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SAMAIPATA EN CONTEXTO:
ESTUDIOS HISTÓRICOS
Introducción ............................................................................................. 2
La Relación Cierta de Alcaya(ga) ............................................................ 5
Acerca de la crónica ............................................................................. 6
La Relación de Diego Felipe de Alcaya ............................................ 17
Estudios históricos ................................................................................ 27
Samaipata y las rutas prehispánicas del metal .............................. 28
Grigotá y Vitupue. En los albores de la
historia chiriguana (1559-1564) ........................................................ 48
Saypurú: el misterio de la mina perdida, del
Inca chiriguano y del dios mestizo.................................................. 61
El “Fuerte de Sabaypata” durante la guerra toledana contra
los chiriguanos. Un documento sobre su abastecimiento
y los indios auxiliares, 1574-75......................................................... 85
Siglas de archivos .................................................................................. 97
Bibliografía ............................................................................................. 97
Lista de mapas:
1. Ubicación del Fuerte de Samaipata
2. Ubicación aproximada de los grupos indígenas del río Guapay
hasta el Pantanal en el siglo XVI y rutas del metal
3. Samaipata, Saypurú y alrededores - siglo XVI
Introducción
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EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
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Isabelle Combès y Albert Meyers
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PRIMERA PARTE:
La Relación Cierta de Alcaya(ga)
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Acerca de la crónica
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Isabelle Combès y Albert Meyers
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Cuatro de los diez testimonios del mismo expediente hacen una cla-
ra referencia al relato de Alcayaga. Vasco de Solís nota los caminos
muy anchos y limpios, lo cual “conforma con lo que dice Alcayaga
en su relación”; Gregorio Jiménez también menciona “la relación
de don Martín”; Bartolomé de Heredia afirma haber visto “una
relación que hizo Martín Sánchez de Arcayaga [sic], vecino de esta
gobernación”; en cuanto a Lorenzo Caballero, hace decir a Gonzalo
Solís de Holguín, gobernador de Santa Cruz, que él como “todos los
gobernadores y capitanes que han intentado este descubrimiento”
fueron “guiados por una relación que don Carlos Ynga dio a Martín
Sánchez de Alcayaga”9. Lo más probable es que el mismo Solís de
Holguín poseía la Relación o una copia de ella, que figuraba entre los
“papeles” entregados en su lecho de muerte al P. Navarro.
A inicios del siglo XVII, varias capitulaciones presentadas para
la conquista de la Cordillera chiriguana proponen (re)descubrir el
“cerro rico” de Saypurú, y muy probablemente lo hacen también
sobre la base de la Relación Cierta, único documento en mencionar
este sitio10. Es incluso posible que este relato haya estado conocido
a los más altos niveles. De hecho, el 22 de agosto de 1573, el rey
Felipe II promulgó una cédula real reservando las entradas a Mojos
a los vecinos de Santa Cruz11. La justificación oficial es la siguien-
te: “porque los vecinos de Santa Cruz sustentan aquella provincia
con esperanza de que han de poblar dicha provincia de los Mojos
que está junto a ella, y dándose a alguna el descubrimiento de ella,
desampararían la dicha provincia de Santa Cruz”. Sin embargo,
tomando en cuenta la fecha de la cédula, que coincide con la rebe-
lión de Diego de Mendoza en Santa Cruz, la decisión real no puede
dejar de sorprender –los cruceños no eran, pues, los más confiables
entre los vasallos de la corona. Felipe II indica que “ahora somos
informados” de la conveniencia de dar esta exclusividad a Santa
9 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 28v (Vasco de Solís), 16 (Gregorio
Jiménez); 20-20v (Bartolomé de Heredia) y 25v (Lorenzo Caballero).
10 La “capitulación de Pedro López de Zavala” (1602) habla, por ejemplo, del
posible descubrimiento de “las minas del cerro de Saipuru de cuya riqueza
se tiene gran noticia” (en Mujía 1914 t. 3: 60). Ver García Recio 1988: 76.
11 Publicada por Maurtua 1906, t.9: 72-73, y Mujía 1914, t. 1: 174-175.
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Datación
El título de la Relación Cierta indica claramente que la versión de la
cual disponemos, de autoría del padre Diego Felipe de Alcaya (pero
que no lleva su firma), fue en realidad “sacada de la que el capitán
Martín Sánchez de Alcayaga, su padre, dejó hecha”. Tenemos en-
tonces la certeza que existió una versión anterior de este texto; de
hecho, a esta versión se refieren los testigos de 1636 que citamos en el
anterior acápite: mientras todos conocen el texto de Martín Sánchez,
ninguno menciona a Alcaya. Surgen entonces varias preguntas a las
cuales intentaremos responder en los acápites que siguen:
- ¿Cuál fue la fecha de la primera versión de Alcayaga?
- ¿Cuáles fueron sus fuentes?
- ¿Qué cambios pudieron existir entre el texto original y la versión
que conocemos?
- ¿Quiénes hicieron estos cambios, cuándo, y por qué?
Empecemos con la única versión a nuestra disposición. Su título
indica que el documento fue enviado “a su excelencia el señor Mar-
qués de Montes Claros, virrey de estos reinos”. Mendoza y Luna,
marqués de Montesclaros, fue virrey del Perú entre 1607 y 1615.
Apoyándose sobre este dato, Sanabria propuso el año 1605 como
fecha aproximada de redacción de la relación (1961: 39-40), hipó-
tesis que fue retomada por Thierry Saignes y adoptada por Martti
Pärssinen12. Saignes agrega un argumento más para suponer una re-
dacción hacia 1605: nota que la Relación hace mención de la entrega
al cabildo de San Lorenzo, por parte de Lorenzo Suárez de Figueroa,
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23 Sanabria 1961: 83; ver los testimonios publicados por Barriga (1949).
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Para concluir
Sólo una observación para concluir estas páginas. Si bien la Relación
Cierta de Alcaya dedica sendas páginas a Samaipata y a las minas
incas de Saypurú, los testimonios recogidos en 1635 no mencionan
estos sitios: los ojos y las esperanzas están clavados en moxos, los
toros, o los paresis cercanos.
Como se verá en uno de los artículos que siguen, existió en tiempos
del virrey Toledo, en 1573-1574, una verdadera colusión entre los
mestizos paraguayos de la primera Santa Cruz y los de la Cordillera
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La Relación de Diego Felipe de Alcaya34
34 AGI Charcas 21, ramo 1, No 11, bloque 7: 1-10. Hemos modernizado la orto-
grafía para una lectura más ágil, a excepción de los nombres de personas y
lugares, y de las palabras en idiomas indígenas.
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primero y luego todos sus pueblos. Allí se [2] juntaron los caciques
Goligoli, Tendi, y Vitupue, todos principales que estaban sujetos al
gran Grigota, y con sus parcialidades que pusieron de 50.000 indios
dieron la obediencia al nuevo rey Guacane. Y con este aplauso y di-
choso suceso, se dispuso al descubrimiento de metales, y volvió a las
faldas de la cordillera adonde halló el memorado cerro de Çaypuru,
vocablo corrupto que en lengua del Inca se llama Aypurum, que quie-
re decir “aquel despoblado”, por cuyas faldas asimismo labró mucho
oro que de ellos sacó algunos años; haciendo otro fuerte en la vega de
un valle largo y no muy ancho llamado Guanaco pampa, que quiere
decir en su lengua “llanura de guanacos”, porque halló en este valle
infinitos guanacos, carneros de la tierra que no están domésticos. Y
allí puso algunos indios labradores de los llanos, dejando mil indios
de este reino para labrar el oro, y en el de plata dejó la gente necesaria
para labrar la plata, que es cosa muy conocida y cierta. Es de gran
consideración y rico aquel gran cerro.
Y con la ambición de gozar del nuevo título de Rey de los llanos,
hizo chasqui al rey Inca del Cuzco a dar cuenta de su buena suerte,
enviándole ciertos tejos de plata y en un calabazo cantidad de pepi-
tas de oro, pidiéndole por merced le confirmase el título que le había
prometido y que le enviase a su hermano Condori dándole título
de capitán del cerro de Chaypurum [sic], de que le hacía servicio
para su corona por caer fuera de su conquista, como es verdad que
el cerro está de esta nuestra parte y la labor del oro cae ya en los
llanos. Lo cual visto por el Inca, lo hizo cumplidamente y le envió
a Condori con 5.000 indios para que sustentasen aquellas minas,
donde las labró muchos años, que no se puede esconder cosa por
las muestras que hay de las casas de pedrería que tienen por todas
las faldas de este cerro, que hay más de veinte pueblos y ranchería
fundada, donde se hallan barretas de a tres palmos de cobre, y esto
muy de ordinario se ha visto.
