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La Desaparición de Majorana y La Relación Entre El Saber y El Mal
La Desaparición de Majorana y La Relación Entre El Saber y El Mal
¿Qué será pues el Bien sino la llama misma, la que consume en mí, sin que yo se
lo exija a nadie, el mal que nunca me falta? Contra él hay que comenzar con un
ejercicio de simbiosis individual: vivir con. ¿Cómo negociar este fango? Hago de él mi
mejor combustible. Ardo. Incandescente. El sujeto empieza pues con la cuestión del
Mal porque él inventa, porque el promueve lo que puede contribuir –aquí o allá- a su
apaciguamiento. De hecho,el sujeto puede salir de la pertenencia, declara Serres,
separarse del subconjunto que supone la exclusión, extraerse del conjunto que
supone el exterminio, puede separarse del nosotros, abstraerse del se impersonal en
su vida individual y en la conciencia singular, no conducirse ni como exclusivo ni
como exterminador específico. Puede renunciar a vengarse. Puede rehusar la
violencia.Nos parece que este fue el caso de Ettore Majorana, al salir del juego a dos.
Fin de los juegos a dos; comienzo de un juego a tres. Este es el estado global
contemporáneo. La competencia entre aliados y alemanes para diseñar y fabricar la
bomba atómica puso en juego un escenario como el de la pintura de Goya: el
resultado de la confrontación fue que ambos bandos perdieron, e infligieron un daño
inconmensurable a la Tierra y sus poblaciones con sus bombas y sus gases
venenosos. La guerra habría impuesto la tenaza: o estás con los nazis o estás con los
aliados. Einstein, Oppenheimer y Max Bohr, por ejemplo, se resolvieron a favor de los
aliados, mientras que Heisenberg, situado para 1941 entre ambas potencias, no se
habría resuelto por ninguna, aunque permaneció en el juego a dos. Majorana, en
cambio, resolvió salir de la tenaza, no colaborar con los unos ni con los otros, salir del
juego a dos, consciente del tercer lugar en peligro. ¿Por qué simplemente no renunció
a sus estudios, no se retiró, capituló con la física teórica, cambiaba de vida, por así
decir? Fue quizá esto lo que hizo, al desaparecer, pues si la tenía adentro, no había
otra manera de deshacerse de ella.
Las ciencias hicieron del mundo su objeto. Nada ha sido más decisivo que la
invención en la Edad Media de esos dos polos del conocimiento: sujeto-objeto,
instancias ignoradas por los antiguos. Kant decidió que el objeto giraba en torno al
sujeto, como la Tierra en torno al Sol. El reparto era, es todavía: por un lado ese
sujeto, personal o colectivo, real; por el otro, objetos pasivos y sumisos, reducidos a
algunas dimensiones de espacio, de tiempo, de masa, de energía y de potencia, casi
desnudos, desvestidos, exangües. Simple, ingenua, de una crueldad sin límites, esta
manera de conocer acompañaba saberes que hoy consideramos fáciles; las ciencias
llamadas duras, objetivas, cuya realeza (hasta hace poco indiscutible) termina.
Cambiamos de paradigma.
Volvamos a la Edad Media donde fue inventada la repartición entre el sujeto del
conocer —nosotros, activos— y los objetos del mundo —neutros y pasivos—. El dominio
de las cosas que vino luego, estaba en embrión ya en esa pareja asimétrica cuyo
formato (de una eficacia terrible) cambió bruscamente el destino de Occidente. La
abstracción misma cambió, no se trataba ya de la idealidad matemática, sino del
hecho de que nosotros mismos nos extraíamos del mundo, que nos abstraíamos de
él. El mundo entero giraba en torno a nosotros, pequeños soles eficaces y narcisos.
Aventuro la hipótesis, nos dice Serres, de que nuestra cultura y nuestra historia
occidentales nacieron, poco a poco, de tener cada vez menos en cuenta al Mundo.
