez de Alcayaga fue el autor de la pri-
mera versión de la Relación Cierta; la redactó posiblemente entre 1573
(contacto con el informante Cayperu y estadía en Samaipata) y 1582
(muerte del otro informante Carlos Inca), es decir probablemente
cuando vivía en Santa Cruz. Como lo vimos, es muy probable que
este texto o una copia de él estuvo en posesión de Gonzalo Solís
de Holguín, quien a su vez la entregó al padre jesuita Navarro a la
hora de su muerte, en 1624 (Sanabria 1975: 55). En todo caso, Solís
de Holguín no pudo ser el autor de las alteraciones que sufrió la re-
lación de Alcayaga –al menos no de todas, en particular de las que
mencionan las “huaquerías” del deán Corella. Hasta donde podemos
llevar adelante la encuesta, dos personas aparecen como susceptibles
de ser responsable(s) de las modificaciones hechas al texto original:
el jesuita Navarro, quien en nuestra hipótesis habría recibido la Rela-
ción de Alcayaga de manos de Solís de Holguín; y, evidentemente, el
que aparece en 1636 como el autor del texto: Diego Felipe de Alcaya,
quien declara ser el hijo de Martín Sánchez y ser en el momento que
escribe cura de Mataca (un valle cercano a Potosí).
Ninguno de los testigos interrogados en 1635 mencionan a este
último personaje, y tampoco lo hace el testamento de Sebastián de
Alcayaga: como lo reconoce Sanabria (1961: 39), es muy poco lo que
sabemos acerca de él. Y este poco no deja de ser problemático, plan-
teando en particular, de nuevo, el problema de la datación del relato
en nuestra posesión.
“Diego Felipe de Alcayaga” era cura de Ayopaya, cerca de Cota-
cajes, en 161227. Como lo nota Sanabria (1961: 40-41), Mataca era a
inicios del siglo “una de las poblaciones rurales más consideradas
del Alto Perú”, y bastante rica. Ser su párroco era un privilegio, que
no podía conseguir cualquier persona, y podemos legítimamente
pensar que Diego Felipe obtuvo este cargo después de su estadía
en Ayopaya. De hecho, su presencia estaría registrada en Mataca en
1624: el mismo Sanabria (1961: 40) cita un expediente de aquel año,
conservado en el Archivo Nacional de Bolivia, donde aparecería su

27 Renard-Casevitz, Saignes y Taylor-Descola 1986: 181.

25
Isabelle Combès y Albert Meyers

nombre como testigo de un juicio sobre la muerte del hacendado


Juan de Oquendo, de Mataca. Este expediente en verdad existe28…
pero no figura en ninguna parte el nombre de Diego Felipe de Al-
caya o Alcayaga. Es posible que Sanabria se haya equivocado de
referencia y que consultó otro texto sobre el mismo asunto, donde
sí figuraba el nombre de Alcaya. Sea lo que fuere, el título de la
Relación Cierta indica claramente que Diego Felipe estaba en Mataca
cuando envió su texto: si, en 1612, estaba todavía en Ayopaya, la
fecha de la redacción final del documento tiene que ser posterior a
las fechas más tempranas sugeridas por Sanabria y Saignes.
La estadía comprobada de Alcaya en Ayopaya pudo estar a la raíz
de algunos cambios en el documento original firmado por su padre.
En efecto, Cotacajes, punto de entrada desde Cochabamba hacia el
alto Beni, es también un puerto de entrada a “la tierra rica” –lo de-
muestran ampliamente, por ejemplo, las posteriores expediciones
de Benito de Rivera y Quiroga a finales del siglo XVII29. La zona de
entrada por Cotacajes evidencia el paso anterior de los incas por la
región: caminos, puente de crizneja (como el que menciona la Rela-
ción Cierta), etc. Una posibilidad que no puede descartar sería que, al
mencionar al río Grande o Guapay como rumbo del viaje de Manco
Inca, la Relación Cierta esté haciendo una confusión con otra entrada
inca por el alto Beni. A nuestro juicio, dos datos podrían corroborar
esta hipótesis o volverla plausible: primero, otros garrafales errores
geográficos se encuentran en el texto de Alcaya (confundiendo por
ejemplo el Pilcomayo con el alto Paraguay30); segundo, es un hecho
que lo que sabemos de las fuentes y de los informantes de Sánchez
de Alcayaga apunta más que todo a Samaipata y Saypurú (la histo-
ria de los incas Guacane y Condori), y no tanto al Paititi amazónico
de Manco Inca. Es pues, posible que esta parte de la historia haya

28 Sanabria cita al expediente por su antigua ubicación en la serie “Expedien-


tes Coloniales”: EC 1624 nº 1. Fue reubicado luego en la serie “Vicuñas y
Vascongados” (VV 1624 nº 64). Agradecemos a Ana María Lema y Alfredo
Ballerstaedt por haber tenido la gentileza de buscar este documento en Su-
cre y mandarnos copia.
29 Ver Combès y Tyuleneva 2011.
30 Relación Cierta 1636: 3.

26
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

sido agregada o al menos modificada por su supuesto hijo Diego


Felipe o por otros compiladores.
Otro punto pendiente es la cuestión de los lazos familiares en-
tre Diego Felipe (“de Alcayaga” en 1612, y “Alcaya” en la Relación
Cierta) y Martín Sánchez. De hecho, ¿cómo explicar el cambio de
apellido? El nombre de “Alcaya” aparece una sola vez en la Relación
Cierta, en su título, y no podemos descartar un error del copista en
este caso. Sabemos que en esta época, en las colonias y especial-
mente las más remotas, los apellidos eran bastante arbitrarios; pero
en regla general, se elegía, entre los apellidos maternos y paternos,
al de mayor reputación. No sería muy comprensible que el hijo de
un encomendero, co-fundador de Santa Cruz, confidente del virrey
Toledo, camarada de Gabriel Paniagua y Loaysa y autor de un relato
famoso en su época, haya querido cambiar de apellido.
Tampoco se logra entender cabalmente cómo el texto redactado
por el hijo de Alcayaga en Mataca llegó hasta San Lorenzo. Pode-
mos emitir una hipótesis al respecto. Cerca de Potosí, Mataca tam-
bién está cerca de La Plata: en esta sede de la Audiencia presentó su
propuesta Pedro de Iriarte, y en la misma ciudad estaba presente el
jesuita Juan Navarro, quien redactó una carta apoyando el proyecto,
que hizo llegar a su colega Blanco en San Lorenzo. No podemos
dejar de notar la omnipresencia de los padres jesuitas de Santa Cruz
en todo este asunto: Navarro poseedor de los papeles de Solís de
Holguín, Blanco presentando la propuesta de Iriarte al cabildo y re-
cogiendo testimonios, e incluso el padre Villarnao aludiendo a una
carta del jesuita Andrés López sobre el Paititi31. Eso sin contar con
la propuesta misma de Pedro de Iriarte, que prevé una cuantiosa
suma de dinero (1.500 pesos) “para ayuda al avío de dos padres
sacerdotes de la Compañía de Jesús que han de ir así por capellanes
de la gente de guerra como para asistir allá a la conversión de los
dichos indios y predicación del evangelio”32.
Entre jesuitas y conquistadores, existía una comunidad de intere-
ses necesaria y al mismo tiempo conflictiva. Ninguna orden tenía

31 Testimonio de Villarnao en AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 14v-15.


El relato de López está transcripto por Mario Polia (2011).
32 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 6: 1v.

27
Isabelle Combès y Albert Meyers

reglas tan estrictas para evitar entradas en compañía de conquista-


dores, pues los abusos cometidos por los soldados resultaban con-
traproducentes para una futura misión. Pero los jesuitas de Santa
Cruz fundaron sus intereses en la presumida cantidad de infieles
por descubrir y en el fabuloso imaginario del Paititi (Meyers 2010).
El primer superior de Santa Cruz, Diego Martínez, llegó a Indias
junto con Andrés López en 1582 (ARSI Peruana 23: 70v-71v), y sabe-
mos por el testimonio de Villarnao que el padre Samaniego de Santa
Cruz conocía el relato de López. En 1614 y 1620, cartas de Roma
enviadas a Samaniego evocan la esperanza del descubrimiento del
Paititi y de la conversión de sus almas33. En cuanto al mismo Gonza-
lo Solís de Holguín, sabemos que contó con el apoyo de los jesuitas
(AGI Charcas 149), sin duda facilitado por su hermano mayor, el
jesuita Diego González Holguín, el famoso autor de los diccionarios
y gramática quechua (Meyers 2010: 97-100). Es probable, pues, que
las mayores alteraciones hechas a la primera Relación de Alcayaga
hayan sido el hecho de los jesuitas locales, en función de sus cono-
cimientos y sus intereses inmediatos. En este caso, y sin prejuicio
de añadiduras propias que le habría podido sugerir su estadía en
Ayopaya, Diego Felipe de Alcaya habría actuado como el testaferro
de los religiosos para firmar una Relación, “cierta” tal vez, pero sobre
todo cúmulo de esperanzas y conocimientos varios reunidos con un
solo fin: asegurar la aprobación de las entradas a Mojos, y su éxito
final por parte de los cruceños.

Para concluir
Sólo una observación para concluir estas páginas. Si bien la Relación
Cierta de Alcaya dedica sendas páginas a Samaipata y a las minas
incas de Saypurú, los testimonios recogidos en 1635 no mencionan
estos sitios: los ojos y las esperanzas están clavados en moxos, los
toros, o los paresis cercanos.
Como se verá en uno de los artículos que siguen, existió en tiempos
del virrey Toledo, en 1573-1574, una verdadera colusión entre los
mestizos paraguayos de la primera Santa Cruz y los de la Cordillera

33 ARSI Peruana 1: 338; ARSI Peruana 2: 34.

28
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

chiriguana, todos enfrentados contra el virrey, y todos en busca de


riquezas que no estaban dispuestos a compartir con la Corona –las
minas de Itatín para los cruceños, las de Saypurú para los cordillera-
nos. Sería así posible, pero no demostrado, que en 1635 los cruceños
hayan seguido queriendo desviar la atención de las autoridades de
la Audiencia de Charcas y del virreinato, insistiendo sobre Mojos
y dejando de mencionar a los sitios del piedemonte. Sin embargo,
y tomando en cuenta las fechas de los testimonios, otra hipótesis
es más probable. Simplemente, en 1635, los españoles ya ocupan
Samaipata desde hace más de medio siglo; sus riquezas, como tam-
poco las de Saypurú, jamás fueron encontradas, y rumores corren,
como lo hemos notado, que los incas de la zona se retiraron hacia
la Amazonía todavía incógnita. Mojos o Paititi queda como la única
tierra por conquistar, el único sueño que todavía no se desvaneció.
Este sueño es el que se plasmó en las extrañas páginas de la Relación
Cierta, indispensable guía hasta hoy para quienes siguen busca de
la Tierra Rica.

29
30
La Relación de Diego Felipe de Alcaya34

Relación cierta que el padre Diego Felipe de Alcaya, cura de Mataca,


envió a Su Excelencia el señor Marqués de Montesclaros, virrey de
estos reinos, sacada de la que el capitán Martín Sánchez de Alcaya-
ga, su padre, dejó hecha como primer descubridor y conquistador
de la gobernación de Santa Cruz de la Sierra y primer poblador, el
cual con particular cuidado y estudio fue asentando todo lo que en
su descubrimiento sucedió, y en especial de la tierra rica que Mango
Ynga, segundo capitán de este nombre, tiene conquistada, que hoy
posee en grandísima felicidad por su gran prosperidad, llamada
Paytitti, en la cual tiene descubierto todo género de metales hasta
el más lúcido que es el oro, saca perlas de la laguna que ciñe por
una falda el cerro Paytiti, saca piedras de todos colores de grande
estima, y del cerro rico que el capitán Condori labró en la cordillera
de los chiriguanaes llamado Çaypuru y del oro que sacaba su her-
mano Guacane, rey nuevo de los llanos de Grigotta, cuya fortaleza
está hoy en pie en testimonio de lo dicho por su gran fundamento,
llamada Sabaypata. Que es como se sigue.
Antes que a estas partes viniesen los españoles de España, ni a
las del Paraguay, el Inca con su buen gobierno como parece en todo
este reino, iba conquistando cada año nuevas provincias, procuran-
do siempre ser él solo señor, para cuyo efecto dio su comisión a un
descendiente suyo llamado Guacane, dándole título de Rey de lo
que así conquistase; el cual dejó a un hermano suyo en la ciudad del
Cuzco, llamado Condori, y asimismo le dio suficiente gente para la
conquista, enviándole a los llanos de Grigota, cuyo antiguo nombre
fue tomado en aquella provincia del gran cacique Grigota, que así se

34 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 1-10. Hemos modernizado la orto-
grafía para una lectura más ágil, a excepción de los nombres de personas y
lugares, y de las palabras en idiomas indígenas.

31
Isabelle Combès y Albert Meyers

llamaban todos los que [se] sucedían en el gobierno, como en Roma


los Césares, los faraones en Egipto y los incas en el Cuzco.
Habiendo llegado este capitán Guacane con muy lúcida gente a
los valles de Misque, comenzó a enviar sus exploradores la tierra
adentro y a disponer su osado intento, y hacer consulta abierta para
que cada uno dijese y diese su parecer; y a lo último se [1v] resolvió
de no perder ocasión, y tomando más bastimento entró por los va-
lles de Pojo, Comacapa, los Sauces, valle de Pulquina, Vallegrande
y subió al asiento de Sauaypata adonde asentó su real en la mesa de
este sitio, que tiene de subida del último valle una pequeña legua. Y
luego sacó de tres leguas de allí, tomando el nacimiento del arroyo
que baña el valle grande, una [a]cequia de agua debajo de tierra,
de manera que hasta hoy no se sabe por dónde viene, más de que
sale a una hermosa fuente que él mandó labrar de dura piedra a
modo de caracol, y al profundo de la quinta y última vuelta tiene
en medio un ojo por donde desagua; y tampoco hay ninguno, por
curioso que sea, [que] sepa adónde responde. Y allí se hizo una
fortaleza grandiosa, con muchos aposentos para el alojamiento de
sus soldados, de hermosa piedra labrada. Y los primeros años se
ocupó en esta obra que es muy firme, y después pobló a los valles
de arriba, haciendo en las poblaciones grandes edificios y fuertes
como hoy parecen, sacando acequias para regar aquellos pedazos
de fertilísimas vegas para el sustento de sus nuevas poblaciones.
Lo cual hecho, volvió a su valle de Çauaypata adonde tomó la
mayor parte de su gente, y alistándose con ellos llevó gran suma de
preseas de vestidos de cumbi, cocos y medias lunas de plata, y esco-
plos y hachuelas de cobre, para presentar al gran cacique Grigota y
a sus vasallos con fin de traerlos a su devoción, por haber entendido
mucho antes la humilde condición de ellos, y entró a los llanos. Y
luego despachó a un su [sic] capitán con un presente de muy lúcidos
vestidos de cumbi triplicados para que se mudase y en que hubiese
cocos de plata de diferentes hechuras, el cual fue muy bien recibi-
do de Grigota. Y fue a dar el bien venido al nuevo rey Guacane con
muchos indios desnudos, y él salio con sola una camiseta variada de
colores hecha en su tierra de algodón, y luego que se vieron quedaron
confirmadas las amistades, de manera que se despojó de todo punto
de su señorío y mandó y le dio el reconocimiento de vasallo, él el

32
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

primero y luego todos sus pueblos. Allí se [2] juntaron los caciques
Goligoli, Tendi, y Vitupue, todos principales que estaban sujetos al
gran Grigota, y con sus parcialidades que pusieron de 50.000 indios
dieron la obediencia al nuevo rey Guacane. Y con este aplauso y di-
choso suceso, se dispuso al descubrimiento de metales, y volvió a las
faldas de la cordillera adonde halló el memorado cerro de Çaypuru,
vocablo corrupto que en lengua del Inca se llama Aypurum, que quie-
re decir “aquel despoblado”, por cuyas faldas asimismo labró mucho
oro que de ellos sacó algunos años; haciendo otro fuerte en la vega de
un valle largo y no muy ancho llamado Guanaco pampa, que quiere
decir en su lengua “llanura de guanacos”, porque halló en este valle
infinitos guanacos, carneros de la tierra que no están domésticos. Y
allí puso algunos indios labradores de los llanos, dejando mil indios
de este reino para labrar el oro, y en el de plata dejó la gente necesaria
para labrar la plata, que es cosa muy conocida y cierta. Es de gran
consideración y rico aquel gran cerro.
Y con la ambición de gozar del nuevo título de Rey de los llanos,
hizo chasqui al rey Inca del Cuzco a dar cuenta de su buena suerte,
enviándole ciertos tejos de plata y en un calabazo cantidad de pepi-
tas de oro, pidiéndole por merced le confirmase el título que le había
prometido y que le enviase a su hermano Condori dándole título
de capitán del cerro de Chaypurum [sic], de que le hacía servicio
para su corona por caer fuera de su conquista, como es verdad que
el cerro está de esta nuestra parte y la labor del oro cae ya en los
llanos. Lo cual visto por el Inca, lo hizo cumplidamente y le envió
a Condori con 5.000 indios para que sustentasen aquellas minas,
donde las labró muchos años, que no se puede esconder cosa por
las muestras que hay de las casas de pedrería que tienen por todas
las faldas de este cerro, que hay más de veinte pueblos y ranchería
fundada, donde se hallan barretas de a tres palmos de cobre, y esto
muy de ordinario se ha visto.
Y habiendo dividido su reino, al rey Guacane le cupo la fortaleza
de Cauaypatta para hacer en ella cabeza de su reino, y los demás
valles arriba referidos, dio al del Cuzco, el cual puso luego [2v] sus
capitanes con cargo de que acudiesen con el bastimento de todas
comidas a los mineros del cerro de Chaypurum. Y Guacane salió a
dar orden en su fortaleza, y envió por sus concubinas a la ciudad

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Isabelle Combès y Albert Meyers

del Cuzco, y llegadas con prósperos sucesos de este capitán y nuevo


rey, las dejó en la fortaleza con otras de su hermano Condori, y en su
guarda bastante gente y ciertos eunucos que las sirviesen, y algunas
chinas de servicio.
Y continuando su conquista ya como señor de los llanos entró a
ver su gente que con firme fe le respetaban y servían sin ninguna
condición, porque este señor les hacía grandes dádivas a fin de que
su nombre corriese la tierra adentro entre las demás naciones, que
toda ella estaba encadenada de diferentes provincias y a cada paso
hallaban grandes poblaciones, toda gente bruta y desnuda y nada
belicosa; el cual tuvo el suceso deseado a medida suya, y para más
atraerlos a su servidumbre los ocupaba poco a poco en labrar cha-
cras de maíz y de cosas de la tierra, cebándolos con las cazas de los
venados y pescas en los caudalosos ríos, por que no echasen de ver
que los metía en trabajosos y nuevas labores, y los acompañaba en
correr avestruces y en la caza de pavas y liebres [a la cual] aquellos
son bien inclinados.
Y estando en esta ocupación aquel infeliz rey, pareciéndole que to-
das las naciones de la tierra adentro era de aquella condición, vivía
entre ellos sin ningún recato y dormía como en su casa, y no quería
ya que su guarda tuviese vela, que tenía 500 indios de este reino
consigo que le servían y acompañaban con sus hondas y livis que
son las armas de que usan los indios del Perú. Cuando a [sic] la fama
de este señor que de mano en mano iba corriendo por toda la tierra,
llegó a los belicosos y no menos traidores oídos de los guarinies
del Paraguay, los cuales habiendo entendido de los naturales de los
llanos las riquezas que estos dos hermanos poseían y la vestidura de
que usaban, hicieron junta en sus pueblos; y con determinación dia-
bólica se alistaron hasta 8.000 indios guarinies, grandes flecheros; y
con sus mujeres e hijos y un intento de no volver más a su natural
como que ya tenían [3] la tierra sujeta y muertos a los dos capitanes
a quien pusieron por nombre “hijos del sol” por la variedad de los
vestidos que tenían y las chapas de oro y plata que en sus pillos35

35 Especie de llautu o diadema. “Pillu. Rodete rollizo de lana, o de aro


de cedazo por llauto” (González Holguín 2007 [1608).

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

y camisetas fijaban, se apercibieron de todo lo necesario; y toman-


do las canoas suficientes para su viaje, y con sus armas como tan
inclinada a la guerra que lo son de su nacimiento, subieron el Río
arriba de la Plata que es él de Pilcomayo que baja de Potosí y entra
en el Palana río del Paraguay y vinieron a tomar puerto en la gran
provincia de los jarayes, gente deshonesta y altiva, labrada la cara y
cuerpo y desnudos, y allí hicieron alto.
Lo cual visto por los jarayes, se pusieron en arma para defenderse,
entendiendo que esta carnicera nación aportaban en su tierra con
intento de poblar en ella. Y como hubiesen entendido el viaje que
llevaban, tuvieron grandes borracheras, y les dieron más clara noti-
cia de los dos señores, y les mostraron manijas de plata y argollitas
de plata para sus arcos que el rey Guacane les había enviado desde
Grigota, que hay 100 leguas escasas. Y asimismo les dieron noticia
cierta de Mango Inga, el cual no dormía en su nueva conquista por
hacia el Norte y Oriente, corriendo y atravesando la tierra con su
buen gobierno, y a los naturales que en aquel espacioso reino ha-
llaba, que los hay a cada paso, los acariciaba y con buen semblante
abrazándolos amorosamente los iba sujetando y enseñándolos
a sacar el oro de los arroyos, que lo tienen en toda aquella tierra.
Los cuales habiendo entendido la certeza de los bienes que estos
capitanes gozaban y de como no usaban armas que les pudiesen
ofender más de la honda, se dividieron en tres ejércitos: 5.000 de
ellos vinieron para Grigota, y 1.000 se quedaron en la provincia de
Ytatin, donde hoy hay más de 8.000, todos bautizados, aunque con
la traslación incauta que don Francisco de Alfaro hizo de la ciudad
de Santa Cruz, han apostatado de nuestra santa fe y vuelto a su
primer intento de matar y conquistar y comer carne humana. Y los
2.000 fueron a ver el rey Mango Ynga, de los cuales han quedado
pocos, porque hallaron gente de guerra que los fueron matando [3v]
y en particular la provincia de los Chiquitos, que usan de una yerba
mortífera. De estos que han quedado, que se hallan de veinte en
veinte a diez leguas unos de otros, hay muy cierta noticia de Mango
Ynga y de sus descendientes, y de la tierra rica que pobló con la
gente que llevó de este reino.

35
Isabelle Combès y Albert Meyers

Llegados los 5.000 guarinis al asiento de Santa Cruz de la Sierra,


que fue ciudad que don Francisco de Alfaro despobló, sujetaron
la gente de aquella parte por ser humilde y poco industriada en
la guerra. Y allí se detuvieron un invierno, desde donde enviaban
sus espías a los llanos de Grigota, donde el rey Guacane sin ningún
cuidado se holgaba con los suyos como en su reino. Y mientras el
invierno hacía su curso, esta carnicera nación se ocupaba en hacer
grandes matanzas en estos desnudos naturales, comiendo criaturas
y gozando de sus mujeres como de las suyas propias, a fin de le-
vantar y engrandecer su nombre por toda la tierra y castigar con su
cruda condición a los naturales y comarcanos.
Pasado el invierno, y que ya el río del Guapay, que es nombre
que el segundo capitán que el Inca del Cuzco envió puso a este
caudaloso río, que aquella partícula gua quiere [decir] y significa
una admiración como quien dice “Válgame Dios” y la última que
es pay quiere decir en lengua del Inca “aquel”, porque de allí vino
todo el daño al desafortunado rey Guacane por la emboscada que
los guarinis hicieron en su cañaveral que la tiene muy espesa en
manera que no se puede significar; y habiéndose enterado del poco
recato que el rey Guacane tenía y sus soldados que ya no tomaban
la flecha ni la gente que tenía de guarnición la honda, y Grigota y
los demás caciques gozaban con su nuevo rey de una feliz quietud
a su parecer, cuando una no pensada noche esta traidora nación
salieron de la emboscada de este río, y llegando al real y sitio de
la congregación, que era grande y de más de 20.000 indios con su
familia, a diestro y a siniestro empezaron a manejar sus macanas
y flechas, matando cuanto [4] topaban, donde entre los demás fue
muerto el rey nuevo y Grigota salió mal herido aunque no murió.
Se escaparon muchos indios y mujeres. Mataron muchos niños y
niñas, y otros que hubieron a sus manos los ataban para comerlos.
Con esta famosa victoria quedaron muy gozosos y empezaron a
tomar noticia de donde sacaban aquella plata de que Guacane hacía
aquella vajilla, y los naturales que tenían cautivos les dijeron que
del cerro que el capitán Condori, hermano del rey muerto, poseía. Y
sin más dilación tomaron la vía hasta el pie de la cordillera, donde
dejaron sus mujeres e hijos con 1.000 indios guarinis para guarda;

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

y el resto de la gente con sus flechas subieron al cerro, y otra noche


mataron a los mineros y prendieron al capitán Condori y lo bajaron
a los llanos.
Tuvieron con estas dos victorias grandes despojos de plata y ves-
tidos de estima y otras joyas que estos dos capitanes tenían, y sus
ministros y soldados que habían asimismo hecho traer del Cuzco
para complacer a los naturales que ya eran sus vasallos, los cuales
habían ya desamparado sus nidos y quemado sus ciudades y meti-
do a las montañas por el temor de lo que les había sucedido.
Se escaparon más de 500 indios de este cerro Chaypurum por-
que estaban a legua y cuarto de legua, de manera que no pudieron
los enemigos hacer entera presa. Éstos vinieron a las fortalezas de
Guanaco pampa y a la de Cabaypata, y dieron cuenta a las dos co-
yas, mujeres de estos capitanes, y a sus ministros, de la muerte de
Guacane y prisión de Condori, al cual trajeron luego incontinente
los indios guarinis que con ánimo indómito seguían la victoria. Y
llegados a Guanaco pampa no hallaron gente, porque toda se retiró
con la nueva a los valles de Pojo y llegaron a la fortaleza de Cabay-
patta donde fueron recibidos de las coyas y demás concubinas de
los incas con hartas lágrimas. Las llevaron presas con otras mozas
criadas, y a los eunucos que guardaban estas reinas los mataron. Y
antes que estos refalsados llegasen a esta fortaleza, los indios de ella
enterraron gran suma de plata en tejos [4v] y jarritos de pepitas de
oro; y en el cerro de Chaypurun cogieron muchos tejos los indios
guarinis. Y esto se afirma ser verdad, porque el padre Corella que
ahora es deán de esta Barranca, ha sacado innumerables vestidos de
cumbi podridos de esta fortaleza; y no ha podido hallar el entierro
de la plata, y es que no la enterraron en ella sino en la montaña, don-
de quedara sepultada en su seno hasta el fin del mundo. Y asimis-
mo desampararon la fortaleza los indios que había hasta 1.000 de
presidio, y se retiraron a Comarapa y a Pulquina y a Pojo, pueblos
muy fuertes y grandes. Y solas las mujeres de estos incas quisieron
morir allí donde las habían dejado sus maridos, por guardar el uso
y forma de su ley. Y vueltos con estas victorias, los indios guarinis
poblaron la cordillera que ahora poseen, y no mataron a Condori ni
a sus mujeres.

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Isabelle Combès y Albert Meyers

Sabido pues el suceso por el Inca del Cuzco, enfurecido en ira


con la triste nueva, determinó hacer el castigo y reparar su labor
y fortificar de nuevo el cerro de Chaypurun [sic], para cuyo efecto
nombró por su capitán a Lucana, natural inca y de su sangre real,
poniéndole por nombre Turumayo: que en su lengua quiere decir
“lodazal del río”, porque le mandó que entrase a hacer el castigo
a esta refalsada nación por la vega del río, por ser la playa limpia
y rasa y desembarazada de montaña, para que pudiesen jugar la
honda. Lo cual sabido por los nuevos enemigos guarinis, salieron
al encuentro y en poco espacio los desbarataron y mataron más de
6.000 indios, y de los llanos muchos que se habían hecho un cuerpo
con el nuevo capitán Turumayo, hallándose también en este castigo
y batalla los caciques Grigota y los demás, a favorecer la causa de
su rey. Por cuyo respeto y por la gran suma de indios flecheros que
estos naturales llevaban con el nuevo capitán y consigo, se esca-
paron muchos indios de este reino y de los llanos, no pudiéndose
escapar el valeroso Turumayo que allí murió [5] afrentosamente. Y
porque el cacique Grigota y los demás de la comarca recibían cada
mes notables daños en sus pueblos y chozas donde se habían reti-
rado, cautivándoles sus mujeres e hijos estos extranjeros enemigos,
los aborrecían grandemente. Determinó luego aquella noche con su
gente dar un asalto al enemigo, que estaba con esta tercera victo-
ria muy más altivo que antes. Y al esclarecer del día, con ímpetu
furioso, rompiendo por medio de su campo mataron hasta 500 de
ellos y castigaron doscientos, los cuales con su embajador envió a la
ciudad del Cuzco, pidiendo favor al Inca para desterrar de su tierra
a los enemigos que ya cogían maíz y otras semillas de la tierra. Los
cuales llegaron ante la presencia suya vestidos, y otro día fueron
puestos por su mandado desnudos en los extremos más altos de
unos cerros nevados, atados de pies y manos, y allí con guarda que
les puso quedaron una noche, donde amanecieron muertos sin po-
der gozar más del aliento preciado de sus vidas. Sabido por el Inca
cómo eran muertos, levantándose de su asiento muy contento, dijo
en voz alta: halla, halla chiripiguanachini que quiere decir “así, así que
les he dado escarmiento en el frío, que chiri es el frío en su lengua

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

y guana el escarmiento, de donde se les quedó hasta hoy el nombre


de chiriguana.
[En el margen: léase desde aquí] En este mismo tiempo, el Inca del
Cuzco envió a su sobrino Mango Ynga, segundo de este nombre a la
conquista de los Chunchos, gente caribe que tienen ocupadas todas
las faldas del Cuzco, Chuquiago y Cochabanba [sic], el cual entró
con 8.000 indios de armas, llevando consigo a un hijo suyo. Y con
próspero suceso llegó a los llanos de esa cordillera, que viene a ser
toda una con la de Santa Cruz de la Sierra, aunque hay mucha tierra
y grandes ríos que bajan de estas cordilleras, y muchos pantanos y
anegadizos. El cual también llevaba título de Rey de las provincias
que conquistase; y no quiso quedar ni hacer asiento tan cerca del
Inca del Cuzco, por que no le quitase lo que ganase como hizo a los
Reyes de Vmaguaca, Chile y al del Quitto [sic] después que tenían
quieta y sujeta la gente. Antes, con esfuerzo varonil, [5v] determinó
con su gente pasar todas las dificultades que podían haber de ena-
lejarse de su tío; y pasando muy grandes asperezas y peligros por la
gran corriente de los ríos intratables que hay de arrebatada corriente
y hondura, añadiéndose a esto la gente de naturales que cada día le
salían puesta en arma a defender su tierra, facilitaba estos inconve-
nientes con dádivas de medias lunas de plata para que se pusiesen
en la cabeza y otras cosas de estima, con que los naturales de estos
llanos le iban sirviendo, dándole canoas para navegar por los ríos
caudalosos que son muchos y grandes, y le traían sus hijas para que
le sirviesen y le daban todo el bastimento necesario de maíz, yucas
y maní a este capitán.
Y habiendo llegado al río grande de Guapay, sobre cuya barranca
están fundadas las dos ciudades de San Lorenzo y Santa Cruz, poco
más de 100 leguas abajo de estas ciudades le pasó sin perdida de
un indio, porque ya los naturales le habían conocido, y de como
no quería quedar en sus pueblos le dieron infinidad de canoas, con
que hizo su viaje entre el Norte y el Oriente. Y llegando a otro río
caudaloso que en partes tiene legua de ancho, llamado Manatti, que
corre al pie de otra larga cordillera, hizo con su gente una puente de
crizneja después de haber considerado el sitio más aparejado, que
tiene hoy día vivo renovándola cada año; que es lugar más angosto

39
Isabelle Combès y Albert Meyers

que con una teja se pasa a la otra parte, donde tiene puesto este
gran señor por sello y señal de que comienza desde allí su reino
un carnero de piedra. Y subió después de haber pasado toda su
gente la cordillera, que tiene poco menos de legua, pensando que
como tenía la subida tendría la bajada. Y puesto en lo alto se sabe
que es toda en igual alteza de extremado temple; la más es rasa;
hay muchas islas en estos llanos de árboles frutales. Hay morales y
robredales, arboleda de España, muchos arroyos de alegres aguas
donde halló innumerables provincias de diferentes naciones, gente
limpia, que tienen sus ciudades cercadas de unos higuerones que
dan higos blancos, y los caminos limpios de a quince pies de ancho,
gente vestida de algodón y labradora. Y sin ninguna [6] dificultad
ni tomar armas, recibieron a este dichoso rey y lo reconocieron por
señor hasta hoy, que al juicio de los pilotos tiene este reino más de
1.000 leguas de longitud y 400 de ancho. Y considerando la dispo-
sición de la tierra, pobló a las espaldas del cerro llamado Paytiti,
donde dicen los naturales guarinis que han entrado después acá a
ver a este potente señor, que en este cerro se halla en partes plata
corrida y de allí sacan su metal y la acrisolan y funden, y sacan la
plata limpia. Y así como acá fue cabeza de este reino el Cuzco, lo es
ahora en aquel grandioso reino el Paytitti llamado Mojos.
Y después que dio asiento a las cosas tocantes a la nueva ciudad,
que es la mayor que acá tuvo el Inca, porque este dichoso rey no
desmembró su gente sino siempre la tuvo en un cuerpo, y asegu-
rado su reino aquel que primero sujetó lo mejor que pudo, mudan-
do unos de una parte a otra, despachó a su hijo Guaynaapoc, que
quiere decir en su lengua “rey chico o rey mozo”, al Cuzco a que
diese cuenta de la conquista que su padre había hecho a su tío el
Inca. Y no le envió plata ni oro ni cosa que oliese a estima, por que
no le quitase lo que tanto sudor y fatiga le había costado. Antes le
mandó y encargó el secreto de la tierra rica, diciéndole que si quería
ser señor de lo que había visto, que sólo dijese al Inca que no se
había hallado más de aquel cerro de plomo que es el Paytiti, que titi
en su lengua es el plomo y pay “aquel”. Y lo mismo encargó a 500
indios que le dio de los suyos para que le fuesen sirviendo hasta
el Cuzco, y les mandó que trajesen sus mujeres e hijos, y las tías y

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

madre de su hijo y las de los que con él quedaban, y que dijesen al


Inca que por ser aquella tierra más aparejada para sus labranzas y
crianzas, se había allí poblado, y que le enviase carneros y semillas
de esta tierra, y que toda la riqueza quedaba en las faldas del Cuzco,
como es verdad que se saca en nuestros tiempos el oro en Carauaya
[Carabaya], Simaco y en otros lugares.
[6v] Llegado pues el Rey chico a la ciudad del Cuzco, halló la tie-
rra [dominada] por Gonzalo Pizarro y a su tío preso por la muerte
del Rey del Quito, y el otro Inca retirado en Vilcabamba. Y con esta
ocasión hermosa convocó, él de su parte y los indios que traía de la
suya, a que le siguiesen a la nueva tierra que tenía su padre descu-
bierta, llamada Mococalpa, vocablo corrupto del español que ahora
llamamos Mojos. De manera que con la novedad de los españoles
poco fue menester; siguieron a Guaynapoc hasta 20.000 indios, aun-
que al juicio de los indios del Cuzco pasaron muchos más de los que
se habían retirado a Vilcabamua con su rey, el cual volvió poderoso
de gente de su nación. Llevaron consigo gran suma de ganados de
la tierra y oficiales de platería, y de paso fue reduciendo por bien a
los naturales de los llanos, llevándolos consigo hasta la puente de
criznejas que está en el río Manatti, el cual corre desde su nacimien-
to 200 leguas del Sur al Norte, y entra en este río de la Barranca; y de
la otra parte del río del Manatti los plantó sin que su padre hubiese
entendido en cosa de tanta importancia, y pasó al Paytiti, donde fue
de su padre y soldados muy alegremente recibido, doblándoseles el
gozo por la seguridad de su reino por haber preso al rey del Cuzco
el marqués don Francisco Pizarro.
Y no perdiendo tiempo el viejo Mango Ynga, se fue extendiendo
con esta gente. sujetando la tierra y poblándola con los suyos, ense-
ñando a labrar y poseer plata y oro a los de la tierra y a sacar perlas y
piedras de todos colores de estima, que de éstas don Lorenzo Suárez
de Figueroa, gobernador que fue, envió al consejo habrá 22 años, la
muestra de esta verdad. Y como lo cuentan los indios de la provin-
cia de los pareties que veían sacar de aquella laguna las perlas y de
unos cerros altos las piedras de colores, y que veían salir y entrar al
sol en esta laguna, de donde se infiere que no es laguna sino la mar
del Norte.

41
Isabelle Combès y Albert Meyers

Tiene este gran señor grandes provincias sujetas, las cuales le sir-
ven con amor por ser la nación dócil y de lealtad. Posee grandes
tesoros, y lo que saca lo tiene en unas casas a modo de templos, con
buena guarda. Visita sus ídolos, el cual cada mes por la menguante
de luna ofrece un niño de dos años que él propio lo degüella, y la
sangre del inocente la guarda; y mata asimismo un carnero de la
tierra, el más [7] hermoso, y le sacan la grasa, la cual misturada con
la sangre del inocente, derritiéndola, y él por sus manos asperja
primero al sol por donde sale y luego adonde se pone, y luego así
y después a los circunstantes. No se hallan mujeres a este sacrificio,
sino sus capitanes y caciques de aquella tierra, naturales de ella,
para que aprendan a hacer lo mismo. Y esto hace en una plazuela no
muy grande que tiene dedicada fuera de su ciudad, con una muralla
que por dentro da a los pechos y por de fuera es de dos estados,
que la tiene hecha a posta. Tiene dos altares de piedra en el medio
de esta plazuela, que es hecha en cuadro. El un altar sirve para de-
gollar criaturas, y el otro para los animales. Y desde un extremo de
la plazuela, sale una calzada como calle de la misma manera que la
plaza, hasta el pecho sus paredes fortísimas y por de fuera de dos
estados y algo más, de manera que ellos ven a los que están fuera
y lo divisan todo. La calzada es de diez brazas de ancho y de largo
veinte, y sale a otra plaza casi como la de la ciudad del Cuzco donde
está un templo grandioso y muy grande, que da temor entrar en él
porque hay tantos púlpitos de una parte y otra, puestos y arrimados
a los lados del templo, que es cosa de maravilla considerar cuán
sujetos los tiene el demonio con esta diabólica orden. Los púlpitos
son hasta la cinta a modo de una caja de guerra, redondos y gruesos
que un hombre no los puede abarcar, y encima su ídolo de plomo y
estaño. Esto es de los caciques y de la gente noble, y los de la gente
ordinaria son de palo todos pequeños. Unos son figura de monos y
otros de leones y otros de culebras, sapos, pájaros y otros animales,
de manera que no hay otra cosa criada en el siglo o figura de aves y
animales que produce y cría aquella tierra que no la tengan puesta
en aquel templo. Y a lo último ya cerca de la pared, antes de llegar a
ella como dos brazas, está un grandioso altar que tiene en redondo
seis peañas o gradas alrededor del altar hasta lo alto de él, de piedra

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

famosa, y en el altar está un ídolo a modo de un árbol arrancado que


tiene muchas raíces, cosa fiera [de] dos codos de alto. Es de plata
vaciado, delgado como un cuerpo de un real sencillo. Sirve[n] de
cabellos del ídolo las raíces del árbol arrancado. Tiene una nariz en-
corvada y grande, dos ojos rasgados y una boca grande con cuatro
dientes fieros, el brazo derecho levantado y en la mano una escoba.
No tienen al sol como sus antepasados que tenían al sol [7v] y le
adoraban en el Cuzco, porque cuando este rey entró a este reino, se
le apareció el demonio en esta figura, yendo a una necesidad solo;
el cual le iba limpiando por donde iba con esta escoba el suelo, y le
habló y dijo: “no temas que yo soy el señor de esta tierra” en lengua
quichua, diciéndole llastayoc micani, que quiere decir en lengua del
Inca llastayoc “el señor de la tierra”. “Y si tú me hicieres un templo
en que haya memoria de mí y de ti, yo te daré este mi reino sujeto”,
que esto mismo dijo al Redentor en el desierto. “Y te mando que
no adores al Sol, sino a mí”. Y así lo primero que hizo después de
haber conquistado algunos pueblos, fue edificar este templo inci-
tando el demonio para esta obra los ánimos de los naturales, que
en breve tiempo se acabó. Y así le tiene puesto con la escoba en la
mano. Tiene dos brazas de espacio lo alto de este altar, y a la frente
de él está hacia la entrada del templo este ídolo, y a la redonda de
su altar [ha]y unos jarritos de plata toscos con que todos brindan
a seis ídolos, y son de a jeme de alto y tantos que no hay número.
Entre [sic: entra] el rey el primero y se va derecho al ídolo, y luego
los indios principales. Llegando el rey que lleva la criatura a ofrecer
a este ídolo, quitan estos jarritos y sube el rey y lo pone a los pies
del ídolo, y luego se baja y se sienta frente a frente del ídolo, él en
medio y todos los demás por todo el cuerpo del templo. Y brinda
el rey tres veces al ídolo con su bebida, y luego a los demás ídolos.
Detrás del ídolo está un capitán sentado, el cual bebe las tres veces
que le brinda el rey por el ídolo; y este capitán, después que todos
han brindado por esta orden a sus ídolos, saca el niño y lo entierra
en una sepultura hueca que sirve para ésta. Y cerrada la sepultura
comen el carnero crudo que sacrificaron entre todos, y hacen gran
borrachera en esta plaza del templo, donde ya están las mujeres del
pueblo congregadas. Y ésta es la causa de no adorar al sol.

