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Albert Meyers

Incas, Españoles y el Paytiti: la perspectiva desde el “Fuerte de Sabaypata”, Oriente de Bolivia.


Archivio per L’Antropologia e la Etnologia, V.CXXXV (Atti del Convegnio Internazionale Nuove
Prospettive negli Studi Andini), 167-181. Firenze 2005
RESUMEN
A base del análisis de una “consulta” sobre las entradas a Mojos y otros documentos investigados en el
curso de un proyecto sobre historia cultural de los Andes Orientales bolivianos se describe como el mito
de El Dorado o del Paytiti sirve a los intereses de distintos grupos de la sociedad colonial temprana, entre
ellos de los jesuitas de Santa Cruz en los albores de sus famosas reducciones misioneras. En este contexto
se presenta una evaluación de la llamada crónica de Alcaya y de sus indicaciones sobre la expansión incaica
al Oriente desde el “Fuerte de Sabaypata”.
Palabras claves: Paytiti, jesuitas, incas, Samaipata

ABSTRACT
On the basis of the analysis of a “consulta” about the expeditions to the Mojos region and other
documents collected during a research project on the cultural history of the Eastern Bolivian Andes it is
described how the Dorado or Paytiti myth serves the interests of different social groups of the Early
Spanish Colony among them the Jesuits of Santa Cruz in the beginning of their famous Indian
Reductions. In this context, an evaluation of the so-called Alcaya chronicle and their indications on the
Inka expansion to the Eastern Lowlands is discussed.
Key words: Paytiti, Jesuits, Inka, Samaipata

INTRODUCCIÓN
En la interminable historia de las utopías del mundo occidental postrenacentista figura en primera fila la
búsqueda de “El Dorado”. Con la matanza de un Lope de Aguirre o la decapitación pública de un Walter
Raleigh el 29 de octubre de 1618 en Londres no termina la larga lista de aventureros y buscadores de
tesoros (Hemming 1988). En el Perú y en otras regiones de Suramérica se continúa organizando
expediciones en búsqueda de “El Paititi”, “El Candire” o la “Tierra Rica” relacionadas con un río, un
cerro o una laguna misteriosa supuestamente ubicados en la parte meridional de la Amazonía (Tyuleyeva
2003).
Después del fracaso de las famosas expediciones de los conquistadores europeos en el Norte del
subcontinente, el grueso de las actividades se concentró en el ámbito de las audiencias de Lima y Charcas
con los mismos resultados decepcionantes o desastrosos1.
A partir del virreinato de Toledo, “oficialmente” sólo se permitía organizar estas entradas descubridoras y
pobladoras desde la provincia de Santa Cruz de la Sierra, ciudad fronteriza en el Oriente boliviano. La
ciudad fue fundada en 1561 por Ñuflo de Chaves en la actual provincia de Chiquitos y trasladada varias
veces hasta su asentamiento final a las orillas del río Piraí hasta después unirse con la otra ciudad pionera,
San Lorenzo de la Frontera, en los años 20 del siglo XVII( García R. 1988, Parejas M. 1979, Pinckert J.
1991, 1993). Con esto, los moradores de la provincia de Santa Cruz tenían prácticamente el monopolio

1
para realizar entradas a los llanos de Mojos, la región pantanosa situada entre los ríos Beni y Guaporé
colindando con la Sierra dos Parecis en la actual frontera con el Brasil (ver mapa).
La razón principal para esta medida se originaba en las experiencias de la guerra toledana contra los
“Chiriguanaes” (Julien 1997), un grupo de habla tupí-guaraní que poblaba la zona fronteriza del Chaco
con los Andes desde el Noroeste Argentino hasta el llamado “codo de los Andes” a la altura de los 18
grados de latitud sur. Los Chiriguanos (“Chiriguanaes”), conocidos por su fuerte resistencia a la expansión
de los Incas hacia los Llanos, y acusados por éstos de salvajes y antropófagos, constituían un continuo
peligro en este flanco del imperio colonial ubicado tan cerca de las minas de Potosí y la capital charqueña.
El Virrey Toledo, que comandaba él mismo el ejército que actuaba en la parte sur de la llamada Cordillera
de los Chiriguanos durante cierto tiempo, entregó el mando de las tropas en el Norte a los encomenderos
y futuros hacendados de los Valles de Mizque y Pocona, el general Gabriel Paniagua y Loayza, así como a
su maese de campo Fernando Cazorla de Narváez. Además de sus indios repartidos, éstos llevaban en sus
tropas auxiliares a algunos indios Soras, Chichas, Yampara y otros de la llamada Confederación Charka
(Schramm 1999, 277 ss.). Cazorla actuaba, por lo menos desde 1574, al Norte de la Cordillera de los
Chiriguanos, utilizando el “Fuerte de Sabaypata”2 ” como presidio, hallándose el frente de guerra a “unas
nueve leguas de distancia”3.

