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Aparqué el auto en el sótano mirando fijamente mi reloj.

Evangeline iba a matarme,


y a cortarle todo tipo de servicios a Max Jr. el cual ya había sufrido durante mucho
tiempo.
Había sido clara, quería que llegase temprano.
Sin embargo, cuando iba saliendo de la consulta, Maya Lader—una de mis
pacientes— había llegado al consultorio en plena crisis y pidiendo que la atendiera de
urgencia. El matrimonio Lader estaba bastante mal desde que se habían casado.
Eran sólo dos críos que se habían casado a temprana edad por un embarazo no
deseado. ¡Qué rayos! ¿No sabían lo que eran los métodos anticonceptivos?
Sus padres habían pactado todo para que el matrimonio fuese pronto y rápido,
sobre todo antes que se le notara el vientre. Pero una vez casados el bebé que
esperaban había fallecido y los dos se habían jodido completamente.
A los veintidós años, Luigi Lader quería lo que todo joven desearía: fiesta, chicas y
cerveza. Maya, de veinte, buscaba llenar la ausencia de su marido comprando
compulsivamente. antes de ser Sexólogo era Psicólogo y atendía varios casos similares
a este. Todo empeoró cuando Maya encontró mensajes de textos en el celular de Luigi
bastantes subidos de tono y en medio de su desconcierto intento acabar con su vida.
Luigi la quería, ella había sido su novia desde los dieciséis, razón por la cual él había
buscado mi ayuda para salvar su matrimonio. Sin embargo Maya tenía cada crisis,
dándole pocas esperanzas a este matrimonio, que estaba condenado al fracaso.
Luigi era un alma libre y Maya dependía mucho de él, no había comunicación y su
relación íntima había desaparecido. Ninguno de los dos era consciente de lo que
sucedía: eran dos individuos que tiraban cada uno para un lado completamente opuesto
y así no se podía llevar ninguna relación.

Era una de las razones por las que yo odiaba las relaciones en el pasado, sabía que
no podría conservalas, Mi mayor placer eran las mujeres. Siempre creí que eso de que
en alguna parte del mundo se encontraba tu media naranja era una tontería.
Yo me había vuelto un limón así que era incompatible con la mayoría. hasta que
Eve Runner me cito y me dio una ridícula propuesta.
Aunque pasara el tiempo, lo que sentía por Evangeline seguía ahí, creciendo.
Amaba la manera en la que ella se acoplaba a mí y los " Te Amo" eran parte de
nosotros. Pero sabíamos que la palabra era muy corta para lo que sentíamos en
realidad, al menos lo que yo sentía.
Enterarme del embarazo de Eve fue mi salvación. que Dereck luchara por mí como
siempre lo había hecho era solo un plus, Mientras estaba dormido escuchaba sus
palabras, la forma en la que acariciaba mi cabello, quería despertar, pero había algo
que me lo impedía.
Y si, fui un poco idiota cuando desperté pero estaba aterrado de no volver a
caminar. Sin embargo, cuando ella dio a luz, ver a nuestros hijos llenos de vida a pesar
de lo pequeños que eran me hizo recapacitar. Yo los amaba, quería ser parte de su vida.
Así que, siete meses después de una ruda y larga terapia, pude deshacerme de los
apoyos y dar mis primeros pasos. Era como si comenzara de nuevo, dar un primer paso
como mis pequeños bebés. Alzar mi orgullo y equilibrarlo para fortalecerme por mí y
por ellos.
Y ella estaba ahí, ella y mis pequeños eran el aliciente para salir adelante. Un par
de meses después volvía a ser el Maximiliano Evans Farrel de siempre: coqueto,
medio cabrón pero enamorado hasta los huesos de su mujer y sus hijos.
Dereck me había dicho que, cuando el amor pega, es como si fuese un proyectil de
un bando enemigo. No sabías por donde atacaba, solo sentías el golpe de lleno.
Era como si el resto del mundo desapareciera y solo pudieras saciarte con una
mujer o un hombre en específico, ese en el que tu mirada se reflejaba.
¡Tonterías! le había dicho en su momento, a mí me gustaban todas las mujeres, mi
corazón era un perfecto condominio en donde muchas podían vivir. Sin embargo,
cuando Evangeline Runner apareció en mi vida y me dejó ser su maestro, cuando me
obsesionó como depredador, cuando se quedó conmigo por más que la humillé y
cuando me dio el regalo que yo tanto ansiaba: una familia, mi familia, este se volvió
casita hogareña y mi vida se complementó, sentí que todo encajaba en su lugar.
Me había vuelto un cursi de mierda...
Digité el código de mi departamento rápidamente, hacía un par de años había
vendido mi viejo Pent-house y había comprado uno más amplio para los niños.