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Isabelle Combès y Albert Meyers

Tiene repartidas las provincias a sus hijos este rey primero que
ya murió, y quedó Guaynaapoc el rey chico, que también se habrá
muerto.
Sabida esta riqueza por los vecinos del Cuzco, el capitán Perançu-
les [sic: Peranzures] entró con 120 hombres bien apercebidos por los
mismos pasos de este Inca. Y llegado que llegó a los llanos y se vio
[8] sobre un río caudaloso, y le dijeron que por allí navegó en canoas
el Inca. Dijo que no podía ser y que no había pasado el Inca de allí,
y se volvió diciendo que este rey se había quedado en las faldas de
la cordillera y que estaba con los Chunchos, donde los primeros de
ellos los desbarataron y mataron. Y el capitán y algunos soldados
salieron a la ciudad del Cuzco, que como bisoños se perdieron.
Y después entraron otros capitanes valerosos a esta misma noticia
por Vilcabamba, [a] espaldas del Cuzco, y se volvieron del mismo río.
Y entre ellos capituló con Su Majestad el capitán Maldonado, vecino
del Cuzco, de gastar su plata y hacienda en esta conquista del Paytiti,
con que le diese título de gobernador, todo lo cual se le otorgó. Y no
se ha hecho nada ni se puede hacer por el Cuzco, por las dificultades
que tengo dicho que pasan de 500 leguas y de arrebatados ríos. Y
otros han entrado a esta noticia por Camata, y no hacen sino engañar
a los señores virreyes; lo cual se ha de hacer por San Lorenzo de la
Barranca y de allí pasar el río Guapay y entrar a la ciudad de San
Francisco de Alfaro, y de allí, que es toda tierra alta, a dar a la puente
de criznejas que no hay 100 leguas de San Francisco de Alfaro.
En este medio llegó don Pedro de Mendoza al puerto de Buenos
Aires con 2.300 hombres de armada, la flor y nobleza de España.
El cual, como poco experimentado en guerras y descubrimientos,
hizo alto en el mismo puerto, donde se le murieron de hambre 1.500
hombres; y él, apurado de la vergüenza, una noche apercibió doce
amigos y un piloto, y se huyó a España. Y de hambre murieron los
cinco, y él, de comer de una perrilla salida que llevaban, murió de
corrimiento de humor que le causó la carne de la perrilla. Y los
demás llegaron a la presencia del emperador Carlos Quinto, y le
dieron cuenta del caso triste y relación de la tierra donde quedaba el
resto de aquella armada, y que los socorriese con lo necesario, y que
ellos volverían al descubrimiento.

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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Hernando [sic: Juan] de Ayolas, que apenas tenía 20 años, sobri-


no del don Pedro de Mendoza que se huyó a España, con ánimo
esforzado y discreto, que lo fue mucho, tomó el oficio de su tío sin
otra orden. Y animando la gente que había quedado, macilentos en-
fermos y flacos, les dijo: “yo tengo donde dar bastante bastimento
de muy buenas comidas a este campo [8v] y donde todos cobremos
la deseada salud y tengamos que comer. Anímense todos y embár-
quense conmigo, pues mi tío se ha vuelto a España donde no tendrá
disculpa de esta ruina que ha causado, quedando por ser incauto la
flor de España sepultada en este puerto”. Y con estas razones tan
vivas todos le dieron las gracias y le respetaron por su capitán. Y se
embarcaron en sus bergantines y carabelas y subieron el río arriba,
sin saber dónde iban. Y en poco tiempo que navegaron, comenzaron
a ver canoas por el río, de los indios guarinis, los cuales maravilla-
dos de ver navíos se llegaron a los nuestros, que también deseaban
su comunicación para tomar lengua de dónde habían aportado. Y
llegados los guarinis, que venían de veinte en veinte indios en cada
canoa con sus arcos y flechas, que andaban en sus pescas, hablaron
por señas y con voluntad fingida de servirle. Se fueron juntos y des-
embarcaron al cabo de seis días en sus pueblos, saltando ellos de sus
canoas cada noche, que fue permisión del Cielo que, aunque éstos
tenían trazada la traición de matarlos, no quiso Dios por entonces.
Antes servían muy bien a los nuestros, matando mucho pescado y
venados para los españoles, y sacaban miel de abejas de los árboles
cada mañana y se la daban a comer.
Y llegados a sus pueblos pobló la ciudad de la Asunción en medio
de las poblaciones de estos indios guarinis, que es cabeza de las
provincias del Paraguay. Y en poco más de tres meses se aprendió la
lengua de ellos, y se dispuso luego a la predicación de nuestra santa
fe católica, y redujo a ella muchas provincias que hasta hoy están
católicas, bautizándolos con agua, que muchos después recibieron
el santo óleo y crisma.
Y luego tomó lengua de las personas que le mostraban voluntad de
estos guarinis, dónde había oro o plata, y ellos le dieron noticia con
facilidad de la riqueza que poseían los indios parientes suyos en los
llanos, que la habían descubierto los dos Incas que mataron, que ya lo

45
Isabelle Combès y Albert Meyers

sabían ellos en su tierra. Y por las lunas que contaron, pareció haber
once años que mataron a estos dos Incas. Y sin mas dilación, tomó
300 hombres y se embarcó, y vino con 1.000 indios guarinis amigos,
y le subieron por el río de la Plata que baja de Potosí, y vinieron
por los mismos pasos que los indios guarinis. Y desembarcaron en
la provincia de los jarayes, y allí vieron muestras de plata y tuvieron
por cierta la noticia a que venían. Y con determinación de trasladar
la nueva ciudad que estaba poblada en la Asunción [9] y poblar en
los llanos, comunicándolo con los indios y ellos por verle fuera de
su tierra le dijeron que ellos también le irían sirviendo a los llanos,
donde tenían muchos parientes poblados. Y vueltos a la ciudad les
faltó comida, y desembarcaron en la provincia de los perauaçanes
que es larga para tomar comida, y allí los mataron a todos sin poder-
se escapar más de uno; el cual, con algunos indios amigos, se volvió
a la ciudad a dar cuenta del caso triste, y halló en ella al gobernador
Cabeza de Vaca que había llegado de España con 400 hombres, todos
nobles. Y sabida la noticia, sin más dilación tomó su gente y subió
cien leguas el río arriba de donde llegó Hernando [sic: Juan] de Ayo-
las, y desembarcó en la provincia de los piritaguaris. Y allí halló clara
noticia de Mango Ynga, que el río de Pilcomayo que baja de Potosí
entra a este río que baja al Paraná y se junta con éste de Potosí. Y por
este río subió Cabeza de Vaca, dejando él de Potosí mucho atrás. Y
como quisiese allí poblar, los soldados lo contradijeron y no querían
detenerse por aquella tierra, sino ir a ver los llanos donde se sabía de
cierto el cerro que Condori labró; y con esto se le amotinaron todos
y le prendieron, y se volvieron a la ciudad y lo enviaron a España.
Después de este suceso, la gente se juntó y todos a una eligieron
por su capitán a Domingo de Irala, el cual se dispuso al nuevo
descubrimiento de los llanos de Condori y Moxos. Y vino por el
[mismo] viaje que los guarinis, y llegó a los llanos de Grigotta con
350 hombres, dejando con los bergantines en el puerto de los jarayes
50 soldados.
Y habiendo pasado el río Guapay donde tenemos nuestras ciuda-
des de San Lorenzo y Santa Cruz, envió a un don Alonso Cayperu,
indio guarini refalsado y traidor, con 500 de su nación a hablar a
Grigota; el cual muy gozoso vino con buenos presentes de la tierra

46
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

y sus caciques y muchos indios, y dieron la paz al capitán Irala con


fin de confederarse con él para desterrar de sus pueblos y tierras a
los chiriguanaes. Y habiéndolo tratado con él y con todo el campo
nuestro, holgó favorecer su causa el capitán Irala y de poblar al pie
del cerro Chaypurum y labrar el cerro. Y luego envió al mismo don
Alonso Cayperu a que trajese los indios chiriguanaes, y vinieron
muchos de ellos a darle la paz. A los cuales dio a entender este trai-
dor don [9v] Alonso Caypere a lo que venían los españoles, y el
intento que traían de poblar al pie del cerro de plata y minas de oro
que labraban los Incas. Y ellos trazaron de entregar a Condori el
capitán del cerro, a quien tenían bien industriado y amenazado de
que si descubría el secreto cerro al español, harían de su pellejo una
tambor. Y después que se vieron los unos y los otros con el capitán
Irala, les dijo a lo que venían y que ellos, como gente tan amiga del
español, habían de ayudarle. Y ellos dijeron que sí, y que en lo que
tocaba al cerro y minas de oro, que allí estaba el señor del cerro y
oro, llamado Condori. El cual era hombre de pequeña estatura, y
puesto delante del capitán Irala, se holgaron todos los de nuestro
campo de ver el reposo y autoridad del Inca, aunque pequeño. Y en-
tre muchas preguntas que le hizo por lengua del refalsado Caypere,
otro día le preguntó por las minas, y él dijo que ya lo tenían ocupado
otros españoles en Porco. Y [más] de esto no le pudieron sacar. Y
llamando a Grigota le dijo que cómo le había engañado, y por verle
desnudo no quiso más darle crédito, que si el capitán Irala tomara
entonces su parecer, hoy estuviera la cordillera poblada y este reino
muy próspero. Y con esto, volviendo a Condori, le dijo: “Volveos,
Condorillo, a vuestra casa”. Lo cual dijo por disminución de su per-
sona, cuyo nombre se ha quedado hasta ahora en aquellos llanos. Y
a los de Grigota dijo lo mismo, y él se volvió al Paraguay, y desde
allí despachó a Lima, o a donde hubiese gobierno por Su Majestad,
al capitán Ñuflo de Chaves con cinco hombres. Los cuales llegaron
a la ciudad de los Reyes y halló en ella al de La Gasca apaciguando
la tierra, del cual fue muy bien recibido y despachado con brevedad,
por que los nuevamente reducidos a la corona que seguían a Pizarro
no supiesen de la gente que allí quedaba y se aunasen con ellos y
hubiese alguna nueva alteración en el reino.

47
Isabelle Combès y Albert Meyers

Poco después bajó a la dicha ciudad de Los Reyes Andrés Manso,


vecino de la ciudad de La Plata, y alcanzó orden para poblar los
llanos de Condorillo, y los pobló, con intento de descubrir el memo-
rado cerro de Chaypurum. A los cuales mataron los chiriguanaes sin
quedar uno de ellos, como adelante se dirá.
[10] Vuelto Ñuflo de Chaves, pasó al Paraguay y volvió con título
de capitán para descubrir el Paititi con orden de Domingo de Irala,
con 300 hombres. Y fueron derechos a los chiquitos donde se pobló
la ciudad de San Francisco de Alfaro, y hallaron gran resistencia
por la yerba mortífera de que usan aquellos naturales. Y al cabo
de los ocho meses, con unos cohetes que en sus palizadas echaron
una noche, se levantó un incendio que en poco espacio las abrasó
y murieron hasta 13.000 almas chicas y grandes; y con pérdida de
algunos compañeros que allí le mataron e indios amigos, se retiró al
sitio donde pobló la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, con intento
de rehacerse en ella y volver al descubrimiento de los Mojos.
Segunda vez volvió Ñuflo de Chaves a Lima, donde halló al mar-
qués de Cañete por virrey, y a su hijo don García de Mendoza en
Chile. Y habiéndole dado cuenta de la noticia de los Moxos, que
ya la tenía de los vecinos del Cuzco, y el virrey hizo marqués del
Paytiti a su hijo, que después vino por virrey del Perú. El cual envió
sus poderes desde Chile a Ñuflo de Chaves para el descubrimiento,
dándole título de su general y orden para que luego poblase otra
ciudad; y la pobló en la Barranca, donde ahora se trasladó la de San-
ta Cruz. Y sobre los distritos tuvo diferencias con Andrés Manso,
que obligaron al presidente Quiñones entrar en persona a ponerlos
en paz y dividir los distritos. Y poco después mataron los chirigua-
naes a los unos y a los otros, por cuyo respeto no ha tenido efecto la
población de la cordillera y descubrimiento del cerro y de los Mojos,
por las inquietudes que luego se recrecieron en aquella tierra con la
muerte del dicho general y alborotos de su cuñado don Diego de
Mendoza.
A esta noticia rica de los Moxos entró don Lorenzo Suárez de
Figueroa, que no debiera, por el río abajo, contra el parecer de los
vecinos de Santa Cruz y de los indios guarinis de Ytatin; y fue a dar
cerca de la Margarita, de donde se volvieron hipatos y se murieron

48
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

muchos, causa principal de haberse oscurecido esta grandiosa con-


quista.
Y ahora últimamente acabó de quitar los ánimos de los que tienen
clara noticia de la riqueza de los Moxos, y a desvelarlos de todo pun-
to, la entrada que don Juan de Mendoza Mate de Luna, gobernador
de las provincias de Santa Cruz, hizo inconsideradamente por el
mismo río abajo, poblando en medio de los nidos de arañas, sapos
y mosquitos, que no hiciera más [10v] un bruto. Con que totalmente
aborrecen el día de hoy el nombre de los Moxos, por no se haber
descubierto en dos veces que se ha hecho viaje a ellos.

49
50
SEGUNDA PARTE:
Estudios históricos

Las campañas arqueológicas en el Fuerte de Samaipata evidencia-


ron fases de ocupación incaicas y preincaicas (con estilos cerámicos
provenientes tanto de los valles mesotérmicos como de tierras bajas)
y huellas de las “invasiones” de los chiriguanaes. Ya en tiempos
coloniales, el Fuerte fue sede de un fortín español destinado a con-
trolar las etnias potencialmente belicosas de las tierras bajas. Son así
muchos aspectos los que vinculan al sitio con las tierras bajas. En
esta parte, presentamos varios textos al respecto.

51
52
Samaipata y las rutas prehispánicas del metal

Isabelle Combès36

En 1536, Pedro de Mendoza funda la primera ciudad de Buenos Ai-


res, a orillas de un río que pasa a ser llamado el río de La Plata. Este
nombre no se debe a la presencia de metales o minas en las cercanías
de la fundación española, sino más bien a las noticias que recogen
los españoles sobre la existencia de “mucha cosa de oro y plata”37 en
la “tierra adentro”, es decir remontando el río e internándose hacia
el Oeste y Noroeste.
Los españoles de la primera Buenos Aires se enfrentan con un
sinfín de problemas: guerras contra los indígenas del lugar, enfer-
medades, hambrunas; muchos fallecen en esta primera época. Sin
embargo, en vez de lamentarse por tan funesta suerte, algunos
comentan: “¡Bien que mueran, porque no habrá oro para tantos!”
(Rodrigues 1553).
Oro, plata y tal vez también piedras preciosas son el motor de
las expediciones y viajes de exploración de los europeos desde la
costa atlántica hacia el Noroeste, en busca de las fuentes del metal.
El lugarteniente de Pedro de Mendoza, Juan de Ayolas, remonta el
río de La Plata con sus hombres, y se interna en 1537 Chaco adentro
desde el lugar de La Candelaria sobre el río Paraguay, más arriba
de Asunción. Está mandado “a que viese por vista de ojos donde
hubiese cantidad de metal o minas de donde se saca” (Irala 2008b
[1545]: 20). Más precisamente, Ayolas está en busca de una “genera-

36 Título original: “Planchas, brazaletes y hachuelas: las rutas prehis-


pánicas del metal andino desde el Guapay hasta el Pantanal”, Revis-
ta Andina 2008, 47: 53-82, Cusco.
37 Relación del río de La Plata 2008 [1545]: 35.

53
Isabelle Combès y Albert Meyers

ción” llamada carcaraes o caracara, “que estaban lejos tierra adentro


[y] tendrían mucho oro y plata”38. Desde Asunción, tal vez incluso
desde Buenos Aires, los carcaraes tienen fama de ser “los más ricos
y gente más poderosa y que tiene más policía y los pueblos cercados
según tenemos noticia” (Irala 1941 [1541]). En búsqueda de ellos y
de la “tierra rica” se organizan las expediciones españolas desde
Asunción hacia el Oeste, las mismas que desembocan, en 1561, en
la fundación de la primera ciudad de Santa Cruz de la Sierra por
Ñuflo de Chaves.
Estos hechos y testimonios traducen, por cierto, la desesperación
de los españoles del río de La Plata por encontrar metales preciosos
al ejemplo de Cortés en México o los Pizarro en el Perú. Pero tradu-
cen también el conocimiento que tienen los indígenas de las tierras
bajas sobre las fuentes de este mismo metal, y su afán particular por
conseguirlo. Las primeras crónicas españolas evidencian un intenso
tráfico comercial de occidente a oriente, centrado sobre el metal.
Prácticamente todos los pueblos del río Paraguay poseen algo de
metal; para convencerse de ello, basta con leer las informaciones
recogidas por Domingo de Irala en su viaje hacia el alto Paraguay
y el Pantanal en 1542 y 1543, que mencionan a un sinfín de etnias
dueñas de objetos de oro o plata.
Tras las huellas de las fuentes del metal y de los misteriosos carca-
raes y otros candires o chimeneos que los indígenas describen como
“señores verdaderos del metal”, Ayolas, Irala y sus compañeros
buscan guías, y los encuentran. Los indígenas no solamente tienen
algo de “planchas” de metal: muchos de ellos saben exactamente de
dónde vienen, y cómo conseguirlas. En la región misma de Asun-
ción, los españoles consiguen “cantidad de plata y mucho oro” de la
etnia de los agazes (Irala 1941 [1541]). Así, las rutas de los conquis-
tadores de Asunción hacia la “tierra adentro” son, primero, las rutas
indígenas y prehispánicas del metal.
Me abocaré en estas páginas a un solo tramo de estas rutas que
cruzan el continente desde los Andes hasta el Atlántico: un tramo

38 Schmidel 2008 [1567]: cap. XXIV. “Generación” es un término muy usado en


las crónicas del siglo XVI, que puede traducirse por “pueblo” o “etnia”.

54
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

clave por cierto, que desde los últimos estribos andinos hasta el
Pantanal, en el actual oriente boliviano, asegura el tráfico de obje-
tos, gente y creencias entre Oeste y Este, y viceversa. Así como Irala
siguió las huellas indígenas, seguiré aquí a Irala y sus compañeros,
para intentar dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿cómo, de
quiénes y de dónde consiguen metal los pueblos del río de La Plata
y del Paraguay? ¿de qué clase de metal se trata, qué usos y qué valor
le dan los indígenas?

Hacia la “tierra adentro”


Cronológicamente hablando, una de nuestras primeras fuentes de
información –y una de las más ricas– es el informe que Domingo
de Irala escribió sobre su viaje desde Asunción hasta el Pantanal en
1542 y 1543 (Irala 2008a [1543]). A esta fuente primordial, se agregan
otras inmediatamente posteriores: la relación de Ulrich Schmidel,
los Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, los informes de
Hernando de Ribera sobre su expedición a los Xarayes, una Relación
anónima (Relación del río de La Plata), así como diversas cartas del
mismo Irala, de Martín González y Antônio Rodrigues.
Estos diferentes documentos dan cuenta de varias expediciones
españolas (y una portuguesa) desde el río Paraguay hacia el oc-
cidente. La primera de ellas, poco documentada pero paradójica-
mente mucho más famosa que las demás, es la que fue dirigida por
el portugués Alejo García, probablemente en los años 153039. No
sabemos exactamente por dónde pasó García, a dónde llegó, ni por
dónde regresó al Paraguay: lo que sí sabemos es que traía oro y
plata a su regreso, y que fue matado por indígenas (probablemente
del Pantanal) cuando quería volver a la costa atlántica.
La siguiente expedición es la, ya mencionada, de Juan de Ayolas
en 1537, internándose en el Chaco desde el puerto de La Candelaria.

39 Nordenskiöld (1917) y otros investigadores, apoyándose sobre Díaz de


Guzmán (1835 [1612]), ubican el viaje de García hacia 1526 y hacen de él el
primer descubridor de la actual Bolivia. Retomando el problema a la luz de
un sólido corpus documental del siglo XVI, Julien demostró, creo que de
manera definitiva, que el viaje de García fue más tardío (hacia 1530) y que
no llegó a la frontera del imperio inca (Julien 2005).

55
Isabelle Combès y Albert Meyers

Ayolas llegó, dicen las fuentes, hasta los pueblos de los chanés y
payzunos, y encontró ahí oro y plata. De regreso a La Candelaria,
junto con muchos chanés que llevaban su botín, Ayolas fue matado
por los indígenas payaguás del río Paraguay. Las informaciones que
tenemos sobre su viaje provienen todas de un único sobreviviente,
uno de los chanés o payzunos que lo acompañaban.
Yendo tanto en busca de Ayolas como de las rutas del metal, Do-
mingo de Irala salió en 1542 y 1543, remontando el río Paraguay
hasta el Pantanal. En enero de 1543, fundó en una laguna del Pan-
tanal el Puerto de los Reyes, que se convertirá, aunque por pocos
años, en la base de las expediciones españoles hacia el Oeste (“tierra
adentro”) y hacia el Norte (“laguna de los xarayes”). Este puerto
está ubicado por Sanabria Fernández (1974) en la laguna Gaiba,
mientras Catherine Julien prefiere situarlo más al Sur, en la laguna
Cáceres donde hoy se erigen las ciudades de Puerto Suárez en Boli-
via y Corumbá en Brasil (Julien sf).
Poco después, el nuevo gobernador de Asunción, Álvar Núñez
Cabeza de Vaca, remontó a su vez el río Paraguay hasta el Puerto de
los Reyes. De ahí, despachó a Francisco de Ribera “tierra adentro”,
en un viaje que duró 18 días entre ida y vuelta. Mandó también a
Hernando de Ribera y varios hombres (entre los cuales Schmidel)
más al Norte en el Pantanal, hasta los pueblos de los xarayes.
En 1548, otro viaje que merece toda nuestra atención fue el que
Irala realizó sobre las huellas de Juan de Ayolas, partiendo de La
Candelaria y cruzando todo el Chaco hasta llegar a las orillas del río
Grande o Guapay, aproximadamente a la altura de la actual ciudad
de Santa Cruz de la Sierra. Este viaje marcó un hito en las explora-
ciones asunceñas hacia el occidente: de hecho, a orillas del Guapay,
Irala encontró a los indígenas tamacocies. Schmidel comenta: “co-
menzaron a hablar en español con nosotros […] nos sobresaltamos
muy fuertemente por ello” (Schmidel 2008 [1567]: cap. XLVIII)… y
no era para menos. Los tamacocies ya conocían a los españoles, y
estaban “encomendados” al fundador de la ciudad de La Plata (hoy
Sucre), Pedro de Anzures: Irala comprendió que había llegado “al
Perú”; sus tan soñadas fuentes del metal no eran otras que Porco y
demás minas de Charcas, que ya tenían dueños españoles.

56
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Así, los viajes siguientes que realizaron los asuncenos fueron de


un tipo diferente. Existen varios informes que relatan el viaje de
Ñuflo de Chaves en 1557 desde los xarayes hacia el occidente, viaje
que resultó en la fundación de la Nueva Asunción en 1559 a ori-
llas del Guapay, y de la primera Santa Cruz de la Sierra en 1561 en
tierra de los indios gorgotoquies. Aunque pocos años separan los
primeros viajes de Irala o Cabeza de Vaca y el de Ñuflo de Chaves,
la situación cambió a veces radicalmente para los indígenas de esta
zona. Empezaba la dispersión de las etnias antes asentadas en las
tierras bajas al Este del Guapay, rutas antiguas estaban cerradas, las
comunicaciones truncadas. Los españoles, también, tenían nuevos
rumbos y nuevas ideas: habían renunciado a alcanzar a las fuentes
andinas del metal, explotadas por sus colegas del Perú; el espejismo
de la “tierra rica” se desplazó en esta época hacia el Noroeste, hacia
Mojos40. En estos años empezó, entre los españoles del oriente, la
búsqueda de El Dorado, Paititi o Mojos, un lugar siempre inalcanza-
ble, siempre “más allá de”, una promesa jamás cumplida. El sueño
español de la tierra rica o de “la noticia”, como se solía llamarla,
ya fue objeto de muchas investigaciones y es un tema que merece
seguir siendo investigado. En estas páginas sin embargo, son los
sueños indígenas de “las riquezas de la tierra”41 los que atraerán
nuestra atención.

Primeras noticias: la relación de Domingo de Irala


Irala remonta en 1542 y 1543 el río Paraguay, partiendo de Asunción,
territorio de los indígenas carios, de habla guaraní. Más arriba, las
orillas del río están habitadas por los payaguás, en cuyo territorio
se estableció en 1537 el puerto de La Candelaria. Siguiendo río arri-
ba, el siguiente enclave étnico es el de los guaxarapos, donde Irala
empieza sus entrevistas y preguntas. Su primer entrevistado es Ma-
goari, un joven guaraní de la tierra de Garabatatibi, prisionero de
los guaxarapos. Garabatatibi42 se sitúa, según el mismo informante,

40 Sobre el tema, ver Combès 2006.


41 Memoria y resolución 2008 [1560]: 53.
42 La tierra de Garabatatibi es probablemente la tierra de karaguata ivi, “tierra
de las caraguatas” (una bromeliácea) en guaraní.

57
Isabelle Combès y Albert Meyers

río arriba de los guaxarapos, sobre la orilla oeste (chaqueña) del Pa-
raguay. Magoari empieza explicando que la primera “generación”
que vive río arriba de los guaxarapos son los guacamas. Luego,
Preguntado que, más arriba de los dichos guacamas, qué gene-
raciones hay, dijo que la banda de la mano izquierda que es del
oeste que hay muchas generaciones entre las sierras que pareíaan
y de lo que él tiene noticia, se llaman turubones y ayguas y cha-
nes y taycaçis y çeucoçis y turcoçis y guaracis y xarayes, y que
más arriba de estos, en la misma banda, hay de su generación de
carios (Irala 2008a [1543]: 2).
Sobre la cuestión del metal, Magoari sólo indica “que lo ha oído
decir que lo tienen los payçunos, e que lo oyó a un turubone que
lo mataron estos guaxarapos con quien él está”. El siguiente entre-
vistado es Çurubay, otro guaraní prisionero de los guaxarapos y
originario de la tierra de Itatín:
Preguntado si sabe o ha oído decir qué generación tiene el dicho
metal, dijo que no sabe más que las generaciones de los goaca-
mas y turubones y xacosy y garindi y guetari y oadyis y oape y
suacheagui y oetari y asua y uaga y ahuagu y temesesy e sycosy
y decoxi tienen algunas planchas, y que estas generaciones están
de la banda del río y de la otra, pero los que más tienen son ay-
guas […] preguntado que quién les da el dicho metal, dijo que
ha oído decir que una generación que se llama huytig de la tierra
adentro, y que ellos lo han de mano en mano de los payçunos
(Irala 2008a [1543]: 4).
La información, cómo vemos, es algo más detallada: descubrimos
los nombres de algunos de los grupos que poseen objetos de metal,
y aprendemos de quiénes y de dónde lo consiguen: de los huytig
de “la tierra adentro”, es decir del occidente. Por segunda vez se
menciona también a los payçunos o payzunos, como un pueblo ac-
tivo en el comercio del metal. El mismo Çurubay indica además que
Juan de Ayolas, quien viajó “tierra adentro” en 1537, había llegado
hasta la tierra de los payçunos, “trayendo mucho metal” de regreso
al Paraguay (Irala 2008a [1543]: 5).

58
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Más allá pero siempre en territorio guaxarapo, Irala hace las mis-
mas preguntas a otro informante de habla guaraní, Vramo, origina-
rio de Garabatatibi:
Preguntado si sabe que las dichas generaciones tienen oro o plata,
dio que no sabe más de que la generación que se llama xaquides
y xacota y chanes y quigoaracoçi y yriacoxi y xabacoxi y deycoxi
y turucoxi y guarhagui tienen algunas planchas. Preguntado si
sabe quién les da las dichas planchas, dijo que las generaciones
que llaman gueno y xaraye ymore. Preguntado donde están las
dichas generaciones, dijo que el río arriba (Irala 2008a [1543]: 6).
Vramo proporciona aun más informaciones: explica que los guaxa-
rapos, si bien son amigos de los xarayes, gueno e ymore, no tienen
metal “porque los xaquides están en medio que son sus enemigos
y los flechan” (Irala 2008a [1543]: 6). Agrega luego otra información
importante:
Preguntado si sabe qué generaciones son los señores verdaderos
del metal, dijo que no sabe más de que ha oído decir que son los
chanes y payçunos y carcaras y que éstos son los que tienen el
metal blanco […] y estando hablando vio al bachiller Martin de
Armença que estaba presente a lo susodicho una sortija que tenía
en la mano, y sin le decir nada dijo que los tagoayonos son los
señores verdaderos del metal amarillo como aquello (Irala 2008a
[1543]: 6).
Algunos días después, en el Puerto de los Reyes, Irala entrevista a
un “principal” (jefe) chané, llamado Cheroçe o Cheroçi, originario
de la “tierra adentro”, posiblemente de los alrededores de la pri-
mera Santa Cruz de la Sierra43. Cheroçi habla primero de “una gran
junta” de los guaraníes de Itatín que se hizo en tiempos pasados,
“antes que Garçia viniese del Brasil […] para ir a buscar el metal”
(Irala 2008a [1543]: 7). Estos guaraníes, al volver al Paraguay, habían
llevado a Cheroçi y sus compañeros como esclavos. Luego, el mis-

43 Existían en efecto, en 1561, varios “principales” llamados Tosi (o Toçi) en la


primera Santa Cruz (Repartimiento 2008 [1561]). El chané de Puerto de los
Reyes hablaba en guaraní, y para decir su nombre utilizó el che guaraní,
es decir “yo”. El t pasa a r en composición en el idioma guaraní, y “yo soy
Tosi”: che Tosi, llega a pronunciarse Cherosi.

59
Isabelle Combès y Albert Meyers

mo Cheroçi sigue hablando de Alejo García: “dijo que llego hasta


la generación que llaman payçunos y que los chanes y los dichos
payçunos le dieron el dicho metal” (Irala 2008a [1543]: 8). Esto ocu-
rría cerca de la tierra de los corocotoquis, es decir los gorgotoquis,
en los alrededores de la primera Santa Cruz de la Sierra. Otra vez,
los payzunos, asociados como en el testimonio de Vramo con los
chanés, aparecen como una etnia muy activa en el comercio del me-
tal. Cheroçi acaba indicando que los mayaes, es decir los mbayás,
etnia de habla guaykurú del Chaco y presentes en la región de la
primera Santa Cruz44, tienen algo de metal blanco; y agrega:
Preguntado si sabe qué generaciones son los señores del me-
tal, dijo que muchas generaciones tienen metal en especial los
payçunos y guarigoari y corocotoqui y cheretono y turopecoçi y
pane y tipeono y maracaono y vroacoçi y xamaricoçi y çimeono
y carcaras, pero que los verdaderos que sacan el metal son los
canires y los chemaos (Irala 2008a [1543]: 9).
Por primera vez, se cita aquí a los canires (candires) y chemaos (che-
meneos, chimeneos). Según este testimonio, parecen tener un papel
incluso más importante que el de los payzunos, chanés y carcaras:
pues canires y chemaos sacan el metal, es decir que tienen minas.
Irala sigue entrevistando a diferentes indígenas. Un guaraní lla-
mado Goaybicoara vuelve a hablarle de la gran junta en busca del
metal organizada por los de Itatín: volveré sobre este punto más
adelante. El mismo informante, u otro de sus compañeros, indica
otros nombres de “qué indios tienen el dicho metal” en el alto Pa-
raguay o tierra adentro: los mayaes [mbayá], payçunos, guarigoari;
los chibiuno, chemerono, guaychano, coci, chane (Irala 2008a [1543]:
11). Durante esta entrevista, una anciana chané toma también la pa-
labra: habla de “los carcaras que son los señores del metal, y junto
con ellos están los canires que asimismo son señores del metal”
(Irala 2008a [1543]: 10).
Estos testimonios empiezan a dibujar con alguna precisión un pa-
norama general del comercio del metal en la zona. Los entrevistados

44 De hecho, al menos un pueblo de “mayaes” fue encomendado a Ñuflo de


Chaves en la primera Santa Cruz (Repartimiento 2008 [1561]: 100).

60
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

mencionan con frecuencia a cinco pueblos “señores verdaderos” del


metal o muy implicados en su comercio: los canires, los carcaras,
los chemaos, los payzunos y los chanés. En una sola oportunidad
payzunos y chanés son calificados de “señores verdaderos” del
metal: los que más frecuentemente reciben esta apelación son los
canires, los carcaras (caracaras) y los chemaos. Como lo confirmarán
otras crónicas, estos tres pueblos son los que producen (que “sa-
can”) el metal, allá en el occidente. Payzunos y chanés son, ellos, los
principales intermediarios en el tráfico del oro y de la plata (a menu-
do en forma de “planchas” como lo indican los entrevistados) hacia
el este y el Paraguay. Viene, finalmente, esta impresionante lista de
pueblos beneficiados con el comercio, diseminados entre la “tierra
adentro” en la Chiquitania actual, el Chaco (caso de los mbayás) y
el río Paraguay. Se esbozan algunas de las rutas seguidas con el tan
preciado metal: “del productor al consumidor”, si se me permite la
expresión, será entonces el plan que adoptaré para seguir adelante.

Los señores verdaderos del metal


Los indígenas de las tierras bajas no sólo saben que el metal viene
del Oeste: nombran a sus productores, saben dónde y cómo viven,
y tienen un gran conocimiento de lo que pasa más al Oeste, es decir
en los Andes.
Los xarayes del Pantanal, sus vecinos los ortueses y los chirigua-
naes o guaraníes de Itatín saben que el metal llega de las sierras: un
jefe xaray dice por ejemplo a Hernando de Ribera que “de aquellas
sierras sacaban aquel metal” (Ribera 2008a [1544]: 19); un ortues le
cuenta que en el interior de las tierras, al Oeste, “vio mucha plata y
le señalaron que por entre unas sierras muy altas iban por ella”45. Es
más, xarayes y chiriguanaes saben perfectamente que la plata sale
de las minas, mientras el oro se recoge de arroyos y quebradas: en
1557, los xarayes indican a los hombres de Ñuflo de Chaves “que
el metal amarillo lo sacaban de los arroyos de las sierras de Arara-
cangua [¿los Andes?] y que el blanco sacaban de la tierra”46. De la

45 Ribera 2008a [1544]: 19; ver también 2008b [1545]: 30.


46 Relación general 2008 [1560]: 58.

61
Isabelle Combès y Albert Meyers

misma manera, los chiriguanaes pitaguaries saben que los candires


o canires “sacaban [el metal amarillo] de los arroyos que corrían de
las sierras de Aracangua, que son muchas y de ellas sacaban mucho
metal blanco”47. Recordemos que en la actualidad, “plata” se dice
en guaraní korepoti, es decir literalmente “excremento del agujero,
de la mina”. Según Wolf Dietrich (1995), esta palabra fue forjada por
los jesuitas en el Paraguay. De hecho, varias fuentes indican que los
tupíes y guaraníes llamaron primero el metal ita, es decir “piedra”
(por ejemplo Léry 1975 [1580]: 322). Es más, un diccionario guaraní
indica que “plata” también se puede decir itatî, es decir “piedra
blanca”, y que “oro” es itaju, es decir “piedra amarilla” (Ramírez
y Lustig 1996)48. Al parecer, al hablar de “metal blanco y amarillo”,
los conquistadores traducían directamente expresiones indígenas.
Sin embargo, el uso prehispánico de korepoti no debe ser descartado,
pues los testimonios de los pitaguaries muestran que, muy tempra-
no, los chiriguanaes sabían que la plata provenía de las minas.
Los informantes de Irala mencionan a diversos “señores verda-
deros del metal”49. Cronológicamente hablando, los primeros que
aparecen en las fuentes son los carcaraes, en una carta de Irala ya
citada (Irala 1941 [1541]). Es incluso probable que hayan sido co-
nocidos anteriormente por los mismos españoles, pues en busca de
ellos partió Juan de Ayolas en 153750. Luego se mencionan, en el in-

47 Relación general 2008 [1560]: 63.


48 Según el mismo diccionario, “cobre” es korepotipita, “metal rojo”. Es signifi-
cativo que este diccionario sólo indique palabras en guaraní para estos tres
metales: oro, plata y cobre, que circulaban en la época prehispánica. Por el
contrario, “bronce” y “plomo” no tienen traducción.
49 Es posible que esta expresión, recurrente en las fuentes, también sea la tra-
ducción literal de una expresión guaraní. Se sabe, en efecto, que diferentes
grupos fueron llamados por guaraní-hablantes ibirayara, ibiyara, es decir
“señores o dueños (jara en guaraní paraguayo, iya en chiriguano) de los
árboles (ivira) o de la tierra (ivi)”. Carcaraes y candires bien pudieron haber
sido llamados en guaraní “señores”, esta vez del metal.
50 Es incluso posible que el río Carcarañal, afluente del Paraná, en cuya ori-
lla Gaboto fundó la fortaleza de Sancti Spiritus en 1526, haya llevado este
nombre porque “los indios dicen viene de la sierra” del metal (Ramírez 1941
[1528]: 98). En la orilla de este río vivían indígenas carcarais no identificados
(ibid.). Su nombre aludía, tal vez, a los carcaraes de las sierras occidentales y
dueños del metal.

62
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

forme de Irala de 1543, los camires (candires), chemaos, tagoayonos;


un año después, aparecen referencias a “las amazonas”, dueñas de
“mucho metal blanco e amarillo” (Ribera 2008b [1545]: 29).
Dejando de lado a las míticas amazonas51, podemos tratar de
identificar a los diferentes dueños del metal. Primeros en ser men-
cionados, los carcaraes son también los más inmediatamente identi-
ficables. Los xarayes indican a los hombres de Ñuflo de Chaves que
es difícil pasar “de la tierra de los carcaras a los candires porque son
las sierras muy altas ya”52, lo cual parece indicar que los carcaraes
viven en valles más que en sierras, y entonces más al Este que los
candires. De hecho, los caracaras son un pueblo de habla aymara
de la región de Charcas. Más específicamente, son parte de las
“siete naciones” de Charcas, que un documento de 1582 enumera:
los charcas, caracaras, chichas, chuis, quillacas, carangas y soras53.
Así, como dijo Polo de Ondegardo, “decían los indios [de las tierras
bajas] corrompiendo el vocablo de los caracaras [qaraqaras], que
venían en busca de los caracaraes” (1914 [1574]: 88). De hecho, hasta
hace poco el karakara sirvió hasta hace poco entre los chiriguanos
de Bolivia para designar a “los collas”, es decir los pueblos andi-
nos en general (Nordenskiöld 2001 [1924]: 59). “Karakara retãma: el
Perú” y “Karakara retãmbyguára: los del Perú” figuran incluso en el
diccionario guaraní del padre Ruiz de Montoya, elaborado entre los
guaraníes del Paraguay oriental (1876 [1640]: 90).

51 El tema recurrente de las amazonas en las crónicas quinientistas fue toca-


do numerosas veces por los investigadores, y merecería una investigación
aparte. Al comparar las dos crónicas de Hernando de Ribera, Catherine Ju-
lien (2003b) concluye que Ribera introdujo el tema de las amazonas y de su
metal para atraer al público europeo y promover nuevas exploraciones. Sin
embargo, Ribera no es el único en mencionar a las amazonas: la Relación
del río de La Plata también lo hace, así como Schmidel. Crónicas de Brasil
también hablan de las amazonas, y es probable que haya existido una base
indígena, hecha de creencias y mitos acerca de las mujeres, que dio pie a
la asimilación con las amazonas de la mitología griega. Ver sobre el tema
Steverlynck 2005.
52 Relación general 2008 [1560]: 59.
53 Memorial de Charcas 1582. Sobre la confederación qaraqara-charcas, remito a
Platt et al. 2006.

63
Isabelle Combès y Albert Meyers

En el territorio caracara están ubicadas las principales minas de


“metal blanco” (plata y plomo): Porco, Amayapampa, Andacava,
incluso Potosí recién (re)descubierto por los españoles (Platt et al.
2006).
Más problemas tenemos para identificar a los chemaos, cheme-
neos o chimeneos, también “señores verdaderos” del metal según
las crónicas. Tal vez se trate del nombre local de una de las siete
naciones de Charcas, pues sabemos que viven cerca de los carcaraes:
en efecto, en el territorio chané, Juan de Ayolas
…dijo que iba a ver dónde sacaban el oro y la plata porque él
tuvo noticia que sacaban dos generaciones de indios que estaban
más delante de su tierra de éste, que los chemeneos y los caraca-
raes, y así dice que tenían mucha cosa de oro y plata” (Relación
del río de La Plata 2008 [1545]: 35).
La misma Relación indica que entre los chimenos o chimeneos, “todo
el servicio de sus casas es de oro y plata y las ataderas con que ha-
cen sus casas”. En cuanto a los tagoyaonos, también señores del
metal (amarillo), veremos que es posible una identificación con los
tacuanbucu que viven en los llanos al Oeste del Guapay: un pueblo
intermediario más que productor de metal.
Quedan los candires. En 1544, los xarayes cuentan a Hernando de
Ribera que
… por la banda del oeste había un lago de agua muy grande que
no se parecía tierra de la una banda a la otra; y a la ribera del
dicho lago había muy grandes poblaciones de gentes vestidas
que poseían mucho metal y piedras de que traían bordadas las
ropas, que relumbraban mucho, las cuales sacaban los indios del
dicho lago (Ribera 2008b [1545]: 30).
Hablan incluso de “la casa del sol”, y “ovejas muy grandes” criadas
por la gente del Oeste. Más tarde, los xarayes confirman la informa-
ción:
Dijeron que [Aracangua] era una sierra muy grande que duraba
mucho, y que por la una parte alindaba con una agua muy gran-
de, y que de la otra parte era una población muy grande de gente

64
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

y que no tenían mas de un principal que era señor de todos, que


se llamaba el Candire (Relación general 2008 [1560]: 58).
Y la descripción sigue, mencionando a los “instrumentos [de
música] de metal verdaderos” de los candires, sus vasijas, adornos
y armas de metal. Qué duda cabe: cómo lo hicieron Nordenskiöld
(1917), Métraux (1927, 1928, 1929) y muchos otros hasta Julien (2007),
podemos identificar, sin mucho riesgo de equivocarnos, los candires
con los incas. Y creo posible precisar un poco más esta identificación.
Pues los incas de los Andes y del gran lago (el Titicaca) e inclu-
so los caracaras de Charcas están bastante alejados de los llanos
orientales: las noticias que se tienen de ellos sólo pueden ser, en
la mayoría de los casos, indirectas. Por el contrario, el Oeste del
Guapay marca la frontera oriental del imperio inca, una frontera
protegida por fuertes y “pueblos cercados” fácilmente alcanzables
por los indígenas de las tierras bajas. El primero y más cercano es
evidentemente Samaipata, en los valles al Oeste de la actual ciudad
de Santa Cruz. Mal llamado “el fuerte”, el complejo de Samaipata
era más bien un centro a la vez religioso y administrativo incaico, tal
vez incluso con rango de capital provincial, aunque probablemente
edificado sobre asentamientos preincaicos. El verdadero “fuerte” se
encuentra a unos 50 km. al Este, en la serranía de Parabanocito54.
Aunque a menudo tachada de fantasiosa, la crónica de Alcaya
(Relación Cierta) habla de una presencia inca en Samaipata e incluso,
más al Sur sobre la frontera, en el “cerro rico” de Saypurú. Más exac-
tamente, Alcaya menciona a dos hermanos “parientes del Inca”,
llamados Guacane y Condori; cotejando los datos de su crónica, su
presencia parece ser algo reciente, remontando apenas al reino de
Huayna Capac (Combès 2009). Entre los vasallos llaneros del inca
de Samaipata figura Grigotá, jefe tamacoci55: y ahí empieza, lo vere-
mos, una de las principales rutas del metal andino hacia el oriente
y hacia el Paraguay. Samaipata (y el “cerro rico” de Saypurú) son
conocidos de los indígenas llaneros. Alcaya menciona un ataque

54 Meyers y Combès (eds.) 2015. Sobre Parabanocito, ver los artículos corres-
pondientes en este volumen.
55 Sobre los tamacocies, ver Combès e Hirtzel 2007.