Y habiendo dividido su reino, al rey Guacane le cupo la fortaleza
de Cauaypatta para hacer en ella cabeza de su reino, y los demás
valles arriba referidos, dio al del Cuzco, el cual puso luego [2v] sus
capitanes con cargo de que acudiesen con el bastimento de todas
comidas a los mineros del cerro de Chaypurum. Y Guacane salió a
dar orden en su fortaleza, y envió por sus concubinas a la ciudad
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que con una teja se pasa a la otra parte, donde tiene puesto este
gran señor por sello y señal de que comienza desde allí su reino
un carnero de piedra. Y subió después de haber pasado toda su
gente la cordillera, que tiene poco menos de legua, pensando que
como tenía la subida tendría la bajada. Y puesto en lo alto se sabe
que es toda en igual alteza de extremado temple; la más es rasa;
hay muchas islas en estos llanos de árboles frutales. Hay morales y
robredales, arboleda de España, muchos arroyos de alegres aguas
donde halló innumerables provincias de diferentes naciones, gente
limpia, que tienen sus ciudades cercadas de unos higuerones que
dan higos blancos, y los caminos limpios de a quince pies de ancho,
gente vestida de algodón y labradora. Y sin ninguna [6] dificultad
ni tomar armas, recibieron a este dichoso rey y lo reconocieron por
señor hasta hoy, que al juicio de los pilotos tiene este reino más de
1.000 leguas de longitud y 400 de ancho. Y considerando la dispo-
sición de la tierra, pobló a las espaldas del cerro llamado Paytiti,
donde dicen los naturales guarinis que han entrado después acá a
ver a este potente señor, que en este cerro se halla en partes plata
corrida y de allí sacan su metal y la acrisolan y funden, y sacan la
plata limpia. Y así como acá fue cabeza de este reino el Cuzco, lo es
ahora en aquel grandioso reino el Paytitti llamado Mojos.
Y después que dio asiento a las cosas tocantes a la nueva ciudad,
que es la mayor que acá tuvo el Inca, porque este dichoso rey no
desmembró su gente sino siempre la tuvo en un cuerpo, y asegu-
rado su reino aquel que primero sujetó lo mejor que pudo, mudan-
do unos de una parte a otra, despachó a su hijo Guaynaapoc, que
quiere decir en su lengua “rey chico o rey mozo”, al Cuzco a que
diese cuenta de la conquista que su padre había hecho a su tío el
Inca. Y no le envió plata ni oro ni cosa que oliese a estima, por que
no le quitase lo que tanto sudor y fatiga le había costado. Antes le
mandó y encargó el secreto de la tierra rica, diciéndole que si quería
ser señor de lo que había visto, que sólo dijese al Inca que no se
había hallado más de aquel cerro de plomo que es el Paytiti, que titi
en su lengua es el plomo y pay “aquel”. Y lo mismo encargó a 500
indios que le dio de los suyos para que le fuesen sirviendo hasta
el Cuzco, y les mandó que trajesen sus mujeres e hijos, y las tías y
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Tiene este gran señor grandes provincias sujetas, las cuales le sir-
ven con amor por ser la nación dócil y de lealtad. Posee grandes
tesoros, y lo que saca lo tiene en unas casas a modo de templos, con
buena guarda. Visita sus ídolos, el cual cada mes por la menguante
de luna ofrece un niño de dos años que él propio lo degüella, y la
sangre del inocente la guarda; y mata asimismo un carnero de la
tierra, el más [7] hermoso, y le sacan la grasa, la cual misturada con
la sangre del inocente, derritiéndola, y él por sus manos asperja
primero al sol por donde sale y luego adonde se pone, y luego así
y después a los circunstantes. No se hallan mujeres a este sacrificio,
sino sus capitanes y caciques de aquella tierra, naturales de ella,
para que aprendan a hacer lo mismo. Y esto hace en una plazuela no
muy grande que tiene dedicada fuera de su ciudad, con una muralla
que por dentro da a los pechos y por de fuera es de dos estados,
que la tiene hecha a posta. Tiene dos altares de piedra en el medio
de esta plazuela, que es hecha en cuadro. El un altar sirve para de-
gollar criaturas, y el otro para los animales. Y desde un extremo de
la plazuela, sale una calzada como calle de la misma manera que la
plaza, hasta el pecho sus paredes fortísimas y por de fuera de dos
estados y algo más, de manera que ellos ven a los que están fuera
y lo divisan todo. La calzada es de diez brazas de ancho y de largo
veinte, y sale a otra plaza casi como la de la ciudad del Cuzco donde
está un templo grandioso y muy grande, que da temor entrar en él
porque hay tantos púlpitos de una parte y otra, puestos y arrimados
a los lados del templo, que es cosa de maravilla considerar cuán
sujetos los tiene el demonio con esta diabólica orden. Los púlpitos
son hasta la cinta a modo de una caja de guerra, redondos y gruesos
que un hombre no los puede abarcar, y encima su ídolo de plomo y
estaño. Esto es de los caciques y de la gente noble, y los de la gente
ordinaria son de palo todos pequeños. Unos son figura de monos y
otros de leones y otros de culebras, sapos, pájaros y otros animales,
de manera que no hay otra cosa criada en el siglo o figura de aves y
animales que produce y cría aquella tierra que no la tengan puesta
en aquel templo. Y a lo último ya cerca de la pared, antes de llegar a
ella como dos brazas, está un grandioso altar que tiene en redondo
seis peañas o gradas alrededor del altar hasta lo alto de él, de piedra
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Tiene repartidas las provincias a sus hijos este rey primero que
ya murió, y quedó Guaynaapoc el rey chico, que también se habrá
muerto.
Sabida esta riqueza por los vecinos del Cuzco, el capitán Perançu-
les [sic: Peranzures] entró con 120 hombres bien apercebidos por los
mismos pasos de este Inca. Y llegado que llegó a los llanos y se vio
[8] sobre un río caudaloso, y le dijeron que por allí navegó en canoas
el Inca. Dijo que no podía ser y que no había pasado el Inca de allí,
y se volvió diciendo que este rey se había quedado en las faldas de
la cordillera y que estaba con los Chunchos, donde los primeros de
ellos los desbarataron y mataron. Y el capitán y algunos soldados
salieron a la ciudad del Cuzco, que como bisoños se perdieron.
Y después entraron otros capitanes valerosos a esta misma noticia
por Vilcabamba, [a] espaldas del Cuzco, y se volvieron del mismo río.
Y entre ellos capituló con Su Majestad el capitán Maldonado, vecino
del Cuzco, de gastar su plata y hacienda en esta conquista del Paytiti,
con que le diese título de gobernador, todo lo cual se le otorgó. Y no
se ha hecho nada ni se puede hacer por el Cuzco, por las dificultades
que tengo dicho que pasan de 500 leguas y de arrebatados ríos. Y
otros han entrado a esta noticia por Camata, y no hacen sino engañar
a los señores virreyes; lo cual se ha de hacer por San Lorenzo de la
Barranca y de allí pasar el río Guapay y entrar a la ciudad de San
Francisco de Alfaro, y de allí, que es toda tierra alta, a dar a la puente
de criznejas que no hay 100 leguas de San Francisco de Alfaro.
En este medio llegó don Pedro de Mendoza al puerto de Buenos
Aires con 2.300 hombres de armada, la flor y nobleza de España.
El cual, como poco experimentado en guerras y descubrimientos,
hizo alto en el mismo puerto, donde se le murieron de hambre 1.500
hombres; y él, apurado de la vergüenza, una noche apercibió doce
amigos y un piloto, y se huyó a España. Y de hambre murieron los
cinco, y él, de comer de una perrilla salida que llevaban, murió de
corrimiento de humor que le causó la carne de la perrilla. Y los
demás llegaron a la presencia del emperador Carlos Quinto, y le
dieron cuenta del caso triste y relación de la tierra donde quedaba el
resto de aquella armada, y que los socorriese con lo necesario, y que
ellos volverían al descubrimiento.