SAMAIPATA, CAPITAL DE PROVINCIA INCAICA EN EL ORIENTE BOLIVIANO

El “Fuerte de Sabaypata” está ubicado en las últimas estribaciones de los Andes, a unos 1900 metros sobre
el nivel del mar, cerca del actual pueblo de Samaipata, fundado entre los años 1615 y 1617 durante las
actividades de poblamiento durante el virreinato del Marqués de Montesclaros para crear una zona de
defensa contra los ataques permanentes de los Chiriguanos, que venían del sur y de los Yuracarés, que
actuaban desde el norte. Además de formar parte de una cadena de fortificaciones incaicas en los flancos
orientales andinos, Samaipata se destaca por ser una inmensa roca arenisca de unos 250 metros de largo y
60 metros de ancho de Oeste a Este y que presenta tallados de sillas, gradas, canales, peldaños, piscinas,
animales como felinos, serpientes y otros elementos que insinúan una función y un significado religioso
comparables a los de algunos centros religiosos en la región de Cuzco, pero por su extensión y
composición es único en el incario (Boero y Rivera 1979, Trimborn 1967). A raíz de esto y por
consideraciones históricas sobre una relación de su posición y rol durante la expansión de los Incas,
Samaipata ha sido llamada la capital de su provincia del oriente boliviano, que se expandía hasta muy
adentro de los Llanos de Grigotá (Saignes 1985, Pärssinen 1992).
En un proyecto arqueológico de los años 90 del siglo pasado hemos podido comprobar la existencia de un
típico centro regional cuzqueño, con una extensa plaza bordeada de una “kallanka” (edificio grande de 78
ms. de largo y 16 ms. de ancho), un sector de edificios grandes, medianos y pequeños (“kancha”), en total
más de 50 estructuras, además de sistemas de terrazas, canales y muros de cercamiento, a lo largo de la
roca tallada (Meyers 1993, 1998). También se pudo documentar otra fortaleza situada a unos 60 kms al
Oeste ubicada en la nariz de una cadena montañosa con plena vista a los llanos (Meyers and Ulbert 1999).

2
Aunque no se trata de entrar aquí en detalles, se puede constatar que la evidencia de las excavaciones
confirma lo descrito en una “Relación cierta…”, incluida en un conjunto documental del año 1636, también
llamada la “Crónica de Alcaya”, en cuanto a una doble ocupación incaica, un primer asentamiento
pequeño y una extensión a gran escala interrumpidos por una capa destructora con cerámica llamada
Chiriguana o en general proveniente de los llanos. De hecho, esta “Crónica” ha sido tomada en cuenta
como fuente considerable y hasta primordial para la reconstrucción de la expansión incaica, de la historia
temprana del Oriente boliviano, de los movimientos migratorios Tupí-Guaraní y hasta la situación
demográfica de esta región, no sólo en estudios antiguos sino también muy recientes. En términos
concretos, el texto maneja datos sobre cuatro temas:
- la conquista incaica de los llanos orientales bolivianos,
- la historia específica del “Fuerte de Sabaypata”,
- la fundación de una especie de neo-incario “en aquel grandioso reino del Paytiti llamado Moxos”,
- la historia de las entradas españolas a los Mojos, animadas por la así llamada “Noticia Rica”.

En esta comunicación se trata de evaluar los datos sobre los dos últimos puntos, considerando los
resultados del proyecto de investigación mencionado y en el contexto de la incorporación de la llamada
“Crónica” en el contexto de una iniciativa para lograr el permiso de la Corona para hacer una entrada
organizada por un grupo de jesuitas de la “gobernación de Santa Cruz de la Sierra”.

LA “RELACIÓN CIERTA…” (RC) DICHA “CRÓNICA DE ALCAYA”

El texto ocupa unas 10 fojas conservadas en el AGI Sevilla (Charcas 21) y es un traslado sacado por el
escribano Gerónimo Flores Bojórquez en Potosí el 23 de marzo de 1636. Dado que su extenso título es
muy informativo, se lo cita aquí por completo:
“Relaçion çierta que el padre Diego Felipe de Alcaya cura de Mataca emuió a su exçelençia el señor Marques de
Montesclaros visorrey de estos Reynos sacada de la que el cappitan Martin Sanchez de Alcayaga su padre dexó echa como
primer descubridor y conquistador de la gouernaçion de Santa Cruz de la Sierra y primer poblador el qual con particular
cuydado y estudio fue asentando todo lo que en su descubrimiento suçedio y en espeçial de la tierra Rica que Mango Inga
segundo cappitan de [e]ste nombre tiene conquistada que oy posee en grandissima feliçidad por su gran prosperidad llamada
Paytitti en la qual tiene descubierto todo genero de metales hasta el mas luçido que es el oro, saca perlas de la laguna que çiñe
por vna falda el çerro Paytiti, saca piedras de todos colores de grande estima y del çerro Rico que el cappitan Condori labró en
la cordillera de los chiriguanaes llamado Çaypuru y del oro que sacaua su hermano Guacane Rey nueuo de los llanos de
Grigotta cuya fortaleça está oy en pie en testimonio de lo dicho por su gran fundamento llamada Sabaypata que es como se
sigue” (f. 18).
Por la mención del destinatario de la relación, el Virrey Montesclaros (1607-1615), la datación del
documento se suele fijar entre 1605 (p.e. Pärssinen1992) y 1615. Sin embargo, por la consideración de
varias indicaciones en el texto mismo se puede deducir que fue escrito después de 1626 y (naturalmente)
antes de 1636.4 Otro tema, más difícil de aclarar, es el de la autenticidad y la autoría. Como dice claramente
el título, se trata de un relato extraído de otro texto, escrito probablemente con otras intenciones. Ni

