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Aspectos psicológicos y

psiquiátricos del ajedrez


PROF. R . REY ARDID.
Catedrático de Páquiatría.

Partiendo de la base de que el ajedrez es la hora de decidirnos por la apertura a elegir


un juego o, si se quiere, un deporte casi exclu- o el plan de juego a seguir. Otro elemento psi-
sivamente intelectual, es lógico pensar que ha cológico muy importante de la partida es el
de tener mucihas y muy variadas relaciones con referente a nuestro adversario, cuya categoría,
las ciencias del espíritu. En la luoha ajedrecís- conocimientos técnicos, preferencias, estilo de
tica intervienen factores psicológicos, tanto den- juego, puntos fuertes y debilidades debemos
tro como fuera del tablero, y sobre ellos han conocer y analizar previamente, siempre que
tratado extensa y profundamente diferentes auto- nos sea posible. No olvidemos que en ajedrez,
res, no sólo desde el punto de vista puramente como en toda lucha, lleva mucho terreno ga-
técnico («jugadas psicológicas», celadas, planes nado el jugador que conoce y estudia a su rival
audaces o conservadores según las circunstan- y aiplica en cada caso la «receta» que más puede
cias, etc.), sino también desde el referente a perjudicarle y contrariarle. Casi todos los maes-
las personas que cultivan el noble juego. A tros actuales, y también los del pasado, han
continuación expondremos un resumen de nues- tenido muy en cuenta estos preceptos psicoló-
tras ideas y experiencias sobre este interesante gicos, y en sus carpetas figuraban perfectamente
tema. catalogados todos sus posibles adversarios. En
Comenzaremos por la psicología del ajedrez este aspecto, Alekhine figuraba entre los más
como juego, y trataremos luego de los aspectos cuidadosos.
psicológicos referentes al ajedrecista. Ya hemos Por otra parte el ajedrez encierra, en su mis-
indicado que el ajedrez es un juego eminente- ma esencia como juego y en su práctica como
mente psicológico. Cada movimiento es el re- deporte, una serie de enseñanzas y de ejemplos
sultado de un trabajo de profunda reflexión, de gran valor psicológico y hasta sociológico y
basada en el análisis de los elemiíntos presen- moral. En una partida, ambos adversarios lu-
tes en el tablero. A veces, sobre todo en parti- chan con una igualdad de elementos, tanto de
das de torneo o de match, intervienen también material como de tiempo. La ligera ventaja de
factores deportivos además de los técnicos, tales las blancas, con su derecho a la salida, algo
como la conveniencia o no de aceptar una pro- así como el «servicio» en el tenis, se considera
posición de tablas en una posición ligeramente corno prácticamente nula y, por añadidura, la
superior o de forzar los acontecimientos eligien- disfruta cada jugador una vez sí y otra no. En
do una variante atrevida o hasta peligrosa, o, tales circunstancias de equidad, el resultado de
por el contrario, hacer una jugada tranqxiila y la partida depende exclusivamente de cada ju-
conservadora, según las circunstancias derivadas gador, sea aprovechando los errores de su rival,
de nuestra posición o la de nuestro equipo en sea no cometiéndolos para que éste no encuen-
la contienda. También debe tenerse en cuenta tre resquicio para ganar. El ajedrez es un jue-
nuestra situación personal en cada partida, tal
como la fatiga, el dolor de cabeza, las preocu-
paciones, etc., que nos aconsejarán prudencia a
«Ap. Med. Dep.», vol. XII, nfi 46, 1975.
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go sumamente individualista, y la derrota no drez entre los niños. En Rusia, desde hace va-
puede achacarse a nada ni a nadie sino a nos- rios decenios, es preceptivo en las escuelas de
otros mismos. Y esto, al fin y a la postre, re- educación general básica. Y, poco a poco, esta
dunda en nuestro propio beneficio, pues nos costumbre se ha ido- generalizando en el resto
ayuda a hacernos y, sobre todo, a sentirnos res- del mundo, lo que tiene la inmensa ventaja de
ponsables de nuestros actos y a no buscar pre- no dejar escapar, por ignorancia, ningún talen-
textos con los que justificar nuestra torpeza y to nato para el noble juego. Se han oído algu-
con los que engañar a nuestro amor propio. Y nas voces contrarias a la práctica del ajedrez
el hecho de salir vencedores en la lucha tam- en la infancia, alegando que su complicación es
poco debe envanecernos demasiado, ya que nues- poco adecuada para practicarlo en tan tempra-
tra victoria se deberá siempre, absolutamente na edad. Si recordamos la existencia de «niños
siempre, más a los errores de nuestro contrario prodigio» en ajedrez, tales como Morphy, Ca-
que a nuestra habilidad. No olvidemos que una pablanca, Reschewsky, Pomar, Fischer y tantos
partida gin errores por ambas partes debe ter- otros, que a la edad de cinco años asombraron
minar en tablas. El ajedrez nos enseña, por lo al mundo con su habilidad en el noble juego,
tanto, a ser modestos, tanto en la próspera co- encontraremos automáticamente refutados los ar-
mo en la adversa fortuna, con lo que no deja gumentos esgrimidos respecto a la peligrosidad
de constituir una gran lección para la vida. del ajedrez en la edad infantil. Por otra parte,
el niño es el ser más ingenuo y espontáneo de
la Creación, y si no le gusta una cosa o no se
siente con fuerzas o con aptitudes para ella,