La puerta se destrabo y entré encontrándome con mi inquisidora.
—¡Papitooo! —alzó sus brazos para que la cargara. Una vez en India, Savir, el
líder de una aldea en la que viví durante un tiempo, me dijo que el Karma era una
perra... Claro, el muy puto había regresado más de una vez a morderme el culo, pero
con mi pequeña Afrodita debería estarse partiendo de la risa el muy cabrón.
—¿Y hoy eres…? —pregunté dándole un beso.
—Soy Rapunzel —Genial Rapunzel, la puta que metía el novio a escondidas de su
mamá al dormitorio. Al menos no me había dicho que era Putanieves o Perrahontas.
En un principio me había negado que mi hija conociera toda la mierda Disney,
incluso había bloqueado cada uno de los canales de Disney: Channel, Junior y XD
del servicio de cable. No quería que mi nena se topara con malas influencias. Sin
embargo al que no quiere caldo le dan dos tazas ¿no?
Cuando Afrodita entró a la escuela empezó a sentirse una princesa. No ayudaba que
cada uno de sus tíos se hubiese confabulado en mi contra y la llamaran así.
Por más que había dicho que las “princesas” no eran un buen ejemplo , después de
todo, ¿con quién iba Diana de Gales cuando falleció? Sin embargo ante los ojos de mi
nenita ellas eran lindas.
Casi había logrado mantener a mi hija a salvo del mundo Disney, hasta un día que
se me ocurrió la brillante idea de dejar a mi hija a cargo de Cassie. Ella era la jodida
culpable de todo, Cassedee y su jodido DVD de colección de las princesas de Disney.
Su mirada diabólica cuando mi hija salió a mi encuentro aquella vez diciéndome que
había visto "La sirenita" y que quería vivir bajo el mar como Sebastián y Flounder, me
había dicho que lo había hecho a propósito.
—Papi—negué con mi cabeza ante la dulce melodía que era el tono de voz de mi
muñeca.
—Ohm, Rapunzel... ¿tendré que revisar tu cuarto esta noche, Rapunzel? —dije
haciéndole cosquilla con mi barba.
—No papito no... No me gusta —me apartó frunciendo el ceño, sus ojos verdes se
veían altivos y enojados.
—No te gusta mi barba —le piqué en la mejilla.
—No, pica y te ves feo —cruzó sus bracitos a la altura de su pecho.
—Ok, que te parece si yo me quito la barba y tú te quitas ese feo vestido.
— No es feo ¡Es de princesas! —Afrodita defendió su disfraz.
—Es de... —Me detuve. ¿Qué adjetivo era el mejor para una niña de cinco años,
perras, putas, golfas, zorras, mujeres de la vida alegre? Negué con la cabeza—Es de
niñas que se portan mal y no tienen papitos sexys —le di un beso en la mejilla y ella
me apartó con sus manitas.
—Balba —balbuceó mirándome con esos ojitos tan parecidos a los míos. Era un
completo idiota con ella en mis brazos— ¿Me trajiste algo? —me preguntó
toqueteando mis mejillas.
—Mmm… —me rasqué la barbilla con mi mano libre — ¿qué eres? ninfa del
bosque o princesa...
—Soy una ninfa del bosque vestida de princesa. — dijo batiendo sus ojitos hacia
mí.
¡Jaque Mate!
Sonreí. Mi hija nunca perdía, ella las ganaba todas, saqué de mi pantalón el
chocolate que debía comprar obligado cada vez que salía del trabajo.
—¿Dónde está mami y los mocosos?
—Mami está con los mocosos arriba —se removió en mis brazos para que la
bajara.
Hasta ahí había llegado el amor, cambiado vilmente por una escueta barra de
chocolate.
Mujeres...
Subí las escaleras de dos en dos implorándole a Buda para obtener algo más que un
beso el día de hoy. Habían pasado los dos meses que Dimitri había recetado como
cuarentena. El maldito doctor me había jodido con todos las letras como si los meses
anteriores no hubiesen importado.
Sin embargo…¡Hoy era el día!
Había pasado mucho tiempo sin mi mujer. Así que había pasado todo cada minuto
del dia con la idea de una noche llena de lujuria.
—Ha llegado el rey del hogar —dije con una sonrisa mientras entraba a la
habitación. Evangeline rodó los ojos pero tenía la comisura de su boca alzada
escondiendo una sonrisa.
—Llegas tarde, rey del hogar —puntualizó sin enojo—. Es hora de que me ayudes
con tus hijos, porque no quiero llegar con retraso. No se quieren lavar los dientes,
Afrodita anda vestida de princesa y Eros insiste en solo ponerse los mismos pantalones
de siempre.