Hemos pasado nuestra vida, hemos consagrado nuestros pensamientos a abandonar
la Biogea. Incluso nuestras ciencias, objetivándola, la colocan a distancia. Todas las
culturas tienen en cuenta al Mundo, excepto sin duda la nuestra, que substituyó, por
ejemplo, el derecho natural antiguo por un derecho natural moderno, fundamentado
exclusivamente en una pretendida naturaleza humana. El Gran Pan ha muerto,
susurra una voz misteriosa en torno al Mediterráneo, a comienzos de nuestra era. Lo
real es racional; sordos a lo primero, sólo escuchamos lo segundo. Ciudad intra
muros, sociedad de humanos entre sí; afuera el campo, la rusticidad, las ciencias
duras, afuera el Mundo. Sólo cuentan los sujetos, colectivos o individuales, narcisos
juntos en su prado.
Ahora bien, nuestra cultura sin mundo, de repente, reencuentra el Mundo, no como
todas las otras, o como nuestras ciencias (antaño y hasta hace poco), por medio de
lugares o partes, sino en su totalidad. Nuestra voz cubría el Mundo. Él hace oír la
suya. Abramos los oídos.
Derretimiento de glaciares, subida de las aguas, huracanes, pandemias infecciosas,
la Biogea se pone a gritar…Encuentro con la totalidad, Pánico, ¡el Gran Pan está de
regreso!
En cuanto hace a esta relación sujeto-objeto, los poetas y los artistas, pero también
variadas culturas salvajes, se instalan en otro paradigma. Ocurre así entre muchas
tribus amazónicas y su relación con los animales. Paul Valéry, en Diálogo del árbol
escribe: “Mi alma se hace hoy árbol. Ayer, la sentía fuente. ¿Y mañana?... ¿Me elevaré
con el humo de un altar, o me mantendré por sobre los altiplanos, en el sentimiento
de potencia del gallinazo sobre sus lentas alas; acaso lo sé?”
Paul Cezanne, un primitivo del arte moderno, en palabras del pintor, supo
trastocartambién la consabida relación sujeto-objeto: ninguna distancia entre el
mundo y el hombre, entre esta lluvia cósmica donde Cézannerespira la virginidad del
mundo y esta alba de nosotros mismos por encima de la nada que no pueden recoger
las manos errantes de la naturaleza. El pintor declara: Yo soy la conciencia del
paisaje.Hay y yo estoy ahí. El hombre está dentro del paisaje, aunque no sea visible,
aunque no aparezca ahí.
Rainer María Rilke, en Soneto a Orfeo, “Respirar: ¡Respirar!, invisible poema, puro,
incesante intercambio de nuestro ser con el espacio del mundo en el que
rítmicamente me cumplo. Ola única de la que soy el mar creciente”.
Así desaparece el enfrente. Una forma, una obra funcionan como un mundo. No
están en el espacio y en el tiempo, sino que –como ellas están en el mundo- el
espacio y el tiempo están en ella.
Rilke se pregunta: ¿No podría haber un punto en que el espacio fuese a la vez
intimidad y afuera, un espacio que afuera fuese ya intimidad espiritual, una intimidad
que, en nosotros, fuese la realidad del afuera? Es el espacio interior del mundo
(Weltinnenraum). “A través de todos los seres pasa el espacio único:/espacio interior
del mundo./ En silencio los pájaros/ Vuelan a través de nosotros. Y yo que quiero
crecer,/ miro hacia fuera y es en mí que el árbol crece.”
Ley del antiguo hábitat: Duras o suaves, las antiguas ciencias explicaban sus leyes,
describían sus detalles y sus paisajes, permitían intervenirlo, trazar en él nuestra
marca, en fin: explotarlo. Ley del nuevo hábitat: Suaves o duras, las nuevas ciencias
buscan comprenderlo, interpretar sus sumas y sus relaciones, mantenerlo, cultivarlo
para hacer de él nuestro hábitat, o sea, nuestro simbionte. Comprender, algo más y
mejor que explicar; mantener, mejor y más que intervenir; cultivar, no explotar.
Nuestras antiguas culturas oponían las culturas con escritura a la naturaleza sin
escritura; la nueva acoge las culturas sin escritura y la naturaleza con escritura.
R. P. G.