1^
i-i
pronto la abandona y la olvida. Ahí se ve cómo
muchos niños que han aprendido a jugar al
ajedrez en la escuela no vuelven a practicarlo,
mientras que otros encuentran un placer espe-
cial en cultivarlo porque se sienten capaces de
aprender su técnica y de hacer progresos. O,
dicho de otro modo, porque sienten que el aje-
drez está de acuerdo con su psicología. En este
sentido, el enseñar a jugar al ajedrez a los
niños, lejos de encerrar ningiín peligro, cons-
. '.i tituye un magnífico método de selección natu-

V.--
h ral y la más rentable cantera para formar gran-
des maestros.
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Otro es el caso de los adolescentes. La edad
juvenil es aquella en que se realiza la forma-
ción profesional y la maduración de la perso-
La práctica del ajedrez tiene evidentes efec- nalidad, es decir, en la que se fragua el futuro
tos beneficiosos desde el punto de vista psico- de la persona humana. Por esta razón, aquellos
lógico, ya que estimula la imaginación y la ca- jóvenes que cuando niños se sintieron subyuga-
pacidad creadora y combinativa, sin contar con dos por el encanto del ajedrez y lo siguieron
que nos ,acostumbra a pensar con método car- cultivando con pasión, corren el peligro de des-
tesiano y a rodeamos de las máximas garan- cuidar su formación profesional si dedican más
tías de seguridad antes de tomar una decisión. tiemipo del prudencial a estudiar la teoría, a
Si a esto añadimos que este juego maravilloso jugar partidas de entrenamiento e incluso a in-
y apasionante suele acaparar la atención y el tervenir con, demasiada frecuencia e intensidad
tiempo de quienes lo cultivan alejándoles de en competiciones oficiales. Es cierto que hay al-
otras distracciones malsanas, deduciremos que gunos jóvenes excepcionalimente dotados que al-
tiene un elevadísimo poder educador y crea, ade- canzan pronto una fuerza extraordinaria ante
más, un ambiente de solidaridad y de camara- el tablero, obteniendo títulos de campeones na-
dería entre sus adeptos que no está reñido, en cionales, maestros internacionales y hasta gran-
modo alguno, con el deseo de superación y con des maestros y que, en vista de sus tempranos
el afán dé triunfo que anida en el ser de todo éxitos, se deciden a hacerse profesionales, re-
ajedreciafea. nunciando a sus estudios universitarios o a su
Examinemos ahora algunos, aspectos psicoló- aprendizaje para cualquier otra actividad, sea
gicos referentes al propio jugador, considerado cual fuere su nivel. Este audaz alea jacta est
como persona humana. En los tiempos actuales resulta ex¡plicable y hasta encomiable para es-
asistimos a una intensísima promoción del aje- tos genios del ajedrez que se llamaron o se
n
llaman Capablanca, Reschewsky, Fischer, Kar- los rincones del tablero, que es para ellos, por
pov, Browne, TaH, Mecking y algunos más, pe- así decirlo, un microcosmos.
ro lo considero altamente peligroso para mu- Por lo demás, dejando aparte una buena me-
chos jóvenes que, pese a su habilidad ajedre- moria de evocación y una viva imaginación, los
cística, descuidan y hasta abandonan su forma- restantes aspectos de la actividad psíquica de
ción personal en aras de una aventurada y hasta los grandes jugadores de ajedrez es sensible-
temeraria dedicación exclusiva o casi exclusiva mente normal. Posteriores estudios psicotécni-
al ajedrez, corriendo el gran riesgo de que sus cos acerca de' este importante tema ha dado
triunfos ante el tablero no sean tan brillantes resultados análogos a los de los soviéticos. Y,,
como ellos imaginaban, y quedando rezagados sin embargo, yo tengo la impresión de que algo
en la vida sin haber podido realizar sus sue- importante se escapa a los psicólogos, ya que
ños. de otro modo, cualquier persona medianamente-
No olvidemos que el ajedrez es, sin exagera- inteligente, con cierta viveza de imaginación,
ción alguna, una de las actividades humanas una buena memoria y gran capacidad para la,
más difíciles, y que son pocos los que consi- atención distribuida, podría llegar a gran maes-
guen escalar, con su práctica, un renombre mun- tro en ajedrez, cosa que no es cierta, ni mu-
dial y, lo que es más importante, una compen- cho menos. Es posible que intervengan factores
sación económica proporcionada a sus esfuer- más profundos de la personalidad, y en este sen-
zos. Porque no olvidemos esto: el cultivo del tido ofrecen interés las opiniones del gran maes-
ajedrez en plan profesional constituye un duro tro Rubén Fine, que posteriormente se hizo psi-
trabajo, una constante dedicación, un estudio coanalista, y que en el libro citado al comienzo
incesante, análogo, por ejemplo, al de los gran- de este artículo asegura que la pasión por el