3
siquiera las indicaciones de que las informaciones provienen de Don Carlos Inca, nieto de Huayna Capac,
parecen confiables, ya que los datos sobre los reyes y capitanes incaicos de la “Relación cierta” (en
adelante indicada por la abreviación RC)5 no son correctas. Mientras que la existencia del capitan Martín
Sánchez de Alcayaga está relativamente bien documentada, tanto por figurar en la lista de los primeros
encomenderos de Santa Cruz en 1561 (Pinckert J. 1991, 115, p.ej.) como por su papel importante de
informante leal al Virrey Toledo en la rebelión de Diego de Mendoza en Santa Cruz (cuando Toledo
nombró como nuevo gobernador a Juan Pérez de Zurita), la autenticidad del padre Alcaya en cuanto al
aspecto de autor de RC como hijo de Alcayaga no está probada en absoluto e incluso es bastante dudosa
(Meyers 2005)6
La RC forma parte de una consulta dirigida al rey por el presidente de la Audiencia de Charcas, Juan de
Lizarazu, “sobre la entrada “de los Moxos o Toros y propone las grandes noticias que ay en aquellas provincias”, f. 11)
en la cual se refiere a la oferta de un vecino de San Lorenzo de la Frontera de la gobernación de Santa
Cruz, Pedro de Iriarte, de financiar la empresa bajo la condición de que sea presidida por Lizarazu. Como
apoyo a su argumentación sobre la necesidad y las buenas perspectivas de una tal entrada añade a la carta
- la copia de la capitulación con el gobernador de Santa Cruz, Gonzalo de Solís Holguín, “sobre la
conquista y pacificación de la provincia de los Mojos” (f. 13) del año 1622,
- la escritura pública de Pedro de Iriarte (f. 15v-17v) sobre la oferta de 54.600 pesos “ y lo demas en
armas Bastimientos municiones caballos de guerra mulas y otros bagages” (f. 15v)
- 10 testimonios certificados por el escribano real Luis Gutiérrez de participantes de entradas
anteriores y de la última que realizó Solís Holguín el año 1624 durante la cual este falleció,
- una “Relación que se va tomando para el descubrimiento de los Moxos” de Solís Holguín, así como la
mencionada
- “Relación cierta...” atribuida a Alcaya.
Esta última se halla al inicio del compendio (fojas 18 a 27v), seguida por la de Solís Holguín (fojas 27v a
30v) y los testimonios (fojas 30v a 57v); en total se trata de 48 fojas. El primer documento según la
foliación7 es más reciente, del año 1638, y es una carta en la cual el presidente de la audiencia repite su
consulta, ahora con otro argumento más, el que mientras tanto la provincia está amenazada por los
bandeirantes portugueses que han llegado hasta muy cerca de Santa Cruz.8 Esta entrada, al igual que otras
pedidas en los años siguientes, no se realizaron jamás.9
Los intereses de la administración colonial se apoyaban naturalmente en consideraciones estratégicas
frente a los avanzes de los portugueses. También entraba en juego el argumento de una salida fácil hacia el
Atlántico, navegando el Amazonas río abajo de paso por “la laguna del Paytiti y Dorado”10. Sin embargo, en
primer lugar quedaba la esperanza de encontrar tierra rica y gente trabajadora, además de oro y otros
productos preciosos, así como indios para obtener fuerza de trabajo en las minas y otras empresas
coloniales o para repartir encomiendas y de alguna manera satisfacer a los españoles que no habían podido
participar en la distribución del botín. Además, en aquellos tiempos convulsos por las peleas con los
Chiriguanos y otras tribus no “pacificados”, había muchos soldados en la región que buscaban hacer su
fortuna de cualquier manera. En esto se puede constatar una congruencia de intereses entre ellos y los
jesuitas que habían entrado relativamente tarde en esta remota zona del Virreinato del Perú.