—Pero me veo sexy nena —Contestó mi pequeñuelo y joder si no me sentí
malditamente orgulloso que él pareciera estar en sintonía con mis genes.
—¡Sí! Ese es mi chico, creo que voy a llorar. —hice un gesto de limpiar unas
lágrimas en mi rostro—,Estoy haciendo un excelente trabajo ¿no nena? —di un beso a
mi mujer y levanté a mi hijo por los aires.
—¡Dios mío! ¿Qué haré con el nuevo gigoló de la casa? —Evangeline alzó las
manos rogando al cielo.
—Amarlo como lo haces conmigo dulzura. —, levanté mis cejas y le guiñé un ojo.
—Sí como digas —farfulló—, podrías ayudarme con ellos mientras yo voy por
Afrodita —coloqué dos dedos en mi frente haciéndole un saludo militar—. Dime por
favor, que no le trajiste chocolate. —le di mi mejor cara de perro arrepentido — ¡Por
Dios Max!
—¿Qué? Sabes perfectamente que las mujeres son mi debilidad... —susurré
pellizcando su trasero, Adonis y Eros empezaron a reír —A ver mocosos es hora de ir
al baño a lavarse los dientes y colocarse guapos para ir a atrapar chicas...
—Quiero verte cuando Afrodita empiece a atrapar chicos —Sonreí. Mi nena sería
la más seductora, la más bella; mejor que la misma Diosa. Eso sí, ningún jodido
muchachito calenturiento se acercaría a ella.
—Empezaré a preocuparme cuando el momento llegue, ahora estos chicos y yo
tenemos que ir a ponernos más sexys. — Dije altivo antes de cargar a los mocosos
escuchando a Eve resoplar divertida y salir de la habitación.
Hoy era el matrimonio de Brit y David ¿Quién iba a decir que esos dos iban a
quedar juntos? Después de mil tonterías David había decidido sentar cabeza. Mis
padres habían ofrecido su casa de los Hampton para la recepción.
Evangeline quería llegar temprano ya que Sarah y Afrodita serían las niñas de las
flores.
Metí a mis dos niños en el baño y les di sus cepillos de dientes, Adonis empezó a
lavarlos inmediatamente pero Eros...
—Quiero ponerme los pantalones azules —dijo frunciendo el ceño.
—Mamá no quiere.
—Pero me veo sexy papá. —Reviró— ¿Cómo voy a atrapar nenas sin mis
pantalones azules? —A veces no parece que ese renacuajo tiene cinco años.
Miré a Adonis que se lavaba los dientes, ajeno a la conversación.
Eros y Afrodita eran coquetos, aprendían rápidamente cualquier movimiento que
les enseñara. Adonis, en cambio, era más como Evangeline. Él era más callado y
reservado, tenía mi misma sonrisa juguetona y en sus manos siempre había un libro
infantil. Su coeficiente intelectual era impresionante para su edad, pero después de
todo era solo un niño.
—Anda papito —Volvió a pedir Eros. Negué, si cedía con esto Evangeline me
dejaría sin noche de juegos artificiales —Pero me veo sexy, tú dices que siempre
tenemos que vernos sexys para las nenas.
¡ Touché!
—Yo me veo sexy con barba pero a mamá no le gusta, así que me la quitaré. —
Eros cruzó los brazos en su pecho y Adonis me tendió el cepillo alzando los brazos
para que lo ayudara a bajar del banco —Los dientes Eros —ordené bajando a Adonis y
espere a que el mayor de mis hijos varones cepillara sus dientes y bajara del banco.
Ayudé a Adonis con su camisa y coloqué el pantalón azul en la parte alta del closet
dándole el pantalón negro del esmoquin a Eros que lo tomó malhumorado.
Por el rabillo del ojo vi a Evangeline pasar con Afrodita en brazos hacia su
habitación. Mi nena llevaba la boca cubierta de cacao y me dijo adiós con sus manitas
sucias.
—Vamos a hacer algo, vamos a terminar de vestirnos y luego pueden ir a jugar
Esgrima en la Wii— terminé con Adonis dejando su pajarita y el chaleco para cuando
fuésemos a salir del departamento. Peiné los cabellos de ambos niños.
Me distraje solo un segundo y cuando me di cuenta Eros tenía mi perfume en sus
manos.
—¡Joder!¿a qué horas te fuiste de aquí? —Mi perfume estaba en mi habitación
sobre el tocador de Evangeline. Eros me dio una sonrisa ladina.
—Papá dijo malas palabras —se burló Adonis tapando su boquita con ambas
manos.
—Tienes que poner un billete grande… —Eros hizo espacio con sus brazos—en el
frasco de las malas palabras o se lo diremos a mamá.