65
Isabelle Combès y Albert Meyers

de los chiriguanaes contra Samaipata y de hecho, sabemos que el


“pueblo cercado que era la frontera de la tierra rica” es conocido
de los xarayes y chiriguanaes: lo llaman Xaguagua, indicando que
está ubicado “pasado el río [Guapay]” y que es la frontera de la
tierra del Candire56. En otros términos, si bien “los candires” pueden
ser identificados con “los incas”, todo parece indicar que son, más
específicamente, los incas dueños de Samaipata. De ahí a establecer
una relación entre el nombre de uno de esos incas: Condori, y el de
“los candires”, la posibilidad ya fue sugerida en 1917 por Fulgencio
Moreno: “del Rey Condori […] surgió quizás la fama del Candire”
(1917: 142). La ecuación es, en definitiva, bastante simple. Los can-
dires no sólo son gentes bien concretas, sino que muy bien ubicadas:
viven al Oeste del Guapay, en Xaguagua, Samaipata y Saypurú –los
dos últimos lugares explícitamente designados como los objetivos
de las expediciones chiriguanaes por Alcaya. Ahí donde las fuentes
paraguayas hablan de candires y carcaraes, la Relación Cierta men-
ciona a Samaipata y Saypurú; ahí donde Schmidel indica que Juan
de Ayolas partió en busca de los carcaraes, Alcaya dice que salió por
la noticia que le dieron los guaraníes de Paraguay de las riquezas
“de los dos incas”57. La conclusión lógica es, en términos de Susnik:
“la aplicación del apelativo ‘Candir/Candire’ a los Incas limitábase
a la zona tras del río Guapay; es posible una identificación de ‘Can-
dire’ con ‘Condori’” (1961: 163; subrayado mío)58.
Sea lo que fuere, parece en todo caso claro que el tráfico del metal
entre occidente y oriente no empezó con la instalación de los incas en
Samaipata y Saypurú. La intensidad misma de este comercio sugiere
una antigüedad mayor, y es probable que los incas sólo se adueñaron
de rutas preexistentes entre los carcaraes de Charcas (primero men-
cionados) y los pueblos de los llanos. Un indicio de esta intensidad
y antigüedad puede encontrarse en el nombre mismo de los “carca-
raes”. Se trata, en realidad, de un nombre honorífico dado por el Inca

56 Relación general 2008 [1560]: 60; Memoria y resolución 2008 [1560]: 54. Xagua-
gua podría ser identificado sea con Samaipata, sea con La Fortaleza en Pa-
rabanocito.
57 Relación Cierta 1636: 8v.
58 Retomé esta sugerencia en varios artículos, en particular en Combès 2011.

66
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

a los hasta entonces llamados “charcas blancos”, y que significa “el


alba”59. Este Inca era Huayna Capac, quien falleció en la época de la
llegada de los españoles al Perú. El hecho que ya en 1541, y probable-
mente antes, los “carcaraes” hayan sido conocidos con este nombre
en Asunción y más allá hacia el Atlántico parece demostrar un tráfico
muy intenso de metal, gente, noticias y nombres entre Oeste y Este.

Trueque, guerra y robo


¿Cómo viaja el metal desde occidente a oriente, cómo se lo procuran
y luego lo intercambian los pueblos de las tierras bajas? La crónica
ya citada de Alcaya da algunas importantes informaciones al respec-
to: ya mencioné por ejemplo los ataques chiriguanos a Samaipata y
Saypurú que resultan en robos de objetos de metal. Pero oro y plata
también sirven a los incas de Samaipata para atraer vasallos y futu-
ros vasallos: Grigotá recibía telas y “cocos de plata” de Samaipata,
a cambio de su obediencia60; la información se confirma más tarde,
cuando Calvete de Estrella indica que los “carcaraes” dan “oro y
plata” sus “comarcanos y amigos” los taracocis (tamacocis) (Calvete
de Estrella 1963 [1571]: 50). Todo indica que los “carcaraes” de este
testimonio, vecinos de los tamacocis, son en realidad los incas de
Samaipata, aquellos que otras fuentes llaman “candires”.
Incluso los xarayes del lejano Pantanal habrían recibido de regalo
“manijas de plata y argollitas de plata para sus arcos” del inca de
Samaipata61. El metal se consigue así mediante robos y regalos: y a
partir de ahí, sigue viajando hacia el oriente.

“De mano en mano”


El metal viaja “de mano en mano” hasta el río Paraguay (Irala
2008a [1543]: 4). La primera ruta señalada por sus informantes es la
que va desde los payçunos hasta los huytig, hasta llegar a diversos
pueblos del alto Paraguay. No sabemos dónde viven exactamente
(ni siquiera sabemos quiénes son) los huytig “de la tierra adentro”,

59 Probanza de don Fernando Ayra, 1639, en Platt et al. 2006: 730.


60 Relación Cierta 1636: 1v.
61 Relación Cierta 1636: 3.

67
Isabelle Combès y Albert Meyers

al Oeste del río Paraguay; el primer informante tampoco proporcio-


na información sobre el paradero de los payçunos, aunque pode-
mos lógicamente suponer que viven más al Oeste de los huytig, más
cerca de las fuentes del metal. En cuanto a los últimos beneficiarios
de este comercio, viven todos en las orillas del río Paraguay, más
arriba de los guaxarapos. Sólo tenemos un poco más de información
sobre los ayguas y turubones, que viven en la orilla oeste del río
(Irala 2008a [1543]: 2), y sobre los xacosy y sycosy, habitantes de la
laguna de Puerto de los Reyes62.
Más adelante, el segundo informante de Irala le explica que los
xaquides, xacota y demás pueblos dueños de objetos de metal, los
consiguen de “las generaciones que llaman gueno y xaraye ymore”
(Irala 2008a [1543]: 6). De los gueno e ymore, sólo sabemos que vi-
ven sobre el río Paraguay más arriba de los guaxarapos. En cuanto
a los xarayes, es bien conocido que viven más allá de Puerto de los
Reyes, más al Norte en el Pantanal. Los últimos destinatarios moran
también sobre el río Paraguay: sabemos que los xaquides y turucoxi
están ubicados en la orilla oeste, y los quigoaracoçi en Puerto de los
Reyes63. Los chanés mencionados son también, probablemente, los
de Puerto de los Reyes.
En todo caso, si bien la primera información mencionada mues-
tra un tráfico de Oeste a Este, la mención de los xarayes permite
complementarla. Cabeza de Vaca indica en efecto que los xarayes
“tienen alguna plata y oro, que les dan los indios de tierra adentro”
(Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LVII); recordemos que, se-
gún Alcaya, los xarayes incluso recibían regalos de plata del inca de
Samaipata. Así, parte del metal llega desde el Oeste hasta la laguna
de los xarayes, pero para ser redistribuido luego río abajo por los
mismos xarayes. Hay que notar, también, que según estos dos pri-

62 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LXVII; Irala 2008a [1543]: 7.
63 Irala 2008a [1543]: 2, 4; Núñez Cabeza de Vaca 1941 [1543]: 335. Es poco pro-
bable que los xaquides sean los mismos que los xaques o xaquetes de Puerto
de los Reyes citados por Cabeza de Vaca (1944 [1555]: cap. LIII, LXXI) y Pero
Hernández (1545), pues Irala señala que los xaquides eran enemigos de los
guaxarapos (Irala 2008a [1543]: 6), mientras Cabeza de Vaca y Pero Hernán-
dez hablan por el contrario de una alianza entre los xaquetes y los mismos
guaxarapos, en contra de los españoles.

68
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

meros testimonios, los decoxi o deycoxi reciben metal tanto de los


huytig como de los xarayes, gueno e ymore: un mismo grupo puede
entonces tener varias fuentes de aprovisionamiento.
Podemos ubicar también a algunas de las demás “muchas genera-
ciones” que tienen metal y están citadas en el informe de Irala. Los
mayaes son los mbayás del Chaco, “tierra adentro” directamente al
Oeste de los payaguás del río Paraguay. Sobre el río Paraguay (sin
mayores indicaciones) están los coci, guaychano y chemerono por
ejemplo; “tierra adentro” hacia el Oeste, sin mayores precisiones
tampoco, podemos ubicar a los guarigoari, cheretono, maracaono y
chibiuno. Los turopecoçi son probablemente los mismos que los tara-
pecoçi encontrados por Francisco de Ribera al Oeste de Puerto de los
Reyes (Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LXX); los xamaricoçi
viven, según una información de Ñuflo de Chaves, al Oeste de los
xarayes (Resolución de los casos 2008 [1561]: 110). Pero otros grupos
habitan más allá hacia el occidente, y el solo hecho que estén mencio-
nados por informantes del alto Paraguay muestran el conocimiento
que existe de la “tierra adentro” y sus pobladores. En efecto, los coro-
cotoqui (gorgotoquis), los pane (panecoci), los tipeono y vracoçi son
pueblos que viven en la región donde se funda en 1561 la primera
Santa Cruz de la Sierra64. En cuanto a los çimeonos que también están
mencionados, vivían incluso más al Oeste de los gorgotoquis (Irala
2008a [1543]: 10). Ubicaremos, más adelante, a los chanés y payzunos
o payçunos que mencionan con frecuencia las crónicas.
Otros indicios de trueques y rutas del metal existen en las fuentes
quinientistas. Según Francisco de Ribera, los tarapecoçis (al Oeste
de Puerto de los Reyes) reciben metal de los payzunoes (payzunos),
los cuales lo reciben a su vez de los chaneses, chimenoes, carcaraes
y candires del occidente (Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap.
LXX); en este caso particular, el trueque está bien documentado:

64 Las crónicas son numerosísimas sobre la ubicación de los gorgotoquis en


la primera Santa Cruz. Los pane son mencionados en el repartimiento de
encomiendas en Santa Cruz de la Sierra (Repartimiento 2008 [1561]: 100); los
tipeono y vracoçi están mencionados por otros documentos de la misma
época (Información de servicios de Ñuflo de Chaves 2008 [1561]: 78; Testimonio y
relación 2008 [1561]: 115).

69
Isabelle Combès y Albert Meyers

los tarapecoçis obtienen el metal “a trueco de arcos y flechas de


esclavos que toman de otras generaciones”. Este testimonio es uno
de los pocos que nos indique en qué podía consistir el comercio, el
intercambio de bienes a cambio de metal. Otro testimonio indica
que los carcaraes dan plata a los chanés y “taracoçis” (tamacocis),
quienes a su vez lo entregan a los jorocotoquis, es decir los gorgoto-
quis de la primera Santa Cruz (Calvete de Estrella 1963 [1571]: 50).
En consonancia con esta información, Martín González indica que
Irala, en su viaje a través del Chaco en 1548, se dirigió hacia los ta-
macocies “porque allí decían [los gorgotoquis] haber metal blanco y
a la mano derecha de cómo íbamos, había el metal amarillo” (1556).
Esta información es importante, si nos acordamos de los “señores
verdaderos del metal amarillo”, los tagoayonos, mencionados por
un informante de Irala… y sólo por él. En la ribera occidental del
Guapay viven los tacuanbucu, partícipes de algunas expediciones
guerreras en busca de metal65. Es posible que estos tacuanbucu no
sean otros que los tagoayonos mencionados en 1543.
En todo caso, y si de comercio se trata, dos pueblos aparecen como
principales intermediarios entre productores andinos y consumido-
res de los llanos: los payzunos y los chanés. Son chanés y payzunos
quienes entregaron metal a Alejo García, cerca del territorio gorgo-
toqui (Irala 2008a [1543]: 8). Hasta los payzunos y los chanes llegó
también Juan de Ayolas, encontrando metal en sus pueblos66. Tanto
payzunos como chanés son llamados en una oportunidad, junto
con los carcaraes, “señores verdaderos del metal”, y más precisa-
mente del metal blanco, es decir de la plata (Irala 2008a [1543]: 6).
Sin embargo, en los testimonios ya citados, los payzunos aparecen
claramente como intermediarios en el comercio del metal y no como
productores como los carcaraes u otros: los payzunos sí tienen metal,
como muchos otros pueblos, pero lo reciben de otros, en particular
de los chanés, que a su vez lo consiguen de los carcaraes.
Ubicar a estas dos “generaciones” es algo difícil. En efecto, “chané”
es una palabra arawak que significa “hombre, gente”; de esta manera,

65 Relación general 2008 [1560]: 60-61; Resolución de los casos 2008 [1561]: 110, 112.
66 Irala 2008a [1543]: 5; Relación del río de La Plata 2008 [1545]: 35; Schmidel 2008
[1567]: cap. XLVI.

70
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

cuando las fuentes mencionan a “los chanés”, no podemos tener la


seguridad que se designe siempre a un solo grupo, o una sola “etnia”
–de hecho, los datos más parecen ir en el sentido de una verdadera
constelación de grupos dispersos en todo el actual oriente boliviano y
los márgenes occidental y oriental del Chaco. Por ejemplo, Irala men-
ciona al grupo chané de los ariticoçi, çiriticoçi o cariticoçi (según las
trascripciones), y comenta: “así se nombraban en los dichos chanes
cada pueblo su nombre aunque toda era una generación […] aunque
son chanes todos se llaman cada casa de su nombre y que por eso se
llaman ellos çiriticoçi” (Irala 2008a [1543]: 7, 10).
Algunos de estos chanés viven en Puerto de los Reyes, y son tam-
bién mencionados por Cabeza de Vaca. Sabemos sin embargo, en este
caso, que estas personas son originarias de la “tierra adentro”. Otros
están registrados en los alrededores de la primera Santa Cruz de la Sie-
rra; otros más viven más al Oeste de los payzunos, pues les entregan
el metal que reciben primero de los carcaraes: estos chanés son, con
toda probabilidad, parte de los tamacocies que viven en los llanos del
Guapay, en el territorio cercano a la actual Santa Cruz, donde todavía
hoy existe un pueblo llamado “Chané”. Finalmente, otros grupos cha-
nés viven en los márgenes orientales del Chaco, cerca de los mbayás
a quienes sirven de esclavos y a quienes proporcionan metal; y no de-
bemos tampoco olvidar a los que moran en los márgenes occidentales
del Chaco, en el piedemonte andino, y en las riberas del río Parapetí
donde los encontró Andrés Manso (Manso 2008 [1563]).
En cuanto a los payzunos, también tenemos varias indicaciones
sobre su(s) ubicación(es). Schmidel los encontró antes de llegar a las
salinas de San José y Santiago en la actual Chiquitania, en el viaje
trans-Chaco que realizó al lado de Irala (2008 [1567]: cap. XLVI). Otra
fuente dice que los payzunos, junto con los çurumanos y los çimeonos,
viven a dos días al Oeste de los gorgotoqui, es decir entre la primera
Santa Cruz al Este y el río Guapay al Oeste (Irala 2008a [1543]: 10).
Su papel en el comercio del metal no es el único punto común
entre payzunos y chanes. Irala habla por ejemplo de “una gene-
ración que se llaman chanes y payçumos” (Irala 2008a [1543]: 7),
como si se tratara de un mismo pueblo. Para Schmidel, el único
sobreviviente de la expedición Ayolas es payzuno (Schmidel 2008
[1567]: cap. XXV), mientras para todos los demás cronistas, se trata

71
Isabelle Combès y Albert Meyers

de un chané. Parece entonces probable que, si bien no conforman


una única “generación” (pues existen dos nombres, citados por los
mismos informantes), chanés y payzunos están sí estrechamente re-
lacionados. Comparten en algunos casos el mismo territorio, y muy
probablemente también un mismo idioma. La familia lingüística
de los chanés es conocida: el arawak; y los payzunos están, como
vimos, frecuentemente asociados con pueblos cuyo nombre termi-
na en –ono, terminación que no es sino una marca de plural en los
idiomas arawak. Algunas fuentes escriben, de hecho, payçono para
designar a los payçunos o payzunos de las primeras crónicas (Pérez
de Zurita 2003 [1573]: 7).
El papel desempeñado por los chané y payzunos en el comercio
del metal confirma así, en todo caso, el importante papel de interme-
diarios de los grupos arawak sub-andinos en la época prehispánica
(Renard-Casevitz, Saignes y Taylor 1986).

“Para ir a buscar el metal”


El trueque “de mano en mano” desde los “señores verdaderos del
metal” hasta el río Paraguay no es el único modo de conseguir metal
para los pueblos de las tierras bajas. Otras maneras, más violentas
pero tal vez más efectivas o en todo caso más rápidas, son la guerra
y el robo a los productores.
Existen testimonios sobre las relaciones belicosas que mantienen por
ejemplo los chanes con los carcaraes y chimeneos. Según la Relación
del río de La Plata, cuando Ayolas llegó donde los chanés y quiso pasar
adelante “los caracaraes los salieron de guerra, y le mostraron mucha
planchería de oro y plata (Relación del río de La Plata 2008 [1545]: 35)67.

67 Este testimonio muestra que Juan de Ayolas llegó hasta los pueblos chanés
que se encontraban muy cerca de la frontera del país del metal. Si Ayo-
las llegó hasta los pueblos chanés del Guapay, con toda probabilidad los
“carcaraes” que salieron de guerra eran en realidad los ocupantes incas (los
“candires”) del fuerte de Samaipata. Si llegó más al Sur, donde los chanés
del Parapetí, es posible que estos “carcaraes” hayan sido los que explota-
ban, según el testimonio de Alcaya, el “cerro rico” de Caypurum, es decir
Saypurú en la actual provincia Cordillera (ver el artículo correspondiente
en este volumen). Como en el testimonio ya citado de Calvete de Estrella,
al parecer, los españoles solían confundir carcaraes y candires, ambos “se-
ñores del metal”. Esta confusión no es de extrañar, sobre todo si admitimos,

72
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

A su vez, Cabeza de Vaca confirma la información: los chanés de


Puerto de los Reyes le cuentan que sus parientes del interior “tienen
guerra con los indios que llaman chimeneos y con otras generacio-
nes de indios que llaman carcaraes” (Núñez Cabeza de Vaca 1944
[1555]: cap. LVI).
Los chanés no son los únicos que mantienen guerra con los pro-
ductores del metal. Schmidel menciona, por ejemplo, que los xara-
yes consiguen objetos de oro y plata mediante la guerra contra las
“amazonas” (Schmidel 2008 [1567]: cap. XXXVI).
Se trata, en el caso chanés/carcaraes, de guerras “entre vecinos”.
Otro es el caso de las expediciones organizadas desde el alto Pa-
raguay hacia el occidente. Bastante bien documentada está la gran
confederación multiétnica que se formó en el río Paraguay, “antes
que Garçia viniese del Brasil” –es decir, antes de la presencia de los
europeos en la zona– en busca de metal. Las primeras menciones de
esta o estas expedición(es) guerrera(s) se encuentran, una vez más,
en la relación de Irala. Cheroçi, su informante chané, le cuenta que
“en tiempos pasados antes que Garçia viniese del Brasil a los dichos
guaranis se hizo una gran junta de los dichos guaranys en el puerto
que llaman de Ytatyn para ir a buscar el metal” (Irala 2008a [1543]:
7). Otro informante, esta vez un guaraní de la zona de Puerto de los
Reyes, también dice:
Dijo que en tiempos pasados vinieron muchos principales del
Paraguay, principales e indios que llaman de Ytatyn, y pasado
por una tierra que se llama Ytapua, que es cuatro jornadas de las
postreras casas de esta su generación, yendo los de la dicha casa
en busca del dicho metal se encontraron en el camino y se fueron
juntos (Irala 2008a [1543]: 9).
Los jefes de estas “postreras casas” se llaman Marotapy, Oayayn,
Abalmoctenby, Tapupiçi, Matirua y Teme o Temevn (Irala 2008a
[1543]: 10).
La información se ve confirmada luego por los Comentarios de
Cabeza de Vaca: en efecto, el gobernador de Asunción encuentra a

como sugerí, que los “candires” de Samaipata se adueñaron en realidad de


un comercio ya existente entre carcaraes y oriente.

73
Isabelle Combès y Albert Meyers

un guaraní de Itatín que vive entre los xarayes. Este informante le


dice que
… siendo él muy mozo, los de su generación hicieron gran lla-
mamiento y junta de indios de toda la tierra y pasaron a la tierra
y población de la tierra adentro, y él fue con su padre y parientes
para hacer guerra a los naturales de ella, y les tomaron y robaron
las planchas y joyas que tenían de oro y plata (Núñez Cabeza de
Vaca 1944 [1555]: cap. LX).
Entre los xarayes, Hernando de Ribera encuentra en 1544 a un jefe
llamado Camire o Candire. Más tarde, en 1557, su hijo Vratobere ex-
plica el por qué de este nombre a los hombres de Ñuflo de Chaves:
En cuanto a la razón del nombre, dijo que los tiempos pasados se
llamaba su padre Çaye, el cual juntó toda la más gente comarca-
na y entró en los hortugueses y los etones hasta llegar a los pue-
blos de Payçororo, cacique principal, y a los pueblos de Payçuri
en demanda del Candire, que es el señor del metal verdadero y
de todas las cosas […] dijo que de aquel principal Candire tomó
el nombre su padre, porque en aquella tierra mató muchos de
los candires, los cuales mataron a toda la más gente que con su
padre Çaye había salido (Relación general 2008 [1560]: 57-58).
El mismo documento da más información sobre los diferentes
pueblos que se fueron “en demanda del Candire”: participaron los
chiriguanaes Vambaguasu, Pitaguari, Muquiranguaçu; también
participaron los tacanbucus, y gente (chiriguana al parecer, pues
los nombres son guaraní) de Yrapua o Itapuan y de Yaguarubay68.
El que organizó la junta fue, según este documento, el mismo Yra-
pua, que llevó “veinte pueblos de indios consigo” para asaltar al
pueblo cercado de Xaguagua, probablemente Samaipata. “Tapua” o
“Tapuaguazu” era, según Núñez Cabeza de Vaca, el nombre de un
cerro al Oeste de Puerto de los Reyes, primera etapa en el camino
hacia la tierra rica (1944 [1555]: cap. LXIII, LXIV). Es posible que
se trate aquí de varias confederaciones en busca de metal, a veces
organizadas por los xarayes, a veces por los chiriguanaes. Son, en

68 Relación general 2008 [1560]: 59-60. En todo caso, estos nombres designan a
la vez a unos jefes o caciques y a su grupo de gente.

74
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

todo caso, confederaciones multiétnicas69, de gran envergadura, y


netamente belicosas en pos de oro y plata. Alcaya recuerda, más tar-
de, la alianza entre xarayes y chiriguanaes para asaltar a Samaipata,
y menciona el ataque chiriguana al fuerte (Relación Cierta 1636: 3).
En 1559, sabemos que los tacanbucus o tacuanbucus, “los cuales es-
tán en la frontera de las jaguaguas, que es el pueblo cercado” tenían
mucho metal robado70.
Así, el metal no sólo viaja “de mano en mano” –y pacíficamen-
te– de occidente a oriente: también es el motivo de expediciones
multiétnicas y belicosas de Este a Oeste, en las cuales participan
“chiriguanaes”. Tanto Nordenskiöld (1917) y Métraux (1927) recal-
caron esta “sed de metal”, y el segundo la identificó como una de
las principales causas de las migraciones guaraníes hacia el Oeste.
De hecho, son los chiriguanaes los principales y más valiosos infor-
mantes de los españoles: “estos chiriguanas enteraron mas en las
riquezas de la tierra; hablaron siempre de vista”; de los chirigua-
naes pitaguari “nos informamos muy en particular”; “los que dan
más clara relación de ella otros indios chiriguanaes, que dicen de
Pitaguari, que están al Norte de Santa Cruz hasta 45 leguas”71. Pero
una aclaración es necesaria aquí: estos chiriguanaes pitaguari, vam-
baguasu y demás, son parte de los “chiriguanaes de Itatín” como los
llamaban los españoles: chiriguanaes (es decir, guaraní-hablantes)
que viven al Norte y al Este de la primera Santa Cruz de la Sierra,
donde han llegado (desde Itatín sobre el río Paraguay) en busca de
los candires, en busca de metal. Estos grupos, antepasados de los
actuales guarayos y pauserna, están bien diferenciados en las fuen-
tes de los “chiriguanaes de la Cordillera”, más sureños, quienes son
los actuales guaraníes o chiriguanos. Suárez de Figueroa escribe por

69 Los hombres de Vambaguasu declararon casarse con mujeres xarayes (Rela-


ción general 2008 [1560]: 59): al parecer, las confederaciones reunían a etnias
emparentadas, y que se consideraban probablemente como iguales en esta-
tus. En efecto, no tenemos datos sobre la participación en las expediciones
de otras etnias del Pantanal que eran, contrariamente a los bambaguasu,
vasallas de los xarayes.
70 Relación general 2008 [1560]: 63.
71 Memoria y resolución 2008 [1560]: 53; Relación general 2008 [1560]: 60; Relación
verdadera 2008 [1571]: 216.

75
Isabelle Combès y Albert Meyers

ejemplo que Santa Cruz de la Sierra “está en frontera de dos provin-


cias de indios chiriguanaes”, la de Ytatin y la de “los chiriguanaes
que están en la cordillera del Perú […] por la parte del Poniente”
(1965 [1586]: 404); otros informes contemporáneos diferencian tam-
bién a los chiriguanaes de Itatín de “los demás que residen en esta
cordillera”72; el padre Samaniego recorre, a finales del siglo XVI, “la
provincia de Itatim de Chiriguanaes” y luego “los Chiriguanaes de
la cordillera” (Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 480, 483).
Los itatines son los más conocidos entre los chiriguanaes norteños
(al punto de dar su nombre al conjunto) probablemente por ser los
más numerosos. No son, sin embargo, los únicos. Juntos con ellos es-
tán por ejemplo los varai (guarayú) mencionados por un documento
jesuítico (Anua-1589) y los pitaguari y bambaguasu que ya encon-
tramos. La distinción entre ambos grupos de “chiriguanaes” es im-
portante para la correcta interpretación de las fuentes quinientistas, y
especialmente en el tema de la búsqueda de los candires y del metal.

Robos y tributos
Sin necesidad de viajar o comerciar, el metal también se puede
robar. Es lo que hicieron por ejemplo los payaguás con las cargas de
Ayolas antes de matarlo. También vimos que otra etnia, los guaxa-
rapos, estaba excluida del comercio del metal por sus enemigos los
xaquides: sin embargo, al menos un testimonio nos afirma que los
guaxarapos solían robar a los itatines el metal hurtado a los candires
(Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LX).
Finalmente, existe otro medio, empleado por los chiriguanaes de
la Cordillera. Sabido es que los chiriguanaes de esta zona tenían
como “vasallos” a diferentes pueblos, en particular –pero no única-
mente– a los chanés. A estos pueblos, los chiriguanaes hacían pagar
tributos (ver por ejemplo Blas 1914 [1585]). Entre esos tributos podía
figurar el metal, pues un documento de 1571 indica que los chichas
entregaban “hijos y mujeres y ropa y plata” a los chiriguanaes (In-
formación de los chiriguanaes 2008 [1571]: 229).

72 Relación de los servicios de Ñuflo de Chaves y Álvaro de Chaves 2008 [1589]: 253,
269.

76
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Planchas, coronas y “cosas buenas”


Pocos datos tenemos sobre la cantidad de metal que circulaba
en la época prehispánica hasta el río Paraguay. Según Irala, Ayolas
traía a su regreso como “20 cargas” de metal (Irala 2008b [1545]: 22),
mientras Cabeza de Vaca habla de 66 cargas de oro y plata (Núñez
Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. XLIX). Las “cargas” deben referirse
a la cantidad que podía llevar un hombre. En todo caso, estos datos
no se refieren a un tráfico propiamente indígena.
Más información tenemos sobre el tipo de metal que se intercam-
bia o que se roba. Aparte de oro y plata, circulan probablemente
también piedras preciosas utilizadas por ejemplo como tarugo labial
(tembeta) por varios grupos, pero también otros metales como el co-
bre. Los indígenas de los llanos y del Paraguay saben diferenciar los
diferentes metales. En Puerto de los Reyes, Cabeza de Vaca muestra
diferentes objetos de metal a un tarapecoci:
Fuele mostrado un candelero de azófar muy limpio y claro, para
que lo viese y declarase si el oro que tenían en su tierra era de
aquella manera; y dijeron que lo del candelero era duro y bellaco, y
lo de su tierra era blanco y no tenía mal olor y era más amarillo, y
luego le fue mostrada una sortija de oro, y dijeron si era de aquello
mismo lo de su tierra, y dijo que sí. Asimismo le mostraron un pla-
to de estaño muy limpio y claro, y le preguntaron si la plata de su
tierra era tal como aquélla, y dijo que aquélla de aquel plato hedía
y era bellaca y blanda, y que la de su tierra era más blanca y dura y
no hedía mal (Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LXX).
Lo mismo hace más tarde un jefe xaray:
Fueles mostrada una sortija de oro, la que tomaron en las manos
los principales, y ludiendo [le dieron] con ella en los dedos, la
ponían en las narices; dijeron que de aquello era el metal amari-
llo. Preguntado que para qué lo olía; dijeron que había otro metal
amarillo que no era bueno y tenía mal olor, y que de esto hacen
en aquella tierra las herramientas con que cortan y hacen sus
labores (Relación general 2008 [1560]: 58).
El metal, blanco o amarillo, circula bajo dos formas principales: las
“planchas”, es decir la primera forma dada al metal por los mineros

77
Isabelle Combès y Albert Meyers

caracaras (Platt et al. 2006); y objetos labrados, trabajados. Cabeza de


Vaca indica que los tarapecocis tienen vasijas, planchas, brazaletes,
coronas y hachuelas y otras piezas de metal. Las cargas traídas por
Ayolas consistían “en planchas y brazaletes, y coronas y hachetas, y
vasijas pequeñas de oro y plata”. Cuando los itatines fueron “tierra
adentro” a robar metal, “en los pueblos que saquearon había habido
muchas planchas de plata y oro, y barbotes, y orejeras, y brazaletes,
y coronas, y hachuelas, y vasijas pequeñas” (Núñez Cabeza de Vaca
1944 [1555]: cap. LXX, XLIX y LX). Schmidel menciona “una coro-
na de plata que ha pesado un marco y medio” entre los xarayes, y
“argollas de plata” entre los ortueses (Schmidel 2008 [1567]: cap.
XXXVI y XXXVII).
Los usos dados a estos diferentes objetos, y el valor que se les
da, diferían evidentemente según los pueblos. Este tema está do-
cumentado, aunque bastante pobremente, para algunos grupos del
Paraguay y de los llanos. En Asunción misma, los guaraníes o carios
utilizaban, según Cabeza de Vaca, hachuelas de cobre durante el
rito caníbal; los mismos se adornaban con planchas de cobre, que
reverberaban el sol, para ir a la guerra (Núñez Cabeza de Vaca 1944
[1555]: cap. XVI y XXIII).
Río arriba, en el Puerto de los Reyes, no está registrado el uso del
metal como adorno. Los aros que cuelgan de las orejas son de cala-
baza y no de metal73, y de madera también son los “ídolos” de los
indígenas de la zona, aunque mencionan ídolos de oro y plata en
la “tierra adentro” (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LIV).
Para los sacoci del mismo Puerto de los Reyes, Schmidel indica que
el tarugo labial o tembeta de las mujeres es una piedra gris de cris-
tal, aunque ignoramos su procedencia (Schmidel 2008 [1567]: cap.
XXXIV). Más al Oeste, entre los gorgotoquis de los alrededores de
la primera Santa Cruz, los tarugos labiales también son de piedra,
de color azul para los hombres y verde o gris para las mujeres (Sch-
midel 2008 [1567]: cap. XLVII): tal vez nos encontremos aquí con
huellas de un comercio de turquesas u otras piedras preciosas.

73 Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LIV; Schmidel 1993 [1567]: cap.
XXXIV.

78
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Río arriba en el Pantanal, entre los xarayes, la presencia de metal


está mejor documentada. A los españoles, el jefe xaray regala una
corona de plata, una plancha de oro, un brazalete “otras cosas más
de plata” (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXVI). Ya mencioné que los
xarayes conocían otro “metal amarillo” y “hediondo”, probable-
mente el cobre, del cual están hechas sus herramientas: es probable
que estas herramientas llegaban ya hechas desde el Oeste, pues no
tenemos ninguna referencia al trabajo del metal entre los xarayes.
Finalmente, y como los gorgotoquis, los hombres xarayes ostentan
tarugos labiales hechos de una piedra azul, probablemente turque-
sas (Schmidel 2008 [1567]: cap. XXXVI).
Los ortueses o hortugueses, pueblo “vasallo” de los xarayes (Lo-
mas Puertocarrero 2008 [1604]), también tienen metal. Su jefe regala
a los españoles “cuatro planchas de oro y cuatro argollas de plata
que se ponen en los brazos; pero las planchas las usan los indios
en la frente como adorno, así como en esta tierra [Alemania] los
grandes señores usan ricas cadenas en los cuellos” (Schmidel 2008
[1567]: cap. XXXVII). Interesante es notar que los ortueses hacen
estos regalos a los españoles a cambio de otro metal, más sólido, y
muy tempranamente codiciado por los indígenas: el hierro, bajo la
forma de cuchillos, hachas y otras herramientas.
“Tierra adentro” al Oeste del Pantanal viven los tarapecocis, gran-
des conocedores del metal que saben oler y reconocer. Cabeza de
Vaca indica que tienen “un barbote grande en el labio bajo, de plata,
y unas orejeras de oro […] de unas tinajas grandes que estaban den-
tro de la casa llenas de maíz [Francisco de Ribera] vio sacar ciertas
planchas y hachuelas y brazaletes de plata” (Núñez Cabeza de Vaca
1944 [1555]: cap. LXX).
Más al Oeste todavía, sobre las orillas del río Guapay, es decir a
la frontera de los candires, los tacanbucu o tacuanbucu tienen palas
de metal robadas a los candires de Xaguagua o Samaipata, y “tenían
muchas y muchas vasijas en que beben de las que han tomado en
aquel pueblo”; cerca de ellos, probablemente Guapay abajo, los
“timbus” tienen “todas las narices horadadas, en las cuales acos-
tumbran a traer algunas cosas de metal amarillo, atravesados”74.

74 Relación general 2008 [1560]: 61.

79
Isabelle Combès y Albert Meyers

Difícil es identificar con seguridad a estos “timbus”, pues la palabra


se utilizaba para designar a prácticamente cualquier pueblo que
usaba adornos en la nariz, un poco como “orejones” para los que se
perforaban las orejas.
Chaco adentro, los mbayás también son poseedores de metal, en
particular de “metal blanco”. Cuando Irala pasó por sus pueblos
en 1548, le regalaron “cuatro coronas de plata que se colocan sobre
la cabeza; también con ellas seis planchas, hechas de plata, y las
planchas son de un jeme y medio de largas y medio jeme de anchas;
ellos atan las planchas a la frente por gala cuando acaso quieren
partir de viaje, sea a la guerra o a cazar o a otra diversión, como acá
afuera un señor rico cuelga sobre sí una cadena de oro” (Schmidel
2008 [1567]: cap. XLIV).
Acabaré este recorrido con los chiriguanaes, sean itatines, pi-
taguari, varai o bambaguasu: en todo caso, me refiero aquí a los
chiriguanaes llamados a menudo “itatines” en las crónicas, a los que
podemos llamar los “chiriguanaes del Norte” para diferenciarlos de
sus homónimos de “la Cordillera” más al Suroeste. El informe de
Chaves y Salazar indica que en su(s) expedición(es) a los candires,
los chiriguanaes “hallaron ciertos vasos de oro, los cuales tomaron
e hicieron cuentas de ellos para sus mujeres”; en Xaguagua, “siem-
pre hallaban palas y herramientas de metal”, y con el metal robado
“han hecho cuentas y planchas, chipanas”75.
Sin embargo, en el caso de estos chiriguanaes, tal vez se pueda ir
más allá para entender el significado dado al metal. En una versión
del informe de Chaves y Salazar76, Pitaguari dice que la expedición
a los candires tuvo lugar “en el tiempo que pareció una estrella en
el cielo con un rasgo [¿rayo?]”. La información es insegura, pues
otras versiones del mismo informe no la mencionan77. Sin embargo,
es tentador poner esta información en paralelo con el culto al rayo
(y asociado al metal) que existía en las minas de Porco, entre los
caracaras (Platt et al. 2006). Otros datos parecen mostrar que el metal
es para los chiriguanaes “del Norte” algo más que una moneda o un

75 Relación general 2008 [1560]: 59, 61 y 62.


76 Relación general 2008 [1560]: 60.
77 Relación general 1965 [1559].

80
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

adorno. Pitaguari quiso acompañar a Ñuflo de Chaves hacia el país


de los candires “porque aquella tierra era en donde había dado Dios
todas las cosas buenas”78. Y entre otros “chiriguanaes del Norte”,
los itatines y varai (guarayú), sabemos que existía en el siglo XVI (y
todavía en el siglo XIX) un dios llamado… Candire79.
Todos estos datos, aunque no alcancen para llegar a una compren-
sión cabal del uso y del significado del metal entre los diferentes
pueblos de las tierras bajas orientales, deben hacer reflexionar. Que
el metal (oro y plata) tenga un valor de trueque, que sea considerado
como un objeto digno de intercambio, es indudable. Sin embargo,
su uso se revela a menudo fuente de prestigio y de poder; lo mismo
muestra, a nuestro parecer, asimismo, el uso de piedras preciosas
para un “adorno” tan simbólico como el tarugo labial cuya colo-
cación marcaba la llegada a la edad adulta y el prestigio. El valor
dado a los metales preciosos como oro y plata parece, en todo caso,
bastante diferente del que se dio luego al hierro traído por los espa-
ñoles, concebido como una herramienta muy útil, muy preciada y
buscada, pero aparentemente por su utilidad más que por prestigio
o adorno. Entre los chiriguanaes itatines, no cabe duda: el metal está
asociado a las “cosas buenas”, los candires “señores verdaderos” a
un dios o un héroe civilizador, y tal vez al rayo.

Palabras finales
Las líneas que anteceden sólo constituyen una compilación de datos
para una primera aproximación sobre el tema del metal entre los
pueblos indígenas de los llanos y del río Paraguay en la época pre-
hispánica. Muchas incógnitas quedan por cierto sin resolver, y sólo
quisiera presentar algunas reflexiones para concluir.
La primera es bastante evidente: una vez más, y en consonancia
con una multitud de estudios recientes, la barrera puesta en los
estudios y las mentalidades entre Andes y tierras bajas se revela,
más que permeable, inexistente. Samaipata, Parabanocito y el río
Guapay marcaban el límite efectivo de la presencia del Inca hacia

78 Relación general 2008 [1560]: 60.


79 Anua-1589 1929; Cors 2008 [1875].

81
Isabelle Combès y Albert Meyers

el este. Sin embargo, tenemos que notar primero que recientes


excavaciones arqueológicas remodelan por completo la perspec-
tiva clásica sobre la presencia inca en las tierras bajas. El sitio de
Samaipata mismo revela huellas de ocupación prehispánica por
parte de pueblos de las tierras bajas, tal vez de Mojos; mencione-
mos, también, el descubrimiento, por Märtti Pärssinen, de un fuerte
incaico en Riberalta en la Amazonía boliviana (Pärssinen et al. 2003).
Y debemos ser conscientes, en segundo lugar, que el límite de una
presencia física efectiva no significa que ahí se acaban relaciones
sociales, influencias, tráficos de gente, de creencias y de objetos. He-
mos identificado algunas de las rutas del comercio prehispánico del
metal, desde el Guapay hasta el Pantanal, y del Pantanal río abajo.
De la misma manera, el Gran Chaco, obstáculo casi invencible para
los conquistadores, barrera entre Charcas y Paraguay, es también
mucho más que eso: el comercio del metal (entre otros temas que
faltan por investigar) revela más bien una verdadera telaraña tejida
entre los diferentes grupos, que une más que separa a los pueblos
asentados en sus márgenes.
Sólo mencionaré otra reflexión que impone la lectura de las fuen-
tes: se trata del paso de la búsqueda de “los candires” a la “del Can-
dire”. Aunque insistió, y largamente, sobre la sed de metal como
uno de los motivos de las migraciones guaraníes, Alfred Métraux
desarrolló luego otra hipótesis, asimilando la tierra “de los candi-
res” y de “las cosas buenas” a la famosa “tierra sin mal” (1929: 924;
1930: 304-308). Los trabajos de Hélène Clastres (1975) harían luego
más que famosa esta tesis. Investigaciones recientes cuestionan la
asimilación entre Kandire y tierra sin mal, en diferentes sentidos: so-
bre la base de las mismas fuentes que he utilizado en estas páginas,
Catherine Julien (2007) muestra, primero, que si bien tuvieron lugar
migraciones de grupos guaraní (pero también xarayes por ejemplo)
hacia el Oeste, fue, con toda claridad, en busca de metal y no de un
“paraíso terrenal” como se suele describir a la “tierra sin mal”. Po-
dría ir en el mismo sentido la posible relación que sugerí más arriba
entre el nombre de los “candires” y el del inca Condori de Samaipa-
ta. Por otra parte, y tal como lo evidencian las fuentes citadas en este
ensayo, si una asimilación es posible entre los candires y una “tierra
sin mal” o una tierra donde vive un dios o un héroe civilizador, esta

82
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

asimilación sólo es válida para los chiriguanaes itatines o del Norte


de los cuales hablan las primeras crónicas, y que son los que hablan
de “cosas buenas”, los que se fueron “en demanda del Candire” y
los que tenían un dios llamado Candire. Porque estas crónicas ha-
blan de “chiriguanaes”, y porque hoy sólo se llama “chiriguanos”
a los guaraníes de la Cordillera, los investigadores hicieron, sin
más precaución, de Candire y de la “tierra sin mal” un mito y una
creencia de los chiriguanos sureños… olvidándose de los guarayos
actuales, descendientes de los itatines y demás varai (Combès 2006).
Las fuentes quinientistas más tempranas reflejan una situación
válida para la época prehispánica en el oriente, o justo al mo-
mento de la llegada de los conquistadores. Después del viaje de
Irala a los tamacocies, la situación cambia, muy rápidamente.
Las informaciones son más escasas en las crónicas, pues los es-
pañoles de Asunción como Chaves ya no buscan a los carcaraes
que ya identificaron con los caracaras de Charcas. De parte de los
indígenas, la fundación de las ciudades de Nueva Asunción o de
la primera Santa Cruz, el “repartimiento” de las etnias a los es-
pañoles y las enfermedades hacen desaparecer a grupos enteros,
les relocalizan, y truncan en todo caso el comercio prehispánico.
Los españoles de la primera Santa Cruz adoptan dos nuevas
tácticas: buscan primero minas de metal en su propia región, y
de hecho Ñuflo de Chaves fue matado por los itatines mientras
buscaba minas de plata en su territorio80. El gobernador Juan
Pérez de Zorita encuentra minas entre los itatines y payzunos
(Pérez de Zurita 2003 [1573]); en 1571, la esperanza es grande
en Santa Cruz, pues “se han hallado muchas minas de plomo, y
según expertos que tenemos son de plata porque allí las sierras
tienen grandísima altura” (Relación verdadera 2008 [1571]: 213).
Hasta inicios del siglo XVII, sigue el sueño de descubrir el “ce-
rro rico” de Saypurú en la cordillera chiriguana. Por otra parte,
la esperanza y el mito siempre inalcanzable de la “tierra rica”
se desplaza. Los cruceños buscan a partir de entonces hacia el
Noroeste, hacia Mojos. En esta época nace el mito de la tierra de
Mojos asimilada al El Dorado, al Paititi, al Candire, o a un reino

80 Relación de servicios de Ñuflo de Chaves y Álvaro de Chaves 2008 [1588].

83
Isabelle Combès y Albert Meyers

neo-inca en los llanos. Es el comienzo de otra era en la búsqueda


del metal en el oriente: una era donde los protagonistas son esta
vez los españoles, y donde el comercio prehispánico del metal
blanco y amarillo sólo queda como recuerdo.