4
EL ROL DE LOS JESUITAS

Según las indicaciones en los testimonios, la documentación para la consulta ha sido compuesta por el
rector de la residencia de los jesuitas de Santa Cruz, el padre Juan Blanco. En cuatro casos, como en el del
capitán Francisco Sánchez Gregorio, se lo constata explícitamente, como p.ej.: “El Padre Juan Blanco...me
manda que haga Relación de lo que sé y a mi noticia a venido de la jornada del Dorado y Paytiti...” (f. 47v). Todos
hacen mención de las actividades jesuíticas, p. ej. en la evangelización de las numerosas tribus de la región,
su conocimiento de idiomas nativos y su participación en las diferentes entradas desde el primer fundador
del Colegio, el padre Diego Samaniego hasta el padre Juan Navarro, quien había participado en la entrada
de Solís Holguín en 1624.11 Esto no significa que los jesuitas hayan sido los primeros y únicos misioneros
en esta gobernación.12
Solís Holguín, encomendero de Santa Cruz “por dos vidas” y habiendo dominado la escena cruceña en
esta época como pocos, tenía aparentemente buenas relaciones con los jesuitas. No solo que en sus
entradas (1617, 1624) se hizo acompañar por padres de la Compañía, sino que al morir entregó una
cantidad desconocida de papeles a su confesor, el padre Juan Navarro (f. 30v). ¿Qué papeles habrán sido?
Seguramente figuraba entre ellos la crónica de Sánchez de Alcayaga, que contenía entre otros la
descripción del Paytiti y cómo llegar allí. Un hombre tan ambicioso como Solís Holguín y que gastaba toda
su fortuna y hasta su vida en esta búsqueda, que investigaba entre los indios capturados en Sta. Cruz como
el yanacona Juan Çuribere “totaycoa de nacion que es de los padres de la Compañía” (f. 28), con mucha
probabilidad no sólo conocía la crónica sino que la poseía. Pero, en vez de incluirla en el conjunto de la
consulta, el padre Blanco prefirió la relación del difunto capitán Solís Holguín “interpretada” por tres de
sus excombatientes13 y acompañarla con la RC sacada de la otra.
Se pueden imaginar muchas razones para tal procedimiento. Tal vez contenía informaciones cuyo traspaso
no servía a los intereses de los compositores de la consulta. P. ej. para llegar al Paytiti, ya no se indicaba el
camino de Cuzco directamente hacia el Oriente como se pensaba en el tiempo de Alcayaga, sino ahora por
el desvío de Santa Cruz de la Sierra. Esto es lo que se dice tanto en la RC como en los relatos de los
testadores. La razón nos la podría dar el padre Jerónimo de Villarnao, cuyo testimonio inicia la secuencia
de la consulta (fs. 30v a 32v):
“Lo que yo puedo Referir en este casso es lo que oyo contar muchas veçes al padre Diego de Samaniego....... que siendo Retor
del colegio del Cuzco bin ieron vnos yndios yngas a aquella çiudad que viuen a la otra parte de la
cordillera Respeto del Cuzco /f.32/ y es a esta otra parte donde está esta gouernaçion a pedirle a que fuesen padres
a sus tierras a predicarles nuestra santa fe y el motiuo que tuuieron fue que cómo estos yndios se huuiesen Retirado y huydo de
los españoles quando entraron en este Reyno. Despues fue vno del Cuzco allá y lleuó vn cruçifijo diçiendoles de la fe que
enseñauan de [tachado] los españoles y ellos se mouieron a ser cristianos y tener quien les enseñase los misterios de nuestra
santa fe y el yndio huesped les dixo que fuesen al Cuzco y llamasen vnos padres vestidos de negro y dioles por señas que les
veria los sauados [sábados] que salian todos juntos a barrer su yglessia y ansi determinó yr vn caçique al Cuzco y estando los
padres vn sauado varriendo la yglesia se llegó a vno de los nuestros y propuso su emuaxada. Oyola el dicho padre Andres
Lopez Retor [sic]del colegio con mucho gusto y dixole que no le podia dar padre ninguno hasta tener liçençia del padre

5
prouinçial que entonçes estaua en Potossi que aguardase que escriuiria y en tiniendo Respuesta le daria quien fuese a su tierra
a predicarles. Aguardó el yndio algunos dias y entretanto murio vn hijo suyo y porque entraua el ybierno y llouian algunos
aguaçeros dixo que no podia aguardar mas que tenia grandes Rios que pasar y assi se boluio y el padre Diego Samaniego
entendiendo que el camino para entrar a estos yndios era el mas façil por Santa Cruz procuró con muchas
veras venir a esta a mision donde murio poco ha santamente.” (fs. 31 v a 32, subrayado mío; ver también nota...). Se
destacan claramente dos mensajes:
- son los mismos “yngas Retirados del Piru” (f.32v), que volvieron al Cuzco para reclamar que quieren
ser evangelizados por los jesuitas,
- el camino al territorio de ellos es por Santa Cruz y los Chiquitos ("por ser la tierra /f.32v/ más alta y
no hay pantano ni paso malo de consideraçion yendo por el tiempo que tengo dicho”)
Tomando en cuenta que la selva al este del Cuzco es prácticamente impenetrable – como lo experimentó
penosamente Álvarez Maldonado en su entrada al Madre de Dios – y que los Andes a la altura de Santa
Cruz llegan al punto más oriental en toda Suramérica, además que el acercamiento a Mojos se hace
primero por una sabana antes de llegar a los llanos, que se inundan cíclicamente, se puede comprender la
importancia que le daban los Incas en términos estratégicos tanto para una provincia Grigotá o para la
entrada más allá todavía, como para tener una retirada relativamente ordenada frente al avance del sistema
colonizador europeo.14

Villarnao ha dado antes una corta referencia de las entradas desde los tiempos del fundador de Santa Cruz,
Ñuflo de Chaves - sin referirse explícitamente a la misteriosa crónica de Alcayaga,15 - pasando por las de
Suárez de Figuerora (1582 – 1595), Juan de Mendoza Mate de Luna (1602/03?), la descripción de la de
Solís H. en 1617 y la última de este capitán, en la cual él mismo participó junto con el padre Navarro, que
sólo pudo acompañarle hasta los Tapacura (actual Chiquitanía) y no pasar adelante “porque tuve orden de mi
superior “ (f. 31).16 También termina su relato con la afirmación de que lo hace con licencia de su superior.
Esto explica que se trata de una acción concertada, pero no sólo del grupo de Santa Cruz sino, parece, de
toda la provincia del Perú y coordinado con el general en Roma (p. ej. Mateos 1944). Villarnao mismo se
refiere a contactos con el Paraguay, habiendo obtenido una carta de un padre preguntando sobre detalles
de la misión (f. 31v). Teniendo en cuenta que en aquel tiempo ya habían sido fundadas las reducciones
jesuíticas entre los mismos Chiriguano-Guaraníes, se puede imaginar no solamente los anhelos de los
padres de Santa Cruz, sino también la política oficial de sus dirigentes.17 Las entradas al Paytiti servían de
meta para obtener no solamente nuevas provincias de misión a su cargo sino también para tener la ocasión
única de hacer misión entre los descendientes de los Incas.