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sabían ellos en su tierra. Y por las lunas que contaron, pareció haber
once años que mataron a estos dos Incas. Y sin mas dilación, tomó
300 hombres y se embarcó, y vino con 1.000 indios guarinis amigos,
y le subieron por el río de la Plata que baja de Potosí, y vinieron
por los mismos pasos que los indios guarinis. Y desembarcaron en
la provincia de los jarayes, y allí vieron muestras de plata y tuvieron
por cierta la noticia a que venían. Y con determinación de trasladar
la nueva ciudad que estaba poblada en la Asunción [9] y poblar en
los llanos, comunicándolo con los indios y ellos por verle fuera de
su tierra le dijeron que ellos también le irían sirviendo a los llanos,
donde tenían muchos parientes poblados. Y vueltos a la ciudad les
faltó comida, y desembarcaron en la provincia de los perauaçanes
que es larga para tomar comida, y allí los mataron a todos sin poder-
se escapar más de uno; el cual, con algunos indios amigos, se volvió
a la ciudad a dar cuenta del caso triste, y halló en ella al gobernador
Cabeza de Vaca que había llegado de España con 400 hombres, todos
nobles. Y sabida la noticia, sin más dilación tomó su gente y subió
cien leguas el río arriba de donde llegó Hernando [sic: Juan] de Ayo-
las, y desembarcó en la provincia de los piritaguaris. Y allí halló clara
noticia de Mango Ynga, que el río de Pilcomayo que baja de Potosí
entra a este río que baja al Paraná y se junta con éste de Potosí. Y por
este río subió Cabeza de Vaca, dejando él de Potosí mucho atrás. Y
como quisiese allí poblar, los soldados lo contradijeron y no querían
detenerse por aquella tierra, sino ir a ver los llanos donde se sabía de
cierto el cerro que Condori labró; y con esto se le amotinaron todos
y le prendieron, y se volvieron a la ciudad y lo enviaron a España.
Después de este suceso, la gente se juntó y todos a una eligieron
por su capitán a Domingo de Irala, el cual se dispuso al nuevo
descubrimiento de los llanos de Condori y Moxos. Y vino por el
[mismo] viaje que los guarinis, y llegó a los llanos de Grigotta con
350 hombres, dejando con los bergantines en el puerto de los jarayes
50 soldados.
Y habiendo pasado el río Guapay donde tenemos nuestras ciuda-
des de San Lorenzo y Santa Cruz, envió a un don Alonso Cayperu,
indio guarini refalsado y traidor, con 500 de su nación a hablar a
Grigota; el cual muy gozoso vino con buenos presentes de la tierra
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clave por cierto, que desde los últimos estribos andinos hasta el
Pantanal, en el actual oriente boliviano, asegura el tráfico de obje-
tos, gente y creencias entre Oeste y Este, y viceversa. Así como Irala
siguió las huellas indígenas, seguiré aquí a Irala y sus compañeros,
para intentar dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿cómo, de
quiénes y de dónde consiguen metal los pueblos del río de La Plata
y del Paraguay? ¿de qué clase de metal se trata, qué usos y qué valor
le dan los indígenas?
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Ayolas llegó, dicen las fuentes, hasta los pueblos de los chanés y
payzunos, y encontró ahí oro y plata. De regreso a La Candelaria,
junto con muchos chanés que llevaban su botín, Ayolas fue matado
por los indígenas payaguás del río Paraguay. Las informaciones que
tenemos sobre su viaje provienen todas de un único sobreviviente,
uno de los chanés o payzunos que lo acompañaban.
Yendo tanto en busca de Ayolas como de las rutas del metal, Do-
mingo de Irala salió en 1542 y 1543, remontando el río Paraguay
hasta el Pantanal. En enero de 1543, fundó en una laguna del Pan-
tanal el Puerto de los Reyes, que se convertirá, aunque por pocos
años, en la base de las expediciones españoles hacia el Oeste (“tierra
adentro”) y hacia el Norte (“laguna de los xarayes”). Este puerto
está ubicado por Sanabria Fernández (1974) en la laguna Gaiba,
mientras Catherine Julien prefiere situarlo más al Sur, en la laguna
Cáceres donde hoy se erigen las ciudades de Puerto Suárez en Boli-
via y Corumbá en Brasil (Julien sf).
Poco después, el nuevo gobernador de Asunción, Álvar Núñez
Cabeza de Vaca, remontó a su vez el río Paraguay hasta el Puerto de
los Reyes. De ahí, despachó a Francisco de Ribera “tierra adentro”,
en un viaje que duró 18 días entre ida y vuelta. Mandó también a
Hernando de Ribera y varios hombres (entre los cuales Schmidel)
más al Norte en el Pantanal, hasta los pueblos de los xarayes.
En 1548, otro viaje que merece toda nuestra atención fue el que
Irala realizó sobre las huellas de Juan de Ayolas, partiendo de La
Candelaria y cruzando todo el Chaco hasta llegar a las orillas del río
Grande o Guapay, aproximadamente a la altura de la actual ciudad
de Santa Cruz de la Sierra. Este viaje marcó un hito en las explora-
ciones asunceñas hacia el occidente: de hecho, a orillas del Guapay,
Irala encontró a los indígenas tamacocies. Schmidel comenta: “co-
menzaron a hablar en español con nosotros […] nos sobresaltamos
muy fuertemente por ello” (Schmidel 2008 [1567]: cap. XLVIII)… y
no era para menos. Los tamacocies ya conocían a los españoles, y
estaban “encomendados” al fundador de la ciudad de La Plata (hoy
Sucre), Pedro de Anzures: Irala comprendió que había llegado “al
Perú”; sus tan soñadas fuentes del metal no eran otras que Porco y
demás minas de Charcas, que ya tenían dueños españoles.
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río arriba de los guaxarapos, sobre la orilla oeste (chaqueña) del Pa-
raguay. Magoari empieza explicando que la primera “generación”
que vive río arriba de los guaxarapos son los guacamas. Luego,
Preguntado que, más arriba de los dichos guacamas, qué gene-
raciones hay, dijo que la banda de la mano izquierda que es del
oeste que hay muchas generaciones entre las sierras que pareíaan
y de lo que él tiene noticia, se llaman turubones y ayguas y cha-
nes y taycaçis y çeucoçis y turcoçis y guaracis y xarayes, y que
más arriba de estos, en la misma banda, hay de su generación de
carios (Irala 2008a [1543]: 2).
Sobre la cuestión del metal, Magoari sólo indica “que lo ha oído
decir que lo tienen los payçunos, e que lo oyó a un turubone que
lo mataron estos guaxarapos con quien él está”. El siguiente entre-
vistado es Çurubay, otro guaraní prisionero de los guaxarapos y
originario de la tierra de Itatín:
Preguntado si sabe o ha oído decir qué generación tiene el dicho
metal, dijo que no sabe más que las generaciones de los goaca-
mas y turubones y xacosy y garindi y guetari y oadyis y oape y
suacheagui y oetari y asua y uaga y ahuagu y temesesy e sycosy
y decoxi tienen algunas planchas, y que estas generaciones están
de la banda del río y de la otra, pero los que más tienen son ay-
guas […] preguntado que quién les da el dicho metal, dijo que
ha oído decir que una generación que se llama huytig de la tierra
adentro, y que ellos lo han de mano en mano de los payçunos
(Irala 2008a [1543]: 4).
La información, cómo vemos, es algo más detallada: descubrimos
los nombres de algunos de los grupos que poseen objetos de metal,
y aprendemos de quiénes y de dónde lo consiguen: de los huytig
de “la tierra adentro”, es decir del occidente. Por segunda vez se
menciona también a los payçunos o payzunos, como un pueblo ac-
tivo en el comercio del metal. El mismo Çurubay indica además que
Juan de Ayolas, quien viajó “tierra adentro” en 1537, había llegado
hasta la tierra de los payçunos, “trayendo mucho metal” de regreso
al Paraguay (Irala 2008a [1543]: 5).
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Más allá pero siempre en territorio guaxarapo, Irala hace las mis-
mas preguntas a otro informante de habla guaraní, Vramo, origina-
rio de Garabatatibi:
Preguntado si sabe que las dichas generaciones tienen oro o plata,
dio que no sabe más de que la generación que se llama xaquides
y xacota y chanes y quigoaracoçi y yriacoxi y xabacoxi y deycoxi
y turucoxi y guarhagui tienen algunas planchas. Preguntado si
sabe quién les da las dichas planchas, dijo que las generaciones
que llaman gueno y xaraye ymore. Preguntado donde están las
dichas generaciones, dijo que el río arriba (Irala 2008a [1543]: 6).
Vramo proporciona aun más informaciones: explica que los guaxa-
rapos, si bien son amigos de los xarayes, gueno e ymore, no tienen
metal “porque los xaquides están en medio que son sus enemigos
y los flechan” (Irala 2008a [1543]: 6). Agrega luego otra información
importante:
Preguntado si sabe qué generaciones son los señores verdaderos
del metal, dijo que no sabe más de que ha oído decir que son los
chanes y payçunos y carcaras y que éstos son los que tienen el
metal blanco […] y estando hablando vio al bachiller Martin de
Armença que estaba presente a lo susodicho una sortija que tenía
en la mano, y sin le decir nada dijo que los tagoayonos son los
señores verdaderos del metal amarillo como aquello (Irala 2008a
[1543]: 6).