Mapa 2. Ubicación aproximada de los grupos indígenas del río


Guapay hasta el Pantanal en el siglo XVI y rutas del metal

84
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Leyenda del mapa 2

Notas
Las ubicaciones de Puerto de los Reyes son las de Sanabria Fernández (1974) y
Julien (sf).

Zonas
Alto Paraguay y Sur del Pantanal
- “río arriba de los guaxarapos”, sin más indicaciones: ahuagu, asua, coci,
chemerono, decoxi, garindi, goacamas, guarhagui, guaychano, gueno, gueta-
ri, oadyis, oape, oetari, suacheagui, temesesy, uaga, xabacoxi, xacota, ymore,
yriacoxi.
- “río arriba de los guaxarapos” en la orilla oeste del Paraguay: ayguas, cario de
Garabatatibi, turubones, turucoxi, xaquides.
- Puerto de los Reyes: cacoci-chaneses, quigoaracoçi, sycosy, xacosy.
Pantanal, laguna de los xarayes
Etones, ortueses (ambos al Noroeste de los xarayes), xarayes.
Entre Puerto de los Reyes y Santa Cruz la Vieja
Itapua, tarapecoci.
Santa Cruz la Vieja
Chaneses, gorgotoqui, panecoci, tipeono, vracoçi.
Entre Santa Cruz la Vieja y el río Guapay
Payzunos, çimeonos, çurumanos.
Río Guapay y llanos de los tamacoci o de Grigotá
Chaneses, tacuanbucu, tamacoci.
Chaco, de La Candelaria a las salinas
Chaneses, mbaya, payzunos (al Sureste de las salinas).
Noreste de Santa Cruz la Vieja, Noroeste de los xarayes
Bambaguasu, itatines, jamarecoci, payzunos (?), pitaguari, “chiriguanaes”

Etnias ubicadas “tierra adentro” sin más informaciones: cheretono, chibiuno,


guarigoari, huytig, maracaono.

Trueque y comercio del metal

Confederación pitaguari, xarayes, etc.

85
Isabelle Combès y Albert Meyers

86
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Grigotá y Vitupue. En los albores de la historia


chiriguana (1559-1564)

Isabelle Combès81

¿Cómo pudo un puñado de guaraníes, aun guerreros y “abomina-


bles”, someter a miles de indígenas –aun “mansos”– del piedemon-
te andino? ¿Cómo conciliar la existencia de fortines incaicos en la
“frontera chiriguana” con los escritos que atestiguan otro tipo de
contactos, no necesariamente bélicos, entre chiriguanaes e incas?
¿Cómo se convirtieron en el flagelo de la Audiencia de Charcas los
aliados de primera hora de los conquistadores españoles? Al cruzar
testimonios y crónicas quinientistas, aparecen “contradicciones” y
preguntas sin resolver acerca de “los inicios” del poder chiriguana
en el piedemonte andino de Charcas. A estos temas está dedicado el
presente ensayo.

La amenaza chiriguana
“Antropófagos y carniceros, ingratísimos y bestiales, viciosos y abo-
minables, impíos, crueles y sediciosos, falsos y mentirosos, de poca
constancia y lealtad” y, en suma, “amigos de la guerra y enemigos
de la paz”82, los indígenas chiriguanaes del piedemonte sur andino
en la actual Bolivia representaron una constante amenaza para la
Audiencia de Charcas, al punto de que el rey mismo de España les
declaró oficialmente la guerra en 1574. Todo parece mostrar que la
amenaza chiriguana no era nueva, y que los incas también la en-
frentaron: entre el río Guapay o Grande al Norte y el Pilcomayo al

81 Artículo publicado en el Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos,


2012, 41(1): 57-79.
82 Díaz de Guzmán 1979 [1617-18]: 72.

87
Isabelle Combès y Albert Meyers

Sur, imponentes plazas fuertes incaicas como Pocona (Inkallajta) o


Samaipata estaban flanqueadas por
…una densa red de fortines emplazados en sectores estratégi-
cos (puertos, confluencia de valles), precedidos hacia abajo por
puestos avanzados ubicados en la llanura del Chaco, que los es-
pañoles hallaron durante sus reconocimientos posteriores. Polo
de Ondegardo los calcula precisamente en 44 y Díaz de Guzmán
en unos 50. Estas fortificaciones testimonian a la vez la agudeza
de la amenaza guaraní [chiriguana] (Saignes 2007: 48-49).
Las crónicas andinas hacen eco del peligro representado por “los
chiriguanaes” y de las batallas libradas bajo el reino del inca Tupac
Yupanqui según unos, o del de Huayna Capac según otros (Saignes
2007: 47).
¿Quiénes eran estos chiriguanaes? Castellanizado en “chiriguano”
a partir del siglo XVIII, el nombre designó en la época colonial (y bue-
na parte de la República) a los actuales “guaraníes” del piedemonte
andino suroriental83. Pero su significación no siempre fue la misma.
Los españoles del Paraguay, y luego de la primera ciudad de Santa
Cruz fundada en la actual Chiquitania boliviana, no utilizaron este
nombre hasta 1557, cuando aparece aparentemente por primera vez
bajo la pluma de Jaime Rasquín (Rasquín 2008 [c. 1557]: 43). En estos
escritos, y hasta entrado el siglo XVII, “chiriguana” es un sinónimo de
“guaraní-hablante”; es así que los itatines o guarayos, o incluso gru-
pos del río Paraná también pudieron ser llamados “chiriguanaes”.
Más importante, las fuentes paraguayas son unánimes en señalar
que el término viene “del Perú”: “en la provincia del Perú los llaman
chiliguanaes y en nuestra provincia [Paraguay] los llaman guaranis”
(Rasquín 2008 [c. 1557]: 43). El significado del término parece haber
sido diferente y en todo caso más amplio del lado andino: en palabras
de Nordenskiöld, “el significado de Chiriguano correspondió proba-
blemente al de Chunchos en el distrito de Cusco, donde designaba a
cualquier tribu bárbara del este de los Andes” (1920: XIII)84.

83 Los guaraníes viven hoy en los departamentos de Santa Cruz, Chuquisaca


y Tarija en Bolivia, y en el Noroeste argentino.
84 Sobre los significados del término “chiriguana”, remito a Combès 2010 (ar-
tículo “Chiriguanaes”) y Langer 2011.

88
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Esto significa, y el punto es importante, que no todos los “chirigua-


naes” de las crónicas andinas corresponden con los “chiriguanos”
guaraní-hablantes del piedemonte andino. De hecho, son varios los
autores que notaron por ejemplo que las expediciones incas a los
“chiriguanas” descritas por Garcilaso de la Vega podrían más bien
corresponder a incursiones hacia la alta Amazonía o incluso hacia
el Alto Paraguay85.

A la devoción del Inca


Al relatar los avances incas hacia las tierras bajas orientales, el mis-
mo Garcilaso, lejos de hablar de batallas contra “los salvajes”, indica
que los incas ganaron “la amistad” de los musus (mojos):
Dicen los Incas que cuando llegaron allí los suyos, por las mu-
chas guerras que atrás habían tenido, llegaron ya pocos. Mas con
todo eso se atrevieron a persuadir a los Musus se redujesen al
servicio de su Inca, que era hijo del Sol, al cual había enviado
su padre desde el cielo para que enseñase a los hombres a vivir
como hombres y no como bestias […] Viendo que los Musus les
oían de buena gana, les dieron los Incas más larga noticia de sus
leyes, fueros y costumbres […] Con estas cosas se admiraron tan-
to los Musus, que holgaron de recibir la amistad de los Incas y de
abrazar su idolatría, sus leyes y costumbres, porque les parecían
buenas, y que prometían gobernarse por ellas y adorar al Sol por
su principal Dios […] Debajo de esta amistad dejaron los Musus
a los Incas poblar en la tierra […] y los Musus les dieron sus hijas
por mujeres y holgaron con su parentesco (Garcilaso de la Vega
1990 [1609]: libro 7, cap. XIV).
La nota de Garcilaso no es aislada. Otro texto de finales del siglo
XVI relata de esta manera las estrategias incas para conquistar a los
chunchos y mojos del este de los Andes:
Lo que no podía por armas y guerra los traía así con sus mañas
y embustes, dádivas y halagos. Porque pretendiendo conquistar

85 Garcilaso de la Vega 1990 [1609]: libro 7, cap. XVII; Saignes 2007: 47; Langer
2010.

89
Isabelle Combès y Albert Meyers

las provincias de los chunchos y mojos por guerra, hicieron todo


cuanto se pudo hacer y siempre salían perdidosos, porque las
tierras de arcabucos y montañas son cálidas y enfermas para
gente serrana y de tierra fría, y los mantenimientos muy diferen-
tes de los de la serranía […] Visto por los Incas el poco remedio
que tenían para gente de montañas, trabajaron de traerlos a su
amistad mañosamente, como se ha referido atrás, con dádivas y
halagos; así conquistaban toda tierra de montañas y dificultosa.
De la suerte que se ha dicho, conquistaron los Incas y señorearon
todas las provincias de los chunchos, mojos y andes (Discurso…
1906 [sf]: 155-156).
De la misma manera, esta vez en la región del río Guapay, la Relación
Cierta del padre Diego Felipe de Alcaya cuenta cómo Guacane, inca
de Samaipata, atrajo al jefe Grigotá a su obediencia:
Llevó gran suma de preseas de vestidos de cumbi, cocos y medias
lunas de plata, y escoplos y hachuelas de cobre, para presentar
al gran cacique Grigota y a sus vasallos con fin de traerlos a su
devoción […] Y luego despachó a un su [sic] capitán con un pre-
sente de muy lúcidos vestidos de cumbi triplicados para que se
mudase y en que hubiese cocos de plata de diferentes hechuras,
el cual fue muy bien recibido de Grigota. Y fue a dar el bien veni-
do al nuevo rey Guacane con muchos indios desnudos, y él salio
con sola una camiseta variada de colores hecha en su tierra de
algodón, y luego que se vieron quedaron confirmadas las amis-
tades, de manera que se despojó de todo punto de su señorío
y mandó y le dio el reconocimiento de vasallo, él el primero y
luego todos sus pueblos. Allí se juntaron los caciques Goligoli,
Tendi, y Vitupue, todos principales que estaban sujetos al gran
Grigota, y con sus parcialidades que pusieron de 50.000 indios
dieron la obediencia al nuevo rey Guacane (Relación Cierta 1636:
1v-2).
Confrontadas con los relatos de las cruentas guerras contra los
indígenas de las tierras bajas, estas notas muestran la existencia de
otros medios, más pacíficos y basados sobre el trueque o la alianza,
para asegurar el avance inca hacia el este entre chunchos, musus o
antis. ¿Habrán sido los fuertes, pucaras y demás dispositivos bélicos
destinados exclusivamente para los “chiriguanaes”? Pues nada pa-

90
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

rece menos seguro, y el mismo Garcilaso, de nuevo, aporta una nota


discordante. Si bien, según él, el Inca se desinteresó de su conquista
y se retiró, algunos contactos sí habrían tenido lugar; lo importante
es que no fueron del todo hostiles:
De la poca conversación y doctrina que de la jornada pasada de
los Incas pudieron haber los Chirihuanas, perdieron parte de su
inhumanidad, porque se sabe que desde entonces no comen a
sus difuntos como solían […] También aprendieron los Chirihua-
nas de los Incas a hacer casas para su morada (Garcilaso de la
Vega 1990 [1609]: libro 7, cap. XVII).
Más aun, Rui Díaz de Guzmán relata que, cuando llegaron los gua-
raníes desde el Paraguay “a esta frontera donde el señor Inca del
Perú tenía más de 50 fuertes”,
…llegados los dichos guaranís a esta provincia muy destrozados
y perdidos del trabajo del camino y de los encuentros y peleas
que con diversas naciones tuvieron, se mostraron humildes, so-
metiéndose a la servidumbre de dicho inca (Díaz de Guzmán 1979
[1617-18]: 72; subrayado mío).
Y si bien los chiriguanaes luego “tomaron fuerzas y ánimo” para
atacar a los incas, ambas observaciones de Garcilaso y de Díaz de
Guzmán muestran que las relaciones no se redujeron a enfrenta-
mientos armados, y que tuvieron otros matices. En palabras de
Saignes, el relato de Díaz de Guzmán muestra “que las incursiones
paraguayas no cobraron tantos triunfos como reporta la crónica”
(2007: 50).
Lo mismo puede decirse de los contactos entre los guaraníes
establecidos en el piedemonte con los españoles. Pues no siempre
los chiriguanaes fueron tan “abominables” como los pintó Díaz
de Guzmán. A la llegada de los primeros conquistadores a la zona
(Andrés Manso en 1559, desde Charcas, y Ñuflo de Chaves en las
mismas fechas, desde Asunción), los chiriguanaes actúan, si no
como reales “amigos”, al menos como aliados e “indios de paz”. Es
sólo pocos años después, en 1564, cuando los asaltos chiriguanaes
a las nuevas fundaciones de la Nueva Rioja y La Barranca abren las
hostilidades que desembocarán sobre la guerra declarada por Felipe
II y no cesarán durante toda la Colonia.

91
Isabelle Combès y Albert Meyers

La confrontación de estos diversos testimonios y de estas fechas


plantea, por decirlo así, el problema del “origen” del poder chirigua-
na. Lo hace también otra “contradicción” poco o nada estudiada hasta
ahora, que es la que me motivó a emprender este ensayo86: pues en los
años 1580, varios testimonios muestran a los indígenas tamacoci del
río Guapay como tributarios, o incluso esclavos, de los chiriguanaes
de “la provincia de Vitupue”, que era el nombre del máximo jefe chi-
riguana de la región. En 1584, el gobernador de Santa Cruz, Lorenzo
Suárez de Figueroa, alcanza en camino a “diez indios tomacozies, con
guacamayas y sus arcos y flechas, algunas de yerbas [ponzoñosas],
que iban a los chiriguanaes a darles su tributo y a servirles” (AGI Pat.
235 r8: 23r; Mujía 1914 t. 2: 410). Un año después, otro testimonio des-
cribe los tributos entregados por los tamacoci: “indios e indias, arcos
y flechas y pescado y caza y guacamayas”87. Los tamacoci no son los
únicos tributarios de los chiriguanaes (sus vecinos jores y yuracares
entregan a su vez flechas y otros objetos) y, de hecho, estos testimonios
se corresponden con todos los de esta época, que muestran a los chi-
riguanaes esclavizando o al menos dominando fuertemente a los “na-
turales de los llanos”. Y sin embargo, para la época inmediatamente
prehispánica, la Relación Cierta de Alcaya ya citada muestra a Grigotá,
jefe tamacoci, rodeado de vasallos: y uno de ellos se llama Vitupue.

Los chiriguanaes de Toledo


Sin haber salido de España todavía, el virrey del Perú, Francisco de
Toledo, recibió en 1568 una orden real para emprender la guerra con-
tra los chiriguanaes del piedemonte andino88. Una vez en su puesto, el
virrey reunió en dos ocasiones testimonios y “pareceres” autorizados
para preparar la guerra: en Cusco y Yucay en 1571, y en Charcas en
157389. A decir verdad, se trataba sobre todo de justificar una guerra

86 Expuse esta contradicción, sin resolverla, en Combès 2010 (artículos Grigo-


tá, Vitupue, Goligoli y Tendi).
87 Blas 1914 [1585]: 684; ver también la Información de servicios de Gonzalo Solis
de Holguín (1914 [1603]: 72).
88 BN Madrid 3044 f. 309; ver Julien 1997.
89 Los testimonios levantados en 1571 se encuentran en AGI Pat. 235 r.
1; fueron publicados por Mujía (1914 t. 2: 53-82) y recientemente por

92
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

ya decidida; y los testimonios son unánimes para declarar que, en


efecto, “la guerra es justa” y “el dicho castigo es lícito” (Mujía 1914
t. 2: 219, 221). Las razones alegadas son básicamente las siguientes.
En primer lugar, los chiriguanaes no son oriundos de “la Cordillera”
donde moran: son “advenedizos”, “vinieron allí del río de La Plata”
(Lizárraga 1968 [c. 1600]: 83); “la cepa de ellos […] es en el río de La
Plata”, desde donde llegaron a “conquistar y traer a sujeción la gente
en cuya comarca residen” (Polo de Ondegardo 1914 [1574]: 83). Más
tarde, Suárez de Figueroa lo confirma: “su origen y principio dicen
que es de la costa del Brasil y han ido extendiéndose por muchas par-
tes e provincias, poblando donde hay mucha gente, para ejecutar su
crueldad natural contra el género humano” (Suárez de Figueroa 1965
[1586]: 404). En tanto que dueños ilegítimos de estas tierras, pueden
ser expulsados y combatidos –el argumento es, de paso, exactamente
el mismo que el que el mismo Toledo esgrimió para justificar su lucha
sin tregua contra los últimos incas (Julien 1997).
En segundo lugar los chiriguanaes son, además de “brutos hom-
bres, comegentes” (Lizárraga 1968 [c. 1600]: 144), caníbales, y comer
carne humana es su “principal costumbre y felicidad”, su “principal
manjar” (Información de los chiriguanaes 2008 [1571]: 225, 226). Ejer-
cen esta crueldad contra los indios “mansos” de los llanos (los más
frecuentemente mencionados son los chanés), algunos de los cuales,
como los chichas sureños, son ya vasallos de Su Majestad:
Hacen tributar a los indios de los llanos de Manso o Condorillo
que están cerca de allí y les hacen dar y tributar ropa e hijos e
hijas y a los que esto no quieren hacer los comen y hacen otros
muchos daños. Y estos mismos daños hacen a los indios de los
repartimientos de Santa Cruz […] les hacen la guerra y a los que
toman, que son los que ellos quieren por ser la gente doméstica,
se los comen y tienen por esclavos para criarles sus hijos y otros
servicios (Información de los chiriguanaes 2008 [1571]: 224-225, 230).

Julien bajo el título “Información de los chiriguanaes”. Esta última


edición es la que utilizo aquí. Los testimonios recogidos en Charcas
en 1573 son pareceres de oidores de la Audiencia de Charcas como
Polo de Ondegardo, Matienzo, etc. Fueron publicados por Mujía
(1914 t. 2: 82-98 y 218-252) y Levillier (1922 t. 1: 271-298).

93
Isabelle Combès y Albert Meyers

El papel del virrey es evidentemente defender a estas víctimas y,


de hecho, las instrucciones dadas por Toledo al nuevo gobernador
de Santa Cruz en 1571 le intiman ofrecer “amparo y defensa” a los
indios de los llanos contra los chiriguanaes (Toledo 1914 [1571]: 23).
La guerra iniciada por Toledo, y de la cual participó en persona en
1574, fue un total fracaso para los españoles; por poco no falleció el
virrey en los meandros de la Cordillera chiriguana:
Salió el Visorrey huyendo, y desamparó todo lo que llevaba, para
que los indios se contentasen con presa que les dejaba y lo deja-
sen a él. Salió por tan malos caminos, que, por no poder llevar
las acémilas una literilla en que caminaba, la sacaron en hombros
indios y españoles; y los Chirihuanas que los seguían, dándoles
grita, entre otros vituperios les decían: “Soltad esa vieja que lleváis
en esa petaca (que es canasta cerrada), que aquí nos la comeremos
viva” (Garcilaso de la Vega 1990 [1609]: libro 7, cap. XVII).
Tuvieron mucho que ver, en el fracaso del virrey, los mestizos que
habitaban en la Cordillera chiriguana y los que vivían en Santa
Cruz, en probable colusión con los chiriguanaes (Combès 2009); sin
embargo, más allá de esta situación puntual, esta guerra fracasó por
las mismas razones que hicieron fracasar todas las tentativas poste-
riores por reducir los chiriguanaes: los españoles no se adaptaban a
la guerra chiriguana y, sobre todo, no lograban entender su sistema
político. Felipe II declaró la guerra a una “nación”, y nada podía ser
más alejado de la realidad. Los chiriguanaes tenían tantas cabezas
como “provincias” (en términos coloniales) o “capitanías” y más
aún, pues cada una de las aldeas que integraba una capitanía tenía
su propio cacique. En tiempos de guerra, varias de estas provincias
podían aliarse contra un enemigo común, pero para retomar luego
un incesante ciclo de guerras y rivalidades internas; así, en no pocas
ocasiones, algunas se aliaron incluso con los españoles para poder
luchar contra sus vecinas –renegando de esta alianza una vez alcan-
zado el objetivo90. En los tiempos de Toledo, las principales “provin-

90 Un ejemplo paradigmático de este proceso fue analizado por Saignes


(2007): es la historia de la campaña militar de Rui Díaz de Guzmán entre los
chiriguanaes, utilizado y manipulado por nada menos que tres capitanías
chiriguanaes rivales.

94
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

cias chiriguanaes” entre el Guapay y el Parapetí eran, por un lado,


las de Vitupue, cuya “capital” se ubicaba sobre el río Grande “en
aquella parte que este río deja las sierras y comienza a llevar sus co-
rrientes por los llanos” (cerca del actual pueblo de Abapó entonces),
a unas doce leguas de Samaipata91; y por otro lado la de Condorillo,
con los jefes Amaru Care o Marucare y Condorillo en la zona del
Parapetí más hacia el Sur. Con muchos otros de sus “subordinados”,
estos tres caciques figuran en la lista de los jefes chiriguanaes que
quiso agasajar Toledo en 1573 (Toledo 2008 [1573]; Lizárraga 1968
[c. 1600]: 144).
En un ensayo de 1997, Catherine Julien habla de una “demoni-
zación” de los chiriguanaes por parte de Toledo y sus acólitos, con
el objetivo de justificar la guerra de conquista al Este de Charcas.
Esta demonización por cierto fue real: el hecho no impide que los
argumentos del virrey descansasen sobre bases concretas, ni que los
chiriguanaes hayan representado realmente, cuando se les declaró
la guerra, un apremiante peligro tanto para los españoles como para
los indígenas de los llanos.

“La unión de sus casamientos”


Sobre la condición de “advenedizos” de los chiriguanaes (que los to-
ledanos equipararon a la de “usurpadores”), mucho se ha escrito des-
de un célebre artículo de Erland Nordenskiöld (1917): Alfred Métraux
(1927, 1930) y Enrique de Gandia (1929, 1935), en particular, dedica-
ron sendas páginas a las migraciones guaraníes hacia el occidente;
por mi parte, propuse recientemente un “estado de la cuestión” sobre
este tema (Combès 2011). Contrariamente a lo que sugiere el título
escogido por Nordenskiöld, la llegada de grupos guaraní-hablantes
hasta el piedemonte no puede ser vista como una “invasión”, y mu-
cho menos considerarse como un acontecimiento único y puntual.
Fueron varias olas de migraciones y lentas llegadas, en un proceso
paulatino que se extendió, con seguridad, durante varios siglos. Un
estudio arqueológico reciente sugiere incluso una fecha tan temprana
como 400 DC para la presencia guaraní en la cordillera chiriguana

91 Relación Verdadera 2008 [1571]: 213; AGI Pat 235 r. 8; Mujía 1914 t. 2: 422.

95
Isabelle Combès y Albert Meyers

(Pärssinen 2003). Poco o nada es lo que sabemos sobre migraciones


tan antiguas y desconocemos, en particular, su magnitud y sus al-
cances. Lo que sí parece establecido es que el flujo de migrantes se
incrementó muy poco antes de la llegada de los primeros españoles,
debido probablemente a la atracción ejercida por los centros incas de
Samaipata y Saypurú. A título indicativo, la Relación Cierta de Alca-
ya indica una cifra de 8.000 guaraníes llegados en tiempos del inca
Huayna Capac: 5.000 de ellos se habrían quedado en el piedemonte
(Relación Cierta 1636: 3). Tampoco pueden olvidarse –volveré sobre
este punto más adelante– las migraciones más recientes de varios
miles de guaraníes que acompañaron a los conquistadores del río de
La Plata: Alejo García en los años 153092, Domingo de Irala en 1548 y
Ñuflo de Chaves en 1557 y de nuevo en 1564.
Al llegar al piedemonte, los recién llegados habrían empezado a
dominar a los indígenas de la zona, chanés de lengua arawak en su
mayoría, convirtiéndolos en esclavos, tributarios, o víctimas del rito
caníbal: ésta era, en todo caso, la situación general que se conocía en
la segunda mitad del siglo XVI. Muchos cronistas indican además
que los chiriguanaes enrolaron a estos “naturales” en sus propias
tropas: “a los indios que cautivan los engordan para comer, si no
es al que hacen chiriguanaes para ayudarse de él” (Información de
los chiriguanaes 2008 [1571]: 230); “también les industrian en pelear”
(Polo de Ondegardo 1914 [1574]: 83); “de los que ven valientes y de
buenos cuerpos se aprovechan para la guerra; los hacen a sus bárba-
ras costumbres y cuando han de pelear los ponen por las espaldas”
(Lizárraga 1968 [c. 1600]: 84).
Los mismos cronistas subrayan, unánimes, que los guerreros
guaraníes desposaron a las cautivas de guerra “con que vinieron
en gran multiplicación” (Díaz de Guzmán 1979 [1617-18]: 73): “la
mayor parte son mestizos hijos de indias de los llanos e indios que
con la compañía se han enseñado a pelear y lo hacen tan bien como
los chiriguanaes que también les han dado sus hijas y están revuel-
tos” (Polo de Ondegardo 1914 [1574]: 87); los chiriguanaes están
“envueltos con mil gentes diferentes” (Barco Centenera 1969 [1602]:

92 Como se vio en el artículo anterior, las fechas del viaje de Alejo García fue-
ron recientemente establecidas por Julien (2005).

96
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

canto I); “les llaman chiriguanaes, corrompido el vocablo, el cual se


deriva de chiriones, que quiere decir ‘mestizos, hijos de ellos y de
indias de otras naciones’” (Suárez de Figueroa 1965 [1586]: 405).
Un paulatino mestizaje acompaña en efecto a la dominación, un
mestizaje de tanta amplitud que pudo ser calificado de pilar de la
“identidad chiriguana” (Combès y Saignes 1991). Las cifras dispo-
nibles para la época colonial temprana muestran todas que “los
chanes que tienen por esclavos […] son muchos en comparación de
los pocos que ellos son”93; Lizárraga menciona la escalofriante cifra
de 60.000 chanés de los llanos devorados por los chiriguanaes (1968
[c. 1600]: 83-84). En 1618, Arce de Almendria calcula un número
de 950 a 1.500 “chiriguanaes”, y una cifra diez veces superior de
chanés (AGI Lima 38); lo mismo hacía poco antes Diego de Contre-
ras, llegando incluso, en casos como el de Macharetí, a indicar 30
chiriguanaes por 800 chanés en un solo pueblo94. Recién a finales del
siglo XVIII la proporción se invierte y los chanés “son menos en el
número” que les chiriguanos (Mingo de la Concepción 1981 [1791]:
117): el mestizaje entre guaraníes y chanés ya está prácticamente
consumado, y con él la guaranización (lingüística en particular) de
los segundos por los primeros. Hoy, el único grupo que todavía se
denomina “chané” en el Norte argentino es guaraní-hablante.
A pesar de una relación demográfica muy desfavorable a los gua-
raníes, se puede entender que el idioma guaraní se haya impuesto a
lo largo de los años: pues los “naturales” de los llanos eran muchos,
y de diferentes etnias y lenguas. Si bien los chanés de lengua arawak
predominaban, tenemos también referencias de unos misteriosos
“comiches” y otros “copores”, de los cuales sabemos que tenían
idiomas diferentes; de los “timbus” de la región de Santa Cruz, río
Grande abajo; de los matacos al Sur, de los chichas de la región tari-
jeña: todos diferentes, y todos víctimas de los chiriguanaes95. Único

93 Diego de Contreras, ADI Montesclaros t. 5 doc. 72: 3v.


94 Diego de Contreras, ADI Montesclaros t. 5 doc. 72: 8v-10v. Otras estimacio-
nes demográficas en Combès y Saignes 1991: 58-59.
95 Sobre los copores y comiches, ver Manso 2008 [1563]; sobre los timbús, ver
Combès 2010: 287-288.

97
Isabelle Combès y Albert Meyers

idioma común, el guaraní pudo haber sido utilizado primero como


lengua franca, para luego afirmarse como lengua general.
Más difícil es entender, en términos demográficos, cómo un puña-
do de gente (aun animados por una “canina rabia”96) pudo dominar
a tantos indígenas (aun “mansos” y sumisos97). De nuevo aflora la
cuestión, ya planteada en el primer acápite, de “los orígenes” de
la dominación chiriguana, esta vez sobre los indígenas llaneros. A
decir verdad, una primera respuesta ya fue dada a esta pregunta,
comparando la relación entre chiriguanas y chanés con la, muy
similar, que unía a mbayá-guaykurúes y chanés al Este del Chaco
boreal. Existen testimonios muy tempranos sobre la esclavitud de
los chanés (más tarde llamados también guanás) chaqueños en ma-
nos de los mbayá-guaykurúes (Schmidel 2008 [1567]: cap. 44). En
el siglo XVIII, el padre jesuita Sánchez Labrador explicaba de esta
manera esta sujeción: los mbayás
…emparentaron con los infieles guanás, a los cuales ellos llaman
Niyololas, y al presente les sirven como feudatarios. No hemos
podido averiguar que los conquistaron por armas, sino por la
unión de sus casamientos. Algunos caciques o caciques Eyigua-
yeguis [mbayá] se casaron a su modo con cacicas o capitanes
guanás. Los vasallos de éstas, muertas ellas, quedaron en un per-
petuo feudo a los descendientes de los maridos de sus señoras
(Sánchez Labrador 1910 [c. 1770] t. 1: 267).
En la perspectiva que ofrece Sánchez Labrador, los mbayás se
habrían así adueñado de la estricta jerarquía socio-política chané,
desposando a las mujeres “nobles” imbuidas de la “mística nobleza
de su sangre” (Sánchez Labrador 1910 [c. 1770] t. 1: 26). La misma
jerarquía entre “Casas” nobles y plebe, el mismo sistema político
hereditario, se vuelven a encontrar entre los chanés occidentales

96 Barco Centenera 1969 [1602]: 5r.


97 Los testimonios son elocuentes al respecto: los chanés son “la gente más
doméstica que nunca se vio” (Polo de Ondegardo 1914 [1574]: 86); “son tan
bestiales y brutos que sin resistencia se les rinden y dejan llevar por escla-
vos” (Carta del lic. Cepeda a Su Majestad, 1595, en Levillier 1922 t. 3: 262);
los chiriguanaes les llevan “como ovejas en manada” (Lizárraga 1968 [c.
1600]: 84), etc.

98
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

mestizados, a su vez, con los guaraníes: de ahí la hipótesis, en el


piedemonte andino, de un proceso similar al que fortaleció a los
mbayás del Chaco98.
Esta hipótesis me sigue pareciendo sólida y válida, aunque tal vez
no suficiente. La conquista “por parentesco” de los chanés orienta-
les por los mbayás no fue acompañada de violencia, al menos hasta
finales del siglo XVIII cuando este sistema interétnico empezó a
quebrantarse (Richard 2008); en el piedemonte, por el contrario, los
matrimonios interétnicos no impiden la violencia –guerra, caniba-
lismo, venta de esclavos– de los chiriguanaes hacia los chanés y de-
más “naturales de los llanos”. Tal vez puedan proponerse, entonces,
otros elementos para explicar o entender mejor la dominación de
los chiriguanaes sobre los chanés y, más generalmente, su innegable
poder sobre toda la Cordillera en la época colonial. Me propongo
explorar aquí algunas de las versiones coloniales sobre el tema; son
tanto más interesantes que, variantes más, variantes menos, hacen
intervenir en este proceso a otros actores: los incas por un lado, y
los españoles por otro. Por si fuera poco, una de ellas propone para
la época prehispánica un cuadro totalmente imprevisto y radical-
mente opuesto a la situación general reinante en la segunda mitad
del siglo XVI: un jefe tamacoci de los llanos, al mando de vasallos
chiriguanaes.

Grigotá y Vitupue
Una primera información nos es provista por Domingo de Irala
cuando, en 1543, remonta el río Paraguay desde Asunción y en-
cuentra en una laguna del Pantanal (probablemente la actual laguna
La Gaiba) a varios chanés que le hablan en guaraní, y le nombran
al portugués García que había pasado por estas tierras pocos años
antes:
Preguntado que cómo hablaba guaraní y dónde conoció al di-
cho García, dijo que la causa porque hablaba guaraní era que en
tiempos pasados, antes que García viniese del Brasil a los dichos

98 Combès y Villar 2004; Combès 2005; Combès y Lowrey 2006.

99
Isabelle Combès y Albert Meyers

guaraníes, se hizo una gran junta de los dichos guaraníes en el


puerto que llaman de Ytatin [sobre el río Paraguay] para ir a bus-
car el metal y que, pasando por su tierra de ellos de noche dieron
en sus casas y mataron muchos de los suyos y prendieron a sus
mujeres e hijos, y a ellos los trajeron al dicho puerto de Ytaytyn;
y que estando ellos en el dicho puerto por esclavos de los dichos
guaraníes, pasó por allí el dicho García, con el cual él y otros
dos hermanos fueron en busca del dicho metal con los dichos
guaraníes (Irala 2008a [1543]: 7-8).
Según este relato, la esclavitud y la consiguiente guaranización de
los chanés tendrían sus orígenes en las migraciones guaraníes (pre-
hispánicas en este caso) hacia el Oeste, en busca del metal andino.
Otros relatos son mucho más detallados, más sabrosos también,
como es el caso de la Relación Cierta del padre Alcaya. La versión
que conocemos de este texto se remonta a 1636: sin embargo, la
mayor parte de su contenido se basa sobre otra relación más anti-
gua, dejada por Martín Sánchez de Alcayaga, padre del cronista y
conocido poblador de la primera ciudad de Santa Cruz. La Relación
Cierta cuenta en realidad dos historias paralelas. Por un lado, la del
inca Manco poblando el Paititi en algún lugar de la Amazonía; y
por otro lado, la de los dos incas hermanos, Guacane y Condori,
en Samaipata y Saypurú –es decir en la cordillera chiriguana. Esta
última es la que nos interesa aquí. Pariente del inca del Cusco, Gua-
cane partió al Este y se instaló en “Sabaypata”. Como ya mencioné,
logró “traer a su devoción” a los indígenas de los llanos cercanos,
obteniendo en particular la obediencia del jefe Grigotá y sus vasa-
llos: Goligoli, Tendi y Vitupue. Según Alcaya, “Grigotá” no sería un
nombre sino un título: “así se llamaban todos los que [se] sucedían
en el gobierno, como en Roma los Césares, los faraones en Egipto y
los incas en el Cuzco” (Relación Cierta 1636: 1). Estando así las cosas,
el Inca del Cusco despachó a Condori, hermano de Guacane, con
5.000 hombres a la región; Condori empezó a trabajar, más al Sur en
la cordillera, la mina de Saypurú.
Es entonces que, atraídos por la fama de riqueza de los dos incas,
los guaraníes del Paraguay, acompañados por otros grupos como los
xarayes del Pantanal, decidieron apoderarse de ellas. Eso ocurría,

100
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

dice Alcaya, once años antes del viaje de Juan de Ayolas desde el
Paraguay hasta el occidente –vale decir, en 1526. De 8.000 guaraníes
que salieron, “5.000 de ellos vinieron para Grigota”:
Y allí se detuvieron un invierno, desde donde enviaban sus es-
pías a los llanos de Grigota, donde el rey Guacane sin ningún
cuidado se holgaba con los suyos como en su reino. Y mientras
el invierno hacía su curso, esta carnicera nación se ocupaba en
hacer grandes matanzas en estos desnudos naturales, comiendo
criaturas y gozando de sus mujeres como de las suyas propias,
a fin de levantar y engrandecer su nombre por toda la tierra y
castigar con su cruda condición a los naturales y comarcanos
(Relación Cierta 1636: 3v).
En un primer ataque guaraní, Guacane encontró la muerte y “Gri-
gota salió mal herido aunque no murió. Se escaparon muchos indios
y mujeres”. En represalia, el inca del Cusco despachó al capitán
Turumayo contra los guaraníes, que también acabó siendo vencido
por ellos. De nuevo, por esta batalla, “se escaparon muchos indios
de este reino y de los llanos”. Instalados los guaraníes en la comar-
ca, empezaron a adueñarse de ella y de sus habitantes: “el cacique
Grigota y los demás de la comarca recibían cada mes notables daños
en sus pueblos y chozas donde se habían retirado, cautivándoles sus
mujeres e hijos estos extranjeros enemigos, los aborrecían grande-
mente” (Relación Cierta 1636: 4-5).
Es entonces que Grigotá decide contraatacar solo, y esta vez con
éxito. Ahí se ubica un episodio célebre de la gesta contada por Alca-
ya, cuando Grigotá manda a 200 chiriguanaes prisioneros al inca del
Cusco, y éste les castiga exponiéndoles desnudos al frío en lo alto de
un cerro nevado.
La crónica nada dice sobre los acontecimientos que siguen, y re-
cién retoma el hilo en 1548 (fecha que podemos establecer por las
crónicas paraguayas que relatan el viaje de los asuncenos a través
del Chaco), cuando Domingo de Irala, gobernador de Asunción, “se
dispuso al nuevo descubrimiento de los llanos de Condori y Moxos.
Y vino por el [mismo] viaje que los guarinis, y llegó a los llanos
de Grigotta con 350 hombres”. Grigotá lo recibe bien, “muy gozoso
vino con buenos presentes de la tierra y sus caciques y muchos in-

101
Isabelle Combès y Albert Meyers

dios, y dieron la paz al capitán Irala con fin de confederarse con él


para desterrar de sus pueblos y tierras a los chiriguanaes” (Relación
Cierta 1636: 9).
Sin embargo, en busca de minas y metales, Irala logra entrevis-
tarse con Condori, el inca de Saypurú que quedó prisionero de los
chiriguanaes. Éste, bien aleccionado, le revela que los metales tan
buscados son los de las minas de Charcas, ya en poder de los espa-
ñoles del Perú, tras lo cual vuelve Irala a Paraguay, librando Grigotá
a su suerte. En este punto termina la crónica. El relato de Pero López
ofrece posteriores noticias de Grigotá: indica que fue preso por el
conquistado Andrés Manso, llegado a “Quiricota” en 1559 desde
Charcas, pero que aceptó luego servir al español. Grigotá habría
juntado en esta ocasión unas 10.000 personas entre hombres y mu-
jeres para dar su amistad a Manso99. Sin embargo, si el nombre fue
realmente un título como lo indica Alcaya, no tenemos la seguridad
de que se tratase del mismo personaje.
Los documentos paraguayos que relatan el viaje de Irala a tra-
vés del Chaco en 1547-48 y su llegada a los llanos del río Guapay
no mencionan a Grigotá, pero sí se refieren a un encuentro con los
indígenas tamacocis. De hecho, la “provincia de los tamacocis” es
el equivalente de la “provincia de Grigosta” en los escritos de la
época, y podemos afirmar con seguridad que Grigotá era el cacique
de este grupo; varios estudios muestran también que, como ya lo
sugerían Sanabria y Saignes por ejemplo, que los tamacocis eran,
con mucha probabilidad, un grupo chané de habla arawak100. En
todo caso, como vimos, los tamacoci eran en los años 1580 tributa-
rios de los chiriguanaes, al igual que los chanés y demás “naturales
de los llanos”.
De ahí el problema planteado por la mención de sus tres vasallos
en la época prehispánica: Goligoli, Tendi y Vitupue. Pues Vitupue
aparece a partir de 1560 como uno de los máximos jefes chiriguanaes
de la Cordillera, “el más poderoso de estos chiriguanaes” (Polo de
Ondegardo 1914 [1574]: 95) y la “provincia de Vitupue” no es otra

99 López 1971 [c. 1570]: 86; “Quiricota” está citado por Sánchez 1906 [sf]: 40.
100 Remito sobre estos temas a Combès e Hirtzel 2007 y Combès 2010: artículos
Grigotá y Tamacoci.

102
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

que la también llamada “provincia de Grigotá”101. Esta “provincia”


reunía en 1584 a varias aldeas chiriguanaes que tenían sus propios
caciques pero a la vez reconocían la autoridad general de Vitupue:
- Ytacuiran y Caracara, con los caciques Curipuy [Caripui], Co-
rembu y Morecapy.
- Guapea o Aguapea, con los caciques Guapea, Naipu (o Naipeci)
y Caybe.
- Tambora, cuyos caciques eran Vitupue mismo y Yaparo, Sa-
bayuque y Eyra.
- Tendi, con el cacique Yabagu, hijo de Tendi, y otros dos llamados
Neca y Cuyuru.
- Coyagua, con los caciques Coyagua y Taruyu. Coyagua estaba
ubicada a 9 leguas de Samaipata102, es decir probablemente río
Grande poco arriba de Tambora, o más al Norte. Incluso es po-
sible que Coyagua haya sido el nombre guaraní (chiriguano) de
la fortaleza de Parabanocito.
Otros caciques conocidos al mando de Vitupue eran Matarapa y
Amboa103.
Tendi, nombre de otro vasallo de Grigotá, aparece entonces como
el de un cacique chiriguana. Sabemos que, como tal, poseía “escla-
vos” entre los indígenas de los llanos, por ejemplo los habitantes del
pueblo de Guatuco (AGI Pat. 235 r8, 28v; Mujía 1914 t. 2: 417).
La seguridad no es la misma en cuanto a Goligoli. Según Sanabria,
“consejas populares antiguas entre los campesinos de Vallegrande
mencionan a cierto Goligoli, bravo guerrero indígena y dueño de
opulentos tesoros” (1949: 33); según el mismo autor, en 1602 el nom-
bre de Goligoli vuelve a aparecer en las cercanías del Guapay, “como
asignado a un paraje en el cual tenía una corta hacienda de ganado
el residenciado Juan de Montenegro” (1961: 72). El nombre de Goli-
goli aparece también en 1561 en el padrón de encomiendas y otros
documentos relativos a la primera ciudad de Santa Cruz, fundada

101 “Los llanos de girigota en la prouincia de Vitupue” (Ozores de Ulloa, 1587),


BN Madrid ms. 3044.
102 AGI Pat 235 r.8: 28; Mujía 1914 t. 2 : 416-417, 422.
103 Testimonio y relación 2008 [1561]: 116; Relación de los servicios de Ñuflo de Cha-
ves y Álvaro de Chaves 2008 [1588]: 259.