Los acosté a ambos en la cama y les hice cosquilla sin importar que su camiseta
blanca se saliese de nuevo. Después de unos cuantos minutos de "por favor" y "ya
papi" los volví a arreglar y los envié al estudio de esgrima donde estaba el televisor
que tenía conectada las consolas de videojuegos.
Desabotoné mi camisa mientras caminaba a mi habitación. Evangeline ya había
vestido a Afrodita con un hermoso vestido blanco mientras acomodaba los accesorios
de su cabello.
—Los gemelos están listos —susurré a mi esposa que sólo me dio un seco
asentimiento. Le había propuesto matrimonio cuando llevábamos dos años juntos y ella
había dicho ¡!, haciéndome sentir como el jodido hombre más feliz del planeta.
Nos habíamos casado seis meses más tarde, en Rocky Point con la familia y los
amigos más cercanos, una ceremonia íntima porque Eve aseguraba no necesitar nada
más.
A pesar de la insistencia de mi ahora esposa, logré llevármela de luna de miel a
Bora Bora por un fin de semana. Alejados de niños, solo nosotros, el monte Otemanu,
los arrecifes y los islotes, un pequeño paraíso en la tierra para adorar a mi mujer.
Si el sexo era bueno con ella, saberla mía ante los ojos de Dios y los hombres, lo
hacía malditamente mejor. El primer día no salimos de nuestro palafito, esa pequeña
cabaña en medio del mar, nos mantenía encerrados en una burbuja, disfrutándonos
mutuamente, arrullados por el ruido de las olas, durmiendo profundamente con el ruido
del mar de fondo y con la brisa marina, completamente desnudos sin necesidad de ropa
que estorbara nuestros planes.
En ese pequeño fin de semana de placer y desenfreno fue concebido Emmerson.
El nombre es horrible, estoy de acuerdo
—Stss, Emmy está dormido papito. —dijo mi nena llevando sus dedo a la boca.
Asentí en su dirección pero aun así me apoyé en la cama y dejé un beso en la
cabecita de mi bebé, que aunque se removió no dejó de dormir.
—Voy a ducharme —murmuré a Evangeline mientras terminaba de quitarme la
camisa y la camisilla. Entré a la habitación de baño y saqué el gel para afeitar
recordando aquel día en que nació Emm, más bien el día en que lo trajimos a casa...

« —Hola—susurró Evangeline cuando abrí puerta de la habitación. Dereck y


Lily se habían hecho cargo de los trillizos durante los dos días que Evangeline había
estado en el hospital, Eros y Adonis tenían mis piernas rodeadas con sus brazos
mientras yo cargaba a Afrodita
— Quiero un beso. —susurró mi esposa llamando a los gemelos. Ellos se miraron
cómplices antes de abandonar mis piernas y subirse a la cama para saludar a su
mamá. Bajé a Afrodita para que ella hiciera lo mismo pero sus ojos grises miraban a
Evangeline desde su posición... Bueno, más que a Evangeline observaba el pequeño
bultito que ella tenía entre sus brazos.
Adonis llegó hasta la cabecera primero que Eros dándole un sonoro beso a
Evangeline en la mejilla antes de señalar lo que ella tenía en sus manos, en el
momento justo en que Eros llegaba hasta su madre.
—¿Ese es el bebé mami? —preguntó Eros mirando la cabecita sin pelo de
Emmerson, a diferencia de cuando ellos eran bebes.
—Es tu hermanito —murmuró mi esposa acariciando la mejilla de Adonis que
era el que estaba más cerca de ella. No habíamos hablado su nombre pero
Evangeline había sido tajante al decir que ella lo nombraría, quitándome toda la
diversión y la ilusión de llamarlo Kamadevra...
¡No me miren así! Es el nombre hindú del Dios de la lujuria.
—Mi hermanito es Eros —dijo Adonis mirando a su madre.
—Sí —Ella sonrió—. Pero él también será tu hermanito.— Adonis asintió, Eros
se acercó aún más a Eve y observó al pequeño renacuajo de la familia.
—¡Ya no está en tu panza! —, dijo notando el vientre ahora más plano de mi
esposa —Como Nana en la de la tía Cass. —Nana era la hija aun no nata de Cassede
y Bryan, a ellos aún les faltaban tres largos meses para tener a su bebé.
—Exacto, —Evangeline miro a Afrodita aún en la orilla de la cama —Ven amor.
—tendió su mano hacia ella en una invitación clara pero mi nena se volteó
mirándome con ojos llorosos.
—Quiero irme donde mamá Lilly. —hizo un puchero de esos que yo no soportaba
así que la alce en brazos y su cabecita se acomodó en el hueco de mi hombro.
Evangeline me miró sin entender y yo le di la misma mirada desconcertada.