Algunos días después, en el Puerto de los Reyes, Irala entrevista a
un “principal” (jefe) chané, llamado Cheroçe o Cheroçi, originario
de la “tierra adentro”, posiblemente de los alrededores de la pri-
mera Santa Cruz de la Sierra43. Cheroçi habla primero de “una gran
junta” de los guaraníes de Itatín que se hizo en tiempos pasados,
“antes que Garçia viniese del Brasil […] para ir a buscar el metal”
(Irala 2008a [1543]: 7). Estos guaraníes, al volver al Paraguay, habían
llevado a Cheroçi y sus compañeros como esclavos. Luego, el mis-
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54 Meyers y Combès (eds.) 2015. Sobre Parabanocito, ver los artículos corres-
pondientes en este volumen.
55 Sobre los tamacocies, ver Combès e Hirtzel 2007.
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56 Relación general 2008 [1560]: 60; Memoria y resolución 2008 [1560]: 54. Xagua-
gua podría ser identificado sea con Samaipata, sea con La Fortaleza en Pa-
rabanocito.
57 Relación Cierta 1636: 8v.
58 Retomé esta sugerencia en varios artículos, en particular en Combès 2011.
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62 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LXVII; Irala 2008a [1543]: 7.
63 Irala 2008a [1543]: 2, 4; Núñez Cabeza de Vaca 1941 [1543]: 335. Es poco pro-
bable que los xaquides sean los mismos que los xaques o xaquetes de Puerto
de los Reyes citados por Cabeza de Vaca (1944 [1555]: cap. LIII, LXXI) y Pero
Hernández (1545), pues Irala señala que los xaquides eran enemigos de los
guaxarapos (Irala 2008a [1543]: 6), mientras Cabeza de Vaca y Pero Hernán-
dez hablan por el contrario de una alianza entre los xaquetes y los mismos
guaxarapos, en contra de los españoles.
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65 Relación general 2008 [1560]: 60-61; Resolución de los casos 2008 [1561]: 110, 112.
66 Irala 2008a [1543]: 5; Relación del río de La Plata 2008 [1545]: 35; Schmidel 2008
[1567]: cap. XLVI.
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67 Este testimonio muestra que Juan de Ayolas llegó hasta los pueblos chanés
que se encontraban muy cerca de la frontera del país del metal. Si Ayo-
las llegó hasta los pueblos chanés del Guapay, con toda probabilidad los
“carcaraes” que salieron de guerra eran en realidad los ocupantes incas (los
“candires”) del fuerte de Samaipata. Si llegó más al Sur, donde los chanés
del Parapetí, es posible que estos “carcaraes” hayan sido los que explota-
ban, según el testimonio de Alcaya, el “cerro rico” de Caypurum, es decir
Saypurú en la actual provincia Cordillera (ver el artículo correspondiente
en este volumen). Como en el testimonio ya citado de Calvete de Estrella,
al parecer, los españoles solían confundir carcaraes y candires, ambos “se-
ñores del metal”. Esta confusión no es de extrañar, sobre todo si admitimos,
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68 Relación general 2008 [1560]: 59-60. En todo caso, estos nombres designan a
la vez a unos jefes o caciques y a su grupo de gente.
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Robos y tributos
Sin necesidad de viajar o comerciar, el metal también se puede
robar. Es lo que hicieron por ejemplo los payaguás con las cargas de
Ayolas antes de matarlo. También vimos que otra etnia, los guaxa-
rapos, estaba excluida del comercio del metal por sus enemigos los
xaquides: sin embargo, al menos un testimonio nos afirma que los
guaxarapos solían robar a los itatines el metal hurtado a los candires
(Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LX).
Finalmente, existe otro medio, empleado por los chiriguanaes de
la Cordillera. Sabido es que los chiriguanaes de esta zona tenían
como “vasallos” a diferentes pueblos, en particular –pero no única-
mente– a los chanés. A estos pueblos, los chiriguanaes hacían pagar
tributos (ver por ejemplo Blas 1914 [1585]). Entre esos tributos podía
figurar el metal, pues un documento de 1571 indica que los chichas
entregaban “hijos y mujeres y ropa y plata” a los chiriguanaes (In-
formación de los chiriguanaes 2008 [1571]: 229).
72 Relación de los servicios de Ñuflo de Chaves y Álvaro de Chaves 2008 [1589]: 253,
269.
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73 Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LIV; Schmidel 1993 [1567]: cap.
XXXIV.
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Palabras finales
Las líneas que anteceden sólo constituyen una compilación de datos
para una primera aproximación sobre el tema del metal entre los
pueblos indígenas de los llanos y del río Paraguay en la época pre-
hispánica. Muchas incógnitas quedan por cierto sin resolver, y sólo
quisiera presentar algunas reflexiones para concluir.
La primera es bastante evidente: una vez más, y en consonancia
con una multitud de estudios recientes, la barrera puesta en los
estudios y las mentalidades entre Andes y tierras bajas se revela,
más que permeable, inexistente. Samaipata, Parabanocito y el río
Guapay marcaban el límite efectivo de la presencia del Inca hacia
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Notas
Las ubicaciones de Puerto de los Reyes son las de Sanabria Fernández (1974) y
Julien (sf).
Zonas
Alto Paraguay y Sur del Pantanal
- “río arriba de los guaxarapos”, sin más indicaciones: ahuagu, asua, coci,
chemerono, decoxi, garindi, goacamas, guarhagui, guaychano, gueno, gueta-
ri, oadyis, oape, oetari, suacheagui, temesesy, uaga, xabacoxi, xacota, ymore,
yriacoxi.
- “río arriba de los guaxarapos” en la orilla oeste del Paraguay: ayguas, cario de
Garabatatibi, turubones, turucoxi, xaquides.
- Puerto de los Reyes: cacoci-chaneses, quigoaracoçi, sycosy, xacosy.
Pantanal, laguna de los xarayes
Etones, ortueses (ambos al Noroeste de los xarayes), xarayes.
Entre Puerto de los Reyes y Santa Cruz la Vieja
Itapua, tarapecoci.
Santa Cruz la Vieja
Chaneses, gorgotoqui, panecoci, tipeono, vracoçi.
Entre Santa Cruz la Vieja y el río Guapay
Payzunos, çimeonos, çurumanos.
Río Guapay y llanos de los tamacoci o de Grigotá
Chaneses, tacuanbucu, tamacoci.
Chaco, de La Candelaria a las salinas
Chaneses, mbaya, payzunos (al Sureste de las salinas).
Noreste de Santa Cruz la Vieja, Noroeste de los xarayes
Bambaguasu, itatines, jamarecoci, payzunos (?), pitaguari, “chiriguanaes”
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Isabelle Combès81
La amenaza chiriguana
“Antropófagos y carniceros, ingratísimos y bestiales, viciosos y abo-
minables, impíos, crueles y sediciosos, falsos y mentirosos, de poca
constancia y lealtad” y, en suma, “amigos de la guerra y enemigos
de la paz”82, los indígenas chiriguanaes del piedemonte sur andino
en la actual Bolivia representaron una constante amenaza para la
Audiencia de Charcas, al punto de que el rey mismo de España les
declaró oficialmente la guerra en 1574. Todo parece mostrar que la
amenaza chiriguana no era nueva, y que los incas también la en-
frentaron: entre el río Guapay o Grande al Norte y el Pilcomayo al
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85 Garcilaso de la Vega 1990 [1609]: libro 7, cap. XVII; Saignes 2007: 47; Langer
2010.
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91 Relación Verdadera 2008 [1571]: 213; AGI Pat 235 r. 8; Mujía 1914 t. 2: 422.
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92 Como se vio en el artículo anterior, las fechas del viaje de Alejo García fue-
ron recientemente establecidas por Julien (2005).