103
Isabelle Combès y Albert Meyers

a unos 300 km al Este del Guapay: se menciona a “los xarionos, que


por otro nombre se dice los goligolis”104; en otros documentos, los
“xarionos” se transforman en xerionos o xarronos105. Sugerí ante-
riormente que este nombre podría ser equiparado al de “cheriones”,
siendo este último término un nombre dado a los mismos chirigua-
naes y que entonces el mismo Goligoli habría podido ser chiriguana
al igual que sus colegas Tendi y Vitupue106. Otra hipótesis es posible,
pues el sufijo –ono presente en el nombre de los xarionos es un plu-
ral arawak (chané). Goligoli no es el único nombre registrado en
el Guapay que vuelve a aparecer en Santa Cruz: en el mismo caso
están por ejemplo los dos caciques Tomacoçi y Tamagoci (Reparti-
miento 2008 [1561]: 101, 109), cuyos nombres evocan evidentemente
a los tamacocis del Guapay. ¿Podrían estos nombres atestiguar las
huidas de los “naturales” mencionadas por Alcaya para escapar del
furor chiriguana?
En todo caso, y dejando en suspenso el caso de Goligoli, el proble-
ma sigue en pie en cuanto a Tendi y Vitupue, caciques chiriguanaes
en los años 1560-1580 y amos de la Cordillera, y poco antes vasa-
llos de un jefe tamacoci107. Sin poder ser totalmente descartado, un
error de Alcaya es improbable en este caso, inexplicable por parte
de un cronista originario de la provincia de Santa Cruz, donde to-
dos conocían la figura del Vitupue chiriguana. Lo curioso es que la
“contradicción” planteada por Alcaya no fue prácticamente notada
por los investigadores. Sanabria (1949) se contenta con decir que

104 Repartimiento 2008 [1561]: 104; Testimonio y Relación 2008 [1561]: 115.
105 Testimonio y Relación 2008 [1561]: 115; Información de servicios de Ñuflo de Cha-
ves 2008 [1561]: 78.
106 Combès 2010: artículo Goligoli. Es en todo caso incomprensible la nota de
Susnik (1978: 49), quien afirma que Goligoli sería la pronunciación chirigua-
na de “Grigotá”: pues ambos personajes son nombrados al mismo tiempo,
en el mismo documento, uno siendo vasallo del otro.
107 Existe una diferencia de fechas entre la mención del Vitupue pre-
hispánico (c. 1526) y la del jefe chiriguana (a partir de 1560); de la
misma manera, el Tendi chiriguana aparece en las fuentes a partir
de los años 1585. Al igual que el caso del Grigotá citado por López,
tal vez no se trate de los mismos personajes, sino de sus familiares
directos: sabemos que, así como el sistema político chané-chirigua-
no sigue siendo hoy hereditario, los nombres personales también se
transmitían entre las generaciones (Bossert y Villar 2004).

104
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

los nombres de Tendi y Vitupue están registrados luego en los do-


cumentos, pero no lo plantea como un enigma. Branislava Susnik
sí nota la contradicción, y la resuelve proponiendo lo siguiente:
Vitupue y Tendi serían los nombres de caciques “grigotanos” (los
vasallos mencionados por Alcaya) vencidos por los chiriguanaes,
que habrían adoptado sus nombres (Susnik 1968: 98). De hecho,
ejemplos de esta práctica existen: los caciques chiriguanaes Pero
(Pedro) y Chaues (Chaves) de la misma época sacan sus nombres de
españoles (Combès 2010: 124, 240); el nombre del chiriguana Con-
dorillo (o incluso Inca Condorillo) del río Parapetí remite, evidente-
mente, al inca Condori de Saypurú vencido por los guaraníes, etc.
El problema es que Vitupue al menos parece ser un nombre genui-
namente guaraní –algo como Ivitu pua, “el viento que se levanta”:
“Ibitupuá, viento levantado”, en palabras de Barco Centenera (1969
[1602]: 121).
Asumamos entonces, a título de hipótesis, que Alcaya estuvo en lo
cierto al escribir su crónica. De hecho, puede compararse su relato
con el, ya mencionado, de Díaz de Guzmán. Según él, en efecto,
los guaraníes migrantes, llegando “muy destrozados” a la frontera
inca, “se mostraron humildes, sometiéndose a la servidumbre del dicho
inca” –eso correspondería a la obediencia rendida por Grigotá y sus
vasallos chiriguanaes a Guacane.

“Se comían todas las fronteras”


Se trate de la corta mención de Irala, de la larga historia de Alcaya o
de la versión de Díaz de Guzmán, los escritos de la época relacionan
directamente el inicio de la esclavitud o del sometimiento de los
chanés –o más generalmente de los “naturales” – con un impacto
inmediato de las migraciones guaraníes. Las crónicas mencionan
varias de estas migraciones: “antes que García viniese” (en la época
prehispánica entonces); otra acompañando al mismo García; otra
posterior a él, pero que implicó solamente la actuación de indígenas
sin intervención de europeos, etc. De hecho, si bien la lista de siete
migraciones establecida por Gandia (1929; 1935: 29) parece dema-
siado perfecta para ser cierta, lo cierto es que podemos hablar de

105
Isabelle Combès y Albert Meyers

varias oleadas migratorias de los guaraníes al piedemonte, algunas


de ellas bastante antiguas según las hipótesis arqueológicas.
Ignoramos todo sobre estas migraciones más antiguas, y en parti-
cular sobre el número de personas implicadas. Es permitido pensar
que no fueron muy nutridas, y que el escaso número de migrantes
no les permitió apoderarse de los “naturales” en épocas muy tem-
pranas. Pues a la llegada de los españoles a la zona (en 1559 con
Manso y Ñuflo de Chaves), es decir cuando empiezan a aparecer las
noticias escritas, todo muestra que el proceso de mestizaje con los
naturales y de guaranización lingüística estaba lejos de consumarse.
La lengua chané sigue existiendo en la Cordillera108; y Manso por
ejemplo pudo encontrar a caciques chanés que todavía estaban al
mando de “vasallos” propios (2008 [1563]).
No es imposible, en esta perspectiva, que los primeros guaraníes
llegados al piedemonte realmente se hayan integrado (y en algunos
casos sometido) a los “naturales de los llanos”. Si bien pudieron
representar un peligro hasta para los propios incas, como lo puede
sugerir la existencia de los fortines, estas amenazas parecen haber
sido puntuales hasta incrementarse solamente en los últimos años
de vigencia del imperio incaico. De hecho, la tradicional imagen de
una frontera inca oriental sólo orientada hacia la guerra contra “los
chiriguanaes” no parece corresponderse completamente con la rea-
lidad: en términos de Alconini, “hay razones para quedar escépticos
ante la tradicional imagen de la frontera imperial conteniendo olas
de ataques bárbaros” (2004: 394). Primero, no todos estos estableci-
mientos pueden ser calificados de “fortalezas”: es el caso por ejem-
plo de Samaipata, centro religioso y administrativo más que fortín
de guerra; o de Oroncota, pequeño centro provincial orientado a
la producción más que a la guerra109. Segundo, vimos que bajo el
nombre de “chiriguanaes” los incas englobaban a diversos pueblos,

108 Manso 2008 [1563]; Padre Martínez en Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 504;
ver también Arteaga 1961 [1607]: 183.
109 Alconini 2002 y 2004 sobre Oroncota; Meyers y Combès eds. 2015, sobre
Samaipata. La denominación de “El Fuerte” aplicada a Samaipata tiene un
origen colonial, pues el sitio fue efectivamente ocupado como fortín por los
españoles en la segunda mitad del siglo XVI.

106
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

y no todos los fortines existentes se hicieron teniendo en mente a los


guaraní-hablantes de la Cordillera; finalmente, si tomamos en cuen-
ta la época relativamente reciente de las “invasiones” chiriguanaes
más masivas, es muy probable que varios de los establecimientos
incas de esta frontera fueran erigidos con otros fines que la guerra
y diferentes funciones110. De hecho, en el proceso de la “toma de
poder” chiriguana, las últimas migraciones, atraídas por el espejis-
mo de Samaipata y Saypurú, fueron al parecer decisivas. Si 5.000
chiriguanaes llegaron a Grigotá en 1526 según Alcaya, sabemos que
más de 2.000 indígenas acompañaban a Alejo García en los años
1530 (Díaz de Guzmán 1835 [1612]: 17). Si bien es presumible que no
todos estos migrantes fueran guaraníes, la situación cambia con las
migraciones coloniales que acompañan a los conquistadores: 3.000
o 3.500 guaraníes del Paraguay acompañaron a Domingo de Irala en
1548111; entre 1.500 y 2.500 a Ñuflo de Chaves en 1557112; y un total
de 5.000 entre guaraníes carios de Asunción y guaraníes de Itatín
siguieron a Ñuflo de Chaves en 1564113.
Según Díaz de Guzmán, los chiriguanaes “tomaron más fuerzas”
con la llegada de sus parientes lingüísticos desde Paraguay (1979
[1617-18]: 74); partiendo del río Guapay en 1548 hacia Lima, Ñuflo
de Chaves “halló toda la gente chirigoana de la cordillera que se
comían todas las fronteras”114; según Polo de Ondegardo, fueron los
indios traídos por Chaves los que empezaron a destruir la tierra y
a someter sus habitantes (1914 [1574]: 89). Esta época parece corres-
ponder a una verdadera toma de poder chiriguana sobre la Cordi-

110 Martti Pärssinen: Tawantinsuyu: The Inca State and Its Political Organi-
zation (1992), citado por Alconini 2004: 393.
111 Schmidel (2008 [1567]: 104) habla de 3.000 guaraníes; Díaz de Guz-
mán (1835 [1612]: 80) de 3.500; Calvete de Estrella (1963 [1571]: 50)
de 3.000 guaraníes o “cheriones”.
112 Fueron 1.500 guaraníes según Díaz de Guzmán (1835 [1612]: 114). Otro do-
cumento habla de 2.500, de los cuales 1.500 habrían vuelto luego al Para-
guay después de una pelea contra los indígenas chiquitos (Resolución de los
casos 2008 [1561]: 109).
113 Díaz de Guzmán habla de 2.000 carios de Asunción, a los cuales se
agregaron 3.000 guaraníes de Itatín (1835 [1612]: 133).
114 Resolución de los casos 2008 [1561]: 67; mismo texto en Información de servicios
de Ñuflo de Chaves 2008 [1561]: 71.

107
Isabelle Combès y Albert Meyers

llera, esbozando la situación que se tornará general en la segunda


mitad del siglo XVI.
Así, y si bien empezó poco antes de su llegada, el poder chirigua-
na parece deber bastante a los mismos españoles de Asunción que,
muy a pesar suyo, reforzaron sus líneas con la llegada de miles de
nuevos migrantes. “Aliados” de los españoles en Paraguay, los nue-
vos “chiriguanaes” también lo fueron en la Cordillera (ayudando
por ejemplo a Manso a cazar esclavos), lo que no pudo sino reforzar
su poder; así, adoptaron por ejemplo muy tempranamente el uso de
de la pólvora y las armas de fuego115. En 1557, Jaime Rasquín ponía
muchas esperanzas en los chiriguanaes de la Cordillera, considera-
dos como futuros aliados (2008 [c. 1557]: 43); tanto Condorillo en
el Parapetí como Vitupue en el Guapay fueron en efecto aliados de
Manso y Chaves: la rebelión sólo empezó en 1564 con los asaltos a
las poblaciones de la Nueva Rioja y de Nueva Asunción, para no
apaciguarse más en toda la Colonia116. Los motivos de esta media
vuelta –de la alianza a la guerra– son a todas luces clásicos, y los
mismos que impulsaron también los guaraníes de Paraguay, aliados
de primera hora, a rebelarse luego contra el español: “el primer ser-
vicio que los guaraníes prestaban en son de reciprocidad y amistad,
pronto convirtióse en abuso y opresión” (Susnik 1965: 3). En la Cor-
dillera chiriguana también, las encomiendas (en Santa Cruz la Vieja
en 1561 o, afectando más a los chiriguanaes, en el Parapetí en 1563
– Manso 2008 [1563]), la esclavitud incipiente, la evangelización
forzosa, etc., provocaron las sublevaciones. Pero lo importante para
nuestro propósito no es el “por qué” de las guerras chiriguanas: es
el “cómo” y el “cuándo”.
Al hablar del proceso de “demonización” de los chiriguanaes em-
prendido por el virrey Toledo, Catherine Julien (1997) quiso oponer
de cierta manera una visión “peruana” o charqueña (empeñada en
justificar la guerra para expandirse al Este) con una visión para-
guaya de los chiriguanaes, donde éstos aparecen como aliados. Sin

115 Ver por ejemplo Arteaga 1961 [1607].


116 La Información de los chiriguanaes indica repetidas veces que los chi-
riguanaes estaban de paz antes de alzarse en 1564 (2008 [1571]: 223-
224, 227).

108
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

pretender restar validez a la interpretación de Julien, ésta me parece


insuficiente. Ciertamente hubo “demonización”… pero las quejas
de los oidores de Charcas y los “abominables” adjetivos dados a los
chiriguanaes en estos años corresponden también, en mi opinión, a
una realidad: a una expansión y sobre todo una toma de poder re-
ciente, en la época colonial, de los chiriguanaes sobre la Cordillera. En
1548, cuando llegó Irala al Guapay, Grigotá se quejó de los abusos
de los chiriguanaes; pero también les acaba de vencer en una bata-
lla, y ninguno de los documentos paraguayos relativos a este viaje
menciona una presencia chiriguana en “los llanos de los tamacocis”,
ni mucho menos su encarnizamiento contra los naturales del lugar:
la verdadera ruptura, el verdadero inicio del poder chiriguana, es
posterior.
En reacción a esta situación, chanés y demás indígenas llaneros
buscaron no pocas veces el apoyo de los españoles –sirvieron de
paso, como vimos, como pretexto humanitario a Toledo para hacer
la guerra y “defenderlos”. Grigotá se alió con Manso (López 1971
[c. 1570]), otros chanés acogieron a Díaz de Guzmán como a su li-
bertador (1979 [1617-18]: 98-99)… sin mucho o ningún éxito: los es-
pañoles también querían “piezas” (esclavos), los españoles también
querían someterlos. Ya en 1560, los tamacocis intentaron, en vano,
sublevarse contra los hombres de Chaves (Información de servicios de
Hernando de Salazar 2008a [1563]: 123). Y, poco más tarde, aparecen
nuevas alianzas: los chanés del Parapetí apoyaron a los chirigua-
naes en el asalto a la Nueva Rioja de Manso en 1564 (Combès 2005);
en el mismo año, más al Norte, los chanés tipionos, los curiobonos
y yaconos (también muy probablemente chanés117) y “otros muchos
naturales” de los llanos se alzan “con los chiriguanais de la sierra”
y su jefe Vitupue: los documentos los llaman “allegados” e incluso
“amigos” de Vitupue.

117 Información de servicios de Hernando de Salazar 2008b [1568]: 175. Los tipionos
son un grupo chané y es muy probable que los curiabonos e yaconos tam-
bién (su nombre comporta el sufijo pluralizador chané –ono; ver Combès
2010: artículos Tipiono, Curiabono, Yacono). El texto de Salazar nombra pri-
mero a tipionos, curiabonos y yaconos como aliados de Vitupue, y luego a
los amigos chanés del mismo Vitupue, como si fueran las mismas personas.

109
Isabelle Combès y Albert Meyers

Estas alianzas no pudieron sino facilitar e incrementar aun más


el incipiente proceso de mestizaje y de guaranización de los chanés
en manos de los chiriguanaes, en calidad de “tributarios” y subor-
dinados. En 1568, un documento evoca de manera sugerente a los
“indios chiriguanais tamaguaçis” (Información de servicios de Hernan-
do de Salazar 2008b [1568]: 179), haciendo ya de ellos un solo grupo.
A finales del siglo XVI, los tamacocis como grupo desaparecen de la
documentación, “absorbidos” por los chiriguanaes.
Varios parecen haber sido, en definitiva, los mecanismos de la
toma de poder chiriguana sobre la Cordillera: el refuerzo de nue-
va gente llegada en la época colonial con los conquistadores de
Asunción; la alianza temprana con los españoles, que facilitó las
“cacerías” de esclavos llaneros y un trueque con los españoles, por
ejemplo adueñándose muy tempranamente de armas de fuego; y el
mestizaje con los mismos indios de los llanos, apoderándose de su
sistema político y volcándolo a su favor: a partir de mediados del
siglo XVI, los chanés son los “allegados” de Vitupue, el ex vasallo
del gran Grigotá.

110
Saypurú: el misterio de la mina perdida, del Inca chiri-
guano y del dios mestizo

Isabelle Combès118

El relato de Alcaya
“En esta tierra y provincias no hay oro ni plata ni otra riqueza”, no-
taba en 1570 un compañero del conquistador Andrés Manso (López
1971 [c. 1570]: 54); “entre los Chiriguanas, ni en toda aquella monta-
ña, ni oro ni plata se ha descubierto”, apuntaba también a inicios del
siglo XVII el padre dominico Reginaldo de Lizárraga (1968 [c. 1600]:
85). Poco después, en su información de servicios, Díaz de Guzmán
hacía la misma observación: “no hay minas de ningún género” en la
región (citado por Finot 1978 [1939]: 40).
La región conocida durante la Colonia como la “Cordillera chi-
riguana” se divide hoy entre los tres departamentos bolivianos de
Santa Cruz (provincia Cordillera), Chuquisaca y Tarija. Es el extre-
mo límite oriental del piedemonte andino y el inicio de los llanos
chaqueños. En esta región vivían (y siguen viviendo) los indígenas
de habla guaraní conocidos como chiriguanaes, y a partir del siglo
XVIII bajo el nombre castellanizado de chiriguanos. Junto con ellos
vivían los chanés, grupo de origen arawak que fue paulatinamente
absorbido mediante el mestizaje y “guaranizado” lingüística y en
gran medida culturalmente por los guaraní llegados del este (Para-
guay y/o Brasil) antes de la conquista española. Hasta confundirse
prácticamente con ellos, los chanés eran mucho más numerosos que
los guaraníes119 pero sin embargo fueron políticamente dominados

118 Artículo publicado en la Revista Andina 2009, 48: 185-224, Cusco.


119 Estimaciones demográficas en Combès y Saignes 1991: 58-59.

111
Isabelle Combès y Albert Meyers

por ellos: eran llamados en guaraní tapii, esclavos, y eran también


las víctimas preferenciales del canibalismo, como más tarde lo serían
de la trata de esclavos con los colonos españoles. A diferencia de los
chiriguanaes asentados en las faldas de los cerros del piedemonte,
en la Colonia temprana los chanés ocupaban también los llanos cha-
queños, donde encontraron a menudo refugio para escapar de sus
amos. Uno de sus refugios, que conserva hasta hoy su característico
sello chané, es la zona del Isoso sobre el curso inferior del Parapetí,
donde el río sale y se vuelca sobre los llanos.
Las observaciones de López, Lizárraga y Díaz de Guzmán no son
aisladas. Hasta el descubrimiento relativamente reciente de gas y
petróleo, es un hecho que la Cordillera chiriguana fue más famosa
por su ganadería que por la explotación de minerales u otros re-
cursos. No se registra en esta región, durante la Colonia, ninguna
explotación minera, y menos aún de metales preciosos. Estos datos
“negativos” vuelven así tanto más extraño el (casi) único docu-
mento colonial que sí menciona, y largamente, minas de oro y de
plata en el corazón de la Cordillera chiriguana, más concretamente
en Saypurú entre los ríos Guapay o Grande al Norte y Parapetí al
Sur. Este documento es la famosa crónica del padre Diego Felipe de
Alcaya, “sacada de la que el capitán Martín Sánchez de Alcayaga, su
padre, dejó hecha”, que aquí nos servirá de punto de partida.
Como se vio más arriba en el estudio de esta crónica, uno de los
informantes claves de Martín Sánchez de Alcayaga fue Carlos Inca,
el hijo de Paullu. Este personaje desempeñó en 1538 un importante
papel en la entrega de las minas de Porco a los españoles120.
Que el padre del principal informante de Alcayaga haya permi-
tido a los españoles el descubrimiento de las minas de Charcas tal
vez no sea casualidad, pues la crónica de Alcaya también habla, y
ampliamente, de minas, de plata y de oro. No sólo evoca, como lo
hacen otras crónicas, al rico Paititi inca perdido en la selva ama-
zónica: también menciona a otros incas en la llanura oriental, ya
no en la Amazonía sino en el piedemonte sureño: específicamente

120 Remito a Platt et al. 2006: 125-128 y 844 sobre Paullu y Porco. Es posible que
Paullu haya también jugado un papel decisivo en el “descubrimiento” de
Potosí en 1545 (Platt y Quisbert 2009).

112
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

en Samaipata y más al Sur en Saypurú (“Çaypurum”, “Çaypuru”)


en la Cordillera chiriguana. Alcaya habla, sobre todo, de un “cerro
rico” o un “cerro de plata” en Saypurú, y de minas de oro en el mis-
mo lugar. Estos yacimientos habrían sido descubiertos y explotados
por dos miembros de la familia imperial inca: Guacane (establecido
en Samaipata) y su hermano Condori, encargado del “cerro rico”.
Explotadas mediante el trabajo y la ayuda de los nuevos vasallos del
Inca en los llanos –unos indígenas cuyo jefe tenía el título de “Gri-
gotá”–, los yacimientos serían luego asaltados por grupos guaraní
llegados desde el Paraguay.
No disponemos de la versión, si es que alguna vez fue realmente
escrita, del mismo Alcayaga. Nuestra única fuente es la relación
redactada años después por su hijo, o por alguien que declara ser
su hijo. Sin embargo, la versión original de Alcayaga fue al parecer
bastante conocida en su época. Y es un hecho que, a inicios del siglo
XVII, varias de las capitulaciones presentadas para la conquista de
la Cordillera chiriguana mencionan a Saypurú y sus minas, propo-
niendo redescubrirlas y explotarlas121. En la misma época, Ruy Díaz
de Guzmán menciona también el “cerro de Saypuró [sic], que es una
sierra muy alta donde se tiene antigua noticia haber minerales de
plata” (1979 [1617-18]: 85).
La relación de Alcaya es, sin embargo, la única que habla explícita
y largamente del cerro de Saypurú. Más aún, estas minas nunca
fueron encontradas, como tampoco nunca se encontraron metales
preciosos en la Cordillera chiriguana. Sólo sabemos que, en la época
prehispánica, los chanés (¿todavía independientes o ya esclaviza-
dos por los guaraní?) sí tenían un muy activo papel en el comercio
del metal andino a través de las llanuras orientales e incluso hasta el
río Paraguay. Un testimonio les califica de “señores verdaderos del
metal” (Irala 2008a [1543]), al igual que los “carcaraes” (los qaraqara
de Charcas) o los “candires” que explotaban oro y plata122.

121 La “capitulación de Pedro López de Zavala” (1602) habla, por ejemplo, del
posible descubrimiento de “las minas del cerro de Saipuru de cuya riqueza
se tiene gran noticia” (en Mujía 1914 t. 3: 60). Ver García Recio 1988: 76.
122 Sobre el papel de los chanés como intermediarios en el comercio del metal
andino hacia el este, remito al artículo correspondientes en este volumen;

113
Isabelle Combès y Albert Meyers

El no haber encontrado jamás ni oro ni plata entre los chiriguanos


explica, ciertamente, por qué la crónica de Alcaya ha caído en el olvido
y con ella la noticia, real o ficticia, del “cerro rico” de Saypurú; el mis-
mo hecho puede explicar el legítimo escepticismo de los historiadores
acerca de la “relación cierta” del cronista. Si bien Finot sugiere que,
en lo que toca a Manco Inca y al reino de Mojos, el relato puede te-
ner “alguna base de verdad […] caracteres de relativa verosimilitud”
(1978 [1939]: 294-295), todas las opiniones coinciden en relegar todo lo
referido al cerro de Saypurú al rango de la fábula. García Recio evoca,
por ejemplo, la “escasa veracidad” de la crónica (1988: 76), y califica
el cerro de Saypurú de “míticamente rico” (2002: 358); para Sanabria,
Alcaya fue víctima de la creencia imperante en esta época sobre la
existencia del reino inca de Paititi: “trae preconcebida una idea, que
tiende a explicar, mas no a probar: que los incas bajaron a la llanura y
señorearon en ella” (1961: 32). Por la misma razón, y hasta donde llega
mi conocimiento, tampoco se realizó ningún sondeo arqueológico
para confirmar o no la existencia de las minas de Saypurú123.
Lo que me propongo aquí es discutir aquellos juicios, tal vez
apresurados, que niegan toda veracidad al relato de Alcaya. Exis-
ten otros datos y otros documentos dispersos que hacen alusiones
más o menos claras a la misma historia. Cada uno proporciona
informaciones tal vez muy tenues, pero que juntas conforman un
todo coherente. Estos documentos son, en particular, las listas de
encomiendas repartidas por Andrés Manso por el río Parapetí en
1563, y las informaciones toledanas sobre la aparición de San Diego
o Santiago en la Cordillera (1573-1575). Todos hacen referencia a
acontecimientos posteriores a la conquista española, es decir pos-
teriores a los que menciona Alcaya: pero son documentos escritos
antes que esa crónica124. Cabe subrayar, también, que estas fuentes

entre las fuentes, se puede consultar en particular Irala 2008a [1543], Sch-
midel 2008 [1567], Relación del río de La Plata 2008 [1545], Núñez Cabeza de
Vaca 1944 [1555].
123 Después de escrito este artículo, el arqueólogo argentino Pablo Cruz hizo
prospecciones en el lugar. Ver Cru$ y Huillot 2010.
124 Aunque, evidentemente, no podemos saber si fueron escritos antes de la pri-
mera relación de Sánchez de Alcayaga, cuya fecha desconocemos –ni siquie-
ra sabemos si fue realmente escrita o si formaba parte de la tradición oral.

114
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

no son “crónicas” floridas, sino áridos documentos oficiales: no se


puede evocar en su caso, como con Alcaya, la frondosa imaginación
o las ideas preconcebidas del autor. Como se verá, incluso existen
datos muy posteriores de fines del siglo XVIII y de la tradición oral
contemporánea de los habitantes del Isoso que permiten desdibujar
la historia de Saypurú y justificar la atención que merece el extraño
relato del cura de Mataca.

Mapa 3. Samaipata, Saypurú y alrededores – siglo XVI


(adaptación del mapa de Saignes 1990: 39)

115
Isabelle Combès y Albert Meyers

“Relación cierta” de las minas de Saypurú


La historia contada por Alcaya empieza “antes que a estas partes lle-
gasen los españoles de España, ni a las del Paraguay”. En el primer
capítulo, cuenta que el “príncipe inga” Guacane, “descendiente” del
emperador inca, fue mandado a conquistar los llanos del oriente.
Se instaló en “Sabaypata”, “adonde asentó su real”: “y allí se hizo
una fortaleza grandiosa, con aposentos para el alojamiento de sus
soldados, de hermosa piedra labrada”. Los llanos dominados por el
asentamiento inca se llamaban “de Grigotá”, en referencia al “Gran
Cacique” local, que Guacane logró “atraer a su devoción” mediante
regalos, entre los cuales figuraban ropa y objetos de plata y cobre.
Alcaya señala que “Grigotá” no es un nombre sino un título, el equi-
valente de “jefe”: “así se llamaban todos los que sucedían en el gobier-
no, como en Roma los Césares, los Faraones en Egipto y los Ingas en
el Cusco”. Una de las primeras menciones del nombre se encuentra en
Pero López (1971 [c. 1570]: 55); más tarde en 1588, el hijo de Ñuflo de
Chaves señala que fue en “provincia de Grigosta” que su padre fundó
La Nueva Asunción o La Barranca. El mismo documento repite varias
veces la misma información: La Barranca, “que llaman de Grigota”,
se fundó en los “campos de Grigota”125. En los años anteriores, se
hablaba la “provincia de los tomaguazis [tamacoci]”126, y se señalaba
que La Barranca había sido fundada entre ellos. Es probable, pues,
que Grigotá haya sido el título del cacique de los mismos tamacocis.
Lo mismo sugiere el dato de Alcaya según el cual Domingo de Irala,
al llegar al río Guapay (es decir, como lo señalaron el mismo Irala y
varios de sus acompañantes, en territorio tamacoci127), encontró al jefe
Grigotá. Finalmente, un testimonio algo posterior confirma la presun-
ción, señalando sin lugar a dudas que Grigotá era un jefe tamacoci
(Limpias en AGI Charcas 21 ramo 1, No 11: 21v).
Prosigamos con el relato. Una vez sujetados los tamacocis, Guacane
“se dispuso al descubrimiento de metales”, y halló, en las faldas de
la Cordillera, “el memorado cerro de Çaypuru”. Ahí Guacane “labró

125 Relación de servicios de Ñuflo de Chaves y Álvaro de Chaves 2008 [1588].


126 Información de servicios de Hernando de Salazar 2008a [1563].
127 Irala 1877 [1555]; Schmidel 2008 [1657]; González 1556 y Rodrigues 1956
[1553].

116
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

mucho oro”. Decidió entonces construir otro fuerte “en la vega de


un valle largo y no muy ancho” llamado Guanacopampa, es decir
“llanos de guanacos”, porque estos animales (Lama guanicoe voglii)
abundaban en la región. Este solo dato permite confirmar la iden-
tificación hecha entre el Saypurú actual y el Çaypuru o Çaypurum
de Alcaya, pues los arenales de Guanacos existen todavía hoy con
este nombre; se trata de una extensa región arenosa al Este y Nores-
te de Saypurú, que marca el inicio de la llanura chaqueña. En este
fuerte, dice Alcaya, Guacane “puso algunos indios labradores de los
llanos” (personajes en los cuales podemos identificar a los chanés),
dejando 1.000 indios “de este reino” (es decir, andinos) para labrar
el oro: “y en el [cerro] de plata dejó la gente necesaria para labrar la
plata, que es cosa muy conocida y cierta es de gran consideración y
rico aquel gran cerro”. Dos fuentes de metales preciosos entonces,
en Saypurú y en Guanacos: oro y plata.
Guacane manda entonces muestras de plata y pepitas de oro al
Inca del Cusco, pidiéndole la venida de su hermano Condori con el
título de “Capitán del Cerro de Çaypurum”; en cuanto a Guacane,
aspira ser nombrado “Rey de los Llanos”. Para convencer al Inca,
le hace notar que “le hacía servicio para su corona, por caer fuera
de su conquista, como es verdad que el cerro está de nuestra parte
[recordemos que Alcaya escribe desde Mataca] y la labor del oro cae
ya en los llanos” (subrayado mío). Convencido, el soberano manda a
Condori con 5.000 hombres128.
Dice Alcaya que se labraron muchos años las minas de Saypurú
bajo la dirección de Condori, mientras Guacane residía en Samaipa-
ta. Las faldas del cerro de Saypurú estaban ocupadas por “de más
veinte pueblos y ranchería”, con “casas de pedrería”.
Sin embargo, “los belicosos y ni menos traidores” guaraníes de
Paraguay se enteraron, por los indios de los llanos, de las riquezas
de Samaipata. Los indígenas xarayes del Pantanal, río Paraguay
arriba, confirmaron la información, pues habían recibido de Gua-

128 Platt et al. sugieren que la cifra de 5.000 guerreros “pudo representar una
fuerza de élite” (2006: 101). El solo hecho que esta cifra esté mencionada
en otros contextos parece confirmar que la crónica de Alcaya se apoya real-
mente sobre fuentes andinas (Carlos Inca).

117
Isabelle Combès y Albert Meyers

cane algunos objetos de metal. Salieron entonces 8.000 guaraníes en


pos de las riquezas, de los cuales 5.000 llegaron hasta las orillas del
río Guapay129, desde donde espiaron Samaipata. Acabaron por ata-
car el fuerte, matando a Guacane e hiriendo a Grigotá. Encontrando
vajilla de plata, preguntaron a los cautivos de dónde venía el metal,
y se enteraron así de la existencia de Saypurú. Llegaron al cerro,
“atacaron y mataron a los mineros, y prendieron al capitán Condori
y lo bajaron con ellos a los llanos”. Poco después llegaron los gua-
raníes al fuerte de Guanacopampa, que hallaron abandonado; de
vuelta a Samaipata, capturaron a las esposas de los dos hermanos
incas y otras mujeres: “vueltos con estas victorias los indios guarinis
poblaron la cordillera que ahora poseen, y no mataron a Condori ni
a sus mujeres”. Cabe notarlo, el asalto a Samaipata está confirmado
por otras fuentes quinientistas, pues al mismo acontecimiento se
refieren, más que probablemente, las referencias a un ataque prehis-
pánico al “pueblo cercado” de los candires por grupos guaraníes y
xarayes130. A inicios del siglo XVII, Díaz de Guzmán también evoca
el asalto chiriguano al “cerro de Saypurú, adonde entonces los di-
chos indios del ynga sacaban y labraban plata” (1979 [1617-18]: 72).
Una indicación suelta podría permitir fechar el asalto, y por tanto
las fechas aproximadas de explotación de las minas por los incas:
Alcaya señala en efecto que Juan de Ayolas, en Asunción, se enteró
de las riquezas del Oeste por los guaraníes del lugar que estaban en
contacto con sus parientes chiriguanaes del occidente; estos guara-
níes paraguayos habrían dicho a Ayolas que el asalto a las minas y la
muerte del Inca Guacane habían tenido lugar once años antes, vale
decir once años antes del viaje que el mismo Ayolas emprendió ha-
cia el Oeste en 1537. Según esta versión, pues, las minas de Saypurú
habrían sido asaltadas por los guaraníes hacia 1526, y entonces
descubiertas y explotadas por los dos hermanos incas a partir de
inicios del siglo, bajo el reinado de Huayna Capaq. Las fuentes pa-

129 En cuanto a los demás, 2.000 habrían ido en busca de Manco Inca y 1.000
(que formaron la etnia de los itatines) se habrían quedado en los alrededo-
res de Santa Cruz.
130 Relación general 2008 [1560]. Ver el artículo sobre las rutas prehispánicas del
metal, en este volumen.

118
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

raguayas no ayudan a precisar la información, aunque tampoco la


contradicen rotundamente. Juan de Ayolas partió efectivamente “a
que viese por vista de ojos donde hubiese cantidad de metal o minas
de donde se saca”131; pero lo hizo en busca de los “carcaraes” (los
qaraqara de Charcas, en cuyo territorio se ubican efectivamente las
grandes minas de plata) y no, según los documentos de Asunción,
de Saypurú o de los incas Guacane y Condori. Sin embargo, parece
establecido que Ayolas llegó efectivamente a la frontera misma del
imperio inca, pues tuvo riñas con los llamados “carcaraes”. Este
lugar era territorio de los indígenas chanés y payzunos; desde ahí,
Ayolas llevó oro al Paraguay. Al regresar, fue matado por los paya-
guás del río Paraguay, salvándose tan solamente uno de los chanés
que lo acompañaba. Por su único testimonio sabemos algo del viaje
de Ayolas. Este chané tampoco mencionó en ningún momento el
cerro de Saypurú, ni hizo alusión a Guacane o Condori132.
La Relación Cierta sigue empieza con la revancha inca. El soberano
del Cusco manda a Turumayo, “natural Inga y de su sangre real” a
combatir a los guaraníes133; Grigotá apoya la expedición punitiva,
que resulta un fracaso: Turumayo muere, Grigotá y muchos indios
huyen. Poco después Grigotá, cansado de los continuos asaltos de
los guaraníes, contraataca, esta vez con éxito. Logra capturar a unos
200 guaraníes, que manda al Cusco. Ahí se ubica un episodio cé-
lebre de la crónica de Alcaya: para castigar a los guaraníes, el Inca
les expone desnudos en lo alto de un cerro nevado; enterado de su
muerte, exclama: “Halla, halla Chiripiguañuchini. Lo cual quiere decir:
Así, así les he dado escarmiento con el frío. Chiri es el frío en lengua
de los ingas y guana el escarmiento. De donde les quedó hasta hoy
el nombre de Chiriguanos” (Relación Cierta 1636: 5)134.

131 Irala 2008b [1545].


132 El testimonio del chané sobreviviente está registrado en particular en Irala
(2008 [1543]) y la Relación del río de La Plata (2008 [1545]). Díaz de Guzmán
retomó más tarde la información en su Argentina (1835 [1612]: 50). Catherine
Julien estudia el viaje de Ayolas en dos artículos (2005, 2007).
133 Turumaya era el nombre del señor de mitimaes de Pocona poco antes de la
llegada de los españoles. Ver Platt et al. 2006: 886, 890, y el artículo de Me-
yers sobre Samaipata en las guerras toledanas, en este volumen.
134 Wañu-chi-niy significa “hago morir”, “mato” en quechua et chiri-pi “en el
frío”; la asociación con guana es un error de Alcaya (T. Platt, com. pers.). El

119
Isabelle Combès y Albert Meyers

Después de esta frase del Inca, la historia de Guacane, Condori y


de los chiriguanos se interrumpe algo abruptamente, y el texto pasa
a relatar el viaje de Manco Inca a Moxos y al Paititi. Alcaya sólo
retoma el hilo de la historia más adelante en su relación, aludiendo a
los viajes de los españoles de Asunción en busca de la tierra rica. En
esta parte figura la referencia ya señalada a Juan de Ayolas. Según
Alcaya, el objetivo de los españoles era el Paititi de Manco Inca, y
también el cerro rico de Saypurú. De hecho, la Relación cuenta el
viaje de Irala a través del Chaco, desde el río Paraguay hasta el río
Guapay. Este viaje tuvo lugar en 1547-1548 y es preciso notar que
siguió las huellas de Juan de Ayolas a través del Chaco. El objetivo
de Irala era, según Alcaya, el “nuevo descubrimiento de los llanos
de Condori y Moxos”135. Llegando a “los llanos de Grigotá” y pa-
sando el río Guapay, Irala mandó a “un don Alfonso Cayperu, indio
guarini refalsado y traidor” a hablar con Grigotá. Más que probable-
mente, este Alfonso Cayperu (que lleva un nombre español, es decir
que posiblemente fue bautizado) es, o bien el mismo Cayperu que
encontramos en Santa Cruz en 1573 con Diego de Mendoza, o bien
su padre; en todo caso, alguien bien informado sobre el cerro de Sa-
ypurú, y que estuvo en contacto con el primer redactor de la crónica
de Alcaya, Martín Sánchez. Debemos notar, también, que si Grigotá
logra conversar con él, es porque entiende el idioma guaraní.
Sea como fuere, Grigotá acoge “muy gozoso” a Irala, y busca su
ayuda para combatir a los chiriguanaes. El capitán español acepta,
y decide además “poblar al pie del cerro Chaypurum y labrar este
cerro”. Manda al mismo Cayperu a hablar con los chiriguanaes:
Y vinieron muchos de ellos a darle la paz. A los cuales dio a entender
este traidor de don Alfonso Caypere a lo que venían los españoles,
y el intento que traían de poblar al pie del cerro de plata y minas de

mismo investigador sugiere que la frase del Inca puede ser vista, más que
como una etimología, como un juego de palabras entre chiripiwañu/chiri-
guana: chiriwanachi “les he hecho chiriguanos”, “ahora sí son chiriguanas”.
La etimología de Alcaya y sobre todo otra igualmente basada sobre el que-
chua (“excremento”: guano, “frío”: chiri) siguen siendo bastante populares.
135 Ningún documento de o relativo a Irala menciona el nombre de Condori;
tampoco existe mención de “Mojos” en la documentación paraguaya. Sobre
la ausencia de este último término, ver Combès 2006.

120
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

oro que labraban los Ingas. Y ellos trataron de entregar a Condori,


el capitán del cerro, a quien tenían bien industriado y amenazado
de que si descubría el secreto cerro a los españoles, harían de su
pellejo un tambor (Relación Cierta 1636: 9-9v).
Veintidós años después del asalto guaraní (si aceptamos la fecha
de 1526), Condori sigue vivo. Los chiriguanaes dicen a Irala que
le van a ayudar, y le avisan “que allí estaba el señor del cerro y
del oro, llamado Condori”. Vale la pena notar que Irala interroga
a Condori “por lengua del refalsado Caypere”, es decir, en guaraní
–es de suponer que llevando tanto tiempo como prisionero de los
chiriguanaes, el inca había aprendido su idioma.
Irala pregunta, por supuesto, por las minas, y Condori le contesta
que “ya lo tenían ocupado otros españoles en Porco”. Y nada más.
Irala no insistió, pero si lo hubiera hecho, lamenta Alcaya, “hoy
estuviera la cordillera poblada y este reino muy próspero”. La
actuación de Irala en la historia acaba con esta nota: “volviendo a
Condori, le dijo: ‘Volveos, Condorillo, a vuestra casa’. Lo cual dijo
por disminución de su persona [Alcaya notó antes que el inca era
muy pequeño], cuyo nombre se ha quedado hasta ahora en aquellos
llanos” (Relación Cierta 1636: 9v).
Con el origen del diminutivo “Condorillo” acaba prácticamente
la historia de Alcaya. Irala vuelve al Paraguay. Dos nuevos conquis-
tadores aparecen en la Cordillera, Andrés Manso desde Charcas
y Ñuflo de Chaves desde Paraguay: y “poco después mataron los
chiriguanaes a los unos y a los otros, por cuyo respecto no ha tenido
efecto la población de la cordillera y descubrimiento del cerro y de
los Moxos” (Relación Cierta 1636: 10).

¿La mina oculta?