EL PAYTITI DE LOS SOLDADOS Y DE LOS JESUITAS

En la descripción del Paytiti como nuevo reino de los Incas huidos de la Conquista, como refugio de los
indios que se han escondidos y retirados de la opresión colonial, como paraiso de abundancia en la tierra,
se reflejan las proyecciones del imaginario de los europeos entremezcladas también con elementos
indígenas, como se destaca de algunas descripciones por parte de las tribus encuestadas por los españoles.

6
El compendio de la “consulta” es un buen ejemplo de esta complejidad. Aunque se trata de lograr un
mismo fin, hay que tomar en consideración el “background” de experiencias de los testadores.
Si tomamos el ejemplo de la descripción del camino al Paytiti, que tiene como modelo el camino del buen
cristiano al paraíso celeste, vemos que en el caso de los soldados es más áspero.
Según la mencionada crónica de Alcayaga, a la cual se refiere sobre todo Lorenzo Caballero, “diçe que para
llegar a donde está la Riqueça han de pasar por vna angostura de dificultades” (f. 42v). Hay que hacer muchas
pruebas pasando por pantanos con animales fieras, indios belicosos y gente desnuda que come carne
humana hasta llegar a los Toros, sinónimo para “esta gran prouinçia de los Torocosis prinçipio de [e]ste gran Reyno
de los Moxos” (Relación de Solís H., f. 29). Por lo general, son caracterizados como gente vestida de
algodón y que se alimentan de maíz, que muelen en batanes de piedra, todo para indicar que se trata de
gente venida de la sierra. Justamente el padre Villarnao los confunde y describe como “gente desnuda assi
hombres como mujeres” (f. 31v), pero él no ha entrado más allá de los Tapacuras (Chapacura?). Y continúa:
“Tenian cruzes y los llaman yaya, lo mismo que describen los otros para los Torococis, el más detallado siendo Solís H.
cuando habla de la declaración de unos indios viejos: Que la cruz era trayda del yaya que cae adelante haçia el norte
señalando que ay otras prouinçias en medio y porque se allaron cruzes en cada cassa no tomó la de Caraua ca [Carabuco]
de dos braços sino cruz de un braço cruzado y todos viexos mugeres y criaturas luego deçian Yaya y mostrauan tenelle
veneraçion.” (f. 29, subrayado mío).
La cruz de Carabuco, una aparición en la cuenca del Titicaca, también ilustrada y comentada por Guaman
Poma entre otros, es una leyenda de la época muy promovida en toda Charcas por los jesuitas (p. ej.
“Crónica anónima de 1600” en Mateos 1944, 292 ss.; véase también Laurencich-Minelli 2003, 347). Solís
Holguín se muestra muy familiar con este tema y hace una alusión a la llegada de los apóstoles Bartolomé
(f. 28) o Tomás relacionados con las apariciones de cruces, tanto con la de Carabuco como con la mítica
venida de un apóstol de Jesús a las Américas, a cuyas huellas se atribuye el fenómeno de la cruz
precolombina. Se encuadra en la imagen propagada que los Incas están bien preparados para la
catequización.18
También en este contexto de gente con cruces que apuntan hacia el paraíso y lo místico se pueden ver las
menciones de Villarnao y otro relator de una provincia de “enanos”, del “negro”, topoi parecidos a las
“amazonas” y los “gigantes” que son característicos del mito de El Dorado (Bayle 1943). Lo que el
mencionado Lorenzo Caballero, el más detallado de los relatores, escribe en relación con los Torococis o
sea “Los Toros”, se lee como una visión romántica e idealizada del estado jesuítico, un “paraysso si assi se
puede llamar” con “el viento manso y murmurador... haçiendo un suaue y agradable son con el qual, que las aues y
chirriadores paxarillos con sus arpadas lenguas cantan con diferentes generos de tonos alauando al Señor que los creó” (f.
43v). 19
A este paraíso se llega, como al cielo de la Biblia, por una “entrada que es una voca” (f. 29), por una escalera
colgante hecha de sogas de textil, en nuestro caso el “puente de criznejas” que facilita el traspaso y la
entrada. Queda “al pie de un çerro grande por donde passa un Rio caudeloso que los naturales llaman Manatti” (f. 32).
De allí se llega a una gran laguna situada muy cerca a una sierra muy alta (ibid.). El nuevo parador de estos
“yngas retirados del Piru” según todas las indicaciones estaría ubicado al Oeste de la “Sierra de los Paressis”.