Los días pasaron sin algún cambio, Eros y Adonis se habían adecuado al llanto
de Emm, pero Afrodita...
Ella parecía no aceptarlo. Evangeline estaba preocupada aunque yo le dijera
que sería pasajero, o al menos eso esperaba.
Si lo mirabas bien Emmerson se parecía mucho a su madre, sus ojos eran azules
como los de los gemelos y su cabello o las pelusas de él se veían claramente rojas.
Era un pequeño gruñón que tenía los pulmones más saludables del mundo, una
máquina de berreo y popo. Aun así nos tenía a Evangeline y a mí comiendo de su
pequeña mano.
Era tan diferente como cuando los trillizos nacieron. Evangeline y yo nos
turnábamos en la noche para que ambos pudiéramos descansar, y me sentía mucho
más compenetrado con él que cuando los trillizos y estaba en cama sin poder ayudar
más que a mecerlos en la silla de ruedas para tranquilizarlos si tenían algún gas.
Un día llegué del trabajo y encontré a mi pequeña chiquitina en el pie de la
escalera jugando con su muñeca Lula.
—Hola nena —me senté a su lado ante su mutismo—. ¿Qué pasa mi amor? —la
senté en mis piernas.
—No me gusta él bebé... ¿podemos devolverlo papito? —una sonrisa de
esperanza adorno su rostro... ¡Genial! ¿Qué le podía decir? Esto de ser padre era
nuevo en mí. Y no se me daba tan bien como a Eve.
—¿Por qué quieres devolverlo? —le pregunté tranquilamente.
—Está roto —siguió jugando con su muñeca— Llora y huele mal.
—Todos los bebes lloran y huelen mal, incluso tú cuando eras así de chiquitita —
le enseñe mis dedos para explicarle.
—Él no me gusta... ¡Cambiémoslo por una nueva muñeca! —sonrió. ¡Jesús!
—¿Ni siquiera porque eres la hermana mayor?—desvié el tema.
—Mami no quiso jugar conmigo y Lula, porque Emmelson estaba llorando
entonces ella le dio su… su… —se rascó la barbilla pensando, al igual como yo lo
hacía.
—¿Le dio pecho?
—Sí eso, ella dijo que tenía que darle de comer. El bebé, se está comiendo su
pecho y yo no quiero que se la coma toda —repuso muy seria, no sabía si reír o
simplemente explicarle.
—No va a comérsela —refuté.
—Si va a comerse a mamá, yo lo vi papito. —sus ojos se anegaron en lágrimas.
Hice lo mejor que se podía hacer en estos casos…
—¡Evangeline! —llamé a mi esposa. Seguro ella podría ayudarme con esto,
porque no tenía ni puta idea como explicarle este tema a mi niña.
Me gritó que no gritara, que Emmerson estaba dormido y no pude evitar reír.
Alcé a mi nena en brazos llevándola con su madre.
La mirada que ella lanzó a la cuna no me gustó, debíamos hacer algo pronto.
Eve tomó a Afrodita de mis brazos observando mi cara preocupada. Articulé un
“habla con ella” y fingí irme dejándolas a solas cuando ella me lo pidió,
quedándome cerca por si necesitaba mi ayuda.
Evangeline era una mujer con muchos defectos, casi tantos como yo, pero no
tenía ninguna duda de lo excelente madre que era y, aunque Emm no estaba en
nuestros planes y era un bebé bastante difícil, nunca la había visto perder la
compostura. Siempre tenía una sonrisa y era un amor con los trillizos.
Las vi asomarse en la cuna, pero Afro inmediatamente escondió su rostro en el
cuello de su mamá. Eve la arrulló y luego se sentó sobre la cama con ella en sus
piernas. Hablaron en voz baja por varios minutos.
Los gemelos llegaron a mí y me pidieron que les cambiara el CD del videojuego
que estaban jugando. Bajé con ellos al primer piso e hice lo que me pidieron para
luego volver a subir de nuevo a la habitación. Ahora Eve sostenía a un dormido Emm
mientras Afrodita acariciaba su mejilla.
—Demonios dulzura ¡eres buena!—ambas alzaron la mirada y mi hija se llevó su
dedito a la boca.
—Papito —mi bebé susurró— ¿Sabías que mami se come la comida de Emmy…—
¿Emmy?—y luego ella se la da por su pecho? — Parecía asombrada por la
información—. El bebé no tiene dientes así que no puede comerse a mamá. —Mi hija
miraba embelesada a su pequeño hermano, antes de enfocar su mirada en la mía—
¿Papito puedo comer yo y darle a Ethan de mi pecho? —Mis ojos se abrieron sin
tener una respuesta coherente, Afrodita era especial para lograr dejarme mudo.