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Grigotá y Vitupue
Una primera información nos es provista por Domingo de Irala
cuando, en 1543, remonta el río Paraguay desde Asunción y en-
cuentra en una laguna del Pantanal (probablemente la actual laguna
La Gaiba) a varios chanés que le hablan en guaraní, y le nombran
al portugués García que había pasado por estas tierras pocos años
antes:
Preguntado que cómo hablaba guaraní y dónde conoció al di-
cho García, dijo que la causa porque hablaba guaraní era que en
tiempos pasados, antes que García viniese del Brasil a los dichos
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dice Alcaya, once años antes del viaje de Juan de Ayolas desde el
Paraguay hasta el occidente –vale decir, en 1526. De 8.000 guaraníes
que salieron, “5.000 de ellos vinieron para Grigota”:
Y allí se detuvieron un invierno, desde donde enviaban sus es-
pías a los llanos de Grigota, donde el rey Guacane sin ningún
cuidado se holgaba con los suyos como en su reino. Y mientras
el invierno hacía su curso, esta carnicera nación se ocupaba en
hacer grandes matanzas en estos desnudos naturales, comiendo
criaturas y gozando de sus mujeres como de las suyas propias,
a fin de levantar y engrandecer su nombre por toda la tierra y
castigar con su cruda condición a los naturales y comarcanos
(Relación Cierta 1636: 3v).
En un primer ataque guaraní, Guacane encontró la muerte y “Gri-
gota salió mal herido aunque no murió. Se escaparon muchos indios
y mujeres”. En represalia, el inca del Cusco despachó al capitán
Turumayo contra los guaraníes, que también acabó siendo vencido
por ellos. De nuevo, por esta batalla, “se escaparon muchos indios
de este reino y de los llanos”. Instalados los guaraníes en la comar-
ca, empezaron a adueñarse de ella y de sus habitantes: “el cacique
Grigota y los demás de la comarca recibían cada mes notables daños
en sus pueblos y chozas donde se habían retirado, cautivándoles sus
mujeres e hijos estos extranjeros enemigos, los aborrecían grande-
mente” (Relación Cierta 1636: 4-5).
Es entonces que Grigotá decide contraatacar solo, y esta vez con
éxito. Ahí se ubica un episodio célebre de la gesta contada por Alca-
ya, cuando Grigotá manda a 200 chiriguanaes prisioneros al inca del
Cusco, y éste les castiga exponiéndoles desnudos al frío en lo alto de
un cerro nevado.
La crónica nada dice sobre los acontecimientos que siguen, y re-
cién retoma el hilo en 1548 (fecha que podemos establecer por las
crónicas paraguayas que relatan el viaje de los asuncenos a través
del Chaco), cuando Domingo de Irala, gobernador de Asunción, “se
dispuso al nuevo descubrimiento de los llanos de Condori y Moxos.
Y vino por el [mismo] viaje que los guarinis, y llegó a los llanos
de Grigotta con 350 hombres”. Grigotá lo recibe bien, “muy gozoso
vino con buenos presentes de la tierra y sus caciques y muchos in-
101
Isabelle Combès y Albert Meyers
99 López 1971 [c. 1570]: 86; “Quiricota” está citado por Sánchez 1906 [sf]: 40.
100 Remito sobre estos temas a Combès e Hirtzel 2007 y Combès 2010: artículos
Grigotá y Tamacoci.
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104 Repartimiento 2008 [1561]: 104; Testimonio y Relación 2008 [1561]: 115.
105 Testimonio y Relación 2008 [1561]: 115; Información de servicios de Ñuflo de Cha-
ves 2008 [1561]: 78.
106 Combès 2010: artículo Goligoli. Es en todo caso incomprensible la nota de
Susnik (1978: 49), quien afirma que Goligoli sería la pronunciación chirigua-
na de “Grigotá”: pues ambos personajes son nombrados al mismo tiempo,
en el mismo documento, uno siendo vasallo del otro.
107 Existe una diferencia de fechas entre la mención del Vitupue pre-
hispánico (c. 1526) y la del jefe chiriguana (a partir de 1560); de la
misma manera, el Tendi chiriguana aparece en las fuentes a partir
de los años 1585. Al igual que el caso del Grigotá citado por López,
tal vez no se trate de los mismos personajes, sino de sus familiares
directos: sabemos que, así como el sistema político chané-chirigua-
no sigue siendo hoy hereditario, los nombres personales también se
transmitían entre las generaciones (Bossert y Villar 2004).
104
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108 Manso 2008 [1563]; Padre Martínez en Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 504;
ver también Arteaga 1961 [1607]: 183.
109 Alconini 2002 y 2004 sobre Oroncota; Meyers y Combès eds. 2015, sobre
Samaipata. La denominación de “El Fuerte” aplicada a Samaipata tiene un
origen colonial, pues el sitio fue efectivamente ocupado como fortín por los
españoles en la segunda mitad del siglo XVI.
106
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
110 Martti Pärssinen: Tawantinsuyu: The Inca State and Its Political Organi-
zation (1992), citado por Alconini 2004: 393.
111 Schmidel (2008 [1567]: 104) habla de 3.000 guaraníes; Díaz de Guz-
mán (1835 [1612]: 80) de 3.500; Calvete de Estrella (1963 [1571]: 50)
de 3.000 guaraníes o “cheriones”.
112 Fueron 1.500 guaraníes según Díaz de Guzmán (1835 [1612]: 114). Otro do-
cumento habla de 2.500, de los cuales 1.500 habrían vuelto luego al Para-
guay después de una pelea contra los indígenas chiquitos (Resolución de los
casos 2008 [1561]: 109).
113 Díaz de Guzmán habla de 2.000 carios de Asunción, a los cuales se
agregaron 3.000 guaraníes de Itatín (1835 [1612]: 133).
114 Resolución de los casos 2008 [1561]: 67; mismo texto en Información de servicios
de Ñuflo de Chaves 2008 [1561]: 71.
107
Isabelle Combès y Albert Meyers
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117 Información de servicios de Hernando de Salazar 2008b [1568]: 175. Los tipionos
son un grupo chané y es muy probable que los curiabonos e yaconos tam-
bién (su nombre comporta el sufijo pluralizador chané –ono; ver Combès
2010: artículos Tipiono, Curiabono, Yacono). El texto de Salazar nombra pri-
mero a tipionos, curiabonos y yaconos como aliados de Vitupue, y luego a
los amigos chanés del mismo Vitupue, como si fueran las mismas personas.
109
Isabelle Combès y Albert Meyers
110
Saypurú: el misterio de la mina perdida, del Inca chiri-
guano y del dios mestizo
Isabelle Combès118
El relato de Alcaya
“En esta tierra y provincias no hay oro ni plata ni otra riqueza”, no-
taba en 1570 un compañero del conquistador Andrés Manso (López
1971 [c. 1570]: 54); “entre los Chiriguanas, ni en toda aquella monta-
ña, ni oro ni plata se ha descubierto”, apuntaba también a inicios del
siglo XVII el padre dominico Reginaldo de Lizárraga (1968 [c. 1600]:
85). Poco después, en su información de servicios, Díaz de Guzmán
hacía la misma observación: “no hay minas de ningún género” en la
región (citado por Finot 1978 [1939]: 40).
La región conocida durante la Colonia como la “Cordillera chi-
riguana” se divide hoy entre los tres departamentos bolivianos de
Santa Cruz (provincia Cordillera), Chuquisaca y Tarija. Es el extre-
mo límite oriental del piedemonte andino y el inicio de los llanos
chaqueños. En esta región vivían (y siguen viviendo) los indígenas
de habla guaraní conocidos como chiriguanaes, y a partir del siglo
XVIII bajo el nombre castellanizado de chiriguanos. Junto con ellos
vivían los chanés, grupo de origen arawak que fue paulatinamente
absorbido mediante el mestizaje y “guaranizado” lingüística y en
gran medida culturalmente por los guaraní llegados del este (Para-
guay y/o Brasil) antes de la conquista española. Hasta confundirse
prácticamente con ellos, los chanés eran mucho más numerosos que
los guaraníes119 pero sin embargo fueron políticamente dominados
111
Isabelle Combès y Albert Meyers
120 Remito a Platt et al. 2006: 125-128 y 844 sobre Paullu y Porco. Es posible que
Paullu haya también jugado un papel decisivo en el “descubrimiento” de
Potosí en 1545 (Platt y Quisbert 2009).
112
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
121 La “capitulación de Pedro López de Zavala” (1602) habla, por ejemplo, del
posible descubrimiento de “las minas del cerro de Saipuru de cuya riqueza
se tiene gran noticia” (en Mujía 1914 t. 3: 60). Ver García Recio 1988: 76.
122 Sobre el papel de los chanés como intermediarios en el comercio del metal
andino hacia el este, remito al artículo correspondientes en este volumen;
113
Isabelle Combès y Albert Meyers
entre las fuentes, se puede consultar en particular Irala 2008a [1543], Sch-
midel 2008 [1567], Relación del río de La Plata 2008 [1545], Núñez Cabeza de
Vaca 1944 [1555].
123 Después de escrito este artículo, el arqueólogo argentino Pablo Cruz hizo
prospecciones en el lugar. Ver Cru$ y Huillot 2010.