La intervención de Manso y de Chaves –sobretodo la del prime-
ro– nos permite proseguir con la historia de Saypurú. En 1559, esos
dos conquistadores fundan las primeras poblaciones españoles en
la Cordillera chiriguana o en sus inmediatos alrededores. La pri-
mera se debe a Chaves, el mismo que fundaría dos años después la
primera ciudad de Santa Cruz en los llanos de Chiquitos. El 1º de
agosto de 1559, Chaves establece la ciudad de la Nueva Asunción

121
Isabelle Combès y Albert Meyers

a orillas del río Guapay, entre los indios tamacoci136. Poco después,
tal vez en agosto de 1560 (Gandia 1935: 54), Andrés Manso, llegado
desde Charcas, funda más al Sur la ciudad de Santo Domingo de la
Nueva Rioja. Establecida a orillas del río Parapetí, la nueva pobla-
ción “confina con las montañas de los Chiriguanas y con los llanos
de los Chaneses” (Lizárraga 1968 [c. 1600]: 83); se ubica en los llanos
“pasada la cordillera de los chiriguanas” (Manso 1915 [1563]: 2), es
decir en el punto donde el río abandona las últimas serranías del
piedemonte para internarse en los llanos chaqueños. Más abajo, el
río se desparrama en los llanos del Isoso137 donde vivían los “chane-
ses” de Lizárraga, y donde siguen viviendo hoy sus descendientes
(Combès 2005: cap. 2 y 3).
La fundación de Andrés Manso es particularmente interesante
para nuestro propósito. La Nueva Rioja también fue llamada Condo-
rillo, que era uno de los nombres dados al río Parapetí; Toledo habla,
en una ocasión, de “los chaneses de los llanos de Condorillo” (2003
[1574]: 30). Otro nombre, menos corriente, del mismo río, era el de
“río de los sauces” (Lizárraga 1968 [c. 1600]: 84).
Ni la Nueva Rioja ni la Nueva Asunción tuvieron larga vida: am-
bas fueron asaltadas y destruidas por los chiriguanaes en 1564. En
el caso de la Nueva Rioja, probablemente participaron en el asalto
los “indios de los llanos”, es decir los chanés (Combès 2005: 110).
Manso falleció en el ataque. Cuatro años más tarde, Chaves fue ase-
sinado por otros “chiriguanaes”138, los itatines, mientras (o porque)
buscaba minas de plata en su territorio.

136 Es probable que la Nueva Asunción no sea otra que la primera población
de La Barranca, que empezó a establecer el mismo Manso (ver Finot 1978
[1939]: 177; Tristán Sánchez (1906 [sf]: 40) indica que Manso pobló primero
en “Quiricota”, y Pero López indica que Manso conoció a Grigotá (1971 [c.
1570]: 55-56). A favor de esta hipótesis, deben mencionarse dos versiones de
un famoso informe de Ñuflo de Chaves y Hernando de Salazar de 1559 o
1560. La más conocida, inserta en una Anua jesuita y publicada por Jiménez
de la Espada, está escrita en “La Barranca”; la otra, trascrita recientemente
por Julien, indica como lugar “La Asunçion”, a orillas del río Guapay (Rela-
ción general 1965 [1559] y 2008 [1560]).
137 I oso oso en guaraní: “el agua que se embebe, que se corta”.
138 En el siglo XVI, eran dos los grupos llamados chiriguanaes: los de la Cor-
dillera y, más al noreste en la región de la primera Santa Cruz, los itatines,
antepasados de los actuales guarayos. Sobre la muerte de Ñuflo de Chaves

122
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Estos trágicos episodios atañen directa o indirectamente a la histo-


ria de Saypurú. Primero, porque los documentos relativos a Andrés
Manso fueron escritos cuatro décadas antes del relato de Alcaya,
pero en ellos aparecen algunos de los nombres mencionados por
el cronista de Mataca; segundo, porque se volvieron célebres en la
historiografía los problemas de jurisdicción territorial que opusie-
ron a Ñuflo de Chaves con Manso: aunque estas rivalidades no nos
incumban directamente aquí, tenemos que tenerlas en mente. Final-
mente y sobre todo, porque si bien la muerte de Manso a manos de
los chiriguanaes y chanés suele ser atribuida a su mucha crueldad
con los indios llaneros, pienso que a esta explicación se puede agre-
gar otra: así como Chaves murió mientras o porque buscaba minas
en territorio itatín, varios datos indican también que Manso falleció
cuando buscaba una mina más, la de Saypurú.
Veamos. Los objetivos del conquistador eran, primero, establecer
una comunicación directa y efectiva desde Charcas (y entonces des-
de el Perú) hacia el río Paraguay, el río de La Plata, y de ahí al “mar
del Norte” –el océano Atlántico139; segundo, colonizar y reducir a los
chiriguanaes, principal obstáculo para franquear el Chaco. A estos
dos motivos Alcaya agrega otro: Manso buscaba, dice, “descubrir el
memorado cerro de Chaypurum” (Relación Cierta 1636: 9v).
Sólo sobrevivieron dos personas al asalto de la Nueva Rioja: un
mestizo paraguayo, que debió la vida a su amistad con uno de los
caciques chiriguanaes, y de hecho fue quien pudo contar lo ocurri-
do; y otra mestiza, casada con un indígena, que no sólo sobrevivió
sino se quedó luego entre los indígenas, “hecha chiriguana” (Lizárra-
ga 1968 [c. 1600]: 85, 151). Al evocar la muerte de Manso, Lizárraga
cuenta esta curiosa historia –hasta donde sé, se trata del único texto
que recoge esta versión de los hechos:
Estos Chiriguanas le engañaron [a Manso] con una ficción, de las
cuales, como hemos dicho, son grandes hombres para fingirlas;

mientras buscaba minas de platas en la provincia itatín de Yribira o Yubira,


ver la Relación de servicios de Ñuflo de Chaves y Álvaro de Chaves 2008 [1588].
Como veremos, el sueño de las minas de Itatín sobrevivió a la muerte de
Chaves y desempeñó un papel importante en la rebelión de Diego de Men-
doza en 1573.
139 Cañete 1914 [1560]: 27-28; ver García Recio 2002: 138, Combès 2005: 109-110.

123
Isabelle Combès y Albert Meyers

fingen, pues, y engañan al pobre capitán que a pocas leguas de


allí había un valle donde vivían unos indios de extraña figura,
muy ricos de oro […]; que si quiere, ellos le llevarán allá y se los
conquistarán, y de los españoles no es necesario más de la mitad,
y la otra mitad se quede en el pueblo. Creyóse (que no debiera)
de ellos, y salió con 30 soldados; los otros 30 con las pocas muje-
res dejó en el pueblo; llevó consigo parte de los Chiriguanas, los
cuales dejaron concertado, con los demás que para el servicio del
pueblo se habían quedado, que para tal día tomasen las armas, y a
tal hora de la noche; que ellos en el propio día y hora darían en An-
drés Manso y sus soldados, y de esta suerte los matarían a todos.
Al día, pues, o mejor decir a la hora de la noche señalada, los unos
dan en el pueblo, los otros en Andrés Manso (1968 [c. 1600]: 85).
La fábula de la gente extraña con abundante oro bien pudo ser un en-
gaño inventado por los chiriguanaes para dividir las tropas de Manso.
Sin embargo, también puede sugerir, ya que funcionó perfectamente,
que Manso estaba efectivamente en busca de algo parecido.
De hecho, las listas de encomiendas repartidas por Manso en 1563
a los pobladores de la Nueva Rioja arrojan algunos nombres que
llaman la atención (Manso 2008 [1563]). Se trata primero de Zaype o
Çaype (ambas grafías existen), a la vez nombre de una aldea chiri-
guana y de un cacique chiriguano que colaboraba con Manso en las
correrías contra los indios de los llanos en busca de esclavos140. Es
posible que este Çaype tenga algo que ver con el chiriguano Caype-
ru ya mencionado, y/o que su pueblo, Zaype, no sea otro que el
mismo Saypurú141. Más significativo aún, las encomiendas de Manso
también incluyen a un pueblo chané llamado Guacane. Finalmente,
el nombre de Condorillo también aparece asociado con Manso: se

140 Testimonio y relación 2008 [1561]; Información de los chiriguanaes 2008 [1571].
141 Según Alcaya (Relación Cierta 1636: 2), Çaypuru vendría de Aypurum que
querría decir “en lengua del Inga […] aquel despoblado”. Siguiendo al filó-
logo Baldomero Eberlein, Sanabria piensa que se trata más bien de una voz
guaraní: “sa, prefijo eufónico; ipuru, borboteo, aludiendo a los borboteos de
aguas termales del arroyo” (1961: 73). El franciscano Mingo de la Concep-
ción interpreta zai: cesar, pasarse, y puru, “ruido” (1981 [1791]: 304). Una
sugerencia mía es que Saypurú pueda leerse Saype ru, es decir “el padre de
Saype/Çaype”; Como sabemos, era muy frecuente durante la Colonia dar a
los poblados los nombres de sus jefes.

124
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

trataba de otro jefe chiriguano que lo segundaba en busca de los es-


clavos chanés142, y era también el nombre, como vimos, dado tanto al
río Parapetí como a la misma población de la Nueva Rioja.
No se encuentran, en los documentos relativos a Manso, mencio-
nes de Saypurú (sólo de Zaype), de sus minas o de su cerro rico.
Sin embargo, la historia de su muerte contada por Lizárraga podría
entenderse como una confirmación de la versión de Alcaya, a saber
que Manso buscaba efectivamente las minas de Saypurú. En todo
caso, el nombre de Condorillo no parece ser sino una clara refe-
rencia a Condori, luego Condorillo, el delegado inca en la mina de
Saypurú según la relación de Alcaya. En esa relación, Guacane y
Condori son los nombres de los dos incas de Samaipata y Saypurú;
en los documentos relativos a la Nueva Rioja, por el contrario, esos
nombres son los de una aldea chané (Guacane) y de un cacique chiri-
guano (Condorillo): ¿cómo entender estas diferencias?
En cuanto al nombre de Guacane, dos explicaciones son posibles.
La primera se basa sobre el hecho que “Grigotá” no es un nombre
personal, sino un título. Y Betanzos nos enseña lo siguiente:
[El Inca Pachacuti] ordenó y mandó [...] que el capitán que así
conquistase pusiese las insignias y traje de los de la tal provincia
en sus casas y cosas de su arreo como hombre que lo ganó así
como armas que nosotros tenemos y que tomase el sobrenombre
y apellido de ello si quisiéseles (Betanzos 1987 [1551]: 113).
Es así posible que el Inca de Samaipata haya tomado el nombre,
Guacane, del Grigotá que venció; y esto significaría entonces que el
Grigotá, jefe de los tamacocis, tenía un nombre chané.
Existe sin embargo otra posibilidad de interpretación, relacionan-
do el nombre de Guacane con el pueblo andino de Huancane a ori-
llas del lago Titicaca. Según Valencia Chacón (1981: 39), el nombre
de este pueblo se debe al grupo de los huanca (de la sierra central
del Perú), cuyo curaca habría sido despachado por el Inca Tupac
Yupanqui para combatir los chiriguanos. Importante, Valencia in-
dica, sobre la base de tradiciones orales de la región de Huancane,
que el curaca huanca recibió en esta ocasión “los mayores honores

142 Testimonio y relación 2008 [1561]; Información de los chiriguanaes 2008 [1571].

125
Isabelle Combès y Albert Meyers

del imperio” y fue asimilado “como miembro de la familia real” –lo


cual podría corresponder con nuestro Guacane “pariente del Inca”.
Sin embargo, Valencia Chacón asume, sin mayores reparos, que
grupos chiriguanos vivían en la región de Huancane en pleno al-
tiplano, e incluso que llegaron “en tiempos del Tiahuanaco” hasta
Vilcanota (1981: 38). Valencia no cita ninguna fuente para respaldar
esta afirmación, que en el estado actual de las investigaciones me
parece muy poco creíble. Sin embargo, varias cosas deben ser toma-
das en cuenta: primero, existen en la región de Huancane recuerdos
de guerras contra “los chiriguanos”; luego, el mismo Valencia cita
a varios vecinos de Huancane que llevan, en diferentes épocas, el
nombre de Condori (1981: 37); tercero, se puede relacionar esta
información con un testimonio de 1584, donde Baltasar Condori,
“natural de Guancane”, menciona a “un Inca que estaba puesto por
gobernador a guarda de las fortalezas de esta provincia como señor
tan grande y criado del Inca principal” (en Platt et al. 2006: 934-935);
finalmente, para la fiesta de la Cruz en Huancane, existen hasta hoy
grupos de baile y de música llamados “los chiriguanos”, que encar-
nan un papel similar al de los “chunchos” o “tobas” del Carnaval de
Oruro, que representan a los “salvajes” (Valencia 1981).
Frente a estos indicios, podemos suponer que el Guacane de
Samaipata, y su hermano Condori, eran efectivamente originarios
de Huancane, y que se trate entonces efectivamente de un nombre
andino. Según la tradición oral de Huancane, el nieto del primer
curaca huanca de la zona, llamado Huancane, partió hacia el oriente
a destruir los chiriguanos, pero fue vencido por ellos: esta informa-
ción podría corresponder a la que proporciona la relación de Alcaya
sobre el fracaso inca frente a los chiriguanaes. En cuanto a la presen-
cia de “chiriguanos” en este lugar a orillas del lago Titicaca… tal vez
sea un recuerdo, simplemente, de los 200 chiriguanaes “castigados
por el frío” en los Andes… Guardemos simplemente en memoria
que la tradición oral de Huancane, y sus danzas de “chiriguanos”,
bien podrían ser una confirmación contemporánea, e indirecta, de la
historia contada por la Relación cierta.
Así, al revés de lo propuesto en la primera hipótesis, es posible
que sea más bien el Grigotá que haya adoptado el nombre del Inca

126
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

de Samaipata. Pero Guacane vuelve a aparecer luego como nombre


de una aldea chané y, de nuevo, todo apunta a hacer de Grigotá y de
su gente, los tamacocis, un grupo de habla chané. De hecho, en va-
rias oportunidades el historiador boliviano Sanabria sugirió que los
tamacocis fueron un pueblo chané, de filiación arawak (1949; 1961:
43, 69). Sanabria se basaba, en particular, sobre los muchos restos de
cerámica identificada como “chané” encontrados, precisamente, en
los llanos de Grigotá, y sobre la presencia de un poblado nombra-
do hasta hoy Chané en la misma zona. Esta sugerencia me parece
totalmente válida, y varios datos la pueden confirmar. Por ejemplo,
Ruy Díaz de Guzmán, en su Argentina, afirma que Juan de Ayolas
llegó en su viaje de 1537 donde los “samocosis” (1835 [1612]: cap.
XVI); sin embargo, todos los demás autores indican que Ayolas llegó
hasta los chanés y los payzunos. Esto puede sugerir entonces que
los tamacocis y los chanés hayan sido los mismos o, mejor dicho,
que “tamacoci” haya sido el nombre de un grupo local chané (una
“parcialidad” en el lenguaje colonial). Vale notar que, en 1564, una
aldea encomendada cerca de La Barranca –entonces en territorio ta-
macoci– se llamaba Moniquiono, y la terminación –ono es un plural
arawak143. Recordemos también que el Grigotá entendía el idioma
guaraní, lo cual puede corresponder al proceso de guaranización
lingüística sufrido por los chanés. Más tarde, las fuentes nos mues-
tran que, al igual que los chanés “en general”, los tamacocis pagaban
tributos a los chiriguanaes (Blas 1914 [1585]: 684). Finalmente, los
tamacocis, indica Antonio Rodrigues (1956 [1553]), tenían “muchos
canes de España”; de hecho, tamúcu significaba efectivamente “pe-
rro” en chané (Nordenskiöld 2002 [1912]: 147)144. Estos datos parecen
confirmar que los tamacocis eran un pueblo chané145.

143 Información de servicios de Hernando de Salazar 2008b [1568].


144 Sin embargo, esta sola referencia lingüística no bastaría para identificar a los
tamacoci como chané: en efecto, tamakox o tamakosh u otras palabras afines
significan “perro” también en chiquitano y zamuco.
145 El nombre de Guacane vuelve a ser registrado, más tarde, en la Cordillera
sur, en la región de Tarija, lo cual no es sorprendente si se trata de un nom-
bre chané. Ver por ejemplo la comisión del virrey Toledo a Luis de Fuentes,
22.01. 1574, en Julien (ed.) 1997: 34; AGI Pat. 124, 1607. En 1844, incluso, se
menciona a un jefe Guacani en la misma región (ABNB MI 1883 217/57:
58r). Sobre el tema, ver Combès e Hirtzel 2007.

127
Isabelle Combès y Albert Meyers

En cuanto al nombre de Condorillo, pueden existir dos e incluso


hasta tres posibilidades. Condori es un nombre netamente quechua.
La primera posibilidad –que parece más convincente– es que el
cacique chiriguano que venció a Condori haya tomado su nombre.
Sabemos en efecto que, entre muchos grupos tupí y guaraní-hablan-
tes, era muy importante la imposición de un nuevo nombre para los
guerreros durante, por ejemplo, el canibalismo ritual (ver Métraux
1928: 163-165); entre los antiguos guaraníes del Paraguay, el joven
que mataba ritualmente la víctima del sacrificio caníbal adoptaba el
nombre de su víctima (Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. XVI).
Entre los caciques chiriguanaes de la época de Toledo, encontramos
a uno llamado Pero, es decir Pedro, lo que muestra también que se
podía adoptar incluso nombres castellanos146. Aparte del chiriguano
Condorillo, aliado de Manso, conocemos a su “hermano y sucesor”,
llamado nada menos que Ynga Condorillo “por excelencia” (AGI
Pat. 235 r. 3: 9v; Lizárraga 1968 [c. 1600]: 142). La referencia explícita
al título de Inca, que aparece en 1573-1574 durante la campaña de
Toledo, es, de paso, otro indicio más que permite dar algo de crédito
a la crónica de Alcaya.
Otra posibilidad sería que Condorillo sea, en guaraní, Condori
iya, es decir “el amo de Condori”, y que así se haya presentado el
cacique chiriguano que venció al inca. El nombre pudo haber sido
deformado como Condorillo por los españoles. En todo caso, esta
segunda posibilidad confirmaría también la existencia del Inca Con-
dori entre los chiriguanaes. Finalmente, no podemos descartar otra
hipótesis, pues sabemos que los chiriguanaes no mataron a Condori
(que seguía vivo en 1548 cuando habló con Irala) ni a sus mujeres.
¿Pudo Condorillo ser el mismísimo Inca Condori, “hecho chirigua-
no”? No me atrevería a afirmarlo. De hecho, no se entendería en
este caso la mención posterior de su “hermano y sucesor”, pues el

146 Pero es el cacique de quién dependían los tres indios mandados por “San-
tiago” a hablar con el virrey Toledo (AGI Pat. 235 r. 3; ver más adelante).
Otro caso de adopción del nombre de un enemigo vencido se encuentra
entre los xarayes del Pantanal que acompañaron a los itatines hacia el “pue-
blo cercado” de los candires: el jefe xaray, anteriormente nombrado Çaye,
adoptó el nombre de Camire o Candire por haber matado “a muchos de los
candires” (Relación general 2008 [1560]).

128
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

único hermano de Condori que conocemos es Guacane, matado por


los chiriguanaes –a menos que debamos entender “hermano” latu
sensu, como un hermano adoptivo tal vez. Lo que sí parece más pro-
bable, en todo caso, es que les mujeres de los incas, cautivas entre los
chiriguanaes, hayan fundado nuevas familias entre sus amos.
Sea como fuere, los nombres de Guacane y Condorillo que apa-
recen en la Cordillera chiriguana en los años 1560 rememoran de
algún modo la historia de Alcaya. Como vimos, otros de los acon-
tecimientos referidos por el cura de Mataca son verificables: el sitio
de Samaipata existe hasta hoy; otras fuentes escritas y nuevas exca-
vaciones arqueológicas confirman el ataque guaraní a Samaipata, el
conocimiento por parte de los xarayes del metal incaico, o el mismo
viaje de Irala entre los tamacoci. A estos datos podría agregarse,
además, el nombre mismo de Guanacopampa que sigue vigente
hasta hoy (arenales de Guanacos), un nombre netamente quechua
en pleno llano chaqueño.
De ahí a afirmar que todo lo referido en la crónica de Alcaya sea
históricamente cierto, hay un paso que no podemos franquear toda-
vía. En el estado actual de las investigaciones, no se sabe ni puede
saberse si realmente existió o no la mina de Saypurú. Convendre-
mos, sin embargo, que los datos expuestos hasta ahora impiden
descartar de inmediato su real existencia y nos obligan, al menos,
a dar más crédito a Alcaya que el que generalmente se le ha dado.
El cronista hace intervenir en su relación a Domingo de Irala. Si
bien el viaje de este último y su llegada entre los tamacocis son datos
históricamente comprobados, debemos reconocer que Irala mismo
jamás mencionó, al menos en los documentos que llegaron hasta
nosotros, ni a Condori/-illo ni a las minas de Saypurú. Lo que sí
sabemos es que, al llegar al río Guapay, Irala y los suyos tuvieron
una gran decepción. Se enteraron en efecto de que habían llegado
“al Perú”, y que las riquezas cuya fama había llegado hasta ellos
ya estaban encontradas y explotadas por otros españoles (Schmidel
2008 [1567]: cap. XLVIII). De hecho, algo parecido dice Condori en la
versión de Alcaya: las otras minas, las de Porco, ya están ocupadas
por los españoles. Esto fue posible, recordémoslo, gracias a la inter-
vención, en 1538, de los mallku de Charcas y de Paullu Inca, padre de

129
Isabelle Combès y Albert Meyers

Carlos Inca, es decir del principal informante de Alcayaga. Condori


estaba entonces enterado del hecho; sin embargo, al parecer no estaba
enterado de que tres años antes de su encuentro con Irala, en 1545,
otro cerro rico (Potosí) había sido encontrado por los españoles. Sea
porque no conoce la existencia del cerro, o porque quiere ocultarlo a
los españoles, Condori no menciona a Potosí; tampoco dice una pa-
labra sobre la mina de Saypurú, que podríamos agregar así a la lista
de las “minas ocultas” de la historia inca y colonial147.
Si damos crédito a Alcaya, Irala sí conocía la existencia del cerro
de Saypurú, aunque no pudo ubicarlo148. Sabemos que, poco antes
de su muerte, Irala intentó volver a los llanos del Guapay, en un
viaje fallido conocido como “la mala entrada” (Díaz de Guzmán
1835 [1612]: 92-94). Podemos pensar que el capitán español seguía
en busca de la única mina todavía no ocupada por sus compatriotas
del Perú. Esta hipótesis podría explicar, de paso, el interés posterior
de su teniente, Ñuflo de Chaves, por fundar primero una población
entre los tamacocis (la Nueva Asunción) antes de pensar en fund-
ar Santa Cruz de la Sierra; podría ayudar a explicar, también, los
graves problemas de jurisdicción territorial que opusieron a Chaves
con Manso –problemas comprensibles si es que ambos buscaban, en
realidad, la misma mina de Saypurú149.
Un último punto debe recalcarse: si realmente existió la mina de
Saypurú, fue explotada para los incas por los chanés/tamacocis (sin
contar a los trabajadores “de este reino”, es decir quechuas, que
acompañaban a Guacane y Condori) más que por los chiriguanaes.
Varios son los datos que sustentan esta afirmación. Primero, el Grig-

147 Aparte del caso de Potosí, cuya explotación prehispánica, y por tanto cuyo
conocimiento por parte de los incas, sigue en debate, puede citarse el caso de
la mina de Chaquí, que dos mineros quisieron encontrar en 1625, llegando
tan sólo a su entrada: según ellos, la mina no fue encontrada antes porque
fue ocultada, tapada por un cerro postizo (Platt et al. 2006: 16-147, 215-220).
148 Siguiendo con el paralelo con las minas ocultas en general, se podría aplicar
perfectamente a este caso las palabras de Álvaro Alonso Barba acerca de la mí-
tica mina de Chaquí: “tiénese por cierto que la hay, aunque hasta ahora no se
sabe en donde esté” (El arte de los metales, 1640, citado por Platt et al. 2006: 148).
149 Según la Relación verdadera (2008 [1571], Chaves recibió “piedras de metal
excelentísimo” de los chiriguanaes de la región de Condorillo.

130
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

otá era vasallo del Inca Guacane, en primera línea para entregar
trabajadores. Segundo, los chanés eran “señores del metal”, es decir,
estaban en contacto cercano con las fuentes de plata y oro: ninguna
fuente dice algo parecido de los chiriguanaes. Tercero, la región de
Saypurú fue conocida, hasta mediados del siglo XVIII, como una
zona muy poblada por chanés: de Saypurú era originario Chindica,
el jefe chané que pidió auxilio a la Audiencia de Charcas en 1745
para trasladarse al río Acero (Combès 2004). Al lado de Saypurú,
pero ya en los llanos mismos, estaba asentada otra muy importante
zona chané, la única que perdura hasta hoy en Bolivia: el Isoso, una
zona poblada por chanés del piedemonte cercano (Combès 2005:
cap. 2 y 3) y donde hoy algunas personas conocen… un cerro sa-
grado, precisamente en Guanacos. Finalmente, otro dato puede ser
agregado: el diseño del tejido isoseño es, hasta hoy, idéntico al de
los tejidos de lana que se hacen en los valles cruceños, es decir en la
región de Vallegrande y Samaipata (Combès 1992). A Nordenskiöld,
las mujeres del Isoso contaron que “hace varias generaciones, algu-
nas mujeres chanés aprendieron de una quichua a tejer diseños que
todavía se observan en diversos tejidos chanés. Se trata de animales
y seres humanos estilizados” (2002 [1912]: 228)150: ¿influencia de las
mujeres del inca en Saypurú y Guanacos? De hecho, el tejido está
designado hoy en el Isoso con la palabra sumbi: una “palabra anti-
gua”, dicen las mujeres tejedoras, que no tiene una interpretación
muy clara. Sumbi también es sinónimo de karakarapepo (lit. “ala de
carcancho”, en guaraní), nombre de uno de los estilos de tejido.
Algunos en el Isoso hacen derivar la palabra sumbi del guaraní
juu, “negro”, juumbi, “turbio, oscuro”. Más probable parece ser
un origen quechua de la palabra. Chumpi está traducido por “faja”
por González Holguín151, y es de hecho una de las palabras que, en
quechua, designan el tejido152. A notar, la “ch” de otras variantes

150 Ver Métraux (1930: 436), sobre las influencias quechua sobre el diseño de los
tejidos chiriguanos.
151 Yana chumpi. Color castaño oscuro o pardo oscuro; Chumpi. Faja; Chumpi lliccu-
ni. Fajarse la faja; Maman chumpi. Faja mayor tejida tiesa; Ceñidor. Cumpillicu-
na, faja angosta. Chumpi; Cinta o cinto. Chumpillicuna; Faja angosta de mujer.
Chumpi; Faja ancha de india. Mamanchumpi (González Holguín 2007 [1608]).
152 Pablo Sendón, com. pers. María Rostworowski de Diez Canseco menciona,

131
Isabelle Combès y Albert Meyers

del guaraní se pronuncia “s” en el Isoso. En este sentido, no sólo el


nombre “antiguo” del tejido isoseño parece provenir de las lejanas
influencias quechuas en la región, sino que el estilo karakara pepo
bien puede resultar una reínterpretación a partir del guaraní (kara-
kara, carchancho) del nombre de los antiguos “caracaraes”.

“Sobre un milagro entre los chiriguanaes”153


Más allá de la existencia real o ficticia de la mina de Saypurú, lo
que sí está comprobado sin lugar a dudas es la firme creencia de
los españoles de la época en su realidad –tal vez sobre la base de la
primera crónica de Alcayaga padre. Ya mencioné, por ejemplo, las
capitulaciones de inicios del siglo XVII citadas por García Recio, que
demuestran el afán español por descubrir el “cerro rico”. Menos de
diez años después de la muerte de Manso, una mención inequívoca
del cerro de Saypurú aparece en los documentos, en circunstancias
bastante extrañas y como parte de una muy enigmática historia: la
aparición de un “mancebo”, un “dios” o un “santo”, llamado San
Diego o Santiago, entre los chiriguanaes –y más específicamente en
Saypurú. Esta referencia pasó inadvertida de los historiadores de
los chiriguanaes154, más afanados en determinar si lo que las autori-
dades coloniales calificaron de “milagro” fue tal, o si se trató de un
engaño al virrey, o de un movimiento mesiánico, sea genuinamente
chiriguano o por el contrario influenciado o provocado por movi-
mientos andinos como el Taqy Onqoy.
Charcas, 1573. El virrey del Perú, Francisco de Toledo, está vis-
itando el territorio de la Audiencia, y se enfrenta con dos problemas
críticos en su frontera oriental: los repetidos asaltos chiriguanaes y
la ya mencionada rebelión de Diego de Mendoza en Santa Cruz.
A señalar sin embargo: el mismo Toledo señala que encontró que

a partir de Sarmiento de Gamboa, que uno de los barrios del Cusco incaico
se llamaba Chumbi cancha, el “barrio de los tejedores” (2014 [1988]: 23).
153 Título de la información levantada por el virrey Toledo (AGI Pat. 235 r. 3).
154 Hasta donde sé, Francisco Pifarré (1989: 454) es el único historiador que
notó esta referencia en el discurso de Santiago, pero no utilizó el dato en
su argumentación. Dabbs (1953: 56) también menciona el testimonio que se
refiere al cerro de metales, sin relacionarlo con Saypurú.

132
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

“la cosa de mayor importancia de necesidad de remedio […] era el


castigo y allanamiento de los indios de guerra chiriguanaes de estas
cordilleras y fronteras de estas dichas provincias por haberme en-
carecido el daño y peligro en que por ellos han estado y los minerales
y riqueza de ellas” (Toledo 2003 [1574]: 28; subrayado mío). Sea por
la misma relación, célebre en aquel entonces, de Alcayaga, o bien
por otras fuentes, la cuestión es que el virrey cree poder encontrar
metales en la Cordillera.
En busca de una solución pacífica, Toledo convoca a varios caci-
ques chiriguanaes en La Plata (actual Sucre, y sede de la Audiencia)
para seducirlos con regalos. En la lista de los caciques agasajados
figuran “los dos caciques principales llamados Amaru Care [un
nombre andino: Amaru Qhari] e Ynga Condorillo”; también “Mota-
pira, cacique de Çaypuro” y “tres indios chiriguanaes que vinieron
con las cruces” (Toledo 2008 [1573]). Ynga Condorillo es, lo mencio-
namos, el “hermano y sucesor” del viejo cacique Condorillo.
Los tres indios “que vinieron con las cruces” habían llegado
casi junto con los caciques invitados a La Plata, portadores de una
extraordinaria historia para el virrey: Santiago apareció en la Cor-
dillera. Toledo levanta entonces una “información” sobre el asunto,
recogiendo, el 1º de septiembre de 1573, diferentes testimonios so-
bre el asunto. Hacen su relato algunos chiriguanaes, que incluyen
a los tres indios mencionados y varios de los caciques presentes;
testifican también algunos españoles, aunque ninguno haya visto
realmente a Santiago y sólo reporten relatos que les hicieron los
chiriguanaes; “de oídas” también es la declaración de García Mos-
quera, un mestizo paraguayo que oficia además de intérprete en
el interrogatorio. Finalmente, da su testimonio Alonso Apari, un
quechua del Cusco que estuvo prisionero entre los chiriguanaes155.
Entre los intérpretes figura también un tal Capillas, otro mestizo
paraguayo. El padre dominicano Reginaldo de Lizárraga asiste a
la audiencia, “carcomiéndose” por dentro frente a lo que califica de

155 Apari trabajaba como yanacona en la hacienda de Jerónimo de Alanis, en la


región de Tarija. Fue capturado con su mujer por los chiriguanaes, entre los
que vivió cinco años.

133
Isabelle Combès y Albert Meyers

“ficción” armada por los chiriguanaes para engañar al virrey (AGI


Pat. 235, r. 3; Lizárraga 1968 [c. 1600]: cap. XXX-XXXIII).
Los chiriguanaes cuentan que, aproximadamente dos años atrás,
apareció un “mancebo” en Saypurú y en el pueblo cercano de Cue-
vo156. La información está confirmada por otros relatos chiriguanaes
que oyeron los testigos españoles, Pedro Ramírez de Quiñones y Pe-
dro de Zárate. Quiñones hace además notar que la noticia cundió en
1571, es decir antes de que estuviera presente el virrey en Charcas, y
antes de que se empezase a hablar de una expedición a la Cordillera
chiriguana.
Este mancebo en cuestión –me atengo aquí solamente a las
declaraciones de los chiriguanaes (AGI Pat. 235, r. 3)– declaró lla-
marse Santiago, hijo de Jesús y mandado por él. Medía como siete
palmos de alto157, tenía cabellos negros y largos y vestía de blanco.
No tenía barba. Era en todo caso “muy hermoso y reluciente y muy
resplandeciente”, así como eran resplandecientes las dos cruces que
traía con él: una chica en la mano, y otra, mucho más grande, que
andaba sola delante de él. En una ocasión se dice que, porque los
indios no le creyeron en Cuevo, Santiago “se pasó al dicho pueblo
de Cayporu y lo mismo hizo la dicha cruz y dejó señas por el camino
por donde había pasado”.
Santiago apareció y despareció varias veces en la Cordillera,
siempre con “gran ruido y resplandor”; venía “de lo alto” y se iba
también “por lo alto”. Sus primeras apariciones fueron a mujeres y
niños. Puso una cruz en la plaza de Saypurú, frente a una casa que

156 El documento indica que Cuevo es un pueblo muy cercano a Saypurú; por
esta razón no creo que se trate del actual pueblo de este nombre, algo lejano de
Saypurú y ubicado al Sur del Parapetí. Sin embargo, hay que notar que si bien
Santiago apareció y predicó en la región de Saypurú, era conocido en toda la
Cordillera: son chiriguanaes de la frontera de Tarija al Sur los que informaron
a Zárate. Cuando García Mosquera fue a la Cordillera a recabar información
sobre el “mancebo”, lo hizo en la región del Ingre e Igüembe (Avatrren en el
informe: probablemente Avatire, nombre guaraní de Igüembe).
157 El palmo corresponde al largo de la mano abierta y extendida de
un hombre, desde el extremo del pulgar hasta el del dedo meñique,
es decir aproximadamente 21 cm. Santiago habría medido entonces
algo menos de 1 m. 50.

134
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

hizo construir “la cual llaman iglesia”; él mismo dio cruces a los
indios que mandó a encontrarse con Toledo.
El “santo” hablaba guaraní a los indios, y español a los blancos;
de hecho, fue primero a un español a quien dijo que venía sólo para
los indios. Según varios de los caciques interrogados, Santiago ma-
nifestó que también venía para los “indios de los llanos”, vale decir
los chanés.
Santiago no fue tomado en serio en un inicio por los chiriguanaes,
pero logró luego convencerlos de dos maneras: castigando a los
incrédulos, y haciendo milagros. Entre los castigados figura, por
ejemplo, un cacique que quiso comer carne humana a pesar de la
prohibición del “mancebo”: murió. De la misma manera, Santiago
quemó –“había bajado fuego del cielo”– un rancho donde se con-
centraban varios incrédulos; también quemó, para convencerlo,
la casa del cacique Mocapina de Saypurú. Los chiriguanaes que
persistieron en tener relaciones sexuales con mujeres de su propia
familia acabaron muertos, con las piernas rotas. Mucha gente murió
así, en un inicio, hasta acabar creyendo al mancebo que sin embargo
persistía con sus amenazas: había que hacerle caso, sino “se perdería
todo”. De hecho, los testigos manifiestan todos que, con semejantes
antecedentes, tenían miedo al mancebo cuando aparecía, y sólo se
ponían “muy contentos e alegres” cuando empezaba a hablarles.
El poder de persuasión de Santiago también apelaba a los mila-
gros. Curó a varios enfermos, en particular a un joven esclavo (es
decir, un chané) picado por una víbora, sólo con mostrar su cruz; los
testimonios discrepan en este punto, pues algunos testigos afirman
que Santiago no curaba “a los que no son buenos” o “son ruines”,
mientras otros, entre ellos Ynga Condorillo, sostienen por el con-
trario que curaba a los malos para enmendarlos. A la sazón, los
chiriguanaes estaban “con falta de comidas”, y Santiago hizo otro
milagro, regalando a una mujer (o al esclavo chané sanado, según
los testigos) una semilla de zapallo que se multiplicó milagrosamen-
te –eso sí, los chiriguanaes tenían que hincarse de rodillas para que
el milagro ocurriese. En cuanto a Santiago mismo, si bien los indios
le entregaban comida, jamás se lo vio comer.
El discurso dirigido por el mancebo a los chiriguanaes es particu-
larmente interesante y se entiende fácilmente que haya despertado

135
Isabelle Combès y Albert Meyers

la atención de Toledo. Los chiriguanaes, dice Santiago, no deben ha-


cer la guerra, ni comer carne humana; no deben, por lo tanto, hacer
daño a los esclavos y demás indios de los llanos. Deben tener una
sola mujer, y no casarse con mujeres emparentadas con ellos. En re-
sumidas cuentas: “que no hagan lo que hicieron sus [ante]pasados”.
Por el contrario, los chiriguanaes deben hermanarse con los cristia-
nos, que tienen “buena ley”. Deben mezclarse con ellos, y por esta
razón les mandó Santiago a hablar con Toledo. Santiago mismo no
bautizó a nadie, dicen los testigos, pero sí anunció que los indios se
bautizarían después de acercarse a los cristianos. Los chiriguanaes
deben adorar a su padre Jesús y a la cruz, serán cristianos y por ello
tendrán buena sementera. En la misma línea discursiva, Santiago
reprehende duramente a los apostatas.
Los testimonios de los chiriguanaes son bastante coherentes en-
tre sí y sólo difieren sobre detalles. En cuanto a los españoles y al
mestizo interrogados, no pueden agregar mucho al relato, ya que
no hablan de visu. Lo que precisa Zárate es que la vestidura de San-
tiago era un “hábito de indio”. El personaje que sí causa problemas
en esta información es el último testigo, el quechua Apari –pues
contradice a menudo a sus ex amos. Aunque dice no conocer su
nombre, Apari no pone la existencia de Santiago en tela de juicio,
pues afirma que lo ha visto y que incluso fue curado por él. Con-
firma que la vestimenta del mancebo era blanca, precisando que le
cubría todo el cuerpo y que tenía “una toca revuelta por la cabeza”,
que también era blanca. Describe a Santiago como a un hombre
pequeño, y de cabellos rubios; incluso indica que Santiago tiene
la piel blanca. Sobre el “resplandor” de Santiago y sus apariciones
desde y hacia lo alto “con mucho ruido”, Apari coincide con los chi-
riguanaes, también sobre el hecho que el santo apareció solamente
para los indios. De sus cruces, dice que son de oro y plata, muy
relucientes. En algunos casos, Apari completa la información dada
por los chiriguanaes: para curar, Santiago no sólo santigua con su
cruz, sino que también echa saliva –a la manera, podemos agregar,
de los chamanes chiriguanaes; la “casa que llaman iglesia” tiene un
nombre: Santa María; finalmente, Santiago habla en guaraní, pero
le oyó decir “buen día” en español. El quechua agrega también que
Santiago sí bautizó a una mujer, desde entonces muy venerada por

136
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

los chiriguanaes. Donde sí difiere sustancialmente el relato de Apari


es en lo que toca al discurso del mancebo. Claro, Santiago prohibió
la guerra, la poligamia, el canibalismo; pero, lejos de predicar un
acercamiento a los españoles en general y a Toledo en particular,
profetizó por el contrario :
Preguntado [Apari] si les decía el dicho hombre que fuesen cris-
tianos y que se juntasen con los cristianos dijo que no sino que
antes les decía que todos los cristianos de Castilla se habían de
morir y que estaba acabada toda la generación de Castilla y que
si algunos vivían era de los que por acá estaban y que también se
habían de morir los de acá y que los que quedasen habían de ir a
servirlos a ellos y que él mismo se lo oyó decir al dicho hombre
(AGI Pat. 235 r. 3: 18v).
Parece algo evidente que, como ex esclavo de los chiriguanaes, Apa-
ri quiera vengarse de ellos, contradiciendo su discurso en varios
puntos y sobre todo exponiendo a Toledo las amenazas de Santiago.
Lo que no sabemos, sin embargo, es si decidió mentir para vengarse
(en tal caso, no habrían existido las amenazas del “mancebo”), o si
prefirió decir la verdad (en tal caso, los mentirosos serían los chiri-
guanaes).
A pesar de este testimonio algo contradictorio e incluso inquietante,
Toledo, y con él varias autoridades de Charcas, quedan convencidos
del milagro ocurrido en la Cordillera chiriguana. El único escéptico
es Reginaldo de Lizárraga, quien sigue pensando que todo es una
fábula, un engaño para ganar tiempo y evitar la guerra, o bien para
prepararse para ella. El dominico piensa poder explicar fácilmente las
evidentes referencias cristianas del discurso del mancebo:
No se admire vuestra excelencia que estos indios Chiriguanas
hagan tanta reverencia a la cruz, porque yo me acuerdo haber
leído los años pasados dos cartas […] de un religioso carmelita,
escritas al señor obispo, el cual entre estos indios andaba resca-
tando indios Chaneses (Lizárraga 1968 [c. 1600]: 145).
En estas cartas, el padre carmelita indicaba
…hacer no sé cuántos años, de tres o cuatro, que entraba y salía
en aquella tierra, trataba con estos Chiriguanas y les predicaba,

137
Isabelle Combès y Albert Meyers

y no le hacían mal alguno, antes le oían de buena gana, a lo que


mostraban, y tenía hechas iglesias en pueblos, a las cuales llama-
ba Santa María, en cuyas paredes hacía pintar muchas cruces,
mas que no se atrevía a bautizar a ninguno, ni decir misa (Lizá-
rraga 1968 [c. 1600]: 145).
También indicaba que enseñaba la doctrina en español a los niños,
que había colocado una cruz de madera muy alta frente a cada una
de sus iglesias, y que incitaba los indios a hacer la reverencia delante
de ellas. Incluso explica los milagros de Santiago, pues “faltando un
año las aguas y las comidas secándose”, los chiriguanaes habrían
pedido (bajo pena de muerte) al carmelita que pidiera lluvia a su
Dios, cosa que sucedió después de muchas oraciones. Finalmente,
el mismo carmelita predicaba el abandono del canibalismo y “re-
prendíales gravemente el ser deshonestos con sus hermanas”. Así
explica Lizárraga, y debemos admitir que una manera bastante con-
vincente, las referencias cristianas del discurso de y sobre Santiago:
lo demás, afirma, hay que tenerlo “por ficción y aun por imposible”
(1968 [c. 1600]: 146).
Toledo decide entonces enviar a la Cordillera a García Mosquera,
quien habla guaraní, en compañía de varios de los chiriguanaes
presentes. Mosquera tiene instrucciones precisas158: conseguir más
información sobre Santiago, pero también averiguar algo de los
posibles caminos que podrían seguirse en caso de una guerra con
los indios –lo cual sugeriría que Toledo no fue tan crédulo como lo
pensó Lizárraga. Otra instrucción concierne a los mestizos o espa-
ñoles que pudieran vivir en la Cordillera. De hecho, hemos visto
que fue a un español a quien Santiago anunció que venía para los
chiriguanaes, y que él mismo hablaba también en castellano.
La ambigua figura del mestizo García Mosquera, nacido en el Pa-
raguay en 1538 de padre español y de madre guaraní, fue estudiada
por Thierry Saignes en su célebre artículo sobre “mestizos y salvajes”
(1982). En 1565 el mestizo acompañó al gobernador y al obispo de
Asunción a Santa Cruz y luego a Charcas. Participaba de la misma
expedición Pedro de Segura, un español que había llegado desde el

158 Instrucciones de Francisco de Toledo a García de Mosquera, 6 de septiembre de


1573, en Mujía 1914 t. 2: 102-108.