—Eso sólo pueden hacerlo las mamás tesoro. —Dijo Evangeline acariciando sus
cabellos. Afrodita sonrió y su mirada grisácea volvió a centrarse en el gruñón de los
Farrel. Le lancé un beso a mi mujer por sacarme una vez más de mi mutismo.
—¿Entonces ya no debemos llamar para devolverlo? —Evangeline arqueó una
ceja en mi dirección en el preciso momento que Emm se removía entre sus brazos.
—Me gusta papi, es como una muñeca, pero se mueve —mi hija sonrió.»

Salí de mi ensoñación al sentir dos suaves brazos acariciar mi cintura. Evangeline


respiró suavemente tomando mi espalda como apoyo.
—¿Y Afrodita? —Acaricié su brazo con la punta de mis dedos.
—Está velando el sueño de Emmerson —suspiró con cansancio. Me giré con la
mitad del rostro lleno de espuma de afeitar
—Estás agotada dulzura, he estado pensando que es mejor que contratemos a
alguien más, aparte de la empelada —ella negó.
—Lily pudo criarlos a ustedes tres, trabajar en sus fundaciones y atender la casa.
—Me quitó la máquina y alzó mi rostro para empezar a deslizar la hoja. Mis manos
agarraron sus caderas.
—Cassede, Jeremy y yo teníamos casi diez años amor—enfaticé—Afrodita, Eros y
Adonis tienen cinco y Emm dos meses. Tendrías que haber llamado a Annette por lo
menos hoy, ella te habría ayudado con los trillizos.
—Sí, tomando en cuenta que además ella te hubiese comido con los ojos cuando
llegaras y empezaras a pasearte por medio departamento sin camisa. De seguro hasta
trabajaría gratis si fuese a ti a quien pudiese cuidar… Gracias, pero no.
—Pero…
—Tengo una hoja de afeitar en mis manos y estoy deslizándola por tu muy bonito
rostro. No me hagas enojar Max Farell.
—¿Tengo un bonito rostro? —La acerqué a mi cuerpo alzando una ceja.
—No voy a subir más tu ego, sabes que lo tienes —deslizó la hojilla por otro lado
de mi rostro.
—Sé que te amo —ella se relajó en mis brazos y yo aproveché para atacar su
cuello sin importarme el gel.
—Y sabes que yo te amo a ti —jadeó cuando succioné entre el cuello y la clavícula
—. Max, Samantha vendrá en cualquier momento —su voz salía cortada y con
dificultad, amaba tener el poder para calentarla en segundos.
—No tienes ni idea de lo mucho que te deseo Evangeline Farell —Y no mentía.
Desde hace más de seis meses no tenía a mi esposa y joder que la necesitaba, nunca
en mi puta vida había sido célibe y menos me gustaba trabajar con mis manos.
Evangeline temblaba gracias a mis besos. Mis manos se movieron avariciosas por
su cintura acariciando su suave piel, ella retiró lo que quedaba del gel de afeitar y me
ofreció su boca con deleite. La pegué a mi cuerpo besándola con toda la fuerza que
pueden darte seis meses sin sexo. Olvidándonos de los niños en el cuarto, retiré la
camisa de su cuerpo mordisqueando la piel sobre su sujetador. Eve jaló de mis
cabellos y eso me hizo ponerme increíblemente duro.
No sabía si iba a poder esperar hasta esta noche.
Sus jadeos entrecortados me excitaban cada vez más, necesitaba tomarla, sentirme
dentro de ella… Necesitaba de sus caricias.
¡Diablos!
Estaba abriendo el botón de sus vaqueros cuando el timbre del departamento se
escuchó y con ello la voz de tres niños gritando y un bebe llorando.
Respire profundamente e Evangeline me imitó justo antes de que Afrodita tocara la
puerta del baño.
—¡Emmy está llorando mami! —gritó mi nena.
—Ahora sabes lo que yo te deseo—murmuró sobre mis labios —pronto—tocó mi
miembro con la palma de su mano haciéndome sisear—. Esta noche cariño — Mi
esposa tomó mi rostro y me besó en los labios.
El timbre se escuchó de nuevo y ella tomó aire antes de alejarse.
—Ve con Sam. Yo me hago cargo de Emm y le diré a Afrodita que me ayude a
cuidarlo mientras me ducho.
—Le daré un vistazo a los gemelos —asentí y cuando ella se giró zurré su trasero
sin poder evitarlo. Respiré profundamente y limpié mi rostro con la toalla de mano
antes de salir a calmar a mi hijo menor.
Con Afrodita batiendo su sonajera y mis brazos arrullándolo, el bebé se calmó
rápidamente. Afrodita se acercó para darle un beso en su mejilla y yo saqué mi celular
que aún estaba en mi pantalón y capturé el momento en donde mi nena cuidaba a su
hermanito. Le di la misión de cuidarlo y me metí al baño.