124 Aunque, evidentemente, no podemos saber si fueron escritos antes de la pri-
mera relación de Sánchez de Alcayaga, cuya fecha desconocemos –ni siquie-
ra sabemos si fue realmente escrita o si formaba parte de la tradición oral.
114
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
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Isabelle Combès y Albert Meyers
116
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
128 Platt et al. sugieren que la cifra de 5.000 guerreros “pudo representar una
fuerza de élite” (2006: 101). El solo hecho que esta cifra esté mencionada
en otros contextos parece confirmar que la crónica de Alcaya se apoya real-
mente sobre fuentes andinas (Carlos Inca).
117
Isabelle Combès y Albert Meyers
129 En cuanto a los demás, 2.000 habrían ido en busca de Manco Inca y 1.000
(que formaron la etnia de los itatines) se habrían quedado en los alrededo-
res de Santa Cruz.
130 Relación general 2008 [1560]. Ver el artículo sobre las rutas prehispánicas del
metal, en este volumen.
118
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
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Isabelle Combès y Albert Meyers
mismo investigador sugiere que la frase del Inca puede ser vista, más que
como una etimología, como un juego de palabras entre chiripiwañu/chiri-
guana: chiriwanachi “les he hecho chiriguanos”, “ahora sí son chiriguanas”.
La etimología de Alcaya y sobre todo otra igualmente basada sobre el que-
chua (“excremento”: guano, “frío”: chiri) siguen siendo bastante populares.
135 Ningún documento de o relativo a Irala menciona el nombre de Condori;
tampoco existe mención de “Mojos” en la documentación paraguaya. Sobre
la ausencia de este último término, ver Combès 2006.
120
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
121
Isabelle Combès y Albert Meyers
a orillas del río Guapay, entre los indios tamacoci136. Poco después,
tal vez en agosto de 1560 (Gandia 1935: 54), Andrés Manso, llegado
desde Charcas, funda más al Sur la ciudad de Santo Domingo de la
Nueva Rioja. Establecida a orillas del río Parapetí, la nueva pobla-
ción “confina con las montañas de los Chiriguanas y con los llanos
de los Chaneses” (Lizárraga 1968 [c. 1600]: 83); se ubica en los llanos
“pasada la cordillera de los chiriguanas” (Manso 1915 [1563]: 2), es
decir en el punto donde el río abandona las últimas serranías del
piedemonte para internarse en los llanos chaqueños. Más abajo, el
río se desparrama en los llanos del Isoso137 donde vivían los “chane-
ses” de Lizárraga, y donde siguen viviendo hoy sus descendientes
(Combès 2005: cap. 2 y 3).
La fundación de Andrés Manso es particularmente interesante
para nuestro propósito. La Nueva Rioja también fue llamada Condo-
rillo, que era uno de los nombres dados al río Parapetí; Toledo habla,
en una ocasión, de “los chaneses de los llanos de Condorillo” (2003
[1574]: 30). Otro nombre, menos corriente, del mismo río, era el de
“río de los sauces” (Lizárraga 1968 [c. 1600]: 84).
Ni la Nueva Rioja ni la Nueva Asunción tuvieron larga vida: am-
bas fueron asaltadas y destruidas por los chiriguanaes en 1564. En
el caso de la Nueva Rioja, probablemente participaron en el asalto
los “indios de los llanos”, es decir los chanés (Combès 2005: 110).
Manso falleció en el ataque. Cuatro años más tarde, Chaves fue ase-
sinado por otros “chiriguanaes”138, los itatines, mientras (o porque)
buscaba minas de plata en su territorio.
136 Es probable que la Nueva Asunción no sea otra que la primera población
de La Barranca, que empezó a establecer el mismo Manso (ver Finot 1978
[1939]: 177; Tristán Sánchez (1906 [sf]: 40) indica que Manso pobló primero
en “Quiricota”, y Pero López indica que Manso conoció a Grigotá (1971 [c.
1570]: 55-56). A favor de esta hipótesis, deben mencionarse dos versiones de
un famoso informe de Ñuflo de Chaves y Hernando de Salazar de 1559 o
1560. La más conocida, inserta en una Anua jesuita y publicada por Jiménez
de la Espada, está escrita en “La Barranca”; la otra, trascrita recientemente
por Julien, indica como lugar “La Asunçion”, a orillas del río Guapay (Rela-
ción general 1965 [1559] y 2008 [1560]).
137 I oso oso en guaraní: “el agua que se embebe, que se corta”.
138 En el siglo XVI, eran dos los grupos llamados chiriguanaes: los de la Cor-
dillera y, más al noreste en la región de la primera Santa Cruz, los itatines,
antepasados de los actuales guarayos. Sobre la muerte de Ñuflo de Chaves
122
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140 Testimonio y relación 2008 [1561]; Información de los chiriguanaes 2008 [1571].
141 Según Alcaya (Relación Cierta 1636: 2), Çaypuru vendría de Aypurum que
querría decir “en lengua del Inga […] aquel despoblado”. Siguiendo al filó-
logo Baldomero Eberlein, Sanabria piensa que se trata más bien de una voz
guaraní: “sa, prefijo eufónico; ipuru, borboteo, aludiendo a los borboteos de
aguas termales del arroyo” (1961: 73). El franciscano Mingo de la Concep-
ción interpreta zai: cesar, pasarse, y puru, “ruido” (1981 [1791]: 304). Una
sugerencia mía es que Saypurú pueda leerse Saype ru, es decir “el padre de
Saype/Çaype”; Como sabemos, era muy frecuente durante la Colonia dar a
los poblados los nombres de sus jefes.
124
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
142 Testimonio y relación 2008 [1561]; Información de los chiriguanaes 2008 [1571].
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146 Pero es el cacique de quién dependían los tres indios mandados por “San-
tiago” a hablar con el virrey Toledo (AGI Pat. 235 r. 3; ver más adelante).
Otro caso de adopción del nombre de un enemigo vencido se encuentra
entre los xarayes del Pantanal que acompañaron a los itatines hacia el “pue-
blo cercado” de los candires: el jefe xaray, anteriormente nombrado Çaye,
adoptó el nombre de Camire o Candire por haber matado “a muchos de los
candires” (Relación general 2008 [1560]).
128
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
129
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147 Aparte del caso de Potosí, cuya explotación prehispánica, y por tanto cuyo
conocimiento por parte de los incas, sigue en debate, puede citarse el caso de
la mina de Chaquí, que dos mineros quisieron encontrar en 1625, llegando
tan sólo a su entrada: según ellos, la mina no fue encontrada antes porque
fue ocultada, tapada por un cerro postizo (Platt et al. 2006: 16-147, 215-220).
148 Siguiendo con el paralelo con las minas ocultas en general, se podría aplicar
perfectamente a este caso las palabras de Álvaro Alonso Barba acerca de la mí-
tica mina de Chaquí: “tiénese por cierto que la hay, aunque hasta ahora no se
sabe en donde esté” (El arte de los metales, 1640, citado por Platt et al. 2006: 148).
149 Según la Relación verdadera (2008 [1571], Chaves recibió “piedras de metal
excelentísimo” de los chiriguanaes de la región de Condorillo.
130
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otá era vasallo del Inca Guacane, en primera línea para entregar
trabajadores. Segundo, los chanés eran “señores del metal”, es decir,
estaban en contacto cercano con las fuentes de plata y oro: ninguna
fuente dice algo parecido de los chiriguanaes. Tercero, la región de
Saypurú fue conocida, hasta mediados del siglo XVIII, como una
zona muy poblada por chanés: de Saypurú era originario Chindica,
el jefe chané que pidió auxilio a la Audiencia de Charcas en 1745
para trasladarse al río Acero (Combès 2004). Al lado de Saypurú,
pero ya en los llanos mismos, estaba asentada otra muy importante
zona chané, la única que perdura hasta hoy en Bolivia: el Isoso, una
zona poblada por chanés del piedemonte cercano (Combès 2005:
cap. 2 y 3) y donde hoy algunas personas conocen… un cerro sa-
grado, precisamente en Guanacos. Finalmente, otro dato puede ser
agregado: el diseño del tejido isoseño es, hasta hoy, idéntico al de
los tejidos de lana que se hacen en los valles cruceños, es decir en la
región de Vallegrande y Samaipata (Combès 1992). A Nordenskiöld,
las mujeres del Isoso contaron que “hace varias generaciones, algu-
nas mujeres chanés aprendieron de una quichua a tejer diseños que
todavía se observan en diversos tejidos chanés. Se trata de animales
y seres humanos estilizados” (2002 [1912]: 228)150: ¿influencia de las
mujeres del inca en Saypurú y Guanacos? De hecho, el tejido está
designado hoy en el Isoso con la palabra sumbi: una “palabra anti-
gua”, dicen las mujeres tejedoras, que no tiene una interpretación
muy clara. Sumbi también es sinónimo de karakarapepo (lit. “ala de
carcancho”, en guaraní), nombre de uno de los estilos de tejido.
