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El pasado 03 de enero del 2024, tres (3) de las organizaciones aquí firmantes
emitimos un comunicado a la opinión pública mediante el cual rechazamos la
dilación en el nombramiento en propiedad del Director General del INSTITUTO
NACIONAL DE VIGILANCIA DE MEDICAMENTOS Y ALIMENTOS – INVIMA y los
recurrentes encargos designados para tan importante cargo, lo que para
nosotros denota un desinterés en la salud pública del país.
Sobre el particular preocupa de gran manera las manifestaciones del Dr. Rossi
de delegar competencias y funciones en las Entidades Territoriales de Salud y
En dicho documento, se asevera por parte del Dr. Rossi que la entidad esta
politizada y es objeto de negociaciones políticas con los partidos políticos y el
congreso, lo cual es falso. El INVIMA cuenta con una planta de personal de
1520 cargos, de los cuales están provistos 1197 y los restantes se encuentran
congelados por temas presupuestales, el mérito como principio constitucional
de acceso al servicio público es evidente pues el 76% de la planta de personal
ostentan derechos de carrera administrativa, lo que demuestra que el personal
de la entidad no obedece a negociaciones políticas o intereses particulares
de los gremios, sino al cumplimiento de la misionalidad de la entidad.
Sin embargo, con la posesión de la Dra. Yenny Adriana Pereira Oviedo como
Así mismo le solicitamos, que la persona que sea designada para la Dirección
General del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos –
INVIMA respete lo avanzado en el rediseño de la entidad y no se retroceda en
el fortalecimiento institucional y le dé continuidad al cronograma para cumplir
con lo planteada y presentar el proyecto en el mes de marzo.
Se firma la presente a los ocho (8) días del mes de febrero de 2024.
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Sandra Patricia Vargas Padilla Amira Anaya Alonso
Presidente Subdirectiva SINTRAEN SP Presidente SINTRAINVIMA
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Graciela María Mendoza Lobo Oscar Daniel Vargas Vega
Presidente UNALTRAINVIMA - UNTI Presidente SINTRAENTIPUC
Octubre 20221.
Enfoque.
La vigilancia sanitaria es una de las funciones esenciales de la salud pública, y como las epidemias,
está ligada a la historia de la salud pública, y es una de las razones de la existencia de los estados
modernos. En Colombia, la Vigilancia sanitaria de productos de consumo humano está liderada por
el INVIMA, y a nivel territorial es ejercida por las direcciones territoriales y por la red nacional de
laboratorios de salud pública.
1Esta versión ha sido preparada por Claudia Marcela Vargas, Directora de Medicamentos y tecnologías en
salud del Ministerio y por Francisco Rossi, Director (E) del INVIMA.
El tercer instrumento es la inspección ligado a la autorización de los establecimientos de producción.
La inspección es el mecanismo mediante el cual se autoriza una planta de producción para producir
uno o más productos de características pre-determinadas, autorización que se otorga por un tiempo
determinado y que se renueva en la medida en que se verifique que los estándares se siguen
cumpliendo. Y es el instrumento mediante el cual se verifica que las condiciones que permitieron la
autorización de funcionamiento, se mantienen en el tiempo y en cualquier momento del tiempo. Es
además la que da lugar a las medidas cautelares y a las medidas sancionatorias cuando corresponde.
La combinación de estos tres instrumentos es hoy, en el mundo entero, la manera de asegurar a los
ciudadanos de cualquier país, la eficacia, seguridad, calidad y/o inocuidad de los productos de
producción industrial para el consumo humano. Dado que se trata de una regulación global, los
estándares, los mecanismos y procedimientos de su aplicación y sus implicaciones en el mercado,
vienen de los países industrializados constituyendo una suerte de “importación” de la regulación,
que se acomoda mucho más a los mercados y las empresas de ésos países y mucho menos a los
productores locales.