Estaba arreglándome la pajarita en el espejo de la habitación cuando enfoqué a
Afrodita mirándome por el reflejo, cuando ella miraba tan fijamente era porque su
cabecita se estaba moviendo a la velocidad de la luz.
—Papi —y ahí está la pregunta señores— ¿Cómo llegan los bebes a la barriga de
mami?— Ella ya había preguntado eso hacía mucho tiempo atrás cuando Evangeline les
explicó que estaba embarazada.
—Mami ya te contó la historia de la abejita y la flor —le dije, quitándome la
jodida pajarita y tomando una de mis corbatas.
—Pero tú no eres una abejita y mami no es una flor. —Ahí está la verdadera
pregunta— Y tía Cassie dijo que una cigüeña traía él bebé.— Amarré el nudo de mi
corbata y me senté en la cama junto a ella,
—Papá le escribe a la cigüeña.
—¿Por el Facebook?
—No, Facebbok es muy largo. Lo que escriben las cigüeñas no tienen tiempo, se la
pasan entregando todo tipos de bebés todo el tiempo así que escriben por el twitter. —
Mi hija asintió—. Uno le escribe que quiere un bebé y luego, por correo, el papá
recibe una pastilla, mami se la come y ya, el bebé crece en la barriga de mami, —
Joder, ese era el cliché más reventado de la historia pero no era como si le pudiera
explicar a mi hija de cinco años sobre sexo tántrico y lo demás.
—¿Y por dónde salen? —su cabecita se inclinó hacia un lado.
—Mmm… ¿Recuerdas cuando vimos a Goku? —Afrodita asintió fuertemente—.
Bueno va a la clínica y el tío Jeremy hace la tele transportación y listo, hay un
bebé.— Mierda mi hija me mataría por eso cuando conociera la verdadera historia.
Mientras tanto no era el momento para una charla… Para esa charla.
—Y papi porque...
—Porque mejor no vamos a ver que hacen tus hermanos —zanjé el tema o nunca
acabaría. Tomé a mi bebé y a mi hija de la mano y salimos de la habitación.

Un par de horas después había un duelo en el cuarto de esgrima. Jugábamos Mario


Kart en el Wii, mientras Emmerson descansaba en su moisés. La puerta se abrió y Sam
se asomó para dar un beso volado a los niños e irse. Seguimos la partida mientras
esperábamos a Evangeline, media hora después de jugar varios juegos en conjunto mi
esposa entró al estudio. Estaba enfundada en un vestido azul que resaltaba en su pálida
piel, su cabello estaba recogido y su rostro tenuemente maquillado.
Miles de palabras cruzaron mi cabeza para describir lo hermosa que se veía.
Joder, a veces no me podía creer que ella era mía.
Acomodé el esmoquin de los gemelos mientras ella arreglaba el cabello de mi
pequeña. Cuando estuvimos todos listos salimos a la ceremonia.
Eran las cuatro y treinta y cinco, la ceremonia debía empezar a las cinco.
La ceremonia fue bastante emotiva, el padrino de Brit había sido la persona que la
entregaba a David en el altar, el hombre quería a Brithany como una hija y sus palabras
en el brindis fueron muy emotivas. Evangeline decía que me preparara para el momento
pero yo negaba y fruncía el ceño mientras apretaba a mi pequeña pelinegra a mi cuerpo.
Faltaban unos cuarenta años para que eso sucediera.
Brithanny estaba feliz y yo estaba emocionado por ella, Brit no solo me había
apoyado en mis peores tiempos, era una tía consentidora y una excelente cuñada,
parecía emocionada mientras cuchicheaba algo con Evangeline. La vida había sido
buena conmigo, Dereck y Lili sonreían ante el baile improvisado de Afrodita, Sarah,
Will y los gemelos parecían haber montado su propia pista de carreras a un lado del
salón de baile. Sury a sus 10 años bailaba con Collin mientras Samantha intentaba que
Jeremy moviera esa masa de musculo y huesos que él llamaba cuerpo, mientras que yo
bailaba con la única mujer que había puesto un stop en mi vida. Si alguien hace unos
seis años atrás me hubiese dicho que yo, Maximiliano Evans Farell me iba a convertir
en un ser monógamo, que una mujer de cinco años me dominaría y que preferiría una
partida de Mario Kart que un reventón en Fetiche, le hubiese recomendado un viaje con
todo pago al sanatorio.