Algunos en el Isoso hacen derivar la palabra sumbi del guaraní
juu, “negro”, juumbi, “turbio, oscuro”. Más probable parece ser
un origen quechua de la palabra. Chumpi está traducido por “faja”
por González Holguín151, y es de hecho una de las palabras que, en
quechua, designan el tejido152. A notar, la “ch” de otras variantes
150 Ver Métraux (1930: 436), sobre las influencias quechua sobre el diseño de los
tejidos chiriguanos.
151 Yana chumpi. Color castaño oscuro o pardo oscuro; Chumpi. Faja; Chumpi lliccu-
ni. Fajarse la faja; Maman chumpi. Faja mayor tejida tiesa; Ceñidor. Cumpillicu-
na, faja angosta. Chumpi; Cinta o cinto. Chumpillicuna; Faja angosta de mujer.
Chumpi; Faja ancha de india. Mamanchumpi (González Holguín 2007 [1608]).
152 Pablo Sendón, com. pers. María Rostworowski de Diez Canseco menciona,
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a partir de Sarmiento de Gamboa, que uno de los barrios del Cusco incaico
se llamaba Chumbi cancha, el “barrio de los tejedores” (2014 [1988]: 23).
153 Título de la información levantada por el virrey Toledo (AGI Pat. 235 r. 3).
154 Hasta donde sé, Francisco Pifarré (1989: 454) es el único historiador que
notó esta referencia en el discurso de Santiago, pero no utilizó el dato en
su argumentación. Dabbs (1953: 56) también menciona el testimonio que se
refiere al cerro de metales, sin relacionarlo con Saypurú.
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156 El documento indica que Cuevo es un pueblo muy cercano a Saypurú; por
esta razón no creo que se trate del actual pueblo de este nombre, algo lejano de
Saypurú y ubicado al Sur del Parapetí. Sin embargo, hay que notar que si bien
Santiago apareció y predicó en la región de Saypurú, era conocido en toda la
Cordillera: son chiriguanaes de la frontera de Tarija al Sur los que informaron
a Zárate. Cuando García Mosquera fue a la Cordillera a recabar información
sobre el “mancebo”, lo hizo en la región del Ingre e Igüembe (Avatrren en el
informe: probablemente Avatire, nombre guaraní de Igüembe).
157 El palmo corresponde al largo de la mano abierta y extendida de
un hombre, desde el extremo del pulgar hasta el del dedo meñique,
es decir aproximadamente 21 cm. Santiago habría medido entonces
algo menos de 1 m. 50.
134
EL FUERTE DE SAMAIPATA EN CONTEXTO: ESTUDIOS HISTÓRICOS
hizo construir “la cual llaman iglesia”; él mismo dio cruces a los
indios que mandó a encontrarse con Toledo.
El “santo” hablaba guaraní a los indios, y español a los blancos;
de hecho, fue primero a un español a quien dijo que venía sólo para
los indios. Según varios de los caciques interrogados, Santiago ma-
nifestó que también venía para los “indios de los llanos”, vale decir
los chanés.
Santiago no fue tomado en serio en un inicio por los chiriguanaes,
pero logró luego convencerlos de dos maneras: castigando a los
incrédulos, y haciendo milagros. Entre los castigados figura, por
ejemplo, un cacique que quiso comer carne humana a pesar de la
prohibición del “mancebo”: murió. De la misma manera, Santiago
quemó –“había bajado fuego del cielo”– un rancho donde se con-
centraban varios incrédulos; también quemó, para convencerlo,
la casa del cacique Mocapina de Saypurú. Los chiriguanaes que
persistieron en tener relaciones sexuales con mujeres de su propia
familia acabaron muertos, con las piernas rotas. Mucha gente murió
así, en un inicio, hasta acabar creyendo al mancebo que sin embargo
persistía con sus amenazas: había que hacerle caso, sino “se perdería
todo”. De hecho, los testigos manifiestan todos que, con semejantes
antecedentes, tenían miedo al mancebo cuando aparecía, y sólo se
ponían “muy contentos e alegres” cuando empezaba a hablarles.
El poder de persuasión de Santiago también apelaba a los mila-
gros. Curó a varios enfermos, en particular a un joven esclavo (es
decir, un chané) picado por una víbora, sólo con mostrar su cruz; los
testimonios discrepan en este punto, pues algunos testigos afirman
que Santiago no curaba “a los que no son buenos” o “son ruines”,
mientras otros, entre ellos Ynga Condorillo, sostienen por el con-
trario que curaba a los malos para enmendarlos. A la sazón, los
chiriguanaes estaban “con falta de comidas”, y Santiago hizo otro
milagro, regalando a una mujer (o al esclavo chané sanado, según
los testigos) una semilla de zapallo que se multiplicó milagrosamen-
te –eso sí, los chiriguanaes tenían que hincarse de rodillas para que
el milagro ocurriese. En cuanto a Santiago mismo, si bien los indios
le entregaban comida, jamás se lo vio comer.
El discurso dirigido por el mancebo a los chiriguanaes es particu-
larmente interesante y se entiende fácilmente que haya despertado
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El dios mestizo
Así como los contemporáneos dudaron entre milagro y engaño,
varias fueron las interpretaciones dadas por los historiadores a la
curiosa historia de Santiago. Los elementos cristianos de su discur-
so no pueden ser negados, desde la profusión de cruces hasta la
reaparición del “Santo” el tercer día, desde el nombre mismo del
mancebo (Santiago, hijo de Jesús) hasta su discurso de paz y sus
iglesias llamadas Santa María. Parece dudoso, sin embargo, que
Santiago sea el mismo padre carmelita referido por Lizárraga. No se
entendería, en esta hipótesis, el discurso anti-español del mancebo
señalado por el quechua Apari; tampoco tendría mucho sentido la
referencia, mencionada por Catalina, al cerro de metales de Saypurú.
Lo que sí parece seguro es que Santiago estuvo en algún momento
en contacto con ese carmelita (de ahí el nombre de Santa María de
sus iglesias), o incluso con otros religiosos. Sabemos, por ejemplo,
que el cacique chiriguano Çaype acogió, en esa región, a misioneros
franciscanos161. Es probable que Santiago haya sido bautizado, que
sea cristiano.
También fueron notados, en particular por Liliana Regalado de
Hurtado (1992), los elementos andinos del personaje. La autora evo-
ca por ejemplo el movimiento mesiánico del Taqy Onqoy, que sacu-
dió a la zona andina poco antes de la aparición de Santiago. Al notar
la asociación del “mancebo” de la Cordillera con el rayo y el trueno
(apariciones con mucho ruido “desde lo alto”, resplandor, fuego
“bajado del cielo” etc.), observa que “la vinculación del Santiago
apóstol de los españoles con el Illapa andino es bastante conocida y
surgió muy temprano en la conquista” (Regalado de Hurtado 1992:
159). A partir de elementos como el rechazo inicial de los indios, el
castigo por el fuego o las huellas dejadas en el camino, Regalado de
Hurtado traza, también, un paralelo entre los personajes de Santia-
go y del dios andino Viracocha (1992: 160).
A pesar de observaciones interesantes, no comparto las conclu-
siones de esta autora pues pecan de un completo desconocimiento
de la historia y cultura de los chiriguanaes. Influencias cristianas,
142
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162 Sobre Baitapi: Carta Anua 1632-1634, ARSI Peruana 15; sobre Apiaguaiqui:
Sanabria 1972 y Combès 2014. Ver más adelante sobre los tumpa de Caiza y
Masavi.
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163 Ver sobre este aspecto del discurso de los tumpa Saignes 1990: cap. V, en
particular el párrafo titulado: “Ellos serían españoles…”.
164 Entre las numerosas fuentes que mencionan Pai Sumé, se puede citar para
los tupinambás del litoral atlántico Nobrega (1931 [1549]) y Thevet (1575:
914); para el Paraguay, Martín González en 1588 (AGI Charcas 143) y Bar-
zana (1965 [1594]). En 1541, el factor Dorantes indica que los indios que lo
acompañan en el alto Paraguay llaman “Pay Çumé” al franciscano de la
expedición y lo “tienen en mucha veneración” (en Julien ed. 2008: doc. 2).