7
El Paytiti mismo es descrito por lo general tanto por los soldados como por los jesuitas como un cerro
donde se saca “plata corrida” (f. 23), a la manera de Potosí y otros metales preciosos, piedras de colores y de
la laguna, en la cual se encuentra el cerro como una isla; se extraen incluso perlas. Al comienzo de la zona
sagrada “tiene puesto este gran señor por sello y señal de que comiença desde alli su Reyno vn carnero de pie dra” (f. 22,
subrayado mío). Luego, en la RC y parcialmente en los otros testimonios se describen los rituales que se
componen principalmente en el sacrificio de un niño y una llama (“carnero de la tierra”), aludiendo a las
costumbres andinas “y esto haçe en vna plaçuela no muy grande que tiene dedicada fuera de su çiudad con vna muralla
que por dentro da a los pechos y por de fuera es de dos estados que la tiene echa a posta. Tiene dos altares de piedra en el
medio de esta plaçuela que es echa en quadro. El vn altar sirue para degollar criaturas y el otro para los animales, y desde vn
estremo de la plaçuela sale vna calçada como calle de la misma manera que la plaça hasta el pecho sus paredes fortissimas y
por de fuera de dos estados y algo mas, de manera que ellos ven a los que estan fuera y lo diuisan todo, la calçada es de diez
braças de ancho y de largo veynte y sale a otra plaça casi como la de la çiudad del Cuzco donde está vn templo grandiosso y
muy grande que da temor entrar en él porque ay tantos pulpitos de vna parte y otra puestos y arrimados a los lados del templo
que es cossa de marauilla considerar quan sugetos los tiene el demonio con esta diabolica horden.”(ibid.).
Se ve claramente que el autor tiene como modelo al Cuzco tanto en cuanto a los rituales p. ej. con los
ídolos que sacan a la plaza (f. 24v) como a la descripción de éstas (“y sale a otra plaça casi como la de la çiudad
del Cuzco donde está un templo grandiosso”, f. 24). Pero también lo mezcla con elementos del imaginario
europeo de la época, p.e. cuando habla de un “ydolo de modo de un arbol arrancado con unas raíces que le sirven de
cabello, y del demonio con la escoba en la mano” (ibid.), que seguramente conoce por las pinturas de las iglesias o
por las publicaciones de la época.20

DE SABAYPATA AL PAYTITI

En cuanto a los intereses del estado Inca en la región del Antisuyu, se puede constatar que están
manifestados claramente en las actividades y expediciones que nos relatan las fuentes españolas. Los
resultados de un proyecto finlandés, sin duda el más interesante y más efectivo de las últimas décadas
sobre este tema, confirman “casi sin lugar a dudas, la presencia de los incas en el área de confluencia
Madre de Dios – Beni” (Pärssinen & Siiriäinen 2003, 119). El interés de los Incas por esta zona como
punto estratégico y para obtener el control sobre la distribución de los productos amazónicos tan
importantes para su vida ritual no necesita ser subrayado aquí. Lo que sí se podría debatir es la antigüedad
de las primeras expediciones de los Incas fuera de la zona nuclear de su cultura, que consideramos no se
hallaba restringida al valle del Cuzco, sino que incluía también la región del Titicaca (Meyers 2002). Si
tomamos en cuenta los indicios existentes para una expansión de la cultura incaica más temprana que la
supuesta hasta ahora, es probable que haya habido una incorporación de los Andes y Llanos orientales
bolivianos al Tawantinsuyu anterior a Tupac Yupanqui (Meyers 1999).
¿Cómo llegaron los Incas a Mojos? Quizás bajaron por el río Madre de Dios, aunque no se hayan
encontrado todavía sus huellas. Puede haber sido también por su provincia de Carabaya con las ricas
minas en oro y la Sierra de Apolobamba donde existen algunas fortalezas incaicas. Pero también es seguro
que venían desde el sur, desde su provincia Grigotá conquistada e incorporada anteriormente al

8
Tawantinsuyu. Esto da sentido no solamente a la defensa tan tenaz de Samaipata – como nos cuenta la RC
– sino también subraya su posición estratégica en la geopolítica inca.
¿Que sucedió con la población de los importantes sitios incaicos al este de los Andes después de la derrota
de los Incas en la batalla de Pocona en 1538? Es muy probable que se hayan retirado en dirección a o
hasta la zona donde después se ubicaba el Paytiti famoso de la mitad meridional del Tawantisuyu. No hay
datos acerca de una paosible alianza con los Chiriguanos o con los Yuracaré, lo cual parece comprensible
ya que eran sus enemigos encarnizados. Más de cien años después, en 1644, se encuentran todavía huellas
incaicas en los testimonios de otra consulta.21 Esta vez es un fraile franciscano, de la misión de Pocona en
las Yungas de Aripucho, quien afirma que “a tenido noticia que ay indios antiguos de pocona oyo decir este testigo que
en aquella tierra de los llanos que llaman rraches son rretirados de Samaypata desde el tiempo que prendieron al ynga”
(ibid., f. 50; subrayado mío). Si esto fue así, las descripciones de los relatores de la consulta que traían
coronas de oro y patenas de plata parecen tener visos de realidad. Aunque hayan dejado a los tejidos finos
(“cumbi”) en el lugar, como dice la RC, los “Incas” de Samaipata seguramente se llevaron sus momias y/o
ídolos que antes tenían expuesto en los nichos tallados en la roca sagrada, así como el oro y la plata con
que hubieron revestido a estos nichos para que el brillo del sol se detectara desde lejos.
Nada de esto encontró el cura Corella en su búsqueda y con cierta malicia constata su rival de profesión
misionera (si era Alcaya o uno de los jesuitas cruceños): “y es que no la enterraron en ella sino en la montaña donde
quedaron sepultada en su seno hasta el fin del mundo” (RC, f. 21v.). ¿Habrá sabido que el Paytiti jamás se
encontraba?