des virtuosos de la miísica o de otras bellas llamado noble juego arranca de las más oscuras
artes. y torvas raíces del ser humano, como son el odio
Así, pues, en ajedrez, como en el Cielo, «mu-
chos son los llamados pero pocos los escogidos» ;
de lo que se deduce que son, sin duda, necesa-
rias ciertas cualidades o facultades para alcan-
zar en este juego las más altas cimas. ¿Qué fa-
cultades son éstas? ¿Existe una que podríamos
llamar tipología ajedrecística? ¿Le han prestado ' ^
los psicólogos la debida atención? Hace exacta-
mente cincuenta años, en 1925, el Laboratorio
de Psicotecnia Moscix exploró exhaustivamente i:f •'
a varios grandes ajedrecistas, entre ellos el doc-
tor Lasker, Capablanca, Bogoljuboff, etc., par-
ticipantes en un gran torneo internacional que
a la sazón se estaba celebrando en la capital
soviética y que se prestaron voluntariamente a
la experiencia. En el extenso informe emitido
por dicho Centro de Investigación, firmado por
psicotécnicos tan responsables coimo Djakov, Pe-
trovski y Rudik, no aparecen hallazgos de gran
volumen, ni mucho menos. La dotación intelec-
tual de los grandes maestros del tablero corres-
ponde estadísticamente a la de cualquier otro
grupo humano que se dedique a cualquier acti-
vidad intelectual. Y en cuanto a otras «facul-
tades parciales», parece ser que los ajedrecis-
tas tan sólo presentan muy desarrollada la ca-
pacidad de «atención distribuida» lo que, aun-
que a primera vista está en contradicción con
la creencia vulgar de que el ajedrecista con-
centra su atención más que la dispersa, está,
sin embargo de acuerdo con los hechos reales,
que lo que determina el éxito de los gran-
des jugadores es el grado en que éstos distribu-
yen en cada momento su atención sobre todos
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al padre y la agresividad. Según Fine, en el el resultado de la lucha. Cuando un espectador
estudio psicoanalítico retrospectivo de muchos ingenuo y poco familiarizado con el ajedrez
grandes jugadores se aprecia claramente un de- entra en la sala donde se está jugando un tor-
seo de matar al padre (representado en ajedrez neo, creerá que todo es paz en aquel ambiente
por el mate al rey) y una gran dosis de agre- silencioso, con los jugadores inmóviles, incluso
sividad reprimida. Yo he sostenido largas con- estáticos ante el tablero, y por completo ajenos
versaciones sobre este asunto con muchos maes- a cuanto sucede a su alrededor. Sin embargo,
tros del tablero y en no pocos casos, especial- nada más lejos de la realidad. Cada cerebro
mente en aquellos que se han caracterizado por pensante es, a'l mismo tiempo, un volcán de las
su estilo agresivo, he podido comprobar, a tra- más variables e intensas emociones y pasiones.
vés de sus confesiones, que experimentan a ve- Unas veces, por el placer de haber encontrado
ces un placer morboso, rayano en el sadismo, una bella y decisiva combinación, otras, por la
cuando encuentran una maniobra o una combi-
impaciencia de no encontrarla. Este, porque su
nación decisiva para aniquilar a su rival, quien
se debate impotente ante la inevitable derrota. reloj ha avanzado más de la cuenta y se en-
Y algunos me han hecho la confidencia de que cuentra falto del tiempo necesario para medi-
cuando la partida va avanzando y no encuen- tar suficientemente las jugadas. Aquél, porque
tra el medio de vencer, se auto-excitan, por así su posición va empeorando poco a poco y no
decirlo, recordándose a sí mismos que necesitan se le ocurre un remedio adecuado a su mal. Y
que aparezcan sus malos instintos en toda su todos presos dentro del ambiente, del clima de
pujanza para que la partida se incline a su fa- un combate violento y de resultados inciertos,
vor. A la vista de estos hechos curiosos, pienso en suma, de la emoción que toda lucha lleva
que tal situación agresiva no es privativa del consigo. Por esta razón, el temperamento es fac-
ajedrez sino que, en mayor o menor medida, tor importante y a veces decisivo. Las personas
debe ser común a todos los juegos y deportes excesivamente nerviosas, impulsivas, impresio-
que se basan en la lucha de un hombre con nables, indecisas, están, en general, mal dotadas
otro o de dos grupos entre sí. Porque, a fin de para eL ajedrez, ya que dicho juego exige en
cuentas, lo que late en el fondo de todos los todo momento un claro juicio que no es posible
juegos y deportes no es otro sino el placer de cuando la afectividad vibra en exceso. Por el
liberar la agresividad de un modo más o menos contrario, los temperamentos fríos, flemáticos,
incruento. como era, por ejemplo, el de Morphy, tienen
mucho ganado ante el tablero, pues rara vez
les traicionará una explosión afectiva.