138
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Perú hasta el Paraguay acompañando a Ñuflo de Chaves de regreso


de su primer viaje a Lima (Díaz de Guzmán 1835 [1612]: 88; Finot
1978 [1939]: 109, 138), y que acabó instalándose cerca de Tomina en
la “frontera” chiriguana. En Asunción, Segura había desposado a
una de las hijas mestizas de Domingo de Irala. A su vez, Mosquera
se casó con una de las hijas de Segura, en una fecha que ignoramos.
Hacia 1585, el suegro y el yerno comercian con los chiriguanaes,
entregándoles en particular pólvora y cuchillos (Saignes 1982: 88).
El informe mandado a Toledo por el mestizo en octubre de 1573
(en Mujía 1914 t. 2: 108-129) permite completar la información ya
recogida en La Plata. Se confirma que Santiago, siempre “gentil”,
“hermoso” y “resplandeciente”, vestía de blanco pero “en hábito de
los indios”, “en forma de indio”. Aparece con mucho ruido y se dice
que, después de su primera aparición, volvió a estar presente “al
cabo del tercer día”. Apareció primero a una mujer pobre y sin ma-
rido, con una criatura en brazos, que estaba llorando en el camino;
luego a un muchacho en una chacra. Se confirman los milagros y los
castigos realizados por Santiago para convencer a los incrédulos, al
principio numerosos. Un milagro más se agrega a la lista: Santiago
habría hecho surgir agua de la tierra golpeándola con su cruz. En
cuanto al discurso del “Santo”, como lo califica Mosquera, corres-
ponde en todos los puntos a lo que ya dijeron los chiriguanaes en
La Plata. No se hace mención de las amenazas contra los cristianos
de Castilla mencionadas por Apari, pero sí se agrega un revelador
testimonio de la negra Catalina, esclava entre los chiriguanaes:
[Catalina] vio como el Santo les trucso [sic] y enseñó un cerro donde
los indios sacaron metales de plata y les dijo el Santo ‘este metal es muy
rico os habéis de aprovechar siendo buenos’ (Informe de García
Mosquera, octubre de 1573, en Mujía 1914 t. 2: 125; subrayado
mío).
El cerro de plata señalado por el mancebo de Saypurú sólo puede
ser, convendremos, una clara alusión a las minas del mismo lugar.
Finalmente, Mosquera indica varios nombres de blancos o mes-
tizos que efectivamente viven entre los chiriguanaes: un español
en el pueblo de “Condorillo el viejo”, llamado Robre y “en lengua

139
Isabelle Combès y Albert Meyers

de indio” Acyba; otro en otro pueblo, llamado Juan Alonso “y en


nombre de indio le llaman chereru”:
Asimismo había un mestizo al cual llamaban Chundi el cual en-
tiende que es Solis un mestizo tuerto de un ojo al cual por otro
nombre llaman los indios Sicrabaca (Informe de García Mosquera,
octubre de 1573, en Mujía 1914 t. 2: 126).
Chundi preguntó “algunas cosas particulares” a Mosquera:
Que si se hubiera de hacer la guerra que cómo pensaba la guerra Su
Excelencia [Toledo] y qué edad tenía y […] si cuando salía y ca-
minaba si iba muy acompañado y otras cosas así de esta manera
(Informe de García Mosquera, octubre de 1573, en Mujía 1914 t. 2:
126; subrayado mío).
Mosquera agrega que el mestizo hablaba tan bien guaraní que “en
la lengua no se podía conocer si era indio o no”. Termina su infor-
me señalando que los caciques chiriguanaes se inclinan por la paz,
pero que ponen condiciones: primero no quieren ser esclavos de los
españoles; luego:
Si [los españoles] hubiesen de poblar, que fuese en el valle de Ta-
rija y en todos los llanos que tuvo Manso [Andrés Manso] excepto
que no se han de poblar en el Río de los Sauses (Informe de García Mos-
quera, octubre de 1573, en Mujía 1914 t. 2: 128; subrayado mío).
La mayoría de los historiadores sólo mencionan un viaje de Mos-
quera a la Cordillera. Sin embargo, una carta de la Audiencia de
Charcas al rey (16.05.1575, en Julien 2003a: 35-36) señala dos viajes
consecutivos del mestizo. En el primero, que es el que dio lugar
al informe citado, los chiriguanaes “no lo dejaron entrar la tierra
adentro y le detuvieron en el primero pueblo. Y así se volvió sin
traer más razón del santo más de haberlo oído decir entre ellos mis-
mos” (ibid.: 35). De hecho, todo el informe de Mosquera se resume
a interrogatorios, y no a algo que hubiera comprobado realmente.
De ahí el primer enojo de Toledo con los chiriguanaes que quedaron
en La Plata. Éstos le prometen que esta vez no fallarán, y vuelven a
salir con Mosquera a la Cordillera. Prudente, el virrey hace quedar
a seis chiriguanaes como rehenes, entre ellos Ynga Condorillo. Este
viaje es el que acaba de convencer a Toledo, pues nota en mayo de

140
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

1574 que Mosquera “no ha salido ni vuelto y se tiene entendido que


le han muerto” (2003 [1574]: 31). Para empeorar la cosa, los rehenes
huyen: los españoles logran apresarlos de nuevo, “excepto uno el
mas principal”, a saber Ynga Condorillo159.
Este hecho convence al virrey, que vuelve a pedir sus pareceres
a los oidores de la Audiencia sobre la conveniencia de una guerra
“a sangre y fuego” contra los chiriguanaes. Vuelven a aparecer las
palabras de Lizárraga sobre “las invenciones y ficciones de que han
usado” los chiriguanaes160. La guerra es declarada. Vale la pena
notarlo, al consultar a la Audiencia y luego al alistar sus tropas, el
virrey junta en realidad dos campañas militares, pues manda una
columna por el Norte de la Cordillera, encabezada por Gabriel Pa-
niagua y Loaysa, para sofocar la rebelión de Diego de Mendoza.
En cuanto a Toledo, encabeza en persona las tropas que entran al
corazón de la Cordillera chiriguana.
La columna de Paniagua y Loaysa logra capturar a Mendoza, que
será luego ajusticiado en La Plata. Sin embargo, en el Sur entre los
chiriguanaes, la expedición resulta un fracaso total y un desastre
para el virrey, quien enferma y por poco no muere. Vale destacar
que las tropas fueron guiadas por nadie menos que Mosquera que
había vuelto, aunque muy tarde, de la Cordillera. Sin embargo, el
mestizo lleva al ejército español… por el río Pilcomayo para llegar al
río Parapetí, cuando la ruta por Tomina era la más directa y segura.
Le impone así una vuelta larguísima y sin ningún sentido –el hecho
fue también notado por Saignes (1982: 90-91). En todo el trayecto,
las enfermedades achacan a los soldados sin que puedan combatir
ni una sola vez con los chiriguanaes: todos los poblados encontra-
dos están abandonados, toda la gente ha huido –como enterada de
antemano del inverosímil trayecto seguido por el virrey. Las tropas
de Toledo acaban por volver, sin haber logrado nada.

159 Carta de la Audiencia al rey, 16.05.1575, en Julien 2003a: 36. La información es


confirmada por Lizárraga y por otros documentos.
160 Acuerdo sobre la guerra de los chiriguanaes, 3.04.1574, en Julien 2003a: 26.

141
Isabelle Combès y Albert Meyers

El dios mestizo
Así como los contemporáneos dudaron entre milagro y engaño,
varias fueron las interpretaciones dadas por los historiadores a la
curiosa historia de Santiago. Los elementos cristianos de su discur-
so no pueden ser negados, desde la profusión de cruces hasta la
reaparición del “Santo” el tercer día, desde el nombre mismo del
mancebo (Santiago, hijo de Jesús) hasta su discurso de paz y sus
iglesias llamadas Santa María. Parece dudoso, sin embargo, que
Santiago sea el mismo padre carmelita referido por Lizárraga. No se
entendería, en esta hipótesis, el discurso anti-español del mancebo
señalado por el quechua Apari; tampoco tendría mucho sentido la
referencia, mencionada por Catalina, al cerro de metales de Saypurú.
Lo que sí parece seguro es que Santiago estuvo en algún momento
en contacto con ese carmelita (de ahí el nombre de Santa María de
sus iglesias), o incluso con otros religiosos. Sabemos, por ejemplo,
que el cacique chiriguano Çaype acogió, en esa región, a misioneros
franciscanos161. Es probable que Santiago haya sido bautizado, que
sea cristiano.
También fueron notados, en particular por Liliana Regalado de
Hurtado (1992), los elementos andinos del personaje. La autora evo-
ca por ejemplo el movimiento mesiánico del Taqy Onqoy, que sacu-
dió a la zona andina poco antes de la aparición de Santiago. Al notar
la asociación del “mancebo” de la Cordillera con el rayo y el trueno
(apariciones con mucho ruido “desde lo alto”, resplandor, fuego
“bajado del cielo” etc.), observa que “la vinculación del Santiago
apóstol de los españoles con el Illapa andino es bastante conocida y
surgió muy temprano en la conquista” (Regalado de Hurtado 1992:
159). A partir de elementos como el rechazo inicial de los indios, el
castigo por el fuego o las huellas dejadas en el camino, Regalado de
Hurtado traza, también, un paralelo entre los personajes de Santia-
go y del dios andino Viracocha (1992: 160).
A pesar de observaciones interesantes, no comparto las conclu-
siones de esta autora pues pecan de un completo desconocimiento
de la historia y cultura de los chiriguanaes. Influencias cristianas,

161 Información de los chiriguanaes 2008 [1571].

142
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

hubo; influencias andinas, más que probablemente también: pero


cabría preguntarse primero qué de genuinamente y simplemente
chiriguano pudo existir en el personaje y la historia del controverti-
do “mancebo”.
Jack Dabbs (1953), Francisco Pifarré (1989: 452-455) y Thierry Saig-
nes (1990: cap. 1) son los principales historiadores que identificaron
a Santiago como a uno de los llamados tumpa de la historia chiri-
guana. Tupan (pronunciado tumpa en chiriguano) es un personaje
mítico muy conocido entre los grupos tupí y guaraní-hablantes del
Brasil y el Paraguay colonial. Como lo muestran numerosas fuentes,
Tupan era asociado, en particular, con el trueno (ver Métraux 1928b:
52-56) –al igual que el Illapa andino y el Santiago colonial enton-
ces. La palabra Tupan se puede traducir como “sagrado”, “santo”
(el calificativo aplicado por el intérprete Mosquera a Santiago), o
directamente “dios”: de hecho, fue la palabra adoptada por los mi-
sioneros para nombrar en guaraní el dios de la tradición cristiana.
Pero entre los chiriguanaes, tumpa también eran los profetas que
lideraron, en varias oportunidades, movimientos de tipo mesiánico;
sus homólogos paraguayos y tupinambás, bien conocidos en la lite-
ratura a partir de los estudios de Métraux (1928) y Hélène Clastres
(1975), eran por el contrario llamados karai. Desde el “dios” Baitaipi
que llegaba volando desde el Paraguay en las primeras décadas
del siglo XVII hasta Apiaguaiqui-Tumpa en 1892 y pasando por
los profetas anónimos de Caiza y Masavi en 1778, son varios los
tumpa que conoció la historia chiriguana, y que se levantaron en
contra de los españoles162. Se decían dioses o hijos de dios, hacían
milagros, curaban a la gente, todos actos característicos de Santia-
go. El último tumpa, Apiaguaiqui, actuaba en coordinación con el
cacique Güiracota, así como las fuentes nos señalan que Santiago
estaba en un contacto más que estrecho con Mocapina, el cacique de
Saypurú. El discurso de la mayoría de esos profetas evidencia tam-
bién referencias cristianas. Esos discursos pudieron variar según las
circunstancias, pero recuerdan sin lugar a dudas al de Santiago: se

162 Sobre Baitapi: Carta Anua 1632-1634, ARSI Peruana 15; sobre Apiaguaiqui:
Sanabria 1972 y Combès 2014. Ver más adelante sobre los tumpa de Caiza y
Masavi.

143
Isabelle Combès y Albert Meyers

trate, en efecto, de llegar a ser “tan buenos” como los españoles o,


de una manera más extremista, transformarlos en esclavos, lo que
piden los tumpa, y lo que pide Santiago, es un estatus de igualdad o
incluso de superioridad para con los españoles163. Como dijeron los
caciques a Mosquera: no quieren ser esclavos, ni ser tratados como
ellos mismos tratan a los indios de los llanos.
De la misma manera, así como el aspecto mesiánico de la figura
de Santiago está documentado en la historia chiriguana misma sin
necesidad de hacer intervenir influencias externas, también po-
dría trazarse un paralelo entre Santiago y ya no Viracocha, sino su
equivalente tupí-guaraní, el “dios blanco” Pai Sumé. La vestidura
de ambos personajes es idéntica; así como la cruz de Santiago deja
huellas en el piso, así los pies de Pai Sumé marcaron las piedras;
así como Santiago amenaza con catástrofes varias si no es creído,
así Sumé provocó el diluvio164. Registrada en numerosos grupos
tupí y guaraní, la figura de Sumé también era conocida de los chi-
riguanaes itatines, antepasados de los actuales guarayos en Bolivia
(Anua-1589); en cuanto a los chiriguanaes de la Cordillera, las fuen-
tes son mudas al respecto: si algún valor tiene el paralelo entre el
“mancebo” y Pai Sumé, se trataría, en mi conocimiento, de la única
referencia existente.
Siguiendo a Pifarré y a Saignes, creo entonces que Santiago fue un
tumpa, el primero registrado en la Cordillera chiriguana. En verdad,
las principales referencias andinas que encuentro en su discurso o
en su historia son alusiones bastante claras a la historia contada por
Alcaya: el nombre de Ynga Condorillo en primer lugar; segundo, la
clara referencia a un cerro de metales en Saypurú; tercero, el nombre
del “santo” y su asociación con el rayo, que también puede guardar
relación con la presencia de metales en Saypurú, pues las minas

163 Ver sobre este aspecto del discurso de los tumpa Saignes 1990: cap. V, en
particular el párrafo titulado: “Ellos serían españoles…”.
164 Entre las numerosas fuentes que mencionan Pai Sumé, se puede citar para
los tupinambás del litoral atlántico Nobrega (1931 [1549]) y Thevet (1575:
914); para el Paraguay, Martín González en 1588 (AGI Charcas 143) y Bar-
zana (1965 [1594]). En 1541, el factor Dorantes indica que los indios que lo
acompañan en el alto Paraguay llaman “Pay Çumé” al franciscano de la
expedición y lo “tienen en mucha veneración” (en Julien ed. 2008: doc. 2).

144
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

de Porco entre los qaraqaras eran asociadas con un culto al rayo y


sus huacas estaban formadas por pedazos de metal y/o de piedras
tocadas por el rayo165.
Sin embargo, estas referencias tampoco deben encubrir que el
discurso y la actuación del “santo” implican un gran conocimiento
de la cultura guaraní y/o chiriguana, y a la vez de la sociedad colo-
nial española y del cristianismo; y tampoco impiden que el mismo
discurso haya también constituido la “ficción” denunciada por Lizá-
rraga: un engaño al virrey para prepararse para la guerra. Quiero
destacar aquí dos elementos de la historia de Santiago a menudo
obviados por los historiadores, y que permiten, creo, enfocarla de
otra manera: la referencia al cerro de Saypurú, y la omnipresencia
de personajes mestizos o españoles en este historia.
Desde Manso hasta Santiago, la historia de Saypurú cuenta con
un número significativo de personajes no chiriguanaes: los dos mes-
tizos, hombre y mujer, que sobrevivieron al asalto de la Nueva Rio-
ja; el intérprete mestizo Capillas, quien desempeñó luego un papel
activo en la Cordillera apoyando (por voluntad propia u obligado
por los chiriguanaes) a los indígenas en contra de los españoles
(Saignes 1982); los españoles y mestizos encontrados por Mosquera
en la Cordillera, todos “hechos chiriguanos”. Uno de ellos, Chundi,
le interrogó nada menos que sobre las tácticas de guerra del virrey
–sus preguntas van en el mismo sentido que la “ficción” chiriguana
según Lizárraga: preparar el afrontamiento. Finalmente, está Mos-
quera mismo, quien tarda tanto en la Cordillera y luego guía al vi-
rrey por un camino equivocado. En su caso, Thierry Saignes supuso
que el mestizo quería proteger los negocios paralelos que mantenía
con los chiriguanaes del Parapetí:
Esta eventualidad daría cuenta de la inexplicable dirección hacia
la cual fue llevado el ejército español en 1574. Aquí las acusacio-
nes de Toledo parecen fundadas: Mosquera llevó la tropa por
los meandros y desfiladeros abruptos del Pilcomayo, mientras

165 Platt et al. 2006: primera parte “Culto. La plata sagrada”. Los “maestros de
las huacas” eran considerados como los hijos de Illapa, y llevaron a menudo
los nombres de Santiago o de Diego en español.

145
Isabelle Combès y Albert Meyers

que la ruta del Norte (por Tomina), la más directa y concurrida,


no ofrecía ningún obstáculo. Da la impresión de haber querido
alejar al cuerpo expedicionario del sector septentrional para no
comprometer las buenas relaciones y las fructíferas operaciones
de su clan con los indígenas aliados (Saignes 1982: 90-91).
También es posible que la actuación de Mosquera haya tenido di-
rectamente que ver con lo que ocurría en la Cordillera, es decir el
asunto Santiago. La actitud del mestizo cambió entre su primer via-
je –cuando los indios no lo dejaron ver a Santiago, cuando mandó
informes sobre los mestizos a Toledo– y el segundo cuando tardó
demasiado para luego llevar a Toledo por un camino equivocado.
Los chiriguanaes no querían que los españoles se asentasen en el
“río de los Sauces”: Mosquera lleva a Toledo por el Pilcomayo. Los
chiriguanaes conocían de antemano el camino que iba a seguir el
virrey: una sola persona les podía avisar, el mismo Mosquera –a
menos que el mestizo haya seguido, por el contrario, instrucciones
chiriguanaes en cuanto al trayecto que debía seguir el virrey. En
todo caso, a partir de su segundo viaje, Mosquera parece compartir
los objetivos tanto de los chiriguanaes como de los mestizos “hechos
chiriguanos” que viven en la Cordillera.
Estos objetivos protegen una zona en particular: el río de los Sau-
ces. La alusión de Santiago al cerro rico de Saypurú bien puede ex-
plicarlos. Según Alcaya, los chiriguanaes ocultaron la mina a Irala.
Como vimos, tal vez el mismo Irala haya luego ocultado el secreto
de la existencia de la mina, planeando de volver algún día; más tar-
de, hemos sugerido que Manso murió porque buscaba el cerro de
Saypurú. Recordemos que Toledo mismo mencionó “los minerales
y riqueza” de la Cordillera –es posible que el mismo virrey haya
querido descubrir Saypurú, o que su interés haya alarmado a los
chiriguanaes. La condición puesta a Toledo por los chiriguanaes fue
de no poblar en el río de los Sauces, es decir el Parapetí o “Condo-
rillo” cercano a Saypurú, el río donde Manso pobló la Nueva Rioja,
y donde fue engañado por los mismos chiriguanaes contándole de
gente extraña y de oro en la región. Qué duda cabe: lo que ocurre
en 1573 en la Cordillera no parece ser sino una tentativa más por
ocultar la mina de Saypurú a las autoridades coloniales.

146
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Y los chiriguanaes no están solos en esta tentativa –incluso acaso


no sean sus actores principales. Si Santiago fue un tumpa chirigua-
no, fue un tumpa que no sólo recibió algo de educación cristiana,
sino que también –y sobre todo– tenía tratos con los mestizos de
la Cordillera. De ahí a pensar que Santiago fue mestizo él mismo,
hay un paso que todo invita a franquear. El quechua Apari lo escu-
chó decir, algunas veces, “buenos días” en castellano y lo describe
como un hombre blanco y de cabellos rubios. No debe extrañar esta
conclusión: otros tumpa de la Cordillera fueron, sin lugar a dudas,
mestizos paraguayos. Fue el caso, en particular, del profeta anónimo
de Masavi en 1778 (ABNB Rück 56, ABNB EC 1795/52: 12v). Como
Santiago, este tumpa hablaba tanto en español como en guaraní y
amenazaba a los indígenas con catástrofes para “acabar con todos
los que no le creyesen” (carta del padre Manuel Gil, AFT M224).
El mismo año otro tumpa, también anónimo, se levantó en Caiza
al Sur de la Cordillera chiriguana. Un testimonio indica que entró
“por la parte del Paraguay”; vestía “una túnica blanca a manera de
alba”; los indígenas de Caiza le erigieron una casa “de mejor fábrica
que las que ellos usan”, y él les decía en guaraní: “yo soy vuestro
dios, he venido enviado del cielo para cuidaros, yo os daré cuanto
necesitéis, hartas pruebas y milagros para que creáis que soy vues-
tro verdadero dios, castigaré severamente a los que no me crean y
obedezcan” (en Saignes 1990: 166) –todas cosas que también hizo
Santiago. Saignes anota: “el ‘dios’ anuncia que dará ‘pruebas’ de su
divinidad, lo que introduce la posibilidad de una duda sobre su con-
dición, cosa imposible para los antiguos karai [profetas paraguayos]
y marcaría quizás su origen mestizo” (Saignes 1990: 167-168). Esta
hipótesis explicaría, de paso, las posibles relaciones entre Santiago
y el dios Pai Sumé, muy conocido en Paraguay, pero sobre quien no
se ha encontrado más referencias entre los chiriguanaes.
Todo indica, en definitiva, que el “asunto Santiago” fue un asunto
de mestizos aliados con indios más que un asunto de chiriguanaes,
y que el mismo Toledo sospechaba algo cuando pidió a Mosquera
informarse sobre la presencia de españoles o mestizos en la Cordi-
llera –su error fue, tal vez, haber confiado demasiado en su enviado.
En la historia del oriente boliviano, existen otras referencias a cons-

147
Isabelle Combès y Albert Meyers

piraciones mestizas en contra de los intereses coloniales oficiales:


hacia 1587, se habla de un “motín que intentaron los mestizos” en
Santa Cruz166; casi un siglo más tarde, el virrey del Perú mencio-
na que una carta del gobernador de Santa Cruz, del 20 de marzo
de 1681, avisa haber descubierto “la conspiración que hicieron los
indios fomentados de dos mestizos vecinos de aquella ciudad por
invadirla”167: ¿habrá pasado lo mismo en 1573 para ocultar a la mina
de Saypurú?
Es incluso posible ir más allá. Mientras aparece el “mancebo” en la
Cordillera, el otro dolor de cabeza de Toledo en la frontera oriental
es, como vimos, Diego de Mendoza en Santa Cruz. A la muerte de
Ñuflo de Chaves en 1568, Mendoza asumió el papel de gobernador,
de manera pensada al parecer como interina, pues él mismo solicitó
junto con otros cruceños el nombramiento de un nuevo gobernador
al virrey Toledo168. Sin embargo este gobernador, Juan Pérez de Zu-
rita, quiso –cumpliendo con sus instrucciones– realizar el traslado
de Santa Cruz hacia el río Guapay y desde allí armar una campaña
militar contra los chiriguanaes. Mendoza y muchos cruceños, entre
ellos Alcayaga, se opusieron a esta iniciativa, pues su meta era des-
cubrir minas de plata al Este de la ciudad, entre los indios itatines169.
Mendoza apresó a Zurita y se enfrentó así abiertamente con el vi-
rrey. Así, la rebelión de Mendoza se debe ante todo a su “esperanza
de las minas de Ytatin”. Juan Pérez de Zurita, en 1573, indica haber
efectivamente encontrado algo de plata entre los payzunos en la
región de Santa Cruz, hallazgo que sólo pudo alentar a los cruceños
en su búsqueda; pero también menciona, por ejemplo, la “opinión
que tenían [los cruceños] de un cerro de los capayjoros en que de-
cían que había gran cantidad de plata; [f]ui a él y allí se anduvo y se
buscó y no se halló nada” (2003 [1573]: 7)170.

166 AGI Pat. 191, r. 8.


167 AGI Charcas 416, cuaderno de oficio 6: 335v, citado por Saignes 1982: 100.
168 Carta de la Audiencia de Charcas al rey, La Plata, 16.05.1575, en Julien 2003: 33.
169 Pérez de Zurita 2003 [1573]: 10-11.
170 Los capayjoros, capayjoros o caparioros eran una “parcialidad” de los al-
rededores de la primera Santa Cruz de la Sierra, probablemente de habla
zamuca (Combès 2010).

148
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Diego de Mendoza no es mestizo, sino un criollo nacido en el Pa-


raguay. Sin embargo, los mestizos paraguayos de Santa Cruz son
sus principales aliados. Incluso antes de dejar el cargo de goberna-
dor, Mendoza quiso “irse con los mestizos” en busca de las minas
de Itatín. Cuando apresó a Zurita, lo hizo ayudado por “todos los
mestizos, que son más de 60, y algunos españoles”; los que entraron
a la fuerza a la habitación del gobernador eran “muchos soldados y
algunos vecinos, los mas mestizos” (Pérez de Zurita 2003 [1573]: 12).
Otro testimonio agrega: “se amotinó el Don Diego de Mendoza con
otros moços nacidos y criados en el Paraguay” (Carta de la Audiencia
de Charcas al rey, 16.05.1575, en Julien 2003a: 33).
En otras palabras, así como en Saypurú todo hace sospechar una
conspiración mestiza contra el virrey para ocultar la mina de Saypu-
rú, en Santa Cruz, en los mismos años, se rebelan otros mestizos,
también para ir en busca de minas: ¿coincidencia o nexo entre am-
bos acontecimientos?
Originario de Asunción, con seguridad Diego de Mendoza cono-
cía a García Mosquera y a su suegro, Pedro de Segura. De la misma
manera, los tres personajes conocieron, en Santa Cruz, al primer
redactor de la crónica de Alcaya, su padre Martín Sánchez. Así, con
toda probabilidad, Mendoza estaba enterado de la historia de las
minas incas de Saypurú –la haya aprendido de Alcayaga, de Ñuflo
de Chaves quien fue teniente de Irala, o incluso de Andrés Manso,
pues Mendoza estuvo presente en el encuentro entre el conquista-
dor de Charcas y Chaves (Finot 1978 [1939]: 164, 166). Recordemos
también que, junto con Mendoza en Santa Cruz, estaba el cacique
chiriguano Cayperu, más que probablemente emparentado con el
Cayperu que sirvió de intérprete a Irala en Saypurú.
A esos hechos hay que agregar que, mientras Santiago aparecía
en la Cordillera, al parecer movimientos también de tipo mesiánico
sacudían a Santa Cruz. Al menos, así parece deber interpretarse esta
nota de Zurita: “Deshice cierta imposición o errónea que el demonio
puso en los naturales de aquella tierra haciéndoles entender que
para tal día habían de resucitar los indios muertos y otras muchas
cosas que causó en ellos harto escandalo y alboroto” (2003 [1573]: 6).

149
Isabelle Combès y Albert Meyers

Finalmente, un testimonio evidencia los contactos que tenían los


chiriguanaes de la Cordillera no sólo con los mestizos de la región
de Saypurú, sino también con la gente de Mendoza que se incorpo-
ró a la columna dirigida por Paniagua y Loaysa. En la relación de
servicios de Gabriel Paniagua, Gaspar de Rojas cuenta:
Don Gabriel hizo justicia en el camino de un soldado que se lla-
maba Salgado que era capitán de la guarda del dicho Don Diego
de Mendoça porque estando peleando con los dichos indios el
dicho Salgado tenía tratado con los dichos indios que él mataría
al dicho Don Gabriel de un arcabuzazo y a otras dos o tres perso-
nas principales que con él estaban para que con estas muertes los
dichos indios tuviesen vitoria de todos los españoles y los indios
quedasen por señores de la tierra (en Julien 2003a: 42).
Los datos parecen suficientes para suponer una colusión entre los
rebeldes de Santa Cruz y los mestizos de la Cordillera, todos en
busca de minas, todos opuestos al virrey, y todos apoyándose sobre
los chiriguanaes. No sin motivo Toledo asoció “entrambas cosas”, a
saber la guerra contra los chiriguanaes y el castigo de los rebeldes
cruceños171; no sin motivo preguntó sobre la presencia de españoles,
mestizos o criollos entre los chiriguanaes.

La casa del dios


Un Inca chiriguano, varios mestizos ambiguos, un severo dominico,
un carmelita desconocido y un virrey enfermo en la Cordillera son
algunos de los personajes de esta extraña historia. Extraña, pero real
e inscrita en la historia más que en la fábula.
Una hipótesis sería evidentemente posible: que se trate de la “his-
toria de una historia” más que de hechos reales. En otras palabras,
que la primera relación de Martín Sánchez de Alcayaga, conocida en
su tiempo, haya sido tomada al pie de la letra por sus contemporá-
neos víctimas de la “fiebre de oro” de la época, quienes decidieron
entonces encontrar las minas de Saypurú: de ahí la expedición de
Manso, de ahí también la conspiración mestiza para ocultarlas,

171 Acuerdo sobre la guerra de los chiriguanaes, 3.04.1574, en Julien 2003a: 25.

150
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

como otras tantas consecuencias de un sueño utópico. Sin embargo,


esta hipótesis, por más racional que parezca ser, no toma en cuenta
el hecho de que los chiriguanaes del siglo XVI no leían crónicas.
¿Cómo explicar, entonces, que uno de sus caciques se haya llamado
Inca Condorillo, y que uno de sus compañeros llevaba el nombre de
Amaru Qhari? ¿Cómo explicar el nombre de los arenales de Guana-
cos, un topónimo quechua en pleno llano chaqueño, cómo explicar
los paralelismos exactos entre el tejido isoseño y el de la región de
Samaipata? Más todavía, la historia del cerro de Saypurú no acabó
con los episodios que ya contamos. En 1778, el tumpa mestizo de
Masavi, a escasos kilómetros de Saypurú, estaba acompañado
… de otro individuo igualmente desconocido, de quien persuade
a los Bárbaros ser Hermano del Rey Inga, y que habiéndolo degollado
los Españoles viene a recuperar sus caudales, para con ellos enrique-
cerlos, con cuya esperanza tiene alborotada la Cordillera, siendo
innumerables los Bárbaros que se sujetan a su dominio (carta
del padre Manuel Gil, AFT M 224, énfasis mío; mismo texto en
ABNB EC 1782/9, retomado por Mingo 1981 [1791]172).
En la misma época, según el teniente Josef Alarcón, varios ex cauti-
vos de los chiriguanos aseguraban “que en el pueblo de Saipuru que
está a la parte de Santa Cruz, hay minerales de plata muy ricos”173.
Evidentemente, se trata aquí de algo más que del recuerdo de una
crónica fantasiosa que ya estaba además olvidada desde casi dos
siglos. Todo en esta historia, desde el hermano (como Condori) del
Inca hasta los “caudales” perdidos, no parece ser sino otra referen-
cia al cerro rico de Saypurú y a Condori.
Este cerro, como vimos, fue probablemente explotado por los
tamacocis/chanés para los incas, más que por los mismos chiri-
guanaes. Hoy no viven más chanés en Saypurú, desde que su líder
Chindica decidió migrar a la frontera de Tomina a mediados del
siglo XVIII (Combès 2004); pero sí siguen viviendo, hasta hoy, en los

172 Según otro documento (ABNB Rück 56), era el tumpa mismo que declaraba
ser “nieto de los Yngas”.
173 Testimonio del teniente Josef Alarcón, La Laguna [actual Padilla] 25 de agosto
de 1779 (ABNB EC 1799/238: 35v)

151
Isabelle Combès y Albert Meyers

arenales del Isoso en el bajo Parapetí. Investigando sobre los kaa iya
(los dueños míticos del bosque) con algunos isoseños, oí hablar de
los arakuarenda, literalmente los “lugares del conocimiento”, los lu-
gares sagrados donde los chamanes pueden establecer contacto con
los seres espirituales. Existen varios de esos lugares, conocidos cada
uno por un chamán en particular. Sin embargo, en los alrededores
del Isoso, cuatro cerros o lomas son reconocidos por todos como
arakuarenda: se trata de Taremakua, frente a San Antonio del Para-
petí; de San Miguel, en las salinas de Chiquitos al Este del Isoso; del
cerro Colorado, en el Isoso mismo en la orilla oriental del Parapetí;
y del cerro Tupao, en los arenales de Guanacos.
Señalaba Alcaya que “la labor del oro cae en los llanos”, llanos
que en la región de Saypurú sólo pueden ser los arenales de Guana-
cos donde además el Inca hizo, según el mismo Alcaya, un fuerte.
La ubicación de este fuerte en Guanacos no tendría sentido si sólo
sirviese para proteger el cerro de Saypurú de los chiriguanaes, que
vivían más bien en el piedemonte: pero sí lo tendría si albergaba a
los trabajadores del oro, tal vez siguiendo el curso de la quebrada de
Saypurú río abajo hacia los llanos.
Tupao significa literalmente “casa de dios” en guaraní (Giannec-
chini, Romano y Cattunar 1916: 93, 217), se traduce como “iglesia”
–y no podemos dejar de recordar a la vez las iglesias edificadas por
el “mancebo” Santiago en la región, y las minas andinas concebi-
das como casa de las huacas. Los mapas del Instituto Geográfico
Militar Boliviano indican en realidad dos cerros llamados Tupao en
la misma región174: uno en el piedemonte mismo en Saypurú –que
puede corresponder al cerro de plata de Alcaya; el otro es el ya men-
cionado en Guanacos –y que podría corresponder al lugar donde se
labraba el oro.
Con estos datos cerraré estas líneas. La información es frágil, y
cada dato aislado tal vez no logre convencer. Creo firmemente, sin
embargo, que el conjunto no permite abrigar dudas: “algo” pasó en
Saypurú y en Guanacos en la época prehispánica, “algo” que con

174 Mapas SE 20-14 (“Charagua”) y SE 20-15 (“Cerro Capitán Ustárez”), escala


1: 250.000.

152
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

seguridad remite a una presencia inca en la región, y probablemente


también a la explotación o a la comercialización de metales. La in-
vestigación histórica debe ser completada por la arqueológica –sólo
así podremos realmente pretender redescubrir una página olvidada
de la historia de la Cordillera chiriguana y de la frontera inca.

153
154
El “Fuerte de Sabaypata” durante la guerra toledana
contra los chiriguanos. Un documento sobre su abasteci-
miento y los indios auxiliares, 1574-75

Albert Meyers175

Cuando los españoles conquistaron la región del piedemonte des-


pués del encierro de Cochabamba en 1538 y de la fundación de La
Plata, capital de Charcas un año más tarde, heredaron el problema
de la llamada “frontera chiriguana”. ¿Qué pasó en esta zona duran-
te las tres décadas hasta la llegada del virrey Francisco de Toledo al
Perú y el inicio de su visita a Charcas en 1573? ¿Qué pasó con los ha-
bitantes de las fortalezas a lo largo del mencionado “limes incaico”
con los chuis, cotas, churumatas, moyosmoyos, soras, yamparaes
etc., puestos allí por los incas? ¿Volvieron todos a “sus tierras” como
lo querían los dirigentes (no todos) de la llamada Confederación
Charka? Tal vez su rol de tradicional (y forzoso) enemigo de los
chiriguanos y la demonización de éstos por parte de los nuevos se-
ñores de la tierra (Julien 1997; Oliveto 2010) les impidió aliarse con
los rebeldes que rodearon a la zona desde los yurakarés en el Norte
hasta los calchaquíes en el Sur.

175 Artículo publicado en Hanna Heinrich y Harald Grauer (ed.): Wege im Gar-
ten der Ethnologie/Caminos en el jardín de la etnología. Publicación en homenaje
a María Susana Cipoletti. Sankt Augustin: Academia Verlag/Anthropos Ins-
titute, 2013: 343-363. Esta contribución es un modesto homenaje a mi colega
María Susana Cipolletti, quien durante más de 30 años de contacto colegial
fructífero, amistoso y sobre todo chistoso, ha tratado de abrirle los ojos a un
andinista algo terco hacia las maravillas que son las tierras bajas de Suda-
mérica. Además, se agradece a Hermán Gil Toja, Isabelle Combès así como a
Marie-Andrée Fréchou el haber algo supervisado mi español deficiente, de-
jándome naturalmente con la responsabilidad por cualquier error (y horror).

155
Isabelle Combès y Albert Meyers

Nuestra imagen de este período es muy borrosa todavía por causa


de la situación documental. Sin embargo, existen también indicios
de alianzas, de negaciones de servicios (Schramm 1999: 270-304) y,
por supuesto, también huidas hacia regiones menos conflictivas.
Para el caso de Samaipata por ejemplo, tenemos un testimonio sobre
“incas fugitivos” en los yungas y las selvas de los raches en el actual
Beni (Meyers 2005) y, si tomamos en consideración la documenta-
ción de recintos incaicos en los llanos de Mojos (Pärssinen 2012) se
aumenta más el margen de regiones de refugio.
Por otra parte, el avance de los pobladores españoles dentro del
sistema de encomiendas y mayorazgos en la zona intermediaria,
acompañados por una considerable cantidad de esclavos africanos
que reemplazaron parcialmente a la población indígena en dramático
descenso, por ejemplo en las haciendas de viticultura de Pocona y
Mizque o de ganado de los valles adyacentes, fuera de la producción
de la coca y su comercio con Potosí, incrementaba la necesidad de una
protección militar. Uno de los más interesados en el castigo de los chi-
riguanos fue Gabriel Paniagua de Loayza y su familia, primeramente
encomendero de los indios chuis de Pojo, sitio serrano más cercano
a los valles cruceños, y luego dueño de tierras en Mizque, Aiquile
y otros lugares, quien desde mucho antes ya había ofrecido sus ser-
vicios a la corona en el aplastamiento de rebeliones contra el nuevo
régimen (Schramm 1999; Presta 2000; Gutiérrez 2009). El virrey le
otorgó en 1574 la responsabilidad de la “jornada de los Chiriguanos”
en la parte norte (Mizque, Pocona, Samaipata) mientras que él mismo
tomaría el mando de las actividades al Sur (Tomina, Tarija).
Como se sabe, las campañas tuvieron poco éxito. No se llegó a
una pacificación sino más bien a una delimitación borrosa de zonas
de actividades. De los más de mil indios auxiliares murió casi la
mitad, según la queja de los kurakas de Charcas, así como dos mil
carneros (llamas) (Memorial de Charcas 1582: cap. 41). Toledo, algo
desanimado y enfermo, se retiró finalmente, dejando el cargo a sus
generales. Una de las metas, asegurar el camino real desde La Plata
hasta la lejana Santa Cruz de la Sierra, que pasaba por Samaipata,
tampoco se logró, pero se consiguió apaciguar los alborotos de los
encomenderos rebeldes de esta ciudad y ajusticiar a su líder Diego

156
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

de Mendoza. En una carta del 23 de noviembre de 1574, Toledo da


cuenta de las informaciones confidenciales que recibió de Martín
Sánchez de Alcayaga (padre del cronista Alcaya) sobre la situación
en esta ciudad fronteriza. El mismo Alcayaga apresó al cacique
chiriguano Alonso Caypere, aparente conspirador aliado de Men-
doza, y lo trajo “al campo de Don Gabriel Paniagua” en Sabaypata
(Meyers 2005: 168). Parece que Paniagua se contentó con tener en el
“Fuerte de Sabaypata” un puesto seguro y lo tomó como estación
logística durante los continuados enfrentamientos con los chirigua-
nos. Toledo y Paniagua contaban no solamente de los servicios de
los hijos de Ñuflo de Chaves, fundador de Santa Cruz de la Sierra,
sino también de otro clan familiar, terrateniente y encomendero de
indios de la zona, los Cazorla de Narváez. Hernando (Fernando),
el patriarca de la familia, asumió diez años más tarde el mando en
Sabaypata como “maese de campo” y abasteció desde sus haciendas
vallunas a las tropas con “víveres, equipo, armamento, caballos y
alojamiento” (Gutiérrez 2009: 43).
La situación cambió en esta zona con las fundaciones posteriores
de villas españolas en el primer cuarto del siglo XVII, política em-
pleada sistemáticamente por las nuevas autoridades post-toledanas,
empezando con la fundación la Villa de Salinas del Río Pisuerga, la
actual Mizque en 1603, pasando por Vallegrande (1615) y terminan-
do con la fundación del pueblo de Samaipata (1618) en una pequeña
llanura al lado del famoso Fuerte de Sabaypata.

El documento: abastecimientos para la guerra de los chiriguanos


Es comprensible que los nuevos colonos de la zona tuvieran un
interés especial por las medidas de protección contra los constantes
ataques por parte de los grupos resistentes a la colonización. Por
eso, y porque esperaban obtener recompensas, los encomenderos y
otros españoles colaboraron con la Corona. Ya antes de su partida
al Perú, Francisco de Toledo había acordado con Felipe II la finan-
ciación de la guerra por las cajas reales de Potosí. Además, estando
en La Plata, exigió a los kurakas de Charcas poner a disposición de
la corona a sus indios, que conformaron la mayor parte del ejército.

157
Isabelle Combès y Albert Meyers

El documento que se presenta a continuación trata de la organiza-


ción y del pago de un envío de 334 arrobas (alrededor de 4.000 kilos)
de bizcochos a lomos de unas 80 a 100 llamas desde el sitio de Tira-
que en la región de Cochabamba hasta “las fortalezas de Çabaypata
donde estaba el bastimento del general don Grauiel [sic] Paniagua”
(f. 298 bis-v). El envío era necesario porque la “persona que estaba
obligado [sic] a llevar y poner los bastimentos de Çabaypata no ha-
bía cumplido” (f. 296 bis).
Este documento es importante por dos razones:
1. Se trata del testimonio más antiguo (25.07.1574) hasta ahora cono-
cido y publicado que menciona al sitio arqueológico de Samaipa-
ta, utilizado o re-utilizado como fuerte durante la época colonial
española176. Sin embargo, existe una mención un poco más tem-
prana de una fortaleza incaica erigida en el sitio de Sabaypata,
que forma parte de la lista de las conquistas de Tupac Yupanqui a
lo largo de todo el imperio. Se trata del testimonio de los descen-
dientes de este personaje pertenecientes al Capac Ayllu de Cuzco
y datado en 1569 (Rowe 1985)177. El nombre de Sabaypata, Saguai-
pata o Çabaypata es común en toda la documentación colonial
temprana y perduró también el tiempo después de la fundación
del pueblo de Samaipata en el vallecito cercano a unos 5 km. La
denominación de “El Fuerte” de Samaipata o Samaypata parece
datar de fines de la colonia.
2. La mención de los nombres de los indios y de sus ayllus en Poco-
na, Mizque y Copavilque es particularmente interesante por las

176 El documento es una copia simple encontrada y fotocopiada en el AGI,


Sevilla por Catherine Julien a principios de los años 1990 y transcrita por
Kristina Angelis, todo dentro del proyecto “Historia Cultural de los Andes
Orientales Bolivianos” financiado por la Mancomunidad Alemana de In-
vestigaciones Científicas (DFG).
177 Sin embargo hay que tomar la fecha con precaución ya que se trata de la
cuarta copia del original perdido, encontrada por Rowe en el Archivo de-
partamental del Cusco. La primera ocupación de Samaipata por los incas,
según la evidencia arqueológica data seguramente de antes del supues-
to reinado de Tupac Yupanqui en la segunda mitad del siglo XV (Meyers
2007). Ver también Pärssinen (2012) quien asume una conquista del Sureste
de Bolivia realizada durante el reinado de Pachacutec.