Agradecimientos
Agradezco a las siguientes personas por sus discusiones conmigo y comentarios sobre el tema: en primer
lugar a la colega Laura Laurencich- Minelli así como a Peter Siegle, Nina Lager, Christoph Doellerer,
Valerie Unkelbach, Pablo Gudino y Luise Tophoff, miembros de un curso sobre fuentes bolivianas en la
Universidad de Bonn. Rolando Marulanda me ha facilitado el mapa.
Los documentos del AGI citados aquí son copia pedidas por Catherine Julien en el contexto del proyecto
“Historia Cultural de los Andes Orientales de Bolivia”, transcritos por Kristina Angelis-Harmening y
depositadas en la Universidad de Bonn. Se agradece a las mencionadas colegas su colaboración. De misma
manera se agradece la corrección del texto en español a la colega María Susana Cipolletti. Queda claro que
la responsabilidad para errores es mía.
Mapa de Bolivia con algunos sitios mencionados en el texto

9
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1 Para una evaluación del conjunto de entradas véase Saignes 1985, 33 – 68.
2 Se aplica aquí la manera de escribir corriente en los documentos coloniales. Para la fundación del pueblo
actual así como para el complejo arqueológico en general se usa el nombre de “Samaipata”.
3 AGI Contaduría 1805 (1575), ff. 294-299v. Los soldados se abastecían de munición y hasta de bizcochos

y otras cosas desde la provincial de Pocona y del pueblo de Tiraque, el centro de comercio de la coca. En
el presidio, los materiales fueron administrados por los caciques de las tropas auxiliaries (ibid.)
4
En la foja 21v se menciona que “el padre Corella que agora es dean de [e]sta Varranca a sacado ynnumerables
vestidos de cumbe podridos de [e]sta fortaleza y no ha podido allar el entierro de la platta...”. Este acto de “huaquería”
según Melgar y Montaño (1959) se llevó a cabo entre los años 1626 y 1628. El bachiller Miguel de Corella,
un hombre aparentemente conflictivo y peleador, fue nombrado dean y visitador de la provincia de Santa
Cruz en 1619.
Otra indicación para una datación más tardía de la RC es la mención de las entradas a Mojos en la última
frase (f. 27v) que deben haber sido las de Solís Holguín, las cuales se realizaron en 1617 y 1624. Una
discusión de estos y los demás datos alrededor de datación y autoría de la RC se está presentando en otro
trabajo (Meyers 2005).

13
5 Tampoco está claro si el padre Alcaya la ha mandado al virrey pues no se han encontrado huellas de esta
acción hasta ahora.
6 Porque Alcaya y no Alcayaga? Con que intención mandada al Virrey?
7 La numeración de los folios obviamente hecha después del traslado a España comienza con f.9 .
8 “Consulta en que el pressidente de La Plata Repita lo particular que Refirio, en consulta de 636 sobre la entrada de los

Mojos por Santa Cruz de la Sierra. Haze Relaçion de hauerse aveçindado a ella, los portugueses del Rio de San Pablo, en la
costa el Brassil. Pondera la dicha entrada, y de la importançia que es para la combersion del Paraguay y dar calor a las
Reduçiones de ynfieles que la Compañia de Jhesus haçe en aquellas prouinçias” . Este pone el asunto en claro, además: “an
destruido otras tres Reduçiones maltratando e hiriendo a los padres de la Compañia que estauan en ellas y lleuadosse
todos los yndios a sus trapiches e yngenios del Brassil con la ordinaria crueldad que lo acostumbran. A cuyo reparo assisten
en esa corte los padres Françisco Diaz Taño y Antonio Ruiz, Religiossos de conoçida santidad de vida que an tenido la
mayor parte en estas Reduçiones. El segundo intento es satisfaçersse de las grandes notiçias que ay de las Riquezas y
minerales del Ytatin” (f. 9v, subrayado mío).
9 El rey respondía positivamente pero dejaba la decisión a su virrey (Real cédula de Madrid del 22.2.1638;

f. 14v).
El siguiente intento de entrada, también frustrado, data del año 1641 y proviene del gobernador Juan de
Somoza Losada y Quiroga (García R. 1988, 69). Es interesante la observación que comunica este señor al
rey de haber encontrado “la ciudad de S. Lorenzo de la Barranca con menos de quarenta vecinos que la despoblaban a
toda prisa por las ambres y enfermedades que padecían y invbsiones que les haçian los indios reveldes” (citado según ibid.,
nota 147).
10
Según el memorial de Juan Recio de León, 8 de Diciembre de 1625 (Maurtúa 1906, 278)
11 Samaniego, junto al padre Diego Martínez, había fundado la misión jesuítica de Santa Cruz en 1587. Al