Pero la verdad era que el cambio le había dado aire fresco a mi vida. Amaba mi
nueva vida. Todos los años viajaba a Chicago donde el doctor Hans, quien era mi
doctor de cabecera, me practicaba exámenes para verificar que no apareciera un nuevo
aneurisma; si volviese a pasar por lo mismo no sabría qué decisión tomar, ya no estaba
sólo. Mi vida ahora no me pertenecía, también era de mi esposa y mis cuatro hijos.
Ellos sostenían ahora el peso de ella y definían cada una de mis acciones. Mi felicidad
dependía de la de ellos, sin su presencia mi vida se tornaría vacía, desolada, sin
sentido.
—¿Sucede algo?—Evangeline tomó mi mejilla haciendo que mis ojos se
encontraran con los de ella.
—No, todo quedo muy bonito—Dije mientras nos movíamos suavemente con la
música.
—Cassede y Sam hicieron un buen trabajo, me hubiese gustado tener un poco más
de tiempo libre pero con el libro, el trabajo y los niños fue imposible.
—Has estado muy misteriosa con el nuevo libro —susurré mordiendo el lóbulo de
su oreja, haciéndola temblar.
—Pronto lo sabrás.
—Quiero irme de aquí, quitarte este jodido vestido y perderme en tu cuerpo hasta
que salga el sol.
—Max... —amé el sonrojo en sus mejillas.
—¿Qué? —Fingí inocencia—Ha pasado mucho tiempo nena —la pegué más a mi
cuerpo, aspirando su aroma.
—Creo que los niños estarán tan cansados que no escucharan nada...
—Alabadas sean las habitaciones a prueba de sonido—mi mujer sonrió.
—Te voy a robar a tu esposa —la voz de David me hizo bufar—. Así aprovechas y
bajas la tienda de campaña en tus pantalones. —Enarqué una ceja hacia él— No me
mires así, tu padre se ha robado a la mía. Por descarte tu esposa es la única disponible.
—Gracias por lo que me corresponde —murmuró mi esposa.
—Ve al baño y moja tu rostro…o hazte una paja. —Entrecerré mi mirada a David
—. Joder, ves que soy un santo
Le di un beso a mi esposa y salí en busca de mi nueva pareja de baile. Tomé a mi
pequeña niña por la espalda que rio cuando la apreté a mi cuerpo.
—¿Bailamos ninfa? —besé su mejilla. Afrodita colocó sus manos en mi rostro,
mientras yo le hacía monerías y causaba su risa. Amaba que mi pequeña brujita se
riera, era como si descansara mi alma ahí.
Una vez los ahora esposos abandonaron la recepción conduje a casa con cuatro
niños completamente dormidos. Dividimos la tarea de desvestir y colocar las pijamas
de los trillizos y luego le di el biberón a Ethan mientras Evangeline atendía una
llamada en su teléfono celular, mi bebé cerró sus ojos y lo dejé en su cuna luego que
expulsara los gases. Busqué a Evangeline en su estudio pero aún seguía atendiendo la
llamada.
Suspiré antes de caminar a la habitación y despojarme de mi ropa, me senté en la
cama y esperé. Estaba quedándome dormido cuando Evangeline entró a la habitación.
Me senté en la cama de golpe mirándola de arriba a abajo, tenía puesto un babydoll de
color rojo que se ajustaba a sus grandes pechos—bendito sea el embarazo— y a su fina
cintura quedando a medio muslo. Su cabello estaba suelto en ondas debido al
elaborado peinado que se había hecho para la fiesta. Se veía jodida y putamente
sensual, ella era la reencarnación de una diosa, mi Diosa.
—¡Joder! —susurré despertando del todo.
—Esa era la reacción que quería provocar en ti, —se acercó a la cama con un aire
gatuno y contoneando sus caderas. Estaba seguro que parecía un lobo con los ojos
llenos de deseo y la respiración trabajosa. Cuando la vi llegar a la cama, me lancé a
ella pero antes de poder tocarla ella se apartó —Tengo algo para ti. —No había notado
que tenía las manos en sus espaldas, Arqueé una ceja interesado y ella tendió el
paquete marrón hacia mí. Suspiré fuertemente intentando relajarme. Evangeline no
podía estar pensando que quería un regalo, cuando el regalo más importante para mí lo
tenía al frente envuelto en una seductora malla de encajes. Miré el paquete antes de
tomarlo sacando lo que sea que hubiese dentro de él, esperaba todo, todo menos lo que
mis manos sostenían...
Forrado en una tapa dura en color negro con letras rojas y la imagen de un hombre
acariciando el cuerpo desnudo de una mujer. Estaba el nuevo libro de Evangeline. Ese
era su misterio, su nuevo "hijo", el libro de mi mujer. Pero no era el libro en sí, era la
historia que contenía, los personajes que le daban vida.

Enséñame... Porque en cuestiones de sexo nunca se explica... Se practica.

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