En la misma línea y con un efecto de refuerzo, en los últimos años y en particular en el sector de
alimentos, se ha producido en nuestro país un fenómeno que merece ser corregido. En el marco de
la orientación macroeconómica de diversificar e incrementar las exportaciones, el país se ha
embarcado en regulaciones sanitarias que obedecen más a las exigencias de los países a los cuales
quisiéramos exportar productos alimenticios, que en las necesidades del consumo interno.
Se trata entonces de “abandonar” la lógica de apuntar a “los más altos estándares” globales, para
producir una regulación que se ajuste a las necesidades del país, sin perder de vista que la vocación
hacia las exportaciones requiere acoger las normas del país al que se ingresar, en lo que se conoce
internacionalmente como el proceso de admisibilidad, proceso en el cual la reputación y credibilidad
de la agencia regulatoria es definitiva, pero que no puede convertirse en un mecanismo de
encarecimiento y de barreras de acceso para los propios ciudadanos, especialmente si enfrentamos
crisis por hambre y por desnutrición crónica.
Desde otra perspectiva, el INVIMA registra notables avances entre los que se debe destacar el
sentido de pertenencia de sus trabajadores, su orientación al teletrabajo como consecuencia de la
pandemia, el alto nivel técnico de sus funcionarios y el hecho de contar con la calificación de agencia
regulatoria de referencia. El INVIMA tiene asiento en la USP (la Farmacopea de los Estados Unidos
de América) y es miembro deliberante en la ICH. (Conferencia internacional para la armonización
por su sigla en inglés).
Se trata entonces de construir sobre lo construido para moldear un INVIMA ajustado a las
necesidades de la población colombiana, para apoyar la reindustrialización del sector farmacéutico
y para responder a las necesidades de una economía popular.
Históricamente, el trámite del registro sanitario es un proceso complejo con muchos documentos
que deben ser evaluados por la autoridad regulatoria, que hace del proceso algo lento, dispendioso
y sujeto a interpretaciones no siempre objetivas por el evaluador de turno. Esto ha hecho que el
registro sanitario se termine convirtiendo, en Colombia y en todos los países latinoamericanos (con
la excepción de Cuba donde la regulación es más sanitaria que comercial) en un trámite engorroso,
impredecible, demorado y complejo.
Dado que en cada registro sanitario hay siempre una inversión más o menos importante, se han
presentado dos tipos de fenómenos recurrentes; el primero es que el trámite se convierte en un
objetivo en sí mismo, relegando su razón de ser sanitaria a un segundo plano y magnificando su
dimensión comercial. Esto se traduce en una enorme presión reputacional sobre la agencia
regulatoria, pues siempre existirán retrasos, retrasos con implicaciones económicas que más tarde
o más temprano llegarán a los medios de comunicación.
En la experiencia del INVIMA, los retrasos en el trámite de registros sanitarios han sido una
constante, con planes periódicos de emergencia, de contingencia, de agilización que ponen al día
temporalmente a la institución, pero que poco después regresan y se repiten. Hoy se registran en
el caso de medicamentos, retrasos en trámites de hasta 5 años.
El segundo es el riesgo de corrupción. Riesgo que más que derivado de asuntos culturales, es un
riesgo estructural. Cualquier trámite que se demore, que signifique impactos económicos, que sea
complejo y que se preste a interpretaciones, significa alto riesgo de corrupción. En Colombia en el
INVIMA, pero en los demás países de América Latina, las agencias regulatorias son objeto de
primeras páginas por casos de corrupción.
Cuando la corrupción es estructural no tiene sentido perseguir casos. Hay que hacer cambios
estructurales.
Adicionalmente hay que revisar las comisiones revisoras. Su papel ha perdido contenido técnico
para dar respuesta a derechos de petición, consultas y otros asuntos más administrativos. El retraso
en publicar sus recomendaciones y decisiones no es conveniente.
En el caso de alimentos se están adelantando pasos para la simplificación del registro, incluyendo
su eliminación para productos de bajo riesgo, en un intento de remover obstáculos para el
desarrollo de la economía campesina y de pequeños productores, especialmente para remover
obstáculos a su participación en las compras públicas.