158
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

informaciones sobre el origen de esta parte de las tropas auxiliares


indígenas.
Para entender mejor el proceso que se lleva a cabo por el curso de
todo un año, desde julio de 1574 hasta julio de 1575 presentamos a
los diferentes documentos en su orden cronológico (ver cuadro 1).

Cuadro 1. Secuencia cronológica del documento AGI Contadu-


ría 1805, Descargos, ff. 294bis-299v

Nº fecha lugar título


1 25.07. 1574 La Plata Orden del factor Yturrieta al corregidor de
Pocona
2 07.08.1574 Tiraque Arreglo de precio del flete con el arriero
3 09.08.1574 Tiraque Arreglo de la entrega por el corregidor P. de
Quiros
4 09.08.1574 Tiraque Certificado de la entrega
5 13.08.1574 Valle de Pesada y entrega de los 334 arrobas de vizcochos
Homana
6 31.08.1574 Çabay- Entrega de los bizcochos a los indios guardianes
pata
7 05.09.1574 Pocona Jefe del arriero, A. Corço, pide el pago al corre-
gidor
8 11.11.1574 La Plata Poder de Corço al mercader Samaniego para
pleito
9 09.03.1575 Potosí Certificado del corregidor que el flete era de
Corço
10 16.03.1575 Potosí Pedimiento de pago de Samaniego
11 16.03.1575 Potosí Notificación al factor Yturrieta
12 16.03.1575 Potosí Notificación a los tesoreros de la Real Hacienda
13 18.03.1575 Potosí Samaniego presenta al corregidor como testigo
14 26.03.1575 Potosí Hijo de Quiros certifica la entrega de los bizco-
chos
15 06.04.1575 Potosí Orden de pago del juez lic. Recalde al factor
16 09.04.1575 Potosí Provisión del virrey Toledo sobre pago
17 13.07.1575 Potosí Libramiento de los tesoreros de la Real Hacienda
18 14.07.1575 Potosí Descargo de 150 pesos de plata
19 14.07.1575 Potosí Notificación del factor Yturrieta, cierre de cuenta

159
Isabelle Combès y Albert Meyers

Ad 1)
Cuando iniciamos las actividades de trabajo en Samaipata con una
primera campaña de excavaciones, en 1992, en las dos plataformas
al Sur de la roca extendida en dirección Este-Oeste, lo más sorpren-
dente fue el descubrimiento de los cimientos de una casa en forma
de U con patio abierto hacia la roca, estructura que por su forma no
podía datar de épocas precolombinas (Meyers y Combès eds. 2015:
19-20). Tenía que tratarse de un asentamiento colonial español, pero
entonces no sabíamos todavía ni el significado ni los nombres de
los conquistadores que podían haberlo utilizado. Aunque se podía
suponer que Ñuflo de Chaves, en su viaje a Lima en 1548, tomó la
ruta antigua que pasaba por Samaipata (Vázquez-Machicado 1955:
504), sólo con el avance del proyecto etnohistórico se llegó a conocer
por lo menos los nombres y el propósito de su permanencia en este
sitio quedando la fecha del inicio de la construcción de esta casa
totalmente en la obscuridad hasta ahora.
La casa está construida de adobe sobre un fundamento de tres
hileras de piedras. Por los colores y las formas variables se puede
suponer claramente que fueron reutilizadas, o sea sacadas de los
edificios incaicos situados al lado. Las dimensiones son: 23 m. de
largo en su base y 13 m. de ancho de los muros exteriores de las dos
alas, mientras el patio tiene un ancho de 10 m. y un largo de 12,40
m. El espacio en la casa misma era entonces de 4, 80 m. en las alas
laterales y 3 m. en la parte sur. Esto significa un total de 162 m. cua-
drados para la planta baja, sin que se hayan encontrado indicios de
alguna división del espacio en cuartos separados. Además, la casa
cuenta con un pequeño atrio al lado sur, tal vez protegido por una
baranda. El patio está drenado de las aguas por un pequeño canal
que va de su centro por debajo del ala este-oeste y sale en el muro
de consolidación de la plataforma.
En 1994 se encontraron indicios suficientes para suponer la exis-
tencia de un segundo piso con acceso por una escalera lateral de
madera (Meyers y Combès eds. 2015). El techo seguramente estaba
cubierto de paja y sobresaliente de los muros al estilo árabe-anda-
luz, como aún hoy se puede observar en edificios coloniales. La
conservación de este monumento y la reconstrucción de partes de

160
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

los muros de adobes se orientó estrictamente a la altura de las es-


quinas reforzadas de piedras encontradas in situ, tratándose de esta
manera de uno de los pocos testigos de aquellos tiempos revueltos
en los valles cruceños.
Un elemento interesante en el contexto del documento que aquí
presentamos fue el hallazgo de los restos de por lo menos cinco
hornos de barro de planta ovalada, ubicados en el suelo de la planta
occidental del edificio, cuyos restos se habían conservado en forma
de trozos de barro quemado. Todo el piso de esta parte estaba cu-
bierto de lodo “ladrillado” de color rojo, seguramente por la intensa
actividad de cocina o por el efecto de un probable quemazón del
techo. Significativamente no se encontraron materiales diagnósticos
sino solamente unos tiestos desgastados por las aguas corrientes de
parte de la roca.
No podemos argumentar “arqueológicamente” con seguridad que
este edificio date de los años 1574-75, o tal vez de las dos campañas
contra los chiriguanos llevadas a cabo diez años más tarde, esta vez
dirigidas por el “maese de campo” Fernando Cazorla de Narváez
así como por el gobernador de Santa Cruz, Lorenzo Suárez de Fi-
gueroa, el cual venía atacando desde los llanos orientales. Puede ser
que las tropas acamparan en lo que quedó de la ciudadela incaica
y que luego poco a poco se construyera este edificio como puesto
de mando. De todos modos, el sitio está bien protegido detrás de
la roca y escondido de la vista para los atacantes desde el Sureste.
Durante las excavaciones tocamos también lo que parece ser un
inmenso horno de pan en el llamado sector 6 en la prolongación de
la roca hacia el Noreste. Además se encontraron algunos batanes
para moler. Todo esto apunta a un uso durante la época de 1584-
85 cuando Sabaypata ya no corría tanto peligro por contar con una
guarnición más o menos estable y, como se dice en los documentos,
la frontera chiriguana estaba a una distancia de nueve leguas178.
Por otra parte el pueblo de Tiraque era probablemente, ya bajo
los incas, un centro de almacenaje de coca y otros productos de las

178 AGI Charcas 43 (Información de servicios de Fernando de Caçorla, 27.05.1587):


23v, 28v, 29v.

161
Isabelle Combès y Albert Meyers

yungas de Cochabamba (Sánchez 2008), característica que conservó


también durante la colonia (Del Río 2010: 201-207). El camino iba
de allí por las alturas y pantanales de Vacas, luego pasando por Po-
cona, Totora y Pojo para bajar de las alturas por encima de 2000 m.
hacia Samaipata179.

Ad 2)
Sea como fuere, el documento de los bizcochos es hasta ahora el
único que nos da los nombres de algunos indios que se encontraban
en las ruinas el 31 de agosto de 1574, así como los de sus ayllus y
los lugares de donde provenían (cuadro 2). Reconocemos en primer
lugar al miembro de un ayllu de uno de los tres grandes caciques de
Pocona en esta época, Turumaya, Jarajuri y Chirima. A pesar de una
cantidad de estudios recientes sobre Mizque y Pocona (Schramm
1999; Presta 2000; Gutiérrez 2009; Del Río 2010, para citar sólo algu-
nos) los cuales se basan sobre una variedad de documentos (pleitos,
visitas, testamentos), el panorama étnico de la zona en esta época
sigue siendo poco conocido. Parece que se trata en realidad de di-
nastías de “mallkus” (Del Río 2010) que han heredado su poder des-
de tiempos incaicos pero, por las perturbaciones de la conquista y
la política de reducción toledana, se mezclaron los distintos grupos
étnicos tanto locales como forasteros.

Cuadro 2. Lista de indios guardianes en


“El Fuerte de Sabaypata”, 31.08.1574

Nombre Ayllu de Lugar


Pedro Cutira Pedro Chirima Pocona
Juan Maturi Cora Pocona
Pedro Tumpa Cristoval Chipana Pocona
Domingo Chiata Sebastian Cayanbi Mizque
Cristoval Hila Diego Posllo Copavilque
(sin indicación) (sin indicación) Totora

179 Véase la descripción de esta ruta en el mapa de Sánchez 2008: fig. 3.2. La
indicación de Tiraque en el mapa 1 se refiere a otro sitio llamado “Tiraque
en chacara” (Tiraque chico).

162
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Turumaya no está mencionado en este documento como testigo.


Según Alcaya (quien lo llama Turumayo en su Relación Cierta), Tu-
rumaya sirvió a Huayna Capac como capitán en la reconquista de
Samaipata contra los chiriguanos, y perdió su vida en el intento. Lo
mismo pasó con uno de sus descendientes, Pablo Turumaya, duran-
te la guerra toledana (Schramm 1999: 279, 418 n. 111). Los Turumaya
(o Turumayo) eran los líderes tradicionales del grupo de los mitimaes
o mitmaq de Pocona. Aparentemente, los incas les habían traído de
Jauja, una parcialidad huanca en el valle Mantaro del Perú central.
Jarajuri era el cacique principal de los cotas (quta) y kuraka de la
mitad superior (“hanansaya”) pero, en esta función, también jefe de
otros grupos étnicos como los chuis; Pedro Chirima, mencionado
en este documento y en la literatura, muerto en 1584, era kuraka
de mita “hurinsaya” de los cotas (Del Río 2010: 206; Gutiérrez 2009:
109; Sánchez 2008: 20). Los otros ayllus de Pocona no son tan cono-
cidos o tal vez mal escritos como parece ser el caso de Cora que bien
podría ser “cota” (aunque en el original se lee claramente “cora”).
Un Pedro Chipana se menciona en 1590 como principal de los visisa
(Platt et al. 2006: 990), un repartimiento charka al Sur de Potosí, tal
vez de Caiça. Hay que tomar en cuenta la fuerte reducción de la po-
blación por causas conocidas, y la existencia de alianzas interétnicas
incluso matrimoniales con chiriguanos “pacificados”.
Llegando al valle de Mizque, tenemos el caso interesante de un
ayllu de nombre Cayanbi o Cayambe que recuerda a la guerra de
Huayna Capac contra los señoríos de Otavalo, Cochisquí, Caranqui
y Cayambe “que constituyeron una cierta unidad de resistencia”
(Moreno 2007: 177) en el Norte del Ecuador, la frontera septentrional
del Tawantinsuyu. Con esto se confirmaría el relato de los cronistas,
entre ellos Alcaya en el contexto de Samaipata, sobre el traslado de
los grupos rebeldes del Norte hacia la frontera chiriguana. De mane-
ra interesante existen elementos simbólicos que podrían relacionar
Samaipata con los canales sobre las plataformas de las pirámides
de Cochasquí, uno de los centros religiosos de los cayambes (Me-
yers 2007). El mosaico étnico se completa con la mención de indios
oriundos de Totora, donde residía un grupo de charcas (¿oriundo
o mitmaq?), además de churumatas, moyosmoyos y otros (Del Río
2010: 204). Lo mismo se puede decir de Copavilque o Colpavilque,

163
Isabelle Combès y Albert Meyers

más al Sudoeste, de donde se mencionan mitmaq yamparas y mo-


yosmoyos, entre otros (Oliveto 2010; Sánchez 2008).
Al analizar este cuadro colorido de etnias habría que diferen-
ciarlas no sólo según sus calidades y actividades por las cuales
fueron empleadas por los incas, sino también por la distancia para
con sus lugares de origen. Se podrían establecer por lo menos tres
grupos: los flecheros locales, los agropastores del Kollasuyu y los
que provenían de más lejos, como los huancas del Perú central y los
mencionados cayambes de Quito. Asumiendo una doble ocupación
por los incas en Samaipata, como lo evidencian también nuestras
excavaciones, se podría pensar en dos fases de transplante de gente:
la primera por los mitmaq del Kollasuyu y luego por los guerreros
del Chinchasuyu.
Quedando en el campo de especulación y para terminar, parece
conveniente imaginarse el estado de ánimo de los “hatun runa”, la
gente ordinaria que vivía en Samaipata bajo los incas y tal vez antes,
según Schramm (1999: 409) los mismos chuis y cotas que conocemos
de Mizque y Pocona, soportando a los nuevos señores de la tierra,
además de los raches, amos, yumos, yurakarés y otros que se retira-
ron a la selva. Por razones obvias tenemos pocos testimonios sobre
ellos, sus dificultades para adaptarse al nuevo ambiente, con quié-
nes se aliaron, y cómo sobrevivieron. Tal vez futuras investigaciones
nos abrirán otra imagen de estos procesos más allá de los sueños
europeos de una “vida dorada”, tratando de hacer una historia
regresiva de los actuales habitantes y herederos de aquellos tiem-
pos movidos. En cambio, a la UNESCO y a las autoridades y otras
personas responsables se les podría plantear la idea de extender la
protección del patrimonio más allá del mero monumento en piedra
hacia la memoria de aquella gente, nativa o no, con nombre o no,
que ha dejado su vida en este Fuerte y en la región, tanto al servicio
del poder colonialista como en la resistencia contra la dominación
colonial incaica o europea o de cualquier otro poder. En el caso de
los chiriguanos, un proyecto de estas características (por ejemplo un
“Museo de historia de la conquista del oriente boliviano”) podría
aportar algo a la “de-construcción” (Oliveto 2010) de un estereotipo
que ha persistido de una u otra manera hasta la actualidad.

164
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Entrega y pago de biscochos para la fortaleza de Samaipata180


[En el margen derecho:
Ensayados
U d viii pesos
Corriente
L pesos]

[En el margen: Antonio Corço del bizcocho que [ll]evó a la guerra]


Asimismo da por descargo el dicho tesorero Diego Brauo 150 pe-
sos de plata corriente que en 14 dias del [295] mes de julio del dicho
año de 1575 años dio y pagó a Antonio Corço y por él en su nombre
y con su poder a Rodrigo de [E]scobar que los hubo de haber por el
acarreto de cien cargas de bizcocho que llevó al campo de Su Majes-
tad do[nde] iba Su Excelencia a las fronteras de la tierra de guerra
de los chiriguanaes, lo cual se le dio y lo hubo de haber conforme a
una provisión de Su Excelencia y libramiento de los oficiales reales
y de los demás recaudos que adelante se dirán, lo cual uno en pos
de otro es del tenor siguiente.

[En el margen: Provisión de Su Excelencia]


Don Francisco de Toledo mayordomo de Su Majestad su virrey
gobernador y capitán general en estos reinos y provincias del Piru y
tierra firme etc. A vos los oficiales reales de Su Majestad que residís
en esta villa imperial de Potosi, sabed que Juan de Samaniego en
nombre de Antonio Corço y por virtud del poder que de [é]l tiene
me hizo relación que, para el aviamiento de la gente que iba a los
chiriguanaes en el campo que por mi mandado llevó don Grauiel
Paniagua y llevar bizcocho, se habían tomado al dicho Antonio Cor-
zo por Pedro Quiros de Auila corregidor del partido de Pocona por
virtud de una cédula de Juan de Yturrieta factor de Su Majestad, en
que por ella dice que los carneros que tomará para llevar el bizcocho
que tiene hecho Diego de Rubira para llevarlo a la [295v] fortaleza

180 AGI Contaduría 1805, Descargos (1575): 294 bis-299v. Documento


transcrito por Kristina Angelis. Aquí se modernizó la ortografía, a
excepción de la de los nombres de personas y lugares.

165
Isabelle Combès y Albert Meyers

de Çabaypata, se pagaría el flete al precio que el dicho Pedro Quiros


lo concertare de la hacienda real de Su Majestad; y que por virtud
de la dicha cédula el dicho corregidor había tomado a su parte más
de cien carneros para llevar las dichas cien cargas de bizcocho desde
el asiento de Tiraque hasta la dicha fortaleza de Çabaypata; y había
tasado a peso y medio cada carnero, que montaron 150 pesos de
plata corriente y que él les había entregado en la dicha fortaleza de
Çabaypata a los indios que estaban guardando los bastimientos del
dicho campo metido dijo que constaba por los recaudos e informa-
ciones que presentaba y por mí visto todo lo susodicho juntamente
con un auto dado en el dicho negocio para el licenciado Recalde
proveedor general que fue del campo de Su Majestad, a quien tengo
cometido la declaración de semejantes casos, por el cual declara
deberse al dicho Antonio Corço o a Juan de Mangas o a cualquier[a]
de [e]llos el flete de las dichas cien cargas de bizcocho que lleva-
ron desde el dicho asiento de Tiraque hasta la dicha fortaleza de
Çabaypata, a razón del dicho peso y medio de plata corriente cada
carga: acordé de dar y di la presente por la cual mando a vos, los
dichos oficiales reales, que de los pesos de oro que he mandado que
el factor Juan de Yturrieta os entregue de lo que le quedó del dinero
que fue a su cargo de los [295 bis] gastos de la dicha guerra déis y
paguéis al dicho Antonio Corço o a Juan de Mangas o a cualquier[a]
de [am]bos o a quien poder de cualquier[a] de [e]llos tuviere los
dichos 150 pesos de la dicha plata corriente y tomaréis su carta de
pago o de quien el dicho su poder hubiere, que con ella y ésta mi
provisión y la dicha informacion y recaudos que de suso se hace
mención que os mando entregar y habéis de poner en las cuentas
que de lo susodicho diereis mando se os reciban y pasen en cuenta
del dicho dinero y no dejéis de lo así cumplir por alguna manera
so pena de 500 pesos de oro para la cámara de Su Majestad. Fecha
en Potosi a 9 días del mes de abril de 1575 años. Don Francisco de
Toledo. Por mandado de Su Excelencia, Aluaro Ruiz de Nauamuel.

[En el margen: Libramiento de los oficiales reales]


Señor tesorero Diego Brauo. De los pesos de oro que son o fueren
a su cargo, de los que el factor Juan de Yturrieta metió en la caja de
Su Majestad, que resultaron de la guerra de los indios chiriguanaes,

166
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

dé y pague a Antonio Corço o a quien su poder tuviere 150 pesos de


plata corriente, los cuales se le pagan y ha de haber por virtud de una
provisión del excelentísimo señor don Francisco de Toledo virrey de
[e]stos reinos, que está asentada en el libro de libranzas de haciendas
reales a fojas 56 y originalmente está con esta libranza y según [295
bis-v] por ella consta, se le mandan pagar porque llevó en carneros
cien cargas de bizcocho desde el asiento de Tiraque hasta el asiento de
fortaleza de Çabaypata a peso y medio cada carga para proveimiento
del agente que fue a la conquista de los chiriguanaes con Su Excelen-
cia, como consta por certificación que de [e]llo dio el dicho Juan de
Yturrieta; y asimismo el licenciado Recalde, oidor de la real audiencia
de La Plata, por un auto declaró se pagasen al dicho Antonio Corço
o a Juan de Mangas a cualquier[a] de [e]llos el flete de las dichas cien
cargas de bizcocho, los cuales dichos 150 pesos corrientes le dará y
pagará según que Su Excelencia por la dicha provisión nos lo manda,
y tomará su carta de pago con la cual y los dichos recaudos y los de-
más que [e]stán con ellos y esta libranza, le serán recibidos y pasados
en cuenta para su descargo. Fecha en la villa de Potosi a 13 de julio de
1575 años. Diego Brauo. Lorenço de Cantoral.

[En el margen: Poder de Antonio Corço a Samaniego]


Y parece que el dicho Antonio Corço otorgó su poder bastante
para pleitos y cobranzas a Juan de Samaniego, mercader que pasó
en la ciudad de La Plata, ante Gaspar Lopez escribano real, a 11
días del mes de noviembre de 1574 años según por él [296] parece
que originalmente mostró el dicho tesorero, en virtud del cual el
dicho Juan de Samaniego en nombre del dicho Antonio Corço, ante
el señor licenciado Recalde, oidor de la dicha real audiencia hizo y
pidió lo siguiente.

[En el margen: Ante el licenciado Recalde]


En la villa imperial de Potosi [a] 16 días del mes de marzo de 1575
años, ante el ilustre señor licenciado Recalde del consejo de Su Maje-
stad y su oidor en la real audiencia de la ciudad de La Plata y justicia
mayor en esta villa y provincia, y por ante mí Luis de Arguello de la
Torre escribano de Su Majestad y público de la dicha villa, pareció

167
Isabelle Combès y Albert Meyers

presente Juan de Samaniego y presentó esta petición y recaudos,


todo del tenor siguiente.

[En el margen: Pedimiento de Samaniego en nombre del Corço]


Ilustre señor. Juan de Samaniego en nombre de Antonio Corço y
por virtud del poder que de [é]l tengo, parezco ante Vuestra Merced
y digo: que para el aviamiento de la gente que iba a los chiriguanaes
y llevar bizco[cho] al dicho mi parte, le tomó Pedro de Quiros de
Auila corregidor del partido de Pocona por virtud de una cédula del
factor Juan de Yturrieta, en que por ella dice que los carneros que
tomare para llevar el bizcocho que tiene fecho Diego de Rubira de
la parte donde estuviere para llevarlo a la fortaleza de Çabaypata,
les pagará conforme [296v] y al precio que lo concertare el dicho
corregidor Pedro de Quiros de la caja real, como consta y parece
por la dicha cédula de que hago presentación; y por virtud de la
dicha cédula el dicho Pedro de Quiros tomó al dicho mi parte más
de cien carneros para llevar las dichas cien cargas de bizcocho desde
el asiento de Tiraque hasta la fortaleza de Çabaypata, y los concertó
y tasó a peso y medio cada carnero, que montaron 150 pesos de
plata corriente, como consta por estos recaudos del recibo y concier-
to y entrego que el dicho mi parte hizo con los indios que estaban
guardando en la dicha fortaleza los bastimentos que allí habían y se
llevaban, de que asimismo hago presentación, y puesto que por mí
le ha sido pedido y demandado al dicho factor Juan de Yturrieta me
dé y pague los dichos 150 pesos del dicho flete, no lo ha querido ni
lo quiere hacer.
Porque pido y suplico a Vuestra Merced, visto los dichos recaudos
de haber concertado los dichos carneros y recibo que el dicho mi
parte hizo del dicho bizcocho y entrego que hizo de [e]llo, y haberlo
puesto en la parte que se le mandó, mande al dicho factor me dé y
pague los dichos 150 pesos sobre que pido justicia y en lo necesario
etc. Juan de Samaniego.

[296 bis] En la villa de Potosi el dicho día, el señor oidor mandó


dar traslado a los oficiales reales y se les notifique a cada uno de [e]
llos en persona. Luis de la Torre escribano público.

168
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

[En el margen: Notificación a los oficiales reales]


En la villa de Potosi del Piru, este dicho día, mes y año dichos,
yo el dicho escribano notifiqué la dicha petición y auto del dicho
señor oidor a Diego Brauo, tesorero, y Grabiel de Castro, contador,
oficiales de la real hacienda, en sus personas que lo oyeron. Testigos
Lorenço Cantoral y Juan de Vergara y Pedro de Castro hijo del dicho
contador y de [e]llo doy fe. Luis de la Torre escribano público.

[En el margen: Notificación al factor Juan de Yturrieta]


En la villa de Potosi, este dicho día, mes y año dichos, yo el dicho
escribano leí y notifiqué la dicha petición y auto del dicho señor
oidor al factor Juan de Yturrieta en su persona que lo oyó como en
ella se contiene, el cual dijo que este declarante dio la cédula en esta
causa presentada para que Pedro de Quiros, corregidor de Pocona,
hiciese enviar al campo de Su Majestad que estaba con don Grauiel
Paniagua, teniente de capitán general que iba con la una parte del
dicho campo contra los indios chiriguanaes y contra los españoles
que estaban rebelados en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra,
atento que Diego de Rubira, persona que estaba obligado a llevar
y poner los bastimentos en Çabaypata, no había cumplido con la
dicha obligación, y el dicho campo padecía necesidad de los dichos
bastimentos y para que pudiese proseguir el dicho campo y hacer
el efeto a que Su Excelencia enviaba, dio este declarante la cédula
en esta [296 bis-v] causa presentada, para que por virtud de [e]lla
se diese aviamiento a los dichos bastimentos por importar tanto al
servicio de Su Majestad. Y esto declaró y firmó. Juan de Yturrieta.
Ante mí Luis de la Torre [e]scribano público.

[En el margen: Testimonio de cómo entregó el bizcocho a Çabay-


pata a los indios]
Pedro Ffernandez, [e]scribano nombrado por el muy magnifico
señor Pedro de Quiros de Auila visitador y corregidor de [e]ste dis-
trito de Pocona y Mizque por Su Excelencia, doy verdadera fe en
testimonio cómo hoy, martes a 31 de agosto de 1574 años, descargó
Juan de Mangas en este depósito de Çabaypata 110 cargas de bizco-
cho bueno y bien acondicionado, y los entregó a los indios que aquí

169
Isabelle Combès y Albert Meyers

estaban guardando todo lo demás; los cuales indios son tres de Po-
cona y uno de Mizque, y otro de Totora, y otro de Copavilque. Y los
de Pocona se llaman Pedro Cutira del ayllu de don Pedro Chirima,
y el otro Juan Maluri del ayllu de Cora, y el otro Pedro Tumpa del
ayllu de don Cristoual Chipana; y el de Mizque se llama Domingo
Chiata del ayllu de don Sebastian Cayanbi, y el de Copauilque se
llama Cristoual Hila del ayllu de don Diego Posllo. Y todos los di-
chos indios son testigos de cómo descargó Juan de Mangas 110 car-
gas de bizcocho, y los mismos indios que trajo consigo son testigos,
y se puso el biscocho en un apartamento del depósito. Y porque es
verdad que los entregó y lo puso en el dicho depósito, lo firmé de mi
nombre. [297] Que es fecho en esta fortaleza de Çabaypata hoy mar-
tes 31 de agosto de 1574 años. Pedro de Quiros. Pedro Fernandez.

[En el margen: La cédula del factor a Pedro de Quiros que haga


meter el bizcocho]
Digo yo, Juan de Yturrieta factor de Su Majestad, que por cuanto se
concertó con Diego de Rubira que hiciese en el valle de Cochabamba
para el proveimiento de la gente que va con don Grauiel Paniagua de
Loaysa, teniente general de Su Excelencia, y el dicho bizcocho está
en Totora o más adelante y es necesario que se ponga para el efeto
susodicho y para la buena expedición de la guerra que por mandado
del excelentísimo señor virrey de [e]stos reinos se hace contra los
chiriguanaes en las fortalezas de Çabaypata, y que para esto se to-
men carneros dondequiera que fueren hallados, que el flete que fuere
concertado por Pedro de Quiros, corregidor de aquellos partidos con
cédula suya y esta mía y testimonio de cómo se llevó la dicha comida
y se puso en la casa que está hecha para el dicho efecto en las dichas
fortalezas, lo pagaré a los dueños de los dichos carneros sin otro re-
caudo de alguno de la hacienda real. Que es fecho en la ciudad de La
Plata a 25 de julio de 1574 años. Juan de Yturrieta.

[En el margen: Corço ante Pedro de Quiros. Pide testimonio del


concierto del flete del bizcocho que hizo en él]
En el pueblo de Pocona, términos de la ciudad de La Plata, en 5
días del mes de septiembre de 1574 años, ante el muy magnífico se-

170
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

ñor Pedro de Quiros de Auila, visitador general y corregidor en este


partido de Pocona [297v] por Su Majestad, y por ante mí, Alonso
Tarifeño [e]scribano de visita, lo presentó el contenido.

Muy magnifico señor. Antonio Corço parezco ante Vuestra Mer-


ced y digo a Vuestra Merced: me tomé en nombre de Su Majestad
cierto ganado de la tierra para llevar cien cargas de bizcocho desde
el asiento de Tiraque hasta las fortalezas de Çabaypata, las cuales
fueron cien cargas concertadas a un peso y medio, como por el tes-
timonio que ante Vuestra Merced presento parece lo cual monta 150
pesos.
A Vuestra Merced pido y suplico mande se me de libramiento,
para que luego se me den a mí [o a] Juan de Mangas, que es él que
en el dicho ganado llevó el dicho bizcocho, sobre que pido justicia.
Antonio Corço.

Y presentado el dicho señor visitador mandó que se le de el re-


caudo que pide. Testigos Diego Ruiz y Geronimo de Frias. Ante mí
Alonso Tarifeño [e]scribano.

[En el margen: Quiros sacó el bizcocho del depósito para enviarlo


con Mangas]
Yo Diego Ruiz [e]scribano nombrado, doy fe y verdadero testi-
monio a todos los señores que la presente vieren, en cómo en 9
días del mes de agosto de 1574 años, tomó el muy magnífico señor
capitán Pedro de Quiros de Auila, visitador general y corregidor de
[e]ste partido por Su Majestad, llegó a una casa de paja que estaba
cerrada con un cerrojo con su llave, adonde estaba el bizcocho de
Su Majestad. Y para enviarlo a las fortalezas de Çaguaypata, tomó
unas tenazas y quitó los clavos de la dicha cerradura en presencia
de mí el escriuano y testigos aquí contenidos, y abrió la dicha puerta
y sacó el dicho bizcocho de [e]lla para [297 bis] entregarlo a Juan
de Mangas para que lo lleve a su cargo. Y de [e]llo doy fe, siendo
testigos Alonso del Valle y Hernando Montaño y Juan de Mangas
estantes en este dicho pueblo. Que [e]s fecho ut supra. Va testado las
contenidas. Diego Ruiz [e]scribano.

171
Isabelle Combès y Albert Meyers

[En el margen: ilegible]


En el asiento de Tiraque, términos y jurisdicción de la ciudad de
La Plata, en 7 días del mes de agosto de 1574 años, el muy magnífico
señor Pedro de Quiros de Auila, visitador general de [e]ste partido
y corregidor por Su Majestad, hizo parecer ante sí a Alonso Delgado
Pastrana y Alonso del Valle, de los cuales tomó y recibió juramento
segun forma de derecho, jurando por Dios y por la señal de la cruz
que hicieron con los dedos de su mano derecha, que declarasen qué
merecía de flete cada un carnero desde este asiento de Tiraque hasta
las fortalezas de Çabaypata, de cada un carnero, los cuales dijeron
que, so cargo del juramento que habían hecho, que merecían un
peso y medio de plata corriente cada un carnero. Y lo firmaron de
sus nombres. Alonso del Valle. Alonso Delgado Pastrana. Ante mí
Diego Ruiz [e]scribano.

Visto por el dicho señor visitador la dicha declaración y juramento


que habían hecho los dichos Alonso Delgado Pastrana y Alonso del
Valle, fletó el bizcocho de Su Majestad a Juan de Mangas a peso y
medio de plata corriente, para que lo lleve a las dichas fortalezas
de [297 bis-v] la dicha Çabaypata, para dejarlo en un depósito que
allí está hecho, y trayendo un testimonio de cómo lo dejaba en el
dicho buhío de Çabaypata, y que traído el dicho testimonio de cómo
así lo dejaba, le dará libramiento para que los oficiales reales se lo
paguen. Y lo firmó de su nombre. Testigos los dichos. Ante mí Pedro
de Quiros. Ante mí Diego Ruiz.

[En el margen: Entrego del bizcocho que hizo Pedro de Quiros a


Juan de Mangas]
En el dicho asiento de Tiraque en 9 días del mes de agosto del dicho
año, el muy magnífico señor Pedro de Quiros de Auila, visitador ge-
neral y corregidor de [e]ste partido por Su Majestad, y en presencia
de mí Diego Ruiz [e]scribano nombrado y de los testigos aquí conte-
nidos, entregó cien cargas de bizcocho y más hasta cinco o seis libras a
Juan de Mangas, para que la lleve en su ganado desde este asiento de
Tiraque hasta las fortalezas de Çabaypata. Y el dicho Juan de Mangas
se entregó de las dichas cien cargas y se obligó de llevarlas a las dichas

172
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

fortalezas de Çabaypata y de traer testimonio de escribano de cómo


las deja en las dichas fortalezas. Y porque no supo [e]scribir no firmó
y lo firmó por él un testigo. Que [e]s fecho ut supra, siendo testigos
Alonso del Valle y Hernando Montaño y Pedro de Pineda estantes en
este dicho pueblo, y el dicho señor visitador lo firmó de su nombre,
las cuales dichas cien cargas recibió bien acondicionadas. Pedro de
Quiros a ruego y por testigo del dicho Juan de Mangas. Pedro de
Pineda. Ante mí Diego Ruiz [e]scribano.

[298] En 13 días del mes de agosto de 1574 años, yo Diego Ruiz


escribano, fui al valle de Homana donde estaba el bizcocho de Su
Majestad y lo pesé con una romana, y lo entregué a Juan de Man-
gas: que fueron 334 arrobas, las cuales el dicho Juan de Mangas se
entregó de [e]llas en presencia de mí el escribano y testigos aquí
contenidos. Y porque el dicho Juan de Mangas dijo que no sabía
escribir, rogó a Françisco Gonçalez lo firme por él a su ruego. Que
es fecho en el dicho valle ut supra. Testigos que fueron presentes
a lo que dicho es: el dicho Françisco Gonzalez y Juan Gutierrez y
Françisco Congo [entre líneas: negro] a ruego y por testigo del dicho
Juan de Mangas, Françisco Gonçalez. Ante mí Diego Ruiz escribano.
Pedro de Quiros. Y yo Alonso Tarifeño [e]scribano de visita a todo lo
que dicho es en aquello que de mí se hace mención presente fui y lo
[e]scribí según que ante mí pasó, y por ende hice aquí esta mi firma
a tal en testimonio de verdad. Alonso Tarifeño [e]scribano.

[En el margen: Declaración de Pedro de Quiros de Auila presen-


tado por testigo]
En la villa imperial de Potosí [a] 18 días del mes de marzo de 1575
años ante mí, el dicho [e]scribano público, el dicho Juan de Samaniego
presentó por testigo a Pedro de Quiros de Auila contenido en el pe-
dimento, del cual fue tomado y recibido juramento por Dios Nuestro
Señor y por Santa Maria su madre y por una señal de cruz que hizo
con los dedos de su [298v] propia mano derecha que diría verdad de
lo que supiese y le fuese preguntado, y dijo ‘sí, juro’ y ‘amen’.
Preguntado por el tenor del dicho pedimento, dijo que es verdad
todo lo contenido en el pedimento y autos, porque esta [sic: éste]

173
Isabelle Combès y Albert Meyers

que declara de [que] se rajó la casa adonde Diego de Rubira tenía


el dicho bizcocho y fletó los carneros y puso las personas para que
declarasen lo que merecía de flete desde el asiento de Tiraque hasta
la fortaleza de Çabaypata, y juraron conforme a derecho acerca de
[e]llo, donde lo mandó poner por mandado del licenciado Polo por
comisión que tenía de Su Excelencia, y así mandó éste que declara
a Diego Ruiz fuese a pesar el dicho bizcocho, y le nombró por escri-
bano para ello como parece por los recaudos; y se pesó y entregó a
Juan de Mangas para que lo llevase a la dicha fortaleza, y éste que
declara nombró a Pedro Fernandez por escribano para que fuese
con el dicho Juan de Mangas con el dicho bizcocho y lo pusiesen en
las dichas fortalezas, y así lo puso como después éste que declara se
informó del dicho Pedro Fernandez y de los indios que estaban en
guarda del dicho bizcocho, porque este testigo mudaba a los indios
que lo guardaban porque habían firmado algunos de [e]llos. Y que
esta es la verdad para el juramento que hizo, y lo firmó y dijo ser de
edad de 45 años poco más o menos, y que todo lo que dicho tiene
es verdad y lo sabe [298 bis] por ser corregidor del dicho partido.
Pedro de Quiros. Ante mí Luis de la Torre [e]scribano.

[En el margen: Otra declaración del Pedro de Quiros]


En Potosi [a] 19 días del mes de marzo de 1575 años ante mí el
dicho escribano, pareció presente Pedro de Quiros de Auila, el cual
juró en forma y lo hizo bien y cumplidamente y dijo: que so cargo
del juramento que tiene hecho, que los carneros contenidos en esta
causa eran de Antonio Corço y se le deben los fletes de [e]llos, y este
testigo lo tomó para el efecto que tiene dicho en su declaración y lo
firmó, y que es la verdad. Pedro de Quiros. Ante mí Luis de la Torre
[e]scribano público.

En Potosí a 26 días del mes de marzo de 1575 años, para la dicha


información el dicho Antonio Corço presentó por testigo a Pedro de
Quiros el mozo, del cual fue tomado y recibido juramento en forma
debida de derecho por Dios y por Santa Maria y por una señal de
cruz en que puso su mano derecha, y dijo ‘sí, juro’ y ‘amen’.

174
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

Preguntado por el pedimento presentado por el dicho Antonio


Corço, dijo que sabe y es verdad que, por una provisión de Su Exce-
lencia que tenía Pedro de Quiros de Auila, corregidor del partido de
Pocona y Mizque, y por una comisión del factor Juan de Yturrieta
proveedor del campo de Su Majestad para que pudiese tomar car-
neros y comida y otra cosa para la jornada de los chiriguanaes. Y
por virtud de las dichas comisiones vio este testigo que el dicho [298
bis-v] Pedro de Quiros de Auila tomó en el asiento de Tiraque al
dicho Antonio Corço 80 carneros de la tierra poco más o menos, los
cuales le tomó para que se llevasen [así] el bizcocho a las fortalezas
de Çabaypata donde estaba el bastimento del general don Grauiel
Paniagua. Y el dicho Antonio Corço llevó los dichos 80 carneros car-
gados a Çabaypata y Juan de Mangas en su nombre, y en ello tardó
un mes poco más o menos, y el dicho visitador Pedro de Quiros
hizo diligencia para ver si el dicho Juan de Mangas en nombre del
dicho Antonio Corço ponía el dicho bizcocho en las dichas fortale-
zas como le era mandado, y envió un hombre de recaudo con él, el
cual trajo fe que llevó el dicho bizcocho a las dichas fortalezas. Y
sabe y es verdad que se le debe al dicho Antonio Corço los fletes
de los carneros de la lleva del dicho bizcocho y sabe que [e]l dicho
ganado era del dicho Antonio Corço y lo trajo de Chuquiabo para
sus granjerías. Y en lo demás contenido en su pedimento, se remite
al concierto que el dicho Pedro de Quiros de Auila hizo con el dicho
Antonio Corço sobre el flete del dicho ganado. Y esta es la verdad y
lo que sabe del susodicho para el juramento que hizo, y lo firmó de
su nombre, y que es de edad de 23 años y no le tocan las generales.
Pedro de Quiros. Ante mí Luis de la Torre [e]scribano público.

[En el margen: Auto del señor Recald.]


En la villa imperial de Potosi del Piru a 6 días del mes de abril de
15[299]75 años, en presencia de mí el escribano público, el ilustre
señor licenciado Recalde del consejo de Su Majestad y juez de co-
misión en esta causa, habiendo visto lo pedido por el dicho Antonio
Corço y los testimonios y recaudos por su parte presentados, y la
información por su parte dada, dijo que declaraba y declaró deberse
al dicho Antonio Corço y a Juan de Mangas y a cualquier[a] de [e]

175
Isabelle Combès y Albert Meyers

llos el flete de cien cargas de bizcocho desde el asiento de Tiraque


hasta las fortalezas de Çabaypata, a peso y medio corriente cada
carga; y que el factor Juan de Yturrieta dé y pague los dichos fletes,
que montan 150 pesos corrientes a los dichos Antonio Corço y Juan
de Mangas y a cualquier[a] de [e]llos de cualesquier pesos que estén
a su cargo y poder para la paga de los gastos de la guerra que Su
Excelencia hizo contra los chiriguanaes. Y así lo proveyó y mandó
y lo firmó. El licenciado Recalde. Ante mí Luis de la Torre escribano
público.

El factor Juan de Yturrieta dice que se cuenta esté cerrada y Su


Excelencia tiene mandado que las libranzas y provisiones que se
hubieren de hacer de lo que se debiere de resultas de la guerra, que
se hagan para que los paguen los oficiales reales. Juan de Yturrieta.

Y en cumplimiento de la dicha provisión de Su Excelencia y li-


bramiento de los oficiales reales, probanzas y autos y los demás
recados [sic: recaudos] [299v] de suso declarados, se sacaron de la
caja de tres llaves los dichos 150 pesos de la dicha plata corriente,
los cuales se dieron al dicho Antonio Corço y por él al dicho Rodrigo
de [E]scobar, por virtud de su poder, la cual dicha carta de pago el
dicho tesorero exhibió juntamente con el dicho poder provisión de
Su Excelencia, libramiento de los dichos oficales reales con todos
los demás autos y recaudos arriba trasladados y declarados, todo
originalmente, por los cuales se le reciben y pasan en cuenta al dicho
tesorero Diego Brauo los dichos 150 pesos de la dicha plata corrien-
te. Y la dicha partida está asentada en el libro de libranzas a fojas 58
y la dicha carta de pago que el dicho Rodrigo de [E]scobar dio en
el dicho nombre pasó ante el dicho Françisco Martinez en la dicha
contaduría [e]scribano de haciendas reales, en el dicho día 14 dias
del mes de julio del dicho año de 1575 años.

[En el margen derecho:


Corrientes
CL pesos]

176
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS

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ABNB Archivo Nacional de Bolivia, Sucre


EC Expedientes Coloniales
EP Escrituras Públicas
MI Ministerio del Interior
Rück Colección de manuscritos Rück
VV Vicuñas y Vascongados

ADI Archivo del Duque Infante Montesclaros (Madrid)

AFT Archivo Franciscano de Tarija


M Misiones entre infieles

AGI Archivo General de Indias, Sevilla


Charcas Audiencia de Charcas
Contaduría Contaduría
Lima Audiencia de Lima
Pasajeros Pasajeros a Indias
Pat. Patronato

AHM Archivo Histórico Municipal, Cochabamba

ARSI Archivum Romanum Societati Iesu, Roma


Peruana Provincia jesuítica del Perú

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191
Este libro
se terminó de imprimir en
el mes de febrero de 2018 en los
talleres gráficos de Imprenta Imago Mundi
Santa Cruz de la Sierra
Bolivia

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