144
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165 Platt et al. 2006: primera parte “Culto. La plata sagrada”. Los “maestros de
las huacas” eran considerados como los hijos de Illapa, y llevaron a menudo
los nombres de Santiago o de Diego en español.
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171 Acuerdo sobre la guerra de los chiriguanaes, 3.04.1574, en Julien 2003a: 25.
150
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172 Según otro documento (ABNB Rück 56), era el tumpa mismo que declaraba
ser “nieto de los Yngas”.
173 Testimonio del teniente Josef Alarcón, La Laguna [actual Padilla] 25 de agosto
de 1779 (ABNB EC 1799/238: 35v)
151
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arenales del Isoso en el bajo Parapetí. Investigando sobre los kaa iya
(los dueños míticos del bosque) con algunos isoseños, oí hablar de
los arakuarenda, literalmente los “lugares del conocimiento”, los lu-
gares sagrados donde los chamanes pueden establecer contacto con
los seres espirituales. Existen varios de esos lugares, conocidos cada
uno por un chamán en particular. Sin embargo, en los alrededores
del Isoso, cuatro cerros o lomas son reconocidos por todos como
arakuarenda: se trata de Taremakua, frente a San Antonio del Para-
petí; de San Miguel, en las salinas de Chiquitos al Este del Isoso; del
cerro Colorado, en el Isoso mismo en la orilla oriental del Parapetí;
y del cerro Tupao, en los arenales de Guanacos.
Señalaba Alcaya que “la labor del oro cae en los llanos”, llanos
que en la región de Saypurú sólo pueden ser los arenales de Guana-
cos donde además el Inca hizo, según el mismo Alcaya, un fuerte.
La ubicación de este fuerte en Guanacos no tendría sentido si sólo
sirviese para proteger el cerro de Saypurú de los chiriguanaes, que
vivían más bien en el piedemonte: pero sí lo tendría si albergaba a
los trabajadores del oro, tal vez siguiendo el curso de la quebrada de
Saypurú río abajo hacia los llanos.
Tupao significa literalmente “casa de dios” en guaraní (Giannec-
chini, Romano y Cattunar 1916: 93, 217), se traduce como “iglesia”
–y no podemos dejar de recordar a la vez las iglesias edificadas por
el “mancebo” Santiago en la región, y las minas andinas concebi-
das como casa de las huacas. Los mapas del Instituto Geográfico
Militar Boliviano indican en realidad dos cerros llamados Tupao en
la misma región174: uno en el piedemonte mismo en Saypurú –que
puede corresponder al cerro de plata de Alcaya; el otro es el ya men-
cionado en Guanacos –y que podría corresponder al lugar donde se
labraba el oro.
Con estos datos cerraré estas líneas. La información es frágil, y
cada dato aislado tal vez no logre convencer. Creo firmemente, sin
embargo, que el conjunto no permite abrigar dudas: “algo” pasó en
Saypurú y en Guanacos en la época prehispánica, “algo” que con
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154
El “Fuerte de Sabaypata” durante la guerra toledana
contra los chiriguanos. Un documento sobre su abasteci-
miento y los indios auxiliares, 1574-75
Albert Meyers175
175 Artículo publicado en Hanna Heinrich y Harald Grauer (ed.): Wege im Gar-
ten der Ethnologie/Caminos en el jardín de la etnología. Publicación en homenaje
a María Susana Cipoletti. Sankt Augustin: Academia Verlag/Anthropos Ins-
titute, 2013: 343-363. Esta contribución es un modesto homenaje a mi colega
María Susana Cipolletti, quien durante más de 30 años de contacto colegial
fructífero, amistoso y sobre todo chistoso, ha tratado de abrirle los ojos a un
andinista algo terco hacia las maravillas que son las tierras bajas de Suda-
mérica. Además, se agradece a Hermán Gil Toja, Isabelle Combès así como a
Marie-Andrée Fréchou el haber algo supervisado mi español deficiente, de-
jándome naturalmente con la responsabilidad por cualquier error (y horror).
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Ad 1)
Cuando iniciamos las actividades de trabajo en Samaipata con una
primera campaña de excavaciones, en 1992, en las dos plataformas
al Sur de la roca extendida en dirección Este-Oeste, lo más sorpren-
dente fue el descubrimiento de los cimientos de una casa en forma
de U con patio abierto hacia la roca, estructura que por su forma no
podía datar de épocas precolombinas (Meyers y Combès eds. 2015:
19-20). Tenía que tratarse de un asentamiento colonial español, pero
entonces no sabíamos todavía ni el significado ni los nombres de
los conquistadores que podían haberlo utilizado. Aunque se podía
suponer que Ñuflo de Chaves, en su viaje a Lima en 1548, tomó la
ruta antigua que pasaba por Samaipata (Vázquez-Machicado 1955:
504), sólo con el avance del proyecto etnohistórico se llegó a conocer
por lo menos los nombres y el propósito de su permanencia en este
sitio quedando la fecha del inicio de la construcción de esta casa
totalmente en la obscuridad hasta ahora.
La casa está construida de adobe sobre un fundamento de tres
hileras de piedras. Por los colores y las formas variables se puede
suponer claramente que fueron reutilizadas, o sea sacadas de los
edificios incaicos situados al lado. Las dimensiones son: 23 m. de
largo en su base y 13 m. de ancho de los muros exteriores de las dos
alas, mientras el patio tiene un ancho de 10 m. y un largo de 12,40
m. El espacio en la casa misma era entonces de 4, 80 m. en las alas
laterales y 3 m. en la parte sur. Esto significa un total de 162 m. cua-
drados para la planta baja, sin que se hayan encontrado indicios de
alguna división del espacio en cuartos separados. Además, la casa
cuenta con un pequeño atrio al lado sur, tal vez protegido por una
baranda. El patio está drenado de las aguas por un pequeño canal
que va de su centro por debajo del ala este-oeste y sale en el muro
de consolidación de la plataforma.
En 1994 se encontraron indicios suficientes para suponer la exis-
tencia de un segundo piso con acceso por una escalera lateral de
madera (Meyers y Combès eds. 2015). El techo seguramente estaba
cubierto de paja y sobresaliente de los muros al estilo árabe-anda-
luz, como aún hoy se puede observar en edificios coloniales. La
conservación de este monumento y la reconstrucción de partes de
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Ad 2)
Sea como fuere, el documento de los bizcochos es hasta ahora el
único que nos da los nombres de algunos indios que se encontraban
en las ruinas el 31 de agosto de 1574, así como los de sus ayllus y
los lugares de donde provenían (cuadro 2). Reconocemos en primer
lugar al miembro de un ayllu de uno de los tres grandes caciques de
Pocona en esta época, Turumaya, Jarajuri y Chirima. A pesar de una
cantidad de estudios recientes sobre Mizque y Pocona (Schramm
1999; Presta 2000; Gutiérrez 2009; Del Río 2010, para citar sólo algu-
nos) los cuales se basan sobre una variedad de documentos (pleitos,
visitas, testamentos), el panorama étnico de la zona en esta época
sigue siendo poco conocido. Parece que se trata en realidad de di-
nastías de “mallkus” (Del Río 2010) que han heredado su poder des-
de tiempos incaicos pero, por las perturbaciones de la conquista y
la política de reducción toledana, se mezclaron los distintos grupos
étnicos tanto locales como forasteros.
179 Véase la descripción de esta ruta en el mapa de Sánchez 2008: fig. 3.2. La
indicación de Tiraque en el mapa 1 se refiere a otro sitio llamado “Tiraque
en chacara” (Tiraque chico).
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estaban guardando todo lo demás; los cuales indios son tres de Po-
cona y uno de Mizque, y otro de Totora, y otro de Copavilque. Y los
de Pocona se llaman Pedro Cutira del ayllu de don Pedro Chirima,
y el otro Juan Maluri del ayllu de Cora, y el otro Pedro Tumpa del
ayllu de don Cristoual Chipana; y el de Mizque se llama Domingo
Chiata del ayllu de don Sebastian Cayanbi, y el de Copauilque se
llama Cristoual Hila del ayllu de don Diego Posllo. Y todos los di-
chos indios son testigos de cómo descargó Juan de Mangas 110 car-
gas de bizcocho, y los mismos indios que trajo consigo son testigos,
y se puso el biscocho en un apartamento del depósito. Y porque es
verdad que los entregó y lo puso en el dicho depósito, lo firmé de mi
nombre. [297] Que es fecho en esta fortaleza de Çabaypata hoy mar-
tes 31 de agosto de 1574 años. Pedro de Quiros. Pedro Fernandez.
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