Sin ninguna duda, las Buenas Prácticas especialmente de manufactura (BPM) han conseguido una
mejora substancial en la calidad especialmente de los medicamentos. En alguna medida, se podría
decir que en aquellos países en los que han sido adoptadas plenamente, la calidad de los productos
se ajusta a estándares internacionales. Eso está bien. Sin embargo se registra en los últimos 20 a 30
años, una tendencia a globalizar exigencias en calidad que significan mínimas ganancias en
reducción de riesgos sanitarios pero si enormes inversiones. Inversiones que impactan a las
industrias locales y, en todo caso, limitan el número de productores. Ganan así las industrias
transnacionales y pierden las industrias nacionales.
En buena medida, la pobre aceptación de los genéricos en nuestros países tiene relación con el
posicionamiento de los productores transnacionales que han generado la sensación en
prescriptores y pacientes, de que las diferencias de precio entre productos de marca y genéricos se
deben a diferencias de calidad. Múltiples estudios que se han hecho en Colombia y en muchos países
latinoamericanos, muestran que médicos y pacientes dudan de la equivalencia terapéutica de los
genéricos. Y desde el punto de vista regulatorio, debiera ser una obligación de las agencias
desmentir estas campañas pues desde una perspectiva de mercado, se trata de una distorsión que
perjudica al consumidor, lo que desde una lógica basada en el derecho a la salud es inaceptable,
pero también es inaceptable desde el derecho a la competencia, desde la perspectiva del ciudadano
en cuanto consumidor.
La orientación a las exportaciones.
La politización de la IVC.
Algunas de las funciones de IVC de los productos de consumo humano corresponden a los entes
territoriales, como la IVC de los establecimientos de venta de comidas, las farmacias, los
supermercados. En Colombia y como consecuencia del debilitamiento de la salud pública y de las
secretarías territoriales de salud, la IVC se ha politizado en el mal sentido de la palabra. Muchos de
los cargos para los inspectores de IVC son contratos de prestación de servicios, no siempre
permanentes y con frecuencia con perfiles que no se ajustan a los requerimientos, alta rotación y
muy pobre desempeño.
Una agencia regulatoria técnica, independiente y respetada, que tendrían que ser atributos
obligatorios, requiere de plantas de personal altamente calificadas, con carrera administrativa y con
salarios que eviten la alta rotación del personal.
Los sistemas de información.
Las bases de datos del INVIMA adolecen de imprecisiones en los estándares semánticos, no son
amigables, de fácil consulta y uso y no son interoperables con otros sistemas de información del
sector salud. Una propuesta de reestructuración debe incluir una reforma a los sistemas de
información, en lo posible en el marco de un sistema de información de todo el sector de la salud.
Los 2 ataques de los que el INVIMA ha sido objeto, reflejan la vulnerabilidad de las instituciones del
sector público. Se han hecho inversiones para recuperar y mantener la seguridad , con las
limitaciones que son usuales en el sector público. Una reestructuración debe pasar por inversiones
substanciales en seguridad informática.
La segunda implicación de las tarifas por servicios es que, de alguna manera, substituyen la
responsabilidad de la agencia sanitaria para con el ciudadano, por una responsabilidad para con el
“cliente” que paga por unos servicios con los que se mantiene la agencia. Y no deja de quedar un
mal sabor por la relativa incompatibilidad entre las funciones de IVC y las de recaudo.
Dado que estamos en el inicio de un gobierno y que debe presentarse en breve el proyecto de ley
del plan de desarrollo, la propuesta incluye la preparación de un o unos artículos en la Ley del Plan
que ordenen la reestructuración de la IVC y del INVIMA, otorgando facultades extraordinarias al
Presidente para promulgar la nueva estructura en un plazo de 6 meses a un año.
La imagen del INVIMA, deteriorada por los retrasos en los trámites y ahora por los 2 ciberataques
de que ha sido víctima, puede convertirse en un ambiente favorable para impulsar esta propuesta,
que debiera ser ampliamente debatida con todos los actores.