contrario de Martínez, quien luego fue rector del colegio de Chuquisaca, Samaniego fue como el decano
del grupo, no solo por su función de superior sino también como promotor de varios vocabularios de
lenguas locales, entre ellos de lo Chiriguano. Se quedó en Santa Cruz hasta su muerte con más de 80 años
en 1626 o sea casi 40 años de vida en la selva (Oliva 1998, 271 y passim). En 1607 recorrió las tribus a lo
largo del Río Grande o Guapay junto con el padre Anello Oliva (p. ej. Finot 1978, 303).
Este cronista jesuita italiano figura en otros documentos como residente de Santa Cruz de la Sierra. El
gobernador Martín de Almendras Holguín, al referirse a las actividades de 1607, menciona su capacidad de
hablar la lengua Chané (Arteaga 1961, 183). En 1611 se habría encontrado con el cronista jesuita
perseguido Blas Valera después de su muerte oficial en España y de su retorno secreto al Perú (Hyland
2003a, 203; Laurencich-Minelli 2001, 251). En 1621 firmó junto con los padres Samaniego, Villarnao y
Gregorio de Anoniz una carta en apoyo para la union de las poblaciones de San Lorenzo y de Santa Cruz
(Vázquez-Machicado 1992, 69; Pinckert 1993, 149). Oliva dice que en Santa Cruz ha empezado con los
apuntes para su crónica (Oliva 1998, 10). En otra página destaca las lenguas diferentes de allí: “porque
algunas veces allé en un solo pueblo tres, y quattro differencias de lenguas tan distinctas la una de la otra,
que no se parecían nada” (ibid., 34). Otro compañero napolitano de Oliva era Angelo Monitola quien
murio en Santa Cruz después de 33 años de vida misionera en la región (p. ej. testimonio de Gegorio
Jiménez f. 34 así como Oliva 1998, 283) en el año de 1618. Para mayores detalles biográficos véase
Vargas-Hidalgo 1996 y el prólogo de Gálvez Peña a la obra de Oliva (1998, IX-LIX).
12
Antes ya había entrado el mercedario Diego de Porres con quien existía una cierta rivalidad (García
Recio 1988, 235-237) y quien tenía en su título de vicario provincial la explícita mención de la “noticia rica
de Candire” (Saignes 1985, 47).
13
El documento no está firmado y carece de lugar y fecha. Solo dice “doy fe. Juan Navarro” (f. 30v). Solo se
mencionan tres testadores o intérpretes, todos excombatientes de Solís H. Uno de ellos, el sargento mayor
Bartolomé de Heredia, ha dejado él mismo una relación (fs. 36v a 38: 08/10/1635). En esta dice varias
veces que ha visto una relación que hizo Martín Sánchez de Alcayaga “vezino de esta gobernacion ya difunto en el
Paraguay”(f. 37 a 37v)
14 Comp. las quejas de la administración española sobre la huida masiva de los indios tributarios a la selva

de Cochabamba y los relatos de los misioneros de los Yungas de Pocona sobre indios huidos de la Sierra
(Schramm 1999 passim).
15 Cf. Sabine Hyland (2003b) sobre esta crónica perdida de un capitán de Paraguay.
16 En teoría estaba prohibido que los misioneros acompañaran a los soldados en sus entradas por la mala

imagen que daba a los indios objetos de evangelización. Sin embargo, estas empresas comunes tenían una
larga tradición que continuaron hasta la fundación de las reducciones jesuíticas en el ultimo cuarto del
siglo XVII. Empieza con la fundación de la misión y las “exploraciones” del Padre Samaniego, luego en

14
1595 (Suárez de Figueroa) con el Padre Gerónimo de Andión, con él mismo en 1602/03 (Juan de
Mendoza Mate de Luna), otra vez con él mismo y el Padre Jerónimo de Villarnao en 1617 (Solís Holguín),
éste mismo y el Padre Juan de Navarro en 1624 (Solís Holguín).
Hay que constatar que el interés en estas entradas no era general entre los pobladores, sobre todo los
venidos de Charcas así como las autoridades. Esto vale tanto para el cabildo de Santa Cruz como p. ej.
para el gobernador de la provincial, Cristóbal de Sandoval y Rojas (1628-37) quien residía en Mizque en la
sierra, al igual como el Obispo (García Recio 1988, 68 y passim).
17
El fundador de estas reducciones, el Padre Torres Bollo, en su camino al Paraguay había pasado por los
colegios misioneros del Alto Perú, sobre todo Julí, donde seguramente intercambiaban ideas sobre la
organización de las reducciones (Mateos 1944, 410, n. 1).
18
Al otro lado, la Cruz de Carabuco también está relacionado con un cambio de edades, un pachakuti,
anunciado por catástrofes y otras señales como p. ej. la erupción del volcán Misti der Arequipa en 1600
(Mateos 1994, 297). Este sentimiento de fin del mundo tenía muchas causas concretas como la drástica
baja de la población no solo serrana sino también de las etnias de Charcas que se habían fugado a la selva
(Schramm 1999, 427 y passim). También el concepto andino del Dios Yaya se puede relacionar con este
estado crítico del tiempo y cambio de edades (p. ej. Urbano 1993).
19
Comp. la descripción de “El paraiso y los pájaros parlantes” de León Pinelo y su aplicación al “sueño
del Paititi” (Gisbert 1999, 161)
20
Comp. p. ej. Bayle 1943, Lám. X: Templos y ceremonias indios vistos….desde Europa. La descripción
de la plazuela, del cerro con el puente de criznejas se reconoce también en los cuadros presentados por
Laurencich-Minelli, en este tomo, fig. 1 y 2.
21
Se trata de la del general Francisco Rodríguez Peinado que tenía sus haciendas en el Valle de Chilón,
otra de las funaciones españolas de la época para poblar la región entre Samaipata y Pocona (AGI Lima
166, Jornada a los Mojos y rraches, 96 fs., 1644)

15

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