Las anteriores consideraciones nos llevan co-


mo de la mano a tratar, aunque sea brevemente,
de los aspectos psiquiátricos del ajedrez. Se oye
decir con frecuencia que es un juego perjudi-
cial para la salud psíquica y que incluso puede
producir la locura en personas predispuestas.
Como he tenido ocasión de indicar en múlti-
ples ocasiones, tal opinión carece de fundamen-
to. El ajedrez no figura entre las causas posi-
bles de la locura, aunque reconozcamos que no
es a propósito para determinados individuos que
no han logrado una perfecta integración de su
personalidad. La lucha ante el tablero exige,
como ya hemos dicho, una intensa preparación
y un gran esfuerzo mental. Pero ocurre otro
tanto en una multitud de actividades intelec-
tuales. Con una dedicación sin exageraciones,
Si, como hemos visto, los instintos parecen el ajedrez es totalmente inofensivo. Sus peli-
intervenir en la lucha ajedrecística, también gros son más bien indirectos, como habrá te-
desempeñará un gran papel la afectividad, tan nido ocasión de comprobar el lector en párra-
íntimamente ligada a ellos en nuestra actividad fos anteriores. Se trata del eterno tema del uso
psíquica. En efecto, el estado emotivo del ju- y el abuso de las cosas. El exceso es casi siem-
gador influye, a veces de un modo decisivo, en pre dañoso en todo, incluso en lo más inofen-
sivo.
n
Sin embargo, parece que los estudios estadís- los rasgos temiperamentales de algunos de quie-
ticos aportan un mayor porcentaje de trastor- nes lo cultivan.
nos mentales entre los ajedrecistas que en la Para terminar, añadamos que, desde hace al-
población media mundial. No he tratado de com- gún tiempo, se ha incluido el ajedrez entre los
probar tal hecho, pero opino que no hay incon- medios coadyuvantes al tratamiento de las en-
veniente en aceptarlo, ya que hay muchas per- fermedades mentales, sobre todo de las cróni-
sonas con temperamento marcadamente intro- cas. Es bien sabido que resulta muy útil y
Tertido, egocentrista, que se sienten atraídos ha- hasta necesario que tales pacientes pasen ocu-
cia el ajedrez por su índole individualista. Co- pados la mayor parte de las horas del día (te-
mo una parte, sin duda pequeña, de tales indi- rapéutica por el trabajo o ergoterapia). Pues
viduos propenden a enfermar de la m^ente, no bien, entre los mucíhos medios de mantener ac-
debe sorprendernos que la incidencia de los tras- 'vos a los enferm.os figuran los juegos (ludote-
tornos psíquicos entre los ajedrecistas sea algo rapia), y uno de ellos es el ajedrez. He aquí
mayor que entre el común de las gentes. Pero cómo el noble juego, lejos de perjudicar la
esto se debe, repetimos, no al ajedrez, sino a mente, contribuye a aliviarla en sus trastornos.
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Se obligó a nadar hasta fatiga


total varios lotes de ratones,
anotando los tiempos de nata-
ción. Al día siguiente se les
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se repitió la prueba, compro-
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tación.

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— T ^ ^ A N D R E U ) - U N SIGLO DEDICADO A LA INVESTIGACIÓN DE MEJORES ESPECIALIDADES FARMACÉUTICAS-

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